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EL PERÍODO NEOLIBERAL EN ARGENTINA (1976-2001)

Vamos a trabajar el período 1976-2001, un período trágico para los argentinos y argentinas, así
como para los pueblos de otros países de América Latina y el mundo. Como en toda interpretación
aquí se asume una perspectiva. Se caracteriza al período como trágico porque se pone el eje en el
deterioro y empobrecimiento de las condiciones de vida y trabajo que sufrieron durante estos
años los sectores populares y medios de la sociedad argentina. Desde otra perspectiva, la de unos
pocos, muy pocos, este fue sin duda un período de oro.

El período en cuestión no es otro que el del reinado del neoliberalismo y de la valorización


financiera, de la más terrible dictadura de la historia argentina y de democracias condicionadas,
formales o procedimentales.

En relación con el año de corte del período, el año 2001, valga la siguiente reflexión: si bien hay
estudiosos que sostienen que el período neoliberal aún no se cerró, otros consideran que la
insurrección popular de Diciembre de 2001 cerró una etapa y abrió otra, constituyéndose en una
nueva bisagra de la historia argentina reciente. 1

Los gobiernos del período 1976-2001


1976-1983 DICTADURA 1976-1981 Presidencia del Gral. Jorge Rafael Videla
CÍVICO-MILITAR 1981 Presidencia del Gral. Roberto Viola
1981-1982 Presidencia del Gral. Leopoldo F. Galtieri
1982-1983 Presidencia del Gral. Cristino Nicolaides
1983 al presente DEMOCRACIA 1983-1989 Presidencia de Raúl Alfonsín (U.C.R.)
1989-1995 Presidencia de Carlos Saúl Menem (P.J.)
1995-1999 2° Presidencia de Carlos Saúl Menem (P.J.)
1999-2001 Presidencia de Fernando de la Rúa (Alianza)

Una nueva sociedad, fragmentada y excluyente

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Adherir a esta última postura no significa considerar que el nuevo período que se abrió en 2001 no
conservaba rasgos del anterior, pero esas continuidades –sostienen sus adherentes- transcurrieron
entrelazadas con cuestiones novedosas, que pusieron o intentaron poner en entredicho el paradigma
neoliberal.

1
La sociedad que emergió de la experiencia neoliberal (1976-2001) fue una sociedad nueva, una
sociedad fragmentada y empobrecida, muy distinta a la que, trabajosamente, se había construido
en el transcurso del siglo precedente.

Entre otras novedades, hacia el año 2001, cuando el período se acercaba a su fin, la Argentina
tenía a más del 50% de su población bajo la línea de la pobreza, millones de personas socialmente
excluidas, caída estrepitosa de los índices de trabajo formal, precarización del empleo, altos
niveles de desocupación, proletarización de amplias capas de los sectores medios, debilitamiento
de la clase trabajadora y de sus organizaciones sindicales. Un país arrasado en todas sus
dimensiones, en lo cultural, en lo político, y también económica y socialmente. Miles y miles de
fábricas cerradas, un endeudamiento externo impagable (140.000 millones de dólares), y
gobiernos bajo la tutela de los grandes acreedores externos, quienes eran expresados por los
organismos internacionales de crédito, particularmente por el Fondo Monetario Internacional
(FMI). Todo esto se combinaba con una gran concentración de la riqueza y una enorme fuga de
capitales (vía pago de deuda y otras maniobras de los grandes grupos económicos) que partían de
la Argentina para engrosar las arcas de grupos económicos instalados en el exterior.

Este panorama contrastaba de manera significativa con la Argentina de la primera mitad de la


década de 1970. Aunque agitado por un acontecer político dinámico y conflictivo, el país
presentaba por esos años una sociedad integrada, con pleno empleo, legislación laboral extendida
y fuertes organizaciones sindicales, así como con una fuerte expectativa de movilidad social
ascendente compartida por vastos sectores de la población. Agreguemos que, para entonces, la
deuda externa ascendía a 4.000 millones de dólares (una cifra absolutamente abordable por la
economía argentina) y que la industria, en su segunda fase de sustitución de importaciones,
estaba en pleno desarrollo. Digamos también que, el delito y la inseguridad no formaban parte de
las preocupaciones cotidianas de su población, sencillamente porque no eran un problema social
relevante.

El contraste entre estos dos momentos de la historia argentina, el tremendo retroceso productivo
y social sufrido durante el último cuarto del siglo XX, conduce necesariamente a preguntarnos
sobre las causas del decepcionante derrotero seguido por la sociedad argentina.

Existen –como para todo proceso y/o acontecimiento histórico- diversas explicaciones. La que
tiene mayor consenso entre historiadores, sociólogos, economistas heterodoxos y/o politólogos es
la que sostiene que el nuevo mapa social y económico de la Argentina de fines del siglo XX fue el
resultado directo de la aplicación de políticas neoliberales, ejecutadas fundamentalmente durante
la dictadura militar (1976-1983) y en los años ‘90, bajo los gobiernos democráticos de Carlos Saúl
Menem.

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Las políticas neoliberales consistieron fundamentalmente en:

 Satanizar el Estado keynesiano (interventor) y su contrario, endiosar (deificar) el mercado;

 Apertura económica, es decir, liberalizar el comercio exterior (ingreso y egreso de


mercancías sin grandes controles ni impuestos estatales);

 Liberalización del flujo de capitales (ingreso y egreso de capitales sin contralor estatal);

 Flexibilización y precarización de las relaciones laborales (mediante la anulación de la


legislación laboral protectora de los trabajadores adquirida a lo largo del siglo XX y
particularmente, bajo el primer peronismo);

 Trastocamiento de los roles del Estado, eliminando muchas de sus funciones de


regulación, redistribución y gestión de empresas (petróleo, gas, carbón, electricidad,
aguas, teléfonos, aeronavegación), y garantizando, como contrapartida, funciones que
aseguraran la concentración del capital en las grandes empresas nacionales y extranjeras;

Bajo estas condiciones, como ya señaláramos, la economía dejó de estar centrada en la ISI, para
pasar a un régimen de valorización financiera. Es decir que de una economía centrada en las
actividades productivas, la Argentina pasó a otra organización económica fundada en la
especulación, en la que el dinero (los dólares) para especular, viajar al exterior, importar, no surgía
del esfuerzo productivo de la sociedad, sino del endeudamiento externo. Mientras tanto, el Estado
–actor decisivo en estos cambios- redefinía sus roles, adquiriendo las características de un Estado
liberal o neoliberal.

La política en tiempos neoliberales: un sistema político colonizado por las grandes


corporaciones

El tema que se impone tratar a continuación es el de comprender la esfera política. ¿Bajo el


gobierno de quiénes y bajo qué regímenes políticos se produjeron cambios tan trascendentes y de
consecuencias tan devastadoras para la sociedad argentina? ¿Qué gobiernos hicieron posible el
pasaje de un patrón productivo a uno especulativo, la transformación de una sociedad inclusiva en
otra excluyente?

La primera constatación que puede realizarse es que durante esos 25 años de predominio
neoliberal (1976-2001), la Argentina estuvo regida durante seis años por una dictadura, y el resto,
es decir diecinueve años, por gobiernos democráticos. Constatación ésta que puede generar
perplejidad y asombro, así como interés por indagar en las causas profundas de una cuestión que,
en primer análisis, parece reñida con la lógica y la razón.

Estas mismas perplejidades fueron las que estimularon el interés del economista Eduardo
Basualdo por investigar el período. Su obra Modelo de acumulación y sistema político en la
Argentina. Notas sobre el transformismo argentino durante la valorización financiera (2001), está
orientada justamente por esta pregunta clave: ¿Cómo fue posible que el modelo de saqueo y

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destrucción iniciado por la dictadura haya sido continuado y profundizado por gobiernos elegidos
por el pueblo, en comicios libres y sin fraude?¿Cómo explicar que partidos políticos, como el radical
y el peronista, históricamente ligados a proyectos industrialistas con fuerte intervención estatal,
hayan viabilizado la consolidación del proyecto neoliberal?

Para Basualdo resulta lógico que una política antipopular como la que describimos pudiera ser
impuesta por una dictadura como la que rigió el país entre 1976 y 1983, una dictadura en la que
todo estaba prohibido y en la que protestar o resistir significaba la posibilidad bastante cierta de
perder la vida. Pero, a Basualdo no le resulta a priori tan fácil comprender cómo pudo esa política
neoliberal ser profundizada en democracia, particularmente bajo los gobiernos peronistas de
Carlos Saúl Menem (1989-1995 / 1995-1999).

La clave para comprender este enigma, Basualdo la va a encontrar en la pesada herencia que dejó
la dictadura que, liderada por el Gral. Jorge Rafael Videla, comenzó en 1976.

Esa dictadura, decisiva para iniciar y marcar el camino a seguir, fue como la mayoría de las otras
padecidas por el pueblo argentino durante el siglo XX, una dictadura cívico-militar. Mientras los
militares de las distintas fuerzas se distribuyeron el gerenciamiento de distintas áreas del Estado y
tomaron en sus manos la aplicación del Terrorismo de Estado, un representante del gran capital
financiero internacional y de la burguesía agraria, José Alfredo Martínez de Hoz, estuvo a cargo
(desde el estratégico Ministerio de Economía de la Nación) de las transformaciones
socioeconómicas de mayor impacto entre 1976 y 1981. Al lado de éste y otros genuinos
representantes de la Sociedad Rural Argentina, en el gobierno dictatorial tenían representación los
intereses de los grandes conglomerados extranjeros, de la gran banca nacional y extranjera y de la
cúpula de la Iglesia católica argentina, todos bajo la anuencia y el apoyo expreso del gobierno y las
agencias de inteligencia de los Estados Unidos de América.

Bajo la gestión del tándem Martínez de Hoz-Videla se tomaron medidas decisivas para destruir
segmentos importantes del aparato industrial, modificar los modos de intervención del Estado y
endeudar extraordinariamente el país. 2Las empresas públicas no se privatizaron, aunque se dieron
pasos decisivos para deteriorarlas, desprestigiarlas y endeudarlas bajo la gestión de gerentes
procedentes de grandes empresas nacionales y extranjeras. De ese modo, se preparaba el terreno
para su posterior privatización a precios de remate. Mientras tanto, algunos comunicadores
notorios, como Mariano Grondona y Bernardo Neustadt, colaboraban sembrando –desde las
pantallas televisivas- el desprestigio hacia todo lo público.

Las políticas de Martínez de Hoz derivaron, como no podía ser de otro modo, en una brusca caída
de la producción industrial, en inflación, fuerte endeudamiento externo y un juego especulativo
que derivó en la crisis financiera de 1980-1981. Crisis de la que el régimen no se pudo
recomponer. Su intento de retomar aliento mediante el recurso de la reconquista de las Islas
Malvinas fue un fracaso y desde entonces la dictadura fue cuestionada en todos sus frentes por un

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Entre 1976 y 1983, año del fin de esta dictadura, la deuda externa pasó de 4.000 a 45.000 millones de
dólares.

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vasto y heterogéneo movimiento social que reclamaba la reapertura democrática y el
enjuiciamiento del Terrorismo de Estado.

En 1983 los dictadores militares y sus aliados civiles, acorralados, tuvieron que llamar a elecciones
y abandonar el gobierno en manos de un político elegido por el pueblo, el radical Raúl Alfonsín. Sin
embargo, dejar el gobierno no significa siempre perder el poder, sobre todo porque los dictadores
(civiles y militares) dejaron un legado que condicionó de diversos modos las acciones de gobierno
de Alfonsín y de sus sucesores.

Veamos algunos datos de esa herencia:

 30.000 desaparecidos, la mayoría de ellos militantes y cuadros políticos y sociales, con lo


que –además de la pérdida irreparable en vidas -se segaba la posibilidad de renovación de
la política, al tiempo que se dejaba sin representación alternativa a vastos sectores de la
sociedad argentina.

 Miles de exiliados políticos profundizaban las consecuencias arriba señaladas.

 Destrucción de una parte significativa del aparato industrial (particularmente, de la


pequeña y mediana empresa de capital nacional)

 Empresas estatales endeudadas e ineficientes

 Un endeudamiento externo de tal magnitud que no podía ser solventado por la economía
argentina y que requería de una creciente masa de empréstitos para pagar sólo los
intereses de la deuda contraída.

 Entre los trabajadores, avance del trabajo cuentapropista (plomeros, pintores, remiseros,
kioskeros) y, por lo tanto, precarizado y no sindicalizado.

 Y lo más significativo, la conformación de una nueva clase dominante, conformada por


grandes grupos de implantación multisectorial (como el de Fortabat, Techint, Macri,
Noble, Soldati, y otros), grandes conglomerados externos (las multinacionales) y
poderosos acreedores externos. Una clase dominante con capacidad para colonizar el
Estado, condicionar y/o cooptar a los políticos elegidos por el pueblo.

La dictadura dejó por lo tanto como legado un sector popular y medio debilitado, con sus
expresiones políticas y sociales desarticuladas, diezmadas por la represión y la muerte, y un sector
dominante con la suficiente capacidad como para impedir la emergencia y/o consolidación de
políticos con cierto grado de autonomía respecto de sus proyectos e intereses.

¿Cómo van a actuar esos grupos económicos dominantes en la reapertura democrática? ¿Cómo
van a intentar y lograr la colonización del sistema político? ¿En qué van a consistir sus
condicionamientos sobre los gobiernos democráticamente elegidos?

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Los condicionamientos son de diversa naturaleza, pero Eduardo Basualdo (op. cit.) resalta
preferentemente dos. Por un lado, los golpes de mercado que vinieron a reemplazar los
tradicionales golpes de Estado cívico-militares. Se trata de procesos hiperinflacionarios desatados
por actores económicos de peso a partir del manejo especulativo de las divisas (corridas
cambiarias), con el objetivo de producir una desestabilización de la economía, crear caos social y
provocar el desprestigio de los gobiernos, y de la clase política en general. Esto sucedió en 1989
dos veces. La primera desestabilizó y obligó a la renuncia del Presidente Raúl Alfonsín (unos meses
antes de terminar su mandato), causándole un desprestigio político del que no se pudo recuperar
en vida, y la segunda hiperinflación, sólo unos meses después, para marcarle el sendero a seguir al
recién asumido Presidente Carlos Saúl Menem.

El segundo mecanismo, estudiado por Basualdo, es la cooptación (ideológica, pero sobre todo
material vía corrupción) que los sectores dominantes realizan sobre la clase política, y cuya
utilización se vuelve muy evidente durante el menemismo (1989-1999), momento clave para la
continuación y profundización de los cambios iniciados en tiempos dictatoriales.

Domesticada y colonizada la clase política tradicional (justicialistas y una parte del partido radical),
debilitado el sector popular, cooptadas las principales direcciones del movimiento obrero, durante
el menemismo se terminaron de destruir las herramientas reguladoras del Estado, se avanzó sobre
la legislación laboral hasta dejar allanado el camino para la flexibilización y precarización del
empleo, se privatizaron las empresas públicas, vendidas a precios viles a los acreedores externos y
a grupos económicos de matriz nacional; se reformó el Estado, dejándolo incapaz de realizar
controles y regulaciones a favor de los sectores populares, se privatizaron las jubilaciones, se
realizó una reforma educativa que profundizó las desigualdades entre provincias y favoreció la
expansión de la educación privada, se endeudó el país hasta niveles desconocidos e impagables
por una economía cada vez menos productiva. Uno de los principales responsables de estas
transformaciones fue Domingo Felipe Cavallo, quien entre 1991 y 1996 estuvo a cargo del
Ministerio de Economía de la Nación, bajo las presidencias del Dr. Carlos Saúl Menem.

Como consecuencia de la aplicación de estas políticas antipopulares y antinacionales, el sistema


político fue perdiendo legitimidad. Una profunda crisis de representatividad fue impregnando a
todos los elencos políticos y sindicales, cualquiera fuese su responsabilidad en los acontecimientos
y procesos desatados. Las esperanzas que despertó el triunfo electoral de la Alianza en 1999
(alianza entre la UCR y el FREPASO3), y que llevó a la Presidencia de la Nación a la dupla Fernando
De la Rúa (UCR)-Carlos Chacho Álvarez (FREPASO), pronto fueron defraudadas, por un deterioro de
la situación que se manifestó imparable, sobre todo porque el sistema político había sido

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FRE.PA.SO son las siglas de un nuevo agrupamiento político que surgió en la década de 1990, el Frente del
País Solidario. En el FRE.PA.SO se nucleaban políticos del Frente Grande (reunía a peronistas distanciados del
menemismo, el Frente del Sur de Fernando Pino Solanas, sectores vinculados al movimiento de DDHH, el
Partido Comunista, el Partido Intransigente, el Partido Humanista y sectores independientes), del partido
PAIS, de la Unidad Socialista y del Partido Demócrata Cristiano.

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totalmente colonizado por el poder económico, careciendo del mínimo margen de autonomía
frente al poder de los grandes grupos económicos y financieros (nacionales y extranjeros).

La democracia fue así vaciándose de sus contenidos profundos (los derechos sociales fueron
destruidos), quedando reducida a un mero procedimiento en que las mayorías votaban candidatos
que prometían políticas que nunca cumplían, para terminar sometiéndose o asociándose a los
dictados de los más poderosos.

De derrotas, consensos y resistencias

¿Cómo la sociedad argentina aceptó estos cambios? ¿Cómo reeligió a Menem en 1995, cuando
éste ya había traicionado sus promesas de 1989, basadas en “la revolución productiva y el
salariazo”? ¿Dónde había quedado esa historia de luchas de la clase trabajadora que, a lo largo del
siglo XX, le había permitido conquistar los derechos sociales? ¿Dónde estaba la herencia de El
Cordobazo y de todos los azos que conmovieron la historia argentina en las décadas precedentes?

En forma muy sintética y esquemática, digamos que el ciclo de auge de las luchas populares que se
abrió en 1969 con El Cordobazo, concluyó en 1973 con la Masacre de Ezeiza. Desde entonces, y
fundamentalmente, desde 1976, con la aplicación del Terrorismo de Estado por parte de la
dictadura encabezada por Videla, Massera y Agosti, se descabezó por el secuestro, la tortura,
muerte y desaparición de decenas de miles de militantes sociales, políticos y culturales, a vastos
sectores sociales que habían comenzado a soñar con la construcción de una sociedad más justa y
digna, con trabajo, educación, salud y recreación asegurada.

El Terrorismo de Estado, una masacre tecnificada, organizada desde los niveles más altos del
Estado, estaba destinado a aniquilar un movimiento transformador y a aterrorizar al resto de la
sociedad. Sólo así fue posible avanzar con medidas liberales que, en un régimen medianamente
democrático, hubieran sido seguramente resistidas por las mayorías populares y sus
representantes políticos y sindicales.

Mientras torturaba y masacraba en los campos de concentración, aterrorizando a la sociedad


toda, la dictadura adormeció a vastos sectores de clase media con un dólar barato y una fiesta
especulativa que permitió acceder a bienes importados y viajes al exterior, subsidiados mediante
el incremento de la deuda externa. También apeló a grandes convocatorias nacionales para
unificar a esa sociedad fragmentada-aterrorizada detrás de consignas nacionalistas, un
nacionalismo largamente aprendido en las escuelas, en el servicio militar y en otros momentos de
historias compartidas. Ejemplos de esas convocatorias fueron entre otros el Mundial de Fútbol de
1978, celebrado en Argentina y utilizado por la dictadura para unificar a la sociedad contra los
organismos de Derechos Humanos y familiares de personas desaparecidas que realizaban
denuncias a nivel internacional por las violaciones sistemáticas de los DDHH que tenían lugar en el
país. Otra convocatoria consistió en alentar una guerra con Chile, impedida casi al filo del inicio de
las hostilidades, por la intervención del papado. Y, finalmente, la dictadura encaró otra gran
aventura, para poner freno a un descontento social creciente, que significó la muerte de centenas
de jóvenes, así como el suicidio de muchos de sus sobrevivientes: la Guerra de Malvinas.

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La guerra terminó de minar la credibilidad de los militares quienes –desprestigiados y con
escasísimo apoyo- debieron abandonar el gobierno en 1983. Sin embargo, como vimos, el poder
de las grandes corporaciones económicas no fue vencido y ellas condicionaron (mediante el
recurso de los “golpes de mercado” hiperinflacionarios) y/o compraron (mediante coimas) a los
gobiernos democráticos que sucedieron a la dictadura para que –traicionando su historia-
aplicaran un modelo neoliberal.

Esos condicionamientos fueron también posibles porque el campo popular fue muy debilitado por
las políticas dictatoriales. Miles y miles de cuadros políticos, sindicales y estudiantiles,
protagonistas de las luchas de fines de los años ’60 y comienzos de los ’70, habían “desaparecido”
bajo el terror estatal, muchos otros estaban en el exilio, y tantos otros sobrevivientes sufrían las
consecuencias de distintas derrotas: las propinadas por el terror estatal, a la que se agregaba la
crisis de muchas utopías que habían alentado las experiencias contestatarias de las décadas
precedentes.

A este panorama desolador, habría que agregar el debilitamiento del movimiento obrero, no sólo
por la desaparición y muerte de muchos de sus líderes más genuinos, sino también por cambios
estructurales de la economía del país. Al cerrar muchas industrias y crecer el desempleo, se redujo
el caudal de trabajadores asalariados y creció el cuentapropismo, disminuyendo en consecuencia
la capacidad de respuesta del sector trabajador frente a los avances del empresariado. Por otra
parte, habría que considerar que mucha de la dirigencia sindical tradicional fue también cooptada
por el gran capital para aceptar sin resistencias la privatización de las empresas públicas y el
deterioro de las condiciones laborales de sus representados.

Debilitadas las fuerzas populares por la confluencia de estos y otros factores, el mazazo que
significaron las hiperinflaciones (1989)terminó de disciplinarlas. Por otra parte, la fiesta
especulativa, retomada en los primeros años de la década de 1990 al duro precio de la venta de
los activos estatales (privatizaciones) y de un endeudamiento brutal del país, permitió sostener
durante un buen tiempo un dólar barato que, al permitir viajes al exterior y un fácil acceso a
consumos importados, generó consenso entre los sectores altos y medios de la sociedad. Mientras
tanto, un vasto operativo comunicacional legitimaba la entrega del país al gran capital,
farandulizaba la política y creaba las condiciones para despolitizar y “entretener” a la sociedad.

Sin embargo, estas herramientas de diversión, aunque muy útiles para neutralizar a una parte de
la ciudadanía, eran ineficaces para los millones que simultáneamente iban quedando sin trabajo, o
que lo veían precarizarse, o para los que veían morir sus pueblos y ciudades al compás del cierre
de ramales ferroviarios o de centros de explotación petrolera, o para los jubilados que no podían
recorrer dignamente sus últimos años de vida. De la mano de los excluidos y de los olvidados,
fueron conformándose movimientos de resistencia: las más paradigmáticas, las organizaciones de
desocupados (“Los piqueteros”), así como las organizaciones de trueque, la Central de
Trabajadores Argentinos (CTA), y muchas otras que confluían con los movimientos de DDHH.

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Muchas de estas oposiciones cuajaron políticamente en el triunfo de la Alianza (UCR-FREPASO) en
1999. Pero, la derrota del menemismo no significó la caída del neoliberalismo. La Alianza en el
gobierno pronto defraudó las esperanzas en ella depositada. El aparato productivo estaba en
ruinas, la deuda crecía con más deuda y los organismos internacionales de crédito, para otorgar
más préstamos, decidían directamente sobre las políticas económicas del país, con sus trilladas
recetas antinacionales y antipopulares, consistentes en ajuste sobre ajuste, y entrega de los
recursos del país.

En diciembre de 2001, luego de medidas desesperadas del gobierno de Fernando de la Rúa para
sostener una economía desquiciada por la especulación y el endeudamiento, las insatisfacciones
populares(las surgidas al calor de los duros años ’90 y otras que nacieron en esos días calientes de
fines de 2001como resultado de medidas cada vez más expropiatorias de los sectores populares y
medios)salieron a la superficie y se expresaron en una insurrección popular que no sólo puso fin al
gobierno vigente, sino que también sirvió de bisagra para la apertura de una nueva etapa histórica
donde se puso en entredicho –como en otros países latinomericanos- la hegemonía neoliberal.

Neoliberalismo, lógicas y proyecciones

Digamos finalmente que el modelo neoliberal tuvo una proyección latinoamericana y mundial. No
es producto de la naturaleza, ni fruto de creación divina. Su emergencia y consolidación se
relaciona con los intereses del gran capital que, a partir de la década de 1970, fue diseñando un
mundo en el que se reformularon los roles de los Estados, buscando eliminar sus tintes
keynesianos y de bienestar, para avanzar sin ningún obstáculo sobre los recursos de la naturaleza
y los derechos de los trabajadores.

El gran capital (fundamentalmente financiero) pretende un mundo “libre”, donde las grandes
compañías puedan realizar su ganancia sin restricciones ni regulaciones estatales que las limiten y,
donde, se generen condiciones de desocupación que debiliten las posibilidades de los trabajadores
para discutir condiciones de trabajo y salarios dignos. Los avances en las tecnologías,
particularmente en las de la comunicación, facilitaron y facilitan este avance del gran capital sobre
un mundo cada vez más globalizado.

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Hasta aquí este breve recorrido sobre la historia del período 1976-2001. El presente que
vivimos nos demuestra que no estamos hablando sólo del pasado. Actualmente asistimos a un
retorno del neoliberalismo en Argentina y un nuevo avance de estas ideas sobre otros países de
América Latina que transitan o transitaron experiencias reformistas desde los primeros años del
siglo XXI. Continuamos en nuestro país, en el continente y en el mundo, en la prolongada y difícil
disputa en torno a cuestiones tan fundamentales como la libertad y la igualdad. La historia –como
siempre- está abierta. Nadie puede predecirla, ni establecer a priori cómo será el futuro. Pero lo
que sí es seguro es que el derrotero que ella tome dependerá de la lucha de distintos actores y de
los complejos y cambiantes resultados que deriven de esa lucha. Nosotros formamos parte de la
misma, lo sepamos o no, lo deseemos o no. Está en nosotros hacerlo conscientemente,
defendiendo los principios e intereses que consideremos valorables defender.

Lic. Mabel Scaltritti


Junio de 2016

NOTA: Para ampliar los temas aquí tratados pueden consultarse los siguientes artículos en nuestro
libro de estudio:
 Miguel Mazzeo, La globalización neoliberal. Algunas definiciones generales
 Ezequiel Sirlin, La última dictadura: genocidio, desindustrialización y el recurso a la guerra
(1976-1983)
 Ariel Filadoro, Alejandra Giuliani y Miguel Mazzeo, El retorno a la democracia: la herencia
de la dictadura y las ilusiones frustradas (1983-1989)
 Ariel Filadoro, Los noventa: del éxito al fracaso… ¿de quién?

Otros recursos:

- Redes conceptuales sobre dictadura militar 1976-1983: ver p. 40 y 41 del cuadernillo de Recursos
para el estudio de ICSE (2° parte)
- Listado de películas sobre distintos aspectos de la dictadura: ver p. 42 a 44 del cuadernillo de
Recursos para el estudio de ICSE (2° parte)
- Historia de un país. Argentina siglo XX, Serie de documentales de Canal Encuentro, n° 21 a 25
inclusive, en sitio: http://www.conectate.gob.ar/sitios/conectate/busqueda/buscar?rec_id=50001
- Memoria del saqueo, documental dirigido y guionado por Fernando Pino Solanas, 2003. El film
analiza el período 1976-2001 y da cuenta de la decadencia económica, social, política, cultural y
moral de la Argentina, en un duro cuestionamiento a las privatizaciones, el manejo de la deuda
externa y el derrumbe industrial hasta llegar a la caída de Fernando de la Rúa.
Disponible en el sitio: https://www.youtube.com/watch?v=OkqWc8aOdX4

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El período neoliberal en Argentina (1976-2001)
Guía de preguntas:

a) Identificar los contrastes entre la Argentina de principios de los años ’70 y la de fin de siglo
XX.
b) En los 25 años que transcurren entre 1976-2001 se operan profundas transformaciones en
el modelo económico, en los roles jugados por el Estado, en los regímenes políticos, en la
sociedad y en la cultura. Conceptualice tales cambios.
c) En el texto se afirma que esos cambios son el resultado de la aplicación de políticas
neoliberales. ¿En qué consistían fundamentalmente tales políticas?
d) Identifique los gobiernos y los regímenes políticos que se sucedieron en el período 1976-
2001 y organice una cronología política con tales datos.
e) ¿Por qué se afirma que la dictadura de 1976 es una dictadura cívico-militar?
f) ¿Cuál es la relación entre terrorismo de Estado y aplicación de políticas neoliberales?
g) ¿Cuáles fueron los legados de la dictadura cívico-militar de 1976-83 a los gobiernos
democráticos que la sucedieron?
h) ¿Por qué le asombra a Basualdo que las políticas neoliberales iniciadas bajo la dictadura
hayan sido profundizadas bajo gobiernos democráticamente elegidos?
i) ¿Cómo explica Basualdo esa aparente paradoja? Identifique las estrategias y herramientas
usadas por los sectores dominantes para colonizar al sistema político democrático.
j) Explique el concepto de democracia formal o procedimental.
k) Analice la crisis de legitimidad que se desata hacia fines de la década de 1990 y que
alcanza su cénit en la insurrección popular de diciembre de 2001.
l) Analice la situación del campo popular a lo largo del período, explicando la frase que sirve
de subtítulo al tema: De derrotas, consensos y resistencias.
m) Analice los alcances globales del fenómeno neoliberal, identificando a sus principales
impulsores y objetivos.

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