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El Juego de la Muerte es un documental francés que trata la realización de un experimento

psicológico sobre los efectos de la autoridad sobre el ser humano y nuestra tendencia a
obedecer órdenes por muy horribles que estas puedan ser si son dadas por una autoridad
que consideramos legítima. Con el fin de comprobar como de sumisos somos ante las
órdenes de una autoridad en la sociedad actual, concretamente una autoridad televisiva, un
grupo de psicólogos idearon un falso concurso televisivo, La Zona Xtrema, en el que un
concursante debe responder a una serie de preguntas mientras otro concursante dicta las
preguntas y aplica al primero un castigo en caso de que fallase la pregunta. El primer
concursante seria interpretado por un actor, mientras el segundo, ajeno a la naturaleza del
experimento, pensaría que está en el piloto de un concurso televisivo y tendría que castigar
al otro con descargas eléctricas de intensidad variable, hasta llegar a 460 voltios. Los
investigadores pretendían comprobar cuantos sujetos aplicarían los castigos hasta el final
del juego a pesar de los gritos de dolor y las suplicas del actor que interpreta al supuesto
primer concursante. Los resultados fueron impactantes: en torno al 80% llegó hasta el final
del juego sin resistirse a la autoridad.

El experimento que se nos presenta en este documental es una reproducción de otro


realizado en la década de los 60, conocido como el experimento de Milgram en honor a su
creador, el Dr. Stanley Milgram. Este experimento permite conocer el poder que ejerce una
autoridad sobre un individuo. Fue llevado a cabo en la Universidad de Yale, EEUU. Con el
pretexto de realizar una investigación científica acerca de la memoria pusieron a prueba a
individuos normales. Se convocaba a dos sujetos, uno de ellos debía responder a una serie
de preguntas referidas a una lista de palabras que habría memorizado previamente durante
un minuto. Lo instalaban en una pequeña sala, atado a una silla, y le colocaban en la
muñeca izquierda un brazalete eléctrico que le daría descargas con cada error. Las
descargas aumentarían la intensidad cuanto mayor fuese el número de errores. El segundo
sujeto estaría en otra sala y sería el encargado de leer las preguntas e infligir el castigo. En
realidad no se daban esas descargas, los gritos estaban grabados y el individuo atado a la
silla era simplemente un actor. El sujeto del experimento era el examinador para comprobar
hasta donde estaría dispuesto a obedecer a la autoridad, científica en este caso, que le
indicaba que continuase con las descargas a cada error.

En este experimento, el 62% de los sujetos llegaron hasta el final. Milgram demostró que
todo individuo es capaz de realizar las mayores atrocidades si la autoridad que le obliga es
en su opinión legítima. Esta obediencia, implícita además en el hecho de vivir en sociedad,
puede llegar a suplantar los valores morales de una persona, transformándola en lo que la
institución autoritaria desee. Lo que pretendían los investigadores del documental era repetir
este experimento en el contexto de la televisión, que actúa como autoridad, sometiendo a
una gran parte de los individuos a través de su constante influencia en la vida cotidiana. A
través de un falso concurso que reprodujo fielmente el experimento de Milgram con los
elementos propios de la televisión, como el público o la presión de las cámaras, se puede
ver hasta qué punto el poder de la televisión puede llegar a legitimarse. Los individuos
televisualizados se deshumanizan por completo, creen que todo aquello que sucede en
plató carece de errores, y por tanto, se convierten en esclavos de una autoridad a la que ni
siquiera deben obedecer.

A lo largo del documental se busca a su vez analizar las distintas conductas y


comportamientos que los individuos muestran ante una confrontación entre sus propios
valores y aquello que impone la autoridad televisiva; cómo huyen de la tensión generada
ante tal enfrentamiento y las reacciones que dicho nerviosismo suscita. Las tácticas para
evitar la presión de los actos cometidos fueron diversas, desde hacer trampa a hablar por
encima de los gritos del actor para distanciarse del hecho. Muchos de los participantes que
llegaron hasta el final fingieron no haberse creído el concurso, o delegaron la
responsabilidad en la presentadora mientras seguían administrando y administrando
descargas. Además, también se realiza una comparativa entre este experimento y su
antecesor, del año 1961, para demostrar que hay un mayor grado de obediencia por parte
de la sociedad actual.

Se realizó a mayores una variante de este experimento a la que sometieron solo a una parte
de los examinadores. Al llegar a los 80V cambiaron las reglas: la presentadora, que es la
autoridad en este caso, abandona el plató dejando solo al examinador con el público. Sin la
autoridad en escena, el 75% de los examinadores desobedecieron y abandonaron el juego
en cuanto el dolor que sufría el sujeto se hacía patente y comprobaban que ya no quería
seguir. Ninguno se aprovechó de la situación dominante en la que se encontraba para
disfrutar del sufrimiento del otro.

Otro experimento similar a estos dos (el del documental y su antecedente) sería el
experimento de Solom Ash. En este experimento se pretendía comprobar cuánto puede
influir la presión de grupo en un individuo a la hora de tomar decisiones. Esta prueba
consistía en llevar a un grupo de alumnos a un aula con la excusa de hacerles un “test de
visión”. El examinador les preguntaba mostraba en una tarjeta unas líneas verticales de
distinto tamaño para que las comparasen con otra tarjeta con una única línea vertical y
respondiesen cual de ellas tenía el mismo tamaño que la estándar. En el experimento todos
los alumnos eran cómplices del experimentador excepto uno, que era el sujeto. Los
alumnos tenían que responder de manera incorrecta y, después de que el sujeto los
escuchase él daría su respuesta. Como resultado el 36,8 % de los sujetos (la prueba se
repitió 123 veces) respondieron incorrectamente y, aunque la mayoría acertaban, un 32% se
sentían incómodos y aceptaban la respuesta incorrecta si había al menos tres cómplices.

También encontramos en el experimento de la cárcel de Stanford similitudes con el de


Milgram, ya que ambos pretendían demostrar cómo de obedientes pueden llegar a ser
algunos individuos en algunas situaciones. En este experimento se seleccionó a 25
participantes y se les dividió en dos grupos: guardias y prisioneros. Durante dos semanas
debían permanecer en esta prisión ficticia bajo la supervisión de el “alcaide”, un ayudante, el
investigador principal Philip Zimbardo, que haría el papel de superintendente y el resto del
equipo de investigación. En los resultados obtenidos se confirmaba que los guardias no sólo
obedecían las normas del equipo sino que se habían vuelto más sádicos y se ofrecían a
hacer horas extras no remuneradas. Los prisioneros recibían duros castigos y humillaciones
que hicieron que al acabar el experimento (que se canceló ocho días antes de lo esperado)
se registraran trastornos emocionales.

Además existen otros experimentos como: el experimento de Roshenan (que demostró que
en un psiquiátrico era muy difícil saber quiénes estaban cuerdos y quienes locos al
introducir falsos pacientes en varios centros) o el de Robber’s Cave, que estudiaba el origen
de los prejuicios en grupos sociales.

El documental refleja así una visión muy crítica con la banalización de la violencia en
televisión, que nos insensibiliza y distancia de lo que pueda ocurrir en antena por violento
que sea, haciéndonos pensar que no puede pasar nada malo en ella. Esto se ve reflejado
en la percepción de muchos participantes, que justifican continuar en el juego a que es
imposible que nada grave ocurra por el hecho de ser un programa televisivo. Además, el
estudio hace hincapié en el poder manipulador de la televisión, que hizo aumentar en sobre
un 20% el resultado de obedientes que obtuvo Milgram en su experimento original. Esto da
lugar a una perspectiva alarmista, pero en ningún caso exagerada e infundada. Los temas
son tratados con rigurosa objetividad por parte de los expertos, que advierten de los peligros
de la obediencia ciega a la autoridad sin caer en el sensacionalismo.

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