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EDIR MACEDO

Gedeón
300 e os
y los

CÓMO DIOS REALIZA LO


EXTRAORDINARIO
A TRAVÉS DE PERSONAS COMUNES

San Pablo - Buenos Aires 2020


Copyright © 2020 Editora Horebe
Todos los derechos están reservados y protegidos por la Ley. Está prohibida la
reproducción total o parcial sin el expreso consentimiento de la editorial. Este
libro ha sido revisado de acuerdo con la Real Academia Española (RAE). Los
textos bíblicos citados están en la versión La Biblia de las Américas (LBLA),
excepto mención expresa. El autor hace algunos comentarios sobre pasajes
bíblicos que están identificados entre paréntesis y con diferente formato.

1ª edición
traducción: marta angélica corvino

m141g macedo, edir, 1945 -


Gedeón y los 300 - Cómo Dios realiza lo extra-
ordinario a través de personas comunes /
edir macedo.
1ª edición – são paulo: editora horebe, 2020.
112 p. ; 21 cm.

ISBN 978-85-68721-96-4

1. devocional. 2. reflexiones. i. título.


cdd-248.4

Rua da Várzea, 240 — Predio E


Barra Funda — São Paulo — SP
CEP: 01140-901
Índice

Introducción5
Capítulo 1
Los jueces que precedieron a Gedeón���������������� 9

Capítulo 2
Clamando�������������������������������������������������������19

Capítulo 3
El llamado de Gedeón������������������������������������ 23

Capítulo 4
El lagar���������������������������������������������������������� 27

Capítulo 5
La fuerza de Gedeón�������������������������������������� 33

Capítulo 6
La baja autoestima de Gedeón������������������������ 39

Capítulo 7
La señal��������������������������������������������������������� 47
Capítulo 8
La ofrenda perfecta genera fuego��������������������� 53

Capítulo 9
La ofrenda y el fuego�������������������������������������� 59

Capítulo 10
El Altar��������������������������������������������������������� 67

Capítulo 11
El segundo novillo������������������������������������������ 73

Capítulo 12
Ser revestido del Espíritu�������������������������������� 77

Capítulo 13
Poniendo a Dios a prueba��������������������������������81

Capítulo 14
Seleccionando a los trescientos����������������������� 87

Capítulo 15
Trompetas, cántaros y fuego���������������������������� 93

Capítulo 16
El sueño de los enemigos�������������������������������� 99

Capítulo 17
Directrices para la guerra������������������������������105


Introducción

El libro de Jueces describe el ciclo de decadencia y reno-


vación espiritual en la vida de Israel como nación, el cual
también simboliza la situación espiritual vivida por la
mayoría de los cristianos.

Desde el punto de vista histórico, el libro de Jueces retrata


un período turbulento en la historia de Israel. Josué había
conquistado Canaán, pero aún no había establecido su
conquista. Este es un gran problema encontrado en la
vida de la mayoría de las personas. Incluso conquistan
algunas bendiciones, pero fallan en establecerlas a través
de un compromiso serio con el Bendecidor. Y cuando las
migajas de las bendiciones se terminan, vuelven nueva-
mente a foja cero.

Son como las semillas que fueron sembradas entre las


piedras. Oyen la Palabra e inmediatamente la reciben
con alegría; pero cuando llega el calor de la tribulación,
no resisten y mueren espiritualmente.

La historia registra que la tribu de Manasés no expulsó


al pueblo de Bet-seán, Taanac, Dor, Ibleam, Meguido

5
Gedeón y los 300

o sus asentamientos vecinos; pues los cananeos esta-


ban determinados a habitar en esa tierra. La tribu de
Efraín tampoco expulsó a los cananeos que vivían en
Gezer; así, los cananeos vivieron entre ellos. Tampoco
Zabulón expulsó al pueblo de Quitrón o de Naalal;
sino que les permitieron quedarse allí para ser utiliza-
dos como esclavos.

Lo mismo sucedió con la tribu de Aser. Ellos no expul-


saron a las personas que vivían en Aco, Sidón, Ahlab,
Aczib, Helba, Afec y Rehob. En vez de eso, el pueblo de
Aser vivía entre los cananeos de la tierra. Del mismo
modo, Neftalí no expulsó a los que vivían en Bet-semes
o Bet-anat, sino que también vivían entre los habitantes
de la tierra, y los moradores de Bet-semes y Bet-anat se
convirtieron en sus esclavos (Jueces 1:27-33).

Esto ejemplifica la vida de las personas que se convierten,


pero que no lo hacen de todo corazón; por lo contrario,
insisten en mantenerse presas a su pasado inmundo. En
otras palabras, quieren la salvación, pero no quieren
abandonar las concupiscencias de la carne o incluso sus
tradiciones idólatras. Quieren servir al Señor Jesús, pero
no quieren dejar de lado sus festividades paganas.

La historia nos dice que, cuando Israel se fortaleció,


sometieron a los cananeos a trabajos forzados y no los
expulsaron por completo. Israel prefirió “sacar provecho”
de su poder para esclavizarlos en lugar de obedecer la
voz de Dios y expulsarlos completamente. Ante eso, el

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I N T R OD U C C I ÓN

Señor determinó: “No los echaré de delante de vosotros, sino


que serán como espinas en vuestro costado, y sus dioses serán
lazo para vosotros” (Jueces 2:3).

El Señor ordenó la expulsión total de los cananeos, para


que Su pueblo no se corrompiera por la idolatría genera-
lizada que había entre ellos. Más tarde, eso se convirtió en
un problema constante entre el pueblo de Israel, lo que
resultó en un ciclo de altibajos en su relación con Dios.

Mientras Josué estaba vivo, prevaleció el temor a Dios;


pero después de que él y su generación murieron, creció
otra generación que no conocía al Señor ni sabía lo que
Él había hecho por Israel. Entonces los hijos de Israel
hicieron lo que era malo a los ojos del Señor y se entrega-
ron a la corrupción moral y espiritual. Por esta razón, el
Señor retiró Su unción y, en consecuencia, los israelitas
ya no tenían fuerzas para resistir a los enemigos que los
rodeaban. Cada vez que Israel salía a la lucha, no podía
contar con la ayuda del Dios de sus padres.

La desobediencia — o el pecado — siempre enciende la


llama de la duda. La duda, a su vez, anula el poder de la fe.

Aun así, en medio de gemidos de derrota, los israelitas


clamaban y el Dios de infinita misericordia levantaba
un líder para libertarlos. Sin embargo, cuando este líder
moría, ellos volvían a la corrupción de sus corazones
lascivos y se volvían peores que sus padres. Por eso, el
Señor Se airó con Israel y dijo:

7
Gedeón y los 300

Por cuanto esta nación ha quebrantado el pacto que


ordené a sus padres, y no ha escuchado Mi voz, tampoco
Yo volveré a expulsar de delante de ellos a ninguna de
las naciones que Josué dejó cuando murió.
Jueces 2:20-21

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CapÍTUlo 1

Los jueces que


precedieron
a Gedeón
E l período de los jueces de Israel precedió al
período de los reyes. Los jueces eran personas
comunes, sin embargo eran escogidas y ungidas
por Dios para guiar, juzgar y edificar al pueblo de Israel.

Habilitados con la visión de la voluntad de Dios, los


jueces eran escogidos como profetas y lideraban a Israel
en la guerra contra sus enemigos. Algunos de ellos se
destacaron por su fe sobrenatural en el Dios de sus padres.

Otoniel
El pueblo de Israel hizo lo que era malo a los ojos del
Señor y sirvió a los dioses de la lluvia y de la fertilidad en
Canaán. El culto a Baal y su compañera Asera incluía el
sacrificio de animales, todas las formas de inmoralidad
sexual y, ocasionalmente, el sacrificio de niños.

11
Gedeón y los 300

Nuevamente, la ira del Señor ardió contra Israel y Él los


entregó en las manos del rey de Mesopotamia. Después
de ocho años de esclavitud, Israel clamó y el Señor les
dio un libertador. Entonces, el Espíritu del Señor vino
sobre Otoniel, sobrino de Caleb, quien libertó a Israel
de la esclavitud.

Aod
Hubo paz en la tierra durante cuarenta años, hasta la
muerte de Otoniel. Pero, otra vez, los hijos de Israel hicie-
ron lo que era malo a los ojos del Señor. Y nuevamente,
el Señor retiró Su protección de ellos. Por esta razón, los
amonitas y los amalecitas se unieron a los moabitas y,
bajo el liderazgo del rey de Moab, atacaron a Israel. A
partir de entonces, el pueblo de Israel se vio obligado a
servirlo y a pagarle impuestos.

Durante dieciocho años, el pueblo de Israel sirvió a Eglón,


rey de Moab. Una vez más, los hijos de Israel clamaron
al Señor y Él levantó a otro libertador, llamado Aod.

Aod, corajudamente, se acercó al rey de Moab y lo


mató. Después de eso, subió las montañas de Efraín y
tocó la trompeta, convocando a los hijos de Israel a la
guerra contra Moab. Bajo su liderazgo, los hijos de Israel
derrotaron a cerca de diez mil guerreros moabitas en

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L o s ju e c e s q u e p r e c e d i e r o n a G e d e ó n

una única batalla, todos fuertes y valientes. ¡Ninguno


de ellos escapó!

Así, Moab quedó sujeto al poder de Israel en aquel día,


y la tierra permaneció en paz durante ochenta años.

Débora y Barac
Después de la muerte de Aod, el pueblo de Israel volvió a
hacer lo que era malo a los ojos del Señor; y, nuevamente,
el Señor los entregó a sus enemigos. Jabín, rey de Canaán,
reinó en Hazor y tuvo a Sísara como comandante de su
ejército. Durante veinte años, el rey de Canaán oprimió
cruelmente al pueblo de Israel.

En aquella época, una mujer llamada Débora, llena


del Espíritu de Dios, ejercía el liderazgo espiritual en
Israel. Su fe y devoción al Dios de Abraham, Isaac e
Israel la calificaron para ser escogida y electa como
profetisa en Israel.

La historia de Israel nos revela que Dios solo nombraba


a un líder en respuesta al clamor del pueblo — ¡pero ese
no fue el caso de Débora! ¡Ella fue ungida como profetisa
debido a su comunión con Dios! Su caso fue una excep-
ción, ya que la posición de profeta normalmente estaba
ocupada por hombres.

13
Gedeón y los 300

¿Y por qué fue escogida? ¡Sin duda, porque era la única


persona en esa nación con la que Dios podía contar!
Tanto es así que, cuando ella, por orden divina, llamó
a Barac para liderar a Israel contra los cananeos, él se
rehusó a ir sin ella. Si el comandante del ejército de Israel
era débil, a pesar de haber sido escogido por Dios, ¡puede
usted imaginar el nivel de fe del resto de Israel!

Débora era única entre el pueblo de Israel. Enseñaba


y oía al pueblo en las montañas de Efraín. Su vida fue
vivida en el Altar natural de esas montañas, y aquellos
que querían recibir respuestas de Dios, debían subir las
montañas para encontrarla.

A través de la intercesión de Débora, el Señor respondió


al clamor de Su pueblo y levantó a Barac para libertar-
los. Durante cuarenta años, es decir, una generación, el
pueblo de Israel tuvo paz.

Gedeón
Una vez más, los israelitas se olvidaron del libramiento
que el Señor les había dado y se volvieron a lo que era
malo. En consecuencia, una vez más, el Señor retiró Su
protección y cayeron en manos de sus enemigos.

Los siete años de opresión a manos de los madianitas


valieron por décadas de opresión por parte de cualquier

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L o s ju e c e s q u e p r e c e d i e r o n a G e d e ó n

otro enemigo. Eso es porque los madianitas eran mucho


más feroces y crueles. Su opresión fue tan traumática que
Israel, para sobrevivir, tuvo que huir de las ciudades a las
montañas. Presionados por las circunstancias, tuvieron
que cavar cuevas a toda prisa y encontrar cavernas para
refugiarse y esconderse con sus familias.

Como si eso no bastase, en la tan esperada temporada


de cosecha, los madianitas se unían a los amalecitas y a
otros pueblos de Oriente y destruían todo lo que quedaba
en Israel, es decir, las cosechas, las ovejas, los novillos
e incluso los burros, que eran de poco valor. Su obje-
tivo era eliminar a Israel de una vez por todas, a espada
o por el hambre.

El pueblo de Israel tenía, en cierto modo, un lugar para


esconderse; pero no lograban resolver el problema del
hambre. Es lo que sucede con muchas personas que, de
un modo u otro, pueden refugiarse — ya sea en la casa
de parientes o vecinos, en chozas e incluso debajo de un
puente —, pero no hay abrigo, refugio o fuga del hambre.
Cuando el estómago es afectado... ¡algo debe llenarlo!

Es interesante notar que los madianitas no formaban


parte de la tierra prometida. Eran descendientes de la
unión de Abraham con Cetura y habían heredado de
él la península árabe (donde hoy se encuentra Arabia
Saudita), para que no tuvieran herencia en la tierra de
Canaán junto con Isaac.

15
Gedeón y los 300

A pesar de esto, alimentaban un odio mortal contra los


hebreos, al igual que todos los demás pueblos de Oriente.
Ese odio de los hermanos paternos de Israel comenzó con
la envidia de Caín por Abel y se ha extendido, a través
de los tiempos, hasta los días actuales. También refleja el
odio que los falsos hijos de Dios tienen contra los verda-
deros, es decir, aquellos que realmente nacieron de Dios.

La situación de los hijos de Israel nunca había sido


tan crítica desde que habían llegado a aquella tierra.
Esos siete años de opresión y hambruna fueron los
peores de la historia.

Es extremadamente importante registrar las lecciones a


ser extraídas a través de los altibajos de la historia de los
hebreos, ya que existen puntos en común con la vida de
los verdaderos cristianos de hoy:

Primero: La prosperidad y la paz que habían logrado


los llevaron a relajarse en la fe, haciendo que su
comunión con Dios se enfriara y se entregaran a los
deseos de la carne.

Segundo: Su decadencia espiritual los llevó a un cons-


tante ciclo de fracasos.

Tercero: El sufrimiento y el dolor los llevaban a la


humillación y los hacían clamar al Dios de sus padres.

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L o s ju e c e s q u e p r e c e d i e r o n a G e d e ó n

Cuarto: En respuesta a su clamor al Dios de Abra-


ham, Isaac e Israel, el Señor levantaba a alguien para
libertarlos y restaurar la paz y la prosperidad.

Resumiendo, Dios actuaba con relación a los hijos de


Israel de la misma manera en la que ellos actuaban
con relación a Él. Cuando Lo despreciaban, el Señor
los abandonaba; pero cuando Lo buscaban con todo su
corazón, el Señor Se manifestaba y los libraba.

Eso significa que la vida de una persona depende de la


calidad de su relación con Dios. La vida depende de la
fe en el Señor Jesús, de la comunión con Él. Cuando la
fe sobrenatural está saludable, la vida también está bien.
Pero cuando la fe está enferma, la vida también está mal.
Una cosa depende de la otra.

¡Dios siempre está dispuesto a recibir nuestras actitudes


de fe en Él y reaccionar a nuestro favor!

Por lo tanto, la inteligencia sugiere que debemos inver-


tir en nuestra fe, en una relación sincera con el Señor
Jesucristo a través de la obediencia a Su Palabra. No
basta con cumplir algunas obligaciones o con tratar
de mantener vivas las tradiciones religiosas... ¡Se
necesita mucho más!

La libertad tiene un precio, como todo en la vida. Si


queremos la materialización de las promesas de Dios en
nuestras vidas, primero debemos materializar nuestra

17
fe en el Señor Jesús. No hay forma de cambiar la ley
de la acción y la reacción, del sembrar y cosechar, del
dar y recibir...

Dios no exige nada más allá de lo que podemos ofrecer.


CapÍTUlo 2

Clamando
C omo vimos, la condición espiritual de Israel se
había deteriorado. Por ese motivo, el estado
económico y político de la nación colapsó,
no habiendo más esperanza de vida en aquel país. Los
hijos de Israel sembraron la rebelión, la prostitución y
la idolatría — y cosecharon sus frutos.

Cuando se vieron extremadamente debilitados por la


presencia masiva y destructiva de los madianitas, los
hijos de Israel clamaron al Señor.

Clamar es diferente que hacer una oración. En una


oración, las palabras suenan como una súplica o un
gemido. El clamor es diferente porque se hace solo en
situaciones de extrema desesperación. La persona nece-
sita llegar al fondo del pozo, o al límite del dolor y de la
aflicción, para entonces clamar.

Cuando los escritores sagrados registraron el clamor


del pueblo de Israel, estaban refiriéndose a la expresión

21
Gedeón y los 300

más profunda de angustia, dolor y desesperación, ya que


nadie realmente clamaría desesperadamente mientras le
quedara un hilo de esperanza.

22
CapÍTUlo 3

El llamado
de Gedeón
V imos que Dios levantó líderes en Israel
en diferentes situaciones bajo diferentes
circunstancias. Así fue con Otoniel, Aod,
Samgar, Débora y Barac.

Pero el llamado de Gedeón fue un caso aparte, teniendo


en mente que el propio Ángel del Señor — probablemente
el Señor Jesús — vino a encontrarlo personalmente. La
aparición del Señor en su llamado revela que Gedeón era,
de alguna manera, diferente de sus predecesores. Dios
no Se apareció personalmente a todas las personas que
escogió para un trabajo especial; solo unos pocos tuvieron
ese encuentro tan extraordinario. Abraham, Isaac, Jacob,
Moisés y Josué fueron algunos de los pocos privilegia-
dos hasta entonces.

Y Gedeón formó parte de esa lista especial. Pero ¿por qué?

25
Gedeón y los 300

¡Porque Gedeón estaba en sintonía con Dios! ¡Su profunda


expresión de enojo e indignación era, de hecho, el senti-
miento del propio Dios!

El sufrimiento y el dolor de las personas reflejan la forma


en la que Dios Se siente con relación a las personas en el
mundo. Y cuando alguien siente el mismo dolor que Dios
siente, es una señal de su llamado.

Al conversar con el Ángel, Gedeón manifestó lo que Dios


tenía en Su corazón — el enojo y la indignación por el
desastre que los enemigos le habían causado a Su pueblo.
¡Por eso, Dios vino hasta él personalmente!

En la visión de Gedeón, no tenía sentido tener fe en


un Dios tan poderoso y, aun así, vivir bajo la opresión
de sus enemigos. ¿Cómo podían ellos creer en un Dios
Todopoderoso y vivir al borde de la desesperación, la
opresión y el dolor?

Solamente una fe sin inteligencia puede combinar la


creencia en Dios con el hambre, la miseria, las deudas,
las enfermedades, las familias deshechas — es decir,
¡con la total desgracia!

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CapÍTUlo 4

El lagar
E l hecho de que Gedeón estuviera sacudiendo
trigo en un lagar era una clara señal de la
desesperación predominante en aquellos días,
ya que el lagar no era el lugar para sacudir trigo, sino
para prensar uvas. Antiguamente, cada viñedo tenía su
propio lagar, que generalmente consistía en un tanque
de tres metros cuadrados cortado en la roca.

Sacudir o separar la cizaña del trigo, requería un piso de


trilla espacioso en la cima de una colina, con suficiente
espacio para contener grandes volúmenes de grano.
Por ese motivo, un lagar era totalmente inapropiado y
demasiado pequeño para sacar de la espiga los granos
de cereal. Sacudir el trigo en un lagar significaba que:

Primero: La cantidad de trigo era muy pequeña.

Segundo: El trabajo se realizaba en secreto, ya que


el trabajador en un lagar no estaba tan expuesto
como en una era.

29
Gedeón y los 300

Tercero: La humillación era obvia, ya que solo una


persona completamente desesperada usaría un lagar
para sacudir el trigo.

Cuarto: Sacudir el trigo en un lagar significaba una


necesidad extrema.

Quinto: ¡El Ángel del Señor no apareció para aquellos


que se escondían en cavernas y cuevas! Al contrario,
Él apareció para quien estaba arriesgando su propia
vida por un puñado de trigo.

Sacudir el trigo en un lagar sería, actualmente, lo equi-


valente a hacer un trabajo extremadamente pesado por
menos del salario mínimo; o vender el almuerzo para
comprar la cena; o morderse las uñas de los pies mien-
tras crecen las uñas de las manos; o tolerar el hecho de
que su esposo tenga una amante, porque usted no tiene
hacia dónde ir...

En resumen, sacudir el trigo en un lagar signi-


f ica vergüenza, miedo, humillación, necesidad,
desesperación...

Cuando el Ángel apareció y saludó amablemente a


Gedeón diciendo: “El Señor está contigo, valiente guerrero”,
inmediatamente, lleno de indignación, humillación y
dolor, en lugar de arrodillarse en el suelo, glorificarlo y
decir aleluya, Gedeón respondió:

30
E l l ag a r

Ah Señor mío, si el Señor está con nosotros, ¿por qué nos


ha ocurrido todo esto? ¿Y dónde están todas Sus mara-
villas que nuestros padres nos han contado, diciendo:
«¿No nos hizo el Señor subir de Egipto?». Pero ahora el
Señor nos ha abandonado, y nos ha entregado en mano
de los madianitas.
Jueces 6:13

Al principio, el Ángel se dirigió a él con solo diez pala-


bras, pero Gedeón respondió con más de cincuenta
palabras. Esto revela la condición de su corazón: profun-
damente afligido. Y así él reaccionó con osadía e ira justa
delante del Señor.

Notamos en su respuesta que:

1. Gedeón se consideraba un siervo fiel al Señor,


porque dijo: “Ah Señor mío”.

2. No formaba parte del grupo que había llevado a


Israel a su decadencia espiritual; de lo contrario, no
habría preguntado: “¿Por qué nos ha ocurrido todo esto?”.

3. Él conocía las grandes maravillas que Dios había


realizado en el pasado, especialmente aquellas que
habían provocado la liberación de su pueblo de la
opresión egipcia. ¡Exactamente por eso no aceptaba
las condiciones en las que estaba viviendo!

31
Gedeón y los 300

4. Él protestó contra el hecho de que Dios había aban-


donado a Israel, revelando que tenía fuertes convic-
ciones personales sobre Dios y sus derechos por la fe.

En su respuesta, Gedeón manifestó la fe sobrenatural


en su forma más pura y, debido a que esa autoridad
de Dios está disponible para todos los que creen en
Él, el Ángel respondió: “Ve con esta tu fuerza, y libra a
Israel” (Jueces 6:14).

32
CapÍTUlo 5

La fuerza de
Gedeón
L a fuerza de Gedeón, obviamente, no estaba
del lado de afuera, sino en lo más profundo de
su ser. Por saber de la existencia del Dios de
Abraham, estaba determinado a rechazar aquella situa-
ción impuesta por sus enemigos.

El mayor problema de las personas no está en la situación


difícil en la que se encuentran, sino en lo que piensan
con respecto a eso. Si alguien está sufriendo a causa de
un determinado problema, pero no cree que hay una
salida, ¿cómo puede luchar contra él?

Ahora entendemos por qué el Señor Jesús le preguntó


al ciego: “¿Qué deseas que haga por ti?” (Marcos 10:51). El
Señor sabía muy bien lo que el ciego necesitaba, incluso
porque era obvio, ¡pero el Señor quería la confesión
de su fe! En otras palabras, tuvo que manifestar su fe
para que su problema fuera resuelto. ¡Claro! Si el ciego
no hubiera creído que iba a ser curado, jamás habría
clamado al Señor Jesús. Para que una persona sea libre

35
Gedeón y los 300

de sus problemas, primero debe creer que eso es posible.


¡Esa creencia es su fuerza!

Esa era la fuerza de Gedeón. Una energía interior capaz


de llevarlo a la lucha y a la conquista de la victoria. Todo
lo que el Ángel le dijo a Gedeón fue solo una palabra:
¡VE! De hecho, fue la misma palabra que el Señor Jesús
le dijo al ciego: ¡VE!

El combustible de un motor es gasolina, gas, diésel,


oxígeno, alcohol o electricidad; el combustible de la vida
es el oxígeno; pero el combustible que lleva a una persona
a la victoria es la fe que viene de Dios. Quien quiera
conquistar los beneficios de la fe debe oír su voz y actuar.

El hombre o la mujer de Dios deben llenar su “tanque”


con este combustible. Pero si no “encienden” el motor,
es decir, si no ponen en práctica la fe, no sirve estar lleno
de combustible o lleno del Espíritu Santo.

La fe sobrenatural es la energía de Dios dentro de noso-


tros, pero Él no puede forzarnos a tomar actitudes. Debe-
mos actuar por iniciativa propia.

El Ángel de Dios escogió a Gedeón entre millones de


personas porque su “tanque” estaba lleno. No obstante,
no estaba consciente de su propio poder. Él no conocía
el poder que tenía dentro de sí. ¿Por qué? Porque sus ojos
espirituales estaban cerrados.

36
La fuerza de Gedeón

Mientras les prestaba atención a las informaciones que


le eran administradas por sus ojos físicos, solo veía difi-
cultades, miseria, hambre, miedo, humillación, el poder
de los enemigos, la debilidad de Israel, etc.

Pero una voz gritó dentro de él: “¡Basta! ¡Esta situación


no puede continuar! Mi Dios es el mismo que el de mis
padres Abraham, Isaac e Israel. Si Él los libertó en el
pasado, ¡nos libertará hoy!”.

En otras palabras, cuando sus ojos físicos llamaron su


atención hacia la situación a su alrededor, sus ojos espiri-
tuales reclamaron y lo perturbaron internamente… Hubo
un conflicto interno. De un lado, la voz de los sentimien-
tos despertada por su visión física; del otro, la voz de la
fe estimulada por el conocimiento del Dios Vivo.

Cuando el Ángel apareció, simplemente encendió la


llama de su fuerza, diciendo: “¿Qué estás esperando?
¡Ve y salva a Israel! ¿No te estoy enviando? ¡Ve enseguida!
¡Ve ahora! ¡Ve ahora mismo!”.

Usted probablemente ya notó que la fe está íntimamente


relacionada con la acción. La fe es acción. Es hacer algo.

37
CapÍTUlo 6

La baja autoestima
de Gedeón
A l principio, en su conversación con el Ángel,
Gedeón fue positivo y determinado cuando
manifestó su indignación contra la situación
de su pueblo. Pero inmediatamente después de ser esco-
gido para salvar a Israel, retrocedió. Parece que el peso
de la responsabilidad lo hizo despertar, y comenzó a usar
sus limitaciones físicas como excusa: “Oh, mi Señor,
¿cómo puedo salvar a Israel? ¡No tengo ejército, armas,
dinero, nada! La situación económica de mi familia es
muy mala. ¡Somos los más pobres de la tribu de Manasés,
y soy el menor de la casa de mi padre! ¿Quién soy yo?”.

A pesar de su noble ascendencia, siendo que Manasés


era el primogénito de José, hijo de Jacob, la familia de
Gedeón aún era la más pobre. El hecho de que José
hubiera sido el segundo hombre más poderoso de Egipto
no significaba nada para la familia de Gedeón, incluso
porque él estaba viviendo en Canaán y no en Egipto.

41
Gedeón y los 300

Como si eso no bastara, además era el menor en la casa


de su padre, no en altura física, sino en importancia.

Resumiendo: Gedeón era el menor de los menores. En


toda familia existe quien se destaca y quien pasa desa-
percibido. Gedeón era simplemente el último…

Sino que Dios ha escogido lo necio del mundo, para aver-


gonzar a los sabios; y Dios ha escogido lo débil del mundo,
para avergonzar a lo que es fuerte; y lo vil y despreciado
del mundo ha escogido Dios; lo que no es, para anular lo
que es; para que nadie se jacte delante de Dios.
1 Corintios 1:27-29

Su carácter modesto y humilde, a pesar de fuerte y deter-


minado por dentro, es una característica que resalta en
el perfil de los escogidos por Dios. Por eso, el Señor le
dijo, en otras palabras: “Yo estoy contigo… ¡ve adelante!
¡Vas a herir a esa multitud de madianitas como si fueran
un solo hombre!”.

Esta promesa fue suficiente para animarlo, pero no al


punto de llevarlo a actuar inmediatamente, pues Le pidió
a Dios una señal.

Es importante enfatizar que Gedeón mostró indignación


delante del Señor por la situación en la que se encontraba
su país, y tenía plena certeza de que aquella no era la
voluntad de Dios. Sin embargo, delante de su posición

42
L a b a ja aut o e s ti m a d e G e d e ó n

insignificante, era difícil para él creer cien por ciento en


su llamado. Por eso, pidió señales…

¡Es lo que sucede con la mayoría de los cristianos! Creen


que Dios hace hoy lo que hizo en el pasado; creen en las
maravillas que Dios hizo en la vida de otras personas
que cuentan sus testimonios, pero aún les dan lugar a
las dudas en sus mentes. No dudan del poder de Dios,
claro, ¡pero dudan de que Él los haya escogido también!

Dicen:
• No, esto no es para mí…
• No lo merezco…
• Mi destino es sufrir…
• Mi destino (mi fracaso) está escrito en las estrellas…
• Estoy siendo probado…
• Esta es mi cruz…
• No tengo suerte…

Voy a repetirlo: el mayor problema de las personas


son los pensamientos de inferioridad o preconcepto
que tienen sobre sí mismas.

Con palabras y pensamientos demoníacos, constru-


yeron barreras de acero a su alrededor; y, cuanto
más confiesan este tipo de pensamiento, más difícil
es que esas barreras se rompan, pues desarrollaron
preconceptos e ideas negativas contra sí mismas. Por
ese motivo, llegan a conclusiones necias, pensando

43
Gedeón y los 300

que Dios es bueno y grande solo para los demás.


Los estudiosos lo llaman baja autoestima. Y este
modo de pensar impide la acción del Espíritu Santo
dentro de la persona.

En los pensamientos de Dios, encontramos esta


enseñanza:

El que observa el viento no siembra, y el que mira


las nubes no siega.
Eclesiastés 11:4

Gedeón también manifestó la misma baja autoestima de


Moisés y Jeremías. Cuando fue llamado, la respuesta de
Moisés a Dios fue: “¿Quién soy yo para ir a Faraón, y sacar a
los hijos de Israel de Egipto?” (Éxodo 3:11). “¿Y si no me creen,
ni escuchan mi voz? Porque quizá digan: No Se te ha apare-
cido el Señor” (Éxodo 4:1). “Por favor, Señor, nunca he sido
hombre elocuente, ni ayer ni en tiempos pasados, ni aun después
de que has hablado a Tu siervo; porque soy tardo en el habla y
torpe de lengua” (Éxodo 4:10). “Te ruego, Señor, envía ahora
el mensaje por medio de quien Tú quieras” (Éxodo 4:13).

Delante de tantas excusas, “Se encendió la ira del


Señor contra Moisés”.

Fue así como Jeremías respondió a su llamado: “¡Ah,


Señor Dios! He aquí, no sé hablar, porque soy joven” (Jeremías
1:6). Y la reacción inmediata de Dios fue: “No digas: «Soy

44
L a b a ja aut o e s ti m a d e G e d e ó n

joven», porque adondequiera que te envíe, irás, y todo lo que te


mande, dirás” (Jeremías 1:7).

45
CapÍTUlo 7

La señal
S i he hallado gracia ante Tus ojos, muéstrame
una señal de que eres Tú el que hablas conmigo.
Jueces 6:17

Pedirle una señal a Dios es una señal de duda. Es como


un contrato firmado por dos partes, firmado por testigos
y, además, certificado por los registradores — o sea, una
señal de que las partes desconfían unas de las otras.

Ni siquiera la aparición del Ángel del Señor ni su conver-


sación con Él convencieron a Gedeón de que aquella
figura humana era el Enviado de Dios. Por otro lado, no
podemos condenarlo por esa debilidad — a fin de cuen-
tas, no tenía la unción del Espíritu Santo y estaba bajo
la extrema opresión de sus enemigos. Además, existía la
idolatría que prevalecía dentro de su propia casa, pues su
padre era seguidor de Baal y Asera. De cualquier forma,
su pedido no fue considerado por Dios como un insulto,
considerando la respuesta positiva que recibió.

49
Gedeón y los 300

Pero ¿bajo qué condiciones sucedió la señal?

Te ruego que no Te vayas de aquí hasta que yo vuelva a


Ti, y traiga mi ofrenda y la ponga delante de Ti. Y Él
respondió: Me quedaré hasta que vuelvas.
Jueces 6:18

¡Gedeón quería más, mucho más que palabras! Quería


tener la más absoluta certeza de la autoridad divina en
aquella Persona con quien estaba conversando, y una
manera de confirmar eso era presentando su ofrenda.
Si aquella Persona realmente hubiese venido de parte
de Dios, su ofrenda serviría como combustible para
el fuego de Dios.

El fuego es el resultado de la combustión, la creación


simultánea de calor y luz. Es frecuentemente usado en
la Biblia como un símbolo de la presencia de Dios, pues
Su presencia quema lo impuro e ilumina el camino de
los puros. El fuego siempre fue usado como una señal
de la presencia física de Dios delante de los hombres.
En la alianza hecha con Abraham, Dios pasó entre las
partes de los animales en forma de una antorcha encen-
dida; el fuego descendió sobre Sodoma y Gomorra; Dios
Se le apareció a Moisés en una zarza ardiente; el fuego
consumió a Nadab y a Abiú; el fuego estaba presente en
la consagración del templo; el fuego descendió del Cielo
para consumir la ofrenda del profeta Elías…

50
La señal

Era un hecho que el Dios de Abraham Se manifestaba a


través del fuego; por eso, Elías desafió a los profetas de
Baal, proponiendo que el dios que enviara fuego del Cielo
para quemar el sacrificio probaría ser el verdadero Dios.

El fuego era esencial en todas las ofrendas de sacrificio


a causa de su importancia simbólica. En los tiempos
cristianos, el fuego mantuvo su poder simbólico. En el
testimonio de Juan el Bautista, el Señor Jesús bautizaría
con el Espíritu Santo y con fuego; el Señor hace de Sus
ministros llamaradas de fuego; el fuego que no se apaga
y el fuego que probará el trabajo de todos, etc.

Gedeón sabía que solamente el verdadero Dios Se mani-


festaría a través del fuego. Por eso Le suplicó al Ángel del
Señor que no Se fuera hasta que él Le trajera su ofrenda.

A pesar de la situación económica de Israel en aquellos


días, Gedeón preparó un cabrito y panes sin levadura.
Este tipificaba el sacrificio del Señor Jesús: en el animal,
la sangre; en los panes sin levadura, el cuerpo de Dios.

Cuando la Biblia menciona a los panes sin levadura,


significa pureza en la ofrenda, pues el objetivo de la leva-
dura es aumentar el volumen y la apariencia del pan.
En la ley de las ofrendas, el uso de la levadura estaba
prohibido. Dios exige pureza en las ofrendas — que sean
libres de levadura, libres de hipocresía.

51
Gedeón y los 300

Gedeón volvió con sus ofrendas preparadas y las presentó


al Señor. El cabrito había sido cocido y colocado en una
cesta con los panes sin levadura, y el caldo estaba en un
caldero, el cual Le presentó al Señor. Pero el Señor le
ordenó que colocara la carne y el pan en una piedra y
derramara el caldo sobre ella.

La piedra simbolizaba al Altar del Sacrificio, a la Piedra


Angular, al Señor Jesús. Con la punta de Su cayado, el
Ángel tocó la ofrenda y el fuego subió de la piedra, del
Altar — no del Cielo — ¡y consumió la ofrenda!

En otras palabras, cuando Le presentamos una ofrenda


de sacrificio a Dios en el Altar, el fuego se eleva como
una señal que confirma la aceptación de Dios con rela-
ción a nuestra ofrenda. La ofrenda representa la vida
entera de la persona. Por eso es llamada ofrenda de sacri-
ficio, pues representa la vida de quien da la ofrenda.
¡El fuego de Dios sube al Altar y penetra lo más íntimo
de la persona! Ese fuego, o señal de Dios, es la certeza
absoluta, la fe sobrenatural, la convicción de que el Señor
acepta la ofrenda y le confirma el cumplimiento de Su
promesa a quien la presenta.

Si la ofrenda es impura, si contiene levadura, el fuego del


Altar no la consume (pues Dios no acepta ofrendas impu-
ras) y quien presenta la ofrenda desciende del Altar sin la
señal de Dios. Eso significa que su ofrenda fue en vano.

52
CapÍTUlo 8

La ofrenda perfecta
genera fuego
L a respuesta de Dios depende del tipo de ofrenda
que Le ofrecemos. La señal dada a Gedeón
ocurrió a causa de la ofrenda pura y sacrificial
que él dio. Quien quiera una señal de Dios debe estar
dispuesto a pagar su precio. La razón por la cual muchos
son derrotados es que quieren la bendición, pero no quie-
ren sacrificar por ella.

No se trata de comprar o de hacer un acuerdo para reci-


bir las bendiciones de Dios, sino de asumir la fe en Él a
través de actitudes de fe. La ofrenda es la única expre-
sión real de la fe en Dios; no el dinero en sí, sino lo que
representa en la piedra, en el Altar.

La ofrenda representa a la vida de quien la da. El Altar


representa al Señor Jesús. Cuando colocamos nuestra
ofrenda en el Altar, estamos, de hecho, colocando toda
nuestra vida en las manos de Dios.

55
Gedeón y los 300

Para entender mejor este tema, considere lo siguiente: lo


que une a los seres humanos es el amor, y lo que nos une
a Dios es la fe sobrenatural. Cuando amamos a alguien,
tenemos un fuerte deseo de expresar ese amor a través
de regalos. Cuando el amor es real, los regalos estarán
en el mismo nivel del amor que los inspira. Hay personas
que llegan al punto de endeudarse para darle lo mejor a
la persona a la que aman.

Lo mismo sucede cuando se trata de la fe. La fe exige lo


mejor para Dios de la misma manera que el amor exige
lo mejor para la persona amada.

La fe sobrenatural en Dios nunca se contenta con una


relación teórica, así como el amor nunca acepta una rela-
ción basada en un simple intercambio de declaraciones
de amor. Es por eso que existe el casamiento — donde
dos personas se comprometen para siempre a través de
una rendición mutua.

La fe sobrenatural exige el mismo compromiso con Dios


por medio de ofrendas.

La vida de la persona que da la ofrenda está en su ofrenda;


por eso, la representa. El Señor Jesús fue la Ofrenda
del Dios Padre para el mundo. La vida del propio Dios
estaba en Su Ofrenda. Si Él ofrendó Su propia vida,
¿cómo aceptará solo parte de nuestras vidas?

56
L a o f r e n da p e r f e cta g e n e r a f u e g o

Nuestra vida está en nuestra ofrenda. Si la ofrenda en


el Altar es inferior al 100 % de nuestras vidas, Él no la
aceptará. ¡Es nuestro todo por el todo de Dios!

Por ese motivo, la vida de una persona depende de la


ofrenda que coloca en el Altar.

Ahora podemos entender mejor la Palabra del Señor


Jesús, cuando Él dijo:

Dad, y os será dado […]. Porque con la medida con que


midáis, se os volverá a medir.
Lucas 6:38

Como podemos ver, las bendiciones de Dios depen-


den del tipo de ofrenda que colocamos en el Altar.
La Biblia nos enseña que, cuando aprendemos a dar,
aprendemos a recibir.

57
CapÍTUlo 9

La ofrenda y
el fuego
G edeón probó a Dios pidiéndole una señal.
Esta señal no era para que Él mostrara Su
poder; pero, para confirmar que Él era el
mismo Dios de Abraham, de Isaac y de Israel, tenía que
haber fuego. Por otro lado, el fuego de Dios solo aparece-
ría mediante la presentación de la ofrenda de sacrificio.
Por eso, Gedeón presentó como ofrenda el cabrito y los
panes sin levadura.

Lo mismo sucedió en la Alianza con Abraham, cuando


Dios pasó por las mitades de los animales sacrificados
en la forma de un horno humeante y de una antorcha
de fuego (Génesis 15:17-18); en la revelación a Moisés
a través de la zarza ardiente, la zarza estaba en llamas,
pero no se consumía (Éxodo 3:2); en la columna de fuego
cuando el Señor guio a los hijos de Israel por el desierto
a la noche (Éxodo 13:22); cuando el Señor descendió
en el monte Sinaí, este estaba cubierto de humo, pues
Dios había descendido sobre él en fuego (Éxodo 19:18);
el Altar del tabernáculo debía tener un fuego ardiendo

61
Gedeón y los 300

continuamente, el cual nunca se podía apagar (Levítico


6:13); cuando los hijos de Aarón ofrecieron fuego extraño
delante de Dios, el fuego salió del Señor y los consumió
— y ellos murieron delante del Señor (Levítico 10:2).

Esa creencia que mantenían en aquellos días también


prevaleció en los tiempos de los apóstoles, como dice el
escritor de Hebreos: “Porque nuestro Dios es fuego consumi-
dor” (Hebreos 12:29). Si esa creencia no cambió en aquel
tiempo, mucho menos en nuestros días, ya que el Señor
Jesús es el mismo ayer, hoy y siempre. El fuego estaba
siempre presente cuando Dios aparecía, y como en el
pasado, Él continúa apareciendo a través del fuego hoy.

¡Pero el fuego necesita combustible! El combustible para


la manifestación del fuego de Dios es la ofrenda de sacri-
ficio sin levadura.

Cuando Caín y Abel presentaron sus sacrificios, Dios


rechazó el de Caín. ¿Por qué? Porque no tenía sangre, no
tenía vida; es decir, su sacrificio no representaba su vida.
Por otro lado, el sacrificio de Abel fue aceptado porque
representaba la vida de él.

Ambos ofrecieron sacrificios, pero uno fue aceptado y el


otro no. Caín quedó extremadamente enojado con Abel,
no porque había hecho algo malo, sino porque Caín tenía
malos ojos. Sus malos ojos mostraban lo que había dentro
de su alma. (Los nacidos de la carne nunca admiten sus

62
L a o f r e n da y e l f u e g o

errores y debilidades; en lugar de eso, siempre culpan a


los demás por sus fracasos…)

La culpa de que Dios haya rechazado el sacrificio de


Caín era exclusivamente de él. Si su ofrenda hubiera
sido adecuada, Dios naturalmente la habría aceptado.
Lo mismo sucede con aquellos que han sido como heri-
das abiertas en la iglesia de nuestro Señor. Son los naci-
dos de la carne, enfermos en el alma, espiritualmente
tibios — que, además de no entrar en el Reino de Dios,
están en la puerta impidiendo que otros entren. Su sacri-
ficio tiene el mismo valor que el de Caín. ¡Por eso no
vencen en la vida!

El siervo de Dios, por ejemplo, tiene el fuego de Dios en


su interior — es el bautismo con el Espíritu Santo. Pero
para recibirlo de Dios, tuvo que sacrificar su propia vida
en el Altar de Dios.

Muchos de los llamados “hombres de Dios” salen por el


mundo dando discursos sobre Jesús, pero sin Su fuego.
Otros se ofrecen para hacer la Obra de Dios afirmando
haber tenido el bautismo de fuego. Pero el hecho de que
sean incapaces de vencer el mal o de quemar al mal con
su “fuego” es una clara señal de que no tienen el fuego de
Dios y, por ese motivo, miran a los demás para descubrir
el motivo de sus fracasos.

¿Cómo se manifiesta el fuego de Dios en la vida del


siervo? ¡Cuando el fuego en él quema todo el mal que

63
Gedeón y los 300

aparece y se torna un vencedor! ¿No está escrito que


todo el que es nacido de Dios vence al mundo? Pero ¿por
qué tantos no vencen? ¡Porque no tienen fuego! ¿Y por
qué no tienen fuego? Porque aún no ofrecieron su sacri-
ficio. El fuego de Dios viene solamente cuando existe el
combustible del sacrificio.

Para que el fuego de Dios subiera, era necesaria una


ofrenda. La señal de Dios ocurrió después de la presen-
tación de una ofrenda. La ofrenda fue, y siempre será,
el combustible para la manifestación del fuego de Dios
en la vida del que la ofrece.

La ofrenda era el eslabón entre Dios y Gedeón para la


manifestación de la señal.

Pero ahora, era el turno de que el Señor probara a


Gedeón. Una vez más, Él usaría la ofrenda como medio
de probar su fe. En otras palabras, Dios usó la ofrenda
para probarle a Gedeón que Él era el verdadero Dios; y
Gedeón usó la ofrenda para probar su fe en Dios.

Por esa razón, Dios le pidió el segundo novillo que perte-


necía a su padre, la destrucción del altar de Baal y que
cortara la Asera. Luego, tendría que construir un nuevo
altar de piedra, sacrificar el novillo sobre él y usar la leña
de la Asera para el fuego.

64
L a o f r e n da y e l f u e g o

La destrucción del altar de Baal no sería tan desafiante


para Gedeón como la construcción de un nuevo altar
para el Señor, su Dios.

Él tuvo coraje de preguntar: “¿Y dónde están todas Sus


maravillas que nuestros padres nos han contado?”

¡Pues bien! ¡Aquel mismo Dios de maravillas había


descendido para encontrarlo, pero Él no podía hacer
nada por Israel mientras que Su lugar fuera ocupado por
Baal! Para cambiar aquella situación crítica, Él necesi-
taba que Su lugar fuera limpiado y desobstruido, para que
entonces pudiera ocuparlo y así comenzara Su trabajo.

Lo mismo sucede hoy en la vida de muchas personas.


Creen en la existencia del Todopoderoso, pero viven lejos
de Su atención. ¿Por qué? ¡Porque su altar, el corazón, el
espacio de Dios en su vida, está siendo ocupado por Baal!
Mientras ese altar no sea destruido y el altar de Dios no
sea construido en sus corazones, Él no será capaz de
operar y realizar milagros.

65
CapÍTUlo 10

El Altar
C uando Moisés construyó el tabernáculo de
Dios en el desierto, había dos altares: el altar
del holocausto y el altar del incienso.

El altar del holocausto estaba situado enfrente de la


entrada de la tienda de reunión (Éxodo 40:6). Nadie
podía entrar en el tabernáculo (presencia de Dios) sin
una ofrenda de sacrificio por sus pecados — simboli-
zando el sacrificio del Señor Jesús por los pecados de
aquellos que en Él creen. Nadie puede venir delante de
Dios sin la fe de que el Señor Jesús murió por sus peca-
dos. Esto es lo que el altar del holocausto simbolizaba.

El altar del incienso estaba situado enfrente de la cortina


del Lugar Santísimo, dentro del tabernáculo (Éxodo 30:1-
10), donde los sacerdotes quemaban incienso diaria-
mente, llenando el tabernáculo con su fragancia. Eso
simbolizaba continua alabanza y adoración a Dios.

69
Gedeón y los 300

La prueba de Gedeón exigió la rendición total de su vida


en las manos de Dios. Si su dependencia (fe) en Dios
era realmente sincera, él no dudaría en arriesgar su vida
por la fe. El propio Señor tornaría el nombre de Gedeón
grande para siempre, ¡pero él tuvo que pagar el precio,
defendiendo su fe en Dios!

Es muy importante notar que la ofrenda que Dios exigió


de Gedeón causó un gran conflicto en su corazón. Parece
que Dios hace eso a propósito, para que la persona pueda
definir su fe y no quede entre dos pensamientos. Él quedó
entre la obediencia a Dios y el respeto por la idolatría
que era predominante entre su familia y los israelitas en
su ciudad. ¡Tuvo que hacer una elección!

Determinado a ver un cambio radical en Israel, Gedeón


tomó la decisión correcta. Movido por la sabiduría, buscó
cumplir el pedido de Dios en medio de la noche. Si lo
hubiera hecho durante el día, ciertamente habría enfren-
tado una gran resistencia por parte de los adoradores de
ídolos y probablemente le habrían impedido cumplir su
tarea. Todavía él estaba solo en su fe. Por lo tanto, pode-
mos entender sus miedos. Además, el Señor no exigió
que la destrucción del altar de Baal ocurriera durante
el día. La hora no importaba, solo su destrucción total.

Actualmente, muchas leyes fueron hechas por los hijos


de las tinieblas y enemigos de Dios para tornar ilegal la
destrucción de los altares de Baal. La sabiduría nos acon-
seja a que no salgamos por ahí destruyendo los altares

70
E l A lta r

de otras personas. Debemos respetarlas, aunque sean


adoradoras de ídolos, así como también queremos ser
respetados. Además, la obra de Dios no es hecha por
poder o fuerza, como dijo el profeta Zacarías en el capí-
tulo 4, versículo 6.

Pero cuando una persona se entrega al Señor Jesucristo


de todo corazón, inmediatamente recibe el don de la fe
sobrenatural — la fe inteligente que viene del Espíritu
Santo, sus ojos espirituales son abiertos y percibe que
Dios es espíritu, y no madera, piedra o metal. Entonces
tiene el derecho de derribar su propio altar — lo que,
a propósito, debe ser hecho inmediatamente después
de su conversión.

71
CapÍTUlo 11

El segundo novillo
E l segundo novillo, el altar de Baal y la Asera
pertenecían a Joás, padre de Gedeón. El hecho
de ser dueño de ese altar sugiere su compro-
miso como sacerdote de Baal. Por eso, cuando Gedeón
rompió el altar, provocó la ira de los hombres en aquella
ciudad. Los israelitas que adoraban ídolos se unieron
para presionar a Joás, a fin de que entregara a su hijo para
que muriera. El sacrificio del segundo novillo no fue tan
malo para ellos como la destrucción del altar de Baal.

Baal, el principal dios de los cananeos, era considerado


el dios de la fertilidad, de la lluvia y de la cosecha. La
adoración a Baal involucraba prostitución e incluso
sacrificio de niños. La entrada de Israel en el Baalismo
sucedió debido a su desobediencia a la Palabra de Dios.
Y, claramente, cuando alguien pierde la visión de la
voluntad de Dios, acaba abrazando las fantasías de las
religiones paganas.

75
Gedeón y los 300

Joás, el padre de Gedeón, sus parientes y todas las perso-


nas en su ciudad, creían tanto en el poder de Baal que
construyeron un altar para él, en la esperanza de ver que
sus rebaños se multiplicaran abundantemente y, también,
para que las lluvias llegaran a tiempo a fin de tener una
cosecha abundante. Pero, en vez de recibir lo que espera-
ban de Baal, recibían lo contrario. Aun así, continuaron
confiando en él…

Esa necedad espiritual aún sucede en los días de hoy…

El segundo novillo que Dios pidió no era un simple


novillo, sino el substituto inmediato del novillo prin-
cipal del rebaño.

Este novillo tenía un solo propósito — reproducir. Era


exclusivamente para reproducción. Por este motivo, reci-
bía un tratamiento especial. Su comida era la mejor, la
más nutritiva, y no hacía ningún trabajo pesado, para no
desperdiciar energía o correr riesgos innecesarios para
su salud. Por ser un novillo reproductor, era separado
de las otras vacas y toros. El futuro del rebaño de Joás
dependía de ese animal. Como tal, ese novillo era uno
de los bienes más preciosos de Joás, y Gedeón era uno
de sus herederos.

Dios sabía lo que estaba pidiendo, y Gedeón sabía lo que


estaba sacrificando.

76
CapÍTUlo 12

Ser revestido
del Espíritu
C uando Gedeón puso su fe en práctica, aun
corriendo riesgo su vida, el Espíritu del Señor
lo revistió de poder. En otras palabras, él reci-
bió la autoridad de Dios para cumplir Su voluntad.

Es bueno enfatizar que Gedeón ya había estado con


Dios dos veces: la primera, cuando sacudía el trigo en
el lagar, y la segunda, en la noche en la que Dios le pidió
el segundo novillo. Pero solo después de que obedeció
la voz de Dios, él recibió la unción del Espíritu Santo.

Nuevamente, enfatizamos que la reacción de Dios


con relación a Gedeón fue provocada por la acción de
Gedeón sobre la Palabra de Dios. En otras palabras,
su obediencia provocó la reacción de Dios a su favor.
Hasta entonces, había recibido solo promesas, pero
después de la materialización de su fe, el Señor le respon-
dió positivamente.

79
Gedeón y los 300

Lo mismo sucedió con todos los otros hombres de Dios.


Quien quiere ser un instrumento en las manos de Dios o
beneficiarse de Sus maravillas, debe pasar por el Altar
del sacrificio. De hecho, todas las conquistas de la vida,
independientemente de la fe en Dios, exigen sacrificio.
¿Quién ya logró algo sin pagar el precio del sacrificio?

Para que una mujer se convierta en madre, debe sacrifi-


car su cuerpo; el sacrificio de trabajar arduamente tiene
como resultado un buen salario; el sacrificio de años
de estudio tiene como resultado un diploma profesio-
nal; el sacrificio de la siembra tiene como resultado la
cosecha… O sea, los frutos de todo en la vida dependen
de los sacrificios que se realizan. De hecho, el sacrificio
es la distancia más corta entre un sueño y la realiza-
ción de ese sueño.

Si el Señor Dios tuvo que sacrificar a Su Único Hijo para


así ser Padre de otros millones de hijos, ¿no tendríamos
que seguir el mismo camino de sacrificio para alcanzar el
éxito en la vida? Por lo tanto, Gedeón fue revestido con la
autoridad de Dios solo después de que obedientemente
sacrificó lo que Dios le había pedido.

80
CapÍTUlo 13

Poniendo a
Dios a prueba
H abiendo recibido autoridad divina para
salvar a su pueblo de sus enemigos, Gedeón
una vez más prueba el llamado de Dios.

Entonces Gedeón dijo a Dios: Si has de librar a Israel


por mi mano, como has dicho, voy a poner un vellón de
lana en la era. Si hay rocío solamente en el vellón y toda
la tierra queda seca, entonces sabré que librarás a Israel
por mi mano, como has dicho.
Jueces 6:36-37

Mediante la unción de Dios, Gedeón convocó a cuatro


tribus de Israel para combatir a los madianitas: Manasés,
la tribu de su padre, Aser, Zabulón y Neftalí. Numérica-
mente, su posición en relación con los enemigos era alar-
mantemente inferior. Mientras que sus soldados eran un
total de 32.000, los madianitas, amalecitas y los pueblos
orientales cubrían todo el valle como langostas en una
multitud que no podía ser contada.

83
Gedeón y los 300

Probablemente, esa fue la razón por la cual Gedeón


quería tener certeza de su llamado. No hay duda de
que el Señor lo había llamado y había permitido que
condujera a Su pueblo a la victoria sobre sus enemigos.
Pero en aquel momento, su visión física habló más alto
y lo asustó. Eso nos revela algo muy interesante: aunque
Gedeón estuviera poseído por el Espíritu de Dios, se
dejó sorprender por lo que sus ojos físicos le mostraban.
Eso significa que la visión espiritual no cancela automá-
ticamente la visión física, por eso la gran necesidad de
vigilar siempre.

Solamente la autoridad de Dios no impide los ataques del


mal. Es necesario estar atento y alerta para reprender los
sentimientos humanos que destruyen la acción de la fe.

Nunca, jamás, debemos subestimar el poder de influen-


cia que los sentimientos humanos tienen contra la fe.

Este pasaje bíblico sobre Gedeón es un claro ejemplo


de eso. Él estaba poseído por el Espíritu Santo, pero…
¡estaba lleno de miedo! Peor aún: les temía más a sus
enemigos que a Dios, porque estaba consciente de cuán
pecaminoso era poner a Dios a prueba. Tal cosa estaba
estrictamente prohibida en Israel. Por eso él dijo: “No se
encienda Tu ira contra mí si hablo otra vez”.

Pero Dios fue misericordioso, compasivo y paciente con


él. A fin de cuentas, era solo un hombre y, por lo tanto,
sujeto a sus debilidades naturales. ¿Cuántas veces somos

84
P o n i e n d o a Di o s a p ru e b a

tomados por sorpresa por el miedo y por el pánico, a


pesar de haber sido ungidos con el Espíritu Santo?
Gracias a Dios por Su compasión y misericordia, por
la cual Él no nos trata de acuerdo con nuestra justicia.

Es incorrecto e incluso pecaminoso poner a Dios a


prueba, excepto en el caso de los diezmos y las ofren-
das. Probar a Dios significa, en teoría, dudar del cumpli-
miento de Sus promesas. Por ejemplo: una persona nunca
debe decir: “¡Si el Señor es real, que Él me cure enton-
ces!” o: “Si Tú existes, entonces salva a mi hijo, a mi
marido…”. Este tipo de prueba involucra solo palabras;
es inconsistente y puramente teórico. Es muy diferente
de la prueba con los diezmos y ofrendas. En ese caso, la
persona prueba a Dios de manera concreta, ¡no teórica!
Cuando el cristiano trae sus diezmos y ofrendas, prueba
sus convicciones. A fin de cuentas, algo físico y valioso
le está siendo quitado por causa de su fe.

En la prueba de los diezmos y ofrendas, el cristiano está,


antes que todo, ¡probándose a sí mismo! Por otro lado,
al usar teorías, no existe prueba de sí mismo, apenas de
Dios. Y así, en general, poner a Dios a prueba no es una
expresión de fe, sino de duda…

La prueba de Gedeón no tenía valor o expresión de fe,


solo duda. A pesar de eso, el Señor entendió su situación
y atendió a su pedido. Sin embargo, más tarde, Dios
lo pondría a prueba nuevamente, enviándolo a luchar
contra una multitud con solo trescientos hombres.

85
.
CapÍTUlo 14

Seleccionando a
los trescientos
E l nombramiento de un hombre de Dios nunca
es basado en su apariencia externa. Él puede
incluso ser un siervo como Nicodemo, cuya
educación le dio la oportunidad de representar a la fe
cristiana dentro del palacio. Pero desde el punto de vista
espiritual, cuando se trataba de libertar a las personas,
Dios siempre elegía a personas comunes, que no podían
depender de su capacidad intelectual, puesto que la bata-
lla era trabada en el campo espiritual. En este campo,
solo se puede contar realmente con la fe viva, es decir,
la dependencia de Dios.

Y eso tiene mucho sentido, ya que la batalla trabada en el


campo espiritual no necesita conocimiento mundano. Al
contrario, el conocimiento mundano solo hace las cosas
más difíciles, porque cuando alguien lo adquiere, tiende
a despreciar los simples conceptos espirituales de la fe.
Es exactamente por eso que Pablo dijo:

89
Gedeón y los 300

Cuando fui a vosotros, hermanos, proclamándoos el testi-


monio de Dios, no fui con superioridad de palabra o de
sabiduría, pues nada me propuse saber entre vosotros,
excepto a Jesucristo, y este crucificado. Y estuve entre
vosotros con debilidad, y con temor y mucho temblor. Y
ni mi mensaje ni mi predicación fueron con palabras
persuasivas de sabiduría, sino con demostración del Espí-
ritu y de poder, para que vuestra fe no descanse en la
sabiduría de los hombres, sino en el poder de Dios.

Sin embargo, hablamos sabiduría entre los que han


alcanzado madurez; pero una sabiduría no de este siglo,
ni de los gobernantes de este siglo, que van desapare-
ciendo, sino que hablamos sabiduría de Dios en miste-
rio, la sabiduría oculta que, desde antes de los siglos,
Dios predestinó para nuestra gloria; la sabiduría que
ninguno de los gobernantes de este siglo ha entendido,
porque si la hubieran entendido no habrían crucificado
al Señor de gloria.
1 Corintios 2:1-8

La capacidad intelectual, la fuerza y la belleza son impor-


tantes virtudes externas, pero inútiles en la batalla contra
el infierno. En los criterios de Dios, lo que cuenta es la
dependencia de Él. En la elección de David como rey, el
Señor le dijo a Samuel, el profeta: “Pues el hombre mira la
apariencia exterior, pero el Señor mira el corazón”.

90
S e l e cci o n a n d o a l o s tr e s ci e n t o s

Cuando Gedeón tocó la trompeta, 32.000 hombres de


cuatro de las doce tribus se presentaron: Manasés, Aser,
Zabulón y Neftalí. Pero Dios le dijo:

Y el Señor dijo a Gedeón: El pueblo que está contigo es


demasiado numeroso para que Yo entregue a Madián
en sus manos; no sea que Israel se vuelva orgulloso, y
diga: «Mi propia fortaleza me ha librado». Ahora pues,
proclama a oídos del pueblo, diciendo: «Cualquiera que
tenga miedo y tiemble, que regrese y parta del monte
Galaad». Y veintidós mil personas regresaron, pero
quedaron diez mil.
Jueces 7:2-3

Lo que llama la atención en este pasaje es que el Señor


excluyó a los que temblaban y a los miedosos de ese alis-
tamiento inicial. ¡Y lo peor de todo es que ellos mismos se
consideraban temblorosos y miedosos! Nadie los señaló
y les dijo: “Tú tienes miedo” o “Tú eres un cobarde”. ¡De
ninguna manera! ¡Ellos mismos, acusados por su propia
conciencia, se retiraron de la batalla!

Y el Señor dijo a Gedeón: Todavía el pueblo es dema-


siado numeroso; hazlos bajar al agua y allí te los probaré.
Jueces 7:4

Los diez mil hombres restantes no temblaban ni eran


miedosos. Aun así, cada uno tenía que ser probado por
el propio Dios. Y esa prueba sucedió en una pequeña
fuente, no en aguas turbulentas y peligrosas, sino en

91
Gedeón y los 300

aguas tranquilas, limpias y dulces. La fuente no ofrecía


ningún riesgo de vida. ¿Y por qué Dios los probó en esas
aguas? Tal vez porque, cuando estamos en paz, manifes-
tamos detalles secretos de nuestra alma.

Nueve mil setecientos hombres se arrodillaron para beber


mientras que solo trescientos bebían de pie. Cuando los
trescientos bebieron agua de pie, mostraron vigor, fuerza
y disposición — mientras que los que se arrodillaron,
buscaban comodidad. Esta fue una señal de debilidad y
cansancio. Ellos se arrodillaron probablemente porque
no podían acostarse, de lo contrario lo habrían hecho.

El hecho es que los elegidos de Dios deben ser fuer-


tes y valientes. La fuerza necesaria aquí no es
externa, sino interna. Cuando alguien tiene un obje-
tivo y está determinado, desistir no es una opción.
Los fuertes son persistentes, no tercos.

Quien busca confort y comodidad para cumplir sus debe-


res acaba por no lograr nada.

Los escogidos de Dios se distinguieron de todos los


demás hijos de Israel.

92
CapÍTUlo 15

Trompetas,
cántaros y fuego
E n la selección de los trescientos, Dios eligió
solo hombres de fe. Ellos estaban listos para la
guerra física, pero, por encima de todo, esco-
gidos para la guerra espiritual. Tenían más que coraje y
valentía en su interior — tenían el fuego de la fe, el fuego
de la total confianza en Dios. La visión de la grandeza
de Dios superaba todas sus habilidades físicas o inte-
lectuales, por eso ellos se armaron solo con cántaros y
trompetas, las armas de Dios.

No podemos acusar a los nueve mil setecientos restantes


de ser cobardes o miedosos; sin embargo, ellos no estaban
listos para aquel tipo de guerra. Podrían incluso haber
sido útiles en otras guerras, pero no en la guerra de Dios.
Estaban llenos de osadía y coraje solo para sostener la
espada, pero no la trompeta y el cántaro con el fuego.

Pablo enseña que las armas con las que luchamos no


son las armas del mundo. Al contrario, ellas tienen el

95
Gedeón y los 300

poder divino para destruir fortalezas y argumentos… (2


Corintios 10:4-5).

Ellos confiaban en las armas físicas porque creían que


la guerra era física. Si hubieran sido reclutados, cierta-
mente se habrían alejado de los demás al darse cuenta
de que las únicas armas disponibles eran trompetas y
antorchas dentro de cántaros de barro.

Este es el problema de muchos cristianos. Quieren


vencer al infierno usando sus propias armas. Usan menti-
ras para engañar y sacar provecho de los demás… En
otras palabras, usan las armas del diablo para intentar
vencerlo. Recurren a la astucia para obtener beneficios
y, más tarde, intentan justificar sus fallas acusando a
otras personas de ser “injustas” con ellos. ¿Es posible
que venzamos al diablo usando sus armas? ¿Podemos
conquistar la vida abundante prometida por el Señor
Jesús usando la fuerza de nuestro brazo? ¡No! ¡Nunca!

El verdadero cristiano debe aprender a usar las armas de


Dios disponibles para él; caso contrario, nunca vencerá.

Aquellos que nacieron de Dios fueron escogidos para


destruir fortalezas, pero usando solo las armas de Dios.
Fue con esas armas que los guerreros de Gedeón se
prepararon para enfrentar a los madianitas, amaleci-
tas y a los pueblos orientales. Se destacaron del resto
porque tenían el fuego de Dios en su interior. Fueron
movidos por el poder de la fe, el arma de Dios dentro

96
T r o m p e ta s , c á n ta r o s y f u e g o

de ellos. Eran apenas un tres por ciento de todos los


poderosos guerreros, pero marcaron la diferencia a causa
de su alta calidad.

Desde el punto de vista humano, era realmente pura


locura. Ellos no tenían espadas o cualquier otro tipo de
arma humana para enfrentar a ejércitos tan poderosos.
Simplemente confiaron en la Palabra de Dios. Es decir,
materializaron la fe de que Dios cumpliría lo que había
prometido. Y para ese fin, todos tomaron su trompeta,
su cántaro y su antorcha.

Como armas espirituales, la trompeta, el cántaro y el


fuego no fueron hechos para enfrentamientos físicos. La
trompeta era un instrumento para reunir al pueblo, pero
el poder de Dios estaba implícito en su simple represen-
tación. Tocar la trompeta representó el grito desesperado
de un pueblo, el grito del alma al Único que podría liber-
tarlos: el Dios Vivo, el Señor Todopoderoso. El cántaro
y el fuego simbolizaban la vida del guerrero con su fe
ardiendo por dentro.

Dios es tan misericordioso que no exige habilidad inte-


lectual, educación, diploma o cosa parecida para recibir
Sus bendiciones… Un espíritu quebrantado y un clamor
sincero son suficientes.

Los enemigos estaban acampados en un valle justo debajo


de Israel y lo cubrían como un enjambre de langostas.
Eran enemigos, pero ahora estaban aliados contra el

97
Gedeón y los 300

pueblo de Dios. Además de la multitud de madianitas,


amalecitas y todos los otros pueblos orientales, encima
estaban sus camellos que no podían ser contados. Eso
los hizo parecer aún más numerosos y lanzó una sombra
aún más terrorífica en el campo israelita.

Gedeón, obviamente, estaba agitado delante de aquella


visión, pues no sabía cómo los enfrentaría sin armas. Esa
es la razón por la cual el Señor Se le apareció en aquella
misma noche y le dijo: “Pero si tienes temor de descender,
baja al campamento con tu criado Fura, y oirás lo que dicen”.

98
CapÍTUlo 16

El sueño de los
enemigos
I nmediatamente, Gedeón obedeció la voz de Dios
y llevó a su criado Fura, probablemente uno de los
diez que lo ayudaron a destruir el altar de Baal,
escabulléndose astutamente al campamento enemigo.

Cuando llegó Gedeón, he aquí que un hombre estaba


contando un sueño a su amigo, y decía: He aquí, tuve un
sueño; un pan de cebada iba rodando hasta el campa-
mento de Madián, y llegó hasta la tienda y la golpeó de
manera que cayó, y la volcó de arriba abajo y la tienda
quedó extendida. Respondió su amigo, y dijo: Esto no es
otra cosa que la espada de Gedeón, hijo de Joás, varón
de Israel; Dios ha entregado en su mano a Madián y a
todo el campamento.
Jueces 7:13-14

Debemos entender que existen dos tipos de sueños: el


natural y el sobrenatural. Tratándose del sueño natu-
ral, no es necesario ser convertido o creer en Dios para
tener uno. Forma parte de la naturaleza humana y es

101
Gedeón y los 300

común a cualquiera. Es una colección de ideas e imáge-


nes confusas que generalmente no tienen sentido, que
surgen durante el sueño.

El cerebro humano es como una computadora. La mente


humana registra imágenes, sonidos y otros sentidos de
cada momento de la vida. Durante el sueño, cuando
el cuerpo está relajado, esas imágenes grabadas en el
subconsciente son traídas a la consciencia, resultando
en sueños confusos. Eso sucede porque las imágenes
almacenadas se mezclan. Por eso los sueños son vagos,
sin sentido o razón...

Los sueños sobrenaturales son aquellos con significado


espiritual. En los tiempos antiguos, el Señor los usaba
para comunicar el futuro, con el objetivo de beneficiar Su
obra como un todo. Durante el sueño, Él colocaba imáge-
nes de eventos futuros en la mente de ciertas personas.

Los espíritus malignos también han hecho y siguen


haciendo lo mismo con sus víctimas. Generalmente traen
imágenes de eventos que organizarán para que sucedan en
un futuro cercano. Es el caso, por ejemplo, de personas
que sufren de posesión demoníaca y sueñan con acciden-
tes. Para ganar la confianza de aquellos a los que poseen,
los mismos espíritus causan esos accidentes fatales.

Hoy en día es extremadamente raro que Dios hable a


través de sueños, ya que tenemos Su Palabra escrita.
Durante más de cincuenta años de conversión, el Señor

102
E l s u e ñ o d e l o s e n e m ig o s

nunca me dio ninguna instrucción a través de sueños,


visiones o profecías. Lo que recibimos son visiones,
sueños y profecías inspiradas por el Espíritu Santo a
través de la meditación en Su Palabra.

La Biblia es la fuente que ha abierto nuestros ojos espi-


rituales a una visión perspicaz de la voluntad de Dios;
Él ha iluminado nuestro entendimiento para sueños que
pueden ser alcanzados, no fantasías. Siempre que una
persona es tomada por sorpresa en un sueño trágico,
lo mejor que puede hacer es pedirle inmediatamente al
Señor que la libere de ese mal.

Dios le había dado a Gedeón tres grandes señales en


evidencia de Su presencia en la vida de él. Además,
Gedeón había sido revestido con el Espíritu del Señor.
Aun así, Gedeón estaba agitado en su alma. Eso nos da
una indicación de la terrible situación en la que Gedeón
se encontró. Por lo tanto, para alentarlo y al mismo
tiempo acobardar a los enemigos aliados, el Señor plantó
un sueño en medio del campo enemigo.

He aquí, tuve un sueño; un pan de cebada iba rodando


hasta el campamento de Madián, y llegó hasta la tienda
y la golpeó de manera que cayó, y la volcó de arriba abajo
y la tienda quedó extendida. Respondió su amigo, y dijo:
Esto no es otra cosa que la espada de Gedeón, hijo de Joás,
varón de Israel; Dios ha entregado en su mano a Madián
y a todo el campamento.
Jueces 7:13-14

103
Gedeón y los 300

Animado por la interpretación del sueño, Gedeón se


liberó de esa angustia, miedo y duda, y adoró al Señor.
Su adoración expresó la plena certeza de la victoria.

Era necesario escuchar de la boca del enemigo una


confesión de derrota para que Gedeón finalmente
diera un suspiro de alivio. Después de eso, regresó a su
campamento y alentó a sus hombres con la misma fe
que había recibido.

104
CapÍTUlo 17

Directrices para
la guerra
D ividiendo a los trescientos hombres en tres
compañías, Gedeón puso en las manos de
todos trompetas y cántaros vacíos, con
antorchas adentro. Enseguida les dijo: “Miradme, y haced
lo mismo que yo. Y he aquí, cuando yo llegue a las afueras del
campamento, como yo haga, así haréis vosotros”.

Este es uno de los grandes secretos de la victoria de


Gedeón, que debe ser practicada por todos aquellos que
se autodenominan cristianos: ¡unidad!

Los trescientos hombres no eran nada en comparación


con la multitud de los enemigos, pero cada uno de ellos
tenía el mismo espíritu, la misma disposición, el mismo
pensamiento y la misma fe... Así como Dios es Uno,
también lo eran los trescientos.

El liderazgo de Gedeón era incuestionable; ¡sin quejas,


sin dudas y sin chismes! Él tenía autoridad de Dios para
decir: “Miradme, y haced lo mismo que yo [...]. Cuando yo

107
Gedeón y los 300

y todos los que estén conmigo toquemos la trompeta, entonces


también vosotros tocaréis las trompetas alrededor de todo el
campamento, y decid: «Por el Señor y por Gedeón»”.

Imagínese la escena, tarde en la noche, un campamento


con miles de soldados durmiendo. De repente, el sonido
ensordecedor de trescientas trompetas rompe el silencio
de la multitud adormecida... Enseguida, el sonido de
las trompetas es interrumpido por el sonido de cántaros
rotos y la luz de trescientas antorchas brilla en la oscu-
ridad. Agréguele a eso el sonido de voces gritando: “¡La
espada del Señor y de Gedeón!”

Esa atmósfera de guerra en medio de la noche causó


terror, miedo y desesperación en el enemigo. Encima de
todo eso, los ángeles del Señor, sin duda, multiplicaron
el grito de guerra muchas veces.

Observe que no hubo violencia por parte de Gedeón


y sus hombres contra los madianitas; el propio Dios
hizo que los enemigos se mataran debido al gran albo-
roto causado por todo ese ruido. La guerra ya no era
la guerra de los israelitas, era la guerra de Dios. Eso es
exactamente lo que sucede cuando una persona actúa de
acuerdo con su fe en Dios, cuando pone una causa justa
en Sus manos y confía.

Vale la pena destacar que la actitud de Gedeón y sus


guerreros quebrando sus cántaros simbolizaba el
rompimiento sacrificial de sus propias vidas ante el

108
Dir e ctric e s pa r a l a gu e rr a

Todopoderoso, ya que la vida de cada guerrero estaba


representada por su cántaro. Estar en las colinas alre-
dedor del valle significaba que Gedeón y sus guerreros
estaban poniendo sus vidas en el altar natural de esas
montañas. Solo después de que cada uno de ellos quebró
su cántaro, el fuego de cada antorcha reflejó su luz en el
campo del enemigo.

Si realmente queremos al Señor como defensor de


nuestra causa, debemos pagar el precio debido. Tene-
mos que quebrarnos delante de Él con gritos sinceros
y humilde sumisión. En la práctica, eso implica abne-
gación y sacrificio de nuestras propias vidas, como los
trescientos de Gedeón. Solo entonces, la luz de Dios
producirá resultados.

El Señor Jesús dijo: “Si alguno quiere venir en pos


de Mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz cada día y
sígame” (Lucas 9:23).

Un sueño firmemente establecido en sus corazones los


llevó al sacrificio de sus propias vidas a cambio de la
realización de ese sueño.

Cuando sonaron las trompetas, la luz de las antorchas


brilló cuando se rompieron los cántaros. El resultado fue
la destrucción total de los enemigos.

“¡La espada del Señor y de Gedeón!” significaba la unidad


de propósito, fe y determinación. La espada no es solo

109
Gedeón y los 300

del Señor — toda iglesia tiene fe en el Señor Jesús,


pero lo que no siempre existe es la espada de Gedeón,
es decir, la unidad de aquellos que forman el cuerpo de
la iglesia del Señor Jesús en su fe contra todo el mal.

La victoria de Gedeón exigió unidad, por eso era mejor


tener menos soldados, pero todos unidos en torno del
mismo sueño — el mismo Espíritu, la misma fe, un
Señor, un líder.

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