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ee a colley conc a Bee Earned (ig Traduccion AGUSTINA BLANCO Agradezco a Monique Lévi-Strauss, cuya atenta y generosa presencia acompanié cada etapa de la edicion de este libro M.O. CLAUDE LEVI-STRAUSS TODOS SOMOS CANIBALES precedido de El suplicio de Papa Noel Prélogo de Maurice Olender £9 FONDO DE CULTURA ECONOMICA Primera edicién en francés, 2013 Primera edicién en espaiol, 2014 Lévi-Strauss, Claude Todos somos canibales precedido de El suplicio de Papa Noel / Claude Lévi-Strauss ; trad. de Agustina Blanco. — México : FCE, 2014 208 p.: ilus. ; 17 x 11 cm — (Colec, Popular ; 723) Titulo original: Nous sommes tous des cannibales ISBN: 978-607-16-2350-8 1. Etnologfa - Siglo XX 2. Antropologia - Siglo XX I. Blanco, Agustina, tr. II. Ser. TIL t. LC GN21 Dewey 301 L176t Distribucién mundial en lengua espanola, excepto en Argentina y Venezuela Disefio de portada: Teresa Guzman Romero Imagen de portada: Eco y Narciso, 6leo sobre tela, 74 x 100 cm, detalle, Museo del Louvre, Paris. Foto: Amaudet © RMN-Grand Palais/Art Resource, NY Titulo original: Nous sommes tous des cannibales © 2013, Editions du Seuil Collection La Libraire du XXF Siécle, dirigida por Maurice Olender D.R. © 2014, Fondo de Cultura Econémica Carretera Picacho Ajusco, 227; 14738 México, D. F. Empresa certificada ISO 9001:2008 Comentarios: editorial@fondodeculturaeconomica.com www.fondodeculturaeconomica.com Tel. (55) 5227-4672; fax (55) 5227-4694 Se prohibe la reproducci6n total 0 parcial de esta obra, sea cual fuere el medio, sin la anuencia por escrito del titular de los derechos. ISBN 978-607-16-2350-8 Impreso en México ® Printed in Mexico Prélogo, Maurice Olender. El suplicio de Papa Noel INDICE TODOS SOMOS CANIBALES STOdGtalseyvesiue Sie es Ae eee ES ¢Acaso no existe un unico tipo de desarrollo? . . Problemas de sociedad: ablacion y procreacién asistida .. Presentacién de un libro por suautor ........ Las joyas del etndlogo ............ Z IRerato/de artistas) «uve aye anna ose Montaigne y América Pensamiento mitico y pensamiento cientifico . . Todos somos canibales ........... : Augusto Comte e Italia Variaciones sobre el tema de un cuadro de Poussin 13 La sexualidad femenina y el origen de larsacied ad) (1c py cane rs ae 158 La leccion de sabidurfa de las vacas locas ..... 168 El retorno del tfo materno ................-- 179 La prueba por via del mito nuevo ............ 188 Corsi e ricorsi. Siguiendo Jos pasos de Vico .... 196 Bibliograta) mato neo ee ee oe 205 PROLOGO Claude Lévi-Strauss escribi6 las paginas que ahora conforman este volumen para responder a un pedido del gran periédico italiano La Repubblica. De ello re- sulta un conjunto inédito, compuesto de 16 textos es- critos en francés entre 1989 y 2000. Partiendo en cada uno de los casos de un hecho de la actualidad, Lévi-Strauss aborda aqui algunos de los grandes debates contemporaneos. Sea a propésito de la epidemia de las “vacas locas”, de las formas de cani- balismo (alimentario 0 terapéutico), de los prejuicios racistas ligados a determinadas practicas rituales (la ablacion o incluso la circuncisién), el etndélogo nos in- cita a comprender los hechos sociales que suceden ante nuestros ojos a la luz de la obra de Montaigne, uno de los momentos fundadores de la modernidad occidental: “cada uno llama barbarie a aquello que no forma parte de sus usos” (I, 31). Asi pues, Lévi-Strauss manifiesta que todo uso, toda creencia o costumbre, “por mds extrafia, chocan- te o incluso indignante que parezca”, no puede expli- carse sino dentro de su propio contexto. Precisamente es con motivo del cuarto centenario de la muerte de Montaigne, en 1992, que el antropélogo reanima un debate filoséfico siempre vigente: “Por un lado, la filo- sofia de las Luces, que somete a todas las sociedades historicas a su critica y acaricia la utopia de una socie- 9 EL SUPLICIO DE PAPA NOEL 1952 EN Francia, las fiestas navidefias de 1951 habran que- dado marcadas por una polémica a la que tanto la prensa como la opinién publica parecen haberse mos- trado por lo demas sensibles, y la cual introdujo en la alegre atmésfera habitual de ese periodo del afiio una inusitada nota de amargura. Hacia ya varios meses que las autoridades eclesidsticas, en boca de algunos prelados, habian expresado su desaprobaci6n con res- pecto a la creciente importancia dada por las familias y los comerciantes al personaje de Papa Noel. Denun- ciaban una inquietante “paganizacion” de la Fiesta de la Natividad, la cual distrae al espfritu publico del sen- tido propiamente cristiano de esa conmemoracién, en beneficio de un mito sin valor religioso alguno. Esos ataques se desarrollaron en visperas de la Navidad. Con mayor discrecién sin duda, aunque con igual fir- meza, la Iglesia protestante unio su voz a la de la Igle- sia catélica. En los periédicos ya habian aparecido cartas de lectores y articulos que daban testimonio, en diversos sentidos pero por lo general hostiles a la posi- cin eclesiastica, del interés que este asunto habia des- pertado. Por fin, el punto culminante se aleanzé el 24 de diciembre, durante una manifestacién que el co- rresponsal del diario France-Soir relata en los siguien- tes términos: 15 PapA NOEL FUE QUEMADO EN EL ATRIO DE LA CATEDRAL DE DION, EN PRESENCIA DE LOS NINOS DE LOS PATRONATOS! Ayer por la tarde, Papa Noel fue colgado de las rejas de la catedral de Dijon y ptblicamente quemado en el atrio. Esa ejecucién espectacular se llevé a cabo en presencia de varios centenares de nifios de distintos patronatos y habia sido decidida con el acuerdo del clero, que habia condenado a Papa Noel por usurpa- dor y hereje. Se lo habia acusado de paganizar la fiesta de la Navidad y de haberse instalado en ella como un pajaro cucu, tomando un lugar cada vez mas prepon- derante. Se le reprochaba, sobre todo, el haberse intro- ducido en todas las escuelas ptiblicas, donde el pese- bre esta escrupulosamente prohibido. E] domingo a las tres de la tarde, el desgraciado mufieco de barba blanca pagé, como muchos inocen- tes, por una falta de la cual eran culpables quienes irian a aplaudir su ejecucion. El fuego abras6 su barba y el mufieco se desvanecié en el humo. Al término de la ejecucién, se publicé un comuni- cado del cual se reproduce lo esencial: Representando a todos los hogares cristianos de la parro- quia deseosos de luchar contra la mentira, doscientos cincuenta nifios, agrupados frente a la puerta principal de la catedral de Dijon, quemaron a Papd Noel. No se trataba de una atraccién, sino de un gesto simbélico. Papdé Noel ha sido sacrificado como holo- ' Nota publicada en France-Soir el 24 de diciembre de 1951. causto. A decir verdad, la mentira no puede despertar el sentimiento religioso en el nifio y no es, de ningtin modo, un método de educacién. Que otros digan y es- criban lo que quieran, que hagan de Papdé Noel el con- trapeso del Pére Fouettard.? Para nosotros, cristianos, la fiesta de la Navidad debe seguir siendo la fiesta del aniversario del nacimien- to del Salvador. La ejecucién de Papa Noel en el atrio de la cate- dral fue apreciada en distinto grado por la poblacién y provoco vivas reacciones, incluso entre los caté- licos. Por lo demas, esa intempestiva manifestacién po- dria tener secuelas no previstas por sus organizadores. El asunto divide a la ciudad en dos bandos. Dijon espera la resurreccién del Papa Noel asesi- nado ayer en el atrio de la catedral. Resucitara esta tarde, a las 18 horas, en el edificio de la municipali- dad. En efecto, un comunicado oficial anuncié que, como cada ano, Papa Noel convocaba a los nifios de Dijon a la plaza de la Liberacién y que les hablaria desde lo alto del tejado de la municipalidad, donde circulara bajo las luces de los reflectores. El canénico Kir, diputado y alcalde de Dijon, se habria abstenido de tomar partido en esta delicada cuestion. 7 El Pére Fouettard, Padre Latigo, es un personaje imagina- rio que acompafia a San Nicolas y amenaza a los nifios que se portan mal. [T.] 17 Ese mismo dia, el suplicio de Papa Noel pasaba a los primeros puestos de la actualidad; no habia un solo diario que no comentara el incidente, algunos —como el citado France-Soir, periédico de mayor tirada de la prensa francesa— incluso llegaron a dedicarle el edito- rial. De un modo general, se desaprueba la actitud del clero de Dijon; a tal punto, parece, que las autoridades religiosas juzgaron adecuado batirse en retirada 0, por lo menos, observar una discreta reserva; se dice, empe- ro, que nuestros ministros estan divididos sobre la cuestién. El tono de la mayor parte de los articulos registra una sensiblerfa llena de tacto: es tan lindo creer en Papa Noel, no le hace dafio a nadie, es motivo de grandes satisfacciones para los nifios y los provee de deliciosos recuerdos para la edad madura, etc. En rea- lidad, se escapa a la pregunta en lugar de responderla, pues no se trata de justificar las razones por las cuales Papa Noel place a los nifios, sino aquellas que llevaron a los adultos a inventarlo. Sea como sea, estas reaccio- nes son tan unanimes que no cabria dudar de que exis- te un divorcio entre la opinién publica y la Iglesia en este punto. A pesar del caracter minimo del incidente, el hecho reviste importancia ya que la evolucién fran- cesa a partir de la Ocupacion nos habfa hecho presen- ciar una reconciliacién progresiva entre una opinion ampliamente no creyente y la religién: el acceso a los consejos gubernamentales de un partido politico tan netamente confesional como el mrp (Movimiento Re- publicano Popular) constituye una prueba de ello. Por otra parte, los anticlericales de siempre se percataron de la ocasi6n inesperada que se les estaba brindando: son ellos, en Dijon y en otras partes, quienes se desem- 18 pefiaron como protectores del Papa Noel amenazado. Papa Noel, simbolo de la irreligién, jqué paradoja! Porque en este asunto, todo sucede como si fuera la Iglesia quien adopta un espiritu critico, avido de fran- queza y verdad, mientras que los racionalistas acttian como los guardianes de la supersticidn. Esta aparente inversién de roles basta para sugerir que el ingenuo asunto abarca realidades mas profundas. Estamos en presencia de una manifestacién sintomatica de una muy rapida evolucién de las costumbres y las creen- cias, en primer lugar en Francia, pero sin lugar a duda también en otros lugares. No todos los dias el etnélogo encuentra de esta forma la ocasién de observar, en su propia sociedad, el stibito crecimiento de un rito, y hasta de un culto; de investigar sus causas y estudiar su impacto en las demas formas de la vida religiosa; de tratar de comprender, finalmente, a qué transforma- ciones de conjunto, mentales y sociales a la vez, estan ligadas algunas manifestaciones visibles sobre las cua- les la Iglesia —duefia de una experiencia tradicional en estas materias— no se ha equivocado, por lo me- nos en la medida en que se limitaba a atribuirles un valor significativo. Desde hace unos tres afios, es decir, desde que la acti- vidad econémica ha vuelto mas 0 menos a la normali- dad, la celebracién de la Navidad ha cobrado una am- plitud desconocida en Francia antes de la guerra. Es cierto que ese desarrollo, tanto por su importancia material como por las formas en que se produce, es un resultado directo de la influencia y del prestigio de los Estados Unidos. Asi pues, hemos visto aparecer simul- 19 téneamente grandes pinos iluminados por la noche en los cruces de avenidas o en las principales arterias; pa- peles historiados para envolver los regalos; tarjetas na- videfias con vifietas, ademas del habito de exponerlas durante la semana fatidica sobre la chimenea del des- tinatario; colectas del Ejército de Salvacién, quienes cuelgan sus calderos a modo de platito en plazas y ca- Iles y; por ultimo, personajes disfrazados de Papa Noel para recibir las stiplicas de los nifios en las grandes tiendas. Todas esas costumbres, que todavia hasta hace algunos aiios el francés que visitaba los Estados Unidos consideraba como pueriles y barrocas, y como uno de los signos mas evidentes de la incompatibilidad innata que existe entre ambas mentalidades, se implantaron y aclimataron en Francia con una holgura y una genera- lidad que representan una leccién de estudio para el historiador de las civilizaciones. En ese campo, como también en otros, estamos asistiendo a una vasta experiencia de difusion, sin duda no muy distinta de esos fendémenos arcaicos que esta- bamos acostumbrados a estudiar a partir de los leja- nos ejemplos del encendedor de piston o de la piragua con balancin. Pero es muy facil, y a su vez mas dificil, razonar sobre hechos que se estan levando a cabo ante nuestros ojos y cuyo teatro es nuestra propia so- ciedad. Mas facil, puesto que la continuidad de la ex- periencia se ve salvaguardada, con todos sus momen- tos y con cada uno de sus matices; mas dificil también, ya que es en tales y demasiado raras ocasiones que uno se da cuenta de la extrema complejidad de las transformaciones sociales, aun las mds tenues; y por- que las razones aparentes que otorgamos a los aconte- 20 cimientos de los que somos actores son sumamente distintas de las causas reales que nos asignan un papel en ellos. De este modo, seria demasiado simple explicar el desarrollo de la celebracién de la Navidad en Francia por la mera influencia de los Estados Unidos. La imi- tacion es un hecho, pero no encierra sino de manera muy incompleta sus motivos. Enumeremos rdpida- mente aquéllos que son obvios: hay mas estaduniden- ses en Francia, los cuales celebran la Navidad a su ma- nera; el cine, los digests y las novelas, as{ como algunos reportajes de los grandes diarios, dieron a conocer las costumbres estadunidenses y éstas se benefician del prestigio del que gozan el poderfo militar y econémico de los Estados Unidos; no queda excluido que el Plan Marshall haya directa o indirectamente favorecido la importaci6n de algunas mercaderfas relacionadas con los ritos de Navidad. Pero todo ello seria insuficiente para explicar el fenémeno. Ciertos usos importados de los Estados Unidos se imponen incluso a los estratos de la poblacién que no son conscientes del origen de los mismos; los sectores obreros, donde la influencia comunista tenderfa a desacreditar todo lo que lleve la marca made in USA, los adoptan con la misma facili- dad que los demas. Por consiguiente, ademas de la di- fusién simple, cabe mencionar ese proceso tan impor- tante que Kroeber, el primero en identificarlo, nombré difusi6n por estimulacién (stimulus diffusion): el uso importado no esta asimilado, sino que mas bien desem- pena el rol de catalizador; es decir que suscita, por su sola presencia, la aparicién de un uso andlogo que ya estaba presente en un estado potencial en el medio se- at cundario. Hustremos este punto mediante un ejemplo que concierne directamente nuestro tema. El fabrican- te de papel que va a los Estados Unidos, invitado por sus colegas estadunidenses 0 como miembro de una misién econémica, constata que alli se fabrican papeles espe- ciales para envoltorios de Navidad; imita esta idea, es un fenomeno de difusién. El ama de casa parisina que va a la papeleria de su barrio a comprar el papel nece- sario para envolver sus regalos, nota en la vitrina un tipo de papel més bonito y de factura mas prolija que aquél con el que se contentaba antes. Ignora todo acer- ca de la costumbre americana, pero ese papel satisface una exigencia estética y expresa una disposicién afec- tiva ya presentes, aunque privadas de medios de ex- presién. Al adoptarla, no esta imitando directamente (como el fabricante) una costumbre extranjera, sino que esa costumbre, ni bien la reconoce, estimula en ella el surgimiento de una costumbre idéntica. En segundo lugar, no hemos de olvidar que ya des- de antes de la guerra, el festejo de la Navidad registra- ba en Francia y en toda Europa una marcha ascen- dente. Ese hecho esta relacionado, ante todo, con el mejoramiento progresivo del nivel de vida, pero englo- ba también algunas causas mds sutiles. Con los rasgos que le conocemos, la Navidad es esencialmente una fiesta moderna a pesar de la multiplicidad de caracte- res arcaizantes. E] uso del muérdago no es una pervi- vencia druidica, por lo menos no de modo inmediato, ya que parece haber vuelto a ponerse de moda en la Edad Media. El Arbol de Navidad no se menciona en ninguna parte con anterioridad a ciertos textos alema- nes del siglo xvm, pasa a Inglaterra en el siglo xvi y a 22 Francia recién en el siglo xrx. Littré parece conocerlo de manera errénea, 0 bajo una forma bastante distin- ta de la nuestra, puesto que asi lo define en su diccio- nario (en la entrada Navidad): “Dicese en algunos paises de una rama de pino o de acebo diversamente ornamentada, guarnecida sobre todo con dulces y ju- guetitos para ser entregados a los nifios, quienes se ha- cen con ellos una fiesta”. La diversidad de los nombres dados al personaje que tiene la tarea de repartir los ju- guetes a los nifios —Papd Noel, San Nicolas, Santa Claus— también refleja que es producto de un fendme- no de convergencia y no un prototipo antiguo conser- vado en todas partes. Pero el desarrollo moderno no inventa nada: se li- mita a recomponer piezas y trozos de una vieja cele- braci6n cuya importancia jams ha sido del todo olvi- dada. Si para Littré el arbol de Navidad es casi una instituci6n exdtica, Cheruel, en su Diccionario histéri- co de las instituciones, los usos y las costumbres de Francia (por confesién del propio autor, una revision del diccionario de antigiiedades nacionales de Sainte- Palaye) sefiala de manera significativa: “La Navidad... fue, durante varios siglos y hasta una época reciente [el subrayado nos pertenece], la ocasién de festejos de fa- milia”; sigue una descripcidén de los festejos navidefios en el siglo xm, que parecen no tener nada que envidiar a los nuestros. Estamos en presencia, pues, de un ri- iual cuya importancia ya ha ido fluctuando mucho en la historia; conocié apogeos y declives. La forma esta- dunidense no es sino el mas moderno de esos avatares. Dicho sea de paso, estas rapidas indicaciones bas- tan para mostrar cudn necesario es, frente a proble- 23 mas de esta indole, desafiar toda explicacién dema- siado facil que remita de modo automatico a los “vestigios” y a las “pervivencias”. Si no hubiera existi- do, en tiempos prehistoricos, un culto a los arboles que se mantuvo en diversos usos folcléricos, la Europa moderna sin duda no habria “inventado” el arbol de Navidad. Pero, como lo hemos demostrado antes, se trata definitivamente de una invencién reciente. Y sin embargo, este invento no nacié a partir de la nada. Porque otros usos medievales estan perfecta- mente documentados: el lefio de Navidad (convertido en pastel en Paris) hecho de un tronco lo suficiente- mente grueso como para arder toda la noche; los cirios navidenos de un tamatio determinado para asegurar el mismo resultado; la decoracién de los edificios (desde las Saturnales romanas a las que nos referiremos lue- go) con ramos que reverdecen: hiedra, acebo, pino; por tiltimo, y sin relacién alguna con la Navidad, las novelas de la Mesa Redonda que hablan de un Arbol so- brenatural enteramente cubierto de luces. En ese con- texto, el 4rbol de Navidad aparece como una solucién sincrética, es decir, que concentra en un solo objeto exigencias hasta entonces dadas en estado dispar: ar bol magico, fuego, luz duradera, verdor persistente. De manera inversa, Papa Noel es, en su forma actual, una creaci6n moderna; y mas reciente avin es la creencia (que obliga a Dinamarca a tener una oficina postal es- pecial para responder a las cartas de todos los nifios del mundo) que le atribuye domicilio en Groenlandia, posesién danesa, y que lo muestra viajando en un tri- neo tirado por renos. Incluso se dice que ese aspecto de la leyenda se desarrollé sobre todo en el transcurso 24 de la ultima guerra, en razon de la permanencia de algunas fuerzas estadunidenses en Islandia y Groen- landia. Y sin embargo, los renos no estan ahi por ca- sualidad, puesto que algunos documentos ingleses del Renacimiento mencionan trofeos de renos que se exhi- bian con motivo de las danzas de Navidad, todo ello con anterioridad a toda creencia en Papa Noel y, mas atin, ala formacién de su leyenda. Por lo tanto, se barajan y se vuelven a barajar ele- mentos muy viejos, se introducen otros, se hallan fér mulas inéditas para perpetuar, transformar o revivifi- car antiguos usos, No hay nada especificamente nuevo en eso que uno quisiera llamar, sin juegos de palabras, el renacimiento de la Navidad. Entonces, ¢por qué sus- cita semejante emocidn y por qué es en torno al perso- naje de Papa Noel que se concentra la animosidad de algunos? Papa Noel esta vestido de escarlata: es un rey. Su bar- ba blanca, sus pieles y sus botas, el trineo en el cual viaja, remiten al invierno. Se lo llama “Papa” y es un anciano, por ende encarna la forma bondadosa de la autoridad de los ancianos. Todo ello es bastante claro, pero gen qué categoria conviene colocarlo desde el punto de vista de la tipologia religiosa? No es un ser mitico, ya que no hay un mito que dé cuenta de su ori- gen y de sus funciones; y no es tampoco un personaje de leyenda, puesto que no esta ligado a ningtin relato semihist6rico. En realidad, este ser sobrenatural e in- mutable, eternamente fijado en su forma y definido por una funcién exclusiva y un retorno periddico, tie- ne mas bien que ver con la familia de las divinidades; 25 por otro lado, recibe un culto por parte de los nifos, en determinadas épocas del afio, en forma de cartas y rezos; recompensa a los buenos y priva a los malos. Es la divinidad de una franja de edad de nuestra sociedad (franja de edad que la creencia en Papa Noel basta para caracterizar), y la unica diferencia entre Papa Noel y una auténtica divinidad es que los adultos no creen en él, si bien alientan a sus hijos a hacerlo y ali- mentan esa creencia a través de una gran cantidad de mistificaciones. Papa Noel es, en primer lugar, la expresién de un es- tatus diferencial entre los nifios pequefios por un lado y los adolescentes y los adultos por el otro. En ese sen- tido, est4 relacionado con un vasto conjunto de creen- cias y de practicas que los etndlogos han estudiado en la mayoria de las sociedades, a saber, los ritos de pasa- je y de iniciacién. En efecto, pocas son las agrupacio- nes humanas donde, bajo una forma u otra, los nifios (a veces también las mujeres) no estén excluidos de la sociedad de los hombres por Ja ignorancia de ciertos misterios, o por la creencia —alimentada con sumo cuidado— en alguna ilusi6n que los adultos se reser van el derecho de revelar en el momento oportuno, para consagrar de tal modo la admision de las j6venes generaciones en la propia. A veces, esos ritos se aseme- jan asombrosamente a los que estamos examinando ahora. Por ejemplo, ¢cdmo no sorprenderse de la ana- logia que existe entre Papa Noel y las kachinas de los indios del sudoeste de los Estados Unidos? Esos perso- najes disfrazados y enmascarados encarnan a dioses y ancestros; regresan periédicamente a visitar la aldea para bailar y para castigar o recompensar a los nifios, 26 ya que todo esta dispuesto para que éstos no reconoz- can a sus padres o familiares bajo el disfraz tradicio- nal. Papa Noel pertenece ciertamente a la misma fami- lia, junto con otras comparsas que hoy pasaron a ocupar el tltimo plano: Croquemitaine,* Padre Latigo, etc. Es por demas significativo que las mismas tenden- cias educativas que hoy en dia proscriben el recurso a esas kachinas punitivas hayan desembocado en la exaltacién del personaje bondadoso de Papa Noel, en lugar de englobarlo en la misma condena —como el desarrollo del espfritu positivo y racionalista hubiera podido llevarnos a suponer—. En ese aspecto, no ha habido racionalizacién de los métodos educativos, ya que Papa Noel no es mas “racional” que el Padre Lati- so (en ese punto, la Iglesia tiene raz6n): mas bien asis- timos a un desplazamiento mitico, y eso es lo que se trata de explicar. Es muy cierto que, en las sociedades humanas, los ritos y los mitos de iniciacién tienen una funcién prac- tica: ayudan a los mayores a mantener a los menores en el orden y la obediencia. Durante todo el afio, invo- eamos la visita de Papa Noel para recordarles a nues- tros nifios que la generosidad de él sera proporcional a la docilidad de ellos; y el caracter periddico de la dis- tribucién de los regalos sirve para disciplinar las rei- vindicaciones infantiles, para reducir a un corto lapso el momento en que realmente tienen derecho a exigir regalos. Pero este sencillo enunciado basta para hacer eeder los marcos de la explicacién utilitaria. Porque, * Personaje utilizado para inspirar miedo a los nifios, po- dria ser el equivalente del Coco entre nosotros. Literalmente, la palabra significa “comemitones”. [T.] 27 ¢de donde viene la idea de que los nifios tienen dere- chos, y de que esos derechos se imponen de manera tan imperiosa a los adultos que éstos se ven obligados a elaborar una mitologfa y un ritual costoso y compli- cado para lograr contenerlos y limitarlos? Se nota de inmediato que la creencia en Papa Noel no es tan sdlo una mistificacion infligida con deleite por los adultos a los nifios; es, en gran medida, el resultado de una tran- Saccién por demas onerosa entre las dos generaciones. Con el ritual en su conjunto, sucede lo mismo que con las plantas verdes —pino, acebo, hiedra, muérdago— con las que decoramos nuestras casas. Hoy lujo gra- tuito, otrora éstas fueron, por lo menos en algunas re- giones, objeto de un intercambio entre dos clases de la poblacién: en Inglaterra, en visperas de Navidad, todavia hasta finales del siglo xvu, las mujeres iban a gooding, es decir, hacian una colecta de casa en casa y, a cambio, abastecian a los donantes de ramos verdes. Encontraremos a los nifios en la misma posicién de regateo, y es bueno sefialar aqui que para la colecta de San Nicolas, los nifios se disfrazaban a veces de mu- jeres. Mujeres, nifios, es decir, en ambos casos, sujetos no iniciados. Ahora bien, hay un aspecto sustancial de los ritua- les de iniciacién al cual no siempre se ha prestado su- ficiente atencion, pero que aclara su naturaleza con mayor profundidad que las consideraciones utilita- vias detalladas en el parrafo anterior, Tomemos como ejemplo el ritual de las kachinas propio de los indios Pueblo del cual ya hemos hablado. Si los nifios son mantenidos en la ignorancia de la naturaleza humana de los personajes que encarnan a las kachinas, ¢sera 28 unicamente para que les teman o los respeten y se comporten en consecuencia? Si, sin duda, pero ésa no es mds que la funcién secundaria del ritual; porque existe otra explicacién, que el mito de origen pone per- fectamente al descubierto. Ese mito explica que las ka- chinas son las almas de los primeros nifios indigenas, que se ahogaron tragicamente en un rio en la época de las migraciones ancestrales. Las kachinas son, pues, prueba de la muerte y, a la vez, testimonio de la vida después de la muerte. Pero eso no es todo: cuenta el mito que cuando los ancestros de los indios actuales finalmente se asentaron en su aldea, las kachinas ve- nian cada ano a visitarlos y que, al irse, se Ilevaban a los nifios. Los indigenas, desesperados por la pérdida de su progenitura, lograron que las kachinas se queda- ran en el mas alla, a cambio de la promesa de repre- sentarlas cada afio por medio de mascaras y danzas. Si los nifios son excluidos del misterio de las kachinas no es en primer lugar, ni sobre todo, para intimidarlos. Me atreveria a decir que es por la raz6n inversa: es porque ellos son las kachinas. Se los mantiene fuera de la mistificacién porque representan la realidad con la cual la mistificacién constituye una suerte de compro- miso. Su lugar esta en otra parte: no con las mdscaras on los vivos, sino con los dioses y con los muertos; con los dioses que son los muertos. Y los muertos son jos nifios, Creemos que esta interpretacién puede extenderse 2 todos los ritos de iniciacién e incluso a todos los ca- ses en que la sociedad se divide en dos grupos. La “no miciacién” no es puramente un estado de privacién, definido por la ignorancia, la ilusién u otras connota- 29 ciones negativas. La relacién entre iniciados y no ini- ciados tiene un contenido positivo. Es una relacién complementaria entre dos grupos de los cuales uno representa a los muertos y el otro a los vivos. Es mas, durante el transcurso mismo del ritual, los roles a me- nudo se.invierten, y varias veces, pues la dualidad en- gendra una reciprocidad de perspectivas que, como en. el caso de los espejos enfrentados, puede repetirse has- ta el infinito: si los no iniciados son los muertos, tam- bién son stper iniciados; y si, como también sucede con frecuencia, son los iniciados los que personifican a los fantasmas de los muertos para espantar a los nova- tos, precisamente a ellos correspondera, en un estadio ulterior del ritual, dispersarlos y anunciar su regreso. Sin ir mas lejos en estas consideraciones, para no ale- jarnos de nuestro propésito, bastara con recordar que en la medida en que las creencias y los ritos ligados con Papa Noel se remiten a una sociologia iniciatica (y de ello no hay duda), ponen de manifiesto, detras de la oposicién entre nifios y adultos, una oposicién mas profunda entre vivos y muertos. Hemos llegado a la conclusién que precede a través de un andlisis puramente sincrénico de la funcién de cier- tos rituales y del contenido de los mitos que sirven para fundarlos. Pero un andlisis diacrénico nos habria conducido al mismo resultado. Porque esta general- mente admitido, tanto por los historiadores de las reli- giones como por los folcloristas, que el lejano origen de Papa Noel se halla en ese Abad del Jubilo, Abbas Stultorum, Abad del Desgobierno, que traduce exacta- mente al inglés Lord of Misrule, personajes que son, 30 por una duracién determinada, reyes de la Navidad en quienes se reconoce a los herederos del rey de las Sa- turnales de los tiempos romanos. Ahora bien, las Satur- nales eran la fiesta de los larvae, es decir, de los muer- tos por violencia o dejados sin sepultura, y detrds del anciano Saturno, devorador de nifios, se perfilan, como tantas otras imagenes simétricas, el mufieco Noel, bien- hechor de los nifios; el Jul escandinavo, demonio con cuernos del mundo subterraneo que lleva regalos a los nifios; San Nicolds, que los resucita y los colma de pre- sentes y, por tltimo, las kachinas, nifias muertas de manera precoz que renuncian a su papel de matadoras de infantes para convertirse alternativamente en dis- pensadoras de castigos y de regalos. Agreguemos que, como las kachinas, el prototipo arcaico de Saturno es un dios de la germinaci6n. En realidad, el personaje moderno de Santa Claus o de Papa Noel resulta de la fusién sincrética de varios personajes: el Abad del Ja- bilo, obispo nifio electo ante la invocacion de San Ni- colds, el propio San Nicolas, a cuya fiesta se remontan directamente las creencias relativas a las medias, los zapatos y las chimeneas. El Abad del Jubilo reinaba el 25 de diciembre; el dia de San Nicolas es el 6 de di- ciembre; los obispos nifios eran electos el dia de los Santos Inocentes, es decir, el 28 de diciembre. El Jul escandinavo se celebraba en diciembre. Eso nos remite de manera directa a la libertas decembris de la que ha- bla Horacio y que, a partir del siglo xvm, du Tillot habia imvocado para vincular la Navidad con las Saturnales. Las explicaciones por pervivencia siempre son in- completas, ya que las costumbres no desaparecen ni sobreviven sin razén. Cuando subsisten, la causa de 31 ello se encuentra menos en la viscosidad histérica que en la permanencia de una funcién que el andlisis del presente debe permitir descifrar. Si hemos dado a los indios Pueblo un lugar predominante en nuestra dis- cusién es, precisamente, porque la ausencia de toda relacién histérica concebible entre sus instituciones y las nuestras (si se excepttian ciertas influencias espa- fiolas tardfas, en el siglo xvm) demuestra que estamos en presencia, con los ritos de Navidad, no sélo de ves- tigios histéricos, sino de formas de pensamiento y de conducta que tienen que ver con las condiciones mas generales de la vida en sociedad. Las Saturnales y la celebracion medieval de la Navidad no contienen la ra- z6n tltima de un ritual que de otro modo seria inexpli- cable y estarfa desprovisto de significado, pero brindan un material comparativo util para extraer el sentido profundo de instituciones recurrentes. No es de extrafiar que los aspectos no cristianos de la fiesta navidefia se parezcan a las Saturnales, puesto que contamos con buenas razones para suponer que la Iglesia fijo la fecha de la Natividad el 25 de diciembre (y no en marzo o en enero) para sustituir mediante su conmemoracién las fiestas paganas que se llevaban a cabo primitivamente el 17 de diciembre, pero que, al final del imperio, se prolongaban durante siete dias, es decir, hasta el 24. De hecho, desde la Antigiiedad hasta la Edad Media, las “fiestas de diciembre” ofrecen los mismos rasgos. Para empezar, la decoracion de los edi- ficios con plantas verdes, luego los regalos que se intercambian o entregan a los nifios, la alegria, los fes- tines y, por ultimo, la fraternizacion entre los ricos y los pobres, los amos y los sirvientes. 32 Cuando se analizan los hechos con mayor deteni- miento, aparecen ciertas analogfas de estructura igual- mente sorprendentes. Como las Saturnales romanas, la Navidad medieval ofrece dos caracteristicas sincré- ticas y opuestas. En primer lugar, es una reunién y una comunién: la distincién entre clases y estatus es aboli- da de modo temporal, esclavos o servidores se sientan a la mesa de los amos y éstos se convierten en sus sier- vos; las mesas servidas con abundancia estan abiertas a todos; los sexos se intercambian las vestimentas. Pero al mismo tiempo, el grupo social se escinde en dos: la juventud se constituye en cuerpo auténomo, elige a su soberano, abad de la juventud 0, como en Escocia, abbot of unreason; y, como indica ese titulo, se entrega a una conducta insensata que se traduce por ciertos abusos cometidos en perjuicio del resto de la poblacién y de los cuales sabemos que, hasta el Re- nacimiento, cobraban las formas mas extremas: blas- mia, robo, violacién y hasta asesinato. Durante la Navidad, como durante las Saturnales, la sociedad fun- ma segun un doble ritmo de acrecentada solidaridad y exacerbado antagonismo, y estos dos caracteres se presentan como una pareja de opuestos correlativos. El personaje del Abad del Jubilo efecttia una suerte de mediacion entre esos dos aspectos. Es reconocido e in- cluso entronizado por las autoridades regulares; su mi- sion es la de regir los excesos, enmarcdndolos, a su vez, dentro de ciertos limites. ¢Qué relacién existe en- ese personaje y su funcién, y el personaje y la fun-

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