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Capítulo 1

La novela comienza con la presentación en primera persona de Juan Pablo Castel, el pintor que mató a María Iribarne.
Asegura que su crimen es recordado por todos. Esta afirmación lo lleva a reflexionar sobre la memoria colectiva y sobre la
frase “todo tiempo pasado fue mejor”, aunque para él, el pasado es tan horrible como el presente.

Castel constata que la maldad no necesariamente se halla entre los criminales. Su postura es que si un individuo es pernicioso
debería ser eliminado. Se lamenta de no haber hecho esa “buena acción” mientras era libre. Para justificar que el mundo es
definitivamente horrible, cuenta que, en un campo de concentración nazi, un ex pianista que se había quejado por el hambre
fue obligado a comerse una rata viva.

Capítulo 2

Juan Pablo interpela a sus lectores. Asume que deben estar preguntándose qué fue lo que lo motivó a narrar la historia de su
crimen. Él responde que lo hace por vanidad y que eso no lo hace especial, porque todas las personas, incluso las más
buenas y generosas, son vanidosas. Para confirmar esto, da el ejemplo de cuando tuvo que viajar dos días enteros sin dormir
para ver a su falleciente madre. Nos cuenta que oscuramente sintió un orgullo vanidoso por haber acudido tan pronto.

Después nos dice que quizás lo mueven también el orgullo, la soberbia, y una manía suya de dar explicaciones de todos los
actos de su vida. Finalmente, admite que hace esta confesión porque lo anima la débil esperanza de que alguien, aunque sea
una sola persona, lo entienda. Nos cuenta que existió antes una persona que lo podría entender. Pero esa es, justamente, la
persona a quien asesinó.

Capítulo 3

Castel dice que hará el intento de relatar cómo conoció a María Iribarne, qué relación tuvieron y cómo se decidió a matarla de
la forma más imparcial posible. Comienza con su primer encuentro en el año 1946, en el Salón de Primavera, un espacio de
exposiciones plásticas. Allí, el pintor presentaba un cuadro de su autoría llamado Maternidad. Esta pintura presentaba en un
primer plano a una mujer que miraba jugar a un niño. En el extremo superior izquierdo del cuadro había una ventana en la que
se veía una pequeña escena, la de una mujer en una playa solitaria, mirando hacia el mar como a la espera de algo. Esta
escena, que sugería una soledad ansiosa y absoluta, era para Juan Pablo la más importante del cuadro.

Nos cuenta que nadie se fijaba en la ventana, con excepción de una sola persona: una joven desconocida que la observaba
con detenimiento. Castel se quedó contemplando a la mujer apreciando la escena hasta que esta desapareció entre la
multitud. Juan Pablo se desesperó ante la idea de no verla nunca más. Como no volvió a aparecer en la exposición, Juan
Pablo cuenta que durante los meses que siguieron solo pensó en cómo podría hacer para encontrarla.

Capítulo 4

Al principio del capítulo Castel nos cuenta que una tarde vio a la mujer por la calle. Pero en vez de relatar el encuentro, se
demora en describirnos las diferentes formas en que había imaginado ese momento. Nos cuenta que había pensado en
hallarla en otros salones de pintura, pero abandonó esta posibilidad porque él nunca asiste a este tipo de reuniones. Juan
Pablo aborrece los grupos de especialistas de todo tipo, detesta su jerga, su arrogancia y su hipocresía. En especial, odia a
los críticos, a quienes considera meros charlatanes.

Capítulo 5

En este capítulo, Castel continúa explicando las variantes imaginadas de aquel encuentro. Como descartaba la posibilidad de
encontrar a la mujer en una exposición, barajó la opción de que fueran presentados por un amigo en común. No obstante,
también deshechó esta alternativa porque le avergonzaba la idea de contactarse con todos sus conocidos para describirles a
la mujer y ver si alguno la conocía.

Entonces le quedaba la opción del encuentro azaroso en la calle. Empieza entonces a detallar las diversas maneras en las
que pensó que podía confrontarla. Imaginaba todo tipo de aproximaciones, desde la más banal, como la de preguntar dónde
quedaba el Correo Central, hasta dirigirse a ella preguntándole directamente sobre la escena de la ventana de su cuadro.
Recuerda que alguna de las opciones que pensó eran prácticamente inviables.

Capítulo 6

Castel reanuda el relato de su azaroso encuentro con la mujer, que nos anticipó al principio del capítulo 4. Al verla caminar por
la calle, todas las opciones que barajó se le amontonan en la cabeza. Luego recuerda que es ella quien debe dar la iniciativa,
e incluso considera que con esto la pondrá a prueba. Juan Pablo la sigue por la vereda opuesta a lo largo de unas cuadras sin
saber qué hacer, hasta que la mujer entra en el edificio de la Compañía T.

El pintor entra también al edificio y se coloca junto a ella frente al ascensor. Con un coraje que le resulta ajeno, le pregunta si
ese es el edificio de la Compañía T. En su interior, se arrepiente de haberle hecho una pregunta tan obvia, aunque después
piensa que no es una consulta tan tonta como él creía. La mujer se dirige hacia él para responderle y, cuando lo ve, se sonroja
al darse cuenta de que se trata del famoso pintor. Castel entonces le dice que su encuentro no es casualidad, que ha pensado
mucho en ella, por varios meses, y que tiene algo que preguntarle sobre la ventanita. La mujer está sorprendida y no sabe a
qué se refiere.

Frente a esta reacción, Juan Pablo siente que ha caído en una de sus típicas construcciones imaginarias y que la mujer, en
realidad, no ha notado nada en su cuadro. Indignado y avergonzado, sale corriendo del edificio. La mujer lo alcanza y le
explica que está asustada, pero que recuerda la ventanita constantemente. Enseguida, la mujer se arrepiente de haber dicho
eso y huye. Castel la persigue pero también, a su vez, se arrepiente. Piensa que no tiene necesidad de hacer el ridículo,
porque puede encontrar a la mujer en otro momento, en el edificio de la Compañía T.

Capítulo 7

Este capítulo se demora en todo lo que Castel piensa mientras busca de nuevo a la mujer. Primero, se da cuenta de que se
equivocó al asegurar que ella trabajaba en aquel edificio, ya que podía estar allí de visita, por algún trámite. En consecuencia,
entra de nuevo para ver si puede dar casualmente con ella. Sube en el ascensor y vuelve a bajar, temiendo que alguien
detecte en él un comportamiento anormal, pero se tranquiliza al notar que nadie nota nada extraño.

Luego decide esperar en un bar cercano, desde donde puede observar el acceso al edificio. Llega a la conclusión de que hay
tres opciones: o la mujer está haciendo una larga gestión, o ha ido a dar una vuelta antes de volver a entrar, o trabaja allí y hay
que esperar hasta la hora de salida. Se queda esperando, entonces, hasta que todos salen del edificio, sin volver a verla.

Capítulo 8

Castel se dirige a su casa profundamente deprimido. Admite que en ese momento le cuesta pensar con claridad, pero que
necesitaba ordenar sus ideas y clasificarlas para no perder la cordura. Reflexiona y considera que existe la posibilidad de
encontrarla de nuevo en el mismo lugar al día siguiente. Cuando llega a su hogar, siente que su corazón le late con violencia
ante la perspectiva de volver a verla, pero también se siente desolado por la posibilidad de que esto no suceda.

Capítulo 9
Al día siguiente ve salir a la mujer del subterráneo en dirección al edificio. La intercede y la agarra de un brazo con
brusquedad. Ella no ofrece resistencia y Castel la arrastra hasta la plaza San Martín.

Allí tienen un primer diálogo de silencios y preguntas sin responder. María se muestra distante y seria, mira fijo hacia otro lado.
Juan Pablo percibe en ella cierta madurez espiritual que no se corresponde con su físico joven. Él le dice que necesita mucho
de ella, a lo que María le responde que ella no es importante, que no tiene nada para ofrecerle. En esta conversación, Castel
le grita muchas veces, reaccionando de forma desmedida cada vez que María responde aisladamente y con pocas palabras.

Juan Pablo se da cuenta de que no ha reflexionado hasta entonces por qué son tan importantes para él María y la escena de
la ventana. Se debate en su interior y busca respuestas en su diálogo con María, dudando del verdadero significado de todo.
Finalmente, le dice a María que el cuadro tiene algo que ver con la historia del pianista en el campo de concentración y con el
hecho de que nada en el mundo tiene sentido. Ella entiende que la escena de la ventana representa un mensaje de
desesperanza. Castel coincide.

Por un instante, Juan Pablo cree ver que la mirada de María se ablanda, como tendiendo un puente hacia él. Pero ella luego le
dice que no ganará nada con verla, porque ella le hace mal a todos los que se le acercan.

Capítulo 10

Castel confiesa que no recuerda qué fue lo último que le dijo a María al final de ese primer diálogo, y reconoce que su
memoria tiene a veces lagunas inexplicables. Esa misma noche la llama por teléfono a su casa. Atiende otra mujer, una
empleada doméstica. Castel pregunta por la señorita María Iribarne. Percibe que la mujer vacila antes de pasarle el teléfono a
María, quien lo atiende con un tono que Juan Pablo considera “oficinesco”.

Él le dice que necesita verla y que no ha dejado de pensar en ella desde su último encuentro. María le responde que ella
también ha estado pensando en todo, y Castel se impacienta por saber los detalles de ese “todo”: quiere saber si ella ha
pensado en él también. Ella se muestra discreta y le dice que tiene que cortar, y Juan Pablo le asegura que la llamará al día
siguiente, a la mañana.

Capítulo 11

Aquella noche Castel sale a la avenida Corrientes, la zona más ajetreada de la ciudad de Buenos Aires. Recuerda que al
principio del relato se propuso narrar los hecho con imparcialidad, y por eso confiesa que, aquella vez, el desprecio que suele
sentir por la humanidad se suspendió momentáneamente.

Capítulo 12

A la mañana del día después de su primer encuentro, Juan Pablo llama a la casa de María y se entera que ella se fue al
campo. Inmediatamente, empieza a conjeturar sobre por qué se fue, decepcionado por no poder verla. Le avisan que María
dejó una carta en la casa y él va a buscarla. Cuando llega, un criado lo hace pasar a una sala llena de libros. Allí se encuentra
con un hombre ciego, quien se presenta como el señor Allende, esposo de María.

Castel está impactado. No sabía que María estaba casada y lo sorprende la actitud de Allende, que lo trata cordialmente y sin
aparentar ninguna sospecha. Este hombre le entrega a Juan Pablo la carta de María, que contiene estas palabras: “yo también
pienso en usted”. Allende le habla a Castel de María, de cómo ella suele confundir impulsos con urgencias. Después le cuenta
que ella se fue a la estancia familiar de su primo Hunter, persona que Juan Pablo conoce y desprecia. El pintor no ve la hora
de salir de allí y avisa que debe irse. Mientras sale de la casa, se pregunta a sí mismo: ¿qué comedia abominable es esta?

Capítulo 13
En este capítulo, Castel desarrolla todas sus conjeturas sobre lo que ha pasado hasta ahora. Empieza analizando el primer
llamado telefónico, cuando surgieron sus primeras sospechas. Cree entender ahora por qué la mucama que lo atendió vaciló
cuando él preguntó por la “Señorita Iribarne”, dado que María es una mujer casada. Sin embargo, como no lo corrigió, Juan
Pablo deduce que la empleada debe estar acostumbrada, lo que significa que María debe recibir este tipo de llamadas con
frecuencia.

Castel empieza a pensar que en la vida de María debe haber otros hombres como él, y sospecha de la relación de María con
Hunter. Se pregunta por el hecho de haber recibido la carta en manos de su marido ciego. Imagina que quizás María
encuentra algún placer en este tipo de juego. También supone que tal vez ella quiso que él supiera de este modo que estaba
casada, para que entienda la inconveniencia de seguir adelante con su relación. En este punto interpela a sus lectores, que
seguramente piensan que esta última opción es la más simple y probable. Admite entonces que él tiene la manía de elegir
siempre las hipótesis más complejas, pero se justifica preguntándose por qué la realidad ha de ser simple.

Juan Pablo trata de olvidar estos razonamientos rebuscados e intenta rescatar cierta timidez y fragilidad que percibió en María
durante su primer encuentro, algo de su mirada que no logra precisar. Nos cuenta que quiso desechar todas sus sospechas,
pero que no pudo.

Capítulo 14

En este capítulo breve, Castel cuenta que los días siguientes a este descubrimiento son agitados. Quiere saber cuándo
volverá María de la finca y le envía una carta desesperada, preguntándole por su regreso y pidiéndole que lo llame en cuanto
esté en Buenos Aires. Cuenta también que en esos días tiene un sueño en el que visita, de noche, una casa vieja y solitaria
que le resultaba familiar, como si allí se conservaran los recuerdos de su infancia. En el sueño, se siente por momentos
perdido en la oscuridad, acechado por enemigos escondidos. Al despertarse, comprende que, en este sueño de temor y
alegría, la casa representa a María.

Capítulo 15

Castel se siente perdido en la oscuridad de sus pensamientos hasta que recibe una carta de su amada. En esta carta, María
construye una imagen de sí misma como la de la mujer en la ventana del cuadro: solitaria, observando el mar. Interpela a
Castel y lo trata con intimidad. Cree que él adivinó con su pintura la forma de su ser, pero cierra la carta diciendo que la
imagen de Juan Pablo se ha interpuesto entre ella y el mar. A Castel estas palabras lo llenan de felicidad, siente que María le
pertenece y que él le es tan necesario a ella como ella a él. Termina este capítulo lamentándose de haberla asesinado.

Capítulo 16

Después de un desesperado intercambio de cartas breves, en las que Castel le confiesa que la quiere y ella le dice que teme
hacerle daño, se vuelven a encontrar cuando María regresa del campo. Se citan nuevamente en una plaza mientras anochece,
y hasta se quedan a oscuras. Castel se siente feliz de volver a verla, pero el reencuentro no llega a hacer lo que espera. La
conversación se entorpece con las preguntas demandantes de Juan Pablo y los silencios de María. Él quiere saber por qué lo
abandonó y ella no le responde, porque no quiere hablar de ella, sino de Castel y de su pintura.

Juan Pablo se desespera, la agarra con violencia y le exige que le diga si lo quiere. Como no la puede ver en la oscuridad,
enciende un fósforo para ver su rostro y llega a vislumbrar por unos instantes el dejo de una sonrisa, que interpreta como una
burla a su amor. Castel le recrimina esa sonrisa y María se pone seria y se entristece. En rigor, confiesa Juan Pablo, no ve
aquel gesto, sino que percibe un rastro de aquella sonrisa en el rostro serio de María. Ella entonces confirma que tenía razón
cuando le dijo que se harían daño. Castel siente que toda la conversación es absurda.

Capítulo 17
Juan Pablo cuenta que durante más de un mes se vieron con frecuencia. Recuerda esos días como maravillosos y horribles a
la vez. María visita su taller regularmente. Allí, se suceden escenas similares a las del fósforo, en las que Castel duda de su
amor. Es entonces cuando quiere poner a prueba su vínculo a través del acto sexual. Pero esto solo le trae más dudas: Castel
cree que María finge el placer y eso lo angustia y lo llena de sospechas.

Castel nos cuenta que es frecuente en su relación el paso de la ternura a la violencia. Toma como ejemplo una situación que
se repite varias veces: en un momento de arrebato, Castel le retuerce los brazos a María y le exige que admita sus mentiras.
Ella entonces responde con mirada asustada y triste. Esta reacción hace que Juan Pablo se arrepienta y le pida perdón. Sin
embargo, reconoce que es inútil que María intente convencerlo de su error, porque no confía en ella. Cree que María lo
engaña con otros, y en una ocasión llega a decirle que es una prostituta. Entonces, ella se echa a llorar y nuevamente Juan
Pablo le pide perdón. Como María se recompone rápidamente, Castel empieza a sospechar de nuevo que todo es una gran
comedia.

Capítulo 18

En este capítulo, Castel recupera un diálogo que tuvo con María, en el que él le pregunta sobre la primera conversación
telefónica que tuvieron. Como si se tratara de un interrogatorio, Juan Pablo trae sus “pistas” y María las desestima como tales.
Él le pregunta por qué la criada vaciló cuando él la llamó “señorita”, y ella le responde que no eso tiene ninguna importancia.

Como Juan Pablo quiere saber si hubo otros como él, saca a la luz un nombre: Richard. Esta persona, nos enteramos por la
conversación, tuvo una relación con María en el pasado y se suicidó. Castel quiere saber si ella lo amaba y María le responde
que no, que solo se sintió atraída por su lado oscuro y destructivo, como a veces le atrae la muerte. También le dice que
Richard se parecía un poco a Juan Pablo, pero solo en su parte negativa. Castel nos admite que no le preocupaba tanto
Richard, de quien algo sabía, como lo hacían las personas desconocidas que ella no mencionaba pero que él creía que
existían.

Capítulo 19

Continúa este capítulo con otra conversación, esta vez sobre el esposo de María, Allende. Castel quiere saber si alguna vez lo
amó y si lo ama todavía. María nota que este diálogo entorpecido ya lo tuvieron muchas veces de forma casi idéntica. En
efecto, Castel la interroga para saber hasta qué punto María es capaz de engañar. La presiona entonces hasta que ella admite
que todavía tiene relaciones sexuales con su marido, aunque no lo desea. Entonces Juan Pablo deduce que María hace lo
mismo con él. Mientras ella llora en silencio, Castel quiere herirla y la acusa de estar engañando a un ciego.

Capítulo 20

Este capítulo condensa los pensamientos y las emociones que tiene Castel luego de hacer aquella acusación. Admite que se
arrepiente en el mismo momento en el que pronuncia esas palabras. Tiene la sensación de ser dos personas al mismo tiempo:
la que quiso herir a María y la que reconoce la torpeza y la crueldad de su acusación y toma partido por ella. Juan Pablo le
pide perdón y María le asegura que no le guarda rencor, aunque se retira del taller. Él sale a buscarla, pasa por la casa de
María y luego por los lugares de la ciudad que frecuentaban, pero no puede encontrarla. Cierra el capítulo con estas palabras:
“algo se había roto entre nosotros”.

Capítulo 21

Castel nos cuenta el sentimiento de soledad que lo invade después de este episodio. Siente un gran desprecio por la
humanidad, pero ahora que él ha protagonizado un acto mezquino se considera parte de aquello que aborrece. Entonces le
viene el deseo de suicidarse. Aquel día se emborracha por la zona del puerto, en un cafetín con personas que considera
repulsivas. Se acerca al río y, al observar el agua sucia, vuelve a pensar en el suicidio. Confiesa entonces que cuando llega al
borde de la desesperación, se aferra de nuevo a la vida. Sin saber cómo o por qué, llega a la casa de María de madrugada.
Decide llamar por teléfono y cuando le atienden, cuelga. Se queda un rato por ahí hasta que finalmente decide volver a su
casa, abatido.

Capítulo 22

Castel cuenta lo que sueña aquella madrugada: que llega a una casa donde un hombre desconocido lo transforma en un
pájaro de tamaño humano. En el sueño llegan sus amigos y no notan nada extraño. Él intenta pedirles ayuda y de su boca
salen graznidos en vez de palabras, pero sus amigos tampoco notan esta diferencia, como si lo estuvieran oyendo
normalmente. Juan Pablo comprende entonces que nadie sabrá nunca que ha sido transformado en pájaro.

Capítulo 23

Después de aquel terrible sueño, Castel se despierta y llama a la casa de María, para descubrir que se fue de nuevo a la
estancia en el campo. Le envía varias cartas pidiéndole perdón y diciéndole que no merece su amor y que está condenado a
morir en soledad. En la última carta le cuenta que pensó en suicidarse. María entonces le responde con una carta en la que le
pide que vaya a la estancia. Juan Pablo prepara las maletas y corre a la estación de tren.

Capítulo 24

Al llegar, Castel se fastidia porque María no lo pasa a buscar por la estación de tren. Lo espera un chofer que le dice que la
señora está indispuesta. Piensa en volver a Buenos Aires pero finalmente decide quedarse. Llega a la estancia y lo reciben
Hunter y Mimí Allende, una señora afrancesada que le parece tan fea y desagradable como Hunter. Ellos reiteran que María
tuvo una indisposición y que está en la cama. Castel entonces se propone examinar a sus huéspedes, para detectar bien qué
clase de personas son. Detecta en Hunter un tono irónico en su voz mientras este le enseña su cuarto. Cuando se queda solo
en su habitación, Castel se pone nervioso ante la idea de que María está cerca. Confiesa que se siente desorientado.

Capítulo 25

En este capítulo atendemos una conversación, en apariencia frívola, entre Mimí y Hunter, de la que Castel no participa, pero
que escucha. En primer lugar, hablan de autores rusos y de traducción; Hunter acusa el uso abusivo del francés de Mimí.
Luego, se dedican al género policial, que a Mimí le gusta pero a Hunter, no. Este último cuenta que tiene una teoría sobre ese
género literario: el policial es al siglo XX lo que las novelas de caballería a la época de Cervantes. Sostiene que es posible
hacer una parodia del género policial como si fuera el Don Quijote de nuestra época, en la que un personaje, después de leer
muchas novelas policiales, pierde la razón y se larga a descubrir crímenes como si el mundo fuera una historia detectivesca.

Mimí se burla de Hunter e interpela a Castel, que solo asiente con indiferencia. El pintor se siente muy triste y no sabe bien el
porqué. Hunter luego cuenta una trama policial que se le ocurrió, en la que un hombre trata de resolver los asesinatos de su
madre, su mujer y su hijo, hasta que descubre que él ha sido quien los mató, lo que convierte al detective en el asesino. Luego
hablan de otros temas, mientras Juan Pablo elabora una hipótesis: María se retiró para no tener que soportar a Mimí. Esto lo
tranquiliza, pero también se da cuenta de que su tristeza se debe al temor de que María pertenezca a aquel mundo hipócrita y
frívolo de Mimí y Hunter.

Capítulo 26

Cuando Mimí, Hunter y Castel salen a pasear por el parque, María aparece y se les une. Mientras conversan, Juan Pablo
piensa en el vínculo secreto que existe entre ellos, y aunque esto lo enorgullece, también se vuelve a entristecer por todo lo
que ha ocurrido. María le pide a Castel que le muestre unas pinturas y, con esa excusa, se apartan del resto.
En este momento de la narración, Juan Pablo confiesa que ahora que ha pasado un tiempo desde que la mató, entiende que
está pagando por no conformarse con la parte de María que lo salvó momentáneamente de la soledad, y por haber deseado
poseerla de forma absoluta y exclusiva.

Capítulo 27

Castel nos cuenta que, al principio, pensaba quedarse varios días en la estancia, pero que se marcha temprano al día
siguiente de su llegada. Esto se debe a lo que narra a continuación.

María y Castel se dirigen a un acantilado que da al mar. Mientras pasean, Castel se sorprende por el modo en el que María
disfruta de la naturaleza, aunque luego se entristece porque él no comparte aquel goce. Cuando llegan al acantilado, María
empieza a contarle lo mucho que deseaba estar con él en ese lugar. Le confiesa el modo en que se identificó con él a través
de su cuadro, y cómo sintió que él, al igual que ella, estaba en la búsqueda de un interlocutor mudo. Luego, le cuenta que,
durante su primer encuentro, ella intentó desorientarlo y desanimarlo, sabiendo que podía hacerle daño.

Castel escucha estas palabras anonadado. Empieza a caer en una especie de encantamiento mientras el mar se va
transformando en un “oscuro monstruo”. Siente deseos de tirarse del precipicio y de arrastrar a María con él. También admite
un fuerte deseo de apretarle el cuello hasta ahogarla. Entonces se da cuenta de que, mientras piensa estas cosas, ha dejado
de escuchar a María, quien acaba de hacerle una confesión importante que él no pudo oír. Pone su cabeza en el regazo de
María, como si fuera un niño, dejando que sus sombríos pensamientos lo invadan por completo.

Capítulo 28

De regreso en la estancia, encuentran a un Hunter muy agitado. Mimí se ha ido. Durante la cena, los tres hablan muy poco.
Castel supone que Hunter está celoso porque se dirige con hostilidad a ambos. Entonces Juan Pablo pretexta cansancio, se
dirige a su habitación y finge cerrar su puerta, pero se queda oyendo la conversación entre María y Hunter. No distingue sus
palabras pero percibe la agitación de Hunter. Luego, escucha que suben a los dormitorios y percibe pasos de mujer frente a su
cuarto. Después no oye nada más.

Aquí comienzan las deducciones de Castel. Conjetura que, si Hunter está celoso, es porque entre María y él hay algo más que
una relación de amistad y de parentesco. Aunque María podría tener un vínculo con él sin amarlo verdaderamente, del hecho
de que ella siempre habló con indiferencia de Hunter y de sus visitas frecuentes a la estancia, concluye que ella le estaba
ocultando su relación. Finalmente, recuerda que María le confesó en el acantilado que ella también era débil como él, y
entonces supone que su vínculo con Hunter pertenece a una de aquellas pasiones bajas. Con estos razonamientos, Castel
llega a la conclusión, que considera rigurosa, de que María es amante de Hunter.

A la madrugada del día siguiente se marcha sin despedirse, caminando a pie hacia la estación. Allí, espera un par de horas
hasta la salida del tren, deseando que María vaya en su búsqueda. Esto no sucede, y Juan Pablo toma el tren sintiendo una
infinita tristeza. Durante el viaje, observa desde la ventanilla a una mujer desconocida y piensa en que esta será la primera y la
última vez que la vea. Esto le hace pensar en lo transitorio e inútil que le resulta todo.

Capítulo 29

Castel cuenta que los días que preceden a la muerte de María son los más atroces de su vida. No recuerda todos los detalles
de esa experiencia, porque pasa una parte de ese tiempo alcoholizado. En su memoria se entremezclan imágenes de la
estancia, de los bares de mala muerte a los que va y unas pesadillas que tiene, en las que camina por los techos de una
catedral. Entre estos recuerdos aparece la figura de una mujer “inmunda” a la que le pega un puñetazo. En uno de esos días,
luego de haberse quedado dormido vestido en la bañera, se levanta y le escribe a María una carta hiriente en la que la acusa
de ser amante de Hunter. Impulsivamente, lleva la carta al Correo Central y la despacha certificada.
Capítulo 30

En seguida, Juan Pablo se arrepiente de haber despachado la carta. Se da cuenta de que en su escrito no ha explicado por
qué dedujo que María era amante de Hunter. Tampoco sabe qué quería lograr exactamente con sus hirientes palabras. Admite
que su hipótesis sobre el amorío entre Hunter y María era solo eso, una hipótesis, y no un hecho corroborado. Vuelve
entonces al Correo pero sin el recibo del envío, que ha perdido.

En el mostrador de certificaciones se pone a discutir con la empleada de turno. Esta mujer no quiere entregarle la carta porque
Castel no tiene el recibo, ni ninguna forma de comprobar que aquella carta era suya. Él describe a la empleada como
“solterona” y “harpía”, y la trata con desdén y violencia. Exasperado porque no puede recuperar la carta, estalla en él una furia
incontenible, dirigida a la empleada, pero que también alcanza a María y, curiosamente, a Mimí. Le dice a la mujer que se
vaya al infierno y sale, pensando que le gustaría prender fuego el lugar.

Capítulo 31

Castel deja de arrepentirse por el asunto de la carta. Reflexiona acerca de las numerosas veces en que le sucedió de luchar
incesantemente contra un obstáculo, luego aceptar con rabia la derrota y las elecciones del destino. Se va del Correo y se
dirige hacia la Recoleta, que le trae a la memoria momentos compartidos allí con María. Ahora se lamenta de nuevo y dirige su
odio hacia él mismo.

Recuerda entonces un sueño que tuvo en alguna de esas noches de borrachera, en el que se veía a sí mismo sentado en el
medio de una habitación oscura, y a sus espaldas estaban María y Hunter, quienes se miraban con expresiones de diabólica
ironía.

Una vez en el taller, decide llamar a María por teléfono. No repone la conversación que tienen, pero nos cuenta que toma la
dirección de siempre: Castel pasa de la ternura al odio cada vez que sus preguntas precisas no obtienen la respuesta
deseada. Cuenta que aquel diálogo es más bien un monólogo de parte suya. Finalmente, amenaza con suicidarse si María no
vuelve inmediatamente de la estancia para hablar con él. Ella le dice que lo único que lograrán es lastimarse cruelmente una
vez más, pero acepta volver. Juan Pablo cuelga el tubo del teléfono con la seguridad de que si ella no regresa, él cumpliría su
amenaza para vengarse así de María.

Capítulo 32

Aquel día es una tortura para Castel. Siente entonces un odio impreciso que cree dirigido hacia sí mismo. Vuelve a beber
mucho en un bar, en donde se apodera de la mujer “más depravada”, y se pelea con un marinero. Luego lleva a la prostituta a
su taller y, cuando están en la cama, observa en ella una expresión que alguna vez vio en María. Se desespera, le grita a la
mujer “puta” y la echa de su casa, arrojándole dinero.

Trata de recuperar su riguroso razonamiento. Comprende que si la prostituta simulaba placer, entonces aquella expresión
compartida con su amada significa que María también fingió. Aquella conclusión le parece irrefutable. Entonces desfilan en su
mente todos los momentos de sospecha, como si se sucedieran con una lógica férrea. Rememora aquella escena en el
acantilado y recuerda que María no lo oía. Llega entonces hasta el último recuerdo, el de la prostituta, y cierra el capítulo
lamentándose por la humanidad.

Capítulo 33

Aunque Castel está seguro de sus conclusiones, sabe que no las puede demostrar. Por eso se le ocurre conocer la opinión de
otras personas. Decide entonces encontrarse con Lartigue, un escritor al que desprecia, pero que es amigo de Hunter.
Mientras hablan de sus poemas le pregunta hace cuánto que María Iribarne y Hunter son amantes, a lo que el hombre le
responde que de eso no sabe nada. Juan Pablo se despide pensando que aquellas palabras son para él suficientes. Luego
telefonea a María, que ya se halla en Buenos Aires. Ella le vuelve a decir con desesperanza que solo lograrán hacerse daño y
destruir el débil puente que los comunica. También le cuenta que debería estar en la estancia porque Hunter está enfermo.
Castel cree que eso es una mentira. Quedan en verse a las cinco en punto en la plaza de la Recoleta.

Capítulo 34

Mientras Castel espera a María en la Recoleta, se siente ensimismado con el recuerdo de aquellos días en los que creía que
su amor era eterno. Piensa que se puede contentar con el poco amor que le queda, y ese espíritu de modestia lo llena por un
instante de alegría. Pero María no llega. Juan Pablo telefonea a su casa y descubre que María ha vuelto repentinamente a la
estancia por un llamado de Hunter, y que no volverá hasta dentro de una semana.

Juan Pablo entra en estado de desesperación, aunque se siente orgulloso de haber confirmado sus sospechas. Llega a su
taller y, con un cuchillo, empieza a destrozar sus pinturas. Se detiene con congoja ante el cuadro con la escena de la ventana
y luego lo hace añicos, pensando que aquella espera de la imagen nunca recibirá respuesta. Sale en búsqueda de Mapelli, un
amigo suyo, y le pide su automóvil, con la excusa de que su padre está enfermo y necesita ir a verlo. Parte a la estancia a las
6 de la tarde.

Capítulo 35

Mientras conduce hasta la estancia piensa en María como si fuera alguien detrás de un muro de vidrio, alguien a quien puede
ver pero que no puede oír ni tocar. Se llena de amargura al pensar que María eligió estar con el cínico y frívolo de Hunter en
vez de estar con él para hablar de cosas oscuras y ásperas. Llega a la estancia a las 10 de la noche, ve que en la casa las
luces están encendidas. Juan Pablo se oculta en un lugar del parque a la espera de que María y Hunter salgan a dar un paseo
nocturno después de cenar.

Capítulo 36

En aquel momento de larga espera, que no sabe cuánto tiempo real dura, Castel construye una imagen de su soledad y de su
comunicación con María, que a su vez le trae recuerdos de su infancia. Imagina que los dos vivían en pasadizos o túneles
paralelos, uno al lado del otro, como almas semejantes. Ellos no sabían de la existencia del otro hasta que el muro se
convertía en un muro de vidrio que les permitía verse. Pero este muro no era siempre transparente: a veces era de piedra
oscura, y entonces no podían saber qué sucedía del otro lado.

Pero después Castel reflexiona que, en todo caso, el único que se encuentra en un túnel oscuro y solitario era él. María era
parte del mundo exterior, lleno de bailes, fiestas y frivolidades. Se veían solamente cuando Castel la contemplaba desde las
transparencias de su túnel, y María le devolvía la mirada en silencio. Pero otras veces ella se olvidaba de él. Después de
construir esta alegoría, Juan Pablo comprende que su destino es infinitamente más solitario de lo que había imaginado.

Capítulo 37

Después de un tiempo que Castel siente interminable, ve salir a María y a Hunter tomados del brazo. Piensa con amargura
que María sabe que él, en este momento, debe estar bajo un tormento, y sin embargo allí la ve, disfrutando de la noche con
Hunter, un “monstruo ridículo”. También llega a preguntarse si el monstruo ridículo no es él.

Llega una tormenta que obliga a Hunter y a María a volver. Castel se queda observando la casa para ver cómo se encienden
las luces de sus respectivas habitaciones. Ve encenderse la luz de la pieza de Hunter, pero no la de María. No lo dice, pero
deduce que están juntos. Una sensación de infinita soledad invade su alma.
Capítulo 38

Luego de lo que Castel considera un tiempo prolongado, ve que la luz se enciende en el dormitorio de María. Empapado por la
lluvia y con un cuchillo en la mano, el mismo que usó para destruir sus pinturas, trepa hasta la planta alta de la casa y llega a
hurtadillas a aquella habitación. María lo ve y le pregunta qué va a hacer, a lo que Juan Pablo responde: “tengo que matarte,
María. Me has dejado solo”. Le clava el cuchillo en el pecho una primera vez, María le echa una mirada dolorosa y humilde. Un
súbito furor lo fortalece, y entonces le clava varias veces el cuchillo en el pecho y en el vientre.

Castel se escapa en el medio de la tormenta y llega a Buenos Aires a las 4 o 5 de la madrugada. Llama por teléfono a Allende
y le dice que lo tiene que ver en ese instante. Se encuentran en la casa del ciego y Juan Pablo le grita que viene de la estancia
y que María era amante de Hunter, que él también lo era, y que ella los había engañado a todos, pero ahora no podrá engañar
a nadie más. Allende se pone de piedra, primero le dice “imbécil” y luego “insensato”. Repite esta última palabra
maníacamente mientras lo persigue a Castel para hacerle daño. Juan Pablo se escapa, sale de la casa y se entrega en la
comisaría a eso de las 6 de la mañana. Cuenta que, mientras observa cómo se hace de día desde la ventana del calabozo,
imaginando que hombres y mujeres se despiertan y empiezan sus días, él siente que una caverna negra se agranda dentro de
su cuerpo.

Capítulo 39

En estos meses de encierro ha pensado mucho en la palabra “insensato” de Allende, sin poder entender su verdadero
significado. Piensa que si alguna vez llega a comprenderlo, podrá explicarse por qué Allende se suicidó.

Nos cuenta que, donde está, al menos puede pintar, aunque cree que sus médicos se ríen a sus espaldas. Recuerda que un
solo ser entendió su pintura. Las palabras de cierre reflexionan sobre cómo los cuadros que pinta seguirán siendo motivo de
risa de los otros. Y que los muros de su infierno serán cada vez más herméticos.

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