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Michel Melot h a s ido dire

ctor del BREVE HISTORIA


y fotog rafías
departamento de e·stampas
l de Fr ancia y,
DE LA IMAGEN
de la Biblioteca N acion a

ecto r de l Biblioteca
pos teriormente, di r a

rm ción del Cen tro


Pública de Info a

u. Es utor , ent re otros, de


Pompido a
otheq ues ,
Livre, Les Images dans les bibli
y
L' Ill ustration, histoire d' un art
El grabado.
Michel Melot

Traducción del francés


de María Candor

La Biblioteca Azul (serie mínima) Ediciones Siruela


Índice

Todos los derechos reservados.


BREVE HISTORIA DE
Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación LA IMAGEN
pública o transformación de esta obra sólo puede ser realizada
con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista
por la ley. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos I Del sueño a la pa
ntalla
Reprográficos, www.cedro.org) si necesita fotocopiar o escanear 11
algún fragmento de esta obra.
II De las grutas a
los temp!os
Título original: Une breve Histoire de l'Image 21
En cubierta: Detalle de Coup-d'reil général du théatre de Besanr;on, III De los ídolos a
los iconos
de Claude-Nicolas Ledoux 31
Colección dirigida por Juan Antonio Ramírez
IV De las reliquias
Diseño gráfico: Gloria Gauger a los cuadros
© L'ceil 9 éditions, 2007 41
© De la traducción, María Condor V De la imprenta
a la página
© Ediciones Siruela, S. A., 2010 51
c/ Almagro 25, ppal. dcha.
VI El milagro de la
28010 Madrid. Tel.: + 34 91 355 57 20 reproducción
Fax: + 34 91 355 22 01 61
siruela@siruela.com www.siruela.com VII Fotografía: ·la
e! adh erenc1a
. a lo real?
ISBN: 978-84-9841-345-8 71
Depósito legal: M-736-2010
VIII Del teatro
Impreso en Closas-Orcoyen de sombras al
Printed and made in Spain magnetoscopio
81
IX Bienvenidos
a la videosfera
91
Papel 100% procedente de bosques bien gestionados
Bibliografía bre
ve
103
BREVE HISTORIA DE LA IMAGEN
A Juan Antonio Ramírez,
in memoríam
I Del sueño a la pantalla

¿ Cómo esta sola palabra, imagen, puede contener tantas


maravillas? Por sí misma evoca la magia. Otras lenguas poseen va­
rías palabras para decir lo que es la imagen. El inglés distingue
ímage, que la designa como representac�ón, real o imaginaria, in­
cluyendo la imagen de marca, la que da uno de sí mismo, y pic­
ture, que se refiere más bieri a sus formas materiales: el cuadro, el
cliché, lla película, de manera análdga a como el texto se distin­
gue de la escritura y el habla de la voz. La ausencia de esta dife­
renciación en francés está en. el origen de muchas confusiones y
marca la desgracia en que nuestras culturas han dejado caer a la
imagen.
Del indoeuropeo provienen dos grandes familias: la for­
mada sobre la raíz weíd y la formada sobre la raíz weík. La pri­
mera, eídos en griego, de donde se deriva la palabra idea, ha dado
ídolo y vídeo (veo en latín). La segunda, a través del griego eikon,
ha dado icono, que designa la imagen material ( como picture en
inglés). Estas distinciones no pueden dejarse de lado. Durante si­
glos se han producido disputas por diferenciar los iconos de los
ídolos. Se formó una tercera línea sobre la raíz spek, cuya descen­
dencia es numerosa: espectáculo, especular, espectro, espía, e incluso
en francés épice, que pasó, tras un curioso rodeo, por la palabra
espece, es decir, lo que es especial o especioso, lo que se refiere al as­
pecto. La idea contenida en spek es más bien la del acto de mirar,
• así pues de la especifi.cación, del espejo (speculum). Para hablar de la
observación, el griego conocía las palabras formadas sobre skep
(escéptico) y las formadas sobre su prima skop, de donde han ve­
nido las numerosas scopias e incluso los obispos, con la interme­
diación de lo episcopal, relativo al que vigila. Otra se formó en

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torno a phainein (aparecer),phaínomena y phantasmata,que denota imagen no es una cosa, sino una relación. Es siempre imagen de
la aparición y la ilusión y que ha engendrado los fenómenos, los algo o de alguien sin que por ello sea su copia.
fantasmas, en francés también los fantómes; los fantoches y otros se­ Se infiere que la imagen de una imagen es otra imagen
res fantásticos. y esta especie de escisiparidad tiene una importancia particular
Tenemos aquí muchas imágenes que no podemos meter en nuestro mundo, en el que la mayoría de las imágenes son re­
en el mismo saco antes de dar comienzo a su historia.Aún no nos producciones de imágenes anteriores, cada una de las cuales
hemos encontrado con la palabra imagen misma, del latín imago, tiene su existencia, su autonomía y sus propietarios y autores
que designa la efigie, la estatua a menudo funeraria, pero también reivindican cada cual sus derechos. El carácter generativo de la
la apariencia y el sueño. Imago comparte la raíz im, cuyo origen imagen plantea a nuestras sociedades comerciantes la cuestión
se desconoce, con la palabra imítatio, emparentada sin duda a su de su propiedad. Dado que toda imagen es el doble de un mo­
vez con el griego mimesis, que designa el arte del actor, nueva­ delo, ¿quién es el propietario de qué? ¿De la imagen o del mo­
mente con un doble sentido: ya el de expresar una emoción inte­ delo representado? ¿De la imagen com,o obra del espíritu o de su
rior, profunda, inefable a través del lenguaje, ya el de reproducir soporte material? Además, el propietario del modelo puede rei­
mecánicamente un modelo, como hacen nuestros imitadores. vindicar los derechos de propiedad sobre la imagen de su bien,
¿Expresar o reproducir? Toda la cuestión está ahí. Teje la aún más si se trata de su propia persona. Dado que hoy las imá­
historia de la imagen y constituye todo su misterio.Y mucho más genes son prolíficas y se engendran con tanta facilidad unas a
allá de la cuestión de la imagen, se plantea la de saber si es posi­ otras, los tribunales están sobrecargados con asuntos de este gé­
ble expresarse sin aprender a hacerlo, es decir, sin imitar. Nada es -y esto es
tiene que ver con todo esto la magia, que proviene del nombre lo que hace que nos resulte tan fascinante- la marca de nuestra
de los sacerdotes, magos, en antiguo persa. incompletítud.

El modelo y su do ble La desemejanza

Se produce inmediatamente una primera confusión si se En ocasiones es la desemejanza con el modelo lo que ca­
define la imagen como una imitación,que nos lleva de manera na­ racteriza ciertas imágenes. Es el caso de las caricaturas, en las que
tural a ver una imagen en toda semejanza. La imagen no es la se­ la deformación de los rasgos hace el retrato todavía más parecido,
mejanza. Dos objetos idénticos no son necesariamente imagen pero ¿parecido a qué? No a las formas visuales del modelo, sino
uno del otro, aunque se asemejen; san Agustín resumió bien esta a sus rasgos morales o imaginarios, que se quieren hacer aparecer
paradoja diciendo: <<Un huevo no es la imagen de otro huevo». detrás de la máscara de la realidad. La imagen que tenemos en la
Este problema estuvo en el centro de la doctrina cristiana que en­ mente y que constituye el mundo de lo imaginario no es seme­
seña que Dios creó al hombre a su imagen y semejanza,aunque no jante a lo real. Lo saben bien los psicólogos y los cirujanos plás-
se le asemeja. • ticos, que constatan que sus pacientes tienen de sí mismos una
¿De qué naturaleza es, pues, el vínculo en el que se funda imagen totalmente distinta de la que perciben los demás. Toda
esta imagen? No podía tratarse más que de un vínculo de paren­ imagen, hasta la más realista, tiene su parte imaginaria, la que le
tesco, y no de similitud. La imagen procede, pues, de un modelo da su autor, pero también las que le son dadas por cada uno de
que la genera, sin que por ello se asemeje necesariamente a él. La sus espectadores.

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Otro caso de desemejanza es el de los iconos religiosos en la caverna, que es el mundo de las realidades donde estamos
cuya forma hierática y estereotipada es una prueba de la deseme­ encerrados. Los cristianos, a quienes este mito se ajustaba bien,
janza con el dios o el santo representado, cuya imagen debe per­ denominaban anagogía a esta imagen que nos deja entrever las
manecer a distancia. Los monoteísmos, para alejar toda pretensión realidades superiores pero que no llega jamás a ellas. Toda ima­
humana de creerse semejante a Dios, prohibieron las representa­ gen está siempre a mitad de camino entre el modelo imaginario
ciones de Dios en forma de imágenes: Él sólo puede ser desig­ y la realidad.
nado por su nombre, incluso las letras de este nombre no deben Confundir la imagen con su modelo es el principio de la
ser escritas o pronunciadas sin ciertas precauciones. hechicería. Funciona todavía cuando se quema una efigie, cuando
Por temor a que se conviertan en ídolos, las imágenes de se derriba una estatua o cuando se rompe una fotografía. Las re­
los santos deben seguir siendo iconos, es decir, objetos hechos por presentaciones en forma de amuletos o de talismanes no se basan
la mano del hombre que son más venerados que adorados, so­ necesariamente en la semejanza. No desempeñan menos el papel
portes del culto ellas mismas. Debe respetarse un alejamiento en­ de sustituto de su modelo. Sin embargo, no se puede decir que
tre la imagen y toda apariencia del modelo. La desemejanza de­ todas las formas de objetos de sustitución sean imágenes. No to­
viene una regla, que supuestamente representa lo alejado de un dos los signos son imágenes. Si se extiende más allá de la seme­
modelo irreductible que no resulta conocido más que por el co­ janza, sin por ello englobar todos los- tipos de objetos simbólicos,
razón y el espíritu. ¿dónde se detiene, pues, el dominio de las imágenes?

El acceso y el obstáculo Estar en representación

Al margen del debate religioso, la cuestión de la natura­ Nadie puede ofrecer hoy una definición de la imagen que
leza intermediaria de la imagen se plantea en todo momento. tenga autoridad. El lógico Charles S. Peirce (1839-1914) tuvo
Más vale acordarse de ello ante las imágenes de violencia, de las cierto éxito al distinguir tres categorías de signos:
que sólo podemos protegernos tomando conciencia de que so_n 1. Los iconos, objetos distintos del objeto que designan,
unas imágenes cuya realidad y cuyo papel como espectáculo son pero que tienen con él un vínculo sensible (la semejanza es el
muy diferentes de la cosa que no hacen sino representar. El espí­ principal de ellos, pero no el único); en esta categoría se en­
ritu no prevenido confunde la imagen con su modelo. Todos so­ cuentran las imágenes, las metáforas literarias, los mapas, los dia­
mos como aquella persona que se vestía por la noche para reci­ gramas, etcétera.
bir en su televisión al presentador de las noticias de las ocho. Los 2. Los índices, que tienen algo en común con lo que re­
monos y los niños tienen espontáneamente la idea de mirar de­ presentan, como los signos meteorológicos, los síntomas médi­
trás del espejo a ver dónde se esconde el modelo de la imagen. cos, las huellas de los pasos, etcétera.
Así pues, la imagen es, a la vez, acceso a una realidad ausente que 3. Los símbolos, que sólo están ligados a lo que designan
evoca simbólicamente y obstáculo a esa realidad. Doble sentido de por pura convención, como el alfabeto o los signos matemáticos.
la palabra pantalla: transparencia y opacidad. Si se compara esta tipología con nuestras nuevas realida­
El célebre mito de la caverna de Platón comporta esta des, se oscurece por todas partes. La imagen ha asumido un sen­
teoría de la imagen: el hombre sólo podría tener acceso al tido ampliado y se halla por doquier. Por lo que se refiere a los
mundo de las ideas por medio de las sombras que éste proyecta índices, es dificil excluir del mundo de las imágenes las marcas, las

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sombras y los reflejos, mientras que por lo que se refiere a los sím­ está consagrada a las cosas santas o consideradas como tales». Se
bolos no se pueden excluir las imágenes en cuanto están codifi­ ven en el espejo o, como Narciso, en el reflejo del agua, imáge­
cadas, por poco que sea: emblemas y estandartes, logos o escudos nes naturales.
de armas, ideogramas... Las fronteras de Peirce son porosas. Nuestro cerebro produce constantemente imágenes
La imagen es frecuentemente definida, en última instan­ mentales que se organizan entre ellas. Las imágenes fabricadas
cia, como una representación. La palabra es rica, pues se adapta a por el hombre no constituyen, pues, más que una pequeña parte
numerosas situaciones. Contiene la palabra presente: la representa­ del mundo de las imágenes, y sin duda nada más que el derivado
ción hace presente un objeto ausente. Ocupa su lugar. Por esto de éstas. La imagen mental, captada por el ojo y almacenada en
dice Régis Debray, en Vida y muerte de la imagen, que la imagen el cerebro, no es inmaterial. Es, según Jean-Pierre Changeux, <<un
tiene que ver primeramente con la muerte, pues lo cierto es que estado fisico creado por la entrada en actividad eléctrica y quí­
los diferentes apelativos de la imagen, ya se trate de la imago latina mica correlacionada y transitoria de una extensa población de
o del eidolon griego, han sido efigies funerarias, como lo son a neuronas», lo cual traduce la complejidad pero también la fuga­
menudo nuestras fotos familiares. Representar a los muertos es sin cidad del fenómeno, ligado a la memoria.
duda el papel más universal de las imágenes. Después de la Esta imagen mental, espontánea, que va a adquirir en el
muerte de Francisco I, se festejó durante once días al lado de su sueño una inquietante autonomía, .140 se confunde con la idea
efigie. Estatuas y estelas prolongan este recuerdo. abstracta, con el concepto, como ya demostró Descartes: «Si
Representar es hacer presente lo que no está. La palabra re­ quiero pensar en un kilógono, concibo bien en verdad que es una
presentación es un intensivo. Lo mismo puede ocupar el lugar· de figura compuesta de mil lados·... pero no puedo imaginar los mil
una ausencia que ponerla de manifiesto, como en las representa­ lados de un kilógono, como hago con un triángulo, ni, por así de­
ciones políticas, comerciales y diplomáticas. Representar tiene cirlo, considerarlos presentes con los ojos de mi espíritu». La ima­
también el sentido de representar a modo de prueba (presentar gen mental, como toda imagen, tiene su propio soporte y su
uno sus documentos), o de presentar varias veces (representación identidad.
teatral). Mostrarse en representación no significa estar ausente sino No se confunde tampoco con la imagen percibida, como
aparecer con ostentación, y en francés se dice también Jaire des re­ demuestran los sueños, las alucinaciones y las visiones. La doc­
présentations (elevar protestas). La imagen es, en este sentido, repre- trina católica, para validar las apariciones milagrosas, debe esta­
sentación. blecer una jerarquía compleja de grados de autenticidad, que va
del simple ensueño, del fantasma más o menos controlado, a éx­
tasis que parecen venir del cielo; y entonces es preciso establecer
Proyección mental además que estas visiones místicas no sean estados alucinatorios
provocados pqr emociones fuertes, trances, incluso drogas. Pue­
Resulta igualmente dificil decir de dónde toma la imagen den asumir diferentes formas, puramente visuales y fantasmales o
su origen. La Enciclopedia de Diderot define primeramente la realmente carnales, que son las verdaderas apariciones.
imagen como «la pintura natural y muy semejante que se hace de A priori, todo opone estas imágenes virtuales a las pictures,
los objetos cuando se oponen a una superficie bien pulida.Véase objetos fabricados por el hombre. Sin embargo, nunca se podrán
ESPEJO». No es más que en segunda instancia cuando «imagen separar unas de otras, ya que, antes de fijarse sobre un soporte
se dice de las representaciones artificiales que hacen los hombres, autónomo, la imagen es una proyección del espíritu que pone en
sea en pintura sea en escultura; la palabra Imagen en un sentido relación modelos memorizados.

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Entre la alucinación del narcómano y las imágenes cons­ limitaciones de su desciframiento, donde se alojan todas las con­
cientemente construidas no se puede establecer una frontera: lo venciones de la época y de la comunidad que es su lectora.
han demostrado las experiencias de los surrealistas o los dibujos Toda imagen -que encuentra sus modelos en una memo­
de Henri Michaux. Cuando Víctor Hugo, antes que ellos, culti­ ria anterior al lenguaje- es necesariamente portadora de un có­
vaba como juego el dibujo automático, cuando un pintor de la digo cuya clave sólo raras veces nos es dada.
action painting como Jackson Pollock o un calígrafo chino se
abandonan a un ejercicio a la vez espontáneo y dominado que
conduce a la producción de una imagen, el control de los gestos El cuadro o la realidad cercada
es el vector de una emoción que se traslada a la imagen. A la in­
versa, el test de Rorschach se propone restablecer unas relaciones Ciertas estampas de reproducción, en el siglo XVI, se pre­
entre el inconsciente del que mira y unas formas aleatorias. sentaban como copias de cuadros que jamás habían existido. Este
Los fosfenos son destellos que recorren el interior de esquema fue adoptado por unas alegorías religiosas en las que se
nuestros párpados cuando cerramos los ojos. Son las únicas imá­ presenta al hombre como la copia imperfecta cuyo original no
genes que se producen sin luz. Ninguna es tan imprevisible. Al­ existiría, pero que tiene como resultado hacernos creer que
gunos, sm embargo, han pretendido descifrar sus improbables existe. El modelo, en efecto, puede no,existir, y el papel de la ima­
mensaJes. gen consiste en construir a partir de infinidad de elementos de
nuestra memoria. La tarea de la imagen es registrar esas imágenes
errantes. Para ello es preciso encontrarles un lugar, un marco.
El indispensable código Al igual que el libro nació del pliego, la imagen nació del
marco. Se podría decir que todo lo que queda enmarcado se con­
Muchos psicólogos han observado la dificultad que se ex­ vierte en imagen. Experimentadlo: el marco, la página, la panta­
perimenta a la hora de fijar la reproducción de una imagen men­ lla, el objetivo, el agujero, los lentes o un par de gemelos, o más
tal. El ejercicio que consiste en dibujar de memoria un monu­ simplemente uniendo el pulgar y el índice de cada mano delante
mento conocido demuestra regularmente que no es posible de los ojos para que hagan de visor o de ocular del microscopio.
hacerlo con exactitud sin recurrir a una fotografia o al original, Más simple aún: cerrad un ojo; lo que ve el otro es ya una ima­
o por lo menos a recuerdos no visuales, como el número de co­ gen. La realidad cercada deviene imagen. Escapa a lo real por el
lumnas, por ejemplo. Pasar por una descripción verbal o. codifi­ hecho de ser seccionada y seleccionada. La imagen es un frag­
cada, conceptualizada como la del kilógono de Descartes, es in­ mento de vida arrancacfo a lo real. Se puede extender la compa­
dispensable, hasta tal punto las técnicas de la reproducción, ración al espectáculo, que no es determinado sino por la existen­
incluyendo las del dibujo, están vinculadas a códigos, a concep­ cia de un escenario, aunque sea virtual. Un círculo mágico que
tos, al lenguaje mismo, que permiten su identificación. aísla la realidad basta para que se produzca la representación.
De estos análisis se puede aprender la misma lección: que Para no seguir siendo un fantasma, la imagen debe ser en­
la imagen fabricada debe respetar un cierto número de reglas de marcada, fijada, aun de manera fugaz. La imagen mental, enton­
representación destinadas no tanto a expresarla como a hacer que ces, ya no es incontrolable: la relación se constituye en objeto.
se reconozca. A la imagen virtual del imaginario o de la imagi­ Toda la crítica de la imagen debe pasar por este objeto y por su
nación se superpone, en la producción de un dibujo o de una fo­ historia. Por ese motivo es indispensable basar la imagen en una
tografia, un estrato que se puede calificar de «técnico>> ligado a las separación de su modelo, real o imaginario, pues hay siempre, en

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cada imagen, una realidad que remite a un imaginario que, a su
vez, evoca una realidad. Leer una imagen no es simplemente des­
cribir lo que creemos ver en ella, entregándonos a interpretacio­
nes complacientes. Es remontar la corriente de los sentidos que
u De las grutas a los templos
se le han dado y deducir de ellos los que le damos nosotros. Los
riesgos de error, de manipulación, sobrevienen allí donde los
vínculos entre la imagen y su modelo (o sus modelos) no han
sido perribidos.

Cuando el día de Nochebuena de 1994 se descubrió en


La imagen es indócil. Procede siempre de un modelo, que
Ardeche, en Combe d' Are, la gruta Chauvet con sus trescientas
respeta o que inventa y que no muestra. Es tentador considerar el
pinturas paleolíticas, que representan un mundo animalista po­
mundo como la gigantesca imagen de otro mundo, como creen
blado de mamuts, rinocerontes, osos y mochuelos, la invención
los platónicos. Una teoría de la imagen acompaña a todas las fi­
de la imagen aumentó de nuevo su antigüedad en varios mile­
losofías para las cuales la vida no es sino ilusión, y el mundo, apa­
nios. En relación con Lascaúx, pasó de quince mil a treinta mil
riencia. Y en un mundo sin dioses, el de la ciencia triunfante, se
años antes de nuestra era. Pero el "Horno sapiens tiene más de
prefiere hacer caso omiso del hecho de que la imagen sigue
ciento veinte mil afios y todo hace pensar que otros descubri­
siendo un artificio que busca su modelo y lo construye de
mientos le darán una antigüedad aún mayor.
acuerdo con nuestros intereses, un compromiso entre la imagen
del mundo y la que nosotros querríamos que tuviera, y de la cual
no es más que el cebo.
Abstracciones y figurillas

Los primeros útiles son contemporáneos de Lucy, e}l Etio­


pía, y tienen tres millones de afios de antigüedad. Hay útiles de
cincuenta mil años con marcas de las que no se podría decir si
son ornamentales. Es en África del Sur donde se puede ver quizá
la decoración más antigua, de hace setenta y siete mil años, en
cinco bloques de ocre rojo encontrados en la gruta de Blombos,
cerca de Ciudad del Cabo, grabados por la mano del hombre con
una fina cuadrícula que es, en el estado actual de nuestros cono­
cimientos, la imagen más antigua del mundo. Aunque estos frag­
mentos estriados de pobres rayados no tengan nada comparable
con los suntuosos perfiles de ciervos y uros, no dejan de plantear
una de las cuestiones esenciales ligadas a la imagen: ¿precedió la
abstracción a la figuración?
Nos interrogamos acerca de las enigmáticas piedrecitas
antropoides (3,5 cm) descubiertas en los Altos del Golán y en el

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sur de Marrue cos, en estratos arqueológicos de varios cientos de cubierto en 1929 en una anfractuosidad del valle d el Vienne, d es­
miles d e años. Unas figurillas menos problemáticas se han hallado pliega desde hace más d e quince mil años su largo cortejo de ani­
en Austria, pero no quedan más que diez gramos de la Venus de males salvajes y formas femeninas, adaptándose sabiamente a los
Galgenberg, apodada «la B ailarina», de más d e treinta mil años de
menores relieves de la muralla.
antigüedad.
Las siluetas en ocre d e manos y antebrazos en negativo
Se encuentran, en los abrigos que las han conservado, a la
realizadas sobre l a roca en Fuente d el Salín, que podrían recordar
vez unas representacion es de un realismo que nos asombra y, en una especie de estadio primario d e la imagen, a un tiempo hue­
las mismas paredes , con frecuencia a l a entrada de las cuevas , sig­ lla y retrato, índice y símbolo, no deben h acern os olvidar que l as
nos geométricos: puntos , cuadrados , estrías que no suscitan las primeras imágenes fu eron grabados , b ajorrelieves y esculturas . Las
mismas emociones estéticas pero que plantean la cuestión de la imágenes europeas más antiguas , que pueden datar de hace tre in ta
representatividad d e la imagen. Estos primeros testimonios no y tres mil a dieciocho mil años aproximadame nte, son minúscu­
han llamado la atención de los expertos en Prehistoria hasta hace las mujer es d e formas ge nerosas en bajorrelieve profundo, corno
poco: la cueva de Altamira , en España , fue explorada desd e 1874, la Venus de L aussel (Dordoñ a); en alto relieve, como las estatuillas
pero los animales fantásticos d e La scaux n o s alieron d e su oscu­ de esteatita verde translúcida _de Grimaldi (Liguria), o el pequeño
ridad hasta el 12 de septiembre de 1940. Desde entonces los his ­ rostro de la Venus d e Brassernpouy (Landas), siempre seductora en
toriadores se e xtenúan buscando su significado. Estos prim eros su marfil nacarado, con su oscura mirada b ajo su fino peinado
artistas no eran de la misma natural ez a que los de hoy. ¿ Cazado­
trenzado..
res deseosos de alimento, chamanes que trataban de fij ar en la
roca sus visiones al ucinatorias del más allá, hombres preocupados
por asegurar su d escendencia ? El verbo, el espacio y el gesto
El más célebre d e estos investigadores ,André Leroi-Gour­
han, no sabía mucho más sobre ello, pero consid eraba que estas El origen de la imagen no hay que busc
a rlo en los siglos.
imágenes eran unos conjuntos coherentes, unidos por relatos fa­ Está siempre en nosotros. Una forma devie
ne imagen en cua nto
bulosos , donde la estructura d el soporte rupestre desempeña el es observada , haciendo surgir de inm edi
ato a sociaciones d e la
papel de hilo conductor, como una extensa leyenda pegada a un memoria.
mapa. Quizá los pueblos que, todavía hoy, tienen prácticas simi­ Pero estas asociaciones son innumerables
, frágiles y efím e ­
lares nos indiquen su origen. Los cazadores-recolectores de Ma­ ras. A menudo, la lengua viene a darles u
n nombre, haciendo así
lawi (antigua Ny asalandia), cuyos emplazamientos ancestrales de estable la relación. Entonces se pued e
hablar d e figura. Para L e ­
pinturas rupestres acaban de ser inscritos en la lista del Patrimo­ roi-Gourhan, los primeros dibujos pre
históricos son el signo de
nio Mundial de la Unesco, los asocian siempre a rituales y cere­ la adquisición por el hombre de una agilid
ad ma nual y de la pree­
monias ligados a la fertilidad. Los warlpiri de Australia si guen tra­ minencia que asume entonces la mira
da controlada por el gesto.
zando e n la arena , al tiempo que salmodian s us gestas fundadoras, La aparición de representaciones figu
rativas va sin duda ligada al
un os recorridos legendarios que evocan su historia configurando desarrollo del len uaje, que permite
g la figuración. Los pedagogos
sus terrenos de ca za , y que ellos denominan «sueños ». confirman que el aprendizaje de la
representación de las figuras
Los acantilados calcáreos de Roe d e Serres, que dominan va ligado al de las palabras que pe
rmiten nombrarlas: la imagen
la Charente, abrigaban hace unos veinte mil años grutas de pare­ m ental precede a la len ua , pero
g la lengua preced e a s u m ateria ­
des enteramente esculpidas , y el friso del Roe au x Sorciers , des- lización, que entonces es una esp
ecie de ideograma.

22
23
Estas primeras imágenes muestran formas abstractas de Bajo la escritura, la imagen
aspecto geométrico que ninguna palabra viene a designar. Las se­
La imagen está en tensión permanente entre estos dos po­
pulturas neolíticas con las que las primeras poblaciones sedenta­
rias marcaban su territorio están cubiertas de formas ornamenta­ los: uno puede denominarse la analogía, que se basa en la relación
les de carácter abstracto y geométrico, en ocasiones complejas y sensible con lo que representa (la semejanza es más evidente en
agitadas, como las paredes de los estrechos pasillos de Gavrinis esas relaciones); el otro es el código, todo lo que le asocia un sig­

(Morbihan), que tienen más de cinco mil años. Son signos abs­ nificado de manera más o menos arbitraria, y cuya clave es pre­

tractos, variados y repetidos hasta el infinito, que subrayan las for­ ciso tener. Si el corazón de la imagen es una analogía sensible, hay

mas de las vasijas, por mucho que vengan de lejos, de hace miles que admitir que no hay imagen sin su parte de código conven­

de años. Los churingas australianos dejan así, en plaquetas de ma­ cional, aunque no sea más que para reconocerla como una ima­
gen. Los dos modos coexisten desde la prehistoria, y la historia
dera y de piedra, bajo formas geométricas variadas, la huella mí­
de la imagen podría resumirse como un eterno combate entre el
tica de los antepasados.
La figuración, a la cual tenemos tendencia a referir la ima­ uno y el otro: índice y símbolo, abstracción y figuración, realismo
e idealismo.
gen, no es más que una forma evolucionada y particular de ella.
De una imagen extremadamepte codificada procede la es­
La producción de imágenes geométricas tal vez no se deba a un
critura. La que utilizamos nosotros; el alfabeto, ha perdido todo
deseo de comunicación de los hombres entre sí o con fuerzas su­
vestigio de sus orígenes gráficos, cuando el aleph, convertido en
periores, sino a la simple necesidad de organizarse en el espacio,
alfo, esquematizaba una cabeza de buey, de la que era fonética­
de hacerse un lugar en él. Para Wilhelm Worringer, que ve en esos
mente la inicial, representando más la palabra que la cosa, como
trazados unas formas matriciales, la relación de la imagen con el
en nuestros modernos jeroglíficos.
arte tiene su explicación en una «enorme ansiedad espiritual ante
Entre la imagen y el código, la escritura no ha operado
el espacio» que hay que ocupar y conquistar. Lejos de pretender
siempre esta distinción: los jeroglíficos que hicieron su aparición
figurar la realidad, la imagen sería, por el contrario, un medio de
tres mil años antes de nuestra era, en el momento en que el Alto
evadirse de ella. El dominio del espacio es sin duda uno de los
y el Bajo Egipto se unifican bajo �u primer faraón, son tanto ico­
motores de la imagen, como lo demuestran la importancia del es­
nos como símbolos. Unificadores también, por ser independien­
quema y el aprendizaje del diseño industrial.
tes de las lenguas habladas para consolidar mejor un imperio po­
El artista no quiere copiar la naturaleza, quiere rivalizar
líglota, los ideogramas chinos aparecieron en tiempos de los Yin,
con ella, dice André Malraux. La imagen no es tanto una repro­
en el siglo XIV a. C., y no cesaron de desarrollarse hasta el siglo
ducción del mundo exterior como una modelización del
III. Los glifos que utilizaron los mayas de los siglos II al x son to­
mundo interior. El arte llamado «decorativo», con sus motivos
davía imágenes y ya una escritura.
impulsivos que ornamentan todos los objetos primitivos, inclu­
Nuestras escrituras fonéticas, que se derivan, después de
yendo los nuestros, aun cuando sea indescriptible, no está des­
un largo viaje a través de Oriente Próximo, de los signos cunei­
provisto de significado; cada una de las formas tiene su historia
formes inaugurados en Mesopotamia hacia el año 3300 a. C.,
y su razón de ser: ordenar nuestro espacio, personalizar el objeto han
llegado a ser sin duda los más independientes de la imagen
e insertarlo en un orden común que aquélla contribuye a mo­ ana­
'. pero no vayamos
logzca,
delizar. a creer que los pictogramas, esas escritu-
ras enteramente gráficas, utilizadas en América hasta el
siglo XIX
para narrar las hazañas guerreras de las tribus indias en forma
de

24 25
histor ietas gr áficas que se despliegan en pieles de animales, o los vez signos codificados y signos analógicos, escritura alfabética y
ideogr amas de las civilizaciones or ientales, han sido reemplaza­ cifras , pero también escalas (que son una for ma de analogía), cur­
d os: pueblan nuestras calles y nuestros anuncios publicitar ios en sos de agua azules y sinuosos, cur vas de nivel, bosques verdes
for ma de logos, muestras y señales de tráfico. como los de verdad y carreter as rojas porque son nacionales y
amar illas por que son municipales. La impor tancia de las ciudades
es pro porcion al al g rosor de los puntos, postrer avatar de la a na­
El código y la analogía logía, y las ruinas señaladas por tres p untos separados, primer a
apar ición de un código.
S e ve bien la ventaja del código sobre la analogía: al ba­ Se atr ibuye al filósofo Anaximandro, en el siglo IV a. C., la
sar se en una convención, per mite a las imágenes devenir unívo­
idea de fijar en forma d e esquema g r áfi co lo que descr ibían de
cas, mientras que la analogía las deja inciertas, dependientes de las
maner a narr ativa los re latos d e los viaj eros. I nvención pr áctica
asociaciones libres de nuestro capital mental, de nuestr a histor ia de la que el GPS es heredero, pero también innovación i ntelec­
colectiva o singular. El sentido apor tado a una imagen permane ce tual de enlazar la imagen con la sola verdad del mundo, sin refe­
per petuamente abier to. El del código tiende a estar cer r ado ya rencia a nin gún más allá, a ni ngú n imaginar i o. La imagen fue una
que debe, contr ar iamente al de la imagen, ser lo más unívoco po­ herr amienta importante en esta SU§titució n de lo irreal p or lo
sible. Hemos aprendido así a reservar la palabr a «imagen» para real, de lo abstr acto por lo concreto."Los métodos de cálculo mez­
esas for mas que sugieren una analogía sensible, a oponer imagen
clan tarnbién signos analógicos (cuand o se cuenta en un ábaco) y
y escr itur a, olvidand o que una imagen es siempre una escr itura y códigos abstr actos que dieron nacimi e nto a las cifras de nomina­
que una escritur a es pr imero una imagen : algunas lenguas, por lo das <<árabes», de ori gen indio, cuyos pr imer as testimonios se ven
demás, no establecen esta diferencia. en la regió n del Indo en el siglo VI de nuestra era.
D esde hace d os siglos nuestra civilizació n ha s alido de la
«galaxia Gutenber g» de tal mod o que imágenes y escr itur as se
re par te n nuestr as pantallas, y se rozan y a me nudo se confunden Imagen real, mundo virtual
en ellas, en l os domini os genér icos de la televisió n o e n los smi­

leys («car itas») de los teléfonos, como lo hacían en las paredes pa­ El mundo chino inventó también sus ci encias, pero er an
leolíticas. Mir ad vuestro car né de identidad: lleva consigo todos más empíricas , ya que procedían por analogías, al igual que sus ca­
los regímenes de la imagen : escr itur as alfabéticas y numéricas, racteres , sur gidos no de las necesidades del comercio o de las le­
fir ma manuscr ita, fotografía, tampón húmedo y tampó n seco en yes, sino de los signos adivinatorios que se obtenían quemando
relieve, filigra na e inclus o esa imagen «indicia!», prueba última
caparazones de tor tugas o huesos y luego inter pretados por un
d el vínculo con su modelo, la huella dactilar, reemplazada ahora clero que se atribuía el poder de hacer lo, como lo fueron, en mu­
por la huella biométr ica, nueva analogía por la gener ación y n o chas civilizaci ones , los signos celes tes, el vu elo de las aves migr a­
por la semejanza, como lo er a la imagen del hombre en relación torias o las entrañas de los ani males sacr ificados, imágenes pre­
con D ios.
monitorias, mensajes d el más allá que se intenta captar .
La civilización gr iega, al mismo tiempo que asumía una Se entiende que la imagen extrae su fuerza de convicción
primera ruptur a entre imagen visual y alfabeto fonético, inven­ de un vínculo que parece natural, fundado desde tiempo inme­
taba otro objeto híbr ido en el que la analogía y el código se com­ morial, con un modelo que puede ser imagin ar io y no ser más
plementan: el mapa geogr áfi co. En un mapa se encuentran a la que el fruto de un d eseo. La imagen atestigua, ya sólo por su

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27
relación formal, la veracidad del mensaje y la existencia de un más res del teatro antiguo, con expresiones estereotipadas, o como las
allá esperado. Este vínculo que parece no premeditado, no calcu­ que invocan a los seres sobrenaturales, benéficos o maléficos, en
lado, aparece ya como un prodigio. Un clero se apodera de él y la mayoría de las ceremonias mitológicas del mundo, máscaras
se constituye en su intérprete, con frecuencia se convierte en su profilácticas que ocultan al que las lleva, lo protegen de los espí­
artesano y se atribuye el poder de darle un sentido. En el antiguo ritus que encarnan, sino la imagen del hombre mismo, en esa
Egipto, la imagen, divinizada, habla aún en primera persona: «Yo época de la historia en la que los dioses se dispersaban y se alia­
soy la señora Napir Asu, esposa de Utashi Gal... Que aquel que ban con el poder laico.
se apodere de mi imagen, que aquel que borre mi nombre, sea El helenista Jean-Pierre Vernant se interroga acerca de las
maldito, sea sin nombre, sin progenie». razones por las que los griegos, saliendo del modelo simbólico o
En Grecia, en el siglo VI a. C., las ánforas de figuras negras abstracto, han conferido un valor canónico a la representación
también hablan, pero en nombre de su autor. Podemos leer «Só­ realista del cuerpo humano. Para él, «los ídolos antropomorfos ar­
filos me pintó» o <<Amasis me hizo». Un siglo después, el retrato caicos no son imágenes, en el sentido en que no nos ofrecen el
se identifica con su propietario por la semejanza con su persona, retrato de un dios». Al sustituir a las· figuras simbólicas o abstrac­
o al menos con su tipo social. La imagen confiesa su origen hu­ tas de las representaciones divinas pór la forma del cuerpo hu­
mano: su modelo tiene un nombre, su autor también. A media­ mano, idealizado en su perfección 1patemática, la imagen opera
dos del siglo IV a. C., Praxíteles pone su nombre en el pedestal de un cambio decisivo que diviniza no al hombre sino su aparien­
sus estatuas. oa, asimilada a la del dios por lo que se denomina la mímesis.
Entre las figuras antropoides de las estatuas-menhir o las
estelas que se encuentran casi por doquier, desde las costas de
Eccehomo Bretaña hasta las estepas de Siberia, y las estatuas personificadas de
los kafires, esas espantosas figuras tutelares que se colocaban en las
Se trata, pues, de ensalzar al hombre más que a los dioses, tumbas, toscamente talladas, aun hace poco, en los bosques de los
en una sociedad que, quizá por primera vez, quiere ser racional y altos valles de N uristán, en la frontera entre Pakistán y Afganis­
laica. El mundo antiguo cultivó el retrato realista hasta el vértigo tán, y hasta los expresivos rostros del arte de Gandhara, los hom­
ilusionista en tres dimensiones. La cumbre de ello se alcanzará en bres han disputado a los dioses los poderes de la imagen. Entre las
los bustos de la República romana, en los siglos II y I a. C., o en formas apenas esbozadas, que dejan todo su misterio a las prime­
las efigies de cera con las que se compartía la comida fúnebre y ras divinidades de Grecia, y las formas enteramente habitadas por
que reemplazaba al difunto, en espera de que su cuerpo se des­ el cuerpo humano de la estatuaria griega clásica, la imagen de los
c01npus1era. hombres ha salido de las de los dioses como una crisálida de su
Más tarde en Egipto, en Fayum, Antínoe y otros lugares a capullo.
orillas del Nilo, existía la costumbre de adornar las tumbas con el En la Antigüedad grecorromana, en las villas de Stabias,
retrato del difunto, no con un busto de mármol frío o un cuerpo como posteriormente en el islam, en los palacios de Bagdad, y en
rígido pintado en un sarcófago, sino con pinturas sobre tabla que la India, en los frescos de Ajanta, las imágenes profanas rivalizaron
la encáustica hacía brillantes, o con un rostro de escayola pintada en prestigio con las de culto. En Galia, las imágenes religiosas no
en el que unos trozos de vidrio colocados en los ojos los hacían excluían las imágenes guerreras o mercantiles, desde los objetos
centellear con inquietantes destellos. No es ya una máscara, como funerarios que amueblan las tumbas de los primeros jefes guerre­
la que se denominaba persona en Roma y que llevaban los acto- ros de la Edad del Hierro, entre el año 700 y el 800 a. C., hasta los

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esentan las «La­
cuarenta paneles de mosaicos preciosos -que repr
r en el Musée des Antiqui
­
bores del campo» y se pueden admira
tés Nationales- que ado
r naban, en el siglo III de nuestr a era, la ­
re

omain-en-Gal, cerca
sidencia de un rico propietario de Saint-R III De los ídolos a los iconos
de Vienne.
adicalmente, du-
La llegada de los monoteísmos cambió r
esta concepción ya profan
a de la ima­
r ante más de un milenio,
fiscaron en su prove­
gen . L os partidarios de un Dios único con
s hombres,
es de éste, antes de que lo
cho l os poderes mediador Las antiguas relig iones politeístas son p ródigas en imáge­
de ellos, insp iránd ose en
poco a poco, se apoderaran nuevamente nes. De ello son testimonio los panteones egip cios, indios O grie­
ráfico. Para
inven tar an un culto fotog
el h umanismo gr iego, y se gos . Cada dios tenía la suya y las de sus leyendas . É sta es la razón
la apar iencia, el rea­
nosotros, que heredamos esta creencia en por la que la teoría de Platón resulta tan crucial: al hacer de la
d e la imagen.
lismo ha seguido siendo la piedra de toque imagen una crítica radical, al redu cirla a una simple apariencia, a
del hombre han
De la tradición de la imagen como imagen una somb ra, a un no ser, como él dice, confiere a la imagen una
or igen gr iego, como la de
D ibutades.
nacido las leyendas de su existencia autónoma y al mismo tienip o la desp oja de su cuer po
arcilla, en bajor relieve,
Este artesano alfarero habría modelado en imaginario, el del modelo al que pretende sustituir. Es imposible
el rostro de un joven cuya
prometida, la hija del alfarero, quiere
asimilarla asu modelo, creer que es su agente fiel.
rta para la guer r a. En
guardarlo como recuerdo antes de que pa Pero ¿ en qué se convierten los dioses sin imagen? Seres
el Viejo, que cuenta la histo
r ia, se li­
una pr imer a ver sión, Plinio abstractos que no conocemos más que de oídas y con los que no
ed sobre la que se pro-
mita a trazar el perfil del héroe en una par nos comunicamos más que a través de una fusión mística. L os
yecta su sombra. monoteísm os se introdujeron gustosamente en el esquema desen­
ista es el de
El otro mito fundador de la imagen ilusion gañado de Platón, instituyendo un Dios único del c ual ninguna
ejo en el agua y tiene
Narciso, que confunde su cuerpo y su refl representación podría dar cuenta, no tanto porque es único como
dio del es ­
os, como el niño en el esta
dificultades para distinguirl porque es total, universal, omnipotente, y p orque no conoce ni
entorno contiguo del
pejo, después de unos meses sumido en un tiempo n i espacio. El Dio s único, con10 dice la B iblia, es un dios
imag en de las pot en­
que trata de separarse. Con estos mitos, la ·
celoso: teme a las imágenes. A la,s ima'genes de 1o s d1. oses nvaIes
natur ales y
sferida a uno s fenómenos
cias sob renatu rales es tran que no pueden ser más que falsos dioses, ídolos, que sólo la ima�
y el espejo, prototipos
entra en el dominio humano. La sombra gen hace existir, pero teme también a su propia imagen, que le
ue p rototipos de la semejan
za, al igual
de la imagen, no so n más q ha�e descender a la categoría de las particularidades del mundo.
s ondas del modelo y
que la fo tografia, emanación directa de la La era de los monot eísmos se inició también con la ima­
errestre.
prolongación ilusoria de nuest ro cuerpo t gen d e un largo contencioso, la «puesta � n examen » de una ima­
gen condenada a ser eter namente sospechosa. La B iblia es clara al
respecto : «No harás imagen ni ninguna semejan za de lo que está
arri�a en el cielo, ni abajo en la tier ra, ni en las aguas debajo de
la tierra. N o te inclinarás ante ellas, ni las honrarás, porque yo,
,
. s, soy un Dios celoso ...» (Ex
Y:ah ve' , tu D10 odo 20, 4-5). Moisés

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30
recibe estas instrucciones de Dios hacia el año 1250 a. C., pero el del poder imperial y la regencia de la emperatriz Irene dieron a
texto no fue fijado hasta pasados largos siglos, en el transcurso de la Iglesia ocasión de volver a tomar las riendas en sus manos y
los cuales esta sentencia no dejó de suscitar debate. autorizar de nuevo las imágenes sagradas, pero no su culto, en el
Concilio de Nicea en el año 787. El interdicto de la imagen, aun­
que no tenga una base tan clara en el Corán, parece haberse im­
Iconoclastas contra iconódulos puesto en el islam, acaso escarmentado por el desastroso ejemplo
de su enemigo bizantino.
Todo el mundo coincidía en la prohibición de la idolatría, En el mundo cristiano la cuestión se planteó de una ma­
pero había división en cuanto al papel que la imagen podía tener, nera mucho más sofisticada en términos teológicos, pues la en­
según su grado de representatividad. La sombra de la caverna pla­ carnación de Dios en el cuerpo de su hijo Jesús hacía legítima
neaba todavía como amenazando insinuarse a modo de agente de toda figuración de Dios bajo la forma humana de Cristo. La cruz,
un modelo solapado. Los clérigos se hallaban ante la alternativa símbolo transparente pero aún abstracto, pudo entonces cargarse
de prohibir toda imagen figurativa o asegurarse su monopolio. El con la imagen del crucificado, para convertirse en esos crucifijos
islam preconizó la primera solución, el cristianismo más bien la cuyo realismo iban a inspirar, con el paso de los siglos, imágenes
segunda. Ésta permitía una mayor flexibilidad en un mundo cul­ cada vez más sangrientas.
turalmente muy diverso, pero era también más arriesgada y se El cristianismo se. complicó "asimismo con el culto de la
topó con la inesperada concurrencia del poder político. Trinidad, después con el de la Virgen, que se rendía a la imagen
El emperador bizantino Justiniano II, hacia el año 690, de­ con tanta inocencia que no se podía privar a los fieles de él. Los
cidió acuñar monedas con la imagen de Cristo triunfante. Esta cristianos honraban, a imagen de los antiguos politeísmos y a di­
decisión pudo ser interpretada como una réplica del Imperio ferencia del islam, a una multitud de santos y de santas que com­
cristiano al islam, en plena conquista. Más prudentes, los musul­ ponían en la decoración de las iglesias y en los objetos de la vida
manes no hiciero n uso en su moneda de ninguna forma figura­ cotidiana, en forma de estatuillas o de pinturas, un nuevo pan­
tiva. Tal vez quisieran evitar así los autonomismos o los particu­ teón. En el Imperio de Occidente, en la corte de Carlomagno, la
larismos locales para los cuales una identificación a través de la controversia no fue menos intensa que en Bizancio, pero se llegó
moneda hubiera sido el más seguro de los vehículos y de los in­ a unos compromisos con mayor facilidad, pues el objeto de la
centivos. La Iglesia bizantina se aprovechó del poder a la vez sim­ querella no encubría sin duda los mismos envites de poder, como
bólico y económico que traducía el Cristo en majestad de las lo demostró, en el año 800, la consagración de Carlomagno, que
monedas de oro. Atribuyó a la Virgen, por un milagro, la victoria selló la alianza entre la Iglesia romana y el emperador de Francia.
que los ejércitos de León III habían obtenido sobre los árabes El icono podía ser venerado sin perjuicio para la adoración, que
ante las murallas de Constantinopla en el año 717. Se declaró en­ se reservaba a su santo modelo. Así lo juzgaro n los «libros caro li­
tonces la guerra de las imágenes entre el emperador, celoso a su nos>>, redactados entre los años 791 y 794. Ello no impide que las
vez, y una parte de su Iglesia. En el año 726, León III mandó des­ desviaciones fueran inevitables y que no se pudiera evitar que al­
colgar el gran icono de Cristo que dominaba sobre la puerta de gunos iconos vertieran auténticas lágrimas o sangre.
su palacio. La antigua pro hibición bíblica venía a pro pósito para
justificar su posición y la de los iconoclastas, partidarios del po­
der imperial, que se oponían violentamente a los iconódulos (los
que adoran a los iconos), tratados como herejes. El debilitamiento

32 33
La Iglesia como representación rada contra el cielo, lo que desencadenó los anatemas de Lutero
en el año 1517.
Se reconocía a la imagen una virtud educativa (es la escri­ No debemos creer que estamos prevenidos contra estas
tura de los iletrados), más a través de los sentimientos que inspira prácticas mágicas de la imagen. La misa televisada no es válida
que de las verdades que esconde, así como una virtud ornamen­ para los fieles impedidos a menos que sea transmitida en directo.
tal, un acompañamiento indispensable de la liturgia. Una dimen� Se trata de respetar la asamblea virtual que constituye la Iglesia,
sión, que más tarde sería calificada de estética, pudo entonces des;. verdadero cuerpo de Cristo. Pero los profanos no conceden me­
prenderse de esta imagen sacralizada. Los filósofos cristianos de nos valor a la transmisión en directo de un reportaje o de un par­
mediados del siglo XIII, san Buenaventura y después santo Tomás tido de fútbol cuando el «directo» no se realiza en la televisión
de Aquino, esbozaron sus perfiles. sino a costa de múltiples rodeos. Las imágenes que acompañan a
Paralelamente, la tentación de la imagen como manifesta­ las informaciones cotidianas, en nuestros periódicos y en nuestras
ción de la divinidad no cesa de renacer, por ejemplo, con el culto pantallas, no tienen en su mayor parte ningún valor documental,
al rostro de Cristo, del que el lienzo de la Verónica (la vera ícon) sino un poder real de testimonio de una verdad que se desea es­
habría recibido la huella casi fotográfica. La religión cristiana vi­ tablecer y de acreditación de quien la transmite. Las fotografias de
vió y vive todavía a costa de la imagen, que representa para ella famosos han reemplazado a los icono2 , aún vivos en el culto que
un permanente peligro de desviaciones. No se previene de este se rinde a los dictadores. El interdicto del islam no impide a los
peligro más que por la forma irreprochablemente pura y abstracta fieles enarbolar los retratos de sus jefes religiosos ni el de la Biblia
de la hostia (¿índice, símbolo o icono?), resolviendo así el dilema dispensar al Papa una política intensiva de mediatización. Al desa­
entre la naturaleza inmaterial de Dios y el culto a su imagen. cralizar la imagen, Platón, en el fondo, no hace más que proteger
Todos los reformadores del cristianismo atacaron sus deri­ a sus dioses. Y nosotros, a los nuestros.
vas idólatras. «Eucaristía: véase Antropofagia», dice, por todo co­
mentario, la Enciclopedia de Diderot. La controversia se reanudó
en el siglo XII, cuando se afirma el poder feudal y apunta una Las imágenes no caen del cielo
economía humanista. San Bernardo, para devolver a la Iglesia su
pureza original y su credibilidad espiritual, pide que los templos Comprender las imágenes no es descifrarlas como jeroglí­
sean liberados de todas esas representaciones a veces monstruosas, ficos; es, en primer lugar, reconocer que se trata de un artificio y
mientras que su adversario, Suger, el obispo de Saint-Denis, aboga que ninguna imagen ha caído jamás del cielo. Es comprender lo
por las imágenes: esculturas monumentales, vidrieras tornasola­ que se esconde en la imagen, a través de lo que muestra. Los je­
das, lujosas iluminaciones, otras tantas bellezas de las que alaba fes, los dirigentes, los famosos carismáticos, como los dioses, res­
unos méritos que se pueden calificar de artísticos. ponden a la imagen que de ellos espera su público. Se fabrican
Luego, desde Savonarola hasta Erasmo, desde Wycliff hasta una imagen encantadora. Es a nuestras aspiraciones o a nuestros
Calvino, el exceso de imágenes, que entraña una creencia abusiva sueños a los que les pedimos que se parezcan. Encarnan una co­
en sus poderes sobrenaturales, fue combatido con más o menos munidad que no se ve, pero que se busca formándose una imagen
violencia. Calvino se pregunta: «¿De dónde viene el principio de colectiva, lo mismo que las sociedades se inventan una imagen de
majestad de todos los ídolos si no es del placer y apetito de los marca, las naciones una bandera y los clanes un emblema.
hombres?». Es un asunto de imagen fiduciaria, aquellas famosas ¿ Quién será responsable de esta imagen de un modelo co­
«indulgencias» que el Papa hacía imprimir como una moneda gi- lectivo inexistente? El poder está en aquel que tenga su dominio:

34 35
el clero de una religión, el dictador al que se rinde culto, la marca
que por su parte obedecen a las expectativas de un público. En
que hará vender. Son cuerpos gloriosos, es decir, inmateriales. Sus
relación con los artesanos de lo sacro resulta anacrónico hablar de
imágenes .pueden tornarse peligrosas, manipularnos, pero el peli­
artistas. El único artista es Dios. Solamente él está facultado para
gro no está en nuestro deseo o en nuestra necesidad de imágenes:
erear. Por eso todas las religiones abusan de las imágenes tanto
nos son indispensables para vivir en sociedad, para materializar la
como desconfian de ellas.
comunidad y para conocernos a nosotros mismos. El verdadero
peligro es que no queramos saber que no son más que imágenes.
La angustiosa cuestión de la violencia de las imágenes se
Dioses, hombres e imágenes
resuelve, entonces, como el miedo a los fantasmas. Sólo quienes
creen en los fantasmas tienen miedo a sus imágenes. Sí, la imagen
En los monasterios grecoafganos de Hadda, al este de Ka­
da miedo, ejerce un efecto temible, incontrolable, sobre nuestros
bul, se descubrieron en el año 1927 multitud de retratos esculpi­
espíritus e incluso sobre nuestros organismos, pero la imagen por­
dos en estuco en los que se identifican, junto a rostros de demo­
nográfica es antes que nada una grafia y el retrato de un asesino
nios y de ascetas, retratos verídicos de toda suerte de personas,
es antes que nada un retrato. También es preciso desmitificar las
bárbaros, asiáticos, sin duda peregrinos o donantes. Como en los
imágenes, quitarles el poder hechicero que se les atribuye, cono­
marfiles de Bagram, que datan de la ;flÍsma época (siglos I-III), el
cer su origen y desvelar a sus autores, que con frecuencia se des­
hombre trata de rivalizar con los . dioses, al menos en apariencia.
conocen ellos mismos.
La región conservaba el recuerdo de la expedición de Alejandro.
Este peligro de confusión es la razón de las prohibiciones
La imagen tiene, al igual que la escritura, diversas historias.
0 de las reglas que, desde hace mucho tiempo, tratan de atajar el
Buda también había prohibido que se reprodujera su imagen. Sus
ilusionismo de las apariencias. El estilo hierático de los iconos bi­
primeras figuras datan sólo del siglo I de nuestra era y aparecen
zantinos y el recurso a los símbolos no son fruto de la incompe­
en el imperio de los nómadas kushana, que recorrían estas regio­
tencia, ni de una falta de respeto por la realidad. Las figuras sim­
nes. En el año 127, el rey Kaniska hizo acuñar monedas de oro
bólicas sirven para disimular el modelo bajo su representación,
con la efigie de Buda. Durante los cinco primeros siglos de nues­
para alejarlo, es decir, para protegerlo.
tra era, la filosofia griega se encontró allí con la sabiduría del bu­
En la India, con1-o en Bizancio, las formas y la iconografía
dismo; nos quedamos estupefactos ante confluencias tan singula­
de las escenas de una inmensa mitología deben obedecer a unas
res como la de Gandhara (actual Peshawar), en los confines de la
reglas imperiosas que las diferencian de la realidad trivial. El arte India del norte, Pakistán y Afganistán, ruta obligada de las carava­
indio es un sabio equilibrio entre la sensualidad de las formas y nas. La contenida emoción de las figuras orientales está impreg­
su inmutable canonización. En las religiones orientales, contra­ nada de la sensualidad de las esculturas realistas de Grecia, con­
riamente a los dogmas de la estética occidental moderna, la re­ fundiendo sus rostros.
presentación de la naturaleza es respetada pero toda creación del ¿Cómo llegó el movimiento monoteísta a atajar la evo­
natural está prohibida. El artesano debe asumir su humildad so­ lución, que parecía irresistible, de una imagen a escala humana
metiéndose a un modelo convenido. La producción de imágenes que los griegos y los romanos habían llevado muy lejos? La ci­
sacras, y muchas veces también de escrituras, corresponde a un vilización griega había conocido también, a finales del tercer
rito. Respeta un ceremonial y unas formas estereotipadas. No es milenio, en las Cícladas, un género de imagen sacra casi abs­
el artesano el que decide, sino el clero, al igual que hoy el artista, tracto, con rostros enigmáticos que emergen apenas de unas pu­
si quiere vivir de su arte, debe responder a las reglas del mercado, lidas superficies de mármol blanco, casi tan depurado como

36
37
hostias o similares a las máscaras esquimales que se diría parecen siglos después con cuatrocientas láminas, como lo fue, en el siglo
fundidas en la nieve. IX, el Theriaka y alexipharmaka (Tratado de los venenos) de Ni­
En la civilización mercantil y urbanizada de la Grecia clá­ candro de Colofón.
sica, los múltiples dioses, semidioses y otros héroes empezaron a Hay excepciones, rarezas: hasta después del año mil, en
parecerse cada vez más a los hombres y mujeres de carne y hueso. Occidente, la imagen no conoció sino el mundo celestial, repre­
En la competición entre Dios y su imagen, que se entabló en­ sentado ya por figuras de santos, ya por letras en majestad de ver­
tonces en los monoteísmos orientales, Dios salió vencedor. En sículos de evangelios o visiones extáticas de un paraíso formal,
Grecia fue la imagen, en detrimento de los dioses. Aquí, la ima­ como componían los monjes irlandeses en pergaminos de oro o
gen no era ya más que el reflejo de las cosas terrenales, del cuerpo de púr pura. El Libro de Kells, una recopilación de trescientas cua­
humano en primer lugar, de todo lo que se puede ver y que las renta páginas ornadas con letras de trazos fantásticos y com­
matemáticas pueden medir. De estas visiones empíricas del puesta poco después del año 800, y cuyos cuatro volúmenes, que
mundo, de esta concepción de la imagen sih otro referente que la contienen los evangelios y diversos tex:,tos canónicos, se conser­
naturaleza, todo cayó en el olvido en el Occidente cristiano du­ van en el Trínity College de Dublín, en el siglo XVII se creyó
rante mil años. vestigio de una lengua desconocida, una «escritura de los ánge­
les», como se dijo.
No parece que el prototipo de nuestras enciclopedias, las
La excepción científica Etimologías de san Isidoro, obispo de Sevilla (ca. 560-636), estu­
viera ilustrado. Hicieron falta la aportación de los árabes (a la vez
El islam, más tolerante por lo que respecta a las ciencias y, la tradición de Aristóteles y la fabricación del papel) y la curio­
paradójicamente, por lo que respecta a las imágenes de las que la sidad por las ciencias naturales para incitar a los clérigos a intro­
religión había decidido prescindir, se acordaba de Aristóteles y del ducir en sus sabios tratados imágenes que no fueran ya simples
papel de testimonio y experiencia que podía desempeñar la ima­ traducciones simbólicas de los textos sagrados. Habiéndose per­
gen profana. Los palacios de Damasco y de Bagdad estaban cu­ dido el Hortus deliciarum de la abadesa Hérade de Landsberg, el
biertos de frescos y de mosaicos con imágenes refrescantes, y los ejemplo más antiguo es quizás el Líber floridus, compuesto hacia
tratados eruditos de astronomía o de medicina estaban ilustrados 1120 por el canónigo Lambert, de la abadía de Saint-Omer, que
con ellas. mezcla simbolismo cristiano y observaciones naturales. Pero la
Las primeras imágenes científicas son tan antiguas como la ilustración documental, en el sentido moderno del término, no ha­
escritura: en tablillas sumerias del tercer milenio encontramos lló autores e ilustradores hasta el éxito de recopilaciones como
planos de arquitectura y esquemas cuyo simbolismo no está De propríetatibus rerum, obra de un monje franciscano, Bartolo­
nunca alejado de la escritura. Un diagrama dibujado en un papiro meo el Inglés, a mediados del siglo XIII, que Carlos V de Francia
griego del siglo II a. C., conservado en el Louvre, representa a hizo traducir e ilustrar en 1372 con el título de Le Livre des pro­
Orión y el Sol. Se ve una figura geométrica trazada en un papiro priétés des choses.
del siglo I a. C. que se conserva en la Biblioteca Nacional de
Viena, pero estas imágenes matemáticas existirían seguramente Totalmente distinta es la concepción china de la imagen
mucho antes, en los talleres de los arquitectos, los laboratorios de documental, que no se ha liberado nunca de la escritura. Uno de
los médicos y los observatorios de los astrónomos. El tratado de los pilares de su filosofia, el I Chíng o Libro de las mutaciones, de
Dioscórides, médico del siglo I de nuestra era, fue ilustrado cinco tres mil años de antigüedad, presenta sesenta y cuatro hexagramas

38 39
que no son, para nosotros, ni imágenes ni letras, sino signos ori­
ginar iamente adivinator ios cuya infinita combinatoria da cuenta
de todo lo que puede acontecer en el universo. El trazo ocupa
aquí el lugar cent ral y permite, en todas sus configuraciones, ex­ IV De las reliquias a los cuadros
presar el conjunto de los fenómenos.
La pintura de Extremo O riente confiere a la línea y a su
instrumento, el pincel, tal valor de signo, hecho por la mano del
hombre, que la imagen no conoce allí la misma cr isis, el problema
existencial que tenía que resolver Platón y que las religiones mo­
Durante milenios la imagen siguió siendo, antes que nada,
noteístas nunca han superado verdaderamente. En este mundo
un objeto ligado al culto. Sustituto de una ausencia, representaba
letrado de la imagen, la nobleza de la copia y el respeto a las reglas
a los antepasados y a las divinidades. ¿<=:ómo pasó la imagen, par­
son esenciales, sensibilidad y saber no se oponen, la calig rafia es
tiendo de un uso ritual, a las representaciones profanas? ¿Cómo
testimonio de esta alianza; el mundo de las cosas es el mismo que
hizo deslizar sus referencias sobrenaturales hacia otros valores
el de las ideas, y la imagen no es temible, puesto que obedece al
quizá también sag rados? Éste proc;¡eso fue largo y tomó varias
dominio del gesto y se inserta en el orden del universo.
vías; el cambio de contenido de las-·imágenes es el índice más evi­
dente de ello; la imagen de los hombres reemplaza a las de los
dioses. En consecuencia, el- productor de una imagen cambia
también de estatus: ya no es un simple escr iba que posee una
pluma inspirada; se convierte en autor.
En Bizancio, los adoradores de la imagen creían que algu­
nas eran acheiropoietos (no hechas por la mano del hombre, es de­
cir, caídas del cielo). El reconocimiento de la imagen como fruto
deliberado de una actividad humana, reconocido en la Antigüedad
griega, no impide ver en ella un signo natural o transcendente,
pero su autor adquiere ahora una dimensión visionaria que hará
nacer, en el siglo XVI, el personaje del artista, hombre creador.
Simultáneamente, una nueva economía responde a las
nuevas condiciones del comercio. Ya de la Venus de Gnido, en
Roma, se habían hecho trescientas copias. En la Edad Medía se
crea una industria de estatuillas p r ivadas, de marfil O alabastro. La
estatuar ia ya no es únicamente monumental. Se añade una de­
coración a los objetos cotidianos, tanto en O r iente como en
Occidente. La imagen ya no es un bien colectivo: se deja poseer
por propietar ios privados. La imagen abandona el templo y se
deja adorar en lugares no consagrados, palacios o museos. La
imagen, en fin, se deja reproducir a su vez en infinidad de copias,

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imágenes de imágenes, que ganan en público lo que pierden en aparición del realismo, según abandonan la manera hierática de
majestad. antinos por una representación que se propone, con
los ic onos biz
el modelo, la luz, la flexibilidad de los drapeados y la expresión de
los rostros, estar cada vez más próxima a la apariencia del modelo
Deslizamientos progresivos hacia el realismo vivo.
San Francisco de Asís, muerto en 1226 y canonizado dos
El hombre siempre ha estado presente en la imagen, pero, años después, ofrecía por primera vez el ejemplo de un santo
según parece, a título de sus relaciones con el más allá. Las esce­ cuyo rostro podía conocerse; hay que preguntarse hasta qué
nas de la vida cotidiana, triviales como las que se habían podido punto sus retratos multiplicados eran ya retratos o todavía iconos.
ver en los frescos de Pompeya y Herculano, los personajes satíri­ El haber recibido los estigmas hacía de él un segundo Cristo; no
cos, incluso caricaturescos, de las máscaras de las comedias roma­ es irrelevante observar que es poco antes, en 1215, cuando se con­
nas, no reaparecieron en los márgenes de los manuscritos o en lu­ vierte en dogma la presencia real de Cristo en la hostia, incorpo­
gares discretos de las iglesias, bajo las dovelas de los pórticos o las rando a Dios a su imagen. Las prácticas de las órdenes mendican­
misericordias de las sillerías de los coros, hasta mil años después tes, en una Italia comerciante y urbana, merced a los encargos
de Cristo. Hizo falta el advenimiento de las sociedades comer­ recibidos de ricas congregaciones lai�.s cubrieron las iglesias de
ciantes, en las que los príncipes y señores separaban su poder del imágenes organizadas en polípticos, gradualmente autónomos,
poder del clero, para ver aparecer iconos laicos. El rey, en primer luego móviles y después por fin privativos, en un movimiento de
lugar, figura en ellos no ya como representante de la divinidad, apropiación a la vez sentimentál y económico del culto.
como habían sido los faraones o los emperadores bizantinos, o
como la leyenda había transformado al gran Alejandro o a Carlo­
magno, sino como un ser humano, dotado de un cuerpo real y El primer cuadro
de un rostro imperfecto.
La etapa principal para que la imagen llegara a tener un El retrato de Juan II el .Bueno sería la primera efigie de un
carácter autónomo y laico fue la invención del cuadro. La utili­ soberano, lisa y llanamente pintado con sus propios rasgos, como
zación de tablas de madera era conocida por los romanos, los cualquiera de hoy, si bien de perfil, es decir, un tanto desencar­
griegos e incluso los egipcios, pero sus testimonios desaparecie­ nado, y ante un fondo de oro. Esta imagen marca el comienzo de
ron para reaparecer en el mundo cristiano en el siglo XII. La ima­ los tiempos modernos. Data de poco antes de 1350 y, más que su
gen sobre tabla de madera, efigie de los muertos antiguos, se con­ tema, resulta sorprendente su forma: es un cuadro aislado. For­
virtió en un sustituto de las reliquias en el mundo cristiano y maba parte de la documentación que Roger de Gaignieres había
adornaba los altares con imágenes de la vida de los santos o de la recopilado en tiempos de Luis XIV para la descripción del reino
Virgen. y que reunía álbumes de dibujos y manuscritos. Este cuadro llegó,
Los primeros pintores de la edad de oro de la Toscana del pues, a la Biblioteca Nacional como un documento y no fue de­
siglo XIII, cuna de la economía moderna, Duccio en Siena o positado en el Louvre hasta que los cuadros llegaron a ser patri­
Giotto y su maestro Cimabue en Florencia, fueron primeramente monio de los museos.
mosaístas y fresquistas, y sus cuadros, en ocasiones esmaltados so­ Desde aquella época la pintura de caballete se ha consti­
bre fondo de oro, seguían siendo objetos litúrgicos emparentados tuido hasta tal punto en la forma arquetípica de la obra de arte
con las orfebrerías y los paños de oro. Asistimos aquí a la lenta que se han olvidado las circunstancias de su origen y cómo se

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separó de las imágenes colectivas que eran los relicarios, las vi­ que ya no tenían nada de religiosas. Ciclos de imágenes tan ex­
drieras, los tapices y los frescos. Para instituir la imagen como ob­ tensos y complejos como los cincuenta Tapices del Apocalipsis, te­
jeto de arte era necesario que se pro dujera un distanciamiento jidos en los años en torno a 1380 y destinados a ser exhibidos en
respecto de la religión y que el hombre se apro piase del poder las ceremonias más fastuosas, alcanzaban los límites de una ima­
simbólico de ésta. Es posible que esta transferencia de poderes tu­ gen monumental y móvil.
viera lugar con ocasión de la crisis de la Iglesia católica que cons­ Ya tenemos la imagen convertida en objeto de arte, apar­
tituyó el papado de Aviñón: se sabe que Juan el Bueno se reunió tada de todo fin utilitario o decorativo, de toda arquitectura, del
allí con el papa Clemente VI y que le ofreció una tabla pintada libro mismo. Ya tenemos el objeto que reclamaban la burguesía
en forma de díptico, es decir, en una forma todavía ceremonial, enriquecida por el comercio euro peo, un clero más preocupado
ya que los polípticos estaban aún vinculados al altar, mientras que por el lujo que por la oración, una aristocracia que quiere dife­
un cuadro de caballete pro fano, como el retrato de Juan el Bueno, renciar su poder del de la Iglesia. Los grandes personajes, laicos o
obtenía su independencia y perdía su función litúrgica. religiosos, habían adquirido la costumb:re de hacerse retratar de
Resulta significativo observar que Juan el Bueno fue el rodillas en la parte baja de las iluminaciones o de los cuadros cu­
primero de los soberanos franceses que firmó sus actas de manera yos donantes eran.
autógrafa. En la estatuaria se constata una evolución paralela, en Con el cuadro de dimension,�s modestas, simple tabla de
las figuras yacentes, tratadas a partir de fines de la Edad Media sin madera autónoma, sólida, transportable e incluso negociable, la
idealización alguna, como la de Duguesclin (muerto en 1380), que imagen ha cambiado de manos. Ha cambiado del poder espiritual
representa hasta las desventuras de su cuerpo. Su estatua yacente, al poder temporal. Su primer ·modelo es el retrato del príncipe,
en Saint-Denis, presenta sus armas, dice la crónica, «para mostrar surgido primero directamente de las monedas y de las medallas
su presencia corporal». El realismo perturbador de los primeros de Pisanello. A menos que consideremos como un cuadro aislado
retratos esculpidos de manera realista, después de los de la Repú­ el pobre y modesto retrato de pie de san Francisco de Asís de fi­
blica romana y las máscaras mortuorias de Fayum, reaparece en el nales del siglo XIII, ahuecado en la propia tabla de madera. Es
busto de Carlos V, hijo de Juan el Bueno y rey de 1364 a 1380. cierto que la nueva piedad, sentimental, humanizada, urbana, de
las órdenes mendicantes fue para muchos el paso de una religión
solemne e intimidatoria a una religión individual. En el siglo XIV,
Del culto a la cultura los inventarios de los archivos mencionan cuadro s de caballete. La
imagen ha pasado de lo cultual a lo cultural y al arte, del lado de
El cuadro independiente, el que se ha convertido en ob� los valores mobiliarios.
jeto, favorito de los grandes coleccionistas y de los museos, no se
separó sino con lentitud de los polípticos monumentales pintados
a la manera bizantina que adornaban los altares de las iglesias ita­ Del tesoro al museo
lianas. Estos polípticos asumieron en ocasiones forma portátil,
con las reliquias que se guardaban en ellos. El cuadro se separó La laicización de la imagen pasa también por su constitu­
asimismo de los muebles pintados, notablemente de los cassoni, los ción en colecciones fuera del recinto eclesial. Según parece, en la
cofres que contenían los objetos preciosos de las familias floren­ prehistoria existían colecciones de objetos simbólicos: ciertos
tinas ricas. Se separó, en fin, del libro, en el que los iluminadores montones de guijarros o de conchas no se explican de otro
dedicaban un espacio considerable a la representación de escenas modo, aunque no se sabe nada de su razón de ser. Para hablar de

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colecciones formadas por sí mismas tenemos que remontarnos a
demasiado ricamente ornamentados para las sencillas prácticas de
los tesoros de las iglesias. Pero se ve claramente, en el culto a las
las devociones íntimas. La pasión bibliófila aparece en los erudi­
reliquias y en el papel que desempeñaban corno reservas de ri­
tos, a menudo también en los clérigos, como Ricardo de Bury,
quezas que se guardaban para los malos tiempos, que los tesoros que en su Filo bíblion, escrito en 1345, incita a coleccionar el má­
de las iglesias no tenían el lugar que tuvieron las colecciones ximo posible de libros por el placer de poseerlos y también para
principescas de finales de la Edad Media, y menos aún las de afirmar un poder personal. Tal vez no es casual que este obispo
nuestros museos modernos. Los objetos que se depositaban en letrado, contemporáneo de Petrarca, frecuentara corno él la corte
ellas no perdían, por tanto, su valor litúrgico o sacro. de los papas de Aviñón.
La transmutación de un objeto sagrado en objeto de mu­
seo supone una desacralización de la imagen, despojada de su
contexto espiritual y reintegrada al imaginario colectivo por sus La moneda, imagen del valor
virtudes formales o históricas. La descripción que hace Michel
Leíris, en El África fantasmal, de la manera en que los etnólogos La reproducción de las imágenes fue otro factor determi­
arrancaban a los sacerdotes africanos, por medio de negociacio­ nante para su desacralización. La unificación de extensos impe­
nes o de artimañas, sus imágenes sagradas, figuras de sus antepa­ rios, el desarrollo de los intercambioS,, de las ciudades, de los via­
sados y de sus espíritus, para destinarlas a formar parte de las co­ jes: de ahí es de donde viene la necesidad de reproducir nuestras
lecciones del Musée de l'Homme de París, nos parece hoy una imágenes.
violación sabia, una barbarie que se apodera de otra. Para autentificar las mercancías o los decretos reales, los
André Malraux comienza así su Musée imaginaíre: «Un sumerios se valían de sellos, primer uso utilitario de la imagen. La
crucifijo románico no fue al principio una escultura, la Madonna utilización del sello está atestiguada en el VII milenio a. C. en el
de Cimabue no fue al principio un cuadro, ni siquiera la Palas reino de Ugarit, en la costa siria. Los más sencillos muestran los
Atenea de Fidias fue al principio una estatua», constatando que motivos reticulados que se ven en los ocres prehistóricos, después
nunca se ha visto a un creyente santiguarse delante de un cruci­ vienen las formas animalistas y, en los sellos cilíndricos que im­
fijo expuesto en un museo. El reformador Zwinglio se pregun­ primían su marca en arcillas, se desarrollan en el III milenio, en Si­
taba ya a principios del siglo XVI por qué los hombres se arrodi­ ria, escenas minúsculas y complejas de desfiles, sacrificios, ban­
llaban ante las imágenes en una iglesia y no lo hacían en una quetes y combates.
posada. ¿Se puede afirmar, con igual sentido común, que un ob­ Toda la fuerza representativa de la imagen torna cuerpo en
jeto de museo sigue siendo, de otra manera, un objeto de culto, el uso de la moneda. Se podrían considerar como imágenes, en
y la visita al museo una ceremonia? todo caso corno símbolos, los primeros objetos dotados de valor
Un objeto de culto, en efecto, no puede ser asimilado a un de cambio: guijarros y conchas. Se atribuyen al rey Creso, que
objeto de colección en el sentido actual de la expresión. La in­ reinó en Lidia (actualmente en Turquía) a mediados del siglo VI
clusión en una colección implica una nueva afectación del uso a. C., las primeras moneditas de metal, cuyo uso se difundió por
del objeto. Las primeras colecciones de imágenes hay que. bus­ la cuenca mediterránea. Las más antiguas, de plata, oro o elec­
carlas no en los objetos litúrgicos, ni siquiera en las decoraciones trum, no llevan marca, pero muy pronto se encuentran marcas
de las iglesias, sino en los manuscritos iluminados que, a finales de que representan animales, y después un personaje coronado en el
la Edad Media, se convirtieron en objetos de lujo destinados a los que se cree ver al gran rey de los persas que venció a Creso y
laicos tanto corno a los clérigos, en especial los libros de horas, conquistó Lidia en el año 547 a. C. La imagen, el intercesor del

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mundo de los seres humanos, escapaba a los dioses y entraba en prueba. Jamás se ha desarrollado tanto la filiación del modelo y la
el arsenal de los reyes. La imagen del soberano o los símbolos na­ imagen en una metáfora continuada: la imagen reproducida es la
cionales permanecen activos en las monedas. La efigie monetaria imagen de una imagen, y debe justificar su genealogía. En el si­
figura la continuidad del poder y mide su· expansión, así como su glo XVIII, al igual que para el dibujo, fueron a buscar en la Anti­
crédito. güedad los orígenes de la estampa y encontraron en Plinio un in­
ventor latino, Varrón, que habría ilustrado así su recopilación
Hebdómadas, setecientos retratos de hombres ilustres. El uso del
La cuestión del manuscr ito sobre pergamino hace inverosímil esta hazaña.
Sólo la invención del papel en China, a comienzos de
La reproducción de la imagen se hace primero mediante nuestra era, permitió la reproducción masiva de las imágenes. Po­
grabado (del alemán graben, cavar), pero también mediante grafia seedores de las invenciones de la tinta y el papel, los chinos pu­
(del griego graphein, marcar, inscribir, incluyendo, en Homero, dieron hacer impresiones de las estelas .en las que el emperador
con una lanza en el cuerpo del enemigo). No hay que confundir daba a conocer sus decretos a su inmenso imperio. Se requirió la
la grafía, que marca por adición, y el grabado, que lo hace por sus­ producción en masa de objetos idénticos, prefiguración de una
tracción, aun cuando una y otra, bajo la apelación genérica de sociedad de ciudadanos. No se trataba»ya de copias, sino de ejem­
estampa (de stamp, apretar), reproducen mediante impresión di­ plares sahdos del mismo molde. Bastaba con aplicar un papel hú­
recta del modelo. La imagen es capaz de engendrar otras imáge­ medo sobre una estela grabada y cubierta de tinta para imprimir
nes en una genealogía que se hace rápida con nuestros medios de tantas reproducciones como sé quisiera, y que se convertían así
duplicación, vertiginosa y lucrativa. Pensemos en el número de no en simples imágenes, sino en imágenes de imágenes, que con­
in1ágenes de transferencia que se interponen entre la proyección servaban ese vínculo preciado con el original y al mismo tiempo
en una pantalla de un fichero numérico escaneado sobre una pos-:­ se alejaban de él tanto como la imagen original queda alejada de
tal de La Gioconda y el cuadro de Leonardo da V inci que se en­ su modelo.
cuentra en el Louvre. En el año 653, el emperador, que contaba cuarenta y
La imagen desmultiplicada plantea de inmediato el pro­ nueve años y padecía dolores que aliviaba con las aguas -murió
blema de la originalidad, puesto que la naturaleza de la imagen y al año siguiente-, compuso este poema: «El mundo de los seres
su fuerza residen en este vínculo sensible, fisico, indisociable del humanos tiene un término. El agua virtuosa se desliza, inagota­
modelo, de este contacto que tiene que mantener con él. La ima­ ble», que él hizo grabar en piedra y que dio lugar al múltiple más
gen trata de abolir la ruptura semiótica que debilita el vínculo en­ antiguo que se conoce. La estampación china es el antepasado de
tre el signo y su referente. El valor de la imagen permanece li­ todos nuestros procedimientos de reproducción. Permitía trans­
gado a su fidelidad al modelo: debe hacerse pasar por auténtica. mitir los mensajes a distancia, en el espacio y en el tiempo, pero
Más aún la de la estampa, cuya fuente es diferida, mediatizada por sobre todo el mismo mensaje a multitud de personas sin que és­
una matriz, y cuya existencia múltiple diluye esta autenticidad. tas se encuentren nunca. Esta reproducción de la imagen era,
El problema de la estampa es el del origen. Su vocabula­ como en nuestros modos numéricos, la imagen de un texto, aun­
rio lo recuerda: hay que mojar la hoja virgen para que, como di­ que éste se componga de ideogramas. Los reproducía «tal cual», a
cen los impresores, se enamore de la tinta. La presión que sufre es la misma escala.
un acoplamiento, en ocasiones doloroso, del que sale, entre dos Hacia el año 800, en China y en Corea se imprimieron
fieltros que se denominan mantillas, la imagen impresa que es una también imágenes sobre papel a partir de planchas de madera

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grabadas, como la denominada «de los mil budas», descubierta por
Paul Pelliot en las grutas de Touen Houang y actualmente en la
Biblioteca Nacional de Francia. Se encuentran también en
Extremo Oriente hojas im_presas con series de viñetas repetitivas
v De la imprenta a la página
que seguramente se recortaban y distribuían entre los peregrinos:
«Con maderas -cuenta la historia de Souei a comienzos del siglo
VII-, los sacerdotes hacen encantamientos sobre los que graban
constelaciones, el sol y la luna. Conteniendo la respiración, los su­
jetan con la mano y los imprimen. Se han curado muchos enfer­
En Occidente, la imprenta de la imagen siguió a la insta­
mos». En Japón, la emperatriz Shotoku mandó imprimir desde el
año 764 hasta el año 770 oraciones de las que, según se dice, hi­ lación de los primeros molinos de papel, a finales del siglo XIV,
mucho antes de la invención de Gutenberg. Es posible que se im­
cieron una tirada de un millón de ejemplares.
prinúera en esta época sobre tejidos que hacían las veces de fron­
tales de altar, como lo demuestra el Bois Protat (del nombre del
coleccionista que lo poseyó), un trozo" de madera grabado de unas
dimensiones que sobrepasan las de una hoja de papel y que re­
presenta un fragmento de la «Crucifixión». Alrededor del año
1400, los archivos mencionan a naiperos o a fabricantes de mol­
des en Bolonia o en Flandes. El primer molino flamenco fün-­
cionó en 1405, pero desde 1403 los· pintores de Brujas se quejan
de la competencia de las imágenes que los calígrafos compraban
a bajo precio en Utrecht para ilustrar los manuscritos. El grabado
en madera más antiguo fechado, una Virgen descubierta en Bru­
jas, lleva la fecha de 1418, y un San Cristóbal descubierto en Man­
chester, la de 1423. Son imágenes piadosas destinadas a las devo­
ciones populares, individuales y no colectivas.Junto a estos iconos
sobre papel, aparecen naipes. El pueblo se adueña de las imágenes.
Las primeras estampas occidentales eran amuletos, al igual
que los hechizos orientales: aparecen cosidos en la ropa de los pe­
regrinos, e incluso, en Brujas, pegados en el interior de ataúdes,
imágenes paradójicas destinadas a no ser vistas más que en el más
allá. La Reforma se alzó contra estas prácticas supersticiosas, re­
novación de la idolatría congénita a la imagen.

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A costa del libro n ar sus tallas con negro de humo para obtener pruebas en papel.
Por desgracia estas nuevas estampas, llamadas «en talla
La invención del libro impreso con caracteres móviles dulc e», tampoco se acomodaban al libro mejor que las xilografias,
metió a la imagen en el equipaje de la escritura. Se convirtió en pues estaban grabadas en hueco mientras que la tipografia im­
una traducción de ésta, en una forma bastarda que se denomina prime el relieve de los caracteres. Para integrar en el libro las imá­
«ilustración». Nada impedía imprimir juntos los caracteres y las genes grabadas en cobre había que proceder en dos tiempos y sa­
imágenes, ahuecadas en una estela o en un bloque de madera, en car aparte las ilustraciones para insertarlas en los cuadernillos en
las estampas japonesas o en los libros xilográficos que, en el siglo páginas distintas de las del texto. Fue así como el éxito de la im­
xv, precedieron a la invención de los caracteres móviles para di­ prenta tuvo como consecuencia poner la imagen «fuera de
fundir las moralejas populares, las Danzas de la muerte o El arte del texto», o, en cierto modo, «foera de juego», posición marginal en
bien morir, pero también planchas ya documentales como el ca­ la que ha permanecido al menos tres siglos.
lendario de los pastores. Un libro de imágenes requiere una forma especial, a me­
La tipografía lo cambió todo: sólo los caracteres podían ser n udo un formato más grande, a modo de álbum, que dé prefe­
fundidos en plomo, gracias a su forma estrictamente normalizada. rencia al enmarcamiento de la imagen, cuadrado o mejor aún
Las imágenes no podían serlo, aunque los impresores no se priva­ apaisado, llamado «a la italiana», i�eómodo para sostenerlo, para
ron de reutilizar motivos intercambiables, viñetas, florones, fajas o pasar las hojas y para colocarlo en un estante. Las imágenes han
viñetas de fin de capítulo, para subdividir, en la composición de de estar organizadas en series más o menos coherentes. Es un ál­
la página, los textos más diversos. El libro está hecho para la es­ bum, de alba, la página en blanco en la que cada uno escribe lo
critura alfabética. La imagen sufre en el libro. Está aprisionada en que quiere. Así son los cuadernos de dibujo y los libros de viajes,
la página y sometida al ritmo ininterrumpido de la lectura, que como los primeros libros xilográficos en los que se despliegan
no es el suyo. El libro sigue un discurso. Para se guir este discurso vistas imaginarias de Roma o de Jerusalén, o las «Entradas reales»,
y hacerse relato, la imagen debe convertirse en una historieta grá­ «Pompas fúnebres» y otras ceremonias en las que la imagen abarca
fica o en cine. La imagen fija bloquea el relato, contiene el tiempo el desfile de un cortejo.
en su espacio y no en su duración. Si tiene poco espacio en una página, la imagen puede
El grabado en madera, único medio de imprimir la ima­ ocupar la doble página, pero entonces el pliegue la corta. El libro
gen hasta mediados del siglo XV, es incompatible con el plomo oriental, con su pliegue en acordeón, se presta mejor a las series
de los caracteres móviles, aplanados y sometidos a una presión de imágenes, favoreciendo también los géneros populares: escenas
formidable. Existía el grabado en metal: cultivado por los orfe­ familiares tratadas como croquis llamados mangas, itinerarios de
bres, que grababan a buril metales blandos e incluso, para los más peregrinaciones, horas del día o de las estaciones. Oriente nunca
duros, utilizaban el ácido, el <<agua fuerte», que mordía el hierro conoció esta división catastrófica de texto e imagen, que no está
de las espadas para damasquinadas. En los países ricos donde la inscrita en el ideograma y no adoptó la tipografía sino con las
metalurgia se estaba desarrollando, como Nuremberg, en el valle mayores dificultades. Hoy no hay que sorprenderse porque el Ja­
del Rhin, el grabado en metal hacía progresos. Florencia era fa­ pón haya conquistado el monopolio de la industria fotográfica, de
mosa por sus «nieles», placas preciosas en las que se utilizaba una las fotocopiadoras, de los magnetoscopios y de los escáneres, de­
pasta de vidrio negro para hacer resaltar sus finos motivos orna­ jando a los occidentales los procedimientos de codificación alfa­
mentales o religiosos, grabados en oro y plata dorada. Se cree bética. No se trata de una opción económica, sino efecto de la
que uno de estos orfebres, Maso Finigu erra, tuvo la idea de lle- cultura de la imagen.

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La reducción al código más célebre es la Iconología de Cesare Ripa (1593), providencia de
pintores de historia hasta bien entrado el siglo XIX. El pintor Le
La época clásica, desde el siglo XVI hasta el XVIII, buscó Brun publicó un diccionario de expresiones a cuyas formas, que
desesperadamente el sentido de las imágenes en la relación con el constituían un repertorio, había que ceñirse.
texto. Hay que corregir «la necesidad que tiene la figura de des­
cender de lo general a lo particular y de lo material a lo formal,
por medio de palabras que la fijen en un significado concreto», Todo lo no dicho del mundo
escribía el Padre Le Moyne en L'Art des devises (1666). Dicho de
otro modo, hay que evitar que la imagen, que sólo puede mostrar La doctrina clásica enseñaba que la poesía debía contener
cosas, sea corrompida por la realidad. Hay que salvarla de lo con­ imágenes y la pintura ser una poesía muda. Un libro vino a po­
creto a lo que está sujeta y, en un puro espíritu platónico, ligar lo ner un poco de orden en estas ideas: el Laocoonte, publicado en
accidental a lo esencial, encontrar la verdad bajo la apariencia. 1766 por el filósofo alemán Lessing, que lo subtituló Las fronteras
De este modo se desarrolló una larga y prolífica tradición del arte y la poesía. El Laocoonte es un grupo escultórico antiguo
de obras sabias que pretendían reducir la imagen al texto, en­ redescubierto en Roma en 1506 que representa, de manera dra­
contrar a cada imagen un significado codificado. De esta tradi­ mática, al sacerdote de Troya de este" nombre castigado por los
ción proceden aún los numerosos manuales que pretenden en­ dioses, ahogado junto con sus dos hijos por unas serpientes. El
señar la «lectura» de la imagen, encontrarle un «vocabulario» e rostro convulso de Laocoonte, que tiene la boca abierta y los ojos
incluso una «gramática». La búsqueda de una lengua universal, la en blanco, no puede tener, dice Lessing, ninguna medida común
convicción de que el mundo es un conjunto de signaturas nos con el prolongado grito desgarrador que lanza el mismo Lao­
persuaden de que toda imagen es un mensaje cuya clave es pre­ coonte en el fragmento de tragedia de Sófocles. La imagen no es
ciso hallar. la palabra y no le debe nada. La lengua puede abstraer, generali­
Los jeroglíficos fascinan a estos eruditos. Un librito apare­ zar, dialogar, enunciar el futuro o el condicional. La imagen está
cido en 1419 en la isla griega de Andros y reeditado con gran siempre en presente de indicativo, global, inmediata. En suma, el
éxito, el Horapolo, cuya primera edición ilustrada, de 1543, daba un espacio no es el tiempo y una imagen no es un poema.
sentido hipotético a unos supuestos jeroglíficos. Se reeditó de Los filósofos modernos, de Bergson a Derrida, retomaron
nuevo en 1828. Lo mismo sucedió con los Hieroglyphica de Vale­ esta tesis reconociendo que la imagen es irreductible al lenguaje.
rio Bolzano, publicados en Basilea en 1556 y luego en Lyon en La codificación de la imagen es una tentación permanente que
1602. Florecían entonces las colecciones de divisas, de emblemas constituye todavía el negocio de los publicistas de hoy. No se
y de concetti, juegos sabios en los que un texto breve debía dar puede mostrar un asno, un zorro o un cocodrilo sin ver inme­
sentido a una imagen sin repetirla ni describirla, como la sala­ diatamente su sentido moral.
mandra de Francisco I, que se podía leer: Nutrisco et extínguo La imagen, si es un lenguaje, es un lenguaje en estado sal­
(Extingo [el fuego] y me alimento de él) o el Plus ultra de Carlos vaje, indisciplinado, es decir, lo contrario de lo que debe ser un
V acompañado de la imagen de las Columnas de Hércules, signo lenguaje, cuyo principio consiste en ser articulado para permitir
de que su Imperio no tenía límites. el intercambio. Sin embargo, una misma imagen evocará, en una
La moda de los emblemas, cuyo origen se puede encon­ comunidad determinada, interpretaciones semejantes siempre y
trar en la heráldica y en el arte de los blasones, se diluyó en unos cuando compartamos una misma historia, y nos dará la ilusión de
géneros muy variados, iconografías e iconologías, de las cuales la tener el mismo sentido para todos. La imagen actúa como un

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catalizador de estos significados mudos, inconfesados o inconfesa­ Battista Alberti, Alberto Durero, Leonardo da Vinci, Luca Pacioli
bles, huidos o inhibidos, todo lo no dicho del mundo. Concierne cu adriculan la imagen para inscribirla en unas leyes de la repre­
a los artistas, pero también a los publicistas, a los sacerdotes y a los sentación capaces de mostrar las apariencias y de hacer que de­
políticos encontrar imágenes que hagan masa, federadoras, en las sempeñen el papel de la realidad. La perspectiva, que permite res­
que cada uno se reconozca y a veces sin siquiera saberlo, y nos den tituir en dos dimensiones las apariencias de la realidad y hacer de
la sensación de ser únicos estando juntos. la imagen, como se decía entonces, «una ventana abierta al
mundo», sigue siendo, no obstante, como ha demostrado Erwin
Panofsky, una forma simbólica.
El universo modelizado Después se acumulan los dibujos de ingenieros, las figuras
anatóm icas desolladas, las vistas trigonométricas, los herbarios y
Si la imagen no encuentra su fuente ni en otro mundo ni los mapas celestes. La economía necesita ingenieros y las ciencias
en la escritura, sólo puede inspirarse en la naturaleza. Esta creen­ necesitan imágenes. En el grabado a buril, la geometría halla tra­
cia la compartimos todos y, sin embargo, sabemos también todos ducción en las soberbias planchas de Wentzel Jamnitzer y su Pers­
que la realidad, lejos de gobernar a la imagen, puede ser juguete pectiva corporum regularium, publicada en Nuremberg en 1568; la
de ella. La imagen de la realidad es siempre un compromiso en­ anatomía del cuerpo humano en las del famoso tratado de Vesa­
tre la realidad y lo que queremos ver en ella. Lo particular se toma lio, De humani corporis fabrica, de 1583, y la geografia en el Atlas
la revancha de lo universal, lo momentáneo de lo eterno, lo acci­ majar del impresor holandés Blaeu, la mayor empresa de edición
dental de lo esencial. del siglo XVI.
A partir de este instante, toda la historia del arte se resume La imagen no sólo permite el trabajo de laboratorio en
en un combate entre el idealismo y el realismo, tomo en la cari­ maqueta, la modelización del mundo, sino que también posee
catura de Daumier que muestra a un pintor bohemio cruzando otra ventaja sobre el texto: hace caso omiso de las barreras de las
su pincel con la lanza de un pintor académico con casco. La pér­ lenguas y transmite su saber sin fronteras. El lenguaje de los ile­
dida de lo espiritual no significa el triunfo de lo real: todo es trados -se olvida con harta frecuencia- es también el de los sa­
cuestión de proporción y la crítica ha discutido sobre ello desde bios. Maqueta del mundo, la imagen se deja reducir o ampliar a
Rafael hasta Manet. Toda imagen es un término medio entre un voluntad: microscopio y telescopio, permite la comparación teó­
ideal y una realidad. rica poniendo las muestras a la misma escala: el átomo y la galaxia
En la Europa moderna, la imagen no se concibió como se encuentran allí uno al lado del otro y, en la historia del arte, el
un instrumento de observación hasta después del redescubri­ estilo de la más modesta medalla puede ser comparado con el de
miento de Aristóteles, cuando el filósofo polaco Vitelio (ca. 1220- una estatua, monumento: en imagen, ya no hay arte menor, como
ca. 1275) escribió su Perspectiva, primer tratado de óptica en el que proclama André Malraux en su Musée ímagínaíre.
se estudian las leyes de la propagación de la luz. El siglo XIII fue
el siglo de unas enciclopedias que, bajo el título de Speculum (es­
pejo), se apartaban cada vez más de la explicación que propor� Diseños y designios
cionan las Escrituras para apoyarse en la experiencia e interesarse
por las ciencias naturales. La imagen científica, que se suele bautizar con la palabra
La imagen es el proveedor de la ciencia empírica. Si no es más trivial de imaginería científica, se separó también de las colec­
el lenguaje de la poesía, puede ser el de las matemáticas. Leon ciones que desde finales de la Edad Media reunían los príncipes

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y los sabios bajo la denominación de «gabinetes de curiosidades)). 0 explora el centro del mundo. Es un instrumento de laboratorio
Las flores secas, los animales disecados, las piedras preciosas se qu e nos enseña que la realidad no se limita a lo que percibimos.
mezclaban en ellos con los objetos exóticos, con los manuscritos También los sabios, después de haber instrumentalizado la ima­
y con las estampas. El objeto de colección es ya una imagen, gen, desconfian otro tanto de ella.
puesto que es una muestra que representa a una especie o, por el El abuso de las imágenes puede ser peligroso: la represen­
contrario, un caso extraordinario. Es un intermedio entre la rea­ tación de una realidad invisible no está exenta de riesgo de error,
lidad y la imagen, ya que, como ella, permite someter a observa.. y muchas imágenes de fisica o de astronomía no tienen más que
ción a una naturaleza contrastada. un valor pedagógico, llegando a falsear el objeto para que puedan
De esta observación experimental salió lentamente el cul­ «d ar una idea» a los ignorantes, valor que, no obstante, niega de
tivo del dibujo, y el desarrollo de la industria aseguró en buena inme diato el especialista. Así, la imagen fue, al margen de la in­
medida su fortuna. Los ingenieros necesitan figuras exactas lo vestigación, una herramienta de vulgarización de las ciencias que
mismo que los investigadores necesitan preparados bien hechos. El produjo las obras maestras de Pierre-Joseph Redouté (1759-
diseño se emancipó de los libros, se desprendió de los frescos que 1840), el «Rafael de las flores», o las láminas animalistas del dibu­
adornaban las casas ricas o las iglesias, al igual que el cuadro se jante americano John-James Audubort (1785-1831). En 1739, el
emancipó de las iluminaciones y de los retablos. La palabra «di­ ab ad Pluche publica en dieciocho volúmenes ilustrados su Spec­
seño» adquirió un doble sentido: es el trabajo preparatorio de una tacle de la nature, ou entretiens sur les particularités de l'histoire naturelle
obra acabada -pintura, mueble, arquitectura, máquina- pero es qui ont paru les plus propres a rendre les jeunes gens curieux et a leur
también su plan, su proyecto, su designio. former l'esprit.
En el mundo occidental moderno, el dibujo aparece sobre El debate en torno al uso de la imaginería científica puede
pergamino en la Edad Media, en los cuadernos de arquitectura de tornarse más áspero cuando nos interrogamos sobre si es opor­
Villard de Honnecourt, entre 1230 y 1240, o en forma de sinopia, tuno comunicar imágenes médicas a aquellos mismos a quienes
boceto rápidamente trazado sobre el yeso antes de ejecutar la pin­ representan. Cuando, a mediados del siglo XVIII, se quisieron po­
tura al fresco, o también de cartones para vidrieras y tapices. La his-­ ner al servicio de la anatomía las nuevas técnicas de grabado en
toria del dibujo, como la de la imprenta, estuvo ligada a la im­ color -las más demostrativas- para representar al natural las figu­
portación del papel, soporte volante, provisional, que permite una ras anatómicas desolladas en todos sus d�talles, los cirujanos pro­
gran diversidad de útiles y de pigmentos: lápices, tintas, aguadas, testaron, prefiriendo a estas láminas gratificantes e ilusionistas los
acuarelas, gouaches, carboncillo, puntas de plata o de plomo, bas­ rigurosos dibujos en blanco y negro. Xavier Bichat, en 1801, no
toncillos de pasteles, tiza, sanguina, piedra negra, etcétera. veía en ellas más que «monumentos de lujo en los que unos bri­
llantes exteriores ocultan un vacío real».
La realidad que estudia la ciencia moderna escapa a la
El instrumento de la ciencia imagen lo mismo que al espíritu y sólo se expresa en símbolos
matemáticos. La imagen deja pasar a toda velocidad las partículas
Mientras que la naturaleza está en constante movimiento, más pequeñas de la materia; no capta más que las huellas fulgu­
la imagen permanece inmóvil. Representa precisamente lo que rantes de su trayectoria, y la inmensidad de los agujeros negros
no se puede ver. Es una prótesis de la mirada cuando registra lo sólo está representada por su ausencia. Los colores de las imáge­
infinitamente lejano o lo infinitamente pequeño, pero también nes llamadas «de resonancia magnética» o las de los mapas de te­
cuando diseca un cuerpo humano, desvela un mecanismo oculto ledetección son tan brillantes como los de las pastelerías, pues no

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representan la realidad y sólo están destinadas a la interpretación
La imagen que ofrecen no es lo que vemos sino lo que debería­
mos o querríamos. ver. A veces, en las ciencias más exactas, des­
criben lo que imaginamos y no muestran más que hipótesis. La
VI El milagro de la reproducción
imagen de la naturaleza sigue siendo un artificio. Aun la más ob­
jetiva es una mentira, el resultado de un compromiso, como ya lo
era entre el hombre y los dioses.

En el prospecto de lanzamiento de su Enciclopedia, en


1750, Diderot preveía un suplemento de seiscientas láminas en
dos tomos: publicó doce entre 1762 y 1772. <<No acabaríamos
nunca -escribió- si nos propusiéramos representar en figuras to­
dos los estados por los que pasa un trozo de hierro hasta que se
tr ansforma en una aguja. » Se hubiera podido creer que esta ava­
lancha de imágenes, reproducidas y difundidas en gran número,
ar ruinaría el valor sagrado de la imagen, basado en su relación
privilegiada, directa, natural o sobrenatural, con un original trans­
cendente. Esto no es totalmente falso, pues la imagen fabricada
ante nuestros ojos, .extendida por doquier, confiesa su artificio y
se revela como un instrumento mediático.
La superchería de los iconos, la superstición de las reliquias
que los protestantes habían condenado, se han convertido en evi­
dencias y ya no es incongruente denunciar las manipulaciones de
la imaginería política o publicitaria. Pero, paradójicamente, sub­
siste la idea de un modelo inicial al cual la imagen pertenecería,
del cual sería el agente y cuya fuerza colectiva nos inspiraría te­
mor o al menos respeto. Cuando el modelo de la imagen es ima­
ginario, es preciso admitir que no procede de él sino que lo pro­
duce. El papel de la imagen es entonces el de dar consistencia a
este modelo inexistente.
La profusión de imágenes juega en ambos sentidos: en
uno, el número degrada el valor «fiduciario» de la imagen, como
una moneda en época de inflación, pero en el otro aumenta el del
modelo, inflado por su abundancia de representaciones. La mul­
tiplicación de registros no ha destruido la imagen del famoso sino
que, por el contrario, ha reforzado el valor de su presencia real,

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live [en directo, en vivo], como se dice, o «en concierto», hasta la obras de arte impulsó la producción de ilustraciones de grandes
idolatría. Igualmente, las reproducciones de las obras de arte mag­ obras literarias así como de paisajes o retratos, que la crítica aca­
nifican su modelo, cuya autoridad es transferida al artista, que he­ démica, vinculada a la aristocracia, situaba en la parte baja de la
reda este prestigio. La reproducción, lejos de desvalorizar el ori­ jerarquía de los géneros, dejando la primacía a los cuadros reli­
ginal, hereda una parcela de su prestigio y refuerza su poder. giosos, a las escenas de la mitología y a los cuadros de historia,
preferentemente bíblica o antigua.

El ascenso de un arte menor


El mercado de la reproducción
El éxito de las estampas, que acompaña al ascenso del ter­
cer estado, es contemporáneo al ascenso del dibujo. El dibujo, he­ El primer retrato grabado de una plebeya (aparte de los
rramienta experimental del artista o del sabio, adquiere un valor autorretratos de artistas) fue el de Marguerite Bécaille, fundadora
de objeto de arte completo y verdadero en la estela del cuadro. de obras caritativas, y lo realizó en 1715 Louis Desplace a partir
Posee la autenticidad de éste, la cual lo vincula a la mano de su de una obra de Largilliere. La demanda de obras de arte burgue­
creador; su originalidad y su movilidad. Como él, pasa a ser pro­ sas era grande en toda Europa, así cpmo, según parece, se dispa­
piedad privada de su comprador, entra en su patrimonio y le con­ raba en Japón. Se necesitaban obras de pequeño formato y pre­
fiere un estatus de aficionado o de erudito. Menos costoso y vo­ cio modesto, pero que conservaran algo del toque autógrafo de
luminoso que el cuadro, y no obstante único como él, el dibujo su creador y también estuvieran cercanas a su origen para con­
hace la felicidad de quienes pueden comprarlos en gran número, servar su precio y su rareza. Por tanto, se necesitaban dibujos. Los
coleccionarlos, compararlos y también enseñarlos. artistas los suministraron. Los talleres, a decir verdad, estaban re­
Los coleccionistas de imágenes se multiplicaron al ritmo pletos de ellos; no eran más que estudios pero pasaban con gran
de la ampliación de la aristocracia y el desarrollo de la burguesía rapidez a los primeros marchantes de arte. Posteriormente se
en el siglo XVI y sobre todo a principios del XVII. Las investiga­ pudo ejecutar especialmente para los aficionados y convertir el
ciones sobre el gusto por la pintura en este período ponen de ma­ dibujo en sí mismo en un género artístico. A falta de dibujos, se
nifiesto la importancia que adquieren los géneros denominados compraban estampas, realizadas a partir de un dibujo o como re­
«menores», propicios al cultivo del realismo y con los que se po­ producción de un cuadro. Para los aficionados y para los artistas,
dían adornar los apartamentos o las casas de campo, en los círcu­ la estampa no era más que un medio de reproducir las obras. To­
los de la nobleza de toga (la que ha comprado sus títulos junto davía en 1791, Quatremere de Quincy, teórico del arte, decía: «El
con sus cargos), los oficiales de la corte y los comerciantes ricos. grabado no es en modo alguno ni podrá llegar a ser nunca un
En la lista de los coleccionistas de su tiempo que nos ha arte».
dejado el mayor de ellos, Michel de Marolles (cuya colección de Así se organizó, sobre todo en Francia y en Inglaterra y
cien mil estampas, comprada por Colbert en 1666, constituyó el durante todo el siglo XVIII, un mercado del arte estructurado y
núcleo del Gabinete de Estampas de la Biblioteca Nacional de jerarquizado. En Francia, Le Mercure galant se propone en 1686
Francia), hallamos las mismas categorías medias: un tercio son publicar «la lista de las bellas estampas que se graban y los cuadros
eclesiásticos, como lo era el propio Marolles; otro tercio, parla­ de los que se han tomado». En 1704, Le Mercure de France anuncia:
mentarios; y otro, profesiones liberales: profesores, médicos, hom­ «Todas estas estampas son originales, hechas por el señor Perelle
bres de negocios, artistas. Esta clientela ávida de imágenes y de y otros excelentes grabadores». En 1718, el marchante e historiador

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del arte Pierre-Jean Mariette va a Viena a clasificar los doscientos teoría de la pintura. Es la época de las primeras subastas públicas
noventa volúmenes encuadernados en cuero rojo de las estampas de arte y de la aparición de los primeros grandes marchantes de
del príncipe Eugenio de Saboya (la actual Albertina). En 1725, Le pintura y de estampas. El primer Salón, exposición nacional que,
Mercure de France publica sus primeras críticas de arte (es decir, de en el Louvre, en los locales de la Academia, tenía el monopolio
pintura). En 17 41 aparece la recopilación en grabados de los cua­ de la pintura, se celebró en 1727. Después de 1730, las ventas se
dros que componen la colección del riquísimo Crozat, mecenas multiplican, las estampas circulan de colección en colección. Se
de Watteau. publican los catálogos de los artistas más apreciados, como Ber­
Miniaturas y pasteles habían hecho su aparición en el Sa­ nard Picart, en 1750. El marchante Basan escribió en 1767: «Me
lón de 1739, los gouaches en 1759. Para reproducir mejor los cua­ he dado cuenta hace muchos años de que los catálogos de venta
dros, los grabadores utilizaban la <imanera negra>> que permite re­ de estampas eran buscados con mucho afám>.
producir los modelos. Pero el procedimiento resulta largo y los La década de 1750 marca el instante en el que la burgue­
ingleses prefirieron el punteado y el cilindro. Otros procedimien­ sía se apodera del arte en forma de me.reacio: la imagen, en una
tos, como la aguatinta, dan la ilusión del dibujo y logran las me­ sociedad que busca su jerarquía, se convierte en un marcador so­
dias tintas. Ahora bien, para que la estampa fuera en color, era cial en el que cada uno inscribe sus ambiciones y su concepción
preciso colorearla a mano, iluminación preciosa para ejemplares del mundo. La imagen artística, a través del estilo de los artistas,
únicos o procedimiento grosero para las series populares. ¿ Cómo los temas abordados, la rareza de las obras y la naturaleza más o
conciliar las dos cosas e imprimir los colores con todos sus mati­ menos lujosa de los soportes se convierte en propagador de las
ces partiendo de una plancha? Esto parecía imposible hasta que ideologías, que la crítica transforma en campo de batalla y el mer­
Newton, en 1666, observa la refracción de los colores a través de cado en ostentación de las fortunas.
un prisma triangular y, en 1672, publica la demostración de su En 1750, el alemán Baumgarten publicó una obra cuyo tí­
descomposición. Todo color puede ser obtenido a partir del ne­ tulo ha dado origen a una disciplina: Aesthetíca [Estética}. El mar­
gro y de los tres colores primarios, amarillo, rojo y azul. En 1735, chante Charles-Frarn;:ois Joullain anota en sus Réflexions sur la
Jacques-Christophe Le Blon inventó la cuatricromía, que exigía peinture et la gravure, en 1786: «El número de marchantes aumenta
(y sigue exigiendo) la descomposición de los tonos en cuatro ma­ (...) hasta el punto de sorprender, tanto más cuanto que apenas se
trices de base tiradas una después de otra en la misma hoja. Nues­ puede sospechar de dónde han salido en tan poco tiempo». El
tras impresoras de ordenador ya no lo hacen y necesitan cuatro arte, abandonado a lo que se llama la «dictadura del mercado», ha
cartuchos distintos. Fue una pasión: para reproducir cuadros y di­ pasado del régimen aristocrático, cuya doctrina era que, en mate­
bujos se vio aparecer la estampa a manera de lápiz en 1759, a ma­ ria de gusto, el rey no autoriza más que el suyo, al régimen de­
nera de aguada en 1766, a manera de pastel en 1769 y a manera de mocrático, en el que Zola, crítico de arte, podía decir que el Sa­
acuarela en 1772. lón era una amplia confitería donde se encontraban caramelos
para todos los gustos.
Entretanto, Francia había hecho tres revoluciones. La ima�
La democracia de los gustos y de los colores gen es para todos, pero cada clase tiene las suyas. La jerarquía so­
cial está estructurada por la jerarquía de las imágenes que cada
El Cabinet des síngularítez d' archítecture, peínture, sculpture et uno posee para sus colecciones o su decoración, según el grado
gravure de Florent Le Comte, primer manual para aficionados, de autenticidad, rareza y precio de éstas, como cuenta Marcel
apareció en 1699; ese mismo año, Roger de Piles publica una Proust en Por el camino de Swann hablando de su abuela: «Pero en

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el momento de hacer la adquisición, y aunque la cosa represen­ Warburg) o incluso conversión (Didi-Huberman) y que Malraux
tada tuviese un valor estético, a ella le parecía que la vulgar idad, ha denominado «el doble tiempo del arte» (el de su creación y el
la utilidad, volvían a ocupar con demasiada rapidez su lugar en el de su recepción) o metamoifosis. Pero no es esa lengua universal
modo mecánico de representación: la fotografía. Intentaba va­ que siempre se espera: las formas pueden olvidarse o permanecer
lerse de un ardid y, sí no eliminar totalmente la banalidad co­ mudas.Rembrandt no tenía admiradores entre los de Rafael. Los
mercial, al menos reducirla, sustituirla por la parte más grande, hist oriadores tienen que explicar cómo funciona este famoso «re­
nuevamente el arte, introducir en ella a modo de varios "espeso­ flejo» a largo plazo con estos eclipses. Otro argumento socava la
res" de arte ...». te oría del reflejo: parece ser que la imagen no es el espejo pasivo
de una conjetura: desempeña un papel activo y contribuye a
construirla o a hacerla evolucionar.
La teoría del reflejo

Resulta curioso constatar que otro mundo, Japón, cono­ Propaganda, instrucción, información
ció una evolución similar de la imagen artística, cultivada con
tanto más esmero cuanto que su escritura ideográfica era ya un La mecanización de la reproducción y su industrialización
arte plástica, y que la religión no había lanzado los mismos inter­ fueron un agente eficaz de la democratización a través de la ins­
dictos ni la relación con la naturaleza había impuesto las mismas tr ucción y la información de las masas.Desde el siglo XVI se mo­
reservas. La estampa japonesa, ejecutada sobre madera e impresas vilizó la impresión de la imagen para la propaganda de los dos
al tampón con tintas más fluidas, se difundieron en el siglo XVIII bandos en las guerras de religión.Tuvo sus historiadores, como
entre la nueva burguesía, que, como en Europa, le aportó el co­ Tortorel y Perrissín, que publicaron en grabados en madera, gro­
lor y el gusto por los «géneros menores», preparando el adveni­ seros pero económicos, sus episodios más destacados.Tuvo sus co­
miento de unas clases comerciantes que habrían de destronar el leccionistas, como Pierre de l'Étoile, que reunió todo lo que en­
antiguo régimen y abrirse a la occidentalización. contraba a la venta en el Pont Neuf y todo lo que circulaba en
Así se confirmaba lo que se denomina «teoría del reflejo», forma de panfleto, a fin de conservar un testimonio.
que considera que la imagen artística, sea cual sea la aportación En el siglo XVII, Wenceslas Hollar, praguense emigrado a
personal de su autor, es siempre la imagen de la sociedad en la Londres, o el holandés Romeyn de Hooghe, contrarío a la con­
que aparece.Todo el mundo estaba de acuerdo en ello: Marx y quista de su país por Luís XIV, hicieron una crónica al aguafuerte
Napoleón III coincidían en este punto.Y, sin embargo, esta evi­ de su época. La Revolución francesa fue también una guerra de
dencia plantea problemas: ¿cómo pueden las imágenes hallar sen­ las imágenes, de los caricaturistas ingleses contra los sans-culottes
tido en épocas y medios tan alejados? ¿Por qué, por ejemplo, el sanguinarios. Los Tableaux hístoríques narraban en imágenes, día a
arte japonés suscitó semejante entusiasmo en la Europa de finales día, los acontecimientos parisienses, y Boyer de Nímes guardaba
del siglo XIX, o, mejor aún, por qué las máscaras africanas, de las celosamente las Caricatures de la Révolte desftanr;ais. El pueblo tam­
que se ignoraba todo, gozaron de una nueva vida en los talleres bién quería sus imágenes. Una imaginería popq.lar, grabada en
1
de los pintores cubistas? madera y coloreada, se estaba desarrollando en los centros regio-
La imagen artística cruza las fronteras de las lenguas cdn nales, el más célebre de los cuales, en Francia, el de Épinal,
arreglo al fenómeno que ha recibido sucesivamente los nombres conoció su apogeo a comienzos del siglo XIX, con la difusión de
de renacimientos, renewals, revivals, supervivencias (la Nachleben de la moral y la historia del Imperio. La imagen popular, siempre

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sospechosa de pereza y de frivolidad a los ojos de los clér ig os, La época de la prensa y de las actualidades
tuvo sus defensores entre los pedagogos.
El checo Comenius había publicado en 1658 uno de los La prensa tardó en integrar la imagen, larga y costosa de
primeros métodos de aprendizaje de la lengua a través de la ima­ producir, y no fue hasta 1789 cuando se vio un periódico ilus­
gen. Igualmente, en 1693, el filósofo inglés Locke observó, refi­ trado, Le Cabinet des modes, publicado en Ámsterdam, que inser­
riéndose al joven lector en su obra Pensamientos sobre la educación, taba en sus cuadernillos, cada quince días, dos aguafuertes colo­
que «si su ejemplar de Esopo contiene ilustraciones, ello le diver­ reados a mano. Pero ni el grabado en . madera ni la talla dulce
tirá aún más y le animará a leer». Si la imagen suscitaba, y sig ue permiten una producción rápida. Sólo la litografía, inventada en
suscitando, tanta renuencia, es que es indócil. Al no estar riguro­ 1796, pudo dar nacimiento a una prensa de actualidad ilustrada.
samente codificada, es rechazada antes de ser comprendida. No se La demanda de imágenes para todos los bolsillos había es­
aprende como una lengua y escapa a la férula de los maestros. El tim ulado a los inventores y las técnicas de reproducción se mul­
mundo de la educación le fue hostil durante largo tiempo y, a tiplicaban. Surgió la idea de grabar en acero para imprimir los
principios del siglo XX, Anatole France reprochaba aún a los billetes de banco de los dólares americanos. El grabado al agua­
maestros que <<enseñaran a topos», como todavía algunos en nues­ fuerte sobre acero permite alargar las tiradas e ilustrar profusa­
tros días. mente los libros destinados a las classs medias: novelas, viajes, en­
La necesidad de la imagen es, sin embargo, irreprimible: ciclopedias. El inglés Thomas Bewick cultivó a partir de 1790 el
las guías de viajes, los periodicuchos, aquellos pliegos sensaciona­ grabado en madera a la testa. Consiste en trabajar al buril una ma­
listas que son los antepasados de nuestros tabloides, los calenda­ dera dura, en sentido contrario a la veta, con el fin de obtener
rios, los anuncios y los folletos hacían que la imagen penetrara en planchas muy resistentes que permiten ilustrar diccionarios, ma­
los hogares modestos. La imagen impresa incluso había reempla­ nuales y sobre todo revistas.
zado, en los interiores burgueses, a los tapices en forma de papel Un empresario audaz, Charles Knight, lanzó con éxito en
pintado, cuya boga se extendió después de 1760; requería una pe­ 1830 el Penny magazine, y en 1833 la Penny Cyclopaedia, inmedia­
sada industria compuesta por grabados en madera ajustados y lar­ tamente imitada por el francés Édouard Charton con Le Magasin
gas tablas de impresión que pueden verse todavía en el museo de pittoresque, qrn:�, gracias a varios equipos de grabadores en madera
Rixheim. La técnica utilizada para producir estas imágenes pano­ que se relevaban día y noche y a dos máquinas de vapor, podía
rámicas estuvo en el origen de los primeros carteles ilustrados ilustrar ocho páginas e imprimir mil ochocientas por hora, ha­
con colores chillones, el primero de los cuales lo pegó en los mu­ ciendo de este modo cada semana una tirada de cien mil ejem­
ros de París, hacia 1840, el impresor Jean-Alexis Rouchon. El «re­ plares al precio de dos sous. Esta moda de imágenes baratas in­
clamo» que se expresaba únicamente a través del texto se adornó quietó a las letras: «¿Dónde encontrará un refugio el buen gusto
con imágenes que transformaron los paisajes urbanos. En 1858, si se inunda así al pobre público?», exclama un crítico.
Jules Chéret tuvo un gran éxito con sus carteles de colores dul­
zones y, hasta fin de siglo, muchos coleccionistas se vieron afecta­ La industrialización de la imagen no había hecho más que
dos por la «cartelomanía». Los anunciadores lo están siempre. empezar. Desde 1835 la galvanoplastia permitió cubrir las placas
grabadas con una película de metal duro e imprimir así grabados
de gran tirada. El empleo del papel mecánico, fabricado en rollo
Y ya no hoja por hoja, abría el camino a los grandes semanarios
repletos de imágenes espectaculares. El primero fue el Illustrated

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London News, en 1842. La primera página de su primer número
mostraba el incendio de Hamburgo: al dibujante se le había
echado el tiempo encima y se había limitado a añadir llamas a una
antigua vista de la ciudad. La primera im:;1gen de actualidad estaba
vn Fotografía: ¿la adherencia a lo real?
ya trucada. Un año después fue imitado en Francia por
L'Illustratíon.
La auténtica novedad del siglo fue la invención· de la lito­
grafía por el alemán Aloi:s Senefelder. Un simple dibujo a lápiz
graso sobre una piedra que retenía la tinta ofrecía por fin la po­
sibilidad de dibujar en vez de grabar, es decir, de imprimir direc­ La fotografía no fue una invención más. Como en nues­
tamente cualquier escritura o cualquier imagen, como sobre un tros días la de Internet, la invención de la fotografía provocó un
manuscrito. El divorcio entre el texto y la imagen había c on­ entusiasmo sin medida. Bruscamente, la realidad se imponía
cluido. La litografía fue empleada de inmediato para reproducir como referencia directa de la imagen. El hombre ya no tenía que
mapas o partituras musicales, pero sobre todo imágenes a bajo inter venir: la foto, escribe Roland Barthes, se adhiere a la realidad.
precio, a las que se acusó de mal gusto: portadas de novelas, cari­ Hay en esta fórmula una gran,verdad y un gran error. Es
caturas, en una época en la que las masas estaban accediendo a la cierto que la foto no puede reproducir más que la realidad: no se
política. Permitió también a los pintores románticos, como Dela­ puede fotografiar un sueño, salvo que se represente antes en la
croix, popularizar sus obras, y a los académicos dar amplia difu­ realidad. Las fotos calificadas de «abstractas» no son más que imá­
sión a la reproducción de sus obras maestras. Fue gracias a la li­ genes de una realidad que se ha vuelto irreconocible. Es verdad
tografía como pudo aparecer en París, en 1832, Le Charívari, también que la foto capta todo lo que capta el objetivo, incluso
primer diario ilustrado, con una tirada de tres mil ejemplares, que lo que el fotógrafo no ha visto y aquello de lo que hubiera que­
publicaba las bromas republicanas de Honoré Daumier. rido librar su campo visual. En 1945, el reportero ruso Khaldei in­
mortalizó al soldado que toma al asalto el Reichstag en Berlín sin
ver que desvela inocentemente en su glorioso brazo los relojes
robados al enemigo, que tendrán que borrar del cliché. Todas las
fotos de prensa, o casi todas, son objeto de retoques antes de su
publicación: los lunares de las maniquíes, los postes que deslucen
el paisaje. No hay foto sin realidad.
Sí, la realidad se adhiere a la foto. Creer que la foto es la
copia conforme de la realidad revela no obstante ingenuidad y
esa vieja concepción mágica de la imagen como modo de exis­
tencia de la realidad. Revela nuestra vieja creencia hechizada en
la consustancialidad de la imagen y su modelo, más aún porque
la imagen fotográfica es el resultado de una emanación física, lu­
minosa, de un modelo que, necesariamente, existe. Nos cuesta
mucho deshacernos de esa creencia tenaz de que nuestra imagen
nos pertenece, de que nos es arrancada. Al permitir las imágenes

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automáticas del fotomatón o de las cámaras de tele-vigilancia, la bujo con la «cámara clara», a través de un bastidor con un papel
foto oculta su juego haciéndonos creer en su objetividad. La di­ translúcido cuadriculado, para copiar un paisaje y representar con
gitalización, al poner por delante el artificio de la imagen y lapo­ más facilidad la perspectiva, habían sido estudiadas por Abraham
sibilidad de rehacer una fotografia, nos ha desengañado del Bosse, grabador y matémático, en el siglo XVII. El ennegreci­
«efecto de realidad». Hay que admitir que detrás de todo objetivo, miento de las sales de plata bajo la luz se utilizaba para transmitir
incluyendo mis gafas, hay una espera y hay una elección. mensajes secretos, y la capacidad del hiposulfito de sodio para fi­
jar esas imágenes virtuales había sido demostrada en 1802.
Hacia 1817, lo que buscaban Nicéphore Niépce y muchos
Esperando la foto otros era trasladar estas imágenes naturales directamente sobre una
piedra o un zinc litográfico para poder imprimirlas. Lo que
La fotografia no nació del cielo, ni siquiera en la habita­ Niépce consiguió diez años después no respondía más que par­
ción del ingeniero Nicéphore Niépce. La voluntad, que hemos cialmente a sus esperanzas. No solamente sus imágenes, bastante
rastreado desde el siglo XIII en Occidente, de juzgar la imagen borrosas, eran en blanco y negro, sino que además no eran re­
por su fidelidad a las apariencias y por la exactitud de su obser­ producibles. Murió en 1833 legando a su hijo este éxito a medias.
vación anunciaba ya la fotografia. Hacia 1760, Marie Tussaud h;;i,bía aprendido del médico
El mercado del retrato sigue la curva ascendente del po­ Philippe Curtius el arte de esculpir bustos en cera, que resucitaba
der de la burguesía, interesada por promover la imagen corporal de las efigies mortuorias romanas, y lo convirtió en una atracción en
cada uno. Los salones de la segunda mitad del siglo XVIII, en Lon­ París, en el Palais Royal, antes de ser condenada durante la Revo­
dres y en París, se llenan de miniaturas y de medallones. Estaban lución a ser decapitada, y luego indultada y exiliada en Inglaterra,
de moda las siluetas recortadas por un virtuoso en un papel ne­ donde su teatro de celebridades de cera atrajo a las multitudes. La
gro y los retratos caligrafiados del «famoso Bernard», que despa­ fascinación de la semejanza cautivó al pueblo. Los espectáculos lla­
chaba un rostro de un solo plumazo e incitaba a los aficionados a mados «panoramas», decorados inmensos que, con grandes efectos
«hacerse escribir». de luces y sombras, reconstruían la batalla de Austerlitz o una
Poco antes de la Revolución, Gilles-Louis Chrétien hizo aurora boreal, hicieron furor en los bulevares parisienses.
correr a todo París a los jardines del Palais Royal a ver sus «fisio­ Uno de los empresarios organizadores de estos espectácu­
notrazas», antepasados del fotomatón. Un brazo articulado trasla­ los, Jacques-Mandé Daguerre, perfeccionó el procedimiento de
daba el perfil de la persona en una plaquita de cobre que se im­ Niépce y obtuvo una imagen fijada sobre metal que bautizó
primía al aguafuerte: uno tenía que posar durante seis minutos y como daguerrotipo.Vendió su patente al Estado, que lo «regaló a la
a los cuatro días le entregaban una docena de pruebas de cinco humanidad», es decir, a los industriales y a los aficionados que
centímetros de diámetro, sumariamente coloreadas a mano. Se quisieran hacerlo fructificar. Francia estaba descubriendo el libe­
presentaron cien fisionotrazas en el Salón de 1793 y seiscientas en ralismo, la libre empresa y su consigna: «enriqueceos». El anuncio
el de 1796. del descubrimiento se realizó solemnemente el 7 de enero de
Ya estaban reunidos todos los elementos de la fotografia. 1839, ante las cinco Academias reunidas, por el diputado de iz­
La propiedad que tiene la «cámara oscura» de proyectar los refle­ quierdas y célebre fisico Arago, cuyo lírico discurso profetizó:
jos invertidos sobre el fondo de una caja negra perforada por un «Pronto veremos las bellas estampas que no se encontraban más
agujero era conocida por Aristóteles. Aún se f abrican así unas cá­ que en los salones de los aficionados ricos adornar hasta la hu­
maras primarias denominadas esténopes. Las aplicaciones del di- milde morada del obrero y del campesino». No se equivocaba.

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Sin embargo, lo mismo que las «heliografías» de Niépce, el La imagen artística --cuadro, dibujo, estampa-, liberada de
daguerrotipo no era reproducible, lo cual constituía una gran des­ roda regla ligada al orden fijo del mundo, pasó a ser terreno de ba­
ventaja para su industrialización. La fotografía, tal como la conoce­ tallas simbólicas, así como un poderoso marcador social para las so­
mos, se la debemos al inglés William Henry Fox-Talbot, que con­ ciedades democráticas cuya jerarquía no está inscrita de antemano
siguió, en la misma fecha, sensibilizar un papel translúcido, el en unos gustos obligados. Pronto se introdujo a la fotografía en
«negativo», del que se podían sacar tantas pruebas como se deseara. este debate. ¿Era un arte? Los fotógrafos pretendían ser artistas, y
No sin dificultades: le costó dos años publicar, de 1844 a 1846, un algunos lo son, sea cual fuere el sentido que se da a esta palabra. La
libro de título revelador, Pencil ef nature, que contenía veinticuatro fotografía debió sin embargo su éxito a su capacidad para copiar
planchas pegadas en cada ejemplar. Ni Talbot ni Daguerre respon­ mecánicamente su modelo. Torpe para fijar el movimiento antes
dieron verdaderamente a las esperanzas de imprimir las imágenes de recurrir al procedimiento al colodión de Frédéric Scott Archer
fotográficas. Hubo de pasar aún medio siglo para que se lograse. en 1851, la foto se convirtió, no obstante, en sinónimo de testimo­
nio irrecusable, victoriosa sobre el lenguaje: «Describirla es cosa
imposible y me veo por tanto obligado a remitir a mis fotografías
La daguerromanía para dar una justa idea de ella», escribe Auguste Salzmann en 1856
como prefacio a su álbum sobre Jerusq}én.
La primera pregunta que formularon los senadores, el día Los retratos en «tarjetas de visita», los álbumes de viajes, de
que Arago les propuso hacer que el Estado adquiriera la prodi­ botánica o de medicina lo manifiestan enseguida. La foto se con­
giosa patente, fue: «Pero ¿con el daguerrotipo se pueden hacer re­ vierte en un arma política: Gambetta la utiliza para sus campañas,
tratos?». Esta ansiosa pregunta resume todo lo que estaba en pero no quedan más que retratos como padre de familia de este
juego en la imagen humanista. Por desgracia, aún los hacía mal: orador fogoso, muerto en 1882, poco antes de extenderse el uso
los prolongados tiempos que había que posar y el fuerte sol ne­ de la gelatina-bromuro. Este procedimiento, inventado por Ri­
cesario transformaban los posados en sesiones de tortura, lo que chard Leach Maddox en 1880, acortaba el tiempo de posado hasta
no impidió que la «daguerromanía» hiciera furor. la instantánea, progreso indispensable, abriendo el camino a la
Las principales víctimas de la fotografía fueron los pinto­ foto de reportaje.
res y los grabadores de reproducción. Sus legítimas inquietudes y
las palabras violentas que pronunciaron contra el «instrumento­
espejo» revelan hasta qué punto la ideología de la imagen ilusio­ Los últimos destellos del grabado
nista se había convertido en dogma. El respeto a la naturaleza de­
bía, desde Rafael, transigir con la idealización de las formas, un La fotografía condenaba a muerte al grabado, pero su ago­
frágil compromiso que los «realistas» consideraban hipocresía. La nía fue lenta. Mientras no se pudiera imprimir la fotografía, su in­
aparición de la fotografía hizo caer las máscaras. El idealismo se vención no estaba completa. La industria aguardaba. Se experi­
mostró como una mentira piadosa en relación con el respeto a la mentaron sin cesar procedimientos maravillosos, el primero desde
naturaleza. Por su parte, el realismo debía confesar que lo que 1842, en el primer volumen de las Excursíons daguerriennes de Hip­
pretendía era menos representar la naturaleza tal como es -cosa polyte Fizeau, donde aparecen láminas grabadas como aguafuer­
que la fotografía hace bastante bien- que promover el gesto per­ tes sobre cobres sensibilizados a partir de fotografías.
sonal del artista y dramatizar un mundo en movimiento tal como En 1856, un mecenas, el duque de Luynes, lanzó un con­
lo representaban Turner y Goya. curso para alentar los descubrimientos sin que hasta 1867 pudiera

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concederse el premio a Alphonse Poitevin por sus sobe bias pero El milagro de la trama
r

todavía caprichosas fototipias, por delante de Charles Negre con


sus no menos soberbios pero igualmente costosos heliograbados. El retrato del sabio Chevreul, hecho para su centenario,
De los delicados «fotoglípticos» se podían imprimir dos mil ejem­ fue la rimera fotografia impresa en un periódico francés; apare­
p
plares. Algunos impresores se equiparon para este dificil ejercicio. ció el 1 de octubre de 1886. Pero el prestigioso semanario
Un manual de la época lo describe así: «En los talleres del señor L'Illustratíon esperó diez años más antes de pasar del grabado al
Goupil y Cía., en Asnieres, cinco ser ies de seis prensas cada una fotograbado. Esta hazaña fue posible gracias al empleo de la
son colocadas sobre mesas circulares y girator ias. Una person a trama, inventada en Estados Unidos y en Europa a principios de
maniobra cada una de estas mesas; entinta y carga sucesivamente la década de 1880. La fotografia tramada reduce la imagen a una
las seis prensas haciendo girar la mesa». Desgraciadamente, este multitud de puntos que, más o menos entintados, permiten re­
procedimiento tenía un coste disuasor io y fue abandonado. Los producir las medias tintas, los modelados y todas las sutilezas de
clichés impresos y pegados uno a uno sobre cartones seguían gris que necesita la imagen para no verse reducida a un trazo. Las
siendo, a fin de cuentas, el medio menos arriesgado para editar las líneas de nuestros televisores y los píxeles de nuestros ordenado­
fotografias. res no proceden de otro modo.
Por perfectos que fuesen, estos procedimientos no sopor- Ell similigrabado, tramado con"'puntos más o menos g ran­
taban la producción en masa. Poco a poco se renunció a las finas des como otros tantos relieves sobre los cuales se agarra la tinta,
fototipias, proveedoras de tarjetas postales, y a los heliograbad os podía ser utilizado en medio· de textos tipográficos. El resultado
aterciopelados, inspirados en la aguatinta. Los periódicos ilustra­ era mediocre pero suficiente y' rápido. En 1890 se intentó utilizar
dos recur rían a dibujantes cuyos dibujos habían de ser paciente­ la mordedura del aguafuerte para obtener, a través de una trama,
mente grabados en madera o en acero para imprimirlos. Así, huecos imperceptibles que recibieran más o menos tinta con
Constantin Guys dibujó para la prensa la guerra de Crimea, que arreglo al precedente del heliograbado, que producía efectos más
los fotógrafos Roger Fenton, para la reina Victor ia y Eugene fieles pero debía ser impreso aparte. Se pudo partir también de la
Mehedin, para Napoleón III, cubrían con pesadas cámaras sin qu e litografia, tramada y trasladada sobre aluminio para llegar al pro­
sus fotografias se pudiesen imprimir. cedimiento más cor riente de hoy: el ef.fset.
Los grabadores de reproducción vivieron entonces una Estos procedimientos podían adaptarse a los cilindros me­
época glor iosa, pues eran los únicos que podían responder a la in­ tálicos de las rotativas y dieron or igen a la gran prensa de infor­
mensa demanda de imágenes: reproducciones de cuadros céle­ mación. Los periódicos americanos Collier's o Leslíe's se adueña­
bres, vistas turísticas, láminas técnicas, imágenes piadosas, etcétera. ron de ellos. El rotograbado fue utilizado por pr imera vez en el
El litógrafo Lemercier tiene cien prensas en París, Georges Bax­ Freíburger Zeitung en 1910. Había comenzado la era de los mass
ter lanza en Londres sus populares Baxter Prints, y la empresa medía, cuya expansión vivimos constantemente. Las primeras
Currier and Ives desarrolla en Estados Unidos una industr ia de la agencias de prensa surgieron en París en 1905 y se hicieron céle­
cromolitografia en colores llamativos. Más dura será la decaden­ bres los reporteros fotográficos, como Félix Man o Erich Salo­
cia de estas industr ias a fin de siglo, después de los progresos que mon, mientras Édouard Bélin, en 1907, inventó el belinógrafo,
permitieron por fin impr imir las fotografías en grandes tiradas. que, transformando los puntos blancos y negros de la fotografía
tramada en impulsos eléctr icos, podía transmitir imágenes a dis..,.
tanc ia, dispositivo que se hizo portátil en dos maletas de setenta
Y tres kilos de peso que se cargaban en un automóvil. En 1935 se

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tardaban catorce minutos en transmitir una foto. Era mejor que fot ografiado, había toda una gama de reproducciones que se
el telégrafo óptico, que la Convención había encargado a Claude adaptaban a la diversificación de los públicos, desde el dibujo de
Chappe y que en 1793 unió París y Lille a través de 534 estacio­ prensa y el «cromo» hasta el «póster» y la estampa de pintor.
nes, que se observaban con gemelos, si el tiempo estaba des­ El artista firma esas imágenes impresas como si se tratara
pejado. de dibujos -como hicieron los impresionistas a partir de 1874- y
En 1869, Louis Ducos de Hauron y Charles Cros habían limita cuidadosamente su tirada a unos pocos ejemplares. Incluso
revelado simultáneamente pruebas de fotografia en color, siempre en ocasiones, paradoja suprema, como Degas, hacen monotipos,
por descomposición de los colores primarios. En 1903, los her­ imágenes impresas en un solo ejemplar. Un decreto francés de
manos Lumiere inventaron un procedimiento de fotografia en 1992 exige que una estampa, para ser original y quedar fuera del
color especialmente sensible: el autocromo. El multimillonario y régimen de los productos industriales, haya sido hecha por el pro­
humanista Albert Kahn equipó con él a sus operadores, a los que pio artista e impresa en un cierto número de ejemplares. Para la
envió, entre 1909 y 1931, a formar el primer banco mundial de fotografia, también arrastrada al mercado. del arte, ese número se
imágenes: «Les Archives de la planete», setenta y seis mil fotos y establece en treinta. La prueba treinta y uno excluye al conjunto
ciento ochenta kilómetros de película, siempre conservados junto de la categoría de los objetos artísticos.
a su jardín japonés y a su bosque de los Vosgos, en Boulogne-Bi­ Mucho antes de la invención de la fotografia, los artistas
llancourt. habían marcado sus distancias. No se vieron todos sofocados bajo
La imagen no ha cesado de perfeccionarse en ningún mo­ la avalancha. Lejos de cumplirse las profecías que predecían su
mento. En 1881, George Eastman creó la Eastman Dry Plate pérdida, encontraron, como contrapunto a la imagen ilusionista o
Company, que pasaría a ser Kodak y a producir en 1888 una ca­ documental, un dominio en el cual eran los únicos maestros. El
jita portátil provista de una película de cien vistas, que costaba arte pictórico se definió entonces abiertamente como una inven­
veinticinco dólares, e iba acompañada del eslogan: «Clic clac, ción capaz de evocar todo el espectro de lo imaginario, hasta lle­
apriete el botón y Kodak hace el resto». gar a la abstracción, de componer otro mundo y no un sustituto
de éste. La fugacidad del movimiento, la evocación del tiempo
que pasa, se convirtieron en los grandes temas de los pintores y
Treinta ejemplares y no más de los grabadores. No se dedicaron ya a transmitir la impresión
táctil de unos objetos fijos y delimitados en el espacio, que tie­
La posibilidad de reproducir en masa las imágenes hubiera nen, en conformidad con las economías tradicionales, un funda­
debido, según Walter Benjamín, hacer palidecer el aura de la obra mento inmobiliario o hipotecario, sino a representar el valor del
original. Lo que sucedió fue lo contrario. Con extrema rapidez, instante y de lo inestable, de lo íntimo y de lo banal, ya se trate
la difusión popular de las imágenes hizo nacer un mercado de la de los efectos climáticos de los impresionistas o de las asimetrías
imagen rara que los nuevos aficionados, al parecer, necesitaban de los ukiyo-e, esas «imágenes de un mundo efimero y en movi­
para cualificarse a sí mismos y, en un mundo democrático de in­ miento» que tanto apreciaban los japoneses y que Occidente des­
dividuos diferenciados, constituir una nueva nobleza. cubrió con embeleso a partir de 1860.
El grabado denominado «original», el que se distingue de Es la época del Ensayo sobre los datos inmediatos de la con­
una simple reproducción y no obedece más que a su autor, se ciencia de Bergson (1889), de la teoría de la relatividad de Eins­
hizo poco a poco un lugar en el mercado del arte. Entre el cua­ tein (1905), de En busca del tiempo perdido de Proust (1913). La
dro de caballete, cuyo éxito no dejó de aumentar, y el prospecto imagen da cuenta de un mundo móvil, en el que todo cambia y

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se intercambia. La belleza absoluta de las viejas jerarquías ha de­
jado paso a la estadística. La matemática ha triunfado sobre el len­
guaje. En el cambio de siglo, la imagen está por doquier: el car­
tel la fija en los muros, la pintura y la estampa hacen de ella el VIII Del teatro de sombras al magnetoscopio
prototipo del objeto de un arte singular, la ciencia la convierte en
una de las principales herramientas de sus increíbles progresos.
No le falta más que el gesto y la palabra.

En Indonesia, en Tailandia, en Camboya, el teatro de


sombras cuyos actores son marionetas translúcidas sabiamente
articuladas es un arte de una extraordinaria significación; narra
las epopeyas nacionales a un público fascinado por la pantalla. El
deseo de hacer que la imagen se mueva es una obsesión para
nuestro espíritu. Nuestra sombra, producida por el sol, es una
imagen elemental que vuelve a abrir, en negativo, la cuestión del
espejo y de las relaciones consustanciales de nuestro cuerpo con
nuestra imagen. El teatro de sombras tuvo en Francia su época
de gloria en el cabaré del Chat Noir, en Montmartre, los años
anteriores a 1900.
Las sombras chinescas han inspirado a los inventores; uno
de ellos, de los más prolíficos, sigue siendo el jesuita Athanasius
Kircher. En 1668 inventó la linterna mágica. Bastan una fuente
luminosa, una vela o aceite, una placa de vidrio sobre la cual se
hayan coloreado burdamente unas escenas, y un objetivo que las
proyecte, aumentadas, sobre una pared blanca. Otro sabio, Johan­
nes Zahn, intentó en 1702 insertar organismos vivos en placas.
Partiendo de este sencillo dispositivo, que fue durante mucho
tiempo la providencia de los pedagogos y la felicidad de los ni­
ños, Étienne-Gaspard Robert, al que llamaban Robertson, realizó
su fantascopío, una maquinaria que permite mover la linterna y
obtener en una pantalla grande unos efectos que, en 1798, hicie­
ron estremecerse al público.
Al igual que la foto, el cine no surgió por generación es­
pontánea. Durante todo el siglo XIX hubo ingenieros que hicie­
ron girar las imágenes. En una sola vitrina del museo del Con­
servatorio Nacional de Artes y Oficios se pueden ver, al lado del

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Jenaquistiscopio de Joseph Plateau, de 1832, y del praxinoscopio de tricidad. El cine fue sonorizado en 1919. En 1927, fecha de El can.:.
Émile Reynaud, de 1879, basados en el fenómeno de la persis� tante de jazz, ya había aprendido a hablar.
tencia retiniana, por el cual, al hacer desfilar a gran velocidad
imágenes fijas, éstas produzcan la ilusión de que se animan, el
taumatropo de John Ayrton (1825), el políorama de Armand Lefort La retórica del movimiento
(1849), el fotobíoscopío (1867), el zootropo (1870) y el lampascopío
(1880). En 1894, Thomas Edison lanza sus kínetoscopíos, aparatos Ligada al sonido, la imagen ya no tiene la misma natura­
de uso individual en los que se imprimía movimiento a unos fi­ leza que la imagen fija. Se inscribe en la duración; tiene un prin­
cheros rotatorios de imágenes para narrar una historia en imá- cipio y un fin. Lo quiera o no, asume la forma de un relato y em­
genes. parenta tanto con las artes del lenguaje como con las artes
En 1896 se registraron ciento veintiséis patentes de dispo- gráficas, que Lessing dividía como artes del tiempo y artes del es­
sitivos para la proyección de imágenes animadas. Demasiado pacio.
tarde. Los hermanos Louis y Auguste Lumiere habían registrado La imagen animada no es una imagen fija mejor. Una y
la suya el 13 de febrero de 1895, y el 28 de diciembre, en el Gran otra no son intercambiables. La reproducción del retrato, del pai­
Café del Boulevard des Capucines, presentaron el cinematógrafo. saje, de la arquitectura, de los objetos de arte e incluso de las es­
Su decisivo invento supuso la utilización de una película flexible cenas de lla calle, la captación de lo que Henri Cartier-Bresson
y la sincronización del delicado mecanismo que accionaba el des­ llama «el instante decisivo», siguen siendo más bien competencia
file regular de fotografías a quince imágenes por segundo, tanto del fotógrafo. El relato documental, el encuentro, la ficción na­
en la toma de imagen como en la proyección, de las que se en­ rrativa requieren el cine. La geografía por un lado, la historia por
cargaba el mismo aparato provisto de una linterna, desmultipli­ otro. La imagen animada pronuncia un discurso hasta cuando es
cando así el <<efecto de realidad». silenciosa. La imagen fija no dice nada. Se deja adivinar. En rela­
El gesto se había conseguido. Faltaba la palabra. Aun com­ ción con el cine se puede hablar de lenguaje fílmico, de figuras
puesta como un discurso y respetando el orden y las figuras de de estilo e incluso de retórica. Los incesantes comentarios que
éste, la imagen seguía siendo una «poesía muda». Como en el acompañan a la imagen televisada aportan la prueba de ello, a
teatro, había que acompañar la proyección de la película con una menudo irritante. La imagen animada es un flujo. Detenerla
representación musical, esperando así poder armonizar los sopor­ constituye una violencia. No se deja visitar como una exposición
tes: cilindro, disco, bobina, película y sincronizarlos. Por otra ni leer como un libro. Una película no se mira como una foto.
parte, nos encontramos con los mismos apasionados descubrido­ Algunos sociólogos han observado que, en la misma pan­
res: Charles Cros, que hizo imprimir la primera fotografía en co­ talla, las imágenes ftjas se miran generalmente con los pies en el
lores (la reproducción de un cuadro de su amigo Édouard Manet suelo, el busto erguido y a poca distancia, y las imágenes anima­
presentado al Salón de 1882), inventó el paleófono, mientras que das con la espalda apoyada, en una postura más relajada y desde
Edison fundaba en 1876 su compañía, de donde salieron el fonó­ más lejos. Esto se debe sin duda a que la imagen animada, a pe­
grafo, el telégrafo y el micrófono. En 1901, Léon Gaumont regis­ sar de su enorme éxito, no ha mermado el poder de la imagen
tró la patente de un cron�fono, inaugurando así el siglo de lo ftja. Quizás haya que ver aquí también el efecto de la estrecha y
audiovisual, y en 191O efectuó el primer registro simultáneo de ambigua relación de la imagen con la muerte. La imagen ani­
sonido e imagen: la conferencia del profesor Arsene d' Arsonval, mada, se dice, ha hecho imposible la muerte. Resucita cada vez,
célebre físico especialista en las aplicaciones médicas de la elec- como hace lo escrito en cada lectura, a sus personajes. La imagen

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fija suspende el tiempo. Se podría incluso creer que lo detiene. Tal venga a despertarlo. Esa mirada posada en una imagen fija es el
vez la moda de la imagen mortuoria, tan cultivada hasta el siglo beso del príncipe.
XIX, nos parece más inquietante, incluso terrible, desde que la Así, en los museos y en las galerías de arte, los cuadros,
imagen puede hacer revivir a los difuntos. contrariamente a la costumbre antigua que los colocaba a modo
Paradójicamente, para animar la imagen fija hay que mul­ de mosaico en toda la superficie de la pared, se suceden en ella
tiplicarla, fragmentarla en instantáneas. La animación es una ilu­ como para contar su historia, curiosa asimilación de la imagen al
sión óptica. La imagen permanece fija, es el aparato el que la hace libro y a la lectura. El libro, sin ninguna· duda, ha conservado la
moverse. Lo mismo que el gris grabado o digitalizado no es más imagen fija en sus deseos de movimiento. No basta con pasar las
que una infinidad de puntos, la velocidad es una serie de inmo­ páginas para hacer que se mueva la imagen, que sigue estando en­
vilidades, lo que da la razón al sofista Zenón, que demostró que marcada en la página y rompe la lectura. Para inventar el cine era
todo movimiento es imposible, pues el recorrido siempre se primero necesario que la prensa habituara al lector a saltar de una
puede fraccionar en segmentos más cortos. columna a otra, a mezclar encuadramienJos y líneas, a hacer del
A menudo se considera al médico Étieime-Jules Marey texto una imagen y cultivar la moda del jeroglífico.
como un precursor del cine por su invención en 1886 de la cro­ En el siglo XVI empezó a sentirse la necesidad de animar
nofotografia, dispositivo que permitía estudiar un objeto en movi­ los libros con láminas desplegables, de hojas superpuestas, de fi­
miento mediante una rápida serie de instantáneas. Era lo contra­ guras móviles pegadas a la página. Se considera que la Cosmogra­
rio del cine, pues su finalidad era fijar lo que se mueve y no hacer fia de Pedro Apiano, de 1524, es el más antiguo de estos libros en
moverse a la imagen fija. Los reporteros fotográficos utilizan en la historia de la imprenta: en · ella es posible animar los astros
nuestros días unos aparatos que toman imágenes fijas «a ráfagas»; como en un pequeño planetario. Los libros de anatomía recurrían
los más perfeccionados, en los laboratorios, toman hasta dos mil con frecuencia a estas imágenes recortadas; en el siglo XVIII se
imágenes por segundo. No por ello son menos fijas. convirtieron en un juguete para niños denominado pop-up books.
La imagen animada es prisionera de un tiempo que no le Los peep shows podían ser más complicados, pues ofrecían
pertenece, el tiempo del lenguaje, de los sonidos que la acompa­ perspectivas, como en las cajas de óptica, unos teatros en minia­
ñan. Las artimañas de la imagen animada para despegar su propio tura que representan en varios planos el panorama de Venecia o
tiempo del tiempo de lo que se representa constituyen buena de Londres sobre los cuales se hace que desciendan crepúsculos y
parte de la historia del espectáculo, desde la regla de las tres uni­ despunten auroras y se ilumina la noche con pequeñas antorchas.
dades hasta la ficción del «directo» y sus diversos artificios: mon­ El juguete para niños ha pasado a ser un juguete para adultos,
taje, plano de corte,jlash-back, etcétera. Chris Marker ha explo­ pues basta con levantar el tejado para ver lo que pasa en el dor­
rado sus fronteras y sus fallos. mitorio, o simplemente mirar por el ojo de la cerradura. La es­
Solamente la imagen fija escapa a la duración de la lec- cena, por muy vulgar y real que sea, es proclamada imagen: basta
tura. Toma su tiempo. Por este hecho, tiene un peso particular. con que esté oculta y sea después descubierta. El secreto excita el
Lessing sigue teniendo razón: la imagen fija es global e inme­ imaginario; desvelado, aparece como una imagen. La curiosidad
diata. Lo cual no quiere decir que no esté impregnada de un convierte todo objeto en imagen.
largo pasado. El tiempo está retenido en ella como la energía en
un acumulador. El espectador puede liberarla a su gusto. El
tiempo de la imagen fija no es ni el de los relojes ni el de la len­
gua. Aguarda, almacenado en su superficie, a que una mirada

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Un bastardo del libro y la imagen: Goethe estimaba a Topffer. Víctor Hugo hizo historietas gráficas,
la historieta gráfica pero no las publicó. Este estatus equívoco de la historieta gráfica
no la ha abandonado, perpetuando la tradición de la imagen
La fuerza persuasiva del cine, que sembró el pasmo entre como discurso para la gente sencilla, pero también como expre­
sus primeros espectadores, tiene su origen en el uso de la foto­ sión irreemplazable de lo imaginario.
grafia, pero sin ella la imagen se habría animado de todos mo­ La fortuna de las historietas gráficas fue obra de los pe­
dos. La animación de la imagen es un fenómeno obligado en riódicos ilustrados europeos desde mediados del siglo XIX, pero
cuanto la imagen sigue un discurso. Las ilustraciones más anti­ debe mucho a la herencia de Hokusai y los mangas japoneses así
guas de Egipto o de Mesopotamia recurrieron a la historieta como a los camics americanos, esos bastardos del libro y la imagen.
gráfica: una secuencia de imágenes que, fragmento por frag­ En Estados Unidos, lo mismo que en Japón, la imagen no tenía
mento, se ajusta a un relato. La más célebre de estas secuencias tan mala reputación como en Francia, donde, durante mucho
es el tJia crucis. El Génesis aparece narrado en imágenes en la bó­ tiempo, en lugar de «bocadillos» se insertaba debajo de cada ima­
veda románica de Saint-Savin, las victorias deTrajano en la co­ gen un texto tipográfico sabiamente recompuesto.
lumna del Foro Romano, la conquista de Inglaterra en los tapi­ A partir de 1905, Winsor McCay creó con Little Nema in
ces de Bayeux. Slumberland (el país de los sueños) un,i historieta gráfica que hizo
Los programas iconográficos, en los libros o en los frisos que la imagen se volcara en el sueño. Todo se agita. Las formas se
monumentales, invitan a la lectura, pues, si bien la imagen solita­ estiran, se superponen; un personaje que estornuda hace estallar
ria no posee ni las articulaciones ni los códigos que caracterizan el encuadramiento de su imagen. El dibujo animado estaba al al­
a una lengua, a cambio las series de imágenes se organizan con cance de la mano de este dibujante, que en 1911 hizo de Little
arreglo a una lógica discursiva que se basa, como todo lenguaje, Nema uno de los primeros dibujos animados modernos con cua­
en discriminaciones formales entre una y otra. La disposición de tro mil imágenes.
las escenas que componen las vidrieras, los frisos o los frescos re­ A continuación de los flíp baoks y de Edison o del Théátre
quiere un comentario. optíque de Émile Raynaud, el francés Émile Cohl había realizado
En el siglo XVIII, el pastor alsaciano Oberlin inventó las en 1908 un dibujo animado titulado Fantasmagarie. Luego se va­
imágenes de conciliación. Dispuestas en acordeón, no presentaban lió de los alegres animales de Benjamín Rabier, antes de ser re­
el mismo motivo si se miraban los paneles visibles desde el lado clutado para marchar a Estados Unidos, donde ya estaba el ratón
izquierdo que si se miraban los visibles desde el lado derecho. El Ignaz haciendo trastadas. Mickey fue concebido más tarde, en
espectador situado a la izquierda podía ver pájaros mientras que 1928, y las primeras películas de Walt Disney aparecieron en 1929.
el colocado a la derecha veía flores. Oberlin pedía luego a las dos
partes que cambiasen de lado y, llevándolos a adoptar el punto de
vista de su adversario, les hacía constatar que ambos tenían razón Agua y tele en todos los pisos
y estaban equivocados.
Se atribuyen a otro pastor, el genovés Rodolphe Topffer, Había otras técnicas capaces de hacer que se movieran las
las primeras historietas gráficas modernas. Hacia 1830, el roman­ imágenes. El alemán Karl Braun y el italiano Guglielmo Marconi
ticismo apreciaba la expresión de los sentimientos, las efusiones, fueron galardonados con el premio Nobel en 1909 por el descu­
pero también la mezcla de géneros. La que cultivaba el malicioso brimiento del principio del tubo catódico, una cámara vacía re­
pastor estaba en el punto de encuentro de lo popular y lo letrado. corrida por una corriente y en el interior de la cual, según el Petit

86 87
or el cátodo «son di­ magnetoscopios en 1956, abriendo el mercado de la imagen ani ­
ectrones emitidos p
Laro usse, 1os haces de el
acto pro- mada para todos y el desar rollo de géneros nuevos: familiares,
escente donde su imp
una superfi cie fluor
r ígidos sobre
vechada por el profesionales, doc umenta les o de simple duplicación. Una banda
duce una imagen
visible». Esta propiedad fue apro
stados U ni do s en de vídeo s e dife rencia de una película cinematogr áfica sobre todo
r uso Vla d1. n11· r
Zwor ykin, •que, emigrado a E
o p io, en que las imágenes, aunque or ganiz adas en secuencias, no están
y 1929 su pr imer aparato, el ico nosc
1919, inventó entre 1923
n Log ie Baird hizo func
iona r en 1925 separadas en ellas en imágenes fij as ; el registro es reversible y la
mientras que el inglés Joh
te co n el co l or, siempre cinta, que s e p uede rep roducir con facilidad, se aj usta a las n ece ­
uso en 1928 probó suer
su televiso r, e incl
omática. sidades de afi ci onados y artistas.
de la descomposición tricr
según el principio
i gui ó realizar, el 1 de Al contrar i o que la foto, el cine o el vídeo, la televisión n o
En F rancia, René Barthélémy cons
r imera retransmisión, co
n una defi nición de ha dado l ug ar a un arte. Con una distribución (el 95 por ciento
abril de 1931, la p
ar ís y Le Havre . El mis
mo año se hicieron de los h ogares en F rancia) que iguala la del agua y la electr icidad,
treinta líneas, entre P
a York, desde l o alto del
Empire la televisión . reúne cí rculos de consumidores, no de aficionados.
las pr imeras emisiones en Nuev
ió el pr imer pro g ra m a regu ­ Pocos reali zadores han dejado hasta ahora su nombre en la histo­
State Building. Par ís Télévision emit
re de 1932; en 1935 se insta
­ r ia del arte más que como cineastas. Las hazañas de Jean-Chris ­
lar, una hora por semana, en diciemb
la red francesa des d e l a T orr e tophe Aver ty n o han c ompensado la5, inter minables horas de de ­
laron estudios y en 1939 se lanzó
ca ­ bate y retransmisió n de películas. L os efe ctos nuevos
a de tub o, una especie de de
Eiffel. El pr imer televisor tení a for m
situab a la pantalla fo sfo res -­ anunciados por los sp o ts publicitarios o los clips musicales son, sin
ñón de imágenes, en cu yo extremo se
ada. La g uerr a lo inter ru
mpió t odo. El emb argo, una mina de inventiva y una escuela para los realizado­
cente, circular y ab omb
la calle Cognacq-Jay; en 1949 res, sostenida por el comercio de DVD.
progr ama se reanudó en 1947 desde
francés. Tu viéron que pasar Los artistas · g r áfi cos y los escr itores se ha n consag ra d o al
se difundió el pr imer diario televisado
l territor io con repetidores . vídeo o a l ar te digital, pero la tel evisión no ha establecido esa re­
veinte añ os para cubr ir la totalidad de
de F rance fue adop­ lación singular entre realizadores, productores y espectadores. La
El procedimiento en color de Henr i
u yo desde 1953. televisión, cu yos p rog ramas y cu yo consumo s us ci tan tantas crí ti­
americanos ya tení an el s
tado en 1959, aun que l os
élite Telstar, las imágenes de cas, apenas es juzgada en cuant o a su calidad estética o inventiva,
El 1o de julio de 1962, gracias al sat
s de varios repetidores, uno en el mejor de los casos en cuanto a sus proezas técnicas o a la
televisión cr uzaron el Atlántico a travé
ula de radar de Pleumeur
-Bodou -h oy pertinencia de las imágenes. Es recibida más bien como una ima­
de los cuales era la cúp
municaciones-, Y llegaron gen ritual. Los sociólogos n o cesan de comparar el puesto de la
transfor mada en museo de las teleco
televisión, que reemplaza al fuego del hogar, con un altar privado.
hasta las pantallas europeas.
s conquistó al gran La fascinación del «directo», la pop ularidad de los presentado'res,
La producción de imágenes electrónica
kinescop io , fijándolas en una la liturgia de l os platós, en presencia , las más de las veces, de un
público. Era posible g rabarlas con el
lejo
iento demasiado comp público b eato, tenderían a demostrarlo. La tel evisi ón es una m isa
película cinematog r áfi ca, procedim
El reg istro magnético un­ , a per manente que, si no cong rega a los creyentes, une al menos a
que dejó paso a la banda magnética.
en en un principio tot al­ una sociedad. Ha venido a ser com o unos oficios cotidianos, pero
que asimismo analóg ico, tiene su orig
agnético, descub ierto p
or como arte sig ue siendo un arte dom éstico.
mente distinto. Según el efecto electrom
el danés H ans Chr istian O ers
ted en 1820, una corriente eléctrica E l desarrollo del «vídeo a la car ta», que per mite descar ­
ul as inclui­ gar indivi dualmente la s emisi ones favor i tas de cada uno, ¿va a
or ientación de l as par tíc
actúa como un imán y fija la
ciedad Ampex l anzó los
pr imeros convertir la emisión televisiva, al alentar las opciones y su ftj ación
das sobre un so porte. La so

89
88
mediante una apropiación personal, en una obra y al telespecta­
dor en un «aficionado a la televisión»? La televisión permanece
por el momento dentro de la categoría de la conversación o del
tiempo que hace. Ha banalizado la era audiovisual inaugurada por IX Bienvenidos a la videosfera
el cine sonoro.
Desde que la imagen se encontró con el sonido, se han
quedado como paralizados el tacto, el gusto y el olfato, que son
sin embargo los primeros lugares de saber de la nutrición. La vista
y el oído, los dos vectores más utilizados por la comunicación hu­
Un tejido de imágenes envuelve nuestro mundo desde
mana, han ganado por la mano a los otros. Son los más inmate­
riales, los únicos que sabemos grabar y transmitir a distancia. Ahí que entramos en lo que Régis Debray denomina la videoifera, esta
era en la que la imagen es más fácil de producir que un discurso.
está su ventaja: fundamentan relaciones humanas mundiales y van
Las imágenes nos devoran, nos acosan. Estamos sumergidos, in­
incluso más allá de nuestro planeta.
mersos en la imagen. Las pantallas integradas en los teléfonos mó­
viles han cambiado el uso de la fotogr,afia y las cámaras de vigi­
lancia funcionan sin reflexionar. Las· imágenes son consumidas in
situ o transmitidas sin demora, demasiado numerosas para mere­
cer ser conservadas, tan numerosas que pronto no habrá ningún
acto ni gesto nuestro que no haya constituido el objeto de una
imagen, como antaño de una simple palabra. Los efectos especia­
les, o especiosos, que en los círculos espiritistas hicieron creer en
las apariciones milagrosas y en la fotografia de espíritus, se han
convertido en el pan nuestro de cada día para los publicistas y los
realizadores de clips, que los crean de una tacada.
Poco a poco disminuye el espacio dejado entre la imagen
y lo que representa. Un perrito que viene a lamer la mano del
niño desde el otro lado de la pantalla de una consola de video­
juegos y ladra cuando el niño lo acaricia con su lápiz, ¿no es ver­
daderamente algo más que una imagen? Los rostros digitales de
Catherine Ikam, que siguen con sus ojos enigmáticos los movi­
mientos, incluso involuntarios, de sus espectadores fascinados, nos
inquietan. ¿Son dobles de otros nosotros mismos? Y ¿no nos va­
mos a hundir en un mundo de ectoplasmas?

90 91
El papel de lo real Los iconos modernos

Este temor no es vano. Las técnicas de reproducción apro­ Este miedo es más poderoso desde que las imágenes, a
ximan la imagen a su modelo.Vienen a añadirse otros síntomas, nuestro servicio, se insinúan en nuestro entorno. La omnipresen­
como el gusto del arte contemporáneo por el ready-made, que cia de los medios de comunicación impone sus imágenes en los
transforma objetos usuales en obras simbólicas y hace de un uri­ muros de la ciudad al igual que en los hogares, en las revistas, en
nario una escultura, pero también los juegos de rol, que confun­ los envases, en las pantallas domésticas. Los famosos, los hombres
den el teatro y la vida, pero asimismo el culto al patrimonio, en y mujeres políticos se invitan a entrar en ellos de improviso, acu-­
el que todo objeto puede revestir de repente un valor simbólico den a nosotros en ellos, nos persiguen en ellos. En la democracia,
que lo metamorfosea en la imagen de lo que era. la imagen de los dirigentes y de las celebridades se ha banalizado,
¿Es la imagen algo más que una representación, es ya un fundida en la masa; busca la confianza de uno, pero, en contra­
acto, o un acto en potencia? Esta promiscuidad de la imagen y su partida, se extiende por todas partes.
objeto da miedo y despierta la antigua querella de la catarsis, el El hombre político pasa a ser un actor de cine; las infor­
poder de la imagen para reemplazar la realidad a fin de producir maciones parecen una telenovela.Vivimos, se dice, en una «socie­
efectos, fastos o nefastos, de sustitución. Los monumentos a los dad del espectáculo». Pero Luis XIV, ccm su manto de armiño, ha­
muertos ¿favorecen las reconciliaciones o sirven para enmascarar ciendo de héroe en su estatua ecuestre, o cualquier jefe de tribu
los conflictos? La imagen de la violencia ¿empuja a la violencia o, con su penacho de plumas se servían mucho más del espectáculo:
por el contrario, permite evacuar la violencia y caricaturizar unos éste debía intimidar, inspirar admiración o estupor. Las imágenes
simulacros de ella? del poder se han hecho modestas hoy, pero su insistencia obse­
La respuesta es siempre la misma: la imagen reconocida siona. Despojadas de sus oropeles, su poder federador tiene ese
como imagen absorbe la violencia, la toma sobre sí, pero la ima­ precio. No es ya el uniforme ni el ceremonial, sino el aporrea­
gen transparente, confundida con su modelo, puede dejarla pasar miento mediático que impone el dictador, como el logo impone
hasta el acto. Las imágenes pornográficas pueden ser consideradas la marca y gobierna el mercado. ¿No nos hemos limitado a cam­
como un producto de sustitución de la sexualidad física. ¿Deriva­ biar de iconos?
ción o desviación? El fantasma, ya se sabe, nos protege de la vio­ Ya no adoramos a los ídolos, pero seguimos creyendo que
lencia, si no, el arte no nos sería necesario, ni siquiera existirían si alguien me hace una foto roba una parte de mi persona. La
las más grandes obras maestras. Pero si la imagen revela una rea­ imagen del cuerpo humano no es el cuerpo humano. ¿A quién
lidad criminal, nos indigna, y nos lanzamos sobre ella o sobre su pertenece, pues, la imagen del cuerpo de uno? ¿Pertenece la ima­
autor. Cuando la ley prohíbe las fotos de personas presuntamente gen del muerto a sus herederos? La cuestión causa escándalo
inocentes pero esposadas, es esta realidad indigna lo que hay que cuando se trata de Lady Di o del Che Guevara. En cuanto a la
prohibir, no su representación. Si la imagen es considerada culpa­ del prefecto Erignac, el tribunal juzgó que la publicación en el
ble de la violencia, entonces los jueces cometen el mismo error París-Match de su cadáver ensangrentado en una acera de Ajaccio
que los criminales. atentaba contra la dignidad del género humano, al igual que La­
martine había prohibido la publicación de sus caricaturas, pues
ofendían a Dios, a cuya imagen y semejanza ha sido creado el
hombre. ¿Es inviolable la imagen del hombre, como lo son sus ór­
ganos o sus genes?

92 93
El propietar io d e una image n ¿es su autor, o el autor de Antes del cine, en 1884, e l disco de Paul Nipkow, perfo­
su modelo, 0 bien el propietar io del modelo, a menos que s e a rado por unos or ificios dispuestos formando espirales y lanzado
el propie tar io· d e l sopor te d e esa imagen, coleccionista o mar­ a veinticinco revoluciones por segundo, captaba en cada vuelta
chante? Con el mundo digital, el problema se vuelve inextrica­ los impulsos lumínicos del conjunto de la imagen. Esta expe­
ble. No solamente los autores s e subdividen en numerosos titu­ r iencia se vio superada por las investigaciones sobre el micros­
lares, sino que cada registro, cada copia, engendra un nuev o copio de barr ido electrónico, que analiza sus objetos par tícula
estrato de autores y la pr imera gen eración se aleja, sin extin ­ a par tícula, a la escala del nanómetro (una millonésima de mi­
guirse, a su pesar, ahogada bajo el peso acumu lado de las repro­ lím e tro ). Los trabajos que para Telefunken llevaron a cabo, en la
duccion e s. ¿Se pued e seguir hablando de «copia» cuando la década de 1930, Max Koll y Manfred von Ardenne condujeron
imagen es transmitida y descargada en for ma de fichero digital? a la vez al perfeccionamiento d e l microscopio electrónico y a
¿No se trata más bien de un «don»? Pero, si no hay «copia», ¿qué la tel e visión. La inve nción del láser e n 1960 y la digitalización
pasa con e l concepto de or iginal y qué autor tiene su exclusi- per mitiero n reducir las imáge nes a «píxeles» (picture5 element)
vidad? hasta var ios millones por pulgada cu adrada; el límite está aún
l e jano.

Pixel Power
A la velocidad de la luz
Jamás han sido los mitos de la imagen tan poderosos como
ahora, cuando creemos haber dominado sus técnicas. Nada parece La retransmisión de las chispas no data de ayer : en 1774, el
haber cambiado en nuestras creencias. Después de tanto progreso, ginebr ino George Louis Lesage había tenido la idea de cone ctar
¿cómo hemos llegado aquí, o mejor, cómo nos hemos quedado veinticuatro hilos eléctr icos con las letras del alfabeto, que trans­
aquí? mitían su acción a otros tantos e stiletes, y en 1809 el médico al e ­
La pulverización de las imágenes en puntos elementales, mán Samuel Thomas Sommering inventó un telégrafo eléctrico
accesibles y manipulables ha per mitido esta volatilidad, esta ma­ que, hacie ndo pasar la corr iente por la electrólisis a una cubeta de
leabilidad y esta multitud. Pero la naturaleza de la imagen no ha agua, provocaba una cur iosa escritura acuática.
cambiado. La digitalización no ha hecho perder a la imagen su Se consiguió transmitir la imagen ant e s que el sonido. El
naturaleza analógica: sólo la técnica de reproducción es «digitali­ telégrafo de Samu e l Morse, qu e funcionó entre Baltimore y
zada» o «vector izada». La fragmentación de la imagen en par tícu­ Washington en 1844, y sobre todo el ingenioso dispositivo de
las imperceptibles no es nueva. El arte del mosaico o el bordado Giovanni Caselli, que en 1861 envió imágenes fijas por medio
a punto de cruz son viejos ejemplos de ella. Está en la naturaleza de s e ñales eléctr icas, analizándolas línea por línea, son los ante­
misma de la imagen: es en u n tejido discontinuo de conos y bas­ pasados directos del fax, a través del telegrafoscopio que Édouard
toncillos donde se for man las imág e nes retinianas, retransmitidas Bélin inventó en 1906, antes de su belinógrafo.
al cerebro, que hace la síntesis de ellas. La estampa, para pasar al Finalmente, la infor mática per mite dominar estas imáge­
gris, tie ne que vapor izarse en manchas minúsculas de tinta ne gra, nes pu nto por punto. El noruego Frederik Rosing-Bull era es­
y la fotografia se revela gracias a u na cristalización de sales de pe cíalista en e l tratamiento de las estadísticas a partir de fichas
plata. La impresión de la imagen pasa siempre por unas tramas tan perforadas. Era heredero de la mecanografia, de los oficios de te­
finas que ya no las vemos. jer o d e los pianos mecánicos. Muerto en 1925 a los cuarenta y

94 95
La batalla por la conquista del relieve se venía librando No obstante, es necesario que el reconocimiento de for­
desde hacía mucho, desde el siglo XVIII, con las cajas de óptica y mas sea un reconocimiento de sentido y que la imagen se con­
las linternas montadas sobre raíles. Después de la invención de la vierta en una especie de lengua, como habían soñado los des­
fotografía, las vistas estereoscópicas tuvieron un gran éxito popu­ cifradores de jeroglíficos o los inventores de lenguas universales.
lar. La percepción del relieve por nuestra visión binocular, que La imagen cortocircuita el lenguaje. Entre código y analogía la
nuestro cerebro sintetiza, fue trasladada por David Brewster, en frontera es cada vez más porosa: ninguna imagen está exenta de
1844, a dos placas casi idénticas pero ligeramente desplazadas, y código, convenido entre los que la enseñan; ninguna escritura
observadas a través de un aparato binocular. El procedimiento fue está desprovista de emociones y de significados simbólicos, pero
comercializado en 1850 y puesto a disposición de los aficionados sigue existiendo una oposición entre lo sensible y lo inteligible.
en 1883. Mucho más tarde, en 1947, se ideó el holograma, que se La digitalización también hace caer los muros entre imágenes y
basa en la interferencia de dos haces, procedentes uno del aparato sonidos, inscritos por igual en los chips de silicio u otras mate­
y otro del objeto, y da una ilusión de profundidad. rias conductoras, cuyos circuitos no están limitados más que
Para ganar la batalla del relieve era preciso liberarse de toda por las capacidades de los microscopios electrónicos que sirven
percepción de la pantalla; en ello se han esforzado conectando re­ para trazar su camino, para colocarlos por paquetes en un orden
ceptores al cuerpo humano para transmitirnos la imagen, perci­ cuya complejidad desconocen hasta, los ingenieros que los cal­
bida en un casco que sirve de horizonte, y dar la ilusión de que culan.
nos movemos en un espacio en tres dimensiones entre las repre-­
sentaciones de los objetos que se pueden agarrar en toda virtuali­
dad. La manipulación de las imágenes parece no tener límites. Se Y la carne se hizo pantalla
anuncia un sciftware capaz de desacelerar los agrupamientos de cada
conjunto de píxeles con el fin de poner al descubierto los artifi­ La confusión entre lo simbólico y lo real siempre ha sido
cios que permiten, hoy, dibujar todo lo que se quiera con imá­ peligrosa. Si hay crisis de representación, es tan antigua como la
genes fotográficas y de este modo precavernos de un «efecto de imagen. El actor hace coincidir su cuerpo con su propia imagen;
realidad» sintético, que aquéllos han llevado a un punto extremo. la distancia entre el uno y la otra llega a desaparecer, un juego pe­
ligroso. Para Diderot, la paradoja del comediante es que, para ser
un buen actor, tiene que mantener la distancia respecto de su per­
El reconocimiento de las formas sonaje. Siempre se exploran sus límites en el cine, cuando la fic­
ción se confunde con el documental; en los espectáculos de tele­
La escritura misma, inventada para escapar a la imagen, se rrealidad, en las informaciones escenificadas y, para terminar, en
ha convertido en una imagen. Es captada «en modo imagen», glo­ el espectáculo que damos de nosotros mismos, y a veces a noso­
balmente, con más facilidad que «en modo texto», carácter por tros mismos, en la vida cotidiana.
carácter. El reconocimiento de los caracteres, que permite una ¿Qué pasa cuando la imagen (irnage) pierde su soporte (pic-:­
lectura formal automática, es utilizado desde 1985 para la clasifi­ ture) y deviene gesto? Esta propensión de la imagen a integrarse
cación postal, pero la capacidad del ordenador para reconocer en lo real, o de lo real a emanciparse en forma de imagen, no es
formas e identificarlas es llevada ya a la práctica por la teledetec­ un hecho nuevo, está en el origen de todos los rituales y cere­
ción, los controles de fabricación, las medidas de precisión, la moniales, solemnes o banales. Esta fusión de la vida en imagen,
imaginería médica y la creación asistida por ordenador. como una colada de metal va a petrificarse en un bloque, está en

98 99
el corazón de la pintura china, en la cual la imagen brota del gesto Una máscara es una imagen viva, como esos inmensos
como una prolongación del cuerpo, del aliento y de su reducción adornos del Teyyam indio, en los despliegues extravagantes de
al silencio. pl umas y de perlas rutilantes, los disfraces, los vestidos de novia,
Cuando la imagen se araña o se graba en la propia piel, los trajes del carnaval de Río, los de la Ópera de Pekín. Pero
se convierte en escarificación, en cicatriz. Su interiorización puede ser también un maquillaje discreto, un Jond de teint, un
puede llegar a ser trágica. Las neurosis y las psicosis son a me­ halo, una pose que se asume, un aire que uno se da y que viene
nudo enfermedades de la imagen de uno mismo y de la imagen a perderse en la parte de imagen que hay en nosotros.
de los otros. La triste escena que ofrece el círculo de mirones en
una acera, un proyector, un escaparate, un estrado, un traje, una
nariz postiza o cual quier accesorio son necesarios para distan­
ciar lo real de la imagen, desconectarla, proteger a la imagen de
su entorno, como las empalizadas del ruedo y al espectador de
la locura.
La identificación de la imagen con su modelo funciona
como una trampa. Hay que <<desembragan>, defiende Daniel
Bougnoux, «desfusionar» la imagen de la presencia. Este ejercicio
no siempre es fácil. Las nuevas tecnologías, al mediatizar la ima­
gen con toda clase de máquinas, son, por la presencia de su pe­
sado material, menos insidiosas que las imágenes que se presen­
tan a simple vista, sin aparato, como una sombra, unespejo o un
reflejo. Cuanto más instrumentalizada esté la imagen, más identi­
ficable resulta como imagen. Los niños aprenden deprisa, a poco
que se les ayude, a comprender que una imagen no es la realidad,
pero que tampoco es una ilusión. Tiene su vida propia, su razón
de ser, un autor, un público. No hay cine sin cámara.
Las imágenes más perversas son las que están habitadas
por su modelo o que se hacen pasar por un modelo. Un tatuaje
convierte a una persona en una imagen de carne. Las máscaras
detrás de las cuales se esconden hombres que dicen ser dioses,
antepasados o espíritus resultan aún más inquietantes. Por su­
puesto, vemos que se trata de una máscara y no de un rostro,
pero ello se debe a los dos agujeros, a la altura de los ojos, que
permiten al enmascarado vernos a nosotros sin ser visto y le dan
vida. Una máscara funeraria, con los ojos cerrados, disimula la
muerte. Pero una máscara esconde lo desconocido, es una ima­
gen por defecto, que deja creer no se sabe qué, no se sabe quién,
y que da miedo.

100
101
Bibliografía breve

Las fuentes antiguas citadas en este libro proceden de Pla­


tón, Cratilo, 432; Sefista, 234-240; Gorgias, 464-465; La República,
VII, 509d-ss. y IX, 596-598, y de Plinio el Viejo, Historia natural, li­
bro XXXV.

Este libro debe mucho a la mfdiología, el estudio mate­


rial de lo inmaterial o, más poéticamente, «de lo que las técni­
cas hacen al alma>>, y a los trabajos de Régis Debray, en especial
Vida y muerte de la imagen. His-toria de la mirada en Occidente, tra­
ducción de Ramón Hervás, Paidós Ibérica, Barcelona 1994,
hasta el reciente libro de Daniel Bougnoux, La crise de la repré­
sentatíon, La Découverte, 2006, pasando por los artículos
publicados en Les Cahiers de médiologie de 1996 a 2003 y en Mé­
dium desde 2004.

Debe asimismo mucho a la lectura de los escritos de An­


dré Malraux sobre arte.

Sobre la cuestión del peligro o beneficio de las imágenes,


coincidimos con las posturas de Serge Tisseron, expresadas, por
ejemplo, en Le bonheur dans l'ímage, Les empécheurs de penser en
rond, 1996, o Y a-t-il un pilote dans l'image? Síx propositions pour pré­
venir les dangers de l'image, Aubier, 1998.

Hemos aprovechado las lecciones de Anne-Marie Chris­


tin, autora de L'ímage écrite ou la déraison graphique, Flammarion,
1995, y de los coloquios dirigidos por ella: Écritures Iy Écritures II,
Le Sycomore, 1982 y 1985, así como las de Jack Goody, autor de

103
La raison graphique, Éditions de Minuit, 1979, y de La peur des re­ Sobre la Edad Media hay que leer la útil recopilación de
présentations, La Découverte, 2003. Daniele Menozzi, Les images. L'Église et les arts visuels, Cerf, 1991.
Después de los trabajos clásicos de Meyer Schapiro, reunidos en
Para las relaciones de la imagen con la historia del arte es castellano bajo el título Palabras, escritos e imágenes, traducción de
necesario volver a los libros de Wilhelm Worringer, Abstracción y Carlos Esteban, Encuentro, Madrid 1998, los estudios importan­
naturaleza [1911], traducción de Mariana Frenk, Fondo de Cul­ tes más recientes son los de Jean-Claude Schmitt, por ejemplo
tura Económica, México 1975, y de su maestro Alois Riegl, Pro­ Le corps, les rites, les r¿ves, le temps. Essais d'anthropologie médiévale,
blemas de estilo: fundamentos para la historia de la ornamentación Gallimard, 2001, y de Michel Pastoureau, Une histoire symbolique
[1893], traducción de Federico Miguel Saller, Gustavo Gili, Bar­ du Mayen Áge occidental, Le Senil, 2004.
celona 1980, y luego de Fréderick Antal, El mundo florentino y su
ambiente social: la república burguesa anterior a Cosme de Médicis, si­ Sobre el paso de la imagen religiosa a la imagen profana,
glos XIV-XV [1938], traducción de Juan Antonio Gaya Nuño, además de T zvetan Todorov, Elogio del individuo: ensayo sobre la pin­
Alianza Editorial, Madrid 1989. Entre las reflexiones recientes tura flamenca del Renacimiento, traducción de Noemí Sobregués,
hemos de citar las de Jean Clair, Méduse. Contríbutíon a une anthro­ Galaxia Gutenberg, Círculo de Lecto,res, Barcelona 2006, ahora
pologie des arts du visuel, Gallimard, 1989; para comprender la filo­ nos beneficiamos de los estudios de Hans Belting, Image et culte.
sofia de la imagen en relación con el arte hay que leer las obras Une histoíre de l'art avant l'époque de l'art, Cerf, 2007; de él hay que
de Gérard Genette, sobre todo La relation esthétique, Le Seuil, leer también Antropología de la imagen, Katz Barpal Editores, Ma­
1997; de Jean-Marie Schaeffer, L' art de l'áge moderne ... , Gallimard, drid 2007. V éase asimismo Vict:or I. Stoichita, La invención del cua­
1992, y de Georges Didi-Huberman, Devant l'image, Éditions de dro: arte, art(fices y artificios en los orígenes de la pintura europea, tra­
Minuit, 1990. ducción de Anna María Coderch, Ediciones del Serbal, Barcelona
2000, sin olvidar Breve historia de la sombra, traducción de Anna
Sobre la Prehistoria se leerán siempre con provecho los li-­ María Coderch, Siruela, Madrid 2006 y, más recientemente,
bros de André Leroi-Gourhan, y especialmente sobre nuestro Édouard Pommier, Comment l'art devient l'Art dans l'Italie de la Re­
tema véase «La imagen del hombre», en El gesto y la palabra, tra­ naissance, Gallimard, 2007.
ducción de Felipe Carreu, Ediciones de la Biblioteca, Universi­
dad Central de Venezuela, Caracas 1971, pero también los traba­ Sobre la historia de los iconoclasmos, además de Alain Be­
jos más recientes de Jean Clottes y David Lewis-Williams, Los sanc;:on, La imagen prohibida: una historia intelectual de la iconoclasia,
chamanes de la prehistoria, traducción de Javier López Cachero, traducción de Encarna Castejón, Siruela, Madrid 2006, debe con­
Ariel, Barcelona 2001, y de Emmanuel Anati, L'art rupestre dans le sultarse la obra dirigida por Franc;:ois Boepsflug y Nicolas Lossky,
monde. L'imaginaire de la préhistoire, Larousse, 1997. Nicée II, 787-1987, douze síecles d'images religieuses, Cerf, 1987, y
Robin Cormack, Icónes et société a Byzance, Gérard Montfort,
Sobre la Antigüedad griega, las obras de Jean-Pierre Ver­ 1993.
nant: por lo que concierne a nuestro tema, «Naissance d'images»,
en Religions, histoires, raísons, La Découverte, 1979. Citaremos tam­ Sobre las teorías de la imagen en el Renacimiento y de la
bién a Frarn;:ois Lissarague, «Faroles d'images: remarques sur le imagen clásica son imprescindibles los estudios de Robert Klein,
fonctionnement de l' écriture dans l'imagerie antique», en Écritu.:. reunidos en La forma y lo inteligible: escritos sobre el Renacimiento y
res II (op. cit.). el arte moderno, traducción de Inés Ortega Klein, Taurus, Madrid

104 105
1982, y por supuesto los libros de Erwin Panofsky, entre ellos La L' année 1895. L'image écartelée entre voír et savoir, Synthélabo/Les
perspectiva como <forma simbólica», traducción de Virginia Careaga, empecheurs de penser en rond, 1994.
Tusquets, Barcelona 2003, y el estudio de Rensselaer W Lee, Ut
Pictura Poesis. Humanisme et théorie de la peinture xv e -xvnr siecles, Sobre la imagen digital, es demasiado pronto para elegir
1967, Macula, 1991. Sobre las doctrinas religiosas de esta época, entre la enorme producción de un pensamiento todavía flotante.
disponemos ahora de la tesis de Ralph Dekoninck, Ad Imaginem.
StatutsJonctions et usages de l'image dans la littérature spirituelle jésuite Para concluir, quiero subrayar que, por lo que respecta a
du XVII' siecle, Droz, 2006. Consúltense asimismo los trabajos de las imágenes, no basta con recurrir a los libros y que este libro
Louis Marin, reunidos en una recopilación en 1994 bajo el título tiene una gran deuda con la visita a museos tan notablemente
De la représentation, pero también Le portrait du roí, Éditions de Mi­ presentados y documentados como el Louvre, el Musée Guimet,
nuit, 1981, que continúa la obra clásica de Ernst Kantorowicz, Los el Musée National des Arts et Métiers y el de Antiquités Natio­
dos cuerpos del rey: un estudio de teología política medieval, traducción nales en Saint-Germain-en-Laye, a los cuales las obras citadas ha­
de Susana Aikin Araluce y Rafael Blázquez Godoy, Alianza Edi­ cen referencia de manera preferente, entre muchos otros.
torial, Madrid 1985, y precede a Antaine de Baecque, Le corps de
l'histoire, Calmann-Lévy, 1993.
Acerca de este tema hay que señalar el artículo de Cado
Ginzburg, «Représentation: le mot, l'idée, la chose», en Annales
E. S. C., año 46, n.º 6, noviembre-diciembre de 1991, págs. 1.219-
1.234.

Sobre la industrialización de la imagen, léase Phílippe


Kaenel, Le métier d'illustrateur, 1830-1880, Droz, 2005; las informa­
ciones esenciales se encontrarán en el tomo III de la Hístoire de
l'édition franfaise, H.-J. Martín y R. Chartier (eds.), Cercle de la
Librairie, 1982-1985.

Sobre la fotografía hemos de remitirnos a las obras de An­


dré Rouillé y especialmente a Historia de la fotografía, Martínez
Roca, Madrid 1988, lo que no dispensa de leer su más reciente La
photographie entre document et art contemporaín, Gallimard, 2005, ni
de releer a Roland Barthes, La cámara lúcida, Paidós Ibérica, Bar­
celona 2007 y a Gisele Freund, La fotografía como documento social,
traducción de Josep Elias, Gustavo Gilí, Barcelona 2001.

Sobre el nacimiento de lo audiovisual, Jacques Perriault,


Mémoires de fombre et du son. Une archéologíe de ['audio visuel, Flam­
marion, 1981, y sobre la invención del cine, Monique Sicard,

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