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A) Código civil general de Austria (Allgemeines Bürgerliches Gesetzbuch)

El trabajo preparatorio para una codificación del derecho civil austriaco comenzó a mediados
del siglo XVIII con el Códice Theresianus y el Código Josephiniano . El precursor real del libro
General Civil fue el de Karl Anton von Martini, que creó el Código Westgalizische , que en el
anexado recientemente por la monarquía de los Habsburgo en 1797, Galicia Occidental
estableció una base de prueba y pronto se publicó el Código Ostgalizisches para el este de
Galicia .

Es la codificación más importante del derecho civil en Austria que entró en vigor en 1812 en las
"tierras hereditarias alemanas" del Imperio austríaco y aún es válido hoy, por lo que es el código
legal válido más antiguo del sistema legal alemán. Se llama "general" porque, a diferencia del
derecho consuetudinario, se aplica a todas las personas en su área, de manera uniforme.

El ABGB se divide en tres partes de acuerdo con el sistema institucional de la siguiente manera.
El ABGB se divide en personae (derecho familiar y personal), res (derecho de propiedad,
incluido el derecho de herencia y obligación) y una tercera parte, que contiene disposiciones
comunitarias.

El texto legal actual de la ABGB (y todas las leyes federales austriacas aplicables) se puede
encontrar en el sistema de información legal de la República de Austria de la Cancillería
Federal. En la medida en que el texto proviene de la versión original, también se reproduce de
acuerdo con la ortografía en ese momento.

En particular con las disposiciones de la versión original, es importante tener en cuenta el uso
histórico al interpretar.

Código general civil para todos los territorios alemanes hereditarios de la Monarquía austriaca,
recuerda por su duración, aunque no solo por eso, el itinerario recorrido por el ALR: Al
encuentro de la estrategia estatalista del absolutismo con la ideología emancipadora y garantista
de la ilustración; o también al marco político concreto en cuyo seno era posible una
reelaboración del derecho privado, aún feudal y por ello aún dominado por la molesta presencia
de la monarquía y de los estamentos, así como por el inmovilismo que imponía su precario
equilibrio. Precisamente por eso puede sorprender el resultado de esta historia: manifiesta que el
código austríaco tiene poco en común con el prusiano. Nace de un modo muy diferente y es
portador por ello de un mensaje más moderno y familiar. Tan es así que en su contenido (con las
oportunas puestas al día y las necesarias integraciones) está hoy todavía en vigor, mientras que
el prusiano no tuvo nunca una vigencia completa e indiscutida y fue suprimido de manera
progresiva a lo largo del siglo para luego ser retirado definitivamente por el Código civil alemán
(BGB) de 1900.
B) Zeiller y la codificación austriaca

Franz von Zeiller, seguidor atento y convencido del filósofo de Königsberg, se convirtió en
1796 en el ministro responsable de la elaboración de los últimos proyectos del código.
Aprovechó ampliamente la ocasión para reelaborar lo que se había preparado hasta entonces,
suprimiendo de los proyectos las máximas y las reglas que aún se referían a una concepción
precrítica del derecho natural y que por eso consideraban el derecho privado solo en función de
la realización de fines preestablecidos, en particular los eudemónicos. A cambio, concedió
espacio a las grandes intuiciones kantianas, que iban en realidad en otra dirección y que llegaron
a ser pronto la premisa filosófica implícita en la nueva civilística.

La separación entre derecho y moral que pudo así experimentarse de manera concreta en
ámbitos formales y externos. Derivaba necesariamente del hecho de que el reconocimiento de la
autonomía privada cambiaba el orden que se había respetado hasta entonces, y dejaba a la
competencia o a la libertad de los sujetos jurídicos la decisión sobre las finalidades concretas
que podían lograrse activando los derechos privados.

Todo ello tras haber señalado el derecho de la personalidad, es decir, la libertad inherente a la
capacidad jurídica, como el único derecho innato de verdad y que, como tal, pertenecía a todos
en general. Desde este punto de vista, la generalización de la subjetividad jurídica no provenía
de un juicio jurídico-político, no era el resultado de una decisión más o menos oportuna, más o
menos acertada y minuciosa del legislador, sino que era la consecuencia filosófica inevitable,
por automática, de la intuición que alejaba la subjetividad jurídica de la libre disposición del
legislador para convertirla en un atributo indisolublemente ligado a la vida de cada uno:
connatum precisamente en este sentido literal.

Además, atestigua de manera realmente clara y convincente la modernidad de este código.


Condicionado inicialmente por la teoría de la legislación compartida por la ilustración con una
función estatalista y emancipadora se libera finalmente de ella en el momento oportuno para
llegar a una solución más flexible y, por lo tanto, también más realista. Aun aspirando a lograr
la plenitud como tendencia, el código reconocía ab initio sus propias lagunas. Sin convertirlo en
un drama, afrontó serenamente el problema y enumeró en el famosísimo § 7 las fuentes
subsidiarias a las que se debía acudir para colmar las lagunas, en particular la analogía, la
costumbre y los «principios del derecho natural» que, con su polisémica falta de precisión, le
permitieron desarrollarse, enfrentándose con la necesaria seguridad a las amenazas del futuro.

De esta manera los «principios del derecho natural» del § 7 se relacionaron en un primer
momento con la teoría iusnaturalista profesada por el propio Zeiller y que ahora sabemos cuánto
debía al criticismo kantiano; o también con el derecho romano común del que se quería
confirmar así su papel subsidiario y básicamente anticodificador; o con la «naturaleza de las
cosas» que había exigido tanto espacio en la reflexión iusnaturalista de la segunda mitad del
siglo xviii; finalmente, en la época liberal, según la famosa frase de Franz Klein, con «el
derecho civil de la sociedad del individualismo económico». Así pues, fue posible en realidad,
como conclusión de una temeraria parábola, someter el código a la lógica de la nueva economía
tal como había sido descubierta y descrita por Adam Smith. Se recomponía de esta manera un
binomio clásico que aproximaba y ponía en relación la filosofía de Kant con la economía clásica
de Smith. Es legítimo, indudablemente, vincular la sorprendente vitalidad del Código austríaco
a este extraordinario acoplamiento (que todavía hoy fascina deslumbrando o deslumbra
fascinando). Durante mucho tiempo se mantuvo intacto también en aquellos países que se
separaron del Imperio de los Habsburgo tras 1918 para gobernarse autónomamente y continúa
regulando las relaciones privadas en el nuevo Estado austríaco nacido en 1945 de las ruinas de
la segunda guerra mundial.

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