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Revista CLAR
Año LX
Revista CLAR No 2 2022
ISSN: 0124-2172
Revista Trimestral de Teología de la Vida Religiosa
Publicada por la Confederación Caribeña y Latinoamericana de Religiosas/os - CLAR
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Contenido
CONTENIDO
4 Editorial
Reflexión Teológica:
Subsidios:
3
Citado en W. Hagemann, Klaus Hem-
merle. Innamorato della Parola di Dio,
(Roma: Citta Nuova, Roma 2013), 314.
van a la tumba de sus seres que- sus pasos inciertos las conducían
ridos para llorar y orar2. En Juan, al escenario de la mayor trans-
María Magdalena actúa sola y lo formación que en poco conocería
hace movida por su inconmensura- la humanidad. En medio de tanta
ble amor al Maestro. oscuridad un nuevo día estaba por
despuntar. Estas valientes mujeres
Los datos pudieran parecer lo contemplarían y lo testimoniarían.
anecdóticos, aunque no lo son. Lo
que interesa a los evangelistas es Absortas ante el misterio
poner de manifiesto “la fidelidad y
el valor de las que siguieron a Je- Marcos reporta un dato signifi-
sús desde Galilea hasta la agonía cativo y paradójico a la vez. Dice
de la cruz (27,55-56), mientras que que mientras caminaban, las mu-
“todos los discípulos lo abandona- jeres se preguntaban unas a otras:
ron y huyeron” (26,56).3” Es le- “¿Quién nos retirará la piedra de
gendaria la oración que rezaban los la puerta del sepulcro?” (Mc 16,3).
judíos de la época: “Seas bendito, La frase reúne la fragilidad física
Dios nuestro, por no haberme he- ante la “gran piedra” que sellaba
cho gentil, ni mujer, ni ignorante”4. el sepulcro de Jesús (Mt 27,60) y
En esa sociedad en la que las mu- el abandono de los discípulos varo-
jeres tenían tan pocos espacios de nes, pero contrasta con la fortale-
realización social y religiosa, algu- za de carácter y la determinación
nas seguidoras de Jesús desafían de aquellas mujeres que nunca
el frío de la noche, el abandono de habían abandonado a Jesús. Ya se
los discípulos varones, la inseguri- decía arriba que las condiciones de
dad generada por las tinieblas, la la crucifixión de Jesús nos permi-
exclusión social y hasta su propio ten comprender y quizá disculpar
dolor para ir hasta el sepulcro de la reacción de los discípulos, pero
su amado Maestro. Es muy posible hacen más admirable la audacia de
que caminaran llenas de temor e las mujeres.
incertidumbre; pero, sin saberlo,
La valentía no es una virtud
2
Levoratti, “Evangelio según san Ma- opuesta a la fragilidad. En nuestros
teo”, 396 países hemos visto cantidad de
3
Levoratti, “Evangelio según san Ma- grupos de madres de desapareci-
teo”, 396
4
Muñiz, “Mujer”, 1739. Los ortodoxos dos y asesinados por el terrorismo
explican que los hombres recitan esta de Estado o por cualquiera otra de
bendición, no porque sean intrínseca- las violencias que nos golpean, que
mente superiores a las mujeres, sino
porque están obligados a cumplir una han seguido las huellas de las le-
mayor cantidad de mandamientos, por gendarias “Madres de la Plaza de
lo que están agradecidos con Dios por Mayo” y que se han dado a la aven-
este sagrado deber. De todos modos,
es difícil quitar la carga androcéntrica tura de reclamar por la desapari-
de la plegaria. ción o el asesinato de sus hijos, a
traño que ellas vayan tan de prisa mente en todo el relato) Jesús en
cuando aún no amanecía, ya que persona envía a María Magdalena
eran las mismas que habían estado donde los discípulos con el encargo
contemplando la desgarradora es- de decirles que vuelve al Padre.
cena de la crucifixión y más tarde
el lugar de la sepultura de Jesús (Jn Lo sustancial, sin embargo, no
19,25; Mc 15,40-41.47 y paralelos). varía. Los cuatro son concordes en
Solo quien se arriesga a compar- insinuar que lo importante no está
tir la cruz de Jesús, como lo habían en los detalles sino en la experien-
hecho ellas, se ve favorecido con cia que ellas han vivido. También
el alborear de la resurrección. La sugieren de manera unánime que
desmesura del amor que habían haber contemplado el sepulcro va-
mostrado al acompañar a Jesús cío y haber recibido el anuncio ce-
durante su ministerio público ahora lestial de la resurrección no son
las urge a ir hacia el sepulcro. un fin en sí mismos. Ellas están
destinadas a una misión superior:
Toda gracia implica una misión. convertirse en las “apóstolas de los
Así mismo la agraciada experien- apóstoles”8, esto es, anunciarles a
cia que vivieron María Magdalena y ellos lo que ellos después anuncia-
sus compañeras fue el preámbulo rían a toda la humanidad. De he-
de un envío que recibieron de par- cho, todos los evangelios narran
te del Resucitado (en Juan) o de que ellas salieron de prisa y con
los mensajeros celestiales (en los gozo a anunciar la noticia para la
sinópticos). Justo frente a la tum- cual habían sido enviadas.
ba, “las mujeres escuchan llenas
de religioso temor”7 el encargo de Lo que no se puede ocultar es
ser portadoras del alegre mensaje que esta misión otorgó a las mu-
de la resurrección. Una vez más los jeres una innegable autoridad en
testimonios difieren al hablar del el cristianismo primitivo. Es tan
envío apostólico que recibieron las evidente que los cuatro evange-
mujeres. Lucas omite el dato del lios narran cómo María Magdalena
envío y en los otros tres las muje- y demás compañeras cumplieron
res son enviadas a hablar con los fielmente el encargo recibido de
discípulos varones; pero mientras anunciar lo que habían vivido en
en Marcos y Mateo el encargo del el sepulcro de la resurrección. Sin
ángel es anunciarles a los discípu- embargo, su autoridad fue invisibi-
los que vayan a encontrarse con lizada. Lucas identifica a los doce
Jesús en Galilea, en Juan (que, con los apóstoles (6,13), suprime
como se ha dicho, difiere notable-
8
Título con el que Rabano Mauro y
llorar y orar.” Levoratti, “Evangelio se- Tomás de Aquino se referían a María
gún san Mateo”, 396. Magdalena pero que sin duda debe
7
Mora, Levoratti, “Evangelio según san ampliarse a todas las mujeres del alba
Lucas”, 591. de la mañana de resurrección.
La prontitud, al ritmo del Sol que niña, que cada mañana renace a la
le habita y le calienta, es el modo esperanza”7.
del caminar mariano (Cf. Lc 1,39):
hay disposición, voluntad, ánimo, Contemplaron el Sol esas mu-
pasión. Se dirá de Ella que, no sólo jeres prudentes que junto con
corre, sino que vuela, en auxilio de sus lámparas llenaron de aceite
quienes la necesitan6. Al encuentro las alcuzas (Cf. Mt 25,5), pudien-
con Isabel, convergen y se armo- do levantarse a la hora imprevista,
nizan las relaciones en las fronte- porque estaban preparadas para
ras generacionales. El Anuncio se el banquete de bodas (v.10); ¡qué
transforma en puente: no se de- bien nos lo recuerdan las solemnes
jan sentir las diferencias, sino que notas del himno litúrgico!:
las integran y unifican. Dos muje-
res atraídas por la misericordia de ¿Qué ves en la noche,
Dios: una, “llevándola” y, la otra, dinos centinela?
“descubriéndola” se transforman Dios como un almendro
para nosotras y nosotros en maes- con la flor despierta;
tras del renacer. El canto alegre es Dios que nunca duerme
lo que se espera de toda mujer que busca quien no duerma,
sabe caminar en esperanza (Cf. Lc y entre las diez vírgenes
1,46-56). sólo hay cinco en vela…
6
San Bernardo, Las glorias de María, 49. 7
Évely, Cada día es un alba, 11.
gigante con sabor a Reino, donde eterna, Luz para siempre, y de esa
todos y todas podamos comer al voz del Espíritu8 que nos susurra:
alborear de nuestras vidas (Cf. Mt “Vayan y Anuncien”, como mensa-
13,33). jeras de la Luz, haciendo siempre
“lo que Él les diga” (Cf. Mt 28,7; Jn
A manera de síntesis, imitemos 2,5): “Porque sólo los hombres y
y configurémonos con Jesús, quien las mujeres tocados por Dios (ra-
frecuentemente recibía el alba en diantes de la Luz del Espíritu) sa-
la soledad y el silencio de las cimas brán abrir las mentes y los corazo-
de las montañas, para gustar la nes de sus contemporáneos a los
Luz y el Amor de su Padre. Aspire- misterios de Dios” (Benedicto XVI).
mos a favorecer espacios inmunes En esto consiste el amor verdade-
y protegidos de todo bullicio y con- ro a Jesús, en lenguaje femenino.
fusión, donde sea posible aprestar Esta es la genuina espiritualidad
el oído y percibir algo de esa fiesta bíblica del alba.
8
Martini, Al alba te buscaré, 10.
Para llevar a cabo esta empre- dejado su cuerpo. Por eso, corre en
sa me apoyaré en la presencia de la dirección de Pedro y el discípulo
nuestra protagonista en el texto de amado a transmitirles inmediata-
Jn 20,1-2.11-18. Escena que reco- mente la noticia. Esta conexión en-
ge la “aurora” de la fe compartida tre nuestra protagonista y los más
en el Resucitado y la misión sinodal notables representantes de la co-
que, la de Magdala, desempeña en munidad apostólica es significativa.
su implementación. El itinerario al María y el grupo de los Doce no son
que me ajustaré será el siguiente: ajenos, sino que actúan unidos. De
1. Al rayar el alba del primer día de ahí que, ante la sorprendente si-
la semana; 2. El primer encuentro tuación encontrada, la Magdalena
personal con el Señor Resucitado acuda a los discípulos quienes, a su
y 3. La primera misionera que da vez, acogiendo el mensaje de María
testimonio en pro de la sinodalidad. salen corriendo hacia el sepulcro.
Hay en este planteamiento, a nues-
1. Al rayar el alba del primer día tro entender, el atisbo incipiente de
de la semana una sinodalidad que después se
verá confirmada. Y es que en aquel
La escena joánica del sepulcro
grupo de discípulos, que todavía no
vacío (Jn 20,1-10) posee claras dife-
es Iglesia propiamente hablando,
rencias con respecto a la de los re-
están las bases de un “trabajo en
latos sinópticos3. La más evidente
red” destinado a lograr los propósi-
para nuestro propósito es que, en
tos de lo que, gracias a la Pascua,
el cuarto evangelio, la protagoniza
será el nuevo Pueblo de Dios: una
una sola mujer: María Magdalena.
comunión (unidad diferenciada)4
En efecto, de madrugada, cuando
de hermanos y hermanas, testigos
todavía estaba oscuro, al rayar el
del Resucitado en el mundo. María
alba del primer día de la semana,
Magdalena cumple en él un papel
la de Magdala llega al sepulcro y
que, después, ratificará su encuen-
verifica que la piedra ha sido corri-
tro con Jesucristo. Pedro y el discí-
da. No se nos da más información,
pulo amado, por su parte, realizan
pero parece que esta circunstancia
otro. La de Magdala, si nos fijamos,
lleva a María a pensar que se han
se muestra como el punto de unión
llevado al “Señor” del sepulcro; he-
entre Jesús (ahora, un cadáver
cho que suscita en su corazón la
desaparecido) y ellos. El resultado
preocupación por saber dónde han
de esta labor compartida es que
Pedro y Juan corren movidos por
3
Los sinópticos relatan la escena del un fin común al requerimiento de
sepulcro vacío con el esquema de una María. Este “correr juntos”, toda-
angelofanía (Mt 28,1-8, Mc 16,1-8 y Lc
24,1-11), por medio de la cual las mu-
jeres (siempre más de una) tienen no-
ticia (se les revela) la resurrección de 4
Sobre este principio “unidad en la
Jesús. En Jn no hay ninguna aparición diferencia” ver: Botella, “Jesucristo,
angélica y solo la Magdalena acude al cumplimiento de la historia de la salva-
sepulcro. ción”, 127-129.
vía no acompasado (pues uno co- encuentro personal con Jesús tras
rre más que el otro), es el anticipo su resurrección. Dato que, en otro
de la armónica figura sinodal (“ca- orden de cosas, merece una con-
minar juntos”)5 posterior. En este fianza no solo por su reiteración
proceso la función de María Magda- (cf. Mc 16,9), sino por la elocuencia
lena es esencial. Una vez cumpli- de su dificultad en el contexto pa-
da, cede el protagonismo a Pedro y triarcal en el que se inscribe7. Con
Juan, desapareciendo de la escena todo, cabe indicar que, desde el
hasta el versículo 11. punto de vista de la crítica, parece
sensato pensar que el encuentro
2. El primer encuentro personal de María con Jesucristo vivo, forma
con el Señor Resucitado parte de una tradición diferente a
la inmediatamente anterior8.
Tras lo vivido por Pedro y el dis-
cípulo amado en la tumba, en el En cualquier caso, lo relevante
mismo capítulo 20 de Juan, la de para nosotros es que, en la nueva
Magdala reaparece otra vez. Aque- escena, la Magdalena está frente al
lla vivencia ha llevado a la fe a los sepulcro vacío llorando. De pron-
dos apóstoles, pero no a María. El to se inclina y divisa a dos ángeles
ver creyente inaugurado por el dis- sentados sobre el lugar en el que
cípulo amado, que no se puede se- había yacido el cuerpo de Jesús
parar de la “apertura a la compren- (20,21). Se entabla una conversa-
sión de las Escrituras” (20,8-10)6, ción que aclara lo que le sucede a
permite ahora creer que Jesús ha nuestra protagonista. Los ángeles,
vencido a la muerte y que, por eso, llamándola “mujer”, le preguntan
no está en el lugar de los muertos. la razón de su llanto. Ella responde
Así lo indicaba la Palabra de Dios, con nitidez: “porque se han llevado
cuya inteligencia queda desvelada a mi Señor y no sé dónde le han
en ese instante. No obstante, toda- puesto” (20,13). Si nos fijamos, por
vía nadie “ha visto” al Resucitado. el tenor de la respuesta de María,
María Magdalena, precisamente, todavía se halla en el mismo estado
será la primera beneficiaria de un psicológico que provocó que acu-
diera en busca de los discípulos. Al
no haber encontrado el cadáver de
5
Ver el significado de “sínodo” y “si-
nodalidad” en Comisión Teológica In- Jesús en el sepulcro, tiene la honda
ternacional, La sinodalidad en la vida
y en la misión de la Iglesia, nn.3-5,
https://www.vatican.va/roman_curia/ 7
Se puede leer Lorenzen, Resurrección
congregations/cfaith/cti_documents/ y discipulado. Modelos interpretativos,
rc_cti_20180302_sinodalita_sp.html reflexiones bíblicas y consecuencias
(Consultado el 21 de abril de 2022). teológicas, 189-190. Sobre el discipu-
6
El “ver” que lleva al creer en la escena lado de las mujeres, Meier, Un judío
joánica del sepulcro vacío no es un ver marginal. Nueva visión del Jesús his-
físico sin más. Es un “ver cualificado”, tórico, 98-105.
acompañado, en este caso por lo que 8
Sobre el particular ver: Dufour, Resu-
se podría denominar la luz de la Pala- rrección de Jesús y mensaje pascual,
bra (“la inteligencia de las Escrituras”). 238-240.
4
Valerio, (2016): Donne e Chiesa. Una 5
Militello, (ed.) (2007): Il Vaticano II e
storia di genere. Roma: Carocci; EAD. la sua recezione al femminile, Bologna:
(2016): Il potere delle donne nella EDB; Perroni, – Legrand, (edd.) (2014):
Chiesa. Roma Bari: Laterza; Scaraffia Avendo qualcosa da dire. Teologhe e
– Zarri, G. (edd.) (1994): Donne e fede. teologi rileggono il Vaticano II. Paoline,
Roma Bari: Laterza. Cinisello B.
dal, como una iglesia de «hombres mos juntos en una comunión que
y mujeres» y abordar aquellas re- nace y vive de la comunicación de
sistencias culturales y estructura- la fe en la que todos somos suje-
les que aún están presentes ante la tos co-constituyentes y portadores
palabra y la voz de las mujeres en de una palabra única e insustitui-
la vida eclesial. No basta con ha- ble. En primer lugar, las mujeres
blar de las mujeres o a las mujeres. recuerdan que la experiencia de
Tampoco es suficiente discutir so- fe que cada una vive es única y
bre las mujeres o la cuestión feme- «encarnada» y que las palabras de
nina aislándola del conjunto de la testimonio y de comprensión del
reforma eclesial. Es necesario ac- Evangelio que cada una atestigua
tivar dinámicas sinodales y pensar y comparte están marcadas por la
en perspectiva sinodal el cambio innegable e incontenible diferencia
necesario, y esto implica escuchar de género.
a todos los actores implicados. En
este caso, las preguntas, los retos, Una Iglesia que emprende un
los deseos, los esfuerzos, las expe- camino sinodal debe crear las con-
riencias de las mujeres, pero reco- diciones, los tiempos, las estruc-
nociendo todas las subjetividades turas para una verdadera escucha
subjetualidad –las de los hombres y diálogo, donde se reconozca la
y las mujeres– en una relación de contribución de hombres y mujeres
partners, perfilando un rostro ecle- también en su especificidad sexual,
sial inclusivo, justo, participativo. superando los fáciles estereotipos
que reducen a la «mujer» a una lis-
2. Una palabra de las mujeres ta de «valores femeninos» y a una
para una Iglesia auténticamen- feminidad esponsal-maternal, olvi-
te sinodal: una Iglesia de hom- dando las diferencias de culturas
bres y mujeres y la especificidad de las experien-
cias de vida. Se trata, por tanto,
En una Iglesia sinodal, sin per- de abordar también una cuestión
juicio de la especificidad de los ca- tabú en la Iglesia católica: la de
rismas y ministerios – aún con la la masculinidad en el marco de la
asimetría relacional que ello con- relación entre la masculinidad, lo
lleva–, la contribución de todos y sagrado y el poder, cuestiones que
cada uno se enraíza en el reco- hasta ahora son poco pensadas en
nocimiento, sobre el fundamento teología y prácticamente ignoradas
bautismal, de la igual dignidad y la en la predicación y la catequesis.
responsabilidad común de todos y La antropología teológica parece
cada uno, como se afirma en Gál inmadura e incompleta: piensa en
3,28: «no hay varón y mujer, todos el ser humano (anthropos) como
son uno en Cristo Jesús»6. Camina- un «macho» (aner) universalizado
y declarado neutro; luego, en un
6
Børresen, (ed.) (2001): A immagine di segundo acto respecto a esta idea
Dio. Modelli di genere nella tradizione de lo «humano», intenta definir la
giudaica e cristiana. Roma: Carocci. «especificidad de lo femenino».
7
King, – Beattie, (2005): Gender, re- (edd.) (2018): Donne e uomini nel ser-
ligion, and diversity: cross-cultural vizio della liturgia, CLV – Roma: Ed. li-
perspectives. London: Bloomsbury Ac. turgiche.
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Prüller-Jagenteufel, – Bong, – Perint-
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giani, S. (edd.), La fede e la sua comu- (2011): Women and catholicism: gen-
nicazione. Bologna: EDB., 93-116. der, communion and authority. New
8
Berger, (ed.) (1990): Liturgie und York: Macmillan; Schüssler Fiorenza,
Frauenfrage. Ein Beitrag zur Frauen- (2014): Empowering memory and mo-
frage aus liturgiewissenschaftlicher vement. Thinking and working across-
Sicht, St. Ottilien; Grillo, – Massimi, Borders. Minneapolis: Fortress Press.
base», así como también que se tienen sacerdote o que están ale-
debata sobre la predicación homi- jadas del centro de la diócesis, y
lética de las mujeres, el ejercicio cambiaría, sin duda alguna, el esti-
de la autoridad pastoral y la cues- lo «exclusivamente masculino» con
tión del ministerio12. el que se ve y se ejerce el poder.
14
Simonelli, – Ferrari, (edd.) (2015):
Una chiesa di donne e uomini. Camal-
doli: Ed. di Camaldoli; Aa.Vv. (1985):
“Donne invisibili nella teologia e nella
chiesa”. En: Concilium 21. VI.
15
La contribución profética de Häring,
(1999): “Riflessione conclusiva. Potere
delle donne – futuro della chiesa”. En:
Concilium 35 565-574.
1
Amazonía, nuevos caminos para la
* Religiosa de la Congregación de las Iglesia y para una Ecología integral
Esclavas del Sagrado Corazón de Je- (documento final), de la Asamblea Es-
sús. Doctora en Teología por la Pon- pecial del Sínodo de los Obispos para
tificia Universidad Católica de Chile la región Panamazónica, celebrada
(2020) y académica de la misma Uni- entre el 6 y el 27 de octubre de 2019
versidad. Investigadora del Centro (en adelante SA); Exhortación apos-
Teológico Manuel Larraín. Miembro de tólica postsinodal Querida Amazonía,
la Asociación Latinoamericana de Li- del Santo Padre Francisco al pueblo de
teratura y Teología (ALALIE). https:// Dios y a todas las personas de buena
orcid.org/0000-0002-1195-2192. voluntad (en adelante QA).
Dios y tejiendo redes con otras/os. Poco a poco, de tanto hablar del
No basta con ocupar un determina- Imperio del Norte, los hombres
do espacio, poblar es habitar y eso fueron adquiriendo derecho de
significa dejarse provocar a más propiedad sobre él. Tantas co-
y estar dispuestas/os a dejarnos sas habían creado las palabras,
llevadas de generación a gene-
desacomodar por la novedad que
ración, que esas cosas habían
se nos ofrece. En definitiva, para pasado a ser una suerte de pa-
poblar el territorio debemos aban- trimonio colectivo. Aquel mun-
donar los odres viejos. do distante era una Tierra-en-
Espera, donde por fuerza habría
2. Abandonar los odres viejos de instalarse un día el Pueblo
Predilecto, cuando los signos
celestiales señalaran la hora de
En la novela El siglo de las lu-
marchar3.
ces del escritor cubano Alejo Car-
pentier se relata la historia de la
migración del pueblo de los cari- Opera aquí la dialéctica de lo
bes2. Esteban, uno de los prota- propio y lo ajeno: la propia tierra
gonistas de la novela, ubicado en fue percibida como tierra extraña
el Mar Caribe, en un lugar donde (aun cuando el pueblo habitaba en
se encuentran aguas dulces y sa- ella) y el pueblo se vio impelido a
ladas, en apariencia sin mezclarse, partir, cuando apareció en el ho-
hace memoria de esta historia. Se rizonte una tierra nueva, a la que
trata de la aventura de un pueblo ese pueblo sintió que se debía.
venido de algún lugar del sur que, Fue así como los caribes hicieron
alentado por la posibilidad de dar de unas tierras desconocidas su
alcance al Imperio del Norte, le- futuro y del madurar de un sueño
vantó campamento y se puso en nació la pasión, el riesgo y la ca-
camino, primero por tierra y luego pacidad de aventura. El relato hace
por mar. Para que esto sucediera, pensar en el lugar ocupado por que
debió juntar fuerzas y disponerse entendemos que nos pertenece en
a dejar lo que ya tenía para partir las decisiones que van tejiendo una
hacia tierras desconocidas. En esto historia. Mientras no encontremos
sirvieron de motivación los objetos aquello que podemos llamar nues-
que de vez en cuando traía el río, tro, estaremos de camino, lo habi-
que daban cuenta de la existencia do será provisorio y seremos foras-
de unas tierras lejanas de prome- teros en tierra extraña (incluso en
tedora riqueza. Con el tiempo, de la propia tierra).
tanto soñar con ellas, los caribes
terminaron por hacerlas suyas: En el relato se habla de una tie-
rra-en-espera, que dibuja un hori-
zonte capaz de poner a un pueblo
2
Carpentier (2014), El siglo de las lu-
ces, 314-322. 3
Ídem, 315.
entero en movimiento. Los caribes para los caribes fue la tierra en es-
encontraron en ella una provoca- pera, para los españoles un Nuevo
ción más que ensanchó su hori- Mundo y para Esteban los ideales
zonte de cara a un futuro posible y de igualdad, libertad y fraternidad
querido. Algo similar les sucedió a promovidos por la revolución fran-
los aventureros venidos de Europa cesa— en todos ellos se trata de
que llegaron a América alentados una esperanza que ha sido capaz de
por las noticias de la existencia de movilizar a sujetos y pueblos para
un Nuevo Mundo, y a Esteban (y alcanzar un ideal que se dibuja en
Sofía) cuando se pusieron en cami- el horizonte. ¿Por qué abandonar
no cautivados por las promesas del odres viejos? Porque ha aparecido
Siglo de las Luces: en el horizonte una tierra nueva a
la que sentimos que de alguna ma-
Hallábase Esteban en las Bo- nera nos debemos. La historia de
cas del Dragón, devoradoras de los caribes nos lleva a pensar que,
tantas expediciones que aban- al menos en la esperanza lo que
donaron las aguas saladas por llamamos mundo y lo que soñamos
las dulces, en busca de aque- como nuestro futuro existe en no-
lla Tierra de Promisión nueva- sotras/os: ilusión y esperanza. El
mente movediza y evanescente sentido de dejar lo que tenemos de-
—tan movediza y evanescente
bemos buscarlo en las señales que
que acabó por esconderse para
siempre tras el frío espejo de los traen los ríos de nuestra vida, que
lagos de la Patagonia—. Y pen- anuncian que hay también para no-
saba, acodado en la borda del sotros una tierra-en-espera llamán-
Amazon, frente a la costa que- donos desde lejos: puesta la mirada
brada y boscosa que en nada en el territorio que se nos invita a
había cambiado desde que la habitar seremos capaces de tensio-
contemplara el Gran Almirante nar nuestras historias hacia un fu-
de Isabel y Fernando, en la per- turo posible y querido, y encontra-
sistencia del mito de la Tierra de remos la fuerza para partir.
Promisión. Según el color de los
siglos, cambiaba el mito de ca-
rácter, respondiendo a siempre 3. La decisión de abandonar los
renovadas apetencias, pero era odres viejos para poblar el te-
siempre el mismo: había, debía rritorio
haber, era necesario que hu-
biese en el tiempo presente — Para decidirse a abandonar los
cualquier tiempo presente— un odres viejos (en los que normal-
Mundo Mejor4.
mente nos sentimos a gusto) y
recibir odres nuevos (capaces de
Si bien la figura de ese mito de acompañarnos en la actual prima-
un mundo mejor puede variar — vera de la Iglesia y de la Vida Re-
ligiosa), dos son las condiciones:
4
Ídem, 321. que exista en nosotras/os el anhe-
portan, sobre los cuales tenemos vorecerían, pero para ello debe
una experiencia, una opinión y un existir voluntad. Cuando se trata
interés, al vemos enfrentadas/os de la participación en las decisio-
a nuevas perspectivas tendemos nes que nos involucran, existe el
a la comparación, la defensa de lo desafío, por ejemplo, de hacer par-
propio, la instrucción del otro. Nos tícipes a los laicos de las decisiones
amenaza el peligro de, sin darnos que afectan a sus comunidades, de
cuenta, silenciar las voces meno- prestar real atención al sensus fi-
res para una vez más imponer una delium en el discernimiento eclesial
mirada hegemónica y una única y de permitir que la herencia cul-
verdad sobre las cosas. Abandonar tural de nuestras/os hermanas/os
odres viejos significa optar por un migrantes se exprese en el rostro
nuevo modo de relación basado en de las comunidades. Esto supone
la apertura y la escucha, que da ceder espacio para dar lugar a lo
paso al diálogo en el cual lo propio nuevo. A la vez, supone hacer un
es superado en un nosotros. Este camino y para eso se debe contar
ejercicio no responde simplemente con una planificación estratégica
a un gesto de generosa condescen- que movilice en esa dirección, in-
dencia, es un acto de fidelidad al vertir en formación de los agentes
Dios que se expresa en lo diverso pastorales y dar lugar a la creación
(QA 32), cuya belleza no se agota de nuevos espacios que permitan
en una misma y única forma (QA una real búsqueda conjunta.
66) y que, contando con en ese ser
único que somos cada una/o, va Puede ser que mientras vamos
dando forma a lo nuevo. De este de camino haya momentos en los
modo, hermanadas/os con un Dios cuales se imponga el cansancio, la
encarnado, puede florecer “la Igle- frustración o el desencanto. Es en-
sia, Pueblo de Dios inserto entre los tonces cuando se vuelve vital con-
pueblos, [que] tiene la belleza de tar con un horizonte inspirador que
un rostro pluriforme porque arrai- nos recuerde por qué nos pusimos
ga en muchas culturas diversas (cf. en camino, hacia dónde se dirigen
EG 116)” (SA 92). nuestros pasos y cuál es esa tie-
rra-en-espera que con ilusión bus-
Si queremos ver nacer una Igle- camos alcanzar. Poblar el territorio
sia renovada, es fundamental dar supone tiempo, y la esperanza es
espacio para la participación de una fuerza capaz de sostener la
todas/os en la construcción de un marcha cuando se trata de dar vida
nosotros eclesial. Hay niveles y a proyectos que requieren de eta-
modos de participación que lo fa- pas prolongadas hasta ver la luz.
La contemplación de la mujer
• La vida en ella se recibe en
al amanecer: “Estaba al alba, Ma-
germen y se transforma. Esta
ría…”, conduce necesariamente al
transformación lleva tiempo.
tema del compromiso de educar,
Implica un proceso interior, cor-
formar y acompañar el proceso re-
poral, global y múltiple como
siliente de las mujeres de hoy, con
es la espiritualidad de la mujer.
el propósito de que su vocación,
Requiere espacio, circulación de
profesión, misión en la familia, la
sangre, tiempo, gestación; por
sociedad, el servicio a los demás,
lo cual, su cuerpo le enseña a
las transforme en mujeres “renaci-
tener sentido de espera y espe-
das y resilientes” ante toda adver-
ranza, paciencia de crecimiento
sidad que aparece en su desarrollo
y enseña a alimentar la vida (“al
humano-espiritual y en su destino.
hijo”) en la ternura y el gozo de
Dos alegorías introducen el tema de
la oblación, a dar abrigo, posibili-
la resiliencia como raíz y potencial
dad de dilatación y de fortaleza.