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ANALIZANDO LOS DIBUJOS DE LOS NIÑOS

El 23 de febrero del 2018 la prestigiosa revista norteamericana Science, publica


un artículo en el que un equipo multidisciplinar de 14 científicos de diversos países,
descubren en una cueva de La Pasiega, en Puente Viesgo (Cantabria), pinturas
rupestres con más de 65000 años de antigüedad.
Estos hallazgos no hacen más que recordar el uso del ser humano, ya desde un
antepasado del homo sapiens, del dibujo como representación gráfica de la
consciencia como ser vivo y expresión de su conocimiento.

NO PINTES EN LAS PAREDES

Nos imaginamos a esos homínidos trazando en un mural, aun de forma


imperfecta, la huella de su existencia como ser racional. Pues la diferencia de este
homínido y el resto de seres vivos, es un pulgar oponible y un encéfalo desarrollado.
Este hallazgo es posible que no sea un hito de la toma de consciencia y existencia del
ser humano, sino de una forma de expresión y exteriorización de la misma.

EL DIBUJO Y EL NIÑO

Más allá de convertir este texto en un artículo científico, trataremos de


entender esta relación, dibujo y ser humano, y de cómo desde tempranas edades
forma parte de manera importantísima en el desarrollo cognitivo, sensorial, emocional
y motor del infante.
Un sin fin de preguntas aparecen en escena a la hora de definir y justificar la
importancia del tema que nos atañe, abriendo un abanico de frentes desde los que
poner de manifiesto lo vital de esta actividad.
El desarrollo del niño en sus primeros meses de vida depende de unos reflejos,
que le preparan para hacer frente a una serie de primeras necesidades y peligros en el
nuevo mundo. Reflejos arcaicos que desaparecen o nos acompañan el resto de nuestra
vida de adultos. En ese proceso del desarrollo motor, en la maduración del sistema
nervioso central y demás estructuras que intervienen, los reflejos pasan a movimientos
voluntarios, para más tarde automatizarse con el paso del tiempo. La repetición de
dichos movimientos crea nuevas conexiones a través de las cuales se organizan
patrones motores cada vez más finos y efectivos.
El dibujo acompaña al niño en ese desarrollo motor. Le ayuda a coordinar ojo-
mano, preparándolo para la escritura. Estimula su percepción tanto del mundo que le
rodea como de sí mismo. Despierta su creatividad expresándose como ser único. Todo
esto en un proceso de autoconocimiento que lleva a cabo de forma libre y natural.
Este proceso obedece a unas leyes en base a las cuales, el control va en sentido
céfalo-caudal (cabeza-pies) y próximo-distal (desde el centro del cuerpo a los
extremos). Desarrollo que necesita del entrenamiento, que, con el ejercicio del dibujo,
mejora el control motor. Se pasa de un control tosco y casi como un eco de un
movimiento más global, al desempeño de los trazos más precisos de una caligrafía.
Si delimitamos cada uno de los campos mencionados con anterioridad,
podríamos encontrar una justificación de la necesidad de guiar y supervisar la actividad
desde los primeros momentos en que están predispuestos a desempeñarla.
En este camino el dibujo es una herramienta mediante la cual observar como es
el desarrollo del niño, en qué etapa se encuentra y si va acorde a lo establecido desde
el punto de vista teórico.
Entonces es cuando todo empieza a tener un sentido, momento en el cual
entendemos la relación del dibujo-desarrollo y como ambos se retroalimentan. El
dibujo mejora las cualidades psicomotrices y estas el dibujo.

MÁS QUE EL DESARROLLO DEL NIÑO

Desde el ojo entrenado del experto, los trazos de un dibujo dejan ver algo más
que líneas curvas o rectas y el control motor. Refleja su estado emocional, sus miedos,
preocupaciones y deseos. Una manera de entender cuál es el desarrollo psicológico y
social del niño. El modo de expresión en alguien que aún no ha desarrollado el lenguaje
verbal. También es un indicador de la predisposición del niño hacia el aprendizaje, y
como se enfrenta a él (se concentra al hacerlo, se despista etc.)
Nos encontramos con la necesidad de establecer quizás un decálogo para al
menos sin la finalidad que un psicólogo o pedagogo pudiese tener a la hora de
enfrentarse al dibujo, aclarar cómo actuar de la forma más correcta.
Antes de esto debemos recordar que, dentro estas posibles instrucciones, cada
niño tiene un ritmo y necesidades en su aprendizaje. Que el adulto debe de
acompañarle dejando que se exprese de forma natural sin presionar.
Mediante la observación y la experiencia, que es sin duda la madre de todas las
ciencias y sin excepción en este tema, podríamos definir dicho decálogo. Establecer de
forma entendible y lógica que hacer.
Sin más vamos a tratar de enumerar antes justificando de manera breve esta
guia.
-Es una forma de expresión libre y personal de cada individuo. Cada niño dependiendo
de múltiples factores dibujara de una forma u otra.
-Es un juego y a la vez un proceso artístico, vida y pensamiento.
-Es espontáneo, puro y sincero.
-Es inspirado, aliviando tensiones y frustraciones.
-Es imaginación, su representación del mundo filtrada por su mente.
-Es espejo de su personalidad y manera de ser.

Por todo esto:

-Hay que fomentar el dibujo.


-Dejar que fluya.
-No corregir porque esto es censurar su ser.
-No delimitar los espacios.
-No utilizar fichas continuamente, pues esto delimita su naturaleza.
-No imponer modelos, una flor puede ser de muchas formas.
-Que experimenten con diversidad de materiales y superficies.
-No valorar desde el punto estético o artístico.
-Respetar el proceso de desarrollo natural del niño.
-Tener una mente abierta.
Es posible que a lo largo del proceso cada cual pueda delimitar su propio
decálogo, muy distinto al expuesto con anterioridad. La finalidad de este es despertar
la curiosidad en el observador. De ver que cada trazo o garabato que, en la pared de
nuestras casas, más que ser un motivo por el que llevarnos a recriminar dicha
conducta, sea un momento en el que tratar de descubrir o simplemente admirar esa
forma por la que el niño se está expresando. Manera en la que mucho tiempo atrás lo
hicieron sus ancestros en la cueva de La Pasiega.
Que maravilloso es el ser humano.

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