Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
La relación inusual entre las plantas insectívoras y las hormigas que viven
exclusivamente sobre ellas, ha desconcertado a los científicos durante mucho
tiempo.
A pesar de que los beneficios para las hormigas son obvios, ha sido más difícil
de explicar cuál es exactamente la ganancia que obtienen las plantas con esta
relación. No obstante, éstas crecen más que aquellas que no tienen hormigas,
lo que ya sugiere una relación mutualista entre ambas especies.
La planta carnívora Nepenthes bicalcarata (A) y la hormiga Camponotus
schmitzi (B) mantienen una alianza contra las larvas de mosquito y de algunos
otros insectos voladores comparables (C) que pretenden robarle nutrientes a la
planta. (Imágenes: Scharmann M, Thornham DG, Grafe TU, Federle W (2013)
"A Novel Type of Nutritional AntPlant Interaction: Ant Partners of Carnivorous
Pitcher Plants Prevent Nutrient Export by Dipteran Pitcher Infauna". PLoS ONE
8(5): e63556. doi:10.1371/journal.pone.0063556)
Nepenthes
Especies carnívoras, de hábito trepador o postrado.
Normalmente tienen un sistema radicular superficial y un tallo trepador o postrado de
varios metros de longitud (15 o más) con un grosor que varía entre unos milímetros
hasta 1 cm, más grueso en algunas especies, como en Nepenthes bicalcarata. De este
tallo surgen hojas alternas, en forma de espada de color verde medio de unos 30 cm de
longitud y con márgenes enteros. Una extensión en la punta de la hoja forma el zarcillo,
que la ayuda a trepar y en el extremo de este se forma la trampa jarra, la cual surge en
principio como un capullo para expandirse progresivamente hasta formar un globo o
tubo coronado por una «tapa»[2] que contiene un fluido acuoso o especie de almíbar
producido por la propia planta donde los insectos, atraídos por el olor que producen las
glándulas de néctar de la boca y tapa del odre, caen y son digeridos
Existen varias especies de esta maravillosa planta, cada una de ellas con
diferentes formas colores, tan atractivas que hay muchos seguidores
apasionados por conseguir cada una de sus especies y poder tenerlas en
casa.
La nepenthes está formada por grandes hojas que son las que tienen la
forma de la jarra que es por donde se alimenta. Cuelgan de unas especies
de lazos con forma de espiral y el líquido de su interior, en la realidad un
concentrado de jugos gástricos con la acidez apropiadas para sus
víctimas.
Existe una especie conocida como Nepenthes Dyak que es muy grande,
tanto que puede llagar hasta 35 cm de altura y 16 cm de ancho, equipada
con espinas que parecen colmillos muy amenazadores que viven desde su
tapa hacia abajo. Es dentro de su especie la más aterradora tanto que ha
sido protagonista en series de televisión e incluso de dibujos animados.
Esta curiosa planta carnívora con colmillos, tiene otras características que
no dejan de sorprendernos. Tiene una relación mutualista con insectos
como la hormiga Camponotus Schmitzi que construyen nidos en los
zarcillos o lazos de la planta son capaces de caminar por ellas sin caer en
ellas sin caer dentro y ser parte de su alimentación.
Y además estas hormigas ayudan a la planta, ya que eliminan algunas de las
presas más grandes que no han sido consumidas y pueden llegar a
descomponerse antes de ser digeridos, pudriéndose, afectando.
Clarín
¿Son peligrosas?
¿Son peligrosas para tenerlas en una casa con chicos o mascotas? ¿Qué
grado de complicación tienen? ¿La primavera/verano es un buen momento
para empezar? Todo lo que tenés que saber sobre estas plantas silvestres.
- No, todas las plantas son aptas para tenerlas en cualquier hogar. Sus
métodos de captura no utilizan veneno ni nada peligroso para mascotas o
humanos. No son peligrosas en absoluto.
- ¿Qué grado de complicación tienen este tipo de plantas? ¿Cuáles son los
principales cuidados que hay que tener con una planta carnívora?
- Los cuidados no son para nada complejos, sí son diferentes a las plantas
que puede haber en una casa, pero se trata (en general) de algunas cosas
básicas: disponibilidad de luz solar, riego en bandeja y con agua de lluvia,
esas son nuestras recomendaciones principales.
Una mosca hambrienta vuela entre los pinos de Carolina del Norte. Atraída
por el olor a néctar que desprende una mancha escarlata de aspecto floral
que hay en el suelo, la mosca se posa sobre la carnosa almohadilla de una
hoja rojiza. Bebe un sorbo del dulce líquido que rezuma la hoja, mientras
con una pata roza un finísimo pelo de la superficie, y después otro. De
pronto el mundo de la mosca tiene paredes a su alrededor. Los dos lados
de la hoja se cierran uno sobre otro, y los dientes de los bordes encajan
como los de un cepo. La mosca trata de escapar mientras la trampa se
cierra. La hoja ya no secreta el dulce néctar, sino enzimas que carcomen
las entrañas de la mosca y las transforman lentamente en una sopa
viscosa. El insecto ha sufrido la peor humillación para un animal: lo ha
matado una planta.
Darwin sabía que no era así, y el mundo al revés de las plantas carnívoras
lo fascinaba. En 1860, poco después de encontrar su primera planta
carnívora (una drósera) en un brezal inglés, el autor de El origen de las
especies escribió: «Me interesa más la drósera que el origen de todas las
especies del mundo». Pasó meses haciendo experimentos con las plantas.
Dejaba caer moscas sobre las hojas y observaba cómo éstas plegaban
lentamente los tentáculos pegajosos sobre su presa. Las estimulaba con
trozos de carne cruda y yema de huevo. Se maravillaba al ver que el peso
de un cabello humano era suficiente para iniciar una reacción. Sin
embargo, las dróseras no prestaban atención a las gotas de agua, ni
siquiera a las que caían desde gran altura. Reaccionar a la falsa alarma de
un chubasco, razonó Darwin, sería un gran error por parte de la planta.
Aquello no era un accidente. Era adaptación.
Observó que las hojas tardaban más de una semana en volver a abrirse
después de cerrarse y razonó que los dientes entrecruzados de los
márgenes dejaban escapar a los insectos más pequeños para ahorrar a la
planta el gasto de digerir una comida insuficiente. Comparó la velocidad
del movimiento de la atrapamoscas (que se cierra en una décima de
segundo) con la contracción de los músculos en los animales. Pero las
plantas no tienen músculos ni nervios. Así pues, ¿cómo era posible que
reaccionaran como los animales?
Actualmente los biólogos, que utilizan la tecnología del siglo XXI para
estudiar las células y el ADN, están empezando a comprender cómo
cazan, comen y digieren esas plantas, y cómo aparecieron esas curiosas
adaptaciones. El fisiólogo vegetal Alexander Volko cree haber
desentrañado el secreto de la atrapamoscas después de años de estudio.
«Es una planta eléctrica», afirma.
Hay miles de plantas jarro en las turberas del bosque Harvard, un área de
investigación ecológica de la Universidad, en el centro de Massachusetts.
Un día de finales de la primavera, Aaron Ellison me llevó de excursión.
«No has vivido realmente la experiencia de una turbera hasta que no te
has metido hasta las ingles en ella», me dijo este ecólogo de la reserva
forestal mientras observaba pacientemente cómo sacaba yo las piernas
del fango. Por todo el bosque ondeaban banderitas naranjas. Cada una de
ellas marcaba una planta jarro designada para servir a la ciencia. A lo
lejos, un estudiante alimentaba con moscas las plantas marcadas. Los
investigadores crían a estos insectos con comida a la que han añadido
marcadores poco habituales de carbono y nitrógeno, para poder recoger
después las plantas y medir qué cantidad de cada elemento presente en
las moscas han absorbido. Como las plantas jarro son de crecimiento lento
(pueden vivir varias décadas), los experimentos pueden tardar años en dar
resultados