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Alejandro Cattaruzza UNIDAD 1

HISTORIA, ¿PARA QUÉ?

El autor propone algunas formas de considerar esta cuestión, para esto examina como
este interrogante fue planteado y parcialmente respondido en el pasado, y cómo puede
formularse actualmente.
En el comienzo de la organización de lo que hoy llamamos historia profesional, es decir, en
la segunda mitad del siglo XIX, la pregunta no solía formularse explícitamente. Esto se
debía, según el autor, no tanto a que no les interesara la cuestión, sino a que los
historiadores creían haber alcanzado un conjunto de respuestas que les resultaban
satisfactorias.
Así, por ejemplo, en La Revue Historique de 1876, Monod exponía los principios de la
revista. Entre estos se encontraban la pretensión de mantenerse independientes de
cualquier opinión política y religiosa, y mantener un punto de vista estrictamente
científico. Por otra parte, se buscaba “despertar en el alma de la Nación la conciencia de sí
misma por medio del profundo conocimiento de su historia”, y trabajar por “la grandeza
de la Patria”.
Esto revela un conjunto de certezas que tenían varios historiadores de la época.
A este texto es posible realizarle una serie de críticas: en primer lugar, se plantea que la
tarea de la historia es al mismo tiempo científica y patriótica, dos atributos que no son
sencillos de conciliar. Al mismo tiempo, luego de proclamar su independencia de las
opiniones políticas se declara la voluntad de contribuir a la consolidación de la identidad
nacional.
Años más tarde, Marc Bloch, en su libro “Introducción a la historia”, buscaba responder a
la cuestión acerca de la utilidad de la historia. La obra constituyó además un intento por
demostrar a las elites nacionales (dirigentes, funcionarios) cuál era la legitimidad
intelectual de la historia y, por otra parte, buscaba explicar cuál era su utilidad para la
sociedad y cuál era el papel que podía desempeñar el historiador en ella.
Actualmente, ésta es una pregunta que se sigue formulando, aunque los modos de
plantearla y responderla no son los de las etapas anteriores. Además se deben tener en
cuenta las transformaciones en las condiciones de producción de la pregunta, en el
contexto historiográfico en el que se la plantea.
El autor señala tres cambios importantes que afectan directamente a la pregunta:
Por un lado, la extensión de la duda acerca de la cientificidad de la tarea del historiador y
de los productos culturales que son su resultado (promovida por el narrativismo, el giro
lingüístico, el posmodernismo). Lo que ha cambiado es la firmeza de la convicción que
durante mucho tiempo los historiadores tuvieron en torno a la cientificidad de la

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Alejandro Cattaruzza UNIDAD 1

disciplina. Convicción que compartieron tanto los historiadores positivistas, como los
primeros de la escuela de Annales, y en los años ´50 y ´70, la preocupación por lo
estructural y la cuantificación.
Por otro lado, y en relación con lo anterior, tuvo lugar un desajuste en el conjunto
conceptual clave que organizó la ideología de la profesión desde fines del siglo XIX, y a lo
largo de buena parte del siglo XX. Ese núcleo señalaba que los historiadores producían una
historia objetiva y destinada a consolidar identidades nacionales. Aquella objetividad fue
puesta en cuestión hace tiempo, como así también que la nación sea el sujeto más
pertinente o interesante.
Finalmente, se encuentra la duda acerca de la dimensión ética o cívica de la disciplina, y
de la relevancia del trabajo del historiador para la sociedad.
Ante estos cambios Cattaruzza considera, para dar algunas respuestas, separar la pregunta
en varias: ¿estudiar historia para qué? ¿Enseñar historia para qué? ¿Divulgar historia para
qué? ¿Investigar historia para qué?
Estos cuatro interrogantes pueden hallar respuestas parciales si se atiende al aspecto
profesional de la disciplina. Así que una posible respuesta a la pregunta sobre para qué
estudiar o enseñar historia podría ser “para vender mi fuerza de trabajo en mejores
condiciones”.
Sin embargo, todos sospechamos que nuestra disciplina tiene algo más para ofrecer.
El autor de esta forma plantea que una historia que se piensa como una práctica que
arranca de plantear un problema intelectual y termina planteando una pregunta nueva;
que se piensa productora, a través de procedimientos intelectuales controlables, de
objetos culturales que son objeto de aproximaciones explicativas al pasado, una historia
que sepa que sus productos serán usados públicamente y que intente intervenir en ese
escenario, puede transformarse en objeto de la pregunta por su “para que”. ¿Para qué
este modo de hacer historia?
Cattaruzza considera que enseñar, investigar, estudiar y divulgar este tipo de historia
puede contribuir a la extensión en la sociedad de un modo crítico de pensar la realidad.
Esa extensión en la sociedad de un modo crítico de pensar no pasa tanto por los
contenidos, por los resultados a los que llegamos, sino por exhibir los modos en que
construimos nuestro saber. Una historia que se concibe de este modo puede contribuir,
por la vía de difundir los procedimientos del pensamiento crítico, a expandir los espacios
de libertad y de igualdad.
El autor reconoce la historia, incluso practicada de esa forma, presenta límites para su
intervención en la sociedad.

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