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Sánchez Martínez Ricardo Daniel 2°AM 11/05/2022

La psiconeuroinmunología: Nueva visión sobre la salud y la


enfermedad
Dr. Italo Marsiglia G.
Gac Méd Caracas. v.117 n.3 Caracas sep. 2009
INTRODUCCIÓN

Y he de recordar varias: a partir de la observación de “gripe crónica o repetitiva” como expresión


de depresión subyacente, la aparición de patología maligna después de la jubilación o de la
depresión prolongada, la tardía reactivación del cáncer de mama luego de la patología y muerte
de cualquier ser preciado, o en una paciente en especial, la aparición del síndrome miasténico por
timoma malicioso, después de tolerar alevosas vejaciones a su condición femenil, o el
desencadenamiento de patología de Graves siguiendo al efecto psicológico, o la sociedad de
protestas depresivas en el cáncer pancreático, los procesos infecciosos severos, el hipo y el
hipertiroidismo y la patología de Cushing, o la interacción de la cardiopatía isquémica y otras
patologías crónicas con el estrés psicológico prolongado o, hasta el súbito desarrollo de infarto
agudo del miocardio frente a el deceso trágica de allegados.

Y si bien, en el pasado, únicamente podíamos intuir las colaboraciones entre el sistema nervioso
o endocrino y el fenómeno inmune, hoy una totalmente nueva disciplina, la psiconeuroinmunología
ha puesto en prueba los estrechos vínculos y nivel de unión de los sistemas, nervioso central,
endocrino e inmune.

Debido a dicha incorporación servible, el sistema nervioso central siente y responde consciente o
inconscientemente a los cambios de todo el mundo externo e interno; el sistema inmune, detecta y
remueve a invasores externos o internos; y el sistema endocrino suministra la contestación a
distancia que hace al organismo más apto para la contienda.

Conexión bidireccional de los sistemas inmune y neuroendocrino

Ellos propusieron el parentesco servible de los sistemas inmune y nervioso por medio de un
mecanismo de retroalimentación negativa, en el que: la activación de las células inmunes resulta
en la producción de citoquinas, que le informan al cerebro el aumento de la funcionalidad inmune;
como contestación, el cerebro activa el eje hipotálamo-hipofisoadrenal (HHA) y, éste
paralelamente, por medio de la secreción de glucocorticoides suprime la contestación inmune.

Diversos descubrimientos hechos en los previos 30 años han puesto en prueba las
colaboraciones fisiológicas entre el sistema neuroendocrino y el sistema inmune, realizadas por
medio de un sistema de señales o lenguaje bioquímico común, en el que participan
neurotransmisores (péptidos y no péptidos), hormonas, componentes de aumento, citoquinas,
receptores y ligandos. Por cierto, las señales por excelencia del sistema neuroendocrino,
neurotransmisores y hormonas, regulan la actividad celular del sistema inmune al actuar sobre sus
receptores específicos, como son los receptores de glucocorticoides. Por igual, los procesos
inflamatorios o el estrés, modifican una y otra vez la sensibilidad de los receptores de las células
inmunes; de tal forma, la contestación inmune final guarda interacción con la sensibilidad de
aquellos receptores a los estímulos del sistema neuroendocrino.
Neurogénesis, funcionalidades cognitivas y sistema inmune

El proceso de neurogénesis adulta está bastante influido por la relación en medio de las células
del sistema inmune adaptativo y las células inmunes residentes en el sistema nervioso central. La
regulación de la actividad de las células inmunes es determinante, como para la atenuada
actividad inmune propia de los síndromes de inmunodeficiencia, como para la fuerte actividad de
los procesos inflamatorios severos, que tienen la posibilidad de deteriorar la neurogénesis y,
además, las funcionalidades cognitivas dependientes del hipocampo.

Respuestas inmune e inflamatoria La contestación inmune comprende el reconocimiento de un


representante patógeno y la actitud para contrarrestarlo y, dicha contestación, podría ser
congénita y no específica o adaptativa y específica. Un subgrupo de linfocitos, las “células
asesinas naturales” (NK), conforman otro sistema de reconocimiento (y destrucción) no específico
e congénito, que posibilita detectar los cambios que ocurren en el área de células tumorales o
infectadas por virus.

Los linfocitos T y B son los elementos centrales de la contestación inmune adaptativa, capaces de
detectar de forma específica los diferentes patógenos, intra o extracelulares.

Las células del sistema inmune permanecen extensamente distribuidas en el organismo,


movilizándose en enorme conjunto hacia el lugar de efecto del representante patógeno.

Papel de las células Th1 y Th2 y de las citoquinas Tipo 1 y Tipo 2 sobre la regulación de la
inmunidad celular y humoral Las citoquinas, productos de una diversidad de células
hematopoyéticas, son proteínas solubles que interactúan con receptores celulares específicos,
relacionados en la regulación del aumento, desarrollo y activación de las células del sistema
inmune y en la intervención de la contestación inflamatoria, usual o patológica. Como tales, las
citoquinas juegan un papel fundamental, tanto en la contestación inmune connatural, como en la
contestación inmune adaptativa, y su expresión se altera en los desórdenes inmunes,
inflamatorios e infecciosos.

La contestación inmune es regulada por los fagocitos causantes de la inmunidad congénita y por
las subclases de linfocitos Th1 y Th2, elementos de la inmunidad adaptativa. Las células Th1
secretan prácticamente interferon-gamma (IFN-y), interleuquina-2 (IL-2) y componente de necrosis
tumoralbeta (TNF-ß), que son citoquinas promotoras de la inmunidad celular y de la actividad
proinflamatoria, en lo que las células Th2 secretan citoquinas diferentes, primordialmente IL-4, IL-
10 e IL-13, promotoras de la inmunidad humoral y de la actividad antiinflamatoria.

Retroalimentación entre citoquinas y sistema nervioso central

Aunque está bien documentada la neurotransmisión por la vía aferente del vago, la vía humoral
mejor exitosa para la transmisión de información a partir del sistema inmune al sistema
neuroendocrino, tiene a las citoquinas como su primordial protagonista. Como ya comentamos, la
acción conjunta de citoquinas y sistema nervioso central está establecido por medio de un
mecanismo de retroalimentación negativa, en el que, la activación del sistema inmune por un
antígeno produce la producción de citoquinas; esta señal informa al SNC del aumento de la
actividad inmune; el SNC estimula al eje hipotálamo-hipofisoadrenal para la secreción de
glucocorticoides; y como parte final del mecanismo, el aumento del cortisol suprime la
contestación inmune. En verdad, las citoquinas IL-1α, IL-1ß, IL-6, TNF-α, aumentan la actividad
del sistema HHA que se prueba por el incremento de los niveles séricos de hormona liberadora de
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corticotropina (CRH) o CRH mRNA, vasopresina, hormona adreno-corticotrópica (ACTH),
proopiomelanocortina mRNA y cortisol.

Sistema de estrés Las señales eferentes del sistema nervioso al sistema inmune son cubiertas
por el sistema neuroendocrino y por el sistema nervioso independiente, resultando explícito que
las funcionalidades del cerebro como órgano regulador inmune participan en la contestación
inmune. En realidad, las hormonas secretadas por el sistema neuroendocrino juegan un
fundamental papel en la comunicación y regulación de las células del sistema inmune.

Dichos efectores regulan, respectivamente, la actividad periférica del eje HHA y del sistema
nervioso simpático periférico y de la médula adrenal, cuyas respuestas finales son,
respectivamente, la secreción de corticoesteroides y catecolaminas.

Las dos hormonas son inhibidas por el sistema del ácido gammaaminobutírico/ benzodiacepina
(GABA/BZD) y, en el núcleo arcuato, por el sistema peptídico proopiomelanocortina (POMC).
Paralelamente, la activación directa del núcleo arcuato por el sistema de estrés, juega un
fundamental papel en el aumento de la analgesia que pasa a lo largo del estrés.

La activación del sistema de estrés va seguida de cambios adaptativos del comportamiento y


físicos. A grado periférico, la activación del sistema de estrés, por una sección, eleva las
secreciones de norepinefrina en el sistema nervioso simpático y, de adrenalina y norepinefrina en
la médula adrenal; por otro lado, se incrementa la secreción de corticoesteroides en la corteza
adrenal.

Otras hormonas además influyen sobre el manejo del sistema inmune.

El SNC obliga su ritmo al cuerpo humano por intermediación de la secreción hormonal, y del
sistema nervioso independiente, simpático y parasimpático, cuyas señales preparan al organismo
para los cambios cíclicos determinados por la acción hormonal.

Varios efectos de los glucocorticoides sobre la actitud inflamatoria e inmune resultan de la


eliminación de la producción o de la actividad de citoquinas y otros mediadores, como
quimoquinas, agentes inflamatorios, hormonas y neurotransmisores, que son liberados en
contestación al estrés.

Glucocorticoides y sistema nervioso central

El cerebro y la médula espinal poseen receptores para mineralocorticoides y glucocorticoides. Los


primeros son especialmente numerosos en el gyrus dentado y células piramidales del hipocampo
y en otras zonas del sistema límbico, mientras tanto que los receptores de glucocorticoides se
distribuyen extensamente entre neuronas y células gliales. Los niveles basales de glucocorticoides
trabajan por la vía de los receptores de mineralocorticoides para conservar la excitabilidad
neuronal, mientras tanto que los niveles de glucocorticoides inducidos por el estrés, actuando por
la vía de los receptores de glucocorticoides suprimen la actividad neuronal.

Glucocorticoides, homeostasis y estrés

Como señalamos, Selye aportó las primeras pruebas sobre la íntima conexión entre estrés y
hormonas de la corteza adrenal y el impacto defensor sobre el estrés de los extractos adrenales,
mostrando además que un extenso rango de noxas y estímulos estresantes activan la corteza
suprarrenal, logrando provocar las que nombró como “enfermedades de adaptación”.

En efecto, los glucocorticoides sostienen la vida por medio de 2 mecanismos diferentes sin
embargo involucrados: en niveles bajos o “permisivos”, activan los mecanismos homeostáticos
defensivos que ocurren en la vida cotidiana, en lo que en situaciones de estrés y en porciones
más grandes o “supresoras”, suprimen aquellas respuestas defensivas ya activadas y exageradas,
para evadir su impacto deletéreo sobre el organismo.

Salud y patología. Estrés, depresión y patologías crónicas


Esta activación simultánea de los sistemas, nervioso central, endocrino e inmune, en contestación
a los sentimientos positivas, parece depender del sistema dopaminérgico.

“Se demostró el condicionamiento de el comportamiento sobre la contestación inmune en


situaciones clínicas determinadas”.

Además se demostró la predominación negativa de las citoquinas proinflamatorias sobre la


evolución de diversas patologías, como pasa en los procesos cardiovasculares y, además, el
cómo, la secreción de citoquinas proinflamatorias puede excitarse de manera directa con los
sentimientos negativas y el estrés e, de forma indirecta, con las infecciones crónicas o comunes.

Por consiguiente, son tópicos bastante relevantes, el impacto del estrés sobre el comportamiento y
la contestación inmune, la interacción del proceso inmune con personalidad, psicopatología y
conducta, y el condicionamiento “de la conducta” en la inmunidad. Además, ciertos estudios
demuestran la interacción de la crianza inicial con la maduración del sistema inmune y, las
influencias psicosociales sobre la declinación de la inmunidad en la senescencia.

Además está documentado el efecto del estrés crónico vinculado a la pobreza sobre la
funcionalidad del sistema inmune. De esa forma, Kemeny descubre que la amenaza al status
social causa cambios en los sistemas autonómicos, endocrino e inmune, que tienen la posibilidad
de describir sus efectos adversos sobre la salud.

La hostilidad es un elemento de peligro para la evolución adversa de varios procesos tan disímiles
como patologías cardiovasculares y desorden de estrés postraumático y, probablemente, las
citoquinas son mediadoras de esta interacción.

La hostilidad se relacionó de manera significativa con el decrecimiento de la secreción de


citoquina IL-6 y con el aumento de citoquinas proinflamatorias (IL-2, TNFα e IFNy) y
antiinflamatorias (IL-4, IL-5 e IL- 10).

Relacionadas con la rigurosa interconexión y vinculación inmunológica entre salud y conducta, se


ha destacado la predominación mutua del sistema inmune sobre el cerebro y el comportamiento,
en condiciones habituales y en la depresión, en la cual, los procesos inmunoreguladores resultan
parte miembro de una compleja red de respuestas adaptativas.

Por cierto, el estrés y la depresión además se vinculan con el principio o progresión de


desórdenes involucrados con la inmunidad, incluyendo, cáncer y patologías infecciosas,
proponiendo que los efectos del estrés y la depresión sobre el sistema inmune poseen relevancia
en la expresión de estas patologías.
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Ejemplificando, en la psoriasis, una patología inflamatoria crónica mediada por las células Th1
ayudadoras, se demostró que el estrés psicosocial agudo puede desencadenar la patología,
presentando como hallazgos inmunológicos más significativos: aumento de los monocitos y
células CD4 (+), bajón de las células CD3 (+)/CD25 (+), crecimiento de las citoquinas
proinflamatorias IFN-y eIL-2 y disminución de las citoquinas antiinflamatorias IL-10 e IL-4.

Como hemos dicho los estados depresivos que acompañan a las patologías inflamatorias
somáticas, además se asocian con aumento de citoquinas proinflamatorias y consumo de
triptófano debido a la activación de la IDO.

Dichos hallazgos le confieren al sistema inmune un papel causal de las protestas conductuales en
un extenso rango de patologías, por lo que ciertos autores proponen que el manejo anormal del
eje HHA altera la regulación de la retroalimentación de los sistemas endocrino e inmune.
Sustentada en hallazgos fines, la premisa de las citoquinas instituye la funcionalidad
neuromoduladora de las citoquinas proinflamatorias, que guarda interacción con las propiedades
del comportamiento, neuroendocrinas y neuroquímicas de los desórdenes depresivos.
Adicionalmente, la gestión de citoquinas proinflamatorias en el procedimiento del cáncer o de la
hepatitis C, se sigue de indicios depresivos. Al final, la gestión de citoquinas proinflamatorias en
animales de experimentación, induce una “conducta enfermiza” con un jefe de conducta
semejante al de la depresión humana.

Como conclusión, tenemos la posibilidad de deducir que, así como el sistema neuroendocrino
regula la funcionalidad inmune usando como intermediarios a neurotransmisores, hormonas y
neuropéptidos, paralelamente, las células inmunes influyen además sobre el manejo del sistema
neuroendocrino por medio de la participación de numerosas citoquinas.

Sistemas neuroendocrino e inmune en la depresión más grande

Sin embargo además, el papel de la depleción de dopamina inducida por IFN-α se refleja en los
cambios conductuales (enlentecimiento psicomotriz y fatiga) y en la actividad cerebral regional que
pone en prueba la colaboración de los ganglios basales; y por las protestas depresivas inducidas
por IFN-α en monos Rhesus, cuyo LCR muestra disminución del ácido homovanílico, metabolito
de la dopamina. Como comprendemos, estas citoquinas incrementan la actividad de la IDO que,
por una sección aumenta la degradación de triptófano en kinurenina y, por la otra, reduce la
síntesis cerebral de serotonina.

En la conjetura para la depresión más grande, sustentada por Müller y Schwarz,, la activación del
sistema inmune aumenta las citoquinas proinflamatorias, IL- 2, IFN-y y TNF-α, que desencadenan
los mecanismos fisiopatológicos primordiales del proceso, como son, el déficit en la
neurotransmisión serotonérgica (serotonina o 5-hidroxitriptamina) y la hiperactividad en la
neurotransmisión glutamatérgica (glutamato). Realmente, las citoquinas proinflamatorias activan a
la enzima IDO, responsable de la degradación de la serotonina y de su precursor, el triptófano.
Las citoquinas proinflamatorias además activan la kinurenina monooxigenasa que eleva la
producción de ácido quinolínico, profundo agonista del receptor glutamatérgico, N-metil-D-
aspartato (NMDA).

Del Instituto Holandés de Indagaciones Cerebrales, correlacionaron las alteraciones del


hipotálamo y del sistema de estrés con las protestas clínicas de la depresión. Paralelamente, el
núcleo supraquiasmático, denominado el “reloj hipotalámico”, es responsable de los cambios
rítmicos del sistema de estrés.
Tanto la liberación central de CRH como los niveles altos de cortisol, se relacionan con las
protestas clínicas de la depresión. Además, las neuronas CRH se activan en el estrés y en la
depresión. Por su lado, el decrecimiento de la actividad del sistema nervioso central parece
guardar interacción patogénica con el disturbio del ritmo circadiano y las alteraciones estacionales
propias de la depresión, que alteran humor, sueño y ritmo hormonal.

Aunque el impacto central de las citoquinas proinflamatorias parece responsable de la mayoría de


los indicios depresivos, no se ha predeterminado su papel causal o si éste es un epifenómeno sin
más grande importancia.

Sistemas neuroendocrino e inmune en la esquizofrenia

Hasta ahora, el exclusivo adversario endógeno conocido del receptor NMDA es el ácido
kinurénico, que además bloquea al receptor nicotinérgico de acetilcolina. Por otro lado, en la
esquizofrenia se comprueba el desequilibrio en medio de las respuestas inmunes tipo 1 y tipo 2,
con inhibición parcial de la contestación tipo 1 y una contestación tipo 2 subjetivamente
hiperactiva. Esta constelación inmune se asocia con marcada inhibición de la enzima IDO, definida
por las citoquinas tipo 2. Por otro lado, el metabolismo de la kinurenina en los astrocitos queda
restringido a la producción de ácido kinurénico.

El desequilibrio dicho de las respuestas inmunológicas tipo 1 y tipo 2, que por su acción inhibitoria
o estimulante de la IDO, altera la disponibilidad de triptófano y serotonina, modifica el metabolismo
de la kinurenina, que en la situación de la depresión aumenta la producción de ácido quinolínico,
agonista del receptor NMDA y, en la situación de la esquizofrenia aumenta la producción de ácido
kinurénico, rival del receptor NMDA.

COLOFÓN

En la crítica de Basedovsky, los puntos más trascendentes son: la comprobación del trueque de
señales que existe entre los sistemas inmune, endocrino y nervioso, la modulación inmune y la
regulación de las funcionalidades cerebrales. Los circuitos especialmente relacionados en estas
funcionalidades son: los productos de las células inmunes, el eje hipotálamo-hipofisoadrenal y el
sistema nervioso simpático. La actividad de dichos circuitos puede perjudicar las funcionalidades
inmunes y el curso de las patologías inflamatorias, autoinmunes e infecciosas.

Irwin, del Instituto de Neurociencias de la Universidad de California, además comprobó los nuevos
logros de la psiconeuroinmunología que permiten conocer: la interrelación entre conducta e
inmunidad atribuible a los mediadores inmunes, los mecanismos hipotálamo-hipofisoadrenales y
autonómicos que vinculan las respuestas del SNC con el sistema inmune, las protestas inmunes
de la depresión y el estrés y, su peligro en las patologías inflamatorias e infecciosas.

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