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Cristóbal Colón. Diario de a bordo. Edaf: Madrid, 2006. p. 113
Es obvio que, tanto para los integrantes de la expedición española, como para los nativos
americanos, ese primer encuentro planteaba un enorme problema en materia de comunicación,
dado que las lenguas que hablaban eran tan
diferentes que les resultaba imposible entablar
una comunicación. Sin embargo, como leemos,
se valían de otros medios para comunicarse.
¿Cuál es uno de esos medios?
En la actualidad, son muchas las
ocasiones que se nos presentan en las que
confrontamos situaciones como esta; por
ejemplo, cuando estamos en un país extranjero,
cuya lengua no conocemos; o cuando debemos
tratar con visitantes que no hablan nuestro
idioma. ¿Esta situación anula cualquier
posibilidad de comunicación, o podemos buscar
otros medios?
Estas reflexiones nos conducen a tres conceptos que son básicos para toda forma de
comunicación; hablamos del lenguaje, la lengua y el habla. Es probable que algunas de sus
respuestas anteriores incluyeran la posibilidad de que, tanto Colón como cualquiera de nosotros,
empleásemos otros medios distintos a la comunicación oral. Pudo ser, como en el caso del
Almirante, a través de “señas”; nosotros, por nuestra parte, usaríamos algún otro recurso ingenioso
(mímicas, indicar una imagen impresa, imitar un sonido…) Esa capacidad humana para entablar
comunicación usando formas verbales o no verbales es la que se conoce como lenguaje.
Por otro lado, acudiendo otra vez al ejemplo de Cristóbal Colón, vemos que él indica: “por
lengua no los entiendo”, es decir, ellos sí tenían un lenguaje oral, pero distinto al del navegante,
desconocido para él y por lo tanto incomprensible. ¿Qué debía hacer en este caso? Tomemos en
cuenta el siguiente fragmento del libro “Primera agresión territorial: los Antiguos Países”, del
profesor Roberto De La Guardia:
“Juan Vásquez de Coronado levantó un acta de obediencia en 1564 (Archivo de Indias,
Simancas: Descubrimientos, descripciones y poblaciones pertenecientes a este Nuevo Reino):
Si leyeron con atención, en el texto anterior habrán visto una palabra que, entre la ortografía
arcaica del fragmento, destaca por sí sola: naguatato, que era el oficio de Lucas de Escobar. Esta
palabra, en su acepción primitiva significa “intérprete del náhuatl”, es decir, la persona que podía
traducir a los españoles lo que se decía en la lengua de ese pueblo mexicano, y viceversa, aunque
también se usó con el significado general de “intérprete”. Así pues, en una situación como la que
enfrentaba Colón líneas atrás, él tendría que haber acudido a los servicios de una persona que
domine los códigos de ambas lenguas.
2
De La Guardia, Roberto. Primera agresión territorial: los Antiguos Países. Panamá: Editorial La Antigua (USMA),
2011. p. 36
lenguas, al igual que las que emplean nuestros pueblos aborígenes. En este sentido, lengua e idioma
son sinónimos.
El habla, en tanto, es un acto singular, individual, que emplea una persona para expresarse
en su lengua, eligiendo para ello los recursos que necesita, y esta acción se verá matizada por las
características personales del hablante (niño, estudiante, persona culta, comerciante, analfabeto,
técnico, etc.). Si consideramos la lengua como un recurso social, el habla es un recurso personal,
por lo que, en un determinado país, donde se habla una lengua, podemos encontrar distintos tipos
de habla. Así, todos los panameños hablamos español, pero no de igual manera, dado que según la
región a la que pertenezca el hablante, incluso según la comunidad, mostrará rasgos característicos
(habla local).
Una persona que se levanta de su cama muy temprano para ir a laborar, es posible que en
las tres primeras horas de la mañana habrá empleado igual número de registros en su expresión: al
saludar a sus familiares en la casa, al intercambiar comentarios con los compañeros de labores y al
exponer un informe a su jefe en el lugar de trabajo.
Los tres niveles más comunes son el vulgar, el coloquial y el culto. Leamos el siguiente
cuento del escritor uruguayo Mario Benedetti (1920-2009), titulado “Lingüistas”:
En este brevísimo texto podemos observar dos registros principales: el culto y el coloquial.
El primero se caracteriza porque emplea palabras que, si bien pueden encontrarse en un diccionario,
son usadas sobre todo entre personas con una formación académica; en este ámbito se encuentra la
lengua científica, la técnica y la literaria.
La última frase del cuento se basa en una expresión coloquial; el registro coloquial lo
usamos para dirigirnos a nuestros seres queridos, a personas de confianza (o para propiciar esa
atmósfera). Se vale de diminutivos, de frases de afecto, de exageraciones… Para afianzar la idea
citemos este ejemplo de registro coloquial empleado entre una madre y su hija adolescente:
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Revista Letralia, Tierra de Letras. Año XI, No. 152. Cagua, Venezuela. 6 de noviembre de 2006. Disponible en
http://www.letralia.com/152/ensayo03.htm. Acceso: septiembre de 2011
“—Mamita, compréndame, es que yo la llamé un millón de veces a su celular y usted tenía
el aparatito ese apagado…”
El siguiente es un fragmento del salvadoreño Salvador Efraín Salazar Arrué (1899–1975),
mejor conocido como Salarrué, y pertenece a un cuento titulado “Bajo la luna”; aquí podremos
considerar el registro vulgar de la expresión:
Contrario al anterior ejemplo, el autor nos muestra en este texto un lenguaje descarnado,
duro, pero a la vez plagado de deformaciones; su propósito es el de exponernos la condición social
de los personajes y el ambiente en el que se encuentran. Encontramos un diálogo en español, pero
con cortadas, deformadas, mal articuladas… Este tipo de expresión es el que constituye el nivel
vulgar del habla, el que no debe confundirse con el lenguaje obsceno, dado que el término vulgar
alude más bien al vulgo.
4
Salazar Arrué, Salvador. Cuentos de barro. San Salvador: Consejo Nacional para la Cultura y el Arte (Concultura),
1999. p. 19
Niveles de la lengua
Emplea las palabras según las normas vigentes; cuida la escritura y la
a. Culto
pronunciación. En este ámbito se encuentra el lenguaje científico y literario.
Es propio de las personas con poca formación académica. Deforma las palabras,
c. Vulgar
corta las sílabas, invierte el orden, cambia significados.
La comunicación se produce en un
marco de acciones, intenciones y actitudes
que definen la efectividad del mensaje. Una misma palabra o frase puede expresar distintos
mensajes según el tono, el momento o el lugar en que se exprese (compare, por ejemplo, el mensaje
que expresa el signo “tiburón” expresado en un aula de clases durante la hora de Biología, con el
que transmitiría en una playa atestada de bañistas).
En ese marco, destacan las funciones lingüísticas, con las que vinculamos nuestro mensaje
al contexto en el cual se produce.
a. La función referencial
Cuando un hablante y un oyente comparten un código con el ánimo de intercambiar un
mensaje, pretenden por lo general informar o informarse acerca de algo. La función referencial
consiste, precisamente, en hacer referencia, mediante el mensaje, al mundo de los objetos y sus
relaciones.
En el momento que decimos “La Universidad Católica Santa María La Antigua está ubicada
en la Avenida Ricardo J. Alfaro” estamos estableciendo una comunicación lingüística objetiva,
hacemos referencia al lugar en que se encuentra la Universidad. En este caso, lo primordial no es
la información que pueda obtenerse del hablante, dado que este expresa, sobre todo, un concepto
objetivo.
b. La función sintomática
Si bien la función referencial es una de las funciones primordiales, hay otras circunstancias
en la que es posible determinar ciertas condiciones del emisor, apelando al análisis del mensaje que
este emite. Cuando escuchamos a una persona que dice: “Yo tengo la razón porque yo soy el jefe
de esta empresa”, recibimos un mensaje, pero a la vez comenzamos a hacernos una idea acerca de
la personalidad del hablante. Se dice entonces que estamos haciendo uso de la función sintomática;
la cual suministra información acerca del hablante, por medio del análisis de su mensaje, de sus
síntomas.
d. Función fática
Cuando nos comunicamos, y en particular cuando lo hacemos oralmente, empleamos ciertas
palabras o expresiones que, aisladas, no tendrían sentido. “Entendieron lo que dije, ¿eh?”, “No me
llames más, ¿me oyes?”, “Ey, tú no vas a ir con esa ropa para allá.”
En estos ejemplos, las partículas eh, me oyes, ey, solo tienen sentido en el marco
comunicacional inmediato; carecen de significado específico, pero aseguran al emisor que su
comunicación esta llegando al receptor, que este sigue el hilo de su mensaje. La función fática nos
asegura que el receptor sigue allí, que nos presta atención, que nos comprendió.
e. Función emotiva
Por medio de la función emotiva, el emisor expresa cómo se siente, en cuanto a su condición
física o en su ánimo. Leemos: “En noches como esta la tuve entre mis brazos”, y de inmediato
percibimos tristeza o nostalgia.
Otras veces esta función sobresale como parte del enunciado: “¡Hasta cuándo, señores,
hasta cuándo vamos a permitir tantos desmanes!”; “¡Qué fiesta, muchachos!”, “Mmmm, mamá,
¡eso se ve delicioso!”
f. Función estética:
Usada particularmente en ámbitos literarios, esta función procura embellecer la expresión,
alcanzar con ella un grado artístico. Cuando se hace uso de esta función, lo principal es la forma
en que se transmite el mensaje, luego viene el contenido.
Esta función aparece, además, en los refranes: “A Dios rogando y con el mazo dando”,
“Haz el bien y no mires a quién”.
g. Función metalingüística
La lengua se usa como instrumento para el estudio de todas las ciencias. Por medio de sus
códigos conocemos y aprendemos otras disciplinas, pero también podemos usar la lengua para
estudiar la propia lengua.