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Cultura y política

UNIVERSIDAD NACIONAL DE QUILMES

Rector
en etnografías sobre
Daniel Gomez

Vícerrector
la Argentina
Jorge Flores

Sabina Frederic
Germán Soprano
(compiladores)

Universidad
Nacional
de uilmes
rial
EL TEMOR A ESCRIBIR SOBRE HISTORIAS
SAGRADAS
Memoria social, moralidad política y audiencias nativas en la
Argentina*

Sergio E. Visacovsky**

Una mañana de septiembre de 1998, mientras me despedía del psicoana- -


lista —que sería, a la postre, el más importante de mis interlocutores nati-
vos— manifesté por vez primera un temor que se había despertado poco
tiempo antes. "Tengo cierto temor por cómo será recibido el trabajo", le
dije, mientras me abría la puerta de su consultorio. "Bueno, no hay que ser
tan paranoico", replicó, como no podía ser de otro modo. "Sí, claro", afir-
mé no muy convencido. Por entonces, estaba concluyendo mi trabajo de
campo sistemático sobre las memorias colectivas del Lanús —el más re-

* Una versión preliminar de este trabajo fue presentada en el seminario general de


la Maestría en Antropología Social del Instituto de Desarrollo Económico y Social
(mes), e Instituto de Altos Estudios Sociales (IDAES), Universidad de General San Martín,
el 12 de septiembre de 2002. Agradezco los comentarios brindados en dicha oportuni-
dad por Rosana Guber y Santiago Álvarez (Maestría en Antropología Social IDES/IDAES-
(CONICET, IDEs), Horacio
UNSAM, Centro de Antropología Social, loEs), Mariano Plotkin
Sívori (Centro de Antropología Social, npEs) y Claudia Briones (Universidad de Buenos
Aires, Maestría en Antropología Social IDES/IDAES-UNSAM). Una versión en inglés fiie
presentada también en el panel "Between Past and Future: Memory and Restitution
Latin America", coordinado por Ryan Long, en la Annual Conference de la Society for
Latin American Studies, el 13 de abril de 2003, en The University of Manchester,
Reino Unido. Mi agradecimiento para Ryan Long (University of Oklahoma), Valentina
Napolitano Quayson (University of Sussex) y Lorenzo Cañas Bottos (University College
Dublín) y Karan Bubber (University of Derby). También deseo expresar mi agradeci-
miento a Paula Marina Dayan (Universidad de Buenos Aires) y, muy especialmente, a
mi principal interlocutor "nativo" (¡y "experto" a la vez!) Raúl Levín (Asociación
Psicoanalítica de Buenos Aires). Mi gratitud también a quien fuera mi director de tesis
doctoral, Antonius Robben (Utrecht University), por las agudas observaciones y suge-
rencias que me brindara oportunamente respecto de estas problemáticas.
** Ph.D. en Antropología, Universidad de Utrecht, Holanda. Profesor en la Uni-
versidad de Buenos Aires y en la Maestría de Antropología Social del IDES-IDAES/UNSAM.

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nombrado de los servicios psiquiátricos en hospitales generales de la Ar- orgullo, un capítulo inicial del que podían esperarse varias y disímiles
gentina— iniciado en 1988, y que se extendería a los primeros meses de continuaciones. Poco importaba esto; el temor empezaba a calar hondo, a
1999;1 apenas formulado y reformulado varias veces el argumento de mi perseguirme tanto como la necesidad vital de decir algo con sentido para
etnografía, naufragaba en la indecisión de adoptar un criterio lógico o la audiencia prioritaria de mi trabajo, la comunidad científica antropológica.
cronológico para organizar mi índice, y sólo podía mostrar, con escaso No era, por cierto, el típico temor que sentimos en la antesala de
nuestra exposición pública, o al menos no era sólo eso; era algo más, y más
profundo, íntimamente ligado con la singularidad de mi objeto de estu-
El trabajo de campo fue desarrollado con intermitencias entre 1988 y 1996; a
partir de 1997 y hasta 1999 fue retomado de un modo intensivo para llevar a cabo mi dio. Imaginaba tremendos enojos respecto a mi trabajo. Por cierto, había
investigación doctoral en la Universidad de Utrecht, bajo la dirección de Antonius tenído algunas experiencias de este orden en el curso de mi trabajo de
Robben. Esta investigación fue posible gracias a una beca de la Netherlands Foundation campo; lo suficientemente intensas como para despertar al temor dormido.
for Advancement of Tropical Research (warko). Una importante porción de mi traba- ¿Y si esta actitud se generalizase? ¿Y si quienes se habían interesado en mi
jo de campo consistió en la realización de entrevistas en profundidad a médicos y
trabajo y prestado atentamente su colaboración para narrarme su pasado, e
psicólogos que habían trabajado en el Servicio. El número total de estas entrevistas
fue de 62, realizadas la gran mayoría de las veces en sus consultorios, ubicados por
incluso habían desarrollado un fuerte vínculo afectivo conmigo, termi-
lo general en la zona norte de la ciudad de Buenos Aires. Las entrevistas fueron naban odiándome una vez que conociesen mi obra finalizada? ¿Y si
dirigidas a la obtención de relatos centrados en sus experiencias pasadas vinculadas entendían que habían sido objeto de un engaño, que yo nunca había
con su paso por el servicio. Mi objetivo no era tratar estos relatos de experiencia manifestado con honestidad mis intenciones? ¿No sería acaso terrible el
personal en tanto biografías o relatos de vida, sino aprehender las matrices narrativas
instante fatídico en que, por fin, supiesen quién era yo a través de la
que estructuraban las experiencias personales (Peacock y Holland, 1993). Esto no
significó restringir mi práctica al uso exclusivo de entrevistas. Participé y observé
lectura de mi escrito?
conmemoraciones, fiestas, reuniones científicas e informales. Además, desde 1988 a Como se puede advertir, desde muy temprano fui consciente de que
1990 llevé a cabo un trabajo de campo intensivo en el mismo servicio de Salud mi futura monografía sería leída por quienes habían sido mis interlocutores
Mental del ya por entonces denominado Hospital Interzonal de Agudos "Evita". Allí nativos, psiquiatras y psicólogos, gran parte de ellos autodefinidos como
realicé numerosas observaciones en la sala de espera de los consultorios externos,
psicoanalistas. Interesados en mi investigación, no podía dudar de que
compartiendo dicho espacio con los pacientes que llegaban para atenderse. Con los
profesionales del Servicio entablé diferentes tipos de relaciones. Por una parte, pude serían seguros lectores de mi trabajo; de hecho, buena parte de su práctica
asistir a sus reuniones públicas: jornadas y ateneos de discusión científica dentro del consiste en leer, y mucho. Están habituados al uso de los escritos, a eva-
ámbito del hospital. Por otra parte, llevé a cabo numerosas entrevistas abiertas. En luarlos y someterlos a la crítica, a discutirlos, a disentir, a exponer sus
ninguna ocasión pude participar de entrevistas de admisión de pacientes, o en re- puntos de vista y a persuadir. Y, en mi caso, estaban aun mucho más atraí-
uniones de equipos de atención, pese a que en varias oportunidades manifesté mi
dos, porque los movía la curiosidad por saber qué diría yo, un antropólogo,
interés. Siempre mis requerimientos fueron disuadidos, manifestándoseme la necesi-
dad de contar con la aprobación de las autoridades y, luego, con acuerdo de los
sobre ellos y los relatos que me habían contado a lo largo de varios años.
involucrados. Recurrí, además, a una amplia gama de materiales textuales: biografías Mis temores mostraron su fundamento en mayo del 2002, en ocasión
personales, artículos publicados en revistas especializadas y de divulgación, libros, de la presentación de mi investiga,:ión como libro. Luego de la misma, una
notas periodísticas y trabajos inéditos, entre otros. No empleé los textos como fuentes noche después, recibí una comunicación telefónica de una colega, quien
complementarias de una información que no podían brindar las entrevistas o la
observación, sino como objetos culturales que poseen una especificidad de la que se
muy preocupada me comentó que la había llamado una psicóloga que
debía dar cuenta. Son fuentes primarias, puesto que la producción de escritos cons-
había trabajado en el servicio hacia fines de los arios 1960 y la primera
tituye una actividad central de la producción de los agentes protagonistas de esta mitad de los 1970, para expresarle su malestar respecto a un momento de la
historia sobre la cual, justamente, ellos escriben. Pese a que mi propósito no consistió presentación, cuando uno de los expositores, tomando casi textualmente
en analizar los relatos en tanto biografías, los agentes involucrados en la construc- un pasaje del libro, señaló el descubrimiento en el servicio de una impren-
ción del Lanús están mencionados aquí por sus nombres y apellidos auténticos,
puesto que poseen el rango de personajes de una trama histórica sin la cual ésta deja
de tener significación (Bruner, 1990: 43). Aunque el Lanús interese como un pro- niente de entrevistas, la cual explícitamente se me solicitó no hacer pública,
ducto colectivo, personajes como Goldenberg son constitutivos de la singularidad de individualizo a los agentes acudiendo específicamente a fuentes procedentes de con-
las narrativas sobre el pasado del Servicio. Excepto en el caso de información prove- textos públicos o previamente autorizadas por sus autores.

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fundamento del Lanús". El segmento (Visacovsky, 2002: 249-251) dice
ta perteneciente a la agrupación armada Montoneros,'- interpretándolo textualmente:
como un momento de la profundización del clima represivo instalado en
el país, y en particular en el servicio después del golpe militar de 1976. Cuando las Fuerzas Armadas tornaron el poder el 24 de marzo de 1976, ya
Según ella, tal imprenta sólo existió como una infamia que la última dic- hacía tiempo que la situación en el servicio se había tornado difícil, debido a
tadura3 militar lanzó para justificar su acción represiva. Mi reacción inme- la generalización de la violencia política y a las cada vez más acentuadas
diata ante el relato de mi colega fue de profunda congoja. Esperaba, por medidas represivas ejercidas desde el Estado. Mientras crecía el deterioro del
supuesto, críticas, pero ésta era impensada y tenía un valor muy especial. gobierno de Isabel Perón —quien había asumido la presidencia de la república
Le pregunté a mi colega por qué la psicóloga había optado por llamarla a tras la muerte de Perón—, 4 acosado por una descomunal inflación, se multi-
ella y no a mí, el autor y responsable de la frase de la discordia, pero poco plicaron los operativos de las organizaciones guerrilleras Montoneros y ERP,
pudo aclararme. Inmediatamente, cerca de la medianoche, busqué el párra- así como de la derechista "Triple A" desde el propio gobierno. El escenario
fo, con la esperanza de que el mismo estuviese expuesto como una voz de violencia terminó de diseñarse al ser habilitada desde el Estado la inter-
nativa, y no como certidumbre histórica del autor. Pronto lo ubiqué. El vención de las Fuerzas Armadas en la lucha contra la guerrilla.
fragmento correspondía al capítulo sexto del libro, titulado "El terror y la Como consecuencia de ello, las actividades comunitarias fueron las pri-
fragmentación del Lanús", y seguía a un acápite titulado "La irrupción del meras en ser restringidas en el servicio, puesto que constituían desde la
terrorismo de Estado y la destrucción del antiguo servicio: la ruptura como óptica represiva actividades políticas antes que terapéuticas. Además, eran
espacios en los cuales, como ya lo he mostrado, era posible desarrollar
prácticas que articulasen propósitos profesionales con la militancia política.
2 Creada en el segundo lustro de la década de 1960, la organización Montoneros
se planteó en 1972 (a partir del retorno al país de Juan Domingo Perón y la posibi- Así, en dicho año fue encontrada en las instalaciones del Club "Amanecer"'
lidad de recuperación del poder político) la exigencia de llevar a cabo su acción una imprenta, además de material de propaganda de Montoneros, lo que
política revolucionaria dentro del peronismo mediante la lucha armada, aun dentro llevó a que se perdiesen tanto el campo de deportes como su sede en el
del sistema democrático. Junto a otras organizaciones guerrilleras no peronistas, y
grupos paramilitares y militares operando en el Estado, fueron actores principalísimos Hospita1,6 por lo que empezó a funcionar en el mismo lugar que lo hacía el
de la violencia política que caracterizó la década de 1970 en la Argentina. Hospital de Día (Alves de Oliveira et al., 1992). El departamento de "Psi-
3 Como lo ha señalado Robben, "el régimen militar de la Argentina entre 1976
y 1983 ha sido descripto con una serie confusa de nombres, cada uno de los cuales María Estela Martínez de Perón gobernó entre el 1° de julio de 1974 al 24 de
deja traslucir diferentes causas, condiciones y consecuencias imputadas. Los milita- marzo de 1976. Entre el 13 de septiembre y el 16 de octubre de 1975 solicitó una
res han usado términos tales como guerra sucia, guerra anti-revolucionaria, lucha licencia, oportunidad en la que fue reemplazada por el presidente provisional del
contra la subversión y Proceso de Reorganización Nacional. Los grupos de Derechos Senado. Ítalo Argentino Luden
Humanos hablan de terrorismo de Estado, represión y dictadura militar. Las ex 5 Como ocurre con otros aspectos de la historia del servicio del
Lanús, existen
organizaciones revolucionarias emplean términos usados por los grupos de Dere- diferentes versiones acerca de la fecha de creación del "Club Amanecer". Una de ellas
chos Humanos, pero también hablan de guerra civil, guerra de liberación y lucha asegura que fue creado en 1966 por una asistente social y una terapista ocupacional,
antiimperialista. Tanto en el caso de que la violencia de los años 1970 sea descripta con fines recreativos, resocializadores y de rehabilitación de pacientes externados.
con el término de guerra antirrevolucionaria, guerra civil o terrorismo de Estado, Según esta fuente, fue bautizado así por los propios ex pacientes, quienes seguían un
resulta importante para estos grupos porque cada designación implica un juicio tratamiento en el Hospital de Día o en Consultorios Externos. Contaba con una sede
histórico y moral diferente que puede transformar patriotas en opresores, víctimas en propia frente al hospital y un campo cedido por el Club Social de la zona (Alves de
ideólogos, y héroes en subversivos" (Robben, 1999: 139, mi traducción). Como se Oliveira et al., 1992). Otras versiones ubican su nacimiento en una etapa posterior,
advertirá, a lo largo del texto empleo preferentemente el término "Proceso de Reor- aunque con las mismas funciones mencionadas. Otros señalan que desarrollaba fun-
ganización Nacional", entre comillas o más a menudo abreviado (PRN), para designar ciones resocializadoras, como la búsqueda de trabajo para los ex pacientes.
el modo nativo de autodefinición del gobierno militar asumido en 1976. Cuando 6 El Hospital de Día, creado en 1971, asistía y rehabilitaba pacientes sin sacarlos
aludo a las características de dicho régimen, no dudo en acudir a la noción de de su medio familiar y social, con internaciones diurnas de un promedio de 65 días.
terrorismo de Estado, pues entiendo que el mismo no sólo constituye un uso local Entre otras actividades, se realizaban asambleas multifamiliares y se efectuaban tera-
sino que permite aprehender una realidad que trasciende las interpretaciones singu- pias familiares y de red en las casas de los pacientes (Hospital de Día, 1992). El
lares. Otros términos tales como "dictadura militar" o "El Proceso" son expuestos número de pacientes diarios oscilaba entre 15 y 18.
cuando son empleados en expresiones nativas.

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quiatría Social",' por su parte, había visto reducir considerablemente tanto su nuevamente de una falsa imputación? ¿Y cómo la misma podía ser enun-
número de integrantes —en los días del golpe sólo quedaban cinco— como su ciada nuevamente, sino por aquellos que insistían en la verdad de, en
presencia cotidiana en las villas y barrios (L'Hoste & De la Aldea 1992: realidad, semejante acto de injusticia, como justificación de la furia repre-
173). Se habían registrado ya muertes y desapariciones, incluso de promoto- siva? Irremediablemente, mi versión me instalaba del lado de los represores,
res formados por el departamento, y todavía en la actualidad algún integrante el efecto más temido por el escritor de esta historia trágica, el escritor que
del departamento sospecha que el Ejército pudo detectar a la gente utilizando yo quería ser. Comprendí así cuán inesperadas y a menudo penosas pue-
la información escrita generada mediante el trabajo comunitario. den ser las respuestas posteriores a la publicación de nuestros estudios, por
parte no sólo de nuestros colegas, sino de quienes fueron los sujetos de la
Mi desazón fue mayúscula. Efectivamente, yo daba por cierto el episodio investigación, transformados en lectores (Brettell, 1996: 4).
de la imprenta, y lo hacía basándome en un trabajo escrito con posteriori- Mi malestar persistió mucho tiempo. Trataba de hablar del tema con
dad al contexto temporal por mí citado, un trabajo escrito por profesiona- mis colegas, pero también lo hacía con algunos de quienes habían sido
les del servicio que no habían participado de aquella experiencia, sino mis interlocutores nativos durante la investigación. Hasta que en una oca-
que, como yo, relataban una historia reconstruyéndola, seguramente, a sión, volví a encontrarme con mi amigo psicoanalista presentado al co-
partir del recuerdo de otros profesionales pertenecientes a generaciones mienzo de mi relato; le conté lo sucedido, mi malestar, a lo que él, tras un
más antiguas. ¡Yo había cuidado tanto ese aspecto de mi trabajo! Una largo sorbo de café, respondió: "Mire, Sergio. Puede ser que la imprenta
investigación sobre memoria colectiva no podía confundir versiones del nunca haya existido. Pero yo escuché y presencié cosas mucho peores".
Esa "intervención", como gustan llamarla los psicoanalistas, fue decisiva.
pasado con eventos realmente sucedidos; bajo ningún punto de vista
podía tomar un artículo de las características descriptas, y darle entidad de No importa demasiado ahora que explicite el significado de "peor", pero
fuente historiográfica. El error estaba cometido, y eso me entristecía pro- sí resultaba altamente significativo que para mi amigo psicoanalista la
existencia de una imprenta de la agrupación "Montoneros" en el servicio
fundamente.8
Pero mucho más me mortificaba pensar en las consecuencias que po- era absolutamente plausible, y que si tal imprenta no había existido en
día acarrear el mismo; porque una cosa era cometer un error metodológico- realidad, cualquier otro signo de la presencia del mencionado grupo arma-
técnico en el uso e interpretación de las fuentes, y otra muy diferente era do era perfectamente verosímil.
suponer que, por causa del mismo, yo pudiese estar reproduciendo una Esto me permitía tratar de entender qué había sucedido conmigo,
acusación difamatoria, dándola por acontecimiento cierto; y, al hacerlo, como para que diese crédito tan simplemente al relato de la imprenta.
yo no estuviese haciendo otra cosa que reactualizándola. ¿Quién podría Recordé que ese tipo de situaciones no eran extrañas a mi experiencia
dar por sentada semejante acusación canallesca, si no creyese en la misma como estudiante secundario entre 1973 y 1976; había visto con mis pro-
pios ojos cómo diferentes grupos políticos, e incluso representantes de los
como indudable? ¿Quién podía repetirla, veinticinco años después, sin
convertirse nuevamente en perverso calumniador y, de ese modo, pasar a grupos que habían optado por la lucha armada, habían recalado en el
formar parte de aquellos infames? Y el disgusto de la psicóloga —acompa- espacio estudiantil, y desarrollaban allí sus actividades, del mismo modo
ñado por el de muchos otros—, ¿no se debía a que sentía que era objeto que había sido testigo de la violenta irrupción de las fuerzas represivas a
partir del golpe militar en 1976. Finalmente, el uso que hice del episodio
de la imprenta estaba enmarcado en mi propia perspectiva política, funda-
Desde fines de los 1960 y el primer lustro de la década de
1970, el departa-
da en mi experiencia civil asociada con el restablecimiento del sistema
mento llevó a cabo una práctica de prevención de la salud en las humildes barriadas
cercanas al hospital, mediante la formación de agentes sanitarios pertenecientes a la democrático en 1983. Así, desde mi punto de vista, la detección de una
misma comunidad, tarea cuyos límites con la acción política eran, a veces, difíciles de imprenta en el servicio, el inmediato cierre de una de sus áreas, seguido de
establecer. una restricción generalizada de las actividades, las expulsiones, los despi-
8
Una actitud inicial semejante tuvo Caroline B. Brettell, ante la recepción dos, las persecuciones, los secuestros y las desapariciones, sólo podía en-
negativa de su trabajo sobre inmigrantes franco-canadienses en Illinois. Ella se la-
tenderse como la expresión de una fuerza autoritaria que había arrasado
mentaba de creer en la existencia de una lectura demasiado directa, neutral y no
problemática de la historia (Brettell, 1996: 95).
todas las libertades.

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El punto sobre el cual quiero detenerme aquí no reside ní en hacer formaría este mismo acto de producción de un punto de vista etnográfico,
gala de honestidad, confesando mi interpretación errónea del ya contro- irremediablemente, en extranjeros del mundo en el cual vivimos y quisiése-
vertido pasaje sobre la presencia de la imprenta en el servicio, ni en elabo- mos seguir viviendo? Mi temor, pues, surgía de la convicción de que mi
rar una defensa compensatoria. Lo que pretendo mostrar es que la reacción trabajo con sus "historias sagradas" las desacralizaría; y que este acto de
de la psicóloga —inesperada para mí— revelaba la secreta razón por la cual secularización y desencantamiento' podía ser leído más propiamente como
temía hacer pública mi investigación; ponía en evidencia algo que sabía un cuestionamiento a sus vidas, sus trayectorias o sus instituciones.
yo desde el principio, para que ese temor se instalase, persistiese y se El problema que pretendo discutir aquí no es si existe posibilidad de
intensificase con el paso del tiempo: mi trabajo debía forjarse a partir de conciliar las perspectivas nativas y antropológicas; ni siquiera estoy segu-
relatos nativos considerados, en buena medida, como sagrados. Éste es un ro de que tal cosa sea necesaria. Lo que procuro plantear es qué ocurre con
término empleado por Bronislaw Malinowski en su célebre artículo "El nuestra posición en tanto antropólogos cuando la segura publicidad de
mito en la psicología primitiva", de 1926; basándose en la clásica y capi- nuestras elaboraciones etnográficas puede constituirse en una amenaza
tal distinción antropológica entre Otros (quienes viven los "mitos primiti- sobre nuestra condición de ciudadanos moralmente aceptables. Para ser
vos") y Nosotros (quienes viviríamos las "historias sagradas" del más concreto y preciso: estudiar el Lanús como antropólogo implicaba
cristianismo, si fuese mi caso), Malinowski asimila los "mitos" con las afrontar el desafío de tratar etnográficamente sus o, mejor dicho, nuestras
"historias sagradas" de las religiones occidentales "verdaderas", lo que le historias sagradas, las cuales estaban profundamente enraizadas en las
permite designar los relatos de los "pueblos primitivos" como "tradicio- interpretaciones del pasado político nacional. Así como una interpreta-
nes sacras", "cuentos sagrados", "saber sagrado" e "historia sagrada": - ción del pasado político podía hacerme temer exponer mis resultados de
investigación, podía convertirme en sospechoso de complicidad con el
[...] el mito es para el salvaje lo que para un cristiano de fe ciega es el relato enemigo y convencerme de que debía purificar mi error, otra interpreta-
bíblico de la Creación, la Caída o la Redención de Cristo en la Cruz. Del ción del pasado me había persuadido de que mi referencia a la imprenta
mismo modo que nuestra historia sagrada (sacred story) está viva en el como "hecho" era completamente lícito y auto evidente. ¿Cómo llevar
ritual y en nuestra moral, gobierna nuestra fe y controla nuestra conducta, del adelante nuestra tarea crucial —la relativización de las pretensiones
mismo modo funciona, para el salvaje, su mito (Malinowski, 1926: 18, mi universalistas de las particularidades sociales y culturales— cuando lo que
traducción y mis cursivas). está en juego es la moralidad política que nos asegura nuestra existencia
en tanto ciudadanos aceptables? Mediante la exposición crítica de mis
A lo largo de mi investigación sobre el Lanús con psiquiatras y psicólogos, reacciones y las de mis interlocutores durante el transcurso del trabajo de
algunos adscriptos al psicoanálisis, había escuchado y leído muchas "histo- campo, y aquellas suscitadas una vez publicada mi investigación en la
rias sagradas", esto es, historias en las que efectivamente se creía y que bajo
ningún punto de vista podían ser sometidas al imperio de la duda; y, al 9 Empleo aquí la expresión desencantamiento
desarrollada por Max Weber,
mismo tiempo, útiles para el presente, para definir identidades, para dirimir como contrapunto de las concepciones que denomino historias sagradas. "Es el
posiciones, para legitimar puntos de vista, a personas o instituciones en intelectual quien percibe la concepción del 'mundo' como un problema de 'sentido'.
detrimento de otras, para proyectar líneas concretas de acción, para luchar o A medida que el intelectualismo hace retroceder la fe en la magia y los acontecimien-
tos del mundo pierden su hechizo, pierden su contenido mágico, y 'son' y 'suceden',
para resistir. Ahora bien, ¿qué sucede cuando las historias sagradas de los pero ya no 'significan', con tanta mayor urgencia aparece la exigencia respecto al
Otros están fundadas en un orden moral que es también constitutivo de mundo y al modo de vida como un todo, de que compongan un orden dotado de
Nosotros? ¿Qué sucede cuando constatamos que ese orden moral es visto significado y de 'sentido — (Weber, 1997: 178). Lo que me interesa resaltar es que el
por Nosotros como verdadero e indiscutible, puesto que lo practicamos acto de desencantamiento de las historias sagradas supone una problematización de
cotidianamente? ¿Qué sucede cuando advertimos que constituye una las mismas debido a una exigencia de orden y/o sentido. Por supuesto, esta exigencia
procede de una confrontación de las historias sagradas con perspectivas para las
precondición para ser considerados —¡y considerar!— ciudadanos acepta- cuales aquéllas carecen de sentido, o son insuficientes desde sus pretensiones expli-
bles? Si el punto de partida de nuestro oficio etnográfico consistiera en cativas, lo cual no implica que las historias sagradas no ofrezcan orden y sentido
observar como extrañas estas —nuestras— historias sagradas, ¿no nos trans- para quienes creen en ellas.

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forma de libro en mayo del 2002 (orales en la forma de comentarios perso- sejo, y le comenté que había estado visitando con mucha frecuencia el
nales o rumores, y escritas, en el formato de reseñas, reflexiones), analizaré Lantís actual en los últimos años. Hasta ahí, no solía emplear el término
estos interrogantes dilemáticos, los cuales pueden llevar a algunos inves- "Lanús" en mis presentaciones, pues entendía que era preferible que fue-
tigadores —en el caso particular que voy a considerar aquí, aquéllos dedi- sen mis interlocutores quienes lo introdujesen. Pero en esa ocasión, la
cados a lo que se ha dado en llamar el campo de la memoria colectiva en la palabra se deslizó entre mis labios, acto que recibió de inmediato la si-
Argentina— a preferir conservar su condición de ciudadanos aceptables,"\ guiente reacción: "Vea, usted me ha tocado una fíbra muy íntima". Se
antes que correr el riesgo de ser desterrados o, aun peor, acusados de prove- , podía sentir del otro lado de la línea que estaba conmovido. Enseguida,
nir del territorio del más odiado de los enemigos. me pidió mi nombre y mi teléfono, prometiéndome un llamado seguro
previa suspensión de otros compromisos. "Sabe qué pasa —me dijo antes
de cortar—, usted ha pronunciado las palabras mágicas." Tan sólo con in-
1. LAS MEMORIAS DEL LANÚS: formarle que mi interés estaba en el Lantís había bastado para hacerle
HISTORIAS SAGRADAS Y MORALIDAD POLÍTICA cambiar de opinión; de más está decir que pudimos tener dos fructíferos
encuentros posteriores. Ésta fue la tónica general —no excluyente, como
En uno de mis primeros contactos telefónicos con uno de los más promi- mostraré más adelante— que se me brindó c, da vez que debía invocar
nentes discípulos de Muiricio Goldenberg» me presenté como un públicamente al Lanús: estábamos hablando de un conjunto de experien-
antropólogo interesado en estudiar las relaciones entre psiquiatría, psi- cias esenciales para las trayectorias de vida profesionales, políticas y per-
coanálisis y política en la Argentina, siendo mi foco principal las prácticas sonales de un enorme número de psiquiatras y psicólogos argentinos,
de atención psiquiátrica en los hospitales públicos; su primera reacción experieacias que los emocionaban, experiencias por las que sentían pro-
fue la de excusarse, debido al escaso tiempo con el que contaba. A su vez, fundo amor y respeto, el cual también exigían a los demás. Insisto: no
me propuso tratar de charlar con otros profesionales, inclusive con aque- estoy planteando , jue no existiesen versiones que desmintiesen este carác-
llos que estuviesen trabajando actualmente en el servicio del que él había ter del Lanús, sino que existía un conjunto de versiones dominantes sobre
sido figura principalísima en el pasado. Rápidamente, le agradecí el con- dicha experiencia, cuyo "núcleo" de valores o nociones morales —para
llamarlos de algún modo provisorio— era compartido e incuestionable. Es
'° Nacido en Buenos Aires en 1916, Goldenberg estudió medicina a comienzos por esta razón que no encuentro demasiados inconvenientes en definir a
de los de los años 1940 (Universidad de Buenos Aires), especializándose en psiquia- buena parte de los relatos sobre el Lantís como historias sagradas que,
tría. Sus prácticas médicas las llevó a cabo en el Hospicio de las Mercedes (actual-
como veremos, también estaban vivas en el ritual y en nuestra moral,
mente el Hospital Neuropsiquiátrico Borda), formándose al lado de figuras como
Gonzalo Bosh, un influyente psiquiatra en los años 1930 y 1940; Carlos Pereyra, jefe
gobernaban nuestra fe y controlaban nuestra conducta.
del Servicio, quien lo inició en la psiquiatría fenomenológica francesa; Eduardo El Lanús es el término nativo empleado para designar el servicio de
Krapf, psiquiatra alemán discípulo de Oswald Bumke en Berlín, y que había termina- psiquiatría (o de "psicopatología y neurología", o de "salud mental"» de
do su formación de didacta en la Asociación Psicoanalítica Argentina (ApA), y que lo
introdujo en el psicoanálisis; y Enrique Pichon Riviére, uno de los miembros funda-
dores de la APA en 1942. Hasta su llegada a la jefatura del servicio del
Lanús, Goldenberg II El concepto de "salud mental" provino de un cambio significativo originado
había publicado libros y artículos sobre temáticas diversas, tales como la inmigra- en el interior mismo de la medicina. Fundada en 1948, la Organización Mundial de
ción, el alcoholismo, la epilepsia y la técnica de la lobotomía. En las décadas de 1950 la Salud promovió un nuevo concepto de salud más abarcador que el puramente
y 1960 fue varias veces convocado como funcionario en el área de salud mental. biológico, no ya como ausencia de enfermedad o invalidez, sino como un estado de
Permaneció en la jefatura del Servicio por él creado hasta 1972, cuando se marchó bienestar completo físico, mental y social. La consecuencia inmediata de esto fue la
junto a algunos colaboradores a un hospital privado, el Hospital Italiano, para dirigir introducción de la noción de salud mental en lugar de la de higiene mental. Esta
un nuevo Servicio de Psiquiatría hasta 1976, cuando se exilió en Caracas (Venezuela) noción provenía del Movimiento Pro Higiene Mental, fundado en los Estados Uni-
luego del golpe militar. Con posterioridad, Goldenberg se desempeñó como colabo- dos en 1908, y orientado tempranamente al mejoramiento de las condiciones de los
rador de la Organización Mundial de la Salud (oms), y asesoró en su especialidad al enfermos mentales. El cambio a la "salud mental" fue registrado en el Congreso
presidente Raúl Alfonsín en 1983, con el retorno democrático. Actualmente, reside Internacional de Salud Mental llevado a cabo en Londres en 1948, y en Latinoamérica,
en Washington.
con el primer Congreso Latinoamericano de Salud Mental realizado en el Brasil en

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acuerdo con diversos momentos e interlocutores) y no el hospital al que
habían dejado de trabajar en él, ese pasado ha sido a menudo calificado
pertenecía; refiere metonímicamente a la zona geográfica en la que está
como una "Edad de Oro", brillante, legendaria y heroica, que poseía un
ubicado, el partido de Lanús, en el Gran Buenos Aires. No obstante, el carácter emblemático, aleccionador para el presente. 12 Para una gran ma-
Uncís fue siempre una denominación consuetudinaria, distinta a los nom-
yoría de quienes trabajaron en el Servicio en los años 1960 y parte de los
bres reconocidos por el Estado para designar el hospital: Servicio de
1970, autodefinidos como lanusinos, el Lanús era mucho más que el re-
Psicopatología y Neurología del Policlínico denominado "Dr. Gregorio cuerdo del pasaje profesional por una institución psiquiátrica en un hospi-
Aráoz Alfaro" entre 1956-1973 y 1976-1987; o, en otras circrInstancias tal general: era una perspectiva o "ideología" dentro de la salud mental en
—corno en la actualidad— el Hospital Interzonal de Agudos "Evita", entre
la Argentina, y una identidad que no alude a una teoría o a una modalidad
1952-1955, 1973-1976 y 1987 al presente. Quienes han ocupado las máxi- terapéutica precisa, aun cuando objetivamente estuviese más ligada con
mas jerarquías en la conducción del Lanús entre su creación por su primer
el desarrollo psicoanalítico. Como "ideología", sólo denotaba su filiación
jefe, el psiquiatra Mauricio Goldenberg, en 1956 y 1976 comparten, en al campo psiquiátrico porque se presentaba como la antítesis del sistema
sus aspectos básicos, una misma imagen del pasado cristalizada en una manicomial; pero, además, ponderaba ciertos valores político-morales (de-
narrativa oficial. En ella, la historia del servicio a partir de su fundación
mocracia, pluralismo, aversión a la especulación teórica, humanismo en
es presentada como un caso ejemplar para América Latina y el mundo, las relaciones entre profesionales y pacientes) que calificaban la práctica y
basándose en auténticos logros y en un prestigio nacional e internacional la perspectiva desarrollada en el antiguo servicio. Como consecuencia,
obtenido desde los años 1960. Este prestigio se basó en sus notables avan- una inmensa mayoría consideraba que su paso por la institución —ya hu-
ces terapéuticos e institucionales; entre ellos, la implementación de biese sido de diez años o de diez meses— había constituido un hito insos-
psicoterapias inspiradas en el psicoanálisis, el desarrollo de las terapias layable no sólo de sus carreras profesionales, sino de todas sus vidas.
grupales y breves, la aplicación de los últimos descubrimientos psico-
Haber estado en el Lanús les había dejado impresa una "marca" o una
farmacológicos, la realización de fuertes programas de actualización pro- "huella" imaginarias, que les había permitido formar parte de un grupo
fesional, la formación de postgrado en psiquiatría e investigación en dife- mayor, el de los lanusinos. Y para reafirmar su pertenencia, al modo de la
rentes áreas y el desarrollo pionero en América Latina de modelos adscripción incondicional a un club de fútbol, sostenían llevar puesta una
alternativos corno el Hospital de Día y la psiquiatría comunitaria. El relato "camiseta" inmaterial, la "camiseta del Lanús". Esta trascendencia del
arquetípico de la creación e historia del servicio, producido y fijado en la
Lanús implicaba, a la vez, una peculiar relación con Goldenberg, conver-
escritura en la primera mitad de los años 1960, tomó la forma de una tido él mismo en un símbolo, que permitía a algunos preguntarse "¿quién
auténtica gesta, que narra cómo la institución se inició en el humilde y
es metáfora de quién?" (Barenblit y Korman, 1992: 14). A Goldenberg se
pequeño servicio de un hospital en las afueras de la ciudad de Buenos le reconocía su autoridad como "jefe" eterno del Lanús, "líder carismático",
Aires, y concluyó en la creación de una institución mayor y compleja mediador de conflictos, con la capacidad para amalgamar las posturas más
emergida tras la lucha por desterrar los prejuicios de la medicina —coti la contrapuestas, y el "maestro" formador de generaciones tanto en los as-
que compartió el espacio hospitalario— y los pacientes respecto de la psi- pectos profesionales como humanos. 13 Aunque no existe recuerdo horno-
quiatría (Goldenberg et al., 1966). A partir de los años 1980, cuando ya
Goldenberg y la mayoría de los profesionales que habían formado parte
del servicio durante los años 1960 y el primer lustro de los años 1970 12 Por ejemplo, en Barenblit y Korman (1992); Berkunsky, Gomez, Minervino
y Ortega (1986); De Fina de De La Fuente (1986 y 1992); Fernández Mouján
(1985); Galende (1992); Galli (1992); Goldenberg (1983); Sluzki (1992).
13 Los días preliminares a la gran conmemoración de la creación del servicio,
1954, y continuó con el segundo en Buenos Aires en 1956. El nuevo concepto,
llevada a cabo en 1992, se invocaba el pluralismo de Goldenberg, que había servido
emergente en el contexto de la posguerra e inseparable de la Declaración Universal
en el pasado para que las más diversas tendencias teóricas y clínicas conviviesen en
de los Derechos Humanos, también de 1948, hacía posible pensar ahora a las disci-
el ámbito del servicio, para que él se formase con importantes psicoanalistas sin
plinas ocupadas de la salud mental en relación estrecha con aquéllas ocupadas de la
necesidad de abandonar su condición de psiquiatra. Una de las organizadoras, Susa-
salud física. Pese a las críticas posteriores a su generalidad y vaguedad, el nuevo
na Siculer, comentaba estas funciones de Goldenberg aplicadas a un "Ateneo Clínico
concepto constituía de hecho una legitimación dentro del campo médico.
del Servicio de Psicopatología del Policlínico Lanús", que sería coordinado por

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283
géneo del servicio del Lantís, sino una variedad de imágenes del pasado Para que lo de Mauricio y lo de los otros maestros no se pierda, hay que
emergidas en diferentes momentos de su desarrollo, y que se relacionan trabajar muy duro, guardarlo todo, pero antes para encontrarlo, en ideas, en
conflictivamente, es a través de la invocación de las imágenes del pasado palabras, en hechos, en personas.
del Lanús, investidas con sentidos provenientes de la historia política, que Y ¿cómo guardarlo?, ¿dónde guardarlo? En la memoria y en modos de
se despliegan disputas de legitimidad en los campos psiquiátrico y psi- transmitirla.
coanalítico en el presente. Estas disputas de legitimidad son dv índole La metnoria tiene que poder resguardar y reproducir lo que se sabe,
política, y apelan a la cualidad dominante que han asumido las historias tiene que ser conservadora (Testimonios, 1996: 15 16, mis cursivas).
-

sagradas del Lanús, esto es, presentarse COMO víctimas o sobrevivientes


del terrorismo de Estado aplicado por el autodenominado "Proceso de Unas páginas después, otro lanusino prominente, Víctor Korman,l4 le con-
Reorganización Nacional" (PRN) entre 1976-1983, y exponentes princi- fería un papel muy definido y responsable a Diamant y su equipo:
palísimos de una tradición democrática y progresista.
Debo confesar que aunque tuviese claro que mi labor no estaba desti- Es cierto, hay que olvidar pero también es una tarea fundamental la de los
nada al rescate del pasado, ni al homenaje, me resultó desde el vamos guardianes de la memoria [...] creo que la tarea que están realizando en el
sumamente difícil escapar del encantamiento de las historias del Lantís. sentido de hacer un acto de memoria, dejar una memoria hablada, filmada,
Por un lado, yo conocía que la mayoría de las aproximaciones al Lanús empren- escrita, es parte del legado que seguramente las generaciones siguientes
didas hasta el momento concluían reproduciendo sus historias sagradas. tendrán que asumir y recrear como probablemente lo hemos hecho nosotros
Por ejemplo, en el volumen de homenaje a Mauricio Goldenberg que le con respecto al legado de las generaciones anteriores (Testimonios, 1996:
dedicara la Facultad de Psicología de la Universidad de Buenos Aires en 22, mis cursivas).
1996, Ana Diamant, la coordinadora del mismo, escribía:
Esta perspectiva no me resulta extraña. La había podido vivir entre el
Testimonios... se propone exactamente eso. Que perdure el legado, que se viernes 28 y el domingo 30 de agosto de 1992, en ocasión de las "Primeras
reconozca el ejemplo. Jornadas-Encuentro del Servicio de Psicopatología del Policlínico de
Testimonios... quiere recuperar a los maestros, a cada maestro y subra- Lanús-35 años", acto que tenía por objetivo conmemorar la creación del
yar lo que los ha hecho maestros. Lanús, al mismo tiempo que homenajear a quien lo fundara en 1956 y
Testimonios... intenta cubrir —o descubrir— el espacio que sólo la memo- fuera su jefe hasta 1972, Mauricio Goldenberg. Durante el curso de la
ria y la transmisión del recuerdo pueden preservar. conmemoración, los protagonistas de la experiencia lanusina hicieron
Testimonios... es la resistencia activa y comprometida para que no se uso explícito del término memoria para referirse a sus recuerdos del Lanús.
olvide lo más rico de la vida académica que hace que esta Universidad sea lo Una de las ponencias escritas especialmente con motivo del acto se titula-
que es, porque fue lo que fue y porque sus mejores hombres fueron lo que ba simplemente "Memoria", y estaba escrita por el sucesor de Goldenberg
fueron. en la jefatura de la institución en 1972, Valentín Barenblit, junto a Víctor
Entre ellos, Mauricio Goldcnberg. Maestro. Así lo presentan, así lo re- Korman. Hacia el final, el trabajo explicitaba el sentido de su título. "Qui-
cuerdan, así trasciende. simos sumarnos a este homenaje colectivo a nuestro Maestro y al festejo
del treinta y cinco aniversario del Serviciol5 [sic] con un acto de memo-
ria" —sostenían (Barenblit y Korman 1992, mis cursivas)—. Hasta su con-
Goldenberg durante el evento. Ella anunciaba una "novedad del pasado en el presen- clusión, el texto constaba de ocho párrafos, todos los cuales eran iniciados
te": "El viernes a la tarde va a haber una recepción y un Ateneo Clínico, es decir, se con la palabra "memoria": memoria del Lanús como resistencia al olvido
va a presentar un paciente y el ateneo lo va a coordinar Goldenberg como coordina-
ba antes los ateneos 1.1 pasaron muchos años, y ahora estamos todos definidos para
lados distintos [...] Será un ejercicio clínico muy nuevo y veremos cómo nos va a " Médico psiquiatra y psicoanalista que inició su formación en el Lanús y la
juntar Goldenberg, así como juntaba antes esas otras posiciones" (Abadi et. al., prosiguió en París. Desde 1977 se radicó en Barcelona.
1992: 14, cursivas mías).
15 En realidad, eran 36 años.

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rán", hermanados en el "deseo de curar", articulando la evocación del
de una institución comprometida, memoria para confrontar el pasado con pasado doloroso con un mensaje en el que todos aquéllos comprometidos
el presente, memoria para el futuro, memoria de quienes no estaban entre con la salud mental, en el presente y en el pasado, eran definidos como
los presentes, memoria de quienes partieron al exilio, memoria de los que hermanos, generando así una comunidad basada en una consanguinidad
se quedaron, memoria contra la impunidad, memoria para que se reanimen simbólica. Esta operación demandó la explicitación de una suerte de taxo-
viejos proyectos... El recurso de la repetición cumplía el principal cometi- nomía nacional de la ausencia: "los muertos", "los que esan lejos", pero,
do: la resistencia al olvido. Otros trabajos, haciendo un uso explícito o además, dos categorías que produjo la Argentina reciente y que consti-
implícito del vocablo "memoria", tenían el mismo propósito: "Sobre las tuían una síntesis de la oposición "muertos"rvivos lejanos": "desapare-
huellas de la enseñanza de Goldenberg", "memoria histórica y salud men- cidos" y "exiliados". Todos los "nuestros" —los "muertos", los "radicados
tal", "algo para recordar", "la pesadilla de la historia", "mis recuerdos", en el exterior", los "desaparecidos" y los "exiliados"— eran traídos témporo-
"tres recuerdos", "memorias de Lanús", "recuerdo sobre el trabajo y traba- espacialmente al presente, revividos, herrnanados a los asistentes, hechos
jo sobre los recuerdos", "palabras sobre el silencio". partícipes de un parentesco primordial y comunal, el cual no radicaba en
Ahora bien, esta concepción de la memoria exigía una serie de ope- ser miembro de una genealogía psiquiátrica o psicoanalítica, sino en ser
raciones, de modo tal que articulase el pasado de varias generaciones con un tipo particular de ciudadano argentino: las víctimas del terrorismo de
las experiencias presentes, encarnándose en valores morales comunes. En Estado. Y ser miembro del Lanús suponía dichos lazos de communitas.'8
este cometido, la comunicación de la tradición del Lanús bajo la forma de También, sostuvieron la necesidad de subordinar la problemática psiquiá-
piezas de oratoria resultaba de capital importancia para obtener el consen- trica a los Derechos Humanos, vinculando los sentidos de democracia,
so del público.I6 Los oradores aludieron a las "dolorosas ausencias" que derechos civiles y humanos, con los derechos de los enfermos psiquiátri-
había en el evento —en clara alusión a los desaparecidos durante el PRN— y cos. O en la evocación del último orador, Barenblit, quien recordó el se-
a "los que están lejos", exiliados, pero a la vez quienes llevaron con éxito cuestro y desaparición del Servicio de la psicóloga Marta Brea,19 mientras
la semilla del Lanús más allá de las fronteras nacionales.' Invocaron "a
los del pasado y los del presente y los que no están y los que nos sucede-
Fue Durkheim (1995) quien señaló la importancia de los actos conmemora-
tivos a los fines de la conservación de la identidad de los grupos sociales; mediante el
16 COMO lo ha mostrado Bloch (1989: 19-45), la oratoria constituye una forma recuerdo periódico de un pasado no alterado. la comunidad renovaba los lazos que
de control social; debido a su mayor formalización con respecto a las formas de le conferían unidad. Connerton (1989) reformuló esta proposición a la luz de la
comunicación cotidianas, representa un código restringido a través del cual se pre- aplicación del concepto de lenguaje performativo al ritual. En efecto, a diferencia de
tende ofrecer el modo en que los ancestros hablaron. Mantener la tradición supone Durkheim, Connerton problematizó el vínculo de un grupo con el pasado, destacan-
así la construcción de un tipo de autoridad especial, la "autoridad tradicional", do que lo que efectivamente sucede en un acto conmemorativo es una demanda o
basada en la apelación al pasado. Su eficacia radica, de acuerdo con Bloch, en que pretensión de continuidad con el pasado. Esto implica que la relación que un grupo
pasa desapercibida como una forma de poder, ya que se basa en las restricciones al invoca con el pasado es, anta todo, una elaboración desde el presente. Como Durkheim,
discurso y los movimientos. En el caso de las "Jornadas", sucedía algo peculiar; los también Connerton sostuvo que esta demanda de continuidad con el pasado estaba
oradores eran al mismo tiempo los ancestros, por lo que sus discursos no interpreta- ligada a la afirmación de inia identidad colectiva, pero en lugar de fijar su génesis en
ban, sino que eran la tradición del Lanús viva. una misteriosa exaltación compartida, lo hizo destacando el papel performativo del
'7 "Pero eso no está en el pasado para mí: la impronta 'Lanús' sigue tan presente lenguaje. Así, el uso de ciertos pronombres personales, como "Nosotros", tiene por
como entonces en mi vida profesional cotidiana actual. Esa experiencia vive conmigo, objeto constituir un sujeto colectivo. Este recurso instaura el tipo de vínculos entre
en mis prioridades, en mi estilo, en mis intereses, en mi quehacer. En Berkshire Medical personas por encima de cuaiquier relación social formal que Victor Turner (1974,1992a
Center y en la University of Massachusetts Medical School, a unos 10.000 kilómetros y I992b) designa como communitas o anti-estructura, es decir, relaciones
de donde me nutrí, lo que hago es Lanús 1992. Claro que los que me rodean en mi indiferenciadas, igualitarias, directas, no racionalizadas, que implican vínculos Yo-Tú
Servicio no lo saben (y no porque me lo haya callado sino porque las tramas históricas o Nosotros Esenciales.
no pueden ser compartidas vivencialmente). Lo que ocurre es que trato de proveer a 19 El 31 de marzo —aunque hay controversias respecto de la fecha exacta— fue
mis colegas y pacientes actuales mi versión de ese contexto nutritivo, con la esperanza secuestrada en la sala de espera de los Consultorios Externos la psicóloga Marta
de poder replicar (y así compartir, al menos en parte) la riqueza de lo que recibí a partir María Brea, coordinadora rentada del departamento de Adolescentes. Brea, a la sazón
de un día de 1957 en que, estudiante de Medicina, me acerqué tímidamente a Mauricio de 38 años, era hija del médico Mario Brea, ex decano de la facultad de Medicina de
Goldenberg y le pedí permiso para aprender de él" (Sluzki, 1992: 3).
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el público aplaudía, emocionado, de pie y en silencio." La primera jorna- sensibilidad aparecía como necesario e incuestionable tanto como para
da, de contenido trágico, procedía así a configurar una identidad fundada los lanusinos. Ahora bien, mucho antes de la aparición del libro, durante el
en el pasado; este pasado remitía a la singularidad del proyecto del Lanús curso del trabajo de campo, pude empezar a descubrir que mis intentos
en el campo de la Salud Mental y el psicoanálisis. Pero para poder transfor- conscientes por esquivar estos obstáculos chocaban, por un lado, con mis
mar la experiencia pasada de algunas generaciones en un discurso com- profundas convicciones compartidas con el mundo nativo lanusino; por
partido en el presente, se procedió a condensar el pasado del Lanas en la otro, con las acciones llevadas a cabo por mis interlocutores nativos para
historia de las víctimas del terrorismo de Estado. Y la primera ornada fue convencerme respecto del tipo de comprensión que debía tener del Lanús.
cerrada con una expresión que era patrimonio de las organizaciones de
Derechos Humanos que desde fines de la década de 1970 luchaban por el
esclarecimiento de los actos del terrorismo de Estado: "contra todo olvi- 2. FASCINACIÓN Y CONTROL
do", la cual generaba un contexto de interpretación propiamente político
del pasado. La memoria del Lanús, pues, fue construida a partir del recuer- Algunos autores nos advierten que la creencia en la posibilidad de una
do de actos trágicos entrelazados con el pasado nacional, como si fuese un antropología nativa y, por ende, mág reflexiva por ser practicada en me-
episodio de la memoria sobre el terrorismo de Estado: el Lanús tuvo una dios familiares, representa una ilusión, debido a que nunca se es
desaparecida, tuvo un secuestrado, exiliados y residentes en el extranjero auténticamente nativo; las condiciones de nativo y extranjero siempre
(categorías que se entremezclaban). Sustentándose en este consenso in- son contextuales, dependiendo de adscripciones de clase, género, etnia o
cuestionable (Bell, 1992: 121), ningún participante del acto podía dejar profesión (Ginsburg, 1992; Guber, 1995; Strathem, 1987). Desde comien-
de sentirse identificado, víctima de una misma historia. zos de los años 1980, reflexividad se ha transformado en un término em-
Entonces, yo debía enfrentar dos problemas. El primero de ellos era pleado con tal asiduidad en la antropología, que corre el riesgo de ser
cómo escapar al mandato de ser un "guardián de la memoria"; el segundo, vaciado de contenido. A menudo, la reflexividad ha sido formulada como
cómo desencantar un horizonte moral compartido, que a mis ojos y a mi
una demanda o un requerimiento al etnógrafo o a las etnografías: así, el
nuevo etnógrafo y la nueva etnografía se caracterizarían por ser "reflexi-
la Universidad de Buenos Aires; en el Servicio, había formado parte de la comisión vos", una cualidad de la cual carecerían los investigadores y las monografías
gremial y, según algunos testimonios, militaba en Montoneros. Todos los que me "realistas". Esta "reflexividad" alude a un estado de madurez histórica al
ofrecieron su versión del hecho coincidían en que el automóvil con el cual se ejecutó que habría llegado la etnografía, basado en la autoconciencia de las con-
el operativo ingresó y salió sin dificultades del hospital, atravesando dos veces las
diciones de la producción etnográfica, lo cual permitiría no sólo la crítica
barreras de la entrada a la playa de estacionamiento. De acuerdo con algunos recuer-
dos, la acción se produjo en plena reunión del consejo directivo. Algunos que afirma- de las monografías clásicas, sino la producción de formas etnográficas
ban haber estado a su lado en el momento mismo en que fue secuestrada sostenían que capaces de recuperar textualmente aquellos aspectos excluidos por la es-
sus raptores fueron efectivos del Ejército, y que en el acto corrieron tras el automóvil critura realista (Marcus y Cushman, 1982). Este significado de reflexividad
hasta que salió del hosp - Tal; otros aseveraban haberlos perseguido en otro automóvil.
confluye con el de Hammersley y Atkinson (1994: 28-37), quienes han
20 Valentín Barenbl•t insistió en presentar los aspectos centrales que caracteriza-
señalado la necesidad de analizar tanto las acciones del investigador como
ron el terrorismo de Estado, del cual él mismo era vivo testimonio, ya que fue
secuestrado y torturado. Aunque esto último no lo hizo explícito, una gran parte del
el proceso social bajo estudio dentro del contexto en el que transcurren.
público no necesitaba que lo hiciese. En abril del mismo año, Barenblit, por entonces En ambos casos, la "reflexividad" es una capacidad cognitiva del investi-
sucesor en la jefatura del servicio desde 1972, fue detenido por las fuerzas militares, gador, quien ora se incluye como parte del proceso social estudiado, se
permaneciendo en un ce:Aro clandestino de detención durante dos semanas, tiempo autoanaliza y genera un texto en consecuencia capaz de aprehender su
en el que fue brutalmente torturado. Según señala Feldman (1992: 123), la APA,
actividad cognoscitiva socialmente construida. 2 I Yo prefiero designar a
institución a la que Barenblit pertenecía como miembro adherente, no realizó ningún
reclamo público ni intentó presentar un pedido de habeas corpus ante la justicia. Tras
su liberación, Barenblit abandonó el país radicándose posteriormente en España.
Mientras tanto, el Servicio quedó acéfalo durante tres meses (De Fina de De la 21 Como ha señalado Czyzewski (1994: 163), el empleo de estos significados o
Fuente, 1992: 55-56). bien en forma simultánea o bien desplazando uno de ellos se debe a que el mismo

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esta actividad consciente del investigador que objetiva la práctica de in- creo pertenecer.' Esos profesionales trabajando durante arios en una ins-
vestigación, siguiendo a Bourdieu (1995: 46-48), como socioanálisis, titución pública, sin renta, viajando todos los días entre una y dos horas
aunque doy considerable importancia a la constitución de los contextos desde su hogar para arribar al hospital a las ocho de la mañana y abando-
de interacción en los que el investigador de campo participa, cuestión que narlo a las cinco de la tarde, luchando contra las eternas carencias tecnoló-
en Bourdieu aparece manifiestamente subestimada en favor del análisis de gicas y presupuestarias de los hospitales argentinos, y generando un
las posiciones sociales en los espacios académicos (y políticos) en los auténtico movimiento renovador dentro del campo psiquiátrico y psicoa-
cuales se produce conocimiento. Este peso que concedo a la constlucción nalítico con íntimas conexiones con las transformaciones político-inte-
de los contextos de interacción es directa consecuencia del empleo del lectuales, todo esto, digo, no dejaba de fascinarme. Además, los relatos de
término "reflexividad" no ya como una facultad que puede o no tenerse, una gesta de la cual no participé, ante todo por razones generacionales, me
sino como propiedad constitutiva de la vida social (Watson, 1987: 29). resultaban también sumamente familiares, puesto que estaban vinculados
Más específicamente, siguiendo a Harold Garfinkel (1967), reflexividad con el ideal del compromiso (con lo público, con el conocimiento, con los
sectores populares) que involucra a un gran sector de las capas medias
es ante todo una característica de las prácticas que se desenvuelven en
intelectuales en la Argentina. Era, por cierto, el mismo ideal al cual fre-
escenarios sociales específicos, y de los relatos (accounts), es decir, de las
cuentemente vi apelar en la universidad para dar sentido a nuestro trabajo
comunicaciones intencionales que describen rasgos de una situación
de profesores e investigadores mal pagos y con escasos recursos. Además,
(Leiter, 1980: 162, citado en Watson, 1987: 30). Estas expresiones son
como tantos otros miembros de la clase media porteña con formación
reflexivas debido a que no sólo describen una situación, sino que están
universitaria, yo estaba socializado en el lenguaje y las concepciones
ensambladas en ellas (Garfinkel 1967: 1-9). Esto implica que dichas ex-
psicoanalíticas. Sigmund Freud y otros autores habían formado parte de
presiones adquieren su sentido a partir de las situaciones en las que han
mi educación académica después de 1983. Pese a los reparos que mantuve
sido producidas, constituyendo dichas situaciones al mismo tiempo. Los
siempre respecto de sus pretensiones omnicomprensivas, y al disgusto que
actores "conocen, requieren, cuentan con y hacen uso de esta reflexividad
me provoca la ausencia de problematización teórica en la Argentina (lo
para producir, cumplir, reconocer, o demostrar adecuación racional para
cual es diferente a cierto placer que los psicoanalistas suelen encontrar en
todos los propósitos prácticos de sus procedimientos y hallazgos"
el teoricismo), el psicoanálisis constituye un recurso interpretativo perma-
(Garfinkel, 1967: 8, mi traducción).
Ahora bien, pese a mi autoconciencia de la relevancia de llevar a cabo nente al que acudo en mi vida cotidiana, y una vía para aliviar el sufri-
un análisis de la reflexividad, no obstante proponerrne no generar expec- miento personal a la que recurro desde 1983, como tantos otros argentinos,
tativas confusas respecto de los propósitos de mi investigación, mis pro- especialmente porteños de sectores medios.
pias actitudes en los contextos específicos del trabajo de campo mostraron Por si fuera poco, la gran mayoría de los profesionales a los cuales
cuánta fascinación me despertaba el mundo lanusino. En más de una oca- requerí colaboración lo hizo sin poner reparos, y en numerosas ocasiones
expresándome su gusto en hacerlo. He recogido muchas muestras de grati-
sión tributé explícitamente mi admiración por esa gente que encarnaba los
tud por parte de 1¿-- gente que deseaba hacer pública su versión del pasado
valores del mundo intelectual "progresista" porteño al que yo adhiero y
del Lanús, puesto que, me confesaban, "nunca había sido consultada" al
respecto. Fueron muchos, también, los que agregaron al tiempo que me
término reflexivity es equívoco en inglés. Czyzewski muestra esta ambigüedad cons-
titutiva del término comparando las definiciones de Heritage y Garfinkel; para el
22 "Progresismo" es una categoría de difícil definición en la Argentina, a menos
primero, la reflexividad se asocia con la capacidad reflexiva en tanto actividad del
que se la sitúe en siluaciones socio-históricas particulares; señala simultáneamente
pensamiento o cognitiva, en un sentido semejante al interaccionismo simbólico de
posicionamientos políticos y relativos al propio campo de acción. Aun bajo el riesgo
Blumer y a la fenomenología social de Schutz. Pero en Garfinkel, este sentido está
de anacronismo y generalización, entiendo que este "progresismo" se ha definido no
sólo implicado, puesto que no se refiere a las capacidades individuales de los actores,
sólo por cierta orientación ideológica próxima a la "izquierda" y contraria al libera-
sino a los accounts. Para Garfinkel, los accounts son descriptos por la reflexividad;
lismo económico y a diferentes expresiones "tradicionalistas" y "clericales", sino por
esto significa que los actores tornan sus acciones relatables en y a través de las
su defensa de la educación pública, libre y gratuita, que fue el canal principal de
acciones mismas, exhibiendo cómo ellos las comprenden (así como las acciones de
ascenso social de las capas medias.
aquellos con quienes interactúan).

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dispensaron materiales escritos, fotografías y hasta videos como contribu- mos frecuentemente los antropólogos sociales), los sujetos tratan de in-
ción a mi investigación. Algunos no sólo no tenían objeción a tener más de fluir en los modos de comprensión del etnógrafo y en sus resultados de
una entrevista, sino que hasta me solicitaron continuar con los encuentros. investigación (Robben, 1995: 83). Robben amplía su lectura de las rela-
He recibido llamados en mi hogar de entrevistados que pedían volver a ciones transferenciales 23 y contratransferenciales en el trabajo de campo
verme para rectificar información que me habían brindado, la que reputa- etnográfico —enfoque iniciado por George Devereux—, para incluir en ellas
ban como incorrecta, o bien porque se habían olvidado de datos relevan- también el uso consciente de "la compleja dinámica social, emocional,
tes. Como broche de oro, aquel psicoanalista que había cambiado su parecer dialógica y transferencial entre etnógrafo e informante" (Robben, 1996:
cuando escuchó de mi boca la palabra "Lanús", encontrando el tiempo 72-73). Yendo más allá de las exigencias de la reflexividad como dimen-
para encontrarnos del que previamente carecía, me despidió en la puerta sión de las acciones sociales, Robben puntualiza la necesidad de incluir
de su casa después de nuestro último encuentro de entrevista otorgándo- como parte esencial del análisis etnográfico las reacciones del etnógrafo,
me, quizá, la condición más preciada, la de lanusino, al decirme: "Si usted tales como sus emociones y su aburrimiento, su irritabilidad o su somno-
hubiese vivido en aquellos tiempos, ¡seguro hubiese sido nuestro lencia, sus sentimientos de amor y odio (Robben, 1996: 99). Desde su
antropólogo!". Me fui fuertemente conmocionado por semejante galar- punto de vista, es imprescindible distinguir la seducción como un aspecto
dón. Durante las jornadas conmemorativas de 1992, las generaciones de inmanente al trabajo de campo, de las proposiciones normativas que rigen
profesionales que trabajaron en el servicio después de 1976 (es decir, tras al trabajo de campo etnográfico desde sus inicios, basadas en la obtención
el golpe militar que dio paso a los siete años del PRN), y muy especialmen- de un buen rapport con los informantes; 24 mucho más en el caso de los
te los profesionales jóvenes que trabajaban en el servicio por entonces, estudios sobre violencia política, donde el campo suele dividirse entre
sufrían ante la falta de reconocimiento por parte de los viejos lanusinos. víctimas y victimarios. En estos casos en los que está en juego la verdad
En rigor de verdad, éstos no consideraban a aquéllos auténticos descen- de los relatos, los interlocutores suelen llevar a cabo apuestas políticas y
dientes, por lo cual todo el acto conmemorativo estuvo atravesado por un personales para que el etnógrafo adopte sus interpretaciones (Robben,
conflicto generacional al que se le intentó poner fin durante el cierre, 1995: 83-84).
mediante un acto de reparación simbólica que unificase los lazos Precisamente, cada narración que escuchaba despertaba en mí la fas-
intergeneracionales rotos. Sin embargo, estas acciones tuvieron valor sólo cinación por el Lanús, tornando dichos relatos en verídicos al mismo tiem-
dentro de los límites del acto conmemorativo, pero no implicaciones per- po que moralmente paradigmáticos; en efecto, los agentes estaban
durables como, por ejemplo, vincular el servicio con instituciones nacio- interesados en constituir versiones plausibles del pasado (Peel, 1984:
nales e internacionales en las que se desempeñaban los viejos lanusinos. Y 112). Esto era lo que obtenían al considerarme "su antropólogo" potencial
yo, apenas por mostrar mi interés por el pasado de una institución, por en el pasado. La inclusión de mi persona al pasado del Lanús mostraba que
solicitar a determinada gente que me proporcionase cierta información,
había conseguido en apenas horas lo que otros habían perseguido infruc-
23 Aunque controvertida, la noción de transferencia es capital en la teoría y
tuosamente durante años: ser considerado un lanusino auténtico. Per:),
clínica psicoanalítica. En "La dinámica de la transferencia", de 1912, Freud señalaba
¿cuál había sido mi real mérito? ¿Por qué se me otorgaba esa condición, y que el o la paciente transfiere sobre la figura del analista "prototipos", imágenes,
qué implicaciones conllevaba respecto a mi trabajo? fundamentalmente las de sus figuras parentales y que evoca en la transferencia,
El análisis desde el punto de vista de la reflexividad, tanto de mi actualizando el vínculo que tuvo con ellag en el pasado (Freud, 1973).
fascinación por las narrativas heroicas como de mi incorporación a una 24 Sin embargo, no creo que el descubrimiento del papel de la reflexividad o, en
este caso, de la seducción etnográfica para persuadir al etnógrafo, nos lleven a
historia nativa potencial del Lanús, podía permitir entender qué suceda
abandonar al rapport como precondición del trabajo de campo. Lo que sucede es
con mi persona en el campo y, al mismo tiempo, aspectos constitutivos de
más complejo; necesitamos producir relaciones basadas en la confianza, pero esta
la lógica lanusina. Partiendo de la teoría psicoanalítica de la transferen- misma producción es posible merced a definiciones implícitas de las situaciones, así
cia, Antonius Robben ha introducido la noción de seducción etnográfica como por procedimientos o estrategias de persuasión por parte de los interlocutores
para analizar el modo en que, especialmente en el curso de las relaciones y del mismo etnógrafo, quien debe convencer de su papel, de sus propósitos, de su
interpersonales (como en las entrevistas en profundidad a las que acudi- honestidad, etc., a sus interlocutores.

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me revelaba aceptable para las reglas de admisión lanusinas. Ahora bien, tiempo, que se me revelara este trabajo inconcluso implicaba, inexorable-
esta aceptabilidad obedecía, por un lado, a la necesidad de inscribir mi mente, un efecto moralizador, más allá de las pretensiones conscientes y
imagen dentro de marcos narrativos aceptables; en dicha operación, yo de la honestidad de quienes gentilmente me lo ofrecieron.
pasaba a integrar imaginariamente aquella genealogía lanusina, y era si- Según lo entiendo ahora, retrospectivamente, fue el descubrimiento
tuado en el pasado, legitimando mi persona y una versión de dicho pasado de esta historia inconclusa el primer episodio que dio paso a una sensa-
que, por supuesto, nunca había existido. ción de temor respecto al producto que finalmente produciría. De ningún
Pero es necesario comprender que estas estrategias de seducción cons- modo ignoraba, por entonces, que el pasado del Lanús, como todo pasado,
tituían formas de control posible sobre la naturaleza de la "historia" (en el era controvertido. Mi participación en las jornadas conmemorativas de
sentido de un relato sobre el pasado) que finalmente escribiría. Supe que 1992 me había alertado claramente sobre este punto, que fue el primero en
hacia 1992, en un momento cercano al tiempo de la conmemoración, un convertirse en un trabajo de análisis preliminar (Visacovsky, 1998 y 2001).
grupo de los más renombrados lanusinos había intentado plasmar su con- Hasta allí, yo veía estas disputas y conflictos con la distancia propia de un
vicción profunda sobre la naturaleza del pasado del Lanús, solicitando a presunto observador imparcial; pero algunos incidentes ocurridos durante
un conocido escritor que diese forma literaria a sus recuerdos; conocí este el transcurso del trabajo de campo hicieron que estas pugnas, objetivadas
manuscrito titulado "La calle en el diván. Una introducción a la historia fuera de mí, se encarnasen de pronto en mi persona. Ahora, mi cuerpo, mis
del Servicio de Psicopatología del Hospital `Aráoz Alfaro'". Me enteré de sentimientos, mis pensamientos, fueron escenario de las disputas por el
que, finalmente, este intento de crear una historia del Lanús no vio la luz, pasado del Lanús, y se expresaban con mayor nitidez y contundencia
tal vez por discrepancias en el seno mismo del grupo mentor del proyecto cuando mayor era el grado de exposición pública que alcanzaban los
acerca de lo que allí se contaba. El conocimiento de este hecho me indicó, productos parciales de mi investigación.
pues, no sólo la existencia de una pretensión por cristalizar una versión Tiempo después de haber acudido a la palabra "Lanús" como llave
del pasado por parte de un sector de los lanusinos; también ponía en para abrir el interés esquivo, hasta allí, de uno de los más prominentes
evidencia que, al igual que sucede en cualquier grupo y, aun más, entre lanusinos, llamé a otro profesional que había trabajado en el servicio entre
intelectuales y profesionales, los lanusinos no aceptarían cualquier relato, los años 1960 y principios de los 1970. Yo estaba más ducho ya, y ya no
y que cuando era posible, llevaban a cabo controles sobre la circulación eludía el presentarme como alguien interesado en la historia del Lanús.26
de las versiones. Por ende, el tratamiento de mi versión por parte de ellos Así que me presenté como de costumbre, pronuncié las palabras mágicas,
no habría de ser muy diferente. Claro está que mi investigación no había y esperé. "Mirá —me respondió cortante—, a mí no me interesa participar de
sido promovida por los lanusinos, lo cual me dispensaba cierta autonomía la mistificación del Lanús". No salía de mi asombro. "¿Pero cómo sabés
que intenté profundizar apelando a remarcar en cada encuentro las preten- que mi trabajo constituye una mistificación del Lanús?", le pregunté con
siones distintivas de mi proyecto. Mas, ante la vigilancia ejercida con
respecto al pasado, mi independencia se tomaba peligrosa. Para ellos, ni se me brindara lo que estaba en juego: también lo estaba la recepción de sus testimo-
mi presencia, ni mis intereses, ni los resultados de mi investigación podían nios por parte mía y, muy especialmente, los restantes participantes 1-1 campo del
ser evaluados independientemente de sus criterios de aceptabilidad; es Lanús. Sus temores sotire el destino de sus manifestaciones estaban fu dados en la
convicción de que sus voces serían identificadas, más allá de mi decisión de recono-
decir, mis conclusiones serían, desde su punto de vista, una versión más cer textualmente las voces nativas. La razón principal por la cual sus expresiones
del pasado del Lanús. Esto implicaba, necesariamente, que mis resultados, serían distinguidas radicaba en que ellos eran autores de escritos públicos, y esta
en tanto "versión", podían alejarse o acercarse a la narrativa oficial, parti- condición de autores se conservaba en sus manifestaciones orales. Cuando en más de
cipando en la contienda por el verdadero pasado del Lanús.25 Al mismo una ocasión me requirieron revisar el texto de las entrevistas, reclamando la posibi-
lidad de rectificarse de lo expresado, estaban actuando, precisamente, como autores.
2.6 Vale aclarar que terminé adoptando el término "Lanús" para designar el
Es verdad que la solicitud de control que los nativos demandan respecto de Servicio, a sabiendas de que su significado era fruto de una construcción polémica:
25
los usos de sus comunicaciones al antropólogo no es un rasgo exclusiVo de este pero opté por su uso, debido a que era la denominación predominante entre las
trabajo de campo, cuestión que ha derivado en un significativo campo de reflexión generaciones con las cuales trabajé, y porque podía explotar metodológicamente sus
ético. Sin embargo, no era sólo mi responsabilidad ante el uso de la información que significados sobreentendidos en mis encuentros con los informantes.

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lo que me quedaba de voz. "Cualquiera que quiera hacer un trabajo sobre niéndome al impacto inicial, le expresé que no se preocupara, que estaba
el Lanús va a caer en la mistificación, y yo no quiero colaborar en eso", en todo su derecho, pero también le pregunté si podía ofrecerme alguna
concluyó lapidario. Junto al sonido del teléfono colgando, bastante fuerte explicación, si podíamos encontrarnos. Sólo recibí la más rotunda de las
por cierto, aprendí la lección: el Lanús no siempre era una palabra mágica, negativas. Algo estaba sucediendo con algunas lecturas, o algo estaba yo
una llave capaz de abrir todas las puertas: también podía cerrarlas. La sola diciendo que llevaba a muchos a adoptar tan extremas posturas. Como por
mención de la palabra "Lanús" sirvió para que me constituyese en una entonces nunca recibí ningún tipo de aclaración, conjeturé que lo que
suerte de defensor de las versiones del sector al que él calificaba dé "ofi- posiblemente estaba sucediendo era que mi interpretación del Lanús, es-
cial", con el cual estaba, evidentemente, enfrentado. trictamente, no les resultaba satisfactoria en un aspecto de tal magnitud,
Si esto ocurría con mis presentaciones orales, muchas sorpresas que para muchos sólo cabía el silencio.
emergieron cuando empezaron a conocerse los primeros resultados de mi Estoy ahora seguro de que el miedo a escribir sobre una historia sa-
investigación. Los primeros borradores de un análisis de la conmemora- grada como la del Lanús emergió al constituirse mi persona en objeto,
ción de 1992 databan de 1994; a mediados de ese año, lo presenté en un simultáneamente, de sospechas y confianzas. Porque si un solo texto ha-
congreso de antropología social en la Argentina, y poco tiempo después bía deparado semejantes reacciones de quienes hasta hacía horas confiaban
hice lo propio en un seminario de discusión en la Facultad de Psicología en mí, me habían brindado los relatos de las más sentidas y dramáticas
de la Universidad de Buenos Aires, dirigido por el psicólogo e historiador instancias de sus vidas, ¿qué podía esperar de las decenas de lanusinos
Hugo Vezzetti, con una audiencia mixta de antropólogos y psicólogos. A que leerían el trabajo final, habiendo hecho lo posible por convencerme
partir de allí, el texto tuvo una difusión restringida. De sus ecos, sólo tuve de cuál debía ser la interpretación plausible del pasado? ¿Cómo podría
noticia directa de quien fuera uno de mis principales informantes durante escapar de su enjuiciamiento y, posiblemente, condena? Porque muy dife-
el transcurso de mi primera etapa de trabajo de campo, un joven médico rente resultarían los efectos cuando gran parte de los interlocutores, con-
que se desempeñaba por entonces en el servicio. Para él, mi texto represen- vencidos en el curso del trabajo de campo de que yo era uno de los suyos,
taba el ánimo de su generación respecto de la celebración, el sentimiento se encontrasen, quizá, con algo muy distinto a lo esperado.
de exclusión generacional que, desde mi punto de vista, se basaba en
separaciones reales fundadas en una concepción fragmentada del pasado.
En su opinión, el texto representaba fielmente el punto de vista de su 3. ESTUDIAR O CONSAGRAR LA MEMORIA
generación; quien lo escuchaba, podía concluir que yo me había identifi-
cado generacionalmente con ellos. (Significativamente, fui interpelado En sus "respuestas a las respuestas a Nationalism and the Politics of Culture
varias veces por miembros de la generación fundadora como "ustedes, los in Quebec", Richard Handler sostiene que los científicos sociales y los
jóvenes", debido a que la memoria lanusina, como ya señalé, se nacionalistas hablan el mismo lenguaje: el lenguaje de la teoría "stan-
estructuraba siguiendo un patrón generacional.) No obstante, recibí esa dard" de la cultura. Esta teoría ha contribuido como pocas a producir la
misma lectura posteriormente de parte de otros profesionales, algunos más ideología nacionalista, p3r lo que resultaba imposible emplear la teoría
próximos a las generaciones fundadoras, cuando el texto fue publicado en antropológica de la cultura para estudiar el nacionalismo, si lo que se
una revista brasileña en 1998 (Visacovsky, 1998). Pero antes de esto, ya pretende es producir un conocimiento crítico del mismo, y no una visión
algunos habían considerado que mi texto tenía "carencias de informa- condescendiente que nada tiene que ver con el necesario respeto inicial
ción". Otros cambiaron súbitamente su actitud hacia mí, mudando la cola- que la etnografía le debe a las diferentes voces en juego (Handler, 1996).
boración de un principio por la distancia y el silencio. Pero, tal vez, la más Entiendo que una paradoja semejante se presenta en el campo de estudios
impactante de las reacciones fue la de una psicóloga con la que había de la memoria social o colectiva, particularmente de aquellas memorias
tenido una de las más intensas y emotivas entrevistas. Unas semanas des- trágicas que son el resultado de elaboraciones de terribles hechos de vio-
pués, recibí su llamado, y me dijo que había tomado contacto con mi lencia política, de atrocidades y delitos llamados de lesa humanidad.
texto, y que no le había gustado mi tratamiento de "los datos", por lo que Cuanto más estudiaba el modo en que los estudiosos abordaban las memo-
me pedía que no usase la información que me había brindado. Sobrepo- rias sobre la violencia política de los años 1970 y el ejercicio del terroris-

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mo de Estado por parte del PRN, más me asombraba su continuidad con las una institución que había sufrido las consecuencias del terrorismo de Es-
concepciones espontáneas sobre la memoria que exponían los lanusinos, tado. Al exhibir ante mis interlocutores lanusinos mi interés por el Lanús
fuese al reflexionar sobre la memoria, fuese a partir de la manera en que como "un interés por la memoria", muchos entendían, ante todo, que mi
exponían sus recuerdos y exigían el modo en que debían ser relatados, "historia del Lanús" tendría por cometido, al mismo tiempo, rescatar del
conservados y defendidos. Un pequeño ejemplo, tomado de la compila- olvido para las nuevas generaciones, y hacer justicia a una institución y
ción "La imposibilidad del olvido", a cargo del historiador y politólogo varias generaciones de profesionales que tanto habían hecho por la salud
Bruno Groppo y la historiadora Patricia Flier (Groppo y Flier, 2061). El mental y pública de los argentinos, que tanto habían sufrido como conse-
título constituye tanto una certeza de los autores, como una exigencia cuencia de la irrupción del terrorismo de Estado. Exceptuando las diferen-
política, una auténtica lucha que prolongaba en el terreno intelectual el cias profesionales y generacionales, yo era uno más de ellos. Luego, ¿qué
desarrollado en el plano jurídico y político. Llamativamente, la mayoría imagen y qué expectativas podían formarse de mí y de mis intenciones, si
de los autores de estos trabajos apelaban a estudiosos que hacían hincapié afirmaba querer estudiar "la memoria del Lanús"? ¿Quién si no alguien
en el carácter construido, selectivo y presente de la memoria colectiva,27 que fuese uno de los nuestros, si hubiese estado en el lugar y en el momen-
al hecho ya indudable de que el olvido es constitutivo de toda memoria. to justo, podría interesarse por escribir "la memoria del Lanús"?
En la
¿Por qué insistir, entonces, en titular la compilación con una consigna misma presentación del futuro texto como un estudio sobre "la memoria
que, en lugar de partir del olvido como aspecto inherente de la memoria, lo del Lanús" se desprendía, para mis interlocutores, la promesa de encon-
concebía como una molestia, una perturbación anómala a resolver?28 trarse con la versión anhelada; así como para otros, por el hecho de aludir
Muchas son las razones que pueden tomar inteligible esta continui- a la institución como "Lanús", o acaso por sólo' interesarme en ella, y aun
dad, pero una era importantísima: los lanusinos formaban parte de la po- por razones insospechadas hasta el día de hoy, mi proyecto era desestima-
blación de intelectuales y expertos que escribía sobre "memoria". Por esta do o cuestionado sin miramientos.
razón, cuando presentaba mi inveStigación sobre el Lanas como centrada Mi perspectiva sobre la memoria colectiva debía, necesaria y deses-
en un interés por la memoria, sucedía que, invariablemente, se interpretaba peradamente, formularse en discontinuidad con las perspectivas locales.
mi trabajo en el marco de significados atribuidos a la memoria en la Argen- Mi interés era abordarla como un proceso social, lo cual exigía entender
tina, al menos desde comienzos de los años 1980: como una afirmación de su eficacia en la producción y reproducción social en el presente. Al igual
una verdad expresada por actores en calidad de ciudadanos. En el caso de que los mitos para Malinowski, también yo entendía que los relatos sobre
mis interlocutores, sus concepciones del pasado del Lanús expresaban el pasado son relevantes socialmente porque constituyen una fuérza viva,
este modelo dominante en que es concebida la "memoria" en la Argentina: que proporciona fundamentos a las pretensiones de identidad, legitimi-
como un concepto de uso estrictamente político, inexorablemente ligado dad y conflicto en las condiciones presentes. La supeditación de los pro-
con las prácticas de los organismos de derechos humanos tendientes a cesos de interpretación del pasado a los intereses del presente explica, en
reclamar justicia frente a los crímenes perpetrados por el terrorismo de primera instancia, los silencios, los olvidos y las interpretaciones contra-
Estado entre 1976 a 1983. "Memoria" significaba, pues, "no olvido" y puestas. El problema principal de la producción de la memoria social
"justicia",29 y en esta lógica se inscribía el recuerdo del Lanús en tanto radica en cómo diseñar interpretaciones del pasado que sirvan a los intere-

27 Entre los más citados, tienen un lugar de privilegio las obras de Maurice
Halbwachs, aunque rara vez su enfoque es empleado consecuentemente a los fines de una forma de resistencia, cuyo propósito es impedir que el pasado se olvide (Roniger
la interpretación empírica. y Sznajder, 1998). Este mismo modelo es el que siguieron organizaciones surgidas
2a Una excepción es el artículo de Virginia Vecchioli "Políticas de la memoria y también a partir de hechos de violencia social que permanecen impunes, tales como
formas de clasificación social. ¿Quiénes son las "Víctimas del terrorismo de Estado" "Memoria Activa", una asociación formada por familiares de las víctimas del atenta-
en la Argentina?"; en él, la autora se propone interrogar la noción de "Víctimas del do que destruyó la Asociación Mutual Israelita Argentina (AmiA) en 1994, que costara
terrorismo de Estado" como una categoría construida, y al mismo tiempo polémica, la vida a 86 personas. Incluso, el térmíno es utilizado en las manifestaciones en las
por parte de quienes apelan a la misma (Vecchioli, 2001). que se reclama justicia por jóvenes víctimas de la represión policial o por asesinatos
29 Los actos públicos de los grupos de Derechos Humanos son concebidos como comunes que permanecen impunes durante los años 1980 y 1990.

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Hospital Neuropsiquiátrico "Dr. José Tiburcio Borda", en la ciudad de
ses presentes, siendo, al mismo tiempo, plausibles dadas ciertas reglas de Buenos Aires), sino que también era apadrinado por las figuras centrales y
admisibilidad colectivas (Appadurai, 1981). En otras palabras, la fe en las más poderosas del medio psiquiátrico local, lo que le permitía estar pre-
versiones depende de estas reglas o marcos de plausibilidad pública; por sente en las principales publicaciones y en las asociaciones académico-
lo tanto, los agentes deben no sólo postular interpretaciones que sirvan a profesionales. No obstante, los relatos que pretenden trazar su perfil bio-
sus intereses presentes, sino también hacerlas admisibles. Uno de los obje- gráfico de los primeros años así como sus autobiografías (incluyendo la
tivos que me propuse fue estudiar cuáles habían sido los marcos de que proporcionó durante mi entrevista) minimizan un aspecto crucial, su
admisibilidad pública en diferentes momentos, y cómo y por qué razones producción científica inicial, centrada en temáticas tradicionales de la
habían variado a lo largo de cincuenta años. En este intento, una de las psiquiatría de los años 1930 y 1940, como los tratamientos biológicos, e
principales tareas fue mostrar cómo el significado de Mauricio Goldenberg incluso las perspectivas eugenésicas firmemente instaladas en el campo
había ido cambiando de acuerdo con ciertas circunstancias, de un modo psiquiátrico local. Si la soledad innovadora de Goldenberg que proponen
tal que los sentidos pasados asociados con su persona desaparecían con la
los relatos de origen del Lanús quedaba desmentida, también caía la pre-
emergencia de nuevos significados presentes.
tensión de otorgar al Lanús el título de "primer servicio de psiquiatría en
Ya he dicho que Goldenberg era expuesto en los años 1980 como el un hospital general", puesto que existían ya varios desde algunos años
"gran transformador" de la psiquiatría argentina, quien humanizó la aten- antes. También su identificación con la democracia podía ser puesta en
ción psiquiátrica, creó el "primer servicio psiquiátrico en hospitales genera- dudas. Goldenberg fue funcionario de la administración de la "Revolu-
les en el país", generó una "convivencia armónica, pluralista y democrática" ción Libertadora" (integró el flamante Instituto Nacional de Salud Men-
entre diversas perspectivas teóricas y clínicas, "modernizó" la atención, tal); sin embargo, en 1983 su identificación con la democracia era tal que
"introdujo" el psicoanálisis en el hospital público y alentó a sus discípulos se constituyó en el referente de los proyectos de reorganización del área en
a formarse como analistas en la Asociación Psicoanalítica Argentina (APA); el nivel nacional, asesorando al nuevo gobierno radical del presidente
desde la restauración de la democracia, fue considerado parte de la Raúl Alfonsín en la elaboración de un diagnóstico de la salud mental del
intelectualidad "progresista y democrática" de la Argentina. Sin embargo, al país, y en la integración del cuerpo de funcionarios en el nivel nacional y
adoptar una perspectiva histórica de la memoria social misma, esto es, del municipal en Buenos Aires, formado por ex colaboradores suyos del Lanús.
estudio de los relatos y de sus condiciones sociales particulares de produc- Inclusive, un episodio en 1967 podía comprometerlo más: durante el go-
ción, pude relativizar el valor universal, absoluto, que se le confería a estos bierno militar de la autodenominada "Revolución Argentina", 31 el secre-
atributos asociados con la figura de Goldenberg. Por ejemplo, la psiquiatría tario de Salud Pública de la entonces Municipalidad de Buenos Aires,
anterior a la fundación del Servicio en 1956 no podía ser reducida a "lo Carlos García Díaz, convocó a Goldenberg como jefe del Departamento de
manicomial", pese a la importancia que tuvo esta institución; en su lugar, Salud Mental. Goldenberg y un equipo de colaboradores llevaron a cabo
constituía un campo heterogéneo y en proceso de transformación, del cual importantes cambios en la estructura y el funcionamiento de la atención
Goldenberg procede. A comienzos de los años 1950, es decir, poco tiempo (como la creación de servicios de Psicopatología en hospitales generales y
antes de la creación del servicio, Goldenberg aparece como un psiquiatra centros de Salud Mental). Pero en 1968, Goldenberg debió renunciar corno
fuertemente compenetrado con su campo disciplinario, 30 involucrado en las miembro de la recién creada Federación Argentina de Psiquiatras, tras invi-
temáticas tradicionales y, rápidamente, receptivo a los desarrollos de la tar al director del Instituto Nacional de Salud Mental, el coronel médico
neuropsiquiatría. Goldenberg no sólo desarrollaba su práctica médica en
(RE) Julio Ricardo Estévez, a una conferencia en la ciudad de Mar del
el hospicio más importante del país (el Hospicio de las Mercedes, hoy Plata, de cuya comisión organizadora era presidente (Asociación de Psi-
quiatras de la Capital Federal, 1969: 2-3). No obstante, en un documento
especialmente escrito para la conmemoración de 1992, dos colaboradores
30 Goldenberg era miembro titular de la Asociación Médica Argentina desde
mayo de 1945; socio adherente de la Sociedad Argentina de Neurología, Psiquiatría
y Neurocirugía desde junio de 1945, y luego sucesivamente miembro titular desde 31
El 28 de junio de 1966 una junta militar encabezada por el teniente general
octubre de 1946, secretario de actas en 1954 y secretario general en 1955; y vocal Juan Carlos Onganía derrocó al presidente radical Arturo Humberto Illia.
suplente desde enero de 1948 en la Liga Argentina de Higiene Mental.

301
300
de aquella gestión de Goldenberg rememoraron su gestión en la ciudad de en el caso de los relatos sobre el Lanús, yo debía proceder de un modo
Buenos Aires, pero en ningún momento podían situar el hecho en el co- inverso: partía de una fe en las historias sagradas, en la moral que encarna-
rrespondiente contexto del gobierno de facto de Onganía, y sí podían ban, y necesitaba arribar a resultados semejantes, es decir, debía mostrar
calificar su papel en tanto funcionarios como una "cuasi utopía", debido a cómo, finalmente, eran productos sociales de fuerzas que actuaban en el
las importantes reformas en el sistema de atención psiquiátrica realizadas presente. Si en la conmemoración de 1992 se habían expresado, ante todo,
en la ciudad de Buenos Aires (*Vidal y Gili, 1992). las pretensiones oficiales de los organizadores por "hacer justicia al Lanús"
Un psicólogo, que también había escrito algunas historias 'sobre el a través del ejercicio de su memoria, los notorios silencios respecto a
pasado psiquiátrico y psicoanalítico argentino, y entre ellos sobre Lanús, diversos momentos del pasado no tenían como objetivo la denuncia o la
me advirtió que parecía que yo qucría "pescar en falta" a Goldenberg y a corrección. Lo que me importaba era entender cómo habían llegado a ser
los lanusinos. Lo que me estaba señalando es que mi intervención podía posibles de ser expresadas y admitidas. Lo que intenté mostrar es que con
ser tomada como una acusación, según la cual las principales versiones posterioridad a 1983, y durante los arios 1990, el marco de plausibilidad
del pasado del Lanús eran "falsas", y ante ellas yo levantaba una memoria público en la Argentina se fundó en la distinción entre filiaciones demo-
"verdadera". Era indudable que al contraponer estas reconstrucciones his- cráticas y autoritarias (Cavarozzi, 1983). Una institución como el Lanús,
tóricas con las versiones de Goldenberg y el Lanús que yo obtenía en el que había sido objeto de la furia represiva por parte del terrorismo de
trabajo de campo, éstas se veían desafiadas en su verosimilitud. yo podía Estado entre 1976 y 1983, quedaba filiada desde 1983 con la democracia.
estar contribuyendo a minar la fe en las mismas. Es posible, y tal vez Ésta fue la interpretación de las generaciones que habían abandonado el
inevitable. La dificultad que yo tenía que enfrentar consistía en estudiar servicio tras el golpe militar de 1976; sin embargo, su sustentación depen-
versiones del pasado que se autopresentaban como producto de experien- dió del silenciamiento de varios aspectos de su pasado que podían afectar
cias de eventos efectivamente acontecidos,32 pero que a la vez operaban su pretensión de pureza democrática. Estos aspectos silenciados no sólo
con eficacia social. Yo no había hecho otra cosa que acudir a la visión radicaban en el desempeño de Goldenberg en la autodenominada "Revo-
escéptica que tradicionalmente ha sido constitutiva de la manera de cono- lución Argentina" y el conflicto con la Federación Argentina de Psiquia-
cer en antropología. Ocurre que, debido a la índole de las cosmovisiones tras; desde una perspectiva fragmentada y cíclica del pasado del Lanús
de las sociedades preindustriales estudiadas originalmente por la antropo- (que expresaba las discontinuidades del sistema político argentino), tam-
logía, el antropólogo adoptaba lo que se ha denominado una actitud cari- bién se omitía su filiación de origen con el gobierno emergido del golpe
tativa; las interpretaciones de estos grupos eran respetadas en sus términos, militar de 1955, puesto que en 1983 lo instalaba como un incómodo esla-
como expresión de una lógica particular, porque de nada servía condenar- bón en la cadena filiatoria autoritaria. Esta selectividad obedecía a los
las por su incapacidad explicativa, inconsistencia lógica o ineficacia prác- señalados cambios en los marcos de admisibilidad pública, y a la necesi-
tica. Desde el vamos no podían competir en un pie de igualdad con las dad de resolver las paradojas a las que podía conducir la reinserción del
interpretaciones del antropólogo basadas en la ciencia. Así, pese a que se Lanús en la genealogía democrática, algo innecesario entre 1956-1966,
concedía valor cognoscitiA o a la visión nativa, no era siquiera posible ya que su origen en el marco institucional de la autodenominada "Revolu-
concebir que el nativo pudiese evaluar sus propias interpretaciones.33 Pero ción Libertadora" constituía de por sí un atributo democrático.
No obstante, puedo asegurar que una vez aparecido el libro preva-
leció la interpretación, salvo contadas excepciones,34 de que se trataba de
32 Soy consciente de la problematicidad de esta idea; en todo caso, quiero aludir

con ella a la posibilidad cognitiva en torno de aspectos básicos de los fenómenos


experimentados que, bajo ciertas condiciones, no admitirían controversias (por ejem-
de vista subjetivos sobre el Kula que a algo parecido a la definición precisa que
plo, desplazamientos individuales o colectivos desde un lugar a otro), independien-
temente de su sentido. hemos dado aquí. Ni siquiera se puede obtener una exposición parcial coherente. De
22 "Ningún indígena, ni el más irteligente, tiene una idea clara del Kula como
hecho no tienen una visión de conjunto; participan en la empresa y no pueden ver el
conjunto desde fuera" (Malinowski, 1986: 96).
gran institución social organizada y menos aun de su función e implicancias socioló-
34 Excepciones positivas, pero también negativas. Porque algunos de mis
gicas. Si se le preguntara a uno de ellos qué es el Kula, contestaría dando unos
interlocutores nativos lograron entender cabalmente mis propósitos al estudiar el
cuantos detalles, tendiendo más hacia un relato de experiencias personales y puntos

302 303
que lo mismo se puede decir de todos aquellos que hablan y escriben acerca
un trabajo orientado a desmitificar a Goldenberg y al Lanús. Por un lado,
este hecho permitía entender el carácter controvertido del pasado del Lanús, del Lanús —¡inclusive quienes lo hacen con el respeto, la lucidez y la elegan-
y aun de aspectos más amplios en los que estaba incluido, como la consti- cia conceptual de Sergio Visacovsky !—, con una mezcla de ejercicio
tución del campo de la psiquiatría, la psicología y el psicoanálisis en la etnometodológico reconstructivo (¿se puede hacer eso?), de curiosidad
Argentina. Así, no faltaron las felicitaciones por "haber mostrado que escoptofílica," y de esfuerzo para reducir la multideterminación compleja de
Goldenberg nunca fue un psicoanalista", o que "Goldenberg había tenido vidas y eventos para intentar explicar cómo es que las cosas fueron como
una formación psiquiátrica tradicional, en la que no estaban auseqtes sus fueron y son como son (Sluzki, 2003: 272-273).
intereses por las terapias biológicas como el electroshock, o en perspecti-
vas como la eugenesia"; o que, "pese a sus declaraciones democráticas, Al fin al cabo, el título de "nuestro antropólogo" que algunos viejos
había estado involucrado con gobiernos surgidos de golpes de Estado en lanusinos me habían otorgado, adoptándome en su genealogía, podía ser
1955 y 1966". Como tampoco faltaron los reproches por "cuestionar la quitado, y nuevamente podía transformarme en un extranjero para el cual
figura de Goldenberg incurriendo en el anacronismo" ("todos eran parti- aquel tiempo permanecía vedado e incomprensible.
darios de la eugenesia entonces", me decían), o por supuestamente acusar-
lo de complicidad con gobiernos no democráticos, "cuando el auténtico
problema, el auténtico autoritarismo de los 1950 era el peronismo". Y, 4. FRENTE A LAS HISTORIAS SAGRADAS, APOSTAR (O NO)
finalmente, se me recriminaba haber eliminado de mis interpretaciones las POR LA ETNOGRAFÍA
cualidades especiales atribuidas a Goldenberg, sus dotes humanas y, muy
especialmente, la relación especial que unió a la mayoría —y seguía unien- En un artículo publicado en Current Anthropology en 1995, la antropóloga
do-, a todos con aquella experiencia, y con Goldenberg en especial, al norteamericana Nancy Sheper-Hughes expuso uno de los más intensos y,
punto de recomendarme varios interlocutores "solicitarle a Mauricio simultáneamente, controvertidos llamados de los últimos diez años para
(Goldenberg) que escribiese la introducción del libro, porque faltaba el reconducir la disciplina en una dirección ética y política. En "La primacía
aspecto 'humano' del Lanús". Esta ausencia, inevitablemente, empobre- de lo ético. Proposiciones para una antropología militante" Sheper-Hughes
cía mi interpretación, al punto tal que algunos se preguntaban si era real- cuestiona lo que ella entiende han sido las usuales posiciones asumidas
mente posible decir algo sobre el Lanús sin haberlo vivido. Así lo manifestó por los antropólogos ante las poblaciones estudiadas: amparados en el
Carlos Sluzki, psiquiatra discípulo de Goldenberg en el Lanús de los años relativismo cultural, los antropólogos entendieron que su rol debía ser el
1960, al escribir un comentario que se le encargara para un número de la de observadores objetivos y neutrales. Basándose en relatos de su trabajo
Revista de Psicoanálisis de la Asociación Psicoanalítica de Buenos Aires, de campo en el Nordeste del Brasil, Sheper-Hughes nos muestra cómo ella
dedicado a mi libro. El mismo ya contraponía con su título ("Memoria, debió abandonar semejante posición, heredada de la antigua tradición,
recuerdos y transformaciones del Lanús: homenaje al maestro") una lectu- para transformarse en una "companheira", acto que no resultó de comple-
ra alternativa a la proporcionada desde mi investigación: jos procesos reflexivos, sino de la insistencia de sus interlocutores, algu-
nos de ellos activistas que le exigían adoptar una postura propiamente
Debe quedar claro que estoy hablando de hace 30 o 40 años, y quien sabe política antes que puramente contemplativa (Sheper-Hughes, 1995: 410-
cuánto de construcción idealizada hay en todo esto, de esa capacidad bendita 411). Ella se preguntaba:
de olvidarme de lo que no me gusta (¡mejor que la alternativa de aferrarse a
los recuerdos negativos, y amargarse la historia...y el presente!). Por cierto ¿Qué queremos de nuestros lectores? ¿Provocarlos? ¿Evocar compasión?
¿Crear nuevas formas de narrativa, una "estética" de la miseria, una antropo-

Lanús, entendiendo que lo subsumía en una agenda más amplia de problemas en


tomo de los procesos de producción de memoria social en la Argentina; pero, tam-
35 El voyeurismo o escoptofilia designa la excitación al espiar a otras personas
bién, alguno insistió en que el libro apenas insistía en reproducir las mismas
mistificaciones lanusinas de siempre. sin su consentimiento.

305
304
logía del sufrimiento, una teodicea antropológica? ¿Y qué hay de la gente do), no necesariamente supone un conflicto con la ética del investigador.
cuyo sufrimiento y condiciones de vida terribles son transforrnados en un A lo largo de toda mi investigación fui plenamente consciente de que es
espectáculo público? ¿Cuál es nuestra obligación para con ellos? (Sheper- insensato afirmar que toda versión del pasado es equiparable cuando está
Hughes, 1995: 416, mi traducción). en juego la justicia, como lo sostiene Todorov frente a las posturas
relativistas de la historia.37 No obstante, la asociación entre el pasado, la
Para Sheper-Hughes, no hay duda alguna de que la última pregunta —que verdad y la justicia circunscribe la agenda de investigación de la memoria
ella inmediatamente transforma en una afirmación, tenemos una qbliga- social a un modo en que la misma es formulada en ciertas circunstancias
ción para con ellos— representa el corazón del giro que debe adoptar la sociales del mundo occidental presente, pero en modo alguno agota la
antropología de ahí en más. No es que en el pasado la antropología care- variedad de formas posibles en diferentes contextos socio-culturales, in-
ciese de un punto de vista ético; precisamente, los ideales de neutralidad cluso en la misma sociedad autodenominada "occidental".
o de no intervención en los cursos de vida de las poblaciones estudiadas Pero el carácter dilemático de la práctica antropológica no puede
dependían de posicionamientos éticos. Señala que esta ética estaba repre- resolverse mediante una petición extra antropológica, como lo sería creer
sentada por una especie de pesimismo moderno, interesado en relativizar que es posible una ética asocial, ahistórica, acultural. Esto podría funcio-
el pensamiento y la razón; mas esta nueva dirección de la antropología, nar sólo en el plano de una narrativa, una creencia moral del investigador,
más "femenina", debería estar interesada en cómo se comportan hacia los su "historia sagrada", con la sola intención de que guíe su acción en el
otros, lo cual los vincularía directamente con las cuestiones éticas (Sheper- curso de su trabajo de campo y, aun, en las etapas posteriores de escritura,
Hughes, 1995: 418). Ahora bien, para evadir las réplicas que la harían difusión y reacciones de quienes fueron los interlocutores de la investiga-
presa fácil de una crítica antropológica elemental —cómo su programa ción. Pero si hay investigadores que están dispuestos a tratar sus propios
ético, que demanda que el antropólogo se comprometa políticamente, se principios morales como asociales, ¿no implica esto que también tratarían
llevaría con un programa antropológico en el que todo producto humano otras perspectivas como asociales? Quiero decir, ¿no entrañaría esto que
es cultural—, Sheper-Hughes no teme afirmar (apoyándose en Jean Paul estarían sólo dispuestos a contar "historias sagradas" de algunos de sus
Sartre y en la psicoanalista austríaca Maria Piers) que la ética es pre-cultu- interlocutores, incluyendo sus relaciones con ellos?38 Hace quince años
ral, en la medida en que la existencia humana presupone la existencia del ya, Allan Hanson (1989) mostró a través del caso de los movimientos
otro, y es en esta relación donde emergen las necesidades y/o exigencias políticos reivindicatorios de la identidad maorí cuán falsa era la creencia
de responsabilidad. De ello, Sheper-Hughes establece una diferencia entre en la existencia de tradiciones "auténticas" e "inauténticas"; que ni las
el antropólogo como "espectador" y el antropólogo como "testigo" producidas desde el poder, ni desde la subordinación, dejan jamás de ser
(witness), posición que presta al trabajo del antropólogo "su carácter mo- "construcciones" o "productos".
ral, a veces casi teológico" (Sheper-Hughes, 1995: 419, mis cursivas). Claro que, desde las diferentes posiciones de mis interlocutores
Indudablemente, Sheper-Hughes hubiese estado disgustada con la lanusinos, sí era necesario diferenciar versiones "auténticas" e "inau-
posición adoptada por mí; lejos estuve de convertirme en "el escritor de la
historia del Lanús", en el "custodio de su memoria", en el artífice de una
37 "Imagínese en el banquillo de los acusados, inculpado a causa de un crimen que
"resistencia al olvido", en definitiva, en "su" antropólogo, un /anusino.36
no ha cometido: ¿aceptaría como principio previo que verdad y ficción son equivalen-
Sin embargo, la no aceptación de ese rol (sea como fuese, deseado, atribui- tes, o que la ficción es más verdadera que la historia?" (Todorov, 1993: 121).
3g Exigencias radicales como las de Sheper-Hughes no parecen querer, sólo,
hacernos más conscientes de los dilemas éticos que atraviesan nuestra práctica sino,
36 Raúl Levín escribía así respecto a la presentación de mi persona, cuando me por el contrario, hacer de estos dilemas éticos la agenda central de la disciplina. Si
conoció durante nuestra primera entrevista: "Un día, alguien desconocido, que se esto es así, esta orientación tiene implicaciones muy importantes a la hora de trazar
designa telefónicamente como un antropólogo que está efectuando una investiga- fronteras internas dentro de la disciplina, de establecer formas admisibles o inadmi-
ción sobre el Lanús, me pide una entrevista. Llega a mi consultorio y me encuentro sibles —podría decir, más sencillamente, "buenas" o "malas"—, de tratar las temáticas
con una persona joven, que bien podría haber sido un compañero del Lanús si no que investigamos, y aun más. de distinguir -temáticas "correctas", "pertinentes" e
fuera por la diferencia de edad" (Levín, 2003: 466-467). "investigables" de las que no lo son.

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ténticas". Mas el carácter selectivo del pasado lanusino no había sido cana de las décadas de 1980 y 1990. Nuestra apuesta, además, debería
problematizado por sus protagonistas (en todo caso, creían que los "hue- seguir incluyendo la pretensión de instalar nuevas preguntas y posibles
cos" podían rellenarse mediante el esfuerzo colectivo), ya que esto les modos de resolución teórica y empírica de las mismas. Y este camino no es
hubiese demandado comprender la memoria como un proceso social. Ante necesariamente el del observador frío e imparcial, un voyeurista solidario
sus seducciones, mi fascinación, los controles, mi temor a escribir sobre sus con otros voyeuristas lectores; es el camino de quien, sintiendo el temor
"historias", yo corría eldoble riesgo de la reprobación y, aun, de la expul- que acarrea comprender el valor y la importancia de las "historias sagra-
sión del espacio de los ciudadanos admisibles; pero también corría el ribsgo das" propias y ajenas, no esquiva el desafío de escribir sobre ellas, aunque
de quedar inexorablemente atrapado en las disputas que constituyen el pro- conozca las posibles consecuencias.
pio campo de la memoria. Porque cuando una investigación social sólo se
propone ser portavoz de las demandas de justicia, abandona la posibilidad
de conocer la forma peculiar que adopta un "punto de vista" —aun sagrado— REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
según los contextos en los que se expresa; renuncia a conocer cuáles han
sido sus condiciones de producción y, aun más, qué relación guarda con Abadi, Daniel, Renée Czerniuk y Myriam Poteraica (1992), "En busca del tiempo
otras formas ya existentes. En suma, no puede ver las "historias sagradas" perdido", La dolce Evita. Revista de los Residentes de Salud Mental del Hos-
como productos sociales específicos. Estoy convencido de que mis temores pital Evita de Lanús (3), Buenos Aires, pp. I 0-15.
recrudecieron cuando tomé conciencia del patrón institucionalizado de or- Alves de Oliveira, Silvia, Guillermina Berkunsky, Patricia Boggiano y Elena Liceaga
ganización del pasado lanusino, y de mi necesidad de interrogarlo a partir (1992), El Club, un lugar que no sirve para nada", en 35 años. Primeras
Jornadas encuentro del servicio de Psicopatología del Policlínico de Lanús,
de constatar los olvidos, los silencios y las divergencias.
Claro, sucede que no se trataba aquí de hacer comprensible un Buenos Aires, pp. 355-361.
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perspectiva "segura" de una audiencia que era a la vez objeto de la inves- Barenblit, Valentín y Víctor Korman (1992), "Memoria", en 35 años. Primeras
tigación. De tal modo, mi trabajo continuamente compareció —y lo sigue Jornadas encuentro del servicio de Psicopatología del Policlínico de Lanús,
haciendo— ante una suerte de asamblea nativa, la cual está integrada no Buenos Aires, pp. 9-16.
sólo por lanusinos, sino también por psiquiatras, psicólogos y psicoana- Bell, Catherine (1992), RitualTheoty, Ritual Practice, Oxford, Oxford University Press.
listas que jamás pasaron por el Lanús, por antropólogos y por otros cientí- Berkunsky, Guillermina A., Alejandra Gómez, Griselda Minervino y Patricia E. Or-
ficos sociales (Ginsburg, 1992).39 Y esta audiencia recrea, inevitablemente, tega (1986), "Acerca de la residencia de psiquiatría en un hospital general. Esta-
los contextos interpretativos en los cuales la misma investigación se des- mos condenados al malestar pero no a la inacción", Buenos Aires, inédito.
envolvió. ¿Qué ha de hacer el antropólogo? A mi entender, sólo puede Bloch, Maurice (1989), Ritual, History and Power: Selected Papers in Anthropology,
reforzar su apuesta por la antropología, lo cual no está reñido con la Londres, The Athlone Press.
ética, ni con el asumir un compromiso político, ni con retener la autoridad, Bourdieu, Pierre (1995), "La práctica de la antropología reflexiva", en Bourdieu,
como insistió durante mucho tiempo parte de la antropología norteameri- Pierre y Loic Wacquant, Respuestas. Por una antropología reflexiva, México,
Grijalbo.
39 Faye Ginsburg se pregunta qué puede significar la adopción del famoso Brettell, Caroline B. (ed.) (1996), When they read what we write, West Port, Bergin
punto de vista nativo cuando el llamado "otro" es un actor que participa de conflictos & Garvey.
sociales y políticos en nuestra propia sociedad, y los propios investigadores se en-
cuentran comprometidos con ellos. Ginsburg señala que cuando exponía su investi- Bruner, Jerome (1990), Acts of Meaning, Harvard, Harvard University Press.
gación sobre las militantes de base del movimiento antiabortista right to lije en los
- -
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Estados Unidos, sus colegas antropólogos —autodefinidos como 'intelectuales de Aires, CEAL.
izquierda pro-abortistas' y, por lo tanto, enemigos de los right to life sospechaban
Connerton, Paul (1989), How societies remember, Cambridge University Press.
- - —

sobre la posibilidad de que ella se hubiese transformado en "uno de ellos".

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