Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
Traductoras:
Moderadora de corrección:
Correctoras:
Para Gail, por ver a esta historia como se suponía que debía ser, tu
visión y guía, y sobre todo, por creer en mí. Gracias y te quiero.
Para Janine, por tu ayuda en organizar que “Pulled” sea lo que hoy
es.
Y para Chad, por lidiar con todo. Te amo más de lo que puedes
entender.
Melanie Winters y Daniel Montgomery compartieron un amor
como la mayoría sueña, un amor que creían que los unía para toda la
vida. Cuando su mundo está destrozado por la trágica pérdida de su
hija, el dolor abrumador y la culpa equivocada distorsiona la verdad, y
su relación termina en incertidumbre y preguntas sin respuesta.
Pero ¿será suficiente el poder que los reunió para sanar las
heridas de su pasado y tendrán el coraje de superar las inseguridades y
temores que amenazan con mantenerlos separados?
Miré el reloj.
—¿La cena está lista? —Se arrancó su corbata cuando entró por
la puerta.
—Um, no del todo, sólo un par de minutos más —dije en voz baja,
sin encontrarme con su rostro.
—Maldita perra.
—¿A qué hora llego a casa del trabajo, Melanie? —Nicholas inclinó
su cabeza, obligándome a mirarlo.
—Seis y media.
—¿Es mucho pedir que la cena esté lista cuando llegue a casa? —
dijo, su voz goteando ácido—. ¿O tienes algo mejor que hacer con tu
vida inútil? —Me encogí, pero no dije nada. Él era el que no quería que
trabajara.
Idiota.
Melanie.
—Papá... no lo hagas.
Sabía exactamente adónde se dirigía esto. ¿Qué podría decir que
no se hubiera dicho antes?
—Sí, lo sé.
—Nicholas Borelli.
Y no tenía citas.
Me fui de mi oficina a las cinco y media, completamente agotado.
Era obvio por qué estaba aquí. Ningún otro hombre de veintiocho
años estaría solo en un lugar como éste si no lo quisiera.
—Mierda.
—Sí, lo recuerdo.
—Suena bien.
Era una rubia natural con ojos azules llamativos, pero tenía que
inclinar la balanza. Con el pelo teñido del color negro más profundo y
los tatuajes vibrantes en su espalda y brazos, la mayoría la encontraba
cautivadora e intimidante.
Shane era casi tan miserable con Nicholas como yo. Él no podía
esperar para despedirse de su compañero, y yo había estado orando por
el día en que pudiera terminar y escapar de la influencia de Nicholas.
—No hay razón para que te quedes con Nicholas. Mira —dijo,
moviéndose hacia el borde de la silla e inclinando su cabeza hacia mí—,
Shane y yo queremos que vengas y te quedes con nosotros... por el
tiempo que necesites. —Tenía fuego detrás de sus ojos—. Tienes que
alejarte de ese idiota. No voy a quedarme quieta y ver cómo te sigue
destruyendo.
—Lo aprecio, pero elegí esta vida hace mucho tiempo —le dije. Lo
hecho, hecho está.
—No tiene que ser así. Sólo déjame cuidarte, por favor... —Sabía
que ella sólo quería que yo fuera feliz, pero lo que Katie no entendía era
que yo sería infeliz dondequiera que estuviera, con o sin Nicholas, y era
más fácil quedarse. Mi corazón ya estaba muerto, así que no se podía
hacer más daño.
—Melanie…
La corté.
—Daniel, te extraño.
Recé para que pudiera sentirme. Me preguntaba si sabía con qué
frecuencia pensaba en él. Sólo podía imaginarme que ya tenía otra
familia.
Familia.
Habían sido como padres para mí. Los había amado tanto. Nunca
olvidaría todo lo que habían hecho, el apoyo que me habían dado. Sabía
que ellos habían sentido lo mismo por mí.
—No, mamá, realmente te quiero aquí. Por favor... ven. —Fue más
que una invitación para una simple visita.
Ella resopló, aunque podía sentir su alivio.
En cambio, supliqué.
¿Por qué no estaban luchando por ella? ¿Por qué estaban todos de
pie aquí, sin hacer nada?
—Mierda.
Al darme cuenta de eso, uno pensaría que sería más fuerte, que
huiría del pesar que tendría después de despertarme junto a una chica
que sabía que nunca podría amar o incluso cuidar.
Pero a veces experimentar ese arrepentimiento era mejor que
dormir solo.
Para colmo, tenía que buscar una cita para la cena del jueves.
—Bien.
De acuerdo, no había nada de bueno en toda la situación, pero
¿qué iba a hacer?
—¿Tavalindo's al mediodía?
Pedí mi regular, un café con leche grande con una dosis doble de
expresso, con cuidado de no hacer contacto visual con la barista de
cabello castaño tomando mi pedido. Ella me dio mi café, y tomé un
sorbo de él mientras metía un par de dólares en el frasco de la propina
y murmuraba—: Gracias—antes de salir corriendo.
Septiembre, 1997
—Buenos días, cariño —cantó mamá mientras entraba a la cocina.
Sonreí en su dirección, donde se sentó en la pequeña barra de desayuno
con papá y Erin.
—Gracias, Daniel.
Entrecerré mis ojos, sabiendo a dónde iría Erin con esto. Estaba
constantemente tratando de emparejarme con alguien.
Me miró.
—No tienes que ser así todo el tiempo. Ella realmente me gusta. ¿Te
mataría ser amable con ella?
No era como si no fuera amable con sus amigos, pero supongo que
tampoco era exactamente amigable. No podía imaginar que esta chica
fuera tan diferente del resto de ellos, fácil, sin una célula cerebral a su
nombre. No gracias.
Claro, salí un poco aquí y allá, pero las chicas que conocí nunca
mantuvieron mi interés por mucho tiempo. Todas eran muy superficiales;
lo único que les importaba era cómo me veía, qué tenía y qué podía
darles. Así que no perdía el tiempo.
—Por supuesto.
Ella lo hizo.
—Sí, eso me gustaría. Gracias por invitarme a pasar. —Su voz era
suave y amable, sincera. Erin nos sonrió, sus ojos brillando con
aprobación y solo un poco de satisfacción cuando Melanie se puso a mi
lado.
Si fuera por mí, habría agarrado lo primero que veía, pero cada
vez que íbamos de compras, Katie insistía en que nos probáramos todo.
Era agotador. No era como si no se viera increíble en cualquier cosa que
se pusiera. Ella tenía un cuerpo que cualquier mujer envidiaría.
Para cuando Katie se decidió por un vestido tipo cóctel azul zafiro
oscuro, eran casi las dos.
Abril 1998.
—No tienes nada de qué estar nerviosa —me repetía una y otra
vez—. Es Daniel, mi Daniel. —Los últimos siete meses fueron
indescriptibles. Nunca hubiera imaginado que podría encontrar un amor
como este, pero lo había sabido ese primer día.
Cuando terminé mi primer año de secundaria en Dallas, nunca
planeé irme. Pero cuando papá decidió mudarse a Colorado después de
que Cheryl lo echara y solicitara el divorcio, tuve que ir con él. Estaba
sufriendo. Nunca lo había visto así, y no podía soportar la idea de que se
mudara allí solo. Mamá se resistió al principio, pero cedió cuando la
convencí de que papá me necesitaba más que ella.
Odiaba mentirle.
—No hay problema. Solo ten unos felices dieciséis, ¿de acuerdo? —
Se detuvo en el estacionamiento de la tienda de comestibles donde Daniel
me esperaba.
Salté de su auto.
Es por eso que quería que Daniel tuviera esta parte de mí. Sabía
que me amaba, y me esperaría sin importar cuánto tiempo fuera. No era
como si no hubiéramos hablado sobre eso y planeado este día, pero eso
no detuvo las mariposas.
—Ven acá. Tengo algo para ti. —Me condujo al nido de mantas y
me hizo sentar. Me quité los zapatos y los tiré a un lado, cruzando mis
piernas debajo de mí.
—Feliz cumpleaños.
—Muéstrame.
—Daniel.
—Esta noche tiene que ser perfecta, Melanie. —Me miró con una
advertencia en los ojos.
No sabía por qué creía que tenía que instruirme sobre cómo
actuar. Nunca antes lo decepcioné. Estaba allí para que se viera bien, y
eso es lo que hacía.
Era la primera vez que le decía que no. Algo cambiaba dentro de
mí. Me hallaba cansada, cansada de vivir una mentira.
No sabía cómo, y no sabía por qué, pero lo que sí sabía era que se
avecinaba un cambio.
Traducido por Bella’
Corregido por Dai
—Daniel, tengo casi cinco meses de embarazo. ¿Por qué crees que
llevo tres meses intentando ponerme en contacto contigo? —escupió las
palabras.
¡No!
Octubre 1999
—Tengo un retraso.
—Oye, está bien, cariño. Estaremos bien, pase lo que pase. —La
tomé de nuevo en mis brazos, intentando calmar su ansiedad. Era difícil
hacerlo con mi propia ansiedad en la boca del estómago.
—¿Erin lo sabe?
—Gracias por cuidarla. —Sabía que era difícil para Melanie estar
tan lejos, y me quitó algo de estrés saber que Erin pasaba tiempo con
Melanie.
Venían casi todos los fines de semana, pero a veces era difícil
seguir el ritmo de la escuela y hacer el viaje de casi dos horas de Boulder
a Colorado Springs todos los viernes, pero Melanie valía la pena.
Era difícil no verla todos los días, pero era solo por un año. Una vez
que se graduara en mayo, se reuniría conmigo en la Universidad de
Colorado y volveríamos a estar juntos. Por el momento, pasaba cada
minuto extra estudiando, yendo a clase o hablando por teléfono con
Melanie.
—Es positivo. —Dios mío, positivo. Iba a ser padre. Luché con
emociones que se hinchaban dentro de mí. Era abrumador y consumía
por completo, pero la mejor explicación sería una sensación de
finalización. La alegría irradiaba a través de mi cuerpo, y estoy seguro de
que se asentó en algún lugar de mi rostro. No creí que mi sonrisa pudiera
hacerse más grande.
Tenía que haber sido por eso que estaba tan aprensiva, apenas
encontrándose con mis ojos cuando llegué a casa.
—Mel, ¿cómo podría estar molesto? No hay nada que pueda desear
más que tener una familia contigo. —Tenía que decirle lo comprometido
que estaba con ella y con nuestro bebé.
Una niña pequeña. Solo podía imaginar lo hermosa que sería. Tuve
que reírme cuando me di cuenta de que la imagen en mi cabeza era una
versión más pequeña y gordita de Melanie.
Mierda.
Steve.
Había muchas posibilidades de que me causara daño corporal.
Había pocas personas tan intimidantes como Steve. El tipo medía al
menos un metro ochenta y probablemente pesaba doscientos cincuenta
kilos. Nunca pude decir si se había afeitado la cabeza o si estaba calvo,
pero de cualquier manera, el efecto era amenazador.
—Melanie, vamos a tener que decírselo alguna vez. Más vale pronto
que tarde.
—¿No crees que necesitamos tiempo para resolver todo esto y
decidir exactamente lo que vamos a hacer? Papá lo manejará mejor si
tenemos un plan y ve que sabemos lo que estamos haciendo. —Vi su
punto de vista. Tuvimos que tomar algunas decisiones importantes.
—¿Melanie?
Estudié su rostro.
—¿Cómo te va? —No quería que se volviera loca cada vez que me
encontraba cerca de su padre.
—Creo que vas a tener que dejar de llamarme así porque no sé con
quién estás hablando. —Se agachó y se frotó el vientre mientras una
enorme sonrisa llegaba a sus labios.
—Melanie, no quiero hacer esto sin ti. Se suponía que solo serias
tú. —Cavé mis dedos en la alfombra, rezando para poder sentirla un
segundo más. Cuando mi cuerpo no tenía nada más que dar, sucumbí
a la oscuridad que nublaba las imágenes de mi mente.
Traducido S.O.S. por ZombieQueen & Taywong
Corregido por Dai
La dirección de Vanessa.
Por el rabillo del ojo, pude ver que jugaba con la cremallera del
bolso en su regazo, sacudiendo la cabeza.
Finalmente, respondió:
Sabía que estaba siendo duro, pero era cierto. No tenía idea de
cómo manejarlo.
Enero de 2000
—Allí tienes.
Melanie me susurró:
—Nuestro bebé.
—Nuestro bebé.
—Una niña.
—Lo sabía.
Asintió.
Marzo 2000.
—Lo sé, nena. Te extraño tanto. —Cada vez era más y más difícil
dejarla.
Salió riendo.
—No lo hiciste.
—¿Te gusta?
Me abrazó.
Cada vez que la miraba, mi pecho ardía con el amor que sentía por
ella.
—Mamá —lo dijimos al mismo tiempo. Era tan claro que mamá
había intervenido en esto. A Melanie le encantaban las cosas viejas, y
sabía que la casa para ella sería cálida y cómoda, un lugar donde
podríamos estar a gusto mientras observábamos a nuestra pequeña niña
jugar en el piso.
Sacudió su cabeza.
—Le va a encantar.
—¿Te gusta?
—Nuestra.
Finalmente.
Melanie miró dónde estaría su jardín. Ahora era estéril, pero sabía
que sería increíble tan pronto como Melanie estuviera aquí atendiéndolo.
Escogimos el lugar perfecto para un columpio, imaginando un momento
dentro de unos años en el que atraparíamos a nuestra pequeña niña
mientras descendía por el tobogán o la empujáramos sobre el columpio
mientras reía y nos rogaba que la empujáramos más alto.
Más tarde esa noche vimos una película en el sofá, pero Melanie
nunca llegó al final. Sus suaves respiraciones también me arrullaban
para dormir, así que la levanté y la llevé a nuestra habitación. Tiré de las
mantas y la metí, sus rizos marrones cayeron sobre su almohada.
Suspiró.
—Lo sé. Estoy tan asustada. Todos los días salgo de mi habitación,
prometiéndome que voy a contarle, pero tan pronto como lo veo, pierdo el
valor. Era como si quisiera ahorrarle la preocupación, pero lo dejé pasar
demasiado tiempo. ¿Cómo voy a decirle ahora? “Oye papá, serás abuelo
en tres meses”. ¡Enloquecerá! —Apretó los puños con frustración.
—Eva, mi vida.
Saltó, sobresaltada.
—Lo siento.
Minutos después, llegamos al restaurante, acercándonos al valet.
Traté de recuperar la compostura antes de entrar y arruinar todo. Hoy
había sido el día más duro que había tenido desde que regresé de Dal, y
parecía que los pensamientos acerca de Melanie no se mantendrían a
raya. Tendría que sonreír y fingir esta noche. Recé para que ellos
hablaran, y yo pudiera sentarme allí, asentir y firmar en la línea
punteada.
Traté de sacudirlo.
Una vez dentro, sentí ese tirón, la energía que ligaba mi alma a la
de Daniel, y sonreí mientras llevaba mi mano al colgante. Lo toqueteé,
sabiendo que, de alguna manera, había sido devuelto a mi vida para
darme consuelo.
No podía mirar hacia otro lado. Cada emoción que tuve en los
últimos nueve años fluyó entre nosotros: el dolor, el anhelo, el deseo, el
amor perdido, cada uno estrellándose sobre nosotros en oleadas.
Nicholas sacó mi silla por mí. Por una vez, estaba agradecida por
la falsa caballerosidad mientras me tambaleaba en mi silla.
Dios, lo extrañé.
Pero fueron sus ojos los que rompieron mi corazón una vez más.
Ya no brillaban con la alegría que solía irradiar de ellos. En cambio, la
intensidad se había ido, la vida absorbida por ellos. Hubo un leve
destello cuando se encontraron con los míos, pasando en el mismo
instante.
Él no me quería.
No pude escuchar.
Traducido por Bella’
Corregido S.O.S. por Lelu
Era todo lo que podía hacer para evitar saltar sobre la mesa para
llegar a ella, caer de rodillas, pedir perdón, rogarle que me aceptara de
vuelta.
Todo a mi alrededor era una neblina excepto por ella. Ella era la
luz y todo lo demás era oscuro.
Incluso con su marido sentado entre nosotros, sabía que era mía.
El hecho de que se hubiera casado con otra persona casi me había
matado, pero con todo eso, yo sólo quería que fuera feliz. Pero después
de conocer a Nicholas, no entendía por qué lo había elegido. Nunca
había odiado tanto a nadie en mi vida, repelido por su arrogancia y
vanidad.
No.
Mis ojos corrieron hacia ella, temiendo ver el dolor que sabía que
encontraría.
Por favor, Melanie, tienes que saber que sólo quería esto contigo.
No podía decir las palabras en voz alta, pero recé para que ella lo
entendiera, para que pudiera verlo en mis ojos.
—Tengo que ayudarla. ¿Dónde está ella? Por favor —le imploré.
Mis ojos daban vueltas. Estaba en una ambulancia en movimiento. Miré
mi camisa empapada de sangre y el miedo me agarró. Intenté gritar por
ella pero no salió nada.
—¿Mamá? —parpadeé.
—¿Cirugía?
Eva.
Suspiró.
—Lo sé, Daniel, es mucho para que lo aceptes todo de una vez, y
tienes que cuidarte a ti mismo también. Tienes tres costillas rotas y un
corte muy malo en el ojo.
Agité la cabeza.
—De acuerdo —cedió, pero pude ver lo difícil que era para él. Pasó
la palma de su mano de un lado a otro sobre su boca, la tensión
rodando de él.
—Bebé Montgomery.
Una vez que la enfermera nos pasó por las puertas dobles, nos
lavamos las manos en un fregadero. Me lavé junto a papá, mi instinto
se retorció en nudos, incapaz de agarrar lo que me preparaba para
enfrentarme.
Mi hija.
—Es hermoso. —Ella me extendió una vez más una tierna mano,
dándome consuelo.
—¿Puedo abrazarla?
Preciosa.
La abracé.
—Melanie.
—Ahora vuelvo, cariño. —La miré una vez más mientras salía de
la habitación, rezando para que estuviera bien hasta que volviera.
—No, por favor. Deja que se quede. Steve, tienes que ir con ella —
le dije. Steve parecía poco dispuesto a mirarme mientras esperaba el
consentimiento del guardia de seguridad. El guardia le dio a Steve lo
que dijo que sería su primera y única advertencia.
Mis ojos lucharon contra los rayos de sol que entraban por la
ventana. Debo haberme quedado dormido. La última vez que miré el
reloj eran las tres de la mañana. Escuché voces silenciosas en el fondo;
podía discernir que una era mamá, la otra familiar, pero no
identificable. Eran silenciosos, pero no amistosos.
Mamá estaba molesta. No creo haberla oído más dura con nadie
en mi vida. Moviéndome en mi silla, me froté la cara para deshacerme
de la fatiga antes de pararme y caminar hacia ellos.
—Mamá, está bien. —Esta no era una batalla que ella necesitaba
pelear; si la madre de Melanie tenía un problema, necesitaba hablar
conmigo. Mamá sólo había hecho lo correcto.
—Daniel, por favor —se ahogó, sus palabras como veneno al salir
de su boca—. Se ha ido. Era demasiado pronto.
—Dios, no. ¡Por favor! — ¿Por qué no estaban luchando por ella?
¿Por qué estaban todos parados aquí sin hacer nada?
Eva.
Mi pequeña bebé.
Se había ido.
Traducido por UsakoSerenity & Taywong
Corregido por Maga
Lo peor fue que Melanie tuvo que sentarse ahí mientras Vanessa
se jactaba de cómo íbamos a ser padres.
Nunca quise abrazarla más que ahora, decirle qué madre tan
maravillosa habría sido, decirle que era la única madre que quería para
mi hijo, y decirle que lo que pasó con Vanessa fue un error.
—¿Quién coño crees que eres? —Se inclinó más cerca, su voz en
tono bajo.
Me volví hacia él, deseando nada más que decirle quién era.
—Al baño de hombres. ¿Está bien para ti? —Mi voz era dura y
condescendiente. No me importaba una mierda. No había forma de que
yo le permitiera tener control sobre mí, nunca.
Ella me quería.
—Melanie —Todo lo que sentía por ella salió en esa única palabra,
mi voz se quebró cuando las emociones se desvanecieron de mi boca.
Por supuesto, sabía por qué. Lo que no entendía era por qué no
me dijo ella misma. Por qué me dejó esperando durante meses cuando
ni siquiera sabía que me había dejado por otra persona. Buscando en
su rostro, recé por encontrar la respuesta allí. Tomé su rostro en mis
manos y acaricié sus mejillas. Su cabeza se movió en mi mano, ¿sus
ojos llenos de confusión? La expresión en su rostro me dejó con más
preguntas de las que había comenzado.
¡Mierda!
Volví a la realidad cuando me di cuenta de que casi había besado
a una mujer cuyo marido estaba sentado a seis metros de distancia.
Katie montaba guardia sobre su amiga, alejándola, defendiéndola de mí.
Solo podía esperar que ella pudiera verlo cuando le dije Mi amor.
Al instante, mi pecho quemó con la pérdida. Dándome una sonrisa
triste, Katie apretó mi brazo. Ella se inclinó, su boca contra mi oreja.
—¿Qué quieres decir? —Se había girado hacia mí, con una
postura defensiva, pero su voz fingió inocencia.
Es lo que pensaba.
Miré hacia atrás para ver a Daniel mirándome con las manos en
los bolsillos, la derrota en sus ojos. Le articulé en silencio un adiós
mientras Nicholas se deslizaba en el lado del conductor y se alejaba.
Casi me pierdo las palabras de mi amor en los labios de Daniel. Mi
corazón se rompió una vez más cuando lo miré en el espejo lateral, y
desapareció de mi vista.
El silencio fue denso cuando Nicholas aceleró por las calles. Sus
nudillos se tensaron contra el volante, el mentón tenso y los dientes
apretados. No pronunció una palabra en los veinticinco minutos que
tardó en regresar a la casa.
Esperanza.
Daniel.
Ella me miró por unos momentos antes de decir con voz áspera—:
Estoy tan orgullosa de ti.
—Casi no puedo creerlo, toda esta cosa del destino del que
siempre hablaste con Daniel como si hubiera algo mágico entre ustedes
dos —Inhaló profundamente, arrugando la nariz—. Nunca creí en cosas
como esa, pero primero el collar y ahora anoche... —dijo, deteniéndose y
agitando su mano en el aire como si estuviera tratando de descartar
todo el concepto.
—Lo sé, Katie. Toda la idea parece tan cursi o cliché, pero siempre
había más de lo normal. Erin nos llamó almas gemelas, pero ahora... es
como si fuera más que eso —Casi me avergüenza describirlo, pero
necesitaba que Katie lo entendiera—. Es como si compartiéramos la
misma alma, y cuando estamos separados, cada mitad está buscando al
otro —Estaba segura de que Katie pensaría que había perdido el juicio,
pero era la verdad—. Lo extraño mucho. Al verlo con esa mujer…
simplemente me destrozó —Me tragué el nudo en la garganta mientras
graznaba las palabras—. Pero él me ama. Me ama tanto como yo lo
amo. Lo sé —Las lágrimas comenzaron a caer. Anoche había sentido
tantas emociones que era difícil descifrarlas. Pero había una emoción
que sobresalía sobre todas las demás, y ese era su amor por mí.
Marzo 2000
Era insoportable, el dolor. De dónde venía, no estaba segura. Me
quedé en la oscuridad, durante cuánto tiempo que no podría decir. Oí
voces, un débil pitido y el arrastrar de las sillas. Estaba tan asustada,
aunque de alguna manera sabía que estaría bien, solo porque podía
sentirlo.
Quería abrir los ojos para verlo, y luchaba tan duro para hacerlo.
Revoloteaban, la luz los quemaba, pero no podía concentrarme en nada.
—Shh... shh. Bebé, por favor cálmate; te vas a hacer daño —Las
manos de Daniel inmovilizaron las mías mientras se inclinaba sobre mí y
hablaba contra mi oreja. Me calmé contra su toque, no estaba dispuesta a
luchar contra él, sintiendo sus lágrimas rodar por mi mejilla y en mi
cabello.
—¿Eva?
¿No?
—Era tan hermosa, cariño —Su rostro estaba tan triste, pero había
una luz en sus ojos cuando habló de ella—. Tan pequeña. Dios, Melanie,
no puedes imaginar lo pequeña que era. Tan perfecta —Habló sobre ella
con una reverencia y amor que nunca había visto antes, y sonreí
mientras la describía, mi pequeña niña.
Sacudió la cabeza.
¿Costillas rotas?
—¿Duele?
Mamá.
Traducido por Liliana
Corregido por Maga
Marzo 2000
Mamá estaba aquí. Por supuesto que sí. La culpa me venció. Así fue
como mis padres se enteraron de Eva. Lenta y vacilante, mamá entró a la
habitación. Tenía bolsas negras y pesadas debajo de sus ojos marrones
que eran tan rojos que era difícil distinguir su color normal. Ella siempre
había sido delgada, pero tenía las mejillas hundidas y la piel caída. Su
cabello estaba recogido en un moño desordenado, pedazos caían y se
pegaban a su rostro donde sus lágrimas se habían secado. Por primera
vez parecía vieja. Se paró al pie de mi cama, nerviosamente enderezando
su camisa contra su estómago.
Ella tenía que estar muy decepcionada. Tenía que estar tan
enojada.
Nunca había sentido tanta ira, pero la aparté. Sabía que sería algo
con lo que tendría que lidiar a lo largo del tiempo, perdonar a alguien que
ni siquiera sabía. Por ahora, su información era demasiado para mi
corazón roto.
—¿Qué pasa con mis padres? —Daniel me dijo que todo estaba
bien, incluso cuando sabía que no era así.
—¿Y papá?
La ira brilló en su rostro.
Finalmente habló.
—¿Qué? —grité.
—¿Pero?
Aunque sabía que ella tenía razón, no podía evitarlo. Sentía que ya
no era lo suficientemente buena para él.
—Solo quiero que tenga todo, Erin, todo lo que siempre ha deseado.
—Sí, Erin. Lo sé. Creo que deberíamos esperar, tal vez hasta el
verano —Daniel al menos se merecía ese momento. Forcé una brillante
sonrisa para lavar la decepción de su rostro—. Sabes, me gustaría poder
caminar por el pasillo para casarme con tu hermano —Mientras hacía un
gesto hacia mi pierna, nos reímos, disipando la tensión en la habitación.
Y, por primera vez, sentí una verdadera esperanza para el futuro.
Pasé el resto del día pensando qué hacer a partir de allí. Le había
preguntado en privado a Patrick si podía venir y quedarme con ellos
mientras terminaba la escuela. No había forma de que pudiera estar en la
misma casa con mi padre.
Hoy tenía que contarle a mamá mis planes. Pensé que iba a ser
una pelea, pero estaba cansada de tratar de ocultarle cosas. Estaba
limpiando mi área después del almuerzo.
—¿Hola mamá?
Ella se detuvo.
—¿Qué sucede, cariño?
Estaba tan nerviosa que podía sentir el sudor en las palmas de las
manos, pero era hora de que creciera y les dijera a mis padres lo que
quería de mi vida.
Negué.
—Daniel es lo que quiero.
Daniel salió con su padre para que pudieran discutir los detalles, y
mamá entró. Cuando vi su rostro, supe que algo estaba muy mal. Estaba
nerviosa, sin mirar a los ojos ni decir nada. Mi corazón se aceleró cuando
su ansiedad llenó la habitación.
—¿Qué? —Negué.
Esto iba a ser lo más difícil que hubiera hecho alguna vez.
—Lo estoy pasando muy mal, Daniel. Creo que necesito algo de
tiempo para sanar —¿Cómo podría sentarme aquí y mentirle? Lo último
que quería era estar lejos de él. Pero nunca permitiría que mi padre lo
lastimara, y más allá de eso, le debía ese tiempo.
—Me voy a casa con mi madre por unos meses. Solo necesito lidiar
con esto por mí misma —Mentira, mentira, mentira.
—Por favor, Daniel. Solo déjame ir, solo por un momento. Entonces
volveré a ti. Lo prometo. Te amo más que a nada. Solo tengo que irme
ahora —Al menos esta vez mis palabras eran verdad. Toqué su rostro,
rezando para que pudiera sentir mi amor, rezando para que entendiera
que lo último que quería hacer es alejarme de él. Estaba haciendo esto
por él.
—Entonces quédate.
—No puedo.
—Siempre.
Esto envió una nueva ola de culpabilidad sobre mí, más lágrimas
caían por mi rostro.
—Sé que es solo una amenaza para separarnos, pero hay algo en
la forma en que mi padre actúa, como… no lo sé. Tengo miedo, Erin, por
Daniel.
—Me mata irme, Erin. Voy a irme por unos meses hasta que las
cosas se calmen. Además, le dará a Daniel una oportunidad —Apreté mis
labios cuando me di cuenta de que estaba a punto de expresarlo en voz
alta. Erin lo captó de inmediato.
—Lo prometo por mucho que no estoy de acuerdo con todo esto. —
Me trajo para un fuerte abrazo, susurrándome al oído—. No lo dejes
esperando por mucho tiempo. Por favor, Melanie, promételo. Se está
muriendo en este momento, y no sé cuánto tiempo podrá manejarlo.
A las nueve, llegó mamá como dijo que lo haría, de pie junto a la
puerta mientras miraba a Daniel abrazarse a mí, negándose a dejarme ir.
Julia estaba llorando en el fondo de la habitación mientras Patrick
intentaba convencer a Daniel de que todo estaría bien. Dos ayudantes
trajeron una silla de ruedas para sacarme de mi habitación, y Patrick
tuvo que apartar físicamente a Daniel de mí mientras me rogaba que me
quedara.
No podía respirar cuando sentí que mi vida me era arrancada,
forzándome a hablar.
—Melanie, ¿fue esa la última vez que realmente hablaste con él?
—Asentí.
Resoplando, la miré.
—¿Katie?
—¿Sí?
—Gracias a Dios.
Traducido por Liliana
Corregido por Maga
Anoche me había dado una nueva razón para vivir. Lo que había
visto en sus ojos, sentí en su toque, no podía cuestionarlo más. Melanie
me amaba.
—Melanie tiene que odiar esta casa —Negué, una vez más sin idea
de lo que la llevaría a esta vida. ¿La lastimé tanto que ella se haría esto?
Esta noche iba a ser difícil. Iba a romper el corazón de mamá otra
vez. Temía ver la decepción en su rostro.
—No sé lo que está pasando, hijo, pero estamos aquí para ti.
Siempre recuerda eso.
—¿Cuándo?—preguntó ella.
Miré a mi padre.
—Me acosté con una de las vendedoras esa noche —El silencio se
extendió por la habitación mientras mamá y Erin me miraban
fijamente. Pero fue la expresión de papá lo que me dijo cuánto había la
había jodido.
—¿Qué? ¿Cómo pudiste hacer esto, Daniel? ¿Te das cuenta del
lugar en el que nos has metido? Esto podría arruinar nuestra
reputación incluso antes de que tengamos la oportunidad de comenzar
—Se puso de pie mientras gritaba, su voz enojada.
—¿Y debo suponer que este fue una de tus habituales aventuras
de una sola vez?
—Lo sé, papá. Lo siento mucho. —Habría hecho lo que fuera para
volver atrás. ¿Qué irónico era que me hubiera sentado en el mismo sofá
con mi novia de diecisiete años, sin avergonzarme ni por un segundo; y
ahora estaba aquí, casi a los treinta, pidiendo perdón?
—Entonces, ¿qué quiere ella? Quiero decir, ¿dijiste que ella tiene
cinco meses? ¿Sabes siquiera si es tuyo? —Le conté todo lo que había
pasado con Vanessa el día anterior.
Permaneció en silencio mientras expresaba todos mis temores,
remordimientos e ira.
—Lo sé. Yo solo... esto no debería suceder. Solía ser lo que más
quería, y ahora... se suponía que solo estaba con Melanie —Me sentí
tan culpable. Debería estar extático ahora mismo; sentado aquí con la
mujer que amaba, contando a mi familia que estábamos teniendo un
bebé. Sin Melanie eso no era posible.
—Escúpelo.
Frunció el ceño.
—¡La dejaste ir, Daniel! ¡De eso estoy hablando! ¡Me hiciste
prometer que nunca me pondría en contacto con mi mejor amiga, mi
hermana!
Ella gritó.
—¡Justo ahí, Daniel! ¡Justo ahí! ¿En qué parte de esa maldita
cabeza tuya tendrías la idea de que Melanie ya no te amaba? ¿Que no te
quería?
—¡Oh, no sé, Erin, tal vez cuando maté a nuestra hija! —La ira
rodó sobre mí mientras me movía sobre ella, mis manos en puños a mi
lado.
—¿Por qué entonces, Erin? ¿Por qué, cuando fui tras ella, se
había casado con alguien más? ¿Por qué? —le supliqué, rezando para
que ella lo supiera.
—No sé, Daniel —Nos hundimos en el suelo, agarrándonos el uno
al otro, nuestra ira liberada y lavada, ahora reemplazada por preguntas
y qué pasaría si—. Es por eso que estaba tan enojada que no me
dejarías ir con ella. Siempre supe que nos estábamos perdiendo algo, y
la única persona que podía responder esa pregunta era Melanie.
Todos estos años, todo lo que había creído era una mentira. Una
mentira que me había dicho a mí mismo.
No fue mi culpa.
Traducido por Liliana
Corregido por Maga
No me había visto cara a cara con Daniel desde esa noche, pero
sabía que él siempre estaba cerca.
Podía sentirlo, sentir sus ojos sobre mí en casi todo lo que hacía.
Mis nervios se erizaban mientras caminaba por la calle, mi cuerpo
llamándole, suplicando que lo tocara.
El aire que nos rodeaba era tenso. Nos habíamos dicho muy
pocas palabras desde esa noche. Había cruzado una línea cuando me
golpeó, y lo sabía. Nunca dejaría que las cosas volvieran a ser como
eran, a pesar de que sentí que él esperaba que así fuera. Podía sentir su
ira hirviendo a fuego lento, siempre a punto de explotar.
Era cierto que había pasado por su oficina todos los días durante
las últimas tres semanas, pero nunca había puesto un pie dentro.
¿Podría soportar estar tan cerca de él? ¿Tal vez ver su ondulado cabello
mientras caminaba vacilando en su paso cuando me sentía?
¿Posiblemente ver sus ojos llenos de su amor por mí incluso si fuera
solo por un segundo?
Daniel tenía una familia. Por mucho que siempre lo amara, eso
tenía que venir antes de que lo necesitara. Me volví para huir, incapaz
de estar en su presencia un segundo más.
Julio de 2000
A pesar de lo doloroso que había sido, había hecho todo con una
sonrisa en el rostro. A pesar de que le insistí en que no me contactara
mientras yo estaba lejos, me había convencido de que él llamaría ese día.
Tenía dieciocho años y podía irme. Pero no había habido nada. Fue el día
en que sentí el primer destello de miedo que tal vez él ya no me quería.
—¡Melanie!
¿No tenía idea de lo difícil que es ponerse mis malditos zapatos?
Me puse de pie, el primer paso siempre era el más doloroso. Hice una
mueca cuando comencé a bajar las escaleras, descendiéndolas tan
rápido como pude mientras mamá esperaba con impaciencia en el
rellano. Afortunadamente, ya no necesitaba a Mark para ayudarme a
subir y bajar. Odiaba depender de alguien, aunque estaba claro que mi
padrastro no compartía la opinión de mis padres sobre Daniel. Se había
tomado los momentos de mi vulnerabilidad mientras me llevaba
escaleras arriba para decirme que pronto estaría mejor y luego podría ir
con Daniel. La única esperanza que tenía era Mark y la energía que me
llevó de regreso a Colorado, el tirón en mi corazón que me decía a dónde
pertenecía, con Daniel.
Y ese era exactamente mi plan. Decidí que tan pronto como Diane
me diera de alta, volvería a él. Siempre había una inseguridad
subyacente. Sentía que Daniel tal vez ya no me quisiera, pero realmente
eso no era lo que yo creía. Todavía podía sentir su amor por mí, viajando
todos estos kilómetros durante todo este tiempo, y tenía que creer en eso.
—Si quieres culparme por todo esto, Melanie, entonces bien, puedes
hacerlo. Pero estar enojada conmigo no cambia el hecho de que no ha
llamado o… ni siquiera ha llamado uno de sus padres para que te
compruebe. ¿No parece un poco extraño?
No podía respirar.
Eva
Julio de 2000
Presté poca atención a lo que empaqué cuando metí la ropa en mi
pequeña maleta. ¿Dónde estaba ese simple vestido rojo que Daniel
siempre amó? Yo iría a él en eso.
—Me voy.
—¿Qué?
—Aeropuerto.
—Daniel —Era la única palabra que podía formar, pero también era
la única que importaba.
No a ella.
Todo lo que siempre quise fue que él fuera feliz. Por supuesto, yo
quería ser quien lo hiciera de esa manera, pero tenía que aceptar que ya
no podía. Él necesitaba más.
Dejarlo fue lo más difícil que había hecho, pero tenía que hacerlo
porque lo amaba. Renunciaría a todo para hacerlo feliz. Haría cualquier
cosa para darle alegría.
A ciegas, caminé por las calles, sin tener idea de a dónde iba. Me
encontré en un centro comercial y llamé a un taxi para que me llevara al
aeropuerto. Abordé un vuelo de regreso a L.A., mirando al frente, ya que
me alejaba de mi hogar, de mi amor, de mi vida. Solo ahora, mi vida
había terminado.
—Um, un refresco.
—Ven —No fue una solicitud. Fue una orden. No sé por qué, pero
obedecí. Sentí náuseas cuando lo toqué, mi cuerpo rechazado por el suyo.
—¿Estás emocionada?
.
Traducido por Bella' y por Walezuca
Corregido por Flopyta
—No me querías.
—¿Era esa quien creo que era? —Papá estaba al final del pasillo
jadeando. Apoyó una mano contra la pared para sostenerse, la otra
agarrando la parte delantera de su chaqueta.
—Entonces quiero que le des unos días para pensar las cosas. —
Miró a la pared, aparentemente enfocado en algún objeto inexistente.
De repente me miró con determinación—. Y luego ve y tráeme de vuelta
a mi hija.
Había soñado con ella otra vez. Las hermosas visiones de Melanie
reemplazaron las pesadillas que me habían atormentado durante los
últimos nueve años. En lugar de despertar por el dolor aplastante, me
desperté con el recuerdo de su piel suave debajo de mis manos, mis
dedos siguiendo senderos sobre sus pómulos, su cuerpo reaccionando
al mío. Había pasado mucho tiempo desde que me sentí tan vivo. Los
sueños eran más reales que la realidad agonizante que había
enfrentado sin ella. Durante cinco días, había esperado. Esos días los
había pasado anhelándola, incapaz de concentrarme en cualquier cosa,
excepto ella, sólo esperando mi momento. Hoy se acabó el tiempo. Hoy
no me detendría hasta que estuviera claro. No descansaría hasta que
supiera todo. No me rendiría hasta que Melanie Winters supiera que la
amaría para siempre.
Pero tenía que respetar sus deseos. Después de todo, fue mi culpa,
y aunque nunca lo admitiría, sabía que le dolía incluso mirarme. Yo había
causado todo esto, y temía que nunca me perdonaría totalmente.
Peggy dijo que sólo quería lo mejor para Melanie, y era obvio que lo
mejor no me incluía. Así que esperé, pasando los movimientos cada día,
esperando que mi corazón volviera a mí.
Stephanie.
Mierda.
Volví a sonreír.
Era una de las muchas cosas que no podía cambiar, algo que no
podía recuperar. Pero lo que podía hacer era poner fin a este sufrimiento
de nuestra separación.
—Por favor, ¡Dios, no! —No pude ver a través de las lágrimas
mientras traté de encontrar mi camino de regreso al aeropuerto de Dallas.
Llovía afuera, cayendo a mares, un relámpago parpadeando por el cielo
cada pocos segundos.
—¡Joder! —grité, golpeando el volante.
Grité otra vez mientras que esta vez estrellé mi cabeza en él,
intentando sentir algo más que el dolor insoportable que rasgaba a través
de mi pecho. Una bocina sonó detrás de mí. Estaba detenido en medio de
la carretera, desorientado e inconsciente de cualquier cosa a mi
alrededor.
—¿Daniel? —llamó.
—Daniel, sabes que estoy aquí para ti. ¿Qué pasa? Quiero decir, he
estado muy preocupada por ti. Te dejé por lo menos diez mensajes.
—Daniel, Mírame.
Parte de mí quería empujarla, pero otra parte sólo quería sentir otra
cosa aparte del dolor.
Sólo creció.
—¿Por qué estoy haciendo esto? —Negué con la cabeza contra su
cuello, tratando de que la culpa se fuera. Todo lo que pude ver fue el
rostro de Melanie.
—No deberías estar aquí, Daniel. —Por mucho que quisiera que
creyera lo que dijo, sabía que mentía. La atracción era abrumadora, e
incluso si hubiera querido, nunca podría haberme ido.
—Te amo.
—Lo sé.
—Lo que dijiste en mi oficina el otro día... No podría vivir otro día
contigo creyendo que no te quiero. Tienes que entender, nada fue más
devastador que el día en que me enteré que me habías dejado.
Nunca fue mi intención venir aquí y herirla más, pero ya era hora
de que fuéramos honestos el uno con el otro.
—¿Quién? —tartamudeé.
—Siete de julio.
—Me mintió. —Una afirmación tan simple, pero sabía que esas
palabras significaban más para ella de lo que nadie podría saber jamás.
Luchó contra sus lágrimas, mientras dolorosamente anunciaba—.
Nueve años, Daniel. Nueve años, y ahora es demasiado tarde.
—Me perdí este rostro. —Dejo mis dedos para sostener mi rostro
con las manos. Su tacto era tan calmante y lleno de amor que agitó
todos los nervios de mi cuerpo—. Y esta boca. —Su pulgar pasó por
encima de mi labio inferior antes de que su boca capturara la mía en un
beso lleno de adoración.
—Allí.
Susurré de nuevo:
—Mi corazón sólo latía porque aún podía sentir tu amor. Era la
única cosa que tenía. —Su mano se movió lentamente, presionando en
mi piel a través de mi camisa. Trajo su boca de nuevo a la mía, sus
labios lisos a medida que se movían, su lengua dulce.
Once años.
El miedo se apoderó de mi mientras pensaba de estar sin ella de
nuevo.
—Nunca.
El cielo.
—Creo que sí. —Se desplazó hacia arriba para reclinarse en una
almohada contra la cabecera y metiendo la sábana debajo de su brazo
mientras se volteaba para enfrentarme. La imité, tratando de relajarme
con la repentina incomodidad que llenó la habitación. Era evidente que
nuestro tiempo de silencio había llegado a su fin.
La miré, incrédulo.
—¿Te dijo?
—Lo sé. Invadiste... todo. No fui nada sin ti. Me las arreglé para
terminar la Universidad y mi residencia, pero sólo lo hice por mis
padres y tener algún tipo de distracción del dolor. Te quería todos los
días. Me quedé fuera pensando que habías encontrado algún tipo de
felicidad en tu vida nueva. —Hice una mueca, una vez más horrorizado
por lo que mis suposiciones habían causado.
—Era cualquier cosa menos feliz. Nunca podría haber estado sin
ti, pero aun así me las arreglé para terminar en el lugar más miserable
que posiblemente podría haber ido. —Eventualmente, tendría que
preguntarle cómo se involucró con un idiota como Nicholas. No pensé
que pudiera soportarlo en este momento. Hoy nos habíamos ocupado de
lo suficiente sin evocar los celos que la conversación traería
seguramente. La idea de que alguien más tocara a mi chica me tenía
cerca del homicidio. Ahora mismo, sólo quería hacerle saber que nunca
volvería a experimentar ese tipo de dolor otra vez.
—Lo sé. —Cuando la hicimos, pensé que sería como una simple
promesa por mantener, una promesa de confianza y confiar el uno en el
otro. Para mí, Melanie y yo ya teníamos eso, y no debería haber sido un
problema. Sin embargo, ambos permitimos que nuestras inseguridades
negaran ese juramento.
Me miró escépticamente.
—Te ama, Mel. Créeme cuando digo que has sido un punto
delicado entre nosotros todos estos años.
—¿Qué?
—¿Por qué?
—¿Por qué? Porque pensé que era una idea realmente brillante en
ese momento, que te estaba haciendo un favor, que sería más fácil para
ti de esa manera.
—Vas a ser padre. —Me puse rígido debajo de ella. Rodé, sentado
en el costado de la cama. Pensar en el bebé de Vanessa hizo difícil
respirar. Melanie se arrastró detrás de mí, y nos envolvió como un
capullo con la sábana. Se inclinó sobre mí, manteniéndome apretado—.
Daniel... ¿qué pasa? —Su toque me calmó. Corrí mi mano sobre mi cara
y a través de mi cabello.
—¿Por qué crees que sufrirá? —Su voz era suave, confusa.
Su boca se abrió.
—Tal vez no para ti, pero ¿qué pasa con Shane y Katie? Son la
única familia que he tenido todo este tiempo. Los amo, y les debo esto
por todo lo que han hecho por mí. Honestamente no sé si podría existir
si Katie no hubiera estado ahí para mí, y no puedo hacer algo que
pusiera en peligro la libertad de Shane.
—Shane odia a Nicholas casi tanto como yo. Con el beneficio del
edificio, planea romper con él y empezar su propia compañía. Lo
necesita. Tenemos que por lo menos hablar con él y averiguar cómo
hacer esto sin poner en peligro el acuerdo.
Bien, así que tal vez necesitaba hablar con Shane, y mi abogado.
Las manos de Melanie volvieron a mi rostro y me obligaron a
mirarla.
Nuestro futuro.
Anduve descalza a través del piso fresco, mis pies ligeros como si
ya no pesara. Tarareé silenciosamente mientras me paraba frente al
refrigerador, sacando los ingredientes para el salmón que había
planeado hacer para la cena. Sellé el salmón en papel de aluminio y
coloqué los paquetes en el horno antes de bailar por la cocina para
comenzar el agua para el arroz. Me detuve cuando atrapé mi reflejo en
el arco de la ventana que daba al patio trasero.
Y sonreí, totalmente y con todos los dientes.
Mi rostro resplandeció.
¿Podría?
—Eso es ridículo.
Tenía miedo, pero la necesidad de ser libre era mucho mayor que
ese miedo. En algún lugar dentro de mí, encontré el mismo coraje que
había encontrado la noche que con éxito me había salido de la cama de
Nicholas, porque no había manera en el infierno en que fuera a volver a
ella. Luché fuera de su alcance, y me liberó sorprendido. Sus ojos se
ensancharon por primera vez, pero los redujo a medida que su ira
estalló.
Lo hice.
Lo hice.
Estaba volando.
Sí lo fue.
—Cuéntame todo.
—Sí, lo sé. Daniel estaba listo para que me fuera con él ayer, pero
simplemente no podía hacerlo. No podría ni siquiera imaginar lo que
habría hecho Nicholas cuando hubiera llegado a casa y descubriera que
me había ido. Necesité un poco de tiempo para reflexionar sobre la
mejor manera de ir sobre ello. —Me incliné más cerca, híper consiente
que la gente alrededor nuestro podría escuchar nuestra conversación—.
Me siento muy mal, pero he engañado a Daniel. Le dije que teníamos
que hablar con Shane y asegurarnos de que no iba a afectar la
construcción de ninguna manera. Si le hubiera dicho la verdadera
razón, sé que nunca habría permitido que me quede.
—No, eso está bien. Ustedes han estado ahí para mí más de lo
que nunca podrían saber, y también quiero que suceda lo del edificio.
Independientemente de si me quedo en esa casa o no, no puedo ver a
Nicholas dejando ese tipo de dinero.
Me miró, perpleja.
Oh. ¿Cómo me siento acerca del bebé? ¿Celosa? Sí. ¿Asustada? Sí.
¿Triste? Mucho. Mucho, muy triste. Verdaderamente, fue devastador.
Cada inseguridad que tuve fue envuelta en el hecho de que no podía
darle un hijo a Daniel. Esa fue la razón por la que durante nueve años
creí que no me quería.
Me sonrió, sonrojado.
—Espera.
—Sí. —Shane sonaba irritado—. No, está bien... sí, ella está aquí,
es su coche... no lo sé, alquilaron películas o alguna mierda... ¿por qué
no le das un descanso por una vez? —Shane estaba discutiendo con
Nicholas, sobre mí. Luché desesperadamente por escuchar el otro lado
de la conversación, pero no pude con el tono silencioso de Nicholas.
Estoy segura de que parecía aterrada porque Katie me apretó el brazo,
asegurándome que estaría bien.
Esta noche fue la primera vez que le dejé a Nicholas una nota
diciéndole que iba a salir. En mi mente, este era sólo uno de los
dolorosos pasos que tendría que dar para salir de su control. Poco a
poco, me liberaría.
Aun así, odiaba que Shane y Katie sufrieran por mi culpa, pero
me aceptaron como familia y eso es lo que las familias hacen el uno por
el otro.
El timbre sonó de nuevo. Esta vez supe quién era, pero Shane nos
dijo que nos quedáramos en la cocina. Segundos después, Daniel
arrastró a Shane a donde esperábamos. Me tomó en sus brazos,
visiblemente agitado y lleno de disculpas.
—Gracias.
—Era Vanessa.
Tentativa, le pregunté:
—¿Qué quería?
—Ella me quiere.
—La desprecio.
—¿Por qué? —Quiero decir, sí, no quería tener un hijo con ella,
pero él era tan responsable de su situación como ella.
Gimió:
—Para siempre.
—Para siempre.
—¿Mi casa?
Traducido S.O.S. por Walezuca
Corregido por Caile
Ese vestido.
Su piel era como fuego contra mis dedos. Nunca había dejado un
restaurante tan rápido en mi vida.
Absolutamente exquisito.
—¿Lista?
—El día que regresé por ti. Lo vi y supe que tenía que ir.
—Yo también.
—Gracias.
—Para mí no, Daniel. Sería muy feliz aquí sólo porque estoy
contigo. —Se movió, levantando la cabeza de su mano para llegar a
tocarme. Acarició sus dedos a lo largo de la parte superior de mis
nudillos—. Quiero decir que vas a necesitar un lugar diferente para tu
hijo. —Mi hijo. ¿Quién podría imaginar que dos palabras podrían picar
tanto? Mi hijo. No es nuestro hijo, sino el hijo de Daniel, hijo de Vanesa.
¿Podría ser capaz de pensar en él sin sentirme enfermo?
—Estoy tan orgullosa de ti, Daniel. Siempre supe que ibas a ser
un gran médico.
—Es papá que hace que todo esto suceda. Me alegro de que me
pidiera ser parte de ello.
Él la lastimó.
—No lo conoces como yo. Por favor. —Su rostro era intenso,
suplicando—. Sólo... no lo hagas.
Corrí las manos por mi cabello, frustrado. ¿Por qué tenía que ser
tan testaruda? Se estaba poniendo en riesgo. ¿Y para qué? Temía que la
lastimara, así que se puso en la misma posición en la que podía herirla.
No tiene ningún sentido.
—Sé lo que estás pensando, Daniel. No es estúpido; tengo un
plan.
Erin.
—Hola, Daniel.
Era tan similar a nuestra casita, pero más que eso, se sentía
igual.
Miré el reloj. Aun faltaban dos horas antes del almuerzo, lo que
me daría un montón de tiempo para terminar lo que necesitaba hacer
en la oficina antes de poder terminar por el resto de la tarde.
—¿Lisa?
—No estabas devolviendo mis llamadas, así que decidí pasar por
aquí y pagarte una pequeña visita. —La miraba fijamente, dispuesto a
controlar mi temperamento.
¿Era en serio?
Tan pronto como pasé por la puerta, supe que algo iba mal. La
sensación era desagradable. Podía sentirlo, la energía era frenética,
angustiada.
—No sabes nada sobre mí, no sabes nada sobre Daniel. —Me
acerqué a él directamente—. No sabes nada sobre nosotros o sobre lo
que hemos pasado. Ahora, creo que Daniel te pidió que te marcharas. —
No retrocedí mientras ella miraba entre nosotros, sus ojos implorando
mientras revoloteaban sobre Daniel, buscando alguna incertidumbre.
—¿Qué? —sonreí.
—¿Lo saben?
—Me gustaría.
Suspiró con alivio y me apretó la pierna en un silencioso
agradecimiento.
—Hola. —Me alejé para ver su cara, sonriendo ante la alegría que
encontré.
Asentí contra ella y la apreté una vez más antes de volverme hacia
Patrick que había estado parado casi pacientemente a su lado. Le sonreí
cuando me abrazó.
—Hola, Patrick. —Mi voz era suave. Envolví mis brazos alrededor
de su cintura, y sus fuertes brazos se envolvieron alrededor de mis
hombros. Colocó un suave beso en mi frente.
—Gracias.
—Oops. Lo siento.
Nunca me sentí incómoda, ni una sola vez. Pensé que tal vez me
sentiría como una extraña, la segunda esposa que nunca encajaba. En
cambio, era como si un lugar en esta mesa hubiera estado vacío
mientras esta familia esperaba mi regreso.
Lo seguí abajo, era tarde. Erin dio las buenas noches a todos y
subió las escaleras, cansada por el largo día de viaje. Le dijimos a
Patrick y Julia buenas noches después de prometerles que volveríamos
pronto.
Pero iba a hacer todo lo que estuviera a mi alcance para ver más
allá y reparar nuestra relación. Sabía que iba a ser difícil desenterrar
viejos problemas y recuerdos, aunque era necesario si alguna vez lo
superaríamos. Ambas necesitábamos el perdón, y las dos
necesitábamos darlo. Sabía que no sería fácil para ninguna.
“Va a estar bien. Ella quiere esto tanto como tú. Ella es tu madre”.
Mi mano tembló contra el pomo. “¡Abre la maldita puerta, Melanie!” me
grité a mí misma. Inhalé profundamente, encontrando fuerza suficiente
para girar la perilla, y me eché hacia atrás para dejar que la puerta se
abriera. Ahogué un sollozo que se había acumulado en mi garganta
cuando la vi. Mis pies estaban congelados, incapaz de moverse cuando
su mirada se encontró con la mía.
—Mamá.
Eso fue todo lo que necesitó para dejar caer el equipaje que tenía
en cada mano, abrazarme y abrazarme. Sus manos sostuvieron mis
mejillas mientras sus pulgares limpiaban mis lágrimas producidas por
el ataque repentino de afecto; el afecto que había anhelado, perdido,
necesitado. El afecto en el toque de mi madre que nunca superaría. Sus
palabras sonaron pesadas y penitentes cuando me dijo una y otra vez:
—Te extrañé... te extrañé.
—Lo que sea que necesites. Pero no me iré de aquí hasta que tú y
yo estemos bien.
Ella lo odiaba.
—¿Podrías darme eso, cariño? —Mamá señaló la jarra medidora
más cercana a mí.
—¿Alguna vez podrás perdonarme? —Su voz era suave, tan suave
que casi me pregunté si quería que lo oyera. Seguí adelante, antes de
bajar los platos al mostrador.
—Bueno, esa fue la primera vez que realmente deseé que Nicholas
estuviera cerca.
—Me encantaría.
—¡Dime!
—De repente, esa noche tiene mucho más sentido para mí. La
forma en que te confundías y actuabas como una completa idiota me
hacía parecer un tonto. —Su mano que restringía mi brazo se adentró
aún más en mí, inmovilizándome contra la pared mientras sus dedos se
clavaban en la piel. Su mandíbula se apretó y su mano viajó desde mi
brazo, a través de mi pecho, y se detuvo en la base de mi cuello. Su
agarre se mantuvo ligero pero amenazador, su boca se torció en una
sonrisa malvada.
—Melanie.
Traté de levantarme del suelo, pero era más difícil de lo que había
previsto. Mis pies se tambalearon debajo de mí, y tuve que extender la
mano para sostenerme sobre la pared. Me estaba costando hacer
funcionar mis miembros, no porque Nicholas me hubiera hecho daño
físico sino por el trauma emocional que había infligido.
—No esta noche, mamá. Por favor. Estoy bien, solo necesito un
poco de tiempo. —Probablemente se estaba culpando a si misma por lo
que había pasado, pero aún no podía hablar con ella. Esta noche era
seguro que había planteado más preguntas de las que habíamos tenido
antes, y no había manera de que pudiera hablar con ella ahora,
especialmente con ese bastardo todavía en algún de la casa.
Lo odiaba tanto.
Estaba asustada.
—Pero lo hiciste.
—¿De qué?
—Tu padre.
—No tenía idea de que hacer, Melanie. Fuiste tan determinada sin
esperar otro minuto. Me asusté. Al instante en el que te fuiste, sabía
que tenía que hacer algo. Llamé a Steve y le dije que te dejara sola, le
dije que estaba harta de verte sufrir y que merecías ser feliz. Estaba
furioso, gritando que mataría a Daniel si regresabas con él. No sé cómo
reuní el coraje suficiente para hacerlo. Le dije que si hería a alguno de
ustedes de alguna manera, pasaría el resto de mi vida destruyéndolo,
exponiéndolo por quien era realmente.
Suspiré:
—Duele tanto saber que pasaste por todo esto. —Tragué—. Que
papá te hirió de esa manera. —Finalmente, miré arriba y encontré su
rostro cansado—. Mamá, ayer te dije que pensé que te había perdonado,
y ahora sé que lo hago. Solo lamento que perdiéramos tantos años. —
Me sonrió, una sonrisa acuosa, aliviada que habíamos llegado a un
acuerdo. Se acercó y agarró mi mano.
Estaba agotado.
—Hola, cariño.
—Nop.
—Lo sé... estos próximos dos días van a ser muy largos.
Ella rió.
—Cierto.
—Adiós.
Maldición.
La olí, saboreando.
—Mmm.
—¿Tahoe?
—Gracias.
Ella estaba dejando todo atrás. Solo que todavía no estaba listo
para decírselo.
—¿Estás lista?
—¿Te gusta?
—Es perfecto. —Sus ojos recorrieron la habitación, deambulando
por las oscuras tablas del suelo de madera. Echó un vistazo a la
pequeña cocina y la mesa de comedor redonda a la derecha, pero se
sintió atraída por la espaciosa sala de estar. Un fuego ardía en la
enorme chimenea; toda la cara de la pared que la rodeaba tenía
diferentes variaciones de piedra gris. Encajaban perfectamente con las
paredes de madera rústica y gris que completaban el resto de la
habitación. La pared de ventanas que daban al lago ahora estaba negra
y reflejaba las llamas.
—Gracias.
—Te amo.
No creo que alguna vez haya estado tan hambriento. Puse los
platos sobre la mesa y fui a buscar cubiertos mientras Melanie nos
servía café. Nos acomodamos uno junto al otro en la pequeña mesa
redonda y observamos el lago.
—No quiero hablar con ella. —Sí, estaba actuando como un niño,
ya que consideré destrozar el teléfono que permitía que mis errores me
siguieran por todo el país. ¿No merecía un indulto de su persecución?
Ella no tenía derecho a llamarme, especialmente aquí, especialmente en
nochebuena.
—¿Qué quieres?
—Daniel…
—No.
—Gracias.
La cazuela era tan buena como yo recuerdo, tal vez incluso mejor.
Estaba seguro de que esa impresión tenía mucho que ver con el hecho
de que Melanie y yo estuviéramos pasando nuestra primera navidad
juntos en casi una década. Ahora era un firme creyente en el viejo
proverbio de que nunca podrías apreciar algo realmente hasta que
hubieras estado sin él.
No sabía que estaba tan nervioso hasta que me di cuenta que mis
manos estaban temblando.
Ella susurró:
Me sorprendió interrumpiéndome.
—Ábrelo.
28 de abril de 2001.
—¿Lo usas?
—Te amo Daniel. Para siempre. —Lo miré a través de la luz del
fuego, con el amor reflejado en sus ojos. Pude sentir que la energía se
hacía más espesa, casi visible en los bordes, un leve brillo en el aire
cuando nos envolvió.
—¿Lista?
Sí.
—Está bien... te amo. —Lo besé una vez más antes de subir al
tranvía que esperaba. Levanté mi mano para devolverle la pequeña ola
que me dio, sonriendo cuando lo vi girar para tomar un transporte a su
propio auto.
Eran poco más de las tres cuando llegué a la casa. Abrí la puerta
del garaje y estacioné el auto en su lugar. Era oficial y sin autos.
Encogiéndome de hombros, saqué las llaves del contacto. Esos
pequeños detalles no importaban. Tiré la pesada maleta del baúl,
pensando que su contenido sería la única ropa que tomaría. Agarré una
caja de cartón vacía lo suficientemente grande como para caber las
pocas cosas que necesitaba de la oficina.
¡Lucha!
Reuní todo el coraje que pude encontrar, y lo hice. Luché con todo
lo que tenía, pateando, golpeando, arañando y gritando. El ataque
repentino no fue suficiente para herir a Nicholas, pero fue una sorpresa
suficiente como para permitirme liberarme de él. Esquivé bajo sus
brazos, escapé por el único camino abierto y entré a la cocina.
—¡Perra estúpida!
Él me sostuvo, su mano extendida sobre mi pecho, la presión de
su peso sofocando mientras luchaba con sus pantalones. Todavía luché,
tratando de patear y liberarme. Su mano agarró un puñado de pelo en
la parte superior de mi cabeza. Él levantó mi cabeza y la estrelló contra
el piso. El dolor se estaba dividiendo, tambaleándose, y casi me
succionó en la oscuridad.
¡Lucha!
¡Lucha!
¡Lucha!
Mi alma la llamó.
―¡Oh, Dios mío, no! ―Me apresuré hacia ellos y tiré a Nicholas de
Melanie. Un gemido sordo de dolor se le escapó en su estado
semiconsciente. Por mucho que quisiera acabar con él, en ese momento
Melanie era mi única preocupación.
Recé para que esto fuera solo otro triste intento de Vanessa para
atraer más atención. Mi mano tembló cuando presioné el botón para el
correo de voz. La voz genérica vino y me informó que tenía veintisiete
nuevos mensajes de voz.
Pasé a través de cada uno que no era de Vanessa, por primera vez
en mi vida queriendo escuchar su voz. Nueve mensajes después, ella
estaba allí.
El resto del viaje fue una neblina. Los quince minutos parecían
una vida, mi mente atrapada en un mar de recuerdos. Tanto amor,
tanta pérdida, ese dolor familiar tan prominente, ese dolor siempre
presente cuando vi la cara de Eva.
Y, Melanie. ¿Por qué tenía que llegar a esto? Nunca debí haber
dejado que volviera allí sola.
Tenía los ojos vidriosos, pero su alma estaba viva en ellos, unida a
la mía incluso en su confuso estado.
―Él está bien. Está arriba... en la nursery normal. ―Bajó aún más
la voz, inseguro de cuánta información podía manejar―. Tiene dos kilos
y medio, salud perfecta, sin complicaciones.― Su mano estaba sobre mi
brazo, firme, ofreciéndome consuelo.
―Ella está bien. Ella tuvo una cesárea así que la mantuvieron
durante tres días. Ambos deberían ser dados de alta mañana.
―Gracias.
Su voz era ronca y baja, los narcóticos corrían por sus venas,
disminuyendo el dolor pero también su coherencia.
―Así que, todas tus imágenes fueron claras. No hay nada roto, y
hay una pequeña cantidad de inflamación alrededor de tu cerebro, nada
por lo que preocuparse demasiado, pero vamos a seguir adelante y
admitirla para poder vigilarla de la noche a la mañana.
―Te amo para siempre, cariño. ―Le besé la frente y acomodé las
mantas bajo sus brazos, metiéndolas apretadamente alrededor de su
cuerpo de la forma en que sabía que le gustaba y esperando que le
dieran algo de consuelo mientras estuviera fuera. Con los pies pesados
y un corazón cauteloso, salí penosamente de su habitación, sabiendo
que ya no podía posponer lo inevitable.
—Yo, eh... yo... —La miré con una expresión en blanco, sin tener
ni idea de cuál era el nombre de mi propio hijo—. Estoy aquí para ver al
bebé Montgomery... ¿o Levy?
Mierda.
Mi hijo.
—Hola, cariño.
Apenas se levantó.
—Lo siento, Vanessa. No deberías haber tenido que pasar por esto
sola.
—¿Lo nombraste?
Ella hizo una mueca como si yo la hubiera abofeteado.
—Vanessa…
—No. Solo nómbralo. —Ella arrastró los pies, trepó por debajo de
las sábanas y se las llevó a la barbilla—. Estoy realmente cansada.
¿Puedes llevarlo de vuelta a la guardería?
—¿La amas?
—¿Daniel?
Estreché mis ojos hacia él, incapaz de dar sentido a las señales en
conflicto que estaba enviando.
—Mejor, gracias.
Estaba allí otra vez, la barrera, la pared que creó una división
entre nosotros, la pared que estaba allí porque su corazón estaba
irremediablemente dividido. Sabía que lo correcto sería decirle que se
vaya, pero me encontré siendo demasiado egoísta para decir las
palabras.
Hubo un toque ligero en la puerta. Erin se asomó, empuñando
una bolsa de viaje llena de ropa y todo lo que necesitaría para tomar
una ducha. ―Te traje algo―. Ella era un salvavidas. Nada se sentiría
mejor que lavar esta mugre. Mientras que las enfermeras habían hecho
lo mejor que podían con un baño de esponja, no había hecho nada para
borrar lo sucia que me sentía por mi terrible experiencia del día
anterior.
Erin comenzó a decir más, pero se detuvo, agarró una toalla del
estante y la colocó cerca de la ducha. Ella desvió la mirada mientras
entraba en la ducha y abría la cortina entre nosotros. Sumí mi cabeza
en el agua, respirando profundamente mientras me relajaba en el rocío
caliente que se caía sobre mi cabeza y corría por mi espalda.
―Sí.
Ella empujó más fuerte y susurró: ―Te amo. ―Dejó caer su mano
y me dejó sola con mi torbellino de emociones.
―¿Lista?
—Sí — me atragantó.
Él vaciló, mirándome.
Ella negó con la cabeza, evitando que tuviera que explicar lo que
ella ya entendía.
—¿Qué pasa?
—¡Ella se ha ido!
No puedo hacerlo.
Tuve que leerlo tres veces antes que lo comprendiera. Vanessa
había abandonado a su hijo. De repente estaba tan enojada como
Daniel. ¿Cómo podría esa mujer darle la espalda a su propio hijo? ¿Y
para qué, porque no podía tener a un hombre que ni siquiera conocía?
Aun así, Vanessa estaba allí, se veía en las tenues pecas que
corrían por el puente de su nariz respingada y salpicaban bajo sus ojos
y en el toque de rojo en su cabello que solo se podía ver cuando el sol le
daba perfectamente. Era una sensación extraña estar tan endeudada
con alguien a quien odiabas tanto.
—Lo siento —se rió en voz baja—. Cada vez que levanto el
teléfono, uno de mis chicos de repente me necesita para algo.
—No hay problema. Todo está bien aquí, solo preparando la cena.
—¿Qué?
Respondí:
—Cocina.
—Ahí está. —Su voz se suavizó cuando habló, sus palabras tenían
más significado que ningún otro podría saber. Se paró frente a mí, con
la energía espesa, atrayéndome hacia el hombre sin el que nunca podría
vivir. Volteó a Andrew y lo puso de pie en el suelo antes de extender la
mano para envolver sus brazos alrededor de mi cintura.
—Perfecto.
Mi hijo.
—También te amo.
Sin barreras.