Está en la página 1de 107

Sotelo, gracias K.

Cross
JUST ONE LOOK

LUCY DARLING

Sotelo, gracias K. Cross


“La única manera de tener un amigo es serlo”. - Ralph Waldo
Emerson.

Sotelo, gracias K. Cross


Me compraron y pagaron, pero nada es lo que parece. Mi prisión
es una mansión llena de lujos que nunca he visto.

Eso no es nada comparado con el dueño de la finca.


Especialmente ahora que es mi esposo. Ha dejado claro que
nunca me dejará ir. Hasta que la muerte nos separe.

Pero Roman no se parece en nada a la bestia que todos dicen que


es. De hecho, debajo de toda su rudeza, hay otro lado de mi
esposo. Un lado que podría amar.

Cada noche me abraza y me hace desear mucho más. ¿Podrá


convertir este matrimonio en algo real, en el verdadero amor que
siempre he soñado? O perderé lo único que aún me pertenece, mi
corazón.

Sotelo, gracias K. Cross


Capítulo 1
ROMAN

Miro fijamente la foto que tengo en la mano. Los lados están


desgastados con pliegues. Parece que la tengo desde hace años y no
solo desde hace una semana. El objeto de mi obsesión ha llegado a mi
vida en el momento perfecto. Muchas cosas están cayendo en su lugar
cuando más lo necesito.
— ¿De verdad vas a hacer esto?— Aparto mi atención de la
imagen para mirar a George. Lleva más tiempo que yo en Rose Point
Manor, y es la casa de mi familia.
— ¿Tienes otro plan?— Abro el cajón de mi escritorio y guardo la
foto.
— ¿Contratar una niñera?— Ese ha sido el plan todo el tiempo,
pero los planes cambian.
—Ha trabajado en una guardería durante años, así que encajará
perfectamente.
— ¿Entonces por qué no le ofreciste un trabajo?— Porque soy un
hombre codicioso que siempre consigue lo que quiere. Ella no es una
excepción. No podía correr el riesgo de que me rechazara, así que hice
lo que tenía que hacer. George resopla molesto. —Sé que puedes ser
obsesivo con las cosas, pero nunca con una persona. — Tiene razón.
Nunca he sido así con nadie más, pero ella ha cambiado eso.
—Ella es diferente. — Una mirada a su foto y estaba acabado.
Sabía que tenía que tenerla. Su pelo largo y oscuro estaba atado en
una trenza con una cinta rosa en la parte inferior que la hacía parecer
tan inocente.
Sus mejillas estaban sonrojadas, sus labios hinchados y
suplicando mi atención. Su nariz era un poco respingona y me
recordaba a un hada diminuta. Pero lo que realmente me cautivó
fueron sus ojos. Tenían un tono violeta, un color que nunca había

Sotelo, gracias K. Cross


visto antes. Ni siquiera sabía que ese color existiera. Tampoco sé cómo
este ángel vino de un hombre como John Hawthorne.
Debería estarle agradecido. Fue su cagada la que me ha
conseguido mi belleza. Eso si ella está de acuerdo. Creo que lo hará, y
si no lo hace, tendré que idear otro plan para hacerla mía.
—Te va a odiar. — Un dolor agudo me atraviesa el pecho al
pensarlo, pero lo ignoro, sabiendo que tengo que correr el riesgo. No
hay manera de que pueda seguir sabiendo que ella existe en este
mundo y que no me pertenece.
—Será mi esposa. — Me encojo de hombros porque es un hecho.
Mi polla se pone dolorosamente dura pensando en mi anillo en su
dedo. ¿Importa si le gusto? Por supuesto, lo preferiría, pero en
cualquier caso será mía.
— ¿Qué vas a hacer con Hawthorne?— Su padre inútil no será
un problema. Me la ha entregado en bandeja de plata. Se salió con la
suya al malversar más de medio millón de dólares de mi compañía de
inversiones, pero nadie se sale con la suya al robarme.
Siempre hay que pagar un precio. Pero esta vez no buscaba un
reembolso en el sentido monetario; codiciaba algo mucho más valioso.
Lo habría atrapado antes, pero había estado envuelto en mi propio
dolor por haber perdido a un hermano que no sabía que existía.
Eso fue hasta que el estado se presentó en mi puerta con un niño
de cinco años que tenía un gran parecido conmigo. Sabía que mi padre
tuvo amantes en su época. Pero, por alguna razón, nunca se me había
pasado por la cabeza la idea de que fuera padre de otros niños.
Agradezco que mi madre ya haya fallecido y no esté aquí para verlo.
Las noticias de esto la habrían matado.
—Se queda. Le dije que podía conservar su trabajo.
La cara de George se tensa. Le va a dar un ataque si no se aligera
un poco. — ¿Y si lo vuelve a hacer?
Me encojo de hombros. Medio millón de dólares no es nada para
mí. Además, el hombre lo había utilizado para pagar los gastos de la
residencia asistida de su madre. Bueno, no todo, pero sí la mayor
parte. También tiene un problema de juego. Su hija da cada centavo
extra que tiene para ayudar.

Sotelo, gracias K. Cross


—Prestaré más atención esta vez y lo atraparé rápidamente. —
Me hago cargo de los pagos de las necesidades de la abuela por ahora.
Tal vez me gane algún favor con mi nueva esposa. No hay duda de que
me va a odiar, pero espero que Ace la ablande un poco. —Espero que
esto lo haya asustado. — También quiero mantenerlo cerca. Si está
trabajando en una de mis oficinas, siempre puedo tener los ojos
puestos en él.
—Piensa en esto. — George pone su mano en mi escritorio. Todo
lo que he hecho es pensar en esto.
—Ace necesita una madre. — Todo niño pequeño lo necesita. Mi
padre habría sido un infierno cuando estaba en casa si mi madre no
hubiera estado allí para templarlo. A veces no funcionaba, y su ira se
desquitaba con quien fuera que estuviera en su camino. Me paso la
mano por la cara, palpando la cicatriz irregular que se extiende por el
lado derecho de la misma.
—Veo que no hay forma de convencerte, pero no finjas que lo
haces solo por Ace. — No lo haré. — ¿Cuándo va a llegar?
—Se supone que llegará esta tarde. Carter dijo que todavía está
cargando su coche.
— ¿Tienes a alguien vigilándola?— George cierra los ojos,
respirando profundamente como si hablar conmigo le agotara. Su
coche es una mierda. Quería asegurarme de que llegara a salvo.
—Por supuesto. — Cuando tienes algo raro e insustituible, lo
proteges a toda costa.
— ¿Preparo una de las habitaciones de invitados?
—No, ella va a ser mi esposa, y se quedará en mi cama. —
Empieza a decir algo más, pero levanto la mano, deteniéndolo.
Es inútil discutir esto. —Nos casaremos hoy. — No quiero darle
tiempo para que cambie de opinión. Demonios, podría hacerlo en el
momento en que vea mi cara.
—Bien. — Sale de mi despacho. Me recuesto en mi silla, sacando
la foto de mi escritorio.
—Pronto. — Le paso el dedo por la cara, apostando todo lo que
tengo a que es más suave que todo lo que he tocado. —Serás mía.

Sotelo, gracias K. Cross


Capítulo 2
FAWN

Miro fijamente la gigantesca puerta de metal, mordiéndome el


labio inferior entre los dientes. No puedo creer que esté aquí. No es
que tenga muchas opciones. No cuando se trata de la abuela. Haría
cualquier cosa para ayudarla.
Todos hemos oído la historia de Rose Point Manor. Se encuentra
en una colina gigante que domina la ciudad. Siempre me ha recordado
a un castillo gigante. Es impresionante. Por supuesto, todo el mundo
dice que está embrujada por una bestia. Nunca creí ninguna de esas
historias cuando era niña, pero ahora estoy empezando a pensar que
tal vez sean reales. Solo una bestia haría que una mujer se casara con
él.
Se me cae el estómago cuando la gigantesca puerta de metal
empieza a abrirse. Me siento un momento, intentando recomponerme.
No sé por qué lo estoy postergando. A estas alturas ya no hay marcha
atrás. Cierro los ojos e inspiro profundamente antes de tirar hacia
adelante y empezar a conducir por la larga y sinuosa carretera hasta
la cima de la colina.
Salgo del coche y lo asimilo todo. Pensaba que este lugar era
hermoso desde la distancia, pero de cerca es aún más impresionante.
Me cuesta hacerme a la idea de que voy a vivir aquí. Me trago la
emoción que intenta escapar. Me voy a casar con un hombre del que
no sé nada. Me paso las manos por la parte delantera de los vaqueros,
los nervios se apoderan de mí.
Las puertas dobles de la entrada se abren y dejan ver a un
hombre alto y delgado vestido con un traje de mayordomo. Supongo
que en realidad es un uniforme. ¿Acaso la gente tiene aún
mayordomos? Parece un poco excesivo.
—Señorita Hawthorne. — me saluda. —No se preocupe por sus
cosas. Las recogeremos y las pondremos en su habitación. — Su

Sotelo, gracias K. Cross


sonrisa es cálida y ayuda a calmar un poco mis nervios. —Soy George.
Dirijo Rose Point Manor. — Extiende su mano.
—Llámame Fawn. Es un placer conocerte. — Sé que no es culpa
de este hombre que esté aquí, así que extiendo mi mano para estrechar
la suya.
—Deja que te enseñe un poco la casa. — Le sigo al interior de la
casa. Las puertas se cierran con un ruido sordo detrás de mí
haciéndome saltar.
—Lo siento. — George ofrece una sonrisa.
—Puedo ser un poco asustadiza. — admito. Mis ojos se dirigen a
la gigantesca lámpara de araña de la entrada, al suelo de mármol y a
la gran escalera. Todo este lugar grita de dinero. ¿Por qué me necesita
este hombre como esposa? Estoy segura de que hay una fila de
mujeres dispuestas a llamar a este lugar su hogar, y él no tendría que
chantajearlas. Tengo tantas preguntas sin respuesta.
Trago saliva y me llevo la mano al cuello. Supongo que no sé
cómo es. Mi padre me aseguró que no era un viejo de pelo blanco. Al
menos eso es algo.
—Puedes dar tu recorrido más tarde, George. — retumba una
voz profunda, haciendo que se me ponga la piel de gallina. Me doy la
vuelta para ver dos puertas que ahora están abiertas. En la puerta
hay un maldito gigante. Da un paso y luego otro. Mis ojos se fijan en
los suyos. Tiene unos preciosos ojos grises que me recuerdan a una
oscura tormenta. A algunas personas les parecen intimidantes, pero
a mí me parecen intrigantes. Se mueve, revelando más de sí mismo
para mí.
Su rostro está lleno de líneas y bordes duros. El hombre parece
estar hecho de piedra. La cicatriz que le atraviesa el lado derecho de
la cara no hace más que aumentar la sensación de miedo que
transmite. Apuesto a que si sonríe, podría ser realmente guapo. Quiero
decir, no me malinterpretes, todavía sería un poco aterrador con su
tamaño.
—Señor. — George asiente al hombre.
—El sacerdote está aquí. Sígueme. — Ni siquiera me saluda. Ni
un hola. Ni es un placer conocerte. Nada. Pasa a mi lado a grandes

Sotelo, gracias K. Cross


zancadas sin mirarme. Siento un momento de dolor cuando sé que no
debería. Me quedo aturdida, con la mente tratando de recuperar el
tiempo perdido. ¿Ha dicho que vamos a hacer esto del matrimonio
ahora mismo? Pensé que tendría tiempo. Que tal vez podría disuadirlo
o algo así. —He dicho que me sigas. — ladra. Salto, corriendo tras él.
George sacude la cabeza como un padre desaprobador.
Le seguimos por un largo pasillo y nos detenemos al final. Abre
una puerta de un empujón. Ahí, en el centro de la habitación, hay un
sacerdote. Mis ojos recorren el resto de la habitación, observando cada
centímetro. Todas las paredes están cubiertas de estanterías. Me
pican los dedos por coger uno de los libros que hay en ellas. Seguro
que en este lugar están todos los clásicos. Casi jadeo en voz alta
cuando veo que incluso hay una escalera de caracol que te lleva a otro
piso.
—Vaya. — Me doy la vuelta. Esta habitación es un maldito
sueño. —Podría vivir aquí.
—Vivirás aquí. — retumba la voz profunda, haciendo que un
revoloteo suba por mi columna vertebral. Me vuelvo a girar,
habiéndome perdido en el momento. —Aquí. — Señala el suelo a su
lado.
—No soy un perro. — murmuro mientras me muevo para
colocarme ahí. George oculta su risa con una tos.
—No, vas a ser mi esposa.
Le miro a través de las pestañas mientras el cura empieza a
hablar. No puedo creer que esto esté sucediendo realmente.
—Tu mano, Fawn. — Sí. Levanto la mano mientras él desliza un
anillo en mi dedo. Me quedo con la boca abierta cuando veo bien el
anillo. Es un zafiro púrpura gigante que está rodeado de diamantes.
Es precioso. Me entrega una sencilla banda de oro. Lo miro atónita
durante un momento. —Pónmelo. — gruñe, extendiendo la mano.
Me tiembla la mano cuando agarro la suya y luego deslizo el
anillo en su grueso dedo con la otra. Tengo una fugaz sensación de
alivio que no puedo explicar. Como si algo dentro de mí se hubiera
asentado por fin. Tal vez esté contenta de que todo haya terminado.

Sotelo, gracias K. Cross


Tiene que ser eso. Gruñe con satisfacción. El sonido hace que todo
dentro de mí se reactive. ¿Qué demonios?
—Puedes besar a la novia. — Antes de que pueda registrar lo que
ha dicho, me agarra, rodeándome con su brazo mientras su boca
desciende sobre la mía.
Lo primero que pienso es que es suave. No esperaba que sus
labios fueran suaves. Su boca se mueve contra la mía hasta que me
encuentro abriéndome para él. El beso se vuelve posesivo, como si
intentara reclamarme. Y durante unos instantes le dejo hacer
exactamente eso.
Me retiro, jadeando, con los labios hinchados. Una lenta sonrisa
se dibuja en su rostro. Tenía razón, le hace más guapo. No es que
importe. Es el diablo, y es mejor que lo recuerde. Intento dar un paso
atrás, pero me doy cuenta de que mis dedos se aferran a su camisa.
Los suelto rápidamente. Su sonrisa abandona su rostro y es
reemplazada al instante por una mirada que no puedo explicar.
Observo cómo se lame los labios. Mis pezones se tensan contra mi
voluntad al verlo. ¿Qué demonios está pasando aquí?
—Solo necesito que ambos firmen aquí. — Vuelvo a mirar al
cura. Me había olvidado por completo de él. El calor se apodera de mi
cara al saber que no solo fue testigo de nuestros votos, sino también
de la pequeña sesión de besos que tuvo lugar después. Diablos, al
menos parezco una novia dispuesta en este momento.
Roman toma el papel y el bolígrafo de su mano antes de
acercarse a una mesa y firmarlo. Luego vuelve a centrar su atención
en mí y me tiende el bolígrafo para que haga lo mismo. Me acerco y se
lo quito. Miro fijamente la licencia de matrimonio. Estoy casada. Era
algo que siempre había deseado. Pero nunca imaginé que fuera así. Al
firmar mi nombre, sé que estoy firmando una vida que he soñado
desde que era una niña. Una que incluía el amor verdadero.
Roman suelta otro de sus gruñidos de aprobación y le devuelve
el papel al sacerdote. —Necesitará un cambio de nombre lo antes
posible.
— ¿Qué? ¿Por qué? Eso no era parte de...— Dejo de hablar
cuando me dirige una mirada que me dice que esto no se puede
discutir. Le devuelvo la mirada, haciéndole saber que no estoy

Sotelo, gracias K. Cross


contenta. ¿Sabes lo que hace ese guapo imbécil? Sonríe. No sé por qué
me importa el cambio de nombre. No es que quiera el nombre de mi
padre, pero aun así.
—Serás la Sra. King.
Creo que ya lo soy.

Sotelo, gracias K. Cross


Capítulo 3
ROMAN

Miro fijamente la chimenea, cada vez más inquieto con cada


minuto que pasa. George llevó a Fawn a su habitación. A nuestra
habitación. Me agacho, ajustando mi polla. Estoy empalmado desde
que probé su dulce boca. La boda fue más fácil de lo que pensaba. Sé
que fui un bruto. Apenas pude mantener la compostura. Quería
levantarla y echármela al hombro para llegar más rápido al cura. No
se movía lo suficientemente rápido. No necesitaba darle más tiempo
para pensar.
La biblioteca fue elegida a propósito. Una de las cosas que mis
hombres encontraron al indagar en su vida es que todos los sábados,
visita su biblioteca local. Entra con una pila de libros y horas después
sale con otros nuevos. Quería impresionarla. Mostrarle que las cosas
no tienen por qué ser malas aquí. De hecho, podría hacerlas muy bien
si ella me lo permite. Podría ser feliz aquí conmigo.
— ¡Señor!— George llama. —Le dije que la cena es a las siete y
que Ace está regresando de los establos ahora. — Asiento. — ¿Se unirá
a usted para esta cena?
—Sí. — La mayoría de las veces, Ace y yo nos limitamos a comer
en la isla de la cocina, pero esta noche voy a preparar algo más formal.
También creo que será un buen acompañante. El chico es dulce y
encantador. No ha tardado nada en caerme bien.
Voy de un lado a otro de mi despacho, intentando perder algo de
tiempo, que parece avanzar a paso de tortuga. No ayuda que mire el
reloj cada dos segundos.
— ¡Ro!— grita Ace. Oigo cómo sus pies golpean el suelo de
mármol de la entrada. Me doy cuenta de que está corriendo hacia mí.
— ¡No corras!— le grito, preocupado de que pueda resbalar y caer
al suelo. El mármol es bonito, pero quizá debería buscar algo más
apropiado para niños.

Sotelo, gracias K. Cross


—Lo siento. — Resopla cuando llega a la puerta de mi despacho.
Sigue con su ropa de montar. Se ha acostumbrado a montar como un
pez al agua. Jura que va a crecer y ser un vaquero. Los caballos son
la forma en que lo hice salir de su caparazón en primer lugar.
— ¿Cómo fue tu lección?
—Estuvo bien, pero no vas a creer lo que encontramos en los
establos. Dos gatitos. — Que me jodan. —Tenemos que salvarlos. No
veo a su mamá por ningún lado. Probablemente esté muerta. — Su
labio inferior se hincha. Y en ese momento, sé que ahora soy el
orgulloso dueño de dos gatitos porque no hay forma de que pueda
decirle que no. Pero aun así intento disuadirle.
—No lo sabemos con certeza. Deberíamos dejarlos ahí por esta
noche por si vuelve.
Niega. —Se está enfriando. No dejan de llorar. Por favor.
— ¿Gatitos?— La suave voz de Fawn entra flotando en la
habitación. Ace se gira para mirarla. Se ha cambiado los vaqueros y el
jersey por un vestido largo y vaporoso. Como siempre, está
impresionante. ¿Cómo puede una persona tener tanta belleza?
—Eres muy bonita.
Una sonrisa se dibuja en su rostro mientras se arrodilla frente a
él. —Vaya, gracias. Tú también eres bastante guapo. — Le tiende la
mano. —Soy Fawn.
—Soy Mason, pero Ro me llama Ace. — toma su mano.
—Es un placer conocerte, Ace.
— ¿Trabajas aquí? Todo el mundo trabaja aquí. — ella levanta la
mirada hacia mí.
—Es mi esposa. — Ace me mira por encima del hombro.
Hablamos de esto hace unos días.
—Genial. — es todo lo que dice con una sonrisa. — ¿Puedo
enseñarte mis gatitos?
Allá vamos. La cara de Fawn se ilumina antes de que pueda
sugerir que llamemos a alguien para que venga a cuidarlos, así que
mantengo la boca cerrada.

Sotelo, gracias K. Cross


—Me encantaría verlos. — Se levanta y le tiende la mano a Ace
para que la coja. Lo hace sin dudar antes de guiarla hacia la parte
trasera de la casa. Atraviesa la cocina y sale por una de las puertas
traseras. Fawn mira a su alrededor con curiosidad, como si intentara
asimilarlo todo.
—Vaya. — dice cuando sale al patio trasero. Tenemos acres de
tierra repartidos por aquí. A la izquierda está el jardín de rosas que
hizo mi madre. A la derecha están los establos. Por no hablar de la
enorme piscina. —Este lugar es como un resort.
—Eres libre de ir a cualquier parte del terreno. — le informo.
Quiero que se sienta cómoda aquí. Al fin y al cabo, es donde va a vivir
el resto de su vida. Solo me dedica una sonrisa apretada. Nada en
comparación con las que ha estado dando a Ace.
—Por aquí. — La conduce alrededor de la piscina hacia el establo
donde Reno está terminando antes de irse a dormir. Le echa una
mirada curiosa a Fawn antes de ver mi expresión, y desvía su atención
para mirar a cualquier parte menos a ella. — ¿Ha vuelto la mamá?—
le pregunta Ace.
—No, y he buscado por todas partes. — Reno se quita el
sombrero.
—Esta es Fawn. Se casó con Ro. — Fawn agacha un poco la
cabeza mientras el color rosa se extiende por sus mejillas.
—Bueno, que me aspen. — Reno sonríe. —Soy Reno. Dirijo los
establos. — No le ofrece la mano. Un hombre inteligente. Sabía que
me gustaba por una razón. El hombre sabe cuándo mantener sus
manos para sí mismo.
—Démonos prisa. — Ace empieza a tirar de ella hacia el granero.
—Encantada de conocerte. — lanza Fawn por encima del hombro
mientras acelera el paso para seguir al pequeño. — ¿Cuántos caballos
tienes?
—Tres. — Ace levanta tres dedos. —Aquí. — Abre de un empujón
el último establo vacío. En el rincón hay dos bultos de pelo, uno blanco
y el otro naranja. Son un poco más grandes de lo que pensé que serían.
Supongo que tienen un mes, tal vez dos.

Sotelo, gracias K. Cross


—Son adorables. — susurra Fawn, agachándose un poco para
verlos más de cerca. Mis ojos se dirigen directamente a su trasero.
— ¿Podemos quedarnos con ellos?— suplica Ace. Incluso Fawn
me mira con ojos esperanzados.
—Bien. — Le doy. Las caras de ambos se iluminan al instante de
alegría, lo que hace que merezca la pena.

Sotelo, gracias K. Cross


Capítulo 4
FAWN

No puedo evitar sonreír a Ace. El chico es adorable. También es


la viva imagen de Roman, pero no le llama papá. No estoy segura de
cuál es la historia porque, aunque estoy casada con el hombre, no sé
nada de él. Pero no voy a preguntar delante de Ace. No estoy segura
de cuál es la situación y es mejor esperar hasta más tarde, cuando
Roman y yo estemos solos.
Estamos todos sentados en la cocina, en la isla gigante del
centro. Esta cocina es el sueño de un chef. Toda la casa es bastante
espectacular por lo que he visto hasta ahora. Incluso el dormitorio me
dejó boquiabierta. Eso fue hasta que me di cuenta de que no era solo
la mía, sino también la habitación de Roman.
—George debería volver en un momento. — Roman guarda su
teléfono en el bolsillo. Muerdo el queso asado que había preparado
para todos nosotros. George estaba preparando una cena elegante y
Roman le dijo que se la guardara. Me sentí mal, así que me ofrecí a
cocinar mientras George salía a buscar provisiones para los gatitos.
Nunca te puedes equivocar con el queso a la parrilla.
— ¿Pueden quedarse en mi habitación?— Ace rebota en su
asiento, incapaz de quedarse quieto.
—Si quieres. Podemos guardarlos en el armario cuando te vayas
a la cama.
— ¿El armario?— Arruga su pequeña nariz, haciéndonos saber
que desaprueba esta idea.
—Hasta que crezcan. No queremos que se metan en cosas o se
hagan daño mientras duermes.
—Claro. — Ace da un mordisco al queso asado. Durante todo el
tiempo que come, no pierde de vista a los gatitos. Están sentados en
la encimera bebiendo leche de un cuenco. Ace llena el silencio con
facilidad, pero pillo a Roman robándome miradas. Es un hombre

Sotelo, gracias K. Cross


diferente cuando Ace está cerca. Más suave. Conmigo es un bruto. Si
tenemos que estar casados, ¿por qué no puede ser más suave conmigo
también?
George llega paseando unos instantes después con lo que parece
una cantidad decente de suministros. Todos subimos a la habitación
de Ace. George se las arregló para conseguir un corralito para los
gatitos. Preparamos todo mientras Ace se pone el pijama y se cepilla
los dientes.
—Si necesitas algo...— Roman coge uno de los walkie talkies que
hay en su mesita de noche.
—Lo tengo. Buenas noches, Fawn.
—Nos vemos por la mañana. — Sigo a Roman fuera de la
habitación hasta el pasillo. Mis nervios comienzan a burbujear dentro
de mí. ¿Ahora qué hago?
—Era el hijo de mi hermano. Un hermano que ni siquiera sabía
que tenía hasta que fue demasiado tarde. — Roman rellena los
espacios en blanco por mí antes de que pueda preguntar. —Murió en
un accidente, dejándome la custodia total de Ace. Soy la única familia
que tiene.
— ¿No sabías lo de tu hermano y aun así decidiste quedarte con
ese precioso niño?— Mi corazón se derrite al pensarlo. Empiezo a
pensar que puede haber más en Roman de lo que muestra al resto del
mundo.
—Por supuesto. — Me pone la mano en la espalda y me lleva de
vuelta a nuestra habitación, unas puertas más abajo.
— ¿Compartimos habitación?— Me acomodo un mechón de pelo
detrás de la oreja, tratando de no inquietarme.
—Estamos casados.
—Me dijeron que no teníamos que tener sexo. — suelto.
—Cuando te tome, me suplicarás que lo haga. — dice con esa
voz profunda que tiene. La suavidad que tenía con Ace hace tiempo
que ha desaparecido. Se gira y se dirige al baño. Da un portazo detrás
de sí, haciéndome saltar. Bueno, supongo que la fase de luna de miel
ha terminado.

Sotelo, gracias K. Cross


Suelto un suspiro, con las emociones a flor de piel. Puedes hacerlo,
me digo, y voy a recoger algunas de mis maletas. Abro la puerta del
armario y entro. Dejo caer mis maletas ante la visión que tengo. En
un lado están claramente todas las cosas de Roman. Del otro no tengo
ni puta idea.
Está lleno de ropa que aún tiene las etiquetas colgando. Los
zapatos se alinean en los estantes de abajo. Incluso hay un par de
bolsos de lujo. Santa mierda. Paso los dedos por una de las camisas
de seda. La tela es más suave que cualquier cosa que haya sentido
antes.
Esto es una locura, pero supongo que quiere que luzca como
corresponde. ¿Por qué este hombre necesita una esposa? ¿Y por qué
ha recurrido a estas medidas para conseguir una? Abro una de mis
bolsas y saco un pijama de franela rosa y negra y mi bolsa para el
baño antes de salir del armario.
Oigo correr el agua en el baño, así que me pongo rápidamente la
ropa de dormir, llevando el vestido de vuelta al armario. Roman sale
del baño completamente desnudo. Me quedo con la boca abierta.
Santa mierda. No solo parece una maldita obra de arte, sino que está
grande por todas partes.
Unas cuantas cicatrices más marcan su pecho. Le hace parecer
un guerrero que vuelve de la batalla.
— ¿Qué estás haciendo?— Por fin me recompongo, poniéndome
la mano sobre los ojos. Pero no se puede negar el calor entre mis
muslos. Mi cuerpo reacciona ante él como nunca lo había hecho con
nadie en el pasado.
—Preparándome para ir a la cama. — responde. Lo siento pasar
junto a mí, su olor a madera hace cosas en mi cuerpo que no puedo
controlar. Dejo caer la mano antes de coger mi bolso y entrar en el
baño. Cierro rápidamente la puerta detrás de mí y la cierro con llave.
Suelto un suspiro que no sabía que estaba conteniendo mientras me
apoyo en la puerta cerrada. ¿Qué me está haciendo este hombre?
Dejo caer el bolso y aprieto las piernas. Mis pezones están duros.
Estoy muy excitada. ¿Qué demonios? Me suplicarás que te tome. Sus
palabras pasan por mi mente. Esto es una locura. Me recompongo y

Sotelo, gracias K. Cross


empiezo a prepararme para ir a la cama. Cuando salgo del baño,
Roman ya está en la cama leyendo un libro. Gracias a Dios, está
cubierto. Bueno, todo menos su pecho.
— ¿Necesitas algo?— me pregunta cuando llego al otro lado de
la cama. Niego y me quito la cinta del pelo para soltarla. —Lo único
que tienes que hacer es pedirlo. — Se acerca, retirando la manta para
que me suba.
— ¿Tienes pantalones?— Pregunto.
—Si preguntas si mi polla está cubierta la respuesta es sí. — Mi
cara se calienta.
—Eres un idiota. — Me meto en la cama con un resoplido. Al
instante me siento mal por haberle insultado. No debería porque
realmente lo es.
—Eso me han dicho. — Pasa la página de su libro. Me quedo
tumbada mirando el dosel. Esta cama está hecha para la realeza.
También es la cosa más cómoda en la que me he acostado en mi vida.
— ¿Por qué necesitas una esposa?— Me encuentro preguntando.
Cierra su libro y lo deja antes de volverse hacia mí.
—Porque te quería.

Sotelo, gracias K. Cross


Capítulo 5
ROMAN

Sus hermosos ojos se abren de par en par ante mi admisión. Mi


polla vuelve a estar dura. Me he cuidado en la ducha, pero basta con
mirarla. El olor a cerezas dulces llena la habitación cada vez que está
cerca. Joder, es impresionante. Y toda mía.
Su boca se abre y se cierra por un momento. Sus cejas se juntan,
haciéndola parecer adorable. Fue tan buena con Ace. No perdió el
ritmo. Sabía que sería buena para él.
—Siento haberte llamado idiota. — cruza sus brazos sobre su
pecho. Un ladrido de risa me abandona. Su dulzura no tiene límites.
Estaba siendo un idiota. Me merecía que me llamara así, pero puedo
decir que odia la idea de llamar a alguien por un nombre. Es tan
condenadamente inocente. No la merezco, pero aun así la tomé para
mí.
—Está bien, Fawn. Quiero que hables libremente. — Me acerco
y apago la luz.
—No entiendo. — dice después de unos minutos.
—Ace necesita una madre. — Tal vez eso la ayude a sentirse más
cómoda con la idea de estar casada.
— ¿Por qué tuvimos que casarnos?— Pensé que había aclarado
esto hace unos minutos cuando le dije que me había casado con ella
porque la quería, pero supongo que no. — ¿Estamos hablando de algo
para siempre o solo hasta que Ace crezca?— Respiro profundamente,
tratando de mantener la calma ante la idea de que alguna vez intente
dejarme.
—Para siempre. — respondo. No hay ninguna duda al respecto.
Se mueve en la cama. Mis ojos se adaptan a la oscuridad para poder
apreciar realmente cada detalle de su rostro. Todavía no puedo creer
que por fin esté en mi cama. Incluso el hecho de que se quite la trenza
me parece erótico.

Sotelo, gracias K. Cross


— ¿Puedo seguir trabajando?— pregunta suavemente.
—No necesitas trabajar. Te quiero aquí.
—Por favor. — se contonea de nuevo. —Necesito mi trabajo para
ayudar a pagar la residencia de ancianos de mi abuela.
—Me he hecho cargo de la cuenta. Ya está arreglado. — toma un
respiro. —También la he trasladado a una habitación privada.
—Gracias.
Su aprobación me llena de calidez. La sensación es extraña para
mí. Claramente me complace que esté contenta de que haya hecho
algo por ella. Algo que nunca me había importado. Lo que los demás
piensen de mí no me preocupa. Pero descubro que no es lo mismo
cuando se trata de ella. — ¿Por qué toda esa ropa?
—Eres mi esposa, Fawn. Tienes que actuar como tal. No puedes
alejarte de mí y evitarme. Vas a tener que acostumbrarte a mi tacto y
a mi boca.
—Pero...
—Eso no es sexo. — La habitación vuelve a quedar en silencio.
—De hecho, quiero mi beso de buenas noches.
Se aferró a mí cuando la besé antes. Por un breve momento se
soltó y me dejó probar esa dulzura que tiene. Fue embriagador, y
necesito más. Lo quiero todo. No responde. Me acerco y la atraigo
hacia mí. Deja escapar un pequeño grito antes de que cubra su boca
con la mía.
Al principio no responde, pero al igual que la última vez, empieza
a derretirse entre mis manos. —Devuélveme el beso. — Deslizo mi
lengua en su boca. Un pequeño gemido sale de ella que va directo a
mi polla antes de que finalmente deslice su lengua en mi boca.
Sus suaves manos se acercan a mi pecho mientras recorro las
mías por su costado. Es realmente perfecta en todas partes. Quiero
más. Todo mi cuerpo me lo pide. Me echo hacia atrás antes de perder
el control. Esa pequeña muestra de perfección no ha hecho nada para
calmar mi apetito.

Sotelo, gracias K. Cross


—Buenas noches. — Se da la vuelta, dándome la espalda. La
agarro de nuevo y la atraigo hacia mi pecho antes de rodearla con mi
brazo. Su culo presiona contra mi polla, y lucho por no gemir en voz
alta. —Eres un bruto.
—Y tú eres mi esposa. — Deja escapar uno de esos pequeños
resoplidos suyos que no hacen más que excitarme. Lo hace cuando la
molesto. Entierro mi cara en su pelo porque claramente soy un
masoquista.
— ¿Puedo visitar a mi abuela?
Deslizo mi mano por su camiseta hasta posarla en su estómago,
necesitando sentir su piel. —Sí, puedes salir. Con un guardia o
conmigo.
— ¿Por qué un guardia? ¿Alguien te persigue?— se tensa,
haciéndome preguntar si le importa.
—No, pero soy un hombre muy rico y tú eres mi esposa. Te verán
como mi punto débil.
—Estarían muy equivocados. — murmura.
—Este matrimonio podría ser bueno.
Sacude la cabeza. —Chantajeaste a mi familia.
La agarro con fuerza. —Tu padre debería estar en la cárcel. No
solo por robarme el dinero, sino también por aceptar mí trato.
—Le dije que lo haría. — le defiende ella.
—Aceptó en cuanto le ofrecí el trato. Dijo que conseguiría que lo
vieras a su manera. — Vuelve a quedarse callada y empiezo a
acomodarme en ella. El silencio se extiende entre nosotros hasta que
oigo un resoplido. Que me jodan. Con un movimiento rápido, la pongo
de cara a mí. No puedo soportar la idea de que llore.
—Deberías saber de lo que es capaz tu propio padre. — lloriquea
de nuevo. Levanto la mano y le toco la cara. No se aparta mientras le
limpio una lágrima de la mejilla.
—Supongo que no importa. Debería haberlo sabido. Siempre se
mete en problemas. — Me encantaría no estar de acuerdo con ella,

Sotelo, gracias K. Cross


pero es la verdad. Era solo cuestión de tiempo hasta que se encontrara
con alguien que lo matara fácilmente.
—Mi padre también fue una mierda. — La atraigo más hacia mí.
Sus lágrimas me están matando. ¿Qué demonios me pasa? Debe ser
una brujita que me ha hechizado. Ni siquiera me importa. Espero que
siga haciendo lo que sea. Apoya su cabeza en mi hombro. Después de
unos minutos, su respiración se estabiliza.
Se queda dormida unos instantes después. Se ha desmayado tan
fácilmente en mis brazos. Eso tiene que significar algo.
Me quedo con la pequeña victoria. Tal vez un día no me vea como
la bestia que realmente soy.

Sotelo, gracias K. Cross


Capítulo 6
FAWN

Dejo escapar un bostezo mientras empiezo a estirarme. Me


quedo helada cuando siento un cuerpo grande y cálido detrás de mí.
Es entonces cuando recuerdo que es mi marido. Su mano está en mi
estómago y creo que está empalmado. Su polla me aprieta el culo.
¿Cómo he podido dormir mejor que nunca? Tiene que ser la cama. No
puede tener nada que ver con este hombre abrazándome toda la
noche. Creo que nunca me han abrazado en mi vida.
Me pregunto si estará dormido. Muevo el culo para probarlo. Su
mano se desliza desde mi estómago hasta mi cadera, deteniéndome
para que no pueda moverme. Supongo que está despierto.
—No creo que estés preparada para eso. — Toda mi cara se
calienta al ser sorprendida. Por suerte, no puede saber si estoy
excitada. Lo estoy, por cierto. Tengo ganas de restregarme sobre él. No
estoy segura de lo que está pasando. Quiero decir, el hombre no ha
sido el más amable conmigo, pero no puedo negar mi atracción por él.
¿Qué me está haciendo? Nunca he tenido ningún tipo de
atracción hacia otro hombre antes. Mi cuerpo estaba dormido antes
de él. He tenido un puñado de primeras citas, pero no he sentido nada
hacia ninguno de los hombres. Sin embargo, este hombre tiene mis
pezones duros y el calor se acumula entre mis muslos mientras
empiezo a sentir dolor.
—Buenos días. — Su voz profunda retumba en mi cuerpo. No
ayuda a mi situación actual. Me besa suavemente en la concha de la
oreja. Se me pone la piel de gallina en los brazos. Me hace girar sobre
mi espalda. Antes de que me dé cuenta de lo que está pasando, su
boca está tomando la mía. Este beso es posesivo y está lleno de
necesidad. Gimo dentro de él, levantando las caderas para intentar
aliviar el dolor entre mis muslos. Jadeo cuando me froto contra su
polla. Todo su cuerpo se estremece. Le clavo los dedos en la espalda,

Sotelo, gracias K. Cross


intentando retenerlo contra mí. ¿Qué estoy haciendo? Necesito parar,
pero no puedo. Sigo besándole. Mi cuerpo me pide algún tipo de alivio.
— ¡Buenos días!— Ace grita, y oigo cómo se abren las puertas
del dormitorio. Juro que es como si me hubieran tirado un cubo de
agua helada encima.
—Joder. — gruñe Roman, rodando sobre mí. —Hay que empezar
a cerrar la puerta. — Me incorporo, esperando que no haya visto nada.
Se acerca rebotando a la cama saltando y poniéndose cómodo.
— ¿Se han besado?— Sus ojos van y vienen entre nosotros.
—Es mi esposa. — Roman se levanta. Me relamo los labios, aun
saboreándolo ahí. Tengo que controlarme. Lo único que realmente
controlo aquí es el sexo. Está en mis manos no ceder a la tentación.
No voy a ceder el poder porque sé que él lo quiere. Roman es
claramente un hombre que está acostumbrado a conseguir lo que
quiere.
— ¿Pueden bajar los gatitos a desayunar?
—Creo que estarán bien. Deja que me vista y veré qué hay que
hacer.
—George ya estará preparando algo.
—Oh. — Me muerdo el labio inferior. ¿Por qué me molesta eso?
Roman me mira fijamente durante un largo momento. —
¿Quieres preparar el desayuno?— pregunta.
—Me gustaría hacer algunas de las comidas. — admito. —Me
encanta cocinar y esa cocina es un sueño.
—La cocina y las comidas son tuyas, Fawn. Eres la señora de la
casa. Solo tienes que decirle a George lo que quieres y él se encargará
de ello.
—Gracias. — Me hace un gesto con la cabeza antes de entrar en
el baño. — ¿Nos vemos en tu habitación?
—Sí. — Ace salta de la cama y sale corriendo de la habitación.
Hago que Ace se vista y que todos bajen a desayunar. Roman se va a
trabajar y Ace y yo pasamos el día juntos. Es un chico tan dulce. Me
duele el corazón que haya perdido a sus padres. Perdí a mi madre, y

Sotelo, gracias K. Cross


todavía llevo el dolor conmigo. Creo que también perdí a mi padre ese
día. Después de su muerte nunca fue el mismo. Todo cambió.
Después de acostar a Ace y a los gatitos para que se echen una
siesta, me dirijo a mi habitación y empiezo a deshacer las maletas. No
quiero seguir viviendo en una bolsa. Probablemente debería bajar a la
cocina y revisar las cosas para ver qué podría necesitar para planificar
algunas comidas. Pero en lugar de eso, me encuentro con ganas de ver
a Roman para ver qué está haciendo. No lo he visto desde esta
mañana. Pensé que tal vez vendría a vernos en algún momento, pero
no lo hizo. Tengo la sensación de que es uno de esos hombres que se
dedican al trabajo por encima de todo. Podría ser la razón por la que
no salió a buscarse una esposa de verdad. Probablemente no pudo
encontrar el tiempo para hacer todo el asunto de las citas.
Supongo que podría hornear algunas galletas. Así tendría una
razón para ir a su oficina. Decidí hacerle el almuerzo hoy, pero no lo
hice. Se supone que debo odiar a este hombre. Ha arruinado mi vida
al obligarme a casarme.
Mi teléfono vibra sobre la mesa. Contesto rápidamente cuando
veo que es la residencia de ancianos la que llama.
— ¿Abuela?
—No, señora King. Es Shelly. Una de las enfermeras de su
abuela. — Espera. ¿Cómo diablos sabía que yo era la Sra. King? Ahora
mismo no importa.
— ¿Ha pasado algo?— mi corazón empieza a acelerarse.
—Se quejaba de dolor en el pecho, así que la llevamos a la sala
de emergencias.
— ¿Regency?— Confirmo mientras me pongo los zapatos y busco
mi bolso.
—Sí.
—Voy para allá. — Dejo el teléfono en el bolso y saco las llaves
antes de bajar corriendo las escaleras. Abro la puerta principal y
empieza a sonar una alarma.
—Mierda. — Roman sale de su oficina. Toca la pantalla de su
teléfono y suena la alarma.

Sotelo, gracias K. Cross


— ¿Vas a alguna parte?— Su cara es dura mientras me mira
fijamente.
—Sí. Tengo que irme. — Cierra los ojos como si intentara
mantener la calma. Entonces me doy cuenta de que cree que estoy
intentando escapar. —Se llevan a mi abuela al hospital. Tengo que ir.
— Miro por la puerta principal hacia donde había estacionado mi
coche, pero no está ahí. — ¿Dónde está mi coche?
—Haz que Jones dé la vuelta al coche. Nos vamos. Vigila a Ace.
Tiene otra clase de equitación esta tarde. — dice Roman al teléfono. —
Vamos.
—Espera. ¿Vienes conmigo?
Me empuja hacia la puerta principal. —Por supuesto. Soy tu
esposo.
Pongo los ojos en blanco. Juro que es lo único que dice. —Pero
mi abuela no sabe nada de esto. — Hago un gesto entre los dos cuando
llega un Range Rover negro. Roman me abre la puerta.
— ¿Quieres quedarte aquí y discutir o ir al hospital?
—Sí. — Subo, apretando el bolso. Respiro cuando Roman se
inclina sobre mí para colocarme el cinturón de seguridad. —Gracias.
— Estoy tan nerviosa que lo he olvidado.
—Mi trabajo es cuidar de ti.
—Déjame adivinar. Porque soy tu esposa.
—Ahora lo estás entendiendo. — Sonríe antes de cerrar la
puerta.
Tal vez lo esté. Pero no estoy preparada para admitirlo ante él.

Sotelo, gracias K. Cross


Capítulo 7
ROMAN

Fawn se retuerce las manos en su regazo. Puedo sentir la tensión


y la ansiedad que desprende. Ojalá pudiera hacer algo. No estoy
acostumbrado a sentirme impotente. Al menos, no desde que era un
niño.
Me quito el cinturón de seguridad y me deslizo hacia el centro.
La rodeo con mi brazo. Se inclina hacia mí, buscando consuelo. Su
abuela significa mucho para ella. Con un padre como el suyo, ésta es
probablemente la única familia real que tiene.
—Todo va a salir bien. Conseguiré los mejores médicos del
mundo si es necesario. — esos ojos violetas me miran, llenos de
lágrimas.
—Gracias.
—Te lo dije, Fawn. Todo lo que tienes que hacer es pedirlo. Lo
haré realidad. A menos que me pidas que te deje ir. — Su labio se
mueve. Se está ablandando hacia mí más rápido de lo que pensaba.
Saco mi teléfono y envío unos cuantos mensajes de texto.
Jones nos lleva al hospital en un tiempo récord y llega a la sala
de urgencias. Sigo a Fawn mientras intenta salir corriendo hacia la
puerta. No la detengo. Corre hacia el mostrador y empieza a hacer
preguntas.
—Lo siento. No podemos dar ninguna información en este
momento.
—Roman. Me alegro de verte. — El Dr. Luck me tiende la mano.
La estrecho.
— ¿Puedes llevarnos a donde esté su abuela?— Voy directo al
grano mientras Fawn se pone a mi lado. De hecho, se inclina hacia
mí.

Sotelo, gracias K. Cross


—Sí. La señora Hawthorne está por aquí. — La cara de Fawn
muestra alivio y parte de la tensión abandona su cuerpo. Le tiendo la
mano. La coge y seguimos al doctor a través de las puertas hasta la
zona de pacientes.
—Tranquila, está bien. No hace falta que se altere. — le dice el
doctor Luck. Mi Fawn rompe a llorar. Dejo de caminar y la atraigo
hacia mi pecho, rodeándola con mis brazos. Le paso la mano por la
espalda. La tranquilizo. Todas sus emociones la han atrapado. Le beso
la parte superior de la cabeza. Solo hay otra persona en mi vida a la
que le muestro este lado, y es Ace.
Después de unos momentos, inclina la cabeza hacia atrás para
mirarme. —Lo siento. — resopla.
Joder, es muy dulce. Más dulce de lo que nunca imaginé que
podría ser. Pensé que ya me había enamorado de ella, pero sigo
hundiéndome más en ella. No hay vuelta atrás. Nunca.
—No hay nada que lamentar. — Le limpio las lágrimas de las
mejillas antes de soltarla. Respira profundamente antes de que
empecemos a seguir al doctor de nuevo. Hace un gesto hacia la puerta
de una habitación. La mantengo abierta para Fawn y le indico al
médico que nos conceda unos momentos.
Sé que lo hará. Los hospitales siempre necesitan algún tipo de
donación. Aquí siempre he sido generoso con ellos. Nunca se sabe
cuándo se puede necesitar un favor. Hoy me está dando resultado.
—Abuela. — Fawn se precipita hacia el lado de la cama. Una
señora mayor está sentada. Lleva el pelo gris cortado, pero son sus
ojos los que llaman mi atención. Son los mismos que los de mi esposa.
—Les dije que no te llamaran. — dice con un resoplido.
Inmediatamente veo de dónde saca mi esposa su lado luchador.
— ¿Qué? Claro que me han llamado. Te estaban llevando al
hospital. ¿Qué ha pasado?— Se agarra la mano. Se queda sentada por
un momento sin parecer que quiera decir. —Abuela. — Fawn presiona
para obtener una respuesta.
—Fue un gas. — Finalmente, la respuesta es afirmativa.
Contengo una carcajada. Fawn sonríe, dándose cuenta por sí misma

Sotelo, gracias K. Cross


de que está bien. —Gracias por hacerme admitir eso delante del
apuesto joven. ¿Quién es, por cierto?— Hace un gesto hacia mí.
—Roman. — es todo lo que Fawn dice, mordiéndose el labio
inferior.
—Señorita Hawthorne. Es un placer conocerla. — Me acerco y le
tiendo la mano. La toma, pero me doy cuenta de que me está
evaluando.
— ¿Trabajas aquí o algo así?— Me suelta la mano.
—No. Soy el esposo de Fawn. — Me adelanto y arranco la tirita.
—Veo que no soy la única que no quiere contar cosas. — Se fija
en el anillo que lleva en el dedo. —Es rico. — Una carcajada me
abandona.
—Ha sido repentino. — le dice Fawn. —Me alegro mucho de que
estés bien. — Se inclina y la besa en la mejilla. —Estaba tan
preocupada.
Su abuela no deja de mirarme mientras se ponen a hablar. Tengo
la sensación de que a Rose no le importa mucho el asilo de ancianos.
Después de unos treinta minutos, entra el médico y nos notifica que
le van a dar el alta.
— ¿Podemos llevarla a casa?— ofrezco.
—Sería estupendo. — Me sonríe por primera vez. Acabamos
pidiendo comida para llevar y nos quedamos en el pequeño
apartamento de Rose hasta que se pone el sol. Me interrogó durante
más de una hora. Creo que he pasado la prueba.
— ¿Te ha dado la sensación de que no le gusta mucho ese
sitio?— pregunta Fawn mientras nos dirigimos a la casa.
—Un poco.
—No paraba de hablar de cómo deseaba que nuestra familia
fuera más grande. Creo que se siente sola. — Fawn baja la mirada,
pareciendo derrotada.
— ¿Por qué no me dejas hacer algunas llamadas? A ver si hay
una opción mejor por ahí. — Me mira fijamente durante un largo
momento.

Sotelo, gracias K. Cross


—Normalmente diría que no a una limosna, pero cuando se trata
de mi abuela, dejaré de lado mi orgullo.
—No es una limosna, Fawn. He querido darte tus tarjetas de
crédito y demás. — empieza a hablar, pero sigo. —Estamos casados,
y creo que parte de ese trato es que tienes que vivir muy cómodamente.
Gastar el dinero. Piensa en esto como un trabajo. — Por mucho que
odie decir la última parte, también dejaré de lado mi orgullo por Fawn.
No quiero que se preocupe por el dinero o por su abuela.
—De acuerdo. Gracias por todo lo que ya has hecho.
—Cualquier cosa por ti. — Deslizo mi mano en la suya. Es la
primera vez que hace el esfuerzo de enredar sus dedos con los míos
en lugar de intentar apartarme. Es otro paso adelante, y no pararé
hasta llegar a casa.

Sotelo, gracias K. Cross


Capítulo 8
FAWN

—El tuyo es muy bonito. — dice Ace, mirando mi pequeño lienzo.


Una de las primeras cosas que compré con mi nueva tarjeta de crédito
fueron algunas cosas para Ace. Quería poder llenar nuestros días de
actividades. Al menos hasta que empezara la guardería. Había
dibujado rosas. Me he obsesionado un poco con el jardín de rosas de
aquí.
—El tuyo es lindo. — Creo que estaba tratando de dibujar los
gatitos. Los dos están bien de salud. Parece que ahora tenemos dos
gatitos varones permanentemente.
—Voy a dárselo a Ro. Es Mickey y Minnie Mouse.
—Ya lo veo. — Tendré que avisar a Roman sobre la foto. Dejo
caer mi pincel en el agua.
— ¿También le vas a dar el tuyo?— Me mira fijamente con esos
grandes ojos. Se parece tanto a Roman. Me hace preguntarme cómo
sería una niña con sus genes.
—Supongo.
—Me encantaría tenerlo. — dice Roman, entrando a grandes
zancadas en la biblioteca, donde nos he instalado en una de las mesas
gigantes. —Siempre sé dónde encontrarte. Si no estás en la biblioteca,
estás en el jardín de rosas.
— ¿Me estás siguiendo?
—Siempre. — Me quedo quieta cuando se inclina y deja caer un
beso en la parte superior de mi cabeza. —Las haré enmarcar para mi
oficina.
Roman está resultando tan diferente de lo que pensaba. A veces
puede ser un poco frío y brusco con las cosas que dice, pero el noventa
y nueve por ciento de las veces es dulce. Al menos así ha sido durante

Sotelo, gracias K. Cross


la última semana. Todas las mañanas y noches me sigue besando,
pero nada más. Deja mi cuerpo al límite, con ganas de más.
Todo esto me está haciendo perder la cabeza. Todo lo que hizo
por la abuela sin pestañear me ha ablandado hacia él. La forma en
que me consoló significó mucho para mí. Ahora hemos cogido un
ritmo. La otra noche incluso leímos juntos un libro de Ace. Todo parece
tan real. No puedo encontrar una razón para que no me guste. Incluso
he notado que ha empezado a hacer un esfuerzo para no trabajar
tanto.
Excepto hoy. No ha venido a comer. Me mentiría a mí misma si
no admitiera que me decepcionó. Y puede que también me haya
enojado un poco. No debería haberlo hecho. Fue una tontería. Me está
agotando. De hecho, si no fuera por todo el asunto del chantaje,
probablemente habría salido con él si tan solo me lo hubiera pedido.
Eso es mentira. Estaba demasiado ocupada trabajando sin
parar. Siempre estaba tratando de llegar a fin de mes. Mi padre
siempre me lo pone más difícil. No ha llamado para ver cómo estoy ni
una sola vez. Realmente estoy viendo sus verdaderos colores. Muchas
cosas que pasé por alto a lo largo de los años me están golpeando en
la cara. No se puede negar el tipo de hombre que es después de este
acuerdo.
En todo caso, Roman ha hecho mi vida mucho más fácil. Echo
de menos a algunos de los niños de la guardería, pero no echo de
menos la cafetería ni el trabajo en la tintorería. No he dormido tan bien
en años. O comido tanto.
—Creo que es hora de tu lección. — le recuerda Roman a Ace.
—Yo me encargo de esto. Puedes irte. — Se inclina y me besa en
la mejilla, calentando mi corazón antes de marcharse. Sé que ya me
he enamorado de Ace.
— ¿Puedo enseñarte algo?— Roman pregunta mientras me
ayuda a limpiar.
—Claro. — Se me revuelve el estómago cuando se acerca y
levanta la mano. Empiezo a cerrar los ojos, pero me toca la mejilla.
—Pintura.

Sotelo, gracias K. Cross


—Claro. — Me sonrojo.
—También esto. — Me besa. Gime en mi boca. El sonido siempre
me excita. Me siento sexy cuando lo hace. Su polla dura me aprieta el
estómago mientras todo mi cuerpo empieza a calentarse. Cuando nos
separamos, estoy sin aliento y un poco aturdida. Tanto que no protesto
cuando me coge de la mano.
— ¿A dónde vamos?— Pregunto cuando subimos las escaleras
pero giramos a la derecha. Me he aventurado un poco, pero este lugar
es enorme. No es de extrañar que tenga personal de la casa. Hay
mucho que cuidar por aquí.
—Es una idea que he tenido. Lo he terminado hoy.
— ¿Por eso te perdiste el almuerzo?— mi tono se vuelve agrio.
Me quejo interiormente de mí misma.
— ¿Me has echado de menos?— Sonríe. Lo fulmino con la
mirada. —Pronto verás por qué. — Doblamos otra esquina. —Esta
parte de la casa se construyó para ser las dependencias del personal
de la casa. Algunos vivían a menudo en la propiedad hace años. Solo
George vive aquí ahora, y tiene una cabaña unos pocos acres más allá.
—Eso explica por qué siempre está aquí. — me río.
—Han estado vacías. Esta es para un mayordomo. Tienden a
ejecutar todo, por lo que obtienen un espacio más grande. — Abre la
puerta. Me pregunto por qué me cuenta todo esto. Entro y miro a mí
alrededor.
—Este lugar es más bonito que cualquier otro en el que haya
vivido. — Es básicamente un apartamento que ha sido completamente
actualizado. Incluso hay un patio.
—Ya no.
—Claro. — Nada superará a este lugar. Roman me va a arruinar.
— ¿Crees que a Rose le gustaría estar aquí?
— ¿Qué?— digo en shock.
—Sé que está tomando un puñado de medicamentos, así que
tendríamos una enfermera que vendría una vez al día durante unas
horas.

Sotelo, gracias K. Cross


— ¿Por qué haces todo esto? Ya me tienes aquí. — No lo entiendo.
No hay necesidad de que llegue a estos extremos en este momento. No
puedo evitar pensar que hay un motivo oculto.
—Juré que siempre cuidaría de ti. Soy un hombre de palabra. —
Se me forma un nudo en la garganta.
—Creo que le encantaría estar aquí. — preguntó si podía ver a
Ace cuando le hablamos de él. Roman tenía a mi abuela medio
enamorada de él antes de que nos fuéramos esa noche. Es bastante
encantador cuando quiere.
—De acuerdo. Me encargaré de ello.
—Roman...— me apago.
—Fawn, yo solo...— No lo dejo terminar. Antes de darme cuenta
de lo que estoy haciendo, lo beso. Suelta un gruñido profundo y me
levanta. Un momento después me sienta sobre algo mientras
profundiza el beso. Estoy demasiado perdida en él como para
preocuparme. Muevo mis caderas contra su polla hasta que golpea
perfectamente mi clítoris. Gimo su nombre y rompo el beso. Sigue
moviéndose contra mí.
—Joder, qué bien sabes. — Me besa por el cuello hasta llegar a
la profunda V de mi vestido. —Quiero probar más. — De repente, se
arrodilla frente a mí. Sus ojos permanecen fijos en los míos mientras
me empuja el vestido por el cuerpo antes de desplazarme para
sentarme en el borde de la encimera.
No puedo creer que esto esté ocurriendo. Debería decirle que
pare. Aunque hubiéramos salido de verdad, sería demasiado pronto
para esto. Conozco al hombre desde hace una semana. Sin embargo,
sé que voy a dejar que haga lo que quiera. Mi cuerpo me pide que lo
libere.
Se inclina hacia mí y siento su cálido aliento contra mis muslos.
—Hueles a cerezas por todas partes.
—Es mi lavado corporal.
—Lo sé. Lo uso para masturbarme. — Gimoteo ante sus
palabras. La idea de que esté en la ducha tocándose y pensando en mí
es demasiado. Sus dedos se introducen en mi ropa interior púrpura

Sotelo, gracias K. Cross


de encaje, tirando de ella hacia un lado. Juro que el pequeño roce de
su mano me hace sentir una sacudida de placer por todo el cuerpo. —
Me excita que lleves las bragas que te he comprado. Las elegí yo
mismo. Me muero de hambre por ti, dulce niña.
Mi corazón empieza a latir con más fuerza. Todo mi cuerpo arde
de necesidad. Me está matando. Jadeo cuando, por fin, su lengua
rodea mi clítoris un par de veces antes de dar un largo lametón hasta
el fondo. Me agarro al borde de la encimera, necesitando algo a lo que
agarrarme cuando mete y saca su lengua de mí.
—Es tan jodidamente bueno. Y todo mío. — Antes de darme
cuenta, me agacho y enredo mis dedos en su pelo. —Dime que quieres
que te haga venir. — Puedo sentir el calor en mis mejillas ante su
petición.
—Roman. — gimoteo su nombre.
—Todo lo que tienes que hacer es pedirlo. — Lo deseo.
—Necesito más. — Eso es todo lo que consigo sacar.
—Te tengo, preciosa. — Vuelve a trabajar en mi clítoris, dándome
lo que necesito. Lo chupa en su boca, su lengua se vuelve salvaje.
Echo la cabeza hacia atrás cuando el orgasmo finalmente me alcanza.
Un placer como nunca antes había sentido me recorre todo el cuerpo.
Los ojos se me ponen llorosos. La sensación es abrumadora. La
liberación es casi embriagadora. Voy a desearlo más ahora que lo he
probado. No debería. Se supone que debo odiar a este hombre.
Me pone las bragas en su sitio y me baja el vestido. Se levanta y
se eleva sobre mí. Sus labios brillan con mi excitación.
— ¿Eres virgen?— Su voz es gruesa. Asiento. Sus ojos buscan
en mi cara.
—Eso...
—No lo hagas. — me interrumpe. — Jódeme. — Da un paso
atrás, pasándose la mano por la cara. La mirada fría se apodera de su
apuesto rostro. —Si sirve de algo, lo siento. — Se gira, dirigiéndose a
la puerta.
Abro la boca para decir algo, pero no sale ninguna palabra. Me
sobresalto cuando cierra la puerta detrás de sí.

Sotelo, gracias K. Cross


¿Qué demonios acaba de pasar?

Sotelo, gracias K. Cross


Capítulo 9
ROMAN

¿Es así como se siente la muerte?


Me lo pregunto. No, esto tiene que ser peor. Al menos la muerte
tiene una finalidad, a diferencia de mi situación actual. Esto debe ser
lo que se siente al estar atrapado en el purgatorio. Han pasado cinco
días desde que tuve mi lengua dentro de mi esposa. Mi polla está dura
al pensar en cómo sonaba cuando gemía mi nombre.
Me sorprendió muchísimo cuando se lanzó sobre mí. Le había
dado un poco de espacio antes de eso. Quería que se sintiera bien para
que quisiera más.
Entonces la llevé demasiado lejos y demasiado rápido. Parecía
estar a punto de romper a llorar después. Estaba tan desesperado por
probarla y hacer que se corriera que no me di cuenta de que iba
demasiado rápido. Recojo el vaso lleno del líquido ámbar que está
sobre mi escritorio y lo arrojo al fuego.
— ¿Eso te hace sentir mejor?— pregunta George, de pie en la
puerta de mi despacho. He estado viviendo en esta habitación la mayor
parte del tiempo. No podía soportar la idea de hacerle daño o de que
se alejara de mí.
—Vete a la mierda. — murmuro.
— ¿No crees que es un poco pronto para tomar una copa?
Me encojo de hombros, sin importarme una mierda. Solo tomo
un par de sorbos. Sé que ahora más que nunca necesito pensar con
claridad. Ya es bastante difícil hacerlo cuando Fawn está cerca de mí.
— ¿Necesitas algo?
—Quería recordarte lo del acto benéfico de esta noche.
Prometiste que irías.

Sotelo, gracias K. Cross


Aprieto los dientes. Odio los eventos de caridad con pasión.
Suelen gastar más dinero en el evento y apenas llegan a un punto de
equilibrio al final de la noche. Prefiero hacer un cheque y acabar con
ello.
Pero éste es diferente. Es para un refugio de mujeres. Hay un
puñado de veces que recuerdo que mi madre me llevó a uno antes. Mi
padre siempre la ganaba al final. Se arrepintió una vez que me convertí
en un adolescente y me elevé por encima de él. Le arruiné la vida en
cuanto pude, y no siento ningún remordimiento por ello.
—Todavía voy.
—Bien. Le dije a Fawn que estuviera lista a las seis. ¿Te parece
bien?— Le había dicho la semana pasada que tenía un evento el
viernes y que debía venir conmigo. Como el bastardo que soy, no se lo
había pedido. Lo exigí. No quería oír la palabra “no” de sus labios, así
que la evité.
—Si ella quiere venir, está bien. — le doy una salida.
— ¿Si ella quiere venir? ¿Qué tal si arreglas lo que sea que hayas
hecho para dejar de andar por aquí como un oso con una espina
clavada en la pata?
—No necesito tu consejo. — le digo.
—Pues yo creo que sí. — Se da la vuelta y sale de mi despacho,
consiguiendo decir las últimas palabras. Siempre se las arregla para
hacer eso.
Últimamente he estado en un camino infernal. He estado
ladrando órdenes a todo el mundo. Al menos he conseguido hacer algo
de trabajo. No mucho. Echaba de menos sus comidas caseras y que
compartiéramos la cama. En general, la echaba de menos. Soy adicto
a ella, y no estar cerca de ella me tiene en abstinencia.
Si fuera un hombre mejor, la dejaría ir. Pero no lo soy, y sé que
nunca podré hacerlo. También creo que está más segura aquí, donde
puedo cuidarla. No se está esforzando hasta los huesos y apenas se
las arregla.
Luego tienes a su padre. Está obligado a meterse en otro lío.
Ofrecer a su hija para salir de los problemas le resultó fácil. Ella tiene

Sotelo, gracias K. Cross


mucho en su plato. Especialmente la preocupación que lleva por su
abuela. Fawn no tiene a nadie en quien apoyarse para darle consuelo.
Quiero darle todas esas cosas.
Me paso una mano por la cara, sin tener ni puta idea de qué
hacer ahora. He intentado darle espacio, pero la realidad es que no
confío en mí mismo cuando estoy cerca de ella. Pierdo el control con
demasiada facilidad. Mi necesidad de tenerla lo consume todo.
Intento concentrarme en el trabajo durante unas horas. Tengo
una gran compra pronto. He invertido mucho tiempo y dinero en ello.
Mi padre intentó llevarla a cabo hace años, pero fracasó
estrepitosamente. Me dará un gran placer lograr algo que él no pudo.
También significará que tendría que pasar tres semanas en
Japón para arreglar las cosas. No estoy seguro de poder estar tanto
tiempo sin mi mujer y sin Ace. Tendré que pensar en algo antes de
volverme más loco. Pero ya me preocuparé de eso cuando llegue el
momento.
Subo a prepararme. El evento es realmente informal. Cojo unos
vaqueros y una camisa antes de dirigirme al baño para cambiarme.
Miro fijamente la cicatriz que tengo en la cara en el espejo. Nunca me
ha preguntado por ella ni ha parecido que le molestara su presencia.
Me paso el dedo por ella. Durante mucho tiempo era lo único que
veía cuando me miraba. Desde que Fawn entró en mi vida, ya no
domina mis pensamientos. Probablemente se deba al hecho de que
ella lo hace. Puedo ser obsesivo con las cosas. Así es como he llegado
tan lejos en la vida. Solo que nunca lo he dirigido hacia una mujer.
—Oh, lo siento. — Mis ojos se dirigen a Fawn en el espejo. Se
fijan ahí por un momento antes de que se dé la vuelta, saliendo medio
corriendo del baño. Supongo que eso significa que no tiene planes de
venir conmigo esta noche. Que me jodan. Entonces su dulce voz llama
desde el interior de lo más cercano. —Estaré lista en veinte minutos.
La opresión en mi pecho comienza a aliviarse. Un momento
después, sale flotando del armario con un vestido morado claro con
flores doradas. Mis ojos bajan por sus tonificadas piernas, que no
puedo evitar imaginar envueltas a mi alrededor, mientras me sumerjo
en su dulce inocencia hasta llegar a sus sandalias. Incluso sus

Sotelo, gracias K. Cross


malditos pies son sexys. Tiene los dedos de los pies pintados a juego
con su ropa. Está impresionante. Me cuesta mucho controlarme.
—A no ser que sigas evitándome. — suelta mientras pasa junto
a mí, sin molestarse en mirarme. Me pican los dedos por alcanzarla y
agarrarla. Aprieto las manos. No voy a arruinar esto. Sus ojos no están
llenos de lágrimas. En todo caso, está enojada. Puedo manejar la ira
mucho mejor que sus lágrimas. Ser testigo de ellas me araña por
dentro. —Puedes llevar a otra persona si quieres. — Cierra la puerta
del baño, dejándome solo.
—Te espero abajo. — le digo a través de la puerta del baño. No
responde. Pero veinte minutos después, baja las escaleras brillando
como un ángel. Me doy cuenta de que la gente va a verla. La querrán.
No puedo culparlos. Los celos comienzan a surgir dentro de mí. Es
mía.
Su rostro es ilegible hasta que Ace entra corriendo en la
habitación. Todo su comportamiento cambia en cuanto lo ve. Sonríe
mucho y le da un abrazo. Ahora estoy celoso de Ace. Quiero que me
mire así. No con frío desinterés.
Tengo que recuperarla. Es la única opción. Por suerte nunca
pierdo, y no pienso empezar ahora.

Sotelo, gracias K. Cross


Capítulo 10
FAWN

—Todo esto es increíble. — Sonrío a Rebecca y Jim. Son los jefes


de Healing Homes. Las cosas que hacen por las mujeres de toda la
ciudad son realmente increíbles. —Si hay algo que pueda hacer para
ayudar, por favor, háganmelo saber. Me encantaría participar de
alguna manera.
— ¿De verdad?— Los ojos de Rebecca pasan de mí a Roman. El
hombre me tenía pegada a su lado desde que salimos del coche. Nunca
se sabría que ha estado evitándome durante los últimos cinco días. No
tengo ni idea de qué demonios está pasando con él. En cualquier caso,
estoy cabreada.
—Por supuesto. — Roman saca una de sus tarjetas. Jim intenta
cogerla, pero Roman deja claro que se la va a dar a Rebecca. ¿Qué
demonios? Me muerdo el interior de la mejilla. ¿Está tratando de
enojarme más?
—Estaremos en contacto. — ella agarra con fuerza la tarjeta.
—Lo espero con ansias. — Antes de que termine, Roman ya me
está apartando.
— ¿Vas a hablar con todos aquí?
—Tal vez. — Doy un pequeño encogimiento de hombros. Veo que
su mandíbula se tensa. ¿Cómo es que él es el loco? — ¿Vas a seguir
dando tus tarjetas a otras mujeres?— Le devuelvo el gesto,
esforzándome por fingir que no me importa, pero si realmente no me
importara, no habría dicho nada.
Deja de caminar y me mira fijamente. Parece adorablemente
confundido. Pongo los ojos en blanco. —Necesito ir al baño. — Le quito
el brazo de encima. Me suelta. Me alejo, sin saber a dónde voy.
En cuanto me di cuenta de que este evento estaba preparado
para parecerse a una feria, me pregunté por qué no habíamos traído

Sotelo, gracias K. Cross


a Ace con nosotros. Resulta que tienen una restricción de edad. Todos
los asistentes deben ser mayores de 18 años. Me encanta el montaje
que tienen. Incluso hay una gran zona con un bar y una pista de baile.
Todo esto podría ser divertido si no estuviera tan molesta con mi
esposo. Y si no fuera un imbécil tan temperamental que pasa de
caliente a frío en cuestión de segundos.
Oh, mierda. Me doy cuenta de que me he referido a él como mi
esposo. No entiendo lo que está pasando. Me duele la cabeza al tratar
de entenderlo. He notado que mucha gente quiere la atención de
Roman. Él no parece entusiasmado con eso. Empecé a tratar de aislar
a la gente y saltar por él, y ahora me pregunta si voy a hablar con todo
el mundo.
Finalmente encuentro el baño unos momentos después. En
realidad no lo necesito, pero quería un segundo a solas antes de decir
algo de lo que me arrepentiría. Ya he dicho demasiado. He sonado
como una esposa celosa. Supongo que lo soy.
— ¿Has visto que Roman King está aquí? No sabía que se había
casado. — oigo decir a una mujer mientras estoy en puesto. Levanto
la mano admirando mi alianza. Realmente es un anillo precioso.
— ¿Has visto a su mujer?— pregunta otra. Me muerdo el labio,
sabiendo que no me va a gustar lo que va a decir a continuación.
—Hace tiempo que no lleva a nadie a nada, pero nunca hubiera
imaginado que las gorditas fueran sus preferencias.
— ¡Cierto! ¿No salió con esa supermodelo?
—Megan Grey.
— ¡Si! Es tan extraño que se vaya al extremo opuesto esta vez.
— Siguen hablando. Me apoyo en la puerta del baño, sacando mi
teléfono. Realmente no debería hacer esto, pero lo hago. Empiezo a
buscar en Google el nombre que han mencionado. Sé que no tiene
sentido, pero no puedo evitar buscar.
La información que encuentro es de hace al menos cinco años.
Sin embargo, esas mujeres tenían razón. Salía con rubias altas,
delgadas y hermosas. Lo opuesto a mí en todos los sentidos. Luego
desapareció de la escena, al parecer.

Sotelo, gracias K. Cross


Nunca pensé en la posibilidad de que estuviera con otra mujer
mientras estábamos casados. No es algo de lo que hayamos hablado
antes. Eso no es decir mucho ya que no hablamos mucho de nada.
Sobre todo últimamente. Respiro antes de guardar el teléfono. Respiro
profundamente una vez que las oigo salir y salgo. Sabiendo que no
puedo esconderme aquí para siempre, me lavo las manos y compruebo
mi reflejo. Una vez satisfecha, me dirijo a la puerta.
Salgo del baño y Roman está sobre mí en un instante. Su mano
rodea mi muñeca. Empieza a caminar y me arrastra con él. Casi tengo
que correr para seguirle el ritmo.
—Nos vamos.
— ¿Puedes ir más despacio? Tengo las piernas cortas. No soy
una modelo de pasarela. — Reduce la velocidad y finalmente me mira
con curiosidad.
Cuando llegamos al todoterreno oscurecido, Roland está ahí. Nos
abre la puerta trasera. Me deslizo dentro. Roman se detiene y habla
con Roland un momento antes de entrar, cerrando la puerta detrás de
sí.
—Me estás volviendo loco.
Me quedo boquiabierta. ¿Realmente tiene la audacia de decir que
soy yo quien le está volviendo loco? La ira surge en mi interior. Creo
que es la culminación de todo lo que ha pasado hasta ahora.
— ¿Te estoy volviendo loca?— Siseo. Se acerca a mí. Me levanta
como si no pesara nada, poniéndome en su regazo hasta que quedo a
horcajadas sobre él. Mis manos se dirigen a su pecho para intentar
equilibrarme. Mi cuerpo reacciona al instante, sabiendo exactamente
lo que este hombre puede hacerle. Traidor. — ¿Cuál es tu problema?
Primero me evitas y ahora no puedo alejarme ni un centímetro de ti.
— ¿Siempre huele tan bien?
—Lo siento. — Pone sus manos sobre las mías. —Los últimos
cinco días han sido un infierno sin ti.
Le miro fijamente a los ojos, viendo el remordimiento que hay en
ellos. Parece cansado. — ¿Cómo crees que me he sentido? La primera
vez que remotamente hago algo con un hombre y se marcha,
dejándome sola y haciéndome pensar que he hecho algo malo. —

Sotelo, gracias K. Cross


estaba tan confundida. Y si soy honesta, estaba herida. Pensé que él
y yo finalmente estábamos llegando a algo ese día.
— ¡Qué! Estuviste perfecta. No hiciste nada malo. — gruñe. Sus
manos se estrechan sobre las mías. —Cuando terminamos y te
miré...— Se detiene un momento, como si el recuerdo le doliera de
alguna manera. —Tenías lágrimas en los ojos. Lo llevé demasiado
lejos. Lo siento mucho. Por favor, perdóname. — suplica. —He estado
tan asustado que no puedo controlarme cerca de ti.
Este hombre me desea tanto que cree que no puede controlarse
a mí alrededor. Se ha alejado por miedo a hacerme daño. Supongo que
tal vez debería saber eso con todo el asunto del chantaje. Es un poco
dulce de una manera jodida.
—Oh. — Inclino la cabeza, mi timidez me está afectando. —Eran
como lágrimas de felicidad emocional. — intento explicar.
No se puede perder la conmoción en su rostro. Solo dura un
momento. Me agarra la cara y me atrae. Su boca reclama la mía en un
beso salvaje y necesitado. Por primera vez en días, el nudo de mi
estómago se afloja. Me relajo en él.
La verdad es que estar con él ha hecho que mi vida sea un millón
de veces mejor. Me ha quitado todo el estrés y las preocupaciones que
siempre arrastro. Me las ha quitado todas y además se ha ocupado de
la abuela. Mi controlador y posesivo esposo es un poco como un
caballero de brillante armadura.
—Te he echado mucho de menos. — Me besa por todas las
mejillas y luego por el cuello, su boca va a cualquier parte que pueda
conseguir.
Es agradable escuchar que me echa de menos. La única persona
a la que le importo es mi abuela. Me estoy enamorando de este
hombre. Me está rompiendo con su dulzura. Dándome cosas que
anhelo en mi interior.
Debería haberme alegrado de que me evitara. En lugar de eso,
estaba herida y enojada. Puede que también estuviera un poco
excitada después de saber lo que se siente cuando su boca está entre
mis piernas. Mi cuerpo quería más.

Sotelo, gracias K. Cross


Quiero decirle que yo también lo echo de menos. Lo tengo en la
punta de la lengua. ¿Cómo puedo sentirme bien y mal por echarle de
menos? Todo dentro de mí es un revoltijo.
— ¿Podemos ir a casa?— Pregunto.
—Podemos hacer lo que quieras, cariño. — dice antes de volver
a besarme.
Le devuelvo el beso, esperando que hagamos mucho más que eso
cuando volvamos a la casa.

Sotelo, gracias K. Cross


Capítulo 11
ROMAN

Me paro en la puerta de la habitación de Ace. Fawn cierra el libro


que le está leyendo desde el lado de su cama. Los gatitos ya están
profundamente dormidos.
— ¿Necesitas algo más, cariño?— le aparta a Ace el pelo de la
frente.
—No. — deja escapar un bostezo y sus ojos se cierran. Luchó
contra las ganas de dormirse durante todo el libro, queriendo que
Fawn terminara de leérselo. Se está encariñando con ella. Lo entiendo
mejor que nadie.
—De acuerdo. — se inclina, dándole un beso en la frente. —Te
amo. — le susurra. Quiero agarrar las palabras y guardarlas para mí.
¿Me mirará alguna vez con esa suavidad en la cara al decir esas
palabras? Incluso si lo hiciera, no las merezco.
Se levanta, tirando de la manta por encima de él. Cuando se gira,
se detiene un momento al verme. Me alejo de la puerta para que pueda
pasar. Cuando llegamos a casa, lo único que quería hacer era
arrastrarla hasta nuestro dormitorio, pero Ace se nos echó encima
nada más entrar.
Jugamos unos cuantos juegos en la cocina mientras Fawn hacía
galletas. Aunque la quería en la cama, estar todos juntos esta noche
también fue divertido. Realmente nos sentíamos como una familia. No
sabía lo mucho que anhelaba eso. Sabía que la quería, pero nunca
había pensado en la unidad familiar como un todo.
—Hey. — dice, cerrando la puerta de Ace. Se apoya en ella.
Alargo la mano y le paso el pulgar por la mejilla. Para mi sorpresa,
inclina la cabeza y se inclina hacia mi contacto, dejando que sus ojos
se cierren. —Te he echado de menos. — dice tan suavemente que casi
no la oigo.

Sotelo, gracias K. Cross


Que me jodan. Suelto un gemido, la agarro y la estrecho entre
mis brazos. No se resiste. De hecho, me rodea con las piernas y apoya
la cabeza en mi hombro mientras la llevo a nuestra habitación. Estoy
muy enojado conmigo mismo. Llevo cinco días haciéndome pasar por
esta mierda, pero también a ella. Tengo que hacerlo mejor si quiero
que Fawn sea realmente feliz aquí.
Mis rodillas casi ceden cuando presiona un beso en mi cuello y
luego otro. No te precipites, me recuerdo. Despacio y con calma. Sus palabras
sobre que yo sería su primera vez siguen dando vueltas en mi cabeza.
Quiero estar dentro de ella más que mi próximo aliento, pero todavía
no. Quiero que su cuerpo me anhele a mí y a las cosas que puedo
hacerle.
La suelto lentamente, disfrutando de la sensación de su suave
cuerpo rozando el mío mientras se desliza por mi cuerpo hasta que
sus pies tocan el suelo. Deja escapar un pequeño jadeo cuando se da
cuenta de que mi polla la está presionando.
Sus mejillas se tiñen de rosa, pero se lame los labios y no se
aparta, haciéndome saber que lo desea tanto como yo. Pero aun así
me recuerdo que debo tomarme mi tiempo. Aunque mi polla ruega que
no sea así, queriendo deslizarse en su cielo ahora mismo.
— ¿Puedo hacerte sentir bien, Fawn?— Le paso el pulgar por los
labios. Frunce los labios y lo besa. Mi polla se estremece ante su dulce
inocencia.
—Sí, por favor. — Sus palabras provocan un estruendo en lo más
profundo de mi pecho. Sus ojos se abren de par en par.
La hago girar, atrayendo su culo hacia mi polla. Su cabeza cae
sobre mi pecho y sus ojos se cierran. Le beso y lamo el cuello mientras
le bajo lentamente la cremallera del vestido, dejándolo caer al suelo. A
continuación le quito el sujetador, dejándola solo en bragas. Cada
centímetro de ella es perfecto.
Sabe a gloria. Sus pequeños gemidos de placer hacen que el
semen salga de mi polla. Estoy desesperado por ella, pero me recuerdo
que esta noche no se trata de mí.

Sotelo, gracias K. Cross


Me acerco a ella y cojo sus pechos con las manos. Tiro de sus
pezones, haciendo que se arquee hacia mí. Saber que soy el único que
la ha tocado así no ayuda a mi autocontrol.
— ¿Te gusta eso, dulce niña? Si metiera la mano en tus bragas,
¿encontraría mojado ese apretado coño tuyo?— el fuerte gemido que
suelta es toda la respuesta que necesito.
Suelto uno de sus pechos y deslizo mi mano por su vientre hasta
llegar al borde de sus bragas. Mueve las caderas, suplicando que la
toque. Sigo tirando de su pezón con una mano mientras deslizo la mía
hacia abajo para tocar su coño.
—Joder. Estás empapada para mí. Esto es mío. — Le acaricio el
coño. Le gusta que le hable sucio. Sé que estoy siendo prepotente, pero
no puedo evitarlo cuando se trata de ella. Por la forma en que su culo
sigue frotando mi polla, sé que lo está disfrutando. —Te gusta cuando
te reclamo, ¿verdad?
—Roman. — Mi nombre sale de sus labios como una súplica.
—Contéstame y te daré lo que necesitas. Dime que eres mía y
solo mía.
—Soy tuya. Solo tuya. — Sus palabras son música para mis
oídos. Acaricio su clítoris unas cuantas veces hasta que mis dedos se
cubren de su excitación. Sé que quiere más, pero no quiero excitarla
con mis dedos. Quiero que se corra con mi lengua.
—Así es, esposa. Toda mía. — Deslizo mi mano desde sus bragas
y la llevo a su boca. —Prueba lo que te hago. — obedece, separando
sus labios para mí. Chupa mis dedos en su boca. Mi polla palpita de
necesidad. Me estoy torturando. Un pequeño gemido sale de ella. —
Me toca probar.
Le doy la vuelta para que se ponga frente a mí. Acerco mi boca a
la suya para probarla rápidamente antes de dejarla en la cama. Está
tumbada como una diosa. Sus pezones rosados están duros, su boca
hinchada por la mía. Incluso sus bragas están mojadas, lo que hace
que se le peguen al coño. Se me hace agua la boca.
—Quítatelas y te comeré el coño. — toma aliento y sus mejillas
pasan de ser rosadas a casi rojas. Sus manos se deslizan por su
cuerpo. Veo cómo sus dedos se enganchan en ellas antes de

Sotelo, gracias K. Cross


arrastrarlas por sus piernas. Las tira a un lado. Las agarro y las
guardo en mi bolsillo. Me doy cuenta de que quiere preguntar qué
estoy haciendo, pero no lo hace.
Extiendo la mano detrás de mí, me quito la camisa y me saco la
cabeza antes de quitarme los zapatos. Me dejo los pantalones puestos
porque necesito algún tipo de barrera entre nosotros para no ir
demasiado lejos. Me subo a la cama. Su respiración se vuelve pesada.
— ¿Me has echado de menos?— Deslizo mis manos por sus
suaves y sedosas piernas. — ¿Extrañas lo que puedo hacer con tu
coño?
—Roman. — Exhala mi nombre, mordiéndose el labio inferior,
pero se moja cada vez más. Puedo ver su coño brillando. Puede
regañarme todo lo que quiera. Su cuerpo lo adora.
—Contéstame. — Me detengo, con mis manos en sus muslos.
—Sí, te he echado de menos. Esta cama está sola sin ti. — Que
me jodan. Saboreo sus palabras. Son un bálsamo para mi alma negra.
—Buena chica. También te he echado de menos. Es difícil
respirar cuando no estoy cerca de ti.
— ¿De verdad?— Sus ojos se suavizan.
—Más de lo que nunca entenderás. — Me inclino hacia abajo y
mi lengua se dirige a su clítoris. Suelta un gemido y sus caderas
intentan levantarse de la cama. La inmovilizo con un brazo,
manteniéndola donde quiero mientras entierro mi cara en su dulce
cielo.
Lentamente, introduzco un dedo en su interior. Su coño se
aprieta a mí alrededor. Está tan jodidamente apretado. ¿Cómo voy a
caber dentro de ella? Puede que solo sea capaz de meterle la cabeza
de mi polla. Incluso si eso fuera todo lo que pudiera tener, moriría
feliz.
Sus gemidos se hacen más fuertes mientras bombeo mi dedo
dentro y fuera de ella. Trabajo en un segundo. Es un ajuste apretado,
pero necesito prepararla para que pueda tomar más en un futuro
próximo. Su mano baja, agarrando un puñado de mi pelo. Empujo mi
polla hacia el colchón cuando se me escapa algo de semen.

Sotelo, gracias K. Cross


Acelero mis dedos. Su coño empieza a tener espasmos alrededor
de ellos. Está a punto de correrse por mí. Cuando me meto su clítoris
en la boca, está acabada. Grita mi nombre y su mano se agarra a mi
pelo. Chupo y lamo, bebiéndola toda mientras exprimo el resto de su
placer. Su cuerpo se relaja y su mano me suelta para caer en la cama.
Me incorporo para mirarla fijamente. Tiene los ojos cerrados,
pero sus labios carnosos se han convertido en una sonrisa. Busco el
cinturón, lo desabrocho y saco la polla. Empiezo a bombear, con mis
ojos devorando cada centímetro de su perfección.
Sus ojos se abren, su boca forma una O perfecta mientras me
observa masturbarme al verla. No me va a costar mucho. Estoy en el
puto límite. Su sabor aún está en mi boca. Sus hermosas tetas están
en plena exhibición, y su coño todavía brilla por su orgasmo.
—Esto es lo que me haces. Es doloroso andar siempre así.
— ¿Siempre?
—Sí, siempre. Solo tengo que pensar en ti y se me pone dura.
—Lo siento. — Pero una sonrisa de oreja a oreja se dibuja en sus
labios, y sé que no es así. Le excita que tenga ese poder sobre mí.
—Voy a marcarte. Lo quieres, ¿verdad? ¿Para que reclame tu
cuerpo?
—Sí. — Comienza a excitarse de nuevo. Sus caderas se mueven.
—Quiero eso. Por favor. Márcame. — Su dulce súplica me aplasta.
Gruño mientras mis bolas se levantan y mi orgasmo me golpea con
fuerza. Mi semen golpea su coño y su estómago. Mira con los ojos muy
abiertos.
Me echo hacia atrás y mi mano suelta la polla para ir a su coño.
La froto, tirando un poco hacia abajo y empujándolo dentro de ella.
Deja escapar un pequeño gemido. Froto más en su piel. No tengo ni
idea de por qué demonios estoy haciendo esto, pero algo primario
dentro de mí me anima.
Me meto más en los dedos y se los llevo a la boca. Separa sus
labios sin que se lo pida. Su lengua se arremolina alrededor de mis
dedos. Un pequeño gemido sale de ella cuando saco los dedos.

Sotelo, gracias K. Cross


— ¿Te gusta, bebé? — Asiente y veo que empieza a recuperar
parte de su timidez. No podemos permitirlo. Me deslizo por el lateral
de la cama antes de agarrarla y echármela al hombro con facilidad.
Suelta un pequeño grito. Le doy un golpe en el culo y se queda quieta.
— ¿Qué haces, cavernícola?
—Voy a atender a mi esposa. — digo mientras entro en el cuarto
de baño encendiendo la ducha antes de ponerla de nuevo en pie. —
Voy a asearte. — Rozo mi boca con la suya. —Así podré ensuciarte de
nuevo.
Y me deja. Su cuerpo ya se está volviendo adicto a mí. Dios sabe
que soy adicto a ella.

Sotelo, gracias K. Cross


Capítulo 12
FAWN

—Bebé. — Roman me besa en el cuello. Suspiro, sin querer


moverme.
—Más sueño. — Me pongo encima de él, usándolo como cama.
Se ríe, haciendo que todo mi cuerpo se estremezca.
—Quédate quieta.
Bostezo. —Es tu culpa que tenga tanto sueño.
El hombre tiene una gran afición por meter su cara entre mis
muslos. Me despertó dos veces en la noche, sin mencionar nuestra
pequeña sesión en la ducha. Creo que mi cuerpo todavía está
zumbando.
—Está bien, duerme. — Su mano se dirige a mi culo desnudo,
dándole un apretón. —Puedo saludar a la abuela cuando llegue.
Mi cabeza se levanta al mencionar a mi abuela. — ¡Eso es hoy!—
Me doy cuenta de repente. Intento levantarme, pero Roman no deja de
sujetarme.
—Sigue meneándote sobre mi polla y no te dejaré ir a ningún
sitio. — Dejo de moverme. —Bésame y te dejaré ir.
Me inclino, presionando mi boca contra la suya. Roman se
encarga rápidamente de asaltar mi boca. Al hombre le encanta el
control, y me doy cuenta de que disfruto bastante cuando me lo quita
y lleva la batuta. Cuando rompe el beso, me siento aturdida por un
momento.
—Abuela. — susurra, sacándome de mis pensamientos.
— ¡Claro!— Salto de la cama y corro hacia el armario.

Sotelo, gracias K. Cross


—Me encanta la vista, bebé. — Pongo los ojos en blanco y cierro
la puerta del armario para ser una mocosa. Encuentro rápidamente
algo que ponerme.
— ¿A qué hora viene? Todavía hay algunas cosas que quiero
preparar y mover.
—Lo sé. Estará aquí esta tarde. Lo haremos todo. Lo prometo. —
Empiezo a calmarme. Lo más loco es que... le creo. Además de mi
abuela, me doy cuenta de que Roman es la única persona en la que
confío. Si dice que va a hacer algo, sé sin duda que se hará.
—Gracias. — Me acerco a la cama donde está sentado. Separa
sus muslos para que pueda pasar entre ellos. No tengo ni idea de lo
que está pasando aquí, pero voy a dejar que las cartas caigan como
puedan. —No eres nada de lo que pensé que serías. — le froto la
cicatriz de la cara. —Y me gusta esto.
—Te gusta contra el interior de tus muslos. — Me río porque es
verdad. —Voy a preparar a Ace y nos vemos en la cocina. — Me inclino
y le doy un beso más antes de dirigirme al baño y terminar de
prepararme.
La mañana se alarga, pero intento mantenerme ocupada. Con la
ayuda de Roman, no tardo nada en dejar todo como quiero para la
abuela.
—Tengo que hacer unas llamadas. ¿Necesitas algo más?
—No. Creo que estoy bien.
—Me encanta ver esta sonrisa en tu cara. — me besa la mejilla.
—Tú la pusiste ahí. — admito. Estoy consiguiendo algo que
siempre he querido. Voy a traer a la abuela a casa. Cuando le conté el
plan por primera vez, dijo que no. Pensó que sería una carga. Con un
poco de trabajo finalmente la convencí. Podría haber mencionado lo
emocionado que está Ace por conocerla. Realmente quería que se
mudara aquí, y no estaba por encima de utilizar a un niño pequeño
para ayudarme a conseguirlo.
—Ese es siempre el objetivo. — Lo veo girar y salir. Decido ir a
ver cómo está Ace. Ya debe haber terminado de estudiar por hoy. Ha

Sotelo, gracias K. Cross


estado haciendo algunas horas con un tutor para prepararse para el
jardín de infancia. Le gusta mucho.
Mi pequeño está agotado, así que lo subo a dormir la siesta,
cogiendo el monitor para saber cuándo se despierta. Voy en busca de
mi marido. Debería dejarlo solo. Sé que está trabajando, pero puedo
comprobarlo dos veces, ¿no?
Me doy cuenta de que le echo de menos. Me toco el centro del
pecho, sintiendo el dolor ahí. Me estoy enamorando de mi esposo.
Estaba siendo honesta cuando le dije que no era nada de lo que
pensaba que sería.
No entiendo por qué muchos dicen que es despiadado. Que
gobierna con puño de hierro. Al principio, era un poco frío y brusco,
pero todo eso desapareció rápidamente. Creo que era su forma
cavernícola de ser tímido y no estar seguro de qué hacer con la novia
que había exigido.
Si Roman no está con Ace o conmigo, suele estar en su despacho.
Me dirijo hacia ahí, pero reduzco el ritmo a medida que me acerco.
Está gritando a alguien.
—Me da igual lo que tengas que hacer, o lo haces antes de que
acabe el día o te quedas con el culo al aire. — brama. Me asomo a la
puerta y veo que está hablando por teléfono. Me retiro antes de que se
dé cuenta de mi presencia. Se queda callado durante un largo rato.
—Esta es tu última oportunidad. Hazlo bien. Y si por alguna
razón no lo haces…— hace una pausa. —Te sugiero que salgas del
país porque no hay ningún lugar donde puedas esconderte que no
vaya a encontrarte. — Oigo caer algo. Supongo que es su teléfono
sobre su escritorio.
— ¿Vas a flotar fuera de mi puerta, bebé?— Vuelvo a asomarme
por la esquina. Tiene una sonrisa en la cara. Su comportamiento ha
cambiado por completo.
—Yo... ah...
—Ven aquí. — Me hace un gesto. Hago lo que me pide. Mis pies
se mueven antes de que mi mente registre que lo estoy haciendo. Se
echa hacia atrás en su silla y se da una palmada en la pierna. Me

Sotelo, gracias K. Cross


siento y me atrae más hacia él. — ¿Estás bien?— Sus dedos juegan
con las puntas de mi pelo.
—Sí, solo estaba dando vueltas.
—Puedes pasear por aquí cuando quieras. — Me acaricia un lado
del pelo, respirando. —Siempre hueles tan jodidamente bien.
—Si estás ocupado puedo irme. — Intento levantarme, pero no
me deja llegar a ningún sitio.
—Nunca estoy demasiado ocupado para mi esposa. — Algo
dentro de mí se asienta.
— ¿Está todo bien?— Esa conversación fue muy acalorada. Se
desentendió como si no fuera nada.
—Mierda de trabajo. — Me inclino hacia atrás para mirarlo.
—Estabas bastante enojado. — Ahora comprendo por qué los
demás le han tachado de ser despiadado.
—Lo estaba, pero ya se encargará él.
Dejo escapar una pequeña risa. —No creo que le hayas dado
muchas opciones.
—No he llegado a donde estoy por ser un hombre amable, Fawn.
Puedo ser justo, claro. Pero si me traicionas, te daré un escarmiento
para que la próxima persona que lo piense lo sepa.
Me relamo los labios que de repente se sienten secos. ¿Es terrible
que me excite? — ¿Y si hago algo que no te guste?
Su rostro se suaviza. —Eres la excepción a la regla. Creo que si
prestaras atención, verías que eres tú quien tiene todo el control. —
Miro fijamente su oscura mirada, tratando de entender. ¿Y si su
atención por mí es efímera? Ahora que me tiene, quizá la emoción
empiece a desaparecer lentamente. Su mano sube por mi muslo hasta
llegar a mi vestido. Siempre me olvido de todo lo demás cuando me
toca.
— ¿Quieres que te haga venir, cariño?— Me acaricia el cuello. —
¿Que te saque algo de esa energía excitada?

Sotelo, gracias K. Cross


Asiento mientras sus dedos juegan con el borde de mis bragas.
—Sí, por favor. — Me contoneo en su regazo. Ya me estoy mojando al
saber lo que sus dedos y su boca pueden hacerme.
—Como quieras. — Me levanta y me extiende sobre su escritorio.
Las cosas caen al suelo, pero las ignora y me saca las bragas de debajo
del vestido. Segundos después, entierra su cara entre mis muslos.
Hace lo que prometió, sacando de mí la energía excitada. Por otra
parte, Roman siempre cumple su palabra.

Sotelo, gracias K. Cross


Capítulo 13
ROMAN

Me siento en mi oficina revisando correos electrónicos esperando


que Fawn regrese del apartamento de su abuela. Las cosas han ido
perfectamente aquí durante la última semana. La abuela se ha
instalado muy bien. Adora a Ace y él también la adora. Le preguntó si
también podía llamarla abuela. A ella le hizo gracia. De hecho, tiene
una noche de cine con ella.
Tanto él como yo estamos disfrutando de formar parte de una
familia. Nunca pensé que habría alguien por ahí que encajara
conmigo. Podría estar haciendo que encajáramos. Pero sé que soy
diferente con ella. No es que intente serlo, simplemente lo soy. Busco
su aprobación. Ella es la única persona cuya opinión sobre mí
importa. No tiene idea de cuánto control tiene sobre mí. Puede que la
haya metido en esta relación a la fuerza, pero es ella la que tiene el
control sobre mí ahora.
Otras mujeres ya se habrían dado cuenta. Empezarían a hacer
demandas y cambios por aquí. Diablos, quiero que Fawn haga eso.
Que deje su huella en este lugar. Me gusta entrar en el baño y ver
todas sus cosas junto a las mías. Su manta rosa peluda tirada sobre
una de las sillas. O las flores que recoge del jardín y pone en nuestra
habitación y en mi despacho. Cada uno de esos pequeños detalles me
recuerda a ella a lo largo del día y me hace sonreír. Algo que hacía
poco antes de que ella llegara aquí.
Agarro mi teléfono cuando empieza a sonar, a punto de borrar la
llamada hasta que veo que es West. Ha estado vigilando al padre de
Fawn por mí. Está empezando a girar en espiral. Cuando la gente
empieza a perder el control, toma decisiones precipitadas.
— ¿Qué tienes para mí?— Pregunto de inmediato.
—Me alegro de que preguntes; por cierto, me va muy bien. —
West me da la razón porque sabe que puede hacerlo. Es uno de los

Sotelo, gracias K. Cross


mejores. Nunca dejaría que mi orgullo se interpusiera cuando se trata
de la seguridad de mi familia.
—Escúpelo. — Hace una pausa por un segundo, y sé que algo
está mal.
—Está metido en un lío con algunas personas. Es probable que
esté muerto a finales de mes. — Joder. Esta situación con el padre de
Fawn no está mejorando.
— ¿Dónde está ahora?— Pregunto. ¿Qué le pasa a este hombre?
Sale de un lío solo para meterse en otro mayor. Si hubiera presentado
cargos contra él, estaría en prisión y relativamente a salvo. Pero si
hubiera hecho eso, no tendría a mi Fawn.
—Algún motel barato. Está en lo alto. Anoche ganó, pero no lo
suficiente como para cubrir la mierda, y estoy seguro de que esta
noche volverá a perderlo todo. — Por supuesto que lo hará. — ¿Qué
quieres que haga?
La verdad es que no tengo ni puta idea. Es un hombre adulto
que ofreció a su hija para salvarse. ¿Quién sabe de qué es capaz? Un
día podría intentar volver a por Fawn. No creo que sea tan estúpido,
pero está empezando a demostrar que me equivoco. Y no puedes poner
nada en contra de un hombre que está desesperado.
—Nada por ahora. Vigílalo. Si aparece todo golpeado, avísame.
— No lo matarán directamente. Eso es un mal negocio. Tratarán de
conseguir su dinero primero. —Dale unas cuantas advertencias. Si se
desespera lo suficiente, podría aparecer aquí.
—Entendido. — Terminamos la llamada. Me empujo hacia atrás
de mi silla, caminando hacia la barra y sirviéndome un vaso de whisky
y tirándolo hacia atrás. Suena un golpe en la puerta antes de que
George la abra.
— ¿Necesita algo más esta noche, señor?
—No, estoy bien.
—Nos vemos mañana. — Vuelve a salir.
Me sirvo otro vaso. ¿Qué demonios se supone que debo hacer
aquí? Es el padre de Fawn. Claro, el hombre es un imbécil, pero ¿cómo
se sentiría ella si él estuviera muerto y yo pudiera haberlo evitado?

Sotelo, gracias K. Cross


Puedo pagar fácilmente cualquiera de las deudas del hombre. Sin
embargo, sé que al hacerlo, creará un ciclo interminable. Sus apuestas
solo se harán más grandes sabiendo que yo lo cubriré al final.
Si lo dejo libre y muere, ¿me odiará Fawn? Me paso la mano por
la cara, la tensión crece en mi interior. Vuelvo a mirar la hora,
empezando a irritarme porque Fawn aún no ha vuelto de casa de la
abuela.
No puedo esperar más, apago el ordenador y me dirijo a casa de
la abuela, al otro lado de la finca. Cuando llego a la puerta, oigo la
película. Se supone que es la fiesta de pijamas de la abuela y de Ace.
¿Por qué mi Fawn no puede ver una película conmigo? Sueno como
un niño haciendo pucheros, pero no me importa.
Llamo a la puerta antes de que la abuela me diga que entre.
Entro, echando un vistazo a mí alrededor. Me sorprende cómo en poco
tiempo Fawn ha sido capaz de hacer este lugar cálido y acogedor. Lo
hace con todo lo que toca. Pero no la veo por ninguna parte.
— ¿Dónde está Fawn?— Pregunto. Ace se mete las palomitas en
la boca y la mitad cae al suelo.
—Se fue hace unas horas. — La abuela me mira confusa.
—Puede que haya subido a la habitación. Buenas noches.
— ¡Buenas noches!— grita Ace antes de cerrar la puerta detrás
de mí y dirigirme a nuestro dormitorio. Puede que esté ahí dándose un
baño o incluso durmiendo la siesta. Mi polla empieza a endurecerse al
pensarlo. Acelero el paso.
Cuando entro en nuestro dormitorio, no la veo por ninguna
parte. El pánico empieza a surgir en mi interior. No es una sensación
a la que esté acostumbrado. Busco por todas partes. Incluso en la
rosaleda. Todo el personal ya se ha ido por el día. Mi corazón late más
rápido con cada segundo que no la encuentro. Una sensación de
pánico empieza a invadirme.
— ¡Fawn!— Grito su nombre. Vuelvo sobre mis pasos, después
de haber revisado todo el puto lugar para ver más a fondo. Saco mi
teléfono, debatiendo si debo llamar a la policía. El miedo empieza a
correr por mis venas.

Sotelo, gracias K. Cross


Vuelvo a entrar en la biblioteca y, como antes, nada. Doy una
vuelta, revisando detrás de algunas de las estanterías y me detengo
cuando la veo tirada en el suelo detrás de una. Hay libros a su
alrededor.
En lugar de estar feliz de haberla encontrado, mis emociones se
apoderan de mí y pierdo la mierda.

Sotelo, gracias K. Cross


Capítulo 14
FAWN

— ¿Qué demonios crees que estás haciendo?— Me despierto de


golpe, aturdida y confusa. Parpadeo un par de veces, mis ojos tratan
de adaptarse a la luz. Roman está de pie junto a mí. El enojo es
evidente en su bello rostro. Diría que está más que enojado por la
mirada que me dirige.
— ¿Leyendo?— Respondo. Supongo que técnicamente fue una
siesta. Solo pretendía coger un libro y, bueno, aquí estoy. No estoy
segura de lo que ha pasado.
Se agacha y me ayuda a ponerme en pie. Su mano rodea mi
muñeca y me lleva fuera de la biblioteca, sin decir una palabra. Sus
pasos hacen ruido en el suelo de madera.
— ¿Ace está bien?— Pregunto, empezando a preocuparme.
—Está bien. — Su respuesta es corta y cortante. Dejo de caminar
y tiro de la muñeca para liberarme de su agarre. No me suelta, pero
deja de caminar.
—Déjame ir. — Lo miro fijamente, molesta por lo grosero que
está siendo. Todavía estoy medio dormida y no tengo ni idea de por
qué está siendo tan brusco.
—Nunca. — Sin embargo, suelta su agarre. Solo por un segundo.
Me levanta y me echa por encima del hombro.
— ¿Qué demonios, bruto? ¿Qué te pasa?
—Tú eres lo que me pasa. — gruñe. Respiro. ¿Esto es lo que pasa
cuando te pones en el lado malo de Roman? Dijo que nunca estaría
ahí. Empieza a parecer que es un mentiroso. ¡Y un imbécil!
Unos minutos después, me deja caer en nuestra cama. Me
escabullo hacia el otro lado, deslizándome para que la cama quede
entre nosotros.

Sotelo, gracias K. Cross


—No huyas de mí. — Nos miramos fijamente durante unos
segundos. —Teníamos una noche de cine. — me recuerda como si no
estuviéramos peleando ahora.
— ¡Puedes ver todas las películas que quieras tú solo!— Me pone
una expresión de sorpresa. ¿Cómo puede estar sorprendido por esto?
Me gruñe y me grita sin motivo. Me carga como un saco de patatas.
—Eres mi esposa. Vas a mirar conmigo. ¿Qué aperitivos
quieres?— Sus palabras siguen siendo acaloradas. ¿Qué está pasando
aquí? Este hombre me está volviendo loca.
—No tengo apetito. — Pongo las manos en las caderas.
—No salgas de esta habitación. — Señala el suelo antes de
marcharse dando un portazo. Estoy tan enojada que podría llorar.
¿Cuál es su problema? ¿Adónde cree que voy a ir si salgo de la
habitación? ¿A París?
Voy al armario y me cambio de ropa antes de meterme en la
cama. Estoy decidida a dormirme lo más rápido posible. No podré ver
una película si estoy durmiendo. Compruebo mi teléfono por última
vez para asegurarme de que la abuela no me ha enviado ningún
mensaje. Lo único que veo son dos llamadas perdidas de mi padre.
Supongo que los imbéciles están todos afuera esta noche.
Apago las luces antes de taparme con la manta. Roman vuelve
unos minutos después y enciende la luz. Me asomo y veo que lleva
todo tipo de aperitivos. El olor a palomitas llena el aire y me hace agua
la boca. Rezo para que no me gruña el estómago. Le oigo dejarlo todo
antes de que su sombra caiga sobre mí.
Me aparta el pelo de la cara. Su pulgar me acaricia suavemente
la mejilla. Este hombre puede ser tan confuso. Quiero abofetearlo y
besarlo al mismo tiempo. Sin embargo, tengo miedo de acabar en su
lado malo. Es tan frío con todos los demás.
No lo llamaría frío esta noche, pero ¿se necesitaría mucho para
llegar a ese lugar? Esta noche es un infierno ardiente. Todavía no
entiendo por qué se ha enojado tanto. ¿Es porque fui a la biblioteca
cuando se suponía que teníamos una cita? ¿Va a hacer un berrinche
como un niño cada vez que no hago algo que quiere? Es un

Sotelo, gracias K. Cross


recordatorio de que fui comprada y pagada. Espera que sea obediente
y que haga lo que él diga.
Le oigo moverse antes de que se apaguen las luces y se meta en
la cama. Me atrae hacia él y me rodea con su brazo. Entierra su cara
en mi pelo. No sé cuánto tiempo permanecemos así, pero en algún
momento me quedo dormida.
Cuando vuelvo a abrir los ojos, veo que la luz de la mañana
empieza a entrar por debajo de las cortinas. Roman sigue rodeándome.
Me muevo lentamente fuera de su agarre antes de deslizarme de la
cama en silencio.
Roman extiende la mano hacia mí, pero solo encuentra una
almohada. La acerca a su pecho. Está tan tranquilo mientras duerme.
No creo que sepa hasta qué punto se aísla del resto del mundo. Solo
deja que se acerquen unas pocas personas. Empezaba a pensar que
yo era una de esas personas, pero ya no estoy tan segura.
Bajo a la cocina para prepararme un café. George ya está
preparando uno para él. Empieza a prepararme uno cuando me ve, y
sé que no hay nada que lo detenga.
—Gracias. — digo cuando me pone la taza delante.
— ¿Dónde está...?
— ¡Fawn!— El grito de Roman interrumpe a George mientras
responde a su pregunta. Pongo los ojos en blanco y sigo bebiendo mi
café. Lo escucho venir por el pasillo sonando como un toro en una
tienda de loza. George abre mucho los ojos. Así que esto no es normal.
Parece que soy yo la que provoca este tipo de reacciones en él.
— ¡Fuera!— Roman le grita a George. Ni siquiera miro hacia él.
George hace lo que dice Roman. Me pregunto si podría escapar con él.
Las manos de Roman bajan sobre la isla de la cocina, una a cada
lado de mí, enjaulándome. El calor de su cuerpo me aprieta la espalda.
—Abandonaste nuestra cama. — gruñe junto a mi oído. Odio
cómo se me endurecen los pezones. Aprieto los muslos. ¿Cómo
demonios me está excitando esto? Debería correr hacia las malditas
colinas.

Sotelo, gracias K. Cross


—Déjame sola. — Levanto el café y doy otro sorbo. No se mueve.
De hecho, no hace nada durante un largo rato. Cuando vuelvo a dejar
el café en la encimera, de repente hace girar mi silla para mirarlo. Su
rostro es ilegible, pero lo miro fijamente a los ojos.
—Nunca te dejaré sola. Eres mi esposa.
—Claro. Porque lo había olvidado. — Pongo los ojos en blanco.
—Bien, ¿qué debería estar haciendo ahora? Porque fui comprada y
pagada, ¿correcto? ¿Quieres que vuelva a subir y me acueste? ¿O hay
algo más que necesites? ¿Quizás quieres que me incline y bese tus
pies?
— ¿Qué te pasa?— Sus ojos buscan en mi cara. Parece como si
estuviera completamente perdido y no tuviera ni idea de qué hacer.
— ¿Puedo terminar mi café e ir a ver a la abuela y a Ace? ¿Es
esto lo que vas a exigir a partir de ahora, que te pida permiso para
cada movimiento que haga? ¿O quieres gritarme un poco más?
—No te grito. — Está tan cerca que puedo sentir su cálido aliento
contra mi piel. Sus ojos se dirigen a mi boca. —No te han comprado
ni pagado. — Empiezo a responder, pero su boca se acerca a la mía.
Me encuentro devolviéndole el beso. Por muy enojada que esté
con mi esposo, sigo pensando que ya estoy un poco enamorada de él.

Sotelo, gracias K. Cross


Capítulo 15
ROMAN

No me aparta, así que profundizo el beso. La mujer me va a dar


un maldito ataque al corazón si no deja de asustarme. Necesito ver un
rastreador por mi propia cordura.
Retiro mi boca de la suya, necesitando probar más de ella. Lamo
y chupo su cuello. Emite pequeños gemidos. Puede que esté enojada
conmigo por alguna razón, pero su cuerpo sigue respondiendo al mío.
No puede resistirse a la atracción más que yo.
—Eres un idiota. — Sus palabras salen entrecortadas.
— ¿De verdad?— Le pellizco el cuello. No se equivoca. —Pero soy
tu idiota. — La levanto de la silla, la siento sobre la encimera y tiro de
su culo hacia el borde. Deslizo mis manos en sus pequeños pantalones
cortos. Gimo cuando siento lo mojada que está ya para mí.
—Roman. — echa la cabeza hacia atrás cuando empiezo a
acariciar su clítoris.
—Di que soy tuyo, Fawn. — Otro gemido sale de ella. —Di que
soy tu esposo y que te pertenezco. — Dejo de acariciarla. Sus dedos se
clavan en mis hombros, pero no continúo. Necesito escuchar sus
palabras. Saber que me necesita tanto como yo a ella.
—Roman. — Intenta moverse contra mi mano, necesita fricción.
—Dilo. Quiero oírlo.
—Eres mi esposo y me perteneces.
—Claro que sí. — Cubro su boca con la mía mientras empujo un
dedo dentro de ella, usando mi palma para rozar su clítoris. Grita en
mi boca, su coño aprieta mi dedo, haciéndome saber que está a punto
de correrse para mí. Es muy sexy.
Rompo el beso, necesitando observarla mientras se corre. En
cuanto lo hago, grita mi nombre. Continúo hasta que se relaja dentro

Sotelo, gracias K. Cross


de mí. Lentamente, saco mis dedos de sus pantalones cortos,
lamiéndolos para limpiarlos. Me mira, con las mejillas rosadas. Su
inocencia es embriagadora, y gracias a Dios es toda mía para siempre.
—Todavía estoy enojada contigo.
—Lo siento. — le digo.
Frunce la nariz. — ¿Sabes siquiera por qué estás pidiendo
perdón?— Niego. — ¿Pero lo dices de todos modos?— No sé qué
respuesta busca, pero lo único que obtendrá de mí es la verdad.
—Haré muchas cosas para hacerte feliz, Fawn. Si quieres una
disculpa, te la daré. Mi orgullo o mi ego nunca se interpondrán en
nuestro matrimonio. — Su rostro se suaviza. La levanto de la encimera
y la llevo al salón. —Ahora dime qué hice mal para no volver a hacerlo.
Sé que ayer me enojé.
— ¿Te enojaste? Me gritaste. Ladrando cosas como si fuera uno
de tus empleados, pero tal vez eso es lo que soy. Dijiste que nunca
serías frío y malo conmigo como te he oído ser con otras personas. Me
mentiste. — Sus palabras me desgarran por dentro. No podría estar
más equivocada.
— ¿Frío?— Sacudo la cabeza. —Lo último que siento cuando
estoy contigo es frío.
—Entonces, ¿qué fue lo de anoche?
—Ardiente ira.
— ¡Ves! Me desmayé accidentalmente al encontrar un libro y
estás enojado conmigo.
—No, cariño. Estaba enojado conmigo mismo por haberte
perdido. — Sus cejas se juntan. Continúo. —Cuando no pude
encontrarte, empecé a sentir pánico. No había sentido miedo desde
que fui un niño. — Levanto la mano, tocando la cicatriz de mi cara. —
Estás lejos de ser uno de mis empleados. Me importa poco lo que
piensen de mí. Para ti, todo lo que hago es intentar complacerte. Para
que te enamores de mí.
Deja escapar un pequeño jadeo. —Eso es mucho para asimilar.

Sotelo, gracias K. Cross


—Siento si te he molestado. Uno de mis mayores temores es que
te pase algo o que alguien te aleje de mí. — Sus ojos empiezan a
humedecerse. Lo que no digo es que la idea de que me deje solo es mi
peor pesadilla. Ahora que la tengo, nunca podré vivir sin ella. No estoy
acostumbrado a tener una debilidad, y ahora no puedo imaginar la
vida sin ella o sin Ace.
—No estoy acostumbrada a que alguien me controle. — Le
acaricio la mejilla. Nunca entenderé cómo nadie se ocupó de ella. Se
ha pasado toda la vida cuidando de todos los demás. Incluso a su
padre, que no se lo merecía. Tengo suerte de que nadie la haya visto
antes que yo y haya llegado a ella primero. Es un maldito milagro. Uno
que intento no estropear.
—Siempre me preocuparé por ti, Fawn. Creo que nunca
entenderás lo mucho que significas para mí. — Me mira a través de
sus pestañas.
—Creo que tal vez sí. ¿Puedo preguntarte algo?— Se mueve para
ponerse a horcajadas sobre mí. Su cálido coño presiona mi polla.
—Cualquier cosa. — Su mano se levanta para tocarme la cara.
Cierro los ojos un segundo, disfrutando de su contacto. Pasa las
yemas de sus dedos por mi cicatriz.
— ¿Estabas buscando una esposa todo el tiempo?— Su pregunta
me hace abrir los ojos para mirarla fijamente.
—No. En aquel momento intentaba encontrar una niñera.
— ¿Qué cambió entonces?
—Tú. Te vi y te deseé. Supe que tenía que tenerte.
— ¿Sabes que no es así como funcionan las cosas en realidad?—
Intenta resistir una sonrisa, pero la veo.
—Pero funcionó. — señalo.
—Podrías haberme invitado a salir. Las cosas podrían haber sido
diferentes para nosotros.
—No soy un hombre paciente, y no estaba seguro de que dijeras
que sí. Tu atención estaba en otras cosas. No creo que te hubieras
dado la oportunidad de salir con alguien. — Se muerde el labio,

Sotelo, gracias K. Cross


sabiendo que tengo razón. —Te quería fuera de esa casa y aquí, donde
pudiera cuidarte. Eso es lo que hago, ¿no? ¿Cuidar de ti, Fawn?
—Lo haces. — Le acaricio la nuca. Pasaré el resto de mi vida
asegurándome de que cada sueño y cada necesidad que tenga se
cumplan.
— ¿Disfrutas estando aquí?
—Sí, las cosas son mejores aquí. — admite. Ya no tiene esas
ojeras. Cada vez que la veía antes de venir aquí, parecía agotada. —
¿Puedo preguntarte algo más?— Su lengua rosa sale, mojando su
labio inferior. Juro que está tratando de matarme.
—Fawn, siempre puedes preguntarme lo que quieras.
—Has dicho que quieres que me enamore de ti. — Hace una larga
pausa. La espero, preguntándome a dónde quiere llegar. — ¿Me amas?
—Sí. — digo sin dudar. Sus ojos se abren de par en par. —Al
menos, esto es lo que creo que es el amor. No puedo pasar treinta
minutos sin pensar en ti. Siempre me pregunto qué estás haciendo o
si estás satisfecha. Todo para mí empieza y termina contigo.
Una sonrisa ilumina su rostro. — ¿Has estado enamorado
alguna vez?
—Ni de lejos.
—Yo tampoco. — La acerco a mí, necesitando besarla. Seré su
primer todo. O moriré intentando serlo. —Tengo que ir a ver a Ace y a
la abuela. — La suelto. Se baja de mi regazo y se pone de pie.
La veo salir, pero se detiene en la puerta y se vuelve hacia mí. —
Me estoy enamorando de ti, Roman. Por eso anoche me enojé tanto.
Me importa. No me rompas el corazón. — Con eso, se va.
Sonrío. Algo que he hecho mucho más desde que Fawn llegó a
mi vida. Algún día poseeré cada parte de ella. Incluso su corazón.

Sotelo, gracias K. Cross


Capítulo 16
FAWN

Intento mantener una sonrisa pegada en mi cara al entrar en


casa de mi abuela. Esta semana ha sido muy dura. Mis emociones
están por todas partes.
—Fawn. — La abuela, que está de pie junto al fregadero de la
cocina, se gira para mirarme. — ¿Te traigo un poco de té?
—Permíteme. — Desde que llegó aquí, la abuela está un millón
de veces mejor. Ni siquiera estoy segura de que necesite a la enfermera
en este momento. Aunque no voy a sugerirlo. Me gusta que haya una
enfermera que la revise un par de veces a la semana para asegurarse
de que todo va bien.
Ella podría detectar algo antes que yo. Roman también me dijo
que si en algún momento necesito que la vea un médico, puede tener
uno aquí en unas horas. El hombre no bromeaba cuando dijo que
haría cualquier cosa por mí. Tengo que admitir que es agradable tener
a alguien que cuide de mí.
La abuela va y se sienta en la pequeña mesa mientras preparo
nuestro té. — ¿Me vas a decir por qué estás tan deprimida?
— ¿Qué? ¿Por qué dices eso?— La mujer me lee demasiado bien.
Debería haber sabido que sería capaz de darse cuenta de que algo me
molesta. Su médico le retiró algunos medicamentos que le habían
dado cuando estaba en el otro centro, diciendo que eran excesivos y
que no los necesitaba. Desde entonces, la abuela es más aguda. Estaré
siempre agradecida a Roman por hacer esto por nosotras.
—Tus ojos. Eran todo sonrisas brillantes la semana pasada. —
Es cierto. Desde que Roman me dijo que me ama he estado en las
nubes. Es la primera persona que me quiere de verdad, aparte de la
abuela, desde que murió mi madre. Es agradable, y por primera vez
en mi vida puedo relajarme y dejar pasar las cosas.

Sotelo, gracias K. Cross


—Ace comenzó la escuela. — Sé que lleva poco tiempo en mi vida,
pero adoro a ese niño. Los primeros días que no estuvo en casa
conmigo fueron muy duros, pero le encanta.
—Entiendo eso, pero hay más. — espera. Le pongo el té delante.
— ¿Los gatitos están creciendo muy rápido?— Lo intento de
nuevo. Me mira fijamente, esperando que le diga la razón principal.
Me siento en la silla frente a la suya. —Roman no me dice que me ama.
—Ese hombre te ama. Puedo prometerte eso. — coge su té y bebe
un trago.
—Lo sé. Me ha dicho que me ama pero solo una vez; nunca me
dice te amo. Ni cuando nos levantamos ni cuando nos acostamos. — Me
detengo ahí, sin querer abordar el tema de nuestra vida sexual.
— ¿Se lo dices tú?— Niego. Estoy enamorada de Roman. Lo
estaba incluso antes de que tuviéramos nuestra pelea hace dos
semanas. Por eso me había puesto tan nerviosa pensando que solo me
consideraba una de sus empleadas. Está claro que quería ser mucho
más que eso o no me habría cabreado tanto.
—No. — admito.
— ¿Eso es todo?— Niego. No estoy segura de querer compartir la
otra parte con ella.
—Fawn, puedo soportar una charla sobre sexo. — Me quedo con
la boca abierta. Sonríe mientras bebe otro trago de su té. —En su día
tuve una fila de hombres que querían casarse conmigo.
—Abuela. — Me río. No lo dudo. Era hermosa.
—Así que dime. — presiona.
—Roman no tiene sexo conmigo. — me mira confundida. —Hace
otras cosas. — Mi cara se calienta por momentos.
— ¿Alguna vez has...?— vuelvo a negar. — ¿Cómo es posible?
—Es una larga historia.
—Qué suerte, tengo todo el tiempo del mundo.

Sotelo, gracias K. Cross


—No quiero que te enojes. — empiezo porque no quiero que
cambie su opinión sobre Roman. Puede que no haya hecho lo correcto
para que me case con él, pero su corazón estaba en el lugar correcto.
—No prometo nada. — Se sienta más erguida. Lo suelto todo,
necesitando a alguien con quien hablar de esto. ¿Por qué el hombre
no tiene sexo conmigo? Me está volviendo el cuerpo loco.
Se acerca y coloca su mano sobre la mía. —Siento que John sea
una mierda, cariño. — Eso no fue lo que pensé que iba a decir.
Después de todo, es su hijo. —Pensé que se encargaba de todo. —
cierra los ojos, sacudiendo la cabeza. —Tenía el dinero. Debe haber
vaciado las cuentas.
—El juego.
—Supongo que hizo una cosa buena por ti. Trajo a Roman a tu
vida.
—Pensé que te ibas a enojar. — Estaba segura de ello, pero
quería que supiera la verdad.
— ¿Enojar? Ustedes dos están enamorados. Un hombre no
atrapa a una mujer para que se case con él si no está enamorado.
Además, tampoco ha presionado para tener sexo. — tiene un punto.
—Ves. ¿Por qué no?— Levanto las manos. Llevo más de un mes
aquí y todavía no hay sexo. Todo mi cuerpo lo está deseando a estas
alturas.
—Eso es fácil, cariño. Todavía no le has rogado.
—Oh, mierda. — susurro. —Pensé que me estaba tomando el
pelo o algo así.
La abuela niega. —Tampoco creo que vaya a sacar el tema. Te
está esperando. En realidad, es bastante dulce que no te presione. Te
está dando tiempo. Se está asegurando de que es lo que quieres. No
has tenido elección en muchas cosas en tu relación, así que quiere
que esto sea tu elección.
—No quiero tiempo. — murmuro, pero la abuela tiene razón. Ni
siquiera me ha dejado hacerle nada. No es que lo haya intentado
realmente. Soy jodidamente tímida a menos que él me esté
empujando.

Sotelo, gracias K. Cross


—Entonces ve a decírselo.
Nos sentamos en silencio durante un largo momento. ¿Cómo le
planteo eso? Oye, ¿puedes pasarme las patatas y, por cierto, estoy lista para tener
sexo? —Quiero decir ahora, Fawn.
— ¿Qué? ¿Cómo ahora mismo?
— ¿Por qué no?
—Bien. Puedo hacerlo. — Me empujo hacia atrás de la silla,
poniéndome de pie.
— ¿Estás segura?— se ríe.
— ¡Soy tímida!— Eso solo la hace reír más.
—No hay nada de qué ser tímida. Estás a punto de alegrarle el
día. ¿A quién quiero engañar? Su año.
Resoplo una carcajada. —Gracias, abuela. — Le doy un beso en
la mejilla antes de salir. Voy directamente al despacho de Roman. Me
detengo frente a la puerta cuando los sonidos de gemidos llenan mis
oídos. Mi corazón se desploma. No, de ninguna manera. No lo haría.
La estúpida idea de que los hombres tienen necesidades revolotea
dentro de mi cabeza.
Abro lentamente la puerta y veo a una mujer alta y rubia. Salto
hacia atrás rápidamente. La necesidad de vomitar me golpea con
fuerza. Me doy la vuelta para escapar y me topo con Roman. Sus
manos bajan sobre mis hombros para que no me caiga sobre mi
trasero.
— ¿Qué pasa?— gruñe, leyendo mi cara.
—Pensé que...— lo miro fijamente.
— ¿Pensaste qué, Fawn?
—Nada. — Le agarro de la camisa y lo atraigo hacia mí. Su boca
se encuentra con la mía. Le rodeo el cuello con los brazos. Me levanta
de mis pies, inmovilizándome contra la pared.
—Esto está lejos de nada, bebé. — Me mordisquea el cuello. Dejo
escapar un gemido de necesidad.

Sotelo, gracias K. Cross


—Llévame al dormitorio. — Mis dedos se clavan en su pelo.
Retira su boca de mí y respira profundamente antes de ponerme de
pie. Observo cómo se ajusta la parte delantera de los pantalones. ¿Me
está rechazando?
—No te muevas. — me ordena. Veo cómo abre la puerta de su
despacho.
—Reunión cancelada. La reprogramaremos. Mírate. — Deja que
la puerta se cierre tras él antes de agarrarme de nuevo.
— ¿Quién era?— Pregunto mientras sube las escaleras de dos en
dos.
—Un socio de negocios y su asistente. — Sea quien sea, creo que
la mujer es mucho más que eso a tenor de los gemidos que salen de
la oficina.
Le rodeo con más fuerza, apoyando la cabeza en su hombro y
respirando. Una sensación de paz me invade al saber que estoy a
punto de ser de Roman en todos los sentidos.

Sotelo, gracias K. Cross


Capítulo 17
ROMAN

No sé qué le pasó a mi esposa, pero me lo tomaré todo. Mi polla


está tan dura que apenas puedo caminar. Su cálido aliento me hace
cosquillas en la piel mientras la llevo a nuestro dormitorio, cerrando
la puerta de una patada. La pongo de pie, no quiero perder ni un
segundo más. La necesito desnuda y rogando por mi polla. Quiero ver
cada maldito centímetro de ella, que su coño esté goteando de
excitación y mi polla enterrada en lo más profundo de su cuerpo.
— ¿Necesitas liberación, bebé?— Le pregunto, sabiendo que
tengo que tomarme mi tiempo con ella. Tengo que asegurarme de que
está preparada para mí.
—Sí. — Se pone delante de mí completamente desnuda. Podría
fácilmente poner a un hombre de rodillas si quisiera. — ¿Y tú? ¿No
necesitas liberarte, Roman?— lo pregunta tan suavemente que casi no
la oigo.
Ya me duele la polla. Lo ha estado desde que ella llegó. Me he
estado cuidando cada vez que he podido para mantener la cordura. No
iba a presionarla con esto. Ya la había presionado en bastantes cosas.
— ¿Qué estás diciendo, Fawn?— Quiero oírlo salir de su boca.
Su lengüita rosa sale para lamer sus labios carnosos. Lucho contra
un gemido, pensando en cómo se sentiría si los envolviera en la cabeza
de mi polla. Que esos preciosos ojos suyos me miraran fijamente
mientras me succiona hasta el fondo de su garganta antes de tragarse
hasta la última gota de mí. Respiro profundamente, tratando de
calmarme.
—Siempre soy yo la que está desnuda por aquí. Me parece
injusto. — Su timidez e inocencia van a ser mi perdición. No tiene ni
idea de lo sexy que es, lo que solo aumenta su atractivo.

Sotelo, gracias K. Cross


—Ya me has visto desnudo. — le recuerdo. La primera noche que
estuvo aquí. Por no hablar de todas las duchas que hemos tomado
juntos.
—Pero no en la cama. — Se mueve sobre sus pies.
—No tengo mucho control. — La ducha es segura. No voy a
follarla por primera vez ahí.
— ¿Y si no quiero que tengas control?
Alargo la mano y empiezo a desabrocharme la camisa. —Necesito
que seas muy clara conmigo, esposa.
Tentativamente lleva sus manos a mi pecho deslizándolas hasta
mi cinturón donde comienza a desabrocharlo. Oigo cómo me late el
corazón. Mi polla ya está goteando semen solo con su contacto.
— ¿De verdad vas a hacerme rogar?— Me mira a través de sus
pestañas. No voy a obligarla a hacer nada que no quiera hacer en el
dormitorio. Pero en la agonía de la pasión, podría hacerla rogar. Es el
único momento en que algo de su timidez se desvanece.
—No. Te he dicho que lo único que tienes que hacer es pedirlo y
te daré lo que quieras. — Me desabrocha el botón del pantalón.
—Te quiero. Todo de ti.
—Fawn. Necesito que estés segura. — Doy un paso más hacia
ella, pero no se echa atrás.
— ¿Es cierto que no estamos realmente casados? Porque nunca
hemos consumado nuestro matrimonio. — Con esas palabras he
terminado. El delgado hilo de mi autocontrol finalmente se rompe. La
levanto de los pies y la arrojo sobre la cama. El sonido de sus dulces
risas llena la habitación mientras me quito los zapatos.
Rápidamente se convierten en gemidos cuando entierro mi cara
entre sus piernas. Ya está muy mojada para mí. He conseguido que
su cuerpo anhele lo que puedo darle. Lamo y chupo cada gota de su
excitación mientras le meto un dedo y luego otro. Está tan jodidamente
apretada.
Sigo metiéndole los dedos hasta que grita y su coño se cierra en
torno a mis dedos cuando le llega el primer orgasmo. Pero no me

Sotelo, gracias K. Cross


detengo. Se agita por un momento, tratando de liberarse. Estoy seguro
de que todo su cuerpo está sensible. Un momento después, vuelve a
gemir.
Le meto otro dedo. Lo último que quiero hacer es herir a mi
esposa. Sé que va a haber algo de dolor, pero intento que sea el menor
posible. Soy un hombre grande por todas partes. Quiero que ella
disfrute de esto.
—Roman. — Sus caderas comienzan a levantarse del colchón.
Con mi otra mano, la inmovilizo con mi brazo, sabiendo que eso solo
va a excitarla más. Puedo ser mandón y exigente, pero cada vez que
meto mis manos entre sus muslos su coño se moja para mí. Sé que le
gusto así, aunque todavía no lo entienda del todo.
Su coño vuelve a cerrarse en torno a mis dedos. Me meto su
clítoris en la boca, pasándole la lengua de un lado a otro. Aprieto la
polla contra el colchón, obligándome a no correrme con ella.
Los sonidos que emite son tan jodidamente eróticos. Podría
excitarme solo con escucharla. No dejo de comerla hasta que su
cuerpo se relaja en la cama. Le doy besos en el interior de los muslos
mientras me quito los pantalones y los bóxers.
No quito mi boca de ella mientras beso su cuerpo. Cuando beso
su suave vientre, pienso en que un día crecerá con nuestro hijo. Más
semen gotea de mi polla. Nunca voy a durar. Le lamo entre los pechos
mientras cojo uno con la mano, mi pulgar acaricia su pezón y chupo
el otro en mi boca.
Sus dedos se clavan en mi pelo mientras hago lo mismo con el
otro pecho. Empieza a contonearse de nuevo y sé que quiere más. Le
suelto la teta y levanto la cabeza para mirarla. Sus ojos están fijos en
mí, observando cada uno de mis movimientos. Puedo ver el deseo en
ellos.
—Hazme tu esposa, Roman.
Cierro los ojos, respirando profundamente para no abalanzarme
sobre ella como un animal en celo, pero me está tentando.
— ¿Estás ansiosa por más, bebé? ¿Quieres que tu marido te
quite la virginidad? ¿Quieres ser mía en todos los sentidos?— tomo su
boca antes de que pueda responder.

Sotelo, gracias K. Cross


Deja escapar un gemido.
Mi polla se desliza entre sus pliegues. Su excitación me cubre.
Sus duros pezones me presionan el pecho. Está tan jodidamente
preparada y lista. Su cuerpo me pide a gritos que la haga mía.
—Sabes que quiero oírlo. — Suelto su boca y mis ojos se fijan en
los suyos.
—Te necesito dentro de mí. — El semen sale de mi polla, pero no
me muevo.
—Todo. — Lentamente trabajo mi polla contra su clítoris.
— ¡Roman! Me estás volviendo loca. — Trata de bajarme para
darle otro beso. Si no estuviera tan excitado, me reiría. —Quiero a mi
esposo. Dijiste que siempre cuidarías de mí. — Eso es suficiente para
mí.
—Te tengo, nena. Siempre lo haré. — Me meto entre nosotros,
guiando la cabeza de mi polla a su abertura. Empujo la cabeza dentro
de ella. Cierro los ojos y respiro profundamente para intentar
controlarme. El instinto de introducirme en ella hasta las pelotas
dentro me acomete con fuerza.
—Ohh. — Me agarra por los hombros. La introduzco y la saco
lentamente, con empujones superficiales. —Más. — Su lengua sale
para lamer esos deliciosos labios. Casi jadea en este momento.
Nunca he deseado nada tanto como a ella. Hice algunas cosas
jodidas para conseguirla, y las volvería a hacer si eso significara que
sería mía para siempre. Si alguien intenta quitármela, lo destruiré.
—Fawn. — Rozo mi boca contra sus suaves labios. —Te amo. —
Sus ojos se abren de par en par ante mis palabras. Golpeo mi boca
contra la suya mientras empujo dentro de ella y rompo su inocencia.
Un pequeño grito sale de ella. No dejo de besarla. Vuelvo a
deslizar mi mano entre nosotros y juego con su clítoris. Está tan
jodidamente apretada que es casi doloroso.
Su apretado coño empieza a apretarse y a soltarse. Su cuerpo
empieza a relajarse de nuevo. Su lengua entra en mi boca y me
devuelve el beso con todo lo que tiene.

Sotelo, gracias K. Cross


—Quieres más, ¿no es así, mi chica codiciosa?
—Sí. Más. — acepta.
—Tu coño no quiere dejarme ir ahora que ha probado. —
Empiezo a empujar más rápido.
—Yo tampoco. — Me sale un gemido ante sus dulces palabras.
Mi polla se sacude dentro de ella, liberando algo de semen. Retraso mi
orgasmo. No me voy a correr hasta que ella lo haga.
Levanta las caderas para recibir cada una de mis embestidas.
Su respiración se vuelve agitada.
—Voy a correrme dentro de ti. Y vas a aguantar hasta la última
gota que te dé. — le digo, queriendo ver su reacción. Mis pelotas ya se
están llenando. No voy a aguantar mucho más, joder.
—Sí. Por favor. Vente dentro de mí. — Su coño me aprieta de
nuevo. Está muy cerca. Su cuerpo está al límite, y soy el único que
puede darle lo que necesita.
—Entonces córrete para mí. Ordéñame, esposa. — Empiezo a
correrme, incapaz de aguantar más. Su coño me aprieta de nuevo.
Esta vez es más fuerte que antes.
— ¡Roman!— grita mi nombre mientras el orgasmo recorre todo
su cuerpo.
Se me forman manchas negras en los ojos. Sigo corriéndome,
más fuerte que nunca en mi vida. Me derramo dentro de ella, su coño
absorbe cada gota de mí. No me detengo hasta que se relaja debajo de
mí.
Joder. Sabía que el sexo sería bueno con ella, pero esto es algo
totalmente distinto. Su cuerpo es mi cielo. Todo su cuerpo lo es.
Me doy la vuelta, llevándola conmigo. Dejo que mi polla se deslice
fuera de ella de mala gana. Todavía la tengo dura, y no confío en no
volver a tomarla demasiado pronto. Su coño necesita tiempo para
curarse.
Su cabeza está apoyada en mi pecho. Tiene los ojos cerrados. Le
acaricio el pelo. Parece un ángel desmayado sobre mí. Sonríe cuando
por fin abre los ojos.

Sotelo, gracias K. Cross


Tengo que llevarla a un baño. Tengo que hacer todo lo posible
para que esta experiencia sea lo menos dolorosa posible para ella. Juré
que siempre cuidaría de ella, y siempre lo haré.
—Roman. — levanta la cabeza, sus ojos se encuentran con los
míos. —Yo también te amo.
—Fawn. — Enredo mis dedos en su pelo. Sigue dándome y
dándome. —Nunca te dejaré ir. Ahora me perteneces en todos los
sentidos.

—Y tú me perteneces a mí. Solo a mí. — ¿Es eso un indicio de


celos? No quiero que dude de mi devoción por ella.
—Te prometo que solo serás tú. Eres todo lo que siempre quise.
— No sabía lo que necesitaba hasta que la vi. Por primera vez en mi
vida, tenía un propósito que no era el trabajo. —Te quiero a ti. Solo a
ti.
—Bien. — me sonríe. Gira la cabeza y me besa el pecho por
encima del corazón. La levanto y la llevo al baño para que empiece a
bañarse.
—Necesitas remojarte. — le digo, sentándola en la encimera del
baño.
—No me dolió tanto como pensé que lo haría. — Creo que porque
la mantuve en el orgasmo, y eso ayudó a calmar el dolor.
—Bien, bebé. Nunca quiero hacerte daño. — La levanto de nuevo,
bajándola lentamente a la bañera. Deja escapar un largo suspiro
mientras el agua caliente la envuelve.
No me pierdo la mancha de sangre en mi polla cuando entro con
ella. La atraigo hacia mis brazos.
Ahora es mi esposa en todos los sentidos. Mi mano recorre su
estómago. Espero que muy pronto sea la madre de nuestros hijos. Es
mi todo. No sobreviviría sin ella.

Sotelo, gracias K. Cross


Capítulo 18
FAWN

Ace corre hacia la piscina para lanzarse a hacer un cañonazo.


— ¡No corras!— Grito, pero es demasiado tarde. Ya está en el aire
bajando a la piscina. Su chaleco salvavidas lo vuelve a levantar.
— ¿Cómo de grande fue mi chapuzón?— Cada día veo más que
esa tristeza abandona sus ojos. Es bueno saber que he tenido una
parte en ello. Quiero a este niño más de lo que las palabras pueden
describir. Últimamente es todo sonrisas. Todos nosotros lo hemos
sido.
Roman ha estado mucho más cerca últimamente. Ha estado
trabajando menos, y hemos estado haciendo cosas en familia. Por
primera vez en mi vida, me siento asentada. Ni en un millón de años
habría imaginado que las cosas iban a salir así.
—Creo que ha sido el más grande hasta ahora. — le digo.
Toda su cara se ilumina de emoción. — ¡Sí!
Veo cómo nada hacia las escaleras. Hago lo mismo, saliendo de
la piscina. Tengo los dedos arrugados. He tardado varias semanas en
enseñar a Ace a nadar.
Roman se ofreció a contratar a alguien para que viniera, pero
quería ser quien le enseñara. Fue algo que nos unió a Ace y a mí. Y
aunque ya lo tiene dominado, sigo queriendo que lleve el chaleco
salvavidas por ahora. Especialmente cuando hace esto.
Me siento en el último escalón, observándolo. Podría estar aquí
todo el día si le dejara. No quiero que se agote demasiado.
—Te estás volviendo bueno en eso. — dice Reno mientras camina
hacia la piscina. —Fawn. — Se inclina hacia mí con su sombrero.

Sotelo, gracias K. Cross


—Hola, Reno. — Le doy una sonrisa. —He querido preguntarte.
¿Crees que podrías darme lecciones a mí también? Siempre he querido
probar a montar a caballo.
—Estoy seguro de que podemos arreglar algo.
—Puedo enseñar a mi esposa a montar. — La profunda voz de
mi esposo retumba detrás de mí. Me giro para mirarle por encima del
hombro. No lleva su traje habitual, sino unos vaqueros y una camisa
negra que le cruza el ancho pecho. —En realidad, ya le he dado unas
cuantas lecciones. — Sonríe.
Entorno los ojos hacia él. Está siendo grosero y lo sabe. Roman
puede ser un mocoso cuando otros hombres se acercan a mí. Puede
ser molesto y dulce al mismo tiempo.
—Iba a consultarlo primero, jefe. — Reno levanta las manos,
dando un paso atrás. Le sonríe a Roman. Todo el mundo por aquí
parece alegrarse de que Roman se casara. George dice que ahora es
menos oso. Que he calmado algo dentro de él. También dice que este
es el Roman más feliz que ha visto en su vida, lo cual es agradable de
escuchar.
— ¡Ro, mira!— Ace grita mientras hace otro cañonazo. Roman le
aplaude.
—Los dejaré a todos con ello. — dice Reno antes de darse la
vuelta para volver a los establos.
—Eres un mocoso. — le digo a Roman en cuanto Reno sale de
su alcance.
—Y mi esposa está casi desnuda. Trabaja en los establos, no en
la piscina.
— ¿Así que tal vez deberíamos conseguir un chico de la
piscina?— Me burlo de él. Se dirige hacia mí. Intento levantarme y
correr, pero me agarra por la cintura y me levanta.
— ¡Bájala!— grita Ace, nadando hacia un lado para salir de la
piscina.
—No lo harías. — Miro fijamente a Roman, luchando por no
sonreír. Roman levanta las cejas.

Sotelo, gracias K. Cross


—Bájala. — Ace apunta a Roman con una pistola de agua. Esta
vez no puedo luchar contra mi risa cuando empieza a disparar a
Roman con ella.
—Lo siento, amor. — dice Roman antes de lanzarme a la parte
más profunda. Dejo escapar un pequeño grito antes de caer al agua.
— ¡Te salvaré, mami!— grita Ace antes de saltar a la piscina. Sus
palabras me toman desprevenida. Puedo ver en la cara de Roman que
también está sorprendido. Se encoge de hombros y me sonríe.
Ace sale de debajo del agua y me rodea. —Te tengo.
—Gracias, cariño. Me alegro mucho de que haya un caballero
por aquí. Sé que siempre puedo contar contigo, dulce niño. — Ace le
dedica una sonrisa a Roman. Nado hasta la parte poco profunda,
dejando que Ace se vaya cuando llegamos a las escaleras. Me coge de
las manos mientras salimos. —Almuerzo.
—Me muero de hambre. — Me suelta la mano y se va hacia la
casa.
—Asegúrate de cambiarte y no dejes que los gatitos se escapen
de tu habitación. — grito detrás de él. Se escaparon una vez y
tardamos una eternidad en encontrarlos. Tenemos que empezar a
dejarlos salir poco a poco, pero creo que esperaremos unos meses más
antes.
—Yo también tengo hambre. — Los ojos de Roman se comen
cada centímetro de mí.
— ¿Crees que vas a conseguir algo ahora?— Pongo las manos en
las caderas.
Me agarra, tirando de mí hacia su cuerpo. —Todo lo que tengo
que hacer es poner mi boca sobre ti. — Tiene razón. Roman ha
despertado en mi cuerpo necesidades que no tenía ni idea de que
anhelaba.
— ¿Qué piensas de todo el asunto de mami?— Me muerdo mi
labio inferior entre los dientes.
—Creo que está bien, pero podemos mencionarlo a su terapeuta.
— sugiere.

Sotelo, gracias K. Cross


—Buena idea. — Le planteé la idea de que Ace viera a uno. No
me ha dado ninguna razón que me haga pensar que necesita uno, pero
quería estar segura. Ha pasado por muchas cosas, y haré todo lo que
esté en mi mano para que lo supere de la mejor manera posible.
—Eres como su madre. Creo que será bueno para los dos. No
queremos que se sienta diferente cuando empecemos a tener hijos. —
Se me revuelve el estómago. Los niños no son algo de lo que hayamos
hablado mucho.
Sé que está sobre la mesa, por supuesto. Hemos tenido
relaciones sexuales y ninguno de los dos ha mencionado la protección.
De hecho, creo que mi periodo está atrasado, pero es demasiado
pronto para dejar que mi mente vaya por ahí.
— ¿Cuántos quieres?
—Nunca había pensado en tener hijos hasta que llegaste tú.
— ¿De verdad? No tenemos que hacerlo. — No quiero presionarle
ni hacerle creer que es algo que tiene que hacer porque estamos
casados. Su mano me agarra el culo. Me aprieta la polla en el
estómago.
—Nunca pensé en ninguna de esas cosas. Niños, una esposa,
gatitos. — Resoplo una carcajada. —Entonces ahí estabas tú, y quería
todo eso.
—Me haces sentir tan especial, Roman.
—Lo eres. No sé cómo alguien más no llegó a ti antes que yo. —
Sacudo la cabeza. Cree que todos los hombres me desean.
—Sabes, te busqué en Google y en realidad no parezco tu tipo.
— Señalo. Eso ha estado rondando en mi mente. Es una tontería, en
realidad. Por la forma en que está conmigo sé que soy la única que
quiere. La única mujer que ha perseguido para tener.
— ¿Estás celosa?— Sonríe. Le doy un golpe en el pecho, tratando
de alejarme de él, pero no consigo nada.
—Tengo que ir a preparar el almuerzo de Ace. — Lo fulmino con
la mirada, odiando que, de hecho, esté celosa. No quiero pensar en
que nadie salga con él nunca. Nunca salimos. —Suéltame. — Le
empujo el pecho.

Sotelo, gracias K. Cross


—Nunca. — dice antes de echarme al hombro de nuevo,
llevándome a la casa. Mi marido es un maldito cavernícola. Tiene
suerte de que lo ame tanto.

Sotelo, gracias K. Cross


Capítulo 19
ROMAN

Se menea en mi hombro y le doy un golpe en el culo. Suelta un


pequeño grito antes de contraatacar y devolverme el golpe.
—Yo tendría cuidado, cariño. Mantendré tu coño al borde, sin
dejar que te corras. — No dice nada durante un largo momento. No
tengo que ver su cara para saber que se está sonrojando. En el último
mes he estado dentro de ella demasiadas veces para contarlas. No
puedo estar mucho tiempo sin ella.
Estaba seguro de que una vez que la probara, esta loca obsesión
que tengo por ella se calmaría un poco. No lo ha hecho. De hecho, creo
que está empeorando. Quería que fuera mi esposa. Lo conseguí. Luego
quise que me amara. Lo conseguí. Ahora quiero a nuestro bebé dentro
de ella. No pararé hasta conseguirlo.
Debería volverme loco. Paso menos tiempo en el trabajo, pero no
es así. Es la primera vez en años que me relajo. El trabajo ya no
domina todos mis pensamientos. Fawn me ha mostrado la posibilidad
de mucho más.
—No lo harías. — sisea finalmente.
— ¿Comer tu coño durante horas? Sí, definitivamente lo haría.
— ¡Roman!— Me golpea el culo de nuevo, haciéndome reír. —
¡Bájame, bruto!— grita mientras entro en la casa.
—George, ¿puedes preparar el almuerzo? Ace estará listo en
breve.
—Por supuesto, señor.
— ¡George, ayúdame! ¡Me está secuestrando!— intenta de nuevo.
—Eso es noticia vieja, Sra. King.
Estalla en carcajadas pero trata de disimularlas rápidamente.

Sotelo, gracias K. Cross


La subo por las escaleras y la llevo a nuestro dormitorio. La dejo
caer en la cama. Huele a sol. Ella y Ace han estado en la piscina todos
los días de esta semana. Su piel está incluso bronceada y brillante. No
sé cómo lo hace, pero juro que está más guapa cada día que pasa.
—Ahora, ¿me vas a decir qué pasa por tu cabeza?— empieza a
retroceder, pero soy más rápido. La agarro por el tobillo antes de que
pueda alejarse. Frunce los labios.
—Bien. — Resopla, haciendo que sus tetas reboten. Pensé que
un traje de dos piezas estaría bien en casa, pero ahora me lo estoy
pensando. —Todas las demás mujeres con las que has salido en el
pasado parecen supermodelos. Y yo solo soy la vieja Fawn, la
camarera.
Eso lo hace. Bajo sobre ella, enjaulándola debajo de mí. —Nunca
podrías ser sencilla. Y no hay nada malo en ser una camarera. Eres
mucho más que eso, y lo supe solo por una foto. Eres dulce y amable.
Acogiste a Ace como a uno de los tuyos. De alguna manera te
enamoraste de mí después de todo lo que he hecho. Te prometo que
eres la mujer más hermosa que he visto en mi vida. Todas esas cosas
juntas y supe que tenía que tenerte.
Su labio inferior se hincha. —Eso es muy dulce.
— ¿Estás a punto de llorar?— gruño.
—No. — lloriquea.
—Nunca he llevado a nadie a ningún evento, así que no tengo ni
idea de lo que estás hablando. He dejado que me hagan fotos, pero eso
es más por la prensa que por otra cosa. Así se difunde más el nombre
del evento.
Sus labios se dibujan en una sonrisa. —Debería haberlo sabido.
No te gusta nadie.
Lanzo una carcajada. Cada día sale más y más de la verdadera
Fawn. Me encanta que se sienta lo suficientemente cómoda como para
mostrarme su verdadero yo.
— ¿Qué tal si salimos todos esta noche? Salir de aquí unas
horas.
— ¿De verdad?— Su cara se ilumina.

Sotelo, gracias K. Cross


—Por mucho que no quiera compartirte con el resto del mundo,
sé que no puedo tenerte encerrada para siempre.
—He disfrutado bastante estando encerrada aquí contigo. — Me
acerca a ella. —Pero creo que sería bueno salir de aquí de vez en
cuando. Especialmente por Ace.
—Estoy de acuerdo. Si esto es algo que querías, Fawn, deberías
habérmelo dicho. Puedo ser un poco lento a veces cuando se trata de
estas cosas. — Todavía no puedo olvidar la pelea que tuvimos cuando
no pude encontrarla. —Las relaciones son nuevas para mí. Todo esto
realmente lo es, pero quiero que seas feliz. No puedo hacerlo si no me
dices lo que quieres.
—De acuerdo, prometo ser más vocal. — tira de mí el resto del
camino hacia abajo para besarme. —Hay algo que sí quiero. — Me
empuja el pecho, pero no me muevo. —Roman. — Vuelve a empujar,
y esta vez dejo que me ponga de espaldas. Veo cómo se arrastra sobre
mí.
—Déjame ayudarte con esto.
Tiro del cordón de su bikini para liberar sus pechos. Me sube la
camiseta y sus dedos recorren mi pecho. A continuación, tiro de los
cordones de sus caderas para dejarla completamente desnuda para
mí. Lo único que ya no le da vergüenza es su cuerpo. Sabe que no me
canso de ver cada centímetro de ella. Mis manos siempre están sobre
ella si está cerca.
—Siempre me haces esto. Creo que ya es hora de que te devuelva
el favor. — Se inclina y me besa el pecho. Antes de que pueda
preguntarle a qué se refiere, siento que sus dedos se dirigen al botón
de mis vaqueros. Joder. Mi polla se estremece al pensar en ella
chupándomela.
—Fawn. — Enredo mis dedos en su pelo.
—Sí. — dice entre besos, deslizándose más por mi cuerpo. Me
quito los zapatos de una patada mientras ella consigue desabrochar
el botón de mis vaqueros. Se contonea intentando bajarme los
vaqueros. Deja escapar un adorable resoplido. Juro que no sabe lo
jodidamente sexy que puede ser. Me está matando ahora mismo con
su inocencia.

Sotelo, gracias K. Cross


—Déjame. — Me levanto y la ayudo a quitarme los vaqueros y
los bóxers. No pierde el tiempo. Con entusiasmo rodea mi polla con su
mano.
—Está suave y dura a la vez. — Me aprieta el estómago mientras
me acaricia de arriba abajo, con los ojos fijos en mi polla. Una gota de
semen sale de la cabeza. Se inclina y pasa la lengua por ella. Clavo los
dedos en el edredón.
—Soy nueva en esto. — Me mira a través de las pestañas. Juro
que casi me corro.
—Bebé, cualquier cosa que le hagas a mi polla es buena. Te lo
prometo. — Una pequeña sonrisa se dibuja en sus labios antes de dar
otro golpe. Se vuelve más atrevida, rodeando mi polla con su boca y
succionándome en su boca.
Un fuerte gemido sale de mí. Al oírlo, empieza a ir más rápido,
con su boca bajando cada vez más por mi polla. Me lleva hasta el fondo
de su garganta.
—Joder. — grito. No quiero correrme demasiado rápido. Esto es
el paraíso, y no quiero que se acabe demasiado pronto. Quiero
disfrutarlo. —Fawn. Tócate. Juega con tu clítoris para mí.
Hace lo que le digo, deslizando su mano entre sus muslos, sus
dedos van hacia su clítoris. Deja escapar un gemido alrededor de mi
polla que va directo a mis huevos. Chupa más fuerte, y sé que no voy
a durar mucho más. Por sus gemidos, me doy cuenta de que también
está a punto.
Me agacho y la agarro. Su boca suelta mi polla. Sus labios están
hinchados y rojos.
—Hey. — Hace un mohín.
—Móntame. Por ahora solo me corro dentro de ti. — Sus ojos se
abren por un momento en señal de comprensión. Se inclina hacia
arriba, envolviendo su mano alrededor de mí de nuevo, guiando mi
polla en su estrechez.
—Roman. — Gime mi nombre. Sus manos se dirigen a mi pecho
y empieza a cabalgar sobre mí. Levanto la mano y le paso los pulgares
por los pezones, lo que le provoca otro gemido. Aprieto los dientes,

Sotelo, gracias K. Cross


todavía luchando contra mi orgasmo. No me correré hasta que ella lo
haga.
Le suelto las tetas y meto los dedos entre sus muslos para
acariciar su clítoris. Está tan jodidamente húmeda para mí. Sus tetas
rebotan y empieza a moverse más rápido. Su coño se aprieta alrededor
de mi polla, y estoy acabado.
— ¡Fawn!— Grito su nombre mientras empiezo a correrme. Me
agarro a sus caderas, empujando dentro de ella mientras se corre
conmigo. Me derramo tan profundo como puedo en ella. Se desploma
sobre mi pecho, con mi polla aún dentro.
Le recorro la espalda con las manos. —Solo una camarera. —
sacudo la cabeza. —Estás jodidamente loca. — Empieza a reírse,
haciendo que todo su cuerpo tiemble. No pasa desapercibido para mi
polla. Se endurece dentro de ella. Deja escapar un pequeño grito.
Me doy la vuelta y la inmovilizo debajo de mí. Me rodea con sus
brazos y piernas, queriendo más también. No es solo una camarera.
Esta mujer lo es todo para mí.

Sotelo, gracias K. Cross


Capítulo 20
FAWN

Tomo las manos de Ace y Roman mientras salimos del cine. Esta
noche ha sido maravillosa. Toda mi vida he querido algo así, una
familia propia que se quiera y se preocupe de verdad por los demás.
Es increíble lo que pueden cambiar las cosas. Mi vida ha pasado
de ser una mierda a un maldito cuento de hadas en tan poco tiempo.
Quiero pellizcarme, pero no me atrevo a despertarme. Estoy justo
donde quiero estar el resto de mi vida: con el hombre que amo y que
me adora y con un niño que me mira como si hubiera colgado la luna.
— ¿Quieren ir a cenar?— pregunta Roman mientras caminamos
por la calle principal. No me extraña que la gente se fije en Roman.
Por todos los susurros del pueblo, se suponía que era un gigante
aterrador que probablemente comía niños para cenar.
Aunque es un gigante y tiene una cicatriz, lo único que come soy
yo. Creo que es bueno para él salir también. No podemos estar
escondidos para siempre. Especialmente si vamos a tener hijos. Aun
así, Roman ha estado un poco nervioso pero intenta disimularlo.
—Podría comer. — digo. Ace asiente. Debería estar lleno después
de todas las palomitas, pero aun así se apunta a la cena. Nos
detenemos en la puerta de un restaurante para leer el menú
publicado.
— ¿Funciona esto?
—Definitivamente. Me encanta la comida italiana y a Ace le
encantan las albóndigas. — Roman coge la puerta y nos abre. Los ojos
de la anfitriona se abren de par en par cuando lo ve, relamiéndose los
labios. La fulmino con la mirada y la esconde rápidamente antes de
indicarnos nuestra mesa. Roman ni siquiera se da cuenta de que la
chica lo está mirando. Toda su atención se centra en Ace y en mí.
—Mami. — Ace tira de mi mano. —Tengo que orinar. — susurra.

Sotelo, gracias K. Cross


—El baño está por ahí. — La anfitriona señala. Roman empieza
a levantarse.
—Lo tengo. — digo, dirigiéndome de nuevo hacia el baño. Los dos
entramos en una de las cabinas mientras le espero. Sale un momento
después para lavarse las manos. La puerta del baño se abre. Me quedo
paralizada por un momento cuando veo a mi padre de pie. Parece
haber envejecido diez años.
—Ace. Ve a sentarte con Ro. Voy a ir al baño. — le digo. Se queda
de pie, mirando a mi padre.
—Se queda. — dice mi padre. ¿Qué demonios?
—Ahora. — le digo a Ace bruscamente, queriendo que esté lo más
lejos posible de mi padre. Con mi padre siempre vienen los problemas.
Sus ojos se abren de par en par, pero sale corriendo del baño. Mi padre
intenta agarrarlo, pero le empujo el pecho y retrocede un paso.
— ¿Estás loco?— le siseo. — ¿Qué demonios haces aquí?
—Te estoy salvando. — Me agarra del brazo. —Es la primera vez
que te pierde de vista. — Empieza a sacarme del baño. Intento zafarme
de él.
—No necesito que me salves. Amo a mi esposo. — Esta vez me
sacudo con más fuerza y me libero. La mirada salvaje de mi padre me
asusta. Salgo para volver con Roman. Me quedo corta cuando el lugar
se inunda de policías. Todos van a por Roman.
— Hey…— Empiezo a gritar, pero una mano me tapa la boca.
Segundos después, mis pies abandonan el suelo mientras me
arrastran. Intento patalear, pero no consigo nada.
—Te dije que me necesitarías. — le dice el hombre que me sujeta
a mi padre. Sigo intentando luchar contra él mientras me saca por la
puerta trasera y me mete en una furgoneta.
—Papá. Por favor, para. — le ruego. — ¿Por qué la policía?—
Estoy muy confundida. Nada de esto tiene sentido.
—Les dije que te había secuestrado. Necesitaba tiempo para
sacarte. — Intento ir hacia la puerta, pero no se abre. Mi padre arranca
la furgoneta mientras el otro hombre se sube al asiento delantero.

Sotelo, gracias K. Cross


—Te matará.
—No, nos pagará. — dice el otro hombre.
—Cállate, Mark. — le suelta mi padre.
—Así que no estás aquí para salvarme. Claro que no, porque eres
una mierda de padre. — Se gira para mirarme sorprendido. Nunca le
había hablado así. Le escupo a la cara. No veo venir la bofetada, pero
me golpea en la cara. Caigo de espaldas mientras la furgoneta arranca
a toda velocidad por el callejón.
Mi corazón late con miedo.
—Mantén la boca cerrada, pequeña. — dice Mark, mirándome.
Sus ojos se detienen en mis piernas. Rápidamente me pongo la falda
larga y fluida por encima de ellas. Sonríe.
—Déjalo ya. No es para ti. Conseguimos el dinero y terminamos.
— Por una vez en mi vida, mi padre viene a rescatarme. Me siento de
nuevo en mi asiento, rezando para que realmente sea así de fácil.

Sotelo, gracias K. Cross


Capítulo 21
ROMAN

Ace vuelve caminando hacia la mesa sin Fawn.


— ¿Dónde está Fawn?— Le pregunto.
—En el baño, hablando con un viejo. — Se me hunde el corazón.
Ese hijo de puta. Se salió del mapa hace tres días. Nunca debí perderla
de vista ni siquiera un segundo.
—Quédate aquí. — le digo a Ace mientras empiezo a levantarme.
La policía entra a raudales en el restaurante, dirigiéndose
directamente hacia mí. ¿Qué demonios está pasando?
— ¿Qué demonios?— gruño.
— ¿Dónde está la chica?— pregunta uno de los policías. Leo su
placa. Frederick.
— ¿Está hablando de mi esposa?— Estoy a punto de explotar.
Fawn está en peligro y esta gente me hace perder el tiempo.
— ¿Esposa?— Frederick vuelve a mirar a otro de los policías.
—Hablemos de esto afuera. — Otro policía intenta agarrarme del
brazo.
—Tócame y tendré tu placa. — El policía se congela. —Llama al
alcalde.
— ¿Qué pasa, papi?— Ace se desliza de su silla y se acerca a mí.
Termino de ponerme en pie cuando veo que West se acerca a mí.
— ¡Retírense!— grita. Todos se giran para mirarle, pero hacen lo
que les ordena. West era detective hasta que lo ascendieron a jefe de
policía. Lo había hecho durante unos años hasta que le convencí de
que se hiciera privado. No le costó mucho. Estaba harto de empujar
papeles y prefería estar en el meollo de la cuestión.

Sotelo, gracias K. Cross


—Ace, ve con West. — le digo. West ha estado en su equipo de
seguridad llevándolo y trayéndolo a la escuela. Ace se dirige a West y
yo me dirijo al baño.
— ¡Roman!— West grita detrás de mí. Abro la puerta del baño y
veo que está vacío. Mi corazón empieza a latir con más fuerza mientras
corro hacia la puerta trasera y la empujo para abrirla. A lo lejos, veo
una furgoneta blanca que sale del callejón.
Lo voy a matar. John es más tonto de lo que pensaba. O está
desesperado. Vuelvo a entrar corriendo.
—Se la ha llevado. — le digo a West. Saca su radio del cinturón.
—Furgoneta blanca.
— ¡Ahora la chica ha desaparecido, imbéciles!— grita antes de
dar la orden de que todos estén atentos a una furgoneta blanca.
— ¿Dónde está mami?— pregunta Ace, con cara de confusión
ante toda la conmoción. Ace ya ha sufrido bastante en su vida. Ni
siquiera pude disfrutar el momento en que me llamó papi por ese hijo
de puta.
—Ya volverá. Quédate con West hasta que llegue George. — Le
tiendo la mano a West. —Dame las llaves. — nos trajo hasta aquí. Las
saca de su bolsillo y me las entrega antes de que saque mi teléfono y
me dirija al coche.
—Roman. ¿Qué demonios estás haciendo?— Todos se apartan
de mi camino.
—Recuperando a mí esposa. — ¿Qué otra cosa podría estar
haciendo? Para cuando llego al coche, mi teléfono ya ha sacado su
ubicación. Después de la última vez que la perdí en la maldita casa, le
puse un rastreador por mi propia cordura.
Supongo que ese día me está salvando el culo. Está en el collar
que lleva desde que se lo regalé. Puede ser una mierda quitárselo. De
hecho, se necesitan dos personas para que el cierre se suelte.
Me subo a mi coche y me voy. Comparto mi ubicación con West,
sabiendo que no estará muy lejos. Atravieso la ciudad a la carrera,
preguntándome a dónde demonios la lleva su padre. Ahora hemos
entrado en el distrito de almacenes.

Sotelo, gracias K. Cross


Tomo una curva cerrada y piso el acelerador para alcanzarle.
Conduce despacio, intentando no llamar la atención. Retrocedo unas
manzanas, esperando a que estacione antes de hacer un movimiento.
No quiero que empiece a conducir como un loco si me ve.
Da unas cuantas vueltas más antes de estacionar la furgoneta.
Veo cómo otro hombre sale del lado del pasajero. Me inclino para sacar
una pistola de debajo del asiento del copiloto, sin apartar los ojos de
la furgoneta.
Cuando mi mano la envuelve, quito el seguro y salgo del coche.
Me mantengo a lo largo del edificio, corriendo para alcanzarlos. Fawn
lucha contra su padre, tratando de liberarse de su agarre. Levanta la
mano para golpearla.
—Te voy a matar, John. — Le apunto con la pistola. Deja caer su
mano, girando para mirarme. Los ojos de Fawn se abren de par en par
cuando me ve. Puedo ver el alivio en su cara.
El otro hombre saca una pistola. Ni siquiera me lo pienso:
disparo el arma y le doy en el muslo. Fawn suelta un grito mientras se
derrumba en el suelo al lado, con su pistola patinando sobre el
cemento.
—Alto ahí. — John saca un cuchillo. No me detengo. Sigo
dirigiéndome hacia él. — ¡He dicho que te detengas!— vuelve a gritar.
—Si la cortas, te disparo en la puta cabeza. — gruño mientras
me acerco a él. Empuja a Fawn. Tropieza conmigo y sale corriendo.
Rodeé a Fawn con mi brazo. Entierra su cara en mi pecho y empieza
a llorar. Nunca he sentido el nivel de rabia que siento en este
momento.
Hago un segundo disparo. John aúlla al caer al suelo. Tiro el
arma y oigo las sirenas acercarse a nosotros.
—Sabía que me encontrarías.
La abrazo con fuerza. —Siempre vendré a buscarte. — levanta la
cabeza, y es entonces cuando veo que su mejilla está roja. — ¿Quién
te golpeó?— le digo con fuerza.
—John. — responde, sin llamarle padre.

Sotelo, gracias K. Cross


Dos coches de policía se detienen. West salta de uno de ellos,
observando la escena. Sacude la cabeza.
—Llama a una ambulancia. — ordena. Todavía no sé qué voy a
hacer con John, pero no voy a matarlo delante de Fawn. No necesita
ver eso.
— ¿Estás bien?— Le froto las manos por la espalda.
—Sí, iban a intentar sacarte dinero. — Por supuesto, mi dulce
Fawn tiene una culpa en sus malditos ojos que no debería estar ahí.
No tiene ni idea de que daría todo lo que tengo por ella.
—Me lo imaginaba. — También habría funcionado. Veo como
John empieza a intentar levantarse. Suelto a Fawn y me acerco a él.
—Lo siento. No íbamos a hacerle daño, lo juro. — Empieza a
orinarse.
—La golpeaste.
— ¡Fue un accidente!— Ni siquiera respondo a su patética
respuesta. Le doy un puñetazo en la nariz. Oigo el chasquido cuando
cae al suelo. Grita de dolor. Puede que no tenga que lidiar con él.
Quienquiera que le deba dinero se pondrá al día con él pronto.
— ¿Estás lista para ir a casa?
— ¿Podemos?— Puedo ver la esperanza en sus ojos.
—Podemos hacer lo que quieras. — Me ocuparé de esta mierda
más tarde. Pueden venir a la casa para tomar mi declaración.
—Llévame a casa, Roman.
Hago exactamente eso.

Sotelo, gracias K. Cross


Capítulo 22
FAWN

Arropo a Ace en la cama después de leerle su cuento favorito. Me


costó un rato convencerle de que estaba bien y de que nadie iba a
volver a apartarme de él. Roman me observa desde la silla de la
esquina de la habitación de Ace. No se ha separado de mí desde que
llegamos a casa.
El viaje en coche a casa fue tranquilo. Pude ver la tensión en el
cuerpo de Roman. Sé que está tratando de mantener la calma, pero
me doy cuenta de que probablemente está aguantando por un hilo
muy delgado. Intentó que descansara cuando llegamos a casa, pero
insistí en acostar a Ace. No quería cambiar nada ni hacer que esto
fuera algo más grande de lo necesario delante de Ace.
Pasé los dedos por el pelo de Ace antes de inclinarme para darle
un beso en la mejilla. Esta noche, mi temor se centraba más en cómo
manejarían las cosas Ace y Roman si me sucedía algo. Ace ya ha
perdido demasiado en su joven vida. Y a Roman estoy aprendiendo
que lo traigo a la luz. Que le muestre que hay algo más en la vida que
el trabajo y gobernar con puño de hierro.
En el momento en que me pongo de pie, Roman se me echa
encima. Tengo la sensación de que mi posesivo esposo va a rondar
mucho sobre mí en un futuro próximo. No me importa. Es agradable
tener a alguien que se preocupe por mí. No lo he tenido lo suficiente
en mi vida.
Roman me rodea con su brazo mientras nos dirigimos a nuestro
dormitorio. Me detengo cuando entramos y veo a una mujer mayor con
bata de pie.
—Sra. King. Soy la Dra. Sims. — Me saluda con una sonrisa.
—Hola. — digo, pero miro a Roman. —Estoy bien. — intento
tranquilizarlo.

Sotelo, gracias K. Cross


—Haz esto por mí. — Me coge la cara y me pasa el pulgar por la
mejilla donde mi padre me había pegado.
—De acuerdo. — acepto, dispuesta a hacer cualquier cosa si eso
lo tranquiliza. Sé que haría cualquier cosa si se lo pidiera.
La doctora empieza a hacer su examen mientras Roman entra y
sale de la habitación. No tengo ni idea de lo que está tramando, pero
es algo.
— ¿Crees que necesitamos todo esto? Quiero decir, solo me
dieron una bofetada.
El Dr. Simms se encoge de hombros. —Nunca es mala idea hacer
un análisis de sangre y orina para comprobar la salud. ¿Cuándo fue
su último examen físico?— Me encojo sin tener ni puta idea, lo que
demuestra su punto.
— ¿Algo más?— Pregunto. Estamos juntas en la habitación
principal. Sus ojos se dirigen a la puerta y vuelven a mirarme. Se
acerca un poco más a mí y baja la voz.
—Una de las preocupaciones de tu marido era que pudieras estar
embarazada. — Ah. Ahora algunas cosas empiezan a tener mucho más
sentido.
—Podría haberme hecho un test.
—Me lo imaginé y se lo dije, pero le preocupaba que ya hubieras
pasado por bastante hoy y que te resultara estresante hacerte una
prueba.
Agacho la cabeza. — Le preocupaba que me molestara si
descubría que estaba embarazada. — Doy palabras a lo que más o
menos estaba diciendo. La preocupación empieza a florecer en mi
interior. ¿No quiere que tengamos hijos juntos? creía que sí. No es que
hayamos usado nunca protección.
—No. — Deja escapar una pequeña risa. —No quería que
tuvieras la esperanza de estarlo y que luego te decepcionaras. —
Levanto la cabeza. Me sonríe alegremente.
— ¿Estás diciendo...?— Me quedo con la boca abierta. Si no
estuviera embarazada, no estaríamos teniendo esta conversación.

Sotelo, gracias K. Cross


—Sí.
Me tapo la boca con la mano, demasiado emocionada para las
palabras. —No se lo digas. Quiero ser yo quien se lo diga. — me
apresuro a decir. Es un momento especial y quiero darle a Roman la
noticia de que va a ser padre. Me ha dado tanto.
—Bien. Le diré que mañana tendré los resultados.
—Gracias.
Me apoyo en la encimera del cuarto de baño, pensando en dar a
la doctora y a Roman unos minutos para que tengan su pequeña
charla. No pasa mucho tiempo antes de que Roman entre en el baño
y se dirija directamente a mí.
—Te amo. — dice, y me besa profundamente.
—Yo también te amo. — Deja caer su frente sobre la mía durante
un largo momento.
— ¿Puedo cuidarte esta noche?
—Puedes hacerme lo que quieras, Roman. — me burlo de él,
viendo cómo se calientan sus ojos, pero se controla. Se suelta de mí
para empezar la ducha. Durante la siguiente hora se dedica a
acariciarme, y se lo permito.
Es agradable que alguien se ocupe de mí. Se niega a que mueva
un dedo. No sabía que tener a alguien que te lave y cepille el pelo
pudiera ser tan relajante, pero lo es. Roman insiste en vestirme para
ir a la cama y en darme de comer una cena que ha traído a nuestro
dormitorio. Me dan ganas de llorar de lo dulce que es este hombre. Es
entrañable que solo nuestros hijos y yo conozcamos esta faceta de
Roman. Para todos los demás es intimidante y ruidoso.
—Lo siento. — dice Roman, mirando al suelo. Está sentado en el
borde de la cama.
—No tienes nada que lamentar.
—Podrían haberte matado hoy, y eso sería culpa mía. — Resoplo
una carcajada. Roman levanta la cabeza y me mira fijamente.
—Esa mirada no funciona conmigo, grandulón. — Lo empujo
hacia atrás para poder arrastrarme a su regazo.

Sotelo, gracias K. Cross


—Una de las muchas cosas que me gustan de ti. — Me roza el
cuello con la nariz.
—Viste hasta dónde llegó mi padre por dinero. Fue un milagro
que me encontraras. ¿No lo entiendes? Me salvaste. ¿Quién diablos
sabe lo que me habría pasado si no hubieras aparecido?— Sus manos
en mis caderas, sujetándome, se tensan.
Esa es la maldita verdad. ¿Fue una locura lo que hizo mi esposo?
Sí, un millón de veces, pero me resulta difícil enojarme por ello cuando
pienso en cómo se enamoró de mí solo viendo una foto. Además, las
maneras prepotentes y dominantes de Roman son una de las muchas
cosas que me excitan. Nunca dudaré de si me ama o me desea. Lo deja
muy claro cada segundo del día.
—Me das demasiado crédito. — Le agarro el pelo con un puño,
tirando de él hacia arriba para poder ver su rostro.
—Bien. Si crees que puedo estar en peligro o lo que sea, entonces
déjame ir. Me pondré en camino y no tendrás que preocuparte por...—
Me sorprende que haya llegado tan lejos en mi frase antes de que
Roman me inmovilice en la cama debajo de él.
—Nunca. — Se cierne sobre mí. —Tendrán que arrancarte de mis
frías y muertas manos.
—Prefiero tus manos calientes. — Observo cómo mi esposo lucha
contra una sonrisa.
—Sé cómo prefieres mis manos. — Una de ellas se desliza bajo
mi top de seda. Sus dedos rozan mi estómago.
—Te prefiero de cualquier manera, Roman. Te amo y no
cambiaría nada del camino que has recorrido para traernos aquí.
—Te amo más, Fawn. Tú crees que te he salvado, pero sé que me
has salvado de una existencia miserable. Mi vida era fría y solitaria
antes de que llegaras.
Dios, amo tanto a este hombre.
—Me has dado tanto, Roman. Yo también quiero darte algo.
—Solo te quiero a ti. Eres todo lo que necesito. — Paso mi dedo
por su mandíbula, palpando su barba incipiente.

Sotelo, gracias K. Cross


—Creo que tú también querrás esto. — Deslizo mi dedo y trazo
sus labios. Besa la punta. —Estoy embarazada. — Todo su cuerpo se
pone duro como una roca sobre mí. Sus ojos, que miran fijamente a
los míos, están llenos de muchas emociones. Unas que nunca creo
que haya sentido antes o que aún comprenda completamente.
De repente, me agarra el sedoso top. Con un pequeño tirón, los
delicados botones se desprenden y Roman se desliza por mi cuerpo.
Su boca se dirige a mi estómago y lo besa. Veo cómo mi gentil gigante
se convierte en pura dulzura.
Una dulzura que es solo mía. Puede que Roman me haya robado,
pero está claro que le robé el corazón hace tiempo.

Sotelo, gracias K. Cross


Epílogo
ROMAN

—Roman. — Mi mujer grita mi nombre mientras hago que se


corra en mi lengua una vez más. Juro que cada día es más dulce. Es
una adicción que nunca podré dejar. No es que quiera hacerlo.
Fawn es todo mi maldito mundo. No estaba viviendo hasta que
entró en mi vida y me mostró cómo hacerlo. Hace que todo sea mejor.
Supe desde el momento en que vi su foto que era para mí. Claro, había
llegado a algunos extremos para hacerla mía, pero sabía que
cambiaría mi vida.
Beso el interior de sus muslos mientras subo por su cuerpo. Mi
boca se detiene en su estómago para besar las pequeñas marcas que
muestran la evidencia de todos los hijos que me ha dado. Su cuerpo
está ahora más lleno, sus caderas son más anchas para que las tome.
Cuando nos casamos por primera vez, pensé que mi mujer era
la criatura más hermosa que había visto nunca, pero con los años se
ha vuelto más hermosa. Su belleza sigue floreciendo tanto por dentro
como por fuera.
—Deja de burlarte de mí, bruto. — Mi lengua rodea su pezón.
Otro gemido sale de ella, haciéndome sonreír mientras suelto su pezón
para tomar su boca. Mi polla empuja dentro de ella. Adoro su cuerpo,
dándole cada centímetro de mí.
Hace diez años que es mía y todavía no me canso de ella. Sus
piernas me envuelven mientras empiezo a empujar con rapidez.
—Siempre tan codiciosa. — gruño cuando su coño se aprieta a
mi alrededor. Está a punto de correrse de nuevo. Cuando la gente ve
a Fawn, ve a una mujer dulce y tímida. Nunca imaginarían lo
necesitada que está cuando se trata de que la haga correr. Su cuerpo
es siempre tan sensible a mis caricias.
Grita mi nombre mientras su coño trata de chuparme la vida. Es
imposible no llegar al límite con ella. Gimo su nombre antes de

Sotelo, gracias K. Cross


enterrar mi cara en su cuello mientras mi liberación se derrama en su
interior.
—Feliz aniversario. — le digo. Recorre mi espalda con sus dedos,
acariciándome. Mi polla se sacude dentro de ella, queriendo dar otra
vuelta, pero va a tener que esperar.
Tenemos todo el día planeado y ella no tiene ni idea de nada.
Tengo suerte de que los niños no estén golpeando la puerta con su
entusiasmo. Anoche les advertí que la dejaran dormir hoy, pero a veces
la emoción le gana a Lily, nuestra hija menor.
—Llevo diez años siendo tu cautiva. — bromea. Le muerdo el
cuello, haciéndola chillar antes de sacarla de la cama y llevarla hacia
el baño para empezar el día.
Llevo varios meses planeando este día con la ayuda de la abuela,
Ace y Kennedy, la mejor amiga de Fawn. Aunque ninguno de los dos
nos arrepentimos del día de nuestra boda, quiero darle una que
realmente se merezca. Una celebración de la vida que nos ha dado a
todos nosotros.
— ¿Qué pasa?— pregunta Fawn cuando sale del baño. Nuestros
cuatro hijos están sentados en la cama. Ace, Luca, Marco y Lily. Lily
se contonea emocionada. Está a punto de estallar. Lo veo en sus ojos.
Me sorprende que haya sido capaz de aguantar todo este tiempo. Por
eso no le dije nada de la boda hasta el último momento. Sabía que no
podría ocultárselo a Fawn.
— ¡Soy una chica de las flores!— grita antes de ponerse la mano
en la boca.
—Eres la peor guardando secretos. — Luca pone los ojos en
blanco hacia Lily.
—No lo soy. — lo fulmina con la mirada, pareciéndose a su
madre. Gracias a que tiene tres hermanos mayores.
— ¿Quieren decirme qué está pasando?— Fawn se acerca a la
cama, repartiendo besos.
—Nos vamos a casar. — Le rodeo la cintura con el brazo por
detrás.
— ¿Qué?— La hago girar en mis brazos.

Sotelo, gracias K. Cross


—Una boda. Con todos nuestros amigos y familiares. — Toda su
cara se ilumina.
Hace diez años, habría habido tres invitados. Ahora ya no.
Intenté que fuera algo pequeño, pero creo que Kennedy dijo que a estas
alturas éramos setenta y cinco.
Fawn aceptó que Rebecca y Jim formaran parte de Healing
Home. Las cosas que ha logrado son realmente increíbles. Ha tocado
tantas vidas. Sé que le hace feliz poder ayudar a cualquier mujer o
chica que esté luchando. Se ha convertido en algo muy importante
para ella, y creo que le ha ayudado en su viaje de curación. El hecho
de tener una familia propia la puso en marcha.
—Voy a llevarte al altar, mamá. — declara Ace, bajando de un
salto de la cama e hinchando el pecho.
—Me encantaría. — se da la vuelta, tirando de Ace en un abrazo.
No solo me había salvado a mí, sino que también lo había curado a él.
Todos los demás niños saltan, abrazando también a Fawn. La manita
de Lily sale, tirando de mí, tan parecida a su madre.
Los rodeo a todos con mis brazos. Siento el pecho lleno. No sabía
que existía esta clase de amor. Fawn creó este mundo para nosotros,
y haré lo que sea para mantenerlo a salvo. Me mira con lágrimas en
los ojos.
—Te amo. — dice, y todo el mundo se lo devuelve. Me inclino y
beso a mi esposa. Será mía para siempre. No dejaría que fuera de otra
manera.
¿Quién iba a decir que todo tu mundo podía cambiar con una
sola mirada?

Fin…

Sotelo, gracias K. Cross


Sotelo, gracias K. Cross

También podría gustarte