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CARTA DE NHUA NHUA

H
A mi papá:
oy cumplo doce años. Recuerdo que tenía cinco
cuando partiste a tu largo viaje. Ahora estoy
estudiando en la escuela de la comunidad.
A veces he llorado al recordarte y el profesor me dice que no
tenga pena, que tú estás bien, al lado del buen Ajutap en el
cielo. Pero mi mamá me contó que te escuchó en la chacra
silbando como el suis sui. Me dijo que te habías escondido
entre las hojas del arbolito que está creciendo encima del
lugar donde te pusimos, para que vuelvas a florecer.
Tú puedes ir y venir ¿verdad? Sí, porque en la noche veo que
las estrellas bajan y se convierten en luciérnagas. Como baja la
luna para bañarse en el río y se hace sirena o se hace lechuza
cuando tiene hambre.
También dicen que el curandero cuando toma su ayahuasca se
transforma en un jaguar y mis hermanos también, cuando la
beben para hacerse guerreros.
Todos se convierten en alguna otra cosa. Yo también me
convierto en una hermosa mariposa cuando sueño. Recuerdo
cuando me contabas que el venado, los sapitos y el tapir eran
nuestros abuelos, por eso me alegro cuando los veo, porque
también te veo a ti; y te escucho cuando suena el río y cantan los pájaros; y te siento en la brisa suave de la tarde y en
la tierra mojada por la que camino descalza. Tu olor es el aire fresco.
Me enseñaste que la tierra es nuestra madre. ¿Ves cómo transforma esa semilla? Me dijiste y yo vi cómo ella paría al
maíz, a la yuca y al plátano.
La tierra es buena. Ella dio a luz a las plantas y a los animales, también a nosotros, si ella muere también moriremos
juntos. Por eso no comprendo por qué la destruyen tanto. Nosotros hemos tumbado árboles para hacer canoas, para
construir nuestras chozas o para cocinar la yuca; pero somos pocos. Ahora nuestros bosques alimentan a las ciudades.
¿Tanta hambre tienen las ciudades?
Nuestra madre tierra está muriendo y no nos damos cuenta, la estamos lastimando con motosierras y tractores. La
estamos desvistiendo con chacras inmensas y vemos las arrugas y cicatrices que le dejan las carreteras. Ella se está
cansando. Le queman la piel y le salen llagas que le duelen, que no sanan. Tengo miedo que nos castigue con rayos y
diluvios.
Un señor decía en la televisión que hay mucho por estudiar y que en el bosque existen plantas que pueden curar
enfermedades: que los bosques se deben aprovechar sin destruirse. Eso es algo que nosotros ya lo sabíamos pero
parece que ellos recién se están enterando.
He visto gente de la comunidad vendiendo cantidades de cedro que ellos mismos habían talado. Se cortaron el pelo,
botaron su ropa y se fueron a la ciudad. Unos volvieron a nuestra tierra y de otros nada sabemos, ni qué hacen ahora.
Ahora tienen vergüenza de hablar su propia lengua y hasta los nombres se han cambiado. Quieren llamarme Juanita
pero a mí me gusta el nombre que tú me pusiste: Nhua, Nhua.
También quiero estudiar, por eso voy a la escuela donde nos enseñan muchas cosas. Quiero ser profesora para enseñar
a otros niños a amar nuestra cultura. Quiero aprender, para enseñarles qué hacer con los plásticos y las latas, qué
hacer con el petróleo que se derrama en los lagos y el mercurio que los buscadores de oro echan en los ríos.
¿Por qué harán todo eso? No lo sabe el maestro, ni mi mamá y tampoco lo he visto en la televisión.
Quiero viajar y conocer otros lugares, otros hijos de la tierra. Y también quiero que ellos nos visiten.
Queremos vivir tranquilos; quiero que el águila siga haciendo sus nidos bien alto y que no le roben sus pichones; que el
colibrí tenga flores suficientes para comer y que las ranas canten y llamen a la lluvia; que la yacumama siga en la
cocha para que no se seque porque si el agua se envenena, la gran boa se va y tampoco habrán peces.
Cuando tengo ganas de llorar vengo solita hasta la cocha y me siento debajo de un renaco. Aquí estoy escribiendo esta
carta en mi cuaderno. ¿Sabes por qué? Porque aquí se han escondido dos amigos míos que andan solitarios, no tienen
crías ni pareja: uno es el delfín rosado y otro es el manatí. A veces me baño con ellos y les gusta que los acaricie.
A mí me gustan porque son muy juguetones, hasta me hacen reír. Al manatí le brillan los ojitos de contento cuando lo
dejo nadar haciendo remolinos a mi alrededor. ¿Será así donde tú estás?
Al delfín le gusta conversar y a veces creo que eres tú, pero estoy preocupada porque hoy día aún no los he visto. Ojalá
no estén enredados en las redes de los pescadores o los hayan arponeado. Otra vez te morirías. No quiero que eso te
vuelva a suceder.
Si puedes ver al buen Ajutap por dónde estás, pídele que nos ayude y haga entender a nuestros mayores para que
cuiden nuestra tierra. Aquí está el paraíso.
Tu hija,
Nhua Nhua
P.D. Estuve todo el día aquí en la cocha y solo ha llegado el manatí.

Ajutap: Dios en idioma aguaruna.


Renaco: árbol que crece en lugares inundables.
Cocha: laguna.
Sui sui: ave de color gris azulado.
Yacumama: mítica anaconda.
Manatí: mamífero acuático de la familia de los sirénidos.

Pengle, Heinz(2007). Carta de Nhua Nhua. En: Amazonía extrema.Graph &Consult Ediciones:
Rúbrica de evaluación de obra teatral

Tiempo de duración de la puesta en escena: 20 minutos como máximo.


Criterios de evaluación Avanzado Logrado En proceso Deficiente
4 puntos 3 puntos 2 puntos 1 punto
Adaptación del texto
narrativo a obra teatral

El texto es adaptado
adecuadamente, con un
buen diálogo e interacción
entre los personajes. La
historia es coherente.
Confección de escenografía
Cada espacio o fondo de
pantalla es adecuado para la
puesta en escena, muestra
creatividad y armoniza con la
música elegida por el grupo.
Caracterización de los
personajes.

Cada personaje es
adecuadamente presentado,
usa maquillaje, diversos
accesorios reciclados, entre
otros elementos. Despliega
una representación
convincente, con un tono y
declamación adecuados.
Puesta en escena

La presentación muestra
coordinación y, cada
personaje enriquece la
totalidad de la obra de
acuerdo a un orden
coherente.
Reflexión

La presentación permite
llegar a la reflexión,
evidenciando los principales
conceptos de la modernidad.

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