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Prisionero de guerra

 Autor: Augusto Guzmán


Guzmán

Librería editorial juventud

La Paz Bolivia

 Augusto Guzmán, nació en Totora departamento de Cochabamba, Bolivia, en el año


1903; fue un destacado abogado, novelista, historiador y profesor de prestigiosas
universidades de Bolivia. Premio Nacional de literatura en 1961 y ganador de la
medalla al mérito en 1969; miembro de la Academia Nacional de Historia y de la
 Academia Nacional de la Lengua. Fue un gran narrador y un crítico literario, marcado
quizá por la época en que le tocó vivir su juventud, que es la época en que los
hombres desarrollan su mayor potencial, y también en el que aspiran a conseguir sus
mayores logros. Digo esto porque este hombre participó activamente en la guerra del
Chaco y cuya experiencia es la que nos relata en este precioso libro que vamos a
comentar.

Prisionero de guerra, creo que es una de sus mejores obras; y este libro fue publicado
por primera vez en Santiago de Chile en 1937, y en La Paz, recién en 1967. Es una
novela realista e histórica, que ha de ser apreciada de todas maneras como un
documento vigoroso que nos trasladará a la realidad de esa guerra brutal y sin sentido
como él la califica. Durante la narración él usa el „alias‟ de Doctor Villafuerte, para
relatar sus experiencias en la guerra con el Paraguay; y este Doctor Villafuerte
empieza su relato desde el momento mismo en que se coloca el uniforme después de
haber sido reclutado, y enrolado en las listas de nuevos contingentes que serán
enviados al frente; para nada le queda el uniforme y aunque no le gusta la guerra, ha
sido contagiado por esa locura que envuelve a la nación, y que es una mezcla de
civismo, patriotismo, hombría y juventud. Allá va el Doctor Villafuerte, apretujado en
uno de los vagones del ferrocarril hacia el sur de Bolivia, ya se le ha deshecho ese
nudo en la garganta, que tenía en el momento de su despedida, de a poco va
comprendiendo, que de nada le sirve, hacer planes a largo plazo; él, va a participar en
una guerra, y de allá nadie sabe si volverá o no. Ya ha terminado su viaje en
ferrocarril, ahora avanza a pié por los valles del sur, San Lorenzo, Tarija, Entre Ríos, y
avanzando cada vez más hacia el chaco hasta llegar a Villa Montes, que es la capital
del Chaco boliviano. Son 280 hombres, que componen ese destacamento, y Villafuerte
ha sido nombrado secretario del comandante, quizá por ser uno de los pocos letrados
en aquella cuadrilla de ignorantes, pues él es abogado. Desde Villa Montes, seguirán
su viaje hacia Cañada Strongest, que es un puesto de avanzada frente a la línea de
batalla. El destacamento está compuesto mayormente por campesinos, muchos de
ellos ni siquiera pueden entablar una conversación en español pues su idioma nativo
es el quechua o el aimara, así que no entienden nada de lo que se dice y tampoco se
dejan entender y menos están en condiciones de usar con cierta destreza el fusil, pues
algunos es la primera vez que se topan con tan extraño artefacto. El camino hacia la
cañada Strongest, es un sendero interminable por el cual transitan muy a menudo los
camiones que transportan tropas y otros menesteres de guerra; como allá en el
Chaco, la tierra es muy diferente a la que están acostumbrados aquellos hombres
templados desde su cuna en los fríos del altiplano, y que ahora viajan mustios
soportando por primera vez aquel calor que para ellos ya se ha vuelto infernal. Allá
van, sobre esos camiones, apretujados, sin decirse siquiera una palabra entre ellos,
viajan como resignados a un destino fatal y definitivo. La columna de camiones llena la
atmósfera de polvo, que apenas les permite respirar.

Pero las acciones de la guerra los llevan de un lugar a otro, improvisando oficinas,
reuniendo papeles, haciendo partes y llamadas telefónicas, Villafuerte pasa sus días
de campaña, aunque no ha ido a la línea, pero ha sufrido igual los rigores de la guerra;
el hambre, la incomodidad, el cansancio, noches sin dormir, etc. Un día, estando el
comando instalado en „Cañada El Carmen‟, Villafuerte fue el primero en recibir la
infausta noticia: ¡Ha caído el Mayor Armaza! ¿Cómo pudo haber sucedido? Este
Mayor, uno de los más aguerridos y valientes Jefes de este bastión, ha caído muerto
 junto con sus Estafetas y el chofer; han sido emboscados por los „pilas‟. Se desata tal
desconcierto, no solo por el avance de los paraguayos, sino porque al parecer han
sido rodeados. Los „pilas‟ han obtenido de Armaza los planos de guerra, los informes,
y todo lo necesario para encerrarlos, el fuego de las livianas los desorienta y los
morteros enemigos apenas fallan su puntería; y dentro de aquel infierno, la única
esperanza es huir, quemar todo el campamento, y buscar alguna salida por entre
medio del cerco de balas, aprovechan la Noche, y logran medianamente su cometido,
huyen de día y de noche, por todas partes parece haberse extendido el enemigo,
muchas veces les parece que están dándose vueltas en el mismo lugar, pues las
arenas ardientes del Chaco, no conocen cerros, ni quebradas por las que se puedan
orientar, no han comido, y el calor parece haberles evaporado hasta la sangre de sus
cuerpos; van cayendo, de a uno, de a dos, unos por el alcance del fuego enemigo,
otros por el abrazo lento de la sed y el cansancio, otros por la infección de sus heridas.
¡Qué triste es dejar a un compañero!, ahí tirado como un perro, sin poder siquiera
cerrarle los ojos, pues no hay tiempo, ni hay fuerzas para hacerlo, todo ese deambular
los ha consumido a tal grado que apenas se pueden mover; han tenido que masticar
toda suerte de hojas tratando de conseguir el líquido tan necesario para sobrevivir,
muchos se han tomado su propia orina, todo ya es insoportable. Se oyen voces,
alguien grita desesperadamente ¡aguaaaa! ¡Un poco de agua por favor!. Si, son los
„pilas‟ los que al fin les dan agua. ¡Agua!, si ese precioso líquido de les devolver á la
vida; agua de los „pilas‟, a cambio de su libertad. ¿Tan fácil has caído Villafuerte?
Junto a tus jefes y oficiales, junto a tus compañeros, eres conducido por unos
soldados paraguayos descalzos, por eso ustedes siempre les llamaron „pata pilas‟ o
simplemente „pilas‟; mas, ahora eres prisionero de esos „pilas‟; ya empiezas a
saborear la humillación y el maltrato de esos cobardes, eres conducido hasta su base
de comando, para luego emprender el largo viaje en camión, pasando primero por
Santa Rosa, hasta a Camacho que es el lugar donde hay concentrados más
prisioneros, y donde está el Comando Superior del Ejército paraguayo, el
„comanchaco‟ como ellos lo llaman, de ahí hasta Punta de Rieles; y desde ese lugar
en ferrocarril hasta Puerto Casado, donde serás embarcado en el Holanda, ese viejo
barco, que navegará por el rio Paraguay marcando tu destino, hasta llegar a Asunción.
Han sido casi 15 días de viaje, castigados de día y de noche, como dice en un párrafo
el propio autor: “El sol los achicharra, la ll uvia les cala hasta los huesos, el frio de los
amaneceres los acuchilla, el hambre los roe por dentro con implacable fuerza, la
disentería les desgarra los intestinos, la avitaminosis les enluta las encías y su pálida
madrina de guerra, la tuberculosis, les inicia en el aprendizaje de su rotundo idioma
hecho de toses purulentas” Pobres hombres desventurados, que reciben el saludo de
la humillación y la vergüenza al llegar a Asunción, pues hasta los niños se toman la
molestia para insultarlos. Allá en esa casa de calamina, como le han llamado a ese
lugar de reclusión en Campo Grande en las afueras de Asunción has tenido que sufrir
días de angustia y dolor por el odio y el maltrato de los paraguayos. Pero, por esas
ironías de la vida, tras siete meses de encarcelamiento, muchos de ustedes han sido
sacados de allí, y… ¿creías que posiblemente te llevaban para ser liberado?, pero no
fue así, porque llegaste a Tacumbú en calidad de castigado a trabajos forzados por
rebelde e incitador, junto con algunos de tus compañeros. Qué triste se ha tornado tu
vida en ese lugar, tu cuerpo de contextura delgada y poco ejercitada a esta clase de
tareas, sufre toda clase de penalidades, han muerto algunos de tus compañeros
desnutridos y enfermos, otros se han dado a la fuga, aunque sin éxito, pues han sido
recapturados y castigados de una manera horrible, „disque‟ como ejemplo para todo
aquel que intente una nueva fuga. Tanto es el sufrimiento en aquel lugar, que tu amigo
„Ramírez‟ quien se fugo la primera vez, ha vuelto a planif icar una fuga junto con
algunos otros, apenas se ha recuperado de la primera paliza, y no importándole las
consecuencias; tú has sido invitado, pero consideras tu condición, te sientes desvalido
y cada día más enfermo, no te animas a intentar esa fuga. Ellos lo han hecho, y han
tenido éxito al fin. Ya han cesado las hostilidades en el campo de batalla, los
Paraguayos han salido victoriosos; pero no hay siquiera visos de la ansiada libertad
para los prisioneros de guerra en el Paraguay, más al contrario, ahora se comportan
aun mas déspotas y agresivos. ¡Qué desesperanza!

Ese dolor en tu costado derecho se ha hecho insoportable y la fiebre estos últimos


días no te ha dejado, no le tienes miedo a la muerte porque sabes que cualquier cosa
es mejor, a seguir viviendo aquí en Tacumbú. Pero… ¡Qué sorpresa! Y, no sabes si
ese médico se ha confundido o es que ha tenido misericordia de ti; porque son
muchos los enfermos graves, pero tu diagnostico ha sido cambiado por el de
„paratifoidea‟ y eso determina tu inmediato traslado a un hospital en Asunción. En ese
lugar de prisión para enfermos, casi te alcanza la muerte, con esos sus brazos fríos, y
su manto de color del luto; permítanme mis lectores, transcribir solo un trozo más de
tus sentimientos, para que atisben la realidad triste de esos tus días: “Me levanto
ayudado por el camillero y apoyándome en las paredes como un perro agonizante,
salgo a mirar el paisaje, el color de la tarde. Estoy poseído de un sentimiento de
despecho, de furor contra todo el mundo cuya destrucción juro con estos ojos
henchidos de odio. ¡Sí, yo quiero llorar a gritos mi impotencia, mi rabia grande en
ánimo chico; deseo para el universo la iniciación inmediata de un periodo „cataclistico‟
en que desaparezca esta creación sometida por el hombre a sus locuras odiosas e
inútiles. Quiero que perezcan en horrible confusión opresores y cautivos, ricos y
pobres, sanos y enfermos; que se pulvericen todas las naciones del mundo, porque
estoy encanallado por el sufrimiento!” Ese levantarte de la postració n sin embargo, ha
sido el inicio de tu recuperación; el tratamiento aunque escaso, ha hecho el esperado
efecto, la fiebre lentamente se ha ido alejando, y el apetito ha regresado, reclamando
la reposición de tus escasos músculos. Pero, justo ahora que te sientes mejor, debes
sufrir una pena mas, regalo inesperado del capricho de ese doctor ruso empírico. Tu
nuevo destino es el hospital de Sapucay, verdadera antesala de la muerte, donde el
único curandero es el aire fresco de la serranía, muy pocos de los que llegan aquí
viven para contarlo, y tú lo sabes muy bien.

Una navidad más se acerca, y tú sigues siendo un prisionero en el país de los „pilas‟.
¡Qué deseos de estar con tu familia!, pero nada de eso sucede, y la desesperación,
prima odiosa del hambre y la enfermedad que sufres, te hace sentir cada vez más
pesada su mano sobre tu hombro enflaquecido y cansado, como tratando de hacerse
compañera tuya. Esa nueva enfermedad ahora se llama disentería, y ella te saluda a
cada momento con sus insoportables dolores, desgarrándote de a poco los intestinos.
Verdaderamente te encuentras considerando a la muerte como una alternativa de
liberación, pues aquella ansiada liberación hacia tu tierra, no llega, aunque ha sido
anunciada varias veces desde que las hostilidades en el frente de batalla han cesado
hace ya más de un semestre.

El 2 de Mayo, ¡qué día memorable para ti! Por fin, la tan esperada, repatriación,
después de más de diecisiete meses de cruel prisión. Creo que en estos último días,
desde que se te anunció este evento, tu salud se ha recuperado de por sí, te sientes
volver a la vida, tanto así que hasta yo que leo tu historia, más de medio siglo
después, también me siento contento. ¡Bravo Villafuerte!

No sé en qué momento me desvié del comentario del libro y me encontré haciendo un


resumen de él. Es que uno se tienta; pues si bien la trama del libro es trágica, es muy
real y absorbente, y más aun si el autor como don Augusto Guzmán, le ha puesto
mucho lenguaje bonito, mucha poesía, mucha prosa. Ya hacía tiempo que no leía un
libro así; y aparte el afán quizá de que mis lectores se enteren de qué se trata el libro,
entonces comentarlo, viene a ser un poco también resumirlo.

Me he admirado de ver como actúa el hombre en circunstancias de estricta criticidad,


hechos que hacen que el hombre se vuelva casi una bestia, y que si uno no los vive,
es muy difícil imaginarlo. Pero, nosotros que leemos la Biblia, y sabemos que allí
también se registran hechos así de críticos, hablando de guerras, violaciones,
asesinatos y otras conductas extremas; entonces entendemos mejor esos hechos,
pues de lo contrario, acabaríamos como algunos que dicen que no aceptan la Biblia,
precisamente porque no pueden creer que un libro que hable de un Dios amoroso,
tenga que contener, las más crueles y extrañas conductas que allí se registran; sin
embargo, nos sucede a nosotros, tal como lo dijo el Apóstol Pablo: “A los que aman a
Dios, todas las cosas les ayudan a bien” (Ro 8:28)
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