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HISTORIA ANTIGUA GENERAL

ESCUELA DE HISTORIA FACULTAD DE


FILOSOFÍA Y HUMANIDADES UNIVERSIDAD
NACIONAL DE CÓRDOBA

CUADERNILLO DE PRÁCTICOS
Año 2021
Índice

PRÁCTICO N° 1. MESOPOTAMIA Y EGIPTO

MESOPOTAMIA:
Selección de bibliografía y fuentes: Andrea Seri.

CIUDAD Y ESTADO
Lecturas:
- Liverani, M., El Antiguo Oriente: historia, sociedad y economía, Crítica, Barcelona,
1995, pp. 97-122.
- Yoffee, N., Myths of the Archaic State, Cambridge University Press, Cambridge,
2005, pp.44-45, 53-59. Traducción: M. Gómez Britos, 2018.
Fuentes:
- La Estela de los Buitres. Frayne, D., Presargonic Period (2700 – 2350 BC). The
Royal Inscriptions of Mesopotamia, Early Periods, v. 1, University of Toronto Press,
Toronto-Buffalo-London, 1998, pp. 128-140. Traducción: Andrea Seri, 2018.
- La Lista Real Sumeria. Michalowski, P., “The Sumerian King List”, en M. Chavalas
(ed.), The Ancient Near East. Historical Sources in Translation, Blackwell
Publishing, Malden, 2006, pp. 81-85. Traducción: Andrea Seri, 2018.

LOS COMERCIANTES PALEOASIRIOS


Lectura:
- Veenhof, K. The Archive of Kuliya, son of Ali-abum, Türk Tarih Kurumu Basimevi,
Ankara, 2010, pp. 13-24. Traducción: Héctor Torres, 2018.
Fuente:
- Selección de documentos paleoasirios de archivo. Veenhof, K., The Archive of Kuliya,
son of Ali-abum, Türk Tarih Kurumu Basimevi, Ankara, 2010, pp. 65-67; 91-93; 184-185.
Traducción: Andrea Seri, 2018.

EGIPTO:
Selección de bibliografía y fuentes: Silvana Yomaha

LA ESTRUCTURA DE PODER Y LA FORMACIÓN DEL ESTADO FARAÓNICO


Lecturas:
- Kemp, B., El Antiguo Egipto. Anatomía de una civilización, Crítica, Barcelona, 1996,
pp. 331-385.
- Cruz-Uribe, E., “A Model for the Political Structure of Ancient Egypt,” en D. P.
Silverman (ed.), For His Ka: Essays Offered in Memory of Klaus Baer, Studies in
Ancient Oriental Civilization 55, The Oriental Institute, Chicago, 1994, pp. 45-53.
Traducción: Andrea Seri, 2018.
Fuentes:
- Tumba nº 100 de Hieracómpolis. Kemp, B., El antiguo Egipto. Anatomía de una
civilización, Crítica, Barcelona, 2004, p. 52.

LL
- La Piedra de Palermo. Shaw, I., “Introducción. Cronologías y cambio cultural en el Antiguo
Egipto”, en I. Shaw, I., Historia del Antiguo Egipto, La Esfera de los Libros, Madrid, 2007,
pp. 17-35.
- La Paleta de Narmer. Kemp, B., El Antiguo Egipto, Crítica, Barcelona, 2004, p. 53.
- Cabeza de maza de Narmer. Bard, K., “La aparición del Estado egipcio (c. 3200-2686
a.C.)”, en I. Shaw (ed.). Historia del Antiguo Egipto, La Esfera de los Libros, Madrid,
2007, p. 98.
- Cabeza de maza de Escorpión. Bard, K., “La aparición del Estado egipcio (c. 3200-
2686 a.C.)”, en I. Shaw (ed.). Historia del Antiguo Egipto, La Esfera de los Libros,
Madrid, 2007, p. 98.
- La organización administrativa durante el Reino Antiguo. Moreno García J. C., Egipto
en el Imperio Antiguo (2650-2150 antes de Cristo), Bellaterra, Barcelona, 2004, pp.
107-149.

LA ECONOMÍA Y EL ESTATUS SOCIAL EN EL ANTIGUO EGIPTO


Lecturas:
- Moreno García, J. C., “Households,” en E. Frood y W. Wendrich (eds.), UCLA
Encyclopedia of Egyptology, Los Ángeles. Versión digital:
http://digital2.library.ucl.edu/viewItem.do?ark=21198/zz002czx078707. Versión 1,
octubre 2012. Traducción: Victoria Romero.
- Moreno García, J. C., “Economía, territorialidad y relaciones de poder en torno a los
templos del Egipto faraónico,” en J. J. Justel et al. (eds.), Las culturas del Próximo
Oriente Antiguo y su expansión mediterránea, CSIC, Zaragoza, 2008, pp. 363-381.
Fuentes:
- Escenas de la Ventana de Aparición y textos de la Entrega de Recompensa. Davies,
N. de G., The Rock Tombs of El-Amarna, vol. VI, Egypt Exploration Fund, Londres,
1908, p. 11. Traducción: Silvana Yomaha, 2018.
- Estela de Reestructuración de Tutankhamón. Traducción: Perla Fuscaldo.
- Papiro de Turín. Edgerton, W. F., “The strikes in Ramesses III’s twenty ninth year”.
JNES 10, 1951, pp. 137-145. Traducción de Alicia Daneri.
- Papiro Cairo 67539. Gardiner, A. H., “A Lawsuit Arising from the Purchase of Two
Slaves”, JEA 21, 1935, pp. 140-146. Traducción: Andrea Zingarelli.
- Robos de Tumbas a finales del Imperio Nuevo (Reinado de Ramsés IX, ca. 1115 a.C.).
Serrano Delgado, J. M., Textos para la Historia antigua de Egipto, Cátedra, Madrid,
1993, pp. 186 y 187.

PRÁCTICO N° 2. GRECIA
Selección de bibliografía y fuentes: Álvaro Moreno Leoni

LA FORMACIÓN DEL MUNDO HELENÍSTICO, LOS REINOS, LA GUERRA Y LA INTERACCIÓN


CULTURAL
Lecturas:
- Pomeroy, S., Burnstein, S., Donlan, W. y Tolbert, J., La Antigua Grecia. Historia
Política, Social y Cultural, Crítica, Barcelona, 2011, pp. 453-495.
- Austin, M., "Hellenistic Kings, the War, and the Economy", CQ 36 (2), 1986, pp.
450-466. Traducción: Álvaro Moreno-Leoni, 2018.

LLL
Fuentes:
- Polibio V.88-90 (terremoto de Rodas); X.27 (Campaña de Antíoco III en Media);
X.49 (Campaña de Antíoco III en Bactria); XI.34 (Situación en Bactria). Polibio,
Historias, libros V-XV, traducción y notas de M. Balasch Recort, Gredos, Madrid,
1981.
Lectura:
- Kosmin, P., “Seeing Double in Seleucid Babylonia: Rereading the Borsippa
Cylinder of Antiochos I”, en A. Moreno y R. Thomas (eds.), Patterns of the Past,
Oxford University Press, Oxford, 2014, pp. 173-198. Traducción: Ezequiel Martin
Parra, 2018.
Fuente:
Stol, M. y Van der Spek, R. J., “The Antiochus Cylinder”. Publicación electrónica,
www.livius.org. Traducción: Andrea Seri, 2018.

PRÁCTICO N° 3. ROMA

ECONOMÍA Y SOCIEDAD
Selección de bibliografía y fuentes: Darío Sánchez Vendramini
Lecturas:
- Alföldy, G., Nueva Historia Social de Roma, Universidad de Sevilla, Sevilla 2012,
pp. 97-130 y pp. 131-234.
- Morstein-Marx, R. y Rosenstein, N., “La Transformación de la República,” en D.
Santos (ed.), Aspectos de la Historia del Imperio Romano. Facultad de
Humanidades y Ciencias de La Educación. La Plata: Universidad Nacional de la
Plata, 2017, pp. 13-32.
Fuentes:
- La legislación de los Gracos (Apiano).
- Optimates y populares (Cicerón).
Lectura:
- Mattingly, D., “La Economía Imperial,” en D. Santos (ed.), Aspectos de la Historia
del Imperio Romano, Facultad de Humanidades y Ciencias de La Educación,
Universidad Nacional de La Plata, La Plata, 2017, pp. 33-66.
Fuente:
- Mercados.

CONTACTO CULTURAL Y ROMANIZACIÓN


Selección de bibliografía y fuentes: Agustín Moreno
Lecturas:
- Beltrán LLoris, F., “Acerca del concepto de romanización”, en Ramallo Asensio, S y
Tortosa, T, El tiempo final de los santuarios ibéricos en los procesos de impacto y
consolidación del mundo romano, Consejo Superior de Investigaciones Científicas,
Madrid, 2017, pp. 17-26.
Fuentes:
- Tácito, Agrícola 19-22 y 30-32. Tácito, Agrícola. Introducción, traducción y notas
de J. M. Requejo, Gredos, Madrid, 2001.
- Senatus Consultum de Claudio por el cual se otorgó el ius honorum a los galos. Tabla
Claudiana (CIL XIII.1668). M. R. Labastié de Reinhards, “La Oratio Claudii y la

LY
incorporación de los galos al Senado romano (año 48 d.C.)”, Anales de Historia
Antigua y Medieval, volumen 16, Facultad de Filosofía y Letras, Universidad de
Buenos Aires, Buenos Aires, 1971.
[http://www.filo.uba.ar/contenidos/investigacion/institutos/historiaantiguaymedieval
/Oratio%20Claudii.pdf/]
Lecturas:
- García Cardiel, J., Revestir el poder en tiempos de cambio: el uso de la toga entre
las élites ibéricas (ss. II-I a.C.), en Archivo español de arqueología Vol 92, 2019,
pp. 155-171.
- Pitts, M. y Versluys, M. , “Globalization and the Roman world: perspectives and
opportunities, en Pitts, M. y Versluys, M. (Eds) Globalization and the Roman World.
World History, Connectivity and Material Culture, Cambridge, 2016, Cambridge
University Press, pp. 3 -31.
Traducción: Agustín Moreno, 2021.
Fuentes:
- Estrabón, Geografía IV.1.5 c 180-181. Estrabón, Geografía (Hispania y Galia),
introducción, traducción y notas de M. J. Meana y F. Piñero, Planeta DeAgostini,
Barcelona, 1997.
- Representación de Rosmerta y Mercurio (disponibles en Aula Virtual).
- Arco de triunfo y mausoleo Julio de Glanum (disponibles en Aula Virtual).

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Yoffee, N. 2005. Myths of the Archaic State. Evolution of the Earliest Cities, States, and
Civilizations. Cambridge: Cambridge University Press, pp. 44-45, 53-59.

Traducción: M.L. Gómez Britos, 2018.


Revisión: Andrea Seri, 2018.

Para uso exclusivo interno de la Cátedra Historia Antigua General. Universidad Nacional de
Córdoba.

CIUDADES-ESTADO Y QUIMERAS

En su crítica(!) a la escalera del desarrollo social en la teoría neo-evolucionista, como se la


describe en el conocido esquema salvajismo-barbarie-civilización-decadencia de Lewis Henry
Morgan, Winston Churchill señaló que los Estados Unidos de América era el único ejemplo de
sociedad que había ido del salvajismo a la decadencia sin haber pasado por la fase intermedia de
civilización. En este capítulo, llevaré adelante mi argumento (prefigurado por Sanders y Webster
1978, como se señaló más arriba) de que la evolución de los Estados antiguos difícilmente haya
pasado por una fase de jefaturas (o incluso, como Churchill podría haberlo dicho, que los Estados
simplemente se saltearon las jefaturas). El significado de las ciudades en la evolución de los
Estados y las civilizaciones requiere que los arqueólogos construyan una nueva teoría social.
Quizás porque los arqueólogos son gente especialmente creativa, son proclives ha
desarrollar nuevos términos y siempre están listos para deshacerse de ellos en favor de los más
nuevos. Algunos de estos términos se han convertido en “factoides”, que se repiten tan a menudo
que parecen hechos. Ante los argumentos en su contra, a menudo se encuentran afirmaciones de
que un término es “heurístico”, lo que parece significar que los arqueólogos han usado el término
tan a menudo que no quieren deshacerse de él. Aquí utilizo un viejo término, “ciudad-Estado”,
que no ha sido creado por los arqueólogos que estudiaban la teoría de la evolución social (ver
Hansen 2000 y más abajo para la historia del término). Lo empleo a los fines de investigar la
escala de los Estados antiguos, la centralidad de las ciudades en su evolución y el desarrollo de
los límites “civilizatorios” dentro de los cuales existieron las primeras ciudades.
Los griegos no fueron los únicos que inventaron el término ciudad-Estado para denotar
las formas políticas de los Estados tempranos. Hay antiguos escritos indios y chinos sobre las
ciudades-Estados (Kenoyer 1997 y Yates 1997, respectivamente). Las ciudades-Estado
mesopotámicas (o microestados o pequeños Estados) se describen siempre con el logograma o el
indicador semántico “ciudad” o “lugar”; las ciudades-Estado de Harappa/Valle del Indo, las
ciudades-Estado tempranas del norte de China y las ciudades-Estado mayas son comúnmente
descriptas como tales en la literatura arqueológica de sus áreas. Teotihuacán era una ciudad muy
grande que controlaba su región; según Carla Sinopoli y Kathleen Morrison (1995), las ciudades-
Estado se convirtieron en imperios en el sur de Asia medieval; Wari y Tiwanaku en el Horizonte
Medio Andino también eran ciudades que se convirtieron en centros de organizaciones imperiales.
Mientras que los neo-evolucionistas parecen haber considerado a las ciudades como referentes en
la cima de la jerarquía de los asentamientos que ellos llamaban Estados, yo sostengo que las
ciudades fueron ambientes de transformación social en los que los Estados se crearon a sí mismos.
Aunque discuto la utilidad del término ciudad-Estado en la evolución de muchos de los
Estados más tempranos, no busco elevar el término como si fuera un fetiche intelectual, diseñado
para controlar el discurso sobre la evolución de los Estados antiguos. Sin importar cuán evocativo
sea el rótulo, insisto en que al usar este término siempre debemos “desembalarlo”, ya que hay una
considerable variabilidad entre las ciudades-Estado. Además, hay Estados tempranos que no son
ciudades-Estado. El más obvio de ellos es el Egipto antiguo, pero también se ha argumentado a
favor de los “estados de los valles” en la costa norte del Perú. Ya que las ciudades-Estado son
empíricamente reales y existen en varias formas que deben ser explicadas, son quiméricas, en el
sentido que Bertrand Russell le da al término, un tipo ideal de clasificación que nos invita a


elaborar proposiciones, pero no una esencia que los arqueólogos deban tratar de encontrar y
exhibir.

CIUDADES-ESTADO MESOPOTÁMICAS Y CIVILIZACIÓN MESOPOTÁMICA

Como ejemplo de la relación entre ciudades-Estado y civilización, presento un caso más extenso
de la Mesopotamia. Debido a que esta sección sobre ciudades mesopotámicas es el primero de
mis ejemplos sobre Mesopotamia en este libro, también sirve de orientación para subsecuentes
discusiones sobre historia y arqueología mesopotámica.
Los arqueólogos e historiadores de la Mesopotamia son conscientes de que el término
“Mesopotamia” de ninguna manera es fácil de definir. En el sentido político de la palabra,
Mesopotamia tiene incluso la habilidad desconcertante de desmaterializarse completamente, ya
que la “Mesopotamia” existía predominantemente como un modelo celular de ciudades-Estado
que rara vez (si es que alguna) actuaron en concierto político. Sin embargo, puede demostrarse
que el sentido cultural muy específico y compartido sobre un mundo mesopotámico era
independiente de la presencia de un Estado pan-Mesopotámico. Este sentido cultural de la
Mesopotamia puede verse más claramente en su ausencia, esto es, después del colapso de los
imperios mesopotámicos (asirio y babilónico) a finales de los siglos VII y VI a.C. Después de
este período, los gobernantes de la Mesopotamia no se consideraban “mesopotámicos”, y la tierra
entre los dos ríos formaba parte de un orden institucional más grande que no era mesopotámico y
en el que estaba firmemente inserta.
Ya que discuto la prehistoria de los Estados y civilizaciones mesopotámicos en un
capítulo posterior, describo aquí solamente el aspecto y los contornos de la red de ciudades-Estado
de la Mesopotamia temprana. Robert Adams (1981) ha rastreado el proceso de urbanización en
la Baja Mesopotamia para el período Uruk tardío (ca. 3400-3100 a.C.; ver también Pollock 1999),
donde sitios pequeños estaban dispersos junto a los cursos de agua, con unos pocos sitios más
grandes que eran centros de grupos. Durante un período de unos 500 años, los sitios grandes se
volvieron aún más grandes y el campo se volvió relativamente despoblado y se “ruralizó” (Pollock
2001); la baja Mesopotamia se había convertido en una región de enclaves urbanos donde casi el
80 por ciento de la población vivía en las ciudades (Nissen 1983, 1988).
Esta implosión demográfica fue ocasionada por varios factores: las ciudades se
convirtieron en puntos nodales para la protección militar de los vecinos, para que los líderes
coordinen el trabajo que se trasladaba a las parcelas de campos (que se dejaban en barbecho por
dos años) y para la construcción de canales ramificados que irrigaban los campos. Las ciudades-
Estado emergentes eran también el sitio de los templos regionalmente importantes (que
evolucionaron a partir de santuarios, como Eridu y Gawra en el anterior Período de Ubaid – ver
capítulo 9) que también eran centros de intercambio. Las migraciones desde la Mesopotamia sur
a la central y quizás también desde más al sur, también fueron estimuladas por cambios en las
condiciones ambientales (Nissen 1988; Pollock 1999).
En Uruk, la única de las ciudades-Estado del período Uruk tardío que ha sido excavada
ampliamente, se observa la creación de una arquitectura monumental a escala sin precedentes,
como los complejos de templo en el Eanna y el Templo de Anu. El complejo del Eanna abarcaba
unas 9 hectáreas e incluía varios templos, un palacio putativo (el “edificio de los cuatro
vestíbulos”), una sala a nivel más bajo decorada y otras grandes estructuras. Los elementos para
llevar registros, tales como sellos cilíndricos, y los cuencos de borde biselado, interpretados de
manera muy plausible como contenedores de raciones, son artefactos característicos de esta
sociedad y economía extraordinariamente especializada y diferenciada (Pollock 1999).
El arte figurativo refleja e ilustra, además, las distinciones sociales, y la escritura
cuneiforme aparece como invento (Michalowski 1990, 1993a, 1993b; ver también Nissen,
Damerow y Englund 1993; Englund 1998). La mayor parte de los primeros textos se refieren a
actividades administrativas, pero también hay listas de profesiones y nombres geográficos. Más
allá de tener una función burocrática, estas listas fueron intentos conscientes de organizar el
mundo mesopotámico y de instruir a futuras generaciones de escribas en el arte de escribir y en
los valores relacionados con esa actividad. Las transformaciones en la división del trabajo dentro


de las ciudades-Estado del cuarto milenio tardío en el sur de la Mesopotamia tuvieron
repercusiones mucho más allá del sur, puesto que la Mesopotamia del sur colonizó u ocupó
ciudades en Siria y en el sur de Anatolia y en la meseta iraní. Se piensa que esta “expansión de
Uruk” (Stein 1999; Rothman 2001; Postgate 2002) indica los intentos del sur de la Mesopotamia
para proteger las rutas comerciales para la circulación de importantes recursos. Eso no duró
mucho y los mesopotámicos del sur, los de Uruk, cuyos marcadores culturales característicos son
hallados más allá del sur de Mesopotamia, se encontraron en el norte con un entorno urbano que
era al menos tan antiguo como las ciudades del sur (por ejemplo, en Tell Brak; ver Emberling
2003; Emberling et al. 1999; Emberling y McDonald 2001, 2003).
La tradición historiográfica nativa en Mesopotamia expresa claramente la importancia de
las ciudades-Estado en la región y también el ideal de unidad política, ideal que fue especialmente
importante en el sentido de que casi nunca se alcanzó. La “Lista Real Sumeria” (cuyas copias más
tempranas datan de la “Tercera Dinastía de Ur” ca. 2100-2000 a.C.) comienza cuando la “realeza
descendió del cielo” a cinco ciudades. Las dinastías de reyes de cada una de esas ciudades
gobernaron en orden y la realeza pasaba de una ciudad a otra. Los primeros reyes gobernaban
durante largos períodos, en algunos casos durante miles de años, insinuando así una continuidad
ininterrumpida desde el pasado mesopotámico más remoto. Después de que la realeza pasara a la
quinta ciudad, vino el Diluvio. Luego, la realeza volvió a descender a otras ciudades en la misma
sucesión ordenada. Sin embargo, ahora los reyes gobernaban cantidades de años bastante creíbles,
y a algunos de ellos se los puede identificar en textos contemporáneos del temprano tercer milenio
a.C. (Michalowski 1983).
Las inscripciones muestran que esta marcha ordenada de ciudades individuales
dominantes que gobernaban sobre toda la Mesopotamia no es un fiel reflejo de los
acontecimientos históricos. Algunas dinastías listadas secuencialmente fueron de hecho
contemporáneas y algunas ciudades poderosas fueron sencillamente omitidas de la lista. En una
de las últimas ciudades, Lagash, los escribas compusieron su propia lista real, que un editor
moderno interpreta como un comentario satírico sobre el carácter espurio de la versión “canónica”
que la había menospreciado (Sollberger 1967).
Thorkild Jacobsen, el brillante editor de la “Lista Real Sumeria”, había pensado que el
ideal de unidad política en la “Lista Real Sumeria” se refería de manera elíptica a la existencia
temprana (esto es, a principios del tercer milenio) de una “anfictionía”, una confederación de
ciudades unidas por el culto a la suprema deidad sumeria, Enlil, en la sede de su culto, Nippur.
Quizás, la línea argumentativa más interesante en favor de esta confederación deriva del estudio
de ciertos “sellos de ciudades”, es decir, impresiones de sellos (que aparecen sobre paneles de
arcilla alrededor de pivotes de puertas, sobre vasijas y también sobre tablillas), que están
decorados con los nombres de varias ciudades (junto con otros motivos). Los más conocidos son
de Ur durante el Período Dinástico Temprano II/III (ca. 2700-2500 a.C.). Henry Wright (1969)
interpretó que los nombres de las ciudades delimitaban las localizaciones de almacenes desde los
que se distribuían productos; Hans Nissen (1988:142) pensó que indicaban asociaciones
comerciales. En su compilación de todos los ejemplos de sellos de ciudad, sin embargo, Roger
Matthews (1993) no encontró consistencia de nombres o correlación significativa entre sellos y
transacciones (en base a las tablillas que estaban selladas). Si bien dedujo “relaciones reales y
prácticas entre ciudades”, solo pudo sugerir tentativamente que las pequeñas cantidades de
productos alimenticios anotados en las tablillas pudieron haber sido transferencias simbólicas a
un depósito central en Ur (no Nippur, el eje de la anfictionía de Jacobsen). Sin embargo, se puede
llevar este argumento sobre la naturaleza simbólica de los sellos de la ciudad más lejos, para
inferir que los nombres de las ciudades pueden haber transmitido un mensaje de comunidad
cultural de las ciudades-Estados (Yoffee 1993; Michalowski 1993b; para otra perspectiva, ver
Steinkeller 2002).
Si no había un centro político en la Mesopotamia temprana antes de la época de Sargón
de Acad (c. 2350 a.C.), que fue el primero en unificar las ciudades-Estado mesopotámicas en un
Estado regional y luego en un imperio (Liverani, 1993), los sellos de ciudad y otra evidencia
muestran que la concepción nativa de una unidad cultural mesopotámica precede a esta
unificación y se mantuvo luego de su disolución. Esta identidad cultural mesopotámica es
evidente en la estandarización temprana de la escritura y de los sistemas numéricos y matemáticos


en el período Dinástico Temprano, así como también en el repertorio estándar de la cultura
material que abarcó a las ciudades-Estado independientes de Mesopotamia. Las expresiones de
los límites y de las ligazones culturales de la Mesopotamia se remodelaron a lo largo del tiempo
y a través de desarrollos regionales cambiantes. De manera típica, esos ideales de lo que constituía
la cultura mesopotámica nunca fueron declarados directamente (Machinist 1986). No obstante, la
evolución de un lenguaje literario “babilónico estándar” (a mediados del segundo milenio), las
varias sistematizaciones de listas de dioses y del sistema de creencias mayor, las épicas en las que
la deidad nacional asiria, Assur, fue superpuesta al modelo babilónico y “la preservación,
transmisión y revisión de colecciones completas de textos − o lo que Oppenheim llamó la
‘corriente de la tradición’ − que fueron reunidas desde todas las regiones de la Mesopotamia
durante muchos siglos” (Machinist 1986:2) demuestra la existencia de tales límites culturales. La
formación de tales instituciones culturales pan-mesopotámicas fue más extraordinaria
precisamente porque las primeras ciudades-Estado no se mantuvieron juntas en un solo sistema
político.
La ausencia de tal entidad política, sin embargo, no impidió la concepción de que debía
haber un dominio político para igualar y concretar el ideal cultural de un solo sistema político
mesopotámico. En la “Lista Real Sumeria”, era natural y adecuado transmitir ese ideal, que un
solo rey de una sola ciudad-Estado preeminente debía gobernar sobre Mesopotamia en todo
momento. El hecho de la conquista real de Sargón de Acad y la unión de las ciudades-Estado
mesopotámicas confirmó y ayudó a dar forma a este ideal.
Antes de la conquista de Sargón, en la última parte del período Dinástico Temprano, ca.
2500-2350 a.C., los gobernantes de las ciudades-Estado competían con sus vecinos por tierras
agrícolas fértiles y por el acceso a las rutas comerciales, especialmente a lo largo de los ríos. Los
reyes consolidaron las bases de su poder precisamente como representantes de sus ciudades-
Estado en la guerra y en la defensa. Algunos reyes lograron la hegemonía sobre sus vecinos (por
ejemplo, el rey Eanatum de Lagash, Mesilim en Kish, Enshakushana de Uruk, Lugalzagesi de
Umma), formando coaliciones evanescentes y mini-Estados territoriales por primera vez en la
Mesopotamia. Sargón terminó con este conflicto endémico ente ciudades-Estado. Fundó una
nueva capital, Acad, que no formaba parte de las rivalidades internas de la región y entonces podía
simbolizar un nuevo régimen. Sargón (“Rey Legítimo”), un nombre de usurpación, provenía de
los alrededores de Kish1.
Kish, como las ciudades-Estado del sur, estaba formada por múltiples montículos (Gibson
1972; Moorey 1978). Los dos montículos más grandes, Ingharra y Uhaimir (los nombres antiguos
eran Kish y Hursagkalama) eran, originalmente, aldeas independientes que se fusionaron en la
ciudad-Estado −como también fue el caso de Uruk, cuyas secciones más grandes se llamaban
Uruk y Kullab. Toda la superficie de Kish cubría cerca de 5,5 km2, aunque no todas las partes de
la ciudad estuvieron ocupadas a lo largo de los más de tres milenios de historia de la ciudad.
La ciudad-Estado que mejor conocemos desde mediados del tercer milenio hasta el
período Ur III, es Lagash (Beld 2002; de Maaijer 1998). Lagash consistía en dos centros
principales, Lagash (Tell al-Hiba) y Girsu (Telloh), que alternativamente se convirtieron en las
capitales de la ciudad-Estado cuyo nombre abarcador era Lagash. Telloh cubre cerca de 80
hectáreas y al-Hiba alrededor de 400 hectáreas. Las ciudades de segundo orden eran Gu’aba,
Sirara (o Nina), y Kinunir. De norte a sur, el territorio de la ciudad-Estado se extendía unos 80
km y de este a oeste unos 40 km −es decir, más de 3000 km2 de territorio. Hay al menos cuatro
aldeas de tercer orden y muchas granjas con nombres y postas (todas conocidas a partir de textos).
La provincia de Lagash en el período de Ur III (2100-2000 a.C.) estaba dividida en distritos para
fines administrativos2. Como es bien sabido, sin embargo, a mediados del tercer milenio, Lagash
estaba en guerra casi continua con la vecina ciudad-Estado de Umma, un poco más al oeste. La

1 Piotr Steinkeller (1993) ha planteado que la Mesopotamia central era territorio de los acadios, con capital en Kish.
Considera que este territorio político contrasta con la estructura de la ciudad-Estado del sur sumerio. Para una crítica a
esta interpretación, ver Yoffee (2001b).
2 He calculado el área de la ciudad-Estado de Lagash a partir del mapa dibujado por de Maaijer (1998: 64), que es de

la provincia de Lagash en Ur III. Scott Beld (2002) afirma que las mismas aldeas y ciudades mencionadas en los textos
de Ur III también se registran a finales del período Dinástico Temprano y la ciudad-Estado de Lagash en el 2400 a.C.
debe haber tenido aproximadamente el mismo tamaño que la provincia de Lagash en el 2000.


multicelular ciudad-Estado de Lagash lleva el nombre de su primera capital y tenía un dios tutelar
principal, Ningirsu (“el señor de Girsu”). Las áreas rurales del sur mesopotámico en el tercer
milenio estaban modeladas por muchas ciudades-Estado (o micro Estados), que consistían en
varias ciudades, con una capital y sus pueblos, aldeas y caseríos que formaban el hinterland.
Unos cien años después del colapso de la dinastía de Acad, los reyes de la ciudad-Estado
de Ur −cuya dinastía se mencionó por tercera vez en la “Lista Real Sumeria”, por lo que los
investigadores modernos la llaman "la Tercera Dinastía de Ur" o simplemente “Ur III”− volvieron
a reunir a las ciudades-Estado que habían reconquistado su autonomía tras el colapso de Acad. El
régimen político de Ur III cayó después de un siglo y las ciudades-Estado volvieron a ser
independientes. En el período Paleobabilónico (2000-1600 a.C.), los reyes de Babilonia, en la
Mesopotamia central, comenzaron a conquistar a sus vecinos de la región, mientras que los reyes
de Larsa, en el sur, fueron capaces de establecer gradualmente un Estado regional sureño.
Hammurabi de Babilonia (1792-1750) conquistó el sur hacia el fin de su régimen, pero el sur se
liberó del control babilónico en el reinado de su hijo y sucesor.
En la Mesopotamia del norte durante este período, la ciudad-Estado paleoasiria de Assur
dominaba las áreas rurales. Los reyes asirios luchaban para mantener abiertas las rutas
comerciales hacia el sur y el norte (y probablemente también al este), de manera que los
comerciantes de larga distancia pudieran vender sus mercancías con enormes ganancias. Estas
firmas familiares asirias también mantenían colonias comerciales en Anatolia, una de las cuales,
Kanesh, ha proporcionado miles de documentos a partir de los cuales se pudo reconstruir el
sistema de comercio. El gobierno de la ciudad-Estado paleoasiria estaba compuesto no sólo por
un dominio real, sino también por concejos y el ayuntamiento, en los que los representantes de la
élite de las familias de mercaderes desempeñaban un rol (Larsen 1976).
El rol de las ciudades cambió a mediados del segundo milenio a.C. En el período
Babilónico Medio (ca. 1600-1150), en el sur, una dinastía gobernante de extranjeros, Kasitas,
llamaba a su país “Karduniash”. Este término, cuyo significado se desconoce, es la única
designación en la historia de Mesopotamia para un territorio que generalmente llamamos
“Babilonia”. En el período Asirio Medio, la “tierra de Assur”, designaba al territorio gobernado
por los reyes de la ciudad de Assur y,o al dios Assur. Un rey llamado Tukulti-Ninurta I, en un
intento por privar de derechos a la antigua nobleza del reino, construyó una nueva ciudad del otro
lado del río Tigris enfrente de Assur y la llamó Puerto Tukulti-Ninurta. A este rey lo asesinaron
los nobles que no aceptaban la arrogancia de construir una nueva capital ni tampoco su mal
comportamiento al saquear Babilonia (Machinist 1976).
En el primer milenio a.C. en Mesopotamia, los reyes neo-asirios sacaron ventaja de la
falta de competidores en Asia occidental para construir un imperio genuino, expandiéndose al
oeste (Siria, Líbano, Israel antiguo y, brevemente, Egipto) y al norte (en Siria y el sur de Anatolia)
y realizaron expediciones a Irán y a otros lugares. Varios reyes antiguos rememoraban las políticas
de Sargón de Acad y Tukulti-Ninurta I al fundar nuevas capitales que simbolizaban nuevas
iniciativas imperiales que requerían de nuevos burócratas para administrar las provincias alejadas.
Gradualmente, los asirios también llegaron a gobernar de manera directa Babilonia en el sur. Los
reyes asirios les otorgaron excepciones tributarias a los ciudadanos de las antiguas ciudades-
Estado de Babilona, reconociendo así las identidades individuales de estas entidades políticas.
Después del colapso del Imperio y del Estado asirio, los reyes neo-babilónicos que gobernaron
todo el sur desde Babilonia ratificaron los privilegios de varias de las antiguas ciudades.
En este bosquejo histórico, hemos visto que las primeras ciudades-Estado eran entidades
políticas independientes y que los primeros Estados territoriales que se lograron por medio de la
conquista eran muy inestables y efímeros. Las ciudades-Estado, que estaban incómodamente
incrustadas en estructuras estatales e imperiales bajo Acad y Ur III, se rebelaron cada vez que la
ocasión lo permitió, por lo general en la transición a nuevos reyes de la dinastía gobernante. Si el
ideal, como está representado en la “Lista Real Sumeria”, era el de una única ciudad dominante
que gobernaba a la Mesopotamia en todo momento, la realidad era que las primeras ciudades-
Estado lograron restablecer su independencia.


LA ESTELA DE LOS BUITRES

INTRODUCCIÓN
Este monumento se encuentra actualmente en el Museo del Louvre y está en bastante mal estado. Es de
piedra caliza blanca. Seis de los fragmentos se excavaron en la década de 1880 en el sitio moderno de
Tello, antigua Girsu, una ciudad satélite de Lagash en el período Dinástico Temprano (c. 2600 – 2350
a.C.). El dios tutelar de Girsu era Ningirsu. Restaurado, el monumento mide 1,80 m de alto y 1,30 m de
ancho y el espesor es de 11 cms.
La estela está esculpida e inscripta en ambos lados y es un monumento de valor incomparable,
ya que es el documento histórico más antiguo que se conozca. La estela conmemora, en texto e
imágenes, la victoria del rey de Lagash E-anatum sobre la vecina ciudad de Umma. Las dos ciudades
habían tenido conflictos militares recurrentes para establecer la demarcación del límite entre ambas.
E-anatum reinó alrededor del 2450 a.C. y bajo su gobierno la ciudad alcanzó su apogeo. La
inscripción, que se conserva en estado fragmentario, exalta el triunfo de un gobernante que ha sido
beneficiario de la protección divina desde su nacimiento. Fue alimentado con leche de la diosa
Ninhursag, obtuvo su nombre de la diosa Inanna, y fue el propio dios Ningirsu quien le diera la realeza
de Lagash.
La estela tiene un lado “histórico”, que muestra la campaña militar en contra de Umma, y un
lado “mitológico”, que muestra la intervención divina que le asegura la victoria a E-anatum.

Dibujo de la Estela de los Buitres por Elizabeth Simpson (ver Winter 2010).

Lado mitológico Lado histórico

Convenciones de la traducción:
- Los números romanos en minúsculas (i, ii, etc.) indican el número de columna
- Los números arábigo-occidentales (1, 2, 3, etc.) indican el número de la línea
- Los puntos suspensivos (…) indican que la línea o la(s) palabra(s) está(n) perdida(s)


- El texto entre paréntesis, por ejemplo (con interés), indica un agregado del traductor para clarificar el
significado.
- El uso de cursivas significa que la traducción es incierta.
- El texto entre corchetes cuadrados, por ejemplo [Ningirsu], indica que la palabra o la frase está
restaurada.
- La palabra “laguna” indica que parte del texto está perdido.

La Estela de los Buitres


Traducción

Frayne, D. 1998. Presargonic Period (2700 – 2350 BC). The Royal Inscriptions of Mesopotamia, Early
Periods, v. 1. Toronto-Buffalo-London: University of Toronto Press, pp. 128-140.

Traducción: Andrea Seri, 2018.

Para uso exclusivo interno de la Cátedra Historia Antigua General. Universidad Nacional de Córdoba.

Laguna de 20 líneas
i 21-24. Él lo pagaría como un préstamo (con interés), y se le impuso un alquiler en granos.
i 25-26. El rey de Lagash.
Laguna
Laguna de 21 líneas
i 22-23. ….
ii 24-29. El líder de Gisha (Umma) actuó de manera arrogante con él y desafió a Lagash.
ii 30-33. A-kurgal, rey de Lagash, hijo de Ur-Nanshe, iii 1-2. [rey de Lagash]
Laguna de 13 líneas
iii 16-22. [el líder de Gisha (Umma) actuó de manera arrogante con él] y desafió a Lagash con relación
a su propiedad (la de Lagash).
iii 23-27. En relación con Pirig-…gimun-shage, el dios Ningirsu bramó:
iii 28-iv 3. “Gisha (Umma) tiene … mi forraje, mi propiedad, los campos del Guʾedena … Lagash.
iv 4-8. [El Señ]or(?) Ningirsu, guerrero del dios Enlil dice … .
iv 9-12. El Señor Ningirsu implantó el [semen] para E-anatum en el útero
iv 13-14. […]
iv 15-17. […] se regocijó por [E-anatum].
iv 18-19. La diosa Inanna lo acompañó,
iv 20-23. le puso el nombre E-anna-Inanna-Ibgalakaka-tum (“Lo traje al(?) E-anna de la diosa Inanna
del Gran Óvalo”),
iv 24-26. y lo puso sobre la rodilla especial de la diosa Ninhursag.
iv. 27-29. La diosa Ninhursag [le ofreció] todo su seno.
v 1-5. El dios Ningirsu se regocijó por E-anatum, el semen que el dios Ningirsu implantó en el útero.
v 6-12. El dios Ningirsu puso su medida sobre él, por una (longitud de) cinco antebrazos, puso su
antebrazo sobre él: (midió) cinco antebrazos (codos), ¡una medida!
v 13-17. El dios Ningirsu, con gran alegría, [le dio] la realeza [de Lagash].
v 18-19. …
v 20-22. E-anatum, el que tiene fuerza, declara, la tierra extranjera pertenece a él.
v 23-29. A E-anatum le [he dado(?)] por nombre el nombre que le dio la diosa Inanna, E-anna-Inanna-
Ibgalakaka-tum (“Lo traje al(?) E-anna de la diosa Inanna del Gran Óvalo”).
v 30-31. [Su(?)] nombre [en(?) el cielo y en la] tierra …
v 32 – vi 7. [E-anatum], el que tiene fuerza, ordenado por el dios Ningirsu, E-anatum, [el que declaró]
“Ahora, pues, oh enemigo!” proclamó para siempre:
vi 8-10. El gobernante de Gisha (Umma), ¿dónde permaneció (alguna vez) tranquilo?
vi 11-15. Con otros hombres … es capaz de explotar el Guʾedena, el campo amado del dios Ningirsu.
vi 16. “¡Ojalá que él (Ningirsu) lo derribe!”
vi 17. ….


Laguna de 3 líneas
vi 22-24. él lo siguió.
vi 25-32. “Al que yace (durmiendo), al que yace (durmiendo) – él le acercó la cabeza. A E-anatum, que
yace durmiendo, su amado [amo Ningirsu, le acercó la cabeza].
Laguna de 3 líneas
vii. 1-5. “La propia Kish debe abandonar a Gisha (Umma), y, al estar enojada, no la apoyará.
vii 12. Oh, E-anatum
Laguna de 7 líneas
vii. 20. allí matarás.
vii 21-22. Sus innumerables cadáveres alcanzarán la base del cielo.”
vii 23 [En] Gisha (Umma)
Laguna de 7 u 8 líneas
viii 1. [su gente] levantará la mano en contra de él,
viii 2-3. y lo matará en la propia Gisha (Umma)
viii 4-5 tú serás…
Laguna de 18 líneas
ix 1. Él lucho con él.
ix 2-5. Una persona le disparó una flecha a E-anatum. Fue atravesado(?) por una flecha y tenía
dificultades para moverse.
ix 6. Gritaba frente a esto.
ix 7. La persona …
Laguna de 7 líneas
ix 15-19. …
x 1-4. E-anatum provocó una tormenta de viento, como la lluvia nociva de la tormenta, provocó un
diluvio allí en Gisha (Umma).
Laguna de unas 7 líneas
x 12 – xi 1. E-anatum, el hombre de órdenes justas, midió el límite [de Gisha (Umma)],
xi 2-4. dejó (algunas tierras) bajo el control de Gisha (Umma) y erigió un monumento en ese punto.
xi 5. El líder de Gisha (Umma)
Laguna de 6 líneas
xi 12-15. Derrotó [a Gisha (Umma)] e hizo veinte [túmulos (en honor a sus muertos)].
xi 16-18. E-anatum, sobre quien el dios Šul-MUŠxPA derrama lágrimas dulces (de felicidad),
xi 19-20. E-anatum
xi 21-23. E-[anatum] destruyó las tierras extranjeras [para el dios Ningirsu]:
xi 24 – xii 4. E-anatum recobró el control de su amado campo, el Guʾedena, para el dios Ningirsu.
Laguna de 6 líneas
xii 11-13. Los campos de su lado (de Ningirsu), las regiones de Ningirsu que pagaban alquileres
Laguna de 2 líneas
xii 16-20. …
xii 21 – xiii 2. E-anatum erigió (este) [monumento] en el templo sublime.
Laguna de 8 líneas
xiii 11-12. …
xiii. 13-17. del dios Ningirsu, E-anatum [es el …] del dios Ningirsu. Su dios personal <es šul-MUxPA>
xiv 1. Los campos de Bara
Laguna de unas 9 líneas
xv 10-18. Demasiado roto para ofrecer una traducción coherente
(varios nombres de campos)
Laguna de 24 líneas
Laguna de 7 líneas
xvi 8-11. [E-anatum], nominado por el [dios] Ningirsu, recobró [el control] ( para el dios Ningirsu).
xvi 12-17. E-anatum le dio la gran red de batalla del dios Enlil al líder de Gisha (Umma), y lo hizo jurar
por ella.
xvi 18-20. El líder de Gisha (Umma) le juró a E-anatum:
xvi 21-24. “¡Por la vida del dios Enlil, rey del cielo y la tierra! Puedo explotar el campo del dios
Ningirsu como un préstamo (con interés).
xvi 25. Se hizo un canal.

xvi 26-29. [¡Por siempre y eternamente, jamás transgrediré el territorio del dios Ningirsu!].
xvi 30-31. ¡No cambiaré (el curso de) sus acequias y de sus canales de irrigación!
xvi 32-33. [¡No destruiré sus monumentos!].
xvi 34-40. [Cuando sea que yo transgreda, ¡que la gran red de batalla de Enlil, rey del cielo y la tierra,
por la que he jurado, descienda sobre Gisha (Umma)!”]
xvi 41-42. [E-anatum era en verdad muy inteligente y]
xvi 43-45 [maquilló los ojos de dos palomas con kohl, y ungió sus cabezas con (resina de) cedro.
xvii 1-5. [Las soltó para Enlil, dios del cielo y de la tierra, para el E-kur(?) en Nippur].
xvii 6-20. [“Después de lo que ha declarado] y repetido [para mi amo, el dios Enlil], si cualquier líder
en Gisha (Umma) incumple el acuerdo, cuando se oponga o dispute este acuerdo, cuando quiera
que viole este acuerdo, ¡que la gran red de batalla de Enlil, por la que ha jurado, descienda sobre
Gisha (Umma)!”
xvii 21-26. E-anatum le dio la gran red de batalla de la diosa Ninhursag al líder de Gisha (Umma) y lo
hizo jurar por ella.
xvii 27-29. El líder de Gisha (Umma) [le juró] a E-anatum:
xvii 30-32. [“¡Por la vida de la diosa Ninhursag! Puedo explotar el campo del dios Ningirsu como un
préstamo (con interés)].
xvii 33. [¡No …] los canales irrigación!
xvii 34-37. [¡Por siempre y eternamente, no transgrediré el territorio del dios Ningirsu!]
xvii 38-39. [¡No cambiaré (el curso de) sus acequias y canales de irrigación!]
xviii 40-41. [¡No destruiré sus monumentos!]
xvii 42-47. [Cuando sea que yo transgreda, ¡que la gran red de batalla de la diosa Ninhursag, por la que
he jurado, descienda sobre Gisha (Umma)!”].
xvii 48 – xviii 1. [E-anatum] era en verdad muy inteligente y
xviii 2-4 maquilló los ojos de dos palomas con kohl y les ungió la cabeza con (resina de) cedro.
xviii 5-7. Las soltó para la diosa Ninhursag en Kesh:
xviii 8-22. “Después de lo que ha declarado y repetido para [mi] madre la diosa Ninhursag, si cualquier
líder [en] Gisha (Umma) incumple el acuerdo, cuando [viole este acuerdo], ¡que la gran [red de
batalla] de la diosa Ninhursag, por la cual ha jurado, descienda sobre Gisha (Umma)!”
xviii 23-29. E-anatum [le dio la gran red de batalla del dios Enki, rey del Abzu, al líder de Gisha
(Umma) y lo hizo jurar por ella]:
xviii 30-32. [El líder de Gisha (Umma) (le juró) a E-anatum:]
xviii 33-37. [“¡Por la vida del dios Enki, señor del Abzu! Puedo explotar el campo del dios Ningirsu
como préstamo (con interés)].
xviii 38. [¡No… los canales de irrigación!].
xviii 39-41. [¡Por siempre y eternamente, no transgrediré el territorio del dios Ningirsu!]
xviii 42-43 [No cambiaré (el curso de) sus acequias y canales de irrigación!]
xviii 44-45 [¡No destruiré sus monumentos!].
xix 1-7. Cuando sea que yo transgreda, ¡que la red de batalla de Enki, rey del Abzu, descienda sobre
Gisha (Umma)!”
xix 8-9. E-an[atum era en verdad muy inteligente y]
xix 10-12 [maquilló los ojos de dos palomas con kohl y ungió sus cabezas con (resina de) cedro].
xix 13-16. Las soltó [para el dios Enki en el ….] del dios Ningirsu.
xix 17-19. E-anatum juró por el pez-carpa establecido en el Abzu:
xix 20-34. “Después de lo que ha declarado [y repetido para] mi amo el dios Enki, [si cualquier líder en
Gisha (Umma) incumple el acuerdo, cuando se oponga o conteste este acuerdo, cuando sea que
viole este acuerdo, ¡que la gran red de batalla del dios Enki, por la cual ha jurado, descienda
sobre Gisha (Umma)!”].
xix 35 – xx 6. [E-anatum] le dio [la gran red de batalla del dios Sin, el impetuoso ternero del dios Enlil,
al líder de Gisha (Umma) y lo hizo jurar por ella.
xx 7-9. El líder de Gisha (Umma) [le juró a E-anatum]:
xx 10-14. [“¡Por la vida del dios Sin, el impetuoso ternero del dios Enlil!] Yo puedo explotar [el campo
del dios Ningirsu como un préstamo (con interés)].
xx 15. [No … los canales de irrigación!]
xx 16-19. ¡Por siempre y eternamente, no transgrediré el territorio del dios Ningirsu!
xx 20 – xxi 1. ¡No cambiaré (el curso de) sus acequias y canales de irrigación!

xxi 2-3. ¡No destruiré sus monumentos!
xxi 4-11. Cuando sea que yo transgreda, ¡que la gran red de batalla del dios Sin, el impetuoso ternero
[del dios Enlil, por la que he jurado,] descienda [sobre Gisha (Umma)]!
xxi 12-13. E-anatum era en verdad muy inteligente y
xxi 14-16. maquilló los ojos de cuatro palomas con kohl y les ungió la cabeza con (resina de) cedro.
xxi 17 – xxii 6. [Soltó] dos de ellas para [el Ekishnugal] en Ur [y soltó dos para el …, la morada
[sagrada] del dios Sin.
xxii 7 – xxiii 8. “Después de lo que ha declarado y repetido [para mi amo el dios Sin], el impetuoso
ternero del dios Enlil, si cualquier líder en Gisha (Umma) reniega del acuerdo, cuando se ponga o
conteste este acuerdo, cuando sea que viole este acuerdo, ¡que la gran red de batalla del dios Sin,
el ternero impetuoso del dios Enlil, por la que ha jurado, descienda sobre Gisha (Umma)!”].
rev. i 1-7. E-anatum le dio la gran red de batalla del dios Utu, amo de la vegetación, al líder de Gisha
(Umma) y … lo hizo jurar por ella.
rev. i 8-10. El líder de Gisha (Umma) le juró a E-anatum:
rev. i 11-14. “Por la vida del dios Utu, [amo de la vegetación], puedo explotar el campo del dios
Ningirsu como un préstamo (con interés)].
rev. i 15. [¡No… los canales de irrigación!]
rev. i 16-19. [¡Por siempre y eternamente], no transgrediré el territorio del dios Ningirsu!
rev. i 20-21. ¡No cambiaré (el curso de) sus [acequias] y canales de irrigación!
rev. i 22-23. ¡No destruiré sus monumentos!”
rev. i 24-30. Cuando sea que yo transgreda, ¡que la gran red de batalla del dios Utu, el amo de la
vegetación, por la cual he jurado, descienda sobre Gisha (Umma)!”
rev. i 31-32. E-anatum era en verdad muy inteligente y
rev. i 33-35. maquilló los ojos de dos palomas con kohl y les adornó la cabeza con (resina de) cedro.
rev. i 36-40. Para el dios Utu, amo de la vegetación, en el E-babbar de Larsa, las hizo ofrecer como
toros de sacrificio.
rev. ii 1 – iii 1. “Después de lo que ha declarado y repetido para mi [amo el dios Utu], si cualquier líder
en Gisha (Umma) reniega del acuerdo, cuando viole este acuerdo, se oponga o conteste el
acuerdo, ¡que la gran red de batalla del dios Utu, el amo de la vegetación, por la que he jurado,
descienda sobre Gisha (Umma)!”
rev iii 2-7. [E-anatum … al líder de Gish]a (Umma) … y he aquí que le hizo invocar el nombre de la
diosa Ninki.
rev. iii 8-10. El líder de Gisha (Umma) le juró a E-anatum:
rev, iii – iv 2. “¡Por la vida de la diosa Ninki! Puedo explotar [el campo del dios Ningirsu] como un
préstamo (con interés).
rev. iv 3. [¡No … los canales de irrigación!].
rev. iv 4 – rev. v 1. ¡Por siempre y eternamente, [no transgrediré] el territorio [del dios Ningirsu!]
rev. v 2-3. ¡No cambiaré (el curso de) sus acequias y canales de irrigación!
rev. v 4-5. ¡No destruiré sus monumentos!
rev. 6-11. En cuanto a la diosa Ninki, [cuyo] nombre he [invocado], ¡que ella haga que las serpientes
del suelo muerdan los pies de Gisha (Umma)!
rev. v 12-16. Cuando Gisha (Umma) [transgreda este] canal (limítrofe) [que la diosa Ninki… sus pies.]
rev. v 17-18. [E-anatum era en verdad muy inteligente y]
rev. v 19-22. Demasiado roto para ser traducido.
rev. v 23-36. [“Después de lo que ha declarado y repetido para la diosa Ninki …, si cualquier líder en
Gisha (Umma) reniega del acuerdo, cuando se oponga o conteste este acuerdo cuando sea que
viole este acuerdo, ¡que la diosa Ninki, por quien ha jurado, haga que las serpientes del suelo
muerdan los pies de Gisha (Umma)!
rev. v 37-41. Cuando Gisha (Umma) transgreda este canal (limítrofe), que la diosa Ninki … sus pies.
rev. v 42-44. [E-anatum, rey de Lagash],
rev. v 45-46. a quien Enlil le dio fuerzas,
rev. v 47-48. alimentado con leche entera por la diosa Ningursag,
rev. v 49-50. a quien la diosa Inanna le dio un buen nombre,
rev. v 51-52. a quien Enki le otorgó sabiduría,
rev. v 53-55. elegido desde el corazón por la diosa Nanshe, la poderosa señora,
rev. v 56 – vi 1. quien subyuga [a las tierras extranjeras para] el dios [Ningirsu],

rev. vi 2-3. amado del dios Dumuzi-abzu,
rev. vi 4-5. nominado por el dios Hendursag,
rev. vi 6-7. amado amigo del dios Lugal-URUxKAR,
rev. vi 8-9. amado esposo de la diosa Inanna,
rev. vi 10-12. [derrotó] Elam y Subartu, las tierras montañosas de madera y tesoros,
Laguna
rev. vii 1’- 2’. derrotó a [nombre geográfico],
rev. vii 3’-4’. derrotó a Susa,
rev. vii 5’- viii 1. [derrotó] al gobernante de Arawa, quien permaneció con el emblema (de la ciudad) en
la vanguardia,
Laguna
rev. viii 1’-3’. derrotó a [nombre geográfico] y destruyó a Arua.
rev. viii 4’-5’. … la tierra de Sumer.
rev. ix 1’-2’. Derrotó a Ur.
Laguna de unas 19 líneas
rev. x 20-22 quien recobró el Guʾedena para el control (de Ningirsu), E-anatum
Laguna de unas 19 líneas
rev. xi 20 -22. de Ningirsu quien erigió (este monumento) para Ningirsu.
Laguna
rev. xii 20-22. [e hizo que le prestara atención], [que] (aquel) “rey de Kish”…
Perdido
rev. x 23-29. El nombre del monumento – ¿no es el (nombre) de un hombre? – proclamó su nombre:
“Ningirsu, el señor, corona de LUM-ma es la vida del Canal-Pirig-Edena!”
rev. xi 30-32. Erigió para él (para el dios Ningirsu) el monumento del Guʾedena, el campo amado del
señor Ningirsu, que E-anatum recobró para el control del dios Ningirsu.
Cartucho A
1-3. E-anatum, quien subyuga a las tierras extranjeras para el dios Ningirsu.
Cartucho B
1-3. E-anatum, quien subyuga a las tierras extranjeras para el dios Ningirsu.


LA LISTA REAL SUMERIA

The Sumerian King List. Introduction and translation from the Sumerian by P. Michalowski.
Publicado en Chavalas, M. (ed.). 2006. The Ancient Near East. Historical Sources in
Translation. Edited by M. Chavalas. Malden: Blackwell Publishing, pp. 81-85.

Traducción: Andrea Seri, 2017.

Para uso exclusivo interno de la Cátedra Historia Antigua General. Universidad Nacional de
Córdoba.

INTRODUCCIÓN
La Lista Real Sumeria (LRS) describe el ciclo de ciudades hegemónicas en la historia de la
Mesopotamia temprana. El listado repetitivo de ciudades, “dinastías,” y reyes estaba designado
para resaltar la ficción de que sólo un centro urbano de poder a la vez reinaba sobre el territorio,
de ahí que también haya sido llamada la “Crónica de una Monarquía Unitaria.” Aunque nos
parezca una lista monótona de nombres y figuras, esta forma de composición en realidad servía
a dos propósitos didácticos relacionados: el estudio del cuneiforme por medio de nombres
personales y la inculcación de una noción ampliamente percibida de la historia política. Para la
época en la que la Mesopotamia estaba gobernada por estados territoriales centrados en torno a
una ciudad, es decir, las casas de Agade, Ur o Babilonia, apareció la noción de “período de
gobierno” que estaba predestinado para cada dinastía. En la LRS, esta idea era proyectada en el
pasado, cuando las ciudades-Estados que competían gobernaban el territorio, distorsionando la
historia. La noción se explicitó en un pasaje frecuentemente citado de Lamentación sobre la
Destrucción de Sumer y Ur, un poema que describía en detalle el colapso final de la Tercera
Dinastía de Ur. El gran dios Enlil le da esta explicación a Nanna, el dios principal de Ur:

A Ur en verdad le fue dada la realeza, pero no se le dio un reinado eterno;


Desde tiempo inmemorial, desde que la tierra fue fundada, hasta que se multiplicó la gente,
¿Quién ha visto alguna vez un reinado de la realeza que tuviera precedencia (por
siempre)?
El reinado de la realeza ha sido largo, por cierto, pero no se ha extinguido.

En el pasado, los investigadores han diferido sobre la fecha y el lugar de origen de la LRS.
Ahora es evidente que se remonta al menos a la época de Shulgi de Ur, y quizás más atrás aún al
período cuando la Mesopotamia fue unificada por primera vez bajo el reino de los reyes de
Agade (Akkad). Tiene, por consiguiente, una larga y compleja historia de redacción y la
recepción y comprensión del texto difería a medida que la composición se transmitía y ajustaba
a ideas contemporáneas. En el presente, la LRS se puede reconstruir de 15 copias escolares
paleobabilónicas que, en su mayoría, datan del siglo XVIII a.C. No hay dos iguales y hay
muchas variantes, algunas recensiones comienzan después del diluvio, las dinastías se enumeran
en distinto orden, ciertas expresiones difieren, como lo hacen las duraciones del reinado de
reyes individuales.
Las diferencias pueden ser significativas; por ejemplo, no hay acuerdo entre las versiones
en cuanto al número y la identidad de los reyes Gutis. La presente traducción es una
superposición de muchas fuentes que tiene como objeto ilustrar el tenor general de la
composición. La versión más temprana publicada recientemente y que fue escrita durante el
reinado de Shulgi, el segundo rey de la Tercera Dinastía de Ur, nos da un destello de la
compleja historia de la composición, puesto que difiere en detalles significativos de las
versiones conocidas del período paleobabilónico. La división en párrafos es moderna.


2

TEXTO
Después de que la realeza descendiera del cielo, (el asiento de) la realeza estuvo en (la ciudad
de) Eridu. En Eridu, Alulim fue rey y reinó 28.800 años. Alalgar reinó 36.000 años. (En total)
2 reyes reinaron 64.800 años. Eridu fue abandonada y su realeza fue llevada a (la ciudad de)
Bad-tibira.
En Bad-tibira, Enmeluana reinó 43.200 años; Enmegalana reinó 28.800 años, Dumuzi, el
pastor, reinó 36.000 años. (En total) 3 reyes reinaron 108.000 años.
Luego, Bad-tibira fue abandonada y su realeza fue llevada a (la ciudad de) Larak. En
Larak, Ensipaziana reinó 28.800 años. (En total) 1 rey reinó 28.800 años.
Luego, Larak fue abandonada y su realeza fue llevada a (la ciudad de) Sippar. En Sippar,
Enmendurana fue rey y reinó 21.000 años. (En total) 1 rey reinó 21.000 años.
Luego, Sippar fue abandonada y su realeza fue llevada a (la ciudad de) Shuruppak. En
Shuruppak, Ubar-Tutu fue rey y reinó 18.600 años. (En total) 1 rey reinó 18.600 años.
En cinco ciudades, ocho reyes reinaron 385.200 años. Luego, el diluvio arrasó (la tierra).
Después de que el diluvio arrasara (la tierra y) la realeza descendiera (una vez más) del
cielo, (el asiento de) la realeza estuvo en (la ciudad de) Kish. En Kish, Gishur fue rey y reinó
1.200 años. Kullassina-bel reinó 900 años. Nangish-lishma reinó 670 (?) años. Endarahana
reinó 420 años, 3 meses y 3½ días, Babum … reinó 300 años, Pu´annum reinó 840 años,
Kalibum reinó 960 años, Kalumum reinó 840 años, Zuqaqqip reinó 900 años, Atab reinó 600
años, Mashda, el hijo de Atab, reinó 840 años, Arwi´um, el hijo de Mashda, reinó 720 años.
Etana, el pastor, el que voló al cielo e hizo que todos los territorios extranjeros le sean leales,
fue rey y reinó 1.500 años. Balih, el hijo de Etana, reinó 400 años, Enmenuna reinó 660 años,
Melam-Kish, el hijo de Enmenuna, reinó 900 años. BarSALnuna, el hijo de Enmenuna, reinó
1.200 años. Samug, el hijo de BarSALnuna, reinó 140 años. Tizqar, el hijo de Samug, reinó
305 años. Ilku´u reinó 900 años. Ilta-sadum reinó 1.200 años. Enishibbaragesi, quien subyugó
la tierra de Elam, fue rey y reinó 900 años. Aka, el hijo de Enishibbaragesi, reinó 625 años.
(En total) 23 reyes reinaron 23.310 años, 3 meses y 3½ días. Luego, Kish fue derrotada y la
realeza fue llevada al Eana (templo de Uruk).
En el Eana, Meski´aggasher, el hijo de (el dios) Utu, fue rey, fue soberano y reinó 324 años.
Meski´aggasher entró al mar y apareció en las tierras altas. Enmerkar, el hijo de
Meski´aggasher, rey de Uruk, quien construyó Uruk, fue rey y reinó 420 años. Lugalbanda, el
pastor, reinó 1.200 años. Dumuzi, el pescador, cuya ciudad (de origen) era Ku´ara, reinó 100
años (un texto agrega: “capturó a Enishibbaragesi por sí solo”). Gilgamesh, cuyo padre era un
fantasma, el rey de Kulaba, reinó 126 años. Urlugal, el hijo de Gilgamesh, reinó 30 años.
Utulkalama, el hijo de Urlugal, reinó 15 años. La-basher reinó 9 años. Ennundarahana reinó 7
años. Meshe, el herrero, reinó 36 años. Melamana reinó 6 años. LugalkiGIN reinó 36 años.
(En total) 12 reyes reinaron 2.310 años. Luego, Uruk fue derrotada y la realeza fue llevada a
Ur.
En Ur, Mesanepada fue rey y reinó 80 años. Meskiag-Nanna, el hijo de Mesanepada, fue
rey y reinó 36 años. Elulu reinó 25 años. Balulu reinó 36 años. (En total) 4 reyes reinaron 177
años. Luego, Ur fue derrotada y la realeza fue llevada a Awan.
En Awan, … fue rey y reinó … años … reinó … años … reinó 36 años. (En total) 3 reyes
reinaron 356 años. Luego, Awan fue derrotada y la realeza fue llevada a Kish.
En Kish, Susuda, el batanero, fue rey y reinó 200 años. Dadase reinó 81 años. Mamagal, el
barquero, reinó 360 años. Kalbum, el hijo de Mamagal, reinó 195 años. TUGe reinó 360 años.
Mennuna, el hijo de TUGe, reinó 180 años. Enbi-Eshtar reinó 290(?) años. Lugalmu reinó 360
años. (En total) 8 reyes reinaron 3.195 años. Luego, Kish fue derrotada y la realeza fue llevada
a Hamazi.
En Hamazi, Hatanish reinó 360 años. (En total) 1 rey reinó 360 años. Luego Hamazi fue
derrotada y la realeza fue llevada a Uruk.
En Uruk, Enshakushana fue rey y reinó 60 años. Lugalure/LugalkinisheDU.DU reinó 120
años. Argandea reinó 7 años. (En total) 3 reyes reinaron 187 años. Luego, Uruk fue derrotada
y la realeza fue llevada a Ur.


3

En Ur, Nane fue rey y reinó 54 años. Meski´ag-Nanna, el hijo de Nane, reinó 48(?) años…,
el hijo de Meski´ag-Nana, reinó 2 años. (En total) 3 reyes reinaron … años. Luego, Ur fue
derrotada y la realeza fue llevada a Adab.
En Adab, Lugalanemundu fue rey y reinó 90 años. (En total) 1 rey reinó 90 años. Luego,
Adab fue derrotada y la realeza fue llevada a Mari.
En Mari, Anbu fue rey y reinó 30 años. Anba, el hijo de Anbu, reinó 17 años. Bazi, el
talabartero, reinó 30 años. Zizi, el batanero, reinó 20 años. Limer, el sacerdote ungido, reinó 30
años. Sharrum-iter reinó 9 años. (En total) 6 reyes reinaron 136 años. Luego, Mari fue
derrotada y la realeza fue llevada a Kish.
En Kish, Ku-Ba´u, la tabernera, quien reafirmó los cimientos de Kish, fue rey; reinó 100
años. (En total) 1 rey reinó 100 años. Luego, Kish fue derrotada y la realeza fue llevada a
Akshak.
En Akshak, Unzi fue rey y reinó 30 años. Undalulu reinó 6 años. Urur reinó 6 años.
Puzur-Nirah reinó 20 años. Ilshu-Il reinó 24 años. Shu-Sin, el hijo de Ilshu-Il, reinó 7 años.
(En total) 6 reyes reinaron 93 años. Luego, Akshak fue derrotada y la realeza fue llevada a
Kish.
En Kish, Puzur-Sin, el hijo de Ku-Ba´u, fue rey y reinó 25 años. Ur-Zababa, el hijo de
Puzur-Sin, reinó 400 años. Simudar reinó 30 años. Us.i-watar, el hijo de Simudar, reinó 7 años.
Eshtar-muti reinó 11 años. Imid-Shamash reinó 11 años. Nannija, el joyero, reinó 7 años. (En
total) 7 reyes reinaron 491 años. Luego, Kish fue derrotada y la realeza fue llevada a Uruk.
En Uruk, Lugalzagesi fue rey y reinó 25 años. (En total) 1 rey reinó 25 años. Luego, Uruk
fue derrotada y la realeza fue llevada a Agade.
En Agade, Sargon, cuyo padre era un jardinero, el copero de Ur-Zababa, fue rey, el rey de
Agade, quien construyó Agade, reinó 56 años. Rimush, hijo de Sargon, reinó 9 años.
Manishtushu, el hermano mayor de Rimush, hijo de Sargon, reinó 15 años. Naram-Sin, el hijo
de Manishtushu, reinó 56 años. Shar-kali-sharri, el hijo de Naram-Sin, reinó 25 años. Luego,
¿quién fue rey? ¿quién no fue rey? Irgigi fue rey, Nanum fue rey, Imi fue rey, Elulu fue rey.
(En total) 4 reyes reinaron 3 años. Dudu reinó 21 años. Shu-Durul, el hijo de Dudu, reinó 15
años. (En total) 11 reyes reinaron 181 años. Luego, Agade fue derrotada y la realeza fue
llevada a Uruk.
En Uruk, Urnigin fue rey y reinó 7 años. Urgigir, el hijo de Urnigin, reinó 6 años. Kuda
reinó 6 años. Puzur-ili reinó 5 años. Ur-Utu reinó 6 años. (En total) 5 reyes reinaron 30 años.
Uruk fue derrotada y su realeza fue llevada a las tropas/tierras de Gutium.
Entre las tropas/tierras de Gutium, al principio ningún rey era famoso. Eran sus propios
reyes y así reinaron 3 años. Luego, Inkishush reinó 6 años. Zarlagab reinó 6 años. Shulme
reinó 6 años. Silulumesh reinó 6 años. Inimabakesh reinó 5 años. Igesha´ush reinó 6 años.
Jarlagab reinó 15 años. Ibate reinó 3 años. Jarla reinó 3 años. Kurum reinó 1 año. Apil-kin
reinó 3 años. Laerabum reinó 2 años. Irarum reinó 2 años, Ibranum reinó 1 año. Hablum reinó
2 años. Puzur-Sin, el hijo de Hablum, reinó 7 años. Jarlaganda reinó 7 años … reinó 7 años.
Tiriga reinó 40 días. (En total) 21 reyes reinaron 124 años y 40 días. Luego, el ejército de
Gutium fue derrotado y la realeza fue llevada a Uruk.
En Uruk, Utu-hegal fue rey y reinó 7 años, 6 meses, y 7 días (los números varían
ampliamente). (En total) 1 rey reinó 7 años, 6 meses, y 7 días. Luego, Uruk fue derrotada y la
realeza fue llevada a Ur.
En Ur, Ur-Namma fue rey y reinó 18 años. Shulgi, el hijo de Ur-Namma, reinó 48 años.
Amar-Sin, el hijo de Shulgi, reinó 9 años. Shu-Sin, el hijo de Amar-Sin, reinó 9 años. Ibbi-Sin,
el hijo de Shu-Sin, reinó 24 años. (En total) 5 reyes reinaron 108 (texto: 117) años. Luego, Ur
fue derrotada y su realeza fue llevada a Isin.
En Isin, Ishbi-Erra fue rey y reinó 33 años. Shu-ilishu, el hijo de Ishbi-Erra, reinó 20 años.
Iddin-Dagan, el hijo de Shu-ilishu, reinó 21 años. Ishme-Dagan, el hijo de Iddin-Dagan, reinó
20 años. Lipit-Ishtar, el hijo de Ishme-Dagan, reinó 11 años. Ur-Ninurta reinó 28 años. Bur-
Sin, el hijo de Ur-Ninurta, reinó 21 años. Lipit-Enlil, el hijo de Bur-Sin, reinó 5 años. Erra-
imitti reinó 8 años. Enlil-bani reinó 24 años. Zambaya reinó 3 años. Iter-pisha reinó 4 años.
Urdukuga reinó 4 años. Sin-magir reinó 11 años. (En total) 14 (texto 13) reyes reinaron 213
años.

4

Un total de 39 reyes reinaron 14.409 años, 3 meses y 3, 4 veces en Kish. Un total de 22


reyes reinaron 2.610 años, 6 meses y 14½ días, 5 veces en Uruk. Un total de 12 reyes reinaron
396 años, 3 veces en Ur. Un total de 3 reyes reinaron 356 años, una vez en Awan. Un total de 1
rey reinó 420 años, una vez en Hamazi. Un total de 6(?) reyes reinaron 136(?) años, una vez en
Mari. Un total de 6(?) reyes reinaron 99(?) años, una vez en Akshak. Un total de 11 reyes
reinaron 197 años, una vez en Agade. Un total de 21 reyes reinaron 125 años y 40 días, una vez
entre el ejército de Gutium. Un total de 11 reyes reinaron 159 años, una vez en Isin.
Hay 11 ciudades reales. Un gran total de 134 reyes, quienes en conjunto reinaron 28.876
años…


El Archivo de Kuliya, Mercader paleoasirio.

Veenhof, K. 2010. The Archive of Kuliya, son of Ali-abum. Ankara: Türk Tarih Kurumu
Basimevi, pp. 13-24.

Traducción: Héctor Torres, 2018.


Revisión: Andrea Seri

Para uso exclusivo interno de la Cátedra Historia Antigua General. Universidad Nacional de
Córdoba.

II. INTRODUCCIÓN

1. El archivo y su descubrimiento.
El archivo publicado en este volumen fue descubierto durante las excavaciones realizadas
en 1992 en el nivel II del kārum Kanesh y le fueron adjudicados los números de excavación kt
92/k 188-263. El profesor Tahsin Özgüç, director de las excavaciones, amablemente me
proporcionó la siguiente información sobre las circunstancias de su descubrimiento y el plano
de la casa que aparece aquí abajo.
“Las tablillas fueron encontradas en las cuadrículas LV-LVI/126-127, al sur de la calle, en
el archivo en frente al archivo de Elamma. A pesar de su destrucción por incendio, esta casa, y
su archivo en particular, están bien conservados. Esta casa con seis habitaciones no contenía
resto arqueológico alguno. Probablemente la casa fue desocupada y despojada de todo antes del
incendio. Todas las habitaciones tienen acceso a la habitación n° 3, donde se hallaba ubicado el
horno. Creo que la función de los cuartos n° 1 y 2 estaba relacionada con el negocio.

Plano de la casa en las cuadrículas LV- LVI/126-127, donde se encontró el archivo de Kuliya


El archivo del mercader fue descubierto en el hueco de un armario marcado con una cruz
roja [que reemplacé por la palabra “tablets” en el plano –K.R.V.], con acceso a la habitación n°
4. Parecería sencillo mantener este pequeño espacio seguro bajo llave. Algunas tablillas se
habían caído del armario. Encontradas in situ sobre el piso, estaban originalmente empaquetadas
en sacos. El edificio cubre un área de 126 m² y da a la calle. En el kārum de Kanesh era común
conservar archivos en este tipo de armarios. El archivo es parte de los complejos bien
organizados del nivel II. Todos los contenidos del archivo se han conservado hasta nuestros
días”.

Leyendo esta descripción uno se pregunta si el llamado “hueco de armario”, donde los
textos fueron hallados, podría estar indicado por el término acadio huršum, comúnmente
traducido como “depósito”, ya que los escritores de la carta 23:23 le dicen a Kuliya “abrimos el
huršum y tomamos una tablilla de tu cofre de tablillas (tamalakkum)”. Lo que sea que eso haya
sido, los hechos que menciona Özgüç explican por qué la mayoría de las tablillas están en buen
estado, pero el hecho de que “algunas tablillas se cayeron del armario” explica el daño severo de
algunas de ellas, especialmente las que tenían números de excavación entre kt 92/k 254 y 263.
También la mitad del gran memorándum 45 está perdida, a menos que algunos de los
fragmentos editados como 47-49 sean partes de él. El sobre 72 (foto 1), cuyo anverso está
perdido, debió haber contenido originalmente una tablilla, presuntamente una carta de un único
autor, pero no he podido identificarla entre los textos preservados, ese también es el caso del
“suplemento” que debe haber estado en el sobre 34. El incendio que destruyó la casa es
responsable del hecho que algunas tablillas sean de color crema, otras negras y otras estén rotas,
pero unidas como tablillas mitad crema y mitad negras (ver foto 22).
He llamado a esta colección relativamente pequeña de tablillas “El archivo de Kuliya, hijo
de Ali-abum”, ya que él es ciertamente la principal personalidad involucrada y el dueño de las
tablillas. Veinte de estas cartas están dirigidas a solo él o a él junto con algunos otros y dos
tablillas son copias de cartas escritas por él. En algunos de los contratos, él es el acreedor (39,
44, 45, 47 segundo contrato, 48), participa en varias otras transacciones y en algunos de los
memorándums, donde él figura de manera anónima en primera persona del singular o como “el
acreedor” (tamkārum), deben que haber sido escritas por él5, lo que incluso se puede demostrar.
En las cartas oficiales escritas por el kārum Kanesh (2-3 y 5), él aparece como co-destinatario o
es identificado como “nuestro mensajero” (4:5 s.) y, luego de haberlas leído o de haber
entregado copias de ellas en las ciudades mencionadas, debió haberlas llevado (o sus propias
copias) a casa para depositarlas en su archivo. El memorándum, texto 6, muestra que él ejerció
la tarea de recaudar los impuestos sobre los que escribió en las cartas oficiales.
El lote, como es el caso de todos los archivos del kārum Kanesh, también contiene tablillas
en las que otros son las personalidades principales, tal como las tablillas pertenecientes o
concernientes a familiares, al personal y a las relaciones comerciales. Las razones de su
presencia podrían deberse a6 que algunos de ellos no tenían casa propia para almacenar
registros, que por ende se depositaban temporalmente en lo de un amigo de confianza (ver 42) o
en lo de un empleador. Otros registros pudieron haber sido entregados como garantías (tal como
muestra 35:6-10) y notas de deuda que a veces no fueron devueltas cuando la deuda fue saldada,
después de haber sido completado el pago. En dos textos, 40 (foto 21) y 70, Kapsiya, la esposa
de Ali-abum y en apariencia la madre de Kuliya, es la principal persona y parece que estos
viejos registros nunca fueron removidos del archivo.
Solo hay algunas pocas referencias a Kuliya en otros textos, todas en registros del archivo
de Enah-ilī, excavado en 19897 , que comprende los textos numerados kt 89/k 275-357. Dos de

5
El primer contrato copiado en el memorándum 45 registra una deuda con “el acreedor”, el segundo una
con Kuliya. Los ítems listados en 58A:11s. se dice que pertenecen a Kuliya y esto prueba que en el texto
57, donde parte de los mismos ítems están listados, el sujeto de “Yo di” (línea 22) también es Kuliya,
quien por ende es el escritor.
6
Ver para esto Veenhof 2003b. 115ss., 5.2. “Strange Records.”
7
Los casi 245 textos excavados en 1989 fueron copiados y estudiados por Yasushi Kawasaki y durante su
estadía en Leiden me uní a él para leerlos, pero todavía no han sido publicados. Comprenden −aparte de

ellos son cartas “oficiales”, encontradas con sus sobres intactos, presumiblemente copias que
Kuliya conservó, y junto con el tercer texto, una carta de Aššur-imittī a Kuliya, están editadas
en el capítulo III.7. La carta Kt89/k 315 (74*) es enviada por el kārum Kanesh a “nuestro
mensajero Kuliya (y) a cada kārum, donde sea que Sukkaliya, el hijo de Aššuriš-tikal, esté y al
propio Sukkaliya”. La carta tiene que obligar a Sukkaliya a pagar la plata que le debe al kārum
desde hace dos años. Las autoridades locales tienen que enviar la plata a Kanesh “con nuestro
mensajero Kuliya”, razón por la que él aparece entre los destinatarios. La segunda carta, kt89/k
325 (75*) fue enviada por “Los pagadores-dātu, Kuliya, el mensajero del kārum Kanesh y el
kārum Durhumit a todos los kārums y wabartums hasta el kārum Kanesh”, pidiéndoles que se
aseguren de que “nuestro mensajero Asānum”, enviado al kārum Kanesh, llegue a destino a
salvo, sin retraso. Sus contenidos son similares a los de nuestra carta 4. En el tercer texto, kt89/k
289 (76*), Aššur-imittī le recuerda a Kuliya un acuerdo sobre el pago de plata. Aššur-imittī
podría ser idéntico al de 57:19ss., donde se dice “Yo (Kuliya) confié todo esto a Aššur-imittī”,
pero esto es incierto por falta de un patronímico. Una última aparición de Kuliya está en kt89/k
296, escrito por A[mu]r-Aš[šur] para Ku[…. y] Aššur-nādā. Este documento alista a un gran
número de personas, la mayoría de las cuales recibieron un único textil como préstamo-
tadmiqtu, cuyo pago los destinatarios deben cobrar y enviar. El texto termina (líneas 38ss.) con
las palabras: “Así dice Kuliya: Daré allí 1 textil de alta calidad a Aššur-ṣululī”. Este último bien
puede ser el hijo de Aššur-šad-ilī, que representa a Kuliya en el texto 43.
No está claro qué hacen estos documentos, especialmente los primeros tres, en el archivo de
1989 a falta de cualquier vínculo con su dueño, aunque parece muy probable que pertenecieran
a Kuliya. Sin un reporte detallado de la excavación ni un plano que muestre las relaciones
espaciales entre las casas excavadas en 1989 y años siguientes, sólo puedo sugerir que la
destrucción del kārum pudo haber resultado en una dispersión de algunos documentos, quizá
algunos de los que se “habían caído del armario” de la casa de Kuliya8. De todos modos, al
reconstruir las actividades de Kuliya tendremos que recurrir a estos textos adicionales.
La cantidad y los tipos de textos de Kuliya indican que son una selección de los registros
que él debe haber conservado en su casa. El número de textos legales –originales, contratos
presenciados, acuerdos y resoluciones– es muy pequeño a decir verdad (35-42) y el número de
registros judiciales es aún más pequeño (70-71). No hay ni un simple veredicto de una corte ni
una declaración original de testigos o árbitros, provenientes de convocatorias privadas o de un
litigio formal (del tipo “A y B, nos convocaron y…”), tan numerosos en la mayoría de los
archivos. El repertorio de textos, entonces, es más bien diferente del de otros archivos. Esos
otros tipos de texto, tales como registros de caravana, están perdidos, quizá a causa de las
actividades, pero el pequeño número de documentos legales puede estar relacionado con la
situación en la que se encontró el archivo y con su fecha. Los 15 registros fechados9, aparte de
un único registro más antiguo−70, que trata sobre la madre de Kuliya y está fechado en el año
epónimo 10510– todos provienen de la última fase del nivel II del kārum Kanesh, entre los años
epónimos 123 y 135 y esto también se aplica a kt 92/k 193, la lista epónima editada en Veenhof
2003a como KEL A, que debe haber sido escrita después del último epónimo listado, n° 129.
Algunos registros documentan actividades durante los últimos años del nivel II del kārum

los 27 textos del nivel 1b, kt89/k 357-383, varios de los cuales fueron publicados por Veysel Donbaz– al
menos dos archivos, los que deberían de manera acorde provenir de casas diferentes. El primero (kt 89/k
127- 274) es el archivo de Ikuppi-Aššur, hijo de Iliya; el segundo (kt89/k 275- 357) es el de Enah-ilī (el
primer elemento de su nombre también se escribe Anah- e Inah); el último grupo (kt/89/kt 384-435)
parece ser mixto.
8
Ocasionalmente, los textos no tienen el número de excavación del año en que se excavó el archivo al
que pertenecen. Kt 90/k 1-12 pertenecen al archivo de Ikuppi-Aššur (ver la nota previa) excavado en
1989, pero “fueron encontrados, dispersos, cuando el área excavada en 1989 fue limpiada” a principios de
1990 (TPAK I. p. 8).
9
Retengo los "números KEL" secuenciales dados en Veenhof 2003a y me abstengo de elevarlos por l,
como se propuso en NABU 200749, para evitar confusiones y porque esta propuesta es cuestionada por
algunos de mis colegas.
10
Notar también las observaciones en las notas sobre 40:14 y 41:5.

Kanesh. La carta 22:6ss. reclama una cantidad de plata entregada durante el epónimo 133 (sin
mes indicado), que el deudor ahora ya administra (makārum) desde hace dos años; la nota de
deuda 39 data del mes VIII del año epónimo 135; y la que está copiada en el memorándum 44:
1-13, del mes V de ese mismo año, pero esta copia es por supuesto posterior a la original. Esto
nos lleva a casi un año y medio antes de la destrucción del kārum del nivel II, que tuvo lugar
poco tiempo después del mes II del epónimo 137.
Ya que la casa de Kuliya resultó estar vacía aparte de los registros guardados en una especie
de armario, asumo que sus habitantes lograron retirarse a tiempo con sus bienes, incluidos los
documentos legales válidos, tales como notas de deuda, declaraciones y títulos de propiedad11.
Esta no es solo una conclusión probable, sino que el archivo mismo da prueba de esta
explicación. Varios de los memorándums preservados contienen copias de tales documentos
legales, pero ninguno de ellos estaba presente en el archivo encontrado. Más elocuente son los
inventarios que se superponen, editados en el Cap. III.5 como 62-69, que contienen listas de
tablillas, regularmente (como los mencionan las últimas líneas de 62-67) puestas en cajas de
tablillas o cofres (tamalakkum). En total están listados más de 50 documentos, a los que anoté
con números consecutivos para su mejor remisión (Ej: tablilla 1, 2, etc.). Como señalé en la
introducción y en los comentarios a las tabillas individuales, las tablillas, en su mayoría, eran
documentos legales, varias notas de deuda, incluidos cinco prestamos beʾūlātu (tablillas 8, 9,
25, 27, 29), registros de declaraciones bajo juramento (tablillas 1 y 37), promesas de no-
reivindicación (tablillas 4, 26, 36, 38), un registro de venta de una casa (tablilla 10) y de un
esclavo (tablilla 39), una “tablilla de la Ciudad” (tablilla 6) y “una tablilla sobre un balance de
pago que se me debe” (tablilla 7). Además, hay una gran cantidad de cartas, llamadas
našpertum, que pueden tener valor legal o probatorio cuando contienen declaraciones,
instrucciones o autorizaciones de importancia. Algunos de estos textos y los asuntos a los que se
refieren también están mencionados en cartas o están copiados en las circulares del archivo,
pero ninguna de las tablillas registradas en las listas 62-69 se preserva en el archivo.
Probablemente el texto 39 registra la misma deuda documentada en la tablilla 45 (texto 69:5-7),
pero no puede ser idéntica a la tablilla 45, ya que es un contrato sin testigos, lo que significa que
es una copia o un extracto (ver la nota en 39:6-11). Aparentemente, todas las tablillas fueron
removidas del archivo. Algunas quizás porque la obligación registrada se cumplió antes de que
el kārum fuera destruido (como debió haber sido el caso de la deuda registrada en la tablilla 45
// texto 39, a pagarse en el mes VIII del año epónimo 135), en cuyo caso las tablillas alistadas
deberían haber sido devueltas a los deudores. Muchas otras (incluidos títulos de propiedad,
cartas autorizadas, renuncias a reclamos, etc.) podrían muy bien haber sido sacadas de las casas
por sus habitantes cuando escapaban de la amenaza que llevó a la destrucción del kārum.
No se sabe cómo y por quién fue destruido el kārum, pero es probable que fuera la
culminación de los eventos que habían sido observados o reportados durante el último año o en
los últimos meses, de manera que no fue una sorpresa y los asirios pudieron marcharse a
tiempo. No se descubrieron esqueletos sin enterrar en el kārum. En relación con esto, la carta 18
es interesante, allí dos socios o empleados de Kuliya, que aparentemente iban desde el norte a
Wahšušana, reportan que se detuvieron o esperaron en Tawiniya (ubicada al norte de Hattuša),
porque habían escuchado que “los residentes (asirios)12 de Wahšušana habían abandonado la
ciudad”. Le comunican a Kuliya que ellos decidirán a dónde ir cuando se conozcan más detalles
y le aseguran que no debe preocuparse por “los cofres bajo su control” (tamalakkē ša qātika).
No podemos ponerle fecha a este acontecimiento (y tampoco hay prueba de que los cofres
mencionados sean los que contenían las tablillas registradas en los textos 62ss.), pero
considerando la fecha general del archivo, debe haber ocurrido en los últimos años del periodo
del nivel II del kārum Kanesh.13 Dercksen, OAI 115s., ha conectado esta carta con el hecho de
que la lista de asentamientos comerciales asirios a los que Kuliya tiene que transferir las

11
Memorándum 45:21ss. registra la compra de un esclavo, que debe haber cedido una escritura de
propiedad.
12
Ver abajo, en la edición de esta carta, la nota a las líneas 8ss.
13
Ver también mis observaciones en OBO 160/5, I, cap. II.2.2.

instrucciones del kārum Kanesh, de acuerdo con las cartas 1-3 del archivo, no incluye
importantes ciudades occidentales como Burušhattum y Wahšušana. Podrían haberse alejado
debido a la agitación política, lo que podría reflejarse en los eventos descriptos en la carta 18. 14
Sin embargo, esta conclusión necesita mucha más evidencia, ya que el hecho de que la misión
de Kuliya estuviera limitada a las ciudades dentro del recodo del Kızılırmak puede interpretarse
de manera diferente, ya que Burušhattum y Wahšušana podrían haber sido visitadas por otro
mensajero del kārum Kanesh, como se señala abajo en el comentario de las cartas oficiales
(Cap. III, 1.B.a).
No hay evidencia de por qué la lista de las tablillas 62-69 fueron sacadas, pero sabemos que
Kuliya usaba cofres (tamalakkum) para archivar y clasificar sus tablillas, ya que la carta 24:8-15
menciona que una tablilla que él necesita se encuentra en su depósito (sellado) (huršum) dentro
de un cofre. La interesante anotación al final de la tablilla 65, “tablillas… que serán / tendrán
que ser leídas, ta-ba-ku-tum”, es difícil de entender, aunque la última palabra debe derivar del
verbo tabākum, “tirar”, también se usa para tablillas15, pero “descartar” no es lo mismo que
transportar a otra parte. Las listas de tablillas podían ser sacadas para inventariar y clasificar los
textos guardados en varios contenedores (frecuentemente tamalakkū) en un (gran) archivo para
obtener una mejor visión de la situación y hacer su extracción más fácil. Este podría haber sido
el propósito de Kuliya, aparentemente en varios momentos, porque la lista de 62-63 registra más
tablillas que la lista similar de la 64. Otro objetivo posible es el envío por tierra, ya que las
tablillas eran enviadas en cajas con sellado16, y sus dueños podrían haber querido mantener una
lista de lo enviado17. Este objetivo encaja con el hecho de que ninguna de las tablillas
mencionadas en estas listas se encontró en el archivo, pero si este no era el propósito original,
entonces las listas pudieron haber sido útiles cuando la remoción de las tablillas se hizo
necesaria. Una comparación de 62-63, 64 y 68 puede ofrecer pistas sobre lo ocurrido, porque en
el tiempo que separaba 62-63 de 64 se agregaron o se extrajeron 5 tablillas de los contenidos de
la “gran caja de tablillas”, mientras que tanto 64 como 68 indican que la tablilla 16 todavía no
estaba o ya no se encontraba en “el gran cofre de tablillas” de 62. Desafortunadamente, estas
listas no están fechadas y es difícil establecer cuál era anterior y cuál posterior, ya que ninguna
de las 5 tablillas que faltan en 64 (las tablillas 6, 12, 14, 16 y 18) son mencionadas en otros
textos. Debido a que 64 ofrece más detalles sobre las tablillas listadas, su escritor no sólo copió
62-63 (dejando afuera las 5 tablillas ahora descartadas), sino que debe haber consultado los
originales. Pero es igualmente improbable que el, los escritores de 62-63 hayan copiado a 64,
agregando solo 5 tablillas, porque las últimas no son apéndices, sino que fueron integradas a la
lista. Quizás 64 fuera escrita posteriormente, después de que estos 5 documentos por alguna
razón hubieran sido sustraídos (lo que también implicó la transferencia de la tablilla 16 al grupo
de 68). Desafortunadamente, estas observaciones no responden nuestras preguntas y tampoco
sabemos por qué se escribieron dos listas prácticamente idénticas, 62 y 63, escritas por la misma

14
En OAI 143s., él también menciona, en relación con esto, la carta kt 87/k 40 (publicada por K. Hecker
en Studies Kienast, 187s.), que reporta que los archivos de los comerciantes asirios en Wahšušana fueron
saqueados.
15
Ver F.R. Kraus, Königliche Verfügungen in altbabylonischer Zeit (SD I 1, Leiden 1984), 32, donde
tabākum se usa para las notas de deuda que deben ser descartadas, por haber sido canceladas como
resultado de una medida real de equidad (mīšarum).
16
TTC 21:1-10, “El tamalakkū con tablillas de Enlil-bāni y el tamalakkū con copias de tablillas que
confiamos a I. hijo de Š. y que él le trajo a Enlil-bāni”. AKT 3, 77:5-19, “En cuanto al tamalakkū con
grandes tablillas para el viaje, que dejé para ti cuando estaba por partir, dales tus sellos además de los
míos y entrégaselos a mi sirviente A. para que me los traiga en Šamuha”. AKT 3, 106:7-24, “Querida
madre, ya que tengo que viajar a la Ciudad y estoy esperando a mis sirvientes, cuando escuches mi carta,
del tamalakkū con tablillas en los sobres sellados que A. te ha dejado, entrégales todas estas tablillas a Š.,
B., A. y Š. y envíamelas rápidamente”.
17
Comparar el fin de grandes memorándums con los extractos de una gran cantidad de tablillas, tal como
EL números 224-226 y TC 3, 213:45-47, que son descriptas como “copia de (una cantidad de) tablillas
certificadas; fueron por tierra”, ver Veenhof, JEOL 28 (1983/4) 14.

mano.18 Nótese también que en tanto 62-67 alista tablillas guardadas en cajas, nada similar se
dice sobre los grupos de tablillas 68 y 69, lo que nos hace suponer su propósito. Más
información19 de los archivos excavados podrían arrojar algo de luz sobre cómo los escribas y
los dueños de los archivos manejaban y registraban sus tablillas.
Sea cual fuere el propósito de estas listas, el hecho de que ninguno de estos documentos
legales fuera encontrado en el archivo hace plausible que fueran extraídos para ser guardados,
porque ningún mercader se despojaría de estas válidas notas de deuda y títulos de propiedad. Y
es atractivo conectar esto con el abandono de la casa poco antes de la destrucción del kārum. De
todas formas, su ausencia indica que nos falta un montón de información valiosa sobre el
archivo y negocio de Kuliya.
Otra información algo inquietante debe mencionarse aquí. En su carta 11:20ss., enviada
desde Assur, la esposa de Kuliya le dice: “Todo lo que le di para A. ha sido registrado en una
tablilla de cera” (ina ṭuppim ša iškurim lapput). Esta primera y hasta ahora única referencia a
dicha tablilla (ver la anotación en 11:22) implica que, al menos en Assur, dichas tablillas se
usaban para propósitos administrativos y no podemos excluir la posibilidad de que simples
referencias a ṭuppum, “tablilla”, pudieran también referirse a dichas tablillas, ya que
comúnmente no hubiera habido razón alguna para especificar a qué tipo de tablilla se refería. No
sabemos si también se usaban en Anatolia, pero el hecho de que tales tablillas no sobrevivieran
significa que parte de la evidencia escrita está perdida.

2. Fechar el archivo
El período durante el cual Kuliya estuvo activo está claro por las dataciones epónimas en su
archivo. Una imagen general, basada en los textos y en la lista epónima KEL A que dispuse para
él, ya fue esbozada en Kryszat 2004, cap. II.1, particularmente en p. 17 en la tabla 3. Usando los
datos nuevos sobre la extensión del intervalo que sigue al final de KEL A, podemos ahora
afirmar que los textos de su archivo contenían las siguientes dataciones epónimas (los números
son aquellos de Veenhof 2003a)20: 105, 123, 125, 128 (2x), 129 (4x)21, 130, 131, 133, 134 y 135
(2x). La primera y más temprana datación ocurre en el veredicto 70:6s., que confirma un
reclamo de parte de la madre de Kuliya, aparentemente un viejo documento que él había

18
Se puede dudar sobre si todas las listas fueron hechas por el mismo escriba. Esto es probable para 62 y
63, que parecen similares (fotos 26-27) y exhiben un número de rasgos compartidos, como la escritura
“plena” del final del subjuntivo en i-tù-ru-ú (tablilla 4; pero ṭuppū y šaknū están escritas en plena en 63,
pero no en 62), la forma peculiar del signo NAM, cuyo principio se parece a MU. Ambos tienen
problemas al escribir našpertum en la descripción de la tablilla 16, ambos escriben E-na-nim en la tablilla
19 (64: En-na-nim), y en el resumen cuentan 27 tablillas. Las diferencias conciernen la escritura de
ṭuppum o DUB, y GUŠKIN (62) o KÙ.KI (63). El texto 62 en general es menos cuidadoso, con al menos
7 omisiones de signos y una descripción incompleta de la tablilla 9, 63:29 (tablilla 17) agrega DUB.SAR
y en la línea 39 ŠU.NIGIN, pero en la descripción de la tablilla 18 falta ša Haribi y en la tablilla 20
DUMU IKraya. Comparado con estas dos tablillas 64 es diferente, no solo debido a varias adiciones y
pocas omisiones (incluyendo las de las 5 tablillas anteriormente mencionadas), sino también por las
siguientes características: tablilla 1. i-lim en vez de DINGIR; tablilla 4, el orden de los nombres Abiaya y
Aššur-taklāku está invertido; tablilla 17, da el patronímico de Ennam-Aššur; tablilla 20, hijo de Ali-ahum
Ikraya; tablilla 21, Ali-ahum ša Hahhim. Pero nótese también algunas coincidencias entre 63 y 64: en la
tablilla 24 ambos escriben Id-na-Aššur comparado con I-dí-Aššur en la 62 y ambos insertan la tablilla 1
de 62 solo después de la tablilla 9; en la descripción de la tablilla 1 se listan 63, como 62, agrega aššat Ilī-
bāni, que la 64 omite.
19
Dichos tipos de listas son extraños. No hay ni una entre las casi 80 “Aufzeichnungen mit listenhaftem
Charakter” recogido y editado en APU pp. 269-323.
20
Ver arriba, nota 9.
21
2 de ellos son del mes XI, aquellos en 49:3’s. y 37:9s., designados como “el sucesor de 128”, de los
meses V y VI respectivamente, meses durante los cuales las “fechas de sucesor” son muy raras, porque el
nombre de los nuevos epónimos normalmente para aquel entonces se conocía en Kanesh. ¿Habrá habido
problemas de comunicación con Assur?

obtenido o heredado, quizás porque la deuda nunca había sido pagada. En cuatro de los registros
(39:7s., 44:11s., rev. 15’s., 45 rev.: 17’s., 44 rev. 15’s.) y presumiblemente también en 47:11s.
(sus líneas 14’s. presentan un préstamo beʾūlātu otorgado por él), Kuliya aparece como el
acreedor y en 46:10s. y 29s. él aparece como deudor. Kuliya está también mencionado o
involucrado en las transacciones descritas en las cartas 14 y 22 y en el registro 35. Esto significa
que su actividad está documentada durante los años epónimos 123 a 135. También él podría ser
el tamkārum anónimo del fragmentario 49:9’ (año 129), pero esto es incierto en 37:7 y 45:rev.7’
(años 125 y 129), que contienen la cláusula “el portador de esta tablilla es el acreedor”, lo cual
deja la posibilidad abierta de que Kuliya hubiera obtenido estas tablillas cuando el acreedor
original se las hubiera cedido o vendido. El segundo texto es el reverso de un gran
memorándum, que en las líneas 12’ss. registra una deuda reclamada de la que Kuliya es el
acreedor. Las fechas más recientes (año epónimo 135) están en 39:7-11 (mes VIII) y en 44:12s.
(mes V, donde el nombre del epónimo, Iddin-Suen, hijo de Iddin-abum), es un error derivado de
Ennam-Suen hijo de Iddin-abum).22 Ambos textos registran reclamos de deuda de Kuliya a ser
pagadas en un año y en medio año respectivamente y estas fechas nos llevan al mismo año,
llamado por el epónimo Ennam-Aššur (en el período Paleoasirio solo documentado durante el
mes II como “el sucesor del n° 136”, en ICK 1, 119:8s.), cuando el nivel II del kārum Kanesh
fue destruido, supuestamente en 1837 a.C.
Estos datos indican que Kuliya estuvo activo durante los últimos 15 años del periodo del
nivel II. La forma en la que su archivo fue guardado cuando las casas se vaciaron y se
abandonaron (descrito arriba en §1) encaja con la conclusión de que su actividad duró hasta el
final del periodo de nivel II.

3. La familia de Kuliya
Reconstruir la familia de Kuliya y sus relaciones de negocios no es fácil. La cantidad de
textos de archivo es relativamente pequeña y en las cartas y especialmente en los memorándums
encontramos una gran cantidad de personas distintas, varias de ellas figuran una o dos veces,
mientras que el contexto, por lo general, no permite identificar la naturaleza de su relación.
Además, los textos datan de los últimos 15 años del periodo del nivel II del kārum y debido a
que los archivos de las familias comerciantes más importantes no continúan más allá del año
epónimo 115 a 120, nosotros tenemos hasta ahora solo una escasa docena de documentos
fechados que pertenecen al último periodo23, por lo que los datos sobre las personas que figuran
en el archivo de Kuliya son muy raros.
En los documentos legales y en el sobre de la carta 26 Kuliya es identificado como el hijo
de Ali-abum. Un Ali-abum también está documentado en 65:14ss., “una tablilla (30) de 13 y 1/6
de siclos de plata ˂de˃ (debido por) Ennam-Suen, hijo de Ali-abum”, y en 66:19-22 //67:18-21,
“una tablilla (39) de ½ mina (de plata) de Puzur-Ištar, hijo de Ali-abum, del precio de compra
de Šamaš-tappāʾī”. Mientras que la presencia de una nota de deuda del hermano de Kuliya en el
anterior contenedor de tablillas es explicable (¿un préstamo de Kuliya a su hermano o una nota
de deuda devuelta luego del pago?), la presencia de un título de propiedad de un esclavo
comprado por un hermano de Kuliya sería entendible si ese hermano no tuviera una casa y un
archivo propio, o se hubiera ido o muerto o si la propiedad del esclavo hubiera pasado a Kuliya
junto con el título de venta. Otro hermano de Kuliya, probablemente mayor, era Ilī-bāni, el
esposo de Kannūtum (ambos aparecen varias veces en los textos del archivo), en el supuesto de
que en las cartas 20-21 ahum signifique “hermano” y no “colega”. En ambas cartas, Ilī-bāni
precede a Kuliya en la dirección y se le recuerda el hecho de que el escritor le había confiado
“plata bajo el sello de tu hermano” (cf. 20:5, “dado por Kuliya bajo su sello”; 21:6s. tiene “plata
bajo el sello de Kuliya”) y el propio Ilī-bāni admite en 20:22s., “tú me diste la plata bajo el sello

22
Ver para los argumentos NABU 2007/49.
23
Pueden encontrarse revisando los registros de los últimos epónimos de año de este periodo en mi
edición de la lista de epónimos (Veenhof 2003 a), pág. 36s. (n°s 120-130), 49 (en *1-*5 = 133-137), y
53s. (en i, j y k = 130-132). Agregar que el epónimo ša qātē 128 (=129) ocurre también en kt 92/k 220:9s.
(Texto 37 de este volumen).


de mi hermano”. Esta relación explica por qué Kuliya estuvo ocasionalmente envuelto en los
asuntos de Ilī-bāni y su esposa Kannūtum (ver los textos 14:20; 30; 51:13 y ss.) y por qué una
tablilla de este último (una declaración jurada, “tablilla 1” en el Cap. III.5) estaba en su
contenedor de tablillas. Por qué y cómo las tablillas del hermano (mayor) de Kuliya y de su
esposa estaban en el archivo de Kuliya es algo especulativo (¿debido a su partida a Assur o su
muerte?).
El padre de Kuliya Ali-abum aparece, sin mencionar su nombre, en cartas dirigidas a él, en
9:6 y 24, donde la esposa de Kuliya en Assur parece haber acudido a él para pedirle ayuda y
consejos, y en 11:26-29 ella escribe, desde ahí: “tu hermana le habla mucho a tu padre y trata de
hacer que te olvide”, pero no sabemos quién era esta hermana. En la carta 30:7ss. Anah-ilī
escribe sobre una acción de Ali-abum en Assur, que logró tomar de él una suma de plata y oro,
pertenecientes a Kannūtum, que le había sido confiada a él por su esposo Ilī-bāni y que fue
luego pagada a la Oficina de la Ciudad por las deudas del último. En la carta 31 Ali-abum
escribe a dos hombres que escucharon sobre los problemas causados por Amur-Ištar a la casa
(¿en Kanesh?), y pide las direcciones para vigilar la casa y la muchacha (ṣuhārtum) para que la
amtum no pereciera. Hay más referencias en textos del archivo a “nuestro padre”, por ejemplo,
en 69:18ss. (tablilla 50), “Una tablilla de la deuda de nuestro padre que obtuve en Kuburnat”,
que podría ser el padre de Kuliya y sus hermanos, pero “padre” podría también designar a la
cabeza de la firma. En general uno tiene la impresión de que durante los años cubiertos por el
archivo (ca. epónimos 123-135) el padre de Kuliya vivía en Assur, pero pudo haber trabajado y
vivido en Anatolia en una etapa temprana, cuando se casó con su esposa Kapsiya, que está
registrada durante el año epónimo 105 (texto 70).

Ali-abum ∞ Kapsiya

Ilī-bāni ∞ Kannūtum Kuliya ∞ Ababaya Puzur-Ištar ∞ hermana (11:26)

niño, hija (9:21, 28)

La madre de Kuliya era Kapsyia, quien en el texto 70 (del año epónimo 105), quizás viejo,
está involucrada en una demanda, pero su padre no es mencionado. Ella también aparece en el
texto 40, un acuerdo entre ella y la viuda y los hijos de un tal Hanana, sobre un préstamo
comercial y los costos de crianza, la comida y la tumba (tarbītum, ukultum, qubūrum) de las
hijas de Kapsiya, que parecen haber muerto cuando eran muy pequeñas. La presencia de estos
viejos registros legales en el archivo de Kuliya no sería una sorpresa si Kapsiya fuera su madre.
Kapsiya no es un nombre asirio, por lo que probablemente era una mujer anatolia que se casó
con el comerciante asirio Ali-abum cuando él vivía y trabajaba en Kanesh.24
La esposa de Kuliya era Ababaya, un nombre con diferentes formas de escritura25 y de
difícil clasificación lingüística, pero aparentemente era una señora asiria. Su estatus es claro por
la carta 13, donde ella pertenece a un grupo de personas que le dicen a Kuliya que un asunto
suyo fue resuelto tomando un préstamo para él y mencionan que “tu esposa (aššatka) ha sellado
(la nota de deuda) junto a nosotros” (líneas 20s., cf. líneas 27s. “la tablilla con nuestros sellos y
el de tu esposa”). Conocemos más de ella por las cartas 9-12 y parece mucho más probable que

24
Otras Kapsiyas, no idénticas a la madre de Kuliya, aparecen en kt k/k 47, 58, 74 y 83 (cortesía de
Hecker; en 58 un Atanah la llama “mi madre”), en CCT 1, 10b+I 1a:4, donde ella es la esposa del
anatolio Wakli, y en kt a/k 805:2 (Belleten 60 [1996] 624s., Núm. 10), como la esposa de Šuppiʾ ahšu,
donde la pareja es vendida en esclavitud.
25
A-ba-ba en 12:2, A-ba-ba-a en 9:2 y 12:2, A-ba-ba-a-a en 10:2, y A-ba-ba-a-a-i en 13:4. Notar la
aparición de A-ba-ba-a-a como epónimo semanal en BIN 4, 210:5, durante el año epónimo 87,
aparentemente un hombre.

fueran escritas de Assur a Kanesh que de Kanesh a Kuliya cuando estaba viajando por Anatolia,
en cuyo caso tendríamos que asumir que él llevó estas cartas con él cuando regresó a Kanesh.
Ella puede aparecer en TC 2, 58:3´ donde un envío de plata a Assur incluye: “2 paquetes para A-
ba-ba-a y Me´a” (esta última también una mujer, ref. CCT 5, 40 a:9). Varios asuntos
mencionados en estas cartas son bastante típicos de las mujeres que vivían en Assur y que
informan a sus esposos en Anatolia sobre la situación. Notar cómo en la carta 12 ella y Aššur-
šad-ilī diferencian “aquí” (líneas 5, 22), en Assur, de “allí” (línea 16), en Kanesh, donde vive
Kuliya. Ella espera que Kuliya le envíe plata y otros objetos, vía Aššur-ṣululī (10:26s., 11:20s.,
34s.). En 9:3s. ella escribe: “nosotros, tus jóvenes y tu gente (nīšū) estamos bien”. Lo último
debe referirse a su personal y, quizás, los esclavos que vivían y trabajaban en la casa, y lo
anterior, los niños antes de su adolescencia, designados por el colectivo ṣuhrum, repetidamente
mencionado en cartas privadas que dan información sobre la familia y la casa26. En nuestra
carta, ṣuhrum consiste en al menos 1 niño (ṣuhārum, línea 21) y de “[tu] hija” (línea 28), de
quien se dice que “vive conmigo”, es decir, en Assur. No está claro quién es el “nosotros” de la
línea 3, quizás incluya al padre y a la hermana de Kuliya. La fragmentaria carta 32 muy
probablemente sea también de Ababaya, ya que comienza con “estamos bien” (cf. 9:3) y
menciona la casa y los jóvenes (ṣuhrum). La hermana de Kuliya también aparece en la carta
11:26s. (mencionada arriba), donde se dice que “ella habla mucho con tu padre e intenta que él
se olvide de ti”, pero no sabemos quién era esta hermana. Esta carta le dice a Kuliya que
Ababaya tiene serios problemas económicos y que no puede enviarle los textiles que le pidió
(un pedido típico hecho desde Anatolia a sus esposas en Assur), porque tiene que darle de
comer a “tu niño” y pagar “tus gastos”. Las últimas líneas nos informan que ella había sido
forzada a vender bienes valiosos guardados (taphīrum), que el o un buey ha sido sacrificado y
que, para prevenir la muerte de los niños, se han gastado no menos de 4 talentos de cobre (el
equivalente a quizás 1 ½ mina de plata). La carta 10 suplementa esta imagen, contando sobre las
quejas de garantes que le piden a ella “una tablilla con su sello como prueba de que la plata
(prestada para resolver un problema) para los gastos de Kuliya ha sido pagada” (líneas 10ss.).
Ella también le pide a Kuliya que actúe como un caballero y que vuelva para ayudar a su padre
y a “su gente” ayudándolos (ašārum) con algo de plata, para que las quejas de los últimos se
detengan. Sus otras cartas son de otro carácter y la muestran involucrada en asuntos comerciales
y legales (12:11-19), y en 11, a pedido de su esposo, ella hace un pago substancial, le aconseja
ser cuidadoso al confiar en la gente y no actuar arbitrariamente y le pide que envíe sus anillos de
hierro meteórico (amūtum) y un kiturrum (significado desconocido).
En este contexto, debo mencionar la difícil y dañada carta 18, en la que el sirviente de
Kuliya, Asānum, le informa de los trucos sucios usados por Alpilī, que dañan su reputación y
han enfurecido a la “sirviente” de Kuliya (amtum), quien según la línea 39s. está viviendo en el
kārum. En particular, Alpilī no le habría dado nada extra y le dijo: “de/entre dos… Kuliya va a
casarse con una buena esposa” (l.20-23)27, pero Asānum ha tratado de evitar lo peor y de
calmarla (?). Estas líneas son enigmáticas, pero en lugar de equiparar “sirviente” con Ababaya,
quien ha venido a Kanesh, prefiero considerarla la esposa anatolia de Kuliya, que vivía en el
kārum. También se debe haber hecho referencia a ella en 51:51, donde el escritor (¿Kuliya?)
menciona entre los objetos que él le dio (le confió) al antes mencionado Alpilī, “separadamente,
3 siclos de plata para mi amtum”, probablemente los mismos 3 siclos que él le dio de acuerdo a
18:26ss. La casa en la que vivía la amtum de Kuliya parece haber comprendido más gente y a
otras esclavas (línea 29s.) y uno se pregunta si esta era la casa de Kuliya excavada en 1992.

26
Ver, aparte de CAD Ṣ 236 s.v., Michel 1997b, 93s., quien menciona que KTS 1,9a varía entre “tu hijo y
tus hijas” (9s.) y “tu ṣuhrum” (línea 18). La afirmación de nuestra carta puede compararse con CCT 2,
38:33, bētka u ṣuhurka šalim, y CCT 3, 20:20s., textiles hechos ana nīšē bētim u ana ṣuhrim. La carta
22:9s. menciona el “trayendo de la Ciudad 3 vestidos acadios para jóvenes” (3 TÚG ša ṣuhrim ša
Akkidī´ē).
27
La traducción es incierta debido al daño en la línea 20, i-[na? x x x x] šitta a-ša-t[ám] ehhaz, donde –
t[ám] parece claro, mientras que –t[im] está excluido, y el referente de “dos” (femenino) es desconocido.


4. Kuliya como mensajero de kārum Kanesh
Las cartas 2-5 y 74*-75* del Cap. III.7 muestran que Kuliya fue mensajero (šiprum) del
kārum Kanesh y era enviado a trasmitir información e instrucciones a varios asentamientos
coloniales asirios. Según el texto 6, él también tenía que asegurarse que las instrucciones de
Kanesh se implementaban, ya que informa sobre cómo ayudaba en el cobro de impuestos
debidos al kārum Kanesh. La carta 75* está escrita por él y por el kārum Durhumit (donde debe
haber sido enviado por el kārum Kanesh), porque tienen información importante para Kanesh y
le piden a todos los kārums camino a Kanesh que le aseguren a su mensajero un viaje rápido y
seguro. Los mensajeros eran importantes en la sociedad comercial paleoasiria para transmitir
mensajes y tablillas y para enviar varios objetos entre Assur y Kanesh y dentro de Anatolia,
donde no había posibilidad de usar caravanas normales y los asuntos de los viajeros eran de
gran urgencia; para más detalles me remito a un estudio especial sobre ellos28.
Pocas personas aparentemente se habían especializado en tales servicios y podían ser
identificadas no por el nombre de su padre sino por su profesión, “el mensajero”, como es el
caso de Ennānum, en VS 26, 130:14´y kt z/t 14:10. A otros pocos se los identifica como “hijo
del mensajero” (TPAK 203:8) y esta cualificación se usa en el texto 60:6ss. de este volumen
para un tal Ennam-aššur. Pero no hay indicaciones de que el kārum Kanesh tuviera mensajeros
profesionales a su servicio, ya que encontramos a muchas personas diferentes que sirvieron en
esta capacidad y casi todas aparecen solo una o dos veces. Que Kuliya es el mensajero más
experimentado debe deberse a que es el único cuyo archivo fue encontrado. Pero su archivo
muestra que su ocupación principal era el comercio, a pesar de que probablemente no era un
comerciante muy importante. Desafortunadamente, los textos relativos a su trabajo como
mensajero no están fechados y no podemos decir si cubren una etapa particular de su carrera. La
información sobre los mensajeros también revela que podían ser “contratados” y se les pagaba
de forma acorde, también por los gastos que tenían (gamrum), y este también debe haber sido el
caso con los “mensajeros del kārum”. Tales ganancias hubieran sido bienvenidas para los
pequeños comerciantes, agentes y miembros jóvenes de la sociedad comercial, pero nos faltan
datos para documentarlo. Algunos trabajos eran importantes, como los realizados por Kuliya en
las cartas 2 y 3, donde tiene que estar presente, como testigo, cuando los mercaderes hacían
declaraciones bajo juramento sobre la mercancía que transportaban y debía llevar personalmente
los impuestos que debían pagar (2:15s., 25s., 34s. // 3:7ss., 15s., 35s.). Las misiones importantes
eran las que se hacían para resolver problemas y arreglar las relaciones con los líderes anatolios
(no documentado para Kuliya), donde por lo general encontramos pares de mensajeros y parece
natural que, en tales casos, se eligieran personas experimentadas y confiables (biʾārum; este
verbo está documentado en relación a los mensajeros). Considerando las tareas que estos
mensajeros debían realizar (donde vuelve a servir como ejemplo la misión de Kuliya
mencionada en 2 y 3 y reportada en 6), parece probable que pudieran leer y posiblemente
también escribir tablillas y yo asumo que las cartas enviadas por Kuliya (7 y 8, que
probablemente son copias de archivo) y varias cuentas administrativas, memorándums y listas
de tablillas de su archivo fueron escritas por él. También me inclino a tomar la presencia en su
archivo de la importante lista de epónimos (texto 73, designado KEL A), que registraba la
asunción de los subsecuentes gobernantes de Assur, provista de un colofón y escrita
probablemente en Assur, como un reflejo de las actividades de Kuliya como mensajero y quizás
como escriba.

5. Las actividades y relaciones comerciales de Kuliya


5.a. Sus negocios y contactos

28
Veenhof 2008, donde § 4 trata de los mensajeros del kārum.


No es fácil presentar una imagen de las actividades comerciales de Kuliya. El archivo no
contiene “registros de caravanas” que muestren qué y cuánto importaba él de Assur y vendía en
Anatolia y quiénes eran sus representantes en Assur (mencionados en 7:21s.). ¿Es accidental esa
ausencia, debido al peculiar estado del “archivo” o era él en efecto un tipo distinto de
comerciante? Sabemos gracias a algunas referencias que él a veces visitaba Assur (14:5ss.,
76*:11-15) y también que se lo instaba a que lo hiciera (14:23ss.); y 19:36 menciona una
caravana (ellutum) suya, pero era una que operaba en Anatolia (que incluía el comercio de
esclavas, mencionado también en 52:1-3). Información interesante aparece en 14:6ss. // 28:9´ss.,
donde se dice que mercancía suya fue incautada en Apum (Tell Leilan, en el Triángulo del
Khabur), sin dudas era parte de una caravana que viajaba desde Assur a Anatolia. Varias
personas trabajaban para él, ya sea como “agentes” (tamkārum), como es el caso de Bēlum-bāni
(43:5), ya sea como “sirvientes” (ṣuhārum), quienes en la práctica probablemente podían hacer
más o menos lo mismo que un “agente”, aunque su relación legal con Kuliya era diferente. En
24:5s., una carta de Iddin-abum a Kuliya, Urdum (¿El mismo hombre que el de 58:2?) es
llamado “nuestro sirviente”.
El “sirviente” de Kuliya más conocido era Asānum (39:4, ver abajo), quien lo insta a invertir
dinero para hacer negocios en “el territorio de Hattum”, donde se pueden hacer buenas compras
(19:2-26), él también participaba en el comercio de hierro (ašium, 17:3). Los recursos puestos a
disposición de Asānum, pero sobre los que Kuliya había establecido su reclamo (maškattum),
ascendían a 10 minas de plata según 39 y 69:5s. (tablilla 45). Otro “sirviente” suyo era Abī-ilī
(76*:6), y pudo haber sido idéntico al esclavo del mismo nombre comprado por Kuliya de
acuerdo con 45:21’ss., ya que los esclavos se empleaban también como portadores. Es posible
que también las otras personas mencionadas en 69 que (le) debían sustanciales cantidades de
plata, la mayoría de las cuales están bien documentadas en las cartas y registros del archivo, de
alguna forma trabajaban para o con él (como agentes o socios), ejemplo Ennanātum (11:4,
19:20, 23:10, 69:15ss.; ¿el mismo hombre que en 23:24?). Los registros también muestran que
varias personas trabajaban para él bajo un servicio contractual, ya que están registradas como
sus deudores en un préstamo be’ūlātu. Se dice explícitamente que dos recibieron de él, Abiaya,
hijo de Uzua (45:1’ss, y 65:5s., tablilla 27) y Ennam-Suen, hijo de Zarniqum (44:1’ss. y
65:10ss., tablilla 29). Este último podría aparecer en 71:13, donde él tiene que enviar la plata de
la venta de cobre a Assur, y en 76*:18, donde ha sellado un paquete de plata junto con Alpilī
(que también trabaja con o para Kuliya)29. Otros mencionados en los registros de tablillas como
receptores de un préstamo be’ūlātu son Aššur-taklāku, hijo de Dadānum, su tocayo, hijo de
Aššur-mālik, y Abu-šalim, hijo de Puzur-Ištar (en las tablillas 8, 9, 11 −donde Abu-šalim
aparece junto con su hermano− y 25 de las listas), pero éstas son sus únicas apariciones en el
archivo. Las cantidades mencionadas como préstamos be’ūlātu varían entre 10 siclos (tablilla
25) y 1 mina de plata (tablillas 8 y 9) y esto puede reflejar diferentes condiciones (el estatus del
receptor, la duración del servicio, o el área a ser cubierta).30 Un portador que trabajaba para
Kuliya era probablemente Abī-wedum, documentado en 14:13 y 28:8’s. También Aššur-ṣululī,
el hijo del pariente o compañero de Kuliya, Aššur-šad-ilī (ver abajo), trabajaba por o para
Kuliya, ya sea transportando plata y otros objetos a Assur (10:26s., 11:34s., 12:30, ver también
55:16). Él actuó como el representante de Kuliya en una confrontación legal con Bēlum-bāni
(43) y probablemente aparece en 69:12ss. (tablilla 48) como deudor de Kuliya por 5 minas de
plata.
Algunas de las cartas proporcionan información interesante sobre las relaciones comerciales
de Kuliya, otros textos, especialmente muchos de los largos registros y memorándums,
mencionan una enorme cantidad de personas, con frecuencia solo una o dos veces, cuyas

29
Ver, con respecto a él, 15:3, 18:3ss., 51:55, 58:13ss., 69:7ss. (tablilla 46, donde le debe 10 minas de
plata, presumiblemente a Kuliya), y *76:19.
30
Parece posible que aquellos que recibían modestos préstamos be’ūlātu estuvieran principalmente
activos dentro de Anatolia.

relaciones con Kuliya siguen sin estar claras. Tampoco es seguro cuántos de los casi 50
documentos enumerados en 62-69 (ver cap. III.5) en realidad registran reclamos de deuda,
transacciones y procedimientos legales de él y esto se aplica también a varias de las
transacciones registradas (o extraídas) en los memorándums grandes escritos en primera persona
del singular o donde a Kuliya no se lo menciona por su nombre. Él no parece ser el escritor /
orador en el gran memorándum 50, ya que la línea 15 lo menciona en tercera persona, pero en
varios otros (ejemplo 44) figura como acreedor. En algunos, puede aparecer como tamkārum
anónimo (especialmente cuando su nombre como acreedor alterna con tamkārum, como en 45),
en otros casos los paralelos internos entre los textos lo muestran como el escritor/dueño (57 y
58A). Los siete registros listados en 69, que mencionan un total de más de un talento de plata
que se le debe a ocho personas diferentes, parece registrar reclamos de Kuliya, no sólo porque
las personas que figuran aquí son conocidas por haber tenido relaciones comerciales con él,
sino, más convincentemente, porque la deuda de 10 minas de plata de Asānum en la idéntica
nota de deuda 39 (fechada en el epónimo 135, pagable en un año) se dice que se le debe a
Kuliya. Desafortunadamente, las breves descripciones de la mayoría de las 50 tablillas listadas
en 62-69 a menudo son demasiado lacónicas como para darnos información sobre su actividad,
pero noto que, aparte de las tablillas 43-49 (listadas en el texto 69), muchos otros textos
registran la mención de cantidades de plata relativamente, un reflejo de transacciones bastante
modestas. Aparte de dos préstamos be’ūlātu de una mina de plata, la mayoría de los registros
listados en los textos 62ss., como las tablillas 1-42, mencionan cantidades de entre 9 y 20 siclos
de plata (7 de 10 siclos, 3 de 12 siclos, 3 de 20 siclos), reflejando quizás pequeños préstamos, el
precio de un textil o una modesta comisión, y este también es el caso de la mayoría de los
préstamos registrados en contratos o citados en memorandos31. Las cantidades de estaño
mencionadas en varios textos son pequeñas, por lo general no más de 5 minas (41: 3,43:
53,50.21, 51: 3s.), y nunca encontramos grandes cantidades de textiles. Según 9:20 Kuliya le
pidió a su esposa que le enviara cinco piezas de textil y 14:33 es vago al mencionar, sin ninguna
cantidad, solo "el rendimiento de los textiles de buena calidad"32. No se menciona qué tipo y
qué cantidad de "mercancía" (luqūtum) estaba en juego en 14: 6 y 23. Las únicas cantidades
sustanciales de mercancía son las 1280 minas de cobre de 46:24, que debía Kuliya, y las casi 3l
minas de cornalina de 52:37, pertenecientes a “nosotros conjuntamente "(ša barini),
presumiblemente a Bēlum-bāni y Kuliya.
¿Cuán importante era Kuliya como comerciante? Muchos de los datos presentados reflejan
transacciones de tamaño modesto, con una gran variedad de personas, sin un patrón claro, lo que
se confirma por la ausencia de "registros de caravanas" y también por la falta de evidencia de
una "sociedad de capitales" (naruqqum), con Kuliya como gerente o inversionista, también entre
los registros enumerados en los textos 62ss. Aún así, hay algunas indicaciones de actividades
comerciales importantes, especialmente las cantidades de plata alistadas en el texto 69 y el
hecho de que bastantes personas −sirvientes, hombres que recibieron un préstamo be'ūlātu y
otros− trabajaban para o con Kuliya. Si el escenario, sugerido en el §1, sobre que él dejó su casa
a tiempo antes de la destrucción del kārum, mientras se llevaba documentos válidos (incluídos
los registros no alistados en 62-69), es correcto, carecemos de documentación importante sobre
su negocio y la imagen basada en lo que tenemos puede estar algo distorsionada. También es
difícil evaluar las implicaciones de su trabajo como mensajero del kārum. Pudo haber sucedido
solamente durante un período particular, pero dado que todos los documentos están sin fecha,
también pudo haber realizado este servicio de vez en cuando durante un periodo más largo, tal
vez en combinación con sus propios viajes por Anatolia, para los cuales las cartas ofrecen
alguna evidencia.

31
Cf. 24:5, 10 siclos de plata; 29:10’, 54 siclos; 37:5, 10 siclos; 41:1-3, 19 siclos pagados por 108 siclos
de estaño; 44:4, 1 mina, presumiblemente la misma deuda registrada en 43:53ss., pago por cobre; 44:16,
8; 44:5, 10 siclos; 45:5’, 12 minas de cobre; 45:15’, 130 minas de cobre
32
El activo en el intercambio de textiles es Amur-Ištar (ver abajo), pero su relación con Kuliya no está
muy clara.

Concluyo que Kuliya, que estuvo activo durante la última fase del kārum Kanesh nivel II,
cuando muchas grandes familias ya no estaban activas o incluso no vivían en Kanesh, no era,
ciertamente, un comerciante importante. Pero puede haber sido más importante de lo que
sugieren los restos de su archivo y puede haber explotado su posición estratégica en Kanesh,
que siguió siendo el centro administrativo de la red colonial cuando gran parte de la actividad
comercial asiria se había trasladado a las áreas al norte y al oeste de la ciudad. La escasa
cantidad de textos y la falta de más archivos de los últimos años del kārum Kanesh hacen que
sea simplemente imposible hacerse una idea de lo que hacía Kuliya y en qué entorno
trabajaba33. (ver Addendum en p. 191).

33
Recuerdo que los textos de su archivo no mencionan una simple semana-epónima (hamuštum) y la
desaparición de su dispositivo administrativo es indicativa de cambios, pero no sabemos realmente de
cuáles.

Los mercaderes paleoasirios.
Selección de Fuentes y notas
Textos tomados de: Veenhof, K. 2010. The Archive of Kuliya, son of Ali-abum. Ankara: Türk Tarih
Kurumu Basimevi, pp. 65-67, 91-93; 184-185.
Traducción: Andrea Seri, 2018
Para uso exclusivo interno de la Cátedra Historia Antigua General. Universidad Nacional de
Córdoba.

Carta 1.
Del kārum Kanesh a los pagadores-dātu, nuestro mensajero y cada kārum y wabartum.

INTRODUCCIÓN
La carta 1 es una carta oficial del kārum Kanesh. El anónimo, “nuestro mensajero”, de la carta
puede ser Kuliya, ya que la carta se encontró en su archivo pero no sólo él. Es una carta general
dirigida a los “pagadores-dātu, nuestro mensajero, cada colonia (kārum) y todas las estaciones
comerciales (wabartum)”, que les comunica una decisión de la Ciudad de Assur sobre la
recolección del diezmo (išrātum) sobre el hierro comercializado por los asirios en Anatolia. Debe
haber servido de credencial de varios mensajeros del kārum enviados a entregarla y esa es la razón
por la que “nuestro mensajero” permanece anónimo.

TEXTO
Así (dice) el kārum Kanesh, diles a los pagadores-dātu, a nuestro mensajero, a cada colonia y a las
estaciones comerciales: “Una carta de la Ciudad ha arribado. En la carta de la Ciudad (está escrito):
‘A partir de este día, quienquiera que compre hierro meteórico, (la Ciudad de) Assur no tiene
derecho a parte de la ganancia que se obtenga, el diezmo sobre el mismo será colectado por el
kārum Kanesh.’ Tan pronto como hayan escuchado nuestra carta, quien(quiera) que allí lo haya
vendido a un palacio, o lo haya ofrecido a funcionarios del palacio, o lo lleve consigo sin haberlo
vendido aún –de todo el hierro meteórico que lleve, escriban la cantidad exacta de cada (pieza de)
hierro meteórico, su nombre y el nombre de su padre en una tablilla y envíenla aquí con nuestro
mensajero. Envíen una copia de (esta) carta nuestra a cada colonia y a todas las estaciones
comerciales. Incluso cuando alguien haya vendido hierro meteórico por medio de un agente
comercial, registren el nombre de ese hombre.”

Notas:
1. Los llamados “pagadores-dātu” son los mercaderes principales de la comunidad comercial asiria.
Una especie de “accionistas” de la organización del kārum, a quienes se menciona a veces como
“hombres con una cuenta” (awīlū ša nikkassī), quienes posteriormente pasaron a jugar un papel
prominente en la administración de los asentamientos comerciales, también en asuntos judiciales,
y por consiguiente se los consultaba cuando había que implementar ciertas medidas del kārum
Kanesh.
2. Las líneas 12-14 se refieren al altamente valuado hierro meteórico y afirman que la Ciudad de
Assur a partir de ahora le cede el derecho a imponer una tasa al beneficio que se obtenga de él al
kārum Kanesh, quien a partir de ahora en más podrá recolectar el diezmo sobre él.


Carta 7
Carta de Kuliya a Aššur-ṭāb

INTRODUCCIÓN
El archivo de Kuliya comprende 27 cartas. Sólo dos de ellas (las cartas 7 y 8) son cartas escritas
por Kuliya, veintiuna están dirigidas sólo a Kuliya o en combinación con otros. Las cartas 7 y 8
escritas por Kuliya pueden haber sido copias de archivos, o bien los destinatarios, Aššur-ṭāb y
Anah-ilī, estaban estrechamente vinculados a la familia o a la firma de Kuliya, quienes pudieron
haberlas recibido cuando se encontraban en otro lugar y las trajeron de vuelta a “casa” cuando
regresaron a Kanesh. Ambas cartas se refieren al mismo caso del pago de una deuda, que había
sido contraída posiblemente con promesas escritas y con la confección de tablillas en las que una
parte prometía “no regresar” y reclamar a la otra parte. Esto a la vez permitía que la otra parte
librara cartas selladas que contuvieran afirmaciones o promesas, de manera que pudieran ser
canceladas. Se podría suponer que las cartas 7 y 8, escritas por Kuliya y que contenían
afirmaciones y promesas, fueron de esa manera retornadas a él y que las guardó en su archivo
después de haber abierto sus sobres, lo que les quitaba fuerza legal.

TEXTO
A Aššur-ṭāb, así dice Kuliya: “De acuerdo con tus instrucciones nosotros, yo mismo, Aššur-mālik,
hijo de Kurara, y Šū-Bēlum, hijo de Puqidi, hemos arreglado el asunto de Anah-ilī, el hijo de Ṭāb-
ṣilli-Aššur, por 1 mina de plata y yo mismo garanticé 1 mina de plata en nombre de Anah-ilī. Tú
me diste una tablilla con tu sello afirmando que tú no demandarías a Anah-ilī por 1 1/3 mina de
plata de su nota de deuda. Si Anah-ilī no recibe de mí la tablilla con tu sello, entonces enviaré a la
Ciudad, a tu padre Abu-šalim, 1 mina de plata y tan pronto como reciba esa plata, Abu-šalim nos
dará a mí y a los representantes de Anah-ilī una tablilla con su sello afirmando que el no demandará
a Anah-ilī por 1 1/3 mina de plata registrada en su tablilla validada. Y luego yo te devolveré la
tablilla con tu sello y esta carta con tu sello será cancelada.”

Documento judicial

INTRODUCCIÓN
Tablilla con una decisión, fechada en el año epónimo 105, realizada por tres jueces o árbitros, los
que aparentemente confirman un reclamo de una deuda disputada por 6 siclos de plata, con un
interés anual del 50%, la que Kapsiya, esposa de Ali-abum, tiene sobre Būṣi, la esposa de Iddin-
Adad.

TEXTO
Los jueces dieron el siguiente veredicto: los 6 siclos de plata que Kapsiya, la esposa de Ali-abum,
había dado a Būṣi, la esposa? de Iddin-Adad, y por la cual desde el epónimo de Aššur-imitti, el
barquero, ella debería agregar un interés de ½ mina por mina por año, por esta plata y el interés
acumulado sobre la misma, Kaspiya, la esposa de Ali-abum, le iniciará una demanda a Būṣi, la
esposa? de Iddin-Adad. Akiya, el hijo de Puzur-Aššur, Šamaš-bāni, hijo de Ennam-Suen, (y)
Mannum-kī-Aššur, hijo de Ahu-waqar: esos hombres fueron los jueces.

Notas:
1. El hecho de que Kapsiya, la esposa de Ali-abum fuera la madre de Kuliya explica por qué un
documento antiguo, preservado por razones que desconocemos, terminó en su archivo.
2. El juez Mannum-kī-Aššur aparece como testigo en textos fechados en los epónimos 95 y 108.











































































Cruz-Uribe, E. (1994). “A Model for the Political Structure in Ancient Egypt.” En For His Ka:
Essays Offered in Memory of Klaus Baer. SAOC 55. Chicago. The Oriental Institute, pp. 45-53.

Traducción: Andrea Seri, 2018.

Para uso exclusivo interno de la Cátedra Historia Antigua General. Universidad Nacional de
Córdoba.

Un Modelo para la Estructura Política del Antiguo Egipto


Eugene Cruz-Uribe
Northern Arizona University, Flagstaff

Hace varios años, cuando sólo era un estudiante de postgrado, sentado en la pequeña oficina de
Klaus Baer antes de clase, Klaus hizo un comentario que me pareció relativamente obvio, pero
que no tuve oportunidad de revisar durante muchos años. Lo que el profesor Baer dijo era que
Egipto, con el tiempo, estuvo gobernado por un pequeño número de familias importantes.
La idea tradicional sobre la estructura gubernamental del Egipto antiguo se ha centrado
en un sistema administrativo fuertemente centralizado con una tradición concomitante centrada
en la corte (e.g., Trigger 1983, pp. 1-70). La consecuencia de los comentarios del profesor Baer
es que la familia real no era omnipotente dentro del esquema de la estructura gubernamental
egipcia. Esta observación parece tan obvia que difícilmente haya que repetirla. Además, cuando
se considera la interacción de los individuos y las familias a lo largo de la historia egipcia, se
nota una tendencia de la estructura política de Egipto como Estado centralizado a cambiar
mucho.

Rey

Visir

Nomarcas Corte Altos Sacerdotes

Funcionarios del Funcionarios de Funcionarios del


Distrito la Corte Templo

Escribas Escribas Escribas Escribas Escribas Escribas

Fig. 3.1. Modelo piramidal de la organización del gobierno egipcio

Un diagrama tradicional de la organización del gobierno egipcio es una “pirámide” con


el rey en el “ápice” de la sociedad (ver fig. 3.1). Este modelo sostiene que el rey era el principal
portador de poder en la sociedad y que todos estaban comprometidos con el rey por sus cargos.
Principalmente, este modelo se usa para describir a Egipto durante los Reinos Antiguo y Medio.
La idea de que en el Reino Antiguo los nobles lograban un lugar en el Inframundo gracias al rey
está basada en este tipo de estructura gubernamental.
O´Connor (1983, pp. 183-278, especialmente p. 208) presenta un esquema de estructura
de gobierno diferente para el Reino Nuevo (ver fig. 3.2). El rol de los templos (incluido el de
Amón-Ra), la estructura del ejército y las áreas de dominio extranjero indican claramente una
estructura del gobierno egipcio completamente diferente.
Para el período persa, he desarrollado este esquema de estructura para tratar de dar
algún indicio del rol del gobierno (ver fig. 3.3). Mi enfoque tiene marcadas similitudes con el
modelo de O´Connor ya que he puesto a cada elemento bajo distintas áreas de responsabilidad.


Figura 3.2. Organización del gobierno egipcio en el Reino Nuevo
(adaptado de O´Connor 1983, p. 208, figs. 3-4)
Rey

Dinastía
Gobierno Interno Territorios Extranjeros

Dominio real Ejército Templos Administración civil Gobernador de


Príncipe las tierras del Sur,
Comandante el hijo del rey de Kush
Heredero en Jefe
Supervisor de Profetas
(de todos los Dioses) del Gobernador de
Propiedades Alto y del Bajo Egipto las tierras del Norte
Corte
Reales

Visir del Visir del


Norte Sur
Parientes Autoridad Autoridad Comandante
Canciller Administrador Vasallos Batallón de
del rey comandantes de Wawat de Kush del batallón
en Jefe de Kush
por por Inspector
descendencia matrimonio del
Segundo Segundo
en Jefe en Jefe Tesoro Jefe
Chambelán Principal de
Impuestos
Cuerpos Cuerpos
del Norte del Sur Inspector
de
graneros
Oficiales generales
Burocracia Alcaldes de Jefes de
Inspector centros
de ganado grupos
Reclutas de egipcios indígenas
Aldeas Guarniciones
ciudades Internas
y aldeas Militares

Gran esposa real Esposas Alto Alto


del sacerdote sacerdote
dios de de Amón de otros
Amón dioses
Burocracia,
jueces, policía
Sacerdocio,
Burocracia
Jefes de Alcaldes de Concejos
aldea ciudad


Figura 3.3. Administración de la satrapía egipcia durante el Período Persa (esquema idealizado)

Rey

Concejo privado

Ojos y oídos del rey Sátrapa


Cancillería

vice- inspectores, escribas, etc.


sátrapa

A. Superintendentes / D. Gobernadores
administradores B. Tesoro C. Frataraka Templos
provinciales

dominios escribas E. comandante de guarnición jueces sacerdotes


contables

guarnición ojos y escribas,


policía? / sirvientes,
oídos del sheriff?
rey esclavos
esclavos, granjeros,
sirvientes y pastores y
framanakara
(provisión/ordenanza) 
dependientes dependientes personal de
guarnición dominios

asuntos locales civiles y


judiciales tesoro

Nota: las posiciones A, C, D y E pueden ser ocupadas por el mismo individuo


Los comentarios de Klaus Baer se volvieron más pertinentes aún en este tipo de análisis.
¿Considera cualquiera de estos modelos la naturaleza de la sociedad egipcia y el rol de las
familias en el desarrollo de Egipto? ¿Reflejan la naturaleza cambiante del gobierno a través de
los tiempos antiguos? ¿Son buenos indicadores de la naturaleza del gobierno para sus propios
períodos específicos? Yo respondería cada una de estas preguntas de manera negativa. Por
ejemplo, el modelo de la “pirámide” no refleja de manera precisa el papel fundamental que
muchos nomarcas tuvieron en la declinación y el resurgimiento del gobierno central en Egipto
durante el Reino Antiguo, el Primer Período Intermedio y el Reino Medio. Ankhtifi de Moʿalla
sería un excelente ejemplo de un nomarca que jugó un papel importante en la historia de parte
del Primer Período Intermedio y que, quizás, tuvo más poder real que el rey. El modelo de la
“pirámide” sostendría que Ankhtifi no era tan importante como el rey.
El segundo modelo también tiene sus inconvenientes. ¿Cuál fue el rol del virrey de
Nubia durante el Reino Nuevo? Según el modelo de O´Connor, encajaría muy bien dentro de la
esfera de administración de conquistas extranjeras. ¿Pero cuál era su posición real? Si lo
comprendemos de manera correcta, era el representante del rey en territorio Nubio. Su título era
militar, puesto que era el líder militar del área y el comandante de las guarniciones militares allí
apostadas.
Otro aspecto del modelo de O´Connor es el rol del visir. Según su modelo, el visir está a
cargo del gobierno civil. ¿Pero a quién recurren los individuos para la resolución de disputas
entre diferentes sectores del gobierno, tales como los dominios de los templos y el gobierno
civil? Si comprendemos correctamente los Papiros sobre Robos de Tumbas, llevan sus disputas
al visir. Si el visir actúa como jefe de justicia por debajo del rey para las disputas legales,
entonces el modelo debería haber ubicado al visir en un nivel diferente, de manera que sus
responsabilidades puedan ser identificadas con relación a otros sectores del gobierno.
El tercer esquema tiene problemas similares. Yo había señalado que áreas de
responsabilidad específica podían estar a cargo de un solo individuo. Así, el frataraka (el
comandante militar en jefe) podría haber sido la misma persona que el gobernador provincial
local. Uno de esos individuos sería Khnumibre, quien, sabemos, era el “comandante de tropas,”
pero también “superintendente de trabajos en Egipto.” Además, el rol de los templos en la
recaudación de tributo para el sátrapa no está del todo clara. En ciertos casos, sabemos que el
templo recaudaba tributo (como en el caso del templo de Khnum en Elefantina) y se lo pasaba
directamente al gobernador provincial y no al tesoro.
Un inconveniente de los tres modelos es que el rol del escriba no está definido con
claridad. En la burocracia egipcia había muchos escribas diferentes, tales como el escriba del
rey, el escriba del templo, el escriba de la cuadrilla en Deir el-Medina, el escriba de la aldea. El
uso del título en sí puede ser ambiguo. Esta ambigüedad puede ser de alguna utilidad.
Claramente el rango de escriba era de alguna importancia. Asimismo, el tipo de escriba al que se
refiere nos puede dar una idea del nivel social y/o administrativo del portador del título. Por
consiguiente, el escriba de una aldea puede no tener el mismo rango en la jerarquía que un
escriba real vinculado a la corte.
¿Podemos hacer semejantes afirmaciones generales? ¿Qué ocurre con las situaciones
durante el Reino Antiguo tardío y el Primer Período Intermedio? ¿El escriba de aldea de la
principal ciudad de un nomarca poderoso como Ankhtifi de Moʿalla tendría una posición de
menor o de mayor importancia que la del rey menor de aquella época? Claramente, estos
modelos tienen dificultades para contemplar tales situaciones.
En vista de las dificultades que tiene cada diagrama, hice la pregunta: ¿Podemos
proponer un único modelo que pueda usarse para explicar la organización política de Egipto
independientemente del período y que pueda tener en cuenta el rol de individuos importantes
dentro de cada período?
No es una tarea fácil, pero he adaptado un modelo que H. Hamil (1987) de la
Universidad de Connecticut sugirió para propósitos diferentes. Mi modelo trabaja con el
concepto de esferas de influencia y con la idea de que el poder no es un elemento estático a lo
largo de la historia egipcia, sino que fluctúa mucho. Este margen para el cambio de influencia
en el tiempo representa la primera base para este nuevo modelo. La segunda área de importancia

es la del rol de las familias importantes o nobles. Un tercer aspecto es el de restar énfasis a las
nociones tradicionales de cargos específicos como fundamento de la estructura.
El modelo resultante puede verse en la figura 3.4 y su base es la de círculos de poder
interconectados. Cada círculo (o mejor aún cada esfera) representa a una sola familia. En su
forma más simple tenemos al rey representado por un círculo. Los círculos subsidiarios
representan las varias familias nobles que gobiernan en Egipto. Dentro de cada círculo la
organización muy posiblemente es jerárquica y cada círculo contiene, en su mayor parte, una
sección autosuficiente

Familia
Familia
Familia 111 111
Familia Familia Visir
111 0
111111
111
Rey Rey
111111
111 Familia
Familia Familia 11
Familia

111 11 Familia Familia


Familia Familia

Figura 3.4. Esferas básicas de influencia Figura 3.5 Modelo de


organización
Modelo de la Organización del del gobierno egipcio
gobierno egipcio en el tempra no Reino Antiguo

de la antigua sociedad egipcia. Cada familia incluye una variedad de individuos y todos tienen
una posición dentro de la sociedad. Mi modelo sugiere que su posición está definida en términos
de su ubicación dentro de la estructura familiar y por extensión dentro de la sociedad como un
todo. Además, es importante que Egipto en su totalidad fuera una sociedad relativamente
homogénea, de manera que dentro de cada unidad familiar autosuficiente podían identificarse
una multiplicidad de cargos, títulos y rangos. Cada familia puede haber estado organizada de
manera diferente, pero la homogeneidad de la cultura sugiere que cada familia estaba
estructurada en líneas similares (patriarcado con fuertes influencias matriarcales).
¿Por qué basar esta estructura en la familia? Esta idea me llegó de dos fuentes. La
primera es la idea de las familias nomarcales de los Reinos Antiguo y Medio. Claramente, la
posición que esos grupos tenían en la historia egipcia era de mayor importancia que la de
cualquier individuo de la familia. La segunda fuente fue la familia de visires del Reino Medio
tardío. En la Dinastía XIII esta familia claramente tenía un rol político importante.
Cuando aplicamos este modelo a los diferentes períodos de la historia egipcia, vemos
inmediatamente la flexibilidad de la forma. La aplicación del modelo a Egipto durante el Reino
Antiguo temprano, tal como en el reinado de Khufu, se muestra en la figura 3.5. Aquí el rey es
claramente la parte central de la sociedad y las familias nobles son dependientes o están
subordinas a él. Hay algunas interconexiones entre las familias nobles y podemos distinguir a
una familia en particular, la del visir. Una manera alternativa de comprender la estructura social
se ve en la figura 3.6, donde el rey es la autoridad última y todos los otros aspectos de la
sociedad están incorporados a su esfera de influencia. Cualquiera de estas formas es útil para
explicar las relaciones entre las secciones de la sociedad durante el Reino Antiguo.
El modelo que se ve en la figura 3.7 representaría a Egipto hacia finales de la Dinastía
VI. Aquí, la posición del rey todavía es central para la estructura social, pero su posición frente
a los nomarcas y al visir está muy deteriorada. Además, existe una gran cantidad de
“superposición” entre las esferas de influencia. Sabemos que las familias nomárquicas se
estaban casando entre sí de manera asidua en todo Egipto y esta actividad llevó a una
disminución continua del poder real. En un sentido, desde esta perspectiva el rey es el primero

entre iguales. Podría sostenerse que la tendencia hacia una disminución del poder de la familia
real fue el resultado de un cambio de los recursos económicos que se apartaban de la familia
real e iban hacia los nomarcas (ver Müller-Wollermann 1987/88, pp. 25-40). Este cambio puede
verse como un intento de los nomarcas de volver a una estructura gubernamental de un período
anterior, quizás uno más cercano a la unificación de Egipto.

Familia
Nomarca
Familia Visir
Nomarca Visir
Rey
Rey
Familia
Familia
Nomarca Nomarca
Familia 111
Nomarca

Figura 3.6. Modelo de organización del Figura 3.7. Modelo de organización del
gobierno egipcio que muestra al rey como gobierno egipcio hacia finales de
la máxima autoridad la Dinastía VI

El siguiente período al que deberíamos aplicar nuestro modelo es hacia fines de la


Dinastía XVIII. La manera en que podemos ver la organización del gobierno egipcio durante el
reinado de Amenhotep III aparece en la figura 3.8. En este momento, Egipto está en la cima
desde un punto de vista material y cultural. La paz interna encuentra a un rey poderoso y
grandes esferas de influencia en áreas del ejército, los templos, la administración (representada
por el visir) y la conquista extranjera. Puesto que nuestro modelo propone una cierta
“autosuficiencia” dentro de cada esfera, el rey compartiría la influencia con otros sectores de la
sociedad que habían obtenido grandes cantidades de autoridad independiente. Debido a que el
rey provenía de un trasfondo del “ejército”, habría una cierta interconexión más grande entre
esas dos áreas. El ascenso de los cultos, notablemente el de Amón-Ra, estaría reflejado en el
tamaño de su esfera

Ejército

111111111
Rey
Templos Ejército
Templos
Templos

111 Ejército
Visir Templos
Ejército 11
Territorios Templos
Extranjeros Templos

Ejército
Templos
11
Figura 3.8. Modelo de la organización del gobierno egipcio durante el reinado de Amenhotep III

de influencia. El ejército también habría crecido básicamente desde la inexistencia en la


configuración del Reino Antiguo hasta incluir a una porción importante de la sociedad egipcia
en esta época. Los territorios extranjeros y su estructura administrativa se interrelacionan con

todas las otras esferas en esta época. Cada una de las esferas se beneficiaba muchísimo con el
desarrollo del imperio y tenía personal y propiedades ubicadas en aquellas áreas.
La estructura de la sociedad egipcia experimentó grandes cambios entre finales del
Reino Antiguo y la Dinastía XVIII. La importancia de la administración central bajo el visir
puede reflejar el dominio del visirato a finales del Reino Medio, antes de la invasión de los
hicsos. El crecimiento del “ejército” también puede reflejar las reacciones a la invasión de los
hicsos. El ascenso de los cultos surgió de los beneficios otorgados a varios templos después de
los victoriosos reyes de la Dinastía XVIII. Lo que es claro a partir de esos desarrollos es que el
rey ya no tiene la posición central dentro de la sociedad. El rey retiene un rol simbólico y
político, pero ya no es preeminente. Creo que es este desplazamiento de la primacía del rey el
que condujo al período de Amarna.
La manera en que debemos entender el reinado de Akhenatón se muestra en la figura
3.9. El rey intentaba volver a la versión de la primacía y la centralidad del faraón del Reino
Antiguo. El rol de los templos estaba completamente subsumido, así como también el de otras
áreas de la sociedad. Es cierto que Akhenatón tenía el apoyo del ejército para sus
emprendimientos y que éste jugó un rol significativo durante su reinado.
Pero semejante escenario no sobrevivió después de los diecisiete años de reinado de ese
monarca. La restitución (o “Restauración”) durante el reinado de Tutankhamónn enfatiza el
cambio violento de influencia posible de un reinado al otro. En la figura 3.10 el rol del rey está
subsumido. El rey puede tener una centralidad simbólica para Egipto, pero en términos de
poder, Tutankhamón, debido a su edad y a fuerzas que escapaban a su control, cede ante el
predominio del ejército. Los templos, especialmente el culto de Amón-Ra, están revitalizados y
continúan creciendo hasta fines del Reino Nuevo.

Familia
Ejército
Templos
Visir
Rey
Territorios Rey
Extranjeros Territorios Visir
Familia Extranjeros
Ejército 1111
Templos

Figura 3.9. Modelo de la organización del Figura 3.10. Modelo de la organización del
gobierno egipcio durante el reinado de gobierno egipcio durante el reinado de
Akhenatón Tutankhamón

Los decretos de Restauración de Tutankhamón y Horemheb eran especialmente


instrumentales en esta área. Estos decretos deberían verse no sólo como concesiones de
beneficios a los templos, sino más bien como decretos que de manera formal renunciaban a
grandes prerrogativas reales en favor de los templos. En este período, se revitaliza la estructura
administrativa y los territorios extranjeros juegan un nuevo rol en la estructura de gobierno,
especialmente en la influencia y estabilidad del cargo de virrey de Kush. Esta versión del
modelo sería relativamente precisa para el resto del Reino Nuevo hasta la desintegración del
gobierno central durante el Tercer Período Intermedio. Habría variaciones menores, como por
ejemplo el reinado de Ramsés II, donde el rol del rey se incrementó, pero su poder estaba
basado fundamentalmente en sus actividades y trasfondo militares y no sólo en su posición
social de rey.
El objetivo de este artículo me impide que examine en detalle cada período de la
historia egipcia. Sin embargo, los pocos ejemplos presentados aquí proporcionan la base para

estudios futuros. Ceo que el patrón del modelo para los períodos tardíos en Egipto (incluidas las
dinastías ptolemaica y romana) vuelve al patrón de finales del Reino Antiguo (con notables
excepciones).
Este modelo contiene una cantidad de aspectos positivos que garantizan futuros
estudios. Primero, puede ubicar cambios menores y radicales a lo largo del tiempo. Segundo,
permite una demostración más clara de las interconexiones que existían entre diferentes sectores
de la sociedad egipcia. Tercero, permite que los individuos tengan cargos múltiples en
diferentes sectores de la sociedad egipcia sin apartarse de la estructura familiar que les sirve
como estructura de apoyo y base de fuerza.
Este modelo es flexible por diseño. Como tal, permite los imponderables de varios de
los períodos en Egipto. Nos muestra que un solo modelo fijo no puede aplicarse a todos los
períodos del Egipto faraónico. Los modelos fijos no permiten explicar el cambio rápido en la
estructura de gobierno que existía, por ejemplo, durante finales de la Dinastía XVIII. La mayor
virtud del modelo está en la flexibilidad de las esferas de influencia. Esas esferas se contraen y
se expanden a lo largo del tiempo. La contracción y la expansión en y de sí mismas explica el
cambio histórico de varias maneras. Si el modelo demuestra ser aplicable a la situación egipcia,
sugiere entonces varias áreas importantes para estudios posteriores. Una de esas es la idea de si
el individuo es más importante que el estatus o la influencia de la familia de la cual proviene el
individuo. Claramente, este modelo sugiere que el rol del individuo debe estar subsumido o
eclipsado por la posición de la familia. También permite una comprensión mucho más clara de
cómo ciertos individuos pueden tener poder o influencia en una variedad de áreas dentro de la
sociedad.
Cuando se aplica el modelo aquí propuesto, debemos tener cuidado de no asumir que es
el único medio de representar las relaciones de poder. O´Connor (comunicación personal)
señalaba que las figuras 3.1-3 pueden ser útiles para identificar líneas de autoridad en áreas
específicas de la administración egipcia. Cuando esas figuras se desarrollaron, tenían la función
de representar una instantánea de la visión de su creador sobre una porción de la estructura
política egipcia. Como se señaló antes, el tema de este artículo es lo que ellas no hacen.
Como pensamiento final, me gustaría dar mi versión de cómo era Egipto en época de la
unificación de Egipto. Que uno crea en las interpretaciones históricas que favorecen una
conquista militar del Bajo Egipto por el Alto Egipto o en una donde la propagación de cultura
del sur al norte condujo a una gradual formación del Estado, no es significativo. Trigger (1987,
pp. 58-66) señaló que había factores adicionales relacionados con la unificación que incluían
elementos culturales y económicos.
La mayoría de los estudiosos identifica el comercio y el control de rutas comerciales
como el factor más importante en todos los esquemas relacionados con la unificación de Egipto.
Un factor que no ha sido señalado es el del transporte y la distancia. La unificación de un
territorio del tamaño y la forma de Egipto debe haber ocurrido a pesar de los factores de
distancia, porque había una cultura relativamente homogénea dentro de sus fronteras. A partir
de la unificación y a lo largo de la historia documentada hasta la época moderna, la distancia
desde Aswan al delta nunca cambió ni tampoco cambió el medio principal de transporte, el viaje
en barco por el Nilo. Aguas abajo, se seguía las corrientes del río; aguas arriba, se utilizaba el
viento a favor. En ambos casos, se necesitaban varias semanas para atravesar la distancia.
¿Puede un territorio ser unificado fácilmente si se tarda dos semanas en ir de un extremo al
otro?
Durante el período faraónico, se han señalado las demoras en la entrega de provisiones
(Lewis 1986, en especial pp. 41-42). A veces se mencionan razones burocráticas, pero, en
esencia, la distancia entre la “capital” (lo que sea que signifique y donde sea que estuviera
ubicada) y las provincias periféricas significaba que nada se hacía de manera rápida y eficiente.
Un área que Klaus Baer enfatizaba en sus exposiciones era que, si bien los antiguos egipcios no
eran brillantes, eran sin embargo prácticos y eficientes. Un gobierno descentralizado es el único
que puede explicarse de manera razonable para las condiciones ambientales bajo las que surgió
Egipto. De modo que el modelo propuesto arriba sugeriría que, para el estadio inicial de la
historia egipcia, tendríamos un esquema como el que se muestra en la figura 3.7. La principal
opinión expresada aquí es que el rey Menes sería considerado como cabeza de una familia muy

fuerte basada en el nomo tinita con una rama en Menfis, alguien que es el primero entre iguales
entre los líderes de las numerosas provincias de Egipto. Como lo señaló el propio Trigger (1987,
pp. 58-66), se hicieron ciertos acuerdos con familias “nobles” para alcanzar la unificación.

Referencias
Hamill, H.
1987 “Mexican Independence: The Perils of Disintegration.” Lecture at Brown University
Center for Latin American Studies.
Lewis, Naphtali
1986 Greeks in Ptolemaic Egypt. Oxford: Clarendon Press.
Müller-Wollermann, Renate
1987/88 “Das ägyptische Alte Reich als Beispiel einer Weberschen
Patrimonialburokratie.” Bulletin of the Egyptological Seminar 9: 25-40.
O´Connor, David
1983 “New Kingdom and Third Intermediate Period, 1552-664 a.C.” In Ancient Egypt, A
Social History, edited by Bruce G. Trigger, Barry J. Kemp, David O´Connor, and Alan
B. Llyod, pp. 183-278. Cambridge: Cambridge University Press.
Trigger, Bruce G.
1983 “The Rise of Egyptian Civilization.” In Ancient Egypt, A Social History, edited by
Bruce G. Trigger, Barry J. Kempt, David O´Connor, and Alan B. Lloyd, pp. 1-70.
Cambridge: Cambridge University Press.
1987 “Egypt: A Fledgling Nation,” Journal of the Society for the Study of Egyptian
Antiquities 17: 58-66.


FUENTES

Fuente Egipcia N° 1: Imágenes de la Tumba 100 de Hieracómpolis-

Ficha Técnica
- Objeto: Pinturas murales.
- Yacimiento arqueológico: Tumba 100 del cementerio de Hieracómpolis. Su excavación fue
realizada en 1899 por el arqueólogo británico F. W. Green.
- Época: Nagada II (ca. 3400-3000 a. C.).
- Dimensiones: La subestructura de la tumba -de planta rectangular- medía 5,85 metros de largo por
2,85 metros de ancho y tenía una profundidad de 1,50 metros.
- Ubicación actual: Se conservan algunos fragmentos, apenas reconocibles, en el Museo Egipcio de
El Cairo, en Egipto. Después de la remoción de las pinturas del sitio arqueológico, se perdió el
rastro de su localización exacta.
Descripción: Las pinturas murales de la tumba 100 de Hieracómpolis son las más antiguas de este
estilo documentadas en la cultura egipcia. El motivo principal es una procesión de barcas, pintadas
en colores blanco y negro, con cabinas. En una de las cabinas de la barca más grande observamos
un dosel en el que aparece un individuo en una posición poco clara. En la barca negra, en el interior
de una cabina, también se hallaría representado un personaje sentado. Por otro lado, en medio de
esta procesión se alternan representaciones de motivos vinculados con la caza y la guerra.
Bibliografía
Kemp, B. 2004 (1996). El antiguo Egipto. Anatomía de una civilización. Barcelona: Crítica, p. 52.

Extraído de Kemp, B. 2004 (1996), p. 52


Fuente Egipcia Nº 2: Piedra de Palermo

La Piedra de Palermo es una estela de basalto que data de la dinastía V. En sus dos caras aparecen
inscriptos anales reales. El fragmento principal de la Piedra se conoce desde 1866 y, en la
actualidad, se conserva en el Museo Arqueológico de Palermo (Italia), de ahí su nombre. De todos
modos, algunos fragmentos más pequeños se encuentran en el Museo Egipcio de El Cairo (Egipto)
y en el Museo Petrie (Londres). La estela original debió de tener unos 2,1 metros de altura y 0,6
metros de ancho, pero, en la actualidad, la mayor parte está perdida y no se conserva información
sobre su lugar de origen (Shaw 2007 [2000], 22). En la Piedra de Palermo se reúne un listado de
todos los faraones que reinaron desde tiempos anteriores a la dinastía I hasta el reinado de
Neferirkare de la dinastía V. Para Cervelló Autuori (2009, 105), es evidente que la información
expresada en la Piedra de Palermo deriva de una fuente en papiro ya perdida. Se ha sugerido que,
en la parte superior que está destruida, se encontraría una lista de nombres e imágenes de reyes que
antecedieron a ella, aludiendo a una posible creencia egipcia que hubo gobernantes reales antes de
la dinastía I (Bard 2007 [2000], 93). Esta primera parte de los anales recopilan hipotéticos nombres
reales que distan mucho de los que la arqueología y epigrafía han reconstruido para el periodo de la
dinastía 0 (Cervelló Autuori 2009, 105). El documento se encuentra subdividido en tres registros:
1. Corresponde al nombre del faraón, lo que ha ayudado a armar una cronología relativa de los
reinados de los monarcas egipcios hasta la dinastía V; 2. Reúne los principales acontecimientos
ocurridos durante los años de reinado de dicho faraón, principalmente refieren a ceremonias de
culto, el pago de impuestos, la realización de esculturas, la construcción de edificios y las guerras.
De todos modos, su interpretación se vuelve confusa, si se considera que las fechas citadas en la
Piedra de Palermo parecen referirse a una serie de censos bianuales de ganado en vez de a los años
que el soberano reinó; por lo tanto, el número de “años” de las fechas podría tener que
multiplicarse por dos para encontrar el número real de años de reinado (Shaw 2007 [2000], 21); 3.
Registra el nivel de la subida del río Nilo ese mismo año. La información expresada en la Piedra de
Palermo permitió a algunos investigadores atestiguar una tendencia en los últimos tiempos de la
dinastía V: una merma en la inundación del río Nilo, que ha habilitado a pensar en una crisis de
tipo climática en Egipto (Serrano Delgado 1992).

Bibliografía
Bard, K.A. 2007 (2000). “La aparición del Estado egipcio (c. 3200- 2686 a.C.). En Shaw, I. (ed.),
Historia del Antiguo Egipto. La Esfera de los Libros: Madrid, pp. 93-125.
Cervelló Autuori, J. 2009. “La aparición del Estado y la Época Tinita”. En Parra Ortiz, J.M.
(coord.). El Antiguo Egipto. Sociedad, Economía, Política. Madrid: Marcial Pons, pp. 69- 124.
Shaw, I. 2007 (2000). “Introducción. Cronologías y cambio cultural en el Antiguo Egipto”. En
Shaw, I. (ed.). Historia del Antiguo Egipto. Madrid: La Esfera de los Libros, pp. 17-35.
Serrano Delgado, J. M. 1992. “Una época crítica en la Historia de Egipto. El Primer Período
Intermedio (I)”. Revista de Arqueología. Vol. 139, pp. 12-23 y “Una época crítica en la Historia
de Egipto. El Primer Período Intermedio (II)”. Revista de Arqueología. Vol. 140, pp. 9-18.


Fuente Egipcia N° 3: Paleta de Narmer.

Ficha Técnica
- Objeto: Paleta de Narmer.
- Yacimiento arqueológico: encontrada en el año 1898 por los investigadores británicos J. E.
Quibell y F. W. Greenen el Templo de Horus, Hieracómpolis.
- Época: Dinastía 0- 3100 a.C.
- Dimensiones: 63 cm de altura y 45 cm de ancho.
- Material: Placa de pizarra - Ubicación actual: Museo Egipcio de El Cairo, Egipto.
Descripción: La Paleta se encuentra esculpida en sus dos caras con escenas que conmemoran el
reinado de un faraón cuya personificación de Horus era Narmer (nombre escrito arriba de todo
sobre la “fachada de palacio”), quien debió haber vivido justo antes del inicio de la dinastía I y es
muy posible que fuese el último y más grande de los reyes de la dinastía 0 de Hieracómpolis. A la
izquierda, Narmer, que lleva la corona blanca del Alto Egipto y otras insignias de la monarquía
antigua, empuña en alto una maza y está a punto de golpear a un prisionero arrodillado. El dibujo
de encima trasmite probablemente el mensaje adicional de que el rey Horus (el halcón) ha obtenido
una victoria sobre un enemigo del delta, de quien posiblemente Uash era el gobernante. Detrás de
Narmer hay un personaje de alto rango que sostiene las sandalias del faraón. A la derecha, las
imágenes de conquista de los registros superior e inferior quedan contrarrestadas por el motivo
central que, por medio de dos animales fabulosos con los cuellos entrelazados y que están cautivos,
expresa la armonía. En el registro superior, Narmer, quien ahora ciñe la corona roja del Bajo Egipto
y está acompañado por dos hombres de rango elevado, si bien con una categoría distinta, ante dos
filas de enemigos atados y degollados. El grupo va precedido por cuatro portaestandartes, cada uno
de los cuales tiene una forma peculiar. Más tarde, a estos estandartes se les dio el nombre de los
“seguidores de Horus” o “los dioses que siguen a Horus”. Parece que, en los tiempos de Narmer,
formaban parte de la serie de símbolos que contribuía a crear la atmósfera única de monarquía. No
se pueden interpretar de un modo fiable los símbolos que aparecen encima de los enemigos
decapitados. En el registro inferior, el poder conquistador del faraón, simbolizado por un toro,
arremete contra una ciudad amurallada y fortificada.

Bibliografía
Kemp, B. 2004. El Antiguo Egipto. Barcelona: Crítica, p. 53.


Fuente Egipcia Nº 4: Cabeza de maza de Narmer

La Cabeza de maza de Narmer, de carácter ceremonial, es un bajorrelieve tallado en piedra caliza


(aunque podemos observar que se encuentra muy desgastada) y que posee 19,8 cm de altura. Fue
descubierta por los investigadores británicos J.E. Quibell y F.W. Green en la campaña de
expedición realizada entre los años 1897-1898 en el templo de Horus en Hieracómpolis, a fines del
siglo XIX. Actualmente, se encuentra en el Ashmolean Museum of Art and Archaeology, en
Oxford, bajo en número de inventario E3631. En la cabeza de maza de Narmer, se hace referencia a
dos ceremonias propias del ritual conocido como el Festival Sed1. Podemos observar, por un lado,
la presentación de un impresionante botín compuesto por reses, cabras y prisioneros obtenidos
durante las campañas militares previas a la realización de las celebraciones y, por el otro lado, se
escenifica la muerte y el renacimiento del rey, el cual aparece con la corona roja del Bajo Egipto,
amortajado y con el mayal en mano. Detrás del rey y por encima de las cabezas de los principales
asistentes, que han sido plasmados en dos registros superpuestos, aparece el serekh con el nombre
de Narmer.

Bibliografía
Bard, K. 2007 (2000). “La aparición del Estado egipcio (c. 3200-2686 a.C.)”. En Shaw, I. (ed).
Historia del Antiguo Egipto. Madrid: La Esfera de los Libros, p. 98.
Cervelló Autuori, J. 2009. “La aparición del Estado y la época tinita”. En Parra Ortiz, J. M.
(coord.). El Antiguo Egipto. Sociedad, Economía, Política. Madrid: Marcial Pons Historia, p. 97.
Midant-Reynes, B. 2003. Aux origines de l´Égypte. Du Néolithique à émegence de l´État. Paris:
Fayard, p. 359.
Wengrow, D. 2007 (2006). La arqueología del Egipto Arcaico. Transformaciones sociales en el
noroeste de África (10.000-2650 a.C.). Barcelona: Ediciones Bellaterra, pp. 59-62.

Fuente Egipcia Nº 5: Cabeza de maza de Escorpión

La Cabeza de maza de Escorpión fue hallada en el templo de Horus, en Hieracómpolis, en lo que se


ha denominado el depósito principal, por los investigadores británicos J. E. Quibell y F. W. Green a
finales del siglo XIX. Esta pieza, de carácter ceremonial, fue realizada en piedra caliza empleando
la técnica conocida como bajorrelieve y posee una altura de 32,5 cm, de cuya superficie decorada
sólo se conserva un tercio (Cervelló Autuori 2009, p. 95). El fragmento que se conserva de la
cabeza de maza de Escorpión se encuentra actualmente en el Ashmolean Museum of Art and
Archaeology, en Oxford, bajo en número de inventario E3632. El escenario corresponde al Bajo
Egipto y puede ser interpretado como un ritual de apertura de canal, simbolizando así que es el rey

1
Este ritual aparece mencionado por primera vez en este documento de unificación y posteriormente
reproducido en piedra en el recinto de Netjerkhet en Saqqara (Cervelló Autuori 2009, p. 97).


quien da vida al país (Wengrow 2007 [2006], p. 256). El rey aparece representado descalzo, con un
rabo de buey, sosteniendo una azada y portando la corona blanca del Alto Egipto. Frente al rostro
del rey aparecen un escorpión y una roseta, signos jeroglíficos asociados a su nombre. Detrás de él,
se pueden observar 2 portadores de abanico y delante de él, portaestandartes. En el registro
superior, aparecen representados estandartes reales de los que cuelgan pájaros nekhtiu y de arcos
iunut, simbolizando los primeros a los súbditos y los segundos, a los extranjeros.

Bibliografía
Bard, K. 2007 (2000). “La aparición del Estado egipcio (c. 3200-2686 a.C.)”. En Shaw, I. (ed).
Historia del Antiguo Egipto. Madrid: La Esfera de los Libros, p. 98.
Cervelló Autuori, J. 2009. “La aparición del Estado y la época tinita”. En Parra Ortiz, J. M.
(coord.). El Antiguo Egipto. Sociedad, Economía, Política. Madrid: Marcial Pons Historia, pp.
95-96.
Midant-Reynes, B. 2003. Aux origines de l´Égypte. Du Néolithique à l’émegence de l´État. Paris:
Fayard, p. 35.
Wengrow, D. 2007 (2006). La arqueología del Egipto Arcaico. Transformaciones sociales en el
noroeste de África (10.000-2650 a.C.). Barcelona: Ediciones Bellaterra, p. 256.

Fuente Egipcia N° 6: La organización administrativa durante el Reino Antiguo

Descripción: Durante el Reino Antiguo, el rey se encontraba a la cabeza de la administración


egipcia, aunque se desconoce el alcance real de sus funciones ejecutivas. Estaba rodeado por un
grupo de altos dignatarios -designados colectivamente con el término seru- a cuyo frente se
encontraba un alto responsable cuyo título se traduce generalmente como visir. Debajo de él, se
encontraban los responsables de los distintos departamentos administrativos. Aunque a menudo sus
títulos fueran modestos, podían desempeñar funciones de gran trascendencia.
A continuación, se presenta la transcripción de algunos de los fragmentos2 que dan cuenta de esta
estructura.
“Además (a) todos los dignatarios y todos los funcionarios que no obren de acuerdo con los
términos de este decreto (del rey) comunicado al Consejo de Horus tras haber ordenado Mi
Majestad su cumplimiento, Mi Majestad les prohíbe que ejerzan el servicio de ritualista suab en la

2
Extraídos de: Moreno García J. C. 2004. Egipto en el Imperio Antiguo. (2650-2150 antes de Cristo).
Barcelona: Bellaterra, Cap. 3 “El estado en acción”, pp. 107-149.


pirámide del faraón Neferirkaré por siempre.” (Urk I 283: 12-14, Moreno García 2004, p. 114).
“El tesorero del rey del Bajo Egipto, el Amigo Único, el sacerdote-lector, estolista del dios Min e
intendente de profetas [el honrado Chety], declara: cuando yo no era más que un muchacho [que
ceñía el cinturón bajo la Majestad del] faraón Pepi I, ya ejercía la función de administrador del
Estado. Cuando fui nombrado noble del rey, me fueron atribuidas también las funciones de Amigo
e intendente de profetas, y todo Amigo que se hallase en esta ciudad quedó bajo mi autoridad.
Entonces, fui nombrado Amigo Único bajo la Majestad de Pepi I y, cuando fui nombrado Amigo
Único, fui introducido en la Casa Real, honor que nunca antes había sido concedido a cualquier
otra persona, y mis deseos fueron colmados más que generosamente por la Residencia (real) bajo la
Majestad del faraón Merenré. Entonces, [me fue] concedida la dignidad de estolista del dios Min
[…].” (Inscripción Field Museum of Natural History, Chicago 31700 + Urk I 250: 14-251:2,
Moreno García 2004, p. 115).
“El noble del rey, Hesi, declara: yo fui el escriba del Estado en tiempos del faraón Izezi. Fui
inspector de escribas del Estado en tiempos del rey Unis. Y fue el rey Teti, mi señor, quien me
nombró administrador del Estado y quien me nombró chambelán real. Su Majestad dispuso que se
hiciera esto por mí, porque Su Majestad conocía mi nombre cuando recibí (el cargo de) escriba de
sus manos, pues no había nadie más que él conociese y de quien pudiera decirse “¡(es) alguien
sabio!”. Yo ejercí como escriba a las órdenes de Su Majestad a la cabeza de los dignatarios. Su
Majestad solía disponer que yo bajase hasta la gran barca sagrada de palacio para que pudiera
surcar las rutas y que fuesen aparentes mis dones (lit. “y que mis dones fuesen realizados”) como si
yo fuera un chambelán real, cuando (en realidad) no era más que un administrador del Estado.
Nunca se había hecho nada igual para alguien de mi condición. (Además), debido a mi actividad,
Su Majestad (únicamente) solía consultar asuntos conmigo de entre todos los dignatarios, cuando
yo no era más que un inspector de escribas del Estado, debido a que Su Majestad conocía mi
nombre, que era más distinguido que el de cualquier otro servidor.” (N. Kanawati, M. Abder-
Razinq, The Teti Cementery at Saqqara. Vol. 5: The Tomb of Hesi, pp. 22-23, 37-38, láms. 33 [b],
59 [b], Moreno García 2004, p. 116).
“Mi Majestad ha ordenado que estas dos ciudades de pirámide sean exentas a perpetuidad de
realizar cualquier trabajo para la Casa Real, de recaudar cualquier impuesto-medyed perteneciente a
cualquier oficina de la Residencia (real), de efectuar cualquier corvea-hau a requerimiento de
cualquier (funcionario), o de realizar cualquier corvea- hau a requerimiento de cualquiera. Además,
Mi Majestad ha ordenado que cualquier jentiu-she de estas dos ciudades de pirámide esté exento de
(efectuar) cualquier clase de actividad de mensajero por vía fluvial o terrestre, así como de
navegación hacia el norte o el sur.” (Urk I 210: 2-11, Moreno García 2004, p. 118)
“Tú efectuarás el reparto del campo de este centro de abastecimiento en compañía del responsable
de los jefes de aldea y del consejo del campo, así como de los equipos de trabajadores y de los
trabajos-sened.” (Urk I 294: 15-16, Moreno García 2004, p. 128)
“Su Majestad me envió para excavar cinco canales en el Alto Egipto y construir tres barcazas y
cuatro gabarras con madera del país de Uauat, mientras que los jefes de los países de Irchet, Uauat,
Yam y Medya proporcionaron la madera necesaria. Yo efectué todo en un solo año, tanto la
botadura como la carga de granito rosado en gran cantidad destinado a la pirámide del faraón
Merenré.” (Urk I 108: 13-109:5, Moreno García 2004, p. 131).
“Cuarto mes del verano, tercer día. El tesorero del rey del Bajo Egipto, Amigo Único, inspector de
sacerdotes y secretario del tesoro del dios, Idi, ha venido para enviar bloques de piedra al padre
divino bienamado, príncipe, gobernador, sacerdote lector, Amigo Único, intendente de sacerdotes,
intendente del Alto Egipto y estolista del dios Min, Chautiiquer. Yo le he enviado dos bloques de
piedra, cada uno de los cuales medía 10 codos de largo y 3 codos de ancho.” (Uadi Hamamat,
inscripción n° 149, Moreno García 2004, p. 131).


Moreno García, Juan Carlos. 2012. “Households”. En Elizabeth Frood and Willeke
Wendrich (eds.). Los Angeles: UCLA Encyclopedia of Egyptology.
http://digital2.library.ucla.edu/viewItem.do?ark=21198/zz002czx07

Traducción: Victoria Romero, 2018.


Revisión: Andrea Seri

Para uso exclusivo interno de la Cátedra Historia Antigua General. Universidad Nacional de
Córdoba.

CASAS (households)

RESUMEN
La casa era la unidad básica de organización social egipcia, pero su composición varía,
dependiendo de consideraciones administrativas o sociológicas: los documentos
administrativos se centran en las familias nucleares, mientras que las fuentes privadas
enfatizan la importancia de la familia extensa. Las casas incluían gente relacionada por
vínculos familiares, pero también sirvientes, clientes, dependientes y “amigos”, a veces
abarcaba cientos de personas. En cuanto a sus fuentes de riqueza, estas consistían en bienes
patrimoniales y personales y las estrategias de la casa trataban de mantenerlas e
incrementarlas dentro de la familia. Sin embargo, amenazas tales como deudas, escasez o
disputas sobre las herencias podían conducir a su desaparición. De ahí la importancia de los
valores ideológicos que vinculaban a sus miembros mientras celebraban su cohesión,
autonomía y orgullo genealógico.

El término egipcio pr (“casa” o “unidad doméstica”, son sus designaciones más comunes),
aparece en los documentos administrativos como la unidad básica de la organización social y los
ricos matices ideológicos que conlleva son particularmente evidentes en su inclusión en la
fraseología para ciertas unidades territoriales (por ejemplo, pr Ḫww “el dominio de [el
gobernador] Khuu”) o incluso para los reinos (por ejemplo, pr Ḫty “la Casa de Khety”, el reino
heracleopolitano en el Primer Período Intermedio). No es insignificante que tanto el faraón
como el Estado fueran igualados a la noción de pr-͑ ȝ “la gran casa”, y egiptólogos como Lehner
han argumentado que todo el Estado egipcio debe interpretarse como una “casa de casas”, en
lugar de un Estado fuertemente centralizado (Lehner 2000). Sin embargo, las imágenes
administrativas y sociológicas de estas casas podrían divergir ampliamente. Los censos, por
ejemplo, tendieron a centrarse en las familias nucleares, brindando así una imagen parcial y
sesgada de la sociedad egipcia, ya que su objetivo principal era registrar información fiscal
(mano de obra y recursos disponibles en unidades fijas y accesibles) en lugar de estructuras
sociales (cambiantes): “evalué las casas en los números (apropiados) de las mismas y he
separado a las cuadrillas de sus casas” (estatua biográfica de Amenhotep, hijo de Hapu: Helck
1957: 1834; en efecto, las casas, por lo general, proporcionaban bienes y mano de obra al
Estado: Barns 1956: lám. 24-25; Arnold 1990: 26). Además, la esporádica evidencia
arqueológica y textual revela la importancia de las familias extensas y el parentesco, un aspecto
apenas invocado en las fuentes oficiales (Kóthay 2001; Moreno García 2006b). Esto no
significa que estas familias fueran estructuras altamente cohesivas e hiper-resistentes. Las
amenazas internas y externas ponían a prueba su resistencia y abrían el camino para el cambio:
por un lado, los conflictos de intereses entre las demandas de los parientes y las ambiciones
particulares de los individuos podían conducir a la desintegración de una familia anteriormente
sólida, mientras que las preocupaciones por el patrimonio podían fomentar arreglos especiales
dirigidos a la preservación de los bienes familiares, como en los casos en que los hermanos
tenían (en conjunto) campos y casas. Otros riesgos, que pesaban mucho sobre los ciclos de


reproducción familiar (especialmente de los campesinos) y las estrategias domésticas y su
viabilidad a largo plazo, eran las deudas y la servidumbre, mientras que las casas de la elite
enfrentaban amenazas específicas como caer en desgracia o la discordia entre facciones,
incluido el asesinato de familias enteras (Kanawati y McFarlane 1993). Lo que surge a partir de
estas consideraciones es que la propia noción de “casa” abarca una amplia gama de situaciones,
sujeta a cambios a lo largo del tiempo y que sería erróneo fundar su estudio solamente en
fuentes administrativas.

Las casas egipcias


La familia nuclear ha sido tradicionalmente considerada como el núcleo de la estructura social
faraónica sobre la base de la arquitectura (tanto civil como funeraria), la iconografía y los
registros administrativos. Sin embargo, la evidencia arquitectónica proviene principalmente de
un número limitado de sitios, como Deir el-Medina, Lahun y el-Amarna, a menudo diseñados
por el estado según una cuadrícula ortogonal y creados para cumplir un fin específico. Pero un
cuidadoso reexamen de sus restos, como en el caso de Lahun, muestra sin embargo que las casas
aparentemente planificadas para familias nucleares, fueron posteriormente modificadas por sus
habitantes y adaptadas a las necesidades de las familias extensas (Kóthay 2001). En cuanto a las
tumbas y estatuas privadas, la iconografía enfatiza el papel central desempeñado por el
propietario, su esposa y sus hijos; no obstante, también se dispusieron cavidades secundarias e
inhumaciones para otros miembros de su familia, una característica principalmente visible en las
mastabas provinciales, cuyos entierros múltiples prueban que a menudo se diseñaban para las
necesidades de familias extensas (Moreno García 2006a: 223-232). Finalmente, no puede
excluirse que las viviendas que albergaban familias nucleares en aldeas, pueblos y ciudades
estuvieran de hecho agrupadas por vecindarios o barrios residenciales habitados
fundamentalmente por familias extensas: un pasaje en la Instrucción del Papiro Insigner, por
ejemplo, enumera la casa (͑ t), la familia extendida (mhwt), la aldea o pueblo (tmj), y la
provincia, en orden ascendente (Franke 1983: 179-195). También se ha aducido evidencia
arqueológica (Kemp 1991: 308).
En cualquier caso, el colapso estatal hacia finales del tercer milenio fue seguido por
menciones frecuentes a la familia extensa (ȝbt) tanto en inscripciones privadas como en textos
funerarios. Cuidar de la propia ȝbt aparece de manera prominente en textos monumentales,
mientras que algunas fórmulas de los Textos de los Sarcófagos enumeran las categorías de
personas abarcadas por este término y que constituyen la casa del difunto; su núcleo estaba
formado por el padre, la madre, los hijos, los hermanos y los sirvientes (mrt) del difunto (CT II:
151, 152, 154-155, 164, 181-183; III: 52), así como por otras personas relacionadas a él por
vínculos sociales, no familiares, tales como los conciudadanos (dmj), compañeros (jrj-rmnw),
amigos (ḫnmsw), seres queridos (mryt), asociados (smȝw) y concubinas (mt-ḥnwt) (CT II: 181-
183). En términos generales, se hizo una distinción entre su familia extendida (ȝbt, incluidos sus
sirvientes) y sus dependientes, subordinados y conocidos (hnw) (CT II: 174-177; Urk. IV: 1398:
“todos sus parientes junto con la casa”), una distinción esbozada por otras fuentes donde la
familia extensa (hȝw, incluidos también los sirvientes, bȝkw), junto con los amigos (ḥnmsw)
constituían rmtj nbt “toda mi gente” (Franke 1983: 219-220). Otras fuentes de fines del tercer
milenio, como algunos textos de execración, confirman esta imagen ya que también evocan, por
primera vez, a los miembros de una casa en lugar de las tradicionales listas de enemigos
egipcios y extranjeros (Koening 1994: 135-137). Al igual que las inscripciones en tinta
encontradas en muchas jarras en la necrópolis de Qubbet el-Hawa, estas fuentes proporcionan
una visión detallada de la composición y la vida social de las casas de los altos funcionarios
locales, sus tumbas constituían espacios donde se practicaban rituales y las entregas de ofrendas
vinculaban tanto a sus parientes como a una densa red de relaciones, que incluía clientes y
personalidades locales eminentes (véase, por ejemplo, Höveler-Müller 2006). Los muertos
también eran considerados miembros de la casa (una estela del Período Tardío representa
explícitamente a los parientes fallecidos entre la familia extensa [ȝbt] de una señora), y se les
dirigían peticiones para resolver problemas domésticos (Moreno García 2010). Más tarde,
durante el Reino Medio, las estelas privadas evocaban genealogías complejas y a menudo se


colocaban en cenotafios familiares; en algunos casos, adoptaron la forma de largas listas de lo
que parecen ser las cabezas de las familias unidas por vínculos no especificados (Kaplony-
Heckel 1971). Los textos del Reino Nuevo mencionan a personas involucradas en demandas por
propiedad familiar en manos de un grupo de hermanos o por descendientes de un ancestro
común (Kitchen 1969-1976: 803-806; Gaballa 1977). Finalmente, durante los períodos
ptolemaico y romano, los censos solo enumeran familias nucleares, mientras que los archivos
privados revelan que los asuntos personales y las ventas se refieren, de hecho, a otros parientes
y a los miembros de familias extensas (Mueller 2002; Pestman 1995; véase también Parker
1962: 50). En síntesis, las casas egipcias no deberían considerarse como si estuvieran
restringidas a las familias nucleares, ya que a menudo eran redes sociales multifacéticas que
abarcaban a otros parientes, sirvientes, clientes, subordinados y dependientes, especialmente en
los niveles más altos de la sociedad faraónica. De este modo, los silos en las aldeas más ricas de
el-Amarna podrían interpretarse como indicadores de estatus y como centros de un sistema
redistributivo que incluían no solo a sus dueños sino también a sus parientes y dependientes,
también considerados miembros de la casa (Kemp 1991: 309-310). Los papiros y las casas de la
“clase media” muestran que el mismo principio era operativo, aunque en menor escala, en las
casas de funcionarios e individuos relativamente modestos (Allen 2002; Adams 2007).

La composición de la casa
La composición de las casas variaba mucho dependiendo de su posición social, ya que el
vocabulario egipcio exhibe una amplia gama de términos, desde los que refieren estrictamente a
las relaciones sanguíneas, hasta aquellos que incluyen individuos vinculados a la casa como co-
residentes, sirvientes, clientes, “amigos” o dependientes, sus matices son a menudo difíciles de
especificar (cf. ȝbt, wḥyt, mhwt, hȝw, hnw, ḫnw, ḫrw, etc.; Franke 1983: 178-301). Heqanakht,
un funcionario modestamente acomodado del Reino Medio, menciona a dieciocho personas que
pertenecen a su familia, incluida su madre, su segunda esposa, su hijo, dos hijas, su tía o hija
mayor, su hermano menor, su capataz (y sus dependientes), tres cultivadores y tres sirvientas.
(Allen 2002: 116-117). El general contemporáneo Sebeki representa en su estela a su esposa,
dos hijos, dos hijas, su hermano y hermana, su madre, y el (¿segundo?) marido de ella con sus
cinco hijos, su madre, la hija de su madre, siete cultivadores, diez sirvientas y otros tres
hombres (Schoske 1995: 97 y fig. 108). En cuanto a las casas de los más altos miembros de la
elite, podrían integrar a cientos de personas (decenas de sirvientes incluidos; según fuentes de
los Reinos Medio y Nuevo, de 60 a 150 sirvientes fueron transferidos a dignatarios: Moreno
García 2008: 115-116), muchos de los cuales eran representados en sus tumbas (por ejemplo,
las tumbas del Reino Antiguo en Saqqara de Ti o Niankhkhnum y Khnumhotep). Pero la
evidencia arqueológica sugiere que el número promedio de personas que vivían en una casa
pequeña o mediana habría sido seis y parece lógico un promedio de dos o tres niños viviendo
con sus padres. Una o dos personas más, ya sean parientes dependientes o sirvientes,
posiblemente también fueran residentes. Por lo tanto, se puede estimar que el número de
personas que vivían en una casa de este tipo era de cinco a ocho, con un promedio de seis
(Koltsida 2007). Los censos helenísticos muestran que una casa egipcia incluía en promedio dos
adultos y dos niños (Thompson 2002; Clarysse y Thompson 2006: 226-317). En el caso de los
altos funcionarios, se hacía una distinción formal entre su casa familiar y los dominios
permitidos por el Estado. Así, Hapidjefa de Siut, a inicios del Reino Medio, distinguía
cuidadosamente entre su propia casa familiar (pr jt, “la casa del padre”) y el dominio otorgado a
él como recompensa por su desempeño como gobernador (pr ḥȝtj-͑ , “la casa del gobernador”);
los dominios de este tipo generalmente incluían no solo provisiones, sino también sirvientes,
campos, trabajadores especializados y una residencia adecuada (Lacau 1933: 11). Dejando de
lado estos casos bastante específicos, se piensa que la casa autónoma estaba conformada por una
familia extensa (ȝbt) y sus campos, (ȝḥwt) puestos bajo la autoridad de la residencia (pr/ ḥwt) de
la cabeza de la casa, un ideal que se hace eco en los textos rituales (CT II: 159).
Sin embargo, tal ideal de autosuficiencia era difícilmente alcanzable para muchos
egipcios, que estaban obligados a depender de conciudadanos poderosos o influyentes y unirse a
sus redes de patronazgo hasta el punto de ser considerados parte de sus casas. En otros casos,


dichas redes proporcionaban una especie de “integración vertical” además de la “horizontal”
constituida por la familia y los vecinos, vinculando así a los altos funcionarios con los menores,
a los potentados locales con los cortesanos y a los funcionarios con los trabajadores y
ciudadanos comunes. Un ostracón del Reino Nuevo, por ejemplo, informa que los remeros
fugitivos fueron encontrados en compañía de funcionarios prominentes en diferentes lugares del
Delta (Gabolde 2008: 187-190, 196, fig. 2). De manera interesante, las listas de personal del
Reino Antiguo afirman con frecuencia que los trabajadores eran reemplazados por sus esposas,
padres, hermanos, hijos o hijas o por otras personas (a quienes se hace referencia con los
términos sn-ḏt o ḏt) (Moreno García 2007: 126-129). Los papiros del Reino Medio procedentes
de Lahun confirman esta práctica: en un caso, los nombres de varios trabajadores estaban
acompañados por anotaciones que especificaban que debían ser traídos en persona o ser
reemplazados por sus esposas, madres, o (¿sirvientes?) asiáticos (Luft 2006: 92-93); en otro
caso, un gobernador solicitó dos trabajadores o, en su lugar, hombres o mujeres de entre sus
propios dependientes (ḫr) (Luft 2002); finalmente, otro papiro no solo enumeraba una fuerza de
trabajo, sino que también identificaba a las personas (generalmente sacerdotes y funcionarios) a
quienes el trabajador respondía el llamado (en un caso, el sustito era un ḫr: Collier y Quirke
2006: 44-45). A veces, los trabajadores reclutados a nivel local provenían de las casas (pr) y los
distritos (rmny) de los potentados provinciales (Arnold 1990: 26). Las fuentes del Reino Nuevo
también mencionan a los inquilinos que actuaban como agentes de escribas (Papiro Wilbour A
90,8). En un nivel social más alto, se esperaba que los clientes o colegas reemplazaran a sus
“patrones” cuando realizaban servicios rituales en los templos (Moreno García 2007: 128). A
cambio de sus servicios, se esperaba que el superior cuidara de sus súbditos (por ejemplo, en
caso de enfermedad, demandas judiciales, etc.: Chauveau 2000; Müller, M. 2009: 264). Tales
vínculos que relacionaban a los clientes y subordinados con la casa de su patrón, se vieron
significativamente marcados por el uso de términos de parentesco. De este modo, los
trabajadores forzados eran a veces descriptos como los “hijos” de ciudadanos prominentes: “N,
es llamado el hijo de Senbebu, sacedorte de Thinis”, “N, es llamado el hijo de Hepu,
comandante de los soldados [de This]” (Hayes 1955: 25-26), mientras que los funcionarios
palaciegos eran explícitamente calificados como “amigos” (ḫnms.f) o “(pseudo-) hijos” (ḫrd.f)
de su superior (Franke 2003: 74). Más claramente, a veces la relación patrón-cliente se
formalizaba mediante contratos legales (Pestman 1994: 37), incluso mediante adopciones
ficticias que encubrían lo que constituía, de hecho, la servidumbre voluntaria de la persona
llamada šrj “hijo” (Malinine y Pirenne 1950: 76-77). Por último, la integración vertical a
menudo implicaba que alguien era el cliente o subordinado de otra persona que, a su vez,
resultaba ser el cliente o el subordinado de un tercer individuo (Moreno García 2007: 136;
2009).
Otra característica de la composición de una casa es que ésta cambiaba de acuerdo con
el ciclo de vida y las circunstancias concomitantes de sus miembros. Los papiros del Reino
Medio de Lahun muestran, por ejemplo, que la familia (nuclear) del soldado Hori incluía a su
esposa y a su pequeño hijo. Más tarde, después de la muerte de su padre, él aparece como el jefe
de una casa que también abarcaba a su madre y a cinco tías, lo que sugiere, de hecho, que su
familia y la de su padre compartían la residencia, que múltiples familias eran reconocidas por la
administración si solo un jefe de familia varón estaba presente en el hogar y, en consecuencia,
que dos hombres adultos en una casa representaban dos unidades no conectadas desde el punto
de vista administrativo. En un período posterior, Hori parece haber muerto y su hijo Sneferu se
convirtió en el jefe de la casa, que ahora constaba de seis personas (Kóthay 2001: 354-355).
Otro ejemplo, de finales del Reino Nuevo en la ciudad de Deir el-Medina, describe que una
dama vivía en la casa de su marido mientras que, más tarde, ella y su hija vivían en la casa de un
hijo casado sin hijos (Demarée y Valbelle 2011: 6, 35). Fuera de estos acuerdos institucionales,
donde un solo hombre podía ser (administrativamente) el jefe una casa, las mujeres a veces
están atestiguadas como jefas-de-casa en áreas rurales, como el caso, durante la 4ta Dinastía, de
la casa (pr.s “su casa”) de la señora Tepi, compuesta por un escriba, un mensajero (jrj mḏȝt) y
un “administrador de la propiedad” (jrj jḫt) (Posener-Kriéger 2004: pl. 16H).


Formar y disolver casas
La fundación de una casa era un acto muy elogiado en los tiempos faraónicos, celebrado tanto
en las enseñanzas como en la literatura. Los tiempos conflictivos de finales del tercer milenio
introdujeron muchas innovaciones ideológicas en las creencias privadas y la autopresentación,
con un énfasis puesto en la propia iniciativa, la autonomía y los logros. El concepto de restaurar
la casa familiar (grg pr jt “para restaurar la casa del padre”) se hizo bastante popular y los
protagonistas a menudo afirmaban que habían encontrado las casas de sus familias arruinadas,
pero que las habían reconstruido y enriquecido exitosamente y, luego, las transfirieron a sus
herederos, asegurando así la continuidad de su linaje. Es más, la misma ideología delineaba la
piedad de los protagonistas al afirmar que les habían dado casas a personas desfavorecidas,
como huérfanos, mujeres jóvenes o, simplemente, personas privadas de una casa. Finalmente, su
propio mérito se destacaba aún más debido a su condición de ser el hijo más joven que
sobresalió en una familia con muchos herederos (Moreno García 1997: 39-45). Tal ideal, sin
embargo, se enfrentaba a realidades mucho más duras, cuando las deudas contraídas en tiempos
difíciles, las decisiones económicas peligrosas, las herencias disputadas o problemáticas o la
penuria podían resultar en la pérdida de la propiedad familiar o en la destrucción de una casa
(Bakir, 1952: 85-86; Parker 1962: 49-52; Willems 1991).

Estrategias económicas y sociales de las casas


Las estrategias económicas que seguían las casas egipcias naturalmente dependían de su estatus
y riqueza. Sin embargo, ciertos puntos merecen atención. Como se dijo anteriormente, la
autosuficiencia era un ideal difícilmente alcanzable para muchos egipcios, que se veían forzados
a pedir préstamos a vecinos más ricos, a trabajar (al menos a tiempo parcial o estacionalmente)
para las instituciones y para vecinos más pudientes o para entrar en redes de clientelismo que
perpetuaban las desigualdades sociales entre las casas. Las fuentes de finales del tercer milenio
evocan estos problemas, probablemente frecuentes en un entorno rural: por un lado, los
individuos ricos se jactaban de su autonomía y de sus adquisiciones cuando prestaban cereales,
yugos y ganado y adquirían campos, sirvientes y rebaños, especialmente en periodos de crisis;
por el otro lado, las personas endeudadas perdían sus bienes y se convertían en sirvientes
(Willems 1991; Moreno García 1997: 32-44, 2000). Las mujeres jóvenes parecen haber sido
particularmente vulnerables y los primeros miembros de las casas endeudadas en ser
esclavizados (Moreno García 2000: 136-137). También es muy posible que las deudas y los
préstamos reforzaran la influencia de los potentados locales y aceitaran los vínculos sociales
entre pares, como se ejemplifica en el archivo de Heqanakth: hasta doce personas le debían
cereales, mientras que él mismo arrendaba tierras de vecinos acomodados (Allen 2002). En
algunos casos, las fuentes ofrecen una idea de las estrategias individuales: así, un tal Ikeni le
compró tierras a varias personas (principalmente sacerdotes) durante un año problemático
(literalmente, "la época mala"; en un caso, el campo de una señora fue vendido por un pariente
varón de su casa). La mayoría de los campos estaban ubicados "al lado del pozo de Ikeni", lo
que sugiere que buscaba controlar la tierra en torno a una fuente de agua que le pertenecía
(Parker 1962: 49-52). En cuanto a la señora Tsenhor, ella construyó un activo modesto (pero no
insustancial): adquirió un esclavo, obtuvo un área de construcción, heredó parte de un edificio,
una vaca y un campo de 11 arouras de su padre, y, por último, adquirió algunos ingresos como
choachyte o sacerdote mortuorio (Pestman 1994). El detallado archivo de Heqanakht también
proporciona una buena imagen de la composición de la casa de un egipcio acomodado: incluía
unas dieciocho personas, una cantidad considerable de tierras (entre 55 y 110 arouras) y 35
cabezas de ganado y su propietario participaba también en otras actividades lucrativas, como el
alquiler y arrendamiento de tierras y el préstamo de cereales a los vecinos (Allen 2002). Otras
actividades socioeconómicas bien documentadas en casas modestas incluían la producción
doméstica a cargo de mujeres (especialmente ropa), pequeños créditos, intercambios de regalos
y productos agrícolas y transacciones entre los aldeanos (Koltsida 2007: 142). Las casas más
ricas participaban en actividades más rentables como arrendar tierras de los templos, comprar y


vender inmuebles (especialmente casas urbanas) o prestar dinero, como muestran los manuales
y contratos legales tardíos (Donker van Heel 1990; Martin 1995; Agut-Labordère 2011).
Si los años malos ponían a prueba la capacidad de resistencia de las casas, las herencias
y la subsiguiente fragmentación de las propiedades (incluidas las tierras familiares y las casas)
eran otra amenaza, que podía evitarse mediante la posesión colectiva de tierras y edificios, como
por medio de la creación de la participación (transferible) que otorgaba derechos a acceder a una
parte de una casa o de los ingresos de un campo (véase Kitchen 1969 - 1976: 803-806; Gaballa
1977; Muhs 2008). Los conflictos de interés entre un funcionario y su familia sobre los bienes
institucionales que se le otorgaron no eran desconocidos, por ejemplo, en situaciones donde la
familia (extensa) reclamaba el derecho a disponer de la propiedad mientras el individuo trataba
de quedarse con estos bienes para sí mismo o para su descendencia inmediata; en algunos casos,
los funcionarios en realidad le prohibieron a sus hermanos y familiares utilizar los fondos
asignados para su propio servicio funerario (Moreno García 2010).
Finalmente, las fuentes son más explícitas cuando se trata de estrategias emprendidas
por casas poderosas para preservar sus bases de poder. Las inscripciones de la 6ta Dinastía de
Akhmim muestran, por ejemplo, que un alto funcionario llamado Tjeti-Kaihep abandonó una
carrera muy prometedora en la corte, en Menfis, y regresó a Akhmim para reemplazar a su
hermano mayor (¿prematuramente fallecido?) como jefe del templo local y "gran señor del
nomo", dos puestos tradicionalmente ocupados por su familia y que les aseguraron un papel de
liderazgo en la provincia. Aparentemente, Tjeti-Kaihep prefería controlar la base de poder
tradicional y local de su familia en lugar de desarrollar una carrera de alto rango en la capital
(Moreno García 2005). En el caso del gobernador Khnumhotep II de Beni Hassan, durante el
Reino Medio, su reivindicación de su posición era el derecho hereditario y el favor real, y su
autobiografía ilustra el grado en que podían surgir bloques de poder cimentados por alianzas
matrimoniales, basados en el control de algunas provincias, en puestos ocupados en la corte y en
conexiones con otras familias poderosas (Lloyd 1992). Otras inscripciones muestran que el
puesto de gobernador de una ciudad, retenido durante generaciones dentro de una familia, podía
venderse a un miembro del grupo familiar (hȝw) y, por lo tanto, conservarse dentro de la familia
extensa (Lacau, 1933). Incluso a un nivel modesto, la compra y venta de cargos oficiales (como
la oficina sacerdotal) impedía que una casa perdiera el control sobre el ingreso institucional y
las fuentes de poder (Collier y Quirke 2004: 100-105).
De hecho, la transmisión de la casa a la siguiente generación siempre fue un asunto
delicado. Por lo general, el hijo mayor heredaba una mayor parte de las posesiones de la familia,
con la obligación de enterrar a sus padres y realizar rituales en su honor (Pestman 1987). Sin
embargo, la ideología familiar era lo suficientemente fuerte como para ocultar otras formas de
transmisión dentro de un conjunto de expresiones de parentesco ficticias (por ejemplo, la
existencia simultánea de varios "hijos mayores", pseudo-adopciones, etc.: Moreno García 2003:
346; 2007: 136). Significativamente, la transferencia de derechos legales permanentes para
poseer y legar la propiedad se estableció mediante un documento llamado jmjt-pr (literalmente
"lo que está en la casa": Logan 2000). Al final, la ideología familiar era una herramienta
poderosa que no solo aseguraba la cohesión de la casa y conservaba su identidad, sino que
también proporcionaba valores alternativos a los oficiales. Los múltiples enterramientos, el
culto a parientes muertos, la exhibición de genealogías, el orgullo de linaje y la autosuficiencia
económica ocupan un lugar destacado como sus elementos más conspicuos (Moreno García
1997: 32-44; 2006a: 223-232, 2010).

Notas bibliográficas
El estudio fundamental de la terminología y organización de la casa continúa siendo Franke
(1983), aunque trabajos más recientes revelan que el papel de la familia extensa en la sociedad
faraónica está siendo ampliamente aceptado (Kóthay 2001; Müller, I. 2002; Moreno García
2006b, 2010). Algunos archivos privados muestran la composición y administración de los
bienes de las casas individuales (Allen 2002; Pestman 1994), mientras que otras fuentes evocan
los riesgos que las amenazan (Willems 1991; Moreno García 2000), o los conflictos (internos y
externos) respecto a la posesión colectiva de bienes como la tierra (Gaballa 1977). Finalmente,


la ideología consolidó la cohesión de las casas al tiempo que proporcionaba valores alternativos
a los de la cultura palacial (Moreno García 2006ª; 2010).
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Economía, territorialidad y relaciones de poder
en torno a los templos del Egipto faraónico

J. C. Moreno

Los templos del antiguo Egipto constituyen aún hoy en día algunos de los
monumentos más conocidos del pasado faraónico. Imponentes construcciones
de piedra, pensadas para sobrevivir a los siglos y para ser incluso “templos de
millones de años”, albergaban una decoración, una estatuaria y unos archivos
que, en la medida en que han perdurado al paso del tiempo, nos proporcionan
una visión retrospectiva sin par del rico panteón egipcio, de la concepción del
cosmos entre los habitantes del Valle del Nilo —y del papel del soberano en
él— y de los rituales destinados a perpetuar el orden establecido por los dioses.
Sin embargo, nuestra interpretación de estos monumentos ha estado a
menudo influida por el papel de la religión y de sus centros de culto en las
sociedades contemporáneas. Durante mucho tiempo ha sido habitual en
Egiptología hablar de la oposición entre estado y templo como si ambos
constituyesen entidades independientes entre sí; o de la existencia de
“sacerdotes” y de un clero celosos por aumentar sus prerrogativas y privilegios
frente al estado, por no mencionar el peligro potencial de los templos como
elementos desestructuradores de la monarquía. Tal es la imagen arraigada entre
el público en general y popularizada a través de filmes como Faraón, de Jerzy
Kawalerowicz (1966). En definitiva, la pervivencia de tales anacronismos da
fé de los errores de interpretación que afectan a unas instituciones cuya
función social y significado cultural guardan escasa relación con los templos y
la Iglesia de nuestros días. Quizás es en el terreno de la economía y de las
relaciones sociales tejidas en torno a los santuarios donde se ha producido un
mayor número de incomprensiones, de ahí que el propósito de este artículo sea
iluminar, siquiera de una manera sucinta, algunos aspectos cruciales sobre el
papel desempeñado por los templos en la organización de la agricultura, en la


articulación de las élites locales (indispensables como intermediarias entre el
estado y la sociedad provincial) y en la configuración de redes locales de poder
que favorecían la colaboración y la integración de los potentados locales en la
administración faraónica. Un templo egipcio no era sólamente un santuario
dedicado a diversas formas de culto, sino también un polo económico y de
vertebración territorial de primer orden cuyo papel dentro del estado fluctuó
notablemente a lo largo de la historia faraónica.

La dualidad templo/instalación agrícola antes del Imperio Nuevo


La documentación de época ramésida refleja con detalle la enorme
importancia económica de la agricultura practicada por los templos.
Documentos tales como el papiro Wilbour, los papiros Amiens y Baldwin, el
papiro Harris I, sin olvidar la numerosa colección de textos administrativos
procedentes de los templos, indican que alrededor de un tercio de todas las
tierras cultivables del país estaban en manos de los santuarios, y que en torno a
ellos gravitaba una parte destacada de la población trabajadora y de las
actividades productivas del país. Además, estos documentos nos informan
también que los santuarios eran las principales instituciones económicas de
Egipto, presentes en todas las provincias y actuando como instituciones
especializadas que se ocupaban no sólo de la gestión y cultivo de sus propias
tierras sino también, con frecuencia, de las tierras de la corona.
Sin embargo, esta imagen debe ser considerablemente matizada para los
períodos anteriores de la historia egipcia, cuando los templos no eran sino un
tipo de instalación, entre otros, presente en el medio rural. De hecho, las
excavaciones recientes han sacado a la luz los vestigios de algunos templos
provinciales del Imperio Antiguo que permiten establecer un claro contraste
con sus sucesores del Imperio Nuevo. Fuera del ámbito capitalino y de sus
prestigiosas construcciones en materiales nobles, los templos hallados en
Mendes, Tell Ibrahim Awad o Elefantina corresponden a edificios de
dimensiones modestas y construidos con ladrillo. Nada en ellos parece
anunciar la majestuosidad de sus sucesores del II milenio. Sin embargo, los
anales reales muestran que los templos, tanto en el entorno de la capital como
en provincias, constituían importantes núcleos económicos, dotados con un
notable patrimonio en tierras concedido por los reyes.
Uno de los casos más antiguos y mejor documentados es el templo de la
diosa Hathor, en Tehna, en el Egipto Medio. Las inscripciones de un alto
funcionario de esta localidad, llamado Nikaanj, cotienen una detallada
información sobre la gestión de este santuario y el papel administrativo
desempeñado por una poderosa familia local. Así, sabemos que el faraón
Micerino, de la IV dinastía, otorgó un campo de dos aruras (en torno a media
hectárea de terreno) para remunerar los servicios de los ritualistas empleados

364 Las culturas del Próximo Oriente Antiguo…


en el templo; y los textos también indican que esta dotación fue confirmada
por uno de los primeros faraones de la V dinastía, contemporáneo de Nikaanj.
Tenemos, por tanto, dos rasgos que merecen ser señalados: en primer lugar,
que los faraones otorgaron tierras a los templos locales desde una fecha muy
temprana, y que estas donaciones estaban sujetas a revisiones y a
confirmaciones, lo que indica que su condición era precaria y revocable, como
tendremos ocasión de comprobar en otros casos posteriores. Las
representaciones de la tumba de Nikaanj revelan que los ritualistas del templo
de Hathor eran miembros de su propia familia, que monopolizaban junto con él
todas las funciones sacerdotales y que, por tanto, se beneficiaban del disfrute
tanto de las ofrendas presentadas en el santuario como de las tierras asignadas
a la financiación de las actividades de culto. Además, Nikaanj era gobernador
local de un importante centro agrícola (un “gran hwt”) y de varias instalaciones
agrícolas de la corona en la zona. En definitiva, Nikaanj era un potentado local
que acumulaba funciones diversas al servicio del estado y que controlaba tanto
las instalaciones agrícolas de la corona como el santuario local. Se observa, así
pues, que no había una separación tajante entre los templos y otras ramas de la
administración, y que incluso los primeros eran objeto de una supervisión
cuidada por parte de los faraones. A estos rasgos hay que añadir otro, y es que
en esta época las tumbas decoradas en provincias son escasísimas, lo que viene
a subrayar la importancia de Nikaanaj y su papel probablemente excepcional
en el reino. No hay que olvidar que en otra localidad cercana se localizó otro
conjunto de tumbas cuyos propietarios eran “gobernador del rey del Alto
Egipto”, un título raro en el Imperio Antiguo y ostentado por magnates de alto
rango. Todo ello sugiere que en la zona de Tehna actuaba una poderosa familia
bien integrada en el aparato gubernamental y cuyos miembros constituían
enlaces privilegiados entre la región y el faraón. Una situación similar es
perceptible en Hammamiya, otra de las escasas necrópolis provinciales
anteriores a la VI dinastía que contaba con tumbas decoradas, y sede
igualmente de una poderosa familia de administradores de instalaciones de la
corona que poseían vínculos familiares (quizás ficticios) con el rey.
Un rasgo notable del Imperio Antiguo es que, hasta la VI dinastía, hubo
grandes instalaciones agrícolas de la corona en ciertas localides del país, cuyos
responsables gozaban de una elevada posición social a juzgar por la calidad de
sus tumbas. Junto a ellos, los templos provinciales parecen haber desempeñado
también una importante función como centros de irradiación de la autoridad
faraónica y como instrumentos de cooptación de las élites locales y de los
dirigentes de los santuarios en la administración del estado.
De hecho, durante la VI dinastía, aumenta vertiginosamente el número de
instalaciones agrícolas de la corona en el medio rural, a juzgar por el
incremento extraordinario del número de gobernadores de hwt conocidos: algo
más del 90% vivió en esta época. También es significativo comprobar que la

J. C. Moreno, Economía, territorialidad y relaciones de poder… 365


multiplicación de los hwt fue acompañado de la creación de grandes necrópolis
con tumbas decoradas en provincias. Ambos fenómenos son inseparables y
sugieren que el afianzamiento de la presencia de la corona y de sus
instalaciones en el medio rural pasaba necesariamente por la colaboración de
las élites locales, progresivamente imbuidas de los valores de la cultura
palatina y que encuentran su expresión más elaborada en la posesión de
tumbas decoradas de estilo menfita. Sin embargo, la documentación disponible
también revela otros aspectos menos conocidos de este proceso y que atañen al
papel desempeñado por los templos provinciales. Porque aunque los hwt
aparecen documentados en la mayor parte de las provincias de Egipto y en casi
todas las necrópolis de entidad del Alto Egipto, hay excepciones significativas.
En efecto, en algunas de ellas no hay constancia de la existencia de
responsables de hwt (o una presencia mínima); significativamente, los
santuarios de estas provincias aparecen, en cambio, como instituciones de gran
peso local, lo que induce a pensar que, de algún modo, bloquearon la aparición
de hwt.
El caso más conocido es la necrópolis de El-Hawawish, en los alrededores
de Ajmim. A pesar de ser la necrópolis provincial mejor documentada del III
milenio, no hay constancia de la existencia de ningún gobernador de hwt en
ella durante la VI dinastía. Esta circunstancia es tanto más sorprendente cuanto
que los funcionarios locales de la V dinastía se ocuparon de la gestión de
varias instalaciones y explotaciones agrícolas de la corona en la zona. ¿Qué
ocurrió con ellas y sus bienes? Posiblemente fueron transferidas al templo
local del dios Min, ya que muchos de los altos dignatarios inhumados en El-
Hawawish desempeñaron funciones de importancia en el templo y, de hecho,
los gobernadores provinciales acumularon al mismo tiempo el cargo de jefes
de los sacerdotes del santuario. Que el estado transfiriera recursos a los
templos no tiene nada de particular: ya hemos visto cómo los anales reales
documentan esta práctica desde fechas tempranas. Lo interesante, y que hace
de El-Hawawish, junto con Coptos y Elkab, un caso único en el Alto Egipto, es
que en estas localidades hubo familias poderosas que controlaron durante
generaciones el templo principal de la provincia y que de algún modo
consiguieron impedir que el estado crease allí las instalaciones que tan
frecuentemente aparecen mencionadas en otras provincias. Quizás fue el
precio a pagar por asegurar la colaboración de estas familias con los aparatos
del estado, lo que no impidió, a su vez, que los reyes creasen capillas en estos
santuarios, estableciéndose de este modo una comunidad de intereses entre el
rey y los magnates provinciales, reforzada por la integración de los hijos de
estos últimos en la administración tras haber sido conducidos a Menfis y
educados junto a los príncipes de la familia real.
El caso de Coptos ilustra de manera más detallada el proceso de
transferencia de bienes de la corona a los templos y de creación de una

366 Las culturas del Próximo Oriente Antiguo…


comunidad de intereses entre las élites locales y los representantes del estado.
El santuario de Min es uno de los más antiguos de Egipto, y sus célebres
colosos predinásticos dan fé de la importancia cultual del mismo desde los
albores de la civilización faraónica. También de este recinto sacro procede una
rica colección de decretos reales de finales del Imperio Antiguo, algunos de los
cuales mencionan con detalle la donación al templo, por parte del faraón, de un
campo destinado a proveer ofrendas para el dios Min. El procedimiento
seguido, similar al documentado en contextos similares del Imperio Medio,
consistía en escoger un terreno situado a orillas del Nilo, en una zona
inundable y utilizado antaño como pastizal. A continuación, se delimitaban las
parcelas y se establecía un centro de transformación con el objetivo de
procesar los productos agrícolas cultivados. También se asignaban trabajadores
encargados de cultivar el terreno, y que procedían de las aldeas de los
alrededores. Por último, se establecía un consejo administrativo a quien se
confiaban las tareas de gestión de la explotación recién creada y que estaba
constituido por dignatarios de la administración, representantes del templo y,
significativamente, los jefes de las aldeas que suministraban la mano de obra.
Queda así en evidencia cómo la donación de un campo a un templo traía
consigo el establecimiento de una red de relaciones sociales y económicas que
vinculaban a las élites locales (ritualistas del templo, jefes de las comunidades
campesinas) con los representantes del estado, estableciendo una comunidad
de intereses entre ellos.
En definitiva, desde que tenemos constancia documental de las realidades
agrarias del valle del Nilo y hasta, aproximadamente, comienzos del Imperio
Nuevo, se comprueba cómo el paisaje rural estaba dominado por instalaciones
agrícolas de la corona, como los hwt, dispersas por todo el país y cada una de
los cuales controlaba explotaciones, localidades y trabajadores con diverso
grado de sujección a la tierra. Al mismo tiempo, los templos provinciales,
beneficiarios de donaciones en tierras de la corona, también estaban sometidos
al pago de impuestos y a la realización de prestaciones diversas en provecho de
la corona y que aparecen detalladas en los decretos de Coptos; incluso cuando
eran objeto de exenciones fiscales éstas eran de carácter temporal y revocables.
Por consiguiente, templos y hwt eran los polos de una geografía fiscal cuyo
propósito era explotar las tierras del país y almacenar la producción, de modo
que estuviera disponible para los enviados del rey en el transcurso de sus
misiones: funcionarios de paso, expediciones a las canteras, ejércitos, equipos
de trabajadores, etc. La inscripción de Herjuf demuestra la importancia de esta
organización a la vez fiscal, económica y administrativa, donde los templos no
son más que uno de los eslabones de una estructura organizativa bien
implantada en todo el país. Incluso cuando en el Imperio Medio los hwt
desaparezcan del medio rural, otras instalaciones, como los campos de trabajo
jeneret, los reemplazarán para desempeñar funciones similares.

J. C. Moreno, Economía, territorialidad y relaciones de poder… 367


Agricultura y templos en el Imperio Nuevo
Sin embargo, el Imperio Nuevo inaugura una nueva época en la
organización del medio rural. La característica principal es la posición
dominante de los templos en la organización agraria del país y la desaparición
—o la reducción considerable de su papel— de las instalaciones agrícolas de la
corona. De todos modos, conviene matizar esta imagen. Las fuentes del
Imperio Antiguo y Medio ya indican cómo la corona transfirió tierras a los
santuarios, y los Anales Reales del III milenio reflejan la cuantía, a veces
considerable, de tales dotaciones en bienes raíces. Además, tampoco hay que
olvidar que la mayor parte de los documentos administrativos disponibles
proceden de un medio institucional, y que transmiten contenidos ideológicos
que deben ser cuidadosamente contrastado con otras fuentes. Pero aún así, el
análisis de los textos y de los títulos de los funcionarios demuestra que las
instalaciones agrícolas de la corona desaparecieron o perdieron su antigua
importancia, mientras los templos aparecen como agentes fundamentales en la
organización de la agricultura institucional de Egipto.

Las raíces del predominio de los templos

¿Por qué los templos adquieren este papel predominante en la agricultura


del país durante el Imperio Nuevo? Es una cuestión difícil de resolver y apenas
planteada en las discusiones historiográficas. Probablemente haya que
remontar al Imperio Antiguo para entender esta situación. El análisis de las
inscripciones procedentes de localidades como Coptos, Elkab o El-Hawawish
revelan que en la zona más meridional de Egipto los templos constituían los
principales centros locales de poder, y que en algunas provincias donde su
importancia era particularmente notable las instalaciones hwt o los centros
agrícolas de la corona están casi por completo ausentes. Un simple vistazo a un
mapa puede ayudar a entender esta situación. La zona comprendida entre
Abidos y Elefantina, núcleo del antiguo reino predinástico del Alto Egipto,
comprende unos 2250 km² de tierras cultivables, reducidos a apenas 1350 km²
si tomamos en cuenta la zona situada entre Dendera y Elefantina, donde
predominan templos de gran antigüedad (ubicados en Elefantina,
Hieracómpolis, Medamud, Tebas y Coptos). Es decir, el conjunto de tierras
cultivables disponible era muy limitado, apenas similar al de una sola ciudad-
estado sumeria como Umma. El crecimiento de los templos gracias a las
donaciones reales, el poder acumulado por las familias que los controlaban y la
escasez de tierras cultivables explican, probablemente, por qué el estado tuvo
dificultades en crear instalaciones agrícolas en esta zona, por qué no hay
constancia de la existencia de terratenientes y por qué los templos se
mantuvieron como el principal poder local.

368 Las culturas del Próximo Oriente Antiguo…


Bajo estas premisas, el fin del Imperio Antiguo fue seguido, poco tiempo
después, por la consolidación de la monarquía tebana en el sur. Las
inscripciones conservadas indican que los templos continuaron siendo focos de
autoridad, cuyos dirigentes emprendieron labores de reorganización
administrativa y territorial, sin que la vida de los santuarios parezca haber
sufrido graves consecuencias. Posiblemente eran instituciones con que tenía
que contar cualquier poder que aspirase a consolidar su posición en el sur,
como ocurrió con los primeros reyes tebanos, representados como simples
particulares en sus monumentos funerarios. Es decir, en un contexto difícil, los
templos aseguraron en el sur una cierta continuidad y estabilidad y
constituyeron una base de poder que podía ser utilizada para impulsar las
ambiciones de los reyezuelos tebanos.
Ahora bien, ¿por qué los templos y sus familias dominantes se avinieron a
apoyar a una oscura familia de reyezuelos locales? La razón creo que hay que
buscarla en que estos últimos eran jefes militares y podían proporcionar
protección a los templos. En las proximidades de Tebas, en Gebelein, se
instaló una colonia de mercenarios nubios, y nubios son también algunos
reyezuelos que no dudaron en presentarse a sí mismos como faraones y en
utilizar el protocolo real faraónico. Por otro lado, los textos provinciales
demuestran el auge de los jefes militares y la frecuencia de los conflictos
armados, como en el caso de las inscripciones de Anjtifi de Moalla o de los
gobernadores de Siut. Por todo ello, cabe pensar que los primeros reyes
tebanos fueron ante todo jefes militares que supieron tejer una red de apoyos a
cambio de protección en el sur del país. No debe extrañar, por tanto, que los
faraones del Egipto reunificado del Imperio Medio, sobre todo desde finales de
la XI y durante la XII dinastía, concentrasen un sorprendente esfuerzo
constructor en los santuarios situados entre Abidos y Elefantina, llegándose
incluso a un hecho tan insólito como que un faraón (Sesostris III) construyese
su templo funerario y su tumba en Abidos, algo nunca visto desde la II
dinastía, a comienzos del III milenio. Los anales reales recientemente
descubiertos de Sesostris I y Amenemhat II confirman que los faraones del
Imperio Medio continuaron la política de donaciones reales a los templos, lo
que, en ausencia de gobernadores provinciales y de instalaciones agrícolas de
la corona debió reforzar aún más la posición dominante de los santuarios en la
zona meridional del Alto Egipto.
La fractura del estado a finales del Imperio Medio llevó a que los faraones
se replegasen al sur. Las fuentes del Segundo Período Intermedio demuestran
que esta fue también una época de conflictos armados, con incursiones nubias
hasta Elkab y campañas militares conducidas por los reyes tebanos. Los
templos aparecen de nuevo como un importante foco de poder local,
propietarios de grandes extensiones de tierras (como en Elkab o Medamud) y
objeto de intervenciones de los soberanos (como lo demuestra el decreto de

J. C. Moreno, Economía, territorialidad y relaciones de poder… 369


Antef V en Coptos). Al mismo tiempo, los faraones depositaron estelas
conmemorativas en el santuario de Amón en Karnak, confiaron a sus parientes
puestos importantes en este templo (como consta en la estela de la reina
Ahmés-Nefertari) y tejieron alianzas con poderosas familias provinciales,
como la de los gobernadores de Elkab, cuyas transacciones privadas fueron
objeto también de estelas conmemorativas depositadas, de manera
significativa, en el templo de Karnak (Estela jurídica). En definitiva, el
Imperio Nuevo arranca con los templos consolidados como polo de poder
predominante en el Alto Egipto, y con el templo de Amón de Karnak en una
posición dominante que no hará sino aumentar durante todo el Imperio Nuevo,
sin que lleguen a consolidarse contrapoderes rituales más estrechamente
controlados por los faraones: los bienes asignados a los templos funerarios
reales continuaron siendo precarios, usurpados o desviados a sus propias
fundaciones por los faraones posteriores, mientras que intentos efímeros por
afirmar la centralidad de nuevos cultos y santuarios (como ocurrió con
Ajenatón) fracasaron y no tuvieron continuidad. De hecho, no es de extrañar
que la “normalidad” fuese restaurada de nuevo por un jefe militar (en este caso
Horemheb) contando con el apoyo de los santuarios, como se encargó de
proclamar en las inscripciones de su reinado.

Los recursos agrícolas de los templos y su gestión

Las inscripciones conservadas de los templos construidos por Ajenatón —y


posteriormente desmantelados por sus sucesores— muestran una estructura
tripartita en lo que atañe a la agricultura institucional y a la organización de la
fiscalidad: por un lado las tierras y los dominios agrícolas de la corona, por
otro lado las tierras de los templos y, por último, las entregas efectuadas por
los jefes de las localidades. Otras fuentes de la XVIII dinastía, como la célebre
“escena de la tasación” de la tumba de Rejmiré, indican igualmente cómo uno
de los pilares de la fiscalidad del país estaba constituido por los impuestos
entregados por los jefes de aldea o de localidad. En ambos casos llama la
atención que las provincias no parezcan desempeñar ninguna función especial
en la organización administrativa efectiva del país. En cambio, fuentes de todas
las épocas, ya desde el Imperio Antiguo, revelan cómo los “alcaldes” eran un
elemento clave para movilizar la mano de obra que debía asegurar el cultivo de
las explotaciones agrícolas institucionales. También es llamativo que las
personas y los bienes capturados en el transcurso de las campañas militares de
los faraones de la dinastía XVIII hayan sido destinados a engrosar los bienes
de los santuarios y no, por ejemplo, a crear instalaciones agrícolas de la corona
como los hwt del Imperio Antiguo. Esto significa que los faraones convirtieron
los templos en el pilar fundamental de la agricultura institucional, bien visible
en las fuentes oficiales y en los textos administrativos, sin que haya existido un

370 Las culturas del Próximo Oriente Antiguo…


contrapoder en el medio rural constituido por una red de centros agrícolas
autónomos de los santuarios. Así, aunque las fuentes administrativas indican
que las tierras de la corona ocupaban superficies considerables y eran un
elemento habitual en el campo egipcio, también revelan que su explotación
corría a menudo a cargo de los templos.
Los textos no son muy precisos sobre la formación de los patrimonios
de los templos, si bien las inscripciones contienen abundantes referencias
estereotipadas acerca de las grandes donaciones efectuadas por los faraones.
Los soberanos conquistadores se jactan de sus entregas de tierras, siervos y
cabezas de ganado a los santuarios, mientras que las estelas de donación
mencionan la entrega de campos o de ofrendas a los templos con el objeto, a
veces mencionado de manera explícita, de constituir una fundación funeraria.
De este modo, los templos aparecen como polos de orden y de poder, como
núcleos de irradiación de la autoridad real y como instituciones especializadas
en la explotación de grandes extensiones agrícolas, tanto si formaban parte de
su propio patrimonio como si se trataba de tierras de la corona; no hay que
olvidar que los templos contaban con yuntas, trabajadores agrícolas
especializados, administradores formados en la gestión y en el manejo de las
técnicas de cálculo y de agrimensura, y con escribas y flotas de barcos de
transporte a su disposición. Probablemente esta relación estrecha con la realeza
explique la falta de resistencias ante las reformas emprendidas por Ajenatón,
con la posible reasignación de los bienes de otros templos a los santuarios
nuevamente fundados por este faraón. Además, el personal de los templos se
reclutaba entre la élite del país, y son numerosas las inscripciones del Imperio
Nuevo donde los reyes se jactan de haber dotado un santuario con sacerdotes y
ritualistas procedentes de los sectores más elevados de la sociedad egipcia, un
personal cuya dedicación a los quehaceres rituales o administrativos de los
santuarios era a menudo parcial, compaginada con otras labores
administrativas o militares. De este modo, los templos eran una extensión de
los aparatos de gobierno a la vez que centros de integración de las élites en la
estructura de poder, de manera que se establecía una comunidad de intereses
entre los dirigentes de los templos y el palacio. Sin embargo, fuentes más
tardías también demuestran que por debajo de los dirigentes de los santuarios
comenzaron a formarse verdaderas dinastías de sacerdotes de rango
intermedio, ligados más estrechamente a los avatares de las instituciones
cultuales que los empleaban, y que probablemente terminaron por desarrollar
intereses cada vez más propiamente institucionales, ajenos a los de la élite de
grandes sacerdotes más integrados en los aparatos del estado y que eran
nombrados por el rey.
Es en esta perspectiva donde conviene matizar el alcance y la radicalidad
aparente de las medidas tomadas por Ajenatón. Así, por ejemplo, en su capital
de Amarna se han encontrado numerosos vestigios que demuestran que el culto

J. C. Moreno, Economía, territorialidad y relaciones de poder… 371


a otras divinidades seguía presente entre amplios sectores de la población e
incluso en los santuarios consagrados a Atón. Tampoco hay que olvidar que las
transferencias de recursos de un templo a otro o de un dominio agrícola
antiguo a otro más reciente era una práctica habitual en Egipto, de tal modo
que la dotación en tierras de una institución era bastante precaria, sometida a
las intervenciones de otros monarcas que podían arrebatar los campos de un
santuario para proporcionarlos a instituciones rituales o de culto de nueva
fundación. Por último, no hay que perder de vista que los templos estaban
sometidos a la fiscalidad estatal y que en modo alguno estaban exentos del
pago de impuestos salvo cuando la corona les otorgaba tal privilegio con
carácter temporal. Otro aspecto poco estudiado es la profunda imbricación
entre los templos y los militares, sobre todo a partir de finales de la XVIII
dinastía: el faraón Horemheb, por ejemplo, incorporó como ritualistas de los
santuarios a soldados y oficiales, mientras que otros documentos de época
ramésida indican cómo los soldados podían ser obligados a cultivar las tierras
de los centros de culto o ser nombrados ritualistas encargados de determinadas
funciones de culto.
Las modalidades de explotación de las tierras de los templos eran variadas
y revelan, por su misma diversidad, el importante papel desempeñado por los
santuarios como polo de articulación de las relaciones sociales de la agricultura
faraónica y de formación de las élites locales. Una primera pista la
proporcionan las numerosas inscripciones donde los faraones se jactan de
haber donado a los templos miles de siervos y de haber llenado sus centros de
transformación. Tenemos, por tanto, que los siervos constituían una parte
importante de la mano de obra empleada por los santuarios. Sin embargo, es
preciso introducir matices importantes. En primer lugar, el término “siervo”
(hem) es ambiguo, ya que designa tanto al siervo como al esclavo y posee
sobre todo el matiz “técnico” de “ejecutante de una misión especializada”. El
rey, sin ir más lejos, es el hem por excelencia, término traducido por
“Majestad” cuando se aplica al faraón. De hecho, los hem llegados al santuario
parecen haber sido divididos en dos categorías fundamentales. Por un lado
tenemos los meret, viejo término que designa los trabajadores egipcios
empleados temporalmente en las corveas del estado y que, en el contexto
productivo de los templos del Imperio Nuevo, se aplica sobre todo a los
trabajadores empleados en actividades de transformación y procesamiento de
materias primas, desde los tejedores hasta los productores de pan o cerveza.
Por otro lado aparecen mencionados los ihutiu, una categoría ligada a la
explotación de las tierras institucionales. Su definición exacta es difícil, ya que
engloba diversas categorías sociales como veremos a continuación, pero el
elemento común a todas ellas es la de trabajar unas tierras de status particular,
ya que estaban gravadas con la entrega de cuotas precisas de cereales.

372 Las culturas del Próximo Oriente Antiguo…


Los ihutiu constituyen, por tanto, el principal grupo de trabajadores
agrícolas al servicio de los templos. En sus escalones más bajos encontramos a
los prisioneros de guerra, cedidos por el estado para cultivar las tierras de los
grandes magnates del reino y de las instituciones tanto “laicas” como
“religiosas”. También entre los ihutiu de base encontramos egipcios pobres y
soldados. De hecho, la condición de ihuti parece haber sido permanente, lo que
constituye una diferencia esencial con respecto a los meret, los trabajadores
que realizaban corveas, pero sólo temporalmente, al servicio del estado. Es
difícil precisar cómo un individuo se convertía en ihuti. Fuentes del Imperio
Medio y Nuevo, así como textos tardíos, revelan que las personas condenadas
por crímenes, por violar las directivas emanadas del estado o los fugitivos eran
utilizados como ihutiu en las explotaciones institucionales. Más aún, textos del
I milenio indican cómo los ihutiu eran tasados con un precio e incluso sabemos
de personas que se vendieron a sí mismas como esclavos al ser incapaces de
reembolsar sus deudas, y pasaron a convertirse en ihutiu de sus acreedores.
Este matiz coercitivo, de obligación de trabajar unas tierras de características
especiales y de entregar cuotas precisas de cereales parecen haber sido los
principales elementos definitorios de los ihutiu. Desgraciadamente, resulta
muy difícil calcular el número de ihuti empleados por un santuario. De creer
las cifras que aparecen el el ostracon Gardiner 86, tendríamos que sólamente
las tierras del templo de Amón en el Delta empleaban 8760 ihutiu, pero es
probable que este texto sea más un ejercicio contable que un registro
administrativo. En definitiva, cabe pensar que egipcios pobres y sin recursos,
personas insolventes, soldados fuera de servicio activo en el ejército,
prisioneros de guerra, criminales, etc., constituían el grueso de los ihutiu al
servicio de los templos.
Según las fuentes conservadas, un ihuti trabajaba en promedio una
superficie de veinte aruras (algo más de cinco hectáreas) y debía entregar
alrededor de doscientos sacos de cereal a la institución de la que dependía. Sin
embargo, los papiros administrativos del Imperio Nuevo indican que algunos
ihutiu entregaban cantidades muy superiores, de muchos cientos e incluso
miles de sacos, imposibles por tanto de ser producidas por un único campesino
y procedentes, además, de dominios agrícolas de extensión considerable, muy
superior a las veinte aruras stándard. En los casos en que la documentación es
más precisa, observamos que algunos de estos ihutiu carecen de títulos
administrativos y que sus entregas de cuotas de cereal a la institución
propietaria de los campos se llevaban a efecto no en una única localidad sino
en varias. Tenemos, por tanto, una prueba indirecta de la existencia de lo que
podríamos denominar “empresarios agrarios”, es decir, potentados locales que
disponían de los recursos necesarios en animales y mano de obra como para
explotar grandes superficies de tierra alquiladas probablemente a los templos,
según modalidades mucho mejor documentadas para el primer milenio. A

J. C. Moreno, Economía, territorialidad y relaciones de poder… 373


cambio, debían obtener un porcentaje de la cosecha como beneficio de su
trabajo. Algunas fuentes demuestran que ciertos funcionarios eran también
ihutiu, lo que demuestra una vez más que este término designa también a
potentados encargados de la explotación de tierras abundantes, aunque no las
cultivasen directamente.
Esta modalidad de explotación suponía una ventaja tanto para la institución
propietaria como para los ihutiu de rango superior. En efecto, la institución se
ahorraba de esta manera el mantenimiento de una población dependiente
numerosa, con todos los gastos que esto representaba, sobre todo en aquellas
épocas del año en que el trabajo de los campos era imposible por la crecida del
Nilo o por el propio ritmo de las cosechas. Y, por otro lado, los potentados
locales, a la cabeza de redes sociales caciquiles, podían movilizar la abundante
mano de obra de familiares, vecinos endeudados, clientes, etc., para explotar
los campos de un templo y obtener de este modo ingresos extraordinarios y
contactos valiosos con la élite de ritualistas, sacerdotes y escribas de los
santuarios. La relación provechosa establecida entre templos y potentados
locales constituía un medio de integración de las élites provinciales en las
instituciones del estado y permitía vincular los intereses de estas élites con los
de la monarquía.
De este modo, se comprueba la existencia de dos modalidades principales
de explotación a las que deben añadirse las tierras concedidas a los sacerdotes,
ritualistas y empleados del templo como remuneración por su trabajo. En el
caso de los empleados de mayor rango o de aquellos ritualistas que contasen
con más recursos, podían explotar simultáneamente las tierras recibidas como
pago más otras tomadas en arriendo y pertenecientes también a la institución.
De hecho, los contratos conservados del primer milenio revelan cómo a
menudo eran los propios sacerdotes de un templo, bien a título individual bien
colegiados con otros colegas, quienes llegaban a acuerdos con la
administración de un santuario para tomar en arriendo tierras del mismo a
cambio del pago de una renta. En cuanto a los empleados de menor rango,
varios papiros contienen enumeraciones detalladas de las casas que constituían
los barrios dependientes de los templos. En ellos habitaba una población
variopinta constituida por ritualistas, algunos ihutiu, artesanos, así como
militares, mujeres y personas encargadas de recolectar ciertos alimentos
(apicultores, pescadores, etc.). El caso de las mujeres es significativo ya que no
se indica su función precisa. El papiro Wilbour incluye un porcentaje elevado
de mujeres entre los beneficiarios de las explotaciones concedidas por los
templos como remuneración, junto a militares, ritualistas o encargados de las
caballerizas del ejército. Aunque se ha pensado que podrían ser viudas de
soldados caídos en servicio, los paralelos conocidos por otros documentos
sugieren más bien que también ellas debían prestar servicios especializados al
santuario. Algunos fragmentos procedentes de Gurob indican la entrega de

374 Las culturas del Próximo Oriente Antiguo…


cuotas de paños, por lo que no es descabellado pensar que estas mujeres
estaban sometidas a la prestación de trabajos a cambio de un lote de tierra,
posiblemente en forma de piezas textiles de dimensiones y calidad estándard.
La geografía agraria resultante aparece esbozada con claridad en
documentos tales como el papiro Wilbour o el papiro Amiens-Baldwin; las
explotaciones aparecen diseminadas por todo el valle del Nilo pero formando
bloques denominados remenyt “dominios”. Cada dominio estaba gestionado
por un administrador de rango eminente, bien sea un escriba, un sacerdote, un
militar o un dignatario, mientras cada una de las explotaciones que lo
integraban estaba sujeta a la responsabilidad de un ihuti o de un funcionario de
menor rango. En los casos en que estas explotaciones contaban con unas
dimensiones notables es dudoso que sus responsables las cultivasen
directamente. Más bien cabe pensar que otros ihutiu o simples campesinos se
ocupaban de trabajarlas. A menudo se indica que cada explotación contaba con
dos elementos básicos: una era, donde el cereal era recogido, limpiado y
expuesto a los funcionarios del fisco enviados por el templo; y un
desembarcadero, donde atracaban los barcos enviados por el santuario para
recoger las cantidades estipuladas. Se han conservado varios documentos que
recogen las visitas realizadas por los barcos de los templos a las explotaciones
dependientes. En unos casos recaudaban cereales, pero tembién queda
constancia de la percepción de paños, miel y otros productos. Por último, las
flotillas dependientes del estado efectuaban visitas periódicas para cobrar los
impuestos que debían pagar los templos.
Pero además de sus propias tierras, los santuarios también podían explotar
las tierras de otros templos e incluso las tierras de la corona situadas en sus
inmediaciones, según un procedimiento de delegación de servicios, de cruce de
derechos, etc., que daba lugar a una realidad administrativa sumamente
compleja. De ella emerge el papel de los templos como grandes instituciones a
la vez propietarias y gestoras, en cuyas manos la corona parece haber confiado
la explotación de parte de sus propios recursos inmobiliarios gracias,
precisamente, a los servicios especializados disponibles en los santuarios y que
eran aplicables a todo el país.

Hacia la teocracia tebana: la crisis de la fiscalidad estatal

Algunas fuentes de finales del Imperio Nuevo sugieren que el saqueo de las
tumbas de los faraones y de sus templos funerarios pudieron haber sido un
“asunto de estado”, es decir, una vía expeditiva con que obtener rápidamente
recursos con que pagar tropas mercenarias en el contexto de guerras intestinas
que asolaron brevemente el país a finales de la XX dinastía. También algunas
cartas recientemente publicadas de la misma época indican cómo poblaciones
libias estaban asentadas no sólamente en el Delta, sino también en el Alto

J. C. Moreno, Economía, territorialidad y relaciones de poder… 375


Egipto y, además, formaban unidades especiales en el ejército egipcio. Esta
crisis a la vez política y económica se produjo, significativamente, tras la
pérdida del imperio egipcio en Asia y Nubia y de ella emergerá el templo de
Amón de Tebas como la principal institución económica de Egipto y, por
primera vez, como un actor político independiente de facto de los faraones.
¿Cómo se llegó a esta situación?
Para entenderla debemos acudir a las fuentes administrativas de finales del
Imperio Nuevo. Además, considerando las circunstancias expuestas, podemos
comprender mejor el contenido de varios documentos de excepcional
importancia que tratan directamente sobre la organización de la agricultura
practicada en los templos durante el período ramésida. El papiro Harris I
menciona las donaciones masivas de tierras y personas realizadas durante el
reinado de Ramsés III a favor de los santuarios de Egipto, y que ascienden a
casi 1,1 millones de aruras (unas 295000 ha.) y 113433 personas, más unos
100000 sacos de cereales anuales en concepto de contribución extraordinaria.
Teniendo en cuenta que Ramsés III hubo de hacer frente a las invasiones de
libios y de los “Pueblos del Mar”, en un contexto gradual de pérdida del
imperio egipcio en Asia, cabe suponer que la mayor parte de estas tierras se
hallaban situadas en el interior de Egipto, y algunos pasajes de este importante
documento sugieren, en efecto, una transferencia de tierras del Estado (jato) a
los templos. La importancia del tributo extraido del exterior puede ser
comprendida mejor si tenemos en cuenta que sólo de la zona de Meggido se
obtenían unos 207000 sacos de cereal durante el reinado de Tutmosis III, es
decir, más del doble del monto total de las donaciones anuales efectuadas por
Ramsés III (probablemente una parte considerable del tributo se destinaba a
abastecer a las tropas egipcias que circulaban por Asia). Sin embargo, el
carácter masivo de las donaciones debe ser matizado de todos modos. Por un
lado, la mayor parte de las tierras y del personal transferido benefició a una
única institución, el templo funerario de Ramsés III, lo que probablemente
constituye un ejemplo de la práctica habitual en el Egipto faraónico, ya
evocada, que consistía en que las tierras de un templo funerario real eran
atribuidas a otra institución según el deseo del faraón reinante; esto indica, por
tanto, que una parte importante de las tierras donadas eran, en realidad,
reasignadas de una institución a otra, cuando no pura y simplemente devueltas
a las instituciones poseedoras originalmente una vez arrebatadas a los
usurpadores. De hecho, varios textos ramésidas indican los métodos
expeditivos utilizados para transferir las tierras de una institución a otra. Por
otro lado, los templos asumieron, junto a estas tierras, costes hasta entonces
afrontados por el Estado. Llama la atención, en efecto, que documentos como
el papiro Wilbour mencionen un elevado número de militares o de criadores de
caballos (indispensables para los cuerpos de carros del ejército) entre los
beneficiarios de las tierras de los santuarios, con lo que estos parecen haber

376 Las culturas del Próximo Oriente Antiguo…


tenido que afrontar parte de los costes de mantenimiento del ejército. Por
último, estos mismos documentos tardíos demuestran que el Estado seguía
controlando importantes lotes de tierras a pesar de las donaciones efectuadas
por Ramsés III, mientras que algunos papiros mencionan la existencia de
tierras de la corona dependientes de los templos funerarios de reyes anteriores
a Ramsés III, lo que sugiere que las transferencias realizadas por este soberano
no tuvieron un carácter tan permanente ni tan masivo como podría pensarse, si
bien confirman el reforzamiento de los lazos entre los militares y los templos,
según pautas desarrolladas ya desde el reinado de Horemheb.
En efecto, las fuentes dan cuenta de una práctica llamada a tener funestas
consecuencias para el futuro de la realeza, como fue la transferencia de
recursos fiscales a los templos con que atender el pago de militares.
Numerosos textos indican cómo los veteranos del ejército pasaban a ser
empleados de los templos o cultivadores de sus tierras, mientras que algunas
cartas indican que era una práctica corriente que los veteranos actuasen como
ritualistas en los templos por encargo de los particulares, por ejemplo a la hora
de presentar ofrendas a una estatua o de efectuar ciertos ritos. La
transformación de los templos en gestores de recursos fiscales del Estado, en
perceptores de donaciones de tierras, en un contexto en que algunos altos
dignatarios llegaron a asumir simultáneamente las más altas funciones
militares y religiosas, condujo a la consolidación de poderosos patrimonios
agrarios en torno a los santuarios, que comprendían una parte considerable de
las tierras del país y que estaban controlados por grandes sacerdotes al frente,
además, de parte de las fuerzas armadas. El reinado de los últimos faraones del
Imperio Nuevo fue una época de duras luchas en diversos frentes, contra
hititas, “pueblos del mar” y poblaciones libias, así como de revueltas en Nubia.
La pérdida del imperio asiático y posteriormente nubio llevó a una
disminución de los ingresos de la corona en un momento en que los gastos
militares habían ido creciendo, como lo demuestra el aumento de los efectivos
del ejército a cuatro cuerpos de 5000 soldados cada uno en la época de Ramsés
II frente a los dos cuerpos de tiempos de Tutmosis III. Esta disminución de los
ingresos de la corona y la reducción de Egipto a sus fronteras naturales tuvo
lugar en un momento en que, precisamente dentro del país, los dominios de los
templos, y sobre todo el del templo de Amón de Karnak, habían adquirido un
peso enorme, hasta el punto de limitar gravemente la capacidad de los
soberanos de reconstruir un aparato fiscal potente ya que buena parte de las
tierras y de los recursos de Egipto se hallaban en manos de instituciones más o
menos autónomas cuyos dirigentes, además y como sucedió con el templo de
Amón, eran generales al mando de contingentes armados importantes en el
Alto Egipto. Esta falta de recursos de la corona explica también que los
mercenarios libios fueran pagados mediante la concesión de regiones enteras
del Delta y del permiso de establecerse en ellas con sus familias, lo que dará

J. C. Moreno, Economía, territorialidad y relaciones de poder… 377


pie a la aparición de principados independientes. En definitiva, la hipertrofia
del templo de Amón llevó a la creación de un contrapoder, no demasiado
visible mientras hubo un imperio y unos recursos abundantes a disposición del
rey, pero capaz de desafiar la autoridad del monarca y de actuar como una
institución con intereses propios cuando el faraón perdió la base fiscal que
sustentaba el edificio imperial. Incluso el papel ideológico del faraón como
gobernante de los dioses en la tierra se vio reducido, al ser ahora Amón quien
gobierna directamente los asuntos terrenales mediante oráculos interpretados
por los sacerdotes de Karnak.
El país quedó dividido de facto en dos zonas: el Alto y Medio Egipto fue
controlado por el templo de Amón, mientras que en el Delta y el Medio Egipto
septentrional los restos del poder del faraón, instalado en Tanis, debían
coexistir con los principados libios o con los reinos creados para otros
miembros de su familia. En cambio, documentos como el papiro Reinhardt,
entre otros, revelan que en el Alto y Medio Egipto el templo de Amón seguía
controlando las tierras y explotándolas según las mismas modalidades
empleadas en las épocas precedentes.

Los templos y sus patrimonios en el I milenio


La pérdida del imperio, la reducción consiguiente de los ingresos de la
corona y la pérdida del papel central de la monarquía tuvieron probablemente
dos consecuencias principales: por un lado el fin de la “nobleza imperial” del
Imperio Nuevo, cuya base de poder se fundaba en los ingresos y honores
obtenidos por los servicios prestados al estado y, por otro lado, la reducción de
las posibilidades de una monarquía empobrecida para recrear una nueva élite
dirigente en torno a sí, y cuyos intereses estuvieran ligados a los de la corona.
Cabe conjeturar, por tanto, que la pérdida de peso de la nobleza imperial y el
repliegue de las clases dirigentes a una base cada vez más local hayan
favorecido, por el contrario, el auge de los potentados locales, especialmente
de aquellos con vínculos sólidos con los santuarios provinciales.
En efecto, la capacidad de los templos para mantener su posición como
elementos clave en la reproducción de las élites provinciales parece que
continuó inalterada durante el I milenio. Un buen ejemplo lo constituye la
estela de l’Apanage, con su enumeración de las diversas parcelas de un templo
compradas a varios individuos para constituir un dominio en beneficio de una
princesa. En realidad, se trata de la compra de los derechos de explotación de
que disfrutaban estos individuos sobre parcelas de gran tamaño (en ocasiones
de varios cientos de aruras). Es significativo que sean denominados con el
término nemehu, literalmente “huérfano”, y que designa las personas de una
cierta posición social y riqueza que no formaban parte de los dignatarios y
funcionarios del estado y cuyos ingresos, por tanto, no dependían del

378 Las culturas del Próximo Oriente Antiguo…


desempeño de funciones al servicio de la corona. Su caso ilustra a la
perfección la existencia de individuos en provincias que, sin ostentar ningún
cargo oficial, disponían en cambio de medios suficientes como para explotar
partes importantes del patrimonio de los santuarios. Otros documentos, como
el papiro Reinhardt, confirman que el dominio de Amón seguía siendo una
importante institución económica en el Alto y Medio Egipto, cuyo régimen de
explotación de sus tierras seguía las mismas pautas analizadas para el caso del
Imperio Nuevo.
De todos modos, a partir del siglo VIII antes de Cristo comienzan a
aparecer nuevas prácticas ligadas a la gestión de las tierras de los santuarios,
coincidiendo con la conquista del país por los reyes nubios. Al parecer, se
introdujeron nuevas modalidades de gestión que llevaron al desarrollo de un
nuevo sistema de escritura en el Alto Egipto (llamado “hierático anormal”) y
de nuevos tipos de documentos, como los contratos de arriendo de tierras,
habitualmente conocidos en los estudios egiptológicos como “land leases”. En
estos documentos un representante de un santuario accede a alquilar unas
tierras del templo a un individuo o a un consorcio de individuos (a menudo
sacerdotes) a cambio del pago de una renta. El importe de la misma varía
dependiendo del producto cultivado o de la disponibilidad de animales de
cultivo por parte de los arrendatarios: si la institución propietaria les cedía,
además, animales de tiro, la renta aumentaba proporcionalmente. Es difícil
establecer las razones de estos cambios. Sí se comprueba que los ihutiu van
desapareciendo gradualmente de la documentación, y es probable que el
sistema de explotación que ellos representaban, basado en la dependencia
directa y permanente de los cultivadores con respecto a una institución, haya
ido cayendo en desuso por factores diversos, tales como el fin de la llegada de
prisioneros de guerra, una posible reducción de la población del país tras el
Imperio Nuevo y, quizás también, por la búsqueda de modalidades de
explotación de la tierra más provechosas para la institución propietaria: no hay
que olvidar que muchos de estos contratos eran anuales, con lo que la
renovación del acuerdo entre arrendatario y arrendadores dependía de la
satisfacción de ambas partes.
Los templos conservaron su posición privilegiada como centros de poder
autónomos, con intereses cada vez más institucionales y no necesariamente
ligados a los de los monarcas de Egipto lo que, a su vez, les proporcionaba los
medios para modelar las élites locales y ligarlas a sus objetivos. En estas
condiciones, no es de extrañar que la “tierra de templos” constituida por el
Alto Egipto haya sido reacia al poder de los soberanos saítas o lágidas que
reunificaron el país tras los episodios de conquista foránea protagonizados por
nubios y asirios, o que en los círculos culturales dominados por los santuarios
se hayan llegado a elaborar relatos negativos acerca de los faraones saítas. En
cambio, archivos tales como los papiros Hauswaldt revelan cómo una de las

J. C. Moreno, Economía, territorialidad y relaciones de poder… 379


fuentes fundamentales de riqueza para las élites locales era la explotación de
las tierras de los templos. No debe extrañar tampoco que uno de los medios
utilizados por los faraones para romper el monopolio local de los templos haya
consistido en instalar colonias de militares dotados de tierras. Es así cómo en
Edfú el templo de Horus, dotado con considerables bienes inmuebles y a cuyo
servicio prosperaron familias como la protagonista de las transacciones
plasmadas en los papiros Hauswaldt, coexiste con una colonia de militares
instalada por los soberanos lágidas.

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Orient 51 (2008), pp. 99-150.
—, Élites et pouvoir en Égypte ancienne (CRIPEL, 28), Lille (en prensa).
P. Posener-Krieger, Les archives du temple funéraire de Néferirkarê-Kakaï (les papyrus d’Abousir
(BdE, 65), El Cairo, 1976.
M. Römer, Gottes- und Priesterherrschaft in Ägypten am Ende des Neuen Reiches, Wiesbaden, 1994.
S. P. Vleeming, Papyrus Reinhardt. An Egyptian Land List from the Tenth Century B. C., Berlín, 1993.

J. C. Moreno, Economía, territorialidad y relaciones de poder… 381


FUENTES

Fuente Egipcia N° 7: Escenas de la Ventana de Aparición y textos de la entrega de recompensa

Ficha Técnica:
- Objeto: Escenas de la Ventana de Aparición de Akhenatón.
- Yacimiento arqueológico: Tumbas de Parennefer (TA7), de Tutu (TA8) y de Ay (TA25). Tell el
Amarna, Egipto.
-Época: Imperio Nuevo. Reinado de Akhenatón (ca. 1353-1336 a.C.).
Descripción: En los muros de las tumbas privadas amarnianas, se representaron las ceremonias de
entrega del oro y de importantes raciones para el sustento del funcionario. Este acto se realizaba
como parte integrante de una ceremonia que podía incluir la presentación de cautivos, la recepción
de los tributos de las tierras sometidas y la celebración de audiencias. En Akhetatón, nombre
egipcio de la ciudad, esta “inofensiva ceremonia” como la llama Redford (1976: 124), adquirió un
matiz diferente. Toda la composición gira en torno a la capacidad redistributiva del monarca, pues
se presentan los elementos de manera grandilocuente. En las salas vestíbulo de las tumbas
rupestres, los funcionarios fueron representados recibiendo la recompensa de manos de Akhenatón
y Nefertiti, en el marco de la Ventana de Aparición en el palacio. Los funcionarios y propietarios
de las tumbas, en las que se encuentran dichas escenas en bajorrelieve, reciben unos collares de oro
que les otorga el faraón, mientras que, a su derecha, los sirvientes y los escribas anotan y guardan
en un cofre otros obsequios. La ceremonia de entrega de la recompensa en la Ventana de Aparición
además de premiar el buen desempeño y la lealtad de los funcionarios hacia el faraón, incluía la
distribución de artículos con un carácter más básico (raciones), además de la concesión de premios
especiales. En Amarna, Parennefer se desempeñó como “Artesano Real” y “Lavador de Manos de
Su Majestad” (Davies, 1908, VI: 6), uno de los servidores principales y de los más allegados a la
familia real, por lo que su función se hallaba intrínsecamente vinculada con las actuaciones en
público del monarca. Su tumba contiene la representación del rey celebrando audiencia en el kiosco
y la recepción de recompensa de manos del rey ante la presencia de extranjeros, cortesanos,
sirvientes cargando los obsequios y la guardia real (Davies, 1908, VI, pls.: VI, IV). Tutu era el
“Chambelán” y “Primer Servidor de Nefer-kheperu-ra en el Templo de Atón en Akhetatón”,
“Primer Servidor de Nefer-kheperu-ra en la barca”, “Supervisor de todos los Comisionados del
Señor de las Dos Tierras”, “Supervisor de todos los trabajos de Su Majestad”, “Supervisor de la
plata y el oro del Señor de las Dos Tierras”, “Supervisor del Tesoro” y “Principal portavoz de toda
la tierra” (Davies, 1908, VI: 15) y se representó en su tumba asistiendo al rey y la reina en el
palacio y recibiendo su recompensa desde la V entana de A parición ante la mirada de oficiales,
embajadores, sirvientes y familiares del funcionario (Davies, 1908, VI, pls.: XIX, XX). La
concentración de un cargo militar y uno religioso la encontramos en el caso de Ay, quien es “Padre
Divino”, “Portador del Abanico a la derecha del Rey”, “Escriba Actuante del Rey, amado por él”,
“Supervisor de todos los caballos de Su Majestad”, además de “Compañero”, “Cabeza de los
Compañeros del Rey” (Davies, 1908, VI: 24), y su tumba lo presenta junto con su esposa Tiy,
“Nodriza de la Gran Esposa Real Nefertiti” e “Institutriz de la Reina” (Davies, 1908, VI: 21).
Ambos están recibiendo los collares de oro que les lanza la familia real desde la ventana del
palacio. El harén y el palacio con sus dependencias fueron cuidadosamente plasmados puesto que
eran los lugares de trabajo de la pareja propietaria de la tumba (Davies, 1908, VI, pls.: XXIX,
XXVIII).
Bibliografía
Davies, N. de G. 1908. The Rock Tombs of El-Amarna. Vol. VI. Londres: Egypt Exploration Fund.
Kemp, B. 1996. El Antiguo Egipto. Anatomía de una civilización. Barcelona: Crítica.
Porter, B. y Moss, R. 1970. Topographical Bibliography of Ancient Egyptian Hieroglyphic Texts,
Reliefs, and Paintings. I. The Theban Necropolis. Part 1: Private Tombs. Oxford: Griffith
Institute.

Yomaha, S. 2005. "La ceremonia de recompensa durante el reformismo amarniano: el ritual en la
Ventana de Aparición", Tesis de Licenciatura en Historia, Universidad Nacional de Córdoba.
Inédita.
Yomaha, S. 2009. “Simbolismo y materialidad en la religión egipcia”. En Ames, C.; Sagristani, M.
(comps.). Estudios interdisciplinarios de Historia Antigua Vol. II. Córdoba: Encuentro Grupo
Editor, pp. 129-140.

Recompensa a Parennefer (TA7), Fotografía Yomaha, S. Enero, 2018


Davies (1908, vol. VI, pl. IV)

Recompensa a Tutu (TA8), Davies (1908, vol. VI, pl. XIX) Fotografía Suarez, M. Enero, 2018


Recompensa a Ay y su esposa (TA25), Fotografía, Yomaha, S. Enero, 2018
Davies (1908, vol. VI, pl. XXIX)

El tema de la recepción y recompensa a los funcionarios resulta una constante en las tumbas de los
nobles en Amarna. El texto que acompaña las imágenes de la ceremonia en el marco de la Ventana
de Aparición en la tumba de Tutu constituye el registro más completo del diálogo entablado entre
el monarca y quien va a ser homenajeado con los collares de oro. Al momento de la recepción del
funcionario, el monarca dice: “El discurso del Rey del Sur [y Norte] de Egipto, que vive de la
Verdad, señor de las Dos Tierras, Nefer-kheperu-ra-Ua-en-ra. ‘Los [grandes] y cabezas de
compañía quienes están (de pie) ante el faraón (que viva, sea próspero y sano!) Mi propósito es
conferir una recompensa excepcional (literalmente ‘hacer la ocasión excepcional de recompensas’)
equivalente a miles (?) [de lo que es dado] a los hombres. El no ha oído que haya sido favorecido,
pero Yo (?) doy (dones) para el Chambelán, Tutu, a causa de su amor al Faraón (¡que viva, esté
próspero y sano!), su señor. Yo designo [...] de cobre [...] comandantes de los arqueros (?),
supervisores de los caballos, los escribas (?) del Rey, supervisores de los batallones, supervisores
de todas las tropas de mercenarios de todas las tierras, asistentes (?) de los depósitos del Faraón
(que viva, sea próspero y sano!), cada Servidor de Atón del Atón en cada lugar (?)[...] Sur y Norte.
El Faraón (que viva, sea próspero y sano!), su señor bondadoso, comanda todos los nobles y
cabezas de la tierra entera provocando que traigan para él plata, oro, [...] lienzos, vasijas de cobre,
siendo [ellos ?] obligados a tu gusto los [impuestos] reales (?)[...] los proyectos que el [Faraón]
(¡que viva, sea próspero y sano!) hace para el Gran Servidor del Faraón (¡que viva, sea próspero y
sano!). Ningún noble conoce cuánto da a su [favorito?]. Él es buscado en la (?) sede de los
Servidores (?). Uno (es decir el Rey) lo escuchó en el día. ¡Contempla! Faraón (¡que viva, sea
próspero y sano!), su señor bondadoso, están colocados sus (?) grandes nobles, y tal como cada
noble a quien el Faraón (¡que viva, sea próspero y sano!) ha formado en la tierra entera, dar para él
plata, oro, lienzos, vasijas de cobre, ganado (?), cada año’.” (Davies, 1908, VI: 11)1.
A lo que Tutu responde: “El discurso del Jefe de servidores [...] de Nefer-kheperu-ra, el Chambelán
Tutu. ‘¡Oh mi señor bondadoso, un gobernante de carácter, abundante en riqueza, grande en
duración, rico en monumentos! Toda orden tuya es realizada: ellos pasan como (en el caso de)
Atón, el señor, el Atón viviente, cuya orden es ejecutada en el cielo cada día. Tú haces mi vida; mi
salud está a tu vista, ¡oh millones de Nilos!, mi (?) [...] [a] él quien lo ha colocado en su corazón.
¡Oh (tú) bandada de pájaros! [...] en cada estación, gran recompensa de plata y oro para sus dos
manos (?) más lo que uno puede cargar sobre sus antebrazos. (...)” (Davies, 1908, VI: 11)2.
Cuando el rey se recuesta sobre el alféizar de la ventana para entregar a Tutu los collares del honor,
pronuncia un discurso formulario y de acuerdo a lo inscripto en las columnas que acompañan la
representación de la ceremonia especifica: “(...) Yo te doy el cargo, diciendo “Aliméntate de las
raciones del Faraón (¡que viva, sea próspero y sano!), tu señor, en el templo de Atón”’.” (Davies,

1
Traducción S. Yomaha, de Davies, N. de G. (1908, vol. VI, pág. 11, col. 1).
2
Traducción S. Yomaha, de Davies, N. de G. (1908, vol. VI, pág. 11, col. 2).


1908, VI: 12)3. Al recibir sus collares y brazaletes de oro, Tutu exclama: “(...) ‘¡Oh Gobernante
quien hace monumentos a su padre (?) y los duplica (?)! Tú los creas por generaciones y
generaciones [...] (...)” (Davies, 1908, VI: 12)4.
Numerosos testigos presencian la ceremonia y el artista, de acuerdo con el mandato regio, se
encargó de transcribir lo expuesto por cada uno de los grupos diferenciados por su cercanía a la
Ventana, el tamaño de los cuerpos y las posturas de los mismos. Los embajadores extranjeros se
encuentran de pie, en actitud de respeto y expresan, a través de su intérprete egipcio: “Los
tributarios (?) de cada tierra extranjera dicen, ‘¡Oh Ra viviente, Nefer-kheperu-ra, [nosotros]
estamos sometidos [a ti] por siempre y para siempre!’.” (Davies, 1908, VI: 12) 5. Los soldados
sostienen sus estandartes, escudos y lanzas y dicen: “Estos que cargan el estandarte bht son
seguidores de la Majestad, quien es hermoso de rostro, a la vista de para quien hay vida, Nefer-
kheperu-ra.” (Davies, 1908, VI: 12)6. Según el orden en el que fueron expuestos en la escena,
siguen los líderes de los batallones, que dicen: “Los grandes y capitanes de campaña, quienes se
paran ante el Faraón (¡que viva, sea próspero y sano!) y dicen, ‘¡Oh Soberano, brillo de Atón,
abundante en riqueza! [...]’” (Davies, 1908, VI: 12)7. Luego continúan los escribas, quienes
registran el evento y saludan: “(...) ‘Salud a Nefer- kheperu-ra, el Atón [quien establece] la
humanidad y los convierte en generaciones!’” (Davies, 1908, VI: 12)8. Cercanos a Tutu se
encuentran los altos oficiales y la inscripción correspondiente reza: “Dicho por los grandes, los
compañeros, ‘¡Cuán admirables son tus proyectos, Nefer-kheperu-ra! ¡Cuán próspero es él quien
está en tu (?) [...]! ¡Oh justo hijo de Atón! Tú traes generaciones a la vida. Tú eres para la eternidad
como el Atón’.” (Davies, 1908, VI: 13)9. Próximos a la puerta de salida al patio hay dos carros
reales con sus aurigas, quienes comentan: “‘[...] hermoso como Atón quien les da vida, Nefer-
kheperu-ra, quien crea a la humanidad y da existencia a las generaciones. Él es permanente como el
cielo en el que está Atón’.” (Davies, 1908, VI: 13)10.
Ay también dejó asentado en su tumba su lealtad al rey y ello le hizo merecedor de su recompensa:
“Yo era leal al rey quien me acogió, meticuloso para con el Señor de las Dos Tierras, servicial a su
señor. Yo seguí el espíritu de Su Majestad como su favorito, admirando su belleza cuando él
aparece en su palacio. Yo era cabeza de los grandes, los compañeros del Rey, jefe de todos aquellos
que siguen a Su Majestad [...] Él puso Verdad en mis partes internas; la falsedad era mi
abominación; yo sé que Ua-en-ra, mi señor, se regocija con ello, siendo él prudente como Atón y
verdaderamente comprensivo. El multiplicó para mí mis recompensas de plata y oro. Yo era jefe de
los grandes, cabeza de los rekhyt. Mis logros y mi carácter excelente (posibilitaron) mi presente
posición.” (Davies, 1908, VI: 28)11. En la tumba de Ay, un texto contiguo a la representación de la
ceremonia expresa: (un centinela pregunta): “¿Para quién se ha realizado esta celebración, mi
niño?” (él responde): “La celebración se ha realizado para Ay, el padre del dios, junto con Tiy 12.
Ellos han sido hechos gente de oro!” (Davies, 1908, VI: 23)13.

3
Traducción S. Yomaha, de Davies, N. de G.
(1908, vol. VI, pág. 12, col. 1).
4
Traducción S. Yomaha, de Davies, N. de G. (1908, vol. VI, pág. 12, col. 1 y 2).
5
Traducción S. Yomaha, de Davies, N. de G. (1908, vol. VI, pág. 12, col. 2).
6
Traducción S. Yomaha, de Davies, N. de G. (1908, vol. VI, pág. 12, col. 2).
7
Traducción S. Yomaha, de Davies, N. de G. (1908, vol. VI, pág. 12, col. 2).
8
Traducción S. Yomaha, de Davies, N. de G. (1908, vol. VI, pág. 12, col. 2).
9
Traducción S. Yomaha, de Davies, N. de G. (1908, vol. VI, pág. 13, col. 1).
10
Traducción S. Yomaha, de Davies, N. de G. (1908, vol. VI, pág. 13, col. 1).
11
Traducción S. Yomaha, de Davies, N. de G. (1905, vol. III, pág. 6, col. 1).
12
Su esposa.
13
Traducción S. Yomaha, de Davies, N. de G. (1905, vol. II, pág. 19, col. 2).

Fuente Egipcia Nº 8: Estela de Restauración de Tutankhamon.
Ficha Técnica:
- Objeto: Estela.
- Época: Imperio Nuevo - Dinastía XVIII.
- Ubicación actual: Museo de El Cairo (CG 34183).
Descripción: En esta estela erigida en el templo de Amón en Karnak (Tebas), hallada por G.
Legrain,14 Tutankhamón (1336-1327 a.C.) relata sus piadosos actos de restauración después de la
herejía de Akhenatón. Promulgado desde la ciudad de Menfis, este texto describe el caos en el que
había estado sumido todo el país y da detalles de las medidas tomadas por el rey para restaurar el
antiguo orden y restituir a los dioses tradicionales, especialmente a Amón. La inscripción fue
usurpada posteriormente por Horemheb (1323-1259 a.C.), quien insertó su nombre en lugar del de
Tutankhamón, dado que este último había estado vinculado con la herejía.15

Bibliografía
David, Rosalie. 2004. Religión y Magia en el Antiguo Egipto. Barcelona: Critica.
Kemp, Barry J. 2004 (1992). El Antiguo Egipto. Anatomía de una Civilización. Barcelona: Crítica.
Parra Ortiz, Jose Miguel (coord.). 2009. El Antiguo Egipto. Sociedad, Economía, Política. Madrid:
Marcial Pons Historia.
Shaw, I. 2007 (2000). Historia del Antiguo Egipto. Madrid: La esfera de los libros.

Texto “(…) el buen gobernante que hace beneficios para su padre


(Amón) y para todos los dioses, porque él ha hecho lo que fue arruinado,
para que perdure como un monumento eternamente y ha expulsado el
engaño de todas partes de los Dos Países, y la justicia fue establecida
(para) hacer de la mentira la abominación del país como (en) sus
primeros tiempos.16 Cuando su majestad apareció como rey, los templos
de los dioses y diosas, desde Elefantina hasta los pantanos del Delta,
(han) [… y] fueron a la ruina. Sus santuarios quedaron desolados, se
habían vuelto montones cubiertos por (malezas). Sus santuarios estaban
como si nunca hubieran existido. Sus salas eran un lugar de tránsito. El
país estaba trastornado y los dioses volvieron su espalda a este país. Si (el
ejército) era enviado hacia Dyahi para extender las fronteras de Egipto,
de ninguna manera obtenía éxito. Si se rogaba a un dios en procura de
consejo, no se obtenía respuesta. Si se suplicaba a una diosa, tampoco se
obtenía respuesta. Sus corazones estaban lastimados en sus cuerpos, de
suerte que producían daño en lo que había sido hecho. Pero corridos los
días, su majestad apareció sobre el trono de su padre, gobernó las
regiones de Horus, la Tierra Negra y la Tierra Roja estaban bajo su
autoridad y todos los países se inclinaban ante su gloria. Pero, cuando su
majestad estaba en su palacio, que está en la Casa de Aa-kheper-ka-Ra17, como Ra en los cielos,
entonces su majestad fue conduciendo los asuntos de este país y las necesidades diarias de las dos

14
Y publicada por éste en Recueil de travaux XXIX (1907) pp. 162-73; y por P. Lacau en Steles du Nouvel
Empire (Catalogue general du Musée du Caire, Cairo, 1909).
15
Si bien, no se sabe quiénes fueron sus padres, probablemente fuera hijo de Akhenatón. Heredando el trono
a la edad de 8 o 9 años bajo el nombre de Tutankhatón, contrajo matrimonio con una de sus hermanas o
hermanastras, Ankhesenpaaton, quien también cambio su nombre por el de Ankhesenpaamon. Su regente fue
el comandante en jefe del ejército Horemheb.
16
Aunque todo el contexto fue compuesto inevitablemente con referencia a la restauración después de la
herejía de Amarna, estas mismas expresiones eran usadas en la ascensión de todo faraón, que tenía la
responsabilidad de restaurar el orden (maat) tal como había sido dado por los dioses.
17
Tuthmosis I. Sabemos por otra inscripción que este dominio parece haber estado en Menfis, un centro
religioso que ha tenido inusitada preeminencia en un texto ubicado en Karnak.


Riberas. Así, su majestad hizo planes en su corazón inquiriendo para realizar todo acto benéfico,
buscando actos de servicio para su padre Amón modelando su augusta imagen de auténtico oro
puro, lapislázuli, turquesas y toda piedra augusta y costosa, ya que la majestad de este augusto dios
había estado anteriormente sobre once estandartes. Modeló a Ptah, “El que está al Sur-de-su-
Muro”, Señor de Vida de los Dos Países, siendo su augusta imagen de oro puro, sobre (once
estandartes), siendo su imagen sagrada de oro puro, lapislázuli, turquesas y toda piedra augusta y
costosa, en tanto que la majestad de este augusto dios había estado sobre tres estandartes
anteriormente. Entonces, su majestad hizo monumentos para los dioses modelando sus estatuas de
culto con genuino oro puro de las tierras altas, construyendo de nuevo sus santuarios como
monumentos para la eternidad, establecidos con bienes para siempre, asignándoles ofrendas divinas
como una observancia regular diaria y aprovisionando sus ofrendas de aliento sobre la tierra.
Sobrepasó lo que había existido anteriormente, fue más allá de lo que había sido hecho desde la
época de los antepasados. Ha hecho sacerdotes y profetas de hijos de los nobles de sus ciudades,
(cada uno) hijo de un hombre conocido como suyo (propio) nombre es conocido. Ha incrementado
sus bienes en oro, plata, bronce y cobre, sin límite de ninguna clase18. Ha llenado sus talleres con
esclavos y esclavas, producto de la captura hecha por su majestad (en cada país extranjero). Todos
los bienes de los templos han sido duplicados, triplicados y cuadruplicados en plata, (oro),
lapislázuli, turquesas y toda (clase de) piedra augusta y costosa, lino real, lino blanco, lino puro,
aceite de oliva, […] goma, sebo […], incienso y mirra, sin límite para toda cosa buena. Su
majestad -¡que viva, esté próspero y sano!- ha construido sus barcas sobre el río, de cedro nuevo de
las terrazas, de la mejor (madera) de Negau19, trabajadas con oro de las tierras altas. Ellas hacen
que el río brille. Su majestad -¡que viva, esté próspero y sano!- ha consagrado esclavos y esclavas,
cantoras y bailarinas que han estado de servicio en el palacio. Su trabajo está a cargo del palacio y
del Señor de los Dos Países. Hago que sean privilegiados y protegidos para (el beneficio de) mis
padres, todos los dioses, por un deseo de satisfacerlos, haciendo lo que sus ka deseen, para que
ellos protejan a Egipto20. Los corazones de los dioses y diosas que están en este país, están alegres;
los poseedores de santuarios se regocijan; las regiones están de jubileo y exaltación a través del
país (entero): -¡los (tiempos) buenos han llegado!- La Enéade de los dioses que están en la Casa
Grande21, (levanta) sus brazos en alabanza; sus manos están llenas de jubileo, (para) siempre jamás;
toda vida y satisfacción están con ellos por la nariz del Horus22 que repite nacimientos, el hijo
amado (de Amón) […], porque él lo modeló para que él (mismo) pueda ser modelado23[…]”

Fuente Egipcia N° 9: Papiro de Turín


Se trata del papiro donde se narran las huelgas de trabajadores acontecidas durante el reinado de
Ramsés III, debido al retraso en la entrega de las raciones. Actualmente se conserva en el Museo de
Turín, en Italia.

Texto24 I (Año) 29, sexto mes (día) 10. Este día la cuadrilla traspuso las cinco murallas de la
necrópolis diciendo: “Tenemos hambre, han pasado 18 días en el mes”, y se sentaron (en) la parte
posterior de la mansión de Menkheperra25. Venida del escriba de la tumba secreta (¿?), los dos

18
En esta oración y en la siguiente “sus” se refiere a los dioses.
19
Negau se sitúa en el Líbano o cerca de él, el arca de las “terrazas” de donde provenía la madera,
convencionalmente traducido por cedro.
20
El uso de la primera persona singular en esta oración sugiere que era una cita de un decreto real para
la inmunidad, por impuestos, de los templos. Los gastos de los esclavos y los músicos que el faraón
daba a los templos se ponían en la cuenta de dominio real y no de los templos.
21
Puesto que esta es la patria de la Enéada es probablemente el templo de Heliópolis.
22
Gráficamente, un dios acercaba el jeroglífico de vida a la nariz del rey o bien tenía los cordeles
de los jeroglíficos “año” y jubileo” para dar larga vida al rey.
23
Amón hizo a Tutankhamón, rey divino, para que Amón pudiera ser promovido.
24
Extraído de: Edgerton, W. F. 1951. “The strikes in Ramesses III’s twenty ninth year”. JNES X, 3, pp.
137-145. Traducción de Alicia Daneri.
25
El templo funerario de Tutmosis III, cerca del Ramesseum.

artesanos jefes, los (dos) representantes y (los) dos oficiales wartu. Se los llamó diciendo
“¡Entrad!”. Juraron grandes juramentos (diciendo): “¡Venid! Tenemos un asunto para faraón”.
Pasaron el día en este lugar, pasaron la noche en la necrópolis. II […] día 11. Pasaron nuevamente
y alcanzaron el límite (¿?) sud de la mansión de (Wser)maat-ra-setepen-ra26 . III […] día 12
alcanzaron la mansión Wsermaatra-setepenra. Pasaron la noche en desorden (¿?) ante sus puertas.
Entraron en su interior mientras que el escriba Patwere, los dos jefes de policía, los dos guardianes
de las puertas, los guardianes de la fortaleza de la necrópolis (… El jefe de policía) Monmes (fue) a
No (= Tebas) diciendo: “Traeré al alcalde de No”. El […] Le dije: “Los de la necrópolis están en la
mansión de Wsermaat-ra-setepenra”. Me dijo […] tesoro […] IV […] el escriba de la estera
Hednakht y los padres divinos de este templo (¿vinieron?) a escuchar su declaración. Ellos dijeron:
“Fue por causa del hambre y la sed que vinimos. No hay ropas, ni aceite, ni pescado, ni verduras.
Informen al faraón, nuestro buen señor acerca de ello y al visir, nuestro superior, para que se nos
entreguen las provisiones”. Y las raciones del quinto mes les fueron entregadas en esta fecha. V
Año 29, séptimo mes. Pasaje de las murallas por la cuadrilla. Instalación en la necrópolis. Los tres
jefes fueron a buscarlos […] […] VII Año 29, octavo mes, día 28. Navegación río abajo por el visir
To después de que hubo venido para llevar a los dioses del Sud a la fiesta Sed. El jefe de policía
Nebsemen, hijo de Pinhasy retornó para decir a los tres jefes de la cuadrilla que estaban en la
fortaleza de la necrópolis. Así dice el visir To: “No es porque no había nada que traerles que no
vine. Con respecto a lo que decís, ‘No nos quiten nuestra ración’, ¿he dado yo, el visir, orden de
quitar? ¿No he dado lo mismo que lo que aquel igual a mí ha dado? Si ocurrió que ni aún en los
graneros había nada, les he dado lo que encontré”. Y el escriba Hori de la tumba les dijo: “Se les
entrega una media ración, la distribuiré yo mismo”. VIII Año 29, noveno mes, día 2. Entrega de los
sacos de espelta a la cuadrilla como ración del noveno mes por Amenkhay (y, o hijo de) Usihe.
Entonces el jefe de los artesanos Khonsu dijo a la cuadrilla: “Vean, les digo, tomen la ración y
desciendan al embarcadero de la fortaleza: hagan que los hijos del visir se lo digan”. Y cuando el
escriba Amennakht hubo terminado de entregarles la ración se dirigieron al embarcadero de
acuerdo con lo que les había dicho. Pero cuando hubieron traspuesto una de las murallas el
escriba Amennakht fue y les dijo: “No pasen al embarcadero, en verdad, les he dado dos sacos de
espelta en este momento, pero si se van, los acusaré ante cualquier corte a la que vayan”. Y los
trajo de nuevo. IX Año 29, noveno mes, día 13. La cuadrilla traspuso las murallas diciendo:
“Tenemos hambre”. Se sentaron en la parte trasera de la mansión Baenra-meryamon27. Llamaron al
alcalde de No, que pasaba y les envió al jardinero Manunefer del intendente principal del ganado
para decirles: “Mirad, les he dado estos 50 sacos de espelta para su subsistencia hasta el faraón les
entregue las raciones” […].

Fuente Egipcia Nº 10: Papiro Cairo 67539 Ficha Técnica:

- Objeto: Papiro.
- Época: Imperio Nuevo - Dinastía XIX.
- Ubicación actual: Museo Egipcio de El Cairo.
Descripción: El Papiro Cairo 67539 data del reinado de Ramsés II (1279-1213 a.C.). Relata el
problema suscitado entre las ciudadanas Inefer y Bakmut respecto de la plata utilizada para
comprar a la esclava siria Gemnihamente. Sin embargo, y más allá de lo relatado, este papiro puede
utilizarse para discutir los términos de la esclavitud en el antiguo Egipto, como forma de propiedad
y su valor en los intercambios; a la vez que dilucidar el rol del Estado en dichas transacciones.
Bibliografía
Shaw, I. 2007 (2000)- Historia del Antiguo Egipto. Madrid: La esfera de los libros.
Zingarelli, Andrea. 2004. La Esclavitud en el Egipto del Imperio. Sevilla: Colección Estudios de

26
El templo funerario de Ramsés II, el Ramesseum.
27
El templo funerario de Merneptah. 
Egiptología de Ediciones ASADE.

Texto:28
[Año ,...el mes de..., día. En este día llegó el soldado Nakhi ante los magistrados a presentar un
cargo contra la
ciudadana Irinefer (...) Dicho por el soldado Nakhi: ( )29
(1) Dicho por la ciudadana Irinefer: Yo soy la esposa del Superintendente del distrito Simut], y
llegué a establecerme en su casa y (...) y proveer mis vestidos. En el año 15, siete años después, yo
había entrado a la casa del Superintendente del distrito Simut; el mercader Raia llegó a mí con una
esclava siria Gemnihamente, siendo todavía una niña, y él me dijo: “Cómprame30 esta niña y dame
un precio por ella. Entonces él me dijo. Yo recibí31 la niña y di un precio por ella. Yo estableceré en
frente de las autoridades el precio que di por ella:
“1 tela32 del Alto Egipto, hace 5 kite de plata. 1 manta del Alto Egipto, hace 3 1/3 kite de plata. 1
prenda DAyt del Alto Egipto, hace 4 kite de plata. 3 finas prendas sdy, hacen 5 kite de plata. 1
vestido fino del Alto Egipto, hace 5 kite de plata. Comprado por la ciudadana Kafy, 1 vasija gAy
de bronce Hsmn, hace 18 deben, hace 1 2/3 de plata. Comprado por el jefe de los establos Pyay, 1
vasija gAy de bronce Hsmn, hace 14 deben, hace 1 ½ kite de plata. Comprado por el sacerdote wab
Huy-(10)Pinhas, 10 deben de cobre marcado, hacen1 kite de plata. Comprado por el sacerdote wab
Any, 1 vasija gAy de bronce Hsmn, hace 16 deben, hace 1 ½ kite de plata; 1 vasija mnt de miel,
hace 1 hekaht, hace 5 kite de plata. Comprado por la ciudadana Tchuiay, 1 calderón de bronce
Hsmn, hace 20 deben, hace 2 kite de plata. Comprado por el Superintendente de la Casa de Amón,
Teti, 1 vasija qbt de bronce Hsmn, hace 20 deben, 10 camisas finas mss del Alto Egipto, hacen 4
kite de plata. Total, 4 deben, 1 kite de plata constando todas las cosas. Yo di al mercader Raia, no
estando comprendido en ello ningún bien perteneciente a la ciudadana Bakmut. Él me dio esta niña
y yo le di el nombre de Gemnihamente”. (15) Dicho por la corte en el juicio a la ciudadana Irinefer:
Jura por el soberano diciendo: “Si los testigos atestiguan contra mí diciendo que alguna propiedad
de la ciudadana Bakmut está comprendida en la plata que yo entregué por esa esclava, y yo lo
oculté, estaré expuesta a recibir 100 golpes, después de ser privada de ella”. Juramento por el
soberano hecho por la ciudadana Irinefer: “Como Amón permanece, y como el príncipe permanece,
si los testigos atestiguan contra mí diciendo que alguna propiedad de la ciudadana Bakmut está
comprendida en la plata que yo entregué por esa esclava, y yo lo oculté, estaré expuesta a recibir
100 golpes, después de ser privada de ella”. Dicho por el kenebet33 al soldado Nakhi: (20) “Permita
que se presenten ante nosotros los testigos, de quien usted dijo que ellos sabían que esta plata
pertenecía a la ciudadana Bakmut, que fue dada para comprar a la esclava Gemnihamente, como
también los testigos de esta tumba (¿?), que usted dijo que fue hecha por la ciudadana Bakmut (y)
la ciudadana Irinefer se la entregó al mercader Nakht y él le dio a cambio al esclavo Tchelptah”.
Número de testigos nombrados por el soldado Nakhi ante el kenebet, el jefe de policía Miny...; el
alcalde de Occidente, Ramose; el sacerdote wab Huy-Pinhas, el hermano mayor del
Superintendente del distrito, Simut; la ciudadana Kafy, (25) la esposa del jefe de policía Pashed,
justificado; la ciudadana Werenefer; la ciudadana Hatya, la hermana mayor de la ciudadana
Bakmut; Total, tres hombres y tres mujeres, seis en total. Y ellos declararon ante el kenebet y
juraron por el soberano como por el dios, diciendo: “Hablaremos con la verdad, no falsamente, los
servidores34 serán llevados con nosotros”.
Dicho por el kenebet al sacerdote wab Huy: “Relátenos acerca de la esclava siria Gemnihamente,

28
Adoptamos la traducción de A.H. Gardiner, “A Lawsuit Arising from the Purchase of Two Slaves”,
JEA 21 (1935), pp. 140-146, láms. 13-16.
29
Texto perdido.
30
ir “llevar” o “traer” (Peet, “The Egyptian Words...”, pp. 122-127).
31
“compré” Ssp en Gardiner JEA 21 (1935), p. 143, n. 10.
32
swHt, literalmente significa “huevo”; Gardiner lo traduce como “mortaja” y afirma que es conocido en el
sentido de “sarcófago”, aunque no con el determinativo que aparece aquí.
33
Tribunal de justicia local.
34
Parece referirse a los esclavos (Gardiner, JEA 21 (1935), p. 145, n. 23).


concerniente a lo que el soldado Nakhi ha dicho (...)”. El resto del texto se ha perdido.

Fuente Egipcia N° 11: Robos de tumbas a finales del Imperio Nuevo (reinado de Ramsés IX, 1115
a.C. aprox.)
Los robos de tumbas devolvían constantemente una parte de las riquezas mediante un circuito
clandestino. Los papiros, además de dar a conocer la otra cara de la sociedad de finales del Imperio
Nuevo -cuya estructura se estaba desmoronando- y los procedimientos legales cuando finalmente
se recurría a ellos, ilustran de un modo muy pintoresco las motivaciones y los medios en la
economía del momento. Descubren además cuál es el destino de los artículos robados cuando
vuelven a entrar en la economía de los vivos, dándonos una idea de la diversidad de las compras
realizadas.

Bibliografía
Kemp, B.1992. El Antiguo Egipto. Anatomía de una civilización. Barcelona: Crítica, pp. 305-309.
Serrano Delgado, J. M. 1993. Textos para la Historia antigua de Egipto. Madrid: Cátedra, pp. 186
y 187.

Texto35:
“Año 16, día 22 del tercer mes de la estación de la inundación, bajo la Majestad del Rey del Alto y
Bajo Egipto, Señor del Doble País Neferkere-Setpenré, el Hijo de Re, Señor de las Diademas como
Amón, Ramsés Khaemwese- Mereramun, amado de Amón Ré, rey de los dioses y de Re-Harakhty,
dotado de vida por siempre y para siempre. Interrogatorio de los hombres que se encontró habían
violado las tumbas del Occidente de Tebas, acusación contra los cuales había sido formulada por
Pwer’o, alcalde del Occidente de Tebas y Jefe de Policía adscrito a la gran y noble tumba de
millones de años del faraón, por el [Escriba del Sector] Wennofre y por el Superintendente del
Distrito del Occidente de Tebas Amennakhté; y cuyo interrogatorio fue hecho en el tesoro de la
Casa de Montu, [Señor de Tebas], por el Gobernador de la ciudad y Visir Kha’[emwese], por el
Mayordomo Real Nesamun, el Escriba del Faraón y Mayordomo de la Casa de la Devota (?) de
[Amón-Ré rey de] los dioses, por el Mayordomo Real [Neferkhere’emper]amun, el heraldo del
faraón y por el alcalde de Tebas Pesiur. [Fue presentado] Amen [pnufer, hijo de Anhernakhté], un
albañil de [la casa de Amón-Ré, rey de] los dioses…
Él dijo: “Yo estaba empleado para el trabajo [bajo la autoridad (?) de Ramessena]khte, [que era
Alto] Sacerdote [de A]món [-Re, rey] de los dioses, ju[nto con el otro] albañil que estaba conmigo,
y caí en el hábito de robar tumbas en compañía de albañil Ha’piwer, el hijo de Meneptah,
perteneciente al templo de Usimare-Miamun, [en la casa de] Amón, bajo la autoridad de
[Nesamun], el sacerdote-sem de esta casa. Cuando había empezado el año 13 [del fara]ón, [nuestro
señor], hace cuatro años me uní con [el carpintero] Setekhnakhté, hijo de Pen’anukhé, del templo
de Usimare-Miamun de la casa de Amón; también con el decorador Hapio, de la casa de Amón,
con el campesino Amenemhab, de la casa de Amenope, bajo la autoridad de este Alto Sacerdote de
Amón-Re, rey de los dioses, con el carpintero Irenamun, perteneciente al Superior de los Cazadores
de Amón, con el libador Kaemwese, de la capilla portátil del rey Menkhepruré en Tebas, y con el
barquero del Alcalde de Tebas ‘Ahay, hijo de Tjaroy; en total ocho hombres.
Fuimos a robar las tumbas de acuerdo con nuestra costumbre, y encontramos la pirámide de
Sekhemre-Shedtaui, el hijo de Re Seb-kemsaf, no siendo ésta en absoluto igual a las pirámides y
tumbas a las que íbamos a robar. Tomamos nuestros útiles de cobre y forzamos un camino en la
pirámide de este rey a través de su parte más profunda. Encontramos sus cámaras subterráneas,
tomamos bujías encendidas en nuestras manos y bajamos. Nos abrimos paso a través de los
escombros que encontramos en la entrada de este escondrijo (?), y encontramos a este dios tendido
en la parte posterior de su sepulcro. Y encontramos el sepulcro de la reina Nubkha’a’s, su reina,
35
Extraído de Serrano Delgado, J. M. (1993, pp. 186 y 187).

situado junto a él, estando protegido y guardado con yeso y cubierto de escombros. Aquí también
nos abrimos paso y encontramos su lugar de reposo [ahí] de igual forma. Abrimos sus sarcófagos y
ataúdes en los que ellos estaban y encontramos la noble momia de este rey provista de una
cimitarra, un gran número de amuletos y de joyas de oro había sobre su cuello y su yelmo de oro
estaba sobre él. La noble momia de este rey estaba completamente engalanada con oro y sus
ataúdes estaban adornados con oro y plata por fuera y por dentro, e incrustados con todo tipo de
piedras preciosas. Recogimos el oro que encontramos sobre la noble momia de este dios, junto con
(el de) los amuletos y joyas que había sobre su cuello y (el de) los ataúdes en donde estaba
depositado, [y] encontramos [a la] reina exactamente en el mismo estado. Recogimos igualmente
todo lo que encontramos sobre ella y prendimos fuego a sus sarcófagos. Arrebatamos su ajuar, que
encontramos con ellos, consistente en objetos de oro, plata y bronce, y los dividimos entre
nosotros. Hicimos ocho partes del oro que encontramos sobre estos dos dioses provenientes de sus
momias, amuletos, joyas y sarcófagos y correspondieron 20 deben de oro para cada uno de
nosotros ocho, conformando 160 deben de oro, sin incluir los fragmentos (?) de su ajuar. Después
cruzamos hasta Tebas. Pocos días después el Superintendente del distrito de Tebas escuchó que
habíamos estado robando en el Occidente y me arrestó y aprisionó en la oficina del Alcalde de
Tebas. Tomé los 20 deben de oro que me habían correspondido como (mi) parte y se los di a
Kha’emope, escriba del distrito adscrito al embarcadero de Tebas. Él me soltó y me uní a mis
compañeros; ellos me compensaron, de nuevo, con una parte. Entonces yo, junto con los otros
ladrones que estaban conmigo, continuamos hasta el día de hoy practicando el robo de las tumbas
de los nobles y de las personas de la tierra que queda al occidente de Tebas. Gran número de gentes
de la tierra las roban también y son (prácticamente) compañeros (nuestros).”
Relación de los ocho ladrones que estuvieron en esta pirámide: (a continuación se les enumera),
total de personas que estuvieron en la pirámide de este dios: 8 hombres. Su interrogatorio fue
efectuado golpeándolos con palos, y sus pies y sus manos fueron retorcidos. Contaron la misma
historia. El Gobernador de la ciudad y Visir Kha’emwese y el Mayordomo Real Nesamun (que es)
el Escriba del Faraón hicieron que los ladrones fueran llevados delante de ellos al Occidente de
Tebas, en el año 16, el día 19 del tercer mes de la estación de la inundación, y los ladrones
señalaron la tumba de este dios que habían violado.
Se registró por escrito su interrogatorio y condena y se envió un informe al respecto a presencia del
faraón, por el Visir, el Mayordomo, el Heraldo y el Alcalde de Tebas…”


Austin, M.M. 1986. “Hellenistic Kings, War, and the Economy”, The Classical Quarterly,
New Series, 36 (2), pp. 450-466.

Traducción: Álvaro Moreno Leoni, 2018.

Para uso exclusivo interno de la Cátedra Historia Antigua General. Universidad Nacional
de Córdoba.

Los reyes helenísticos, la guerra y la economía1


Mi título vincula a los reyes, la guerra y la economía, y la vinculación es deliberada. No deseo
sugerir, por supuesto, que los reyes helenísticos no hicieran nada más que emprender guerras, ni que
fueran responsables por todas las guerras en el periodo, tampoco que las guerras de los reyes fueran
nada más que una forma de actividad económica, o que la economía de los reyes dependiera
completamente de los frutos del éxito militar, aunque habría algo de verdad en todas estas
proposiciones. Pero deseo reaccionar contra la tendencia frecuente a separar tópicos que están
relacionados, la tendencia a tratar nociones que se relacionan con lo que los reyes eran, o deberían
ser, como una cosa distinta de lo que realmente hicieron, y la tendencia a tratar la historia política y
militar como algo separado de la historia económica y social.
Deben hacerse para empezar varias salvedades. El título promete más que lo que el artículo
puede proveer; en particular, se dirá más sobre los reyes y la guerra que sobre los reyes y la
economía. El tema es tratado en un nivel probablemente excesivo de generalización y abstracción.
Hablo sobre los reyes helenísticos en general, pero en la práctica, obviamente, sería necesario
establecer distinciones entre dinastías diferentes, épocas y lugares distintos, gobernantes
individuales, y algunas de estas distinciones las voy a indicar. Las conclusiones son provisionales y
están sujetas a modificación y considerable expansión en detalle. Finalmente, dos puntos con
respecto a la terminología. Uso la palabra ‘helenístico’ sin ninguna buena razón más que por la
fuerza del hábito adquirido, pero, por supuesto, la palabra y el concepto son invenciones modernas
que eran desconocidas en el mundo antiguo.2 El uso continuo de la palabra perpetúa concepciones
erradas y hay buenos motivos para evitarla por completo, aunque lo impráctico de esto resulta
obvio. Uso también la palabra ‘rey’ como una traducción convencional del griego basileús, aunque
debería aclararse que el ‘rey’ inglés y el basileús griego no tenían necesariamente significados y
connotaciones idénticas e, idealmente, no deberían tratarse como intercambiables.3 Sin embargo,
este no es el lugar para discutir cualquiera de estos puntos más allá de esto.
I
Comienzo con una breve exploración de algunas de las tendencias en el estudio moderno del
tema, y tomo a Rostovtzeff como mi punto de partida. Su gran Historia Social y Económica del
Mundo Helenístico4 sigue siendo uno de los monumentos de la erudición moderna en historia

1
Esta es una versión revisada de un trabajo leído originalmente en los seminarios en St. Andrews y en el
Institute of Classical Studies en Londres. Estoy agradecido con todos los participantes por sus comentarios,
pero soy el único responsable por cualquier error factual y de interpretación.
2
Ver ahora R. Bichler, Hellenismus. Geschichte und Problematik eines Epochenbegriffes (Darmstadt, 1983),
con los comentarios de Ed. Will, Gnomon 56 (1984), 777-9.
3
Cf. los comentarios de R. Drews, Basileus. The Evidence for Kingship in Geometric Greece (New Haven &
London, 1983), 100, 103, sobre las connotaciones de la palabra ‘rey’; P. Carlier, La Royauté en Grèce avant
Alexandre (Paris, 1984), vi-vii argumenta por el mantenimiento de la traducción estándar.
4
3 vols. (Oxford, 1941).

antigua y seguirá siendo utilizada y admirada por un largo tiempo más, aunque pueda resultar
sencillo para escritores posteriores criticarla y resaltar sus debilidades. No pretendo intentar una
evaluación de las perspectivas de Rostovtzeff sobre el mundo helenístico como un todo y, en todo
caso, ha habido ya mucha discusión sobre las ideas y la aproximación de Rostovtzeff a la historia
antigua en general, así como también al mundo helenístico en particular.5 Además, Rostovtzeff es a
menudo un escritor difícil y desconcertante. El lector experimenta frecuentemente una sensación
incómoda de escuchar voces, no solo una voz; diferentes puntos de vista coexisten de forma
incómoda dentro de la misma obra y no parecen estar armonizados y completamente integrados. Por
un lado, hay un Rostovtzeff historiador intuitivo, cargado de presupuestos y dispuesto a amplias y
peligrosas generalizaciones y, por otro lado, hay un Rostovzeff erudito y diligente estudioso, fiel a
la evidencia, y los dos no parecen infrecuentemente estar en conflicto. Aquí, me gustaría
seleccionar simplemente aquellos aspectos que se relacionan con el tema presente.
Primero, con respecto a la presentación de los reyes y del gobierno real por parte de Rostovtzeff,
lo que resulta chocante es su impersonalidad. Rostovtzeff presenta las políticas y objetivos reales en
términos muy genéricos y abstractos. Acredita a los reyes, en general, con políticas de organización
e integración de los territorios bajo su dominio y de desarrollo de sus recursos. La noción de
planeamiento racional, eficiente, es invocada frecuentemente, y el profesionalismo se supone que es
la marca distintiva de la clase gobernante de las monarquías.6 Esta concepción es característica de
un periodo en el que la ‘racionalidad’ griega se daba por supuesta más fácilmente que ahora y de
una aproximación a la historia que subestimaba el peso de los factores personales. Deja poco
espacio, así, para las personalidades y temperamentos de los reyes individuales y para las
consideraciones de tipo psicológico, o irracional, que pudieron haberlas motivado.7 Además, las
monarquías eran por definición regímenes personales y parece, por lo tanto, paradójico verlas
presentadas en tales términos impersonales. Lo que está detrás de esta aproximación, creo, es una
identificación de las monarquías helenísticas con los Estados nacionales tales como los de la Europa
del siglo XIX, una identificación que se retrotrae, como demasiadas cosas en el estudio moderno del
mundo helenístico, a J.G. Droysen, que escribe entre la década de 1830 y 1840, y ha sido muy
influyente desde entonces, aunque ahora está siendo desafiado.
En segundo lugar, Rostovtzeff parece estar trabajando con una noción restrictiva de la economía.
En su opinión, la economía consiste en procesos económicos productivos, agricultura, comercio,
manufactura, crédito, pero no incluye procesos no-productivos tales como el fenómeno de la
guerra.8 La economía se observa en los términos liberales propios del siglo XIX como una esfera
autónoma con vida propia, que debería mejor dejarse a su curso y permitirle crecer naturalmente sin
interferencia o disrupción.
En tercer lugar, aunque la guerra es una parte constante de la escena, se la deja en gran medida
sin explicar como un tipo de fuerza intrusiva irracional. Rostovtzeff está perfectamente
familiarizado con la importancia de la guerra como un modo de adquisición en el mundo antiguo,
como en i.195 “la guerra en los tiempos antiguos... era vista universalmente como un método no
solo para arreglar cuestiones políticas, sino también para enriquecer a los vencedores a expensas de
los vencidos”. Pero las consecuencias de aquella concepción no son continuadas. Es sintomático
que, en su discusión general sobre la riqueza real y los ingresos reales, difícilmente haya una
mención de los ingresos provenientes de la guerra, aunque Rostovtzeff tiene alguna evidencia

5
Ver notablemente M. Reinhold, “Historian of the Classic World: a Critique of Rostovtzeff”, Science and
Society 10 (1946), 361-91; A. Momigliano, Contributo alla storia degli studi classici (Rome, 1955), 335-9,
341-54.
6
Ver Rostovtzeff i.248-50 (las monarquías en general), 267-74 (los Ptolomeos), 552s. y 564s. (monarquías
menores), ii. 703-5 (Antíoco IV), 1077-81 (gobierno real y clase gobernante).
7
Cf. Cl. Préaux, Le Monde hellénistique (París, 1978), i.339f.
8
Ver la larga indagación de Rostovtzeff ii.1134-1301, que tiene solo unas pocas páginas sobre industrias
militares (1232f., 1236) y nada sobre la guerra como parte de la vida económica.

incidental sobre esto en otros lugares.9 La visión que prevalece es aquella de la guerra como una
fuerza intrusiva, externa, puramente destructiva y negativa y nunca adecuadamente explicada.10
Para citar de la Historia Social y Económica del Imperio Romano:11
‘El notable desarrollo económico [del temprano periodo helenístico] fue primero dificultado y,
luego, gradualmente atrofiado... una de las principales causas fue la guerra constante que estalló
casi sin interrupción a todo lo largo del mundo helenístico... El hecho y las razones de ello son bien
conocidos. Desde el punto de vista económico, estas guerras sin fin se volvieron gradualmente una
verdadera calamidad para el mundo griego... No fue solo que grandes extensiones de tierra fueran
devastadas, las ciudades pilladas y sus residentes vendidos como esclavos. Mucho más importante
fue el hecho de que las guerras forzaran a los Estados helenísticos, tanto a los grandes como a los
pequeños, a concentrar sus esfuerzos en preparativos militares... y, así, a desperdiciar enormes
sumas de dinero’.
La guerra es así un tipo de deus ex machina malvado e irracional, que impide el desarrollo
económico normal y puede, de alguna manera, forzar a los Estados y a los gobernantes contra su
voluntad a dedicar sus recursos a los preparativos militares. Dado que se interpreta al gobierno real
como racional en su carácter, no puede, por lo tanto, conectarse con un fenómeno que Rostovtzeff
parece ver como fundamentalmente irracional. La naturaleza militar de la monarquía, de la que
Rostovtzeff era muy consciente,12 y las consecuencias que esta tenía, se han perdido de algún modo
en el argumento.
Si uno pasa del estudio anterior a la guerra de Rostovtzeff a una obra bastante más reciente sobre
el mundo helenístico, la nueva edición de la Cambridge Ancient History,13 la distancia recorrida
desde Rostovtzeff es, por supuesto, amplia y sorprendente. Uno podría pensar en términos de una
visión pre-guerra y una de posguerra sobre el mundo helenístico o, quizá, entre una visión colonial
y una poscolonial. Muchas de las concepciones de Rostovtzeff y de otros han sido modificadas,
desafiadas o abandonadas. La ‘unidad’ del mundo helenístico, que Rostovtzeff enfatizó tanto,14 una
visión que, una vez más, se deriva de Droysen,15 parece haber desaparecido por completo.16 Donde
la literatura académica previa acentuaba el carácter distintivamente innovador del mundo
helenístico, la reciente obra enfatiza, en cambio, la continuidad con el pasado, tanto del mundo
griego como del oriental, y desafía la propia noción de un mundo helenístico inconfundible. Como
un ejemplo del cambio de perspectiva, el capítulo de E.G. Turner sobre el Egipto Ptolemaico se lee
como un rechazo de plano de la visión de Rostovtzeff:17 Para Rostovtzeff, Ptolomeo II Filadelfo fue
el creador de la prosperidad del Egipto Ptolemaico, mientras que, para Turner, es el gobernante que
colocó a la dinastía por completo en el mal camino en su insensato drenaje de los recursos del país –
una visión que acecha bajo la superficie en Rostovtzeff, pero que nunca emergió ni fue conducida

9
Ii.1150.4 (Ptolomeos), 1155 (Seléucidas). Aparte de un pasaje más largo en i.192-206, las referencias al
botín en Rostovtzeff son usualmente breves y frecuentemente no proporcionan ninguna referencia a fuentes,
cf. i.129f. (Alejandro), 146 (Sucesores), 203s., 287, 326s., 414 (Ptolomeos), ii.710, 1152 (Ptolomeos).
10
Ver, por ejemplo, i.23, 43, 189-206, ii.1242s. En i.143-52, escribiendo sobre la Época de los Sucesores,
Rostovtzeff concede una vez que la guerra podía tener ocasionalmente un aspecto benéfico, al poner en
circulación dinero hasta ese momento inactivo en los grandes tesoros persas y estimular así el desarrollo
económico. Esta concepción se deriva de J.G. Droysen, Geschichte des Hellenismus (Tübingen, 1952-3, de la
edición de 1877), i.436-9; una analogía colonial obvia asecha bajo la superficie.
11
(2° ed., Oxford, 1957), i.4.
12
Ver Rostovtzeff i.430s. sobre los Seléucidas, pero las implicancias de aquella visión no se prosiguen.
13
Volumen vii, parte 1 (Cambridge, 2° ed. 1984).
14
Ver Rostovzeff iii.17446, índices svv. Unificación, unidad.
15
Droysen, op. cit. (n. 10); i.442, iii.422.
16
Ver especialmente el capítulo el capítulo de búsqueda (8) de J.K. Davies sobre ‘Cultural, social and
economic features of the Hellenistic world’.
17
Capítulo 5.

hasta su lógica conclusión.18 Además, en lo que respecta a la presentación de los reyes y la guerra,
la nueva obra no progresa más allá del relato de Rostovtzeff tanto como hubiera sido esperable. La
organización del libro en aspectos especializados, separados, a menudo tiene el resultado de
oscurecer las interconexiones entre aspectos que deberían ser vistos en relación. El capítulo sobre
las monarquías y las ideas monárquicas comienza con los orígenes militares y la naturaleza de las
monarquías, pero no resalta sus consecuencias para la historia política y económica en general.19 Se
advierte la conexión entre realeza y riqueza, pero no es explicada, y sus implicaciones no se
exploran.20 Otros capítulos en el libro cuentan en detalle la historia política y militar de varias partes
y periodos del mundo helenístico, y el registro es inevitablemente uno de más o menos una guerra
incesante. Pero por qué esto debería ocurrir de ese modo difícilmente se aclara en estos capítulos,21
y uno, a menudo, tiene la sensación de leer una historia sin explicación o solo con una explicación a
medias. El capítulo sobre la guerra y el arte del asedio22 está escrito desde un punto de vista
estrictamente técnico, salvo las últimas dos oraciones, y no busca explicar el fenómeno de la guerra
en el mundo helenístico, aunque podría haberse esperado que el autor del capítulo, Yvon Garlan,
hubiera tenido mucho para decir sobre el tema.
Debería apresurarme a agregar que el volumen en su conjunto es de alta calidad y tiene muchas
contribuciones individuales excelentes, pero la separación de tópicos, que deberían estar
relacionados, es preocupante y característica de las aproximaciones dominantes. No faltan
detallados estudios modernos sobre la guerra en el mundo helenístico, pero son de un género
predominantemente técnico, sobre armas, táctica, equipamiento, reclutamiento de tropas,
condiciones de servicio y cosas por el estilo, más que estudios y explicaciones del fenómeno de la
guerra como tal. No faltan estudios ni de guerras particulares y campañas, ni de reinos de
gobernantes individuales y sus políticas, sino que estos, de nuevo, son tratados como pertenecientes
a una esfera independiente, auto-contenida y auto-explicativa.23 Parece faltar una dimensión
importante. Ahora bien, el estudio de la guerra antigua como una parte de la sociedad antigua y sus
instituciones ha progresado un gran trecho en los últimos años, y los efectos de esta aproximación
sobre, por ejemplo, el estudio de la historia romana republicana son un asunto de considerable
debate en la actualidad. Pero el mundo helenístico parece haber sido evitado por mucho tiempo a
este respecto, incluso, por aquellos que han sido más activos en la promoción de una nueva
aproximación al estudio de la guerra en la antigüedad. El sugerente, pero a menudo tentativo, War
in the Ancient World. A Social History24 de Yvon Garlan tiene poco que decir sobre los reyes
helenísticos en particular. El volumen sobre Imperialism in the Ancient World editado por P.D.A.
Garnsey y C.R. Whittaker25 solo incluye un capítulo sobre las relaciones políticas entre los
Antigónidas de Macedonia y los Estados griegos y nada sobre cualquiera de las otras monarquías.26
La pionera e invaluable serie de estudios de W.K. Pritchett titulada The Greek State at War27 tiene
que ver en gran medida con el mundo de las ciudades y no contiene un tratamiento sistemático de
los reyes helenísticos. Un artículo de Sir Moses Finley sobre “War and Empire” publicado en una

18
Cf. Reinhold (n. 5), 372-6.
19
F.W. Walbank, capítulo 3, 63, 66, 81s.
20
Id. 84.
21
Davies (n. 16), 291 da una clara caracterización de la competitividad y la naturaleza militar de las
monarquías, pero refiere de nuevo al capítulo de Walbank sin discusión adicional.
22
Capítulo 9 (b).
23
Bibliografías sobre todos estos aspectos de la historia helenística pueden hallarse en Préaux (n. 7), Ed. Will,
Histoire politique du monde hellénistique, 2 vols. (2° ed., Nancy, 1979 y 1982), y la nueva Cambridge
Ancient History vii.1.
24
Londres, 1975.
25
Cambridge, 1978.
26
Cf. F. Millar, CR 30 (1980), 83-6.
27
Berkeley y Los Angeles, i (1971), ii (1974), iii (1979), iv (1986).

reciente colección de ensayos28 critica las tendencias prevalecientes en el estudio de las guerras
antiguas y pide por una reevaluación del motivo de la adquisición en aquellas guerras, pero, salvo
por una alusión al pasar a Filipo de Macedonia (p. 76), no discute el rol considerable de los reyes
helenísticos en la historia. Entre los modernos escritores, unos pocos han buscado explícitamente
integrar la guerra en el estudio de la historia helenística. Individualizo como excepciones al
sobresaliente Institutions des Séleucides de E.J. Bikerman,29 un breve, pero sugerente artículo de P.
Lévêque,30 y, especialmente, la obra de Claire Préaux,31 quizá la más grande entre los historiadores
post-Rostovtzeff del mundo helenístico. Mi deuda con todos estos y con otros será obvia. Pero
todavía, hasta donde conozco, no hay ningún equivalente para el caso de los reyes helenísticos de lo
que J.B. Campbell ha provisto ahora para el estudio de los emperadores romanos como figuras
militares.32
II
La extendida negligencia parece a primera vista más bien sorprendente. Después de todo, en la
medida en que uno puede hablar del mundo helenístico como llegando a existir en un momento
particular del tiempo, ocurrió, así como el resultado de una conquista militar masiva y deliberada,
emprendida abiertamente por motivos de adquisición. La invasión macedónica representó llevar a
cabo de forma tardía una antigua idea griega, que halla su primera expresión literaria no en el siglo
IV, sino en Heródoto, cuando en el contexto del estallido de la revuelta jonia en 499, Aristágoras de
Mileto visita Esparta en búsqueda de aliados y coloca ante los ojos de Cleómenes de Esparta, como
incentivo, perspectivas de conquistas lucrativas en Asia33:
‘Los habitantes de Asia poseen más riqueza que el resto de la humanidad junta, para empezar
con oro, plata, bronce, ropas finamente bordadas, bestias de carga y esclavos – estas cosas son tuyas
si las quieres... Está Susa, donde el Gran Rey tiene su residencia y donde almacena sus tesoros. Si
capturaras aquella ciudad, podrías, sin temor, rivalizar con la riqueza de Zeus. Peleas guerras por
una pequeña área de tierra y de pobre calidad con tus rivales los mesenios, arcadios y argivos, que
no tienen nada de oro o plata por lo que sea digno pelear o morir. ¿Por qué no abandonas estas?
Tienes la chance de una conquista fácil de toda Asia. ¿Existe alguna opción posible entre ambas?’
La conquista macedónica bajo Alejandro puede describirse como dos cosas que rodaron hacia
una; una incursión por botín de escala épica y la conquista permanente de vastos trechos de
territorio junto con pueblos dependientes y tributarios. En ambos casos, la expedición
probablemente sobrepasa o, al menos, iguala cualquier otra guerra singular en el conjunto de la
historia antigua. Las fuentes citan cifras fabulosas para los tesoros persas capturados, 50000 talentos
de plata de Susa, 120000 de Persépolis,34 y también comentan sobre los efectos de todo esto en los

28
M. I. Finley, Ancient History. Models and Evidence (Londres, 1985), 67-87.
29
París, 1938.
30
P. Lévêcque, ‘La Guerre à l’époque hellénistique’, en Problèmes de la guerre en Grèce ancienne, ed. J.P.
Vernant (París & The Hague, 1968), 261-87.
31
Cl. Préaux, Third International Conference of Economic History (París & The Hague, 1969), iii, 41-74; op.
cit. (n. 7), i. 183-201, 295-357, 366-70.
32
J. B. Campbell, The Emperor and the Roman Army 31 B.C.-A.D. 235 (Oxford, 1984); ver también F.
Millar, ‘Emperors, Frontiers, and Foreign Relations, 31 B.C. to A.D. 378’, Britannia 13 (1982), 1-23. De
forma decepcionante, existe escaso análisis en W.S. Ferguson, Greek Imperialism (Londres, 1913), y, menos
sorprendentemente, en C. Schneider, Kulturgeschichte des Hellenismus, 2 vols. (Múnich, 1967, 1969), que
disocia la historia cultural del análisis social.
33
5.49.
34
Ver la colección de material en H. Berve, Das Alexanderreich auf prosopographischer Grundlage (Múnich,
1926), i.173s., 304s., 312s.; P. Ducrey, Le Traitement des prisonniers de guerre dans la Grèce antique (París,
1968), 159-70. El tema no recibe una discusión sistemática en D. W. Engels, Alexander the Great and the
Logistics of the Macedonian Army (Berkeley & Los Angeles, 1978), que posee sólo unas pocas referencias
dispersas al pillaje, pp. 72, 77, 120.

seguidores de Alejandro y el salto inicial en su estándar de vida.35 Y aquello por supuesto fue de lo
que se trató la expedición en su conjunto. Es sorprendente que, en toda la profusión de los estudios
sobre Alejandro, la atención está dispersa en muchas direcciones, sobre problemas de fuentes,
organización militar, las tácticas de las batallas, aspectos políticos del reino de Alejandro, la
personalidad de Alejandro, sus ideas, planes para el futuro y cosas por el estilo, de forma que el
propósito original de la expedición es pasado por alto.
Si la invasión macedónica de Asia fue posiblemente la más grande expedición de saqueo y
conquista en su género en la historia antigua, entonces, la época de los sucesores puede verse
también como otro récord, como la disputa más amarga y prolongada sobre el reparto de los
despojos de la victoria entre los conquistadores, una lucha que duró una generación o más y que
afectó virtualmente a todo el mundo griego y asiático de la época. Desde el punto de vista de los
líderes macedónicos, su lucha no fue injustificada. La terminología moderna describe la conquista
de Asia como obra de Alejandro, mientras que para las fuentes antiguas fue una empresa
macedónica.36 ¿Por qué no habrían debido luchar los líderes macedónicos por lo que sentían
justificado como propio por derecho de conquista? Así es como se presenta el conflicto en las
fuentes antiguas. Los líderes individuales peleaban guerras, hacían y deshacían tratados uno contra
el otro, acerca de quién iba a tener qué. Para citar al azar a partir de la narrativa de Diodoro37:
‘Mientras Antígono el Cíclope se dirigía hacia la alta Siria [en 316], llegaron enviados de
Ptolomeo, Lisímaco y Casandro... Ellos exigían que Capadocia y Licia se las entregaran a
Casandro, Frigia Helespóntica a Lisímaco, toda Siria a Ptolomeo y Babilonia a Seleuco y que
Antígono dividiera los tesoros que había capturado después de la batalla con Eumenes, dado que
también tenían una parte en la guerra’.
Aunque la disputa alcanzó un acuerdo por el estilo con la eventual emergencia de tres dinastías
poderosas, que controlaban entre ellas una parte significativa del mundo de la época, permaneció,
en cierto sentido, permanentemente sin resolver, o al menos resuelta a medias, un punto que ha
quedado oscurecido en los escritos modernos. Desde Droysen en adelante, muchos historiadores,
incluyendo a Rostovzeff, presentaron la historia política del siglo III después de la época de los
sucesores como caracterizada por un ‘balance de poder’.38 Un equilibrio por el estilo fue alcanzado,
se sugiere, y los diferentes ‘Estados’ limitaron sus ambiciones y aceptaron cada uno la existencia
del otro, de facto o quizá incluso como un asunto de política consciente. Esta concepción ha
dominado durante mucho tiempo e influido en las visiones modernas del siglo III, aunque ha sido
correctamente desafiada,39 y uno espera por su eventual desaparición. Se trata de un anacronismo
patente, inyectado artificialmente en la historia helenística sobre la base de la analogía con la
historia de la Europa del siglo XIX. Es simplemente un ejemplo más de la identificación del mundo
helenístico con el mundo de la Europa moderna en la época de sus imperios coloniales, una
identificación que fue deliberada y consciente desde Droysen en adelante.40 Como W.W. Tarn
señaló en 1911, ‘Ninguna parte de la historia griega debería ser tan familiar para nosotros como el
siglo III a.C. Es el único periodo que podemos, al menos, comparar con el nuestro; de hecho, en
algunos sentidos, es sorprendentemente bastante moderno”. Y al discutir varios rasgos del siglo III
que identifica como modernos, Tarn va más allá para decir: ‘El balance de poder se ha vuelto una

35
Por ejemplo, Plutarco, Alejandro 39-40.
36
R. M. Errington, Entretiens Hardt XII (Ginebra, 1976), 158s.
37
19.57.1.
38
E.g. Droysen (n.10), iii.182; Rostovtzeff (n.4), i.23s., 47, 552s., ii.1026-9 y passim; más recientemente, P.
Klose, Die Völkerrechtliche Ordnung der hellenistischen Staatenwelt in der Zeit von 280 bis 168 v. Chr.
(Múnich, 1972), 91s.
39
Ver H. H. Schmitt, ‘Polybius und das Gleichgewicht der Mächte’, Entretiens Hardt xx (1974), con
discusión 94-102; Ed. Will (n. 23), i. 154s. y Revue Historique 522 (1977), 401-6 (crítica de Klose); CAH
vii.1 (n.13), 81, 419s., 445.
40
Ver, e.g., los paralelos y contrastes explícitos entre la colonización helenística y la europea trazados en el
excurso de Droysen sobre las fundaciones de Alejandro y sus Sucesores, iii.429-34.

realidad y una preocupación’.41 Las monarquías se ven así en algunos modos como réplicas de los
Estados-nacionales modernos, que persiguen el mismo tipo de políticas, y los reyes se vuelven
encarnaciones del Estado impersonal, como hemos visto en la presentación de Rostovtzeff. El
vocabulario de la estatalidad parece dominar nuestro pensamiento histórico. Con respecto al mundo
helenístico, los historiadores hablan de la emergencia de un ‘sistema de Estados’ después de la
época de los sucesores,42 y de las monarquías helenísticas se dice que ‘el rey era el Estado’ o ‘el rey
representaba al Estado’.43 Me pregunto exactamente cómo esto podría traducirse al griego. No
resulta obvio para nada que las monarquías helenísticas debieran describirse como ‘Estados’. Eran
en primera instancia dinastías, regímenes personales, excepcionales sin duda en la escala de su
poder y riqueza, y en su duración, pero regímenes personales en última instancia, con todas las
consecuencias de esto.44 En estas monarquías, las decisiones políticas descansaban en el gobernante
individual en interacción con sus seguidores más cercanos y el gobernante estaba sometido por
definición a las presiones y consideraciones personales.
En lo que respecta a la época posterior a la de los sucesores, es, por supuesto, cierto que ocurrió
algún cambio cualitativo. De una lucha completamente abierta e impredecible, tres dinastías
principales se las arreglaron para establecerse y probaron ser duraderas, y esto tuvo necesariamente
grandes consecuencias para muchos aspectos de la historia helenística. Se establecieron
territorialmente, importaron recursos humanos del mundo griego, los fijaron en las tierras que
controlaban y construyeron ciudades. Habiendo hecho esto, tuvieron entonces que retener el control
de aquellos territorios y defenderlos. Aunque inicialmente divorciados de cualquier escenario
territorial específico y, por lo tanto, fluidas y móviles, las monarquías adquirieron un carácter
sedentario. Pero el contraste con la época de los sucesores nunca llegó realmente a un fin, hasta que
la llegada de los romanos gradualmente cambió las reglas del juego y, eventualmente, eliminó a
todas las monarquías líderes. La ideología de la conquista siguió siendo intermitentemente potente,
dependiendo de los gobernantes y de las circunstancias. Ejemplos obvios son Pirro de Epiro en el
oeste, la presentación grandilocuente de la ‘Tercera Guerra Siria’ de Ptolomeo III en la inscripción
de Adulis,45 la mayor parte del reino de Antíoco III en torno a los cuatro rincones de Asia y hacia
Grecia continental también y la invasión de Egipto por Antíoco IV.46 Filipo V de Macedonia, de
acuerdo con Polibio, buscaba constantemente enfatizar su (supuesta) conexión con Filipo y
Alejandro, y se le atribuían ambiciones de dominio universal, que, dice Polibio, eran propias de su
familia.47 La afirmación es una causa de dificultades para algunos escritores modernos,48 pero lo
que importa es que Polibio lo creía. Uno podría aducir también un epigrama del poeta Alceo de
Mesene, un contemporáneo y enemigo de Filipo V, en el que aconseja a Zeus y a los dioses
construir barricadas en el cielo: Filipo ha conquistado la tierra y el mar, no lo detendrá nada y ¡su
siguiente objetivo será el Olimpo!49 Entonces, existe el famoso y muy discutido ‘pacto secreto’, que
Filipo V y Antíoco III supuestamente acordaron en 203/2 para partir los territorios de Ptolomeo V.50
Polibio estaba sorprendido (a menudo lo estaba), pero no rechazaba la noción como increíble, ni la
veía como una violación de un hipotético ‘balance de poder’, observado tácita o abiertamente por

41
W.W. Tarn, Antigonos Gonatas (Oxford, 1913), 1s.
42
E.g. Ed. Will, CAH vii.1 (n.13), 61; la formulación se retrotrae a Droysen iii.182.
43
E.g. Walbank, CAH vii.1.65, 71; l. Mooren (n. 67 abajo), 231s. (aunque exceptuando Macedonia).
44
Cf. Entretiens Hardt (n.39), 98s.
45
OGIS 54.
46
Ver n. 90 abajo.
47
Polibio 5.10, 101-2, 104.7, 108.5, 15.24.6.
48
E.g. Klose (n. 38), 87s.; la alegación es dejada de lado por Will (n. 23), ii.76, 79s. Para una buena opinión
del crecimiento constante del poder antigónida, ver K. Buraselis, Das Hellenistische Makedonien und die
Ägaïs (Múnich, 1982), 177-9.
49
Anth. Pal. 9.518.
50
Polibio 15.20; para opiniones modernas, ver el Commentary de Walbank y Will (n. 23), ii.114-18.

los reyes.51 En el lejano confín del mundo helenístico, los gobernantes de Bactria, no contentos con
alcanzar su independencia de los seléucidas, cruzaron el Hindú Kush en el siglo II y emprendieron
conquistas espectaculares en el este y, de acuerdo con Estrabón, ‘sometieron a más pueblos que
Alejandro’.52 Al final, el mundo helenístico siguió siendo caótico e inestable; si uno puede adoptar
las palabras de Sir Ronald Syme, Dynamis y Tyché eran las divinidades que lo presidían.
III
A todos estos lazos con la visión del rey como una figura militar y los vínculos entre riqueza y
poder militar es a lo cual debo regresar. En el pensamiento griego, el poder monárquico estaba
asociado con las grandes personalidades y con los grandes logros, y estas nociones tenían una
historia muy larga mucho antes del período helenístico.53 Para dar solo un ejemplo, en la Teogonía
de Hesíodo, Zeus y los otros dioses superan a Cronos y a los Titanes en la guerra, y Zeus se vuelve
de ese modo, a su vez, basileús sobre el Olimpo sucediendo a su padre Cronos.54 La concepción es
sorprendentemente reminiscente de las nociones que se ven en la época de Alejandro y después. En
todo caso, para lo que tenemos evidencia específica, el título y el estatus de un basileús se adquirían
en un contexto militar después de una victoria en batalla. Se dice que Alejandro desafió a Darío III
acerca de quién tenía derecho a ser rey: ‘Si deseas defender tu derecho al título de rey, entonces,
quédate en el campo y combate por ello’.55 Después de la batalla de Gaugamela, Plutarco reporta,
Alejandro fue proclamado basileús de Asia.56 En 306 fue la victoria de Demetrio sobre Ptolomeo en
Chipre la que proporcionó el pretexto y la ocasión para la adopción conjunta del título real por parte
de Antígono y Demetrio.57 Mucho más tarde, en c. 238/7, Atalo de Pérgamo asumió el título al
derrotar a Antíoco Hiérax y a los gálatas.58 Todo esto tenía obvias implicaciones. Si el estatus real
se alcanzaba a través de la lucha y la victoria, tendría que mantenerse por medio del éxito continuo
en la guerra. Si el estatus real podía ser alcanzado por un individuo de la nada, el ejemplo podía ser
imitado por otros, ¿y dónde se detenía el proceso exactamente? Un modo de interpretar la historia
política del periodo posterior al 306 es verlo como una lucha por parte de aquellos que habían
alcanzado el título real, en parte, para preservar sus estatus, y todos sus prerrequisitos, y los
territorios que controlaban, y, parcialmente, para mantener la membresía tan restringida como fuera
posible de lo que, podría denominarse, ‘el club real’. Nunca faltaron los candidatos potenciales,
dentro y fuera de las dinastías reales existentes. De ahí la presión sobre los reyes para ser o para
seguir siendo figuras militares exitosas y para ser vistos como tales. Esto no significa, por supuesto,
que todos los reyes helenísticos fueran simplemente líderes de guerra y nada más. La
caracterización de Pirro por Plutarco, por ejemplo, muestra esto: ‘Dedicó toda su práctica y estudio
al arte de la guerra, que creía que era la ciencia más propia de un rey’59 –la más real, no la única
ciencia real. Pero todos los reyes helenísticos tenían que ser en parte líderes militares, y la mayoría
de hecho lo eran. La utilización de la vestimenta militar macedónica siguió siendo la práctica
habitual con todos los reyes hasta el último de los Ptolomeos.60 La vasta mayoría de los reyes
combatían visiblemente a la cabeza de sus tropas.61 Esto era cierto con respecto tanto a Filipo, como

51
Cf. H.H. Schmit (n. 39), 91, n.1.
52
11.11.1, ver Will (n.23), ii.348-52.
53
Ver M. Delcourt, Oedipe ou la légende du conquérant (Lieja y París, 1944).
54
Líneas 71-3, cf. 461s., 476, 486.
55
Arriano 2.14.
56
Plutarco, Alejandro 34.
57
Plutarco, Demetrio 18; Diodoro 20-53.1-4.
58
Polibio 18.41; para la conexión entre victoria militar y estatus real, ver también e.g. Diodoro 19.48.1 y 55.2
(Antígono), 93.4 (Demetrio), 105.4 (los Sucesores líderes), 20.79.2 (Agatocles); Polibio 1.9.8 (Hierón II),
10.38.3 y 40.2 (Escipión Africano), 11.34.16 (Antíoco III).
59
Plutarco, Pirro 8.
60
Plutarco, Antonio 54.
61
Ver, e.g., Polibio 5.41.7-9, 45.6, 54.1 (Antíoco III), 85.8 (Ptolomeo IV).

Alejandro y todos sus sucesores, y siguió siendo cierto de todos los reyes subsiguientes excepto
para el caso de los Ptolomeos después de Ptolomeo IV.62 La vista de la persona del rey en la batalla
se pensaba siempre que tenía un efecto psicológico decisivo en sus tropas. En su autopresentación,
los reyes acentuaban sus virtudes y logros militares, y buscaban establecer un monopolio real de la
gloria militar. Su acuñación enfatizaba estos temas y se atribuía la Victoria personificada como un
atributo personal del gobernante. Los gobernantes se describían a sí mismos como los victoriosos,
los invencibles, especialmente los seléucidas y los gobernantes de Bactria.63
Una comparación entre los gobernantes helenísticos y el mundo de la polis clásica es instructivo
aquí. Característico de la polis griega, como argumentó Pritchett, era su fobia a los generales
exitosos y su determinación a mantenerlos bajo estricto control político, y aquel control parece
haberse mantenido generalmente hasta el siglo IV.64 En el siglo V, la gloria de la victoria pertenecía
no al general individual, sino que era celosamente guardada por el cuerpo colectivo de ciudadanos.
La carrera de Pausanias de Esparta después de las Guerras Médicas es una ilustración de esto,65
mientras Plutarco nota sobre Cimón que era un honor excepcional para los atenienses permitirle
erigir tres estatuas de piedra con dedicatorias para conmemorar sus victorias sobre los persas,
aunque su nombre no aparecía en las dedicatorias.66 Se podría también aducir la institución
ateniense del Epitáphios y del entierro público de los muertos en la guerra. En las monarquías
helenísticas, por contraste, no había cuerpo colectivo para contener las decisiones del rey sobre la
guerra y su conducta, ni siquiera en Macedonia.67 La gloria de la victoria pertenecía al rey mismo,
usualmente de forma exclusiva, excepto cuando un rey actuaba junto con aliados cuya contribución
tenía que ser reconocida.68 Las dedicatorias de victoria de Atalo I en Pérgamo lo ilustran: las
victorias son aquellas de Atalo a título personal, no de Atalo y de un cuerpo colectivo, tal como su
ejército.69 De igual modo, el grandilocuente relato de Ptolomeo III de su marcha hacia Asia durante
la ‘Tercera Guerra Siria’, la llamada inscripción de Adulis, presenta la campaña como una gran
expedición conquistadora, conducida por el rey en persona, y a su ejército anónimo siguiéndolo
obedientemente.70
En pocas palabras, la concentración de la función militar en el rey mismo tuvo como
consecuencia la necesidad por parte del gobernante de mantener y desarrollar su aura de éxito
militar. La realeza estaba asociada con la fuerza; un rey débil era una contradicción en los términos.
La conspiración bajo la superficie era el peligro para un rey de caer en el desprecio y volverse así
objeto de ataque. Aristóteles identificaba desprecio como una de las causas del derribo de las
monarquías.71 Comparemos con lo que Isócrates dice de Evágoras de Salamina de Chipre: bajo el
gobierno de Evágoras, Salamina llegó a ser vista con temor más que con desdén.72 La noción es una
que ocurre con remarcable frecuencia en los contextos militares y políticos en las fuentes antiguas,

62
Préaux (n. 7), i.195-8; para los Seléucidas cf. B. Bar-Kochva, The Seleucid Army (Cambridge, 1976), 85f.
63
Ver brevemente Lévêque (n. 30), 276-9; G. C. Picard, Les trophées romains (París, 1957), 64-100 para los
monumentos de victoria.
64
Pritchett (n.27), ii caps. 1-3.
65
Tucídides 1.128-34, esp. 132.2f.
66
Plutarco, Cimón 7-8.
67
Esto sigue siendo cierto incluso si la existencia de un cuerpo colectivo de ‘macedonios’ con funciones
públicas limitadas está atestiguado a partir de la última parte del reino de Antígono Gonatas; ver F.
Papazoglou, “Sur l’organisation de la Macédoine des Antigonides’, Ancient Macedonia (Tesalónica, 1983),
iii.195-210; L. Mooren, ‘The Nature of the Hellenistic Monarchy’, en Egypt and the Hellenistic World
(Lovaina, 1983), 205-40.
68
E.g. la dedicatoria por la batalla de Selasia en 222, Syll.³ 518.
69
OGIS 273-9.
70
OGIS 54.
71
Aristóteles, Política 1311b40-1312a20; cf. J. Wallace-Hadrill, JRS 72 (1982), 33-5, aunque no discute el
aspecto militar.
72
Isócrates, Evágoras 47.

y, notablemente, en relación con los gobernantes helenísticos. El peligro era particularmente agudo
con gobernantes que llegaban al poder a una temprana edad, sin haber sido probados antes.73 No es
un accidente el que, a menudo, fueran tales gobernantes jóvenes quienes se revelaran entre los más
incansables y emprendedores reyes. Alejandro Magno, Antíoco III y Filipo V son los ejemplos
obvios.
No menos importante era la visión que tenía el gobernante de sí mismo en relación con los
logros de sus predecesores en la dinastía. Generalmente, se daba por sentado que los reyes pensaban
mucho en sus ancestros y sus logros y observaban su poder y posesiones como una herencia
familiar que debía, de acuerdo con las circunstancias, preservarse, reconstruirse o incluso
agrandarse.74 Hemos visto cómo Filipo V, de acuerdo con Polibio, acentuó su conexión con Filipo y
Alejandro, y buscó el dominio universal en conformidad con una tradición antigónida familiar. En
la batalla de Rafia en el 217, Antíoco III y Ptolomeo IV arengaron ambos a sus tropas, tal como era
frecuente para los gobernantes antes de las batallas. Para citar a Polibio: ‘Ninguno de los monarcas
tenía ninguna gloria o logro famoso que citar... en vista de que recién habían llegado al poder. Pero
se las arreglaron para inspirar a los hombres de la falange con espíritu y arrojo, al recordarles la
gloria de los ancestros y los hechos que estos habían llevado a cabo’.75
IV
He dicho muy poco sobre la economía y es tiempo de traer a colación este aspecto también. Si
los reyes por definición estaban asociados con la fuerza y la gloria militar, también estaban
asociados con la riqueza. Un rey se suponía que era rico, y que era tanto un dador como un receptor
de riqueza: un rey pobre o muy tacaño se sentía como una contradicción en los términos.76 La bien
conocida digresión de Polibio sobre las donaciones de ciudades y reyes a la isla de Rodas después
del terremoto del 227/6 fue pensada en parte por su deseo de estigmatizar a los más tacaños
gobernantes de entre sus contemporáneos en contraste con la generosidad amplia, como lo veía, de
una generación anterior.77 La conexión entre realeza y riqueza es un tema potencialmente vasto con
muchas ramificaciones que no pueden proseguirse aquí. Simplemente quiero trazar conexiones
entre la riqueza real y el poder militar real. Esto se vincula con la observación de Sir Moses Finley
de que los Estados más prósperos en la antigüedad eran Estados conquistadores, que debían buena
parte de su prosperidad a su mayor poder militar y a los frutos del mismo. 78 El principio general es
planteado de forma sucinta por Yvon Garlan:
‘La mayoría de los conflictos entre Estados organizados eran al mismo tiempo económicos y
políticos en carácter: explotación y sujeción eran sinónimos. En el mundo antiguo el poder y la
riqueza no eran nociones independientes; cada campo se alimentaba del otro... el poder era utilizado
para tomar más riqueza... la riqueza era tomada a fin de fortalecer el poder’.79
Para una aplicación más específica del principio, con obvia relevancia para los reyes
helenísticos, podemos volver a Julio César, quien podía hablar con cierta autoridad sobre el asunto:
‘Había dos cosas que creaban, preservaban, e incrementaban los dominios (dynasteías), soldados y

73
Ver, por ejemplo, Diodoro 18.9.2 (Leóstenes), 17.1 (Antípatro), 60.1 (Eumenes), 74.1 (Poliperconte),
20.77.2 (Agatocles); Polibio 4.22.5, 5.16.2, 18.6, 26.4, 29.2, 34.2 (Filipo V), 5.1.7 y 30.1 (Eperato, un general
aqueo), 5.34.2 y 41.1 (Antíoco III), 7.3.6s (Hierónimo, hijo de Hierón II); ejemplos adicionales en A.
Mauersberger, Polybios-Lexikon s.v. kataphroneîn, katafronésis; Livio 42.29.5-7 y Josefo, AJ 12.242
(Ptolomeo VI).
74
Ver, por ejemplo, Teócrito 17.104s., Polibio 5.34 (Ptolomeos); OGIS 219, líneas 7s., I Macabeos 15.3
(Seléucidas).
75
5.83.
76
Préaux (n. 7), i.208-10.
77
5.88-90.
78
Politics in the Ancient World (Cambridge, 1983), 61-4, 109-16; The Ancient Economy (2nd ed., Londres,
1985), 204-7.
79
War in the Ancient World (Londres, 1975), 183.

dinero, y estos dos dependían uno del otro’.80 Los gobernantes helenísticos, y muchos otros antes,
estaban actuando hacía mucho sobre ese principio. La época de los sucesores, tal como es narrada
por Diodoro, proporciona un rico abanico de ejemplos. Por ejemplo, dice que Antígono el tuerto,
después de la muerte de Antípatro en el 317,
‘Dio por sentado que, dado que poseía un mejor ejército, ganaría posesión de los tesoros de
Asia... sumado a esto [a las tropas que ya tenía, algunos 60000 infantes, 10000 jinetes y 30
elefantes], esperaba ser capaz de alistar más si era necesario, ya que Asia podía proveer paga
ilimitada para los mercenarios que quisiera reclutar’.81
Más tarde, el ingreso anual de Antígono se cifra en 11000 talentos: ‘Como un resultado, se
convirtió en un formidable oponente tanto debido al tamaño de sus ejércitos como a la cantidad de
sus riquezas’.82 La riqueza de los Ptolomeos es un tema recurrente en la literatura helenística, el
punto de interés es que las fuentes antiguas regularmente vinculan su riqueza y su poder militar.83
‘La prosperidad asiste [a Ptolomeo Filadelfo] en abundancia, y vasto es el territorio que gobierna, y
vasto el mar’, dice Teócrito,84 y el poema entonces avanza en la elaboración de ambos puntos. De
forma similar, la gran procesión organizada por Filadelfo en Alejandría en el 271/0 con la mayor
publicidad fue, tal como fue descripto por Ateneo a partir de una fuente contemporánea, una
exhibición tanto de riqueza como de poder militar. Lo mismo se aplica al colorido desfile
organizado con la misma publicidad ostentosa por Antíoco IV en Dafne en 166; Polibio afirma
explícitamente que la mayor parte de la riqueza exhibida provenía de las recientes guerras de
Antíoco contra Egipto.85 Su riqueza le permitía a los reyes volverse los principales empleadores de
tropas, y además de botín de guerra, sus ejércitos les permitían adquirir, controlar y, a veces,
extender sus territorios y pueblos tributarios, a partir de lo cual ellos podían financiar, a su vez, su
poder militar.
Incremento de territorio significaba incremento de ingresos, por lo tanto, de poder, aunque una
disminución tenía un efecto opuesto y podía enviar a la dinastía hacia una espiral de declive. La
historia de cada dinastía podría ser utilizada para ilustrar este punto. Esto sugiere que la noción de
conquista puede necesitar ser aplicada de un modo más flexible de lo que a veces ha sido el caso. Se
ha trazado frecuentemente un contraste entre la época de Alejandro, el periodo de guerra con final
abierto y el tiempo posterior, cuando la idea de conquista supuestamente disminuyó,86 las dinastías
establecidas aceptaron cada una la existencia de las demás y pelearon solamente limitadas guerras
en torno a zonas disputadas.87 Pero la noción de fronteras fijas y estables es extraña al mundo de los
reyes y, quizá, no es un accidente que se conozca tan poco de los tratados establecidos al finalizar
las guerras entre reyes, hasta el punto de que puede considerarse, por lo tanto, que habían sido
concebidos como treguas temporales sin ningún tipo de obligaciones de largo plazo.88 Hemos visto
ya que la idea de una conquista de final abierto no desapareció. Y el significado de muchas guerras

80
Dión 42.49.4.
81
18.50.2s.
82
19.56.5; para otros ejemplos ver 18.16.2, 19.2, 53.2, 55.2; 19.56.2, 72.1, 78.1.
83
Teócrito 17.75s.
84
Ateneo, Deipnosophistae 5.196a-203e (de Calixeno de Rodas, FGrHist 627 F1-2); ver E. E. Rice, The
Grand Procession of Ptolemy Philadelphus (Oxford, 1983), sobre la cual cf. F. W. Walbank, LCM 9.4 (1984),
52-4.
85
Polibio 30.25-6; el propósito del desfile ha sido muy discutido, más recientemente por J.G. Bunge, Chiron
6 (1976), 53-71. La descripción de Polibio es seguramente autoexplicativa.
86
Por ejemplo, C. Bradford-Welles, Greece and Rome 12.2 (1965), 220s.
87
Ver n. 42 arriba.
88
Un vistazo en H. H. Schmitt, Die Staatsverträge des Altertums, III: Die Staatsverträge von 338 bis 200
v.Chr. (Múnich, 1969), es suficiente mostrar la escasez de tratados conocidos entre reyes en oposición a los
tratados que involucran a entidades constitucionales tales como las ciudades o las ligas. Para un ejemplo de un
tratado entre reyes en el cual la literatura académica moderna ha leído mucho más allá de lo que la evidencia
permite (el tratado entre Antígono Gonatas y Antíoco I en c. 278), ver Buraselis (n. 48), 110, 115-19.


entre las monarquías sobre territorios disputados no debería minimizarse. Por ejemplo, los
seléucidas y ptolomeos combatieron una serie casi sin fin de guerras durante un siglo por el control
de la Celesiria, una gran extensión de territorio de gran riqueza y significado estratégico. Desde el
punto de vista de los seléucidas no se trataba de una disputa de frontera, sino de un territorio que
debía ser arrebatado a los Ptolomeos, por razones estratégicas y económicas, así como también por
razones de prestigio.89 Antíoco III eventualmente tuvo éxito al final del siglo III, pero de forma no
sorprendente el conflicto se reanudó en los tardíos 170. Los Ptolomeos nunca renunciaron al
reclamo de los territorios perdidos, como el reinado de Cleopatra VII mostraría en los tardíos 30
a.C., y parece que la iniciativa en el conflicto fue tomada por el bando ptolemaico, aunque en
verdad ambos lados parecen haber deseado la guerra, por abiertas razones de adquisición.90 La
secuela de esto fueron dos invasiones de Egipto por Antíoco IV en 170-168, que produjeron una
vasta cantidad de botín91 y durante las cuales Antíoco parece haber deseado apoderarse lisa y
llanamente de Egipto. Seguramente, todo esto no puede no estar conectado con el hecho de que, por
la Paz de Apamea del 188, los romanos no solo infligieron una pesada indemnización de guerra a
los seléucidas, sino que también redujeron drásticamente su territorio por expulsarlos de Asia
Menor. Las guerras de Antíoco IV en Siria y en Egipto fueron seguramente su respuesta a esto.92
V
Hasta ahora me he concentrado en los reyes mismos, pero se está volviendo claro que cualquier
discusión sobre las políticas reales y sus acciones no puede restringirse en la práctica meramente a
los reyes. Evidentemente, el carácter de las monarquías estuvo determinado no solo por los propios
gobernantes, sino también por sus seguidores. Un rey era un líder y solo podía llegar a ser y a
mantenerse como un líder mientras tuviera seguidores. Así, necesitaba conseguir y retener a
aquellos seguidores influidos inevitablemente por las políticas reales. En qué consistían estos
seguidores puede afirmarse fácilmente. En términos humanos, el núcleo de una monarquía estaba
conformado por el rey, sus ‘amigos’ (phíloi) y sus fuerzas militares. El punto podría aplicarse tanto
a Filipo como a Alejandro, que crecieron por haber desarrollado a sus seguidores personales tanto
como a sus fuerzas militares y por haberles provisto con objetivos militares lucrativos. La repentina
muerte de Alejandro en el 323 cambió las circunstancias, pero la fórmula siguió siendo válida y
pudo ahora ser aplicada libremente por una serie de otros líderes, y quienes no perdieron el tiempo
en imitar el ejemplo del cual se habían beneficiado. Por ejemplo, Diodoro dice que Ptolomeo en 323
‘se apoderó de Egipto sin dificultad... hallando 8000 talentos en el tesoro, empezó a juntar
mercenarios y a formar un ejército. Una multitud de amigos se reunió también en torno a él’.93 La
frase ‘el rey, los amigos y el ejército’ se volvió pronto casi técnica y oficial en carácter. Se halla
primero como un concepto establecido en un par de inscripciones de alrededor de 286/5 que
relacionan a Lisímaco y la ciudad de Priene: Priene envía una embajada para felicitar a Lisímaco
‘por la buena salud que él y sus amigos disfrutaban y por la buena condición de sus fuerzas

89
Un punto no enfatizado en el relato de Polibio de la ‘Cuarta Guerra Siria’ en el libro 5, cf. P. Pédech, La
Méthode historique de Polybe (París, 1964), 141.
90
Cf. Livio 42.29.5-7, Josefo, AJ 12.242 (citando varias fuentes griegas); Diodoro 30.16 incluso acredita a los
ministros de Ptolomeo con la ambición de conquistar todo el reino de Antíoco IV. Sobre el conflicto cf. O.
Mørkholm, Antiochus IV of Syria (Copenhague, 1966), caps. 4-5 y Will (n. 23), ii.311-25, aunque ni resalta
suficientemente los motivos de adquisición involucrados.
91
Ver n. 85.
92
II Macabeos 8.9-10 conecta explícitamente la venta de cautivos de guerra judíos por un general seléucida
con la necesidad de pagar a los romanos.
93
18.14.1.

militares’.94 La frase también ocurre en las inscripciones que se relacionan con los seléucidas95 y los
atálidas,96 en cada caso en el contexto de relaciones entre un rey y una ciudad griega.
(a) Los ‘amigos’ del rey:
La institución de los ‘amigos’ reales ha sido bien estudiada.97 Era tan común en todas las
monarquías, que, en la práctica, estas no podrían haber funcionado sin ellos. Los reyes reclutaban a
sus ‘amigos’ sobre una base personal y los amigos proveían a los gobernantes de oficiales,
gobernadores, administradores, embajadores, servidores en la corte y compañeros de acción que
compartían la vida del rey. Deberían señalarse dos cosas. Primero, que la relación entre el rey y el
amigo era ambivalente y potencialmente inestable. Se basaba supuestamente en la confianza y la
lealtad98 y hay, de hecho, casos tanto de reyes como de amigos que siguieron siendo leales uno con
el otro incluso en la adversidad. Pero el verdadero énfasis puesto en la lealtad por ambas partes
apunta a una inseguridad que se acentúa. Es un lugar común en la literatura griega que no podía
confiarse en los reyes y que sus amigos vivían en constante peligro; los reyes hacían daño.99 Pero
uno podría agregar que, desde el punto de vista del rey, sus amigos eran potencialmente también
una fuente de peligros. Los amigos podían abandonar a un rey por un gobernante rival; podían
amenazar la autoridad e incluso la verdadera posición del rey, un tema que aparece a menudo a lo
largo de la historia seléucida. Segundo, que la base real de la relación, desde el punto de vista de los
amigos del rey, eran las recompensas materiales por los servicios llevados a cabo. Un amigo de un
rey podía unirse a dicho rey en la expectativa de recibir riqueza y poder. Se presumía que el amigo
de un rey era una persona rica debido a su posición. Hay abundante evidencia de esto, como, por
ejemplo, un capítulo muy instructivo en Plutarco,100 que relata cómo Alejandro envió al ateniense
Foción un presente de no menos de 100 talentos. Los enviados de Alejandro, al ver el estilo de vida
modesto de Foción ‘exclamaron que era monstruoso que Foción, que era un amigo honrado del rey,
viviera en tal pobreza’. Foción, sin embargo, rechazó el regalo, y la reacción de Alejandro fue que
‘no consideraba a aquellos que rechazaban aceptar cualquier cosa de él como amigos’. Del mismo
modo, más tarde fue a ofrecerle los ingresos de una ciudad de su elección a elegir entre cuatro de
Asia Menor. Es obvio, por lo tanto, que el ideal del rey generoso tenía en verdad una base muy
práctica: se esperaba que un rey diera regalos, sobre todo, a sus seguidores. De allí, la rapacidad
económica de los reyes, consumidores de riqueza a una escala sin fin; tenían que ser prósperos y
exitosos, de otra manera, sus seguidores podrían abandonarlos en masa y su poder quebrarse. Hay
numerosos ejemplos de esto en la época de los sucesores. La lucha por el poder era en parte una
lucha para atraer y retener un seguidor a expensas de los rivales. Los cambios de bando eran
frecuentes.101 Después de este periodo parece haber habido algún tipo de estabilización en el
reclutamiento de amigos reales, pero la competición por sus servicios realmente nunca llegó a un

94
OGIS 11, líneas 10f.; C.B. Welles, Royal Correspondence in the Hellenistic Period (New Haven &
Londres, 1934), no. 6, líneas 6s. Los habitantes de Priene habían omitido, en efecto, mencionar a los ‘amigos’
y fueron corregidos sobre este punto por Lisímaco. Sobre Lisímaco, ver también Diodoro 21.12.1 (en 292).
95
OGIS 219; P. Herrman, Anadolu 9 (1965), 34-6, líneas 23s.
96
Inschriften von Magnesia 86, línea 17. Ver también en general Polibio 5.50.9.
97
Ver especialmente Bikerman (n. 29), 31-50; Ch. Habicht, ‘Die herrschende Gesellschaft in den
hellenistischen Monarchien’, Vierteljahrschrift für Soziologie und Wirtschaftsgeschichte 45 (1958), 1-16;
Préaux (n.7), i.200, 212-30; G. Herman, ‘The “Friends” of the Early Hellenistic Rulers: Servants or
Officials?’, Talanta (1981), 103-49; Walbank, CAH vii.1 (n.13), 69-71.
98
Para este tema, ver, e.g., Diodoro 21.12.1 (Lisímaco); C.B. Welles (n.94) nos. 11-12 (Antíoco I), no. 44
(Antíoco III), no. 45 (Seleuco IV), Polibio 18.41 (Atalo I).
99
Polibio 5.26, contrastar 7.8 (Hierón II): cf. F. Millar, The Emperor in the Roman World (Londres, 1977),
110-22.
100
Foción 18. Cf. Berve (n.34), ii no. 816.
101
Ver, por ejemplo, Diodoro 18.41, 28.5-6, 19.86 (Ptolomeo); 18.33-6 (Pérdicas y Ptolomeo); 18.50, 53, 61-
2, 19.25 (Antígono y Eumenes); Plutarco, Demetrius 49-50 (Seleuco y Demetrio).


fin, como se observa en el caso de un Alejandro de Acarnania mencionado por Tito Livio: ‘Había
sido alguna vez amigo de Filipo V, pero había desertado más tarde de él [algún tiempo antes de 193
a.C.] y se había unido a la corte más próspera de Antíoco III’. 102 Nuevamente, éxito y riqueza eran
elementos decisivos.
(b) Las fuerzas militares del rey:
Lo mismo aplica en general al rey en relación con sus fuerzas militares. Se ha escrito mucho
sobre el tema de los ejércitos helenísticos y la guerra helenística,103 pero la cuestión de la
interacción entre el rey y el ejército ha sido relegada. También dejada de lado ha sido la relación
entre los reyes y los subordinados que tenían autoridad militar; en la práctica, los reyes tenían que
delegar autoridad militar,104 en mayor o menor medida, y dependiendo de la extensión de los
territorios bajo su dominio. Había así una potencial contradicción entre el monopolio teórico de la
función y la gloria militares por parte del rey, y las circunstancias prácticas, y esto tenía riesgos
obvios para la propia posición del rey. Las siguientes observaciones son necesariamente
provisionales y están sujetas a expansión y modificación.
En lo que respecta a la evolución durante el periodo en su conjunto, y dejando de lado los
reinados de Filipo y Alejandro, existe una obvia distinción entre la época de los sucesores y la
época posterior a la misma. Los años posteriores a la muerte de Alejandro se caracterizaron por la
disponibilidad a gran escala de mercenarios que buscaban cualquier empleo apropiado, junto con
una profusión de líderes ambiciosos ansiosos de labrarse una posición propia para sí mismos. Por lo
tanto, hubo una proliferación de ejércitos y pequeños señores de la guerra, lo que resultó en una
situación extraordinariamente fluida e inestable, con ejércitos completos que cambiaban de bando,
dependiendo del resultado de la batalla y de las perspectivas de un servicio más lucrativo.105 Luego,
con la emergencia de unas pocas dinastías principales, una estabilización limitada tuvo lugar. En la
práctica, estos eran los hombres que a través del éxito en la guerra habían emergido como los
empleadores más confiables, que eran capaces de reclutar ejércitos a una escala muy superior,
enumerando en campañas mayores a decenas de miles de tropas. Pero no podían nunca arrinconar al
mercado y estaban ellos mismos en competencia unos con otros.
Con respecto a la composición de los ejércitos reales, mientras los métodos de reclutamiento y
términos de servicio variaban de acuerdo con las dinastías y las circunstancias, un elemento común
a estos ejércitos era que eran sustancialmente ‘profesionales’ en carácter, compuestos por hombres
cuyo medio de vida era parcial o completamente la guerra, y siempre incluían un elemento
mercenario. Esto tenía como una importante consecuencia la virtual ausencia del fenómeno del
hastío de la guerra que siempre había sido capaz de afligir a los ejércitos ciudadanos del mundo de
la pólis, para el que la guerra, en adición a su dureza, alejaba a los ciudadanos de otras ocupaciones.
¿Qué motivaba, entonces, a los ejércitos? No un interés en decisiones de política, que se dejaba
al rey. Aunque el desarrollo de asociaciones corporativas de soldados era típico en la época, como
muestra la proliferación de las dedicatorias hechas por estas asociaciones, no se desarrollaron como
cuerpos de toma de decisión independiente.106 Hay cierta evidencia para el desarrollo de la lealtad

102
Livio 35.18.1; cf. también la competencia entre gobernantes seléucidas rivales por el favor de Jonatán
(Bikerman (n.29), 44).
103
Para una investigación reciente cf. Garlan (n. 22).
104
H. Bengston, Die Strategie in der hellenistischen Zeit, 3 vols. (Múnich, 1937 (reimpr. 1964), 1944, 1952)
discute el tema desde un punto de vista principalmente administrativo, con solo el reconocimiento incidental
del problema de la autoridad militar delegada (ii.56-60, sobre los Seléucidas); el retrato resultante es
demasiado organizado e impersonal, cf. su indagación de conclusión en iii.190-6. En contra, ver A. Aymard,
‘Esprit militaire et administration hellénistique’, Études d’histoire ancienne (París, 1967), 461-73.
105
Ver H. W. Parke, Greek Mercenary Soldiers (Oxford, 1933), capítulo 21; G.T. Griffith, The Mercenaries
of the Hellenistic World (Cambridge, 1935), capítulo 2.
106
Ver M. Launey, Recherches sur les armées hellénistiques (París, 1949, 1950), ii. 1084s. y cf. n. 67 arriba.


dinástica hacia dinastías establecidas de parte de las tropas en el empleo real,107 y los juramentos de
lealtad personal al rey pueden haber sido una institución regular.108 En la práctica, la lealtad
incuestionable nunca podía darse por garantizada y el tema de la insubordinación recorre
virtualmente toda la historia militar de la época.109 Por lo tanto, había una compulsión constante
sobre los reyes para probarse ellos mismos como figuras activas y exitosas militarmente, si iban a
mantener la obediencia de sus tropas, sobre las cuales su poder descansaba. La constante
belicosidad de Antíoco III y Filipo V, por ejemplo, se explican obviamente en parte por la
inseguridad de sus primeros años como reyes. Polibio, que provee toda la evidencia necesaria,
difícilmente parece apreciar esto. Filipo había tenido que afirmarse contra los intentos desde adentro
de su corte de minar su autoridad como líder militar sobre sus macedonios,110 y no había nada que
los macedonios respetaran tanto como un rey guerrero.111 Antíoco III había experimentado desafíos
directos a su estatus real y había presenciado las lealtades peligrosamente fluctuantes de sus
tropas.112
Lo que motivaba a las tropas sobre todo eran las condiciones de servicio y las recompensas
materiales. La provisión de paga regular era un drenaje constante sobre los recursos incluso de los
reyes más ricos y si la paga no se vislumbraba, la obediencia de las tropas estaba en duda pronto, tal
como ocurrió una y otra vez durante el periodo.113 De ahí la importancia considerable, tanto para los
reyes como para las tropas, del botín como una motivación en las guerras y, a veces, como una
motivación para las guerras. Es sorprendente que las obras modernas estándar sobre los ejércitos
helenísticos tengan tan poco para decir sobre este asunto, aunque discuten en profundidad la paga
regular y otras condiciones de servicio,114 cuando no hay una colección sistemática de evidencia
para ello en esta época.115 Pero las narrativas militares del periodo están repletas de evidencia sobre
el tema y muestran cuán completamente la práctica se daba por descontada. Esto es cierto a lo largo
de la narrativa de Diodoro sobre la época de los sucesores en los libros 18-20. Polibio, que
constantemente aguijonea sobre la codicia de botín de los etolios en su relato de la ‘Guerra Social’
de 220-217, toma el saqueo como perfectamente normal cuando se refiere a las actividades de los
oponentes de los etolios.116 En tanto los reyes tenían que ver en esto, la guerra podría describirse
como un negocio de riesgo que podía llegar a ser un buen negocio,117 incluso cuando no conducía a
la adquisición de más territorio tributario. Unas pocas cifras comparativas ilustrarán esto. Jerónimo
proporciona el ingreso de Egipto bajo Ptolomeo II Filadelfo como cercano a 15000 talentos de
plata, sin incluir impuestos en grano.118 Pasa entonces a citar la cifra de 40000 talentos de botín

107
Polibio 5.57.6-8 (cf. Walbank, Commentary i.570), Diodoro 33.4a. (Seléucidas); Polibio 15.25-33
(Ptolomeos).
108
Esto es implicado por Polibio 15.25.11; ver también el juramento de Eumenes I y sus mercenarios –
después de una revuelta mayor (OGIS 266). Launey no discute la institución.
109
Launey (n.106), ii.690-5 para alguna evidencia.
110
Polibio 5.2, 4-5, 7, 14-16, 25-8.
111
Plutarco, Demetrio 44 (Pirro y Demetrio).
112
Polibio 5.40-57.
113
Para algunos ejemplos, ver Préaux (n. 7), i.306-9.
114
Griffith (n. 105), 291s., 313 y n.2; Launey (n.106), índice s.v. ‘butin’ (ii.1287), pero las referencias son en
su totalidad breves y poco sistemáticas. Para Rostovzeff, ver n. 9 arriba.
115
Hay mucho material en la tesis doctoral no publicada de A.H. Jackson, Plundering in War and other
Depredations in Greek History from 800 B.C. to 146 B.C. (1969). Ver también Bikerman (n.29), 120s.
(Seléucidas); Préaux (n.7), i.297s., 308, 366-70; H. Volkmann, Die Massenversklavungen der Einwohner
eroberter Städte in der hellenistisch-römischen Zeit (Wiesbaden, 1961), 15-25, 61-5 (poco sistemático); de
forma más completa P. Ducrey (n.34), esp. 83-92, 135-40, 159-70, 235-7.
116
Ver Polibio 4.3-37, 57-87; 5.1-30, 91-105; para estas visiones sobre la legitimidad del botín ver
especialmente 5.9-11 y la reveladora comparación entre la práctica de los romanos y otros en 10.16-17.
117
Así, Préaux (n.7), i.305.
118
FGrHist 260 F 42; Rostovtzeff (n. 4), ii. l 150s. 
ganado por Ptolomeo III en la ‘Tercera Guerra Siria” de 246-5.119 Tenemos en papiro también parte
de un relato de aquella guerra, escrito concebiblemente por el rey mismo o, al menos, en su nombre,
y menciona casualmente el ingreso extraordinario de 1500 talentos por la captura durante la
campaña de un cofre de guerra seléucida en una ciudad de Cilicia, solo un pequeño episodio en una
campaña a gran escala.120 Debería añadirse que los Ptolomeos usaron sus guerras sirias para hacer
vastas masas de cautivos, que importaron a Egipto para aumentar sus recursos humanos militares o
de trabajo.121
Queda mucho evidentemente por ser investigado y cualquier conclusión es prematura. Debería
dejarse la última palabra a un pasaje bien conocido de San Agustín. Agustín, es cierto,
probablemente estaba reproduciendo material que había hallado en un escritor anterior y el pasaje
expresa un popular tópos de protesta contra las formas existentes de poder, y no un considerado
veredicto histórico sobre la monarquía.122 Sin embargo, es sorprendentemente apropiado para las
monarquías helenísticas como han sido analizadas en este artículo:
‘Porque si no hay justicia, ¿qué son los reinos sino grandes bandas de ladrones? La banda
también es un grupo de hombres, gobernados por el poder de un líder (princeps), vinculados por un
acuerdo social y su botín se divide de acuerdo con una ley acordada. Si al agregar constantemente
hombres desesperados a sus filas este mal crece hasta el punto en el que se asegura un territorio,
establece una sede fija, toma ciudades y somete pueblos, entonces asume más conspicuamente el
nombre de reino,123 un nombre abiertamente garantizado al mismo no como resultado de una
disminución de la codicia, sino por un incremento de la impunidad. Porque fue una respuesta
elegante y verdadera la que cierto pirata que había sido capturado por Alejandro le dio al mismo.
Porque cuando el rey preguntó al hombre ¿por qué tenía atormentado al mar?, él replicó con
arrogante franqueza: ‘¡Por la misma razón por la que tu atormentas al mundo! Lo hago con un
pequeño barco y por ello soy llamado pirata. Tú lo haces con una gran flota y por eso eres llamado
rey’.124

University of St. Andrews M. M. Austin

119
F 43; Rotovtzeff no menciona ni discute este pasaje.
120
FGrHist 160 columna ii. Los cofres de guerra ambulantes eran objetivos sentados cuando grandes cifras de
dinero estaban de por medio; cf. en la época de los Sucesores Diodoro 18.52.7 (600 talentos), 19.57.5 (1000
talentos), 19.61.5 (500 talentos), 20.108.3 (3000 talentos).
121
Ducrey (n. 34), 83-7.
122
Agustín, Civitas Dei 4.4. Para el origen ideológico de este y similares pasajes ver B. Shaw, Past and
Present 105 (1984), 44-52 (51 n.131 sobre las fuentes de Agustín). El mismo tema ocurre en conexión con
Alejandro, pero en un escenario escita, en Quinto Curcio 9.8.12-30, esp. 19.
123
Para ejemplos de esto en el periodo helenístico, cf. J. Vogt, Slavery and the Ideal of Man (Oxford, 1974),
78-83.
124
Imperator en el latín de Agustín.

Polibio
Historiador griego del siglo II a.C., originario de la ciudad de Megalópolis en el centro
del Peloponeso (Arcadia). Se desconocen las fechas exactas de su nacimiento y muerte,
aunque por una noticia tardía se sabe que falleció a los 82 años y suele ubicarse su vida
entre el ca. 200-118 a.C.1 Perteneció a una familia de la élite política de la
confederación aquea, un Estado de mediano tamaño que llegó a unificar políticamente
el Peloponeso a comienzos del siglo II a.C. Llegó a ocupar la magistratura de hiparca
federal, la segunda en importancia, durante la Tercera Guerra Macedónica (171-168
a.C.). Al término de la misma, como resultado de su tibio apoyo a Roma, fue trasladado
como detenido político a Italia, donde permaneció hasta ca. 151/0 a.C. en que pudo
regresar al Peloponeso.
En Roma, comenzó a escribir los cuarenta libros de su principal obra, la única que se ha
conservado, aunque incompleta, las Historias. En ella buscaba explicar cómo Roma
había alcanzado la hegemonía mediterránea en la época entre las Guerras Púnicas y la
victoria sobre Perseo, prestando particular atención a la constitución y a las costumbres
romanas como causa de su fortaleza. Sin embargo, también escribió sobre los reinos
helenísticos, especialmente, sobre Macedonia, el Imperio Seléucida y el Reino
Ptolemaico, principales sucesores del Imperio de Alejandro Magno, en un intento
complejo por comprender mejor las causas de su derrota a manos romanas. En efecto, el
libro 5, previo al emblemático 6, en el que se desarrollan explícitamente las fortalezas
institucionales y culturales de Roma, ha sido denominado como “el libro de los reyes”2
y actúa como un buen contrapeso narrativo a las ventajas institucionales de Roma. Una
de las estrategias del historiador allí es la oposición entre la figura de reyes antiguos,
con virtudes ideales como la “evergesía” o el otorgamiento generoso de beneficios a
aliados y súbditos, y los del presente, caracterizados por la tacañería, como se advierte a
propósito de las reacciones suscitadas ante un terremoto en Rodas (5.88-90). Este
episodio no es más que una excusa para discutir con tono moral y didáctico las
estrategias más efectivas de construcción de poder y poner así en evidencia la miopía y
estrechez de vista de los reyes de fines del siglo III a.C. a la hora de construir alianzas
amplias y dominios más estables mediante una política más eficiente de redistribución
de recursos.
Una gran excepción en el marco de esta construcción historiográfica es su tratamiento
de la figura de Antíoco III “el Grande”, al cual se dedican numerosas páginas a partir de
los libros 4 y 5. Su desarrollo como conquistador modélico ocurre durante la narración
de la llamada Anábasis de Antíoco, o descripción de su campaña a Oriente hasta la India
para reestablecer el control seléucida sobre Media y Persia (Irán) (5.27), así como
también lograr el reconocimiento de su hegemonía por los independizados reyes de
Bactria (Afganistán) (10.49). Mientras en el primero de los pasajes se observa una
acentuación del carácter depredador de las campañas reales helenísticas, preocupadas
por el botín y los tributos, en el segundo se ponen en evidencias aspectos centrales de la
ideología real en la guerra y de las virtudes que se esperaba que un buen rey exhibiera
para lograr adhesión de sus tropas y sus súbditos.

1
Ps. Luc., Macr. 22; Walbank, F., A Historical Commentary on Polybius, vol. 1, Oxford, 1999 (1957), p.
1., n.1. Porque una alusión a la via Domitia (3.39.8) supone que Polibio estaba vivo aún en 118 a.C.
2
Troiani, L., “Il funzionamento dello stato ellenistico e dello stato romano nel V e nel VI libro delle
‘Storie’ di Polibio”, en E., Gabba (ed.), Ricerche di Storiografía Antica, vol. I, Pisa, pp. 9-19.


POLIBIO

HISTORIAS
LIBRO S V - X V

TRADUCCIÓN Y NOTAS DE

MANUEL BALASCH RECORT

&
EDITORIAL GREDOS

A s e s o r p a r a la s e c c i ó n g r ie g a : C a r l o s G a r c í a G u a l ,

Según las normas de la B.C.G., la traducción de esta obra


h a s id o r e v is a d a p o r J u a n M a n u e l G u z m á n H e r m i d a .

O EDITORIAL GREDOS, S. A.

Sánchez Pacheco, 81, Madrid. España, 1981.

Depósito Legal: M. 36861 -1981.

ISBN 84-249-0149-5.
Impreso en España. Printed in Spain.
Gráficas Cóndor, S. A., Sánchez Pacheco, 81, Madrid, 1981. — 5352.

120 HISTORIAS

tres m es e s en Siria y en F en icia p a ra p o n er en o rd en


la s ciu d a d es; d espu és d e jó a llí a A n d ró m a c o de A sp en -
d o 301 c o m o g o b ern a d o r m ilita r de las region es cita da s
y p a rtió co n su h e rm a n a y c o n su s a m ig o s h a cia A le-
7 ja n d ría . H a b ía p u esto u n fin al a la g uerra qu e resu lta b a
so rp ren d en te a lo s h a b ita n tes de su reino q u e co n o cía n
8 lo s h á b ito s de la o tra ca ra de su v ida . A n tío co , p o r su
p a rte, se a segu ró de la treg u a co n S o sib io y se en fra scó ,
segú n su p r o p ó sito p r im e r o , e n su s p rep ara tiv o s co n tra
A q u eo .
9 É sta era la situ a ció n d e A sia.
88 H a cia esta m is m a ép o ca lo s ra ­
d io s to m a r o n c o m o p retex to el
D ig re sió n , el te rr e m o to q u e h ab ía sa cu d id o su
terrem o to d e R od a s 302 n
isla p o c o tie m p o a n tes; les ha ­
b ía d e rrib a d o el g ra n c o l o s o 303,
2 la m a y o r p a rte de lo s m u r o s y la s atara za na s. S in e m ­
b a rg o , tra ta ro n co n ta n ta p ru d e n c ia y sen tid o p rá c tico
lo su ced id o , q u e sa liero n d el d esa stre m á s b ien b en e-
3 ficiados que p e rju d ic a d o s: entre lo s h o m b r e s la ig n o ­
ra ncia y la d esp r eo c u p a ció n difieren ta n to de la in teli­
gencia y la a ten ción , así en la v id a p riv a d a c o m o en lo s
a su n to s p ú b lico s , q u e a u n o s la b u en a fo r tu n a les p r o ­
du ce m a le s, y a o tr o s, en c a m b io , lo s d esa stres les so n

300 Siria y Fenicia era el nombre oficial de Celesiria en la


dinastía Lágida.
Mi Cf. 64, 4 y 83, 3.
so2 Puesto que Seleuco II Calinico murió en 225, este terre­
moto tuvo lugar forzosamente antes de esta fecha, con lo cual
aquí hay una dislocación cronológica, intencionada por parte de
Polibio. Los reyes que le eran contemporáneos fueron muy taca­
ños para dotar económicamente fiestas religiosas y competicio­
nes deportivas, por lo cual Polibio indirectamente les echa en
cara su mezquindad. Véase el amplio comentario de W a l b a n k ,
C o m m e n t a r y , ad loe.
303 El famoso Coloso de Rodas, una de las Siete Maravillas
del Mundo, era una estatua de bronce de 32 m.

LIBRO V 121

cau sa de p ro v ech o . E n to n c es , cierta m ente, lo s ro d io s


se su p ieron m a n e ja r : ex a geraron el d esa stre y lo p r e ­
sen ta ron c o m o a lg o te rrib le; en sus em b a ja d a s se c o m ­
p o r ta ro n co n g ra v ed a d y d ign id ad , ta n to en las a sa m ­
b lea s p ú blica s c o m o en la s en trevista s priva d as. A sí
lo g ra ro n q u e las ciu d ad es y a ún m á s lo s reyes n o só lo
les h iciera n d on a cio n es fa n tá stic a s, sin o que lo s m is m o s
do na ntes se les m o stra ro n en c im a a g ra d ecid o s. E n e fe c ­
to : H ier ó n y G eló n 304 n o só lo les en treg a ro n seten ta y
cin co ta len tos d e p la ta , en p a rte a l con ta d o y en p a rte
p o co tie m p o d espu és 305, p a ra que rep u siera n las p r o v i­
sio nes de aceite d el g im n a sio , sino q u e les reg alaron
ta m b ié n calderas 306 de p la ta co n lo s so p o rtes resp ecti­
v o s y a ña dieron a lg un a s v a sija s p a ra el agua. Les d ie­
ro n , a d em á s, diez ta le n to s p a ra lo s sacrificios y o tr o s
diez p a ra a y u d ar a la ciu d ad an ía, d e m a n era que, en
co n ju n to , el o b se q u io fu e de cien ta le n to s . T a m b ié n
exim iero n de a b o n a r d erech o s a las na ves ra dia s q u e
en tra ran en su s p u er to s y d o ta ro n a la ciu da d de c in ­
cu en ta ca tap ultas d e tres c o d o s. F ina lm en te, tras h a b er ­
les h ech o ta m a ñ a s d o n a cio n es, c o m o si aún les d ebieran
a g rad ecim ien to, lev a n ta ro n en el m er ca d o de R o d as u n
g ru po escu ltó rico q u e rep resen ta b a al p u eb lo de R o d a s
coro n a d o p o r el de S iracu sa .

304 Para Hierón, cf. I 8, 2-9; para su hijo Gelón, I 8, 3, y


sobre su muerte hacia el 216/215, cf. VIII 8, 9.
305 La evidente desproporción entre el dinero entregado y
las finalidades consignadas en el texto griego hacen que sus
editores supongan con razón una laguna; la mayor parte de
ellos piensan en la reconstrucción de las murallas (así, Pédech)
o en la de las murallas y los astilleros (Reiske). Véase la dis­
cusión en W a l b a n k , C o m m e n t a r y , ad loe.
306 Ya en Homero las tinajas o calderas, con los soportes
respectivos, eran objetos de mucho valor. (Cf. I l i a d a IX 122-3;
264-5; XVIII 259, 264, 268, 702, 885.)

122 HISTORIAS

89 A sim ism o , P t o lo m e o 30'7 les p r o m e tió trescien to s ta­


len to s de p la ta , u n m illó n de a rtab as 308 de tr ig o , m a d e ra
suficiente p a r a co n stru ir seis q u in q u errem es y diez tri­
rrem es y cua renta m il co d o s de p in o escu ad ra d o s, m e-
2 d id os exa cta m en te, m il ta le n to s en m o n e d a s de b r o n ce,
3 tres m il ta len to s de esto p a , tres m il pieza s de vela, tres
m il ta lentos 309 p ara la re co n str u cció n del co lo so , cien
ca rpin teros, trescien to s cin cu en ta a yud an tes y cato rce
4 ta len tos p a ra el sala rio a nu al de e sto s a rtesa n o s; aña­
d ió d oce m il a rtab as de tr ig o , p a r a lo s ju e g o s y lo s sa­
crificios, y veinte m il, p a r a el m a n te n im ie n to de las
5 trip ula cio n es de diez tr irr em es . L a m a y o r p a rte de es to s
su b sid io s lo s entreg ó in m e d ia ta m en te y de la to ta lid ad
6 d el d in ero, un a tercera p a rte. N o de m a n era d iferente
A n t ig o n o 310 les d io diez m il p ieza s de m a d e ra de o ch o a
dieciséis co d o s, qu é p o d ía n servir p a ra v ig as, cin co m il
tra vesa ño s de siete co d o s, tres m il ta lentos de h ierro,
m il ta len tos de c o lo fo n ia y m il m etre ta s de resin a líqui-
7 d a ; a d em á s de esto , les p r o m e tió cien ta len to s de p la ta .
S u es p o s a C riseida les o fr e c ió cien m il m e d im n o s de
8 trig o y tres m il ta len to s de p lo m o . S e le u c o 311, el p a d re
d e A n tío co , a d em á s de la ex en ción de los derech o s de
adu ana a lo s ro d io s q u e en tra ran en los p u erto s de su
rein o y a pa rte de diez q u in q u err em es equ ip ad o s c o m ­
p le ta m en te y de d o sc ien to s m e d im n o s de trigo , les dio
diez m il co d o s de m a d e ra , d e resin a y de c r in e s 312 y
a ñ ad ió la su m a de m il ta le n to s .

307 Ptolomeo III Evérgetes.


308 Una artaba tenía la capacidad de 39,6 1.
309 Algunos editores añaden: «de bronce» no amonedado,
simplemente el metal para reconstruir la estatua.
310 Antigono Dosón.
311 Seleuco III Calinico.
312 Crines de caballo y de otros animales, que servían para
hacer cuerdas.

LIBRO V 123

D o n acion es se m e ja n te s a ésta s les h iciero n P ru sias, 90


M itr íd a t e s 313 y lo s rey es q u e en to n ces reina ba n en el
A sia , m e refiero a L isa n ia s, a O lím p ic o y a L im n e o 314.
E s im p o sib le en u m e ra r co n fa c ilid a d la s ciu da des q u e, 2
cad a u n a segú n sus p o sib ilid a d es , co la b o ra ro n co n lo s
ro d io s. C u ando se co n s id e ra n lo s o rígen es y el tie m p o 3
qu e h a ce q u e esta ciu d a d e stá h a b ita d a , cau sa g ra n
so rp resa v er el e n o rm e aug e q u e h a to m a d o en u n p e r ío ­
d o ta n b rev e, ta n to en las h a cien d a s p riva d as co m o en
la p ú b lica de la ciu d a d ; p e ro si se co n sid era la situ a - 4
ció n estratég ica de su e m p la z a m ie n to , las a po rta cio n es
y lo s c o m p lem en to s ex terio res de su p rosp erid a d , en ­
ton ces la a d m ira ció n d esa p a rece y , m á s b ie n , creería­
m o s q u e le fa lta u n p o c o p a r a llega r a la a ltu ra d ebid a.
H e dicho e sto , p r im e ra m en te , p a r a p aten tiza r la dig- s
n id a d co n qu e m a n e ja n lo s ro d io s su s finanzas p ú b lic a s:
so n v erd a d era m en te m er ece d o re s de elo gio y de e m u la ­
ció n , y , en segu n do lu g a r, p a ra q u e salte a la v ista la 6
ta cañ ería de lo s reyes a ctu a les y lo p o c o q u e de ello s
recib en h o y las g en tes y la s ciu d a d e s: así n i lo s rey es 7
q u e su elta n cu a tro o cin co ta len to s p o d rá n creer q u e
h an h ech o u n a g ra n cosa , n i se em p eñ a rá n en recib ir
de lo s g riegos la a dh esió n y las h o n ra s q u e de ello s
recib iero n lo s reyes de a n ta ñ o ; las ciu d ad es ten d rá n 8
a nte su v is ta la esp len d id ez d e lo s d on es recib id o s en
ép o cas anteriores y n o tr ib u ta rá n , in a d vertid am en te,
g ra nd es y m a gn íficas h o n ra s p o r p eq u eñ o s beneficios
re cib id o s p o r c a s u a lid a d 315. S e es fo rza rá n en d ar a ca d a 9
u no lo q u e re a lm en te m er ece , q u e es lo qu e disting ue
m á s a lo s g riego s de lo s d e m á s h o m b r e s.

313 Para Prusias de Bitinia, cf. IV 47, 7, y para Mitrídates II


del Ponto, cf. IV 56, 1; V 43, 1-2.
314 Olímpico era gobernador de Alinda, en Caria; Lisanias
y Limneo nos son desconocidos.
315 Con una implícita mezquindad de espíritu. 
384 HISTORIAS

su e s ta n c ia en la r e g ió n , m o le s t ó s in treg u a a m uchos
6 a q u e o s , e n s u m a y o r ía h o m b r e s m o d e s to s . C o n s tr e ñ id o s

p o r la g u e rr a q u e lo s a m e n a z a b a p o r to d a s p a r te s , lo s

aqueos se v e ía n fo r z a d o s a a g u a n ta rse y a so p o rta r

a q u e llo ta n a n tin a tu r a l.
7 N in g u n o d e lo s r e y e s a n t e r io r e s a F ilip o a p o r t ó c u a ­
lid a d e s s u p e r io r e s a la s d e é l a s u r e in o , p e r o t a m p o c o
8 v ic io s p e o r e s 105. M e parece que su s c u a lid a d e s eran

c o n g é n ita s y que lo s v ic io s le s o b r e v in ie r o n a m e d id a
q u e se ib a h a c ie n d o m a y o r , lo m is m o q u e p a s a c o n lo s

9 c a b a llo s v i e j o s 106. N o s o t r o s no m e tem o s en lo s p r ó lo ­


g o s 107 e s t o s tem a s, com o hacen o tro s e s c r ito r e s , sin o
que, cuando lle g a m o s al p u n to m is m o , a d a p ta m o s a

é l u n a e x p o s ic ió n a d e c u a d a p a r a e s c la r e c e r lo s , t a n to si
ío se tra ta de reyes com o de h om bres ilu s tr e s , c o n v e n c i­
d o s d e q u e e s e l p r o c e d im ie n t o m á s ú til, ta n to p a r a lo s

le c to r e s c o m o p a r a lo s a u to r e s.
27 M e d i a 108 c o n s t i t u y e , ta n to por
la s d im e n s io n e s d e l p a ís com o
Cam paña de A n tío c o d núm erQ la s c a r a c t e r ís t i.
en M e d ia 1 "
cas de su s h a b ita n te s y de su s
c a b a l l o s , e l p r i n c i p a d o 109 m á s n o -

3 ta b le de A s ia . P r o p o r c io n a c a b a llo s a casi to d a esta


p a r te d e l m u n d o , p o r q u e in c lu s o lo s r e y e s s e h a n h a b i­
t u a d o a t e n e r e n M e d ia s u s r e m o n t a s , [d e b id o a la s c u a ­

lo da en el aparato crítico, no incluyo el adverbio en la tradu c­


ción.
105 En esta sección 7-10, hay reflejos de la É t i c a a N i c ó m a c o · .
el hom bre se deteriora no naturalm ente, sino por la influencia
de los m alos am igos; cf. V II 14, 6; IX 22, 10.
106 Aquí hay que ver una experiencia personal de Polibio.
107 W albank interpreta no «prólogo», sino «fu era de lugar».
108 Polibio se repite, al m enos parcialm ente. Cf. V 44, 4-11.
109 Según W a lb a n k , C o m m e n t a r y , ad loe., es la traducción
exacta (térm ino técnico) del vocablo griego correspondiente.
H istóricam ente, Media había sido un p aís independiente, pero
ahora era una provincia seléucida.

LIBRO X (FRAGMENTOS) 385
l i d a d e s ] 110 d e e sto s p a r a je s . E stá rodeada de c iu d a d e s 3

g r i e g a s 111 p o r l a p r e c a u c i ó n d e A l e j a n d r o : a sí se v e d e­
fe n d id a c o n tr a lo s b á r b a r o s q u e la c ir c u n d a n . L a ú n ic a
c iu d a d no g rie g a es E cb a ta n a , e d ific a d a en la p a r te 4

s e p te n tr io n a l d e M e d ia . E s t a urbe d e te n ta e l g o b ie r n o
d e la s r e g io n e s a s iá tic a s d e l P o n to E u x in o y d e M e ó t id e .
F u e , d e s d e e l p r in c ip io , la r e s id e n c ia r e a l d e lo s m e d o s 5

y p a r e c e q u e s u p e r ó m u c h o a la s d e m á s c iu d a d e s p o r la
r iq u e z a y e l lu jo d e su s e d ific io s . L a p la z a e stá s itu a d a 6
e n l a r e g i ó n m o n t a ñ o s a c e r c a n a a l r í o O r o n t a s 112. C a r e c e
d e m u r a lla s , p e r o en c a m b io tie n e u n a c iu d a d e la con s­
tr u id a com o una fo r tific a c ió n m uy e fic a z . L o s p a la c io s 7

r e a le s e s t á n s itu a d o s a l p ie d e e s ta c iu d a d e la y e s u n a
c u e s tió n d ifíc il d e d e c id ir si es ahora el m o m e n to de

d e c ir a lg o acerca de e l l o s 113 o si, m ás b ie n , hay que


o m itir lo s , porque para a q u e llo s que e stá n avezados a 8
p r o p o n e r n a r r a c io n e s so rp re n d en tes y a a n u n c ia r a lg u -

110 E l texto intercalado responde a una laguna del griego,


convincentemente san ad a por Büttner-W obst.
111 E n realidad no se tratab a de ciudades, sino de fortines
m ilitares, que aseguraban el núcleo central de esta provincia
seléucida; otros em plazam ientos eran sim ples cuarteles genera­
les de los gobernadores o regim ientos de las satrap ías. Pero en
M edia había ciudades genuinam ente griegas como Apamea, Ra-
giana, Heraclea, Laodicea, y ciudades pregriegas repobladas con
población griega, com o E cb atan a y* Raga, que al repoblarse re­
cibieron nom bres griegos: E p ifan ía, la prim era, y Europo, la
segunda. En cuanto a la ubicación de estas ciudades, cf. W e l t -
a t l a s , I, pág. 13, m apa A. E cbatan a, la cap ital de Media, era la
actual H am adan, en la ru ta prin cipal Teherán-Bagdad, en las
estribaciones del antiguo monte Zagro, actualm ente la cadena
de Elvend.
112 E s el río llam ado actualm ente Elvend, que tiene el m ism o
nom bre que la cadena m ontañosa citada en la nota anterior.
113 Patón traduce, a m i entender erróneamente: «de tratarlos
con detalle». No es la alternativa que encaje con el texto siguien­
te; el griego aquí es m uy genérico y la fra se aislada adm ite las
dos traducciones.

386 HISTORIAS

n as cosas con c i e r t a e x a g e r a c i ó n 114, l a c i u d a d de E cba­


ta n a es m a te r ia m uy a p ta ; en c a m b io , para a q u e llo s
que, si hacen a fir m a c io n e s c o n tr a r ia s a la s c r e e n c ia s

c o m u n e s d e la s g e n te s , p r o c e d e n c o n c a u t e la , e s t a p o b la -
9 c ió n le s in c o m o d a y le s p o n e e n a p u r o s . A p e s a r d e t o d o ,
d ir é q u e e l p a la c io r e a l tie n e u n p e r ím e t r o d e c a s i s ie te
e s ta d io s y que la m a g n ific e n c ia de to d o s su s e d ific io s

e v id e n c ia la p r o s p e r id a d d e lo s q u e a n t a ñ o lo s le v a n ta -
10 ro n . L a p a rte de m adera era ín te g r a m e n te de c ip r é s y
d e c e d r o , p e r o ja m á s e sta b a en c o n ta cto d ir e c to c o n e l
a ir e ; la s v ig a s , lo s tech o s y la s c o lu m n a s d e lo s p ó r ti­

cos y de lo s p e r is tilo s e sta b a n fo r r a d a s de p la ta o de


11 oro; la s te ja s eran tod as d e p la ta . E n su m a y o r p a rte ,
e sto s fo r r o s fu e r o n robad os d u ra n te la cam paña de
A le ja n d r o y d e lo s m a c e d o n io s ; lo q u e q u e d ó s e lo lle v a ­

ron d u ra n te el d o m in io de A n tig o n o y el de S e le u c o ,
12 e l h ijo d e N ic a n o r . A p e s a r d e t o d o , d u r a n te la e s ta n c ia
de A n tig o n o , e l te m p lo lla m a d o de A i n e 115 c o n s e r v a b a
t o d a v ía e l d o r a d o d e la s u p e r fic ie c ir c u la r d e la s c o lu m ­

n a s , la m a y o r p a r t e d e la s t e ja s d e p l a t a e , i n c lu s o , a lg u ­
n o s la d r illo s d e o r o ; no s e h a b ía p e r d id o c a si n in g u n o
13 d e lo s d e p la t a . D e t o d o lo d ic h o s e r e u n ió lo s u fic ie n te
para acu ñar u n os cu a tro m il ta le n to s con la e fig ie del

rey.
28 A r s a c e s 116 s u p o n í a q u e A n t í o c o lle g a r ía a e s te lu g a r ,
p e r o q u e n o s e a tr e v e r ía » a p e n e t r a r c o n u n e jé r c it o t a n

114 Sin em bargo, el m ism o Polibio no renuncia a veces a


ello; cf. el largo episodio del fin del libro XV, sobre la caída y
m uerte de Agatocles de Egipto.
115 Nom bre helenizado de la diosa p ersa Anahita, divinidad
de las agu as fertilizantes; su culto se había extendido am plia­
mente en Grecia. Sobre él puede consultarse M a r t i n N i l s s o n ,
G e s c h i c h t e d e r g r i e c h i s c h e n R e l i g i o n , I, Munich, 1950, p ágs. 497-
498.
116 A rsaces II sucedió a su p ad re A rsaces I en los años
211/210 y gobernó h a sta el 191 a. C.; A rsaces I se hizo con el
poder en el año 238 y se irrogó el título real en el 231.

414 HISTORIAS

un o r ific io p r o fu n d o . D u ra n te un breve tre ch o el agua


8 flu y e su b te rrá n e a m e n te y, lu e g o , v u e lv e a a flo r a r . Los
b á r b a r o s c o n o c e n b ie n lo s p a r a je s y h a c e n la tr a v e s ía a

p ie e n ju to , c o n su s c a b a llo s , h a c ia H ir c a n ia .
49 Cuando le lle g ó la n o tic ia de
que E u t i d e m o 180 e s t a b a con su s
C am paña de A n tío c o
fu e rz a s en T a p u r i a 181 y de que
en B a c t r i a 179
m il jin e te s se h a b ía n a p o sta d o
para v ig ila r lo s vados del r ío
A r i o 182, A n t í o c o d e c i d i ó d e j a r e l a s e d i o 183 y a c o m o d a r s e
2 a la s itu a c ió n . E l r ío e s t a b a a t r e s j o m a d a s d e m a r c h a .
L o s d o s p r im e r o s d ía s , A n t ío c o m a r c h ó m o d e r a d a m e n te ;
al tercer d ía , desp u és de cenar m andó a lo s que se

quedaban le v a n ta r el cam p o a la s p r im e r a s lu c e s del


3 a lb a , y él to m ó a su s jin e t e s , a su in fa n te r ía lig e r a y
a d ie z m il p e lta s ta s y e m p r e n d ió por la noche una
4 m archa fo r z a d a . H a b ía a v e r ig u a d o que la c a b a lle r ía
e n e m ig a , d u r a n t e e l d ía , v ig ila b a a p o s t a d a e n la m is m a
o r illa d e l r ío ; de n och e, se r e t ir a b a a una c iu d a d d is -

5 ta n te p o r lo m e n o s v e in te e s ta d io s . A n tío c o h iz o , p u e s ,
d e n o c h e e l r e s t o d e la r u t a q u e le q u e d a b a , p o r q u e la s
lla n u r a s s e p r e s ta b a n a l g a lo p e ; cuando a lb o r e ó , y a se

Estamos en el año 208 a. C.


Un griego de Magnesia que arrebató el reino de Bactria
180
a Diodoto II. Para información sobre estos personajes y estos
sucesos, cf. H. B e n g s t o n , G r i e c h i s c h e G e s c h i c h t e , Munich, 1950,
págs. 385/86.
181 Tapuria: la grafía, en el texto griego, no es segura y, por
consiguiente, no lo es la ubicación de la población. Quizás se
trate de la actual Guriana. V ie lt a t l a s , I, no habla de Tapuria,
pero sí de los tapurios, que sitúa en el extremo sur del mar
Caspio. Si la ciudad debe identificarse con Guriana, entonces
se trata de la actual Guria, al O. de Herat, en la región central
de la frontera entre el Irán y el Afganistán, ya en territorio
afgano. Cf. G r a n A t l a s , II, págs. 212 J 19.
182 El río actualmente llamado Hari-rud.
183 jvjo sabemos de qué ciudad. 
LIBRO X (FRAGMENTOS) 415

h a b ía a n t ic ip a d o y h a b í a h e c h o c r u z a r e l r ío a la m a y o r
p a r t e d e la s f u e r z a s q u e e s t a b a n c o n é l. L o s v ig ía s a n u n - 6
c ia r o n lo s u c e d id o a la c a b a lle r í a b a c t r ia n a , q u e a c u d ió
a to d a b r id a , y a ú n e n e l c a m in o y a e s ta b le c ió c o n ta c to
con e l e n e m ig o . A n tío c o c o m p r e n d ió q u e d e b ía n e c e s a - 7
ñ á m e n t e a g u a n t a r la p r i m e r a a r r e m e t id a d e l a d v e r s a r io .

A lin e ó a dos m il jin e te s avezados a c o m b a tir ju n to a


é l, ord en ó que lo s dem ás fo r m a r a n a llí m i s m o en es­
c u a d ro n es y d e sta c a m e n to s, y q u e to d o e l m u n d o s e s i­

tu a r a e n el o r d e n h a b itu a l; é l p e r s o n a lm e n te se e n fr e n - 8
tó a l e n e m ig o c o n su s jin e te s y a ta c ó la v a n g u a r d ia de
lo s b a c tr ia n o s . P arece que en e ste co m b a te A n tío c o 9
p e le ó con m ás ard or que lo s m is m o s hom bres que le
rodeaban. Las b a ja s fu e r o n n u m erosas en am bos b a n - ίο
d os, p ero lo s del rey d e rro ta ro n al p r im e r escu ad rón
e n e m ig o . A c u d ie r o n en su socorro lo s escu ad ron es se­

gundo y tercero b a c tr ia n o s , y en to n ce s lo s d e A n tío c o


se v ie r o n en s itu a c ió n d e s v e n ta jo s a y c e d ía n terre n o
v e r g o n z o s a m e n te . L a m a y o r p a r te d e jin e t e s h a b ía p e r - u
d id o y a s u o r d e n c u a n d o P a n é to lo d io o r d e n d e a v a n z a r :
r e c o g ió al rey y a su s h om b res, que c o r r ía n p e lig r o , y

fo r z ó a r e v o lv e r s e y a r e p le g a r s e a lo s b a c tr ia n o s que
le s acosaban d e so rd e n a d a m e n te . É sto s, p e r s e g u id o s 12

a h o r a p o r l o s h o m b r e s d e P a n é t o l o 1S4, n o s e d e tu v ie r o n

h a s ta r e u n ir s e c o n E u t id e m o , p e r o p e r d ie r o n la m a y o r ía
de su s e fe c tiv o s. L a c a b a lle r ía d el rey m a tó a m uchos 13

a d v e r s a r io s y c a p tu ró a m uchos p r is io n e r o s ; lu e g o se
r e t ir ó y a c a m p ó a llí m i s m o , a la o r illa d e l r ío . E n e ste u

choque e l c a b a llo de A n tío c o fu e h e r id o de m u e r te , y


a A n t ío c o m is m o le d ie r o n e n la b o c a y p e r d ió a lg u n o s

d ie n te s . F u e p r in c ip a lm e n te a q u í d o n d e s e g a n ó s u fa m a

de v a le n tía . D esp u és de esta b a ta lla , E u tid e m o , p r e s a 15

184 Sobre este personaje, cf. V 61, 5; era un mercenario que


se pasó de Ptolomeo a Antíoco.

416 HISTORIAS

del m ie d o , se retiró co n su s fu erz a s a Z a r ia s p a 183, ciu d a d


d e B a ctria .

185 Bactra, capital de Bactria, tenía por segundo nombre


Zariaspa.


454 HISTORIAS

34 E u tid e m o era o riu n do de M a g ­


n esia y se d efen d ió ante T e le a s 74:
A sia : la s itu a c ió n en
a firm a b a q u e n o era ju s to el in­
B a ctria 73
terés de A n tío co en ech arle de
2 su rein o , p u es to qu e él n o h a b ía
d eserta d o del rey , sin o q u e cu a n d o to d o s lo s d em ás se
h a b ía n su b lev ad o, él a ca b ó co n su s d escen dientes y,
3 así, llegó al im p e rio de B a c tria . T o c ó a m p lia m e n te este
p u n to y , lu eg o, ro g ó a T elea s q u e fu er a g en eroso y q u e
in tercediera en p r o de u n a re co n cilia ció n ; d ebía in d ica r
a A n tío co q u e n o se en cela ra p o r su n o m b r e ni p o r su
4 ca teg o ría de rey, p o rq u e , si n o se avenía a lo q u e le
5 ro g ab an , n in gu n o de lo s d o s g o za ría de segu rida d. E n
e fe c to : se ha bía p rese n ta d o u n a h o r d a m u y n u m ero sa
d e n ó m a d a s 75, lo cua l sig nifica ba u n riesg o p a r a a m b o s.
S i se to lera b a su p resen cia , el p a ís entero se con ver-
6 tiría en b á rb a ro . E u tid e m o d ijo e sto y rem itió a T elea s
7 a en trev istarse co n A n tío co . H a cía y a tie m p o qu e é ste
b u sca b a c ó m o d esem b a ra z a rs e d el p r o b le m a . C u an do
p o r b o c a de T eleas lleg ó a sa b erlo to d o , lo s m ó v iles
a d u cid os h iciero n q u e a ten d iera g u s to so lo referen te
8 al trata do de paz. T eleas se d esp la zó co n tin u a m en te de
u n a co rte a la o tra , h a sta qu e E u tid e m o m a n d ó a su
9 h ijo D em etrio a ra tificar el p a cto . E l rey le re cib ió ;
segu ro de q u e el jo v e n n i p o r su figura, n i p o r su tra to ,
n i p o r la d ig n id ad de su p o rte d esm erecería d el títu lo
d e rey, p rim e ro le p r o m e tió qu e le d aría en m a tr im o n io
a u n a de su s h ija s , lu eg o o to r g ó a l p a d re la categ o ría
ío real. R eferen te a o tro s p u n to s, fo r m u ló u n p a cto p o r
e scrito , ju r ó la alianza y lev a n tó el c a m p o ; h a b ía a b a s­
tec id o a sus tro p a s d e trigo en a b un d a n cia y su m ó a
i i sus elefan tes los de E u tid e m o . P a só el C áu ca so y b a jó

73 También aquí estamos en el año 216 a. C.


74 Oriundo también de Magnesia.
Pobladores del actual Irán.

75
LIBRO X I (FRAGMENTOS) 455
a la In d ia , d o n d e ren o v ó su alian za co n e l rey in d io
S o fa g á s e n o 76. T o m ó m á s elefa n tes , h asta co m p le ta r el
n ú m ero de cien to cin cu en ta , a b a steció o tra v ez de trigo
a to d a s sus tro p a s y m a rc h ó co n su e jé rc ito ; h a bía en­
carga do a A n d ró ste n es de C ícico reco g er el dinero q u e
e l rey h abía d estin a d o a él. A tr a v e só A r a c o s ia 77 y cru zó
el río E r im a n t o 78; a trav és d e G ra ng en e alca nzó la C ar­
m a nia . E l in v iern o se le ech ab a en cim a y esta b leció
en esta región su ca m p a m e n to de in v ierno . É ste fu e el
resu ltad o final de la ex p ed ició n de A n tío co ha cia tierra s
del in terior; so m et ió a su d o m in io n o só lo a los sá tra ­
pa s o rien ta les, sin o ta m b ié n las ciu d ad es m a rítim a s y
a lo s so b eran os d e a cá d el T a u ro ; en u n a p a la b ra , se
a seg u ró el im p e rio y a d m iró a to d o s sus sú b dito s p o r
su a ud a cia y su v o lu n ta rio so a gua nte. D e h echo , fu e
esta exp edició n la qu e le h izo a pa recer digno de la ca te­
g o ría real a las p o b la c io n es de A sia y a las de E u ro p a .

76 Rey de uno de los reinos desgajados del NO. de la India.


Cf. W a l b a n k , C o m m e n t a r y , ad loe.
77 Provincias que estaban al NO. del actual Hindukusch.
78 Este topónimo fluvial es frecuente en la antigüedad (tam­
bién el italiano río Po, por ejemplo, se llama así), pero el origen
fonético no es en todas partes el mismo. Aquí se trata del actual
río Helmand, que fluye en dirección sudoeste desde Parapamisa,
a través de Aracosia, hasta Drangiana.


Kosmin, P. 2014. “Seeing Double in Seleucid Babylonia: Rereading the Borsippa Cylinder of
Antiochus I”, en A. Moreno, R. Thomas (eds.), Patterns of the Past. Epitedeumata in the Greek
Tradition. Oxford: Oxford University Press, pp. 173-198.

Traducción: Ezequiel Martin Parra, 2018.


Revisión: Álvaro Moreno Leoni

Para uso exclusivo interno de la Cátedra Historia Antigua General. Universidad Nacional de
Córdoba.

Ver doble en la Babilonia seléucida: Volver a leer el Cilindro de


Borsippa de Antíoco I

Paul Kosmin*

Durante el último par de décadas, los estudios sobre Babilonia helenística han enfatizado la
vitalidad, el profundo arraigo y la permanencia de las tradiciones culturales locales y de las
estructuras económicas.1 Las excavaciones y las publicaciones en curso de archivos cuneiformes
han sacado a la luz el florecimiento de la ciencia e historiografías babilónicas, las prácticas
cotidianas de culto, el ámbito doméstico, el comercio y la permanencia ininterrumpida de
ciertos grupos de parentesco.2 Junto a esto, se ha desarrollado una contraimagen del limitado
impacto e influencia de los reyes greco-macedónicos que gobernaban sobre los babilonios y los
colonos que entre ellos vivían. Se ha sugerido que, en términos religiosos, “los babilonios se
aferraron a sus antiguas tradiciones babilónicas”,3 y que, en lo político, incluso llegó a existir
una forma de apartheid.4 Se ha sostenido, a su vez, que la monarquía seléucida tuvo que dirigir
un imperio de tan extraordinario tamaño y diversidad recurriendo a unas restringidas ambiciones
de transformación cultural y un juego de roles en base a identidades monárquicas indígenas y
pre-helenísticas.
Esta resistencia académica a la helenización tiene mucho por lo que ser elogiada, en
particular como una beneficiosa réplica a las exageraciones y desmedidos entusiasmos
imperiales del pasado.5 Pero subyace un peligro para Babilonia y para el Estado seléucida: que
la celebración de la continuidad reproduzca el tropo orientalista de la “estabilidad y eternidad
invariable”; 6 que la insistencia en el carácter impermeable de las tradiciones se vuelva una
ansiedad sobre la pureza cultural;7 y que, en el cruce de fronteras (boundary-crossing) del reino,
la identidad supra-babilónica sea opacada debajo de las máscaras de alternancia de código
(code-switching) de un rey camaleón. Además, no deberíamos subestimar hasta qué punto esta

* Es un gran honor dedicar este trabajo a Oswyn, quien fue el primero en mostrarme el camino a Hélade y
ha seguido ofreciéndome su generosa guía y apoyo a través de los años. Este artículo se ha beneficiado
enormemente de los comentarios y consejos de Paul-Alain Beaulieu, Stephanie Dalley, Johannes
Haubold, Peter Machinist, Andrea Seri y Kathryn Stevens, quien compartió amablemente conmigo su
artículo próximo a salir. No hace falta decirlo: todos los errores son míos.
1
Ej. Kuhrt y Sherwin-White (1993), 141–2, 149–61; Sherwin-White (1987); Briant (1990).
2
La bibliografía es inmensa; véase: por ejemplo, Clancier (2007), 42–54 y (2011).
3
Linssen (2004), 168.
4
Van der Spek (2009) y Clancier (2007), 56–9.
5
Véase, por ejemplo, las críticas apropiadamente mordaces de Oswyn a la Kulturgeschichte des
Hellenismus de Carl Schneider (Murray, 1969).
6
Said (1979), 240.
7
Para una exploración de tales ansiedades en los estudios ptolemaicos, véase: Moyer (2011), 28–9 y n.
104.


imagen de Babilonia es resultado del sesgo sistemático de nuestra evidencia: las tablillas de
arcilla acadias han sobrevivido, pero no los papiros ni los pergaminos griegos o arameos.8 En
otras palabras, las condiciones climáticas han privilegiado justamente los elementos más
arcaizantes y conservadores del mundo babilónico. Una exageración para dar más claridad: la
Babilonia seléucida sería como el Egipto ptolemaico sólo con inscripciones jeroglíficas.
El paso de los seléucidas por Babilonia dejó una huella profunda. La satrapía fue el primer
mando provincial de Seleuco Nicator, el lugar de nacimiento de su realeza y el escenario del
mito de origen de su dinastía.9 Su territorio fue colonizado mediante la fundación de Seleucia
del Tigris y de muchos otros asentamientos de segundo orden en el Éufrates medio y los tramos
inferiores de los ríos Tigris, Euleo, Hedifonte, y Pasitigris.10 Una guarnición seléucida ocupó
Babilonia desde el principio,11 una colonia fue establecida por Antíoco IV12 y los escribas
registraron su performance de actos marcadamente griegos (los colonos “se ungen con aceite”,13
celebran un pu-up-pe-e (i.e. pompē)14). La circulación de moneda seléucida generó una
familiaridad con los motivos iconográficos griegos sin precedentes. Además, muchos episodios
en las Crónicas y Diarios Astronómicos cuneiformes registran rupturas en el entramado de la
tradición local. A modo de ejemplo: un escriba registra que Antíoco I, mientras realizaba un
sacrifico babilónico muy común en el Esagila, el principal templo de Babilonia, se cayó y, como
respuesta, a lo que era quizás un mal presagio, “sacrificó bueyes a la manera griega” (una
perceptible intrusión religiosa en el centro cósmico babilónico).15 En resumen, el imperialismo
seléucida generó todo tipo de puntos de contacto entre las ideas y prácticas babilónicas y las
greco-macedónicas.
En este capítulo pretendo demostrar que puede identificarse una zona de interpenetración
entre los mundos simbólicos del sacerdocio babilónico y la realeza seléucida. Como el título
indica, este proyecto está inspirado en las lecturas de textos ptolemaicos que buscan, con más o
menos éxito, identificar un significado egipcio en la poesía aparentemente situada en una torre
de marfil de Alejandría y en otros textos.16 Pero el mismo está articulado de modo diferente: el
reino seléucida era una hidra, no un Jano Bifronte, es decir era multicultural y no bicultural, y
nuestras fuentes de Babilonia preservan casi exclusivamente la perspectiva indígena. Por ambas
razones, una investigación acerca de lo que Susan Stephens ha denominado “co-presencia” (el
solapamiento binario de sistemas simbólicos indígenas y coloniales) puede surgir únicamente de
una búsqueda de las respuestas sacerdotales babilónicas a los ocupantes greco-macedónicos.
Que esto fue una práctica posible y sofisticada queda demostrado por la tristemente
fragmentaria Babyloniacá de Beroso, una auto-etnografía de comienzos del siglo III a.C., escrita
en griego por un sacerdote de Marduk, que se involucraba directamente con la realeza seléucida,
reelaboraba varios clásicos cuneiformes y respondía a las convenciones historiográficas
griegas.17 Mientras Beroso es el mejor caso de bilingüismo literario y cultural, en este estudio
espero demostrar una “doble mirada” similar en lo que parece ser la fuente babilónica más
conservadora de todas: el Cilindro de Borsippa de Antíoco I.
El Cilindro es un texto de arcilla de los cimientos que registra, en una escritura cuneiforme
arcaizante, la reconstrucción llevada a cabo por Antíoco I del Ezida para el dios Nabû en la

8
Tan sólo hay unas cuantas inscripciones griegas u ostraca de la Babilonia helenística; véase IEOG #76,
#100, #102, #103, y #107.
9
App. Syr. 53–4; Diod. Sic. 18.39.6, 19.55.2–5, 19.91.2; Arr. Ta met' Alexandron F1 35; véase:
Capdetrey (2007), 36–8.
10
Una lista de las colonias seléucidas en el sur de Babilonia fue adjuntada al reconocimiento por parte de
Antioquía en Persis en los juegos coronados de Artemisa Leucofriene en Magnesia del Meandro (IEOG
#252 = OGIS 233 = IMagn 61); para las colonias seléucidas en la región, véase: Tscherikower (1927),
84–95.
11
Sherwin-White (1982).
12
van der Spek (2009).
13
BCHP 14 Obv. 4.
14
AD-168 A Obv. 15.
15
BCHP 6 Obv. 4–7.
16
Ej. Moyer (2011); Stephens (2003) y Koenen (1993).
17
Beroso BNJ 680, con el comentario de G. de Breucker.

ciudad de Borsippa, situada casi diez millas al suroeste de Babilonia, en la margen este del
Éufrates. El Cilindro está escrito en dos columnas de treinta y veintinueve líneas,
respectivamente, y da la impresión de una distribución limpia y simétrica de los signos. Una
doble línea vertical hacia abajo del centro del Cilindro separa las dos columnas una de la otra y
marcas horizontales en cada columna dividen, a su vez, las líneas de escritura.18 El cilindro está
fechado, según el calendario babilónico y la Era Seléucida, el 27 de marzo del 268.19 Desde su
publicación por Strassmaier en 1882, se ha reconocido al Cilindro como una fuente excepcional
para la política imperial seléucida en Babilonia, la religión babilónica tardía y la ideología
monárquica helenística. La forma más fácil de acceder a él es por la traducción y el comentario
de Amélie Kuhrt y Susan Sherwin-White en JHS 111.20 La lengua y la forma de la inscripción,
la actividad que registra y los rituales que describe y codifica son sorprendentemente
tradicionales. Representa el patrocinio real seléucida del sacerdocio indígena, la presentación de
honores al panteón local y la participación en rituales particularmente antiguos. De acuerdo con
esto, el Cilindro ha sido tratado como el más perfecto ejemplo de la continuidad supuestamente
impoluta discutida antes: para Kuhrt y Sherwin-White “la ideología real expresada en el texto es
totalmente babilónica”;21 para Teixidor, es “una verdadera copia helenística de los textos
edilicios neobabilónicos”;22 y para Capdetrey “la proclamación de esta reconstrucción respeta a
la perfección el modelo babilónico tradicional para los textos de fundaciones”;23 etcétera. En
contra de este consenso académico, mi capítulo plantea que el Cilindro está imbuido de la
ideología monárquica seléucida e ingeniosamente reformulaba la tradición babilónica dentro del
marco de un programa genuinamente imperial. Trato cuatro temas: el significado de Nabû, la
representación de la familia real, la selección de modelos textuales y la geografía del Cilindro.

EL SIGNIFICADO DE NABÛ

Nabû, cuyo templo fue reconstruido por Antíoco I, era el dios principal de Borsippa, patrono
de los escribas y de la sabiduría divina, hijo de Marduk, y una de las deidades más importantes
en la Babilonia24 de fines de la primera mitad del primer milenio. ¿Cómo lo habría comprendido
el monarca seléucida? Dentro del gesto etnográfico estándar de asimilar lo desconocido a lo
familiar, los griegos asociaban dioses y diosas extranjeros a sus propias deidades. Similitudes
básicas entre los panteones mesopotámico y griego permitían tales vínculos: el Marduk de
Babilonia (conocido por su título cultual Bēl) fue vinculado con Zeus al menos ya desde
Heródoto.25 De hecho, la Babyloniacá de Beroso parece haber traducido deidades
mesopotámicas a sus respectivos equivalentes griegos. Por ejemplo, en su resumen de la épica
babilónica de la creación, el Enūma eliš, escribe sobre Ti’âmat que “su nombre en el idioma
caldeo es Thalatth, pero en griego su nombre se traduce como Thalassa”;26 en otra ocasión,
Beroso tradujo Marduk como Zeus y, de acuerdo con Agatías, dio nombres griegos a los otros
dioses babilónicos (τοὺς ἄλλους ἐκάλουν).27 Sobre la base de abundantes testimonios post-
seléucidas, se ha acordado generalmente que Nabû fue sincretizado con Apolo.28 Estrabón
identificaba Borsippa, la ciudad que albergaba al templo Ezida y el Cilindro, como consagrada a

18
Sobre tales artefactos gráficos en las inscripciones edilicias, véase: da Riva (2008), 80–3.
19
i.13–14.
20
Kuhrt y Sherwin-White (1991).
21
Kuhrt y Sherwin-White (1991), 83.
22
Teixidor (1990), 73.
23
Capdetrey (2007), 56.
24
Pomponio (1978).
25
Hdt. 1.181
26
Beroso BNJ 680 F1b = Sincelo, Cronografías, 49, 19. Thalatth es una corrupción hecha por los
escribas a partir de la palabra griega thálatta. G. de Breucker señala que el filósofo peripatético del siglo
IV a.C., Eudemo de Rodas, en su versión del Enūma eliš, traduce el nombre como Tauthe.
27
Beroso BNJ 680 F12 = Agatías, Historias 2.24
28
Ver, por ejemplo: Erickson (2011); Iossif (2011), 250–1; Dirven (1999), 128–46; Bernard (1990), 57–
60; Drijvers (1980), 40–75 y Pomponio (1978), 226–8.

Apolo y Artemisa, i.e. Nabû y Nanaya.29 El templo de Gaddê en Dura-Europos, una colonia
seléucida, albergó una estatua de yeso de Apolo Citaredo, identificado por una etiqueta en
arameo de Palmira como Nabû (nbw).30 De modo similar, tesserae de Palmira marcan un Apolo
portador de lira como Nabû (nbw).31 El Apolo de Hierápolis-Bambice, cuyo culto recibió el
apoyo de Seleuco I y Estratónice, era semejante al de Nabû.32 El templo de Apolo en las
cercanías de Seleucia del Tigris fue identificado como el de Nabû en una inscripción bilingüe
parta.33 Los dos dioses fueron equiparados en las traducciones de nombres teofóricos: por
ejemplo, Barnabus (“hijo de Nabû”) de la cilicia Nicópolis, tomó el nombre griego
Apollinarios.34 Drijvers ha sugerido incluso que el estilete para escribir de Nabû, su atributo
característico, podría haber sido identificado por los griegos como la flecha de Apolo.35 Hasta
hace muy poco el sincretismo Nabû-Apolo no estaba atestiguado en el periodo seléucida, pero
un sello recientemente publicado, proveniente del edificio del gran archivo de Seleucia del
Tigris y datado entre el último cuarto del siglo III y la primera mitad del II a.C., representa una
imagen sincrética indiscutible de ambos dioses (un Apolo desnudo y sin barba sostiene el
estilete de Nabû junto a símbolos astrales babilónicos).36 El grabado de tal imagen en un sello
privado implica una asimilación de los dos dioses bien establecida. Es difícil imaginar que
agentes seléucidas o sacerdotes babilónicos en búsqueda del favor real no hubieran tratado de
hacer a esta divinidad tan importante mutuamente inteligible; y más importante aún, no se ha
registrado ninguna otra identificación griega con Nabû.37 Así que es casi certero que el Nabû
babilónico, objeto del beneficio de Antíoco I, habría sido interpretado por la corte seléucida
como Apolo.
El mismo Cilindro de Borsippa podría contener información indirecta sobre este sincretismo.
Nabû es presentado por primera vez en la columna i línea 16 como Nabû aplu sīri, “Nabû, el
heredero exaltado” (es decir, de su padre, Marduk). En otros dos lugares, la inscripción lo llama
Nabû aplu.38 En este periodo, si es que la fonología de la Babyloniacá griega es de alguna
ayuda, aplu debe haberse pronunciado apal.39 Aunque este título no es en sí mismo inusual para
este dios,40 la insistencia repetitiva del doblete Nabû aplu/apal podría ser intencionada en el
contexto de un ritual babilónico patrocinado por los seléucidas, y esto como una indicación
auditiva del sincretismo Nabû-Apolo.41
Si el rey Antíoco era consciente de la identificación entre Nabû y Apolo, como
probablemente lo era, entonces, al mismo tiempo que reconstruía el templo Ezida de Borspippa,
estaba honrando al dios predilecto de la dinastía seléucida. Esto explica en parte por qué, de
entre todos los templos de Babilonia, eligió reconstruir Ezida. Es bien sabido que Apolo era la
deidad patrona de la casa seléucida y estaba fuertemente ligada a la legitimidad de la dinastía.
Varias fuentes, que quizás deriven de algún tipo de “Romance de Seleuco”42 propagado en la
corte, señalan, entre otras cosas, que el favor divino al reinado de Seleuco provino del oráculo

29
Estrabón 16.1.7.
30
Downey (1977), 1.ii #48, #226.
31
Stucky (1971); Pomponio (1978), 223–32.
32
Luciano, Syr. D. 36; Macrob. Sat. 1.17, 66; véase: Lightfoot (2003), 456–66.
33
IEOG #86, a través de la asimilación el iranio Tīr; ver: Bernard (1990).
34
Bernard (1990), 58, IGLS I #166.
35
Drijvers (1980), 63.
36
Invernizzi (2004), 37, 59 (Nb 1 and 2).
37
Véase: Pomponio (1978). La identificación de Nabû con el planeta Mercurio se restringe a textos
astronómicos (Arist. De Mund. 392a26–27; Apul. De Mund. 2, Plin. NH 2.39).
38
ii.4 y ii.21–22.
39
Geller (1997), 66, como en realidad ha sido restituido por Geller #7 Obv. 6.
40
Para los epítetos de Nabû, véase: Pomponio (1978), 162–4.
41
Johannes Haubold, del mismo modo, ha propuesto un paralelo de tal juego auditivo sincrético en la
identificación que hace Beroso del babilónico Σαραχήρω como el que adorna a Hera (ἡ κοσμήτρια τῆς
῞Ηρας), basada en la similitud de -χήρω a ῞Ηρα (Beroso BNJ 680 F13 = Hesiquio, s.v. Σαραχήρω).
Nótese que la posición del acento, inusual para nombres griegos femeninos, habría facilitado la
identificación.
42
Véase: Primo (2009), 29–35 y Fraser (1996), 37–46.

de Apolo en Didyma,43 que Apolo era el padre biológico de Seleuco y, por consiguiente,
fundador de la dinastía44 y que aquél nació con un ancla, el símbolo del dios, como marca de
nacimiento.45 Varios textos epigráficos hablan de Seleuco como el hijo (παῖς) de Apolo,46 de
Apolo como el fundador de la dinastía (ἀρχηγὸς τοῦ γένους)47 y del parentesco (συγγένεια)
entre el dios y los descendientes de Seleuco.48 El desarrollo de este mito de Apolo se puede
datar hacia el final del reinado de Seleuco I49 o hacia los inicios del de Antíoco I.50 En otras
palabras, ya estaba bien establecido en el tiempo de la composición del Cilindro. Y aún más, los
reinados de Seleuco I y Antíoco I habían presenciado repetidos beneficios hacia el culto de
Apolo a lo largo del imperio. En el límite occidental del reino, el templo de Apolo en Didyma
recibió muchísimos beneficios,51 incluyendo el regreso de su estatua desde Media.52 En el
distante este, el general seléucida Demodamas fundó altares al Apolo de Didyma en el río
Jaxartes.53 Seleuco estableció el templo de Apolo en Dafne, cerca de la Antioquía siria, como un
culto real: Libanio, que quizás reproducía una narrativa del Romance de Seleuco o de la
narrativa de fundación cultual, cuenta cómo Seleuco descubrió allí una de las flechas de oro de
Apolo.54 Durante el reinado de Antíoco I, Apolo llegó a dominar los reversos de las monedas
seléucidas de metal precioso, que circulaban tanto en Babilonia como en otras partes.55
Bajo Seleuco I y luego, especialmente, bajo Antíoco I, el culto de Apolo fue oficialmente
propagado y patrocinado a lo largo del reino. La deidad fue el ancestro, patrono y símbolo de la
casa seléucida. La decisión de Antíoco I de reconstruir Ezida, el templo de “Nabû apal”, debería
situarse como parte de esta política dinástica. Ciertamente, la reconstrucción en Borsippa situó a
Antíoco en el idioma de la realeza local, en tanto roi bâtisseur (rey constructor) y vicario de
Nabû. Pero al mismo tiempo, esta acción habitual babilónica fue cooptada dentro de una agenda
pan-imperial y tuvo un significado histórico específico para los seléucidas, que no se había visto
antes. En lugar de disolver su identidad en un antiguo modelo, Antíoco estaba uniendo
tradiciones religiosas paralelas, aunque culturalmente independientes, bajo un solo monarca e
imperio, a la vez próximo oriental y griego.

LA REPRESENTACIÓN DE LA FAMILIA REAL

La relación entre los seléucidas y Apolo resalta una de las más grandes diferencias entre esta
dinastía y los reyes pre-helenísticos del primer milenio en Babilonia: el culto al gobernante. Es
bien sabido que los primeros monarcas seléucidas recibieron culto en la frontera griega
occidental de su imperio,56 honrados como ktístai de las colonias seléucidas a lo largo del

43
Diod. Sic. 19.90.1–5; App. Syr. 56.
44
Just. Epit. 15.4.3–6; App. Syr. 56.
45
Just. Epit. 15.4.3.
46
Un peán dirigido a Asclepio de Eritrea (IErythrai 205 ll.74–6) dice: “Seleuco, hijo del moreno Apolo, a
quien el tañedor de la lira dorada mismo engendró” (ὑμνεῖτ´ ἐπὶ σπονδαῖς Ἀπόλλωνος κυανοπολοκάμου |
παῖδα Σέλευκον, ὃν αὐτὸς γείνατο χρυ[σ]ολύρας). La opinión de Iossif (2011) 246-7 de que παῖς significa
aquí “siervo” es contradicha por la filiación divina explícita (ὃν αὐτὸς γείνατο).
47
OGIS 219 de Ilión (IIlion 32); OGIS 237 from Iasus (Ma #28); SEG 46 557 de Delfos (véase : Iossif,
2011, 245–6).
48
Una carta de Seleuco II a Mileto habla del πρὸς αὐτὸν τὸν θεὸν συγγένειαν del rey (RC 22 ll.5–6;
IDidyma 493); Antíoco III consagró a la ciudad Licia de Janto a la tríada de Apolo en razón de su reinado
(TAM II.266; Ma #22).
49
Si es que IErythrai 205 puede ser datado al final exacto del reinado de Seleuco I.
50
OGIS 219 está datada ahora con seguridad con Antíoco I y no Antíoco III (Ma, 2002, 254–9 y Jones,
1993).
51
IDidyma 479, 480, 424 (RC 5, OGIS 214).
52
Paus. 1.16.3.
53
Plin. HN 6.16. Aunque Demodamas era un nativo de Mileto, como también el dios local Apolo de
Didyma, estaba comprometido en una empresa oficial seléucida. De hecho, la fundación de altares en el
Jaxartes debería considerarse como un gesto formal de delimitación imperial en Asia central.
54
Lib. Or. 11.94–99.
55
Houghton y Lorber (2002), 115–16, con catálogo.
56
Véase: Habicht (1956), 82–105 para la evidencia. 
imperio57 y, por lo menos desde el reino de Antíoco III, organizados en agrupamientos
dinásticos impuestos por el Estado.58 En Babilonia, las inscripciones epigráficas atestiguan el
culto dinástico en Seleucia del Tigris en el siglo II a.C.,59 y bien podría haberse establecido allí
un culto al fundador a Seleuco Nicator desde su creación. Amélie Kuhrt y Susan Sherwin-White
han argumentado con fuerza el hecho de que, en contraste con la población colonial, el
sacerdocio indígena no respondiera a la realeza seléucida en una manera equivalente y que, de
forma similar a la Jerusalén aqueménida y helenística, las súplicas y las dedicatorias se
ofrecieran tan sólo ana balāți ša (“por la vida del”) monarca reinante.60 Sin embargo,
investigaciones más recientes han interpretado cierto ritual religioso específico (dullu), desde el
reinado de Seleuco III, dirigido a la familia seléucida y el depósito de ofrendas “en (la mesa) de
las estatuas de los reyes” como evidencia de una forma de culto al gobernante.61 Mientras estos
testimonios en cuneiforme son posteriores al Cilindro de Borsippa, acuñaciones seléucidas
oficiales hechas durante el reinado de Antíoco I y que circulaban en la región representaban la
cabeza de su padre, Seleuco Nicator, con los cuernos de un toro.62 En la religión babilónica, los
tocados con cuernos eran una señal indisputable de poder divino63 y cuando, eran usados por
reyes, indicaban una deificación.64 Incluso, las lecturas más minimalistas de la evidencia
deberían, por lo tanto, reconocer la presencia de imágenes y prácticas que, en cierto modo,
asimilaban a los reyes con el mundo divino en la Babilonia del siglo III.
Teniendo esto en cuenta, es bastante revolucionaria la representación que hace el Cilindro de
Antíoco, su padre Seleuco y su esposa Estratónice. El Cilindro establece un claro paralelo entre
la familia divina de Nabû y la familia real de Antíoco. La primera de sus dos columnas
comienza del modo habitual para las inscripciones edilicias neo-babilónicas, dando el nombre
de Antíoco, sus títulos, su filiación y terminando con el pronombre de primera persona anāku
(“yo [soy]”).65 En la siguiente cita, la primera línea translitera los signos cuneiformes (las
sílabas acadias en cursiva, los logogramas sumerios en letra redonda), la segunda línea los
normaliza en palabras acadias (como analogía: pasar “Sr.” a “Señor”) y la tercera línea es la
traducción. Así obtenemos:

i.1 Ian-ti-’u-ku-us lugal gal-ú


Anti’ukus šarru rabû
Antíoco, gran rey

i.2 lugal dan-nu lugal šár lugal eki lugal kur.kur


šarru dannu šar kiššati šar Bābili šar mātāti
poderoso rey, rey del mundo, rey de Babilonia, rey de las tierras

i.3 za-ni-in é.sag.íl ù é.zi.da


zānin Esagil u Ezida
el que cuida el Esagila y el Ezida

i.4 ibila sag.kal ša Isi-lu-uk-ku lugal


aplu ašarēdu ša Silukku šarri
el principal heredero de Seleuco, el rey

57
Para las colonias de Asia Menor, véase Habicht (1956), 105–7 y Debord (2003), 282–4.
58
Véase: van Nuffelen (2004).
59
IEOG #76; véase: van Nuffelen (2001).
60
Kuhrt y Sherwin-White (1993), 202–3.
61
Clancier (2007), 38–41; Linssen (2004), 124–6.
62
Houghton y Lorber (2002), I.114, con catálogo.
63
Reallexikon der Assyriologie s.v. ‘Hörnerkrone’.
64
El ejemplo más famoso es la Estela de la Victoria de Naram-Sîn del III milenio. El significado de los
cuernos se ve en la adición de unos a la estatua de Puzur-Eštar, un gobernante de Mari de finales del
tercer milenio, realizada por un albañil en el periodo neo-babilónico (véase: Blocher, 1999).
65
Para esta fórmula, véase: da Riva (2008), 93 y Berger (1973), 72–84.

i.5 lúma-ak-ka-du-na-a-a lugal eki
Makkadunaya šar Bābili
el macedonio, rey de Babilonia

i.6 a-na-ku.
anāku.
[soy] yo.

Las líneas 6 a la 16 describen luego cómo Antíoco moldeó ladrillos en el norte de Siria y los
transportó a Borsippa y cómo estableció los cimientos del templo y la construcción del Ezida. A
esto, sigue una larga plegaria en la voz de Antíoco al dios Nabû. La estructura del título y la
filiación de Nabû imitan la de Antíoco:

i.16 . . . dag ibila ṣi-i-ri


. . . Nabû aplu ṣīri
. . . Nabû, heredero exaltado

i.17 igi.gál.la dingirmeš muš-tar-hu


igigallu ilāni muštarhu
sabio de los dioses, noble

i.18 ša a-na ta-na-da-a-ti


ša ana tanādāti
que es digno de alabanza

i.19 šit-ku-nu ibila reš-tú-u


šitkunu aplu rēštû
el primer heredero

i.20 ša damar.utu i-lit-ti de4-ru6-ú-a


ša Marduk ilitti Erua
de Marduk, retoño de Erua

i.21 šar-rat pa-ti-qát nab-ni-ti


šarrat pātiqat nabnīti
reina, anterior a la creación.

La genealogía completa de Nabû aparece una vez más, incluso en medio de la plegaria de
Antíoco, en las líneas 3 a 6 de la columna ii:

ii.3 . . . dumu ru-bé-e


. . . mār rubê
. . . hijo del príncipe

ii.4 dag ibila é.sag.íl


Nabû apil Esagil
Nabû, heredero del Esagila

ii.5 bu-kúr dasar.ri reš-tu-ú


bukur Marduk rēštû

primer hijo de Marduk

ii.6 i-lit-ti de4-ru6-ú-a šar-rat


ilitti Erua šarrat
retoño de Erua, reina.

Una última vez, en la oración que cierra la oración en la línea 22 de la columna ii, Nabû es
nombrado como “principal heredero” (en sumerio ibila sag.kal en lugar del acadio aplu
ašarēdu).
El Cilindro, entonces, enfatiza constantemente la filiación de Nabû. Este énfasis no es
extremadamente inusual, sino, como Kathryn Stevens ha demostrado en un artículo en prensa,
va en detrimento de las otras características de la divinidad de Nabû.66 Mientras que esta
repetición insistente de su estatus de heredero (aplu) permite la asociación auditiva con su
equivalente griego Apolo, como se ha discutido en la sección previa, aquella también establece
un paralelo con el estatus de Antíoco como el legítimo heredero de Seleuco. Ambos, Nabû y
Antíoco, son llamados aplu; a cada uno se le da en una ocasión el título de aplu ašarēdu, “el
principal heredero”. Incluso más aún: la disposición simétrica del Cilindro refuerza con un
efecto visual esta correspondencia de genealogías (la de Antíoco se encuentra en las líneas 4 y 5
de la columna i; la segunda genealogía de Nabû, en las líneas 4 a 6 de la columna ii). Dando un
vistazo a una columna y a la otra (facilitado por las líneas horizontales del Cilindro) uno podría
fácilmente ver el paralelo e incluso, en la línea 4 de cada columna, un idéntico signo cuneiforme
(el sumerio ibila, para el acadio aplu, “heredero”), usado exclusivamente para rey y dios.
Este reflejo de genealogías (el hecho de que Nabû se relacione con Marduk como Antíoco
con Seleuco) sirve para legitimar la posición de Antíoco como hijo del rey fundador. También
comienza a equiparar a Seleuco con Marduk y a Antíoco con Nabû. Ya se ha mostrado que
Marduk y Nabû eran identificados con Zeus y Apolo respectivamente. Así, el Cilindro establece
dos series de equivalencias: Marduk-Zeus-Seleuco y Nabû-Apolo-Antíoco.
Hay una fuerte conexión entre Seleuco y Zeus en la literatura, el culto y la iconografía,67
pero una vez más, la escasez general de fuentes para comienzos del siglo III a.C. nos obliga a
mirar más allá. Cierta historia recopilada por Pausanias, y posiblemente derivada del mismo
Romance de Seleuco discutido anteriormente, unía el reinado de Seleuco a Zeus: cuando el
joven macedonio estaba haciendo sacrificios a este dios en Pella antes de cruzar con Alejandro a
Asia, la madera del altar estalló en llamas espontáneamente y se movió hacia la estatua de
Zeus.68 El epíteto de Seleuco, “Nicator”, fue tomado prestado de Zeus y Antíoco I convirtió la
tumba de su padre en Seleucia Pieria en un temenos llamado el “Nicatorium”.69 El rey fundador
y el jefe de los dioses también fueron relacionados en la epigrafía. Un par de inscripciones de
unas probable katoikiai seléucidas en Asia Menor registran dedicatorias a un Zeus Seleucio.70
Una fragmentaria lista de sacerdotes de Seleucia Pieria, la cual data del reinado de Seleuco IV
(r. 187-175), expresamente llama a Seleuco I “Seleuco Zeus Nicator” y a su hijo Antíoco I,
reconstructor del Ezida, “Antíoco Apolo Soter”.71 Finalmente, la imaginería de Zeus dominó las
acuñaciones de Seleuco I en todo el imperio, yuxtaponiendo en el reverso de las monedas el
nombre del rey, en caso genitivo, con el Zeus entronizado. Dentro de Babilonia, el vínculo entre
Seleuco y Zeus-Marduk habría sido incluso más visible. Seleuco tenía fuertes asociaciones con
la imaginería taurina (como su retrato con cuernos, como hemos visto, que aparecía en las
monedas acuñadas bajo Antíoco I; además, él era representado de esta forma también en las
estatuas)72. Marduk era la deidad babilónica más fuertemente asociada con los toros. Su corona

66
Stevens (en prensa).
67
Véase: Debord (2003), 282–3, 303 y Hadley (1974), 58–9.
68
Paus. 1.16.1; el cuento también está registrado, aunque con menor detalle, en App. Syr. 56.
69
App. Syr. 63; véase: Cohen (2006), 128–30.
70
Véase: Debord (2003), 282; Fraser (1949) y Nock (1928), 157.
71
OGIS 245 (IGLS III.2.1184): Σελεύκου Διὸς | Νικάτορος καὶ ’Αντιόχου | ’Απόλλωνος Σωτηρο[ς].
72
Houghton y Lorber (2002), 114, con un catálogo; para las estatuas con cuernos de Seleuco, véase:
App. Syr. 57.


de cuernos había sido reparada bajo el dominio de Alejandro en el 32573 y su nombre, tanto en
el Cilindro como en otros lugares, era escrito en sumerio como damar.utu, que significa “becerro
del cielo”.74
También existe evidencia para nuestra segunda serie: Nabû-Apolo-Antíoco. La más clara de
todas es la lista sacerdotal del siglo II, proveniente de Seleucia Pieria, citada anteriormente, la
cual lo nombra “Antíoco Apolo Soter”. Antíoco I llevó a cabo una meditada y notable reforma
en la acuñación seléucida, la cual reemplazó la tipología dominante de Zeus, impulsada por su
padre, por una de Apolo:75 éste se convirtió en la imagen permanente en las acuñaciones en
metal precioso del reino por casi un siglo y medio. El Cilindro mismo hace un paralelo entre
Antíoco y Nabû en relación con sus respectivos padres y así rey y dios, únicos entre los actores
que figuran en el Cilindro, son llamados apli/apal; el apal referido a Antíoco en el Cilindro
podría ser, como ya hemos visto, una indicación auditiva de la identificación del rey con Apolo-
Nabû. Y, lo que es más, las líneas 7 a la 10 de la columna ii imaginan una entrada de Nabû a su
Ezida. Tres formas diferentes del nombre del templo se yuxtaponen:

ii.7 é.zi.da é ki-i-ni


Ezida bīt kīni
Ezida, el templo verdadero

ii.8 é da-nu-ti-ka
bīt Anūtīka
el templo de tu condición de Anu (Anū-ship)

Aquí, el nombre sumerio del templo, “Ezida”, es seguido por su traducción directa al acadio,
“templo verdadero”. Este doblete de nombres para Ezida es común en las inscripciones edilicias
de Nabucodonosor II.76 Pero el tercer nombre del Ezida en la línea 8, “bīt Anūtīka”, que se
refiere a la calidad abstracta del dios mesopotámico del cielo Anu, es nuevo. Es posible que este
título inusual haya sido elegido para el Ezida por la llamativa similitud auditiva entre Anūtīka y
Anti’ukus, el nombre de Antíoco en el Cilindro.77 ¿Esto es una pista para que el Ezida, templo
de Nabû, sea asociado a Antíoco?
Estas dos triangulaciones del dios babilónico-dios griego-monarca seléucida están
confirmadas por la representación del Cilindro de la reina Estratónice. El Cilindro termina con
una plegaria para que los buenos actos de Antíoco I, su hijo Seleuco y su esposa Estratónice
estén “en la boca” de Nabû (ii.21-9). Ya se ha reconocido antes que la inclusión de una reina en
una inscripción edilicia es inusual y representa un quiebre con la tradición babilónica.78 Pero su
presencia en el Cilindro está también marcada por ulteriores referencias al culto al gobernante.
Estratónice había sido la esposa de Seleuco I antes de ser transferida a su hijo y sucesor
Antíoco I, en ocasión de la designación de este último como príncipe heredero y gobernante en
las satrapías superiores.79 Como sus esposos, Estratónice recibió un culto en la frontera
occidental del reino. Por ejemplo, poco después de la composición del Cilindro de Borsippa, la
Liga Jónica estableció un culto para el rey Antíoco I, su hijo Antíoco (que había reemplazado al

73
Hoover (2011), 205–6.
74
Bien que podría tratarse de una etimología popular, era largamente creída; véase: Lambert (1984), 6–8.
75
Houghton y Lorber (2002), 115–16, con un catálogo.
76
Langdon #1 I.55, #9 II.18, #13 I.35, #15 III.38, #19 VI.4; no está atestiguado en las inscripciones de
Nabónido, otro gran rey constructor neo-babilónico.
77
El cilindro de Borsippa presenta una de las únicas dos entradas existentes en el CAD para Antíoco (The
Assyrian Dictionary of the University of Chicago) para un templo que es calificado como Anūtu; la otra,
Borger Esarhaddon 74:30, llama al templo de Ištar Eanna bīt Anūti, “templo de la condición de Anu”
(Anū-ship). Nótese que la adición del sufijo pronominal de segunda persona -ka en el Cilindro de
Borsippa (no presente en el texto de Esarhaddon) permite el juego auditivo con Anti’ukus.
78
Kuhrt y Sherwin-White (1991), 83–5.
79
Para más detalles, véase: Will (1966), I.88. 
príncipe heredero al Seleuco del Cilindro como príncipe heredero) y a su reina Estratónice.80 El
orden rey-hijo-esposa en este grupo real es idéntico tanto en Jonia como en Babilonia. El culto a
Estratónice la asociaba con Afrodita. En Esmirna, un famoso templo de Afrodita Estratonicea
asimilaba a la reina con la diosa del amor.81 De modo similar, Plinio da cuenta de una pintura de
Ctesicles, exhibida en Éfeso, la cual representaba a Estratónice fornicando con un pescador por
quien ella había desarrollado una pasión ardiente.82 Es probable que este sea un malentendido
sobre una pintura de culto que mostraba a la reina como Afrodita y que quizás pretendía
proyectar la soberanía marítima seléucida. Además, numerosos relatos muestran a la reina
altamente erotizada. De acuerdo a De Dea Syria de Luciano, Estratónice se enamoró de un tal
Combabos, quien se castró a sí mismo con el fin de evitar sus insinuaciones.83 Por el contrario,
Apiano registró el profundo y no correspondido amor de Antíoco hacia Estratónice, su
madrastra, una enfermedad que sólo fue curada cuando Seleuco le traspasó a su esposa.84 Dentro
de Babilonia, un Diario Astronómico que narra la muerte de la reina, le da el título de bēltu
(gašan en sumerio), “señora”, “relativa a una diosa”;85 Del Monte interpreta esto como
evidencia de un culto hacia ella en Babilonia.86
En el Cilindro, Estratónice es presentada como:

ii.26 fas-ta-ar-ta-ni-ik-ku
Astartanikku
Estratónice

ii.27 hi-rat-su šar-ra-at


hīrassu šarrat
su esposa, la reina.

Sus títulos y nombre son significativos. Como Amélie Kuhrt y Susan Sherwin-White
observan, los títulos hīrtu and šarratu se utilizan en este periodo exclusivamente para deidades
femeninas; ellas proponen las traducciones “consorte divina” y “reina celestial”.87 Por sí
mismos, tales títulos para Estratónice elevan al cielo a los varones seléucidas del Cilindro.
También permiten a la reina ser representada en su notable doble papel de esposa de ambos,
Antíoco y su padre Seleuco I. hīrassu, “su esposa” o “su consorte divina”, tiene el sufijo
pronominal posesivo -šu (su, de él),88 y por lo tanto expresamente identifica a Estratónice como
pareja de Antíoco. Pero su segundo título, šarrat, “reina” o “reina celestial”, sin que el sufijo
pronominal que la une a Antíoco, ya ha sido usado en las dos genealogías de Nabû del Cilindro
para la diosa Erua, madre de Nabû y esposa de Marduk, su padre.89 Entonces, así como el
Cilindro asimilaba a Seleuco y a Marduk, también identificaba a la esposa de Marduk con
Estratónice. Los dos títulos acadios expresan magistralmente la compleja historia marital de
Estratónice.
El Cilindro translitera el nombre Estratónice como Astartanikku. Como Del Monte ha
observado, esto es una “acadianización” que deliberadamente identifica a la reina seléucida con
la diosa siria Astarte.90 En cualquier otra parte, su nombre era transliterado fonéticamente (pero
sin significado verdadero) como Astaratniqe.91 Astarte era la diosa siria del sexo y la guerra,

80
OGIS 222.
81
OGIS 228 3–4; OGIS 229 12, 70, 83; Tac. Ann. 3.63; véase: la discusión de Habicht (1956), 99–102.
82
Plin. HN 35.51.
83
Lucian, Syr. D. 17–27.
84
App. Syr. 59–61.
85
AD-253 Obv. B 6
86
Del Monte (1997), 41–2.
87
Kuhrt y Sherwin-White (1991), 85.
88
Un sufijo de tercera persona que sigue a una base que termina en una dental (aquí, hīrat) muta en ss.
89
i.21 y ii.6.
90
Del Monte (1997), 42.
91
AD-253 B Obv. 6.

semejante a la diosa mesopotámica Ištar e identificada con la griega Afrodita. Esto es
significativo a la luz de la asimilación coetánea entre Estratónice y Afrodita, discutida más
arriba. De hecho, el segundo elemento del nombre acadio de Estratónice, -nikku, hace referencia
al verbo niāku, “tener relaciones sexuales”, y especialmente al sustantivo verbal nīku, “sexo” o
“fornicación”.92 Traducido nuevamente al griego, por lo tanto, el nombre de Estratónice
significaría entonces algo así como “Afrodita sexo”. Es difícil no traer a la memoria la pintura
de Ctesicles y los relatos lascivos sobre la reina.
El Cilindro de Borsippa despliega genealogías, titulatura compartida, juegos auditivos y
simetría visual para construir identidades para la familia real seléucida que sean paralelas a las
divinidades honradas por el trabajo edilicio. Tales identificaciones indirectas entre reyes y reina
y dioses y diosa se conocen por el culto al gobernante griego del periodo helenístico y por la
poesía alejandrina. Los ejemplos abundan, pero el encomio a Ptolomeo Filadelfo escrito por
Teócrito ofrece un ejemplo pertinente y contemporáneo del riguroso reflejo entre mundos reales
y divinos y de la triangulación entre monarcas reinantes, dioses griegos y dioses indígenas: el
poema concluye con un paralelismo entre el matrimonio de Ptolomeo y su hermana Arsínoe con
el de Zeus y Hera explícitamente, e implícitamente (dado el contexto egipcio), con el de Osiris e
Isis.93

LA SELECCIÓN DE UN MODELO NEO -BABILÓNICO

Cuando Hormuzd Rassam, el agente iraquí del Museo Británico, desenterró el Cilindro de
Borsippa en 1880 erróneamente lo consideró como una inscripción de Nabucodonosor II.94 Este
fue un error afortunado y entendible. Ningún Cilindro de edificaciones se había compuesto
durante los tres siglos que siguieron a la conquista de Babilonia por Ciro; de hecho, el final
repentino de los archivos privados en 484 a.C., cuando Borsippa se unió a la revuelta regional
contra Jerjes, es evidencia del descabezamiento de la elite de la ciudad y del violento quiebre en
su historia social y religiosa.95 El Cilindro de Antíoco, por lo tanto, fue un acto consciente de
resurrección cultural. Su forma, su texto y la mayoría de sus frases formulares apuntan a una
recuperación de los modelos neo-babilónicos. Aunque la reutilización de materiales textuales
preexistentes y la incorporación de pasajes de textos más antiguos fueron procedimientos de
composición estándar para los escribas mesopotámicos,96 el Cilindro de Antíoco constituyó una
referencia deliberada y estratégica a las inscripciones de Nabucodonosor II. Dos características
sobresalen: la titulatura de Antíoco y la fórmula de datación que emplea el Cilindro.
Al rey seléucida se le da un bricolaje de títulos reales neo-asirios, neo-babilónicos y
aqueménidas: los neo-babilónicos enfatizan la dimensión de rey-constructor y su relación con
Babilonia y sus templos (“rey de Babilonia”, “guardián del Esagila y el Ezida”); los neo-asirios
(“gran rey”, “rey poderoso”, “rey del mundo”) y el aqueménida (“rey de las tierras”) acentúan
su identidad imperial y la extensión de su imperio.97 Todos estos son lugares comunes, con la
única excepción de aplu ašarēdu, “principal heredero”. Como hemos visto en la sección previa,
este título es el punto en torno al cual Nabû y Antíoco son vinculados. El único monarca neo-
babilónico que lo ostentó fue Nabucodonosor II, quien, como Antíco, fue el segundo gobernante
de una nueva dinastía; los otros reyes de la dinastía, Nabopolasar, Neriglisar y Nabónido fueron
monarcas usurpadores que enfatizaron su elección divina por sobre su legitimidad filial, y
Amēl-Marduk y Labaši-Marduk no dejaron inscripciones de sus brevísimos reinados.98 En los
ladrillos sellados y en las inscripciones edilicias, incluyendo las de Borsippa, Nabucodonosor

92
La duplicación consonántica (nīku → nikku) es frecuente en el acadio tardío; véase: von Soden (1969),
§20 y §54 5a y 9a.
93
Theoc. Id. 17.128–34; véase: Stephens (2003), 162–70 y Hunter (2003), 192–3.
94
Reade (1986), 109.
95
Waerzeggers (2010), 9–10.
96
Liverani (1981), 226.
97
Stevens (en prensa), 12–15.
98
da Riva (2008), 30–1. 
usó el título aplu ašarēdu de manera constante y reconocible en una fórmula de filiación, la cual
tiene una idéntica posición y estructura que la de Antíoco.99 Para un clero que leía y copiaba las
inscripciones de Nabucodonosor II (véase más adelante), el uso del título aplu ašarēdu para
Antíoco sólo puede haber sido una remembranza calculada al gran rey neo-babilónico.
El Cilindro de Antíoco data su depósito en los nuevos cimientos del Ezida al 20° Addaru,
año 43 (de la Era Seléucida).100 Esto representa una ruptura adicional con la tradición de los
escribas, ya que “como regla, las inscripciones reales neo-babilónicas no se datan”,101 y las
pocas excepciones usaban o bien un formato de día-mes, o bien uno de años del reinado, pero
nunca ambos.102 Ciertamente, la novedad acercó un ritual religioso provincial a un marco
cronológico formal usado por el reino y se hace eco de la fórmula de datación de la
documentación seléucida oficial.103 Pero el año 43 también tuvo un significado especial en la
historia babilónica en tanto fue la duración del reinado de Nabucodonosor II:104 el número era
bien conocido, ya que es mencionado en la autobiografía de Adad-Guppi, madre del último rey
neobabilónico Nabónido,105 en las Listas Reales helenísticas de Uruk106 y en la Babyloniacá de
Beroso.107 En otras palabras, Antíoco eligió reconstruir el Ezida al finalizar el año en que la
dominación seléucida en Babilonia alcanzaba y superaba la duración del más grande monarca
indígena.108 La obra de Antíoco en Borsippa en el año 43 (ya sea como un tipo de celebración de
aniversario en honor a Nabucodonosor, ya sea como una demostración de la continuidad del
dominio seléucida en curso) hicieron que fuera imposible no comparar a ambos reyes.
La plegaria a Nabû que cierra el Cilindro tomó varios otros préstamos de textos de
Nabucodonosor II, que, sin embargo, no hay espacio aquí para discutir. El punto central es que
la inscripción edilicia de Antíoco no fue una copia despreocupada de las fórmulas neo-
babilónicas genéricas, sino que estableció una alusión intertextual deliberada a Nabucodonosor
II. La elección de Nabucodonosor II y sus inscripciones como modelo para Antíoco y el
Cilindro de Borsippa encaja bien con un contexto específico seléucida temprano, en el cual este
monarca fue reimaginado como un modelo o prototipo para los nuevos gobernantes seléucidas.
Esto se puede ver en la fragmentaria Indicá de Megástenes y en la Babyloniacá de Beroso.
Megástenes, autor de la etnografía india más respetada de la antigüedad, fue un enviado de
Seleuco en el reino Maurya del norte de la India a fines del siglo IV o comienzos del III a.C.109
Compuso una descripción etnográfica del reino Maurya de Chandragupta, la cual también sirvió
como una apología para la cesión por parte de Seleuco I de las conquistas de Alejandro en la
India y el Hindú Kush.110 Para establecer un precedente para la retirada de Seleuco, Megástenes
compuso una lista de grandes gobernantes que nunca habían conquistado la India: el egipcio
Sesostris, el etíope Tarcos, el escita Idantirso, la asiria Semíramis, el persa Ciro y el rey

99
aplu ašarēdu ša Nabopolassar šar Bābili anāku (Langdon #1 I.9, #3 I.9–10, #7 I.13, #11 I.8, #13 I.21,
#14 I.12, #15 I.20, #16 I.13, #17 I.14, #19 I.21, #21 5, #25 3, #26 3).
100
i.13–14 (ina itiše ud 20.kam | mu 43.kam).
101
da Riva (2008), 64.
102
Para las excepciones, véase: da Riva (2008), 68.
103
La Era Seléucida se contaba desde el regreso de Seleuco I a Babilonia en el 311 a.C. No se reinició
cuando Seleuco I tomó el título real y la diadema en el 305/4, ni cuando Antíoco I lo sucedió. De acuerdo
a esto, constituía un tiempo “seléucida” continuo desfasado de las vicisitudes del reino y demás eventos.
Fue la invención más importante y duradera del reino.
104
Estoy muy agradecido con Johannes Haubold, quien, por primera vez, me señaló la importancia del
número durante una conversación.
105
Schaudig (2001), 510 (Estela 3.2 I.31).
106
King List 5 Obv. 7.
107
Beroso BNJ 680 F7c = Eusebio (Arm.); Chronographia, F8a = Joseph, Ap. 1.134, F9a = Joseph, Ap.
1.146.
108
El vigésimo Adarru caía tan sólo diez días antes del final del año babilónico y del comienzo del nuevo.
La fecha también implica la participación de Antíoco I en el akītu babilónico, el festival de Año Nuevo,
en el que Nabû jugaba un papel muy importante. Véase: Del Monte (2001), 152.
109
Esta datación estándar de la etnografía de Megástenes ha sido cuestionada, de forma poco persuasiva,
por Bosworth (1996), pero se prefiere la datación de acuerdo con el periodo seléucida; véase: Kosmin
(2014), 261–271.
110
Véase: Kosmin (2013); (2014), 31–58.

babilónico Nabucodonosor.111 Megástenes individualizó a Nabucodonosor como el más digno
de alabanza. Se nos informa que él era más estimado entre los caldeos incluso que Heracles, a
quien superó en valentía y logros.112 Nabucodonosor es representado como un gran conquistador
del oeste, que sometió a Iberia y Libia hasta las Columnas de Heracles y reasentó entonces a las
poblaciones de la costa oriental del Mar Negro.113 Nabucodonosor nunca antes había aparecido
en la literatura griega que se conserva y parece que Megástenes lo descubrió. Heródoto y
Ctesias, con su interés en las poderosas reinas asiáticas, habían atribuido su labor constructora
en Babilonia a Semíramis y Nitocris.114 Así, el poderoso Nabucodonosor de la Indicá es una
nueva creación del periodo seléucida temprano y un apropiado prototipo para Seleuco I, quien
dio la espalda a la India a cambio de una victoriosa y más provechosa expansión por el oeste.
En contraste con el Nabucodonosor conquistador de Megástenes, la Babyloniacá de Beroso,
dedicada al rey Antíoco I, enfatizaba el rol de Nabucodonosor como heredero de Nabopolasar
(el fundador de la dinastía), como corregente y como gran constructor, que adornó los templos
de Babilonia con los botines de guerra. Como Amélie Kuhrt ha argumentado, el texto de Beroso
establecía a Nabucodonosor como el paradigma del buen rey babilónico y como un claro
prototipo para Antíoco I, quien era también el segundo rey de una nueva dinastía nacida en
Babilonia.115 Además, las citas de Beroso de las inscripciones de Nabucodonosor116 confirman
que aquellas estaban siendo estudiadas durante el reinado de Antíoco I y que se hicieron
accesibles para el rey.
Si el Cilindro de Borsippa, como la Indicá y la Babyloniacá, convirtieron a Nabucodonosor
II en un ancestro tipológico de la realeza seléucida, esto legitimó tanto al gobierno seléucida en
Babilonia como subrayaba el uso instrumental que estos monarcas macedónicos hicieron de la
historia pre-helenística de la región. Vemos esta dinámica en el festival del Año Nuevo akītu del
188 a.C., en el que Antíoco III, tataranieto del Antíoco del Cilindro, fue presentado por el sumo
sacerdote del templo de Marduk en Babilonia con una corona de oro, varios objetos de valor y el
atuendo real de Nabucodonosor II.117 La reutilización del atuendo de Nabucodonosor como un
regalo tributario a un rey seléucida visitante marcaba, tal como el aplu ašarēdu del Cilindro y el
año 43, tanto el reconocimiento seléucida del legado cultural de Babilonia como su cooptación
dentro de una agenda imperial dominante.

EL LUGAR DEL RIT UAL

Finalmente, la geografía del Cilindro de Borsippa es seléucida, no babilónica. La titulatura


real identifica a Seleuco I, pero no a Antíoco, como Makkadunaya (“el macedonio”):118 lo
étnico señala a la dinastía como de origen extranjero. Aún más significativo resulta que Antíoco
mismo es asociado con el norte de Siria. El Cilindro informa que, cuando el rey decidió
reconstruir el Ezida, moldeó los ladrillos ina māt Hatti “en la tierra de Hatti” (i.10), y que,
entonces, los hizo llevar desde allí hasta Borsippa. Hatti es una palabra acadia arcaizante para el
norte de Siria, 119 que había emergido para entonces como el núcleo seléucida.120 Esta ubicación

111
Megástenes BNJ 715 F11a = Estrabón 15.1.6–7.
112
Megástenes BNJ 715 F1a = Josefo AJ 10.227; F11a = Estrabón 15.1.6.
113
Megástenes BNJ 715 F1a = Josefo AJ 10.227; F1b = Euseb. Chron. 1.29; F11a = Estrabón 15.1.6. Esta
podría ser una etiología sobre la existencia de dos Iberias (en el Cáucaso y en la península Ibérica).
114
Hdt. 1.184–185; Ctesias FGrH 688 F1b = Diod. Sic. 2.7–9.
115
Kuhrt (1987), 55–6.
116
Por ejemplo, Beroso BNJ 680 F8a = Josefo, Ap. 1.140, donde Nabucodonosor completa la
construcción de su palacio en quince días (συνετελέσθη ἡμέραις δεκαπέντε), establece un paralelo con la
inscripción edilicia de Nabucodonosor de Langdon #15 VIII.64–IX.2 (“En quince días completé su
construcción”).
117
AD-187 A Rev. 11.
118
Contra Kuhrt y Sherwin-White (1991); Ma (2003), 189; Bickerman (1938), 7. Está claro que
Makkadunaya se refiere a Seleuco, ya que esta etiqueta étnica se encuentra entre el nombre de Seleuco y
el título šar Bābili (“rey de Babilonia”), el cual ya ha sido usado para Antíoco.
119
Kuhrt y Sherwin-White (1991), 72; Zadok (1985), 157; Reallexikon der Assyriologie s.v. ‘Hatti’.

imperial es reforzada por el uso de la diosa siria Astarté para la transliteración del nombre de
Estratónice (como se ha visto antes). La ubicación no-babilónica de los rituales de fabricación
de ladrillos y su posterior viaje real al Ezida no tienen paralelo alguno en las inscripciones
edilicias mesopotámicas. Representan, pues, desviaciones radicales de las tendencias
centralizadoras típicas del género y una diferencia fundamental con respecto al envío a
Babilonia de materias primas, como troncos de cedro, desde tierras periféricas. Antíoco llega
para visitar Babilonia, pero él no reside allí. El Cilindro, por lo tanto, codifica los orígenes
macedónicos de la dinastía, su núcleo sirio, y su incansable movilidad. El efecto último es la
provincialización de Babilonia.

CONCLUSIÓN

En contraste con, por ejemplo, los decretos cívicos de las póleis griegas, las inscripciones
edilicias babilónica no discuten los procesos por detrás de su composición o los rituales
asociados con su exhibición y entierro. Además, como la primera inscripción edilicia real acadia
en trescientos años y la última en ser compuesta desde entonces hasta donde sabemos, el
Cilindro de Borsippa es un caso excepcional y, como tal, es incapaz de responder preguntas
importantes. No podemos conocer el grado de involucramiento de Antíoco I en la decisión de
reconstruir el Ezida o en la composición de la inscripción que habla con su voz; no somos
capaces de identificar al autor (o autores) del Cilindro —Beroso es una posibilidad— o precisar
su propósito político; y no sabemos si sacerdotes o rituales griegos tuvieron alguna participación
en las ceremonias de entierro. Incluso si fuera así, debería estar claro que el Cilindro, lejos de
ser una reliquia polvorienta del conservadurismo babilónico, demuestra una interacción cultural
matizada y un compromiso consciente con las políticas y símbolos seléucidas contemporáneos.
Su combinación de un tradicionalismo cuidadamente selectivo y una tenue innovación le
permitieron reconfigurar una práctica religiosa babilónica muy antigua para una dinastía nueva
y extranjera.
El Cilindro fue compuesto para Nabû y enterrado en el Ezida apenas comenzó la
reconstrucción del templo. Pero también fue destinado a los contemporáneos. Podemos suponer
tres audiencias. Primero, un escriba versado en el acadio o un conjunto de ellos, que compuso el
Cilindro: es posible que el texto fuera entonces accesible al cuerpo de sacerdotes incluso
después del entierro del Cilindro, ya que sabemos que ya desde los reyes neo-asirios y neo-
babilónicos las copias de las inscripciones edilicias eran depositadas en archivos de palacios y
templos.121 En segundo lugar, mientras la presentación de inscripciones reales a una audiencia
más amplia es aún conjetural, se ha propuesto convincentemente que eran leídos en voz alta ante
el público con motivo de su entierro.122 Con respecto al Cilindro de Borsippa, podemos asumir
que la misma habría incluido al rey Antíoco, su corte, los sacerdotes del Ezida y, posiblemente,
a muchos de los otros habitantes de la ciudad. Finalmente, se suponía que las inscripciones
edilicias enterradas serían descubiertas, estudiadas y honradas por futuros monarcas en ocasión
de sus propias reconstrucciones del templo.123 De acuerdo con esto, los juegos auditivos y
visuales del Cilindro deberían ser considerados, hasta cierto punto, como actos públicos.
Mientras que el texto puede parecer hermético y sus alusiones seléucidas enredadas, es probable
que el Cilindro fuera recitado, traducido y explicado al rey. Ciertamente, tenemos evidencia de

120
Una indicación clave de esto fue el entierro hecho por Antíoco de su padre en la ciudad de Seleucia en
Pieria (App. Syr. 63).
121
Porter (1993), 109–12.
122
Porter (1993), 109–15 ha demostrado que las inscripciones edilicias de Asarhaddón en Asiria y en
Babilonia lo representaban de modo diferente y adecuado para cada población y que, por consecuencia,
habían sido compuestas para ser divulgadas oralmente al pueblo. Oppenheim (1960), 143–4 afirma que la
carta de Sargón II a Aššur, que describía su campaña militar a Urartu, fue leída en voz alta a ālu u nišēšu
(“a la ciudad y al pueblo”) de la capital Assur como parte del triunfo real. Véase también da Riva (2008),
26–7.
123
da Riva (2008), 27–8.

intentos de hacer comprensible para Antíoco I la religión y la cultura babilónicas: como príncipe
heredero, realizó ofrendas al dios de la luna Sîn “de acuerdo con las instrucciones (ina qībi) de
cierto babilonio”,124 instrucciones, sin duda, entregadas con un comentario en griego; y la auto-
etnografía de Beroso puede también haber cumplido un rol en la educación babilónica del rey.
Leer el Cilindro de esta forma conduce a dos conclusiones generales. En primer lugar, las
provincias del imperio seléucida no eran jardines cercados. Ideas, discursos y símbolos podían
ser pan-imperiales en contenido y locales en idioma, tal como la asociación de Estratónice con
Afrodita en Jonia y Astarté en Babilonia; las Crónicas Babilónicas, que registran eventos de
Tracia hasta Bactria, demuestran una consciencia del imperio más amplio. En segundo lugar, el
patrocinio seléucida de los cultos locales no dejó inalteradas a las religiones tradicionales. La
inclusión de monarcas extranjeros, las necesidades exigidas por la traducibilidad cultural y la
naturaleza ineludiblemente dialógica del encuentro podía ocasionar o catalizar la innovación
religiosa y los préstamos interculturales. De acuerdo con esto, el Cilindro de Borsippa debería
encontrar su lugar entre los desarrollos religiosos asociados con los seléucidas, que van desde la
construcción de un templo de estilo babilónico Aï Khanoum sobre el Oxo (una colonia greco-
macedónica en la lejana Bactria),125 pasando por la evolución arquitectónica de los templos de
fuego persas,126 hasta, quizás lo más significativo de todo, las reformas de Antíoco IV y la
persecución en Judea.

ABREV IACIONES

Todas de acuerdo con el Oxford Classical Dictionary (3° edición). Se agregan además:

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124
BCHP 5 l.8.
125
Downey (1988), 65–73.
126
Véase, por ejemplo: Hjerrild (1996). 
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El Cilindro de Antíoco I del templo Ezida en Borsippa (BM 36277)

M. Stol y R. J. van der Spek.


http://www.livius.org/cg-cm/chronicles/antiochus_cylinder/antiochus_cylinder2.html

Traducción: Andrea Seri, 2018.

Para uso exclusivo interno de la Cátedra Historia Antigua General. Universidad Nacional de
Córdoba.

Descripción del cilindro.

El documento es un cilindro de arcilla, con forma de barril, que fue enterrado en los depósitos de
fundación del templo Ezida, en Borsippa. Esta forma de documento de fundación se encuentra en
cantidades considerables desde el segundo milenio. La escritura de este cilindro es
deliberadamente arcaizante. Está escrito con los signos cuneiformes babilónicos arcaicos
ceremoniales que se utilizaron en el bien conocido Código de Hammurabi y se adoptaron en una
cantidad de inscripciones reales de monarcas Neo-babilónicos, en especial, de Nabopolasar, pero
también de Nabucodonosor y de Nabónido (Cf. Berger 1973). La escritura es bastante diferente
de la escritura cuneiforme que se usó para crónicas, diarios, rituales y textos administrativos.
El cilindro de Antíoco es, actualmente, la inscripción real más tardía que se preserva. Otro
ejemplo tardío es el Cilindro de Ciro, que conmemora la captura de Babilonia por parte de Ciro
en el 539 a.C. (Schaudig 2001:550-6; Van der Spek 2014). Este cilindro, sin embargo, se escribió
con signos neo-babilónicos.
El cilindro de Antíoco fue encontrado por Hormuzd Rassam en 1880 en el Ezida, el
templo del dios Nabû en Borsippa, en lo que debe haber sido su posición original “revestido por
algunos ladrillos horneados cubiertos con alquitrán,” en la entrada de la Sala A1 de Koldewey:
probablemente estaba emplazado en la sección occidental de la pared entre A1 y el área A, ya que
los hombres de Daud Thoma, el supervisor en jefe, parecen haber destruido gran parte de la obra
de ladrillos en este punto. Rassam (1897:270) lo registra erróneamente como el cilindro de
Nabucodonosor (Reade 1986: 109). El cilindro está ahora en el Museo Británico en Londres.

Traducción
Col. I
1. Antíoco, el gran rey,
2. el rey poderoso, rey del mundo, rey de Babilonia, rey de (todos) los territorios,
3. proveedor del Esagila y del Ezida,
4. hijo heredero de Seleuco, el rey,
5. el macedonio, rey de Babilonia,
6. soy yo. Cuando decidí construir
7. el Esagila y el Ezida,
8. los (primeros) ladrillos
9. del Esagila y del Ezida
10. en la tierra de Hatti (= Siria) con mi(s) mano(s) puras
11. modelé con aceite de buena calidad y
12. para establecer los cimientos del Esagila
13. y del Ezida los transporté. En el mes de Addaru (XII), en el vigésimo día,
14. del año 43 (Era seléucida, 27 de marzo del 268 a.C.), puse los cimientos del Ezida,
15. el templo verdadero, el templo de Nabû, que está en Borsippa.
16. Nabû, hijo espléndido,
17. el sabio de los dioses, el orgulloso,
18. el que es eminentemente merecedor de alabanza,
19. el hijo primogénito
20. de Marduk, retoño de Erûa,
21. la reina, la que crea retoños,


22. me contempló con regocijo y,
23. con tu espléndida orden,
24. que es inalterable,
25. que la derrota de la tierra de mi enemigo,
26. el logro de mis triunfos,
27. el predominio sobre el enemigo por medio de la victoria,
28. el reinado de justicia, un reino
29. de prosperidad, años de felicidad,
30. (y) el total goce de la vejez sean el regalo

Col. ii
1. para el reinado de Antíoco
2. y para el rey Seleuco, su hijo,
3. por siempre. Oh, Hijo del Príncipe (Marduk),
4. Nabû, hijo del Esagila,
5. hijo primogénito de Asari (Marduk),
6. retoño de la reina Erûa:
7. a tu ingreso al Ezida, la verdadera casa,
8. la casa de tu condición de Anu, la morada que tu corazón desea
9. con alegría y júbilo,
10. que −con tu orden verdadera,
11. que no puede anularse− mis días sean largos,
12. mis años, numerosos,
13. mi trono, firme,
14. mi reinado, duradero, en tu sublime tablilla
15. que establece los límites del cielo y la tierra.
16. Que mi buen (destino) constantemente sea establecido en tu boca pura,
17. que mis manos conquisten las tierras desde el saliente
18. hasta el poniente,
19. que pueda inventariar sus tributos,
20. y traerlos para hacer perfecto al Esagila
21. y al Ezida. Oh, Nabû,
22. el hijo heredero, cuando tú entras al Ezida,
23. la casa verdadera,
24. que el buen (destino) para Antíoco, el rey de (todos) los territorios,
25. para Seleuco, su hijo,
26. (y para) Estratónice,
27. su consorte, la reina,
28. que su buen (destino),
29. sea establecido por tu orden (lit.: en/por tu boca).

Comentarios generales
Antíoco (c. 324-261 a.C.) era el hijo mayor de Seleuco I y de la princesa bactria Apame. Fue
cogobernante de su padre a partir del 294 a.C., en tanto se casó con la segunda esposa de su padre,
Estratónice (hija de Demetrio Poliorcetes, con quien su padre se había casado en el 298).
El último registro de Seleuco como único rey es MLC 2654 (Doty 1977:41) 9.II.17 SE =
13 de mayo del 295, la primera tablilla con fecha de ambos, de Seleuco y de Antíoco, es BM
109941 1.VIII.18 SE = 18 de noviembre del 294 (Oelsner 1986, 271; Boy 2004: 138). El nombre
de la reina se preserva en el cilindro de Antíoco como Astartanikku (fAs-ta-ar-ta-ni-ik-ku, ii 26),
quizás un juego de palabras con Astarté. Las novedades de su muerte en Sardis se registran en el
Diario Astronómico ADART I, no. 253 A110; A23 ([fAs-t]a-rat-ni-qé-e), Dep/Oct 254.
Antíoco fue puesto a cargo de las llamadas satrapías altas, que incluían Mesopotamia y
Babilonia. Gracias a las crónicas babilónicas, tenemos una gran cantidad de información sobre
sus acciones en Babilonia. Probablemente haya vivido durante un tiempo considerable en el
palacio de Babilonia, mientras se construía la nueva ciudad real, Seleucia del Tigris. Antíoco es


llamado “príncipe heredero” en ABC 11 = BCHP 5 (DUMU LUGAL ša É UŠ-tum, mār šarri ša
bīt ridûti), y aparece asentando a los macedonios de Babilonia en Seleucia y realizando ofrendas
en dos templos de Sin (Egišnugal y Enitenna). La crónica BCHP 6 arroja luz sobre el interés de
Antíoco en la reconstrucción del Esagila. Utilizó elefantes y carros para limpiar el sitio de Esagila,
aparentemente la torre-templo de Etemenanki (cf. Van der Spek 2005). BCHP 7 = ABC 13ª y
BCHP 8 probablemente también de este período.
Mientras tanto, el rey Seleuco ponía su atención en Occidente. En el 281 derrotó a
Lisímaco, rey de Tracia y de las partes occidentales de Asia Menor, en Corupedium en Asia
Menor, de manera que adquirió la mayor parte de esta región. Pero Seleuco aparentemente quería
más: tomó la oportunidad de tratar de regresar a su tierra, quizás porque extrañaba (así Memnon
12.1 FGrH 434, F.8.1; cf. BCHP 9: r. 3´: Seleuco fue ana KUR Ma-ak-ka-du-un KUR-šú, “a
Macedonia, su tierra.”). Cruzó el Helesponto, pero fue asesinado por Ptolomeo Kerauno, el hijo
del rey Ptolomeo I de Egipto (sátrapa 323-306, rey 306-283), quien, cuando estuvo en desgracia,
había buscado refugio con Seleuco. Los últimos meses de Seleuco aparecen en la crónica ABC
12 = BCHP 9. El asesinato es mencionado en la Lista Real Babilónica (BM 35603:9; RlA VI 98f,
Del Monte 1997, 208), “en la tierra de Hani” (=Macedonia) en el mes VI del año 31 SE (26 de
agosto – 24 de septiembre del 281).
La primera gran proeza de Antíoco como único rey (281-261) fue su derrota de los
gálatas, quienes habían invadido Asia Menor, en la “Batalla de los Elefantes” (275) y los confinó
más allá del (río) Halys (Galacia). Entre 274-271 luchó en la Primera Guerra Siria con Ptolomeo
II (283-246), lo que en parte está descripto en un Diario Astronómico (ADART 1 no. – 273B r.
29´- 39´, borde superior 1-4). El diario menciona cómo se reclutaron las tropas y se reunieron
recursos en Babilonia, se movilizaron elefantes desde Bactria a través de la provincia, se colectó
tanta plata que los intercambios se pagaban en monedas de bronce griegas. Los habitantes de
Babilonia fueron reunidos en Seleucia sobre el Tigris para recibir órdenes relacionadas a la
tributación y a la política de tierras. Esta información se ha relacionado con el informe clásico
posterior de que los ciudadanos de Babilonia fueron deportados a Seleucia (Pausanias I 16.3,
refiriéndose a Seleuco), pero las nuevas lecturas de Sachs y Hunger han hecho que esta
interpretación sea insostenible (Van der Spek 1993, 9-98). La tierra que se les dio a los babilónicos
en el primer año de Antíoco volvió a ser confiscada o sujeta a tributación real (ver la discusión en
Aperghis 2004, 109-110).
El fin de la guerra está fechado de manera tentativa en el 271 a.C., según Édouard Will
(Will 1979:146s). En el 271/0 a.C. (SEB 41), el rey estaba acampado en Siria (Diario Astronómico
ADART 1 354/3, no. -270 r. 18). No se conoce mucho sobre el final del reinado de Antíoco. En
el 268 a.C. estaba en Babilonia, como lo atestigua este cilindro.

Para excelentes comentarios históricos sobre este cilindro, ver Kuhrt & Sherwin-White 1991 y
Stevens 2014.


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La transformación de la República
Robert Morstein-Marx y Nathan Rosenstein

Definiendo el problema
La “caída de la república romana” es una frase canónica inglesa, pero una
potencialmente engañosa. La república romana no “cayó” de la manera en que
lo hizo el Antiguo Régimen francés, o el Tercer Reich, o la Unión Soviética.
Ni tampoco cuándo “cayó” es un hecho público objetivo. ¿En el año 59 (Josef.
AJ 19. 187), con la activación de la alianza entre César, Pompeyo y Craso
que Varrón llamó “el monstruo de las tres cabezas”? ¿En 49, cuando César
marchó sobre Roma? ¿En 48, 46 o 45, con cada una de las mayores victorias
de César en la guerra civil? ¿En 44, después del asesinato de César? ¿En 43,
con la ratificación legal de una especie de junta? ¿En 42, en las piras funerarias
de Filipos? ¿En 31, cuando Octavio derrotó a Marco Antonio en Actium? ¿En
el 28 y 27, cuando, paradójicamente, los asuntos públicos fueron ostentosa y
ostensiblemente entregados al senado y al pueblo de Roma? ¿En 23, cuando
Augusto tomó el título de Princeps (Primer ciudadano) y asumió el comple-
jo de poderes que en adelante distinguirían al emperador gobernante? ¿O tal
vez tan tardíamente como en el 14 d.C., cuando Tiberio, el segundo príncipe,
sucedió de una forma monárquica a su padre adoptivo y abolió efectivamen-
te la elección popular de los magistrados?1. Se puede construir un argumento
plausible para cualquiera de estas fechas. El punto importante es que el fin de
la república no fue algo objetivo y explícitamente marcado por algún hecho
público del que tengamos evidencia –la decapitación de un rey, el suicidio de

1 
Las primeras dos secciones de este capítulo fueron redactadas por RMM; la responsabilidad
por la sección final es más o menos compartida igualitariamente por ambos autores. Syme (1958,
p. 369) (No en su propia visión).

13 
La transformación de la República

un dictador, o la renuncia de un secretario general– sino algo que debemos


inferir circunstancialmente de una variedad de hechos y cambios fácticos
durante el transcurso de varias décadas.
Por consiguiente, en un sentido objetivo la república nunca “cayó” ver-
daderamente, una metáfora excesivamente trabajada que de alguna manera
prejuzga el tema de varias formas: impulsándonos a buscar un único evento
catastrófico; sugiriendo en forma insidiosa que un lado de los conflictos de
mediados de la primera centuria representaba a la república y fue vencido por
otros que buscaban destruirla; o, alternativamente, que “colapsó” por sus pro-
pias enfermedades que se estaban incubando desde hacía tiempo. Por el con-
trario, la res publica (“cosa o asunto público”, generalmente mejor traducida
como “Estado”) de la cual era devoto Cicerón fue transformada cada vez más,
y para la mayor parte en forma imperceptible, en la res publica sobre la cual
Augusto presidió como Princeps. Los romanos contemporáneos no parecen
haber distinguido terminológicamente entre estas fases de la vida de su res pu-
blica. Utilizar esa frase para diferenciar entre lo que ahora llamamos república
del principado no es atestiguado sin ambigüedad antes de Tácito, quien escribió
a comienzos del siglo II d.C.; el más reciente examen del problema encuentra
que, mientras que la conciencia de la especial posición del princeps dentro de la
res publica es por supuesto manifiesta desde el tiempo de Augusto, los escritos
de Séneca el joven (mediados del siglo I d.C.) son los primeros en traicionar
una razonablemente clara conceptualización del principado como monarquía,
y así como un cambio político fundamental del sistema político tradicional de
la república (Cf. Meier, 1980, p. 1; Sion-Jenkis, 2000, p. 19-53).
El brillante comienzo de la historia del principado posaugustiano de Tácito
(Ann. 1.1.15) subraya útilmente el problema de la definición. “Los nombres
de los magistrados siguieron siendo los mismos. Los hombres más jóvenes
habían nacido después de la victoria de Actium, y la mayoría de sus mayores,
en los años de la guerra civil. Pocos quedaban que habían visto la república”
(Tac. Ann. 1.3.7). Incluso cuando una demarcación tan fuerte como ésta entre
república y principado es impuesta por un autor que miraba esta transformación
desde la distancia de un siglo, “la república” todavía parecía ser algo definido
por experiencia y comportamiento, no por los hechos superficiales de la vida
política. En estos primeros capítulos de los anales, la república tradicional es
conceptualizada como opuesta a cualquier dominación personal, sin importar

14 
Robert Morstein-Marx y Nathan Rosenstein

la cubierta de una legitimación formal. Sin embargo, las normas republicanas


habían sido temporalmente suspendidas en el pasado sin que esto constituyera
en realidad el final definitivo del Estado tradicional: Tácito destaca para la “tem-
prana” república la dictadura, el decenvirato del 451-450, y el período de los tri-
bunos militares con imperium consular; para la “tardía” república, la dominación
personal de Cinna, Sila, y los llamados “primer” y “segundo” triunviratos (Ann.
1.1.1). Según esta visión, la dominación personal, si era transitoria, no era de
hecho inconsistente con la supervivencia de la vieja república; y la permanencia
es algo que por su misma naturaleza únicamente está probada para la posteridad.
Antes de que Tiberio asumiera el puesto de su predecesor en el 14 d.C., hubiera
sido posible incluso para el hipotéticamente contemporáneo Tácito ver el com-
pleto “reinado” de Augusto como una interrupción –más que una terminación–
de la profundamente enraizada tradición republicana de Roma.
No obstante, desde el ventajoso punto de vista de la historia es perfecta-
mente claro que algo había cambiado durante este considerable intervalo de
tiempo. Pero si dejáramos de usar la metáfora de la “caída” de la república,
¿cómo deberíamos describir el profundo cambio político que vemos entre los
días de Cicerón y los de Augusto? En esencia, y sin tener en cuenta nombres
o formalidades constitucionales, un sistema dirigido por una pequeña y atrin-
cherada elite sujeta (en mayor o menor extensión) a la aprobación popular se
convirtió en uno guiado al menos por una sola persona (Cf. Tac. Ann. 4.33.2).
La tradicional dispersión del poder político entre los senadores líderes (prín-
cipes civitatis), la nobleza, el senado como un cuerpo, “caballeros” (equites)
y el pueblo, al menos en parte fluyendo a lo largo de líneas independientes,
fue reemplazada por una más estrecha acumulación de poder alrededor de un
único princeps y fluyendo directamente de él.

Tres teorías modernas influyentes


La discusión sobre el fin de la república ha estado dominada durante una
generación por las teorías formuladas por tres de los grandes historiadores
republicanos de nuestro tiempo –Peter Brunt, Erich Gruen y Christian Meier–
y publicadas cada una dentro de una década entre los tardíos años 60 y los
tempranos 70.
Sería justo decir que el relato de Peter Brunt sobre el fin de la república
se convirtió en la ortodoxia del mundo angloparlante; sirve además como el

15 
La transformación de la República

mejor punto de partida para la mayor parte de los lectores de este volumen.
Brunt juzga que el colapso de la república fue el resultado del estallido del
consenso político, ya que diferentes sectores de la sociedad romana en la
tardía república desarrollaron intereses conflictivos sin resolución. El sena-
do, cegado por intereses propios de corto plazo, erosionó progresivamente
su propia autoridad por su persistente fracaso en resolver los problemas que
traía consigo la expansión romana aunque en el momento oportuno hiciera
concesiones a los italianos, “caballeros”, la plebe urbana, el campesinado,
y los soldados. Así eventualmente el Estado fue despojado de defensores y
presa de poderosas figuras dinásticas que podían, con más efectividad aun-
que cínicamente, ser campeones de esos intereses. El proceso se desarrolló
durante varias décadas al menos desde la época de los Gracos; pero para el
tiempo en el que César, el procónsul rebelde, estaba preparándose para cruzar
el Rubicón, todos estos importantes sectores de la sociedad romana se en-
contraban ampliamente alienados del gobierno senatorial y preparados tanto
para mantenerse aparte o para hacer causa común con el hombre que buscaba
destruirlo (Brunt, 1971b; 1988, p. 1-92).
Las teorías de Christian Meier y Erich Gruen, en efecto, refutan diferen-
tes aspectos de esta poderosa y coherente tesis. Meier (para comenzar con
él) no disputa que la muerte de la república fue directamente causada por el
ascenso de una secuencia de individuos en exceso poderosos que ya no pudie-
ron ser más controlados de la forma tradicional. Su innovación se ubica más
bien en construir un complejo y desafiante argumento en el que, a pesar de
la sucesión de dolorosos problemas en los que la república se hundió, todos
los políticos contemporáneos –desde la elite política hasta la plebe– queda-
ron intelectual y psicológicamente esclavos del sistema político tradicional; y
como les faltaba una perspectiva objetiva sobre las causas reales del fracaso
institucional en el cual se encontraban, sus respuestas estaban limitadas a
una aporética parálisis o a aferrarse más estrechamente al tradicional, pero
ahora anacrónico sistema, lo cual simplemente aceleró y empeoró la crisis.
Ninguno de aquellos sectores de la sociedad que tenían un rol en el sistema,
desde la antigua nobleza hasta la plebe, y finalmente los nuevos emancipados
italianos, de hecho buscaron destruir la república. Por el contrario, esta era,
según la acuñación de Meier, una “Gefaligkeitsstaat”, un neologismo que
es imposible traducir (“Estado de acomodación”), pero que intenta describir

16 
Robert Morstein-Marx y Nathan Rosenstein

un sistema en el cual las necesidades de aquellos elementos privilegiados


de la ciudadanía que jugaban un rol significativo estaban lo suficientemente
acomodadas como para prevenir, a cualquiera de ellos, visualizar el sistema
como el problema más que como una parte esencial de cualquier solución.
Así evolucionó una “crisis sin alternativa” (‘‘KriseohneAlternative’’), en la
concisa y un tanto ambigua formulación de Meier: esto es, una crisis que fue
inevitablemente empeorada y finalmente hecha irremediable por la inhabili-
dad de los contemporáneos de concebir en forma realista, o al menos aceptar,
una alternativa a la fallida república.2
Uno puede notar que esta interesante teoría es no tanto una explicación
para el fin de la república como para la notable falla de los contemporáneos
para diagnosticar y remediar las aflicciones que acuciaban a su Estado. Tam-
bién hay algo poco práctico en ella, ya que podría decirse que eventualmente
–bajo Augusto– emergió de hecho una “alternativa” (aunque una bastante
aceptable porque podía ser presentada no como una alternativa, sino como
una mejora de la república). Pero la mayor contribución de la teoría es que
planteó unas razones intelectualmente estimulantes para la aparente paradoja
de que aquellos que destruyeron la república, o que estaban en complicidad
con los principales agentes en hacerlo, no buscaban verdaderamente destruir-
la, sino incluso podría decirse que salvarla (con la posible excepción de Cé-
sar). Se sigue de ello que, en contraste con Brunt, era innecesario mostrar, o
presumir, que cualquiera de los mayores partidos de la “caída” se había des-
ilusionado profundamente con el sistema político tradicional, cuyas glorias
pasadas le daban un prestigio sin paralelo en la conciencia histórica de todas
las partes de la sociedad romana.3
Ha parecido valioso describir la tesis de Meier con una mayor extensión-
que las otras porque, a pesar de tener una enorme influencia hasta el presen-
te en la erudición germana, es desafortunadamente poco conocida y menos
leída en el mundo angloparlante. En parte, sin duda, esto es solo por razones
lingüísticas, pero seguramente también porque la indulgencia de Meier, en al-
gunas ocasiones, de turbias abstracciones y su pesimista y casi trágica visión
de la separación entre la cognición humana y el proceso histórico son ambas
2 
Cf. Meier (1980) (publicado por primera vez en 1966).
3 
Brunt (1968) ofrece una refutación a Meier’s ‘‘Gefa¨lligkeitsstaat’’, que Meier (1980, p. xix–
xxxi) responde.

17
La transformación de la República

algo alienadas a la tradición empírica “anglosajona” de erudición histórica en un


asunto sobre el cual la lengua inglesa parece haber quedado extrañamente muda.
Erich Gruen focalizó sobre otra premisa del análisis tradicional (Gruen,
1974). Junto con Meier, Gruen resaltó que nadie buscaba conscientemente
la desaparición de la república, pero su afirmación más provocativa fue
que el Estado no estaba sufriendo ninguna clase de enfermedad terminal,
como los académicos han diagnosticado largamente. En su visión, la polí-
tica republicana funcionaba esencialmente en una forma tradicional hasta
la víspera de la guerra civil cesariana. El senado mostraba, en todo caso,
renovado vigor en sus confrontaciones con los continuos retos después de
la muerte de Sila. Los recurrentes problemas en la ciudad y en el campo,
la asociación de grandes ejércitos con poderosos individuos, incluso los
notorios comandos “extraordinarios”de largo plazo como el que fue dado
a Pompeyo contra los piratas y después contra Mitrídates en el 67-62, o
por último a César en la Galia desde el 58-49, que han sido tan a menudo
cruciales como instrumentos de revolución, ninguno de estos fueron signos
de que la república estaba en su lecho de muerte. Más bien, “la guerra civil
causó la caída de la república, y no viceversa” (Gruen, 1974, p. 504). Un
procónsul implacable asestó un grave golpe; su asesinato otro; y más de
una década intermitente de guerra civil finalizó el trabajo. La visión de que
para el 49 la república era una cáscara vacía madura para ser derrocada era,
para Gruen, un producto del vicio del historiador profesional tratando cada
resultado, sin importar cuán indeseado y paradójico fuera para los contem-
poráneos, como algo inevitable a posteriori.
A pesar de sus destacadas diferencias, es claro que Meier y Gruen habían
montado juntos un serio desafío a la idea central de Brunt de que el fin de
la república vino porque ella (representada por el senado) había perdido la
lealtad de significativos sectores de su ciudadanía. Esta importante divergen-
cia de ideas probablemente ofrece una promisoria apertura para el posterior
progreso de este debate.

Despegándose: la pérdida de cohesión de la elite


El ataque de Gruen a la mirada histórica a posteriori es refrescante e ilumi-
nador. En las páginas que siguen escucharemos muchos ecos de sus poderosos
desafíos a la sabiduría convencional sobre el fin de la república romana. Aun

18
Robert Morstein-Marx y Nathan Rosenstein

así es difícil seguirlo muy estrechamente en su afirmación de que la guerra


civil cesariana fue en esencia un “accidente” de opciones humanas con con-
secuencias históricas mundiales. Mientras Gruen puede estar en lo cierto al
dirigir nuestra atención a la notable demostración de vigor con que en el 52
el senado y Pompeyo retiraron a la república del caos que había prevalecido
por más de una década, es también difícil dar crédito a la sugestión de que si
el tribuno Curio o César mismo solo hubieran actuado más diplomáticamente
en 50-49, la república podría haber durado mucho más. Montesquieu tenía
razón cuando escribió: “Si César y Pompeyo hubieran pensado como Catón,
otros hubieran pensado como César y Pompeyo” (Montesquieu, Considera-
ciones sobre las causas de la grandeza y decadencia de los romanos, cap.
11). Y no es evidentemente obvio por qué la república pudo sobrevivir al
daño causado por Sila, Mario, y Cinna en los 80, incluida la captura militar
tripartita de la misma ciudad y los numerosos baños de sangre de senadores,
“caballeros” y ciudadanos comunes, pero no a las guerras civiles de los 40, a
menos que fuera porque el sistema político estuviera en un estado mucho más
debilitado en esta segunda vuelta. Esta vez no habría una reconstrucción de la
amplia redistribución del poder que caracterizaba al viejo senado y al pueblo
de Roma, y después de un breve y anárquico hiato en 44-36, el proceso de
concentración prosiguió hasta que devino en un único princeps, Augusto.
Aquí nuestra temprana definición del período puede ser invocada con uti-
lidad. La “caída”, “colapso”, o incluso simplemente “el fin de la república”
son frases taquigráficas frecuentemente útiles, pero que tienden a estimularnos
a pensar acerca del fenómeno como si fuera susceptible a la misma clase de
análisis que aplicamos a un discreto evento histórico, esto es, un examen de los
motivos y planes de actores históricos individuales dentro del contexto de los
específicos factores políticos, sociales y económicos que ayudan a formar sus
decisiones. Estos factores nunca pueden ser considerados totalmente determi-
nantes, y por lo tanto los eventos nunca pueden ser vistos como consecuencias
completamente inevitables de ellos. Pero si lo que en verdad significamos por
medio de estas frases, como fue argüido con anterioridad, es un proceso históri-
co a largo plazo (la “transformación de la república”), esto no puede ser encap-
sulado dentro de un evento específico —ni siquiera la guerra civil cesariana—y
entonces no puede ser analizado con éxito en esos términos. Una explicación
de la transformación de la república no puede ser reducida en gran parte a un

19 
La transformación de la República

análisis de los motivos, estrategias y resultados, previstos o no, de los principa-


les agentes políticos en el desarrollo de la crisis del año 50.
Una perspectiva más amplia sobre el problema debe comenzar con la vene-
rable y autorizada tesis de que la república “cayó” como un resultado bastante
directo de adquirir su imperio. Dos de los fundadores de la teoría política mo-
derna, Niccolò Machiavelli (1469-1527) y Charles-Louis de Secondat, barón
de Montesquieu (1689-1755), meditaron largamente sobre la historia de la re-
pública romana y las lecciones que, pensaban, podía ofrecer. Para explicar el fin
de la república los dos percibieron en última instancia una fatal inconsistencia
entre las instituciones de la república como una ciudad-Estado y su administra-
ción de un enorme imperio: grandes ejércitos en lugares remotos fueron encar-
gados por largos períodos de tiempo a aristócratas competitivos, hacia quienes
–como sus comandantes– los soldados dirigían cada vez más sus lealtades, en
vez de hacia el senado y el pueblo.4 Si recordamos las carreras de Mario, Sila,
Pompeyo y especialmente César, su argumento parece plausible, tal vez incluso
evidente. Pero debajo de esas aparentemente obvias y tradicionalmente recono-
cidas verdades a menudo merodean supuestos cuestionables, aunque en general
no cuestionados. Hasta el siglo XX todavía parecía axiomático, como lo era
para Dion Casio (44.2) en el tercer siglo d.C., que solo los gobiernos monár-
quicos podían gobernar grandes Estados con éxito; uno puede razonablemente
preguntarse si esta gran lección de historia no ha sido “leída dentro” del ejem-
plo romano, como muchos han deducido de ella.5 La afirmación –comúnmente
hecha pero raramente, si alguna vez, demostrada en detalle– de que la república
romana se fue a pique por una contradicción fundamental entre el imperio y
las instituciones de la ciudad-Estado6 es simplemente la versión moderna de
una crítica tradicional. Esto no la hace, por supuesto, errónea; pero ciertamente
invita a examinarla concuidado.
En la erudición de habla inglesa de décadas recientes la versión más in-
fluyente del argumento de que la crisis de la república fue una consecuencia

4 
Maquiavelo, Discursos sobre la primera década de Tito Livio, 3.24 (cf., sin embargo, 1.5,
1.37); mayor énfasis en Montesquieu, Consideraciones, especialmente cap. 9.
5 
Cf. Ungern-Sternberg (1998, p. 611-12). En los dos lados de esta cuestión, comparar Welwei
(1996, p. 485-7) con Deininger (1980; 1998, p. 133-4).
6 
Por ejemplo, Bleicken (1995, p. 102-3): ‘‘hecho no disputado ahora por ninguno’’, desestiman-
do Gruen (1974, p. 502-3). Sin embargo, ver también Eder (1996, p. 441-7).

20 
Robert Morstein-Marx y Nathan Rosenstein

de su conquista de un imperio exterior en los siglos segundo y primero fue


formulada por Brunt en su ponencia capital de 1962: “El ejército y la tierra en
la revolución romana”7. La conscripción por continuas guerras en el exterior,
argumentaba Brunt, arruinó a los pequeños campesinos de Italia, mientras
que las ganancias de sus victorias fluían mayormente hacia los bolsillos de
la clase gobernante romana, que las usaban para comprar granjas en banca-
rrota y convertirlas en vastos estados trabajados por esclavos a los que estas
mismas victorias habían hecho baratos y abundantes. El resultado transformó
la economía agraria de Italia y creó una amplia clase de pobres sin tierra en
el campo, mientras el número total de habitantes libres disminuía porque su
pobreza les impedía el matrimonio y la crianza de niños (ver especialmente
Hopkins, 1978, p. 1-98). Una serie de reformadores –comenzando por Tibe-
rio Graco– buscó aliviar su yugo con varias demandas de reforma agraria,
pero el acontecimiento que los hizo un instrumento de cambio político fue la
decisión de Mario de abrir las legiones a estas personas ignorando el tradicio-
nal requerimiento de propiedad para el servicio militar. Subsecuentes gene-
rales lo siguieron, particularmente durante la crisis de la guerra social, hasta
que las legiones de la tardía república contuvieron una alta proporción de
gente no propietaria de tierras y sin ningún interés en el statu quo. No es que
ellos se inclinaran hacia la revolución; simplemente querían mejorar su suerte
en la vida. Pero esto los tornó abiertos a los llamados de lealtad y apoyo de
algunos de los políticos que los comandaban, como Sila y César, quienes,
encontrándose superados en la arena política por sus oponentes, buscaron
continuar la lucha “por otros medios” con la ayuda de sus ejércitos a cambio
de promesas, explícitas o tácitas, de riqueza y tierra.
Muchos elementos de esta reconstrucción han estado bajo fuego en años
recientes. Que las guerras exteriores de la segunda centuria hayan arruinado
a la mayor parte o incluso a muchos de los soldados que las peleaban parece
cada vez más improbable. Ciertamente, los informes arqueológicos en el cam-
po han fallado en confirmar una gran declinación en el número de pequeñas
granjas en Italia durante este período, y recientes estudios han argumentado
que los académicos han sobrestimado grandemente tanto la preponderancia
de los latifundios como el número de esclavos que trabajaban en ellos. Puede
ser que, contrariamente a visiones previas, los requerimientos de mano de
7 
Actualizado en Brunt (1988, p. 240-80).

21

La transformación de la República

obra romana para sus guerras exteriores no fueran inconsistentes con los mo-
delos tradicionales de la vida agrícola italiana. Entonces los efectos de estas
guerras sobre el campesinado italiano del cual los ejércitos eran reclutados en
la segunda centuria no fueron casi negativos, y sí mucho más complejos de lo
que previamente se había pensado (Rosenstein, 2004). En general, el número
de habitantes libres de Italia parece haberse mantenido en alrededor de cuatro
millones durante los dos últimos siglos de la república o incluso pudo haber
crecido durante este período de forma saludablemente rápida.8 Pero si todo
eso fue así, invita a una obvia y crucial pregunta: si las consecuencias do-
mésticas de la adquisición de un gran imperio por la república en la segunda
centuria no arruinaron a la población rural de Italia, entonces ¿qué causó la
pobreza y el desposeimiento y los consecuentes llamados a la reforma agraria
durante la tardía república? Posiblemente el aumento de población continuó
a lo largo de todo el período, de manera tal que puede culparse a las presiones
demográficas. Pero para un creciente consenso de opiniones esto es tan poco
probable como la estabilidad a largo plazo en el número de italianos libres.
Puede ser que la pobreza rural que vemos en este período haya surgido de
un lapso mucho más corto y por causas más transitorias que las pensadas
usualmente, por ejemplo, la devastación y las confiscaciones que estuvieron
presentes tanto en la guerra social y las dos guerras civiles de los 80 o la cri-
sis de deudas de los 80 hasta mediados de los 60 (Gruen, 1974, p. 425-7; cf.
Giovannini, 1995). O tal vez había mucha menos pobreza en el campo que
la que nos han llevado a creer los poderosos retóricos y las intensificadas pa-
siones que asistieron a las propuestas de reforma agraria; quizá estas en reali-
dad estaban dirigidas fundamentalmente a la población urbana de Roma (que
incluía a los recientes inmigrantes a la ciudad), como las fuentes antiguas
algunas veces claman9 y una más temprana generación de académicos acepta.
El poder especial de la tesis de Brunt derivaba del estrecho lazo que forjó
entre la agitación por la tierra en la tardía república y una erosión de la lealtad
de los grandes ejércitos de la república tardía hacia el sistema político repu-
blicano. Aun así esto demuestra también, bajo examen, que se funda en poca

8 
Ver ahora también Scheidel (2004, p. 2-9),favoreciendo el estimado menor.
9 
Cic. Leg. agr. 2.70, Att. 1.19.4; Cass. Dio 38.1.3; cf. Morstein-Marx (2004, p. 129-30).
Ver, sin embargo, App. B Civ. 1.13-14, 29-32 en las (más tempranas) leyes de tierras de
Tiberio, Graco y Saturnino.

22
Robert Morstein-Marx y Nathan Rosenstein

evidencia positiva. Los apoyos claves de ese nexo causal fueron las hipótesis
de que el modesto requerimiento de propiedad para gozar del estatus de un
assiduus y así ser elegible para el servicio militar fue incesantemente bajado
en el tardío siglo tercero y el segundo a medida que el fondo de campesinos
no indigentes disminuyó, y que Mario rompió decisivamente el lazo entre ri-
queza y servicio militar enrolando a los pobres sin propiedad (proletarii) para
su campaña contra Jugurta en 107; esto supuestamente estableció el modelo
posterior y abrió el camino para la formación de ejércitos reclutados en su
mayor parte entre los muy pobres, que sirvieron mayormente con la espe-
ranza de progreso material y buscaron a sus comandantes más que al senado
para satisfacer este objetivo. La primera reivindicación –aquella relacionada
con el estatus de assiduus–, sin embargo, se ha mostrado que depende de una
argumentación circular, mientras que la segunda –que el precedente de Mario
en 107 fue seguido más o menos a posteriori– parece ser una extrapolación
debatible de un único incidente conocido.10 De cualquier forma, en el tercer y
más importante punto simplemente no sabemos si de hecho los pobres y los
sin tierra constituyeron la mayor parte de los legionarios de la tardía república
(ver ahora Lo Cascio, 2001, p. 126). En la medida en que las consecuencias
sociales y demográficas que Brunt y otros antes que él sacaron de las guerras
de fines del siglo tercero y segundo no parecen estar fundadas firmemente,
no parece ya una verdad evidente que un disminuido conjunto de assidui y
una resistencia general a la conscripción llevara al reclutamiento de la leva
de pobres, “exactamente la clase menos apta para asegurar la exención por
sobornos o favores” (Brunt, 1971a, p. 410).
Más aún, el mismo Brunt, cuando argumentaba contra la noción común de
que las legiones tardorrepublicanas eran esencialmente “ejércitos clientelares”,
reconocía que no podía presumirse como una regla que estos ejércitos fueran
simplemente desleales a la república (Brunt 1988c, p. 257-9). Podemos ir más
allá y notar que, a pesar de que prevalece la idea de un “ejército personal” tar-
dorrepublicano, ningún ejército que se lanzó a la guerra civil puede mostrarse
tomando su curso revolucionario por desafección hacia la república o por las
esperanzas de ser recompensado con concesiones de tierra. Es muy citado en este
sentido el motivo que Apiano atribuye al ejército al cual Sila llamó a defender
10 
Rich (1983, p. 328-30) acepta en términos generales que el precedente de Mario fue regulari-
zado para el tiempo de la guerra social. Parece no haber evidencia firme.

23

La transformación de la República

su dignitas marchando sobre Roma: “estaban deseosos de la campaña contra


Mitrídates porque parecía ser redituable, y pensaban que Mario podía reclutar
otros soldados para ella en su lugar” (App. B.Civ. 1.57). Se observa que Apia-
no no dice aquí nada sobre las expectativas de concesiones de tierra o de la
potencial capacidad de Sila de obtener lotes para sus tropas, sino que se refie-
re en cambio a la expectativa de un rico saqueo –un incentivo completamente
tradicional y vigoroso para la acción militar registrado al menos tan atrás
como el voto popular para la guerra con Cartago en 264 (Polib. 1.11.2).11
En tiempos de una profunda crisis, la legitimidad republicana en sí mis-
ma estaba fragmentada más que directamente negada, y bien podía ser que los
soldados que efectuaban estas luchas –que en última instancia establecieron
la dominación personal de César y después de Augusto– estuvieran motiva-
dos por su entendimiento de dónde predominaba esa legitimidad fragmentada
así como el botín material que se cruzaría en su camino con la victoria (Cf. de
Blois, 2000, p. 22, 29-30). Esto es bastante evidente en las dos notorias “mar-
chas sobre Roma”, de Sila en 88 y César en 49. Los académicos continúan
estando profundamente conmocionados por la desinhibida cita de su herida
dignitas por parte de Sila y César –“dignidad”, por lo tanto aproximadamen-
te “honor”– como una justificación para sus contra ataques hacia aquellos
que habían intentado destruirlos, y casi igualmente, por la aceptación de sus
ejércitos de este grito de batalla. Aun así el respeto y el honor debidos por la
comunidad a la dignitas personal, basada sobre logros o promesas de logros
para la comunidad, yacen en el corazón mismo del sistema republicano.12 Un
rotundo asalto a la alta dignitas –como la expulsión armada de la ciudad de
ambos cónsules por el tribuno P. Sulpicio después de deponer de su magis-
tratura al colega de Sila, Q. Pompeyo Rufo, en una asamblea revoltosa– era
como tal una grosera violación a las normas republicanas que ya en sí mis-
ma ponía en duda dónde residía verdaderamente la legitimidad, dejando de
lado el uso ultrajante de la violencia por parte de Sulpicio en la asamblea,
que había provocado la muerte del propio hijo de Pompeyo. Los soldados de

11 
Que podemos ver en Rosenstein (2004, p. 222 n.191).
12 
Buenos comentarios sobre este problema en Bleicken (1995, p. 103-8). Ver, por ejemplo, Cic.
Mil. 82: “un pueblo agradecido debería recompensar a los ciudadanos que se han ganado la gra-
titud del bienestar común (bene meritos de re publica civis)”, Dignitas: cf. Hellegouarch (1963,
especialmente p. 397-411); sobre elecciones, ver Morstein-Marx (1998, p. 265-7).

24 
Robert Morstein-Marx y Nathan Rosenstein

Sila podían haber sentido que sus propios intereses materiales coincidían con
aquellos de la república, puesto que, después de todo, ellos estaban defen-
diendo a los cónsules del pueblo romano (a quienes habían dado el juramento
militar de obedecer), no rebelándose contra el senado, encogido de miedo e
intimidado como estaba por “tiranos” (App. B Civ. 1.57).13 Lo mismo se pue-
de decir de la reacción del ejército de César a la virtual declaración de guerra
emitida el 7 de enero del 49 por el senado, a pesar de sus extraordinarios
logros (como eran vistos) en beneficio de la república.14 Los primeros capí-
tulos de las guerras civiles de César, con su convincente retrato de un senado
extremadamente cobarde intimidado por los amenazantes enemigos de Cé-
sar, dan una buena idea de cómo el asunto puede haberse presentado a estos
hombres: un ataque por una viciosa facción hacia un héroe popular y militar
cuyos servicios a Roma eran insuperables, exacerbado por un grueso insulto
al tribunado, no era meramente una querella personal.15 Si la observación de
Brunt de que “sin su ejército César no podría haber conquistado la Galia ni
deponer la república” es autoevidente, la réplica de Gruen: “ni siquiera los
soldados de Julio César marcharon hacia Italia con la intención o el deseo
de derribar la república romana” (Brunt, 1968, p. 229; Gruen, 1974, p. 384)
parece igualmente verdadera.
Tal vez, incluso, marcharon para salvarla. La disputada elección presi-
dencial de Estados Unidos del 2000 es una saludable lección reciente de cuán
rápidamente lo que era una vez impensado podía ser contemplado, cuando
cada lado en una crisis política siente que el otro ha violado las normas fun-
damentales del sistema y así se fuerza a sí mismo –a través de su dedicación
a su interpretación de ese sistema más que a su desafección– a “salvarlo” por
métodos cada vez más dudosos. Que este cálculo de interés personal pueda
a menudo coincidir con semejantes razones cívicas sorprenderá poco. Los
ejércitos de Sila y César deben haber esperado beneficiarse materialmente
13 
Es famoso que todos excepto uno de los oficiales de Sila (archontes) desertaron (App. B Civ.
1.57) –sin embargo, probablemente no un buen indicador de la opinión senatorial, desde que el
término puede no incluir a los legados senatoriales, y en ningún caso sus reemplazos incluyeron
miembros de las familias senatoriales establecidas (Levick, 1982).
14 
Cf. Cic. Prov. cons. 18-47; Caes. B Civ. 1.13.1; Suet. Iul. 30.4 (tantisrebusgestis, ‘‘a pesar de
tan grandes logros’’) con Plut. Caes. 46.1.
15 
En su amplio estudio de los motivos de los adversarios en el estallido de la guerra civil, Raa-
flaub (1977) dibuja una línea muy aguda entre lo “personal” y lo “público”.

25
La transformación de la República

por sus acciones, como siempre lo habían hecho los soldados cuyas victorias
habían servido a la república. No es necesario que haya habido una contra-
dicción en sus mentes.
Lo que emerge, entonces, es un marcado proceso de fragmentación de
la legitimidad, en el que la república pudo ya no ser más asociada irreflexi-
vamente con el senado contemporáneo sino que pudo ser vista como incor-
porada a personas –el procónsul y tribuno ocasionales– que estaban al menos
temporalmente en desacuerdo con el senado. Pero esto no es lo mismo que una
desafección hacia la república. De hecho, justamente lo opuesto: la pérdida
del (casi) monopolio de la legitimidad republicana del senado era totalmente
consistente con el continuo estatus monopólico de la idea y tradiciones de la
república como costumbres ancestrales codificadas (mosmaiorum). Los adver-
sarios del senado en ningún momento exigieron su abolición o derrocamiento
sino que denunciaron la respetabilidad (y así la legitimidad moral) de su actual
liderazgo, y clamaron por un retorno a la receptividad paternalista del liderazgo
senatorial hacia las demandas y necesidades populares que eran el principio
fundamental de la tradición republicana.16 La mejor evidencia que poseemos de
las actitudes políticas de la plebe urbana –los discursos dirigidos al pueblo en el
foro (contiones)– sugieren que incluso ellos, que están comúnmente represen-
tados en los relatos modernos como los más desafectos de todos, continuaban
abrazando las tradiciones políticas republicanas y favorecían a aquellos que
más plausiblemente parecían encarnar esta tradición (Morstein-Marx, 2004,
especialmente p. 279-87). El poder de esta tradición, continuamente reforzada
para los ciudadanos en oratorias masivas y rituales cívicos como la elección,
era tal que ningún modelo alternativo de organización estatal visto en la historia
reciente parece haber sido realmente concebible –por cierto, no el degradado
espectáculo de la monarquía tardohelenística.
Sin duda, la fragmentación de la legitimidad de la república tenía muchas
causas y factores contribuyentes que merecerían un análisis cuidadoso en un
futuro trabajo, y no puede ser enteramente elaborado aquí. Pero deseamos
resaltar un punto importante que parece sobresalir claramente. Ya en el 133 la

16 
Ver, por ejemplo, Cic. Sest. 137: ‘‘[Nuestros ancestros] previsto por el senado para proteger e
incrementar la libertad y privilegios del pueblo’’ cf. Rep. 1.52.5: ‘‘el pueblo no debe ser llevado
a pensar que sus privilegios están siendo descuidados por los varones principales’’ (un principio
aristocrático que probablemente refleje el pensamiento romano).

26
Robert Morstein-Marx y Nathan Rosenstein

sorprendente cohesión del orden senatorial fue hecha pedazos, primero por la
ley agraria de Tiberio Graco y después aún más por las circunstancias de su
aprobación; esta explosión dividió a la elite y lanzó sus partes hacia los dos po-
deres básicos en Roma –el senado y el pueblo– y sobre sus correspondientes y
ahora frecuentemente opuestos principios legitimadores. De allí en más, la elite
romana se dividió con frecuencia frente a las mayores controversias, muchas
o la mayoría de las cuales eran precipitadas de alguna manera por problemas y
responsabilidades imperiales (los italianos, Mitrídates, tierra para los veteranos,
los piratas, Galia). Sin embargo, la fuente alternativa de poder explotada por
aquellos individuos o facciones que asumían –o eran forzados a hacerlo– una
oposición contra los que conformaban su voluntad a la del senado, fue inicial-
mente el pueblo en sus encuentros públicos (contiones) y votando asambleas.
La real utilización de la milicia como una fuente alternativa de poder para sus
poderosos comandantes no aparece verdaderamente hasta más de cuatro dé-
cadas después de Tiberio Graco en los 80 (Mario en 107-100, como mucho,
sugirió el camino). Esta observación lanza más dudas sobre la tradicional afir-
mación de que la república “cayó” por la inhabilidad de una ciudad-Estado para
refrenar a sus arrogantes comandantes provinciales –el todavía popular corazón
del argumento de Maquiavelo y Montesquieu. Así, fue un factor relativamente
tardío y secundario el que aumentó las apuestas enormemente, pero fue más
consecuencia que causa de la división de la elite.
Es con seguridad hacia comienzos y mediados de la segunda centuria el
período que necesitamos observar más estrechamente para buscar los factores
que resaltaron la potencialidad para la división de la elite hasta el nivel inflama-
ble al que llegó en 133. Notoriamente, los escritores antiguos pusieron su dedo
en dos causas subyacentes por las que persistieron en ver enesencia un colapso
moral17: la enorme afluencia de riqueza hacia Italia y Roma, y la remoción de
la última directa y plausible amenaza a la dominación hegemónica de Roma de
su base mediterránea. Aunque sus análisis en detalle suenen pintorescamente
moralizantes para el oído moderno, sería difícil disputar con el punto esencial
de que la victoriosa marcha de las armas romanas del estrecho de Messina
en 264 a la cartaginesa Byrsa en 146 produjo una concentración de riqueza
y poder en manos de la elite romana que no pudo sino aflojar o incluso ha-
17 
Ver Ungern-Sternberg (1982) y (1998) para un intento de integrar teorías antiguas de colapso
moral en un análisis causal moderno.

27

La transformación de la República

cer saltar las restricciones que desde hacía tanto habían operado sobre la
conducta aristocrática. Lo que los historiadores romanos como Salustio y
Livio diagnosticaban –en el lenguaje que tenían a su disposición– como
colapso moral, un historiador moderno con inclinación sociológica podría
describirlo como un incremento del individualismo y una relajación de las
restricciones sociales que generaciones anteriores, enfrentadas repetida-
mente con crisis militares que comenzaron en el siglo V y se extendieron
hasta la guerra de Aníbal, habían impuesto sobre ellos frente a las exi-
gencias de la autopreservación. Un mundo amenazador y peligroso forzó
a la aristocracia a volverse no solo agresiva y militarista sino también
extraordinariamente disciplinada. Aunque las crisis militares no cesaron
con la destrucción de Cartago en el 146 –solo las más urgentes fueron la
invasión de los cimbrios y los teutones y la guerra social– sí cesó la vo-
luntad de los aristócratas de imponerse restricciones a sí mismos, lo que
llevó a una escalada de violencia en espiral y a una transgresión de las
reglas no escritas del juego político. Además, la desigual concentración
de poder y riqueza en la elite, que dependía de su acceso a los ejércitos y
a las provechosas asignaciones militares, o contratos públicos, debe en sí
misma haber alterado el equilibrio del cual dependía la cohesión social.
La elite no era enteramente inconsciente de estas tendencias—eso pare-
ce— a juzgar por la aparición de leyes suntuarias, límites de edad para la
tenencia de cargos, cortes extorsivas, y las sucesivas batallas judiciales
sobre triunfos y saqueos indebidos durante la segunda centuria.18Además,
las causas para la disolución de la cohesión de la elite no pueden ser en-
contradas solo dentro de la elite. A menos que se descarte por completo el
rol del pueblo en la república romana, se debe reconocer que la urgencia
social, económica y el descontento político tenderían a impulsarlo hacia
la conciencia de la elite política precisamente porque, en una aristocra-
cia altamente competitiva, estos problemas ofrecían oportunidades para
aristócratas individuales preparados para separarse de sus pares y para
anticiparse a sus rivales explotando las causas populares. La división den-
tro de la elite fue en esencia un dato durante los tiempos de gran tensión
sociopolítica, comociertamentelo fue al menos el período de 133.
18 
Gruen (1992, p. 304-5); Gruen (1995, p. 60-73); Brennan (2000, p. 168-72, 235-6). Sobre la
regulación de la competencia aristocrática general en la república media, ver Rosenstein (1990).

28 
Robert Morstein-Marx y Nathan Rosenstein

Aun sería más fructífero, e incluso más consistente con los modelos his-
tóricos en el Oeste, invertirla pregunta sobre “la división de la elite”. Porque
la elite de la república romana muestra una fuerza a largo plazo, basada en
una resistenciay disciplinaremarcables, que parece sin paralelo en la historia
europea. Por 500 años o más, personas con los nombres Fabio, Claudio, Vale-
rio y otros abastecieron al Estado, generación tras generación, con cónsules,
sacerdotes y censores. Lo destacable no es que esta elite –cuyos impulsos
competitivos fueron siempre, parece, muy desarrollados– eventualmente se
volviera crónica y algunas veces violentamente polarizada, sino cómo una
creación tan artificial como una elite cohesiva competitiva fue creada y sos-
tenida por tanto tiempo. En una discusión centrada en el fin de la repúbli-
ca es razonable hacer foco en la pérdida de cohesión, pero solo tendremos
la perspectiva correcta si entendemos que la supervivencia de tan notable
construcción social fue siempre tenue, y que nada parece más natural que su
disolución mediante un cierto tipo de entropía histórica.
¿Por qué, finalmente, la gradual polarización y disolución de una elite
anteriormente cohesiva implicó la concentración del poder en manos de una
persona, el paso decisivo en el pasaje de la república al principado? Polibio,
en su famosa doctrina del “ciclo” repetitivo (anakyklosis) de las constitucio-
nes de la monarquía a la aristocracia a la democracia y vuelta otra vez, apa-
rentemente había predicho un tipo de interludio democrático (6.57.9), que, a
pesar de Tiberio y Cayo Graco (o Clodio), nunca surgió verdaderamente en
Roma. Una alternativa más plausible, que emerge a simple vista después del
43 con la batalla de Filipos y un más inestable “segundo” triunvirato (con
Sexto Pompeyo incluido en buena medida), es un descenso hacia el caudi-
llismo. Que esto fuera evitado mediante los triunfos marciales de Octavio
y Marco Agripa en Naulochus en el 36 y en Actium en el 31 puede haberse
debido a meras contingencias de decisiones personales y oportunidad, pero
sería dificultoso negar que el continuo poder de la tradición política romana y
la ininterrumpida concentración de poder militar en Italia hizo casi inevitable
que si el imperium unitario sobreviviría, entonces el caudillo que mantuviera
Roma lo poseería finalmente. La paradoja de que un proceso de profunda
fragmentación llevara al final a la monarquía es entonces solo aparente, aun-
que permanece como un logro remarcable que Augusto y sus sucesores fue-
ran capaces de mantener la monarquía que él había creado.

29
La transformación de la República

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Traducción: Dr. Diego Santos


Revisión: Dr. Robert Morstein-Marx


32
FUENTES

La legislación de los Gracos - (Apiano, Guerras civiles, I, 7-14 y 21-23)

Apiano (ca. 90 – 160 d.C.) era un griego de Alejandría en Egipto miembro de la elite
local. Adquirió la ciudadanía romana y algunos honores importantes, teniendo
contactos con miembros de la corte del emperador Antonino Pío. Tras su carrera
política, Apiano escribió una extensa historia de Roma que se conserva sólo en
estado fragmentario. Su trabajo consistió, aparentemente, ante todo en una
recopilación de lo presentado por autores anteriores, muchos de los cuales no han
llegado hasta nosotros. El valor de su obra radica, precisamente, en que conservó
las líneas generales de una tradición historiográfica, que de lo contrario se habría,
en buena medida, perdido. A pesar de su distancia temporal respecto de los hechos
que narra, Apiano es una de nuestras principales fuentes para el período de las
guerras civiles del último siglo de la república romana.

(7) Los romanos, según sometían con la guerra a Italia, parte a parte, se apoderaban de
una parte de su territorio y fundaban en ella ciudades, o reclutaban sus propios colonos
para enviarlos a las ya existentes. Consideraban estas colonias como fortines, y de la tierra
conquistada por ellos en cada ocasión, distribuían, al punto, la parte cultivada entre los
colonos, o bien la vendían o arrendaban; en cambio, la parte que estaba sin cultivar por
causa de la guerra, y que precisamente era la más extensa, como no tenían tiempo de
distribuirla en lotes, permitieron mediante un edicto que, entretanto, la cultivara el que
quisiera a cambio del pago de un canon por la cosecha del año, la décima parte de los
productos de la siembra y la quinta parte de los cultivos de plantación. También se fijó
un canon para los ganaderos, tanto para las reses mayores como para las menores. Estas
medidas fueron adoptadas con vista a multiplicar la raza itálica, considerada por ellos
como la más laboriosa, a fin de tener aliados en la patria. Sin embargo, ocurrió lo contrario
a lo que esperaban. Pues los ricos, acaparando la mayor parte de esta tierra no distribuida,
aumentaron con el tiempo su confianza en que ya no se verían desposeídos de ella y,
comprando en parte por métodos persuasivos, en parte apoderándose por la fuerza de las
propiedades vecinas de ellos y de todas las demás pequeñas pertenecientes a campesinos
humildes, cultivaban grandes latifundios en vez de parcelas pequeñas y empleaban en
ellos esclavos como agricultores y pastores en previsión de que los trabajadores libres
fueran transferidos de la agricultura a la milicia. Al mismo tiempo, la posesión de esclavos
les reportó grandes beneficios dada su abundante descendencia, ya que se incrementaban
sin riesgo alguno al estar exentos del servicio militar. Por estas razones los ricos se
enriquecían al máximo y los esclavos aumentaban muchísimo por la campiña; en tanto
que la escasez y la falta de población afligían a los pueblos itálicos, diezmados por la
pobreza, los tributos y la milicia. Y aun cuando se vieran libres de estas calamidades, se
hallaban en paro forzoso al estar la tierra en manos de los ricos, que empleaban como
agricultores a esclavos en lugar de hombres libres.


(8) En esas circunstancias el pueblo se encontraba preocupado de no contar con aliados
de Italia e incluso porque su poder pudiera encontrarse en peligro ante una masa tan
grande de esclavos. Pero como no imaginaban un remedio, puesto que no era fácil, ni en
absoluto justo, privar a tantos hombres de tantas posesiones, que tenían desde hacía tanto
tiempo, consistentes en plantaciones propias, edificios y enseres, promulgaron una ley en
cierto momento, y con dificultad y a instancias de los tribunos de la plebe, de que nadie
poseyera más de quinientas yugadas de este tipo de tierra, ni apacentara más de cien
cabezas de ganado mayor y quinientas de menor. Y además se les ordenó que emplearan
un cierto número de hombres libres encargados de vigilar y dar cuenta de lo que ocurriera.
Ellos, tras haber agrupado esto en una ley, la juraron, y fijaron un castigo en la creencia
de que la tierra sobrante sería vendida de inmediato en pequeños lotes a los humildes. Sin
embargo, no hubo ningún respeto hacia las leyes ni hacia los juramentos, y quienes
parecían respetarlos, distribuyeron la tierra fraudulentamente entre sus familiares, pero la
mayoría los despreció en su totalidad.

(9) Hasta que Tiberio Sempronio Graco, hombre preclaro y notable por su ambición, de
gran capacidad oratoria y muy conocido de todos por todas estas razones a la vez,
pronunció un discurso solemne, mientras era tribuno de la plebe, en relación con la raza
itálica en tono de reproche porque un pueblo muy valiente en la guerra y unido por
vínculos de sangre se estaba marchitando poco a poco a causa de la indigencia y la falta
de población sin tener siquiera la esperanza de un remedio. Mostró su descontento con la
multitud de esclavos por estimarla inútil para la milicia y nunca digna de confianza para
sus dueños, y adujo el reciente descalabro sufrido en Sicilia por éstos a manos de sus
criados al haber aumentado su número por causa de la agricultura, y adujo también la
guerra sostenida contra ellos por los romanos, que no era fácil ni corta, sino muy
prolongada en su duración y envuelta en muy diversos tipos de peligro. Tras hablar así,
renovó la ley de que nadie poseyera más de quinientas yugadas. Pero añadió a la antigua
ley que los hijos de los propietarios pudieran poseer cada uno la mitad de esta cantidad y
que tres hombres elegidos, alternándose anualmente, repartirían el resto de la tierra entre
los pobres.

(10) Y esto era lo que especialmente enojaba a los ricos, que precisamente ya no podían
como antes hacer caso omiso a la ley por causa de la comisión distribuidora ni tampoco
comprar los lotes de tierras a sus adjudicatarios. Pues Graco había previsto también esta
posibilidad y había prohibido vender los lotes de tierra. Así que, reuniéndose entre ellos,
se lamentaban y acusaban a los pobres de apropiarse de su labor de muchos años, de sus
plantaciones y edificios. Algunos se quejaban del dinero pagado a sus vecinos —¿acaso
lo iban a perder también junto a la tierra?—. Otros, de que las tumbas de sus antepasados
estaban en la tierra a repartir y de que en las reparticiones de la herencia se habían
considerado estos terrenos como herencia paterna; otros aducían que se habían gastado la
dote de sus esposas en estas tierras o que la tierra había sido entregada como dote a sus
hijas; los prestamistas mostraban, además, deudas contraídas con cargo a estas tierras, y,
en resumen, se produjo un sentimiento generalizado de queja e indignación. Los pobres,
por su parte, también se lamentaban de haber pasado de la abundancia a la extrema
pobreza, y de ésta a la esterilidad forzosa por no poder criar a sus hijos. Enumeraban todas
las campañas militares que habían realizado por procurarse esta tierra y se quejaban de
ser desposeídos de la propiedad común, censuraban a los ricos porque preferían, en lugar
de hombres libres ciudadanos y soldados, a esclavos, una ralea infiel y siempre
malintencionada, y por ello mismo inútil para la milicia. Mientras que cada parte se
quejaba y acusaba mutuamente de tal suerte, otra muchedumbre, que habitaba en las


colonias o en los municipios o de cualquier otra clase y que estaba interesada en la
cuestión del agro público, acudió con recelos similares y tomó partido por una u otra
facción. Envalentonados por su número, mostraban su exasperación y, provocando
revueltas desmesuradas, aguardaban la votación de la ley, tratando unos de impedir a toda
costa su puesta en vigor y otros que lo fuera a cualquier precio. Se añadía al interés el
espíritu de rivalidad de cada bando, así como los preparativos que cada uno planeaba
contra el adversario para el día señalado.

(11) Lo que Graco tenía en mente al hacer su propuesta no era la prosperidad económica,
sino el aumento de población, y arrebatado en sobremanera por la utilidad de la empresa,
en la fe de que nada más eficaz o brillante podía ocurrirle a Italia, no consideró la
dificultad que la rodeaba. Cuando llegó el momento de la votación expuso previamente
otros muchos argumentos persuasivos y de extenso contenido. Y preguntó a aquéllos si
no era justo distribuir la propiedad común entre el común; si no era en todo momento más
digno de estima un ciudadano que un esclavo; si no era más útil un soldado que uno que
no tomaba parte en la guerra y mejor dispuesto hacia los asuntos públicos el que
participara de ellos. Pero, sin extenderse en demasía en la comparación, por reputarla
indigna, pasó de nuevo a exponer sus esperanzas y temores sobre la patria, diciendo que
poseía la mayor parte de su territorio por la fuerza, gracias a la guerra, y que tenían
esperanzas de conquistar el resto del mundo habitado; sin embargo, en esta empresa
arriesgaban todo, y o bien lograban hacerse con lo que les faltaba al poseer una población
numerosa, o perdían incluso lo que ya poseían a manos de los enemigos por causa de su
debilidad y envidia. Después de exagerar la gloria y la prosperidad de una de estas
alternativas, y el riesgo y el temor de la otra, exhortó a los ricos a reflexionar sobre ello y
otorgar espontáneamente, como una gracia voluntaria, si era necesario, esta tierra a la
vista de las expectativas futuras a quienes iban a alimentar a sus hijos. Y a no pasar por
alto, mientras contendían por cuestiones de poca entidad, otras de más envergadura, pues
recibían, además, como compensación acorde con el trabajo realizado la posesión
escogida, sin costo e irrevocable para siempre, de quinientas yugadas cada uno de ellos,
y cada uno de sus hijos, aquellos que los tuvieran, la mitad de esa cantidad. Graco, tras
exponer muchos otros argumentos similares y excitar a los pobres, a cuantos otros se
guiaban más por la razón que por el deseo de posesión, ordenó al escriba que diera lectura
a la proposición de ley.

(12) Pero Marco Octavio, otro tribuno de la plebe, que había sido instigado a interponer
su veto por los poseedores —y puesto que siempre para los romanos el que intercede
prevalece— ordenó callar al escriba. Entonces Graco, después de hacerle muchos
reproches, aplazó para la próxima asamblea, y una vez situada cerca de él una escolta
suficiente para obligar a Octavio por la fuerza y contra su voluntad, ordenó al escriba con
amenazas que diera lectura al pueblo de la proposición. Éste comenzó a leer, pero al
interceder Octavio guardó silencio. Entonces los tribunos de la plebe se injuriaron
mutuamente y el pueblo armó un alboroto considerable, por lo que los poderosos juzgaron
conveniente que los tribunos de la plebe sometieran a la decisión del Senado el objeto de
su controversia. Graco aprovechó con prontitud la sugerencia, pues pensaba que la ley
sería grata para todas las personas bien dispuestas, y corrió a llevarla a la curia. Mas, al
ser ultrajado por los ricos allí entre unos pocos de los suyos, regresó a toda prisa al foro
y dijo que sometería a votación en la próxima asamblea lo relativo a la ley y al tribunado
de Octavio, por si debía retener su cargo un tribuno de la plebe que actuaba contra los
intereses del pueblo; y así lo hizo. Y, en efecto, una vez que Octavio, sin temor alguno,
interpuso su veto nuevamente, propuso en primer lugar la votación sobre él. Cuando la

primera tribu votó a favor de deponer a Octavio de su cargo de tribuno de la plebe, Graco
se volvió hacia él y le pidió que desistiera, pero como no hizo caso tomó el voto a las
restantes tribus. Había en esta época treinta y cinco tribus, y como las diecisiete primeras
coincidieron con apasionamiento en el mismo sentido de voto, la decimoctava iba a
conferirle aprobación de la propuesta, mas Graco, nuevamente, presionó a Octavio con
tenacidad delante del pueblo, dada la posición de máximo peligro de aquél, para que no
hiciera fracasar la obra más noble y útil para toda Italia ni frustrara un afán tan grande del
pueblo con cuyos deseos convenía que, como tribuno de la plebe, fuera condescendiente
y no consentir en ser despojado de su cargo por pública condena. Después de decir esto,
puso por testigo a los dioses de que no era su voluntad causar deshonra alguna a su colega,
y como no logró convencerle pidió el voto. Octavio de inmediato se convirtió en un
ciudadano privado y se marchó de la asamblea sin ser visto. Quinto Mumio fue elegido
en su lugar tribuno de la plebe, y la ley sobre la tierra entró en vigor.

(13) Los primeros que fueron elegidos para llevar a cabo el reparto de tierra fueron el
propio Graco, que era el ponente de la ley, su hermano homónimo y su suegro Apio
Claudio, pues el pueblo temía mucho aún que la ley quedara sin materializarse, a no ser
que Graco con toda su familia la pusiera en práctica. Y Graco, lleno de orgullo a causa de
la ley, fue acompañado hasta su casa por la multitud como el fundador no ya de una ciudad
o de una raza, sino de todos los pueblos existentes en Italia. Después de esto, los miembros
del partido vencedor regresaron a los campos de donde habían venido para esta ocasión,
y los de la facción derrotada, sintiéndose todavía agraviados, permanecieron todavía en
la ciudad y comentaban entre sí que no se iba a congratular Graco, nada más convertirse
en ciudadano privado, de haber ultrajado una magistratura sagrada e inviolable y de haber
introducido en Italia un semillero tan grande de disturbios.

(14) Era ya verano y las elecciones a tribuno de la plebe estaban al caer. Al aproximarse
el día de la votación, era evidente que los ricos habían apoyado con ahínco para el cargo
a los más acérrimos enemigos de Graco. Y éste, por temor a la desgracia que se avecinaba
si no era elegido nuevamente tribuno de la plebe para el año próximo, convocó a la
votación a sus partidarios del campo. Sin embargo, como quiera que al ser verano, éstos
no tenían momento libre para acudir, y obligado por el poco tiempo que quedaba ya antes
del día fijado para la votación, recurrió a la plebe urbana y, yendo de un lugar a otro, pidió
a cada uno por separado que le eligieran tribuno de la plebe para el año próximo en
compensación por el riesgo que corría por ellos. Cuando se efectuó la votación las dos
primeras tribus se apresuraron a votar a favor de Graco, pero los ricos se opusieron
aduciendo que no era legal que la misma persona detentara el cargo por dos veces
consecutivas, y el tribuno Rubrio, al que le había tocado en suerte presidir aquella
asamblea, estaba dudoso sobre el particular. Mumio, que había sido elegido como tribuno
de la plebe en lugar de Octavio, le conminó a que pusiera en sus manos la dirección de la
asamblea. Y él así lo hizo, pero el resto de los tribunos de la plebe opinaba que la
presidencia debía ser asignada mediante sorteo, puesto que, al retirarse Rubrio, a quien le
había correspondido en suerte, había que efectuar nuevamente el sorteo entre todos. Se
produjo también sobre este asunto una fuerte disputa y Graco, que llevaba la peor parte,
pospuso la votación para la próxima asamblea y, habiendo perdido todas sus esperanzas,
se vistió de negro, aunque todavía estaba en el cargo, y durante todo el día llevó consigo
a su hijo en el foro y se lo presentó y encomendó a cada uno, pues tenía la conciencia de
que iba a morir de inmediato a manos de sus enemigos.

* * *

(21) Los que la poseían obstaculizaron por mucho tiempo la división de la tierra,
basándose, incluso, en tales circunstancias, en pretextos de muy diverso tipo. Algunos
propusieron inscribir como ciudadanos a todos los aliados, que eran precisamente los que
más se oponían a la ley sobre la tierra, en la creencia de que, a cambio de un favor mayor,
no iban a discrepar en el futuro en lo referente al agro público. Los itálicos recibieron con
alegría esta propuesta por estimar preferible el derecho de ciudadanía a la posesión de la
tierra. Y el que más cooperó con ellos de entre todos en conseguir esto fue Fulvio Flaco,
que era a la vez cónsul y triunviro agrario. El Senado, no obstante, estaba irritado porque
hicieran a sus súbditos, ciudadanos con igualdad de derechos a ellos. Y por esta razón
este intento resultó fallido, y el pueblo, que había abrigado durante largo tiempo la
esperanza de la tierra, se sintió descorazonado. Mientras ellos se encontraban en tal estado
de desazón, Cayo Graco, que había sobresalido entre los que repartían la tierra, se
presentó al tribunado de la plebe. Era éste el hermano menor del legislador Graco, que
había permanecido inactivo durante mucho tiempo a raíz de la muerte de su hermano. Sin
embargo, se presentó como candidato al tribunado de la plebe porque muchos senadores
le habían tratado con desprecio en el Senado. Y, una vez que resultó elegido de la manera
más rotunda, urdió de inmediato insidias contra el Senado estableciendo una cantidad
mensual de trigo para cada ciudadano a expensas del Erario público, reparto que nunca
antes se había acostumbrado hacer. Así, muy pronto, con un solo acto de gobierno se ganó
las simpatías del pueblo con la cooperación de Fulvio Flaco. Inmediatamente después de
esto fue elegido como tribuno para el año próximo, pues estaba en vigor ya una ley por la
que el pueblo podía elegir de entre todos los ciudadanos un tribuno de la plebe si las
candidaturas tribunicias no estaban completas.

(22) Y fue de este modo como Cayo Graco obtuvo el tribunado de la plebe por segunda
vez. Como tenía ya comprada a la plebe, trató de atraerse también, por medio de otra
maniobra política similar, a los caballeros, que ocupaban una posición intermedia por su
dignidad entre el Senado y la plebe. Transfirió los tribunales de justicia, que estaban
desacreditados por su venalidad, de los senadores a los caballeros, reprochando en
especial a aquéllos los casos recientes de Aurelio Cota, Salinator y, en tercer lugar, Manio
Aquilio, el conquistador de Asia, quienes, tras haber sobornado a las claras a los jueces,
habían sido absueltos por ellos, en tanto que los embajadores enviados para acusarles se
hallaban todavía presentes e iban de un lado para otro propalando con odio estos hechos.
De lo cual, precisamente, el Senado avergonzándose sobremanera cedió a la ley y el
pueblo la ratificó. Así fueron transferidos los tribunales de justicia del Senado a los
caballeros. Dicen que, al poco tiempo de haber entrado en vigor la ley, Graco afirmó que
él había abatido el poder del Senado con un golpe definitivo, y la experiencia del curso
de los acontecimientos posteriores puso de relieve en mayor medida la veracidad de las
palabras de Graco; puesto que el hecho de que ellos pudieran juzgar a todos los romanos
e itálicos y también a los propios senadores, sin limitaciones, tanto en lo relativo a
cuestiones de propiedad como de derechos civiles y de destierro, elevó a los caballeros,
por decirlo así, a rango de dominadores, al tiempo que igualó a los senadores a la
condición de súbditos. Y como los caballeros se coaligaban con los tribunos de la plebe
en las votaciones y recibían de éstos, a cambio, lo que querían, se hicieron
progresivamente más temibles para los senadores. En breve, pues, sufrió un vuelco el
poder del gobierno, al estar ya tan sólo la dignidad en manos del Senado y el poder
efectivo en los caballeros. Y prosiguiendo por este camino, no sólo detentaron ya el poder,
sino que, incluso, cometieron violencia contra los senadores en los juicios. Y,
participando ellos también de la corrupción, al tiempo que disfrutaban de pingües


ganancias, se comportaron a partir de entonces de forma más vergonzosa y desmedida
que los senadores. Llevaron acusadores sobornados contra los ricos y corrompieron
totalmente los juicios por causa del soborno, ya fuera coaligándose entre ellos mismos o
por la fuerza, hasta el punto de que se abandonó por completo la costumbre de una tal
clase de investigación, y la ley judicial ocasionó por mucho tiempo otra suerte de lucha
civil no menor que las anteriores.

(23) Graco hizo construir también largas calzadas por Italia, asegurándose así la sumisión
de un gran número de contratistas y artesanos, dispuestos a hacer lo que les ordenara, y
propuso la fundación de muchas colonias. Además, invitó a los aliados latinos a participar
de todos los derechos de los romanos con la pretensión de que el Senado no podía
oponerse honestamente a hombres de su misma raza. A aquellos otros aliados a los que
no les estaba permitido votar en los sufragios romanos, propuso que, a partir de entonces,
se les concediera el derecho al voto, a fin de contar con su ayuda en las votaciones de las
leyes. El Senado, alarmado especialmente por esta última medida, ordenó que los
cónsules prohibieran, mediante un bando, que ninguno de los que no tuvieran derecho a
voto permanecieran en la ciudad, ni se acercaran a menos de cuarenta estadios de ella
durante la votación sobre estas leyes. Y a Livio Druso, otro tribuno de la plebe, le
convenció para que vetase las leyes propuestas por Graco sin explicar al pueblo las
razones, pues está permitido a quien interpone su veto no explicar los motivos. Sin
embargo, le otorgaron, con objeto de conciliarse al pueblo, el privilegio de fundar doce
colonias. Y el pueblo, alegre principalmente por esta causa, menospreció las leyes de
Graco.

Texto: A. Sancho Royo, Apiano. Historia Romana II, Biblioteca Clásica Gredos 83,
Madrid, 1985.

Comentario (L. García Moreno, La historia del mundo clásico a través de sus textos
Vol. 2, pp. 64-68)

Apiano ofrece, sin duda, la narrativa seguida más pormenorizada y con una explicación
coherente de la actividad de los dos famosos hermanos y tribunos de la plebe Tiberio y
Cayo Sempronio Graco. Junto a ella la otra narrativa seguida es la que ofrece Plutarco en
las biografías de ambos. Por supuesto que el texto de Plutarco abunda más en datos
anecdóticos y personales, con una perspectiva histórica menos amplia, con la finalidad de
ofrecer un retrato psicológico y moral de los dos biografiados. Sin embargo tanto Plutarco
como Apiano son autores muy posteriores a los hechos, por lo que plantean el problema
de sus fuentes. Resulta evidente que ambos autores utilizaron fuentes diversas, aunque no
cabe duda que en varios pasajes su coincidencia es remarcable; así se ha señalado la
semejanza, en parte literal, entre el discurso que Apiano pone en boca de Tiberio para
defender su ley agraria (11) y el que recoge Plutarco (Vida de Tiberio Graco, 9, 5-6),
aunque el de este último muestra una elaboración retórica mayor. Parece claro que en el
caso de Plutarco se consultaron unas memorias escritas por el propio Cayo Graco. Por lo
que la moderna investigación ha enfatizado las razones que en ese discurso ofrece el
tribuno a la hora de proponer el leit motiv de su propuesta de ley agraria. También parece
evidente la insistencia que hace Apiano en mezclar la cuestión agraria y el debate y
ejecución de la ley de Tiberio Graco con el problema de la concesión de la ciudadanía a
los aliados itálicos. Y a este respecto es curioso que se refiera por el nombre a estos
últimos cuando uno esperaría preferible una mención en exclusiva de los romanos. Es


decir, en la narrativa de Apiano se observa un claro interés por relacionar el comienzo de
la crisis republicana, tradicionalmente situada en el tribunado de Tiberio Graco, con los
orígenes del problema itálico que estallaría más de treinta años después. Esta perspectiva
itálica de Apiano, y la evidente simpatía hacia la causa itálica que se observa en el
historiador alejandrino, llevó a Gabba (1956) a pensar que la fuente principal de Apiano
para su narrativa de los Gracos fuera el historiador y político cesariano Asinio Polión.
Tesis esta última, sin embargo, que no ha solido encontrar total aceptación; aunque sí se
cree que su fuente principal fuera algún analista latino tardorrepublicano. En todo caso,
el interés de Apiano por ofrecer una explicación de tipo socioeconómico para las reformas
de los Gracos y la oposición variada que éstas encontraron, si no es propia de Apiano
indicaría que esa fuente analística había ya asumido muchos de los presupuestos de la
historiografía griega helenística, concretamente de alguien como Posidonio.

La moderna historiografía sobre los Gracos por lo general ha solido seguir el esquema
histórico planteado por el propio Apiano, lo que explica que desde los tiempos de
Mommsen la cuestión agraria se haya considerado central para comprender la historia de
la crisis de la República. Otros testimonios históricos, bien literarios o, todavía mejor,
epigráficos —como los famosos cipos o mojones de la comisión triunviral—, se han
utilizado para completar el cuadro trazado por el alejandrino o para enmendarle. Por eso
un pormenorizado análisis de los datos que ofrece el texto de Apiano excede de las
posibilidades y fines de la presente obra. Por nuestra parte vamos a destacar aquí algunos
hechos relacionados en lo fundamental con los objetivos de la actividad de los dos
tribunos y de la oposición con la que se enfrentaron. Tiberio Sempronio Graco pertenecía
a una importante familia de la nobilitas romana; desde el siglo III a.C. los principales
hombres de la familia habían accedido con regularidad al consulado. En su juventud
Tiberio Graco tuvo una educación esmerada, llena de componentes helenísticos, y en el
año 137 a.C. inició su carrera política como cuestor junto al cónsul Mancino en la España
Citerior. Allí tuvo la oportunidad de ver los problemas crecientes del ejército romano en
provincias, al tiempo que pudo hacer nacer en él un rencor personal hacia los Escipiones
y el Senado. Sin embargo no parece que Tiberio Graco estuviera solo a la hora de plantear
su reforma desde el tribunado de la plebe en el año 133 a.C.

Parece indudable que en el año 134 a.C. existía en el Senado un grupo poderoso favorable
a lo esencial de la reforma que habría de plantear el joven político en su tribunado del
siguiente año. Bajo el liderazgo indiscutible del princeps senatus Apio Claudio se
agruparían personas tan influyentes como los juristas —y, tal vez, pontífices— P. Licinio
Craso Muciano y su hermano P. Mucio Escévola, que sería cónsul en el año 133 a.C., C.
Papirio Carbón y C. Porcio Catón. Es indudable que para la formación de tan poderoso
agrupamiento —al que, llegado el caso, se podrían sumar otros, como Q. Metelo
Macedónico, Q. Pompeyo, Cneo y Q. Servilio Cepión, L. Aurelio Cota— debían haber
jugado una serie de factores de índole personal, familiar y de comunidad de intereses y,
en menor grado, de ideas. Común a todos ellos debía ser la oposición a Escipión Emiliano,
que precisamente estaba ausente de Roma en el año 133 a.C. Sin embargo la cohesión del
grupo tampoco debía ser muy grande. En el curso del tribunado de Tiberio Graco se
producirían abandonos y cambios de frente. Nada anormal en la política de la oligarquía
romana.

Con esta base política Tiberio Graco presentó muy pronto en su tribunado su propuesta
de ley agraria. Según Apiano esa propuesta renovaba una ley anterior caída en desuso.
Bien haya que identificar ésta con la vieja Licinia- Sextia del año 367 (véase el texto 4,


2) o con otra más reciente del siglo III a.C., o incluso posterior a la guerra de Aníbal, lo
indudable es que: a) en el año 133 a.C. existía una legislación antigua, restrictiva sobre la
utilización del ager publicus; b) que dicha legislación se había dejado de cumplir debido
a la presión de poderosos intereses privados, produciéndose una acaparación en pocas
manos de las tierras del Estado; c) que todo ello había hecho que la idea de una renovación
y reforzamiento de las antiguas restricciones estuviera en el ambiente, e incluso no fuera
ajeno a ello el propio Escipión Emiliano. También parece muy probable que Tiberio
Graco radicalizara su primitiva propuesta al ver la oposición creada, y que para la
ejecución de la ley se nombrara una comisión triunviral (III viri agris iudicandis
adsignandis). También es evidente que la oposición al tribuno se hizo mayor,
comenzando las deserciones de sus antiguos apoyos en el Senado, cuando para vencer la
resistencia de su colega Octavio acudió al expediente inusitado de pedir al pueblo su
deposición, y cuando solicitó al mismo la asignación del tesoro de Atalo III de Pérgamo
a las labores de la comisión triunviral. La acusación de que aspiraba a la monarquía
(affectatio regni) sería la consigna principal de sus enemigos, y la que se utilizó para su
muerte, acto violento acaudillado por Escipión Nasica, revestido como pontífice máximo.
En fin, parece acertada la reiteración que hace Apiano en que el propósito principal de
Tiberio Graco era crear nuevos campesinos propietarios que pudieran ser objeto de
reclutamiento para las legiones compuestas sólo de ciudadanos no proletarios; y que un
motivo fundamental en la radicalización de su política, a la postre fatal, fue su deseo de
defender a toda costa su dignitas de noble, dañada por el veto de Octavio.

Que la oposición mayoritaria del Senado así no fue tanto a la propuesta de reforma agraria
de Tiberio Graco como a la manera de llevarla a cabo y, muy especialmente, a su persona,
lo demuestra el que tras la muerte de aquél la comisión triunviral siguiera trabajando, y
que tampoco se hiciera nada contra la mayoría de sus colaboradores, entre ellos su propio
hermano menor Cayo. Testimonios epigráficos demuestran que la mayor actividad de la
comisión, en el Piceno y en el centro y sur de Italia, tuvo lugar entre los años 132 y 129
a.C.

La muerte prematura de Escipión Emiliano en el año 129 a.C. crearía las condiciones
necesarias para el surgimiento con nuevas fuerzas de los antiguos colaboradores de
Tiberio Graco, tomando la antorcha del legado de éste su propio hermano Cayo. Sin
embargo, el artífice principal de este resurgimiento pudo ser M. Fulvio Flaco, cónsul en
el año 125 a.C. y que se debía haber dado cuenta de lo peligroso que para los planes del
grupo era contar con la enemistad de los caballeros y de los aliados itálicos; lo cierto es
que fue él quien hizo una primera propuesta, fracasada, de concesión de la ciudadanía a
los socii.

La actividad de Cayo Graco, sin embargo, iría mucho más allá. Entre otras cosas se
desarrolló durante mucho más tiempo, en los años 123 y 122 fue tribuno de la plebe, y la
coyuntura política era distinta. Tiberio había roto los tradicionales métodos de lucha en
el seno de la nobilitas al final de su carrera, y contra él también se había hecho por vez
primera, en mucho tiempo, uso de la fuerza. Los tribunados de Cayo Graco desarrollaron
un programa ambicioso y coherente con unos métodos de lucha, con la apelación
sistemática a los comitia y asambleas del pueblo, que dieron nacimiento al programa y
métodos llamado de los «populares» de algunos años después.

Desgraciadamente ni el testimonio de Apiano ni el de otras fuentes permiten una


reconstrucción precisa de la cronología de todo el programa legislativo de Cayo Graco. E


incluso siguen subsistiendo dudas y discusiones importantes en relación a cuestiones de
procedimiento y detalle de la legislación judicial, lo que sería muy importante saber para
conocer las causas del fracaso final y muerte del tribuno. Pero en conjunto el cuadro que
ofrece Apiano es válido. En primer lugar, toda una serie de propuestas legales destinadas
a favorecer a las masas populares: ley agraria renovando la de su hermano; reanudación
de la fundación de colonias, tanto en Italia como, lo que era más novedoso, en provincias
(Cartago), con una finalidad principal socioeconómica y no militar como antes; amplio
programa de obras públicas para dar trabajo a la plebe urbana; y una revolucionaria lex
frumentaria, inspirada en modelos helenísticos. Otra serie de leyes buscaron debilitar el
control del Senado sobre las diversas instancias o niveles del poder y el gobierno de la
República: obligación de señalar las provincias de los magistrados con antelación a las
elecciones (lex de provinciis); revolucionaria lex repetundarum —posiblemente posterior
al fracaso de una propuesta consensuada de elaborar un repertorio mixto de senadores y
caballeros— que ponía en manos de los caballeros los tribunales sobre corrupción,
fundamentales en la lucha política de la nobilitas. Con esta última medida Graco obtuvo
el apoyo de los elementos más influyentes del orden ecuestre, los poderosos publicanos.
En las décadas posteriores esta cuestión judicial se convirtió en elemento clave en la
confrontación política. Esos mismos publicanos se vieron favorecidos con la lex
Sempronia de vectigalibus, que adjudicaba la recaudación de todos los impuestos de una
provincia, la riquísima de Asia, a los publicanos, con lo que se provocó la formación del
tremendo grupo de presión de las societates publicanorum. Naturalmente ante este
programa tan articulado, que era un ataque en toda regla a su preeminencia política, el
Senado como grupo no podía permanecer inactivo. El instrumento de éste sería el joven
tribuno M. Livio Druso, que inició una serie de actuaciones demagógicas con el fin de
minar la popularitas de Cayo Graco. Para contrarrestar Cayo Graco dio un paso peligroso:
resucitar la cuestión itálica, proponiendo conceder la ciudadanía romana a los que ya
tenían el Derecho latino y éste a los demás aliados itálicos. Es más, para fundar la nueva
y gran colonia de Cartago Graco aceptó a itálicos que, al inscribirse para la misma,
accedían a la ciudadanía romana. El giro itálico de Cayo Graco habría, sin embargo, de
resultarle fatal, haciéndole perder el apoyo de la plebe urbana, que no le reeligió para el
tribunado del año 122 a.C. Convertido en ciudadano privado e inmersos sus partidarios
en un creciente clima de violencia urbana, el Senado tuvo ocasión de declarar un estado
de emergencia, proclamándolos enemigos públicos.

Texto: L. García Moreno, La historia del mundo clásico a través de sus textos Vol. 2,
Madrid, 2014, pp. 76-77.

Optimates y populares (Cicerón, Pro Sextio, 45-46)

Marco Tulio Cicerón (106-43 a.C.) fue un político y prolífico escritor romano que
desempeñó un papel de gran relevancia en la etapa final de la república. Se conserva
de él una extensa obra que comprende tratados filosóficos y retóricos, discursos
judiciales y políticos, y también parte de su correspondencia privada. Sus escritos
son fuentes centrales para comprender el período final de las guerras civiles, el
ascenso de Julio César y el complejo período que siguió a su asesinato. Cicerón fue
un actor inmerso en el conflicto político del período, por lo que no sólo fue un testigo
presencial, sino también un protagonista de los hechos. El primer fragmento a


continuación proviene de un discurso judicial, y el segundo de uno de sus tratados
filosófico-morales.

(45) En esta ciudad siempre han existido dos tipos de personas que se esforzaron en
dedicarse a la política y en sobresalir en su ejercicio; de las cuales clases unos quisieron
ser y ser considerados populares, otros optimates. Se consideraban populares quienes lo
que hacían y lo que decían querían que fuera agradable a la multitud; optimates quienes
se comportaban de modo que sus opiniones fueran del máximo provecho para todos. Por
tanto, ¿quién es todo optimate? En número, si lo preguntas, inumerables; sin duda no
hubiéramos podido perdurar de otra forma. Son los jefes de la opinión pública; son los
que siguen a éstos; son los hombres de los estamentos superiores, para quienes la curia
está abierta; son los ciudadanos romanos de los municipios y de la campiña; son los
hombres de negocio; son incluso los óptimos de los libertos. El número, como he dicho,
de esta clase se encuentra difundido amplia y variamente; mas el conjunto de la clase,
para eliminar el error, puede describirse y definirse en pocas palabras. Son optimates
todos los que ni son culpables de un delito, ni de natural malvados, ni iracundos, ni
esquinados por infortunios domésticos. Por tanto, sea que sean los que —tú lo has llamado
«una raza»— son honestos también, cuerdos y bien compuestos en sus asuntos
domésticos. De éstos los que sirven en el gobierno de la República con su decisión, sus
intereses, sus opiniones, cuentan como los defensores de los mejores, y ellos mismos
como optimates dignísimos y ciudadanos esclarecidos, e incluso como príncipes de la
ciudad. Por tanto, ¿cuál es el objetivo de estos administradores de la República, al que
deben orientar su mirada y por el que deben dirigir sus pasos? Es aquel que es el más
interesante y el máximamente deseable para todos los hombres buenos y felices: el ocio
con dignidad. Quienes quieren esto, todos son optimates; quienes lo llevan a cabo, son
considerados los líderes y guardianes de la ciudad. Ciertamente ni conviene que los
hombres por causa de la dignidad de la actividad de gobierno se alejen hasta el punto de
no desear el ocio, ni que se aficionen a un ocio que aborrece la dignidad.

(46) Mas éstos son los fundamentos de la dignidad ociosa, éstos los elementos por los que
deben velar los príncipes y también defender incluso con peligro de su vida: las
observancias de la religión, los auspicios, los poderes de los magistrados, la autoridad del
Senado, las leyes, la costumbre de los antepasados, los tribunales de justicia, el dictado
del Derecho, la buena fe, las provincias, los aliados, la gloria del Imperio, los asuntos
militares, la Hacienda. Ser defensor y protector de tantas y tan importantes cosas exige
gran coraje, gran inteligencia y grande constancia. Pues, sin duda, en un número tan
grande de ciudadanos es grande la multitud de los que, bien por temor al castigo,
conscientes de sus delitos, buscan movimientos y cambios en la República, o bien por
causa de cierta ira patológica se alimentan de las discordias entre ciudadanos y de la
revuelta, o bien por causa de dificultades patrimoniales prefieren arder en un incendio
común que en uno suyo propio. Y, cuando ésos son los guardianes y han encontrado
líderes para sus afanes y vicios, surgen en la República tormentas; de modo que se debe
mantener la vigilancia por aquellos que han exigido para sí los timones de la patria, y se
deben esforzar con toda su inteligencia y diligencia para que, conservado aquello que yo
mismo dije poco antes que son los fundamentos y los elementos, puedan mantener el
curso y alcanzar aquel puerto del ocio y de la dignidad. Yo mismo mentiría, jueces, si
negara que este camino es áspero y difícil y lleno de peligros y acechanzas; especialmente
cuando no sólo lo he entendido así, sino que también lo he experimentado por encima de
los demás.

Texto: L. García Moreno, La historia del mundo clásico a través de sus textos Vol. 2,
Madrid, 2014, pp. 77-78.

(Cicerón, De officiis, II, 72-74)

(72) Pero, después de haber hablado de esta categoría de beneficios que se refieren a los
particulares, a partir de ahora se tratará de los que se refieren a todos y a la República.
Sin embargo de entre éstos hay una parte de ellos que se refieren a todos los ciudadanos
en su conjunto, otra parte en su singularidad; los cuales son incluso más apreciados. Hay
que ocuparse en su totalidad, si posible, de ambos, y no menos se debe reflexionar sobre
los singulares de otra forma sino en la que aprovecha, o ciertamente no se opone, a la
República. Así pues, la gran generosidad con el grano de C. Graco vaciaba el Erario; la
módica de M. Octavio era tolerable para la República y necesaria para la plebe; por tanto,
saludable tanto para los ciudadanos como para la República. (73) Por otro lado, en primer
lugar, se debe proveer por quien gobierna la República, que cada uno conserve lo suyo y
que no haya disminución en los bienes privados por razón pública. Sin duda fue
pernicioso Filipo, en su tribunado, al proponer su ley agraria —aunque, sin embargo,
soportó bien el veto y en ello se comportó muy moderadamente—, mas cuando al hacer
muchas cosas por mor de popularidad, entonces dijo aquella maldad: «En la ciudad no
había dos mil hombres que tuvieran un bien». Discurso digno de la pena capital, que tiene
que ver con el igualitarismo en la propiedad; ¿qué epidemia puede ser mayor que ésta?
La más grande, sin duda, por esta razón: las repúblicas y las ciudades se han constituido
para que cada uno conserve sus propios bienes. Pues, aunque los hombres se congregaban
bajo la guía de la Naturaleza, sin embargo buscaban las defensas de las ciudades con la
esperanza de poner a salvo sus propios bienes. (74) Incluso se debe procurar que —lo
cual en tiempos de nuestros antepasados sucedía con frecuencia por causa de la debilidad
del Erario y lo continuo de las guerras— no se recaude un tributo personal, y para que
esto no suceda, se debe prevenir con mucha antelación. Pero si alguna necesidad de esta
carga se presentara a alguna República —lo prefiero a presagiarla para la nuestra, y
además no hablo de la nuestra, sino de cualquier República— se debe procurar que todos
comprendan, si quieren estar a salvo, que se debe hacer frente a la necesidad. Es más,
todos los que gobiernen la República, deben procurar que haya abundancia de todo lo que
sea necesario. Y no hay necesidad de tratar cómo suele y debe hacerse la compra de ello;
sin duda es de sentido común; tan sólo se debía hacer referencia.

Texto: L. García Moreno, La historia del mundo clásico a través de sus textos Vol. 2,
Madrid, 2014, pp. 78.

Comentario (L. García Moreno, La historia del mundo clásico a través de sus textos
Vol. 2, pp. 78-79)

Hoy en día se considera totalmente erróneo pensar que optimates y populares fueron como
los modernos partidos políticos, tal y como imaginó el propio T. Mommsen en el siglo


pasado. Entre otras cosas porque la lucha política en la República romana tenía cauces
institucionales muy distintos a los de los Parlamentos modernos y tampoco estaba en tela
de juicio en los procesos electorales modelos de sociedad diferentes, y con mucha
frecuencia ni siquiera programas completos de actuación económica. Por el contrario en
las elecciones y votaciones de leyes lo que estaba sobre todo en juego era el prestigio y
la influencia —cosas que se esconden fundamentalmente bajo el término latino de
dignitas— de los miembros de una estrecha elite política. Sin duda que esta elite tendió a
ensancharse en los últimos decenios del siglo II a.C., y ello produjo no pocos desajustes
institucionales; pero esto se realizó bajo los principios tradicionales de la clientela, y
terminó normalmente en la asimilación de los homines novi a la estrecha elite política.

Los textos aquí reproducidos de Cicerón sufren, sin duda, de un evidente sesgo. Por más
que, como un joven orador de una familia ecuestre no afincada en Roma y con viejos
lazos clientelares con el gran Cayo Mario, iniciara su carrera política con algunos rasgos
propios de los populares de principios del siglo I a.C., lo cierto es que ya antes de ser
cónsul, y muy en especial con motivo de su actuación frente a Catilina, Cicerón se
inscribió dentro de la ideología y formas de actuación política propia de los optimates. En
definitiva, la descripción de Cicerón es muy crítica con el comportamiento «popular»,
llegando a identificar claramente a los optimates con los buenos y honrados ciudadanos,
con los que en español diríamos «gentes de provecho» y en inglés los well-to-do.

Sin embargo, el testimonio de Cicerón expresa algo que sin duda es cierto: los optimates,
como facción política, se definieron con posterioridad a los populares, de forma que éstos
constituyeron el término marcado de una oposición binaria, si se nos permite este símil
estructuralista. Por eso para Cicerón los optimates son la inmensa mayoría de la población
que no se identificaba con los populares. Lo cual no se contradice con la realidad política
de la Roma de finales del siglo II y principios del I a.C.: que la carga positiva de la
autodenominación optimate fuera políticamente, y por lo general, monopolizada por la
llamada factio senatorial. Ésta estaba constituida por la alianza mayoritaria que dominaba
en el Senado compuesta por los jefes de filas de unos pocos grandes linajes, de los que
dependían, mediante lazos de clientela en cascada, desde senadores de escaso
protagonismo político —que Cicerón llamará pedarii, porque no hacían otra cosas que
adelantarse con el pie para votar— hasta caballeros y miembros de las oligarquías
municipales itálicas, especialmente después de la Guerra Social. Por el contrario el acierto
de Cicerón es sólo parcial a la hora de señalar los principales motivos de adhesión a los
populares y de los jefes de éstos. Y ello no sólo porque el de Arpino carga las tintas
negativas a la hora de señalar tales motivos, sino especialmente porque él trata de amoldar
la tipología popular a Catilina y los suyos. Pero en el año 63 a.C., por más que el término
«popular» siguiera siendo reivindicado tanto positiva como peyorativamente en la
confrontación política, lo cierto es que habían desaparecido los grandes lemas del
programa político popular de hacía medio siglo, la conclusión de la Guerra Social y la
dictadura de Sila habían hecho obsoletos tanto la reforma agraria como el problema de la
ciudadanía romana para los itálicos o la confrontación de senadores y caballeros por el
control de los juzgados anticorrupción; mientras que más que el voto de la plebe urbana
contaban las clientelas militares. La reivindicación de la vieja bandera popular no ya por
Catilina en el año 63 a.C., sino por figuras como César y Clodio en la década de los
cincuenta y de los cuarenta no será más que la utilización partidista de un viejo mito
político totalmente anacrónico, pero con el prestigio suficiente por su solo nombre como
para que Cicerón creyera necesario denigrarlo mediante la caricatura.


Históricamente el concepto y programa político populares se formaron en los años
posteriores a la muerte de Tiberio Sempronio Graco (133 a.C.), y muy en especial con el
compacto programa político de su hermano Cayo (123-121 a.C.) y la praxis política
desarrollada por la alianza de conveniencia entre Cayo Mario, Servilio Glaucia y Lucio
Apuleyo Saturnino (104-100 a.C.). Los populares sí pudieron formar entonces una
auténtica pars popularis, contrapuesta a la factio senatorial dominante, según el
vocabulario político tradicional romano.

Los populares serán aquellos miembros de la clase política romana afanados —dejamos
de lado el irresoluble problema de su sinceridad o no— por buscar la adhesión y el aplauso
de la multitud, su popularitas. Y para obtenerla tendrían que seguir unas especiales
normas de conducta política —frecuentes apariciones en público, llaneza en el trato con
las gentes del pueblo, accesibilidad y generosidad etc.—, y, sobre todo, que proponer una
serie de medidas legales encaminadas a modificar el sentido representativo del gobierno
de la República frente a las atribuciones del Senado y de las magistraturas curules, a
recortar los privilegios de los senadores, y a otorgar ventajas económicas a la masa. Pero
fuera de esta comunidad de procedimientos y de fines, los populares nunca formarían en
Roma nada semejante a lo que hoy podríamos llamar un partido político; para ello les
faltaba algo tan fundamental como unas estructuras jerárquicas, al margen de las
tradicionales clientelas nobiliarias, y un aparato burocrático.


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La economía imperial
David Mattingly

Introducción. Teoría y evidencia


La economía romana a menudo es presentada como subdesarrollada y
de bajo rendimiento (Garnsey y Saller 1987, p. 43-7). Esas opiniones son el
legado de la gran contribución intelectual de Moses Finley (1985) al debate
de la economía de la antigüedad. Los elementos claves de lo que llamaré la
visión finleyniana primitivista (minimalista) de la economía romana son: un
énfasis en la agricultura de subsistencia; el rol de las ciudades como centros
de consumo más que de comercio e industria; el bajo estatus social de los
trabajadores manuales; difusión tecnológica retrasada y falta de racionalidad
económica, ilustrada, entre otros factores, por el bajo nivel de inversión no
agraria de capital (Finley 1985; de Blois et al. 2002; Duncan-Jones 1982, p.
1; Hopkins 1983a, p. x-xiv). Sin embargo, estas posturas no son indiscutidas,
y también existe un fuerte apoyo a una visión de la economía más compleja
y evolucionada de la que Finley estaba preparado para admitir (K. Greene
1986; W. V. Harris 1993b). Ha sido presentada evidencia fehaciente a favor
de una contabilidad más racional de propiedades egipcias en El Fayum (Rath-
bone, 1991). Tal vez bastante más sorprendente es el hecho de que sean des-
cubiertos sistemas sofisticados de contabilidad, incluso en las remotas comu-
nidades del desierto egipcio (Bagnall, 1997). Una corriente nueva en varias
discusiones recientes es que la economía romana contenía elementos tanto
de logros como de subdesarrollo (de Bloiset al. 2002, p. xiii–xviii; Jongman,
2002, p. 43-7; Mattingly y Salmon, 2001b, p. 8-11). En este capítulo revisa-
ré brevemente algunos de los puntos principales del debate teórico y luego
formularé observaciones sobre diversas áreas de la actividad económica que,

33 
La economía imperial

pienso, ilustrarán tanto las controversias como el potencial de evidencia del


que ahora se dispone acerca de la economía romana.
Las contribuciones de Hopkins al debate han sido importantes pues intro-
dujeron una serie de modificaciones y observaciones de la visión primitivista
(Hopkins 1978c y d, 1980, 1983a y b, 1995/6; K. Greene 1986, p. 9-16, para
un resumen útil). Él ha propuesto que entre el 200 a.C. y el 200 d.C., la pro-
ducción agrícola total y la cantidad de tierra cultivada creció, acompañada
por un incremento tanto en población como en producción per cápita; una
mayor proporción de la población en este período estaba ocupada en indus-
trias de producción no agraria y servicios; el comercio interregional de ma-
nufacturas y productos primarios alcanzó su pico; los impuestos en el mundo
romano pueden haber sido un estímulo al comercio (de Blois y Rich, 2002;
Garnsey y Whittaker, 1998; A. H. M. Jones, 1964, 1974; Wickham, 1988;
Whittaker y Garnsey, 1998). La naturaleza de la economía romana cambió
considerablemente en la antigüedad tardía, con el comercio interregional dis-
minuyendo en el Occidente, pero expandiéndose inicialmente en el Oriente
después de la fundación de Constantinopla (Kingsley y Decker, 2001). En
conjunto, la transición a la edad oscura fue más lenta de lo que alguna vez se
creyó, pero la desintegración del imperio tuvo indudablemente repercusiones
en su economía (Liebeschuetz, 2002).
La naturaleza de las evidencias relacionadas con la economía romana es
muy desigual. Las fuentes literarias son escasas, y reflejan tanto las costum-
bres sociales de la época como la realidad (téngase en cuenta que las clases
altas romanas profesaban que “de todas las actividades por las cuales los
hombres ganan su sustento ninguna es mejor que la agricultura […] nada más
adecuado para un hombre libre”; Cic. Off. 1.152). La evidencia documental
en forma de papiros y tablillas escritas está limitada a pocos lugares, más
notablemente Egipto, y su representatividad ha sido muy debatida. Hay una
escasez de datos cuantitativos antiguos sobre la economía romana y nuestros
puntos de vista sobre las actitudes antiguas están fuertemente teñidos por los
comentarios de menosprecio de los aristócratas romanos con respecto al co-
mercio. Hablando socialmente, la agricultura y la propiedad de la tierra eran
las más respetables fuentes de riqueza; la manufactura y el comercio eran
despreciados. Pero existe una amplia evidencia que sugiere que incluso los
senadores eran reacios a pasar por alto del todo las posibilidades no agrarias

34 
David Mattingly

de hacer dinero, y evitaban el estigma social usando esclavos y libertos para


velar por sus intereses en tales empresas, o con préstamos anticipados (D’Ar-
ms, 1981). El involucramiento de la elite incluso puede haber sido mayor
fuera de Italia, ya que hay aún menos evidencia con respecto a las actitudes
de la clase curial provincial acerca de la manufactura y el comercio.
La evidencia arqueológica es cada vez más abundante, pero también está
sesgada por factores de preservación. Los productos orgánicos, como alimen-
tos, productos animales, artefactos de madera y textiles, están pobremente
conservados en la mayoría de los restos arqueológicos, pero son compro-
badamente elementos claves de comercio en cualquier era del pasado. Este
es el caso en especial de los textiles –su primacía en el edicto de precios de
Diocleciano es destacable– aunque la evidencia arqueológica sea difícil de
conseguir (Drinkwater, 2001, 2002; A. Wilson, 2001). Por cierto, otros valio-
sos objetos como los artículos de vidrio y metal, podían ser reciclados y es-
tán desproporcionadamente infrarrepresentados en los restos de basura. Las
cerámicas son el material arqueológico más abundante, su cantidad refleja su
característica fragilidad más que su valor económico. No obstante, los vasos
cerámicos serán también contenedores para otros productos como el aceite
de oliva, las salsas de pescado, vino, o eran comerciados junto con productos
ahora desaparecidos y así se presentan como indicios del comercio de esos
otros bienes. Algunas de las mejores evidencias arqueológicas del comercio
antiguo provienen de los naufragios, donde la composición y la cuantifica-
ción de cargas casi intactas a veces puede ser calculada (A. J. Parker, 1992).
Es generalmente aceptado que la economía romana se basaba predomi-
nantemente en la producción agrícola, mucha de la cual estaba cerca o en los
niveles de subsistencia. Sin embargo, en muchas regiones del imperio romano,
tras la incorporación de la tierra dentro del imperio mismo hubo cambios sig-
nificativos en los asentamientos rurales y en la producción (Barker y Lloyd,
1991; Carlsen et al., 1994; Garnsey, 2000; K. Greene, 1986, p. 67-141; Rich y
Wallace-Hadrill, 1991). La conquista de enormes territorios ofreció oportuni-
dades sin precedentes para la reorganización de la distribución de la posesión
de la tierra. El sistema impositivo romano también puede haber tenido un im-
pacto, pero fue sobre todo la organización del trabajo y la producción por las
elites locales que operaban dentro de un nuevo esquema, que suponía que sig-
nificativos excedentes podían ser generados de una especialización de cultivos

35

La economía imperial

sin precedentes a escala regional. La evidencia más clara de tales cambios


puede ser ubicada en áreas como el norte de África, donde muchas regiones
desarrollaron una clara especialización en la producción de aceite de oliva,
con una significativa capacidad de exportación (D. J. Mattingly, 1988a).
Es también cada vez más reconocido que el sector no agrícola de la eco-
nomía romana fue de una considerable importancia a escala regional y que
algunas ciudades mostraron un grado de especialización en sus actividades
comerciales y/o manufactureras (Mattingly y Salmon, 2001a). La escala y
relevancia de la industria de la construcción en las principales ciudades puede
ser ahora mejor evaluada (De Laine 1997, 2000, 2001), junto con la infraes-
tructura de otras industrias de servicio. La imagen de que la mayoría de las
ciudades eran consumidoras pasivas de la producción rural local no es más
sostenible. Uno de los mayores frenos al desarrollo de la economía romana
era la relativa dificultad de las comunicaciones del imperio y las limitaciones
de sus sistemas de transporte. Se ha sugerido que era más barato transportar
grano por barco de un lado al otro del Mediterráneo, que moverlo 75 millas
por tierra (Jones, 1964, p. 841-2). Esta visión pesimista del transporte por tie-
rra es reforzada por estudios de los costos de transporte en el mundo romano
por mar: río: tierra, que pueden ser expresados en la relación 1: 4.9: 28 (K.
Greene, 1986, p. 39-40). Sin embargo, estas visiones deterministas no toman
en cuenta otros factores que pueden haber contribuido a la organización del
transporte, como el riesgo, la estacionalidad o la falta de alternativas. En la
práctica, estudios detallados de los caminos romanos, el transporte fluvial y
el tráfico marítimo, sostienen la visión de que en particular los dos primeros
siglos d.C. presenciaron un crecimiento sustancial en la escala y el volumen
del transporte en todas estas áreas (K. Greene, 1986, p. 17-44; Laurence,
1998; A. J. Parker, 1992, p. 16-30; Rougé, 1981).
Es evidente que la economía romana no era una entidad homogénea,
sino que había diferencias infraestructurales y regionales importantes que
entraban en juego en todo el imperio. El grado de “conectividad” dentro y
entre las regiones permanece incierto (Horden y Purcell, 2000). Sin embar-
go, la falta de uniformidad no debería ocasionar sorpresa en un imperio que
se extendió sobre un área de más de 3.5 millones de kilómetros cuadrados
(la misma área está dividida hoy en más de 30 Estados nación), con una
población de más de 50 millones de personas. Lo que es más notable es el

36 
David Mattingly

grado de interconectividad e integración alcanzado en un territorio de este


tamaño (Fulford, 1987; Woolf, 1992).
En el corazón del imperio se encuentra una ciudad excepcionalmente
grande y atípica (Morley, 1996; Pleket, 1993a). Un ingrediente clave de la
economía romana era el componente de control estatal ocasionado por las
elaboradas distribuciones, conocidas como el sistema de annona, establecido
para asegurar la provisión de alimentos de la ciudad de Roma y del ejército
(Aldrete y Mattingly, 1999; Garnsey, 1988; Sirks, 1991; Whittaker, 1994,
p. 98–130). A principios del principado no había una flota mercante estatal,
así que el acarreo de cargas a Roma estaba regulado por pagos de subsidios
(vecturae) y otros incentivos a navegantes privados.
Estos mecanismos redistributivos estatales de comercio eran sin duda más
influyentes en ciertas localidades y en determinadas épocas, más que general o
uniformemente a través del espacio y el tiempo, pero de todas maneras funcio-
naban como un mecanismo que integraba economías regionales (Remesal Ro-
dríguez, 2002; Woolf, 1992). Es claro que el comercio mercantil desarrollado
junto al sistema redistributivo era, en algunas rutas comerciales, inseparable de
él (K. Greene, 1986, p. 45-8; W. V. Harris, 1993b, p. 14-20). Otros mecanismos
de intercambio como los regalos individuales, la redistribución de los produc-
tos de la elite desde sus fincas a sus casas urbanas y otras propiedades, y el true-
que, probablemente persistieron y jugaron siempre un rol (Whittaker, 1985).
En suma, podemos distinguir diferencias regionales en la actividad económica
y el éxito, indicando que no había una única economía integrada, sino más bien
una serie de regiones interdependientes económicamente.

Crecimiento y escala
Existe un considerable debate sobre si la economía romana experimentó
“crecimiento”, tal como este concepto es entendido en la economía moderna
(Hopkins, 1978d; Millett, 2001; Saller, 2002). El crecimiento es normalmen-
te definido, en los manuales modernos, como un proceso por el cual una co-
munidad incrementa su riqueza de forma sostenida a través del tiempo y que
generalmente está ligado a un aumento per cápita en la producción de bienes
y servicios (L. G. Reynolds, 1986). El aumento total de la producción no
constituye verdadero crecimiento económico si es simplemente el producto
de un incremento equiparable en población, con la productividad per cápita

37 
La economía imperial

permaneciendo igual. La no supervivencia de registros censales detallados


y documentos históricos acerca de la productividad en la antigüedad limita
nuestra habilidad para responder a la pregunta de manera concluyente. No
obstante, para el mundo romano, la evidencia parece mucho más fuerte enlos
últimos momentos de la república y el comienzo del principado (100 a.C.
-200 d.C.), para los que existen pruebas arqueológicas fehacientes de cre-
cimiento en sectores de la economía rural (Hitchner, 1993) y un incremento
en la navegación mediterránea, la manufactura urbana y de los sectores no
agrícolas de la economía (P. Millett, 2001, p. 31-5).
Aunque la economía romana era muy grande en escala, y en avanzada
algunos aspectos para los estándares de otras sociedades preindustriales, era
diferente a los sofisticados sistemas capitalistas de los tiempos modernos.
Efectivamente, se ha sostenido que Roma practicaba una forma de “capita-
lismo político” más que un “capitalismo mercantil o racional” (Love, 1991).
En cambio, el clásico estudio de Rostovtzeff (1957) fue en cierto momento
un típico ejemplo de la tendencia simplista de equiparar la economía romana
con el comportamiento económico moderno, lo que llevó a la reacción acadé-
mica de Finley. Los problemas son todavía muy debatidos, pero el consenso
actual ahora se está alejando algo de la posición extrema tomada por Finley,
con un creciente reconocimiento del crecimiento económico alcanzado en
algunas regiones del imperio romano y de que la escala global de actividad
económica, cada vez más demostrable por los datos arqueológicos, era sig-
nificativamente más alta que la alcanzada por la mayoría de las sociedades
preindustriales (P. Millett, 2001, p. 31). Mientras que los conceptos y las
estructuras económicas romanas eran diferentes de los modernos, eso no jus-
tifica caracterizarlos necesariamente como primitivos o subdesarrollados. Se-
gún los estándares de las sociedades preindustriales, la economía romana era
vasta en escala y sorprendentemente sofisticada en muchas de sus prácticas.
Hay indicaciones en los papiros, por ejemplo, de que el racionalismo eco-
nómico subyacía en algunos procesos económicos contables (Kehoe, 1992;
Rathbone, 1991). También pueden hallarse impresionantes niveles de gestión
en áreas de producción artesanal (Aubert, 1994; ver también varios estudios
en Harris, 1993a). La economía romana involucraba la interacción de la pro-
ducción rural y urbana, la explotación del trabajo (incluyendo un significati-
vo nivel de esclavitud dentro de Italia) y las infraestructuras de intercambio.

38
David Mattingly

Alguna medida de la escala de la economía romana puede ser evaluada


por estimaciones del costo de administrar el imperio. Para mediados del siglo
segundo d.C., Duncan-Jones (1994, p. 33-46, esp. tabla 3.7) lo estima entre
832-983 millones de sestercios (aproximadamente 1.000 veces más que el
censo senatorial mínimo exigido). Según Duncan-Jones, 72-77 % iba al ejér-
cito, aunque él probablemente subestima los costos de ornamentar y alimen-
tar a la ciudad de Roma. El triunfo final de la economía romana fue que el
Estado no tuvo que chupar la sangre de las provincias para alcanzar este nivel
de gasto (sobre impuestos, Duncan-Jones 1990, p. 187-210). El desarrollo de
las ciudades, el consumo de manufacturas y bienes importados, y el ascenso
de las elites regionales hacia posiciones de poder en el servicio imperial, todo
lleva a la generación de riqueza local en muchas provincias. Los efectos eran
desiguales y podemos rastrear un cambio en el poder económico con el paso
del tiempo –por ejemplo, en África hacia el siglo II d.C. (Mattingly y Hitch-
ner, 1995, p. 198-204).
Otra aproximación a la escala de la economía es tomar el impresionante
número de 50-100 millones de sestercios dado por Plinio para el costo anual
de las importaciones hacia el imperio desde Arabia, India y China (Nat. 6.101;
12.84). Investigaciones en la India y en la costa del mar Rojo están apoyando
la fuerza de estos lazos comerciales (de Romanis y Tchernia, 1997).

La tecnología y la economía
La visión del estancamiento económico y tecnológico del mundo romano
de Finley (1965) ha sido cuestionada desde varias perspectivas (K. Gree-
ne, 2000a, b). Primero, no es verdad que no había desarrollo tecnológico ni
evidencia alguna de la difusión de tecnologías nuevas o en ciernes (K. D.
White, 1984). El pobre desarrollo o distribución de los molinos de agua, por
ejemplo, ha sido largamente sostenido como un ejemplo de las fallas tecno-
lógicas del imperio romano, pero descubrimientos arqueológicos recientes
han dejado en claro que la tecnología era mucho más ampliamente adoptada
(incluso en las tierras del árido sur y del este mediterráneo) de lo que ha sido
apreciado previamente (A. Wilson, 2002a, p. 9-17). El poder del agua fue
usado mucho más que para moler grano, como demuestran los hallazgos de
yunques de piedra erosionados por la acción de las forjas de los distritos mi-
neros de España y Britania.También es evidente que una característica de la

39 
La economía imperial

economía romana fue la aplicación de tecnología a escala desconocida, tanto


si se trata del tamaño de las minas a cielo abierto romanas, del impacto de la
polución global en las capas de hielo o de la escala de las prensas de oliva
romanas (ver abajo).
Un indicador importante del progreso tecnológico romano lo da com-
parar la aplicación de tecnología prerromana con la alcanzada bajo Roma.
Podemos señalar un incremento del uso de la tecnología existente en muchos
ámbitos de la vida, a menudo desarrollada en una escala de actividad mayor
que hasta ese entonces –otra vez la tecnología de las prensas de oliva puede
servir como un buen ejemplo (D. J. Mattingly, 1996b; Mattingly y Hitchner,
1993). Otras áreas son igualmente indicativas: la fabricación de vidrio pasó
a ser cada vez más difundida, pero con una separación entre los productores
de vidrio en bruto y los fabricantes de vasijas de vidrio (E. M. Stern, 1999);
la tecnología del horno para la producción de cerámica y ladrillos se volvió
ampliamente difundida, con una escala y especialización técnica cada vez
mayor (Peacock 1982); hornos especializados de malta para la producción de
cerveza y secado de grano están generalizados en los emplazamientos roma-
no-britanos, pero ausentes en la Edad de Hierro (Jones y Mattingly, 2002, p.
228-30); molinos rotatorios de gran escala (impulsados diversamente por el
trabajo humano, animales y agua) servían para una variedad de funciones en
las ciudades y las zonas rurales (A. Wilson, 2002a).
Otra aproximación a la tecnología consiste en determinar la extensión
para la que era adecuada en diferentes comunidades y regiones. El concepto
de un “estante tecnológico” del cual las comunidades seleccionaban lo que
era más apropiado para sí mismas, es más recomendable que un modelo de
difusión tecnológica guiado por la invención (K. Greene, 1994).

Agricultura
La conquista romana del imperio trajo consigo enormes implicancias eco-
nómicas, al menos en lo que respecta a la disposición del territorio adquirido
(Fulford, 1992; D. J. Mattingly, 1997, p. 18-19, 117-35). La tierra era tanto un
elemento impulsor de la conquista militar como del sustentamiento de la acti-
vidad económica a lo largo del imperio. En Egipto, por ejemplo, se estima que
los impuestos sobre la tierra y los productos agrícolas contribuyeron a más del
60% de los ingresos del Estado (Duncan-Jones, 1994, p. 53). La reasignación

40
David Mattingly

de la tierra a los pueblos sometidos fue una etapa clave en la transferencia


del control militar al dominio civil y a menudo fue acompañada por catastros.
Cuando la tierra era tomada para la creación de colonias, era normalmente me-
dida y dividida detalladamente mediante la aplicación de un sistema de cuadrí-
culas (centuriación). Las hazañas de los agrimensores romanos (agrimensores)
pueden ser apreciadas tanto en los escritos existentes (Campbell, 2000) como
por la evidencia física de tales sistemas en el paisaje (Dilke, 1971).
Para la región mediterránea, lo esencial de la agricultura romana era la
“tríada” de cereales (Spurr, 1986), vid (Fleming, 2001; Purcell, 1985; Tchernia
y Brun, 1999) y olivo (D. J. Mattingly, 1996a). En la mayor parte de las áreas,
la agricultura sobrepasó al pastoreo incluso en Italia, donde había regiones que
eran conocidas por la ganadería, como los valles Apeninos (Whittaker, 1988).
El relativamente árido clima mediterráneo, la tecnología mayormente sencilla
y suelos variables impusieron restricciones a la productividad de la agricultura
romana, pero la extensión total de tierra cultivada durante el período romano
probablemente no fue superada hasta siglos recientes. Había una tradición bien
desarrollada de elaboración de manuales de agricultura, aunque en realidad se
trataba más de trabajos sobre la administración de propiedades que de detalles
prácticos de los métodos agrícolas. Los trabajos supervivientes más influyentes
eran de los aristócratas romanos M. Porcio Catón, M. Terencio Varrón y del es-
pañol Columela (K. D. White, 1977). Estas fuentes trataban de manera desigual
a los diversos componentes de la agricultura: la viticultura generalmente tiene
el primer lugar en términos de extensión de la exposición (reflejando el interés
de un viejo aristócrata en la producción de vino), después los cereales y luego
los olivos. La cría de ganado aparece en forma prominente en la exposición de
Varrón, al igual que el cultivo de las hortalizas, y en términos generales la finca
agrícola romana “ideal” parece haber sido concebida como una unidad agrí-
cola mixta autosuficiente. Todo los escritores describen también la gestión del
trabajo esclavo (mostrando el contexto italiano de su experiencia –los esclavos
rurales eran mucho menos comunes en las provincias) en la construcción de los
edificios residenciales (villas). El más espectacular ejemplo arqueológico de
una de estas residencias aristocráticas italianas es la villa de Settefinestre cerca
de Cosa (Carandini et al., 1984).
Sabemos por otras fuentes romanas que un resultado de la expansión
romana era la creación de un gran número de pequeños propietarios, en parte

41
La economía imperial

a través de la asignación de tierra a soldados retirados. Sin embargo, ellos no


figuran en los trabajos de los agrónomos y la evidencia arqueológica sugiere
que había una tendencia en muchas áreas hacia la consolidación de grandes
propiedades (descritas como latifundia en Italia), en detrimento de las ante-
riores distribuciones más pequeñas. Muchos agricultores terminaron sirviendo
como tenentes más que como propietarios y, particularmente fuera de Italia,
la importancia de este tipo de trabajo dependiente como apoyo de las grandes
propiedades no se puede sobrestimar (Garnsey, 1980; Kehoe, este volumen).
En muchos aspectos, la realidad de la agricultura romana en las provin-
cias fue bastante diferente de la descripción que obtenemos de las fuentes
literarias y sus prácticas en Italia. Aunque podemos detectar la formación
de grandes propiedades en muchas regiones, junto con la aparición de una
“economía de villa”, hay varios casos claros de especialización de cultivos.
La evidencia papirológica del archivo de Heroninos, relacionada con una
propiedad en El Fayum egipcio, revela una infraestructura compleja que
vinculaba a varias unidades productivas. Aunque productora de una varie-
dad de cultivos, el principal de estos para la venta era el vino, que era pro-
ducido y comercializado en una escala bastante grande (Rathbone, 1991).
Especializaciones regionales similares pueden detectarse en la producción
de aceite de oliva en el sur de España y en varias regiones en el norte de
África (D. J. Mattingly, 1988a), y de vino en el sur de la Galia (Tchernia
y Brun, 1999). Estas historias de éxito económico también eran igualadas
por regiones como Grecia, donde el período romano temprano parece haber
sido de contracción y subdesarrollo, en contraste con el desarrollo renovado
en tiempos romanos tardíos (Alcock, 1993).
En la Europa templada fuera de la zona mediterránea, la existencia de sue-
los más pesados fue compensada por lluvias más confiables y abundantes. El
cultivo de cereal pasó a estar más desarrollado, y la viticultura se extendió muy
al norte de los límites anteriores, llegando incluso hasta Britania y Germania.
El olivo, por otro lado, quedaba restringido a la zona climática mediterránea
debido a su vulnerabilidad al frío. La cría de ganado para carne y productos
secundarios fue en general un elemento más importante en el noroeste de Euro-
pa, al aprovechar los abundantes pastos (A. King, 2001). La cerveza producida
de la malta de cebada, y el uso de grasas animales en las comidas y para la
iluminación permanecieron como marcas culturales principales del norte, a

42 
David Mattingly

pesar de los avances parciales de los productores de vino e importaciones de


aceite de oliva.
En el norte de África, dos regiones fueron cruciales para la producción
de los cereales necesarios para alimentar a la ciudad de Roma: el delta del
Nilo en Egipto y el norte de Túnez. Se puede observar en ambas regiones la
existencia de grandes haciendas imperiales y de una infraestructura comple-
ja para la recolección de los granos de la annona de otros productores (D.
Crawford, 1976; Kehoe, 1988a; Rickman, 1980). Las tierras menos adecua-
das para los cereales en África estaban muy desarrolladas para otros cultivos,
notablemente el olivo, lo que hacía del norte de África una región económi-
camente mucho más dinámica de lo que su agricultura moderna sugeriría (D.
J. Mattingly, 1988a).
Existe una amplia literatura sobre la gestión y la organización de la pro-
ducción rural romana (ver Kehoe, este volumen). Las economías provinciales
romanas pueden haber sido construidas sobre el trabajo de los lotes de los
campesinos, pero fueron dominadas por la producción de los jugadores más
grandes, y las haciendas grandes fueron una característica de la mayoría de
las provincias del mundo romano. La conclusión más importante obtenida
por la evidencia arqueológica y documental relacionada con estas grandes
propiedades es que ellas podían ser extremadamente grandes en escala y tam-
bién organizadas en forma racional, por lo que la rentabilidad y los costos
podrían ser evaluados adecuadamente, y se ligaban en redes comerciales más
amplias para disponer de sus a menudo considerables excedentes. La propie-
dad de Apiano en El Fayum, por ejemplo, abarca varias unidades de produc-
ción, basadas en aldeas, cada una bajo el control financiero de un phrontistês,
con un sistema muy sofisticado de contabilidad mensual que podría tener en
cuenta las transferencias internas de papeles de vencimiento por el préstamo
de animales y el trabajo entre las diferentes unidades (Rathbone, 1991). La
evidencia arqueológica sostiene la visión de que tales propiedades podrían
haber generado enormes excedentes –como se demuestra en el caso de la
producción de vino en los sitios en Italia y el sur de Francia, que poseían
tres-cuatro prensas y bodegas de vino fermentado capaces de producir y al-
macenar varios, centenares de miles de litros (Amouretti y Brun, 1993; Ca-
randini et al., 1984). En Libia, la mayor fábrica de aceite de oliva (aceiteras)
descubierta hasta ahora contenía 17 enormes prensas de oliva, capaces de

43
La economía imperial

procesar en un año pico mucho más de 100.000 litros de aceite de oliva (D.
J. Mattingly, 1988b).

Las ciudades y la economía romana


La ciudad consumidora es un modelo que ha sido usado para caracte-
rizar a la ciudad antigua. Fue originalmente desarrollado por Max Weber,
expandiendo el trabajo de Sombart, como uno de una serie de tipos ideales de
ciudad, y subsecuentemente ampliado por Moses Finley (Cité, 1989; Finley,
1977; Jongman, 1988, 2002; Whittaker, 1990, 1993). Una “ciudad consumi-
dora” es aquella en la cual el mayor ingreso de los consumidores urbanos
proviene de las rentas rurales, donde los productos del trabajo rural local
suministran a las necesidades de la población urbana y donde la producción
y el comercio interregional son “esencialmente insignificantes”. Muchos his-
toriadores de la antigüedad han encontrado el modelo muy atractivo ya que
parece encajar bien con el testimonio literario de las perspectivas económicas
de las clases dominantes y su estilo de vida centrado en la ciudad. Finley, en
particular, sostuvo que la relación parasitaria entre la ciudad consumidora y
sus hinterland rurales funcionaba a favor de economías muy localizadas y de
pequeña escala y contra el desarrollo económico, la manufactura urbana y el
comercio interregional (1977). En tiempos recientes, la oposición al modelo
ha aumentado, en parte porque los tipos ideales de Weber fueron esencial-
mente diseñados para modelar las características económicas de las ciudades
preindustriales (Weber, 1958), mientras que la “ciudad consumidora” se ha
convertido en el tema principal de la ciudad antigua como un centro políti-
co y social (Erdkamp, 2001; Parkins, 1997b). Además, el crecimiento de la
evidencia arqueológica ha demostrado que la economía urbana era mucho
menos uniforme de lo que a veces se asume y que algunas ciudades, nota-
blemente puertos, tenían un compromiso más grande con la manufactura y el
comercio (A. Wilson, 2002b).
La escala de la manufactura urbana en el mundo antiguo ha sido muy deba-
tida. Había un nivel de producción significativo que era poco más que domésti-
co. En el otro extremo, está generalmente admitido que el término “fábrica” es
inapropiado y que el nivel más grande de producción puede ser caracterizado
como una factoría, que tal vez ocupaba hasta 30 personas y con alguna especia-
lización del trabajo (Peacock, 1982, p. esp. 1-11, 90-128; cf. Fulle, 1997). Sin

44
David Mattingly

embargo, el trabajo reciente en Pompeya ha enfatizado la relevancia conjunta


de numerosos talleres pequeños (Laurence, 1994; D. J. Mattingly, 1990; Par-
kins, 1997b), y estudios similares de producción textil/ batán en Timgad en
Argelia o de productos pesqueros en Sabratha en Libia muestran el potencial
para esta clase de análisis en otros sitios (A. Wilson, 1999a; 2001; 2002b). En
la ciudad portuaria tunecina de Leptimino, un estudio amplio de la superficie
de la ciudad y sus suburbios ha revelado que estos últimos, fuertemente desa-
rrollados, cubrieron un área tan grande como el centro urbano. La producción
de ánforas para el transporte marítimo de aceite de oliva y salsas de pescado
era allí el principal componente (Mattingl y et al., 2001; Stirling et al., 2001,
p. 215-19). Esta clase de evidencia es compatible con los largamente conoci-
dos dosier de artesanos de Roma, Pompeya y otros centros epigráficamente
ricos (Brewster, 1917; Burford, 1972; Loane, 1938). Aunque ahora hay más
evidencia de actividad manufacturera en grandes centros urbanos, no toda
industria estaba localizada en las ciudades. Algunas actividades artesanales
importantes tienen mucha mayor distribución rural. La manufactura de ce-
rámica es dependiente de la ubicación de las materias primas (arcilla, arena,
agua) y de combustible para cocción. Los mercados para alfareros también
variaron e incluyeron a los militares y propietarios inmobiliarios con produc-
tos líquidos para desplazar al mercado. Muchos terratenientes con acceso a
materias primas evidentemente trataban de desarrollarlos in situ.

Industrias extractivas: minería, metalurgia y canteras


Los principales recursos naturales terrestres eran vistos por el Estado
romano como uno de los primordiales botines de victoria (pretium victoriae).
El mundo romano era un enorme consumidor de metales de casi todo tipo;
la acuñación sola era dependiente del oro, plata, cobre y estaño (K. Greene,
2000a, p.747-52). Debido a la salida de monedas más allá de las fronteras
del imperio y la recurrente remoción del material en circulación por ateso-
ramiento, el reciclaje de la oferta de moneda existente no era suficiente para
satisfacer la demanda, y la actividad minera era un elemento vital de la eco-
nomía bajo regulación estatal. La explotación era a veces llevada a cabo bajo
el control directo del Estado, aunque más comúnmente el Estado operaba en
asociación con empresarios privados que hacían una oferta para los contratos.
Los procuradores romanos a cargo de los distritos mineros tenían una gran

45

La economía imperial

diversidad de concesiones para arrendar, desde todos los trabajos mineros (eje-
cutados sobre una parte de la producción) a la producción de zapatos o la admi-
nistración de las casas de baño en los pueblos mineros (Ørsted, 1985, p. 203).
En algunas provincias, notablemente en España, hay indicios de que la
actividad minera llegó a una escala sin precedentes para una sociedad preindus-
trial (D. G. Bird, 1972; Domergue, 1990; Woods, 1987). El sitio más extraor-
dinario que hoy se conoce como Las Médulas después del pueblo moderno,se
encuentra en el centro de una vasta área a cielo abierto (más de dos km de diá-
metro y varios cientos de metros de profundidad). Este cráter extraordinario fue
hecho por el hombre mediante el uso de sofisticadas técnicas de minería hidráu-
lica, utilizando la energía del agua para socavar los cantos del cielo abierto en
crecimiento y para lavar cerca de 17 millones de metros cúbicos de escombros
más abajo en la montaña. El área total de cielo abierto de la mina ocupa cerca
de 5.4 kilómetros cuadrados y el lavado fuera de ella enterraba profundamente
más de 5.7 kilómetros cuadrados de tierra (Sánchez-Palencia, 2000, p. 225).
Las Médulas es la más grande de cerca de 230 minas de oro en el noroeste de
España, con una producción pico de 20.000 libras de oro por año en el siglo I
d.C. (Plin. Nat. 33.4.78). ¡La cifra parece menos improbable una vez que se han
asomado por encima del borde del cielo abierto en Las Médulas!
Otra manera de aproximarse a la cuestión de la escala de la actividad mine-
ra romana es mirar en el cuadro que surge de la contaminación global registrada
en los núcleos de hielo de Groenlandia. El análisis de los núcleos de hielo ha
revelado que nuevas capas de hielo se forman cada año y que contando hacia
atrás, el hielo puede ser datado correctamente, algo así como los anillos de los
árboles. El análisis químico del hielo a través del tiempo demuestra ahora que
el principal pico de la contaminación pre-Revolución Industrial en el hemisfe-
rio ocurrió en el período romano, con picos notables de cobre y plomo (Hong
et al., 1994, 1996a, b; Rosman et al. 1997). Lo que esto refleja en el nivel
local se ilustra mejor con el trabajo reciente en Wadi Faynan, Jordania, donde
el proceso de fundición de una importante mina de cobre era evidentemente
responsable de una enorme contaminación ambiental, con niveles peligrosos
de una combinación de venenos rastreable incluso hoy en la vegetación y los
animales que pastan en ella (Barkeret al., 2000, p. 44-6).
El uso del mármol en las construcciones romanas se incrementó en escala
y extensión desde el reinado de Augusto, y Tiberio parece haber hecho de las

46

David Mattingly

piedras decorativas un monopolio imperial junto con los metales (Dodge,


1988; 1991; Dodge y Ward-Perkins, 1992; Fant, 1988; 1989; 1993). Los ro-
manos estaban particularmente interesados en la explotación de piedras colo-
readas y un trabajo reciente en el desierto egipcio oriental ha revelado mucho
acerca de la naturaleza de las operaciones imperiales allí. Dos importantes
canteras han sido estudiadas: Mons Claudianus, que producía granito gris, y
Mons Porphyrites, que producía el muy valorado pórfido púrpura (Maxfield
y Peacock, 2001; Peacock y Maxfield, 1997). Es claro, por la riqueza de los
documentos epigráficos de estos sitios, que la fuerza de trabajo era predo-
minantemente libre y asalariada, más que esclava. Lo mismo parece ser una
verdad generalizada de las antiguas empresas mineras –aunque es igualmente
cierto que algún trabajo penitenciario estaba involucrado– y la implicación es
que estas industrias extractivas atraían a trabajadores especializados con sa-
larios por encima del promedio. Estudios detallados de la dieta en estos sitios
extractivos ha revelado una gama sorprendentemente suntuosa de productos
alimenticios en los períodos pico de actividad, mucha de ella importada desde
el valle del Nilo (van der Veen, 1998). Las implicaciones logísticas son con-
siderables (Adams, 2001; Maxfield, 2001).

Acuñación, uso de la moneda y mercados


El dinero es sinónimo de una comprensión moderna de los mercados.
El estudio de los sistemas de acuñación romanos tiene un distinguido árbol
genealógico e hizo una importante contribución a nuestra comprensión de la
economía romana (Duncan-Jones, 1994; K. Greene, 1986, p. 48-66; Howge-
go, 1995; Kent, 1987; King y Wigg, 1996). Aunque hubo tiempos y lugares
en los que la oferta de dinero iba seriamente atrasada, la más impactante
característica es el nivel de monetización e integración alcanzado (Howgego,
1992, 1994). La eventual evolución del sistema monetario, apropiado para
servir a las transacciones de un mercado pequeño, es uno de los más claros
indicadores de una economía de mercado, aunque la evidencia que muestra
que las transacciones no efectuadas en metálico eran a menudo contadas en
términos metálicos para crear sistemas de crédito sencillos es mucho más
impresionante (Rathbone, 1991, p. 318-330). Aunque la banca antigua era
relativamente local en su funcionamiento (Andreau 1999, 2000), había casos
de préstamos que, sacados en un puerto, eran pagados en otro después de la

47
La economía imperial

venta de la carga (D. 45.1.122.1). La existencia de mercados en el mundo


antiguo –en el sentido en que son entendidos por los economistas moder-
nos– ha sido muy debatida (Polanyi et al., 1957; Temin, 2001). Si los merca-
dos permanecen escurridizos, la evidencia de “mercados institucionales” es
más concreta. El desarrollo de los lugares de mercado físicos es paralelo a
la evolución de la moneda (de Ligt, 1993; Frayn, 1993). Muchos mercados
romanos eran periódicos, sujetos a un ciclo regular, originalmente basados en
una semana de ocho días, y se realizaban mercados calculados inclusive cada
nueve días –de aquí el término, nundinae (de Ligt, 1993; Mac-Mullen, 1970;
B. D. Shaw, 1981a). El Estado romano mantenía fuertes controles sobre los
mercados; era necesario buscar la aprobación del senado romano o del empe-
rador para establecer un mercado nuevo (CIL VIII 11,451, 23,246).

La economía inscripta
Instrumentum domesticum es el término latino moderno usado para des-
cribir una gama de inscripciones grabadas, sellos o pinturas sobre una serie
de artefactos portátiles del mundo antiguo (W. V. Harris, 1993a). Los ejem-
plos incluyen: sellos y/o marcas moldeadas en vasijas de cerámica y ánforas,
vidrio, ladrillos y tejas, tubos de plomo, barriles de madera, etc.; el control de
sellos en lingotes y piedras de cantera; etiquetas de metal y sellos de plomo
usados en el transporte de bienes; y grafitis (a menudo denotan la propie-
dad de objetos personales). La definición normalmente excluye documentos
portátiles como monedas, papiros, ostraca o tablillas escritas, así como toda
inscripción en piedra. Aunque mucho material simplemente provee eviden-
cia de la habilidad de las personas para escribir sus propios nombres en sus
posesiones (si bien esto no carece de interés en sí mismo), algunas de estas
inscripciones pueden ser bastante detalladas y sumamente informativas sobre
el funcionamiento de la sociedad y de las instituciones antiguas. Un buen
ejemplo es provisto por un conjunto de inscripciones pictóricas (tituli picti)
en un ánfora de aceite de oliva del sur de España, conocido generalmente
como tipo Dressel 20 (Keay, 1988, p. 98-104). Un frasco globular, con un
volumen promedio de cerca de 70 litros, revela los procedimientos romanos
que regían el embotellamiento del aceite de oliva en los sitios portuarios a
lo largo del río Guadalquivir navegable, y fue evidentemente diseñado para
controlar con rigurosidad el comercio y minimizar el fraude. Las ánforas eran

48

David Mattingly

pesadas primero vacías y sus números eran marcados en el recipiente; des-


pués venía el nombre del comerciante que iba a transportar el aceite por mar;
en tercer lugar era añadido el peso del aceite contenido en el ánfora (después
de repesar y deducir el ánfora vacía); y una cuarta serie de anotaciones revela
los nombres y las firmas de aquellos responsables de llevar a cabo y monito-
rear el peso, así como una indicación de la verdadera explotación en la cual
se originaba el aceite. Todo el proceso comercial del aceite de oliva español
parece haber sido altamente regulado, desde la explotación hasta la elimina-
ción masiva de las ánforas en Monte Testaccio, una montaña de 50 metros de
altura y un kilómetro de circunferencia de cascotes en el área comercial de
Roma (Rodríguez Almeida, 1984; Blázquez Martínez y Remesal Rodríguez,
1999/2003). Una serie de ostraca romano tardías del área del puerto de Car-
tago certifica la existencia de un sistema sofisticado de almacenes similares
(Peña, 1998). En ambos casos, la naturaleza detallada de los sistemas de re-
gistro puestos en práctica sugiere una conexión con la annona y puede ser
pensada como característica de la clase de controles económicos que regían
su funcionamiento.

La arqueología de los naufragios


En los últimos 50 años, siguiendo el desarrollo del buceo, más de 900
naufragios han sido registrados en el Mediterráneo –lo que representa un cre-
cimiento extraordinario de este tipo de evidencia (A. J. Parker, 1992; Throc-
kmorton, 1987). La abrumadora mayoría de estos restos se encuentran en
aguas costeras poco profundas y sus informes muestran una influencia dife-
rente de las áreas donde el buceo recreacional es más practicado (lo que uno
podría denominar el efecto “Riviera”). Debemos ser precavidos, entonces,
hasta que se lleve a cabo más buceo a lo largo de la costa norafricana, en el
Levante, y a lo largo de la costa turca –y sus resultados publicados–, sobre las
conclusiones que extraemos de la aparentemente muy desigual distribución
de los restos. Además, nueva investigación está revelando numerosos restos
en aguas profundas, que son mucho menos susceptibles al saqueo en la anti-
güedad y a la alteración moderna (McCanny Freed, 1994).
Los naufragios nos proveen de evidencia vital relacionada con el tamaño
del barco, la capacidad de carga, la tecnología marina, la composición de la
carga y el embarque, y las pautas de comercio. La descripción del equivalente

49

La economía imperial

antiguo de un “buque cisterna” (Luc. Nav. 5) ahora puede ser comparada con
la evidencia arqueológica de los barcos reales. Estos sugieren que la categoría
más común de navíos marítimos era de tamaño pequeño, hasta 75 toneladas de
capacidad (c.1500 ánforas), probablemente diseñados para el transporte coste-
ro. Había un tamaño medio de entre 75-200 toneladas (2-3000 ánforas), y un
grupo de tamaño grande de alrededor de 250-300 toneladas (6.000 ánforas), y
hacia arriba, de 30-40 metros de largo hasta 10 metros de manga. A pesar del
hecho de que esos barcos son pequeños para los estándares modernos, había
pocos barcos más grandes que el grupo superior antes de la Edad Moderna.
El naufragio en la costa sur francesa de Madrague des Gienscerca de
Tolón es un ejemplo interesante de la clase más grande de barco mercante ro-
mano. Cuando se hundió en el 60-50 a.C., estaba llevando una gran carga de
vino italiano del sur del Lacio (estimada en 6000-8000 ánforas, equivalentes
a cerca de 150-200.000 litros). Las ánforas estaban estrechamente amontona-
das en la bodega en tres o cuatro niveles y empacadas alrededor de ramas de
pino. Otros elementos de la carga incluían varios cientos de recipientes finos
negros brillantes y cientos de platos de cerámica común, tarros y jarras, junto
con un envío de piñas (A. J. Parker, 1992, p. 249-50).
Otro interesante lugar de naufragio, conocido como puerto Vendres II,
provee evidencia de comercio originado en España meridional en los 40 d.C.
(K. Greene, 1986, p. 162-163; A. J. Parker, 1992, p. 330-331). El barco se
hundió cerca de la frontera franco-hispana y podía dirigirse tanto a la des-
embocadura del Ródano como a Italia. La carga combinada (evidentemente
puesta a bordo por al menos once comerciantes independientes) comprendía
ánforas –principalmente tipo Dressel 20 para el transporte de aceite de oliva,
pero también vino, defrutum (mosto dulce), y salsa de pescado– cerámica
fina, vidrio, y lingotes de metal (estaño, cobre y plomo). El lugar del naufra-
gio, cerca de la boca de un puerto antiguo a tan solo siete metros de agua, lo
hacía muy accesible para los esfuerzos de rescate antiguos y es posible que
la carga original tuviera un mayor número de lingotes que los 23 recuperados
en las excavaciones modernas, ya que estos fueron un objeto primordial de
los salvamentos antiguos. El barco del puerto Vendreses ilustrativo de los
estrechos vínculos entre el comercio de una gama de productos diferentes de
una misma región, donde el bien más valioso (aquí los metales) puede haber
servido para financiar o subsidiar los costos del transporte de otros elementos.

50

David Mattingly

La economía de la Bética (sur de España) era fuertemente dependiente de la


actividad minera en la región de Sierra Morena, al norte del río Guadalquivir,
que era navegable por embarcaciones fluviales y se convirtió en el foco del
comercio de aceite de oliva producido a muy gran escala en esta región. Hubo
también alguna producción de vino y de salsa de pescado a lo largo de la fran-
ja costera en ambos lados de los estrechos de Hércules (Curtis, 1991b) que
se fue incorporando en las estructuras comerciales de los puertos principa-
les, como por ejemplo el de Gades (Cádiz). La distribución de cerámica fina
producida en España meridional, Galia e Italia parece deberse enteramente a
que su desplazamiento iba a cuestas de las principales cargas de esta región.

Negocios y comercio
Las vasijas como evidencia para el comercio
“La cerámica puede ser representada como una especie de espía, o un
síntoma de una realidad mucho más compleja” (Pucci, 1983, p. 106). La ce-
rámica es el material manufacturado abrumadoramente más abundante que
sobrevive de la Antigüedad. Esto le da una importancia particular en los es-
tudios arqueológicos de la economía antigua, y una que es desproporcionada
con respecto a su valor real en la sociedad romana (Carandini, 1983; K. Gree-
ne, 1992; Peacock, 1982). Con la ayuda de la mejora de los estudios de carac-
terización, los orígenes de muchas formas distintivas de cerámica son ahora
conocidos, su distribución puede ser rastreada y su presencia local evaluada
cuantitativamente (W. V. Harris, 1993a). Es más incierto lo que podemos
probar de los patrones de distribución solamente, en especial donde es sos-
pechoso que la cerámica haya sido comerciada aprovechándose de productos
arqueológicamente menos visibles.
El estudio de las ánforas ofrece el potencial más grande para entender el
comercio romano, ya que los recipientes son representativos del comercio de
sus contenidos (Amphores, 1989; Peacocky Williams, 1986). En muchos ca-
sos un producto particular puede ser adscripto a una forma distintiva de ánfora
(aceite de oliva para el Dressel 20, vino para el Dressel 1, etc.) Los estudios
de cerámica regional suministran modelos que también están empezando a
demostrar las conexiones locales y de larga distancia de varios sitios y cómo
estos fluctuaban con el tiempo (Fulford, 1989; P. Reynolds, 1995). Las canti-
dades de ánforas conocidas que han sido enviadas son impresionantes. Monte

51
La economía imperial

Testaccio, por ejemplo, se estima conservadoramente que representa cerca de


60-80 millones de ánforas de oliva. Muchos grandes restos de ánforas de vino
italiano dragados del lecho del Ródano en el siglo diecinueve han sido esti-
mados en más de 100.000 vasijas (Tchernia, 1983). La investigación reciente
también ha hecho hincapié en un aumento masivo durante el período romano
en la producción y comercio de productos pesqueros, incluyendo las celebradas
salsas de pescado descompuesto (Ben Lazreg et al., 1995; Curtis, 1991a, b).
El volumen total de manufacturas y sus patrones de distribución son ex-
tremadamente impresionantes. Sobre todo, por la evidencia de actividades de
larga escala, muy por encima de las necesidades de subsistencia de personas
o comunidades muy encerradas en sí mismas. Los hornos del primer siglo
d.C. en La Graufesenque, en el suroeste de Francia, aparentemente pueden
dar cabida a 30.000 recipientes de alta calidad en una sola cocción y millo-
nes de estos vasos estuvieron evidentemente distribuidos en todo el imperio
occidental durante el período de funcionamiento del lugar (Peacock, 1982,
p. 114–28). Un contrato de arrendamiento de un taller de cerámica en Egipto
especifica la producción anual de15.000 ánforas con una capacidad total de
cerca de 100.000 litros de vino por parte del alfarero para el propietario del
predio (Cockle, 1981).

Mecanismos
Los imperativos geográficos, políticos y sociales del imperio romano
contribuyeron a una serie de peculiaridades económicas. Podríamos concep-
tualizar esto en términos de una política económica que funcionaba junto a
una economía social, que era intercalada a su vez con una verdadera eco-
nomía de mercado. La política económica era principalmente producto de
la necesidad de extraer excedentes del imperio y sustentar los mecanismos
del Estado. Estos incluían asegurar el aprovisionamiento de alimento de la
ciudad de Roma y del ejército (la annona), explotando los recursos minera-
les para sostener el sistema monetario, y obtener y transportar materias pri-
mas para embellecer la capital –notablemente de la expansión de las canteras
imperiales para una serie de piedras decorativas. Aunque Roma proclamaba
un monopolio sobre recursos minerales significativos y fuentes de mármol y
granitos decorativos, y tenía acceso a volúmenes sustanciales de alimentos
de tierras estatales y propiedades imperiales, o de impuestos en especie, los

52

David Mattingly

gastos de explotar estos recursos y de transportar los productos a lo largo de


distancias enormes hacia el destino elegido hubiera desafiado la lógica eco-
nómica normal. Este era un sistema de intercambio redistributivo operando a
gran escala (Aldrete y Mattingly, 1999). Por ejemplo, las columnas monolíti-
cas de granito de hasta 200 toneladas fueron extraídas de la cantera en Mons
Claudianus, en el desierto egipcio oriental, y luego transportadas más de 120
kilómetros por tierra hasta el Nilo y después hacia Roma (Maxfield, 2001).
La infraestructura para sostener esta extraordinaria operación, que involu-
craba asentamientos permanentes en las canteras, la confiscación de enormes
cantidades de animales de tiro, la construcción de botes especiales, etc., solo
podía haber sido realizada por un Estado como el de Roma (Adams, 2001). El
funcionamiento de la política de la annona y de la extracción y transporte de
metales y piedra representa así una enorme anomalía en la economía romana.
Es claro que algunas evidencias arqueológicas del desplazamiento de bienes de
larga distancia por el mundo romano pueden ser relacionadascon esta economía
política, que subsidiaba o financiaba los costos de transporte (A. Kolb, 2002).
El ejército romano era otra institución con una forma de funcionamiento
económico singular que lo apartaba del resto de las sociedades provinciales
(Erdkamp, 2002). El ejército tenía una compleja red de contratos de suminis-
tros, a menudo operando a través de los límites provinciales (Carreras Mont-
fort, 2002; Whittaker, 1994, p. 98-131). La evidencia de tablillas preservadas
del fuerte de Vindolanda en el norte de Britania de finales del siglo primero
d.C. ha facilitado muchos elementos de las operaciones de los intendentes
militares y los especialistas en suministros –los beneficiarii (Bowman, 1994;
Carreras Montfort, 2002, p. 77–9, 82–7; Remesal Rodríguez, 2002). En una
tablilla, un cierto Octavio le escribe a Cándido acerca de una variedad de
ofertas que está comercializando –concernientes al grano, piel de animales
y artículos de cuero (Tab. Vindol. II. 343). El ejército era un comprador en
efectivo a gran escala y los contratos eran completados en tres niveles: la
localidad inmediata de un fuerte, dentro de la provincia y de fuentes extra
provinciales. El movimiento de bienes de larga distancia tal vez era más co-
mún de lo que puede imaginarse, ya que el comercio de bienes en virtud de
contratos militares no estaba sujeto a los aranceles del comercio interprovincial
(aunque el Estado evidentemente tenía que vigilar en forma estrecha las prác-
ticas deshonestas de los comerciantes que pretendían también exenciones para

53

La economía imperial

las cargas adicionales). La similitud de los materiales transportados a Roma


y a las guarniciones del ejército y la estrecha relación de los controles admi-
nistrativos (en la medida en que se pueden discernir) sugiere plausiblemente
que el abastecimiento militar también estuvo bajo la supervisión total de la
praefectura annonae desde una fecha temprana (Remesal Rodríguez, 2002).
El impacto potencial de la red de abastecimiento militar en la organización
económica y el desarrollo de las provincias fronterizas como Britania es cada
vez más reconocido, a pesar de las limitaciones de las evidencias (Fulford,
2004). Sin embargo, es también evidente que el comercio de libre mercado
floreció junto a la economía imperial, especialmente en las provincias centrales
del imperio. Esto puede verse en parte en el transporte de larga distancia y en la
amplia distribución de muchos bienes a centros que no eran la ciudad de Roma
y las fronteras militares principales. Era esta una extensa economía comercial,
sostenida por el poder de compra representado por muchas ciudades romanas.
Las relaciones mercantiles sobrepasaban las fronteras imperiales, por ejemplo,
hacia India y China en el Oriente y el África subsahariana en el sur.
Algunas veces se ha asegurado que el comercio de larga distancia ro-
mano era sobre todo de lujo, y que los alimentos básicos y los artículos de
bajo valor intrínseco raramente podían circular más allá de 50 millas de
alcance desde donde eran producidos. Sin embargo, hay una gran cantidad
de evidencia arqueológica para contradecir esta hipótesis sobre los costes
de transporte en el mundo romano. Los frecuentes restos de naufragios de
vasijas de cerámica de baja calidad y valor son un ejemplo de ello (Pucci,
1983, p. 110-11). Existen dos explicaciones posibles y ambas pueden haber
contribuido al modelo observado. Primero, el sistema de annona no tenía
que cumplir con las reglas normales de racionalidad económica y podría
implementar la transferencia masiva de grano desde Egipto a Roma o de
aceite de oliva desde el sur de España hasta Britania (Carreras Montfort,
2002). La segunda posibilidad es que la existencia de un núcleo de comer-
cio “vinculado” en virtud de contratos estatales tenía un efecto mucho más
generalizado, que subsidiaba el transporte de otras mercaderías y estimu-
laba la demanda en los mercados civiles. Los modelos de distribución de
una gran cantidad de productos se extendían mucho más allá de las rutas de
aprovisionamiento principales que se dirigían a la ciudad de Roma o a los
principales mercados militares.

54
David Mattingly

¿Quiénes eran estos comerciantes y transportistas del mundo antiguo?


Ya señalamos la distancia social que los senadores romanos establecían entre
ellos y esta actividad, pero hay evidencias que demuestran que había fortunas
hechas en el comercio, y en todo caso en las provincias algunos mercaderes
eran personas prominentes (Giardina, 1993; W. V. Harris, 2000; Paterson,
1998). No todos eran arquetipos del “liberto rico”, infame en el Satiricón de
Petronio. Incluso si las fuentes literarias son relativamente silenciosas sobre
los mercaderes, la evidencia sobrevive bajo la forma de inscripciones pú-
blicas y anotaciones pintadas (titulipicti) de bienes comerciales. Por ejem-
plo, el colegio de los augustales en Misenum alcanzó la cifra de más de 100
miembros, indicando la importancia de los ricos comerciantes libertos en esa
ciudad portuaria (D’Arms, 2000).
Mi opinión global de la economía imperial romana es que era extraor-
dinaria para los estándares del mundo preindustrial, más notablemente en
términos de su escala. Sin embargo, era una institución muy imperfecta y
heterogénea (y muchos de los argumentos de los primitivistas son acertados
en este sentido). No obstante, consiguió un crecimiento y creó un nivel de
integración regional, o al menos de interconexión, que la distingue de otras
economías antiguas. El rol de la regulación estatal era de gran importancia
en muchas áreas, pero desde que los romanos tendían a gestionar por medio
de personas privadas y compañías (como licencias de propiedades y minas,
fleteros y contratistas), la estructura resultante era un colorido mosaico de
actividad comercial libre y vinculada.

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Traducción: Dr. Diego Santos


Revisión: Dr. Sergio González Sánchez


66
FUENTES

Mercado en un festival de Enoanda (Licia) – Texto de inscripción en piedra

(40) [...] en el quinto día el certamen de los encomios en prosa al que lo venza se le dará
setenta y cinco denarios; el sexto día se deja libre a causa del mercado que se celebra, el
octavo el certamen de los poetas, [...] en el año que sea escogido agonoteta sean escogidos
por él tres panegiriarcas de entre los miembros del consejo, (60) que se ocuparán del
mercado celebrado en el certamen y de los aprovisionamientos, con capacidad para hacer
un listado de los precios de las mercaderías y realizar inspecciones y ordenar los
productos para la venta y castigar a los que desobedezcan [...]. (85) [...] Exímase de
impuestos durante todos los días del festival a todo lo que se venda y compre, sacrifique,
se introduzca en la ciudad y se saque [...] (105) sea enviado un testimonio de él también
ante el poderosísimo gobernador Flavio Apro y que se le solicite que confirme la exención
de cargos públicos que hemos decretado para el agonoteta y la exención de impuestos de
todos los productos importados y exportados, (110) de todo lo vendido y de todos los
productos que se saquen y de lo que se venda durante los días del festival, puesto que ya
otros gobernadores han confirmado nuestras disposiciones [...].

Mercado en Celenas de Frigia con ocasión de la actividad judicial Dión de Prusa,


Discursos, XXXV, 15 y s.

Además de esto, los juicios se celebran en vuestra ciudad a lo largo del año, y se reúne
una multitud inmensa de hombres: reos, jueces, oradores, jefes, servidores, esclavos,
putos, arrieros, comerciantes, cortesanas y maleantes. De modo que los que llevan
mercancías, las venden al mayor precio, y nada hay ocioso en la ciudad, ni las yuntas, ni
las casas, ni las mujeres. Y esto es muy importante para la prosperidad. Pues donde se
congrega una enorme cantidad de gente, necesariamente se produce allí muchísimo dinero
y es lugar apto para prosperar, del mismo modo, creo yo, que el lugar donde acampan
muchísimos rebaños se convierte, según dicen, en la tierra mejor para los campesinos a
causa del estiércol, tanto que muchos piden a los pastores que pongan a acampar las
ovejas en sus tierras.

Mercado en Titorea de la Fócide con ocasión de una fiesta dedicada a Isis.


(Pausanias, X, 32, 14-15)

En el santuario de Titorea se celebra dos veces al año la fiesta de Isis, una en primavera
y otra al fin del otoño. En cada una de ellas los que pueden entrar en el antro tres días
antes de esta se purifican de una manera que no es lícito decir, y de las víctimas de la
fiesta anterior si encuentran algo, lo llevan a cierto lugar, siempre el mismo, y lo entierran
allí. Creemos que este lugar está a dos estadios del antro. Tal es el rito de este día. Al
siguiente, los mercaderes arman tiendas de cañas y de otros materiales improvisados, y
en el último de los tres días se venden esclavos y toda clase de animales y vestidos de oro
y plata, y después de mediodía se dirigen al sacrificio.

Mercado mensual para Mandragoreis en el territorio de Magnesia del Meandro


(Caria) - Texto de inscripción en piedra.


(1) Ya que también otras poblaciones de igual forma han obtenido de ti y de los
gobernadores anteriores el derecho de celebrar un día de mercado, entre las cuales
también Attoukleis, la vecina, tiene también concedidos tres días de mercado cada mes,
uno en el día noveno, otro en el decimonoveno y otro (5) en el trigésimo de cada mes,
desde donde los que van a exponer sus mercancias bajan a la señaladísima ciudad de los
magnesios, puesto que queda un día entre medio desde la convocatoria de Attoukleis al
día de [mercado de] la ciudad (10) y la aldea (kome) de Mandragoreis es paso obligado,
SOLICITO, señor, que durante estos días de en medio y sin cubrir desde el día en el que
se celebra el mercado en (15) Attoukleis hasta el que se celebra en la ciudad se conceda
a Mandrogereis celebrar un mercado el día noveno, decimonoveno y trigésimo de cada
mes, sin que de ello se derive inconveniente ni para la ciudad ni para el sacratísimo fisco.
(20) Copiado y colacionado del papiro de decretos del archivo de Magnesia, en el que es
secretario Monimo Zosimo, el decreto que sigue: Quinto Cecilio Secundo Serviliano,
procónsul, dice: habiéndoseme solicitado en el tribunal por quienes (25) se ocupan de la
población de Mandragoreis, pidiéndoseme que cada mes en este sitio se celebren tres días
de los llamados mercados, en el día noveno, en el decimonoveno y en el trigésimo de cada
mes, asegurando (30) que esta concesión no comporta ningún perjuicio para nadie, ni
tampoco atenta contra los días preestablecidos de los mercados que se celebran en otros
lugares, atendiendo a la fortuna de nuestros divinos emperadores, quienes desean mejorar
su imperio, (35) hago público por medio de este decreto que se conceden los días
susodichos para la celebración en Mandragoreis de mercados. Ésta es mi voluntad. Yo,
Dionisio hijo de Dionisio, traje el decreto en el día decimosexto antes de las calendas de
abril (17 de marzo). Eran cónsules Aurelio Pompeyano y Loliano Avito. (40) Yo Tiberio
Julio Marcelo el arcipreste y secretario de la clarísima ciudad de los magnesios deposité
el documento en el archivo, eran cónsules Lucio Aurelio Pompeyano y Lolio Gentiano
Abito, el día veinticuatro del mes de Posidón. Yo Monimo, hijo de Zósimo, antigrapheus,
di una copia sellada. Sellaron el documento M. Aurelio (45) Hermógenes, M. Aurelio
Tatiano, M. Sosio Amiano, Elio Demonico, G. Flavio Leucio, M. Plotio Melitón, Cl.
Polión.
El poderosísimo legado de Asia Albino inauguró el mercado, eran secretarios de la aldea
de los mandragoritas Atenágoras, hijo (50) de Amio, y Pyta, hijo de de Pita, y Aristides,
hijo de Apela.

Textos: L. García Moreno, La historia del mundo clásico a través de sus textos Vol. 2,
Madrid, 2014, pp. 161-163.

Comentario (L. García Moreno, La historia del mundo clásico a través de sus textos
Vol. 2, Alianza Editorial, Madrid, 2014, pp. 164-168)

Dión Cocceiano, nacido en la ciudad Bitinia de Prusa en el seno de una familia


aristocrática, vivió en una época fundamental para las aristocracias de la parte oriental del
Imperio: el tránsito del siglo I al II d.C. (ca. 40-120). Después de un periodo políticamente
difícil durante el reinado de Domiciano (82-96), en el que fue desterrado de Prusa y Roma,
colaboró con Trajano en la búsqueda de un ámbito interno de concordia y una mejor
integración en el orden romano de las ciudades griegas en general y de las bitinias en
particular. Sus discursos Sobre la realeza vienen a ser una formulación griega del modelo
del buen príncipe aplicado al emperador de Roma, que va a tener un amplio desarrollo
durante los siglos II y III. Además de las grandes formulaciones políticas y culturales,


que se pueden hallar en la obra de Dión, hay en su obra un importante número de noticias
sobre aspectos concretos de la vida en las ciudades griegas de su tiempo, entre las que se
encuentra esta relativa al mercado de Celenas o Apamea.
De la vida de Pausanias se sabe poco: escribió los diez libros de su Periegesis o
Descripción de Grecia en un periodo que se estima que va desde el 160 al 180 y parece
que era originario de Lidia, quizás de Magnesia del Sípilo. La obra viene a ser una especie
de guía turística de la Grecia europea (I. Ática y Mégara; II. Argólide; III. Laconia; IV.
Mesenia; V-VI. Élide y Olimpia; VII. Acaya; VIII. Arcadia; IX. Beocia; X. Fócide y
Delfos), en la que se recogen información sobre las tradiciones (logoi) y los monumentos
que se pueden contemplar (theoremata) en las distintas zonas que describe. Pertenece a
un género que se situaba en los márgenes de la historiografía, la geografía y la anticuaria
y que se originó en época helenística. En el siglo II d.C., cuando Pausanias escribió la
Descripción de Grecia, la obra se sumaba al aprecio generalizado entre los helenos a su
periodo clásico (siglos V y IV a.C.) y al interés por las tradiciones y símbolos —
materiales o no— sobre los que se asentaban las identidades cívicas, afirmadas
enérgicamente por doquier. La información que ofrece Pausanias sobre historia,
monumentos, leyendas, prácticas religiosas y sociales en general es de la mayor
importancia para el conocimiento de Grecia, tanto la de su tiempo como la anterior.
La inscripción en la que se da cuenta de la fundación de un festival en Enoanda fue
descubierta en el 1967 y copiada completamente en el 1969, para que poco tiempo
después fuera rota y expoliada. Por este motivo sólo se conserva en estado fragmentario.
Se trata de un epígrafe de unas dimensiones excepcionales (117 largas líneas), que
contiene cinco documentos fechados entre el año 124 y el 125 d.C.: 1) una carta de
Adriano a las autoridades de Termeso confirmando la fundación de una competición
musical; 2) especificación de la propuesta (financiación y demás) sobre el festival; 3)
propuesta de varios miembros del consejo sobre distintos particulares del festival, como
compromisos del fundador, elección de diversos cargos que se ocuparan de distintos
aspectos del festival, organización de un mercado, exenciones derivadas del festival y
medidas para presentar ante el gobernador las propuestas; 4) resolución del consejo y del
pueblo de los termesios en Enoanda para reconocer los actos de evergetismo de
Demóstenes el fundador y confirmación de las exenciones; 5) subscripción del
gobernador.
El conjunto documental, del que se ha seleccionado la parte relativa a la organización del
mercado con motivo de la celebración del festival (panegyris), ofrece una relación
verdaderamente extensa sobre múltiples particulares de la vida de Enoanda: aspectos
institucionales de la ciudad, religiosos, relaciones administrativas con Roma y sus
distintas instancias —emperador y gobernador—, proceso de helenización del territorio,
aspectos económicos —mercado y exenciones— y, en términos generales, es uno de esos
grandes epígrafes de la época que permite tener una imagen del modelo de evergetismo
que existía en ese momento y del marco cívico en el que se desarrollaba.
El documento que relata la solicitud de Mandragoreis —localidad perteneciente al
territorio circundante (chora) de Magnesia del Meandro en Caria— es del 209 d.C. El
epígrafe tiene tres partes bien diferenciadas: 1) carta al procónsul Q. Cecilio con la
petición, acompañada de los argumentos pertinentes, de que se conceda a Mandragoreis
la capacidad de organizar tres mercados cada mes; 2) edicto con la respuesta favorable
del procónsul; 3) mención de la inauguración del mercado de Mandragoreis por el legado
de Asia Albino.

Con las palabras «mercado» o «feria», en el sentido que aquí las vamos a utilizar, aludo
a la concentración de un conjunto de bienes y servicios reunidos de forma estable u


ocasional que se ofrecían a quienes pudieran estar interesados en adquirirlos o usarlos.
En el mundo clásico en general hubo múltiples ejemplos y la época altoimperial no fue
una excepción. Los testimonios literarios y epigráficos conservados, aunque no son todo
lo abundantes y pormenorizados que se desearían, sí permiten una visión de conjunto, en
la que lo que primero destaca es la variedad de manifestaciones con la que se presenta el
fenómeno. Es una diversidad fácil de comprender y que depende de múltiples factores.
En primer término depende del medio geográfico en el que tengan lugar estas ferias o
mercados, que podían ocupar emplazamientos estables en grandes ciudades o celebrarse
de forma periodica en ámbitos rurales o cívicos. Eran alternativas que condicionaban el
tipo de comprador y vendedor, el tipo de producto y la función que podía desempeñar el
mercado. Por supuesto la periodicidad podía ser mayor o menor y variaba desde los
mercados que se celebraban con diversas convocatorias mensuales (nundinae, agora) a
los que tenían lugar, por lo general acompañando a festividades religiosas (panegyris,
mercatus), con una frecuencia menor, que podía ir desde las dos celebraciones anuales
hasta una vez cada cuatro años. El tipo de servicio según su periodicidad y
emplazamiento, que podían cumplir estas ferias y mercados, era muy dispar y también
eran diferentes los productos que en unos y otros casos se ofrecían. Por ejemplo, en un
mercado celebrado en un ámbito rural, de esos organizados por los grandes propietarios
de fincas y para los que era preceptivo un permiso (ius nundinarum) (el saltus Beguensis
en África, CIL, VIII, 270; Plinio el Joven cuenta una solicitud de permiso hecha al Senado
por un senador de Verona, Cartas, V, 4 y 13, 2), la norma debía ser vender y comprar
productos agrícolas, con los que aumentar la capacidad de intercambio de los bienes
originados en las grandes fincas, completar dietas alimenticias para los habitantes de las
mismas o dar salida a excedentes sin transportarlos lejos de su lugar de producción para
abaratar costes y evitar su caducidad (cfr. el diagrama sugerido por Frayn [1993: 77] sobre
la distancia que pueden recorrer los distintos productos para llegar en condiciones desde
su lugar de origen a los correspondientes mercados). Estos mercados periódicos de ciclo
corto —dos veces al mes aproximadamente— celebrados en zonas rurales en torno a las
grandes fincas competirían con otros también de ciclo corto celebrados en ciudades, por
ejemplo, de los que han quedado constancia para Italia central en diversos epígrafes con
listas de las nundinae que se organizaban en distintas localidades —Roma, Fabrateria,
Aquino, Atina, Casino, Interamna, Minturnas, Sinuesa, Suesa...— (cfr. los Indices
Nundinarii en A. Degrassi, Inscriptiones Italiae, XIII, 2, Roma, 1973: 200 y ss.). En estos
casos una buena parte del peso de la oferta recaería sobre vendedores que con frecuencia
debían coincidir con los productores y cuya dedicación a la actividad agrícola limitaría
su capacidad para poder ausentarse por mucho tiempo para dedicarse al comercio. A pesar
de su frecuencia fueron convocatorias atractivas a las que deberían asistir todo tipo de
personas además de los compradores y vendedores. Es curioso ver cómo en el concilio de
Elvira (305 d.C.) en el canon XIX se pedía a los obispos, presbíteros y diáconos que no
anduvieran deambulando por las quaestuosas nundinas.

Otra cosa bien distinta sería la oferta que se pudiera hallar en una gran ciudad, en la que
la mayor demanda podía permitir la estabilidad de ciertos negocios con productos de lujo
en el macellum. Otras posibilidades existían en las grandes festividades religiosas —
tuvieran lugar en ciudades o fuera de ellas en torno a templos— con unas convocatorias
muy distanciadas temporalmente, en donde la gran afluencia de devotos, turistas y
curiosos convocaba además de los comerciantes habituales a otros itinerantes, que con
sus tiendas hacían circuitos largos para ofrecer productos más singulares. La
superposición de los aspectos mercantiles por encima del pretexto religioso de la
convocatoria en algunos casos hubo de ser obvia y fue lo que llevó a Estrabón (64 a.C.-


ca. 21 d.C.) a hablar del festival de Apolo en Delos como de una celebración
eminentemente comercial (Geografía, X, 5, 4). En este último tipo de convocatorias la
diversa tradición cultural jugaba un papel importante y en la parte oriental del Imperio
esta clase de celebraciones religiosas, con su mercado como complemento ineludible,
tenía mayor importancia. Por supuesto también intervenía la relación con las eventuales
vías de comunicación que pudiera tener el emplazamiento del mercado o feria, los
productos que pudieran ser específicos de la zona o en los que por un motivo u otro se
hubiera podido alcanzar una especialización.

La fundación de Demóstenes de Enoanda (124-125 d.C.) consistía en una cantidad de


dinero para celebrar cada cuatro años un festival (panegyris) con una duración de
veintidós días, consistente en distintas competiciones literarias, en honor del dios Apolo
y del culto imperial. En la inscripción al tiempo que se describen las distintas
características del festival se menciona como un elemento más un mercado que se
organiza con ocasión de la fiesta de las Demostenias. En primer término se determina que
tres funcionarios (panegiriarcas), que el mantenedor de la fiesta (agonoteta) debe
escoger, han de ocuparse del mercado y los aprovisionamientos durante la fiesta, así como
de los precios de los productos que se saquen a la venta y de la sanción de los trangresores
(60 y ss.). También se contemplaba en la inscripción que durante todos los días del festival
se eximiera de impuestos a todo lo que se vendiera y comprara, se sacrificara, se
introdujera en la ciudad o se sacara (85 y ss.). La noticia nos remite a esos grandes
mercados que se organizaban con motivos de los festivales religiosos que tenían una
periodicidad que iba desde las dos veces al año a los cuatro años. Los podemos considerar
el complemento de otros mercados que se celebraban durante unos días determinados del
mes con los que se resolvían las necesidades rutinarias, pero al mismo tiempo
fundamentales, de compraventa en ciudades y pequeñas poblaciones. Este tipo lo he
querido documentar con el epígrafe de Mandragoreis (209 d.C.), una aldea que se
encontraba en la chora de Magnesia del Meandro y que solicitó y obtuvo del gobernador
la concesión de tres días al mes (noveno, decimonoveno y trigésimo) para celebrar un
mercado. Es de notar que en la argumentación de la carta de Mandragoreis se alude a
otros permisos también solicitados por otras poblaciones a gobernadores anteriores. La
petición también se justificaba, porque no se hacía la competencia a otros mercados
celebrados en la zona en otros días del mes. Se entiende, por consiguiente, que en el
territorio del que era cabeza de partido Magnesia había un pequeño circuito comercial
con base agrícola que duraba un mes y en el que participaban como mínimo la propia
Magnesia, otra población llamada Attukleis y Mandragoreis. En Tetrapyrgia una pequeña
población de Meonia hay una inscripción del 254 (cfr. Nollé, 1982: 62) que habla del
permiso que se le concede para organizar un mercado al mes anterior al que se celebre en
otras poblaciones vecinas, esto es, se alude de nuevo a un circuito en un territorio de no
gran extensión en el que podía existir concurrencia. Estas convocatorias comerciales
periódicas, pero con un ciclo temporal corto, tenían su pertinente complemento en
aquellas otras de ciclo temporal largo que se celebraban con motivo de los grandes
festivales cívico-religiosos o vinculados con ciertos templos, de los que las Demostenias
de Enoanda ha ofrecido un buen ejemplo. Titorea en la Fócide, documentada por
Pausanias, ofrece otro caso en esta ocasión no vínculado con una fundación evergética,
sino con un templo consagrado a Isis. Estas fiestas con sus correspondientes mercados
eran de asistencia casi obligada para los habitantes de las poblaciones del territorio
circundante, pero además y según su importancia se convirtieron en convocatorias que
necesariamente superaban las lindes de la ciudad y sus alrededores. Los espectáculos,
rituales y competiciones eran un acicate para asistir, por añadidura la ciudad organizadora


se ocupaba de que se diera la pertinente difusión al festival por ella promovido. Son
conocidas y han sido recientemente estudiadas la monedas cívicas de la ciudades cilicias
en las que por sus leyendas e imágenes se difundían los festivales por ellas organizados.
Pero había procedimientos mucho más directos, por ejemplo, para su festival de Zeus la
ciudad de Panamara en el siglo II d.C. enviaba cartas de invitación a las ciudades de la
parte sudoeste de Asia Menor —Rhodos, Nisa, Iaso, Milete, Esmirna y Milasa, además
de otras ciudades, cuyos nombres no se conservas por el estado fragmentario de la
inscripción (SEG, IV, 247- 261)—. Esta voluntad de difusión se expresa también en otro
nivel, en concreto cuando se mencionaba la asistencia de una incontable muchedumbre
frecuentando los festivales organizados por una ciudad como uno entre los aspectos
canónicos que se debían encomiar cuando se componía un elogio de una ciudad
(Menandro Rétor, Sobre los géneros epidíctos, 365, 30 y ss.). Pues bien, en estas fiestas,
de las que se hacía propaganda, con una abundante concurrencia, parte de la cual provenía
de otras ciudades convocadas por medio de cartas, de las ciudades vecinas o del territorio
dependiente (chora) de la ciudad, se producía una situación óptima para todo género de
intercambios. De ello se tenía plena conciencia en Enoanda y las expectativas debían ser
importantes, cuando se establecieron los oportunos procedimientos para regular precios
e intercambios por medio de tres panegiriarcas, que aparecen en la inscripción como
magistrados específicamente designados por el mantenedor de la fiesta (agonoteta), para
ocuparse de los precios y del mercado. Además el número de tres ya es un indicador de
que se esperaba que hubiera un volumen de actividad importante para estos funcionarios
de ocasión. El otro aspecto sobre el tema del que nos informa la inscripción es que el
gobernador concede exenciones fiscales a las transacciones, obviamente porque se le
solicitan y accede entendiendo que con ellas se beneficiaba la ciudad. La fiesta, pues,
generaba un marco de excepción para que se produjeran los intercambios mercantiles,
pero al mismo tiempo los intercambios mercantiles vienieron a ser uno de los elementos
que conferían interés a este tipo de fiestas.

La necesidad e interés de estas ocasiones para llevar a cabo intercambios mercantiles de


todo tipo en un territorio se deja ver en la permanencia en época bizantina de fiestas muy
similares a las de Titorea o las Demostenias, aunque bajo la advocación de alguna
celebración o santo cristiano, pero que siguen siendo las circunstancias óptimas para
celebrar mercados. Las fiestas en honor de los dioses del panteón pagano o de los
emperadores divinizados, se sustituyeron por las celebradas para honrar al santo patrono,
pero las nuevas como las viejas congregaban multitudes ávidas de diversión y necesitadas
de productos de lo más variado, que sabían que en la fiesta de San Demetrio en Salónica
o la de San Juan en Éfeso encontrarían todo o casi todo lo que quisiera comprar.

El caso de Celenas o Apamea en Frigia posee algunas diferencias con respecto a los que
hemos citado de Enoanda o Titorea. Se trataba de una convocatoria mercantil que tenía
lugar no sólo por el hecho de ser Celenas-Apamea la población más importante de Frigia,
sino también por ser cabeza de una de las trece diócesis (conventus sería la palabra latina
y dioikesis la griega) de Asia Menor, en la que como era preceptivo el gobernador o uno
de sus legados impartía justicia durante unos días cada año. Se trataba, pues, de una
ocasión no religiosa, pero, en lo que respecta a la capacidad de convocatoria, generaba
los mismos efectos, esto es, la reunión de un importantísimo número de personas que iban
o bien a resolver sus problemas ante los tribunales o bien a disfrutar del ambiente festivo
que se producía con la visita periodica del magistrado romano. Eran las condiciones
óptimas para la organización de un mercado del que precisamente nos da cuenta Dión
Crisóstomo en su texto (el discurso se fecha en torno al 100 d.C.).













INTRODUCCIÓN A LAS FUENTES

Tácito, Agrícola
No es mucho lo que se conoce de Cornelio Tácito. Se piensa que nació
aproximadamente hacia el 56 d.C. y que, posiblemente, haya sido originario de la región
Cisalpina o de la Narbonense. Sabemos que alcanzó la pretura en el 88 d.C., y que en la
misma época se desempeñó como quindecimvir (Anales, XI, 11, 1).1 Él mismo nos informa
que se casó con una hija de Agrícola (Agricola 9, 6) y su relación de amistad con Plinio el
joven queda atestiguada en algunas epístolas de éste (Epístolas I 6; 20; IV 13; VI 9; 16; 20;
VII 20; 33; VIII 7; IX 10; 14). Sabemos que alcanzó el orden senatorial y que, posiblemente,
su padre haya sido un procurador de orden ecuestre en Bélgica. Su producción literaria
reúne cinco obras, de las cuales tres son consideradas menores: el Agrícola, la Germania y
el Diálogo de los oradores. Y dos, mayores: las Historias y los Anales.
La obra cuyos pasajes hemos seleccionado, el Agrícola, fue publicada posiblemente en
el 97 o 98 d.C. (bajo Nerva o Trajano) y trata sobre el suegro del autor, Julio Agrícola.
Además de información biográfica sobre éste, en el libro encontramos también información
relevante sobre Britania y la administración romana anterior y durante el desempeño del
cargo de gobernador por Agrícola, lo que la hace una fuente útil para reflexionar sobre la
relación de Roma con las poblaciones de provincia (en este caso, específicamente Britania)
y para estudiar el proceso de romanización.

1
Sobre otros cargos desempeñados ver las hipótesis de Syme en 1997: 59-74. Entre estos, nombra un
proconsulado en Asia durante el período 112-113 que estaría probado por la inscripción OGIS 437 (1997: 72).






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Versión on line: Mayo 2014


DISCURSO ORIGINAL
SENATUS CONSULTUM DE CLAUDIO
POR EL CUAL SE OTORGÓ EL IUS HONORUM
A LOS GALOS *

Traducción

MARÍA ROSA LABASTIÉ DE REINHARDT


Universidad de Buenos Aires

 Tomado del artículo: María Rosa Labastié de Reinhards, “La Oratio Claudii y
la incorporación de los galos al Senado romano (año 48 d.C)”, publicado en
Anales de Historia Antigua y Medieval, volumen 16, 1971 (Facultad de
Filosofía y Letras, Universidad de Buenos Aires)
La presente traducción ha sido supervisada por el Dr. Carlos Herrán. Se ha
tratado de ajustarla en la medida de lo posible al texto latino para destacar el
estilo empleado por Claudio. Ver CIL, XIII, 1668


En el año 41 d.C. es elegido emperador de Roma Claudio, a quién
conocemos a través de las inscripciones como Imperator, Augustus, Pontifex
Maximus, Tiberius Claudius Caesar Augustus Germanicus.
Una de las primeras medidas del emperador al asumir la censura, en el año
47, que responde sin lugar a dudas, a su verdadero sentido de la continuidad del
proceso imperial romano es el discurso que pronunciara en el Senado seguido por
un Senatus Consultum, por el cual se extienden los derechos completos de los
ciudadanos romanos a los habitantes de las Tres Galias, la Galia Comata, y por
consecuencia se les permite el acceso al Senado Romano.
Se supone que la Tabla de bronce, descubierta en Lyon en el siglo XVI -
recordemos que Claudio nació en esa ciudad (Lugdunum), antigua colonia romana
fundada en el 43 a.C:- que contiene el discurso que pronunció ante el Senado, ha
llegado hasta nosotros incompleta. Lo inferimos basándonos en la forma abrupta con
que finaliza el mismo, que con toda seguridad fue reproducido en su totalidad.. De
ahí que para llenar las lagunas que presenta la Tabla de Lyon tengamos que recurrir
a Tácito que tal vez ha leído el discurso original (Anales, XI). Su lugar de origen,
sostenían sus opositores había influido en esta decisión, al burlarse de la
incorporación de los provinciales al Senado, especialmente el ingreso de los
senadores galos (Divi Claudii Apoloquyntosis, III, 2). Despreciado y humillado por su
entorno, sin embargo se dedicó al estudio de la historia y la cultura romanas Fue
discípulo del historiador Tito Livio acercándose al pasado romano. Por otro lado, las
mujeres y los libertos, vinculados a este emperador, contribuyeron a construir una
imagen negativa y distorsionada de su personalidad. Las ácidas palabras de Séneca
marcaron su posteridad durante mucho tiempo y no hace demasiados años se
dedicaron páginas a su reivindicación.

COL. I
Ciertamente preveo aquel primer pensamiento de todos los hombres,
que a mi se me habría de presentar como el primero, os
5 suplico que no temáis introducir esa cosa como si fuese nueva, pero más
bien reflexionad esto, cuántas cosas han sido innovadas en esta ciudad y
sin embargo rápidamente a qué formas y estados desde el origen nuestra
ciudad fue conducida. En otro tiempo
10 los reyes tuvieron esta ciudad y sin embargo no sucedió que la entregaran
a los sucesores dinásticos. Los extranjeros llegaron inesperadamente
como Numa, ciertamente vecino, pero también extranjero, viniendo de los
sabinos había sucedido a Rómulo, como Tarquino el Antiguo a Anco
Marcio. Este a causa de su linaje bastardo porque su padre Demarato 1
era corintio y la madre de ilustre prosapia pero pobre, por lo que tuvo
necesidad de ceder y tomar para sí tal marido, como fuera excluida del
desempeño de
15 la magistratura de su Patria, después que pasó a Roma, consiguió el
reino. También a éste y al hijo o nieto de él, pues en esto los autores
discrepan, está conectado Servio Tulio, si creemos a los
20 nuestros era hijo de una cautiva de Occresia. Si seguimos a los
Toscanos, Servio Tulio, que había sido el camarada fiel de Vibenna2 y el
compañero de todas sus aventuras, después que, bajo un golpe contrario
1
Durante la tiranía de Cipselo huyó de Corinto y se estableció en la Etruria.
2
Caelio Vibenna, jefe de mercenarios etruscos

de la fortuna abandonó la Etruria, con los restos del ejército de este
Caelio, ocupó el monte Caelius, y lo llamó así por el nombre de su jefe
Caelio, y con el nombre cambiado, pues
25 su nombre era Tuscus Mastarna, así fue llamado como dije, y obtuvo el
reino con suma utilidad para la república. Luego, después que el carácter
de Tarquino el Soberbio empezó a ser detestado en nuestra ciudad, ya de
él, ya de sus hijos de ellos, naturalmente el alma del reino se agotó y la
administración de la república se trasladó a los cónsules, magistrados
anuales.
30 A qué voy a recordar el gobierno de la dictadura hallado por nuestros
antepasados de una manera más poderosa que este mismo consular,
que usaron en las guerras más ásperas o en las discordias civiles, o los
tribunos de la plebe creados en auxilio de la plebe, para que el imperio
transferido de los cónsules a los decemviros y después una vez
terminado el reino decemviral el imperio vuelto a los cónsules para que el
imperio consular
35 distribuido en muchos y los tribunos militares llamados con imperio
consular que fueron creados de a seis y frecuentemente de a ocho, para
que de las magistraturas hechas accesibles por último a la plebe, no sólo
(honores) del imperio sino también de los sacerdocios, ya si narro las
guerras desde las cuales comenzaron nuestros mayores y adonde nos
dirigimos temo parecer un tanto demasiado insolente y que estoy
buscando jactarme de la gloria del imperio extendido hasta más allá del
océano, pero a esto más bien volveré. La ciudadanía...3

COL. II
Ciertamente por una nueva costumbre no sólo mi tío abuelo, el Divino
Augusto y sino también mi tío paterno, Tiberio César, quiso que toda la
elite en todas partes de las colonias y municipios, es decir la elite de esos
hombres honestos y ricos estuvieran en esta curia
5 ¿Qué entonces? ¿Un senador italiano no es mejor que un provincial? 4
Luego, cuando yo comience a justificar esta parte de mi censura, mi
opinión, con los hechos os mostraré. Pero ni siquiera pienso que haya que
rechazar a los provinciales con tal que pudieran honrar la curia.
10 He aquí la muy honorable y poderosa colonia de los vieneses, ¿desde
cuánto tiempo proveen de senadores a esta curia? De esta colonia, que
honra como pocos la orden ecuestre es Lucius Vestinus a quien5 yo le
tengo mucho afecto y hoy lo tengo empleado en mis asuntos, cuyos hijos,
pido, que gocen del primer
15 grado de los sacerdocios, para que después con los años, avancen en el
incremento de su dignidad, quiero callar el nombre siniestro del bandido
que odio6, ese prodigio de palestra que llevó el consulado hasta su casa,
antes de que su colonia hubiera conseguido los beneficios completos de
la ciudadanía romana. Lo mismo puedo decir de su hermano, aunque
miserable e indigno de este caso y al punto tal que no puede ser a
vosotros útil como senador.

3
Probablemente desarrolló la historia de la extensión de la ciudadanía
4
Interrupción de un senador
5
Galo perteneciente al pueblo de los alógroges. Fue Prefecto de Egipto bajo Nerón
6
Se refiere a Valerius Asiaticus. Acompañó a Claudio a Bretaña en el 46. Se acusó de preparar un
levantamiento de las ciudades galas y de las legiones de Germania. Según parece contó con los
favores de Mesalina, mujer de Claudio.


20 Es tiempo ya, Tiberio César Germánico, que descubras a los padres
conscriptos el fin de tu discurso, porque ya has llegado a los confines de
la Galia narbonense7.
25 He aquí a tantos excelentes hombres jóvenes, que están delante de
mi, no ha de despertar más disgusto entre los senadores leer el nombre
de Alóbrogico entre las imágenes de los antepasados que a Pérsico 8, de
muy antigua nobleza, amigo mío, entre cuyos mayores se pueda leer el
nombre de Alobrógico. Si vosotros tenéis la misma opinión como yo que
eso sea así, por qué deseáis todavía, que yo les muestre con el dedo que
hasta el país al otro lado de las fronteras de la provincia narbonense os
manda senadores, puesto que no nos disgusta tener hombres de Lyon
entre nuestros senadores.
30 Ciertamente con timidez, padres conscriptos, he sobrepasado los lími-
tes de las provincias a los que vosotros estáis acostumbrados y os son
familiares, pero en el presente es necesario que se trate el problema de
la Galia Comata. Si se piensa que hicieron la guerra durante diez años al
divino Julio, por otro lado permanecieron con una fidelidad inmutable
durante cien años, más que probada en momentos críticos para nosotros
35 Cuando mi padre Druso sometió Germania, aseguraron aquellos en la
retaguardia con su tranquilidad una paz sin problemas.
40 Y ciertamente cuando estaban haciendo el censo que era nuevo y
desacostumbrado para los galos, fue llamado a la guerra... Esta obra qué
ardua es para nosotros, la conocemos por una experiencia demasiado
grande, la conocemos principalmente, aunque no fuera por otra cosa, por
el hecho que nuestras riquezas son públicamente conocidas.

7
Mommsen considera que se trata de una interrupción hecha por un senador
8
Paullus Fabius Persicus, cónsul en el 34 y procónsul en Asia

Archivo Español de Arqueología 2019, 92, págs. 155-171 ISSN: 0066 6742 https://doi.org/10.3989/aespa.092.019.008

Revestir el poder en tiempos de cambio: el uso de la toga entre las


elites ibéricas (ss. II-I a. C.)*
Vest power in times of change: the wearing of the toga among
Iberian elites (IInd - Ist centuries BC)

Jorge García Cardiel1


Universidad Autónoma de Madrid – Grupo Occidens

RESUMEN Español de Arqueología 92, 155-171. https://doi.org/10.3989/


aespa.092.019.008
En el presente artículo se estudian conjuntamente las
representaciones de togados halladas entre los exvotos
antropomorfos de varios santuarios ibéricos y las menciones
que Estrabón desgrana sobre los “togados/estolados” hispanos. 1. INTRODUCCIÓN
Frente a la interpretación tradicional de unos y otras como
indicios del grado de aculturación y el estatuto jurídico A modo de corolario de su descripción de la Tur-
alcanzados por sus portadores, argumentamos que la toga sería
empleada por determinados iberos como materialización visible
detania2, Estrabón sistematiza sucintamente el proce-
de su condición de amici populi romani, formando parte por so que, a su modo de ver, había llevado a algunos
tanto de una estrategia ideológica en el marco de la competición turdetanos (y, junto con ellos, a otros pueblos hispa-
por el poder en sus respectivas comunidades. nos) a alcanzar las más altas cotas de civilización. La
abundancia de recursos naturales y la convivencia
cotidiana con los colonos romanos habían motivado,
SUMMARY
según él, que algunas de estas gentes se hubieran pa-
This paper studies both the representations of togati found cificado, hubieran olvidado sus costumbres ancestra-
among the anthropomorphic votive figures of several Iberian les (¡y hasta su propia lengua!) y hubieran adoptado el
sanctuaries, and Strabo’s remarks about Hispanic “togati/ modo de vida civilizado, esto es, el romano. Muchos
stolati”. Typically, scholars take both of them as indicators of de ellos gozaban ya del estatuto jurídico latino, y poco
the acculturation degree or the juridical status achieved by their les faltaba para convertirse en romanos propiamente
users. However, we argue that some Iberians dressed the toga
dichos. Tan es así, que habían adoptado la toga por
as a conspicuous materialization of their condition as amici
populi romani. Its use would be part of an ideological strategy vestuario: es por eso que se les llamaba “togados”3.
in the context of power struggles within their communities.

PALABRAS CLAVE: romanización; santuarios; mímesis;


2
  Vaya por delante mi agradecimiento a E. Sánchez Moreno,
identidad; amicitia. T. Chapa y S. Montero por la enriquecedora discusión de algu-
nas de las ideas argumentadas en este trabajo. Quisiera agrade-
cer también a T. Chapa y A. Rodero su amabilidad al permitir-
KEY WORDS: Romanization; sanctuaries; mimesis; identity; me hacer uso de las fotografías del Cerro de los Santos tomadas
amicitia. durante un estudio conjunto. Agradezco asimismo a P. Cabrera
y al Museo Arqueológico Nacional su ayuda al facilitarme el
COMO CITAR ESTE ARTÍCULO / CITATION: García Cardiel, estudio de las terracotas de los Altos del Sotillo conservadas en
J. 2019: “Revestir el poder en tiempos de cambio: el uso de la mencionada institución.
la toga entre las elites ibéricas (ss. II-I a. C.)”, Archivo
3
  Οἱ μέντοι Τουρδητανοί, καὶ μάλιστα οἱ περὶ τὸν Βαῖτιν,
τελέως εἰς τὸν ‘Ρωμαίων μεταβέβληνται τρόπον οὐδὲ τῆς
διαλέκτου τῆς σφετέρας ἔτι μεμνημένοι· Λατῖνοί τε οί πλεῖστοι
*
  Este trabajo se enmarca en el proyecto de investigación γεγόνασι καὶ ἐποίκους εἰλήφασι Ῥωμαίους, ὥστε μικρὸν
PGC2018-096415-B-C21, financiado por el Ministerio de Cien- ἀπέχουσι τοῦ πάντες εἶναι Ῥωμαῖοι (…). Καὶ δὴ τῶν Ἰβήρων
cia, Innovación y Universidades. ὅσοι ταύτες εἰσὶ τῆς ἰδέας τογᾶτοι λέγονται (ἐν δέ τούτοις εἰσὶ
1
  jorge.garciac@uam.es / ORCID iD: https://orcid.org/0000- καὶ οἱ Κελτίβηρες οἱ πάντων νομισθέντες ποτὲ θηριωδέστατοι)
0002-1093-8129 (Str. 3.2.15. Ed. S. Radt. Göttingen, 2002).

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Creative Commons Reconocimiento 4.0 Internacional (CC-by 4.0).


156 JORGE GARCÍA CARDIEL

Más allá de los diversos problemas interpretativos de lo cual era su olvido de sus antiguas costumbres y el
de los que adolece esta reflexión, y que trataré por lo empleo de la toga (cf., por ejemplo, Baena 1993: 170-171;
menudo más adelante, por el momento advirtamos Blázquez 2006: 245). Otros autores, en cambio, optan
simplemente los dos pilares conceptuales sobre los por matizar el razonamiento de Estrabón, enfatizando
que Estrabón elabora su discurso, y sobre los que pi- la agencia de las poblaciones hispanas: más allá de que
votará el presente trabajo: la integración de las comu- la prosperidad ambiental y el contacto cotidiano con los
nidades locales hispanas en las estructuras culturales colonos romanos posibilitaran el proceso, fueron los
romanas y el papel que la vestimenta desempeñó en actores locales quienes voluntariamente protagonizaron
dicho proceso. un acercamiento a los modos de vida romanos (Le Roux
La primera de estas nociones se inscribe en el nú- 1995: 11-16; Woolf 1998: 65-68). Ahora bien, merece la
cleo del famoso paradigma moderno de la romaniza- pena rescatar aquí las recientes reflexiones de Hæussler
ción, clave en la interpretación académica de la expan- acerca de este tipo de lecturas. Según el historiador
sión romana por el Mediterráneo durante el último alemán, al tratar estos procesos debemos prestar aten-
siglo. Las diversas comunidades locales que entraban ción preferente a la diversidad de agendas y motivacio-
en contacto con Roma pronto reconocían la superiori- nes, incluso en aquellos casos en los que nos encontre-
dad de las estructuras culturales imperiales, por lo que mos con una aparente confluencia de comportamientos
paulatinamente, y si las condiciones físicas de su terri- (Hæussler 2013: 25-26). Y debemos reparar en la pro-
torio lo permitían, tendían a imitar dichas estructuras blemática de aceptar la existencia empírica de una Ro-
hasta lograr una asimilación completa. Este paradig- manitas uniforme y preexistente a la que los agentes
ma, no obstante, ha venido siendo objeto de diversas y locales pudieran acercarse (Hæussler 2013: 51-59).
duras críticas en las últimas décadas, focalizadas en La segunda de las ideas clave del pasaje estrabonia-
su génesis imperialista (no en vano esta línea interpre- no es la de que el proceso de romanización llevó a la
tativa se gestó durante la etapa de auge de los imperia- asunción de la toga por parte de las sociedades más
lismos modernos, como epifenómeno legitimatorio de civilizadas, “casi romanas”. Es esta una de esas relacio-
estos), en su carácter unidireccional y teleológico, y en nes causales que se suelen dar por sentadas, pero sobre
la concepción esencialista de cultura sobre la que se las que merece la pena reflexionar: ¿por qué asumimos
asienta. La perspectiva tradicional de la romanización el uso de la toga como culminación lógica del proceso
tiende a presentar un panorama demasiado homogéneo civilizatorio hispano? ¿Acaso todos los ciudadanos ro-
y unilineal, que obvia como “rémora” cualquier reali- manos de todas las provincias la portaban a finales de
dad cultural diferente del modelo definido como roma- la República? ¿La portaban, siquiera, los hispanos?
no, asume la existencia de culturas independientes, ¿Tendrían derecho a portarla quienes, como reconoce
estancas y homogéneas, niega la agencia de las comu- el propio Estrabón, no eran todavía del todo romanos?
nidades locales y centra sus esfuerzos en ponderar el Con esta cuestión, nos adentramos en un campo de
grado de asimilación al modelo romano en vez de es- las ciencias humanas que comienza a desarrollarse en
tudiar la naturaleza y mecanismos del encuentro colo- las últimas décadas: la “corporalidad” (embodiment)
nial (Barret 1997; Woolf 1998; Millett 2010; Mattin- de la cultura y su relación con los discursos identita-
gly 2011). Todo lo cual no obsta, sin embargo, para que rios. Partiendo de los postulados de grandes teóricos
diversos especialistas todavía hoy continúen abogando de la sociología como Foucault, Bourdieu o Douglas,
por la utilidad de esta línea argumentativa, bien que los últimos estudios tienden a contemplar el cuerpo
matizada, señalando a su vez que los críticos con el humano (y, por extensión, su exposición/ocultación a
concepto de “romanización” tienden a presentar imá- través del atuendo) como un constructo en constante
genes irénicas del contacto cultural, minimizando los transformación, con fronteras flexibles y fluidas, a tra-
desequilibrios de fuerzas entre los agentes implicados vés del que se crea y negocia la identidad y la cosmo-
y el éxito globalizador, a la postre, de las estructuras gonía del individuo. Las experiencias y sensaciones,
imperiales romanas (Hanson 1997; Alföldy 2005; pero también los movimientos (voluntarios o no, coti-
Whittaker 2009; Dmitriev 2009; Bardet 2010; Van dianos o rituales) y la propia construcción del cuerpo,
Oyen 2015; Beltrán 2017). son, por consiguiente, fenómenos culturalmente me-
El párrafo que nos ocupa, de hecho, ha sido esgri- diatizados, pero que al mismo tiempo modelan la cul-
mido como argumento en esta polémica desde posicio- tura. Semejante aproximación epistemológica no ha
namientos muy diferentes. Una lectura positivista de tardado en aplicarse a la arqueología, con resultados
Estrabón lleva a considerar que parte de los turdetanos ciertamente prometedores (cf., por ejemplo, Hamilakis
y celtíberos habían alcanzado ya elevadas cotas de ro- et alii 2002; Boric y Robb 2008; Bulger y Joyce 2012).
manización gracias a la convivencia con los colonos Por lo que a la vestimenta romana respecta, en los
romanos y a la feracidad del territorio hispano, prueba últimos años los estudios tradicionales, centrados en la

Archivo Español de Arqueología 2019, 92, págs. 155-171 ISSN: 0066 6742 https://doi.org/10.3989/aespa.092.019.008 
REVESTIR EL PODER EN TIEMPOS DE CAMBIO: EL USO DE LA TOGA ENTRE LAS ELITES IBÉRICAS… 157

identificación, funcionalidad y ordenación tipológica El análisis de las dos referencias, empero, debe
de las distintas prendas (vid., por ejemplo, Heuzey partir de una incómoda constatación: en ninguno de
1922: 227-279; Wilson 1924; Chapot 1937; Goethert los códices medievales que nos transmiten la Geogra-
1939; Niemeyer 1968; Kleiner 1977; Goette 1990), se fía aparece el término τογᾶτοι. Fue G. Kramer, el
vienen complementando con nuevas aproximaciones primer editor alemán de Estrabón, quien introdujo el
interesadas en el papel del atuendo, y de la toga en vocablo en sustitución del adjetivo que incorporan los
particular, como signo transmisor y creador de signi- códices en el pasaje 3.2.15, στολᾶτοι, considerando
ficados culturales e identitarios, continuamente rese- que subsanaba así un error de los copistas, pues, según
mantizado según el contexto y la situación comunica- él, la estola era para los romanos una prenda femenina,
tiva concreta (Gregory 1994; Vout 1996; Cleland et alii y además Dion Casio había hablado de una “Galia
2005; Rothe 2009; Rothfus 2010; Larsson Lovén 2014). Togada” (y no “Estolada”) en virtud precisamente de
Desde mi punto de vista, esta última perspectiva su alto grado de romanización5. Acto seguido, insertó
resulta sumamente fructífera para el análisis del pasa- τογᾶτοι también en 3.4.20 para enmendar una laguna
je estraboniano al que antes aludía y de ciertas repre- en los códices disponibles, empleando como argumen-
sentaciones iconográficas de togados que aparecen en tos la intertextualidad entre este parágrafo y el ante-
los santuarios ibéricos de los siglos II y I a. C., de las rior y la yuxtaposición aquí con el adjetivo τηβεννικῇ,
que luego hablaré. El objetivo último de estas páginas, derivado según él del vocablo griego τήβεννα, “toga”.
por consiguiente, será profundizar en los mecanismos Ambas composturas han sido aceptadas por la ma-
de negociación e interacción política que operaron en yoría de las ediciones posteriores de la Geografía (ex-
la Hispania de los siglos II y I a. C., centrándonos para cepción hecha, por ejemplo, de F. Laserre 1966: 193, n.
la ocasión en el estudio del uso de la toga entre los 9), y también, de forma más o menos crítica, por mu-
iberos. Para ello me alejaré de su interpretación tradi- chos de los estudios alusivos a ambos pasajes de Estra-
cional como signo revelador de aculturación romani- bón. En un sugerente artículo, sin embargo, A. M. Can-
zadora, y la concebiré más bien como estrategia dis- to (2001) reexaminó la cuestión y propuso desechar
cursiva, implementada por determinados agentes en un estos aditamentos. Según la autora, es probable que el
contexto comunicativo multipolar, y con una intención vocablo τηβεννικῇ que figura en 3.4.20 sea en realidad
que ha de ser convenientemente evaluada. Acaeciendo el resultado de una corrupción de la tradición manus-
todo ello, por supuesto, en el marco de reajustes, coac- crita, pues esta es la única ocasión en la que aparece en
ciones, acuerdos y negociaciones desatados con la la literatura griega antigua, y su supuesta deriva a partir
creación y consolidación de las estructuras provincia- del sustantivo τήβεννα es ciertamente singular (Canto
les romanas en la Hispania de los siglos II y I a. C. 2001: 458-461). Por otra parte, Canto demuestra que en
las fuentes latinas más arcaicas la estola no era una
prenda únicamente femenina, sino que se consideraba
2. ESTRABÓN Y LOS ¿TOGATI? HISPANOS apta para ambos sexos o incluso preferentemente mas-
culina, indistinguible de la toga hasta el punto de que,
Regresemos al pasaje de Estrabón sobre los toga- “entre la segunda mitad del siglo IV y el siglo II a. C.,
dos hispanos. Parece obvio que su estudio debe reali- [toga y estola] eran la misma prenda” (Canto 2001: 463-
zarse en paralelo a este otro pasaje de la Geografía, 465). Privados de estos argumentos, y habida cuenta de
pues ambas referencias dialogan entre sí, ambas pare- la dificultad de comparar las provincias hispanas con la
cen adiciones conclusivas a sus respectivos capítulos, Galia Cisalpina en términos civilizatorios, concluye la
y ambas tienen en común ser las únicas ocasiones en autora, no puede defenderse la sustitución de στολᾶτοι
las que el erudito de Amasia habla de “togados” en por τογᾶτοι en Estrabón 3.2.15 ni la inserción de τογᾶτοι
toda su colosal obra: en 3.4.20. Los “togados” hispanos de los que hablaba el
geógrafo de Amasia eran, en realidad, “estolados”.
Ὁ δὲ τρίτος τὴν μεςόγαιαν· συνέχει δὲ τὰ τῶν <τογάτων> El matiz podría no ser anecdótico. Según A. M.
ἤδη λεγομένων ὡς ἂν εἰρηνικῶν καὶ εἰς τὸ ἥμερον καὶ Canto, los “estolados” a los que se refiere Estrabón,
τὸν Ἰταλικὸν τύτον μετακειμένων ἐν τῇ τηβεννικῇ casi romanos pero sin serlo todavía, serían los ciuda-
ἐσθῆτι (οὗτοι δ᾿εἰσὶν οἱ Κελτίβηρες καὶ οἱ τοῦ Ἴβηρος danos de derecho latino que durante los siglos II y I a.
πλησίον ἑκατέρωθεν οἰκοῦντες μέχρι τῶν ρπὸς θαλάττῃ
μερῶν)4.
su modo de vida a la civilización y a la manera itálica en su
vestimenta togada (estos son los celtíberos y los que habitan en
4
  Str 3.4.20. Ed. S. Radt. Göttingen, 2002. “El tercero [lega- las proximidades del Íber a una y otra orilla hasta las regiones
do] vigila las tierras del interior; se ocupa de los llamados ya situadas junto al mar)” (trad. J. Gómez Espelosín, Madrid, 2006).
togados, como si se les denominara ‘pacíficos’ y han cambiado 5
  DC 46.55.5.

Archivo Español de Arqueología 2019, 92, págs. 155-171 ISSN: 0066 6742 https://doi.org/10.3989/aespa.092.019.008 
158 JORGE GARCÍA CARDIEL

C. comenzaron a proliferar en las provincias hispanas. ra, considero que el susodicho estudio de A. M. Canto
La susodicha “estola” (casi una toga pero sin serlo, demostró sobradamente que carecemos de argumentos
podríamos decir) actuaría así como marca distintiva de peso para leer “togados” donde los códices estrabo-
del estatus jurídico intermedio de estos individuos, nianos transcriben στολᾶτοι. Pero debemos preguntar-
como “la muestra visible de su «obediencia» y «pacto» nos también cuál es el verdadero alcance histórico de
con Roma” (Canto 2001: 466). semejante precisión terminológica. ¿Pretendía Estrabón
No muy lejos de esta postura se sitúa en el fondo hacer algún tipo de distingo cuando hablaba de “estola-
la interpretación de P. Le Roux, pese a que el francés dos” en vez de “togados”? Reparemos en que el geógra-
aceptó la inserción del adjetivo τογᾶτοι en ambos pa- fo no emplea la palabra latina toga en toda su Geografía,
sajes. Según Le Roux, las menciones estrabonianas a ni tampoco el término con el que esta se suele traducir
los togados hispanos van más allá de un mero comen- al griego, τήβεννα (con la única posible excepción, más
tario pintoresco, pues el geógrafo de Amasia las ofre- que dudosa, de la forma τηβεννικῇ en Estrabón 3.4.20
ce como indicio de un proceso de transformación que a la que ya he hecho mención). Reparemos incluso en
ya estaba en marcha. La toga, según él, materializaba que algunos griegos dudaban de que τήβεννα fuera una
unos nuevos valores culturales y políticos, que no es- palabra de origen helénico6, y en que muchas de nues-
taban fijados a priori ni eran homogéneos pero que tras fuentes griegas ni siquiera la emplean. Y fijémonos
concordaban con eso que podríamos llamar Romani- en que, como la propia A. M. Canto demuestra, hasta
tas y reivindicaban para sí los mores romanos. Expre- por lo menos el siglo II a. C. ni siquiera las fuentes lati-
saba, por así decirlo, la voluntad de sus usuarios de nas distinguían claramente entre “toga” y “estola”. Por
identificarse con la nueva realidad romana, renuncian- consiguiente, me parece que, aun aceptando que Estra-
do, o siquiera arrumbando, sus antiguas formas de bón habló en 3.2.15 (¿y en 3.4.20?) de “estolados” y no
autorrepresentación (Le Roux 1995: 8-11). Es por ello, de “togados”, no contamos con elementos de juicio su-
concluye el autor, que la presencia de togados es fac- ficientes como para aseverar que, en su descripción de
tible solo en comunidades jurídicamente promociona- las comunidades hispanas, el geógrafo de Amasia se
das, pues era ese marco el que incentivaría a las elites refería a una prenda distinta de la toga-estola empleada
locales a tomar semejante determinación respecto de por los romanos de época tardorrepublicana.
su vestimenta (Le Roux 1995: 14-16). Consideración esta que nos lleva a la segunda pro-
Partiendo de distintos postulados, en definitiva, blemática mencionada, la de índole ideológica. Como
ambos autores coinciden en valorar el uso de la estola/ puede inferirse de los párrafos anteriores, buena parte
toga como el atributo externo de unas comunidades de la bibliografía viene asumiendo el razonamiento de
locales inmersas ya en un profundo proceso de trans- Estrabón, según el cual la toga es la materialización
formación que a no tardar desembocaría en su asimi- visible de un proceso de asimilación cultural ya muy
lación definitiva en el universo romano. Otro tanto, avanzado, por el cual algunos de los pueblos hispanos
aunque de forma más matizada, defiende G. Cruz convergían y se aproximaban a la romanidad. Pero esta
Andreotti (2002-2003: 48-49; 2007: 262-264), quien aseveración encierra en realidad numerosas incógnitas
insiste en que la prenda (o más bien las referencias que no han sido todavía suficientemente exploradas:
estrabonianas sobre su uso) no tiene unas connotacio- ¿qué impulsaría a estas comunidades a ceñirse una pren-
nes jurídicas específicas, sino que su valor es pura- da tan poco práctica como la toga, por muy asimiladas
mente cultural, pues en el discurso del geógrafo pón- al mundo romano que estuviesen? ¿Realmente la porta-
tico el concepto “estola” se suele relacionar con rían? ¿Quiénes de entre estas comunidades? ¿Estarían
realidades culturales mediterráneas que, sin ser pura- obligados a hacerlo? ¿Tendrían siquiera derecho a hacer-
mente civilizadas, tampoco son bárbaras. Más centra- lo según la legislación romana, dado que, según el pro-
do en la agencia indígena, aunque alcanzando conclu- pio Estrabón, no eran todavía ciudadanos romanos? ¿Por
siones parecidas, R. Olmos (2007-2008: 194-195) qué se les llamaría precisamente “togados”, y no “habi-
retrata a unas aristocracias locales que, en el proceso tantes de villae”, o “comedores de garum”, por ejemplo?
de contacto y redefinición identitaria de los siglos II y
I a. C., se vieron empujadas a imitar la lengua, las
costumbres, la ritualidad y el modo de vestir de las 3. TOGADOS EN LOS SANTUARIOS IBÉRICOS
elites hegemónicas (romanas), alimentando así un pro-
ceso de asimilación ya muy avanzado. El tema que nos ocupa ha sido abordado casi siem-
Ahora bien, desde mi punto de vista, a la hora de pre desde el punto de vista de la historia cultural roma-
abordar estas dos noticias estrabonianas debemos dis-
tinguir dos problemáticas de índole diversa, una filoló-
gica y la otra ideológica. Por lo que respecta a la prime- 6
  Dion. Hal. 3.61.

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Figura 1. Principales santuarios mencionados en el texto y su contexto territorial (cartografía del autor).

na, pero, en este caso, propongo conectarlo con el aná- ciones en piedra de sí mismos, y que perpetuaban su
lisis del registro arqueológico ibérico, centrándonos presencia ante la divinidad al tiempo que construían
concretamente en los exvotos depositados en los san- (y negociaban competitivamente) su estatus en su so-
tuarios extraurbanos. Y es que en toda una serie de ciedad (Chapa 1984; Ruiz Bremón 1989; García Car-
contextos sacros de este tipo nos topamos con repre- diel 2015).
sentaciones de varones togados fechables en torno a los Hasta nosotros han llegado centenares de estos ex-
siglos II y I a. C. que bien pudiéramos poner en rela- votos escultóricos, fechables con bastante probabilidad
ción, indirecta quizás, filtrada sin duda, con los comen- entre los siglos III y I a. C. Pero fijémonos en algunos
tarios estrabonianos antes mencionados (Fig. 1). de los fragmentos escultóricos más tardíos, parte de los
Tal es el caso del Cerro de los Santos (Montealegre cuales, debido a su singularidad dentro del rico corpus
del Castillo, Albacete). Hablo de un santuario extraur- escultórico del Cerro, atrajeron desde muy pronto la
bano, alejado de los principales núcleos de población atención de la bibliografía (vid., por ejemplo, García y
de la época pero ubicado en un pequeño altozano que Bellido 1943: 84-86; Balil 1960). Me refiero fundamen-
dominaba la Vía Heraklea, principal vector de comu- talmente a cuatro torsos masculinos revestidos de un
nicaciones entre el sureste costero, la Meseta y la Alta atuendo muy distinto al de los demás varones repre-
Andalucía. La divinidad local, posiblemente una dio- sentados en el santuario: una toga ceñida recogida so-
sa relacionada con los ganados que en época romana bre ambos hombros que les envuelve el brazo derecho
respondería al nombre de Palas, recibió culto en este hasta la altura de la muñeca, bajo la que emerge una
ámbito sacro al aire libre desde al menos el siglo III mano que sujeta firmemente los pliegues del paño7.
a. C., por parte de unos devotos que, provenientes de
toda la región, viajaban al lugar para ofrecer libacio-
nes y exvotos y participar en rituales de comensalidad.
7
  Nº inv. 3512, 7641, 7651 y 7652 del Museo Arqueológico
Nacional. Habría que incluir también entre estos torsos el toga-
Los más poderosos de entre ellos, además, depositaron do con bulla desaparecido poco después del inicio de las exca-
en el santuario exvotos que no eran sino representa- vaciones en el yacimiento, y que conocemos solo a través de una

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Figura 2. Exvotos escultóricos del Cerro de los Santos, Museo Arqueológico Nacional (fotografías del autor).

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Hemos de mencionar igualmente al menos tres cabezas tuario de Torreparedones (Castro del Río-Baena, Cór-
masculinas que, rompiendo con los cánones ibéricos doba). En efecto, entre el nutrido depósito votivo
tradicionales, se cubren con un pesado paño, al estilo amortizado en este templo suburbano (levantado frente
de los capitibus velatis8. Y aludiremos también a un al oppidum homónimo a comienzos del siglo II a. C.,
puñado de fragmentos de manos, pies y paños que di- restructurado en época de Claudio y abandonado ya
versos autores han interpretado como pertenecientes a cerca del siglo III d. C.: Morena 2017: 50-65), destaca
nuevos togados (Ruiz Bremón 1986: 71-73; 1987-1988: un único exvoto fragmentado de piedra de 13,7 cm de
335-340; Noguera 1994: 96-144), si bien la identifica- altura, conservado en una colección particular y que
ción de estos últimos me parece algo menos segura. Es representa un torso recubierto por una toga cuyos plie-
de reseñar, en todo caso, que tres de los cuatro torsos gues cubren ambos hombros y envuelven el brazo de-
mencionados presentan una inscripción en la que se recho, cruzando en bandolera sobre el pecho y dejando
refleja un nombre propio; una de ellas, en escritura asomar tan solo la mano que aferra el extremo de la
latina, identifica a su portador como Lucio Licinio9, prenda (Morena 1989: lám. XXVI; Fernández Castro y
beneficiario por ende de la ciudadanía romana o latina Cunliffe 2002: fig. 84). La pieza data con toda probabi-
(Ruano 1988: 260); los otros dos, en cambio, tienen lidad de la primera fase del santuario, entre los siglos II
nombres ibéricos, referidos en signario ibérico meri- y I a. C., y, como les sucedía a los togados del Cerro de
dional10 (Rodríguez Ramos 2002; Velaza 2007: 277- los Santos, se diferencia del resto de los exvotos antro-
280; vid. también Izquierdo y Velaza 2007); dato este pomorfos varoniles únicamente en su vestimenta, pero
ciertamente singular para dos varones que se hacen no en su tipo de labra, tamaño o actitud ritual (Fig. 3).
representar revestidos de sus respectivas togas (Fig. 2). Quizá menos conocido, aunque igualmente significa-
De cualquier forma, los togados del Cerro, de tama- tivo, es el togado del santuario de Los Altos del Sotillo
ño algo menor que el natural, presentan significativas (Castellar, Jaén). Nuevamente hablamos de un santuario
analogías estilísticas con los numerosos exvotos de extraurbano, situado en este caso en la frontera del terri-
terracota con representaciones de togados amortizados torio controlado por Cástulo desde finales del s. IV a. C.,
en ciertos santuarios centroitálicos entre los siglos IV al que los devotos de la región acudirían periódicamente
y II a. C., lo que, unido a las dinámicas históricas del para llevar a cabo toda una serie de prácticas rituales,
sureste meseteño y al registro arqueológico del propio entre las que se encontraba la consagración de pequeños
santuario, llevó en su momento a J. M. Noguera (1994: exvotos, en este caso de bronce, que les representaban a
109-118) a proponer para ellos una datación de media- ellos mismos. Sin embargo, en los Altos del Sotillo se
dos del siglo II a. C. Tal cronología es algo más antigua aprecia bien una cesura en la práctica ritual coincidente
que la fecha tradicionalmente asignada a todas estas
esculturas togadas, entre mediados del siglo I a. C. y el
cambio de Era (García y Bellido 1943: 86; Ruiz Bremón
1986: 69 y 73). Tanto una propuesta como la otra, des-
de mi punto de vista, resultarían coherentes con los
últimos estudios sobre los materiales documentados en
el santuario, según los cuales a finales del siglo I a. C.
la amortización de ofrendas (incluyendo los exvotos
antropomorfos) decae en la ladera norte del Cerro, dan-
do paso a un tipo de culto distinto, focalizado en el
templo de estilo itálico que se erige en su cúspide y en
las dependencias construidas a sus pies, junto a la vía
(García Cardiel 2015; Brotons y Ramallo 2017).
Los togados del santuario del Cerro de los Santos,
en cualquier caso, encuentran también un buen parale-
lo (salvo por las dimensiones) entre los exvotos del san-

fotografía; pese a su singularidad, el hecho de que la pieza


fuera documentada antes del inicio de las falsificaciones parece
una prueba de su autenticidad; Noguera 1994: n. 453.
8
  Nº inv. 7532 del Museo Arqueológico Nacional, 4303 del
Museo de Albacete y CS-S-33 del Museo Municipal Cayetano
de Mergelina de Yecla.
9
  CIL II, supp. 514*. Vid. Díaz 2008: C55. Figura 3. Exvoto escultórico de Torreparedones (colección
10
  MLH III G14.01 y G.14.02. Vid. De Hoz 2011: 352-353. privada) (tomado de Morena 1989: lám. XXVI).

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(Civera 2014-2015: 155-158). Seguramente anteriores


en el tiempo, datables quizás entre los siglos II y I a.
C. (Aranegui et alii 2018: 460), son los nueve exvotos
antropomorfos masculinos en bronce, ingresados en
2006 en el Museo de Sagunto a través de una donación
particular. Tres de ellos figuran a otras tantas divini-
dades desnudas (posiblemente Hércules, Júpiter y,
acaso, una deidad local), pero los otros seis represen-
tan a devotos varones, portadores todos ellos de la
consabida toga tardorrepublicana (Aranegui et alii
2018: 457-468). La aparición de estos exvotos de bron-
ce es llamativa, pues técnicamente se asemejan mucho
a las ofrendas habituales en los santuarios jienenses y
murcianos, pero no encuentran correlato alguno en la
región valenciana. Pero es que además los exvotos de
Muntanya Frontera son los únicos en todo el mundo
ibérico que, aparentemente, se sustentaban sobre pe-
queños pedestales cúbicos de caliza, igualmente loca-
lizados en el enclave y preparados para recibir las
espigas que rematan los pies de estas curiosas estatui-
llas (Aranegui et alii 2018: 458-459). Diez de estos
pedestales, por cierto, contienen inscripciones ibéri-
cas, al menos cuatro de las cuales aludían a nombres
propios11; con toda probabilidad los nombres, sorpren-
dentemente ibéricos, de los devotos togados cuyas
efigies en bronce se insertarían sobre ellos (Fig. 5).

Figura 4. Exvoto de terracota de los Altos del Sotillo (Museo


Arqueológico Nacional) (fotografía del autor).

con la conquista romana de la región y la consiguiente


desestructuración del territorio castulonense: a partir de
comienzos del siglo II a. C., toda esa miríada de exvotos
de bronce singulares fue sustituida por exvotos de terra-
cota fabricados en serie y que representaban ora a los
devotos, ora a divinidades como Minerva, Mercurio y
Venus (Rueda 2011: 111-116). Pues bien, entre estas últi-
Figura 5. Exvoto de bronce de
mas representaciones de devotos coincidentes con la fase Muntanya Frontera (Museo Histórico
postrera de uso del santuario tenemos documentado un de Sagunto) (tomado de Aranegui
pequeño togado de terracota del tipo tardorrepublicano, et alii 2018: 465).
con la cabeza velada por el extremo de la prenda (Blech
1999: 159 y 173) (Fig. 4). Las analogías estilísticas entre todas estas piezas
Por último, merece la pena mencionar un santuario y los togados itálicos tardorrepublicanos, junto con la
extraurbano mucho menos estudiado y que todavía no presencia de las propias togas y su fuerte carga sim-
ha sido objeto de excavaciones arqueológicas sistemá- bólica, han llevado en ocasiones a considerarlas mues-
ticas, sito en la periferia del solar saguntino: Muntan- tras de un “arte romano provincial”, imitación imper-
ya Frontera (Sagunto, Valencia). En época augustea, fecta, tosca y periférica de una plástica que en Italia
parece ser que se erigieron sobre este cerro varios alcanzó sus más altas cotas de pureza (vid., por ejem-
altares grabados con inscripciones latinas que honra-
ban a Liber Pater, teónimo que posiblemente era el
resultado de la interpretatio romana de la deidad local   MLH F11. Vid. Simón 2012.
11

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plo, León 1981: 196; Ruiz Bremón 1986: 77). Sin em- pues, el viejo paradigma que describía todas estas
bargo, semejante línea de lectura es, al menos desde piezas como imitaciones imperfectas de unos cánones
mi punto de vista, problemática. Si devolvemos a su metropolitanos, propios de unas sociedades periféri-
contexto (a lo que conocemos de su contexto) a todos cas solo parcialmente aculturadas. Pero, como ocurre
los togados y capitibus velatis del Cerro de los Santos, en ocasiones al aplicar este tipo de conceptos postco-
por ejemplo, comprenderemos al punto que responden loniales, la hibridación no termina de explicar por qué
a idénticas dinámicas y necesidades que el resto de los surgieron concretamente esas nuevas realidades cul-
centenares de exvotos escultóricos antropomorfos que turales, en virtud de qué desequilibrios históricos y
durante tres siglos fueron consagrados en el lugar. como respuesta a qué agendas coyunturales.
Otro tanto sucede en Torreparedones y, a su manera, Estoy asumiendo aquí, adviértase, una de las críticas
en la última fase de frecuentación de los Altos del más frecuentes a la teoría postcolonial, teoría de la que
Sotillo. A pesar del nuevo atuendo con el que se ador- pese a todo no dejo de declararme deudor. Se ha seña-
naron todos estos personajes, su postura, contexto y lado con frecuencia, y posiblemente con razón, que las
gesto ritual no muestran cesura alguna respecto del interpretaciones en torno al concepto de “hibridación”
resto de los varones y mujeres representados en sus tienden a ser ahistóricas (Ahmad 1995; Prabhu 2007),
respectivos santuarios. Es posible que estas piezas pues suelen centrarse en el análisis de ciertos fenóme-
incorporaran nuevas modas, pero las adaptaron e in- nos culturales concretos, considerándolos constructos
terpretaron poniéndolas al servicio de un lenguaje finales surgidos a partir de la simbiosis de sistemas
propio, el mismo que llevaba operativo en las socieda- culturales previos sin considerar que 1) no existe en
des que visitaban estos lugares desde varias genera- realidad ningún sistema cultural “puro”, sino que todos
ciones atrás (Ramallo et alii 1998: 45-49; Noguera y son, en última instancia, híbridos; y 2) el análisis histó-
Rodríguez Oliva 2008: 382). El mismo que, aparente- rico no ha de concluir con la documentación del objeto,
mente, terminó imponiéndose con el tiempo, al menos costumbre o ritual híbrido, sino que debe partir de la
en contextos sacros como el de Muntanya Frontera. La constatación de dicha hibridación para discriminar las
aparición de inscripciones sobre algunos de los ejem- dinámicas históricas que motivaron su surgimiento.
plares del Cerro de los Santos y de Muntanya Fronte- Nuestras esculturas de togados son, en este sentido,
ra, de hecho, no hace sino redundar en la misma idea: un excelente campo de pruebas para ponderar los lí-
excepción hecha del famoso Lucio Licinio del Cerro mites del paradigma de la hibridación. Para empezar,
de los Santos, nos encontramos ante individuos con su conceptualización como productos culturales híbri-
estructura onomástica peregrina que, por lo que pare- dos iberorromanos presupone, siquiera de manera
ce, no tenían inconveniente en acudir a sus santuarios implícita, que en algún momento hubo unas culturas
tradicionales exhibiendo una toga sobre su cuerpo. prístinas “ibérica” y “romana”, algo difícil de aceptar
Es por todo ello por lo que, en lugar de hablar de en un “mundo pequeño” e interconectado como era el
una imitación imperfecta de los supuestos prototipos Mediterráneo antiguo (Malkin 2011). Pero reparemos
itálicos, en los últimos años se ha insistido en el ca- además, y esto es lo más significativo, en que la nueva
rácter “bilingüe”, “mestizo” o “híbrido” de estas es- consideración “híbrida” de estas esculturas nos lleva
culturas togadas (Jiménez 2011: 107; Ramallo y Bro- en realidad, en cierta medida, al punto de partida: si
tons 2014: 38-39), enfatizando precisamente su las antiguas lecturas difusionistas defendían que los
naturaleza mixta, propia de una cultura iberorromana togados del Cerro de los Santos, representaciones im-
que ya no era ni ibérica ni romana, sino otra cosa perfectas propias de un arte romano provincial, alu-
distinta. Con entidad propia. dían a los individuos más romanizados de su comuni-
dad (Ruiz Bremón 1986: 75), la conclusión histórica
de muchas de las nuevas lecturas que inciden en el
4. EL ESTATUTO JURÍDICO DE LOS TOGADOS carácter híbrido de estas esculturas no es muy diferen-
HISPANOS te: las mismas pudieron pertenecer, se sostiene, a mag-
nates romanos o itálicos residentes en Hispania o bien
La consideración bilingüe, mestiza o híbrida de a sus clientes y aliados más fieles (Rodà 1998: 266;
estas esculturas, sin embargo, no apura toda su pro- Ramallo y Brotons 2014: 38-39).
blemática. Atestigua, bien es cierto, un profundo y Mas nos topamos aquí con una paradoja que en
sistemático contacto entre dos sistemas culturales que muchas ocasiones se ha pasado por alto12: aunque cier-
en origen eran diversos, y documenta la génesis de tamente los togados iberorromanos, notorias realiza-
unas estructuras nuevas, híbridas, diferentes a las an-
teriores y que responden a un lenguaje propio, cohe- 12
  Aunque con notorias excepciones, como A. M. Canto
rente con la nueva situación colonial. Permite superar, 2001.

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ciones culturales híbridas, evidencian las altas cotas puede deducirse, desde mi punto de vista, que todos
de síntesis cultural que hubieron de caracterizar a la los ciudadanos romanos la portaran, ni tampoco que
sociedad hispana tardorrepublicana, ¿es que acaso los tuvieran prohibido hacerlo quienes no eran ciudadanos
integrantes de esa sociedad híbrida, casi romanos pero romanos. Sobre la primera de estas cuestiones, resul-
no del todo en palabras de Estrabón, tenían derecho a tan esclarecedores los testimonios de Marcial y Juve-
vestir la toga? nal, cuyas sátiras no cejan de insistir en el poco entu-
La cuestión no es baladí, pues la toga suele consi- siasmo con el que la toga era empleada en su época en
derarse la prenda “nacional” romana por excelencia Italia o en Hispania, bien por considerarla un símbolo
(Niemeyer 1968: 40; Goette 1990; Baena 1993: 165- de opresión o por su escasa practicidad (Baena 1993:
166; 1996: 31; Edmonson 2008: 22-23; Rothe 2009: 171-172; Vout 1996; George 2008). El propio Suetonio
40). El propio Virgilio denominó gens togata al pueblo narra un episodio en el que Augusto, el mismo gober-
romano13, y sabemos que Augusto decretó que todo nante que había impuesto el uso de la prenda como
ciudadano romano debía portar la toga para poder condicionante para participar en los actos públicos
entrar en el Foro14 y asistir al teatro15, obligación de la romanos, durante una velada jubilosa en la bahía de
que un siglo después Plinio el Joven se quejaba con Nápoles distribuyó togas entre sus amigos griegos y
hastío en sus cartas16. Según cuenta Suetonio, en cier- pallia entre sus camaradas itálicos, a condición de que
ta ocasión Claudio presidió un juicio en el que se acu- durante el convite los primeros hablaran latín y los
saba a un hombre de haber usurpado la ciudadanía segundos, griego20. Implicando así que vestimentas e
romana, proceso durante el cual el emperador dicta- idiomas eran criterios identitarios intercambiables se-
minó que el sospechoso había de ponerse o quitarse la gún el contexto y las necesidades e intereses de cada
toga según hablara la defensa o la acusación17. En la cual, gracias al middle ground generado por el recién
misma línea, Plinio menciona una ley que prohibía instaurado Imperio (Wallace-Hadrill 2012: 369-371).
continuar portando la toga a los ciudadanos romanos En cuanto a la segunda de las cuestiones aludidas,
condenados al exilio18. En un pasaje ciertamente sin- el supuesto veto a que los no ciudadanos usaran toga,
gular en el que Tácito describe los afanes de Agrícola reparemos en que, pese a los episodios mencionados,
para “romanizar” Britania, el autor menciona la toga, no parece que se llegara a dictar nunca una ley explí-
como vimos que hizo Estrabón, como uno de los prin- cita al respecto (Goette 1990: 2). Al fin y al cabo, si
cipales indicadores del éxito aculturador19. La toga se bien a los ciudadanos condenados al exilio se les pro-
entendía, en definitiva, como una prenda de fuertes hibía continuar vistiendo la toga, también se les veta-
connotaciones identitarias, a través de la cual se ex- ba el disfrute del agua y el fuego en tierras itálicas, lo
presaban la pertenencia a la comunidad de intereses que no significaba que quienes no eran ciudadanos
romana y la conformidad con el mos maiorum. Es tuvieran prohibido abastecerse de tan vitales elemen-
más, ciertos colores, ribetes y adornos de la prenda, tos mientras residieran en la península itálica.
como es bien sabido, servían para visualizar el estatus Es más, incluso si aceptáramos que el uso de la toga
concreto de cada ciudadano (Edmonson 2008: 21-27; llegó a ser obligatorio y privativo de los ciudadanos
Rothfus 2010; Larsson Lovén 2014: 430). romanos en época imperial, difícilmente podríamos
Ahora bien, más allá de la innegable carga simbó- extrapolar esa regulación a fechas anteriores a Augus-
lica e identitaria de la toga para los ciudadanos roma- to (Rothfus 2010: 442, n. 42). Ninguna de estas refe-
nos, me parece mucho más complejo atribuirle un rencias sobre el empleo reglamentado de la toga es
valor jurídico concreto y privativo, como en muchas anterior al Principado. Y repárese en que, si Augusto
ocasiones ha dado por sentado la historiografía, ba- obligó a sus conciudadanos a vestir la toga en determi-
sándose fundamentalmente en los citados testimonios nados actos públicos, fue porque, según narra el propio
de Suetonio y Plinio el Joven (vid., por ejemplo, Ed- Suetonio, se mostró escandalizado de que estos no
monson 2008: 22; Rothe 2009: 26 y 40). De las men- estuvieran habituados a hacerlo21. Su medida debe en-
cionadas noticias parece desprenderse, en efecto, que cuadrarse, pues, en la “reforma” de las costumbres
los ciudadanos romanos condenados eran despojados impulsada por el Princeps tras las guerras civiles, de
de la toga como parte de su castigo, pero de ello no signo pretendidamente tradicionalista pero que sabe-
mos tuvo también mucho de reformulación del mos
13
  Verg., Aen. 1.282.
maiorum. Una reformulación ideológica que, de hecho,
14
  Suet., Aug. 40.5. podría haberse visto plasmada en la propia iconografía
15
  Suet., Aug. 44.2. de las togas: fijémonos en que, hacia el cambio de Era,
16
  Plin., Ep. 5.6.45.
17
  Suet., Claud. 15.2.
18
  Plin., Ep. 4.11.3. 20
  Suet., Aug. 98.3.
19
  Tac., Agr. 21.3. 21
  Suet., Aug. 40.5. Vid. también App. BC. 2.17.120.

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REVESTIR EL PODER EN TIEMPOS DE CAMBIO: EL USO DE LA TOGA ENTRE LAS ELITES IBÉRICAS… 165

las togas dejan de ser unos modestos mantos ceñidos sus comunidades locales hispanas pero, al tiempo,
en torno al torso del varón que envuelven precariamen- garantizando con su presencia en Osca la fidelidad de
te su brazo derecho (enfatizando posiblemente la cir- sus progenitores en el frente. La medida, al menos en
cunspección y autocontrol acordes con los valores re- un principio, no fue mal acogida por unos orgullosos
publicanos) y se convierten en ostentosas prendas padres que, en palabras de Plutarco, “disfrutaban ex-
anchas y repletas de pliegues que subrayan las propor- traordinariamente al ver a sus hijos con togas orladas
ciones hercúleas de su portador, acentuando su pros- de púrpura ir y venir a las escuelas con mucho
peridad, fortaleza y virilidad (Davies 2005; Rothfus orden”27.
2010: 442-450; Larrson Lovén 2014: 431). La evidencia literaria indica, pues, que al menos
Nuestras fuentes literarias referidas a las relaciones en época republicana el empleo de la toga no estaba
diplomáticas que Roma mantuvo con los jerarcas de reservado a los ciudadanos romanos o itálicos, sino
sus estados vecinos entre finales del siglo III y el siglo que también podía ser portada por aquellos individuos
II a. C., de hecho, son especialmente reveladoras del que se erigieran en valedores de la agenda romana en
viraje semántico de la toga. Así, sabemos que, cuando sus respectivas comunidades (y que, por ende, en un
el rey númida Sífax envió en 210 a. C. embajadores a momento dado pudieran ser respaldados por el poder
Roma para suscribir una alianza contra Cartago, el romano si así lo requerían). La toga materializaba, de
Senado le agasajó regalándole una silla de marfil, una alguna manera, la condición de amicus populi Roma-
pátera de oro, una túnica púrpura y una toga22; cuando ni de sus poseedores. Valor este que parece en conso-
en 203 a. C. Escipión proclamó rey de los númidas a nancia, de hecho, con las diversas referencias a la
Masinisa en lugar de a Sífax, le honró con una corona llamada formula togatorum, el listado que confeccio-
de oro, una pátera de oro, una silla curul, un cetro de naban los romanos de las contribuciones militares
marfil, una túnica y una toga 23; el propio Masinisa anuales de sus aliados itálicos (Baronowski 1984; Lo
recibió en el año 200 a. C. del Senado romano vasos Cascio 1991-1994); unos aliados que no eran ciudada-
de oro y plata, un cetro de marfil, una túnica palmea- nos romanos, evidentemente, pero que, en su condi-
da, un manto púrpura y una nueva toga praetexta24. Si ción de aliados de la causa romana, eran conocidos
los tronos, los objetos de oro y los mantos púrpuras colectivamente como togati.
subrayaban la condición real de estos personajes, el Sirva este largo excurso, en definitiva, para refutar
ofrecimiento oficial de togas a unos individuos que, la idea de que las esculturas togadas de los santuarios
evidentemente, no eran ciudadanos romanos, buscaba ibéricos hubieron de representar necesariamente a
enfatizar los vínculos de amicitia entablados con ellos. ciudadanos romanos o latinos, como tantas veces se
Lección esta que, de hecho, los propios jerarcas alia- ha asumido (vid., por ejemplo, Baena 1993: 168-169,
dos de Roma no tardaron en hacer suya: de Antíoco 1996: 31; Canto 2001: 466-473; Melchor 2009: 393;
IV de Siria se decía que acostumbraba a despojarse de Rodríguez Gutiérrez 2012: 121-122; Carroll 2015: 154-
sus atuendos reales y vestir la toga, circulando modes- 155). Resulta indudable que los personajes que opta-
tamente por el ágora “a la usanza romana”25. Aunque ban por hacerse retratar en los lugares de culto con
más revelador todavía es el caso del rey Prusias II de esta prenda tan característica deseaban subrayar su
Bitinia, que hacia 167 a. C. acudió a Roma para soli- cercanía al poder provincial romano, y no pretendo
citar ayuda militar, ocasión en la que, tratando de negar que algunos de estos individuos sí pudieron ser
congraciarse con el Senado, recorrió las calles de la ciudadanos28, pero me parece que no contamos con
urbs portando una sencilla toga y diciéndose liberto argumentos suficientes como para avalar la ciudadanía
de los romanos26. de todos ellos. La literatura histórica referida al perío-
Regresando a tierras hispanas y pasando ya al siglo do avala suficientemente que los individuos sin dere-
I a. C., debo hacer referencia al conflicto sertoriano, cho alguno de ciudadanía también podían vestirla.
pues es bien sabido que, durante la guerra, Sertorio Lo que a su vez contribuye a explicar, en mi opi-
creó en Osca una escuela para afianzar la cultura grie- nión, que tengamos documentadas tan pocas escultu-
ga y romana entre los hijos de sus aliados hispanos,
inculcándoles valores apropiados a quienes estaban 27
  Plut. Sert. 14 (trad. de J. Bergua, S. Bueno y J. M. Guzmán
llamados a convertirse en los futuros gobernantes de para Gredos, Madrid, 2007).
28
  El caso de Lucio Licinio, el varón que se hizo representar
en el Cerro de los Santos vistiendo la toga y con su nombre
grabado, es paradigmático en este sentido: Noguera 1994: 118-
22
  Liv. 27.4.5-10. 121. Vid., contra, Curchin 1990: 85-86 y 89, para quien, en la
23
  Liv. 30.15.11-14. línea propuesta por E. Badian (1958: 256), la estructura ono-
24
  Liv. 31.10.11-12. mástica romana podía ser, como la propia toga, usurpada por
25
  Plb. 26, frag. 1.1-6 (=Aten. 5.193d). unas elites locales deseosas de convertirse en ciudadanos de
26
  Plb. 30, frag. 18. pleno derecho.

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166 JORGE GARCÍA CARDIEL

ras togadas en contextos hispanos tardorrepublicanos, En este sentido, me parece sumamente significati-
circunstancia esta que sería extraña si la toga fuera la va una peculiaridad que ya percibió en su momento J.
vestimenta adecuada a los ciudadanos romanos o la- M. Noguera (1994: 206-207; vid. también Jiménez
tinos, habida cuenta del gran desarrollo del que, según 2011: 106-107), pero sobre la que creo que todavía no
investigaciones recientes, gozó el estatuto latino en la se ha reflexionado lo suficiente: al contrario de lo que
Hispania tardorrepublicana (García Fernández 2009). suele suceder con los togados republicanos (y de lo
Paradoja que se repite, añadiría, en otros contextos que sucederá ya más claramente en épocas imperia-
provinciales. Bien estudiado en este sentido ha sido el les), nuestros togados iberorromanos no aparecen en
caso de los tréveros, donde la proporción de retratos contextos urbanos ni necropolitanos, sino que se do-
togados en relación con las representaciones de otro cumentan solo en espacios sacros. En cambio, encuen-
tipo de atuendos se dispara en el siglo I d. C., pero tro muy llamativa la ausencia de representaciones de
luego decae vertiginosamente hasta convertirse en togados entre la prolija iconografía vascular de asen-
anecdótica a partir del siglo II d. C., evidenciando que tamientos como la Alcudia de Elche o el Tolmo de
la correlación entre el uso de la toga y la extensión de Minateda y sus respectivos hinterlands, cuyos alfares
la ciudadanía no era mecánica (Rothe 2009: 49-53). decoraron sus cerámicas con toda una miríada de per-
Ni siquiera, adviértase, en época imperial. sonajes (héroes, ancestros, aristócratas) vestidos al
modo “tradicional” local. Pese a las concomitancias
que las cerámicas más tardías de la Alcudia de Elche
5. NEGOCIACIÓN IDENTITARIA Y presentan con la llamada cerámica bracarense, por
COMPETICIÓN SOCIAL: HIBRIDACIÓN Y ejemplo, no encontramos en el enclave contestano
MÍMESIS EN LOS TOGADOS nada parecido al togado que, sosteniendo una palma
IBERORROMANOS y acompañado de una mujer desnuda, aparece en un
galbo conservado en el Museu D. Diogo de Sousa y
Solventada la cuestión de la supuesta ciudadanía datado entre finales del siglo I y comienzos del II d.
de nuestros togados iberorromanos, empero, hemos de C. (Ronda y Tendero 2014: 209).
volver al interrogante que nos planteábamos al co- También parece sugestivo el carácter minoritario
mienzo del apartado anterior: ¿por qué, en un panora- de todos estos togados en relación con sus respectivos
ma de creciente síntesis cultural entre lo ibero y lo contextos inmediatos. Solo unos pocos de los exvotos
romano, se produjeron en distintos santuarios estas antropomorfos masculinos del Cerro de los Santos, y
realizaciones híbridas concretas? ¿Y por qué, añada- solo uno de Torreparedones y otro de los Altos del
mos ahora, fueron casi siempre minoritarias? Sotillo, revistieron la toga. Semejante exclusividad no
Fijémonos, en primer lugar, en los contextos de se explica simplemente aludiendo al carácter híbrido
aparición y exclusión de nuestras piezas. Las escultu- de las estructuras culturales que dieron lugar a estas
ras togadas iberorromanas, señala con mucho acierto esculturas, ni tampoco juzgando que quienes no opta-
A. Jiménez (2011: 117), “made sense in the context of ron por la toga eran más refractarios al cambio (Ruiz
the province by means of a simultaneous relational Bremón 1989: 180) o estaban más alejados de las es-
reference to what they were not (…) and to what they tructuras romanas de poder (Rodà 1998: 266). No ol-
were similar to”. Se parecen, sin duda, a las terracotas videmos, al fin y al cabo, que todo atuendo es un cons-
de los santuarios centroitálicos mencionadas páginas tructo cultural semánticamente connotado, por lo que
atrás, pero también a los togados tardorrepublicanos ninguno es inocente (Vout 1996: 210). De la misma
erigidos en las ciudades y necrópolis de la península manera que unos pocos personajes de cada comunidad
itálica. Y todavía guardan una relación más estrecha optaron por hacerse representar en sus santuarios por-
con los infrecuentes togados tardorrepublicanos do- tando la toga, otros, la mayoría, decidieron hacer lo
cumentados en algunos de los municipios y colonias contrario. Tarea nuestra es discernir las motivaciones
romanos en Hispania, como Barcino, Tarraco, Lucen- de unos y otros.
tum o Urso29. Se parecen a estos togados romanos, en Desembocamos así, por fin, en la cuestión de las
efecto, pero, parafraseando las palabras de A. Jimé- motivaciones. Una cuestión que, como veíamos al co-
nez, no lo son. No lo son porque, en realidad, más allá mienzo de estas páginas, deviene central para estudiar
de las apariencias estéticas, responden a unas dinámi- los procesos de negociación e integración cultural a
cas sociopolíticas totalmente distintas. escala regional o local. ¿Qué llevó a determinados
sujetos a hacerse figurar en todos estos santuarios
“ibéricos” vistiendo la toga “romana”, cuando, salvo
29
  Para un recuento en su momento exhaustivo, vid. Canto
2001: 466-473. Sobre el togado de Lucentum, vid. Olcina en el caso de la Muntanya Frontera, la mayoría de los
2009: 118. miembros de sus respectivas sociedades optó por con-

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tinuar representándose con sus vestimentas tradicio- valedores de los intereses romanos en sus respectivas
nales hasta el cambio de Era? comunidades, a imagen de un Sífax, un Masinisa o un
Para proponer una respuesta a semejante interro- Prusias II. Pero ello no era óbice para que continuaran
gante, es necesario introducir aquí otro concepto post- rindiendo culto en los santuarios de sus ancestros, a la
colonial, avanzado, hace ya más de dos décadas, por manera en la que lo hicieron aquellos.
H. Bhabha (1994: 86). Me refiero a la mímesis, un fe- Puede que Lucio Licinio, el ciudadano romano (o
nómeno propio de los escenarios coloniales en virtud latino) que se hizo representar togado en el Cerro de
del cual ciertos actores locales se esfuerzan por asimi- los Santos, no fuera el único aristócrata que, pese a
larse a los agentes coloniales pero no del todo, gene- gozar de un estatuto jurídico privilegiado, continuó
rando así una ambivalencia que pueden instrumenta- acudiendo al santuario; pero sí fue uno de los pocos
lizar para sus propios fines. No otra cosa sucede, creo, que optó por representarse como el heredero de lo
con los togados de los santuarios iberorromanos. antiguo y lo nuevo, entendiendo ambas cosas como
A pesar de ser algo más tardía que los contextos una síntesis coherente. Por el contrario, otros siguieron
que aquí estamos estudiando, creo ventajoso rescatar aquella misma estrategia en el Cerro de los Santos a
la singular noticia que Tácito nos ofrecía sobre la pesar de no contar, aparentemente, con la ciudadanía.
“romanización” impulsada por Agrícola en Britania, La mayoría de los peregrinos, en cambio, continuó
mencionada páginas atrás. A resultas de las presiones representándose al modo tradicional. Postura que no
del gobernador romano, los britanos terminaron al- entrañaba por fuerza un rechazo a las estructuras pro-
canzando en poco tiempo elevadas cotas de civiliza- vinciales romanas sino, sencillamente, una manera
ción, plasmadas entre otras cosas en el uso de la toga algo distinta de continuar cumpliendo con los ritos
por parte de sus varones. Pero el mismo Tácito su- “tradicionales” locales.
braya que fueron los propios britanos quienes eligie- Otro tanto sucedió, de hecho, por todo el mundo
ron calarse la singular vestimenta romana: inde ibérico. Lo hemos observado en Torreparedones y en
etiam habitus nostri honor et frequens toga30. Agrí- los Altos del Sotillo. El santuario de Muntanya Fron-
cola todo lo más, creó la coyuntura propicia para que tera, en cambio, parece que nos muestra el triunfo
aquellos individuos que optaran por la toga (léase, progresivo de una de estas estrategias ideológicas so-
por la colaboración con las estructuras provincias bre las demás agendas alternativas. Aquí ya todos los
romanas) se vieran más beneficiados que quienes la peregrinos exhiben la toga. Ya no hay mujeres repre-
rechazaban en el juego político existente en el seno sentadas entre ellos, como si el culto hubiera quedado
de las distintas comunidades locales. Pero participar vedado para ellas, o al menos la materialización del
en el juego valiéndose de unas u otras bazas era ya mismo en forma de exvotos antropomorfos. Y ya va-
decisión de cada cual. rios de los dioses venerados pueden identificarse cla-
Otro tanto sucedió, con toda probabilidad, en tie- ramente con divinidades grecorromanas. La sociedad,
rras hispanas. Tras la inclusión de las diversas comu- sin duda, cambiaba rápidamente.
nidades ibéricas bajo la égida romana, la competición
por el poder entre las diversas familias aristocráticas
no hizo sino arreciar en el seno de cada una de estas 6. CONCLUSIONES
sociedades. La gran mayoría de los actores intervi-
nientes se esforzó por velar los cambios producidos, En dos pasajes de su Geografía, Estrabón señala la
refugiándose en la tradición para legitimar y naturali- afición de determinadas comunidades hispanas por
zar la nueva situación y el nuevo equilibrio de poderes vestir la toga (la stola, dice él, valiéndose de sus refe-
propio del espacio provincial hispanorromano (García rentes culturales griegos para describir una construc-
Cardiel 2016: 139-144). Pero algunos de estos actores, ción cultural romana). Menciona esta peculiaridad
al parecer, consiguieron diferenciarse de sus compe- como indicador del elevado grado de “romanización”
tidores sintetizando esa (supuesta) tradición ibérica de estas sociedades concretas, en un salto interpreta-
con los nuevos sistemas de referencia romanos. Al tivo que ha sido asumido por buena parte de la histo-
representarse revestidos de la toga, subrayaban ante riografía moderna.
sus respectivas comunidades sus conexiones privile- Sin embargo, hemos de reparar en que el geógrafo
giadas con las estructuras provinciales romanas, y de Amasia escribía desde un contexto cultural algo
acaso lograban causar una mejor impresión ante los distinto del que estaba describiendo. Tras las reformas
responsables de estas. Actuaban, por decirlo así, como de Augusto, el empleo de la toga había adquirido en
Roma unas connotaciones que posiblemente no tenía
en época tardorrepublicana, y que en todo caso difí-
  Tac., Agric. 21.3.
30
cilmente son extrapolables al ámbito provincial hispa-

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norromano de los siglos II y I a. C. Es cierto que la santuarios locales, eficaces escenarios de la confron-
presencia de togados en las provincias nos habla del tación política, se hicieran representar vistiendo unos
proceso de acusada hibridación cultural vigente en atuendos tradicionales análogos a los de sus ancestros.
estos espacios, pero dicha hibridación no es un deter- Tan connotadas estaban sus vestimentas “ibéricas”
minante, sino una precondición, para la difusión de la como las togas. Unas y otras respondían, si lo pensa-
toga romana entre las comunidades locales. Al fin y al mos bien, a distintas estrategias políticas.
cabo, son numerosos los pueblos hispanos que, pese a A largo plazo, sabemos que las dinámicas históri-
encontrarse tanto o más asimilados a las estructuras cas terminarían premiando algunas de estas estrate-
culturales romanas según el propio Estrabón, no pa- gias y castigando otras. Si a la altura de los siglos II y
recen sin embargo adeptos a tan singular atuendo. I a. C. los individuos togados eran minoritarios en
La propia legislación romana es el otro condicio- algunos santuarios, y estaban totalmente ausentes de
nante necesario (pero no determinante) para el empleo otros, en tiempos de Estrabón había ya comunidades
de la toga. Como hemos visto, en época republicana enteras que recibían el nombre de “estoladas/togadas”.
no se hacía especial énfasis en el uso exclusivo de la El propio santuario de Muntanya Frontera lo demues-
toga por parte de los ciudadanos romanos, sino que el tra. Las limitaciones de nuestras fuentes, sin embargo,
propio Senado fomentaba su uso entre los jerarcas nos escamotean la intrahistoria de cada una de estas
extranjeros que de un modo u otro se mostraban par- sociedades, y el devenir de las luchas de poder que se
tidarios de la causa romana. La toga era prenda de esa emprendieron en su seno.
amicitia que, según recientes corrientes interpretati-
vas, sirvió como pilar fundante del expansionismo
imperial romano republicano (Burton 2011). BIBLIOGRAFÍA
Más allá de estos condicionantes, pues, explicare-
mos mejor la temprana afición por la toga de ciertos Ahmad, A. 1995: “The politics of literary postcolonia-
hispanos estudiando las posibles motivaciones de los lity”, Race and Class 36 (1), 1-20. https://doi.
propios agentes locales. Y entendiendo que estas mo- org/10.1177/030639689503600301
tivaciones, en un mundo multipolar conformado por Alföldy, G. 2005: “Romanisation – Grundbegriff oder
sociedades fuertemente jerarquizadas y competitivas, Fehlbegriff? Überlegungen zum gegenwärtigen
habrán de ser forzosamente heterogéneas. Stand der Erforschung von Integrationsprozessen
Atendiendo al registro arqueológico ibérico, obser- im römischen Weltreich”, Z. Visy (ed.), Limes XIX.
vamos que en determinados santuarios extraurbanos Proceedings of the XIXth International Congress
ciertas elites locales se hicieron representar a sí mis- of Roman frontier Studies, Pécs, 25-56
mas con la toga. Pero se trata siempre de representa- Aranegui, C., Izquierdo, M.ª I., Hernández, E. y
ciones perfectamente coherentes con las prácticas ri- Graells, R. 2018: “La romanización de los bronces
tuales y los comportamientos simbólicos que podemos ibéricos: el conjunto de Muntanya Frontera de
considerar tradicionales en sus respectivas socieda- Sagunto (Valencia)”, L. Prados, C. Rueda y A.
des. Hablamos, pues, de ciertos jerarcas que se mues- Ruiz (eds.), Bronces ibéricos, una historia por
tran respetuosos con los ritos de sus ancestros, reivin- contar. Libro homenaje al prof. Gérard Nicolini,
dicando para sí, posiblemente, el prestigio inherente Madrid, 455-490.
de la tradición; pero que matizan dicha tradición, ha- Badian, E. 1958: Foreign clientelae (264-70 a.C.),
ciéndola coherente con la nueva realidad hispanorro- Oxford.
mana de la que estos gobernantes (gobernantes por Baena, L. 1993: “Togati Hispaniae. Aproximación al
delegación de Roma, no lo olvidemos) son los princi- estudio de las esculturas de togados en Hispania”,
pales beneficiados. Haciéndose representar togados en Baetica 15, 165-174.
sus santuarios tradicionales, materializaban a través Baena, L. 1996. “Los togados de la Baetica: análisis
de su cuerpo y su apariencia la cosmología y el sistema epigráfico y escultórico”, J. Massó y P. Sada (eds.),
de valores híbrido que legitimaban su preeminencia II Reunión sobre escultura romana en Hispania,
política, al tiempo que hacían alarde de sus conexiones Tarragona, 31-48.
con el poder romano. Es por ello que vestir la toga para Balil, A. 1960: “Plástica provincial en la España ro-
participar en los rituales cívicos ibéricos tradicionales mana”, Revista de Guimaraes 70 (1-2), 107-131.
resultaba, desde su punto de vista, perfectamente Bardet, S. 2010: “Romanisation, utile outil historio-
apropiado. graphique ou notion idéologique à répudier”, S. A.
No lo sería, en cambio para muchos de los otros Beaune (dir.), Écrire le passé. La fabrique de la
actores intervinientes en la competición por el poder préhistoire et de l’histoire à travers les siècles,
de las distintas comunidades. Ello explica que en los Paris, 209-219.

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170 JORGE GARCÍA CARDIEL

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REVESTIR EL PODER EN TIEMPOS DE CAMBIO: EL USO DE LA TOGA ENTRE LAS ELITES IBÉRICAS… 171

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Globalisation and the Roman World. World History, Connectivity and Material Culture.
Cambridge: Cambridge University Press. Pp. 3-31.

Traducción: Agustín Moreno, 2021.

Para uso exclusivo interno de la Cátedra Historia Antigua General. Universidad Nacional
de Córdoba.

Globalización y el mundo romano: perspectivas y oportunidades

Martin Pitts y Miguel John Versluys

Deberíamos presionar la analogía de la globalización más duro, usando para el


antiguo Mediterráneo los mismos interrogantes difíciles que los investigadores
preguntan sobre conectividad en nuestro propio tiempo (Morris 2005, 33).

Introducción

A través de una colección de ensayos, este libro explora el valor de la teoría de la


globalización para fomentar mejores interpretaciones del mundo romano y su cultura
material. ¿Por qué vale la pena tal exploración? Nosotros creemos que la teoría de la
globalización tiene el potencial para agregar cosas significativas a varios debates
cruciales en arqueología e historia romana. Al tomar esta posición no estamos solos:
después de un sacudido comienzo, el concepto de globalización ha aparecido con
creciente frecuencia en publicaciones que tratan aspectos muy diferentes del mundo
romano. 1 Sin embargo, usar un término porque está actualmente de moda no es suficiente.
¿Por qué debería ser usado este concepto y qué puede él agregar al aparato conceptual y
metodológico? Para responder a estas preguntas debemos examinar críticamente el estado
actual de la teoría de la globalización para determinar si es adecuada para este propósito.
De hecho, muchos arqueólogos e historiadores romanos evocando el concepto han hecho
esto, se podría decir, provocativamente, sin una atención detallada al debate teórico que
constituyen los estudios de la globalización, o por las consecuencias que ‘globalizar el
mundo romano’ implica para nuestro conocimiento de la antigüedad. 2 Esta aproximación
evocativa, centrada en lo que puede ser descripta como una palabra de moda, ha sido
severamente criticada por otros investigadores, y a veces de un modo justificado. 3

1
Hingley (2005); van Nijf (2006); Sweetman (2007); Geraghty (2007); Hitchner (2008); Pitts (2008);
Rüpke (2011). Publicaciones recientes que no tienen la palabra ‘globalización’ en el título, pero que usan
implícitamente el concepto como un marco teórico o una alternativa a ‘romanización’ son mucho más
numerosas, e.g. Revell (2009, 2).
2
Cf. Hopkins (2010, 34) (sobre la disciplina histórica): ‘En el presente, numerosos libros y artículos usan
la palabra ‘globalización en sus títulos, pero solo un pequeño número muestra un conocimiento de la
literatura analítica.
3
Ver en particular Naerebout (2006/7) y Greene (2008).


Es crucial, por tanto, resolver si podemos usar la teoría de la globalización para
entender el mundo romano y determinar si hay suficiente valor en esta teoría para usarla
en una manera aplicada. Para abordar estas cuestiones, discutimos varias definiciones de
globalización, los temas principales en la investigación de globalización y cómo el
concepto ha ido aplicado a otros períodos históricos, tal como al mundo romano. Aunque
invariablemente identificamos problemas y peligros potenciales, nuestra respuesta es
confiadamente positiva. No solo es metodológicamente sólido usar la teoría de la
globalización en los estudios de historia y arqueología romana, sino también que hay
razones convincentes por las que debería ser usada y añadida a nuestra caja de
herramientas teórica.

De culturas a conectividad: más allá de romano y nativo

No hay vuelta atrás a la fantasía de que había una vez comunidades étnicas o
nacionales establecidas, coherentes y perfectamente integradas (Greenblatt
2009, 2). 4

En décadas recientes, la historia y arqueología romanas han sido tremendamente


exitosas en deconstruir varias de sus premisas fundamentales. El desarrollo del debate
sobre romanización es testigo de ello, tal como el hecho que romanización es hoy uno de
los temas centrales de investigación en ambas disciplinas. 5 De esta deconstrucción no ha
surgido ningún nuevo paradigma. En algunos sentidos, esto es sano y oportuno,
demostrando un incremento en la reflexión en la arqueología romana a medida que se
aleja de la caricatura de arqueólogos teóricos como una subdisciplina ateórica
dependiente de los textos antiguos. 6 Sin embargo, en otro sentido, el vacío conceptual
creado por el desacreditado concepto de romanización es incómodo.
Este estado de cosas fue claramente ilustrado por muchos trabajos y discusiones
en la (Teóricas) Conferencias de Arqueología Romana que tuvieron lugar en Oxford en
marzo de 2010 (RAC IX/TRAC XX) y en Frankfurt en marzo de 2012 (RAC X/TRAC
XXII). En la mayoría de los casos, romanización era tratada como el proceso social,
político y cultural más importante, impulsor de continuidades y cambios en cultura
material. Sin embargo, pocos investigadores estaban dispuesto a usar la palabra,
prefiriendo en su lugar frases como ‘romanización entrecomillas’ o ‘lo que solíamos
llamar romanización’. Esta situación indudablemente surge del impacto principalmente
de la erudición anglosajona, que considera el paradigma de romanización como

4
Greenblatt (2009, 4) también observa que: ‘La investigación literaria e histórica ha tendido a ignorar el
grado en que, con muy pocas excepciones, en cuestiones de cultura lo local siempre ha sido irradiado, como
lo fue, por el mundo más amplio.’
5
El debate sobre romanización se ha desarrollado de un modo muy diferente dentro de varias tradiciones
nacionales e intelectuales. Para un panorama equilibrado desde una perspectiva anglosajona, ver Mattingly
(2004); para una discusión dentro de la academia francesa sobre estas cuestiones ver las contribuciones a
Annales ESC de 1978 y Annales HSS de 2004; el volumen 118(1) de la Mélanges de l’École française de
Rome de 2006 y el volumen 80 de la revista Pallas. Revue d’études antiques de 2009 dedicado a ‘Roma y
el Occidente’. Para la perspectiva germana y otras, ver el importante volumen de G. Schörner (2005). No
podemos discutir las variadas aproximaciones en detalle aquí, pero es importante notar que mientras el
debate en y sobre Britania (romana) ha sido muy visible y guía del campo como un todo, sus conclusiones
y consenso no han pasado generalmente a las tradiciones francesas, alemanas o italiana.
6
Johnson (1999, 182); Trigger (2006, 66-7).


‘defectuoso’ y ‘intelectualmente descuidado’. 7 Sin embargo, si hay buenas razones para
abandonar romanización en lugar de reformularla, los romanistas deberían ser capaces de
elaborar una alternativa. Esto ha sido intentado en el pasado, especialmente por
investigadores que trabajaban en los estudios poscoloniales, pero ninguna de sus
propuestas, tal como ‘creolizacion’, han logrado una amplia aceptación. 8 Construyendo
sobre estas aproximaciones, una palabra de moda similar, ‘identidad’, ha ganado
popularidad en los años recientes, pero el uso de identidad como un paradigma analítico
ha vuelto muy a menudo a usar la antigua terminología de romanización. 9 Esto nos trae a
la situación incómoda actual. Muchos investigadores trabajando en el campo son
conscientes de los peligros de romanización cuando es usado en el sentido tradicional
(como aculturación) 10 y la mayoría trata de entender el mundo romano desde la
perspectiva que va ‘más allá de romano y nativo’. 11 Hasta ahora esto ha resultado
principalmente, sin embargo, en más terminología imprecisa. Las formulaciones más
comunes suponen que el mundo romano era diverso y multicultural, debido a su inmensa
conectividad. Mientras que no hay nada equivocado en esta postura, debería ser un punto
de partida más bien que una conclusión en sí misma. El vacío de mucha terminología
usada comúnmente en estudios arqueológicos e históricos deviene especialmente claro
cuando los procesos y mecanismos que subyacen tal fenómeno debe ser articulado. Por
ejemplo, es común encontrar términos como ‘interculturalidad’, ‘encrucijada de culturas’,
‘hibridismo’, ‘confluencia’ o, popular en la tradición francesa, ‘transferencias culturales’
o ‘mestizaje’ –la mayoría del tiempo sin una explicación adecuada de lo que estos
conceptos significan o implican exactamente, especialmente para la interpretación de la
cultura material.
En resumen, el debate de la romanización ha llegado a un impasse insatisfactorio.
La mayoría de los investigadores son conscientes de que no deben pensar en términos de
los opuestos binarios ‘romano’ y ‘nativo’, más crucialmente considerando la
interpretación de la cultura material, pero puesto que ninguna alternativa dominante ha
surgido, y debates fructíferos sobre las alternativas parecen haber parado, romanización
permanece la única opción de marco interpretativo (incluso si es menos explícito).
Investigadores buscando alternativas para romanización parecen tomar dos direcciones.
Por un lado, están los que favorecen la visión poscolonial, desarrollando aproximaciones
que tienden a enfocarse en iluminar trayectorias indígenas de cambio e identidades.
Aunque esto sigue siendo útil, la sutil ironía es que las perspectivas poscoloniales a
menudo mantienen la dicotomía romano-nativo (romanos imperialistas malos contras
auténticos nativos buenos), y más aún, privilegiando narrativas de colonialismo e
imperialismo que, de hecho, refuerzan la dicotomía. 12 Por el otro lado, están los que
exploran nociones de ‘conectividad’, pero no siempre abordando sus implicaciones, tal
como hemos descripto arriba. La designación popular ‘híbrido’ es un buen ejemplo: ¿qué

7
E.g. Mattingly (2004, 2006).
8
Sweetman (2007, 66-7) and Roth (2007, 19) ofrecen una crítica pertinente sobre el concepto y su uso.
9
Pitts (2007); Versluys (2008).
10
Cusick (1998). Para una crítica sobre aculturación como paradigma teórico para entender el mundo
romano, ver Versluys (este volumen).
11
Woolf (1997).
12
Esta aproximación parece ser característica de mucha de la erudición anglosajona actual. Nótese que su
solicitud de ‘deshacerse de la romanización’ es ampliamente ignorada en las tradiciones alemana, francesa
e italiana. Malkin (2005a, 7) aboga por el uso de un paradigma mediterráneo por las razones similares de
ir más allá de la teoría poscolonial.


en el mundo romano no era, de un modo u otro, ‘híbrido’? Uno bien podría preguntar. El
valor explicativo del término como una etiqueta por lo tanto parece extremadamente
limitado. 13

Escribiendo historia ‘romana’

Hasta no hace mucho tiempo, casi toda historia era historia nacional, una
aproximación que ha sido útilmente caracterizada como nacionalismo metodológico. 14 Es
dentro de este marco intelectual que estudios de área primeramente se desarrollaron y
florecieron. 15 El nacionalismo metodológico nació en los siglos diecinueve y veinte y está
conectado directamente con la emergencia de los estados-nacionales. Como tal reemplazó
la aproximación universalista y cosmopolita que caracterizó gran parte del siglo
dieciocho. 16 El nacionalismo metodológico tuvo un impacto enorme en la disciplina
histórica, que ahora está usando ampliamente conceptos de la globalización para
desarrollar otras formas de pensar. Sin embargo, es defendible que el impacto del
nacionalismo metodológico en arqueología es aún mayor debido al establecimiento de la
disciplina en los siglos diecinueve y veinte. Desde sus comienzos, la arqueología tuvo
una perspectiva claramente local y estaba efectivamente comprometida en la práctica de
‘hacer estudios de áreas’ a través de la colección y descripción de cultura material. Esta
perspectiva solo cambió lentamente y legó el dominio continuo de etiqueta e
interpretaciones étnicas de la cultura material. 17 El hecho de que aún usamos el marco de
arqueologías romanas provinciales –como si Gran Bretaña, Francia, España, Siria,
Egipto, etc. fueran categorías históricas útiles para entender la cultura material romana –
es otro ejemplo. Los arqueólogos, para parafrasear a Appadurai, son buenos
malinterpretando configuraciones particulares de estabilidades aparentes en cultura
material en favor de asociaciones permanentes entre espacio, territorio y organización
cultural. 18 Es en este sentido que la mayoría del aparato conceptual actual, enraizado en
el pensamiento del estado-nación y estudios de área, es insuficiente.
Dentro de la historia y arqueología romana, argüimos que hay una necesidad
urgente de trascender aproximaciones poscoloniales y una preocupación general por
identidad y de comprometerse más seriamente con conceptos de conectividad. 19 Escribir
historia ‘romana’ debería avanzar más allá del nacionalismo metodológico, especialmente
donde concierne el conocimiento de cultura material. Creemos que la teoría de la
globalización es sumamente adecuada para hacer esto. Mientras nociones de hibridismo
y mixtura cultural aún forman una parte esencial de esta aproximación, los interrogantes
importantes siguen siendo: ¿cómo y por qué? Globalización ofrece una serie de

13
Ver van Dommelen (2006a). Es debatible si hablar de ‘hibridación’ o ‘prácticas híbridas’ tampoco ofrece
un valor explicativo suficiente.
14
Cf. Wimmer & Glick Schiller (2002).
15
Appadurai (2001, 3) ha caracterizado los estudios de área dentro de los Estados Unidos como sigue: ‘la
epistemología institucional más amplia por medio de la que la academia…ha aprendido mucho del mundo
en los últimos cincuenta años.’
16
Hopkins (2002b, 12); Thomas (2004, Cap. 5).
17
Aproximaciones a identidad están basadas a menudo en interpretaciones étnicas de estilos de cultura
material, cf. Versluys (2008, 2013, este volumen).
18
Appadurai (2001, 8).
19
Para nombrar solo unas contribuciones importantes existentes sobre conectividad en Antigüedad, ver
Horden & Purcell (2000), Malkin (2005b) y Van Dommelen & Knapp (2010a). Para más comentarios sobre
este desarrollo, ver abajo.


paradigmas que podrían proveer respuestas. Estos paradigmas son especialmente
relevantes, porque, como delineamos más abajo, una de las principales fortalezas de las
teorías de la globalización es que conciernen a ‘un mundo de flujos disyuntivos [que]
producen problemas que se manifiestan ellos mismos en formas intensamente locales,
pero que tienen contextos que son cualquier cosa menos local’ (nuestro énfasis). 20 A
través de un énfasis en entender diferencias en el contexto de largos procesos, las teorías
de la globalización tienen el potencial para ayudar a historiadores y arqueólogos romanos
a trascender dicotomías a menudo criticadas tales como romano-nativo, centro-periferia
e Italia-provincias, dicotomías que no obstante tuvieron un papel destacado en la
estructura de las interpretaciones actuales del mundo romano.

Antes de la globalización: la teoría de los sistemas mundo y sus aplicaciones

Antes de que conceptos de la globalización ganaran aceptación, estaban las teorías


de los sistemas mundo. La teoría de los sistemas mundo (o sistemas-mundo) deriva de El
moderno sistema mundial de Immanuel Wallerstein, un análisis neomarxista sobre los
orígenes del capitalismo moderno. 21 Un sistema mundo une a una muy amplia población,
extendida sobre una larga distancia, por medio de medios políticos (imperios mundiales)
o solo lazos económicos (economías mundiales). La teoría de los sistemas mundo es
relevante para la discusión de la globalización por varias razones. Aunque son de hecho
conceptos estrictamente separados, el análisis de los sistemas mundo y la globalización
han devenido cada vez más entrelazadas. Los análisis de los sistemas mundo podrían ser
mejor caracterizadas como una metodología específica para estudiar la globalización
como un fenómeno histórico, pero poniendo el foco solo en los temas de la macro
economía e integración política. 22 La teoría de los sistemas mundo empiezan como un
medio para abordar las circunstancias históricas únicas de la modernidad, pero como las
teorías de la globalización, sus aplicaciones rápido adquirieron una mayor profundidad
temporal. Mientras Wallerstein acepta la existencia de sistemas mundo premodernos, él
consideró la era capitalista actual como especial, porque constituyó la primera economía
mundial estable en el largo plazo (es decir, 500 años) que no se desintegró o devino
convertida en un imperio mundial. 23
Para aquellos que desean hacer un vínculo directo entre globalización y
capitalismo, la datación de Wallerstein para la primera economía mundial a menudo es
tomada como punto de referencia para los orígenes de la globalización: 1500 d.C. Esta
visión fue desafiada por André Gunder Frank y Barry Gills en los comienzos de los ’90
por su postura eurocéntrica y su incapacidad para considerar conexiones de sistema más
amplio antes del 1500. En su tercer volumen ¿El sistema mundial: quinientos años o
cinco mil?, Frank y Gills argumentaron que el (singular) actual sistema-mundo tenía 5000

20
Appadurai (2001, 6). Para esta definición ver más abajo.
21
Wallerstein (1974, 1980, 1989).
22
Dos volúmenes ilustran esto bien. La colección World System History [Historia del sistema mundo] de
Denemark et al. presenta ocho de los mismos autores que Gills & Thompson’s Globalization and Global
History [Globalización e historia global] (2006). El primero apenas menciona la globalización mundial,
mientras que el segundo solo casualmente se refiere a sistemas mundo. Sin embargo, los mismos
colaboradores en el volumen de 2006 no han cambiado notoriamente su postura metodológica y,
similarmente, usan globalización como una forma simplificada para integración dentro de sistemas imperio
y económico.
23
Wallerstein (1974, 348).


más bien que 500 años, en gran parte en base a la existencia de relaciones comerciales a
larga distancia. 24 La respuesta de Wallerstein a esta crítica revela los puntos más
importantes de la diferencia entre estos dos campos. 25 Más bien que siendo eurocéntrico,
Wallerstein sostuvo que su posición meramente mostraba a Europa como exótica,
resaltando el único escenario histórico que condujo al desarrollo del capitalismo. 26 La
posición de Wallerstein acentúa un corte sustancial, más que una continuidad o un cambio
en el carácter de un sistema mundo preexistente. Wallerstein señaló que las conexiones
comerciales a larga distancia citadas por Frank y Gills no estaban apuntaladas por una
división singular del trabajo con procesos de producción integrados. Además, acentuó
que tal comercio era principalmente de mercancías de lujo entre sistemas separados, no
involucró el intercambio de mercancías y necesidades al por mayor como sería de esperar
en un sistema integrado. Mientras no negaba la existencia de interconexión a largo plazo,
el argumento de Wallerstein por múltiples sistemas-mundo crecientes y decrecientes
antes de 1500 d.C. más bien que un solo sistema mundo (notar la falta de guion) es
convincente. La insistencia de Frank y Gills en un solo sistema mundo de 5000 años de
edad conducido principalmente por acumulación de capital no se sostiene con la evidencia
actual, especialmente dada la visión prevaleciente de que el modo de intercambio
predominante en imperio tributarios premodernos (o sistemas-imperio) estaba integrado
socialmente más bien que basado en el ‘libre’ mercado o principios con afán de lucro. 27
Significativamente, ninguna de estas posiciones descarta la posibilidad de una
globalización premoderna.
Siguiendo a Wallerstein, los principios de la teoría de los sistemas mundo han sido
atractiva para arqueólogos e historiadores que trabajan sobre períodos premodernos y que
reconocen la importancia fundamental de la conectividad. 28 Trabajos significativos que
aplican la lógica del análisis de los sistemas mundo al mundo romano incluyen
Conquerors and Slaves [Conquistadores y Esclavos] de Keith Hopkins 29 y Greeks,
Romans and Barbarians [Griegos, romanos y bárbaros] de Barry Cunliffe. 30 Basándose
en la oposición estructural fundamental de los sistemas mundo entre centro y periferia,
tales estudios ilustran cómo flujos asimétricos de materias primas, mercancías y fuerza
de trabajo desde las provincias más lejanas hacia Roma eran capaces de sostener
poblaciones urbanas y la maquinaria militar del imperio. En la república tardía, se pensaba
que el sistema era sostenido por expansión territorial nacida de continuas guerras exitosas.
Cuando el imperio adquirió límites más estables, la desigualdad esencial del sistema
anterior se mantuvo por la imposición de impuestos, que garantizaron flujos equivalentes
de recursos desde las provincias al centro. Impuestos recolectados en provincias ricas
como España, África del norte y Egipto eran gastados en aprovisionar ejércitos de frontera

24
Frank & Gills (1993).
25
Wallerstein (1993).
26
Wallerstein (1993, 292-5).
27
El estudio comparativo de Bang (2008) de comercio y mercados en los imperios romano y mogol
fortalece aún más la idea de ver la emergencia del capitalismo en la temprana Europa moderna como un
fenómeno cualitativamente diferente de la operación de los mercados dentro de los imperios tributarios
premodernos.
28
Para aplicaciones fuera y más allá del imperio romano ver, por ejemplo, Schneider (1977); Kohl (1987a,
1987b); Sherratt (1993).
29
Hopkins (1978b). Para encarnaciones más desarrolladas del modelo de Hopkins ver K. Hopkins (1980,
1983, 2002).
30
Cunliffe (1988). Woolf (1990, 1993) ofrece una consideración detallada y matizada de la aplicación del
pensamiento de los sistemas mundo y formas relativas de gran narrativa en el mundo romano y más allá.


y otras infraestructuras estatales esenciales. Esto en cambio se pensó para fomentar el
comercio interregional mientras las provincias centrales buscaban recuperar sus pérdidas
para pagar más impuestos. En los territorios recientemente adquiridos en donde no había
economías monetizadas, los impuestos podían ser gravados en especias en forma de
producto agrícola excedente, que a su vez podía ser convertido en dinero a través de la
venta en mercados urbanos. Así, el estímulo por los orígenes del urbanismo en áreas que
no tenían ciudades antes de la conquista romana fue visto como guiado por el estado y de
arriba hacia abajo, para garantizar la explotación efectiva de nuevos territorios. 31
Aunque efectivo para explicar cómo la economía romana pudo haber sido
integrada a través medios políticamente determinados (es decir, impuestos) como opuesto
a las fuerzas del mercado, 32 la aplicación de modelos de sistemas mundo al mundo
romano no ha sido sin controversia. En primer lugar, el modelo tal como lo articuló
Hopkins hace varias suposiciones que aún deben ser probadas históricamente. Por
ejemplo, el grado de dependencia mutua entre Roma y las provincias/periferia de
Occidente no está claro, tanto por el suministro hacia el interior de materias primas y
esclavos hacia el ‘centro’ por un lado y el flujo hacia afuera de mercancías de lujo hacia
la ‘periferia’ por el otro lado. 33 Igualmente, hasta qué punto los impuestos fomentaron la
integración económica ha sido puesto en duda. 34 Una segunda crítica importante a la
aproximación es que ella privilegia las fuerzas económicas y políticas a expensas de las
culturales y sociales. 35 Los modelos de sistemas mundo implícitamente asumen la
homogeneización cultural con el tiempo (si es que la cultura es considerada),
promoviendo una visión a escala macro que es muy difícil de manejar para explicar
variaciones regionales y localizadas en la cultura material. Además, los modelos
refuerzan el pensamiento centro-periferia que investigaciones sobre identidad y memoria
tienen la intención de socavar. Es por esa exacta razón que, desde mediados de los ’90 en
adelante, cuando identidad y memoria se desarrollaron como conceptos clave, los
modelos de sistemas mundo pasaron de moda. Esto es en algunas formas injusto porque,
a pesar de sus debilidades, los modelos dirigían la gran narrativa de la historia hacia
adelante, directamente aprovechando el potencial de la evidencia arqueológica tanto
como fuentes escritas, y desarrollando formas de pensar más allá del ‘nacionalismo
metodológico’ (ver arriba). Basándose en aproximaciones de sistema mundo, el reto
significativo es abordar la universalidad de la estructura y práctica en el mundo romano,
y simultáneamente explicar los diálogos y divergencias que definen la experiencia local.

¿Qué es la globalización?

Desde comienzos de los ’90, el uso de la palabra ‘globalización’ creció


exponencialmente, desde la oscuridad académica hasta la ubicuidad de los medios de

31
El vínculo entre urbanismo e impuestos es claramente articulado por Hingley (1982). Ver Laurence y
Trifilò (este volumen) para más discusión.
32
El pensamiento actual no niega la existencia de mercados en el imperio romano, sino más bien
problematiza el grado de su integración dentro de la simple unidad de suministro y demanda (e.g. Saller
2002, 254).
33
Woolf (1993, 18).
34
Duncan Jones (1990, 30-47) ofrece una crítica detallada de la economía del modelo de impuesto y
comercio de Hopkins (1980)
35
Aunque ver Woolf (1990, 54-5) en el concepto asociado de símbolos mundiales, y más recientemente
Robertson & Inglis (2006) sobre conciencia global romana.


comunicación de masas. En el discurso popular es una palabra de moda invocada para dar
cuenta de una variedad de fenómenos: recesiones económicas globales, la relocalización
de instalaciones manufactureras occidentales a países ‘en desarrollo’, la erosión del
legado local ante la cultura de consumo capitalista y las futuras consecuencias del
calentamiento global desenfrenado. La globalización a menudo es vinculada con el
capitalismo corporativo transnacional en la imaginación pública, es decir el ‘proyecto
globalización’, 36 que ha llevado a una gama de movimientos políticos ‘contra
globalizadores’, que van desde terrorismo internacional hasta protestas contra la pobreza
y consumismo ético. 37 En pocas palabras, la globalización es vista por muchos como
inevitable, inestable e imposible de controlar; un espectro siempre acechante de cambio
a gran escala en el mundo contemporáneo. Mientras este punto de vista puede ser
encontrado en una variedad en expansión de literatura académica, también hay más
amplia diversidad y debate alrededor de cómo es definida la globalización, cuándo
empezó, la naturaleza de sus efectos y si éstos son ‘buenos’ o ‘malos’. 38
En los más simples términos, globalización puede ser descrita como procesos por
medio de los cuales localidades y gente deviene cada vez más interconectada e
interdependiente. Denominadores comunes en muchas definiciones son conectividad
creciente y desterritorialización. Las variaciones y divergencias han aumentado a medida
que el concepto ha sido reinterpretado dentro de diferentes tradiciones académicas,
típicamente dependiendo en qué está siendo ‘globalizado’. Esto en cambio tiene
ramificaciones para determinar cuándo y dónde empezaron los procesos globalizadores.
Por ejemplo, en el campo de la economía, algunos consideran la globalización, como una
cuestión de mercado integrado que conduce a una sola economía global, como ha sido
demostrado, por ejemplo, por el hecho de la convergencia del precio de la materia prima
global en los comienzos del siglo diecinueve. 39 Sin embargo, otros economistas han
contestado la metodología que subyace a esta visión, argumentando a favor de que la
fecha clave debe ser llevada más atrás hasta 1571 con el establecimiento del vínculo
comercial entre Asia y América en Manila. 40 Como ha sido discutido arriba, otros han
argumentado que una sola economía global existió tan temprano como hace 5000 años, 41
siguiendo algunos de los principios de la teoría de los sistemas mundo de Wallerstein,42
y tomando incluso menos rigurosos criterios económicos y poniendo el foco puramente
en el intercambio a larga distancia. Discrepancias similares son evidentes también en

36
e.g. Chase-Dunn (2005).
37
Cf. los comentarios de Appadurai (2001, 3): ‘La academia (especialmente en los Estados Unidos) ha
encontrado en globalización un objeto alrededor del cual conducir sus peleas internas especiales sobre tales
cuestiones como representación, reconocimiento, el ‘fin’ de la historia, los espectros del capital (y de
comparación) y un montón de otras. Estos debates, que aún establecen el estándar de valor para el grupo
global de profesores, sin embargo tiene una cualidad cada vez más parroquial.’ Appadurai advierte de ‘un
appartheid’ entre estos debates y lo que él llama discursos ‘vernáculos’ (o ‘de base’) sobre lo global desde
‘abajo’. Comentamos sobre el ‘reto conceptual’ que viene con el uso del concepto de globalización abajo.
38
Para la historiografía de la teoría de la globalización, ver también Nederveen Pieterse (este volumen).
Notar que historiadores y arqueólogos que usan a menudo globalización refieren a fases más antiguas del
debate en lugar de interpretaciones actuales.
39
O’Rourke & Williamson (2002); Nayyar (2006).
40
E.g. Flynn & Giráldez (2006).
41
Frank & Gills (2000). Denemark et al. (2000) y Gills & Thompson (2006) ofrecen una gama de visiones
que a veces entran en conflicto sobre el grado y desarrollo de procesos y estructuras a largo plazo en historia
global.
42
Wallerstein (1974).


aproximaciones ‘más imprecisas’ a la globalización en las humanidades y ciencias
sociales. En un nivel básico, los clásicas definiciones socioculturales de globalización de
los ’90 comparten el mismo núcleo característico de creciente conectividad, a veces
acentuando la idea de una mayor conciencia global a través de la compresión de tiempo
y espacio. 43 Aquí van algunos ejemplos:

1. ‘la intensificación de relaciones sociales mundiales que vinculan localidades


distantes de tal manera que sucesos locales son moldeados por eventos que
ocurren a millas de distancia y viceversa’ (Giddens 1990, 64).
2. ‘la red rápidamente desarrollada y que siempre se hace más densa de
interconexiones e interdependencias que caracteriza la vida social moderna’
(Tomlinson 1999, 2).
3. ‘la compresión del mundo y la intensificación de la conciencia del mundo como
un todo’ (Robertson 1992, 8).
4. ‘un proceso social en el que las restricciones de la geografía en arreglos
económicos, políticos, sociales y culturales se desvanecen, en el que la gente
deviene cada vez más consciente que ellas están desvanecidas y en el que la gente
actúa en consecuencia’ (Waters 2001, 5).
5. ‘un mundo de flujos disyuntivos [que] produce problemas que se manifiestan
intensamente en formas locales, pero que tienen contextos que son de todo menos
locales’ (Appadurai 2001, 6).

A pesar de las definiciones citadas que exhiben solapamientos significativos, esta


coherencia se viene abajo en análisis más minuciosos. Por un lado, teóricos como Giddens
y Tomlinson (definiciones 1 y 2, respectivamente, arriba) consideran globalización
fundamentalmente como un nuevo fenómeno, una condición única de la modernidad
facilitada por los desarrollos tecnológicos del siglo veinte, más especialmente viaje
intercontinental en jet y comunicación electrónica instantánea de los medios de
comunicación de masas. 44 Por el contrario, mientras que su interés principal también yace
en el período de la modernidad, otras figuras destacadas como Robertson, Waters y
Appadurai (definiciones 3 a 5, respectivamente, arriba) parecen conceder que los
procesos, acciones y fuerzas sociales ahora entendidas como globalización tienen
precursores en el pasado y han estado en progreso por varios siglos, si no milenios.45
Basándose en estas posturas, Nederveen Pieterse fue uno de los primeros en sugerir que
globalización debería ser entendida desde una perspectiva histórica profunda, criticando
la aproximación ‘globalización como modernidad’ por su eurocentrismo, que él
argumenta que describe un fenómeno de occidentalización más bien que una verdadera
globalización. 46 Similarmente, Andre Gunder Frank desecha el vínculo entre
globalización y modernidad, presentando una tesis poderosa a favor del rol desatacado de
Asia más bien que del Occidente en la historia económica global de larga duración. 47
Shami incluso propuso la metáfora ‘prehistorias de la globalización’ para subrayar la

43
La noción de globalización como compresión espacio-temporal fue introducida por Harvey (1989).
44
Giddens (1990); Tomlinson (1999).
45
Robertson (1992); Waters (2001); Appadurai (1996; 2001).
46
Nederveen Pieterse (2004, 61). Jennings (2011, 1-18) radicaliza este argumento al discutir globalización
como ‘el robo más grande de la modernidad’.
47
Frank (1998).


necesidad de una comprensión histórica del proceso, que es necesaria para reforzar un
quiebre con la teoría de la modernidad. 48
Considerando las afirmaciones en conflicto por los orígenes de la globalización,
debería tenerse en cuenta que los teóricos que conducen tales debates raramente tienen
suficientes conocimientos básicos de historia (y mucho menos arqueología) para hacer
valoraciones mesuradas de los desarrollos premodernos. En ningún lado es esto más
llamativo que en los comentarios con que concluye Castells el volumen editado
Connectivity in Antiquity [Conectividad en la Antigüedad], 49 un volumen que explora la
aplicación de teorías de red y globalización en varios estudios arqueológicos. 50 Castells
admite libremente, en contradicción con su trabajo anterior, que redes no son solo un
componente crítico de la moderna ‘Edad de la Información’: ‘la globalización no es
nueva: bajo diferentes formas, parece haber ocurrido no solo en el siglo XIX d.C., sino
también hace miles de años’. 51 Un cambio similar puede verse en los escritos de Roland
Robertson y David Inglis, quienes volvieron su atención hacia la existencia de una
consciencia o ‘ánimo’ global que caracterizó el pensamiento grecorromano, en el que
Roma es concebida como una verdadera ‘ciudad global’ según estándares modernos. 52
Estos ejemplos demuestran el presentismo frágil de muchos textos seminales sobre
globalización de los ’90, pero quizás más críticamente enfatizan la necesidad vigente para
historiadores y arqueólogos de comprometerse con y contribuir a la agenda intelectual
cambiante sobre el tema. Esta demanda es, en parte, respondida por Jennings, quien
emplea la idea de las globalizaciones plurales para caracterizar los orígenes del urbanismo
en Uruk, civilizaciones de Mississippi y Wari. 53 Usando como su ejemplo más temprano
la civilización de Uruk, un contexto que hace tiempo fue descripto en términos de ser el
primer sistema mundo, 54 Jennings defiende la existencia de todas las características que
definen la moderna globalización, incluyendo la compresión espacio-temporal. 55 Aunque
aplicado con las advertencias usuales y renuncias a distinguir lo antiguo de lo moderno,
el trabajo de Jennings demuestra cómo el debate sobre los orígenes de la globalización se
ha dado vuelta. Las que una vez fueron vistas como características distintivas de la
globalización del tardío siglo veinte están siendo usadas cada vez más para definir el
propio comienzo de la civilización urbana. 56
Si la cronología de la globalización es polémica (ver también más abajo), también
lo es la geografía. Preocupaciones sobre tiempo y espacio de la globalización básicamente

48
Shami (2001).
49
LaBianca & Scham (2006).
50
Castells (2006).
51
Castells (2006, 158).
52
Inglis & Robertson (2006); Robertson & Inglis (2006).
53
Jennings (2011).
54
E.g. Algaze (1993); Modelski (2000).
55
Contra Morley (este volumen), que argumenta que el mundo romano no experimentó una compresión
témporo-espacial significativa. Jennings (2011, 123-5) sugiere que la antigua compresión témporo-espacial
fue alcanzada por la introducción del burro que abrió nuevas posibilidades para el comercio interregional,
además del desarrollo de redes de caminos confiables para el movimiento de mercancías a través de paisajes
duros. Estos argumentos son puestos en paralelo por aquellos de Laurence (1999) en los efectos de la
introducción de nuevas razas de animales de tiro (mulas) y mejores superficies que pavimentan caminos en
el período romano; ver también Laurence & Trifilò (este volumen).
56
Historia de la migración muestra una tendencia idéntica: donde primero se enfocó casi exclusivamente
en los siglos diecinueve y veinte, ahora retrocede hasta una perspectiva ‘de África’ para estudiar historia
de la migración en historia mundial, ver Lucassen, Lucassen & Manning (2010).


dependen en si el concepto es considerado como la opción A, un proceso que solo puede
comenzar una vez que lo esencial de una sola economía mundial integrada ha sido
establecida, o la opción B, un proceso que simplemente incluye el crecimiento de las
redes humanas. Si es el primero caso, a esto sigue que una modernidad totalmente
globalizada es algo más bien diferente de la ‘arcaica’ o ‘proto-globalización’ más
geográficamente restringida que la precedió. 57 Si es el segundo caso, es posible sugerir
que el fenómeno no tiene que ser verdaderamente global para existir, como Robbie
Robertson sugirió: ‘los orígenes de la globalización yacen en las interconexiones que han
envuelto lentamente a los humanos desde los primeros tiempos’. 58 Ambas posturas tienen
defectos. Mientras que la opción B toma una visión holística del desarrollo global
humano, fomenta una perspectiva evolucionista, que, en el peor caso, implica un linaje
continuo y fluido desde la antigüedad hasta la modernidad, disimulando las diferencias
cualitativas y cuantitativas sustanciales entre las dos eras. Del mismo modo, aunque la
opción A reconoce la diferencia de la globalización contemporánea, el foco miope en la
modernidad no se corresponde con el hecho de que muchos de los efectos de la
globalización no son exclusivos de los últimos 250 años. En cualquier caso, como
Nederveen Pieterse señala, 59 es claro que una perspectiva histórica profunda es vital para
la caracterización apropiada de las condiciones de la conectividad en diferentes épocas.

Temas de las investigaciones sobre globalización: convergencia, desigualdad y


glocalización

Ella [la globalización] está marcada por un nuevo rol para la imaginación en la
vida social (Appadurai 2001, 14).

Comparado con la aproximación de los sistemas mundo que se enfocan en las


redes económicas y mecanismo de intercambio, los estudios de los ’90 sobre
globalización, en su lugar, tendieron a explorar los efectos de la conectividad
incrementada. Aunque estos efectos son múltiples, un consenso general es que la
globalización es un proceso desigual, que reconfigura relaciones sociales e instituciones
políticas y que fomenta la diversidad cultural y la desigualdad social. En el estudio de la
globalización moderna, la importancia creciente y la decreciente del estado-nación ha
sido un tema fundamental para el análisis, aunque en una perspectiva de largo aliento no
hay razón para asumir la existencia del estado-nación como un prerrequisito de la
globalización. 60 Sobre el tema de la desigualdad y la disparidad socioeconómica,
Bauman, entre varios otros, resalta la paradoja central de la globalización para crear
simultáneamente unidad y división, sugiriendo que el proceso colectivo crea problemas
sociales de acuerdo con la movilidad social y espacial. Algunos consideran el ser locales
en un mundo globalizado como una señal de degradación y depravación social, donde las
élites son vistas como definidas por su extraterritorialidad y aislamiento de las

57
Para el uso y definición de estos conceptos ver Hopkins (2002a) y Bayly (2002).
58
Robertson (2003, 3).
59
Nederveen Pieterse (2004, 26).
60
Cain & Hopkins (2001, 663) define la globalización moderna en términos de transformación del estado
en estado-nación.


comunidades locales. 61 Este punto de vista es consistente con, por ejemplo, la literatura
epidemiológica que subraya las consecuencias de salud serias de la profundización de la
desigualdad en las sociedades del mundo contemporáneo, a pesar de la mayor
disponibilidad de cuidado médico más avanzado. 62 Sin embargo, ni la mayor
interconexión ni la intensificación de la disparidad son fenómenos históricos nuevos;
ambos solo se han tornado más evidentes en la era reciente de ‘la globalización
acelerada’. 63
El impacto de la globalización en la cultura representa un foco importante para la
literatura de la globalización. Aunque la imagen popular de la máquina corporativa sin
cara del capitalismo global que destruye la diferencia local ha recibido mucha atención
(llamada McDonaldización o Coca-colonización), 64 tales procesos de convergencia y
homogeneización también se admite que ocurren de la mano con mayor heterogeneidad. 65
Este punto de vista es encapsulado en el término ‘glocalización’, derivado del dochakuka
japonés, vagamente traducido como ‘localización global’. 66 El concepto de glocalización
ayuda a enfatizar cómo los elementos homogeneizadores de la cultura global (desde las
instituciones y materias primas a las ideas y prácticas sociales) son incorporados de
modos diferentes en las culturales locales, que en el proceso son alteradas. Esto es
resumido efectivamente como sigue:
La globalización de la cultura no es lo mismo que homogeneización, pero
globalización implica el uso de una variedad de instrumentos de la
homogeneización que son absorbidos en la economías culturales y políticas
locales, solo para ser repatriadas como diálogos heterogéneos. 67
Para explicar apropiadamente los efectos cultuales de la globalización, la teoría
de Nederveen Pieterse de la global mélange [mezcla global] a través de ‘hibridación’
ofrece un útil punto de partida. 68 Mientras que acepta que todas las culturas son en esencia
entidades híbridas con límites permeables, la mezcla global es creada a través de la
mixtura de fenómenos que son considerados como categóricamente diferentes en un
momento histórico dado. 69 La noción de hibridación es relacional y depende del contexto,
resaltando las fluidez de los límites culturales. 70 Un elemento clave de esta aproximación
es el rol del poder y el estatus relativo de los elementos individuales en el proceso de
mezcla. 71 Las élites por definición tienen mayor elección en la construcción/expresión de
sus identidades que las no-elites, que tienen recursos más limitados para el consumo
cultural y a menudo les falta empoderamiento para realizar elecciones equivalentes.
Especialmente en contextos coloniales. Al mismo tiempo, como Appadurai, entre otros,
ha argumentado, las minorías y los despojados de poder importan mucho en la

61
Bauman (1998, 2). Ver también Appadurai (2006), especialmente por el concepto de ‘globalización de
base’.
62
Wilkinson (2005); Wilkinson & Pickett (2010).
63
Nederveen Pieterse (2004, 23, 54). Ver también Morris (2005, 43) que subraya que, en el Mediterráneo
antiguo, globalización es un proceso que creó ganadores y perdedores.
64
Ver Horton (1998, 167-170).
65
Appadurai (1996); Nederveen Pieterse (2004).
66
Robertson (1992, 173-4); Clarke (2003, 191).
67
Appadurai (1996, 42).
68
Nederveen Pieterse (2004, 2009). Para nuestras reservas sobre el uso del término ‘híbrido’ par
interpretaciones arqueológicas en particular, ver la crítica formulada abajo.
69
Nederveen Pieterse (2004, 72).
70
Ibid., 106. Cf. Burke (2009) sobre nociones de hibridación y conceptos relativos.
71
Ibid., 108.


globalización, a menudo sirviendo como ‘el detonante para una serie de incertidumbres
que median entre la vida de todos los días y su trasfondo global que camba rápido’; un
proceso en el que ellos ciertamente tienen y pueden adquirir agencia. 72
El estudio de la globalización, por ello, puede ser sobre muchas cosas. 73 Lo que
podría ser llamado ‘teoría de la globalización’ es menos una teoría unificada o una gran
narrativa que un conjunto de paradigmas teóricos en diálogo entre ellos. Sin embargo,
proponemos que la caja de herramientas teóricas asociada con el estudio de la
globalización y la cultura (material) ofrece el mayor potencial para traer nuevas
perspectivas a la comprensión del mundo romano y su arqueología. La fricción del
espacio es a menudo superada a través del intercambio de símbolos, y la cultura materia
por lo tanto juega un rol importante en la compresión espacio temporal. 74 Sin embargo,
antes de perseguir estos pensamientos más allá, primero debemos mirar en mayor
profundidad la cuestión de si globalización puede ser aplicada a períodos históricos y, si
es así, cuáles son los criterios para que una civilización sea ‘elegible’ para el estudio a
través de la teoría de la globalización. Hasta aquí se ha vuelto claro que el estudio del
mundo romano puede beneficiarse conceptualmente de algo como la teoría de la
globalización, y que, aunque muchos estudios sobre globalización están atados al mundo
moderno, hay un gran grupo de académicos que trabajan sobre globalización y cultura
que está convencido de que globalización solo puede ser entendida como un proceso
histórico profundo. De todos modos, esos académicos trabajan predominantemente sobre
la modernidad e interrogan sobre nuevas percepciones históricas desde sus propias
perspectivas del siglo veintiuno. Para responder preguntas relacionadas con cuestiones
prácticas y metodología, nosotros deberíamos examinar también en qué medida
aplicaciones ‘de abajo hacia arriba’ paralelas a la teoría de la globalización han sido
exitosas en otros períodos y civilizaciones premodernos.

Globalización e historia mundial

Una buena introducción a la historiografía del concepto de globalización dentro de la


disciplina histórica es ofrecida por A. G. Hopkins, quien presenta más bien una historia
personal de su intento por establecer la globalización dentro de la disciplina histórica. 75
Esto fue difícil, pero al final exitoso: él describe el actual estado de la cuestión en este
campo como un verdadero ‘giro global’ (en combinación con un ‘giro material’),
caracterizando correctamente este desarrollo como un ‘giro de nuevo’ [‘re-turn’] de estos

72
Appadurai (2006, 43) para la cita específicamente. Relaciones entre cultura y poder son así más
complicadas que la dicotomía habitualmente evocada entre elites y no elites sugiere; para esta discusión cf.
Gibson (2007).
73
Un aspecto que no tratamos aquí, aunque ciertamente importante, es el estudio de la globalización
fundamentalmente como un tema filosófico, como ha sido argumentado e ilustrado enfáticamente por el
filósofo alemán P. Sloterdijk en su Philosophische Theorie der Globalisierung [Teoría filosófica de la
globalización] (2004). Para Sloterdijk, globalización es sobre la racionalización de las estructuras de
palabra, algo que él (acertadamente) ve que comienza en la Antigüedad.
74
Acertadamente Witcher (2000, 219) señala: ‘No es la propia cultura material global lo que sirve para
comprimir tiempo y espacio y acercarnos a todos más, sino el intercambio simbólico lo que hace que
tomemos consciencia del hecho.’
75
Hopkins (2010).


conceptos. 76 En el volumen por él editado, Globalization in World History [Globalización
en la Historia Mundial] (2002), Hopkins hace un enérgico alegato en favor de la
globalización como una agenda para la investigación histórica. 77 Como una taxonomía
tentativa, él distingue entre (1) globalización arcaica (aplicable a períodos históricos antes
de la industrialización y la emergencia del estado-nación); (2) proto-globalización
(aproximadamente el período de 1600-1800 d.C.); (3) globalización moderna (desde 1800
d.C. en adelante y caracterizado por la industrialización y la emergencia del estado-
nación; y (4) globalización poscolonial (el comienzo de nuevos tipos de organizaciones
supraterritoriales), viendo estas cuatro no como estadios sino como una serie de
secuencias que se solapan e interactúan. 78 Globalización arcaica no es tratada en detalle;
el libro se enfoca en el período posterior al 1600 d.C. 79 Aparentemente, era aún muy
temprano en 2002 para la combinación de globalización e historia mundial para adquirir
una profundidad temporal real, aunque Hopkins ciertamente es consciente de la
importancia de esta perspectiva. Quizás como resultado de esta conciencia, él no se enfoca
solamente en la economía (para muchos académicos un reflejo instantáneo cuando se
enfrentan con la globalización: equivocadamente, pensamos) y el rol del estado, sino
también en la importancia de las expresiones culturales. 80 Su definición así pone énfasis
de igual modo en el significado cuantitativo y en los cambios cualitativos: la globalización
tiene que ver con la emergencia de algo nuevo. 81 Aunque este ‘hacer retroceder’ la
globalización se encontró con críticas, a posteriori se puede decir que ha abierto una caja
de Pandora. 82 La historia global ha devenido bastante en una nueva ortodoxia. De hecho,
en un artículo reciente sobre globalización y el imperio romano, Hitchner se siente
confiado para aseverar francamente ‘esta postura fundamentalmente ahistórica [de
investigaciones anteriores] han sido ahora exitosamente cuestionada por A. G. Hopkins y
otros’. 83
Es claro que los historiadores están abrazando cada vez más el concepto de
globalización bajo el título de ‘historia global’ e ‘historia mundial’. 84 Su motivación es a
menudo práctica: ellos esperan que globalización proporcione nuevas perspectivas. 85

76
Appadurai (2001, 1) explica la reacción inicial de los historiadores como sigue: ‘Historiadores, siempre
preocupados por el problema de lo nuevo, se dan cuenta que globalización puede no ser un miembro del
archivo familiar de los cambios históricos a largo plazo.’
77
Hopkins (2002a, 2): ‘Las posibilidades son tan amplias como el concepto mismo’.
78
Ibid., 4-5.
79
Bayly (2002, 51). Bayly ve las principales características de la globalización arcaica como (A) la noción
de realeza cósmica, (B) religión universal y (C) interpretación humoral del cuerpo y la tierra.
80
Hopkins (2002b, 15). Notar, sin embargo, que Waters (2001) mantuvo que la compresión témporo-
espacial alcanza su más grande extensión en la esfera cultural.
81
Ibid., 16-17.
82
Ver Hopkins (2010, 25-6, 26): ‘“¿Es nuevo, es verdad?”, preguntó un escéptico. “¿Realmente
necesitamos esto?”, entonó otro. Hopkins ve este cambio radical en aproximación como no teniendo que
ver mucho con su libro sino con el Zeitgeist.
83
Hitchner (2008, 1).
84
Cf. Stavrianos (1998) y Hopkins (2006). Esta tendencia está bien ilustrada por el volumen del Journal of
Global History.
85
Característicamente, Hopkins (2002b, 15) afirma: ‘Brevemente, globalización es un tema que promete
resucitar algunas líneas antiguas de la pesquisa histórica, para abrir nuevas líneas, y para estimular
revisiones de interpretaciones establecidas.’ Ver también Witcher (2000, 214): ‘Deseo simplemente sugerir
que globalización ofrece tanto un vocabulario y una serie de modelos con los que explorar identidades en
la Italia romana.


Haciendo eso, ellos no son acríticos. 86 Al mismo tiempo, no ha sido desarrollada una
‘lista de verificación de elegibilidad’ para el análisis de contextos históricos a través de
la teoría de la globalización. Aquí, encontramos las aproximaciones que han sido
descriptas ya arriba: opción A considera la globalización como aplicable solo al mundo
actual, mientras que la opción B considera la globalización como inherente al desarrollo
de la sociedad humana desde los primeros tiempos. En otras palabras, historiadores y
arqueólogos pueden hacer ya sea (casi) nada, ya sea todo con ella. 87 Aquí no podemos
resolver estrictamente este debate; pero podemos ser más específicos y ofrecer una tercera
alternativa.
Si la teoría de la globalización es ya aplicable a períodos históricos, para muchos
académicos es claro que podemos hablar sobre ella de una forma u otra desde
aproximadamente el 1600 d.C. Pero ¿en qué se basa esta premisa? Hopkins describe la
era de 1600-1800 d.C. como sigue: ‘la principal característica del período era la simbiosis
que se desarrolla entre sistemas estatales emergentes y cosmopolitismo creciente’. 88
Cuando, en el mismo libro, Bayly describe ‘proto-globalización’ en detalle, él ve la
reorientación del consumo como una de sus características principales. De acuerdo con
Bayly, las clases de consumidores fueron creadas con un propósito común de adquirir
mercancías para señalar la posición y el estatus, que en un nivel internacional llevó a una
red de producción y venta al menudeo. 89 Este proceso ha sido caracterizado de un modo
muy apto por Witcher para los periodos helenísticos y romano como la universalización
de lo particular, que va de la mano con una particularización de lo universal. 90 Además,
la caracterización que provee Hopkins del período 1600-1800 es considerado
generalmente una de las características principales del período helenístico asimismo.91
Ambas caracterizaciones comparten varios rasgos considerados típicos de ‘formas
anteriores de globalización’: conectividad creciente, la existencia de un mercado común,
el impacto doméstico de la integración de mercado, la idea de pertenecer a un mundo, el
acento en lo local como parte de desarrollos globales, la universalización de lo particular
en combinación con la particularización de lo universal, relativamente dramática
compresión espacio-temporal y cosmopolitismo. Si podemos estudiar el mundo alrededor
del 1600 d.C. en adelante por medio de estos temas, entonces ciertamente podemos
estudiar el mundo romano (y helenístico) desde perspectivas muy similares. En términos
estructurales, en lo que atañe a los tópicos que nos interesan como indicadores de la
globalización, en el mundo romano encaja muy bien este marco. 92 A través de esta
aproximación, la opción A es evitada, mientras que la perspectiva evolutiva (y una
naturaleza muy general) de la opción B es evadida, llevándonos a la opción C.

86
Por ejemplo, Harper (2002, 150) afirma: ‘Aquí corremos contra la preocupación siempre presente de que
el lenguaje de la globalización es para los historiadores meramente una oportunidad para reinventar la
rueda.’ Ver también Pitts (2008, 505): ‘globalización sigue siendo un término descriptivo más bien que un
concepto explicativo en sí mismo, y, como romanización, viene con mucho bagaje inútil.’
87
Nótese, sin embargo, que cada vez más dentro de las disciplinas tales como sociología hay mucho interés
en el desarrollo histórico de conexiones globales, ver Wimmer & Glick Schiller (2002, 322).
88
Hopkins (2002b, 24).
89
Bayly (2002, 64-7).
90
Witcher (2000).
91
Cf. Ma (2003).
92
Ver, por ejemplo, las características que ofrece Rothschild (1998) en lo que respecta a globalización: un
muy rápido incremento en (A) comercio internacional, (B) inversión internacional, (C) comunicaciones
internacionales y (D) influencia internacional. Todo esto es muy válido para el mundo romano, como es
resumido por Hitchner (2008).


Tomamos globalización, por lo tanto, como un concepto relativo: la conectividad
siempre ha estado presente en cierto grado, en ciertos períodos históricos, caracterizada
por tales puntuaciones dramáticas que podemos describir como globales (opción C).
Jennings comparte un punto de vista similar y discute ‘múltiples globalizaciones’. Su
punto más importante es, como acentuamos, que no hay una tendencia histórica de larga
duración que conduzca a la modernidad. 93 La globalización no es ni una única época
universal para la historia del mundo, ni una condición evolutiva constante para la
humanidad. Para Jennings, una instancia de globalización debería involucrar tanto ‘un
lapso significativo en la interacción interregional’ como ‘cambios sociales que están
asociados con la creación de la cultura global’. 94 La era romana fue un período tal. Una
preocupación por la cultura es consistente con otro argumento a favor de ver el mundo
romano como ‘globalizado’, como opuesto a ser simplemente un período histórico con
conectividad creciente: el dominio de la percepción. ¿Percibían los romanos su mundo
como global y actuaban consecuentemente? Esta pregunta es planteada en la próxima
sección, que también ofrece un panorama de las reacciones de los romanistas a la
globalización y a los estudios de la globalización hasta el momento.

¿Globalizando el mundo romano?

En las épocas anteriores a ésta los acontecimientos del mundo estaban como
dispersos, porque cada una de las empresas estaba separada en la iniciativa de
conquista, en los resultados que de ellas nacían y en otras circunstancias, así
como en su localización. Pero a partir de esta época [después de la segunda
guerra púnica] la historia se convierte en algo orgánico, los hechos de Italia y los
de África se entrelazan con los de Asia y con los de Grecia, y todos comienzan
a referirse a un único fin (Polibio, Historias 1.3). 95

A menudo citada en el contexto de la cuestión planteada arriba es este pasaje de


la ‘historia mundial’ Polibio, concebido entre 160 y 120 a.C. 96 La idea detrás de este texto
es llamativamente similar a lo que, por ejemplo, el académico de la Ilustración Johann
Gottfried von Herder escribió sobe el siglo dieciocho en su tratado Auch eine Philosophie
der Geschichte zur Bildung der Menschheit [Otra filosofía de la historia para la
educación de la humanidad] en 1774: ‘Cuando ha estado la tierra toda tan estrechamente
conectada por tan pocos hilos’; fortaleciendo el caso por las similitudes estructurales entre
el mundo romano y ‘anteriores puntuaciones de la globalización’ después de la Edad
Media. Además, el área vista como dominada o influenciada por Roma era considerada
como el orbis terrarum. Usar la perspectiva de la globalización para estudiar una sociedad
que definió su territorio como imperium sine fine y oikuménē tiene sentido así ciertamente

93
Jennings (2011, 9, con Fig. 1.2). Es por esta razón que el término ‘globalización arcaica’ tal como es
usado por Hopkins y otros no está bien acuñado. La misma crítica se aplica al término ‘globalización
incipiente’ para caracterizar la temprana Edad Media, como lo usa Harris (2007).
94
Jennings (2011, 13).
95
N.T.: Hemos tomado aquí la traducción de Manuel Balasch Recort, Pol. I.3.3-4. La aclaración entre
corchetes es de los autores de Pitts y Vesluys.
96
Para este texto (y su interpretación contextual) ver Isayev (este volumen). Es interesante notar que, para
describir esta perspectiva globalizada mediterránea, Polibio algunas veces tiene que cambiar a conceptos
romanos en el nivel práctico de lengua y en el nivel abstracto de las ideas; cf. M. Dubuisson (1985, 172)
sobre Polibio que llama al Mediterráneo ‘nuestro mar’.


desde su perspectiva. Esta red global, además, comparte un marco cultural común, que
pone las nociones de paideia y humanitas en el centro. 97 La percepción romana de la
India –como si estuviera en los márgenes del mundo– es un buen ejemplo aquí. Aunque
India no era ‘romana’ en un sentido político y los romanos no eran conscientes de su
extensión y geografía en detalle, era en gran medida parte de su ‘mundo’ en un sentido
mental. 98 Alrededor del 150 d.C., esta perspectiva global que caracterizaba al imperio
romano es descripta por el rétor Elio Arístides (XXVI.101-102) como sigue: ‘Ahora no
hay necesidad de componer una descripción de la tierra, ni de enumerar las leyes que cada
pueblo utiliza. Vosotros os habéis convertido en los geógrafos comunes para todos al
haber abierto todas las puertas de la ecúmene…y al haber organizado toda la ecúmene
como una sola casa.’ 99 En el propio período romano, por lo tanto, había claramente una
idea de vivir en una nueva puntuación de conectividad: ellos percibían su mundo como
quintaesencialmente globalizado.
A la fecha, ha habido varios intentos por arqueólogos e historiadores romanos para
introducir globalización y su aparato conceptual al estudio del imperio romano. Como
hemos visto arriba, la seducción de un modelo global para explicar el cambio a lo largo
de la amplia extensión de territorios controlados e influenciados por Roma no es nueva,
como es bien ejemplificado por la aplicación de los modelos de centro-periferia y la teoría
de los sistemas mundo. 100 En la mayoría de los casos en los que la globalización es
directamente evocada, el concepto es usado como una alternativa a los relatos
tradicionales de cambio cultural basados en la romanización. 101 Como paradigma para
entender el mundo romano, romanización ha llegado a ser vista como problemática
porque privilegia en exceso el rol de la cultura metropolitana romana en narrativas
asociadas sobre el cambio, que son típicamente lineales (de Roma hacia las provincias),
y descuidan la no-elite y aspectos del cambio en otras esferas como la clase o el género. 102
En contraste, aproximaciones a la globalización romana a menudo se han enfocado en su
potencia para ofrecer una nueva perspectiva en la que el cambio cultural es visto como
multidireccional, que simultáneamente promueve unidad y diferencia en la génesis de las
sociedades ‘provinciales’ y el ‘centro’. 103
Además de dinámicas culturales, globalización también ha encontrado aplicación
para proveer nuevas perspectivas en el grado de integración económica en el imperio
romano. 104 Sin embargo, el impacto más grande de los estudios de globalización puede

97
Pitts (2008, 494). En su conclusión, Witcher (200) llama a su sistema ‘Una universalización de un modelo
particular de un poder social de elite y una particularización de este modelo universal para requerimientos
locales.’
98
Reger (2007); Parker (2008).
99
Para este texto (y su interpretación contextual) ver Sommer (este volumen). N.T. Tomamos aquí la
traducción de Juan Manuel Cortés Copete.
100
e.g. Hopkins (1978b, 1980); Cunliffe (1988); Woolf (1990).
101
Como, por ejemplo, dentro del proyecto ahora terminado, ‘Reichsreligion und Provinzialreligion.
Globalisierungs- und Regionalisierungsprozesse in der antiken Religionsgeschichte’, en la que las teorías
de la globalización son usadas como herramientas heurísticas para entender la religión antigua desde una
perspectiva diferente.
102
Hay ahora una literatura muy amplia sobre las deficiencias de romanización, notablemente Hill (2001),
Webster (2001), Mattingly (2004) y Pitts (2007).
103
Wells (1999, 192-3); Witcher (2000); Laurence (2001a); Hingley (2005); Sweetman (2007); Pitts
(2008); Versluys (2013).
104
Geraghty (2007) esboza un modelo cuantitativo complejo de globalización para explicar el desarrollo
de la economía imperial temprana, mientras que Morley (2007a, este volumen) ofrece un relato más cauto


decirse que ha sido indirecto. Como Mattingly demuestra, la última década más o menos
ha visto un cambio en la erudición en arqueología romana que se aleja del uso del término
romanización en favor de aproximaciones para identidad. 105 Tal preocupación por la
identidad no ocurrió en un vacío. Más bien, es en sí misma un signo de los tiempos. Un
tema que unifica en la investigación de historia y de ciencias sociales desde los ’90 y que
puede decirse que se desarrolló como respuesta al paso rápido de la globalización
contemporánea y sus efectos en la sociedad. 106 En una manera similar, aproximaciones
recientes a la historia antigua mediterránea han adoptado efectivamente algo del aparato
conceptual de la globalización con la popularidad reciente de nuevos paradigmas que
resaltan el rol de las redes y la conectividad para explicar los cambios en la región. The
Corrupting Sea [El mar corruptor] de Horden y Purcell es un trabajo clave en este
respecto, aunque ellos no evocan (o comentan sobre) el concepto de globalización, y han
sido criticados acertadamente por su aproximación ahistórica hacia la conectividad
mediterránea. 107
Dada la influencia directa e indirecta de los conceptos de la globalización en los
campos de historia y arqueología romana, podría parecer que la aplicación de la teoría de
la globalización al imperio romano no es controvertida y ampliamente aceptada. Este no
es el caso. La literatura existente sobre globalización romana consiste en un manojo de
artículos de revistas y capítulos, muchos de los cuales son de naturaleza exploratoria.108
Hay una monografía sobre el tema de Hingley, que contiene una discusión valiosa sobre
romanización e identidad en el contexto de las aproximaciones a globalización, pero que,
quizás ilustrativa para el debate hasta ahora, en realidad no trata sobre la globalización.109
Resulta claro en sus trabajo posterior y en su contribución a este volumen que el objetivo
de Hingley no es tanto el usar globalización como una teoría para explicar el imperio
romano, sino más bien usar la analogía como una base para cuestionar ideas sobre el
mundo moderno. 110 De hecho, proyectar globalización como una alternativa a
romanización es altamente inusual en el contexto del uso del término en períodos
históricos, que ilustran preocupaciones de muchos romanistas y una falla al reconocer la
utilidad más amplia del concepto.
Y aquí encontramos en cierto modo una paradoja. Mientras ha habido un
indudable cambio de paradigma hacia identidad, conectividad y redes en nuestra
comprensión del mundo romano, el propio concepto que es ampliamente discutido y

de los límites de la globalización antigua comparada con el proceso económico contemporáneo de


integración de mercado.
105
Mattingly (2010). Para ejemplos de estudios sobre identidad en arqueología romana ver Laurence &
Berry (1998); Mattingly (2004); Gardner (2007a); y Hales & Hodos (2010). Pitts (2007) ofrece algunas
críticas de este fenómeno.
106
Jenkins (2004, 8-14). Post-colonialism ha jugado un rol importante en la preparación del terreno
intelectual para estudios puros de identidad y la noción relacionada de etnicidad, especialmente estudiando
el imperio romano.
107
Horden & Purcell (2000). Malkin (2005a) y Morris (2005) han caracterizado su trabajo como un cambio
de paradigma sobre el mundo antiguo. Ver también volúmenes posteriores, e.g. Malkin (2005b); Malkin,
Contantakopoulou & Panagopoulou (2009); Van Dommelen & Knapp (2010a).
108
De estas, Hitchner (2008, 2) con seguridad asevera: ‘es la propia fecundidad y complejidad de la
globalización como un concepto lo que lo hace particularmente fructífero como un mecanismo explicativo
para el mundo romano.’
109
Hingley (2005). Cf. La reseña de Prag (2006a) sobre por qué este no es realmente un libro sobre
globalización y el mundo romano y, en una vena similar, la posdata a Naerebout (2006/7). En este volumen
Hingley responde a estas cuestiones.
110
Hingley (2010).


debatido en las ciencias sociales e historia para entender todo esto –globalización– es
ampliamente evitado. 111 Por una parte, hay académicos que proponen sugestivamente
globalización; pero quizás no explorando realmente el concepto y sus implicancias (ver
arriba). Por otro lado, está la mayoría silenciosa, que aparentemente percibe globalización
como un fenómeno distintivamente moderno que no tiene nada que ver con el mundo
romano. 112
Excepciones a esta última categoría –y bajo ningún aspecto silenciosas– son las
reseñas artículos de Naerebout y Greene que enfatizan la fragilidad de las aproximaciones
a la globalización romana. 113 Tanto Greene como Naerebout desdeñan el término en
sentido literal de que el imperio romano no era global, mientras que el segundo presenta
una crítica detallada de las anteriores formulaciones de Hingley y Witcher. Naerebout
enfatiza que el concepto solo sobrevivirá su ‘moda actual’ si ofrece herramientas útiles
para el estudio del mundo antiguo, pero él no ve ningún potencial allí. En su opinión,
globalización no debería estar fuera del contexto de la sociedad moderna, creyendo que
el concepto no puede ser rescatado como una herramienta analística o heurística (opción
A, ver arriba). 114 La globalización de Hingley es rechazada en el sentido de que no ofrece
nada nuevo, pues Naerebout argumenta que la idea de que en el imperio romano había
diversidad subyaciendo a la unidad es una idea ya establecida hace tiempo. Similarmente,
aunque alabando aspectos de la aproximación de Witcher, la crítica por falta de claridad
sobre si globalización es o no una condición específica de la modernidad. A pesar de la
postura deliberadamente provocativa de Naerebout, él plantea varios puntos pertinentes
que deben ser considerados si la aplicación de globalización en la arqueología romana va
a convertirse en algo más que una moda pasajera.

El reto conceptual

Hay un claro reto conceptual al que hay que hacer frente al aplicar el concepto de
globalización al mundo romano. Este volumen recoge el guante. Esto es necesario, dado
el uso evocativo de globalización como descripción de lo que pasa en el mundo romano
rápidamente se vuelve popular (ver Witcher, en este volumen). A menudo, esas
evocaciones son precisamente sobre las que Greene y Naerebout (y Morley, en este
volumen) advierten: una nueva palabra de moda aplicada acríticamente por todos los
anhelantes de una alternativa a (o simplemente otro nombre para) romanización,
añadiendo poco al debate y haciendo un daño potencial al hacer una representación
incorrecta o dirigiendo la discusión en una dirección que no ayuda. Aunque simpatizamos
con los pedidos de moderación y de realizar una apropiada reflexión teórica, también

111
En el índice de Horden & Purcell (2000) solo aparece una vez, con una referencia a p. 599. En la página,
no pudimos encontrar la palabra. En Malkin (2005b), solo el artículo de Morris apunta seriamente a
globalización como medio para entender el proceso de mediterranización. Incluso un libro teórico más
amplio sobre arqueología y modernidad (Thomas 2004) ignora el concepto.
112
Es interesante notar que ambos grupos están felices de usar conceptos que están unidos en gran medida
con globalización –como hibridismo– sin mayor elaboración.
113
Naerebout (2006//7); Greene (2008). Las observaciones y comentarios sobre globalización como un
concepto anacrónico para el mundo romano en Dench (2005) también se incluye en esta categoría.
114
Gardner (2013), reflexionando sobre aplicaciones previas de globalización al mundo romano, expresa
reservas similares sobre si globalización ofrece herramientas analíticas para examinar el período romano
como una entidad distinta. Sin embargo, su alternativa preferida de ‘arqueología institucional’ puede ser
vista como que cae en la jurisdicción de la globalización, un tema que es productivamente explorado por
Laurence & Trifilò en este volumen.


creemos que los argumentos para no usar globalización han sido contrarrestados en este
capítulo. Podemos usar un concepto desarrollado para describir un fenómeno actual para
el estudio de otros períodos, como muchos académicos de la globalización hoy creen,
mientras que algunos explícitamente piden por una exploración tal. El concepto de
globalización ha sido usado convincentemente para describir otros períodos de la historia;
globalización no está exclusivamente atada a la modernidad o al capitalismo y puede ser
aplicado fructíferamente al mundo romano. 115 Lo que resta entonces es el reto verdadero:
la naturaleza problemática del propio concepto de globalización. 116
La observación de que ahora los académicos acentúan la fragmentación es tan
contextual (y, probablemente, ideológica) como lo fue el foco en la unidad en gran parte
de los siglos diecinueve y veinte: en este respecto no hay forma de escapar al círculo
(inspirándose en Gadamer). Tal como cualquier otro, este libro es en cada pulgada una
parte del clima intelectual en el que es concebido. Como arqueólogos e historiadores que
estudian globalización, nosotros seguimos debidamente desarrollos en las ciencias social
e histórica. ¿Por qué una aventura tal no sería un fracaso desde el comienzo? Tenemos
dos respuestas para esa crítica: la primera es la conciencia. Ser conscientes del reto
conceptual significa evaluar los riesgos de usar un concepto particular. Habiendo
dedicado atención a los problemas del concepto para el estudio del mundo romano.
Deberíamos usar globalización, por lo tanto (y esta es nuestra segunda respuesta), como
un concepto adicional y alternativo solamente. Conceptos como imperialismo,
romanización y creolización son tan contextuales (y sugestivos y engañosos) como
globalización devendrá inevitablemente. Pero el aplicarlos llevó nuestra comprensión del
mundo romano más lejos, como globalización promete hacer potencialmente.
Consideramos esto especialmente importante en el estado actual del debate sobre
‘romanización’, donde discusiones contemporáneas sobre conectividad a menudo
retornan a (una reinvención de) los debates del siglo diecinueve, como en el caso de
imperialismo. Pensamos que estos desarrollos no son la mejor manera de avanzar,
mientras la muy perversa dicotomía romano-nativo es a menudo reforzada por ellos. Hay
una buena razón, por lo tanto, para hacer de globalización parte de nuestro reto
conceptual. Es posible que el concepto pueda proveer una mejor comprensión que
‘romanización’; pero esto es solo parte de lo que este libro explora.

Perspectiva y oportunidades

Mientras los académicos se preocupan por localidades, circulación y


comparación, necesitamos hacer un cambio decisivo para alejarnos de lo que
podemos llamar geografías de ‘rasgos’ para acercarnos a lo que podría llamarse
geografía de ‘proceso’ (Appadurai 2001, 7). 117

115
Para contestar brevemente los argumentos 2-5 hechos en el resumen de Naerebout (2006/7).
116
Para una introducción general que considera los retos conceptuales que tratan sobre arqueología, ver
Insoll (2007), con un útil capítulo 2 sobre globalización. Encontramos muchos con lo que acordar aquí,
pero no con la caricatura que Insoll hace del posmodernismo.
117
Con ‘geografías de rasgos’ Appadurai quiere indicar los estudios de área que siempre están conducidos
por ideas de coherencia cultural, que razonan desde una suerte de ‘lista de rasgo’ de valores, lenguaje,
prácticas materiales, etc.


Al comienzo de este capítulo nos preguntamos si podemos usar la teoría de la
globalización para entender el mundo romano y, subsecuentemente, si hay suficiente
valor en sus aproximaciones teóricos constituyentes para usarla en un sentido más
aplicado. Nuestra respuesta es ‘sí’ en ambos respectos. Permítasenos resumir por qué
pensamos que la teoría de la globalización debería tornarse importante para el estudio del
mundo romano:

1. Hay un amplio e importante grupo de académicos de la globalización que no


aceptan que la relación entre globalización y modernidad es una exclusiva, y piden
por una comprensión y contextualización histórica más profunda de los procesos
involucrados en el pasado. Al mismo tiempo, el foco dentro de los estudios de la
globalización ha cambiado de tópicos que no son tan relevantes para el mundo
romano (la internet, por ejemplo) hacia temas que son muy relevantes para el
mundo romano (como conectividad, identidad, desigualdad e imaginación
cultural).
2. Dentro de las investigaciones históricas ha habido un cambio de paradigma de los
estudios de área hacia historia global que ha visto la aplicación fructífera de la
teoría de la globalización en contextos históricos que son, en términos de las
características de la globalización, estructuralmente muy parecidos al mundo
romano.
3. Dentro de los estudios romanos estamos en el medio de un cambio similar de
paradigma de ‘romanos contra nativos’ hacia conectividad, redes e identidades.
En varios respectos, directamente e indirectamente, este cambio está entrelazado
con globalización, como un proceso contemporáneo y como tema para estudio
académico. Por lo tanto, no podemos simplemente permitirnos evadir el debate.
En otras palabras: necesitamos llevar la analogía de la globalización más lejos.

De este resumen, se torna claro que (con algunas excepciones importantes) las dos
aproximaciones que los romanistas han tomado hasta ahora frente a las teorías de la
globalización son insatisfactorias. La primera podría decirse que es impresionista e
incluso oportunista, y la segunda es probablemente demasiado reduccionista: ninguna
sirve para llevar la analogía de la globalización más lejos. La cuestión de cómo moverse
hacia adelante desde el punto 3 es quizás más importante. Para algunos, usar globalización
como una lente crítica a través de la que ver el estado actual de la investigación en las
dinámicas cultural y económica en el período romano puede ser suficiente. 118
Alternativamente, usar explícitamente las teorías de la globalización para describir y
explicar aspectos del mundo romano y su cultura material puede ser preferible, siempre
y cuando las recompensas sean suficientes. Tales recompensas no necesitan, sin embargo,
ser estrictamente confinadas a aquellos con un interés en el período romano. Al escribir
esta introducción somos conscientes de la tendencia general hacia la escritura de la
‘historia global’. Aunque no hay razón por la que los arqueólogos e historiadores romanos
no pueden contribuir a este esfuerzo, nuestra reseña de la literatura de la globalización
sugiere que sus voces no están siendo escuchados necesariamente, o entendidas. Un
118
Ver, si bien en una vena más general, Jennings (2011, 8): ‘si los procesos pudieran ser vinculados,
arqueólogos y otros investigadores que estudian el pasado deberían estar capacitados para explotar la rica
literatura sobre globalización para entender mejor las dinámicas de estos períodos cruciales de extendido
cambio cultural en la historia del mundo.’


compromiso con la globalización y su aparato teórico ciertamente provee un medio
potencial para romper totalmente los límites ‘nacionalista’ y disciplinario que
tradicionalmente han separado romanistas de otros académicos.
Beck ha argumentado que, dentro de las ciencias sociales, el concepto de
globalización ha atravesado tres fases: primero, fue rechazado; segundo, fue una fase de
clarificación conceptual; y tercero, un giro epistemológico. 119 Tenemos la impresión de
que la arqueología romana está actualmente entre las fases 1 y 2 en el marco de Beck. Se
espera que este volumen haga una contribución vital para el estudio del mundo romano
moviendo adelante los debates vigentes y evaluando el potencial para que la globalización
traiga un cambio genuino de paradigma.

Contribuciones individuales

La contribución del historiador al estudio de la globalización debería ser, por lo


tanto, recordarnos que podríamos estar viviendo en medio de la última (pero
probablemente no la última) de las diversas y desconectadas prehistorias de la
globalización (Armitage 2004, 173-4).

Este libro tiene una estructura tripartita. La primera parte provee dos
introducciones. El presente capitulo establece la agenda intelectual y delinea las
cuestiones teóricas. Muchos de los puntos y cuestiones delineadas aquí son desarrollados
más a fondo por autores individuales, a menudo con énfasis y resultados diferentes. Una
segunda introducción es provista por Hingley, quien retoma la discusión y crítica de su
libro Globalising Roman culture [Globalizando la cultura romana]. En contraste con
nuestra introducción, que trata principalmente la aplicación del concepto al mundo
romano, Hingley acentúa los peligros involucrados en el intento por separar conocimiento
del pasado clásico del contexto contemporáneo en el que las ideas sobre el pasado son
concebidas. En particular, Hingley restablece la necesidad de la crítica poscolonial y
argumenta que al presentar el pasado romano como ‘globalizado’ o ‘que globaliza’, los
arqueólogos e historiadores corren el riesgo de proveer una coartada al capitalismo global
en el presente. Tomadas en conjunto, las introducciones cubren los dos elementos
substanciales de la erudición actual sobre el tema.
La parte II consiste de siete capítulos que presentan casos de estudio con el
objetivo de evaluar la utilidad de la globalización dentro de las áreas temáticas de estudio:
la historia económica romana (Morley), consumo masivo y cerámicas (Pitts), urbanismo
y conectividad (Laurence y Trifilò), demografía y migración (Isayev) y cultura material
visual (Versluys). Adicionalmente, Sommer examina conectividad en el Mediterráneo en
períodos anteriores y trabaja desde los fenicios hasta el imperio romano para examinar
cuán especial (o no) fue la conectividad del mundo romano en comparación con lo que
pasó antes. Witcher hace una conexión con el mundo actual (y una disciplina diferente)
tratando sobre globalización y patrimonio, y relaciona ello con cuestiones teóricas e
historiográficas discutidas por Hingley en la parte I. El libro, por lo tanto, también tiene
como objetivo ser una exploración que provee un panorama de lo que se puede hacer con
la globalización (o no) en diferentes temas y subdisciplinas en historia y arqueología
romana y que, asimismo, considera las implicancias patrimoniales de presentar un mundo

119
Beck (2004).


romano globalizado al público más amplio. Cada uno de los ensayos, por lo tanto,
comenta sobre un conjunto de cuestiones específicas: ¿ofrece globalización una
perspectiva valiosa para los estudios romanos? ¿Ofrece algo nuevo? ¿Cómo puede
cambiar la naturaleza de la erudición actual? ¿Cuáles son las áreas/temas que se
beneficiarán más con la aplicación de este concepto? Y ¿qué nuevos aparatos teóricos y
metodológicos son requeridos para que el concepto sea aplicado en un sentido más
práctico? Varios temas y debates entrecruzados emergen de las contribuciones
individuales en la parte II, incluyendo la naturaleza y el grado de compresión espacio-
temporal; la creación y mantenimiento de la consciencia global; el rol del estado romano
y las instituciones estatales como conductores de la globalización; la cuestión de
comprender las redes no estatales; y descentrar Roma en las interpretaciones de cultura
visual y material. En sus discusiones, los colaboradores comparten un optimismo cauto.
A pesar de los costos de introducir jerga teórica con connotaciones de modernidad, hay
un acuerdo amplio de que la globalización es algo ‘bueno para pensar con’ por una
variedad de razones, incluyendo proveer oportunidades para mejores comprensiones de
las diferencias entre antigüedad y modernidad, promoviendo comparaciones con
escenarios que globalizan en otros contextos históricos, y planteando la complejidad del
mundo romano y su cultura material en una manera más sofisticada que los paradigmas
existentes.
La parte III provee perspectivas desde posturas disciplinarias fuera del ámbito de
la arqueología e historia romana. Dado que este libro debería ser considerado la primera
exploración extensa de la aplicación de la teoría de la globalización al mundo romano, tal
énfasis en la discusión es crucial para examinar la cuestión desde diferentes ángulos.
Viniendo desde afuera del campo de los estudios romanos, Jan Nederveen Pieterse coloca
‘la globalización romana’ en una perspectiva de larga duración; anclándola en el dominio
de los estudios de la globalización y resaltando la relevancia más amplia de la discusión
más allá de los especialistas romanos. Finalmente, Hodos, cuya propia investigación es
sobre la globalización en el Mediterráneo de la edad de hierro, ofrece una conclusión
general que une todas las contribuciones juntas. Las cuestiones más amplias surgidas en
la Parte III incluyen la necesidad de entender la forma que ‘globalización’ toma en el
mundo romano como un producto de circunstancias históricas particulares como algo
opuesto a ser un agente uniforme de cambio que abarca diferentes períodos de la historia;
y la cuestión de la contribución de la historia y arqueología romana a la más amplia
comprensión histórica de la ‘globalización’.
Este libro se llama ‘Globalisation and the Roman world’ [‘La Globalización y el
mundo romano’]; no ‘Globalising the Roman world’ [‘Globalizando el mundo romano’].
Su objetivo no es arribar a la conclusión de que deberíamos reemplazar romanización con
globalización (o no). En su lugar, nuestro objetivo es hacer una exploración teórica
genuina que podría agregar nuevas perspectivas al debate o posibles avenidas para una
investigación más extensa. Este libro investiga críticamente si y cómo la teoría de la
globalización puede ayudarnos para entender mejor el mundo romano y su cultura
material. Como tal, también apunta a contribuir a los debates sobre ‘historia global’.
Habiendo tomado en cuenta las advertencias de Naerebout, Greene y otros, nuestra
introducción se enfocó en el ‘si’; los capítulos individuales apuntan a responder el ‘cómo’.

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INTRODUCCIÓN A LAS FUENTES

Estrabón, Geografía
Poco se sabe de Estrabón, sólo que él mismo hizo constar en su Geografía. Nació hacia
el 63-62 a.C. en Amasia del Ponto y murió después del 23 d.C. Algunos de sus antepasados
actuaron en política con distinta suerte durante los reinados de Mitrídates V y VI; este
último derrotado por Pompeyo. Al parecer, la ruina de la familia de Estrabón iría en
paralelo con la caída de Amasia en manos romanas.
Se sabe que viajó por varios lugares de Asia Menor, Creta, Corinto, Argos, estuvo en
Roma en varias oportunidades y también pudo visitar lugares del sur de Italia. Asimismo,
estuvo en Alejandría e hizo un viaje por el Nilo, durante el cual pudo visitar varios lugares.
Antes de su Geografía, Estrabón había escrito una obra histórica que continuaba las
Historias de Polibio, de la que sólo se conservan unos pocos fragmentos y que consideraba
como complementaria de su Geografía. En cuanto a ésta, la misma estaba compuesta de 17
libros. Los primeros dos dedicados a discutir las obras de sus predecesores, realzando la
figura de Homero, y los conceptos básicos de la geografía. Los restantes desarrollan una
geografía universal recorriendo el mundo mediterráneo de norte a sur de las columnas de
Hércules al Oriente y de vuelta al punto de partida. El libro IV, del cual hemos
seleccionado un pasaje, se detiene a discurrir sobre la Galia. La obra fue escrita después de
la victoria de Octavio, futuro Augusto, en Accio (31 a.C.) y, probablemente, en su mayor
parte durante los primeros años del gobierno de Tiberio.

Mercurio y Rosmerta
La imagen pertenece a la colección del Museo Arqueológico de Estrasburgo. Procede de
Châtenois, a unos 52 km de Estrasburgo, y data de comienzos del siglo IV d. C.
Mercurio era el dios protector de los comerciantes y viajeros. Se lo suele representar
portando un caduceo, un sombrero y sandalias alados y una bolsa vinculada a las ganancias
del comercio. Rosmerta, por su parte, era una diosa gala de la fertilidad y de la abundancia.
Si bien se han encontrado imágenes de culto de esta diosa sola, es común, entre las
imágenes que se han encontrado de ella, que figure emparejada con Mercurio. En la imagen
seleccionada, ambas deidades llevan vestimenta gala.

Arco de triunfo y mausoleo de Glanum


Glanum era originalmente una población de los salios, celto-ligures, que en época de
Augusto devino oficialmente romana. Se encuentra en la Provenza francesa en lo que hoy
es Saint-Rémy-de-Provence. Tanto el arco de triunfo como el mausoleo de los Julios se
encuentran a la entrada de la ciudad muy próximos el uno del otro. El primero está datado
entre los años 10 y 20 d.C. y el segundo, hacia el 40 a.C.





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