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Tema: ¿Cómo sabes que Dios es tu padre? Lección 2.

Propósito: Estudiar las evidencias morales (prácticas) que determinan que una persona
tiene una relación padre-hijo con Dios.
Lectura: 1 Juan 2:3-17
Texto de memoria: 1 Juan 2:15.
No améis al mundo, ni las cosas que están en el mundo. Si alguno ama al mundo, el amor
del Padre no está en él.

Introducción
En las lecciones anteriores aprendimos acerca de las evidencias doctrinales que un hijo de
Dios posee. Hablamos acerca de la visión bíblica de Cristo, de Dios y del pecado que como
hijos de Dios debemos tener. Hablamos de como estas evidencias doctrinales nos
mantienen en comunión genuina con Dios. En esta clase hablaremos de las evidencias
morales que como hijos de Dios poseemos, es decir, aquellas acciones practicas que
evidencian nuestra comunión genuina con Dios, más allá de lo que decimos, lo que
hacemos.
En el pasaje de 1 Juan 2:3-17 podemos encontrar dos evidencias completamente tangibles
de nuestra comunión con Dios, la obediencia y el amor. Veremos a la luz de las escrituras
lo que nuestro Padre espera de cada uno de sus hijos y el ejemplo que nuestro Señor Jesús
nos dio al respecto.

I. Una perspectiva bíblica de la obediencia (1 Juan 2:3-6)

La obediencia es la evidencia externa y visible de salvación. “Y en esto


sabemos que nosotros le conocemos, si guardamos sus
mandamientos,” al guardar (cumplir) sus mandamientos, demostramos que
le conocemos. No podremos guardar sus mandamientos si no conocemos
realmente a Dios. Debemos entender el “conocer” como entender quien es Dios
para nosotros y nuestra actitud hacia él (obediencia).
“El que dice: yo le conozco, y no guarda sus mandamientos, el tal es
mentiroso, y la verdad no está en él;”
Todo aquel que dice conocer a Dios, pero no guarda sus mandamientos no le
conoce realmente, sino que miente (también se engaña a sí mismo) y Jesús no
está en él. El verdadero conocimiento de Dios, el hecho de que Jesús sea parte
de nuestra vida, nos lleva sin duda alguna a querer guardar su palabra, a
cumplirla en nuestras vidas a tiempo completo. Santiago 2:14-25, Lucas 6:46
“pero el que guarda su palabra, en éste verdaderamente el amor de
Dios se ha perfeccionado; por esto sabemos que estamos en él.”
Debemos entender que no es una repetición del versículo 3 ni un complemento
para el versículo 4, aquí Juan nos está ampliando el sentido del conocimiento
de Dios, llevándolo de conocerle (saber, entender quién es Dios) a estar en
comunión con él.
“El que dice que permanece en él, debe andar como el anduvo.”
Una vez más Juan extiende el concepto de nuestra relación con Dios a uno de
madurez al usar la palabra permanece, dejando ver un estado sin interrupción,
constante, sin fin, de comunión con el Padre. Y la característica que evidencia
este estado de comunión madura con el Padre es andar como él anduvo, Juan
se refiere a Jesús como el modelo que debemos seguir en nuestra comunión con
el Padre, y podemos asumir dos aspectos que a lo largo del capítulo 2 Juan nos
muestra, la obediencia y el amor. Estos dos son características inseparables
para un cristiano, es decir, la obediencia nos lleva al amor y el amor nos hace
obedecer. Juan 15:9-10, Juan 6:38.

II. Una perspectiva bíblica del amor (1 Juan 2-7-17)

El amor es la cuarta evidencia (segunda evidencia completamente práctica) de


nuestra identidad como hijos de Dios. Esta completamente ligada a la
obediencia, ya que Dios nos manda a amarnos unos a otros como él nos ha
amado. Juan, en este capítulo 2 nos enseña acerca del amor que Dios espera y
requiere de cada uno de sus hijos, pero también nos enseña acerca de lo que no
debemos amar, porque Dios lo aborrece.

A. El amor que Dios requiere (1 Juan 2:7-11)

Juan recuerda a los creyentes el mandamiento de amar unos a otros, que no


era un mandamiento nuevo para los que estaban en la iglesia, puesto que
era lo que habían recibido desde el principio (de su conversión), pero
también era el mandamiento antiguo (de la ley) que consistía en amar a los
demás. La novedad de este mandamiento era la ejecución que Cristo había
hecho, él llevó el amor a su máxima expresión y mandó a sus discípulos a
identificarse como tales, amando como él había amado. Juan 13:34-35

En el griego, los verbos en tiempo presente significan un proceso continuo


o acción habitual. El tiempo perfecto del griego significa que una acción
fue completada en el pasado, permaneciendo los resultados en el presente.
En 1 Juan 2:9, la palabra griega aborrece está en tiempo presente. Por lo
tano este pasaje no está haciendo referencia a un solo evento de aborrecer,
sino a un patrón continuo de conducta.
El verbo griego para amar en 1 Juan 2:10 está también en tiempo
presente al igual que permanece.

Aquellos que profesan ser cristianos, hijos de Dios, deben caracterizar sus
vidas por el amor y no por el odio. El amor es característico de los que están
en luz (comunión con el padre) y el odio es característico de los que andan
en tinieblas (en pecado).
B. El amor que Dios odia (1 Juan 2:12-17)
No debemos olvidar que existen dos familias, la familia de Dios y la familia
del Diablo (Juan 8:39-44). Juan escribe a aquellos que pertenecen a la
familia de Dios y les recuerda su estado de hijos de Dios, al haber sido sus
pecados perdonados por el sacrificio hecho por Cristo en la cruz. Juan hace
dos referencias a los creyentes acerca de lo mismo, haciendo énfasis en que
dentro de la familia de Dios hay tres etapas de crecimiento:
- Los padres, aquellos que han alcanzado la madurez espiritual, tienen un
conocimiento profundo de Dios.
- Los jóvenes, aquellos que conocen la Palabra, la sana doctrina y luchan
contra el pecado y vencen (por el poder de la Palabra en sus vidas).
- Los hijitos, aquellos que empiezan apenas en la vida cristiana y
necesitan de crecimiento.
Juan les recuerda a todos por igual que pertenecen a la familia de Dios y su
amor debe ser hacia Dios y no hacia el mundo.
“No améis al mundo,” Dios aborrece que amemos al mundo, es decir,
este sistema mundanal dominado por satanás y todo lo que ofrece en
oposición a Dios. “Si alguno ama al mundo, el amor del Padre no
está en él.” Aquellos que aman al mundo no han nacido de nuevo, el amor
de Dios no está en ellos, no le conocen. El amor al mundo es contrario a un
hijo de Dios, un verdadero hijo de Dios no puede amar al mundo ni las cosas
que están en él. El mundo es el enemigo del cristiano porque está en
rebelión y oposición directa contra Dios.
Los deseos de la carne, los deseos de los ojos, y la vanagloria de la
vida.
Eva fue tentada con estos tres aspectos que podemos ver en el v16.
1. Los deseos de la carne, todo aquello que llama a satisfacer los placeres
humanos, todo lo que incita a nuestro cuerpo (humanidad), todo aquello
que ofrece el mundo es para incitar nuestra carne. Génesis 3:6 (a) “Y vio
la mujer que el árbol era bueno para comer”
2. Los deseos de los ojos, satanás presenta las cosas aparentemente bellas,
nos muestra un pecado “agradable”. Pero cuyo fin es la muerte. Génesis
3:6 (b) “y que era agradable a los ojos”
3. La vanagloria de la vida, la arrogancia, ansia de poder, el querer ser más
para impresionar a otros. Génesis 3:6 (c) “y árbol codiciable para
alcanzar sabiduría”.

Todo esto no proviene del Padre, sino del mundo. El amar todo lo que está
en el mundo solo demuestra que el amor del Padre no está en nosotros.
“Y el mundo pasa, y sus deseos; pero el que hace la voluntad de
Dios permanece para siempre.”
Todo lo que el mundo ofrece, su sistema, es temporal y está determinado
que desaparezca. En cambio, Dios es invariable, inmutable, todo lo que Dios
promete es eterno. Aquellos que aman a Dios y viven en obediencia a él
tienen la promesa de permanecer para siempre con él.

Conclusión
Si somos verdaderos hijos de Dios, es decir, si Dios realmente es nuestro Padre,
deberíamos estar evidenciando estás dos cosas en nuestro diario vivir, la obediencia
completa a su palabra y también el amor hacia otros.
¿En mi vida son evidentes estas dos acciones?
Si no estoy dando evidencia de obediencia y amor, debería revisar hoy mi vida, tal vez he
creído equivocadamente que Dios era mi Padre, pero hoy es un buen día para venir a él y
pedirle que nos guíe en esta relación Padre – hijo.

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