Si bien la resiliencia es la capacidad de las personas para
adaptarse y superar circunstancias difíciles en sus vidas,
este término -muy de moda en la actualidad aplicado al ámbito de la psicología y el bienestar- también es extensible al urbanismo. De este modo, las ciudades resilientes son aquellas que están preparadas para el cambio y cuentan con medidas adecuadas para recuperarse de alguna crisis con el fin de aprender de ella y evitar que se repita. Además, este tipo de metrópolis promueven el bienestar de sus habitantes con pautas que beneficien de manera colectiva su estructura o funcionamiento. En la actualidad contamos con tecnología que nos permite monitorear y predecir catástrofes naturales tales como terremotos, huracanes, tornados, erupciones volcánicas, entre otras. Sin embargo, como no somos capaces de controlarlas, las comunidades deben buscar la manera de adaptarse y reincorporar su manera de vivir de acuerdo a las circunstancias que atraviesan. Para superarlas de la mejor forma, la Fundación Rockefeller, a través de su división 100 Ciudades Resilientes, se ha dedicado a estudiar la resiliencia, la que consideran una característica que hace que las ciudades pueda aprender de estas experiencias críticas y prevenir que se repitan, como una manera de promover el bienestar de los habitantes. ¿Qué características debe tener una ciudad resiliente? Persistente. Una urbe persistente se anticipa a los posibles impactos actuales y futuros. Esta anticipación permite desarrollar políticas y mecanismos de resistencia para afrontar los desastres naturales. Además, con estos mecanismos los habitantes y la propia ciudad estarán más protegidos y los efectos de las amenazas podrán paliarse con más facilidad. Adaptable. Las ciudades adaptables transforman los cambios o desastres en una oportunidad. Estas urbes son flexibles y pueden evolucionar y reajustar sus recursos según las propias necesidades de la sociedad en cualquiera de sus ámbitos. Inclusiva. Las ciudades resilientes tienen en cuenta cual es el sector de la población más vulnerable ante un posible impacto natural. De este modo, se establecen políticas de actuación inclusivas y de cohesión social. Según el portal ONU Hábitat, las ciudades resilientes son aquellas que están preparadas para el cambio y cuentan con medidas adecuadas para recuperarse de alguna crisis. De acuerdo con 10 factores estudiados por la Fundación Rockefeller, es posible conocer una propuesta para saber si vivimos en una ciudad resiliente o no, dependiendo si cuenta con ciertos sistemas públicos o si realiza algunas prácticas sostenibles, tales como agricultura apoyada por la comunidad, ciudades caminables, biocombustibles, públicos de bicicletas, vías de tránsito rápido, entre otros. Una ciudad resiliente busca reducir la huella de carbono desincentivando la expansión de la mancha urbana. Las ciudades compactas generan menor cantidad de CO2 por la reducción del uso del automóvil y reducen la deforestación. Asegurar una mejora en la vida de la población es algo fundamental para estas urbes, y quizás eso es lo más importante de las ciudades resilientes. Entiendes que podemos en nuestra comunidad aportar para convertir nuestra ciudad en un espacio resiliente.