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Volvemos al trabajo al día siguiente, monotonía que nos consume; la calle está
inundada, ayer hubo una fuerte lluvia y la basura desperdigada por todos nosotros hizo
que se atascaran los canales. El olor a carnaza pútrida junto al aroma de desperdicio nos
impregna las fosas nasales, y por un tiempo hasta pensamos que vamos a vomitar del
puro repudio que se manifiesta en una piel de gallina sobre la piel.
El trabajo asume el estado de ánimo de un entierro, la melodía cacofónica de las
máquinas impresoras, las computadoras con equipamiento desactualizado, los pitidos de
los servidores y el tecleo de los compañeros de trabajo crean una “melodía” tan
asincrónica con los tonos altos, que presenciamos el mismo purgatorio de almas en esas
horas que siendo tan pocas parecen ser tan eternas.
Y en eso se basa el día a día de la mayoría de nosotros, en un ciclo del cual es tan
difícil salir que es la cárcel de todos nosotros sin que tomemos conciencia. Nos atrapa y
nos encierra cual mosca caída en una telaraña, y como tenemos la mentalidad tan cerrada
por ser ciegos a nuestro entorno, no notamos que en el transcurso de estos años valiosos
que no sentimos pasar, solo hacemos que las cosas empeoren para nosotros mismos, y,
por si fuese que sobrevivimos todo ese tiempo, para los que nos suceden.
Inconscientemente haciendo lo de siempre, diariamente, tapamos oídos y mente ante
todo lo que perjudicamos. Somos tan ciegamente hipócritas e irrespetuosos con nosotros
mismos que matamos a nuestro planeta, sin sentir remordimiento o la más ínfima culpa,
porque nuestra “humanidad” irónicamente nos ha hecho perder nuestra condición que
nos define como miembros sociales, que es el respeto y la protección, el respeto a otras
personas, y la protección a otras personas y al mundo.
El voto y las protestas pacíficas son las armas que nosotros, ciudadanos,
poseemos, si no las usamos dejamos pase libre a que se pise nuestra voluntad e intereses
por los que son más grandes que nosotros; debemos salir y exigir una educación mejor, no
solo una educación ambiental, sino también una educación primaria y secundaria también
mejorada para que los jóvenes que son instruidos también sean maestros, y así se forme
un ciclo recíproco en la cual el población se ayude a sí misma, y con la cual podemos sanar
de la enorme herida que desangra a nuestro planeta lentamente, invisiblemente frente a
nuestros ojos.