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Módulo II.

En busca de la integralidad humana

Síntesis de lecturas

Abril Trigo en el texto “Las humanidades en la encrucijada de la globalización” plantea una crisis
epistemológica muy importante que se ha gestado desde hace algunas décadas en el campo de las
humanidades y las ciencias sociales. Frente a los nuevos procesos de comunicación y de hiper
digitalización por los que atravesamos, el conocimiento, sostiene Trigo, cesa de ser un fin o un
medio para el desarrollo humano y se convierte en una de las fuentes de capital variable, así como
un medio decisivo de producción para la generación de beneficios económicos. Dicha crisis
epistemológica, a la cual aludimos, no tiene su origen en las disciplinas humanistas sino en la
sociedad y la cultura, predominantemente, regida por el pragmatismo y la gratificación inmediata
que busca a toda costa obtener resultados tangibles a costa muchas veces del mismo
conocimiento.

El modelo educativo actual, basado en las nuevas tecnologías de la información y la comunicación,


privilegia más el acopio de datos a pesar de que propicia, al menos en el discurso, el
autoaprendizaje y promueve el desarrollo de nuevas destrezas y competencias personales. Pero
¿hasta qué punto realmente se logra esto?, se pregunta Trigo en su texto. El autor caracteriza al
nuevo modelo educativo como lúdico y hedonista puesto que sólo busca la gratificación inmediata
y utilitaria de los saberes que son procesados muchas veces sin ningún filtro crítico, o de análisis,
para sólo ser incorporados e insertados en un cúmulo de datos infinitos. Las destrezas y
competencias que dice incentivar el modelo educativo actual quedan reducidas a meras acciones
de reproducción y simplificación de la información que el estudiante obtiene en la red.

La globalización cultural dentro de la cual está inserta este nuevo modelo educativo es sumamente
compleja dado que involucra diferentes aspectos o áreas de la vida social entre los que se
encuentran la economía, la política, la ciencia, etc. La educación no es la excepción y no se salva de
esta vorágine globalizadora que tiende a envolver todo aquello que es susceptible de venderse o
intercambiarse en un mercado mundial o glocal cada vez de mayores dimensiones y proporciones.
De ahí que Abril Trigo advierta de la importancia que tiene la economía en la globalización y en sus
efectos adyacentes. Pues todo aquello que es consumible, entre ellos el mismo conocimiento y la
cultura, adquiere valor de mercancía y por supuesto de ganancia.

Por otra parte, Javier Ordóñez en su ensayo “Las emociones en la ciencia”, nos ofrece una visión
sumamente interesante sobre las emociones que es capaz de provocar la ciencia entendida como
conocimiento invaluable del ser humano. A lo largo de la historia y, especialmente, desde los siglos
XVIII al XX se ha visto a la ciencia desde dos posturas: 1.- poseedora o detentora de una esperanza
radical y 2.- generadora de temor y terror con guiños apocalípticos. Ordóñez señala en su ensayo
que la ciencia nos hace oscilar entre éstas dos emociones: la esperanza y el miedo. Tanto uno
como otra postura son legítimas y justificables pues la historia de la humanidad así parece
mostrarlo, al menos en el último siglo lo ha hecho de esta manera. Ordóñez recurre para explicar
este último punto al papel que jugó la ciencia en las dos guerras mundiales, ya que tanto en una
como en otra la ciencia apareció como motivo de esperanza, pero también como signo de terror
indescriptible.
La raíz de la esperanza en las ciencias, señala Ordóñez, se encuentra en la persuasión de que las
ciencias constituyen un entramado de conocimiento que puede crecer infinitamente, y no sólo
eso: “la esperanza de la ciencia no sólo encuentra su mejor expresión en el anhelo por resolver los
problemas de salud, sino en el deseo de mejorar toda la constelación de valores de las
sociedades”1 No obstante, a la par de que la ciencia es capaz de provocar esto también puede
desempeñar el papel de aprendiz de brujo, y efectuar los actos de mayor ignominia como lo fue el
diseño y aplicación de la bomba atómica en la segunda guerra mundial: “El fuego robado por
Prometeo había levantado el velo dejando al descubierto lo más terrible; las ciencias nunca
volvieron a ser solamente el reino de la seguridad, de la promesa, de la prosperidad. Su luz
contenía también un mensaje donde sonaban las trompetas de algún Apocalipsis” 2.

A modo de reflexión personal

La enseñanza de las humanidades ante los procesos de globalización que vivimos enfrenta una
serie de desafíos que configuran un panorama retador, el cual gira en torno a la capacidad que
deben de tener las disciplinas humanistas para integrar una mirada crítica sobre la realidad.
Además de ofrecer a los estudiantes, un núcleo formativo que realmente privilegie y sitúe al ser
humano en el centro del aprendizaje y lo convierta en principio y fin de todo conocimiento. La
enseñanza de las humanidades está llamada, en el nuevo entramado económico mundial, a ser
ese trasfondo y sedimento que permita al individuo comprender su entorno y así influir en él. Sin
descuidar su propio crecimiento personal y el desarrollo de habilidades dirigidas o encaminadas a
promover la solidaridad, la colaboración y la convivencia armónica dentro de sociedades que son
cada vez más desiguales e injustas.

Las humanidades no pueden estar desconectadas ni de las ciencias ni de las nuevas tecnologías
porque van de la mano. Ni una ni otra esfera de conocimiento puede desentenderse de la otra
porque ambas forman lo humano y son indispensables para el bien común que no se obtendrá
sino es a partir de un desarrollo integral del individuo. El individuo requiere de saberes científicos y
tecnológicos porque en ellos está una parte considerable de su bienestar y crecimiento, pero
también de las humanidades y las ciencias sociales porque en ellas está su capacidad para
reflexionar sobre sí mismo, y su sociedad, en torno a las acciones y decisiones que marcan el
rumbo de nuestra humanidad.

1
Javier Ordóñez, Lección de ciencia, p. 57
2
Ibidem, p. 70

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