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Primeras Vísperas Oficio de Lectura Laudes Tercia Sexta Nona Vísperas Completas

Ayer:
Oficio de Lectura - VIERNES XXIX Primeras
SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO Vísperas
Oficio de
2020 Lectura
Laudes
Tercia
El siguiente es el formulario que corresponde a oficio de lectura de la liturgia de las
Sexta
horas para el día de hoy, viernes, 23 de octubre de 2020.
Nona
Vísperas
Invitatorio Completas
Hoy:
Oficio de Lectura
Primeras
Vísperas
Notas
Oficio de
Lectura
Laudes
Si el Oficio de lectura se reza antes de Laudes, se empieza con el Invitatorio, como se
indica al comienzo. Pero si antes se ha rezado ya alguna otra Hora del Oficio, se comienza Tercia
con la invocación mostrada en este formulario. Sexta
Cuando el Oficio de lectura forma parte de la celebración de una vigilia dominical o festiva Nona
prolongada (Principios y normas generales de la Liturgia de las Horas, núm. 73), antes del Vísperas
himno Te Deum se dicen los cánticos correspondientes y se proclama el evangelio propio
de la vigilia dominical o festiva, tal como se indica en Vigilias. Completas
Además de los himnos que aparecen aquí, pueden usarse, sobre todo en las
celebraciones con el pueblo, otros cantos oportunos y debidamente aprobados. Mañana:
Si el Oficio de lectura se dice inmediatamente antes de otra Hora del Oficio, puede decirse
como himno del Oficio de lectura el himno propio de esa otra Hora; luego, al final del Oficio
Primeras
de lectura, se omite la oración y la conclusión y se pasa directamente a la salmodia de la Vísperas
otra Hora, omitiendo su versículo introductorio y el Gloria al Padre, etc. Oficio de
Cada día hay dos lecturas, la primera bíblica y la segunda hagiográfica, patrística o de Lectura
escritores eclesiásticos.
Laudes
Tercia
Sexta
Invocación Nona
Vísperas
V. Dios mío, ven en mi auxilio. Completas
R. Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y
siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.

Himno

Salmodia

Antífona 1: Levántate, Señor, y ven en mi auxilio. (T. P. Aleluya).

Salmo 34, 1-2. 3c. 9-19. 22-24a. 27-28


SÚPLICA CONTRA LOS PERSEGUIDORES INJUSTOS
Se reunieron... y se pusieron de acuerdo para detener a Jesús con engaño y matarlo (Mt 26, 34).

Pelea, Señor, contra los que me atacan,


guerrea contra los que me hacen guerra;
empuña el escudo y la adarga,
levántate y ven en mi auxilio;
di a mi alma:
"yo soy tu victoria".
Y yo me alegraré con el Señor,
gozando de su victoria;
todo mi ser proclamará:
"Señor, ¿quién como tú,
que defiendes al débil del poderoso,
al pobre y humilde del explotador?"
Se presentaban testigos violentos:
me acusaban de cosas que ni sabía,
me pagaban mal por bien,
dejándome desamparado.

Antífona 2: Juzga, Señor, y defiende mi causa, tú que eres poderoso. (T. P.


Aleluya).

II

Yo, en cambio, cuando estaban enfermos,


me vestía de saco,
me mortificaba con ayunos
y desde dentro repetía mi oración.
Como por un amigo o por un hermano,
andaba triste;
cabizbajo y sombrío,
como quien llora a su madre.
Pero, cuando yo tropecé, se alegraron,
se juntaron contra mí
y me golpearon por sorpresa;
me laceraban sin cesar.
Cruelmente se burlaban de mí,
rechinando los dientes de odio.

Antífona 3: Mi lengua anunciará tu justicia, todos los días te alabará, Señor. (T. P.
Aleluya).

III

Señor, ¿cuándo vas a mirarlo?


Defiende mi vida de los que rugen,
mi único bien, de los leones,
y te daré gracias en la gran asamblea,
te alabaré entre la multitud del pueblo.
Que no canten victoria mis enemigos traidores,
que no hagan guiños a mi costa
los que me odian sin razón.
Señor, tú lo has visto, no te calles,
Señor, no te quedes a distancia;
despierta, levántate, Dios mío,
Señor mío, defiende mi causa.
Que canten y se alegren
los que desean mi victoria,
que repitan siempre: "Grande es el Señor"
los que desean la paz a tu siervo.
Mi lengua anunciará tu justicia,
todos los días te alabará.

Lecturas

Primera Lectura

Del libro de Ben Sirá 42, 15-26; 43, 31-37

TODA LA CREACIÓN CANTA LA GLORIA DE DIOS

Voy a recordar las obras de Dios y a contar lo que he visto: por la palabra de Dios
fueron creadas las cosas y de su voluntad reciben su tarea.
Sale el sol mostrando a todos su esplendor, la gloria del Señor se refleja en todas
sus
criaturas. Aun los santos de Dios no bastaron para contar sus maravillas. Dios
fortaleció
sus ejércitos, para que estén firmes en presencia de su gloria.
Él sondea las profundidades del abismo y del corazón humano, penetra todas sus
tramas y secretos, declara el pasado y el futuro y revela los misterios escondidos.
No se le
oculta ningún pensamiento ni se le esconde palabra alguna.
Ha establecido el poder de su sabiduría, él es el único desde la eternidad; no
puede
crecer ni menguar ni le hace falta un consejero.
¡Qué deseables son todas sus obras!, y eso que no vemos más que una chispa.
Todas
viven y permanecen para siempre y lo obedecen en todas sus funciones. Todas
difieren

unas de otras, y no ha hecho ninguna inútil. Cada cosa hace resaltar la excelencia
de la
otra: ¿quién se saciará de contemplar su hermosura?
Temible es el Señor, inmensamente grande, su poder es admirable. Los que
ensalzáis al
Señor, levantad la voz, esforzaos cuanto podáis, que siempre os quedaréis cortos.
Los que
alabáis al Señor, redoblad las fuerzas y no os canséis, que nunca será bastante.
¿Quién lo
ha visto que pueda describirlo? ¿Quién lo alabará tal como él es?
Quedan cosas más grandes escondidas, sólo un poco hemos visto de sus obras.
Todo lo
ha hecho el Señor, y a sus fieles les da sabiduría.

Responsorio Sir 43, 29. 30

R. Muchas cosas más podríamos seguir diciendo, mas nunca terminaríamos; *


sea, pues,
éste el broche de nuestras palabras: «Él lo es todo.»
V. ¿Dónde hallar fuerza para glorificarlo dignamente? Él es más grande que todas
sus
obras.
R. Sea, pues, éste el broche de nuestras palabras: «Él lo es todo.»

Segunda Lectura

De la carta de san Agustín, obispo, a Proba


(Carta 130,14, 27-15, 28: CSEL 44, 71-73)

EL ESPÍRITU INTERCEDE POR NOSOTROS

Quien pide al Señor aquella sola cosa que hemos mencionado, es decir, la vida
dichosa
de la gloria, y esa sola cosa busca, éste pide con seguridad y pide con certeza, y
no puede
temer que algo le sea obstáculo para conseguir lo que pide, pues pide aquello sin
lo cual
de nada le aprovecharía cualquier otra cosa que hubiera pedido, orando como
conviene.
Ésta es la única vida verdadera, la única vida feliz: contemplar eternamente la
belleza del
Señor, en la inmortalidad e incorruptibilidad del cuerpo y del espíritu. En razón de
esta
sola cosa, nos son necesarias todas las demás cosas; en razón de ella, pedimos
oportunamente las demás cosas. Quien posea esta vida poseerá todo lo que
desee, y allí
nada podrá desear que no sea conveniente.
Allí está la fuente de la vida, cuya sed debemos avivar en la oración, mientras
vivimos
aún de esperanza. Pues ahora vivimos sin ver lo que esperamos, seguros a la
sombra de
las alas de aquel ante cuya presencia están todas nuestras ansias; pero tenemos
la
certeza de nutrirnos un día de lo sabroso de su casa y de beber del torrente de
sus
delicias, porque en él está la fuente viva, y su luz nos hará ver la luz; aquel día, en
el cual
todos nuestros deseos quedarán saciados con sus bienes y ya nada tendremos
que pedir
gimiendo, pues todo lo poseeremos gozando.
Pero, como esta única cosa que pedimos consiste en aquella paz que sobrepasa
toda
inteligencia, incluso cuando en la oración pedimos esta paz, hemos de decir que
no
sabemos pedir lo que nos conviene. Porque no podemos imaginar cómo sea esta
paz en sí
misma y, por tanto, no sabemos pedir lo que nos conviene. Cuando se nos
presenta al
pensamiento alguna imagen de ella, la rechazamos, la reprobamos, reconocemos
que está
lejos de la realidad aunque continuamos ignorando lo que buscamos.
Pero hay en nosotros, para decirlo de algún modo, una docta ignorancia; docta,
sin
duda, por el Espíritu de Dios, que viene en ayuda de nuestra debilidad. En efecto,
dice el
Apóstol: Cuando esperamos lo que no vemos, aguardamos con perseverancia. Y
añade a
continuación: El Espíritu viene en ayuda de nuestra debilidad, porque nosotros no
sabemos pedir lo que nos conviene, pero el Espíritu mismo intercede por nosotros
con
gemidos inefables. Y el que escudriña los corazones sabe cuál es el deseo del
Espíritu, y
que su intercesión por los santos es según Dios.

No hemos de entender estas palabras como si dijeran que el Espíritu de Dios, que
en la
Trinidad divina es Dios inmutable y un solo Dios con el Padre y el Hijo, orase a
Dios como
alguien distinto de Dios, intercediendo por los santos; si el texto dice que el
Espíritu
intercede por los santos, es para significar que incita a los fieles a interceder, del
mismo
modo que también se dice: Se trata de una prueba del Señor, vuestro Dios, para
ver si lo
amáis, es decir, para que vosotros conozcáis si lo amáis. El Espíritu, pues, incita a
los
santos a que intercedan con gemidos inefables, inspirándoles el deseo de aquella
realidad
tan sublime que aún no conocemos, pero que esperamos ya con perseverancia.
Pero
¿cómo se puede hablar cuando se desea lo que ignoramos? Ciertamente que si lo
ignoráramos del todo no lo desearíamos; pero, por otro lado, si ya lo viéramos no
lo
desearíamos ni lo pediríamos con gemidos inefables.

Responsorio Mi 6, 6. 8; D t 10, 14. 12

R. ¿Con qué me acercaré al Señor? Se te ha dado a conocer, oh hombre, lo que


es bueno,
lo que Dios desea de ti: * simplemente que practiques la justicia, que ames la
misericordia
y que camines humildemente con tu Dios.
V. Del Señor tu Dios son el cielo y la tierra y cuanto hay en ellos; y ¿qué es lo que
te exige
el Señor tu Dios?
R. Simplemente que practiques la justicia, que ames la misericordia y que camines
humildemente con tu Dios.

Oración

Oremos:

Dios todopoderoso y eterno, te pedimos entregarnos a ti con fidelidad y servirte


con
sincero corazón. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en
la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos.

Amén.

Conclusión

Después de la oración conclusiva, por lo menos en la celebración comunitaria, se añade:

V. Bendigamos al Señor.
R. Demos gracias a Dios.

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