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ESCALA NACIONAL
Año de
Año de Fundadores
Sigla Nombre Sede Inscrip-
inicio principales
ción legal
Año de
Año de Fundadores
Sigla Nombre Sede Inscrip-
Inicio Principales
ción Legal
Urakusa (ori- Evaristo Nugkuag,
ginalmente Francisco Juwau,
CAH Consejo Aguaruna Huambisa 1977 1980
Napuruka) / Miguel Jempets,
Río Marañon Gerardo Weepio
sigue...
ESCALA REGIONAL
Año de
Año de Fundadores
Sigla Nombre Sede Inscrip-
Inicio Principales
ción Legal
Japaime
Organización Central de
Yamayakat / Salomon Katip, Adolfo
OCCAAM Comunidades Aguarunas 1975 1983
Río Marañon Juep, Jose Lirio
del Alto Marañon
Yo me acuerdo que parecían niños. En las peleas tampoco existía paz, pero
cuando empecé con la organización recién existió lo que es paz. Llegó has-
ta Nieva. Luego nos reunimos pensando de manera madura que mejor es
trabajar unidos y para no pelear entre nosotros mismos, y que nuestros
verdaderos enemigos son los mestizos con quien debemos luchar. Mejor
peleamos con los diablos, así hablé.2 (Entrevista, 21/6/2000)
3. Expreso mi gratitud a Richard Chase Smith por brindarme acceso a muchos de sus
archivos personales que contienen numerosos e importantes documentos inéditos.
4. Varios notorios activistas antropólogos y amazónicos posteriormente se sumaron a
estas reuniones. He aquí una lista obviamente parcial: Frederika Barclay, Margarita
Benavides, Lucy Trapnell, Fernando Santos. Miembros del Grupo DAM también co-
menzaron a participar.
Evaristo: Ellos conseguían la plata, pero para que consiga plata principal-
mente CIPA en año 78, ellos, recién se constituye como CIPA a raíz de que
nosotros lo que reuníamos en Lima, hemos llevado las necesidades [de las
comunidades] ya planteadas y firmadas… Al ver que esta es una necesidad
grande entonces ellos ya anticipadamente a partir de eso para atender mejor
conforman su ONG y consiguen plata de… Holanda. Y compran su local
propio, y compran su carro, tenían sueldos, tenían prestamos para hacer
[i.e. reclamar título de propiedad para] las comunidades. Entonces nosotros
que necesitamos, queríamos saber cómo es, qué va a ser, como cuánto hay.
¿No? Queríamos que nos informaran con detalles, y después decíamos de
que, que nos permiten que un indígena también trabaja ahí para aprender.
Shane: ¿Dentro de CIPA?
Evaristo: No quisieron. Decían que no, este es, CIPA y cooperantes inter-
nacionales se entienden; además no es de los indígenas para tener ahí in-
dígena. Se puso. Entonces ahí es, nosotros dijimos, ajá, entonces si es así
como nosotros vamos a seguir trabajando con CIPA. Entonces nosotros
busquemos nuestra organización que nos represente. Eso fue una reunión
mediante una discusión fuerte, una tarde como ésta. Y ahí surge e hicimos
AIDESEP. Entonces CIPA perdió a nosotros, varias comunidades, varias fe-
deraciones, pero ellos tenían su carro, casa, oficina, etcétera, etcétera (entre-
vista, 4/8/2000).
Foto 6.1
Presidente Alan García durante su reunión de Rimanakuy en 1986
en la ciudad de Pucallpa
6. Otro apoyo importante para la formación de CONAP fue el Consejo Indio Suraméri-
ca (CISA) que había recibido múltiples críticas de AIDESEP (cf. Smith 1996).
8. Varias comunidades huambisas sobre el río Santiago, bajo el liderazgo de Juan No-
ningo, decidieron retirarse de la CAH –una parte tendencias descentralizadoras y una
parte tensión interétnica entre aguarunas y huambisas—. Como resultado, formaron
su propia organización a mediados de los años 1990 ahora conocida como FECOHR-
SA. Así, algunos líderes locales se refieren a esto como el momento en que la CAH
“perdió su H”, aunque algunas comunidades huambisas siguen afiliadas a la CAH. Es
más, la separación étnica ostensiblemente representada por la CAH versus FECOHRSA
se complica enormemente debido a numerosos matrimonios entre ellos y la residen-
cia conjunta en lo que los registros estatales describen como comunidades aguaruna
y huambisa mutuamente excluyentes.
Abundan ejemplos que pueden usarse para demostrar con mayor mi-
nuciosidad el replanteamiento creativo de la historia indígena moderna
dentro de la política organizativa aguaruna y el acostumbramiento que
implica el liderazgo del hombre fuerte. Me propongo examinar dos de
ellos que, a mi parecer, ilustran este proceso.
a la idea de una retirada inmediata, una vez que el equipo fue atado,
expulsado del campamento y enviado río abajo. Según lo reportado por
Nor Oriente, manifestaron: “que no era posible haber venido desde tan
lejos, sufriendo tanto por tan poca cosa y reviviendo viejas tradiciones
acerca de los enemigos, inmediatamente brotó la idea del incendio” (Nor
Oriente 1980d). De este modo, decidieron incendiar el campamento an-
tes de volver a casa.
En la imaginación aguaruna (si no en todas las mentes militares)
un acto agresivo es seguido inmediatamente por el temor a un ataque
de venganza. Por ello, los involucrados emplearon una táctica consuetu-
dinaria para proteger la red de participantes en la incursión. Por varios
días, después de los acontecimientos, designaron a personas específi-
cas para que sirvieran de vigilantes en los diferentes puertos fluviales
mestizos y puestos militares del Marañón (i.e. Imaza, Nieva, Urakusa,
etcétera) con el fin de inspeccionar los “movimientos” de los militares
peruanos y otros enemigos potenciales metidos en la planeación de un
contraataque. Estos “mensajeros” informaban a los organizadores más
importantes del asalto mediante el sistema consuetudinario aguaruna
de relevos verbales: de persona a persona, de casa en casa, de río en río
(Nor Oriente, 1980 e).
El recuento del asunto Herzog, como una historia bélica aguaruna,
no era únicamente un medio de volver parte de la costumbre este espec-
tacular acontecimiento histórico. A la larga las buenas historias bélicas
no se convierten en buena historia aguaruna si no se nombran los héroes
de guerra. En retrospectiva, a más de 25 años de los sucesos, casi todos
los aguarunas a los que tuve oportunidad de preguntar, mencionan a
Evaristo Nugkuag, presidente del Consejo, como el “autor intelectual”
de la incursión. El artículo de Caretas que aparentemente hizo estallar
el incidente había citado anteriormente el testimonio de trabajadores
aguarunas en el campamento de filmación señalando a Nugkuag como
el individuo detrás de los planes para un ataque (cf. Caretas 1979: 36).
No cabe duda de que el Consejo, con Nugkuag como su principal lí-
der, estaba en una etapa de gran respaldo local cuando llegó a la zona
el equipo de filmación de Herzog. Salomón Samaniego (1979b), uno de
los corresponsales de guerra aguarunas que proporcionó descripciones
de primera mano sobre los sucesos al periódico de Jaén, describe a Nu-
gkuag como “nuestro líder” en uno de los artículos acerca del tema y
luego firmó lealmente una línea que decía: “Salomón Samaniego Godoy,
es nativo aguaruna descendiente de nobles y antiguos guerreros” (Sama-
niego 1979b).
Empero, según el registro textual, Nugkuag, en su papel de repre-
sentante del Consejo, estaba presentando una protesta formal por escrito
sobre el asunto Herzog en Lima el día de la incursión. Se mostró tan sor-
prendido como todos cuando se dieron a conocer las noticias (Nor Orien-
te 1979 d; Marka 1979). Cuando saqué a relucir el tema en el curso de una
entrevista, Nugkuag no mencionó haber organizado la acción militar,
pero era patente que pensaba que los miembros de la comunidad tenían
toda la razón de no querer ayudar a Herzog a repetir “una historia negra”
de los abusos de Fitzcarrald en contra de los nativos de la Amazonía. Pero
al preguntarle si el asunto Herzog fue lo que le ganó al Consejo su imagen
“rebelde”, respondió como portavoz de la organización: “el CAH es una
organización que sí le gusta enterarse bien, luego, da apertura. Le da op-
ción. Solamente cuando tratan de engañar; eso sí, no acepta”.
Desde luego, no he tenido la oportunidad de preguntar a todas las
personas relevantes acerca de todo este asunto, pero la mayoría de las
que sí pregunté identifica a Nugkuag como el responsable en parte, de-
bido a su propia distancia social y política de él y de la organización
política con la que se haya vinculado. No obstante, eso también tiene
sentido en términos aguarunas, dado que los enemigos de uno están
propensos a señalar solo al más fuerte de todos los hombres fuertes en
sus representaciones de otros grupos sociales (cf. Taylor 2007).10 Pero el
asunto del papel preciso de Nugkuag no viene al caso para entender este
acontecimiento como un ejemplo espectacular de los activistas agua-
11. Chang y Sarasara (1987: 26) observan además que la ipaamamu es una “institu-
ción eminentemente masculina” dado que se corresponde con actividades y labores
predominantemente masculinas (la quema de un nuevo huerto, la construcción de
una casa, los preparativos para una guerra, etcétera). Las mujeres, de hecho, juegan
un papel como anfitrionas complementarias, dado que un aspecto fundamental de
cualquier ipaamamu consiste en servir cerveza de mandioca fermentada. La persona
que hace la invitación formal suele ser un cabeza de familia varón. La excepción a
esta regla la representan las mujeres cabezas de familia en virtud de una separación
matrimonial o de haberse quedado viudas. Estas mujeres pueden oficiar de anfitrio-
nas y convocar a su propia ipaamamu.
12. Este papel de observación y crítica de las mujeres es citado por Chang y Sarasara
(1987: 84) como prueba de que, si bien se considera oficialmente que las mujeres
actúan fuera de la esfera del ipaamamu, ofrecen sugerencias críticas y comentarios
que en realidad intervienen en la forma como los hombres organizan actividades
particulares. Aquí no resulta descabellado referirse al prólogo y al papel desempeña-
do por las ancianas en Cachiyacu que criticaron abiertamente a los hombres de Achu
que habían venido a apresarme.
apuñalando al cangrejo con su pico punzante (lo que explica, claro está,
el porqué su pico es ahora rojo).
La importancia de este mito para entender el ipaamamu es triple.
En primer lugar, muestra que la acción colectiva es muy circunstancial,
delimitada por una necesidad temporal de llevar a cabo una tarea es-
pecífica (i.e. derrotar a un enemigo). Como observan Chang y Sarasa-
ra (1987: 33), el ipaamamu es una “institución de carácter transitoria,
de corta duración, que termina cuando se ha cumplido con el objeto
propuesto”. Según ellos, el ipaamamu en ninguna parte favorece el sur-
gimiento de organizaciones de un tipo institucional más duradero, ni
siquiera semiinstitucional. A pesar de ejemplos ocasionales de movi-
lizaciones colectivas en gran escala, precisamente del tipo encontrado
en la guerra contra los unkaju, no suelen surgir estructuras más dura-
deras de organizaciones colectivas. Como señalan, “después del princi-
pal enfrentamiento con la problemática, no mantuvieron en sentido de
continuidad y prácticamente desaparecieron, sea con la celebración del
éxito de la empresa o con la dispersión a consecuencia de la derrota”
(1987: 33).
En segundo lugar, las razones de la naturaleza temporal y enmarca-
da por tareas de esta práctica residen en el acento ideológico generaliza-
do entre los aguarunas sobre la preeminencia del individuo (varón), más
bien que en un colectivo político abstracto, como el agente histórico he-
roico. En suma, el ipaamamu representa un ejemplo de unificación y co-
ordinación de individuos únicos, cada uno con sus talentos específicos
(y, a la inversa, también sus defectos), más que una expresión visible de
acción colectiva y solidaridad social. Según Chang y Sarasara, esto refle-
ja “una arrogancia por su autosuficiencia y una soberbia por su libertad
personal. Esto determina un profundo amor propio de los aguarunas;
los cuales, solo concurren a la ayuda de otros en caso de imprescindible
necesidad, o sea, cuando el problema no puede ser solucionado por el
individuo o por el individuo con su familia” (Chang y Sarasara 1987:
33). De este modo, el unkaju fue derrotado solo a raíz de un esfuerzo
meticulosamente planeado, que dependía de que el anfitrión invitara
a participantes con destrezas individualizadas únicas para la tarea que
traían entre manos: tsukanka movilizaría un ejército, tuwich perforaría
los túneles y sudaría, mashu apuñalaría a unkaju con su pico (Chang y
Sarasara 1987: 39).
13. La Organización Aguaruna Alto Mayo (OAAM) no formaba parte del acuerdo origi-
nal dado que la organización se hallaba fuera de las áreas de recolección originales. Se
sumó en 1999 cuando el equipo del ICBG decidió expandir las recolecciones al área
del Alto Mayo, en el departamento de San Martín donde se localiza la OAAM.
14. El primer ipaamamu organizativo tuvo lugar en 1990 (CONAP 1996) antes de que
Sarasara encabezara CONAP (aunque ya era participante). Carezco de información
sobre su contenido. El segundo no se realizaría hasta 1995 en medio de las nego-
ciaciones del ICBG, por cuya época Sarasara buscaba explícitamente transformarla
en una práctica institucional permanente de CONAP y sus organizaciones aguaruna
afiliadas.