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EL EFECTO SOCIAL DEL PROGRAMA MODERNO.

RESEÑA A "LA NUEVA ERA DE


LAS DESIGUALDADES" DE JEAN PAUL FITOUSSI Y PIERRE ROSANVALLON

Martínez Cuevas Adriana del Carmen[b]

https://www.uaeh.edu.mx/scige/boletin/icshu/n2/r1.html

La presente obra es una referencia para aquellos interesados en el fenómeno de las


desigualdades sociales que aquejan a la mayoría de los países desde la década de los
ochenta del siglo pasado hasta nuestros días y de los interesados en el análisis de las
acciones del gobierno ante esta situación. Ya que el libro expresa realidades económicas y
sociológicas que causan novedades en la cuestión social que aqueja a las sociedades
modernas que no encuentran rumbo y certidumbre en las acciones del gobierno que se
mueven en sentido opuesto a la atención de estos asuntos.
Sobre los autores podemos señalar, en primer lugar que Jean- Paul Fitoussi es un economista
francés, profesor del Instituto de Estudios Políticos. Sus intereses de investigación se enfocan
en la inflación, el desempleo y el papel de la política macroeconómica. Fitoussi se desempeñó
como presidente del Observatorio Francés de las Coyunturas Económicas de 1989 a 2010.
Asímismo ha sido galardonado con algunos premios, entre ellos Premio Rossi de la Academia
de Ciencias Morales y Políticas. Entre algunas de sus publicaciones encontramos en 2007 La
distribución de salarios y desempleo: la experiencia francesa; en 2010, Después de la crisis, el
camino a seguir, entre otras.
Por su parte, Pierre Rosanvallon es un historiador e intelectual francés. Sus intereses de
investigación están referidos principalmente a la historia de la democracia, al modelo político
francés, al papel del Estado y a la cuestión de la justicia social en las sociedades
contemporáneas. Actualmente es profesor de historia moderna y de política en el Colegio de
Francia y es también Director de Estudios en la Escuela de Altos Estudios en Ciencias
Sociales (EHESS). Dentro de sus publicaciones se encuentran en 1995, La nueva cuestión
social: repensando el estado de bienestar; en 2008, Contra la democracia. La política  en la
era de la sospecha y en 2011, Legitimidad democrática. La imparcialidad, la reflexividad, la
proximidad, entre muchas otras más.  
Adentrándonos en la obra, La nueva era de las desigualdades (1997), Fitoussi y Rosanvallon
plantean aspectos importantes de la realidad social actual. Por un lado, la inseguridad social
que se ha convertido hoy en la palabra clave que expresa un punto de inflexión de la
modernidad, lo que ocasiona que todo parezca inseguro en todo momento, y que la cuestión
social esté ahora en el centro de las preocupaciones. Por otro, sostienen que existe una falla
constante de las instituciones que hacen funcionar el vínculo social y la solidaridad (es decir,
la crisis del estado de bienestar), las formas de la relación entre la economía y la sociedad (la
crisis del trabajo), y los modos de constitución de las identidades individuales y colectivas (la
crisis del sujeto).
También Fitoussi y Rosanvallon hacen alusión a que, si bien durante el siglo XX se creyó
resuelta en definitiva la cuestión social, con la instauración de los regímenes de protección
social, al final el siglo fue sacudido por la internacionalización de la economía y la crisis del
estado de bienestar. Lo anterior los lleva a mantener a lo largo de su obra, la idea de que el
nuevo malestar social, es sin duda, el fruto de la globalización económica, pero también de la
individualización sociológica nacida del cumplimiento del mismo programa moderno.
En parte es innegable que las mutaciones económicas son la causa principal de este
fenómeno. Es indiscutible que las transformaciones de los modos de regulación económica,
desempeñaron un papel completamente fundamental en la remodelación de la sociedad,
quebrando las solidaridades tradicionales y modificando en profundidad las formas del
contrato salarial; pero esto no es lo esencial, ya que los factores de orden económico solo
tuvieron pleno efecto porque intervenían en un contexto de particular fragilización del vínculo
social, ligado a una transformación y descolectivización a largo plazo de nuestras sociedades.
Así, no es en modo exagerado sostener, que lo que se encuentra en el centro de la crisis
actual es lo que podría llamarse la crisis del sujeto.
Bajo este análisis, los autores sostienen que este malestar social es entonces resultado de
dos crisis. Por una parte, la económica y, por la otra, antropológica, considerando que el
triunfo del individualismo aporta consigo un formidable potencial de progreso, pero al mismo
tiempo, aporta un padecimiento, pues el mercado mundial impulsa el crecimiento, pero
también destruye puestos de trabajo; así mismo multiplica las riquezas, pero aumenta las
desigualdades hasta lo intolerable.
Lo anterior ocasiona que los ciudadanos perciban con mayor claridad estas desigualdades,
desigualdades que las elites en el gobierno no siempre comprenden desde las alturas del
confort protegido en que viven. Así, un número creciente de personas comprueban que el
discurso y la acción política están cada vez más desconectados de los problemas que viven
cotidianamente.
Entonces, el retorno de lo social se acompaña hoy por una confusión perversa de la política y
los buenos sentimientos. Mientras que los asalariados viven en un imaginario de la fragilidad,
el discurso político por su lado, no consigue darles confianza con el porvenir. Al respecto
señalan lo siguiente: “La cuestión social se aborda con demasiada frecuencia en unos
términos que conjugan tres grandes perversiones de la política moderna: la confusión de la
política y los buenos sentimientos, el gusto por la política espectáculo, y la simplificación de
los problemas” (Fitoussi y Rosanvallon:1997:24).
Del mismo modo, Fitoussi y Rosanvallon, consideran que la nueva atención prestada a la
cuestión social se inscribe, desgraciadamente, en el linaje de la política espectáculo. En la
actualidad, la mayoría de los gobernantes tratan de solucionar la nueva era de las
desigualdades a través de lo que los autores llaman un “voluntarismo espectáculo”, que sería
imposible confundir con la expresión de una verdadera voluntad de cambio. Esto ha
ocasionado que la mayoría de los ciudadanos de cualquier país que vive en estas condiciones
de inseguridad social, sientan una desconfianza hacia las instituciones y una ausencia de
representación democrática por parte de sus gobernantes, pues, sin duda alguna, la mayoría
de las acciones de los gobernantes han tenido como efecto el desbloqueo de algunas
situaciones dramáticas.
Así mismo, la obra plantea aspectos de la realidad que la mayoría de nosotros los lectores
podemos visualizar con nitidez, si volteamos la mirada hacia el interior o exterior de nuestro
país. Actualmente, como sostienen ellos, la mayoría de la sociedad puede ver con demasiada
frecuencia, que la acción de los gobernantes se contenta con multiplicar los efectos
publicitarios sin poner en práctica verdaderas políticas. Se asiste entonces a una preservación
de la noción de la voluntad política, que provoca su degradación a una mera “buena voluntad”.
Es claro que los ciudadanos entendemos que la compasión no puede servir como política.
Esta no es cosa de buenas intenciones. Implica arbitrajes y opciones, pues siguiendo las
palabras textuales de los autores: “en la política de los buenos sentimientos, no se habla ni de
impuestos ni del costo de la solidaridad; no se discuten los efectos eventualmente perversos
de ciertas políticas sociales, así como tampoco se procuraran determinar verdaderos
derechos” (Fitoussi y Rosanvallon, 1997:25).
Para la sociedad el escenario político ya no ofrece ni puntos de referencia para la
comprensión de los problemas, ni perspectivas para la acción. Pues las torpezas y dilaciones
de los gobernantes se conjugan en políticas públicas vacías que provocan incertidumbre del
mañana, pues las ideas, los planes, los programas, no tienen forma ni fondo. Así, es como
Fitoussi y Rosanvallon consideran que hemos ingresado en una nueva era vaga de lo político.
De este hecho advierten lo siguiente:“Vivimos un periodo de transición pero el problema es
que nadie sabe hacia dónde lleva. Todo el mundo percibe con claridad que no basta hablar de
populismo en política y de exclusión en el dominio social para comprender la naturaleza de las
conmociones que vivimos sin entenderlas demasiado.” (Fitoussi y Rosanvallon, 1997:63).
Muchos de los ciudadanos que padecen esta desigualdad social se la pasan estigmatizando a
las elites y denunciando una especie de abandono social de las poblaciones más
desamparadas. Es indiscutible que el abismo entre la sociedad civil y sus elites se ha
agrandado. En sí,
…cuando los mecanismos económicos y sociales de regulación
no funcionan más, cuando los individuos se sienten
“peloteados” en una sociedad que les ofrece menos puntos de
referencia y cuando la maquinaria económica parece, con
razón o sin ella, escapar al control y estar en demasiado
gobernada por las fuerzas impersonales de los mercados, se
instala lógicamente un sentimiento de miedo. Todo esto pasa a
percibirse como una amenaza virtual. De allí la suma de una
serie de fantasmas y efectos perversos que corroen tanto el
vínculo social como las formas de vida democrática. Cierto
trastorno identitario se mezcla con el vaciamiento de la vida
política para generar un verdadero desperfecto de lo
político (Fitoussi y Rosanvallon, 1997:68).
Ante esta situación desfavorable, Fitoussi y Rosanvallon sostienen, que aun se puede hacer
algo, esto es dando lugar a la redefinición de un verdadero reformismo radical en sus análisis
y ambicioso en sus objetivos. En donde la política se consagre en formalizar este diagnóstico
y las perspectivas a las que conduce. Recordando que es necesario que no pueda haber un
cambio de la sociedad que proceda exclusivamente desde la cima. Para que haya una
verdadera reforma, siempre hay que apoyarse en relevos sociales que tomen la posta. Si
muchos proyectos giran en el vacío, es porque no hubo actores que se reapropiaron de ellos
en el terreno, pues el objetivo principal de una reforma debe ser dar las herramientas a la
sociedad civil y no únicamente aumentar las transferencias del Estado. Así se mide no una
política asistencialista, sino una visión activa y cívica del cambio. Ya que lo más importante es
liberar las potencialidades, favorecer los dinamismos y estimular las iniciativas.
De esta manera se confiere un verdadero retorno del sentido de lo político: fortaleciendo la
capacidad de descifrar las inquietudes; de formalizar y hacer compartir un marco de
interpretación de las mutaciones en curso, de las consecuencias benéficas y sus efectos
perversos; de proponer una trayectoria colectiva capaz de establecer los términos renovados
de un contrato social duradero, que sea productor de una certidumbre, que tenga apertura a
los otros y genere un porvenir común.
BIBLIOGRAFÍA
Fitoussi, Jean-Paul y Rosanvallon, Pierre (2003) La Nueva Era de las Desigualdades. Buenos
Aires: Manantial.

[b]
 Alumna de 8° semestre de la Licenciatura de Ciencias Políticas y Administración Pública, del
Instituto de Ciencias Sociales y Humanidades de la Universidad Autónoma del Estado de
Hidalgo.

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