Muchas veces pensamos en lo mucho que los demás esperan de nosotros, lo que la sociedad espera, lo que nuestra familia espera, pero… ¿Dónde queda lo que Dios espera de nosotros? Vivimos en medio de una revolución, miles de cambios que nos anuncian todos los días, expectativas, frustraciones, sueños, anhelos, miedos, ect., parece muchas veces que somos esclavos, que no somos ni seremos capaces de decidir sobre lo que soñamos y por ende sería imposible convertirse en algo distinto a lo que la sociedad nos pide que seamos; y es aquí donde la valentía y el coraje son necesarios para combatir y resaltar yendo contra corriente. ¿Qué clase de enseñanza quieres dejar a los que vienen detrás de ti? Ser joven en una sociedad que quiere estigmatizarnos a como de lugar se convierte en un reto inimaginable pero también en la forma de inventar nuestra propia firma. A veces parece imposible contarle al mundo que llevas un sentimiento que te hace actuar diferente y bueno, a todos nos pasa, pero… es necesario, es imperativo que nos liberemos y empecemos a alzar la voz. Pero ¿cómo podemos hablar firme y fuerte si tal vez no tenemos los argumentos necesarios? San Juan Pablo II nos regaló en sus años de pontificado la clave para vernos desde nuestro cuerpo y vida como instrumentos de Dios, instrumentos que hacen parte de un plan divino, que hacen parte de la felicidad y por su puesto que ahora son parte fundamental del cambio. Ahora las preguntas fundamentales para muchos jóvenes son: ¿Cómo percibo mi cuerpo? ¿Cómo debo conocerlo? Y lo más importante ¿Cómo es que mi cuerpo puede formar parte del plan Divino, realmente tiene Dios un plan para mi? Vamos a romper esquemas, vamos a desmitificar las cosas y lo más importante es que vamos a darle sentido a nuestros propios impulsos, instintos y sentimientos. Iniciemos este camino confiados en que muchas respuestas llegarán pero es posible que aún más preguntas surjan. ¿Cómo percibo mi cuerpo? Es posible que como seres humanos no seamos consientes de grado de importancia de nuestro cuerpo en las interacciones que hacemos con los demás, el papel fundamental que tiene en la experimentación y en la expresión de sentimientos, a donde puede llevarme mi cuerpo en cuanto a mi vocación o simplemente olvidamos la capacidad de nuestro cuerpo de regalarnos intimidad con Dios y con nuestros semejantes. ¿Cómo debo conocer mi cuerpo? Desde que somos niños en la clase de biología nos enseñan a conocernos como seres sexuales, pero olvidan por completo regalarnos una perspectiva más amplia de nuestros cuerpos, de las capacidades con las que contamos para enfrentar y afrontar la vida, ¿Está mi cuerpo más allá de una experiencia sexual? Para conocer nuestros cuerpos debemos ser consientes que Dios nos lo regaló un propósito y este propósito se encuentra impreso en ese plan Divino que El ideó para cada uno de nosotros. ¿Cómo es que mi cuerpo puede formar parte del plan divino? ¿Realmente tiene Dios un plan para mi cuerpo? Si partimos del hecho que no conocemos realmente nuestro cuerpo o el para qué de sus funciones y demostraciones, sabemos que tampoco somos conscientes del plan que tiene Dios para nosotros. Vienen entonces miles de preguntas que nos atacan y nos encierran en un circulo vicioso de incertidumbre: ¿Tengo propósito en el mundo? ¿Quién soy yo? ¿A qué vine? ¿Fui un accidente? ¿Por qué mi vocación está relacionada con mi cuerpo y su función? Lo más posible es que estas preguntas no podamos responderlas de inmediato o con una sola conversación, pero lo que si sabemos es que en medio de esta charla vamos a descubrir que herramientas tenemos para trabajar en nuestras propias inquietudes y como una vez iniciado este camino es imposible parar.
Obras escogidas de Tertuliano: Apología contra los gentiles. Exhortación a los mártires. Virtud de la paciencia. La oración cristiana. La respuesta a los judíos