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Confesión pánica

Para José, que sabe de estas cosas

El sexo es una de las nueve razones para la


reencarnación, las otras ocho no son importantes.

Henry Miller

Después que cumplí cincuenta años dejé de soñar con príncipes andróginos y en posibles
acompañantes de vida. A veces, cuando el trabajo me lo permitía o el tedio me aplastaba, se
me ocurría imaginar a un leñador fuerte y sensual como el guardabosques de Lady Chatterley,
bien plantado, la sola idea de un señor concentrado en un videojuego o haciendo un TikTok,
me repelía hiperbólicamente. La época de membranas volubles quedó relegada en la parte
trasera de un Camaro, con el dolor de unas pantaletitas rotas y unas minúsculas flores de
sangre. Pero esto no interesa, vamos, que no todos los días hallas a un ser que rebasa todas
las expectativas literarias, y doy fe de que la realidad supera a la ficción. Lo supe esa tarde
cuando me encontré con un fauno. Sí, era el mismísimo dios Pan clavándome la mirada a
través de una puerta de vidrio y luego observando directamente entre mis piernas, mientras
sus dedos protagonizaban una ceremonia envuelta en el masculino ritmo de su voz. Aquí
debo aclarar que mi pudor quedó paralizado, estupefacto, atónito; yo trataba de comportarme
como una dama, de atender a la moral y las buenas costumbres, pero los corrientazos que
azotaban mi vientre pudieron más que la vergüenza y la dignidad juntas. Y me dejé arrastrar
por la potencia de aquel sátiro indomable, protegido por la penumbra de vaginas exhibidas
en un destierro que es aullido y placer.

Caracas, 21 de septiembre de 2021

©Les Quintero

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