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Cada aspecto cambiaba al pasar los días, las mañanas se volvían más pesadas, era
un esfuerzo levantarse, cambiarse y arreglarse. Despertar y cumplir la nueva lista de
deberes laborales y con las personas, escuchando nuevas historias de los demás y
sus excusas para no llegar a trabajar, memorizar los gestos y ademanes.
Con el paso de los años Rosa se volvía la portavoz de los demás, compartiendo
nuevos relatos, volviendo al viejo sueño de infancia de volverse una viajera de
historias. La escucha y su memoria eran infalibles para guardar las anécdotas que
no le pertenecian.
Vamos a intentar describirse, era la idea perfecta para poder recordarse, sin
embargo, las cosas no podían mencionarse como antes, ¿acaso ha perdido la virtud
de poder decir quién es? Ha caído en la angustia de olvidar su manera de escribir,
su manera de ser, ahora ¿quién es ella?
Tos los días piensa en sí misma, cómo sus emociones se vuelven matices simples
para sentir la vida. Son nuevas las sensaciones, hay nuevos colores, nuevas
experiencias que le han dado miedo palpar.
Ella sabe que debe buscar una nueva manera de inspirarse, ¿hay algo más fuera de
sí misma o algo que no ha podido experimentar? Parece que ahora se siente
acompañada, ese ser puede ayudarla a escribir sobre lo que está viviendo aquí, en
este espacio de un solo color, dónde camina y da muchas vueltas para conocer
cada rincón.
Hay alguien más en este espacio emocional, que solo ella conoce más que
cualquier otra persona. Ambos sabían que no estaban solos. Él siempre relataba la
misma rutina de esperarla en casa, contar las manecillas hasta que marcaban las
cuatro para esperar a quien tanto salía en las mañanas. Sabiendo que los abrazos
de ella solo podía aliviar su ardor en el corazón y que no volverán a faltar, ni faltarán
en ningún momento de sus vidas. Ella es una parte de Rosa, dispuesta a escribir
una nueva historia de vida, desde el sentimiento que no podía contar, desde la
compañía.