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FERNANDO ORTIZ

CONTRAPUNTEO
CUBANO DEL TABACO
Y EL AZUCAR
CONTRAPUNTEO CUBANO
DEL
TABACO Y EL AZUCAR
INTRODUCCION

He c o n o c i d o y am ado a Cuba desde los días de un a tem pran a y larga


estan cia m ía en las islas Can arias. V ara los canarios Cuba era la “tierra
de prom isión ", adonde iban los isleños a gan ar din ero para retornar a
sus nativas tierras en las laderas del Pico de T eide o alrededor de la
Gran Caldera, o bien para arraigarse de por vida en Cu ba y sólo volver
a sus patrias islas por tem poradas de descanso, tararean do canciones
cuban as, pavoneándose con sus m odales y costum bres criollas y contando
m aravillas de la tierra herm osa donde señorea la palm a real, donde ex­
tienden su in fin ito verdor los cañaverales que dan el azúcar y las vegas
que producen el tabaco. Después de in iciar de tal m an era m is contactos
con Cuba desde m i prim era juven tud, fu i tam bién ligado a ese país
an dan do el tiem po, al conocer él nom bre de Fernan do Ortiz así com o su
obra sociológica. Sus investigaciones acerca de las in fluen cias african as
en Cuba, sus estudios de los aspectos económ icos, sociales y culturales
que ofrecen los recíprocos in flujos entre los african os y los latin oam e­
ricanos, m e im presionaron siem pre com o un a obra m odelo.
A sí, pues, cuan do al fin m e encontré personalm ente con Fern an do
Ortiz duran te m i prim era v isita a La Haban a, en noviem bre del año
1929, fue para m í a la vez de provecho y de placer si abusé de su tiem po
y pacien cia m ás allá de lo perm itido por un conocim iento casual. Com o
era de esperar, con frecuen cia discutim os los dos sobre esos in teresan ­
tísim os fenóm enos sociales que son los cam bios de cultura y los im pactos
de las civilizaciones. El Dr. Ortiz m e dijo entonces que en su próxim o
libro iba a in troducir un nuevo vocablo técnico, el térm ino tran scultu­
ración, para reem plazar varias expresiones corrientes, tales com o “cam ­
bio cultural", “aculturación ", “difusión ", “m igración u osm osis de cul­
tura" y otras an álogas que él con sideraba com o de sentido im perfecta­
m ente expresivo. M i respuesta desde el prim er m om ento fue de en tusiasta
acogida para ese neologism o. Y le prom etí a su autor que yo m e apro­
piaría de la n ueva expresión, reconociendo su patern idad, para usarla
con stante y lealm ente siem pre que tuviera ocasión de hacerlo. El Dr.
Ortiz am ablem ente m e invitó entonces a que escribiera un as pocas pala­
bras acerca de m i "con versión " term inológica, y ello fu e el m otivo de
m is presen tes párrafos.
A caso n ada haya tan engañoso en las labores cien tíficas com o el pro­
blem a de la term inología, del mot juste para cada concepto; él problem a
de h allar un a expresión que se ajuste a los hechos y que por tan to sea
un in strum en to útil para el pen sam ien to en vez de un obstáculo para la
com pren sión. Es obvio que reñir por m eras palabras sólo sign ifica des­
pilfarrar el tiem po; sin em bargo, no es tan obvio que el diablejo de las
obsesiones etim ológicas con frecuen cia ju ega m alas pasadas a n uestro
estilo, o sea a nuestros pen sam ien tos, cuan do adoptam os un vocablo que
con ten ga en sus elem entos in tegran tes o en su sign ificación radical ciertas
sugeren cias sem án ticas falsas y desviadoras de las cuales no podem os
librarn os, con fun dien do así el verdadero sentido de un concepto dado
que por in terés cien tífico debiera ser siem pre preciso e inequívoco.
Con siderem os, por ejem plo, la palabra acculturation , que no hace m u­
cho com enzó a correr y que am en aza con apoderarse del cam po, especial­
m en te en los escritos sociológicos y antropológicos de los autores norte­
am erican os. A parte de su in grata fon ética (suen a com o si arran cara de
un hipo com binado con un regüeldo), la voz acculturation con tiene todo
un con jun to de determ in adas e in conven ientes im plicacion es etim ológicas.
Es un vocablo etnocéntrico con un a sign ificación m oral. El in m igran te
tien e que “aculturarse” (to acculturate); así h an de h acer tam bién los
in dígen as, pagan os e in fieles, bárbaros o salvajes, que gozan del "ben e­
ficio” de estar som etidos a n uestra Gran Cultura Occiden tal. L a voz
acculturation im plica, por la preposición ad que la in icia, el concepto de
un term in us ad quem. El "in culto” h a de recibir los beneficios de "n ues­
tra cultura”; es "él" quien h a de cam biar para convertirse en "un o de
nosotros”.
N o hay que esforzarse para com pren der que m ediante el uso del
vocablo acculturation in troducim os im plícitam en te un con jun to de con­
ceptos m orales, norm ativos y v aluadores, los cuales vician desde su raíz
la real com pren sión del fenóm eno. Sin em bargo, lo esencial del proceso
que se quiere sign ificar no es un a pasiv a adaptación a un stan dard de
cultura fijo y defin ido. Sin duda, un a oleada cualquiera de in m igran tes
de Eu ropa en A m érica experim en ta cam bios en su cultura origin aria;
pero tam bién provoca un cam bio en la m atriz de la cultura receptiva.
Los alem an es, los italianos, los polacos, los irlan deses, los españoles, traen
siem pre cuan do tran sm igran a los pueblos de A m érica algo de sus propias
culturas, de sus alim entos, de sus m elodías populares, de sus m usicales
genios, de sus len guajes, costum bres, supersticiones, ideas y tem peram en ­
tos característicos. T odo cam bio de cultura, o com o direm os desde ah ora
en lo adelan te, toda transculturación, es un proceso en el cual siem pre
se da algo a cam bio de lo que se recibe; es un “tom a y daca”, com o dicen
los castellan os. Es un proceso en el cual am bas partes de la ecuación
resultan m odificadas. Un proceso en el cual em erge un a n ueva realidad,
com puesta y com pleja; un a realidad que no es un a aglom eración m ecá­
n ica de caracteres, ni siquiera un m osaico, sino un fenóm eno nuevo,
origin al e in depen dien te. Para describir tal proceso el vocablo de latin as
raíces trans-culturación proporciona un térm ino que no contiene la im ­
plicación de un a cierta cultura hacia la cuál tiene que ten der la otra,
sino un a transición entre dos culturas, am bas activas, am bas contribu­
yentes con sendos aportes, y am bas cooperantes al advenim iento de un a
nueva realidad de civilización.

Léase él excelente an álisis dado por el Dr. Ortiz (Capítulo Com plem en ­
tario II). El señ ala clara y convincentem ente cóm o h asta los prim eros
pobladores ibéricos de Cuba, los que arribaron a poco del descubrim iento
por Cristóbal Colón, no transplan taron a esa isla an tillan a su cultura
españ ola tal com o ella era, en bloque, com pleta e in tacta. El Dr. Ortiz
m uestra cóm o la n ueva selección de aquellos pobladores según sus m ó­
viles y propósitos y a los cam biaba por el acto m ism o de su transm igración
al N uevo M un do. La constitución de la n ueva sociedad era determ in ada
desde su origen por él hecho de que los colonos pasaban por la criba de
sus propios an h elos, de los diferen tes motivos que los arran caban de su
patria, llevándolos a un otro m undo donde iban a vivir. Hubo gentes las
cuales, com o los Pilgrim s Fath ers de la A m érica an glosajon a, no sola­
m ente aspiraban a otra tierra para reencender en ella la paz de sus
hogares, sino que tenían profun das razones para aban don ar sus patrios
lares.
Sería tan absurdo preten der que los españoles llegados a Cuba devi­
nieron “aculturados”, o sea asim ilados, a las culturas in dias, com o lo
sería sostener que ellos no recibieron de éstas m uy evidentes y positivos
in flujos. Bastará leer la presente épica del tabaco y el azúcar para com ­
pren der cóm o los españoles adquirieron de los in dios uno de esos básicos
elem entos de la n ueva civilización, que ellos iban a desarrollar en Cuba
duran te los cuatro siglos de su dom inación, y cóm o el otro de am bos
elem entos fue im portado por ellos a esta isla de A m érica desde la otra
ban da del Océano. Hubo un cam bio de im portan tes factores: un a trans-
culturación de la cual fueron sus fuerzas determ in antes prin cipales, así
el nuevo h abitat com o las viejas características de am bas culturas, así el
juego de los factores económ icos peculiares del N uevo M un do com o un a
nueva reorganización social de trabajo, capital y em presa.
Con tin uad leyendo la exposición del Dr. Ortiz y veréis cóm o las
oleadas de las culturas m editerrán eas (genovesa, floren tin a, ju día y le­
van tin a) trajeron todas ellas algo propio al tom a y daca de la tran scul­
turación. Y cóm o tam bién llegaron a Cuba los negros, prim ero desde la
m ism a Españ a que ya an tes del descubrim iento de las In dias Occiden ­
tales con taba con gran des m asas de negros african os, y luego directa­
m ente de varios pueblos de A frica. Y así, siglos tras siglos, sucesiv as
av en idas de inm igrantes, fran ceses, portugueses, an glosajones, ch in os. . .
h asta la reciente arribada de españoles después de la últim a guerra civil
y de alem an es allí refugiados al h uir del hitlerism o. El autor de este
libro nos in dica cóm o en todos esos casos debem os estudiar am bos lados
del contacto y con siderar ese fenóm eno in tegral com o un a tran scultura­
ción, o sea com o un proceso en el cual cada nuevo elem ento se fun de,
adoptan do m odos y a establecidos a la vez que in troducien do propios
exotism os y generan do nuevos ferm entos.
M i com pleta con form idad con Fern an do Ortiz puedo acreditarla, con
la bon dadosa venia de los lectores, citando aquí algo por m í publicado
an teriorm ente. En varias ocasiones he in sistido en afirm ar que él con ­
tacto, choque y transform ación de las culturas no puede concebirse com o
la com pleta aceptación de un a cultura dada por cierto grupo hum ano
“aculturado”. Escribien do de los contactos entre europeos y african os en
el N egro Continente, he tratado de señ alar cóm o las dos razas “se sos­
tien en con elem entos tom ados así de Europa com o de A frica. . . de
am bos acervos de cultura. A l hacerlo así, am bas razas tran sform an los
elem entos que reciben prestados y los incorporan a un a realidad cultural
en teram ente n ueva e in depen dien te”
T am bién sugerí entonces que él resultado del cam bio de culturas no
puede con siderarse com o un a m ezcla m ecán ica de elem entos prestados.
“Los fenóm enos de los cam bios de cultura son realidades culturales ente­
ram en te nuevas, las cuales han de estudiarse en su propio sentido. A de­
m ás, los típicos fenóm enos de los cam bios culturales (las escuelas y las
m in as, los tem plos negros y los tribun ales de nativos, las tien das de
abarrotes y las plan tacion es agrarias), todos ellos experim en tan las con­
tin gen cias de las dos culturas cuyas in fluen cias los flan quean com o si
se extendieran a uno y otro lado a lo largo de su form ación y desarrollo.
Es cierto que esos típicos fenóm enos sociales dependen de los in tereses,
de las intenciones y del im pacto de la cultura occiden tal; pero ellos tam ­
bién se determ inan por la realidad cultural de las reservas african as.
Por lo tanto, observam os un a vez m ás cóm o hem os de con siderar al
m enos tres fases en esa con stante in teracción entre las culturas europeas
y african as. Los procesos de cam bios que de ella resultan no pueden ser
afirm ados y preconcebidos por m uy cuidadoso que fuere el escrutinio

1 En Methods of Study of Culture Con tad in A frica. Memorándum XV, Inter­


national Institute of A frican Languages an d Cultures, 1938, pág. XVII.
de los in gredientes en las dos culturas progenitoras. A ún si conociéram os
todos los “in gredientes'” que han de con tribuir a la form ación de una
escuela o de un a m ina, de un a iglesia de negros o de un tribun al de
in dígenas, no podríam os prever ni predecir cuál habría de ser el desa­
rrollo de la n ueva in stitución, pues las fuerzas creadoras de tal in stitu­
ción y determ in antes de su curso y desenvolvim iento no son "prestadas”
sino que n acen en la en trañ a de la m ism a in stitución ” 2.
Bien claro queda, pues, con estas citas cuán plenam ente con cuerda
m i m odo de pen sar con el an álisis hecho por Fernan do Ortiz en el pre­
sente volum en. Y no necesito añ adir que estoy orgulloso de ello.
Con esto creo haber respondido ya ál deseo que m e fue expresado por
él Dr. Ortiz. A h ora sería por m i parte tan im pertin ente com o es innece­
sario hacer com entarios acerca del valor y los m éritos del presente libro.
Cualquier lector in teligente adv ertirá bajo la extern idad de un brillante
escrito de ensayista, de un fascin ador juego de vocablos y de un a in ge­
n iosa exposición de contrastes y sem ejanzas en este Con trapun teo, lo
m uch o de sólida labor cien tífica y de penetrante an álisis social que se
contiene en las págin as de la obra. Con un len guaje claro y vivido, con
un a docum entación tan consciente com o falta de pedan tería, el Dr.
Ortiz nos da prim eram ente un a defin ición in iciadora de lo que él signi­
fica por "con trapun teó” entre él azúcar y él tabaco. Después se ocupa de
traducir sus brillantes frases en datos concretos y descriptivos. A h í vem os
cóm o las con diciones ecológicas de Cuba hacen de esa isla la tierra ideal
para el azúcar y él tabaco. Este últim o punto, en verdad que no necesita
de docum entación ni de especiales argum en tos: las palabras Cu ba y
Haban a son sin ón im as con las glorias, virtudes y vicios del fum ador.
Todos sabem os que el lujo, la golosin a, la estética y el sn obismo de fum ar
tabaco, están ciertam ente asociados con estas tres sílabas: H aban a.
El autor después nos da un a breve reseñ a de la quím ica, de la física,
de la técnica y del arte en la producción de aquellos dos productos co­
m erciales. Com o corresponde a un verdadero "fun cion alista”, buen sa­
bedor de que la estética y la psicología de las im presiones sensoriales
deben ser ten idas en cuen ta jun to con el h abitat y la tecnología, el Dr.
Ortiz pasa a estudiar las creencias, supersticiones y valores culturales que
rodean así las sustan cias com o las acciones de fum ar y de en dulzar. Con
vena volteriana, el autor se extiende acerca de la supuesta m align idad y
satan ism o que acom pañ a a la diabólica yerba. La hierática y m ística
cualidad del tabaco es un tem a sobre el cuál este libro será de especial
valor para el antropólogo.
Pasando un a vez m ás a lo que ocurre con esos dos consabidos pro­
ductos vegetales, el autor refiere la diferen cia entre la artesan ía con que
el tabaco debe ser tratado en sus procesos de cultivo, cosecha, selección
y m an ufactura y la rudeza agraria, in dustrial, m ecán ica y m ercan til que

2 Ibid., pág. XXIV.


es propia del azúcar. N os acercam os m ás al suelo de Cuba, y conocem os
así los vegueros y tabaqueros com o los esclavos y peones que trabajan en
los cañ averales y los in genios. Para todos los am an tes del buen tabaco y
para quien es han en dulzado su v ida con el azúcar de Cuba, esos íntim os
pan oram as de los paisajes cuban os donde nacen aquellos productos des­
pertarán un vivo in terés personal. En esos pasajes descriptivos del cultivo
del tabaco, de las técnicas de su labran za, de su corta, de su cuidado y
de su fin al preparación, se en con trará m uch o encanto de narración y de
an álisis así com o im portantes in form aciones, que in trigarán a los pro­
fesion ales de la antropología y de la econom ía y fascin arán al lector
profan o.
Fern an do Ortiz perten ece a esa escuela o ten den cia de la cien cia
social m odern a que ah ora se apellida con el nom bre de "fun cion alism o
El se percata tan claram en te com o cualquiera, de que los problem as
económ icos y ecológicos del trabajo y de la técn ica son los fun dam en tales
de las in dustrias aquí tratadas; pero el autor tam bién se da plen a cuen ta
del hecho de que la psicología del fum ar, la estética, las creen cias y los
sen tim ien tos asociados con cada un o de los productos fin ales aquí tra­
tados son factores im portantes de su consum o, de su com ercio y de su
elaboración. Ley en do los párrafos referen tes al fin o arte de la m an ufac­
tura tabaquera, a la person al devoción de los vegueros y los tabaqueros
en la con stante faen a de escogida y rebusca para dotar de sen sual belleza
al objeto m aterial que satisface el hábito, casi el vicio, del fum ador
apasion ado, yo recordaba un a y otra vez la m ejor defin ición que se ha
dado de la belleza: “La beauté n ’est que la promésse du bon h eur”
(St en d h al).
Com o buen fun cion alista que es, el autor de este libro acude a la
h istoria cuan do ésta es in dispen sable. Sus capítulos sobre los distin tos
tipos de explotación territorial, según se refieran al az úcar o al tabaco;
sobre las diferen cias en los regím en es del trabajo, por artesan os libres,
esclavos o trabajadores con tratados, y, fin alm en te, los relativos a las
diversas im plicacion es políticas de un a y de otra in dustria, están todos
escritos así desde un pun to de m ira histórico com o desde uno fun cion al.
V arios de los m ás fun dam en tales datos históricos han sido m uch o m ás
am pliam en te docum en tados en los im portantes capítulos adicion ales com ­
pren didos en la segun da parte del libro.
En relación a los aspectos políticos in herentes ál problem a tem ático
de este libro, el Dr. Ortiz se abstien e de toda afirm ación inoportuna.
Sin em bargo, yo espero, desde ese punto de vista, que él libro será tra­
ducido ál in glés y leído por los estudian tes, los políticos y, claro está, por
el gran público de los Estados Un idos de N orteam érica. Fern an do Ortiz,
cuban o de cun a y de ciudadan ía, se siente justam en te orgulloso del papel
que su patria ha desem peñ ado en la h istoria del azúcar, por la m agn a
producción de sus ingenios, y en la del fum ar, por crear en sus vegas él
m ejor tabaco del m undo. El autor nos recuerda que fue un personaje
tan culm in an te com o el m ism o Cristóbal Colón quien de Cuba sacó el
tabaco para regalárselo al m undo y quien trajo él azúcar a estas islas
an tillan as. Descubre después la m arch a triun fal del tabaco por toda la
extensión del globo terráqueo y fija la profun dísim a in fluen cia ejercida
por el azúcar en la civilización de Cuba, prin cipalm en te quizás por haber
m otivado la im portación desde él A frica de m uy n um erosas y con tin ua­
das cargazones de trabajadores negros esclavizados. Y tam bién señ ala él
autor cóm o a través del tabaco y del azúcar los destinos de Cu ba han
sido m uy tupidam en te entretejidos con la tram a de sus relaciones con
los pueblos extranjeros.
En am bos aspectos prin cipales de su producción económ ica, Cuba
deviene actualm en te m ás y m ás en caden ada a los Estados Unidos. Los
trastornadores acon tecim ien tos que ah ora ocurren en Europa, m otivan
que tal en trelazam iento se h aga todavía m ás estrecho y m ás exclusivo.
Pero las m ism as reflexion es que hacíam os m ás arriba, al an aliz ar el fe­
nóm eno de la tran sculturación, pueden ser aquí repetidas si las traspo­
n em os a otro cam po un tanto diferente. La in terdepen den cia es m utua.
Cuba, jun to a M éxico, es el m ás próxim o de esos pueblos latin oam eri­
canos donde la "política del buen vecino” debería ser establecida con
toda la in teligencia, previsión y generosidad de que son ocasionalm ente
capaces los estadistas y h asta los m agn ates fin an cieros de los Estados
Unidos.
En las prolon gadas conversaciones que yo tuve con Don Fernan do
llegam os a m editar por qué existen gran des in stituciones n orteam ericanas
de en señ an za e in vestigación en Ch in a, en Siria, en el Bosforo o en las
orillas del Pacífico y no en los países de la A m érica Latin a. Si algun as
de las gran des y riquísim as fun dacion es culturales de los Estados Unidos
quisieran con tribuir a la creación de sendos in stitutos de investigaciones
económ icas y sociales en estos países, ello podría h acer m uch o, m uch í­
sim o, por la m ejor com prensión m utua y la m ayor cooperación econó­
m ica entre las diversas naciones de este hem isferio. Si yo puedo ver clara
y rectam ente estos problem as, Cuba es en esto el pun to sobresaliente
de la A m érica Latin a, el m ás adecuado para con stituir allí un clearin g
house de in form aciones, ideas, in flujos y m ovim ientos culturales que sean
expresivos de buen a v olun tad y de efectiva in teligen cia m utua.
El presente libro es un a obra m aestra de in vestigación h istórica y so­
ciológica, tan m agistralm en te con den sada y docum en tada com o libre de
toda erudición pedan te y estéril. Ciertam en te que varias de sus secciones,
y h asta m uchos de sus párrafos, podrían ser usados como cartas de rum ­
bos para em pren der sendos trabajos de in vestigación en el cam po de la
etnografía. Quien es trabajen en esos Institutos de Investigaciones Econ ó­
m icas y Sociales, cuy a creación Fernan do Ortiz propuso en el V IH Con ­
greso Cien tífico A m ericano recientem ente tenido en W ash ington (mayo
de 1940) y esta asam blea acordó recom endar unán im em en te, y de m a­
n era particular en el in stituto n acion al correspondiente a Cuba, bien po­
drían in iciar sus actividades con asun tos tan profun dam en te com plejos
y sign ificativos com o éstos del azúcar y del tabaco en la econom ía, etno­
grafía, sociología, presente y devenir del pueblo cubano. Com o un plano
para desarrollar el trabajo de tales in vestigaciones el presente libro es
un ideal. Con esas faen as cien tíficas de búsqueda y an álisis de las
objetivas realidades con que se m an ifiestan los com plejos fenóm enos so­
ciales de los pueblos, la in teligen cia entre las A m éricas h abría de ser
m ás perfecta y m ay or y m ás fecun da la sim patía de los norteam ericanos
por Cuba, la m ás im portante y cercan a de sus buenas vecinas in sulares
de la A m érica Latin a. Es obvio que aquí, com o en toda fase o fenóm eno
de tran sculturación, tam bién h abrían de ser recíprocas las in fluen cias y
com prensiones com o lo serían los beneficios.

Br o n isl a w M a l in o w sk i

Yale Un iversity, julio, 1940.

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