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PRESENTACIONES POSITIVAS

Saludos a todos. Toda buena historia requiere una buena introducción. Me llamo Raul
Ortega, tengo 32 años y soy médico internista adscrito, trabajo en el imss, y durante todo
el período de pandemia he estado atendiendo a una multitud de pacientes enfermos de
COVID-19.
Este es mi primer trabajo posterior al término de mi residencia, así que pueden imaginarse
la emoción (y los nervios) por llevar a la práctica, ya sin supervisión guiada, todos mis
conocimientos para la atención integral de los pacientes.
Puedo decirles que nada de lo que aprendí en el curso de mi especialidad me preparó
para la intensidad de emociones y experiencias vividas en el hospital, “en las trincheras”
como diríamos algunos colegas. Desde el inicio de mis labores fui asignado a atender
pacientes con SARS-CoV2. En el aire se podía palpar un miedo a un agente nuevo, que
llegó para acabar con el status quo, y en los peores casos, con la vida de muchas
personas.
Algo que me hace sentir orgulloso conmigo mismo ha sido mi capacidad de resiliencia y
afrontar lo desconocido, las cuales descubrí afianzadamente en estos dos años. Uno vivía
con el miedo a infectarse por el más mínimo error en la cadena de protección ambiental, a
contagiar a las familias y seres queridos, y a confrontar nuestra mortalidad.
He de admitir que al principio uno se podía resistir a atender a estos pacientes por el
miedo a infectarse si no se contaba con los suministros y medicamentos necesarios para
disminuir el riesgo de contagio, pero fue mayor mi capacidad de compromiso con mi
trabajo, de hacerlo lo mejor posible, a mi mejor capacidad y con todas mis herramientas
aprendidas.
Durante este período tuve la oportunidad de conocer un sinfín de pacientes, desde
jóvenes de 18 años hasta adultos de 90 años, todos con miedo a la incertidumbre y a
fallecer. En retrospectiva, puedo darme cuenta de lo valioso que era para ellos el verme
como una figura “patriarcal”, con seguridad y certeza de lo que estaba haciendo y de que
podía ayudarlos.
La atención de esta enfermedad es engañosa, e incluso decimos “tramposa”, como si
tuviera la voluntad de hacernos daño. Un momento una persona podía estar estable, y 5
minutos después intubada y conectada a un ventilador mecánico para intentar arrancarla
de las garras de la muerte. Varias veces estuve al borde del colapso emocional, pero fue
que gracias al apoyo de mis compañeros pude sobrepasar este período de dificultad.
El poder hablar con la gente y transmitirles un poco de esperanza fue algo muy valioso,
una cualidad que no sabía que tenía. También descubrí mi capacidad para entablar
nuevas relaciones interpersonales en ambientes laborales extremos, donde todos
teníamos que ser el soporte del otro, o el sistema mismo colapsaría. Si un miembro del
personal médico se encontraba “colapsado” por la carga de trabajo, las malas
experiencias como el fallecimiento de un paciente, o la simple presión de enfrentarse a un
virus que puede tornarse letal, nos encargábamos de poder ayudarlo, no solo con el
trabajo, sino con ayudarlo a poder expresarse y sentir el apoyo mútuo.
En conclusión, esta pandemia ha sido un período que ha marcado mi vida, y la de muchas
personas, pero no todo fue negativo, mucha enseñanza y autodescubrimiento han sido
consecuencias positivas en un mar de pesimismo.

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