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Soy un circunstancial. Que qué es eso?

Alguien que se da a las


circunstancias. No tengo otro talento que ser adaptable a cualquier
situación a la que me enfrente. Soy un adecuado. Aunque alguna vez
quise ser alguien. Varios alguien, más bien. Quise ser músico, artista
visual, diseñador, cocinero, empresario, jefe de algo, escritor. Con
esto último casi me va bien, si no hubiese sido por mi condición de
ser circunstancial. Que si eso es te hace ser una mala persona?
Depende de la circunstancia. Aunque a veces creo que hay cosas que
no lo son, o quizá también. Amo a mi mujer, por ejemplo. Y eso
quizá también puede ser producto de la circunstancia. No el amor.
Ella misma luego de re encontrarnos después de años sin habernos
visto y habernos enamorado al punto de casarnos al par de semanas
de esa circunstancia. A veces la compadezco; nadie merece estar
conmigo. Soy la prefecta ecuación entre mi madre y mi padre. La
circunstancia hizo que mi madre engañara a mi viejo con un amigo y
por eso, y producto de esa traición, cuando nací me llamaron Judas.
Conocen a alguien llamado así? Hay pocos, muy pocos. Yo al
menos no. Y dejo claro; no soy una víctima. La circunstancia me dio
la vida y la circunstancia me dio el nombre. Soy el fantasma, el que
venía pasando, el helado que se le cayó al niño en la plaza, el celular
extraviado, la billetera perdida, el rayo que cayó en la cabeza de
alguien, la caída de la escalera del hombre en el trabajo, soy la rama
del árbol que cubrió la luz roja, soy el accidente de cualquiera.

Nunca había sido tan honesto conmigo mismo. Quizá por eso
nunca he manejado mi propia vida. Como soy un circunstancial las
personas que me han rodeado siempre lo han hecho. Me adecúo. Y
ser circunstancial implica no aprender nada en realidad. Mis padres
aprendieron conmigo. Mis hermanos aprendieron conmigo. Mis
hijos, mis mujeres, mis amigos aprendieron conmigo. Mis
acreedores aprendieron conmigo. Todos ellos aprendieron a ser
mejores, a no ser como yo, a no hacer las cosas que hago, a ser una
bendición del desastre para conocimiento público, a no ser lo que
soy: el ejemplo. Tengo un talento para los ejemplos, lo que no hace
que sea un talento en si sino que como soy un circunstancial me
puedo poner en algunos casos y adelantarme a la circunstancia. Por
ejemplo, se que voy a morir por suicidio. No es una decisión en si.
Es producto de la proyección y del conocimiento de ciertas
circunstancias históricas en las que he estado involucrado y que
como tengo esta condición todo apunta hacia allá. Si se dan las
circunstancias me dispararé. Si se dan las circunstancias me arrojaré
a un auto sin quererlo en la carretera. Si se dan las circunstancias
caeré a un a un roquerío y si se dan las circunstancias perderé el
equilibrio caminando en la corniza del edificio mas alto de la ciudad.
Dirán: Murió por las circunstancias. Y yo soy la circunstancia. Soy
la culpa. Soy mi propia mano.

Los planes en un hombre son simples. Pensar, proyectar, hacer.


Pues, producto de como soy, me quedo en las dos primeras. La
tercera es mi karma. A veces me pienso como un refugiado. Las mas
optimistas me pienso como un viajero. Un viajero torpe y pobre. Un
refugiado porque vive buscando un espacio donde protegerse de si
mismo, de esta guerra que vivo a diario, de esta guerra que traigo de
la infancia en que no tenía nada, no habían posesiones, no había
comida, no había techo, camas, no habían padres ni madres y solo
había soledad, pues todo era adquirido por mera causa de las
circunstancias. Nada llevaba mi nombre. Nada era propio. Y así fui
formándome como alguien sin pertenencia y sin pertenencias. Hubo
una época en que me aferré a los libros. Leí y tuve muchos. Pero
tampoco me pertenecían. Sentía que solo eran palabras e historias de
alguien mas y que muchas veces estarían mejor en las estanterías de
otros para provecho estético o intelectual de si mismos. Pero no me
arrepiento. Si fueron vendidos sirvieron al menos para alimentar. Si
fueron quemados por algún mendigo al menos sirvieron para
calentar. Si fueron olvidados fue porque lo merecían. Quizá la
situación del viajero hizo que los soltara como a un lastre y me hacía
a la deriva de mi circunstancia considerando que ella misma me
traería otros más para leer cuando se pudiese.

Como viajero he dormido en un sin número de lugares: en


plazas, en salas de espera de hospitales, en comisarías, en camas de
amigos, en sofás de otros amigos. Una vez dormí tras la barra de un
bar que circunstancialmente fue mío durante un tiempo. Los sofás
siempre son cómodos. Te dan esa sensación de ausencia de
problemas porque si llegas a ese lugar sólo necesitas poner tu cuerpo
en posición horizontal, descansar y continuar tu camino al día
siguiente. Porque siempre hay un camino, bueno, casi siempre.

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