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Mariana Morales—201921662

CONDUCIENDO HACIA EL PRECIPICIO

Actualmente, gran parte de la población humana rige su vida en torno a la eminente frase de
Bacon: “El mundo está hecho para el hombre, no el hombre para el mundo”.
Consecuentemente, como individuos “dueños del mundo”, nos hemos tomado la frase
anterior a pecho y, por tanto, escribimos las páginas de la historia, tanto con las letras de oro
de nuestras proezas como con la sangre de nuestros crímenes. Así, el planeta se ve cada vez
más deteriorado, debido al mal y excesivo uso de los bienes y servicios; amenazando la vida
y el bienestar de la especie humana. Como nos cuenta Sachs (2015), el problema recae en que
“toda nuestra civilización—la localización de nuestras ciudades, el tipo de cultivos que
plantamos, las tecnologías de nuestras industrias—está basada en unos patrones climáticos
que pronto desaparecerán del planeta” (p. 81). De esta forma, actualmente, la naturaleza nos
lanza un ultimátum señalándonos que estamos caminando sobre una cuerda delgada de
autodestrucción irreversible. Es aquí, en esta situación límite, donde ni el manejo de riesgos,
ni el fortalecimiento de la inteligencia humana, ni el desarrollo de estrategias ha sido
suficiente.

Específicamente, se hablará de la segunda industria más contaminante del mundo: la moda.


Esta no es solo responsable del 20% de las aguas residuales globales, sino también del 10%
de las emisiones globales de carbono. A pesar de toda la contaminación, el 85% de todos los
textiles terminan en el vertedero cada año ya que en promedio las personas solo usan de siete
a diez veces las prendas y las tiran; es decir, un camión de basura lleno de ropa se tira o se
quema cada segundo. (Hernández, M. 2022.) Adicionalmente, y no menos importante, la
producción de las prendas se realiza en países que tienen condiciones laborales precarias
como explotación laboral infantil y trabajos forzados, generalmente en el sur de Asia.
Desafortunadamente, el ser humano busca constantemente satisfacer sus propias necesidades
sin pensar en las consecuencias que trae el futuro y, esto, está ligado a la necesidad de
progresar. Incluso, el modelo económico basado en el PIB, de estos tiempos, desconoce la
incapacidad de generar valor productivo sin sacrificar la estabilidad ecológica y ambiental.
En otras palabras, ¿cómo se puede continuar con un crecimiento constante de la economía, si
las estrategias de consumo ilimitados son negativas para el medio ambiente?

Este tipo de actitudes predominan en países ricos como EE. UU., los cuales—como asegura
Sachs (2015)—“tienden a disfrutar de mayores niveles de consumo, mayor seguridad
Mariana Morales—201921662

alimentaria, mayor esperanza de vida y mayor protección frente a enfermedades y catástrofes


ambientales” (p. 44). No obstante, la realidad es otra, desafortunadamente para economías
desarrolladas como la de EE. UU., en algún momento las consecuencias negativas de la
creciente desigualdad y destrucción del medio ambiente se impondrán hacia las tendencias
positivas; debido a que nos encontramos en un círculo vicioso: “la humanidad depende del
medio ambiente, la sociedad existe dentro del medio ambiente, y la economía existe dentro de
la sociedad” (Hopwood, 2005, p. 48). En consecuencia, como afirma Sachs (2015), la
actividad económica está “alterando el clima de la Tierra, el ciclo del agua y del hidrógeno, e
incluso la composición química de los océanos” (p. 73). Si seguimos manejando hacia la
misma dirección, indudablemente, y tomando el escenario optimista, la temperatura logrará
llegar a 2°C. Este simple número, además de poner a la tierra más cálida, aumentará el
número de plagas, sequías e inundaciones. ¿Recuerda el huracán Sandy, el incremento del
nivel oceánico de 2012 o la sequía de California de 2014?

A raíz de lo anterior, nace el concepto de desarrollo sostenible el cual representa un “cambio


en la comprensión del lugar de la humanidad en el planeta” (Hopwood, 2005, p. 40);
permitiendo así, el entendimiento de “las interacciones entre tres sistemas complejos: la
economía mundial, la sociedad global y el medio ambiente físico de la Tierra”. (Sachs, 2015,
p. 19) Así, tomando en cuenta los objetivos del desarrollo sostenible sobre el deber ser de una
buena sociedad, se debe promover “la prosperidad económica; la inclusión y cohesión social;
la sostenibilidad ambiental; y la buena gobernanza” (Sachs, 2015, p. 21). Desde este enfoque,
el desarrollo de una sociedad no se limita, simplemente, al crecimiento económico sostenido,
medido por el nivel de riqueza en términos de PIB per cápita, sino que tiene en cuenta otros
aspectos como la distribución de dicha riqueza, la desigualdad existente, la buena gestión
ambiental y el sentimiento de seguridad y bienestar. En otras palabras, un país que haya
conseguido un rápido crecimiento económico no significa que haya alcanzado un desarrollo
sostenible, en el sentido de un crecimiento que también sea socialmente inclusivo y
ambientalmente sostenible. Por esto, es necesario tomar en cuenta todos los factores para
desarrollarlos sosteniblemente y alcanzar la utópica sociedad que anhelamos.
Mariana Morales—201921662

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS

Hernández, M. (2022). El Mercado Textil. El Tiempo. Recuperado de


https://www.eltiempo.com/vida/medio-ambiente/el-impacto-ambiental-de-la-industria-de-la-
moda-664321#:~:text=De%20acuerdo%20con%20un%20informe,necesitan%207.500%20litr
os%20de%20agua.
Hopwood, B., Mellor, M. and O'Brien, G. (2005), “Sustainable development: mapping
different approaches.” Sust. Dev., 13: 38–52.
Sachs, J. (2015). The Age of Sustainable Development. Columbia University Press.
Niinimaki, K., Dahilbo, H., Peters, G., & Perry, P. (2020). The Environmental Price of Fast
Fashion. ResearchGate. Recuperado de
https://www.researchgate.net/publication/340635670_The_environmental_price_of_fast_fash
ion
Mitchell, K., Agle, B., & Wood, D. (1997). Toward a Theory of Stakeholder Identification
and Salience: Defining the Principle of Who and What Really Counts. Jstor. Recuperado de
https://www.jstor.org/stable/259247?seq=1

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