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Arquitectura inclusiva e incluyente: De que se trata y como lo conseguimos.

Cuando hablamos de inclusión, solemos pensar en el otro, en nuestro prójimo, en el que es


distinto. Es reconocer las diferencias entre los individuos, y la diversidad que esto significa, y a
partir de ello otorgar derechos por igual y con equidad, contribuyendo a aminorar la
discriminación. Considerar a el otro con las mismas condiciones de disfrutar el acceso a
satisfacción, sean espaciales, físicos, imaginarios, corporales, emocionales, sociales y/o
culturales; es cuestión de goce de los derechos universales fundamentales.

En términos de arquitectura, el concepto de inclusión se asocia de manera regular con la


movilidad-accesibilidad, es decir, para poder satisfacer una necesidad de cualquier índole es
necesario desplazarse en el espacio y obtener lo deseado en condiciones óptimas de acceso.
En este tenor la arquitectura accesible o inclusiva es aquella que contempla la discriminación
que sufren las personas con discapacidad en relación a los espacios que les rodean.

Por eso, la arquitectura inclusiva se encarga de diseñar espacios, edificaciones o comunidades


cuya funcionalidad sea accesible para cualquier persona y no exista ningún riesgo a su
seguridad o pueda suponer esfuerzos adicionales. Su objetivo es garantizar que cualquier
persona pueda acceder a un espacio o edificio y hacer uso pleno de él.

Un ejemplo claro lo tenemos en aquellas construcciones o instalaciones que contemplan usos


por diversidad de actores, o condiciones específicas como pueden ser personas con alguna
discapacidad visual, motora, auditiva, u otra; y que incluyen variado equipamiento para
garantizar una accesibilidad general como pasillos y andadores de anchos adecuados, rampas,
guías táctiles, barandas de apoyo, plataformas móviles, elevadores, señalética táctil-auditiva,
etc. Un hospital o un centro comercial, son un claro ejemplo de inclusión desde el enfoque
funcional, siendo una tipología arquitectónica que deben cumplir de manera muy específica
condiciones de movilidad con el uso de un código de accesibilidad universal en concordancia a
la condición de sus usuarios.

En términos de vivienda, es importante, pensar que todos los individuos envejecemos o


enfermamos, lo cual nos lleva a condiciones de movilidad en muchos casos reducida, esto
traducido al lenguaje arquitectónico inclusivo, significa que preferentemente y en la medida de
lo posible, un porcentaje de las viviendas cumplan con la capacidad de albergar espacios en las
plantas bajas para el desarrollo de al menos un dormitorio con los servicios sanitarios
necesarios, mediante programas arquitectónicos y distribución de espacios flexibles que
consideren a usuarios con capacidad distinta.

En el caso de espacios y edificios públicos, y en algunos casos con alcance al sector privado, es
de hacer notar que por normativa (de acuerdo a las aplicables en cada Departamento o
Municipio), todos deben cumplir con un código de accesibilidad universal que garantice la
movilidad y acceso a todos los grupos con capacidad distinta, teniendo como fundamento el
respeto a las garantías y derechos en general, para aminorar las desigualdades y contribuir a la
inclusión social de los distintos grupos sociales.

Entre las características principales de la arquitectura inclusiva o accesible tenemos:

1. Suelos sin irregularidades: que sean antideslizantes para favorecer su seguridad y


desplazamiento.
2. Instalación de complementos: como rampas, sujeciones, barandas de apoyo o
plataformas móviles, que permitan el uso de los espacios con mayor seguridad.
3. Espacios amplios en todas las estancias: para que se puedan usar herramientas como
sillas de ruedas y puedan moverse sin dificultad.
4. Uso de materiales, texturas y colores en espacios: se trata de señalética vital para
personas con discapacidad visual para que puedan guiarse por los espacios de manera
independiente.
5. Integración de lenguajes inclusivos: el braille y el lenguaje de señas se pueden integrar
en espacios como ascensores o mensajes audiovisuales respectivamente.

Son notables los compromisos en términos de inclusión y sostenibilidad para el ámbito público
y privado, en donde la creación de espacios y edificios deben incluir en su diseño y ejecución
un código de accesibilidad universal, el cual es vinculatorio con los tratados internacionales
que se tienen a través de la Organización de las naciones Unidas (ONU) para la sostenibilidad
del planeta, mediante la Agenda 2030 y los ODS (Objetivos del Desarrollo Sostenible), teniendo
entre sus alcances y metas la creación de ciudades sostenibles y la reducción de las
desigualdades.

Sin embargo, desde lo simbólico, la capacidad de inclusión de la arquitectura va más allá de lo


físico y funcional, existiendo también en el terreno de lo intangible : la inclusión identitaria,
aquella capacidad de un edificio o conjunto de edificios, de generar lazos de identidad, ya sea
mediante su vida histórica, su disposición espacial, su lenguaje formal, o el conjunto de ellos,
generando una sinergia entre arquitectura-ser humano, mediante una dualidad entre la
pertenencia del edificio o pertenecer a su identidad.

En el ámbito económico, podemos mencionar que existen beneficios en la creación de


espacios productivos y comerciales inclusivos con carácter de accesibilidad universal,
considerando por un lado el capital intelectual y la mano obra calificada que existe en estos
grupos con capacidad distinta, capaces de integrarse a la producción de bienes y servicios; y
por otro lado el universo de consumidores que representan dentro del mercado de consumo,
bajo la premisa que a mayor accesibilidad a un bien o servicio, mayor consumo.

Por otro lado, en la investigación del urbanismo la inclusividad es considerada de carácter


multifactorial, es decir tiene una relación directa con distintos ámbitos como el desarrollo
humano, la sociología, la antropología, la psicología social, la salud, la educación, la movilidad,
la vivienda, la cultura, la economía, etc. convirtiéndola en una variable significativa en la
calidad de vida de las ciudades y naciones. La Inclusión es también un valor democrático y de
responsabilidad social.

Con lo anterior, podemos decir que el valor de la inclusión en la arquitectura radica en la


voluntad y acción de diseñar pensando en el otro: descifrarlo, considerar los modos y
experimentación de su vida, conocer y comprender sus necesidades, sus limitantes, sus
placeres, sus fobias, su concepción de espacio, pre sentir lo que disfrutará en el futuro espacio:
utilizar la empatía arquitectónica.

Todos, en algún momento de nuestra vida hemos sido, somos o seremos discapacitados en
algún sentido, desde la infancia en que nuestros traslados suelen ser asistidos en cochecitos,
hasta aquellos eventos de salud y edad avanzada en que la capacidad de nuestro cuerpo será
disminuida y demandará dispositivos y condiciones distintas; en términos de arquitectura y
accesibilidad, en esos momentos seremos parte de ese grupo necesario de inclusión.

“Pensemos siempre en el otro, es cuestión de bienestar común”.

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