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LUJOS M O D E R N O S , LUJOS POSMODERNOS creación de modelos frecuentemente renovados y fabricados


a la medida de cada cliente.' La ruptura con el pasado es cla-
ra. Dado que los modelos son creados al margen de toda de-
manda particular, el gran modisto aparece como un creador
libre e independiente. Estaba a las órdenes de otros, pero
ahora impone de manera soberana sus modelos y sus gustos
a las dientas, metamorfoseadas en consumidoras a las que se
ha arrebatado el derecho real de fiscalización. La era moder-
í .
na del lujo ve triunfar al modisto liberado de su antigua su-
bordinación a la dienta, y que afirnía su nuevo poder para
dirigir la moda. La edad de oro del modisto demiurgo ha lle-
gado, y durará cien años. •iiíTK ,í:;íi:v!,í:S;-.> ¡„; .niü,')!':';'' i. -> '''-t-ft
Hasta mediados del siglo XIX, el universo del lujo funcio- El modisto era un artesano oscuro, y helo ahora recono-
na según un modelo de tipo aristocrático y artesanal. Si bien cido como un artista sublime, un creador que goza de noto-
desde el Renacimiento los artistas han ganado la gloria, en riedad, de un renombre excepcional que resplandece en todo
cambio, la mayoría de los artesanos son desconocidos, carecen el planeta. Dignificación y consagración democrática del
de prestigio. El cliente es quien manda, y el artesano ejecuta gran modisto que prolonga una dinámica inaugurada en el
en la sombra. En un período en que el valor del trabajo parece siglo XVIII, en el momento en que a los grandes peluqueros y
reducido en comparación con el del material utilizado, la ini- a los «mercaderes de moda» se los considera artistas y empie-
ciativa corresponde al señor o al gran burgués que hace el en- zan a adquirir sus títulos de gloria. Así, a partir de mediados
cargo. Fabricación de piezas únicas, primacía de la demanda del siglo XIX, toda una sección del universo del lujo se en-
del cliente, situación subalterna y anónima del artesano, tal es cuentra asociada a un nombre, a una individualidad excep-
el sistema que prevalece en los tiempos predemocráticos. cional, a una casa comercial de notable prestigio. Algunos de
," f • ! esos nombres, tanto en la esfera de la moda como en otros
sectores, han conservado un lugar muy de primer plano has-
ta nuestros días.^ El producto de lujo se ha personalizado, en
LUJO Y M O D E R N I D A D , j,
1. Sobre Worth y la alta costura, véase Diana de Marly, Worth,
Father of Haute Couture, Londres, Elm Tree Books, 1980; del mismo
Esta situación emprende un brusco viraje con la llegada autor, The Historyof Couture, 1850-1950, Londres, Batsford, 1980; igual- ^
de la modernidad. Nada ilustra mejor la nueva lógica que se mente, G . Lipovetsky, L'Empirede l'éphémere, op. cit., I . ' parte, cap. II.
2. Daum se fundó en 1875 y Lalique en 1910, Boucheron en ^.
impone que la irrupción de la alta costura. En la segunda
1858, S.T. Dupont en 1872, Hermés en 1837, Louis Vuitton en 1854,
mitad del siglo XIX, Charles Frédéric Worth pone los cimien- Guerlain en 1828, Jeanne Lanvin en 1889. Boucheron se instaló en la V.'
tos de la misma al crear una industria de lujo consagrada a la plaza Vendóme en 1893, y Cartier en 1899. ' H t ó íi 'ÍÍ ' vální, v
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adelante lleva el nombre del modisto o de una gran casa, y de 1929, con el fin de hacer frente al aumento de las tarifas
ya no el de un alto jerarca o un lugar geográfico. Ya no es aduaneras, se desarrolló la venta de las telas y los patrones de
sólo la riqueza del material lo que constituye el lujo, sino el papel a los confeccionistas extranjeros con el derecho de re-
aura del nombre y la celebridad de las grandes casas, el pres- producirlos en serie en sus países respectivos. Hasta 1960,
tigio de la firma, la magia de la marca. En ese contexto, las tales ventas constituían aproximadamente el 20 % de la fac-
competiciones por el prestigio ya no sólo se ejercerán en el turación de la alta costura. Otros tantos elementos que reve-
campo de las clases superiores, sino también en el de los pro- lan el nuevo anclaje industrial del lujo. En resumidas cuen-
ductores de bienes de lujo. .<í/:'<í • >fi:.>*n:'SítJ b •;:U!j*(fíi'i,íí;
tas, el primer momento moderno del lujo pasa por una
Con la alta costura, el lujo se convierte por primera vez. especie de formación de compromiso, un compromiso entre
en una industria de creación. Sin duda el fiancionamiento de artesanía e industria, entre arte y serie.
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las grandes casas sigue siendo artesanal -prendas hechas a
mano, a la medida, la calidad antes que la cantidad, la des-
treza de las costureras-, pero en el mismo se pone de mani- Lujo y semilujo
fiesto igualmente el principio moderno de la serie,' aunque
sea corta, pues los modelos pueden ser reproducidos en unos Mientras que la alta costura consagra la unión de la arte-
cientos o miles de ejemplares. La alta costura promovió la se- sanía de arte y de la industria, los progresos de la mecaniza-
rie limitada un poco antes de que se propagaran -a partir de ción, en el mismo período, permitirán la aparición de un
1880- las nuevas técnicas de fabricación industrial del lujo: «semilujo», de un «falso lujo» a menor precio, destinado a las
1.200 obreras trabajaban en 1873 para Worth, 4.000 para clases medias. La edad moderna es contemporánea del desfa-
Chanel en 1935, 1.200 para Dior en 1956. A mediados de se entre lo auténtico, lo fuera de serie, lo prohibitivo, por
los años treinta Chanel fabricaba unas 28.000 piezas al año; una parte, y por otra, la imitación degradada, estandarizada,
la alta costura parisina producía, en 1953, 90.000 piezas.^ democratizada de los modelos. La época asiste a la afluencia
A lo cual viene a sumarse la venta a los compradores ex- de un sinfín de productos «símil» -joyas, accesorios de toca-
tranjeros, en especial americanos, de modelos de los cuales se dor, bibelots, estatuas, alfombras, muebles, cristalerías, pape-
encargan varios ejemplares de cada uno y en diferentes tallas. les pintados, etc.- puestos al alcance de una clientela más
En 1925, las ventas de la alta costura representaban por sí amplia, realizados con materiales menos ricos a imitación de
solas el 15 % de las exportaciones francesas globales y ocu- originales prestigiosos.' La primera forma de democratiza-
paban el segundo rango en el comercio exterior. A partir ción del lujo coincide no con la difusión social de los pro-
ductos prohibitivos, sino con la propagación de la copia y
1. E l maridaje de la alta costura con la industria moderna se tradu- del sucedáneo, de lo neoantiguo y de artículos que compen-
ce igualmente en sus vínculos con el perfume. A partir de principios del san su impersonalidad con la redundancia, las ornamenta-
siglo XX, los modistos lanzarán perfumes o se asociarán con ellos: Poiret
en 1914 con «Fruit défendu» (para la casa Rosine), Chanel en 1921 con
«N.°_5». '"""^ 1. Philippe Perrot, Le Ltcxe. Une richesse entre faste et confort, XVIll'-
2. Didier Grumbach, Histoires de la mode, París, Éd. du Seuil, 1993. XlXsikle, París, Éd. du Seuil, 1995, pp. 125-156. u,,', Í / .....it • i , : *
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ciones sobrecargadas, la proliferación de añadidos, las sobre- tencia comercial que dis|)ensa, por añadidura, espectáculos y
pujanzas expresivas: se despliega bajo los auspicios del kirsch bellezas, abundancia y/riquezas. Con la salvedad de que el
como estilo y arte de vivir burgués. 4 antiguo espectáculo agonístico se ha metamorfoseado en
Los grandes almacenes ofrecen una ilustración a gran es- universo comercial sin reto ni reciprocidad. El ansia irresisti-
cala de ese semilujo democrático. En la segunda mitad del ble de comprar y las «gangas» han sustituido al intercambio
siglo XIX, surgen almacenes basados en nuevos métodos co- ceremonial recíproco. A la época sagrada y ritual de las fies-
merciales (precios bajos y fijos, entrada libre, diversidad de la tas sucede el tiempo acumulativo y permanente del consu-
gama de productos, publicidad) y que apuntan a estimular mo. De la magia de los ritos y de las palabras sagradas ya
el consumo de las clases medias. A l bajar los precios, los sólo subsiste la de los precios y las cosas, nueva promesa de
grandes almacenes consiguieron «democratizar el lujo», más felicidad para las clases medias. En los tiempos democráti-
exactamente, transformar ciertos tipos de bienes antaño re- cos, el lujo se combina con lo «barato», el exceso con el cálcu-
servados a las élites acaudaladas en artículos de consumo lo económico, el derroche con lo indispensable, el vértigo |
corriente, promover el acto de compra de objetos no es- con la excitación y las distracciones cotidianas que implica ir ¡
trictamente necesarios. Pero hay más, pues es cierto que los de compras. Ya no se trata del culto noble al gasto suntuario,
grandes almacenes están concebidos para aparecer como sino del culto al nivel de vida, a la comodidad, a la felicidad
extraordinarios espectáculos, palacios de luz y de color, ma- privada de las señoras y los caballeros.
ravillas que resplandecen con m i l fulgores. Las fachadas re- No obstante, el kitsch del semilujo dista mucho de agotar
matadas por cúpulas, las estatuas, el estilo ornamental, los la cuestión, por cuanto cabe afirmar que se ha desplegado, al
domos dorados transforman los grandes almacenes en un mismo tiempo, la estética nueva de la discreción. Por un lado
mundo centelleante, en un espectáculo mágico monumental la acumulación y las gratuidades ornamentales, por otro la re- ^
y comercial, en «palacio de cuento de hadas».' Profusión de volución del understatement moderno. Desde tiempo inmemo-
mercancías, escaparates, exhibición suntuosa de los artículos, rial, el lujo, por hallarse al servicio de la grandeza del mundo
conciertos, alfombras y colgaduras de Oriente, todo está he- celestial, la de los reyes y la de los aristócratas, es inseparable
cho para sublimar el objetivo utilitario del gran comercio, del exceso de los signos visibles, de cierta teatralidad ostenta-
trascender su dimensión materialista apareciendo como un toria. Todo cambia con los tiempos democráticos. En las so-
espectáculo deslumbrante de fiesta, de exceso y de esplendor. ciedades donde el otro es reconocido como un semejante,
A lo cual se añaden los precios atractivos, las rebajas, ventas existe la tendencia a reducir las marcas que proclaman la alte- ^
especiales, artículos de reclamo que crean una especie de ridad humana y el poder. El terno negro masculino del XIX y,
universo mágico y alimentan la imagen de la dádiva y de la posteriormente y con «retraso», la revolución de los años vein-
prodigalidad. Los grandes almacenes se erigen como una po- te en la moda femenina concretan el proceso democrático de
descalificación de aquello que «aplasta» al otro, de lo que pone
1. Michael B. Miller, Au Bon Marché, 1869-1920, París, Armand trabas al reconocimiento recíproco. Ya no cabe hablar de ver-
Coiin, 1987, p. 181. Sobre ios grandes almacenes en Estados Unidos, dadera elegancia si ésta no es discreta y eufemizada: ha nacido
véase William Leach, Land ofDesire, Nueva York, Vintage, 1993. lo que Balzac denomina el «lujo de simplicidad». ; > r* 1 ¡of
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Rechazo del énfasis decorativo que volveremos a encon- en una voluminosa cartera de marcas prestigiosas. El univer-
trar, a partir de principios del siglo XX, en el mundo de la so económico y empresarial del lujo ha cambiado de escala:
arquitectura y de los objetos, por el impulso de numerosas las tradicionales luchas de competencia por alcanzar el pres-i
corrientes de vanguardia artística. Por doquier el espíritu tigio son suplantadas por las «guerras del lujo», las operacio- I
modernista se ha rebelado contra el kitsch, contra la tradi- nes de fusión y de adquisición, los movimientos de concen- '
ción ornamental y contra la estética redundante, en benefi- tración y de reestructuración con vistas a constituir imperios í
cio del rigorismo abstracto, de la depuración figurativa, del industriales internacionales. El lujo se ha puesto en sintonía
estilo angular y geométrico. Lujo, qué duda cabe, siempre con las megaentidades, con la globalización, con las síock- r'
distintivo, pero cuyo origen no es posible atribuir exclusi- o^tions, con las estrategias de grupo. Las campanas doblan ya
vamente a los enfrentamientos simbólicos en vigor entre por las pequeñas casas independientes al mismo tiempo que
las clases superiores. La estética modernista de la vivienda y por los creadores-artistas soberanos. Si bien es cierto que el
de los objetos ha materializado las investigaciones plásti- lujo constituye un sector a un tiempo económico y no eco-
cas de los artistas, nuevas representaciones del espacio y del nómico,' no podemos por menos de observar que en ese
tiempo, una relación inédita con el mundo y con los demás, complejo híbrido el polo económico y financiero es el que
con la higiene y con la luz, con la comodidad y la intimidad. domina cada vez más, imponiendo su ley al desarrollo de los
Incluso el lujo ha tomado nota de los ideales democráticos, productos, a las compras y ventas de marcas, a los lanza-
de las nuevas aspiraciones del hombre moderno al bienestar mientos en bolsa con las miras puestas en obtener niveles de
material, a la libertad, al rechazo del pasado y de la tradición margen de dos cifras. A la era sublime-artística del lujo le
que acompañan inexorablemente al fin del universo aristo- sucede su momento hiperrealista y financiero, en el que
crático. I ' - 'i j f ' i n>. ..«^.W!',".'!.% f ' V 1i • creación y búsqueda de alta rentabilidad se han vuelto inse-
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parables.
El modelo anterior había logrado la combinación de una '
lógica industrial y una lógica artesanal. En esta alianza, no
HACIA U N LUJO D E MARKETINC; i , ' . obstante, la dimensión artesanal prevalecía, pues la repro- \
' iJ ík,' ' i'i < 'íi t O'V» . ili.v I >' lili'' ducción de los modelos era limitada y se ejecutaba a medida.
En este plano, asistimos a una inversión de tendencia: en lo
¿Y dónde nos encontramos en la actualidad? Desde hace sucesivo, la lógica industrial de la serie es la que aparece
una o dos décadas todo lleva a pensar que hemos entrado en como soberana. Da cuenta de ello de manera ejemplar el
una nueva era del lujo, en su momento posmoderno o hi- hundimiento del polo de confección a medida de la alta cos-
permoderno, globalizado, financiarizado. Hasta entonces el tura en provecho de los perfumes y los accesorios, del prét-á-
sector del lujo se apoyaba en sociedades familiares y en fun-
dadores-creadores independientes. Ese ciclo ha concluido, y 1. Elyette Roux y Jean-Marie Floch, «Gérer l'ingérable: la contra-
cede el paso a gigantes mundiales, a grandes grupos con un dicción interne de toute maison de luxe», Décisions Marketing, n." 9,
volumen de negocios colosal, que cotizan en bolsa y se basan septiembre-diciembre de 1996. >» '« ' ' i, ,
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porter y de los productos vendidos con licencia. Ya no es so- del savoir-faire de la empresa. Así, vemos cómo se multipli-
bre la oposición del modelo y de la serie como se construye can los modelos de lujo que no sólo crean margen sino que,
el lujo; de hecho, la prenda exclusiva ya no representa sino al mismo tiempo, enriquecen la reputación del grupo. Del
un sector marginal. Baste recordar que de los perfumes se mismo modo que los grandes fabricantes de automóviles de
producen cientos de miles de unidades, y de las series del masas invierten en el segmento del lujo, las marcas de presti-
prét-á-porter de lujo, varios miles de piezas. N i siquiera el gio, como es de rigor, empujan cada vez más hacia arriba.
lujo de gama superior escapa ya a la ley de la producción Mercedes, que proponía ya su lujosa Clase S, anuncia la sali-
industrial en serie. En 2001, B M W y Audi vendieron, res- da de una «megalimusina», la Mayback, de seis metros de
pectivamente, 900.000 y 720.000 vehículos. Mercedes, que largo, vendida a 300.000 euros. La hegemonía democrática e
lanzó dos años después el Vision GST, mezcla de monovolu- industrial de la lógica de la serie lo significa todo, salvo el
men y de 4 X 4 gran lujo, prevé producir 100.000 unidades declinar de los excesos ruinosos y la nivelación del lujo. '
al año. La copia en gran número ya no corresponde al semi- En su época heroica, la alta costura tenía al frente a
lujo. un artista creador que imponía de modo soberano sus gustos
Mientras que las grandes marcas de lujo lanzan cada vez a una clientela rica. Esa época llegó a su fin, pues las colec-
más artículos asequibles (perfumes, accesorios...), los grupos ciones de prét-á-porter de las grandes marcas eran mucho
industriales de gran consumo anuncian su voluntad de in- menos caprichosas, mucho menos versátiles, más receptivas
vertir en los segmentos superiores del mercado. El fenómeno a las expectativas y los gustos más o menos formulados de
de «subida de gama» resulta especialmente significativo en el los clientes. Los dictados de los modistos, las grandes revolu-
sector del automóvil. Renault muestra en la actualidad su ciones estilísticas de la moda han perdido actualidad o ya no
ambición de penetrar en la gama alta comercializando el ejercen un impacto muy visible: Tom Ford ha sustituido a )J '^-^
Avantime y el Vel Satis. A l tiempo que «Renault creador de Yves Saint Laurent. Después de cien años de un ciclo de lujo
automóviles» sustituye a «los coches para vivir», la gama alta artístico dominado por los estudios de la oferta, ha llegado la
debería representar, según los objetivos del fabricante, el hora del lujo de marketing centrado en la demanda y en la
12 % de su facturación europea en 2003, frente al 8 % en lógica del mercado.
1999. Tras haber adquirido Audi, Bentley, Bugatti y Lam-
Llevado por una demanda en fuerte expansión' y marca-
borghini, Vblksw^agen efectúa su entrada en el segmento del
do por una competencia feroz, el universo del lujo tiende a
lujo con su limusina Phaeton. El lujo sigue siendo elemento
lanzarse a unas prácticas análogas a las observables en los
de diferenciación social, pero funciona igualmente, y cada
mercados de masas: explosión de los costes de lanzamiento y
vez más, como herramienta de gestión de las marcas gran
de publicidad, comunicación «choque» o transgresiva, infla-
público, pues el prestigio de la gama muy alta repercute so-
bre el conjunto de los modelos. Debido a que las prestacio-
nes y la fiabilidad de los diversos modelos de automóvil se 1. Según un estudio de la banca Merrill Lynch, en el año 2000 se
nivelan, el atractivo de un coche se ve reforzado por la pre- contaban en el mundo 7,2 millones de personas que poseían más de un
millón de dólares en ahorros. E n la actualidad, 57.000 personas poseen
sencia en la gama de unos modelos superiores, arquetipos
un patrimonio financiero superior a 30 millones de dólares. ,> f;» H « » ! i
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ción de lanzamiento de nuevos productos,' acortamiento de mos (monarcas, príncipes, magnates industriales y financie-
la duración de vida de los productos, escalada de las ofertas ros) se perpetúe la tradicional función social de los gastos
promocionales en el mercado de los perfumes y de los cos- suntuarios ostentatorios. Exhibir el nivel de riqueza, gastar
méticos, exigencia de resultados económicos a corto plazo,i^ sin provecho alguno, mostrarse espléndido y mecenas, nada
Es cierto que todas estas nuevas estrategias no son ineludi- de todo ello ha desaparecido, sino que sigue funcionando,
bles ni están consagradas a una huida hacia delante ilimita- en muchos aspectos, como norma social obligada. Incluso a
da, por cuanto pueden tener efectos perversos a muy largo niveles inferiores, el consumo de las nuevas capas acaudala-
plazo. No por ello traducen en menor grado la entrada das que componen los traders y otros golden boys parece
triunfal de las industrias del lujo en la era del marketing. siempre deberse al efecto Veblen. Desde los años ochenta, las
nuevas élites del mundo económico exhiben sin complejos
su gusto por los productos de lujo y los símbolos de estatus
! V / . n í social. En Estados Unidos, más que en Europa, las clases pu-
E L LUJO E M O C I O N A L ' dientes se enorgullecen de exhibir su fortuna en cuanto sig-
• •íT";-' • •<•! • ' • •I í ' f i f i " 'íM' nos de valor y de éxito individual, como validación de un
proyecto económico y social.' De todas formas, tanto al otro
Si conviene hablar de una nueva era del lujo, ello no se lado del Atlántico como en el Viejo Continente, los idea-
debe únicamente a las transformaciones observables en la es- les de la frugalidad puritana, al igual que los contestatarios,
fera de la oferta, sino también a las metamorfosis que echan se han agotado, el lujo y sus marcas de prestigio han sido re-
raíces en la demanda, en las aspiraciones y las motivaciones, habilitados, suscitan cada vez menos controversia, están de
en las relaciones que mantienen los individuos con las nor- nuevo en boga.^ La época contemporánea obliga a retroceder
mas sociales y con los demás, con el consumo y los bienes a los dictados de la moda, pero al mismo tiempo contempla
preciosos. Individualización, emocionalización, democratiza- el triunfo del culto a las marcas y a los bienes preciosos. El
ción, tales son los procesos que reordenan la cultura contem- esnobismo, el deseo de parecer rico, el gusto de brillar, la
poránea del lujo. búsqueda de la distinción social a través de los signos de-
Reconozcamos que, a primera vista, el fenómeno del mostrativos, todo ello dista de haber sido enterrado por los
consumo de lujo parece más bien marcado por una conti- supremos desarrollos de la cultura democrárica y mercantil.
nuidad sociohistórica que por la discontinuidad. Casi no es Así pues, ¿nada nuevo en la relación de los hombres con
posible dudar, en efecto, de que en diversos medios riquísi- los demás y con los consumos costosos? La realidad es, por el
-I! • • Cit'f? n " Ií i l , , \ contrario, más compleja. Una importante observación de
1. E l fenómeno rebasa los sectores de la moda y del perfume:
B M W prevé comercializar veinte novedades en el curso de los seis próxi- 1. Bruno Rémaury, «Luxe et identité culturelle américaine», Revue
mos años. frangaisedu marketing, n.° 187, 2002, pp. 49-60.
2. Elyette Roux, «Le luxe: entre prestige et marché de masse», Dé- 2. Danielle Allérés, Ltixe... Stratégies-Marketing, París, Económica,
cisions Marketing, n." 1, eneto-ahr'ú de 1994. 1 ' M' ' 1997, pp. 5-6. í >^ v. iMí'f'k' " .. '<
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Veblen aporta el sentido del cambio que se está producien- mismo para sí, de sentirse privilegiado, distinto a los demás,
do. A l exhibir nuestra riqueza, subraya, «no sólo hacemos t o s sentimientos elitistas, la exigencia de compararse venta-
sentir nuestra importancia a los demás, no sólo agudizamos josamente con los demás no tienen nada de inédito, pero en
y mantenemos despierto el sentimiento que tienen de dicha la actualidad se recomponen a partir de la lógica misma del
importancia, sino que también, y esto resulta apenas menos neoindividualismo, más para uno mismo que con las miras
útil, afirmamos y preservamos todas las razones para sentir- puestas en la estima del otro.
nos satisfechos de nosotros mismos».' La pasión por el lujo Incluso la tradicional lógica de distinción social lleva la
no se alimenta exclusivamente del deseo de ser admirado, huella de la dinámica individualista. El universo del lujo ya
suscitar envidia y ser reconocido por el otro, sino que en ella no funciona exclusivamente según la oposición clásica de los
subyace igualmente el deseo de admirarse a uno mismo, de más ricos y los menos ricos, los dominantes y los domina-
«disfrutar de sí mismo» y de una imagen elitista. És esta di- dos, los herederos y los advenedizos. Para toda una categoría
mensión de tipo narcisista la que ha devenido dominante. de consumidores de productos de gran lujo (estrellas, ídolos,
La reducción del peso atribuido al juicio del otro que acom- etc.) se trata no tanto de estar afiliado a un grupo o de dar
paña al neonarcisismo contemporáneo no lleva aparejada testimonio de un estado de riqueza como de expresar una
idéntica reducción en la importancia otorgada a la relación personalidad singular, una originalidad, un gusto personal l i -
de uno mismo con los demás, p n una época de individualis- berado de las formas y decorados convencionales. En nues-
mo galopante, se afirma la necesidad de destacarse de la tros días, el lujo está más al servicio de la promoción de una
masa, de no ser como los demás, de sentirse un ser excepcio- imagen personal que de una imagen de clase.
nal. Ciertamente, las motivaciones elitistas permanecen, Los cambios de fondo no terminan ahí. Desde la noche
pero están basadas no tanto en los objetivos de honorabili- de los tiempos, los gastos suntuarios se estructuraron en fun-
dad y de ostentación social como en el sentimiento de la disr ción de reglas sociales obligatorias, unas veces sagradas y
tancia, el goce de la diferencia que procuran los consumos otras profanas, pero en cualquier caso sinónimas de un en-
poco frecuentes y del abismo que abren con respecto a los cuadramiento rígido de las conductas individuales por parte
usos de la mayoría.^ Si una pendiente de la dinámica posmo- del orden colectivo. Sobre este punto, nuestra sociedad regis-
derna del individualismo conduce a «vivir para sí», a ser me- tra una conmoción profunda, por cuanto es un hecho que
nos tributario de la opinión ajena, a privilegiar las emocio- funcionan menos bajo el signo de la obligación social que
nes íntimas, otra pendiente empuja a compararse con los bajo el del arbitraje individual. A l esplendor y al tren de vida
demás con el fin de sentirse existir «más», de marcar la pro- socialmente impuestos entre las clases superiores sucedió
pia particularidad, de construir una imagen positiva de uno un lujo libre, no conformista, «sin obligación ni sanción».
Emerge así un consumo costoso liberado de las prescripcio-
nes sociales, que transcribe el incremento de las aspiraciones
1. Thorstein Veblen, Théorie de la classe de loisir [1899], traducido
y las motivaciones individualistas. Gastos ruinosos aquí, com-
del inglés por L . Évrard, París, Gallimard, col. «Tel», 1970, p. 27.
2. Desde una perspectiva aristocrática, Nietzsche subraya el «placer pras «económicas» allá, el consumo de lujo está en vías de
de saberse diferente», Par-delh le Bien et le Mal, § 260. • < l'í ) desinstitucionalización, paralelamente a lo que acontece en
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las esferas de la familia, la sexualidad, la religión, la moda, que ver con el régimen de las emociones y las sensaciones :
la política. En todas partes la cultura neoindividualista se personales que con estrategias distintivas para la clasificación
acompaña de la emancipación de los sujetos con respecto a social. A través de los dispendios costosos, hombres y muje-
las antiguas obligaciones de pertenencia y a la erosión corre- res se esfuerzan no tanto por ser socialmente conformes I
lativa de la autoridad de las normas colectivas. Diversifica- como por experimentar emociones estéticas o sensitivas, no /
ción de los modelos de vida, debilitamiento de la potencia tanto por hacer exhibición de riqueza como por vivir mo-
reguladora de las instituciones sociales y de los controles de mentos de voluptuosidad. Invitación al viaje, invitación a las
grupo, lo que caracteriza al momento llamado posmoderno delicias de los cinco sentidos, el lujo se identifica tendencial-
es un individualismo desregulado, opcional. Este aumento mente con una fiesta privada, con una fiesta de los sentidos.
de la autonomía de los individuos no ha dejado de afectar al La búsqueda de los goces privados ha ganado por la mano a
consumo en general y al consumo de lujo en particular, la exigencia de ostentación y de reconocimiento social: la
el cual se despliega tendencialmente según una lógica de- época contemporánea ve afirmarse un lujo de tipo inédito,
sunificada, descoordinada, de geometría variable. Lo que en un lujo emocional, experiencial, psicologizado, que sustituye,
nuestros días se conoce como los «burgueses bohemios» no la primacía de la teatralidad social por la de las sensaciones \
constituye sino una de las últimas maneras de ilustrar la pro- íntimas.
moción de una cultura posconvencionalista, despareja y Durante mucho tiempo el lujo se confundió con el alar-
ecléctica, en la que subyace el principio de libre disposición de, el decorado, el espectáculo ostentatorio de la riqueza: el
de sí. El consumidor de lujo ideal-típico es en lo sucesivo artificio, el ornato, los signos visibles destinados a la mirada
multifacético, toma prestados sus modelos de diversos gru- del otro constituían las manifestaciones predominantes. No
pos, mezcla distintas categorías de objetos de diferentes pre- es que eso desaparezca, pero han hecho acto de presencia
cios y de diferentes estilos. La movilidad, la hibridación y el nuevas orientaciones que ponen de manifiesto el retroceso
disparate han tomado el relevo del lujo afectado «comme il de los símbolos honoríficos en provecho de expectativas cen-
faut». tradas en las vivencias inmediatas, la salud, el cuerpo, el ma-
Desinstitucionalización, individualización, eso significa yor bienestar subjetivo. De aquí en adelante, los productos
al mismo tiempo emergencia de una relación más afectiva, de tratamiento se clasifican en primera fila de las ventas de
más sensible con los bienes de lujo. Por supuesto, esta di- productos cosméticos, bastante por delante de los productos
mensión dista de ser nueva, pues se manifiesta de manera "de maquillaje. Las talasoterapias, los centros de tratamiento
evidente al menos desde el Renacimiento. Ahora bien, en el y de puesta en forma, las clínicas y residencias de salud se
conjunto, el lujo estaba asociado a obligaciones más o menos hallan en pleno auge. La cirugía estética registra un booni
ceremoniales que ponían de manifiesto la prioridad de las sin precedentes. Todos los hoteles de gran lujo disponen en
imposiciones colectivas sobre los gustos subjetivos. A este la actualidad de centros de fitness o restablecimiento en
respecto, el cambio al que asistimos merece ser subrayado. donde ofrecen tratamientos adaptados a las expectativas de
Debido al impulso del neoindividualismo, salen a la luz nue- forma física, belleza, relajación, distensión, adelgazamiento,
vas formas de consumo dispendioso, que tienen mucho más armonización energética. Los balnearios de lujo^se multipli-
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can. Por un lado, la lógica del aparentar sigue siendo igual criterios impersonales del precio. Todo ocurre como si el in-
de imperiosa, como evidencia la espiral de los tratamientos dividuo contemporáneo, y sus aspiraciones a la realización
de belleza, pero el desplazamiento en curso no resulta menos íntima, se hubiera vuelto refractario a una definición restric-
significativo: lo importante ya no es deslumhrar con la for- tiva del lujo susceptible de prohibirle el acceso a lo que está
tuna, sino parecer joven y realzar la belleza. Por otro lado, las asociado al ensueño, a las voluptuosidades y a las bellezas su-
prácticas de lujo se adentran por vías menos sometidas a la perlativas. A l tiempo que los productos raros y caros no ce-
primacía de la mirada, dado que se centran en la búsqueda san de reinscribir barreras objetivas y de división social, la
de la salud y de lo experiencial, de lo sensitivo y del bienes- cultura posmoderna abraza el perspectivismo o el subjetivis-
tar emocional. Teatro de las apariencias, el lujo tiende a po- mo como expresión de la exigencia democrática del derecho
nerse al servicio del individuo privado y de sus sensaciones a la felicidad y al lujo.
subjetivas. Un lujo para sí. ¿El lujo para quién? No está tan lejos la época en que el
consumo y los estilos de vida eran orquestados por la oposi-
ción entre los «gustos de lujo» en vigor entre las clases ricas y
El derecho al lujo i 'i los «gustos de necesidad» característicos de las clases popula-
res. Para las primeras, el refinamiento y la distancia con res-
El proceso de subjetivización del lujo no se limita a las pecto a los simples placeres de los sentidos, los emblemas
prácticas de consumo, se expresa hasta en las maneras de ha- electivos, lo ligero y la preocupación por las formas; para las
blar de él y de definirlo. Las conversaciones corrientes resul- otras, prácticas que excluyen las gratuidades y los «remilgos»,
tan a este respecto muy instructivas, pues en nuestros días que transfiguran las obligaciones objetivas en preferencias y
todos se autorizan a dar su propia definición o interpreta- que llevan a elegir sistemáticamente lo práctico, lo simple, lo
ción del «verdadero» lujo: el individuo se ha convertido en la necesario.' Este acceso vedado al universo de los posibles se
medida del lujo. Así, éste puede ser identificado con fenó- concretaba generalmente, entre las personas de pocos posi-
menos tan diferentes como el tiempo libre, la calidad de bles, con la idea: el lujo «no es para nosotros». Pero ¿qiié
vida, el amor, la armonía interior, la responsabilidad, la l i - queda de ese ethos en la actualidad?
bertad, la paz, la acción humanitaria, el saber, la naturaleza.' Uno de los efectos fundamentales de la cultura consu-
El empuje del individualismo ha conducido a la voluntad de mista-individualista es que ha trastornado profundamente la
reapropiarse, de una manera ideológica y subjetivista, una relación de los individuos con las «cosas» y con lo «necesa-
esfera inaccesible, definida por criterios materiales. Una últi- rio». En nuestros días, las exigencias de calidad de los pro-
ma fortaleza jerárquica cae -ideológicamente hablando, se ductos y del entorno, así como de protección y de informa-
entiende- por efecto de los golpes del imaginario democráti- ción de los consumidores, se afirman masivamente. El
co, celebrando un lujo plural, a la carta, emancipado de los fenómeno del incremento de la «gama alta» resulta manifies-
1. Por ejemplo, Saphia Richou y Michel Lombard, Le Ltcxe dans 1. Pierre Bourdieu, La Distinction, París, Éd. de Minuit, 1979,
tow^ífí áfíZíí, París, Económica, 1999, cap. V I I I . ' > , 'i n^y.n' pp. 198-230. í f l i / j Csíj ; í ü p : ; , í i t v j Í J V J Í UÍJÍi-y,'*::*;.
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to: todos los observadores del consumo señalan el declive del Esta tendencia no es sólo ideológica, se concreta en el
consumo de los productos «populares», los que responden al auge, a partir de los años setenta, de un consumo «ocasio-
«gusto de necesidad», en beneficio del mercado de la calidad nal» de productos de lujo denominados «intermedios» o «ac-
y de los productos «especiales». La preocupación por la ali- cesibles», que son llevados por categorías sociales medias, en
mentación sana y dietética es general, lo «ligero» no deja de ocasiones incluso modestas. Incremento del «derecho» a los
ganar terreno en detrimento de lo «pesado». Igualmente, los emblemas electivos, difusión ampliada de artículos de presti-
viajes y el ocio, el ideal del mayor bienestar y del óptimo as- gio comprados como regalos, impulsos repentinos, pasiones
pecto han dejado de ser normas elitistas. Ciertamente, no estéticas..., la era posmoderna es el teatro de una democrati-
cabe hablar de homogeneización generalizada de las prácti- zación de los deseos y de las compras de lujo. Por supuesto,
cas y los gustos, sino de una cultura más fluida, marcada por el ansia de ostentación, el esnobismo, el «¿me has visto?» si-
la descompartimentación social de las conductas, una reduc- guen tomando parte en ello, pero eso no debe ocultar lo que
ción muy significativa de los confinamientos y las estanqui- ha cambiado en el orden de las motivaciones. En mucha ma-
dades de clase, en vigor hasta hace muy poco. En nuestra so-
yor medida regalo que uno se obsequia a sí mismo o a sus
ciedad, ya nadie - o casi nadie- vive teniendo como objetivo
allegados que pretensión de clase, tales gastos ocasionales
la adquisición de lo estrictamente «necesario»: con el auge
con frecuencia se parecen a un viaje de ensueño, a una «lo-
del consumo, del ocio y del bienestar, lo «superfino» se ha
cura» que permite romper la trivialidad de los días. En lo su-
ganado sus títulos de nobleza democrática, se ha convertido
cesivo, se trata no tanto de «deslumhrar a la galería» como
en una aspiración de masas legítima.
de vivir «experiencias» inéditas, darse un gusto, acceder a
A l mismo tiempo se intensifican las actitudes preventivas y momentos privilegiados. Numerosas veces, esos consumido-
correctoras (salud, deportes, dietas, cirugía estética). En todos res ocasionales no tienen en modo alguno como objetivo ex-
los grupos, las personas luchan contra las señales de enve- hibir una imagen de standing superior, sino que juegan a ser
jecimiento y el exceso de peso. En lugar de las tradicionales ac- ricos, sólo se divierten, por un tiempo limitado, cambiando
titudes de resignación, de aceptación del «destino» y de las de «rol», vistiendo nuevas ropas. A las competiciones de esta-
condiciones sociales, se imponen por doquier la exigencia del tus sucede un consumo distanciado, lúdico, sin desafío ni
progreso indefinido del nivel de vida, el gusto por las noveda- real apuesta simbólica. No subsiste sino una participación en
des y las marcas de prestigio, el derecho a la calidad, a la belleza, segundo grado en un universo que, sin ser de «nuestro mun-
al ocio. La época posmoderna es contemporánea de la libera- do», ya no nos es por completo ajeno. La mimicry ha destro-
ción de los antiguos tabúes de clase, de la erosión de las inhibi- nado al agón}
ciones populares relativas a los consumos costosos. Cualquier
Precisemos de nuevo: no cabe hablar en modo alguno de
joven encuentra normal en la actualidad acceder a las marcas
desaparición de las pasiones distintivas. Simplemente, lo que
que están «de moda»; la fascinación por el consumo, por las
estaba en el meollo de los consumos ruinosos ya no es sino
marcas y por el «cada vez más» se ha liberado de las fronteras de
clase. A l antiguo calificativo de «prohibido» vinculado al lujo
1. Acerca de estas denominaciones, véase Roger Caillois, Les Jeux et
ha sucedido esta idea: «El lujo, ¿por qué no para mí?»
les Hommes, París, Gallimard, 1967. *'
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un elemento en un conjunto motivacional de focos múl- tancias sociales disminuyen. Dichas exigencias vienen senci-
tiples. En ese ámbito, las luchas simbólicas han perdido llamente a rematar el consumismo, la consagración de los
parte de su antigua centralidad. A l igual que, por lo que res- goces privados, el derecho democrático a la felicidad. Es la
pecta a la moda, las mujeres ya no llevan sino lo que les cultura de masas materialista y psicológica la que ha consti-
gusta, lo que les «va», del mismo modo todo un conjunto tuido el gran vector de la democratización sufrida por.Ja^-
de bienes de lujo son adquiridos en cuanto promesas de feli- lación con el lujo.
cidad, oasis de placer, de belleza, de mayor bienestar. Por
mucho que puedan subsistir las lógicas de pretensión y de \'.>
distinción de clase, ya no constituyen la columna vertebral
de los consumos de lujo, en adelante ampliamente reestruc- L U J O Y DESAFÍO ,)
turados por una dinámica subjetiva y afectual. Es en otra
parte donde se libra lo esencial de las luchas por el reconoci-
miento social. Desde la noche de los tiempos, las conductas suntuarias
Subjetivización, democratización de la relación con el estuvieron vinculadas con el reto interhumano, la sobrepu-
lujo: otras tantas conmociones que cabe relacionar con la era janza y la competición agonística de los signos. En el pot- ¿ c
del consumo y de la comunicación de masas. A l difundir a latch practicado por los tlingit o los kwakiutl, los jefes se en-
gran escala la norma de la felicidad privada, al consagrar los frentaban rivalizando en generosidad; los mecenas griegos y
referentes del bienestar, del placer y del ocio, el universo de romanos se esforzaban por superar a todos sus predecesores
las cosas y de los medios de comunicación ha minado las mediante el esplendor de sus regalos al pueblo. El lujo fue
morales de la resignación, del sacrificio y del ahorro. Simul- hasta tal punto orquestado por los consumos ruinosos que,
táneamente, el culto al cuerpo y el psicologismo han santifi- en Europa, los poderes reales no cesaron de promulgar, entre
los siglosI Xy X V I I I ,
todo un conjunto de edictos suntuarios
cado la vida en el presente, todo cuanto contribuye a la ex-
presión y al crecimiento personal. A medida que el bienestar destinados a atajar el despilfarro de los materiales preciosos y
y el amor a uno mismo se imponen como finalidades legíti- el desdibujamiento de las distinciones sociales.
mas de masas, todos pueden aspirar a cuanto de mejor y más A partir del siglo X I X , como hemos visto, apareció por
hermoso existe, todos quieren poder disfrutar sin límites a primera vez una dinámica en cierto modo adversa que se es-
priori del presente y de las maravillas del mundo. ¿Por qué forzaba por celebrar un lujo «democrático», menos domina-
no aprovechar cuanto de mejor hay en esta tierra? ¿Por qué pri- dor, menos «vistoso». El momento posmoderno o hipermo-
I varse? ¿En nombre de qué? Las nuevas exigencias democráti- derno prolonga esta vía, no sólo a través de la estética de la
j cas de lujo no tienen sus raíces en el juego de los enfrenta- discreción, sino también promoviendo un lujo más defensi-
mientos simbólicos de clases. Como tampoco resultan en vo que agresivo. En una época percibida como amenazadora,
mayor grado de una pretendida escalada de la envidia, de las proliferan los dispositivos de protección máxima, las residen-
frustraciones e insatisfacciones que se apoderarían de los in- cias de lujo segurizadas y vigiladas las veinticuatro horas, los
dividuos a medida que la prosperidad se acrecienta y las dis- chalets provistos de vallas, de puesto de guardia, de sistemas
66 67
de alarma y de videovigilancia.' A la escalada de la pompa también seguridad «activa», incorporada para permitir al
y de la etiqueta suceden la proliferación de los equipa- conductor evitar un accidente (regulador de frenada, limita-
mientos de control y de vigilancia, la obsesión seguritaria y dor de aceleración, copilotaje electrónico). A lo que se suma,
sanitaria. Ya antes de Michael Jackson, el multimillonario es- en otro orden de cosas, el cierre automático de las puertas
tadounidense Howard Hugues vivía aterrorizado por los m i - que impide abrir el vehículo desde el exterior, los cristales
crobios y los virus, aislado del mundo, con el que ya no se laminados en las ventanillas laterales, las instalaciones de sis-
comunicaba sino a través de intermediarios. Cada vez más, temas antiagresión. Un fabricante de equipamiento para
el alto nivel de seguridad se convierte en un argumento fun- automóviles propone en la actualidad un sistema de identifi-
damental de la oferta de lujo. Los analistas afirman que la cación de las huellas digitales que prohibe a las personas no
motivación de los compradores de fincas de lujo está fuerte- autorizadas abrir las puertas y volver a arrancar el motor una
mente dominada por la exigencia de seguridad de los bienes vez detenido. En una época obsesionada por el ansia de se-
y de las personas. «Por supuesto, el abecedario del lujo se de- guridad, el lujo en la protección prima sobre el énfasis de
letrea en mármoles y maderas preciosas omnipresentes, pisci- los signos suntuarios y sus retos simbólicos, importa menos
na y jardines obligatorios. Sin olvidar la baza niimero uno, la prevalecer sobre el otro que gozar del más altó nivel de segu-
seguridad. Una caja fuerte disimulada en un armario, en un ridad.
piso vigilado por una cámara vinculada a un puesto de guar- Por mucho hincapié que se haga en ella, esta obsesión
dia, conectado a su vez directamente con la policía monegas- por la seguridad no significa en modo alguno que la esfera
ca, sin duda la más eficaz del mundo, ése es el colmo del del lujo se haya desprendido de sus antiguos vínculos con la
lujo»: al lujo agonístico le sucede el lujo paranoico. lógica del desafío y del prestigio. En primer lugar, todo
También el sector del automóvil ilustra esta nueva com- un conjunto de comportamientos suntuarios -adquisición
binación de lujo y seguridad. Desde 1965, con la Clase S de de obras clásicas, subastas, mecenazgo- perpetúa la tradi-
Mercedes, apodada «caja fuerte rodante», la búsqueda de la ción de las competiciones agonísticas de tipo aristocrático.
seguridad óptima aparece en primer plano de la argumenta- En segundo lugar, vemos cómo se desarrollan una serie de
ción de la marca alemana. La temática seguritaria se ha vuel- dispendios astronómicos destinados a financiar actividades
to omnipresente en la promoción de todos los vehículos de «gratuitas» pero fuertemente marcadas por el reto, la com-
lujo: seguridad «pasiva», concebida para disminuir o elimi- petición, la carrera por la celebridad y, por la imagen: la
nar las lesiones en caso de accidente (habitáculo de seguri- competición deportiva automovilística constituye una ilus-
dad, airbags frontales y laterales, cortinas hinchables, pero tración ejemplar. Recordemos la colosal magnitud de los
presupuestos de las escuderías de Fórmula 1, que por lo ge-
neral superan los cien millones de euros, para alcanzar cua-
1. Robert Reich da cuenta de que la seguridad privada constituye
uno de los sectores de actividad de crecimiento más rápido en Estados
tro veces esa suma en el caso de Ferrari. Nadie ignora que
Unidos: «En 1990 los vigilantes privados componían el 2,6 % de la po- no se incurre en tales gastos sin compensación alguna, sino
blación activa total, una proporción dos veces mayor que en 1970» {L'E- con miras a la notoriedad de las marcas y de los esponsores.
conomie mondialisée, París, Dunod, 1993). Lo cual no es óbice para afirmar que es en espectáculos o
68 69
hazañas basadas en el reto, la competición y el riesgo donde, sino «extraterrestre», en busca de viaje sideral y de sensacio-
se concretan. nes desconocidas. El principio del desafío permanece, con la
En la actualidad, los esponsores en vez de apadrinar los salvedad de que ya no es lanzado a los demás hombres sino a
proyectos artísticos prefieren ayudar a realizar hazañas y per- la gravedad, al espacio, a la percepción, a nuestra morada te-
formances deportivas espectaculares y de riesgo. Desde los rrestre. Ya no se trata de deslumhrar al Otro, sino de ser des-
años ochenta asistimos al auge de la financiación de activida- lumhrado por el arrancamiento del planeta Tierra, por el es-
des peligrosas y «gratuitas», al sponsoring de las carreras en plendor del cosmos y el «silencio eterno de los espacios
solitario, rallies, trekking en el desierto, expediciones al Gran infinitos».
Norte, saltos en parapente desde la cima del Everest. Resulta En la actualidad, la publicidad y la comunicación de. las
legítimo hablar a ese respecto de prácticas de lujo, no sólo marcas de lujo se esfuerzan a su vez por recuperar la dimen-
porque muchas de ellas cuestan mucho dinero y exigen un sión de desafío explotando el filón de la transgresión. Ostenta-
padrinazgo, sino también porque en ellas se despliegan un ción fetichista en los desfiles de alta costura de Dior o G i -
espectáculo «por nada», una carrera de récords, la voluntad venchy, imágenes sexuales en Gucci, guiños a la orgía en
ostensible de «lograr una primicia» desafiando el tiempo, el Versace, al lesbianismo, a la masturbación o a la androginia en
espacio, la edad, el cuerpo. El lazo que unía el lujo con el otros creadores. Un reciente anuncio de Dior pregona: Addict.
principio de sobrepujanza y de exceso no ha sido deshecho, Con el «porno chic» -por lo demás ya pasado de moda-, el
la única diferencia es que ahora da lugar a la práctica de re- mundo del lujo ha trocado su imagen de respetabilidad por la
tos más hiperrealistas y emocionalistas que simbólicos. A la de la provocación, el antitabú, el sensacionalismo.
escena agonística de los signos suntuarios suceden activida- U n desafío puramente lúdico, sin riesgo ni apuesta, cabe
des «extremas», que van acompañadas de agotamiento, de añadir, en el sentido de que el orden sexual en las sociedades
hambre, de sed, de accidentes y de riesgos.' Ya no es la tea- liberales se ha emancipado ampliamente de los criterios mo-
tralidad de la riqueza lo que importa, sino los estremeci- rales: las marcas juegan a la provocación en un momento en
mientos subjetivos de la aventura, el sentimiento de auto- que el sexo ya no ofusca a demasiada gente. Eso no quita
afirmación victoriosa, la intensidad de las sensaciones íntimas para que ya no sean los símbolos de la riqueza los que apare-
provocadas por experiencias límite en las que entran el riesgo cen en primer plano, sino signos «osados», destinados esen-
y la relación con la muerte. cialmente a rejuvenecer la imagen de marca de las casas^de
Nadie puede decir cómo se ilustrará en el futuro el lujo lujo. En nuestros días, el desafío ya no tiene finalidad de es-
emocional. Sin embargo, ya Denis Tito, primer turista espa- tatus, funciona como lifiing comunicacional. Cuando la
cial de la historia, gastó más de veintidós millones de euros moda ha dejado de ser el teatro de grandes rupturas estilísti-
por una semana a bordo de la estación espacial internacio- cas, cuando el vestir ya no constituye un signo honorífico y
nal. Hace su aparición un lujo que ya no es interhumano ya no lo animan las competiciones por el prestigio, el lujo se
dedica a recrear, de otra manera, un espectáculo de exceso,
1. David Le Bretón, Passions du rísque, París, Métailié, 199L un nuevo «derroche» de signos. La sobrepujanza que ya no
pp. 130-16L , , , . . j . , existe, ni en la oferta ni en la demanda, reaparece en el plano
70 71
de la «comunicación» mercadológica. Ya no sobrepasar a los I I I . L A F E M I N I Z A C I Ó N D E L LUJO
demás por medio de la suntuosidad ostensible, sino conse--
guir que hablen de uno exhibiendo una diferencia provoca-
dora de «libertad». Cuando la moda se desliga de las ruptu-
ras vanguardistas y de las rivalidades agonísticas, queda el
desafío como simulacro y shovi^ mediático. ,:v;
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Si bien el lujo es un fenómeno de clase, no se limita a
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constituir una manifestación de clase. En él se expresa al
mismo tiempo una lógica social que demasiados análisis su-
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bestiman: la de los roles y los lugares atribuidos a los dos se-
( 4 ^ .«., , M xos. A través del lujo se leen no sólo estra^^^ distinción
, 1) u .i'ti i ' " ,10 L i ?.(' t \ ' ' <i »<•<> social, sino asimismo la manera como se construye y pierisa
"<.-•,<;:.( , . » ; , ! ' a . ; , , ¡••í,n>'i ' Ta diferencia sexual. Reinterpretar la cuestión del lujo impli-
n , .( > >- ca en la actualidad la reevaluación del rol y de la importancia
de la división social de los géneros.
f í ! I . l í ) ) ( , ( > ' I ! «' |« < í En nuestra sociedad, el lujo aparece como una esfera
más en connivencia con lo femenino que con lo masculi-
. ! fj ' i ! ' í no, más asociada al universo de los gustos femeninos que al
,1'. ' ( < . . ' t I' ' • ><j ) (t ( ) n , de los hombres. Existen, qué duda cabe, diferentes bienes de
lujo (automóviles, jets privados, yates, alcohol, habanos)
{ , í ' , M 1 ( ' ' < !• 1 .
fuertemente marcados por la dimensión masculina, pero en
conjunto, éstos pertenecen más al mundo de las mujeres que
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al de los hombres. No se trata de precios ni de volumen de
, ! ' n I > , , f
negocios realizados en el mercado, sino de imaginario y de
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«superficie» social. Joyas, moda, accesorios, pieles, lencería,
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perfumes, productos de belleza y de tratamiento, marroqui-
f j , I >• ^ < 1 I ! I , < li
nería, decoración de la casa, servicio de mesa, otros tantos
! ' . M I < * ' 1 * M I" 't ( í ' I
sectores que ponen de manifiesto el lugar predominante de
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