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★Planeta Parto, Michel Odent

Desde hace tiempo, en el entorno del parto fisiológico o “natural”, se viene describien para

tener un buen parto la mujer debe llegar a un estado físico y emocional comúnmente conocido

como “Planeta parto”. Esta idea tiene su origen sobre todo en el trabajo del Dr. Michel Odent,

quien alerta de la influencia negativa de la estimulación del neocórtex en el buen desarrollo del

parto. Supuestamente, la activación del neocórtex en ese contexto activa la adrenalina y esta,

a su vez, bloquea la oxitocina, principal hormona responsable del proceso. Por tanto, según él,

el parto debería transcurrir en unas condiciones que favorecieran que las mujeres pudieran

apagarlo. Esto implica buscar entornos de parto en oscuridad, en silencio, donde la madre

estuviera en un estado de relajación profunda y en ausencia de fuentes de miedo.

Sin embargo, a medida que más y más mujeres han tenido la experiencia de u fisiológico y

han descrito sus vivencias, hemos observado que un buen número de ellas, popularmente

llamadas “terrenales”, tenían dificultades para apagar el neocórtex en la línea que propone

Michel Odent. Durante la dilatación continuaban sus actividades, estaban atentas alrededor,

reían o hablaban. Pero, a causa del mito de que debían “dejarse ir”, habían vivido sus partos

como negativos; incluso relataban haber vivido el embarazo con angustia ante la idea de que

no pudieran “desconectar” durante el parto, o que esta mayor dificultad para relajarse y “no

pensar”, inherente a ellas, pudiera ser un obstáculo en su evolución. Sin embargo, tal y como

relatan muchas de ellas, esta dificultad para entrar en el clásico “planeta parto” no supuso

problema alguno cuando se dejaron llevar por su natural forma de ser y dilataron a su manera

(por ejemplo, leyendo, viendo la tele, cocinando, hablando, riendo…). En esas condiciones

tuvieron incluso dilataciones inusualmente rápidas y muchas de ellas indoloras. Por otro lado,

aquellas que se esforzaron por “apagar” su cerebro, en contra de que su naturaleza les pedía,

permanecieron en un estado de alerta angustiosa, agobiadas por no ser capaces, por estar

interfiriendo en su parto y sintiendo que, de alguna manera, todo era mucho más complicado.
¿Qué ocurre, entonces?

Sabemos que la adrenalina se segrega en las glándulas suprarrenales en estados de estrés o

de tensión, ante amenazas físicas, temperatura elevada o muy baja, luz brillante, ruidos o

cualquier situación que provoque una emoción intensa. Pero las emociones no surgen

neocórtex, sino que el centro responsable es el sistema límbico, que está en estructuras

inferiores. ¿Qué papel tiene entonces el córtex cerebral? El neocórtex simplemente lleva esas

emociones a un nivel consciente, de modo que te puedas dar cuenta y hacer algo para

cambiarlo. Creemos erróneamente que nuestras decisiones y la mayoría de cosas que

hacemos en nuestra vida, las “decidimos” con el neocórtex. Nos creemos “racionales” en

nuestras decisiones y lo cierto es que es justamente al revés. La mayoría de nuestras

decisiones, incluso las que creemos muy conscientes, en realidad han sido tomadas por

nuestro inconsciente, por esa parte que es una mezcla de intuición y de conocimiento

profundo que se va ejercitando con los años… Porque, sin darnos cuenta, con nuestra

experiencia, vivencias y nuestro material de base, construimos lo que somos, como nos

comportamos y nuestro modo de reaccionar ante las cosas que pasan. Y la mayor parte de

toda esa información se gestiona y fluye por nuestro cerebro de manera inconsciente.

Hay un interesantísimo experimento que muestra esta idea de forma nítida. El grupo de

investigación alemán liderado por el profesor John Dylan Haynes realizó una prueba en que,

con un escáner cerebral, monitorizaban a una persona tomando una decisión tan simple como

mover la mano izquierda o la derecha. Los científicos que observaban el cerebro constataron

que antes de que la persona fuera consciente de qué elección iba a tomar, su cerebro a nivel

inconsciente ya había tomado la decisión. Es decir, es nuestra estructura más profunda, más

inconsciente, más emocional, la que toma la decisión en base a todo un conjunto de

información que recibe del entorno y de nosotros (que está ahí, pero de la que no somos

conscientes) y simplemente se la “comunica” a la región consciente que es quien finalmente

ejecuta la acción que supone la decisión tomada. Este reciente descubrimiento del campo de

la neurociencia implica que el papel del neocórtex en la forma de “pensamiento consciente” es

en realidad mucho más limitado de lo que creemos, y más que agente causal es

consecuencia, limitándose a ejecutar las órdenes recibidas por la estructura inconsciente.


El planeta parto “terrenal”

Algunas mujeres tienen una gran actividad intelectual, bien por su profesión, bien por su

manera normal de funcionamiento, como sería el caso de mujeres con altas capacidades

intelectuales. Mantener esa actividad mental puede ser placentero en sí mismo. Por lo tanto,

mantener ciertas actividades, como leer, jugar al ajedrez, hablar, cocinar u organizar, puede

ser algo así como un “modo seguro” de activación cerebral, que no influencie negativamente

el desarrollo del parto. Más aún, algunas matronas, como Consuelo Ruiz, utilizaban este tipo

de “distracciones” precisamente para favorecerlo, manteniendo a las madres entretenidas, por


ejemplo, hablando de la ropita de sus bebés, ya que de esa forma se aseguraba de que

estuvieran haciendo algo agradable y de que no estuvieran pendientes de otros temas que les

pudieran generar algún tipo de angustia o miedo. Del mismo modo, la clínica Tubinga se hizo

famosa por incorporar durante el parto lo que denominaron “charla en el baño”, según la cual

la matrona buscaba ganarse la confianza de la parturienta intentando que se sintiera “como en

su casa” durante un período de charla en el cual la mujer de parto se sumergía en un baño

caliente durante la dilatación. Este método demostró tener resultados muy positivos ya que

conseguía el objetivo de crear en la mujer una sensación de seguridad y confianza que

disminuía el miedo asociado al parto.

También hay muchas mujeres que han practicado hipnosis o autohipnosis, llegando a

conseguir un estado de relajación y serenidad mental, y siendo conscientes en todo momento

de lo que sucedía, pero facilitando una disminución del dolor y el miedo.

Quizás una manera sencilla de entenderlo sea comparando el parto con otras funciones del

cuerpo, como puede ser la digestión o tener relaciones sexuales, que también se ven

amenazadas por una activación del sistema de la adrenalina y en las que también toma parte

la oxitocina, la misma hormona del parto.

Por ejemplo, imaginad que cambiamos “parto” por “hacer la digestión”. De repente nos dicen

que para poder hacer la digestión deberíamos sumergirnos en un estado de tipo “zen”, de
relajación, casi meditativo, sin pensar, apagando el neocórtex porque ¡igual interrumpimos al

sistema inconsciente en su trabajo! Pensaríais que están locos, ¿verdad? La realidad es que

podemos perfectamente hacer la digestión, mientras nuestro cerebro se ocupa de otras cosas.

Es más, funciona mejor si no le hacemos caso en modo alguno y confiamos en su capacidad

para hacerlo, porque por intentar “no pensar” podríamos conseguir el objetivo opuesto y

acabar pensando por dónde está pasando el bolo alimenticio en este instante o si tendré los

jugos gástricos necesarios, generando así una sensación de angustia. Lo que es importante

es transmitir(nos) que todo a nuestro alrededor está bien, y que no hay nada externo que nos

genere preocupación o miedo. Sin embargo, si a nuestro alrededor hay situaciones conflictivas

que generan un estrés muy fuerte, o, incluso, si se da una situación amenazante o de fuerte

miedo o si entramos en una gran angustia, probablemente nuestra digestión no vaya nada

bien. Como poco nos causará acidez o empezarán a aflorar otros muchos problemas, ya que

ante una situación así el cuerpo detiene o enlentece este proceso mediante la descarga de

adrenalina asociada. Por el contrario, cuando todo a nuestro alrededor va bien y comemos

con placer, disfrutando y sintiéndonos a gusto, generamos gran cantidad de oxitocina y

endorfinas que favorecen aún más la digestión6.

Otra situación similar se da en el sexo, el cual no tiene que transcurrir de forma necesaria en

silencio, a oscuras y en relajación. Todos sabemos que puede haber sexo (y gran placer sin

obstáculos de ningún tipo) mientras las dos personas hablan o se ríen, o incluso si no están

en un sitio muy privado o mientras ven una película y, por supuesto, también a plena luz del

día. La clave es sentirse a gusto con uno mismo, con quien nos rodea y con el entorno en el

que estamos, porque todo ello transmitirá la calma interior y la seguridad necesarias para que

fluya el goce que implica la actividad sexual.

El parto es lo mismo. Si no nos apetece hacer nada especial para relajarnos y estamos a

gusto conversando con alguien durante la dilatación, pues, ¿qué hay de malo en ello? De

hecho, una conversación agradable es en sí misma relajante aunque no implique apagar el

cerebro. ¿Y si nos apetece ver la tele? ¿O cocinar? ¿O cualquier otra cosa? Por muy

anecdótico que parezca, hay multitud de personas que han tenido dilataciones fantásticas

haciendo lo que más les apetecía hacer, sin generarse más conflictos internos por ello.
Así que podríamos decir que la clave no está en apagar el neocórtex, sino en mantener en

estado de “no-alerta” a los sistemas profundos del cerebro que hacen saltar las alarmas y que

después reconocemos a través del pensamiento consciente. Es decir, debemos estar en un

entorno que impida brotar emociones asociadas al estrés y no realizar actividades que

generen inseguridad, temor, miedo o angustia, pero sin que eso imponga una actitud concreta

en la madre, más allá de lo que ella misma desee. Lo fundamental sería, por tanto, que el

parto transcurriera en un entorno o “hábitat” que favorezca un estado de normalidad, de rutina

y de cotidianidad, ya que esos estados suelen por sí mismos generar tranquilidad y sensación

de sosiego y de control, lo que permitirá que el proceso fluya con facilidad.

¿Entonces está mal evadirse?

Es importante en este punto que diferenciemos entre forzar la evasión o la desconexión de la

realidad, de una situación muy distinta en la que la mujer internamente busca, casi de manera

intuitiva e innata, un espacio de intimidad o aislamiento y, sin darse cuenta, entra en un estado

de relajación profunda, que va en sintonía con el parto. Si todo ocurre de manera natural

porque el cuerpo se mueve a ello y porque hacerlo lleva a la mujer a sentirse mejor, segura y

sin miedo, ese será para este tipo de mujer “su” planeta parto. Pero porque exista un grupo de

mujeres que actúen así, no implica que el planeta parto sea ese necesariamente para todas.

Cuanto más en contra vayamos de nuestras necesidades innatas, más difícil será todo. Puede

darse incluso la paradoja de que para poder sobrellevarlo, nuestro cerebro obligue a una parte

del mismo a desconectarse de la realidad que le está agobiando, produciéndose una especie

de desconexión forzada.

Yendo ya al extremo, evadirse es disociarse, separar cuerpo y mente, un mecanismo que

tenemos para poder sobrevivir ante situaciones emocionalmente negativas. Cuantas más

experiencias traumáticas hayamos tenido, más desarrollado tendremos ese mecanismo y más

fácil será tirar de él si el parto lo vivimos de manera angustiosa o demasiado dolorosa. Una

persona puede disociarse bien por su historia personal traumática, o bien por la situación en sí

que está viviendo como traumática.


Aunque este hecho no es en sí mismo ni bueno ni malo, en ciertos casos puede ser la base de

la aparición de depresiones postparto con sentimientos negativos sobre la vivencia del parto,

llegando incluso a relacionarse con la aparición del Trastorno de Estrés Postraumático (TEP)

después del parto.

Por ello, la disociación no sería lo esperable en un parto. De alguna forma nos indicaría que

se está sufriendo, que la mujer no “se va” o “relaja” de forma natural, sino que lo hace a

consecuencia del dolor o de la situación en sí. Muchos de los estados de relajación que

relatan las mujeres no son “evasiones” que surgen por una necesidad natural de aislarse, sino

que son auténticas disociaciones que indican que, en un momento dado, la mujer quedó de

alguna manera sobrepasada por la experiencia del parto y se vio forzada a rescatar ese

mecanismo. Algunos estudios hablan de que entre un 11 y 19% de mujeres han tenido

disociación en el parto.

Por ello, además de cuidar el entorno y las condiciones en que se llevan a cabo los partos

para evitar situaciones estresantes o traumáticas incluso en el mejor de los ambientes (como

un parto natural no intervenido o en casa), no deberíamos empujar a las mujeres a irse al

“planeta parto”, ni a tener una actitud concreta que por ir en contra de su manera de ser y de

sus necesidades pueda llevarlas a un estado de angustia interior que les impida mantener el

control sobre su parto.

El planeta parto está en nosotras, en dejar aflorar las necesidades que nuestro cuerpo

impone. El planeta parto podría ser simplemente un estado físico y emocional que permita que

toda una maquinaria como es el parto, que funciona sola y no necesita de agentes externos

(igual que la digestión o la respiración) actúe sin problemas ni interferencias de ningún tipo.

Porque el parto, una vez se inicia, no necesita de ningún tipo de control “consciente” para

funcionar bien. Por tanto, la mujer no tiene que hacer nada para que el parto fluya. Ni

encender ni apagar nada; ni, por supuesto, tampoco su neocórtex.

Desde hace tiempo, en el entorno del parto fisiológico o “natural”, se viene describiendo que

para tener un buen parto la mujer debe llegar a un estado físico y emocional comúnmente

conocido como “Planeta parto”. Esta idea tiene su origen sobre todo en el trabajo del Dr.
Michel Odent, quien alerta de la influencia negativa de la estimulación del neocórtex en el

buen desarrollo del parto. Supuestamente, la activación del neocórtex en ese contexto activa

la adrenalina y esta, a su vez, bloquea la oxitocina, principal hormona responsable del

proceso. Por tanto, según él, el parto debería transcurrir en unas condiciones que favorecieran

que las mujeres pudieran apagarlo. Esto implica buscar entornos de parto en oscuridad, en

silencio, donde la madre estuviera en un estado de relajación profunda y en ausencia de

fuentes de miedo.

Sin embargo, a medida que más y más mujeres han tenido la experiencia de un parto

fisiológico y han descrito sus vivencias, hemos observado que un buen número de ellas,

popularmente llamadas “terrenales”, tenían dificultades para apagar el neocórtex en la línea

que propone Michel Odent. Durante la dilatación continuaban sus actividades, estaban atentas

a su alrededor, reían o hablaban. Pero, a causa del mito de que debían “dejarse ir”, habían

vivido sus partos como negativos; incluso relataban haber vivido el embarazo con angustia

ante la idea de que no pudieran “desconectar” durante el parto, o que esta mayor dificultad

para relajarse y “no pensar”, inherente a ellas, pudiera ser un obstáculo en su evolución. Sin

embargo, tal y como relatan muchas de ellas, esta dificultad para entrar en el clásico “planeta

parto” no supuso problema alguno cuando se dejaron llevar por su natural forma de ser y

dilataron a su manera (por ejemplo, leyendo, viendo la tele, cocinando, hablando, riendo…).

En esas condiciones tuvieron incluso dilataciones inusualmente rápidas y muchas de ellas

indoloras. Por otro lado, aquellas que se esforzaron por “apagar” su cerebro, en contra de lo

que su naturaleza les pedía, permanecieron en un estado de alerta angustiosa, agobiadas por

no ser capaces, por estar interfiriendo en su parto y sintiendo que, de alguna manera, todo era

mucho más complicado.

Sabemos que la adrenalina se segrega en las glándulas suprarrenales en estados de estrés o

de tensión, ante amenazas físicas, temperatura elevada o muy baja, luz brillante, ruidos o

cualquier situación que provoque una emoción intensa. Pero las emociones no surgen del

neocórtex, sino que el centro responsable es el sistema límbico, que está en estructuras

inferiores. ¿Qué papel tiene entonces el córtex cerebral? El neocórtex simplemente lleva esas

emociones a un nivel consciente, de modo que te puedas dar cuenta y hacer algo para
cambiarlo. Creemos erróneamente que nuestras decisiones y la mayoría de cosas que

hacemos en nuestra vida, las “decidimos” con el neocórtex. Nos creemos “racionales” en

nuestras decisiones y lo cierto es que es justamente al revés. La mayoría de nuestras

decisiones, incluso las que creemos muy conscientes, en realidad han sido tomadas por

nuestro inconsciente, por esa parte que es una mezcla de intuición y de conocimiento

profundo que se va ejercitando con los años… Porque, sin darnos cuenta, con nuestra

experiencia, vivencias y nuestro material de base, construimos lo que somos, como nos

comportamos y nuestro modo de reaccionar ante las cosas que pasan. Y la mayor parte de

toda esa información se gestiona y fluye por nuestro cerebro de manera inconsciente.

Hay un interesantísimo experimento que muestra esta idea de forma nítida. El grupo de

investigación alemán liderado por el profesor John Dylan Haynes realizó una prueba en que,

con un escáner cerebral, monitorizaban a una persona tomando una decisión tan simple como

mover la mano izquierda o la derecha. Los científicos que observaban el cerebro constataron

que antes de que la persona fuera consciente de qué elección iba a tomar, su cerebro a nivel

inconsciente ya había tomado la decisión. Es decir, es nuestra estructura más profunda, más

inconsciente, más emocional, la que toma la decisión en base a todo un conjunto de

información que recibe del entorno y de nosotros (que está ahí, pero de la que no somos

conscientes) y simplemente se la “comunica” a la región consciente que es quien finalmente

ejecuta la acción que supone la decisión tomada. Este reciente descubrimiento del campo de

la neurociencia implica que el papel del neocórtex en la forma de “pensamiento consciente” es

en realidad mucho más limitado de lo que creemos, y más que agente causal es

consecuencia, limitándose a ejecutar las órdenes recibidas por la estructura inconsciente.

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