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 LA COLONIALIDAD DEL SABER: EUROCENTRISMO Y CIENCIAS SOCIALES.

Edgardo Lander

TRANSMODERNIDAD E INTERCULTURALIDAD (INTEPRETACION DESDE LA FILOSOFIA


DE LA LIBERACION). Enrique Dussel

Centro y periferia cultura. El problema de la liberación

Desde los finales de la década del 60, y como fruto del surgimiento de ciencias sociales, criticas
latinoamericanas, y por la lectura de “totalidad e infinito” de Emmanuel Levinas, y quizás inicial y
principalmente por los movimiento populares y estudiantiles de 1968, se produjo en el campo de la
filosofía y por ello, en la filosofía de la cultura, una ruptura histórica. Lo que había sido el mundo
metropolitano y el mundo colonial, ahora se caracteriza como centro y periferia.

La filosofía latinoamericana, como “filosofía de la liberación” describía su condicionamiento cultural


(se pensaba desde una cultura determinada), pero además articulado (explicita o implícitamente) desde
los intereses de clases, grupo, sexos, raza, etc. Determinadas.

La location había sido descubierta y era el primer tema filosófico a ser tratado. El “dialogo”
intercultural había perdido su ingenuidad y se sabía sobredeterminado por toda la edad colonial. La
nueva visión sobre la cultura, era un ataque frontal a la posición de Sarmiento, (civilizacion o
barbarie). La civilización era la cultura norteamericana, la barbarie la de los caudillos federales que
luchaban por las autonomías regionales contra el puerto de Bs As. Se trataba del comienzo de la
desmitificación de los “héroes” nacionales que habían concebido el modelo neocolonial de país que
mostraba ya su agotamiento. Una cultura “imperial” (la del “centro”), que se había organizado con la
invasión de América en 1492, se enfrentaba a las culturas “periféricas” en América Latina, de
explotación, de aniquilamiento.

Había entonces asimetría de dominación en el plano mundial:

a)- dominaba y pretendía aniquilar todas las culturas periféricas

b)- las culturas postcoloniales (América Latina desde el comienzo de siglo XIX y Asia y África con
posteridad a la llamada segunda Guerra Mundial) escindidas internamente entre 1: grupos articulados
a los imperios de turno, elites “ilustradas”, cuyo dominio significaba dar la espalda a la ancestral
cultura regional, y 2: la mayoría popular afincada a sus tradiciones, y defendiendo (frecuentemente de
manera fundamentalista) lo propio contra lo impuesto desde una cultura técnica, económicamente
capitalista.

La filosofía de la liberación, como filosofía critica de la cultura, debía generar una nueva elite cuya
“ilustración” se articulara a los intereses del bloque social de los oprimidos, por ello, se hablaba de una
“liberación de la cultura popular”

Una es a revolución patriótica de la liberación nacional, otra la revolución social de la liberación de las
clases oprimidas, y la tercera es la revolución cultural. Esta última se encuentra en el nivel pedagógico,
el de la juventud y el de la cultura.

LA CULTURA POPULAR: NO ES SIEMPRE POPULISMO

Toda cultura es un modo o un sistema de “tipos de trabajo”. No en vano la “agri-cultura” era


estrictamente el trabajo de la tierra. Ya que, “cultura” viene etimológicamente en latín de “cultus” en

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su sentido de consagración sagrada. La poética “material” (fruto físico del trabajo) y “mítica”
(creación simbólica) son pro-ducción cultural. De esta manera, lo económico era rescatado.

La cultura burguesa

a). se la estudiaba ante la cultura proletaria

b). en abstracto, la cultura de los países del centro se la analizaba ante la cultura de los países
periféricos (en el orden mundial del sistema mundo); la cultura multinacional o imperialista cultural.

C. se la describía en la relación a la cultura de masas o cultura alienada

d). globalizada. La cultura nacional o del populismo cultural.

e). se la articulaba con la cultura de la elite ilustrada

f). se la contraponía a la cultura popular, o la resistencia creación cultural.

La cultura imperial (pretendidamente universal) no es lo mismo que la cultura nacional (que no es


idéntica a la popular), que la cultura ilustrada de la elite neocolonial (que no siempre es burguesa, pero
si oligárquica), que la cultura de masas (que es alienante y unidimensional, tanto en el centro como en
la periferia), ni que la cultura popular.

Y se agregaba: “a la cultura imperial, a la ilustrada y a la de masas (en la que debe incluirse la cultura
proletaria como negatividad) son los momentos internos, imperantes a la totalidad dominante. La
cultura nacional, sin embargo, es todavía equivoca aunque tiene importancia (…) la cultura popular es
la noción clave para una liberación cultural.”

La cultura popular latinoamericana, solo se esclarece, decanta, se autentifica en el proceso de liberación


(de liberación económica, del capitalismo, liberación política de la opresión) instaurado un nuevo tipo
democrático, siendo así “liberación cultural”, dando un paso creativo en la línea de la tradición
histórico-cultural del pueblo oprimido y ahora protagonista de la liberación.

La cultura popular no era populista. “populista” indicaba la inclusión en la “cultura nacional” de la


cultura burguesa u oligárquica de su elite y la cultura del proletariado, del campesino, de todos los
habitantes del suelo organizados bajo un Estado. Lo popular, en cambio, era todo un sector social de
una nación en un cuanto explotado u oprimido, pero que guardaba igualmente una cierta
“exterioridad”.

MODERNIDAD, GLOBALIZACION DEL OCCIDENTALISMO, MULTICULTURALISMO


LIBERAL Y EL IMPERIO MILITAR DE LA “GUERRA PREVENTIVA”

Aunque la cuestión había sido vislumbrada intuitivamente desde finales de la década de los 50, se pasa
de:

a) Una obsesión por “situar” América Latina en la historia mundial – lo que exigió reconstruir
totalmente la visión de dicha historia mundial –
b) Poner en cuestión la visión estándar (de la generación hegeliana) de la misma historia universal
que nos había excluido ya que al ser “eurocéntrica” construía una interpretación

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distorsionada, no solo de las culturas no europeas, sino que no había sido esperada a priori,
igualmente interpretada inadecuadamente a la misma cultura occidental.-

En el occidente, la “modernidad” que se inicia con la invasión de América por parte de los españoles, es
la “apertura” geopolítica de Europa al Atlántico en el despliegue y el control del “sistema mundo”. Y la
invención del sistema colonial a favor de la antigua Europa. Todo lo cual es simultáneo al origen y
desarrollo del capitalismo mercantil en su inicio de mera acumulación originaria de dinero.
Modernidad, colonialismo, sistema mundo y capitalismo, son aspectos de una misma realidad
simultanea y mutuamente constituyente.

Con la revolución industrial y la ilustración la modernidad alcanzaba su plenitud y al mismo tiempo, se


afianzaba el colonialismo expandiéndose Europa del Norte por el Asia, primero y posteriormente por
América.

La modernidad habría tenido cinco siglos, lo mismo que el “sistema-mundo”. América latina por su
parte, fue un momento constitutivo de la modernidad. El sistema colonial no pudo ser feudal sino
periférico de un mundo capitalista moderno y por lo tanto él mismo moderno.

A esas culturas que no son ni “metropolitanas” ni “primitivas” se las va destruyendo por medio de la
propaganda, de la venta de mercancías, productos materiales que son siempre culturales, aunque por
otro lado se pretende salvar dichas culturas valorando aisladamente elementos folklóricos o momentos
culturales secundarios.

TRANSVERSALIDAD DEL DIALOGO INTERCULTURAL TRANSMODERNO: MUTUA


LIBERACION DE LAS CULTURAS UNIVERSALES POSTCOLONIALES

Europa comenzó a ser “centro” del sistema-mundo desde la revolución industrial; que en el plano
cultural produce el fenómeno de la ilustración.

La hegemonía central e ilustrada de Europa no tienen sino dos siglos. Demasiado corto plazo para
poder transformar en profundidad el núcleo ético-mítico de culturas universales y milenarias como la
china.

Estas culturas han sido no tanto conquistadas o dominadas, sino más bien despreciadas, negadas e
ignoradas.

Estas culturas universales, asimétricas de un punto de vista de sus condiciones económicas, políticas,
científicas, tecnológicas, militantes, guardan entonces una “exterioridad” a la propia Modernidad
europea, con la que han convivido y han aprendido a responder a su manera de desafíos. Por no ser
modernas, esas culturas tampoco pueden ser “post” modernas. El post modernismo es una etapa final
de la cultura moderna europeo-norteamericana. La cultura china no podrá nunca ser post-moderno
europeas, sino otra cosa.

Así el concepto estricto de “trans-moderno” quiere indicar esa radical novedad que significa la
irrupción, como desde la Nada, Exterioridad alterativa de lo siempre Distinto, de culturas universales
en proceso de desarrollo, que asumen los desafíos de la Modernidad y aun de la post-modernidad
europeo-norteamericana.

Una futura cultura trans-moderna, que asume los momentos positivos de la modernidad, tendrá una
pluriversidad rica y será fruto de un autentico dialogo intercultural, que debe tomar claramente en
cuenta las asimetrías existentes.

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Un mundo post-colonial y periférico como la India, en una asimetría abismal con respecto al centro-
metropolita lo de la época colonia, no por ello deja de ser un núcleo creativo de renovación de una
cultura milenaria y decisivamente distinta a todas las otras, con capacidad de proponer respuestas
novedosas y necesarias a los angustiosos desafíos que nos lanza el planeta en el inicio del siglo XXI.

“trans-modernidad” indica todos los aspectos que se sitúan “más allá” de las estructuras valoradas por
la cultura moderna europeo norteamericana y que están vigentes en el presente en las grandes culturas
universales no-europeas. Un dialogo “transversal” intercultural que parta de esta hipótesis se realiza de
manera muy diferente a un mero dialogo multicultural que presupone la ilusión de la simetría
inexistente entre culturas.

AFIRMACION DE LA EXTERIORIDAD DESPRECIADA

Las culturas postcoloniales deben efectivamente descolonizarse, pero para ello deben autovalorarse.

La primera línea interpretativa es la del fundamentalismo. Dicha interpretación tiene una intención
afirmativa, como todas las restantes ya que intenta recuperar la antigua tradición árabe en el presente.

ESTRATEGIA DE CRECIMIENTO LIBERADOR TRANS-MODERNO

Denominamos proyecto “trans-moderno” al intento liberador que sintetiza todo lo que hemos dicho. En
primer lugar, indica la afirmación, como autovalorizacion de los momentos culturales propios negados
o simplemente despreciados que se encuentran en la exterioridad de la modernidad; que aun han
quedado fuera de la consideración destructiva de esa pretendida cultura moderna universal. En
segundo lugar, esos valores tradicionales ignorados por la modernidad deben ser el punto de arranque
de una crítica interna, desde las posibilidades hermenéuticas propias de la misma cultura. En tercer
lugar esto supone un tiempo largo de resistencia, de maduración, de acumulación de fuerzas. Es el
tiempo del cultivo creador de la propia tradición cultural ahora trans-moderna. Se trata de una
estrategia de crecimiento y creatividad de una renovada cultura no solo descolonizada sino novedosa.

El dialogo, entonces, entre los creadores críticos de sus propias culturas no es ya moderno ni
postmoderno, sino estrictamente “trans-moderno”, porque como hemos indicado, la localización del
esfuerzo creador no parte del interior de la modernidad, sino desde su exterioridad. Esa exterioridad,
no es pura negatividad. Es positividad de una tradición distinta a la Moderna. Su afirmación es
novedad y desafío a la misma Modernidad. Por ejemplo, en las culturas indígenas de américa latina hay
una afirmación de la naturaleza completamente distinta y mucho más equilibrado, ecológica y hoy más
necesaria que nunca, que el modo como la Modernidad capitalista confronta dicha Naturaleza con
explotable, vendible y destructible. La muerte de la naturaleza es suicidio colectivo de la humanidad, y
sin embargo la cultura moderna que se globaliza nada aprende del respeto a la Naturaleza de otras
culturas, aparentemente más “primitivas” o “atrasadas”, según parámetros desarrollistas.

La afirmación y desarrollo de la alteridad cultural de los pueblo postcoloniales debería desarrollar no


un estilo cultural que tendiera a una unidad indiferenciada y vacía, sino a un pluriverso (como muchas
universalidades: europea, islámica, latinoamericana, etc.) multicultural en dialogo critico inter-
cultural.

 LA REINVENCION DEL ESTADO Y EL ESTADO PLURINACIONAL. Boaventura de


Sousa Santos

Vivimos tiempos paradójicos, por un lado existe un sentimiento de urgencia, de que es necesario hacer
algo ante la crisis ecológica que puede llevar al mundo a colapsar; ante desigualdades sociales tan

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intensas que no es posible tolerar más, en suma, ante la creatividad destructiva del capitalismo, tan
grande hoy en día que destruye la ecología y las relaciones sociales. De allí la urgencia de muchos por
intentar cambiar la realidad.

Por otro lado, hay un sentimiento opuesto de que las transformación que necesitamos son de largo
plazo, son civilizaciones. Es decir, de que no es posible cambiar todo ahora, porque para ello no basta
tomar el poder; es necesario transformar este Estado Moderno, cuya crisis final fue producida por el
neoliberalismo. Se trata, de crear o refundar otro Estado sin olvidar la historia.

Es fundamental considerar estos dos sentimientos casi opuestos: el de la urgencia que presiona por
hacer todo en un corto plazo y el civilizacional que exige transformaciones de largo plazo.

Una distancia tan grande entre teoría política y práctica política y que las razones de esta distancia se
deben a cuatro grandes factores:

Primero, la teoría política fue desarrollada en el Norte global, básicamente en cinco países: Francia,
Inglaterra, Alemania, Italia y Estados Unidos. Fueron en estos países donde, desde mediados del siglo
XIX, se inventó todo un marco teórico que se consideró universal y se aplicó a todas las sociedades. Hoy
por hoy, nos damos cuenta que estos conceptos ya no se adaptan tan fácilmente a nuestras sociedades.

La falta de adecuación de los conceptos a la realidad de nuestros países es la primera razón que exige
clarificar los conceptos.

La segunda razón: la teoría política ha desarrollado teorías de la transformación social tal como esta
aconteció en el Norte, quedándose muy distante de las prácticas transformadoras en general. En los
últimos 30 años, las grandes prácticas transformadoras vienen del Sur. Es decir, tenemos teorías
producidas en el Norte y prácticas transformadoras en el Sur que no se comunican.

La tercera razón es que toda la teoría política es monocultural, tiene como marco histórico la cultura
eurocéntrica, que se adapta mal a contextos donde esta cultura tiene que convivir, de una manera o de
otra, con culturas y religiones de otro tipo, no occidentales, como las culturas indígenas.

Por ultimo, la teoría crítica no se ha dado cuenta de un fenómeno central. El fenómeno del
colonialismo. La teoría política y las ciencias sociales han creído que la independencia de los países en
América Latina ha puesto fin al colonialismo sin reparar que, después de la independencia, el
colonialismo ha continuado bajo otras formas, como las del colonialismo social o interno.

Como conclusión, el primer paso es aprender con el sur. El Sur son los pueblos, los países y las naciones
que más han sufrido con el desarrollo del capitalismo global, porque se mantuvieron como países
subdesarrollados, en desarrollo permanente y sin llegar nunca al marco de los países desarrollados.

Hay que tener en claro la idea de que existen otras visiones del mundo que hay que compartir, ver y
analizar. El primer paso es estar muy atentos a la diversidad del mundo, que es inagotable y esa
diversidad es cultural. Lo cultural también es económico y político.

El segundo paso es una lectura más amplia de las contradicciones de nuestras sociedades. Es cierto que
existe una contradicción entre capital y trabajo, pero también hay otras contradicciones: entre el
capital y naturaleza, entre individuo y nación, entre fragmentación e identidad.

Otras formas de poder en nuestras sociedades son las diferencias identitarias desiguales creadas por el
sexismo y el racismo. Estas son formas de desigualdad y opresión que se distancian y diferencian.
Tienen en común una cierta configuración del nombrar al otro desde un punto de vista de debilidad.

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Las transformaciones sociales en América Latina abren una oportunidad significativa para el
continente de desarrollar nuevas alternativas democráticas.

En estas practicas novedosas notamos varias cosas: primero: nuevos lenguajes, diferentes narrativas,
diferentes imaginarios en la solución de los problemas.

Segundo: hay nuevos actores y nuevas prácticas transformadoras en este continente. Los movimientos
indígenas y también los movimientos feministas, campesinos, etc.

En tercer lugar: hay nuevas formas y culturas de organización, por ejemplo la lucha continental contra
el ALCA.

En cuarto lugar: existe una neoterritorialidad. La idea de que con la globalización todo se iba a
desterritorializar, todo iba a ser global, se ve empañada por la repentina importancia que cobra el
territorio y la tierra como aspectos centrales.

Hoy hay una reivindicación y demanda de tierra y territorio muy fuertes en el continente
latinoamericano, en África y en Asia. Es una demanda que tiene diferentes formas, rurales pero
también urbanas.

La quinta característica es una cierta desmercantilizacion. Las dinámicas transformadoras hoy buscan
crear formaciones sociales donde no haya mercado capitalista, tales como organizaciones solidarias,
comunitarias, economías populares, cooperativas. La lucha contra la privatización del agua, por
ejemplo, fue y es fuerte en este país; y en este momento es importante el ejemplo de Sudáfrica, donde se
lucha para que se mantenga este bien como un bien público. Esta es otra novedad que no estaba en la
teoría. Tampoco estaba en la teoría una nueva relación entre los seres humanos y la naturaleza. Las
luchas ecológicas que se pueden integrar y aliar a las luchas indígenas que tienen la posibilidad de una
contra-concepción de la naturaleza, como la concepción indígena.

Otra característica de las nuevas transformaciones en el continente es que la lucha por la igualdad es
también una lucha por el reconocimiento de la diferencia.

Hoy, ya no es posible luchar por la igualdad sin luchar también por el reconocimiento de las
diferencias.

Finalmente, una característica importante: es la idea de educación popular, la idea de que hay otros
saberes además de los saberes científicos, que son importantes para que podamos entendernos.

De todas estas luchas hay tres grandes transformaciones: el modelo económico del neoliberalismo ha
fracasado. Por otro lado, está la cuestión del Estado y también la cuestión de la democracia.

En primer lugar hay un doble contexto que es necesario tener en cuenta. Tiene que ver con la
emergencia del concepto de plurinacionalidad.

Históricamente hay dos conceptos de nación, el primero, es el concepto liberal que hace referencia a la
coincidencia entre nación y Estado, es decir, la nación como el conjunto de individuos que pertenecen al
espacio geopolítico del Estado y por ende, los Estados modernos se llaman estado-nación: una nación,
un Estado. Pero hay otro concepto, un concepto comunitario no liberal de nación, que no conlleva
consigo necesariamente al Estado. Esta segunda tradición de nación, la nación comunitaria, es la que
han desarrollado los pueblos indígenas. Este concepto de nación conlleva un concepto de
autodeterminación, pero no de indepedencia.

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La plurinacionalidad obliga, obviamente, a refundar el Estado moderno; porque el mismo es un Estado
que tiene una sola nación. La interculturalidad tiene esta característica que no es simplemente cultural,
sino también política y presupone una cultura común. No hay interculturalidad si no hay una cultura
común, una cultura compartida, la nación compartida, es así como estas sociedades van creando
formas de convivencia intercultural de manera específica.

El tercer concepto es el de poscolonialidad. Es el reconocimiento de que el colonialismo no terminó con


la independencia. La idea de la poscolonialidad que lleva consigo dos cuestiones muy importantes para
tomar en cuenta: en primer lugar, el Estado no puede ser culturalmente neutro, porque si los es,
favorece objetivamente a la cultura dominante; y en segundo lugar, la cuestión de la memoria: vamos a
vivir un periodo en el algunos no querrán recordar y otros no querrán olvidar la historia pasada por
las injusticias históricas cometidas en el colonialismo.

Por otro lado, está presente la cuestión de los derechos colectivos y la idea de que para rescatar la
justicia histórica no basan los derechos individuales, hay que reconocer derechos comunitarios,
derechos colectivos y la idea de que para rescatar la justicia histórica no bastan los derechos
individuales, hay que reconocer derechos comunitarios, derechos colectivos. Estos son de dos tipos: los
primeros y los derivados.

Un Estado que va a ser unificado no es necesariamente uniforme; aunque tenemos que buscar formas
de unificación sin uniformidad, una geometría variable del estado. ¿Cómo es posible? Hay que
comenzar señalando que hay tres tipos de constitucionalismo:

El constitucionalismo antiguo, que existió hasta el siglo XVIII y que fue de duración muy larga.
Ratificaba la manera como vivían los pueblos que ya estaban constituidos, era un constitucionalismo
informal.

Un segundo tipo de constitucionalismo totalmente opuesto a este, el constitucionalismo moderno, es u


acto libre de los pueblos que se imponen una regla a través de un contrato social para vivir en paz
dentro de un Estado. El constitucionalismo moderno acepta una doble igualdad: entre ciudadanos o
entre individuos y entre estados independientes.

Crearon una idea totalmente opuesta, contradictoria con la idea de usos y costumbres de los feudales
que impedía el desarrollo de la burguesía ascendente que está por detrás del proyecto del
constitucionalismo moderno.

El constitucionalismo moderno quiere ser monocultural. Los conceptos fundamentales del


constitucionalismo moderno son los de soberanía popular y homogeneidad del pueblo, (es decir, el
pueblo es homogéneo). Quiere ser distinto, a su vez, del constitucionalismo pre-europeo y de las formas
no europeas de organización. Por otro lado, el constitucionalismo moderno vive con la obsesión de la
regularidad en comparación con el constitucionalismo antiguo que era flexible y hasta un poco informal
y dependía de las decisiones del pueblo. Ahora hay que crear una regularidad institucional, que pasa
por el gobierno representativo, el primado del derecho, la separación de poderes, la libertad individual,
las fuerzas armadas regulares, la esfera pública, etc.

Todo esto para crear u Estado que es una nación y una cultura. Se tiene la idea de que de entre varias
culturas en un Estado sólo una, la que se considera mas desarrollada, merece ser la cultura oficial.
Todas las otras no cuentan, sólo la más avanzada.

Finalmente su estado tiene su identidad, su bandera y su himno, tiene sobretodo, su sistema educativo y
su sistema jurídico.

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En Europa, este constitucionalismo moderno fue una emergencia de la sociedad civil. Sin embargo, en
las americas fue impuesto desde arriba. Fue una imposición, porque la independencia no fue
conquistada por las poblaciones nativas sino por los descendientes de los conquistadores.

Hay un tercer tipo de constitucionalismo que esta emergiendo. Empezó en los años ochenta, cuando
algunas constituciones del continente asumieron la confirmación constitucionalidad de la
plurinacionalidad, la pluriculturalidad, plurietnicidad e interculturalidad.

Este constitucionalismo se distingue del constitucionalismo moderno por varias características:


primero, en la equivalencia entre lo simultáneo y lo contemporáneo. Una de las grandes características
de la modernidad fue separar simultaneidad de contemporaneidad. Porque implantó un sentido de
progreso, los que van adelante representan el progreso, son avanzados, mientras los otros, atrasados.

Sin embargo, la idea de simultaneidad sin contemporaneidad expresa situaciones cotidianas. El


campesino es residual, es un atrasado; el ejecutivo del Banco o el ingeniero es el progreso, el avanzado.
Tenemos simultaneidad pero no contemporaneidad. (Ejemplo)

En segundo lugar existe un pluralismo jurídico. Se trata de la idea de que debe haber, por lo menos, dos
sistemas jurídicos: uno eurocéntrico y otro endocentrico, que no están totalmente separados, porque
eso seria peligroso para la unidad del Estado.

Lo importante en el constitucionalismo intercultural es que si hay diferencias, el objetivo no es un


consenso por uniformidad sino un consenso por reconocimiento de las diferencias. Y aquí hay un
principio fundamental para el constitucionalismo intercultural: las diferencias exigen instituciones
apropiadas, las semejanzas exigen instituciones compartidas. Por ello, el Estado deberá tener
instituciones compartidas e instituciones apropiadas a la identidad cultural de las plurinaciones que
existen dentro del mismo.

Tres ideas centrales del constitucionalismo plurinacional, intercultural y poscolonial: primero,


reconocimiento recíproco, segundo, continuidad. Tercero, la idea del consentimiento, de que las cosas
deben ser consensuadas.

Estos principios no serán fáciles de sostener, porque la convivencia plurinacional es por si misma
difícil, exige sociedades descentralizadas y una convivencia democrática que empieza con alguna
tensión y se va adaptando a si misma.

Obviamente, hay objeciones al pluralismo, al constitucionalismo plurinacional: primero, la desunión y


la fragmentación son un riesgo. La segunda objeción es que el constitucionalismo plurinacional crea
enclaves no democráticos. La tercera: es que los derechos colectivos colisionan con los derechos
individuales. Hay derechos colectivos de varios tipos: derechos colectivos primarios, y derivados.
Cuando nosotros nos organizamos en un sindicato y le cedemos nuestros derechos individuales de
contratación, se está ante un caso de derecho colectivo. A esto lo llamamos derecho colectivo derivado.
Pero existen derechos colectivos primarios: son los de una comunidad originaria, como los derechos
colectivos de las comunidades indígenas. En este caso, no se trata de la decisión de individuos, es la
comunidad por si misma, que tiene una constitución propia, la que se afirma como derecho colectivo.

Los derechos colectivos primarios pueden ser ejercidos de dos maneras. Por un lado, individualmente,
como por ejemplo cuando un shik quiere usar un turbante; en este caso se trata de un derecho colectivo
que se ejerce de manera individual. Pero hay derechos colectivos que se ejercen solamente de manera
colectiva, como es el derecho a la autodeterminación.

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Hay derechos colectivos y acciones afirmativas que son necesarios porque se trata de comunidades
sujetas a una opresión sistemática, comunidades inseguras que necesitan de los derechos colectivos para
mantenerse. En suma, las posibilidades de que los derechos colectivos convivan con los derechos
individuales son muy grandes.

Finalmente, la última objeción al constitucionalismo intercultural señala que este crea un alto nivel de
incertidumbre. En esto no hay nada que hacer, estamos en tiempos inciertos y hay que vivir con
incertidumbre.

El constitucionalismo plurinacional e intercultural tiene otra característica, debe ser experimental. Si


estamos en un proceso de refundación, nadie tiene las recetas, todas las soluciones pueden ser perversas
y en esas circunstancias, lo mejor es experimentar.

Entonces no hay que buscar soluciones innovadoras, con gran capacidad analítica, para mirar la
posibilidad del experimentalismo. El experimentalismo permite desdramatizar los conflictos, tener un
marco, un horizonte temporal. La segunda razón que apoya el experimentalismo constituyente es que
permite que el pueblo mantenga el poder constituyente.

La institucionalidad y la territorialidad: en cuanto a la institucionalidad, las sociedades plurinacionales


tienen que ser sociedades descentralizadas, lo que no significa que el Estado no sea fuerte. El Estado
tiene que ser fuerte, pero tiene que ser fuerte democráticamente para sostener los niveles de
descentralización. En el Estado pueden convivir dos institucionalidades, aunque resulte algo difícil. En
segundo lugar: es la cuestión del pluralismo jurídico.

La segunda idea es la de la democracia intercultural que es una exigencia del Estado plurinacional,
intercultural y poscolonial. Y esa democracia intercultural tiene las siguientes características:

En primer lugar, debe tener diferentes formas de deliberación democrática; no hay una sola forma de
deliberación democrática. Necesitamos de lo que llamo demodiversidad, es decir, diversidad en
democracia o democracia de varios tipos.

Una característica de esta nueva territorialidad debe ser la solidaridad nacional y esta tiene que ver con
los recursos naturales. La gestión de una nueva territorialidad tiene que ver con el poder político, el
poder económico y el acceso a los recursos naturales.

Necesitamos inventar la democracia en el sentido intercultural y el Estado en el sentido plurinacional,


porque el Estado liberal moderno no va a volver. Su crisis es irreversible y por eso, lo peor que puede
pasarnos es que nosotros no seamos capaces de vivir este periodo con gran intensidad democrática y
con un sentido mas profundo.

 AMERICA LATINA: LA CONSTRUCCION DEL ORDEN. Waldo Ansaldi, Veronica


Giordano

LOS MOVIMIENTOS SOCIALES

El concepto movimiento social en sus primeras elaboraciones data de mediados del siglo XIX y se
referían al movimiento obrero. Pero en América Latina de la década del 80, el concepto se difundió con
el calificativo “nuevo”. A partir de allí es posible distinguir dos momentos. El primero corresponde al
final de las dictaduras y la transición a la democracia. En general, se trató de movimientos cuya
composición social era plural en términos de clase, siendo el elemento distintivo de cada uno alguna
reivindicación especifica demandada por pertenencia etaria (movimiento de jóvenes) y de género

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(mujeres, homosexuales) o bien en defensa del medio ambiente (movimientos ecologistas) y de los
derechos humanos, o por demandas referidas al locus de vida (como los movimientos urbanos pro
viviendas)

El segundo momento es el de movimientos sociales que combinan una doble pertenencia, clasista
(campesinos) y étnica (pueblos originarios) y están asociados a la resistencia frente a la brutal
expansión de las políticas neoliberales y sus efectos aun presentes. Calderón señala que la renovación de
los movimientos sociales seculares y tradicionales a partir del surgimiento, en esa coyuntura, de
movimientos urbanos, de mujeres, étnicos, de jóvenes, de violencia revolucionaria, entre otros.

En esta segunda fase, un punto de inflexión fue el alzamiento indígena-campesino de Ecuador. Aquí, la
excepción es, en cuanto a composición social, la de algunos movimientos sociales argentinos –
básicamente urbanos: los piqueteros, los recuperadores de fábricas, en su momento las asambleas
vecinales, etc.

El caso de Argentina ha cobrado relevancia a partir de la primera gran crisis en 2001. Dicho
rápidamente, si en las décadas del 60 y 70 los movimientos sociales estaban vinculados a formas de
resistencia a la dominación política dictatorial, en el marco de procesos de transición a la democracia, a
partir de los 80 y 90, los movimientos sociales surgieron como movimientos de resistencia a cambios de
regresivos en la estructura social, generados por la aplicación de las políticas neoliberales.

Un balance de aquel primer momento de los movimientos sociales señala que la justicia, la verdad y el
esclarecimiento aun constituyen un desafío mucho más que una realidad en nuestros países. A los que
han tenido un pasado dictatorial se han sumado aquellos que, pese a tener continuidad del régimen
democrático, practicaron atroces violaciones a los derechos humanos, en relación con los registros del
Archivo de la Dirección de Inteligencia de la Policía de la Pcia de Buenos Aires ha señalado que la
reciente apertura y desclasificación de archivos en varios países de América Latina constituyen
“lugares de la memoria, reservorio de derechos, fuentes de reparación. Su apertura es un acto de
libertad que nos enfrenta a desafíos y responsabilidades”

Funes: “resta además, un largo camino para que la defensa de los Derechos Humanos y las demandas
de verdad y justicia se desplacen efectivamente de las victimas y familiares a los ‘ciudadanos’, que la
solidaridad no se exprese en términos de vínculos primarios (como madres, abuelas, hijos) sino en
términos de vínculos humanos y ciudadanos”

Este desplazamiento que subraya Funes para el caso de los movimientos de derechos humanos de los
años de la transición, pone de relieve un aspecto que es crucial para entender los nuevos movimientos
sociales en general: su dimensión de ciudadanía.

En general se ha definido la ciudadanía en tres esferas: civil, política y social. En la actualidad, la


clasificación de Marshall es enteramente insuficiente, pues no da cuenta de:

A: nuevos derechos que no caben en los anteriores (culturales, medioambientales)

B: de otros que son atributos solo de una categoría social (género, edad), es decir, que pertenecen a los
llamados derechos identitarios que reformulan toda la teoría de la ciudadanía y también de la
democracia,

C: de aquellos derechos cuyos titulares son colectividades y no individuos (derechos de los pueblos)

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También, en general, la ratificación de los acuerdos internacionales y la creación de organismos del
Estado especializados permitieron la traducción de varios de los reclamos de los movimientos
feministas en políticas públicas. Sin embargo, existen rutas y caminos trabados en dimensiones como
“autonomía física” (femicidio y violencia de género, maternidad adolescente, salud reproductiva),
“autonomía económica” (administración de ingresos propios, inserción laboral equitativa), “autonomía
en la toma de decisiones” (paridad, política de género y acceso al poder judicial). “la redistribución del
trabajo total (productivo y reproductivo, remunerado y no) es un horizonte lejano. Los derechos
laborales de las mujeres como el fuero maternal, la lactancia, han sufrido un deterioro en las décadas
pasadas y no han formado parte de la experiencia de la mayoría de las mujeres trabajadoras que se
ubican en el trabajo domestico remunerado, el sector informal y las labores agrícolas”

Este avance en el plano de los derechos políticos contrasta con el brutal retroceso de los derechos civiles
y sociales. Aunque el punto aplica tanto para varones como para mujeres, la fragmentación y la
exclusión exacerbadas por el neoliberalismo estuvieron acompañadas por la derogación de muchas de
las leyes relativas a esas esferas de derechos, lo cierto es que la estructura patriarcal dominante coloca a
las mujeres en peor decisión. Así, por ejemplo, la creciente participación de las mujeres en el mercado
laboral tiene un costado que se ha instalado en los debates públicos: la feminización de la pobreza. No
solo la brecha salarial persiste y las mujeres siguen recibiendo salarios inferiores a las de los varones,
sino que además aquellos que viven con menos de uno o dos dólares diarios son mayoritariamente
mujeres. Se trata de un fenómeno multidimensional que abarca cuestiones como la falta de
oportunidades y la falta de autonomía.

Entre los derechos que rigen la esfera privada, el derecho a decidir sobre el propio cuerpo ha llevado
gran parte de la atención en las últimas décadas. En sociedades como las latinoamericanas,
mayoritariamente católicas y con fuerte peso de la iglesia, la liberalización de las leyes que penalizan el
aborto ha sido uno de los aspectos mas rezagados. Los procesos de transición convirtieron el reclamo
sobre la despenalización del aborto en una aspiración democrática (cuando antes era planteado en
término de salud pública). Sin embargo, pocos fueron los avances en este sentido. Solamente Cuba,
Puerto Rico y Uruguay ofrecen garantías legales para la interrupción de embarazos no deseados. En el
resto de los países de américa el aborto solo está legalmente contemplado cuando la vida de la madre
está en riesgo o cuando el embarazo es producto de una violación. Algunos países contemplan también
la figura del aborto terapéutico, pero en Chile, El Salvador, Nicaragua, Honduras y República
Dominicana se ha retrocedido en la legislación y el aborto no puede ser practicado en ninguna
circunstancia. Las presiones de la Iglesia Católica a través de los pronunciamientos del Vaticano no son
ajenas a esos retrocesos.

Otro aspecto llamativo de la esfera de derechos que rigen la vida privada es el matrimonio igualitario,
legal en América, solamente en Argentina y Canadá.

Los debates acerca de esto tiene alcances religiosos, políticos y civiles todavía hoy muy problemáticos y
cuyos efectos transformadores aun es muy temprano sopesar, pues ponen en cuestión la institución que
ha sido matriz de derechos en el mundo moderno: la familia.

Argentina fue escenario de la nueva conflictividad socia. La crisis desatada en diciembre de 2001, en
tanto ocasión propicia para la aparición de nuevas formas de representación, organización y acción,
tuvo algunas expresiones bien interesantes, como los piqueteros, la recuperación de las fabricas y las
asambleas barriales, entre las mas importantes. De ellas, la forma de representación, organización y
acción mas persistente ha sido articulada a los piqueteros.

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Los primeros piqueteros aparecieron en junio de 1996, protagonizados por trabajadores petroleros de
Cutral-Co, a los que se sumaron en 1997 los de Tartafal, desocupados tras el proceso de privatización
de YPF, adoptando la modalidad del corte de rutas, al estilo de los campesinos bolivianos. Ambos
fueron inicialmente desactivados por el Gobierno de Menem, apelando al otorgamiento de planes de
asistencia para desocupados. Pero poco después empezaron a surgir movimientos singulares en el Gran
Buenos Aires. Su expansión cuantitativa, como forma de lucha, fue muy rápida. Inicialmente, sus
demandas se centraban, casi exclusivamente, en materia de alimentación, salud, vivienda, educación y
obviamente, abajo.

En la organización y modus operandi de los piquetes es posible apreciar el pasado obrero. Solo la
experiencia de las luchas sindicales puede dotar de instrumentos de las características de los utilizados,
incluyendo la apelación a la violencia. Política e ideológicamente constituyen un mosaico de posiciones,
a menudo con importantes divergencias, aunque todos se reconocen como parte del campo popular,
una expresión ambigua que potencia lo que los une al tiempo que posterga el análisis de las diferencias.

La otra gran novedad fueron las asambleas vecinales o barriales, constituidas en algunas de las
principales ciudades del país. En ellas, miles de vecinos se reunieron espontáneamente, dando origen a
nuevas formas de instituir lo público-político y superando la institucionalidad estatal existente. Así, la
realización de acciones solidarias convergentes con otras organizaciones y sujetos sociales dio cuenta de
la potencialidad de esta nueva forma de participación desde abajo.

 LAS POLITICAS UNIVERSITARIAS EN 30 AÑOS DE DEMOCRACIA: TENDENCIAS


HISTÓRICAS DE CAMBIO Y MOVIMIENTO PENDULAR DE LAS POLITICAS
PÚBLICAS. Claudio Suasnábar.

La última década de la historia reciente argentina está signada por el giro operado en la agenda de
políticas públicas que se manifiesta bajo la forma de un neointervencionismo estatal, donde el Estado
parece recobrar –no sin intenciones y restricciones - cierto protagonismo en algunas de sus funciones
históricas. Este giro sin ser completo señala un distanciamiento en relación a las reformas neoliberales
implementadas en la década del 90.

En materia universitaria, este giro neointervencionista se pone de manifiesto en el aumento sostenido


del presupuesto, el cual constituyó el motor de medidas como la recomposición salarial de los docentes
universitario y preuniversitarios; la reciente promulgación de la Ley 26508/9 de Jubilación del 82%
móvil, que alcanza al conjunto de los docentes universitarios; la continuidad de programas de
incentivos a la investigación. Asimismo, el aumento del presupuesto de Ciencia y Técnica y la
conformación del Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación Productiva también resultan políticas
que marcan un avance respecto del periodo anterior. Pese a estos cambios, la actual gestión no modificó
la Ley de Educación Superior, marco normativo heredado de la década de 1990.

DEMOCRATIZACION UNIVERSITARIA Y AUTOLIMITACION ESTATAL (1983-1989)

Este primer periodo conocido como “transición histórica” se extiende desde la llegada al gobierno de
Alfonsin en 1983, hasta la primera renovación presidencial en 1989.

La situación de vaciamiento científico y académico de las universidades nacionales constituía el saldo


principal que dejaba la dictadura militar. El carácter autoritario de la intervención estatal contribuyó a
generar un clima de desconfianza y pérdida de legitimidad hacia el Estado, que en el ámbito
universitario se expresó en la demanda de completa autonomía, la cual en ciertos segmentos
académicos tendió a asociarse al financiamiento incremental y la nula intervención estatal.

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Siendo la universidad una de las bases sociales del gobierno alfonsinista. Las primeras medidas como el
decreto 148/83 a la par que derogaba las leyes y restricciones dictadas por los militares fijaba un
proceso de “normalización” de las instituciones universitarias a través de la puesta en vigencia de los
estatutos aprobados antes de 1966. Como parte de este proceso de normalización se reincorporaron los
docentes e investigadores cesanteados, se sustanciaron nuevos concursos públicos y abiertos y se
legalizaron los centros de estudiantes, entre otras medidas dirigidas a retornar al modelo de gobierno
tripartito inscripto en la tradición de la reforma universitaria en 1918.

El problema del acceso a la universidad constituyó el otro nudo de tensiones. Las políticas restrictivas
(cupos y examen de ingreso) desarrolladas por los militares generaron, por un lado, una demanda
acumulada por estudios universitarios y por otro, el legitimo reclamo de los sectores excluidos se
decodificó en el contexto del discurso “democratizador” como promesa de resolución de todos los males
argentinos, en términos de acceso libre.

INTERVENCIONISMO ESTATAL Y RECONFIGURACION DEL CAMPO DE LA EDUCACION


SUPERIOR. (1989-2000)

El segundo periodo se extiende entre 1989 hasta 2000, el cual coincide con los diez años de gobierno de
Menem y cuyos rasgos principales estaban dados por la instalación de la agenda de reforma de los
primeros años de gestión y por el proceso de implementación de la reforma a partir de la sanción de la
Ley de Educación Superior.

La construcción de un cierto consenso alrededor de una agenda de reformar impulsada por el gobierno
en sintonía con las recomendaciones del Banco Mundial, supuso una acción orientada hacia dos ejes:
por un lado, deslegitimar la universidad pública y por otro, instalar la idea de una transformación
estructural de la misma. No es casual, entonces, que los temas de la agenda se centraran en el problema
de la calidad, la necesidad de la evaluación de las instituciones, la necesidad de arancelar las
universidades a través de la generación de recursos propios como modo de superar la crisis del sector.

La sanción de la Ley de Educación Superior, sancionada en 1995, marcaria la orientación de las


políticas universitarias durante este periodo que, siguiendo los lineamientos del Banco Mundial, se
propusieron:

-impulsar una mayor diferenciación de las instituciones promoviendo el desarrollo de instituciones


privadas.

-fomentar formas de financiamiento alternativas al público o mixtas, vía aranceles, vinculación de


fondos con desempeño académico, venta de servicios, etc. Proveer de incentivos a las instituciones
públicas que diversifiquen la obtención de recursos propios.

- redefinición del rol del gobierno y de la educación superior.

-introducción de políticas que tengan como objetivo lograr una mayor equidad.

La consolidación del rol del Estado como Estado Evaluador y de la evaluación como eje estructurante
de las políticas universitarias constituye el rasgo dominante de este periodo. De esta manera, por un
lado, se pluralizan las instancias de gobierno del sistema con la creación de los llamados organismos de
“amortiguación” como la CONEAU (comisión nacional de evaluación y acreditación universitaria)
encargada de la evaluación institucional y acreditación de carreras de grado y posgrado, etc.

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Por otro lado, desde la SPU, se implementará una serie de programas especiales que definidos desde el
nivel central y ejecutados descentralizadamente, configuran una nueva línea de conducción de las
instituciones universitarias. Esta centralidad de la evaluación que atravesará todas las acciones
estatales tendrá como resultado la emergencia de nuevos actores en la construcción de políticas como
los ‘mandarinatos académicos’ y la activa presencia de una tecno-burocracia estatal con altas
credenciales académicas.

La centralidad de la evaluación se relaciona fundamentalmente con el giro neoliberal de las políticas


estatales a nivel mundial y con el carácter brutal que tuvo la implementación de esa agenda por parte
del gobierno de Menem. La crisis de ese modelo económico sumado al desprestigio producido por la
escasa calidad institucional de la administración menemista cerraría esta etapa caracterizada por un
activismo estatal cuyos antecedentes hay que rastrearlos en décadas pasadas.

 ENTRE LA INERCIA DE LA DECADA DE 1990 Y LA BUSQUEDA DE UNA NUEVA


AGENDA DE POLITICA (2000-2013)

Por ultimo, el tercer periodo en nuestra periodización es aquel que se extiende desde el ascenso del
gobierno del Dr. Fernando de la Rúa en el 200 hasta la actualidad. El rasgo distintivo de este periodo
sea la incapacidad del conjunto de los actores universitarios (Estado, universidad y comunidad
académica) para formular una nueva agenda de políticas superadora de aquella propuesta
implementada desde los noventa.

Este rasgo es perceptible en el breve y traumático gobierno de De la Rúa donde sólo su tercer Ministro
Andrés Delich avanzó en un intento por elaborar una nueva agenda para la educación superior a través
de la creación en el 2001 de una comisión de notables presidida por el ex recto de la Universidad
Nacional de Córdoba Dr. Hugo Juri. El resultado fue un conjunto de propuestas como:

 Una reforma curricular basada principalmente en un acortamiento de carreras de grado


siguiendo los estándares internacionales a una duración de 4 años, dividido en un primer ciclo
de formación básica de dos años de duración (que seria común en universidades e institutos y
escuelas superiores no universitarias) y un segundo ciclo que se articularía a la especialización
académica.
 Una mayor articulación entre el sistema científico y tecnológico y su base universitaria y el
sistema productivo.
 Una mayor articulación entre el sistema científico y tecnológico y su base universitaria y el
sistema productivo.
 La necesidad de una educación continua para que los títulos no sean habilitantes para toda la
vida.
 Necesidad de implementar un sistema de créditos, el cual permitiría la movilidad de alumnos
así como el intercambio entre instituciones.

La permanente inestabilidad que rodeó aun la mas breve gestión del presidente Rodríguez Saá y el
posterior gobierno de “transición” del presidente Duhalde delinean una etapa que podemos
caracterizar de inexistencia de políticas para el sector y donde la acción estatal se concentró casi
exclusivamente en la administración de la crisis social.

La llegada del gobierno de Kirchner y sus primeras medidas en distintas áreas (derechos humanos y en
el manejo de la deuda externa), abrieron una nueva expectativa en porciones significativas de la
población. No obstante, los elementos de diferenciación no resultan tan evidentes en el caso de las

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políticas universitarias. En materia universitaria no ha logrado configurar una nueva agenda de
política para el sector.

Por otro lado el seguimiento de los programas especiales implementados por el actual gobierno revela
una política incremental antes que global y coherente hacia el sector, cuestión que la diferencia de lo
ocurrido en la década de 1990. No obstante, y a diferencia de la fase anterior, se observa una novedad
en materia de política pública universitaria que merece ser destacada. Se trata de la creciente presencia
de programas especiales “focalizados”, orientados al mejoramiento de disciplinas, carreras e
instituciones, los que sin desplazar a los programas de tipo competitivo, marcan una innovación en la
intervención estatal.

DINAMICAS ESTRUCTURALES Y TENDENCIAS HISTRICAS DEL SISTEMA DESDE EL


RETORNO A LA DEMOCRACIA

En el marco de estas tendencias históricas, la novedad en el sistema universitario argentino ha sido la


“expansión explosiva” de carreras de posgrado que se opera en la misma década del contexto de las
reformas neoliberales. A diferencia de la expansión de la matricula de grado, donde las universidades
públicas conservan el predominio sobre el sector privado, la dinámica de crecimiento del posgrado
estuvo fuertemente asociada a las tendencias de mercantilización, privatización e internacionalización
de la educación superior comunes a toda la región.

De tal forma, la expansión del posgrado conllevó una suerte de hibridación estatal/privado en las
universidades argentinas, no solo por la necesidad de arancelar estos estudios sino mas profundamente
porque generó un verdadero “mercado del posgrado”, en el cual las instituciones y programas
comenzaron a desarrollar distintas estrategias para la captación de recursos, alumnos y profesores.

CONCLUSION

Desde el retorno de la democracia en la Argentina, las políticas públicas hacia la universidad oscilaron
entre la autolimitación estatal y un intervencionismo desmedido. La primera estrategia supuso que el
gobierno radical de los años ochenta, en aras de preservar la autonomía universitaria, renunció a
impulsar e introducir cambios que dieran respuesta a las nuevas demandas y necesidades sociales, en
un marco de cooperación entre las universidades y el resto de las agencias estatales. En los noventa, el
estado nacional introdujo y potenció lógicas de mercado que, aunque ya estaban presentes desde antes
a través de nuevos mecanismo de control y regulación, fortalecieron una visión por parte de los
universitarios de que toda acción estatal merecía ser sospechada de avasallamiento de la autonomía.

Estos cambios en las orientaciones de la política hacia el sector, ciertamente no modificaron una serie
de tendencias históricas como la expansión matricular y la diferenciación institucional, siguiendo un
patrón de desarrollo desigual entre instituciones y áreas de conocimiento.

Esta dinámica del sistema se observa aun en las tendencias mas recientes de expansión del posgrado en
condiciones de mercado, las cuales revelan también la capacidad de adaptación y resignificacion de las
políticas públicas por parte de los distintos actores académicos.

 MOVIMIENTOS SOCIALES, MATRICES SOCIO-POLITICOS Y NUEVOS ESCENARIOS


EN AMÉRICA LATINA. Maristella SVAMPA.

EL CAMBIO DE EPOCA

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América Latina viene experimentando un cambio de época. Diversos procesos sociales y políticos han
ido configurando nuevos escenarios: la crisis del consenso neoliberal, la relegitimación de los discursos
críticos, la potenciación de diferentes movimientos sociales.

Este cambio de época habilita el retorno de ciertos términos que habían sido expulsados del lenguaje
político y de las academias, tales como “anti-imperialismo”, “descolonización” o “emancipación”. Este
cambio de época permite pensar desde otro lugar la relación entre modelos académicos y compromiso
político.

En las últimas décadas, los movimientos sociales en América Latina se han multiplicado y han
extendido su capacidad de representación, esto es, han ampliado enormemente su plataforma
discursiva y representativa en relación a la sociedad: movimientos indígenas y campesinos,
movimientos urbanos territoriales, movimiento socio-ambientales, movimientos colectivos y colectivo
GLTTBQ. En fin, colectivos culturales. No es menos cierto que en América Latina, en los últimos
tiempos, uno de los problemas centrales y potencialmente unificadores es aquel de la tierra y el
territorio.

Es importante destacar la configuración de un “nuevo internacionalismo”, que apuntan a la


potenciación y convergencia de diferentes luchas contra la globalización neoliberal.

Tres elementos comunes: un cuestionamiento a las nuevas estructuras de dominación surgidas de la


transnacionalización de los capitales, que se expresa en la superación de las fronteras políticas,
económicas y jurídicas; el rechazo de la mercantilización creciente de las relaciones sociales; producto
de la globalización neoliberal; y la revalorización y defensa de los derechos culturales y territoriales.

El impulso del capitalismo neoliberal postdictaduras ha tenido diferentes fases en América Latina: un
primer momento, desde finales de los ochenta, estuvo marcado por la desregulación económica, el
ajuste fiscal, la política de privatizaciones, así como por la introducción del modelo de agronegocios.
Esta primera fase conllevó la generación de nuevas normas jurídicas que garantizaron la
institucionalización de los derechos de las grandes corporaciones así como la aceptación de la
normativa creada en los espacios trasnacionales. Al mismo tiempo, dichas orientaciones contribuyeron
a consolidar un modelo económico basado en la reprimarizacion de la economía, altamente dependiente
de los mercados externos.

En la actualidad asistimos a una segunda fase, caracterizada por la generalización del modelo
extractivo-exportador, basado en la extracción de recursos naturales no renovables, y la expansión de
los agonegocios, necesarios para alimentar el nivel del consumo sostenido y el modelo de acumulación
vigente. En otros términos, la actual etapa expresa una demanda cada vez mayor de los países
desarrollados hacia los países dependientes, en términos de materias primas o bienes de consumo, lo
cual aparece reflejado en la expansión de las fronteras hacia territorios antes considerados como
“improductivos”: la frontera agrícola, petrolera, minera, energética, forestal, etc.

La nueva etapa también aparece asociada a nuevos mecanismos de desposesión, como la biopiratería o
la apropiación de formas culturales y cultivos tradicionales pertenecientes a los pueblos indígenas y
campesinos.

No es casualidad que en este escenario de reprimarizacion de la economía, caracterizado por la


presencia desmesurada de grandes empresas trasnacionales, se hayan potenciado las luchas ancestrales
por la tierra, de la mano de los movimientos indígenas y campesinos, al tiempo que han surgido nuevas
formas de movilización y participación ciudadana, centradas en la defensa de los recursos naturales, la
biodiversidad y el medio ambiente.

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Desde fines de los ochenta, el territorio se fue erigiendo en el lugar privilegiado de disputa. Esta
dimensión material y simbólica, muchas veces comprendida como autoorganizacion comunitaria,
aparece como uno de los rasgos constitutivos de los movimientos sociales en América Latina.

Sin embargo, de manera mas reciente, a partir de las nuevas modalidades que ha adoptado la lógica de
acumulación del capital, asistimos a una nueva inflexión a partir de la cual el territorio, en un sentido
mas amplio, esto es, concebido doblemente como hábitat y comunidad de vida, aparece en el centro de
los reclamos de las movilizaciones y movimientos, campesinos, indígenas y socioambientales. Las
acciones de dichos movimientos, orientados tanto contra el Estado como contra sectores privados se
inician con reclamos puntuales, aunque en la misma dinámica de lucha tienden a ampliar y radicalizar
su plataforma representativa y discursiva, incorporando otros temas, tales como el cuestionamiento a
un modelo de desarrollo monocultural y destructivo, y la exigencia de desmercantilizacion de los
llamados “bienes comunes”. En dicho proceso, la construcción de la territorialidad se va cargando de
nuevas resignificaciones y diferentes valoraciones, en contraste con las concepciones generalmente
excluyentes, de corte desarrollista o ecoeficientistas, que motorizan tanto los gobiernos como las
empresas trasnacionales.

MATRICES POLITICO-IDEOLOGICAS: UNA APROXIMACION A LAS TIPOLOGIAS Y


MODELOS DE MILITANCIA

El campo contestatario se despliega en cuatro matrices político-ideológicas diferentes: la indígena


comunitaria, la nacional-popular, la izquierda clásica y de manera más reciente la “nueva” narrativa
autonomista. Por matrices político-ideológicas entendemos aquellas líneas directrices que organizan el
modo de pensar la política y el poder, así como la concepción del cambio social.

No se encuentran en estado puro, pues las diferentes dinámicas políticas han dado paso a diversos
entrecruzamientos y conjunciones, como también a un proceso de conflicto y colisión, que puede llevar
a acentuar las diferencias en términos de concepciones, modos de pensar y hacer la política.

Los elementos centrales que configuraron cada matriz: la matriz indígena se inserta en el marco de la
“memoria larga” de los pueblos indígenas, coloca en el centro la idea de resistencia, derechos colectivos
y poder comunal; y su dinámica política se inscribe permanentemente en la tensión entre un proyecto
de recreación de las autonomías indígenas y el proyecto identitario de refundación o vuelta a las
comunidades pre-hispánicas. La matriz nacional-popular se inserta en la memoria mediana. Y tiende a
sostenerse sobre el triple eje de la afirmación de la nación, estado redistributivo y conciliador, liderazgo
carismático y masas organizadas – el pueblo. Su dinámica se instala en la tensión entre un proyecto
nacionalista revolucionario, conducido por el pueblo junto a su líder, y el proyecto de la participación
controlada, bajo la dirección del líder y el tutelaje estatal.

La matriz propia de la izquierda tradicional partidaria, se instala en el marco de la memoria mediana y


se nutre de las diferentes variantes del marxismo partidario, entre las cuales se destaca la superioridad
de la forma partido y una determinada concepción del poder ligada a idea antagonismo de clases y la
construcción del socialismo. Su dinámica suele instalarse en la tensión/articulación entre la vía
revolucionaria (la lógica de la toma del poder) y la vía reformista institucional (la lógica electoral)

La nueva narrativa autonomista, mas bien instalada en el marco de la “memoria corta”, los elementos
centrales que configuran su matriz son la afirmación de la autonomía, la horizontalidad y la
democracia por consenso. En este caso particular, hablamos de una “narrativa” autonomista porque
ésta se construye como un relato identitario, de producción del sujeto, en el cual cuenta la experiencia
personal de los actores (antes que una inscripción en la comunidad, el pueblo o la clase social). Por otro

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lado, históricamente es una narrativa que se nutre del fracaso general de las izquierdas tradicionales
(por ello cobra relevancia la definición por oposición respecto de otras tradiciones de izquierda,
principalmente la partidaria), así como de los procesos de desinstitucionalización de las sociedades
contemporáneas.

Esta nueva narrativa ha ido configurando un ethos común que afirma como imperativo la
desburocratización y democratización de las organizaciones y se alimenta, por ende, de una gran
desconfianza respecto de las estructuras partidarias y sindicales, así como de toda instancia
articulatoria superior. En términos generales, la autonomía aparece no solo como un eje organizativo,
sino también como un planteo estratégico, que remite a la “autodeterminación”. Por ello, su dinámica
tiene a desplegarse en la tensión inscrita entre la afirmación de un ethos colectivo libertario (la
autonomía como horizonte utópico) y el repliegue diferencialista-identitario. (La autonomía como valor
refugio)

Este ethos común ha dado lugar a nuevos modelos de militancia: en primer lugar, la figura “local” del
militante territorial, verdadera columna vertebral de los grandes movimientos sociales
latinoamericanos; en segundo lugar, la figura “global” del activista cultural, que se halla difundida en
distintas latitudes, tanto en los países del centro como de la periferia.

El activista cultura, su modalidad de construcción organizativa son los grupos de afinidad, a través de
colectivos, que suelen adoptar una dimensión a la vez política y cultural. En este sentido, en tanto
“movimientos de experiencia”, donde la acción directa y lo público aparecen como un lugar de
construcción de la identidad. Los colectivos culturales deliberadamente buscan una mayor articulación
con aquellos, constituyéndose en creadores de nuevos sentidos políticos y culturales.

Esta forma de militancia expresa así una vocación nómade por el cruce social y la multipertenencia, en
el marco del desarrollo de relaciones de afinidad y redes de solidaridad con otras organizaciones. Su
expansión, tanto en el ámbito de la comunicación alternativa, la intervención artística y la educación
popular, constituye una de las características más emblemáticas de las nuevas movilizaciones sociales.

EL AVANCE DE LAS LUCHAS INDIGENAS Y LOS PROYECTOS EN CURSO

Uno de los datos mayores es el avance de las luchas y conquistas de las autonomías indígenas, lo cual
incluye escenarios como Bolivia, México y Perú. El nuevo despertar político de los pueblos indígenas se
instala tanto en el terreno de la memoria larga como en el de la memoria corta de las luchas.

LAS NUEVAS FORMAS DE MILITANCIA Y LA DEMANDA DE AUTONOMIA

La demanda de autonomía recorre también otras formas de resistencia. La demanda de autonomía es


uno de los rasgos más salientes. Para el caso latinoamericano, la conjunción entre anclaje territorial,
acción directa, difusión de modelos asamblearios y demanda de autonomía, han ido configurando un
nuevo ethos militante, esto es, un conjunto de orientaciones políticas e ideológicas que configuran la
acción colectiva y se expresan a través de modelos de militancia, tales como el militante territorial y el
activista cultural.

Tanto el militante social como el activista cultural, enfrentan hoy obstáculos diferentes. En cuanto al
militante social, una de las mayores dificultades es la de politizar lo social en el marco de un “cierre”
del peronismo desde abajo y ante las limitaciones que presupone una tarea asociada a la urgencia, esto
es, a la gestión de las necesidades básicas.

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En cuanto a los militantes o activistas culturales, estos han contribuido de manera decisiva a recrear los
sentidos de las movilizaciones, aun si en el presente no tienen la visibilidad de los años anteriores. En
efecto, en la actualidad el lazo con los movimientos sociales aparece debilitado o, por el contrario,
cuando éste existe, el activista cultural tiende a encapsularse en el espacio militante.

LA ACTUALIZACION DE LA TRADICION NACIONAL-POPULAR

La desnaturalización de la relación entre globalización y neoliberalismo, nos inserta en un escenario


transicional en el cual una de las notas mayores es la reactivación de la matriz nacional-popular, ligada
a la reivindicación del Estado (como constructor de la nación) y a un ejercicio de la política que instala
una permanente tensión y conjunción entre, por un lado, las demandas de democracia directa y
participativa, y por otro lado, la democracia representativa y decisionista.

A partir del ascenso de Néstor Kirchner, sucedido por Cristina Fernández, la Argentina da cuenta del
retorno en fuerza de la matriz nacional-popular, bajo el modelo de la participación controlada, en un
marco de fragmentación organizacional tanto de las agrupaciones de la izquierda tradicional como de
la izquierda autónoma.

El llamado a la diversidad o el reconocimiento de la diferencia cono eje de las luchas sociales encuentra
dos declinaciones fundamentales en América Latina: por un lado, el proyecto de autonomía de los
pueblos indígenas, expresado en un colosal desafío, el de crear un Estado Plurinacional. Por otro lado,
en diversos países ha habido un desarrollo importante de la narrativa autonómica vinculada al nuevo
ethos militante, que bien vale la pena explorar en el proceso de consolidación – sus potencialidades y
sus límites – de una subjetividad política disruptiva. Claro está que el avance de las luchas indígenas da
cuenta de una reivindicación especifica ligada a la historia latinoamericana, mientras la narrativa
autónoma forma mas bien parte del nuevo talante epocal, está presente en gran parte de las sociedades
contemporáneas, en tanto heredero de los llamados nuevos movimientos sociales y directamente
vinculado con la crisis de representación política.

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