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Estaba amaneciendo en la Selva, presumida y coqueta como ella sola, con sus colores
cálidos mostrando un saludo en el cielo de África, dibujando un amanecer hermoso,
fresco, los pájaros comenzaban a despertar de su sueño, algún que otro rugido se
escuchaba con nitidez, entremezclándose con algún que otro gemido que salía de debajo
de una leve colcha de punto, dos cuerpos disfrutaban del placer, las manos, las bocas,
las pieles, los gemidos controlados, ligeros mordiscos, movimientos al unísono
convirtiéndose en espasmos, el sexo más salvaje que se podía vivir ajeno a todo
sentimiento, entregado nada más que al placer. Al finalizar en una cabaña, alguien dijo
Un avión partía del aeropuerto de Madrid, en él una joven repleta de miedos, pensaba en
como sería su vida en aquella selva a la que sin saber porque, había aceptado marcharse
a trabajar como enfermera. Un suspiro largo le hizo recapacitar, claro que sabía porque
se iba tan lejos, necesitaba huir, huir de su vida, huir de sus padres que la habían
obligado a mantener una relación con uno de los chicos de la alta sociedad de Madrid,
un chico que no la quería, pero era guapo, engominado, dientes perfectamente alineados
que le habían costado una pasta gansa, unas uñas recortadas a la perfección con más
manicura de la que ella misma llevaba, con un buen paquete o al menos eso le decían
sus amigas, quienes se cambiaban por ella con una facilidad asombrosa, y no le quedaba
la más mínima duda que alguna habría pasado por su propia cama en su ausencia, y todo
ese conjunto virtuoso daba el resultado de un tal Sergio. A ese Sergio, ella no pretendía
enamorarlo al fin y al cabo los negocios eran los negocios, y él lo único que pretendía
tal y como le dijo era “mojar”, de vez en cuando, pero fue irremediable sentirse atraída
por él aunque tan solo fuera sexualmente porque de todas las virtudes innumerables que
reunía, la única cierta era, aquel paquete tan bien proporcionado. Hasta que un día, se
miró al espejo y vio a una joven sin sueños, sin ilusiones de nada, con un título de
enferma sacado por un centro privado, y del que sus padres mejor no querían ni
acordarse. Aquella Luisita... era una muñeca a veces hinchable para goce de su novio, a
veces de trapo cuando se quedaba sola y vacía, a veces, una Nancy que exponer en
fiestas de alta sociedad de sus padres. Y así, frente aquel espejo tomó la decisión de
huir, en un momento de locura solicitó presentarse voluntaria para ayudar en África a
Médicos sin Fronteras, y cuando le dieron el billete, le pusieron las vacunas y le
entregaron sus papeles, despertó de aquel sueño y vio la realidad, tan solo el miedo al
ridículo no le hizo devolverlo todo y meterse corriendo bajo las finas sábanas de seda
que cubrían su cama
esperando para llevarla a su puesto. Sólo de pensar que estaba ya más cerca de su nuevo
destino que de su vida anterior, le daba una especie de cosquilla en el estómago, si había
decidido vivir la vida, aquello era un buen motivo, su sueño siempre fue ayudar a los
demás aunque nadie la entendiera, por esa razón estaba en ese avión, por esa razón,
había roto cualquier relación con su familia y amigas, que le dieron la espalda al saber
que se marchaba a un lugar donde posiblemente olería fatal, habrían muchos
indeseables por las calles y sobre todo, lo más repelente, enfermedades, niños con
mocos y poco glamour
Cuando la avioneta en cuestión aterrizó, tras rezar veinte Padre Nuestros, y veinte Ave
Marías, porque pensaba que aquel bicho no llegaría a donde debía por muchos intentos
que hiciera, por mucho que subiera y bajara, por muchos saltos que diera, así que
finalmente al bajar y poner un pie en tierra, tuvo que frenar su ímpetu por besar el suelo
cual si fuera el Pontífice. Después de luchar con tres hombres que allí habían para que le
bajaran las maletas, salió con cara de pocos amigos, con sus gafas de Gucci, con sus
pantalones de Dolce y Gabana, con sus botas Best de punta, y una camiseta de Versace
M: La madre que me parió, ¡es que todas las que me tocan son así! (murmuró Marce
que estaba apoyado en un viejo cuatro por cuatro con los brazos cruzados, con un
sombrero verde militar y unos pantalones de igual tono, con camisa blanca dobladas las
mangas hasta los codos) ¡Menuda me ha caído!. ¿Luisita? (le preguntó acercándose a
ella)
L: Hola, sí, Luisita Gómez (le estrechó la mano)
M: Bienvenida, soy Marce tu superior, médico del grupo y coordinador, ya ves que lo
tengo todo, así que tendrás que portarte bien
L: Encantada (le sonrió)
M: Veo que has sobrevivido al vuelo
L: Por poco (le dijo con algo de temor su corazón latía alborotado, no sabía porque,
solo sabía que estaba muerta de miedo pero su orgullo le impedía demostrarlo)
M: ¿Nos vamos?
L: Espera que me están bajando el equipaje (se giró a mirar a ver si aquellos hombres
llegaban con sus tres maletas)
M: Lo que yo diga (susurró cabreado)
L: ¿Qué?
M: Nada... nada... que será mejor que nos acerquemos no vaya a ser que te quedes sin
maletas
Dicho y hecho, Marce se dirigió hasta el interior de aquel pequeño recinto donde
llegaban los intrépidos a aquel poblado, al entrar vio a dos hombres sentados sobre una
de las maletas y al otro tratando de abrir la otra con un hierro
M: ¡Eh!, ¿qué haces? (le preguntó con voz autoritaria mientras Luisita ponía un gesto
de espanto al ver la escena) Venga largo de ahí
FreiQ: Nosotros ver si estaba bien cerrada
M: Va, largo Freid que nos conocemos (le dijo agitando su brazo derecho al aire con
sus cejas enfuruñadas. Los hombres se fueron mascullando contra aquel médico, él, fue
a coger una de las maletas y al notar su peso, se giró a Luisita y le dijo con el mismo
tono enfadado) ¿Pero qué llevas aquí?
L: Ropa (contestó defendiéndose de aquella mirada recriminatoria mientras ella cogía
otra)
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M: ¿Para la selva te has traído todo esto? (la miraba con gesto enfurecido)
L: Bueno... sí, claro...
M: ¡Es que todas las pijas me tocan a mí! (exclamó mirando el cielo ante la mirada algo
molesta de Luisita)
Las maletas de aquella enfermera pesaban como si llevara dentro kilos y kilos de
piedras, sudoroso, quejoso finalmente logró subirlas a aquel pobre coche mirándolo con
gesto de duda
Arrancó y puso en marcha el coche, bueno, ponerlo lo puso en marcha, otra cosa fue
que el coche avanzara, tras todos los insultos habidos y por haber, Marce consiguió que
el cuatro por cuatro fuera arrancando poco a poco, lentamente a paso de tortuga, dando
tirones, pero finalmente tomó su seguida. Luisita miraba con sus ojos muy abiertos todo
cuanto iba pasando a su alrededor, como el coche iba tan lento podía llenarse de
aquellas calles de arena y barro en los lugares donde el agua había llegado, seguramente
por alguna lluvia. Los niños descalzos, sucios y jugando en el barro llamaron su
atención, las casas bajas y con grandes desperfectos, delante del coche, un burro tirando
de un carro de madera viejo, con un hombre mayor y cansado sujetando las riendas, el
burro flaco le llamó la atención, y conforme “la cafetera”, que le había llamado Marce
al coche, se iba alejando de aquel pequeño pueblo, percibía que no había sido consciente
de donde se había metido, su rostro fue cambiando hasta llegar a ser realmente adusto,
serio y ceñudo, su corazón latía con fuerza más que el sonido del motor, Marce
guardaba silencio parecía respetar aquel miedo que sabía daban los primeros días de
estar en un lugar desconocido. Al ver que la chica exhalaba un suspiro profundo, le dijo
Siguieron el camino con lentitud, llegado al punto conflictivo éste se tornaba muy
sinuoso, solo piedras y barro, continuos baches que propiciaron que una de sus maletas
cayera, Marce esperaba un gritito de horror que dijera ¡oh horror mi súper maleta! pero
al mirarla, vio que miraba fijamente el exterior, sus ojos trataban de abarcar todo lo que
ante ella se exhibía de manera coqueta, pasaron de un terreno casi desértico a una zona
increíblemente bella con árboles por doquier, plantas de variados colores, aunque quien
predominaba en presencia era el verde. Su vista alcanzaba toda aquella belleza, pero
estaba segura que aunque el ruido del coche era tremendo podía imaginar que fuera se
oirían los pájaros y demás animales que debían habitar aquel extenso e increíble follaje,
pero de pronto un camión se detuvo delante de ellos. Luisita sintió miedo cuando vio
como dos tipos grandes de color bajaban y se acercaban hasta el jeep
En lo que iba a ser su nueva casa, una mujer trataba de decorar con algo más de alegría
aquel cuarto que en el último año y medio había visto pasar a tres enfermeras. Luisita
era la cuarta que llegaba, y la mujer no quería que su primera impresión fuera mala. Se
afanaba porque todo estuviera en su lugar y con la mayor pulcritud posible. Estaba
repasando la cama, cuando una voz le hizo sobresaltarse
A: No sé para que tanto empeño seguro que esta dura menos que las otras
B: Mira Amelia, por tu bien te pido que trates de no influir en eso (la miró algo seria
por su actitud un tanto chulesca)
A: Yo no influyo Benigna cariño (la abrazó besándola en el cuello)
B: Anda quita zalamera, que eres más zalamera (negaba con la cabeza mostrándose
enfadada)
A: ¿Oye, de verdad no sabes nada de nada?, Marce no me ha querido contar
B: No sé nada, solo su nombre
A: Luisita... no dice mucho... (dijo con gesto un tanto desencantado)
B: Amelia ¿cuánto tiempo nos conocemos? (ella elevó los hombros) Es cierto que tú
solo entiendes de medicina y mujeres
A: Más de lo segundo (dijo con sorna mientras cogía una manzana que Benigna le había
puesto en el frutero a la nueva inquilina)
Una pija en la selva 5
B: ¡Haz el favor de... desde luego eres peor que una niña! (le riñó con mirada asesina al
ver como mordía divertida la manzana con gesto de travesura
A: Creo que ya escucho la cafetera
B: ¿Y ahora qué, de donde saco una manzana?, ¡si es que... eres de lo que no hay!
A: Eso es cierto Benigna, sabes que soy insustituible, única y maravillosa
B: Y muy zalamera... pero Amelia te digo una cosa (elevó su dedo índice señalándole la
cara fijamente mientras se detuvieron al salir de casa) Cuidado ¿eh?
A: Vamos Benigna que ni me la fuera a comer
B: En cuanto se descuide (afirmó quejándose) Y ahora estamos en muy mala época y
necesitamos enfermera
A: Pero es que no entiendo porque nos mandan enfermeras, estando tú, encima que
miro por ti
B: Eso, ahora yo tendré la culpa de tus caprichos (Amelia sonreía mientras mordía la
manzana) Y por cierto, anoche podíais haber sido un poco más silenciosas, que una no
es de piedra, ¡anda y súbete el cuello de la camisa un poco que estás señalada!
A: Me encanta que me señalen (le dijo entrecerrando los ojos con voz cautivadora
B: No puedo contigo... no puedo... y así vas mal
A: No te preocupes mami, prometo no quedarme embarazada
B: Eres tonta... muy tonta (dijo enfadada y se marchó a recibir a Marce y la nueva
enfermera
Dentro del jeep, Marce respiraba aliviado tras tres horas de viaje ya no solo por llegar,
sino también por haber pasado la zona conflictiva sin contratiempo. Fue el momento en
que creyó oportuno poner en aviso de algunas cosas a la enfermera nueva que había
tomado algo de color, pero no lo suficiente como para estar seguro que estaba
recuperada de la impresión
M: Bueno... ahora que llegamos debo ponerte sobre aviso de algunas cosas
L: Sí (se ladeó un poco para mirarlo mientras él hablaba, era un hombre parco en
palabras, pero cuando las decía, eran suficientes)
M: Ante todo jamás, jamás debes ir sola a ningún lugar, no debes alejarte del poblado,
digamos que tenemos cierta cobertura con las guerrillas porque nos necesitan, pero eso
no nos hace inmunes de un ataque violento. No te salvara de las balas llevar un chaleco
de médico sin fronteras
L: De acuerdo (asintió conforme)
M: Segundo punto, nunca te encariñes de nadie, ni niños, ni mujeres, ni hombres, ni
ancianos, ni animales ¿entendido?
L: ¿Por qué? (preguntó algo confundida)
M: Aquí la mayoría de gente son nómadas, esto es tan pobre que no pueden sobrevivir
en un lugar fijo por mucho tiempo, van y vienen con sus ganados, con sus familias, ni
siquiera los que viven con nosotros, y cuando hay un ataque en algún lugar acudimos,
curamos, y nos vamos, olvidas lo que dejas
L: Así... ¿tan sencillo?
M: Así, no debes encariñarte de nadie, no debes y punto (le dijo entrando al poblado) Y
también están los que nos traen al hospital de campaña que tenemos, bueno... al menos
eso pone en la caja pero cuando lo ves no sabes si es la tienda de campaña de la familia
Aranda (Luisita sonrió por primera vez)
L: Vale, entendido (sus ojos quedaron algo impactados de lo que veía)
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M: Y por último (paró la cafetera, abrió la puerta y le dijo mirándola fijamente) Tienes
que tener cuidado con ella (ladeó la cabeza hacia la izquierda)
Luisita miró sin entender muy bien, no sabía a quien se refería y al girar su cabeza
lentamente hacia la derecha vio a dos mujeres, una más mayor con gesto nervioso que
se notaba esperaba ansiosa a verla, y la otra, más joven, mordiendo una manzana con
una actitud totalmente relajada y hasta un poco provocativa. Lo volvió a mirar y él le
elevó las cejas en señal de advertencia
Cuando bajó del jeep, los niños la rodearon al grito unánime de “Mondele”, “Mbote
mondele”, ella les sonreía divertida ante el revuelo que su presencia había causado.
Benigna se acercó con rapidez y una gran sonrisa, aquella mujer con gesto nervioso
parecía una persona amable, cariñosa y sin duda, debía ser una pieza importante en
aquel poblado que había dejado boquiabierta a Luisita
B: ¿Luisita?, bienvenida hija (Luisita agradeció aquel “hija”, que le dio calma y
cercanía) ¿Qué tal el viaje?... uy perdona que no me he presentado, soy Benigna
L: Encantada Benigna (sonrió agradecida mientras le daba dos besos) Un poco cansado,
pero bien (sonreía mientras miraba a los niños)
B: Me alegro. Te están dando la bienvenida, te dicen “hola blanca” (le dijo con su voz
repleta de orgullo ante aquellos pequeños sonrientes)
L: Ah (los miraba sorprendida) ¿Cómo les puedo contestar?
B: Melesi es, gracias
L: Melesi, melesi (les repitió y los niños corrieron hacia otro lugar sonrientes ante su
respuesta) Vaya...
M: Zulu, anda ven ayúdame con las maletas de la chica... que lo voy a necesitar (dijo
bajando la voz) ¡Me he desriñonao macho!
B: Vamos Zulu llévalo a su cabaña (le sonrió al muchacho que llegaba para ayudar a
Marce)
L: ¿Mi cabaña? (la miró algo incrédula aunque sus ojos no podía dejar de mirar a la otra
mujer que seguía comiendo su manzana mientras había observado toda la escena de
manera muy descarada en un segundo plano) ¿Osea tengo cabaña?
B: ¡Anda pues claro! (sonrió feliz)
M: Es pija, muy pija (le susurró a Amelia cuando pasó por su lado) No te pases
A: Me encanta... (sonrió)
M: ¡Ay que cruz! (musitó mirando al cielo con tono cansado)
A: Hola me llamo Amelia, soy la Pediatra y tu jefa (se acercó dándole la mano, evitó los
besos, Benigna la miraba fijamente)
L: Me llamo...
A: Luisita (musitó con voz sensual)
L: Sí (sonrió algo desorientada por su gesto, su voz y su mirada)
B: Venga... venga... vamos te he preparado todo para que te sientas como en tu propia
casa (la cogió por los hombros con actitud cariñosa)
L: Gracias Benigna, te lo agradezco
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B: Aquí todos me llaman mami, tú llámame como quieras ¿eh?, y todo lo que necesites,
me lo pides, no dudes en buscarme cuando lo necesites
A: Es muy cotilla te lo advierto (sonó su voz desde detrás de la pareja)
B: Ni caso (le susurró graciosamente y Luisita sonrió) Mira, esta de la derecha es mi
casa, ahí vivimos Ramón y yo
L: ¿Tu marido? (la miró sonriente)
B: No mi perro (Amelia soltó una gran carcajada pero ante la mirada reprobatoria de
Benigna se calló, Luisita se puso colorada) Es que aquí en esta selva necesitaba poder
llamar a alguien por un nombre español, ya me entiendes
L: Sí (respondió un tanto descolocada por la burla de Amelia)
B: A tu izquierda está la de Amelia
A: Tu casa para cuando necesites algo, no dudes en venir a ella sea la hora que sea,
serás bien recibida
L: Gracias (le contestó sonriendo pero sin entender muy bien porque aquella mujer no
le gustaba)
A: Pero... para lo que necesites ¿eh? (insistía mientras se lamía suavemente los labios)
B: Sigamos (dijo con voz dura y mirada asesina a Amelia que no cesaba de sonreír)
Como ves tú estás en medio, bien arropadita. Bien, esta es tu choza como dice Marce,
aquí está tu cama, y esa única puerta es el lavabo, no esperes grandes cosas pero se está
cómodo, en la parte de detrás, solemos tender la ropa
L: ¿Hay lavadora? (ante su pregunta nuevamente la carcajada de Amelia rompió el
silencio de aquel lugar, esta vez quien la miró de forma dura fue la propia Luisita)
B: Amelia cariño porque no vas preparando las cosas de comer
A: Porque me gusta más estar aquí Benigna, esta chica no tiene desperdicio
B: Bueno... (carraspeó) No cariño, no tenemos lavadora, ni ningún otro
electrodoméstico, podemos dar gracias a que hay luz, eso sí, tienes siempre que tener a
mano velas, es muy propio del lugar quedarnos sin luz
A: Tampoco hay televisión...
L: Gracias por advertirme que no voy a poder seguir Hospital Central (le contestó seria
y con su voz repleta de ironía y malestar)
A: Es una lástima, sí, una lástima (se apoyó sobre la pared mirándola de arriba a bajo
sin ocultar su descaro)
B: Bueno Luisita ¿quieres qué te ayude a deshacer la maleta?
A: Las maletas querrás decir (nueva mirada inquisitoria de Benigna, nueva risa
divertida de Amelia)
L: No gracias... puedo yo
B: De acuerdo... pues nosotras nos vamos (miró a Amelia intensamente) La comida
estará en media hora
A: Yo me quedo tengo que enseñarle nuestro hospital, me lo ha dicho Marce, aunque no
esperes mucho ¿eh?, vamos que... nada que ver con ningún sitio donde hayas trabajado
(le decía con cierta ironía que molestaba suficiente a Luisita, y Amelia se daba cuenta)
L: No te preocupes, no he trabajado en ningún hospital, así que... no espero nada (le
dijo con mucho recochineo)
B: Venga vamos... cuando esté la comida te aviso
L: Gracias
B: Vamos (salió estirando del brazo a Amelia y cerrando la puerta tras ellas. Entonces
señalándole con su dedo índice le dijo) Te has pasado
A: Joder nos mandan a una tía que no ha trabajado en un hospital (murmuraba atónita y
al mismo tiempo fuera de si con los ojos bien abiertos al igual que la boca)
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Apareció Luisita quien había escuchado perfectamente sus palabras, y la miraba con
gesto duro, dolido, sus ojos mostraban rayos y centellas contra aquella mujer que
parecía haberle caído como una auténtica patada en el hígado
M: Bienvenida Luisita, este va a ser nuestro lugar de trabajo, aquí la doctora anda un
poco preocupada porque eres novata
A: Preocupada no, indignada, aquí no se viene a aprender (su mirada había cambiado un
tanto de provocativa a dura)
L: Yo vengo aprendida ya (le contestó mirándola con algo de rabia)
A: Espero que no te desmayes en tu primer trabajo
L: Puedes estar tranquila que si no lo he hecho al conocerte a ti, ya puedo superar todo
(Amelia la miró ofendida por su comentario, apretó los diente y salió sin contestarle)
M: Batalla, batalla (susurró Marce al ver como salía Amelia herida en su orgullo) Te
dije que tuvieras cuidado, no que la aniquilaras a la primera de cambio
L: Lo siento pero desde que he llegado solo hace que juzgarme y me da la impresión
que se burla de mí
M: No se lo tomes en cuenta, me voy arrepentir de decir esto pero... en el fondo es
buena chica
L: A mí no me importa, con que me deje en paz
M: Debería importarte, somos un equipo, los tres nos necesitamos y aquí dependemos
de nosotros para sobrevivir los tres, un fallo nos puede costar la vida (la miraba
fijamente)
L: Ya, lo siento...
M: El primer día es duro, tranquila
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Agradeció el animo de Marce, y recibió una clase intensiva en aquel lugar que no podía
imaginar era un hospital. Tan solo había lo más básico como vendas, sueros, gasas,
algodón, un líquido que no había visto nunca y le explicó Marce que era igual que el
Yodo, pero en versión Africana, todo metido en una vitrina que estaba coja, le advirtió
que tuviera cuidado al abrir y cerrar porque le faltaba una pata. Después le enseñó el
improvisado quirófano, sintió un olor nauseabundo, y Marce aclaró a que era debido
M: La última operación ha sido esta mañana antes de irte a buscar, se nos ha muerto
aquí, le voló la pierna una mina, he tratado de cortársela pero se me ha desangrado...
hace días que no recibimos material, tendrás que acostumbrarte a este olor, por mucho
que Benigna se empeñe en limpiar es imposible quitar el olor a muerte
L: Ya (notaba como el estómago le subía a la garganta pero se resistía a admitirlo)
M: Bueno... será mejor que vayas te cambies de ropa y comamos un poco, durante la
tarde te iremos mostrando como es lo demás
L: Gracias... voy a... voy...
M: Ve... ve... (la miró con las cejas ceñudas) Pues estamos buenos si la primera que
entra vomita
En el comedor una indignada Amelia la veía tras los cristales de la ventana como de
manera apresurada cruzaba de una parte a otra el poblado y entraba en su cabaña. Se
apartó la melena de la cara con algo de rabia mientras Benigna era ayudada por una
chica llamada Lula, quien había sido llevada hasta allí después de una cruel violación
que por poco le cuesta la vida. La chica era su protegida y desde entonces, no había
dicho ni una sola palabra, solo asentía, jamás había sonreído ni siquiera con las locuras
más disparatadas de una Amelia que la quería como si fuera algo suyo
B: Lula cariño toma... el pan ya está caliente (la chica lo cogía con cuidado y lo llevaba
a la mesa)
A: No te digo, ahora se va a vomitar... ¡joder! (resopló)
B: Amelia modera tu lenguaje por favor. Además, recuerda tu primer día
A: No vomité (se defendió con sus ojos repletos de dureza mientras le cogía con una
sonrisa una rebanada de pan del plato que llevaba Lula que la miró con sus grandes ojos
negros, Amelia la guiñó el ojo para que guardara en secreto aquel hurto)
B: Ya... pero a punto estuviste de volverte
A: Dale tiempo a la pija, ésta no nos dura ni un día
B: Mira pues quien fue a hablar (le espetó sonriendo) Si tú eras la niña bien que vino
con un título bajo el brazo
M: Tengo un hambre de cien orangutanes juntos Benigna
B: Ya está, ya está (le sacaba un plato con arroz blanco)
M: ¿Y esto?
B: No hay más Marce
M: Pues estamos bien (se quejo) Creo que a Luisita no le ha gustado mucho el olor del
quirófano (Amelia sonrió sentándose a su lado) Más bien creo que te puedes ahorrar su
plato y ponérmelo a mí
A: Eso estaría genial, oye podíamos gastarle alguna broma ¿no?, a ver si así espabila un
poco, que parece que esté tonta
B: Amelia que te conozco (la miraba seria)
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M: Mira mejor no hagas nada, está muy asustada y ahora mismo es lo único que
tenemos y sabes que la necesitamos
A: Joder... (se quedó pensativa mientras se pinzaba el labio inferior)
En su cabaña, Luisita había terminado de vomitar y sentía que todo le daba vueltas, se
había sentado en aquella cama baja, tan cómoda que parecía mentira que en medio de un
lugar como aquel pudiera existir un rincón tan ameno, tan íntimo. Miró a su alrededor
suspirando, entonces lo sintió, un pánico desmesurado corriendo por sus venas, al verse
allí se dio cuenta que no había medido bien su reacción de rabia ante su familia, ante su
vida, conforme se iba adentrando a aquella selva extraña en medio de un desierto, se
percató que se había equivocado, no estaba preparada para enfrentarse a aquel lugar. El
poblado era pequeño, las cabañas como les llamaba Marce, eran diminutas construidas
de madera y paja, el techo estaba cubierto por vigas de madera y otro material que no
acertó a saber que podía ser, junto a la cama vio unas cortinas blancas, aquello debía ser
un dosel, no quiso imaginar la clase de bichos que podían habitar en aquel lugar para
tener un dosel en la cama, una mesita que se notaba prefabricada, quizá traída de algún
lugar de la civilización, un armario de igual madera prefabricada donde no le cabía toda
la ropa, una mesa con una silla y sobre ella un frutero con alguna fruta, la puerta del
lavabo que era pequeño y con una taza de water extraña, pero que al menos tenía
tapadera y evitaría que cualquier animal pudiera aparecer por aquel lugar, sin duda lo
que más le llamó la atención fue la ausencia de ducha. La luz que entraba en aquel
pequeño lugar provenía de una ventana que había junto a la puerta, sobre ella, una
cortina que podía adivinar habría sido puesta y quizá tejida por las manos de Benigna, la
pulcritud que había en aquel lugar y el olor a coco, estaba segura que era cosa suya
también. Suspiró porque aquella mujer le inspiraba confianza, todo lo contrario que la
doctora, no le gustaba su manera de mirarla, no le gustaba su forma de burlarse de ella,
le parecía una engreída y entendía perfectamente las palabras de Marce, era cierto, debía
tener cuidado con ella. Entonces sonaron dos golpes en la puerta que la sobresaltaron.
Abrió y tras ella una chica de color, con unos ojos impresionantemente grandes, pero
intensamente tristes, la miraba
L: Hola... me llamo Luisita, ¿me entiendes? (la chica asintió y le señaló la zona donde
estaba el comedor y con una sonrisa le dijo) Vale, me cambio y voy. Espera... como
era... ¿Melesi?, sí eso, melesi
La muchacha desapareció con un andar que le dio muestras de que estaba un poco coja,
entonces desde allí con un calor aplastante miró cual era su nuevo lugar, las cabañas
estaban dispuestas en círculo, tras ellas existía como una pequeña fortaleza construida
en ladrillo y tras aquella pequeña muralla se adentraba la selva más salvaje que jamás
había visto, era hermoso, a pesar de la fuerza del sol, era un lugar casi mágico, entonces
prestó atención y su fino oído le llevo a escuchar con total nitidez como si cerca hubiera
un riachuelo, reconoció a los niños que le habían recibido, jugando en las cabañas más
apartadas, y algunas mujeres y hombres. Suspiró. Al ir a entrar a la cabaña se percató de
lo que le había llamado la atención al entrar, una enorme bandera blanca junto con otra
de la Cruz Roja, ¿serían suficientes para mantener la vida?
Cuando hizo su aparición en el pequeño comedor, que era de la misma construcción que
su cabaña, solo que con una mesa de madera grande y unos bancos de igual que
parecían tallados de aquel bosque. Entró con un nuevo modelo pantalones color caqui
de marca Coronel Tapioca y una camiseta blanca de tirantes de la misma, se había
Una pija en la selva 11
recompuesto algo a base de mojarse la cara con agua helada, porque el agua que salía en
aquella pequeña pila era totalmente congelada pero sin duda lo agradeció, le gustó
aquella frescura. También se había puesto las gafas de sol de Carolina Herrera y colonia
para paliar aquel olor que se había instaurado en ella desde la entrada en aquel lugar
B: Hola cariño te he guardado un platito de arroz, es lo único que nos queda hasta que
mañana nos traigan las provisiones
L: Gracias Benigna (le sonrió y cuando se fue a sentar en el sitio que había junto a
Amelia, se percató que enfrente había otro sitio libre y prefirió hacerlo allí) Tiene buena
pinta
M: Es una magnifica cocinera (le dijo con la boca llena)
B: Adulador, ¿pero sabes por qué?, trata así que le ponga más
M: No sé que haría sin ti Benigna (le dijo muy serio)
B: ¿Qué te parece el lugar Luisita, es lo que esperabas?
L: Bueno... me habían hablado de todo esto, pero no tiene nada que ver cuando estás
aquí
M: Es mucho peor
A: Desde luego por tu ropa más parece que vayas a desfilar en la “Pasarela África” (dijo
sonriente moviendo sus manos como si creara en el aire el título) ¿No sabes que hay un
lugar llamado Internet donde te pueden indicar como es este lugar?
M: ¿Luisita? (le habló Marce tratando de apaliar el comentario de una divertida Amelia)
L: Bueno... (lo miró sonriente tratando de no mirara a Amelia) Pero si vosotros lo
lleváis bien, ¿por qué no voy a poder yo? (sonrió)
A: Porque no estás preparada para esto, ¿te parece una buena razón?
L: Puedo estarlo... (su voz fue ruda)
B: Claro que sí, nosotros te ayudaremos (le cogió la mano ante la sonrisa de Amelia)
M: Con el cambio de horario, creo que es mejor que ahora comas y trates de dormir ya
no sé ni que hora será en España
A: Cruz te lo va a recordar cuando le llames (sonrió maliciosamente)
M: Mira Amelia... (suspiró) Mejor me callo. Después cuando te recuperes te daré tu
uniforme y hablaremos un poco de todo esto, ¿te parece bien?
L: Claro Marce, gracias
M: Y tú, pórtate bien (le puso gesto de fastidio ante la sonrisa de Amelia)
A: Lula ve a descansar anda, nosotras nos encargamos (le guiñó el ojo y la chica asintió
y se fue)
L: ¿Qué le pasa?, ¿por qué no habla?
A: Una macroviolación como llamamos aquí, llegaron a su poblado unos militares,
arrasaron con todo y pensaron que ya que ella se había salvado ¡qué mejor que pasarlo
bien! (hablaba con la rabia encendida en sus ojos)
B: Desde que la trajeron medio muerta, de eso hace ahora dos años, no ha vuelto a
hablar (decía apenada Benigna)
A: De eso verás mucho... bueno pues nada me alegro de tener enfermera y como es tu
primer día hoy te toca fregar los cacharros. Hasta luego, guapa
B: No le hagas caso (le dijo Benigna haciendo un ademán simpático con sus manos) ella
es así
L: Ya veo (dijo decaída y sorprendida por ese guapa que había dicho con mucho
énfasis) Pero lo de la pasarela me ha dolido
B: Ni caso... a Amelia ni caso. Ahora puedes hablar sinceramente. ¿Cómo estás?
L: Asustada Benigna, la verdad que... me siento un poco avergonzada (susurró
apartando el plato y apoyando sus codos sobre la mesa)
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B: Se nota que no eres como las demás... primero te has puesto colonia que por lo que
recuerda mi olfato debe ser carísima (sonrió divertida arrancando a Luisita la misma
sonrisa) Has tratado de no mostrarlo pero llevas el miedo marcado en tu cara
L: He llegado aquí por rabia, porque quería conocerme, porque quería huir pero creo
que... Amelia tiene razón
B: Amelia es una borde de mucho cuidado, ya la irás conociendo... pero es buena
persona... estoy segura que si ve que tienes ilusión por aprender y te aplicas, te tratara de
mejor modo
L: Es lo que menos me importa
B: Luisita, esto es muy duro pero mira si te gusta te engancha y no eres capaz de
marcharte, en cuanto ves que eres útil, que tu vida no te importa demasiado cuando ves
el sufrimiento de los demás pues... te darás cuenta que merece la pena, eso sí, te aseguro
que no va a ser fácil
L: Estuve con un psicólogo, me estuvo preparando, reconozco que eran tales las ganas
de huir que...
A: ¡Luisita rápido ven! (se oyó su voz elevada desde fuera al tiempo que oían otras
voces)
A: ¿Pregúntale cuántos días lleva así? (le dijo mientras la auscultaba con gesto
concentrado
B: Akelele mwasi kumba salo (Luisita miraba a Benigna boquiabierta, lo que menos
esperaba era que aquella mujer tan blanca como ella, hablara el dialecto de aquel
hombre tan negro como la noche, una vez le respondió le dijo a Amelia con gesto serio)
Tres días
A: ¡Tres días y la traen ahora! (su voz sonó fuerte)
L: Llamo a Marce
A: ¿Para qué? (la miró con los ojos encendidos de furia Luisita elevó los hombros un
tanto desconcertada) Las mujeres embarazadas son mi trabajo y mueve el culo que nos
vamos al quirófano, prepáralo todo, ¡ah y lo primero que tienes que hacer es ponerte
guantes!, aquí el Sida lo lleva la mayoría de gente en sus venas
L: De acuerdo
A: Benigna... dile que lo más seguro es que el niño esté muerto, que salgan fuera
B: ¿Y ella?
A: Está mal pero... voy a tratar de salvarla
M: ¿Me necesitas?
A: De momento no, aunque si quieres pasar, no me fío de ella (señaló con su barbilla
hacia el quirófano)
M: Voy para allá, será mejor arroparla de la fiera (cogió a la niña y la llevó a la mesa de
operaciones) Hola Luisita
L: Hola (decía aparentemente nerviosa)
M: ¿Cómo lo llevas?
L: ¿Y la anestesia?
A: No hay, no hay anestesia
Una pija en la selva 13
Durante la hora que duró aquella lucha encarnizada por la vida de aquella niña, con los
mínimos recursos posibles los tres trabajaron sin descanso, Luisita conforme fue
relajándose se iba encontrando más segura de lo que hacía, aunque no podía evitar que
aquella mujer la pusiera nerviosa tan solo con la mirada, y muchas veces sin mirarla,
con su voz. Marce había estado allí informándole de todo cuanto necesitaba saber sobre
los pocos instrumentos que habían. Al llegar al final de la operación, Amelia le dijo
A: Termina tú, voy a hablar con ese hijo de puta (susurró entre dientes)
M: ¿Has cosido antes?
L: Sí, estuve una semana en el hospital Provincial, la verdad que fue todo tan rápido
que no sé casi ni como he llegado
M: Ya... nos falta personal
L: No me extraña (comentó mientras cosía) De todos modos creo que lo que vaya
aprender aquí, no me lo habrían enseñado en Madrid con todas las comodidades
M: Me gusta, sí señora... creo que tienes carácter... espero que nos dures ¿eh? (le
sonrió)
L: ¿Por qué se fueron las demás?
M: Una porque echaba mucho de menos a su novio, las otras tres por Amelia
L: ¡Ah bueno si es por eso las comprendo! (dijo sonriendo)
M: No Luisita... no lo comprendes te lo aseguro (la miró fijamente) No te acostumbres
pero... enhorabuena por tu trabajo
L: Gracias (sonrió ampliamente)
Una vez terminó de coser, entre ella y Marce llevaron a la niña a la cama, entonces
apareció Amelia con gesto serio, Luisita la estaba tapando con una mirada repleta de
pena, al darse cuenta que estaba acompañada por ella, sin saber porque su cuerpo se
tensó. Suspiró y le dijo
A: Doce... tiene doce años (no pudo evitar en su voz la rabia, y en sus ojos una sombra
que la transformaba en otra persona, era algo que seguía superándola sin remedio) Ve a
descansar me quedo con ella
L: Sí
No tuvieron más palabras, Luisita se salió sintiendo una pena clavada en su corazón,
aquella niña, porque realmente era una niña, había sido marcada para el resto de sus
días, supuso que como Lula debía haber sido una violación, al salir le dio un golpe de
aire fresco, sus mejillas lo agradecieron, su pelo revuelto por las prisas, por las carreras,
se remolinaron sobre su cabeza, sus ojos entrecerrados por la fuerza de la luz del sol, le
hicieron suspirar. Al girar su cabeza hacia la izquierda, vio como Lula miraba por la
ventana con sus ojos cristalinos, se acercó hasta ella sin decirle nada, apoyó su mano
sobre el hombro de la chica y ambas se quedaron un buen rato allí mirando aquel cuerpo
que a veces se movía retorciéndose de dolor. Y que a veces parecía abandonado, inerte,
alejado de la vida
Al marcharse de allí, se cruzó con Benigna que traía una taza de caldo, al verla una
calma le llenó la desidia que vivía en su interior. La mujer le sonrió a duras penas
porque a ella, como a todos, aquellos casos siempre conseguían provocarles indignación
y rabia
B: ¿Cómo sigue?
L: Está despertando un poco... con dolores imagino hay tan poco...
B: Anda quítate la ropa y te la lavaré
L: No hace falta, ya lo hago yo (sonrió agradecida) Lula está allí
B: Siempre... es como si su presencia pudiera llevarse los malos espíritus, como si ella
los acogiera, no sé... bueno... voy a llevarle el caldito que he podido sacar de estraperlo,
le irá bien
L: ¿Y su familia?
B: No tiene familia, ése era el dueño, pero cuando vio salir a Amelia, pies para que te
quiero
L: Joder (susurró apenada) Voy a cambiarme
B: ¿Qué tal tu primer contacto?
L: Gracias a Marce bien... es todo tan diferente
B: Te acostumbraras
L: Eso espero. ¡Ah Benigna!, me gustaría darme una ducha, ¿dónde está?
B: Sí, espera que le deje esto a Amelia y te acompaño
Se había quedado en medio de aquel poblado, sus ojos con ansia devoraban centímetro a
centímetro el que iba a ser su nuevo hogar no sabía por cuanto tiempo, entonces vio tres
niños jugando con algo parecido a una pelota desgastada, en un lado de la cabaña
reconoció al hombre que le ayudó a Benigna con las maletas, Zulu recordaba su nombre
le sonrió, el hombre era alto y corpulento, a su lado una mujer se imaginó que sería su
esposa, ambos le devolvieron la sonrisa con sus perfectos dientes blancos, sus ojos
fueron siguiendo el curso de aquellas cabañas, justo al lado de ellos, una señora mayor
con un perro en sus pies, por su manera de actuar no debía de ver, pero de pronto la
puerta se abrió y salieron cuatro niños corriendo riendo, gritando, y ella sonrió
ampliamente, a Luisita aquel gesto el pareció hermoso, tierno, el perro salió tras los
Una pija en la selva 15
niños pero tras unos pasos se detuvo, miró a la mujer y volvió con ella, poniéndose
nuevamente a sus pies. Los niños junto a los otros tres se enfrascaron en sus juegos y
sus gritos en cantos que no entendía pero estaban repletos de musicalidad. También vio
en una de las esquinas un pozo que supuso servía agua para todos, un poco más a la
derecha casi en el gran portón había otra cabaña más pequeña, de allí salió un joven con
muletas le faltaba media pierna, su gesto se entristeció
La cabaña de Benigna era prácticamente igual a la suya, tan solo había una diferencia y
era un vieja mecedora donde debía hacer punto, o en algún momento lo hizo porque
estaban las agujas, pero no había lana, también se diferenciaba en las plantas, tenía toda
la entrada de la cabaña repleta de ellas, algunas con flores de variados colores, otras
simplemente con hojas verdes, bien cuidadas, bien alimentadas. Salieron seguidas por
Ramón que una vez fuera se quedó sentado mirando al otro perro que hacia cuatro de él,
se miraron moviéndose el rabo y después al ver que Benigna se marchaba siguió a su
ama con su rabo bien tieso y andar algo chulesco. Luisita entró en la casa y cogió otro
pantalón y otra camiseta, la sangre de aquella niña, había ensuciado ambas prendas
L: Ya está
B: Bien (salió y entre su cabaña y la de Amelia había un pequeño pasillo, al final una
puerta de madera, y tras ella Luisita abrió sus ojos atónita, otra puerta con un grifo a
modo de ducha colgado del techo de madera) Aquí es. Estas es la tuya y la de Amelia
L: ¿Tengo que compartir la ducha con ella?
B: Pues sí, siempre ha sido así
L: A ver Benigna, lo voy a preguntar ahora que estamos solas, ¿no hay agua caliente,
verdad? (preguntó poniendo gesto simpático)
Una pija en la selva 16
B: No, ahora aún hace bueno para ducharse así, después si viene algo de fresco que aún
no es el tiempo nos calentamos el agua (le contestó con una sonrisa delicada)
L: Joder (susurró un poco decepcionada)
B: Venga dúchate y luego hablamos que creo lo necesitas... ¿muchas sorpresas para el
primer día, verdad? (le acarició con dulzura el brazo)
L: Sí, la verdad que sí (sonrió con algo de tristeza y malestar) ¿Seguro que aquí no entra
nadie?
B: Seguro, tranquila. Venga te dejo que te duches con tranquilidad, y si quieres,
descansar un rato te hará bien
L: Gracias Benigna (la mujer se fue y ella se quitó la ropa con cuidado, la echó a un
lado como señal por si alguien se atrevía a llegar hasta allí, y una vez dentro murmuró
con terror) ¿Dónde me he metido joder?...
Mientras Benigna se cruzaba con Amelia, llevaba gesto taciturno, la mujer la detuvo
preocupada
En la ducha sin poder evitar el escalofrío por la temperatura del agua se encontraba una
Luisita que le daba vueltas a su situación, cuando le contara a Benigna los motivos por
los cuales no quiso ni siquiera informarse de donde le habían destinado, quizá la mujer
lo entendería pero estaba segura que aquella doctora iba a centrar sus burlas en ella, era
algo prepotente, muy buena en su trabajo de eso no le cabía la menor duda, pero su
forma de ser no le gustaba lo más mínimo, no tardó en echarle en cara que podía haber
buscado por Internet. Suspiró tratando relajarse, al menos podía contar con Benigna, la
sentía muy cercana y eran sus primeras horas allí, no debía perder el control ni la
sensatez, se agachó para enjabonarse los pies mientras había cerrado aquel invento que
habían hecho de manera que el agua salía como si de verdad se tratara de una ducha,
con algo parecido a una regadera
A: Lo siento, lo siento (se apresuró a decir con falsa sorpresa) No te había visto
L: Joder (susurró cerrando la puerta de golpe porque Amelia le tenía abierta
contemplando su desnudez con descaro)
A: De verdad es que como eres tan bajita no se te ve la cabeza (Luisita no contestó,
Amelia sonrió) ¿Te falta mucho?
Una pija en la selva 17
A: ¿Ya sabes si tiene marido?... aunque bueno... eso que más da...
B: Amelia... Amelia... (le decía moviendo la cabeza)
A: Benigna... Benigna... infórmame ¿eh?
B: ¡No sé que voy a hacer contigo!, de verdad, sólo espero que un día te enamores hasta
las trancas y te des cuenta que no se puede ser así de frívola (le decía mientras Amelia
se había metido en la ducha)
A: ¿Benigna tú me ves a mí capaz de enamorarme?, además, mi frivolidad nada más es
caritativa (le dijo asomando su cabeza)
B: Un día... te darás cuenta que no merece la pena
A: Pero mientras llega ese día... ¡cuenta lo bien que me lo paso! (dio una carcajada)
Venga ve corre, pregúntale... que sin ropa no está del todo mal
B: ¡Ay Amelia! (protestó enfadada ante la sonrisa de una Amelia que dejaba caer el
agua por su cuerpo)
Por su parte Luisita se había vestido, nuevamente un conjunto tapioca, y es que, había
pensado que era lo que mejor le podría ir para aquel lugar, pero claro, no midió del todo
lo que allí se iba a encontrar. Dos golpes y la voz de Benigna la sacaron de su
ensimismamiento con la ropa
Al quedarse sola suspiró, aquella Amelia tenía algo que no le gustaba pero al mismo
tiempo le atraía, la oyó pasar por la puerta mientras silbaba y se quedo inmóvil,
entonces se abrió sin permiso alguno
A: Hola
L: Vaya tampoco sabes llamar antes de entrar a la puerta, pero que puedo esperar de ti
A: Solo he venido a disculparme por el susto (llevaba la toalla liada en el cuerpo y el
pelo mojado sobre los hombros, tal y como con anterioridad lo hacía Luisita)
L: ¿Y ya está?
A: ¿Algo más? (la miró enarcando una ceja de manera provocativa)
L: Creo que me has llamado bajita
A: Chica ¿qué quieres?, mentir no he mentido (le contestó con una sonrisa de lado y
mirada provocativa)
L: Ya (“joder menuda sonrisa tiene... sino fuera que es una mujer diría que me está
provocando”) Te importa irte, es que quiero descansar
A: No claro, no me importa, ¿quieres ayuda? (la miró con los ojos repletos de una
mirada lasciva)
L: ¿Ayuda, para qué? (la miró sin entenderla muy bien, seguía parada en medio de la
cabaña mirándola con dudas)
A: No sé... puedo cantarte una nana o darte un masaje o... (se acercaba a ella)
L: Mira... no me gustan que me vacilen
A: Que poco sentido del humor tienes (le dijo negando con la cabeza con una sonrisa en
sus labios)
L: Es que lo tuyo no es humor, lo tuyo es... como decirte... ¿estupidez?
A: ¡Ay pija... pija...!, no sabes lo que te pierdes (le dijo dándose media vuelta y
marchándose)
L: Joder la puerta no tiene cerradura... (susurró al tratar de cerrarse, entonces con la
mano en la frente exclamó) ¡Menuda tía!
Había podido más que conciliar el sueño caer totalmente desmayada llevaba cerca de
veinte horas sin dormir, cuando abrió sus ojos, un nuevo grito salió de su garganta, pero
esta vez, también de la garganta de Lula que estaba agachada con intención de
despertarla
A: ¿Qué pasa? (preguntó asustada llegando hasta allí pues pasaba por la puerta)
L: Lo siento Lula... es que... no sabía donde estaba (decía apurada)
A: Anda Lula, deja a la señorita bien es una gritona
L: ¿Por qué no te vas un poco a la mierda? (le dijo de golpe ante la mirada algo atónita
de la muchacha)
A: Porque además de que he venido rauda y veloz a salvarte de algún contratiempo, yo
solo iré a la mierda cuando me acompañes tú. Lula vamos
L: Joder... ¡te has pasado Luisita!, pero es que... me pone de los nervios
Amelia salió con gesto sonriente, llevando a Lula por los hombros, caminaban hacia el
comedor donde les esperaba mami Benigna cuando le dijo con su voz repleta de burla
A: ¿Has visto Lula es maravillosa, eh? (la chica la miró con gesto serio) Yo le doy una
semana todo lo más para que nos abandone
B: Ese grito (apareció en la puerta esperando que pasaba)
A: Sí Benigna, sí, de la pija, que es lo más gritona que hemos tenido por aquí
Una pija en la selva 19
B: ¿Y esta vez por qué fue? (preguntaba atónita mientras se secaba las manos con el
trapo
A: Por Lula
B: Lula cariño (le besó la frente) Tengamos paciencia solo lleva unas horas
A: ¿Y cuántos gritos?
B: No seas mala (le dijo ante la media sonrisa de Lula)
A: Si es que tengo más razón que una santa ¿verdad Lula? (la chica asintió)
Abeza: Amelia... Amelia...
A: ¡Pero miren a quién tenemos aquí!, al campeón de campeones (aupaba al pequeño en
brazos ante su sonrisa y tras él, llegaban sus dos hermanos dando voces
L: Buenas noches (entró algo apurada Luisita)
Abeza: ¿Ella? (la señaló)
A: Se llama Luisita, alías “la gritona”
L: Muy graciosa (le puso gesto de tonta)
A: O la Pija... anda que una pija en la Selva ¡manda eh! (la miraba sonriente con gesto
vacilón
B: Amelia (le llamó la atención tratando de aparentar seriedad, pero una pequeña
sonrisa al girarse la delató
A: ¿A ver qué pasa que hay revolución en el comedor? (les preguntó a los niños que
trataban de subirse a sus brazos y ella los acogía como podía pero con una sonrisa
amplia y fresca, muy diferente a la que tenía molesta a Luisita
Abeza: Yo Abeza
L: Encantada Abeza (le dijo al ver que el niño le sonreía)
Abeza: Hermano mío, dice que yo soy feo
A: Limao, ven aquí (le dijo al niño que sonreía ocultando la falta de dos de sus dientes)
No puedes decir eso a este niño que es tan hermoso como tú
B: Eso es cierto, eres un cascarrabias (le dijo sonriendo)
L: Lo ha debido aprender de ella. ¿Te ayudo Benigna?
A: Oye pija... no te pases (enarcó una ceja mientras Luisita sonreía)
Limao: Pija (y todos hasta Luisita sonrieron por la forma de decirlo)
M: Buenas noches a todas... se me llena la casa de mujeres ¡menos mal que tengo aquí a
mis niños! (todos fueron a saludarlo) ¿Qué pasa hoy no hay saludo para mfumu ya ziku?
B: Este Marce ahí donde lo ves tan serio, en el fondo, es un blando (le susurró bajito
previo codazo)
A: Si te oye... acaba contigo (le dijo tan cerca de la espalda de Luisita que le dio un
susto) ¿Tú eres muy asustadiza, no?
L: Saco esto Benigna (no le contestó pero no pudo dejar de sentir un escalofrío)
A: ¿Te ayudo? (se puso delante suya impidiéndole continuar)
B: Anda saca esto tú... (cuando Luisita se marchó le dijo con firmeza) No te pases
A: Me encanta Benigna... si en el fondo sé que a ella también, recuerda (entonces volvía
Luisita de fuera cuando dijo Amelia) Ya sabes... soy irresistible
L: E insoportable (le sonrió graciosamente pasando por su lado)
B: Eso ha estado bien (dijo acompañando el comentario con una carcajada) Me parece
que nos vamos a divertir y mucho
Ante el gesto de sorpresa de Amelia, Luisita elevó sus cejas en señal de venganza,
después durante la cena estuvieron hablando de anécdotas vividas allí en aquel lugar, de
los miedos, de las situaciones de riesgo, de las buenas operaciones, de los niños
salvados, de los perdidos a mitad camino, Luisita les escuchaba atentamente, cuando
hablaba de su trabajo Amelia era totalmente diferente, así como Marce se les encendía
Una pija en la selva 20
en los ojos, un brillo especial, el brillo que ella entendió como lo que tanto había
pensado hacer todo cuanto se podía humanamente por otra persona. De igual manera lo
hacía Benigna, expectante ante los gestos de Luisita, parecía que la chica se iba
acomodando con la pareja, aunque seguía astillada con la doctora, porque las miradas
entre ambas no eran cómplices ni mucho menos. Al finalizar la cena y la charla, Marce
se retiró a ver a la chica, también lo hizo Amelia y se quedaron, solas Benigna y Luisita
L: La verdad que nunca lo había probado así, está muy rico (sonrió un poco más
relajada) ¿Y qué pasó después?
B: Nada mi padre murió por la malaria, y yo me quedé, no estudié medicina porque yo
todo era práctico tenía más experiencia que muchos que llegaban dándoselas de médicos
y enfermeras, así que me quedé ayudando al nuevo médico que vino a sustituir a mi
padre, era un francés muy guapo (sonrió) Fue mi pareja hasta que se lo comió un
cocodrilo
L: ¿Un cocodrilo?, pensaba que eso nada más ocurría en las películas (le dijo
boquiabierta)
B: Pues no, mira si algo tiene África es esta mezcla de sensaciones de ambientes, de
selva, desierto, ríos abundantes, sequía quebradiza, aquí cerca tenemos un río que se
llama Likouala, uno de los afluyentes del Río Congo, el segundo río más grande de
África 4200 kilómetros, pues bien, este río cerca de aquí a unos cinco minutos nos
regala una especie de piscina, y un poco más arriba una preciosa cascada
L: ¿Una cascada? (era lo único que reconocía había mirado, cascadas eran su pasión
oculta)
B: Sí, es un lugar que te enamora por mucho peligro que sepas que corres
L: Ya... yo confieso que ni siquiera mire en Internet nada del Congo, ni en los papeles
que me dieron para saber donde venía
B: ¿Y eso? (la miró con atención mientras Amelia se acercaba algo más a la puerta para
escuchar
L: Bueno... estaba muy cabreada con mi vida y quise cambiarla de golpe, yo soy así soy
extremista, mi madre dice que no tengo un punto medio, que voy de extremo a extremo
sin remedio
B: Pues sí que tiene razón porque venir aquí... por estar cabreada con la vida (le dijo a
modo de sorpresa ladeando la cabeza)
L: Ya... bueno Benigna, me voy a descansar... gracias por el coco y por la charla, te lo
agradezco de verdad
B: Nada y cuando quieras hablar ya sabes donde me puedes encontrar, ahora me voy
con la pequeña
L: Iba a verla yo... (se levantó acompañada por Benigna)
B: Nada tranquila... ya me encargo yo
L: ¿Y cuándo duermes?
B: Hace muchos años que no duermo más de tres horas (le dijo acompañándola hasta
fuera) Marce dice que no soy una persona normal (sonrió por lo bajo) Pero estos ojos y
esta mente ha visto tanto, que cuando descanso es una tortura... así que a descansar
guapa
L: Yo estoy muerta, la tensión creo que está pudiendo conmigo
B: Venga acuéstate...
L: Gracias Benigna
Con paso tranquilo y percibiendo la otra cara de aquel lugar que era cuando caía la
noche, cuando la luna se apoderaba del cielo estrellado, cuando los sonidos guturales de
los animales llenaban el silencio, iba hacia su cabaña pero se detuvo, el fresco le hizo
estremecerse, era su primera noche lejos de todo, lejos de su cama, de su seguridad, de
una seguridad física que allí no tenía, pero que sin embargo, con unas horas había
encontrado alguien que le hacía más caso y se preocupaba más de ella que lo había
hecho su propia madre. Suspiró, el miedo que había sufrido y seguía sufriendo empezó
a ser distinto, allí necesitaban manos que entregaran un trabajo sin dudas y ella tenía
demasiadas no se iba a engañar, cuando subió al avión pensó que podría enfrentarse a lo
Una pija en la selva 22
que fuera necesario, tenía el valor suficiente como para olvidar su vida y centrarse en lo
que siempre soñó, ayudar a los demás. Se apoyó en la barandilla de madera mientras
recordaba las palabras de Benigna, la mujer lo había hecho siempre durante toda su
vida, no veía razón por la que no podría superarlo ella. Sin saberlo, estaba siendo
observada cada movimiento, cada expresión en su rostro, cada gesto, estaban estudiando
su cuerpo
Por su parte, Luisita entró a su habitación encendiendo una pobre luz de una solitaria
bombilla, tragó saliva andando con cuidado mirando suelo, techo y todo el espacio que
formaba su cuarto. Abrió la cama cogiendo la punta de la sábana, tiró de ella con fuerza,
no había nada, hizo lo mismo con los almohadones, nada, todo correcto, encendió dos
velas y se ayudó de su luz para mirar por el suelo, se arrodilló y con el corazón en un
puño miró bajo la cama, nada, miró tras la cama en la pared y todo parecía correcto, el
techo y no había nada, se dirigió hasta el lavabo, allí no había luz pero necesitaba orinar,
Una pija en la selva 23
el coco le había dado unas ganas terribles, se imagino en la oscuridad aquellos bichos
asquerosos, negros y peludos, y sentía que le iba a dar un ataque de ansiedad, cogió las
dos velas con las dos manos, primero miró por todos los rincones, parecía que tampoco
había nada, de su frente caían gotas de sudor, estaba aterrada, no podía soportarlo
aquellos bichos le daban pavor, al día siguiente se marcharía si veía una sola araña se
marcharía, dejó una vela sobre el suelo y la otra buscó un lugar para dejarla y poder
bajarse las bragas de Calven Klein, al dejar la vela en el suelo ésta se apagó
L: Joder... no... joder... no me puede pasar esto a mí... a ver tranquilízate, tranquilízate,
no tienes nada que temer... ¿y si me pica?, joder con el asco que me dan (decía apunto
de llorar, cuando dejó la otra vela se apagó quedándose a oscuras, su mente le lanzaba la
imagen de arañas paseando por su lavabo, bajó las bragas, ni se sentó, orinó a toda prisa
y se subió las bragas, al ir a coger la vela rozó algo con su mano y gritó) ¡Me ha picado!
A: ¿Qué te pasa? (entró Amelia que estaba fuera)
L: Hay algo ahí (se puso tras ella a punto de llorar cogiéndola del brazo) Me ha rozado
la mano
A: ¿Adónde? (le preguntó haciéndose la valiente)
L: En el lavabo
A: A ver (sacó una linterna de su bolsillo lateral del pantalón caqui que llevaba y
enfocó)
L: ¿Lo ves?
A: Sí (sonrió)
L: ¿Qué es? (se había puesto la mano sobre el pecho) Es una araña ¿no?
M: ¿Qué ha pasado? (preguntó Marce a quien el grito le había despertado)
L: Hay algo... hay algo (decía nerviosa con el ceño fruncido)
A: Lo que hay es... tu pantalón de marca, como no sea el cocodrilo que llevas lo que te
haya picado (le dijo jocosamente)
M: Bueno... venga... a dormir (bostezó marchándose)
A: Si tienes miedo, antes de gritar ven a mi cama o a Benigna, pero no grites no vaya a
ser como el cuento de caperucita
L: No tiene gracia
A: Cuidado con los cocodrilos de tu ropa, que descanses (se marchó riéndose)
L: Asquerosa es la tía... mira me voy a meter en la cama... y cerrare los ojos... será...
será... ¡gilipollas!, vamos Luisita que todo era mentira... va... acuéstate y a dormir
Así lo hizo, se metió en la cama, pasó las cortinas del dosel, y se acurrucó con la luz
encendida, no se movía de allí, sus ojos se negaban a cerrarse observaban todo como
esperando que apareciera a su lado aquel bicho que tan bien había descrito Amelia, y así
sus nervios seguían disparados
Por su parte, en la cama Amelia se desperezaba, el camión estaría por llegar y con él, su
joya más preciada, se levantó se lavó la cara, se miró al espejo, sonrió, estaba estupenda.
Y pensó en Luisita, en su cara de miedo, en su búsqueda para refugiarse y le hizo gracia.
Se asomó a la ventana y la vio cruzando el pueblo yendo hacia el hospital. Aquella
mujer tenía algo que le gustaba, que le apetecía probar, sin duda, sería su próxima
conquista. Y sonrió ampliamente
Luisita por su parte, estuvo durante un buen rato observando aquella pequeña chica que
parecía calmada, aún no le había podido ver los ojos pero, estaba casi segura que serían
como los de Lula, repletos de miedo. Suspiró con fuerza, miró a su alrededor y haciendo
una mueca de lástima salió a reunirse con Benigna en el comedor. Allí quien estaba para
su sorpresa era una Amelia, que sin duda se mostraba radiante mientras comía una fruta
que no adivinó saber que era
Con el monumental enfado que había cogido, Luisita se fue hasta su cabaña, miró todo
y vio que allí no había ni un solo bicho, ni una mosca, y se mostró realmente molesta
con aquella mujer, que la noche anterior se había comportado de aquella manera tan
extraña. Provocativa y hasta diría ligona. Fue entonces cuando oyó unas risas justo al
lado, se asomó con cuidado a la ventana y vio como Amelia pasaba acompañada por
una mujer, cogidas de la mano. Se sorprendió, y decidió seguirlas, habían dejado la
puerta abierta y podía verlas
Era tal el desenfreno que llevaban que no cerraron la puerta de la ducha, estaba apoyada
la chica morena de pelo largo sobre la pared y Amelia sobre ella casi empotrándola
contra aquel lugar
En ese momento Luisita salió corriendo de allí pero al ir a subir no vio el escalón y se
cayó de bruces sobre el suelo, tras ella apareció una enfadada Amelia que la miró con
asombro. Luisita en el suelo trataba de buscar una explicación convincente. Tras Amelia
salió Luisita y allí estaba ella en el suelo quejándose de su rodilla y aquellas dos
mujeres mirándola, Amelia puesta en jarras, Claudia mirándola con asombro
L: Au... joder...
A: Vaya... parece que te has dado un buen mamporro (le dijo yéndose del lugar)
Claudia: Hola... ¿tú debes ser la nueva?
L: Sí, me llamo Luisita (Claudia la ayudó a levantarse) Gracias
Claudia: Te has hecho sangre en la rodilla (le dijo al ver manchado su pantalón)
L: No es nada con un poco de agua se va
Claudia: Vale (le respondió mirando hacia donde Amelia se había perdido) Me llamo
Claudia soy la psicóloga de apoyo del grupo
L: Encantada (le dio la mano nuevamente)
Claudia: Bueno.. si no necesitas nada voy a ver a Marce
L: Gracias (se giró mirando como se iba cabizbaja, ahora ya no tenía dudas) La tía
estaba ligando conmigo... ¡pero qué fuerte!
Antes de reunirse con los demás, Luisita se había apresurado a desinfectase la herida
con agua, se retiró la sangre aún con gestos de dolor y pensó que una vez estuviera sola
en la enfermería se curaría con más calma. Pero mientras hacía todo aquello, se repetía
una y otra vez lo mismo, Amelia era lesbiana, ahora sabía porque Marce le había
advertido, su pulso se había acelerado al verla actuar con aquella mujer, tan posesiva,
tan encelada, tan ardiente, trataba de apartar de su cabeza aquella imagen pero no podía
le había llamado la atención de manera brutal
Una pija en la selva 26
Algo había cambiado en Luisita, ahora la miraba a los ojos fijamente y a Amelia le
hacía sentirse desnuda, no sabía muy bien porque, extrañada la siguió hasta el comedor
mientras pensaba al verla hablar con Claudia demasiado animadamente
A: (“Tiene un culito bien mono... la verdad que no es tan espectacular como Claudia
pero... ¡ay que parón me ha metido la tía!, y ahora tendré que solucionarlo... ¿le
gustará ayudarme a Luisita?” entonces sin saber porque dio una carcajada)
M: ¿Qué te hace tanta gracia? (le preguntó al escucharla)
A: Nada... cosas mías
En el comedor se encontraba ya Benigna con los preparativos de esa comida que había
estado preparando mientras ellos hablaban en el hospital y repasaban el estado de los
dos únicos pacientes que tenían, los hombres hablaban con ellos, las mujeres esperaban,
Luisita no quitaba la vista a las otras dos, pilló a Amelia dándole un pellizco en el culo a
Claudia quien le dedicó una mirada asesina, Amelia como no podía ser de otra manera
sonrió pícaramente. Aquello le daba a entender que sus pensamientos sobre ella eran
demasiado benévolos, aquella mujer era no solo borde, ni insolente, además era una
salida que no cesaba de poner en apuros a la pobre morena que finalmente se separó de
ella. Al llegar al comedor se encontraron con Lula poniendo unos platos de cacahuetes,
y también otro con Mandioca
Claudia: ¿Cómo estás Lula? (le dio un beso, la chica asintió) Me alegro de verte. Voy a
saludar a Benigna (les dijo al resto que se sentaban) Benigna... ¿cómo estás?
B: ¿Qué tal Claudia?
Una pija en la selva 27
Fuera en la mesa, Claudia se mostraba enfadada y muy seria, cuando Amelia se agachó
para dejar el plato de verdura que había preparado Benigna, le vio la señal del mordisco
en su cuello, su mirada asesina y la sonrisa de perdón de Amelia fue captada por una
Luisita que entonces supuso que aquel mordisco no había sido dado por Claudia
B: Aquí está listo, como no tenéis mucho tiempo he preparado un poco de Moambe
M: Dios gracias por poner en nuestras vidas a mami Benigna (decía abriendo los brazos
y mirando al techo mientras todos sonreían)
B: Payaso. Mira Luisita esto es pollo con aceite de palmera, esta vez lo he acompañado
de espinacas que se hacen antes, otra vez lo haremos con arroz
L: Tiene muy buena pinta (sonreía bajo la atenta mirada de Amelia)
Claudia: Está exquisito Luisita, toma ponte (le dio amablemente el plato con una
sonrisa)
L: Muchas gracias... ¿tú no te quedas aquí? (le preguntó sonriendo también mientras
Benigna se ponía trozos en el plato)
Claudia: No
L: Que lástima... (Amelia le clavó sus ojos como dos puñales)
M: ¿Por qué? (preguntó algo extrañado Marce)
L: Porque es muy amable y da gusto poder hablar con ella (le dijo sonriente)
B: Estoy esperando que los chicos lleguen con algo de carne... ¿ha salido bueno el
pollo?
Todos asintieron, para evitar que la boca de Amelia que se había quedado entreabierta
pudiera decir algo, y empezaron a hablar de cómo estaban las cosas por los alrededores
y en la capital. Todos menos Amelia que miraba a Luisita de manera dura, sin duda no
era como las demás, le había dado dos veces fuerte. Cuando terminaron Marce y
Quintero salieron a sentarse en dos butacas bebiendo un poco de zumo de manzana que
Una pija en la selva 28
A: No me retes...
L: Yo también sé jugar
A: Las reglas del juego las pongo yo
L: ¿Por qué?, porque nadie te hace frente, porque todas caen rendidas a tus pies... por
eso te crees irresistible... no me hagas reír
A: No me retes Luisita (le susurró arrastrando las palabras herida en su orgullo)
L: No te reto, tan solo te pido que me respetes, si quieres que yo te respete a ti, sino, te
aseguro que yo también sé jugar a tu juego
A: ¿De verdad sabes jugar a mi juego? (la miró directamente a los labios) Lo dudo
L: A ese juego que tu pretendes no, ni me interesa te lo aseguro, pero al otro, sí
Se soltó del brazo y se fue dejando a Amelia confundida allí, se mordió el labio inferior
en actitud pensativa, en el momento en que se iba a girar Claudia estaba tras ella con
aquellos ojos penetrantes clavándose en sus ojos
A: Hola cariño
Claudia: Vete a la mierda Amelia...
A: ¿Pero...?, joder... menudas dos...
Amelia se quedó allí mirándola con gesto gélido, mientras veía como Benigna y tras ella
Luisita se acercaban a la chica para despedirse de ella con un abrazo por parte de
aquella mujer maravillosa de la que recibiría seguro una buena regañina al quedarse a
solas, y como le daba dos besos con una sonrisa arrebatadoramente encantadora Luisita
Una vez se despidieron todos, Luisita le dijo a Marce que iba a curar a la niña y al
chico, y también iba a organizar el hospital con los nuevos medicamentos que habían
traído. Marce le dio permiso para hacerlo y cuando vio que Amelia se marchaba hacia
su cabaña la llamo
Luisita entró en aquel hospital de campaña donde Lula estaba limpiando con
desinfectante que habían traído aquella caravana de salvamento como la llamaba
Benigna de arriba a bajo todo, el lugar. La miró con una sonrisa de oreja a oreja, la
chica no sonrió con los labios, pero sí con aquellos ojos tan grandes y expresivos.
Después se acercó a la otra pequeña que ya no dormía, se sentó a su lado acariciando su
mano, pero ésta la retiró
Le entregó otra de sus sonrisas, Luisita no era consciente del poder que tenía aquel
gesto, ya no solo para Amelia, también para el resto, era una sonrisa repleta de dulzura,
tanta que dejaba embobados a los demás, era un gesto de ternura el que se dibujaba en
su rostro que daba luz a la oscuridad, y calma al desespero. Su abuela le decía que debía
ser misionera, quizás aquella mujer pequeña como ella multimillonaria en el banco pero
pobre en sentimientos recibidos, le inculcó lo que ella no pudo ser, siempre hablaba de
África, de aquella pobre gente que no tenía nada pero a su modo siempre sonreían,
Una pija en la selva 30
siempre bailaban, siempre con lo poco que tenían se mostraban felices, y ella, con todo
cuanto quisiera poseer siempre estaba triste. Le faltaba la chispa de la vida, y esa chispa
fue la que siempre le inculcó a la pequeña Luisita, en ese hospital mientras ordenaba
todo perfectamente alineado porque era una perfeccionista exagerada, pensaba en ella,
debía sentirse orgullosa en el cielo del paso que había dado, no era misionera pero
pensaba que era algo mejor, enfermera para ayudar y salvar todas las vidas que pudiera,
un suspiro profundo le hizo notar como su alocado corazón iba aminorando su paso, iba
encontrando algo de calma a sus dudas, iba mostrándose más sereno porque estaba
empezando a sentirse útil, mientras hablaron Marce y Quintero de las nuevas misiones,
sobre todo vacunaciones y atención a los necesitados de dos de las zonas más pobres de
Likouala sintió que ese era su lugar, que le dolía menos la ausencia de Madrid, la
ausencia de los suyos, que ella era lo suficientemente fuerte como para llegar hasta allí y
luchar por lo que con tanta pasión había escuchado referirse a aquella gente que no
pensaba en otra cosa que no fuera salvar vidas. Entonces sonrió, la niña tosió y dejó las
cosas para acercarse a ella nuevamente
L: ¿Te duele algo? (la miraba seria le tocó la frente y se dio cuenta que tenía fiebre)
Lula por favor, llama a Amelia creo que tiene fiebre (la chica dejó aquella caña con un
trapo que hacia las funciones de mocho) Tranquila... joder como me gustaría poder
decírtelo en tu idioma... venga...
A: ¿Qué pasa? (apareció muy seria)
L: Creo que tiene fiebre
A: Sí (contrajo la barbilla) Voy a ver la herida. Sassou te banga, mwasi tangona nsomo
¿talo?
Sassou: Talo
A: Vale
L: ¿Qué le has dicho? (la miró con el ceño fruncido)
A: Se llama Sassou, y le he dicho que no tenga miedo, talo, significa sí, lo demás el
resto (dijo con voz seca)
L: Ya
A: Mwasi mondele (le dijo a la pequeña sonriendo)
L: ¿Y eso?
A: Mujer blanca, les hace gracia llamarnos así
L: Mwasi mondele sí
A: Talo, si no, talo
L: Ah... vale... pues eso... talo (la chica sonrió y sin ellas darse cuenta Lula también)
A: Dame un gramo de paracetamol
L: Sí
A: Esto está perfecto... si es que tienes suerte que te haya operado yo Sassou... soy la
mejor (le sonrió ampliamente)
Sassou: Melesi
A: De nada guapa
L: ¿Le inyecto?
A: No... quizá por hipnosis le haga efecto... ¡pues claro! (le dijo mostrándose
nuevamente seca y borde)
L: Tranquilita ¿eh? (le dijo levantando una mano mientras la miraba con dureza
Sassou: Mwasi mondele talo ezali likama (la mujer blanca tiene peligro)
A: No lo sabes bien cariño... no lo sabes bien (le respondió dejando a Luisita allí)
L: ¿Qué le has dicho? (la chica sonrió ampliamente dejando ver que le faltaban tres
dientes blancos) Vale... vale... así que eres su aliada ¿eh?
Una pija en la selva 31
Las carcajadas de todas se oyeron fuera del hospital mientras Amelia lo abandonaba a
pasos agigantados y con un malestar monumental, ya no solo por lo que había pasado,
también por Claudia. Al llegar a su cabaña se encerró se apoyó sobre la puerta tras un
suspiro fuerte mientras se mordía el labio inferior. Anduvo un rato de un lado a otro,
para finalmente dejarse caer en la cama mirando el techo, pensando en lo mucho que
había cambiado y en lo poco que se reconocía
Una vez Luisita terminó de arreglarlo todo, dejó a Benigna que se había quedado
dormida en aquella mecedora hecha de caña de bambú, acompañando a la pequeña
Sassou que el efecto del pinchazo la había dejado igualmente dormida. Paseó un poco
por el poblado, el calor era sofocante, el gorro de explorador que se había puesto era su
salvación para la cabeza, pero su cuerpo transpiraba de manera continua. Resopló
acercándose hasta el pozo, sacó un poco de agua fresca y se la echó por el cuello.
Entonces recordó las palabras de Benigna, cerca había una cascada, le apetecía darse un
baño y no debía ser peligrosa cuando la mujer la había mencionado
En el hospital, Marce estaba observando perplejo todo cuanto Luisita había estado
arreglando. Se rascaba la barbilla mientras era observado por una sonriente Benigna
B: ¿Qué?
M: Joder... impresionante
B: Ya te lo he dicho, Luisita es buena... solo hace falta que vaya adaptándose a esto
M: Sí, sin duda lo es
Una pija en la selva 33
Mientras con cautela había empezado a buscar Luisita el sonido del agua, pronto dio
con el camino, y sonriente por su buena orientación llegó hasta aquel lago, no vio la
cascada pero, aquella visión era maravillosa, debía sacar la cámara de fotos de la maleta
y hacer miles a aquel lugar, era una visión única. Miró alrededor y no vio a nadie, se fue
desnudando con cuidado hasta probar el agua, era una delicia, entonces de un salto se
sumergió y al salir a la superficie, respiró feliz, estaba fresquita y le quitaba el calor que
había estado pasando, nadó sin alejarse mucho de la orilla sin percatarse que tras unas
cañas, dos ojos la observaban, mientras una lengua recorría unos labios ansiosos,
mientras un corazón latía y sin pensar salió del escondite haciendo un sonoro ruido
L: ¡Ahhhhhhhhhhhh!
Gritó ante la aparición de la persona que vio ante ella, su gesto fue absolutamente de
pánico...
Allí metida en el agua con sus ojos enrojecidos por la cólera, veía como la miraba una
divertida Amelia, se había cruzado de brazos sentándose en una roca justo al lado de su
ropa
A: Sí, me voy, porque no es agradable ver como un cocodrilo se come a una persona, al
menos, me hubiera gustado comerte a mí antes
L: Eres una... (no se lo pensó y comenzó a nadar a toda rapidez hacia la orilla) ¡Largo!
A: ¿Qué pasa te da vergüenza que te vea? (seguía manteniendo una sonrisa irónica
mientras en su mano sujetaba la camiseta de Luisita)
L: Eres lo peor...
A: Mira... ya tienes compañía (dijo señalando hacia dentro)
Luisita sin pensarlo salió corriendo mientras se tapaba como podía y Amelia se sentaba
muerta de risa de verla el apuro que estaba pasando ante su presencia. Luisita
mascullaba en su contra mientras se volvía de espaldas y se ponía la ropa, justo en el
momento en que veía atónita como se acercaba a la orilla un cocodrilo
L: ¡Ahhhhhhhhhhhhhhhhhhhhh!
A: Pobre animal lo has dejado sordo para los restos (decía riéndose) No sabe lo gritona
que nos ha salido la pija
L: Asquerosa, ¡dame la camiseta!
A: No, no (dio un chasquido a su lengua) Así no se me agradece haberte salvado la vida
L: No pienso agradecértelo, ¡dame la camiseta! (le dijo entre dientes bajando la voz con
sus manos puestas sobre las caderas con el pantalón puesto y sujetador)
A: Vamos... ven... y te la doy a cambio de...
L: ¡A cambio de nada! (llegó y se la arrebato con rabia diciéndole de carrerilla con voz
ofendida) Idiota... eres lo peor que he conocido en mucho tiempo
A: Gracias
L: O sea, nadie me dice que es peligroso venir aquí, seguro que es lo que estabas
esperando
A: O sea... (le imitó la voz)
L: Eres lo peor ¡joder! (le dijo poniéndose las botas ante la mirada divertida de Amelia)
A: ¿Y no piensas agradecerme lo que he hecho por ti?
L: No (le dijo enfadada)
A: Me debes una...
L: No te debo nada (le respondió con fuerza aunque en su interior respiraba aliviada
porque hubiera aparecido)
A: Creo que sí (le dijo sonriendo mientras se acercaba a ella)
L: Está bien... gracias (dijo sin mirarla a la cara)
A: No... no... (emitió dos sonidos guturales con gracia mientras se pasaba la lengua por
los labios) Me debes una, en África cuando salvas la vida de alguien es tu siervo durante
muuuuuuuuucho tiempo (le decía entrecerrando los ojos ante la mirada dura de Luisita)
Pero para que veas que yo no soy tan mala ni me aprovecho de la situación, tan solo te
pediré una cosa a cambio
L: Vas lista si crees que voy a hacer algo
A: Esta noche, antes de dormir, me darás un masaje en mi espalda... me muero por un
masaje (ponía gesto de suplica y gusto)
L: Ni loca (comenzó a andar con nervio)
A: Eh, no te vayas (le cogió del brazo pero Luisita se soltó con rabia) No me hagas
contar lo que has hecho, ¿quieres recibir una buena reprimenda de Marce?
L: No (suspiró cerrando los ojos)
A: Muy bien (asintió mientras contraía graciosamente su barbilla) Entonces... está
noche me darás un masaje con aceite de palmera, no te pido nada del otro mundo
L: Está bien (admitió suspirando con la rabia encendida en sus ojos)
Una pija en la selva 35
A: Trato hecho (le extendió la mano pero Luisita no le devolvió el saludo y se dispuso a
caminar con rapidez y gran malestar. Amelia se puso a un paso de ella mientras le
miraba el culo) Me encanta como andas, nunca he visto a nadie con ese andar tan...
tan...
L: ¡Quieres callarte ya! (se giró molesta mientras entraba por la parte del camino donde
había que ir apartando las ramas para pasar)
A: Nunca te han dicho que tienes un culito muy mono. ¡Ay!
En ese momento que acababa la frase, Luisita soltaba una de las ramas grandes que
impactaban de manera brutal en el rostro de Amelia que caía fulminada al suelo de
espaldas, Luisita se percató tras el grito y se acercó hasta ella
L: Amelia (le tocó con la punta de la bota) Si es una broma... no tiene gracia...
¿Amelia? (pero no contestaba, se acercó un poco pero no había reacción) Joder...
Amelia por favor... ¡ya está bien!, me voy... ahí te quedas
Comenzó a andar pero se detuvo, miró la rama y se percató que era demasiado grande,
con la rabia interior que llevaba ante lo que había tenido que vivir con la salvación de
Amelia de su vida de los cocodrilos, había dejado caer y sin duda le había dejado
inconsciente. Volvió sobre sus pasos, se arrodilló a su lado y vio como un lado de la
cara de Amelia estaba rojo
L: Joder... pedazo hostia te has llevado tía (entonces se acercó a ella y le pareció que no
respiraba, se subió a horcajadas sobre su cuerpo para hacerle el masaje cardíaco,
desabrochó dos botones de su camisa sin pensar en nada) No me hagas esto... Dios...
Se acercó más hasta ella para tratar de ver si efectivamente estaba en parada y cuando
fue a poner su mano sobre el cuello de Amelia, se acercó demasiado a su cara
A: No hace falta que me agredas con las ramas para hacerme esto... yo encantada me
dejo sola
Entonces se levantó sin previo aviso y pasó sus manos por la cintura de una Luisita
totalmente sorprendida a quien rozó sus labios con su boca, atrapando la boca de una
trastornada enfermera que tras un empujón y un gesto de ofuscación contra ella, trató de
darle una bofetada pero Amelia se movió lo justo para evitarla
A: ¡Eh... eh!
L: Te odio gilipollas (le espetó poniéndose en pie, mientras con el dorso de la mano se
limpiaba los labios)
A: No hagas eso, es una ofensa para mí... (entonces se puso en pie mientras se miraba la
blusa) Mira que desnudarme
L: ¡Vete a la mierda capulla!
A: Me encanta cuando te enfadas, se te pone una carita tan... tan...
sobre todos los que felices disfrutaban del momento de danza. Amelia se detuvo tras
ella y le dijo con un susurro
A: Es la danza del guerrero, se les ha dado bien la caza, es impresionante la primera vez
que la ves, piensas que van a terminar con todos nosotros, es su manera de soltar
adrenalina (entonces vio como Marce le hacia una señal) Marce nos llama, vamos
No tuvo fuerzas para contestarle, desde que había llegado una sucesión de hechos le
habían dejado sin reacción, desde ver un cocodrilo de tan cerca, a el roce en sus labios
por la boca de Amelia, pasando por haber aceptado un masaje en la espalda de aquella
mujer que tenía una habilidad única para enredarla, hasta ver aquel espectáculo de los
hombres danzado sobre la tierra, elevando el polvo al aire, emitiendo sonidos, voces que
envolvían los sentidos, que hechizaban al más prestao. Y solo pudo reaccionar, al llegar
al hospital y ver a un hombre con el hueso de la pierna totalmente al aire
Mientras ellos trabajaban aquella pierna destrozada por los colmillos de un puma, Lula
había salido al exterior, Benigna admitía que tenía algún don especial, siempre le dejaba
hacer sus cosas, cuando se retiraba a su cabaña jamás la molestaba, ni cuando veía como
Una pija en la selva 37
cubría la ventana, ni cuando una luz reluciente asomaba por bajo de la puerta. Sabía que
Ngouabi le había pedido que usara sus poderes, y estaba segura que más de una vez,
aquellas curas milagrosas que Marce no entendía, se debían sin duda a su ayuda extra
con los Dioses
Decidieron operar pero sin amputar, trabajaron sin descanso cuando se dieron cuenta
que los cantos habían cesado. Luisita ni siquiera se había percatado de aquello, ella
seguía dando instrumental, limpiando y manejando el gotero
A: Ya han parado
M: Sí, ahora queda rezar
L: ¿El qué? (preguntó sin entender)
M: Los hombres daban gracias por la caza, han traído bastante carne para no volver a
jugarse la vida en un mes, pero ahora, callan para rezar por él (señaló al muchacho que
tenían en la camilla)
A: El silencio es impresionante (susurró mientras con el ceño fruncido cosía los últimos
puntos)
M: Hemos hecho un buen trabajo
A: Sí, Namba descansará tranquila
L: ¿Es su hijo? (preguntó tratando de demostrar que quería involucrarse con todos)
A: Es su nieto (entonces la miró fijamente y le soltó) No das una ¿eh?
M: Bueno... de momento vamos a mantener un cuidado extremo con él, la verdad que si
sale adelante con esta pierna será otro milagro más de la Selva
L: ¿Crees en los milagros?
M: Aquí sí, y tú también creerás... ésta no porque es escéptica para todo (señaló con el
dedo a Amelia)
A: Muy gracioso (contestó un tanto herida en su orgullo)
L: Vaya... es bueno saberlo (sonrió de lado)
A: Sí... muy bueno (la desafío con una mirada febril que mareo a Luisita) Y ahora... os
encargáis vosotros yo tengo que preparar aceite de palmera
M: Cada día está peor
L: Aceite de palmera (musitó para si sabiendo cual era la finalidad)
B: ¿Qué tal?
M: Mejor de lo esperado
B: Lo imaginaba (susurró ante la mirada de Marce la mujer asintió)
M: En la cena Luisita, planearemos el día de mañana, por el momento vamos a
desinfectar todo y...
B: ¡Anda... anda!, dejarme eso a mí, a vosotros os espera un día duro mañana
En su cabaña, Amelia estaba preparando todo, no solía entrar nadie que no fueran sus
amantes, aquel rincón era místico para todos, que respetaban aquella mujer blanca con
carácter, que imponía respeto cuando alzaba la voz a los niños, y a los hombres. Sin
embargo en aquel cuadrado sacaba toda su armadura y se quedaba con la piel y el
corazón temblando, hacía cinco años pero para ella como cada día parecía que había
sido ayer, respiraba con fuerza soltaba el aire poco a poco y abría un cajón, en el una
fotografía de una mujer y un niño, la miraba, sus ojos se clavaban en ellos y conforme
miraba se iban enturbiando, odio cuando la miraba a ella, ternura cuando lo miraba a él.
Cerraba con desesperación el cajón se mordía el labio inferior y volvía a ser Amelia la
mujer blanca que había llegado a aquella Selva con el corazón roto, con el odio grabado
en su mirada y con la rabia inscrita en su corazón. Todo cambió, tanto, que a veces ella
Una pija en la selva 38
La cena de aquella noche sorprendió a una seria Luisita, había estado con Marce
reconociendo al nieto de aquella mujer que había sido llevada con inmenso cariño por la
enfermera hasta su cabecera de bambú. Al perro lo dejaron fuera, vigilando a que su
ama saliera para con su cabeza guiarla hasta su cabaña como hacía todos los días
M: Es un decir
A: Tendremos que advertir a la pija, ¿no crees?
L: La pija ya sabe donde va a ir (le contestó ofendida)
M: Chicas... chicas... haya paz que voy a cenar
A: Mañana no va a ser una excursión divertida
L: Imagino que aquí hay pocas cosas divertidas (la miró hostigada)
A: Porque no quieres divertirte, porque... poder puedes (le susurró comiéndosela con los
ojos)
L: Voy a ayudar a Benigna (le dijo tras cerrar los ojos)
A: Me encanta
M: Oye la chica vale ¿eh?
A: Más de lo que imaginas (le contestó sin apartar sus ojos de aquel culito que le volvía
loca)
Durante la cena, la presencia de Benigna aminoró un poco los dardos que una y otra se
dedicaban, Marce callado disfrutando de su cena, pasaba de ambas, hasta que terminó la
cena y le contó a Luisita lo que debía saber
Con la sonrisa de todos, dieron la discusión por zanjada, mientras bebían y volvían a
repasar horarios, ropa que llevar y sobre todo los nervios de Luisita de entrar por
primera vez en la Selva, el río y toda la adrenalina que conllevaba la aventura. El
primero en retirarse fue Marce, después Benigna se llevó los vasos hasta la cocina y
cuando Amelia se iba se agachó hasta la oreja de Luisita y le susurró con su voz sedosa
y repleta de sensualidad a una Luisita que no pudo evitar estremecerse
Salió a que le diera el aire, aquellas palabras de Amelia le habían mareado, reconocía
que tenía un poder enorme para atraer a la gente, sin duda, esas palabras se las debió
decir a más de una, pero ella, estaba segura que no conseguiría nada, bastante le
fastidiaba tener que entrar a su cabaña y darle ese masaje, suspiró
L: Cuanto antes lo haga, antes acabo... ósea... no solo le tengo que soportar que me bese
así, sino que también, tengo que aceptar su chantaje... ¡manda huevos!... eso me pasa
por torpe... si es que...
Una pija en la selva 40
Llegó a la cabaña de Amelia, miró hacia tras rezando para que nadie la viera, la verdad
que en la Selva el horario era diferente, la gente se quedaba hasta que desaparecía el sol,
después las luces débiles de las cabañas que duraban poco tiempo una vez se apagaban,
todo el poblado se quedaba en silencio, con los sonidos provenientes de la Selva. Cerró
los ojos y suspiró, la lagarta mayor estaba esperando seguramente con alguna trampa,
seguramente encelada para que cayera en sus garras, solo de pensarlo le daba mareo,
pero no sabía Amelia con quien se había topado, así decidida dispuesta a no dejarse
vencer por ella abrió la puerta
Al abrir, se encontró que en la cabaña habían cuatro velas distribuidas por la estancia de
manera demasiado sensual, no le sorprendió, más bien lo esperaba. Y Amelia como si
de una reina se tratase en la cama con el dosel echado leyendo un libro, con una especie
de túnica y el pelo suelto cayéndole como si fuera una manta suave sobre sus hombros.
Al verla Luisita puso gesto escéptico, mientras Amelia le sonreía de lado sin despegar
sus labios
Se mordió el labio inferior de una manera tan sensual que a Luisita le dieron ganas de
salir corriendo, en lugar de aquello, suspiró y negó con la cabeza. Sus ojos se abrieron
de par en par casi cayeron al suelo cuando vio atónita como Amelia se quitaba aquella
túnica y se quedaba con el torso desnudo, bien es cierto que no vio sus pechos, pero lo
hizo tan descarado que se quedó boquiabierta, aquella espalda era espectacular
Una pija en la selva 41
A: Aquí te he dejado el aceite, va muy bien, si quieres y para que veas que no soy tan
mala como te piensas, luego te puedo dar a ti uno (Luisita guardó silencio, Amelia
sonrió sabiéndose vencedora)
L: No... gracias
A: Ponte cómoda, si quieres... puedes subir a la cama, no voy a morderte, las lagartas no
muerden (sonrió con ironía)
L: No me fío... aunque tú inténtalo y verás
A: ¿Qué? (preguntó con un susurro desgarrador por tanta sensualidad)
L: Esta vez te llevaras una buena hostia... no juegues conmigo
A: Aún no he jugado. Mmmmm Dios... ¡pero qué manos tienes! (susurró extasiada justo
cuando empezó a llover) Y además llueve... ¿qué se puede esperar más?
L: Que te calles (le dijo mientras seguía aunque no pudo evitar sonreír)
A: Lo que tú quieras... en este momento... haz conmigo lo que quieras, anda sube que
luego te va a doler todo
L: ¿Qué suba dónde? (le preguntó atónita)
A: Sobre mí, estarás más cómoda sin duda (pasó su lengua por los labios) Mmmm,
mmm... por favor...
L: No puedes bajar el tono... van a pensar otra cosa (le riñó)
A: ¿Te importa?
L: Sí, me importa (le dijo tajante mientras volvía a ponerse más aceite en las manos)
A: Eso... eso... más... más
L: ¡Pero te quieres callar! (le dio un pequeño pellizco)
A: ¡Au!, eso es masoquismo, pero a mí me gusta todo (le dijo con éxtasis en su voz)
L: Si vuelves a decir algo me largo
A: Vale... palabrita del niño Jesús que no digo nada... nada más que... me encanta
Fue cierto durante unos segundos guardó silencio, Luisita se había puesto nuevamente
el aceite en sus manos, friccionaba suavemente la piel de Amelia, era suave, fina, sin
darse cuenta o sin saber muy bien como, se había sentado a horcajadas sobre el trasero
de la chantajeadora que se mostraba encantada con la nueva situación, al subir y bajar
sus manos, sin percatarse de aquel movimiento su entrepierna se rozaba delicadamente
con el cuerpo de Amelia, no sabía muy bien porque, pero de repente comenzó a notar un
calor por todo su cuerpo, un calor más concretamente en aquella parte que se
aprisionaba tan deliciosamente contra el otro cuerpo. Carraspeó, suspiró y entonces al
hacerlo notó como Amelia subía su trasero facilitando aquel roce
A: Me gusta...
L: Creo que por hoy ya has abusado bastante de mí
A: A ti también te gusta, lo noto, no lo puedes negar... tu humedad te delata (susurró
como si su voz fueran cuchillos lanzados al aire que acabaron clavándose en el corazón
de Luisita) Y más te va a gustar te lo advierto
Justo cuando se fue a girar sabiendo que estaba entregada a aquella humedad que
ciertamente notaba, sabiendo de su excitación, justo entonces cuando su presa estaba
bajo su dominio, Luisita se levantó y salió de allí como alma que lleva el diablo dejando
de una pieza con la excitación a Amelia que miraba la puerta boquiabierta esperando
que volviera a entrar con la misma rapidez con la que había salido. Su respiración era
una mezcla de calma, ante aquel masaje maravilloso, y excitación, ante sus deseos de
poder desnudar y hacer suya a la enfermera más resbaladiza de todas cuantas habían
llegado. Un tanto decepcionada se cubrió y se acostó mirando el techo. Pero pronto una
Una pija en la selva 42
sonrisa de oreja a oreja se apoderó de su cara, sin duda, iba a ser divertido conquistarla,
porque sabía que finalmente acabaría en su cama, como todas, sabía que si se lo
proponía era irresistible, y más tarde o más temprano su cama no estaría vacía
L: ¿Y si viene?... no... no ¡joder porque no tendrá cerradura la puerta!, tiene más peligro
que el cocodrilo ese que he visto... ¡joder... pero debo reconocer que me ha salvado la
vida!. Pero es tan... tan... ¡no hay ni calificativo para tanto que es!. Así que nada de
tonterías, y espero que no se burle mucho mañana... ¡la que me va a caer!
Por otra parte, la noche de Amelia no fue muy diferente, daba vueltas pensando en
Luisita, le gustaba y su mente le jugaba malas pasadas por no decir su entrepierna que
después del elixir no había dejado de gritar que tenía ganas de fiesta, finalmente Amelia
tuvo que ceder ante tanta insistencia, y cerrando los ojos apagando las velas y recreando
el culito jugueton y la sonrisa encantadora de la enfermera se dio un buen goce, hasta
casi quedarse sin fuerzas, notando los latidos de su excitado corazón en el pecho,
temiendo tener que pedir una cafinitrina a gritos. Y entre suspiros y tratando de
controlar sus jadeos se fue durmiendo mientras pensaba en la bajita enfermera
Dos toques fuertes y la voz gruesa de Marce fueron suficientes para que Luisita, se
incorporara de un salto e instintivamente se tapara con la sábana pensando en Amelia.
Estaba aturdida, no entendía las palabras de su jefe, hasta que miró de reojo el reloj y
vio las cinco y diez de la mañana. De un salto se incorporó definitivamente, quiso ir tan
deprisa que se enganchó con la sábana y terminó de bruces sobre el suelo, se levantó
quejándose mientras le decía a un Marce que podía imaginar su cara
L: Perdón Marce cuatro minutos y voy... ¡ay Dios mío!, ¡me he dormido!
M: ¡Dos! (oyó su voz potente mientras se iba al jeep rebufando) Esto solo me pasa a mí
A: Perdona a nosotros (con vaqueros, botas y una camisa blanca prudentemente
desbrochada hasta donde ella quería para impresionar a Luisita, con un pie apoyado
Una pija en la selva 43
sobre la puerta y el otro dentro del jeep, los brazos cruzados y un gesto de impaciencia
marcado en su rostro, esperaba Amelia a la Enfermera)
M: No, perdona, a mí que soy quien se lleva las broncas, incluidas las que deberían
darte a ti por asalta mujeres blancas, que vas a volver a todas lesbianas
B: ¿Ya ha salido? (preguntaba nerviosa Benigna)
A: No, debe estar poniéndose la crema solar (le respondió como si no hubiera
escuchado nada de lo que Marce le había dicho)
B: Mira que eres mala (le dijo entre cerrando los ojos) ¡Luisita hija!
L: Lo siento (puso gesto de pena mientras llegaba corriendo al jeep)
B: Anda toma te he preparado algo para que comas no has podido desayunar
A: ¡Pero dónde te crees que vas! (le dijo exaltada saliendo del jeep y poniéndose en
jarras mirándola con gesto realmente serio)
M: ¿Y ahora qué pasa? (preguntó mareado)
A: ¡Pretendes venir a la Selva con unas Converse All Star! (le decía con gesto de
perplejidad enarcando su ceja derecha) ¿Pero tú qué quieres que te pique un escorpión,
una serpiente?
M: Joooooooooodeeeeeer (dijo dándole musicalidad mientras Zulú se escondía tras el
volante del pequeño camión que llevaban muerto de risa)
B: Será mejor que te pongas unas botas (le dijo con algo de sofoco)
M: Y Converse verdes... ¡joder la chica va conjuntadita, eh!
A: Es pija hasta la muerte
M: No sé a quién me recuerda (dijo frotándose la barbilla mientras una mirada asesina
por parte de Amelia le hizo rectificar) Debo andar mal de memoria
A: ¡Es la leche!
B: Un poco de paciencia, nos iría mejor a todos, porque yo sí sé a quien me recuerda
(nueva mirada inquisidora a Amelia)
A: Un día de estos como sigas mirándome así, los ojos se te van a caer
L: ¡Ya estoy aquí! (lleva puesta una bota y la otra en la mano)
M: Nos vamos
B: Id con mucho cuidado ¿eh?, y si vais a quedaros por ahí, os espero el aviso por radio
A: Sí mami
B: ¡Y tú pórtate bien! (le acusó con el dedo)
L: ¡Espera! (gritó haciendo que se detuvieran en seco) He olvidado algo
M: Ésta me mata con uno de sus grititos, ¿eh? (dijo mirando a Amelia)
A: ¡Ay que joderse... pero... pero...! (no le salían las palabras)
M: Respira Amelia, respira, la chica es novata
L: Ya, ya está (esbozó una sonrisa de felicidad)
M: ¿Último modelo, no?
L: Sí, me la compre para venir, me dijeron que hace cosas maravillosas con los paisajes
A: ¡Dios! (murmuró cerrando los ojos apoyando su cabeza en el viejo asiento)
L: Tranquila... no pienso gastarla contigo
A: No estaría tan segura (le dijo girándose) Salgo de muerte en las fotos (le guiñó el ojo
y se volvió)
L: Baja modesta, que sube la Doctora
A: ¿Qué quieres? la que vale, vale
L: Según para que, claro (le contestó con toda intencionalidad)
A: ¿Tan pronto has olvidado lo de anoche? (le preguntó bajito con la mirada penetrante
haciendo que Luisita se pusiera roja)
M: ¿Anoche?, ¿qué pasó anoche?, no te oí gritar (le dijo Marce mirándola por el
retrovisor)
Una pija en la selva 44
Tras la carcajada de Amelia, Luisita se hizo más pequeña en el asiento, sin duda no sería
la última vez que le recordara lo que había pasado, pero sin duda también, no iba a
dejarse avasallar. Así que sacó un papel y comenzó a leer extrayéndose de su entorno.
Cuando Amelia vio que iba muy callada y no oía el clic, de la máquina se giró, la vio
con gesto concentrado
A: ¿Qué haces?
L: Lo que no te importa
A: Perdona pero hagas lo que hagas me importa (apoyó su brazo en el respaldo de aquel
jeep que rugía como pocos)
L: Estudio (le contestó sin mirar entonces Amelia estiró del papel) ¡Eh devuélvemelo!
A: ¿Y esto? (le preguntó arqueando una ceja haciendo ese gesto que era consciente
había derretido a muchas mujeres)
L: Ya lo ves... o que... ¿no sabes lo que es?
A: Claro que sí, llevo cinco años aquí, lo reconozco perfectamente
L: Pues pareces tonta preguntando
A: Oye (se defendió de su acusación)
M: ¡Ya hemos llegado al río, gracias a Dios! (suspiró fuertemente bajándose del coche
tras dos horas de conducción)
A: Oye, que... si quieres aprender la lengua... por mí no hay problema en enseñarte,
puedo darte clases particulares de cualquier materia... aunque la lengua es la que mejor
se me da (le miraba sonriendo mientras elevaba las cejas juguetonamente)
L: No hace falta que me digas que es lo que mejor se te da...
A: Pero si no lo has probado... solo te he dado un pequeño adelanto (le decía mirándole
los labios) ¿Pero a qué no lo puedes olvidar, pequeña?
M: ¡Pensáis bajar o tengo que sacaros en brazos! (les riñó)
Ambas salieron bajo la risa de Amelia, y el gesto serio de Luisita, cada una cogió su
mochila, su saco y su maletín, Luisita esta vez iba detrás de Amelia, esta vez quien la
admiraba era ella, sin duda como la noche anterior se percató, tenía un buen cuerpo,
sonrió al pensarlo
Luisita le sonrió, al disponerse a andar notó que aquella bolsa que aquel fuerte hombre
blandía al aire, anudada en su mochila pesaba de lo lindo, comenzó a sudar y a notar
cada vez más el peso, vio como Amelia subía un pequeño montículo y cuando ella se
Una pija en la selva 45
La vista de Luisita quedó abrumada ante tanta belleza, un inmenso río separaba al otro
lado la más extensa Selva que había podido imaginar, allí, no podía creer que estuviera
en África, normalmente siempre se pensaba en los desiertos, en las dunas, pero jamás en
una belleza como aquella, en tanta riqueza verde. Amelia se puso a su lado
observándola con detenimiento, una sonrisa de admiración al ver aquel gesto
impresionado dibujaba su rostro, cuando Luisita se dio cuenta que la estaba mirando, se
giró le clavó aquella mirada irascible en ella, y volvió a mirar la inmensidad verde
M: Siento mucho molestar pero el viaje turístico se ha terminado, así que, venga... a la
Bwatu
L: ¿Esto es seguro? (preguntó ante una canoa que no se veía demasiado fuerte)
M: Hasta hoy sí, ahora bien nunca se puede decir que aquí algo es seguro... otra lección
para aprender novata
A: ¿Quieres que te dé la manita? (se sentó a su lado ante la risa de Zulú que no podía
aguantarse)
Una pija en la selva 46
M: Portaros bien, no me gustaría tener que dar de comer a los cocodrilos con dos
mawasis españolas, ¡joder saldríamos en todos los telediarios! (murmuró frunciendo la
frente)
Zulú: Mwasi tranquila, Zulú ir malembe
L: ¿Qué quiere decir malembe? (le preguntó a Marce)
A: Despacio... ya te he dicho... si quieres te doy clases (se pasó la lengua por sus labios
despacio, muy despacio provocando un revuelo en la sangre de Luisita que sacaba un
pequeño lápiz y apuntaba la palabra) Oye Marce... es aplicadita la pija... seguro eras una
empollona
L: Sí, ¿pasa algo?, seguro que tú eras de las que pegaba collejas a las empollonas
M: Zulú... mwasi na ezali likama -(Zulú, las mujeres son un peligro)
Zulú: Na mange mingis (son como cocodrilos)
L: ¿Qué han dicho? (le preguntó ante su carcajada)
A: Mmmm quizá te lo diga en una clase particular...
Luisita sonrió algo forzada, para tranquilizarse sacó su cámara de fotos y se abstrajo de
la compañía de Amelia, miraba a todos los lados podía echar miles de fotos, era todo tan
apasionante... tan... tan... entonces de pronto la cara de Amelia apareció en su pantalla,
enarcó una ceja y la vio colocándose dispuesta a salir en la foto
La pequeña canoa iba deslizándose por el agua turbia, los ojos de Luisita seguían sin
poder abarcar todo cuanto la naturaleza le estaba regalando, allí ante aquella
magnificencia de bosque, se sentía pequeña. Las fotografías no cesaron de salir de su
cámara, algunas de ellas tuvo que esquivar a una Amelia que insistía en que le hiciera
fotos y le decía que ya la veía ampliándolas para admirarla. El pensamiento de Luisita
fue
L: (“No se corta un duro la tía, es como si se divirtiera retándome, ahora, la lleva clara
no pienso bajar la guardia, no niego que es mona, pero es de un creído, de una
prepotencia inaguantable, no niego que es buena profesional pero como persona deja
mucho que desear (entonces Amelia comenzó a hacerse una trenza, Luisita no lo dudó
justo en ese momento que no miraba le hizo tres fotos, sonrió de lado) ¿Y si juego a su
mismo juego?, puede ser divertido seguir así, sin duda la tía se lo tiene muy creidito.
Joder que belleza de lugar... no sé que me espera al otro lado pero... sin duda debo
tener cuidado de no meter más la pata, aún me duele el culo del golpe. Mírala ya me
está mirando”)
A: (“Es que es mona... es graciosa, menudo golpe se ha pegado sí, luego le diré si le
pongo cremita en ese trasero que me tiene loca... no está nada mal y esa boca, menudos
labios, que ganas de morderlos... ¡bueno para que te pones Amelia!. Se pone nerviosa
cuando la miro, y se cree que no me he dado cuenta que me ha hecho fotos, sí, me da
mucho juego, total seguro que me la tiro, antes o después... sí... como dice Marce, otra
marca en mi cama” sonrió y le guiñó el ojo a Luisita
La canoa llegó hasta el otro lado del río, habían navegado hacia el Sur, hasta un lugar
llamado Kobima, perteneciente a la zona de Bondoki, adentrado en la Selva, lo habían
estado haciendo aproximadamente durante dos horas. En aquel lugar donde iban, la
población no era superior a ciento cincuenta personas. Sabían que aquel lugar había sido
explotado por el poder de los minerales de la zona, se habían asentado allí para huir de
las guerrillas quienes sabían que poseían un gran tesoro por el que muchos de los suyos
habían muerto, y que habían terminado abandonándolo en las montañas, pero ni aún así,
se habían salvado, los guerrilleros los torturaban hasta la muerte, y de esa manera los
perseguían sin descanso
Al bajar, lo primero que hicieron fue ponerse sus chalecos, cada uno volvió a cargar su
pequeño cargamento, sus maletines, sus mochilas, y Zulú iba abriendo camino con un
gran machete, era siempre el mismo camino y siempre actuando de igual manera porque
aquella Selva se reproducía con rapidez, los pájaros gritaban, los demás animales
aullaban, y así entre esa mezcla de sonidos iban caminando, Zulú, Marce, Luisita y
Amelia. De vez en cuando la doctora iba girándose, conocía bien el terreno y como
Marce sabía que aquella actuación era peligrosa, habían decidido ocultárselo a su culito,
porque solo faltaba que su primera excursión, se convirtiera en un infierno. Caminaron
algo más de dos horas, en silencio, Luisita de vez en cuando hacia una foto, hasta que la
mirada reprobatoria de Marce le hizo parar. En un momento de la larga caminata, Zulú
se detuvo agachándose todos le imitaron, Luisita ayudada por un estirón en su mochila
de Amelia. Se echaron en el suelo expectantes mientras Zulú emitía unos sonidos que
para la enfermera eran realmente desconocidos. A los pocos segundos, aquel mismo
sonido era devuelto hasta ellos. Zulú se levantó con cuidado y le oyó hablar
La otra voz contestó y Marce se puso en pie, tras él las dos mujeres, un hombre tan alto
y delgado como una espiga apareció ante ellos con una especie de túnica roja anudada a
un lado de su cuello, a Luisita le impresionó
A: Ni se te ocurra utilizar la cámara a menos que quieras que te abran en canal (le
susurró en su oído)
Despacio y hablando con Zulú, fueron adentrándose al poblado. Los gritos de los niños
comenzaron a escucharse a los pocos pasos, ante ellos aparecieron como cincuenta de
ellos mirándolos asombrados, mientras uno de ellos les decía
A: Hola hijo, le ha dicho, aprende esa palabra, siempre la tienes que usar, mwana (se la
dijo despacio para que Luisita la captara) Dila
L: Mwana
A: No, la primera a más cerrada, repite Mwana
L: Mwana
A: Un poco mejor, sin duda necesitas clases (le guiñó el ojo ante el gesto aburrido de
Luisita)
M: ¿Dónde está el jefe? (le preguntó a Zulú)
Zulú: De caza, se ha quedado el hechicero encargado para las vacunas
M: De acuerdo, dile que no podemos perder tiempo. Chicas... vamos a trabajar. Luisita
guantes
L: Sí, gracias (le agradeció aquel recordatorio)
Con la ayuda de Zulú, levantaron con dos lonas una especie de refugio para evitar
durante todo el tiempo que iban a estar trabajando el sol y el intenso calor que hacía.
Montaban una mesa de plástico donde Luisita disponía todo lo necesario para vacunar,
su maletín impecable había sido visto por Marce quien le guiñó un ojo. Después tras
ellos una camilla desmontable donde iban pasando los niños enfermos y así de ese
modo, seguían su política de trabajo para poder abarcar con el mayor tiempo posible
para dedicarse a la revisión tanto de madres como de hijos. Trabajaban de manera
repetitiva, primero Marce los auscultaba, con la ayuda de Amelia, después, Luisita les
ponía la vacuna, los niños siempre en brazos de sus madres que no se fiaban mucho de
las blancas. Si alguno de ellos tenía algún problema, pasaba a la camilla y Amelia se
encargaba de averiguar el problema
Aquel día estuvieron cuatro horas sin descanso trabajando, las vacunas se ponían de
manera rápida excepto cuando algún niño se revelaba, entonces la voz calmosa de
Luisita sorprendía a sus dos compañeros, perdía todo el tiempo del mundo hasta que se
ganaba la confianza del pequeño, y así lograba pincharlos. Una vez finalizaron con los
niños, recorrieron el poblado para revisar a ancianos, algunos mayoritariamente los
hombres no se dejaban casi ni tocar, las mujeres cuando veían a Amelia y Luisita
cedían. Así estuvieron trabajando sin cesar hasta el mediodía
A: Por fin... hemos tenido suerte (murmuró a Luisita al salir de una de las cabañas) No
se nos ha muerto nadie, ni hemos diagnosticado ninguna enfermedad grave
L: Sí (le contestó atenta a sus palabras)
A: Ahora nos invitaran a comer
L: ¿Comemos aquí? (la miró expectante)
M: Bueno chicas buen trabajo... hemos cumplido con nuestra obligación, ahora nos han
invitado a comer
A: Voy a lavarme (dijo apartándose de los dos)
L: ¿Dónde va?
M: Ya lo ha dicho, a lavarse (la miró con detenimiento) Oye Luisita, ahora cuando nos
den la comida, haz el favor de comer y no preguntar ¿vale?
L: ¿Por qué?
M: Tú hazme caso, vamos nos esperan
Ambos se acercaron hasta un círculo donde los únicos cuatro hombres jóvenes que se
turnaba para cuidar de su gente, se habían sentado con gesto amable. Luisita les sonrió,
ellos hicieron lo mismo entonces se dio cuenta que a ambos les faltaba todos los dientes
Una pija en la selva 49
de arriba, le extrañó porque eran muy jóvenes para eso. No le dio tiempo a preguntar,
pues una mujer con una sonrisa franca le dio un recipiente de barro, en él, caldo blanco
con algo que flotaba. Miró a Marce que le hizo una señal para que comiera y callara, él
comenzó con un utensilio que parecía una cuchara de madera a comer, ella lo hizo poco
a poco, en aquel utensilio apareció algo que era carne seguro, pero no podía imaginar
que clase, la comió, masticó con cuidado, tratando de no saborear ni pensar. Entonces
llegó Amelia, se sentó a su lado y le dieron el mismo recipiente, lo agradeció con una
sonrisa y entonces le susurró a Luisita
A: Vaya... hoy nos ha tocado ojos de chimpancé con esto que es... (sacó una especie de
carne) Ah tripa de gallina... suculento sí
Luisita miró bien aquello que tenía en su cuchara, hacia nada que se acababa de tomar
algo redondo, entonces sintió una arcada llegar a su garganta, sin más se levantó y salió
corriendo perdiéndose entre los árboles que habían tras las chozas. Marce miró a
Amelia, Amelia miró a Marce, todos miraban a la figura de la mujer blanca que había
salido por piernas hacia su bosque, y finalmente todos miraron a Amelia
Con una sonrisa en sus labios, Amelia se levantó y fue a ver donde estaba Luisita, oyó
sus arcadas y como con fuerza vomitaba, sintió pena, y allí la vio arrodillada entre unos
arbustos vomitando
A: ¿Te ayudo?
L: No agggggggggggggg... aggggggggggggggggggggggggggg...
A: Lo siento... no debí decirte que te acababas de comer un ojo de chimpancé
L: Agggggggggggggggggggggggg (nueva arcada ante el comentario)
A: ¿De verdad no quieres que te sujete la frente? (le preguntó acercándose un poco) Soy
médico estoy acostumbrada
L: Déjame en paz (susurró con la voz cansada)
A: Ya estás mejor (sonrió mirándola con su cabeza ladeada como se giraba y se sentaba
agotada por el esfuerzo) La verdad que... lo siento
L: Y una mierda lo sientes... no soy idiota (le decía con su respiración agitada, con un
sudor frío recorriendo su frente y su espalda)
A: ¿Quieres lavarte un poco la cara?, hay un riachuelo
L: Sí, pero ni te acerques a mí... (le acusó con el dedo índice hacia ella)
A: Vale... vale... (levantó las manos mirándola con gesto algo pasota)
L: Eres de lo peor (siguió diciéndole mientras andaba y trataba de respirar con
tranquilidad)
A: Vas mal, es a la derecha (le dijo con tono de advertencia pero suave)
L: ¡Ay que joderse! (entonces fue hacia la derecha y al hacerlo era tal el enfado que
llevaba que se tropezó con una raíz de árbol y cayó de bruces) ¡Ay!
A: Joder (susurró acercándose a ella esta vez sí con gesto preocupado, la tomó por los
brazos y le preguntó alertada por el tremendo golpe) ¿Estás bien?
L: ¡Suéltame, qué me sueltes joder! (le dijo a punto de llorar)
A: Oye... venga... no te pongas así (le dijo con su voz afligida)
Una pija en la selva 50
L: ¿Y a ti que coño te importa como me ponga?... bueno mira... en algo tengo razón,
solo debes pensar en eso... ¿no? (le espetó tratando de levantarse sin éxito)
A: Tampoco tienes que ponerte así conmigo ¿eh?
L: ¿Ah, no?, te lo ganas tú solita capulla. Déjame (una vez levantada se fue hacia donde
oía ruido de agua)
A: Vale me he pasado... lo siento... (Luisita no contestó, ante su gesto serio, Amelia
resopló sintiéndose verdaderamente mal por haberle provocado aquel disgusto. Se
acercó a ella y trató de mediar una tregua) Venga Luisita... esto ya es lo bastante duro
como para encima tomártelo así...
L: En cuanto lleguemos, me largo a mi casa, no quiero trabajar con una tía como tú
A: Eh... eh... no me eches a mí la culpa, ¿eh? (decía esta vez algo alterada y con gesto
serio, no entendió porque su corazón en un segundo se asustó)
L: Me estás amargando la vida (le espetó mientras se arrodillaba y metía literalmente la
cara en el agua para borrar sus lágrimas)
A: Mira... yo... (Luisita se levantó del agua y trató de secarse con la camiseta, al hacerlo
al subirla, dejó su vientre y parte de su sujetador al descubierto ante la mirada que iba
cambiando de Amelia) Si me dejaras... te haría feliz, aún no te he hecho nada pero tú ya
me juzgas
L: Mira... que te quede una cosa clara (elevó el tono de voz yendo hacia ella) Me caes
como el culo
A: Bueno... si es como el tuyo... no está nada mal
L: ¡Me asqueas! (le dijo de repente y se puso a caminar) ¡Te odio!
A: Del odio a la pasión hay un paso... ¿no lo sabes? (le sonrió con picardía)
Luisita se puso a caminar y entonces, notó como Amelia se le echaba encima, la echaba
al suelo y le tapaba la boca, pensaba que se había vuelto loca, que le iba a hacer algo, se
revolvió al notar como abría sus piernas y la apretaba contra el suelo, como con una
mano le tapaba la boca, y como con la otra la estrechaba con fuerza hacia ella
Cuando Luisita quiso revolverse oyó su voz en un susurro que le decía que no se
moviera, allí estaban una sobre la otra, Amelia con los ojos casi fuera de si, su
respiración iba elevándose por lo que estaba viendo, y su aliento cálido chocaba una y
otra vez contra el cuello de una Luisita que no sabía que pasaba pero que se estaba
mareando ante tanto calor, al notar su cuerpo sobre el suyo. Su mano que había ido
separándose de la boca de Luisita poco a poco, le había dejado un sabor en sus labios
que con cuidado atrapó con su lengua. Entonces se percató lo que estaba ocurriendo, vio
como cuatro hombres se movían demasiado cerca de ellas. Aquella visión provocó que
su respiración también se disparara por el miedo, y su movimiento unido al de Amelia,
provocó que el pecho de la doctora se clavara en su espalda y su propia tensión obligó a
subir su trasero notando así su sexo sobre ella al tener las piernas abiertas aguantando el
cuerpo de Luisita bajo. Al instante se echó en cara que estaba quizás a punto de morir y
solo pensaba en quien estaba sobre ella. Aquella voz malditamente cautivadora la sacó
de sus pensamientos
A: Cuando te diga dame la mano y corre, no mires a tras ¿vale?, necesito que grites... si
quieres salir viva de aquí da uno de tus gritos
Luisita asintió, tratando de no desmayarse estaba embriagada por ese aliento rozando en
su oreja, por esa voz que había aparecido con un susurro en su oreja desatando todos sus
sentidos, provocando en ella una sacudida de emociones en su interior, sin duda, estar
Una pija en la selva 51
cerca de la muerte la estaba confundiendo. A la señal de Amelia sobre su brazo una vez
se hubo separado poco a poco de su cuerpo, se levantaron con cuidado y con un grito de
Luisita que parecía al de la película de Psicosis, hizo que aquellos hombres dieran un
salto cubriéndose de aquel animal que debía ser un depredador enorme y posiblemente
carnívoro
A: Me has dejado sorda, corre... (le dijo mientras corrían huyendo del lugar)
Dicho y hecho, llegaron pasaron a Marce y a los hombres y Amelia la llevó con la
respiración agitada hasta una pared de piedra, una vez allí cayeron acostadas por el
impulso una junto a la otra. Con las respiraciones jadeantes se sentaron cerrando los
ojos
A: ¿Estás bien?
L: Creo que sí, ¿y tú?
A: Sí... podía estar mejor... pero... ¡qué le vamos a hacer!
Oyeron la voz de Marce gritar en su lengua, Amelia le explicó que estaba haciéndoles
ver que ellos estaban allí, pero de repente como si de una lluvia se tratara, comenzaron a
caer balas por alrededor, Luisita volvió a gritar mientras se hacía un ovillo, tapando su
cabeza con los brazos y juntando las piernas en su cuerpo, Amelia sin embargo, estaba
quieta mantenía los ojos cerrados esperando que aquella lluvia cesara. Ante una bala
que pasó demasiado cerca una piedra golpeó la pierna de Luisita y el llanto de un niño
les hizo a las dos girarse, en medio de las balas un pequeño lloraba sentado en el suelo
A: Joder...
L: No podemos dejarlo allí (dicho esto salió corriendo a por el pequeño)
A: Luisita... joder... ahora me sale heroína (salió corriendo tras ella) Joder... joder...
(repetía al notar como las balas seguían pasando demasiado cerca)
Corrían hasta el pequeño, una vez Luisita lo tuvo en sus brazos, con la ayuda de Amelia
corrieron tapándolo entre las dos para finalmente volverse a esconder tras un árbol las
dos muy pegadas con el pequeño que había dejado de llorar aunque las miraba
totalmente perplejo con sus grandes ojos muy abiertos como pensando “¿de dónde han
salido estas dos blancas?
A: Kobanga na nkati, mwana (no tengas miedo hijo) (el niño con los mocos cayendo
por la nariz pareció tranquilizarse
L: Ya está cariño... ya está (le quitó los mocos con su mano mientras la respiración de
ambas era agitada)
Una pija en la selva 52
A: Mwana... dile mwana (la miraba por como lo acariciaba con ternura)
L: Mwana... tranquilo
Allí esperaron unos segundos hasta que las balas cesaron y la madre del pequeño llegó
llorando y llevándoselo con ella. Entonces Amelia cogió por ambos brazos a Luisita
levantándola de un solo golpe hablándole muy seria con los ojos clavados en ella
A: ¡Qué sea la última vez que haces esto!, ¡la última!, aquí no has venido para ser
heroína ¿entendido? (Luisita la miraba aterrada aquella doctora le estaba hablando con
un tono muy pero que muy duro nunca antes la había visto así, ni mucho menos le había
hablado de aquella manera tan dura. Entonces cuando Amelia vio que los ojos de
Luisita se llenaban de lágrimas, suspiró aún agitada por el miedo y le dijo bajando la
voz) Lo has hecho de puta madre
Sin más le dejó un beso en los labios, no tan suave como el del río, algo más profundo
sin llegar a ser excesivamente prolongado, lo suficiente como para sentir la boca de
Luisita en la suya. Al separarse volvió a suspirar y al oír a Marce que las llamaba dejó a
un lado a Luisita y cuando dio dos pasos oyó un ruido, se giró y vio que Luisita había
caído fulminada al suelo
A: Joder... sí que le ha afectado mi beso... ¡Marce!, ven... (se acercó hasta ella y le tocó
el pulso) Lo que yo diga, soy infalible... (sonrió para si)
M: ¿Pero qué pasa? (preguntó alertado agachándose hasta ella)
A: Nada que aquí la señora pija le ha salvado la vida a ese pequeño que nos está
mirando con su madre, bajo la lluvia de las balas y ahora cuando se ha dado cuenta que
se ha jugado la vida, pues ha caído redonda (le decía mientras iba golpeando a Luisita
en el rostro)
M: ¿La pija ha hecho eso? (la miró perplejo)
A: Ya te digo
Zulú: Ziku
M: Dime (escuchó sus palabras) De acuerdo, vamos a llevar a Luisita a la cabaña de la
madre del niño ella se encargara de Luisita, y no le pegues más o va a tener los colores
de heidi, mientras tú y yo trataremos de coser una herida
A: De acuerdo (decía mirando sin apartar sus ojos de Luisita)
M: Oye...
A: ¿Qué?
M: ¿No le habrás hecho nada, no?
A: Joder... ¡pero qué te pasa!, desde que has hablado con Quintero estás inaguantable
M: Es que no quiero perderte, me lo paso muy bien contigo
A: Ah (dijo sonriendo)
Ambos se fueron a curar los rasguños de dos de los hombres de la aldea, después una
vez terminaron, entraron a la cabaña primero Marce y después una inquieta y sonriente
Amelia. Al hacerlo, vieron que a Luisita le había puesto un collar de flores blancas, la
tenían bebiendo algo que no quiso saber que era y al verlos sus ojos les transmitieron un
gran alivio
L: Marce me está diciendo algo todo el rato y no sé que es... me está poniendo nerviosa
porque no sé que me dice (lo decía mirándolo con sus ojos repletos de tristeza, Amelia
sintió aquella tristeza y apartó su vista saliendo de allí)
Mujer: Beto me kumaka bampangi sambu yandi kusodisa kamwana (le decía con una
gran sonrisa)
M: A ver vamos por partes... ¡Zulú!, mira a ver que me he perdido en la segunda frase...
Zulú escuchó a la mujer atentamente, ella movía expresivamente sus manos mientras su
hijo subía a los brazos de una Luisita que todavía estaba mareada, que le temblaban las
piernas y las manos, y se sentía torpe y estúpida, pero que le dio un par de besos aquel
niño le había robado el corazón. La voz de Zulú le sorprendió
Zulú: Dice que tú y ella ser hermanas, porque tú, salvar a su hijo
L: Melesi, melesi (sonrió llenándose sus ojos de lágrimas)
Mujer: Melesi nge kusadisa (gracias a ti por ayudarme)
M: Bueno ya está bien de darse las gracias o no acabamos nunca, dos minutos y te
espero fuera que nos tenemos que marchar
L: Sí
M: ¡Hay que joderse! (susurró al salir)
A: ¿Qué pasa? (lo miró algo preocupada)
M: No sé ha puesto a llorar la pija porque la mujer le ha dado las gracias...
A: Estará ovulando y... siempre se está más sensible (le dijo mirando hacia el interior
esperando encontrar su figura)
M: ¡Es cierto... vuestras ovulaciones las tengo que sufrir yo siempre! (se quejó mientras
se marchaba hacia el coche)
A: O que... simplemente es así... (susurró al quedarse sola, cuando la vio salir, sonrió
delicadamente y se acercó hasta ella musitándole con voz cautivadora) ¿Cómo estás?
L: Mejor... (suspiró temiendo lo que le iba a decir)
A: Te avisé que... mis besos son especiales... ahora ya lo sabes (se mordió
provocativamente el labio mirándola con sus ojos encendidos por la pasión)
L: ¿Qué beso? (le preguntó lo más seria posible y lo más despistada que fue capaz
mirándola fijamente)
A: Mi beso... ¿ahora me vas a decir que no lo recuerdas? (le preguntó sonriente mientras
le arreglaba el pelo que le caía sobre el hombro)
L: No recuerdo beso alguno y... no me gusta que me toquen el pelo (le dijo firmemente
apartando su mano)
A: Claro que lo recuerdas (le musitó coqueta)
L: ¿Nos vamos?
A: Vaya si lo recuerdas (susurró cuando la vio ponerse en marcha)
Zulú: Mwasi Luisita...
L: Dime Zulú (le respondió algo alterada por todo cuanto le había pasado)
Zulú: Me han dado esto para usted, ponerlo en cuello (le dijo sonriente) Son Bituntu
Mpembe ya melesi (le entregó aquellas flores)
M: Flores de gratitud, con ellas te agradecen lo que has hecho y ahora vendrá el
hechicero para entregarte algo más así que, tú sonríe, pon cara de gracias por todo y
aguanta
A: Eso... no te desmayes (la mirada de Luisita fue fulminante y como siempre que la
miraba así, Amelia le entrecerraba los ojos mostrándole su gusto)
Zulú: Ikele viene por mwasi Luisita (le dijo sonriéndole)
Una pija en la selva 54
IkelL: Mono kanda, melesi biketi ya bambisi (en nombre de mi tribu, gracias, acepta
este regalo la piel de animal sagrado) (le dijo con rotundidad alzando mucho la voz y
mirándola fijamente
L: Melesi, melesi (repitió mientras extendía sus manos y el hombre dejaba aquella piel
de animal fresca sobre ella, quien no pudo más que cerrar los ojos y sentir un escalofrío)
A: ¿Está fresquita, eh? (le dijo con sorna)
L: Vete a la mierda (Zulú la miró muy serio porque esperaba instrucciones para
agradecer al hechicero, entonces se apremió para decirle) No, no, yo le quiero decir a él,
bueno... al señor hechicero
A: ¡Señor hechicero! (musitó partiéndose de risa)
M: Amelia...
A: Perdón (trataba de no reírse pero era imposible)
L: Dile que es muy amable por su parte, pero que no era necesario... solo hice lo
correcto
A: Uy que rollera... (la mirada de Marce le hizo sonreír)
Zulú: Mwasi melesi beno
Luisita lo miró algo sorprendida después de todo lo que ella le había dicho, Zulú
terminó con tres palabras y una gran sonrisa. Ella con la piel de aquel pobre animal
descuartizado sobre sus brazos, siguió a Marce mientras sentía la mirada burlona de
Amelia. Zulú se le acercó con su interminable sonrisa y le cogió la piel extendiéndola
sobre el hospital de campaña que llevaba muy bien resguardado y doblado. Después se
despidieron de aquellas gentes a las que sin duda su presencia les había salvado de un
ataque seguro y cargaron cada uno con sus mochilas respectivas en la espalda
dispuestos a regresar
Llevaban andado un buen rato, Amelia no perdía detalle de Luisita, parecía que quería
poner tierra de por medio, estaba molesta con su actitud, le estaba costando mucho
Una pija en la selva 55
acercarse a ella como quería, era la primera que había vencido la magia del aceite de
palmera, era la primera que le había golpeado cuando la había besado, y era la primera
quien había conseguido con tan solo un gesto como el que tenía dentro de la cabaña, de
hacerle temblar de emoción. Sin duda tenía ese lado que quería apartarla y verla como
un juego más, pero por otro quería saber más de lo que mostraba. Y aquellas dudas, eran
la primera vez que aparecían en ella desde que había llegado a la Selva. Por su lado,
Luisita, pensaba en ese beso, ya no solo en el beso sino, en que por dos veces la había
salvado de una muerte segura, había puesto en juego su vida para salvarla a ella, y eso,
una persona fría y frívola no era capaz de hacerlo de aquella manera. Quizá debajo de
esa máscara de mujer fatal, había otra que era la que sin duda Benigna le había
mencionado, era cierto, no sabía nada de ella y quizá había una razón para ser así. Por
mucho que ella no la viera, no la encontrara, no la entendiera
Iba pensativa tras los pasos de Zulú y cuando éste se detuvo ella chocó contra su
mochila, Amelia sonrió, era encantadoramente torpe
L: Lo siento...
Zulú: ¿Mwasi Luisita bien?
L: Sí (le sonrió)
M: Joder macho... quieres hacer el favor de centrarte Luisita... te nos vas a matar con
tanto golpe (le dijo serio pero con tono calmado) Bueno... a ver... ¿aquí?
Zulú: Es bueno, sí
M: De acuerdo, voy a avisar a Benigna
A: Será mejor que empecemos a ayudar (le dijo a Luisita con tono suave)
L: ¿A qué? (le preguntó con algo de temor mirándola incrédula)
A: Vamos a pasar aquí la noche...
L: ¿Qué, qué? (preguntó muerta de miedo)
A: No podemos arriesgarnos a cruzar el río
L: ¿Y si vienen ellos? (su cara había palidecido) Los de la guerrilla
A: Es un riesgo pero... siempre es mejor que morir mordisqueada por los cocodrilos
L: Joder... (su gesto fue de temor)
A: No te preocupes... todo irá bien (la miró intensamente a los ojos)
Ninguna supo muy bien como reaccionar, el tono de Amelia y su gesto totalmente
calmado aparecieron por primera vez desde su llegada, tanto fue así, que el gesto de
sorpresa de Luisita llamó la atención a la conquistadora que se percató había sido
demasiado tierna. Carraspeó y comenzó a sacar cosas de su mochila
M: Bien, vamos a ver... sacaremos los sacos y dormiremos en círculo alrededor del
fuego, vosotras, nada de separaros de aquí, si tenéis que hacer vuestras necesidades,
aquí detrás, prometemos no mirar...
A: Tranquilo... nosotras tampoco miramos (le dijo con sorna)
M: Me quedo mucho más tranquilo, sí
Zulú: Yo mirar ahora alrededor...
M: Bien, otra cosa, durante la noche, nada de gemiditos, ni de juegecitos, cada una en
su saco y a potarse bien... que uno no es de piedra
L: Creo que si es una broma, es de muy mal gusto (se defendió Luisita muy seria)
M: No es broma...
L: Puedes estar tranquilo (contestó ofendida)
A: Es verdad Marce... ¡qué cosas tienes!, no ves que el saco es repelente a lagartas
Una pija en la selva 56
Luisita se mostró molesta por el comentario de Marce, pero mucho más por el de
Amelia, cuando él se fue a descargar su vejiga, y se quedaron las dos solas, Amelia se
acercó hasta la enfermera
Por su parte, Amelia se estaba bajando los pantalones y seguidamente hizo lo mismo
con las bragas, ante el silencio de la selva se oyó su chorrito golpear sobre las hierbas,
entonces Luisita aprovechó segura de que no podía hacer nada e hizo su mismo
movimiento rápidamente, acabaron a la vez sin hablarse hasta que se pusieron en pie,
Luisita se giró a la vez que Amelia y acabaron dándose un golpe frente con frente
L: Ayyy (grito)
A: Joder (gritó)
M: ¡Pero qué coño pasa! (exclamó Marce levantándose) ¿Puedo mirar?
L: Pero tú eres tonta (le dijo)
A: ¿Yo?, ¿quién se ha movido?, ¿quién estaba de espaldas? (le decía alterada con la
mano en la frente)
Una pija en la selva 57
Se giró y se fue a por su plato de habichuelas, mientras Luisita también se iba a por su
maletín, Amelia se sentó sobre una piedra y aunque no le dolía y sabía que el corte era
pequeño, hizo creer todo lo contrario. Luisita la curó con cara de circunstancias
L: Lo siento
A: Vale, acepto las disculpas...
L: Lo de antes también (le dijo un tanto nerviosa)
A: ¿Qué te doy pena?
L: No, me das pena (corroboró)
A: ¡Ah!, vale... es bueno saberlo
L: No te muevas
A: Me haces daño (le dijo mientras Zulú y Marce las miraban divertidos mirándole los
labios descaradamente)
L: Quejica
A: Me vas a tener que vigilar esta noche no me dé una conmoción cerebral
L: Ya...
A: Sí (dijo poniendo morritos) Ya que te doy pena... podrías dormir en mi saco que no
repele lagartas...
L: Cansina...
A: Pero guapa... (le dijo sonriendo de lado)
Cuando acabo la cura, cenaron aunque Luisita no tenía muchas ganas después de lo de
la comida su estómago se le había quedado algo revuelto, estaba aterrada allí en aquel
lugar, sabía que los hombres que habían atacado la aldea podían perfectamente
merodear por allí, Amelia se había dado cuenta que le temblaban las manos y sabía que
era de miedo, la miraba de reojo, era una mujer realmente asombrosa, y tenía curiosidad
por saber que hacía allí
M: Y ahora a dormir, nada más salga el sol patas para que os quiero...
Zulú: Correr (añadió sonriente Zulú)
M: Chico listo... vosotras a dormir
A: No seas pesado (le dijo mientras lo miraba intensamente)
M: Buenas noches
L: Buenas noches...
Una pija en la selva 58
Se metió en su saco, pero su cabeza no cesaba de mandarle las imágenes del día
anterior, su miedo se había atenazado en la garganta y no le dejaba casi ni tragar, y la de
animales que debían andar a sus anchas por la noche en aquel lugar, le entraron unas
ganas terribles de llorar, en ese momento necesitaba el abrazo de alguien, pensó en
Benigna, ¿cuántas noches habría pasado así?, tenía ganas de gritar el miedo cada vez era
mayor y la tensión le estaba jugando malas pasadas, las luces y sombras del fuego, le
hacían ver a aquellos hombres allí, las palabras de Marce sobre la violación le
provocaban un nudo en su estómago, tanto fue así, que sus oídos privilegiados
escucharon a parte de los ronquidos de Marce algo, pero no se atrevió a moverse, no
quiso saber que... de repente su saco se movió, no quiso gritar a parte no podía su
garganta se había quedado seca, no había saliva en su boca y su cuerpo se había
quedado inmóvil, de repente notó como algo rozaba su cuerpo, el olor era conocido y su
miedo pasó a indignación
A: Shhhhh, no digas nada... será mejor que duerma contigo... así se te irá el miedo...
solo es por una buena causa, por lo bien que te has portado conmigo pequeña...
Su reacción más lógica hubiera sido rechazarla, pero en ese momento fue egoísta, su
miedo era mayor que su fastidio por ella, así que, prefirió hacerse la dormida, al día
siguiente no recordaría nada, de igual modo que no recordó el beso. Por su parte,
Amelia, no hizo amago alguno de pasarse con ella, tan solo pasó su brazo derecho sobre
la cadera de Luisita, se acercó a ella y la abrazó, pronto notó como el temblor de su
cuerpo disminuyó, recordó su primera noche en la Selva, muerta de miedo pensando en
los bichos que habrían alrededor de su saco, en los hombres que podían llegar y
destrozarla, en ese momento en que tenía el cuerpo de la enfermera apegado al suyo, por
primera vez en cinco años, reconoció que lo que aquella noche tanto le asustó había sido
una estupidez con su realidad, la habían destrozado, sí, pero ningún hombre de la Selva,
sino, una mujer de la civilización. Rápidamente como había aprendido a hacer en el
tiempo, desechó aquel pensamiento y trató de dormirse, sabía que Luisita estaba
despierta, lo supo cuando notó como un suspiro inundó aquel saco, sabía que al día
siguiente le diría no recordar su presencia, pero a ella en ese momento no le importaba,
lo realmente importante era, hacerle aquella primera difícil noche, menos solitaria
Una pija en la selva 59
A Luisita el sueño le fue llegando poco a poco, su máxima preocupación era cerrar la
boca, sabía que dormía con la boca abierta, y le daba miedo que algún bicho entrara en
ella, pero sin duda el calor del cuerpo de Amelia le dio tranquilidad y su temblor fue
disminuyendo, no así los latidos de su corazón, aquel saco era pequeño y ambas estaban
muy apegadas, no sabía como reaccionaría Amelia, no quería ser desagradable con ella
más de lo necesario, pero para su sorpresa, notó como la Pediatra le daba calor y
tranquilidad con su presencia, así, sintiéndose protegida realmente por primera vez en su
vida, se fue durmiendo, poco a poco acompañada por los maravillosos pero
sorprendentes ruidos de la noche, más de uno, le hizo abrir sus ojos, más de un sonido le
hizo apegarse más al otro cuerpo que parecía dormir tranquila. Y entonces un único
sonido la envolvió provocando en ella algo insólito, paz en medio del terror, era el
sonido del corazón de Amelia
Notó algo en su cuello, no acertó muy bien a saber que, hasta que la voz de Amelia en
un susurró electrizante la despertó, y supo que lo que le había rozado era su pelo
Dicho esto en un susurro, Amelia con cuidado se pasó a su saco, Luisita abrió sus ojos
de par en par, mirando el horizonte que Amelia le había dicho, allí el cielo
completamente rojo parecía fuego, el reflejo en el agua de río lo hacía único, las hojas
de los árboles brillaban, los animales comenzaban a cantar felices ante aquella maravilla
que le regalaba la vida, no tenía palabras para describir aquello que sus ojos captaban y
mandaban a su mente, desde su saco Amelia la miraba, sabía que si Luisita se giraba
quedaría algo sorprendida de ver en sus ojos la ternura, por eso, suspiró y los cerró
M: Bueno... parece que mis chicas se han portado bien, venga que nos vamos
L: Buenos días (le dio sonriente a Marce)
A: ¿Y para mí no los hay? (le preguntó) Me he portado bien, ¿o no?
L: De buena mañana ya vas a mostrarte tocapelotas
M: ¡Eso ha estado muy bueno! (dio una pequeña carcajada)
A: ¿No vas a mirarme la herida? (le hizo un puchero)
L: Pero si solo ha sido un cortecito (le contestó un poco burlona)
A: Pero un cortecito es un cortecito (le sonrió sabiéndose irresistible)
M: Anda mírale el cortecito a doña tocapelotas
A: No te pases Marce a ella se lo consiento por su culito, a ti no
M: Creo que has encontrado la horma de tu zapato (le susurró al pasar por su lado)
Zulú: Nekento Na
M: Nekento Zulú, nekento
A: Buenos días, ha dicho (le musitó mientras Luisita le miraba la herida, estaban cerca
pero Amelia reconoció como la enfermera se había quedado lo suficientemente apartada
de ella, sonrió y le miró sus pechos con descaro) Podríamos empezar hoy con las clases,
¿qué te parece?
L: Pues no sé... depende, esto está perfecto (le dijo separándose) Me estoy orinando
A: Eres pija hasta para eso, menos mal que no has dicho me estoy haciendo pipi, eso
sería una gran falta en tu mundo pijo, ¿verdad?
su saco no iba a servirle de mucho, ella lo negaría, así que mejor omitir el tema y
portarse bien
A: ¿Ya?
L: Sí (resopló aliviada)
A: ¿Me cuidas? (sonrisa nuevamente cautivadora)
L: Te cuido, va
A: No vale mirar
L: Más quisieras (sonrió negando con la cabeza)
A: ¡Ay Luisita... Luisita... cuando me pruebes no querrás soltarme! (susurró mientras se
metía entre las plantas)
M: Chicas daros prisa que tenemos que irnos de aquí
L: Sí (se fue a recoger su saco dejando a Amelia sola)
M: ¿Y Amelia?
L: Pues... está... allí (hizo un gesto con sus cejas)
M: ¿Se te ha pasado el cabreo con ella?
L: No del todo (con habilidad recogió el saco el problema fue a la hora de meterlo en la
bolsa)
A: ¡Muchas gracias... ya veo lo que te importo!, dañada con un corte, mareada por tu
cabezota y tú te largas mientras yo meo
M: Quieres bajar la voz Amelia (la miró un tanto sorprendido por su desmesurada
reacción)
L: Marce me dijo que debíamos irnos (seguía luchando con el saco ante la mirada de
ambos, con su lengua fuera de la boca, apoyada haciendo fuerza en su labio superior)
A: Dios (protestó girándose ante la negatividad de Luisita con su saco de marca
L: ¡Qué fuerte! (murmuró) Esto estaba enterito aquí metido, o sea, no puede ser que
ahora no entre
Zulú: Mwasi Luisita, ¿ayudar?
L: Sí, gracias no sé que pasa
Zulú: Malembe, sambu fyoti ya salaka
L: No te entiendo
A: Te ha dicho que tienes que tener calma, cuesta un poco, pero yo más bien diría que
eres un poco inepta para esto, deberías hacer prácticas
L: ¿Cómo se dice vete a la mierda? (la miró con intensidad)
M: Venga chicas... venga... nos vamos
Zulú: ¡Ya estar!
L: Gracias Zulú, bueno, melesi (el hombre sonrió)
A: Nos queda un media hora para llegar a la bwatu, ¿te molestará ir a mi lado y te voy
enseñando lo básico?
L: Según te portes
A: Me portaré bien... te he demostrado que me sé portar bien ¿no? (mirada intensa,
cautivadora, mirada lasciva al máximo)
L: No sé... ¿cuándo? (le preguntó haciéndose la despistada y apartando sus ojos de
aquellos otros que hablaban abiertamente de deseo)
A: Me encanta cuando no te interesa algo con la rapidez que olvidas y esa carita que
pones de no haber roto un plato...
L: Ya ves... cosas de pija
A: Debe ser, sí (le sonrió)
M: Nos vamos
Una pija en la selva 61
Luisita omitió respuesta, tan solo la miró y sonrió negando con su cabeza, realmente era
insoportablemente creída, pero con ella no iba a poder. Sin embargo, durante ese cuarto
de hora donde anduvieron entre matorrales, plantas extrañas y árboles maravillosos,
Luisita descubrió una Amelia que no tenía nada que ver con la seductora
Nuevamente río hacia arriba los cuatro bajo un cielo rojo dispusieron a hacer el camino
que el día anterior habían hecho sin pensar en los peligros que iban a pasar, Luisita
pensativa miraba todo a su alrededor mientras mentalmente había decidido repasar las
palabras que sabía para olvidar el beso, el abrazo y el calor del cuerpo de Amelia
Nuevamente aquella faceta conquistadora salía sin esfuerzo de ella, Luisita sintió como
sus mejillas tomaban color y como se sentía algo incómoda, la sonrisa de Amelia le
daba a entender que la había vuelto a pillar, y eso le repateaba hasta límites
insospechados. Para su suerte, la orilla quedaba cerca y tras una carraspera que
demostró su apuro, agradeció que Zulú avisara que habían llegado
L: (“Le puedo decir la verdad, pero... seguro se burlara de mí, es tan impertinente, se
cree la Reina de la Selva, total porque se va acostando por ahí con todas... me repatea
la tía, aunque, debo reconocer que esta noche me ha ayudado con su presencia, sí, sin
duda pero no puedo decírselo. Y el beso, y su manera de mostrarme algo de
admiración, si fue admiración cuando me riñó y me dijo aquello de “lo has hecho de
puta madre”, ¡ay!, me vengo a la Selva para no pensar y no paro... ¡ay que tener mal
pata!, con lo grande que es África y encontrarme con una mujer así”)
A: (“Espero no tardar mucho a conseguir besar ese cuello que me vuelve loca, creo que
se muere, el día que pueda lanzarme a por ella, se me muere, si por un beso se
desmaya, bueno vale... se desmayó por el susto, la tía es valiente debo reconocerlo,
pero si ya le ha gustado dormir conmigo (esbozó una media sonrisa), de aquí a tenerla
enterita para mí, no hay nada. Eso sí, cuidado Amelia que es algo tierna y puedes
perderte, tú. Mírala se hace la interesante, jejeje, nena cuando te haga mujer verás las
bragas se te van a caer cada vez que pase por tu lado, y eso, otra sin estrenar para ti,
bien Amelia... pero las cosas claras que si no luego pasa lo que pasa... joder... me estoy
poniendo solo de imaginarlo”)
El jeep seguía yendo a tirones, y ellas en silencio. Hasta que Amelia la sorprendió
nuevamente
A: Bueno... más cosas que para mí deberías aprender es, algo tan básico como decirle
yo sé, eso les tranquiliza cuando te señalan partes del cuerpo que les duele (Luisita la
escuchaba atentamente) Se dice Mono kuzaka
L: Mono kuzaka, bien... yo sé...
A: Eso es
L: ¿Y cómo era lo de antes? (le preguntó disimuladamente)
A: ¿Crees que soy tonta? (dio un chasquido con la lengua mientras con sus dedos
golpeaba algo nerviosa el volante del jeep) Son deberes, pero debes descubrirlo tú
L: Ya... ¿y cómo?
A: ¿Te pica la curiosidad, eh? (sonrisa muy amplia y radiante)
L: ¡Vamos! (sonrisa de decir. “joder como que me muero por saberlo pero no te lo voy
a decir”)
A: Ya... ya...
L: Seguro es una tontería
A: O... algo importante...
L: Bueno sigue... mono kuzaka está claro
A: También puedes decirles tela mono, que es cuéntame, aunque el resto no lo
entiendas, les tranquiliza, ellos son muy inteligentes y saben que haces un esfuerzo por
ayudarles, entonces te dirán por señas, vale
L: A ver, mono kuzaka, malembe, tela mono, zina na mono Luisita, te nge kobanga na
nkati estaría bien porque sería decirle yo sé, tranquilo cuentame, mi nombre es Luisita
Una pija en la selva 65
tú no tengas miedo (Amelia frenó en seco, giró su cabeza a la derecha la miró fijamente
mientras Luisita sonreía moviendo sus cejas y la lengua a un lado de los labios en señal
de un tanto chulería) ¿No?
A: Pero que cabrona eres, tú sabes más de lo que yo creía... me estás tomando el pelo
L: Pues sí (dio una carcajada enorme y una palmada al viento pero entonces se quejó al
darse en el dedo) Ay
A: Serás... me alegro (negaba con la cabeza dándole nuevamente al jeep)
L: Lo que pasa es que me gusta dejarte un poco en ridículo, eso baja un poco al
narcisista y tú eres un rato laaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaargo (exagero su gesto con
la mano)
A: Esta me la pagas... aunque... sigues sin saber lo que te dije
L: Dame tiempo
Sonriendo llegaron al poblado, y allí los niños nuevamente salían corriendo hasta ellos,
ambas mostraron un gesto mucho más relajado, al saberse en casa sus músculos
descansaron, la vivencia en la que habían compartido miedo y la vida, había sido
agotadora. Luisita bajó sintiendo que había ganado una batalla a esa super mujer, y que
le había gustado en cierta forma la cercanía que habían tenido mucho más respetuosa.
Pensó en decirle de compartir un zumo y hablar de otras cosas, justo en el momento en
que se oyó una voz tras ellas
Amelia se giró reconociendo perfectamente aquella voz, Luisita abrió sus ojos de par en
par cuando vio que una mujer rubia, con unos ojos tan azules como aquel cielo, vestida
con pantalón bombacho y camiseta de tirantes remarcando sus prominentes pechos, se
acercaba a la médico echándose literalmente a sus brazos, vio como las manos de la
mujer apretaban las nalgas de Amelia con descaro y como ésta susurraba un gemido de
placer
Allí en aquel pequeño hospital junto a ellos, estuvo Luisita un rato con ambos,
entregándoles su sonrisa y haciendo que por momentos olvidaran que estaban
convalecientes. Después arregló lo que Marce le había pedido y salió hasta su cabaña,
cogió algo de ropa y pasó por el pasillo junto a la puerta de Amelia, no quiso prestar
atención pero le fue irresistible, apoyó la oreja en la pared y oía las risas de aquella
inglesa y sus suspiros, y sus continuados:
Sin duda, Amelia estaba haciéndole pasar un buen rato. Una vez entró en la ducha, al
dejar caer el agua fría, pensó en el momento en que en medio de una nube de balas
había socorrido al niño, y recordó como las manos fuertes y seguras de Amelia la
arrastraron hasta un lugar seguro. Estuvo un buen rato bajo aquel chorro de agua
intermitente, tan pronto caía con fuerza, como lo hacía débilmente, tratando de no
recordar lo que vino después, primero el beso, después el abrazo en el saco. Con un
escalofrío dio terminada la ducha, después lavó su ropa y la tendió en un hilo que había
tras su cabaña, al volver a pasar, un grito demasiado efusivo de la inglesa le hizo tiritar,
le echó la culpa a una ligera brisa que se había levantado, quiso pensar en eso, en la
brisa
Una pija en la selva 67
L: Hola
B: Oye... ven aquí... ahora mismo me vas a contar como es eso de que salvaste al niño
(le decía con gesto asombrado mientras se secaba las manos en su delantal)
L: Ya te lo ha dicho Marce (le dijo sonriendo de lado como tratando de quitarle
importancia)
B: No, Amelia, ha venido a por... leche de coco... prefiero omitir para que la quiere (dijo
con algo de vergüenza)
L: Ya (asintió) Oye Benigna... Amelia es siempre así de insoportable... ayer me planteé
muy en serio marcharme... no la soporto es un acoso y derribo con esas tonterías de
mujer seductora... se cree irresistible
B: Bueno... yo sé que no se puede defender su actitud, sé que es muy...
L: Es súper creída... se cree el ombligo del mundo
B: No tanto... dale un poco de tiempo, es verdad que yo no apruebo lo que hace... pero
ella tiene sus razones...
L: Pues no veo que razones puede tener para ser tan agobiante. En fin...
B: Amelia no es mala persona, te lo aseguro (le acarició con ternura la mejilla)
L: No quiero saber nada de ella quiero decir de su vida, pero... si te soy sincera, me
gustaría saber porque se fueron las enfermeras anteriores (le habló con tono de
confesión) Me explico, cuando me llamaron para venir, me dijeron que no solo era duro
la experiencia con la gente de África, también era difícil con los compañeros, por las
circunstancias, por el tiempo lejos de casa, por la supervivencia, me hicieron preguntas,
y como que me prepararon psicológicamente para entender que mis compañeros eran
muy importantes para mi sobre vivencia, de igual manera que yo para ellos. Entonces
me dijeron que me habían destinado aquí, que mi carácter valía para estar aquí, al
principio pensé que por la gente, pero cada vez me doy cuenta que era por ella... ¿me
equivoco?
B: No. Verás... vamos al huerto y te cuento. Lula cariño... ahora venimos
L: Lula un beso. Ah mira lo que sé decir... a ver... espera... vamos allá ¡atenta, eh! (puso
cara de concentración, la muchacha la miraba algo atónita) Nge kele beto me kumaka
bampangi (dijo orgullosa tú eres para mí, como mi hermana). Benigna la miró con gesto
complacido, mientras la chica la miraba con sus ojos grandes normalmente apagados,
con un tímido brillo) ¿Qué te parece?
Lula apartó su mirada de Luisita, mientras Benigna sentía como se emocionaba, como
volvía a emocionarse con una mujer como Luisita, y sin querer, pensó que aquella mujer
era quizá lo que Amelia necesitaba, y sin ella saberlo, seguramente, era quien podía
ayudarla a olvidar. Salieron hacia el huerto, Luisita volvió a sonreír a los niños que por
allí jugaban, y sin poderlo evitar sus ojos pasearon rápidamente por aquella cabaña.
Después se colocó junto a Benigna, aquella mujer era al antitesis de Amelia, le daba
calma, le gustaba estar con ella, en dos días, sabía que con Amelia podía desquiciarse,
mientras todo lo contrario con Benigna, que con Marce podía confiar, y con Amelia
nunca sabía por donde iba a salir, lo único que sabía y le hacía sentir, era como un
objeto deseado, un capricho, unos ojos que a veces la desnudaban, unos ojos que a
veces la torturaban y unos ojos que tan solo una vez, pero intensa vez le hicieron tiritar
de emoción
Una pija en la selva 68
Al llegar al huerto se encontraron con la mujer que estaba junto a Zulú, aquella que le
había sonreído y con la que apenas Luisita pudo intercambiar aquella sonrisa de
bienvenida. Benigna la saludó
B: Mbote Nsona
Nsona: Mbote Benigna, Mbote Luisita (sonrió con los dientes perfectamente
delineados)
L: Mbote. Nge kele... ¡ays espera! (se puso la uña en la boca graciosamente ante la
mirada expectante de ambas)... ¡como era!... ¡ah si!, nge kele na nkento ya Zulú (tú eres
la mujer de Zulu)
Nsona: Talo (sonrió agradecida por el esfuerzo que Luisita había hecho)
B: Bueno... bueno... en nada ya lo hablas mejor que yo
L: No creo, solo me sé cosas sueltas, entre lo que tú me dijiste y lo que me enseñó
Amelia
B: ¿Amelia? (la miró algo sorprendida mientras Nsona sonreía)
L: Pues sí...
B: Creo que eres a la primera que enseña el dialecto, ¿verdad Nsona?
Nsona: Verdad (contestó sin dejar de sonreír)
B: Venga ven que te enseñe. Mira... esto son las patatas, crecen bien y es lo que más
alimento nos aporta, pero no siempre tenemos, hay unos malditos bichos que se comen
las hojas y solo podemos fumigar una vez al año con suerte (le dijo con gesto de
fastidio)
L: Vaya... (miraba todo con mucha atención, el terreno era grande y habían puesto una
especie de valla con troncos de madera de los árboles, suponía que para evitar a algún
animal salvaje pero no quería saber cual) No imaginé que aquí en África pudiera
cultivarse todo esto
B: Digamos que somos privilegiados en este trozo de tierra que Dios nos ha regalado
L: ¡Tomates, eso son tomates! (exclamó sin poder evitar alzar la voz por la sorpresa)
B: Sí (sonrió ampliamente ante su reacción) Tengo una prima que vive en Valencia,
tiene un huerto enorme, naranjos, toda clase de hortalizas, invernadero y una vez al año,
me manda en una caja grande bien preparado todo para que plante, los tomates nos
cogieron en seguida, las lechugas tuvimos un año sí, y luego nada, después como ves
aquí tenemos manzanos, también fue cosa de mi prima, y con esto vamos saliendo
cuando los tiempos andan revueltos. Antes teníamos a un matrimonio que me ayudaban
mucho, pero se marcharon
L: ¿Y quién te ayuda ahora? (miraba las hojas del manzano acariciando una de ellas)
B: Pues principalmente Lula, Nsona y Amelia
L: ¿Amelia? (se giró mirándola sorprendida)
B: Luisita... llevas dos días con ella, no la juzgues demasiado cruelmente
L: Dos días intensos, demasiado insoportables... en dos días ha terminado con mi
paciencia
B: Ya, suele pasar... ¿Qué tal tu primera noche en la selva? (quiso no crucificar
demasiado a la Pediatra)
L: Mal... pase mucho miedo... la incertidumbre de... lo que iba a pasar (“más por
Amelia que por nadie” pensó)
B: Te comprendo, la guerrilla, son peor que nada
L: Sí, ¿estos episodios son muy dados? (le preguntó con la mirada fija en la manzana)
B: Puedes coger una, tranquila...
L: Gracias (sonrió al sentirse descubierta pero aquella manzana la tenía prendada)
Una pija en la selva 69
B: Sí, son muy dados, aquí menos porque en parte necesitan a los médicos para su
propio beneficio, les hemos salvado a muchos hombres, por llamarlos de alguna
manera, son más bien bestias. Luisita ves aquel cesto, ¿me lo puedes traer por favor?
L: Claro (se fue hacia él y sin querer escuchó la carcajada de Amelia, suspiró
angustiada sin saber ni querer saber porque)
B: Se llama Ekolo
L: Ekolo... vale (asintió mientras mordía la manzana)
B: Pero eso no nos vuelve inmunes, en cualquier salida que hacemos a ayudar a la
gente, en una de esas redadas estúpidas que hacen, acaban contigo... así es África,
hermosa y terrible, pacífica en sus gentes, terrorífica en sus militares
L: Yo lo llevo (dijo algo impactada y muy pensativa en sus palabras) ¿Tú has ido en
estas acciones?
B: Claro, pero mis huesos no me permiten dormir en el suelo, ni correr, ni hacer como
tú o Amelia, pongo en peligro a los demás y eso, no lo puedo consentir (ante su mirada
le dijo con una sonrisa de lado haciendo una pequeña pausa) Tú y Amelia os parecéis
más de lo que podéis llegar a pensar, ella se ha jugado la vida innumerables veces por
salvar gente, una vez, ella sola, habían herido a Marce, sacó a cuatro niños del poblado,
bajo las balas, cargó con ellos y Marce en el jeep, y les salvó la vida a todos, vamos
como tú con el niño. Marce le dice que es una inconsciente... yo creo que sois valientes
L: En ese momento no lo pensé, y gracias a que ella vino y supo donde meterme (sin
darse cuenta su voz se torno tierna)
B: Ella es así (le dijo con dulzura) Luego te contaré lo de las enfermeras
L: Vale... ¿repasamos palabras Benigna?
Y así hasta la hora de la comida, estuvieron repasando palabras, frases, había esperado
un momento para estar a solas y repetir aquella frase que Amelia le había dicho, y
aunque trató de buscar similitud con las nuevas palabras que conocía, no hubo manera.
Comieron sin la presencia de Amelia, ni la de la rubia, hablaron de la misión, de los
enfermos cuando de pronto Zulú sacó a todos de aquella conversación tranquila
Zulú: Ziku... na kamwana Mbe monga ntu (Doctor, el pequeño Mbe tiene sangre en la
cabeza)
M: Vale... Luisita por favor ve a Amelia y que lo cure
B: ¡Marce! (le hizo un gesto como evidente de que la situación de Amelia era la que
era)
M: Benigna ella es la Pediatra, ella se encarga de los niños, y aquí está para lo que está,
no para lo que en estos momentos tiene entre piernas
B: ¿Voy yo? (le preguntó apurada por el comentario del hombre rudo que siguió
comiendo)
L: No, no... yo le aviso y la ayudo
B: Mira que eres borde, ¿eh Marce?
M: La chica me gusta para la Doctora sexo (elevó sus cejas) Solo le echo una manita
B: La Técnico
M: No mujer, la enfermera, me encanta como le para los pies... además esta noche... (se
calló mirándola con un ojo medio cerrado)
B: ¿Esta noche, qué?, ¡va cuenta! (lo miró intrigada)
M: ¿Qué me das a cambio?
B: Mira que eres chantajista (se sentó apresuradamente) Un poco de Pili-Pili
M: ¿Un poco?
Una pija en la selva 70
B: Bueno va... ¡ay Marce! Venga... cuéntame (le decía apoyando un brazo sobre la mesa
y el otro sobre su mandíbula)
M: Han dormido juntas en el saco repele lagartas
B: ¡No! (se tapó la boca dando un gritito y abriendo mucho sus ojos)
M: Sí (le dijo guiñándole el ojo todo serio)
Luisita caminaba deprisa hacia la cabaña, su corazón latía con fuerza, parecía un tambor
de esos que habían tocado los cazadores a su vuelta, no quería pensar en nada que no
fuera el hijo de Zulú y Nsona, pero recordaba los grititos y suspiros de placer de la
inglesa y un cabreo profundo se apoderaba inexplicablemente de ella. Al llegar a la
puerta tomó aire y con los nudillos golpeó fuertemente, demasiado fuerte, reconoció
tanto que notó un pequeño dolor en ellos
Esperó unos instantes a que Amelia apareciera, supuso que se estaría vistiendo y cuando
un tanto nerviosa iba a golpear de nuevo, la puerta finalmente se abrió, tras ella, una
Amelia con los labios aún algo enrojecidos por la pasión vivida, con la sábana
envolviendo su desnudez, con el pelo revuelto y con un gesto de “dame una buena razón
para cortarme”, espero a que Luisita hablara. Pero Luisita lejos de hablar la miró,
aquellos hombros desnudos con el pelo cayendo sobre ellos y aquel lunar que de repente
apareció a su vista la dejaron algo cortada
No le dio tiempo a más, Amelia había cerrado la puerta, y la había dejado con la palabra
en la boca y un monumental cabreo por tan mala educación. Se giró repleta de malestar
contra aquella mujer, cruzó el poblado corriendo y llegó hasta donde Nsona tenía a su
pequeño con un pañuelo tapando su herida
L: Ya viene Amelia
Nsona: Melesi
L: Vamos a ver a este pequeño... oye Mbe eres muy valiente
MbL: Sí (dijo con lágrimas en sus ojos aquel pequeño que miraba asustado)
A: ¡Ya estoy aquí! (apareció Amelia con un pantalón muy corto y una camisa
arremangada y una coleta muy descuidada)
L: (“No se ha puesto sujetador... joder Luisita... ¡qué te pasa!, ¿pero qué miras?”)
Zulú: Gracias doctora
A: ¿Pero qué le pasa a mi pequeño campeón?
MbL: Caer de árbol
A: Seguro estabas jugando con Limao...
MbL: Talo
A: Dame hilo del dos y ponte guantes (la miró fijamente)
L: Sí
Durante el rato que Amelia cosió al niño, Luisita no la miró ni una sola vez, de la
misma forma que Amelia tampoco lo hizo. Le hablaban al pequeño para distraerlo
mientras Nsona le decía a su pequeño palabras repletas de amor
Una pija en la selva 71
A: Pues esto ya está... Nsona, tranquila ¿eh?, le he hecho un pequeño examen y todo
está bien, trata que no se mueva
Nsona: Melesi
Zulú: Kitikoala Mbe... nge mbefo... (ahora al catre de bambú, estás enfermo) (le dijo
muy serio) Nge kuzaka Mbe kutuba (ya sabes que tienes que decir Mbe)
MbL: Talo (aceptó aquella riña donde le decía que no se iba a mover de la cama porque
estaba enfermo, el niño miró a Luisita y ésta le dedicó una sonrisa cariñosa) Melesi
A: Anda ve guapo, haz caso a tus padres. Recoges tú ¿verdad?
L: Claro... claro... tranquila... no vaya a enfriarse la rubia (le dijo sin mirarla mientras
abría con cuidado aquel armario cojo)
A: Te agradezco tu preocupación (se puso tras ella mirando la base de su cogote, Luisita
se había recogido el pelo, Amelia pasó la lengua por sus labios y le musitó) Si llegara a
pasar, yo sé calentarla...
L: ¡Uffffffffffffffffffffffffff! (resopló al quedarse sola el aliento de Amelia en su piel le
provocaba mareo) Que salida por favor... esto es peor que un tío...
B: ¿Quién es peor que un tío?... Amelia... seguro, la he visto salir (Luisita la miró
haciendo gesto de cansancio) Venga vamos a hablar...
Sonrientes se marcharon hasta la cabaña de Benigna, las tardes si no había nada que
interrumpiera el poblado, eran bastante tranquilas, nuevamente Nmaba había sido
llevada por su perro hasta su nieto, estuvo un buen rato a su lado hasta que Lula llegó y
el chico mandó a su abuela a descansar. Benigna y Luisita se miraron algo cómplices
hacia aquel gesto del muchacho que soportaba los dolores de aquella enorme herida
mucho mejor si Lula y su silencio estaban a su lado. El accidente de Mbe hizo que tanto
Zulú como Nsona estuvieran a su lado en casa, y de esa manera tan solo quedaban ellas
por allí, y es que el intenso calor que hacía a esas horas, hacía que todos aprovecharan
para descansar. Excepto Amelia que estaba en otros menesteres
Hablaron un rato más de África y sus gentes, de los habitantes que habían pasado por
allí, de los recuerdos de Benigna, hasta que se hizo la hora de preparar la cena. Aquella
noche, cenaron las dos solas con Lula, Marce tuvo que preparar todo lo que necesitaban
para la próxima misión que debían hacer, y Amelia... Amelia seguía como buen corsario
investigando por los mares anglosajones
L: ¡Ahhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhh!
Una pija en la selva 74
A: Joder... siempre tienes que gritar así (le dijo Amelia que estaba sentada en la silla
jugando con un sujetador de Luisita de encaje negro en su dedo dándole vueltas en el
aire)
L: ¿Qué haces aquí? (cerró la puerta tras de sí con fuerza y con gesto de ira la miraba, al
verla con su sujetador en la mano se precipitó hasta ella) ¡Dame eso!
A: Nada... quería saber como tienes los nudillos después de los golpes que has dado en
la puerta (sonrió al ver como las mejillas de Luisita tomaban color, su tono fue divertido
como su gesto)
L: ¿Y eso a qué viene?
A: Me preocupo por ti (se levantó acercándose lentamente a ella) Entiendo que estabas
algo rabiosa y...
L: Lo último que me apetece es soportarte... por favor... déjame tranquila
A: Pero Luisita... (susurró poniendo un falso gesto de profunda pena)
L: ¿Dónde tienes a la rubia?
A: Agotadita durmiendo... (su tono fue un tanto perverso)
L: Vete por favor (bajó su voz de intensidad)
A: ¿No vas a mirarme el golpe?
L: No creo que te duela mucho, ¿no?
A: ¿Celosa? (le preguntó mordiéndose el labio)
L: Sí, mucho... creo que no voy a poder dormir esta noche (respondió guardando el
sujetador)
A: Lo sabía (sonrió victoriosa)
L: ¡Por Dios... qué clase de tía eres!
A: Descúbrelo... te dejo (se puso en jarras invitándola a tocarla)
L: No lo puedo creer (rió escéptica al ver su pose comprendiendo lo que quería)
A: Venga... te aseguro que nos lo vamos a pasar bien (le musitó con su voz celestial
sabía que así ganaba muchas veces)
L: Mira, voy a decirte algo, no soy lesbiana, no me gustan las mujeres
A: A mí me encantan las mujeres que no son lesbianas y no le gustan las mujeres,
digamos que... me gusta enseñarles (fue a acariciar con todo el descaro del mundo su
pecho que llevaba al descubierto por el escote)
L: Ni se te ocurra (le cogió la mano y le apretó con fuerza)
A: ¡Au mi mano tía! (se soltó sacudiéndola mientras ponía gesto de dolor)
L: A mí me importa un rábano lo que a ti te guste o deje de gustar, sólo te digo que no
sigas por ahí, ¿vale?, porque todas caían a tus pies no quiere decir, que conmigo vaya a
pasar lo mismo... desgraciadamente reúnes todas las cualidades que a mí más me
repatean de una persona... para mí no eres una súper tía
A: Interesante (dijo soplando sus dedos) Joder... me has hecho daño ¿eh?
L: Quiero acostarme
A: ¿Y si tienes miedo? (la miró sugerentemente) ¿Quién te va a abrazar?
L: Por favor (cerró los ojos llegando a hartarse de sus pamplinas)
A: Vale, me voy... pero si quieres algo me llamas (la miró con sus ojos penetrantes y
cansados) Estoy a tu disposición
B: Pasa Amelia
Una pija en la selva 75
A: Hola... Ramón... mi niño guapo (le tocó la cabeza acariciándolo con cariño)
B: ¿Qué le has hecho esta vez? (la miró por encima de sus gafas, estaba metida en la
cama leyendo un libro)
A: Nada... le gusta llamar la atención (se metió con ella en la cama)
B: Oye... (le llamó la atención)
A: Venga déjame dormir contigo
B: ¿Y Samantha?
A: Supongo que duerme... no sé... y no te preocupes que me he duchado cuando hemos
acabado, no llevo olor a hembra, si ni siquiera Ramón lo ha notado... anda sé buena...
déjame dormir aquí
B: ¡Ay... Amelia... Amelia!, ¿qué voy a hacer contigo?
A: Sólo quiero dormir
B: Ah, vale, esta noche no nos toca sexo... (le dijo seria mirándola como si francamente
se decepcionara)
A: ¿Sabes si tiene novio? (le preguntó sonriendo)
B: ¿Luisita?
A: Claro... tú ya sé que no
B: Oye guapa si vas a comenzar con tus impertinencias te vas pero ya
A: Perdona... seré buena (le dijo poniendo gesto de niña buena)
B: Si quieres dormir, sal fuera, deja a la Amelia macho y vuelve a entrar con la Amelia
que yo conocí
A: ¿Me vas a hacer levantar? (la miró perpleja)
B: Va... fuera
Tras volver a cerrar la puerta, Amelia entró, sabía que Benigna la conocía de sobra, y
esos ejercicios raros que le hacia hacer siempre le daban resultado. Amelia siempre
pensó que Benigna era una mujer especial, que si ella hubiese querido, quizá hubiera
sido la mujer de su vida
A: Nada... nada que se pueda arreglar (habló con voz apagada, terriblemente apagada)
B: Amelia... ¿no crees que ya va siendo hora de que vuelvas a ser tú?
A: No empieces Benigna... (le dijo frunciendo la frente)
B: Todas las mujeres no son igual
A: Sí que lo son... el amor no existe, para mí no... prefiero tener mil que una sola
B: ¡Por Dios ni mi marido que era el más machista del mundo mundial decía esas cosas!
A: No quiero Benigna, no quiero volverme a enamorar... ¿recuerdas que no tengo
corazón?
B: Eso son tonterías... quizá haya una señorita que te lo devuelva
A: ¿Ah, sí?, ¿y quién es esa señorita? (le preguntó haciéndose la despistada)
B: Es a la primera que le dices eso de mwasi...
A: Sabía que te lo iba a decir... (sonrió) No me interesa como mujer, me lo paso bien
con ella, creo que si consigo ser un poco eficiente acabará en mi cama como todas...
B: Yo creo que no... yo creo que con ella lo tienes claro
A: No Benigna, sé como tratarla, quizá con ella me cueste algo más pero... eso está
hecho
B: Amelia cariño... así nunca vas a ser feliz (la miró con pena sujetándola por la
barbilla)
A: No necesito ser feliz... ya lo sabes... nunca podré serlo
B: Deberías volver a Madrid... afrontar aquello sino nunca lo vas a superar
A: Bueno... dejémoslo... tengo sueño estoy molida
B: No me extraña
A: Uf la inglesa tiene una de cuerda (sonrió)
B: ¡Calla, calla!
A: ¡Me encanta como te escandalizas!, pareces la pija (sonreía divertida)
B: No me la marees ¿eh?
A: ¿Oye me voy a poner celosa? (la miró fijamente)
B: La chica es un encanto, te lo advierto. No juegues con ella, yo de ti la miraría como
una amiga que te puede ayudar, como esa mujer con la que puedes contar cuando la
necesites, piensa Amelia, a parte de mí ¿quién te puede echar una mano?, ni aquí, ni en
Madrid... estás sola y no me gusta verte sufrir bajo esa máscara ¿de acuerdo pequeña?
A: Buenas noches Benigna (le dijo débilmente sabiendo que Benigna tenía razón)
B: Buenas noches cariño (le dejó un beso en la frente justo cuando se fue la luz)
¡Siempre tan oportuna la niña!, gracias a ti ya no me entero si le asesino es uno u otro...
hasta mañana con esta incertidumbre...
A: El asesino es el mayordomo...
B: ¡Ah... Dios... cuánto comprendo a Luisita!, eres odiosa cuando te lo propones
A: Ya... pero me quieres más a mí que a ella
B: No sé... no sé... venga a dormir. Ramón buenas noches cariño... procura no roncar
Ramón: Guau... guau (siempre le contestaba con dos ladridos suaves)
A: Es la hostia este perro...
El despertar en la Selva les mostró otra maravilla más de aquel lugar, un cielo rojo,
poderoso con unas pequeñas motas blancas, el sonido de los animales, la quietud del
poblado, ese ligero viento que levantaba el polvo del suelo, ese olor intenso a
naturaleza, de todo aquello estaba disfrutando Luisita desde su ventana, cuando vio
pasar a Amelia con unos vaqueros, una camiseta, la melena que se dejaba acariciar por
el viento, y unas botas negras, sin duda, sus pasos daban muestra de una mujer segura,
sin embargo, el gesto que mantenía le llamó la atención
Una pija en la selva 77
L: Luego me llama a mi pija, y mira si lleva unas Panama Jack... que fuerte...
Como todos los días, Benigna se levantó a las seis, al hacerlo tapó a Amelia con la
sábana, le dejó un beso en la frente y la miró con pena. No tenía corazón le había dicho,
siempre recordaba que aquel día, aquel fatídico día se lo habían destrozado, pero era
consciente que en el momento alguien la volviera a cautivar, en el momento en que
alguna mujer quisiera indagar que había tras esa máscara, aquel corazón amurallado con
las piedras más grandes y fuertes que se pueden encontrar en la vida, caería, porque
Amelia era una mujer extremadamente sensible, repleta de amor para dar, y con ansias
de recibirlo a caudales, y seguía teniendo esperanza de quien podía conseguir aquello,
sería Luisita, la mujer ideal para ella, la mujer que necesitaba, dura y dulce, fuerte y
débil, decidida y a la vez temerosa, asustadiza era valiente y esa valentía era necesaria
para afrontar a Amelia como una mujer no como lo que la mayoría pensaban. A Amelia
había que descubrirla, no era fácil pero... tenía la esperanza de que Luisita pudiera llegar
hasta dentro de su corazón y provocar en ella, aquel golpe de amor que necesitaba para
sentirse nuevamente persona. Sabía que se sentía mujer, sabía que se sentía médico,
desgraciadamente, no se sentía persona
Tarareando como siempre alguna copla española de las grandes folklóricas herencia que
le había dejado su madre, se encontraba Benigna preparando el desayuno, café con unas
pastas que ella misma preparaba de maíz. En la mesa tomando su café mientras daba
giros sin parar a la cuchara se encontraba Amelia, con una de sus botas sobre el asiento
y la rodilla flexionada, miraba al vacío, mientras su cabeza no paraba de pensar
L: Buenos días (apareció Luisita con otro modelo de explorador y su sonrisa amplia)
A: Vaya... buenos días (le contestó sentándose bien) Anoche no viniste a mi cama
L: ¿Estaba ocupada, no? (le sonrió mientras se llevaba a la boca una de las pastas que
habían en la mesa) Mmmmm delicioso
A: Nos lo hubiéramos pasado bien, un trío... ya sabes (le guiñó el ojo)
L: Lo siento, lo mío en los tríos es ser la protagonista
Se dio la vuelta y se fue a por Benigna, entonces Amelia se quedó con la boca abierta
sorprendida totalmente fuera de juego, se lo dijo tan seria que no sabía si se había
quedado con ella, o realmente era así. Su descaro fue parecido al que ella misma
utilizaba con ella
Por su parte Luisita entró en la cocina con una sonrisa de vencedora, había captado el
gesto de sorpresa en Amelia, le había gustado su pronta reacción y sabía que eso no se
lo esperaba, sin saber porque los latidos de su corazón se habían disparado de manera
irremediable
Salieron corriendo, fuera ya no estaba Amelia, al llegar fuera vieron como el hombre
que había traído a Sassou estaba allí con la niña de la mano, y vieron atónitas como
Amelia le quitaba con fuerza a la pequeña y encaraba al hombre
B: ¡Dios mío!
M: Hola... vaya tenemos espectáculo ¿eh? (dijo sonriendo)
L: ¿No vas a hacer nada? (lo miró atónita ante los gritos del hombre hacia Amelia) Le
va a pegar
M: ¿A Amelia?... no... tranquila
L: ¿Qué le dice?
B: Ha venido a llevársela... pero Amelia le está diciendo que no se la va llevar
M: Bien... ahora llega lo divertido, Zulú junto a Amelia, el hombre ya no es tan macho
Sus ojos no se separaban de la figura de Amelia, segura, firme, decidida a poner su cara
para salvar a la pequeña, notaba como sabía manejar la situación y si momentos antes le
había gustado burlarse de ella, en ese momento la estaba admirando. Hubo un momento
donde el hombre enfurecido hizo un ademán de golpearla, Luisita sintió como le daba
un salto el corazón. Pero nuevamente la Doctora volvía a no ocultarse, a imponerse, y
vio como Zulú mediaba entre ellos. Luisita notó la presencia de alguien a su lado, más
por la mirada de Amelia, que por su aparición, era la rubia, su cabeza giró unos
centímetros hacia la izquierda para mirarla, mordía una manzana mientras miraba la
escena con total lejanía e indiferencia. Luisita se dio cuenta que aquella rubia solo era
un entretenimiento, mientras ella sentía miedo por Amelia...
Era cierto que Amelia había mirado hacia donde estaban ellos, los cuatro observando la
situación, pero no miró por la rubia, lo hizo porque mientras estaba en aquella situación
unos ojos le habían estado penetrando su ser, al mirar, vio la diferencia entre Luisita y la
rubia
Cuando Luisita vio como se giraba con rabia tras la explicación de Zulú y se metía hacia
la clínica le dijo con preocupación a Benigna
B: Es inhumano dejar que se la lleve, ¡y olé por sus ovarios!, aquí estamos para
denunciar casos como estos Marce
M: Sé perfectamente para que estamos Benigna, pero hay cosas que no están a nuestro
alcance y pone en peligro nuestras vidas y con ellas, nuestra ayuda a quienes nos
necesitan
B: Lo sé... perdona... es que... ¡me da una rabia!
Cuando Luisita llegó hasta el hospital, vio como Amelia hablaba con la chica y como
ésta la miraba con sus ojos apagados y un gesto serio que le hizo temblar el corazón. Al
verla Amelia le dedicó una mirada tan distinta a las que le había dedicado que Luisita
por instinto se acercó hasta ella y se puso a su lado siguiendo con atención el diálogo
A: Te kobanga na nkati Sassou, mono kudasida nge, te banga (No tengas miedo Sassou,
yo te ayudaré, sin miedo)
Sassou: Te... yandi kele ya mono mfumu (no... el es mi dueño)
A: Sassou... nge kele tangona nsomo... te kwenda (Sassou, tu eres valiente... no te
marches) (la chica agachó sus ojos y comenzó a llorar)
L: Te ke dila (no llores) (Entonces le dijo con suavidad a Amelia) ¿No podemos hacer
nada?
A: Si ella quiere marcharse no. ¡Joder!...
Entonces Amelia vio como salía echa una furia Luisita, aquel caminar le hizo pensar
que iba a por aquel maldito dueño, Sassou se abrazó al pecho de Amelia que dio un
respingo de rabia al tener que dejarla marchar, como a tantas otras
Fuera, Zulú controlaba que aquel hombre no hiciera nada, estaba allí con aquel gesto
serio esperando que la chica saliera, pero a quien vio salir fue a una Luisita muy seria
Se dio la vuelta y fue hasta el hospital, donde Amelia estaba vistiendo a la pequeña, que
mantenía un gesto serio, pero asumiendo cual era su destino. Al escuchar los pasos
Una pija en la selva 80
fuertes y decididos de Luisita entrando, Amelia se giró, le vio el rostro rojo de furia, y
sus ojos repletos de alegría, no era demasiado lógico así que se puso en pie como
esperando que hablara
L: No se va, se queda
A: ¿Qué? (le preguntó desconcertada)
L: Que le he dicho al tipo ese que no se mueve de aquí...
A: ¿Y te ha hecho caso? (la miraba sin creer lo que le contaba, con un gesto totalmente
atónito, era cierto que lo había escuchado gritar pero no se imaginaba que fuera por ella.
Su gesto era totalmente incrédulo mientras la niña las miraba sin entender nada) Dime
L: Sí (dijo tras exhalar un profundo suspiro) Díselo, anda
A: Yandi ata kwisa be (él se ha ido) (la niña comenzó a llorar de alegría abrazándose a
Amelia provocando en ella un gesto demasiado dulce que la delató ante la mirada de
Luisita
Sassou: Melesi... melesi... (y se abrazó a Luisita que sonreía con los ojos repletos de
lágrimas)
L: Venga ve a la cama
M: ¡Tengo qué hablar con vosotras dos! (les señaló con gesto serio yéndose a su
pequeño cuarto donde tenía una única mesa)
A: ¿Qué has hecho?
L: Lo que tú deberías aprender, a tener modales, no a pasar por encima de los demás... a
no avasallar (le guiñó el ojo y cuando fue a marcharse se giró diciéndole) Ah... me
alegro que te parezca una mujer guapa, a mí me gustan tus botas... ¿pija tú también?,
parece que hoy es el día de llevarme más de una sorpresa
M: ¡No tengo todo el día! (se oyó desde el despacho)
Allí se quedó quieta Amelia, reflexionando las palabras de aquella mujer que en ese
momento le había sorprendido realmente, lo que menos esperaba era aquella reacción,
pero en el fondo, lejos de molestarle le gustaba, se notaba que quería guerra, sonrió
M: Amelia...
A: Ya estoy aquí... (miró a Luisita y se pasó la lengua por el labio inferior Luisita por
una vez no evitó mirarla)
M: Bien... vamos a ver... vosotras definitivamente queréis que nos abran en canal (las
miraba con las manos en las caderas con gesto muy serio) Voy a tener que informar de
esto a Quintero
A: Vamos Marce que nos conocemos, ¿quieres impresionar aquí a la pija?
L: Perdona... debe querer impresionar a las pijas (acentúo el plural)
M: ¿En que me he perdido? (las miraba alternativamente en el momento en que oyeron
gritos fuera) Bueno... pues dejamos la bronca para después
Zulú: Dice que han atacado su poblado, que hay muchos muertos y heridos
M: Está bien... ¡Massamba!, Zulú en el camión, vosotras dos conmigo, Benigna
B: Ya me hago cargo yo... (dijo llevándose acompañada por otro de los hombres que
quedaba Kmae)
M: De acuerdo... nos vamos, Kmae, vigilante, ¿eh?
Una pija en la selva 81
Con rapidez cargaron sus maletines, subieron al jeep y Marce dejó que fuera Zulú quien
abriera el paso, era el que mejor conocía el terreno, él y Massamba eran quienes siempre
les acompañaban en estas ocasiones cuando la guerrilla había arrasado un poblado
entero, más que nada, porque los dos se encargaban de enterrar a los muertos una vez
todo estaba supervisado. Sin embargo en aquella ocasión había algo extraño el silencio
que les envolvía les hizo ir con gesto serio, demasiado serio. Luisita por su parte ajena a
aquel silencio tan perturbador iba con su corazón a galope, ¿qué descubriría en aquel
lugar?, era la primera vez que iba a enfrentarse con algo así
Dicho esto, Marce miró a Amelia, Amelia miró a Marce y cogió en una mano una
pistola, y en la otra el walkitalki
A: Zulú es una trampa, da la vuelta... da la vuelta (le insistió aparentando calma aunque
su corazón latía con la misma fuerza que el de Luisita) Luisita agáchate coge la pistola
que tienes debajo del asiento
M: Mierda... mierda... (giró el jeep en contra dirección a toda velocidad)
A: ¡Cuidado!... ¡cuidado!
Cuando Marce giró el volante, vieron como dos hombres salían a su paso, como no
esperaban el gesto del coche tuvieron que echarse a un lado sintiendo como el aire del
cambio de dirección del jeep les echaba el polvo de la tierra sobre ellos, fue suficiente
tiempo como para que el jeep y el camión pasaran por su lado
M: ¡Joder, joder!, echaros al suelo... ¡echaros al suelo! (gritaba fuera de si un Marce que
luchaba por mantener aquel viejo coche en dirección correcta)
A: Luisita túmbate, en la puerta hay un agujero, saca la pistola y dispara
L: ¡Yo no quiero matar a nadie! (entonces una bala entró por la ventanilla de su derecha
y salió por la de su izquierda) ¡Ahhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhh!
A: Ya me extrañaba a mí que no gritaras
M: ¡Disparar!, estamos bien cogidos por los cojones
Una pija en la selva 82
La miró fijamente y sin dar opción a nada Marce saltó del jeep, en ese momento a
Amelia se le pusieron los ojos vidriosos, pero sabía que no podía dejar que Marce
saliera del coche sin más protección
A: ¡Dispara a dar Luisita! (le gritó se pasó de asiento de un salto, Luisita sacó la pistola
y comenzó a disparar rezando en no cargarse a nadie, notó la embestida del coche y el
desconcierto de aquellos hombres que no sabían a quien disparar) No pares de disparar
L: Eso estoy haciendo... no me pongas nerviosa
A: ¿Nerviosa?, ¡coño ahora no arranca!
L: Amelia Marce ha llegado
A: Vamos cafetera hija de puta (le decía al jeep)
L: ¡Amelia que se acercan!, que nos están encañonando (dijo saltando de golpe al
asiento de delante con el sudor corriendo por su cuerpo)
A: Vamos... vamos... (en eso vio como Zulú acercaba el camión y les daba un empujón
suficiente para hacer andar aquella cafetera) ¡Agárrate!
L: ¡Ay! (protestó cayendo tras el golpe del camión pero entonces de un salto se puso
junto a Amelia aún con la respiración agitada
A: ¿Qué haces? (le preguntó sorprendida)
L: Joder que si me van a matar no quiero estar sola (le dijo mientras Amelia sonreía
débilmente)
Una pija en la selva 83
A: Eso me gusta... sí... me gusta... morir juntas es muy romántico (decía mientras le
daba con fuerza al acelerador tras el golpe)
L: ¡Ya están aquí! (le gritó como loca)
A: Ya... ya (aceleró al máximo)
L: ¡Cuidado el árbol! (volvió a gritar fuera de si girándose para ver en que situación
quedaban)
A: No me grites (le contestó también nerviosa)
L: ¡Cuidado el otro árbol!
A: No estoy ciega Luisita, pero como continúes así voy a terminar sorda
L: ¡Ahí, ahí el río no te metas bruta!... ¡ay que nos quedamos! (grito mientras señalaba
un riachuelo para al ver como Amelia se metía en él taparse la cara con las manos)
A: Hostia (el jeep dio un salto haciendo que las dos se movieran bruscamente de los
asientos) Llama a Zulú
L: ¿Cómo se hace?
A: ¿Joder te lo tengo que enseñar todo?, ¡au! (se quejó al tropezar el coche con una
piedra)
L: En mi vida he tocado una cosa de estas, y menos otra de estas (dijo sujetando en una
mano el walkitalki y en la otra la pistola, nerviosa la echó al asiento de detrás y al caer
al suelo salió una bala en dirección al motor pasando por el medio de las dos) ¡Ayyy!
A: ¡Ayyyyyyyyy! (gritó asustada) ¡Pero... pero... pero...! (no le salían ni las palabras)
L: Creo que le he dado a algo
A: ¡Al motor!, se está parando... joder... joder... (protestaba sin parar)
L: ¡Lo siento! (murmuró con algo de congoja)
A: Dame la radio. ¡Zulú!, ¡Zulú me oyes! (no obtenían contestación)
L: No viene nadie detrás (dijo asustada ya no solo por la situación sino también por la
bronca que iba a recibir de Amelia)
A: ¡Zulú!, ¡mierda! (dio un golpe al volante y tras un suspiro largo y pronunciado bajó
del coche señalándola con el dedo en su dirección) ¡No bajes, ni se te ocurra!
L: Lo siento ¿vale? (se disculpó bajando)
A: Eres una inepta... ¡será posible!
L: No lo he hecho a propósito
A: No se oye el motor del camión (trató de tranquilizarse pasando la mano por su
frente)
L: ¿Y ahora qué?
A: ¿Tienes idea de mecánica? (el gesto de Luisita le hizo reír) ¡Qué cosas tengo!...
L: Pues sí... ¿acaso tienes tú?
A: No, pero al menos no voy disparando en mi propia contra... vamos que si me das...
me das
L: Una verdadera lástima ¡sí! (dijo enfadada tratando de abrir el capo)
A: Vas bien, si no le tiras a la palanca de dentro no sé como vas a abrir (le contestó algo
molesta por su comentario) Ahora... tira
L: Ya... ¿dónde está el hierro? (preguntó para si misma)
A: ¿Qué hierro?
L: El que sujeta el capo
A: ¿Qué coche tienes tú? (le preguntó con el ceño fruncido)
L: Un Audi... ¿y tú? (la miró fijamente sin titubear)
A: Una moto, una bmw (se frotó la frente)
L: Así que ni idea ¿no?... pues calla la boquita que estás más mona
A: Me gusta que pensaras en morir junto a mí...
Una pija en la selva 84
L: Mira esas gilipolleces se las dices a tus mujeres, a mí me dejas tranquila... ¿puedes
sujetar el capo? (la miró enfurecida)
A: Vale... vale... ¡qué carácter!, me encanta
L: Uffffffff (resopló mientras se arremangaba la camisa)
A: Sí, ten cuidado no la eches a perder (cuando Luisita la miró Amelia hizo un gesto
gracioso de guardar silencio)
L: Joder aquí sale un chorro de algo
A: Ah
L: Sí... ¡mira está aquí la bala! (exclamó como si hubiera logrado un gran
descubrimiento)
A: Mira que bien... ya tenemos localizada la bala, ¿necesitas bisturí? (decía con sorna
mientras le miraba el culo descaradamente) Ahora entiendo porque los mecánicos nos
enseñan el motor... menuda panorámica (susurró encantada)
L: Está bien... está saliendo un líquido verde
A: Esta cafetera es marciana... desde luego...
L: ¡Puedes dejar de decir tonterías!
A: Me aburro... estás tardando mucho (dijo mordiéndose el labio)
L: ¿No se oye nada? (le preguntó metiendo las manos pero entonces)
¡Ayyyyyyyyyyyyyyyy! (dio un salto para atrás y a la vez se cogía una mano con la otra
apretándose entre sus piernas y doblándose de dolor
A: ¿Pero qué has hecho? (la miraba incrédula)
L: ¡Me he quemado! (decía con las lágrimas en los ojos)
A: Anda ven (la llevó hasta el riachuelo del brazo, después le cogió la mano y la metió
en el agua) ¿Mejor?
L: Ayyy (volvió a gemir)
A: Me encanta como gimes (le dijo mirándola a los ojos entonces Luisita harta de sus
palabras y de sus miradas le dio una patada como pudo que le hizo caer a ambas al agua
dentro del río) ¡Pero tú eres tonta! (le decía mientras escupía agua y tosía)
L: ¡Jajajajajajaaja! (no podía parar de reír de verla con todo el pelo en la cara, y su ropa
toda mojada, aunque cuando vio como se marcaban sus pechos se detuvo su risa)
A: Estás loca... (pero entonces se dieron cuenta de su situación, ambas sentadas dentro
del río mojadas de arriba a bajo, las ropas pegadas en los cuerpos y acabaron por dar
una carcajada enorme por igual) ¡Ay... ay que me meo!
L: ¡Ay que daño!
A: Joder esto es el miedo lo que nos hace reír así
L: ¿Tienes miedo?
A: ¿Tú que crees?, estamos solas en medio de la Selva, no sé como han terminado Zulú,
Marce y lo que es peor no sé que le pasa a Massamba, encima se nos para el coche
gracias a una bala lanzada por ti, y no sé donde vamos a parar
L: Y no se oye nada, ¿eh?
A: Nos hemos alejado mucho (dijo girando su cabeza hacia la derecha una vez se
habían calmado de las risas y de su explicación)
L: ¿Y si tratamos de arreglar el coche?
A: ¿Y cómo?, si mira esta todo el líquido en el suelo... venga levanta
L: Sí
Amelia le dio la mano y le ayudó a levantarse, ante aquel movimiento Luisita se tropezó
y fue de bruces hasta los brazos de Amelia, quien la miró profundamente a sus ojos
marcando en aquella mirada un profundo deseo. De manera casi automática posó su
mirada sobre sus labios. No fueron más que tres o cuatro segundos, donde parecía que
Una pija en la selva 85
todos los sonidos de la Selva se hubieran difuminado, donde esos sonidos hubieran
desaparecido y tan solo el murmullo del agua del río continuando su camino, y a veces
chocando con alguna piedra, era fiel testigo de aquel momento donde los corazones
daban señales a ambas dueñas. Fue Luisita quien se apartó no de manera brusca, pero sí,
sin mirar aquellos ojos que ardían de deseo, notaba como Amelia la miraba fijamente
notaba aquellos ojos sobre su cuello. Trató de disimular su desconcierto, seguramente el
miedo que le había atenazado los nervios, o su presencia volviendo a ser borde y directa
con ella. De una manera u otra, no sabía bien por que, pero seguía desconcertada con
sus ojos mirando a su alrededor, pero sin poder disfrutar de la belleza que allí había, no
veía otra cosa que no fueran aquellos ojos como la miel clavados en los suyos
A: Oye... escúchame bien... Voy a darte otra frase, esta es de vital importancia que la
sepas
L: Ya estamos...
A: Ke zola nge kuyongana (Luisita la miró atentamente mientras la voz de Amelia se
giraba muy sugerente, muy cautivadora)
Aquella frase que no entendía Luisita, no sabía que tenía que le había hecho erizarse, y
es que la suma de aquel susurro, los ojos de Amelia y los labios moviéndose con una
sutileza aplastante, la hicieron embriagarse de no sabía muy bien que. Sin más palabras,
Amelia se giró notando aquel estremecimiento de Luisita pero, también el suyo propio,
le daba miedo, le asustó aquella reacción que no entendía si todo estaba controlado, ¿por
qué ese ligero temblor?. Sin duda esas palabras en la intimidad con Benigna le habían
afectado de sobre manera. Habían comenzado a caminar cuando de pronto oyeron como
se movía algo entre la maleza. Ambas se miraron con temor, sus ojos se transmitieron lo
mismo, un animal salvaje. Amelia cogió la mano de Luisita y sin dudar retrocedió
corriendo hacia el jeep sin mirar atrás.
M: ¿Por qué corréis?, ¿qué habéis estado haciendo? (las miraba con gesto simulado de
enfado)
A: Joder... Marce (protestó con rabia al verlo allí, lo hizo con gesto asustado al igual
que Luisita que se soltó con rapidez de Amelia y resopló poniéndose la mano herida en
el pecho) ¿Cómo está Massamba?
M: Herido, Zulú que es un exagerado... bueno... pensáis quedaros aquí mucho tiempo...
digo que si queréis intimidad
L: Yo lo que quiero es irme de aquí (soltó de pronto haciendo que Amelia girara
levemente su cabeza hacia donde una pálida Luisita se encontraba)
M: Pues nada... lo que la señora quiera...
A: No va (le dijo al ver que iba a subir al coche)
M: ¿Te has cargado la cafetera? (le preguntó indignado mientras Luisita cerraba los
ojos pensando que aquel coche significaba mucho para él y lo más seguro era recibir
otra bronca)
A: Yo no... una bala nos alcanzó
M: ¿Una bala?, ¿aquí?
A: No... se paró al llegar aquí
M: ¡Mi pobre cafetera!, si es que no sé para que te dejo nada
A: Luisita lo ha tratado de arreglar... (guardó silencio con una medio sonrisa maliciosa)
M: ¿Pero...? (abrió el capó y sacó un hierrecito lo metió en un agujero dejándolo
abierto, Luisita miró con ojos asesinos a una Amelia que elevó los hombros
graciosamente) ¿Y esto?, ¿una goma del pelo?
A: Sí, solución de la pija (dijo con tono quejoso)
L: Al menos yo lo he intentado... ¿qué has hecho tú a parte de insinuarte?
M: ¿Amelia insinuándose?, no me lo creo (las miró negando con la cabeza y ante el
gesto de ambas dijo) A ver Amelia, el coche ha pasado un riachuelo, tú has debido
meterlo más de lo normal, y se ha mojado el motor, la cafetera es muy sensible, no
entiendo es como una mujer y tú de eso entiendes mucho...
A: Entiendo de mujeres pero no de cafeteras (se defendió cruzando sus brazos sobre el
pecho y agregó) Pero la bala ha dado de pleno, mira como está el suelo
L: Es verdad yo la he visto ¿eh? (apuntó un tanto nerviosa)
M: ¡Mujeres! (exclamó mirando al cielo. Entró al coche, quito la llave, la puso, le dio al
contacto y arrancó) Ya está... podéis subir.
Una pija en la selva 88
Ante aquella palabra, Luisita se tapó la cara, Amelia lo miró de soslayo con un gran
enfado y Marce ganó lo que quería, silencio
Durante todo el trayecto, nada más se escuchaba los quejidos de la cafetera, ambas iban
calladas, Marce pensativo y al llegar al poblado, tocó la bocina porque las puertas
estaban cerradas sin duda, estaban amenazados y era una manera de mantener un poco
de seguridad. Al parar el motor, Benigna, Samantha y los niños acompañados por Zulú
salieron en busca de las dos mujeres blancas perdidas en la Selva
Amelia entró en la cabaña tras un portazo, Luisita hizo lo mismo, casi, casi sonaron al
mismo tiempo. Amelia resopló con rabia, Luisita resopló con ira. Amelia se sentó en la
cama quitándose las botas, la derecha la echó contra la pared, Luisita se quitó las botas,
la izquierda la echó contra el suelo
Silencio en ambas cabañas, Amelia cogió sus cosas y salió para ducharse, Luisita hizo
lo mismo cinco segundos después. Amelia abrió la puerta, entró y cerró dando unos
pasos hasta la ducha. Abrió y entró. Luisita abrió la puerta, entró y cerró dando unos
pasos hasta la ducha. Abrió y...
A: Pero... (fue a protestar Amelia que estaba desnuda pero al ver que era ella sonrió de
lado)
L: Perdón (soltó con rapidez la puerta y notó como rápidamente sus mejillas tomaban el
color rojo, y un calor se adueñaba de ella)
A: ¿Quieres pasar? (sonrió pícaramente olvidando demasiado rápido sus pensamientos
anteriores) Queda sitio
L: Ya volveré (su tono fue serio y seco)
L: ¿Qué querrá decir?... ¿cómo era?... “Ke zola nge kuyongana” (le daba miedo saber
como se traducía seguro, que se estaba burlando de ella, ¡pero no iba a permitirle que lo
hiciera!) Con lo bien que iba, no pienso dejarme pisotear... le tengo que contestar como
lo hice menuda carita puso cuando le dije que estaba buena, pero Luisita... ten cuidado
no vaya a ser un juego demasiado peligroso
Dos golpes en la puerta le hicieron reaccionar, sabía que era ella, ¡cómo no!, seguro que
con nuevas burlas ante aquella situación vivida, así que decidida fue, abrió y con todo
su mal carácter le espeto mientras la puerta se abría
L: ¡Qué te pasa ahora!... Lula... cariño (la chica la miró con una mezcla de extrañeza y
susto) Perdona, perdona... pensé que era otra... bueno quiero decir que... ¿qué pasa? (le
preguntó sin saber muy bien como salir de aquel entuerto que ella sola se había hecho.
La muchacha señaló el hospital) De acuerdo ya voy, gracias guapa. ¡Oye Lula!, ven,
ven, pasa por favor mientras me visto y vamos juntas ¿vale? (le preguntó sonriendo, la
chica asintió sonriendo mínimamente también) Espera ¿dónde puse las manoletinas?...
ay... tengo que arreglar esto, no tengo casi espacio para mi ropa, Lula ¿me podrás
ayudar? (la chica la miraba atónita con sus grandes ojos que expresaban cierto
desconcierto ante el volumen de ropa) Si te gusta algo puedes coger, ¿eh?. Vamos
Al salir se encontró con Amelia que llegaba con el pelo mojado y una toalla enrollada al
cuerpo, ni siquiera se saludaron, Luisita avivó el paso para alejarse de ella lo más rápido
posible y Lula miró a Amelia con su gesto inexpresivo marcado en su rostro. Amelia la
vio marcharse, alejarse, con su andar gracioso podía imaginarse su gesto, y sonrió. Al
abrir la puerta se encontró allí con Samantha, su cara era seria, muy seria
Una pija en la selva 90
Samantha: Me voy
A: Vale (contestó como si no le importara demasiado)
Samantha: ¿No más, vale?
A: Samantha... no empecemos, ¿eh? (la miró fijamente mientras se quitaba la toalla
dejando su desnudez a la vista de la inglesa) Nos lo pasamos bien y punto
Samantha: Ya... no volver Amelia, no volver contigo (la miró con tristeza)
A: Está bien, si es lo que quieres (le dijo con una sonrisa triste)
Samantha: No quiero sufrir, tú haces sufrir...
A: Yo te hago gozar (le dijo con seriedad)
Samantha: Tu manera de ser, no es buena, un poco bien... mucho no... tú no sentir tu
corazón no merece la pena... pero yo saber y me voy sin rencor (le dejó un eso en la
mejilla y se marchó)
A: Mi corazón no sentir (cerró los ojos con malestar, primero Claudia, ahora ella, las
dos habían dicho lo mismo) ¡Qué sabréis de mi corazón!
En su pequeño pero cada vez más confortable hospital, Luisita estaba preparada para
curar, Marce estaba con ella
Aquella llamada de su madre, la dejó traspuesta, pensativa, pero aquel gesto le duró el
rato de preparar todo para curar. Con una sonrisa llegó a Massamba el hombre tenía un
gesto serio, pero amable
No supo que más decirle, tan solo sintió como algo penetraba su corazón, aquel hombre
grande, fuerte, que parecía nada podía doblegarle, ni siquiera las dos balas que se habían
alojado en su pecho, se había derrumbado por su sonrisa. La emoción le hizo olvidar la
presencia de su madre, aquella llamada que le había sorprendido tanto, aquel gesto de
aquel hombre, le había dado fuerzas y motivo para poder hablar tranquilamente con ella.
Lo habló con Marce y después de una ducha, fue hasta allí
M: Esto son conferencias a lo antiguo, siempre he dicho que por señales de humo
llegaríamos antes
L: Sí (sonrió) Oye Marce, ¿sabes qué me ha dicho Massamba?, que tengo la sonrisa de
su mujer
M: Lo pasó muy mal...
L: Ya. Dime una cosa porque antes no hemos podido hablar en el jeep
M: Más bien morder (la miró con seriedad)
L: Lo siento... es que me saca de mis casillas (se disculpó mientras hablaba cerrando los
ojos)
M: Es una cualidad que tiene (se recostó algo sobre la silla)
L: ¿Cómo nos encontraste?
M: Tuvimos suerte, el camión que traía a Carlos, oyó los disparos, se acercaron y los
tipos que nos tenían cogidos ya casi por los huevos, huyeron
L: Pues menos mal (suspiró)
M: Y supuse que no estaríais muy lejos, Zulú me acercó con el camión mientras Carlos
se llevaba a Massamba. Son esas cosas que pasan que no sabes muy bien porque.
Benigna me ha dicho que cuando supuso que era una trampa, y había movilizado a
todos por radio, Lula desapareció
L: ¿Se fue? (lo miró expectante)
M: Luisita me preocupas (ella lo miró elevando una ceja) Se metió en su cabaña...
L: ¿Y? (seguía sin entender)
M: Ven aquí (le dijo en voz baja) Es bruja y debió pedir protección para nosotros
L: ¡Lula! (no pudo casi controlar el grito y su expresión totalmente atónita)
M: Sí, Lula (entonces sonó la radio) Es para ti, te dejo sola... Quintero
Q: ¿Está Luisita?
M: Toda para ti
Q: Muchas gracias, dale un beso a Benigna de mi parte
M: Ni loco, que me la mareas y se tiene que concentrar para la comida...
Q: Egoísta. ¡Luisita!
L: Sí
Q: Tengo a tu madre al otro lado
L: Gracias. Mamá...
En: ¿Cómo puedes hacerme esto?, ni siquiera una llamada para decir que estás bien...
claro... a saber en que bazofia estás metida... no quiero ni pensarlo... ¿cuándo te
vuelves?
L: No me vuelvo, y no te llamé porque pensé que no querías saber nada de mí
En: Soy tu madre... ¡qué clase de hija eres!
L: Mamá si has llamado para reprocharme cosas... la verdad que... tengo mucho trabajo
como para soportarlo. Estoy bien, muy feliz y trabajando en lo que me gusta, la abuela
tenía razón
En: ¡La abuela... la abuela...!, no sabes las cosas que han dicho de ti hija, has dejado a
un hombre impresionante por estar en eso... tan desagradable (por su tono de voz Luisita
imaginó cual sería su cara y sonrió con pena) No lo puedo soportar, no puedo dormir...
Una pija en la selva 92
L: Voy a dejarte, veo que no te importa como esté yo, sino, que tú no puedes dormir...
un beso mamá si quieres saber algo, ya sabes lo que tienes que hacer, adiós. Siempre
igual (susurró con pena pero con aquel gesto de Massamba metido en su corazón, y al
recordar aquel buen partido, en su mente se apareció Amelia) Bueno... estoy muy
cansada, eso es... floja... mejor darme un respiro y no pensar en lo que no debo
Una vez había terminado de arrojar sus pensamientos a un lado, Luisita fue en busca de
Benigna, seguro tenía algo interesante que contarle, además, necesitaba explicarle lo
que había pasado con su madre, porque ella no entendía que antepusiera todo a su
felicidad, no lograba entenderla, y sabía que allí en aquel lugar había una persona que
podría explicarle los motivos que tenía para tratarla de aquella manera, en lugar de estar
orgullosa por lo que estaba haciendo, lo único que le preocupaba era lo que decían de
ella. Con esos pensamientos y paso lento, llegó hasta el comedor. Al entrar se encontró
con un chico, alto, educado, simpático con una taza en su mano, al verla, le sonrió
poniéndose en pie
Entró a la cocina con gesto concentrado y serio no la saludó más bien se había quedado
con algo que no le gustó, aunque no quería reconocerlo, aquel descontrol sobre su
control, le molestó lo suficiente y así lo vio Benigna
Una pija en la selva 93
Allí comenzó a dar vueltas a la cazuela de barro que Benigna tenía puesta al fuego, no
sabía exactamente que le había molestado de todo cuanto había sucedido momentos
antes, así que tras un suspiro profundo salió por una pequeña puerta lateral que daba al
huerto
Cuando vieron que la furgoneta de Carlos con los dos hombres y Samantha cruzaba la
puerta y la cerraban, Luisita suspiró con fuerza y le dijo a Benigna:
En lugar de salir por la puerta de la cocina, lo hizo por la principal del comedor, desde
allí, había un muro de ladrillo sin pintar que separaba la aldea del huerto, entró con
decisión y una sonrisa repleta de tranquilidad tras las palabras de Benigna. En el
momento en que entraba...
L: ¡Ayyyyy!
A: ¡Joder! (se le cayeron de las manos las manzanas que había cogido ante el grito de
Luisita) ¡Lo tuyo es gritar!
L: Perdona... no te había visto (dijo suspirando)
A: ¿Qué haces aquí?, oye me has echado tú las manzanas como mínimo podías
ayudarme, ¿no te parece?
L: No me parece no, solo son cuatro... (la miraba divertida)
A: Vale (su gesto siguió siendo serio, pero al mirarla y verla de aquella manera
mirándola como con una gran sorna decidió participar) Si sigues así con esos gritos me
va a dar el día menos pensado un infarto, ya me has golpeado una vez, así que...
cuidadito no tengas que hacerme el boca a boca (le susurró taladrando sus ojos en los de
ella que sin querer sintió temblar todo su cuerpo)
L: Tranquila que si te da, aviso a Marce
A: ¡Ah no!, si me da, me lo das tú que seguro me recuperas antes
Por unos segundos hubo silencio absoluto, se miraban a los ojos, valorando reacciones,
esperando al adversario su próximo movimiento. Luisita ávida pasó por su lado sin más.
Amelia ansiosa por seguir jugando, la siguió
A: ¿Qué quieres?
L: Vengo a por manzanas
A: Lo sabe mami Benigna (se puso tras ella)
L: Sí (miraba el árbol)
A: Pues creo que lo vas a tener un poco difícil, las manzanas están muy altas, ¿te
ayudo?
L: Mira... seré bajita pero no tonta
A: De eso no me queda la mínima duda, digo, que eres bajita
L: Paso tía, paso de ti
A: Cuidado no te manches tus impecables zapatitos de charol (sonrió)
L: Tranquila. ¿puedes dejarme sola?
A: ¿Y perderme el numerito?, no, gracias, quiero estar aquí para auxiliarte, porque yo sí
te haría el boca a boca (le musitó sensual)
L: Ya... pues lo siento pero no va a hacer falta que te quedes. Ale... largo
A: No mandas sobre mí, estamos en terreno neutral
Una pija en la selva 95
Salió como alma que lleva el diablo, mientras Luisita detenía su risa de golpe, enarcaba
las cejas y pensaba para sí “será engreída la tía”
La hora de comer fue algo tensa, Luisita parecía sería y pensativa, Amelia no había
dicho mucho, comió poco y terminó retirándose la primera, Marce comió con gesto
preocupado, aquel ataque al que habían sido sometidos complicaba nuevamente la
tranquilidad. A Quintero le había contado como Benigna comenzó a sospechar de aquel
extraño que había llegado, demasiado nervioso, y una herida demasiado limpia, al
preguntarle había salido corriendo de la aldea, sin duda había estado todo demasiado
preparado, quizá estaban en peligro y deberían decidir si recibir o no refuerzos. Así en
silencio finalizaron la comida
El calor aplastaba la aldea, el sol relucía con toda su fuerza en el cielo azul, los rayos
jugueteaban con el verde de los árboles, de los arbustos, y ante aquella visión, Luisita se
quedó prendada, pero el sol era tan fuerte y el calor tan intenso que entendía que nadie
saliera de sus cabañas... todos descansaban excepto Marce que seguía encerrado en su
pequeño despacho del hospital, ella había curado a Massamba, había pasado revisión a
sus dos primeros heridos, siempre con una sonrisa en sus labios, pero con una gran duda
en su cabeza. No había querido retirarse a su cabaña sin darle un vistazo a Benigna que
terminaba de arreglar las cosas de la cocina, para retirarse también a descansar, al verla
Benigna sonrió
B: ¿Cómo estás?
L: Agotada
Una pija en la selva 96
B: Es normal, si te soy sincera, es la primera vez que pasa esto con una enfermera
nueva, creo que estás dando muestras de una gran profesionalidad (le decía orgullosa
mientras terminaba el café)
L: Bueno lo he pasado fatal
B: Ya... cuando Marce me ha contado que os había perdido, he podido imaginar
vosotras dos pérdidas por cualquier trozo de selva... ¡uf que peligro!
L: Sí, mira salimos por un lado que no sé como no nos matamos, la bruta de Amelia
echó el coche por el río y bueno, histéricas (decía sonriendo)
B: Sí (sonrió también ella al imaginarlo)
L: Fue un momento de mucho agobio pero... ahora que lo pienso me da la risa
B: ¿Se portó bien?
L: Bueno... ya sabes... ¿ha cortado con Samantha? (le preguntó y ante su mirada agregó)
Perdona es que me muero de ganas por saber, me encanta el chisme
B: Ah... pues mira... ya somos dos, lo que pasa es que aquí hay poco chisme
L: Dime (se sentó a su lado con una sonrisa en los labios)
B: No tienen nada, Amelia no quiere nada serio con nadie ya te lo dije... y con todas
pues ya sabes...
L: ¿Y para qué quería la leche de coco? (no pudo evitar mostrarse muy intrigada)
B: ¡Ay hija no lo sé! (suspiró) Ni lo quiero saber que llevo muchos años viuda
L: Que fuerte (musitó con una sonrisa)
B: Pero yo me alegro ¿eh?, a ver si así se centra
L: Ya... bueno voy a dormir un ratito con este calor no apetece hacer nada
B: A este calor no te vas a acostumbrar nunca. Descansa
L: Benigna (se detuvo en la puerta)
B: Dime
L: Quiero que me traduzcas una frase (la miró con algo de titubeo sin saber muy bien
porque) Ke zola nge kuyongana
Benigna que acababa de dar un sorbo de su café reaccionó escupiéndolo todo en forma
de pedorreta desparramándolo por la mesa, sus ojos se abrieron como platos, miró a
Luisita fijamente para finalmente decirle
B: ¿Amelia?
Al quedarse sola Benigna, no daba crédito a lo que estaba sucediendo y habló en voz
alta diciendo
B: Está claro que Amelia no va con tonterías... pero creo que no le va a servir, con
Luisita no
M: Te estás haciendo vieja Benigna, hablas sola
Una pija en la selva 97
Por su parte Luisita, se quito toda su ropa, sus zapatos de charol y se puso un suave
camisón, no tuvo tiempo de pensar, se durmió al instante, notaba como el miedo se
había apoderado de todo su cuerpo, y lo último que recordó fue, Amelia sonriendo
Habían pasado tres horas desde que se acostara, un leve jolgorio de risas de niños la
despertó, abrió los ojos poco a poco, pensando en su madre, seguro que estaría en
alguna fiesta de alta sociedad, o habría salido en la revista “Hola”, resopló sabiendo en
ese momento que aquellas fiestas las odiaba, sin embargo, aquellas risas de aquellos
niños que apenas tenían nada, le estaban haciendo sonreír. Se levantó dispuesta a
vestirse cuando un golpe en la puerta y ésta abriéndose, le hizo sobresaltarse mientras se
ponía el pantalón corto de tela teniendo que hacer piruetas para no caerse
Asombrada Luisita vio, como en medio del poblado, habían transformado aquel espacio
en un improvisado campo de fútbol, dos cañas puesta a izquierda y derecha hacían las
veces de portería, los niños calentaban divertidos mientras Amelia seguía su culito
gracioso al caminar. Al llegar, Luisita se detuvo observando aquel ritual de los niños,
mientras Amelia la miraba con cierta ternura
B: Oye Marce... ¿qué es esto? un partido (salió del comedor Benigna al escuchar las
sonrisas
M: Eso parece, versus Amelia-Luisita... (dijo con voz aguda)
B: Debes pararlo, no quiero ni imaginarme lo que puede salir de ahí
M: ¿Estás loca Benigna? (la miró con gesto muy serio) Esto no me lo pierdo por nada
del mundo... la pija debe ser la hostia jugando al fútbol
Nyunai: Yo Nyunai hijo de Nmaba
Mutaba: Mutaba (dijo algo vergonzoso y se llevó la caricia en la cabeza de una Amelia
que se sentía orgullosa de aquellos niños pobres, que habían vivido un infierno, pero
con el calor de Benigna, olvidaban su calvario
Nzuzi: Yo Nzuzi hijo de Zambi
A: Y él es Ngande nieto de Nmaba y hermano de Mutaba, Ngouabi y Nyunai, es muy
perezoso para hablar, pero cuando hable no parara, ¿verdad? (el niño se escondió tras
sus piernas)
L: Pues a ver... Zina na mono Luisita (mi nombre es Luisita) (les saludó con una sonrisa
orgullosa
A: Ya lo saben...
L: Pero me hacía ilusión decirlo, ¿pasa algo? (la miró fijamente)
A: Venga... vamos a elegir, ¿pares o nones? (sonrió mientras la miraba)
L: Pares (contestó sin saber muy bien)
A: De acuerdo (los niños las miraban divertidos, Amelia y Luisita con las manos detrás
contando) Una, dos y tres
L: Jo... nones... (protestó al perder con cara de pena)
A: Jajajajaja, ves... he ganado... ¡siempre gano! (le sonrió con gesto insinuante)
L: Eso ya lo veremos. Va elige y deja de chulear
A: ¿No te gusta?
L: No tienes respeto ni por los niños... (le espetó mirándola a los ojos muy enfadada)
A: Elijo a Ngande
L: Mutaba (sonrió al pequeño que se fue con ella dando saltitos)
A: Abeza conmigo
L: Mmmmm Nzuzi (le dijo después de ponerse la mano en la barbilla y con gesto
pensativo porque no recordaba muy bien el nombre)
A: Difícil decisión, sí señor.. vamos Nyunai
Nyunai: Talo mwasi
L: Limao, conmigo... ¡con la mejor!
A: No me hagas reír por favor (decía poniéndose en jarras) Vas a morder el polvo
L: Permíteme dudarlo ¡verdad chicos!
A: Ya veremos
Cada una se fue a un lado del campo con su equipo, Luisita se había quedado de
espaldas a Amelia, pero se giró levemente para ver que hacía. Vio que se agachaba y
cogía a sus muchachos en el círculo todos de los hombros hablando. Ella hizo lo mismo,
pero claro, los niños la miraba expectantes esperando una charla de aquella técnica
blanca que intuían no debía tener ni idea de fútbol, los chavales se miraban unos a otros,
ella los miraba entendiendo que debía ser ella quien diera órdenes
L: Bueno... vamos a ver... esto... le damos patadas al balón... creo que alguien debe
cubrir la portería ¿no?
Mutaba: Yo mwasi
Una pija en la selva 99
L: Bien... al menos tenemos algo claro, ¡ah! a la ziku me la dejáis a mí le voy a poner
los tobillos como botas (sonrió y los niños con ella) Ale pues a jugar
Limao: Oyebi Mawsi mondenle nayoki mwama, ve kizabave, Amelia kubulumuka
(mujer blanca me da pena, no tiene ni idea, Amelia la aplasta) (le dijo Limao a Nzuzi
que se reía abiertamente
Mientras en el otro equipo, Amelia les daba instrucciones, llegó al final y les dijo a los
niños
A: Mwasi mondele, kele ya mono (la mujer blanca es para mí) (los chavales volvieron a
reír dando carcajadas y después dieron su grito de guerra todos, incluida Amelia)
L: Venir... venir... (les decía Luisita a los suyos) Vamos a gritar, venga... no somos
menos (decía sonriente)
M: Esta chica aprende rápido
B: ¡Ay Marce que nos quedamos sin Médico y sin Enfermera!
M: Déjalas, déjalas al menos así sueltan adrenalina
B: ¿De dónde ha sacado Carlos el balón? (le preguntó sin dejar de mirar los
movimientos de ambas que parecían desafiarse mutuamente)
M: Dice que se lo ha comprado a un traficante... (le guiñó el ojo)
Zambi: Ziku... ¿kubakila? (¿Podemos, doctor?) (le preguntó uno de los hombres que
era encargado en la aldea de la seguridad y además ir a cazar, su mujer había sido
violada y asesinada brutalmente mientras él huía, llegó allí mal herido con su pequeño
Nzuzi entre sus brazos, Marce le salvó la vida y desde entonces, se había quedado allí,
para defender la vida del médico como le habían enseñado sus antepasados)
M: Claro... nos vamos a reír
B: ¡Marce!... (lo riñó) ¡Mira cómo eres!... Lula anda deja la ensalada y ven, tenemos
espectáculo cariño (la niña se asomó y vio allí a las dos mujeres blancas una frente a la
otra, miró a Benigna reflejando en sus ojos algo de incertidumbre) ¡Ya lo sé cariño,
espero que sepan comportarse!
A: ¡Marce... tú árbitro! (le dijo Amelia cerrando un ojo pues la luz del sol aunque era
menos fuerte, seguía molestando)
M: No, no, yo no, no quiero líos yo soy neutral, venga ve Dib arbitra tú
Dib: Talo Ziku (sí médico) dijo sonriente el joven guerrero que había sido atravesado
por tres balas y lo habían dejado en la puerta de la aldea una noche
B: Laboi... ¡venga ven! (el chico asentía pero se sentaba junto a Nmaba para contarle el
partido)
A: ¿Preparada para ser pisoteada? (le decía mientras se ponía un pañuelo en forma de
turbante)
L: Mira guapa... no me vengas con milongas después tendrás que limpiarme las botas,
te lo advierto... Maradona a mí lado, un principiante (le decía seria)
A: Muy bien... pero ten cuidado no vayas a caer
L: Lo mismo digo
A: ¡Marce que equipo somos!
M: El Atlético de Madrid (decía mientras Benigna negaba nerviosa)
L: ¿Y nosotros? (lo miraba un tanto desconcertada)
M: ¿El Rayo?
L: ¿Qué Rayo? (preguntó más desconcertada aún)
Una pija en la selva 100
M: El Rayo Vallecano Luisita... madre de Dios (se tapaba graciosamente la cara ante la
risa de sus compañeros)
L: ¡Ah vale!... venga chicos... a por el atlético ese
A: Vamos... que no se diga chicos... vamos a dejar en bragas al Rayo, lo que me
gustaría a mí dejar a la Raya en bragas (le susurró a Luisita)
L: No vale desconcentrar
A: ¿Te desconcentro?
L: Sí
A: Interesante (la miró enarcando las cejas con actitud muyyyyyyyyyyyyyyy
provocativa)
L: Pero no como piensas, idiota (se acercó a ella poniéndose frente a frente con las
manos en la cintura)
A: Bueno, pero te desconcentro y eso... tiene su puntito
L: Yo si te daba puntito
M: Chicas no vale pegarse antes de empezar...
B: Deberías detener esto Marce... que me lo veo venir...
M: Dale Zambi...
Los porteros en sus puestos, los críos demarcándose para recibir el balón, atacaba el
equipo de Amelia, y Luisita lo único que sabía hacer era ir de un lado a otro, sin saber
muy bien donde colocarse. Amelia estaba desmarcada en uno de los lados
A: Abeza... aquí... estoy sola... (decía con sus brazos en alto dando gritos)
M: ¡Luisita marca a Amelia!
L: ¿Qué la marque?, ¿cómo?
M: Que te pongas cerca de ella para quitarle el...
A: Goooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooool
Y todos los de su equipo se fueron con ella que llevaba los dos brazos abiertos como si
fuera un avión, yéndose de un lado a otro, los tres chavales de su equipo la imitaban de
igual manera. Luisita la miraba con rabia, mientras los críos del Rayo, se miraban entre
ellos elevando los hombros
Otra vez el balón en juego, Nzuzi pasó a Limao, Luisita corrió hacia la portería, Amelia
a su lado no la dejaba ni a sol ni a sombra
L: ¡Quieres dejarme!
A: De eso nada nena... tienes que ganar tú el puesto...
B: Venga Luisita... (la animaba Benigna y hasta ella misma se lo repetía sin cesar)
L: (“Esto no tiene que ser tan difícil solo es darle a la pelotita...”)
El balón tras un regate de Limao le llegó franco para rematar cual si fuera el mismísimo
Maradona, Amelia al hablar no se dio cuenta que pasaba la pelota, así que cuando
estaba todo en los pies de la enfermera para meter gol. Soltó el pie pero calculó mal, el
balón paso justo por debajo de la planta de sus converse haciendo que se desequilibrara
y cayera de culo al suelo
Benigna lo vio venir, justo cuando Amelia iba a controlar la pelota, Luisita llegó con
tanto ímpetu que le golpeó haciéndola caer de bruces, se salvó de un buen golpe porque
puso las manos de manera magistral
Abeza tiraba el penalti y marcaba gol, Amelia volvía a celebrar con su equipo, mientras
Luisita resoplaba y decidía recogerse la melena. Ramón ladraba yendo de lado a lado
Una pija en la selva 102
siguiendo las jugadas como si fuera el linier, Benigna apretaba un trapo entre sus manos
como si fuera la madre del deportista más importante del partido. Lula miraba sin
entender lo que esas dos mawasis hacían y los niños del equipo de Luisita la miraban
algo molestos con ella, pero con la sonrisa en los labios. Nueva reunión entre ellos,
Luisita agachada
A: ¡Eso si es un culito!
Volvió a decirle al pasar por su lado mientras los chicos del Rayo, hacían nuevos planes
para despabilar a la mwasi blanca de culito caído como le llamaban. Amelia silbó
L: Piérdete
Nzuzi le pasó el balón a Luisita, ésta al verlo puso gesto de fuerza, se mordió el labio
tomó gran impulso y le pegó, acertó a darle, pero tan desviado que la muleta de Laobi
salvó a la pobre Nmaba de llevarse un buen balonazo, el perro ladró a Luisita, mientras
la mujer todo era dar carcajada tras carcajada
A: Un poquito desviado, ¿no te parece? (Luisita apretó los puños pero entonces vio que
Amelia llevaba sangre en el codo) Tu culpa ya me puedes curar luego
L: Lo tienes merecido
Nuevamente el balón en juego, Mutaba sacó de portería el balón volaba por el cielo azul
y rosáceo de Likouala, iba en dirección a Luisita quien tenía detrás a Amelia ambas
mirando el balón
Luisita que vio llegar el balón no sabía donde esconderse mientras pensaba
L: ¡Ay que me da la dichosa pelotita, ay que me da!... (de repente notó como Amelia la
estiraba de la coleta) Ehhhhhhhhhhhhhhhhhhhhh eso es estirón
Zambi: No ver... no ver (decía el arbitro)
L: ¿Cómo que no ver?, yo si ver (le decía enfadada)
B: Ay dios que me muero (susurraba Benigna mientras las lágrimas resbalaban por su
rostro muerta de risa)
A: Eres una llorona
L: Mira más que meter la cabeza, a ti te la escondía
A: Solo te ha faltado decir... ¡mamá me ha tirado de la coleta! (hacía voz de niña ñoña y
pucheros graciosos)
L: Aquí Limao (dijo de pronto Luisita ante el susto de Amelia que vio como el niño iba
cara a ella y Luisita se desmarcaba) Muy bien... muy bien.. venga... venga...
¡ahhhhhhhh! (gritó cuando le pasó el balón y fue a golpear volviendo a salir para otro
lado, pero aquel fallo se volvió en una gran asistencia de gol para el niño)
Goooooooooooooooooooooooooooooooooooool
Todos: Goooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooool
A: Mierda (se quejó)
Una pija en la selva 103
Entonces los niños y Luisita se pusieron a celebrar el gol, todos encima de la enfermera
que nada más sabía que reír a carcajadas mientras se abrazaba y besaba a los niños, que
asombrados ante su mal pie, reían divertidos
Un balón dividido, era de Luisita, lo veía claro era suyo pero de pronto notó como la
mano de Amelia le tocaba el culo. Se detuvo en seco. Amelia siguió corriendo
Ramón ladraba y Amelia la miraba atónita. Finalmente. Chuto y el balón poco a poco
haciendo botes extraños como jamás se habían visto antes, entró)
Gooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooool, toma, toma,
toma goooooooooooooooooooooooooooooool
M: ¡Si señora eso es un golazo!, ¡que potra tiene la novata!
B: Gol... gol... gol... (blandía el paño al aire mientras saltaba y Lula sonreía)
Zi: Gol mwasi mondele (silbaba y hacia sonidos guturales)
A: Joder... (murmuró enfadada) encima con coñas
Y Amelia decía bien porque Luisita se había puesto a mover su culito en un baile algo
provocativo cara a ella, mientras sus compañeros de equipo hacían lo mismo que ella
muertos de risa. Entonces, Luisita, se giró miró a Amelia y le dijo
El equipo de Amelia sacó, Luisita sudaba como si con ese partido pudieran ganar el
mundial, Amelia ponía mal gesto porque no le había gustado nada la burla de la
enfermera, los niños reían, tan solo ellas dos se tomaban tan en serio el partido. Volvían
a pasarse el balón, hasta que en uno de ellos, Amelia le pegó a Luisita un culazo
L: ¡Eh!
A: ¿Qué?, aquí vale todo
L: ¿Ah sí?
A: Sí (le dijo tajante)
Balón dividido, Amelia iba a por él, Luisita le estiró del pelo... Amelia se giró
mirándola con gesto serio
Mutaba pasó el balón a Luisita ésta corría a por él, Amelia corría a por él cara a cara,
una frente a la otra, se miraron durante la corta carrera, pero el ímpetu de ambas fue tan
fuerte que el balón pasó por el medio de las dos. Y Luisita sintió como Amelia la
arrollaba, como caía de culo, como aquella parte ya tan castigada se resentía por el
golpe, Amelia cayó sobre Luisita pronunciando aún más la caída, y pegándose en el
suelo con sus rodillas. Amelia sobre Luisita lo que había soñado últimamente tenerla
bajo su dominio, solo que, esta vez, no la dominaba, la había arrollado y no la podía
disfrutar porque ella misma había notado el dolor agudo en su rodilla. El silencio se
hizo en el poblado, el sonido del golpe hizo que Nmaba sin necesidad de entender lo
que había sucedido se tapara la boca con sus manos, Ramón se puso la pata sobre sus
ojos, Benigna mordió el paño con temor, Marce cerró los ojos y los guerreros se
levantaron para ayudarlas, para despegar a aquellas dos mujeres que un partido de fútbol
lo habían convertido en una lucha personalizada. Los niños se habían acercado a ellas
mirándolas extrañados, no decían nada, tan solo las miraban
Una pija en la selva 105
La tarde pasó con lentitud, Luisita no se había movido de la cama, veía las estrellas cada
vez que se movía pero en su interior se mostraba feliz, había podido demostrarle a
Amelia que no era tan patosa, aunque el culo le doliera horrores. Trató de no pensar en
ella, agradeció cuando Benigna le llevó la cena porque decidió no levantarse, agradeció
la visita de todos los niños hablándole de su gran gol, sonrió con ellos pero sabía que si
salía de su cabaña, las burlas de Amelia iban a ser constantes
En el comedor, cenaban Benigna y Amelia, Marce lo había hecho con los hombres pues
estaban preparando un plan de defensa ante un posible ataque. Entre ellas había silencio,
Amelia era consciente que se había pasado y también sabía que de un momento a otro
Benigna iba a caerle encima, así que decidió ponérselo fácil
Como si le hubiera picado una avispa en su trasero, salió de allí a toda prisa, se metió en
su cabaña, entró directamente al cuarto de baño y vomitó, aún seguía siendo demasiado
fuerte aquel recuerdo, tras lavarse los dientes, se sentó en la cama
Mientras todo aquello había ocurrido, ajena a la situación de Amelia, Luisita no sabía
muy bien como ponerse, se había ido la luz del motor dos veces, pero como Marce
estaba estudiando posibilidades de algún ataque con los hombres, volvieron a darla, lo
agradeció, no quería estar a oscuras. Una de las veces que se movió oyó dos golpes en la
puerta, pensó en Benigna
L: Pasa Benigna
A: Soy yo, ¿puedo pasar? (le preguntó asomando la cabeza )
L: No
A: De acuerdo (pasó cerrando la puerta tras de sí ante el gesto insólito de Luisita. Se
detuvo a los pies de la cama en sus manos llevaba una especie de libreta y un frasco con
líquido dentro)
L: Ya me extrañaba a mí que supieras respetar mi... (la miró sin fiarse de ella)
A: He venido a disculparme... (le interrumpió bruscamente)
L: Ah... ¿pero sabes hacer eso?, ¿o trae coletilla?
A: Te he traído esto (omitió aquel ataque, dejándole sobre la mesilla un cuaderno,
Luisita la miró sin entender) Son las palabras principales del Kikongo, yo aprendí con
ellas, así que... espero te sirva
L: ¿Para comprender que quiere decir?, Ke zola nge kuyongana (Amelia la miró con
unos ojos opacos como nunca antes los había visto) Pues mira sé su significado y te
aseguro que esa frase ya puedes ir borrándola de tu asqueroso vocabulario hacia mí (le
dijo con rabia desde la cama)
A: Date la vuelta
L: Vete de aquí por favor (levantó su brazo derecho)
A: Déjame ver tu trasero (no le hizo caso y se acercó hasta el borde de la cama)
L: ¿Qué? (la miró más perpleja aún)
A: Vengo a curarte, seguro que no has dicho nada, pero llevas muchos golpes en tu
trasero y debería verte un médico
L: Ni loca (le dijo con una sonrisa irónica) Vamos ni loca
A: ¡Luisita vengo en son de paz, vale!
L: Pues mira ahora quiero yo guerra. ¡Ay! (se quejó amargamente al moverse)
A: Por favor... (la miró sin esa mirada repleta de ardor)
L: No... no me duele casi
A: Por favor (insistió enarcando una ceja)
L: Vale (se giró con cuidado arrepintiéndose en el acto)
A: Voy a bajarte el pantalón un poco (la avisó)
L: Más te vale que sea solo un poco, salida
A: Joder... (susurró al verlo)
L: ¿Qué? (preguntó algo asustada)
A: Tengo que curarte, no puedo dejar ese culo así, tienes una herida y todo (le dijo
mientras derramaba el líquido en una gasa que llevaba en el pantalón, abrió el
envoltorio con los dientes y se dio cuenta que sus manos temblaban)
L: Gracias a ti, guapa
A: Te he dicho que lo siento (volvió a hablarle algo molesta)
Una pija en la selva 107
L: Ya... igual que sientes las cosas que me dices... ¿no?, pareces una loba en celo
A: Oye... ¡ya vale, eh!
L: ¿Le molesta a la sabelotodo? ¡ayyyyyyyyyyyyyyy! (se quejó amargamente al rozarle
con la gasa)
A: Mira... no he venido para que me caigas a insultos
L: Pues no haber entrado, estás en mi casa y aquí hago lo que yo quiera, ¿o qué?, aquí
solo vale lo que tú quieras, te crees que todo gira entorno a ti, y eso conmigo no te vale,
lo único que veo en ti es un ser despreciable... que pasa por encima de todo para
conseguir tirarse a una tía... no tienes principios (no sabía porque pero no podía parar de
echársele encima) Crees que eres impresionante, y lo que eres es insufrible
A: Está bien (le subió el pantalón) He venido para disculparme, ya me he disculpado, si
no te puedes sentar en un mes, ¡no será mi problema! (le dijo alzando la voz)
L: Claro que no, será el mío por tu culpa...
A: ¡Eres insoportable!, yo no quise hacerte daño ¿vale?, lo quieres entender ¡bien!, que
no es tu problema
L: Mi problema eres tú... (le dijo dándose la vuelta mientras se quejaba a la vez)
A: Y el mío tú... (la miró con dolor en sus ojos y salió corriendo de allí)
L: ¡Engreída!, insoportable...
Fuera de aquella cabaña, la noche en la Selva comenzaba a ser fresca, y esa lluvia
pertinaz que insistía en inundar todo comenzó a caer insistentemente. Amelia había
salido con un nudo en su corazón, las risas de la tarde se estaban volviendo lágrimas en
la noche, Benigna sabía donde poner el dedo, sabía que su llaga seguía abierta y de vez
en cuando trataba mediante sus palabras hacer volver a la Amelia verdadera, a aquella
que ella misma había defenestrado, a la que no quería sentir en su interior, necesitaba
seguir siendo ese alma fría que no sentía, pero en ese momento en que se había sentado
en la parte de atrás de su cabaña, empapada por la lluvia, con el corazón encogido y
llorando sin poder detenerse, se sentía sola y como esa lluvia, sentía que por la tierra
pasaba de largo, iba a desembocar a saber donde porque ni ella misma lo sabía, lloraba
amargamente, lo necesitaba, ¿cuánto tiempo hacía?, ya ni recordaba cuando fue la
última vez que lloró así, con aquel dolor en el corazón. Trató de respirar pero la congoja
se lo impedía, dejó salir ese cúmulo de lágrimas, ese no parar, su hijo, estaba segura que
ni tan siquiera sabría de su existencia, ¿dónde estaría?, pero debía olvidar para eso
estaba en una parte del mundo olvidada, aislada, luchando cada día con la muerte, con
esa muerte que esperaba encontrar allí, pero que primero Cruz y luego Benigna se
encargaron de suavizar, y al final, ese cambio, ese pasar por la vida como si nada le
importara, nada hasta que había llegado alguien que le estaba haciendo daño, si, sus
palabras, le estaban haciendo daño y lo reconocía, era una batalla que había perdido
desde el primer momento, no se había enamorado de ella, no quería nada más que
poseerla como había hecho con todas y cada una de las mujeres que se le pusieron a tiro,
todas y cada una de ellas, habían ido cayendo a sus encantos, la buscaban, disfrutaban, y
después sabía que se iba y ahí quedaban, o se iban y ahí quedaba ella, sin sentimientos,
sin ninguna huella. Sin embargo aquella enfermera con su mirada irritada, con su voz
amarga, con sus palabras, la estaban desconcertando, quizá lo mejor era ni siquiera
mirarla, ¿qué le estaba pasando, qué le estaba haciendo?. Siguió llorando su dolor, ese
que sólo ella conocía, ese que sólo ella tenía permiso de vez en cuando de dejarle
aparecer, dejarle sacar un poco la cabeza, y aquella noche lo dejo ser el protagonista
En la cama Luisita, miraba el cuaderno pero no se atrevía a cogerlo, seguro que había
algo dedicado a ella, se preguntaba si aquella mujer no sería una obsesa, estaría
Una pija en la selva 108
enferma, pero entonces le venía a su mente la noche donde compartió con ella un abrazo
en aquel saco, aplacando su miedo, y se arrepintió de ser tan dura con la doctora, pero le
daba tanta rabia que se comportara así con ella, que no estaba dispuesta a dejarse
arrollar por ella, por su voz de seda, por sus ojos que a veces la envolvían y mareaban,
por aquellas manos que le habían frotado delicadamente su trasero, quizá, tuvo que
mostrarse tan dura para no sentir la caricia, para no darse cuenta que aquella mano al
acariciar su piel le hizo temblar, le hizo perder por un segundo la fuerza, quizá por eso
tuvo que ser dura e implacable con ella, había entrado en son de paz, pero ella tuvo que
seguir la guerra porque en la paz quizás era más peligrosa
L: Joder... no puedes dejar de pensar en ella, si le has hecho daño que se joda... ¡cuánto
te ha hecho ella a ti!, pero yo no soy así... (dijo nerviosa) ¿Y si voy a disculparme?, no,
porque entonces se creerá que me ha vencido... y no quiero que piense que... ¡vaya
estupidez, menuda tontería acabas de decir!.. anda que... te estás trastornando
L: ¿Qué es eso? (se preguntó en voz alta al escuchar unos golpes, después una voces)
Dios mío... han venido a por nosotros...
No supo muy bien como actuar, el miedo se apoderó de ella, de su cuerpo quedando
inmóvil, pero entonces vio como la luz de la cabaña de Marce se encendía, como
Benigna salía con rapidez, como Amelia no salía de su cabaña, le extrañó, ella estaba
allí pero lejos de todos, los hombres se dirigieron al portón, y ella como si fuera todo en
cámara lenta se asomó a la puerta, y los vio... allí estaban... ¿cuántos eran?
Bajo la lluvia y con la puerta de la aldea abierta por Zulú y Zambi, comenzaron a entrar
refugiados, con las ropas apegadas a los cuerpos, todos con sangre en alguna zona,
hombres que caían arrodillados, mujeres que lloraban a punto de desmayarse suplicando
piedad, niños que entraban con los ojos abiertos de par en par y las lágrimas a
borbotones. Marce miró aquel panorama desolador, Amelia se puso a su lado y a tan
solo unos centímetros de ambos, Luisita boquiabierta sin entender nada
M: Tú ponte doble guantes llevas una herida en el dedo no quiero riesgos, haz lo que
puedas Luisita... estamos jodidos (su gesto serio y sus mandíbulas apretadas hicieron
reaccionar a Luisita) ¡Benigna!
B: Son refugiados... viene heridos nuevamente han arrasado su aldea (decía arrastrando
las palabras con rabia)
M: Ayúdanos
Amelia había encontrado a una mujer sangrando abundantemente, la examinó, sabía que
no había nada que hacer con ella, Zulú miró a la doctora y también lo entendió, a su
lado otra mujer lloraba, sin duda debía ser su hija, el hombre la tapó con una manta y le
rozó su mano en la cara, diciendo una oración en su idioma. Yildas ayudaba a Marce,
había que cargar a un hombre herido, con un corte abierto en el abdomen
M: Dib que no salga nadie de las cabañas, los niños que no salgan
Dib: Talo Ziku
A: ¡Luisita!... ven... rápido (le llamó con la voz algo quebrada)
L: ¿Qué? (llegó con el pelo apegado a la cara por la intensa lluvia, con sus ojos abiertos
como platos por los nervios)
A: ¿Tienes el maletín?, cose a este niño...
L: De acuerdo. Laobi ayúdame a llevarlo al hospital
La lluvia se hacía cada vez más intensa, en sus ropas no solo caladas de agua, también
manchadas de sangre, Luisita miraba atónita a la gente allí echada en el suelo, llorando,
suplicando, rezando, eran algo más de cuarenta personas, Benigna y Lula no daban
abasto, les ayudaban a taparse, no sabía de donde habían sacado aquellas mantas, les
ayudaban a llegar hasta la parte del comedor a salvo del agua los que podían andar, los
que no tenían más que agotamiento físico. Nmaba por su parte, con su perro llevaba
agua, él le tiraba de la falda y la mujer daba un cazo, las personas lo acogían como si les
salvara la vida en ese instante, le besaban las manos y la mujer lloraba sin poderlo
evitar, recordando aquel día que llegó herida de muerte con sus cuatro nietos, y sin el
alma, porque su alma se había quedado en medio del camino junto a su hija muerta
L: Amelia estoy aquí... ¿qué hago? (volvió a ella trabajando codo con codo)
A: Está mujer está muy mal Luisita, tendremos que operar (su voz era oscura y agitada
seguía con su Fonendo oscultando a la mujer) Llama a Zambi
Mujer: Mwasi... kusadisa... kusadisa ke mana ve... (mujer blanca... ayúdame... tengo
frío)
A: Luisita (le negó con la cabeza, y Luisita comprendiendo que iba a morir cerró los
ojos poniendo sus manos sobre el rostro) ¡Lula!, encárgate de ella
M: ¡Amelia... tienes a alguien para operar!
A: No, tenía una pero... (Luisita notó su seriedad)
M: De acuerdo... vamos... Benigna ha dividido a los heridos en dos... ya sabes
A: De acuerdo, ven conmigo Luisita
L: Sí...
B: ¡Amelia aquí! (le llamó Benigna que tenía un niño en sus brazos) Rápido tiene
dificultad para respirar
A: ¡Vamos! (el pequeño tendría unos tres o cuatro años, Zambi lo cargó en brazos y con
el gesto marcado por el dolor corrió hasta la clínica)
L: Tengo preparado el oxígeno
Una pija en la selva 110
A: Está bien... joder... está ardiendo... hay que ponerle rápidamente paracetamol. Banga
tê, banga tê kamwana (tranquilo, tranquilo pequeño)
L: Tiene las pulsaciones muy alteradas Amelia...
A: Lo sé... hay que estabilizarlo como sea (abrió un cajón y sacó una jeringuilla le
inyectó mientras el pequeño berreaba) Mono kuzaka, mono kuzada (lo sé, lo sé)...
Mientras ellas luchaban por el pequeño, Marce en medio de la aldea ayudado por
Benigna acababa de hacer una incisión en el pulmón, aquel hombre estaba entre la vida
y la muerte, el poblado en la tranquilidad de la noche se había vuelto un infierno, la
lluvia insistía dificultando más su labor
Mujer: Na nge bakala, na nge bakala (mi marido, mi marido), repetía una mujer
llorando sin cesar mientras balanceaba su cuerpo de atrás adelante)
M: Dile que por favor se calle Benigna
B: Lula (le señaló a la mujer)
Sassou: Kuradisila kusadisa (quiero ayudar) (les dijo agachándose
M: Benigna cose aquí, rápido... Yildas dale el foco, Zulú ve a Amelia y dile que
necesito la cama ¡ya!. Joder no para de sangrar... (su nervios, su alteración era patente
en su rostro)
En el hospital las dos mujeres habían logrado estabilizar al pequeño, cuando estaban
terminando se presentó ante ellas Massamba con la mirada perdida, con gesto triste)
Luisita vio entrar a aquel hombre envuelto en sangre ayudado por los hombres de la
aldea, no dudó ninguno de ellos en ayudar, sin duda el gesto de Massamba y Ngoubi le
habían hecho sentir como su piel se erizaba, como Lula sin hablar había ayudado a
morir a una mujer, como Nmaba entre lágrimas daba de beber arrastrada por un perro
que, sin duda era más sensible que aquellos que habían provocado aquella destroza
humana, aquella matanza, niños, mujeres, ancianos, hombres, no importaba nada,
Carlos lo dijo, era mala época pero sin duda en ese instante se sintió fuerte, estaba allí
luchando con Marce por aquel hombre, ayudados por una Benigna ágil en maniobras,
codo con codo, no sabía su idioma, pero con la mirada decía tanto, la mirada de Luisita
hablaba Kikongo
Una pija en la selva 111
Fuera, la lluvia había disminuido, el cielo seguía negro, los hombres seguían ayudando
a una Amelia que se sentía desarbolada, no podía acudir a todos, los gritos se le
clavaban en el alma
Nsona: Mwasi... separar bien de mal, en el pozo hay una mujer mal, muy mal, quedan
dos niños yo creer que es frío tapar
A: Nsona tienes que estar con tus hijos
Nsona: Todos somos hijos hoy...
A: Gracias (sus ojos se llenaron de lágrimas, eran esas palabras las que le daban aliento
en los peores momentos, juntas fueron a ver a la mujer, realmente estaba mal) ¿Me
oyes?, dile todo lo que te diga Nsona
Nsona: Sí mwasi
A: ¿Pregúntale dónde le duele?, no le veo herida (la iba reconociendo)
Nsona: Dice que no sentir nada...
A: Está bien... (le tocó el pulso) Lo tiene muy débil...
Nsona: Dice que bala dar en su hijo y no sentir
A: Vale está en shock... quédate con ella (se levantó y miró alrededor, los hombres
habían sacado los focos que de vez en cuando debían utilizar, allí con aquella luz
artificial el panorama era desolador) Hijos de puta... malditos hijos de puta...
L: Amelia (la asustó Luisita al llegar)
A: ¿Qué? (la miró con el dolor grabado en sus pupilas)
L: Dicen que falta una mujer... que venía muy mal a punto de dar a luz (le dijo apurada
pero con decisión le preguntó) ¿Vamos?
A: ¿Están todos controlados?
L: Sí (resopló porque se sentía abatida)
A: ¿El hombre?
L: Muy mal... pero...
A: Vamos...
Juntas salieron del poblado, Amelia cogió una linterna, sabía que aquello que estaba
haciendo era una imprudencia y más llevarse a la enfermera, por eso se detuvo,
girándose y le dijo
A: Quédate
L: ¿Por qué? (la miró seria)
A: No podemos salir Luisita... menos las dos...
L: No voy a dejar que vayas sola... ¿y si hay alguien?
A: Por eso mismo... debo ir sola, si no he vuelto en... no sé... cinco minutos lo dices
L: Vale pues que te acompañe alguien
A: No... quédate aquí, no te muevas (le dijo seria)
L: Ve con cuidado
La vio partir con la luz de la linterna apagada, de repente notó que el miedo se
apoderaba de ella, ¿y si le pasaba algo?, no podía dejarla, no podía poner en riesgo su
vida, si le pasara algo no se lo perdonaría, quizá debió avisar a Marce y no a esa cabeza
loca, que sabía iría a buscar a la mujer. Los años en la Selva, habían agudizado los
sentidos de Amelia en la noche andaba despacio, atenta a cualquier sonido, a cualquier
voz que pudiera resonar en la oscuridad y podía salvarla o no del peligro, un pie tras
otro delicado, suave, como si se desplazara descalza, sin embargo de repente algo sonó
Una pija en la selva 112
por su espalda y sin mediar palabra se giró propinándole un golpe con la linterna,
entonces supo que le había dado de pleno en la cabeza
L: ¡Auuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuu!
A: Joder... ¡pero no te he dicho que...! (de pronto el llanto de un bebé les llamó la
atención)
L: ¿Lo oyes? (decía mientras se frotaba la cabeza, el chichón que iba a salirle iba a ser
importante)
A: Sí... por aquí (las bocas de ambas estaban secas, las gargantas parecían parte del
desierto de África, los nervios atenazaban las manos, los músculos) Por aquí Luisita
L: Allí, enfoca... he visto algo blanco (le estiró del brazo haciendo que la luz fuera a
parar a una mujer que se encontraba sentada sobre el tronco de un árbol, con su túnica
blanca manchada de sangre)
A: ¡Dios mío acaba de parir! (susurró aterrada)
L: ¡Oh no!... Amelia, está...
A: Está muerta... hay que cortar el cordón...
L: Joder... (no podía detener sus lágrimas mientras la lluvia volvía a caer)
A: Sujétame la linterna
L: Sí (le dijo llorando)
A: Vamos pequeño... vamos... (en su garganta un nudo había aparecido sin aviso, no
quería ver el rostro de la madre, con los ojos abiertos, repleta de sangre su entrepierna)
L: Ya... ¡se ha callado! (Amelia se quitó la camisa envolviendo al pequeño, quedándose
con una de tirantes)
A: Corre no hay tiempo que perder... ¡hostia! (susurró echando a correr mientras desde
fuera llamaba a gritos, Luisita había corrido pero a mitad camino volvió sobre sus pasos
y le cerró los ojos aquella madre que había dado su vida por salvar la de su hijo)
¡Marce!... ¡Marce!
B: Es Amelia (se giró sobrecogida por su voz repleta de miedo)
M: ¿Dónde coño están?
B: Mírala... trae algo en sus brazos
A: Es un bebé... es un bebé... necesito el quirófano
M: Joder... ¿dónde estaba? (preguntaba mientras entraba corriendo tras ellas)
L: Fuera... nos avisaron que faltaba una mujer... me lo dijo Nsona...
A: Está muy mal... no tiene apenas latido
M: Amelia... (la miró preocupado)
A: No Marce...
M: Amelia... (Luisita los miraba, Benigna mostraba su pena, su dolor por aquella
criatura)
A: Déjame intentarlo...
M: Piensa en el futuro
A: ¿Luisita me ayudas?
Sassou: Ziku, ziku nswalu... nunumi me fwa (Doctor, doctor rápido, el anciano ha
muerto
M: Joder... Amelia... ya sabes... (le apuntó con el dedo)
A: Luisita necesito una cánula, rápido
L: Sí (se marchó apurada abrió el armario bajo la atenta mirada de Massamba que se
encargaba de vigilar al niño) Aquí está
A: Voy a sacarle todo lo que tiene en los pulmones
L: Amelia está poniéndose morado
A: Pon la manta, trae una manta
Una pija en la selva 113
L: Voy... (Massamba volvió a mirar a aquella mujer que con gesto desencajado y una
rojez importante en su frente salía a por una manta con los ojos enrojecidos) Aquí está
A: Vamos pequeño (decía mientras trataba de aspirar los líquidos que lógicamente había
tragado al caer al suelo) La madre debió parir sabiendo lo que hacía
L: Si... sigue con latido débil (seguía ayudando a Amelia)
A: Vamos cariño... reacciona... ¡vamos! Estamos aquí para salvarte... venga... (le decía
con sus ojos rasgados por la preocupación)
L: No reacciona, necesita el calor de la madre
A: ¿No me digas? (le dijo con cierto rintintin, al darse cuenta le dijo) Lo siento...
L: ¡Ya sé!
A: ¿Dónde vas... Luisita... Luisita...?
L: Benigna ¿y Lula?
B: Allí (le señaló mientras le daba un caldo a una mujer que tiritaba mientras hablaba
con Nmaba que les daba tranquilidad) Nmaba... otra vez igual...
Nmaba: Ke dila na mono Benigna (mi corazón llora)
B: Es la peor pesadilla Nmaba... la peor y nadie hace nada por detener esta locura
Nmaba: Muntu kele ya kupola (el hombre está podrido) suspiró y mirando sin ver el
cielo susurró con voz queda) Mami Wata kulolama yandi mwana... (Mami Wata castiga
a sus hijos)
B: Sí... niños... mujeres..., Mami Wata nos dio la espalda con razón... esta gente... (no
pudo continuar al ver allí tanto dolor, tanto sufrimiento, seguía a pesar de su
experiencia, llorando con ellos, era lo único que podía hacer)
Ambas se intercambiaron una mirada repleta de nervios, sabían que habían trabajado en
equipo a pesar de sus diferencias, y así, se lo dijeron con los ojos
A: Joder no puedes pasar, no puede pasar nadie (le dio cerrando la puerta mientras el
hombre la miraba atónito)
M: ¿Qué pretendes Amelia?
A: Salvar la vida de ese niño
M: ¿Con Lula?... sabes que si se salva tendremos que darlo y... has pensado lo que
pasará con ella... ¡si se encariña la hemos jodido!
A: No lo daremos...
M: Amelia... no somos una ONG de recoger niños y adoptarlos, te recuerdo que somos
médicos sin fronteras, debemos salvar vidas, ese es nuestro trabajo... después ya sabes
que no podemos intervenir
A: Pues esta vez intervendremos (Marce la miró con gesto severo)
B: ¿Dónde está Lula?
A: Pasa creo que le hará bien tu compañía, Luisita y yo estamos demasiado histéricas
para tranquilizar su miedo
B: Lula cariño (entró sentándose a su lado mientras la chica elevaba las cejas mirándola
con temor. Benigna sonrió y le dijo mientras acariciaba su frente) Lo estás haciendo
muy bien, muy bien cariño...
Luisita y Amelia se intercambiaron por primera vez una mirada con algo más de
sosiego, entonces, Amelia se percató de la frente de la enfermera
Al llegar, supo que le iba a caer una buena bronca, era consciente de lo que había hecho
así que decidió no dar el gusto a Luisita de ver como la reñía
Una pija en la selva 115
A: Vale, lo acepto, he infringido las normas, no debí salir a por el bebé sin avisar, y
además he sido doblemente mala porque aquí la pija, vino detrás, a parte de llevarse una
buena torta por mi parte, eso sí, sin saber que era ella...
L: Si llegas a saber que soy yo me das más fuerte
A: Puede ser, no lo niego, pero bueno... lo que decía (Marce las miraba serio con los
brazos cruzados uno sobre otro) Sé que me he equivocado y no lo volveré hacer
palabrita del niño Jesús
M: Encima con pitorreo, mira ibas bien hasta el final. No es la primera vez, y en esta
ocasión no solo has puesto en peligro tu vida, sino, la de Luisita, contando que es novata
entiendo que su primer impulso haya sido ayudar, que por otro lado, tratándose de ti no
sé porque lo ha hecho
L: Lo hice por la mujer (se defendió demasiado deprisa)
M: Me importa una mierda porque lo hicisteis, en este momento que tenemos el
hospital lleno, cuatro muertos que enterrar y un niño que os estáis empeñando en salvar,
jamás podéis poner vuestra vida en peligro, porque entonces, no solo vosotras sino,
todas y cada una de las personas que os necesitan, están vendidas al diablo. ¿Entendido?
A: Sí
L: Sí (agachó la cabeza)
M: Pues ahora, a hacer informes. De los tuyos, de lo que tú has hecho Luisita, y yo me
encargo de lo mío, Quintero está avisado, se han puesto en camino vendrá con Carlos
(Amelia no pudo evitar mirar de soslayo a Luisita que no se inmutó) A trabajar. ¡Ah!, y
enhorabuena hacéis un buen equipo
Salieron un tanto descolocadas por aquella última frase, no se habían parado a pensar en
lo que habían estado haciendo, y tampoco lo iban a hacer en ese momento porque
debían seguir trabajando por esos dos niños
L: Habrá que hacer los informes... (puso gesto algo preocupado Amelia la miró de lado)
¿Dónde los haces?
A: En el comedor, allí con una taza de café... ¿vienes?
L: Sí... nunca he hecho un informe
A: ¡Ay que te lo tengo que enseñar todo!... venga vamos...
Ambas salieron del hospital después de haber revisado a sus pacientes, el hombre que
había operado Marce, seguía grave, su mujer junto a él sin tocarlo, sin rozarlo con la
frialdad de la distancia, Amelia le explicó que solo si estaba muerto podía tocarlo, eran
leyes de sus tribus, el niño que Massamba aún herido y sentado en un sillón vigilaba con
la ayuda de Ngoubi. La mujer con el shock, dormida por barbitúricos que Marce le
había suministrado soñando que lo vivido era una pesadilla y su hijo corría hacía ella
Allí dentro parecía todo controlado, al salir, aún el cielo seguía oscuro, habían pasado
dos horas y media desde que Luisita se asomara aquella ventana y fuera testigo del
horror. Allí, quietas ambas con los ojos entrecerrados observando alrededor suyo,
Luisita sintió un nudo en su alma, olía a muerte, a sangre, olía a horror, a miedo, a
desconcierto, a un no saber que hacer, a donde ir, que decir. Sólo rogaba que apareciera
el sol, como si con su luz pudiera llevarse toda la pesadilla en la que habían estado
viviendo. Hubo un momento que perdió de vista todo porque le llamó la atención un
niño sobre una mujer, tenía su mano metida en la boca, sus ojos tristes, parpadeaban con
lentitud, no lloraba, pero aquel rostro con un gesto al que no podía definir la expresión
que marcaba le partió el corazón. Se agachó hasta él, lo miró, el niño la miró durante
unos segundos vio en aquellos ojos el horror dibujado, y lo único que pudo hacer fue
abrazarlo, darle su calor, no tenía más que eso, que aquel calor humano que otros habían
vuelto hielo, sus ojos se habían llenado de lágrimas y comprendió, lo duro de la
situación, y se alegró de estar en aquel preciso momento allí, en aquel preciso instante
rodeando el cuerpo de aquella criatura
Dos ojos habían contemplado la escena, dos ojos habían temblado y un corazón había
palpitado de diferente manera, un alma había tocado a la puerta para recordar que seguía
viva, y un cuerpo había tiritado de pies a cabeza
En el comedor, Amelia le había estado explicando a Luisita lo que debía hacer con los
informes, como rellenar y como explicar cada acción en la que ella se había visto
implicada, sobre todo tenía que apuntar más o menos todo el material que había estado
utilizando. Una vez explicado todo se marchó hasta su cuarto, necesitaba cambiarse, la
mezcla de olores que se daban en aquellas circunstancias, lograban marearla hasta el
punto de sentir que perdía el conocimiento, sangre, vomito, su propio sudor y su propio
miedo. Se dio una ducha rápida y al salir, respiró aliviada, el sol llegaba para llevarse la
tenebrosidad de la noche. Al quedarse quieta pudo notar como el agotamiento físico y
mental comenzaba a hacer mella en su cuerpo, pero sabía que no podía detenerse aún
quedaba mucho trabajo por hacer. Se cambió pensativa, por más que no quisiera pensar.
Al salir de su cabaña, la imagen era desoladora. Hombres, mujeres y niños, sentados en
el suelo, apoyados unos con otros, dándose calor con las mantas, con sus cuerpos,
miradas perdidas, lágrimas en silencio, y sintió la misma rabia que la primera vez que
vivió aquella misma situación, con otros rostros, otros nombres, pero al fin y al cabo,
seres humanos. Revisó a los que mostraban golpes, heridas, a los niños, habló con
algunos que necesitaban paz, ayudó a Nmaba con su perro y Nsona a repartir leche
Una pija en la selva 117
caliente y mandioca, les entregaba no solo el alimento, sino también una sonrisa, y
aquella gente con la sonrisa en su rostro, le daba las gracias ante su propia desgracia
Cuando terminó de repartir, con paso cansado fue a entrar al comedor pero la voz de
Benigna y la otra apagada de Luisita la hizo detenerse en seco tras la puerta, nunca fue
muy dada a escuchar conversaciones ajenas, pero, tratándose de quien se trataba se
detuvo expectante
Mientras en el comedor había silencio entre ellas, Amelia leía uno de los informes con
el ceño fruncido, y Luisita, como no estaba acostumbrada a que la tratara así no sabía
muy bien que decirle. Carraspeó y finalmente le dijo:
Amelia se quedó a cuadros, allí sentada, jamás se había sentido tan insignificante, tan
humillada, tan pisoteada. ¿eso era lo que creía Luisita de ella?, solo le interesaban las
cosas relacionadas con...
Una pija en la selva 119
A: ¡Ah no... ésta me oye!... (susurró con rabia echando el papel y yendo tras ella)
En el hospital, Marce tenía mala cara, sabía que en unas horas llegarían a llevarse a la
gente que pudiera caminar, a los heridos los dejarían allí, y sabía que aquel bebé iba a
crearle problemas con Amelia
Cabizbaja se marchó al despacho, había sido demasiado impulsiva, reconocía que había
dado un golpe bajo a Amelia con lo del sexo, no entendía que le pasaba, sin duda los
nervios, sin duda la falta de sueño, llevaba muchas horas sin dormir. No pudo evitar que
las lágrimas cayeran por su rostro... por primera vez en su vida se sintió perdida
Mientras en el quirófano donde habían previsto todo para comodidad del bebé y Lula,
una perpleja Amelia se encargaba de revisar al niño. Lula la miraba con sus ojos
grandes asustados, ella no había pedido que le dieran aquel encargo, ella no quiso ser
participe de aquello, pero conforme pasaban los minutos y aquel pequeño más se
aferraba a ella, más dependiente de aquel bebé se hacía. Amelia entendía su gesto, le
acarició la cara, la chica la miró con los ojos repletos de dudas
Una pija en la selva 120
A: Eres increíble Lula, siempre te he admirado y lo sabes. ¿Te gustaría quedarte con él?
(la chica asintió con pena) Es una responsabilidad muy grande, aunque sé que sería muy
feliz a tu lado (la chica volvió a mirarla) Me gustaría poder decirte que no se lo van a
llevar, si hubiera venido Claudia yo podría con mi arte cambiarla de opinión (la pequeña
que sabía de sus artes, sonrió de lado muy poco, pero lo suficiente para que Amelia
sonriera con ella) Pero viene el pavo de Carlos, y lo único que nos queda es que con su
afán de protagonismo con Luisita, te dé al bebé... Lula si supiera que llevándote lejos
con él, podrías sobrevivir, lo hacía (la chica le dio la mano, y al estrecharla entre las
suyas, aquellas pieles tan diferentes en color, mostraban algo idéntico, el temblor del
miedo a perder) Lo intentaremos Lula
Cuando Marce entró, Luisita se había tranquilizado algo. Él le dio una caja de pañuelos
y se sentó enfrente. La miró. Luisita agachó la mirada. Marce suspiró
M: ¿Sabes?, cuando te vi bajar de aquel avión con tus marcas, tus maletas, pensé que no
durabas un día, que no podía haber tenido más mala suerte contigo (Luisita agachó la
cabeza) Hoy, tres días después me alegro que formes parte de mi grupo, sé que reúnes lo
que busco para mi equipo, valiente, consecuente con tus actos, luchadora, buena
enfermera y mejor persona. Pero tienes un defecto Luisita, y es que eres demasiado
sensible y esto, tarde o temprano acaba matando en África, hoy es ese bebé, otro día
será un niño de corta edad, otro una anciana, y me llenarías la aldea de pobre gente que
no se merece lo que tiene, y esta aldea es lugar de paso, estamos para lo que hemos
vivido esta noche, luchar por arreglar lo que esos hijos de puta desarreglan con sus
valientes pistolas, estamos para salir a vacunar, pero no tenemos potestad para nada
más, te dije que no debías involucrarte en las historias, pero eres como Amelia, y eso es
para mí un problema, ahora no solo tengo que aguantarla a ella con sus justas
reacciones, sino, a ti también. Sé que ese niño podría ser para Lula su salvación, pero
Lula no tiene marido, es una mujer que para los ojos de todo el mundo ha sido ultrajada,
no es persona, excepto aquí, si Lula un día debe abandonar este lugar, se encontraría en
un mundo cruel donde lo más seguro es que ella y su hijo sufrieran lo indecible, sé que
es duro, y sé, que estamos aquí para salvar vidas, pero a veces, es mejor quedarse quieto
L: Eso jamás... no sé que futuro tendrá el pequeño, pero no me pidas que gire la cara
ante una desgracia y deje morir a alguien
M: El tiempo te enseñara que a veces, no podemos hacer más que dar la mano y no
dejarles morir solos. Esto es África, hoy hemos acabado con las provisiones de todo un
mes, no nos van a poder traer mucho más material, otra avalancha y no podremos curar.
No quiero ser duro, solo realista, ¿entendido?
L: Sí, siento si he fallado (dijo con gesto apesadumbrado)
M: Estoy acostumbrado a la Miura..., y sobre ella también quiero comentarte algo. No
la juzgues por su comportamiento algo avasallador contigo, no la juzgues por la ligereza
que tiene en sus bragas, y las bragas de otras, esta noche debes juzgarla como médica,
es la mejor, y yo la he visto encañonada con una pistola en su frente salvando gente, la
he visto con una bala metida en su muslo corriendo con una mujer en sus brazos, la he
visto disparar a quien trataba de violar una niña... Amelia puede ser una persona
engreída o absolutamente insoportable como mujer, pero como integrante de médicos
sin fronteras y como persona, es un ejemplo a seguir
L: Me disculparé con ella... me he pasado (le dijo con pena aún impactada por las
hazañas de Amelia)
Una pija en la selva 121
M: Por cierto... ¿empieza a gustarte? (la mirada de Luisita le hizo carraspear) Vale,
tengo que decirte que estuviste muy bien en el partido, sí, toda una Maradona. Venga ve
a descansar un rato
Salió de allí con la impresión de que había sido muy dura con Amelia, y era cierto, lo
había sido, había mezclado su experiencia con ella en el terreno personal con el laboral,
quizás era tan sencillo como sentarse hablar, dialogar como personas adultas, en tres
días había vivido tanto que... le era imposible ser racional, desde aquel abrazo que le
provocó calma, al beso robado en el lago, los golpes en el partido de fútbol, la lucha por
el bebé codo con codo, sin contar que le había salvado la vida dos veces, eran tantas
sensaciones buenas como malas. Pero en medio de todo aquello, había una labor
humanitaria que no podía dejar que se viera afectada. Se sentó abatida sobre la cama, se
tapó la cara con sus manos, resopló, y vio aquel cuaderno, entrecerró los ojos, lo miró,
se arrastró sobre la cama y lo cogió. En sus páginas reconoció la letra de Amelia, buscó
porque sabía que alguna trampa habría, pasó las páginas encontrando toda clase de
palabras que podían ayudarle, hasta llegar al final del libro. Ni una palabra inadecuada,
ni una nota subida de tono
Luisita se había duchado y había vuelto al hospital, al entrar vio que Lula seguía con el
niño entre sus brazos, con un gesto serio pero resignado parecía entender que aquella
pequeña criatura que Mami Watu había puesto en sus brazos, terminaría siendo
arrebatada por la mano del hombre. A su lado Benigna quien no se separó de ella más
que para preparar caldo para repartir entre los refugiados, ella de vez en cuando se lo iba
cambiando de posición, de brazo, y allí con Nsamba quien se mostraba encantada de
ayudar a aquella joven muchacha, habían pasado la mayor parte del tiempo hablando de
niños, de sonrisas tratando de borrar el horror de las personas que fuera se hallaban. Una
vez había visitado a Lula, se acercó a un Massamba que parecía muy serio hablando con
Ngoubi, el muchacho se mostraba taciturno y algo contrariado, revisó la herida de
Massamba que lejos de mirarla como hacía a veces se mostraba casi enfurecido, sus
músculos fuertes, se encontraban completamente contracturados, sus ojos mostraban ira,
y Luisita tan solo le dedicó una sonrisa al terminar de curarlo, no sabía que estaba
pasando y prefirió no interferir entre aquellos dos hombres que parecían haber
discutido. Después curó a Ngoubi y cuando lo estaba haciendo, vio por el rabillo del ojo
que Amelia salía del despacho de Marce, ella la omitió pero Luisita la llamó
L: Amelia... (se acercó a ella con los guantes puestos, Amelia se detuvo suspirando pero
no se giró) ¿Puedes girarte un momento?
A: ¿Qué quieres? (le habló muy seria)
L: Quiero disculparme por lo que te he dicho antes
A: Tranquila... me ha quedado muy claro la visión que tienes de mí, pero no me
importa, francamente
L: Es la visión que tú te has empeñado en crear (le contestó firmemente) Además a mí
tampoco me importa esa parte tuya, pero aún así creo que me he pasado
A: ¿Ya está?
L: Creo que... podríamos... bueno... déjalo (se giró y se calló su idea de poder hablar
como dos personas civilizadas)
Una pija en la selva 122
Como si le hubieran golpeado a ella también salió de aquel lugar sintiendo una opresión
en el pecho, había visto en los ojos de Luisita un sentimiento de culpa pero su lengua
había vuelto a ser demasiado realista. Con paso decidido se fue hasta la cocina, quería
llevarle caldo a Lula, debía alimentarse
B: ¿Qué pasa Amelia? (le preguntó mientras terminaba el caldo para repartirlo, al ver su
gesto)
A: Nada... la pija...
B: ¿Crees que no podéis sentaros y hablar? (le preguntó mirándola detenidamente, su
gesto, seguía llamándole la atención)
A: ¿Hablar, de qué? (la miró con ojos abiertos)
B: Creo que hay un problema, sois muy buenas como equipo médico, pero nefastas
como compañeras, creo que tus artes han creado en Luisita un arma de defensa
A: Luisita no me interesa lo más mínimo Benigna... puede que al principio me llamara
la atención, pero... no soy tonta y sé a quien hincarle el diente (Luisita se detuvo en la
puerta) Para mí Luisita no significa nada como mujer te lo aseguro, no tengo el más
mínimo interés de tener nada con ella, prefiero pasar hambre que comerme una fruta
podrida
L: Hola (entró tras oír el comentario, le había molestado y su gesto así lo indicaba)
B: Mira, ahora podríais hablar, creo que no habéis comenzado nada bien y es necesario
que...
A: Yo no tengo nada de que hablar... ¿tienes tú algo de que hablar? (le preguntó
mientras la miraba de manera fulminante)
L: No, absolutamente nada (le devolvió la mirada herida)
A: Pues ya está
L: Eso... ya está
A: Voy a llevar esto a Lula
L: Y yo voy a llevar agua caliente a Ngoubi
B: Son iguales (murmuró al verlas salir cada una con su encomienda) Estas acaban
juntas para el resto de su vida... una que no quiere comerse a la otra, y la otra que se
ofende porque se siente rechaza justo por la persona que para ella es una... ¿qué era?...
¿víbora... no cómo era?...
M: Lagarta Benigna, lagarta
B: ¡Qué susto Marce! (se puso la mano en el pecho)
M: Yo de ti estaría tranquila son tal para cual, en el momento se den un revolcón todo
está claro. Necesito un poco de agua con té
B: Voy... ¡ay Marce con lo bien que estábamos cuando Amelia era feliz!
M: Pero esto es lo que tenemos, he hablado con las dos, a Luisita la he puesto en su
sitio, a Amelia también, reconoce que Luisita es muy buena en su trabajo, así que en
cuanto Luisita se muestre débil Amelia atacará, y Luisita teniendo la experiencia que
tenemos estará encantada, vamos que no quiero que Cruz pise el campamento mientras
esté aquí Amelia
B: Sería incapaz y tú lo sabes, Amelia respeta y quiere muchísimo a Cruz
M: Ya... ya... que la tía no sé que tiene que todas van tras ella como locas... es como la
miel para las abejas (dijo poniendo gesto muy serio y mientras hablaba miraba al frente
gesticulando con sus manos)
B: Anda... ve, que a ver que hacemos con el pequeño
M: Han metido la pata, y Amelia lo sabe
B: No debiste decirle lo del bebé a Quintero
Una pija en la selva 123
M: Claro y que hacemos, ¿lo escondemos en un árbol? (la miraba serio) No te dejes
influir por estas dos ¿eh?. A mí lo que realmente me preocupa es la visita de mañana...
B: ¿Y qué vas a hacer?
M: Había pensado mandarlas con Zulú y Dib, creo que tal y como están las cosas ahora
no me puedo mover de aquí
B: ¡Qué peligro!, pero mira... bien mirado, podría servirles de ayuda... o se matan o se
arreglan
M: Querrás decir o se matan o se comen, en el sentido de... (movía la cabeza
graciosamente al tiempo que subía y bajaba las cejas)
B: ¡Ay Marce no me vengas con esas!, que bastante tengo yo... con entender (decía
moviendo sus manos al aire)
M: ¿Ah, pero tú también entiendes?
B: ¡Anda que...!, tira... tira...
Primero entró Amelia con gesto serio, andar contundente, después entró Luisita con
gesto serio, andar contundente. Massamba las contemplaba, había aprendido a entender
los signos del rostro de las mwasi mondele. Tras un suspiro y una mirada reprobatoria
del hombre al joven Ngouabi, tomó aire y llamó a la puerta donde Lula cada vez se
encontraba más identificada con aquel niño que llevaba siete horas entre sus brazos. Le
abrió la puerta Luisita que lo miró sorprendida, no terminó de abrir del todo, sabían que
a Lula la ponía muy nerviosa que los hombres estuvieran cerca suyo
L: ¿Dime Massamba?
Massamba: Massamba quiere hablar con mawasis mondele (mujeres blancas)
L: Vale... espera...
Massamba: No, Massamba entrar (dijo seguro)
L: Bien... dame un segundo (volvió a repetir y se giró mirando algo desconcertada a
Amelia quien la miraba igualmente al ver su gesto serio, ante el movimiento de cabeza,
Luisita le contó) Es Massamba quiere entrar (ambas miraron a Lula que se estaba
tomando el caldo)
A: ¿Qué dices Lula? (la chica asintió lentamente) De acuerdo, que pase (le dijo a Luisita
poniéndose en pie junto a la camilla)
Massamba: Hola mwasi Amelia
A: ¿Qué pasa Massamba?
Massamba: Massamba quiere ayudar a Lula, yo ser casi viejo pero tener manos fuertes
para labrar, para cazar, yo hacer cargo de Lula y el pequeño, si ella quiere, yo estar
dispuesto a decir es mi nkento (esposa) (hablaba con calma, con su gesto serio pero voz
amable
A: Espera (se adelantó hasta él sabiendo lo que eso significaba para Lula, y para él, sus
manos temblaron sus ojos miraron al hombre emocionados) ¿Estás seguro?
Massamba: Massamba estar con Lula ella no querer y querer otro hombre, Massamba
dejar, yo no quiero nada, ella es mujer libre pero merecer ese pequeño, él tener suerte
(sonrió mínimamente)
L: Joder... (fue lo único que acertó a decir una más que emocionada Luisita que miró
sonriendo a Lula a quien por primera vez vio sonreír)
A: ¡Uf... tendremos que hablar con...! (le decía algo aturdida porque no esperaba esa
reacción)
Massamba: Yo hablar, mwasi no preocupar (le dijo con ese gesto amable de aquel
hombre que medía más de un metro noventa, y tenía una espalda ancha y unos músculos
casi perfectos)
Una pija en la selva 124
Luisita miró a Amelia sonriente, Amelia miró a Luisita sonriente, Lula miró a todos
emocionada, entonces mientras aquellos ojos se perdían los unos en los otros, oyeron
decir
Ambas se giraron como si tuvieran un resorte en sus talones, Lula había hablado, y el
efecto que causó aquella voz trémula fue que los ojos de Amelia se llenaron de
lágrimas, Luisita la miró de reojo, sabía que aquella reacción de Lula para ella,
significaba mucho, tanto que su boca se había quedado entre abierta, se acercó hasta la
muchacha, se miraron con todo el cariño que se habían demostrado en silencios durante
los cuatro años que Lula llevaba allí, Amelia era consciente que la única posibilidad de
ser madre era aquella, la violación, había terminado con una operación a vida o muerte,
vaciando todo su vientre. Se agachó mirándola fijamente
A: Lula... a pesar de esto aún nos faltaría el visto bueno de Quintero... ya sabes que no
se puede hacer ¿de acuerdo? (la chica asintió) Pero... sea como sea lo intentaremos,
¿vale pequeña?
La muchacha por primera vez en tanto tiempo, sonrió, y aquella sonrisa amplia provocó
en Amelia una oleada de sentimientos que no pudo controlar más que con un abrazo a
Lula, un beso en la frente y otro en la frente de aquel bebé. Luisita contemplaba la
imagen emocionada, era consciente que lo que acababa de ver era el lado tierno de
Amelia, ese del que Benigna le habló y ella no la creyó
Pasaron dos horas, Amelia y Luisita volvieron a repasar a los heridos, también a los
golpeados que aguardaban a que la camioneta los recogieran y los llevara a esos campos
de desplazados. Lo habían perdido todo, muchos como habían estado contando a
Benigna o a Nsona, o los hombres hablaban con Zulú, y el resto, habían perdido no solo
sus casas sino, sus familias, algunos las habían perdido enteras. Los niños, ajenos
realmente al drama que estaban viviendo sus mayores, se unían en los juegos a los niños
de la aldea, cantos, risas, juegos, hacían menos pesada la espera. Y allí vigilante a todo
cuanto pasaba se encontraba Luisita, todo aquello era nuevo para ella, hasta aquellos
sentimientos de miedo, incluso lástima por lo que estaba pasando, y el más fuerte ver el
desamparo al que iban a enfrentarse. Esperaba sentada a que la expedición llegará, con
sus ojos captando las risas de los niños que le daban ese respiro que no podía llenarla de
paz
A: Oye... quería disculparme por lo que te dije antes, creo que estaba muy nerviosa, lo
siento
L: Me has dicho tantas cosas que no recuerdo a cual de todas te refieres (le dijo con una
tímida sonrisa, primera sonrisa que le dedicaba)
A: No seas mala (sonrió también mientras pensaba “menuda sonrisa, puede derretir ella
sola todo el polo Norte”) En serio, creo que no es justo que te dijera que te fueras, la
verdad que estás demostrando que eres muy buena como enfermera
L: Ya... gracias creo que trabajar con vosotros es muy fácil (“¿y sigo siendo una fruta
podrida... dijo eso, no?” pensó mientras la miraba fijamente)
A: Creo que nos está dando un bajón después de todo esto ¿eh? (le sonrió dando un
sorbo)
L: ¿Crees que Quintero cederá? (preguntó dejándola de mirar)
A: No lo sé... las cosas no son tan sencillas, hay unas normas y nosotros las hacemos
cumplir, ¿excepciones?, claro, pero se supone que nosotros estamos aquí para
denunciar, Quintero es el director de nuestro distrito, y estamos vigilados con lupa
L: Ya (dijo decaída) Significaría mucho para Lula
A: Ya ves... Benigna se ha puesto a llorar cuando le he dicho que ha hablado
L: ¡Mira ya están aquí!... ¡viene Carlos! (susurró con una sonrisa levantándose hasta el
camión)
A: ¡Carlos... Carlos...! (susurró con algo de malestar ante la reacción de Luisita mientras
daba el último trago a su infusión pensativa sobre como actuar con Lula y mientras iba
hacia ellos mascullaba) Vaya pija más clasicista... se derrite por un pijo... ¡qué culito
madre, que culito!...
Los niños de la aldea y los demás niños que habían llegado refugiados, salieron como
era su costumbre para recibir el camión, Luisita junto a Marce había adelantado su
posición para esperarlos, mientras Amelia llegaba con cara no de muy buenos amigos
Q: Hemos tenido problemas ¿eh?, hay que estar atentos está todo muy liado (fue lo
primero que le dijo a Marce al bajar)
M: Lo sé
Q: Ponerme al día (dijo mirando a su alrededor, por muchos años que llevara trabajando
en África, siempre le sobrecogían aquellas imágenes)
M: Vamos al despacho
Carlos: Hola Luisita (le saludó con una sonrisa)
L: Hola...
Carlos: ¿Estás bien?
L: Después de algo así no se puede estar bien (elevó los hombros un tanto decaída)
A: Si es que haces cada pregunta guapito...
Carlos: Hola Amelia (le dijo haciéndole una pequeña reverencia algo burlona) ¿Cómo
está la médica más borde la Selva?
A: ¿Aún no te has dado cuenta que estoy muy buena?... (lo miró un tanto provocativa y
con una sonrisa muy lasciva que provocó en Luisita una carraspera inesperada) ¿Sabes
llegar o te tengo que acompañar?
Carlos: Tranquila sé llegar (le contestó molesto)
Primero pasó Amelia quien dejó a tras a la pareja, Luisita no quería ponerse a su lado, le
parecía que junto a Carlos estaba más protegida, y mientras Marce le contaba lo
sucedido, con datos y revisión de los cuatro heridos dos de ellos graves, Luisita se
Una pija en la selva 126
mostraba pensativa, ¿por qué refugiarse en Carlos?, sabía la respuesta pero se la negaría
miles de veces
Q: Bien... creo que tenemos que denunciar los hechos y quiero vuestros informes
rellenados y firmados
M: ¡Quintero por favor, quién te crees que somos! ¿principiantes? (se quejó poniendo
sus manos sobre las caderas)
Q: Está bien... está bien... imagino que ya lo tenéis
B: Buenas tardes (entró con una sonrisa de oreja a oreja Benigna y una bandeja en sus
manos)
Q: Ya pensé que no ibas a llegar nunca
B: Toma guapo te he preparado un pastel de manzana (Amelia miró a Luisita sonriendo
mientras le guiñaba el ojo, Luisita quitó sus ojos de ella)
Q: La mejor recompensa del día sin duda
B: Para el mejor director de misiones (esta vez el guiñó fue de Benigna a Amelia como
dándole a entender que lo tenía en bandeja, Luisita se percató y sonrió) ¿Carlos?
Carlos: Gracias Benigna
Q: Dios mío después de esta maravilla... no me quedan ganas de nada...
M: Creo que es lo que pretende (le dijo en voz bajita) Armas de mujer
Q: Ya lo sé... (le respondió de igual modo, carraspeó) Vamos a lo que vamos, que
imagino que voy a tener que escuchar a la Dra. Ledesma, ¿me equivoco?
M: No, toda tuya... bueno... ya sabes
Q: Antes que nada, quiero que sepas que ni el pastel de manzana, ni tus profundas
reflexiones sobre la vida, ni los intereses de los niños, ni tus huelgas de hambre, ni tus
gritos van a influir en mi opinión
A: Tranquilo no tengo que hacer nada de todo eso...
L: (“¿Huelga de hambre?... joder la tía es un mundo de sorpresas” entonces se
adelantó para ponerse a su altura)
A: Bien (Amelia la miró algo sorprendida por su gesto) Bueno imagino que sabes que
esto no fue cosa mía, fue de ambas, antes que nada quiero reconocer y reconozco en
nuestra defensa que fuimos malas chicas, rebeldes pero con causa
Q: Como siempre... en tu caso y espero no influyas a Luisita, sabes que si te abro otro
expediente...
A: Si estoy a un paso de que me echen de la Selva, y me vaya con los monos (dijo con
tranquilidad, Luisita la miraba de reojo, su aparente calma era admirable para ella que
no cesaba de apretarse los dedos de las manos) A lo que voy, aquí la Enfermera Gómez
y yo, recibimos el aviso de que faltaba una mujer que estaba embarazada, cuando
llegamos, nos encontramos con que la mujer había dado a luz a escasos metros de aquí
pero estaba muerta, el niño le cortamos el cordón y lo trajimos hasta aquí
Q: Bueno... al menos me demostráis que sois eficientes... (dijo algo irritado) Hasta ahí
es vuestro deber
A: Faltaría, aquí la enfermera Gómez es una gran profesional
L: (“¡Qué pelota, luego de lo que me hizo en el partido, será... la tía...!”)
Q: A ver enfermera Gómez... usted que dice
L: La culpa fue mía, en lugar de decirle a Marce, le dije a Amelia y... bueno...
A: Yo ya soy mayorcita para tomar decisiones, así que ella solo me dijo y yo actúe
L: Sí, pero no debí hacerlo y ahora lo sé, también tengo que decir que ella, bueno ella,
me dijo que me quedara quieta, pero no lo hice fue una decisión plenamente personal
A: Tú cumpliste al decírmelo a mí y punto (le dijo finalmente entre ambas se notaba la
tensión)
Una pija en la selva 127
Tras un carraspeó de Benigna, ambas se callaron dándose cuenta que estaban volviendo
a su costumbre de discutir pero esta vez, poniéndose en evidencia delante de los tres
hombres. A Amelia le molestaba hacerlo delante de Carlos, a Luisita delante de
Quintero
Al salir, los rostros hablaban por si solos, la alegría era evidente en las chicas, Benigna
se abrazó a Massamba que se mostraba emocionado ante la posibilidad de ayudar tanto
aquella chica que él sentía como algo especial por todo cuanto había sufrido, y aquel
pequeño que sin duda se había aferrado a la vida
Las lágrimas recorrían el rostro de Benigna, contraía los labios haciendo fuerza uno
contra otro, respiró tratando de aliviar el sofoco alegre que sentía, hacía tiempo que algo
bueno no pasaba en la aldea, eran tan pocos los momentos que podían vivir felices, que
Benigna, no pudo reprimir sus lágrimas, apoyando su cabeza en el hombro de una Lula
a quien el rostro le había cambiado, y un Massamba, que sentía su pecho temblar de
emoción pero como hombre, supo mantenerse firme viendo como aquella muchacha
seguía con el pequeño apegado a su piel, dándole el calor que el cuerpo frío de su madre
se llevó
En el comedor, Amelia estaba revisando bajo el flexo de luz la frente de Luisita, con
tantas emociones y vivencias le había sido casi imposible hacerlo, a pesar que la
enfermera le había insistido que no hacía falta
A: Mucho menos que tú (cuando estaban a un solo paso de besarse Luisita retiró la cara)
L: ¿Has terminado?
A: No he empezado (le contestó con esa mirada lasciva que había vuelto a ella)
L: Definitivamente... al menos Carlos es todo un caballero
A: ¿No querrás que yo sea un caballero? (le preguntó sorprendida al ver como de un
gracioso salto se bajaba de la mesa)
L: Yo no quiero nada de ti, que no sea, al menos respeto
A: Te respeto mucho (volvió a acercarse a ella) Otra cosa... es lo que despierte en ti
L: No me hagas reír, sabes que no despiertas nada (le dijo un tanto nerviosa)
A: Si fuera así, no habrías venido a salvarme y no te habrías defendido como lo hiciste
de Marce... pero tranquila... entiendo que es complicado (sonrió)
L: Eres una vanidosa pero de lo peor... ¡de lo peor!, ¡aysssss! (se quejó apretando los
dientes y los puños y saliendo a toda prisa de allí con cara de enfado)
M: ¿Qué le has hecho que un poco más y me aplasta sin enterarse?
A: Nada...
M: Ya se va Quintero
A: ¿Quintero?, ¿y el pesao de Carlos? (lo miró seria)
M: Lo siento querida, el pesao de Carlos se queda
A: ¡Qué! (lo miró atónita)
M: Se queda porque mañana se va con vosotras yo no me puedo mover de aquí, así que
mañana os lo lleváis de viaje, se ha ofrecido él
Con la ayuda de todos, la gente fue subiendo una a una al camión que les llevaría hasta
el campo de refugiados, que por muy malo que fuera, siempre sería mejor que estar
abandonados a su suerte en la Selva. Cada uno de ellos, abrazaba al doctor y las
mawasis que les habían salvado la vida, Luisita más de una vez tuvo que hacer de tripas
corazón para no romper en un llanto doloroso, no sabía que les esperaba donde iban,
pero entendía lo que habían dejado atrás y lo que era peor, lo que habían perdido
emocionalmente, aquellas personas que subían parecían almas perdidas, errantes de un
camino que se les hacía cada vez más tortuoso, una mujer cogió ambas manos de Luisita
mirándola a los ojos, no hicieron falta palabras ni un idioma con el que entenderse, los
ojos hablaban el idioma universal del corazón, a Luisita le tembló todo el cuerpo, y
Benigna que estaba a su lado apoyó su mano sobre la espalda de la enfermera, al
separarse de aquella mujer y aquellos ojos que agradecían tanta ayuda. Amelia que
estaba al otro lado, la miró y suspiró trató de evitar sentir algo que no fuera distancia,
los niños las saludaban, algunos se despedían de aquellos amigos temporales que habían
jugado con ellos, algunos las miraba a esas mawasis mondeles, que por sus
movimientos parecían como serpientes que reptan en la Selva, iban de un lado a otro,
nerviosas, con sus ojos tristes, irguiendo el cuello y la espalda cada vez que se
deshacían de un abrazo con esos niños, y ellos una vez arriba del camión levantaban las
manos agitándolas al viento, con esas sonrisas que reconfortaban esos corazones rotos,
hechos trizas, y ese momento del adiós. Amelia en esos instantes donde su mano
derecha se apoyaba sobre su cintura, y agitaba la izquierda, observando el camión y sin
querer a Luisita, se daba cuenta que por mucho que le pesara, sí tenía corazón
Ni: Mbata mawasis mondele (decían desde arriba del camión) (adiós mujeres blancas)
B: Mbata kamwana (agitaban sus manos también con unas sonrisas (adiós niños)
Ni: Mbata Ziku
M: Mbata
Una pija en la selva 131
Nmaba, agitaba su mano orientada por los ladridos de su perro, Ramón ladraba y daba
vueltas en el aire como si fuera un patinador sobre hielo dando un doble mortal, Nsona
con el pequeño Mbe en brazos y su vendaje despedía a sus hermanos de sangre, los
hombres daban al aire el grito ritual de la despedida deseando de aquella manera suerte,
Massamba de pie en la puerta del hospital miraba con aquellos ojos duros la marcha del
camión, él lo había vivido y sabía reconocer la rabia, en el silencio de los hombres, en la
sonrisa repleta de pena de las mujeres, Sassou agitaba la mano mientras lloraba, sabía
que su dueño estaría por llegar y no quería separarse de aquellos hombres y aquellas
mujeres que le habían dado la oportunidad de estar nuevamente viva
Y con el rostro serio y la sensación de vacío que siempre se les quedaba habló Marce
rompiendo el momento de pena que había quedado en el ambiente
M: Creo que tenemos que planificar la salida de mañana... no me gusta dejarlo en una
aventura... Benigna mientras preparas la cena hablamos
B: De acuerdo
A Benigna le ayudó a preparar la cena Nsona, allí la mujer le estaba hablando de algo
que ella desconocía y sus muecas hacían ver a la mujer que su sorpresa era mayúscula.
Para todos que el bebé se hubiera quedado con Lula significaba una alegría enorme, y
querían hacerle una fiesta de bienvenida para que el niño afortunado ya de nacimiento,
siguiera con su buena suerte
En el despacho de Marce, Carlos se había sentado junto a Luisita en las sillas, mientras
Amelia lo había hecho en la camilla como buena rebelde mostrando así su malestar por
la presencia del “guapito”, desde esa altura podía observar mejor a su presa, sus
movimientos demostraban inquietud en ella, su mirada fija en Marce demostraba
atención en su trabajo, la tensión en su cuerpo quiso pensar que venía dada por su
presencia en un lugar estratégico donde ella podía observar sus movimientos y sin
embargo la enfermera no podía controlarla a ella
M: Es un poblado bastante seguro, quiero decir no hay que cruzar el río, iréis con el
camión, solo el camión nada de la cafetera, no os la dejo en vuestras manos que me la
destrozáis
A: Te quejaras después que le ponen gomas del pelo a los tubos
Carlos: ¿Gomas del pelo? (preguntó sonriendo)
M: Mejor dejarlo (la mirada a Amelia la tradujo como “¡pero qué borde eres!”) Iréis
juntos sin separaros en ningún momento
A: ¿Cogiditos de la mano?
M: Si hace falta sí (la volvió a mirar “¡no me toques las pelotas!”)
A: No te las toco (respondió Amelia haciendo que Carlos bajara la cabeza y Luisita
moviera sus ojos de lado a lado algo nerviosa)
M: Eres buena cabrona... en fin... haréis noche, no quiero correr riesgos innecesarios
L: ¿Noche? (se incorporó un poco en el asiento)
Carlos: No debes temer nada Luisita, la noche en la Selva es maravillosa (le dijo con
voz relajada mirándola con cariño)
A: No debes temer... con tu saco repele lagartas siempre puedes buscar refugio en los
lagartos (Luisita cerró los ojos suspiró sin querer responderle) Yo no veo necesidad de
hacer noche
Una pija en la selva 132
M: Pero yo sí, así que haréis noche. Ya sabéis, vacunas, revisiones y punto. ¿Vale
Amelia?
A: Mira si no estás seguro, que Carlos ayude a Luisita a poner las vacunas... total... no
hace falta mi presencia (dijo molesta se levantó y salió)
M: Bien... la doctora ha dado por finalizada la reunión (se levantó y se fue tras ella)
Carlos: De verdad es inaguantable
L: Y que lo digas (susurró mientras se pasaba la mano por la frente)
Carlos: ¿Te duele?
L: No (sonrió) Voy a ayudar a Benigna a preparar la cena
Carlos: Te acompaño
La cena comenzó a ser algo tensa cuando Carlos trató de averiguar sobre Lula y
Massamba, hubo un momento que Amelia fue a contestar pero sin saber porque Luisita
la cubrió
Carlos: Creo que ese amor repentino entre Massamba y Lula no es nada creíble... y no
sé yo hasta que punto será beneficioso para el niño
L: Creo que estás equivocado Carlos (se apresuró a hablar cuando vio que Amelia
dejaba el cuchillo con el que pelaba un trozo de coco) Es más, yo he sido testigo del
gran amor que Lula puede entregarle al bebé y lo mismo con Massamba es un hombre
impresionante
Carlos: Bueno si lo dices tú
A: No, si lo dice ella, no, es así ¡te queda claro! (se levantó y se fue)
Carlos: Está un poco susceptible ¿no?
B: Y tú un poco pesadito con el tema
Carlos: Es mi trabajo Benigna (se defendió)
L: Pero te estamos diciendo lo que hay, y tú parece que dudas de nuestra palabra
Carlos: No dudo, solo quiero estar seguro que es lo correcto
M: Me voy a la cama, no me apetece contestar gilipolleces
Carlos: Son iguales (susurró)
B: Yo... yo también me voy a retirar los platos
Nsona: No mami Benigna, yo hacer... Tú descansar
B: ¿Estás segura?
Nsona: Talo mami
B: Voy con Lula
L: Ahora voy yo Benigna
Carlos: Menos mal que tú no me abandonas (le sonrió)
L: Bueno... creo que Marce y Amelia son un poco... como diría yo
Carlos: Impresentables
L: No... más bien... se toman muy en serio su trabajo
Carlos: No lo niego, pero... no por eso les da derecho a hablar de la manera que lo
hacen, parece que son los perfectos, los que mejor saben las cosas...
L: Ya (se quedó pensativa y sin saber muy bien porque sonrió, cuando supo porque lo
había hecho carraspeó)
Carlos: ¿Qué te pasa?
L: Nada... nada... ¿te apetece una infusión?
Carlos: Sí, y nos la tomamos fuera... hoy el cielo está despejado
L: Vale (sonrió)
Una pija en la selva 133
En el hospital, cuando Benigna entró, se encontró que allí estaba Amelia, habían entre
ella y Sassou con la ayuda del único brazo que tenía Massamba entrado una cama en
una pequeña habitación que guardaban para casos extremos. Habían acomodado a Lula
con unos cuantos cojines en la espalda, con una sábana sobre su cuerpo, la muchacha no
podía borrar de sus labios la sonrisa
Luisita al salir del hospital una vez revisados todos los enfermos y heridos, dudó entre
irse a dormir o ver un rato las estrellas como Carlos le había dicho, miró a su izquierda
y allí medio tumbado en la tumbona de Marce miraba el cielo, miró a su derecha y vio
que Amelia ya tenía la luz apagada, lo más sensato sin duda era acostarse tal y como
ella había hecho. Pero al final se acercó hasta él y se sentó en los escalones de madera
que habían en la salida del comedor
Sin embargo, lo que ella no sabía era que Amelia no dormía, se había sentado en los
escalones de su cabaña, apoyada su espalda en la columna de madera que había en la
entrada, una pierna flexionada y la otra estirada, su brazo se apoyaba en la rodilla
flexionada y su mano mantenía un vaso con un líquido espeso. La luz de la luna era
suficiente para observar como al mover el vaso, el líquido viajaba de un lado a otro, al
detenerlo ese mismo líquido seguía su pequeño movimiento hasta quedar totalmente
quieto, así sentía su corazón, se movía, latía, pero cuando ella se daba cuenta, le
obligaba a detenerse, a latir para vivir, pero no a latir para sentir
Su trago fue mayor cuando oyó la carcajada de Luisita, aquella maravillosa carcajada, le
obligó a cerrar los ojos a pensar en Bárbara, Claudia, Samantha, Betty, Paula, en sus
cuerpos desnudos, en sus temblores cuando las volvía loca, en sus labios sedientos,
cerró los ojos sabía que era una manera de engañarse, la única pero era lo que quería,
nada más contacto físico, tenerlo, acabarlo, ducharse, y seguir viviendo
Los pasos acercaron a Luisita hasta su cabaña, pensativa y algo molesta por aquella
sonrisa que se había escapado de sus labios, por aquella imagen de Amelia curándola
antes de volver a ser la conquistadora que le provocaba arrebato, aquella imagen de la
Una pija en la selva 135
Amelia dulce, sonriente, hasta cariñosa. Suspiró, subió su pie izquierdo, aquellas
zapatillas Converse seguían siendo demasiado relucientes aún en la noche
A: Buenas noches
L: ¡Ahhhhhhhhhhh! (gritó de manera corta aunque algo elevada mirando alrededor
esperando ver a Marce con cara de mil demonios ir hacia ella)
A: Eres la hostia (le dijo partiéndose de risa)
L: No me hace gracia... ¿qué haces ahí? (le preguntó sin quererse acercar)
A: Respirar
L: ¿Te encuentras bien? (le preguntó al verla allí medio tumbada con la mirada perdida)
A: ¿Por qué no iba a estarlo?
L: ¿Puedo sentarme? (le preguntó con seriedad)
A: Prueba, eso sí, con cuidado, que tu trasero aún está maltrecho
L: ¡Uf es verdad! (sonrió al sentarse)
A: Tienes una sonrisa... (se calló y miró la luna)
L: ¿Qué ibas a decir? (le preguntó mirándola fijamente, aquellos ojos tenían un brillo
extraño)
A: Nada (negó con la cabeza)
L: He estado con Lula
A: ¿Cómo está? (dio un sorbo)
L: ¿Qué bebes?
A: Eres tú muy preguntona ¿no te parece? (la miró enarcando su ceja con ese encanto
que sabía tenía)
L: Disculpa (volvió su tono serio e hizo amago de marcharse)
A: ¡Qué poco aguante tienes según para quién!
L: ¿A qué viene ese comentario? (no terminó de levantarse pero al volverse a sentar se
quejo) Au
A: Nada... hablemos de Lula... ¿cómo está?
L: Bien, me ha dado las gracias
A: ¿Te ha hablado?
L: Sí (sonrió)
A: Ah (“¡oh no, no sonrías... o estoy llamando a los bomberos y aquí no hay, que
desastre madre como sube la temperatura!”)
L: ¿A ti no te ha hablado?
A: No, solo se ha burlado de mí (dio un trago nuevamente)
L: Vaya... (volvió a sonreír)
A: (“Como vuelva a sonreír le voy a enseñar yo a calentar el ambiente” pensaba
mientras la miraba y Luisita finalmente bajaba la cabeza)
L: Bueno... creo que... mejor me acuesto mañana tenemos un día duro
A: Ni que lo digas, aguantar al Carlitos no tiene precio (susurró casi con voz inaudible)
L: ¿Qué has dicho?
A: Nada... que descanses
L: No has dicho eso (la miró fijamente)
A: Pues si sabes lo que he dicho para que preguntas
L: Oye... ¿estás bien? (se agachó ante ella)
A: Sí (la miró a los ojos)
L: Vale
A: Espera (le cogió la mano aquel contacto podía haber derretido el polo norte y sur al
mismo tiempo)
Una pija en la selva 136
L: ¿Qué? (su pregunta fue de todas las que había formulado la menos segura, la menos
contundente, la mas trémula. Aquellos ojos le abrasaban)
A: ¿No me das un beso de buenas noches? (le sonrió sabiendo que la tenía muy cerca,
tanto que podía alcanzar sus labios sin ningún esfuerzo)
L: ¿Estás bebida?
A: No rompas el encanto
L: Amelia (le dijo algo preocupada pensando en el día de mañana)
A: Va... sé buena... lo estás deseando (le musitó cargando la piel de Luisita con un
estremecimiento de pies a cabeza)
L: ¿Quieres que te lleve a la cama?
A: Deja de preguntar y haz lo que deseas (volvió su voz sensual)
L: ¿Lo que deseo?
A: Sí
L: Bien (le cogió el vaso de su mano y echó lo poco que le quedaba ante la atónita
mirada de Amelia)
A: ¿Pero qué haces? (se mostró seria y con gesto confuso)
L: Creo que hoy ha sido un día duro para todos, también para ti
A: Vaya... has perdido todo el encanto (le dijo soltando su mano que tenía cogida)
L: Te ayudo a acostarte
A: ¡Y dale! Si te quieres meter conmigo en la cama, no pongas esa excusa
L: Eres una tía estupenda... pero... te pierde que te creas el centro del mundo... lo siento
Amelia, a mí no me interesas, y no creo que logres cambiarme. Te agradecería que
pudiéramos hablar como dos personas civilizadas, no como dos leonas
A: Las leonas no hablan
L: Buenas noches...
A: Buenas noches leona. Oye... si necesitas un masaje en el trasero ya sabes... solo
tienes que llamarme...
Luisita ni se giró, quizá si lo hubiera hecho hubiera visto las lágrimas en los ojos de
Amelia, quizás en ese momento hubiera sido capaz de sacarle de su corazón aquella
pena que tanto pesaba en él, pero no lo hizo, se fue enfadada, molesta, y sin entenderla.
Al entrar suspiró, miró su cama y le dio el tiempo justo para cambiarse, nuevamente el
motor decidió parar de trabajar, dejándoles sin luz
L: Espero que mañana... no me dé un viajito pesado... estoy segura que lo que le pasa es
que está celosa de Carlos, esa reacción no es normal... en fin... ¿por qué me tengo yo
que preocupar de ella?, no tengo motivo alguno (entonces se giró en la cama, golpeó
varias veces el almohadón, subió la sábana, bajo la sábana, se movió, volvió a subir la
sábana y finalmente murmuró) Luisita... no tienes motivo alguno
Había descansado mejor de lo que esperaba, se levantó temprano, a eso de las siete de la
mañana, se fue a la ducha directamente para no encontrarse con ella, habían quedado
que saldrían a las ocho y media, ya lo tenía todo preparado y por esta vez, le había sido
de ayuda las explicaciones de Zulú para meter todo en su mochila. Iba pensativa no
quería hacer el ridículo, ya era su segunda excursión como llamaba Marce y debía saber
desenvolverse con naturalidad. Se vistió con un pantalón de lino color miel, y una
camiseta negra de tirantes y un jersey sobre los hombros negro también, con unas
zapatillas marrones última moda del mercado de montaña. Al salir se cruzó con un
Marce con gesto enfurecido que ni siquiera le dio los buenos días. Se giró y vio salir a
Una pija en la selva 137
Benigna con cara preocupada de la cabaña de Amelia, decirle unas palabras y salir
corriendo
Giró sobre sus talones con rapidez dejando a Carlos de una pieza, éste la vio andar con
ligereza sin duda su gesto mostró preocupación, pero el psicólogo no sabía muy bien
que estaba pasando. Luisita llegó y sin dudarlo llamó a la puerta, entró y lo que vio la
dejo impactada
Luisita cerró la puerta asustada, allí Marce tenía cogida del pelo a Amelia, le tenía
metida la cabeza dentro de una gran palangana de aluminio repleta de agua con hielos,
el grito de Amelia le llegó al sacar su cabeza del agua, y una vez le pidió que tomara
aire, volvió nuevamente a meter su cabeza en el agua
M: Se te van a ir las ganas te lo advierto... (Amelia gesticulaba con las manos) Aguanta
A: Marce jodeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeer (protestó)
M: Toma aire (y volvió a meter su cabeza con gesto de mucho pero mucho enfado) Te
quito yo las ganas vamos... ¡y que vas!, ¡vas!, menuda tontería te ha dado con la novata
pija (Amelia volvió a mover las manos)
Mientras fuera, Luisita se mostraba pensativa, vio que Carlos acudía hasta ella y se
apresuró a su encuentro
M: Te quito yo las ganas vamos... ¡y que vas!, ¡vas!, menuda tontería te ha dado con la
novata pija (Amelia volvió a mover las manos) Nada ¡aguanta!
A: ¡Ahhhhhhhhhh!, déjame... déjame... y no la nombres... a esa hija de puta (dijo con el
pelo todo pegado a la cara, la respiración agitada, los ojos como loca, las manos y los
dientes apretados. Y así la encontró Benigna) Déjame en paz Marce... no necesito tú
compasión
M: Lo que necesitas son dos buenas hostias (le dijo con el ceño fruncido y las manos
puestas sobre las caderas)
B: Marce por favor... (le rogó con gesto de pena por el lamentable aspecto de Amelia)
M: Por favor nada Benigna... esto es lo último... sabes que solo estás tú para ir, que
tienes que hacer el viaje... y te pillas un pedo impresionante (Amelia sabía que tenía
razón, que no podía disculparse ante lo hecho) Ahora, vas a vestirte y en menos de diez
minutos te quiero fuera, has retrasado la salida de la expedición... pero no pienso pasarte
esto Amelia...
B: Está vez tiene razón (le dijo bajito no a modo de reproche Benigna)
A: Lo sé (dijo con el ceño fruncido tratando de apartarse el pelo de la cara)
B: Sé porque lo has hecho, y sé que me lo vas a negar, así que solo te voy a decir una
cosa... eres una mujer maravillosa, que si dejaras la frivolidad a un lado, conquistarías a
Luisita
A: Abrázame Benigna (susurró sentada en la cama como si fuera una niña asustada)
Abrázame, tengo miedo
Benigna la abrazó, la acunó entre sus brazos de madre que tantas veces la habían
ayudado, con ella se sentía desnuda de alma, sabía que no podía engañarla, quizá porque
ella había presenciado su destrucción humana y sabía, que aquel ave Fénix que se había
erguido tras las cenizas, era falso, que necesitaba que alguien la volviera a hacer caer,
para que su resurgimiento fuera real, y con él rescatara a la verdadera Amelia
Mientras Zulú se despedía de sus hijos, de su mujer, Nsona le pedía tuviera mucho
cuidado, y que cuidara de aquellas dos mwasi que los dioses habían hecho conocerse
para acabar juntas, Zulú se sorprendió de las palabras de su mujer y sonrió ampliamente,
explicándole todo cuanto pasaban cuando esas dos mwasi se juntaban. Por su parte
Luisita había tratado de despegarse de Carlos para hablar con Marce, lo veía realmente
cabreado, pero el tal Carlos no se separaba de ella, estaba seguro que iban a ver muchas
cosas interesantes. Los ojos de Luisita no se apartaban de la puerta de la cabaña de
Amelia, y cuando por fin ésta se abrió, sintió como si le pincharan en el culo tan
maltrecho que tenía, se irguió esperando ver salir al Miura, y como si fuera un torero,
Una pija en la selva 139
tensó los músculos, apretó las mandíbulas, tragó saliva para aplacar la sequedad de su
garganta. Y allí estaba, espléndida como si nada le hubiera pasado, tan diferente a la
Amelia que vio metida en aquella palangana que se impresionó
M: Cierra la boca Luisita (le dijo pasando por su lado) Zulú, venga... no quiero que
perdamos más tiempo
A: Hola (saludó como si nada)
M: Ya sabéis lo que debéis hacer, Dib ira armado, detrás, escondidas lleváis dos
pistolas, ya sabéis, ah, y nada de agujerear tubos del motor (le dijo mirándolas
alternativamente a las dos) Venga
B: Amelia toma... anda... come algo por el camino
Carlos: ¿Subimos? (le dijo sonriente a Luisita)
L: Sí... (sonrió ampliamente)
A: Vomitaré (ante la mirada de Benigna que lo había escuchado dijo) Vomitaré
Carlos: Venga Doctora... suba... será un honor compartir este espacio cerrado con dos
bellezas (hizo una pequeña reverencia)
A: ¡Anda ya! (le soltó sin cortarse un duro, Luisita desde dentro se asombró) Yo voy
delante
L: ¿Cómo que delante? (asomó la cabeza sin poderlo evitar, al segundo se arrepintió)
A: Delante sí, ¿qué episodio de Barrio Sésamo te perdiste Luisita? (la miró
intensamente y subió sentándose entre Zulú y Dib que trataban de no reír)
M: Zulú, ninguna contemplación, si éstas dos se ponen en plan pesado dos zurras
buenas en ambos traseros y punto
A: Pues yo sé de una que tiene el culo como uno mono pelado, así que mejor déjalo
estar
L: Eres muy graciosa (le dijo entre dientes por el hueco que había entre la cabina del
conductor y donde ellos estaban situados)
A: Ya lo sé... y también sé que te encanta
Carlos: No le hagas caso (le dijo Carlos) Es una amargada...
A: Amargada será tu santa madre guapito
Zulú: Marce... ¿al guapito también puedo?
A: Jajajajajajajajajajajajajajajajaja (dio una gran carcajada, que le hizo relajar su tensión
M: También Zulú también
B: ¿Tú crees que llegaran? (le pregunto con gesto de preocupación y mano sobre el
pecho
M: Lo que no sé es si volverán (dijo mientras veía como el camión se iba)
B: No sé que voy a hacer con Amelia
M: Pues algo porque así no puede continuar, se ha emborrachado porque no quería ir
con ellos, estoy seguro (comenzaron a andar hacia el hospital)
B: ¿Sabes?, yo creo que si le cuento la verdad a Luisita, quizá la pueda comprender
M: Pero Benigna, cuantas veces te tengo que decir, que eso no le da derecho a portarse
como se porta
B: Lo sé... lo sé... pero... no es fácil asimilar lo que le pasó
M: ¿Cuánto hace?, ¿no crees que ya ha pasado el tiempo suficiente?
B: No se trata de olvidar, se trata de arrebatarle la creencia que todas las mujeres son
iguales, devolverle la visión de que el amor puede llegar a ser maravilloso, y sincero
M: ¡Chorradas femeninas!... Amelia lo que le pasa es que así se siente más cómoda,
todas cayendo a sus pies... y ésta no lo hace... y por eso su rabieta, porque lo que tiene
es una rabieta como un camello de grande, y ahora me voy a trabajar... ya está bien de
dramas
Una pija en la selva 140
Se miraron y rompieron a reír, Luisita los observaba con envidia, mientras ella había
pensado que Amelia se mostraría celosa, se dio cuenta que no, que estaba feliz y volvían
a cantar, esta vez era ella quien empezaba a cantar una nana de niño asustadizo, Luisita
sabía que Carlos tenía razón, era su manera de advertirle, la caza por ti está lista, sabía
que iban a dormir juntas, sabía que era inevitable y que aquella nana de niño asustadizo
también iba dedicada a ella, era como decirle, sé que vas a tener miedo y yo estaré a tu
lado. Suspiró, Carlos se había callado por fin, así que sus pensamientos volaron
mientras Amelia con su voz suave cantaba entre susurros y los hombres hacían ruidos
extraños con sus gargantas a modo de tambores, era realmente impresionante poder
disfrutar de aquello
Cuando llegaron al poblado, Luisita pudo como siempre pasaba disfrutar del
recibimiento de los niños, aquel calor le hacía sonreír, cuando Zulú detuvo el camión,
Una pija en la selva 141
fue la primera en bajar, no le dio tiempo a Carlos a reaccionar, allí a su alrededor los
niños estirándole del pantalón y ella con una sonrisa amplia y fresca, les decía
Así comenzaron a trabajar acodadas una en la otra, eran ágiles y veloces a la hora de
vacunar, los niños a penas se daban cuenta, una los distraía, otra pinchaba, Amelia
revisaba corazón, pulmones, oídos, gargantas después revisaba a las madres, y así iba
pasando la mañana, Zulú había terminado su reconocimiento particular que él sabía, y
las miraba trabajar mientras Dib, que le encantaban los niños, les cantaba canciones
para tranquilizar el llanto
Siguieron el trabajo, la fila iba descendiendo y Amelia había apartado a dos niños y una
niña, el sol y el calor de justicia que caía sobre ellos, hacía que el trabajo fuera más
pesado de lo normal, los niños llorando, ponía nervioso a cualquiera, las madres
agradecían su trabajo, y eso les reconfortaba, pero, tener a tres niños apartados, a ambas
les hacía mostrar un gesto serio y preocupado
A: Bien ahora vamos con un chequeo más profundo, necesito que me traigas Luisita por
favor el maletín de Marce (se secó el sudor que le había empapado la camisa)
L: Voy
Carlos: Sé que quieres impresionarla... pero no voy a permitirte que te burles de mí
para ello
A: ¡Pero que cansino eres tío!, yo no necesito impresionar a nadie... que lo sepas
Zulú: Mwasi
A: Voy
En un apartado Zulú le dijo lo que quería saber y ella asintió pensativa, después le dijo
algo en voz baja y él salió hacia donde lo había mandado antes. Todo había sido visto
por Luisita que iba conociendo los cambios en Amelia, sus gestos le iban mostrando su
preocupación, y entonces entendía que algo iban a hacer que no estaba previsto. Cuando
acabaron de reconocer a los tres niños, Amelia se dirigió a la radio que llevaban para
poder estar comunicados con Marce. Luisita se fue con ella y Carlos tras Luisita
Los tres se fueron al lugar donde Zulú les estaba esperando, al entrar vieron a una mujer
con el vientre abultado, repleta de sudor, con gesto de no poder soportar más aquel
dolor. Amelia era conocida, así que cuando la mujer la vio sonrió sintiendo alivio,
estirando sus manos para ser estrechadas por ella, en aquel pequeño espacio que se
encontraba repleto de humo, incienso y hojas de pino quemadas, Luisita no pudo
soportar aquella atmósfera y empezó a toser
A: Zulú tenemos que sacarla de aquí... avisa a cuatro o cinco hombres. Luisita ves
preparando las cosas
L: Sí... (agradeció que la mandara salir)
A: Konbanga na nkat, kwisad kusadisa nge (confia en mí, voy a ayudarte) (la mujer
sonrió asustada y le dio la mano otra vez)
Una pija en la selva 144
Con rapidez Luisita iba preparando las cosas, mientras Carlos ayudaba a los hombres a
desplazar a la mujer hasta aquel pequeño hospital que constaba de la camilla y cuatro
cortinas que lo separaban del exterior
Amelia sacó de su maletín un frasco pequeño que contenía algo, le dijo a la mujer que
bebiera y que cuando despertara tendría a su niño sobre ella. La mujer le hizo caso
soportando un dolor agudo en su vientre, Luisita pudo sentir aquel dolor, y como si
fuera propio, contrajo su musculatura. Amelia esperó el tiempo suficiente, sacó una
mascarilla de oxígeno pequeña, y miró a Luisita
A: Tenemos oxígeno para media hora, así que hay que trabajar rápido
L: De acuerdo... (dijo mientras le daba unos guantes)
A: Vale... bisturí (se los puso con un movimiento rápido y miró las pupilas de la mujer)
Empezamos
La tensión entre ellas era palpable, fuera, en el poblado el silencio se veía roto por un
murmullo, era un murmullo extraño pero al mismo tiempo relajante, Luisita imaginó
que debían ser rezos por aquella mujer, pero con rapidez se quito de sus pensamientos
todo, y se centró en Amelia, veía su gesto preocupado y al ver cuando abrió el vientre lo
que allí se encontraba sus ojos se abrieron como platos. Sin duda debían ir muy
sincronizadas para poder salvarle la vida al pequeño que llevaba el cordón envuelto en
la garganta
A: Joder... a ver... necesito que me sujetes la cabeza esto tenemos que hacerlo a la vez
(le dijo al sacar la cabeza del niño del vientre de la madre)
L: Sí, tranquila
A: Bien... pon tu mano donde la tengo yo
L: Ya (dijo sudando al igual que lo hacía Amelia)
A: Ahora la otra, ¡no ahí no!
L: Lo siento (se disculpó ante su grito)
A: Tranquila no pasa nada (su voz envolvió a Luisita haciéndole sentir algo extraño)
Muy bien... vamos...
L: Cuidado Amelia... le oprime demasiado
A: Lo sé... pero no puedo hacer otra cosa... joder
L: Venga... tranquila que lo vas a lograr (le decía con una sonrisa que se marcaba en su
mascarilla)
A: ¿Tú crees? (por primera vez al mirarla, sus ojos se mostraron como los de una mujer
terrenal y cercana)
L: Estoy segura (le sonrió)
A: Pues si tú lo dices... ¡mierda se está quedando sin aire!
L: Rápido
Una pija en la selva 145
A: Lo tengo... lo tengo
L: Amelia...
A: Lo veo... le he cortado algo
L: Lo tengo, lo tengo (miró al pequeño que sangraba ligeramente en el cuello) Es una
herida superficial
A: ¿Seguro? (le preguntó nerviosa)
L: Sí, mira (se acercó hasta ella mientras Amelia taponaba una vena de la madre que se
había cortado) Está bien
A: Hay que hacerle reanimación, el cordón le ha dejado sin aire en los pulmones, el
latido es muy débil
L: Rápido... (Luisita comenzó con la reanimación) No reacciona
A: Necesito que te encargues de la madre, tiene desgarro
L: Amelia el niño no respira
A: Joder debe tener tapadas las fosas nasales
L: Yo me encargo de la madre
A: Venga... pequeño.. venga (comenzó a hacerle la reanimación mientras Luisita le
había dado una pequeña goma para liberar sus fosas nasales a Amelia el sudor le
resbalaba por la espalda
L: Amelia... (la miró preocupada sudando como ella, el calor, los nervios...)
A: Vamos... vamos... (siguió hasta conseguir tras unos segundos angustiosos que el niño
rompiera en un llanto y un vomito) Ya
L: Lo has conseguido Amelia... lo has conseguido (decía feliz)
A: Llama a Zulú él se encarga, te necesito con la madre
L: Sí
Lucharon por la vida de aquella mujer, el tiempo de la operación se les fue un poco más
de lo esperado, hasta que finalmente Luisita terminó cosiendo la herida. Amelia veía
como trabajaba y reconocía que de todas las enfermeras que habían llegado, era la
mejor. Cuando terminaron, mientras se desinfectaban las manos demasiado cercanas
porque era una única pila con un único grifo, rozaron sus manos bajo del agua, aquel
roce fue como si pusieran los dedos en el enchufe, la electricidad pasó por ambos
cuerpos, y el silencio se hizo protagonista más intenso todavía
A: Enhorabuena (le dijo mirándola a los ojos mientras se secaban las manos en una
única toalla) Eres muy buena en esto
L: Tú tampoco lo haces nada mal (le sonrió mientras se quedaban mirando fijamente)
A: Hacemos buen equipo (estiró un poco la toalla haciendo que Luisita diera unos
pequeños pasos hasta quedar prácticamente a uno solo de rozar sus cuerpos, Amelia le
miró los labios descaradamente, Luisita no hizo gesto de espanto ni siquiera trató de
escabullirse, esperaba y Amelia que los sabía sonrió de lado y le susurró) Imagino que
para todo debes ser igual de buena, ¿no?
L: Es una lástima que no lo vayas a descubrir (susurró utilizando su mismo tono,
Amelia se pinzó el labio inferior y Luisita sonrió)
A: ¡Ay pija... pija!...
L: ¡Ay borde... borde!...
Amelia se fue acercando lentamente, muy lentamente hacia aquellos labios, los miraba y
veía como Luisita hacia lo propio, era un momento repleto de intimidad, ellas dos, sus
labios, sus corazones, Amelia seguía acercándose Luisita esperando con una sonrisa
Una pija en la selva 146
algo burlona, justo cuando la iba a besar Amelia se detuvo en seco, hizo un chasquido
con la lengua sin abrir la boca y le dijo con gesto simpático
A: Tengo hambre
Dejó la toalla a un lado y salió de allí en dirección hacia donde habían decidido era el
mejor lugar para tener a la mujer y su recién nacido. El marido, las saludó al llegar, allí
Carlos estaba junto a Zulú explicándole lo sucedido. Como siempre ocurría en esos
casos, Amelia fue agasajada pero sorprendió a todos diciendo
A: No, esta vez quien ha salvado al pequeño ha sido ella, mi compañera (entonces miró
a Luisita y le sonrió)
Las mujeres volvieron a llevarse a Luisita, que ya estaba segura que Amelia lo hacía
adrede para salvarse de aquellos rituales de agradecimiento, flores de gratitud, dos
colmillos de cocodrilo y un nuevo trozo de piel de vaca. Amelia la miraba desde la
distancia, disfrutaba de verla sonreír, disfrutaba de verla simplemente. Pero entonces
cuando se percataba, todas las señales de alarma se encendían y su gesto calmado se
tornaba serio y distante, nuevamente distante. Con sutileza para no ser vista se fue para
hablar con Marce
A: Ha sido muy complicado Marce, el niño se había encajado de manera que el cordón
le había hecho doble vuelta en el cuello
M: ¡Uf! (silbó el hombre que tenía a su lado a Benigna)
A: La verdad que si no llega a ser por Luisita, no creo que sola lo hubiera conseguido
M: Bien (Benigna sonrió, apoyando sus dos manos sobre sus labios emocionada)
A: Por lo demás todo está bien, ahora están haciéndole la fiesta a nuestra querida pija
M: Ya... como siempre escaqueandote de tus magnificas manos
A: Deja... debías ver como disfruta
M: ¿Estás bien? (notaron ambos su tono triste y Benigna le hizo una mueca a Marce
reconociendo algo más en su timbre de voz) Oye tengo aquí a la pesada de Benigna
A: ¡Benigna! (le dijo sonriente)
B: Dime cariño
A: Siento lo de esta mañana (su tono reflejo culpabilidad)
B: Lo sé
M: Vale entiendo... sobro... Amelia ni una complicación ¿eh?
A: Tranquilo
M: Ni con Luisita, ponte en su lugar... bueno... mejor no deja...
B: Anda dime que Marce se ha ido (sabía que a veces, cuando se iban por unos días y la
echaba de menos, aquel medio para ella era mucho más sencillo por el que confesarse,
Una pija en la selva 147
sin duda la debilidad sufrida por la noche anterior, le iba a hacer hablar) ¿Qué te
atormenta cariño?
A: ¿Crees que a Luisita le gusta Carlos?
B: No lo sé, si así fuera... no tienes derecho a nada
A: Lo sé... lo sé... (se pasaba la mano por los labios)
B: Amelia hija, ¿hasta cuándo vas a estar así?, ya sabes (le dijo con pena)
A: El resto de mi vida
B: Te estás equivocando
A: ¿Crees que me gusta comportarme así? (cerró los ojos con rabia contra si misma por
no ser capaz de ser la que fue)
B: Pues cambia, no puedes escudarte en tu pasado para destruir tu presente
A: ¿Qué presente?
B: Lo sabes bien... reconoce al menos que Luisita te atrae de otra manera que las demás
A: ¿Y qué cambia?, nada...
B: Cambian muchas cosas, podría ser la mujer de tu vida
A: Sabes que no creo en eso.. (suspiró profundamente con el rostro triste inmensamente
triste)
B: Luisita es una mujer maravillosa, pero a la que no puedes obligar a nada, ni tampoco
jugar
A: Hace un momento he estado a un solo paso de besarla (Benigna se tapó la cara, le
ponía nerviosa aquella insistencia de Amelia) Y ella se sonreía como burlándose de mí,
me ha dolido lo que he visto en sus ojos
B: A ver cariño... si tú le das la visión de que quieres acostarte con ella, lo normal es
que se burle, vamos... que eso me lo haces a mí, y no es que burlo es que me muero de
la risa, a veces eres ridícula
A: Prefiero ser ridícula que ir llorando por las esquinas (contestó ofendida)
B: Engáñate si es lo que prefieres, pero... sabes que no es así, mira a Luisita como una
amiga, no como una posible caza, trata de hablarle como si fuera una amiga, olvida que
puede acabar en tu cama, para eso están las demás, pero necesitas una amiga, necesitas
abrir tu corazón, no tus piernas, hazme caso por una vez
A: Bueno... te dejo que imagino que la comida estará lista
B: Sabes que te digo la verdad y huyes... te pasas los días huyendo, y sé que con tu
actitud huyes de enamorarte de Luisita. ¡Pero sabes una cosa!, no lo vas a lograr
A: No me voy a enamorar de nadie Benigna, ya lo sabes. Y ahora te dejo, bueno, huyo.
Un beso, sabes que a pesar de todo... te quiero ¿verdad?
B: Lo sé por eso te aguanto, pero el resto del mundo no sabe como eres, y si no das
oportunidad de mostrarlo, te tratan como te tratan... recuerda, recibes lo que das
A: Adiós Benigna...
B: A cabezota no le gana nadie ¡caray!
La fiesta de gratitud había terminado, Luisita sonreía agradecida, cuando Amelia salió
del camión, vio como Carlos estaba a su lado sonriendo abiertamente con ella
A: ¿Por qué conmigo no sonríes así? (se preguntó y la voz de Benigna llegó hasta ella
“recuerda, recibes lo que das”) No voy a darte otra cosa, ¡pero qué dices Amelia pareces
tonta! (esa maldita voz rebelde nuevamente aparecía en ella) solo es una mujer más, un
cuerpo más que gozar, nada más ¿me oyes?, ¡nada más!
Con el paso decidido tras dar un fuerte respingo se acercó hasta donde estaba el grupo,
un tanto alejada de Luisita, y tomó a un pequeño en sus brazos, el niño la miraba
Una pija en la selva 148
sonriente y ella sonreía como si nada de lo que le abrasaba en su interior pudiera dar
muestras al exterior, y en ese exterior se encontraba Luisita, la observaba reír y hacer
reír al pequeño, lo subía y bajaba, mientras le hacía pedorretas en la barriga, el niño
batía palmas y a Amelia se le llenaban los ojos de brillo. En un momento dado, bajó al
niño lo acomodó en sus rodillas y le besó la frente, agradeció al hombre que le hizo
llegar un recipiente con un trozo de carne y mandioca
L: (“Que secreto debes guardar... cada vez me atrae más, es como una de esas
pirámides, súper intrigante... que guardan un secreto... sus ojos son como los de los
gatos, igual brillan en la oscuridad, que se apagan en la luz... tiene algo que atrae
irremediablemente”)
Mientras en el poblado, lejos de aquel bullicio con los nervios nuevamente desatados,
Marce y Benigna tuvieron una visita inesperada. En su despacho repasaba la historia
que Amelia había escrito sobre el paciente que habían operado, el hombre finalmente
había muerto. Él mismo había hablado con la mujer que había roto en llanto, no tenía a
nadie y tampoco tenía donde ir, Marce había informado a Quintero y habían decidido
enterrar allí al hombre y que la mujer se quedara con ellos hasta la llegada de Carlos. Y
en esas estaban cuando ante ellos aparecieron tres hombres, uno de ellos era el dueño de
Sassou
B: Marce... (le advirtió Benigna al ver que los hombres iban armados)
M: Tranquila, haz lo que te hablamos. Hola... (el hombre le habló en su dialecto a
gritos, haciendo ademanes nerviosos mientras Benigna se marchaba de allí, el hombre le
dijo que estaba allí para llevarse a la chica por las buenas o por las malas) Bien... pues
lo siento mucho pero la chica ha muerto (el hombre se alteró moviendo sus lanzas) Lo
siento. Massamba dile que me siga por favor
El hombre le siguió nervioso, no creía las palabras de aquel Ziku, llegaron a la fría sala
donde mantenían los cuerpos que se morían y debían ser transportados a sus entierros en
sus aldeas, era una habitación estrecha, pequeña, la olor a muerte abrasaba las pieles de
todos, incluida la de Benigna que por muy acostumbrada que estaba no podía soportar
aquel lugar. Marce se adelantó, allí habían tres cuerpos
M: Bien, dile que se acerque a mi lado (Massamba le tradujo el hombre, como todos los
hombres de determinadas tribus, aquel lugar le daba miedo, mucha mala suerte
acumulaba el lugar. Se acercó despacio) ¿Preparado? (levantó la sábana y se encontró
con una mujer) ¡Ah no... perdón! (Nsona aguantaba estoicamente como muerta)
Benigna ¡qué manía tienes de cambiarme los muertos!
B: Lo siento Marce es que aunque estén muertas he preferido poner a las dos mujeres
juntas (ponía gesto de disculpa)
M: Está claro que el hombre es este (señaló el cuerpo más grande, de todos modos
destapó al muerto el dueño de Sassou, sudaba nervioso... alterado, se pasaba la mano
por la frente, el silencio volvió a ser pesado y tan frío como el ambiente, hasta que
Marce destapó el cuerpo de la muchacha) Lo siento, tuvo un derrame y...
Una pija en la selva 149
M: Siento lo que ha pasado por la chica... pero el único culpable de este final, has sido
tú, ya puedes dar gracias que no te denuncie, y ahora, ¡largo!
M: Yildas cierra la puerta... no quiero que esa puerta esté abierta hoy, ¿de acuerdo?
Yildas: Kulunga (de acuerdo) (se fue corriendo y cerró)
M: De aquí a Hollywood chicas (les dijo a Nsona y Sassou que se había abrazado a
Benigna llorando sin cesar)
B: Vanda vanda... na kele... na kele kamwana (vamos... vamos... ya esta... ya está
pequeña)
Sassou: Melesi, melesi (repetía sin cesar abrazada a ella)
Nsona: Preparar gran fiesta... una por Lula... otra por Sassou (sonrió ampliamente)
M: Gracias Massamba... ¿te has hecho daño?
A: Massamba ser fuerte. Ir con Lula
M: Cada vez me convenzo más de que hay más gente buena que tipejos tan
desagradables como este... (sonrió moviendo la cabeza) ¿Cómo les irá al trío?
L: ¿Qué tenemos? (miró y vio a una chica tras una manta con gesto asustado)
A: Está embarazada, su hermano violó a una chica y ella sufrió el castigo, la violaron
cinco hombres, está embarazada pero me ha dicho su madre, que lleva algunos día
sangrando
L: ¿Y no le toca?
A: No, no le toca... está de siete meses
L: Es muy arriesgado
A: Lo sé, pero si la dejo al menos sin revisar... lo más probable es que muera, ¿no
crees?
L: Sí tienes razón
A: Toma guantes
Mujer: Mwasi todos Kulala (todos duermen)
A: De acuerdo no hay tiempo que perder. ¿Preparada Luisita?
L: Sí
A: Kindoki... (le hizo una señal con la cabeza y siguió hablando con Luisita) Bien,
ahora aquí mi amiga la hechicera hace su trabajo... después nosotras
L: ¿Trabajas con ella? (le preguntó algo impresionada)
A: Claro, son buenísimas, y si juntamos sus artes y las nuestras, tenemos más
oportunidad de salvar personas, y para eso estamos, para eso venimos, para salvar vida,
sea como sea
L: ¿Y su hermano?
A: Su familia lo desterró del pueblo, no sé como no te has dormido, hemos puesto unos
polvitos para que descanséis (la miraba divertida y algo desafiante por la palabra
utilizada)
L: Pues mira... a mí los polvitos no me han hecho efecto (sonrió devolviendo la misma
mirada a Amelia)
A: Vale... vale (sonrió también)
L: No sabía que era y no lo he probado, se lo ha bebido Carlos (dijo tapándose la boca
para no parecer tonta en una situación así)
A: Joder... pues lo lleva claro el guapito, hasta mañana no se despierta, tendremos que
hacer algo...
L: Así que te querías deshacer de mí también
A: Sí... también
L: Hablaremos luego sobre tu mala fe conmigo (le dijo muy segura)
A: ¿Has hecho alguna vez esto?
L: No, estuve presente pero de lejos, tras un cristal y era un parto normal
A: No sé para que puñetas hacéis cursos... en fin... mira necesito que me ayudes en lo
básico, quiero que controles sus pulsaciones, ¿de acuerdo?, vamos a provocar el parto...
L: Bien... si tú estás segura de lo que haces... yo también (se cruzaron una mirada de
animo por primera vez limpia y decidida)
Y como todo lo que había vivido Luisita desde su llegada, no fue fácil, ambas trabajaron
al ritmo que acostumbraban, y además, la enfermera descubrió otra faceta en Amelia, le
iba explicando los pasos a seguir, no por mostrarse superior sino, porque quería que
Luisita aprendiera, ella veía su destreza, sabía que lo que estaba haciendo era arriesgado
pero, tenía que hacerlo, de lo contrario lo más probable como le había dicho la
hechicera ambos morirían
L: Ya viene Amelia
A: Kiwiseti Tinsawa, Kiwiseti... (vamos Tinsawa, vamos)
Una pija en la selva 151
L: Un poco más cariño (le decía mientras preparaba la poca herramienta que tenían
entre sus manos, y una sábana que le habían hecho entrega para recoger al bebé)
A: Ya está... (dijo sonriendo) Es niño
Tinsawa: Mono kamwana kele kamwana (mi niño es mi niño) (decía llorando la niña)
A: Luisita dame las tijeras
L: Toma... está perdiendo mucha sangre
A: Rápido encárgate del niño
L: Sí (lo limpió pero la abuela del pequeño le pidió tenerlo ella la primera) Claro es su
nieto
A: Luisita te necesito... que salgan todas Kindoki
L: Se ha desmayado
A: Joder... ¡cuándo tendré algo fácil coño! (se quejó mientras retiraba la sábana y
trabajaba sin mirar más que salvar su vida)
L: Yo tapono (como ella, se puso a su altura)
A: Sí, Kindoki...
Kindoki: Mama Watu... (comenzó a tocar unos palos sobre el cuerpo de la niña que
yacía desmayada y hacer sonidos extraños con su garganta)
L: Amelia... (la miró preocupada) El pulso
A: Lo sé (sudaba sabía que en ese momento estaba luchando con la muerte)
L: Toma (le dio más gasas) No tenemos más
A: Corta la sábana, rápido
Por momentos era consciente que la vida de la niña se le estaba yendo de las manos,
Luisita la miraba sabía que estaba haciendo todo lo posible por salvarla, en esos
momentos la admiraba, era ágil, su destreza siempre le sorprendía, su cabeza siempre
fría, aunque por dentro como ella, estuviera con el corazón a galope, a punto de estallar
de miedo, tensión y dolor
L: Está remontando (decía mientras seguía controlando con los pocos recursos que tenía
sus constantes vitales y haciéndole trozos la sábana)
A: Vale, hemos detenido el derrame... bien... vamos pequeña que esto ya lo hicimos una
vez
L: Ánimo Amelia... ya está (suspiró sudando tanto como Amelia mientras por primera
vez se dio cuenta que aquella hechicera estaba con los ojos en blanco sentada y
convulsionando) ¿Qué le pasa?
A: Está luchando con la muerte
Tras aquellas palabras, Luisita sintió cierto escalofrío en su piel, pero la tranquilidad del
rostro de Amelia le daba a ella, la calma suficiente como para relajarse. Sabía que tenía
demasiadas cosas aún que aprender y quizá Benigna tendría que explicarle algunas
cosas más que nada tenían que ver con la Selva. Pasaron una hora más con ella, cuando
vieron que estaba estabilizada, la dejaron en manos de su madre quien, no cesó de
agradecer aquello
A: El niño tiene que estar sobre la madre ¿vale? así como está ahora, lo vamos
cambiando (la mujer asentía) Bien... vamos a poner de moda tu gran idea con los
prematuros Luisita (le dijo sonriendo)
L: Bueno... seguro que se te hubiera ocurrido a ti
Una pija en la selva 152
A: No te quites merito. Y ahora, vamos a ver si despertamos al dormilón que con doble
polvito, debe estar soñando con... (mordió el labio cuando fue a decirle “contigo”) ¿Vas
tú?
L: Sí, voy yo, te has manchado el pantalón
A: Voy a cambiarme, no podemos dejar pistas (le guiñó el ojo coqueta)
L: De acuerdo, voy a... voy a llamarle (resopló con algo de nervios)
La tarde ya había llegado a su fin, los hombres encendían fogatas en varios lugares del
poblado, en las casas las antorchas hacían de lámparas, los niños corrían con los perros,
jugaban sin cesar con esa fuente inagotable de salud que la médica había visto en ellos.
Las mujeres preparaban contentas una sorpresa para la novata como les habían dicho
Zulú y Dib, que estaban ayudando a los hombres a montar una canoa. Y de un lado a
otro iba Luisita, desde que Amelia se fue a cambiarse no la había vuelto a ver, la
buscaba un tanto impaciente esperando encontrarla en cualquier lado pero,
contrariamente a eso, no la hallaba por todo el poblado. De repente notó como alguien
le tocaba la espalda, era la hechicera, la mujer le hizo una señal para que la siguiera,
Luisita al principio no supo muy bien si hacerlo, pero finalmente siguió a aquella mujer
bajita, muy delgada, con pieles de animales sobre su cuerpo, un bastón más alto que ella
y con una pluma de algún pajarraco (pensó Luisita) atada en la parte superior, y varios
dientes que sonaban conforme ella caminaba. Iba descalza como todos, y Luisita la
miraba fijamente andar, no entendía como podían hacerlo con las piedras, los bichitos y
demás que habían. La sacó de sus pensamientos al detenerse de golpe. La mujer la miró
fijamente y después le señaló con el dedo hacia un árbol, el reflejo de la luna, y las luces
de las antorchas le hicieron entender que apoyada sobre un árbol, había alguien
No dijo más, se giró y se marchó de igual modo que había llegado hasta allí, no supo
que hacer, dudó unos instantes, recordó el momento del beso que si lo hubiera llegado a
intentar, tenía preparada la mano para abofetearle otra vez. Como su padre decía, “al
incomprensivo, se le hace comprender a golpes”...
L: ¡Qué bestia es mi padre!... ¿bueno qué... voy o no?... porque me habrá dicho a mí eso
la bruja... mira voy, total si se pone tonta la dejo y ale... a otra cosa mariposa
Se acercó mientras iba pensativa, llegó hasta su altura pero Amelia no hizo un solo
movimiento, se detuvo de pie, miró hacia donde aquellos ojos miraban pero no veía
nada especial. Armándose de valor le dijo
L: ¿Puedo sentarme?
A: Claro, estás en la Selva aquí nadie es dueño de nada, a pesar de lo que crean algunos
L: Gracias, he ido a ver a la niña... está tranquila
A: Mejor... (musitó con gesto grave)
L: No pensé que acogiera al niño de esa manera
A: Saben que ellos no tienen la culpa, son sangre de su sangre (no la miraba seguía
mirando fijamente un punto a saber donde)
L: Ya (hubo silencio, Luisita la miró, allí apoyada en el tronco, con una coleta baja, con
una camisa de hilo blanca, un pantalón de explorador marrón y aquellas botas gastadas,
se sorprendió de estar observándola así “es por la ropa Luisita... viste bien, no te hagas
pelotas”)
Una pija en la selva 153
A: Oye, quería disculparme si anoche te dije algo que no debí (le dijo de pronto)
L: No... (le pilló tan de sorpresa que no supo reaccionar, entonces Amelia la miró y
aquellos ojos se habían apagado nuevamente) Quiero decir... me has dicho más cosas
que no debías estando sobria
A: Ya... (nuevo silencio, Amelia no movía otro músculo que no fueran sus párpados, lo
hacía con rapidez)
L: ¿Qué te pasó?
A: Indudablemente no lo que tú pensaste
L: No lo tengo tan claro (sonrió de lado)
A: ¿Ah, eso piensas? (la miró sonriendo también)
L: Imagino que... cuando uno tiene un día como el que tuvimos ayer... no es fácil
asimilar (dijo finalmente aunque seguía pensado que se había emborrachado por celos)
A: ¿Alguna vez has sentido la necesidad de borrarte?
L: ¿Borrarme?, claro (sonrió pasó su lengua lentamente por los labios sin ninguna
pretensión, pero aquel gesto hizo que Amelia moviera sus caderas instintivamente) Por
eso estoy aquí
A: Es una buena manera de borrarse
L: Cuando te agobia la vida, cuando tienes unos padres que... bueno... no apoyan nada
de lo que es el sueño de tu vida, cuando solo quieren moldearte para ser tal y como ellos
han soñado, cuando tienes un novio que no te valora, que te utiliza cuando quiere,
cuando no te suelta, o simplemente te omite, entonces sientes esa necesidad de borrarte
de ésa vida (puntualizó)
A: Y no encontraste nada mejor que venir aquí (le dijo sonriendo... recordándole a ella
misma años atrás cuando quiso desaparecer)
L: Pues sí (sonrió) Y al llegar aquí, me he dado cuenta que ahora aunque me cueste,
aunque... tú me hagas pasar malos ratos (Amelia la miró seria apareciendo las palabras
de Benigna en su mente) aunque meta la pata con Marce y su cafetera (sonrió y Amelia
trató de hacerlo, aunque lo que le salió fue una tímida y triste mueca) no sé... aquí es
diferente, aquí siento que hago lo que quiero, que soy yo
Se calló, hubo silencio nuevamente entre ellas, porque el entorno bullía, los animales
nocturnos hacían presencia con sus cantos, con sus ululaciones, algunos hombres habían
empezado a cantar, síntoma de que habían finalizado bien su trabajo y estaban
hambrientos, un ligero movimiento de Luisita con ese culo dolorido, provocó un
pequeño crujido de un trozo de rama del árbol donde estaba apoyada Amelia. Luisita no
sabía que decir, seguía mirando de reojo a Amelia quien seguía mirando a ese punto que
ella no localizaba, y debía haber algo. De pronto la voz suave pero muy cargada de
tristeza sorprendió a la enfermera que sin poderlo evitar como si fuera un acto reflejo,
tensó su cuerpo y se erizó
A: Yo anoche quería borrarme, por muchas cosas pero... hay algunas imposibles de
borrar, cuando tenemos situaciones como las de ayer, me viene a la mente mi primer
momento difícil en la Selva, yo llegaba con mucha ilusión, la primera vez que llegué, no
vine para borrarme de nada, vine porque... bueno en parte porque quería ayudar a la
gente, y en parte, porque conocía a una mujer que trabajaba en Médicos sin Fronteras
L: ¿Quisiste impresionarla? (afirmó sonriendo)
A: No Luisita, venir a África no se viene para impresionar a nadie, te lo aseguro, y lo
estás viendo (le molestó aquella pregunta y la frase de “recibes lo que das” volvió a su
mente. Tragó saliva, agachó la cabeza)
L: Perdona (le dijo bajando la voz)
Una pija en la selva 154
Se dispusieron a caminar de vuelta al poblado, Amelia sacó una chaqueta que se había
dejado en la espalda y se la puso, metió sus manos en los bolsillos y Luisita se puso a su
altura pero en silencio. Al llegar algunos niños las saludaron y ellas intercambiaron
besos y abrazos a esas mwasi mondele que habían llegado para ayudarles y por eso,
debían ser las anfitrionas de esa noche
Carlos: ¡Luisita... Luisita!... ¿dónde te habías metido? (le preguntaba Carlos sonriente)
L: He estado paseando con Amelia...
Carlos: Oye vamos... que nos están esperando (le cogió la mano y estiró de ella sin
darle tiempo a decirle nada a la Pediatra)
Zulú: Mwasi
A: Dime Zulú (lo miró con tristeza)
Zulú: El padre de Tinsawa quiere hablar
A: Vale (el hombre le hablaba a Zulú, Amelia entendía bastante pero no todo los miraba
atenta)
Zulú: Querer dar las gracias porque saber que tu trabajar peligro puesto
A: Dile que no tiene nada que agradecerme, al contrario, le doy las gracias por confiar
en mí
Zulú: (Tradujo al hombre que miró a los ojos a Amelia, se acercó a ella y le inclinó
levemente la cabeza) Decirte siempre en corazón
A: Gracias (dijo con un nudo en la garganta y una sonrisa emocionada)
Una pija en la selva 155
Tuvo que hacer un esfuerzo para recuperarse de aquella muestra de gratitud, de las más
sinceras que había recibido, sobre todo por las causas en las que se había dado el caso,
porque aquel hombre el día que le devolvieron a su hija medio muerta, la cargó en
brazos y andando llegó hasta el campamento, recordaba verlo manchado con la sangre
de su hija, con un gesto serio, sin moverse durante treinta horas frente al hospital
sentado en el suelo, y aquel gesto tan solo varió en lágrimas cuando le dijeron que
habían logrado salvarle la vida. Aunque siempre reconocía que en África la gente era
agradecida a los esfuerzos humanos por salvarles de la pesadilla en la que vivían
Cuando llegó vio que Carlos se había sentado junto a Luisita, pero que los ojos de
Luisita se encontraron con los suyos irremediablemente, porque fueron buscados, se
miraron unos segundos, Amelia sabía lo que pretendía encontrar, por ello le aguantó una
mirada bastante lujuriosa que hizo a la enfermera bajar sus ojos poniéndose colorada.
Nuevamente aquellos cambios bruscos en Amelia, la dejaban fuera de juego, y con
aquella mirada hizo que sus nervios le hicieran derramar un vaso de agua
Luisita abrió los ojos de par en par, no esperaba que le dijera aquello, esperaba la
primera parte, sabía que se iba a burlar, pero ese guapa con ese brillo de felina en sus
ojos la dejó totalmente descolocada. Con rapidez sin divagar, apartó su mirada, y se
puso a hablar y sonreír con Carlos, Amelia maestra aventajada en estas situaciones,
supo cual era el motivo, en el fondo a Luisita le gustaba su coqueteo, de otro modo, era
bastante ilógico querer provocar en ella celos
Mientras Luisita soportaba las cosas que Carlos le contaba, entre algún que otro
bostezo, por el que le pedía disculpas, no sabía cual era la razón por la cual tenía tanto
sueño, pero le parecía extraño y aquella observación hizo que Luisita mirara sin querer a
una Amelia que reía divertida hablando con Zulú
L: (“Soy idiota... ¿cómo he podido pensar que...?... me está haciendo perder la cabeza,
si miro a Carlos y la miro a ella, joder... lo que daría por estar sentada a su lado, por
poder compartir esas sonrisas... quizás es así por todo lo que ha pasado... no sé (la
miraba de hurtadillas y ni una sola vez la miró a ella. Molesta aguantando las
explicaciones no sabía de que de Carlos, pensó) He sido súper idiota, sólo quiere lo que
quiere... ahora... ¡lo lleva claro!, seguro que me lo ha dicho para provocarme, y esta
noche ¡ays!, esta noche vamos a dormir juntas... ahora... la lleva clara si piensa que se
va a acercar a mí... ¡clarita la llevas bonita!”)
A: (“No para de mirarme... está en el bote, sí, le daremos un poco más de cuerda... no
quiero que vuelva a pensar que me gusta, que me puse celosa... ¡si es que mira que es
pesado, y ella aguanta!, pero estoy segura que no le gusta, si estuviera a gusto no me
miraría a mí. Por esa sonrisa... uf lo que daría por esa sonrisa (suspiró) Pero no puedo,
no puedo dejar que las palabras de Benigna me vuelvan a dejar la guardia baja, Luisita
es peligrosa... mucho...”)
Una pija en la selva 156
Zulú: (“Nsona tiene razón y aunque no lo entienda... mwasi uno, es para mwasi dos”
dio una carcajada)
A: ¿Qué pasa Zulú? (le preguntó sonriente)
Zulú: Cosas de Nsona... (hizo un ademán con la mano gracioso para quitarle
importancia)
A: Ah... (entonces miró a Luisita quien estaba mirándola, volvió a guiñarle el ojo con
una sonrisa)
L: ¿Carlos cuándo empieza la fiesta? (preguntó algo incómoda)
Carlos: Pues... no falta mucho, mira... ya están todas preparadas, vas a quedarte
impresionada
L: ¿Más? (elevó su pensamiento, ante la mirada del hombre agregó con algo de nervios)
Quiero decir que... me han impresionado con la comida y... su hospitalidad
Carlos: Aquí... (bostezó sacudiendo la cabeza tratando de alejar ese sueño extraño) Lo
siento, no sé que me pasa...
L: Tienes sueño... está claro (le dijo con voz seca al ver como Amelia echaba para atrás
la cabeza dando una palmada al aire muerta de risa, aquella carcajada la enfadaba, ella
allí riendo, y a su lado el plomazo de Carlos bostezando) ¿Nos vamos?
A: ¿Así que eso ha dicho Nsona? (reía con Zulú sus lágrimas caían divertidas)
Zulú: Nsona ser un poco Kinkoki
A: Cuando volvamos hablaré con esa Kindoki (sonreía tratando de tranquilizarse
cuando vio como Luisita se levantaba y se marchaba)
Luisita estaba sintiendo un calor en ella que no era normal, se sentía enfermar, no sabía
que le pasaba, estaba furiosa y no podía entender muy bien porque, rabiosa y sabía
perfectamente porque, había llegado hasta un lado del poblado, miraba a la oscuridad
cuando de repente una mano le tapó la boca
L: Bésame, venga... ¡acabemos con esto de una puñetera vez!, venga... va (le decía
nerviosa)
A: Te besaría ahora mismo, la luz de la luna te da una imagen maravillosa, especial, sí,
te besaría... ¿pero sabes que? (le dijo en voz baja) No lo haré... te besaré cuando
realmente lo desees
L: ¡Eres... eres... te encanta dejarme en ridículo! (le gritó de golpe)
A: Quieres no gritar (le dijo algo apurada mirando hacia atrás)
L: ¿Qué pasa?, ¿por qué no, eh?, ¿algún problema?
A: Vale Luisita... ya está bien... no te pongas así, tampoco es para tanto (le decía al ver
como se erguía y se ponía en actitud chulesca contra ella)
L: No, estoy harta de que me vengas haciendo gilipolleces, y siempre que tú quieres,
¡estoy harta de ti!, ¿por qué no puedes comportarte como cuándo operas?, ¿o cómo
antes?, ¡eres...eres...!
A: No sabes como soy así que...
L: Claro que lo sé, eres una descarada, una... no encuentro la palabra exacta para decirle
a una mujer, pero si fueras hombre te diría que...
A: No soy ningún hombre (alzó la voz)
L: Te comportas como tal... ¡estás salida! (le gritó como loca)
A: ¡Y tú eres una amargada... una estrecha...!, ¿qué pasa que tu rico no te dejaba
satisfecha!, ¿eh? (le gritó)
L: Vete a la mierda (le dijo con los ojos repletos de lágrimas y se marchó por su lado)
A: ¡Mierda! (murmuró y sin dudarlo fue detrás de ella, la cogió del brazo)
L: ¡Déjame no quiero que me toques! (en el intentó de soltarse casi se cae Amelia la
cogió al vuelo entre sus brazos, Luisita la empujó) Déjame...
A: Lo siento... de verdad... lo siento, Luisita... por favor, me he pasado ¿vale? (la miraba
con lástima, sabía que se había pasado y mucho, es que esa mujer le hacía perder los
estribos) ¿Perdóname por favor?
L: Joder... Amelia (rompió a llorar)
A: Por favor... no llores (le dijo acariciando su mejilla aunque en ese momento lo que
realmente deseara, era abrazarla)
L: Vale (contestó un poco nerviosa al contacto de su piel)
A: Lo siento (le sonrió) Mira... bueno... déjalo (no se atrevió a decir la verdad, su
verdad)
Una pija en la selva 158
Amelia se fue como si aquella decisión no le fuera con ella, al menos ese gesto se lo dio
a entender a Luisita quien se marchó con el pesadito de Carlos hacía la primera fila,
donde debía sentarse en el suelo. Lo que no sabía Luisita, era, que Amelia se había
marchado de allí con una sensación de angustia, una sensación de perder el rumbo, que
la asustó a ella misma. Conforme se alejaba su rostro iba tensándose, su rabia
clavándose en sus sienes con golpes secos, sus dedos sintiendo palpitaciones, se detuvo
en la cabaña que les habían designado a las dos, quiso tranquilizarse, era absurda
aquella situación, ridícula, no podía afectarle tanto. Se pasó las manos por el pelo,
suspiró profundamente, cerró los ojos
A: (“A ver... ¿qué te pasa?, ¡haz el favor de parar!... no puedes seguir así... sólo lleva
tres días y ya me ha vuelto del revés dos veces, no puedes... no puedes bajar la guardia,
no puedes cambiar, ninguna mujer merece la pena... ninguna” entonces en voz alta
exclamó con rabia) ¡Ni Julia me creo esta angustia!... no puedo perder el control... no
puedo, solo es diversión Amelia, solo diversión (volvió a pensar mientras caminaba por
la pequeña choza “Ves... Luisita te ha llevado a ella nuevamente... no puedo... no debo”)
Una pija en la selva 159
Finalmente se pasó las manos por la cara, apretó los dientes, sacó algo la barbilla, seguía
deseando tanto que Luisita durmiera con ella... debía apagar aquel fuego urgentemente
Por su lado, Luisita se había ido con un sentimiento terrible sobre ella, se encontraba
rodeada de gente, con la mano de Carlos entrelazada a las suya pero por primera vez, se
sentía más sola que nunca, abandonada en la Selva, se sentía temblorosa, miedosa y
dependiente de ella. La buscó con la mirada pero no la encontró, quería haber hablado
pero su giro la dejó con la palabra en la boca, y tampoco quería mostrar una necesidad
atroz por estar con ella, temía el ridículo y sin duda, Amelia la ponía siempre en
ridículo, con mezcla de rabia y ganas de estar a su lado... Al llegar al lugar Carlos se
sentó en el suelo y tiró levemente de Luisita, que como estaba buscando insistentemente
con su mirada a Amelia, no lo esperaba, el golpe sobre su dañado trasero la dejó pálida
Carlos: Te va a gustar
L: No lo dudo (susurró entre dientes cerrando los ojos ante el dolor)
Carlos: Debes dejarte guiar, dejarte embaucar y todo cuanto pensaste existía en ti, se
esfumará
L: Que rebuscado todo para decirme, que, voy a alucinar (le dijo un poco en cachondeo)
Carlos: ¿Te parece rebuscado?
L: Es broma... hombre... broma (elevó las cejas como queriendo hacerle entender que
un poco de humor no venía mal)
La noche oscura, el cielo apagado, pero con la luna en lo alto como si fuera un foco, ese
foco que dio amplitud a la escena, una gran fogata en el medio, que le terminaba de dar
un toque especial, casi mágico, seguramente único, el poblado repartido alrededor, los
hombres sentados a un lado, al otro tres hombres con tam-tam. Y los ojos de Luisita
buscando sin encontrar, de pronto, dos golpes secos llamaron la atención de todos, a la
enfermera un susto le hizo saltar, el sonido fue seco, duro, pero al mismo tiempo tan
maravilloso que era fácil acomodarse a él, dos golpes más y de un lado salieron
formando en cinco filas, tres mujeres en cada una de ellas, llevan unas faldas como de
paja, muchos collares y se han pintado la cara de rojo, su aspecto dejó totalmente
perpleja a Luisita. De repente tras dos golpes más las mujeres comenzaron un cántico
casi inaudible
Mujer: Malembe... malembe... (dos toques más) Malembe... malembe... (un toque
fuerte seco
Y tras el toque, las mujeres comienzan a mover sus cuerpos de una manera que Luisita
no había visto jamás, suben bajan, sus cuellos hacía fuera, sus traseros hacia fuera, todo
el cuerpo en movimientos, las mujeres de la última fila llevaban en sus manos unos
palos parecidos a los de la Hechicera, golpeaban el suelo cuando el tam-tam calló, y
aquella danza fue subiendo de intensidad, y aquellos cuerpos se movían con una envidia
que Luisita admiraba, sus ojos fijos, en un punto, aquellos ojos casi fuera de sus órbitas
asustaban, atraían, embelesaban, y el tam-tam volvía a bajar la intensidad, entonces las
mujeres comenzaban con un cántico que Luisita no entendía pero tampoco hacía falta
entender, seguía absorta en ellas, por un momento había olvidado a Amelia, solo tenía
ojos para esa danza, las mujeres se detuvieron ante ella, los pies golpeaban el suelo,
levantaban un leve polvo, sus manos, se elevaban al cielo como quien está a punto de
levantar una plegaria, nuevo golpe en el suelo, un grito de una de ellas, y el resto se
Una pija en la selva 160
Nuevamente el tam-tam dos golpes secos, aquellas mujeres en el suelo, una con aquel
palo elevado al cielo, y de repente un hombre todo pintado de blanco, con dos antorchas
en sus manos, blandiéndolas al aire, movimientos rápidos, ágiles, casi imposibles, los
del Circo Del Sol, estaba casi segura que lo ficharían para sus espectáculos, nuevo grito
de la mujer, todas en pie, el hombre moviendo sus antorchas, el tam-tam incrementando
el ritmo, las mujeres en pie, golpeando manos y pies, moviendo cuellos, melenas al aire,
ruido de collares, aquello impregnaba en el aire un ritmo alocado, casi insoportable, y
de repente, cuando parecía que todos iban a gritar ante tal intensidad, un nuevo golpe
seco del tam-tam, grito de todas y aullido del hombre con las antorchas girando sobre él
en el aire. Nuevo golpe del tam-tam y las antorchas volvían a las manos de aquel
malabarista. Las mujeres volvieron a susurrar
Y como había salido, casi sin hacer ruido se fueron marchando, el tam-tam bajó la
intensidad hasta poco a poco dejar de sonar
L: Impresionante (susurró)
Carlos: Te lo dije
L: ¿Y ahora?
Carlos: Creo que tendrás que levantarte
L: ¿Yo?
Carlos: Y yo... nos unimos al baile (le dio la mano)
L: Yo no sé bailar (dijo algo asustada mientras pensaba “¿Amelia dónde estás?”)
Carlos: No importa, aquí solo tienes que sentir, yo te llevaré
A: ¿Preparada?
Luisita no contestó, tan solo respiró aliviada, aquel roce en su mano la hizo sonreír, y
Amelia le devolvió aquel gesto, acariciando lentamente su piel con la yema de sus
dedos, con lo que Luisita la miró penetrablemente a aquel fondo de ojos, la luz de la
gran hoguera, le provocaba una mirada especial, casi única, maravillosa, esa mirada
repleta de ternura que le gustaba ver cuando acariciaba a un niño, cuando una mujer
daba a luz, cuando la anciana le acariciaba la cara, pero ahora, en ese momento esa luz
Una pija en la selva 161
en sus ojos, la había provocado ese roce en su mano, esa caricia lenta, casi orgásmica,
ante aquel pensamiento se sonrojó, pero fue lo que le hizo sentir, ¿para qué engañarse?
Bailaron durante largo rato, no hacía falta saber bailar, tan solo dejarse llevar por ese
ambiente bañado por la luna, el tam-tam, daba los acordes jamás pensó Luisita que
pudiera bailar al ritmo de golpes secos, los niños se habían mezclado, gracias a ellos,
perdió de vista a Carlos y se quedó con dos niños y Amelia, aquel baile podía ser uno de
esos eróticos que había visto en la televisión, sería la música o la sutileza en que se
movían, Amelia movía su cuerpo mirándola con una sonrisa, su pelo libre se movía
provocando un aura a su alrededor, que la mostraban espectacular, sus movimientos se
volvían sensuales, toda ella, era pura sensualidad, y Luisita notaba como se encendía sin
remedio, y entre el calor de la hoguera, el calor del baile y el propio que ella sentía,
pensó que si aquel baile seguía por mucho tiempo, acabaría abrasada como si fuera lo
que tanto quería Amelia, un trofeo de caza, como un jabalí, una cebra... un león... como
la cena de una gran victoria, la victoria de aquella enigmática mujer
Por su parte, Amelia, veía en aquellos ojos algo diferente... habían aparecido en ellos
algo extraño, un mar de dudas pensó Amelia, le gustó pensar que aquellos ojos le
estaban demostrando algo que estaba sintiendo en su interior y no quería, le gustó ver
aquella lucha, sonreía ante la sonrisa hechicera casi mágica de aquella mujer que había
llegado hasta ella como si fuera un rayo de luz en plena oscuridad, tenía que hacer
esfuerzos para no llegar hasta ella y besarla, abrazarla, estaba tan bella bañada por la luz
de la luna, entonces quería pensar que tenía todo bajo control pero a su vez, se daba
cuenta que no existía el control gracias a aquella mujer que se movía de aquella manera,
como si con el baile quisiera atraerla como si fuera una hipnotizadora. Y entonces
volvía en sí, estaba mostrando cosas se daba cuenta y eso no era su forma de actuar, el
miedo la inundó como aquellos mágicos sonidos habían inundado sus corazones
En un momento de la danza, los niños las unieron, aquellos ojos mirándose, aquellos
cuerpos rozándose levemente, ambas encendidas, sus mejillas coloradas, era una danza
donde ambas con la ropa, con un mundo alrededor, con ojos escrutadores de aquel
hombre que no perdía detalle, en ese momento hicieron el amor, un amor diferente, sin
rozar una piel, sin rozar unos labios, los ojos hicieron el amor a la otra, sus corazones
cabalgaron bravos como una tigresa tras la presa para alimentar a sus hijos, cuando el
tam-tam se detuvo. Ambas se miraron suspiraron de tal manera como si el clímax
alcanzado las hubiera dejado exhaustas
Tras un árbol, tratando de calmar aquel trote de su sangre y corazón, se había escondido
Amelia, no podía ser... ella no era así, era una conquistadora, y a Luisita no la había
conquistado, estaba siendo ella conquistada, cazada, vuelta del revés, y eso... no era lo
suyo le habían roto algunas barreras, pero estaba muy segura que Luisita no estaba
preparada para algo así, y ella tampoco, debía respirar, volver al fondo de su ser aquel
Una pija en la selva 162
sentimiento que llevaba muerto tanto tiempo y volver a ser la Amelia frívola y sin
corazón, la Amelia cautivadora, la Amelia vampiresa... y exhalando un fuerte suspiro se
fue a su choza, ya no quedaba casi nadie, y aprovechó para visitar a la niña, a aquella
niña que habían salvado, el pequeño en su pecho caliente y hambriento, sonrió y salió
directa a su choza, pasó junto a la que estaban Carlos y Luisita, avivó el paso, llegó a la
suya abrió la cortina y un buen susto la dejó paralizada
Una estaba en la parte izquierda, la otra en la parte derecha, en medio un hueco grande
donde había una especie de vela que iluminaba la choza, y a su vez servía de separación
como un muro, Amelia subió la cremallera y antes de apagar la llama de la vela, miró a
Luisita que buscaba irremediablemente con su chaqueta hacerse una almohada lo más
cómoda posible, vueltas y más vueltas, unos golpecitos pero nada, no había manera,
Amelia sonrió, aquella mujer era... ¡para!, se ordenó
No dijeron nada más, de repente un tremendo aullido hizo que Luisita se alzara y
sentara con los ojos abiertos como platos, con la respiración entre cortada, aquel sonido
escalofriante había sonado demasiado cerca. Se mordió el labio tratando de no
demostrar a Amelia que tenía miedo. Amelia por su parte la miraba en la oscuridad
divertida, suspiró y cerró sus ojos cuando vio como Luisita volvía a acostarse sabía que
con el pulso acelerado, pero aquella noche, no iría a su saco, por mucho que lo deseara,
por mucho que quisiera abrigar su cuerpo, protegerlo, no lo haría, demasiado ardor
había en ella, no quería perder la batalla, Luisita quería que ella moviera ficha para
burlarse, estaba segura, porque ella buscaba lo mismo, que fuera Luisita quien pidiera
otro beso pero no como lo había pedido, sino, porque lo deseara locamente. Nuevo
aullido
Durante unos minutos el silencio volvió a apoderarse de todo, tan solo el canto de
aquellos bichos insistentes, ¡estos no duermen!, pensaba Luisita, seguían con esos
cantos, de repente hasta ellos se callaron, y atónita vio como algo pasaba cerca de la
choza, las sombras se reflejaron perfectamente. Se le paró el pulso, sintió un miedo
desmesurado en ella, y susurrando dijo
Amelia se giró, Luisita se giró, de repente, Amelia comenzó a emitir suaves ronquidos,
Luisita daba vueltas y vueltas en su saco, echaba de menos su cabaña, al menos allí un
león no podría entrar, pero aquí... ¡y nadie le había dicho si las arañas paseaban por allí!,
¡quién sabe!, igual sí, igual... los ronquidos de Amelia no la dejaban dormir
Amelia resopló con malestar, Luisita resopló por su poca paciencia, volvieron a buscar
la posición idónea, a veces las chozas estaban inclinadas y eso le pasaba a Luisita estaba
durmiendo con los pies más altos que la cabeza, y era imposible conciliar el sueño, se
lamentaba por su mala suerte, habiendo llegado primero a la choza e ir a coger el lado
malo, aunque bueno, tampoco sabía como estaba Amelia, podía distinguir su figura y
volvía a captar su respiración pausada, se había vuelto a dormir tan tranquila, y ella allí
con sus ojos abiertos, sintiendo un sin fin de cosas, el baile había despertado en ella una
parte prohibida, lo había tratado de aplacar lavándose con agua fría la cara la nuca, y
algo más, aquella mujer la estaba volviendo loca, tan pronto sensible, tan pronto dura,
tan pronto tierna, tan pronto fiera, tan pronto vulnerable, tan pronto inalcanzable.
Entonces, nuevamente otro sonido, un sonido tan extraño le provocó un gritito
A: ¡Luisita! (oyó como la llamó vio como abría su saco y le decía entredientes) Ven
aquí, ¡entra!
L: Sí, sí (decía saliendo a toda prisa de su saco, metiéndose en él acurrucada sin querer
pensar que estaba metida en su saco)
A: Y ahora como buena chica, te vas a dormir, porque de lo contrario, te aseguro que te
desnudaré y te haré gritar pero por otro motivo
L: No serás capaz (le dijo con temor)
A: Estas en mi saco cariño (Luisita se mordió el labio y se calló) Bien, así me gusta... y
ahora... ¡ a dormir ¡ (le gritó)
Luisita se acurrucó, Amelia subió la cremallera estaban tan cerca, tan sumamente cerca
que Amelia no sabía donde poner su brazo
A: Venga peque...
L: ¡No me llames peque, coño! (le dijo entre dientes sin querer gritar pero a punto de la
histeria)
A: ¡Hostia, si sabes decir más tacos a parte de joder!
L: Mira Amelia (se giró haciendo que la cremallera se abriera la miró fijamente y se
preguntó ¿es necesario que la luz le dé así en el rostro?, pero finalmente dijo) Creo que
mejor me voy
A: ¿Y dejas que el león se te coma a ti solo?
L: ¡Vale me quedo, pero cállate!
A: ¿Acaso te pongo... (se pinzo el labio y la miró lascivamente)... te pongo nerviosa?
L: Me pones a parir, vamos que si estuviera preñada, lo hubiera echao
A: No te creo... (“joder maldita luz... la hace tan bella... tan espectacular... ayyyyy que
te comería aquí mismo, ni león ni nada, yo, una leona en celo” pensaba mientras la
miraba divertida)
L: Buenas noches
A: El brazo Luisita (le dijo para que supiera que lo iba a poner)
L: Sí, el brazito (dijo con sorna)
A: Así, si entra el león, que nos coma juntitas
Luisita ya ni le contestó, ¿para qué?, sabía que estaba disfrutando, fue ella la que entró
al saco de la lagarta, fue ella la que le pidió que la acogiera, y claro la otra encantada de
la vida, y esa otra, era cierto estaba encantada, pero al mismo tiempo excitada, vamos,
algo así como que el mar se desbordaba entre sus piernas que tuvo el bien de juntarlas,
lo que le haría en ese cuello que tenía delante y era demasiado para no estar prohibido, y
ese olor de su cabello, aunque un poco a humo de las hogueras, pero al fin y al cabo, un
olor que la mareaba, y esa piel, suave, parecía llamarle, y esa cadera, ese cuerpo sobre
su pecho, notó como bajaba la tensión, como iba entregándose al sueño entre su brazo,
notaba como relajaba su vientre, lo imaginaba sereno, y tan suave como sus manos,
tragó saliva quiso dormir, pero estaba demasiado excitada para hacerlo. Sin embargo,
Luisita había quedado profundamente dormida, y es que, allí estaba en aquel cuerpo que
la acunaba y le hacía peder cualquier miedo, no quiso reconocerlo, solo dormir. Dormir
intensamente olvidando donde estaba
Cuando los rayos de luz inundaron el precioso cielo, y comenzaron a inundar los
rincones, llegaron de forma fulminante a los ojos de Luisita, se movió un poco notaba
su peso, su pierna enlazada con la otra, y al abrir los ojos por completo, encontró a la
doctora durmiendo placidamente cara a ella, la observó, aquellos labios que parecían
fruta prohibida, aquel pelo sedoso, olía algo raro, la mezcla del humo y su olor, era un
poco mareante pero, intensamente maravilloso, ese cuello, ese agujero caprichoso entre
sus clavículas, esos pechos que se asomaban de forma mínima porque la luz no le
dejaba ver más, la observó detenidamente, ¿cómo sería besar a una mujer?, ¿cómo sería
dejarse amar por una mujer?, ¿y sus caricias?, recordó aquel beso efímero en sus labios,
aquellas manos suyas dando un masaje a Amelia, y admitió que era como una
provocación, quería probar, era el deseo más irracional que había sentido, pero, no,
aquella era Amelia la doctora Sexo, como la llamaba Marce, suspiró, sonrió al
recordarlo cerrando nuevamente los ojos y acomodándose más en el cuerpo de Amelia
A Carlos Zulú lo llamó el primero, el pobre médico no sabía que le pasaba que no podía
con su alma, solo tenía sueño, le costó pero por fin se despertó, se lavó la cara con el
Una pija en la selva 166
agua fría, salió y el cielo le dio los buenos días con una postal maravillosa. Pero sus ojos
entrecerrados ante tanta luz, buscaron la choza que había enfrente, miró a un lado, miró
a otro, y se dispuso a caminar hacia ella, en su mente no se apartaba como había visto a
la pareja llegar de la oscuridad, y tampoco se le había olvidado con la vehemencia con
la que Luisita le había dicho que se iba a dormir con Amelia, ¿ya la habría pillado?,
volvió a mirar, Zulú no estaba así que apartó lentamente las cortinas y allí las vio, juntas
metidas en el saco, Luisita apoyando su cabeza en el hombro de Amelia, la mano de la
médica perdida bajo el saco en algún lugar del cuerpo de la enfermera, las piernas
entrelazadas, los cuerpos podía imaginar como, no sabía si desnudas o vestidas, pero
tuvo suficiente
Carlos: ¡Luisita! (su voz fue como la del general que poner firme a la tropa)
Ambas se hicieron las remolonas pero ante, el segundo grito, abrieron sus ojos y se
encontraron cara a cara, demasiado cerca...
L: ¡Ahhhhhhhhhhhhhhh!
A: ¡Joooooooooooooooooooooooooder!
Luisita salió del saco, se tropezó porque al salir Amelia se enredó con el saco y los pies
de la enfermera, y así volvieron a caer esta vez, Amelia boca arriba, Luisita boca abajo,
una sobre otra, cosa que aprovecho Amelia para decirle
Salió de la choza con un importante cabreo, con pasos rápidos y fuertes se alejó de allí,
con la cara encendida por el enfado. Llegó hasta la cabaña donde seguían guardando el
secreto de aquella niña que poco a poco había despertado, Amelia la revisó con esmero,
no quería marcharse y que pasara algo, sabía que tendría que volver a revisarla y no
quería problemas. La madre volvió a agradecerle su esfuerzo, la niña le sonrió con los
Una pija en la selva 167
ojos brillantes, agradecidos, tiernos, y el mismo nudo que la noche anterior provocó en
ella su padre, por esa vez, lo hizo la niña. Le repitió melesi, varias veces, y Amelia
terminó por darle un beso en la frente con todo su cariño y una sonrisa tierna que
emocionó a toda la familia, aquella mujer blanca, les había sido enviada por los Dioses
Mientras, en el camión los hombres lo habían cargado todo, el trabajo había finalizado y
debían volver, sabían que Marce estaba solo en el campamento y no podían demorar
más la vuelta. Luisita una vez salió de la choza, miró a Carlos que estaba hablando con
un Zulú que contaba había oído grititos de las mwasi, tanto de una como de otra, los
ojos juiciosos del psicólogo se clavaron en los de la enfermera que agachó su cabeza,
sintiendo una vergüenza que no supo dominar
La perplejidad en su rostro era todo un poema, se giró pensativa, viendo como Carlos se
marchaba a estrechar la mano del hombre que les había recibido, los niños les saludaban
cantando aquello de mwasi mondele, suspiró, demasiadas emociones le habían hecho
vivir allí, aquel poblado sería para ella un punto de inflexión, empezar a buscarse
problemas para salvar a gente, aprendía rápido de Amelia, disfrutar aquel baile tan...
tan... prefirió dejarlo en especial, pero sobre todo, dormir como había dormido.
Tratando de borrar aquello de su mente, se acercó para subir al camión, había visto que
Amelia lo había hecho con un movimiento rápido, un salto y arriba, ella misma había
subido porque Carlos le había dado las manos y la había aupado, pero allí mirando
donde poner el pie, donde las manos, y sobre todo, sabiéndose vigilada por los ojos
como la miel de aquella mujer de mirada triste, pero más borde que nadie, y que
además, seguramente, se estaría riendo a gusto de su ridículo
El camión arrancó los niños lo siguieron saludando a las mujeres blancas, sonriendo,
agitando los brazos, dando gritos, de aquel jolgorio pasaron al silencio dentro del
camión, los tres hombres delante guardaban un silencio casi casi sepulcral, las dos
mujeres una sentada enfrente de la otra, hacían los mismo, solo el canto de los pájaros y
el ruido del motor rompían aquella incomodidad. Luisita se apoyó en su bolsa, el saco
que le había vuelto a costar lo suyo meter, le servía como almohada
L: (“Creo que esta mañana me he pasado, Carlos ha debido de vernos seguro y por eso
mantiene esa actitud, peor para él, es un aburrido de mucho cuidado, además, si es tan
prejuicioso paso de él... aunque claro, para prejuiciosa yo, ahora a ver como le pido
perdón a Amelia, mírala, ahí está mirando a saber que mira, un día tengo que
preguntarle que mira cuando fija sus ojos así, porque anoche no había nada, al menos
yo no veía nada”)
A: (“¿Qué debe estar pensando?, seguro que sigue ofendida porque Carlos piensa que
ha dormido conmigo, ¡vaya ridiculez!, si cuando lo pruebe va a hacer como todas, una
hetero más convertida, me debían dar el premio Sanghai por rescatar a tanta mujer...”)
L: (“A ver... ¿realmente qué me pasa?, ahora mismo me gustaría que me abrazara
como anoche, porque he de reconocer que anoche me abrazó pero bien, ese calor de su
cuerpo, ese aliento cálido sobre mí, ¡vale es una mujer!, y no es lo correcto, pero yo he
hecho todo lo correcto en mi vida, y mira como me ha salido... esto no quiere decir que
sea todo ¡viva la virgen!, porque esto es súper delicado, ¡ufffff! que fuerte” se estaba
haciendo la dormida mientras sus pensamientos no cesaban)
A: (“Esta para comérsela así, con los ojitos cerrados... pero mira a otro lado Amelia
que con el calentón de anoche ya tienes bastante, joder, si es que cuando la tenía entre
mis brazos deseaba tanto besarla, acariciarla, y no, yo lo único que quiero es sentir
deseo y que ella se muera por mí, si le cuento a alguien que me he pasado la noche
teniendo un acelerón como el que he tenido, mi fama bajaría al suelo de golpe, ¡pero
mírala!, si es que dan ganas de protegerla, de mimarla... es tan... ¡ufffff!... la peque...
mi peque” cerró los ojos también)
L: (“Está durmiendo... si... es que es hermosa ¿eh?, sí, pero me imagino que para
acostarte con una mujer debes sentir algo que yo (elevó los hombros)... pues como que
no siento, me gusta que me abrace pero... nada más creo que es porque me siento algo
Una pija en la selva 169
sola, si ella no está a mi lado... pues no... es por eso porque me siento sola, cuando está
Benigna no necesito tanto su presencia... pero anoche, joder anoche me da vergüenza
hasta reconocerlo... uf... me puse ¡cómo me puse!, vamos ni con el pijo me puse así, yo
creo que fue el baile... porque... ahora la miro y no me pasa nada... pero anoche... joder
anoche... ¡joooo si es que... esto es de un difícil...!, ¡mírala... con esa carita que tiene
porque tendrá que cagarla cuando habla!”)
Finalmente ambas se durmieron, se despertaron con el frenazo y los gritos de los niños,
los reconocían. Amelia sonrió al saber que había llegado, bajó de un salto ágil, y se
encontró con el gesto serio de Marce, Luisita asomó su cabeza y trataba de bajar pero no
sabía, hasta que por fin vio un hierro y apoyó el pie, saltó a tierra haciendo un sonoro
ruido, que llamó la atención de Amelia que se giró mirándola sorprendida, Luisita le
devolvió la mirada dura. Tras saludar a los niños, dejaron que Nsona y Zulú hicieran lo
propio entre ellos y sus hijos, apareció Benigna hasta ellas
B: Amelia... Luisita... ¿qué tal hijas? (les dio unos besos a cada una)
A: Bien... ¿qué pasa Marce?
M: Malas noticias
A: No (cerró los ojos)
L: ¿Qué ha pasado? (se puso a la altura de Amelia)
M: El hombre que estaba herido murió
M y L: Joder (se quejaron al mismo tiempo, nueva mirada entre ellas)
M: Y vino el dueño de Sassou
A: No... no me digas que... (lo miró con furia
L: ¡Marce no! (lo miró igual
M: ¿Qué pasa... que eso de viajar juntas os hace idénticas?
B: Venga Marce... (le riñó)
M: Está bien... ¡Sassou!
A: Pero...
Apareció sonriendo, y se fue a abrazar a Amelia que no entendía nada, al igual que
Luisita la chica la abrazó también obligándolas a rozarse sus cuerpos. Al notarlo Luisita
se separó
A: Hola Lula... vaya... ¿cómo está, este pequeñín?... ay que bonito... (miró al niño
sonriente y Lula le hizo gesto para que lo cogiera) No cariño... ya tendré tiempo de
tenerlo en mis brazos. ¿Y tú como estás? (la muchacha asintió) Lula... vas a tener que
hacer un esfuerzo por hablar, debes olvidar tu pasado y centrarte en este niño, la vida te
da una nueva oportunidad cariño, y yo quiero que la aproveches porque te lo mereces, te
mereces ser feliz (le besó en la frente y la niña apoyó su cabeza en el hombro de
Amelia) Este niño es afortunado de teneros, a ti y a Massamba...
Mientras ella había hablado con Lula, Benigna había recaudado toda la información que
quería mediante Zulú. El hombre le contó lo que pensó quería saber, y cuando Amelia
apareció en el comedor, Benigna ya tenía una mano ganada en la partida
A: No sé porque has dicho eso, tú sabes que puedes dormir en mi cuarto cuando quieras
B: Uy, uy, uy, ese tono me dice que...
A: No te dice nada. ¿Sabes si ha llamado Bárbara? (preguntó cortante)
B: ¿Bárbara?
A: Sí, eso he dicho (la miraba con acritud)
B: No, ¿debía?
A: Voy a cogerme unos días si Marce me lo permite, quiero irme con ella
B: ¿Para olvidar, para desfogarte lo que no puedes con Luisita? (Amelia que estaba
bebiendo detuvo su vaso a medio camino) Necesitas que te refresquen la memoria por lo
que veo de que eres esa conquistadora nata, que nadie puede conquistarte a ti, por eso
Bárbara... (Amelia se giró para marcharse) ¿Huyes, otra vez?
Amelia no le contestó, le daba rabia que Benigna la conociera tanto, se marchó hecha
una furia hasta su cabaña, allí volvía a sentirse a salvo a su manera, no tenía que
demostrar nada, allí era como había sido siempre. Soledad, aunque le daba miedo, a
veces necesitaba esa soledad para recuperarse, y desde que Luisita había llegado,
aquellas cosas eran difíciles de soportar, nadie la había desarbolado como ella, no podía
pensar con claridad, ya no era todo bajo control, y reconocía que Benigna tenía razón, y
Una pija en la selva 171
sí, quería huir, quería alejar de ella esa duda que había nacido, quería volver a sentir a
una mujer temblar entre sus brazos, no quería volver a sentir que mientras la tenía a ella
entre sus brazos, quien temblaba, quien suspiraba, quien admiraba era ella, la seductora
seducida
Marce había aclarado todo con Carlos, éste se fue sin despedirse ni quiera de Luisita, y
aquello llamó la atención del médico, que fue corriendo a averiguar por mediación de
Benigna. Mientras Luisita se había sentado frente a la radio, había cerrado sus ojos
apoyando su frente contra la mesa
Fue hasta allí y antes de entrar, suspiró pensando que encontraría a Amelia, debía
hablar, era la única manera de quitarse ese estado de culpabilidad por lo que había
dicho, porque además la actitud de Carlos marchándose sin decirle nada todavía le hacía
sentirse peor con ella. Finalmente mientras suspiraba abrió la puerta tras dos toques,
miró alrededor de un golpe de vista rápido, allí no había más que Ramón a los pies de la
cama de Lula, que al verla se acercó a ella moviendo alegremente el rabo, Lula que la
miraba sonriente y el pequeño acomodado en su calmado pecho, sus ojos grandes y
expresivos sonrieron y dieron la bienvenida a Luisita, quien al volverla a ver, sintió que
ya estaba en casa
Tras pasar un rato con ella y hacer entre ambas un trato, salió hasta su cabaña, no quería
demorar más la charla pero, al mismo tiempo no sabía muy bien que decirle por lo
tanto, pasó con rapidez hasta dentro de su cabaña, cerró la puerta suspiró, necesitaba
una ducha y relajarse no podía hablar con ella en ese estado, en el que sentía unas ganas
enormes de echarse a su cuello y acurrucarse como la noche anterior, abrazada a ella,
protegida del mundo entero. Cogió la ropa, la toalla y salió nuevamente a toda prisa,
rezando para que no estuviera en la ducha, se agachó para constatar que los pies no
estaban allí, negó con la cabeza, entró, se duchó salió nuevamente corriendo y al pasar
por su puerta la vio, estaba con Mbe en brazos riendo con él, mientras veía como los
demás niños jugaban con la pelota, se detuvo un instante y sus ojos se cruzaron, fueron
dos segundos pero, volvieron a gritar cosas que sus bocas callaban. Cuando Luisita se
dio cuenta que seguía con la toalla enrollada al cuerpo, entró con rapidez apoyándose
contra la pared. Suspiró con fuerza, cerró los ojos y elevó su cabeza hasta apoyarla
A Amelia la visión de Luisita le había dejado helada, y aquello aún la exasperaba más,
así que se mentalizó para omitir cuanto más mejor su presencia. Pero entonces la puerta
de la cabaña se abrió, la vio como si fuera una aparición, el pelo suelto, un pantalón
verde militar, una camiseta blanca y una rebeca del mismo verde. Sus zapatillas
Converse, y su sonrisa, ¡bendita sonrisa!. La vio que se encaminaba hacia ella, con paso
ligero, vio como le pasó la pelota por delante los niños le pidieron que chutara, y ella
trato de centrar sus movimientos, cabeza decía a pierna, pierna decía a pie, golpe el
balón, pero el balón pasó por su lado y ella se moría de la risa como los niños
L: Vale lo reconozco, no soy Maradona (los niños reían dándole abrazos, y aquel cariño
pareció ablandarle el corazón, ¿o sería ver a Amelia con el pequeño Mbe en sus brazos
con la frente del niño apoyada sobre su barbilla, recibiendo cortos besos de aquella
mujer blanca) Hola... ¿me puedo sentar?
A: El día menos pensado voy a decirte que no, si preguntas (le contestó sin mirarla)
Hubo silencio entre ambas, veían jugar a los niños y les parecía imposible que dos días
antes, aquel lugar estuviera repleto de sangre y dolor, de muerte y esperanza de vida. No
se miraban, no se hablaban, el niño las miraba a una y a otra, hasta que fue él quien
señaló a Luisita
pequeño?) (le dijo ante la mirada de Amelia sorprendida, sabía que había leído su
cuaderno)
MbL: Nge Kuzaba na mono kele mbefo (¿tú sabes que yo estoy enfermo?)
A: Ale... contesta (le dijo mirándola de lado a Luisita con una sonrisa divertida al ver
que no sabía muy bien que decir le dijo) Yandi kele Mbe... yandi yonso (ella sabe
Mbe... ella te curo)
Nsona: Mbe
MbL: Mami (saltó de los brazos de Luisita y se fue hacia su madre que sonreía)
Nsona: Melesi (les dijo a ambas por cuidar del pequeño mientras ella estaba ayudando a
Benigna en la cocina)
Nuevamente entre ellas apareció ese silencio a veces incómodo, y a veces reconfortante,
allí, juntas cercanas pero tan lejos la una de la otra, una no quería demostrar debilidad,
la otra, quería demostrar fortaleza y seguridad, pero allí ninguna quería dar el primer
paso. Por eso, Amelia se levantó, y con paso ligero y sus manos en los bolsillos
desapareció cruzando el poblado, si alguien tenía que hablar ese alguien era Luisita,
pero reconocía que le era complicado pedirle perdón, su orgullo no le dejaba hacerlo. La
vio perderse en su cabaña, y tras unos minutos salir con ropa, supuso que iba a tender,
Benigna se había asomado a la puerta y había estado observando ambas actitudes,
ambos rostros. Cuando Luisita cruzó su mirada con la mujer, se levantó y fue hasta ella
L: Hola Benigna
B: Hola Luisita
L: Necesito tu ayuda (la miraba con cierta zozobra)
B: Claro, dime que te pasa
L: ¿Podemos hablar dentro?
B: Claro
Amelia tendía con rabia, había apartado la ropa que Luisita tenía tendida...
A: Vamos no sabe ni respetar su zona... ahora... bien sabe molestarse por según que
cosas... si la culpa la tengo yo, todo es por mi culpa por querer ser amable con ella, por
querer mostrarme agradable... ¡agradable!... joder... más borde no he podido ser. Mierda
tengo que irme... tengo que irme unos días
L: Hola Amelia
A: ¡Oye tú no sabes dónde termina tu parte de hilo para colgar TU ropa! (le dijo alzando
exageradamente la voz al ver el gesto de sorpresa de Luisita, suspiró puso sus manos en
jarras y le dijo) Vale perdona... me he pasado
L: No... la que se ha pasado he sido yo... esta mañana creo que he sido un poco injusta
A: Bueno... no pasa nada (le dijo tras suspirar)
L: Sí pasa, yo no soy así
A: ¿Así como... lesbiana? (lo dijo reflejando cierto gesto de repugnancia)
L: Amelia por favor (le dijo con tono de ruego) Lo siento ¿vale?
Una pija en la selva 174
B: Muy bien... ahí les has dao Luisita... (susurró con la mano en su pecho)
Luisita se marchó, dejó a Amelia allí de pie con el gesto furioso, con los ojos cerrados,
y con rabia salió hacia la calle, entonces se encontró con esos ojos grandes de Benigna
que parecían juzgarla
Se marchó furiosa en busca de Marce, estaba decidida a marcharse unos días, no podía
soportar aquello. ¿Qué era aquello qué no podía soportar?. ¿Debía ser valiente y
reconocerlo?. ¿Qué tenía que reconocer?
En su cabaña Luisita resoplaba, menudas sensaciones había vivido, todo cuanto Benigna
le había dicho lo había visto perfectamente reflejado en aquellos ojos heridos. Sin duda,
mucho daño tenían que haberle hecho, pero eso, lo sabía por Benigna, y al fin y al cabo,
ella no era nadie para juzgar a Amelia. ¿O sí lo era?, ¿era cierto que nada más quería ser
su amiga?, ¿era cierto que serían nada más compañeras?, ¿por qué sentía esa sensación
de ahogo clavada en su pecho?, ¿por qué sentía esa necesidad de que Amelia se sentara
a su lado y hablara?. Un golpe en la puerta suave le hizo girarse, sabía que no era
Amelia, ella habría abierto sin más
L: Pasa Benigna
B: Vaya... al final voy a creer que no solo Lula tiene poderes (sonrió)
L: Es que sólo tú llamas a la puerta (era obvio quien no llamaba)
B: Imagino (sonrió) ¿Puedo sentarme?
L: Claro, claro... perdona no te he dicho nada...
B: Tranquila
L: He hablado con ella
B: Ya, has pasado tan rápido que ni me has visto, estaba al tanto por si tenía que acudir
a tu rescate, pero... no te hizo falta me alegra ver que te vales por ti sola
L: Ah (dijo con pena) Lo he intentado, si lo has oído sabrás que lo he intentado
B: Y te lo agradezco (la miraba fijamente)
L: ¿Qué?
B: ¿Sabes una cosa?... hace mucho tiempo que había perdido la esperanza de recuperar
a Amelia, pero tú me la has devuelto hoy (Luisita la miró y aquella mirada le dijo
mucho más de lo que podía aceptar en palabras) Tú y yo tenemos mucho de que hablar
Una pija en la selva 176
En el despacho un Marce muy serio miraba a una Amelia fuera de sí, se había plantado
con las manos en las caderas, mirándolo como si él tuviera la culpa de su acaloramiento,
sintió la rabia precisamente de sentir
Se quedó allí pensativo, no la podía dejar marchar, las cosas estaban muy liadas y, no
quería perder a una Médico por un capricho. Pero también era cierto que sabía que
Amelia últimamente había pasado mucha tensión y quizá no era tan malo que se
marchara
M: Pasa Zulú
Zulú: Se trata de la mwasi Amelia
M: ¿Qué pasa?
Zulú: Laobi me dice que se fue
M: La madre que la parió (salió tras su mesa y se encaminó hacia la puerta)
L: ¿Qué pasa Marce? (le preguntó cruzándose en su camino Luisita)
M: Nada... no te muevas de ahí estoy harto de escenitas de amor (le dijo señalándola
con el dedo índice)
L: ¿Qué ha pasado Zulú?
Zulú: Mwasi Amelia irse
L: ¿Cómo que irse?
Zulú: Sí, mianda kele kilawu
L: ¿Qué? (no le entendió)
Zulú: Espíritus... locos... mwasi espíritus locos para Amelia (negaba con la cabeza)
Los pasos de Marce no le sorprendieron, eran muchas las veces que cuando se perdía
salía tras ella, ¡cuánto le debía a aquel matrimonio!, primero Cruz, quien la rescató del
infierno en el que se había introducido, después la ayudó a salir del dolor y por último
Marce, la ayudó a vivir, a dejarla vivir, a estar sin agobiar, a saber que cuando tenía un
problema podía contar con él, ambos, habitualmente se saltaban las normas, las reglas,
Benigna decía que eran dos revolucionarios con alma bendita, que las normas estaban
para saltárselas, juntos habían salvado muchas vidas, habían vivido momentos de
locura, de muerte alrededor, de sortear balas, de librar batallas perdidas desde antes de
empezarlas, pero siempre, acababan en una noche sentados juntos mirando la luna, sin
Una pija en la selva 178
hablar, compartiendo el silencio, y Amelia, sabía que en aquel momento Marce iba a
estar allí para escucharla y ayudarla
Cuando llegó, estaba sentada sobre una piedra con las rodillas abrazadas a su cuerpo,
con la barbilla en ellas, y con la mirada perdida en el horizonte del agua, aquel sonido la
tranquilizaba. Él se sentó a su lado, mirando el mismo horizonte
A: Está bien, prometo no pelearme con ella, ni provocarle, al fin y al cabo, esta mañana
se ha sentido molesta porque Carlos nos ha visto dormir juntas
M: Ese tío es un gilipollas (dijo molesto)
A: Pues sí, pero... a veces los gilipollas tienen suerte
M: Y las cabezotas por no sentir se vuelven gilipollas y pierden su suerte por no saberla
apreciar por miedo
Volvieron a paso lento, Amelia pensativa, Marce decidido a que Zulú preparara la
cafetera y la acercara al poblado más cercano donde a veces se perdía junto a Bárbara.
Una americana fotógrafa que se encargaba de perseguir todo el día a los monos de la
pequeña reserva que habían creado para proteger la especie. Una rubia que llevaba sus
dos trenzas, sus pantalones siempre cortos con las piernas bien formadas, con sus
camisas de manga corta y su inseparable gorro, Amelia y ella, sabían hasta donde llegar,
era la que mejor la entendía, siempre estaba para ella, no solo como amante sino
también como amiga. Y con ella estaba pensando Amelia cuando entraron al poblado,
Luisita estaba en la puerta del comedor
Amelia miró a Benigna, y lo que vio la buena mujer, no le gustó, nuevamente aquella
sombra, entonces, suspiró cerrando los ojos acariciando su cabeza, agachándose y
dejando un beso en su mejilla
La cafetera partió del campamento, Benigna y Marce despidieron a una Amelia que se
marchaba seria, Luisita la miraba desde la puerta de Lula, la vio marcharse y una pena
se instaló irremediablemente en su corazón
El día para Luisita pasó lento y aburrido, estaba atardeciendo, cuando llegó para curar a
los heridos a la clínica. En su despacho estaba Marce, debía preparar una nueva salida
para vacunación esta vez era de sarampión, aún estaba el virus latente tras haber matado
a miles de niños que con la malnutrición no tenían defensas para luchar. Aquella época
para ellos había sido terrible, luchar con un virus que en la civilización estaba
erradicado y allí causaba muertos por doquier, era para ellos, muy difícil de asimilar
Allí sentada en el pequeño sofá de bambú viendo al través del cristal llover, Amelia
aguardaba a que terminara de fregar para reunirse con ella con ese café
Bárbara: Claro que sí... eres detestable como mujer fatal, adorable como mujer tierna...
ejemplar como doctora, pésima como mentirosa
A: ¡Vale ya, no!
Bárbara: No... tiemblas cuando hablas de ella, esa mujer
A: ¡Esa mujer nada! (le interrumpió de golpe dando un manotazo al aire) está tachado
todo... ha sido un error un momento de debilidad... una tontería, dormir con ella
abrazada me hizo perder los estribos, sus ojos me hacen temblar, ¡sí!, sus manos
rozándome me devuelven la vida, ¡y qué! (volvió a gritar y a sacar esa cólera en ella)
Cuando le dé la gana me dejará
Bárbara: Por eso las dejas tú, porque temes que te dejen, no eres legal con nadie, y
menos contigo, vives encerrada en tu mundo, hieres a las mujeres y lo sabes
A: Yo solo les hago felices...
Bárbara: ¿Tú crees?
A: Esto es absurdo, no sé porque tengo que darte estas explicaciones (se estaba
poniendo nerviosa)
Bárbara: Porque otras veces, vienes, y lo primero que dices es quiero hacerte el amor
o, vamos a bañarnos al río desnudas, o déjame llevarte al cielo bella ragazza... ¡esa eres
tú!
A: ¡Y te gusta!
Bárbara: No, me gustas ahora, con dudas, con miedos en los ojos, con el corazón
latiendo, me gustas así no es necesario hacer el amor con otra persona, me lo hago yo a
mi misma y me siento reconfortada a gusto y bien, cuando tú vienes lo hacemos por
repartirnos el goce, punto, pero me gustas cuando no eres esa loba falsa en celo...
demuéstrale que eres encantadora, si sale mal, ya te arrepentirás. ¡Oh my god!. Como
decía mi abuela, arrepentirse de lo hecho, es mejor que dudar de lo no disfrutado...
bueno... algo así ya sabes que yo para refrán soy torpe... (Amelia se tapó la cara con
ambas manos sentándose en el sofá) La amas...
A: No... solo me ha despertado algo que hice dormir, pero que conseguiré volver a
poner en su sitio
Bárbara: ¿Quieres hacer el amor?
A: No, lo siento, tengo la libido en el sótano
Bárbara: Jajajajajajajaajaja (dio una gran carcajada) Hasta eso...
A: ¡Bárbara! (se quejó)
Bárbara: Ven aquí (le señaló el pecho, ella se colocó acurrucando las piernas) Déjate
llevar Amelia... si yo fuera tú, volvería a sentir no le daría el gusto a la grandísima hija
de su chingada madre, de ver que aún la amas, de creer que aún no sabes vivir sin ella,
te mereces lo mejor, y esa chica quien te dice que no puede serlo... ¡oh my lady
beatiful!, si te oigo hablar de ella y te veo feliz correteando a llevarla a la cascada, a
hacerle el amor allí, te mereces una mujer que te dé calor, ¡y apuesto que es ella!
Amelia no contestó, hundió su cara en aquel pecho bien formado y duro, que tantas
veces había utilizado para llorar, y que algunas veces había saboreado, masticó y tragó
las palabras que le había dicho su buena amiga fotógrafa, después, se dejó arrastrar
hasta la cama, se dejó desnudar y ponerse el pijama olvidado alguna otra noche,
compartida allí. Finalmente Bárbara la tapó, le dejó un fino beso en los labios y la
estrechó entre sus brazos, aquella noche, cambió su vida de nuevo
Durante la cena, hablaron de cosas banales, Luisita parecía no estar demasiado afectada
por la ausencia de Amelia, Benigna y Marce intercambiaban miradas, mientras ella les
Una pija en la selva 184
contaba el baile que les habían dedicado en su visita al poblado, la ilusión en sus ojos
mostraba que aquello le había impresionado tanto, que ya era una más, una enamorada
más de África
B: Tienes miedo... relájate, ¿vale?, aquí nadie te dice lo que debes hacer, mi consejo es
que vivas la vida como tú quieras, con o sin Amelia, con o sin aguantar esas llamadas de
tu madre que te ponen de mal humor, haz lo que tú quieras... nadie te dice lo que debes
hacer, pero sólo te pido que seas sincera, ¿vale?. Anda ven aquí, Ramón deja sitio a
Luisita y sus mil dudas (sonrió)
L: ¿Tú te enamorarías de una mujer? (le preguntó metiéndose en la cama)
B: No sirve de nada hablar contigo ¿eh?, ¡eres una pija cabezota! (sonrió y le tomó la
barbilla con su mano) No se trata si yo me enamoraría, si se diera el caso, igual sí, ya te
lo dije
L: Lo sé... lo sé... (se quedo pensativa mientras se mordía el labio) No quiero meter la
pata, no quiero hacer las cosas que no sienta
B: Es que no las debes hacer
L: Mira Benigna, por un lado ella me intriga, no sé, la miro a veces y me gustaría saber
cosas, me gustaría poder saber que le pasa, porque está triste, pero, la mayoría de las
veces la mataría con mis propias manos, trato de tenerle paciencia y entenderla, pero
porque ella le hayan hecho daño no tiene porque pagarlo conmigo
B: No lo paga Luisita, sólo que las personas a veces somos idiotas, tenemos delante de
nuestras narices lo que queremos, pero el miedo nos paraliza, a Amelia le da miedo
volverse a enamorar...
L: ¿Qué le pasó? (se acomodó en la cama)
B: Eso no te lo puedo contar, es ella quien debe hacerlo. Tú relájate, vive el día a día
disfruta de este lugar, que para sufrir vas a tener días, pero sobre todo deja de lado el
miedo, el miedo paraliza, no te deja ver las cosas claras, los sentimientos que no
podemos manejar nos asustan...
L: No sé Benigna, no sé que me pasa... y tengo miedo a no poder controlar las cosas
B: Imagínate que te enamoras de Amelia, ¿qué pasaría?
L: Sería un infierno
B: ¿Por qué?
L: Porque ella es una fresca, una vez se acostara conmigo me daría de lado, logrado el
objetivo, supongo que me daría de lado
B: ¿Y si descubres que Amelia no es así?
L: No sé Benigna, no me agobies... estoy súper liada
B: Pues deslíate, sólo te voy a decir algo, a Amelia le destrozaron la vida, le destrozaron
el corazón, quizá te diría, no la juzgues hasta saber que le pasa, porque tras esa fachada
de seguridad, de mujer fatal, hay un ser humano herido, una mujer destruida, una mujer
que para sobrevivir se toma el amor como una cacería, no la disculpo (agregó con
rapidez ante su gesto) Pero no siempre sabemos reaccionar adecuadamente ante el dolor
L: Me da miedo enamorarme... nunca lo he estado, nunca he tenido suerte en el amor...
B: Bueno sois dos almas en pena entonces (sonrió dándole una palmada en la mano y
haciéndole un guiño a Ramón, quien subió por la cama hasta darle un lamido en la cara
a Luisita que sonrió) Vive Luisita, vive que la vida es esto, aquí en África, la vida es
ahora, haz lo que sientas, lo que quieras, que puedas respirar hondo y ese suspiro te
llegué hasta el alma limpio, repleto de serenidad
L: Benigna (no pudo decir más, se abrazó a ella llorando)
B: Llorar también es bueno, libera, no pienses en nadie que no seas tú... eres una
persona maravillosa, metete en la cabeza eso, eres una pija adorable (le besó la frente y
la tuvo abrazada mientras Ramón le daba con la patita en el brazo de Luisita)
Una pija en la selva 186
Lejos de allí, con la luna en lo más alto, con esos rayos que penetraban las ventanas de
aquella cabaña donde otras veces había reído, había gozado, se encontraba una Amelia
repleta de pesadillas, en su cabeza se repetía una y otra vez “no me dejes nunca cariño,
no me dejes o moriré... Amelia... soy tan feliz, no me dejes mi vida”, pero después le
abordaban aquellas imágenes que no había podido borrar, su pequeño, su niño, el llanto,
ese ahogo en su pecho “Amelia te quiero”, aquella maldita voz... los ojos de Luisita, el
cuerpo de Luisita, nuevamente aquella otra voz... “Ella no te hará feliz Amelia, porque
me amas a mí y nunca dejarás de hacerlo”...
A: No... no (abrió sus ojos enrojecidos por lágrimas derramadas, miró a su derecha
notaba un cuerpo junto al suyo, pero no era ella, respiró aliviada, volvía a ser una
pesadilla) Joder...
Guiada por aquella luna, se levantó, no quería molestar a Bárbara, se fue a aquel sofá a
mirar por la ventana, llovía, ¡cómo no!, las gotas golpeaban la tierra salpicando en ella,
levantando aquellas motas de tierra mojada, así a veces se sentía ella, como aquella
tierra que saltaba, azotada por sus recuerdos como si fuera la lluvia golpeando sin
piedad cada vez que caía del cielo. Los niños le decían “llora el cielo, ¿qué hemos hecho
mal?”, y ella se preguntaba “llora mi corazón, ¿qué hice mal?”, y la misma respuesta
que les daba a ellos, le llegó desde algún rincón, “no hiciste nada mal”. Buscó un
suspiro, buscó un poco de alivio, un poco de esperanza. Y sin saber por que le llegó la
sonrisa de Luisita
A Luisita le era imposible dormir, entre los ronquidos de Benigna y los de Ramón, su
sueño se había evaporado, repasó todos los momentos que en su vida se había sentido
feliz, acabo pronto. Suspiró y entre ese suspiró se coló la carcajada de Amelia
Era mitad mañana, Benigna estaba junto a Nsona quien desde que Lula estaba sacando
adelante al pequeñín, era la encargada de ayudarla, con Mbe atado a su espalda.
Hablaban de la ausencia de Amelia, cuando un grito de Luisita les llamó la atención
El jeep paró en medio, los niños fueron a dar besos y abrazos a la mwasi Amelia y
también a la mwasi Bárbara que siempre les hacía fotografías, disfrutaban con ella
porque les llevaba caramelos y chocolatinas que conseguía a duras penas en la capital
En su cabaña Luisita trataba de arreglarse lo mejor posible, no podía salir hasta la ducha
porque de hacerlo se encontraría con Amelia, así que se quedo allí junto a la ventana
tratando de no ser vista, mientras veía como aquella mujer que Marce tenía razón, se
veía hermosa, hacía buena pareja con “ella”, aproximadamente de su misma altura, y al
verlas juntas se les veía una mirada demasiado cómplice, sin poderlo evitar se imaginó
aquel beso que vio con Claudia entre ellas dos
Luisita vio como se iba la cafetera, allí de pie mirando como Zulú cerraba la puerta se
quedó Amelia, la enfermera escuchaba su corazón al galope y no podía evitar sus
nervios, tenía que salir... tenía que ducharse... esperó a ver que hacia ella, no se
equivocó, fue a ver a Lula. Era su momento, cogió la toalla, la ropa que iba a ponerse,
rebuscó mientras mascullaba
L: ¡Vaya armario más pequeño, no me cabe nada!, camisa, no, camiseta de mangas no...
joder no tenía una de tirantes ceñida... ¡esta!, y los pantalones cortos, sí, como iba
vestida la... ¡Coño Luisita que estás haciendo!, solo falta que te hagas dos coletas como
ella... ¡súper fuerte lo mío!, me estoy asustando
Lo cogió todo y cuando lo tuvo salió corriendo, abrió la puerta y al salir se golpeó con
Amelia que pasaba por allí camino hacia su cabaña, Amelia tuvo que cogerla porque se
caía y en el traspiés ambas se quedaron medio abrazadas
Mientras Amelia iba camino de donde estaba Nmaba para hablar un rato con ella, pues
Lula dormía con el bebé. Estaba yendo hacia ella rodeada por los niños cuando de
repente
L: ¡AAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAHHHHHHHHHHHHHH!
A: Dios... como lo he echado de menos (sonrió)
Una pija en la selva 189
Amelia con una sonrisa fue a dirigirse hacia el lugar donde provenía aquel grito,
nuevamente inspirada en “Salvadora de la Peque”, mientras, los niños mirando hacia
aquella mwasi gritona también esperaban expectantes, entonces atónitos la vieron salir
corriendo con los brazos en alto, gritando sin parar como loca posesa, tras ella, una
pequeña mona con un lacito rosa en medio de su cabeza haciendo los mismos
movimientos con sus brazos como aquella blanca que corría ante ella de manera
despavorida
Luisita corría, la mona corría dando vueltas ambas por el poblado, el rostro de Luisita
tenso, el rostro de la mona divertido resoplando por la carrera. Mientras, el resto de la
gente, especialmente los niños se reían echados por el suelo, Amelia se había
enganchado de la risa, sus lágrimas recorrían el rostro, Nsona aplaudía alentando a
Luisita, Nmaba acentuaba su oído y al escuchar ambos gritos reía con aquella boca
abierta sin dientes, el perro abandonó a su ama para seguir a Luisita y al mono, y
Ramón, también decidió participar de la jarana y tras su amigo el perro de Nmaba iba él,
como resultado:
L: Ahhhhhhhhhhhhhhhh (histérica)
Mona: Uh, uh, uh, uh, (punto borde)
Perro Nmaba: Guau, Guau, Guau (punto divertido)
Ramón: Auuuuuuuuuu, Auuuuuuuuuuuu, auuuuuuuuuuuuuu (punto descojono total)
Tal fue el jaleo, que Amelia tuvo que esforzarse por parar de reír y dar caza a Luisita
cuando pasaba desquiciada por su lado. La cogió de los brazos y la obligó a detenerse
en su carrera, con lo cual, la mona y su lacito siguió huyendo de los perros que ladraban,
corrían, saltaban, sus colas se movían graciosas hasta que la mona de un salto se subió a
uno de los árboles que aguardaban la entrada del comedor, ya no tenía gracia para ella
correr, sin la blanca gritona delante y con los pesados perros detrás
A: A ver... Luisita por favor cálmate (le decía mirándola sujetándola bien por los
brazos)
L: Era... era... era... (decía con los nervios disparados)
A: ¡Una mona, sí!
L: Ahhhhhhhhh (volvió a gritar como loca)
A: No me va a quedar más remedio que atizarte, ¿me oyes?, cálmate por favor
Zulú: Mwasi Amelia vs Mwsai Luisita (le dijo a Laobi que las miraban divertidas)
Laobi: Kulalama na mwasi Luisita, talo (le pega a mujer Luisita)
Zulú: Kulunga (estoy de acuerdo) (decían mientras veían como Amelia zarandeaba a
una fuera de sí Luisita)
A: Bueno... no me queda más remedio... pero que sepas que lo siento... (le golpeó la
cara, las risas de los niños cesaron, los ladridos de los perros también, Ramón y su
compañero de juegos, metieron la cola entre sus patas, la mona se tapó los ojos mientras
seguía con su “uh,uh,uh” pero más bajito, Nmaba cerró su boca y los hombres cerraron
sus ojos) ¿Mejor?
Una pija en la selva 190
L: Sí (respiraba jadeante y al darse cuenta de lo que había pasado, sus mejillas una más
que otra, pero al fin, sus mejillas se pusieron coloradas a punto de estallar. Miró a
Amelia y salió corriendo hacia su cabaña)
A: Benigna me mata... tendré que hacer algo (susurró mientras se rascaba la cabeza, se
giró a los hombres elevando sus hombros como señal que no le quedaba otra salida. Los
hombres asintieron, los niños volvieron a jugar, los perros cada uno a su casa y la mona,
¡ay la mona!, burlona en el árbol pitorreándose de Luisita al pasar) ¡Mona la que has
liado!, ahora tendré que llamar a Bárbara ¿pero dónde ibas escondida? (la mona bajó y
se le subió a su cadera haciendo pequeños “uh, uh, uh”) Si mujer blanca es un poco
gritona...
L: Joder... irme a pasar esto cuando ella está, seguro que ha disfrutado pegándome tal
bofetada... menuda hostia... (entonces llamaron a la puerta) Adelante
A: Hola (asomó su cabeza mientras entre sus manos llevaba una taza) ¿Puedo pasar?
L: Prueba (contestó seca)
A: Perdona ¿eh?, pero estabas a punto de colapsarte
L: Vale... puedes burlarte lo que quieras
A: Toma Nsona te ha preparado un poco de hierbas tranquilizantes (le extendió el brazo
para que tomara la taza)
L: Gracias (dijo sin apartar sus ojos de la taza)
A: ¿Estás mejor?
L: Sí, vale... dile... venga... ríete (levantó sus ojos furiosos clavándolos en Amelia)
A: La verdad que ha sido divertido, sino fuera porque sé que lo estabas pasando mal
L: Ya... ahora va a resultar que te importo
A: Bueno... (se quedó pensativa, con un gesto que hizo que a Luisita se le subieran los
colores nuevamente) La verdad es que Benigna se ha marchado y me ha dicho que te
cuidara... (se calló)
L: Sí claro (subió sus mocos y bebió)
A: ¿Estás bien? (le preguntó de pronto con tanta calidez que Luisita detuvo la taza a
mitad camino) Luego tengo que pasar el parte
L: Claro, estoy bien...
A: Vale pues me voy a llevar a mona, tendré que llamar a Bárbara
L: Ah... pues mira... ya tienes otro día para ir con ella
A: ¿Celosa? (volvió su lado cautivo y la mirada de Luisita la fulminó)
L: Sí Amelia, la verdad, muy celosa esta noche no he podido dormir pensándolo, no
podía dejar de imaginarlo, en fin... ya ves... incluso cuando te he visto con ella... ¡uf!...
no he querido ni salir... ¿esto es grave, verdad?
A: Bueno ya veo que... estás de mejor humor así que me voy. Nsona me ha dicho que la
comida estará enseguida
L: No voy a comer
Una pija en la selva 191
A: Tú misma (salió con el ceño fruncido, por un momento pensó qué podía hablar en
serio entonces se detuvo en la puerta al cerrar, giró hacia la izquierda su cabeza y
después la sacudió un poco mientras elevaba sus cejas) Al menos ya sabe manejar la
ironía
L: Mierda... ¡idiota soy!
A: (“Pero que dices... ella me odia, no le caigo nada bien, aunque la verdad que el
peligro reside cuando no le hablo con segundas intenciones, cuando le he preguntado si
de verdad estaba bien, me he dado cuenta como me ha mirado... ahí está el peligro...
¡coño Amelia, qué peligro!, esa chica es una tía legal, buena gente, Benigna tiene razón
no debería perder la oportunidad de ser su amiga, por una vez, creo que mejor dejo el
toque frívolo, necesito poder hablar, poder reírme, poder sentir a alguien como siento a
Bárbara, bueno, pero con Luisita no podría acostarme, aunque para que lo voy a
negar, me muero de ganas de hacerlo, de abrazarla otra vez, su piel... por favor que
piel... ¡te ha dao fuerte Ameliarena, te ha dao fuerte!, pero esto se va con cuatro o
cinco solitarios, como dice Bárbara, todo fuera... y como nueva. ¿Qué estará haciendo
en la cabaña todo el rato?”)
Desde que había vuelto a su cabaña, Luisita estaba sentada en la silla con los apuntes de
Amelia, repasaba las palabras, quería aprender lo más rápido posible, pero también
quería mantener su cabeza alejada de lo que no debía
Un par de veces se cruzaron, y una vez fueron a coger la misma caja, un “lo siento” por
parte de Luisita, y una sonrisa picarona por parte de Amelia, después, ayudaron a poner
la mesa, a servir los platos, tratando de no rozarse, de no mirarse, Luisita por vergüenza,
Amelia por su propia salvación. Cenaron, junto a Nsona y Zulú, los demás ya se habían
acostado, en África era costumbre levantarse con el sol, dormirse con la oscuridad. El
poblado estaba en silencio, tan solo ellos en el comedor. La mona en la puerta
recibiendo su ración de plátanos, los perros cada uno en su cabaña, el fuego en medio
del campamento alumbrando, la luna bien alta y hermosa. Y en aquel comedor,
hablando sobre la situación del país, aquellas nuevas noticias de que en el norte la
guerrilla se había endurecido, su posición intermedia no les excluía de nuevos peligros.
Benigna preparó como pudo café y se quedaron un rato más charlando, Luisita frente a
Amelia, Marce al lado de la médico, y Benigna junto a la enfermera, de pronto Luisita
que quería sorprender a todos, en especial a Amelia, dijo:
Así comenzó a contarlo, Benigna lloraba de la risa, Marce al que Luisita no había visto
reírse, se mondaba, Zulú con sus grandes dientes blancos, reía echándose de vez en
cuando hacia tras, Nsona se tapaba la boca, Amelia lo contaba, gesticulaba y se
mondaba de risa, y para su sorpresa, Luisita la acompañaba en las risas
A: Cuidado que lo entiende todo (le dijo sonriendo mirándola plenamente por primera
vez a los ojos)
L: No nos llevamos muy bien ¿eh? (le dijo a la mona haciendo un esfuerzo por
controlar su miedo al animal, y a los ojos de Amelia) Pues estaba escondida detrás de
mi camisa y claro, al retirarla me veo su cara, su lazo y sus dientes
Zulú: Mwasi correr, correr... correr
Nsona: Mwasi gritar, gritar (decía riendo)
A: Mona ni te cuento... gritaba como ella, y se movía como ella (se retorcía de la risa
como Luisita quien la miraba fijamente)
L: (“Menuda sonrisa... joder... para, ¡para coño Luisita!”)
A: (“Amelia joder... no la mires cuando se ría que te corres aquí mismo... ¡ay que
necesitadita estoy peque!”)
M: ¡Joder me duele el estómago y todo, eh!
B: Por favor... parar ya o me va a tocar ir al lavabo
A: Pero lo mejor era, ella corriendo, la mona, el perro de mami Nmaba detrás, y Ramón
el último (todos carcajadas incluida Luisita) Y yo allí tratando de cazarla
L: Claro pero... (Amelia bebió para refrescar su garganta) Aquí la señora me ha pegado
una hostia que casi me saca las muelas
B: ¡No!
M: ¿Y no se las has devuelto?
L: Mira... eso no se me ha ocurrido... pero me la guardo (Amelia tosió atragantándose)
No creas que lo voy a olvidar
Y allí siguieron hablando, los ojos de ambas se perdían de vez en cuando con la otra, las
sonrisas embriagaban almas, las miradas alimentaban dudas, preguntas, miedos,
aumentando el ritmo de cada corazón, uno corría veloz por el miedo, el otro por el
pánico, y juntos como si fueran el tam-tam del campamento, anunciaban que pronto
quizá habría tormenta... o paz... para aquellos corazones ávidos de amor
Cuando Marce anunció que se retiraba a dormir, una vez terminadas las risas, las dos
acabaron recogiendo las cosas, mientras Nsona y Benigna limpiaban los cacharros, entre
idas y venidas no se cruzaron palabra, cada una tratando de poner freno a unas
emociones diferentes. Evitando mirarse aunque podían captar el calor de la otra mirada,
sobre su cuerpo. Una vez terminaron todo, Nsona se retiró a dormir, Benigna fue a ver
como estaba Lula y Amelia, se quedó como tantas noches pensativa frente a la puerta de
su cabaña. Frente a la suya igualmente sentada se encontraba Luisita, se miraban a
hurtadillas, Amelia bebía algo que Luisita esperó no fuera lo mismo que logró
emborracharla, como si adivinara lo que estaba pensando, se acercó hasta ella, Luisita se
puso colorada y nerviosa sin remedio alguno
A: ¿Quieres?, es una mezcla de hierbas que hace Benigna, sirve para las digestiones
pesadas
L: No, gracias, mi digestión está bien (contestó atropelladamente)
A: Me alegro...
Hubo silencio entre ellas, ambas estaban sentadas una al lado de la otra, no se miraban,
miraban enfrente, tratando de evitar que los ojos de ambas pudieran encontrarse y
pudieran decir lo que no debían, hasta que Amelia se giró un poco para ponerse en esa
postura suya que tanto le gusta, se apoyaba con la espalda en la viga de madera, y
mirando abiertamente el perfil de Luisita, conseguía ponerla nerviosa mientras daba
Una pija en la selva 194
sorbos pequeños de su taza, y Luisita jugaba con un anillo que llevaba en su mano
derecha, denotando así su estado de nervios, su incomodidad ante aquella persistente y
callada mirada. Para su suerte apareció Benigna
L: Sí. Yo vi a Lula una noche que me levanté a su lado... pero pensé que era también
normal que entre ellos se cuidaran
B: Bueno... nos ha sorprendido porque Lula siempre ha sido una chica muy tímida, muy
cerrada a todos, a penas con Nsona que le enseñaba a cocinar, pero básicamente no se
separaba de mi lado
A: Así que se la lleva pero lejos...
B: Tampoco podemos juzgarle, bastante era que estaba por ella y pensó en sacarla de
aquí y tener un futuro. Pero aquí viene la cuestión (Benigna se removió un poco en el
suelo) Anda que... también podíamos a ver entrado a hablar en otro sitio, me estoy
dejando el culo...
A: Mira que te gusta quejarte, tranquila que nadie te lo va ver...
B: Sigo... (mirada asesina de Benigna a Amelia, Luisita elevó las cejas con un ¿no
decías que no era tan terrible?) Sin el día que a Luisita se le ocurrió la maravillosa idea,
porque fue a ella a quien se le ocurrió
A: Por supuesto, fue idea de la pija (la interrumpió graciosamente con ese juego suyo de
cejas)
L: Luisita..., pija no, Luisita (aclaró mirándola con seriedad)
A: Perdona Luisita... no sé muy bien porque te he llamado pija (le dijo sonriendo con
ese gesto tan suyo que a Luisita le provocaba o darle una bofetada o un beso, lo del
beso, se daba cuenta que hacía poco había nacido en ella y se sonrojo. Mientras Amelia
continuaba con su sonrisa conquistadora)
B: Si me vais a interrumpir, no sigo, esto con tanto interrupción no tiene gracia alguna
L: Perdona tienes razón Benigna
A: No le interrumpas... (dijo con tono cansino)
B: Pues cuando el bebé estaba con Lula, Massamba que sabía de aquella atracción que
había entre ambos, le dijo que él debía hacerse cargo de la criatura y Lula
A: Los vi discutir, sí
L: ¡Quieres no interrumpir! (le dijo devolviéndole el tono, Amelia la miró entrecerrando
los ojos, Luisita sin que la viera Benigna le sacó la lengua. Amelia a punto estuvo de
atragantarse al beber) Jajajajajaja
A: Joder... sigue Benigna, sigue (tosía ante la carcajada de Luisita)
B: Claro, por eso Massamba decidió finalmente ser él quien ayudara a Lula. Es un
hombre de verdad, de palabras, de compromisos
L: A mí me da un poco de miedo, respeto más bien
A: No me extraña si te lo da una mona (dio una carcajada)
L: Graciosa (le dijo en plan pijo)
A: Pija
L: Mira...
A: ¡Uy que miedo... mira como tiemblo!
B: Parecéis dos crías. Yo aquí contando una historia interesante y vosotras sin parar de
hacer tonterías
A: Es ella que no valora tus cotilleos, dale tiempo Benigna dale tiempo. Mira ya
empieza a llover (dijo mirando hacia fuera, viendo como las gotas golpeaban el suelo)
L: Siempre llueve de noche...
B: Sí, siempre... esto es así (habló con cierta melancolía)
A: ¿De verdad, está tan mal la cosa Benigna? (preguntó Amelia tras unos segundos de
silencio donde miraban caer la lluvia
B: Sí, los combates fuertes están en el norte, pero... ya sabes...
A: Se extienden como la pólvora, lo sé
Una pija en la selva 196
L: Eso significa que tendremos trabajo extra (miraba apoyando su barbilla en los brazos
que se había cruzado sobre las rodillas con el tono triste
A: Significa, miedo, sangre y muerte (al girar sus ojos y verla en aquella postura sintió
que su piel se erizaba, parecía tan indefensa, tan tierna, tan maravillosa “¡Amelia
para!”)
B: Significa lucha contra la muerte y dolor, mucho dolor
Se callaron las tres, el ruido de la lluvia las embriagó de tal manera, que miraban el agua
golpear el suelo, de vez en cuando levantaban las cabezas y disfrutaban de ver caer
aquel agua fina desde el cielo, insistente, persistente pero con esa suavidad que hacía
que fuera imposible apartar sus ojos y suspiros del cielo, de aquella belleza
Benigna se levantó con dificultad y se marchó, allí ambas se quedaron en silencio, quizá
dándose cuenta que las palabras de Benigna eran ciertas. Una miraba arriba, la otra
miraba abajo, ambas con el ceño fruncido, ambas dando un sorbo a sus tazas,
suspirando sin saber muy bien que decir. Pasaron algunos minutos así, un silencio que
era acompañado por el sonido del agua, ninguna se movía por temor a partir ese
momento íntimo entre ellas, ellas y el silencio, ellas y la lluvia, ellas y...
En la cama Benigna ya dormía, Ramón también, y ella estaba segura que no lo iba a
poder hacer, de pronto miró hacia su izquierda, allí estaría Amelia, estaría
desnudándose, claro no había dormido, y por un momento que pensó que Benigna le
había dicho la verdad, que no había tenido nada con Bárbara, ¡pero a ella que más le
daba!, ¿o sí?. Benigna tenía razón, había que hacer lo que el corazón pidiera, y a ella le
pedía algo aquella noche especial, fue hasta la cabaña de Amelia, llamó y ella abrió
L: Hola
Una pija en la selva 197
A: ¿Qué te pasa?
L: ¿Puedo dormir contigo? (le preguntó sonriendo con los ojos)
A: ¿Qué?...
L: Sí, es que Benigna me ha cogido la cama, y Ramón está en mi parte
A: Pues... no sé... ¿te das cuenta que vas a dormir con una lesbiana?
L: Sí, y tú te das cuenta que si te pasas tengo una hostia que darte guardada en la manga
A: Joder... y parecías tonta (la miraba con un brillo especial en los ojos)
L: Ya... ¿puedo o no?
A: Claro... (se separó de la puerta con una sonrisa... vencedora)
L: Bien... sólo quería saber eso... hasta mañana (le dijo sonriendo se dio media vuelta y
se fue)
A: ¿Pero...?, ¿pero esta tía qué coño se ha creído? (se preguntó con las manos puestas en
las caderas)
La noche para Amelia después de aquel plantón, fue algo pesada, la pasó dando vueltas
en la cama, molesta con aquella actitud de Luisita, no era esa mujer asustada por sus
actos, de repente parecía otra, segura, sonriente, que le había ganado una batalla durante
la cena, ella que pensaba burlarse, se encontró con una Luisita que le había desmontado
la escena, y después sentadas demasiado cerca, con silencios le había hecho sentirse
bien, había podido suspirar profundamente y entendió que Luisita era esa clase de
persona con la que se estaba bien sin necesidad de hablar, manejaba los silencios quizá
sin ella misma saberlo, de una manera realmente peligrosa para ella. Dio una vuelta
golpeando el almohadón con un poco de furia porque justo en ese momento en el que
había preguntado si podía dormir con ella, todo su interior había sido una fiesta, y su
corazón, había sonreído. ¡Benigna siempre con sus palabras terminaba liando sus
emociones!. Nueva vuelta, nuevos nervios, ahora se puso boca bajo, abrazada a la
almohada que había profanado alguna vez en caricias repartidas a... prefirió omitir el
nombre porque la rabia volvía a inundarle todo, llevándose lo que Luisita había dejado
en ella. Debía dormir, pero el dolor de estómago continuaba allí, era un legado de
aquella mujer, siempre pensó que su estómago tenía cara de... Julia. Nuevo golpe a la
almohada, esta vez repleta de furia y rabia
Por su parte Luisita, se había acostado con Lula, estaba allí junto a ella y el bebé, lo
había escuchado llorar y quiso saber que le pasaba y ayudar a la muchacha. Ambas con
aquel secreto guardado se habían convertido en grandes amigas, de la noche a la
mañana, Lula la miraba sonriente, Luisita le contaba cosas con aquella sonrisa que
cautivaba a todos. Y era entonces cuando Luisita se daba cuenta de las palabras de
Benigna, si nos movemos por el corazón, todo es posible, o al menos en África era
posible enamorarse en un día, como le había pasado a Benigna, hacer amistad con Lula
como le había pasado a ella en un día, o ver como, Massamba cuidaba y se hacía cargo
de Lula y el niño. África era así, se volvía a repetir, y con el embrujo de aquel entorno
todo era posible, olvidar sus penas, su dolor al ver como se habían burlado de ella,
aquellas dudas que un día nacieron sin más porque mientras hacía el amor con aquel
semental ella pensaba en otras cosas, no sentía a penas nada y solo rogaba que acabara,
después de aquello, lo dejó todo, ¿sería él?, ¿sería ella?, ¿sería que no le gustaba?, ¿y las
otras veces?, le daba vergüenza reconocer que la mayoría de veces fingía, que al
principio disfrutaba pero al poco tiempo esos gritos que sabía más o menos cuando
darlo se volvieron fingidos, ¿qué le estaba pasando?, había huido de todo pero seguía
sin poder huir de ella, incluso en aquel lugar, todavía se había enredado más todo, su
mundo, sus emociones, sus miedos. Sin embargo ahí estaba, en ese momento sintiendo
Una pija en la selva 198
que su corazón latía fuerte y seguro, y que quizá si lo abría realmente a Amelia, podían
llegar a ser amigas. Aunque también reconocía que cuando no dormían en un saco, y se
rozaban, sus escalofríos eran descargas muy intensas, cortas pero intensas, que no
suelen suceder a dos amigas, y cuando dormían en el saco, era una calma la que sentía
en ella que le hacía olvidarse de todo, aquellos brazos eran como una muralla que no
dejara pasar nada, que le entregara la calma y la tranquilidad que necesitaba. Y su
impulso no controlado ese que su corazón le había mandado a Amelia, era algo
inexplicable, deseaba realmente que Amelia le dejara pasar, y si no lo hubiera hecho con
esa actitud de ganarle el pulso, seguramente habría dormido con ella. ¿A quién quería
engañar?. Así se durmió con una sonrisa en los labios, con el corazón alborotado
Habían pasado quince días desde que aquella noche ambas tuvieran pensamientos
comunes, desde entonces la guerra se había recrudecido, llegaban las noticias de que
había masacres por doquier, que llegaban y unas tribus arrasaban a otras sin más. Hasta
ese momento no se habían visto afectados por los movimientos de los refugiados y
gente que huía sin nada de un lugar a otro. Pero era cuestión de tiempo que la
tranquilidad tensa se convirtiera en esa locura que habían vivido demasiadas veces.
Aquello tenía bastante preocupado a Marce, quien había pedido más instrumental y más
medios para poder curar a lo que suponían les iba a llegar en masa
Durante esas dos semanas, Amelia había estado junto a Luisita enseñándole más cosas
sobre los partos, le había gustado su forma de trabajar y, pensaba que podían hacer un
buen equipo, pero después una vez terminaban sus clases, cada una se iba hacia un lugar
diferente. Desde aquella noche en la que Luisita le demostró a Amelia que ella también
podía jugar, había cambiado algo en ella, ya no había tanta insistencia en cautivarla,
hablaban, reían cuando compartían la comida o la cena, pero Amelia había abandonado
su pose de conquistadora, incluso Luisita notaba que había cambiado su postura a
defensiva. Y para sí, se sentía más relajada, más tranquila porque además no dejaba de
sorprenderle “las cosas de Amelia”, como ella solía decir, a veces durante la tarde
desaparecía y no sabía que hacía dentro de la cabaña, otras, la observaba como daba
clases a los niños, a Nsona, a Sassou, a los hombres, ella trataba de admirarla en la
distancia pero siempre la sorprendían Benigna o Marce y le sonreían como si de aquella
manera le estuvieran presionando sin palabras. Ella por su parte, estaba un poco
asustada por lo que podía encontrar, aunque al levantar la vista y encontrarse con
Amelia, conseguía aplacar sus miedos, pero aún así eran cuatro personas para tantos
heridos, sabían por la radio que el otro puesto quirúrgico como el suyo en una noche
había recibido a ciento cincuenta personas, sabía que habían muerto muchas por no
poder llegar a todos, y esa sensación de muerte le provocaba mucho miedo
Pero no solo ellos estaban en alerta, los perros se mostraban nerviosos, los animales de
la Selva a veces se callaban y ponían a todos en guardia, señales inequívocas de que
algo en el ambiente era enrarecido. Aquel día al levantarse Luisita, se reunió en el
comedor con Benigna y Marce. Lula ya había terminado su función como madre
canguro, y con la ayuda de Massamba que le había acondicionado su cabaña y allí
juntos vivían en silencio, pero con una enorme calidez, ella llevaba a su hijo atado a la
espalda tal y como Nsona le había enseñado, y seguía encargándose de los desayunos
L: Nkento na (buenos días) (le dijo a Lula sonriente dándole un beso y ésta le sonrió)
Kobanga kudya (tengo hambre)
Una pija en la selva 199
L: ¿Su hijo... pensé que...? (se calló no sabía que tenía un hijo) Está triste porque no lo
ve... claro...
B: No, está triste porque...
M: ¡Luisita aviso nos vamos!, dos minutos
L: Sí (salió corriendo mientras veía como Amelia sacaba su maletín y se lo daba)
Gracias
A: Deberías tenerlo más a mano, ¿vale? (le riñó)
M: Zulú... engancha el carro también...
L: ¿Qué ha pasado?
M: Hay muchos heridos en el río, parece ser que han llegado con canoas huyendo...
L: Venga
M: Zulú, Dib, vosotros delante y cagando leches
A: ¿Qué ha dicho Quintero?
M: Me ha avisado él... han mandado a un grupo para que nos ayuden
A: ¿Militares?
M: Sí
A: Perfecto
M: ¡Mira Amelia no estoy para que me toques las pelotas, así que calladita!
Luisita miraba la escena desde el asiento trasero, las venas de Marce se marcaban en su
frente, estaba realmente tenso, incluso había alzado la voz de manera dura a una
Amelia, que en su rostro seguía instalado ese rictus serio
L: (“Su hijo... la verdad que voy sabiendo las cosas poco a poco pero... algo horrible
sin duda ha sido... joder si hasta con esa cara está guapa. Luisiiitaaaaaaaaa” le
llamaba la cordura a gritos)
El camión y la cafetera salieron poco a poco de allí, Benigna, Nsona y Lula comenzaron
a preparar todo para la posible llegada de heridos, en ese momento Massamba se
quedaba al mando de la situación, y Benigna era la encargada de manejar la radio al
contacto con ellos y con Quintero
De repente les rodearon hombre con armas, por sus ropas podían pertenecer a las
guerrillas, por sus ojos saciados de muerte lo confirmaron, vieron que era una decena de
hombres allí apuntando tanto el camión como la cafetera
M: Estamos jodidos
A: Y que lo digas (susurró entrecerrando los ojos con temor)
M: Nada de bravuconadas, ¿entendido?
A: Sí
M: ¿Luisita? (insistió con la respiración algo agitada)
L: Sí (su respuesta fue lenta y repleta de miedo, Amelia sabía por lo que debía estar
pasando, era su primer enfrentamiento con ellos y eso siempre llenaba el corazón de
pánico)
M: Bajo yo, no os mováis de momento. Hola (saludó al hombre que había dado un paso
entonces el camión se fue hacia la derecha, Marce sentía como su corazón se disparaba,
la situación era la peor) ¿Qué ha ocurrido?
A: Luisita (le dio la mano por el lado derecho del asiento, Luisita la cogió y entonces de
pronto Amelia se giró susurrando) No te separes de mí, haz todo lo que yo te diga,
¿vale?
L: Sí... vale
Al volverse a sentar, Luisita notó como sus pulsaciones habían subido aceleradas, quiso
pensar que por todo cuanto las rodeaba, pero tragó saliva, aquel contacto suave y tierno
de Amelia, la dejó más tocada que la presencia de aquellos hombres. Pensativa en su
interior, mostraba un gesto serio, entonces vieron como los hombres rodeaban a Marce,
pero los ojos de Amelia se encontraron con algo más, los cerró y ante la ausencia del
camión, el panorama era desolador, le dijo a Luisita:
Nada más decir aquello, Amelia disimuladamente quito la radio, aquello para Benigna si
se intentaba poner en contacto con ellos era una señal más de que estaban en problemas.
En el coche, ambas no perdían detalle de aquel hombre que hablaba con Marce,
mientras Zulú y Dib, habían bajado para ayudar al médico. Todos eran conscientes de
que en ese momento, sus vidas estaban en manos de aquellos hombres, sabían que
debían hacer lo que ellos decían y esperar que todo quedara en una ayuda. Marce estaba
Una pija en la selva 202
nervioso pero tan solo Amelia lo percibía, lo conocía perfectamente y sabía que aquel
ceño fruncido y la arruga de la frente mostraba su inquietud. En esos segundos recordó
que dos veces tuvieron que enfrentarse a la guerrilla, ambas salieron heridos, una vez
ella, otra él, entonces pensó en Luisita y un miedo a lo que podía pasar se apoderó de
todo su cuerpo, con las otras enfermeras, aquellas que habían compartido su cama, no
había sentido ese desdén tan desesperante, en ese momento hubiera puesto en marcha el
coche y la hubiera sacado de allí poniendo su vida en riesgo
Cerró los ojos porque reconocía en aquellos hombres el hambre reflejada en unos ojos
turbios, donde no había el mínimo sentimiento por nada, ni por nadie. La sacó de sus
pensamientos el toque con el fúsil de uno de los soldados en su puerta, con un suave
movimiento de cabeza y una sonrisa de deseo le hizo señal para que bajara, Luisita
sintió un nudo en el estómago cuando la vio bajar y sin aviso del mismo hombre lo hizo
ella poniéndose junto a Amelia que la miró de reojo tratando de darle algo de calma
Massamba: Mono Kwenda (yo voy) (dijo de pronto con su seriedad habitual
B: Te (no) (lo detuvo del brazo poniéndose de pie) Nge nwa te.. kukwanga. Kusadisa
(No. tú solo no, necesitamos ayuda)
Massamba: Ban kele ezali likama, mami (ellos están en peligro, mami) (le dijo
preocupado) Mono kwenda na niki Zambi, Yildas... (yo voy con Zambi, Yildas) (hizo
un gesto con sus manos) Nge kutuba en Zik (Tú llamas a médico nosotros iremos)
B: Es una locura (dijo abatida mirándole con sus ojos repletos de miedo
Massamba: Mami... malembe (mami tranquila)
Ngouabi: Mono kwnda na niki beno (yo voy con vosotros) (le dijo con gesto serio el
joven Ngouabi)
No hubieron más palabras, los cuatro hombres se marcharon con las canoas que tenían
para pescar, por suerte Zulú se puso en contacto con ella para susurrarle un nombre
cuando Amelia se había callado. Con esa idea los cuatro hombres con fusiles partieron
por el río, sabían que en un par de horas o tres podían llegar, quizá muy tarde, pero,
debían intentarlo. Como lo intentaba Benigna, que desesperada trataba de localizar a
Quintero, habían pasado media hora desde que Amelia había dicho que aquello tenía
mala pinta, probaba cada dos minutos pero la radio le daba esa señal que habían
inventado para situaciones límites
B: No puede ser... no puede ser... (Lula apareció a su lado abrazándose a ella mientras
Benigna rompía a llorar)
Lula: Ngudi todo bien (susurró con voz dulce)
Aquella palabra de Lula, le hizo girarse con los ojos llenos de lágrimas, le había
llamado Madre, se abrazó a la muchacha que a su vez llevaba al pequeño bebe en su
cuerpo, y calmó la angustia de Benigna, con aquella palabra, con aquellas caricias, con
aquel calor para el frío que sentía, que presentía que le recordaba una palabra, muerte
Mientras, Marce estaba delante de Amelia y Luisita que las habían colocado detrás,
Luisita había tratado de no mirar a la izquierda pero, era prácticamente imposible no
Una pija en la selva 203
hacerlo, allí los cuerpos en su mayoría de mujeres, Amelia sabía que habían hecho con
ellas, y sintió como si la rabia que sentía en su interior fuera un volcán y estuviera a
punto de salir, controlaba como podía las ganas de gritar, sus puños cerrados, su
mandíbula apretada, sus ojos clavados en el suelo oscuros, repletos de dolor. Luisita por
su parte, pudo imaginarlo, sintiendo que quizá su cuerpo pronto estaría como aquellos,
desangrados, mutilados o simplemente agonizando. El olor, el intenso olor a muerte, el
olor a sangre, el olor a inmundicia que desprendían aquellos hombres era insoportable,
sentía su estómago bailar arriba y abajo, ¿qué iba a pasar?
Se marcharon los tres, una vez Amelia y Luisita ayudaron a Marce a levantarse, el golpe
le había dejado sangrando la nariz, llegaron seguidos de los demás, en total eran diez
hombres, Marce los había contado, Zulú también, sabía cual iba a ser el final y mientras
montaban el pequeño hospital ante dos hombres armados le había estado haciendo
señales a Dib para que entendiera que una vez acabara la operación había que actuar o
de igual modo los matarían. Al llegar, Luisita rápidamente abrió su botiquín para curar a
Marce
M: Déjalo no tenemos tiempo que perder... hay que salvar a este hijo de puta
A: Marce...
M: Lo sé... sabes lo que tienes que hacer... (volvió su mirada a ser intensa)
A: Sí
L: Ya lo traen (dijo nerviosa)
M: Ahora no quiero a nadie aquí (dijo Marce mientras dejaban al hombre que tiritaba
sobre la mesa)
DofnL: Mis hombres no se mueven, tú trabaja, yo descanso
M: Te he dicho
DofnL: ¡Calla ziku!, trabaja... (le gritó de tal modo que a Amelia y a Luisita les
dolieron los oídos)
Desesperada, Benigna rodeada por las mujeres incluida Nmaba, trataba de localizar a
Quintero, el tiempo corría en su contra y lo sabía, tanto ella como las demás que no
sabían que era lo que iba a pasar con sus hombres, con ellas mismas, quedarse con
Laobi sin una pierna no era lo más seguro, estaban tan expuestas a cualquier peligro
como ellos, solo que ellos seguramente, se encontraban en medio de la Selva y con la
guerrilla
En la mesa de operaciones, un guerrillero que debía ser todavía demasiado joven, tenía
dos balas una en el abdomen, otra en el muslo, se habían puesto mascarillas, guantes, y
con lo poco que disponían se estaban enfrentando a aquel cuerpo que por momentos
parecía ponerles las cosas mucho más difíciles
Cuando los demás hombres vieron salir a Zulú corriendo se alarmaron, el jefe,
preocupado por la vida de su hijo de catorce años, entró de golpe al pequeño hospital
L: Remonta... está remontando Marce (lo miró y aquellos ojos que se encontraron se
mostraron miedo por primera vez)
A: Sigo yo (le dijo Amelia que le caían gotas de sudor, cuando de repente notó como la
mano de Luisita recorría su frente con algo, en ese momento le hubiera gustado tener
una oportunidad)
L: Vale... le he inyectado...
M: De acuerdo (su rostro tenso, la camisa llena de sangre y de igual modo que hizo con
Amelia, Luisita pasó un trapo por le frente del médico que seguía cansado por el
esfuerzo)
L: Estabilizado...
M: ¡Ay que joderse! (murmuró)
A: Pues sí (le respondió cansada entendiendo a que se refería, se les habían quedado en
sus manos otras gentes que merecían vivir, y aquel niño, que desde seguramente
temprana edad, le habían enseñado a matar, iba a vivir)
M: Pásame la aguja
DofnL: ¿Vivirá? (preguntó con algo de angustia en sus ojos)
M: Sí, vivirá, si nos dejáis trabajar ¡coño!
A: ¿Has dicho que había otro?
M: Sí
DofnL: Ese da igual, todo lo que necesitas para mi hijo
M: Hasta para eso eres... el jefe, claro... (se calló, sabiendo que iba a ser mejor)
A: Luisita cose aquí por favor (se apartó un poco para que Luisita se pusiera delante)
L: Vale (comenzó a trabajar pero la proximidad del cuerpo de Amelia, como si así
pudiera protegerla de los que tras ellas estaban, le parecía que, trataba de parar el
tiempo)
A: Hazlo despacio, no tenemos prisa (le musitó lo más bajo que pudo)
L: Vale (su voz tembló, el calor de su cuerpo la abrasó de pies a cabeza y el miedo
verdadero la inundó)
M: Ahora esta otra herida Luisita, pásame la aguja y cambia el hilo (Luisita lo miró
porque no hacía falta cambiarlo, y aquello aún le daba más miedo, significaba que
ambos sabían lo que iba a pasar, que el final llegaba y nada fuera había sucedido) ¿De
acuerdo?
L: Sí... ¿me deja? (le dijo al jefe de la aldea que se apartó mientras uno de los hombres
de detrás se acercaba a ella)
DofnL: Nmib (el hombre se detuvo)
Luisita parecía no encontrar el hilo, Marce se dijo a si mismo, “aprende rápido”, los
hombres se miraban
El jefe dio una carcajada, cogió a cada una de un brazo y se las entregó a tres de sus
hombres, entre ellos aquel que había hecho bajar a Amelia, mirándola con deseo, y el
otro que había tratado de avasallar a Luisita allí mismo. Marce notó como el pulso se le
aceleraba, sabía lo que les esperaba y el saber que no podía hacer nada le revolvía la
sangre, su respiración se había de pronto disparado, y el jefe volvía a entrar con pistola
en mano, desafiando con su mirada
De un lado para otro andaba Benigna, nerviosa se había tomado unas hierbas con el
resto de mujeres para tranquilizar sus nervios, no tenía noticias de nadie, de vez en
cuando comprobaba si la radio del coche estaba desconectada de igual modo, no quería
pensar en que pudiera ocurrir nada malo, pero... ella más que nadie sabía esa otra cara
de África, esos hombres que sin saber ni siquiera que defendían, se enredaban desde
niños en guerrillas, era su manera de vivir, su trabajo, su dedicación, siempre
escondidos por la Selva, dueños de todo y de nada, señores que se creían los reyes de
aquel lugar. Sabía porque su madre había muerto en sus manos, que no les detenía nada,
niños, mujeres, hombres, ancianos, perros, cabras, vivían obsesionados con matar,
cualquier cosa les satisfacía, pero era consciente de lo que eran capaces de hacer contra
las mujeres, el solo hecho de pensarlo hacía que el nudo se tragara su corazón como si
fuera un tornado, sus miedos, se arremolinaban y hundían sus latidos tranquilos
volviéndolos en locura
Aquellos tres hombres, se habían llevado a la pareja, uno llevaba a Luisita, los otros dos
a Amelia, las habían apartado lo suficiente como para que si gritaban no se oyeran,
sabían como trabajar, porque era a lo que estaban acostumbrados. Las empujaron al
suelo, primero cayó Amelia por la fuerza de los dos hombres, después Luisita. Amelia
trató de levantarse sin mucho éxito y Luisita se acercó hasta ella. Mientras los hombres
reían a carcajadas, y hablaban en su dialecto
L: ¿Estás bien, Amelia? (Amelia asintió sin voz estaba entendiendo todo y se le secó la
garganta, sabía lo que les esperaba)
Mewen: Esta... (señaló a Amelia con el fúsil en la cabeza mientras el otro le estiraba del
pelo levantándola)
L: No... ¡suéltala! (trató de acercarse Luisita pero Nmib le pegó un puñetazo en su
rostro) Ah
A: Luisita estate quieta (le suplicó nerviosa al verla caer)
Nmib: Tú, mía (le dijo susurrando con olor a agrio de su aliento mientras le cogía del
pelo y un hilo de sangre cubría su nariz
L: No... Amelia (se puso de pie pero en ese momento el otro hombre le golpeó con el
fúsil cayendo de bruces)
A: ¡Luisita! (gritó al verla caer al suelo) Dios...
Mewen: Te va a gustar blanca... (dio una carcajada arrastrando a Amelia que se resistía
mirando hacia atrás con el cuerpo inerte de Luisita en el suelo)
A: Hijo de puta vete a la mierda... (trató de darle una patada)
Mewen: Puta (y le pegó en el estómago y después en la cara)
A: Agggggggggggggg (se quejó agudamente, las venas de la garganta se marcaron a
punto de estallar, notaba el calor de la sangre recorrer su rostro, y seguía sin escuchar a
Luisita
Kli: Nei mlomba btan (no la mates todavía) (sonrió el otro hombre)
Mewen: Ja... Ja... (si... si) Memabena (arrodíllala) Ahora puta vamos a jugar
Kli: Vamos (le estiró nuevamente del pelo dejándola a la altura de donde el otro quería)
A: (“Luisita háblame... dime algo... Luisita... Luisita...” (repetía una y otra vez su mente
agudizando el oído, sin querer vivir lo que estaba a punto de vivir) “Luisita”)
En el suelo de lado, se había quedado una Luisita sin movimiento, el hombre que estaba
con ella sonreía, mientras se desabrochaba los pantalones, ella seguía allí sin mover un
solo músculo, mientras él empezaba a acercarse a ella. Oía perfectamente los gemidos y
suspiros del hombre, pudo adivinar lo que estaba haciendo, mientras con la mano que le
quedaba libre tocaba sus muslos y subía hasta sus pechos, los ojos cerrados, sin fuerza,
Una pija en la selva 209
sin ninguna fuerza, allí sin poder hacer nada, sin poder moverse. Pero con el corazón
roto tras el grito de Amelia
Mientras, Mewen se había bajado los pantalones, con su sexo en la mano acercándose a
la cara de una Amelia que respiraba agitadamente, cerraba los ojos y se removía tanto
que logró ganar tiempo, movida por su propio miedo, logró golpear al tipo de detrás con
su cabeza en la misma parte que el otro le mostraba
Kli: Ahhhhh
Mewen: Serás puta
Kli: ¡Ah! (gritó enfurecido y sin medir con el dolor que le había producido ese golpe, le
pegó una patada en la cabeza que hizo que Amelia cayera de lado casi inconsciente
Mewen: Nei mlomba, kambeme kilonga manenme (no la mates quiero oírla gritar)
Kli: ¡Au!, menben longe lukula mombene nka (vas a suplicar cuando seas mía)
Se quejó amargamente, y la tomó con toda la rabia que tenía por el pelo nuevamente y
el cuello, a Amelia le dolía profundamente la cabeza, y en ella, tan solo la imagen de
Luisita llegaba, oía las voces lejanas, muy lejanas, mientras nuevamente la ponían en la
posición que querían pero seguía sin escuchar la voz que quería, que necesitaba
El otro hombre gemía como loco sobre Luisita mientras él solo se proporcionaba el
placer de pensar lo que estaban haciendo con la otra blanca, entonces cuando estaba a
punto de llegar a su orgasmo se puso sobre Luisita, cerca de su cara
A: Luisita...
Aquel disparo provocó una reacción en cadena, los tres hombres que estaban con Zulú y
Dib, se giraron observando de donde procedía aquel sonido, instante que aprovechó
Zulú para sacar de su bolsillo la pistola que había cogido en el momento de llevar a
Luisita el maletín. Sin pensarlo, le dio tiempo a disparar dos veces, las dos balas dieron
en ambos hombres que miraban hacia la derecha, Dib quiso ayudarle y salió corriendo
hacia el fúsil que había dejado caer uno de los hombres muertos, pero en ese momento
el tercero disparó por la espalda a Dib que cayó fulminado a tierra. Zulú se refugió y
pudo ejercer un tercer disparo que dio de pleno en el guerrillero que había disparado a
su amigo y compañero Dib. Quedó solo buscando los otros tipos que debían aparecer,
su escondite era bueno, pero su amigo Dib necesitaba ayuda, sus ojos nerviosos trataban
de abarcar todo el espacio que le era posible, hizo un rápido recuento, tres con él, tres
con las chicas, y tres con Marce, faltaba uno que no sabía donde estaba. Tres tipos
heridos o muertos por él, pero desconocía que había pasado, un disparo podía ser
Una pija en la selva 210
perfectamente que habían matado a alguna de las dos, y sus ojos se llenaron de rabia, de
cólera, de frustración, escondido expectante, repleto de agonía por no poder ayudar
Mientras dentro del cuarto el jefe, escuchó la repetición de disparos y mandó a los dos
hombres que estaban con él salir a ver lo que sucedía. Entonces apuntó directamente a
Marce
Nuevamente dos disparos en la lejanía, sin duda. Zulú que estaba escondido ante el
descuido nuevamente de los dos guerrilleros disparó a ambos a las piernas hiriéndolos,
sabía que las mujeres estaban allí de donde procedían los disparos, se arrastró por el
suelo, entendiendo que Marce podría apañarse solo, pero las mujeres no, pasó junto a
Dib que tenía los ojos cerrados, nuevamente esa rabia se instaló en él, siguió despacio
mientras en su mente se dibujaban escenas, sabía que habría sucedido con ellas, porque
había escuchado el grito primero de Luisita y después de Amelia. Con el corazón en la
boca arrastrándose como podía entre la maleza se dirigió hasta allí
Mientras los disparos se sucedían entre Zulú y los guerrilleros, aquel primer disparo, lo
había dado Luisita, mientras el tipo estaba dispuesto a llegar al fin, pensando que ella
estaba desmayada dejó el fúsil justo a su lado, no supo como, ni de donde sacó las
fuerzas y el valor, pero con un movimiento ágil, Luisita cogió entre sus manos
temblorosas el arma y disparo, dando de pleno en todo su sexo al hombre que cayó
fulminado con los ojos abiertos como platos, después, una vez se lo pudo quitar de
encima y tras escuchar un nuevo grito ya casi sin fuerzas de Amelia, salió corriendo a
esconderse entre la maleza, allí con los ojos repletos de lágrimas, temblando todo su
cuerpo se escondió, vio salir a los hombres hacia el lugar y ella, dejó el arma
dirigiéndose a toda velocidad hacia donde estaba Amelia, otros dos disparos le hicieron
volverse y allí estaba Massamba y Ngouabi con su gesto serio ambos, aniquilando a la
otra escoria
Luisita llegó al lugar donde estaba Amelia echada de lado, sin moverse, mientras ella
con su sangre resbalando por el rostro, con un dolor importante en su vientre, se
precipitaba hasta ella, se arrodilló, la tocó un poco girándola para tenerla cara con cara,
no lo iba a negar, estaba muerta de miedo, y allí se encontró con el rostro igual que el
suyo manchado de sangre, abrió con pesadez sus ojos porque la caricia en su cara le
hizo darse cuenta que era una mano cálida, al abrirlos, se encontró con la figura algo
difuminada de Luisita, allí llorando ante ella, la enfermera no pudo resistir ver a Amelia
Una pija en la selva 211
Luisita la miró, Amelia la miró ambas tenían la respiración agitada mientras a lo lejos
seguían escuchando más disparos, no sabían de quien, no sabían si realmente el peligro
había pasado o no, solo estaban allí las dos, los árboles fueron testigos, de cómo sus
ojos se observaban intensamente, de cómo Luisita deslizó su mano con suavidad por la
cara de Amelia y de cómo finalmente con lentitud fundieron sus labios, entregándose un
beso profundo, necesario por el reencuentro, como así sus bocas se abrieron sedientas la
una de la otra, como las manos de Luisita acariciaban lentamente el vientre de la
Médico, mientras las manos de Amelia fueron aflojando el cuerpo de Luisita, hasta
perder el sentido, y allí Luisita, tras aquel besó mirando el estado de aquella mujer y su
propio dolor, comenzó a llorar...
Oyó como unos pasos rápidos se acercaban a ellas, no se movió, cubrió con su cuerpo el
de Amelia, tratando de protegerla, de igual manera cómo ella lo había hecho antes,
pensar que si morían al menos hacerlo así, sin sufrir más. Sin embargo una voz
acongojada la sacó de sus pensamientos
Zulú: Mwasi Luisita... mwasi Luisita (se acercaba a ella con cuidado)
L: Zulú... Zulú (se puso en pie abrazándose a él con los ojos vidriosos con un temblor
de cuerpo que por instantes notaba como se apoderaba de toda ella)
Zulú: Mwasi... tranquila... todo pasó (justo al acabar la frase notó como pesaba su
cuerpo, como se derrumbaba entre sus brazos) Mwasi... mwasi
Massamba: Nswalu ezali nde kwenda yayi (rápido tenemos que irnos de aquí)
(apareció Massamba con el rostro compungido)
Zulú: Mono kunata mwasi Luisita... (yo llevo a Luisita) (se la acomodó en sus brazos
apoyando la cabeza de la enfermera en su ancho hombro)
Massamba: Nzambi mono, mwasi Amelia (Dios mío, Amelia) (el rostro del hombre se
tornó adusto, podía ver en ella, lo que con su mujer sí llevaron a cabo. Violada y
asesinada, una nube marcó sus ojos, al menos la doctora había tenido suerte. La agarró
en brazos y junto a Zulú fueron en busca de Marce) Ziku, ziku
M: Joder no (dijo muerto de miedo al verlas llegar en aquellas condiciones)
Massamba: No muertas... (trató de tranquilizarlo) No muertas
M: Luisita... Amelia... llevarlas... llevarlas al camión, hijos de puta (dijo con la rabia
apretando sus puños, con un odio reflejado en sus ojos y las manos repletas de la sangre
de Dib) Zulú monta la radio, Amelia la quitó, pide ayuda. Ngoubi vamos... ayúdame
con Dib, tapona la herida. ¿Dónde está Zambi? (decía nervioso sabiendo que había
perdido la compostura como médico y los nervios como ser humano)
Zulú: Falta un hombre Ziku, fue en su busca, no queremos sorpresas
Una pija en la selva 212
M: Tú hijo de puta (le dijo al cabecilla de la guerrilla a quien Zambi pudo llegar a
tiempo de golpear antes que disparara contra Marce, lo tomó de la barbilla y con dolor
en sus ojos y la ofuscación de su propio arrebato al ver a las mujeres le dijo entre
dientes) Podía matarte aquí mismo... podía hacerte cualquier barbaridad como habéis
estado haciendo vosotros con esas mujeres, sois como buitres y os alimentáis como aves
carroñeras de la piel de otra gene, ¿pero sabes que nos diferencia cabrón?, que yo salvo
vidas, hasta las que no lo merecen, como la de tu hijo
Zulú: Ziku la radio está (dijo nervioso Zulú pues ninguno lo había visto en aquel estado
en ninguna de las misiones que habían hecho)
M: Dame... necesito que tapéis la herida de Dib, joder solo no puedo con todo tengo
que ver a Amelia y Luisita
Massamba: Ziku yo hablar por radio
M: Estoy... estoy desbordado Massamba (sus ojos se llenaron de lágrimas, por primera
vez Massamba veía a aquel hombre rudo llorar, lo abrazó con fuerza dando dos golpes
en la espalda, mientras Zulú lloraba mirando alrededor. Los tres estaban asustados y
conmocionados por ellas, por las demás mujeres muertas que habían llevado hasta allí,
el panorama desolador, les había vencido a todos, implicados al ver a aquellas dos
mujeres repletas de golpes) Voy a verlas que pida ayuda, da la...
Zambi: Ziku... ziku vienen ejercito, vienen (apareció gritando como loco Zambi) Yo
traer
M: ¡Ya era hora!, joder... Massamba llama a Benigna
En un camión, Zulú iba junto a Luisita, la habían tapado con una manta y uno de los
médicos iban curándole las heridas, casi todas superficiales de los golpes, un par de
puntos de sutura en la ceja, unos cuantos más en la cabeza y Luisita estaría bien. El
camión se movía y en cada movimiento de lado a lado de la enfermera, se quejaba, la
voz de Zulú le llegaba con calma
En el poblado, Benigna había salido como loca, había dicho las noticias y se había
abrazado a Nsona al menos la felicidad estaba en parte por ella, Zulú estaba bien y a su
vuelta sabría de su hijo. Nmaba estaba más tranquila, su nieto volvía sano, y Laobi
suspiró por la vuelta de todos, la tensión sabiéndose el responsable de aquellas mujeres
y niños con una sola pierna, le estaba haciendo sudar
Ambas se abrazaron, Lula se quedó arreglando su cabaña, sus utensilios de brujería, las
tres mujeres preparaban el quirófano con la ayuda de una Sassou que apuntaba maneras
de enfermera. Nmaba sentada en una silla rompía trozos de sábanas ayudada por el
perro que tiraba de una punta y ella de otra. Los nervios de las cuatro se hacían cada vez
más intensos a medida que tardaba el convoy con los tres heridos. Finalmente Lula con
el bebé envuelto en su espalda nuevamente estaba allí con todas, y su corazón sintió un
gran alivio al saber que Massamba estaba bien
En uno de los camiones, Luisita vagaba con el movimiento del camión, su cuerpo no
había dejado de temblar bajo las mantas que le habían puesto, ni siquiera el contacto de
la mano de Zulú que había buscado, le había aliviado aquel temblor del miedo. Su
mente, una y otra vez le repetía en imágenes a cámara lenta las secuencias vividas,
Amelia cayendo, Amelia golpeada, Amelia alejándose, Amelia echada en el suelo,
Amelia sangrando... y finalmente Amelia en sus labios, en su inconsciencia repetía una
y otra vez aquel beso
Sin embargo, para Amelia alejada del mundo real, se había instaurado en ella miles de
secuencias, su hijo, su mujer, sus amantes, su dolor ante la perdida de todo, sus
conquistas, sus lágrimas entre los brazos de Benigna, Benigna, esa mujer que para ella
era su madre, imágenes difusas, imágenes claras, y sobre todo un rostro con una sonrisa
que le daba la fuerza para seguir luchando ante esas tinieblas en las que se había metido,
en las que le habían empujado. Luisita. De pronto otra imagen que no había podido
borrar, su hijo alejado de ella, en otros brazos que no eran los suyos, recibiendo besos
que no eran de sus labios, y el dolor comenzó a ser punzante, agudo, su corazón parecía
estar a un paso de estallar
M: ¡Amelia!, joder... Amelia, detén el camión que se está parando (el camión se detuvo
y el que llevaba a Luisita también)
El jeep llegaba segundos después y al verlos parados, Massamba bajó con rapidez, llegó
hasta Zulú
Mientras Massamba había llegado hasta el camión, había subido y al ver a Marce su
gesto se apresuró a decirle
Ambos hombres comenzaron a actuar, Massamba tenía algunas nociones, antes de que
Zulú pasara a acompañarle en sus misiones había sido él quien se había encargado de
hacerlo, solo la edad le había decidido dejar de acompañarles y pasar a cazar. Sus ojos
acostumbrados a ver barbaridades, hasta en sus propias carnes, seguía sin acostumbrarse
cuando le tocaba a alguien cercano. Aquel rostro pálido, golpeado y ensangrentado de
Amelia, aquellas ropas rotas, sucias y mugrientas, le recordaban tanto a las de su mujer.
Que sus ojos siempre turbios, se llenaron de un sentimiento cruel como la añoranza a lo
amado y perdido, aquella añoranza era como si le fueran desgarrando el pecho, su dolor
siempre salía a flote cuando veía la injusticia marcada en la piel de otra mujer, de otra
niña, de otro hombre
M: Remonta... ya está (decía cansado) Ya está Massamba (le dijo leyendo en sus ojos el
sentimiento que en su interior vivía. Con un grito le indicó al conductor) ¡Arranca
vamos!. Ya está
Massamba: Me alegro Ziku (pero sus ojos no se separaban de aquella médico que a
pesar de todo, era una persona maravillosa y que le había ayudado tanto)
M: Massamba... todo va a ir bien (le dijo al entender su mirada y tratando de separar sus
ojos de Amelia, de que sus recuerdos se estuvieran quietos y dejaran de maltratarlo
decidió hablar) He pasado mucho miedo, ¿sabes?
Massamba: Lo sé (por fin pudo hacer que lo mirara a los ojos, encontrándose ambos
con un nudo en la garganta)
M: ¿Quién lleva el jeep?
Massamba: Ngouabi
M: ¡Oh... espero por su bien que me cuida la cafetera! (susurró ceñudo)
Massamba: No preocupar... muchacho listo (sonrió mínimamente)
M: No sé si es listo, solo pido que sea cuidadoso con esa joya
Massamba: Ziku... todo ir bien... ya verá (le dijo con esa voz dura y fuerte, pero que se
transformó en el ambiente del camión, en un manto de alivio para un Marce que seguía
temblando)
M: Gracias...
De repente detuvo sus pasos, la Selva volvió a guardar silencio, el cielo estaba envuelto
en nubes, el sol estaba desapareciendo, pero en lugar de reflejar un atardecer
maravilloso, mostró un cielo gris, taciturno, y los animales callaron sus cantos, sus
habladurías, el silencio se hizo dueño del lugar. Ambos perros con las orejas bien altas,
se irguieron, sin duda alguien se acercaba, Laobi apretó sus manos en el único fúsil que
tenía, se le secó la garganta, dio unos pasos con aquella muleta de madera que
Massamba le había construido. Los niños se metieron en casa con Nmaba por orden de
Nsona; Sassou, acompañó decidida a Laobi en la puerta, sus ojos se cruzaron algo
asustadizos, sin duda llegaba alguien, pero... ¿serían los esperados?, Benigna se paró en
medio del campamento, cruzó sus manos y le pidió a Nsona que se escondiera con Lula
y el niño, pero ninguna de las dos le hicieron caso, aquella mami les mostraba siempre
su preocupación por ellas, siempre cuidándolas siempre dispuesta a arriesgar su vida por
Una pija en la selva 216
salvar las suyas y en esa ocasión, ambas quisieron acompañarla en el suplicio que
sabían estaba pasando
Laobi: Mami (la miró asustado al escuchar los motores demasiado cerca)
B: Mono Kuzaka. Kukangula (Lo sé. Abre) (mientras pensaba “si no soy ellos, estamos
vendidos”)
Con la ayuda de Sassou abrieron la pesada puerta de madera, lentamente mientras veían
como se acercaba el camión del ejercito con su bandera blanca, con rapidez empujaron
la puerta para dar paso a los camiones y los heridos. Del primero bajó Marce con su
ropa manchada de sangre, su gesto serio y Massamba. Entre los dos y los dos militares
descendieron la camilla donde una Amelia inconsciente era vista por primera vez por
Benigna
Benigna salió corriendo hacia el quirófano, Lula le dejó el niño al cuidado de Nmaba,
Sassou y Nsona fueron a ayudar con las chicas y con Dib. Nsona cuando se cruzó con
Zulú no pudo evitar abrazarse a él con lágrimas en los ojos, él, agradeció aquel abrazo
de su mujer, quien había ido poco a poco entregándose al amor que había mostrado
siempre día tras día no sólo por ella, también por sus hijos
Tal y como pidió, Nsona se presentó ante ella, con rapidez desnudaron a Amelia
totalmente, conforme iban haciéndolo, veían golpes y golpes repartidos por su cuerpo,
morados, señales que a Benigna le dolían, como si en ese momento le estuvieran
azotando a ella, pero no se entretuvieron en nada que no fuera, lavar con rapidez para
que Marce la reconociera
B: Dios mío... ¡pero que salvajes Nsona... que salvajes! (susurró con rabia)
Nsona: Dios no puede permitir esto por más tiempo mami... no puede
M: ¿Ya? (Benigna asintió) Ve a Luisita y haz lo mismo, Nsona quédate conmigo
Benigna buscó entonces a Lula que no se había movido del lado de Luisita, Sassou
seguía las instrucciones de Marce con respecto a Dib, eran momentos angustiosos donde
el tiempo era crucial. Se quedaron solas y procedieron a hacer lo mismo que con
Amelia, quitaron sus ropas, lavaron su cuerpo de arriba a bajo, pudieron ver golpes,
aunque menos que los recibidos por Amelia. Le pusieron el camisón blanco que usaban
para los heridos y volvieron con Marce hasta Amelia
M: De acuerdo, quiero que prepares la habitación pequeña, va a tener que estar vigilada,
con goteros y con el medidor, no le retires la botella de oxígeno, espero que Quintero
traiga nos estamos quedando nuevamente bajo mínimos (resopló nervioso, el sudor
cubría su rostro, y cansado le dijo) Voy a operar a Dib, te necesito aquí Benigna
B: Tranquilo. Massamba, Zulú (los llamó sin poder ocultar sus nervios) Por favor
trasladar a Amelia aquí, y tú Zambi, con Laobi traer a Dib. Sassou kiwiseti (Sassou ven)
Procedieron a sacar a Amelia, Nsona se fue con ella, Lula se quedó con Luisita,
mientras en la mesa de operaciones se encontraba Dib. La bala estaba localizada, había
perdido mucha sangre pero Marce confiaba en su destreza con las balas para salvarle la
vida. Su rostro reflejaba la angustia, la tensión y el cansancio, a su lado Benigna volvía
a ser la enfermera rápida y precisa sin estudios, tan solo con vivencias, y entre ambos se
dispusieron a salvar la vida de aquel hombre que sin dudarlo la había expuesto para
salvarlos. Marce trabajó en silencio, concentrado, Sassou ayudaba a Benigna sin titubear
y en aquel quirófano lucharon por salvar su vida
Una pija en la selva 218
Mientras en la cama del hospital, Luisita se removía nerviosa, Lula le daba la mano y
ante su contacto, la calma volvía a ella, hombres, muertos, sangre, gritos, peleas,
disparos, todo lo malo que había vivido se arremolinaba en su mente, y no le dejaba
descansar. Trataba de hablar pero no podía hacerlo. Tenía seca la garganta, seco el
corazón
M: ¿Cómo sigue? (le preguntó Marce a Lula una vez terminada la operación)
Lula: Kumubuluka (nerviosa) (susurró sin mirar al hombre, como era su costumbre
desde...)
M: Le daremos algo para que duerma...
Zulú: Ziku... Quintero
M: Ese cabrón siempre llega cuando ya no lo necesito... manda cojones
B: ¿Cómo está? (le preguntó al ver como le estaba tomando las pulsaciones)
M: Dale un tranquilizante Benigna, muy inquieta tiene taquicardia, no quiero más
sustos, por hoy, he superado el cupo
Q: ¡Hola Marce!
Claudia: Benigna... ¿y Amelia? (apareció con el rostro preocupado)
B: Ven... te llevo hasta ella
M: Vamos a mi despacho tengo mucho que contarte. Lula no la dejes sola
Q: ¿Cómo están? (le preguntó preocupado al ver el rostro golpeado de Luisita)
M: Mal, pero intactas, Dib recuperándose (resopló con dureza. Al entrar al despacho
miró a Quintero y le dijo) Es la última vez Quintero, la última que pongo en riesgo la
vida de mi equipo
Q: Fue una trampa, no lo supimos ver
M: Pues la próxima vez, cuando haya que hacer un desplazamiento así, primero irá el
ejercito y nosotros con ellos. Es la segunda emboscada que me hacen en poco tiempo
Q: Lo sé... la zona de conflicto se está extendiendo. Quizá dentro de poco tengáis que
abandonar este lugar. Se les está yendo de las manos, la ONU no puede controlar todo
lo que se ha levantado, los refugiados nos llegan por todos los lados. Y lo peor es que
tras los saqueos de Mindouli en el hospital, y de Vinza, están obligando a cerrar los
hospitales
M: ¿Cerrar? (lo miró atónito)
Q: Marce no podemos poner en peligro a la gente. Ahora he podido llegar con los
cascos azules, abriendo paso, y porque estaba cerca, pero de aquí me voy a Brazzaville,
las cosas están muy mal, tenemos una reunión y...
M: ¿Y nos dejáis aquí?, vosotros y vuestras reuniones... (renegó)
Q: Te lo acabo de decir, si esto sigue igual, tendremos que cerrar también este
campamento. Tú no quieres ir a nuevas misiones, yo no quiero poner en peligro vuestras
vidas
M: ¿Y la gente que vive aquí? (lo miró fijamente)
Q: No podemos darles amparo, deberán ir a campos de refugiados... no sé Marce...
estamos en el peor momento
M: Joder...
Q: Por lógica primero Ebambi será la saqueada, si esto es así os quedáis solos y no lo
voy a permitir. Lo siento... vamos a ver a las chicas y a Dib. Marce...
M: Me cago en la puta que parió a esos desgraciados... (renegó con rabia golpeando la
mesa) No puedo abandonar a la gente que está con nosotros, no puedo dejar a Lula, a
Nsona en un campo de refugiados, a Nsama, como los vamos a abandonar (lo miraba
destrozado)
Una pija en la selva 219
Q: Esto es así... y lo sabes Marce... creo que debes descansar estás un poco alterado por
lo sucedido y, me parece que necesitas descanso. Yo me encargo de...
M: No... estoy harto de la injusticia... harto de que nadie haga nada, harto de que el
dinero mueva a esta gente que lo único que hace es matar... harto de ver morir mujeres...
niños... harto Quintero... (dijo tapándose la cara con las manos en actitud derrotista)
Q: Quizá deberías volver a España una temporada Marce... creo que estás demasiado
tiempo aquí... tendré que valorarlo con Claudia
Habían pasado un par de horas, los tres heridos evolucionaban bien, Benigna se repartía
su presencia con ellos, con Amelia, Claudia no se movía de su lado, con Luisita, lo
hacía Lula y Sassou. En un momento dado, cuando Lula dejó a Luisita se cruzó con
Massamba, la mirada de la chica le demostró al hombre que estaba feliz de verlo allí,
que había sufrido, irremediablemente él sintió una cosquilla en su estómago y se le
iluminaron los ojos mientras tomaba a su pequeño en brazos
En la cama, Luisita comenzó a moverse con algo de nervios, su ceño fruncido daba
muestra de un desasosiego que Benigna con un susurró trato de apaciguar
B: Ya cariño... ya
L: ¿Benigna? (susurró moviendo hacia el lado derecho que era donde provenía la voz la
cabeza)
B: Sí cariño... estoy aquí (le sonrió algo emocionada)
L: Tengo frío, estoy temblando
B: Vale voy a ponerte una manta, ¿de acuerdo? (Luisita no contestó tan solo asintió. Le
puso la manta y le dejó un suave beso en la frente) Ya está... descansa...
L: ¿Y Amelia? (preguntó con voz ronca)
B: Bien... (sonrió con lágrimas en los ojos al ver el esfuerzo de Luisita le dijo) ¿Quieres
un poco de agua?
L: Sí por favor...
B: A ver... (la ayudó a subir un poco la cabeza y ante su gesto de dolor volvió a
tranquilizarla) Es el golpe, pero estás bien... venga eso es... bebe un poco más... muy
bien (volvió a besarle)
L: ¿Seguro que Amelia está bien? (la miraba con un ojo hinchado y ennegrecido y el
otro repleto de tristeza)
B: Sí, Marce le ha extraído aire, uno de los golpes le había producido un pequeño
neumotórax pero eso no es nada... en dos días ya está dándonos guerra (le dijo
sonriendo en voz baja)
L: ¿Le hicieron algo? (sus ojos se llenaron de lágrimas)
B: No...
L: Lo mate Benigna, mate a ese... (frunció sus labios mientras Benigna le acariciaba la
frente y le hacía callar) ¿Y Marce... y los demás?
B: Todos bien, gracias a ti...
L: Ve con Amelia... yo estoy bien...
B: Tranquila... no te preocupes (le dijo con tono dulce) Está Claudia con ella
L: ¿Claudia? (preguntó mostrando un gesto de desencantó)
B: Sí, vino al enterarse... y ahora tú a descansar ¿vale?... (Luisita asintió con la cabeza
el nombre de esa mujer le devolvió a la realidad)
Poco a poco fue volviéndose a dormir, abandonándose a ese sueño que le producía el
calmante, y lo hizo con más calma, Amelia y los demás estaban bien, entonces como si
Una pija en la selva 220
fuera una fotografía, volvió a ella el beso que se dieron, sintió aún en la lejanía lo que
provocó en ella, y lo que borraba en ese instante la presencia de la psicóloga. Tras un
suspiró abandonándose, se entregó al sueño
En el pequeño cuarto donde Amelia estaba, la luz se apagaba poco a poco, el motor iba
cediendo fuerza. A su lado Claudia la observaba con atención, ella sabía su historia, ella
sabía que Amelia nunca le había mentido, ni engañado, era así. Pero en ese momento le
dio pena que no pudiera ser de otra manera, Claudia se había enamorado de ella, y
aceptar que nunca lograría cambiar su forma de pensar, le había hecho sufrir, pero, sin
duda, estaba a su lado porque si Amelia tenía una cualidad, era, su personalidad, era
buena persona por encima de esa máscara que llevaba encima
Durante un rato estuvo revisando tanto a Amelia como a Dib, más tranquilo, salió hasta
su cabaña, allí sentados en la puerta Claudia y Quintero hablaban. Se les unieron
Benigna y Marce, sin duda había mucho de que hablar
Por su parte, Luisita volvía a despertar... inquieta y al abrir sus ojos, vio a Lula a su
lado. Le sonrió y aquella sonrisa de la muchacha le alegró
L: Melesi Lula... sé que luchaste desde la distancia por nosotros. Melesi pequeña... me
alegro tanto de verte (la niña le entregó una sonrisa amplia y le dejó un beso en la
frente) Te quiero, y ¿sabes?, ahora estoy más perdida que nunca
Lula: Mwasi luchar, luchar
L: No es tan fácil pequeña... (entonces Lula abrazó a la enfermera que rompió a llorar
necesitada de hacerlo) Pasé tanto miedo... Dios mío Lula... (la muchacha la miraba a los
ojos repletos de calma, como tratando de evitar que sufriera por ella también, aquella
experiencia vivida por Luisita, le hacía entender porque no hablaba, porque seguía en un
mutismo encerrada, el horror, no se podía explicar)
Una pija en la selva 221
Con la cabeza sobre aquella almohada incómoda, demasiado bajita para su gusto, pensó
en lo ocurrido. Notaba como su corazón oprimía el pecho, el miedo que sintió, como
disparó a aquel hombre en sus partes, el gesto al caer, la sangre, demasiados recuerdos
para borrar, pero por encima de todos ellos, existía uno que tenía vida propia, ese que
por más que quisiera apartar se resistía a hacerlo. Los labios de Amelia, recibiendo su
beso, los carnosos y suaves labios de Amelia atrapando los suyos, dándoles vida, sus
manos apretando su espalda, y sus propios dedos acariciando su cuerpo. Rezaba en ese
momento para que Amelia cuando despertara no recordara nada, rezaba para que no
pudiera recordar el beso y así, sacar partida de lo ocurrido. O era tan simple como decir,
hice lo que en ese momento me dictó el corazón. Sin embargo, tras un suspiro, no pudo
evitar tener la necesidad de verla, ¿y si le habían engañado?, podía aprovechar que
Claudia no estaba para verla, tan solo verla desde la puerta
Al levantarse un ligero mareo se apoderó de ella, resopló y se quejó cerrando los ojos,
para después descalza caminar hacia la habitación pequeña, allí donde le habían dado
vida al hijo de Massamba y Lula. Se detuvo en la puerta, la luz había desaparecido, y
tres velas en una mesa eran testigos de la estancia de Amelia. La penumbra se
apoderaba de ella, una vez se acostumbró a esa escasez de luz, dio unos pasos hasta
acercarse, se había dicho que no iba a entrar, pero una vez allí, al verla, volvieron esas
ganas de estar a su lado, suspiró. Despacio se acercó hasta ponerse junto a ella. Al ver
su rostro amoratado y su ojo cerrado e hinchado, su gesto fue de dolor, no pudo evitarlo,
dos lágrimas recorrieron su rostro mientras se mordía el labio inferior. Se acercó un
poco más, y con temblor en su dedo le retiró un mechón de pelo que caía sobre su cara
L: Hola Amelia... espero que... bueno... sólo que... ¡joder...! (trataba de hablarle pero el
dolor por verla así le obligó a callar, con un temblor marcado en su barbilla)
A: (“Luisita... eres tú...” no podía hablar, se encontraba en un sueño, donde estaba
echada sobre el césped en algún lugar y la voz de Luisita le llegaba como la brisa del
mar, fresca y mágica)
L: Pasé tanto miedo al verte allí, me alegro de que... estés bien yo... creo que me
pasaron muchas cosas por la cabeza y... (estaba tratando de disculparse
atropelladamente)
A: (“Bésame... bésame otra vez... por favor Luisita!” su respiración comenzó a
alterarse)
L: Me voy Amelia... ahora vendrá ella a... (entonces vio como la mano de Amelia se
levantaba despacio, lentamente y supuso que la estaba escuchando, tragó saliva no
pensó que pudiera escucharle)
A: (“No te vayas... no me dejes... no te vayas” trató de hablar pero sus palabras se
perdían en el ambiente, solo ella las escuchaba)
L: No te esfuerces Amelia... tranquila... todo está bien... tranquila, no hables, descansa
A: (“Pero no te vayas” insistieron sus pensamientos)
Una pija en la selva 222
Tras Benigna apareció Claudia, al compartir la misma imagen que la mujer, se quedó
tan parada como ella, no esperaba encontrarse con aquella estampa que tanto le decía
Benigna se fue a su cabaña, Claudia a la suya, y cada una de las chicas en su cama, se
dejaba llevar por el sueño provocado por la medicación. Con sus pensamientos
adormilados, con sus barreras bajas, se alzaban sueños prohibidos, juegos provocadores,
pasiones desatadas
El sol, ese sol tibio de África volvió a salir, una luz tenue entraba entre las cortinas
donde Luisita descansaba, la vida fuera empezaba a existir, podía escuchar los sonidos
de la cafetera, sonrió, y el recuerdo de Amelia y ella luchando por que volviera en sí, la
embargó
M: Me alegra ver que sonríes (escuchó la voz de Marce que estaba a su lado)
L: Hola Marce... me alegro de verte (le dijo con total sinceridad)
M: Y yo...
L: ¿Cómo está Amelia? (pregunto con rapidez)
M: Sigue durmiendo, pero bien... en tres o cuatro días la tendremos otra vez tan
impertinente como siempre (Luisita sonrió) Pero oye, déjame darte la enhorabuena
L: ¿Por qué? (lo miró notando como el párpado izquierdo pesaba demasiado)
M: No te toques, lo tienes medio cerrado y un morado que te hace muy sexy
L: ¡Qué horror! (susurró un tanto abatida)
M: No estás tan mal, peor esta la doctora... pero será nuestro secreto
L: Sí (contestó con tono decaído aunque no pudo evitar sonreír)
M: Pues lo que te decía, enhorabuena porque parece que estás empeñada en ser una
heroína y quitarle el puesto a la doctorcita (volvía a ser el Marce irónico de siempre)
L: ¿Y eso? (volvió a sonreír)
M: Me he enterado del disparo, nos salvó la vida a todos, así que en cuanto Amelia se
despierte y se lo diga, se va a morir de rabia (decía guiñándole un ojo)
L: Sí, es cierto... se va a poner buena (sonrió)
M: Bien, pues ahora, vas a desayunar aquí, luego te veré las contusiones, pero preferiría
que te quedaras hoy en la cama todo el día, sin moverte lo necesario para ir al baño
L: ¡Qué fastidio!
M: ¿Fastidio?, vamos tú no sabes lo que es tener a la otra en la cama, si te pones
pesadita te la pongo al lado, y veremos si es o no un fastidio estar solita aquí...
L: Deja... deja... (sonrió) ¿Cómo está Dib?
Una pija en la selva 224
Mientras, en su cama, Amelia se movía un poco. Una mano tomó la suya y otra se
apoyó en su hombro para que estuviera quieta. Oyó un susurró dedicado a ella. Abrió un
ojo, el que podía y no pudo evitar un gesto de desencanto
Claudia: Vaya... sabía que sin arreglar no estoy tan mona pero... tampoco hace falta que
te disgustes por verme (Amelia trató de sonreír pero la herida en su labio no se lo
permitió) Tranquila... no te esfuerces estás débil
A: ¿Luisita? (fue lo único que pudo decir)
Claudia: Bien, está en la cama de aquí al lado, pero no tiene nada (Amelia cerró los
ojos y suspiró aliviada) Vaya por lo que veo a conseguido lo que ninguna, hacerte
suspirar
A: Me duele el ojo (susurró tratando de no contestar)
Claudia: Lo sé, lo tienes inflamado, Marce cree que no pasará de ahí
A: Tengo sed
Claudia: No puedes beber aún, así que trata de descansar, ¿vale? (Amelia asintió) Creo
que nuestra conquistadora, ha sido conquistada
El susurró de Claudia le llegó perfectamente a Amelia, pero había preferido cerrar sus
ojos para esconder el gran alivió que sintió al saber que Luisita estaba bien
Durante todo el día, Amelia pasó por momentos de lucidez, aunque en su gran mayoría
fueron entre tinieblas, le dolía todo el cuerpo y cuando abría sus ojos y recobraba un
poco la conciencia, pensaba que seguía sumida en la pesadilla, todo le dolía y seguía sin
ver el rostro que quería. Así hasta que entrada la tarde su ojo abierto le permitió ver a
Claudia allí
Le besó la frente con un gesto repleto de ternura, y salió de aquel cuarto, no espero
contestación, sabía que Amelia no la iba a dar, pero al menos, si aún quedaba en ella la
sensatez, que Claudia sabía que existía, le haría pensar. Antes de abandonar aquel
pasillo, suspiró profundamente, no tenía pensado decir nada más, pero al pasar por la
cama de Luisita, la mirada de la enfermera fue dura, aunque trató de disfrazarla en
seguida, aquel encuentro de sus ojos fue repleto de ira. Claudia se acercó
Las palabras de Claudia habían dejado a ambas pensativas, reflexionando sobre aquello
que habían escuchado, y como si la pared blanca que les separaba fuera un proyector de
sueños, reflejó lentamente el momento en que Luisita la miró a los ojos, en que Amelia
la miró a los ojos y se fundieron en un beso apasionado hasta que las fuerzas fallaron. Y
mirando aquel proyector, volvieron a cerrar sus ojos para saborear el beso robado al
miedo
Ambas oyeron como el camión se ponía en marcha y se alejaba, ajenas a lo que estaba
sucediendo, suspiraron en sus camas, a Luisita las pastillas que Marce le había dado por
su alteración, le habían hecho dormir nuevamente. Sin embargo, Amelia tenía su único
ojo abierto, bien abierto mirando el techo
Una pija en la selva 226
Al salir se encontró apoyada en la pared a Lula, allí miraba al doctor salir con gesto algo
pensativo. La muchacha en el mundo de sus silencios, había aprendido a captar todas
esas caras y gestos que le decían tanto, su abuela fue hechicera, su madre siguió su
estela, y ella misma había comenzado a aprender junto a ellas, lo llevaba en la sangre
decían. Todo era felicidad, tranquilidad y bien estar en su poblado, hasta que
aparecieron aquellos hombres, sembraron el horror, la matanza, las violaciones, y aquel
sentimiento en ella, que tan solo Benigna había logrado redimir
M: Lula... pasa anda... creo que le hará bien tu compañía (la voz de Marce la sacó de
sus pensamientos) Total Luisita hasta mañana no se va a despertar
La chica sonrió y asintió. Era uno de los hombres a los que podía mirar a la cara, él y
Massamba, ni siquiera Ngoubi, le asustaba a veces con sus pensamientos, ella no
necesitaba un hombre fiero, necesitaba la ternura de los ojos de Massamba, la calma en
su corazón. Al verla Amelia, le sonrió
Así estuvieron un rato, Lula lloraba, Amelia lloraba, hasta que fue la chica quien
levantó la cabeza la miró y le dijo
Lula salió con rapidez, llegó hasta la cocina, Benigna la miraba había aprendido con
todos los años que llevaba a su lado, que nunca debía preguntar lo que hacía. Aunque
aquella noche, se lo podía imaginar, para quien iban a ir destinadas sus curas. La vio
salir a toda prisa tras hervir un poco de agua, cargada con el bebé volvió. Se lo entregó a
Benigna quien asintió sonriente mientras ella y Nsona terminaban de poner la mesa para
cenar. Los niños todos en la puerta de aquel hospital queriendo ver a las Mawasis,
sentados vieron pasar a toda velocidad a Lula, Luisita fue la única que no la vio porque
las pastillas que Marce le había dado, podían tumbar a un elefante. Dib, sonrió
mostrando sus grandes y blancos dientes ante el paso de la muchacha pero tampoco dijo
nada
Mientras Lula actuaba, en la cocina un silencioso Marce cenaba, Zulú había conseguido
llevarse a los niños a la cama, les había prohibido gritar, ni cantar, debían respetar el
silencio por las Mawasis y así los niños lo hicieron. Pero Benigna que conocía a Marce
Una pija en la selva 228
como la palma de su mano, se sentó a su lado una vez había terminado de cenar, lo hizo
en silencio comiéndose una manzana recién traída por Massamba para ella
No dijo nada más, el nivel de tristeza de los tres subió tanto que la luz se fue, como si
con ella, se fuera también la calma y la esperanza de que no fuera así
Lula en el cuarto de Amelia, se había puesto a trabajar, su túnica negra con una macha
roja justo en el centro de su pecho, con una cinta retirado el pelo fino y poco abundante
hacia tras, sus manos parecían distintas y sobre su cuello un collar de dientes de
cocodrilo. Sacó el agua tibia y metió una especie de hoja de árbol, en ella, mezcló lo que
había dentro de la vasija de barro, y unas hierbas, con cuidado lo depositó sobre el ojo
afectado de Amelia. Ella se dejó hacer, siempre se dejaba hacer. Y cuando volvió en sí,
se dio cuenta que estaba sola nuevamente en la habitación, con el gotero, con una vela
que por las formas que hacía en la pared le recordaba a aquellos hombres que iban a
pasárselo en grande a su costa. El corazón volaba, cerraba su ojo mentalizándose que no
era nada, que solo eran cosas de su imaginación, pero de pronto sin saber porque, un
sollozo se hizo dueño de ella, trató de calmarse, al llorar el ojo le dolía, le dolía todo el
cuerpo, el alma lloraba y no podía hacer nada para detenerla. Durante todo el día esperó
ver a Luisita, pero no la había visto, desde aquel momento en que las separaron, en que
miró atrás y la vio echada en el suelo, golpeada, inconsciente
A: Amelia tranquilízate... solo es una pesadilla... el ojo estará bien... no puedo irme
ahora no...
Una pija en la selva 229
Aquel día que asomaba en medio de la Selva, lo hizo de un modo diferente, durante la
noche no había llovido como era costumbre, pero el amanecer vino acompañado con
una lluvia intensa. Tras la ventana Marce miraba el horizonte preocupado, no solo por el
futuro que podían tener la gente de su poblado, sino también, aquel ojo que realmente
tenía tan mala pinta. Suspiró tratando de que el agua se llevara la melancolía que se
había instaurado en su alma, se dio la vuelta y se vistió. Necesitaba hablar con Cruz
Para Benigna la mañana llegó en compañía de Ramón, se había levantado a las cinco de
la mañana para dar un vistazo al gotero de Amelia, estaba todo en orden, dormía, pero al
entrar, su corazón le dio un vuelco, verla en la cama cuando ella jamás soportaba
estarlo, le hacía sentir miedo. Un miedo que por más que quisiera controlar le era
imposible manejar. Sabía que el rostro preocupado de Marce, significaba que era más
grave de lo que podía ella misma imaginar al verle el párpado hinchado, negro como el
carbón con unos toques rojos, que no le daban ninguna alegría, bien al contrario
mostraban la gravedad de la lesión
Conforme se iba despertando la gente, el poblado iba tomando color, vida, los sonidos
de los niños, el ir y venir de los hombres preparados para ir de caza. Las mujeres
preparando en sus pequeñas cabañas el desayuno para los niños, Nsama guiada por su
perro les preparaba con la ayuda de Mutaba su nieto el desayuno a sus hermanos.
Massamba en la puerta de su casa preparaba sus utensilios de caza, la llegada de los
refugiados, más la de Quintero y Claudia, habían disminuido la reserva de carne.
Mientras Lula con el niño en su pecho bien caliente y protegido iba a ayudar a Benigna.
Así poco a poco, con la sensación en el ambiente de pesadez y tristeza, fueron cada uno
desarrollando sus tareas
Marce desayunó en su despacho, hablaba con Cruz, Luisita se había despertado y bajo la
sonrisa de Lula estaba desayunando, Benigna por su parte le estaba haciendo beber un
vaso de leche a Amelia
B: Venga...
A: Odio la leche, ya lo sabes (se quejó)
B: Me da igual, ahora necesitas tomar leche y no te pongas borde ni pesadita o me voy
con Luisita que por lo menos no protesta
A: Porque no está la mitad de mal que yo (le dijo acurrucando su único ojo)
B: Eso también es verdad (sonrió y se acercó dándole un beso enorme) Ayyyyyy si es
que eres la más guapa del mundo ¡señor!
A: Eso ya me doy cuenta que se lo dices a todas, he dejado de ser tu preferida (hizo un
puchero)
B: Eso nunca... tú siempre lo serás... en mi corazón hay sitio para todas... aunque... si
Luisita sigue así, salvando vidas, va a ser la preferida sin duda (sonrió tratando de seguir
su broma, sabía que en el fondo, Amelia estaba tan asustada como ella aunque no lo
quería demostrar)
A: No quiero más Benigna (le dijo dándole el vaso con gesto cansado por el esfuerzo)
B: ¡Pero si no has tomado nada! (puso gesto de pena y se acercó dándole un beso en la
frente, la seriedad de Amelia le asustó) Amelia... sé que estás asustada... cariño... pero
todo va a ir bien (la miraba con ternura en sus ojos)
Una pija en la selva 231
Se dispuso a revisarlo, con cuidado tras hablar con Cruz, desde luego no tenía buena
pinta y él sabía que si tardaba las consecuencias podían ser fatales
M: Lo siento Amelia esto no tiene buena pinta, voy a hablar con Quintero
A: No me voy a ir
M: Irás a Brazzaville de momento, y si en el hospital lo creen oportuno irás a España
Aquellas palabras cayeron como una losa sobre Lula y también sobre Luisita que
estaban apoyadas en la puerta escuchando lo que Marce decía, asustadas se
intercambiaron una mirada de temor. Amelia debía marcharse, eso sí que no entraba en
los pensamientos de ninguna de las dos. A Lula le entró un miedo profundo que no
había experimentado desde que había perdido a su madre, y su abuela, a Luisita le entró
un mareo que no supo muy bien como definir la causa que lo había provocado
A: No me pienso ir
M: Si no vas, lo más seguro es que pierdas la visión del ojo, tienes un derrame muy
fuerte
A: Pues me pones un parche, ¡pero no me voy! (le gritó perdiendo el control)
B: Amelia cariño... (trató de mediar Benigna)
Una pija en la selva 232
A: Ni Amelia ni hostias, ¡he dicho que no me voy y es que no me voy! (volvió a gritar
haciendo que Luisita y Lula volvieran a mirarse, nunca la habían visto en esas
circunstancias)
M: No voy a discutir contigo, y no te alteres, voy a hablar con Quintero y cuando llegue
el camión te irás
A: No quiero irme... no puedo volver... no quiero irme (insistía llorando)
B: Cariño... venga... por favor Amelia
M: Pínchale necesita estar relajada
A: No quiero relajarme... no quiero... irme (decía moviendo los brazos)
B: Amelia por favor, ¡ya está bien! (le dijo enérgica provocando que Amelia rompiera
en un llanto abrazada a Benigna)
M: Amelia... si lloras... el ojo va a estar peor, ¿vale?, lo siento pero prefiero perderte un
tiempo a que pierdas el ojo para toda la vida y me da igual si lo entiendes o no (salió de
allí con gesto duro, enfadado y al salir se encontró con Luisita apoyando la cabeza en la
pared) ¿Y a ti qué te pasa?
L: Estoy mareada... me estoy mareando
M: ¡Lo qué me faltaba... joder!. Ayúdame Lula... Benigna...
B: ¿Qué? (se asomó y vio como Luisita se desvanecía entre los brazos de Marce...)
M: Vamos ayúdame
B: Dios mío
A: ¿Qué pasa? (preguntó llorando) ¿Qué pasa?
Massamba: Mami yo (apareció Massamba quien tomó en brazos a Luisita llevándola a
la cama)
M: Voy a reconocerla... joder... lo que faltaba
B: ¿Te traigo el maletín?
M: Sí, tiene las pulsaciones disparadas otra vez...
B: Ya vengo (pasó directa al despacho de Marce para llevarle el maletín)
A: ¡Benigna... Benigna!
B: Nada cariño... no pasa nada descansa, sólo ha sido un mareo
A: No quiero irme... no quiero (decía con un peso fuerte en sus párpados, uno cerrado
del todo, el otro, tratando de cerrarse) No puedo irme... no quiero... necesito estar aquí...
la necesito...
Marce durante un rato estuvo controlando el estado de Luisita, el cual, había sufrido una
arritmia, sin duda la tensión vivida había alterado su frecuencia cardiaca, lo que no sabía
Marce, es que había algo más que afectaba a su corazón
Benigna con cara pesarosa junto a la cama de Luisita, y Luisita pensando demasiado
rápido con demasiado agobio
Allí se quedó Luisita con cara de espanto, suspirando, muerta de miedo, mientras Dib
que estaba al otro lado le hacía una señal para que confiara en Lula
Una pija en la selva 234
Lula tardó diez minutos con la ayuda de Benigna a recoger todo lo que necesitaba, antes
de entrar repartió amuletos de suerte entre los hombres que se iban de cacería, el más
fuerte se lo dio a Massamba con una tímida sonrisa que el hombre agradeció sin tocarla,
sin pedir nada, tan solo entregándole una mirada repleta de ternura. Al entrar, Luisita la
miró con esos ojos y esa mirada que pide a gritos la necesidad de curar, de sanar, de
hacer cualquier cosa para que aquella persona salve su vida, en su caso su ojo y siga allí,
aunque sea con sus constantes burlas, borderías y chulerías
L: Lula... confío en ti cariño... (le dijo con toda la ternura que era mucha la que disponía
mirándola a los ojos, aunque al hacerlo ambos se mostraron algo temerosos) Estoy
segura que puedes lograrlo...
Lula desapareció junto a Benigna, pero al rato, la mujer salió sentándose junto a Luisita
con gesto preocupado, intensamente preocupado
L: ¿No vas a estar con ella Benigna? (le preguntó Luisita al ver que la mujer se sentaba
a su lado)
B: No, esos rituales son privados, ninguna mujer blanca tiene acceso
L: ¿Crees que lo logrará?
B: Espero que sí, Lula en lo suyo es muy buena. Bueno dime, ¿y tú cómo estás?
L: Un poco mareada aún
B: ¿Qué hacías allí?
L: Quería entrar a verla (puso gesto algo apocado)
B: Pues me da que tú no estás aún como para según que emociones
L: Joder Benigna, pensé que se acababa todo (decía mirando a ningún sitio en especial)
B: Sé muy bien cual es esa sensación (le acarició la mano)
L: ¿Sabes qué?, creo que aquí me estoy descubriendo en multitud de facetas que no
tenía ni idea que pudiera ya no sentir, sino, poder enfrentarme a tantas cosas, antes...
todo me daba miedo, yo misma en lugar de llamarme Luisita me llamaba inseguridad
(Benigna sonrió) Y cuando decidí venir, me pase una semana llorando. Y ahora después
de haberme jugado la vida un par de veces, después de haber ayudado a salvar un bebé y
traer otro al mundo, ver amontonadas a mujeres destrozadas por esos perros salvajes,
poder sentir el calor de Zulú cuando llegó a nosotras, son tantas emociones Benigna (le
cayó una lágrima a ella, y otra a Benigna porque entendía perfectamente todo lo que
estaba sintiendo) ¿Pero sabes que me hizo sentir que me empujaban a un precipicio?
B: Puedo imaginarlo (le sonrió con los ojos nublados por la tristeza)
L: Me siento feliz por estar aquí... aunque mi madre no lo entienda, lo siento yo y me
vale
B: Así es, eres una mujer que sin duda ha nacido para estar aquí, para luchar aunque eso
implique a veces, sentir que la muerte respira en tu cogote
L: La sonrisa de Massamba, la sonrisa de cualquier niño... me da más calor que todo lo
que tenía en mi casa
B: Te comprendo, a mí me pasaba igual, mi vida siempre fue esto... y no quiero otra
cosa, antes o después voy a morir, si me dan a elegir, prefiero morir aquí, que en una
casa sola en Madrid
L: Que poco nos entienden ¿verdad?
B: Nadie entiende esto hasta que está aquí y se deja envolver por esta gente, por las
emociones...
L: La besé Benigna... la besé (le dijo de pronto)
Una pija en la selva 235
Dispuesta a hacer su trabajo se puso su túnica negra, con un dibujo en el pecho blanco,
su delicado y fino pelo, que fue arrancado cuando la brutal violación, lo recogió con un
turbante, todo echado para atrás, se colgó un collar de dientes de león, era el signo de la
fuerza que necesitaba, en su cuello se puso una pluma de águila, era la visión perfecta
para ver el mal, y bañó sus manos en el agua del río bendecido por Mamá Watu. Abrió
un saco de fragancias donde guardaba diferentes tarros de barro, abrió una especie de
pañuelo blanco donde tenía algunas hojas de planta, y después rodeó la cama de Amelia
de velas negras, mientras comenzaba a entonar una canción susurrante, como si sus
palabras fueran estiradas de su boca, con un esfuerzo casi insufrible para un ser humano.
Era su voz, gastada y apagada por el horror se transformaba en canto de sirena allí
envolviendo el cuerpo de Amelia, que había destapado, sobre ella había echado polvo
de raíz del okoumé, lo había quemado metido en otra vasija de barro y con ella, trataba
de relajar no solo el cuerpo, sino la mente de Amelia
Y pronto surgió efecto, Amelia se elevó, tanto que se pudo ver rozar el cielo, su pelo
libre moviéndose por el ligero soplo del viento, vestida de blanco, sintiendo una paz
como pocas veces había existido en ella, una música que le llegaba a modo de voz de
mujer la envolvía tan dulcemente que no sentía nada más que una tranquilidad exquisita.
De pronto en aquel sueño, alguien apareció justo tras ella, se giró y la vio:
Julia abrió sus brazos, y el corazón de Amelia se alteró, nuevamente estaba allí,
dispuesta a abrazarla, dispuesta a llevarla consigo, sus pasos fueron llevándola hasta
aquel cuerpo que tantas veces había recorrido, que tanto había amado, y al notar como
estrechaba a su alrededor aquellos brazos, sintió como si su alma realmente renaciera, y
la voz de aquella mujer que cantaba se intensificó, separó su cuerpo del de Julia, la miró
a los ojos y la besó, aquellos labios tenían otro sabor, aquellas manos acariciaban de
Una pija en la selva 236
modo diferente, aquel cuerpo se había hecho más pequeño, más delicado, menos
voluminoso, y aquellos labios, la besaban con una ternura que jamás antes había
sentido, fue abriendo poco a poco los ojos y la vio... estaba allí... y oyó su voz... y sus
ojos se llenaron de lágrimas... cuando aquella voz le dijo:
Los ojos de Benigna se habían abierto como platos, porque lo que menos esperaba por
parte de Luisita, era que le confesara algo así, algo que si tenía que descifrar como le
había sentado a la propia enfermera por el gesto de su cara, debía decir total perplejidad.
Suspiró, quiso hablarle con franqueza, se notaba que entre ambas había más química de
la que ellas mismas podían aceptar. Quizá aquella vivencia les había ayudado a entender
lo que la razón trataba de evitar, de poner trabas
Fuera del hospital, los niños se habían sentado todos en silencio junto a Nsama y los dos
perros, Marce se había metido en su cabaña, allí pensativo barajaba las posibilidades de
huir de allí, y que hacer con los demás hombres y mujeres de la aldea, no podía dejarlos
en un campo de refugiados, estaban indefensos, eran mutilados de la sociedad, aquello
le provocaba un agudo estado de nervios. A parte, su máxima preocupación estaba en
manos de una kindoki de la que no tenía dudas de sus poderes, pero que le hacía temblar
al pensar que la visión de Amelia dependía de esas invocaciones a los espíritus de los
que él a veces había tenido dudas, era cierto que habían sucedido cosas extrañas y que
Una pija en la selva 237
cuando preguntaba a Amelia ésta sonreía de lado con gesto pícaro, pero él siempre
pensaba que eran más coincidencias que otra cosa
Miró por la ventana algo nervioso, Lula llevaba una hora dentro de aquella habitación,
el cielo con un grisáceo molesto para la vista, pero bello al mismo tiempo, mostraba
como si la tristeza que residía en aquel poblado pudiera ser compartido por la naturaleza
M: ¡Ay que joderse!... hasta el cielo se pone triste... ¿qué vamos a hacer? (se preguntó
preocupado mientras sus ojos veían como si fuera una fotografía, a Nsama rodeada de
los niños en silencio respetando a los espíritus, y los perros acostados inmóviles
vigilantes con las orejas levantadas)
En la habitación, Lula, sudaba ante el cuerpo de Amelia inerte, había machacado unas
hojas de una planta milagrosa cuyo nombre no sabía, tan solo distinguía por su forma, y
olor, pura enseñanza visual de su abuela, la mezcló con carica de papaya, y un helecho
especial que nacía junto al río. Todo mezclado, mientras con un pincho que presentaba
por la otra parte una obertura, untaba un líquido verde sacado de las raíces del Anamú.
Alzó las manos al cielo, murmuró una frase mientras sacudía la cabeza de lado a lado,
ponía sus ojos en blanco y se detenía moviendo la punta de los pies. Seguía susurrando
palabras y cambiaba algunos tonos graves por agudos, y de vez en cuando golpeaba sus
palmas de las manos, y las pasaba por el ojo de Amelia, una vez había terminado con su
ritual, cogió el pincho del árbol de los aullidos y lo volvió a untar, mientras sus labios
susurraban palabras, con sus dedos índice y pulgar, separó el negro y abultado párpado,
sus uñas, su piel curtida del trabajo de la tierra, se volvieron suaves en el tacto, abrieron
aquel músculo ennegrecido y con cuidado mientras alzaba la voz de sus plegarias lo
clavó en él, por la otra punta del pincho comenzó a salir un líquido amarillento y rojizo
que caía sobre una hoja de helecho que tenía preparada, su mano izquierda pasaba
mientras aquel líquido seguía cayendo lentamente por su ojo, lentamente por su cara,
hasta que finalmente el líquido cedió. Con la misma suavidad con la que había
introducido el pincho, lo sacó. Su voz volvió a susurrar mientras hacía una pasta de la
mezcla de raíces de algas, untaba bien sobre una pluma de gallina y con esmero la iba
esparciendo sobre el ojo, una vez terminó de pasarla, esperó a que se absorbiera,
mientras saltaba y comenzaba a gritar, como si fuera un lobo. Aullando en el silencio
Fuera, aquellos aullidos se clavaron en los oídos de ambas mujeres que intercambiaron
una mirada febril
L: Benigna
B: Tranquila, es el ritual... lo tiene todo controlado
L: ¿Crees que podrá?
B: Espero, de todos modos si no pudiera, y Amelia tuviera que marcharse, creo que
sería una buena manera de despejar vuestras dudas. Ella te respondió, y te respondió
porque estaba tan asustada como tú, y entonces, ella también tenía la guardia baja y la
que te besó fue la Amelia dulce, la Amelia tierna, la Amelia que sin duda existía y que
una desgraciada se encargó de cambiar. Si se fuera, quizá, le daría por pensar que puede
tener una oportunidad
L: Me da terror, yo no sé lo que quiero... no puedo ofrecerle nada Benigna... yo no soy
lesbiana, y tengo miedo a no hacer lo que realmente siento
B: Lo que realmente sientes, fueron esas ganas de besarla y sentirla... igual que ella
L: Pero ella... no sé Benigna creo que todavía me ha confundido más
Una pija en la selva 238
B: Mira, un consejo, no te agobies, deja que todo fluya poco a poco, no puedes cambiar
tu vida de la noche a la mañana, aunque bueno, Amelia tiene esa cualidad con las
mujeres, pero, yo sé y ella también lo sabe, que tú no eres como las demás. Muéstrate
como lo que eres, nada más, no des más vueltas, no busques más excusas o motivos
para hacer esto o lo otro, déjate llevar, en la vida, a veces cuando no sabes muy bien por
donde salir, que camino coger, hay que aprender a dejarse llevar, los días las diferentes
situaciones que estoy segura vais a vivir te van a dirigir tus pasos y será entonces,
cuando a lo mejor te des cuenta que realmente antes no te ha funcionado el amor porque
estabas en el lugar equivocado. ¿Entiendes lo qué te quiero decir?
L: Sí
B: De acuerdo... ¿vas a vivir sin más?
L: Creo que tienes razón...
B: Quizá has venido a este rincón del mundo como te dije una vez, para no solo
conocerte, sino también, descubrirte realmente y aceptarte
L: Gracias Benigna
M: ¡Hola!, ¿cómo estás? (le preguntó tomándole el pulso)
L: Mejor
M: Estos ataques de amor no pueden ser buenos, así que trata de tranquilizarte... (le dijo
serio logrando que Luisita se pusiera colorada. Después mirando hacia la puerta dijo)
¿No tarda mucho?
B: No seas pesado Marce
En el cuarto, Lula, volvía a repetir la misma operación, nuevo pinchazo y sacaba más
líquido, después volvía a embadurnar su ojo y una vez absorbido la mezcla, sus manos
puestas sobre él a una distancia que le traspasaba energías cálidas hacían el resto del
trabajo
Por su parte, la mente de Amelia le dibujaba un amanecer con el cielo rojo, parecía
como si el cielo le estuviera mandando un guiño, para que aquella mujer que estaba
entre sus brazos, arropada con una manta pudiera disfrutar como ella de la hermosura
que estaban compartiendo
Cerró los ojos apretando contra su pecho más aún el cuerpo de aquella mujer, pareció
quedarse dormida durante un rato, y al despertar, el cielo había cambiado de color, se
había vuelto negro, intensamente negro
A: Me he dormido
Julia: Como siempre
Una pija en la selva 239
A: ¿Julia?
Julia: Claro... ¿qué piensas que voy a desaparecer así como así?
A: ¿Y Luisita?
Julia: Se ha ido...
A: ¿Cómo que se ha ido?
Julia: Claro... tú siempre serás mía
Su angustia por la perdida de Luisita, le creaba un sin fin de sentimientos, tenía que
encontrarla, debía encontrarla, se había separado del cuerpo de Julia, solo corría, y
corría entre las hojas de la Selva, con un vestido blanco y descalza sin saber hacia donde
ir, de pronto notó como algo traspasaba su alma, su cuerpo, un agudo pinchazo le
doblegaba el cuerpo, y al tocar y mirar su mano, vio la sangre, vio aquella espesa y
caliente mancha roja. Cayó de rodillas, su gesto era de espanto, pavor, justo en el
instante que unos brazos llegaban para alcanzarla, para abrazarla, sus ojos pesados no
podían abrirse, pero aquellos sollozos hicieron que un último esfuerzo y una última
mirada le recompensara con la presencia de Luisita, y una sonrisa, y una caricia, y
muchas lágrimas, y dos palabras
A: Te quiero”
Q: No te entiendo, Amelia está para venir aquí, ese ojo tenía muy mala pinta
M: Pues ya ves, los antibióticos y los parches le han ido bien
Q: ¡Marce... tenía un derrame ocular!
Una pija en la selva 240
M: Te estoy diciendo que está bien (insistía) Mañana le volveré a repetir la misma
operación (mientras pensaba “me pondré una túnica tipo Lula y cantaré Esos ojos
negros... esos ojos negros no los quiero ver llorar... ¡ay que joderse!”)
Q: Muy bien... no entiendo nada pero... quede contigo que vendría
M: No, te dije que según transcurriera la noche, y la noche ha evolucionado bien
(“como la brujería no funcione me veo de celador en el Central”)
Q: ¡Marce... Marce! (decía refunfuñando)
B: ¡Quintero cariño... qué tal guapo!
M: ¿Cariño... guapo? (le movía los labios Marce sin alzar la voz atónito mientras
Benigna le hacia un ademán para que se callara)
Q: Esa es mi Benigna
M: Oye y porque no os casáis y dejáis de tonterías ya...
B: Anda calla que eres muy pesadito tú. ¿Te ha contado Marce?
M: No, no (decía moviendo los brazos de lado a lado con los índices elevados)
Q: Algo sí
B: Creo que tenemos un médico que no sabemos todavía lo que vale... oye por cierto,
Massamba está cazando, voy a hacer un gran asado con tomatitos asados y verdurita...
¿te guardo?
Q: Me ganas Benigna, me ganas... se me está haciendo la boca agua
B: Pues nada yo como es para ti te guardo, un poco ¿vale?
Q: Bien (sonrió mientras Marce ponía sus ojos en blanco y movía las manos
graciosamente ante tal pinta, Benigna debía taparse la boca para que no la oyera reírse)
Entonces... ¿qué hacemos con Amelia?
M: Con Amelia... nada... a todo caso si se calma el ambiente la llevaré a la capital para
hacerle un chequeo y ya está, asunto resuelto
Q: ¿Luisita?
M: La tenemos enamorada... pero eso no es malo
Q: ¿No me digas que Amelia ya ha hecho de las suyas?
B: ¡Pero que dices!; no, no, Amelia está irreconocible, creo que esta chica la va a poner
en su lugar (decía orgullosa)
Q: ¿Y Dib?
M: Hecho un toro, pretendía ir a cazar
Q: Pues nada todo son buenas noticias, me alegro yo que iba a mandar una ambulancia
B: Bien... creo que te voy a robar a Marce (el pobre médico se mordía los labios en
señal de nerviosismo) Me tiene que preparar la leña
Q: Por favor Benigna no me castigues más... por favor...
B: Nada guapo, ya sabes que cuando vengas te hago lo que quieras, de comer, claro
Q: Adiós Benigna, me quedo con esta última frase (Marce carraspeó) Y enhorabuena
Marce porque el ojo de Amelia era todo un reto
M: No lo sabes bien. Adiós. Me has salvado por el estómago Benigna, eres mi ángel de
la guarda (le dijo cogiéndola de la barbilla y besándola en la frente)
B: Espero que no pongas el grito en el cielo cuando veas a Amelia
M: Me estoy jugando mi puesto, ya me veo por los pasillos del Central haciendo
competiciones de camillas
B: Tampoco es mal trabajo, no te vayas a creer (le dijo burlonamente)
M: ¡Ay Benigna, menos mal que le ponemos humor!. Veamos lo que temo ver
Una pija en la selva 241
Entraron a la habitación, y una vez allí, Marce se tapó la cara, Amelia llevaba una hoja
de helecho que sobresalía por una especie de venda que no terminaba de ser una venda,
más bien parecía ser una pasta, sobre la cual Lula había puesto algo de color
Benigna agradeció las palabras de Marce, era tan tierno en el fondo que le encantaba
aquel hombre, pero a su vez miraba con lástima a Amelia, sabía que si aquello no salía
bien, Marce iba a tener problemas pero no tan graves como los que iba a tener la propia
Pediatra, que parecía estar agitada, igual llamaba a Julia que lo hacía a Luisita, igual
murmuraba cosas ininteligibles, como hablaba de una operación, de un parto
B: Sin duda estás bajo los efectos todavía de la magia de Lula... espero que fuera no
llames mucho a Julia, y sin duda... pequeña (le dejó un beso en la frente) tendrás que
contarle tu historia a Luisita, ella te ayudará
M: ¿Dónde crees que vas? (le preguntó con tono y gesto duro)
L: ¿Cómo está?
M: Lleva un buen colocón, así que... tú tranquila... voy a por Laobi
L: Sí. (“¡Tranquila Luisita... tranquila!... se me va a salir el corazón... ¡oh y este dolor
de nuca!”... decía pensativa)
Los hombres pasaron por delante de Dib y Luisita, entre los dos y Benigna arrastraron
la cama donde se encontraba Amelia
M: Recuérdame Benigna que le eche tres en uno, esto chirría que da gusto
B: Sí (le decía sin hacerle caso)
M: ¿Tiene que tener esa cosa puesta? (seguía impresionado)
B: Si Lula se la ha dejado, sí
M: Está bien... pero tiene una forma rara, ¿no?
B: Mira Marce no me marees, haz el favor...
M: ¿Yo te mareo?
A: Julia... Julia... (volvió a murmurar ante el gesto de pena de Benigna)
Una pija en la selva 242
L: ¿Dónde vais?
M: Quiere estar aquí... no sabes tú la que te ha caído encima Luisita, te lo advierto
B: Vale... aquí... muy bien, ya me las arreglo yo...
Benigna con cuidado tapó a Amelia que tiritaba, Luisita la miraba con pena y también
con asombro, aquella obra de arte en su ojo no la podía entender, pero si Lula la había
dejado, era por algo. Suspiró con calma al verla allí
Las camas estaban prácticamente juntas, si ambas estiraban las manos se podían tocar,
pero lejos de aquello, Amelia seguía con su ojo libre cerrado, su frente marcando cierto
desdén y su desidia clavada en su garganta
M: Voy a revisar el resto de cosas, esta no (dijo apuntando el ojo) Oye te has fijado,
Amelia huele a leña
B: ¡Ay Marce no hagas broma con eso que necesitamos el favor de los espíritus!
M: ¡Mujeres! (replicó y al girarse se golpeó con la cabeza en una lámpara que al poner
la cama quedaba a su altura) ¡Ay coño!
B: ¡Ves!, eso es una señal (dio una palmada y después le apuntó con los dedos)
M: Que señal ni que señal...
A: Dame la mano... tienes que poder... aprieta, mi hijo... ven...
B: Cariño ya... cariño ya está
L: ¿No podemos hacer algo para que esté más tranquila? (les preguntó con cara de susto
la verla tan inquieta)
M: Eso ahora hay que preguntarle a Lula, yo ya no soy su médico oculista
B: Está tiritando... Dib...
Dib: Mwasi... malembe... Mwasi Amelia lombela yandi beno (tranquila... Amelia
limpia su corazón)
L: ¿Qué? (preguntó algo nerviosa al escuchar sus palabras sin entenderlas)
B: Dice que es normal, debe limpiar su corazón
M: Con que limpie su ojo, me vale... deberías hablar con Lula
B: Ahora no puedo, está purificando su alma
M: El que va a purificarse entero soy yo, pero quemado en la hoguera (le decía con
cierto histerismo)
B: No seas exagerado... Amelia te dijo lo que quería
M: Pero yo soy el jefe y debía haberse marchado, soy el responsable de esto Benigna
A: No quiero ir... no quiero ir... aquí... aquí... (Benigna lo miró como dándole a entender
que Amelia estaba mejor allí) Benigna... Benigna...
B: Amelia cariño... tranquila estoy aquí, estamos contigo mi amor (le tomó la mano)
A: No me dejes sola... ella vendrá... no quiero verla (decía con nerviosismo)
B: Nadie va a venir... tranquila
Amelia volvió a callarse, a Luisita se le hizo un nudo en el corazón, sabía que estaba
hablando de aquella misteriosa mujer, y al mismo tiempo sintió un pequeño pellizco en
su alma, por un momento sin saber porque pensó que la llamaría a ella
Tras un reconocimiento Marce la dejó tranquila, parecía que las constantes estaban bien,
que lo único que tenía eran delirios, quizá por la droga utilizada en su magia por Lula.
Algo inseguro, salió hasta fuera de aquel hospital, él no era tan creyente como Benigna,
ni tan positivo como Dib. Ante un gesto de Nsona se dirigió hasta el comedor
Una pija en la selva 243
Nsona era una mujer hermosa, sus ojos eran el espejo de un alma que había sufrido
mucho, pero que seguía en pie luchando. Cuando encontró a Zulú con sus tres hijos
tirados en una cuneta, sintió que aquel hombre sería quien cuidaría de ella el resto de su
vida, pero tan solo pensaba como compañero, el tiempo fue pasando y las miradas iban
cambiando, hasta que una noche, Zulú mientras murmuraba una canción, bailó con ella
bajo la luna, era lo más hermoso que habían hecho por ella en la vida. Para ella, sus
hijos y su marido, eran lo más importante así como aquellos blancos, quienes habían
ayudado a superar tantos y tantos problemas. Pero algo tenía claro, no quería traer a una
hija al mundo, al menos a ese mundo repleto de horror y dolor. Por eso, cuando Marce
le dijo que debían hablarlo, tembló de pies a cabeza, pensando en si aquello sería un
problema para su marido. En ese momento pensó en Amelia, sabía que ella sí la
ayudaría como lo hizo cuando venía con un hijo en su vientre del hombre que la violó
recordó como luchó contra Cruz
Tras unos momentos de delirio, Amelia por fin entró en un sueño profundo, ante la
ausencia de Lula, Benigna decidió preparar algo de cenar para Luisita, dejó encargado a
Dib de controlarla, se lo dijo en Kikongo, pero Luisita ya entendía algunas palabras y
supo de su advertencia. Amelia dormía, ella estaba de lado mirándola, tenía un perfil
casi perfecto, sus brazos finos, su cuello alto, sus pechos pequeños pero bien formados...
Se giró pensando que debía descansar, y entonces vio como Dib se había dado la vuelta
y dormía placidamente, un cosquilleo se adueñó de ella, unas ganas locas de hacer algo
que le recordaron a lo que había sentido al besarla. Entonces a ella como si fueran las
gotas de la lluvia que insistía en caer fuera, le llegaron las palabras insistentes de
Benigna... “la vida te lleva... déjate llevar”. Se aseguró que no hubiera nadie en la
puerta, se levantó con cuidado y un ligero mareo le hizo cerrar de golpe los ojos, se
acercó hasta Amelia que dormía pero lo hacía con un gesto de ligero dolor, la observó,
su rostro, sus manos, sus labios, aquellos labios que había besado y que parecía atraerla
sin remedio, se giró volvió a mirar, no entraba nadie. Y despacio lentamente se fue
doblando con un gesto de inseguridad y temblor en su rostro hacia ellos
irremediablemente la atraían y quería disfrutarlos
M: ¡Luisita!
L: ¡Marce!
A: Julia...
L: Amelia...
M: ¡Ale pues ya estamos todos! (exclamó cruzando los brazos sobre su pecho Marce
que vio el susto tremendo que le había dado a la enfermera) ¿Se puede saber qué haces?
L: Yo... yo... (no sabía que decir se mostraba nerviosa)
A: Dame la mano... dame la mano...
M: ¿No oyes lo que te está diciendo? (le preguntó en voz baja)
L: No me lo dice a mí
M: Dale la mano Luisita (le dijo con tono firme)
L: Vale (le tomó la mano, Amelia seguía con los ojos cerrados pero al notar el tacto de
la piel de Luisita suspiró y relajó su rostro) Estaba comprobando que... (carraspeó) Que
estaba despierta, que respiraba
M: ¡Cómo para no hacerlo, me la cargo! (se quejó)
L: Ya (sin darse cuenta su dedo pulgar comenzó a acariciar lentamente la piel de
Amelia que seguía relajada
M: ¿Y tú cómo estás?
L: Me duele el cuello, creo que el golpe me ha afectado un poco el cuello, claro, solo el
cuello (decía nerviosa porque su interior se estaba revolucionando, sus mejillas se
pusieron coloradas)
M: Sí imagino... (la miraba un tanto desconcertado) El cuello
Una pija en la selva 245
B: Ya traemos la cena (apareció Benigna y Nsona, al ver a Luisita le dijo) ¿Ha pasado
algo?
M: No, Luisita se quería cerciorar de que Amelia estaba viva y mira, la ha enganchado
B: Pues suéltala que vas a cenar
L: Sí (notó alivio al dejar su mano con delicadeza sobre la cama)
B: Te he preparado un caldito y luego unas patatas con maíz, espinacas y un poco de
carne
M: Los hombres aún no han regresado, creo que no debían haber salido hoy
B: Tranquilo, si Massamba ha dicho que sí, no hay de que preocuparse, toma cariño
M: ¿Y Lula?, ¿aún sigue purificando su alma?
B: Sí, ve a cenar así estarás un ratito callado (le dijo mirándolo fijamente)
M: Muy graciosa. ¡Eh Dib!; ¿y tú de qué te ríes?
Dib: Ntangu mwasi mondele kuzonzila, muntu kololula (cuando mujer blanca manda,
hombre obedece)
M: Kulunga Dib, kulunga (estoy de acuerdo Dib, estoy de acuerdo)
B: No tenéis remedio. Venga Dib mujer blanca te dice que tienes que cenar (le sonreía y
el hombre abría su boca asintiendo divertido)
Nsona: ¿Cómo estar mwasi Luisita? (le dio la vasija con su cena y una sonrisa repleta
de cariño)
L: Mejor... melesi Nsona
Y así, con los esfuerzos de uno por hablar en español, los esfuerzos de otra en hablar en
Kikongo, las risas y las burlas se dio una cena de lo más relajada. Mientras Amelia
seguía en silencio, relajada. Una vez finalizó, Luisita fue al lavabo, se lavó los dientes,
se aseó un poco y se quedó mirando al espejo, después se miró la mano recordando la
caricia, y después cerró los ojos para mirarse el interior
L: (“No sé que te hizo esa Julia... pero... no creo que nunca la puedas olvidar”...)
Luisita... nunca has sido así, Amelia te tiene un poco rara pero en cuanto vuelva a ser la
misma de siempre te darás cuenta de esto y volverás a omitirla... ¡ánimo que tú puedes!
Al salir vio a Lula, su presencia le llamó la atención, ya que pensaba que hasta al día
siguiente no volvería. Habían pasado unas seis horas desde que había trabajado aquel
ojo abultado y casi cerrado. La vio en silencio desde la puerta, Benigna le hizo una señal
para que se pusiera en silencio a su lado, vio una túnica nueva blanca y una diadema
blanca en el pelo de Lula, sus ojos centrados en lo que sus dedos iban retirando, sabía
que lo que estaba por llegar iba a dolerle a Amelia, pero era necesario. Esta vez el
silencio se apoderó de su garganta, sus dedos ágiles iban retirando poco a poco el
ungüento que había hecho, sus ojos buscaban ansiosos como los de Luisita y Benigna
un primer resultado. Vieron desde la distancia el gesto de Lula, y como una vez todo
había sido retirado, sacaba un pincho, y cerrando los ojos lo elevaba al cielo haciendo
una plegaria, veían como clavaba aquel pincho en algún lugar que desde allí no veían
La garganta de Lula emitía una musicalidad que tenía boquiabiertas tanto a Benigna
como a Luisita que era la primera vez que la veía trabajar. Una vez retiro aquel
Una pija en la selva 246
artilugio, elevó la vista para encontrar los ojos de Luisita y Benigna. Se acercaron con
cuidado, ambas cogidas del brazo desde que Amelia hubiera dado aquel grito de
espanto, cuando se asomaron sus rostros quedaron con una expresión impactante...
Marce que estaba tomándose una taza de café ante el grito desmedido de Benigna, le
hizo saltar de la silla echándose el café encima
M: ¡Joder... joder... cómo quema! (decía mientras se abría los botones de la camisa y se
la quitaba)
B: ¡Marce, por Dios vístete! (le decía tapándose los ojos)
M: Benigna... no me jodas... mira lo que me has hecho...
B: Venga tienes que venir... es Amelia... corre... Amelia (decía algo exaltada)
M: ¿Amelia? (le dio poniéndose otra camisa y abrochándose por el camino)
Llegaron precipitadamente hasta su altura, a un lado Luisita que no podía evitar su gesto
de preocupación al verla, al otro lado Lula que le estaba poniendo algo, y Marce quien,
con cierto miedo asomó su cabeza hasta la cama
M: ¡Joder! (murmuró)
B: ¿Es o no es efectiva la magia de Lula?
M: Pero... y el ojo, quiero decir, vale la inflamación a remitido bastante, el color esta
mucho más mono... pero ¿y dentro?
Lula: Todo bien
M: De acuerdo... si tú dices que todo bien... todo bien Lula (movía sus brazos como si
con esos movimientos fuera tajante en las palabras)
B: ¿Pero tú no ves el ojo Marce?
M: Sí, lo veo, lo veo muy bien... y no me explico como lo ha hecho... ni quiero saberlo,
pero (resopló como si al hacerlo pudiera quitarse el peso de ver a Amelia mejor)... pero
melesi Lula
A: Julia... (susurró)
B: Será mejor que la dejemos terminar, Luisita tú a la cama
L: Sí (su rostro pareció mostrar una pequeña desilusión ante sus insistentes llamadas)
B: Lula... tranquila acaba
Entonces un sonido como si de una palmada fuerte hubieran dado varios hombres les
llegó desde fuera. Benigna sabía que era, Luisita la miró asustada
B: No te preocupes, los hombres vuelven de la caza, saben que Amelia está mal y en
lugar de festejar la cacería, hacen esto para dar señales de que están aquí. Ahora, traerán
a su compañero una de las mayores piezas que hayan cazado para ofrecérsela
L: Todo es tan curioso (decía impactada)
B: Sí. No te asustes lo más seguro es que dejen un bisonte frente a la puerta
Una pija en la selva 247
L: ¿Un bisonte?
B: O lo que hayan cazado, pero escuché a Ngouabi que habían visto una manada de
bisontes
Justo como dijo Benigna, entre Massamba, Zulú y Ngouabi dejaban frente a la puerta a
un bisonte de gran tamaño, los tres saludaron a Dib, y éste sonrió ante la muestra de
afecto por sus compañeros
Lula había terminado su trabajo, aquella noche el ojo de Amelia tenía otro aspecto, ya
no era un plato para recetar de Arguiñano, ahora se parecía más a un pirata del caribe,
Lula le había puesto el mismo ungüento pero encima una tela negra, la que le pasó por
detrás de la cabeza. Después se acercó a Luisita la miró y le hizo levantarse, con una
crema en sus manos le frotó el cuello
L: ¡Auuuu quema! (se quejó. Lula sonrió ampliamente) ¿Seguro que va salvar su ojo
Lula?, ¿qué va a volver a ser la misma pesada, engreída y refunfuñona de antes?, mira
que aún con un ojo me la veo mirándome el culo igual
Lula: Mwasi Amelia kele muzombi na mwsai, yandi kele mingi nene mwasi (Amelia es
cazadora de mujeres, pero ella es una gran mujer) (sonrió)
L: No sé lo que es, tengo que estudiar Lula... creo que nuestras clases te han valido más
a ti que a mí (sonrió con algo de tristeza)
Lula: Corazón Amelia corazón Luisita
B: Ya estoy aquí... ¡qué mujer más pesada! (se quejó)
Lula: Mpimba na (les dijo)
B: Mpimba na, Lula (le sonrió contenta) Si alguien me hubiera dicho que Lula iba a
hablar...
L: Ya (suspiró) Uf que alivio me ha dejado en el cuello
B: Sí, yo de vez en cuando me meto en su cabaña y me deja nueva, comienza a
estirarme por aquí, por allá parece que me vaya a romper, pero no, me deja nueva
L: ¿Qué quería la madre de Amelia?
B: Ah, incordiar... (ante la mirada de Luisita le dijo) Está bien esto si te lo puedo contar,
Amelia no se apellida Ledesma como has visto en la placa, bueno sí, pero ese es su
segundo apellido
L: ¿Y eso?
B: Su apellido es Wilson
L: ¿El de las bodegas? (preguntó abriendo sus ojos como platos)
B: Sí
Una pija en la selva 248
L: ¡Qué fuerte! (murmuró atónita girando su cabeza hacia la izquierda mirándola como
dormía en paz
B: Es otra pija como tú (sonrió) Lo que pasa es que su vida le ha llevado a no mostrar
sus antecedentes, odia que la miren como una Wilson, por eso se identifica aquí en la
Selva, aquí es una más
L: Entonces ella es la que dejó a su novio plantado en la Iglesia (Benigna asintió,
Luisita recordaba a marchas forzadas aquellos comentarios de su madre en la sobre
mesa) ¡Jo... lo que se habló de ella! (bostezó)
B: Imagino... pues su madre se ha enterado de lo que ha pasado... no la llama nunca,
pero bueno, cuando se lo diga le va a provocar una sonrisa
L: ¿Por qué? (le preguntó acomodándose en la cama)
B: Porque dice que su madre lo único que quiere saber es que está muerta, así borrara su
ofensa
L: Claro, es que debe ser muy duro para unos padres que su hija sea lesbiana
B: Pues no entiendo porque... eso son estúpidos prejuicios porque... (entonces se dio
cuenta que dormía y sonrió) ¡Ay Luisita... tantas dudas te van a provocar caer en sus
brazos irremediablemente!, Amelia lo va a saber aprovechar (la tapó con cariño y le
dejo un beso) Buenas noches
Apagó la vela, y dejó nada más la que alumbraba la parte de Amelia quien dormía
profundamente, al menos había callado sus pesadillas, ya no llamó a Julia, y tras dejarle
un beso también en la frente se sentó en el sillón entre las dos camas que había puesto
para vigilar a Amelia. Finalmente Benigna también acabo durmiendo con la nana que
cantaban los animales nocturnos presa del cansancio acumulado
Sin embargo, a los pocos minutos de dormir, Amelia abrió lentamente su ojo, notaba un
estupor encima que no sabía ni siquiera lo que le pasaba
A: Bésame pequeña...
Luisita dudó en si besarla o no, pero para cuando se había decidido, Amelia dormía
nuevamente, suspiró con fuerza sonriendo, tapó con su manta a Benigna quien lo
agradeció y después se acostó de lado para poder verla, para poder seguir observándola
y dormirse así, con la visión de aquella conquistadora vencida en esos momentos
A media noche, fue Amelia quien abrió su ojo, aún entre tinieblas vio a Luisita que
dormía cara a ella, sonrió, le encantaba verla dormir, y luchó con todas sus fuerzas para
no dormirse y contemplarla
Estaba amaneciendo cuando Benigna abrió los ojos, lo que vio la dejó tan impactada
que no podía dar crédito, Amelia se había metido en la cama de Luisita y allí en el
pequeño colchón ambas abrazadas de lado, el cuerpo de la enfermera bien aferrado por
los brazos de la médica
B: Vaya... esto sí que es una sorpresa... a ver como reacciona Luisita cuando despierte
Las camas eran estrechas y bajitas, estaban hechas de madera elaboradas por las propias
manos de los hombres de la aldea, las últimas fueron robadas con la visita de la
guerrilla. Eran algo incomodas pero necesarias hasta que pudieran conseguir las que
debían ocupar aquel sitio y lugar. En una de ellas, Amelia tenía abrazada a Luisita por la
cintura, con su cabeza y el parche apoyada sobre la cabeza de su enfermera, mientras
Luisita se dejaba abrazar suavemente, sin moverse ni un centímetro. Así tranquilas
seguían durmiendo hasta que un grito las envolvió y al moverse
B: Venga... venga... que Lula va a mirarte el ojo. Bárbara por favor ayúdame a llevar
esto a la cocina, me duelen los brazos
Bárbara: Para mi Tere lo que sea, eres la reina de la Selva
B: Anda... anda... que sois iguales... de aduladoras (decía sonriendo. Y una vez fuera le
dijo) Oye... no te pases con Amelia que...
Bárbara: Lo sé, y sólo ayudar a Amelia... Luisita es muy celosa
Mona: Uh uh uh uh uhhhhhhhhhh (apareció Mona dando saltos)
Bárbara: Mona uhuhuhuhuhuh
Mona: Uhhhhhhhhhhhhh (señalaba hacia el hospital y se tapaba los ojos)
Bárbara: Uhhhhhhhhhhhhh?
Mona: Uh (asintió graciosamente con su lacito en la cabeza que Nmaba le había puesto
ayudada por los niños
Bárbara: Ohhhhhhhhhhhhhh
Mona: Ahahahahaha, uh. Ohhhhhhhhhhhhh
B: ¿Qué dice?
Bárbara: Al oír el nombre de Luisita... dice que le gusta
B: ¡Dios!
Bárbara: Le gusta como grita, como ella (la miraba un tanto desconcertada y la mona
reía sacando su lengua y haciendo pedorretas)
B: No me extraña, si la llegas a ver correr tras ella...
Bárbara: Tere... ella se quiere quedar (Benigna la miró fijamente) Please... please
(ponía sus manos juntas) Yo tengo que ir al norte, hasta mi vuelta
B: Uf se lo tendré que preguntar a Marce
Bárbara: Oh, ¡Marce es hombre!, no cuenta ragazza mía, tu parole es magic ¿okey?
B: Tú y tu mezcla de idiomas para marearme...
Bárbara: Jajajaja, Luisita rendida a Amelia, Amelia rendida a Luisita
B: Eso espero que Luisita por fin haga rendirse a Amelia (sonrió y Bárbara dio uno de
sus gritos a los gorilas, y como si fuera una señal se alzaron miles de voces en la Selva)
L: Perdona, ni me he enterado que te has metido en la cama (“como me diga lo del beso,
no sé que voy a decirle, espero que no se acuerde, porque ya está sacando su lado
seductor, tendré que pensar rápido”)
A: ¿Qué piensas? (le preguntó mirándola fijamente)
L: Nada... nada... que me quiero levantar ya... estoy harta de estar aquí
A: ¿Y me vas a dejar sola? (puso gesto de niña pequeña)
L: No, tienes a tu (enfatizó) Bárbara, alías Tarzán la reina de los monos
A: Jajajajajajajaja (dio una carcajada enorme)
Bárbara: ¡Oh, sí, sí, sí!, química, química mi bella siñora
L: Me voy
A: No puedes irte hasta que no te vea Marce
Bárbara: Luisita, Tere me dijo no se mueva enfermera, así que les cuento algo
mawsasis (Luisita puso gesto de fastidio) Esos malditos hijos de puta, me mataron 20
gorilas en el Parque de Virunga... (decía afectada)
A: ¿Qué me estás contando? (le preguntó afectada por la noticia)
L: No creo que sea el mejor momento para contarle eso (le dijo seria)
A: Luisita... (la miró algo confundida por su riña)
Bárbara: Tiene razón Amelia, lo siento, no es el mejor momento...
B: Vamos... a ver... Lula está aquí (dijo sonriente)
A: Lula, kwisa yayi (ven aquí)
Abrió sus brazos estrechándola en su cuerpo, Benigna sonreía emocionada y Luisita que
pensaba había sido un poco dura con Bárbara, se quedaba nuevamente impresionada por
ese cambio en Amelia. La muchacha se dejó abrazar, refugiándose en el pecho de la
doctora y entonces Luisita comprendió la unión que entre ellas había, un lazo fuerte que
sin duda, era una de las cosas por las que Lula seguía estando allí
Una vez fuera de la sala, Benigna y Bárbara hablaron algo más sobre esa enfermera que
parecía celar a la médico, sobre esa mujer que parecía molestarse por lo que decía
Amelia, pero al mismo tiempo, necesitar escuchar aquellas palabras les hacía ver a
ambas que la relación entre ellas era cuestión de tiempo
Por su parte, Lula una vez terminó el trabajo, le indicó a Benigna que fuera Marce,
también le indicó a Luisita que se podía asomar para ver el resultado
Salió de allí pensativa, no sabía muy bien a lo que se refería Amelia, pero sin duda, algo
que le había hecho temblar de pies a cabeza, ¿sería por el beso?, seguramente no, de
serlo se lo habría reprochado ya. Marce la revisó
M: Bien Luisita, creo que ya puedes ir levantándote y sin hacer esfuerzos, ¿eh?
L: ¿Crees que volverá a ver?
M: ¿Has oído lo que te acabo de decir? (la miraba enarcando una ceja)
L: No, perdona
M: Deja de pensar en Amelia, piensa en ti, estás delicada deberías darte cuenta que tú
también debes de cuidarte
L: Pero lo mío no es importante
M: No claro, no es importante, imagínate por un momento que tenemos una avalancha
¿y qué se encuentran?, un médico, una enfermera lisiada y una médica tuerta (tras un
profundo suspiro dijo) No sé, si volverá a ver... sigo pensando que he cometido un error,
no lo puedo decir fuera porque heriría a Lula, pero... no sé (suspiró pensativo)
L: Le ha bajado la inflamación, ya no lo tiene tan negro
M: Pero eso es por fuera, yo no dudo que la magia de Lula sirva para fuera, pero no
sirve para la lesión que pueda tener dentro, ¿entiendes? (Luisita asintió triste) Vale pero
no lo digas o me cortan en trocitos
L: Vale (sonrió) Esa Bárbara no me gusta, le ha empezado a hablar de una matanza de
gorilas, no creo que sea oportuno ponerla nerviosa
Una pija en la selva 254
M: Bárbara es así, ya te acostumbrarás a ella, suele visitarla bastante (le sonrió y salió
dejándola allí)
L: Ves Luisita... lo ves... ¡idiota!
Cuando salió Lula seguía con aquel ojo trabajando, una vez finalizó, Marce entró para
hablar a solas con Amelia que estaba sentada apoyada en el respaldo de la cama, la vio
pensativa, demasiado para como era ella
M: ¿Qué te pasa?
A: Nada... cosas mías...
M: Estás acojonada
A: Como tú ¿verdad? (le sonrió de lado) Oye... pase lo que pase es problema mío
¿vale?, yo no quise ir... así que tú tranquilo
M: Sí, claro, muy tranquilo... no lo ves... ¡coño Amelia que es un ojo que no es la
pierna, ni un brazo!
A: Ya lo sé... pero confío en Lula ciegamente, mira... más a pelo no puede venir
M: Eres la hostia (dijo sonriendo los dos) Yo solo espero que tengáis razón
A: Tranquilo no vas a librarte tan fácilmente de mí
M: Lo sé... lo sé... ¡qué voy a hacer!
A: ¿Y la pija?
M: Duchándose, pero no vayas ¿eh?
A: ¿Está bien?
M: Sí, solo un golpe en el cuello, pero bien, ¿sabes? (Amelia lo miró) Hemos tenido
suerte, no la vayas a cagar ¿entendido corsario?
A: Entendido capitán
Al quedarse sola se paró a pensar en muchas cosas, sentía su alma descansada, sabía que
la magia de Lula era así, a veces algunos hombres le decían que no sabían expresar lo
que habían sentido. Eso mismo le pasaba a ella, sus ojos se perdían en recuerdos, pero
todos ellos los podía ver sin sufrir, Julia con ella, Julia alejándose de ella, Julia
embarazada, podía verlo, y sentía ganas de poder contarlo, poder sacar lo que tanto le
ahogaba y como tantas veces Benigna le dijo, “sigue doliendo porque lo sigues
guardando y te hace daño tenerlo ahí metido”... sonrió al pensar en Benigna, se sentía
afortunada
L: Hola... ¿molesto?
A: Nunca, tú casi nunca (sonrió)
L: Bien. Oye que le he pedido disculpas a Bárbara
A: ¿Y eso? (la miró sorprendida)
L: Por lo que le dije antes, no soy nadie para decirle nada
A: Mujer... eres mi enfermera y por cierto, ahora sí que hueles bien
L: ¿Y antes no? (se hizo la sorprendida)
A: No, pero no lo contaré a nadie
L: No sería la mezcla que llevas en el ojo... yo es imposible que huela mal... me había
puesto perfume
A: ¡Es cierto!, las pijas nunca oléis mal
L: No eches balones fuera (le dijo graciosamente mientras se sentaba a su lado ante la
mirada enarcando su ceja derecha sonrió y le dijo) Sé que tú también lo eres... así que...
no te excluyas
A: Esta Benigna es la rehostia (se quejó)
Una pija en la selva 255
Y allí se quedaron escuchando como Bárbara siempre risueña, pasaba a relatar con voz
penosa y gesto triste la experiencia de saber que los hombres de la guerrilla habían
matado 20 gorilas de montaña, en peligro de extinción, hasta ellos eran victimas de las
manos asesinas de aquellos hombres, durante la conversación, Amelia más de una vez
miró de hurtadillas y eso que era difícil con ese único ojo a Luisita que atendía atenta
las explicaciones de Bárbara, mientras Benigna a su vez no perdía detalle de Amelia, de
reojo la controlaba, y así pasaron un rato hablando de cómo paliar aquella pérdida, de
cómo librar a aquellos pobres animales de las matanzas discriminadas
Bárbara: Son necesarios, ellos son necesarios, en el parque son muchos quienes lo
visitan, es una manera de ayudarnos mutuamente, ellos nos ayudan a nosotros a ganar
dinero y poder ayudar a su vez a la gente, y nosotros los ayudamos a subsistir en un
medio natural, pero claro, eso para esos hijos de puta... no significa nada
B: ¿Y qué vais a hacer?
Bárbara: No podemos mi bella siñora, ellos kufwa na nima nada que hacer (ellos
matan), provocan que hayan crías enfermas, parejas con depresión, son como los
humanos...
A: Deberían ayudar no solo a los gorilas a todos, y mira como estamos (se quejó
amargamente)
L: Pues sí, sin duda, debería ser un tema conocido
A: Lo es, pero a los grandes no les interesa, ellos consiguen madera cuando necesitan
clandestinamente y si tienen que matar a gorilas, les da igual, les da igual asesinar a
mujer, niños y demás
Una pija en la selva 256
B: Bueno... ¡ya está bien!, no vamos a dejar que nos embargue la tristeza, no señoras,
nosotros hoy tenemos una comida para Dib, y vamos a celebrarlo a lo grande
L: Yo te ayudo
B: Tú no, estás aún convaleciente, ¿Bárbara?
Bárbara: Un placer estar en la cocina con una bella siñora como vos
A: Me voy a poner celosa (dijo sonriendo ante la atenta mirada de Luisita)
Bárbara: Ah... (elevó las manos como si no quisiera saber nada y sonrió) ¿Crees que es
seguro dejar a Pimpinela?
B: ¡Qué remedio!, portaros bien (les dijo apuntándolas con el dedo)
L: Que fuerte lo que ha contado, ¿no?
A: Y lo que no sabes Luisita... esto es así. Oye como sabes lo de Wilson
L: Por Benigna
A: Ya lo sé, pero debe haber una razón, ¿no?
L: Llamó tu madre (el gesto de Amelia la alertó) Bueno... igual no debí decirlo
A: Tranquila... lo puedo soportar (sonrió con tristeza)
L: Parece que no soy la única en llevarse mal ¿eh?
A: Pues no... ya ves... tenemos más cosas en común de lo que podías pensar
L: Y tú... de lo que podías pensar tú (le dijo con algo de picardía)
A: No, te aseguro, que más de lo que tú (insistió con mirada penetrante con ojos
chispeantes y gesto directo) podías y puedes imaginar
El silencio se hizo hasta que Nsona entró y pidió ayuda a Luisita. Quien se marchó
pensativa y algo preocupada
La comida se hizo distendida, Amelia lo hizo junto a las mujeres en el hospital, los
hombres lo hicieron en el comedor junto a los niños, y así, ante las suplicas de Amelia
de que la dejara ir a su cabaña, convenció a Marce para que así lo hiciera, con cuidado
la trasladaron entre los hombres con la camilla que solían llevar en las expediciones y la
dejaron allí en su cabaña, tranquila sin moverse, cuando caía la noche Benigna le entró
la cena en una bandeja la vio triste
B: ¿Qué te pasa?
A: Nada...
B: ¿Estás así por qué se ha ido Bárbara?
A: No... que va (se quejó mientras se incorporaba)
B: Hazlo con cuidado
A: Veo que... debería haberme quedado en el hospital...
B: ¿Y eso por qué lo dices?
A: No ha venido a verme desde que estoy aquí
B: ¿Quién? (Amelia la miró con mirada dura) Bueno... ella también tiene que
recuperarse
A: Ya... vale... bien que no pasa nada (decía como restándole importancia)
B: Venga pues acaba con todo ¿eh?, tienes que alimentarte
A: ¿Te vas?
B: Sí
A: Vale... acabo... ¡joder!... ni un poco de compañía ya le vale a la pija esta (decía con
rabia mientras cenaba)
B: ¿Ya está?
A: Sí
B: ¿Quieres café?
A: No...
B: ¿Estás enfadada?
A: Benigna déjame ¿vale?, y vete a dormir con ella... a mí me dejas tranquila
B: De acuerdo
Benigna se salió de la cabaña con la bandeja en la mano y una gran sonrisa haciendo
una señal
A: (“¿Y por qué lo iba a hacer?, no le interesas metete eso en la cabeza joder”)
Unos golpes en la puerta le hicieron abrir su ojo, miró con el ceño fruncido, si era
Luisita ya podía largarse, después de cinco horas sin saber nada de ella, no estaba de
humor como para aguantarla, podía pasar perfectamente sin ella
Pero la puerta se abrió, y cuando iba a decirle que se largara vio como entraban todos
los niños del campamento, formaban a sus pies una fila, todos vestidos, arreglados, y
con colonia que Amelia podía reconocer perfectamente era de la pija. Allí se pusieron
mirando a Luisita que se había parado a la derecha de Amelia con una sonrisa de oreja a
oreja, Benigna lo hacía emocionada al otro lado. Amelia miraba a una y otra y los niños
y no entendía nada
L: Bueno... Amelia los niños tienen algo que decirte (les sonrió y les hizo una señal)
Todos: Estamos alegres Mwasi de que estés bien, y pronto puedas jugar con nosotros,
te queremos...
Las sonrisas amplias y frescas de los niños, felices de poder tras cinco horas de ensayos
con Luisita, decir aquella frase, y así uno a uno fueron pasando por su cama y dejándole
un beso, ella a cada uno que pasaba se iba emocionando más, sabía de quien había sido
la idea, y suspiró con el pequeño Mbe y sus pasos trastabillados, entonces volvieron a
colocarse todos nuevamente y ante el gesto de Luisita le dijeron
Los niños salieron acompañados por una Luisita sonriente que le dedicó esa sonrisa
amplia que tanto le gustaba a Amelia, pero también le enseñó aquellos ojos nublados
por cierta niebla de emoción, que gustó mucho más a la médica. Benigna había
observado la escena con una de esas sonrisas típicas de alegría interna, y es que era
mucha la que sentía, primero porque la sorpresa ideada por Luisita había sido para
Amelia lo mejor que le había ocurrido en mucho tiempo y lo sabía, lo segundo porque
aquella sonrisa entre Luisita y Amelia, significaba muchas cosas que desde fuera
Una pija en la selva 258
estaban claras, y por último, porque Amelia había recuperado la emoción, ésa que había
perdido en su vida por culpa de un cruel engaño. Se acercó lentamente a la médica, la
miró con detenimiento y la abrazó. Notó el suspiro de Amelia sobre su pecho, notó
como se aferraba a ella temblando y el silencio, le indicó que estaba feliz, que ese
instante le había hecho feliz
Mientras fuera, Luisita abrazaba, besaba y sonreía a los niños, ella también había
sentido ese cambio en el rostro de Amelia, quizá, le había quitado aquella máscara de la
que tanto hablaba Benigna, tras despedirse de todos, suspiró mirando hacia detrás, la
cabaña de Amelia, su rincón, su refugio, volvió por pura necesidad a exhalar un respiro
para no sentir como se ahogaba, se sentó en los peldaños de madera de su cabaña y justo
a su lado lo hizo Mona
Se retiró a su cabaña, al entrar se apoyó en la puerta, sus ojos se movían nerviosos, sus
manos habían decidido apretarse la una contra la otra fuertemente, trataba así
inútilmente de frenar el temblor, se apartó el pelo de la cara, se tapó la boca con ambas
Una pija en la selva 259
manos, anduvo un rato mirando el suelo con el ceño fruncido, hasta que fue al lavabo,
se cambió y abrió la cama
Una vez Lula había terminado con sus curas, dejó a Amelia mucho más relajada, estaba
en la cama durmiendo, tapadas las piernas, con el torso al aire, de lado sobre su ojo
bueno, y aún dormida sentía un frío y una soledad penetrante en su alma como hacía
mucho tiempo que no le ocurría, era media noche, pasadas las dos de la mañana, cuando
la luz del motor había vuelto a dejar de funcionar, todos dormían, y como todas las
noches en la Selva, una lluvia fina caía, como siempre acostumbrando a esa musicalidad
que les hacía dormir relajadamente, también acompañaban los sonidos de los animales
como siempre, las noches en la Selva eran maravillosamente iguales. Mas o menos
sobre las dos la puerta de la cabaña de Amelia se abrió, alguien se deslizó hasta dentro,
pero ella seguía en sus sueños, aquella cascada con el agua fría y entre sus brazos
Luisita. Un movimiento le hizo quejarse, el costado le dolía, se llevó la mano hasta las
costillas, aquel corte que Marce había hecho para salvarle la vida, a veces se ponía
pesado. Y así abrió sus ojos viendo una sombra tras el mosquitero que cubría su cama
La otra se había sentido descubierta, tan solo quería acompañarla en el sueño, pero
Amelia la había descubierto, no podía seguir en silencio, no debía. A lo hecho, pecho
L: Soy yo
A: ¡Luisita! (susurró con sorpresa y alivio)
L: He venido a ver como estás, me ha parecido oír que te quejabas (mintió)
A: Me duele el costado
L: A ver... déjame ver
A: Claro... ¿me quito la camiseta?
L: No hace falta (sonrió y Amelia hizo lo mismo sonreír. Dio luz a una vela y la linterna
que se había acostumbrado a llevar con ella, al mirar vio que aquella herida supuraba)
Vaya... voy a tener que curarte
A: Entonces me quito la camiseta
L: Pesadita eres tía... si por mucho que te quites la camiseta no vas a despertar mi lado
más salvaje
A: ¿Ah pero tienes lado salvaje? (la miraba con cierta travesura)
L: Anda pues claro, ¿o te crees que solo tú lo tienes?
A: Pues yo lo quiero conocer
L: Voy a por el botiquín (sonrió yéndose de allí)
A: No tardes... (al quedarse sola suspiró y susurró) Te vas a quemar Amelia... cuidado
que te vas a quemar
Mientras, Luisita había ido a su cabaña y había sacado el botiquín, más velas, y se había
llevado una vasija grande para poner agua caliente que tuvo que calentar en la cocina
L: Sí, está echándome los tejos así que... (elevó las cejas con una sonrisa como
aceptando la situación con resignación)
B: El día que no lo haga preocúpate
L: Lo sé... ella es así... no hay más
B: Sí que hay más, sí, y tú lo sabes
Dio la vuelta y se metió en su cabaña, Luisita se quedó allí clavada mirando la puerta
donde antes estaba la figura de Benigna, suspiró, miró la vasija de agua y sacudiendo la
cabeza se dirigió hasta la habitación de una Amelia que seguía en la misma posición, al
acercarse la vio con el ojo cerrado, parecía tranquila. Luisita con cuidado dejó dos velas
grandes que tenía aromáticas con olor a fresa sobre la mesilla y otras dos en el suelo
cerca par alumbrar todo lo posible, abrió su maletín en el suelo delante de Amelia, con
expresión de concentración comenzó a rebuscar las cosas que iba a necesitar
L: No... esto no... uy... ¿dónde está el...?, ¡ah está aquí!
Susurraba con cuidado para no despertarla hasta tener todo listo para curarla, entonces,
al mirarla vio que la estaba mirando, se sonrojo sin poderlo evitar, los colores se
hicieron dueños de sus mejillas, aquel ojo casi cristalino por el sueño le estaba gritando
algo que no quería escuchar
Se sentó en la silla, subió sus piernas y las abrazó, Amelia se puso de lado y la miraba
fijamente, era cierto aquella luz le daba de pleno en su figura, le gustaba, le encantaba
aquella mujer porque negarlo más, pero sabía que no era como el resto, que ésta si que
era la peligrosa, que lo que tanto decía Benigna se podía dar, “llegara una mujer que te
vuelva loca”, y no quería volver a pasar por lo mismo, su frivolidad debía seguir firme,
y no dejarse llevar por la sensibilidad, por la ternura tan brutal que despertaba en ella.
Luisita trataba de cerrar sus ojos se ponía nerviosa de sentir su mirada, no quería pensar,
habían varias frases de Amelia que llevaban doble sentido y las estaba repasando en su
memoria, en su pensamiento, las cosas quizá no eran como ella pensaba, una mujer
frívola...
Le bastó decir aquella frase, para que la enfermera, se levantara con cuidado, apartara
con el mismo cuidado el mosquitero, mientras Amelia apartaba la sábana, y se hacía
sitio. La miraba fijamente, Luisita sentía como temblaban sus piernas, pero le había
doblegado hablando con el corazón
A: ¿Puedes abrazarme?
L: No quiero que pienses...
A: Luisita... eres la primera mujer a la que le pido un abrazo en mucho tiempo... (le dijo
con un susurró apagado) Pero negaré haberlo dicho
L: De acuerdo, descansa (sonrió nerviosa)
Luisita la refugió entre sus brazos, la estrechó en su pecho, la espalda de Amelia pegada
a ella, su mano por la cintura haciéndole entender que estaba allí, notaba el temblor que
ella pensaba era por el miedo de lo vivido, sin saber, que realmente lo que a Amelia le
daba miedo, era, justamente lo contrario, lo que le faltaba por vivir, y mucho menos
pensó que era lo que le faltaba por vivir a su lado
Y así, poco a poco, calmadas, relajadas fueron entregándose juntas al sueño, bajo las
luces de aquellas dos velas que parecían bailar para ellas la danza del sueño, junto al
sonido de fuera de la Selva, y ambas agradecieron un segundo antes de dormir, tenerse,
la una a la otra, aunque aquel pensamiento desatará en su interior terremotos de miedos,
que iban resquebrajando sentimientos, una de vergüenza, otra de miedo a ser feliz, una
de dudas, otra de pánico a volver a amar, una de ser una mujer, otra de tener a ésa mujer
precisamente ésa que el destino le tenía reservada para luchar contra si misma
El gallo cantaba la llegada del nuevo día, y en la cama, Amelia se movió suavemente
aferrándose más si cabía al cuerpo que a su lado descansaba, emitió un ligero murmullo
placentero, y un suspiro. El pelo revuelto, el parche en el ojo, un gesto repleto de
Una pija en la selva 263
tranquilidad, la respiración en su pecho pausada, calmada, y sin ella saberlo, unos ojos
que la vigilaban haciéndose millones de preguntas, una noche en vela disfrutando del
calor de ese otro cuerpo, una noche en vela enfrentándose a deseos incontrolados por
dejarse llevar nuevamente, una noche en vela pensando si aquello que le impedía ser
feliz en su cómoda vida, no era nada de lo que había pensado, y era todo lo que alguna
vez había negado. Toda una vida correcta, toda una vida infeliz, toda su vida
desperdiciada, y una noche envuelta en esa nube de felicidad que la transportaba
felizmente por el cielo Africano, toda una vida para ir a parar a una cama, a otro
continente, a unos brazos, a una Selva repleta de ferocidad, a una mujer, a una mujer
enigmática y peligrosa de la que por momentos parecía imposible escapar
Como si fuera una niña Amelia se mantenía entre los brazos de Luisita, soñando que
ganaba batallas perdidas, que su alma en forma de paloma volaba en libertad, parecía
haberse librado de cadenas oxidadas, parecía haber roto aquellos candados que con
tanto ahínco la vida le hizo cerrar, y al descubrirse desnuda en el mar, con su corazón en
la mano, un suspiro caló hondo en el cuello de Luisita, como si con él, le estuviera
pidiendo refugio, le estuviera gritando su miedo, le estuviera rogando su amor
Entre tanto, Benigna, hábil en la cocina como en los sentimientos humanos, estaba en el
huerto recogiendo unas manzanas y unos tomates, iba a prepararle un zumo a Amelia,
pero sabía que no debía entrar, sabía que aquella cura de la herida de su cuerpo, quizá,
les llevaría también a la cura de su alma. Inquieta porque conocía de sobra a Amelia, se
fue hasta la cocina con Ramón tras ella moviendo graciosamente su cola. África
despertaba del sueño, la Selva despertaba sus gritos, los pájaros volaban buscando esa
libertad de la cual alardeaban con sus piruetas sin un rumbo fijo, y al verlos, Benigna
recordaba que en una de sus últimas borracheras, Amelia grito a la Selva, “quiero ser
pájaro y volar, sin nido, sin hogar, sin nadie, sola con mi libertad”, sonrió triste,
recordar aquel tiempo fue para ella un golpe de dolor
maravillosas, sabes que aquí te apoyaremos en lo que tú quieras ¿vale?, pero... piensa
que quizás un día puedas tener una vida mejor en un lugar mejor
Nsona: Mami... tengo miedo (se abrazó a la mujer llorando mostrando no solo su
miedo, también su inseguridad)
B: Hagas lo que hagas, habla con Zulú, y sabes que os apoyaremos, que no vais a estar
solos, que aquí está mami, para ayudarte en todo... ¿lo sabes verdad?
Nsona: Sí mwasi mondele
M: Ay (suspiró fuertemente) ¿Por qué nadie puede ver este miedo?, ¿por qué nadie hace
nada para cambiar esta mierda en la que vivimos? (se preguntó con rabia ante las
lágrimas de aquella mujer)
Nsona se tranquilizó no solo con las palabras de Benigna, también con aquel abrazo
cálido que había recibido, sabía que tenían razón, pero ella sabía lo que era sufrir la ira
de aquellos monstruos y quería evitar ese sufrimiento a su hija. Estaban tranquilizando a
Nsona cuando Massamba entró de golpe
L: Joder... (salió corriendo sin más, fue a su cabaña para ponerse algo decente y
mientras se recogía una coleta en el pelo, vio como iban entrando y conforme llegaban
iban cayendo al suelo. Llevaba su botiquín en la mano y con gesto de espanto se acercó
hasta él) Marce...
M: Rápido Luisita... Benigna va a repartirlos a un lado hombres a otro mujeres... joder
vienen en muy mal estado (decía al verlos)
B: Marce hay niños (les dijo con esa cara que da la rabia y el dolor)
L: Yo me hago cargo de las mujeres, ¡Lula!
Sassou: Yo querer (decía Sassou) Mono ya beno kusadisa ziku (yo os ayudo doctor)
M: Sassou vente conmigo anda, Luisita ¿hay otro botiquín?
L: Sí (le grito mientras revisaba a una señora) Está en el hospital Sassou... Benigna
tienen sed
B: Ya estamos en ello (Massamba junto a Zulú se apresuraban a sacar agua del pozo,
Lula con su hijo en su espalda ayudaba a Luisita, Nsamba con su perro preparadas para
repartir agua a los sedientos, Ramón como si fuera el vigila del campamento paseaba
observando a todos, si algo llamaba su atención ladraba y Benigna acudía) Marce...
niños
M: Joder (su gesto serio, el sudor impregnado en su camisa, se quitó su sombrero y
comenzó con rapidez a revisar aquellas personas que llegaban casi desfallecidas)
Sassou: Ya yo (decía Sassou con el ansia de ayudar marcado en sus ojos)
M: Bien... vamos... haz todo lo que te digo
Una pija en la selva 265
Sassou: Sí, sí (aquella ilusión marcada en sus ojos a Marce le supo a gloria)
L: Lula ven... ayúdame... (entre las dos ayudaron a una anciana a acostarse, la mujer
respiraba con dificultad y abría sus manos como pidiendo algo de compasión)
Tranquila... tranquila
Lula: ¡Nunumi ezali likama te! (Anciana ya no hay peligro)
L: ¿La revisas? (Lula asintió. Entonces vio a una mujer llegar con su hijo en brazos, el
pequeño lloraba con amargura) Tranquila... tranquila...
Lula: Luisita... Kuzitisa... kuzitisa (tranquila... tranquila...)
L: Melesi Lula
Luisita ayudó a la mujer a sentarse antes que pudiera caer y golpearse o golpear al niño,
trató de centrarse en ellos, pero los quejidos, los llantos, los gritos de auxilio y ayuda,
llenaban sus oídos, su cabeza, tensionaba sus músculos, le provocaban un dolor en su
corazón, trató con rapidez de sacar todo aquello y centrarse en la pareja que tenía
delante cuando una voz, le hizo sacar todos sus pensamientos
A: Déjame ver
L: ¿Tú qué haces aquí? (la miró seria)
A: ¿Tú qué crees? (le tomó al niño a la madre que se desmayó) ¡Benigna ven!
L: Amelia no puedes hacer esfuerzos
A: Ahora no estamos en disposición de nada Luisita
B: Dime (le dijo con su voz algo apagada por el cansancio y el sufrimiento)
A: La madre se ha desmayado... me llevo al niño. Vamos Luisita
L: Benigna dile algo (miró a la mujer de manera suplicante)
B: Déjala Luisita... ahora necesitamos manos. Massamba... necesito ayuda
Massamba: Sí Mami
Las dos mujeres echaron a correr con el niño en brazos, el pequeño lloraba
amargamente, mientras Luisita llevaba su botiquín aferrado a la mano, al pasar por al
lado de un hombre, le cogió de la pierna haciéndola caer
L: Au
HombrL: Masa... Masa... Masa (Agua) (pedía desesperado con una suplica en sus ojos
casi rozando la locura)
L: Zambi... agua para este hombre, tranquilo, esto... joder... ¿cómo era?... kuzitisa (le
susurró mientras lo miraba asustada
A: ¡Luisita! ¿qué coño haces? (le preguntó al verla en el suelo)
L: Voy (le contestó en voz baja impresionada por aquellos ojos)
Zulú: Yo me quedo (el hombre cogió con tanta ansia el agua, le caía por los lados de la
boca, respiraba con desazón y al mismo tiempo dos lágrimas resbalaban por su rostro)
Vaya mwasi
L: Sí (contestó con un hilo de voz, y los ojos impregnados por la lástima y el dolor)
Malditos hijos de puta
A: ¡No digas palabrotas! (le riñó mientras el niño la miraba y lloraba)
L: ¿Qué tenemos?
A: De momento fiebre alta
L: Creo que te tiene miedo (le dijo mientras preparaba un gotero por si hacia falta y
preparaba la inyección para la fiebre)
A: Sí (entonces se quitó el parche)
L: Amelia ¿qué haces?, baja el parche no es bueno que te dé la luz
Una pija en la selva 266
A: Ya lo sé... pero no quiero cargarme a este pobre chaval... vamos cariño... tranquilo
L: Casi cuarenta de fiebre
A: Sí (lo incorporó y entonces le vomitó sobre sus manos) Y vómitos
L: Evidente (le dijo tratando de no ser demasiado irónica en un momento así)
A: Graciosa... vale... (mientras lo reconocía, Luisita no perdía detalle, veía los esfuerzos
que hacía para poder soportar la luz, el ojo seguía casi cerrado por completo y se daba
cuenta que no veía por como buscaba las posiciones con su cabeza para el
reconocimiento) Apendicitis, ¡cojonudo!; hay que operar
L: Tú no vas a operar (le dijo segura)
A: ¿Y eso quién lo dice? (la miró con mirada desafiante y su ceja enarcada)
L: Te lo digo yo y punto
A: Prepara anestesia
L: ¡Tú no operas! (le dijo con tranquilidad pero gesto y voz firme)
A: ¿Crees que no soy capaz de hacerlo así? (la miró con cierto enfado)
L: Sé que eres capaz, pero no debes y no me vengas con cuentos... fuera
A: ¿Pero de qué vas?
L: De lo que tú quieras... pero fuera
A: Mira tú no eres nadie para decirme lo que debo o no debo hacer (le gritó el niño
lloraba mirándolas indistintamente a una y a otra)
L: Soy tu compañera de trabajo y en este momento tú estás mermada y sé que no debes
operar y no tengo tiempo para discutir contigo, así que, te vas a tu cabaña y desconectas
de lo que pasa fuera... ya nos apañamos
A: No eres nadie ¿te enteras?, nadie para decirme lo que debo hacer (su rostro se había
tensionado de tal forma que mostró su indignación)
Se callaron desafiándose con sus miradas, tan solo el llanto del niño les hizo reaccionar
L: La que no te enteras eres tú, ahora te bajas el parche, te sales, le dices a Marce que
venga, te vas a la cama y te acuestas ¡y qué no te vea por ahí ayudando! (le recriminó
con fuerza)
A: Pero... pero... (no podía ni hablar estaba impresionada por aquella fuerza)
L: Ya me has oído, ¡fuera!, y avisa a Marce, Amelia
Amelia salió como si le hubieran disparado y tuviera que huir de allí, notó un dolor
agudo en su estómago, justo en ese momento se cruzó con Marce, le dio la orden y
desapareció
M: ¿Qué pasa?
L: Marce, Amelia no ve del ojo (le dijo nada más verlo)
M: Ahora no podemos hablar de Amelia... ¿apendicitis?
L: Sí (le dijo con gesto serio)
M: ¿La has echado?
L: Sí y no veas como se ha puesto
M: Imagino... vamos allá
Había cruzado la distancia del hospital a su cabaña en tiempo record, alguien había
tratado de tirar de sus pantalones para reclamar su atención, pero ella, ni siquiera lo
había notado, al entrar cerró la puerta de un golpe fuerte, su respiración se había vuelto
cargada de rabia, entonces con los ojos repletos de lágrimas por la frustración de no
poder ayudar, llegó hasta el lavabo, se levantó el parche y se miró por primera vez en el
Una pija en la selva 267
espejo, sintió como un escalofrío recorría toda su piel, como si de repente le hubieran
quitado las fuerzas y sus piernas estuvieran a punto de aflojarse, sintió miedo, sintió
dolor, apretó los dientes, los puños, se sentó como pudo en lo que pretendía ser la taza
del lavabo, notó como su corazón latía con tanta fuerza que temía que de un momento a
otro se saliera de su pecho, apoyó sus codos sobre los muslos, sus puños cerrados sobre
sus mandíbulas, para después dejar que poco a poco sus dedos fueran cobrando vida,
fueran suavizando la tensión y abriéndose poco a poco hasta tapar su rostro, hasta
dejarlo escondido para dejar caer lágrimas que se colaban entre los dedos, que llegaban
a sus piernas, que golpeaban contra el suelo
A: ¿Qué voy a hacer?... ¡dios! (susurró con un llanto desgarrador en la soledad de aquel
lugar)
El trabajo para todos estaba ya menguando, la operación del niño había salido perfecta,
habían podido dejarlo con su madre acostada en la misma cama, sabían que era lo
mejor. Los demás en el suelo, recuperando fuerzas, bebiendo agua y caldo que
rápidamente Nsona comenzó a preparar, les daban mandioca, a los niños, en total seis,
les prepararon carne para recuperarles, las lágrimas en sus rostros, los mocos en su
nariz, los ojos grandes cristalinos, esos que tantas veces se ven por televisión, pero que
a todos los que luchaban para ayudarles, siempre les dejaba tocado el corazón. Y allí
junto a Benigna, Luisita trabajaba sin cesar, habían sido cinco horas de intenso trabajo,
los hombres ayudaban a los hombres, las mujeres ayudaban a las mujeres, pero todos,
hombres y mujeres, con el mismo gesto de dolor. Y con el mismo silencio agotador
B: Jajajajaja (dio una tremenda carcajada no por su actuación, sino, por la cara de
Luisita que era todo un poema)
Mientras ellas reían y los hombres que estaban a ellas más cercanos también, Lula había
entrado, al hacerlo, se encontró a Amelia sentada en la cama con sus rodillas
flexionadas y abrazándose ella misma, aquella actitud derrotista de la médico, dejó a
Lula impresionada, se acercó hasta ella y le puso la mano en su brazo, aquel contraste
blanco y negro, le hizo levantar la cabeza, hasta ese momento ignoró quien había
entrado. Al verla se abrazó a la muchacha llorando y le dijo:
A: Lula tienes que ayudarme... tengo que volver a ver... tienes que ayudarme... por
favor Lula... por favor... (le rogaba desesperada recordándose ella misma a muchos de
los que le habían pedido lo mismo en las mismas circunstancias)
Lula: Amelia... (musitó con una dulzura que envolvió a Amelia quien lloraba abrazada
a ella)
A: No puedo trabajar así... no quiero irme
Lula: Amelia kwenda te (no te vas) (le dijo con rotundidad, sin una sola vacilación y lo
más profundo, su sincera mirada)
A: Sí Lula... si no recobro la vista sí, y no puedo irme... no quiero irme... (decía a punto
de la desesperación impresionando a Lula que jamás la había visto así)
Lula: Nge ntima ngate kele mpembe (tu corazón ya está limpio), ahora ojo sanar fyoti,
fyoti (poco a poco)
A: ¡Oh Lula!... (lloró) Mi corazón está muerto de miedo...
Lula: Yata yandi (escúchalo)
A: Lula (no dijo nada más solo negó con la cabeza)
Mientras, fuera esperaba Luisita a que acabara la curación, se había sentado en los
escalones compartiendo el silencio que reinaba fuera, miraba a las personas que allí
estaban, que lo habían perdido todo, y sus ojos se quedaron con una pareja, un hombre y
una mujer mayor, muy mayor, juntos apoyados el uno con el otro, las manos unidas
entrelazadas, y aquella visión le dio un vuelco a su corazón, podían echarles de sus
tierras, podían quemar sus viviendas, podían despojarles de lo que había sido su vida
hasta ese momento, pero lo que no conseguían era vencer el amor entre ellos, suspiró
profundamente, el amor, ¿dónde estaba el suyo?, ella también debía tenerlo, ¿sentiría
alguna vez aquella mano entrelazada como la pareja tenía en ese momento?
Su soledad fue rota por la presencia de Marce, quien se sentó a su lado, suspiró y con
gesto adusto como él habituaba a mostrar le dijo:
M: Bárbara es una loca se cree que nunca le va a llegar la hora, vive al instante como
hay que vivir, pero arriesga demasiado, como Amelia
Hubo un pronunciado silencio, largo y bastante intenso, los ojos miraban las figuras que
había allí, unos sentados, otros tumbados, otros mirando a la nada, otros sin pensar,
otros demasiado pensativos
M: Vaya... mi ídola ha sido vencida... (dijo una carcajada) No te comas la cabeza, haz
lo que sientas
Se levantó y se fue
Luisita suspiró, miró a aquella pareja que seguía aferrada mano contra mano, eran lo
único que tenían, y como si fuera un acto reflejo se miró sus manos, vacías, demasiado
vacías. Oyó la puerta de Amelia, sabía que salía Lula, se puso en pie esperando que le
dejara entrar
Durante el resto del día, Marce y Luisita estuvieron ayudando y revisando a la gente que
allí seguía, más tranquila, pero de igual manera aturdida, ofuscada. Les habían dado de
comer, Benigna se había pasado gran parte del tiempo en la cocina, les había preparado
comida, el huerto ayudó pero volvieron a flaquear de existencias, cincuenta y dos
personas, eran muchas para poder ayudar en condiciones. Marce y Luisita acompañados
por una Sassou que parecía haber cambiado completamente, demostraba alegría,
disposición a todo, siempre atenta a las explicaciones que Marce le daba en Kikongo y
que a Luisita le venían muy bien para aprender, juntos revisaron a toda la gente con más
tranquilidad, se encontraron con algunos cortes que no habían dicho llevaban en la
Una pija en la selva 270
espalda, golpes por vivir, por escapar de la muerte. Heridas infectadas de los días
caminando, pies destrozados por las piedras, los pinchos, la dureza del camino de la
huida
Y durante todo el tiempo que estuvieron vigilantes, hablando con Quintero, curando
heridas, dando ánimos, abrazos, Luisita pensaba en el enfado de Amelia, sabía que
había sido demasiado dura y por mucho que tanto Benigna como Marce le dijeran que
había actuado bien, sentía una pena clavada en su estómago, Amelia no estaba
durmiendo, se lo había asegurado Benigna cuando entró a llevarle la comida
Y así hasta que comenzó a caer la tarde, se retiró un momento a descansar a su cabaña
tal y como le había dicho Marce, no podía dormir, todo era dar vueltas y vueltas en la
cama pero sin conciliar el sueño, el cansancio, lo vivido y su pensamiento en lo que
había ocurrido en el quirófano, no le permitían descansar, así que finalmente decidió
levantarse y darse una ducha, fue al lavabo se lavó la cara y le pareció escuchar como se
cerraba la puerta
L: Voy Lula no puedo dor... (se quedó parada y callada al ver quien era)
A: Lo siento, siento si te he dicho eso antes... pero quería ayudar
Ante ella una Amelia con gesto triste, más bien parecía estar rogando que le
comprendiera lo que callaba, más que lo que había dicho, sus torpes palabras salieron
atropelladas y con cierto titubeo. Se había quedado de pie, allí, sin moverse con su
parche en el ojo, parecía indefensa muy lejana a la figura de la mujer que con actitud
chulesca le saludó por primera vez, sin duda Luisita, al verla, quedó impactada y sin
acercarse a ella pero con la mirada repleta de lástima le dijo:
L: Más lo siento yo por... bueno por hablarte como te he hablado, no era mi intención
hacerte daño, te lo aseguro (le dijo con cuidado)
A: Lo sé (sonrió de lado tragó saliva, y tras un intenso silencio le dijo con voz apagada)
No veo, Lula dice que le dé un poco más de tiempo, pero no veo de ese ojo... la he
cagado ¿verdad?
L: No Amelia, estoy segura que no (entonces entendió lo que le pedía con su mirada,
entendió lo que con su gesto de morderse el labio, elevar su cejas le pidió. La abrazó
porque pudo percatarse de su miedo, y de su temblor, Amelia suspiró entre los brazos de
Luisita se aferró a ella como si fuera su tabla de salvación) Si Lula dice que te cura, te
cura, además (la separó mirándola con gracia tratando de evitar el dolor que sentía, el
dramatismo en que ambas se habían visto envueltas) Con el parche también tienes... tu
puntito...
A: ¿Ah sí? (subió sus mocos mientras sonreía de lado)
L: Ya te digo (sonrió ampliamente) Mira si lo tienes que el niño que hemos operado
nada más le decía a su madre al despertar, que ojo tapado, donde estaba ojo tapado
(decía muerta de risa)
A: No me lo creo (le contestó riendo mientras apartaba el gesto de miedo de su cara)
L: Te lo juro, tiene un trauma para toda la vida (dio una carcajada enorme)
Una pija en la selva 271
A: Pero que mala eres (le dijo entre cerrando los ojos y mirándola fijamente con su
único ojo visible, cargado de deseo)
L: Esto... iba a ayudar a Lula (carraspeó poniéndose colorada al ver en su ojo lo que le
mostraba)
A: Bien, yo voy a la cama, prescripción de mi enfermera favorita (elevó con falso gesto
de fastidio sus hombros)
L: ¿Ah sí? (esta vez hizo ella la pregunta con el mismo tono de Amelia)
A: Te estás copiando de mí, y eso tiene su peligro... (sonrió)
L: Tú sabrás ¿no?... (le dijo provocándola)
A: Sí sé... sí... bueno... (suspiró porque aquellas cosas de Luisita la descuadraban por
completo y debía cuidar apariencias)
L: Descansa (suspiró también)
A: Vale... te agradezco que te hayas preocupado por mí
L: Bueno, la verdad que ahora que ya te voy conociendo, no es como para que te vayas
y me manden a otra Amelia... ya te he sufrido así que... ya te tengo a ti
A: ¿Tú eres un demonio, no?
L: No, soy una pija en la Selva...
Ambas dieron una carcajada, se miraban a los ojos, entró con el gesto tenso y repleto de
miedos para salir con calma pero un pánico mayor en sus venas. Al salir Amelia cerró la
puerta suspiró mientras dentro Luisita hacía el mismo gesto
Cuando se hizo la hora de dormir, todo era silencio, tanta gente y un profundo silencio,
Massamba encendió un foco que alumbraba el poblado él se quedaría junto a Zambi a
vigilar, Luisita pasaba de uno a otro para taparles mientras se acostaban, daba la mano,
algún beso a alguno de los niños, toda la ternura que desprendía estaba dejando
embaucada a una Amelia que desde su ventana seguía todos sus movimientos, cada
sonrisa sentía que alumbraba su interior, cada gesto la llenaba de paz. A su espalda
preparada Lula para la última cura del día la observaba
Habían pasado dos semanas desde aquella avalancha de refugiados, nuevamente el adiós
fue igual de duro que el anterior, un nudo en el corazón, se marcharon todos, incluido el
Una pija en la selva 272
pequeño con sus puntos quien tras insistir pudo despedirse de la mujer del ojo tapado,
que le sonreía ante la curiosidad de los demás pequeños
Las primeras noches, Amelia siguió buscando la compañía de Luisita en la cama, una
Luisita que la acogía sin protestar, pero tampoco hacía nada porque aquellas visitas
fueran algo más que un compartir el miedo. Un día, mientras Luisita enseñaba a Sassou
a pinchar con una patata, Benigna había advertido a Amelia que aquella situación no
podía seguir, que no era recomendable, con pena disfrazada de enfado, aceptó aquella
condición de volver a dormir sola, o como mucho a buscar a Benigna. Después de que
ambas madres habían llamado preocupándose por ellas, ninguna de las dos en ese
tiempo habían decidido llamarlas, así como que ninguna de las dos había hecho
referencia al beso robado y entregado en un suspiro de vida y terror
En ese par de semanas, había ido encontrando la paz también fuera del campamento, el
ejercito había comenzado a provocar la retirada a la Selva más abrupta de la guerrilla,
así como la huída hacia el Norte del país. Con la situación más relajada, Marce y
Luisita, acompañados por una Sassou entregada a su nuevo trabajo, habían ido a
localidades próximas para vacunar, y ante la explicación de Luisita ante un cabreado
Marce sobre la actuación de Amelia en el último poblado, se vio obligado a desviar uno
de sus viajes para poder revisar a la niña que había dado a luz de manera clandestina por
Amelia, refunfuñando, acordándose de su madre, y de toda la parentela de la Pediatra,
fueron hasta allí, aquella visita, y la mejoría de la niña, les hizo retrasar su vuelta al
poblado. Al entrar con la cafetera, vieron como Amelia, estaba sentada rodeada por los
niños, y en sus brazos el pequeño Mge aquella estampa le salvó de una buena bronca de
Marce, mientras desataba como si fuera una explosión de pólvora, la ternura en el
corazón de Luisita
Así, poco a poco Amelia notaba mejorías en su visión, pero una nueva técnica de Lula,
le impidió averiguar más sobre aquella evolución, su ojo había sido envuelto y cerrado
con un paño bien bañado en un líquido milagroso le había asegurado Benigna. Así con
aquella incógnita y sufrimiento por parte de todos, dado que si no volvía a ver, Quintero
les había avisado que debería abandonar el campamento sin más
Había llegado el día en que la joven hechicera había puesto como tope para de una vez
por todas saber si tenía o no la razón al decir día tras día a la pesada de Luisita en sus
clases, que sí, que Amelia volvería a ver
B: Nena que me vas a dejar el mantel inservible... (le dijo con una sonrisa y gesto
negativo de Marce
Era cierto, Amelia llegaba a su altura, Lula no la acompañaba y eso creó cierto temor
entre ellos, Luisita la miraba y sentía como su corazón se había disparado en latidos, su
melena larga y lacia como si fuera un pez manta nadando por el suelo del océano le
daba un aire hermoso, a pesar de que llevaba la cabeza algo agachada, pudo notar su
rostro tranquilo, en los últimos días, la Amelia que había andado por el poblado, la que
había ayudado a Benigna a coger manzanas con una actitud relajada, la que había
ayudado a Lula a dormir al niño mientras ésta ayudaba en la cocina, la que había sido
expulsada del hospital por Marce dos veces que habían llegado unos cazadores que
habían sido atacados por presas, y ante su insistencia, dos veces había sido alejada de
allí, la Amelia que por las noches ya no la visitaba pero que la miraba con esa ternura
que era para ella, peor que una trampa para osos, la Amelia dubitativa y a veces
taciturna que miraba la luna con su ojo repleto de lágrimas. La Amelia que seguía
siendo un enigma, la que callaba su pasado, la que callaba su presente. Todas esas
Amelias diferentes que había ido conociendo con el transcurrir de los días, llegaban
convertida en una que la volvía a desconcertar
A: Hola
B: Hija... (la miró asustada con las manos juntas sobre su barbilla)
A: ¿Tienes que hablar con Quintero? (le preguntó sentándose junto a Marce con las
piernas abiertas y de lado en ese banco de madera)
M: Sí
A: Vale (Luisita sintió que todo cuanto había comido se había detenido en su estómago
de una manera brusca, pero guardaba silencio, solo la miraba atentamente tratando de
anticiparse a lo que estaba por llegar. Amelia se apartó el parche y le dijo) Pues dile que
veo divinamente y que si quiere constatarlo que venga a revisarme
M: Hija de puta... (le riñó pues realmente lo había asustado)
B: Amelia (sonrió abrazándola ante la carcajada de Amelia) Dios mío todo lo que le he
rezado a Mami Wata, hija... hija...
A: Benigna me vas a ahogar... Benigna... a ver si me tengo que ir por una parada
respiratoria
B: Calla... calla... calla... (decía subiendo de tono a cada golpe de voz)
A: ¿Y mi enfermera favorita no me va a decir nada? (la miró y Luisita no supo si era
porque ahora lo hacía con los dos ojos, le provocó un escalofrío por todo su cuerpo,
aquella mirada volvía a estar repleta de ardor)
L: Me alegro mucho la verdad, me alegro por ti (sonrió débilmente)
A: ¿Y por ti, no? (dio un bocado a la manzana)
L: Mujer... ya vuelves a ser tú, así que no sé... (era cierto, aquel bocado le había
recordado como si fuera una fotografía, la misma escena de cuando la conoció)
M: Voy a hablar con Quintero, pero pórtate bien o le diré que tienes que ir a hacerte una
revisión (le decía apuntándola con el dedo mientras ella se bajaba el parche nuevamente
con una sonrisa pícara) Te lo advierto
B: Anda quítate eso... voy a traerte el desayuno
A: No me lo voy a quitar, dicen que me da cierto puntito (se mordió el labio inferior
mirando descaradamente a Luisita)
B: Mira Amelia... mira... (la miró fijamente pero ante su gesto no puedo más que sonreír
feliz y marcharse a por su desayuno tras otro abrazo y otro beso)
Una pija en la selva 274
A: ¿Te parece bien así? (le preguntó mirándola con cierto capricho mientras volvía a
bajarse el parche con una sonrisa provocativa)
L: Me da igual (sonrió con nerviosismo)
A: Bien, pues después de desayunar ponte un bikini que nos vamos a la cascada
L: ¿Qué? (la miró un tanto atónita)
A: Te pillas la cámara y te llevaré a un lugar donde vas a flipar, peque
L: No si flipar ya flipo (le dijo con sinceridad ante el nuevo cambio de Amelia, otra vez
era peque, otra vez distante y superficial, otra vez provocativa y devoradora)
A: Te aseguro que no es nada comparado con lo que te espera
L: No creo que debamos ir... puede ser peligroso
A: Para nada, ¿no confías en mí?
B: Aquí está... y ahora ya me has escuchado, debes ir a dar las gracias a Mami Wata
A: Sí, me llevaré a Luisita, así conoce otras cosas de África
L: ¿Dónde está esa Mami Wata? (miró a Benigna omitiendo la mirada de Amelia que
graciosamente seguía con el parche puesto)
B: Es la Diosa de las aguas, dicen que quien le falta el respeto ya sea persona o poblado
acarrea desgracias, pero quien le reza con fervor, recibe sus favores
A: Pero no te la imagines como una Virgen de las nuestras, para nada, ésta para darle
las gracias, debes comprarle un perfume carísimo, o llevarle un bote de coca-cola, o
unas gafas de sol de marca... ¡no sabe nada la tía! (le dio un bocado a la masa que
Benigna preparaba con tanto mimo para ellas)
L: Anda ya... te quedas conmigo (sonrió)
B: No, es cierto Luisita, es cierto... y si te ha concedido el milagro, debes ir vestida de
blanco para que todo el mundo lo sepa
A: Así que... espero que hayas traído algo de marca blanco, puro... muy puro (la miró
con gesto lascivo)
L: No creo que yo deba ir, el milagro ha sido para ti
B: Os haría bien (trató de mediar porque notaba nuevamente entre ellas la distancia)
A: De momento nos vamos a la cascada, me dijiste que te lo debía, ¿tienes bikini?
L: Sí
A: Pues vale... ve preparándolo
L: No creo que...
A: No pasa nada... es una zona donde no suele ir nadie, ya lo verás (insistió con toda la
seguridad del mundo que había vuelto a ella como la visión a su ojo)
L: De acuerdo (sonrió algo nerviosa)
B: Amelia...
A: ¿Qué?, fue ella... yo solo voy a pagar mi deuda (se defendió de aquella mirada que
reconocía muy bien)
L: Vale, voy a buscar mi cámara (se levantó y cuando fue a salir oyó como Amelia le
decía)
A: ¡Y el bikini!, a ver si te tienes que meter desnuda (dio una carcajada pero ante la
mirada de Benigna carraspeó y volvió a mojar la masa en el pobre café
B: Por lo que veo a parte de recuperar el ojo, también has recuperado la tontería (le dijo
muy seria)
A: No sé porque lo dices eso...
B: Todas caen en la cascada, lo sé, pero esta vez no estoy tan segura porque sabes como
llamaría yo a eso que sientes (Amelia la miró seria) Miedo... mucho miedo... ¡y quítate
eso! (le dijo enfadada)
Una pija en la selva 275
En su cabaña, Luisita con cierto nerviosismo rebuscaba entre su ropa el dichoso bikini,
recordaba haber cogido tres o cuatro, en Madrid dentro de su ignorancia pensó que
tendría tiempo para tumbarse bajo el sol de África, y desde que había llegado por unas
cosas u otras, siempre andaba corriendo de un lado a otro, con su vida pendiendo de un
hilo. Pero entonces se detuvo en seco, apoyó su frente sobre el armario de madera,
suspiró, cerró los ojos notaba unos nervios disparados en su estómago, una sensación de
fuego en su interior que se acentuaba en cierta parte de su cuerpo. Se separó, su
respiración se había disparado algo, se pasó la lengua por los labios, de repente se
habían quedado secos, cortados, sus manos las miró seguían tan solitarias como la
última vez, pero en ese instante además le temblaban, negó con la cabeza, mientras se
asomaba a la ventana y veía a Amelia besar y abrazar a los niños, reír con ellos,
acercarse a Nmaba abrazarla mientras le decía algo al oído y la mujer explotaba en una
gran carcajada para después acariciar al perro
L: Ahora tengo que apechugar... Dios que miedo me da esa cascada, que miedo ir sola
con ella... otra vez igual, otra vez vuelve a ser la devora mujeres, ¿y ahora qué hago?...
¿tendré que cambiar yo también? (se preguntaba asustada mirando a través de la
ventana)
Con pasos firmes y decididos Amelia se dirigió hasta su cabaña, al entrar, respiró
hondo, tremendamente hondo buscando calma para sus nervios desbaratados, había
deseado tanto que Luisita le dijera que sí, pero había vuelto a tontear abiertamente,
tanto, que hasta Benigna le había llamado la atención, pero no podía, no podía mostrarse
sin esa barrera, no quería, no podía dejar ver a nadie que se moría de ganas de estar con
ella porque entonces...
A: Vamos... es una mujer más... un ligue más (se dijo en voz alta mientras respiraba
profundamente con gesto de no creérselo ni ella)
En su despacho Marce escuchaba con atención las palabras de Benigna, su gesto era de
asombro, mientras la mujer le explicaba las cosas con algo de temor por su parte a lo
que pudiera ocurrir
M: Ya son mayorcitas Benigna, no puedo prohibir que vayan a esa cascada tan solo
porque sea el lugar donde Amelia las hace suyas
B: No hables así (le riñó)
M: ¿Pero si es que es verdad?, a ver... Amelia aprovecha el encanto que les rodea con el
suyo propio, y mira, antes tenía esperanzas puestas en Luisita, ahora ya no, creo que
está coladita por ella
B: Pues mira... no es por nada pero yo creo que Amelia no lo va a conseguir
M: ¡Vamos Benigna que tú sabes que allí caen todas!
B: ¿Te apuestas algo?
M: No soy de apostar (puso gesto no muy convencido)
B: Te apuesto un lomo de bisonte a la brasa con sus patatitas y un poco de maíz a que
Amelia no lo consigue
M: Mmmmm (se mostró pensativo mientras se rascaba la barbilla) Eso si gano, pero si
pierdo
B: Uno de esos masajes tuyos a mis pies
M: Hecho... pero lo de los masajes ya sabes... es secreto
Una pija en la selva 276
L: Joder...
A: Lo siento, esto... ¿qué es eso? (le preguntó con cara un tanto burlona)
L: Protector solar (le contestó ya volviendo ella también a su tono defensivo)
A: ¿Y para qué lo quieres? (se moría de risa apoyada de costado en la puerta)
L: ¿Cómo qué para que lo quiero?, ¿no vamos a la cascada, digo yo que podré tomar el
sol?
A: Anda vamos (sonrió de lado, al ver que cogía una mochila le preguntó) ¿Y qué llevas
ahí?
L: Una toalla y ropa interior para cambiarme... ¿no llevas nada?
A: Y tú tampoco venga, deja eso, no necesitas nada más que la cámara, por cierto, me
he puesto mona para que me saques buenas fotos... (se mordía el labio dando un suave
toque en su cabeza)
L: ¿Para quién?, ¿para dárselas a Bárbara?...
A: No peque, para ti... para ti (insistió entrecerrando algo los ojos)
L: Yo ya es suficiente teniéndote en directo hija (pasó por su lado)
A: ¿Eso es un halago? (la cogió del brazo)
L: ¿Tú que crees? (la miró esta vez algo burlona ella)
A: Vamos. Marce nos vamos... en un par de horas estamos aquí (le dijo saludándole)
M: De acuerdo, si no regresáis en dos horas y media iremos a buscaros
A: Tranquilo... me sobra tiempo (le dijo bajito al pasar por su lado mientras le guiñaba
el ojo)
M: Esta tía...
B: Se va a perder... ¡se va a perder otra vez con su pose de mujer irresistible, que no
quiere más que lo que quiere y no es otra cosa que puro sexo!
M: Pero bueno Benigna... ¿qué manera es esa de hablar?
B: La tenía Marce, Luisita se siente atrapada por la Amelia dulce, la Amelia tierna, la
que un día fue, no por ésta chula y estúpida
M: Me voy a chivar (Zulú y Nsona se reían por los aspavientos de Benigna indignada
por el comportamiento de Amelia)
B: Me pone de los nervios... voy a hacer calceta
M: Bien, pero prohibido imaginar lo que van a hacer... te lo advierto que tus suspiros se
oyen
B: ¿Pero qué dices? (sin darse cuenta se puso toda colorada)
M: Quedas advertida (dio un chasquido con la lengua y se fue)
B: ¡Pero bueno!
La cara de Luisita era de susto verdadero, ya no solo por estar alejada de Benigna y
Marce, sino, también porque estar a solas con Amelia eso le producía más temor que
cualquier otra cosa. Amelia iba delante abriendo camino y ella la seguía, con cuidado,
Una pija en la selva 277
no podía perder de vista ni un solo movimiento, ni un solo gesto, estaba preparada para
defenderse de aquella vuelta al pasado, de aquel encontronazo otra vez que la posesiva,
la ligona, la borde Amelia, la que perseguía su cuerpo con las miradas lascivas... pero de
repente Amelia se detuvo y Luisita tropezó con ella
L: ¡Ay!, lo siento
A: Au (se quejó por el golpe) ¿Qué quieres liquidarme antes de llegar?, pues te aconsejo
que no ¿eh? (le sonreía mientras se tocaba la espalda donde la cabeza de Luisita había
ido a parar. Y le preguntó con una sonrisa de las suyas) ¿Me mirabas el culo? (Luisita la
miró con la cabeza un poco de lado, la boca abierta y los ojos abiertos como platos)
¿Seguimos?
L: Pues mira, creo que no, que mejor me vuelvo
A: ¿Por qué? (le preguntó mirándola incrédula)
L: Porque esta Amelia no la soporto y no me apetece ir con ella a ningún lado, vamos,
que ni de aquí a la esquina (dicho esto se giró, piso algo que le hizo resbalar, cayó de
culo mientras su cámara fotográfica salía despedida por el aire y Amelia en su intento
de salvarla cayó de bruces entre las piernas abiertas de Luisita) ¡Ahhhhhhh!
A: ¡Ayyyyyyyyyyyy!... joder... (se quejó mientras sacaba la cabeza de entre los muslos
de la enfermera)
L: ¿Se ha caído?, ¿se ha dado con el suelo? (le preguntaba con cara de susto mientras
Amelia se sentaba frotándose las rodillas)
A: Tranquila... tu cámara está bien... al menos podías preguntar por mis rodillas
L: Lo siento (puso gesto de pena)
A: Toma (se la dio) Joder que daño... (apretó los ojos y entonces oyó la risa de Luisita y
seria le dijo) No le veo la gracia (pero dicho esto, comenzó a reírse como Luisita...)
L: Es que... jajajajajajajaja
A: Jajajajajajajaajaja (carcajada tras carcajada) Ay que me meo
L: Ay, señor... ay... ay que me da algo (decía mientras trataba de parar de reírse) Es que
parecías un portero de esos de furgol
A: Fútbol Luisita (decía mientras se bajaba los pantalones y orinaba pero todo muerta
de risa
L: Eso Fútbol (trataba de detener la risa “un poco más y se me come en serio el... mejor
ni lo pienso”)
A: (“Jo, no he necesitado ni calentamiento, un poco más y me como su coño
directamente” entonces volvía la risa) Ay que dolor
L: Mis manos (decía molesta) Y el culo...
A: Lo tuyo definitivamente es caer de culo
L: Y lo tuyo es caer siempre encima de mí
A: Ya ves... será el destino (volvió su voz cautivadora y su mirada lasciva)
L: Venga va... vamos
A: Pero no decías que no
L: Pues ahora digo que sí (sonrió)
A: (“Le ha gustado tenerme así (la miraba fijamente) Y lo que me ha gustado a mí...
mírala... si es que esa sonrisa” se mordió el labio de manera provocativa)
L: ¡Va! (insistió mientras se frotaba las manos)
A: Esto... sí (decía algo turbada, pero entonces se detuvo y Luisita paró en seco)
L: No pares así quieres, creo que lo haces adrede
A: ¿Con que Amelia quieres llegar a la cascada? (le preguntó directamente)
L: Pues... (le había sorprendido no lo esperaba) Con la de estos últimos días
A: ¡Ah vale si es por eso! (sacó el parche de su bolsillo)
Una pija en la selva 278
Siguieron el camino despacio, de vez en cuando, Luisita daba algún salto porque cerca
de ellas, se escuchaba algún graznido, alguno aullido, Amelia la observaba de reojo
sonriente
Amelia tenía razón, en dos cosas, el camino era en alto, le costaba subir, si no fuera por
su ayuda, estaba segura que no habría podido llegar, y el sonido de los animales al
unísono, formaba una música repleta de jolgorio, de tranquilidad, andaba pensando en
que estaba en el paraíso, los rayos del sol jugueteaban entre las hojas de los árboles
infinitos hasta casi el cielo, como si compitieran para beberse toda la luz del sol y el
calor, las lianas espectaculares se dejaban ver como si fueran las reinas de la Selva,
Luisita no daba abasto para sacar fotografías, Amelia la miraba y se reía, estaba feliz de
verla a ella feliz, tenían que subir por caminos de bajo bosque, algunas veces debían
subir a cuatro patas como si fueran unos chimpancés más
A: ¿Escuchas?
L: Oigo agua
A: Sí, la cascada está por ahí (le señaló poniéndose detrás de ella rozando casi sus
cuerpos ambas, volvieron a sentir la misma electricidad) Mira... mira
L: ¿Qué? (sus ojos miraron hacia arriba donde marcaba su dedo)
Una pija en la selva 280
A: Es el pájaro carpintero, mira como prepara su nido, ahora es la época de cría (seguía
allí demasiado cerca de ella, y mientras señalaba con su dedo hacía la rama alta del
árbol, sus ojos bebían el perfil de Luisita)
L: ¡Qué fuerte!, déjame hacer una foto
A: Claro (seguía mirándola casi sin parpadear) Mira allí, es un papamoscas azul, ¿lo
ves?
L: Sí, sí (decía encantada)
A: No cantan mucho, pero cuando lo hacen es un canto espectacular, relajante,
agradable
L: Que bonito es
A: Sí, como tú (le susurró, Luisita cerró los ojos sin decirle nada) Vamos
Amelia le dio la mano, notó cierto temblor en la de Luisita y sonrió, con cuidado se
desplazó con ella por uno de los caminos laterales rodeadas por un intenso bosque bajo
verde, intensamente verde, sin soltar su mano, con el corazón latiendo a impulsos,
parecía que por momentos se iba a salir de su pecho, no podía controlarlo, a esas alturas,
la humedad en ella debía estar apareciendo, sabía lo que venía después, aunque a
ninguna de sus conquistas había llevado tan lejos, pero en esa ocasión, su humedad no
había hecho aparición, más bien, latidos, nervios, millones de mariposas en su
estómago, y una sonrisa tonta que no podía borrar de sus labios. Mientras Luisita, aquel
susurro le había dejado una sensación extraña, la proximidad del cuerpo de Amelia, ya
le había desbaratado los nervios, y su voz, le había desbaratado algo más, un ligero
deseo
Amelia se tumbó, y Luisita hizo lo mismo, bordearon una esquina de la montaña donde
estaba repleta de verde, y ante los ojos desorbitados de Luisita, apareció una extensa
sabana con el cielo al horizonte inmensamente azul
L: ¿Me lo... (le iba a preguntar pero al girarse y ver sus ojos y sus labios algo entre
abiertos se quedó muda. Desvió con una mueca algo nerviosa su mirada de aquellos
ojos que la estaban hipnotizando)... explicas?
A: ¿El qué? (la miraba sintiéndose hechizada por ella)
L: Lo de allí y lo de aquí (le dijo con la voz algo quebrada)
A: Es... un... bioma... (hablaba a golpes sin dejarla de mirar en su interior miles de
pequeños destellos le iban salpicando en los poros de su piel)
L: Ah (musitó mientras seguía fotografiando sin mirarla notaba sus ojos, su boca, su
aliento cerca de ella)
A: Y...
L: ¡Mira cebras! (exclamó contenta)
A: Pues sí (sonrió agradeciendo aquella exclamación porque rompió su atontamiento)
¿Y te has fijado el fondo?, ¿has visto los colores?
L: Es impresionante de verdad, gracias Amelia... gracias por traerme aquí (entonces si
la miró a los ojos y Amelia sonrió)
Pasaron unos segundos, donde se miraban sin decir nada, quizás aquella mirada hablaba
demasiado porque ambas retiraron a la vez sus ojos, suspiros disimulados fueron
entregados
No hablaron más, volvieron a distanciarse en ese tira y afloja, ambas sentían un miedo
descontrolado mezclado con un deseo tan salvaje como aquella Selva por la que estaban
caminando con alguna dificultad
Una pija en la selva 282
A: Ahora, te esperas
L: ¿Por qué? (la miró fijamente con una sonrisa)
A: A ver (sacó de su bolsillo un pañuelo lo escurrió graciosamente) Lo siento esta
mojado
L: Si es que eres un poco torpe (le habló irónica)
A: Ya me cobrare esto, ya (le contestó) Venga date la vuelta
L: Si no me dices para que, no
A: Es una sorpresa, voy a vendarte los ojos
L: De eso nada
A: Lo siento es ritual para entrar en ella
L: ¿Ah, sí?, ¡así que esto es un ritual para ti!
A: Pero será nuestro secreto (le dijo musitando cerca del oído)
L: Yo no soy una conquista perdona (la miró intensamente ante su silencio agregó)
Estás loca
A: Pero te gusto (la miró entrecerrando los ojos)
L: Ya me extrañaba a mí, que tú lado ligón insoportable no saliera a la luz (su voz sonó
cansada) No sé si me voy a arrepentir de esto
A: Te aseguro que no (volvió a musitarle mientras le vendaba los ojos Amelia suspiró)
L: Au... está frío (trató de decir para que no oyera su suspiro)
A: Vamos allá, déjate llevar. Es una sensación única, el sonido del agua es maravilloso,
tú céntrate en el aparato auditivo, el sensual ya te llegara (sonrió mordiéndose el labio
inferior)
Luisita dejaba que Amelia la guiara, era tan maravilloso como le había dicho, sus oídos
captaban los sonidos de la fuerza del agua, las aves cantando parecía que Amelia había
calculado todo para hacerle sentir una multitud de emociones a su alrededor que
desembocaban en una marea de sentimientos en su interior. Se sentía abrumada por
tantos sonidos, por el olor a tierra mojada, por los alejados cantos de las aves, por el
intenso y continuado golpeteo de la cascada en aquella agua que esperaba ser
impregnada por su caída espumosa. Cuando Amelia se detuvo, sintió que el corazón iba
a saltarle en mil pedazos...
A: Sí, pero voy a llevarte a un lugar donde podrás hacer pie, venga (se echó al interior
de una puntada, sacó su cabeza y le gritó ante la fuerza del agua) Vale... no tenemos
todo el día
L: Voy... joder espero controlar todo... (susurró muerta de miedo) Vamos Luisita...
A: ¿Qué dices?, no te oigo
L: Nada... ¿está fría?
A: Anda preguntona, tírate y verás... (Amelia nadaba de lado a lado de espaldas, de
lado, se sumergía)
L: Eso... encima exhibición... esto te pasa por bocazas... ale... no querías cascada, pues
cascada te está dando la nena, venga... vamos allá (se echó)
A: ¡Ya era hora! (le gritó sonriente mientras esperaba a que saliera
L: ¡Dios está buenísima! (exclamó)
Allí rodeadas de un verde intenso, de la belleza de la cascada, del lugar casi mágico
nadaban en dirección precisamente hacia aquella agua que caía con fuerza y
majestuosidad
Dicho esto vio como se sumergía y a los pocos segundos aparecía en el otro lado
L: Joder... si aún me tendré que arrepentir... ya lo verás... voy allá (nuevo intento,
mismos resultados)
A: Joder... (susurró al ver que no podía) Espera... me encanta.. me encanta esta mujer,
gracias Dios por ponerla en mi camino (sonreía divertida)
L: No puedo... ¿dónde estás?... Amelia (la buscaba)
A: ¡Qué!
L: ¡Ay! (gritó ante su aparición justo al lado)
A: Me encantan tus gritos
L: No voy a pasar
A: Claro que vas a pasar, de mi mano, yo te ayudo venga... no quiero que te vayas sin
ver esto... a la de tres... Una, dos y...
L: Espera...
A: ¿Qué pasa? (le preguntó mirándola fijamente con gesto cansado mientras ambas
movían sus pies para mantenerse a flote
L: ¿Estás segura?
A: Que sí no seas pesada. Una dos y tres
Cogida de su mano logró pasar a la otra parte, pero el esfuerzo le hizo subir a la
superficie medio ahogada, Amelia la cogió del brazo para que se apoyara en ella y la
llevó hasta una esquina haciéndole señales para que apoyara sus pies
A: ¿Qué tal? (hablaban en gritos por el ruido ensordecedor del agua enfurecida en su
caída golpeando el agua tranquila)
L: Es... es... (respiraba)... maravilloso
A: Te lo he dicho tonta (se le acercó peligrosamente)
L: Sí (se separó un poco de ella)
A: Ahora relájate y disfruta (le decía mientras ella también se apoyaba en la roca y
sacaba un poco su pecho
L: ¿Así que este es tu secreto, eh?
A: Sí (le sonrió ampliamente. Entonces haciendo un gesto con sus cejas hacia la cascada
le dijo) Ella y yo, juntas somos irresistibles
L: No me hagas reír por favor (dio una carcajada que resonó allí dentro)
A: ¿Has oído eso?... pues ni te cuento como suenan otras cosas (se pinzó el labio
mirándola con descaro)
L: La verdad que tengo que agradecerte que me hayas traído aquí (le dijo sonriendo
también)
A: Me encanta este lugar (de pronto sin saber porque ante aquel gesto de Luisita, su
actitud cambió)
L: ¿No es peligroso? (le preguntó con calma)
A: No, solo tienes que tener cuidado cuando entras
L: Todo ha sido maravilloso (le sonrió sincera)
A: Y puede serlo más (se acercó lentamente a ella)
L: No lo estropees
A: Ni pensarlo
Una pija en la selva 285
Amelia pasó una mano por la cintura de Luisita, quien al notar el contacto sin poderlo
evitar se puso algo rígida, se fue acercando poco a poco a ella, miraba sus labios, su
boca entre abierta, una de sus piernas atrajo a Luisita y como si fuera todo a cámara
lenta, cuidándola, Amelia se fue acercando a esa boca que estaba entre abierta, parecía
que la esperaba, la mano de Amelia en la cintura apretó más contra su pecho a la
enfermera, y la otra mano en la nuca la obligó a acortar las distancias, casi a no poder
escapar. Se detuvo un segundo antes de llegar a sus labios, la miró y sonrió de medio
lado, victoriosa, entonces se apresuró a atrapar la boca de una Luisita desconcertada,
Amelia rozó sus labios primero, y con su lengua entró en su boca como si fuera la
cascada entrando en el agua calmada que la recibía con paz. Amelia intensificó su beso,
descubriendo con su lengua, la lengua ajena...
En la cocina de la aldea, Benigna miraba el reloj, hacia casi dos horas que se habían
marchado, si no habían vuelto aún, suponía que las cosas iban bien, pero en el fondo
sabía, que Luisita no iba a ser como las otras, como una vez Amelia le contó
sentía, pasó la cascada. Sola con la mirada perdida y un buen golpe, se había quedado
una desconcertada Amelia, cuando reaccionó se dio cuenta que Luisita no estaba, y con
furia pasó al otro lado, al salir de allí, la vio como llegaba hasta la orilla de aquel
pequeño remanso de agua, nadó todo lo rápido que pudieron sus brazos, cuando salió
Luisita estaba abrochándose los pantalones, entonces la cogió del brazo girándola, su
mejilla seguía roja por el golpe
A: ¿De qué vas? (la miraba agitada con los ojos más oscuros que la noche)
L: ¿A ti qué te parece? (su respuesta repleta de reproche)
A: No tienes ningún derecho a pegarme (le dijo entre dientes mirándola con toda la
rabia de la que era capaz)
L: Menos derecho tienes tú a besarme (volvió la respuesta con tono hiriente mirada
inquisitiva)
A: ¿Y tú? (la miró con una expresión irritada como jamás lo había hecho antes)
L: ¿Yo, qué? (trató de no separar sus ojos de los de ella, porque sin querer se fijo en sus
pechos, sus erectos pezones y pensó que ella debía estar en el mismo estado. Se puso la
camiseta lo más rápido que pudo)
A: ¿Tú sí puedes besarme?, ¡tú sí! (elevó la voz)
L: No sé de que estás hablando (le contestó sin mirarla mientras pensaba “que cabrona
se lo ha guardado hasta ahora... lo recordaba...”)
A: Claro que lo sabes (le volvió a detener del brazo)
L: Pensé que estabas muerta... y al verte... no sé... no es lo mismo (jadeó nerviosa)
A: Claro que es lo mismo...
L: Mira... yo no soy una de tus conquistas, yo no sigo tu juego (le recriminaba con voz
dura e inflexible) Te lo dije... no tienes nada que hacer conmigo con esta postura, así
nunca ¿te ha quedado claro? (le alzó la voz y se puso a caminar)
A: Muy claro, ¡sí!, y a ti que te quede claro que no me interesas lo más mínimo (le gritó
con cierta aspereza al ver que se iba por el camino equivocado) Y por ahí no vas a
ningún lado...
L: Te odio (le gritó con rabia al ver que necesitaba de ella para llegar hasta el
campamento)
A: Pues mira... algo sí que compartimos (le dijo tan molesta que por dos veces se le
cayó la camiseta al suelo)
No se dijeron nada más, se marcharon las dos de aquel hermoso lugar, pero no lo
hicieron solas, se llevaron compañía sin darse cuenta. Amelia pasó por el lado de Luisita
quien ni siquiera la miró, estaba con los brazos cruzados, mirando hacia otro lado, el
sonido de la cascada pareció dejar de tener su encanto porque el sonido de su corazón le
impedía escucharlo con nitidez, las aves al escucharlas gritar se habían callado, y
parecía que todo lo hermoso que había sido el viaje hasta llegar allí, se había
oscurecido, el sol no penetraba entre los árboles, la musicalidad de la Selva había
guardado silencio
Amelia bajaba con cara de pocos amigos, el camino no era fácil, había que bajar alguna
que otra rampa algo empinada con piedras y raíces de árboles, un par de veces estuvo a
punto de caer, se enganchaba a las ramas para guardar el equilibrio, una de las veces al
soltarla, le dio de golpe a Luisita que se cayó de lado, casi encima de la cámara de fotos.
Entonces la miraba con odio, con un gesto de enfado descomunal, Amelia omitía el
gesto y que estaba en el suelo, la había humillado, nadie le había dado semejante
bofetada. Mientras Luisita luchaba contra todos los adversarios que le iban saliendo,
Una pija en la selva 287
lianas con las que enredarse, raíces con las que tropezar, arañazos en los brazos porque
a veces se iba de lado contra las ramas. El camino parecía no ser el mismo por el que
había ido con ilusión hasta llegar a la maravillosa cascada
Massamba abrió la puerta, Ramón fue directo hasta Amelia, pero ésta pasó de largo del
perro, al ver su desprecio, fue moviendo el rabo y dando saltitos con la lengua fuera a
por Luisita quien hizo el mismo gesto que ella, pasó de largo. Así, con el paso rápido y
molesto llegaron cada una a sus respectivas cabañas, el portazo sonó al unísono, los
niños dejaron de jugar, los hombres se reían, las mujeres las miraban preocupadas,
mientras Sassou explicaba a la vieja Nmaba la entrada de ambas mawasis, y como la
mujer levantaba los brazos al cielo
En la ducha una más que ofendida Amelia trataba de quitarse aquel roce de la otra piel,
no por nada, sino, porque le había excitado tanto que el bajón por la tremenda bofetada
le había dejado un mal de cuerpo total. Allí mascullando tacos a mansalva no podía
controlar su rabia
Fuera había llegado Luisita, le vio los pies y se dio media vuelta para alejarse lo que
más podía de ella, no quería ni verla, no quería ni oír su voz, su enfado era tal que ni
Una pija en la selva 288
siquiera la buena de Mona pudo hacer que quitara ese gesto serio y ofendido también, al
aparecer allí con el gorro de Marce puesto
En la cocina, tanto Lula como Nsona les explicaba la situación de ambas, Benigna nada
más sabía que poner gestos de pánico desmesurado, aquello sí que era el fin entre ellas,
sin duda, Amelia había cometido un error de los más grandes de su vida, y Luisita,
había decidido darle su merecido
Una pija en la selva 289
B: ¿La ha besado?... ¡esta Amelia es para darle de comer a parte, eh!... Y la otra una
bofetada... ¡si le he visto la marca!... esto no lo arregla nadie... ya lo sabía yo
Nsona: Viene mwasi Luisita (decía nerviosa)
Lula: Amelia (dijo con el mismo tono)
B: Madre de Dios menuda comidita se nos espera... a ver nosotras como si nada, tú
Nsona encárgate de Luisita y tú Lula, de Amelia, yo mientras tanto rezaré
L: Hola
B: Hola Luisita cariño
A: Hola
B: Hola Amelia (les sonrió como si realmente no quisiera ver sus rostros) Ya te pone el
Moambe que he preparado Nsona, Luisita
L: Solo quiero fruta (se fue a la cocina)
B: Vale... claro... a ver Amelia, Lula te está preparando el... (se dirigió a Amelia)
A: Nada más quiero un zumo
B: De acuerdo... (apoyó el codo en la mesa, pasó su mano por la frente mientras sacaba
la lengua negando con la cabeza) Esto es el fin de lo bueno
Vio como Luisita salía de la cocina con su gesto serio, su frente arrugada, y como tras
ella lo hacía Amelia, de igual talante, cada una cogió el camino hacia su cabaña y allí
una se toma la manzana, la otra el zumo
La tarde fue transcurriendo con lentitud, Amelia había salido un rato de su cabaña y se
había metido en el hospital, se había cruzado con Marce pero él, entendiendo su más
que posible enfado, no le dijo nada. Sin embargo en su cabaña, Luisita seguía tratando
de calmar varias cosas, su enfado y a la vez su corazón. Había sacado la tarjeta de la
máquina con aquel hilo verde que se había incrustado y no había manera de sacarlo, y
había encendido su pequeño y moderno portátil, metió la tarjeta, y al hacerlo, comenzó
a ver todas aquellas imágenes que había retratado desde el principio, su primera
excursión, sus primeras fotos le iban arrancando sonrisas, asombro por lo maravillosas
vistas que había captado, hasta que llegó una donde estaba Amelia, su corazón se detuvo
por un segundo, estaba allí sonriendo, con ese gesto suyo que a veces la mareaba, se
sentía atrapada en ella, en sus ojos, en su mirada tranquila, suspiró de una manera
entrecortada mientras trataba de razonar
Por su parte, Amelia seguía encerrada en la radio, Marce temía al igual que Benigna que
por despecho había llamado a alguna de sus novias, cuando la vieron salir, llevaba gesto
serio pero algo más tranquilo. Decidida a no pensar en lo ocurrido, se subió a ese
pedazo de cielo suyo, se arropó con una manta, bien acurrucada, cerró los ojos y apoyó
la cabeza en la madera de la casa. Por sus ojos cerrados como si fuera una película iba
pasando la escena, Luisita sonriendo, Luisita con sus piernas abiertas y ella allí, sonrió,
Luisita tropezándose, retándola, maravillada con el entorno, con sus gestos de asombro,
Luisita mirándola con calma, con una especie de amor que no acertaba a entender,
Luisita en el agua nadando sonriente, mirándola con admiración al ver como se
escabullía y pasaba al otro lado, Luisita mirando sus labios, Luisita abriendo su boca,
Luisita correspondiendo mínimamente con su lengua. De repente abrió los ojos de golpe
Mientras como si fuera todo unido sus ojos abiertos, sus sentidos a tope oyó
Una pija en la selva 290
L: AAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHH
Todos allí rodeando a una Luisita histérica que no podía aclarar muy bien lo que había
visto, Amelia la miraba con el ceño fruncido, Marce rojo de ira, hasta que miró a
Amelia quien hizo una mueca de hartazón y entraron a la cabaña. Mona y los perros
hacían su escándalo particular, y Benigna le había cogido las manos con cariño y gesto
de preocupación verdadero tratando inútilmente de tranquilizarla
Benigna seguía mirando fijamente a Amelia, ésta suspiró y giró su cabeza, aquella señal
era algo que sabía la Pediatra iba a poner en aviso a la mujer. Oyeron un solo golpe
procedente del interior de la cabaña. Luisita seguía escondida tras Benigna y Nsona con
Lula y Sassou esperaban que salieran los hombres
Una pija en la selva 291
Massamba: Ya está mwasi Luisita (le dijo con amabilidad mientras con su lanza
llevaba el cuerpo inerte de la araña)
L: Ahhhhhhhhhhhhh (susurró escondiéndose tras Benigna quien se quedó muda)
Zulú: Ella venir con mawasis... ella no vivir aquí (dijo para calmar los gestos de las tres
mujeres, incluida Amelia que miraba con repugnancia el animal)
A: Si es que lo que no consiga la pija esta (musitó clavándose la mirada de Luisita en
sus ojos de forma fulminante y asesina)
Massamba: Yo cocinar... (sonrió)
L: Ohhhhhhhhhhhh (susurró con más repugnancia todavía)
B: Sí, sí Massamba, sí alé... pues ya está... ¡ay que asquito por Dios! (su rostro reflejaba
una mueca de zozobra)
M: Pues nada... ya nos podemos retirar (cuando fue a pasar por el lado de Luisita le dijo
bajito) Por cierto... esa foto que tienes de Amelia en el ordenador sus fans pagarían por
ella... cantidades descomunales (le guiñó el ojo ante el gesto molesto de la enfermera
dio una carcajada) ¡Ay... Luisitacita..!
B: ¿Qué te ha dicho? (le preguntó al ver el gesto de la muchacha)
L: Nada (entonces miró a Amelia quien sin decir nada se dio media vuelta y se fue)
Benigna... no voy a poder dormir
B: Toma ni yo, menudo bicho grande y peludo y... ahhhhhhhh (se estremeció
sacudiendo su cuerpo)
Mona: Ah uh uh ah (le decía con los morritos hacia fuera)
B: Sí Mona, sí, a ti también te da miedo. Bueno... pues habrá que hacer algo, ¿no?
En su cabaña Amelia, se mordía el labio algo nerviosa, no quiso reconocerlo ante ellas
pero si Luisita la había llevado hasta allí, ella podía haber hecho lo mismo, un tanto
nerviosa comenzó a mirar por todos lados con su linterna, cada rincón, bajo de la cama,
en el lavabo, le había impresionado aquel enorme bicho que no entendía como se lo
había llevado la pija sin darse cuenta. Entonces sonrió, aunque también tembló. Suspiró
y fue hasta aquel cajón donde tenía guardada la fotografía a la que se aferraba cuando
tenía dudas, cuando dejaba que el corazón mandara en ella, cuando la ilusión nacía, era
como un recordatorio fiel de lo que no debía pasar más. Rozó con las yemas de los
dedos la pequeña criatura, él le importaba, ella no. Suspiró con los ojos repletos de
lágrimas, devolvió aquel retrato a su lugar, había vuelto a servir para volverla de hielo.
Suspiró y sin poderlo evitar se rozó la mejilla
Estaba metida en la cama, había dado varias vueltas pero no lograba dormir, aquella
noche parecía que el motor de luz les había dado una tregua y por lo menos podía leer.
Escuchaba con atención los sonidos que llegaban desde fuera, aunque trataba de omitir
los que podían llegar de la cabaña de al lado. Resopló furiosa, trató de concentrarse pero
aquella Luisita reposada contra la roca con el agua llegando hasta su pecho, en un
movimiento que le provocaba un juego de sus pechos con el agua, aquellos labios
rojizos, aquel pelo mojado y aquel gesto desconcertado, aquel temblor de labios no
había manera de olvidarlo, parecía que jugaba con ella apareciendo en las hojas de aquel
libro. Deseando volverla a besar, le había gustado tanto saborear su boca, sus labios, su
lengua
Un golpe en la puerta le hizo levantar la vista de las hojas del libro, sus ojos se abrieron
esperando quien podía llegar a molestarla. Pensó que si era la enfermera, tal como
entrara, saldría
Una pija en la selva 292
A: ¿Sí?
B: ¿Puedes hacernos un huequecito... tenemos miedo? (asomó su cabeza Benigna que
llevaba en sus brazos a un Ramón que ponía cara de perro bueno) Por favor
A: De acuerdo... (le contestó con un cierto fastidio, pero sus ojos aún se abrieron más
cuando vio tras Benigna a una Luisita que entraba con una mueca un tanto avergonzada,
y tras ella, Mona) ¡Un momento!
B: ¿Qué pasa? (se detuvo en seco y tras ella medio escondida Luisita y una Mona que se
rascaba la cabeza y la miraba como pidiendo asilo por piedad)
A: Ella no (señaló a Luisita)
B: Anda vamos... calla que ahora no estamos en disposición de reñir
A: He dicho que...
L: No te preocupes Benigna, ya te he dicho que no era buena idea, a mí no me gusta
estar donde no me quieren
B: Tú no te mueves y tú a callarte (les dijo con Ramón en sus brazos moviendo la
cabeza con la lengua fuera y una oreja en cada dirección, una para Amelia, otra para
Luisita
L: Pero...
B: Hazte a un lado (le dijo con determinación moviéndole la mano)
A: Esto es increíble, después de lo que tengo que aguantar, ahora tienes la poca
vergüenza de venir. ¡Mona!. Bájate de la cama (el animal dio un gritito)
B: Amelia por favor ¿eh? (se acostó y Ramón se puso a sus pies después se acostó
Luisita) Tenemos que estar aquí, en la cabaña de Luisita no se puede estar hasta que no
limpiemos el estropicio que han hecho
A: ¿Y por qué no os vais a la tuya, eh? (le dijo protestando mientras se ponía de lado
dándole la espalda al moverse le dio una patada sin querer a Mona)
Mona: Uh uh uh uhhhhhhhhhhhhhhhhhh
L: Mona cariño ven a mi parte, a mí no me molestas (dijo Luisita con todo el tono
hiriente que pudo dedicarle indirectamente)
A: Mira al menos dile que se calle
Se hizo silencio. Benigna se había colocado entre ellas, estaba cara hacia arriba, sus
manos sobre su barriga, los ojos parpadeantes, a su lado izquierdo Amelia dándole la
espalda, a su lado derecho, Luisita dándole la espalda, a los pies de Luisita, Mona, y a
los pies de Benigna, Ramón sin levantar la cabeza pero vigilante de las dos mujeres
B: Vamos a tener la fiesta en paz... vamos a dormir como buenas chicas (les dijo con
tono pausado)
L: No digas eso Benigna, hay alguien aquí que no sabe lo que significan esas palabras
A: Mira Benigna, mejor dile que no me venga tocando las narices o de lo contrario va a
descubrir mi lado menos agradable
L: Perdona ese lado ya lo conozco
A: Mira (se levantó en la cama con gesto serio mientras Ramón hacia un ligero sonido y
se tapaba con la pata los ojos y Mona se bajaba de la cama ante su voz potente) Será
mejor que te calles
L: Cuando lo hagas tú (Benigna miraba a un lado y a otro)
A: Sabes lo que te digo Luisita... olvídate de que existo para ti
L: Perdona (se levantó, sentándose al igual que ella y por primera vez se miraron a los
ojos con Benigna allí pensando “no sé porque he tenido la idea de dormir juntas, si aún
me voy a llevar yo algún golpe, ya veras”) De eso ya puedes dar Fe. Y lo mismo te digo
de mí
Una pija en la selva 293
Se acostó resoplando, si miraba a un lado veía una espalda, si miraba al otro veía otra
B: Solo os digo una cosa, acordaros que quien está en medio, soy yo, ni abrazos, ni
caricias, ¡ni mucho menos patadas!, porque a la primera que me moleste, le pego tal
pellizco, que los grititos de Luisita se van a quedar en minucias. ¡Estáis advertidas!
No hubo más palabras, pero la noche para Benigna fue larga, si una tiraba de la sábana,
la otra más, si una resoplaba, la otra más, si una subía la sábana la otra la bajaba, y así
hasta que definitivamente Luisita se durmió y Amelia cayó rendida. Benigna agradeció
a todos los Santos del cielo, que por fin, durmieran y así hacerlo ella también
Al ver que Mona estaba allí mirándolas, le hizo una señal para que no abriera la boca, el
animal repitió su gesto. Entonces con sumo cuidado para que no se despertara fue
moviendo su cuerpo lentamente, en uno de esos movimientos, Luisita emitió un
pequeño gemido, Amelia se detuvo en seco mordiéndose el labio inferior en actitud algo
nerviosa con gesto de espanto por si se despertaba. Se esperó, Luisita rebuscó más su
pecho para colocarse mejor, su mano en la cadera se posó en su vientre y Amelia tuvo
que hacer un esfuerzo para que su pequeño gemido no se oyera. La caricia fue
demasiado lenta en un lugar demasiado peligroso. Esperó, Luisita volvió a dormir,
entonces volvió con cuidado con una mueca en su cara de cierto temor, a moverse,
Luisita finalmente se dejó separar
Amelia se levantó ya sin hacer ningún esfuerzo por no hacer ruido, es más, entró al
lavabo y dio un portazo con él, Luisita abrió los ojos, vio donde estaba y recordó
aquella última frase, la voz era inconfundible, era ella. Escuchó como echaba de la
cadena, y como se abría la puerta, inmediatamente cerró los ojos con fuerza, oyó la
puerta y como se volvía a cerrar de otro golpe. Entonces se sentó en la cama, con gesto
confuso, Mona la miraba con ternura mientras aplaudía enseñando bien los dientes
Con el paso ligero, llegó hasta el comedor, se cruzó con Marce quien la miró sonriente
A: Nakento na
B: Nakento... nakento (sonrió) ¿Ya se ha despertado la fiera?
A: Sí, quiere que le lleve el desayuno a la cama... no sé si piensa que soy su criada
B: ¿Así qué al rincón? (la miraba de manera desafiante)
A: No me toques tú también las narices Benigna, no me toques las narices
B: No hija... nada más lejos de mi intención... (se sentó en silencio observándola con
detenimiento)
A: La lleve porque pensé que le gustaría... además llevaba la cámara de fotos (se
justificó tras un silencio de Benigna que esperaba aquello)
B: Sí, sí (asintió graciosamente)
A: ¿Qué pasa Benigna?, ¿no podía llevarla?
B: Sabes perfectamente tan bien como yo para que la llevaste allí, lo sabes (la acusó con
el dedo y ante el silencio de Amelia agregó) Solo llevas allí a la mujer que realmente
quieres deslumbrar, ¿cuántas has llevado?, has tenido ¿cuántas?, diez, doce mujeres en
todos estos años desde aquello, solo llevaste a una, es tu mejor arma, más que la cascada
A: Tengo cosas que hacer
B: ¿Cómo huir? (su mirada le hizo ver que estaba molesta) Mírame como quieras,
Luisita te gusta, y si no fuera así, anoche no habrías mantenido una discusión tan
estúpida, si no te importara, no habrías ido a buscarla nada más levantarme yo para
abrazarla
L: Buenos días
B: Buenos días cariño (Amelia no le dijo nada y se fue) ¿Has podido descansar?
L: Sí
B: Me alegro
L: Ya (se sentó)
B: Oye... Luisita... ¿puedo preguntarte algo?
L: Claro, ¿qué pasa? (la miró algo preocupada)
B: Verás... es curioso pero... no entiendo como puede ser que anoche discutieras así de
esa manera tan estúpida con Amelia, y esta mañana al segundo de levantarme de la
cama fueras a buscar sus brazos para apegarte a ella (Luisita notó como sus mejillas se
ponían coloradas) Aclárate cariño... aclárate
La mañana iba transcurriendo con tranquilidad, Amelia estaba estudiando con Marce los
nuevos trabajos que les habían sido encargados. Allí con el mapa sobre la mesa, ellos
observaban los puntos conflictivos que por radio les estaban siendo avisados por
Quintero. Luisita se asomó por la puerta, pues Marce le había mandado ir
Luisita pasó, se quedó a un lado, sin mirar a Amelia, y Amelia sin mirarla a ella, Marce
iba marcando el camino que Quintero le recomendaba. Los ojos de Amelia se mostraban
algo preocupados, la mirada de Luisita también, sin duda aunque el peligro pasara, ese
gesto en Amelia sabía que se debía a algo
Las chicas salieron sin hablarse, sin casi ni siquiera mirarse, Luisita se marchó al huerto
mientras Amelia se dirigió hasta Nmaba, allí se sentó y vio como Luisita salía hasta su
cabaña, llevaba algo en la mano que no acertó a ver, los niños se sentaron a su lado pero
ella nada más tenía ojos para aquella mujer. Pero entonces al entrar la oyeron
nítidamente gritar
L: Monaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa
Y cual si aquello fuera el pistoletazo de salida, vieron como la mona en cuestión, salía
de la cabaña de Luisita, vestida como si fuera Luisita, porque llevaba su ropa y su
sombrerito todo pijo, el animal corría y saltaba subiéndose los pantalones, tras ella en la
puerta con el gesto desencajado Luisita observaba como el animal se iba con un
conjunto de Armani que le había costado cerca de 400 euros, su rostro se había quedado
pálido, y fue mucho peor cuando vio como Amelia se destornillaba de risa sobre el
suelo, los niños también, pero a ella solo le importó ver a la médico allí riéndose de ella.
Sus ojos se clavaron en Amelia quien todavía se reía más. Benigna ante el jolgorio
generalizado acudió presta y veloz hasta Luisita, le cogió de los hombros
Les costó lo suyo arreglar la ropa, Luisita agradeció que no volviera Amelia a aparecer
por allí, aunque su actitud no había sido para nada reprochable, al contrario, Benigna
veía que Luisita seguía seria y pensativa, quería pensar que las cosas entre ellas iban a ir
volviendo a su cauce según los días fueran pasando y la resaca de la cascada fuera
siendo tan solo un mal recuerdo. Cuando terminaron oyeron un golpe en la puerta.
Benigna abrió y ante ellas apareció Amelia con Mona de la mano
Luisita pasó por delante de Amelia con una sonrisa pícara en sus labios, mientras se
mordía el inferior con gracia. Amelia la miró con los ojos entre cerrados, la respiración
algo disparada y le susurró
A: Esta me la pagas
L: Pues ya sabes como cobras, así que tú misma (le contestó con descaro mientras se
marchaba llevado de la mano a Mona)
A: Joder la tía... joder... joder como me pone (dijo mirándola con el labio igualmente
pellizcado mientras la veía marcharse) Que culito por Dios... que culito
La comida fue bastante amena, sobre todo porque aunque Amelia se había mostrado
algo molesta por el almohadonzazo, le había gustado la manera de desafiarla de Luisita,
y Luisita porque se había sentido bien al contestarle aquello. Por un momento habían
guardado el hacha de guerra. Después pasaron a quitar la mesa, fueron llevando los
platos, los cubiertos, las vasijas que hacían función de vasos, y Marce fue el primero en
retirarse. En una de esas idas y venidas, Amelia se plantó delante de Luisita que llevaba
sus manos ocupadas, le desafió con la mirada, le sonrió con picardía, miró sus labios
con descaro. Luisita suspiró. Amelia sonrió y se hizo a un lado. Tras dos encontronazos
más que iban subiendo el color de las mejillas de Luisita, Amelia se retiró
B: Pues ya está todo... ahora ves a descansar... hemos revisado bien toda la cabaña y no
hay tarántula que se diga
L: ¿Estás segura que yo me abrace a Amelia? (la miraba pensativa)
B: Segurísima, me ha extrañado muchísimo Luisita (le dijo seria)
L: Más me extraña a mí, mucho más. Voy a descansar
B: Anda que si te digo la verdad... vas y le das otro cachete a Amelia, pero la pobre se
ha enamorado... ay que bonito es el amor... pero que difícil la cabezonería
Durante el rato que el sol más apretaba, todo el mundo dormía, incluida Mona, que se
había subido al manzano, los perros dentro de las cabañas con sus respectivas dueñas,
Marce tras hablar con Cruz, durmió en la gloria el ratito que pudo, Amelia abrazada a al
almohadón impregnándose del olor de Luisita, y Luisita, era la única que no podía
dormir, repasaba las fotografías en su pequeño ordenador, se había entretenido a ponerla
en carpetas, en una los paisajes, hermosos, aquella Sábana le hacía sonreír de vez en
cuando, en otras las variadas, esas que salían movidas por la canoa, o las del poblado, o
algunos niños que jugando le habían dado sorprendidos al botón que Luisita les decía, y
en una con nombre camuflado “cosas mías”, las de Amelia y ella. Cada fotografía que
pasaba, suspiraba, le encantaba las que le había hecho a Amelia sin darse cuenta, en una
con el ceño fruncido y manos en la cadera mirando distraídamente hacía otro lado,
sonrisa, otra con el pelo removido por una ligera brisa mientras miraba hacia arriba,
sonrisa mayor, otra con los brazos cruzados sobre su pecho mirando a Marce, un gesto
de complicidad, y allí estaba, posando para ella, con esa actitud que le llenaba de
desconcierto, que le gustaba tan poco, que le ahuyentaba, y sin embargo, le gustaba
tanto que la abrazara. Aquella controversia le hacía mirar las fotografías nuevamente
despacio, amplió y acercó una imagen de Amelia mirándola, aquellos ojos tan hermosos
y a la vez en ese momento tan tristes, podía ver su figura reflejada en aquellas pupilas, y
aquella visión le hizo sentir un escalofrío, aquel reflejo propio le hizo pensar por un
segundo que Amelia la tenía atrapada. Se detuvo a pensar, a veces la miraba con
Una pija en la selva 299
descaro, las más, a veces la miraba con curiosidad, las menos, pero aquella mirada
cuando se reencontraron tras los golpes recibidos, era la que le hacía temblar, aquellos
ojos repletos de ternura, de amor, de alegría, aquella mirada se la había dedicado a ella
única y exclusivamente a ella. Aquella era la Amelia real, buscó una fotografía donde la
había descubierto observándola recordaba haberla sacado, la buscó y se encontró con el
culo de Amelia, sonrió traviesamente, y por fin la encontró. Allí estaba mirándola con
detenimiento, amplió la fotografía, Amelia la miraba con rostro sereno, tranquilo, ni un
solo gesto de frescura, al contrario más bien parecía admirarla. Tragó saliva, le entraron
dudas, muchas dudas
A mitad tarde, Luisita comenzó a escuchar a los niños y la voz de Marce, se asomó a la
puerta y vio como estaban todos alrededor de la pelota, iban a hacer un partido de
fútbol, y recordó aquel otro, sonrió, allí también estaba agachada Amelia, cruzaron sus
miradas, y nuevamente una Amelia lasciva la miraba. Ella se fue hasta Benigna
Benigna se había sentado con todas las mujeres viendo el panorama, mientras,
compartían unos cacahuetes tostados y charlaban sobre lo que sucedía en el terreno de
juego. A un lado de ellas, Massamba observaba junto a Lula y el pequeño. En un equipo
jugaba Marce, Zambi, Ngande, Limao y Nyunai. De otro, Dib, Yildas, Mutaba, Abeza,
Luisita y Amelia. La que estaba que no paraba de dar volteretas era Mona, saltaba,
gritaba, aplaudía, mientras Ramón la miraba como pensando espera que empiecen y
verás, esto ya lo he vivido. El arbitro Ngoaubi. Silbó. Comenzaron atacando el equipo
de Marce
Cogió la pelota Mutaba, le pasó a Abeza mientras Luisita corría detrás de la pelota y
Amelia se desmarcaba. El balón sin saber porque le llegó a Luisita
Le pasó el balón a Amelia quien sin pensarlo chuto y le pegó en la cara de Luisita, al
pegarle desvió la trayectoria del balón consiguiendo que entrara y fuera gol. Pero
Luisita se había quedado tumbada boca arriba, los niños y Mona se habían lanzado
sobre ella y allí, observándola con temor, Amelia con las manos en las caderas
El partido siguió, pronto el equipo de Marce empató, después marco un gol el equipo de
las chicas, Mutaba recogió una pelota que ambas luchaban por llevarse, ante las risas de
los demás. Siguieron entre risas, gritos, y balonazos, Ramón ante la poca intensidad que
había se durmió, Mona cada vez que atacaba el equipo de Luisita aplaudía y enseñaba
los dientes, con sus típicos uh uh uh. Quedaba un minuto para acabar el partido según
dijo Ngoabi, entonces Amelia llevaba la pelota
Todos: Goooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooool
A: Goooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooolazo
Mona: Uhuhuh ohhhhhhhhh ohhhhhhhhhh (gesticulaba con los brazos en alto)
Ramón: Guau, auuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuu (saltaba dando giros
sobre si mismo)
A: Toma (saltó divertida y entonces recibió un abrazo inesperado y tras ese más)
Cuando se fueron separando incluida Mona, se fue quedando con el abrazo primero y
que le había sorprendido, allí entre sus brazos una sonriente Luisita la miraba)
L: Gracias a mí... (le guiñó un ojo y se fue)
M: ¡Eso es trampa! (gritó enfurecido a Ngouabi)
Ngouabi: No ver... no ver...
B: (“La ha dejado eclipsada... si es que esa sonrisa... te tiene atrapada Amelia”)
El arbitro pitó el final del partido, y Amelia seguía parada en el mismo sitió, cuando los
niños le fueron a abrazar, ella sonrió mirando a la otra que le había dejado allí como si
hubiera echado raíces, entonces sus ojos se quedaron por un segundo enfrascados,
tranquilos, Luisita la miraba sonriendo, Amelia la miraba sonriendo. Cuando todos se
retiraron se quedaron las dos cansadas allí en medio, mirándose
L: Me lo he pasado genial (le dijo finalmente cuando pasó por su lado hacia la ducha)
A: Yo también (su voz había cambiado, se volvió sedosa, repleta de ternura y
sinceridad)
L: Me alegro (le sonrió ampliamente, mirándola a los ojos apoyándose en su puerta
mientras Amelia la miraba atontada) ¿Te vas a duchar?
A: ¿Qué? (la miró como si despertara de un sueño impresionantemente bello)
L: ¿Si te vas a duchar?
A: Sí, sí, pero si quieres hacerlo tú, me espero (su mirada, aquella mirada seguía siendo
tierna, ni ella misma sabía explicar lo que le estaba pasando, notaba sus manos que
tenían un ligero temblor, y su corazón latía con fuerza)
L: Vale...
Estaba cayendo la tarde, Amelia y Luisita no se habían vuelto a cruzar, Luisita había
cogido su cámara con el trozo de liana verde colgando y había borrado las fotografías,
quería en ese momento de calma poder fotografiar a los niños que estaban cenando,
todos juntos, los hijos de Zulú y Nsona estaban todos sentados en los escalones de su
casa, junto a los dos nietos pequeños de Nmaba, allí comentaban lo malas pero
divertidas que eran aquellas dos Mawasis jugando al fútbol. Hizo varias con las sonrisas
de los pequeños que acostumbrados a Bárbara posaban graciosamente para ella
Nsama, el perro y Mona quien posó de todas las maneras posibles logrando las
carcajadas de todos, se dirigió hacia la cocina para beber un vaso de agua, su gesto era
tranquilo y relajado, sin embargo los ojos hambrientos de Amelia volvían a teñirse de
seducción
A: Me gustan tus poses para hacer fotos, estás muy sexy (se pasó la lengua por el labio
inferior lentamente, la sonrisa de Luisita se borró) ¿No vas a hacerme ninguna a mí?
L: No...
A: Lástima... peque... lástima (sonrió de lado poniéndose en pie ante ella)
L: ¿Me dejas pasar? (le preguntó enarcando su ceja derecha, formando en su rostro un
gesto duro)
A: Negociemos......
L: Apártate (le dijo con rabia)
A: ¿Qué tal negociadora eres?
L: Creo que te lo dejé claro, ¿no? (utilizó un tono realmente borde)
A: Ya, pero ahora no me vas a coger desprevenida... (seguía mirándola con esa pose
provocativamente sensual)
L: Te aborrezco de verdad... (se dio la vuelta y se marchó a paso ligero hasta su cabaña)
A: Ya... ya... me aborreces (musitó riendo) Ya eres mía, lo he visto
Pero su sonrisa se borró al instante, sonó un disparo que no sabía de donde había salido,
se agachó por inercia, mirando alrededor
No les dio tiempo a más, mientras Massamba cerraba la puerta entre disparos, Zulú y
Ngouabi tomaban sus armas y se encaramaban a lo alto para defenderse. Marce corrió
hasta donde ellos mientras las mujeres y los niños se metían en la cabaña de Nmaba.
Benigna se había quedado en la cocina y a cada disparo que oía un grito y un ruego a
Dios salía de su garganta seca por el miedo. Amelia vio atónita como trataban de abrir
la puerta mientras el fuego cruzado continuaba, entonces pensó...
A: Luisita...
Corrió sin pensar que ponía su vida en riesgo, porque la vio salir de su cabaña haciendo
un pequeño amago de que iba a cruzar, llegó corriendo a toda velocidad, se tumbó sobre
ella obligándola a acostarse entre las dos casas
A: ¿Dónde crees que vas? (le preguntó con los ojos a punto de salir de sus orbitas)
L: ¿Los niños?, ¿dónde están? (le preguntaba nerviosa con el miedo reflejando en sus
pupilas)
A: Están bien...
L: Joder ¿y ahora que pasa?. ¡Ay!
A: Hostia... corre (la cogió de la mano y echaron a correr agachadas ya que los disparos
también provenían de la parte trasera) Marce, detrás, detrás (gritó)
M: Me cago en la puta... nos están rodeando Massamba
Massamba: La puerta Marce... la puerta...
M: Dame un rifle
Una pija en la selva 303
Zulú: Yo detrás (salió corriendo con el fúsil en sus manos pasó por delante de Amelia y
Luisita que seguían tumbadas en el suelo y les dijo con gesto serio) No mover
A: No, descuida... (seguían agachadas las balas ya no sabían por donde llegaban, y
Amelia instintivamente le pasó el brazo por la cintura a Luisita acercándola a ella y
protegiéndola)
L: La casa Amelia (le dijo para entrar porque estaban cerca, pero en ese momento un
par de balas entraron por las ventanas haciéndolas añicos)
A: No nos podemos mover... (decía con la respiración agitada) Hijos de puta...
Mientras los hombres seguían disparando por unos agujeros que habían hecho a
propósito en el tejado donde tenían la torre vigía, disparaban sin saber muy bien hacia
donde, todos agachados temiendo lo peor, sintiendo esa sensación de que todo se acaba
pero antes de acabar hay que intentar resistir
Ngouabi: Hay varios allí (señaló Ngouabi mientras Laobi con tan solo una pierna se
encargaba de cargar las armas recostado en el suelo sirviendo los fusiles a los demás)
Yildas: Yo bajar (dijo de pronto Yildas)
M: Yildas no (le decía mirándolo con tensión, el sudor y el miedo se reflejaban en su
cuerpo sabía lo que pretendía y era de locos, acabarían matándolo)
Yildas: Yo bajar... (insistió seguro, pensando que él no tenía nada que perder, los demás
todos tenían hijos, y él, no pensaba quedarse allí esperando que entraran a arrasar la
aldea) Yaka Massamaba, mingi ezali likama. Na mwasis, na kamwana... (Oye
Massamba, aquí hay mucho peligro. Las mujeres... los niños...)
Massamba: Mono kuzaka... (suspiró asustado por ellas) vanda na kuswana (Lo sé...
Vamos a luchar) (dijo con rotundidad mientras seguían disparando)
Zambi: Mono bawu Yildas (Yo contigo Yildas)
Massamba: Mono...
Yildas: Nge te (Tú no) (le interrumpió) nge ngala na mwana Massamba (tú tienes un
hijo Massamba) (lo miraba a los ojos con temor, la situación iba siendo cada vez más
complicada)
Massamba: Mono talo, ¿bunduki? (Yo sí... fúsil) (le dijo mirándolo fijamente, Yildas
señaló que llevaba dos) Beno na ntwala ya (Vosotros delante)
Yildas: Kululanga (De acuerdo)
Massamba: Mono na nima ya na nki Zulú (Yo detrás con Zulú). Lombela mianda
(invoca a los espírtus)
Los hombres se distribuyeron tal y como dijeron, Massamba pasó como una flecha
agachado junto a las dos mujeres que seguían allí asustadas y tumbadas en el suelo tras
un pequeño montículo de tierra y piedras. No les dio nada, no había tiempo que perder,
sabía que estaban casi a las puertas, no podían dejar descubierta la parte trasera. Marce
disparaba sin cesar, pero habían elegido la mejor hora para atacar sin ser vistos, la
oscuridad iba en aumento, y era tan complicado disparar que casi sabían que era una
perdida de balas
Ngouabi: No Marce... mejor abrir puerta y disparar
M: Eso es muy arriesgado Ngouabi (decía jadeante por el miedo y los esfuerzos)
Ngouabi: Estamos vendidos
Laobi: Mono kele Kululanga (Estoy de acuerdo)
M: Uf... mierda... mierda (se quejó con rabia) Tomemos posiciones
Una pija en la selva 304
En la parte trasera, Massamba y Zulú pudieron subidos a los árboles divisar que en el
exterior habían tres hombres, ellos habían dejado de disparar para aguantar la munición,
mediante señas, iban diciéndose el paso siguiente. Los tres hombres salieron con
cuidado, la oscuridad no les permitía ver que pasaba al otro lado, así que entre risas,
iban acercándose victoriosos por el silencio del otro lado, y de esa forma,
descubriéndose cuando estuvieron lo bastante cercanos y con una visión mejor,
Massamba hizo una señal a Zulú, el instinto de supervivencia, el salvar la vida de sus
hijos, les hizo disparar sin dudas, aquellos cuatro disparos acertaron plenamente en los
tres hombres que cayeron a penas con un quejido. Ambos asintieron y volvieron a pasar
junto a Amelia y Luisita que seguían allí de igual manera, sin moverse, se reunieron con
los demás que les explicaron cual era el siguiente paso, Yildas había logrado matar a
uno de los dos hombres que trataban de entrar, el otro salió huyendo pero al disparar
logró que la bala rozara el muslo del joven guerrero que cayó
Mientras Amelia y Luisita seguían sin moverse, de vez en cuando Amelia asomaba la
cabeza para tener controlado sobre todo la cabaña de Nmaba con los niños, también la
cocina con Benigna. Aunque su máxima preocupación era que Luisita no se moviera,
allí tumbadas boca abajo, tapándose la cabeza no hablaban, ni se movían. El sonido de
las balas era suficiente como para concentrarse en su idioma asesino que no les diera
alcance
L: ¿Dónde está Benigna? (le preguntó con los ojos repletos de terror)
A: En la cocina... (su voz se había hecho profunda por el miedo que no pudo evitar
mostrar)
L: ¿Sola?
A: Sí... no podemos movernos Luisita... no podemos... (negaba con la cabeza nerviosa)
L: ¡Ay! (sonó una bala muy cerca)
A: ¿Te ha dado... te ha dado? (le preguntaba con temor, mirándola con las cejas
enarcadas mientras se incorporaba)
L: No, casi (respondió a punto de llorar obligándola a tumbarse otra vez en el
movimiento se quedaron terriblemente juntas)
A: Luisita tranquila...
L: ¿Tú lo estás? (la miró acercándose más y más a ella)
A: No (su voz tembló)
L: Amelia... (la miró con los ojos arrasados por el miedo, por la ternura con la que
Amelia le había preguntado, por la preocupación, por ese instante de cercanía) Nos van
a matar
Una pija en la selva 305
A: No (cerró los ojos negando con la cabeza, sus ojos se habían llenado de lágrimas)
Todo irá bien (le sonrió)
L: Amelia... yo...
Las balas volvieron a cruzarse, unas que salían de los fusiles de Marce, Massamba,
Zulú, Zambi y de un lateral donde Ngouabi y Dib que había acudido por la baja de
Yildas esperaba la entrada para sorprenderles. Desde arriba Laobi tumbado en el suelo
con el fusil en sus manos recordando las imágenes de cuando arrasaron su poblado, la
rabia se había metido en su piel, en sus poros, y notó entonces mucho más presente la
falta de su pierna. Los rostros de su gente ensangrentados, y las lágrimas corrieron por
sus mejillas no iba a permitir que aquella nueva familia sufriera el mismo horror. Sus
manos temblaban pero apuntaba decidido. Marce con el botiquín en su mano el temblor
en todo su cuerpo, no era la primera vez que les atacaban, pero sí era la primera vez que
el peligro era tan claro, tan grande
Por su parte, Amelia y Luisita seguían allí, como si se hubieran detenido en el tiempo,
como si al susurrar Luisita su nombre, le hubiera bloqueado, la miraba a los ojos, al
igual que la enfermera, justo cuando se abrió la puerta, cuando los hombres gritaban,
disparaban, aullaba de dolor, con aquel horrible sonido de fondo, Luisita miró los labios
de la médico, con lentitud cogió la mandíbula de una sorprendida Amelia, y despacio
acercándose a ella terminó fundiendo sus labios en los suyos. El roce supuso para ambas
como una explosión de aquellas balas, Amelia atrapó el labio inferior de Luisita, quien
esta vez, se dejó besar y besó
El fuego cruzado comenzó a menguar, los hombres que habían entrado, habían ido
cayendo, sin embargo, alguno había escapado, cuando el silencio se hizo dueño del
lugar, se oyeron los lloros de los niños, las voces que pedían auxilio de los dos heridos,
se vieron los gestos de miedo de todos, el dolor en su alma de Marce tras haber
soportado un ataque que les podía haber costado la vida, y en medio de todo aquello.
Luisita y Amelia fundidas en un beso, la mano de Luisita sobre la mejilla de Amelia, el
cuerpo de Amelia temblando sin poderlo controlar. Cuando se separaron se miraron a
los ojos, Luisita agachó la cabeza cerrándolos, y entonces Amelia suspiró como
entendiendo su impulso, ladeó algo la cabeza y al ser consciente que los disparos habían
cesado, la abrazó dejándole un tierno beso en su frente
Massamba cerró sus ojos, la alegría vivida por Zulú tras reencontrarse con su familia,
contrastaba con el miedo en los ojos de Marce por la dificultad de Yildas, él había
arriesgado su vida por el resto, no se merecía morir, y aquella furia se transformó en
Massamba en un golpe con su puño contra la pared, un golpe que hizo a Luisita
sobresaltarse
La operación era realmente complicada, pero lucharon por aquel hombre hasta la
extenuación, en un primero momento pensaron que no podría superar la operación,
había perdido mucha sangre y ellos no tenían para poder transfundirle, la tensión en el
quirófano y fuera, era palpable, pero en ese quirófano, no solo había tensión por salvar
la vida de Yildas, sino, también, porque las dos mujeres habían traspasado límites que
quizá no habría vuelta atrás. Cuando al final salieron, los hombres de la aldea habían
atado a los únicos dos sobrevivientes que pedían misericordia a las mujeres, los habían
encerrado en el pequeño cuarto donde tenían el gallinero, mientras esperaban los
resultados de la operación
Las miradas de todos fueron serias, preocupadas. Benigna salió buscando con su mirada
a Luisita, quien le notaba bastante seria
B: ¿Estás bien?
L: Sí, sí, oye Benigna... ¿has visto a Mona?
Una pija en la selva 307
Con rapidez la entraron con la ayuda de los hombres hasta la mesa de quirófano, Mona
cerraba sus ojitos, y su respirar era dificultoso, Amelia y Luisita ante la ausencia de
Marce se encargaron de revisarla
Para ambas, la voz de Marce se fue perdiendo, Mona que percibía aquella lejanía las
miraba a una y a otra alternativamente, Amelia curaba con cuidado su brazo, sin duda
una bala había pasado muy cerca suya y eso le había creado el ataque de miedo que
tenía. Pero si bien la curaba mientras Marce hablaba, su corazón le iba hablando de otra
cosa, le había gustado el beso, sin duda, en esas situaciones límites a Luisita le gustaba
besarla, suspiró porque no era como las demás que caían a sus pies y hacían todo cuanto
ella quería, le bastaba una mirada para que cualquiera de las anteriores mujeres que
habían pasado por su vida, se derritieran, sin embargo, con Luisita era al contrario, era
ella la que provocaba en Amelia un estremecimiento que le asustaba. Cuando creía que
la tenía a su merced, Luisita huía, sin embargo, cuando estaba desarbolada Luisita
atacaba. Y aquella situación era delicada para ella, porque no sabía muy bien como
acoger esos besos, esas miradas repletas de ternura, tanto era así, que por primera vez,
había dejado un beso suave y tierno en la frente de una mujer que no fuera Julia, con un
roce de sus manos en la otra piel tan delicado que la tenía asustada y temblorosa
Mona: Uuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhh
(gritó el animal con dolor)
L: Mona
A: Perdona, perdona, perdona cariño (le decía a Mona que gritaba con su mano puesta
en los ojos)
Mona: Uhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhh
L: Tranquila ya está... ya está
A: Joder le he puesto alcohol puro... joder (decía apurada)
Mona: Ahhhhhhhhhhhhhhhhhhhhh... (abría su boca gritando)
M: Os la vais a cargar (les dijo mirándolas con preocupación ante los quejidos del
animal) ¡Bueno... ya me habéis escuchado, no quiero ni un solo fallo!
Salió hecho una furia de allí mientras Mona se iba tranquilizando con los mimos de
ambas que alguna que otra vez se encontraban sus manos en la caricia y ambas, hacían
el mismo movimiento algo tensado
B: Venga cariño que no ha sido para tanto, pero mira, tú herida creo que les ha ayudado
en algo (le sonrió y el animal hizo lo mismo)
Durante un rato cada una estuvo en sus cosas, el ataque había creado en la aldea un
clima de crispación, miedo y zozobra. Los hombres habían enterrado a los otros
muertos, en plena Selva, no había tiempo que perder. Normalmente nunca había
reclamaciones por aquellos guerrilleros abatidos, casi siempre habían sido enrolados de
niños, o cuando lo habían perdido todo, sus vidas era lo único que tenían y al finalizar,
las iban recogiendo bajo una tierra cualquiera, que jamás era la de ellos
Las mujeres habían calentado kinkeliba, para repartir, sin duda era necesario calmar la
tensión vivida. Poco a poco se fueron retirando, Massamba, Zulú, Dib, Zambi, Ngouabi
habían hecho una pequeña hoguera y fumaban unas hierbas después de mostrarse su
lado guerrero, era ritual, así, no sólo olvidaban lo vivido sino, el miedo a que Yildas
perdiera la vida por salvar la de todos ellos. Despacio cantaban y aquella canción que no
entendía, a Luisita le estaba llenando de pena el corazón. Estaba entrando al hospital,
quería ver como estaban los dos heridos, Yildas seguía perdido en los sueños de la nada,
al ver allí su cuerpo del valiente guerrero que había salvado sin duda a todos de que
entraran y les sorprendieran, sus ojos se llenaron de lágrimas, se sentía tan extraña, tan
abatida. Rezó ante el hombre aunque no era muy de Dios, pero estar en aquel lugar, a
veces, le hacía sentir que debía unir su alma a la Fe a esa Fe que tanto su abuela le había
tratado de impregnar. Después salió a ver a Mona, el animal estaba en la cama, tapadita
con la sábana, con su brazo vendado y un gesto triste, Luisita la acarició la mimó, y
hasta que no vio que se quedaba dormida no se movió de su lado. En parte hacía tiempo
porque había visto a Amelia sentada en aquella posición suya tan excitante en la puerta
de su cabaña, pero debía salir, no podía estar toda la noche allí, era como esconderse y
tampoco podía hacerlo. Suspiró profundamente, al salir, se cruzó con Lula. Le sonrió, y
la muchacha pasó su mano sobre el rostro de Luisita. Al mismo tiempo, la enfermera al
notar su caricia sincera y afectiva suspiró. Tanto se notaban sus nervios, su desazón al
respecto de lo ocurrido. Los hombres habían callado y retirado a dormir, las mujeres
habían decidido acostarse, Laobi era el único que no había participado en el ritual, él se
quedó vigilante, con sus oídos bien despiertos escuchando aquello que no fuera el canto
de la Selva. Marce se había retirado, la tensión vivida lo había dejado inútil para
cualquier cosa, Benigna junto a un Ramón nervioso se había acostado, tras despedirse
de Amelia, y Amelia, era la única que estaba despierta, seguía sentada en aquella
posición observando la luna, brillaba hermosa en el cielo, y aquella luna parecía
hablarle en susurros. Luisita debía pasar, debía entrar a su cabaña, y debía pasar por su
lado. Tragó saliva conforme llegaba, sabía que debía dar una explicación a lo sucedido,
o, al menos no aguantar las burlas de la Pediatra que parecía esperarle. Al llegar a su
altura, Amelia le dijo extendiéndole un vaso
Su voz sonó calmada, su actitud también, lo que hizo que Luisita se sentara
irremediablemente, quizá, si hubiera comentado algo, si hubiera mostrado una de sus
sonrisas irónicas, ni siquiera se hubiera parado a su lado. Pero aquella voz la hipnotizó,
de alguna manera ella también quería hablar, no podía soportar así tanto tiempo, ahogar
el sentimiento de culpa que se había desarrollado en ella desde la cascada
Hubo silencio...
A: ¿Y Mona?
L: Dormida
Nuevo silencio... ambas miraban algo que ninguna sabía que era, pero necesitaban
detener su mirada en algún punto para no devorar los ojos que tenían al lado
L: Siento lo de antes
A: ¿Qué?, ¿qué sientes? (la miró pero su voz se había vuelto a disfrazar de ternura)
L: Te he besado... lo siento... la verdad que...
A: Ah eso... (dijo quitando importancia) Al menos ahora estaré preparada, cada vez que
nuestras vidas corran peligro, me besarás, algo es algo (sonrió de lado entonces Luisita
la miró fijamente) ¿Qué?
L: Nada... me preguntaba que puede ocurrir en la vida de alguien, para que marque
tanto... sólo eso
A: Ya (asintió dando un sorbo a aquella bebida relajante sabía porque se hacía esa
reflexión)
L: Siento haberte besado, no sé, no sé porque lo hice
A: No importa, no me va a crear ningún trauma
L: Eres idiota (le pegó un golpe sonriendo)
A: ¿Y a ti? (aquella sonrisa le había hecho instintivamente juntar sus piernas)
L: ¿Crearme un trauma? (Amelia asintió) No lo sé... tendré que valorarlo...
A: Ya... ¿cuando lo sepas me lo contarás?
L: No creo, ¿debería? (volvió a mirarla insistentemente con esa sonrisa arrebatadora
que poseía, Amelia retiró su mirada)
A: Me desconciertas, francamente, porque eres... auténtica... (dijo suavemente y tras
suspirar afirmó) Hacía mucho tiempo que no conocía a nadie así, excepto Benigna, pero
no es mi tipo
L: ¿Y yo soy tu tipo? (le preguntó algo pícara bebiendo)
A: No, eso es lo bueno, me gustan las mujeres morenas, altas, grandes... o rubias y así
como Bárbara...
L: Ya claro, yo soy bajita...
A: Sí (sonrió)
L: Bueno... creo que me voy a dormir (sonrió de lado)
A: ¿Tan pronto?
L: ¿Sabes que hora es?
A: Nunca llevo reloj, aquí no hace falta... debes dejarte llevar
L: ¿Aunque dejarme llevar signifique hacer lo que una parte de ti no está preparada?
A: Cada quien se deja llevar como surge... no siempre como quiere...
A: ¿Crees en el amor? (le preguntó de golpe haciendo que Luisita la mirara fijamente)
L: No (contestó con rotundidad apartando sus ojos de ella)
A: ¿Has creído alguna vez en él?
L: No (negó con su cabeza contrayendo su barbilla mientras pensaba)
A: Yo sí... (Luisita entendió que quería hablar y sintió un cosquilleo en su estómago)
L: ¿Te has enamorado? (Amelia asintió con una mueca de tristeza) Yo no...
A: ¿Por eso has venido aquí?, porque no sabes que es el amor
L: Pues... no sabría decir... no...
A: Aquí llegas con el corazón roto... o con la sensación de no saber que es lo que
quieres, es el mejor mundo para huir
L: Imagino que no todos los que trabajan aquí, están por el amor
A: No creas... hay de todo (apoyó su cabeza en al madera dejando ver su cuello alto,
aquella visión, mareó a Luisita) Solitarios que buscan ocupar sus vidas, sus mentes, para
no verse nunca así mismos... como realmente están, destruidos
L: Así estabas tú (afirmó)
A: No, yo llegué porque había solicitado venir en verano para ayudar en mis vacaciones
L: Entonces estás aquí porque te gusta esto, no por un corazón roto (la miró
detenidamente, la luz de la luna la bañaba y la hacía realmente peligrosa)
A: Sí, pero estoy porque no tengo alma y es la mejor manera de vivir. Aquí, en otro
lugar me moriría, aquí resisto porque los demás están peor que yo
Hubo silencio, Luisita la miraba aquellos ojos se habían apagado, habían casi tocado un
fondo donde estaba segura había dolor y pena. Hizo una mueca como si no estuviera
segura de querer escuchar la historia, como si, al verla sufrir, sintiera su propia
vulnerabilidad a flor de piel
L: ¿Qué te pasó?
A: Me enamoré en la Facultad (dijo de repente mirando al frente como si estuviera
viendo una película y la estuviera contando a su compañera. Sonrió antes de hablar) Se
llamaba Julia, la adoraba a mi manera, compartimos piso de estudiantes pero nunca le
pude decir que estaba enamorada. Tenía novio, un estudiante también de Pediatría,
éramos compañeros de clase (bebió un trago largo y tras un suspiro bajo la atenta
atención de Luisita siguió) En una de esas fiestas de Navidad... ya sabes... fuimos las
chicas por un lado, los chicos por otro, aquella noche ella bebió más de la cuenta, yo no,
no quería perder el control por miedo a hacer el ridículo con ella, cuando estaba bastante
borracha me la llevé a casa, en el ascensor me miró y sin cruzar una palabra nos
besamos, si en ese momento alguien me hubiera pedido morir a cambio de aquel beso y
lo que vino después, lo habría hecho (tragó saliva) Dejó a su novio, él se marchó a la
India cuando se doctoró, ella se fue a Guatemala y yo aquí, nos repartimos con Médicos
sin Fronteras, al principio fue un mes, y a mi vuelta, ella quiso que viviéramos juntas,
éramos pareja, a la vez ella trabajaba en un privado y yo en el Central, allí conocí a
Cruz. Llevábamos juntas dos años, ella de vez en cuando volvía a Guatemala, yo no
volví a África hasta dos años después, necesitaban médicos así que ella misma me
convenció. Estuve tres meses aquí, y al volver, ella me dijo que quería tener un hijo, que
le hacía mucha ilusión compartir conmigo la maternidad. A mí me encantan los niños
así que... imagínate
Una pija en la selva 313
Remarcó la palabra con cierta rabia y mucho dolor. Luisita sin saber muy bien porque se
acercó algo más a ella, parecía ver que temblaba, la noche había refrescado pero ella
llevaba una rebeca que sabía le abrigaba, debía temblar por el recuerdo. ¿Pero y ella, por
qué temblaba ella?, quizá porque estaba viendo una Amelia totalmente diferente, una
Amelia derrotada, abatida, repleta de dolor, y aquello era mucho más peligroso que
verla con una sonrisa. Su gesto aún en la oscuridad de la noche era impactante, veía su
rigidez y le asustaba, la veía tan débil, tan necesitada de calor, que entendió en ese
instante las palabras de Benigna, y su propio miedo le hizo entender también, que al
menos, aquel beso le había servido como para mostrar su verdad, pero... ¿y a ella?...¿de
qué le había servido a ella?
Una pija en la selva 314
A: Cuando llegué me abrió la puerta una chica que era su criada, yo pasé y al llegar al
comedor, me tope con mi pesadilla, la que me ha perseguido día tras día, noche tras
noche, la que no me deja dormir, la que me ha hundido en la miseria. Allí estaba el que
había sido su novio, el que dejó por mí, con mi pequeño David en brazos, al verme,
sonrió contento pensaba que estaba de visita, entonces me presentó a su hijo, y con un
grito llamó a su mujer (su voz se quebró, Luisita abrió su boca y entrecerró sus ojos) Yo
no podía dar crédito a aquello, su hijo... era mi hijo... su mujer... era la mujer que el día
anterior me había jurado amarme, y por la que yo había dejado a mis padres atrás, a mi
familia y a mis amigos, tal y como ella quiso. Tuve que hacer de tripas corazón para no
morirme allí mismo, cuando él como un gesto tierno me dejó a mi niño en brazos, sentí
el dolor de mi alma, escuché como el alma se resquebrajaba en mi interior (con sus
manos había formado aquel gesto que dejó en su hijo, el abrazo, la caricia, su lengua
tuvo que humedecer sus labios porque como su alma en aquel momento se habían
quedado rotos, secos. Luisita vio como sus ojos se emocionaban ante aquel dolor que
podía imaginar pero también como con una dureza extrema se negaba a llorar)
Entonces... cuando nos dejó solas la miré, me miró y me dijo “lo siento, yo quería una
familia que tú no me podías dar. Esta es mi familia”
L: Ya... (se quedó un rato pensativa con el ceño fruncido, entonces sintió la necesidad
de preguntar) ¿Nunca vas a dar amor a nadie? (el reflejo de la luna en ambas hizo que
sus miradas soltaran un pequeño brillo)
A: No (contestó tanto con una seguridad aplastante como con una rapidez absoluta)
L: Vaya... por lo que veo tu experiencia te ha dejado marcada para siempre
A: No creo en el amor... simplemente eso... ¿cómo tú, no? (la miró fijamente)
L: Yo creo en las personas... en las personas con corazón...
A: Vaya... entonces no crees en mí (la miró con tanta calidez que era como si el sol la
estuviera abrasando)
L: Creo en ti... a pesar de todo... (le dejó una caricia en su rostro que a Amelia le hizo
suspirar)
No dijeron más, Luisita no contó de su vida nada porque comparado con la vivencia de
Amelia, no había nada que contar, sabía como era Amelia y en ese momento sabía que
se le aceptaba así, o no se le aceptaba. Se levantó, le sonrió y se fue hasta su cabaña,
Amelia la miraba marcharse lo hacía con su gesto repleto de calma, contarle la verdad
había sido para ella como renacer, era la primera persona a la que le contaba su
experiencia, quizá porque necesitaba explicarle que ella no siempre fue así, que hubo
una vez que fue una mujer enamorada, feliz, sonriente, tranquila, justa y respetuosa.
Dirigió sus ojos hacia el suelo, volvió a beber y suspiró, entonces giró nuevamente sus
ojos hacia la puerta que había quedado entre abierta, se pinzó el labio inferior y dio el
último trago a la bebida, con una sonrisa, se levantó
La noche llevaba un buen rato entrada, las estrellas aquella noche se veían bien claras,
la luna ejemplar único de la belleza, se mostraba coquetamente en lo alto del cielo, la
armonía de la Selva, los gritos de los animales nocturnos, el campamento por fin en paz
De repente...
L: Ahhnhhhhhhhhhhhhh
Un grito que hizo a Benigna sentarse en la cama, a Ramón aullar nervioso moviendo la
cola, a Marce levantarse pensando en otro ataque, ambos reconocieron el grito en la voz
de Luisita
B: ¡Dios mío alguno de los tipos que andaba suelto Marce! (decía con gran sofoco
yendo hasta la cabaña) Seguro... seguro...
M: Joder... va a terminar conmigo (decía sofocado)
Al abrir la puerta ambos se quedaron con la boca abierta, los ojos perplejos y un gesto
de impacto brutal ante lo que se encontraron
B: Joder...
Marce cerró la puerta todavía con gesto transpuesto, luego se miraron los dos aún
perplejos ante la visión que acaban de tener, la menos esperada, pero no por eso, más
impactante
M: Me voy a dormir
Una pija en la selva 316
Dentro de la cabaña, Luisita al ver la puerta que se abría instintivamente se había tapado
con la sábana y de un solo impulso se había puesto en pie, su rostro rojo como uno de
esos amaneceres rabiosos de la Selva, no fueron más de seis segundos con la puerta
abierta pero lo suficiente para querer que la tierra se la tragara. Por su parte Amelia, ante
la precipitación de Luisita, cayó al suelo, y desde allí sintió su apuro, y cerró los ojos
mordiéndose el labio. Luisita al cerrarse la puerta se había dado la vuelta, notaba su
corazón latir con fuerza, tal que le parecía que iba a explotarle de un instante a otro.
Notó como Amelia se ponía a un solo paso de ella y como le rodeaba la cintura con los
brazos
Sin una palabra, Amelia recogió sus ropas se vistió lo más rápido que pudo y se marchó
dando un suave portazo. Fue suave casi imperceptible para el resto del mundo, pero pera
Luisita, había significado un golpe en su alma. Se tapó la cara, suspiró rompiendo a
llorar
Al llegar a su cabaña, Amelia con el ceño fruncido, gesto serio, comenzó a pasear de
lado a lado, de vez en cuando se mordía la uña, de vez en cuando detenía sus pasos,
había hecho dos amagos para ir a buscarla nuevamente, para hablarlo... para dar algún
tipo de razonamiento a lo ocurrido, pero no había conseguido reunir las fuerzas
suficientes para acabar lo que empezaba a formarse en su cabeza. Se sentó finalmente a
los pies de la cama, sus piernas abiertas, ambos codos apoyados en cada uno de sus
muslos, las manos apartando el pelo de la cara, y esa cara, aún exaltada por lo que había
sucedido, frunció los labios, resopló y haciendo una mueca que pareció una sonrisa, se
fue a cambiarse para meterse en la cama
Por su parte Luisita se había puesto el camisón, estaba sentada en la cama con los ojos
repletos de lágrimas, con la nariz roja del disgusto y con un sentimiento de vergüenza
enfermizo. Justo en el momento en que el motor cedía y se marchaba la luz, entonces
Luisita en la oscuridad de la noche, con el reflejo de la luna revivió lo sucedido
Había dejado la puerta entre abierta, no supo muy bien porque razón, pero esperó lo
suficiente como para que en el momento que anhelaba, Amelia entrara, no hubo ninguna
palabra, no hubo ninguna señal especial pero sí se tiñó en el ambiente la mayor ternura
que jamás había vivido. Cuando sintió el cuerpo de Amelia apegarse al suyo, cerró los
ojos dejándose llevar, cuando notó como sus manos lentamente recorrían su cintura
estrechando su cuerpo, suspiró, y cuando los labios de aquella mujer se posaron
dulcemente en su cuello, gimió. Después, aquellas manos que parecían gaviotas
sobrevolando el mar, fueron sobrevolando su cuerpo, con dulzura, con detenimiento,
primero por encima de la camiseta, mientras notaba como los pechos de Amelia
endurecidos se clavaban en su espalda, nunca había sentido aquella sensación de volar,
de volar lejos, muy lejos acompañada por primera vez. Su corazón, había corrido
velozmente al sentir como Amelia le daba la vuelta, la excitación que vio en sus ojos,
Una pija en la selva 317
podía ser reflejo de la suya propia, mucho más cuando la Pediatra llevaba sus manos
hasta la mandíbula, la acariciaba con ternura, pasaba su dedo índice por los labios secos
por el deseo, mientras los miraba con avidez, desatando la respiración en Luisita que no
sabía que hacer, no sabía donde colocar sus manos, tragó el miedo que de repente
inundó sus venas, mezclándose con el deseo, mala combinación que le hubiera hecho
salir corriendo, pero allí, una mujer tan sensible como en ese momento se estaba
mostrando Amelia, se lo impedía. Despacio, sin dejar de mirarse iban uniendo sus
labios, mientras la música de fondo de la Selva parecía sonar tan solo para ellas, la luna
se adentraba por la ventana rota en el tiroteo. Finalmente Amelia rozó con suavidad sus
labios, Luisita cerró los ojos y por fin supo donde poner sus manos, aquella cintura
maravillosa de la Pediatra parecía llamarla a gritos mientras daba un paso para acercarse
más a ella, parecía estar en el Paraíso, y mucho más, cuando notó como la lengua de
Amelia jugaba en el interior de su boca, con suavidad, húmeda, caliente, mientras una
mano bajaba por su nuca y recorría su espalda tan suavemente que le hacía estremecer,
y la otra reposaba en la nuca acercándola como impidiendo así que se marchara. Luisita
respondió al primer intento de Amelia, ambas lenguas se rozaron, provocando un
gemido suave que fue ahogado en boca ajena, mientras sus manos, hábiles de pronto, se
posaron en el trasero de Amelia, lo acariciaron para después apretarlo contra ella. El
sonido de la Selva se quedó en un segundo plano, en ese instante, el enloquecedor ruido
de las bocas besándose se hizo protagonista de toda la estancia. Las respiraciones se
habían disparado, y cuando Amelia separó sus labios de los otros, Luisita sintió como su
cuerpo pasaba de la tensión a la flojedad necesitando a aquella mujer que la miraba, que
la llamaba con los ojos, sus manos se entrelazaron, se apretaron mientras volvían a
juntarse sus bocas, provocando en la enfermera un éxtasis embriagador, daba y recibía
por igual, el ritmo lento había dado paso a un desbocado frenesí, cuando notó como las
manos de Amelia aprisionaban sus pechos, gimió sin poderlo evitar, echó el cuello para
atrás momento que aprovechó la doctora en pasar la punta de su lengua por él, un ligero
temblor, que terminó siendo un tsunami que volteó todo su cuerpo, que inundó su sexo
de manera alocada, Amelia seguía besando, lamiendo su cuello, ella metiendo las manos
como podía entre su ropa, maldecía su torpeza, adoraba la destreza de la otra que la
estaba volviendo loca. Fue ella quien incrementó el ritmo para desnudarla, ella porque
se estaba quemando, abrasando, necesitaba a Amelia, la necesitaba frenéticamente. Se
quitaron la ropa entre estirones, besos, caricias, mordiscos, entre un torbellino de pasión
que ninguna de las dos quería frenar, Luisita sintió como caía su sujetador, y como
Amelia se sentaba en la cama atrapando su pecho izquierdo mientras con la mano le
desabrochaba el pantalón, y la otra bien abierta en el centro de su espalda, aquel roce era
apoteósico, Luisita puso sus manos en la melena larga y lacia que le parecía más
hermosa que nunca, atrayendo aquella boca más y más como si así el deseo y la pasión
llegara a límites insospechados, la lengua de Amelia juguetona y maestra, recorría sus
pechos provocando en ella una sensación cegadora, mantenía los ojos cerrados, no podía
controlar todo lo que su cuerpo le estaba enseñando que ella ni sabía que existía, pero
entonces no quiso quedarse atrás, no quiso limitarse a sentir, necesitaba más, en aquel
momento separó las manos de la cabeza de Amelia, que tenía la boca entre abierta, los
labios rojos encendidos, los ojos cristalinos por el deseo, y su respiración jadeante por
lo que ella misma sentía, y fue así, cuando Luisita se sentó abriendo las piernas, sobre
Amelia, tocando su sexo con el tanga fino del conjunto de encaje que llevaba, en las
piernas desnudas de Amelia gracias a ese pantalón tan corto que llevaba y que en ese
momento con la compostura ya perdida, Luisita reconocía que le volvía loca. Amelia la
ayudó a acoplarse, mientras sentía como la enfermera le desabrochaba con alguna
dificultad el sujetador también negro, su respiración fue en aumento al notar como las
Una pija en la selva 318
A: Luisita... Luisita... Luisita... (su pecho se volvía loco por cada vez que la nombraba,
estaba embriagada por su maravilloso desconocimiento, por su maravillosa ternura)
L: Amelia... Amelia... no puedo más (le susurró mientras le acariciaba la cara y se
fundían en un beso apasionado)
A: Mi niña...
L: (“¿Su niña... eso le diría a todas?”)
Una pija en la selva 319
A: ¿Me deseas?
L: Sí... (musitó débilmente mientras notaba como los dedos de Amelia paseaban por sus
labios, entonces atrapó uno de ellos y Amelia abrió la boca instintivamente) Mucho...
A: Bien...
Volvió a perderse en aquel cuello que tanto le gustaba, entonces aquellos dedos
humedecidos por la propia saliva de Luisita viajaron hacia las profundidades de su
esencia de mujer, y allí se perdieron, entre olas de humedad, contracciones más
parecidas a movimientos sísmicos, y respiraciones entre cortadas, penetró un dedo y
Luisita se aferró a su cintura, Amelia seguía enfundada en aquel cuello, en aquel
maravilloso cuello, mientras gemía al notar como Luisita le había dejado entrar a su
esencia, y se acomodó para introducir mejor otro dedo más que hizo a Luisita
contraerse, a Amelia le encantó aquel movimiento mientras su lengua se lamía los
labios, lamía el cuello, sus dientes apretaron su piel, aquel cálido lugar le estaba
disparando su propio deseo hasta límites que ella misma desconocía. Y como si el
mundo se terminara, como si a Luisita la hubiera llevado a aquel paraíso único para ella,
llegó a un orgasmo tan brutal, que no pudo aguantar el gemido final, el estallido
envuelto en el máximo placer y felicidad... y Amelia sintiendo sus contracciones,
sintiendo como llegaba, como se entregaba a ella, tuvo que soltar un suspiro largo y
entrecortado porque sin saber como ella misma, sin una sola caricia, había llegado a un
éxtasis fascinante
La luz del sol las descubrió pensativas... cada una en su cama... cada una pensando en lo
sucedido la noche anterior... y cada una recordándolo y sintiéndolo de manera diferente
Los gallos comenzaron a cantar la serenata del despertar, y para cuando lo hicieron,
Benigna ya se había duchado, estaba terminando de arreglarse aún impactada por lo que
la noche anterior habían visto sus ojos. No pensó que Luisita acabara acostándose con
Amelia, no porque no pudiera suceder, sino, porque la sensación que tenía con ella era
la de frialdad ante los empujes de la médica, pero sin duda alguna, algo había sucedido
durante el ataque porque el comportamiento de ambas en la sala con Mona, le decía que
algo más había, y se preguntaba que había desencadenado aquel final. Al salir del
lavabo retocándose el pelo se llevó un buen susto
L: Anoche yo... (sus mejillas se pusieron rojas a punto de la explosión por ebullición)
Bueno que, realmente
B: A ver Luisita (se acercó a ella sonriendo con lástima) A mí no me tienes que dar
explicaciones de ningún tipo...
L: Ya pero... (suspiró) Es que yo no soy así
B: ¿No eres cómo? (la miró con el ceño fruncido)
L: No sé como soy Benigna (la mujer llegó y la abrazó fuertemente contra su pecho)
Ayer Amelia me contó su historia
B: ¿Te contó... lo de... Julia? (la miraba extrañada, tremendamente extrañada y ante su
gesto Luisita la miró igualmente) Eres la primera persona que lo hace... bueno... en el
fondo sabía que antes o después lo haría, contigo lo haría... quiero decir, lo contaría (se
apresuró a aclararlo porque el juego de palabras parecían siempre desembocar en el
mismo tema)
L: Me impactó...
B: Sí, a todos nos impactó aquello, nadie lo esperábamos y ella lo pasó realmente mal.
Venga vamos a desayunar y puedo contarte ahora más cosas
L: No... no... (se apresuró a contestar con gesto de miedo)
B: ¿Cómo que no?
L: Benigna no quiero verla... me da vergüenza... de verdad...
B: ¿Pretendes esconderte? (le preguntaba sin entender nada con sus cejas elevadas)
L: Es que... uf (comenzó a respirar alteradamente)
M: ¡Luisita! (vociferó Marce)
B: ¿Y ahora que pasa? (se preguntó algo nerviosa saliendo) ¿Qué pasa Marce?
M: Nos vamos... ¡Amelia!... ¿pero dónde está Amelia?
A: Estoy aquí (dijo saliendo del hospital) ¿Qué pasa?
M: Pero yo a vosotras en que idioma os hablo (las miraba alternativamente bajo la
sonrisa de Benigna que entendía que nada de lo dicho había sido captado por ellas, sin
duda, los hilos de la atracción se habían movido curando a Mona) ¿Qué os dije ayer?
B: Venga... venga... cada una a por sus mochilas (les dijo echándoles una mano ambas
se miraron fugazmente y salieron raudas a sus respectivas cabañas) Ten consideración
Marce
M: Uf... al menos alguien puede disfrutar de sexo... yo ni me acuerdo ya Benigna... ni
me acuerdo
B: Pues anda que yo (se quejó y al darse cuenta se apresuró a decir) Me voy a preparar
algo rapidito
M: Son la leche... ¡las mujeres son la leche!
En un minuto ambas estaban en la puerta de sus respectivas cabañas con sus mochilas
en el hombro y sus sacos atados a ellas. Solo faltaba el maletín de Luisita, cuando se dio
cuenta echó a correr hasta el Hospital, así también se despedía de Mona y le daba un
abrazo. Amelia se quedó contemplándola mientras sentía como su sangre se iba
revoloteando
L: Lo siento (le dijo ante la mirada del hombre, poniéndose colorada al recordar la
noche anterior)
A: Ya (decía con la respiración agitada)
M: Estás en forma... no me extraña. ¡Zulú vamos! (gritó)
Amelia miró a Luisita por un segundo compartieron la mirada, Amelia elevó las cejas y
se mordió el labio inferior con gesto pícaro, Luisita odió aquel gesto y se metió en el
jeep reprochándose lo que había sucedido entre ellas, bajar la guardia, sentirse sensible
por el sufrimiento que había visto en la otra... le hizo perder definitivamente los papeles
ante ella. Y encima todos se habían enterado, la sonrisa de Zulú, los ojos graciosos de
Nsona, todos debían estar al tanto de lo ocurrido, quizá marcharse era lo mejor
Se encaminaron como siempre el camión con Zulú y esta vez el joven Ngouabi a su lado
con los ojos bien abiertos y los fusiles preparados, hasta donde les esperaban dos
camiones militares, uno se puso delante, el otro cerrando el convoy. La Selva gritaba a
modo de toque de atención, siempre que los monos aullaban, los loros cantaban y las
demás aves revoloteaban con volar tranquilo, era sinónimo de que podían marchar
tranquilos. Todo estaba en paz. Todo excepto el jeep donde los dos médicos y la
enfermera hacían el viaje en silencio, Marce ante tanto ruido sordo en el coche,
comenzó a silbar, temía que de un momento a otro aquellas dos mujeres rompieran en
gritos la una contra la otra
Pero no fue así, a Amelia aquella reacción de Luisita le parecía lógica después de
haberle pedido que se marchara, no esperaba otra cosa, y debía reconocer que era la
primera vez que después de hacer el amor la mandaban fuera. Un fuerte suspiro salió de
su interior sin saber muy bien como reaccionar, ni como comportarse, si seguir con su
lado borde y superficial, o dado el caso hablar con ella de una manera sincera y
tranquila. Se había pasado el resto de la noche pensando en como habían ocurrido los
hechos y sin duda, Luisita había respondido, al principio con dudas, con titubeos, para
después dejarse llevar por su maestría en la materia. Allí en aquella cafetera, el sonido
le parecía celestial si recordaba los labios de Luisita, su piel, su temblor, su
inexperiencia, se pasó la lengua por los labios que se le habían secado, tragó saliva
porque el deseo iba pasando por su interior con demasiada facilidad, era como el mar
penetrando en la arena, dejándola húmeda y con una señal que permitía reconocer por
donde había pasado el agua, de igual modo ella podía reconocer por su cuerpo, por
donde esa sensación de deseo iba pasando, cruzó las piernas, volvió a suspirar y trató de
centrarse en lo que había fuera, porque lo que había dentro comenzaba a darle miedo
Una pija en la selva 322
Por su parte Luisita no podía evitar sentir ese halo de vergüenza, ese halo de nervios,
había sido incapaz de resistirse a esa Amelia dulce, débil, a esa Amelia que se mostraba
tan diferente y vulnerable que había despertado en ella la necesidad de abrazarla, de
mimarla. Pero en ese instante en el que la tenía delante, tan próxima y tan lejana, se
preguntaba que iba a pasar, como iba a afrontar mirarla, si el poco rato que lo había
hecho había notado sus mejillas arder, tomar ese color de la vergüenza ¿cómo sería
compartir con ella el resto del día?, ella que había tratado de evitar desayunar juntas, se
veía empujada por el destino sin remedio a estar a su lado. Tenía que pensar como
comportarse, trataría de olvidar lo que había pasado, y volvería a ser la pija, la misma de
siempre, distante con ella
M: Bueno ya estamos llegando (dijo tras unas cuatro horas de camino que a ninguna de
las dos les pareció ya que sus pensamientos iban haciendo que su atención estuviera en
ellas mismas lejos de lo que les envolvía) Os pongo en precedente, han atacado el
pueblo, hay una parte que ha quedado destruido, al parecer hay bastantes muertos,
nosotros iremos con los militares, si no lleváis un par con vosotros no os movéis
¿entendido? (ninguna contestó) ¿Me habéis entendido?
M y L: Sí (lo hicieron a la vez)
M: Estamos bien (murmuró)
Detuvo el coche tras el camión donde Zulú y Ngouobi bajaron para ir sacando lo
necesario, Marce se adelantó con su gorra y su chaleco puesto de Médicos sin Fronteras,
detrás de él lo hicieron las dos chicas que se quedaron un paso por detrás, con sus
maletines cada una en su mano. El comandante hablaba con Marce sobre la situación,
tras un duro combate se habían podido hacer con el mando, habían muchos heridos que
habían sido evacuados y algunos tratados por los propios militares, el clima como
siempre que ocurría un ataque, era desolador, niños llorando, mujeres llorando, hombres
con miradas perdidas. Luisita miraba todo aquello sintiendo un dolor profundo en su
alma, Amelia la observó, sin duda la sensibilidad de aquella mujer era patente, sintió
ganas de abrazarla de susurrarle que todo iba a salir bien, pero tantas veces lo había
vivido ella, que sabía que aquellas palabras no serían la verdad. Suspiró tratando de
calmar su anhelo de abrazarla, miró al frente y allí algunas cabañas quemadas seguían
dejando escapar el humo repleto de dolor hacía algún lugar, y ese lugar era el cielo, ese
cielo que se había pintado de azul pero no el azul maravilloso de la Selva, aquel color
estaba mezclado por el gris humo dándole un toque oscuro de dolor. Cuando en la Selva
sufría el ser humano, también lo hacían las plantas, los ríos, los animales, el cielo, y es
que cuando el dolor es tan extenso, alcanza como si fuera la niebla cada rincón, cada
suspiro, cada sentimiento
M: Venga a trabajar, Luisita ve con Amelia, vosotras quiero que os centréis en los niños
y las mujeres... ir con el comandante parece ser que hay dos niños graves, en nada
llegaran para evacuarlos pero quiero que los estabilicéis no hay tiempo que perder
A: De acuerdo, vamos Luisita (volvió el gesto serio al rostro de la médica, esa mueca
que parecía imperturbable pero que lo que realmente hacía, era esconder el miedo, el
dolor de lo que tenía a su alrededor) No te separes de mí Luisita
L: Hay mucha gente (susurró)
A: Y solo somos tres (le contestó como sabiendo a lo que se refería, caminaban detrás
del comandante dando un vistazo de la gente en el suelo) Pero hay que hacerlo, sobre
todo hay que tener prioridades
L: Sí (la escuchaba atenta mientras caminaba detrás suya)
Una pija en la selva 323
A: Primero los heridos más graves vemos si podemos ayudarles, mientras Zulú y
Ngouabi montan el hospital de campaña, nosotras vamos distribuyendo y los militares
irán trasladándolos, ¿vale? (le hablaba con calma incluso Luisita notaba algo de calidez
en su voz) Marce hará lo mismo, luego tendremos alguna operación, así que Luisita,
trata de controlar la adrenalina, y se objetiva
L: ¿Se puede ser objetiva viendo esto? (le preguntó con tono apagado al llegar a sus
ojos la visión de cientos de personas unas sobre otras, los heridos en el suelo, y el olor a
sangre invadiendo su cerebro)
A: Se debe ser (la miró fijamente) Ponte guantes y mascarilla
El comandante las llevó hasta un lado donde varias mujeres yacían en el suelo tapadas
con ramas que el brujo del pueblo había mandado tapar para evitar que los espíritus se
marcharan de aquellos cuerpos, también las había con pequeñas criaturas envueltas en
lloros, aún asustados
A: ¡Aquí Luisita! (le dijo llegando hasta una madre que tenía a su hijo en brazos
aparentemente dormido) Malembe, malembe mwasi mono kele sambu na nge kusadisa
(tranquila, tranquila mujer, yo estoy aquí para ayudarte) (le decía con los ojos repletos
de ternura tratando de que le entregara al niño mientras Luisita preparaba el maletín con
gesto totalmente afectado) Beto me kumaka bam pangi, mwasi, kubakila na nge
kamwana (somos hermanas, mujer, entrégame a tu hijo) (volvió a hablarle con aquella
voz repleta de ternura) Melesi, melesi mwasi
L: Amelia...
A: Lo sé... a ver (notó la sangre del pequeño sobre sus guantes) Joder...
L: Tiene latido débil
A: Y una bala en el costado... la madre que los parió. Comandante (alzó la voz nerviosa)
ComandantL: Sí mwasi
A: Hay que operar y rápido
ComandantL: Sí... (el hombre se giró buscó a uno de sus hombres quien hizo llegar el
jeep) Ya mwasi
A: Vamos Luisita... que venga la madre
ComandantL: Yo la llevo (el hombre se acercó a la mujer que tenía una gran mancha
de sangre sobre su vientre)
A: La hostia está muy débil, vamos ve poniéndole una vía
L: La tengo... (le dijo nerviosa pero al mismo tiempo trabajando sin descanso)
A: Muy bien, vamos pequeño. ¡Marce!, necesito el quirófano
M: Y yo (le dijo pero al ver que se trataba de un niño se precipitó hasta ellas) ¿Qué
tenemos?
A: Una bala en el costado, posiblemente ha tocado intestino (decía mientras lo ponían
sobre la mesa del quirófano
M: Zulú rápido necesito otra mesa
Zulú: Kulunga Zilku
M: Que masacre... ay que joderse que nos tengamos que ver en estas circunstancias por
culpa de esos cabrones
A: Luisita sube un poco la frecuencia... está muy bajo
M: Amelia no te va a aguantar la operación (le dijo mirándola serio)
A: Le he prometido a la madre que se lo iba a devolver, no pienso hacerlo de otra
manera que no sea vivo
L: Amelia sigue bajando (le dijo mirando a Marce preocupada)
Una pija en la selva 324
A: Ya estoy (su gesto de concentración era tal que Luisita sentía que de un momento a
otro sus ojos iban a estallarle)
M: La tiene en mal sitio (le ayudaba para tratar de salvarle la vida)
L: Amelia
A: Ya lo sé Luisita... sigue... inyéctale vamos
L: Ya está, le he puesto 1 miligramo
A: Vale... ya casi la tengo
M: Pon oxígeno Luisita, por más oxígeno (le decía nervioso al ver que el pequeño
comenzaba a perder latido de manera muy rápida)
L: Amelia entra en parada
A: Joder...
M: Dale el masaje yo sigo
A: Venga... venga... (comenzaba con el masaje al pequeño)
L: No Marce
A: Sigue
L: Amelia
A: Sigue he dicho (decía mientras seguía con el masaje)
M: Puta bala, ya la tengo, ya la tengo (se le notaba francamente nervioso)
A: ¿Está afectado?
M: Joder y tanto... Amelia si lo salvo...
A: Sigue Marce (decía sudando)
M: Luisita rápido ayúdame vamos a tratar de hacerlo lo mejor posible, aspira y tapona
con lo que puedas
L: Remonta... remonta (decía nerviosa interrumpiéndolo)
A: Vamos pequeño.. vamos...
M: Hijos de puta.. hijos de puta... (repetía con el gesto tenso)
A: Te ayudo...
M: Sabes que esta operación es altamente arriesgada
A: Sí, si dicen algo, ya sabes (decía mientras ayudaba a Marce)
Marce suspiró, sabía que no podían hacer algo así, salvar la vida de aquel pequeño, en
esas circunstancias, a la larga se volvería un problema trasladado a la central del
Hospital, pero ninguno de los tres estaba por la labor de dejar morir a aquel pequeño
que no tenía culpa de nada de lo ocurrido
Tuvieron cinco operaciones, no tan graves, más tres amputaciones, la primera para
Luisita fue un momento complicado, muy complicado nunca había participado en una
operación así, pero no podía pararse a pensar, Amelia había hablado con ella antes de
efectuar la amputación, la había tratado de prevenir y también de ayudarle, pero nada de
lo que había imaginado se podía comparar a lo que sintió allí. Se quedaron sin anestesia,
sin hilo de coser, sin desinfectante y lo peor, sin moral ni fuerzas. Justo en el momento
en que llegaron los refuerzos, las ojeras de las dos mujeres, daban a entender que no
había sido fácil, como tantas y tantas veces. Marce habló con el médico que llegó, la
ambulancia cargó al pequeño que aún recién operado se debatía entre la vida y la
muerte, aquella madre aún con sus ropas manchadas de sangre, se fue a su lado, no sin
antes agradecer efusivamente a las dos mujeres que tenían en su rostro marcas del
sufrimiento que estaban viviendo allí, la lucha por salvar a su pequeño. Vieron alejarse
la ambulancia y tras exhalar un profundo suspiro Amelia le dijo
Trabajaron sin descanso con los heridos menos graves, entre un grupo de siete
profesionales era más fácil y más efectivo la ayuda. En la mente de Luisita seguía
haciéndose la misma pregunta, ¿cómo habían resistido en aquella circunstancias?,
¿cómo habían podido sobre vivir hasta que ellos llegaron?, sin duda, lo único que tenían
era la vida y a ella se aferraban hasta el último aliento
Tras aquel trabajo, pudieron desinfectarse bien en el hospital, para cuando lo hicieron se
dieron cuenta que llevaban cerca de siete horas sin comer, a penas había bebido algo de
agua que los militares les iban dando al ver su fatiga. Se quedaron ellos allí de guardia,
mientras el resto se marchaban a la otra clínica móvil que había en Ebambi
M: Bueno chicas... los militares han levantado algunas tiendas, vosotras dormiréis en
una, así que os recomiendo que comáis y descanséis
A: ¿Y tú? (lo miró preocupada)
M: Yo voy a esperar, vendrán nuevamente las ambulancias para llevarse a los siete
heridos. Los muertos ya han sido enterrados por los militares (su gesto era
apesadumbrado)
L: Esperamos contigo, bueno... yo al menos
A: Sí (la miró entendiendo que no le hacía mucha gracia entrar a la tienda con ella,
hasta ese momento quizá no se había percatado de nada porque la tensión vivida le
había dejado en un segundo plano su propia vivencia de la noche anterior) Voy a ver
que nos ha preparado Benigna, debemos comer
L: ¿Marce tenemos que revisar ahora a alguien? (le preguntó dejándole claro que no la
iba a acompañar)
M: No. Menuda mierda (decía desolado mirando alrededor con sus manos sobre las
caderas mientras Amelia se iba a la tienda)
L: ¿Y qué van a hacer?, el pueblo está completamente destruido
M: Sí (asintió entre cerrando los ojos viendo tres figuras) ¿Qué es aquello de allí?,
hostia... ¡Amelia... Amelia... !, comandante... sus hombres (señaló hacia el horizonte)
L: ¿Qué pasa?
M: Quédate aquí... ni se te ocurra moverte (salió corriendo sin darle más explicaciones)
L: Pero...
ComandantL: Moveros... moveros...
Luisita vio como corrían los militares y Marce hacia donde se había marchado Amelia,
al instante Luisita corrió tras ellos desobedeciendo las órdenes de Marce. Iba con el
corazón encogido, sin duda algo grave era y Amelia estaba allí. En ese momento sentía
un miedo desbordado en su interior y fue mucho peor cuando sonaron algunos disparos,
y vio como Marce se echaba al suelo tras unos trozos de madera, ella hizo lo mismo
llegando hasta él
L: Dios... ¿y Amelia?... (su cara reflejó preocupación echados en el suelo tras unas
maderas)
M: Joder... pues en medio...
L: Mierda...
M: Oye... ¿tú estás segura de lo que has hecho? (Luisita no le contestó parecía obvio de
lo que hablaba) Sí, estás cagada de miedo... así que... he perdido mis esperanzas
L: No lo sé Marce, no lo sé (susurró)
M: Si le das lo que quiere y como lo quiere, no podrás desengancharte, si la mesuras y
le quitas la coraza, te lo digo como lo siento, podrás tener a tu lado a una mujer
maravillosa, y me gustas para ella, bajita pero matona, has durado más que la mayoría
L: Yo (se puso colorada justo cuando acabaron los disparos) No sé lo que quiero ni lo
que siento, ahora mismo tengo miedo de que le haya pasado algo y... (sus ojos se
llenaron de lágrimas)
M: Esperemos que no
L: Que no le haya pasado nada
Los disparos cesaron, el comandante llamó a voz en grito a la mwasi, pero ésta no
contestó, mientras poco a poco Marce levantaba la cabeza, había perdido la gorra, y
Luisita hacía lo propio muerta de miedo, Amelia no contestaba
A: ¡Pero... pero... pero ¡se puede saber que coño hacéis! (apareció como loca gritando a
los militares con su pelo revuelto y las ropas sucias por haberse echado al suelo)
M: Pues... nada... está sana y salva (murmuró Marce complacido)
A: Me podíais haber matado pedazo de animales
ComandantL: Mwasi, mwasi (sonreía porque conocía perfectamente a Amelia) Tres
hombres muertos, tres mierdas menos
A: Joder... pensé que os habíais vuelto locos (entonces vio el rostro pálido de Luisita y
al verla salir junto a Marce sonrió) ¿Qué os ha pasado?
M: ¿Estás bien?
A: Sí, sí, bueno me he tragado un montón de arena pero bien (dijo sonriendo y mirando
a Luisita)
L: Menos mal que Marce los vio (le sonrió algo más tranquila mientras como él se
sacudía su ropa)
M: Sí pero ¿crees que me lo va a agradecer?, no que va
A: Estos casi me matan ¿crees que debería? (lo miraba con una tímida sonrisa que
denotaba agradecimiento)
M: En fin (sopló su sombrero apartando la tierra y se volvió mientras los militares se
llevaban los cuerpos de los guerrilleros muertos) Abrir bien los ojos... no me apetece
tener más sustos (les dijo un tanto molesto)
A: Gracias Marce (le dijo finalmente antes de irse, él hizo una mueca de satisfacción y
se fue. Amelia había visto el rostro pálido de Luisita, sin duda, se había preocupado por
ella y aquello, le gustó tanto como le asustó, se acercó y bajito le dijo) Espero que en
esta ocasión no hayas acabado besando a Marce o me preocuparé
L: Eres... (dijo con rabia y como siempre que se ponía en esa actitud, se giró para
alejarse de ella al hacerlo tropezó con algo que había en el suelo mientras Amelia la
seguía a distancia corta sonriendo)
A: ¿Maravillosa? (le preguntó poniéndose a su lado con esa sonrisa que Luisita tanto
odiaba) Venga dímelo... sé que sabes que lo soy te lo he demostrado ¿no?
L: Impertinente bastante, y con falta de tacto, mucho más
Una pija en la selva 327
La dejó con la palabra en la boca, tras un suspiro volvió a caminar mirando al cielo con
actitud cansada
Allí alrededor del fuego en silencio y lo que era más impresionante aún, acompañados
por el silencio de las personas que allí había y la Selva que callaba, no pudieron dar
bocado, tras lo vivido pocas eran las ganas que les quedaban, habían tratado de colocar
a la gente de manera que pudieran estar vigilados pero la noche, África y la guerrilla
eran diferentes. El silencio entre ellas volvió a reinar, Luisita se había sentado a un lado
y justo en el opuesto se encontraba una Amelia pensativa que la miraba a hurtadillas
M: Creo que es mejor que os vayáis a dormir, nos levantaremos con el alba
A: De acuerdo, yo me retiro, hasta mañana (les dijo yéndose sola)
M: ¿Luisita?, ¿me has escuchado? (la miraba algo preocupado como Zulú porque
notaban por su gesto que las cosas no iban bien)
L: Sí, sí...
Zulú: Mwasi yo acompañar hasta tienda
L: Melesi Zulú (le sonrió ampliamente) No hace falta. ¿No vamos a revisar a los
heridos?
M: Ya lo hago yo, tú a descansar
L: Bueno pues... supongo que me tengo que ir ¿no?
M: Va a ser que sí
L: Hasta mañana (le dijo algo aturdida)
M: Mi abuela siempre decía, uno se arrepiente de lo que no hace, jamás de lo que ha
hecho (Luisita le sonrió agradecida) Descansa y si no vas a descansar, al menos no
grites Luisita o me veo a los militares con fusiles en la mano apuntando dentro de la
tienda (le guiñó el ojo viendo que se ponía colorada)
Zulú: Mpimpa na
L: Mpimpa na (su seriedad fue en aumento a la hora de retirarse
M: ¿Y a ti qué te pasa Zulú?
Zulú: Yo querer hablar con Ziku, sabio en pensamientos
M: Entiendo (asintió con gesto apesadumbrado al lado del fuego mientras veía perderse
la figura de Luisita entre las luces y las sombras de las fogatas)
Zulú: Nsona decir tiene bebé, es mío (se tocó el pecho), pero ella...
M: Ella tiene miedo que sea niña por lo que pueda sufrir
Zulú: Pero sería mi hija (le dijo con los ojos tristes)
M: Lo sé Zulú, yo traté de hablar con ella pero...
Zulú: El horror, sigue aquí con nosotros, yo no querer que sufra Nsona ni una niña si
viene, pero ser mi hija Ziku...
M: ¿Has hablado con Nsona?
Una pija en la selva 328
Zulú: Sí pero ella decir no, si es niña (se negaba a admitirlo) Poder Amelia hablar con
ella
M: Claro que sí (le tocó la espalda con cariño) Yo se lo diré...
Zulú: Ser mi hija Ziku... y su hija...
M: Tranquilo trataremos de convencerla... aunque también es comprensible su opinión
recuerda su propio sufrimiento
Zulú: Yo marchar a otro país... lejos si es niña
M: No es fácil... no es fácil Zulú (le dijo apoyando con su mano el hombro del hombre
que se notaba decaído)
Mientras hablaban, Luisita con paso lento había llegado hasta la tienda, esperaba que
Amelia estuviera dentro de su saco y a poder ser dormida, pero para su sorpresa, llegó y
la vio haciendo una pequeña fogata delante de la tienda, se miraron un momento y
Amelia le dijo con seriedad
A: Será mejor que te esperes un momento, hace bastante frío y así caliento un poco el
ambiente (Luisita no contestó y se sentó en el otro lado de la fogata, entre medio de
ellas las llamas subían y les impedían verse con claridad) Oye quería decirte algo
L: Tú dirás (le dijo mientras con su dedo escribía algo sobre la tierra notando el frío tal
y como le había dicho Amelia, trató que su tono fuera lo más lejano e indiferente
posible)
A: Quería disculparme por lo de antes, la verdad, tienes razón he sido bastante
desagradable, lo siento
L: Tranquila... estoy acostumbrada a tu poco tacto
A: Oye... mira... lo que paso anoche no significa nada, pasamos un buen rato y punto,
no hagas un drama, ¿vale?
L: ¿Y quién hace un drama? (la miró sorprendiendo a Amelia)
A: Bueno... hoy estás muy seria... (no sabía muy bien como decirle que la notaba triste
y seria, que no le gustaba no verla sonreír)
L: ¿Crees que no hay motivos para estar seria? (volvió a preguntarle mientras la miraba
entre las llamas)
A: Claro que los hay... solo que... bueno no me gustaría que fuera por eso (agachó
nuevamente los ojos echando un poco más de madera a la fogata)
L: Tranquila es lo que menos me preocupa, no eres el centro de mis preocupaciones,
más bien son otras que me demuestran la dificultad en la que me he metido (su voz sonó
enormemente triste)
A: Me alegro que sea así (ante su mirada agregó seria escondiendo su rostro tras la
fogata) Digo que yo no sea el motivo de tu seriedad, me alegra. Por otro lado, ya te irás
acostumbrando, no es fácil vivir aquí Luisita
L: Para mí no era fácil vivir allí (dijo con tono apesadumbrado notando como los ojos
de Amelia se posaban sobre ella) Decías que quien viene aquí es porque tiene algo que
olvidar, y sin duda tienes razón
A: Anda toma, la noche refresca (le dio una manta suya para que se la pusiera sobre los
hombros para eso se tuvo que acercar y como presintiendo que aquella noche le tocaba
su turno de confesión, se sentó a su lado, al hacerlo vio como borraba algo que había
escrito en el suelo) ¿Por qué has venido tú?
L: Porque mi vida era nada... cuando un día tras otro sabes lo que va a ocurrir, cuando
te levantas de la cama y sabes que tienes que hacer sin sobresaltos a lo largo del día,
cuando nadie escucha tus dudas, tus broncas, te das cuenta que estás vacía que no eres
nadie
Una pija en la selva 329
A: No puedo creer que con tu carácter fueras una pija sumisa (sonrió de lado pero sus
ojos poseían en ese momento tanta ternura que Luisita se quedó en silencio
observándola)
L: Lo era, ante mis padres lo era (contestó tras un momento de pausa) . Su pensamiento
era tan simple como que tenía todo lo que una chica de mi edad podía desear, un
mercedes deportivo, un ático en la calle Salamanca, dinero en el banco para sobrevivir
durante algunos años, y lo más importante para ellos, un novio prometedor en el mundo
empresarial, que tenía tanto dinero que yo podía vivir sin dar golpe (Amelia la miraba
con cierta tristeza sabía perfectamente de lo que estaba hablando y recocía su anhelo
ella misma lo había vivido, podía identificarse en aquella mujer que hablaba mirando al
vacío de aquella llamas) Nadie me entendía, nadie entendía que yo no quería ser así
como todos ellos, yo no quería un coche, un ático y un tío que en lo único que pensaba
era en él, en él y después en él, no quería ser como mi madre, una mujer sin voz ni voto,
bien puesta en sus fiestas, que se volvía alma caritativa el día del Cáncer, o el día que
tocaba recoger juguetes para Navidad, con sus fiestas de amigas poderosas, y todas esas
gilipolleces. No quería traer al mundo esos hijos bien vestidos y con la vida resuelta, no
quería porque sabía que no vendrían como resultado del amor entre dos personas, no
quería un padre para mis hijos que cuando hablaba de niños lo hacía como si desde
antes de concebirlos ya tuvieran su plaza en la mejor escuela y la mejor Universidad
para seguir con el proyecto económico familiar. Yo no quería ser así...
A: Está claro que tú no eres así (le dijo con la voz tan suave que a Luisita le
conmocionó, le sacudió todo su cuerpo, tanto que tuvo que mirarla para darse cuenta
que quien seguía allí a su lado, era ella, Amelia) Te entiendo perfectamente, a mí me
pasaba igual
L: Entonces puedes entender que lo dejará todo, que nada de aquello me llenaba, nadie
me entendió, incluso tuve que ocultar mi decisión de venir a África, hasta que lo tenía
todo claro. Y llego aquí... y me doy cuenta que todo ha dado un giro tan sumamente
grande que no soy capaz de asimilar todo cuanto me ha pasado
A: Suele suceder (volvió a ella su tono tierno y su mirada cálida) Nos pasa a todos
Luisita
L: Ya imagino (cayeron dos lágrimas de golpe a aquel suelo donde con su dedo índice
había escrito el nombre que le provocaba un sin fin de cosas, Amelia) Allí lo tenía todo,
dinero, casa, pareja, todo lo que cualquier ser humano desearía, y aquí que no tengo
nada, que mi vida corre peligro cada instante, aquí recibo lo que nunca tuve, amor,
calor...
A: Venga Luisita... estás teniendo un bajón natural por otro lado, son muchas cosas en
poco tiempo para asimilar (le dijo con la voz un tanto trémula temiendo que aquella
palabra amor fuera directamente por ella)
L: No siento amor por ti, no te preocupes (le dijo subiendo ligeramente sus mocos de la
nariz y entregándole una sonrisa pequeña pero conmovedora)
A: Yo... yo no... (no sabía que decir, en ese momento pensó que había subestimado a
aquella mujer, era mucho peor de lo que podía imaginar, guapa, con una sonrisa de
escándalo, tierna, con carácter y además, con sinceridad)
L: Los ojos de esta gente que no tiene nada que nos entregan un gracias con tanto
cariño, me llenan más que todo cuanto tenía allí, la fuerza del amor creo que es mejor
medicina que cualquier medicamento, el amor ese sentimiento que yo no sentí y que
aquí me desborda el corazón (hizo una pausa lenta mirando al fuego y con gesto
reflexivo continuó) Pero es difícil de asimilar que he perdido tantos años de mi vida
sintiéndome vacía, y que ahora que me doy cuenta que tengo tanto por hacer (se subió
nuevamente los mocos ante la mirada triste de Amelia) Quizá no me dé tiempo, quizá
Una pija en la selva 330
no lo haga bien... y siento una angustia tan grande, siento algo que no puedo controlar y
me asusta
A: Luisita mírame (le puso su mano en la barbilla, su dedo temblaba aunque no quiso
demostrarlo y lo logró, pero sus ojos también lo hacían y atraparon sin remedio la
mirada de la enfermera) De todas las enfermeras que han pasado, sin duda, tú eres
especial, porque a parte de curar con las manos, les entregas lo que para ellos tiene un
valor muy importante, tú lo has dicho amor, y lo entregas con esa sonrisa, una sonrisa
como la tuya ayuda a todos porque sonríes con el corazón, olvida todo, haz como hice
yo, mi vida de lujos y demás, se quedó en el camino, y hoy soy como siempre quise ser
y es lo que tengo y lo quiero tener, lo disfruto día a día, sin pensar en el mañana, si en
ese mañana me encuentro con dos balazos que me matan, al menos hasta ese momento
habré dado lo mejor de mí en cada momento que he tenido que hacerlo
L: ¿Crees que podré tener esa mentalidad?, quiero decir... (resopló mirando aquella
noche estrellada de un cielo que parecía hecho especialmente para ellas, demostrando
claramente su sentimiento de agobio y tensión) ¿Podré vivir así?
A: Claro que podrás (le sonrió con una ternura que le hizo temblar a ella misma)
L: Mi abuela cuando era pequeña me decía que... que estaba hecha para esto que debía
ser misionera (sonrió al recordarlo y su sonrisa emotiva fue acompañada por Amelia)
Fue la única persona que me escuchó, la única que me dio amor de verdad...
A: Imagino a tu abuela con esa sonrisa tuya
L: Sí, me parezco mucho a ella dicen (sonrió como en ella era costumbre mientras se
quitaba las lágrimas de la mejilla) Mi madre se pone de los nervios...
A: ¡Madres! (protestó)
L: Gracias por escucharme
A: ¿Anoche me escuchaste tú, no? (le volvió a mirar con esos ojos repletos de calor)
L: A tu lado, lo mío son todo tonterías
A: Nadie cuenta tonterías cuando habla de la vida. Y ahora... vamos a dormir que a
parte que me vas a llenar de mocos la manta, mañana Marce no nos va a perdonar
levantarnos pronto
L: ¡Pero qué tonta eres! (le protestó ante su carcajada)
A: Venga levanta (le dio la mano y la ayudó a levantarse) Ahora tenemos que ir a
miccionar ¿no es así? (sonrió haciéndole una pequeña y simpática reverencia)
L: Sí, dentro del vocabulario pijo, sí
A: Pues venga... ahí detrás, hay que hacerlo silvestre
L: Joder
A: No te quejes...
Ambas se mostraron más relajadas, Luisita tenía miedo de lo que podría ocurrir en
aquella tienda, recordó las palabras de Marce y no pudo más que sonreír, debía ser
silenciosa pero aquella noche ella no estaba para otra cosa que no fuera descansar, no
era fácil darse cuenta que durante toda su vida había sido una muñeca en manos de los
demás, no era fácil sentir que había pasado la mayor parte del tiempo añorando otra
vida, no era fácil sacar fuera lo que por tanto tiempo había estado callado en el fondo de
su alma, no quiso reconocerlo jamás, pero entre tanto lujo y comodidad, lo único que
había sido era una desgraciada, muchos años sufriendo por una vida que no quería. Y en
ese momento que tenía la vida que soñó, le daba miedo, se mostraba insegura tras sufrir
en tan poco espacio de tiempo, tantas cosas. Tuvo que exhalar un profundo suspiro
antes de entrar a la tienda. Al hacerlo vio como Amelia se quitaba la camisa y el
sujetador, para ponerse una camisa de felpa. Ella se había cogido su pijama y sentía el
frío calarse en su piel, la miraba de reojo a hurtadillas, porque aquella mujer en parte,
Una pija en la selva 331
había sido quien le había empujado a darse cuenta de lo que le ocurría, a darse cuenta
que nunca había conocido las ganas de sentir amor, ni el deseo como realmente lo
estaba sintiendo allí. Tragó saliva, y con algo de nervios se metió en su saco, Amelia
hizo lo mismo. Entonces, un suspiro volvió a llenar la tienda
A: Creo saber lo que necesitas para ese miedo descontrolado que sientes al dejar al
descubierto tu alma (le musitó)
L: ¿Tú crees que algo puede calmar este miedo?
A: Claro que sí (salió de su saco y se metió en el de Luisita) Un abrazo siempre calma
el miedo. Buenas noches
L: Gracias (susurró sinceramente agradecida mientras cerraba los ojos)
Y allí estaban abrazadas como alguna otra noche pero de manera tan diferente a todas
las anteriores que habían compartido, los brazos de Amelia rodeaban el cuerpo
tembloroso de Luisita, le daban ese calor del que le había hablado, ese calor humano
ante la desesperación y el miedo, ese cariño sin más pretensión que calmar los latidos
intensos de su corazón. Para cada una de ellas, el momento significaba algo diferente,
para Luisita, conocer a la Amelia tierna que se había mostrado desde que le pidiera
disculpas por su desafortunado comentario con Marce, le había dejado algo trastocada, y
entonces se aferraba más a su cuerpo, aquella mujer era simplemente maravillosa, no
tenía que pensar en otra cosa más que la necesidad de estar a su lado, de ver en aquellos
ojazos tanta ternura, le creaba más preguntas en su interior que cuando se mostraba
superficial y vanidosa, porque a su interior había llegado mucho más la Amelia que con
el reflejo del fuego en su rostro la miraba apenada y comprensiva, que la Amelia que
había querido conquistarla. Se sentía terriblemente atrapada en aquellos ojos, aunque
como bien le había dicho Marce, si quería lanzarse a la conquista total de la médica
debía saber jugar sus bazas, y allí ante su calor, sonrió porque por primera vez en su
vida, sintió necesidad de apostar su corazón para tener a su lado una gran persona, quien
sabía la verdad, igual en aquella Selva iba a encontrar un gran amor
Por su parte para Amelia, sentir entre sus brazos el cuerpo de Luisita no le creaba más
que miedo, era la primera mujer desde Julia, que le había hecho dudar, que le había
tocado el corazón, y eso sabía el riesgo que significaba, hacía mucho tiempo que no
dormía vestida con una mujer al lado, simplemente abrazándola y sintiendo esas
cosquillas que sentía en su estómago, no era amor, porque sabía que no lo iba a sentir,
pero sí era algo que la ponía en guardia, no solo era peligrosa su sonrisa, lo que más
peligro tenía en ella, era su corazón, su forma de ser la podía atrapar de una manera
difícil de resistirse, de escapar. Por eso aquella noche se permitió la licencia de darle ese
calor, ese cariño, ese apoyo pero trataría por todos los medios de que a la mañana
siguiente cuando saliera de aquella tienda, esa Amelia cariñosa y tierna, volviera a
quedarse en un rincón lejos de su corazón. Entonces sintió la necesidad de apretar más
su cuerpo contra ella, y así lo hizo acompañándolo por un suspiro intenso, mientras
Luisita se aferraba a ella como si en ese abrazo le fuera la vida
El alba las descubrió de igual modo que las dejó la luna, abrazadas, Luisita cogiendo la
mano de Amelia y ésta con sus dos brazos rodeando el cuerpo de la enfermera. Había
sido una noche especial, ambas habían dormido por primera vez en mucho tiempo,
relajadas y sintiendo que no estaban solas. Los cantos de los pájaros, los sonidos del
movimiento alrededor las fue despertando poco a poco, despacio sin prisas volvían a la
Una pija en la selva 332
vida dejaban aquellos sueños que mostraban quizá, lo que el corazón deseaba, y a lo que
ambas temían, pero los sueños, son caprichosos, son reveladores y por mucho que
trataron de no soñar aquella noche comenzó en ellas algo que sin ninguna decirlo,
empezaba a marcar sus vidas
Se levantó saliendo de la tienda sin darle oportunidad de reacción a una Luisita que se
había quedado allí pensativa. Sacudió la cabeza algo decepcionada por aquel
comentario, sabía a lo que se refería y sin quererlo se había sentido algo molesta. Así
que se levantó y se vistió aprovechando que ella no estaba, cuando salió la encontró
hablando con Marce. Por su rostro sabía que algo había pasado, la vio girarse con
rapidez y dirigirse hasta ella
A: A Yildas lo han llevado al hospital de Ebambi... no estamos muy lejos así que nos
vamos a desplazar hasta allí (le decía con toda la naturalidad se desnudó y vistió ante
ella que desvió la mirada)
L: Eso quiere decir que está mal, ¿no?
A: Eso parece
L: ¿Y quién se hace cargo de nuestros pacientes? (se desvestía como ella)
A: Viene una disposición de la ONU, nosotros ya no pintamos nada aquí (lo recogía
todo con su gesto serio) Venga que no hay tiempo que perder
L: Sí, sí (le dijo recogiendo como ella deprisa las cosas)
Antes de marcharse, pasaron a despedirse de la gente que había sobrevivido pero que
desde aquel momento solo tenían dos escapatorias, o quedarse solos y desamparados allí
en un pueblo casi destruido, o marcharse como refugiados a un campo donde las
condiciones eran tan nefastas que de todos modos acabarían muriendo, de hambre, de
sed, de sida o de desesperación
Amelia se giró despacio mirándola con desafío, Luisita sonrió de lado le iba a demostrar
que no iba a poder con ella, Marce resopló tapándose la cara aquellas dos mujeres eran
insufribles
M: Macho esto es peor que aquellos tipos que estaban en una jaula en el Un, Dos, Tres,
soy un sufridor en la Selva
Ninguna de las dos pudo evitar reír aquella parida de Marce, aunque, en el fondo los tres
estuvieran preocupados realmente por Yildas. El viaje fue bastante tranquilo, Luisita se
quedó dormida en el asiento trasero, y Amelia bajó aquel destartalado parasol, para
observar su rostro tranquilo y sosegado, sintió unos deseos por ella imposibles de
soportar
Luisita no entendía porque decía aquello Marce, pero conociéndolo algo había allí que
podía crear problemas. Vio asombrada como aquel hospital no era nada diferente a los
que ellos montaban, solo que había una construcción de ladrillo barato, con algún
agujero recuerdo de las balas de algún ataque, una puerta hecha por plásticos de basura,
y el agujero de una ventana donde no había nada. Después en fila, varias tiendas de
campaña, donde suponía había muchos heridos, era como un camping, solo que con la
función de salvar vidas, o al menos, tratar de hacerlo
Pronto adivinó a que se referían las palabras de Marce hacia Amelia, asombrada vio
como una mujer morena, salía de una de las tiendas con una sonrisa que parecía espejo
de las de Amelia, no le hizo falta mirarla a ella porque podía imaginar cual era su
postura, su gesto y su sonrisa. Así que negó con la cabeza cuando aquella mujer alta,
morena no solo de pelo, sino de piel, con ojos profundamente negros y un tipo de los
que quitan el hipo a cualquiera, pasó por delante suya y se aferró a los brazos de Amelia
quien sonrió. Las oyó hablar en francés, Luisita lo entendía y sonreía al escuchar sus
palabras
Una pija en la selva 335
L: (“Que fuerte es la tía... mira lo que le dice... estás guapísima... que ganas tenía de
verte... estaba deseando venir... ¡Dios Luisita con que clase de salida te has acostado!,
y ahora se va con ella... no si, ¡tendrá morro!” se decía indignada ante la actitud de
Amelia)
A: Luisita dile a Marce que ahora iré
L: Me parece que es antes interesarte por Yildas y verlo, que el placer ¿no te parece?
A: ¿Celosa? (le preguntó sonriente con su porte chulesco)
L: Avergonzada más bien, pero bueno... es lo que hay (dicho esto se marchó hacia el
interior para buscar a Marce)
A: Joder... (susurró atónita al ver como se marchaba dejándola allí)
Tras ver como Luisita se alejaba con paso firme sin ningún tropiezo ni temblor, se giró
pidiéndole a su acompañante que la disculpara con su estilo correcto y se fue tras ella.
Al entrar la vio junto a Marce con gesto preocupado, ambos escuchaban la explicación
que el médico les estaba dando. Se puso junto a Marce sin mirar directamente a Luisita,
más bien lo hacía a hurtadillas cuando ponía aquel gesto...
A: (“La luz roja se va a encender de un momento a otro... sí... ha sentido celos aunque
diga que no, pero no hay que bajar la guardia Amelia, no la hay que bajar”)
M: Amelia avisa a Zulú y a Ngouabi que pueden entrar
A: De acuerdo (salió a paso ligero)
L: ¿Crees que superara esto?
M: Es fuerte, pienso que sí y aquí hay mejores medios, Benigna ha hecho bien
L: Benigna siempre hace bien las cosas, no como otras
M: Uy eso me suena (dijo irónico) Lo que no sé es a que, bueno... a quien
L: Sabes hay algo que he descubierto aquí, y es, a entender tu sarcasmo, que te aseguro,
me encanta (le sonrió)
M: ¡Vaya... por algo he dicho que eres mi ojito derecho! (le devolvió la sonrisa)
L: Quiero ver a Yildas
M: Claro...
Entraron a la sala donde se encontraba aquel hombre que había dado su vida a cambio
de salvar al resto, su estado era grave y necesitaba de ventilación asistida, lo aguantarían
un par de días y si no mejoraba, arriesgarían tal y como había dejado dicho Quintero y
lo llevarían a la capital. Estuvieron un rato junto al cuerpo del guerrero, cuando Zulú y
Ngouabi comenzaron con sus manos abiertas hacia el cielo a rezar, Luisita sintió que la
fidelidad entre ellos estaba por encima de la locura de los otros y por esa fidelidad
merecía la pena seguir allí, y a veces, sentir el miedo que sentía. Fue la última en
abandonar aquella habitación, observándolo con pena
Salió pensativa de aquel cuarto donde habían compartido los cinco que formaban el
equipo aquel momento íntimo, aquel momento en el que transmitieron sus deseos
espiritualmente hacia aquel hombre para que pronto se mejorara. Iba caminando cuando
de repente notó una mano en la cintura que la rodeaba y otra en la boca y como con
agilidad la metían en un cuartito oscuro. Su corazón latió de pronto como si fuera a
detenerse, no veía nada, tan solo unos ojos clavarse en los suyos unos ojos que
reconocía...
Una pija en la selva 336
Salieron y en sus rostros se reflejaba la tensión del momento vivido, Marce captó
aquella imagen de los dos y supuso que algo había pasado. Mientras el joven se
marchaba a paso rápido hacia el camión, Luisita lo hacía lentamente hacia la cafetera,
allí nada más estaba Marce y supuso que la Doctora sexo igual se estaba desfogando
con aquella mujer en cualquier rincón
M: ¿Vamos?
L: ¿Y Amelia?
M: Le he dado dos minutos, un calentón rápido y a casa o se queda aquí
L: Ya... pues que se quede
M: Oye Luisita... (fue a decir algo pero finalmente con un ademán le dijo) Déjalo
L: No, dime (lo miró al ver que iba a hablar pero se detenía)
M: Nada... nada... (se rascaba la barbilla) ¿Lo vuestro entonces no va en serio?
L: ¿Nuestro? (lo miró un tanto atónita mientras le decía) Yo no tengo nada con ella, y
espero no tener
A: ¿Nos vamos? (preguntó llegando con la respiración algo agitada
M: Sí, vamos
Una vez subieron a la cafetera, Luisita no quería pensar en Amelia y esa otra mujer,
pero se imaginaba perfectamente la escena, ¿eso quería ella?, no, por lo tanto alejarse de
la Doctorcita sería lo más sensato, pasar de ella y sus tonterías, de sus encantos cuando
menos los esperaba, de su mirada tierna porque cuando le nacía, era arrebatadora.
Suspiró profundamente y Amelia sonrió sin decir nada
Una pija en la selva 337
M: Amelia creo que ahora cuando volvamos deberías hablar con Nsona
A: ¿Qué le pasa? (preguntó preocupada)
M: Está embarazada
A: ¿En serio? (preguntó contenta)
M: Pues sí, ya ves, alguien más a parte de ti tiene sexo (Luisita notó como sus mejillas
se ponían coloradas)
A: ¿Y cómo lo lleva?
M: Mal, ya sabes
A: Joder... ¿quiere abortar? (preguntó seria borrándose su sonrisa)
M: Si es niña, sí. Zulú me ha pedido que hables con ella, que trates de convencerla... no
sé... tú para eso tienes más mano
A: No creo que pueda... ya sabes como es esa sensación de traer a esta vida una niña
M: Pues sí pero...
Ngouabi: Ziku... ziku refugiados (les llegó la voz desde el camión de Ngouabi)
M: Joder (vio como Zulú bajaba la velocidad, lo mismo hacía él, sus ojos comenzaron a
divisar personas en su mayoría mujeres con niños como pasaban por al lado de ellos sin
mirarlos si quiera, como si fueran almas en pena) ¿Hasta cuándo?
L: Para Marce... para (él hizo lo que le dijo y ella bajó a toda prisa)
M: ¿Dónde va?
A: Baja rápido... la pija es una heroína en potencia
M: Te está dejando atrás nena
Al llegar se encontraron con una señora mayor que se había desmayado, con rapidez,
Marce tomó posiciones, entre los tres comenzaron a evaluar su estado
propios hijos) Mono kufutumuka nge, mamá (te esperaré) fue un susurró cuando un
pequeño se acercó hasta ella con los mocos colgando y la mujer le sonrió
M: Ve tranquila
La mirada de Luisita hacía aquella mujer, su hija y aquel pequeño asustado, fue
completamente derrotada, no estaba segura que la mujer pudiera salir hacia delante,
pero sin duda lo iban a intentar. Amelia, se quitó el chaleco y se lo enrolló a la mujer en
la cabeza humedecido por agua. Y entre Zulú y Ngouabi la subieron al camión, allí la
dejaron al cuidado de Amelia
Mientras en la cafetera los ojos de Luisita iban llenándose de aquellas personas a las que
ya no podían ayudar, no les quedaba alimento, ni tampoco agua, sin duda era lo más
duro que debían pasar, más incluso que algún ataque, porque aquello era ver pasar a la
gente consumiéndose, mirándoles con ojos suplicantes, gestos derrotados y ellos, sin
poder hacer más que devolverles una mirada compasiva. En ese momento, a Luisita le
hubiera gustado tener cerca su dinero, poder disponer de él, ayudar tal y como lo hizo su
abuela. Respiró con fuerza
Q: Parece ser que hay una posible infección del Ebola, hay cerca de mil personas que
han huido de las afueras de Brazzaville, espero no necesitar vuestra ayuda, tampoco
creo que os afecte pero indudablemente ya sabéis como son las epidemias
M: ¿Y cómo nos van a traer lo que necesitamos?
Q: Darán un rodeo, he dicho que desde Pikounda se os alcance todo el material, así
como lo básico en alimento, pero ya sabéis esto lo que significa
M: Que estamos jodidos
A: Quintero ¿sabes algo de Bárbara? (le preguntó con gesto un tanto intranquilo)
Q: No, lo último que sé de ella es que ha formado una gran batalla en el parque de
Virunga, la guerrilla ha atacado sin paliativos a los gorilas de montaña
Una pija en la selva 340
Durante el resto del día, la calma fue quien se encargó de ser la protagonista, después de
comer todos hicieron la deseada siesta, el calor aquel día era tan potente que no se podía
respirar fuera de las habitaciones. En el hospital, Mona seguía acostada con su brazo
vendado roncando mientras dormía a pata suelta. En el cuarto respetando su intimidad
se encontraba Bamela, le habían puesto un gotero, y le habían dado un buen caldo
cargado de la verdura que había nacido en el trozo del huerto que tanto Nsona como
Una pija en la selva 341
Lula seguían trabajando. Así hasta que llegó la hora de la cena, Lula salió de la choza
con su pequeño atado a la espalda para ayudar a Benigna como hacía siempre, Nsona
cocinaba en su casa para sus niños que estaban jugando con la pelota tras insistirle a
Luisita para que jugara ésta declinó la oferta porque en la escalera de su cabaña Amelia
se había sentado para observarla. Marce había reconocido nuevamente a la mujer que
con pocas fuerzas le escuchó como le aseguraba que si recuperaba un poco la salud, la
llevarían a reencontrarse con su hija, y aquella esperanza que le había dado aquel
hombre blanco fue una inyección de moral
La cena fue bastante distendida, Benigna había advertido a Amelia y a Luisita que no
quería en la mesa ninguna bronca, si era así, ambas saldrían del comedor, y allí quien
mandaba, era ella. Tras cenar, Luisita salió junto con Marce a tomar el fresco de la
noche sentados en el pequeño descanso que había con dos mecedoras
Vieron como el hombre dejaba el capazo que llevaba en su mano en el suelo y con paso
decidido llegar hasta la cabaña de la buena de Nmaba, vieron como hizo salir con
cautela y respeto al muchacho, quizá pensaba Luisita cuando Massamba era joven, era
como él, joven, fuerte con sus músculos bien pronunciados, con la mirada repleta de
ilusión. Y lo vieron obligarle a que lo siguiera hasta el medio del poblado, le hablaba
con voz baja no alcanzaban a escuchar sus palabras, pero podían imaginarlas por el
gesto del joven guerrero, no movía ni un solo músculo que no fuera su ceño, fruncido,
serio, sus labios juntos, cerrados. Mientras a Massamba lo vieron insistirle con gesto
muy serio, hasta que el muchacho agachó la cabeza, escuchaba los consejos del hombre
y finalmente vieron conmovidos como lo abrazó. Y como se puso a llorar entre los que
para ellos era quien había provocado sin él quererlo esa herida de amor en el corazón
del joven
L: Que gracioso eres (sonrió abiertamente con una carcajada fresca como la noche)
M: Bueno Luisita... me retiro. Massamba, melesi kusadisa na (Massamba gracias por tu
ayuda) (le ofreció su mano estrechándola con fuerza como entre los hombres de África
demostraba gratitud)
Massamba: Es joven, yo lo fui y sé como se siente (Luisita le sonrió agradecida
mientras Amelia se apoyaba en el marco de la puerta mientras se comía un plátano) No
ir, aún no, yo ayudar a preparar para marchar si quiere
M: Está bien, será una pérdida para nosotros pero... así es la vida. Gracias Massamba
Massamba: Si Lula querer marchar, ¿podrá? (le preguntó serio)
M: Sí (le respondió con voz repleta de una firmeza extraña, por su templanza)
Massamba: Na mpimpa
M: Es un hombre inteligente y además, tiene un corazón tan grande como su pecho.
Ojalá hubiera miles como él, África sería otra. Buenas noches Luisita, buenas noches
Mona
L: Buenas noches...
Mona: Uh... uh...
L: Venga Mona cariño... estás mimosa ¿eh? (el animal apoyó su cabeza en su hombro
emitiendo otro gracioso sonido gutural mientras con su mano acariciaba el brazo de una
Luisita sorprendida) ¿Quieres mimos?... oye a mí también me apetecen (le dijo
sonriente)
A: Pues lo tenías fácil (apareció por detrás Amelia chupándose el dedo índice y pulgar
tras comerse el plátano, gesto que la llenaba de sensualidad)
L: Vaya... ya salió la reparte placeres
A: No te quejaras que no disfrutaste, ¿no? (le contestó con su voz cálida)
Mona: Uh (Mona gimió despacito)
L: Venga... venga... a ver donde quieres que te acaricie (la omitió a ella)
Mona: Uh, uh (volvió a gemir despacio)
A: Quiere que le hagas esto (entonces se arrodilló allí a su lado, su olor la embriagó)
Eso es... Mona es muy mimosa
Mona: Uhhhhhh (se tumbó más en los brazos de Luisita dejando un espacio entre ellas
dos)
L: Desde luego... lo tuyo es grave
A: Ya ves, una que vale (le sonrió de lado admitiendo sus encantos), prueba tú
L: A ver Mona cariño
Mona: Uhhhhhhhh (volvió a gemir)
L: ¡Qué pillina! (le sonrió y aquella sonrisa descolocó a Amelia que suspiró) ¿Qué pasa
tienes celos?
A: No, pero me pone tu sonrisa y me pone mucho te lo advierto (se le acercó hasta los
labios quedándose a un paso de ellos mientras se miraban desafiantes y la luz de la luna
les reflejaba en las pupilas una emoción que ambas parpadearon a la vez) Pero mucho...
y sé que a ti también te pongo
L: Nerviosa... me pones nerviosa con tu actitud, pero no nerviosa de excitada ¿eh?, que
tú eres capaz de pensar lo que no es (musitaba con su voz extasiada mirándole fijamente
los labios)
Hubo silencio entre ellas, mientras Amelia sentía como su sangre comenzaba a
revolotear sin poder hacer más que sentir esas ganas de probar sus labios, de acariciar su
piel, de llenar de besos su cuerpo, dejar recorrer cada poro con su lengua para cubrirlos
de calidez
Una pija en la selva 343
Amelia estaba en su cama, con las cortinas descorridas con las velas estratégicamente
colocadas sobre la mesilla de noche, luz suficiente como para que la viera entrar, como
para que sin duda la luz que emanaba su cuerpo apareciera por la puerta. En sus manos
un libro que no leía, sus sentidos completamente despiertos tratando de captar su
acercamiento, estaba segura que entraría, segura que lo haría. Mentalmente la llamaba
como si así pudiera arrastrarla hasta su cuarto, no le había pasado más que con otra
mujer, y era Julia. La quitó rápidamente de su mente, no sería igual, solo quería pasarlo
bien, divertirse, sonreír, sentir y dar placer, punto. Nada más. Y por fin la oyó, sus
pasos, unos pasos que seguramente los daba con los pies descalzos, quería darle una
sorpresa pero ella no sabía que las maderas de la entrada a su cabaña habían sido tan
pisadas por otros pies descalzos que sabía perfectamente a la altura en la que estaba,
cerró los ojos, sintió como su cuerpo se erguía, como la fuente de su deseo comenzaba a
emerger. Notó la sombra bajo la puerta y su lengua paseó por sus labios
La puerta se abrió y tras ella, apareció una Luisita con un camisón negro bastante corto,
y escotado, de seda como no podía ser de otra manera, con cierto encaje en su pecho, la
melena suelta y una mirada tan provocativa que encendió directamente como si sus ojos
fueran fuego, la mecha del deseo de Amelia que la miró sonriendo de lado con gesto de
victoria
saber en que terminaría, en como se desarrollarían los segundos, cuantos más problemas
ocurrirían, por eso, siempre el cielo era tan azul, tan potentemente luminoso, al menos
mirar al cielo daba tranquilidad, calma y esperanza
En el huerto, Nsona estaba con la azada haciendo un agujero, Amelia entendió que
pretendía nada más verla, se acercó a ella y cuando levantó su cara vio correr por sus
mejillas las lágrimas. No hizo falta hablar, tan solo estrechar entre sus brazos a aquella
mujer que sentía su pesadilla pasada, en el futuro de su propio vientre. Un vientre que
no podía olvidar había sido fruto del amor, de un amor que ella no sabía que existía
hasta que encontró a Zulú, aquel hombre bueno, que la había ayudado tanto. ¿Era justa
con él?, aquella pregunta le había llegado a Amelia que tantos años juntas, se entendían
a la perfección con aquellas miradas tristes, opacas
A: Vamos Nsona, ven (la ayudó hasta uno de los laterales donde había un escalón, allí
también habían restos del último ataque agujeros de balas malditas que eran sin duda las
culpables de que aquella mujer temblara entre sus brazos) Nsona, sé que es tu decisión,
sé que no puedo ni debo decir nada, la otra vez te ayudé porque venía el pequeño de
donde venía, pero esta vez es diferente
Nsona: Zulú marchar, anoche marchar enfadado (la miró triste)
A: Tranquila... seguro fue al río a pensar
Nsona: Kobanga na nkati, mingi kobanga na nkati (tengo miedo, mucho miedo)
A: Ese hijo es fruto del amor Nsona
Nsona: Lula dice niña
A: Pues la sacaremos adelante (le sonrió acariciando con ternura su cara)
Nsona: No quiero que sufra
A: Eso no está en tu mano Nsona, no tiene porque sufrir lo que tú, no tiene porque...
¿crees que si ella pudiera elegir no elegiría venir a este mundo?, con un padre
maravilloso y una madre que es todo un ejemplo, ¿crees que ella no pediría venir? (la
miró fijamente con sus ojos repletos de lágrimas porque entendía su miedo)
Nsona: ¿Y si sufre?
A: Nsona, tú has sufrido, mucho, pero dime una cosa sé que no se puede decir no
merece la pena, pero, la vida te ha dado otras cosas aquella sí, un dolor que entiendo,
pero... te ha dado hijos maravillosos, que son chavales ejemplares, un marido que te
quiere, que te ayuda en todo lo que puede, ¿no piensas que valió la pena nacer?
Nsona: Quiero a Zulú, mucho, sé que quiere niña y quiere que yo piense, no quiero
perderle
A: Pues dale una oportunidad a esa pequeña (le dijo sonriendo)
Nsona: Melesi Amelia... (sus ojos emocionados, y su gesto de profundo agradecimiento
le hicieron sonreír) Tú ser buena... tú merecer lo mejor... y lo mejor (se levantó dándole
un beso en la frente) Lo mejor es Luisita
La dejó allí sentada en los escalones fuera de lugar, Nsona le acababa de decir algo que
por mucho que ella no quería pensar, a veces, era inevitable. Llevaba tan poco tiempo
con ella que si quería recordar en que momento la luz roja de “peligro puede
enamorarse”, se había encendido en que instante le había advertido que aquella mujer
no era como las anteriores. Apoyó su cabeza contra la pared, y miró aquel huerto que le
asemejaba a su propia vida, era capaz de pedir a una mujer que no abortara, pero era
incapaz de decirse así misma, echa a un lado la coraza date una oportunidad. Sin duda,
la actitud de Luisita la noche anterior, no había sido la actitud de ninguna de las mujeres
que pasaron por su cabaña, ella era diferente lo sabía, pero lo que la noche anterior le
había hecho le había dolido, aunque en parte, reconocía que le había demostrado que
ella también sabía jugar. Y eso sí que no estaba dispuesta a tolerar. Aquel trozo de tierra
era como ella, pequeño, que un día había dado unos frutos fuertes, sabrosos, que les
Una pija en la selva 346
habían ayudado a sobrevivir, había sido generoso y había aceptado las raíces que fueron
creciendo en él, pero un día, tras un fuerte diluvio, se quebró y a pesar del trabajo
cariñoso que le daban las mujeres, no había vuelto a dar los frutos de antaño, no había
vuelto a ser el mismo huerto lujoso y poderoso, así era ella, desde la mentira que le
había costado casi la vida, no había vuelto a dar una oportunidad a nadie, su corazón no
dejaba que ninguna raíz de amor entrara en él, su propio diluvio de lágrimas terminó por
ahogarlo, y por mucho que habían salido días de sol para secar el dolor, nunca volvió a
ser el mismo, nunca volvió a dar el fruto esperado, el fruto del amor
Un potente bocinazo la sacó de sus pensamientos, suspiró, aquel sonido sabía a quien
pertenecía y sin duda era la persona que necesitaba en esos momentos, aunque mientras
se ponía de pie pensaba que mejor no decirle nada sobre su situación, Bárbara era capaz
de obligarla a meterse la cama de la enfermera, atrancar la puerta y no dejarlas salir de
allí. Sonrió y salió a su encuentro. La vio bajar con gesto de ira, molesto, cerró su viejo
jeep de un portazo, con los pantalones cortos, sus piernas bien formadas, con una
camisa color hueso arremangada y dos trenzas rubias que con el sol, todavía eran mucho
más color trigo. Toda ella tensa, la conocía y sabía como estaba, pero fue ver a su
querida Mona, y su rostro cambió totalmente
Bárbara: Mona... Mona... (decía mientras el animal corría hacia ella mostrándole el
brazo) ¡Oh my god!, ¿quién le ha hecho eso a mi preciosa niña? (la besaba)
B: Hola Bárbara me alegro de verte
Bárbara: Más yo mi bella damisella (le hizo su correspondiente reverencia
B: Anda... anda... (movió sus manos con la cara de lado formando un gesto divertido)
A: Hola, me voy a poner celosa, ¿desde cuándo los piropos son para ella antes que para
mí? (cruzó sus brazos sobre su pecho mientras su pierna derecha se abría un poco más
que la izquierda formando aquella pose suya, tan característica de Amelia)
Bárbara: Desde siempre (le guiñó el ojo)
Mona: Uh... uh... uh uhhhhhh ahhhhhh ahhhhhhhhh ahhhhhhhhhhhhhhhhh (gritaba
como loca apuntando hacia el jeep)
Bárbara: Oh my darling ya la viste...
L: Hola (llegó Luisita asombrada por la reacción de Mona)
Mona: Uhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhh (saltó de los brazos de Bárbara y se fue a los de
Luisita)
A: Ya ves... la tiene loquita (le dijo con ironía ante la mirada de Bárbara)
B: Es cierto... debiste verla vestida con su ropa
A: Era una mona pija (dio una carcajada)
Mona: Prrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrr (le sacó la lengua haciéndole pedorretas y
llenándola de saliva)
A: Eh Mona... guarra (le decía mientras se limpiaba su saliva)
B: Te está bien empleado
L: Más que bien
A: Muy graciosa como siempre (la miró molesta)
Bárbara: Vosotras habéis follado ya
B: ¡Ay que se me quema la masa! (exclamó con gesto un tanto desconcertado y se
marchó a toda prisa
A: Pues sí... pero nada ¿eh?... nada especial (le dijo con un ademán de restar
importancia al hecho)
L: Es verdad, un mal momento
A: Sí
Una pija en la selva 347
L: Vamos que... como si nada chica (su gesto mostraba una total y perfecta
indiferencia)
Bárbara: ¿Tú no me hablas de Amelia?
L: De la misma, sí (contestó con total seguridad y franqueza, entonces la miró de arriba
a bajo y agregó) De la misma que viste y calza, sí
Bárbara: ¿Y nada?, can not be baby...
A: ¡Bueno, vale ya, no! (exclamó enfadada)
L: Nada (Amelia se giró hasta ella como si tuviera un resorte en sus talones y entonces
le dijo) Nada de nada
Mona: Uhhhhhhhhhhhhhhhhhh uhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhh (señalaba el jeep)
Bárbara: Bueno dejemos temas sexuales o mi pequeña se pone nerviosa. Estoy de muy
mal humor pero mira, por un momento Luisita me ha hecho olvidar con sus bromas,
melesi
L: Yo no he bromeado ¿eh? (nueva mirada de Amelia sus ojos mostraban una
incredulidad tal que Luisita estaba encantada)
Bárbara: Joder... a ver... Mona ven aquí
Mona: Uh (la mona le hizo caso)
Bárbara: Escucha a mamá (se agachó hasta la mona que la escuchaba atentamente
mientras hablaba y gesticulaba)
A: Entiendo de que va esto
L: ¿El qué? (le preguntó con actitud tan fresca como la suya)
A: Pretendes que crea que fue un error... aunque te mueras de ganas de repetir (sonrió
con algo de cinismo)
L: Mira... me acostaré contigo cuando tenga necesidad, es lo que dijimos ¿no?, ninguna
cree en otra cosa, que no sea pasarlo bien, pues ya está, y a ver si la próxima vez es
mejor... porque no sé yo... (hizo una pausa algo larga evidentemente demasiado larga
provocando que se volviera dañina. Entonces agregó) Si es que ya lo dice el dicho
“dime de que presumes y te diré de que careces”... voy con Benigna
A: La madre que la parió, la madre que la parió (repitió enfadada) ¡Pero bueno la tía de
que va!
Tal y como dijo Amelia, Zulú se había marchado hasta el río, allí había dejado una caña
de pescar vieja, muy vieja que pertenecía al padre de Marce, y que las habían
conseguido rescatar para ir sacando adelante la pesca con aquellos hombres que cada
vez tenían más complicado sacar a sus familias adelante. Allí solo, miraba al horizonte
mientras en su boca mascaba la raíz de una planta que decía la leyenda servía para
despejar la mente de miedos, alejar los malos pensamientos y buscar la solución. Allí lo
encontró Nsona, que llevaba en sus ojos el brillo de la tristeza. Se acercó con cuidado,
pero no le hizo falta llamarlo, él supo que quien estaba allí era ella, su mujer. Se levantó
con cuidado mirándola, mientras ella se acercaba con su túnica larga de colores vivos,
sin mediar palabra, tan solo con ojos emocionados se miraron, terminando por abrazarse
fuertemente mientras la noche anterior habían sido gestos tensos y duros, en ese
momento en medio de la bella Selva se volvieron gestos tiernos, sonrisas repletas de
emoción y felicidad
Zulú: Bawu ata kwenda mbote... bawu ata kwenda mbote (Todo irá bien... todo irá
bien) (le decía mientras la abrazaba contra su fuerte pecho
Nsona: Nge zola... (Te quiero)
Una pija en la selva 348
Mientras en el poblado, Luisita había llegado hasta el comedor con un gesto divertido,
sin duda jugar a desmontar a Amelia le estaba gustando, estaba teniendo su puntito, al
entrar vio a Benigna que la miraba fijamente, era la primera en darse cuenta que Luisita
había cambiado y se alegraba por ello, cuando iban a hablarse los aullidos de Mona y la
carrera hasta donde estaban ellas les hizo girarse preocupadas por lo que pudiera pasar.
Al girarse, vieron en los brazos de Bárbara un pequeño monito, con cara de susto y los
pelos bastante revueltos, delgado y con una expresión de miedo que recordaba a
aquellas expresiones de los refugiados, a esas expresiones de la gente que se enfrenta a
la guerrilla
Las carcajadas de Bárbara y Benigna, hicieron que los niños rieran como ellas, que Lula
las mirara algo sorprendida, y que Nmaba girara su cabeza mientras picaba maíz hacia
el lugar donde provenían las risas. Mientras ellas se miraron sin hacerles ninguna gracia
las risas hacia ellas, pero primero Amelia sonrió levemente, para después hacerlo igual
que el resto a carcajadas, lo mismo le pasó a Luisita hasta que finalmente las risas
cesaron cuando la puerta se abrió y vieron entrar a Zulú y Nsona
Todos contemplaron la escena, sin duda, Luisita era quien más atentamente seguía los
pasos de Amelia, al llegar vieron como Zulú la estrechaba entre sus brazos para después
una vez se había soltado de ella, hacer una pequeña reverencia sonriente que para ellos
demostraba gratitud. Después fue Nsona quien la abrazó y Luisita pudo notar como la
mujer fijaba sus ojos en ella y como le decía algo a Amelia. Suspiró, aquella Amelia
dulce era la que le volvía loca, era la peligrosa, era la que en ese instante había
provocado en ella unas ganas terribles de salir corriendo hasta su cuello, abrazarla y
besarla, pero todas aquellas ganas se le fueron cuando volvió y la miró desafiante con
aquella mirada encendida susurrándole con voz cautivadora:
A: ¿Te gusta mirarme, eh?, por mucho que no lo quieres reconocer... ¡ay peque... peque!
Una pija en la selva 349
Se lo dijo bajito mientras pasaba por su lado pero lo hizo despacio para que le diera
tiempo a que entendiera todo el recado, en esos momentos reconocía que Amelia le
ganaba terreno, necesitaba ser más rápida en esa clase de reflejos, la podía contrarrestar
cuando planeaba algo, cuando pensaba en como podía dar su golpe, pero en el combate
cara a cara reconocía que salía perdiendo, y con ese pensamiento que le provocaba una
mueca de preocupación, se marchó a almorzar con el resto
Bárbara: Cuando llegué allí, quería con mis propias manos matar a los hijos de puta
que habían arrasado no solo con la madera, sino, con aquellos veinte gorilas que no
tenían nada que ver en este conflicto, que no tenían defensa que murieron acribillados...
M: ¿Y nadie los oyó en el Parque?
Bárbara: Supongo que quien les oyó les dejó actuar... ya sabes
B: Dinero (su voz y su gesto mostraban una profunda tristeza, Benigna, los conocía
bien)
Bárbara: Esos gorilas valían a lo sumo ¿dos dólares? que es lo que le pagarían, ¿algo
de droga?, no sé, lo que sé es que son veinte hijos muertos (dijo con una voz profunda y
triste)
A: Nunca va a terminar este horror
M: Mientras haya dinero para asesinar a cambio de nada no, mientras la gente se siga
matando por etnias, no... y lo peor es que estamos en el más cruel de los abandonos
(dijo igual de apenado que el resto)
L: ¿Y este pequeño mono? (preguntó mirando al animal que dormía aferrado a Bárbara)
Bárbara: Es el único superviviente (lo miró triste) Encontramos a la madre lejos del
resto de la manada, muerta por tres disparos, imagino que la hirieron y salió con su cría
para defender su vida, debió morir desangrada, él estuvo diez días solo en la Selva
sobreviviendo no sé como, estaba junto al cadáver de su madre, nosotros llegamos y no
lo vimos, nos llevamos a la madre que mantenía su brazo cerca del cuerpo como si
abrazara algo, la experiencia me dijo que había cobijado a una cría (miró al pequeño
mono con el dolor en sus pupilas) Busqué y finalmente lo encontré subido a un árbol,
emití sus sonidos y tras una hora de espera bajó. Debía dormir en el brazo de su madre,
debisteis ver la cara de susto cuando bajo del árbol, creo que no se le ha quitado aún
(sonrió) Es un superviviente que necesita cariño...
M: De eso sabe Luisita, ¿verdad? (le dijo mirándola con respeto)
B: Es verdad... debiste ver a Mona cuando la hirieron
M: Y la entiende
L: Bueno tampoco es para tanto, Mona está muy relacionada con todos, deberías ver
como quita piojos a los niños (sonrió)
Bárbara: Oh esa es mi Mona, yes (dio un manotazo sobre la puerta)
B: No me lo recuerdes, pobres de mis niños, si hasta a mí el otro día trató de
rebuscarme y deberíais haber visto a mi Ramón (sonrió)
Bárbara: ¿Puedes ayudarme Luisita?, necesito ayuda para que Mona admita a Valiente
A: Por favor Bárbara... vaya nombre...
Bárbara: Tú calla, que no tienes ni idea de nombres... (le dijo seria)
B: Eso... ¿sabes como se llamaba su caballo? (le preguntó a Luisita)
Una pija en la selva 350
A: ¡Eh Benigna a mi caballo ni me lo toques! (frunció sus ojos como señal de aviso para
que no hablara)
L: ¡Mírala que pija... con caballo y todo!
A: Pues sí, al menos no tenía un Mercedes como otras... tenía señor caballo (sonrió con
orgullo)
L: Ya... claro...
M: Voy a ver a Bamela estoy un poco saturado de vosotras... lo siento ¿eh?
B: Es verdad... cansinas... (se levantó dejándolas con Bárbara en la mesa)
Bárbara: My god... ya vuelvo (se levantó también)
A: No tienes humor... no tienes humor (le dijo negando con la cabeza mientras se
tomaba un trozo de plátano)
L: Claro no tengo humor, ¿y qué tienes tú?, celos porque una de tus amantes quiera mi
ayuda... ¡a ver si es que estás perdiendo facultades conquistadoras, nena! (se levantó y la
dejó nuevamente con la palabra en la boca mientras se encontraba con Bárbara) ¿En qué
puedo ayudarte Bárbara?
Bárbara: Oh melesi, deberías hacer ver a Mona que debe ayudar a Valiente
L: No sé si seré capaz
Bárbara: Habla con ella, mírala está triste
L: De acuerdo (se acercó hasta Mona mientras el animal al verla juntaba sus morritos en
señal de pena) Anda ven aquí...
No le dijo más, salió con Valiente mientras Amelia se marchaba a ver a Nsona. Allí
sentadas, Luisita cogió al pequeño mono en sus brazos, notó su temblor ante lo
desconocido y sintió entonces unas enormes ganas de llorar, de hecho sus ojos se
llenaron de lágrimas, y Mona fue tocando con cuidado a aquella pequeña criatura, hasta
que Bárbara la apartó
Bárbara: Está bien... luego más. Melesi Luisita (pero no puedo contestarle) No es fácil
vivir aquí
L: No puedo entender como pueden hacer estas cosas
Bárbara: No busques respuestas, no hay nada que entender, tan solo podemos curar,
ayudar, pero entender, is imposible my baby (le acarició el brazo con afecto)
L: Gracias (le sonrió)
Una pija en la selva 351
La tarde se hacía pesada, el calor espeso, en su cama Luisita había descansado un rato,
pero no sabía el motivo exacto por el que no podía conciliar más sueño, y eso, que
estaba cansada que notaba como su cuerpo le pedía a gritos descansar. Tomó en sus
manos el portátil, lo encendió y volvió a revisar las fotografías, estaba mirando una en
la que Amelia la miraba sonriente, pertenecía a aquel día en la cascada, y sin poderlo
evitar sonrió. Justo en el momento en que la puerta se abría de par en par, y aparecía la
figura de Amelia
A: Hola
L: Que raro entras sin llamar (dijo apresurándose a cerrar la pantalla)
A: ¿Qué haces?
L: No creo que te importe
A: Estás viendo mis fotografías
L: Sí, me has pillado (le sonrió) Las miró para que no se me olviden según que cosas
A: Salgo bien, ¿verdad?
L: ¿Qué quieres? (le preguntó levantándose de la cama con tono cansado)
A: Por mi no te muevas, no pienso acostarme a tu lado
L: Lo sé...
A: Eso sí... espero que cuando necesites un abrazo en plena noche en la Selva, vayas a
pedírselo a Marce o Zulú, porque lo que soy yo... no... no... (negaba con ese gesto tan
típico en ella la mirada variable de los ojos de Luisita a los labios de Luisita)
L: Lo tendré en cuenta y... lo mismo digo (asintió con gesto serio) ¿Qué quieres?
A: Para que veas que soy buena, he hecho los deberes, y te he puesto a ti
L: Me sorprende que hayas hecho los deberes (le tomó el folio mirándolo)
A: Ya ves, no tenía nada mejor que hacer
L: Pobre Bárbara... igual pensaba que ibas a hacer algo (le dijo sin mirarla)
A: El día es largo y ahora hace mucho calor, no es el momento apropiado
L: Hablo la voz de la experiencia
A: Sí (le musitó tan cerca de su oreja que le hizo saltar, Amelia dio una carcajada feliz
al ver su reacción y siguió susurrándole) ¿Y sabes? te aseguro que a la luz de la luna es
espectacular desnudas bajo el manto de las estrellas... pero claro... ¿cómo vas a saber?,
si total no ha sabido a nada
L: Creo que... que... deberías irte... ¿no crees? (no pudo evitarlo, sintió como sus
nervios se desbarataban como se erizaba su piel, ya no solo ante sus palabras, sino, ante
la cercanía de su cuerpo, ante su aliento golpeando sobre ella suavemente)
A: Tengo una amiga que me dijo una vez, nunca dejes a una pija dormir entre tus brazos
sin comértela enterita o se te suben a las barbas (seguía musitando tras ella el roce de su
aliento en la piel de Luisita era como un hechizo que le impedía moverse) Y ahora sé
algo más, no vale la pena comerse a una pija porque no lo saben apreciar
Salió de allí dejando a Luisita temblando de pies a cabeza, oyó cerrarse despacio la
puerta, oyó sus pasos como se alejaban, y oyó su propio corazón a galope, sentía como
si sus sienes fueran golpeadas por sendos martillos, había vuelto a perder. Dejó el folio
sin prestar atención a la frase que había escrita en él. Y fue hasta la cabaña de Benigna
que dormitaba. Ramón se apoyó sobre sus cuartos traseros, mirando fijamente la puerta,
sus orejas bien levantadas, sus ojillos centrados en la puerta. Y sonó la voz medio
apagada de Benigna
B: Adelante
Una pija en la selva 352
L: ¿Te he despertado?, ¿se puede?, ¡lo siento no quería despertarte! (apareció una
cariacontecida Luisita)
B: Uy cuantas preguntas (se sentó en la cama mientras Ramón iba a saludarla moviendo
alegremente su colita) ¿Qué te pasa?
L: No puedo más Benigna, necesito tu ayuda (se sentó nerviosa a los pies de la cama)
B: Uy (frunció el ceño mirándola un tanto asustada)
L: ¿Tú crees que alguien puede cambiar por amor aunque se niegue a sentirlo?, quiero
decir (agregó nerviosa) ¿Crees que alguien se puede enamorar, alguien que diga no
tener corazón?
B: A ver cariño... lo que tú quieres decir es... ¿podrá Amelia enamorarse de ti?, la
respuesta es muy fácil, evidentemente no
L: Entiendo (dijo algo apenada mientras acariciaba a Ramón)
B: No puede enamorarse de ti porque aunque ella no lo quiera ver ya está enamorada de
ti. Eso sí, quien no le deja verte es el miedo y ese sentimiento es muy complicado de
vencer
L: Lo sé... fue muy duro lo que sufrió
B: Así es, pero está en tu mano conseguir lo que quieres, y te aseguro que no te
arrepentirás, ¿quieres que te ayude? (sonrió con alegría)
Allí quedaron hablando hasta bien entrada la tarde que era cuando el alboroto de los
niños daba señal de que se podía respirar, salieron juntas después de hablar de Amelia
largo y tendido, después de intercambiar consejos, abrir corazones y dejar miedos.
Luisita fue al hospital quería ver como seguía su paciente y cuando fue a entrar encontró
a Amelia sentada junto a la mujer, le tenía tomada la mano y le escuchaba, la mujer le
hablaba en kikongo u otro dialecto que Luisita no podía entender, allí Amelia parecía
tan diferente a la Amelia que le había entre susurros despertado el deseo de la manera
más visceral. Pero eso ya lo sabía no era nuevo para ella, y solo esperaba que tras los
consejos de Benigna poder acercar a Amelia hasta ella, ¿por qué no iba a hacerlo?, ya
había dejado pasar demasiadas cosas en su vida de largo como para dar la espalda a lo
que sentía. Dejó allí a la pareja y se dirigió hasta la radio, tal y como le había dicho a
Marce
Sonrió como si el hombre pudiera verla, pero quien la observaba era Amelia, la veía, allí
tan pequeña, tan endeble, tan aparentemente indefensa, entonces sonrió porque
realmente era todo lo contrario, se cruzó de brazos y siguió observándola allí sentada
jugueteando entre sus dedos con una de las figuras de Marce
Entonces Amelia notó como una mano estiraba de ella alejándola de allí
Una pija en la selva 353
Fuera, una desquiciada Amelia miraba fijamente a Bárbara, ésta divertida no cesaba de
burlarse de ella, y su actitud
La cara de Luisita era todo un poema, trató de que no se notara, lo último que le
apetecía era tener que aguantar a Amelia burlándose de ella. Así durante la cena,
volvieron a hablar de Valiente y Mona, que no le había hecho demasiado caso,
nuevamente la investigadora le pidió ayuda a la enfermera
Por un rato bastante largo, Benigna, Bárbara, Mona, Luisita y Amelia estuvieron
tratando de calmar a un Valiente que no lograba adaptarse, el pobre animal se marchaba
de los brazos de todas y se quedaba solo en una esquina, ni el lenguaje de Bárbara, ni el
de Mona hicieron que el animal se quedara entre ellas tranquilo. Finalmente decidieron
retirarse cada una a su cabaña, excepto Luisita que les dijo que no tenía sueño y se
quedaba un rato más a contemplar el cielo
En la cama Amelia estaba acostada pensativa, sus manos se habían escondido bajo su
cabeza entrelazando sus dedos, notó como el peso de Bárbara acostándose hacía que ella
misma se moviera ligeramente hacia ese lado. La investigadora se sentó
Tal y como pensaba Amelia, Luisita seguía mirando el cielo pensativa en lo que había
hecho y en las palabras de Benigna observando la Luna, el cielo era oscuro como la
noche, la Selva hablaba su idioma nocturno, mientras la calma se había adueñado de
todo el poblado. Las cosas parecía que iban tomando un color más suave, no tan negro.
Sin duda lo mejor era la noticia de Nsona y Zulú, aquel pensamiento de Nsona era algo
impensable en el mundo occidental, abortar una hija por miedo a lo que pueda sufrir en
el futuro. Suspiraba, aquel lado del planeta sufría un abandono tal que las cosas que
parecían ficción en un lugar, en otro superaban la realidad. Y allí estaba ella,
preguntándose como afrontar lo que había surgido de repente con otra mujer, ¿era
injusta?, posiblemente sí, pero era la primera vez que su corazón había latido de manera
diferente, ¿la persona era la menos adecuada?, posiblemente también, pero era ella y no
otra la que le atraía, la que la volvía loca de pies a cabeza por mucho que tratara de
negarlo. ¿Podía cambiarla?, ¿podía quitar ese lado conquistador y promiscuo?,
posiblemente no, y eso le daba miedo. Notó algo en su mano y al mirar vio a Valiente
allí sentadito, con los ojos brillantes, estaba llorando y aquello le entristeció
profundamente, lo tomó en brazos acunándolo y rápidamente llegó hasta ella Mona. Allí
los tres solos mirando las estrellas, entre suspiros
L: ¿Qué te pasa Valiente?, ¿tienes miedo?, voy a contarte un secreto, yo también (el
mono la miró fijamente mientras rebuscaba algo en su camisa, de repente la mano de
Mona golpeándole le hizo estarse quieto) Mona no lo riñas, a ver yo tengo sitio para los
dos
Mona: Uhhh, uhhh, uhhh, ahh, ahhhhh ahhhhhhhhhh (iba subiendo el tono mientras se
golpeaba el pecho haciendo gesto de enfado)
L: No grites Mona que duermen todos (Valiente se escondió en el pecho de Luisita)
Mona tú eres inteligente, serás una maravillosa madre para este renacuajo (le sonrió al
animal que la miraba apenado) Yo lo sé cariño
Mona: Uhhh (Mona lo miraba intensamente)
L: Venga vamos a hacer una cosa, os venís conmigo a mi cabaña y esta noche
dormimos juntos... así se nos pasa a los tres el miedo
finalmente echó el lápiz algo molesta) Encima tendré que esperar a mañana que Lula me
lo chive... ¡uf me caigo de sueño!, ¿qué querrá decir?...
Se durmió repitiendo la frase mentalmente, sabía que podía ser cualquier cosa pero
intuía que Amelia iba a insistir con el tema, iba a seguir siendo esa que fingía ser, esa
que le había dicho Benigna había creado para no sufrir, esa mujer fatal que ella
detestaba y que según Benigna, la misma Amelia detestaba. Entre suspiros,
pensamientos sobre el daño que Julia había provocado en ella y palabras en Kikongo se
durmió, tratando de escuchar algún suspiro o gemido de la cabaña de al lado
A mitad noche notó como algo le rozaba la espalda, sonrió se acomodó más con el otro
cuerpo, le encantaba esa sensación de abrazo... de sentirse protegida... así que susurró:
L: Amelia... abrázame (entonces abrió los ojos suspirando y sus ojos se abrieron como
platos en plena oscuridad) Ahhhhhhhhhhhh
ValientL: Ahhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhh
Mona: Ahhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhh
uhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhh
Valiente cayó fulminado por el grito de Luisita al suelo, Luisita se golpeó contra la
madera de uno de los lados en la cabeza y cayó también de igual modo, mientras Mona
ante tal despropósito salió por patas y los brazos en alto gritando sin parar
Como siempre la primera en llegar fue Amelia, con el pelo alborotado, la cara
descompuesta y sus ojos abiertos, tras ella Benigna
Cuando todos se fueron, Amelia la contempló, el motor aún iba en marcha ofreciendo
su luz a la pareja pero prefirió hacer algo diferente, se acercó al interruptor y lo
desconectó, después acercó una vela grande que acostumbraba a dejar Benigna cuando
veía que se acababan y la encendió, le gustaba el reflejo de la luz en el rostro de Luisita,
le encantaba verla así, con aquel baile de sombras y luces. Sonrió sentándose a su lado
dejando algo de distancia, pero aquella sonrisa fue borrándose a medida que iba notando
como si algo corriera por sus venas, como si algo fuera llegando al corazón golpeando
insistentemente, caprichosamente
L: Amelia... Amelia...
A: Estoy aquí Luisita
L: No te vayas (susurró levantando su mano)
A: Claro que no... estoy aquí (le tomó la mano sintiendo una electricidad por su
espalda)
L: ¿Y Zulú? (preguntó de golpe)
A: Supongo que durmiendo (se asustó, ¿deliraba?, ¿tan fuerte había sido el golpe?)
L: Entonces no puedo ir a su saco
A: No, no puedes (sonrió entendiendo) Ahora... como estás malita si quieres puedo
hacer una excepción y meterme en tu cama
L: No te vayas
A: ¿Quieres dormir entre mis brazos? (le preguntó sonriendo encantada de aquel ruego)
L: Sí... me duele mucho la cabeza...
A: De acuerdo (separó la sábana mientras en su interior se libraba una batalla cruel, por
un lado un sentimiento que hacía mucho tiempo no sentía trataba de hacerse un pequeño
hueco, por otro, otro sentimiento que llevaba consigo como si fuera una herencia, el
dolor, se mantenía firme negando su paso al amor, negando aquel hueco que buscaba.
Se metió en la cama, se acercó con cuidado hasta Luisita, pasó su brazo por debajo y la
atrajo a su pecho, Luisita como si fuera un movimiento habitual en ella, se cogió a su
pecho derecho ante el gesto de asombro de Amelia) ¿Cómoda?
L: Sí, Mona...
A: ¿Mona, de guapa? (sonrió al notar como Luisita apretaba su pecho con fuerza entre
sus dedos) Au... ¿te duele algo más?
Una pija en la selva 360
L: No... todo me da vueltas... ¿y el pelo?, ¿dónde está? (recorrió con su mano el torso de
Amelia por debajo de la camisa de dormir ante una pequeña contracción de todo su
cuerpo como si de ese modo se encendiera su deseo) Nseke
A: Sí Luisita... y no sabes de que manera (le musitó mientras cerraba los ojos)
L: Valiente ¿y tu hocico? (entonces abrió un ojo y pasó los dedos por la boca de Amelia
que volvió a notar como su cuerpo volvía a repetir gesto)
A: Luisita soy yo... anda estate quieta por favor... por el bien de las dos (susurró
resoplando)
L: ¿Tú?...
A: Venga duerme que si te digo mi nombre, igual vuelves a gritar y hoy has batido
records
L: Amelia... Benigna... Lula... Nsona...
A: Muy bien Luisita, te sabes los nombres de todas... muy bien... pero ahora descansa
L: Sí mamá... (volvió a cogerle el pecho)
A: Joder (musitó mordiéndose el labio inferior)
L: Na mpimpa Amelia
A: (“¿No me estará tomando el pelo?... joder que manera de cogerse a mi pobre teta...
y encima tocándome... ¡uf... respira!”). Na mpimpa Luisita
Se callaron, Amelia notó cuando Luisita se durmió, conocía esa respiración profunda,
ese suspiro relajado, esa destensión de su cuerpo, ese abandono entre sus brazos, y
entonces sin saber porque se sintió su dueña, una dueña de lo que quizá no le
correspondía pero sin duda, dueña de aquella mujer a la que le gustaba proteger, a la que
le gustaba abrazar, a la que le gustaba demasiado... le gustaba de manera a veces febril,
a veces tierna, a veces tan pura que hasta ella misma se sorprendía
Esos cantos característicos en la Selva, los graznidos, los aullidos, todo que parecía
unirse y formar una orquesta acompasada y armónica, comenzaron con las primeras
luces del alba. En la cama, cuatro piernas enredadas, dos corazones latiendo de manera
calmada, dos cuerpos abrazados. Uno de ellos buscó todavía más refugio del otro, y sin
esfuerzo lo consiguió, recibió el abrazo, la caricia y un suspiro. En aquel refugio le
gustaba estar a Luisita, rebuscó el cuello para acoplarse mejor, aquel olor que le había
Una pija en la selva 361
gustado tanto la vez que la tuvo para ella, y entonces abrió los ojos con tranquilidad,
con reposo, sus pupilas algo alteradas sin duda del golpe que se había dado, un ligero
dolor le recorría toda la cabeza, pero todo se le pasó cuando vio a su lado a Amelia, allí
durmiendo con su barbilla apoyada en su frente, con su mano sujetándola dándole un
calor que en ese momento necesitaba y sonrió. Suspiró y miró su pecho derecho, allí
estaba relajado y cercano a ella, le encantaba, le encantó la sensación de acariciarlos, de
besarlos, y con decisión, lo tomó en su mano se aferró a él como si fuera un salvavidas
y cerró los ojos acomodándose feliz entre los brazos de aquella mujer
B: Luisita también ha sufrido, pero no es tan complicada como Amelia, a ella le gusta
Amelia, y lo tiene claro, el otro día me pidió consejos de cómo podía conquistarla, hacer
que dejara de lado todo el disfraz de mujer fatal
Bárbara: Aunque le sienta de muerte
B: Ya... pero según para quien
Bárbara: Yes, puede gustar un poco, pero siempre en ese plan de mujer insaciable
cansa
B: A ella misma le cansa por eso estoy convencida que nunca llega a nada y se agobia
Bárbara: Yes, my lady, ¿seguro no querer cambiar de acera conmigo?
B: ¡Seguro! (le contestó muy seria)
Bárbara: ¡Uf, me pones... me pones... my lady!
Muy despacio, había logrado Amelia desprenderse no solo del cuerpo, sino, de aquella
mano que se aferraba a su pecho, al despertarse y verla así, sonrió sin poder evitar sentir
un cúmulo de sensaciones a las que trató de detener en seco. Se levantó con cuidado de
no despertarla y con suavidad dejó en su frente un beso suave, después se desperezó,
bostezó, y fue al lavabo, una vez había terminado de orinar y lavarse las manos, se
asomó porque había oído algo, y temió que buscando. buscando se fuera otra vez al
suelo
A: No la busques está conmigo (le dijo sonriendo mientras Luisita abría con cuidado los
ojos emitiendo un sonido de dolor) Mi teta... está conmigo no la busques
L: Uf... no estoy para tonterías
A: ¿Te muestro tus dedos marcados en mi piel?... luego di que no te gusta (se pinzó el
labio graciosa y se acercó hasta ella) Bueno... a ver... ¿qué tal estás?
L: Me duele la cabeza (le dijo tratando de recordar algo)
A: Te aviso que no pienso salir corriendo a cada gritito tuyo ¿eh?, no lo iba a hacer pero
tuviste suerte que Mona te secundara, lo malo es que ella también le va a tomar gusto a
eso de ser protagonista a base de gritos
L: Que graciosa eres (le dijo molesta mientras se daba la vuelta para no verla con
cuidado)
A: Sabes que lo soy. Voy a ver como están tus reflejos, ¿te acuerdas de algo de lo
sucedido esta noche?
L: ¿Qué ha pasado? (le preguntó tratando de abrir los ojos de par en par)
A: ¿No lo recuerdas? (se sentó a su lado mientras con su dedo lo pasaba de lado a lado y
de arriba abajo para que ella lo siguiera y se tumbaba un poco sobre ella para fijarse
mejor. Cuando subía el dedo no pasaba nada, pero cuando bajaba sus ojos tenían un
ligero temblor) Vaya...
L: ¿Qué pasa?
A: A ver... vuelve a seguir el dedo (entonces miró hacia abajo y dio una carcajada)
Joder me estabas preocupando, pero todo está bien y ahora sé que te pone nerviosa (le
dijo con cierta ironía
L: ¿Qué me pone nerviosa? (le preguntó con dudas)
A: Te gusta mi pecho... tus pupilas se han chivado, y la otra noche te gustó que te
hiciera el amor
L: Claro que me gusto, lo mismo que a ti ¿o no? (la miró fijamente)
A: Sí (reconoció tras un momento de silencio donde los ojos de Luisita la miraban
penetrantemente notando como le estaba descubriendo tanto que tuvo que desviar la
mirada)
Una pija en la selva 363
Se levantó y fue hasta la puerta, Luisita se perdió en sus largas piernas y en su trasero
sonrió la recordar como le decía lo mucho que le gustaba el suyo. Al abrir la puerta,
Mona y Valiente cayeron precipitadamente
Una pija en la selva 364
A: Vaya... vaya... así que igualitos a vuestra mami, igual de torpes ¿eh? (les decía
sonriendo mientras los acariciaba)
L: Mona... Valiente (le dijo sentándose con cuidado en la cama sintiendo un nuevo
mareo mientras los animales subían a sus brazos)
Mona: Uh uh uh uh (decía acariciando su cara con cuidado)
L: Gracias Mona, ¿y tú Valiente no me vas a decir nada? (lo miraba con ternura y el
animal con cuidado le tocaba la cara) Gracias guapo... solo fue un susto ¿eh?
Desde la puerta, con su mirada repleta de cariño la observaba Amelia, los dos animales
se habían sentado y mientras Mona trataba de despiojar la cabeza vendada de Luisita,
Valiente se había sentado a su lado apoyando su cuerpo contra Luisita, y así, los tres en
la cama, le provocaron un estremecimiento que tuvo que girarse con rapidez sobre sus
talones para alejarse de tanta ternura
Estaba a punto de entrar al comedor cuando Marce salía de él, la miró mientras se ponía
su sombrero y esperó a que llegara hasta su altura para hablarle
M: Buenos días Amelia ¿o mejor?, buenos días calentorra de la Selva... (Amelia le hizo
una mueca de rechazo ante su gracia, él sonrió de lado y le preguntó) ¿Cómo está la
gritona?
A: Rodeada de monos, es increíble, nunca hubiera pensado que acabaría atrayendo a los
animales
M: Yo lo que no pensé que acabaría era atrayendo ni animales ni otros seres vivientes,
pero tiene su encanto (le guiñó el ojo y se marchó hasta la cabaña)
Bárbara: Oh my darling... buen día (le dio un abrazo y luego con los brazos puestos en
jarras le riñó) No voy a perdonarte tu abandono por la gritona ¡no mi bella ragazza!
B: ¿Cómo sigue? (Benigna reía las locuras de esa Bárbara tan especial)
A: Ahora despierta y siendo despiojada por Mona
B: ¡De verdad este animal me los va a dejar a todos calvos!, voy a llevarle el desayuno
A: De acuerdo (dijo con algo de fastidio porque pensaba llevárselo ella)
Bárbara: ¿Qué tal?
A: Bien Bárbara, aunque si te digo la verdad, estoy cansada (puso gesto de malestar
mientras se sentaba)
Bárbara: ¿Qué hiciste? (le preguntó con los ojos abiertos)
A: Cuidarla, ¿qué voy a hacer?, si estaba más perdida que yo que sé (se sirvió un poco
de café con gesto contrariado)
Bárbara: ¡Quién te ha visto y quien te ve!, ahora me creo lo de que no sintió nada...
estás perdiendo facultades con la edad (le dijo entrecerrando los ojos mientras daba una
carcajada) Además te ha jodido no llevarle el desayuno, ¡está es la Amelia que esperaba
un día reencontrar!
A: Muy graciosa (renegó algo ofendida mientras daba su último sorbo al café) Me voy a
duchar
Ante su desayuno que devoraba con ansiedad, Luisita, le contaba a una boquiabierta
Benigna al ver como comía lo que había pasado, hablaron de los dos animales que
seguían allí con ella, una vez terminó, la mujer se llevó a los monos, y la bandeja
B: La he dejado en la cocina... esto marcha Luisita... esto marcha... (le decía con una
ilusión marcada en sus ojos)
L: ¿El qué? (sonrió de lado)
B: ¿Qué va a ser?, creo que no vas a tener que esforzarte mucho para que por fin sea la
de siempre y no sabes lo mucho que eso me alegra cariño (le dejo un beso en la frente y
una caricia tierna)
L: No sé Benigna, por momentos parece que sí... pero... (elevó los hombros)
B: No va a cambiar de golpe, pero si le das tiempo ya sabes lo que te dije, nada de
agobios, su espacio y mucho cariño, con eso estoy segura que lo lograras
L: Me gusta, la verdad que me gusta mucho (sonrió ampliamente siendo sincera)
B: Lo dicen tus ojos, así que ten cuidado cuando hables con ella, es muy lista
L: Tranquila voy a hacerte caso a todo, nada de agobiarla, darle espacio, provocarla,
darle cariño
B: Para (le dijo muy seria) Yo no te dije nada de provocarla
L: Pero sé que le gusta
B: Ay... eso me da más miedo (suspiró)
L: Yo también tengo mis armas Benigna. Por cierto, ¿puedes decirle a Lula que cuando
pueda venga?
B: Claro, iba a entrar antes pero como estaba Amelia
L: Gracias
B: Venga Mona, Valiente... vamos tengo dikongo (plátanos)
Mona: Uhhhhh uhhhh uhhhhh (gritaba contenta mientras Valiente la miraba algo
extrañado)
B: Este Valiente hay que espabilarlo ¿eh?, anda ven (lo cogió en brazos mientras
llevaba la bandeja)
L: Provocarla... que bien suena... (musitó sonriendo recordando tenerla allí para ella,
únicamente para ella. Unos golpes en la puerta le hicieron dejar de sonreír) ¿Sí?
Bárbara: ¡Mbote mwasi mondele!
L: Mbote (sonrió por su alegría)
Bárbara: Tengo que irme a luchar con esos degenerados, necesito encontrar la forma
de salvar la zona que queda en el parque, pero antes de irme quería verte
L: Ya
Bárbara: ¿Me tienes celos? (le preguntó sonriente)
L: ¿Debería?
Bárbara: Anoche me dio sensación que sí, no pasó nada entre Amelia y yo, ni el otro
día cuando vino, yo amo a Amelia, la amo como ser humano, como persona ¿capicci?
(Luisita asintió le hacía gracia aquella variedad de idiomas) Well, y por amarla así
quiero lo mejor para ella, una mwasi que borre la hija de puta otra, ¿entiendes?
L: Sí (le contestó mirándola fijamente tratando de no perderse en sus enrevesadas
explicaciones)
Bárbara: Tú puedes... eres la mwasi idónea... quiero que la ayudes, te necesita
L: Bueno... que me haya acostado con ella una sola vez no quiere decir que... (no sabía
muy bien por donde le podría salir Bárbara y prefería ser cauta)
Bárbara: Yo sé, yo sé (le interrumpió sentándose a su lado, y tras un suspiró largo
siguió) Pero tus ojos y los suyos no me dicen solo querer fucking, me dicen más y no
quiero que sufra, tú puedes lograrlo (le decía con voz segura y gesto contundente)
L: No es fácil
Bárbara: Venir a este mundo de locos que es África, tampoco, pero estás y te defiendes
(la miró tratando de mostrarse fuerte)
L: Ella no quiere otra cosa que sexo, y yo también
Una pija en la selva 366
Bárbara: Y yo soy Mona pero con dos patas, ¡oh my god! (exclamó mirando al techo
de la cabaña) Tú eres su mwasi, igual de cabezota... ella quiere una mujer de verdad que
le provoque cosas, no fácil, sino, que le provoque preparar un desayuno, ir a la cascada
y ver la Sabana, compartir un amanecer, busca eso por mucho que lo disfrace con sexo,
es encantadora como tú, y cabezota como tú eso me tranquiliza. Sigue en ese estado
estúpido porque no ha encontrado mwasi idónea, pero tú sí, tú eres la mademoiselle
indicada para volverla loca de amor y pasión. Una cosa sólo, no le hagas daño
L: Ni ella a mí (se defendió no sabía muy bien porque dijo aquello pero su rostro
mostró seriedad y preocupación, Bárbara captó miedo) Ella es más peligrosa que yo
Bárbara: Ya decir yo a ella, si te hace daño despiojar por toda mi manda de Monos
(sonrió y le arrancó una sonrisa a Luisita que la miraba con agradecimiento, a su manera
le estaba ayudando, de igual modo que lo había hecho Benigna) Ella decir yo solo sexo,
pero yo sé que ella ha llorado por ti
L: ¿Qué? (la miró asombrada aquello le había impactado)
Bárbara: Tú le das miedo porque ella sabe que tú puedes vencerla... no lo olvides
mwasi mondele (nuevamente dos golpes en la puerta) Me voy
L: Sí, espera. Adelante. Lula cariño pasa, pasa... Bárbara, gracias y ten cuidado
Bárbara: A Bárbara ser difícil de callar, día a día Luisita, es lo que tenemos aquí en
esta bendita Selva, el día (le sonrió y se marchó)
L: Gracias por venir Lula... ¿a ver al pequeño? (Lula le dejó a su hijo con una sonrisa
que demostraban la falta de algún diente perdido por los golpes) Es precioso
Lula: Sí mwasi... ¿nge bonso kele? (¿cómo estás?)
L: Bien solo es un golpe (se reía rascándose la cabeza- Y hablándole despacio como
solían hacer para entenderse le dijo) Mira Lula quiero que me ayudes, ahí en la mesa
hay una hoja, ¿si? (ella asintió mientras el niño se aferraba a Lula) Necesito saber una
frase, ¿podrás?
Lula: Mono kusadisa nge (te ayudo)
L: Melesi, kuanwa (le sonrió ampliamente sabiendo que la iba a sorprender, Lula la
miró fijamente y entonces le dijo) Benigna, la oí decírtelo y me explicó que significaba
cariño. Melesi kuanwa
Vio como Lula cogía el folio, lo miraba atentamente y la miraba algo sorprendida,
Luisita cerró los ojos sabía que lo que allí había no era algo cariñoso, ni por asomo
romántico, no, sabía por los colores y el gesto de Lula que sin duda hacía referencia al
sexo
Cuando Amelia salió del lavabo ya vestida y preparada para reunirse con Marce para
saber que novedades había con respecto al nuevo problema del virus del ébola, que
parecía iba a acechar nuevamente a mucha gente inocente. Pensativa en esto pasó otra
vez junto a su cama, y al hacerlo, vio una nota sobre la sábana que le llamó la atención,
pensó en la loca de Bárbara, la tomó sentándose mientras se apartaba el pelo de la cara,
sacaba el papel y leía
A: “Te kobanga na nkati na kukangula nge ntima”... (sonrió se mordió el labio y suspiró
negando con la cabeza aunque le brillaban los ojos) Luisita... Luisita...
A: No tengas miedo a abrir tu corazón (se repetía la frase puesta por una desafiante
Luisita)
Volvía el calor a cubrirlo todo, desde que Amelia leyera la nota, no se había acercado a
la cabaña de Luisita aunque ganas no le faltaron de hacerlo, sabía por Benigna como
estaba y también sabía que se iba a levantar por la tarde. Solo le faltaba saber quien era
la cómplice que tenía en el poblado. El juego le estaba gustando, y muy a su pesar, las
palabras escritas en aquel papel, con su bonita y perfecta letra, le retumbaban en la
cabeza. Había decidido irse a dormir, entonces se cruzó con Lula que salía de la cabaña
de Luisita
Era cierto, allí esperando pacientemente a que Lula terminara de hablar con la doctora,
estaba un Massamba que llevaba un arco en la mano y varias flechas en la espalda.
Habló con respeto a Lula quien asintió varias veces, después vio como salía Ngouabi y
Amelia entendió, que aquel aprendizaje de la vida iba a comenzar en ese instante, los
dos, solos perdidos en la noche lo más difícil de vivir en la Selva y sobrevivir era
enfrentarse a la oscuridad, pero era la mejor manera de desarrollar el poder auditivo, sin
duda, quien lo lograba se volvía un poder en sus manos
Amelia sonrió, nunca dejaba de sorprenderse con las actitudes de aquella gente, ¡cuánto
podía aprenderse de ellos! Si en lugar de darles la espalda, se les ayudaba. Se giró
sabiendo que Luisita dormía, aquella nota le había gustado, sí, pero ella quería seguir
con el juego así que le había escrito algo, abrió la puerta con cuidado mordiéndose el
labio inferior, esperando no despertarla, el color de la tarde reflejado en su cuerpo le
Una pija en la selva 368
daba una belleza encantadora, otras veces con otras enfermeras habría entrado
sigilosamente, habría disfrutado de aquel cuerpo sin más y se habría dormido a
descansar, pero con Luisita todo era diferente y lo había asumido ya, sin duda aquella
devolución a su frase le había demostrado que ella también sabía y lo más importante,
quería jugar. Al verla dormir allí, tuvo que esforzarse realmente para no acostarse a su
lado, le encantaba como se agarraba a su pecho, aquel gesto le hacía sonreír, se mordió
el labio, y le dejó la nota en la almohada justo a su lado. Después despacio salió sin
apartar la vista de aquel cuerpo, de aquella mujer que le provocaba infinidad de
sensaciones, de sentimientos, de sonrisas y miedos
Los golpes del tam tam sorprendieron a una Luisita que dormía, era muy raro que
sonaran y más en aquellas horas aunque ciertamente lo hacían de una manera
descompasada, seguro que no era Zulú ni Massamba quien tocaban, se desperezó
estirándose bien en la cama, moviendo su cuello despacio, mientras recordaba
Sonrió, y al girarse para abrazarse al almohadón se encontró de frente con una nota, se
levantó con cuidado de no marearse, la tomó en sus manos, y allí una letra que
reconocía perfectamente leyó
Los sonidos del tam tam hicieron acudir a todos los aldeanos, todos alrededor de los
hijos de Zulú quienes eran los que tocaban la llamada de reunión, aunque desafinado,
sus padres los observaban con delicadeza y admiración, tanto Abeza con ocho años
como Limao con diez, debían ir empezando a ser hombres de la Selva. Cuando salió
Luisita la luz del sol que ya se escondía le hizo daño a la vista, llevaba el papel en el
bolsillo, había descifrado lo que Amelia quería y estaba segura ya de lo que era, al
pensarlo no podía evitar que sus mejillas se sonrojaran no podía evitar que su corazón se
atolondrara y si bien, tenía pensado lo que le iba a contestar, no quería darle el gusto de
verse vencida por ella
Rodeando a los niños todos esperaban la noticia que iban a dar, mientras Luisita se
ponía junto a Benigna lejos del alcance de Amelia, quien la miró sonriendo y pasándose
delicadamente la lengua por los labios
M: A ver... estos muchachos nos han reunido aquí para darnos una noticia, ¿verdad?
B: Venga... venga... (decía emocionada)
Limao: Ya beo tata Zulú ti ya beo ngudi Nsona zola kusadisila na wahili na ya beo
fibana (Nuestro padre Zulú y nuestra madre Nsona quieren hacer una fiesta por nuestra
Una pija en la selva 369
hermana) (todos sonreían ante la frase dicha por un Limao orgulloso de ser él quien
invitara al resto)
Abeza: Yonso na kurimbar (todos a cantar y bailar) (decía sonriendo con la ausencia de
sus cuatro dientes)
MbL: Yayi... Yayi... (Aquí... aquí) (decía el más pequeño señalando el vientre de su
madre)
B: ¡Pero que ricos madre! (exclamó de repente Benigna haciendo que los niños sacaran
pecho felices por haber hecho bien las cosas) ¡Fiesta en el poblado!, ¡fiesta!
M: Bueno pues... ya lo sabéis, ¿cuándo será la fiesta Nsona?
Nsona: Mañana ziku (sonreía algo avergonzada pero francamente feliz) Nuestra y del
hijo de Lula y Massamba
M: ¡Bien... Benigna... manos a la cocina! (le dijo sonriente)
Y así todos felicitaron a la pareja que se miraban sonrientes y felices por poder recibir
ese calor de quienes allí habían, y pronto todos comenzaron a poner su granito de arena
para hacer una fiesta grande y ruidosa, donde también poder dar la bienvenida al hijo de
Lula tal y como solían hacer con los recién nacidos
Mientras se felicitaban unos y otros, Amelia se puso al lado de una Luisita que miraba
emocionada la escena, al notar su presencia sin querer se tensó algo, Amelia le susurró
al oído
Junto a la mujer que tenía mucho mejor aspecto que cuando la encontraron, estaba
Marce, al verla sonrió sin remedio, aquellas dos mujeres por momentos le hacían
divertirse de lo lindo
Entonces sin más ambos comenzaron a sonreír a carcajadas, las lágrimas a Luisita le
caían por el rostro sin remedio, ambos repetían la frase y sobre todo Marce le contó
como la llamó después Mona, y el gesto de Amelia al recibir aquel apodo, por un rato
rieron de buena gana haciendo que la mujer sin ganas, acabara riéndose como ellos
A: Vaya... que contentos estáis (se puso apoyando sus manos en las caderas, con sus
pantalones cortos, su camiseta de tirantes y su pelo recogido en una coleta) ¿Me voy a
enterar del chiste?
M: No que a ti no te hará gracia (decía tosiendo de la risa)
L: Ay lo que me he reído (decía ella suspirando)
A: ¿No me lo vais a decir? (miraba a uno y a otra alternativamente)
L: No. Bueno Marce que yo quería saber que tal está Yildas
M: Sigue igual... hasta mañana no sabré nada
B: ¡Luisita cariño! Te estaba buscando
L: ¿Qué pasa?
B: Mañana es la fiesta y tienes que ponerte un liputa y hay que hacerlo
L: ¿Liputa? (la miró algo desconcertada)
B: Sí hija, sí, anda ven y te cuento... Amelia... ¿tú tienes el tuyo?
A: Sí (cuando se quedaron solos lo miró fijamente y le dijo) ¿De qué te reías?
M: Pensé que lo de Calentorra te lo había dicho haciéndose la delirante, pero no, te lo
dijo entre delirios... ¿te das cuenta Amelia?, ¿te das cuenta lo que provocas?... cambia el
chip anda... Luisita es maja... además... tiene algo que no tenía ninguna, con ella es
imposible aburrirse...
Una pija en la selva 371
Y allí se quedó Amelia pensativa, era cierto, aquella mujer tenía muchas cosas por las
que valía la pena estar a su lado, así que decidida fue hasta la cabaña de Benigna, las oía
reírse. Y sin dudar abrió la puerta apoyando su mano en una de sus caderas
L: No hay manera que aprenda a llamar Benigna (le dijo mirándola mientras negaba con
la cabeza)
B: Viene incorporado de fábrica (le siguió la broma)
A: ¿Os puedo ayudar en algo? (entró sonriendo y aquella sonrisa podía volver loca a
cualquiera, porque además, parecía que sus ojos brillaban de manera diferente, Luisita
lo captó)
B: No creo que...
L: Sí, claro que puedes y debes ayudar que yo estoy un poco mareada del golpe
(Benigna la miró algo sorprendida por su reacción) Además no estoy segura de que
color elegir osea, ya sabes... como soy pija me va a costar un poquito
A: Claro... no hay problema (le dijo sonriente)
B: Bien... esto creo que me he dejado algo al fuego... ¿os podéis arreglar sin mí un
momento?
A: Sí (sonrió)
L: No sabía que estos trajes existían aquí
A: Bueno... es una tradición, ellas se visten así, ellos guerreros, se pitan la cara y el
cuerpo, y danzan para que los Dioses ayuden a nacer con buena estrella a sus hijos
(cogía varias telas que tenía Benigna) Lo que sucede es que Benigna cuando va a
Brazzaville tiene una amiga que le da los retales sobrantes de un año para otro, porque
de otro modo esta gente no tiene manera de seguir sus tradiciones (no la miraba
mientras se lo explicaba y así se perdió el gesto complacido de Luisita al observarla)
Nosotros les ayudamos en lo que podemos...
L: Ya veo (la admiraba en aquella postura tan Amelia sincera y real)
A: A ver... este te puede quedar bien (se acercó poniéndole el retal cerca de su cuerpo)
¿Qué dice la pija?
L: Muchos colores ¿no?
A: De eso se trata, cuanto más colorido mejor
L: ¿Y tú? (estaba cerca Amelia le había acercado la tela a su cuerpo sin rozarla, solo
ante su pregunta la miró, y encontró unos ojos con una mirada tan suave que tuvo que
tragar saliva para regar su seca garganta) ¿Qué colores llevas tú?
De repente el silencio se creó entre ellas, Amelia sujetaba la tela entre sus manos,
recibía aquella calidez no solo en la mirada sino, en la sonrisa de Luisita, la embriagaba,
notaba como su cuerpo tomaba ese cariz del punto exacto de ebullición, entonces se
sentía en las manos de aquella enfermera y recordaba su frase, le pedía que le abriera el
corazón, ¿a qué coste debía abrirlo?, era tan hermosa, a veces tan enigmática, otras tan
maravillosa, tan tierna... realmente un peligro
Entró Benigna y al verlas tan juntas una tan cerca de la otra mirándose fijamente como
si se estuvieran estudiando, desafiando y a punto de fundirse en un beso, rodeadas en un
Una pija en la selva 372
aura de pasión, donde podía ver como les rodeaba una energía arrebatadora, ante esa
visión no supo muy bien que hacer. Como ninguna de las tres hacía nada tuvo que ser
otra quien reaccionara
Mona: Uhhhh uhhhh uhhhh (gritaba aplaudiendo y haciendo pedorretas sin parar)
B: Hola (terminó por decir al verse descubierta por aquellos cuatro ojos que miraron
hacia la puerta como si de aquella manera volvieran a ser ellas)
L: Hola Mona... ¿te gusta cariño?
Mona: Uhhhhhhh uhhhhhhh (movía las dos manos rápidamente)
L: Me alegro cariño
B: ¿Ya sabes cuál vas a ponerte?
L: No Benigna, es que Amelia se ha quedado aquí pensativa, mirándome y realmente
no sé muy bien que le ha pasado... bueno sí lo sé, claro que lo sé que de tanto escribir
frases ha debido de sentir lo que tanto advertía en su propia piel ¡ayyyyyyyyyyyyyyy!
A: Uys, lo siento te he clavado un alfiler... (dijo con gesto de perdón)
Mona: Ahhhhhhhhhhhh (se tapaba la cara con las manos mientras Valiente se sentaba a
su lado haciendo su mismo gesto)
B: Bueno ¿te quedas con esa tela? (le preguntó mientras la miraba algo aturdida por lo
visto)
L: Au, au (decía con el ceño fruncido mientras se chupaba el dedo donde Amelia le
había pinchado) Sí, me quedo con esta
B: De acuerdo
A: Quítate la camiseta (le dijo con rotundidad)
L: ¿Qué me quite la camiseta? (la miró con desdén mientras por encima del hombro
buscaba la ayuda de Benigna que justo en ese momento se giraba)
A: Eso he dicho, ¿eres sorda?
L: Sabes perfectamente que no
A: ¿Tonta? (sonrió de lado)
B: Amelia (le advirtió sin girarse) Anda quítate la camiseta Luisita que esto se lleva sin
nada (le dijo para salir nuevamente de la cabaña dejándolas solas)
A: Vamos (sonrió triunfante)
L: Está bien
Mona: Uh (le tapó los ojos a Valiente que el pobre cayó de culo)
L: ¿Así? (le dijo mientras mostraba su torso desnudo tan solo un minúsculo sujetador
rosa pálido de encaje sobre su piel. La boca de Amelia se secó. Los labios de Amelia se
secaron, y otra parte, se humedeció) ¿El sujetador también?
A: No hace falta (tuvo que carraspear sintiéndose tonta)
B: ¿Cómo lo llevas?
L: No muy bien (sonrió burlona mirando a Amelia quien cogió otro alfiler en su mano)
Mona: Ahhhhhh ahhhhhhhhhhh uhhhhhhhhhhhhhhh (señalaba como avisando a
Luisita)
L: Tranquila Mona, no se atreverá (mostró que ella llevaba otro en su otra mano)
B: ¡Pero esto que es!, ¿cómo si fuerais dos espadachines?, solo que vosotras a lo cutre
con alfileres ¡por Dios!... anda va... acabad que tengo que preparar el mío
L: Oye y Mona ¿no la vamos a vestir? (dijo porque sentir tan cerca de Amelia
poniéndole la tela sobre su cuerpo le había hecho hablar de algo para evitar centrar su
atención)
Mona: Prrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrr (pedorreta con la lengua fuera y patas para que os
quiero salir corriendo huyendo de aquellas tres locas)
Una pija en la selva 373
ValientL: Zzzzzzzzrrrrrr (trató de imitar a Mona pero lo único que consiguió fue sacar
la lengua y morderse)
Las tres mujeres se miraron y rompieron en una carcajada divertida al ver como huían
de ellas. Tras recomponerse y mientras Benigna le iba contando en que consistían
aquellas fiestas, Amelia que de repente parecía una especialista en eso de la moda,
comenzó a cubrir el cuerpo de Luisita, al principio la tela rodeaba su cuerpo hasta mitad
de sus espinillas, después y con la voz de fondo de Benigna que seguía contando
mientras se había puesto unas gafas de cerca un tanto raras y cosía graciosamente,
Amelia fue ajustando el modelo, primero hizo una pinza en la cintura, su gesto era de
máxima concentración, Luisita sentía su piel en pie de guerra como si en cualquier
momento un toque diferente de Amelia pudiera llegar y alborotarla de pies a cabeza, si
así sucedía y Amelia se daba cuenta, lo más próximo era una nota con alto voltaje como
mensaje. En esos pensamientos andaba Luisita ¿qué pensaba Amelia?, sus manos se
habían ceñido única y exclusivamente a moldear la tela, no se le había pasado por la
mente otra cosa, y mucho menos con la presencia de Benigna allí, pero el tener tan cerca
el cuerpo de aquella mujer, sus formas que tanto le atraían, no pudo llegado el momento
evitarlo
De repente Luisita que miraba a Benigna mover sus labios y suponía que algo debía
decir, sintió como Amelia pasaba las manos por sus pechos mientras le cogía con un
alfiler un pliegue Luisita la miró fijamente con gesto muy reprobatorio, Amelia le
murmuró sin llegar a ser oída por Benigna
Aquella frase hizo que Luisita no supiera muy bien como defenderse, que decirle, le
había pillado completamente desprevenida y además, aquella suave caricia le había
elevado el pulso irremediablemente, luchaba porque Amelia no saliera vencedora,
estaba siendo torturada de manera indiscriminada por ella
L: ¿Acabas ya?
A: ¿Tienes prisa?
L: No
A: Solo me faltan unos retoques aquí detrás (entonces posó sus manos sobre el culo de
Luisita que se movió ligeramente, Benigna lo había visto pero se hizo la despistada ante
la mirada de auxilio de Luisita) Y me parece que aquí (volvió a tocar), me sobra algo de
tela
L: Y parece que tus manos son un poco largas ¿no crees? (le musitó seria sin hacer nada
por apartarlas)
A: ¿De verdad lo crees? (sonrió)
B: Bueno Amelia... ¿acabas o que?, parece que sea el traje de novia más que un liputa
A: ¿Tú que crees? (la miró seria dando un poco de distancia a Luisita quien lo agradeció
profundamente)
B: Un trabajo excepcional, ahora, podría ir un poco más escotada
A: Mejor así...
B: Vale pues venga yo te doy los puntos. Amelia por favor ve a ayudar a Nsona y
nosotras en seguida vamos a cenar
A: De acuerdo (miró a Luisita que aún tenía en sus mejillas el color rojo y le guiñó con
una sonrisa y un gesto de labios, el ojo)
Una pija en la selva 374
B: Te ha ganado, Luisita
L: ¿Y qué quieres Benigna?, me pilla desprevenida podías haberme ayudado
B: No, debes aprender a evitar estos arrebatos suyos de mujer fatal
L: Joder si es que no está nada mal tampoco ¿eh?, un poquito (dijo ante su mirada como
queriéndose disculpar por ese comentario)
B: ¡Menudas dos!, pero te confesaré algo... ¡y lo bien qué me lo paso! (dio una
carcajada)
L: Pues eso mismo espero yo, pasármelo super bien
Llegó la hora de dormir, durante la cena había sido la conversación central Massamba y
Ngouabi con esa preparación del Guerrero en la noche, y con la ausencia de Yildas que
les preocupaba. Cada uno se fue hacia su cabaña, despidiéndose, la primera en retirarse
tras ser revisada por Marce fue Luisita, en su mente llevaba algo que debía hacer y no
quiso que nadie le pisara la sorpresa. Amelia lo hizo de las últimas después de irse como
solía hacer alguna noche a un rincón del poblado a meditar, a recordar y flagelarse.
Benigna que lo sabía al verla marchar, negó con su cabeza con lástima, allí sola sabía
que dejaba sangrar sus heridas, entonces miró hacia la cabaña de Luisita, ella era la
única que podía curar aquellas cicatrices abiertas, la única que podía cerrarlas a base de
ternura, a base de amor
Sin embargo Luisita, ajena a los pensamientos de la mujer, iba de un lado a otro de la
cabaña, algo nerviosa, muy excitada... con los papeles sobre la cama, el ordenador
encendido y su diccionario especial abierto en la pantalla. Finalmente tras pasear,
escribir, retocar, resopló contenta de su trabajo y murmuró
La lluvia comenzó a caer delicadamente, y fue quien obligó a Amelia a retirarse hasta su
cabaña, rodeaba su cuerpo una especie de manta de varios colores, y su cabeza medio
agachada daba muestras que su tormento seguía allí, en aquel rincón de los lamentos
como lo llamaba Marce. Sus pies descalzos llegaron mezclados con barro hasta la
cabaña de Luisita, los limpió, sus ojos buscaron una luz que le daba muestras que estaba
despierta, pero ella no estaba para entrar, ni mucho menos para un desafío, reconocía
que estaba tan desarmada que Luisita podía conseguir su propósito, entonces Amelia se
detuvo
A: ¿Qué propósito? (murmuró mirando las estrellas que a pesar de la lluvia brillaban en
lo alto y con los ojos repletos de lágrimas susurró) Ayudarme a volver
Entró directamente al lavabo con un poco de agua que caía de aquella especie de grifo
pudo lavarse los pies, la cara y secarse porque se había calado a pesar de la manta,
resopló nunca había sentido aquella necesidad de pasar a la cabaña de al lado y pedir
que la abrazaran que la dejaran dormir allí acurrucada, estaba por hacerlo después de
sentarse en la cama, y por varias veces resoplar tratando de controlar sus nervios por
otra parte, nervios que no entendía, ella solo quería su cuerpo y debía ser así, sin más, se
levantó para marcharse y pedir socorro a Luisita cuando vio otra nota sobre la cama,
aquel juego era divertido, sonrió al pensarlo. Leyó en voz alta
A: ¿Pero quién se ha creído la tía? (se preguntó enfadada sacando de sí todas las ganas
de ir a abrazarse a ella) ¡Mierda!
Entonces arrugó el papel con todo el enfado que había provocado en ella y lo echó
saliendo como una fiera de su cabaña. Pero algo más le volvió a llamar la atención, otro
papel en la mesa refunfuñó con su expresión más austera, ésa que Luisita aún
desconocía, se acercó con cuidado y lo tomó en su mano
De repente un miedo la inundó de pies a cabeza, su respiración se agitó, y sin más abrió
la puerta de su cabaña y salió corriendo de allí. Entró en la de Luisita con gesto muy
serio, casi irritado, dolido, y allí en la cama la dueña de aquellas palabras que sin duda
quería jugar, yacía dormida. Se acercó hasta ella
Resopló porque fue lo único que supo hacer ante aquel torbellino que había pasado por
su habitación
Aquel torbellino había ido hasta la cabaña de Benigna, la mujer dormía plácidamente
con Ramón a los pies de la cama, el animal al escuchar los pasos de Amelia acercarse a
la cabaña alzó una oreja y con su patita tocó a su dueña para que fuera despertándose
B: Amelia...
A: Joder Benigna... vale lo reconozco... (resopló) Me he pasado con ella... desde que
llegó, pero me gusta pasarme (abrió los ojos)
B: Pues entonces acarrea con las consecuencias de tus provocaciones, mira... creo que
Luisita aprende muy rápido, es una chica que ha llegado aquí con nada dentro, y está
llenándose de vivencias, de sentimientos, ¿tú no ves que ha cambiado?, si hasta come
que si sigue así no sé de donde voy a sacar tanta reserva (Amelia sonrió) Pues yo creo
que está escribiendo sus páginas de vida, es lista, y sabe jugar, creo que hasta ahora
nadie a sabido jugar contigo, y te aterra que pueda ganarte
A: En parte sí
B: ¿Y la otra parte? (la miró con pena mientras Ramón le dejaba un lametazo en la
mano a Amelia como para transmitirle apoyo)
A: No sé es complicado para mí... simplemente hay cosas que no puedo cambiar
B: No quieres cambiar, cariño, no te equivoques
A: Soy así y seré así
B: Te pierdes siendo así Amelia, nosotros no podemos ir diciendo a todas disculpa que
sea tan fresca, en el fondo es una buena chica, ¿no lo ves?, de todos modos si sigues con
ese juego, acepta las reglas porque con Luisita no creo que valgan las que tú impones
A: Está bien... me disculparé con ella mañana, he perdido un poco los nervios
B: ¿Pero por qué?, ¿qué te ha hecho perderlos? (la miraba bostezando)
A: Una nota... deberías ver como maneja el kikongo (sonrió)
B: Es muy lista, te lo vengo advirtiendo
A: Ya pero... yo soy más y conmigo no va a poder (sonrió)
B: Ilusa eres... ilusa
A: Vamos Benigna ¿quién ha podido conmigo?
B: Julia pudo y te marcó, quizá si dejas que una mujer se dé a ti con amor y respeto,
borré esa marca y te haga entender el amor
A: No lo necesito Benigna... bueno disculpa ¿eh?, pero estaba muy nerviosa
B: Ya... y ahora tus nervios me dan a mí un insomnio que ya me dirás... ¿qué hago?
A: Hazle un liputa a Ramón (acarició al animal apretando sus orejas)
Ramón: Grrrrrrrrrrrrrrrrrrr (le protestó)
A: Estarías muy guapo... me voy Benigna, hasta mañana
B: Ve hija ve... ¡anda que! (protestó al quedarse sola) Ramón... a dormir cariño que
estas niñas se nota que aún tienen revolución hormonal y tú y yo no. Buenas noches
cariño
Amelia dudó si entrar a disculparse con Luisita, pero sin duda, pensó era mejor hacerlo
al día siguiente, le diría que bueno... todo había sido un malentendido o se inventaría
algo la verdad es que iba pensando que se había dejado llevar por demasiadas cosas que
tenía dentro, demasiados sentimientos contradictorios y le habían empujado a...
L: ¡Qué sea la última vez que entras a mi habitación así!, ¡y qué sea la última vez que
me gritas!, ¿te ha queda claro? (se había encaminado lentamente hacia ella Amelia
seguía asombrada, aquella Luisita era sin duda otra) ¿Te ha quedado claro?
A: No me hagas reír (trató de mostrarse serena riéndose de lado)
L: No te voy a hacer reír, voy a hacerte otra cosa (le susurró casi inaudiblemente con
voz extasiada
Sin más la cogió de su muñeca, estiró de ella sentándola sobre la cama, Amelia no tuvo
tiempo de reaccionar para cuando lo quiso hacer, Luisita estaba sobre ella, y su lengua
dentro de su boca. Notó como las manos de la enfermera sin dudas, sin vacilar entraron
en el interior de su camiseta, ¿cómo se la quitó?, no lo supo, estaba siendo devorada
totalmente por la voracidad de Luisita quien no cesaba de besarla, le hizo tumbarse, y
Amelia trató de huir subiendo hacia el cabezal, ahí, la cazó, se había quitado ella misma
la camiseta y le mostraba el pecho aquel pecho que quiso cubrir Amelia con la tela para
nada más disfrutarlo ella, y para ella le estaban siendo como un hechizo que la había
dejado quieta, con las piernas abiertas y en medio de su centro las rodillas de Luisita sus
ojos repletos de lujuria, de decisión, y así se tumbó sobre ella, le enganchó el pelo y lo
estiró obligando que la cabeza de la conquistadora cayera para atrás dejando todo su
hermoso cuello para el disfrute de la lengua de Luisita, lo recorrió despacio de bajo
arriba, acabando con un beso en la barbilla, atrapando después aquella boca que podía
enloquecer a cualquiera, aquella boca que se abría para recibir nuevamente la lengua
juguetona, humedecida y firme de una enfermera totalmente entregada, no había nada
que pensar tan solo disfrutar, y eso hacía, recorrió con sus manos el pecho hasta llegar al
vientre, allí rodeó el ombligo de una Amelia que no podía evitar gemir, gemir con la
boca abierta para no morirse ahogada, aquella fiereza de leona que mostraba Luisita aún
la tenía completamente fuera de sí, era como si la aprendiza fuera ella y la aventajada
fuera la otra que le estaba recorriendo la piel con su lengua, los pechos erguidos,
mostrándose completamente para ella, sus pezones secos y sedientos recibieron con la
humedad de su lengua todo el líquido que necesitaban, Amelia trataba de hacer algo
pero no podía, todo lo que estaba sintiendo la estaba dejando bloqueada. Trató de
llamarla pero para cuando fue a hacerlo nuevamente la boca de Luisita atrapó la suya
A: Mmmm
L: Mmmm (le contestó dentro de ella)
De repente, Amelia abrió los ojos y ya no estaba allí, estaba quitándole los pantalones,
apartando el tanga que llevaba negro, y sin pensar en nada, tan solo con una necesidad
que había nacido en ella cuando por primera vez Amelia la hizo suya, probó aquello que
jamás pensó probar, primero lo rozó con cuidado, como si al hacerlo pudiera
desencadenar una tragedia mortal
A: Luisita (gimió con gesto de total espanto al notar aquel músculo rozar sus labios
hinchados por el deseo, aquella calma y locura que había provocado el suave roce de
una lengua inexperta en su sexo entregado y humedecido) Joder...
Entonces una sonrisa inundó los labios de la enfermera, sabía que había acertado, en
aquel momento con cuidado fue depositando finos besos por todo el sexo contrario,
notando como se erizaba aquella piel, como sus caderas se movían y buscaban más
continuados los roces, le gustaba ver a Amelia allí totalmente dependiente de ella,
Una pija en la selva 378
entregada a ella, veía sus ojos cerrados, su cabeza hacia detrás, una mano en su boca
mordiéndose ella misma para poder contener palabras, gemidos o lo que quisiera gritar
L: Amelia...
Aquel susurro extasiado en placer provocó en Amelia una pequeña convulsión, y que
sus manos buscaran la cabeza de la enfermera para que terminara con aquella
maravillosa tortura, abría más las piernas, su pecho volaba en una respiración agitada
como si fuera de un momento a otro a explotar, se acodó incorporándose sobre uno de
sus brazos para verla, para creer lo que le estaba pasando... para entender lo que sucedía
allí bajo, y sí, era Luisita, era ella la que la estaba volviendo loca, la que le hacía cerrar
los ojos dejar que su melena cayera sobre su espalda, la que provocaba un manantial de
sensaciones en ella, la que hacía que temblara porque su lengua había empezado a
profundizar tal y como ella necesitaba...
Y Luisita siguió porque aquello que estaba probando por primera vez en su vida, le
estaba haciendo a ella misma sentir miles de explosiones en su interior, como si fueran
cientos de miles de lucecitas explotando y provocándole una sensación maravillosa.
Más aún cuando entremezclada la humedad de Amelia en su boca, decidida buscó
aquella otra boca entreabierta compartiendo directamente aquel sabor, y Amelia la tuvo
que estrechar con fuerza contra su cuerpo, mientras los dedos de Luisita terminaban por
hacer explotar a Amelia entre convulsiones suspiros y un ligero mordisco de Luisita en
su labio inferior. Su respiración jadeante, su mirada repleta de un velo de excitación y
sorpresa que no podía ocultar, se dejó caer sobre la cama, esperando que aquella leona
hiciera lo mismo y estrechara su cuerpo aún tembloroso entre sus brazos, le dejara
respirar y sentirse por una vez vencida, amada y le devolviera todo cuanto había
experimentado, pero lejos de hacer aquello que ella esperaba, parecía que aquella noche
Luisita estaba por la labor de avisarle, ella también sabía ser así, había aprendido a
jugar, se levantó de la cama y con cuidado sin prisas ante una Amelia que tragó saliva y
cerró los ojos se marchó
A: Luisita... no te vayas (musitó pero era tal el cansancio, el alborto, la sorpresa que
finalmente se entregó a un sueño húmedo mientras susurraba) Joder... Luisita...
hablaría con ella al día siguiente. Volvió a su cabaña, y conforme se acercaba a ella,
pensaba si podía estar dentro Amelia, pero al abrir aquella ilusión óptica que había
formado su cerebro le dejó claro que era eso, nada más una ilusión
La luz del día la sacó de su letargo, el pelo sobre su cara, un cansancio en ella no muy
habitual, le hizo moverse con cuidado, en la cama desnuda tapada de manera anárquica
con la sábana, se encontraba Amelia, se desperezó con fuerza, mucha fuerza, estiró los
brazos pensativa cerró los ojos y emitió un sonido gutural, algo así como “que
gustirrinín”. Tras el sonido gutural recordó todo, ¿Luisita?, no, la leona de Luisita, si
ella era la Calentorra, Luisita se había transformado en una leona, al pensarlo dio una
carcajada tapándose la cara, se puso de lado abrazándose a la almohada, sonreía
tontamente, nunca pensó que aquella mujer pudiera transformarse en un segundo en una
apasionada amante, recordaba como se había colocado de una manera tan sabia entre
sus piernas, como le había acariciado, como le había recorrido la piel de una manera tan
estremecedora que tuvo que exhalar un profundo suspiro. Se volvió en la cama con
gesto de preocupación, sin duda, algo iba mal
A: ¡Joder y ahora! (dejó la sonrisa a un lado, por primera vez se sintió totalmente
desnuda ante alguien, ante una mujer) ¿Cómo la miro ahora?... va a pensar que pudo
conmigo... ¡joder cómo pude dejarme hacer!, si es que era una leona... no esperaba algo
así, seguro se lo ha dicho a todos, y voy a ser el hazme reír de todo el poblado (se
levantó furiosa) Seguro que voy a tener que soportar las bromitas de Marce, ¡ah no y
Benigna!, ya verás... ¡joder Amelia qué te ha tumbado la tía!. Tanta notita y tanta
leche... tan inocente que parecía... no si Benigna como siempre tiene razón, ha venido
vacía y resulta que yo le estoy llenado de experiencia, ¡bueno si la utiliza conmigo tan
poco me sabe mal! (dio una carcajada tapándose la cara graciosamente con la almohada)
Joder Amelia... que orgasmo más brutal nena... la peque te subió al cielo
Se asomó a la ventana, se aseguró que no hubiera nadie por allí, seguro que estaban
todos durmiendo, entonces buscó su ropa para asearse y vestirse, recogió su tanga que
había ido a parar a un lado de la cama, sus pantalones al otro, aunque por más que buscó
el sujetador no lo encontró
A: Joder... ¿y mi sujetador?
A: ¡La madre que me parió! (salió corriendo hasta la ducha... entró... se duchó con
rapidez mientras renegaba sin parar) Las doce y media... ya veo la burla... ya... ya lo
veo...
En la cocina, se encontraban como siempre las mujeres riendo divertidas, Marce estaba
sentado mirando unos papeles y reía abiertamente también sobre algo que Luisita había
mencionado. Sin duda aquel brote de risas para Amelia le cayeron como patada en su
orgullo
Una pija en la selva 380
A: Buenos días (dijo seria haciendo que las risas se detuvieran, que todos los ojos se
fijaran en su rostro un tanto ojeroso)
M: ¡Menos mal pensaba que debía ir a rescatarte!
B: ¿Qué te ha pasado Amelia? (la miraba preocupada)
A: Nada... tenía sueño atrasado
L: ¿Sueño o cansancio? (la miró provocativamente)
A: ¿Cansancio, debería estar cansada? (le preguntó tan borde como acostumbraba no
quería variar su comportamiento)
L: No sé... a lo mejor... no estás acostumbrada a según que (volvía a sonreír)
B: La campana Marce (dijo preocupada Benigna al escuchar como Laobi tocaba
desenfrenado pasando el comentario desapercibido para el resto no para Amelia) Vamos
Marce
M: Joder no voy a poder tener ni un solo día de tranquilidad (protestó levantándose)
B: Vamos (le dijo a Amelia que le costó levantarse)
L: ¿Agujetas?...
Salió dando una carcajada mientras Amelia se sonrojaba y sentía ganas de decirle algo
grave, pero su reputación estaba por encima de cualquier reacción desmedida, al igual
que el calentamiento que había sufrido la noche anterior y que debía cuidar ante los
nuevos ataques que podían venir por parte de Luisita, si seguía así, el Polo Sur no le
daría suficiente para enfriar su parte baja
Pero pronto olvidó todos aquellos pensamientos, cuando vio como de un camión bajaba
primero Carlos, con una sonrisa dirigida a Luisita, aquello le molestó lo suficiente pero
evitó hacer cualquier gesto que pudiera delatarla, pero el alboroto y la alegría llegó
cuando vieron bajar de la parte trasera del camión al héroe de la aldea, Yildas, con un
brazo en cabestrillo pero una felicidad en sus ojos que sobresalían por encima de
cualquier herida. Los gritos característicos de todas las mujeres incluida Benigna, las
palmas de los hombres, los aullidos de Mona y el intento de imitarla de Valiente, era un
espectáculo digno de admirar, tal y como estaba haciendo Luisita, hambrienta de todas
esas vivencias, de todas esas partes de su nueva vida, de su nuevo hogar. Cuando llegó
su turno, sin pensarlo dos veces se abrazó a Yildas feliz de tenerlo de vuelta
Yildas: Mwasi... (le dijo algo desconcertado ante aquel abrazo de la pequeña mujer
blanca)
L: Me alegro de verte Yildas... ¡me alegro mucho! (le mostró una gran sonrisa)
Yildas: Melesi, yo también alegrar (le dijo sonriente ante el afecto verdadero de Luisita)
A: ¿Yildas bonso nge kele? (¿Yildas cómo estás?)
Yildas: Ngolo ziku, ngolo (Fuerte doctora, fuerte)
A: Así me gusta ngolo, mbotemekwisa (bienvenido) (le dijo sonriendo ante la mirada
atenta de Luisita)
Carlos: Marce aún tiene que estar en reposo ¿eh?, que nos conocemos (le dijo
sonriendo hacia el guerrero)
A: Hola Carlos (sonrió nuevamente con cierta sorna)
Carlos: Hola doctora (tal y como solía hacer le hizo una pequeña inclinación con su
cabeza algo que sacaba de quicio a Amelia) ¿Vamos Marce?, tenemos que hablar
M: Sí, Yildas, ¡venga... vamos que has llegado en el mejor momento! (lo sujetaba por
los hombros mientras le comentaba sobre Massamba y Ngouabi
A: Au (se quejó al girarse y Luisita que estaba a su lado sonrió ante su sonrisa la miró
fijamente) ¿Qué?
Una pija en la selva 381
L: Tanto hablar... tanto hablar y no duras más que un combate... ya te lo dije “dime de
que presumes y te diré de que careces”, ¡peque! (le guiñó el ojo y se marchó dejándola
allí boquiabierta)
A: Será hija de puta (murmuró al verla marchar con otra carcajada) ¡Pero quién se ha
creído esta!
B: ¿Amelia qué tal la noche? (le preguntó Benigna sin más)
A: ¿Tenía que ser especial la noche, eh?, ¿debía pasar algo quizá? (la miraba fijamente
con verdadero gesto de malestar)
B: ¡Ay hija... no sé...!, sólo te preguntaba... ¡vaya humor! (se marchó negando con la
cabeza ante la respuesta de Amelia)
A: ¡La noche bien!, demasiado crecidita está... (la miró entrecerrando los ojos, sin
poderlo evitar sus ojos se posaron en aquel culo tan gracioso)
Nsona: Amelia... malembe... malembe
A: Joder Nsona, tú también (la miró seria
Nsona: Mwasi Luisita juega, aprende su juego Amelia ¿cómo se dice?... buena maestra,
pero ella y el tuyo no va (le sonrió mostrando aquella dentadura blanca y una sonrisa
feliz) Tú ayuda mi, yo ayudo a ti...
A: ¿Crees que necesito ayuda Nsona? (le preguntó realmente sorprendida)
Nsona: Sí mwasi, sí (respondió convencida mientras Amelia volvía a mirarla)
M: ¡Amelia... Luisita... a mi despacho! (les gritó desde la puerta del hospital)
L: Vamos allá, a ver que quiere Marce... ¿mejor? (Amelia la miró con el ceño fruncido,
Luisita siguió castigándola) ¿Digo si estás mejor, más recuperada?
A: Si lo dices por el polvo de anoche, te aseguro que los he tenido mucho mejores (la
miró lascivamente haciendo que fuera Luisita quien sintiera aquella vez un pequeño
estremecimiento y poco a poco borrar su sonrisa ante su frialdad) ¿Te ha quedado
clarito?, pues ya está
Entró Amelia que al cruzarse con Carlos se dedicaron una cierta mirada desafiante,
después entró un poco cabizbaja Luisita, al cruzarse con Carlos se detuvo para
despedirse de Bamela que por fin y si su hija había resistido en largo camino que le
separaba, se encontraría con ella en aquel campo de refugiados, la mujer mucho más
recuperada se despidió contenta de aquellas mujeres blancas que tan bien le habían
cuidado con miles de melesis, como recuerdo se llevó dos sonrisas encantadoras
Una vez se despidió Luisita también de Carlos, cosa que Amelia no, entró al despacho
donde Marce la esperaba sentado en su escritorio, enfrente suya Amelia jugueteando
con un piedra pintada por Benigna que daba buena suerte entre sus dedos, Luisita se
sentó junto a ella aunque un poco separada. Ambas con la mirada gacha mientras el
silencio era protagonista, él miraba unos papeles, ellas se miraban de reojo, como si
necesitaran controlar movimientos, respiraciones, esas sensaciones que a uno le da al
observar a otro creyendo que así lo domina. Al menos eso pensó Amelia
M: Carlos nos ha traído un trabajito de cojones (su voz sonó protestona como era
habitual en él)
A: Típico en él (añadió con su mismo tono crispado)
M: Pues sí... vamos a marcharnos mañana después de comer, saldremos al atardecer río
abajo, debéis llevar ropa para varios días, así como todo lo que necesitéis. No sé para
cuantos días iremos, no quiero que me agobiéis con esas preguntas (hizo un ademán con
su mano mientras apoyaba su espalda en el sillón viejo y destartalado)
A: ¿Puedo saber donde voy?
Una pija en la selva 382
Aquella noticia había alterado a los tres, Amelia no era la primera vez que debía
enfrentarse a una situación así, pero si recordaba la primera ocasión que tuvieron ella,
Cruz y Benigna que ayudar a morir a doce personas por aquel maldito virus. Ni era la
primera vez que se enfrentaba al posible contagio de uno de los miembros del grupo,
aquello lo había pasado y solo ella entendía aquellas palabras de Marce, quien se
contagie se queda en el camino, aquel virus mortal y devastador, era no solo un desafío
como persona sanitaria, sino, como ser humano
Marce se había quedado pensativo en el despacho, él era quien debía mostrar calma y
tranquilidad, pero frente a aquella misión, lo único que le hacía era bloquearle, como
tantas otras veces que había acudido, era un virus que una vez al año aparecía algún
brote en algún punto de África Central sobre todo, dado que allí comían carne de mono,
y desde hacía algunos años, gracias a la presencia de Médicos Sin Fronteras como tantas
otras organizaciones, se había podido localizar y evacuar, aunque no por eso el virus era
menos peligroso. Sobre todo cuando había que controlar a tanta gente que huía de la
posibilidad del contagio, eran más los desplazados por temor realmente que las personas
infectadas. Aún así, ellos debían luchar con lo peor, el miedo incontrolado, de las
personas
A Luisita aquel virus le había recordado lo que el médico en Madrid que le explicó las
consecuencias, le había aconsejado, “si tienes que enfrentarte a él, hazlo, pero toma
todas las precauciones que puedas, no te dejes guiar por el corazón y el afecto”.
Aquellas palabras le hacían sentir tanto miedo que hasta había olvidado la fiesta, había
olvidado todo lo que había pasado la noche anterior y el temor se había apoderado de
sus pensamientos. Tan solo la voz de Amelia la sacó de ellos. Entonces la miró y sintió
miedo, miedo a perderla... la tristeza inundó su corazón
A: Bueno... lo principal es tener localizadas las cánulas para gotero, debemos hidratar
mediante suero a las personas, imagino que vamos a estar en dos lugares, es decir Marce
por un lado y yo por otro, quizá sería bueno llevarnos a Sissou... no sé ya lo
valoraremos...
L: ¿No tienes miedo? (le preguntó por su tranquilidad, no había escuchado bien las
palabras pero su actitud de, calma, le sorprendió)
A: No. ¿Qué puede pasar, que me muera?, una u otra vez ha de ser ¿no? (la miró
fijamente y vio sus ojos como espejo de su alma, se asustó)
L: ¡Tan egoísta como siempre! (susurró mientras negaba con la cabeza y se preparaba a
revisar las cajas)
A: ¿A qué viene eso? (le preguntó sorprendida por el comentario)
L: Yo no tengo miedo por mí... pero... pienso que... bueno pienso que puede pasaros
algo y... me da respeto
A: Pues no lo pienses (le dijo tajante)
L: Ya, lo siento, yo no soy como tú
A: Por mucho que trates de imitarme, es cierto, no eres como yo (sonrió de lado)
Una pija en la selva 384
L: Para mí suerte, pero sobre todo la tuya no soy como tú (le devolvió la sonrisa) ¿Vas a
ayudarme o vas a dártelas de ser superior conmigo?
A: No me vaciles peque... no me vaciles (le susurró con voz sugerente)
Para la suerte de las dos, llegó Benigna con gesto preocupado, las vio allí como si de
una película del Oeste se tratara, una enfrente de la otra, dispuestas a sacar sus armas,
pero esas armas no eran otras que las palabras que utilizaban, que se dedicaban.
Envueltas en un ambiente tenso, la presencia de Benigna les ayudó a pasar el momento,
la mujer con su experiencia les ayudó, Amelia no hablaba mucho tan solo repartía tal y
como habían dispuesto el material, al igual que Luisita pensativa en como se habían
vuelto a enredar. Estaban acabando cuando Benigna salió a preparar las cosas, las
mujeres esperaban que la formación del guerrero Ngouabi hubiera dado resultado y
trajeran alguna pieza para añadir a la cena, sabían que Massamba había ido a cazar con
la ilusión de entregar algo grande y sabroso para el hijo de Lula pero aquella
explicación no llegaron a escucharla cada una escuchaba sus propios pensamientos. Allí
solas en silencio cada una repartía, guantes, batas, mascaras, mezclando, gasas, goteros,
cánulas, en una de esas Amelia se giró para coger la última caja de guantes, pero eso
mismo pensó Luisita así que al girarse las dos, se quedaron con la caja entre las dos
manos, los cuerpos juntos, y entonces fueron protagonistas las miradas, los ojos gritaban
algo que ninguna escuchaba, preferían mostrarse desafiantes como dos gallos de pelea,
pero entonces, el rostro de Luisita se destensó como si fuera una cuerda que cayera
sobre el río, y esa agua fresca sacudiera sobre su expresión, relajándola, dejándola en
una mueca repleta de brillo y frescura, Amelia notó el cambio pero ella no varió, su
pose, su desafío, por fuera nadie diría que se había dejado impresionar por aquella
mirada, pero por dentro, su corazón latió de prisa, su sangre fue hasta un punto donde
notó cierto cosquilleo, cierto deseo. Solo fueron segundos de miradas pero... para el
corazón de Amelia pareció una eternidad
L: Lo siento
A: No pasa nada
L: Ya hemos acabado (decían sin moverse ni soltar sus manos del paquete)
A: Ya está todo... podemos descansar un rato
L: Sí, será mejor
A: ¿Quieres descansar conmigo? (enarcó su ceja seductora)
L: ¿En tu cama?
A: O en la tuya
L: No, ¿tú en la mía? (preguntó tras poner gesto de rechazo)
A: No (hizo el mismo gesto que había hecho Luisita rechazando aquella posibilidad)
L: Pues nada... cada una a su camita como niñas buenas... (seguía sin soltar la caja)
A: Me encanta cuando tratas de vacilarme (miró sus labios)
L: ¿Trato? (sonrió)
A: Sí, tratas...
L: ¿No lo consigo?
A: No (sonrió orgullosa)
L: No estoy tan segura (entrecerró los ojos de una manera divertida)
A: Te queda mucho que aprender para llegar a la mitad de mí
L: A esa mitad ya he llegado y parece que no lo hice del todo mal (le musitó con voz)
A: ¿Sueltas la caja?
L: ¡Oh, claro, disculpa, peque! (sonrió y salió de allí)
Una pija en la selva 385
A: ¡Mierda!... siempre huye, le iba a plantar un morreo... (se puso en jarras con la caja
en la mano)
Mientras, Luisita había llegado hasta la cocina en busca de Benigna, allí se encontró con
Nsona y Lula, que le avisaron que la mujer estaba con Nmaba. Al llegar a la cabaña
llamó a la puerta y le abrió una Benigna algo cariacontecida
L: ¿Pasa algo?
B: No... estamos hablando
L: Si estás ocupada... puedo esperar (hizo además de irse)
Nmaba: ¿Mwasi Luisita? (la llamó al reconocer su voz)
L: Hola Nmaba, soy yo (la mujer con los ojos llorosos extendió su mano al aire, Luisita
la estrechó mirando a Benigna que le hizo un gesto de pena) ¿Bonso yandi kele?
(¿Cómo estás?)
Nmaba: Kambo kansi kubakila (Triste pero agradecida) Melesi na kuradisa Ngouabi,
yandi zola ngala mbongo, salaka, na kimuntu , kansi yayi kele Africa, ti yayi kyeleka
banzandu, mosi ti kupasuka (hablaba con sus ojos blancos sin pupilas repletos de
tristeza, y en su voz Luisita pudo notar el agradecimiento que emitía por tratar de
ayudarla)
B: Te da las gracias por ayudar a Ngouabi, él quiere dinero, trabajo, una vida mejor
pero no sabe que esto es África y aquí solo hay dolor y hambre
L: Nmaba... me gustaría ayudarle de verdad... solo hablé con él (le decía con un ligero
temblor en su voz, la mujer buscó el contacto con su cara, y aquel gesto tierno y aquella
mano rasposa de picar mandioca, rozó su cara con tanta ternura que le emocionó) Yandi
kele nge ti kuzitisa mingi (él te quiere y respeta mucho)
Nmaba: Yandi kele na ntangu (él es un sol) (sonrió orgullosa) Ntangua kwenda yandi
zola nde kele ngolo (cuando se vaya quiero que sea fuerte), sonrió más orgullosa aún
L: Estoy segura que así será Nmaba (le sonrió con los ojos emocionados, a pesar de
saber que la vida de su nieto no mejoraría, le daba alas, libertad y apoyo, algo que su
propia madre no le había dado a ella nunca) Tiene suerte de tenerte
B: Luisita peso nde Ngouabi ngala luzolo, luzolo sambu yanyi ngala nge (Luisita dice
que Noguabi tiene suerte, suerte porque te tiene a ti)
Nmaba: Oh... melesi (sonrió graciosamente) Melesi mwasi mondele, nge ntima kele
nene, ¡kwenda por Amelia! (Gracias mujer blanca, tu corazón es grande, ¡ve a por
Amelia!) (exclamó dando una sonora carcajada seguida por Benigna)
L: Me he perdido Benigna (la miró sonriendo aunque entendía que era algo relacionado
con Amelia y ella)
B: Que vayas a por Amelia dice, tu corazón es grande, ya ves... hasta Nmaba lo dice
Nmaba: Sí, sí, sí (el perro que en todo momento había estado tumbado junto a la mujer,
se sentó, bostezó y apoyó su cabeza sobre sus piernas) Oh... Amelia... Amelia...
L: ¡Qué fuerte! (susurró impactada)
B: Aquí todos quieren que Amelia tenga suerte, hasta le rezan a mamá Watu por ello
L: Pues Amelia parece no querer encontrarla (se quejó)
B: Todo es cuestión de trabajarla (sonrió) ¿Anoche paso algo?
L: ¿Algo cómo que? (la miró seria frunciendo el ceño “¿trabajarla? (pensó), anoche
me parece que la trabaje muy bien sonrió orgullosa”)
B: Veo a Amelia muy susceptible, se ha levantado muy tarde, algo muy raro en ella, ha
venido atacando, eso lo emplea para defenderse cuando algo no le ha ido bien... y... me
acabo de dar cuenta que lleva un ligero, mínimo casi escaso bocadito en la base del
cuello, justo aquí (señalaba el lugar con una sonrisa pícara mientras Nmaba sonreía)
Una pija en la selva 386
Luisita aunque un poco cortada por la presencia de Nmaba, comenzó a relatar lo que
había pensado, los ojos de Benigna iban transformándose poco a poco en sorpresa, más
y más se abrían conforme ella hablaba, expresaba y sobre todo, gesticulaba, Nmaba al
acabar con su exposición dio un par de palmadas, como estando de acuerdo
A: ¿Y Luisita?
M: Dentro, le da pavor ver las piezas de caza
A: ¡Y qué no le da pavor! (se quejó negando con la cabeza)
M: ¡Está claro!, tú (le guiñó el ojo graciosamente)
En el despacho de Marce, Luisita, una vez terminó con Yildas que seguía tímido con
ella, se puso a leer, sentada en el sillón de Marce
A: Se va a enfadar como te vea ahí, no soporta que nadie se siente (se paró en la puerta)
L: Ya... pero yo no soy nadie, soy Luisita. Hola Valiente (le sonrió al animal que seguía
abrazado al cuello de Amelia “quien fuera Valiente”)
A: Di lo que estás pensando (sonrió)
L: Dilo tú, lista (le preguntó aunque no pudo evitar ponerse colorada)
A: Estoy segura que te encantaría estar justo donde está Valiente
Una pija en la selva 387
L: ¿Y si así fuera?, ¡oh claro!, ¡es verdad como no me había dado cuenta antes!, eres
algo bruja y te crees todo lo que piensas, todas a tus pies
A: No, simplemente tu deseo por mí se ha dejado notar (le dijo mirando sus pechos)
L: ¡Qué desagradable eres!
A: Ahora no soy encantadora... ¡oh claro!, ¡es verdad como no me había dado cuenta
antes!, eres algo bruja y solo lo soy cuando hay luna llena y te conviertes en loba
M: Uhhhhh (murmuró como notando entre ellas como subía la tensión)
L: ¿Loba? (sonrió se levantó lentamente encaminándose hacia ella con actitud muy
relajada, muy descarada por otra parte) Pues yo de ti miraría el cielo, no vaya a ser que
haya luna llena esta noche, vamos Valiente
El animal se pasó a sus brazos y salieron, Amelia la miró, la provocación tanto en sus
palabras como en sus ojos la habían dejado un tanto desconcertada, pero al reaccionar
soltó un silbido mientras sonreía, y se fue tras ella
La hora se acercaba, todo estaba preparado, los hombres se pintaban con el color blanco
y rojo en sus caras sinónimo de guerreros vencedores, Ngouabi había estado escuchando
a su abuela, consejos sobre vida, sobre muerte y sobre mujeres, a veces el orgullo de
hombre les hacía ser impulsivos y buscar imposibles, ella quería que sintiera los latidos
de su corazón por encima de sueños. Y mientras le hablaba le ayuda a vestirse como
guerrero porque ella sabía que gracias a Massamba se sentía un poco más guerrero
desde aquel día. Los niños estaban siendo arreglados por Nsona y Sissou que a esas
alturas ya estaba completamente integrada como una más del poblado, y aquella tarde
en especial se sentía un poco más feliz, Luisita había supervisado la cura a Yildas,
miradas furtivas y divertidas, algo de tensión, timidez en su cara cuando se le cayó la
gasa, una sonrisa divertida en Luisita, al igual que Yildas, aquella niña que entró con el
terror reflejado en sus ojos, con una vivencia horrible en su piel marcada a fuego, con la
perdida de su hijo, estaba en ese momento sintiéndose enfermera, sintiéndose útil, y
porque no, enamorada. Dos sentimientos que jamás en su corta vida pensó podría llegar
a sentir. Por su parte Marce trataba de olvidarse del nuevo trabajo que debían hacer, con
un poco de suerte, de todos los desplazados que iban a ver, ninguno transportaba la
enfermedad, las cifras eran claras 100 muertos, 25.000 desplazados. Todos sabían que
entre los que huían habrían más infectados, por eso, necesitó aquel día más que nunca
ponerse en contacto con Cruz, ella había vivido la situación por tres veces, y las tres
habían sido verdaderas pesadillas, solo su voz en aquel momento sería capaz de
tranquilizarlo. Quien estaba más nervioso de lo habitual era Massamba, ante la ausencia
de Yildas, él era el jefe en ese momento, y aquello hacía que Lula que seguía las
tradiciones, lo estuviera preparando para hacer su aparición, una capa de piel de león le
cubría del cuello a los pies, él tendría el honor de partir la pieza más grande ante todos,
Lula en silencio le pintaba la cara, el pecho, y el hombre sentía la presencia de aquella
joven con su hijo cargado en su espalda, y sin poderlo evitar sentía nuevamente el calor
de una familia, el calor de un hogar, no pedía nada, sin embargo, día a día recibía
mucho de parte de la joven y sobre todo del niño que se mostraba siempre feliz en los
brazos de aquel enorme hombre
Sin embargo, y eso era lo increíble quienes más nerviosas estaban eran Amelia y
Luisita. En su cabaña Amelia vigilaba con cuidado de no ser vista, tenía su liputa bien
extendido sobre la cama pero su obsesión era mirar hacia la cabaña de Benigna, Luisita
llevaba allí como una hora, no había salido y eso le hacía sospechar que algo tramaba,
Una pija en la selva 388
sonreía sin poderlo evitar, y unas ganas feroces de entrar y descubrir lo que hacían la
empujaron con una sonrisa traviesa a como era costumbre en ella, entrar y
sorprenderlas. Salió sigilosamente, y cuando llegó a la puerta, trató de abrir pero se
encontró con la sorpresa de que no podía
Lo que no sabía Amelia es que no estaban solas, Nsona una vez había vestido a los
niños había ido con ellas, era ágil con la aguja y el hilo, y sin duda se lo estaba pasando
muy bien con la idea de Luisita. Sería todo un acontecimiento, y las tres mujeres
divertidas acabaron el encargo muy satisfechas del resultado
Cuando Luisita salió de la cabaña de Benigna lo hizo sin nada en sus manos, aquello
llamó la atención de Amelia que seguía observando a través de su ventana, al verla
llegar, salió a su encuentro no se dijeron nada solo se miraron, Luisita con una sonrisa
pensando en la noche, Amelia con una sonrisa pensando en cuando abriera la puerta de
su cabaña lo que iba a encontrar
Y así fue
L: Monaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa
Y allí estaba Mona saliendo corriendo sobre sus patas delanteras, vestida con un sueter
Versace y unos pantalones Lacoste, su gorra Nike con las gafas de sol de Luisita y la
risa en su boca, porque tras ella quiso huir Valiente de aquel grito, de aquella mujer
gritona que le había provocado ya un desmayo y descomposición de su cuerpecito, al
tratar de huir, como se había puesto el camisón de encaje de Luisita, se iba tropezando y
cayendo al mismo tiempo gritaba al ver que no podía correr porque se caía. Y en medio
de su cabaña, descompuesta Luisita, nuevamente Mona había sacado su ropa por toda la
cama y el suelo, nuevamente había salido corriendo y estaba siendo el centro de risas de
todos, ya lo sabía, era una Luisita versión Mona, y lo más divertido era ese camisón
negro de encaje que llevaba Valiente, una vergüenza para ella que había visto violada su
Una pija en la selva 389
intimidad pero sin duda todos ya con sus galas reían y reían ante el espectáculo,
mientras Marce lo narraba a una Cruz sorprendida y divertida
A: Al menos Mona sabe que ropa elegir... se ha convertido en una monilla pija... ahora
el pobre Valiente... (negaba divertida con su cabeza)
L: Muy graciosa (le dijo mientras recogía la ropa del suelo)
B: ¡Luisita! (llegaba muerta de risa Benigna) Lo siento pero es que Valiente está muy
gracioso con tu camisón transparente
L: La madre que lo parió
B: Deja... deja... voy a tratar de quitárselo (sonreía)
L: Desde luego... (se había puesto de espaldas a Amelia mientras recogía las prendas y
las metía en su cajón)
A: Oye (aprovechando la coyuntura de su posición, había apegado literalmente su
cuerpo al de Luisita sin dejarla moverse) No te he visto puesto ese camisón... debe
quedarte de miedo (le susurraba justo en el oído sabiendo que en ese momento Luisita
estaba sufriendo una sacudida, solía causarlo, era consciente del poder seductor de sus
susurros) ¿Te lo pondrás para mí?, ¿eh?...
L: ¿Puedes apartarte? (fue su respuesta bastante lograda para que pareciera indiferente)
A: Me encanta tenerte tan cerca (volvió a susurrarle y Luisita cerró los ojos)
L: ¿Te lo tengo que volver a pedir? (insistió aunque su voz fue algo trémula y Amelia
se percató, dio un paso atrás el suficiente para que Luisita se girara) Tengo que
vestirme...
A: ¿Te ayudo?
L: No... no... no hace falta (le dijo tratando de no mirarla pero su boca en ese instante
cercana era como un imán que la atraía sin remedio, que le hacía sentirse febril)
A: Es tarde si te ayudo, acabaras antes, peque (volvió a musitar como si las palabras
conscientemente las fuera dejando escapar poco a poco, mientras sus ojos bailaban una
danza sensual por el rostro y los labios de Luisita provocando en ella un suspiro) Esta
noche va a ser especial... ya lo verás...
Entonces acercó su boca a los labios de una Luisita que estaba vendida, para que lo iba a
negar, en ese momento borracha por las palabras, miradas, y susurros de Amelia, le
bastó besarla una vez con un ligero roce en sus labios para que Luisita se diera cuenta
que le gustaba, que le encantaba cuando la besaba despertando en ella todo un vendaval
de sensaciones. Y Amelia lo sabía, por eso no intensificó el beso cuando Luisita lo
esperaba, sabía jugar sus armas, armas de mujer, de una mujer que por mucho que lo
negara, se sentía irremediablemente atraída por la otra, se separó de aquellos labios que
había atrapado entre los suyos, sintiendo la necesidad absoluta de acariciar su rostro
levemente, de dejar que la yema de su dedo índice hiciera un viaje por esa piel que
ansiaba tocar, pero de hacerlo como buena conquistadora que era, sabía que se pondría
en evidencia, y eso no estaba dispuesta a que ocurriera, por eso, aquella caricia que
estaba destinada al rostro, aquella caricia tierna se transformó en una caricia más
sensual y provocativa que viajó por su cuello mientras Luisita cerraba los ojos y emitía
un ligero suspiro y terminaba por acariciar uno de sus pechos. Para cuando Luisita abrió
los ojos, Amelia ya no estaba, suspiró con fuerza con esa sensación de haber perdido
una batalla con ella, pero en ese momento en el que estaba sola rozándose ella misma la
zona por donde el dedo de aquella mujer había recorrido con sensualidad su cuerpo
Entre tanto, Amelia al llegar a su cabaña sonrió con alegría, se mordió el labio, se apoyó
sobre la puerta, cerró los ojos y musito feliz y risueña
Una pija en la selva 390
A: ¡Ya eres mía, sí!... ya te tengo... ahora a ver si puedes salir airosa de esto (sonrió
saboreando sus labios, unos labios que le habían dado una victoria, unos labios que no
habían podido evitar un ligero temblor de deseo) Ya eres mía por mucho que no quieras
reconocerlo
Mientras Luisita se había sentado sobre la cama con toda la ropa por allí a su alrededor,
pensativa, se había preparado para deslumbrarla, sin embargo como si ella lo
presintiera, la había descolocado de tal manera que allí estaba, sentada mirando al vacío
sintiéndose atrapada sin remedio en aquellos ojos, en aquella boca
Luisita salió con Valiente en brazos seguida de Mona que la vigilaba pensando que se le
había vuelto loca, el movimiento ya empezaba a formarse en el pueblo los tam-tam
estaban preparados, las mujeres se habían pintado tal y como era la tradición. Y
asombrada vio como los jóvenes preparaban las fogatas, una en el centro cerca del tam-
tam, otra en cada puerta, la más grande la de Nsona y Lula, para que los espíritus
recibieran el calor a su llegada para bendecir a los bebés. Se quedó maravillada allí con
Valiente y su camisón negro de encaje, era una visión especial, el mismo lugar pero tan
diferente que sintió como sus ojos se llenaban de emoción, estrechó con fuerza a
Valiente que lo agradeció apoyando su cabecita en su hombro, y de nuevo una voz tras
ella le hizo sentirse por primera vez en su hogar
Vistieron a Valiente de los retales que sobraban, Mona jugaba con los niños, les hacía
constantes pedorretas, lanzaba su gorra de Nike por el aire, la recogía con los pies y
todos incluidos Valiente aplaudían muertos de risa. Los hombres con Massamba y su
elegancia a la cabeza preparaban las mesas, las mujeres con sus atuendos repletos de
color se mostraban contentas. Con la ayuda de un Marce que también llevaba su traje de
fiesta un pantalón azul cielo y una casaca del mismo color, sacaron a Yildas y lo
sentaron en la mesa en el lugar preferencial, los niños bailaban y cantaban alrededor del
fuego, Benigna que a parte de su liputa colorido mezclando todos los colores del arco
iris llevaba un pañuelo que adornaba su cabeza de fina seda, un color rojo pasión.
Cuando salió Amelia lo hizo con su liputa y los pies descalzos como era tradición, lo
primero que hicieron sus ojos fue buscar a Luisita, repasó todo con rapidez se percató de
su ausencia, sonrió de lado al pasar por su cuarto, abrió de golpe dejando caer su melena
Una pija en la selva 391
de lado, pero la jugada le salió mal. No había nada tan solo la ropa por el suelo, le
extrañó que no la hubiera recogido. Quiso mirar en el lavabo, y justo cuando iba a entrar
se topó con algo en la cama que le resultaba familiar
A: Pero bueno (lo cogió en su mano y su gesto fue de total perplejidad para terminar
sonriendo) Ay peque... peque
Salió de allí con su liputa rosa pálido, mezclado con el amarillo y un suave color verde,
que le resaltaba no solo su cuerpo sino, su melena larga y bien cuidada, su rostro fino y
hermoso. Se acercó hasta donde estaban todas para unirse a la fiesta, entonces cuando la
vieron llegar, sonrieron y Nsona se apartó, dejando ante su vista a una espectacular
Luisita. Amelia no pudo evitar que su rostro se quedara impresionado, Nsona la había
maquillado, se había hecho otro liputa que nada tenía que ver con el diseñado por
Amelia, este era una especie palabra de honor que tapaba un hombro y el otro lo dejaba
al descubierto, en color naranja suave, un fino collar blanco rodeaba su cuello, un
brazalete de plata colocado en su brazo izquierdo y como ella, iba descalza, para
respetar completamente la tradición de aquella gente, sintiéndose identificada
plenamente con ellos
L: Hola (le sonrió algo provocativamente mientras todas se retiraban y las dejaban
solas)
A: Creo que te dije que no quería que enseñaras lo que me pertenece (le susurró con su
típica sonrisa)
L: No eres mi dueña (le devolvió el susurro y la sonrisa)
A: Te hice el vestido a medida, pero reconozco que con este... (negó mirándola de
arriba abajo mientras se mordía su labio inferior con una expresión descarada)
L: Estoy de muerte, dilo
A: No, estás para comerte
L: Gracias, aunque me hubiera gustado más otro tipo de piropo
A: ¿Cómo cuál?
L: No sé... menos basto, más tierno... tendré que enseñarte... así vamos mal
Amelia la miró marcharse, aquel liputa le había hecho disparar sus deseos, lo notó, notó
como se humedecía su tanga y decidida dio media vuelta
B: Hola guapa, si es que te pongas lo que te pongas cariño mira que todo te sienta bien,
¿eh?
A: Claro... (dijo algo nerviosa)
B: Has visto a Luisita (sonrió dándolo por hecho) La verdad que gana mucho arregladita
A: Esto... ¿quieres decirme algo más? (nunca había sentido aflorar así su cuerpo)
B: ¿Qué te pasa?
A: ¿Todo te lo tengo que decir?
B: Hija... últimamente estás tú muy rara... ¿tienes la regla?
A: No Benigna, me estoy meando... ¿puedo?
B: Ve, ve (le hacía señales con su mano mientras bebía de aquel refresco tan amargo y
tan bueno) Lo que hace Luisita contigo, no lo ha hecho ninguna, y me alegro
M: No sí lo que yo diga... voy a tener que llevarte a que te vean, hablas demasiado sola
B: La edad Marce... la edad...
M: Mañana...
Una pija en la selva 392
B: Marce... mañana es mañana, ahora disfruta (le acarició la cara con delicadez con sus
ojos emocionados, siempre que se iban a enfrentar al virus, en la despedida sentía el
terror a perder a alguno de sus protegidos) No vamos a pensar en mañana... todo irá bien
M: Eso espero, gracias Benigna (le sonrió con gesto agradecido)
B: ¿Me cedes tu brazo? (lo miró divertida)
M: A falta de Quintero...
B: Tonto (le golpeó graciosamente con una especie de abanico hecho a mano por las
mujeres) Mi preferido eres tú ya lo sabes)
A: (“¿Por qué tendrá esa sonrisa?... joder... si es que la raptaría para mí... por cierto...
¿cómo está la luna? (se preguntó mirando al cielo) Joder encima luna llena”...)
Se unió a la fiesta sin pensar más, no quería pensar quería dejarse llevar. Los rituales
comenzaron en el mismo momento en que todos estaban sentados en aquella especie de
banquete, donde los perros y los monos se habían puesto juntos esperando que para
ellos también llegara la comida. En la hoguera principal una gran pieza del antílope se
cocinaba con lentitud, Ngouabi no se separaba de Massamba y Zambi que eran los más
veteranos del lugar, Dib mucho más recuperado aunque no al cien por cien, ayudaba a
mantener las demás hogueras situadas a la puerta de cada casa. Laobi por un día dejaba
su puesto de vigilante y bajaba junto al resto para disfrutar de aquella fiesta donde se
oían risas, charlas en kikongo, en español, mezcla de personas diferentes, pero que
disfrutaban conjuntamente de lo mismo, la amistad. En la mesa, Luisita procuró sentarse
lejos de Amelia, aunque ésta hizo todo lo posible por hacer lo contrario, al final con una
sonrisa cambio el puesto a Sissou para estar más cerca de Yildas y así ella ponerse
frente a una Luisita que sonrió. La mesa no era muy ancha, pero si larga, los niños
disfrutaban con los cereales bien triturados durante la tarde por las mujeres con sus
“Mano de Mortero”, utensilio que utilizaban para triturar bien los cereales y el maíz,
disfrutaban de la Aluá esa bebida que les chiflaba a todos, pero que escaseaba cuando
no tenían arroz. Llegó el momento más sagrado para todos, Benigna que se había
sentado junto a Luisita le iba explicando paso a paso lo que significaba aquello, para
ella, que Lula estuviera compartiendo aquella cena era una alegría que la tenía
emocionada, nunca con anterioridad lo había logrado
Massamba habló:
Una pija en la selva 393
Massamba: Na monikaka kele beto, yayi na mpimpa lombela mianda sambu na peska
beto na kolol ti na kamwana kwisa kubotikila (La luna esta con nosotros, así como la
noche, invoco a los espíritus para que nos de su perdón y proteja a los niños que
vienen). Mianda ngala beto ebo (Dioses, tener vuestra ofrenda)
Tras la frase, y cortar el trozo de carne para echarlo a la hoguera, todos repitieron la
última parte, todos incluida una expectante Luisita que no salía de su asombro ante todo
lo que estaba viviendo
La cena transcurrió preferiblemente entre anécdotas, las risas fueron las principales
protagonistas, las mujeres escuchaban a sus hombres hablar, pero ellas con esas mujeres
blancas habían aprendido que también podían intervenir. En esas estaba Nsona contando
cosas de sus niños, cuando Luisita se quedó blanca, sus ojos que miraban a la mujer que
hablaba en kinkongo y ella trataba de atrapar las palabras, se dirigieron en frente,
recibiendo una sonrisa muy bribonzuela y un leve gesto de los labios en forma de beso.
Y es que el pie de Amelia, con esa pierna tan larga, estaba subiendo por su espinilla, se
había hecho hueco muy ágilmente entre su falda y subía y subía más y más. De repente
A: ¡Au! (exclamó)
B: ¿Qué pasa? (le preguntó extrañada ante su quejido amargo)
A: Nada, nada
Mona: Uhhhh uhhhh uhhhh (parecía chivarse ante la sonrisa de Luisita)
A: Me vengaré (movió sus labios cuando la miraba pero sin hablar)
L: Anda Mona vigila cariño, vigila (le dijo al animal que como si la entendiera se puso
bajo de la mesa)
La cena terminó con todos agradeciendo a los dioses y a los guerreros la caza de aquella
buena pieza y la cena
A: Pues mal vamos... yo no tengo el mío, quiero decir mi trofeo (se le acercaba de
manera muy insinuante tras un silencio donde se miraron con intensidad le dijo) Hay
luna llena
L: Sí... es cierto (miraba sus labios)
A: Quiero mi trofeo (susurró a un centímetro de su boca)
L: Si te portas bien... quien sabe (devolvió el susurró)
A: Te sienta muy bien ese liputa, por cierto, ¿y a mí el mío?
L: También... pero enseñas poco la verdad (susurró rozando los labios de una Amelia
que sintió como de nuevo la humedad se apoderaba de su tanga)
A: Hubiera preferido un comentario más tierno (le devolvió la moneda mientras su
aliento fresco rozaba la boca de Luisita)
L: Te diría que eres una estrella más del firmamento, bella y poderosa, pero con tu ego,
mejor no te digo nada
A: Sí (contestó turbada por las palabras por la cercanía de Luisita mientras se decía a si
misma “Joder... otro más... otro tanga más”)
L: Pero te diré que... siguiendo tu línea tan pesadita, sí, enseñas muy poco (volvió a
rozar sus labios)
A: Tú en cambio enseñas mucho, peque (pasó su mano por la cintura de Luisita quien
sintió como su piel se erizaba)
L: Creo que es mejor hacer caso a Benigna ¿no te parece?
A: Tengo una idea mejor...
L: ¿Ah sí? (sonrió por mucho que no quiso mostrarse tan contenta)
A: Sí (rozó su nariz con la de Luisita y con la voz cargada de deseo agregó) Vente
conmigo, perdámonos en esta noche... quiero que vuelvas a convertirte en loba y aúlles
a la luna entre mis piernas ¿qué te parece?
L: Es una oferta tentadora sí (besó delicadamente sus labios, fue un beso tan efímero
que Amelia siguió con los ojos cerrados esta vez, esperando más) Pero lo siento, no voy
a perderme esto... y tú tampoco
A: Ehhhh
De nada le sirvió el grito de protesta, Luisita la agarró de la mano y tiró de ella, aquel
contacto con sus manos entrelazadas significó para Amelia algo nuevo, algo insólito,
como si al unir sus pieles pudiera traspasar de Luisita a Amelia la ternura, borrando de
un solo golpe la seducción. Se dejó arrastrar y no quiso ser consciente de aquel acto que
había consentido, había vuelto a dejarse vencer, con otra hubiera terminado escondida
en cualquier rincón, entre gemidos y sudores, entre caricias y besos, sin embargo
nuevamente Luisita cambiaba sus hábitos seductores, y para no sentir como si cayera en
el vacío, prefirió pensar que más tarde llegaría el momento, más tarde se daría a ella
porque el influjo de la luna, las estrellas y sabía que la música, le harían rendirse
nuevamente a sus pies. Y se obligó a pensar aquello, porque en ese momento en el que
se sentaban en el suelo para ser espectadores de lujo de aquella danza, sintió unos
deseos irremediables de dejarse abrazar y mimar, se obligó a olvidarse, se obligó a
apagar aquella llama que sin ella quererlo se había encendido en su interior, como si
fuera una pequeña hoguera, sonrió, suspiró y volvió a dejarse llevar por cuanto sucedía
alrededor
Por su parte Luisita, sintió esos deseos de tenerla a su lado, de tenerla así, cercana
dejando esa tensión que existía entre ellas cuando se hablaban, le gustaba sus silencios,
le gustaba que hablaran sus ojos aunque se daba cuenta el nivel que Amelia tenía de
autocontrol, ese autocontrol la descolocaba muchas veces, le provocaba esa sensación
Una pija en la selva 395
de estar siempre en el mismo sitio referente a ella, algo debía de cambiar para poder
avanzar, aunque al mismo tiempo, sentía miedo de adonde podía llegar y cuanto podía
sufrir. Valiente la buscó y se sentó sobre ella, el animal con un liputa rojo pasión, buscó
su refugio, Amelia la miró y Luisita sonrió
Zulú y Laobi: Malembe, malembe... (bajaba la intensidad de los golpes, Massamba con
su gesto serio se iba acercando un poquito más hasta la altura de Luisita) Malembe...
malembe (las voces al igual que los golpes de tam-tam bajaban su intensidad.
Massamba miraba fijamente un punto perdido, sus ojos clavados sin inmutarse captaban
toda la atención de Luisita) Malembe... malembe...
Massamba: AAAAAhhhhhhhh (elevó su aguda voz al viento)
Zulú, Laobi y Massamba: ¡Uh!
Fue un golpe de voz seco al igual que el golpe en el tam-tam, y como el golpe, la lanza
que Massamba llevaba en su mano se clavaba con fuerza ante Luisita y Valiente que se
aferró como un niño asustadizo al cuello de la mujer que también dio un pequeño brinco
al ver como Massamba se arrodillaba ante ella con la punta de la flecha clavada en tierra
y el polvo elevándose a su alrededor. Entonces sacó de un lado de su especie de falda
corta, una pequeña bolsa que contenía un líquido, el tam-tam volvía a sonar. Luisita lo
miraba atónita con la boca abierta y el corazón latiendo tan fuerte que pensaba que se
iba a salir de su pecho. Notó como alguien le quitaba a Valiente, por su protesta emitida,
ya que estaba casi hipnotizada por aquellos ojos profundos que la miraban. La voz de
Massamba volvió a sonar, susurrante, como el tam-tam, suaves roces de madera, las
mujeres golpeaban sus manos levemente, todo el entorno era especial, la luna en lo alto,
las estrellas parpadeantes, de pronto Massamba mirando al cielo extendiendo sus manos
susurró ante Luisita
Massamba: Nge pesaka masa ya kubotikila nge bono bampangi, na zina mfumu ya
bwala
Una pija en la selva 396
A: Te bautizo como hermana, en nombre del jefe de esta aldea (le musitó la oído
Amelia) Junta las manos y cuando te deposite el agua frótalas con ella
Luisita no sabía que le había causado más impresión, si las palabras de Massamba con
lo ellas conllevaban, o la voz susurrante como si fuera un ángel que se hubiera posado
en su hombro dándole calor, aquella voz de Amelia. Massamba depositó el líquido, era
agua pero con un cierto color azulado que provocó en la enferma todavía, una mayor
admiración. El tam-tam iba subiendo de intensidad, al igual que los susurros de todos
los presentes. Cuando terminó de lavarse las manos todo paró. Y en aquel silencio de la
noche en la Selva de África, Luisita sintió el calor de su nueva familia, sintió el calor de
humanidad, sintió el amor por primera vez
El tam-tam siguió, Massamba retiró la lanza y Lula junto a Nsona se pusieron en pie,
Noguabi, Dib y Zulú que dejó su puesto en el tam-tam a su hijo Abeza, rodearon a las
dos mujeres mientras Massamba se acercaba a ambas, después hicieron lo mismo
Sissou, Benigna y Amelia
Ambos sonrieron. Y Amelia volvió dejó el círculo que formaba pero, lejos de sentarse
como Luisita esperaba a su lado, lo hizo un poco apartada, le rodearon los niños, se
encargó de coger en brazos a Mbe, mientras sonreía y al hacerlo movía su cabeza hacia
detrás porque el pequeño Mbe quería besarla. Los ojos de Luisita se quedaron
prendados en aquella mujer, su sonrisa maravillosa, su gesto simpático, su forma de
jugar con los niños... sin duda debía ser complicado seguir viviendo sabiendo que te han
quitado la identidad de madre de un pequeño, y aunque no podía entender como se
comportaba de aquella manera siendo tan diferente cuando se mostraba trasparente,
podía entender que el dolor a veces a las personas les hace volverse opacas, y así era
como estaba Amelia
El baile de todos comenzó pronto, Luisita seguía con mucho interés todos los pasos, los
movimientos circulares de las mujeres que parecían no tener caderas, los hombres y sus
cuellos moviéndose ágilmente como si se tratase nada más de músculos y no existieran
Una pija en la selva 397
huesos. Y las risas de Marce con la enfermera que ponía gestos algo intensos cuando
veía como Amelia movía su culito
Mientras le decía aquello, el pequeño mono se iba tras ellos, pero asombrada Luisita vio
como Mona la conducía entre los demás hasta Amelia que estaba al final del grupo, algo
apartada bailando divertida con el pobre cojo Laobi, pero notó que la médico apartaba
sus ojos del hombre y los clavaba en ella con una mueca en sus labios que formaba una
sonrisa, y era como si la hechizara, Luisita dejándose arrastrar por Mona como si
anduviera sobre nubes y una vez llegó a su destino, le dio un empujón casi obligándole
a llegar hasta los brazos de una Amelia que la acogió llenándose de sus ojos. Mientras
Mona y Valiente se llevaban a Laobi para dejarlas a ellas solas. Se miraban a los ojos,
movían sus cuerpos aunque de manera muy lejana a los ritmos que el tam-tam mostraba,
ellas lo hacían lentamente mientras las manos de Amelia habían recorrido lentamente
los brazos de Luisita, llenándola de un escalofrío ante la calidez, aquellos ojazos
clavados de manera intensa en los suyos, sin duda le estaban hechizando, no sabía si la
luna llena y hermosa, el agua que Massamba le había depositado en las manos o
simplemente, aquella mujer
L: ¡Uf es imposible seguir el ritmo!, mira Nmaba es increíble (decía divertida y algo
cansada)
A: Porque eres una patasosa, ¡mira Mona! (decía divertida)
L: Joder... si es que yo debo tener la celulitis ahí enganchada y no hay manera
A: ¡Ays es cierto! (le dijo imitando su tono pijo) Pero si te has traído todas las cremas
del mercado no has debido dejar nada (sonreía)
L: ¿Y tú como lo sabes? (la miró seria)
A: Porque te he visto poniéndote cremita, pero déjame decirte que nada de nada, estás
muy bien
L: Gracias, tú también (le sonrió y ante la mirada repleta de atracción de Amelia le
comentó) No sabía que Benigna bailara tan bien... parece una de ellas, hay que ver
como mueve el culo
A: No te olvides que Benigna se ha criado en África (le decía riendo abiertamente por
su expresión)
L: Ya... ¡qué manera de moverse!, mira, mira (decía señalándola pues Benigna cantaba
en Kinkongo una letra divertida porque todas las mujeres reían abiertamente mientras
subían y bajaban los brazos) ¿Esto que es la versión de los pajaritos de Mª Jesús y su
acordeón? (preguntó muy seria)
A: Hostia que me muero (tosía venga a la risa por la pregunta y la seriedad de Luisita en
ella)
Así llegó la hora de retirarse, habían estado hablando con el resto de las mujeres, Lula
tan solo escuchaba y sonreía, Sissou escuchaba respetuosa para aprender de sus mwsais,
mientras Nsona y Benigna eran las que más anécdotas de mujer contaban, tras aquella
charla distendida, los niños se fueron a la cama rendidos de tanta fiesta. Los hombres
una vez fumada la pipa de los Dioses, se retiraron a sus camas, así hasta que se
quedaron Amelia y Luisita. Se habían sentado como acostumbraban en el pie de la
escalera de la cabaña de Luisita. Lo hacían en silencio, escuchando el cantar de la noche
en la Selva. Hasta que Luisita finalmente le dijo
L: Dime (estaba agachada y su cara quedaba a la altura de la cara de Amelia que volvía
a mirarla con un brillo especial en los ojos)
A: Nada... nada, que descanses (sonrió)
L: Igualmente
Luisita se fue hasta su cabaña, sentía su corazón latiendo deprisa, demasiado a galope, y
unas ganas enormes de pedirle que la acompañara, pero Amelia parecía no querer lo
mismo así que con un fuerte suspiro entró al lavabo y se cambió. Fuera en los escalones
a Amelia le había quedado la misma sensación que a Luisita mientras pensaba
La luz del motor aquella noche aguantaba porque nadie le había dado uso, las hogueras
habían alumbrado hasta que las iba apagando una lluvia muy fina que había aparecido
en la noche, y de ese modo tan solo quedaba encendida la luz de Luisita. Se había
sentado en la cama, esperando ver la puerta abrirse, algo que no pasó. Finalmente
desconectó su luz, y se metió en su cama, volvería a soñar... ¿por qué no?. Al menos se
le pasaría el miedo. En esas estaba cuando oyó como se abría la puerta, no oyó pisadas,
ni voz, y supuso que era Mona, como otras veces
Y allí estaban, en la cama, las dos mujeres que habían devorado mutuamente sus
cuerpos en dos noches diferentes, las dos mujeres que se habían abrazado en momentos
complicados, nuevamente allí, las dos pero con una enorme diferencia, las noches
anteriores, Amelia había dominado en el abrazo, en su peso sobre el otro cuerpo, en esa
noche, era Luisita quien estrechaba a Amelia con fuerza y ternura a la vez, eran sus
Una pija en la selva 400
brazos los que rodeaban su cuerpo, su suspiro hondo y profundo el que demostraba que
estaba en la gloria, sus dedos se trenzaron como si con ello la confianza ante lo
desconocido fuera tan fuerte que poco a poco el miedo desapareciera. Un miedo
diferente, un miedo a medidas desiguales, Luisita temía el virus, los problemas, los
enfermos, como atenderles correctamente, Amelia temía a Luisita y su propio corazón.
Llegado el momento, Amelia se giró, Luisita abrió sus ojos, se miraron por unos
segundos, Amelia buscó los labios de la enfermera, le dejó un suave beso, después se
acomodó en su cuello y se dejó abrazar, dejó que las piernas se enredaran, y dejó que
Luisita con el beso depositado nuevamente en su frente, golpeara el muro y le hiciera
temblar de pies a cabeza, respondiendo con sus brazos estrechando más y más fuerte su
cuerpo, el cuerpo de la mujer que había osado hacerle temblar
Poco a poco, abrazadas se fueron entregando a los sueños, a esos que hablaban lo que
sus mentes callaban, y ambas durmieron por igual, con una tierna sonrisa dibujada en
sus labios
Cuando Luisita abrió los ojos, pasó su mano por el lado vacío de la cama, al principio
pensó que había sido un sueño, un sueño donde Amelia había estado allí refugiada entre
sus brazos toda la noche, donde a veces había notado su mano llenarla de caricias lentas
y suaves que le habían hecho sentirse querida, no sabía si era la palabra exacta, si
querida era lo que Amelia había tratado de transmitirle, aquella Amelia serena y
cariñosa era una debilidad. Y se percató que no fue un sueño, que no había soñado sus
caricias, ni su calor, ni su beso al marcharse, había estado allí porque las sábanas
guardaban aún intacto su perfume, Amelia durmiendo era un ángel despierta, podía
llegar a ser un demonio. Sonrió
Trataba debajo del grifo de la ducha sacudirse tantas cosas, tantas emociones que habían
surgido en aquella noche, y las peores al despertarse junto a ella y donde se había
arrepentido de hacerlo, arrepentido porque sus manos no buscaron recorrer una piel,
sino, que buscaron el contacto de una piel, y aquello significaba que la luz de alarma no
había hecho más que encenderse a toda vela. Se había sentido protegida, aquella mujer
que había observado a lo largo de la noche varias veces, le había dado esa protección,
cuando estaba despierta y le sonreía le daba aire fresco, cierto cosquilleo, cuando estaba
dormida le daba seguridad, fuerza. Así que tenía un problema y debía solucionarlo
cuanto antes, Luisita dormida era simplemente preciosa, despierta peligrosa. Sonrió
Los rayos del sol habían rebuscado entre el follaje que rodeaba la aldea para penetrar y
alumbrar de una manera cálida el despertar de todos, uno a uno, poco a poco fueron
retomando sus deberes. Nsona y Lula trabajan el huerto, Nmaba picaba mandioca con
sus nietos pequeños sentados alrededor mientras les contaba historias que los dejaba
boquiabiertos. Sissou se había encargado de revisar las curas de Yildas, el joven feliz de
reencontrarse con quienes para él eran su familia, se mostraba sereno cuando lo curaba.
Massamba reunido con Marce para tratar de marcharse tranquilo y dejarlo a él como
jefe ante su ausencia para ayudar a Benigna si ocurría cualquier improvisto. Zulú
cortando leña y dejándosela en el fuego a una Benigna que no podía evitar en su rostro
una mueca de preocupación
B: Gracias Zulú... eso espero (le contestó con su triste sonrisa mientras seguía
colocando hábilmente troncos en el fogón) Espero que todo vaya bien
En su cabaña Amelia había preparado su mochila con todo lo necesario, entonces pensó
que Luisita debía estar llenándola de cosas innecesarias y una sonrisa se escapó de sus
labios. Se mordió uno, sonrió y salió. Parada frente la puerta, respiró profundamente fue
a golpear pero abrió. Allí estaba envuelta con una toalla el cuerpo y con otra la cabeza
A: Hola
L: ¡Uy!, ¡mira que te gusta entrar sin llamar! (le dijo a modo de riña pero cariñosa con
esa sonrisa que la desmoronaba)
A: Esto... te has... (carraspeó) ¿Lo tienes preparado, todo?
L: Sí (le hizo gracia su carraspeo) Voy a cambiarme
A: Claro...
L: ¿No me digas que has venido a ayudarme?
A: No... bueno... sí... he pensado que algo te iba a sobrar (“Joder Amelia... vamos...
recuerda... recuerda... solo goce, solo disfrutarla”. Volvió a suspirar y se dirigió hasta
la puerta del baño, allí la vio con bragas tratando de abrocharse el sujetador. Y le
preguntó apoyada en el marco de la puerta mirándola de arriba a bajo) ¿Necesitas
ayuda?
L: No gracias... ya está
A: Lástima
L: ¿Te importa salir y dejarme que me vista? (la miró por un trozo de espejo roto que le
servía para encontrarse con sus ojos)
A: Claro... mientras voy... voy... mirando eso (al salir bufó mirando al techo)
L: Vale (cerró los ojos... era como si tuviera dos identidades y en ese momento estaban
las dos luchando por imponerse, la calentorra Salvaje y la mujer dulce. Suspiró tratando
de no ponerse nerviosa)
A: ¡Pero tú donde crees que vas! (le dijo al ver todo lo que llevaba en la mochila
L: No tengo ni idea (dijo con gesto gracioso reflejado en su rostro mientras la miraba
desde la puerta del lavabo
A: ¡Madre de Dios te sobra todo! (exclamó con el ceño fruncido mientras sacaba cosas
de la bolsa, tipo, camisetas, pijamas, zapatillas, zapatos, todo tipo de cremas
L: ¡Oye... oye...! ¿pero qué haces? (esta vez su miraba mostraba cierta sorpresa)
A: Luisita, te sobra todo, nada más necesitas dos prendas de cada, ¡joder... no he visto
nada parecido!, Tommy, Galiano, ¡Montesinos! (exclamó leyendo las marcas de lo que
iba sacando mirándola fijamente mientras Luisita notaba como se ponía colorada) ¡Vas
a una misión que no te va a dar para lucir modelos Luisita!
L: No quiero lucir modelos... es que...
A: ¿Y qué pasa no quieres mojarte las manos para lavar la ropa?, ¡dos de cada, y ya! (le
riñó)
L: No es eso (se defendió algo seria) Joder Amelia no es eso
A: ¡Vale... vale! (le dijo alzando las manos al ver su gesto y como sus ojos se llenaban
de lágrimas, volvía la alarma a encenderse, no podía dejarse llevar por el sentimiento de
pena al verla así. Se acercó a ella con cuidado y le dijo susurrando) Vale perdona me he
pasado... cuanto más cosas lleves más pesará la mochila, tenemos que andar cerca de
diez kilómetros, ¿vale?
L: Vale, sí, lo siento (se disculpó ante ese par de lágrimas tontas)
A: Estás nerviosa, tranquila... es normal peque
Una pija en la selva 402
L: ¿Puedes abrazarme? (Amelia no sabía que hacer, ni que decir. Luisita agregó) Solo
es un abrazo...
A: No sé... si recibo algo a cambio, me lo pienso
L: ¡Por qué eres tan insufrible cuándo te lo propones! (se quejó dando una patada a la
suelo)
A: Oye... rabietas nada ¿eh?, quieres un abrazo, te lo doy, ¡faltaría más!, pero... yo
quiero más (la miró intensamente)
L: Pues yo solo quiero un abrazo
A: Pues tenemos un problema (le dijo viendo como se acercaba lentamente Luisita)
L: ¿Qué quieres tú?
A: Esto (la cogió de la cintura atrayéndola fuertemente a ella mirándola a los ojos con
esa lujuria que a veces demostraba, y la besó, la besó sin darle tiempo a otra cosa,
introdujo su lengua de manera fulminante en la boca de una Luisita que se quejó, gimió
y recibió por igual, al separarse la respiración de ambas había subido indudablemente
por la excitación de aquel inesperado momento. Amelia sonrió y le dijo) Ahora el
abrazo
L: No hace falta... ya no hace falta (le contestó molesta girándose y saliendo de la
cabaña)
A: Ey peque... que yo te lo doy (le seguía) ¡si es que tienes un culo por Dios! (Luisita se
giró y le dedicó una mirada irritada) ¿Qué voy a hacer?... si es que me encanta
B: ¿Qué te encanta?
L: Buenos días
B: Buenos días cariño (le dio su beso de costumbre)
A: ¿Y yo? (se cruzó de brazos)
B: Tú eres una desavoría, no quieres mis besos... ¡así qué te aguantas!. ¿Y me vas a
decir que es lo que te encanta y te hace poner esa cara de tonta? (trataba de animar algo
lo que sabía iba a ser una despedida dura)
A: El culo de Luisita, pero ella se enfada
L: No me enfado, me da igual...
A: Sí, eso lo dices porque está Benigna... pero es una leona tú no...
L: ¡Amelia ya está bien!, o... ¿se lo contamos? (la interrumpió y Amelia se detuvo, no
iba por donde Luisita creyó, tan solo iba a decirle de su carácter pero la pregunta de
Luisita le hizo ver que no había contado nada)
B: Vamos... ¡qué estáis en las mejores condiciones de marcharos a donde vais!...
L: Voy a por más cosas de esta que no sé que es pero está riquísima (nuevamente había
dejado ko a Amelia)
B: Ay que ver lo que te gusta chincharla...
A: Y ella a mí así que estamos a la par
B: ¿Qué me iba a contar que te has quedado pálida?
A: Nada importante
B: ¿Oye tú siempre comes así? (le preguntó a Luisita al ver como comía)
L: Lo siento es que antes no podía comer por los nervios pero ahora...
B: Pues Amelia ten cuidado... porque donde vais no hay tanta comida no acabe
comiéndote a ti
Tanto Luisita como Amelia acabaron por echar el café que tenían en la boca, cada una a
una dirección distinta ¡menos mal!, pensó Benigna, luego se miraron y comenzaron a
reírse a pleno pulmón, cuando Benigna recapacitó y vio el significado que ellas habían
elegido a sus palabras, también rió de buena gana, hasta que sus lágrimas se mezclaron
Una pija en la selva 403
con sus risas, entonces Luisita que estaba cesando su risa vio como Amelia se levantaba
y la estrechaba entre sus brazos
Todo estaba preparado, el camión con Zulú y Massamba y todo el material que ellas
habían ido distribuyendo en cajas y bolsas, todo lo necesario más su hospital de
campaña, estaba listo en el camión, todo preparado para iniciar la aventura más insegura
de sus vidas
L: Gracias... Sissou vigila muy de cerca esa herida de Yildas (le guiñó el ojo con una
sonrisa cómplice)
Mona: Uhhh uhhh uhhh uhhhhhhhhhhh UHHHHHHHHHHHH (gritaba como loca
estirando el brazo de Luisita)
L: Vamos cariño, tú no puedes venir... te quedas con mami ¿eh?, ella te va a cuidar y
cuida a Valiente... (Mona se limpiaba un ojo) ¡Eh... eh... eh!
Mona: Uhhhhh (bajaba el tono)
L: Venga que no te vea yo así...
M: Esto es increíble no sé si llamar a Almodóvar para que haga una versión de Tarzán
en la Selva... ya sé... La Calentorra de la Selva y la Pija... buen título
A: Marce... ya está bien con la bromita
M: Pero si te encanta que te llame así... es un triunfo para ti
A: Que fuerte, mira Mona llorando... ¡Dios... ni la casa de la Pradera!
M: ¡Luisita!, vaaaaaaaaaaa
L: Ya... ya... Adiós Benigna... cuídame hasta mi vuelta a estos dos soles
B: No te preocupes... eso está hecho (la abrazó sonriendo)
Al subir al coche recibió una mirada cálida por parte de Amelia, otra de burla por parte
de Marce, y a su vez, cuando Amelia subió recibió la mirada reprobatoria de Marce
hacia ella
No dijeron nada más, Luisita se giró para saludar y allí el panorama que dejaban atrás le
hizo sentir una pena profunda, Benigna con Valiente en su brazo cogido a su cuello,
Mona agitando los brazos al aire, los niños corriendo tras la cafetera un rato mientras
cantaban, las mujeres saludando y Luisita sin poderlo evitar, llorando. Marce la miró
pero prefirió no hurgar en su herida comprensible, recordaba la primera vez que él fue a
una misión como aquella, la ansiedad con la que lo hacía. Amelia por su parte, miraba
seria el culo del camión, suspiraba con la mirada perdida mientras imágenes paseaban
por su cabeza, se mezclaban otros muertos por el Ébola, con los besos a Luisita, con
aquella demostración en su cama de que ella podía ser tan superficial como lo había
sido ella misma. Y Luisita con su mirada buscando en el horizonte una señal de que
volverían todos sanos y salvos al que era su hogar
Así en silencio recorrieron la primera parte del camino, hasta llegar al río, una vez allí,
se detuvieron y los hombres con la ayuda de Amelia y Luisita comenzaron a descargar
las cajas del camión y llevarlas hasta la canoa, hicieron una cadena y las dos chicas se
pusieron una al lado de la otra, cada vez que se pasaban una caja, un ligero roce, una
mirada divertida, más por parte de Amelia quien miraba de manera insinuante a Luisita,
y ésta, evitaba mirarla porque era justo esa mirada la que tanto le cansaba. Ambas
trabajaban pensando la una en la otra, en esos días que iban a estar irremediablemente
juntas de una manera intima y laboral, necesitándose la una de la otra, Luisita pensaba
con algo de respeto, sin duda cuando tenía miedo se volvía más vulnerable y su
vulnerabilidad la llevaba inexorablemente hasta los brazos de Amelia. Una Amelia que
pensaba en como iban a tener que afrontar por primera vez juntas, algo que no se
parecía a nada de lo que habían vivido con anterioridad, y sabía que cuando más se
dejaba llevar por el corazón era en esos momentos, momentos en que su propia tensión
Una pija en la selva 405
le hacía vaciar su corazón de murallas, y era entonces cuando sentía esa necesidad de
encontrarse entre los brazos de Luisita
Una vez terminaron, cansados y algo sudorosos por el calor que a pesar de la hora aún
persistía, subieron a la canoa. Les esperaban dos horas río abajo, Marce se tumbó
tapándose con el sombrero la cara, Massamba que era el encargado de llevarlos, llevaba
el remo en la parte trasera, y delante se había sentado Amelia, justo detrás, lo había
hecho Luisita con un pie sobre un lateral y apoyado su brazo sobre su muslo y su cabeza
sobre este llenándose del paisaje, allá donde sus ojos llegaran siempre había verde, allá
donde la vista le alcanzaba le daba la sensación de ver un manto, un maravilloso manto,
las aves sobrevolando por encima de ellos, de colores variados, algunos peces que
saltaban cuando menos lo imaginaba, y aquella mezcla de silencio y maravilloso
murmullo de cantos, le empujaba a y hacerse innumerables preguntas ¿qué habría por
descubrir en aquellas zonas, en aquellas inmensas arboledas?, ¿cuántos animales
habrían ocultos allí?, ¿cuánta gente estaría muriendo arrasada por la mano del hombre
en algún lugar de aquel bello paisaje?. Sus ojos se cerraron unos segundos porque la
tristeza la invadía ante tales pensamientos
A: ¿En que piensas? (Luisita oyó su voz y giró su cabeza entonces la vio sentada a su
altura mirándola atentamente) ¿En mí?
L: Siempre que me ves pensar pienso en ti, sí
A: Lo sé (sonrió siguiendo la broma aunque sus ojos también se mostraban de igual
modo que Luisita algo apagados)
L: Esto es precioso, parece mentira que tras este paisaje haya tanta miseria y dolor
A: Así es... la verdad que el hombre es el mayor animal depredador que existe, y basta
estar aquí para averiguarlo (decía mirando alrededor con un suspiro)
L: Oye Amelia... ¿qué quiso decir Benigna con eso de que me lo explicaras? (le
preguntó al ver que se callaba mirando el paisaje tal y como ella hacía)
A: ¡Ah... sí! (se recostó a su lado y sin pedir permiso apoyó su cabeza en el hombro de
una sorprendida Luisita) Eso...
L: Tranquila puedes apoyarte
A: Gracias, muy amable (sonrió de lado ante el gesto de resignación de Luisita) Lo que
quiso decir es que tengamos cuidado, aquí en África hay una costumbre cuando
descubren que una mujer es lesbiana
L: Yo no soy lesbiana (se defendió enseguida entonces Amelia levantó la cabeza y la
miró fijamente) A ver Amelia, yo me acuesto contigo porque me apetece, como a ti
conmigo, punto. Pero yo no soy lesbiana
A: Bueno es saberlo... (hubo un corto silencio, después le preguntó con su tono de voz
algo ofendido y aunque lo quiso maquillar Marce que la conocía captó por primera vez
que un comentario de otra mujer le decepcionaba) ¿Entonces... no te acostarías con otra
mujer?
L: No lo sé... contigo es diferente no hay compromiso, ¿eso es lo que tú quieres, no? (le
preguntó aunque su voz no sonó con demasiada contundencia)
A: Sí (contestó aturdida) ¿Y es lo qué tú quieres, no?
L: Sí (nuevo silencio... ambas pensando en como manejar aquella partida de ajedrez,
ninguna quería dejar que la otra hiciera sobre ella un jaque mate. Tras un momento
Luisita volvió a preguntar) ¿Aquí hay lesbianas? (preguntó con gesto de sorpresa)
A: Joder... pues claro, lesbianas hay por todo el mundo Luisita
L: ¿En todo el mundo? (se preguntó con gesto de dudas) No creo que en todos los
países hayan
Una pija en la selva 406
A: ¿Por qué? (le preguntó ávida por averiguar que pensamientos tenía Luisita
relacionados con el tema)
L: Porque yo creo que aquí por ejemplo no deben saber ni que esa remota posibilidad
sexual existe
A: ¿Tú crees que es una posibilidad remota en el ser humano, en la mujer o en el
hombre?
L: Bueno quiero decir... que es... vamos Amelia que aquí no hay quien lo vaya a
mostrar ¿no? (le dijo mirándola de reojo)
A: Mal vamos Luisita... mal vamos...
L: Si yo no te llego a conocer nunca se me había pasado por la cabeza
A: No te creo (le dijo firmemente)
L: ¿Cómo qué no?
A: Tú misma me dijiste que con tu novio...
L: ¿Y qué? (la cortó algo molesta por la presencia de los demás que estaba segura que
escuchaban la conversación) Eso no da motivo a nadie para pensar que puedo ser
bueno... que... quizá...
A: Creo que siempre has dudado (insistía)
L: ¡Ah por favor!... a ver si ahora te vas a creer que tienes el poder de quitar dudas
A: Lo tengo, pero no yo, toda mujer lesbiana tiene el poder de quitar una duda a otra
mujer (lo dijo totalmente convencida) A Claudia por ejemplo, ella tuvo novios, varios
pero ninguno cuajaba, un buen día una amiga suya le dijo que era lesbiana, despertó en
ella ciertas dudas y...
L: Ya (esta vez fue ella quien habló sin saber muy bien porque algo ofendida) Y a
Claudia se le abrió el cielo
A: No, sé le abrió otra cosa (dijo sonriendo a carcajadas)
L: Que bruta eres (la miraba seria)
A: ¡Venga Luisita un poquito de sentido del humor!, estoy tratando de amenizarte el
viaje con una conversación amena para las dos
L: No, si te lo tendré que agradecer, con lo tranquila que estaba yo viendo el paisaje
A: Ya pero el gesto que tenías no me gustaba (su voz fue como si a Luisita le cantaran
una nana, un murmullo tan suave y tan tierno que le hizo temblar, le gustó, Amelia
sintió aquel temblor y sonrió) ¿En qué piensas ahora?
L: Es duro... no saber a que te vas a enfrentar y si vas a estar a la altura
A: Mira, que no sirva de precedente, pero, yo estoy segura que tú estarás a la altura,
mucho más que eso...
L: Gracias (le sonrió amable)
A: Sigo con nuestra conversación que me interesa mucho (dijo volviendo a buscar
refugio en ella) Dicen que una mujer no se acuesta con otra por probar que opción le
gusta más de la noche a la mañana, una mujer se acuesta con otra porque alguna vez se
ha planteado la posibilidad de sentirse atraída por otra mujer, solo que no se ha atrevido
a corroborarlo)
L: ¿Dicen? (preguntó) ¿Y tú que piensas?
A: Pues yo soy de la opinión (guardó un poco de silencio para saborear que en ese
momento tenía toda la atención de Luisita a su alcance y se sentía feliz de ello) Yo
opino que la gente se relaciona con quien le atrae, a veces las mujeres nos atraemos
entre nosotras pero nos da miedo el que dirán, lo prohibido o los prejuicios, a veces nos
pasamos por el forro eso y nos dedicamos a ser felices, pero odio que se empeñen en
decir que está bien y que está mal, odio que me digan con quien me tengo que acostar
para hacer lo políticamente correcto para que todo el mundo esté feliz, menos yo que
soy lesbiana, por eso sigo mis instintos respetando a los demás
Una pija en la selva 407
L: Eso no es verdad (le dijo con calma) No respetas... a mí no me has respetado, me has
avasallado, me has hecho mobing en la selva (le dijo seria)
A: Pero te ha gustado que te lo haga (levantó su cabeza y se lo dijo con una sonrisa que
a Luisita le pareció encantadora, Amelia levantó un poco más el cuello y le dejó un leve
beso en los labios) Yo sé a quien debo respetar y a quien no, y a ti, te diré te he
respetado muchísimo créeme...
L: ¿He de sentirme halagada? (enarcó una ceja)
A: ¿Y yo entonces, he de sentirme halagada que sin ser lesbiana te hayas acostado
conmigo?
M: Ejem ejem... (se oyó la voz de Marce)
L: Vale... acepto que yo tenía dudas pero que no sirva de precedente
A: Ves (esbozó una sonrisa)
L: Bueno y me vas a contar ¿o qué?
A: Es que sé que te me vas a asustar y no vas a querer hacerlo, peque (Luisita le dio un
pellizco en su brazo que le hizo aullar) ¡Auuu!
L: Te lo tienes merecido
A: Yo te habré hecho mobing, pero tú guapa me agredes (ante su suspiro algo cansado
se puso seria) Está bien te explico... aquí en África tienen como costumbre que si una
mujer se siente atraída por otra, piensan que es una enfermedad, y que esa enfermedad
se quita con un remedio infalible
L: Miedo me das (le dijo arrugando la frente)
A: Lo sabía... pero desgraciadamente es así, la violan varios hombres repetidas veces a
lo largo de días o semanas, piensan que así la devuelven al camino correcto, para que
los Dioses no castiguen a quien se ha de casar con ella... en la India las lapidan, aquí en
algunos lugares de África las azotan hasta la muerte. Benigna se piensa que cuando
salimos del poblado vamos a estar haciendo el amor por todos los rincones (Luisita
carraspeó algo incomoda) Le gusta avisarme
L: Benigna te conoce muy bien
A: Perdona... hemos dormido juntas y no ha pasado nada
L: No creo que lo diga por mí, sabes que yo soy una chica de fiar
A: Me encantan las mosquitas muertas, pero tú no lo eres... para mí suerte estás muy
viva (su voz se torno totalmente seductora)
M: Ejem ejem (nuevo carraspeó desde el final de la canoa)
L: No me gusta cuando me hablas así... ¿por qué lo haces? (le preguntó de golpe)
A: Soy así
L: No es verdad, no lo eres y por mucho que quieres hacerme creer que eres así, es
mentira. Y es más, aunque al igual que tú juraré no haberlo dicho, eres una persona
encantadora cuando dejas esa mujer fatal a un lado, de verdad... me gusta estar contigo
cuando no me miras con lujuria
A: ¿Yo te miro con lujuria?, ¡pero qué pija eres! (exclamó divertida)
L: No te rías de mí, jo (protestó con un gesto muy pijo)
A: Ves... si es que eres imposible de soportar... ¡pija!
L: Pues mira... tú eres imposible de soportar cuando te pones en actitud calentorra,
¡calentorra!
A: Me encanta... me encanta (dio una carcajada)
L: Eres... ¡uf! (resopló)
A: Dios que buena eres (volvía a reír con gana)
Al recibir aquel beso, las palabras que Luisita le había dedicado se peleaban duramente
en su cabeza como si fueran unos ávidos espadachines, le gustaba que Luisita le dijera
que era encantadora, le gustaba que le dedicara su tiempo, miradas a veces furtivas que
sentía en su piel y que le hacían sentirse nuevamente una mujer viva, le encantaban
aquellas conversaciones que siempre tenían de manera casual, le gustaba escucharla
cuando hablaba, pero le encantaban aquellos silencios donde la escuchaba siempre
atentamente, no podía negar que de todas las mujeres que había ido conociendo después
de Julia, ella era diferente, y sus miedos trataban de imponerse en ese pensamiento a sus
palabras, Luisita era peligrosa, pero quizás era la mujer por la cual poder arriesgar, poco
a poco, sin demasiadas esperanzas, pero estaba en África, todo era irreal, todo estaba
distorsionado, enamorarse era peligroso, Luisita podía volver a España, podía resultar
herida o muerta en cualquier momento, y de esa manera, el miedo aniquilaba cualquier
esperanza que le daban aquellas palabras de Luisita que habían sido traspasadas por la
fina y decapitadora espada que manejaba el miedo
L: ¿Amelia podrías explicarme más cosas sobre el virus? (le preguntó de golpe)
A: ¿Cómo qué?, si lo estudiaste... (le dijo separándose de su hombro y moviendo el
cuello de lado a lado) Menudo hueso tienes ahí...
L: Sí (sonrió)
M: Por favor explícale no estoy para más lecciones morales (se oyó desde la otra punta
de la canoa)
L: Que chistoso es (sonrió mirándolo con el sombrero tapando su cara, entonces saludó
a Massamba quien asintió aún con rostro serio pero con cierto cariño en su mirada por
esa blanca) ¿Me cuentas?
A: Sabes los síntomas, pero a la hora del reconocimiento es vital fijarse en tanto el
paladar que puede tener apariencia roja como el cuerpo, suelen salir una erupción en
todo el cuerpo que contiene sangre, esta es fácil de detectar pero cuando están en este
estado es el último síntoma, de ahí pasan a los delirios, al coma y a la muerte
L: ¿Qué se hace en estos casos?, digo antes de que lleguen a ser detectados de esa
manera los síntomas
A: No podemos hacer nada... (a Amelia le encantaba cuando Luisita se ponía seria y
hablaba con esa manera suya de saborear su trabajo, aprender, esas ansias por no fallar,
era su debilidad lo reconocía, pero para entonces las palabras ya tenían una espada
cruzada imposible de sacar) Cuando ocurre hay que aislarlos tratar que tengan el
mínimo contacto con nadie, tan solo con nosotros y nosotros con máxima precaución y
protección
L: Vale...
A: Antes de que lleguen a ese estado que como sabes es casi el final, también es posible
el sangrado de ojos, nariz y oídos, aquí no podemos hacerles transfusiones por lo tanto
no hay solución una vez lo desarrollan
L: Parece mentira que exista este virus y nadie haga nada por él
Una pija en la selva 409
A: Así es, a partir que estemos allí todo va a ser una locura Luisita, pasaran por nosotros
de uno a uno para ser controlados, tienes que tener cuidado porque muchas veces si
detectamos cualquier síntoma que esté relacionado con el Ébola apartamos a la persona,
y puede que los familiares traten de golpearnos porque no quieren quedarse a morir
metidos en una tienda de campaña
L: Pero... ¿no están allí los militares?
A: Sí, depende de quienes sean, a veces se implican y nos ayudan, a veces miran a otro
lado sobre todo si nos golpean, no somos demasiado bien vistos por ellos
L: Ya... algo leí
A: Pero sobre todo Luisita, es un virus altamente contagioso si tocas a la persona que lo
lleva con guantes luego sin tocarlos debes echarlos para quemarlos, si te clavas una
aguja estás perdida es como el SIDA, pero si cumples todos los cuidados no tenemos
porque infectarnos, pero todos los ojos serán pocos ¿de acuerdo?
L: ¿Y qué pasará con la gente que llega? (miraba al vacío)
A: De momento han hecho un campo de refugiados, no les van a dejar moverse de
donde están, pero hay que ir controlando a los que llegan, porque pueden ser los
portadores más peligrosos
L: ¿Y se quedan sin hogar, si nada?
A: Pasan a ser refugiados, cuando pasen la cuarentena, se les dejara ir a otros lugares,
pero siempre como refugiados, acostúmbrate que aquí la gente está hecha a caminar y
moverse de un lado a otro, no pierden nada los que no tienen nada, lo único que poseen
es la vida, y es lo que quieren seguir teniendo
M: Que bien hablas, no me extraña que las tengas a todas loquitas (su voz apareció
cuando Amelia terminó de hablar)
A: Gracias, ya lo sabes...
L: ¡A mí no Marce!, ya lo sabes
A: A ti también (fue contundente)
L: Ya salió la pedante
A: Ya salió la protestota pija... oye... como que con ese conjuntito que llevas... me
recuerdas a alguien... ¿a quién?
L: Ni se te ocurra (la miró desafiante) Ni se te ocurra...
A: ¡A Mona! (exclamó a carcajadas pero de pronto su risa se detuvo Luisita le había
echado agua del río a la cara) ¡Pero serás...!
L: Quién ríe último, ríe mejor (dijo feliz) Que lástima no tener la cámara esa carita no
tiene precio
Durante lo poco que quedó de camino, siguieron hablando de las epidemias que
arrasaban África, se les unió un Marce que seguía preocupado, hablaban como si
pudieran realmente solucionar ellos el problema, y Luisita se percataba de cómo estaban
de implicados ambos en el tema, le gustaban aquellos ojos de Amelia que se encendían
de brillo de esperanza o se apagaban ante la tristeza, le gustaba escuchar cuando Amelia
hablaba con seriedad, era profunda en sus reflexiones, trataba de ser justa en la medida
de lo posible y así, se daba cuenta que debajo de aquel disfraz no solo había una buena
mujer, sino, una gran médico con un corazón enorme dispuesto a luchar por los demás
sin importarle su propia vida
Una vez tocaron tierra, les esperaban tres hombres con tres viejos caballos, los animales
relinchaban sin cesar cada caja que iban cargando, tras los animales Marce hablando en
Kikongo con un hombre parecido a Massamba de quien se habían despedido con un
sentido abrazo, tras ellos, Amelia y Luisita a la misma altura. ¡Uff!
Una pija en la selva 410
No hablaron más tan solo caminaban, de vez en cuando Luisita tropezaba, y cada
tropezón era la mano hábil de Amelia la que le evitaba el golpe, entonces se sonreían,
seguían caminando con el sudor bien pegado a sus cuerpos, algunas lianas les golpeaban
en algunos tramos
L: Joder...
A: Abre los ojos Luisita... que pareces tontita
L: ¿Falta mucho? (su voz se mostraba algo cansada)
A: Sí, peque, sí, anda toma (le dio una cantimplora) No quiero que llegues exhausta... te
quiero bien fresquita (le susurró mientras bebía)
L: Prrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrr (soltó el agua de su boca contra la cara de Amelia que sin
poder reaccionar recibió todo el líquido) ¡Está caliente!... joder claro llevándola tú (reía
al ver como se apartaba el agua)
A: ¡No está bien que tomes los modales de Mona! (le dijo puesta en jarras mirándola
con el pelo mojado)
Siguieron andando tras Marce en silencio, Amelia reía ante los continuos tropezones de
Luisita y se metía con ella, que si patosa por aquí que si patosa por allá, llevaban casi
una hora de caminata cuando decidieron parar y refrescarse en un riachuelo
M: ¡Amelia! (le gritó colérico) ¡Tengo que estar cuidando de vosotras como si fuerais
dos quinceañeras calientes!, ¿qué coño hacéis?, ¡estamos trabajando en plena Selva y
vosotras jugando a dar grititos!, ¡no pienso aceptar esto, fuera de ahí!
Las dos lo miraron como entendiendo que tenía razón, que se les había ido de las manos
aquella tontería, y es que, ambas se perdían en la tensión que existía de manera
incontrolada entre ellas. Pasaron por delante de Marce, agachando la cabeza como si así
le dieran la razón. Él puesto en jarras observando como cada una se ponía su mochila a
la espalda, renegó lo suficiente como para que ambas volvieran a agachar la cabeza
Y el resto del camino fue así, ninguna hablaba, Luisita sentía que sus mejillas seguían
todavía coloradas, Amelia sentía que cada vez le costaba más controlarse, y se hizo la
promesa así misma de no volver a intentar nada en los días o semanas que tuvieran que
estar allí, en ponerse un velo a las ganas de estar con ella, porque tal y como le había
dicho, Benigna sabía que Luisita era de fiar, ella no
Dos disparos al aire les dieron la bienvenida, Luisita no puedo evitar encogerse de
hombros, después las voces, gritos, y llantos, cuando la espesa Selva dejó paso libre a
los médicos que llegaban, se encontraron con una alambrada, con cientos de personas en
el otro lado, llorando, gritando, quejándose, ellos pasaron de largo dirigiéndose hacia la
otra parte algo apartada de aquella locura, otros disparos volvieron a sonar, un hombre
negro alto y con cara de muy pocos amigos, les recibió
Luisita siguió a Amelia, abrieron la puerta y se encontraron con dos catres de bambú, y
nada más. Luisita miró a Amelia y Amelia miró a Luisita
Salieron los tres con gesto serio, sin duda se encontraron con un panorama mucho más
desolador de lo esperado. Prefirieron ayudar a los que estaban al otro lado de aquella
alambrada un tanto puesta de improviso los hombres apuntando con sus fusiles a aquella
pobre gente desesperada. Ojos repletos de miedo, de suplica, de ansias por ser ayudadas.
Cuando llegaron con sus mascarillas puestas, sus guantes y cada mujer una bolsa
cruzada en su pecho la gente sintió tan solo con aquella presencia alivio en su corazón.
Murmullos que llegaban a ellos como si fueran oraciones susurradas en una Catedral,
los militares habían separado a los hombres de las mujeres y niños, apuntaban con sus
fusiles advirtiendo que ante cualquier movimiento dispararían. Marce paseaba entre los
hombres, observaba el estado como podía de ellos, ninguno se movió, ninguno hizo el
mínimo esfuerzo por hacer nada, las dos chicas comenzaron a revisar al centenar de
mujeres y niños, Luisita iba justo al lado de Amelia, de vez en cuando si veían algo que
le llamaba la atención se agachaba, revisaba y seguía
Marce comenzó a hablar con el coronel, quien les explicaba a todos lo que iban a hacer,
prometiendo que aquellos blancos al día siguiente les ayudarían, que pasarían la noche
allí, y que iban a repartir comida entre las mujeres y los niños, los hombres aceptaron, y
así Amelia y Luisita comenzaron a repartir en porciones como podían su propia comida,
la comida que Benigna había preparado, las mujeres la acogían algunas con lágrimas en
los ojos, el hambre era tal que no tenían casi ni fuerzas para masticar, los niños lloraban
Una pija en la selva 413
ante aquellas blancas que les acariciaban y ayudaban a sus madres a repartir la comida,
Marce vigilaba, no podían correr ningún riesgo y sabía que lo que estaban haciendo era
un riesgo demasiado alto, pero esa gente que había ante ellos no podían resistir mucho
más tiempo en aquellas condiciones. Estaban acabando cuando por parte de los hombres
uno demasiado joven se levantó hacia Luisita, el militar lo apuntó y cuando fue a
disparar, se encontró con la mano de Amelia levantando su fusil
Antes de retirarse, Luisita giró su cabeza, allí estaban todos en silencio, los niños
algunos dormían, pero aquel silencio y aquella situación le había afectado, sintió deseos
irremediables de llorar. Por último miró a los militares, y negó con gesto de fastidio.
Paseó con lentitud hasta donde suponía que estaría una enfadada Amelia, tragó saliva,
quiso tranquilizarse porque si ambas estaban nerviosas lo más seguro era que terminaran
discutiendo. Miró al cielo como buscando ayuda, y se lamentó al darse cuenta que
aquella noche la luna y las estrellas también debían sentirse como ellas, tan tristes que
se habían escondido para no encontrarse con la gente destrozada, humillada y
hambrienta. Volvió a mirar atrás, silencio. Pesado, triste, oscuro, latente
Abrió con cuidado la puerta y encontró a Amelia sentada en uno de los catres
El mismo silencio que existía fuera, se impuso dentro. Sin palabras arreglaron aquel
cuarto no muy grande, suficiente para llegar y descansar, limpiaron como pudieron el
suelo, a Luisita le sorprendió que Amelia sacará sábanas limpias, quitara lo que había,
tan solo un trozo de tela, que les sirvió para limpiar el resto, Luisita por su parte, sacó
un pulverizador y echó perfume, Amelia la miraba, con tan solo aquel gesto logro que
su enfado pasara
A: ¿Perfumas?
L: Sí, es mejor darle un toque nuestro
A: ¿Nuestro?
L: Eso he dicho... tú pones sábanas, yo perfume
A: Siento lo de antes (fue un murmullo como si con esas palabras pudiera hacer daño)
L: Estuviste genial
A: ¿Tú crees? (la miró con sus ojos brillantes)
L: Sí, lo creo (se acercó a ella acariciándole la cara con suavidad) Yo hubiera hecho lo
mismo
A: Sé que esto nos va a traer problemas pero... (elevó los hombros dejándose acariciar)
L: ¿Más? (la miraba con ternura)
A: Sí Luisita... más
L: Amelia...
A: ¿Qué? (le respondió apoyando su frente en la otra...)
L: Que yo...
A: Tú... ¿qué?...
L: Tengo miedo
A: Yo también...
L: Ya (sonrió dejándose hacer, sintiendo como Amelia la atraía más hacia ella)
A: Pero nos tenemos, ¿vale? (apoyó nuevamente su frente sobre la otra)
L: Sí... eso... eso es importante... ¿verdad? (sus ojos brillaban intensamente)
A: ¿Para ti lo es? (le preguntó mirándola a los ojos sin sombras, sin velos con una
amplia sonrisa)
L: Sí, mucho
A: Para mí también Luisita (le quitó con dulzura un mechón de su frente)
L: Vamos a superarlo, estoy segura... solo que tengo miedo
A: Conozco ese miedo... es normal (hablaban entre susurros mirándose a los ojos,
llenándose una de la otra, repletas ambas de calor) No sabemos que nos va a pasar, es
una constante incertidumbre y un constante desafío, pero no pienses en que va a ocurrir,
mejor iremos paso a paso ¿vale? (la miraba con una sonrisa que le daba a Luisita una
confianza en ella tan grande que le provocó una sonrisa entregada. Amelia le musitó
mientras sus dedos se entrelazaban en su espalda haciendo que Luisita cerrara los ojos)
Me gusta tu sonrisa
L: Y a mí la tuya... y esas caricias lentas... (dijo extasiada mordiéndose el labio
graciosamente)
A: ¿Te gustan? (le preguntó mientras seguía moviendo lentamente sus dedos por debajo
de la camiseta de Luisita, notando como su piel se estremecía)
L: Sí (susurró acercando su boca a la de Amelia, pero sin llegarla a besar)
A: ¿Quieres que siga?
L: Por supuesto (entonces coló sus manos por debajo de la camisa de Amelia
A: ¿Te has traído ese camisón negro de encaje? (le preguntó moviendo sus labios y al
hacerlo rozaba ligeramente los de Luisita)
Una pija en la selva 415
L: No, lo siento... lo tiene Valiente (cerraba sus ojos aquel roce fino y tan
profundamente suave le hacía tiritar)
A: Lastima (ladeó su cabeza buscando aquel cuello que tanto le gustaba)
L: ¡Ay! (gimió)
A: ¿Paro?
L: Ni se te ocurra Amelia... ni se te ocurra (su voz pasó de ser un murmullo a un tono
seguro y eso sí, extasiado por el deseo)
A: Ya me parecía a mí... (siguió besándola con lentitud)
L: Amelia... ¿crees que...? (Amelia la miró mientras le desabrochaba la camisa y tras un
profundo suspiro Luisita terminó por decir) Vale... sobra la pregunta
A: Así es... no hay nada mejor para combatir el miedo que esto
L: Hablo la voz de la experiencia
A: Déjate llevar
L: Amelia espera (le dijo tras ir desabrochando el botón de su pantalón, Amelia la miró)
A: ¿Ahora qué? (la pregunta fue hecha con cierto cansancio)
L: ¿Y si entran?... mira que no estamos en casa y Benigna... piensa que...
A: Ya lo sabía yo (negó con la cabeza y tras un profundo suspiro le dijo) Mira la puerta,
tiene cierre, por eso dormimos aquí, las mujeres en este puesto siempre tienen cabaña
con cierre, digamos que son protecciones de las altas esferas (Luisita la miraba
atentamente como si estuviera hechizada por ella, Amelia la miró humedeciéndose los
labios mientras ladeaba de un lado a otro con movimientos cortos, haciendo que aquel
gesto y en todo su conjunto ella le provocaban a Luisita ganas terribles de atraparla para
siempre) ¿Podemos seguir?
L: Estás tardando mucho Amelia... mucho (su voz repleta de seducción y su mirada de
avidez mostraron a Amelia sus ganas de seguir)
Amelia con suavidad la apoyó contra la pared, sus besos fueron aumentando intensidad,
buscando su piel, las manos se llenaban a cada centímetro de aquella mujer, mientras
Luisita cerraba los ojos embriagada por la calidez que estaba descubriendo aquella vez
en Amelia, tanta que sin dudarlo, la apartó de su cuello que devoraba con ternura, se
miraron, sonrieron quizá por primera vez ambas al mismo tiempo, con una sonrisa
repleta de ternura, y pasaron sus labios de la sonrisa a la necesidad de encontrarse,
comenzaron a besarse con cuidado, sin avasallamientos, reconociéndose, jugando a
entregar besos finos, besos sin prisas, tenían todo el tiempo del mundo para amarse,
porque el mundo y el tiempo, era ese que en ese momento disfrutaban, ese que
compartían, hasta que el deseo llegó tras reconocerse desnudas, las manos de Amelia
apretaron las caderas de Luisita, bastó que Luisita recorriera la espalda de Amelia con
las yemas de sus dedos para que el deseo hiciera el resto. Comenzaron a besarse con una
pasión desmedida, sus cuerpos se buscaban y sin titubeos, se encontraron y disfrutaron
Salió de aquella habitación que estaba siendo su tortura, dejando a Luisita totalmente
boquiabierta, desconcertada, pensativa. ¿Qué le había pasado?, entonces mientras su
vista seguía perdida por algún punto murmuró:
L: Tiene miedo a sentir algo por mí... ¡joder... pues estamos bien!, no me va a dar
oportunidad a desenmascarar su corazón. ¡Pero no sabe lo cabezota que soy! (sonrió
aunque no pudo negarse que aquella reacción le había dolido)
gustado que estuviera allí Sissou, sin lugar a dudas, lo que le esperaba era un trabajo
intenso y del que iba a aprender a marchas forzadas. Los ojos de Amelia, no la buscaron
ni una sola vez, los suyos en cambio la buscaron tantas veces que al final se perdía en su
rostro serio
M: Quiero toda la atención puesta en la gente que nos entra ¿de acuerdo? (les dijo)
A: No hace falta que lo digas Marce (respondió ofendida)
M: Lo sé... pero pensar que si se nos escapa hay trescientas personas ahí dentro que
pueden verse afectadas, así que vamos allá
L: Está bien (su voz reflejó una pena enorme por la gente que allí esperaba entre
suplicas)
Uno a uno iban pasando por los exámenes que debían efectuarles, ninguno oponía
resistencia, aquellos blancos la noche anterior les habían proporcionado comida, algo de
calor en su mirada, más que nadie, solo por eso esperaban pacientemente en el suelo
sentados, sabían que no tenían ningún tipo de prisa, la única era el hambre, y ésa, ya
estaban tan acostumbrada a soportarla, que no querían morir por nada a cambio. Habían
pasado algo más de veinte personas en una hora, de todos ninguno con síntomas claros
de sufrir el Ébola, cuando ellos les preguntaban si habían tenido contacto con alguna
persona que podía haber muerto del virus, ninguno decía que sí, no podían hacer otra
cosa que creerles, Luisita era la encargada de suministrar a uno y a otro palas nuevas
para reconocer el interior de la boca, conforme se las daban utilizadas las metía en una
especie de fiambrera con desinfectante, no sabían si les iban a desbordar la llegada de la
gente que huía despavorida, por lo tanto mejor desinfectar y guardar que llegado el
momento no tener nada. Quienes mayor dificultad mostraban para dejarse revisar eran
los niños, por eso Amelia debía desplegar todo su encanto, las mascarillas normalmente
les daban miedo, y más de una vez ella se la quitaba ante la mirada reprobatoria de
Marce que era el encargado de revisar a los hombres, Luisita los ayudaba por igual, pero
siempre que había un niño, sabía que era Amelia la que necesitaba su presencia, y así
pasaron y pasaron hombres, mujeres, ancianos y niños. A las cuatro horas de revisar, ya
llevaban más de la mitad de personas revisadas, ninguno tenía síntomas, prosiguieron
hasta que una madre llegó con su hija a brazos, a Amelia le llamó la atención, no era tan
pequeña como para llevarla en brazos, la mujer no quería que la revisara, se negaba una
y otra vez, aquello fue suficiente para que los tres se tensaran, los militares la miraban
sin hacer nada, sobre todo a Amelia a quien ninguno veía con buenos ojos, tanto era así,
que ninguno hizo el mínimo movimiento por ayudarla. Amelia hablaba con la madre,
pero no la soltaba, trato de hacerle entender que si no la dejaba revisar... no podría pasar
pero entonces la voz de Luisita le llegó clara y limpia
M: Cerrar esa parte... lo siento (les dijo a las mujeres que se quedaron fuera mientras el
hombre gritaba desesperado tratando de librarse de aquel militar y la presencia de
Marce que trababa inútilmente de dialogar con él) Empezamos bien ¡joder!
Estuvieron trabajando con la niña, más de una hora, una hora donde ambas lucharon por
la vida de aquella pequeña, estaba entre la vida y la muerte, casi desangrada
El trabajo continuó, por varias horas hasta que por fin no quedó nadie, los militares
volvieron a cerrar la alambrada, y volvieron a quedarse cuatro allí de guardia por si una
nueva avalancha humana llegaba avisar y mantener a la gente controlada a punta de
fusil, el resto se subió a un pequeño coche y se fueron al poblado a descansar
M: Hemos tenido suerte, de todos nadie infectado que podamos diagnosticar (decía
quitándose la bata ante la seriedad de Amelia le preguntó) ¿Y la pequeña?, ¿qué ha
sido?
A: Está mal, le han practicado una “Escisión Clitoridectomia” (lo dijo con la tristeza
grabada en sus ojos) Voy a ver
M: De acuerdo, no os quitéis la bata, voy a pasar las notas... me han dicho que esta
tarde llegará al campamento un nuevo refuerzo, son de la Cruz Roja, a ver si eso te
anima Amelia
A: Voy a ver a la niña (omitió el comentario)
L: Voy contigo
M: Luisita... ¡buen trabajo!
L: Gracias (contestó sonriente aunque algo preocupada, seguro que en aquel refuerzo
llegaba alguna ex novia o ex amante de Amelia. La vio como la revisaba con atención)
La fiebre no ha bajado mucho
A: Es normal... sigue dormida
L: Mejor, ¿no? (la miró triste)
A: Sí (entonces miró a la madre que tenía la mano de su hija entrelazada a la suya) No
te preocupes... haremos lo que podamos (le dijo en perfecto francés asombrando
nuevamente a Luisita pensaba que le diría algo grave pero no, allí estaba su dulzura otra
vez a pesar de haber despotricado contra aquella maldita tradición) Estaremos
pendientes, ¿vale?
Mujer: Merci
A: Vamos (le dijo marchándose de allí quitándose las batas y echándolas con todo al
pequeño barril donde habían echado todo para quemarlo) Voy a ducharme
L: De acuerdo
Entró a la cabaña, cogió su nueva ropa y se marchó, Luisita estaba tan desubicada con
su reacción, que no sabía muy bien como actuar, ni que decirle, pensó que lo mejor era
darle su espacio o mejor dicho, devolverle su espacio. Así cuando ambas estaban
Una pija en la selva 420
arregladas se sentaron bajó un árbol donde estaba Marce con una pequeña mesa de
madera a rellenar cada uno lo que había hecho, Luisita firmaba los papeles que ambos le
daban sin hablar
Amelia se había alejado a pasos agigantados dejando a Luisita de una pieza por un
segundo, pero al reaccionar fue tras ella, la vio parada tras la cabaña mirando el río que
tenían detrás, como si él pudiera darle alguna contestación a las innumerables preguntas
que se hacía, y si miraba a la derecha sus ojos podían captar a lo lejos aquellos
refugiados que se repartían por la gran explanada que había entre los potentes árboles,
entre la fuerza del río que bajaba con tanta rabia que veía como los troncos se alejaban
con paso rápido, así quería sentir la presencia de Luisita, lejana y que pasara por su
sangre con paso veloz sin llegar a su corazón. Sin embargo lejos de ello, escuchó unos
pasos que se acercaban hasta ella y supuso quien era, cerró los ojos formando en su
rostro una mueca repleta de dolor, sabía que no iba a dejarla en paz, sabía que ahora se
pondría a reclamarle, hasta porque no a gritarle, y tendría que soportar aquella típica
escenita que algunas le habían dedicado y que tanto odiaba. Notaba sus pasos fuertes y
decididos, apretó los puños para poder encontrar la tranquilidad necesaria para poder
enfrentarse a aquella enfermera que tanto genio tenía. Cuando oyó que los pasos
cedieron, abrió los ojos, estaba allí a su derecha con la mirada perdida hacia la zona de
los refugiados, Amelia fruncía los labios con fuerza, tanta que aparecían blanquecinos,
Luisita suspiró y le dijo con voz tan calmada que le pareció mentira que hablara ella:
L: No creo que debas dejar de comer... precisamente cuando más fuertes tenemos que
estar, te guardo tu ración
Dio media vuelta y se marchó, dejando peor si cabía a Amelia, que seguía mirando el
río, sin duda, Luisita sabía nadar contra corriente. Agachó la mirada cerró después los
ojos, suspiró frunciendo el ceño, tras negar con la cabeza agitadamente se dio la vuelta,
sin duda tenía razón no estaban allí para ser protagonistas de nada que no fuera ayudar,
sus problemas, sus miedos personales debían quedar apartados
Una pija en la selva 421
Bajo el árbol que habían escogido para trabajar y comer, Marce esperaba que alguna de
las dos llegara, vio como lo hacía Luisita con gesto muy serio, sin duda, habían
discutido, y eso no era bueno para la misión
En el momento en que Amelia regresaba con ellos, con sus pantalones de lino y sus
clásicas botas, comenzó a sonar un silbato, Luisita que acababa de coger su lata para
comenzar a comer, miró a un Marce que tras el bocado cerró los ojos protestando
M: Joder
L: ¿Qué es eso? (le preguntó mirando alrededor)
M: Más refugiados... será mejor dejar de comer... ¡Amelia vamos! (la llamó al ver que
se había parado a mitad camino)
L: Sí (copió el gesto del hombre, dejó a un lado su comida y se limpió las manos y la
boca)
M: ¿Preparadas?
L: Yo sí
Amelia no contestó pero comenzó a vestirse, habían abierto otra caja, las provisiones
comenzaban a notar el trasiego de la gente, pero aún había suficiente como para no tener
que correr riesgo alguno. Mientras Marce hablaba con los militares que le aseguraban
que llegaban sus refuerzos y que iba a ser un goteo de personas, Amelia ayudó a Luisita
a atarse la bata, y después lo mismo hizo ella. Se miraban tratando de darse fuerza, pero
los ojos de Amelia se escaparon de la mirada triste de la enfermera que suspiró y tras un
leve gesto de desespero se fue tras ella para comenzar a trabajar
Los militares llegaron con un bidón, lo pusieron junto a Luisita quien recibió la sonrisa
del joven militar que se había puesto allí, lo miró sin entender muy bien que hacía a su
vera, pero pronto lo entendió, allí había agua, debía ser para ir refrescando a la gente,
Luisita miró hacia ellos y sus ojos recibieron el primer impacto, llegaban exhaustos, con
los labios agrietados, con los ojos perdidos, con miradas repletas de miedo, de dolor.
Aquella gente provocó en ella un dolor intenso en su alma, su gesto se tornó repleto de
oscuridad y el miedo por primera vez se desató en su interior al ver a la gente
desesperada en la alambrada gritando y pidiendo socorro
no tengo ni para empezar... bueno... mejor esto que nada... ¿dónde están? (seguía
rebuscando nerviosa) ¡Aquí está!... sí... juraría que había cogido otro...
Mientras, las dos mujeres llegaban a la tienda tal y como advirtió Marce evitaron
ponerla con la niña, si una de las dos era portadora del Ébola, mejor evitar que se
juntaran. La tumbaron en la camilla entre los gritos de dolor de la mujer, el sudor y el
sangrado
A: Ponte dobles guantes (le decía mientras separaba las piernas de la mujer)
L: Ya (le decía con una tranquilidad que sorprendía a Amelia)
A: Vale... ya está aquí. Tubela munu kumu ya nge (Dime tu nombre)
Mujer: Kimpa
A: Kima Kimpa... kamwana ya kwisa (Bien Kimpa, el pequeño ya viene)
L: Amelia está sangrando mucho, ¿llevas doble guante? (le preguntó algo preocupada)
A: Sí... uf... ya le veo la cabeza... ¡joder que ya está aquí! (decía colocando sus manos
para ayudar a la madre que hacía fuerza y gritaba a la vez)
L: Le pongo el gotero... Kimpa fyoti bawu (Kimpa un poco más) (le decía sonriendo
mientras le daba la mano)
A: Vamos... un poco más... un poco más... kumata... kumata Kimpa (empuja.. empuja)
L: Muy bien lo estás haciendo muy bien (le secaba el sudor)
A: Un poco más ¡mierda!, un poco más
L: ¿Qué pasa? (preguntó preocupada)
Una pija en la selva 423
Luisita no le dijo nada más, le regaló una caricia al pequeño y salió dispuesta a ayudar a
un Marce que se mostraba concentrado mientras revisaba un niño que sostenía en los
brazos su madre, durante ese momento, el joven militar le enseñaba el vaso con el
dibujo de piolin que conseguía distraer al pequeño
Aquella palabra era la que más escuchó en todos los que iban pasando, y más que la
palabra en sí, sin duda lo que le hacía estremecerse era la manera tan real con la que
agradecían la ayuda, parecía salir la gratitud del alma, parecían tres enviados para dar
calma en el desespero y hasta aquel momento lo estaban consiguiendo, un parto, una
ablación horrible pero estabilizado el estado, y el resto mucha hambre, mucha sed,
cansancio y una tristeza difícil de combatir
Una pija en la selva 424
L: No tengo nada que arreglar con ella (le dijo mientras recogía el instrumental
abriéndole otro envase donde se guardaban para entregárselo, esta vez a quien debían
revisar era una mujer mayor) Es imposible arreglar nada con alguien que no quiere
hacerlo
M: Eso es cierto, bienvenida a la realidad
L: Ella se lo pierde
M: No dejes que se lo pierda Luisita (le dijo con voz esperanzada en que luchara por
ella)
Volvió a cerrarse la alambrada, tras una charla de Marce con el coronel Tugamba,
Luisita y Amelia se marcharon cada una a una tienda. Era la hora en la que la pequeña
debía recibir las curas, sobrecogida por la situación de aquella niña que seguía dormida,
los ojos de Luisita se llenaron de lágrimas, la madre la miraba sin entender porque
lloraba, aquella enfermera
L: No sé como puedes permitir algo así, es tu hija... ser mujer no significa que deba
pasar por esto, ser mujer es algo hermoso que nadie debe manipular y mucho menos
hacer esto (le decía mientras le caía una lágrima) Sé que no soy nadie para decirte esto y
sé ni me entiendes ni te interesa... pero... no sabes el dolor que esto me provoca, la rabia
que nace en mí... ¿cuántas niñas morirán por este rito?, esta pequeña ha tenido suerte de
encontrarse con Amelia, ¿pero cuántas quedaran por el camino? (su voz se ahogo por el
dolor)
Volvieron a sentarse bajo el mismo árbol, esta vez lo hicieron los tres, Amelia seguía
con el gesto algo serio, Luisita tras salir de curar a la pequeña, lo hacía con algo de su
misma seriedad, y Marce parecía el más relajado de los tres. Fue quien habló entre aquel
silencio tenso
A: Lo siento (sonrió al igual que lo hizo Luisita) Bueno pues iba yo y otra compañera, a
un campo de refugiados, con la ayuda de una mujer adinerada del país, había dejado a
su marido, había sacado todo su dinero y ha creado una zona donde las mujeres,
prostitutas principalmente, pero el resto también, se refugian con sus hijos, o solas,
reciben educación y tratan de darles nociones de trabajos. Pues nos comentaba que
habían mujeres mutiladas que no querían compartir el lugar con otras que no lo estaban
porque eso era pecado, era ir contra los dioses, contra Dios
L: Que fuerte (susurró nuevamente atraída por las explicaciones de Amelia)
M: Así es, es un tema tabú para muchas, y aunque nosotros tratamos de enviar informes
y tratamos de buscar soluciones es imposible
L: Pero esa niña... puede morir, aún no está fuera de peligro (seguía hablando impactada
ya no solo por lo que veía, sino, por la forma en que lo hacían podía imaginarse a las
niñas atadas sufriendo aquella amputación y le creaba una angustia terrible)
M: Muchas mueren
A: Es cierto (miró a Luisita nuevamente con el velo puesto en sus ojos) Es más te diría
que no vuelvas a decir a una madre delante de su marido todo lo que le has dicho (esta
vez quien miró fijamente fue Luisita) Si te entienden, no dudaran en golpearte tú vas
contra sus normas por eso no nos ven con buenos ojos a las mujeres blancas. No
estamos mutiladas y estamos en constante pecado
L: Me hierve la sangre ante esto... no lo puedo evitar
M: Pues Luisita Amelia tiene razón, a todos nos provoca esto... pero... hay que saber
controlarse. ¡Mira quién viene por ahí!
Señaló con su dedo hacia un coche que llegaba de la Cruz Roja, se detuvo y al hacerlo
se abrieron las dos puertas delanteras, un hombre canoso más o menos de la altura de
Marce bajó por el lado que alcanzaba a ver Luisita, por el otro supuso que era alguien
conocido para Amelia porque la vio ponerse en pie, y sonreír. Ella hizo lo mismo, se
puso en pie, pero aunque trató de sonreír no pudo hacerlo al ver como una mujer de su
estatura un poco más y morena, se abrazaba a Amelia de manera demasiado elocuente
Cuando Marce insistió para llamarla, se dio cuenta que su mirada estaba fija en la pareja
de mujeres que hablaban sonrientes, que sus ojos a pesar de mirar no estaban viendo
nada, que se había perdido en sus pensamientos, para él estaba casi seguro que algo
había pasado entre ellas, y en ese momento lo confirmó. Tras varios segundos de
llamarla con insistencia, finalmente consiguió que Luisita reaccionara
M: ¿Has bajado a la tierra, ya? (le preguntó con las manos sobre las caderas) Perdona
Gustavo pero... aquí mi enfermera aún está impresionada por la ablación de la niña que
tenemos y, la rabia le corroe hasta casi volverla de piedra
Gustavo: Pues me gusta que esas cosas tan horribles afecten, porque eso quiere decir
que estamos implicados (le sonrió)
L: Luisita... me llamo Luisita (le ofreció la mano)
Gustavo: Mucho gusto Luisita, este viejo cascarrabias siempre igual
M: Viejo lo serás tú... yo estoy hecho un chaval (Luisita sonrió pero tan fingido que
Marce puso sus ojos en blanco) Luisita Gustavo es un médico enrolado a este continente
¿cuántos años?
Gustavo: Veinte... veinte años aquí
L: Imagino la de barbaridades que ha debido de ver (le dijo con total franqueza mientras
veía otro abracito por detrás “La madre que la parió... conmigo se porta así y mírala
con esa tipa... no sí, al final va a tener razón Marce y nunca debí caer”)
M: ¿Luisita estás bien? (le dijo ya algo serio)
L: Sí, sí perdona
M: Amelia por favor... creo que deberíamos pasar a las presentaciones ¿no crees? (le
dijo sin querer alterado)
A: Ya voy ya voy... Sigue igual de insoportable Carolina... (le susurró sonriente en su
oído)
Carolina: Me lo imagino, es lo bueno de Marce y Gustavo no cambian (sonrió)
M: Luisita te presento a la Doctora Márquez una enfermera Suiza con dominio de un
español muy castellano más concretamente de Valladolid, Carolina mi enfermera (dijo
orgulloso y aquel orgullo lo captaron tanto Amelia quien sonrió de lado, como Luisita
quien se sonrojó)
Carolina: Encantada... llámame Carolina (le estrechó la mano)
L: Lo mismo digo Carolina (su sonrisa un tanto forzada)
Carolina: Yo soy cooperante de la Cruz Roja, hago un poco de todo
L: Que bien (susurró y Amelia la miró con una sonrisa, había captado en su voz lo que
sentía, algo de celos o más bien, le había molestado su explicación un tanto arrogante)
M: ¿Qué tal está tu marido?
Carolina: Tan borde como siempre... ¡ya sabes! (elevó los hombros sonriendo)
L: (“Vaya... no la detiene ni que estén casadas, claro, es solo por pasar el rato” pensó
mirando a la pareja que seguía sonriendo por algo que había dicho Amelia)
M: Sentaros, y así nos ponemos al día de las cosas
Carolina: Yo con tu permiso Marce, voy a robarte a la doctora
M: No es a mí a quien debes pedir permiso (Luisita se tensó de tal modo que hasta ella
misma se asustó rezando para que no la nombrara a ella) Si Amelia quiere ir
A: Vuelvo enseguida (le contestó sin mirar a Luisita s fueron en el jeep)
Gustavo: ¿Y qué tal África, Luisita?
Una pija en la selva 427
Carolina: ¿Problemas?
A: No... tonterías
Carolina: Pues la tontería está muy buena, al menos tiene una sonrisa encantadora
¿verdad?
A: Sí (sonrió de lado sintiéndose descubierta, y tras agachar sus ojos hasta mirar sus
manos entrecruzadas, volvía a mirar el horizonte)
Carolina: De lo que vamos a hacer ya sabes...
A: Sí... tranquila
Había pasado una lenta y pesada media hora donde Luisita había estado aguantando el
tipo ante aquellos dos hombres como pudo, sus pensamientos volaban desde España, a
Benigna, ¡cuánto la echaba de menos!, pasando por aquella Julia que había dejado una
mujer insoportablemente hundida en su propio dolor, que cuando era capaz de olvidarlo
se volvía una mujer maravillosa, hasta llegar a la situación que se vivía en aquellas dos
campañas, en una la muerte llamaba a la puerta de igual modo que en la otra lo había
hecho la vida
La revisaron con todas las precauciones tomadas y con ambos rostros serios y afectados
por aquello que seguía causando en ambos una incomprensión tal que les dolía el alma.
Pero esa misma alma se reconfortaba cuando pasaban al lado y allí, estaba la vida, en su
Una pija en la selva 428
máxima expresión, el niño amamantando de la madre que había podido comer algo de
lo cocinado por Benigna, y feliz de ver a su hijo sano y fuerte
Al salir se encontraron con Gustavo pero ni rastro del jeep ni de Amelia. Ambas
ausencias las vieron los ojos audaces de Luisita
M: Sí, hemos tenido mucha suerte, la verdad que le ha pasado de todo en tan poco
tiempo que otras con menos se hubieran marchado
Gustavo: ¿Y qué tal con Amelia?
M: La tiene controlada
Gustavo: Imagino donde han ido (negó con la cabeza)
El jeep volvía, en él, el silencio volvía a ser protagonista, hasta que Carolina detuvo el
coche y antes de bajar le dijo con cierta preocupación mirándola fijamente
Carolina: Amelia nunca antes te había visto así... quizá es tiempo de soltar amarre ¿no
crees?
A: Es solo un mal momento, un poco de bajón... ya sabes estar aquí...
Carolina: A mí no me engañas
A: Pues si no te engaño Carolina... por favor... (ladeó su cabeza poniendo una mueca de
suplica para que no siguiera)
Carolina: Has estado todo el rato en otra parte, ¿crees que no lo he notado?
A: Ya, lo siento
Carolina: La vida es el presente, el pasado no te sirve de nada, bueno sí, para joderte el
presente
A: Lo sé (su voz estaba tan apagada que a ella misma le asustó)
Carolina: Pues haz algo... estamos de paso... y me has fallado (le sonrió dejándole un
suave beso en la sien)
A: No ha estado mal (bajaron al ver que Marce y Gustavo se acercaban, no vio a
Luisita) Ya estoy aquí... ¿ha pasado algo?
M: Nada importante que no se haya podido hacer sin la presencia de la Ilustre Doctora
Ledesma
A: ¿Necesitas algo más, a parte de tu coña? (lo miró seria)
M: No
A: Vale, pues me voy a mi cabaña a descansar, Gustavo un gusto verte
Gustavo: Si casi no me has visto (le dijo jocoso)
A: Estoy cansada ¿me disculpáis?
M: Claro. Oye Carolina, no puedes dejármela así hecha un trapo
Carolina: Te aseguro que yo no la he dejado en ese estado... cuando la he recogido ya
estaba hecha un trapo
Se había marchado con el rostro serio y marcando en él una cierta preocupación, antes
de entrar a descansar resopló con fuerza, al entrar, Luisita cerraba los ojos, había
escuchado nítidamente el motor del coche acercarse, se había mentalizado de que
aquella noche si se arrimaba a ella, si le quedaba tan poca vergüenza de hacerlo, la
sacaría a patadas del catre. Al fin y al cabo, no era nada suyo, así que porque debía
preocuparse de ella. La oyó como entraba con cuidado tratando de no hacer demasiado
ruido, la oyó como se cambiaba ante el silencio de la noche pudo escuchar hasta cuando
el sujetador deslizó el cierre y resbaló sobre su piel, instintivamente tragó saliva. La oyó
acostarse, y dar varias vueltas, era raro en ella y le llamó su atención, Amelia no solía
moverse
La noche, diferente a todas las anteriores desde que estaba en la Selva, se le hizo algo
extraña, acostarse al atardecer, hacerlo sin el canto de los grillos, sin los aullidos y sin
esa música especial que sonaba, le hacía sentirse por primera vez extraña. Y es que el
Una pija en la selva 430
cansancio de la noche anterior le había dejado tan exhausta que había dormido sin
percatarse de la ausencia de los sonidos de fuera, porque el corazón de Amelia le estaba
susurrando una relajada canción de amor
El descubrir la mentira no fue el principio de la debacle, tan solo fue el principio del
dolor, recordaba como había cogido un avión de vuelta y durante el trayecto había
dormido ayudada por un par de valium, no avisó que llegaba y nadie la esperaba,
recordó como en Brazzaville recorrió calles como si estuviera soñando, veía pasar la
gente y cada vez que se cruzaba con un niño, escuchaba nítidamente como se
resquebrajaba su alma un poco más. Fue a los dos días de estar en una habitación oscura
y sin ventilación, cuando apareció Cruz, Cruz fue la salvadora de su perdida, la llevó
hasta la aldea y allí al principio Benigna se encargaba de cuidarla, de tratar de entender
su rabia, su dolor, de hacerle ver que debía sobreponerse para poder enfrentarse a los
recuerdos y sobre todo, poder estar con la calma necesaria para luchar por su hijo. Pero
aquellas buenas intenciones de Benigna, se iban perdiendo día tras día, noche tras
noche, los días se escondía en su cabaña, tan solo salía si había alguna necesidad, las
noches las pasaba en la cama de Benigna, o caminando perdida por el centro de la aldea
como si se hubiera vuelto loca, no sabía rehacer su vida, no encontraba nada que le
hiciera salir del pozo donde una traición de la persona que menos esperaba porque era la
que más amaba le había empujado. Y ese pozo, tocó fondo una noche, un golpe despertó
a Massamba, salió con su puñal en mano, revisó todo pero no halló nada que pudiera
sorprenderle, todos dormían, no había ni una sola sombra que alterara la noche, sin
embargo como buen cazador, sus ojos se habían acostumbrado a detectar cualquier cosa
en la oscuridad por leve que fuera su movimiento, y aquella vez no fue diferente, la
halló en el suelo, tras su cabaña con una botella en la mano, mojada por la lluvia, el pelo
revuelto, los ojos cerrados, con un vomito a su lado, Massamba la cogió en sus brazos,
la llevó hasta la ducha, le quitó la ropa, la metió en la cama desnuda, y se quedo sentado
a su lado. En silencio la vio como los demonios vivían en su interior, se removía en la
Una pija en la selva 431
cama bajo un único nombre, Julia, sudaba, lloraba, era tan cruel ver su desesperación
que con cuidado preparó un brebaje para poder sacarle ese demonio de mujer que vivía
en su interior, le costó pero lo logró, a las tres horas tras haberle obligado a beber
Amelia abría los ojos sintiendo la pesadez de su cuerpo, el dolor y la angustia tenían
mucho peso, tanto que no podía moverse, entonces oyó la voz de Massamba susurrarle,
entregarle una ropa para que se cubriera, y dándole la espalda, esperó a que estuviera
decentemente vestida. La miró con sus ojos grandes y profundos, ella se asustó de lo
que pudo ver reflejado en aquellas pupilas, era su imagen distorsionada, y sintió un
miedo atroz que la llevó a llorar durante el resto de la noche apoyada en el pecho fuerte
de aquel hombre que tan solo murmuraba frases en kikongo, frases que ella entendía y
sabía que le estaba dando fuerza, esperanza. Recordaba como al día siguiente fue Cruz
quien hablara con ella, quien le decía que no podía negar a nadie de los jefes por más
tiempo su estado, que no podía evitar que supieran que no podía curar, que no podía
ayudarle en las expediciones, recordaba como le suplicaba ayuda, como le rogaba
perder su memoria, y así entre todos, la ayudaron a salir del pozo con la cuerda de la
amistad, de la confianza, y aquella cuerda poco a poco tirada por las manos amigas de
todos los que allí vivían con ella, la sacaron del fondo, pero al dejarla en la superficie, se
juró a si misma no volver a sufrir por el amor de ninguna mujer
Y así fue como se volvió la canalla que tanto odiaba, la canalla que escondía su corazón
tras una legendaria muralla china a modo de defensa, el corazón destruido una sola vez,
era suficiente. Comenzó a disfrutar de algunas mujeres, comenzó a darse cuenta que su
físico y sus dotes de gran conquistadora hacían que algunas enloquecieran por ella sin
remedio, eso sí, la máxima en su vida había pasado a ser, no mientas, como lo hicieron
contigo, eso hace pupa. Y así fue, a todas las mujeres que pasaron por su vida, tanto en
la Selva como una vez que volvió a Madrid dos semanas, a todas les advertía, pero
como se le advierte a alguien ilusionado como la enfermera francesa, que solo iba a ser
un entretenimiento. Superado lo de la francesa, siguió jugando y ganando, Claudia
nunca le pedía nada, Samantha tampoco, hasta Bárbara le gustaba enredarse con ella de
vez en cuando, subir a las estrellas como decían y olvidarlo. Todo era superficial, todo
hasta que llegó Luisita. Lo que siempre temió, un día llegaría una mujer que le haría
temblar, era irremediable, y ella lo conseguía, había trastocado todo su mundo interior,
toda la fuerza que sentía para jugar se le había ido perdiendo por el camino, sobre todo,
desde aquella noche que estaba en su cabaña y le demostró que podía ser como ella,
mostrarse como ella, llenarla de placer y marcharse, le debía haber gustado y sin
embargo le dolió tanto que se fuera, aquel fue el primer toque serio, había necesitado
seguir a su lado, había necesitado el abrazo, el cariño, los mimos de aquella mujer y era
lo que había desatado su miedo, la segunda vez fue mucho peor, aquellas caricias tiernas
después de hacer el amor con una ternura y suavidad tan recíproco que a la mañana
siguiente le había aterrado sentir sobre su piel algo que podía destruirla. Y por mucho
que Benigna, Carolina tuvieran razón, debía superar el pasado para poder disfrutar el
presente que tenía, aquel presente le creaba tantas dudas, tantos miedos que sabía caería
de nuevo, y si un día Luisita la dejaba destruiría su vida como ya una vez pasó
A: ¿Qué sabes... que sabe nadie lo que siento...? incoherente, si, inmadura puede, pero
ninguna me va a volver hacer caer
Puso sus codos sobre los muslos, sus manos se cerraron y sus puños sujetaron el peso de
su cabeza apoyándose en su frente, Luisita había movido todo como si fuera un
terremoto, el dilema era que todo había sido construido con tanto ahínco que no había
Una pija en la selva 432
destruido lo necesario, ¿valía la pena arriesgarse?, pero Luisita se lo dijo solo sexo ella
tampoco creía en el amor, si se daba a ella... ¿qué pasaría?. Miles de preguntas
martilleaban su mente, hasta que no pudo más, hasta que se derrumbó de tal modo que
lo único que pudo hacer fue romper a llorar, llorar como hacía mucho tiempo no
lograba, estaba llorando pero de tan diferente forma, antes lloraba por dolor, en ese
instante lloraba por un posible amor
Pasó gran parte de la noche con esa necesidad de sacar su dolor fuera, de dejar que las
lágrimas inundaran su rostro, para que no inundaran su corazón y terminaran por
ahogarla, cuando las lágrimas cesaron, recogió su pesado cuerpo y lo llevó hasta el catre
junto a la mujer que le estaba haciendo temblar, junto a la mujer que le había hecho
plantearse tantas preguntas y dudas, allí durmiendo parecía inofensiva pero no era
verdad, era demasiado peligrosa hasta en eso, sentía unas ganas enormes de abrazarse a
ella, de rogarle que la estrechara entre sus brazos, la acunara y le diera una sola
oportunidad de afrontar sus miedos, pero aún quedaba en ella, en pie esa parte que el
terremoto de emociones que le causaba Luisita no habían logrado derrumbar al suelo, y
era justo la parte que le impedía dar el paso de mostrarse herida por su contestación,
porque a ella si le dolían sus palabras, no le eran indiferentes, le dolían y mucho. Se
acostó agotada de tanto pensar, se acostó cerrando los ojos con fuerza obligándose casi
a dormir sin pensar, sin recordar
L: No Marce, sé que eso no se puede hacer, ella también lo sabe, es consciente del
riesgo, por lo tanto si lo ha hecho ella será consecuente con sus actos (volvió a ver una
diferencia en sus pensamientos, cuando se mostraba como mujer era incoherente,
cuando lo hacía como médica era la más coherente del mundo a pesar de ir contra
corriente. “Te vas a volver loca con tanto pensamiento sobre ella” pensó)
M: Pero resulta que quien tiene que echarle la bronca soy yo (la miraba serio)
L: ¿Y sirve Marce?, ella me parece que es así, ¿recuerdas la muchacha de nuestra
última salida?, creo que tiene demasiado corazón, aunque se haya convertido en lugar
de un músculo en una piedra (decía mirando el horizonte con la mirada perdida)
M: Vale... o sea, que ahora tengo a dos cabezas locas
L: No, tienes a dos mujeres que no entienden muchas cosas de las que pasan, dos
mujeres que tratan de evitar sufrimiento en vano, ¿eso es tan malo?, si lo es, yo la apoyo
M: Mira, no te dejes embaucar por ella, hazlo como mujer si quieres, pero no como
médico si pone su vida en peligro o la nuestra, es mi deber llamarle la atención, lo he
hecho tantas veces, la he tapado tantas otras, la última antes de llegar tú le metieron un
balazo en la pierna, tuvo suerte que con quien fue la devolvió, y logré que se acabaran
sus salidas nocturnas hasta lugares insospechados para ayudar como tú dices, ¡si la
matan pierdo una médica a parte de una amiga!, y no puedo permitirme el lujo de
perderla por su poca cabeza o su gran corazón, llámalo como quieras, el resultado es el
mismo. Yo le lloraré unos días, pero ésta gente la necesita, necesita a alguien como ella
pero sin locuras
L: Lo sé, pero hoy no lo hagas, te lo pido por favor
M: ¿Y eso?, ¿es un día señalado en el calendario por algo especial?, ¡Santa Amelia,
quizás!, ¡prohibido cagarme en su madre! (se mostraba realmente exasperado)
L: Se ha pasado la noche llorando Marce, creo que hoy no es un buen día para ella
(trató de mostrarse convincente en sus palabras ante la angustia comprensible del
hombre)
M: Me jode mucho Luisita...
L: Lo sé (le interrumpió con una mirada suplicante)
M: Sé por lo que ha pasado pero... no puedo siempre justificar sus actos, lo siento, voy
a tener que abrir expediente
L: Bien, pero mañana ¿sí?
M: Mucho me va a tener que convencer Amelia para que no piense que es gilipollas
perdida (asentía con la cabeza)
L: ¿Y eso?
M: Si te deja escapar, es gilipollas
L: Bueno... a lo mejor quien no la deja escapar soy yo (le guiñó el ojo sonriendo) Y ella
sigue siendo una gilipollas que se aferra al dolor para justificarse que no puede ser feliz,
es más fácil... solo hay que dar la vuelta a todo eso
M: Tienes dos cojones si tratas de derribar esa piedra (la miraba fijamente con un gesto
de admiración que no ocultó)
L: A veces derribar piedras te traen una sorpresa única y maravillosa
M: Joder... quien lo diría, vasos piolín, ropa de marca, cremas para la cara, para las
piernas, ordenador portátil, cámara de fotos último modelo, y lo mejor, decisión. Al
verte pensé que todas las tontas me tocaban a mí, ahora pienso que me ha tocado de las
tontas, la mejor
L: ¡Que fuerte Marce... que fuerte! (decía muerta de risa) ¿Has desayunado?
M: No, con este cabreo que llevo encima tengo más que suficiente
Una pija en la selva 434
Amelia no contestó, pero le hizo un gesto que demostraba gratitud por sus palabras y
aceptación a lo que aquel mensaje le había mandado. Se duchó y cuando volvió buscó
en la tienda de campaña a Luisita, la encontró arreglando el instrumental, era una
obsesión para ella, todo correcto, todo en su lugar, Amelia la observaba con
detenimiento aunque prefería pensar con su lado Médico y humanitario, rechazando de
golpe cualquier otro pensamiento que llegara hasta ella. Al girarse Luisita la vio, se
quedó mirándola con detenimiento, no le llamó la atención la manera que iba vestida,
ambas habían lavado su traje en el río y lo tenían secando al sol, así que el siguiente
traje era el mismo, ropa de lino, clara para evitar que el calor se hiciera más penetrante
Una pija en la selva 435
en su piel, lo que le llamó la atención fue aquella trenza y un pañuelo rojo anudado en
su frente, estaba demasiado bella pensó para si
El silbato de uno de los militares sonando repetidas veces daba la señal de que nuevos
refugiados llegaban, Marce las vio salir de la tienda de campaña, Luisita llegaba con una
de las cajas donde tenían los instrumentales envasados al vacío, y Amelia lo hacía con el
gesto bastante serio detrás de ella
M: Bueno... hoy empezamos antes la jornada (decía poniéndose la bata ayudado por
Amelia)
L: Esperemos que vengan de manera que no les hagamos esperar mucho
M: Os recuerdo, nada de bravuconadas, ni nada de tonterías, observar, reconocer y
punto, ¿entendido?
L: Sí
A: Me parece que vamos a tener bastante trabajo (dijo al ver como llegaban)
M: Pues manos a la obra
No tuvieron mucho más que decirse, nuevamente colocados como era habitual a la hora
del reconocimiento, Luisita ayudaba a ambos, mujeres y niños a un lado, hombres al
otro, la primera hora de reconocimientos la hicieron bastante rápida, ningún caso que
pudiera llamar la atención, pero la siguiente hora todo fueron complicaciones, la gente
comenzaba a salir de todos lados, del río, de los caminos, les veían llegar con la ropa
mugrienta, rota, sangre en los pies, y aquello aún complicaba más su reconocimiento,
unido a esto, se les vino encima un sol de justicia, un calor infernal, las batas, las
mascarillas, los guantes, todo les molestaba lo suficiente como para tener unas ganas
horribles de arrancarlo todo y poder trabajar al menos con algo de comodidad.
Disimuladamente entre los tres se vigilaban, Marce se mostraba firme con ellas, su
mirada lo decía todo, mientras que Luisita y Amelia se miraban a hurtadillas como si
realmente no quisieran hacerlo a los ojos, eso sí, cuando la Médico necesitaba su ayuda,
bastaba que aquellos ojazos se posaran en los de Luisita para que ésta supiera lo que
quería, aquella complicidad en el trabajo, era tan clara que Marce se sentía más inseguro
de lo que a las dos mujeres revolucionarias se les ocurriría hacer
M: ¿Pero qué estáis haciendo?. Cerrar la alambrada, ¡cerrar la alambrada! (decía Marce
yendo hacia el camión a toda prisa al ver a la gente como se empujaban unos contra
otros)
L: Marce van a beber del grifo... esperar... esperar... no (decía nerviosa)
M: Joder queréis ayudar (le gritó al militar que miró a otro y elevaron los hombros)
L: Fuera... fuera... fuera (les decía como podía abriéndose paso mientras en el puesto de
control los militares empujaban a la gente que quería entrar por la alambrada hacia fuera
como podían para retener la avalancha)
A: Mierda... malembe... malembe (decía Amelia mientras tal como hacían sus
compañeros trataban de separar a la gente que se empujaba y gritaba entre si por un
poco de agua) ¡Luisita cuidado!
L: ¡Au! (se quejó cuando vio como entre los empujones le llegaba hasta ella echándola
al suelo y cayendo de culo) ¡Joder!
M: Tú, dispara al aire... dispara al aire (le decía fuera de si mientras una mano negra se
ponía en su cara arrancándole la mascarilla y obligándole casi a caer)
A: ¡Cuidado con el niño... hostias... el niño!... disparad malditos cabrones... (les decía
con gesto de terror al ver como en los empujones habían echado a un niño que lloraba
desconsolado al suelo)
De repente se oyeron unos disparos que hicieron que todos se agacharan, incluida
Amelia que los oyó silbar demasiado cerca suyo, Marce que notó como la mano que le
aprisionaba la cara lo liberaba, veía atónito como Luisita tenía en sus manos un fusil,
Amelia la miró tan sorprendida como aterrada, “Dios que lo suelte pronto, con lo patosa
que es”, pensó. Y así fue, Luisita le entregó el fusil al militar joven y risueño que se lo
había entregado para que ella disparara. Entonces los tres se quedaban exhaustos por la
pelea contra la veintena de personas que se habían enfrascado en esa lucha por beber. A
Marce le habían arrancado como a Luisita parte de la bata, a Amelia el pañuelo de la
cabeza estaba en el suelo pisoteado, y los tres con cara de locos miraban a la gente que
seguía en el suelo, las mujeres lloraban, los niños al ver a las mujeres también y los de
fuera gritaban y suplicaban. Ante aquel panorama, Marce tras la lucha sacó fuerzas de
flaqueza para con la respiración jadeante al igual que las chicas poder hablar a la gente
Los militares a disgusto pusieron el orden que no les apeteció poner en su momento,
Luisita junto a Marce vigilaban porque no se fiaban que lo hicieran los militares de que
nadie bebiera del grifo, Amelia tuvo que revisar al niño que debido a los empujones
había caído y lloraba desconsoladamente. Una vez todos saciados de la sed, fueron
Una pija en la selva 437
M: A ver... ¿vais a ser capaces de vigilar que beban de uno en uno y sin tocar el grifo?
(les preguntó de muy mal humor a los militares que allí estaban)
Así estuvieron hasta que atendieron al último refugiado, de los tres, Amelia tenía el
rostro tan pálido que llamó la atención a los otros dos. Después de quitarse todo, lavarse
bien para desinfectarse, Marce fue a buscarla
M: ¿Qué te pasa?
A: Nada... ¿por qué?
M: Tienes mala cara
A: Tengo la regla
M: Al menos me quedo tranquilo, no estás embarazada, no me gustaría perderte (le dijo
enarcando una ceja)
A: Vale sé que lo sabes...
M: ¿Y?
A: Nada... ya está (elevó los hombros)
M: Come algo
Allí se quedó sola algo mareada, sabía que no había cenado ni desayunado, y el disgusto
de la noche le había afectado, así que decidió comer algo mientras se relajaba en aquel
rincón que siempre en todas sus escapadas Marce conseguía crear como suyo. Comía
pensativa, sabía lo que le pedía a Luisita, y sabía que no estaba en disposición de nada,
pero aún así, le gustó aquella confianza. Sonrió la recordar el gesto de Luisita, y como
fue cambiándolo mientras Amelia pensaba, “esperaba una proposición indecente... lo
sé”. Volvió a sonreír
Un pequeño ruido le sobresaltó lo suficiente como para de golpe abrir inquieta los ojos
L: Es que perdona, la que vale, vale (sonrió nuevamente dejando a Amelia atrapada en
aquella sonrisa)
A: Sí
No dijo nada más, Luisita tampoco, guardaron silencio cada una apoyada en una parte
del tronco del árbol. Por un rato nada más compartieron el ruido de los pájaros, el llanto
del bebé que debía estar hambriento y las risas insoportables de los militares. Un nuevo
silbato se escuchó
Volvieron al duro trabajo, nueva gente, nuevos rostros pero las mismas reacciones,
gratitud, sed y hambre, entre ellos ninguno enfermo les quedaba ese consuelo cerca de
las seis de la tarde cuando acabaron. Amelia seguía algo demacrada, Luisita preocupada
por ella, Marce del enfado había pasado a la tranquilidad al rellenar papeles que era lo
que tanto odiaba, él estaba hecho para salvar vidas, no para la burocracia. Tuvieron dos
horas de descanso, cuando una de las veces Luisita salía de la tienda de campaña,
Amelia la abordó porque iba a entrar, tras tomarse un descanso obligada por Marce
L: ¿Has descansado?
A: Sí, iba a ver a la niña
L: A Mina... se llama Mina
A: ¿Mina? (la miró fijamente)
L: Sí, ha despertado, he estado un ratito con ella, es increíble yo creo que estaría
gritando sin parar y llorando, ella lo único que hace es morderse el labio, se ha hecho
una herida, por eso Marce me ha mandado volver a inyectarle para que descanse
A: Ya... suele suceder, los padres deben estar orgullosos de su hija (dijo con cierta rabia,
entonces la miró y le preguntó) ¿Y el bebé?
L: Estupendo, es un glotón, la madre es primeriza... no le entiendo mucho porque el
dialecto que hablan...
Entonces el ruido del coche les obligó a callar, ambas se giraron y descubrieron el jeep
de la Cruz Roja, Amelia miró a Luisita, y ésta asintió. Bajó tan solo Carolina del
interior, se dirigió directamente hasta donde se encontraba Amelia, se saludaron y
fueron hacia donde un inquietante Marce las esperaba
L: Sí Marce... tengo ganas de saludarla y que me cuente como está Mona, Valiente y los
demás
M: ¿Y si vienen refugiados? (se puso las manos en las caderas mirándolas algo irritado)
A: Marce está cayendo la tarde, a estas horas no viene nadie
M: Ten cuidado Amelia
A: Lo tendré, solo voy a enseñarle el...
M: Ya... ya... solo vas de guía turística
A: Nos vamos, ¿vale?, si pasa algo por mediación de los militares nos localizas
M: Claro... adelante... dale recuerdos a Benigna, Luisita
L: Si (sonrió algo nerviosa) Se los daré
M: ¡No sé que voy a hacer con ellas! (susurró negando con la cabeza) Si no tenía
bastante con una, ahora son dos
Hubo silencio como respuesta, Amelia miró a través del cristal de la ventanilla, era un
riesgo, y además el niño prematuro, muchas posibilidades de que todo saliera mal, no
habría porque hacerlo a escondidas, no habría porque, pero las tradiciones no permitían
que según quien tocara a una mujer embarazada antes que la naturaleza llevara a cabo
su trabajo, el hechicero de aquella tribu había muerto, por lo tanto, de igual manera que
el día anterior había hecho algo que iba contra la naturaleza, sabía que vista para los
demás, lo que estaba a punto de ocurrir era lo mismo. Sus compañeros no querían correr
riesgos cuando iban a tener que convivir con aquella tribu, el que fuera marcado como
culpable podría encontrarse con problemas, ella no estaba allí, y según los médicos del
campo de refugiados, ella era la ideal. Pero conforme se acercaba el momento y pensaba
que había arrastrado a Luisita y podía tener problemas, se le iban las ganas de llegar, de
salvar la vida de la madre y del pequeño, no quería que a Luisita le pasara nada, y se
había dado cuenta en el momento de tensión, cuando entre unos y otros empujaban y la
vio caer, suspiró profundamente
El jeep había aparcado lejos de la zona de mayor influencia, lejos de los puestos de
mando, nadie sabía que iba a llegar, iba a operar y se iba a marchar, la mujer que
llevaba dos días en su cabaña, había sido trasladada hasta un improvisado hospital con
su madre, allí esperaban inquietas el desenlace que tanto temían. Todo había sido
preparado por el Doctor Williams, él ayudaría en todo lo que pudiera a la joven médica,
un hombre de mediana edad, que en su juventud, fue como Amelia, hizo lo que Amelia
hacía, y la admiraba. Después de las rápidas presentaciones, Amelia y Luisita se
prepararon con la ayuda de Carolina. Antes de marcharse dejó un beso sobre la
mascarilla en la boca de Amelia que fue visto por Luisita, quien retiró a toda prisa sus
malditos ojos que lo habían captado
A: Pues sí... mira... joder... no sé como voy a arreglar esto, toma (le entregó al pequeño
y Luisita lo tapó con la especie de bolsa negra que David le había traído)
-: ¡Amelia! (se oyó una voz al tiempo que abrían la puerta y entraba un hombre alto con
rostro adusto)
DaviQ: Mierda (susurró por lo bajo)
-: Cuando acabes os quiero en mi despacho... (les dijo con voz gélida)
A: Joder... ¿dónde está Carolina?, se suponía que debía estar vigilando (le dijo a David
algo preocupada)
DaviQ: Nos han pillado... ¡mierda! (resopló notándose su enfado)
A: Bueno terminemos el trabajo (su frente se había arrugado y sus ojos miraron con
cierta rabia a Luisita)
B: Vamos Mona no puedes estar así, ven aquí (le decía, al animal que se pasaba las
horas sentada a los pies de la cama de Luisita) Ella va a venir, ya lo verás, todo va a ser
como antes, tranquila ¿vale?. ¿Oye y esto?, ¿has encendido el ordenador de Luisita?...
¿pero?... a ver (Benigna miraba porque como protector iban pasando una a una las
fotografías que Luisita había hecho, se puso las gafas y vio algo impresionada como
aparecían las de Amelia una tras otra, sonriente, juguetona, divertida, sugerente, suspiró
con emoción) Estoy segura que es ella, ella es la mujer que va a ayudar a sacar lo mejor
de si misma a Amelia...
Mona: Uhuhuhuhuhhhhhhhhhhhhhhhh (gritaba saltando y dando palmas al reconocerse
en la pantalla)
B: Eres tú Mona, eres tú (reía divertida mientras el animal se había echado al suelo y
daba vueltas contenta) Mira, si estoy yo... ¿y esta fotografía cuándo me la hizo?...
¿sabes qué Mona?, creo que Luisita ha encontrado lo que no esperaba, y ahora creo lo
que me dijo, ha encontrado una familia
Mona: Uhuhuhuhuhuhhuh (seguía gritando y mostrando sus dientes)
B: Claro que sí, tú también, pero no puedes estar así Mona, van a tardar días en venir...
Mona: Uh (susurró poniendo gesto de pena)
B: Lo sé... yo también les hecho de menos, y rezo para que nada ocurra
En una campaña amplia y con mucha luz, mientras las suyas eran pequeñas y oscuras,
se encontraban los dos cooperantes jefes y Carolina, su gesto serio, les hizo entender
que ella también había sido advertida. Se detuvieron delante de la mesa donde el jefe de
todos ellos, incluido de Gustavo las observaba a ellas dos que se habían detenido juntas
y a la derecha de Amelia se había situado David
Gustavo: Doctora Ledesma, Luisita, David, creo que el director Peter Moure, quiere
hablar con ustedes, por lo sucedido (les dijo a modo de explicación)
Peter: Doctora Ledesma, no podía ser otra que usted, la Rebelde Sin Causa, ¿a quien
tenía sino que a usted, que encontrarme aquí haciendo algo que no es de su
Una pija en la selva 442
incumbencia? (le dijo con marcado acento francés) ¿Puede explicarme que ha estado
haciendo?
A: He practicado una operación, el niño que llevaba la mujer estaba muerto y su vida
corría peligro
Peter: Ya... ¿sabe cuales son las consecuencias de su acto? (la miraba con gesto muy
serio)
A: ¿Que le he evitado morir? (Luisita la miró con preocupación)
Peter: Ustedes nos han creado un grave problema, la familia de la joven nos pide
explicaciones. ¿Doctor Williams?
DaviQ: No se preocupe yo les daré las explicaciones necesarias
Peter: Usted y yo hablaremos después. Por lo que se refiere a ustedes dos, voy a tener
que expedientarlas y pasar orden de lo que han hecho
A: Lo he hecho yo, la enfermera Gómez no sabía a lo que venía, le pedí ayuda a última
hora pero le oculté que esto era ilegal
Peter: Sabe que es ilegal y a pesar de eso usted hace lo que quiere, por ser más que
nadie, pasar por encima de todos y quedar como si le importara este gente más que a
nadie, ¿y ayer que hizo ayer?, porque también voy a expedientarla por eso (le hablaba
con su voz dura y gesto molesto)
A: Hágalo, es su trabajo, el mío es salvar vidas y lo acabamos de hacer
Peter: Su prepotencia me cansa... ha infringido toda ley
L: No estoy de acuerdo con usted (dijo de pronto Luisita haciendo que Amelia cerrara
los ojos. El hombre la miró fijamente, al igual que los otros tres, entonces señalando
hacia Carolina y ante la sorpresa de todos, habló) Ella nos mandó venir, nosotras solo
vinimos a ayudar, si es algo que infringe la ley, la hemos infringido todos, pero la
Doctora Ledesma le ha salvado la vida a esa mujer, no creo que merezca un expediente,
quizá lo merecen otros por saber lo que pasaba y girar la cara
Peter: Vaya... así que es usted una versión de la doctora Ledesma en enfermera y más
bajita, ya... ¿están liadas? (les preguntó con ironía)
L: No le importa (se apresuró a contestar adelantándose a Amelia) Yo no lo pregunto si
usted está liado con ella
A: Luisita (le llamó la atención, no le gustaba que por celos actuara de aquella manera
contra Carolina)
L: Nos quiere expedientar, hágalo, ¿tendremos que ser escuchadas también, no?
Peter: Siguiendo las palabras de la Doctora Ledesma debo creer que usted vino
engañada
L: No, vine sabiendo a lo que venía
Peter: Vaya... ¡están liadas! (dio una carcajada con un punto de burla insolente)
A: ¡Vete a la mierda gilipollas!, ¿quieres expedientarme?, ¡hazlo!, pero no me toques
más los cojones, soy médico, salvo vidas o al menos lo intento, es penoso que estéis
aquí y tengamos que ser otros los que hagamos el trabajo sucio... ¡adelante, hazlo!
Peter: Tendré que dar parte del doctor Marce... seguro que él también sabía
A: ¡Él no sabe nada! (elevó su voz)
Peter: ¿Cómo ella?
L: Él no sabe a lo que hemos venido (se defendía también con un gesto marcado por la
tensión)
Peter: Ya... tendremos que averiguarlo... quiero que mañana venga Marce aquí
A: Nos estamos jugando la vida, nos estamos dejando allí solos los tres todas las
fuerzas, y tú me sales con que estamos infringiendo una estúpida ley... ¡eres detestable!
Peter: Cuidado con tus palabras Amelia (se levantó)
A: ¿Qué es lo qué buscas?
Una pija en la selva 443
Peter: Justicia
L: Pues es justo lo que acabamos de hacer, salvar a una madre que podía morir, ¡más
justo imposible! (le dijo sin dudar)
DaviQ: ¿Puedo decir algo? (intervino el hombre que había guardado silencio) El único
culpable de la situación soy yo, yo me responsabilizo de todo cuanto ha pasado, la
Doctora Ledesma nada más actuó bajo mi petición. El único responsable, soy yo
Con aquellas palabras, parecía que todo se daba por concluido, para el jefe tal y como lo
dio a entender. Amelia salió enfadada, Luisita indignada, Carolina preocupada. Las tres
mujeres allí paradas mirándose algo nerviosas
Luisita las veía hablar, no sabía que decían pero las miraba completamente concentrada
en sus gestos, en sus movimientos y pudo captar como Amelia hablaba de ella, seguro
estaría pidiéndole disculpas por lo que había dicho. Estaba tan inmersa en aquella
conversación que cuando David le habló se asustó
Iba caminando mientras pensaba en el caminito que le iba a dar porque seguro le pedía
que se disculpara con Carolina en el jeep, para su sorpresa cuando llegó hasta Amelia,
no había jeep
L: ¿Y?
A: Nos vamos andando
L: Vaya... la señora se ha molestado y nos manda de patitas a casa, y luego dices que la
celosa soy yo, pues ya podemos empezar porque se hace oscuro
A: Vamos (le dijo algo enfadada)
Caminaron en silencio, cada una pensativa en sus cosas, Amelia estaba dudosa de todo,
no sabía si creer la hipótesis de Luisita sobre la trampa, o realmente, creer las palabras
de Carolina, sin duda sabiendo como estaba la situación no debió proponerle que la
ayudara. Caminaban en silencio, no estaban a más de media hora a paso ligero pero el
silencio les hacía el camino más pesado, hasta que Amelia se detuvo en seco y Luisita
que iba detrás se tropezó con ella
No le dio tiempo a más, Amelia se acercó con cuidado y depositó un beso eternamente
dulce, en aquellos labios que temblaron de gusto al recibir aquel contacto, sin pasión,
sin avasallamiento, todo lo contrario, con suavidad, con ternura, con delicadeza, tanta
que cuando Amelia separó sus labios y miró a Luisita sintió como ella, un maravilloso
estremecimiento en todo su cuerpo, un nuevo temblor, una nueva sacudida y fue mucho
peor, cuando Luisita le regaló su dulce sonrisa toda para ella, era como tener el
Universo en sus manos, sentirse dueña de las estrellas, ama del mundo. Le tendió la
mano, era la primera vez que caminaban con sus manos entrelazadas, en silencio
sintiendo tantas cosas que a ambas les parecía imposible
Una vez terminaron de contar a Marce todo lo acontecido, después de soportar los gritos
y las quejas del hombre que sabían llevaba razón, todos se tranquilizaron, debatieron
sobre la posibilidad de que fuera una trampa, de que sucediera lo que Luisita pensaba
L: Por eso mismo Amelia, su madre, su mirada cuando terminamos y le dijimos que
estaba fuera de peligro fue de agradecimiento sincero, en ningún momento nos reprochó
nada (decía con calma)
A: Pero... sigo sin entender...
M: Lo que está claro es que no debiste ir, eso lo primero, mucho menos llevarte a
Luisita aunque creo que sois tal para cual (ellas se miraron y sonrieron) Así que ya
sabes, si te abren expediente tendrás que apañártelas con Quintero y los altos mandos
A: Lo sé (asintió algo apenada) Sé que he hecho mal y, asumo lo que me venga...
L: Yo también (agregó Luisita)
M: Tú... ¡ya hablaré contigo muy seriamente!, que de pija te has pasado a... (se callaron
porque los silbatos de los militares comenzaron a pitar rompiendo la tranquilidad de la
noche) Joder... manos a la obra
A: Marce ahora es peligroso ¿eh? (le dijo mientras se ponía en pie)
M: Lo sé, pero Gustavo nos ha puesto estos focos para algo...
A: Para eso si somos buenos
M: Somos los mejores para eso...
L: Sin duda (agregó Luisita sonriente)
M: Me gusta. Oye... no te dije nada antes pero... lo del fusil estuvo genial
L: Creo que le gusto al militar, fue él quien me lo dio con una gran sonrisa
A: Tendré que vigilar yo a ese muchachote (dijo con algo de ironía y gesto gracioso)
L: Pues ya sabes... (le contestó con una sonrisa divertida)
M: Venga dejar de tontear y a trabajar, eso sí, lo de esta noche no os lo voy a pasar
fácilmente
A: De acuerdo...
Comenzaron como siempre a vestirse, no eran más de diez personas, los tres estaban
tranquilos, acabarían sin más en una hora como mucho, podrían descansar. Estaban a
punto de terminar con la fila de mujeres cuando Amelia le dijo a Marce con voz
preocupada
La fila de mujeres se detuvo, quedaban unas siete u ocho personas por revisar según el
vistazo que Marce había dado, rápidamente dieron la voz de alarma los militares todas
las personas que llegaran a partir de se instante, deberían ser apartadas en cuarentena.
La base de control dio el visto bueno e informó que el camión iba para allá. Pero sin
Una pija en la selva 447
duda les quedaba a ellos la parte más complicada. Marce debía saber quienes eran sus
familiares, quienes habían tenido contacto con ellos, veía el miedo en los ojos de las
mujeres, de los hombres, veía como trataban de evitar que los ojos de Marce se pusieran
sobre los suyos. Era la tarea que más odiaba por cuantos médicos pasaban ese momento,
debía señalar a la muerte entre la vida. Les habló y pidió que colaboraran con ellos,
quienes fueran familia o tuvieran contacto con ella que se acercara, los militares con sus
ojos repletos de furia como siempre solían mirar, observaban a todos, en esas ocasiones,
olvidaban sus más y sus menos con los médicos y ayudaban, ellos tenían mucho que
perder si no lo hacían así. El silencio se había adueñado de todos ellos, nadie hablaba,
nadie daba un paso, hasta que una mujer salió de la fila con el gesto compungido, en su
mano un tembloroso trozo de tela, de sus ojos dos lágrimas, y su corazón a punto de
estallarle
Mientras tanto, ellas con la mujer y el hijo entraron a la otra tienda que les quedaba
libre, una vez allí con la ayuda del militar, la acostaron a ella primero, al hacerlo vieron
como un hilo de sangre salía por su oído derecho, Luisita con el niño en brazos lo dejó
en la camilla que había al lado, tratando de no juntarla demasiado para evitar en lo que
pudiera el contagio, si es que, el pequeño estaba libre de él
A: Gracias puedes salir (le dijo al militar que con una sonrisa le hizo caso) Tranquila...
todo va a ir bien. Luisita necesito un gotero de suero, ¿llevas doble guante?
L: Sí... Amelia el niño... (la miró con pena)
A: Lo sé...
M: Aquí os traigo a la madre (apareció Marce con gesto serio)
A: ¿Los maridos?
M: Ninguno de momento. Pero este grupo pasa a cuarentena ya están avisados, traen un
camión para llevarlos a todos juntos
L: ¿Y los que han pasado? (le ponía el gotero mientras Amelia iba a revisar al niño, la
mujer ni siquiera protestó)
M: Los van a ir recogiendo. ¿El niño, Amelia?
A: Estoy en ello... creo que... también (su voz mostró cierta amargura) Búscale una vena
Luisita, ponle antibiótico, calmante y suero
M: Amelia (se puso las manos sobre las caderas mirándola con preocupación)
A: Lo vamos a intentar
M: Poner las cortinas, sería bueno que al niño lo alejáramos (Amelia y Luisita cruzaron
una mirada de profunda pena) He detenido la rueda de reconocimiento, debería estar
seguro si tienen marido alguna de las dos
A: No hay duda la frecuencia es muy baja, y notó cierta dureza en el vientre (decía
mientras lo reconocía)
M: Está bien, ante todo no perder la tranquilidad, Luisita quédate con el pequeño tú,
¿vale?
L: Sí
M: Nosotros nos apañamos con la gente que queda fuera, es posible que hayan más
casos o puede que tan solo este aislado, a partir de ahora debemos turnarnos para todo.
Haremos dos turnos, uno descansa ocho horas y los otros dos duermen en dos bloques
diferentes de cuatro horas, ¿vale? (ambas asintieron) Amelia tú empiezas con el de ocho
horas, pero ya sabéis que esto será si por la noche no tenemos refugiados, si los hay...
debemos atenderlos de igual manera. Lo de hoy es un poco a bote pronto, son las diez
de la noche... vamos a terminar con la revisión
Una pija en la selva 448
A: Bueno... empezó la pesadilla, ¿qué llevamos dos días?, a mí me parece que estoy
aquí una eternidad
M: Venga vamos... Luisita nada de confianzas, no te quites la mascarilla, ni los guantes,
ni la bata ¿entendido?
L: Sí, descuida
A: Al menor problema nos avisas
L: De acuerdo (a través de la mascarilla le quiso entregar una sonrisa de calma y
confianza)
No hablaron más, acostaron a la madre de la mujer, pasaron las cortinas que dividían
cada pequeña habitación para convertirlas en habitaciones incomunicadas, Luisita
entendía con dolor que aquellas mujeres habían llegado para morir, sin duda, pero con
todo lo que Amelia le había mandado poner al pequeño, le quedaba la esperanza de que
podrían salvarlo. Allí se quedo al lado de la criatura que dormía, con las manitas
apretadas, ¿cuánto tiempo podría tener?, ¿un año?, ¿año y medio?, ¿qué había hecho él
para no poder luchar por la vida?, ¿por qué nadie encontraba remedio a algo que era
mortal y todo el mundo lo sabía?, ¿qué podía hacer ella por aquel niño?. Todas aquellas
preguntas en su cabeza, trasladaron una honda pena en su corazón y una tensión en todo
su cuerpo, el pequeño se movió e hizo amago de llorar, Luisita no podía soportar
aquella visión, se sentó y lo tomó en brazos, el pequeño calló
Fuera, la revisión se hizo de una manera mucho más profunda, no habían rastros en
nadie más ni tampoco había aparecido nadie más relacionado con las dos mujeres y el
bebé, ambos cansados, y asustados porque no reconocerlo, terminaron con el último
refugiado, los ayudaron a subir al camión y los veían alejarse allí todos juntos dejándose
hacer sin poder más que dejarse llevar a donde quisieran
El silencio de Amelia le dio a entender que no, la pena se había instalado en los tres, era
duro aquel momento, y Amelia tuvo una necesidad enfermiza de estar junto a Luisita,
respiró cerrando los ojos, estaba claro su síntoma, demasiado claro para ella
Al entrar la vio sentada cerca del niño, repasó a la mujer que con los ojos cerrados, la
boca abierta y una respiración lenta, parecía descansar, su madre permanecía despierta y
al verla entrar, con la mascarilla, los guantes, la bata, la mujer con tristeza le dijo algo
en una lengua que por mucho que Luisita quiso entender, no lo logró, pero sí oyó como
Amelia le contestaba, las cortinas le impedían ver su gesto, pero si cerraba los ojos
podía imaginarlo en su mente, y al saber que estaba ahí era como si una ventana se
hubiera abierto y le llegara un aire fresco que lograba tranquilizarla
L: Muy tranquilo (sonrió mirándolo y tras un suspiro le dijo) ¿Crees que lograremos
salvarlo?
A: Luisita... nadie se salva del Ébola (su tono trataba de ser definitivo no quería que
sufriera después)
L: Pero es muy pequeño igual... (trataba de encontrar alguna pequeña esperanza)
A: No, no te hagas ilusiones de nada, la madre me acaba de pedir que la deje estar con
su hija, que no quiere que muera sola, la gente lo sabe, sabe que van a morir, es así
Luisita...
L: Dios (fue un murmullo repleto de lástima)
A: Ahora está tranquilo...
L: ¿Y Marce?
A: Se va a hablar con Quintero y... bueno... con Benigna
L: ¿Crees que le dirán algo?
A: No, a Marce no creo. De todos modos, fui bastante estúpida
L: No... fuiste leal a ti misma (al sentarse se quejo)
A: ¡Oh es cierto ya no me acordaba! (se sentó frente a ella)
L: ¿Qué sucede?
A: Tengo que revisarte el culito (le sonrió quitándose la mascarilla)
L: No... no si no es nada, solo es el golpe (decía algo cortada)
A: Ven (le dijo muy seria quitándose los guantes)
L: De verdad... que no es nada...
A: No seas pesada quiero quedarme tranquila que no llevas herida... ven (le decía
tratando de mostrarse seria aunque no podía evitar sonreír ante su gesto)
L: ¡Uf...! Cansina ¿eh? (le decía quitándose la bata y desabrochándose el pantalón)
A: Uy pues llevas sangre en la braga, a ver acércate un poco más que no te voy a dar un
bocado por mucho que me apetezca (Luisita cerró los ojos algo nerviosa y dio un paso
para atrás) Tienes herida sí
M: Creo que... ¡coño! (se giró porque al entrar Amelia tenía sus dos manos puestas en la
parte derecha del trasero de Luisita) ¿Pero se puede saber que hacéis?
A: Le estoy curando el golpe, lleva sangre
M: ¿Sin guantes? (le riñó)
A: Vamos Marce, es Luisita (le dijo con una sonrisa mientras Luisita trataba de
apartarse de Amelia pero ésta no la dejaba porque la tenía enganchada de las bragas) No
te muevas ¡quieres!
L: No es nada de verdad... (seguía queriéndose zafar de ella pero Amelia seguía
estirando)
M: Amelia ponte los guantes de inmediato (decía sin girarse mientras las dos mujeres
enfermas observaban la escena a través de las cortinas)
L: Suelta (le decía bajito medio girada)
A: Está bien (la soltó de improviso y con la fuerza que había estado haciendo Luisita se
fue hacia delante, enganchándose con la cortina que separaba las habitaciones y
arrancándola de golpe) ¡Pero mira que eres patosa!
L: ¡Au!
M: ¡Pero...! (se giró y la vio con la cortina en la mano y medio tumbada con el culo en
pompa sobre una de las camas, la madre reía abiertamente ante la situación pintoresca,
la hija también aunque con algún golpe de tos y finalmente acabaron todos riendo) ¡Lo
que no te pase a ti!
L: ¡Au... que daño! (se quejaba de su rodilla)
A: Ahora tendré que mirarte la rodilla también... (se puso en jarras pensando “y te vas a
quitar los pantalones”)
Una pija en la selva 450
L: De eso nada (le dijo como si adivinara sus pensamientos, ante la carcajada de
Amelia)
M: Me voy... no puedo trabajar con dos mujeres que están como cabras... me voy...
A: Anda ven (le decía poniéndole morritos)
L: No
A: No seas mala
L: No
A: Quítate los pantalones (le decía con voz y gesto travieso)
L: No (sonreía)
A: ¿Se te ha ocurrido algo mejor, eh? (le decía abriendo sus ojos y con los labios unidos
formando una sonrisa)
L: Anda déjame... que me pones nerviosa (sonreía divertida)
A: Ya lo sé, peque
A: Ya (dijo determinante)
L: ¿Y el niño? (preguntó con sus ojos bañados por lágrimas)
A: Vive
L: ¿Qué van a hacer?
A: Quemar los cuerpos, es la manera más eficaz y más segura de que se detenga la
transmisión, ya sabes la cadena alimenticia de los animales...
L: ¿Y el niño Amelia?
A: Luisita no podemos hacer más, ¿vale? (la miró con pena) Voy a desinfectar todo
Y así entre ambas, en silencio quemaron las sábanas, la ropa, y todo cuanto podía
transmitir la enfermedad, después con un desinfectante lavaron el suelo de lona, y al
acabar ambas manteniendo el silencio compartieron sus miedos por el pequeño que
descansaba con algo de dificultad al respirar
Cuando Marce llegó a la base, salió Gustavo a su encuentro, habló con el extra
oficialmente como amigo, Marce le escuchaba atentamente muy serio, y tras ponerle al
corriente de todo cuanto el hombre quería, se marchó a la sala donde una radio le iba a
comunicar con Quintero. Datos, quejas, miedos, suposiciones, todo cuanto él presentía y
Una pija en la selva 451
había vivido le estaba transmitiendo a su jefe, Quintero escucha serio y preocupado las
cifras, Marce hablaba con seriedad y su misma preocupación
Q: Marce... quiero que todas las medidas que sean necesarias las toméis, si os quedáis
sin mascarillas, sin guantes o sin batas, no quiero que trabajéis, ¿de acuerdo?
M: Eso es fácil decirlo a ochocientos kilómetros de distancia, no oyes las suplicas de
esa pobre gente (decía abatido)
Q: Lo sé, yo también he estado en esa situación Marce no lo olvides... pero antes estáis
vosotros
M: No me jodas Quintero... no me jodas... (decía nervioso)
Q: Ahora no es momento pero ya me ha llegado la queja sobre las chicas
M: Pues rómpela (le dijo con rabia)
Q: Sabes que Amelia es reincidente
M: Yo también
Q: Ya te he dicho que de eso hablaremos con calma cuando estéis en la aldea
M: ¿Sabes cuándo terminamos?
Q: Iban a ser cuatro días hasta que llegara el otro refuerzo, pero les han surgido
problemas en el camino, les atacó la guerrilla
M: De puta madre (susurró)
Q: Una semana Marce, una semana
M: De acuerdo... pero esto indica que tendremos que hacer cuarentena nosotros
también, lo has pensado
Q: Lo sé...
M: ¿Y Benigna?, no puede estar una semana sola, mucho menos cuarenta días
Q: Va a estarlo... no hay más remedio
M: Mierda... (se quejó)
Q: Lo siento Marce...
Tras tratar de recomponerse de aquel golpe duro que Quintero le acababa de dar, logró
comunicarse con Benigna, la mujer ansiosa de noticias y con todos tras ella esperando
lo que contaba el Ziku comenzaron a intercambiarse saludos y besos y demás
M: ¡A ver Benigna no puedo estar mandado besos a todios!, escúchame, las cosas se
han complicado tenemos tres casos, así que eso quiere decir que estamos cogiditos por
los cojones
B: ¿Cuarentena? (le preguntó seria y preocupada)
M: Sí, es decir pasamos al plan B
B: Ya
M: Lo siento Benigna, lo siento por ti y lo sabes...
B: Por mí no te preocupes he estado otras veces sola, haremos lo que podamos... mi
preocupación sois vosotros
M: No te preocupes hemos tomado todas las precauciones... todo bajo control
B: ¿Las chicas?
M: Tan locas como siempre
B: Eso es bueno... (sonrió con lágrimas en los ojos) Os estaremos esperando
M: Lo sé...
Massamba: Ziku... tranquilo todo bajo control
M: Gracias Massamba, espero que todo vaya bien y esto quede en una pesadilla más
B: ¿Quieres qué le diga algo a Cruz?, me iba a llamar
M: Dile que... (suspiró) Dile que la quiero mucho
Una pija en la selva 452
B: Suerte. Adiós (al notar la señal de la perdida de la línea, Benigna sintió su corazón
palpitar fuertemente, las lágrimas resbalaron por su rostro y susurró) Dios los proteja
Lula: Yo rezar... yo rezar (le dijo abrazando a la mujer que se sintió reconfortada por
todas las mujeres)
B: Dios nos escuche
M: ¿Qué ha pasado?
A: Las dos mujeres han fallecido
M: Joder... ¿el niño?
A: Está estable, no paro de ponerle antibiótico, suero, calmantes, de momento no tiene
hemorragia, eso es un alivio
M: Nada es un alivio (protestó)
L: Creo que nos ha dado un bajo con esto, pero deberíamos tener algo de esperanza,
¿no?
M: No Luisita... todo aquel que tiene el virus, muere, métetelo en la cabeza por favor
L: Es un niño
A: Luisita te lo he dicho, niños, mujeres, hombres, ancianos, todos... no tenemos
vacuna, ¡no hay nada!
M: Bueno quizá sí tiene algo de razón Luisita, estamos nerviosos. ¿Habéis cenado?
(ambas negaron con sus cabezas y cierto gesto preocupado) Pues vamos a tomar algo...
necesitamos estar fuertes porque además, la gente que nos iba a sustituir les han atacado
la guerrilla
A: Joder...
L: ¿Hay alguna buena noticia?
M: Mira la pija ha salido positiva (dijo de lado) ¿Y tu trasero?
L: Va (puso gesto de dolor) No creo que sea positiva con mi pobre culo
A: Creo que deberías acostarte tú esas ocho horas que hoy no vamos a poder disfrutar
(le dijo a Luisita)
L: No, tú, que tienes mala cara y debes descansar
A: Creo que...
M: ¿No empezaréis a discutir, no? (les preguntó molesto)
A: Yo descanso. ¿Qué hay nuevo Marce?
M: UNICEF se ha enterado de lo que sucede, ha mandado desde España dos aviones,
los de la Organización Mundial de la Salud van a mandar a un epidemiólogo, y como
siempre todo son buenas voluntades. En ese avión vienen los materiales desechables
que nosotros ya disponemos de ellos, pero que a buen seguro van a necesitar los que nos
sigan, si las cuentas de Quintero son ciertas, en esta semana podemos ver a más de ocho
mil personas (dijo despacio) Son muchas personas y muchas las posibilidades de
encontrar nuevos casos
A: ¿Han aparecido alguno más?
M: Sí a parte de los nuestros, cinco más, una familia entera
L: ¿Y no piensan ponerse a trabajar sobre la vacuna?
A: No... eso no deja dinero... Luisita métete en la cabeza que se movilizan en todo
aquello que les reporte beneficios, la vacuna del Ébola no es un beneficio para nadie
L: ¡Me dan una patada esos fundamentos!
Una pija en la selva 453
Se fue a paso lento, sabía que se había pasado con Amelia, antes de irse a dormir, pasó
por las dos cabañas, se puso los guantes y la mascarilla, entró a ver al pequeño que
seguía dormido, lo miraba con pena, le dejó una caricia en su cabecita de pelo rizado y
tras quitarse todo salió a ver las demás pacientes, todo bajo control. Conforme iba
caminando hacia su cabaña, el estómago le iba haciendo cosquillas, aún sentía en sus
labios el beso de Amelia, un beso y unas palabras que le habían dejado pensativa, pero
sin duda la sucesión de problemas le había obligado a pasar página de aquel momento
que habían compartido. Al entrar, la vio en su cama, de lado justo dándole la espalda,
Una pija en la selva 454
suspiró, se cambió y cuando se fue a acostar se acercó con sigilo, estaba dormida, la
tapó pues se había destapado al mover sus piernas, se agachó, subió la sábana y durante
un momento estuvo observándola, después le dejó un beso en la sien y le dijo:
L: Perdóname Amelia, te juro que no quería decirte eso... me gusta estar contigo, me
gusta que me beses, y me gustaría poder vivir esto que de repente ha surgido en nuestras
vidas... sé que tienes miedo, yo también, no es fácil... pero me gustaría intentarlo, y me
gustaría encontrar las fuerzas para decírtelo despierta (le decía pasando un dedo
tembloroso por su pelo y sus ojos repletos de emoción)
Una mano tocó lentamente su pierna, al abrir los ojos, Luisita vio a Marce allí que le
hacía una señal en silencio, Luisita asintió y se levantó con cuidado para no despertar a
Amelia. Al salir de la cabaña se encontró con un amanecer único, hermoso, que le dejó
boquiabierta, el cielo rojo parecía un mar, con ciertos motes blancos en forma de olas,
era el primer amanecer que veía tan apasionante, se lamentó de no tener su cámara, la
vida le daba por un lado, lo que le iba quitando por otro. Tras un bostezo miró el reloj,
siete y cinco, había dormido menos de cuatro horas, pero Marce necesitaba descansar
alguna antes de ponerse a trabajar. Pasó revista como era su costumbre, para después
ponerse la bata, los guantes, y la mascarilla, al llegar a la altura del pequeño vio un
gesto preocupado en el rostro de Marce
L: ¿Qué pasa?
M: Le ha subido la fiebre está muy inquieto
L: Voy a cogerlo a ver si se calma, debe echar de menos a su madre, ¿puedes acercarme
la silla? (Marce lo hizo) Es más deberíamos prepararle algo de leche, ¿no crees?
M: Sí, voy a ello
A: No, deja ya lo hago yo (apareció Amelia sin arreglarse prácticamente con el pelo aún
revuelto
M: ¿Qué haces de pie?
A: Me he despertado, estoy bien tranquilo... ve a descansar
M: De acuerdo. Nada de tonterías ¿vale?
A: Vale (le respondió con cierto tono cansino)
L: Tiene fiebre Amelia (le comentó preocupada)
A: Es normal, es el proceso
L: Ya (asentía cerrando los ojos, Amelia se dio la vuelta y le dijo) Amelia, siento lo de
anoche, no quería decirte aquello, de verdad
A: No te preocupes, no me afecta... tampoco dijiste nada del otro mundo, ahora bastante
tenemos con esto como para discutir
L: Tienes razón, lo siento yo... yo... es que verás... (le costaba decirle)
A: ¿Me vas a contar algo o vas a seguir atascándote? (sonrió levemente viendo como se
ponía colorada)
L: No que seguro te burlas (se defendió agachando la mirada hasta el niño)
A: Prueba, igual te sorprendo (puesto gesto pillo)
L: Nada que... déjalo
A: Está bien, lo dejo, pero me quiero enterar parece interesante lo que tengas que
decirme... ya vuelvo
L: Pequeño... no sabemos ni tu nombre... (el niño abrió sus ojos cristalinos por la fiebre)
Hola pequeño... me llamo Luisita y vamos a salvarte, estoy segura
Una pija en la selva 455
Durante dos horas estuvieron tranquilas, el niño tomó su leche, y se aferró a la mano de
Luisita, Amelia le decía que tenía buena mano para los niños y Luisita sonreía
Amelia salió a paso ligero, necesitaba huir de allí, cómo explicarle que como ella se
sentía tocada por aquel pequeño, pero no podía hacer otra cosa que asegurarse de que
sufriera lo menos posible. Salió recibiendo toda la crudeza del sol en su rostro, se puso
la mano en forma de parasol, entrecerró los ojos todo alrededor parecía en calma, los
militares dos dentro de un jeep durmiendo y dos paseando de manera que controlaban la
posible llegada de más refugiados. Era el tercer día, y comprendía que aquellas muertes
les complicaban su propia sobre vivencia, ahora deberían estar preparando el Plan B, y
sin duda no le hacía ninguna gracia, ya lo había pasado una vez y creyó volverse loca.
Pero entonces detuvo sus pensamientos, sus ojos se movieron despacio de un lado a otro
como tratando de buscar algo que halló y se detuvo. Sonrió ligeramente, cuarenta días
junto a Luisita, eran otra cosa
arreglar aquello de manera que el niño estuviera bien sin correr ella peligro, sin duda se
estaba dando cuenta que aquel virus era letal, y ella lo tenía demasiado cerca, ¿pero qué
podía hacer?, el pequeño necesitaba unos brazos que lo acunaran, y los de su madre ya
no los podía tener
Nuevamente el mismo trabajo, las mismas personas pero con una diferencia, nada más
Marce y Amelia reconocían a los que iban pasando, de vez en cuando, Luisita si el niño
estaba tranquilo, salía y les echaba una mano, llevaban contados veinte en una hora, a
las tres horas de reconocimiento llegaron a los sesenta y cinco
Amelia se quedó con los brazos en las caderas, sin duda él la conocía demasiado bien, y
poco a poco sin darse cuenta se estaba emocionando con eso de dar una oportunidad,
cada vez que le daba un beso, Luisita no se los rechazaba, incluso le parecía que le
gustaban, por lo tanto... algo había. Se enfrascó en los informes, números de personas,
cifras de personas, desaliento de personas en definitiva. Cuando vio dos pies parados
ante ella
L: Hola
A: Vaya sorpresa
L: Te has salido con la tuya, ¿eh?
A: Ya ves... siempre que quiero algo lo consigo (la miró intensamente)
L: ¿Es un aviso?
A: Puede (quiso apoyarse en el árbol y como estaba tan pendiente de Luisita, acabó
cayéndose de lado ante la carcajada de ella) Si es que todo se apega joder...
L: Ay señor... no puede ser la Doctora sexo por tierra, ¡qué gracia! (decía riéndose sin
poder parar)
A: Si es que me contagias lo de patosa... por cierto... tengo que revisarte el culo
L: Más quisieras... con lo de ayer ya está curado... (volvía a reírse) Si es que... perdona
¿eh? (la mirada de Amelia mientras ponía bien la mochila que le hacía de cojín, le hizo
callarse) ¿Me lo has preparado tú?
A: No... yo no preparo comida a traidoras que se burlan de mí
L: Gracias... está muy rico
A: Te he dicho que no lo he preparado y déjame concentrarme
L: Sí, sí (le decía mientras trabajaba con los papeles Amelia y ella comía)
L: No he dicho nada
A: Ya sé que soy irresistible, pero te importaría no mirarme así, me pones nerviosa
L: ¿A sí?... ¿te pongo nerviosa? (le preguntó mordiéndose graciosamente el labio)
Una pija en la selva 458
Lo dijo como si estuviera aún algo hipnotizada tras el beso y las palabras, el juego que
se llevaban era de una tontería total, nunca había recibido una respuesta como la que le
daba Luisita, pero sin duda, ella en ese momento jugaba sobre ventaja, sus palabras le
daban una ligera superioridad sobre ella, sabía lo que sentía, sabía lo que le gustaría.
Sonriente siguió con los números pero entonces una voz dentro de su conciencia
comenzó a recordarle algo
A: (“Está en el río... ¿se estará bañando desnuda?... ¡uf Amelia olvida eso!... no
estamos aquí para... ¡joder si igual no lo contamos porque no vamos a poder
disfrutar... no... mejor compórtate que no te vea como la loca que solo quiere acostarse
con ella, vamos, sé buena chica como debe ser”) He dicho "vamos" a poder disfrutar
(murmuró con las cejas alzadas y deteniéndose en su escritura)
Mientras los ánimos en la aldea no eran los mejores, ni siquiera Mona ni Valiente
lograban con sus piruetas alegrar un poco la tristeza que todos tenían
El sol golpeaba con todo su apogeo en esas horas, el agua del río era cristalina y allí
estaba calmada, rodeada de montaña, fresca y se agradecía, y es que la razón, no pudo
con el calentamiento generalizado que Amelia había sufrido al pensar en Luisita
desnuda nadando por el río, lo intentó, pero no quiso engañarse más, quería estar allí
viéndola, sin hacerle nada, debía comportarse se lo había propuesto y debía hacerlo. Se
acercó con cuidado, hacia la zona donde normalmente se lavaban la ropa, se colocó tras
unos arbustos pero no la vio, afino más la vista, no conseguía localizarla, y estaba
extrañada si le había dicho que se iba a bañar, lógicamente y a pesar de ser un poco
cabeza loca, no se habría ido hacia la zona donde los militares estaban. Se elevó un poco
más quedándose medio de cuclillas, con el culo un poco hacia fuera y sus manos
apoyadas sobre los muslos para equilibrar su cuerpo, la mirada bien perdida al frente y
los sentidos bien afinados para escuchar cualquier silbido que podía estar emitiendo,
algún chapoteo, pero nada escuchaba
L: ¿Buscas algo? (le preguntó dándole un susto que por poco le cuesta la vida, su cara
de espanto le hizo casi llorar de la risa a Luisita, mientras Amelia se iba encendiendo un
poco más cada segundo) Joder lo que has tardado en venir... ya estaba aburrida... mira
que eres de lo peor escondida ahí querías espiarme (entrecerraba los ojos con las manos
en la cintura riéndose todavía)
A: Solo he venido porque no me fío de ti, eres capaz de ponernos en peligro y hace
mucho que no te escucho gritar, estás perdiendo esa esencia de Mwasi Luisita, alias la
pija (se giró marchándose hacia el agua algo enfadada por la pillada mientras soplaba
hacia arriba el lado del flequillo que había caído sobre su cara)
L: No puedes vivir sin mí, es un hecho
A: Lo que no puedo es vivir con tus gritos
L: Pero si tú misma lo has dicho, ya no grito (le decía poniéndose en jarras con una
actitud algo provocativa)
A: Por eso... porque esperaba que gritaras porque los militares no son muy de fiar
L: ¿Celosa? (sonrió sin despegar los labios formando un gesto simpático)
A: Voy a darme yo un baño, paso de ti
L: Estoy segura que no (le susurró tan cerca que sin poderlo evitar se tensionó de tal
modo que Luisita notó su movimiento y le gustó) ¿No quieres que nos bañemos juntas?
A: Yo voy a bañarme tú haz lo que quieras
L: Cuando quieres eres dura... pero yo sé como quitarte esa tontería de encima, nena
Sin más se enganchó a sus labios de manera brutal, Amelia que no lo esperaba terminó
dando un traspiés y cayendo dentro del río vestida, Luisita la miraba sonriente y le dijo
con una mirada lasciva y sus palpitaciones a toda marcha
No le dio tiempo a contestarle tampoco, Luisita sin dudarlo se echó sobre ella divertida,
la besó con pasión, pasó su mano por el cuello de la Pediatra para que no acabara bajo
del agua, y ésta sacó sus manos completamente mojadas para abrazar el cuerpo de
Luisita, besos y gemidos de repente salieron de sus gargantas, caricias de sus manos, y
pasión de su corazón, pero no estaban solas, el mundo estaba allí a pesar de todo,
alguien las vigilaba, alguien estaba siendo testigo de aquella pasión incontrolada que se
les escapó del control
Una pija en la selva 460
Se separaron asustadas, Luisita cayó al agua y justo sobre una piedra golpeándose
nuevamente el trasero pero ahogó su quejido ante aquellos ojos rojos repletos de furia,
Amelia se levantó tratando de recuperar la respiración, su ritmo, su calma para poder
hablar. Aunque en el fondo sabía que no había defensa de lo que había sucedido
Una nueva llamada de refugiados hizo que los tres olvidaran lo que había pasado,
Luisita por orden de Marce los ayudó, había sedado al niño para que sufriera lo menos
posible y la gente salía nuevamente a borbotones, parecía que llegaban como una marea
insistente repetitivos, todos de igual manera golpeando una y otra vez el dique, que no
eran más que ellos tres. Los gritos de los niños, sus lloros, los murmullos les ponían en
una situación de nervios y tensión que iba afectando poco a poco a sus músculos, al
paso de las horas. Habían logrado calmar algo a los niños gracias a los vasos de piolín
que quedaban y jugando con ellos y Luisita, les facilitaba el reconocimiento; las mujeres
exhaustas algunas embarazadas, las mas mayores apenas podían sujetarse y una vez
pasaban y llegaban a los brazos de Amelia o Luisita, caían agotadas por el esfuerzo,
entonces se alargaba más el reconocimiento, a dos de ellas las habían llevado con la
ayuda de los militares hasta el hospital, habían logrado recuperarlas y una vez
recuperadas los dos camiones que dispusieron para el traslado, se las llevaban. Por su
parte, los hombres llegaban marcados por el miedo, el dolor, en su rostro y así, uno tras
otro fueron pasando, el calor insistente, agobiante, no ayudaba a facilitar el trabajo, a
Una pija en la selva 461
ambas la ropa humedecida tras el revolcón en el agua les duró un suspiro, sudaban, les
incomodaba toda la seguridad que debían llevar, necesaria para la protección pero que
les hacía un verdadero calvario el tiempo de trabajo
A: Marce es imposible que los podamos atender a todos (se limpiaba con el antebrazo el
sudor)
L: De material no vamos bien Marce, no vamos a abarcar a todos (decía angustiada)
M: Lo sé, lo sé... ¡no podemos hacer más!, si no hay no podemos revisar
A: ¿Y vamos a dejarlos fuera? (le preguntó elevando la voz porque el murmullo de la
gente les impedía oírse)
M: ¡Eso se lo preguntas a Quintero!, yo cumplo órdenes
A: No me jodas Marce... no me jodas
M: ¿A qué me recuerda eso? (se preguntó frunciendo la frente) Ah sí... lo dije yo
Tras unas horas intensas de trabajo, por fin parecía que el número de refugiados
aminoraba. Exhaustos, ojerosos, casi deshidratados pues no les quedaba tiempo para
ellos mismos ni para poder beber. Al terminar y cerrar de nuevo la alambrada, un
profundo suspiro envolvió a los tres, se fueron quitando las cosas y dejándolas en el
bidón donde les esperaba el fuego para destruir cualquier posible virus. Se despojaron
de todo en silencio, pensativos y por parte de Luisita algo sonrojada cada vez que
recordaba el incidente con Marce, pero también era verdad que lo hacían más tranquilos
al ver que ningún otro caso había aparecido
Parecía que a los tres les incomodaba la situación de quedarse juntos, así que cada cual
se fue a su lugar. Con el rostro serio y el cuerpo molido, tal y como había dicho Luisita,
sin apenas notarse los pies
Mientras ellos sufrían para poder llevar como podían la situación, Benigna había
recibido la llamada de una preocupada Cruz, que trataba de seguir como podía las pocas
noticias que daban en televisión
B: También les dejaremos la radio para que puedan comunicarse con nosotros, pero yo
quiero decirle a Marce que vengan, los hombres están pensado en construir dos cabañas
pequeñas pero confortables con ramas para que puedan estar aislados, pero no solos
C: Sería una buena idea, sí (decía con sus manos entrecruzadas apoyadas en la barbilla)
B: A ver... no quiero pasar cuarenta días sin ellos, sin saber como evolucionan más que
por la radio
C: Uf... Benigna (resopló poniéndose la mano en la frente) Malditos hijos de puta, no
hay nadie que busque una solución a esto, bueno... mañana volveré a llamarte y a ver si
tienes algo nuevo que contarme (le dijo tratando de tranquilizar sus desbaratados
nervios)
B: De acuerdo
C: ¡Ah se me olvidaba con el cabreo que llevo!
B: Dime
C: ¿A qué no sabes a quién me encontré ayer cuando fui al despacho del Dr. Gutiérrez?
B: Por tu tono a alguien que no te cae bien (trató de sonreír aunque no le quedaban
demasiadas ganas para hacerlo)
C: A Julia
B: ¿Julia?, ¡y qué hacía allí! (esta vez quien se mostró desbaratada por la noticia fue
ella)
C: ¿Sabes una cosa Benigna?, no sé porque me da la sensación de que quiere que
Amelia vuelva
B: ¡Qué me estás contando que casi me caigo de la silla, por Dios!
C: Es una simple suposición, a ver, Quintero me ha contado lo que pasó con David y las
dos chicas que por cierto... ya me contó Marce que es un hueso duro de roer nuestra
enfermera
B: Bueno... creo que para Amelia es la idónea Cruz, ésta sí
C: ¿También la ha convertido? (preguntó algo sorprendida y ella misma se respondió)
No sé de que me extraño
B: No Cruz, yo creo que Luisita huía de algo que ella no sabe ponerle nombre, y Amelia
se lo ha dejado claro, me gusta mucho para ella
C: Bien... eso me alegra
B: Dime lo de esa víbora, dime aunque me suba la acidez
C: Solo es suposición mía, pero... tú sabes que Carolina es muy amiga suya, íntimas y
que sigo pensando que a través de ella sabe como está Amelia
B: Puede, Carolina siempre me ha parecido muy falsa. Y siempre muy cerquita de
Amelia. Pero no entiendo lo de Julia
C: Hace unos días me dijeron que su marido se había marchado a la India, un año iba
estar allí
B: Voy entendiendo
C: Amelia se ha metido en un lío, justo por hacer algo que Carolina le pidió, la van a
expedientar y parece ser que podrían remitirla a España
B: Se ha cansado del marido y ahora le apetece reencontrarse con ella
C: Sabe que Amelia no la ha olvidado, digamos que con la excusa del niño...
¿entiendes?, no me extrañaría que quisiera reencontrarse con ella, ya sabes, nos
demostró que montando numeritos es la mejor
B: Es muy capaz, pero bueno... no creo que Amelia vuelva con ella (dijo convincente)
C: No estoy tan segura, Amelia la quiere, creo que la sigue queriendo
B: No te olvides que está Luisita, y te digo que yo creo va a hacerle olvidar a esa víbora,
por mucho que se empeñe ahora en buscarla
C: Ojalá pero Benigna, veo que está manejando hilos y eso siempre es peligroso
Una pija en la selva 463
B: Estaré al tanto
C: Sabes lo que me repatea, que la hija de puta mueva hilos para conseguir a su antojo
poner aquí o allá a sus amantes, y no sea capaz tanto que se llena la boca en las Ruedas
de Prensa, de decir las necesidades que sufrís ahí, y sobre todo ahora en este momento
que pase desapercibido vuestro trabajo Benigna
B: Bueno pero tú sabes que Julia es hija de papá, así que no te sulfures por eso también,
yo trataré de hablar con Amelia
C: Benigna...
B: Tranquila, todo va a ir bien, por cierto, ¿sabes lo qué me dijo el duro de tu marido?
C: ¿Qué?
B: Que te quiere mucho
C: Gracias (no le pudo decir más sus ojos se llenaron de lágrimas y sintió que la
respiración se le entrecortaba, ella sabía lo que estaban sufriendo, y se sentía impotente
de no poder ayudar. Pasó las manos por la cabeza, y resopló) Que todo vaya bien... solo
pido eso
Alrededor de las ocho de la noche, Amelia terminó con los informes, Marce rellenaba
los suyos, y Luisita hacía compañía al pequeño que dormía gracias a la sedación de
Marce. Allí en silencio cada uno hacía su trabajo hasta que al final Marce habló
A penas una docena de personas, toda una familia que no tenían más síntomas que el
cansancio
Se marchó en busca de una Luisita que estaba trabajando con la ayuda de aquel militar
que le sonreía amigablemente, al entrar Amelia no le gustó demasiado verlo allí con
ella, se acercó y él le hizo una leve inclinación con su cabeza. Al darse cuenta de ese
gesto, Luisita se giró y la vio
L: ¿Por qué?, me ayuda... es más majo (le dijo sonriéndole a él y se mostraba orgulloso
de que aquella mwasi mondele le sonriera)
A: ¿Majo? (se preguntó enarcando ambas cejas. Después negó con la cabeza) ¡Ay que
pija por Dios!, venga deja eso y a cenar
L: Voy... ahora voy...
A: ¿Me estás dando esquinazo?, ¿prefieres al sonrisitas que a mí?
L: ¿Quieres que te conteste? (la miró fijamente con esa mirada desafiante en ella que
tanta gracia le hacía a Amelia)
A: Está bien... me voy... no entres al cuarto del niño sin protección Luisita
L: Ya lo sé (le respondió un tanto cansada de sus insistentes indicaciones)
A: ¿No hay besito? (Luisita la miró haciéndole un gesto de susto hacia el muchacho que
volvió a sonreír) Vale... vale... así que no quieres besito... ¿no será para no romperle el
corazón, no?
L: ¿Puedes dejar de decir tonterías? (se puso en jarras)
A: Tengo que revisarte el culito
L: ¡Amelia!
A: Me pones cuando me llamas así (le contestaba de manera rápida mordiéndose el
labio inferior)
L: Por favor
A: ¿Qué le voy a hacer? (elevaba los hombros sonriente)
L: ¿Te puedes marchar?
A: Así también me pones... ¿no te doy penita?
L: ¡De verdad, eh! (protestaba)
A: Está bien... está bien... pero me lo debes (le guiñó el ojo y cuando se iba se giró con
gesto simpático diciéndole) Y aún me falta saber que es eso que me tienes que decir que
te produce tanto nervio... me tienes intrigada
L: Está loca (susurró al verla salir, mientras la observaba sin perder detalle de su andar
y sus gestos a Marce. Pero de pronto percibió el sonido del pequeño. Lo miró con gesto
de miedo y salió hasta él, el militar iba a seguirla cuando le dijo) No entres, no entres...
llama a Marce... por favor... avisa...
M: Mierda... convulsiones...
A: ¡Luisita los guantes! (le riñó)
L: No puedo... daros prisa (decía con la tensión y el miedo reflejados en su rostro)
M: Ya lo tengo suéltalo
A: La bata, la mascarilla, joder... lo estás tocando sin nada (seguía riñéndole)
L: Ya voy... Marce... está ardiendo
A: ¿Le inyecto paracetamol? (lo miró a los ojos mientras el niño convulsionaba)
M: No... lo siento pero no...
L: ¿Vas a dejarlo morir? (le preguntó casi fuera de sí)
M: No puedo hacer más... inyéctale para sedarlo, poco a poco
A: Yo lo hago (su voz reflejó una tristeza aplastante)
L: Marce...
M: Luisita... ya... ¿vale?, o te meto en un camión y te mando a España, ¡vale!
Una pija en la selva 466
Luisita se dio la vuelta y salió despavorida de allí, sentía que el estómago le subía a la
garganta, sentía que el dolor de ver al niño en aquellas condiciones y su más que posible
muerte, le estaban perforando el estómago. Se quitó las lágrimas del rostro, se apoyó en
el árbol más cercano tratando de recobrar el aliento, echó la cabeza para atrás se
encontró con la oscuridad de la noche, con un dolor indomable en su alma, entonces
notó una mano sobre su hombro
Junto a Marce la cena fue lo menos triste posible, él le contó la cara de Carolina, ese
gesto era notable de una buena respuesta de Amelia, trató de distraerla sabiendo que en
el fondo ella estaba lejos de él, estaba más cerca del niño. Negó con la cabeza cuando la
vio marchar, cerró los ojos y suspiró, iba a ser un momento amargo
Cuando entró ya con todo puesto, vio que Amelia miraba al pequeño con los ojos
apagados, de la Amelia coqueta de momentos antes cuando flirteaba con ella delante del
militar, no quedaba nada, allí había una mujer con una mueca repleta de tristeza, de
pena, una mujer diferente que la miraba con los ojos acuosos, demostrando que su
corazón sentía el estado de aquel pequeño
Una pija en la selva 467
L: Me ha dicho Marce que vayas, que cenes yo me quedo las primeras cuatro horas
A: Pero...
L: Por favor, no voy a poder dormir, al menos necesito cansarme y cuando me acueste
casi desmayarme (sonrió con pena)
A: De acuerdo (le cogió la mano y Luisita agradeció aquel gesto) A cualquier novedad
por pequeña que sea, me llamas. ¿Vale?
L: Gracias
A: Está tranquilo...
Allí estaba la criatura, y Luisita que escuchaba perfectamente las palabras de Marce en
su cabeza, sentía como la pena la inundaba por dentro, se sentó en la silla, Marce le
había quitado los goteros, en su piel unas pequeñas manchas rojas iban apareciendo, su
respiración lenta y pausada daba la sensación de que poco a poco su vida se iba
apagando. Luisita lo tomó en brazos, el pequeño suspiro, ella imaginaba a los Ángeles a
su alrededor, debían estar allí acunándolo con sus alas, dándole un amor que en ese
momento ella sentía por aquel niño, el pequeño se acomodó y ella sonrió
Fuera la noche comenzaba a refrescar, las nubes habían tapado la luna, sin duda estaba a
punto de llover, dos militares hacían ronda, vigilaban que nadie pudiera entrar a la
fuerza, Amelia pensativa se tomaba las últimas cucharadas de aquel bote. Marce se
había estirado en el suelo, miraba el cielo buscando estrellas, se había puesto una
chaqueta de manga larga, y en silencio compartían la noche como otras tantas que
habían compartido en iguales condiciones. Llevaban así algo más de una hora, cuando
Luisita apareció, sus ojos les dieron la noticia, sus lágrimas se desbordaron a su pesar,
Marce se levantó llamando a un militar, entraron hasta la cama donde yacía ya el cuerpo
del pequeño sin vida, mientras fuera una suave lluvia comenzaba a caer, Luisita sintió
un frío que los brazos de Amelia en un abrazo tan cálido como necesitado le entregó,
allí se fundieron entre lágrimas llorando por aquel pequeño, que alguna vez les había
sonreído, y que, aquellos ojos cristalinos mirando a Luisita eran los que al cerrar los
suyos se le aparecían en su mente
A: Luisita... me gustaría poder sofocar este dolor pero... lo debes sentir y superar (la
había apartado de su cuerpo y la miraba fijamente)
L: Lo sé (decía entre hipos)
A: De acuerdo... ve a la cabaña
L: No, quiero estar delante al menos habrá que rezarle una oración, ¿no?
A: Pues... (no sabía que decirle)
L: Pobrecillo... pobrecillo
El momento más desagradable para cualquier persona era el del adiós, para ellos como
personal sanitario, ante la perdida de una persona, era como una derrota, sus gestos
serios y sombríos, acompañaron al bebé envuelto en una sábana hasta su final, allí,
Luisita pronunció una oración por su alma, y antes de que empezaran con su duro final,
se giró y se marchó, Amelia cruzó una mirada preocupada con Marce y éste tragó
saliva, aquel nudo de la desesperación, podía con él, sentirse atado de pies y manos al
despedir al pequeño, le provoca unas inmensas ganas de llorar. Hasta el gesto de los
militares era duro y penoso, todos, afectados por aquella muerte, una vez acabado el
ritual para evitar cualquier propagación del virus, se retiraron sin palabras a sus cabañas
Una pija en la selva 468
Con un gesto serio y unas marcadas ojeras, Amelia llegó hasta la suya, tomó aire y
entró, allí en su catre Luisita estaba acostada, notaba que había llorado bastante, así se lo
decía su respiración entrecortada. Prefirió no decirle nada, se cambió, apagó la luz y se
dirigió hasta ella
A: Hazme un sitio Luisita (ella obedeció, se hizo a un lado dejando que Amelia ocupara
el vacío. La estrechó entre sus brazos dejándole un beso en la sien) Descansa
L: Gracias
A: No me las des...
Durante unos minutos el silencio entre ellas dejó paso al ruido del agua golpear la
cabaña, Luisita respiraba a golpes, las lágrimas caían por su rostro a pesar de no
quererlo ella, la pena de su corazón era tan grande que agradecía la compañía de Amelia
a su lado. Llevaban así un rato cuando la voz de Amelia suave, susurrante repleta de
ternura le dijo al oído
Hubieron largos segundos de silencio, largos para Luisita, eternos para una Amelia que
sabía no dormía y lo peor es que no obtenía respuesta, hasta que Luisita se giró, la miró
con los ojos emocionados y buscó en la oscuridad sus labios, se besaron suavemente y
su cabeza buscó el refugio en el pecho de una Amelia que temblaba tanto o más como
Luisita
La noche se les pasó en un duermevela conjunto, a veces Amelia abría sus ojos para ser
consciente que quien la acariciaba, la abrazaba era Luisita, que aquel cuerpo que a veces
saltaba sin poder evitar alguna pesadilla, era el suyo, y en ese momento, las caricias
lentas y un pequeño susurro como si acunara a una niña, salían del corazón de Amelia
por un pequeño agujero que se había formado en su gran Muralla China. Y cuando a la
mente de Luisita llegaba el cuerpo inerte de aquel pequeño niño entre sus brazos,
cuando notó como exhalaba su último suspiro en la vida, abría los ojos sintiendo un
miedo desbocado, un miedo atroz que tan solo se tranquilizaba al notar como los brazos
de Amelia rodeaban su cuerpo, tan fuertemente suave que le daba la tranquilidad que
buscaba, sin ella, aquella noche se hubiera convertido en un infierno, allí, recibiendo su
calor cada vez que abría los ojos se sentía capaz de seguir adelante, mientras tapó el
cuerpo del pequeño, pensó que se había quedado sin fuerzas, que no podría seguir que
no era lo suficientemente fuerte como para aguantar aquel mundo de locos, aquella
vivencia superaba todo en ella, pero allí estaba Amelia, para darle la fuerza y la
seguridad que tanto anhelaba
El sol aún no había salido del todo, se mostraba coqueto, juguetón entre las nubes,
parecía perezoso a dejarse ver con todo su esplendor. Eso pensaba un Marce algo
melancólico, los últimos acontecimientos y la falta de escuchar la voz de Cruz, le habían
dejado ese día bastante por los suelos
A: ¿Qué te pasa? (comenzó a preparar un vaso de leche de almendras que era lo único
que podían beber)
M: ¿Qué me va a pasar?, ¿quizá qué estoy harto de esto?, ¿qué estoy harto de este
mundo de mierda que da la espalda a esta gente?, ¡puede! (se contestó el mismo dentro
de su indignación)
A: Ya... hoy estamos tocados, pero recuerda Marce... debemos seguir es nuestro trabajo,
hacer lo que esté dentro de nuestras posibilidades, aunque esas posibilidades sean
mínimas y nos pongan de los nervios
M: Tú lo has dicho. ¿Cómo lo lleva Luisita?
A: De momento duerme, espero que cuando despierte esté mejor que anoche, aunque
imagino que hoy también será un día duro para ella
M: ¿Y eso? (le preguntó al ver que ponía en una especie de bandeja de madera que
Benigna les había puesto, un vaso de leche con dos bollitos)
A: ¿Esto? (le preguntó con una sonrisa)
M: Sí, eso
A: Bueno... como está así... he pensado llevarle el desayuno
M: ¡Desayuno en la cama!, uau... (silbó)
A: Marce solamente es hoy que esta bajita de moral
M: Claro, claro... ¡uy mira un burro acaba de pasar volando!
A: Mira que eres tonto ¡eh! (le decía molesta mientras se daba la vuelta para marcharse)
M: Por lo menos algo va bien (susurró acomodándose en el árbol)
Al abrir la puerta Amelia renegó para sus adentros “La madre que la parió, tendré que
echarle aceite, uf aún nos quedan como mínimo cuatro días de locura... me gustaría
poder conseguir que esos cuatro días esta cabaña se convirtiera en un bello palacio
para mi Reina. ¡Joder Amelia que cursi estás!, que peligro... que peligro... si es que...
fíjate que carita... ¡ay Amelia cuidado no te pierdas demasiado!, tú ya sabes... poco a
poco y con cautelas, nada de enamorarte!, ¡eso está prohibido!”. Se acercó con paso
muy sigiloso, sonriendo al verla allí dormida, dejó sobre el suelo la bandeja poniéndose
de rodillas, la miró sonriendo... le encantaba aquella mujer, le acarició con cuidado la
mejilla y le retiró el flequillo. Luisita abrió los ojos
A: Buenos días
L: Mmmm, buenos días (se hizo la remolona moviéndose un poco en aquel catre)9
A: ¿Qué tal has descansado?
L: A tu lado bien... ¿y tú? (le preguntó sonriendo)
Una pija en la selva 470
A: Lo mismo (notó como se ponía colorada y aquello era nuevo para ella) Esto... que...
te he traído el desayuno
L: ¡Vaya eso es todo un detalle por tu parte! (sonreía sentándose mientras Amelia se
giraba a por la bandeja, al volver a su sitio coincidió con el movimiento de Luisita que
por un breve segundo mostró sus pechos) ¡Ey que se te cae!... estás tontita ¿eh?
A: ¿Qué? (le preguntó algo turbada sin entender realmente que le estaba pasando)
L: Gracias (le acarició la cara con suavidad)
A: Un placer (le sonrió ante ese gesto) Lo de patosa se contagia ¿eh? (Luisita sonrió)
L: ¿Y tú?
A: Ya me he tomado la mía, tenía mucha hambre
L: ¿Cómo vamos de comida?
A: Para ti mal... al final voy a temer que se hagan realidad las palabras de Benigna
(Luisita la miró mientras masticaba con ansias aquellos bollitos) Como se nos acaben
las provisiones igual me comes a ti
L: Mmm (dijo tratando de hablar con la boca llena)
A: Tranquila... tranquila... (le decía sonriendo de lado mientras quien se la comía era
ella con los ojos)
L: No que te quería decir que, con o sin provisiones pienso comerte igual (le dijo
mirándola intensamente a los ojos con un gracioso juego de cejas)
A: ¿Ah sí? (le preguntó boquiabierta enarcando su ceja derecha)
L: Aja (susurró con la comida en la boca)
A: Interesante (dijo sintiendo como su sangre se revolucionaba de inmediato, después
de contraer la barbilla y asentir varias veces)
L: ¿Te lo parece?
A: Mucho sí... digamos que... es una buena opción no se me había ocurrido, es más,
ahora que recuerdo, no he desayunado nada más que un triste vaso de leche (decía
poniendo gesto de pena, mientras se iba incorporando ante la sonrisa de Luisita)
L: Pues yo tengo mucha hambre y no pienso darte mi bollito (se medio giro para
ocultarlo)
A: ¿Quién habla de ese bollito?, ¿eh? (le apartó el bollito y fue tumbándose sobre ella
hasta estar encima) Yo hablo de este precioso bollito
Dicho esto besó su cuello, Luisita cerró los ojos suspirando sus manos pasaron por la
cintura de Amelia, quien iba subiendo poco a poco por el cuello, tomó entre sus labios
el lóbulo de la oreja, mientras las manos de Luisita iban subiendo por su espalda tan
levemente que a su pasó sentía como la piel de Amelia se erizaba, ambas suspiraron.
Amelia se separó y la miró, sus ojos se quedaron por segundos atrapados, lentamente
iba a besar aquellos labios que se mostraban sonrojados, entreabiertos dispuestos a
recibirla cálidamente. Cuando estaban a un milímetro de encontrarse el silbato sonó
Entonces se miraron los tres, y comenzaron a reír de buena gana, liberaban una tensión
que llevaban clavada en el alma, pronto las sonrisas se fueron volviendo carcajadas, y
acabaron siendo lágrimas
Cuando Luisita terminó de ducharse, llegó a la cabaña dispuesta a recoger sus cosas y
unirse a sus compañeros, al abrir, vio sobre su cama una flor, extraña, de un color
violeta intenso y en las puntas rosáceo, era como si con esa visión de aquel regalo de
Amelia, alguien hubiera destapado una lata, y en el interior un cúmulo de emociones y
sentimientos salieran como necesitados de expandirse, expansionarse alrededor, la cogió
entre sus manos mientras unas lágrimas le caían por sus mejillas, la olió, desprendía un
perfume suave pero intenso, cerró los ojos y escuchó tras ella mientras unas manos
rodeaban su cintura
A: Me recuerda a ti, tú eres como ella, es especial, casi única, tiene un olor maravilloso,
y es hermosa (le decía mientras la balanceaba con suavidad) Y si la miras mucho acabas
como tontita, y ni te cuento si la acercas a tu piel... es suave como tú
L: Vaya... (le dijo emocionada)
A: Eh... peque... ¿por qué lloras? (la giró y le puso su mano en la barbilla)
Una pija en la selva 472
L: Amelia, lo siento es que nadie había hecho esto por mí antes, quiero decir (se subía
los mocos como podía y mientras la miraba le dijo) Nadie me había dicho algo así...
pero bueno... mira... debo estar horrible
A: Estás preciosa (le sonrió)
L: No quiero volver a ver un niño morir en mis brazos Amelia... ¿crees que estoy
preparada para estar aquí?, tengo miedo (le dijo con una necesidad brutal)
A: No digas eso, el primer niño, la primera persona, siempre te lleva a pensar que no lo
vas a soportar
L: Es que si no hubiera sido por ti, si no hubieras estado a mi lado... ¿y si no estoy
preparada como dijo Marce? (la miró con el miedo en sus ojos)
A: Claro que lo estás... (le dijo con pleno convencimiento mirándola con el ceño
fruncido) Solo que llevamos tres días aquí, intensos, no descansamos, solo hemos tenido
tres casos pero uno ha sido un niño, es lo más duro de trabajar en África te lo aseguro
L: Amelia... (escondió su cabeza en el pecho de la médico)
A: Venga Luisita... (le provocaba tanta ternura hasta ese momento no había sido
consciente de aquel sentimiento que nacía en ella cada vez más fuertemente)
Escúchame, no quiero que vuelvas a dudar de si vales para estar aquí, vales y mucho,
¿entendido?
L: Vas a pensar que soy tonta
A: No, pienso que eres maravillosamente sensible... a pesar de lo que vas a sufrir aquí,
me gustaría que esa parte de ti no cambiara
L: ¡Uf... es preciosa! (dijo como escape ya que no podía decir nada más)
A: Como tú
Entonces volvió a sonar el silbato, varias veces, se miraron alzando las cejas con ganas
de poderse entregar un beso tranquilo y entregado, pero lejos de ello, Luisita depositó la
flor donde la había encontrado y con una sonrisa de Amelia que le transmitía todo el
apoyo que podía, pasó por delante sin tiempo que perder
La cola que se formó era grandiosa, hombres con media casa en carretas, mujeres con
colchones en su cabeza, otras con ropa en un fardo, niños llorando hambrientos,
sedientos. Todos llegaban con el mismo gesto de abandono, con el mismo gesto de
tristeza, allí Luisita los veía llegar, casi pelearse por pasar primero, ante el desorden que
surgió, rápidamente llegaron los refuerzos militares, la gente al verlos, se detenía, se
callaba y todo eso pasaba por los ojos de Luisita que se había quedado paralizada ante la
aglomeración de gente allí
El trabajo fue duro, el sol ya había decidido justamente en ese momento que ellos
comenzaban a trabajar, a aparecer en su máximo esplendor, apretaba con fuerza, radiaba
con una intensidad que el sudor molestaba, hasta casi producir mareo. Los militares
finalmente consiguieron una especie de tela y con ingenio pudieron apañarla allí para
que actuara de parasol. Mientras los mismos militares decidieron encargarse del agua,
para aligerar un poco la cola que se estaba formando. Aun así, el panorama era
Una pija en la selva 473
M: ¿Qué le pasa?
A: No lo sé está señalando algo, voy a ver (respondió dejando su puesto)
M: Ni se te ocurra
A: Marce es una mujer (dijo saliendo abriéndose paso entre la fila)
M: ¡Mierda! (renegó pues Amelia se había metido entre la gente que empujaba por
entrar)
L: Voy con ella
M: Tú no te mueves de aquí (se mostraba nervioso con su frente fruncida)
L: Vamos protegidas Marce
M: ¿De la rabia de la gente?. ¡Tú militar!, ¡por favor protege a mi médico! (le dijo a un
militar que salió con el fusil en su mano y la gente le fue haciendo un pasillo)
A: ¡Marce está a punto de parir, necesito a Luisita!
M: Traerla Amelia ¡por favor!... entra aquí ¡estás loca! (le recriminaba sin verla solo la
oía)
L: Marce... déjame ir (le decía con los ojos repletos de miedo y un nerviosismo
exasperado)
M: No
A: Marce... preparar la sala de parto, que el niño viene ya... y la madre tiene problemas
M: Cerrar la alambrada (dijo pesaroso sabía que aquello aún enfurecería más a la gente
y debía esperar a que al menos Amelia estuviera dentro) Cuando entre ella
L: Voy preparando las cosas (se marchó de allí a preparar la mesa donde ya habían
traído al mundo al hijo de Kima
M: Dejen paso... paso... (decía haciendo aspavientos mientras veía como Amelia
acompañada del hombre y el militar traían a la mujer) ¡Amelia la mascarilla!
A: Lo siento me la han arrancado
M: Joder... de esta no nos libra nadie
A: Marce tiene el pulso muy débil. ¿Dónde está Luisita?
M: Lo está preparando todo, cerrar la alambrada ¡hostias! (gritó enfadado consigo
mismo y con el resto del mundo)
A: No podemos parar Marce, vienen muchos más
M: ¿Y qué pretendes qué haga, eh? (estaba realmente molesto)
L: Aquí, ya está todo preparado
A: Sigue tú... sigue tú y en cuanto acabe voy...
M: Joder... (renegó con rabia) Ponte una mascarilla
L: Amelia está sangrando abundantemente
A: Lo sé... lo sé... (se oían desde allí los gritos de la gente pidiendo ayuda)
L: Es una pesadilla (susurró)
A: Olvídate de todo y ayúdame
L: De acuerdo...
Allí se quedaron con la mujer que no tuvo mayores complicaciones para parir que
luchar contra su propio cansancio, el hombre a su lado sin separarse de ella, sonreía
mostrando sus dientes como perlas. El gotero, secarle el sudor, Luisita era una
estupenda ayudante para esos casos, una vez nació el niño lo cogió sabiendo cual era el
ritual, se dio prisa para dejarlo limpio, y envuelto en una toalla se lo entregó a la madre,
Una pija en la selva 474
sin poder evitar sentir ese pellizco de rabia en la vida, por lo que la noche anterior
habían tenido que perder
Al salir, una vez pasado la tensión con la mujer, se llevó al marido para que Marce lo
revisara, las cosas parecían estar al borde del caos, la gente seguía pidiendo por
clemencia agua, alimento, y ellos de manos atadas sin poder hacer otra cosa que lo que
hacían
Siguieron trabajando, llevaban algo más de cuatro horas intensas allí, sus rostros, sus
músculos, todo comenzaba a resentirse justo cuando oyeron un camión llegar. Se dieron
la vuelta y agradecieron ver a dos médicos más, y una enfermera todos, con el chaleco
de la Cruz Roja
M: Menos mal... no podemos con todo (le dijo al primer hombre que llegó para
presentarse)
Pietro: Mi nombre Pietro
M: Bienvenido Pietro... ¿traéis más instrumental?
Pietro: Sí, te presento a Luca, doctor y Liliana enfermera
M: Amelia y Luisita, yo soy Marce
Pietro: Vamos allá
Una vez finalizadas las presentaciones, comenzaron a trabajar los otros tres también,
abrieron un trozo más de alambrada y los pobres seres humanos que casi desfallecían
por el calor y el sol que les daba de pleno sin nada donde poder refugiarse, agradecieron
aquel gesto. También habían traído agua y con decisión Luca, el doctor le dijo algo a su
compañero
La gente recibía el agua como si con ello les dieran más vida, el trabajo era continuado
pero al menos ya no escuchaban voces. Cuando el cansancio empezó a hacer mella en
los tres cooperantes de Médicos sin Fronteras, Marce habló con Amelia para que ella y
Luisita y uno de los dos médicos descansaran con ellas. Así determinaron que fuera
como ellas Luca que tras luchar con los que estaban al otro lado de la alambrada volvió
exhausto. Juntos se fueron hasta la sombra del árbol, el chico más o menos sobre unos
cuarenta años, moreno, de facciones bien marcadas y barba de dos días, sacó una
mochila y se acercó a ellas que trataban de encontrar una variedad entre las latas que les
quedaban
Luca: Permiso bambinas (Amelia se giró ipso facto, aquel tono no le gustó demasiado,
Luisita lo miró algo apática, y muy cansada) Aquí trajimos algo de pasta para nuestros
compañeros
Una pija en la selva 475
A: Ya vamos... no, tienes razón, Luisita es hermosa, tú eres la tontería (le apuntó con el
dedo índice)
Luca: Si fueras un hombre...
A: ¿Qué?, ¿me partirías la cara? (lo miró desafiante enarcando su ceja derecha)
L: Amelia ya está bien por favor...
A: Claro Luisita... claro que está bien (se levantó y se fue)
Luca: Gilipollas (susurró)
L: Tampoco te pases (le dijo enfadada comiéndose el postre a toda prisa)
Hasta el puesto donde guardaban la ropa de protección llegó Luisita, su gesto era de
cierto desconcierto, la reacción de Amelia no era para ella esperada, era cierto que aquel
pelma se había pasado con tanta insistencia con ella. “¡Un momento!, (pensó), igual se
ha sentido desplazada, ella es la devora mujeres... ¿se habrá molestado por eso?, ¡qué
infantil soy!, lo mejor es no darle ninguna importancia”
Luisita miraba a su alrededor, era extraño que Amelia no estuviera, así que fue hasta el
hospital, al pasar por delante de la puerta del lavabo que ellas usaban, oyó su esfuerzo y
se quedó perpleja. La voz de Amelia llegó a ella nítidamentL:
A: El Ébola se manifiesta de muchas maneras... más que nada son sangrados, pero suele
comenzar con vómitos, dolores de cabeza...
Todo su cuerpo tiritó de miedo, a Amelia el día anterior le dolía la cabeza, ahora
vomitaba, tenía muy mal aspecto, bueno ella misma lo tenía, su miedo era atroz pero no
quiso mostrarlo cuando vio como Amelia salía con los ojos aún llorosos del sobre
esfuerzo que se notaba había hecho. Al verla allí la miró con algo de malestar que
indujo rápidamente a Luisita a disculparse
L: Te estaba buscando Amelia... (se acercó hasta ella quitándose el guante y tocándole
la frente) Estás sudando... ¿has vomitado?
A: Sí... un poco (hizo un gesto de malestar)
L: Ve acuéstate un rato.. descansa
A: No, no se me pasará, me ha debido sentar mal la comida
L: Eso ha sido el italiano... más pelma (le dijo sonriente aunque por dentro tenía una
necesidad de gritar que le empujaba a apretar sus puños para no hacerlo)
A: Pues tú parecías encantada
L: ¡Mujer!, como no iba a estarlo, si te tiene a ti delante que eres tan guapa, y me
piropea a mí, ¡eso francamente es como para estarlo, no!
A: Muy graciosa
L: ¿Molesta? (sonrió)
A: Un poco (la miró de reojo)
L: ¿Qué puedo hacer para compensar ese malestar? (sonreía)
A: Luego hablamos
Una pija en la selva 477
L: Vale, luego de que te acuestes un rato y descanses, ahora somos más y podemos
llevarlo mejor
A: No, no... debe ser un poco de italianitis aguda, porque en mi territorio no se mete
nadie, y tú eres mía. ¿Entendido, peque? (le tocó la nariz)
L: ¡Ah, soy parte de tu territorio!, además de altiva posesiva... ¡menuda pieza me ha
tocado en suerte!
A: Lo vas a pagar caro (le dijo entre cerrando los ojos)
L: Me encanta (pero cuando la vio andar delante suyo sintió un pinchazo agudo en su
alma. “No puede ser... no nos puede pasar a nosotros... estás muy susceptible Luisita”)
Siguieron por tres horas más, ningún caso todo satisfactorio, a parte de alguna infección
que más tarde en el campo les tratarían, heridas superficiales, síntomas de hambruna por
los días caminando, deshidrataciones, nada más. Al terminar, todos echaron sus batas,
sus guantes, mascarillas a la hoguera de la purificación como le había llamado Pietro
M: ¿Os vais ya?, iba a sacar un poco de whisky y así brindamos (dijo con ironía)
Pietro: Sí nos vamos sí... creo que debemos descansar, allí se nos acumula el trabajo
M: Con gusto iríamos a ayudaros pero... (elevó los hombros en señal de lástima)
Luca: Pues yo espero que sí vengas a visitarnos bella dama (le dijo bajito en el oído a
Luisita, nadie más que ella lo escuchó)
L: Lo siento pero no creo que pueda, aquí estamos desbordados (entonces sintió la
mirada de Amelia)
Luca: ¿Puedo visitarte yo?, me encanta esa sonrisa... me gustaría saber más de ti
L: No hay mucho que saber, te agradezco tu amabilidad pero...
Luca: Preparo unas cenas sorpresas que te aseguro te quedarías con la boca abierta
L: Yo también tengo sorpresas que te dejarían con la boca abierta (le dijo sonriendo
notando como Amelia se cabreaba más)
Luca: ¿Ah sí?... me gustan las mujeres como tú
L: Compartimos algo, ¿ves a mi doctora?
Luca: La engreída esa, sí
L: Pues a mí me gustan las mujeres como ella (le musitó muy cerca del oído haciendo
que Amelia se encendiera y fuera hacia ellos)
Luca: Porca miseria (susurró)
L: Ya ves... hola Amelia... (le sonrió ampliamente)
Luca: Me voy, ciao
L: ¿Cómo estás?
A: ¿Qué le ha pasado?, ¿ha huido? (sonreía incrédula)
L: Sí me gusta más mi militar sonrisitas que este pesao. Y ahora... a descansar (le cogía
del brazo para marcharse hasta la cabaña)
A: ¿Qué le has dicho? (la detuvo en seco)
L: Nada... bueno, vale... le he dicho que yo soy de tu propiedad privada, que no te gusta
que nadie invada tu territorio y que la última vez que alguien lo invadió, resulto...
¡chas!, capado
A: Estás loca (la miraba con una sonrisa en sus labios, entre incrédula y adorada)
L: Aunque... deberías explicarme realmente que somos
A: ¿Cómo qué... que somos? (la miraba negando con la cabeza)
L: Exacto, si hay algo que no soporto es que nadie se crea que me puede mandar, no
soporto a la gente que es posesiva, y tú, según me aseguraste no lo eras, ¿no?, ¿o me
engañaste?
A: Bueno... estamos a la paz... tú tampoco lo eras ¿no?
Una pija en la selva 478
La voz de Marce la hizo sobresaltarse, sin duda no iba a descansar, debían haber llegado
más refugiados, y ella, no tenía fuerzas ni para levantarse. Abrió la puerta tras una
exhalación profunda y allí se los encontró a los dos, con rostros serios
A: ¿Qué pasa?
M: Pasa que no me has dicho nada de vómitos (le dijo enfadado)
A: Marce... (se medio quejó mirando a Luisita con algo de enfado)
M: Pasa que ayer te dolía la cabeza, pasa que voy a reconocerte
A: Por favor... estoy con la regla, es todo normal
M: ¿Te tocaba? (le preguntó con el gesto serio)
A: Se me ha adelantado (dijo con cautela al ver su gesto se quejó abriendo los brazos)
¡Vamos Marce!
M: Al hospital... te doy dos minutos para que llegues
A: ¿Por qué le has dicho nada, eh? (le riñó sin querer)
L: Amelia... es mi deber decirlo... estoy segura que no será nada
A: Pues si estás segura que no es nada, ¡haberte callado la boca!
L: Deja de ser egoísta, ¡quieres!
A: ¿Egoísta? (la miró sin entender)
L: Sí, deja de pensar en ti nada más... ya es hora que dejes que los demás nos
preocupemos de ti
A: No lo necesito, ¡gracias!
Hecha una furia llegó hasta el hospital, allí un Marce con gesto realmente preocupado la
esperaba. Verlo así le impactó, tras ella se detuvo Luisita
M: Voy a reconocerte
A: Pero Marce... por el amor de Dios. No he hecho nada que no entrará dentro del
protocolo, no he tocado a nadie sin guantes, llevamos cuatro días aquí no es tiempo
suficiente para desarrollar el virus, no te dejes guiar por la paranoia de Luisita (le decía
al punto de la histeria)
M: Amelia voy a reconocerte y punto
A: Joder... ¡pero no te das cuenta! (las venas de la garganta se marcaron)
M: Me doy cuenta que estás mal
A: ¿Ah y tú no?, ¿os habéis mirado en un espejo, coño? (decía fuera de sí) Vale te vas a
quedar más tranquilo, ale... reconóceme
L: Yo no estoy paranoica, solo me preocupo por ti
A: Perdona... he vomitado una vez, y la culpa la tienes tú
L: ¿Yo? (le preguntó atónita)
A: Sí, tú ¿o ya no te acuerdas del ahhh ahhhhhh (no pudo acabar la frase porque Marce
le metió un palo en la boca para revisarla pero ella trataba de seguir hablando ofuscada
y porque no decirlo, muerta de miedo... sus síntomas podían llevar a confusión, hasta a
ella misma) Ahhah aggggg
M: Cállate haz el favor, no hay manera de reconocerte
L: Desde luego... encima que me preocupo por ti me llamas paranoica (le dijo realmente
enfadada)
A: Ahahaha (movía el dedo hacia Luisita) Mmm ahhh
M: ¡Te quieres callar que no veo!, ¡pareces Mona, leche!
A: Joder (protestó nerviosa) ¡Estáis locos!, ambos... ¿pero qué os pasa?
M: A ver (resopló) Vale igual nos estamos pasando (dijo finalmente)
A: Creo que estamos cansados y deberíamos pensar con un poco más de cordura...
Una pija en la selva 480
Así lo hizo, Marce se marchó y la dejó sola, se apoyó en la camilla resoplando con
fuerza, el miedo es libre sin duda, y ella lo reconocía en si misma, ¿cómo no iba a estar
asustada Luisita?
La buscó y la encontró en el río echando piedras, con fuerza, la observaba con una
sonrisa tímida, esas sonrisas que no quieren demostrar que pueden ser amplias porque
así se sienten, sino, quieren tener algo que esconden bajo control, y en el caso de
Amelia, ese control, no le era fácil desempeñarlo. Luisita no había escuchado sus pasos
aunque suponía que iba a llegar
A: Es una buena descarga de adrenalina, pero te deja el hombro destrozado (se acercaba
a ella dejando una distancia prudencial)
L: ¿Aún sigues pensando qué estoy preparada para estar aquí? (echó una piedra con
toda su fuerza, que rebotó varias veces sobre el agua para perderse finalmente en el
fondo)
A: ¡Nunca he conseguido que rebote tanto! (decía realmente sorprendida)
L: No te burles
A: No me burlo
L: Ya (se giró para marcharse pasando junto a Amelia pero su mano sujetando el brazo
de la enfermera la detuvo)
A: Oye
Una pija en la selva 481
L: ¿Qué?, ¡he metido la pata, lo siento!; me asuste, tienes mala cara y vale reconozco
que... no debí decirle a Marce debí...
A: Luisita, has hecho bien si es lo que tú pensabas que era lo mejor, ¿vale?. Siento lo de
antes creo que hemos perdido los nervios todos. Y no lo sientas más, ven aquí (la llevó
de su mano hasta una piedra que había cerca del río y la obligó a sentarse a su lado)
Venga, siéntate
L: Me siento estúpida... (le dijo de repente)
A: Estás cansada como lo estamos todos, es normal, verás... hace cuatro años salimos a
una misión como esta, no fue tan aparatosa pero... era el Ébola, igual. En aquel
momento en nuestro grupo había una voluntaria holandesa, era médica y se estaba
especializando en el área de epidemiología, no es normal que una voluntaria nos
acompañe en estas misiones porque son realmente peligrosas ya lo ves, pero insistió y
tras recibir un permiso especial, se vino (suspiró y los ojos se le nublaron mientras
miraba el suelo) Estuvimos tres días y tan solo un caso de Ébola, no hicimos cuarentena
porque habíamos tomado todas las precauciones, pero cuando volvíamos del Norte
tardamos cuatro días en volver, comenzó a sentirse mal, y... desarrolló el virus, Marce,
yo y la enfermera que estaba en ese momento, no podíamos dar crédito a aquella
situación, lo pasamos realmente mal, se nos murió sin poder hacer nada prácticamente,
fue un golpe muy duro para todos, por eso soy tan meticulosa contigo, porque viví la
experiencia de perder a una amiga, sin poder hacer nada (entonces la miró sus ojos
estaban completamente anegados por la tristeza) Entiendo tu preocupación, entiende tú
ahora la reacción de Marce, cuando salimos dijo aquello, de abandonarnos si nos pasaba
algo, es muy duro Luisita, y yo no soportaría volver a pasar aquello
L: Lo siento, debió ser muy fuerte, lo imagino (negó con la cabeza)
A: Mucho. ¿Pero sabes qué?
L: ¿Qué?
A: Entiendo tú ataque de miedo al veme así, yo misma me siento mal si te veo a ti mal,
o me preocupa que Marce este tan agotado, ¿y sabes qué? (la miró sonriente) Me alegro
que te preocupes por mí, si (asintió contrayendo la barbilla) Eso es un tanto a tu favor
L: Idiota (murmuro sonriendo)
A: Eres buena Luisita, muy buena en esto, aprendes muy rápido y no quiero que dudes
en nada, todos nos equivocamos... ¿vale peque?
L: Vale. Pobre Marce
A: Si es que en el fondo no podéis vivir sin mí, ya lo sé
L: Ayyyy eres repelente
A: ¿Cómo los repele mosquitos?, pues te advierto que me encantaría ahora mismo
chupar la sangre de tu cuello (Luisita se mordió el labio sonriendo) ¿Vamos?
L: ¿Adónde?
A: A la cabaña de momento... luego veremos que se nos ocurre hacer (le musitaba con
esa voz que la derretía)
L: ¡Pero si estás muerta!
A: Aún así, sigo estando divina e irresistible
L: Anda tira... ¡qué cruz!
Entraron a la cabaña y decidieron acostarse cada una en su catre de bambú, los nervios y
el cansancio eran necesarios aplacarlos descansando bien, se durmieron mirándose con
una ligera sonrisa en los labios. Otra vez todo bajo control, otra vez todo descontrolado,
maravillosamente descontrolado para ambas en lo que se refería a su interior
Una pija en la selva 482
Un sonido fuerte las despertó, tras ese sonido nuevamente el silbato, se levantaron a la
vez, miraron por la ventana y después se quedaron mirándose con temor
A: ¿Es de día?
L: Joder Amelia... nos hemos dormido (dijo mirando la hora)
A: ¡Mierda!
Salieron corriendo y allí las esperaba Marce, las miró a las dos
Era cierto, la gente comenzó a llegar, pero contrariamente al grupo anterior, no alzaban
la voz, no gritaban, no pedían agua, ni ayuda. Algo extraño porque se suponía que
venían por el mismo camino, y debían llevar los mismos días de cansancio. Todo
transcurría normal, los niños, las mujeres, todos se dejaban revisar sin problema, Luisita
repartía sonrisas, al mismo tiempo que material a uno y otro, Marce y Amelia,
trabajaban con toda la concentración que podían, que el calor les dejaba
M: ¿Todo bien Amelia?
A: De momento sí (dijo casi triunfal)
L: Han pasado veinte personas (añadió Luisita)
A: A este ritmo, podemos pasarnos toda la mañana...
M: Ni lo dudes
Marce terminaba de reconocer a un hombre, se esperó allí ya que la mujer y sus dos
hijos venían detrás, Amelia iba a reconocer a la mujer cuando algo en su brazo le llamó
la atención, su gesto fue captado por Luisita, Amelia apartó a los niños de la mujer, el
hombre se puso tensó observando lo que aquella blanca estaba haciendo, Marce vio el
movimiento. Y Amelia confirmó
A: Uno Marce, tengo uno (Luisita cerró los ojos, los militares se levantaron las
mascarillas, y la gente se separó murmurando al ver a la blanca como no dejaba pasar a
la mujer)
M: De acuerdo, Luisita
L: Sí... vamos (le dijo a la mujer)
Entonces todo se precipitó, nadie supo como, el hombre que vio como Luisita tomaba
con precaución a su mujer y los dos niños eran apartados por Amelia, se precipitó hacia
ellas, apartó de un golpe a Luisita, y comenzó a pegar a su propia mujer
M: ¡Pero qué haces! (no le extrañaba la reacción pero siempre le causaba pavor)
L: ¡Déjala! (le gritó Luisita tratando de retener al hombre)
Una pija en la selva 483
A: ¡Cuidado Luisita! (no llegó a tiempo el grito de Amelia que aguantaba a los niños
que habían comenzado a llorar al ver como su madre tendida en el suelo recibía golpes
del hombre. Luisita salió mal parada, llevándose un golpe en la cara) ¡Luisita!
M: Suéltala... suél... (tampoco pudo decir más Marce, el hombre se giro y descargó toda
su furia contra él, comenzó a golpearle)
A: ¿Estás bien...?... joder (dijo al ver su rostro ensangrentado)
M: ¡Ah, ah! (se quejaba Marce cuando los militares dispararon al aire)
A: ¡Marce... Marce! (se acercó a él que se había quedado de lado inconsciente, el rostro
de Amelia lo decía todo) Marce... contéstame... ayuda necesito ayuda (gritó
desesperada)
A los dos minutos la pareja revisaba con toda la minuciosidad posible a las dos
criaturas, la madre la habían aislado y los militares habían tratado de aislar al marido,
ante la resistencia que opuso, tuvieron que esposarlo para que las dos mwasis pudieran
hacer una revisión mucho más exhausta
Una pija en la selva 485
A: Bueno... puede que la mujer se haya infectado pero desde luego los niños no tienen
síntomas están fuertes
L: ¿Pueden desarrollarlo más tarde?
A: Sí es una posibilidad. Y ahora ven antes de salir a continuar con el trabajo quiero
revisarte ese golpe
L: Estoy bien (le dijo sonriendo) A quien tendremos que revisar es a Marce
A: Es un gruñón, lo más probable es que cuando salgamos esté allí (le dijo quitándose la
ropa y echándola a un cubo para después quemarla)
L: ¿Esto es normal?, quiero decir... esos golpes a su mujer a mí o a Marce
A: Desgraciadamente sí, a veces pasa, cuando un miembro de la familia viene con el
virus, sobre todo si es mujer, debemos tener cuidado porque los hombres se niegan a
compartir el aislamiento si se encuentran sanos, yo me he llevado algún mamporro
también. A ver sube aquí (le señaló una de las camillas libres)
L: Yo me los llevo todos... hasta los tuyos (sonrió)
A: Sí... me acuerdo... me acuerdo, aquello te paso por que ya estabas atrapada en mi
encanto (le sonreía y aparecía para Luisita la mujer irresistible que tanto decía ser,
Luisita se perdía en sus ojos. Amelia comenzó a reconocer aquella nariz que se había
abultado un poco) ¿Te duele?
L: Un poco...
A: Vale
L: ¿Qué tienes aquí? (le señaló en el labio inferior)
A: ¿Qué tengo? (frunció su frente)
L: A ver (se acercó con suavidad y le besó separándose con una sonrisa cálida)
A: Creo que aún sigue ahí (le dijo poniendo sus manos en las caderas de Luisita y
acercándose con sigilo)
L: Yo también lo creo (musitó mientras se volvían a besar con más pasión, Amelia dio
un paso adelante y Luisita abrió sus piernas para recibirla, se besaron con fogosidad,
con necesidad pero con tanto amor que al separarse ambas en los ojos de la otra vieron
ese sentimiento que les hizo temblar, y para poder sentirse unidas en ese sentimiento
que para ambas era nuevo, se abrazaron con una dependencia total) Amelia...
A: Ya... tenemos que trabajar (se separó mirándola mientras se mojaba los labios)
L: No protestes, tenemos cuarenta días y cuarenta noches para nosotras (sonrió mientras
le daba un ligero golpe en su trasero)
A: Pero si te fastidiaba quedarte conmigo (la ayudó a bajar mientras su comentario
sonaba como si en realidad le resultaba fastidiado)
L: Gracias. Pero ahora ya le veo el puntito...
A: Puntazo peque... estar conmigo cuarenta días y cuarenta noches... es un puntazo
L: Presumida... la tía (dijo sonriendo mientras se separaban para salir del hospital)
Durante un par de horas, pasaron revisión ellas solas, hasta que Marce apareció, el dolor
se soportaba con calmante, pero no podía soportar escuchar los gritos de ayuda, de la
gente ante la lentitud con que se movía la cola de espera. Descansaron durante media
hora para comer, era necesario, a los tres les pasaba factura le estancia allí, habían
decidido parar, si seguían en ese ritmo, volverían a perder la tranquilidad y sin duda, era
lo peor que había pasado. Aún les quedaba cinco largos días allí. Volvieron a trabajar
por la tarde, lo hicieron hasta entrada la noche, hasta que el cansancio pudo con ellos. Y
se retiraron, las chicas en su cabaña trataban de reponerse de un día terriblemente
agotador, Luisita tenía llagas en los pies con un recipiente del hospital puso agua del río
Una pija en la selva 486
y se los puso un rato a remojo con los ojos cerrados al notar el frescor del agua y gran
alivio. Amelia la observaba estirada en su catre
Amelia le hizo caso con una ligera sonrisa, al tiempo que se iba la luz, les pareció
mucho más romántico, una vela que funcionaba por las noches para que en caso de
necesidad pudieran salir corriendo sin golpearse con nada, hizo de anfitriona. Luisita
abrió las piernas de Amelia que cerró los ojos con la respiración algo agitada y los
Una pija en la selva 487
pezones bien marcados sobre su camiseta. Primero cogió un pie y masajeó entre los
jadeos y gemidos de una Amelia que parecía iba a tener un orgasmo solo con aquel tacto
tan maravilloso. Luisita la miraba sonriente, Amelia seguía con los ojos cerrados
suspirando, dejándose llevar con aquella maravillosa sensación de que alguien la estaba
mimando. Luisita mantenía una sonrisa en su rostro, estaba terminando cuando se quito
la camiseta, dejó los dos pies sobre la cama y cuando fue a subir por su cuerpo, Amelia
soltó un profundo ronquido
Se pasaron dos días más de la misma manera, revisando nueva gente que llegaba con los
mismos rostros que todos los que habían pasado con anterioridad, la mujer con Ébola
estaba agonizando mientras sus hijos no daban muestras de la enfermedad y habían
pasado a ser los acogidos tanto de Amelia y Luisita, jugaban con ellos, los llevaban al
río donde se les escuchaba sus risas, les daban la comida, y se hacían cargo de
acostarlos. Cuando llegaba la hora de dormir, lo seguían haciendo agotadas, besos,
caricias, pero no se pasaba de ahí, casi siempre una u otra se quedaba dormida, así que
decidieron posponer todo a la cuarentena que les parecía maravillosa, tanto para
conocerse como para ir más allá de mantener una relación sexual
Estaban en medio de un día caluroso, infernal donde los huidos iban llegando a cuenta
gotas y eso les alargaba más todavía el momento de estar bajo el sol, ningún caso más,
todo parecía ir sobre ruedas. Estaba todo bajo control, hasta el cansancio lo llevaban de
la mejor manera posible y las chicas se habían hecho inseparables, bromeaban cuando
podían, cuando no sufrían por la mujer que moría sola en aquella habitación mientras el
hombre empezaba a dar síntomas de que podía estar contagiado, cuando podían se iban
al río y participaban en una batalla de piedras lanzadas al río, siempre ganaba Amelia, y
eso enfadada sobremanera a una Luisita que estaba descubriendo esa Amelia, que
Benigna le había confesado. Estaban dando de comer a los dos pequeños cuando vieron
que Marce volvía del campamento. Se acercó hasta ellas con un andar un tanto lento por
el dolor que seguía teniendo por las numerosas contusiones que había sufrido
Juntas recogieron lo preciso, lo demás por orden de Marce lo quemaron todo, Luisita
veía consumirse en su bidón de la depuración su camiseta de Dolce y Gabana, con gesto
triste que arrancaba la sonrisa de una Amelia que tal como ella se sentía triste por tener
que dejar a esos niños que iban a quedarse huérfanos si nadie lo remediaba
Una vez todo estuvo preparado, cargaron sus mochilas, se despidieron escuetamente de
los militares que tan poco los habían ayudado, mientras aquel militar sonrisa le ofrecía a
Luisita una flor como recuerdo, y ella una sonrisa fresca que al joven le pareció, el
mejor regalo que había recibido
A: Lo tienes coladito
L: Tonta... como a ti
A: ¿Y quién es ahora la altiva, engreída?
L: Me dan pena los niños Amelia (dijo triste)
A: A mí también, pero estoy segura que los cuidaran tan bien como nosotras, no temas
por eso. Y ahora, bebe bien, mójate de vez en cuando la cabeza que el camino es largo,
y el calor aprieta. ¡Ah y si te vas a caer, procura no maltratarme más ese culo por favor!
L: Graciosa
A: Aunque... pensándolo bien... voy a tener mucho tiempo para masajearlo (se pasó la
punta de la lengua por los labios viendo como los ojos de Luisita quedaban atrapados en
ellos y se quedaba con la boca abierta como hipnotizada por aquel movimiento
sugestivo de su lengua. Entonces se acercó a su oído y le musitó haciendo que su aliento
al rozar su piel la erizara de deseo) De hecho voy a tener mucho tiempo para disfrutar
de ti, peque
M: ¿Vais a seguir ahí como dos animales en celo, o pensáis moveros?
Les preguntó Marce, haciendo que ambas diera una carcajada divertida, y con la ilusión
de que estaban más cerca de casa, comenzaron a recorrer el largo camino hacia el río
Llevaban algo más de tres horas andadas, se tuvieron que detener porque Marce no
estaba demasiado fuerte para soportar en silencio lo que estaba soportando, por su parte
Luisita sentía como el calor aplastante podía con ella y el dolor de sus llagados pies a
cada paso se volvía una tortura. Y tampoco estaba mejor Amelia, se había ocupado de
cerrar el grupo, de vigilar calladamente a Marce, proponer dos veces dos paradas que no
se dieron, y vigilar a la patosa de Luisita que se había tropezado unas cuantas veces, así
como de poder seguir andando ya que a pesar de la hora el calor allí dentro de la Selva
se hacía irrespirable
M: Descansemos
A: Amén
M: No me toques los cojones
Una pija en la selva 489
A: Te lo vengo diciendo desde hace rato, llevamos tres horas y cuarto andadas, nos
quedan dos horas más, ¿pretendes hacerlas del tirón tal y como estás?
M: ¿Y cómo estoy? (la miró mientras con esfuerzo se sentaba)
A: Molido a golpes
L: Déjalo Amelia... no le riñas (se sentó soplando agotada)
A: Y tú no salgas en su defensa (se puso en jarras mirándola seria)
M: Joder... me está matando este puto calor
L: Ni que lo digas...
A: Voy a sacar algo y comemos, creo que sería bueno comer ahora ¿te parece bien
Marce? (le preguntó con burla)
M: Si no fuera por lo que es... ya te hubiera dicho algo muy gordo (dijo con su seriedad
habitual)
A: Reconócelo... soy tu debilidad (le guiñó un ojo sonriente)
L: Ya nos salió la petarda
A: Tú cuidadito con lo que dices (le sacó la lengua Luisita y Amelia giró un poco la
cabeza entrecerrando los ojos)
M: Tengo unas ganas de llegar
L: ¿Y qué vamos a hacer cuándo lleguemos?
A: Tú por eso no te preocupes
M: Luisita no sé si te matará el Ébola, pero igual lo hace la Calentorra de la Selva (le
dijo muy pero que muy serio)
A: ¡Marce serás cabrón!
L: Siiiiiii (decía muerta de risa)
A: Encima ríele la gracia
M: Ya me dirás si es una gracia Luisita... encima no le has explicado nada... tienes un
valor Calentorra
A: No te pases (le acusó con el dedo graciosamente, mientras sacaba las cosas
sentándose sobre una piedra frente a Luisita) A ver... vamos hacia un lugar donde
tenemos dos cabañas, bueno... vale Marce... dos casuchas (corrigió al ver el gesto de
Marce)
M: No esperes un palacete Luisita
L: Bien... no lo esperaré (le sonrió reposando su espalda cansada)
A: Pues es un lugar que está a dos horas más de aquí, junto al río, justo a medio camino
de donde Massamba nos vendrá a recoger. Hay una zona donde decidimos armar un
pequeño campamento para estos casos, ahora mismo me imagino que los chicos nos
habrán llevado ropa limpia, comida, y la radio para hablar con la aldea y Quintero,
debemos seguir instrucciones y estar comunicados por si pasa algo
L: ¡Por fin podré hablar con Benigna!
M: Yo no sé que tiene, que cuando no está con nosotros estamos todos enganchados a
ella
L: Tiene que es un cielo (dijo con un gesto repleto de cariño)
A: Mírala ella que bien se expresa
L: Amelia, estudie en un colegio privado
A: Es cierto... ¡pija!
L: A mucha honora, antes pija que sencilla (decía sonriente)
A: Bien. Allí nos distribuiremos en dos cabañas, tú y yo en una, Marce en otra (le
sonrió)
L: Pensé que estaríamos los tres separados (dijo pinchándola)
A: ¿Cómo separados?
M: Es buena idea, Amelia que duerma fuera
Una pija en la selva 490
A: Sois muy idiotas ¿eh? (decía seria al ver como se reían de ella)
M: Mira Luisita, nosotros tenemos las mismas posibilidades de tener que de no tener el
virus, pero por mi experiencia, creo que hemos trabajado bien, algún fallo pero no creo
que sea para asustarse. Por lo tanto digamos que esto es más una prevención para el
resto que realmente otra cosa
L: ¿Y Benigna va a estar sola?
A: A ver... durante unos días sí, porque nosotros no hacemos cuarentena (entonces
Luisita la miró enfadada) Lo siento es que no lo pude evitar (dio una carcajada)
L: Joder y yo que pensaba que haría en cuarenta días estaba toda yo agobiada
M: Te entiendo, no somos la mejor compañía
L: No es eso Marce... es que... (ante la mirada de los dos se sintió algo cuestionada)
M: Déjalo no trates de arreglarlo, nuestra enfermera Amelia, nos odia
A: Jejeje (la miraba embobada)
M: Que malo está esto, me muero por llegar y ver que nos ha preparado Benigna
A: Sigo, pues eso, en el caso hipotético que hayamos desarrollado el virus, éste lo hace
entre cuatro y veinte días aproximadamente, así que, nosotros al día veintiuno, nos
vamos
M: Sí, ya ves... no somos nada obedientes
L: Me alegro de pertenecer a este grupo... de verdad
A: Yo más (la miró de manera muy insinuante), de que pertenezcas
M: No trates de arreglarlo, ya me ha llegado al alma tu anterior comentario
Siguieron hablando un rato más, también de lo que habían pasado, la preocupación por
la gente que se quedaba, por los compañeros que iban a sustituirlos y que debían luchar
tal y como ellos lo habían hecho por ayudar al máximo a todas y cada una de las
personas que llegaban desesperadas con el mínimo material y las mínimas condiciones
humanas
El camino se les estaba haciendo largo y tortuoso, el calor aquel día parecía persistente
y dispuesto a no abandonarlos, el ánimo había decaído un poco en ellos, llevaban
acumulado mucho cansancio y en parte agradecían esos días de descanso que iban a
tener por delante para poder recuperarse
L: Lo sé... la voy conociendo ¡au! (gritó ya que Amelia le había pellizcado el culo)
M: ¡Hombre... pensé que se te había olvidado gritar! (le dijo sonriendo aunque su rostro
pálido y ojeroso daba muestras de que su camino se había vuelto un calvario)
A: Oye Marce... ¿y si nos quedamos aquí?
M: No, falta poco y no voy a dejar que estéis a la intemperie, no llevo arma
L: Me queda otro calmante Marce... ¿lo necesitas?
M: Soy fuerte... cuando lleguemos
A: De acuerdo (elevó los hombros mirando a Luisita en señal de resignación) Oye
Luisita ¿y si repasamos algunas palabras en kikongo?
L: Buena idea así se me pasa el tiempo antes
A: Bien...
Y así hicieron, fueron repasando palabras, descubriendo alguna nueva, Marce también
ayudaba, para tratar de no notar la fatiga que sentían, el dolor de pies y el esfuerzo
mental que llevaban para no dejarse llevar por el agotamiento. Pero también habían
cosas buenas, debían andar por borde del río, aquel río que les llevó al infierno, Luisita
recordaba sus pensamientos, y lo poco que esperaba que se diera la situación que
después se dio, esa confesión suya a una Amelia que pensaba dormía, las palabras de
Amelia admitiendo que a ella también le pasaba algo parecido, la ilusión que había
nacido en ella por esa mujer entre tanto desespero, entre tanto dolor, entre una angustia
por la necesidad de las personas, con ese pensamiento miraba el cielo cobrizo, el ruido
de las aves y demás animales, a veces gritos que le hacían sobresaltarse, a veces cantos
que le hacían enternecerse, y el sonido del río, el agua furiosa golpeando contra troncos
que ocupaban un lugar en medio del agua, rocas repletas de musgo que daban un
aspecto inusual, único, un ambiente que a pesar de ser caluroso, tan solo por observar el
maravilloso mundo que les rodeaba, daba por bueno el largo paseo, el cansancio y hasta
algún que otro extraño estremecimiento de su cuerpo. Su respiración cansada, era la
misma que Amelia tenía, se habían cogido de la mano para que Luisita no tuviera tantos
problemas especialmente por sus pies, sabía que debía ir pensando en lo mucho que le
había cambiado la vida, ella misma la primera vez que hizo un recorrido parecido, lo
hizo con el corazón bombeando de una manera alocada, su vida había cambiado, sus
prioridades ya no eran las mismas, allí estaba en un mundo abandonado al que ella
quería pertenecer, colaborar, ayudar, y esa sensación de la primera vez, era la misma
que sentía años después en ese lugar de la Selva donde debían esperar algo que le
asustaba ya no por ella, sino, porque temía que alguno de ellos se hubiera infectado,
aquel pensamiento le hizo apretar inconscientemente la mano de Luisita que la miró con
una sonrisa que logró tranquilizarla
Mientras en la aldea, Benigna había acogido con júbilo la noticia de que ya se disponían
a ir al refugio, allí lo tenían todo preparado hasta el último detalle, pero sobre todo lo
que más nerviosa la tenía era que por fin podría hablar con ellos saber de primera mano
como estaban las chicas, escuchar su voz. Había dejado en la radio a un Zambi que se
mostraba nervioso también, todos echaban de menos a aquellos tres blancos que se
hacían de querer
B: ¿Ya?
Zambi: No mami
B: Bueno... nada más aparezcan, ya sabes...
Una pija en la selva 492
Los tres habían llegado con el tiempo justo, el atardecer les estaba ganando la partida, el
camino había sido más lento de lo que pensaban, primero por el cansancio acumulado,
segundo porque Marce se estaba encontrando mal, y tercero porque a Luisita el
estremecimiento que le había dado a mitad camino, insistía, sintiendo algo que no era
normal, un frío se apoderaba de ella, y los pies no le dejaban caminar deprisa, se tomó a
burla el comentario de Amelia de llevarla a caballito, pero sin duda lo dijo muy seria, la
veía sufrir al caminar. Cuando llegaron al lugar, Luisita entendió lo que Marce le dijo,
aquellas dos cabañas, no tenían nada que ver con las del campamento, ni siquiera con
las que habían estado compartiendo los días atrás. Eran una especie de chabola,
construida con ramas de palmera, y algunas otras que Luisita no acertó a averiguar, el
espacio era sumamente reducido, por lo que pensó que iba a ser una autentica prueba de
resistencia, lo bueno era que el río estaba cerca. Su gesto lo decía todo
L: Solo si tú haces lo mismo (la miró emocionada y sin más palabras se abrazaron
dejándose un beso suave en los labios) Voy a hablar con Benigna
A: Y yo voy a... (la miraba atontada), a...
L: Por leña
A: Eso (sonrió carraspeó y se giró para buscarla entonces pensó para si mientras se
mordía el labio “me tiene tonta”)
L: Amelia... no me has dicho como va esto (le dijo al ver que se marchaba)
A: Es verdad... espera... a ver le das aquí (al hacerlo rozó su brazo y ambas se miraron
sonrientes) Lo siento
L: No importa (sonrió divertida)
A: Y con este walki esperas que te dé señal y hablas, después sueltas el botón para
escuchar
L: Vale... entendido (mientras lo explicaba apoyaba la cabeza en su hombro)
A: Voy a... por la leña (le dejó un beso en la frente)
L: Vale (Luisita hizo lo que le había dicho Amelia y esperó)
Zambi: Ziku (escuchó como llegaba su voz hasta allí)
L: ¡Zambi! (exclamó alegre) Mbote, soy Mwasi mondele Luisita
A: Que graciosa es (susurró al escucharla) Joder y yo que tonta, Massamba nos lo ha
dejado todo preparado... si es que... ¡céntrate Amelia haz el favor de dejar un poco la
tontería!
L: ¿Bonso beno kele na bwala? (¿Cómo estáis todos en la aldea?)
Zambi: Beto kele bien... mami Benigna venir... Mwasi (nosotros estamos bien)
L: Gracias Zambi (le agradeció sinceramente aquel esfuerzo porque le entendiera)
A: ¡Ya tengo la leña! (le dijo orgullosa)
L: Joder... que rápida eres
A: La que vale, vale (comenzó a prepararla cerca de las dos chozas que aunque estaban
separadas entre sí, con una sola fogata era suficiente para alumbrar y protegerse)
M: De eso nada Luisita, la leña la tenía preparadita... ¡menos lobos caperucita! (le decía
Marce desde su chabola)
A: ¡Soplón! (le soltó negando con la cabeza)
L: Jajajaja... ya decía yo que eras demasiado rápida. Me ha contestado Zambi (le dijo
con una sonrisa emocionada)
A: Ya he visto que manejas mejor el kikongo (decía con gesto serio mientras trataba de
poner la leña)
L: ¡Uf como me duelen los pies! (se quitaba las zapatillas)
B: ¡Marce!, ¡Luisita!... ¡Amelia! (aparecía la voz entusiasmada de Benigna al otro lado)
A: Muy bonito yo la última (protestó sonriendo ya que al escuchar la voz de Benigna le
había servido como un bálsamo a sus nervios)
B: Amelia... cariño...
L: Hola Benigna (dijo feliz)
B: ¿Cómo va todo?, ¿cómo estáis?, supongo que cansados... os he preparado mezclas de
comida con mucha vitamina, para que os recuperéis
L: Gracias... la verdad que tenemos hambre (sonrió)
A: Ella tiene hambre Benigna, un poco más y se cumplen tus previsiones, casi me come
B: Ya será menos exagerada. ¿Y Marce, dónde está?
L: Pues (Amelia le hizo un gesto de que no le dijera nada) Se ha tumbado ya Benigna,
estamos agotados
B: Imagino... (su tono de voz era decaído pero en seguida se recuperó, no quería
preocuparlas con sus propios miedos) ¿Y vosotras como estáis?
Una pija en la selva 495
L: Pues ciertamente como él, agotadas Benigna, pero muy bien (dijo mirando a Amelia
fijamente mientras ella preparaba el fuego de cuclillas
B: ¡Uy que voz de tonta! (exclamó sonriente como Lula, Nsona y Sissou que estaban
allí)
A: Es que la tengo tontita Benigna
B: Ya veo ya...
L: Un poco de respeto por favor que me voy a poner colorada
Mona: Uhhhhhhhhhhh uhhhhhhhhhhhhh uh UHHHHHHHHHH UHHHH
AHHHHHHHHH
L: Monaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa (le gritó contenta antes los gritos eufóricos del animal)
Mona: AH AH AH AH AUUUUUUUU UHUHUHUHUHUHUHUH (seguía gritando)
L: Sí cariño yo también te echo de menos. ¿Y Valiente? (preguntó)
B: Espera que está aquí sentadito, ven a ver dile algo a la mami
A: ¿Mami? (se partía de risa)
ValientL: Uh... uh... (dijo con timidez)
L: Valiente cariño... ¿cómo está?
B: Bien, no se separa de Mona... y Mona no se separa de tu cabaña
Mona: UHHHHHHHHHHHHHH AHHHHHHHHHH (y a continuación pedorretas
varias)
B: Ya Mona... ya... como ves te echa de menos
A: Oye Benigna, Valiente aún lleva el camisón de Luisita
B: No...
A: Pues guárdalo bien, ¿eh? que lo va a necesitar (Luisita abrió los ojos mucho en señal
de recriminación que hizo que Benigna sonriera como loca y Amelia también) Bueno...
¿cómo están todos?
B: Muy bien aquí estamos todas escuchando
L: Besos para todas (dijo contenta Luisita)
Nsona: Mwasi me alegro escuchar
L: Y yo Nsona, ¡Lula cariño estás por ahí!
Lula: Mwasi aquí estar
L: Un besazo, ¿y mi aprendiz de enfermera como va?
B: Espera (Benigna le tradujo la frase a Sissou que sonrió poniéndose colorada
Sissou: Mwsi Luisita kwisa maki, mono mekika nge (Mwasi Luisita venir pronto yo te
extraño)
A: ¿Ti mono, Sissou? (¿Y a mí Sissou?) preguntó sonriente guiñándole un ojo a Luisita
Sissou: Talo Mwasi Amelia
L: ¿Cómo está Yildas? (miraba como Amelia se había puesto con una posición muy
sugerente con el culo muy cerca de Luisita, ésta carraspeó)
B: Con los cuidados de Sissou mejorando. Todos bien
L: Nmala, Massamba... los demás
B: Todos bien, no os preocupéis por nosotros todo bien (insistía sonriendo algo
emocionada porque anhelaba poder abrazarlas)
A: Pues Benigna... nos vamos a despedir, tengo que preparar la cena
B: ¡Qué chistosa! (sonrió) ¡ah, decirle a Marce que Cruz ha llamado y está al tanto de
todo!, muy histérica porque en España han obviado que tres españoles han estado ahí
A: Que raro (sonrió mirando a Luisita que seguía mirando su culo)
B: Cuidaros, mañana hablamos... besos
Mona: UHhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhh (gritaba como loca Mona)
B: Mona cariño... dile adiós Luisita
L: Mona... ya queda menos cariño... (le dijo sonriente)
Una pija en la selva 496
A: Debiste verlos correr en calzoncillos al agua, y menos mal que estaba cerca porque
de lo contrario no hubiéramos podido seguir, menuda peste
L: Menudo estreno Marce. ¿Y tú?, ¿qué te pasó a ti?
M: Cuenta... cuenta... (sonreía)
A: Nada, no me pasó nada en especial (ante la mirada de Luisita agregó sonriendo)
Vale, lo admito, la primera expedición que salimos, tuvimos que dormir en un poblado
que no conocíamos, iba con Cruz, una enfermera alemana que era como un armario
(Luisita supuso que se habría acostado con ella) Y como siempre Massamba y Zulú que
eran quieren cuidaban de nosotras, tras un encuentro con el jefe, un tipo muy raro con
unas pintas como para salir corriendo, nos invitó a cenar. Cenamos algo que Cruz me
dijo no preguntes y come
L: No sé a que me recuerda eso... (sonrió de lado mientras aquellas manos seguían con
cuidado lavando y acariciando sus pies)
A: Total que comí, Cruz se fue a la cabaña a descansar, y la alemana que se llamaba
Gunther se quedó conmigo, entonces vino una mujer muy simpática y nos ofreció una
vasija de barro con algo para beber, la alemana dijo que no, yo por no hacer el feo bebí.
A la media hora comencé con unos sudores, como si estuviera volando por el cielo
L: Que fuerte ¿no? (la miraba con sus ojos repletos de cariño)
A: Lo fuerte viene ahora, la alemana se fue a la cabaña y me dejó sola, yo llevaba un
pedo que no sabía ni como me llamaba, así que entré a una cabaña pensando que era la
mía, me acosté, pero estaba muy perdida, a los cinco minutos de estar acostada se oyó
un grito como los tuyos, todos salieron, Cruz la pobre desencajada y se encontró con el
jefe que me llevaba cargada al hombro como si fuera un saco de patatas, me dejó en la
cabaña de Cruz... estuve dos días durmiendo (Luisita comenzó a reír sin parar) Cuando
me desperté no podía ni andar, ni mover la cabeza y solo hacía que llamar a Cruz
desesperadamente
L: ¿Y?
A: Se habían marchado y me dejaron allí sola... sin compasión (dijo poniendo gesto
serio)
L: ¡Qué fuerte! (sonreía)
M: Sí, si, ya ves... lo suyo no es pasar desapercibida
L: Que va ¡ay! (la miró frunciendo el ceño)
A: Lo siento
M: Bueno chicas... después de reír un poco que falta nos hace... me voy a la cama
A: ¿Estás mejor?
M: Lo estaré si descanso... una cosa... no pongas el despertador
A: Tranquilo (sonrió divertida)
L: Buenas noches Marce
M: Descansar... que habrá tiempo para todo
A: Bueno a ver saca el pie y ponlo sobre mi pierna (le tomó el pie y lo apoyó sobre su
muslo Luisita cerró los ojos al notar dolor) Madre mía Luisita... no vas a poder andar
mañana
L: Ya lo sé (se quejó)
A: Mira... ya tenemos una excusa (le guiñó el ojo mientras la embadurnaba con una
crema)
L: Jeje (no se le ocurrió decir nada porque solo de pensar para que tenían excusa se
ponía nerviosa)
A: Esto debe doler lo suyo
L: ¿Son llagas?
A: Claro... ¿qué quieres que sean?
Una pija en la selva 498
L: No sé, nada (dijo negando con la cabeza) Oye... vas a tener que llevarme al brazo
hasta la cama
A: Es verdad, con esto no puedes andar
L: ¿Y qué hacemos?
A: Ya te digo (enarcó una ceja estirando de sus brazos y cargándola al hombro con una
facilidad que provocó un gritito en Luisita que hizo sonreír a Amelia) ¡No querías que te
llevara!
L: Amelia... Amelia... por favor... (decía riendo sin parar)
A: ¡Aquí estamos! (entró con una sonrisa de oreja a oreja) Ahora señorita a la cama
L: ¡Amelia! (dijo riendo sin parar mientras la dejaba con suavidad sobre el catre pero al
hacerlo como si cayera se tumbó sobre ella) ¡Ay!
A: Lo siento me he caído (decía mordiéndose el labio)
L: Ya... ya
A: Estás cansada ¿eh?
L: Sí (le contestó acariciando su rostro)
A: Voy a proponerte algo
L: Mmmmm me encantan tus propuestas sobre todo si son indecentes (pasó sus manos
por el cuello y las hizo descender por su espalda)
A: Vamos a descansar, lo necesitamos... pero mañana dejaremos al gruñón de Marce
perdido por ahí, y tú y yo, nos dedicaremos a intercambiar (se calló)
L: Intercambiar ¿qué? (le preguntó levantando un poco su cabeza acercando lo justo sus
labios a los de Amelia que la besó)
A: Mmmm ¿qué te parece?... besos (le dejó uno en los labios) caricias (le acarició el
brazo que rodeaba su cuello) y... cosas más íntimas (le susurró en el oído mientras con
la punta de la lengua recorría su oreja introduciéndose en ella provocando un
estremecimiento total en ambas) Luisita...
L: Uf... no me hagas esto que no respondo Amelia (le susurró también en el oído
mientras metía sus manos en la camiseta y tocaba su piel)
A: De acuerdo... creo que será mejor que cenes, y yo también... bueno.. no sé si
meterme en el río
L: Cuando has contado lo de antes la anécdota
A: Mmm (dijo golpeando graciosamente su nariz con la de Luisita)
L: Pensé que ibas a contar que te habías acostado con ella
A: No... con ella no (sonrió al recordar a aquella alemana que era de armas tomar)
Cualquiera lo intentaba
L: Ya... (cerró los ojos mareada pero no le dijo nada)
A: ¿Celosa? (la miró sonriente)
L: Nunca he sido celosa
A: Es verdad... (sonrió para jugar durante un rato en su boca, besos cortos y suaves,
pero igualmente excitantes) Me voy a meter al río...
L: Estás loca (le musitó graciosamente) Pero me encantas
A: Lo sé, ahora te traigo tu cena
Y así fue, Amelia le preparó una cena que les pareció a ambas la mejor cena de sus
vidas, se sentaron juntas sobre el colchón, compartieron ese momento de una manera
íntima y muy reconfortante para ambas, hablaron de la Selva, Amelia le contaba
historias y Luisita entendía porque estaba atrapada allí, a Amelia le pasaba lo mismo,
como un día Benigna le dijo, sois iguales. Tras la cena, echó más leña al fuego para
recibir el calor, miró al cielo como esperando que no lloviera, para poder aguantar el
fuego. Antes de acostarse, se acercó hasta donde Marce dormía, lo oía roncar y se quedó
Una pija en la selva 499
más tranquila. Volvió a mirar el cielo estaba bastante estrellado y sonrió, por fin parecía
que podían respirar tranquilos. Dentro Luisita había tratado de esperarla despierta, pero
le fue imposible, habían juntado los dos pobres colchones para formar una sola cama,
les había gustado la idea, al verla dormir sonrió, suspiró y se acostó a su lado, le dejó un
beso en la frente, otro en los labios y apagó la luz del quinqué
L: Abrázame Amelia
A: Sí... dame la mano
Entrelazaron sus dedos y juntaron sus cuerpos, un rápido sueño llegó hasta ellas y así
unidas, dejaron a sus mentes volar en libertad y a sus corazones galopar entusiasmados,
repitiendo el mismo compás de una balada de amor
La noche pasó para los tres con la tranquilidad del descanso tras una intensa caminata y
el cansancio acumulado, si bien, cada uno a su modo, pasó algunos instantes difíciles; a
Marce comenzó a dolerle el vientre, trató de dormir a pesar del dolor, pero hubo un
momento que tuvo que levantarse de la cama. A Luisita la sensación de malestar no se
le marchaba, los pies le daban ligeros pinchazos y se sentía molesta, tan solo los brazos
de Amelia le hacían sentirse mejor, más tranquila, la única que realmente había pasado
la noche con calma, había sido Amelia
Cuando el sol comenzó nuevamente a amenazar en el cielo, Amelia abrió poco a poco
los ojos, le había parecido escuchar que la llamaban, levantó al cabeza de la almohada,
con gesto algo desconcertado, ¿estaría soñando?, miró a Luisita y la vio dormir con la
postura de un cuatro bien acoplada a su cuerpo, aquella visión le hizo sonreír. Pero algo
a la vez le hizo borrar su sonrisa, estaba bañada en un sudor demasiado frío, le tocó la
frente y su gesto se volvió serio, pero entonces la voz le llegó nítida
A: ¿Crees que os voy a dejar aquí? (Luisita se sentó con lágrimas en los ojos)
M: Es lo acordado, lo siento Amelia llama a Massamba y que te recoja, tú no tienes
síntomas
A: Los tendré (dijo finalmente con seguridad)
M: No me vengas con esas, nos conocemos (su aspecto era bastante malo y se tuvo que
sentar con un gran esfuerzo)
A: Marce, me he acostado con Luisita, hemos hecho el amor, así que si ella lo tiene, yo
también
Amelia le hizo caso, se puso los guantes y lo ayudó a llegar a la cama, se tumbó con
gesto evidentes de dolor, la palpación de Amelia le daba a entender que si no era el
Ébola, era algo muy parecido, su gesto era serio y por más que quiso mostrarse relajada
le era imposible
Mientras en su colchón Luisita temblaba intensamente, se había tapado con una ligera
colcha que Benigna les había llevado para las noches, sus dientes castañeaban, su
cabeza le martilleaba, y el estómago parecía que se había vuelto loco, no cesaba de subir
y bajar, a todo esto había que sumarle el miedo que por unos segundos pasó con aquel
comentario de Marce, en tan solo un segundo vio su corazón destruido, podía tener el
Ébola, pero sin duda lo que le había hecho temblar no era la fiebre, era el gesto de
Amelia al mentir, y sin poderlo evitar las lágrimas llegaron a sus ojos
A: ¡Luisita! (apareció Amelia con gesto muy preocupado al ver sus condiciones)
L: No te acerques Amelia...
A: No digas tonterías tú también, a ver (le tocó la frente, Luisita la miraba con los ojos
cristalinos y algo desenfocados) Estás ardiendo
L: Sí... y aún no me has hecho nada (sonrió de lado)
A: Ya (sonrió también aunque le dolía el alma y se sentía perdida)
L: ¿Cómo está Marce?
A: Bueno... ahí está... oye te importa que lo ponga aquí... me será más fácil cuidar de
vosotros, separo el colchón y cada uno en un lado, ¿vale? (le hablaba con una
preocupación que le salía por los poros de su piel)
L: Vete Amelia (ella no le contestó, sacó su saco de dormir y se lo puso encima para
que sudara. Luisita agregó mirándola fijamente) Le has mentido
A: No le he mentido
L: Tú y yo hicimos el amor al llegar, le has mentido es imposible que te haya
contagiado
A: No pienso irme, no pienso dejaros
Una pija en la selva 501
L: Mira Amelia estás haciendo una tontería, si nos hemos contagiado y tú no das signos
de ello, márchate, Benigna te necesita, África te necesita (le hablaba con una sinceridad
aplastante)
A: Vosotros me necesitáis ahora y no pienso moverme (le contestó mientras le daba una
pastilla de paracetamol)
L: No Amelia... tú misma me dijiste lo de vuestra compañera... no querías volver a
vivirlo
A: Vale ya Luisita... ahorra fuerzas, voy a por agua y te pondré paños
L: Amelia... (la llamó al ver que se giraba para marcharse)
A: Dime
L: Te quiero
A: Descansa (sonrió)
Al salir se encontró con otro día caluroso, y debía hacerlo pero ella no lo notaba, ni veía
el sol, y los animales debían estar con su sinfonía de canciones variadas, pero no las
escuchaba, y seguramente el río debía estar en el sitio que el día anterior lo dejó, pero
ella no lo hallaba en su camino, en sus pasos lentos que recorrían un suelo que debía
existir porque sino, de otra manera no habría llegado hasta el agua, ¿qué le había dejado
así de todo lo vivido?, la situación de sus compañeros, el pánico a que todo lo que les
pasaba fuera realmente que se habían contagiado, ¿por qué ella no?, no tenía síntoma
alguno, nada que le hiciera pensar que ella estaba infectada, los síntomas eran claros
pero ella no lo podía aceptar, se fustigó pensando en aquel pensamiento, aunque cuando
por fin oyó a los pájaros, vio el agua y sintió el calor, recapacitó y dejo salir aquello que
había tratado de omitir, una voz, dos palabras, un sentimiento
L: Te Quiero
Y se lo había dicho así, con toda una calidez que le había provocado unas ganas
enormes de llorar, de meterse en la cama a su lado, abrazarla y rogarle que la abrazara y
se lo repitiera, miles de veces, millones de veces, gritarle no te lo puedo decir, no me
sale pero... yo creo que también... la pesadilla volvía a ella, ¿por qué lo había dicho?,
¿por qué le había gritado con aquel susurro tan suave y repleto de ternura ese te
quiero?... ¿por qué?... ¿por qué?
A: Luisita voy a poner sobre tu frente un paño de agua fría (le avisó mientras su voz
temblaba por sus pensamientos)
L: Ve a traer a Marce... que no esté solo
A: Tranquila... dime tienes algún dolor
L: Me duele la cabeza, y el estómago, tengo ganas de vomitar
A: Está bien te voy a dar para eso...
L: Amelia por favor... vete
A: No voy a irme y no lo vuelvas a repetir (le dijo muy seria mientras buscaba una
pastilla para darle) Esto es nada más una reacción de la caminata que nos hemos dado, a
Marce se le ha agudizado el dolor, y a ti se te ha agudizado la flojedad, no hay más
L: Me encanta cuando quieres demostrar que no tienes miedo... ahora mismo si no fuera
porque no me puedo mover, te daría un buen morreo para quitarte el miedo (le sonrió)
A: Pero yo si me puedo mover ¿eh? (se acercó hasta sus labios besándola) Aunque no
tengo miedo
L: Amelia creo que voy a vomitar
A: Tranquila...
Una pija en la selva 502
Fue a por un recipiente para que pudiera vomitar, temía que lo que pudiera salir de su
estómago fuera sangre, si era sangre, no habría nada que hacer, sus manos temblaban
sujetando una su cabeza y la otra el recipiente
A: Tranquila cariño... tranquila (le musitó antes de que Luisita pudiera vomitar por fin)
En la aldea, el desayuno había sido mucho más tranquilo, mucho más relajado, las
mujeres hablaban de lo que podrían hacer aquellas dos locas que se gustaban y que se
habían pasado los pocos días que llevaban juntas discutiendo por no dar el brazo a
torcer
B: Yo creo que dentro de todo lo malo, esta experiencia puede ir bien para ambas, sobre
todo para Amelia
Nsona: Es hora mami, es hora
B: Pues sí... pero cuando tienes un dolor de alma como tiene Amelia, nunca la abandona
por mucho que pueda avanzar con Luisita, un solo recuerdo de ese dolor y volverá a
caer, por eso antes de nada debe depurar su alma. Luisita creo que también ha llegado
con su alma enrarecida, es como si dos almas perdidas se hubieran encontrado en un
lugar tan mágico como peligroso, tal y como es África
Lula: Na Mianda kele na ban (puntualizó Lula)
Zambi: ¡Benigna... ser mawasi Cruz!
B: Voy (dijo contenta saliendo hacia la radio a su encuentro acudió una Mona que desde
el día que se había marchado Luisita, se había puesto una camiseta suya, blanca con un
dibujo del Pato Donals) No Mona, no, no es Luisita... ¡Cruz!
C: ¡Benigna soy yo! (decía contenta) ¿Qué sabes de Marce?, ¿de las chicas? Estoy
ansiosa
B: Calma, calma... todo bien, llegaron muertos de cansancio, no les dio la gana
llevarlos, ya sabes, Marce defendió a Amelia de lo que había pasado y les hicieron
marcharse caminando
C: Ya... oye confirmadas mis sospechas
B: ¿Julia?
C: Eso es, Julia
B: ¿Y qué hacemos Cruz?, debiste escuchar a las chicas yo creo que esta desgracia les
ha unido mucho más
C: Ya... quiero asegurarme bien y si es cierto, desde luego así como la otra vez no
intervine, esta vez, se las verá conmigo
B: Cruz... yo creo que se lo voy a avisar... debe estar al tanto. Y si tal y como me temo,
Luisita ha conseguido derribar su muralla, ahora tiene una fuerza a su lado para no caer
C: Ojalá... pero lo que se dice por aquí no me gusta. Se cargaron a David, y no me
extrañaría que lo intentaran con ella
B: Sí, es que además ella no le importa y se mete en cada lío, esta vez arrastró a Luisita
(decía subiendo un labio hacia arriba)
C: Ya
Mona: Uhhhhhhhhhhh
C: ¿Qué es eso Benigna? (preguntó algo inquieta)
B: ¡Ay es Mona!, ya sabes Bárbara nos dejó al animalito y aquí va con la ropa de
Luisita y se piensa que tú eres ella y te saluda
C: Tengo muchas ganas de conocer a esa Luisita (sonrió)
Una pija en la selva 503
A: ¡Pero Luisita no tiene el virus! (sus ojos se clavaron en el hombre inyectados por el
miedo, la rabia) Voy a llevarte con ella, así os puedo controlar a los dos
M: Vamos a hacer una cosa (tragaba saliva como podía) Busca cerca de vuestra puerta
una sombra... pon el colchón me ahogo aquí dentro
A: Pero...
M: Haz lo que te digo por favor, no quiero estar encerrado
A: De acuerdo... tengo que llamar a Benigna, quedamos en eso
M: No le digas nada
A: Ya lo sé no pensaba decirlo (lo miró como si aquel comentario le hubiera hecho
daño) Voy a prepararte todo
M: Amelia... gracias
A: No puede pasar Marce... no puede pasar
Con rapidez lo preparó todo, tal y como Marce había pedido justo al lado de la puerta, el
enorme árbol que había lograba dar una sombra lo suficientemente fuerte como para que
pudiera estar allí tumbado. Después Amelia le puso un vendaje compresivo por si
realmente era la costilla, si no lo era, no le haría ningún mal
Tras nuevamente volver a vomitar, se quedó extasiada, con la ayuda de Amelia, se lavó
la boca, para quedarse nuevamente dormida. Salió y Marce no es que tuviera mejor
rostro pero, al menos estaba tranquilo
M: Sí, yo no lo veo porque estoy aquí, me queda el consuelo de hablar con ella por la
maldita radio, pero tú (la miró con gesto severo)
A: Déjalo Marce (se sentó cerrando los ojos abatida)
M: Tú no lo ves por culpa de la hija de puta de la madre, ¿pero sabes una cosa Amelia?,
ahí dentro tienes una mujer que vale la pena, una mujer que serías muy imbécil si no le
dieras una oportunidad de verdad, te conozco y sé, que en el momento Luisita te
acorrale saldrás corriendo, mírame (Amelia lo miró con los ojos repletos de pánico) Sé
valiente por una vez Amelia
A: Antes me ha dicho que me quiere (le musitó mientras agachaba nuevamente la
mirada jugando con un palo sobre la tierra, tras un suspiro y levantar la cabeza, la apoyó
sobre el árbol y continuó tras tragar fuertemente el nudo que se le había quedado en la
garganta) Me ha hecho temblar, me ha dado miedo y ganas de decirle que me ayude
M: Dile la verdad... que eres una gallina para el amor
A: Es una mujer maravillosa ¿verdad? (sonrió orgullosa)
M: Lo es... y con un par
A: Sí
M: Justamente lo que necesita para controlarte
A: Es tan dulce... y tiene una sonrisa tan...
M: Si salimos de esta Amelia... no la dejes escapar por la tontería de que no tienes
corazón, si no tuvieras corazón, no te habrías inventado lo que te has inventado para
quedarte
A: Me está doliendo mucho Marce
M: Es amor... si salimos (la miró fijamente y Amelia le aguantó esa mirada con una
mueca de terror) Lucharás por ser feliz, ¿verdad?
Tras la charla, Marce se durmió en cuanto las pastillas hicieron efecto, Amelia entró
junto a Luisita que seguía desfallecida, y se encontró más sola que nunca, un miedo
brutal apareció ante ella, no recordaba esa sensación excepto cuando descubrió toda la
verdad sobres Julia y su pequeño. Sin embargo, aquel miedo que sentía era peor, aunque
no quería ver los que pasaba, cada vez se encontraba con menos fuerzas, Luisita cada
vez estaba peor, los vómitos si bien, en ninguno había sangre, eran un síntoma junto a la
fiebre y esos dolores en el vientre de los que se quejaba para asustarse, y eso le
provocaba un terror desmedido. Allí estaba sentada a su lado cambiándole paños de
agua mientras no podía evitar que de sus ojos cayeran lágrimas, se limpiaba con el
dorso de la mano, y en ese momento se sentía idiota, idiota por querer mantener una
barrera que Luisita había logrado tumbar, idiota porque el juego se le había ido de las
manos pero aún así, era incapaz de dejarse llevar por completo, idiota porque no podía
tener tanta mala suerte, no podía haberse enamorado y que la vida le quitara a la mujer
que amaba así de golpe. La soledad, le estaba pasando factura, suspiró y fue a por más
agua al río, sin pensarlo metió su cabeza bajo del agua fría, dejó unos segundos que la
sensación de aquel silencio ruidoso la envolviera, dejó que su mente sintiera el azote del
agua una y otra vez, necesitaba que se llevará sus malos pensamientos
Tras un buen rato a su lado, recordó que debía hablar con Benigna, no sabía muy bien
como evitar que notara su temblor de voz por el susto, no sabía muy bien como
controlar sus emociones, más que nunca necesitaba los consejos y el abrazo de Benigna,
más que nunca necesitaba el calor de madre que ella le daba. Exhaló un profundísimo
respiro tratando que sus nervios quedaran aplastados en sus pulmones, que le dejara
hablar con tranquilidad, pensó bien que le iba a decir, que excusa iba a ponerle, lo debía
Una pija en la selva 506
hacer muy bien, Benigna la conocía perfectamente y lo más seguro era que si captaba su
destemplanza le hiciera preguntas y acabara poniéndola a ella también, mal
Mirando la radio se había quedado una pensativa Benigna, la conocía demasiado bien
como para no darse cuenta que le ocultaba algo, se le hacía muy raro que Marce no
hubiese hablado, dos veces y no lo había oído, podía ser cierto que Luisita estuviera
durmiendo, pero el timbre en su voz era extraño, la conocía demasiado bien. Cuando se
fue a levantar una nueva llamada le sorprendía
B: ¿Sí?
Q: ¡Benigna! (le llamó alegre)
B: Hola Quintero (trató de disimular las dudas en que le había dejado Amelia)
Q: ¿Oye qué sabes de los chicos?, he tratado de comunicarme con ellos pero no hay
manera
B: Están muy cansados Quintero, que dicho sea de paso, ¿tú para qué estás? (le dijo
enérgica acompañándole un gesto de enfado verdadero)
Q: No te entiendo Benigna
B: Muy fácil, después de dar la cara allí con el calvario que han pasado, les hacen
volverse andando... ¿y tú que haces?
Q: Benigna no me hables así
B: No Quintero, no, ellos pertenecen a tu custodia y tú debes dar la cara por ellos
Q: Sabes que Amelia creó problemas y así no la puedo defender (se defendió)
B: ¡Por el Amor de Dios!, ¿qué problemas?, ayudar a dos mujeres a que sus vidas
fueran menos difíciles... ¡dime!
Q: Las cosas no son así tenemos normas y hay que cumplirlas
B: Quintero la conoces, conoces a los tres, los han mandado a un infierno y nadie les ha
echado una mano, ¡bueno sí!, al cuello, sabes que Julia está detrás de todo esto
Q: Benigna no empieces con esas teorías tuyas de conspiración
B: Mira... te lo advierto Quintero, si Amelia resulta afectada por todo esto porque así lo
consideran me parecerá fatal, porque ella da la cara siempre, y tú la escondes por ella,
ahora bien, si Amelia resulta afectada por un capricho de la cabrona esa... te juro
Quintero que no sé como, pero de esto se entera todo el mundo
Q: Benigna trata de tranquilizarte por Dios... que hasta tacos me dices ya (decía
impresionado no por la defensa a ultranza de Amelia, que la conocía, y sabía que era por
casi un amor maternal, sino, por su modo de hablar) Mira... yo he dado la cara muchas
veces y lo sabes, pero ahora mismo estoy atado de pies y manos, no es mi intención que
a Amelia le pase nada, ni por una ni por otra forma, así que si te vas a quedar más
tranquila trataré de averiguar, ¡pero no confabules!
B: ¡Quintero! (le alzó la voz enfadada) Tú sabes tan bien como yo de lo que es capaz
esa mujer, así que te lo advierto da la cara por tu gente Quintero, que al fin y al cabo, tú
estás sentado en un despacho y ellos se están dejando la vida, al menos ¡eso hazlo bien!
Una pija en la selva 508
Enfadada con el mundo indeseable que rodeaba a Julia, salió del cuarto, agradeciendo
encontrarse de frente con Massamba, que era su apoyo, quien mejor la entendía
Massamba: ¿Mami, qué sucede? (su voz profunda y grave le dio seguridad)
B: No lo sé Massamba, algo me dice que los chicos tienen problemas
Massamba: ¿Qué problemas? (la miró serio)
B: He notado a Amelia seria, no he hablado con Marce, no sé... igual es que estoy
susceptible pero algo me dice que nos están ocultando algo
Massamba: Si mami quedar más tranquila, yo ir
B: Vamos a esperar hasta esta noche con la nueva llamada... si mi sospecha sigue en
pie, iremos a ver que pasa
Massamba: Mami decir... pero yo pensar algo
Allí se quedaron valorando las posibilidades que le estaba exponiendo aquel hombre
que recibió al hijo de Lula como propio y le estaba acunando en ese momento en que
los ojos de la muchacha buscaron los ojos del hombre, ante la sonrisa de una Benigna
que seguía creyendo a pesar de todo en el amor
Trataba de recuperarse del intenso sofoco que había sufrido, se prohibió volver a llorar
otra vez, en ese instante debía ser fuerte, no se iba a fustigar tan pronto, si tenían el virus
debían desarrollarlo en horas, entonces sería el momento de asustarse, mientras tanto,
seguiría luchando y creyendo que era cualquier cosa menos el maldito Ébola
Se acercó hasta Marce que seguía dormido, tocó su frente y notó que también él tenía
algo de fiebre, suspiró. Entró a la chabola y allí, estaba Luisita con los ojos abiertos, y la
mirada perdida en el techo
A: Ya estoy aquí... ¿cómo está mi bombón? (sacó una sonrisa de su alma mientras se
agachaba)
L: Derritiéndose (contestó sonriendo tímidamente)
A: A ver (le tocó la frente) Bueno esto ya está bajando ves, como no es más que una
insolación
L: Eso espero
A: Claro que sí, anda hazme un sitio
L: ¿Para qué?, voy sin arreglar cariño... ahora no podría ni aguantarte un combate
A: Estás tú muy ingeniosa ¿eh? (le decía sonriendo mientras se acostaba)
L: Abrázame por favor
A: Claro, a ver para que te crees que me pongo así a tu ladito sino para abrazarte fuerte,
y tenerte así cerquita
L: ¡Ay con lo loba que quieres ser, y eres todo un corderito!
A: Corderita a todo caso... y no te creas ¿eh? (le besó en la sien)
L: Amelia estoy sudada
A: Sí, hueles fatal (le decía mientras la estrechaba y notaba el calor de su cuerpo)
L: Gracias
A: Pero no importa
L: Muchas gracias... es toda una consideración por tu parte, lo tendré en cuenta
A: Mmmm eso suena muy bien (le dejó un beso en el cuello)
L: ¿Y Marce?
Una pija en la selva 509
Sus ojos se abrieron como platos y todo su mundo se vino abajo, Luisita comenzaba a
tener unos granitos rojos en toda su espalda, miró pecho, brazos, piernas y allí estaba
comenzando a invadir la piel que ella había devorado
Le fue a quitar la ropa, pero se le ocurrió algo mejor, se había vuelto a desmayar
nuevamente por la fiebre que nuevamente era alta. Salió en busca de ayuda con Marce
pero dormitaba, le tocó y se dio cuenta que no era por el calmante, lo hacía porque
también tenía la fiebre alta, se pasó las manos por la cara llegando casi a la
desesperación, pero no podía caer en ella, no podía dejarse llevar por la situación que
realmente le sobrepasaba. Cogió un recipiente, Luisita seguía igual en la misma postura
que la había dejado, sudando, y con esas pupas que no le gustaban, que le hacían sentir
que estaba en una continua caída libre. Fue al río llenó el recipiente de agua, y entró, en
su afán por saber, cayó en un agujero que casi le cubría, nadó un poco hacia abajo, y
probó, después encontró lo que buscaba, y es que sus nervios le hacían fallar cuando la
solución la tenía delante. Empapada, llegó hasta Marce, sacó otro trapo que había hecho
al romper una sábana, la empapó bien en el agua y lo puso sobre su frente, el hombre
abrió los ojos de par en par
Llegó hasta ella, su angustia era tremenda, notaba como los latidos de su corazón iban
aumentando una terrible angustia se apoderaba de ella por momentos, aquellas pupas
iban ocupando por momentos la piel inmaculada de su ¿mujer?, pensó, sí mi mujer
Amelia sonriendo entró en el agua fría, al hacerlo Luisita comenzó a tiritar, entonces se
sentó justo donde un gran tronco de árbol había encallado contra la tierra, apoyó su
espalda en él abrió las piernas y con suavidad dejó que Luisita se acoplara entre ellas.
La abrazó fuertemente una mano sobre su vientre, la otra cruzando su pecho,
apoyándola en el hombro contrario, su cabeza reposaba sobre el hombro de Amelia, el
agua golpeaba el cuerpo de Luisita suavemente, así como el de Amelia, que no la
acariciaba, la sujetaba para que no desfalleciera
A: Has visto el color naranja, no he visto en ningún otro sitio un color como esté, y te
prometo que cuando estés bien, te llevaré a mi rincón, a mi escondite y cuando nos
hayamos pasado toda la noche haciendo el amor, subiremos a descansar compartiendo
el amanecer
L: Uf... se me pone la piel de gallina (sonrió mientras Amelia le daba un beso en la
sien)
A: Sí mi vida... es la fiebre
L: Es hermoso estar así... (sonrió cogiendo su mano y poniéndola sobre la suya,
entrelazando los dedos) Gracias por este momento
A: Los vamos a repetir, ¿ves pasar las hojas?, así va a pasar esto... vamos a superarlo
L: Siento que me hierve la piel y (se miró las manos) ¿Y esto?
A: Tranquila... esto es del sol
L: Ma...
A: Es del sol (dijo con rotundidad interrumpiéndola) Y ahora, relajémonos vamos a
estar un ratito aquí juntas, tranquilas, sintiéndonos, ¿qué te parece?
L: Una utopía (susurró mientras le caía una lágrima por el rostro)
A: Nada de llorar ¿eh?, es lo más hermoso que podemos compartir estos veinte días, un
bañito fresco... el atardecer, este cielo tan impresionante y nosotras dos, ¿podemos pedir
algo más?
L: Tiempo (susurró)
A: Lo tendremos (guardaron silencio y Luisita buscó la manera de acoplarse mejor para
poder contemplar el espectáculo del cielo y ver el rostro de Amelia. Ésta le sonrió)
¿Sabes una cosa?, la noche que hablamos de el amor, la noche que te conté todo lo que
me había pasado con Julia, sentí que me involucraba mucho contigo, pero que eras
como yo, podíamos tener una relación de sexo sin más (Luisita cerró los ojos y sonrió)
Después pensé, bueno... también podemos ser algo más... y ahora que te tengo así entre
mis brazos, pienso, ¿merece la pena arriesgarme por ti?, y me da miedo no te lo voy a
negar
L: Lo sé... pero por mucho que quisieras solo sexo, luego no era así
A: ¿Y tú como lo sabes?
L: Te olvidas que durante la mayor parte de la relación con mi novio, disimule, o hice
ver que disfrutaba, me hice experta, y tú tanto como yo, no disfrutábamos del momento,
sino, que queríamos más
A: Vaya... ¡así que estoy al lado de toda una experta!
L: Sí
A: ¿Y no habrás fingido conmigo, verdad? (le volvió a besar)
L: Uf... eso es imposible
A: ¿Quieres que nos demos una oportunidad en serio?
L: ¿Ser novias?
A: Sí
L: ¿Y me lo pides así? (sus dientes volvieron a chasquear)
A: ¡Mejor imposible, mira el entorno que tenemos cariño! (sonreía)
L: Qué sosa por favor... sosa... sosa
A: Vale... (aceptó casi a regañadientes) ¿Luisita quieres ser mi novia?
L: Si salgo de esta sí, aunque tendré que consultar con Benigna
A: ¿Ah sí?
L: Ella es mi apoyo, me aconseja sobre ti
A: ¡No me digas!
L: El traje de la fiesta... ya sabes...
Una pija en la selva 513
A: Joder la fiesta... que buena estabas en esa fiesta (sonreía mientras apretaba sus dedos
entrelazados)
L: Tú también
A: Bueno descansa... mira lo que vas a hacer es descansar aquí en el agua, en silencio
¿vale?, y escuchando el canto de los pájaros, nos iremos tranquilizando...
L: ¿Y Marce?
A: Tranquila es un toro, esto nada más es una insolación
L: Pues me cago en la insolación
A: ¡No digas tacos! (le dijo dando una carcajada mientras Luisita se ponía de lado y se
refugiaba en su pecho) Luisita... solo quiero que sepas que... me han hecho mucho daño,
que no sé decir te quiero si no lo siento, que me cuesta pero que me gustaría intentarlo,
me gusta estar así contigo, y eso no lo tuve con nadie que no fuera Julia, pero me dio
amor y también me destrozó, sólo quiero amarte como te mereces, y quiero depurar mi
alma, te pido que tengas un poco de paciencia conmigo... solo un poco... soy
complicada lo sé, pero quiero intentarlo contigo
L: Lo sé (musitó mientras volvía a quedarse dormida)
A: Eres muy importante para mí (trató de ser fuerte pero, el miedo le venció haciendo
que las lágrimas anegaran sus mejillas, y golpearan duramente su corazón con el
sentimiento de la pérdida absoluta, no podía ser verdad, no la podía perder) Quiero
llegar a vieja a tu lado
Pero Luisita no contestó, la fiebre en el agua había remitido, pero aquellos puntos se
habían extendido más, aguantó allí una hora, cuando comenzó a tiritar la llevó
nuevamente a la cama, la secó con delicadeza, le puso una crema en todo el cuerpo para
contrarrestar aquellas pupas, la metió entre las sábanas, la tapó bien, le dio suero, pero
nada conseguía retener en el estómago, lo mismo que Marce que había comenzado con
los vómitos, y Amelia allí entre los dos, realmente sintiéndose inútil
La noche cayó y la descubrió sin ganas de comer, con un cansancio que le llenaba hasta
el alma. Había ayudado a Marce, mientras Luisita dormía, y cuando por fin pudo
quedarse tranquilo, la llamó
En la aldea, Benigna había trazado un plan, sabía que algo pasaba y quería averiguarlo,
era consciente de la relación entre Nsona y Amelia, sabía que muchas veces cuando la
médica se encontraba mal, Nsona conseguía ayudarla más que la propia Benigna, de ese
modo Zulú y Massamba estaban allí junto a las dos mujeres mientras Lula y Sissou se
encargaban de acostar a los niños junto a Nmala
Zulú: ¿Ya?
B: Sí
Amelia estaba respirando un poco de aire, fue a las mochilas donde tenían los botes de
comida todavía que les habían llevado del campamento de refugiados, y mientras abría
la lata pensaba en cuanto tiempo les iba a quedar allí, debía ser realista, si era el virus
quedaría ella la última, aquel pensamiento le hizo sentir un terrorífico estremecimiento.
Iba a cenar cuando oyó el ruido en la radio, y tras el ruido, la voz de Zulú, le extrañó
Nsona: Buenas noches Mwasi (luego miró a todos y sus rostros marcaban
preocupación) Algo grave pasa
B: Sí... ¿Massamba?
Massamba: Dejar a nosotros
Zulú: A trabajar (le dijo al hombre que miraba a Benigna con respeto)
B: Dios mío... ¿qué pasará?
Tras estar un rato con Marce, pues había vomitado nuevamente, después de darle un
calmante para los dolores y comprobar que la fiebre se había detenido en treinta y ocho
de temperatura, se retiró a descansar un rato con la promesa por parte del hombre de que
si empeoraba, la llamaría. Con el rostro serio, cansada hasta no poder casi ni parpadear,
se cambio y antes de acostarse le volvió a poner crema por todo el cuerpo, parecía que
las pupas no iban a más aunque las tenía por todo el cuerpo, después se acostó junto a
una Luisita que por momentos se había vuelto a cargar de fiebre
Luisita se abrazó a ella quejándose, Amelia necesitó encontrar el tacto de aquella mujer,
necesitó que le cuidara, que le diera el calor que desprendía su cuerpo, precisamente
para calmar el miedo, ese miedo que se había instalado en su alma, y aplacar así el
temblor que ella misma estaba sintiendo
Quería cerrar los ojos y despertar con el sol del nuevo día, con Luisita a su lado
radiante, besándola, amándola, burlándose de ella, con Marce cascarrabias riñéndolas
por sus besos a escondidas, quería y necesitaba dormir, y que todo quedara en una
pesadilla cuando abriera sus ojos. Besó a Luisita y esperó que al despertar todo cuanto
había a su alrededor y le llenaba de miedo, desapareciera
La noche era bastante intranquila, Luisita no se había movido casi, sin embargo Amelia
sentía un profundo dolor de cabeza, y por más que quería abrir los ojos el cansancio era
tal que para lo único que tenía fuerzas era para abrazarse a su enfermera, estaba tan
agotada, las piernas le pesaban, la boca se le secaba, no había cenado, finalmente tras
hablar con Nsona no había tenido fuerzas para nada, se había acostado y deseando que
todo pasara se había obligado a dormir
Un ruido la despertó ligeramente, algo que no era un ruido cotidiano, si bien llevaba dos
días en aquel lugar, no era diferente a otros en los que había estado, los ruidos de la
Selva, aunque distintos eran todos iguales. Con un esfuerzo muy grande, abrió sus ojos
poco a poco, el día estaba amaneciendo lentamente, las luces comenzaban a iluminar el
cielo, pero lo que entraba por la puerta y las estaba iluminando era el reflejo de las
llamas del fuego que antes de acostarse había avivado para espantar posibles animales.
Allí seguía, luchando por levantarse, luchando porque tenía que averiguar que era aquel
sonido extraño que llegaba desde fuera, al girarse, vio a Luisita, sonrió levemente la
fiebre había desaparecido, al menos no estaba ardiendo como cuando se acostó, sin
Una pija en la selva 516
embargo, algo le llamó la atención en su rostro, con el ceño fruncido la miró, se fue
acercando poco a poco, y aquel ceño fruncido que formaba en su rostro una mueca de
cierta incertidumbre, se fue convirtiendo cada segundo que se acercaba a ella, en un
pánico desmedido
A: ¡Luisita... Luisita! (retiró la sábana de un solo golpe, la miró, la tocó, con su boca
medio abierta, con los ojos anegados por las lágrimas) No por favor... ¡Luisita...
Luisita...!, ¡por favor... contesta! (le decía cogiéndola entre sus brazos, la movía pero
Luisita no contestaba, la llamaba pero no obtenía respuesta alguna, a Amelia las
lágrimas le rodaban por las mejillas, sintiendo que la vida como a Luisita se le iba) No...
no... ¡no por favor!... Luisita... cariño... no te puedes morir... Luisita...
De golpe se sentó en la cama sudando, con la garganta seca, con el miedo en el corazón,
entonces rápidamente giró su cabeza, allí estaba Luisita, la tocó
L: ¡Ay! (se quejó suavemente ante su caricia algo fiera por el miedo)
A: Duerme Luisita (sonrió suspirando)
L: Te quiero (susurró)
A: Descansa...
Se levantó como alma que lleva el diablo, ¿sería Marce?, al salir el hombre seguía
durmiendo, se abalanzó hasta él con temor, seguía sudando por la fiebre, entonces le
llegó más claro de donde procedía el ruido, vio como tras un árbol algo se movía, sintió
pánico hasta que vio que eso que se movía era Massamba, y en ese momento se vino a
bajo, la pesadilla unido a la situación que estaba viviendo, le hizo volverse líquida,
notaba como sus huesos se iban rompiendo, como sus músculos dejaban esa tensión que
había mantenido desde que llegaran, y en su estado líquido, comenzaron a derramarse
lágrimas de tantas emociones juntas que Massamba se asustó. Cuando se fue a acercar a
ella, con su mano en alto lo detuvo
No perdieron más tiempo, necesitaba huir de allí que le ayudaran a curar a Luisita, con
una mascarilla y guantes que le obligó a ponerse Marce y tras una buena discusión, los
montaron en la barcaza, recogieron todo y salieron rumbo a la aldea, Amelia llevaba
apoyada en sus piernas a Luisita, le acariciaba la cabeza, iba totalmente dormida, no le
perdía detalle, aquella pesadilla seguía tan viva en ella que pensaba que si retiraba los
ojos de su persona, podía encontrarse con que se convertía en realidad. Por su parte
Marce iba en un calvario demasiado cruel, si el movimiento de la barca era fuerte y se
movía de golpe, sentía un dolor agudo que le hacía estremecerse. Habían decidido ir al
alba precisamente para no tener que transportarlos a plena luz del sol ni soportar el
calor. Al llegar a tierra firme, Amelia vio el camión con aquel enorme rotulo de MSF
para que fueran respetados por las guerrillas, fue como si ella hubiera venido de esa
guerra que sabía existía, y lo hubiera hecho con una herida honda en su alma, miró a
Luisita y le susurró mientras los dos hombres llevaban en camilla a Marce hasta el
camión
Hicieron la misma maniobra que con Marce, al llegar al camión, dejaron a Luisita en la
parte trasera, Amelia subió con ellos, se puso en medio sentada mientras tomaba la
mano de Luisita
L: Claro... con esa camiseta que llevas (le musitó pues se había puesto de lado cara a
ella)
M: Ejem... ejem (carraspeó graciosamente entonces Zulú no pudo evitar un bache y
Marce se quejó amargamente) ¡Ay!, ¡Zulú poco quieres a tus pelotas!
Zulú: Ziku... lo siento (le dijo sonriendo ampliamente)
L: ¿Falta mucho?
A: No... tranquila... todo va a ir bien (le decía con su mirada repleta de calor)
L: Si tú estás a mi lado seguro
Cuando el camión llegaba a la aldea, hizo sonar dos veces la afónica bocina tal y como
habían quedado, la puerta se abrió empujada por Laoubi, el camión entró con lentitud,
dio la vuelta y acercó la parte trasera hacia donde estaba el huerto, a la derecha los
hombres habían construido una especie de hospital de campaña, con tres habitaciones.
Por fin se detuvo el camión, se abrió la lona para que Massamba entregara la mano a
Amelia y pudiera bajar, al hacerlo se encontró con Benigna, con mascarilla, guantes y
bata, sus ojos abiertos, una mueca de tensión al ver el rostro enfermizo de Amelia, una
palidez que le asustó y una delgadez, que le daba muestras del calvario que habían
pasado y que aunque ella conocía demasiado bien, le había impactado. Al dejar los pies
en la tierra, Benigna sin dudar se dirigió hasta ella abrazándola, gesto que sirvió a
Amelia para romper en un llanto desgarrador
Amelia le hizo caso, se encaminó hacia el hospital y allí una Lula con los ojos abatidos
la esperaba, la ayudó a lavarse, a ponerse un pijama y una vez se acostó la arropó,
dándole sus manos como solía hacer a todos los que se encontraban mal
Lula: Na Mianda kele na ban (le susurró cerca de su oído como si fuera un suave piar
de pájaro. Amelia la miró y cerró los ojos esperando que aquellas palabras se hicieran
realidad)
B: La he mandado a dormir
L: Cuídala... no ha descansado y está...
B: Shhhhhh, olvídate de todo, Lula te está esperando y voy contigo
L: Cuídala si me pasa algo Benigna
B: No te va a pasar nada, ¡no seas tonta!
Metieron a los tres separados por unas cortinas, cuando Luisita llegó a la suya, Amelia
se levantó y la besó, después se fue a la cama por orden de Lula, hasta que llegó
Benigna, y como buena enfermera comenzó con los cuidados a los tres. Pronto Amelia
cayó rendida, el beso de Benigna, la mirada confiada y la caricia de madre, le ayudaron
a dormirse con esa tranquilidad que tanto le había faltado. A Luisita nuevamente los
vómitos y nuevamente la fiebre, había llegado a ella, lo mismo que a Marce. Benigna
los atendió, hasta que los tres quedaron dormidos. Los miraba, con el ceño fruncido, era
demasiado raro que Marce y Luisita estuvieran tan mal y Amelia no. Lo de Amelia
parecía claro que era cansancio, por lo tanto, algo se le escapaba de las manos, porque
estaba segura que entre Amelia y Luisita habrían habido ciertos acercamientos, y la
saliva era suficiente para traspasar el virus
Tras unas horas allí con ellos, salió del hospital, fuera la esperaban Massamba, Zulú,
Yildas y las mujeres, los niños tenían prohibido llegar a esa zona, y por supuesto habían
evitado que Mona y Valiente pudieran verlas llegar
Junto al hombre estuvo repasando todo lo que ellos habían traído, y cuando anochecía
tras casi diez horas de sueño, Amelia abrió los ojos, aturdida sin saber muy bien donde
estaba, hasta que vio a su lado a alguien leyendo, acurrucó los ojos y la vio
Una pija en la selva 520
A: Benigna...
B: Dime hija (le sonrió con ternura)
A: Tengo sed
B: Normal (le sonrió)
A: ¿He dormido mucho?
B: Unas diez horas de un tirón, hija (le dio el agua y Amelia miró a su derecha, allí
estaba Luisita con un gotero al igual que Marce. Después miró a Benigna y ésta sonrió)
A veces el cansancio el abatimiento, el miedo no nos deja ver
A: ¿Por qué estás sin bata, sin guantes?
B: ¿Tienes miedo a peder a Luisita, verdad?
A: Mucho (agachó la mirada triste)
B: ¿Sabes qué tienen Luisita y Marce?
A: ¿Qué? (preguntó con el miedo reflejado en sus pupilas)
B: Algo tan sencillo como una infección estoAmelial porque los botes de comida que os
dieron en el campamento estaban en mal estado, ¿verdad que tú no comiste?
A: ¿Me estás diciendo que no he sabido ver que era algo así? (decía perpleja
boquiabierta con pocas fuerzas)
B: Sí hija, los síntomas son parecidos imagino que cuando Marce te dijo que había
vomitado algo de sangre vuestra falta de descanso os afectó sin remedio (le tocaba la
frente y la cara como si realmente fuera una madre protectora que estuviera velando por
su pequeña) Ahora tienes que comer, descansar y en nada estás otra vez fuerte, ellos les
costará algo más pero...
A: Pensé que me volvía loca... no quería ver a Luisita pasando por eso... no podía
soportar la idea de perderla (decía mirándola dormir)
B: Antes me ha estado contando cosillas (dijo con gracia)
A: Ya (sonrió algo avergonzada)
B: ¿Esto va a ir en serio Amelia?
A: Me gustaría... ¿tú crees que sabré?
B: Claro, la quieres desde el momento en que la viste, me di cuenta
A: Ya, tú y tus corazonadas (dijo con cierto orgullo)
B: Amelia... Luisita también está asustada, esto es nuevo para ella (le decía con cautela)
A: Lo sé (comentó con seriedad)
B: Creo que es una oportunidad que deberíais aprovechar las dos, vivir aquí sabes que
es duro, pero si tienes alguien a tu lado que te da lo que necesitas, se hace menos duro,
¿no crees que ya es hora de superar ciertas cosas?
A: Luisita es tan sensible que me provoca ganas de protegerla, abrazarla (hablaba entre
susurros) Pero a la vez es tan fuerte que me dan ganas de que sea ella la que me proteja
B: Déjate proteger (le dijo con cariño ante el silencio de la Pediatra)
A: Debiste verla cuando perdimos al niño, nunca había visto en unos ojos tanto
desconsuelo, tanto dolor, esas cosas que solo ella expresa y que a mí me hacen temblar
el corazón (la volvía a mirar) Es algo tan fuerte que me da miedo, me da miedo
equivocarme, me da miedo hacerle daño
B: Mi madre decía, si no lo intentas siempre serás perdedora, porque cuando idealizas
algo ese ideal siempre se ve como lo bueno, lo mejor, pero si lo intentas puede salir bien
o mal, pero no podrás negar que al menos habrás luchado por conseguirlo. Y creo que es
lo que debes hacer tú. Luisita es una mujer maravillosa creo que tu complemento ideal,
es la única que he visto te ha hecho dudar, te ha puesto en vereda, solo por eso yo lo
intentaría porque creo que es quien te puede ayudar a vivir mejor
A: Pero ella espera ser feliz a mi lado, y sé que eso es una utopía
Una pija en la selva 521
llegaba a su cabeza su frase, la frase que susurró nada más llegar “los dioses están con
vosotras”, ¿sería verdad qué estaban con ellas?, sin duda habían estado muy cerca de
morir a manos de los salvajes que las retuvieron, y trabajando con algo tan peligroso
como el virus del Ébola, habían sobrevivido, sin duda, Lula debía llevar razón. Un
suspiro prolongado salió de ella mientras la miraba con una dulce y tierna sonrisa
Notaba que su cuerpo ya no le dolía, que podía respirar mejor, que el estómago se había
asentado tal y como Benigna le advirtió que pasaría. Abrió los ojos y se sintió
reconfortada, sabía que estaba en casa, trato de tragar saliva para remojar su seca
garganta, trató de moverse pero entonces notó como sus huesos se resentían, y es que
desde niña su tata siempre le decía que sus fiebres le atacaban a los huesos sin remedio.
Sonrió al recordarla, era la única persona que le había dado calor. Entonces con sus ojos
cansados buscó a su derecha y allí estaba una Amelia que parecía dormir tranquila,
sonrió. Allí estaba la otra persona que le había tratado como una reina. Suspiró. Sonrió
B: ¿Qué tal vas? (le preguntó con voz dulce Benigna que estaba a su lado)
L: Mejor Benigna... voy mejor. ¿Cómo está ella?
B: Bien, mañana ya la saco de ahí y la mando a su cabaña
L: ¿A su cabaña?
B: Sí, no quiero correr riesgos innecesarios. Tenéis que estar quince días en aislamiento
L: ¿Separadas? (le preguntó al ver el gesto de Benigna agregó) Quiero decir... cada una
en una cabaña
B: Sí (asintió sonriente al ver su gesto serio)
L: Vaya... me he acostumbrado a estar con ella que no sé como lo voy a llevar (decía
realmente seria)
B: Tienes todo el tiempo del mundo para estar con ella
L: Ya... pero... joder (protestó)
B: ¿Aún sigues teniendo miedo? (le acarició la cara como momentos antes lo había
hecho con Amelia)
L: Sí, pero... pienso arriesgarme, después de venir hasta aquí, puedo con cualquier cosa,
¿no crees?
B: Eso es verdad
L: Sé que está herida pero... creo que puedo curar su herida, para algo soy enfermera
(sonrió ampliamente mientras cogía la mano que Benigna le había estrechado)
B: Estoy convencida que sí
L: Esa Julia le hizo mucho daño
B: Y... desgraciadamente parece que lo va a volver intentar
L: ¿Cómo? (le preguntó mirándola con gesto de intranquilidad)
B: Parece ser que lo del otro día con David, lo provocó Carolina
L: Eso lo sé... tiene cara de mala (sonrió de lado con un gesto característico de sentir
cierta rabia en su interior)
B: Julia está detrás
L: ¿Quiere volver a hacer daño a Amelia?
B: No, te lo digo porque no quiero engañarte, se lo voy a decir a Amelia de igual modo,
pero quiero que tú lo sepas
L: ¿Qué pasa? (le preguntó algo asustada)
B: Julia quiere volver a recuperarla, se ha cansado de su marido y ahora quiere buscar
nuevamente a Amelia. El fantasma ha decidido convertirse en realidad otra vez
Una pija en la selva 523
El silencio se hizo en el hospital, Benigna había hecho caso a Nmaba, ella le había
aconsejado que le dijera a Luisita, y después a Amelia, si Amelia quería rehacer su vida
y hacerlo bien con la enfermera, se lo diría, era una prueba que a Benigna no convencía
mucho pero la vieja Nmaba le había dicho que era la única manera de saber si Amelia
tenía limpio su corazón o aún esperaba ese reencuentro, sería bueno para no hacer que
Luisita sufriera. Nuevamente Julia, eso significaba nuevamente problemas y sufrimiento
La noche era bastante estrellada, llovía levemente, lo justo para formar ese sonido
agradable que proporcionaba la lluvia golpeando el suelo, y el techo de lona. Todos
dormían, hasta los animales de la aldea. Hasta que de pronto...
L: AHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHH
B: ¡Dios cuánto tiempo sin estos sustos! (renegó Benigna mientras de un salto se ponía
en pie y con los rulos en la cabeza salía corriendo
En la tienda... el grito había sido como si lanzaran una bomba, Marce se sentó en la
cama de un salto, de otro se puso en pie y de otro salió buscando de donde provenía el
aullido, al hacerlo se chocó de bruces con Benigna que iba a entrar, la tuvo que coger
con fuerza para que la pobre no cayera al suelo, eso sí, lo que no pudo evitar es que
algún rulo saliera despedido por el aire
Una pija en la selva 525
Dentro Amelia se moría de risa, Luisita tal y como su amante que no novia, le había
solicitado se había abierto de piernas y así estaba acoplada totalmente a ella con el
gotero colgando y riéndose de igual manera. Ya que la cama había cedido y se habían
ido las dos y la cama al suelo en pleno ataque de pasión
Al entrar de esa guisa se las encontraron un atónito Marce con la boca abierta
mirándolas casi fuera de si, y una Benigna con gesto muy pero que muy serio, puesta en
jarras que reflejaba que no le hacía ninguna gracia lo que veía
B: ¡Amelia! (le gritó haciendo que la médico se callara al igual que Luisita que se le fue
la sonrisa de los labios en un segundo y pasaron sus mejillas al color rojo de la
vergüenza)
Massamba: Mami...
B: Tranquilo Massamba no hay nada
Massamba: Kulunga (se retiró el hombre haciendo señales a Zulú que llegaba)
M: ¡Vosotras no estáis enfermeras del Ébola, no, ni siquiera de un puto virus
estoAmelial estáis enfermas de otra cosa que por tener una dama delante no diré! (les
decía realmente molesto)
B: Amelia... Amelia... (la riñó con dos golpes de voz fuertes al nombrarla)
A: ¿Qué?, ¿por qué me riñes a mí? (le decía a modo de defensa sin soltar a una Luisita
que no sabía donde mirar)
B: Es más que evidente ¿no? (enarcó una ceja con sus dos grandes ojos abiertos)
L: Amelia por favor (le susurró con vergüenza)
A: ¡Pues no veo la evidencia! (la dejó separarse de su cuerpo como podía haciendo
verdaderos equilibrios
B: Estás en la cama de Luisita
L: Lo siento no quise asustaros pero...
B: No importa cariño...
A: ¡Esto no puede ser!, a ella no importa, y a mí me riñes ¡venga hombre! (renegó
mientras hacia lo mismo que Luisita, tratar de ponerse en pie sobre el colchón)
L: Calla Amelia (le susurró como si no quisiera que discutieran, o más bien, como si
quisiera que todo aquello pasara rápido y todo volviera a su sitio, más que nada, porque
sus mejillas estaban a punto de reventar)
Benigna se iba a acercar para ayudarlas que no Marce que tan solo las miraba con los
brazos cruzados sobre el pecho, Luisita había logrado ponerse de rodillas como Amelia,
la cama había caído rotundamente al suelo pero se había quedado más alta de la
cabecera que de los pies, entonces cuando Benigna ya estaba a un paso de ellas de
repente oyeron un sonido llegado de fuera y otro grito clavadito al de Luisita
Mona: Uhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhh
B: No Mona no (decía con sus manos extendidas y las palmas abiertas tratando de
frenar el ímpetu del animal)
ValientL: Uhhhhhhhhhh (repetía Valiente con su media voz)
L: Ayyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyy (no le dio tiempo a reaccionar porque cuando se
dio cuenta Mona estaba sobre ella gritando de felicidad abrazándola con fuerza)
ValientL: Uhhh (e hizo lo mismo que Mona solo que se le echó a los brazos de Amelia
que volvió a caer de culo)
A: ¡Pero bueno! (sonreía abiertamente los cuatro allí revueltos en la cama)
L: Mona... Mona cariño... ¡Amelia deja de tocarme la teta!
Una pija en la selva 526
B: En doce días no... ¿no podrás aguantar? (el silencio de Luisita le hizo decir) Jesús,
María y José
M: Amén
La noche acabó bastante bien, Amelia divertida con su falso enfado en su cabaña, riendo
cada vez que recordaba el momento entre las tres y los dos monos, suspiraba porque le
parecía que Luisita quería que volviera a repetir la petición de novia, sonreía sin parar
como tonta, y es que Luisita la tenía así, no lo podía remediar. Por su parte, Luisita tras
soportar las burlas continuas de Marce sobre lo ocurrido, finalmente se durmió tratando
de trenzar planes para poder estar con Amelia, la echaba de menos y tan solo hacia
minutos que se había marchado de allí. ¡Y qué decir de Benigna!, tras buscar sus rulos
por el suelo y recuperarlos, volvió a colocarlos en su sitio pero con unas risas divertidas
al recordar lo ocurrido. Sin duda, prefería pensar que la pareja, iba a poder soportar
juntas la presencia del fantasma de Julia, el momento de decirlo se acercaba, y eso sí le
quitaba el sueño
Los cantos de las mujeres en la aldea, despertaron a Luisita, se rascó la frente y vio que
estaba sola en el hospital, ni Marce ni por supuesto Amelia estaban allí. Suspiró con un
fuerte anhelo ante la ausencia de la mujer que le había hecho creer en si misma, y le
había ayudado a mostrarse válida para el resto, hasta para lo que pensaba no lo era, en el
amor
B: Muy buenos días (entró sonriente con una taza en sus manos)
L: Buenos días Benigna... ¡uf!, creo que he dormido como hacía siglos no lo hacía
B: No me extraña
L: ¿Y Marce?
B: Tras un examen lo he mandado a su cabaña
L: ¿Has visto a Amelia? (le preguntó con algo de temor)
B: Sí, la he visto
L: ¿Cómo está? (le preguntó sonriendo)
B: Quisquillosa, quejosa y muy pesada
L: Me encanta (sonrió ampliamente)
B: ¿Tú sabes donde vas a meterte con ésa? (la miró seria aunque encantada de aquella
situación)
L: Sí, ¿sabes qué tienes razón? (la miró)
B: El gotero ya te lo voy a retirar, yo creo que estás prácticamente bien, la fiebre ha
bajado, no has vuelto a tener vómitos y la urticaria va bajando su intensidad (le
explicaba mientras le hacía su reconocimiento. Al acabar le preguntó mirándola
fijamente) ¿En qué tenía razón?
L: En que es una mujer maravillosa, digna de ir descubriendo poco a poco
B: Así es
L: ¿Le has dicho algo?
B: ¿De Julia? (la miró frunciendo su ceño)
L: Sí
B: No, aún, no
L: ¿Crees que Amelia... va... va a hacer algo por verla? (le preguntó mirándola con
temor)
B: No lo sé Luisita, siempre es algo que me he preguntado, Amelia estaba muy herida
pero también muy enamorada, han sido dos años muy duros para ella, aunque si esto
Una pija en la selva 529
hubiera llegado a suceder antes de venir tú, lo tendría claro, Amelia abandonaría todo
por ella, ahora creo que tengo más claro que no lo hará
L: ¿Después del daño... volvería con ella? (la miraba con desconcierto no lo podía
disimular)
B: Cuando amas tanto, no alcanzas a darte cuenta que ese amor te ha envenenado, te ha
dejado inútil de por vida, Amelia caería sí, te lo puedo asegurar, pero ahora... te tiene a
ti y cada vez estoy más de acuerdo con lo que dice Lula
L: ¿Qué dice?
B: Que los espíritus están con vosotras, os han unido y nada os separara
L: Pues ojalá... porque yo también he descubierto que... tengo mucho amor que dar
(sonrió con esa sonrisa que tan solo da la ilusión de creer en el amor)
B: Me alegro cariño...
L: ¿Puedo decirte algo más?
B: Claro (sonrió)
L: Me muero de hambre
Ambas se quedaron sonriendo, sin duda, Luisita estaba mucho más recuperada, Benigna
siguiendo las pautas de Marce le dijo que la controlara, si no había fiebre, ella también
se iría a su cabaña. Tan solo la mujer tendría contacto con los tres, aunque los tres
sabían que no llevaban el virus, querían proteger al resto. Cada vez que acababa de
visitarlos, hacía una profunda limpieza, en sus manos, si no habían síntomas no era
preciso disfrazarse tal y como ella decía. A todo esto, los niños del lugar se ponían
delante de la ventana de Amelia, le cantaban, la saludaban, y le contaban cosas de los
días que no habían estado, también, las mujeres llegaban hasta la ventana y le hablaban,
en esos momentos se sentía feliz al menos no estaba del todo sola, pero sin duda cuando
llegaba la hora de quedarse allí encerrada, su corazón golpeaba con fuerza, ella era un
ave en libertad que odiaba los espacios cerrados, pero sabía que debía estar allí, por el
bien de todos y aquello era lo que la retenía
Por su parte, Luisita había pasado toda la mañana dando vueltas en la cama, no era
suficiente castigo no tener a su lado a Amelia como para, hacerle acostar en su cama,
penetrando en sus poros, en sus fosas nasales su olor. Estaba realmente desesperada, se
encontraba mejor y le pasaba como cuando era niña, no soportaba estar allí metida sin
hacer nada. Además aquella soledad le daba para pensar en lo ocurrido con la tal Julia,
sabía que el dolor de Amelia era demasiado grande por algo se comportaba como lo
hacía, una especie de válvula de escape hacía tanto sufrimiento como fue para ella el
engaño y sobre todo conociéndola un poco más como la conocía, perder al que para ella
era su hijo. Y unido a todo ello, había que recordar el hambre que tenía, la taza de caldo
había caído estupendamente a su estómago, y casi babeaba al oler el rico aroma que
llegaba de la cocina, así que entre aromas se iba volviendo un poco más loca. Amelia
olía de muerte, pero lo que estaban cocinando las chicas, mucho más
A media tarde, con ese calor que aplastaba a todos, parecía que la aldea estaba muy
tranquila, todos en sus respectivas cabañas, excepto Luisita que seguía en el hospital la
mar de aburrida. Y ante tanto silencio se oían los pasos de alguien por fuera, Luisita
tenía un excelente oído, y no pudo evitar ponerse en tensión, al escuchar como algo o
alguien se acercaba. Se sentó en la cama mirando con los ojos muy abiertos hacia fuera,
y allí apareció una sonriente Mona que le hizo gesto de silencio, Luisita sonrió. El
animal de un salto se subió a la cama y aunque detrás Valiente llegaba y quiso hacer lo
mismo, no llegó a coger suficiente altura cayendo de bruces. Luisita le ayudó a subir
Una pija en la selva 530
L: Anda Valiente... no sé a quien me recuerdas. Oye Mona esa camiseta es mía ¿eh?
(les hablaba entre susurros con un gesto divertido)
Mona: Uhhhhh (abría mucho los ojos y juntaba sus morritos graciosamente)
L: ¿Qué? (le preguntó al ver su gesto)
Mona: Uh uh (entonces sacó de debajo de la camiseta un papel)
L: ¿Y eso? (le preguntó sonriente mientras lo cogía
ValientL: Ahhhh ahhh (dijo Valiente como si él también quisiera ser protagonista del
momento)
L: A ver... (desdobló el papel leyendo en voz alta ante la atenta mirada de los dos
monos) “Hoy intenta que te lleven a la cabaña, cuando caiga la noche pasaré a verte”
¡Pero... ¡ (sonrió feliz elevando los hombros)
Mona: Ohh ohhhhhh (decía entre susurros)
L: Mierda no le puedo contestar
Mona: Ahhhh ahhhh (volvió a sacar algo de debajo de la camiseta, un lápiz y se lo
entrego haciendo pedorretas tumbándose sobre su espalda y jugando con el lápiz con
sus pies
L: Anda no seas mala dame, antes de que llegue mami Benigna
Mona: Uh uh uh uhhhhhhhhh (movía la mano exageradamente para después darse un
golpe en la frente)
ValientL: Uhhhhhhhhhhhh (repetía el gesto de Mona)
L: Sí, nos riñe fijo a vosotros os deja sin plátanos y a mí sin caldo ¡seguro! (escribió la
nota y se la entregó a la mona que salió corriendo con Valiente detrás) ¡Uf!... espero que
el fantasma se quedé donde está y no aparezca de nuevo en tu vida porque eso
significara que aparecerá en la mía (susurró con tristeza)
Ansiosa esperaba respuesta Luisita, Mona volvió a hacer todo el paripé al igual que
Valiente y al final le entregó la nota
L: A ver (musitó con una gran sonrisa) “Yo te enseño la patita y todo lo que tú quieras,
pero tú, te pones ese camisón de encaje negro”. Ayyyyyy (suspiró cerrando los ojos)
Amelia... Amelia...
Otra vez Mona de vuelta, otra vez lo mismo solo que una vez cogió el papel la mandó
fuera, se aseguró de que nadie estuviera por allí, y a los pocos segundos vio como
Benigna salía con su pañuelo atado a la cabeza y Ramón tras ella moviendo la cola. Se
apartó divertidamente de la ventana, y estrujo el papel sin querer
Una pija en la selva 531
A: Mierda... a ver (abrió y sonrió leyendo) “¿Qué te vas a poner tú?, me muero de
ganas... pero creo que Benigna duerme conmigo” (se le borró la sonrisa) Joder eso no se
me había pasado por la cabeza. Benigna, Benigna...
Tras revisar a Luisita Benigna no le dijo nada, tan solo le llevo otra taza de caldo
La noche llegó y Luisita se mostraba nerviosa, trató inútilmente de avisar a Amelia, sus
ventanas no daban lateralmente de esa manera no había forma de verse, tampoco había
visto a Mona, y sin embargo, si a los niños que les cantaban a las dos, les bailaban
danzas típicas para aliviarles el encierro, pero hablar con los niños era todavía más
imposible. Ni loca quería tener contacto con ellos y que después pasara algo, se moriría
del remordimiento
Amelia esperaba la llegada de Benigna para llevarse la bandeja, así que averiguaría si
tal y como le había dicho Luisita, dormiría con ella o tan solo era un farol que se había
dado Luisita para inquietarla
A: Estaba buenísimo
B: Le ha salido muy bueno a Nsona, sí
A: ¿Y Luisita?, ¿ya ha comido esto?
Una pija en la selva 532
B: No, esta a base de caldos y creo que va a terminar comiéndose lo primero que pille
A: Es una glotona
B: Venga descansa
A: ¿Aún sigue en el hospital?
B: No ya la he pasado a la cabaña, espero que descanse bien (sonrió)
A: ¿Te ha preguntado por mí?
B: No... ella no
A: Vaya (protestó)
B: Bueno duerme, descansa y mañana será otro día menos que te quedará para ver a...
¿tu novia?
A: Benigna te juro que le pedí que lo fuera, pero no se acuerda, dice (enarcó sus cejas
graciosamente)
B: Mañana te ducharás tú primero, luego ella
A: Bien... tengo unas ganas enormes
B: Sí, desinfectaremos bien y asunto arreglado
A: ¿Vas a dormir ya? (le preguntó con cautela mientras se metía en la cama)
B: Eso voy a tratar, sí, ¿por?
A: No por nada, ¿quieres acostarte conmigo? (le preguntó con una medio sonrisa algo
cautivadora)
B: ¡Quita... quita... con lo bien que se duerme en mi cama!
Cuanto más se acercaba la noche, ambas más nerviosas estaban, excitadas pensando la
una en la otra, pero Luisita sabía que debía tranquilizarse, nada iba a ocurrir teniendo
centinela a su lado
Entonces la vio dormida, justo en la esquina de la cama parecía guardarle el lugar para
ella, se acercó con cautela no llevaba el camisón negro de encaje pero estaba hermosa,
recuperada, su rostro pálido de días atrás y tenso, había dejado paso a un rostro con
color y relajado, si que era cierto que en él se notaba la delgadez de estar tres días en el
estado en el que estuvo, pero no por eso, su belleza se había visto afectada, eso pensaba
Amelia quien había llegado hasta la cama, la alta luna la dejaba ver plenamente, sus
rayos bañaban el rostro y quizá, por la magia de ese astro Luisita se mostraba más
tranquila. Pero entonces se percató que no estaba Benigna, miró al pequeño habitáculo
donde estaba el lavabo, la puerta cerrada, ¿estaría dentro?, puso atención, no oía nada y
Una pija en la selva 533
tampoco le importó las ganas de abrazar el cuerpo de Luisita eran más que nada, se
acostó abriendo el mosquitero, y seguidamente la sábana, se metió a su lado con una
sonrisa de felicidad extrema, allí estaba solo para ella, estrechó su cuerpo contra el suyo
pasó un brazo por la cintura de Luisita abrió una pierna y la pasó por encima de la de la
enfermera quien al notar el contacto emitió un gemido de placer
A: Descansa mi niña...
Y así hicieron Amelia se durmió oliendo aquella piel que parecía estar hecha a su
medida, el deseo que había sentido durante la tarde pensando en que se verían, había
dejado paso a una extrema ternura que era lo que despertaba en ella de manera
irracional
Al rato de estar en la cama, el contacto con Amelia le hacía sentir que estaba protegida,
que era feliz, sonrió al notar su mano en el vientre, la acarició y se apegó todo lo que
pudo al otro cuerpo, ése que se había dado cuenta necesitaba, ése que era igual a ella
pero no por eso menos importante, o en ese momento, el cuerpo que más calor, pasión y
cariño le había dado hasta ese preciso instante. Entonces con una sonrisa recordó lo que
había pasado momentos antes
Las luces del alba marcaron el alegre cantar de los gallos, sus cantos, iban despertando a
algunos miembros de la aldea, para cuando la luz ya estaba en su mayor apogeo,
Benigna estaba en el huerto recogiendo algunas manzanas para las chicas, y ayudada en
la cocina por Nsona preparaban los desayunos alegres, entre canciones y risas, tenerlos
allí a los tres les había devuelto la alegría
B: Me alegro (le dejó un beso en la frente) Voy a ver como están... (hizo un gesto de
temor ante la carcajada de las dos mujeres que comenzaron a cantar. Entonces antes de
entrar susurró) Solo espero que estén vestidas... vamos Benigna que no es la primera
vez que lo ves, ya pero... no sé... Luisita es como mi otra debilidad, no sé, no sé... (se
repetía sin cesar. Llamó con los nudillos y espero la voz que le diera entrada, al no
escuchar voz alguna insistió)
L: Pasa Benigna (se oyó por fin la voz de la enfermera ronca por el sueño)
B: Esto... (abrió y al verla sola enarcó las cejas entonces miró al baño)
L: No, no, no está (le aclaró con rapidez)
B: Pero... (no entendía muy bien)
L: Creo que estuvo pero ya no sé si lo he soñado
B: Vaya por primera vez en su vida ha sido buena... no lo puedo creer (abría sus ojos
como platos)
L: Ni yo (se frotaba la cara, al ver la bandeja le dijo con cara de felicidad) ¿Todo eso es
para mí?
B: No, cariño... tú sigues con dieta blanda
L: ¡Y me lo enseñas! (protestó poniéndose en pie y acercándose a la bandeja, al ver lo
que había no pudo remediar poner un pucherito) ¡Oh no!, ¿no puedo probar las tortitas?
B: No, son para Amelia, tú manzana asada
L: ¡Solo!
B: Con un poquito de agua de arroz
L: ¡Agua de arroz!
B: Luisita por favor no grites me vas a dejar sorda (le decía muy seria dejándole el
desayuno sobre la mesa)
L: Joder (protestó mientras sus ojos se iban tras la bandeja de Benigna)
B: Bueno voy a llevarle el desayuno a la otra, espero que no me grite como tú, igual
tengo que aguantarle su mal humor por no poder estar contigo
L: Oye se me ocurre algo
B: Miedo me das
L: Deja aquí el desayuno de Amelia y dile que venga
B: ¡Anda... tú te crees que yo me chupo el dedo!
L: Venga Benigna... (fingía como si estuviera a punto de llorar)
B: No sabía yo que tenías esa vena de payasa (le decía frunciendo el ceño)
L: Por fi... me muero de hambre... por fi... por fi...
B: Está bien, si te doy el desayuno, Amelia no entra, si quieres que Amelia entre, te
conformas con tú desayuno (le dijo puntualizando)
L: De acuerdo...
En su cabaña Amelia seguía sin dormir, antes que amaneciera le había dejado un beso a
Luisita y había salido como entró sin hacer ruido, desde que había vuelto a su cama no
había podido dormir, daba vueltas mientras pensaba en que iba a pasar con su vida, si
bien era cierto, que nunca pensaba en el futuro desde que Julia le había traicionado, con
Luisita todo era diferente, totalmente diferente. Y esa diferencia le hacía sentirse como
si estuviera sobre tierras movedizas, Luisita era importante y no la podía dejar escapar
por el miedo a ser feliz
La puerta se abrió, tras ella Benigna, y Amelia carraspeó, antes de irse había dejado la
cama arreglada de tal manera que no supiera que había estado compartiéndola con
Luisita, porque estaba segura que Benigna pondría el grito en el cielo por desobedecerla
Una pija en la selva 535
B: Buenos días
A: Buenos días Benigna, ¿qué tal estás?
B: Bien ¿y tú? (sonrió de lado mirándola fijamente)
A: Pues bien... estoy bien...
B: ¿Has descansado bien?
A: Sí, mucho (sonrió) ¿Has visto a Luisita?
B: Vengo de allí
A: Me ha parecido oírla (le dijo acercándose a su altura)
B: ¡Es una quejita!, vamos como si no hubiera comido nunca (se reía)
A: Sí (le mostró una sonrisa amplia y muy entregada)
B: ¡Uy qué cara de tonta!
A: ¿Sí, se nota mucho?
B: Bastante
A: ¡Ay Benigna!
B: Oye... tú sabes que Luisita es muy pero que muy glotona
A: Sí, ha tardado en descubrirse pero sí, bastante
B: Pues le he dicho que le daba a elegir, entre tomarse tu desayuno y el suyo (Amelia
sonrió, Benigna guardó silencio)
A: ¿Y?
B: Y que tú pases está noche con ella (Amelia abrió los ojos y no vio su desayuno)
A: ¿Entonces?
B: Mucho debe de quererte sí, porque para tener la bandeja delante de sus morritos y
elegir que vayas esta noche a su cama... me la imagino con unas babas colgando de su
boca... (decía muerta de risa) Los ojos casi fuera de su sitio y todo para que te deje pasar
la noche con ella
A: ¿Te ha dicho eso? (la miraba con gesto embobado)
B: ¿Tengo cara de mentir?
A: ¿Y me vas a dejar?
B: Sí, se me ha ocurrido una cosa, esto es como aquel concurso que nos decía Cruz
¿cómo era?, ese que estaban todos en una misma casa
A: No sé
B: Pues vosotras vais a estar encerradas los once día que quedan, nadie entrara, cuando
os dejemos la comida o cena, se golpeara la puerta, solo saldréis a ducharos bajo mi
supervisión
A: Juntas (dijo ilusionada ante la idea notaba como se estaba excitando solo de
pensarlo)
B: No, escándalos públicos no (decía seria paseando de un lado a otro de la habitación
bajo la atenta mirada de Amelia) Si superáis esta prueba, entonces... lo habréis superado
todo
A: Bien, me parece justo sí
B: ¿Te parece justo? (le preguntaba con cierta sorna asintiendo con la cabeza)
A: Ya te digo...
B: Y yo te digo, Luisita está baja de defensas (la apuntó con su dedo blandiendo al aire)
A: Benigna que sé cuidarla... que es mi niña... (le decía poniendo cara de niña buena)
B: Tu niña... ¡ay tu niña!, ven aquí (la estrechaba con fuerza contra sí) Me alegro
Amelia, me alegro mucho
A: Lo sé... solo espero que salga bien
B: Antes de que pases con ella, quiero hablar contigo, así que ahora vas a desayunar o la
voy a encontrar enloquecida frente a la bandeja, luego hablamos con calma
A: ¿No me puedo ir ya? (la miraba atónita)
Una pija en la selva 536
B: Aún no, deja que esta medio día le voy a dar de comer algo más sólido, a ver como
le sienta y entonces... podrás pasar, ¿o pasa ella?
A: Voy yo, voy yo (le dijo deprisa)
B: Está bien
A: Benigna... (la mujer se giró mirándola con una sonrisa en los labios) Gracias
B: No hay de que... pero... te lo advierto nada de tonterías Luisita es una gran mujer
A: Lo sé (respondió emocionada y al quedarse sola, se abrazó ella misma sonriendo al
tiempo que cerraba los ojos y murmuraba) Luisita... para que negarlo... me tienes loca
Cuando Benigna entró a la cabaña de Luisita, la vio sentadita como una buena chica
formal ante la bandeja, con cara de estar pasando un momento muy malo, Benigna no
pudo más que sonreír
B: Estás graciosísima
L: ¿Y Amelia? (la miró con cara de tonta sin remedio)
B: Hasta la noche no vendrá
L: Tú me quieres matar
B: Jaja (dio una carcajada) No, necesito hablar con ella
L: ¿De Julia? (Benigna asintió, Luisita agregó con una mueca de cierto miedo)
¿Justamente hoy?
B: Sí, no quiero falsas esperanzas entre vosotras, Amelia debe saber la verdad, y una
vez sepa la verdad tendrá que elegir
L: No sabía que se te daba tan bien eso de las disyuntivas (le dijo con cierto aire de
desesperación)
B: Es lo mejor (le acarició la cara con ternura sonriendo como si entendiera su postura)
L: Ya, perdona
B: Tranquila, todo irá bien
L: ¿Oye lo mío no ha llegado?
B: No, ni tampoco me dijo nada Quintero
L: No sé... espero que mi madre no me falle (se rascaba la frente de manera graciosa)
B: ¿Cómo te ha sentado esto?
L: Me ha hecho cosquillas, me muero de hambre
B: Dentro de un par de horas te traigo algo más, un poco de arroz ¿vale?, veremos que
tal te sienta
L: Si le pusieras un poquito de pollo estoy segura que de muerte
B: Un poquito de pollo (sonreía)
L: ¿Qué te ha dicho Amelia?
B: Está muy formalita, demasiado diría yo (fruncía el ceño y le decía bajando la voz)
Ésa algo quiere
Terminaban la conversación con una gran carcajada de las dos y Luisita le daba un
abrazo cariñoso a la mujer que sentía que las cosas iban mejorando poco a poco
A media mañana los hombres dieron los golpes oportunos para avisar que partían de
caza, Yildas que ya estaba recuperado pero no lo suficiente como para ir de caza, se
quedaba en la aldea como vigilante junto a Louabi. La danza de la caza, fue seguida
tanto por Amelia y Luisita que sonreían al ver como Mona trataba de seguir el ritmo de
los hombres, y como Valiente terminaba en el suelo tras algunas vueltas. El ambiente
relajado y feliz, ayudaba a que todo fuera algo más fácil
Una pija en la selva 537
Hasta que a la hora de la siesta, Benigna se sentó frente a Amelia. Benigna en la silla y
Amelia sentada a los pies de su cama, el rostro de la mujer era ciertamente tranquilo
pero en él, Amelia denotó algo que no le gustaba por esa razón le dijo muy seria:
A: No me digas que ahora me vas a negar irme con Luisita porque ya lo tengo todo
preparado
B: ¿Todo preparado?, ¿y puedo saber que vas a necesitar? (le preguntó sonriendo como
si le hubiera dicho una barbaridad)
A: Pero que mala eres (musitó sonriendo, mientras continuaba diciéndole con gesto de
ternura) No voy a poder pasarme con ella Benigna está malita, primero le daré tiempo
para que se recupere, luego... (se mordió el labio y movió débilmente la cabeza)
B: Sí, eso es cierto está malita. Bueno a lo que venía
A: Eso. Sé breve por favor (le dijo mientras subía sus piernas sobre la cama) Me están
esperando
B: Julia ha vuelto a tu vida sin permiso (Amelia empalideció nada más escuchar aquel
nombre le fue suficiente para bajar las piernas de la cama, mirar desconcertada a
Benigna y cambiar su gesto por una mueca de incredulidad e inquietud total, le había
pedido brevedad y Benigna entendió que era mejor arrojarlo sin rodeos) Lo ocurrido en
el campo de refugiados no fue una casualidad, su mano que aunque sea blanca parece
negra, está detrás
A: Por favor Benigna (rió manteniendo el gesto de perplejidad en su rostro) No hagas
como Luisita
B: Puedes tomarlo como tú quieras, por lo que sé, ha debido cansarse del marido, lo han
destinado un año entero a la India, debe estar aburrida y quien mejor que tú para quitarle
el aburrimiento (Amelia se levantó de la cama con el ceño fruncido, con el gesto de no
poder creer que la mujer que había destruido su vida podía volver a ella sin más) Cruz
me puso en aviso
A: ¿No se lo habrás comentado a nadie? (la miró fijamente)
B: A Luisita
El silencio asustó a Benigna, sin duda esperaba de todo excepto ese silencio, Amelia se
había apoyado en la pared mirando por la ventana, fuera el mundo continuaba, las luces
de las cabañas demostraban que los niños aún no se habían dormido, Nmala y su perro,
llegaban a su cabaña la mujer sabía debía estar nerviosa, su nieto iba como jefe del
grupo para la caza, podía adivinar como su cansado corazón palpitaba tanto de alegría
como de miedo, y por delante pasó Lula con su pequeño en la espalda, sus ojos se
encontraron, la joven no pudo evitar una mirada triste al entender el miedo reflejado en
los ojos de la Doctora. Y Nsona sentada esperando que su marido volviera de la caza,
con la esperanza de vida en su vientre, con la ilusión en su mirada, tratando de dormir al
pequeño Mbe, tan inquieto como siempre. Todo fuera seguía funcionando, dentro no
funcionaba nada, ni siquiera su corazón
En su cabaña Luisita esperaba ansiosa, había estado imaginando que podía pasar por la
cabeza de Amelia al saber lo que ocurría, de repente había sufrido un miedo atroz al
pensar en la sola posibilidad de perderla, sabía que Amelia estaba muy herida, pero la
herida de un corazón se mide por el amor que ha dado, y su corazón había amado
mucho a Julia, ¿qué haría si decidía darle una oportunidad nuevamente?, entonces el
agobio que sentía era tal que necesitaba levantarse de la cama y resoplar, notaba un
nudo en su estómago, y no era hambre precisamente. Llevaba controlado el rato que
llevaban hablando, demasiado para su gusto, ella pensaba sería mucho más rápido,
Una pija en la selva 538
decirle Benigna la noticia, y Amelia contestarle no me interesa, al menos ese había sido
su pensamiento su sueño. Se mordía una uña, se asomaba a la ventana esperando algo, y
pasó un buen rato hasta que Benigna salió de la cabaña de Amelia dirigiéndose hacia el
hospital. Iba cabizbaja y de repente el miedo que se había asomado en su persona,
terminó por apoderarse totalmente de ella
La ausencia de noticias, dejó a Luisita muy tocada, imaginaba que Benigna le diría algo
y al no hacerlo se temió lo peor. Y si la ausencia de noticias la tenían desconcertada, la
ausencia de Amelia la tenía asustada, realmente asustada
Y la tarde hasta la noche pasó de manera brutalmente lenta para Luisita, Nsona le había
llevado el arroz que debió llevar Benigna, no hizo preguntas, ya no le quedaban, tan
solo esperó recibir una respuesta o una confirmación a sus miedos
Y la noche llegó para Marce, se le hizo tan oscuro como el cielo que no tenía estrellas ni
luna, las palabras de Benigna iban llegando a él y llevándolo a la oscuridad, Amelia
estaba perdida y así lo reconocieron los dos
Para Luisita esas hambres locas que tenía se le habían marchado, desde el momento en
que Amelia no había pasado a la habitación, caminaba de un lado a otro meditabunda,
se acostaba dando vueltas, había conectado el ordenador el que había descubierto se
había quedado inexplicablemente sin batería, se contentaba con ver las fotografías que
había sacado con su cámara. Admirarla calladamente sola. De repente dos golpes en la
puerta desataron su sonrisa, se olvidó de todos los malos momentos que había pasado
pensando en que decisión habría tomado Amelia, sabía que era ella estaba allí como
deseaba
L: Adelante (pero no entró) Vamos no seas mala, ¿quieres que abra yo? (silencio como
respuesta) ¡Amelia!
Mona: Uh uh uhhhhhh (oyó la voz de Mona)
Una pija en la selva 539
Dejó la nota, la flor encima de la cama y fue hasta el armario, los dos animales la
miraban, mirándose entre ellos elevando los hombros, Luisita sonreía, lloraba, no sabía
muy bien como tomar aquello pero sin duda Amelia iba a pasar a su lado, y eso era
significativo y sobre todo, lo que quería que ocurriera
L: No, no (se apresuró a decir sin saber porque se puso nerviosa, de un salto se levantó
dando de lado a ambos animales mientras se ponía el camisón en la espalda sujetado por
sus manos)
ValientL: Uhhhhhhhhhhhhhh (señalaba el camisón)
Mona: Ahhhh uhhh uh ah (se tapaba los ojos negando con rapidez su cabeza)
A: ¿Puedo pasar?
L: Sí, sí (respondió atontada, Amelia parecía mantener nuevamente su pose chulesca
recordándole a la primera Amelia que se encontró al llegar a la aldea)
A: ¿Qué tienes ahí? (le preguntó señalándole la espalda con las cejas)
L: Mmmm, nada (sonrió no podía controlar sus nervios mientras Valiente saltaba y
trataba de quitárselo y Luisita se medio giraba para impedírselo huyendo de él
A: Valiente, Mona ¡fuera! (les dijo con autoridad)
Mona: Uh uh uh uh (parecía quejarse por echarla)
A: Gracias por la ayuda ahora fuera
ValientL: Uhhhhhhhhh (señalaba el camisón mientras lo arrastraba Mona)
A: Eso está mejor, sola para mí (dijo al quedarse solas, Luisita estaba como un flan, los
nervios se habían apoderado de ella, cuando Amelia se había dado la vuelta trató de dar
un fuerte respingo silencioso para que no pudiera oírla, apretando el camisón entre sus
manos) Bien...
L: Bien (repitió al ver que se acercaba a ella)
A: Por fin solas
L: Sí (la miraba a los ojos como si quisiera adivinar que pasaba por su mente)
A: Estás mucho mejor (se pasó la lengua sensualmente por los labios haciendo que la
entrepierna de Luisita llamara suavemente a su dueña para hacerse notar. Mientras
Amelia se quedó a un solo paso de ella sintiendo su propia llamada) ¿Puedo besarte?
L: Tú sabrás (le respondió tratando de serenarse)
A: ¿Por qué no te cambias? (le sonrió divertida entendiendo aquella respuesta) Y... así...
te demuestro lo que yo sé
L: ¿Me esperas?
A: La eternidad si hace falta (la miró tan intensamente a los ojos que le gustó lo que vio,
temblar de emoción)
L: En mucho menos estoy de vuelta, pero... es bueno saberlo
Amelia no le contestó, tan solo se mordió el labio de manera tan cautivadora que tuvo
que suspirar para no ahogarse con su propia felicidad. La vio perderse tras aquella débil
puerta, cerró los ojos, abrió un poco la boca, suspiró
Mientras, Luisita notaba como su piel se había erizado, la flor, la nota, su presencia,
Amelia estaba fuera esperándola, no quería preguntarle más, solo quería que la abrazara
y que musitara que era su niña, ni siquiera pedía que le dijera que la quería, solo quería
sentirla, saber que estaba allí le hacía sentirse como si se estuviera dejando llevar en la
bajada de la más grande de las Montañas Rusas. Se miró al pequeño espejo, notaba
como sus mejillas se habían alterado de la palidez que se vio la última vez a ese rojo
pasión que tenía en ese momento, notaba como su cuerpo necesitaba ahogar la sed que
sentía de ser bebida por los labios de Amelia, con una media sonrisa abrió la frágil
puerta y decidida a todo salió
llegaba hasta medio muslo y el encaje que dejaba ver y no ver su piel como si jugara a
un escondite para su dueña, dio dos pasos hacia delante y notó como los brazos de
Amelia por detrás se adueñaban de su vientre, tragó saliva sintiendo desesperadamente
la necesidad de tocarla, se giró con anhelo con apremio y los ojos de ambas se
encontraron, en ellos marcado en sus pupilas el más visceral y tierno deseo, no
necesitaron palabras, Amelia atrapó los labios de Luisita metiendo sus manos
directamente por debajo de la escueta falda del camisón, posándolas en su trasero, acto
seguido fue Luisita quien apartó aquella camisa con la que le había sorprendido Amelia,
blanca y medio transparente que al igual que ella le llegaba por la mitad del muslo y
estaba abotonada de manera que dejaba al aire su lunar. De repente las respiraciones de
ambas comenzaron a dispararse sin control, las manos llenaban la piel ajena, las bocas
se destrozaban besándose, las lenguas calmaban la fiereza de los labios, pasos rápidos
hasta la cama, Amelia dejó caer a una Luisita que no estaba dispuesta a dejarse vencer
rápidamente, y arrastró a Amelia sobre ella, rodaron por la cama con desespero, las
bocas buscaban la piel, y por encima del encaje, la boca hambrienta, sedienta de la
Doctora atrapó el pezón erecto de una enfermera que unió sus labios perfilándose sus
venas en la garganta y un leve gemido salió como si fuera un grito ensordecedor de su
interior. Amelia sentía su propia humedad, sentía que moría de ganas por aquella mujer,
apartó con rapidez el camisón con tanta rapidez que Luisita se vio desnuda de golpe y lo
mismo hizo segundos después con la camisa de Amelia, desnudas volvieron a rodar por
la cama, Luisita abrió sus piernas y subió a horcajadas sobre Amelia, rozó con su sexo
suavemente henchido de deseo el bello ajeno y cerró los ojos notando como miles de
rayos caían del cielo para atravesar su espalda, esta vez el gemido y las venas de la
garganta se reflejaron en el cuello expuesto al lanzar la cabeza hacia detrás de Amelia,
quien apretaba desesperadamente los muslos de Luisita con sus dedos hasta casi dejarla
sin circulación en la zona donde sus yemas ansiosas de caricias descansaban
Pero Amelia hizo algo mejor que mirarla, de un impulso se sentó, acoplándola sobre su
cuerpo entre sus piernas uniendo sus sexos, mientras se miraban, Amelia apretó los
dientes, ladeó su melena hacia el lado derecho y con fiereza hizo suyo el cuello
desprotegido y entregado a ella, lo lamió, lo besó, lo atrapó entre sus dientes mientras
Luisita la apretaba con sus manos, con sus brazos, como si fueran una cadena para
encadenarse a su cuerpo y no dejar que nada la separara de ella, tras lamer su cuello y
ayudarla a moverse contra ella, separó sus labios de la otra piel echando la cabeza hacia
detrás, y eso dejó camino para que Luisita hiciera lo mismo, con la punta de su lengua
repasó todo el cuello de Amelia quien volvió a gemir, recorrió el camino tan lentamente
que notaba a su paso como se iba erizando la piel amada, como la respiración de Amelia
que se mordía los labios se incrementaba irremediablemente, como sus brazos
estrechaban su cintura como la ayudaba a moverse más y más rápido, entonces Luisita
necesitó aferrar su mano en el pecho de la mujer que gozaba con los ojos cerrados con
la boca entre abierta, con la lengua proveyendo a sus labios de humedad, con gemidos,
con un goce que nunca había provocado en nadie, ni siquiera ella misma había gozado
así con su novio, lo que estaba sintiendo en ese momento era único, como si Amelia se
hubiera decidido a abrir el techo de la cabaña y entregarle un viaje al Universo
Sentía como las manos de la Pediatra recorrían lentamente con las palmas bien abiertas
su espalda, notaba como sus sexos humedecidos se llenaban, como si fueran la marea
que se desborda por los rayos de la luna, allí mordiéndose, besándose
desesperadamente, Amelia ayudaba a moverse más rápido a Luisita, ambas gemían
Una pija en la selva 542
ahogándose los gritos en las bocas, el ritmo se incrementaba más y más, los ojos
cerrados, los dedos presionando la otra piel, las gargantas exigiendo paso para que el
aire desfilara como si fuera un tifón
L: Amelia... (notaba como su voz era entre cortada ávida del placer que estaba
sintiendo)
A: No pares Luisita... Luisita (se ahogaba nombrándola quería adorarla, quería llevarla
de la mano a un lugar privado para ambas)
L: Ya... Amelia... Amelia...
A: Sí, sí, ya mmmmmmmmmmmmmmmmmmm (gimió apoyando su frente en el
hombro de Luisita)
L: Mmmmmmmmmmmmmmmm (igualmente desfalleció con la respiración
entrecortada entre los brazos de Amelia)
Trataban de recuperarse sin separar sus cuerpos, abrían la boca como si no pudieran
respirar, como si el placer las estuviera ahogando de felicidad, se miraron sonrientes, y
comenzaron a besarse en los labios con ternura, con una ternura apasionantemente
abrumadora
Entonces abrió sus piernas y subió sobre Luisita, comenzaron a besarse con lentitud,
para acabar en pocos segundos de pasar a un fuego ardiente, cuando la lengua de
Amelia tuvo suficiente placer con la exploración que hizo en su boca, se encargó de
Una pija en la selva 543
rodar por la piel de su amada, pasó lentamente por los pechos, por su vientre dibujando
suaves círculos, jugó en su ombligo mientras la enfermera le obligaba a bajar con
apremio, y pasó por su sexo, Luisita había abierto las piernas invitándola con total
libertad, quería darse a ella, quería que la volviera loca, sus ojos cerrados, aquello le
daba tanta incertidumbre, no notar donde estaba, no saber donde iba a recibir la caricia,
le creaba un éxtasis casi al límite de la vida y la muerte
L: Amelia... Amelia...
A: ¿Qué te pasa mi niña?, mi reina... mi princesa guapa
L: Te deseo tanto... nunca he deseado a nadie así
A: Luisita (susurró)
L: Ah (resopló sintiendo el deseo sobre su piel)
A: Así, quiero que me desees, así (susurraba sin tocarla solo contemplándola)
L: Ahh mmmm Amelia
A: Quiero tu deseo, quiero que seas mía
L: Sí, sí Amelia por favor
Y accedió a aquella suplica, sus labios atraparon el sexo de Luisita que no pudo evitar
soltar un aullido leve, notó como su lengua sin ayuda de sus manos jugueteaba por sus
labios, como lentamente se abría paso provocando en Luisita un alud de placer, seguía
cerrando los ojos, apretando sus manos sobre la cabeza de Amelia que quería llenarla de
todo el placer que necesitaba dar, en ella en su interior una batalla se había erigido como
una tortura para ella, se obligaba a pensar en Luisita, en ese lugar en el paraíso que
quería regalarle, y entonces sentía su propio deseo crecer con furia, su cabeza alejarse,
volver, marcharse, eludir pensamientos, mientras su boca ofrecía caricias que se
obligaban a que fueran lentas para alargar más el momento de una Luisita que ajena a la
lucha interna que Amelia llevaba, disfrutaba de cada recorrido que sentía en su sexo, de
cada vez que Amelia con su lengua abría, cerraba, penetraba en su sexo, de cada roce,
cada caricia eran suyas, y sus piernas temblaban, su piel se erizaba, sus manos apretaban
a una Amelia que de repente se volvió más fiera en sus caricias, se apoyo de rodillas
sobre el fino colchón, sus dedos abrieron aquellos labios henchidos y rojos para ir en
busca del tesoro de Luisita, lo encontró con rapidez, lamía con toda la fuerza que podía
como si así fuera borrando cualquier otro pensamiento, y allí mirando como los pechos
de Luisita ascendían y descendían cada vez con mayor intensidad y rapidez, observando
como su respiración se agitaba, como su piel se erizaba, como sus caderas no podían
dejar de moverse en la boca de Amelia, como movía su cabeza de lado a lado, notando
en su boca como se tensionaba, notando como su propio sexo pedía ser calmado,
sintiendo que su corazón explotaría, entre toda una marea de sensaciones, Luisita se
doblegó, ahogó como pudo aquel grito de un orgasmo que había llegado a ella como un
remolino que en su corazón barrió todo lo que por años había sentido, miedo, dudas,
insatisfacción, Amelia acababa de borrar todo eso dejándole la sensación de poder ser
feliz, de poder luchar contra lo que hiciera falta por ser feliz, le acaba de dejar desnuda
de alma para ella
jadeante, la abrazó, la estrechó entre sus brazos, dejándole un beso en la sien, cerró los
ojos y la obligó a acostarse
A: Ayúdame...
L: Claro (susurró algo perpleja de su estado)
A: Abrázame por favor
L: Sí... (la tapó con la fina sábana y la estrechó entre sus brazos, notó el suspiró entre
cortado de Amelia, y le dijo con voz algo quebrada) Solo quiero que me digas una cosa
A: Luisita... (cerró los ojos con temor)
L: ¿Me lo has hecho a mí o a ella?
Amelia sintió aquella pregunta como si le hubieran traspasado con una espada el centro
de su espalda, era consciente que aquel mismo sentimiento o peor, había sentido Luisita,
por esa razón no podía dejar las cosas así, por un lado le hubiera gustado echar a correr,
huir de la situación tan tensa y desagradable que había vivido y le había hecho vivir, no
podía engañarla, no podía ser más cruel de lo que ya había sido, por eso, se giró
despacio quería mirarla a los ojos, necesitaba mirarla a los ojos, los suyos volvían a
estar con la sombra que Luisita los conoció, y que durante algún tiempo en el Refugio,
cuando la estuvo cuidando, había desaparecido totalmente pero en ese momento en que
se giraba y la miraba, volvían sus bellos ojos a mostrarse apagados y tristes. Por instinto
de defensa, Luisita apretó su mano sin percatarse si quiera contra la cadera de Amelia
que era donde reposaba, aquel acto reflejo dejó claro a la médica que estaba realmente
asustada tal y como a ella también le gritaban sus ojos
Tragó saliva, le acarició lentamente la cara y con la voz tan apagada como sus ojos le
susurró como si al alzarla pudiera romperla en mil pedazos
Ninguna dijo nada más, ambas temblaban y no era precisamente de placer como
momentos antes, ambas sentían ese temblor repleto de miedo entre las luces y sombras
que la vela iba dibujando en la pared, sobre ellas mismas, luces y sombras como habían
vivido ellas, se miraban como si fuera la manera de encontrar una paz, como si así
pudieran juntas ir hacia la luz, pero irremediablemente, el miedo las acercaba cada vez
más hacía las sombras. Los párpados cubrieron ese sentimiento que hacía dispararse las
palpitaciones de sus corazones, lo escondieron, para no seguir torturándose por más
tiempo y trataron de dormir, Amelia se había dado la vuelta obligando de alguna manera
que Luisita la abrazara, así lo hizo, pero ninguna podía dormir, ninguna podía respirar
con tranquilidad, a la enfermera tras el gran placer que había sentido lo único que le
quedaba era una congoja tan fuerte que le dolía el estómago y se le había quedado un
nudo en su garganta que le producía dolor. A Amelia por su parte, tras esa lucha titánica
que había librado con su interior por sentir que era a Luisita a quien quería volver loca,
para ahogar en el pozo de su dolor el recuerdo de la otra se sentía sin fuerzas, abatida
sin animo ni siquiera de decirle algo que pudiera calmar su desidia porque no
Una pija en la selva 545
encontraba la palabra que pudiera mostrar lo que realmente en su interior no había, y era
calma y paz
Había pasado una hora desde que se habían dedicado las últimas palabras, Amelia se
levantó de la cama, miró a Luisita que no dormía, tan solo parecía hacerlo, recogió su
ropa, se vistió y como si su alma pesara toneladas se marchó de la cabaña, al escuchar
como se cerraba la puerta, Luisita abrió sus ojos bañados en lágrimas, no esperaba la
reacción de Amelia, la conocía y sabía que era terriblemente cerrada que no iba a
conseguir sacarle lo que realmente sentía, dio una vuelta en la cama, quizás era el
momento de retirarse de dejarla, sabía que no podía ser superficial con ella, aquello que
le había dicho una noche bajo la luna no era cierto, no podía acostarse con ella sin
amarla. No podía ser como ella. ¿Y cómo era ella?, sin duda, era como esa Amelia que
había llegado apoyada en la puerta, la que le había besado con ternura, la que le había
acariciado y susurrado tantas veces su nombre, la que a pesar de estar mal por dentro
había dado lo mejor de si para hacerle por un instante la reina del Universo del placer.
Se sentó en la cama, era la primera vez que se sentía perdida en aquel lugar,
desangelada y sola
Habían pasado cerca de tres horas desde que había abandonado la cabaña de Luisita, no
se había acostado, estaba a oscuras con una débil luz que entraba por la ventana, había
abierto el cajón donde bajo algunos libros estaba oculta la fotografía de ella y su hijo.
No le hacía falta luz para ver el rostro de aquella mujer, lo sabía perfectamente, lo había
mirado tanto durante tanto tiempo que no necesitaba luz para enfocar la imagen que en
ella guardaba, una imagen de la que creyó su familia, el pequeño en brazos de una
madre feliz y sonriente. Su única fotografía porque las que tenía ella con el pequeño se
quedaron en la cámara, ésa se la entregó ella misma antes de marcharse para su viaje a
África y así que supiera que la amaban y la esperaban, al menos esas habían sido sus
palabras. Suspiró. Sin querer había hecho daño a Luisita, ¿y ahora qué?, se preguntaba
sin saber muy bien que debía hacer, que debía decirle, hasta al marcharse notó como
enredaba algo más su relación con ella, cuando se despertara y no la viera ¿qué
pensaría?. Suspiró, se pasó las manos por la cara, por el pelo, frunció los labios notando
aún en ellos el sabor de Luisita, cerró los ojos y se aferró al recuerdo de sus caricias, de
sus gemidos, de su piel erizada, de sus dedos jugando con su pelo. Subió un pie
descalzo sobre la silla, apoyó su brazo sobre la rodilla y su barbilla se depositó en el
brazo, cerró los ojos y quiso pensar que iba a hacer con su vida, que podía hacer por
escapar del pasado y entregarse al presente que vivía, o por el contrario, escapar de ese
presente y volver a vivir el pasado que vivió con su familia
Lentamente la puerta de su cabaña se abrió, la luz que dejó pasar iluminó levemente la
figura de Amelia sentada en la silla
A: Claro (sonrió mirándola con su misma mirada de ternura) Siento haberme marchado
así
L: No sabía si te iba a molestar que viniera pero... (elevó un hombro mientras suspiraba
parecía como si entre ellas se hubiera levantado un muro)... pero no quería dejarte sola
A: ¿Cómo me vas a molestar? (la miró con sus pupilas algo temblorosas, ante su sonrisa
le dijo tras un suspiro) Me he marchado porque pensaba que no querrías que estuviera a
tu lado
L: ¡Mira qué eres tonta, eh! (le riñó sonriendo, Amelia agachó la cabeza sonriendo
mínimamente) Anda ven creo que tenemos que hablar ¿no te parece?
Le señaló la cama con dos palmaditas sobre el colchón, Amelia obedeció porque se
moría de ganas que la abrazara, porque necesitaba sentirla, perderse en ella en el tacto
de su piel y aunque no quería hablar de su dolor, al menos la necesitaba para que lo
calmara. Se sentó con esa mirada triste que tan poco gustaba a Luisita, la observó
sentarse notando su abatimiento, suspiró con fuerza mientras agachaba algo su cabeza y
la melena cubría su rostro, las manos se habían puesto sobre los muslos la enfermera se
percató de su ligero temblor, toda ella sin duda debía ser un temblor porque le habían
removido los cimientos
Luisita así lo hizo, no lo dudó un instante la estrechó entre sus brazos notando como
Amelia no había dejado de temblar, notaba como sus manos rodaban por su cintura
abrazándola también hasta estrecharla contra ella de una manera total mientras soltaba
poco a poco aire por la boca, sentía como se refugiaba en su pecho imaginando tratando
de sobreponerse a los recuerdos, le dejó un beso sobre la frente estaba dispuesta a
ayudarla, aunque como bien le había dicho para bien o para mal, estaban juntas y
seguramente al final, sufrirían sin remedio juntas o separadas, pero ya había un lazo tan
fuerte entre ellas, que pasara lo que pasara, el sufrimiento era una posibilidad, pero
Una pija en la selva 547
L: ¿Y Lula?, ¿cómo está el pequeñín, y Massamba? (su voz no tenía parecido alguno a
la que acostumbraba a hablar)
B: Está muy bien, Massamba encantado
L: ¿Imagino que Nmala debe estar nerviosa con su nieto en la caza?
B: Lo está, lo está pero muy orgullosa también (su ceño era fruncido, podía entender
que no era nada sencillo para ella la noticia de que Julia había vuelto a aparecer)
L: ¿Yildas ya está bien del todo?
B: Luisita porque no te callas y rompes a llorar si es lo que estás tratando de evitar
mejor ahí que delante suya, ¿no crees?
La vida a Benigna le había enseñado a ser directa y observar los comportamientos de los
demás, lo había aprendido de los animales, y en la Selva, observar ayudaba mucho su
madre siempre se lo decía, observa y aprenderás. El modo de comportarse extraño en
ella le hacía entender que estaba asustada, el miedo la tenía casi histérica y no había
nada mejor como desahogar las dudas de aquella manera. Suspiró al escucharla llorar,
durante parte de la noche había pensado como iban a actuar ambas, recordó la
conversación con Amelia su gesto de pavor cuando le dijo que Julia estaba tratando de
volver a las andadas
Luisita?. Ella es la única persona que te puede curar, ella con su amor Amelia...
Luisita...
A: Luisita (musitó mirando por la ventana y tras aquel murmullo no volvió a hablar)
Al salir de la ducha, Benigna la miró con una mueca triste pero una sonrisa afectuosa,
no hicieron falta palabras, el abrazo fue dado y recibido con toda la necesidad y por
igual
B: Luisita...
L: No sé que tengo que hacer Benigna, la veo así y... (resopló sin saber muy bien que
decir, cerrando los ojos y pasándose una mano por la cara)
B: Sólo puedes hacer lo que dicte tu corazón, está mal ¿y sabes por qué?, porque te
quiere y esto le ha caído como un cubo de agua fría
L: ¿Y qué hago Benigna?
B: Amelia tiene una herida de amor, lo que tienes que hacer está claro, para curar esa
herida necesita más amor, ella dio mucho y recibió poco. Yo no quiero veros sufrir,
quiero veros reír y felices, sé que esto ha sido algo que no esperábamos nadie, además
ella tiene una carta guardada que es el pequeño, solo puede contrarrestar esa carta, tu
amor, siempre y cuando estés dispuesta a arriesgar. Sé que es mucho lo que te pido, es
arriesgar tu corazón (guardó silencio mirándola y encontrando su mirada nerviosa, para
decirle con pena y cierta incertidumbre) ¿Lo harás Luisita?
Era el turno de Amelia para ducharse esperaba allí que llegara Luisita, lo hacía leyendo
un libro, quería mantener su cabeza ocupada hasta que fuera su turno. Cuando entró
Luisita a la cabaña para avisarle, dejó el libro a un lado y pasó por su lado, su enfermera
le sonrió guiñándole un ojo, Amelia salió para reunirse con Benigna, llevaba su ropa en
la mano y su mirada perdida en el suelo. Al ver que no estaba allí pero si la vasija
preparada, se empezó a desnudar, lo hizo con un escalofrío que no era porque la mañana
estuviera fresca, sino, porque ella estaba helada por dentro y su propia frialdad, le
producía ese temblor
B: Venga que ya estoy aquí (decía llevando un cubo de agua que había sacado del pozo
para echarla en la vasija)
A: ¿Pero qué haces?, anda déjame a mí (iba con sujetador y bragas, no dudó en cogerle
el cubo)
B: ¿Me estás llamando vieja? (la miró con cierta molestia pero agradecida por su gesto,
como siempre, pensando en los demás antes que en ella misma)
A: No, pero estando yo no veo porque lo tienes que hacer tú (echó el cubo en la vasija y
metió su ropa)
B: ¿Qué tal estás?
A: Estoy... (se metió desnuda en la ducha)
B: Nsona lleva muy bien el embarazo
A: Imagino es el cuarto (contestó sin más)
B: Marce está de un reniego (Amelia no contestó) No para de protestar
Una pija en la selva 550
Benigna entendió que Amelia no era como Luisita, no necesitaba hablar para no pensar,
al contrario, Amelia necesitaba pensar, y ahí radicaba el problema, si la dejaba pensar
mucho tiempo, acabaría viendo lo que indudablemente no era, y se dejaría influir por
Julia. A todo esto, no había tenido más noticias de Cruz, y sabía que estaba tratando de
sacar información, Cruz era una médica muy respetada dentro de Médicos Sin
Fronteras, tenía contactos no como Julia pero importantes que podían decirle alguna
cosa para saber en que andaba la enemiga número uno en ese momento de Amelia
Salió tras una ducha sin abrir la boca, al ver a Benigna suspiró con fuerza, pero no le
dijo nada, llegó a su cabaña, y allí sentada estaba Luisita, al verla sonrió, la enfermera al
encontrar su sonrisa sintió algo de calma en sus desbaratados nervios
Durante un buen rato, Amelia estuvo sentada en el suelo entre las piernas abiertas de
Luisita que se había sentado en la cama, le secaba el pelo con tal delicadeza que para la
Pediatra le parecía estar soñando, se dejaba hacer y sentía sus manos primero con la
toalla después con sus propios dedos acariciar la cabeza, estaba notando tal liberación
de todo que por mucho que trató de evitarlo, unas lágrimas comenzaron a inundar su
cara, quiso evitarlo pero no pudo, Luisita la estaba llevando a sacar todo su dolor de una
manera silenciosa. Tras un suspiro las manos se detuvieron, se sentó a su lado y la miró
con sus lágrimas aún marcadas en las mejillas, y entonces le sonrió con un gesto de
Una pija en la selva 551
C: Hola Julia, ¿puedo pasar? (el rostro tranquilo y sonriente de Cruz sorprendió a Julia
que no sabía muy bien que hacía allí)
Julia: Claro pasa por favor
C: He venido por aquí y quería saludarte (notó la impresión que le había causado verla
en su despacho)
Julia: Muy bien, ¿qué tal todo?, ya me he enterado que nada más fue un susto, ¿no?
C: ¿El qué? (la miraba dubitativa)
Julia: Bueno... el problema de tu grupo, parecía que se habían infectado por el Ébola,
¿no?
C: Ah eso, sí, sí, todo está bien (sonreía) ¿Y tú qué tal estás?
Julia: Con mucho trabajo
C: Imagino, no voy a robarte mucho tiempo
Julia: Tú dirás
C: Sabes que nunca he andado con rodeos, tú y yo tuvimos un enfrentamiento muy duro
por lo que pasó, pero hoy no me voy a enfrentar a ti, hoy vengo a decirte tan solo que
dejes a Amelia en paz, supongo que tus topos te habrán informado de que está con una
chica
Julia: Bueno eso...
C: No, déjame acabar (le interrumpió con mirada asesina y gesto muy serio con su voz
contundente, difícil de eludirla) Déjala en paz, ya la destruiste una vez como persona,
como mujer y como madre, no vas a conseguir nada de ella ahora es feliz, búscate otra u
otro que calme tus caprichos, pero no mezcles el trabajo con tu desfogue
Julia: ¿De qué me estás acusando?
C: Tú lo sabes perfectamente, déjala en paz Julia, esta vez tiene a su lado a una mujer
de verdad, a una mujer que no va a permitir que tú le hagas daño, espero te quede claro.
¡Ah! y ni se te ocurra utilizar a tu hijo para esto si te queda tan solo un poco de dignidad
Dio media vuelta y se marchó, en su despacho una Julia enfurecida se sentó en su sillón,
era cierto, era un capricho suyo ¿y qué?, si Amelia quería volver a su lado ¿quién lo iba
a impedir?, aquella Luisita... aquella enfermera de poca monta que estaba a su lado,
aquella mujer no le llegaba ni a la planta del pie, se lo había dicho Carolina, por lo
tanto, ¡quién iba a impedir que Amelia volviera a su lado!. Resopló molesta con Cruz,
siempre le había acusado sin tapujos, era peligrosa porque era una amiga leal, y estaba
segura que se lo diría enseguida a su otra amiga leal...
Frente a la radio, una Benigna fuera de sí escuchaba como Cruz le contaba lo ocurrido
Una pija en la selva 552
C: Eso ha sido mi encuentro con ella, pero lo fuerte viene ahora, Julia ha conseguido
que de igual manera que a David, Amelia sea culpada de desobediencia, me han dicho
que la van a citar en Brazzaville, lo más probable es que la remitan a Madrid
B: Pero eso no puede ser... ¡cómo va a salirse siempre con la suya! (gesticulaba
nerviosa)
C: No lo sé Benigna, pero si es así, nadie vamos a poder evitar que esto ocurra
B: Déjame que hable con Quintero, déjame que haga todo lo posible para frenar esta
locura, porque está loca
C: Deberías ver su despacho, lleno de fotografías con su marido y el pequeño
B: Para morirse (renegó)
C: ¿Cómo lo lleva Amelia?
B: ¡Pues qué quieres que te diga!, la veo mal, no pensaba que dudaría esta vez, porque
yo creo que sinceramente está enamorada de Luisita, locamente enamorada, pero el
miedo le frena y encima, la posibilidad de poder recuperar a su hijo, más
C: Ya, sabes tan bien como yo que a Amelia la tiene pillada por ahí, el pequeño no tiene
culpa de nada y sin embargo va a ser el culpable de que Amelia vuelva a caer
B: Sí, aunque yo creo que Luisita está dispuesta a ayudarla, sino, no estaría con ella
C: No la conozco pero ya la admiro
B: Sí, es pequeñita pero matona (sonreía)
C: Hablando de matones, ¿mi hombre?
B: Tu hombre me tiene harta, es como tener a un león enjaulado... deberías verlo...
C: Imagino, dile de mi parte que haga una cura de sueño, que se relaje que por lo que
me han contado, todo el mundo habla maravillas del trabajo del equipo
B: ¿Y aún así crees que puedan buscarle las cosquillas a Amelia?
C: Es que Amelia no escarmienta... y esta vez le puede salir caro
B: Claro, encima la Julita lo sabe, sabe que Amelia le puede el corazón
C: Así es... bueno... espero que aunque no sirva de nada mi presencia, le haya parado un
poco los pies
B: Yo también lo espero Cruz. Y ahora voy a darles la comida que no sé que estarán
haciendo toda la mañana, no he querido molestarlas
C: ¿Me vas a decir que no estarán haciendo lo que supongo?
B: No Cruz, Amelia está muy afectada y yo sé que es por Luisita, si Luisita no existiera
estaría bien, le daría igual que Julia moviera hilos o no, pero ella en cierta manera sabe
que si Julia aparece no va a ser contundente con ella porque espera la oportunidad de
ver al niño, y entonces sabe que le hará daño a Luisita, eso la tiene mal
C: ¡Joder! (protestó) Vamos a ver que pasa mira... a lo mejor nos preocupamos y no es
para tanto, Amelia en dos días sola con Luisita se da cuenta que no necesita para nada a
Julia, ni para tener a su hijo otra vez
B: Ya pero... si Amelia tiene que ir a Madrid, no va a acompañarla Luisita
C: Bueno no nos adelantemos a acontecimientos, igual, cuando declare nos dan una
sorpresa y no se lo toman en cuenta
B: Dios lo quiera. Voy a llevarles la comida
Se despidieron hablando un rato más de las niñas, para que le contara a Marce, después
salió hasta la cocina, los hombres no habían regresado y veía los rostros preocupados de
Nmaba y Nsona, les había tratado de tranquilizar porque incluso Lula se mostraba algo
alejada y Benigna sabía que Massamba había causado en ella algún sentimiento y lo
esperaba ansiosa como las demás. Le ayudaron entre charlas que trataban de animarse
con los hombres y la caza, todo iría bien, y esta vez con la compañía de Sissou llevaron
las dos bandejas de la comida
Una pija en la selva 553
A: (“Es adorable, creo que en toda mi vida nadie me había tratado como lo está
haciendo ella, nadie me ha dado tanto en tan poco tiempo, me asusta, me da pánico
porque no puedo fallarle, quizás espera tanto de mí... pero... al mismo tiempo es la
única posibilidad que tengo de recuperar a mi niño... aunque... ¿alguna vez fue mi
hijo?, para mí sí así lo siento, pero... joder es tan maravillosa que no sé ni siquiera
como puedo dudar, como puedo pensar en, en la persona que más daño me hizo y ella
en tan solo unas horas me ha dado todo el amor, su comprensión, su ternura, me ha
demostrado que merece la pena intentarlo... pero mi hijo... mi pequeño”)
La puerta se abrió dejando paso a una Benigna un tanto asombrada por el pedido de
Luisita, pero como iban a estar allí encerradas y con el nuevo giro que había dado aquel
encierro, quizá lo mejor era distraerse con algo
B: Aquí lo tienes, oye te aviso que no sé como Mona lo abrió, y allí estaba frente a tus
fotografías cada vez que salías era un aullido que nos llenaba el alma de desespero a
nosotros también
L: Que guapa es Mona... (sonrió feliz por el comentario)
A: Por lo visto no tengo exclusividad, me voy a empezar a mosquear que lo sepas (le
decía levantándose y dirigiéndose hacia la bandeja una vez acabados sus pensamientos)
Oye Benigna aquí tenemos para un regimiento entero, mmmm esto está de muerte
B: Tenéis que recuperaros bien, Quintero me ha comentado de nuevos ataques de la
guerrilla, nuevos éxodos
A: Joder (protestó)
L: Nunca van a parar
B: Evidentemente no. A parte de eso quería comentaros que mañana me voy
A: ¿Te vas? (la miró seria)
Una pija en la selva 554
L: ¿Dónde?
B: Es que he quedado con un ligue, más guapo ¡alto y moreno!, ¿qué pensáis que sois
las únicas?, así que ale, mañana os portáis bien que quedará Sissou a vuestro cuidado, le
he dicho que dos golpes y lo deja en el suelo
L: No hay problema
B: Hasta la noche
L: ¿Y la merienda? (preguntó con el ceño algo fruncido y la sonrisa de Amelia)
B: Tú acabas con las reservas, y como hagas mucho ejercicio, me veo a los pobres
hombres convirtiéndose en cazadores diarios (dijo muy seria marchándose)
L: ¡Qué fuerte! (susurró al ver como se iba)
A: No mujer, si tiene razón eres una tragona sin remedio
L: No, no lo digo por eso... lo digo por lo del ligue
A: Ah ni caso, nos ha vacilado
B: Te he escuchado nena (entró de repente asustando a las dos)
L: ¡Benigna! Que casi derramo dos gotas de caldo
T y A: Jajajajajaajajajajajaja
B: No tienes arreglo (se partían de risa) Bueno a lo que venía que la fruta es la merienda
A: Ya, muy bien... espero te aproveche la cita con tu ligue
B: No entraré en detalles pero (hizo un movimiento ligero de hombros muy gracioso
que provocó en Luisita que el caldo que estaba bebiendo saliera despedido tipo
pedorreta de Mona) Dios mío eres igual que Mona con razón te ve como su madre
E y A: Jajajajajajajajajaa
A: Dios que bueno
L: Joder que me meo (salió corriendo hacia el lavabo mientras las otras dos no paraban
de reírse) Os estoy escuchando
B: Pero si aún no hemos dicho nada (miró con cariño a Amelia, se acercó dejándole un
beso en la frente pues estaba sentada y se fue)
A: Gracias Benigna (le musitó antes de que cerrar la puerta)
L: ¿Se ha ido? (se asomó secándose las manos)
A: Sí (su gesto era algo melancólico Luisita se percató)
L: No te lo comas todo ¿eh?, deja algo para merendar o te comeré a ti (le susurró al oído
al llegar a su altura, entonces Amelia le cogió suavemente de la muñeca y la obligó a
sentarse al hacerlo Luisita sonrió mientras se quejaba sobre sus rodillas) ¡Ay!
A: A mí no se me amenaza (metió su mano por debajo de la camiseta ante la sonrisa
juguetona de la enfermera que sintió un escalofrío al sentir su piel) A mí, se me come
directamente
L: Es bueno saberlo (musitó al ver como lentamente demasiado lentamente Amelia
acercaba sus labios a los suyos)
A: Pues ya lo sabes, peque (su voz volvía a estar cargada de deseo y su mirada fija en
los ojos de Luisita, con una mueca de avidez en su rostro que en su conjunto más la
caricia lenta de su mano en el vientre de la enfermera hizo que ambas sintieran una
necesidad visceral de besarse)
L: Te... te... (tragó saliva) Tengo hambre pero de comida (aclaró nerviosa)
A: Yo también (sonrió ante los nervios de Luisita)
L: ¿Comemos?
A: Sí
No dejaba de sorprenderla, igual era un torbellino de fuerza y pasión, que igual como en
ese momento se mostraba quebrantable y casi parecía indefensa, era capaz de
desmontarla tantas veces con una sonrisa, con una mirada, con una caricia podía
Una pija en la selva 555
L: ¿Me oyes?
A: Perdona... estaba pensando
L: No pasa nada (asintió sonriendo restándole importancia)
A: ¿Qué me has dicho? (la miraba con ternura)
L: Te comentaba que si te apetece ver fotos... no sé... para pasar un rato agradable
(notaba su mirada y sentía como su corazón ardía de calma)
A: ¿Fotos de quién? (sonrió de lado mirándola intensamente)
L: Bueno verás... tengo un amigo que es fotógrafo, Daniel, me quería mucho
A: ¿Novio? (le preguntó enarcando su ceja derecha que tan bien manejaba)
L: Noooooo (exageró mucho la contestación entonces sin poderlo evitar se puso roja y
carraspeó) Si te oye su marido es probable que te diera una buena reprimenda, no he
visto hombre más celoso que él súper súper celoso
A: Vale, amigo entonces (sonrió mientras lamía lentamente la cuchara)
L: Ejem (carraspeó ante el gesto notando como se excitaba irremediablemente) Pues
nos queríamos mucho era el único que me apoyó cuando le dije esta aventura, lo que
pasa que el tiempo nos separó, antes de marcharse con su marido a Málaga me hizo un
regalo, y quiero que lo veas
A: Deduzco que son fotografías tuyas
L: Sí (sonrió algo tímida)
A: Me encanta cuando te pones así de tontita
L: ¿Yo?
A: Sí tú, cuando te sonrojas... estás para mmmmmm (cerraba los ojos y juntaba sus
labios en señal de degustación)
L: Eres muy mala ¿lo sabías? (le decía mientras Amelia sonreía) ¿Entonces qué dices?
A: ¿Qué, que digo?... que por verte a ti... haría lo que fuera (sonrió)
L: Uf (resopló sonriente sintiendo como todo se alteraba en su interior)
Terminaron de comer entre bromas, se lavaron los dientes, se asearon un poco porque el
calor era intenso y aunque Amelia parecía estar más relajada, la ansiedad que se había
instaurado en sus ojos, seguía allí intacta por mucho que Luisita le hablara o le hiciera
alguna carantoña. En el fondo de no sabía si su alma si su corazón o su razón, seguía
una losa que pesaba mucho, una losa llamada Julia que arrastraba lo que para Amelia
había sido en su vida lo más importante, su hijo
El fichero se abrió, y justo en ese momento a Amelia le entró una especie de revuelo en
su estómago, sin poderlo evitar pensó que quizá vería alguna fotografía de su novio, o
con algún otro chico algún beso, alguna caricia, carraspeó con delicadeza, aquello era
una señal de que Luisita le importaba más de lo que ella misma quizá pensaba, entrelazó
sus dedos sobre el vientre de Luisita, ésta comenzó a comentarle las fotografías
Así fueron pasando las fotografías, reían en la mayoría, en otras Amelia llegó hasta a
silbar, y cuando ya fueron llegando a la actualidad el nerviosismo que trataba la Pediatra
de disimular, le llenaba las venas recorriendo su sangre, mezclándose en ella para llegar
a su corazón provocando casi una taquicardia. Aquella Luisita le encantaba, tenerla así,
y no quería ver una sola fotografía con su ex o con ningún otro
L: Y esta fue un día muy especial para mí, me di cuenta que la vida era otra cosa, en
este yate me dije, Luisita esto no es lo tuyo (decía con voz triunfante)
A: Menudo yate
L: Sí, ¿tú no tenías?
A: No, yate no... ¿aún lo tienes? (la estrechó nuevamente entre sus brazos)
L: Mi padre sí
A: ¿Me llevarás un día en yate?
L: ¿Me estás tomando el pelo? (la miró de reojo girando un poco su cara hacia la
derecha, aprovechando Amelia y dejándole un beso en la nariz) ¿No has subido nunca a
un yate?
A: Sí, pero yo quiero subir al yate contigo y llegar a alta mar contigo y (metió su mano
dentro de la camiseta nuevamente de Luisita mientras le dedicaba un sonido juntando
sus dientes de goce mientras Luisita respondía con un gemido gutural ante la caricia) Y
al atardecer hacerte el amor en cubierta
L: Mmmmm Dios (musitó cogiendo su mano y sacándola de debajo de la camiseta) No
sigas Amelia por favor
A: ¿Por qué? (le preguntó divertida)
Una pija en la selva 558
L: Porque me pones (le dijo abiertamente y su respuesta volvió a dejar a Amelia fuera
de juego, antes un comentario suyo le había provocado sonrojarse, ahora era ella la que
sin tapujos con su frase le hacía sonrojarse) Y estamos viendo las fotos
A: Vale... (aceptó sin mucho convencimiento)
L: Mira esta es mi preferida (decía sonriendo)
A: Las Pirámides de Egipto (susurró boquiabierta por la fotografía, un atardecer
rabiosamente bello, con Luisita y una niña en sus brazos) Estás guapísima
L: ¿Tú crees?
A: Sí, como diría Bárbara, para mojar pan
L: Esa niña era hija de nuestro guía, siempre iba a mi lado, cuando me marché y vi su
carita me pregunté como podía ayudarla
A: Luisita desgraciadamente no puedes ayudar a todos los que necesitan esa ayuda, no
está en tus manos
L: Lo sé... pero los niños son mi debilidad
A: ¿Te gustaría tener? (le dejó un suave beso en la mejilla)
L: Sí, era mi sueño
A: Bueno... los puedes tener igual (le acarició la mano con ternura)
L: No, no puedo, tuve un aborto a los dieciséis años y... me quede estéril (su voz sonó
lenta y repleta de tristeza)
A: Lo siento Luisita... no sabía... (su caricia fue más intensa)
L: Mi sueño era tener cuatro o cinco, me encantan
A: Lo noto cuando estás con los pequeños, es inevitable
L: Como a ti, ¿verdad?
A: Sí, siempre quise tener cuatro...
L: ¿Te das cuenta cuántas cosas tenemos en común? (le preguntó dejando pasar un poco
el silencio que Amelia había impuesto en la habitación, y quiso desviar el tema
A: Sí, es verdad (sonrió) ¿Y como es que fuiste tan precoz?, no es que me importe
pero... bueno...
L: Pues fue una tontería, ya sabes... que si la primera fiesta que si bebes la primera vez,
que si el chico que te gusta te toca, te besa, en fin... yo ni siquiera recordaba nada hasta
que... no me bajó la regla
A: ¿Y qué hiciste?
L: ¿Qué iba a hacer?, yo nunca había sido una niña conflictiva, pero aquello me
transformó en una degenerada a los dieciséis años para mis padres
A: Que fuerte (dijo boquiabierta)
L: Sí, súper fuerte (entonces se miraron y dieron una carcajada en otro momento se
hubiera girado, se hubiera subido sobre ella y la habría besado sin más, en ese instante,
se detuvo) Vale, lo reconozco... soy pija
A: Mucho (reía divertida pensando en girarla y besarla con pasión, de no ser porque de
hacerlo quizá pensaría que era otro arrebato para olvidar a... detuvo su risa y lo arregló
diciendo) Tu vida no ha sido fácil tampoco
L: No, ya te lo dije, mi vida ha empezado a valer al llegar aquí
A: ¿Me incluye a mí?
L: No te incluye, digamos que eres la mayor parte de mi mejora
A: Gracias... oye y... ¿por qué no hay fotos de tu ex? (no pudo aguantar más la
pregunta)
L: Es una buena pregunta (sonrió alegremente) Es que a Daniel le caía fatal, siempre me
decía “cariño... la persona que te haga feliz no ha llegado todavía pero llegará y
entonces la incluiré en el álbum”. Así que ni una solo foto suya tengo aquí
A: Tu amigo Daniel tenía buen ojo
Una pija en la selva 559
L: Claro
A: Sabía que entendías (le dijo con total convencimiento)
L: ¿Entender?
A: Sí que eras lesbiana
L: ¡Anda ya! (la miró como si se estuviera burlando de ella)
A: Que sí mujer... que lo notaba...
L: ¿A mí?
A: Sí a ti y me apuesto lo que quieras a que cuando se lo digas no lo vas a sorprender, te
dirá siempre lo supe (Luisita la miraba fijamente) De verdad
L: ¿Te estás quedando conmigo?
A: Jajajajajaa (volvió a dar una carcajada acompañada por una sonrisa incrédula de
Luisita) Para nada
L: Mira ahora mismo agradecería a todos los Dioses que un halcón mismamente nos
aguantara un repetidor de Internet
A: ¿Un halcón? (volvió a partirse de risa) Joder estás como una cabra
L: En serio (reía sin parar con ella entonces si se giró poniéndose sobre ella jugueteando
las dos tocándose por aquí por allá para hacerse cosquillas) No te burles de mí... eres
muy mala Amelia... pero mucho
A: Luisita que me haces cosquillas (le decía riendo)
L: Si es que eres lo peor (sonreía también)
A: ¿Ah sí? (la pudo detener y en su lucha se quedaron con las respiraciones agitadas
mirándose a los ojos, intercambiando aquella mirada a los labios, entonces Amelia
levantó un poco el cuello y Luisita se acercó para besarla) Luisita...
L: Me encantaría que Daniel te conociera... seguro le ibas a gustar
A: ¿Tú crees?
L: Sí, porque él vería que me haces inmensamente feliz
A: Luisita (la abrazó sin decir ni hacer más)
Antes de retirarse a dormir, Benigna pasó para despedirse de ellas, ambas quisieron son
sacarle cosas de aquel ligue que Amelia insistía no existía y Luisita quería pensar que sí.
Sin embargo como los hombres no habían regresado, tuvo que posponer su cita a menos
que durante la noche o a primera hora llegaran los cazadores para que Zulú la llevará a
su destino. Una vez se despidieron, se acostaron, cada una a un lado de la cama, se
dieron un beso suave de despedida, y Luisita abrazó el cuerpo de Amelia. La noche
cayó inevitablemente, los sueños comenzaron a hacer aparición en cada una de ellas,
mientras una se agitaba, la otra soñaba en una felicidad que no sabía si existiría, tal fue
así, que a mitad noche a Luisita la despertó una Amelia sobresaltada:
L: Amelia (la miró notando en sus ojos un brillo especial, entonces le sonrió
acariciándole la mejilla con suavidad mientras Amelia cerraba los ojos ante el contacto
con su piel mientras soltaba una profunda exhalación)
A: No puedo más (musitó con la voz ahogada en el deseo)
Amelia estaba acodada sobre el almohadón, la miraba fijamente con sus ojos ansiosos,
su mano derecha que era la que le quedaba libre de total movimiento, comenzó a
acariciar suavemente el vientre de Luisita, ésta entendió su mirada repleta de deseo a
pesar de la oscuridad de la noche, sus ojos resplandecían como los de un gato en mitad
de la oscuridad, tenían ese brillo que le gustaba ver, ese brillo que la iluminaba a ella y
le gritaba enloquecidamente en silencio que la necesitaba
A: Más fuerte Luisita, apriétame más fuerte (le susurró antes de introducir hábilmente la
punta de su lengua en la oreja de Luisita que gimió con fuerza sintiendo como toda ella
se erizaba)
L: Amelia... Amelia... ¡ay... ay! (gemía de gusto mientras apretaba fuertemente el culo
de una Amelia que se movía contra su sexo que la buscaba ansiosa moviendo
intensamente las caderas gimiendo, suspirando a la par)
A: Luisita... Luisita... ah... (separó su boca de la oreja de Luisita y se miraron en la
oscuridad a los ojos, de esa manera que tan solo las amantes a punto de llegar al cielo
son capaces de mirar) ¡Luisita... me vuelves loca!
L: No pares cariño... (notaba como todo su cuerpo desde los dedos de los pies hasta la
cabeza se tensionaba, como su corazón latía tan veloz que parecía iba a volar, notar la
respiración jadeante de Amelia en su oído aún la excitaba más, y hacía que sus uñas se
clavaran fuertemente en su trasero obligándole a rozarse contra ella más y más rápido)
Más... más...
A: Luisita... Luisita... ah... ah... ah... ¡dios... dios! (decía con las venas de su garganta a
punto de estallar con los latidos de su corazón enloquecidos resonando en sus oídos a
modo de un tam- tam que avisa que el placer está próximo)
L: Amelia... ah... mmmm (cerraba los ojos con un maravilloso quejido que se medio
ahogaba en su garganta entre respiraciones y contracciones de su cuerpo)
A: Ya... ya... estoy a punto...
L: Sí... y yo... ahhhh
M y L: Ahhh... mmmmmmmmmm
Llegaron juntas repletas de su propia humedad mezclada con la ajena, sus muslos
humedecidos, sus bocas secas buscando besos suaves para poder recuperar aliento, sus
latidos alborotados en el silencio de la noche, armando un jaleo de amor como si fuera
la danza del placer sonando única y exclusivamente para ellas. Amelia besó con
delicadeza la frente, los ojos, la nariz y los besos de Luisita que le devolvió uno a uno
los besos, después se miraron a los ojos sonriendo, cansadas, exhaustas pero
inmensamente felices, la abrazó como si pudiera perderla para siempre, mirándola
repleta de amor, Amelia vio el amor y sonrió. Luisita vio la calma y sonrió
L: Nunca había tenido un orgasmo como los que tengo contigo. ¡Qué barbaridad!
(musitaba aún extasiada con una sonrisa de felicidad bien marcada en sus labios)
A: Mi vida (contestó de igual manera) Espero que siga siendo así... y si quieres que te
diga la verdad (le besó la punta de la nariz y le dijo mirándola fijamente) Nadie me ha
excitado nunca, como lo haces tú
No se dijeron nada más, tan solo se abrazaron, buscaron una posición más cómoda para
poder descansar, sudorosas, cansadas pero maravillosamente entregadas la una a la otra,
entrelazaron sus dedos, cruzaron sus piernas, acoplaron sus cuerpos, suspiraron como si
pudieran robarle a la noche el último suspiro de placer. La luna les dejó un rayo de luz
como si quisiera que ambas pudieran tener presente sus dedos entrelazados, como si
aquel momento fuera detenido a través del tiempo para siempre
Sin embargo, cuando las primeras luces del alba amanecieron, Amelia despertó
sobresaltada, Luisita no estaba a su lado, algo comenzó a llenarla de miedo, al sentarse
en la cama para llamarla la vio apoyada en la ventana mirando, y la calma inundó todo
su interior llenándole el corazón aniquilando poco a poco el miedo
Una pija en la selva 562
Los hombres habían llegado, Luisita miraba a través de la ventana como entraban
exhibiendo su cacería, veía con una sonrisa como Nmaba le daba a su nieto la
bienvenida de una manera especial con el respeto que el jefe cazador se merecía, Nsona
besaba a su marido contenta de tenerlo de vuelta sano y salvo, y Lula sonreía
débilmente a un Massamba a quien a pesar de la distancia podía ver como le brillaban
los ojos. Suspiró. Entonces escuchó sus pasos y volvió a suspirar
A: Me has asustado (le susurró mientras al mismo tiempo pasaba sus manos por el
vientre y le dejaba un beso en la sien)
L: ¿Y eso? (sonrió ante el tacto de sus labios en su piel)
A: Pensé que me habías abandonado
L: Jamás haría eso (entonces se giró y la miró a los ojos para que se diera cuenta que le
decía la verdad) Buenos días
A: Buenos días (unieron sus labios con dulzura y las manos de Luisita pasaron por el
cuello de Amelia atrayéndola irremediablemente hacia ella, tras un beso largo y
profundo, al separarse se besaron lentamente con besos cortos y divertidos mientras
sonreían) ¿Qué mirabas?
L: Ya han vuelto de la caza, es increíble como se recibe a los cazadores (decía orgullosa
de pertenecer a aquel clan)
A: A ver (se asomaron las dos con sus brazos por detrás de la espalda y sus manos bien
cogidas a la piel ajena que no por eso era menos reconocida) Joder... menudo festín te
vas a dar
L: ¡Pero qué mala eres! (le hizo cosquillas)
A: No (le apuntó con el dedo para que se estuviera quieta)
L: ¿Cómo qué no? (le sonrió ampliamente)
A: Me puedes con esa sonrisa y lo sabes...
L: ¿Ah sí?, no me había dado cuenta (ponía gesto interesante mientras sus manos la
rozaban, estaba desnuda y sentía necesidad de tocarla)
A: Trolera (sonrió) Vamos a la cama no me gusta dormir sola
L: ¿Dormir?, es hora de desayunar
A: ¿Desayunar? (le cogió de la mano y se la llevó hasta la cama echándola con gracia y
subiéndose sobre ella mientras le besaba el cuello) ¿Qué te apetece tomar?
L: Mmmm pues... ahora mismo me tomaría un par de huevos fritos, con un buen trozo
de bacon (Amelia dejó de besarla mirándola con la boca abierta y el codo apoyado sobre
la almohada y su mano sobre la frente), un zumito de naranja, unas tostadas con
mermelada y me tomaría un danone de fresa, ah y por supuesto un café con leche
A: Joder... (susurró) Has roto en el encanto, cuando te estoy besando no es muy
romántico que me hables de comida
L: ¿Qué tenías otros planes? (trataba de no reírse)
A: ¿Tú que crees?
L: No sé coméntamelos a ver... (sonrisa pícara, caricia casi superficial pero electrizante,
y mirada muy viva)
A: Pues no sé si tiene caso ya (se hacía la ofendida)
L: Vaaaaaaaaaaaaaaaaaa (le dijo un poco ñoña)
A: ¡Pero qué tontita eres! (Luisita sonrió mientras pasaba su dedo índice por la espalda
lentamente provocando un leve suspiro en Amelia) Pues había pensado primero
comerme esto (se dirigió hasta su cuello besándola, con besos muy pequeños), después
beberme esto (mientras una mano apretaba un pecho, su lengua lamía el pezón de su
otro pecho que la invitaba a continuar) Y si te apetecía podría seguir por aquí (con la
Una pija en la selva 563
Abrazadas, desnudas, y con un sueño dulce tras recibir y dar amor, escucharon dos
golpes en la puerta, Amelia abrió un ojo, miró a Luisita que no se había si quiera
inmutado ante la llamada. Nuevamente los golpes aquello significaba que no solo les
dejaban el desayuno, así que buscó su ropa pero no la encontró, finalmente se enrolló
una sábana a su cuerpo y con el pelo despeinado, los ojos encerrados y un prolongado
bostezo se dirigió hasta la puerta, la abrió asomando su cabeza, el sol le hizo cerrar un
ojo
B: Hola yo... (al ver su estado la miró fijamente con los ojos abiertos como platos)
A: Brevedad Benigna... no me aguantan las piernas
B: ¡Bueno! (hizo un gesto de negatividad) Me voy con Massamba y Zulú, volveré
mañana
A: Bien (bostezó de nuevo)
B: Madre de Dios... (susurró)
A: ¿Madre de Dios, qué?
B: Diez días así... acabáis con todas las reservas de comida
A: Benigna te juro que cuando salgamos de aquí Marce tendrá que hacer algo (le decía
con una sonrisa)
B: ¿Marce?, ¿de que hablas? (la miraba sin entender)
A: Ven (le indicó con el dedo y cuando Benigna se acercó hasta ella le susurró) Nos
vamos a volver adictas al sexo
B: ¡Ay Amelia! (se quejó ante la carcajada de la Pediatra) Mira... me voy
A: Cuidado con tu ligue (le dijo sonriendo)
Entró la bandeja tras hacer innumerables equilibrios para que no le cayera ni la bandeja,
ni la sábana, entró. Luisita seguía durmiendo, se había encogido porque al quitarle
Amelia la sábana parecía había notado el fresco, pero no por eso se había despertado.
Amelia sonrió
A: Luisita... Luisita...
L: Mmmmmm (se quejó)
A: Venga despierta dormilona
L: Tengo sueño (renegó)
A: ¿Ah sí?, pues que lástima porque la pinta que tiene el desayuno es para no parar de
comer
L: ¿Desayuno? (le dijo abriendo un ojo)
A: Eso he dicho, pero tú tranqui, que si no quieres me lo como yo
L: ¡Tus ganas tía! (le dijo sentándose mientras le daba un escalofrío)
A: Espera vamos a hacer algo mejor, yo me acuesto a tu lado nos tapamos para estar
algo más refugiadas y desayunamos ¿qué te parece?
L: Joder que pinta tiene esto (susurró sujetando la bandeja)
Una pija en la selva 564
A: Ni caso, lo tuyo es grave ¿tienes algún secreto más? (la miraba fijamente enarcando
una ceja)
L: ¿Qué dices?
A: Al principio teníamos casi, que obligarte a comer y ahora...
L: ¡Qué va!, yo siempre he sido una tragona lo que pasa que al principio tenía los
nervios en el estómago, solo dejo de comer cuando me preocupa algo, por eso siempre
estaba en el gimnasio para perder lo que ganaba comiendo
A: ¿Ibas a un gimnasio? (la miró fijamente)
L: Sí, ¿por qué me lo dices así?
A: No sé... no pareces la típica pija de gimnasio, bueno... aunque (se detuvo mientras
cogía su vaso de café)
L: ¡A ver que vas a decir! (le advirtió mirándola fijamente)
A: Sí... tienes pinta sí, joder el primer día que llegaste te faltaba una cámara de
televisión detrás, más bien parecía que ibas a desfilar por la Sabana como si fueras una
Diosa (decía riéndose
L: Muy graciosa, lo que pasa es que una tiene clase (dejó definitivamente la bandeja
sobre la cama y cogió el pan que Benigna les preparaba)
A: ¿Qué más secretos guarda mi bella compañera de cama?
L: ¿Cómo quedamos, no era tu novia?
A: No, según tú no, así que ahora eres compañera de cama, eso sí, no una compañera
cualquiera no (le decía bajito jugando con su nariz en la mejilla de Luisita que sonreía)
La más pija de todas, y la más...
L: ¿Qué? (le sonrió al ver como se mordía el labio inferior juguetona)
A: La más caliente de todas (le musitó y vio como Luisita se sonrojaba) Me encanta que
te sonrojes así
Cuando llegó el momento, siguieron su camino, la cita de Benigna estaba a cinco horas
en coche, debían pasado al estado de Cuvette, donde alguien les esperaba en Lobako
Caía la noche cuando Nsona volvió a golpear la puerta de la cabaña, desde fuera oyó la
carcajada de Luisita y sonrió, sin duda, aquella Mwasi era la idónea para Amelia, una
Amelia que abrió la puerta. Nsona miró de reojo y vio como sacaba su brazo desnudo y
después el pie cerraba la puerta
Otra puerta se cerraba, en ese instante un hombre se sentaba frente a Benigna, tras más
de dos horas de charla, la mujer salió, y se reunió con sus dos acompañantes que
luchaban para no dormirse
Massamba: Mami
B: ¡Ay Massamba! (suspiró ladeando la cabeza) No sé... no sé...
L: No puedo más cariño... no tengo fuerzas... no puedo (decía tras una tarde noche
intensa de amor)
A: Venga (sonrió ante su comentario) Vamos, levanta quiero enseñarte una cosa
L: ¿Qué? (decía aturdida con los ojos casi cerrados)
A: Ven, levanta dame la mano
L: ¿Qué hora es? (le preguntaba mientras le daba la mano)
A: Voy a llevarte al paraíso mi amor
L: Otra vez, si creo que no he dejado de estar allí (decía con voz somnolienta mientras
bostezaba y Amelia sonreía)
A: Ya lo verás, espera (fue a coger la manta mientras Luisita se apoyaba en el marco de
la puerta y cerraba los ojos) Pero mi niña... ¿tan cansadita estás?
L: Sí (ponía un puchero)
A: Venga que esto merece la pena y más después de una noche lloviendo
L: Vale (aceptó con una pequeña sonrisa)
Amelia bajó una especie de escalera de madera, subió la primera y después le indicó a
Luisita que hiciera lo mismo, lo hizo pero cuando estaba por el segundo escalón se
tropezó y se quedó colgando de la escalera con los pies al aire
A: ¡Pero Luisita!
L: Auuuuuuuuuuuu (se quejaba)
A: Mira que eres ¡eh! (no podía evitar la carcajada) Venga va...
L: Ay que daño... (se quejaba pero al subir a un pequeño cuadrado una especie de
terraza que daba a la parte trasera de la aldea se quedó con la boca abierta) Joder...
A: Es maravilloso ¿eh? (se sentó, y le hizo una señal para que se sentara también, más
que nada porque no cabían de otra manera) Ven y disfruta
Una pija en la selva 566
L: Uf (resopló mientras se refugiaba entre sus brazos y Amelia extendía la manta sobre
ellas la tapaba bien apoyando su espalda en la pared de madera en un almohadón que
tenía allí preparado) ¿Este es tu lugar?
A: Sí, ahora es nuestro lugar (le besó en la sien)
L: Es impresionante... (murmuró mientras entrelazaba sus dedos a los de Amelia)
Realmente impresionante
Y así era, las luces y sombras de la noche, luchaban con el sol que quería salir dejando
en aquella batalla una visión impresionante del lugar, el cielo se dibujaba de una
variedad única de colores, mientras el olor a tierra, hierba mojada les daba un toque
exótico realmente envidiable. Luisita no recordaba en su vida haber vivido algo
parecido. Y a eso, se le unían las voces finas de algunas aves que con su himno daban la
bienvenida a ese sol poderoso que luchaba con las nubes por mostrar toda su
majestuosidad, y aquel día, el sol quería mostrarse a dos mujeres que miraban con los
ojos repletos de ilusión por compartir algo tan hermoso. El silencio entre ellas ante el
espectáculo fue alterado por la voz de Amelia
Amelia notó como el cuerpo entero de Luisita se tensaba entre sus brazos, por mucho
que tratara de no mostrar impresión, aquella frase era la que menos esperaba, la que
menos podía entender y su cuerpo no pudo evitar mostrar la sacudida causada, así como
sintió un mazazo inesperado en su corazón. Y como Luisita estaba de espaldas, no pudo
ser testigo de una lucha que se había desatado en sus ojos que perdían por un momento
el espectáculo que frente a ellas se les estaba brindando, la misma batalla que tenía el
sol en ese momento con la oscuridad, era la que ella tenía con sus lágrimas para
retenerlas, sin duda había sido un golpe inesperado y doloroso, tremendamente
doloroso, pero si estuvo allí en sus silencios debía seguir estándolo, debía dejarla hablar
como hasta ese momento había respetado su silencio, así que lo único que fue capaz de
hacer fue rozar con sus dedos los de Amelia, una caricia suave que estaba repleta a su
vez de una extrema dulzura que fue como esperada por la Pediatra para seguir, a pesar
que Luisita estaba muerta de miedo de lo que pudiera seguir a aquella maldita frase que
le había dejado helada y casi provoca que su corazón se detuviera
A: Lo bueno y lo malo que hay en mí es Julia, porque desde que la conocí solo viví para
ella, le entregué mi vida y todo mi amor, estaba ciega por ese amor si alguien me decía
cualquier cosa sobre ella, yo no hacía caso, si yo veía cualquier cosa extraña en su
comportamiento siempre encontraba una disculpa (Luisita tragó saliva no sabía si debía
o no hablar, realmente no sabía que hacer, así que exhaló un profundo suspiro que
pareció ayudar al sol a apartar algunas zonas oscuras y teñir así el cielo de un color
sonrojado. Amelia por su parte notaba los latidos de Luisita apresurados sobre su
antebrazo que rodeaba el cuerpo de la enfermera, sabía que le estaba provocando temor
pero era necesario ser franca con ella) Confundí amor por estupidez, era de las que
pensaba que el amor existía realmente, que dos personas podían entregarse a ese
sentimiento, por supuesto no era estúpida total, sabía que era complicado mantener una
relación en esas condiciones siempre distanciadas, por eso me plantee dejar Médicos
Sin Fronteras para poder estar a su lado, vivir a su lado, y te juro que todo lo que hacía
era por amor, por un inmenso amor. Ella me hizo lo que soy, no había tenido otra mujer
más que ella, aprendí a amar, a desear, a querer, a despertarme anhelando besos,
caricias, a dormirme abrazada a otro cuerpo, sentirme segura, después ya sabes lo que
Una pija en la selva 567
vino (su voz se quebró pasó su lengua por sus labios se habían secado como siempre
que hablaba de Julia)
L: Amelia... (musitó al escuchar su silencio)
A: Déjame hablar creo que te debo una explicación, no es justo que guarde silencio
frente a esto, no es justo para ti ni para mí desde luego es un problema que tengo y que
por extensión te ha afectado a ti
L: Te escucho (le instó como si así pudiera darle tranquilidad para seguir hablando)
A: Julia ha vuelto a aparecer como me temía, ni un solo día puedo dejar de pensar en
ella, a pesar de todo lo que significaba en mí que era mucho dolor ella seguía aquí,
puedes llamarme gilipollas...
L: Nunca haría eso, creo que es comprensible (la interrumpió rápidamente, y aunque su
voz trataba de ser fuerte la debilidad se había apoderado de ella. Volvió a entregarle un
silencio como si de esa manera le diera la señal de que la escuchaba, de que por mucho
que quisiera huir, no podía, estaba encadenada a ella) Antes de venir aquí no lo hubiera
entendido, ahora lo entiendo perfectamente tu actitud
A: Gracias (sonrió agradeciendo sus palabras con un beso sobre el pelo) Siempre sabía
que un día haría algo por volver, es así, es una mujer superflua que a través del tiempo y
la distancia he sabido analizar, ella jugaba una partida donde ni su marido al que odie
injustamente, ni yo, éramos sabedores de ese juego tan solo ignorantes participantes,
nosotros no sabíamos que ella se había enamorado de dos personas a la vez, ¿eso puede
ser?, creo que sí, solo que ella lo quería todo y jugo con los dos, yo salí perjudicada
como es normal, ella no iba a dejarlo a él le daba lo que quería un hijo y un respeto ante
la sociedad, pero no por eso me iba a dejar de lado, sabía que un día volvería a
intentarlo y me daba miedo, porque es como si tuviera un poder extraño sobre mí
L: Me he dado cuenta (sonrió ampliamente herida)
A: Lo siento (le besó nuevamente, esta vez la frente) Sé que mi reacción fue la peor y
más en ese momento íntimo de las dos, pero no era fácil para mí, quizá saber que
preguntaba por mí removió muchas cosas son esos misterios insondables que habitan en
el corazón los cuales no puedes manejar a tu antojo, te manejan ellos a ti
Hubo un silencio corto, Amelia volvió a humedecer sus labios y entonces estrechó más
fuerte el cuerpo de Luisita contra el suyo, ella se dejó hacer volviendo a suspirar,
mirando la magia que ocurría delante de sus ojos, entonces como si se dejara llevar por
los colores y los primeros rayos de sol, se llenó de calma, no era posible que Amelia le
diera ese amanecer para decirle que no quería estar con ella, la conocía Amelia no era
así. Se relajó de repente y buscó colocarse en mejor postura contra su pecho, entonces le
soltó los dedos que tenía entrelazados, para agarrarse fuerte a sus dos manos para darle
la confianza que sabía Luisita le estaba pidiendo con ese silencio para continuar. La
fuerza que ella podía entre ver en sus líneas que le quería decir le daba
L: Imagino que si a mí me hubiera pasado como a ti, estaría igual, pensé en un primer
momento que ella te interesaba y no te voy a mentir, me dolió
A: Lo sé Luisita, por eso necesito hablar, cuando te he dicho que ella es todo en mí, era
el punto y final a lo que ella ha supuesto para mí, yo pensaba que nunca sería capaz de
olvidarla, que siempre estaría en mí, que siempre andaría como enganchada a mi
corazón y de hecho así era, por más mujeres que pudiera conocer ninguna me ayudaba a
sacarla, era como si con cada una de ellas todavía me castigara más (suspiró con actitud
triste como si así reconociera que lo que hacía no era lo que quería, su ceño se frunció,
su garganta se había vuelto a secar y volvió a tragar aquel nudo que tenía allí en forma
de Julia y al que quería derrotar definitivamente) Esta mañana he entendido lo que
Una pija en la selva 568
necesito de Julia, porque la sigo teniendo ahí presente, porque he esperado una palabra
suya, sigo pensando que ella es la madre de mi hijo, ella tiene el poder sobre el
sentimiento que me une a él, a un hijo que no tengo, que no sabe de mí, un hijo que ante
la sociedad tiene un padre, ante mi corazón tiene en mí una madre, ella me conoce,
Benigna tiene razón, es capaz de utilizarlo para volver a intentar estar conmigo, y pongo
la mano en el fuego que lo lograría, que yo caería en su juego, volvería a hundirme en el
fango por mi hijo (hizo una corta pausa y su voz se torno nuevamente tierna y pausada,
relajada y delirante para Luisita) Pero esta mañana cuando me he despertado y tú no
estabas a mi lado, me he dado cuenta que en mi corazón no queda ni rastro de ella, por
un momento he pensado que te podía perder y me he dado cuenta que, estás ahí que te
has colado en él, has borrado todo lo que siempre quise borrar y sola no pude, y ahora
en este momento puedo decirte que Julia lo fue todo, en pasado, un pasado que
necesitaba gritar, porque mi presente y futuro eres tú. Tú que has entrado a mi vida
como un ciclón y no quiero que nada me impida ser feliz a tu lado, no quiero que una
duda entre nosotras pueda hacernos daño, quiero que sepas lo que Julia significó para
mí, un gran amor no correspondido, lo sé, pero fue mi gran amor, pero al mismo tiempo
quiero que sepas que tú eres lo que me importa ahora, que tú eres la mujer que quiero a
mi lado, que siento como parte de mí (hizo otra pausa para tomar aire y poder decirle
con total rotundidad) Luisita sabes que me cuesta decir te quiero, que me cuesta
entregar mi corazón y creer nuevamente en el amor... que me había prometido no
hacerlo nunca más, pero tú eres el amor personificado, eres la ternura y la pasión, eres la
comprensión, me escuchas, me riñes, me haces mejor si estás a mi lado, me has
enseñado que son los celos, y ahí me asusté, porque yo solo quería tu cuerpo y de
repente cuando te vi con Carlos, lo quería todo, tu cuerpo, tu sonrisa para mí, tus besos
solo míos, no soy celosa ni posesiva, ni siquiera con ella, pero tú me muestras un lado
diferente de mí, y como antes dije lo de Julia, ahora digo, quiero todo de ti Luisita (lo
dijo como un susurró tan tímido que inundó brutalmente el espacio, al mismo tiempo
que el sol iluminaba el cielo de la misma manera que el corazón de Luisita se había
iluminado con las palabras de Amelia) Lo quiero porque te quiero a ti, porque hoy me
he dado cuenta que eres todo en mí
L: Amelia... sé que fue importante para ti, no puedo reprocharte nada, creo que es
normal el proceso que has pasado (le hablaba con voz arrolladoramente tierna, suave,
envolviéndola en ese amor que le mostraba día a día) Yo solo puedo decirte que te
quiero, esta mañana cuando miraba por la ventana a Nsona abrazar a Zulú, veía un brillo
en sus ojos especial, ese brillo yo jamás lo tuve (Amelia sentía que el nudo en la
garganta se había desecho, por fin, se sentía liberada de Julia, y abrazó con fuerza a esa
mujer toda dulzura que tenía entre sus brazos) Eso es lo que tú me provocas Amelia,
amor, ni siquiera sabía que tenía tanto para dar, ni siquiera imaginaba que podía pasar
toda una noche envuelta en el más puro deseo, para mí era algo inimaginable, y sin
embargo, contigo todo es fácil, contigo es vivir la vida al día, casi al límite, y eso lo vi
esta mañana, estaba en tus manos, si me hubieras dicho que querías volver con ella, creo
que la tristeza me hubiera matado, pero es tu decisión cariño, no puedo obligarte a
amarme si no es así
A: Eres maravillosa (le obligó a darse la vuelta, Amelia lloraba con esas pequeñas y
finas lágrimas de la alegría y emoción) Realmente maravillosa...
L: Tú también (le limpiaba las lágrimas con cariño)
A: No sé a quien debo agradecer que estés aquí, pero te juro que lo hago todas las
noches
L: Mi amor (unió sus labios con suavidad, con cariño, Amelia respondió de igual
manera al beso)
Una pija en la selva 569
A: Cariño (apoyó su frente sobre la de Luisita) Nunca pensé que pudiera sentir esto...
creo que tú me estás enseñando a amar de otra manera, y me siento muy feliz (decía
emocionada) Me siento correspondida y eso, te juro que es la primera vez que me ocurre
L: Pues anda que tú (dio una carcajada divertida mientras ambas lloraban emocionadas
de poder reencontrarse, tras volverse a besar, a mirarse, a encontrarse, Luisita le
preguntó) ¿Qué esperas de mí Amelia?
A: Espero que sigas siendo así, que me sonrías todas las mañanas, que sigas a mi lado,
que seas tú, tú misma no quiero que cambies nada por mí, quiero que te muestres como
eres (Luisita sonrió entonces con su voz sedosa le musitó abriendo de par en par las
puertas del corazón de la enfermera que la miraba fijamente a los ojos) Quiero esa
sonrisa todos los días de mi vida
L: Cariño (la abrazó sintiendo como Amelia la estrechaba fuerte entre sus brazos y le
dejaba un beso en el hombro
A: ¿Qué esperas tú de mí? (la separó mirándola a los ojos)
L: Espero que seas así, sincera hasta en lo más difícil que es abrir un corazón herido,
dejarme entrar en tu vida, espero que todos los días me llenes con esa sonrisa tuya que
me derrite, y espero, que un día podamos juntas llegar a Madrid, y si lo quieres y
necesitas, luchemos por tu hijo, si lo decides, me tendrás a tu lado
Aquellas palabras de Luisita, lograron que Amelia sintiera lo que era la felicidad, se
volvieron a abrazar a besar con lentitud, con esmero, con cariño infinito y abrazadas,
dejaron que el amanecer les inundara para ser testigo de su felicidad
L: Amelia... el desayuno
A: Mmmm
L: Ve (musitaba)
A: Yo fui ayer, te toca a ti (se acomodó más en la cama metiéndose en la sábana)
L: Voy... voy... ¿y mi ropa? (preguntó rascándose la cabeza mientras bostezaba y se
mostraba cansada)
A: Ehhhh ¿qué haces? (le preguntó al notar que le quitaba la sábana)
L: Voy que insisten y no sé dónde me dejaste la ropa (decía musitando para que quien
estuviera fuera no pudiera escuchar su conversación)
A: Joder... no tardes...
L: Shhh (la mandó callar. Se enrolló la sábana al cuerpo desnudo y abrió, al ver quien
había allí esperando sonrió) ¡Hola!
B: Jesús, María y José (dijo a modo de sorpresa al ver su cara)
Una pija en la selva 570
A: Te echo de menos
L: Y yo mi vida
A: Ven un poco más (se giró abriendo los brazos y fue como una invitación irresistible
a la que no quiso resistirse. Se refugió entre ellos, sobre el pecho que se había enfriado
de Amelia) Te echaba de menos...
L: Creo que voy a tener que hacer algo te has quedado helada (le acariciaba el pecho
derecho)
A: Si es que no tienes conciencia en abandonarme (le acariciaba a su vez la espalda)
L: Soy mala
A: Mucho
L: ¿Me perdonas?
A: Te lo vas a tener que ganar
L: Benigna me ha dicho que el sexo adelgaza
A: ¿Ya ha vuelto? (le preguntó abriendo los ojos)
L: Sí
A: Que extraño... ¿dónde habrá ido? (preguntó con cierto misterio)
L: Con el novio, no tenía cara desde luego
A: Ya te dije se quedó con nosotras
L: ¿Y dónde crees que habrá ido?
A: Ni idea, bueno viene Navidad, igual ha ido a tratar de conseguir algo de tela para las
fiestas
L: ¿Tú crees?, ¿no nos sirven los liputas que tenemos? (apoyó su barbilla sobre su
pecho)
Una pija en la selva 571
M: ¿Y qué esperabas?
B: Otra cosa, algo de entendimiento
M: No lo vas a lograr
B: ¿Y qué vamos a hacer?
M: Esperar (elevó los hombros)
B: ¡Ahora, justo ahora!
M: Benigna... me duele la cabeza no has parado de hablar desde que has entrado, estás
histérica con este tema, has hecho más de lo que debías, y yo haré igual, punto, así
que... relájate no me alteres mi retiro forzoso que ya me tiene hasta los mismísimos
B: De momento no habéis desarrollado nada, creo que podríamos rebajar los días ¿no?
M: Creo que sí, porque me voy a volver loco
B: Bueno cálmate que hoy te va a llamar Cruz
M: Por eso Benigna porque si estoy trabajando no pienso en otra cosa, pero si la oigo,
hablo con ella y me vengo aquí... me pongo muy mal
B: No tenéis remedio
M: ¿Y eso? (la miró enarcando una ceja)
B: Pues eso porque las otras dos están igual, van a quedarse en los huesos
M: Serás mal pensada (le respondió ofendido entrecerrando los ojos)
B: Piensa mal y acertarás
Habían terminado el desayuno, Luisita le había contado como Benigna les había dejado
avisado que en una hora estaría por ellas, así que tuvieron que frenar la pasión y
comenzaron a conocerse algo mejor, a la pregunta de una la otra contestaba
A: Eso sabes que no tienes que decírmelo, ya sé que eres celosa así que me cuidaré
mucho de hacer nada indebido
L: Más te vale
A: Lo mismo digo (se acercó a besarla cuando la puerta se abrió de par en par
asustándolas) Eh Benigna ¿se te ha olvidado llamar?
B: No, si os llego a pillar, traía esto para despegaros (enseñó una especie de sacudidor
que tenía puesto en la espalda mientras las miraba muy serias
Mona: Ahhhhhhhhhhhhhhhhhhh, uh uh uh
A: A la cama no a la cama no (le gritaba como loca Amelia)
Mona: Prrrrrrrrrrrrrrrrrrr (pedorreta para Amelia salto a la cama y abrazo para Luisita)
A: La madre que te parió (le dijo secándose la cara)
L: Es adorable mi pequeña Mona... ¿y Valiente?
B: Castigado
A: ¿Lo has castigado? (se miraron entre ellas) ¿Y eso?
B: Historias para no dormir, debe oler vuestras hormonas y el niño va salido por ahí, ha
aprendido que tiene algo para utilizar, le he pillado haciendo una guarrada con el banco
del comedor (abría muchos los ojos)
Mona: Uh, uh uh ahhhhhhhhhh (movía las manos exageradamente al compás de sus
caderas para alante, para tras
L: Que fuerte (murmuraba Luisita al ver al animal hacer ese movimiento)
A: Parece Fiebre de una Noche de Sábado
Aquel comentario más el baile de Mona, fue una buena excusa para reírse muy a gusto
las tres, empezando por Benigna que se tuvo que juntar las piernas en señal que de lo
contrario se hacia pipi. La primera en ducharse fue Luisita, hicieron el mismo ritual de
la ropa, se metió en la ducha y comenzó a cantar
Y así siguieron hasta que Luisita dio por finalizada la ducha, Mona los coros, y Benigna
el martirio. Luisita salió en su nube particular, cogió de la mano a Mona y se fue a la
cabaña, Benigna se quedó allí de piedra al ver el estado en el que se marchaba, y tras el
espectáculo vivido, no lograba reponerse del todo. Entonces entró Amelia, se desnudó
sin decirle palabra y sin más se metió en la ducha
A: Pasa Benigna
B: Luisita ven, es tu madre
L: ¿Mi madre?
B: Eso ha dicho, toma, ponte la mascarilla
A: ¡Vamos Benigna!
B: No quiero riesgos
L: Ahora vuelvo mi amor
A: No tardes (le lanzó un besito)
B: Mi amor... no tardes... ¡madre mía cuanta tontería! (decía burlándose pero encantada
de ser testigo de aquel amor)
A: Benigna ¿podrás venir un momento mientras Luisita habla?
B: Claro cariño (le sonrió)
A: Gracias. ¡Ay! (suspiro hondo muy hondo, hondísimo de amor)
La acompañó hasta la radio, para Luisita ir caminando por la aldea sin poder acercarse a
nadie era un palo, saludó a los niños con su amplia sonrisa, Nmaba saludó porque su
perro le tocó con la pata y sabía que alguien había, su nieto le dijo que era Luisita
Allí la dejó y salió a paso ligero hacia la cabaña, sonrió al ver como los niños jugaban
con su rota pelota, gritaban y hacían los bailes que habían visto a las dos mwasis,
Amelia reía abiertamente tras la ventana, reconocía aquel movimiento en Luisita y
recordó aquel partido de fútbol que tanto le había gustado. Suspiró algo asustada
Al rato llegó Luisita con gesto tranquilo, la charla con su madre había sido muy amena,
al llegar a la cabaña se quedó un rato Benigna hablando con ellas, contándoles cosas de
la aldea, como Massamba había dicho que Ngouabi estaba preparado para salir de allí,
para ser un hombre, como Zulú le había aconsejado al muchacho que al igual que
Massamba le dijo, esperara un poco más de tiempo y que a poder ser, fuera llevado por
algún camión de Médicos Sin Fronteras. Sobre Lula y sus pasos hacia Massamba,
parecía que la muchacha iba perdiendo el miedo y repulsión que le había quedado por
los hombres después de su experiencia, como Yildas y Sissou también se acercaban
poco a poco, como los niños preguntaban por las mwasis y pedían jugar al fútbol con
ellas, como Zambi, Dib y Laobi, querían darle una sorpresa a Zulú por ser nuevamente
padre, y como ella y Nmaba, hablaban de aquellas dos mujeres que tanto se querían.
Ambas sonreían ante el enorme cariño y dulzura que existía en la aldea, en lo mucho
que las respetaban y las querían
Una pija en la selva 575
L: ¿Y Marce?
B: Ni me lo nombres, me tiene contenta
A: Paciencia Benigna ya sabes que él es como un león, enjaulado se vuelve insoportable
B: Me lo dirás a mí. Bueno pues me retiro a descansar y a preparar la cena
A: Vale
L: ¿Nos vas a traer algo rico? (la miró sonriente)
B: No sé... me lo pensaré. Hasta luego
A: Bueno... ya empezaba a plantearme la idea de echarla (se acercó a ella abrazándola
por detrás mientras la mecía suavemente y Luisita se dejaba mecer)
L: Pobrecilla
A: ¿Todo bien con tu madre?
L: Bueno, en su línea distante, pero bien. Le he hablado de ti (sonrió)
A: ¿De mí?
L: Sí, bueno no le he dicho la verdad creo que le daría un pasmo
A: Vaya (Luisita se giró entonces mirándola) Lo siento
L: Yo no, el día que se lo diga, lo haré con la cabeza muy alta, si quiere bien, si no,
pues peor para ella porque se queda sin conocer a una nuera espectacular
A: En eso tienes toda la razón (la besó en la frente) No va a tener una nuera mejor que
yo
L: Por supuesto. ¡Creída por favor! (dijo finalmente explotando en una carcajada ante el
gesto y el guiño de Amelia)
A: Ya sabes que sí. ¿Bueno y a ver que le apetece a hacer a mi peque? (le besaba con
suavidad)
L: Descansar, tengo agujetas cariño (le reía) Y podríamos aprovechar para aprender
algo de kikongo
A: De acuerdo. Luego nge ti mono kuyongana
L: Espera.. espera... eso me lo dijiste una vez
A: Inga kuanwa (sí cariño)
L: Eso no vale... eso no vale...
A: Nswalu mono kele yanwu (le susurró al oído)
L: Dios... dios... ¿dime el significado ya?, no seas bruja.. no seas mala Amelia (ella se
moría de risa)
A: No señora lo tienes que aprender
Así pasaron un buen rato, Amelia impresionada por la hoja de cálculo de Luisita, le
encantaba su pulcritud para el trabajo, y no solo como enfermera, se daba cuenta que
para todo era tan recta como para su trabajo. Finalmente descifró la frase de Amelia que
se reía abiertamente
L: Pues sí... y ahora te digo yo, nge ti mono kuyongana (hagamos el amor)
En la hora de la cena, Luisita notó que Amelia estaba algo nerviosa, le había hecho
vestirse con la poca ropa que pasó, y ella misma se había puesto un conjunto pantalón y
casaca negro que le quedaba de muerte. Cuando sonaron los golpes característicos,
Amelia le hizo sentarse en la silla
A: No te muevas
L: Vale (sonrió algo nerviosa de verla a ella)
A: Pasa
B: Buenas noches (entraron Benigna y Sissou que se quedo fuera dejándole la bandeja a
Amelia que le guiñó un ojo) Aquí está vuestra cena
L: ¡Dios!, ¿y esto? (le preguntó poniéndose en pie y ayudándole)
B: Amelia dijo cena especial... aquí está cena especial
L: ¿Ah sí? (la miraba con una sonrisa divertida mientras Amelia dejaba la otra bandeja
sobre la mesa
A: Estooooo sí (sonrió feliz)
L: ¿Te quedas Benigna?
B: Pues no lo sé (elevó los hombros divertida mirando a Amelia)
A: No, no se queda
L: No entiendo nada y me estás poniendo nerviosa (le sonrió)
B: ¿Puedo decir algo? (levantó el dedo Amelia asintió) A mí también
A: Me encanta poner nerviosa a las dos mujeres que más quiero
B: Mira que bien
L: Es un bicho sin remedio Benigna
A: Bueno a ver... a lo que iba, ven Luisita (le tomó la mano y se planto delante de
Benigna. Suspiró profundamente mientras las velas jugueteaban con las luces en la
cabaña haciendo un entorno repleto de romanticismo) Quería que Benigna estuviera
presente, porque como veo que andas floja de memoria (Luisita sonrió cogiéndole la
mano nerviosa mientras Amelia sacaba de uno de sus anchos bolsillos una flor igual a la
que le dejó sobre la cama, se la puso en la oreja apartando el pelo, le daba una
luminosidad a Luisita que Benigna admiró de igual manera que lo estaba haciendo
Amelia) Eres la persona más importante de mi vida, te lo dije no sé a quien debo dar
gracias por tenerte a mi lado, por aparecer con esa arrebatadora sonrisa que me ha
conquistado desde el primer día, sé que no va a ser fácil porque en lugar donde estamos
no lo es, pero quiero que lo seas todo para mí, por eso Luisita Gómez (hizo una pequeña
reverencia, Benigna las miraba con emoción) Aquí delante de Benigna como testigo de
mi gran amor por ti, te digo, ¿quieres casarte conmigo?
Hubo silencio, tanto que se escucharon los golpeteos de los tres corazones, el de
Benigna emocionado al ver a Amelia recuperada siendo la misma de siempre, el de
Amelia ansioso por la respuesta y el de Luisita sorprendido, halagado y enormemente,
feliz
L: ¿Puedes repetirlo?
A: ¿Quieres casarte con esta mujer que te adora? (le decía con sus dedos entrelazados y
una sonrisa maravillosa en su cara
L: Sí quiero, claro que quiero
Una pija en la selva 577
L: Espera un momento (le dijo de pronto a Amelia frunciendo el ceño, gesto que borró
la risa de Benigna)
B: (“Ya verás tú, al final no se me casa” pensaba con una mano puesta en la cadera)
A: ¿Qué pasa? (la miraba divertida sin poder dejar de sonreír)
L: ¿Cómo me voy a casar contigo sin antes haber sido tu novia? (la miraba muy seria)
Se van a pensar que estoy embarazada
B: ¡Mira que eres burra! (dijo sin poder callarse apartando a Amelia y abrazándola con
cariño, durante el abrazo, le susurró) Gracias
A: No te pases Benigna que estás tocando mucho
B: No sí... cuando yo digo que sois tal para cual, es que lo sois (besó a Amelia
sonriendo) Que emoción ¡madre!, menuda boda vamos a hacer. ¡Por fin puedo
colocarte!
A: ¿Pero como puedes decir eso con lo mona que soy? (le decía entrecerrando los ojos
como si se ofendiera ante su comentario recibiendo la mueca de burla por parte de
Benigna)
L: ¿Puedo preguntar algo?
A: Claro mi amor, puedes preguntar todo lo que quieras (metió su dedito juguetón en el
escote de Luisita que la apartó sonriente, llevándose Amelia el codazo de Benigna ante
su acción delante suya) ¡Au!
B: Las manos quietas en mi presencia
L: A ver, yo he visto bodas por rituales rarísimos, espero que no sea ese ritual de ir con
una faldita nada más (enarcaba las cejas)
B: ¿Crees que ésta te dejaría ir así? (le preguntó con sarcasmo)
A: Un respeto ¿eh Benigna?
B: No Luisita, de hecho es la segunda boda que vamos a hacer
A: Es cierto, la primera fue Zulú y Nsona (sonrió al recordarlo)
B: Y nos lo pasamos muy bien
A: Es cierto, menudo pedo pillé (sonrió recordando que Zambi y ella se pasaron con la
bebida y acabaron metidos en el bebedero que tenían por aquel entonces)
B: No me lo recuerdes
L: ¿Pero me lo vais a contar? (preguntaba divertida de verlas como si fueran Tip y Coll
debatiendo) ¡Vaya pareja!
B: Yo hago la boda
L: ¿Tú?
B: Anda claro, para algo me ha de servir ser la más vieja del lugar ¿no?
A: Tenemos que preparar los vestidos
B: Sobraron telas, no hay problema
A: Me niego a que Luisita se haga un modelito como el liputa, o, os aseguro que no
respondo (le decía muy seria)
B: Calla, calla (decía haciéndose la escandalizada)
Una pija en la selva 578
Sus manos se colaron por debajo de su blusa rozando suavemente su piel, mientras
Amelia se mordía el labio inferior mirándola fijamente, cuando vio que Luisita cerraba
los ojos y hacía lo mismo con sus manos buscando la piel de la Pediatra, le musitó
A: ¿Sueñas?
L: No...
A: Me alegro (se inclinó lentamente atrapando sus labios) Eres lo mejor que me ha
pasado en la vida, Luisita
L: Tú también, te lo aseguro (se abrazaron y al hacerlo vio la cena sobre la mesa) Esto...
esto... que digo yo que...
A: Tienes hambre (confirmó)
L: Sí (sonrió tan feliz que arrastró la misma sonrisa en los labios de Amelia)
Mientras ellas cenaban, Benigna volvía a reunirse con Marce, el hombre la miraba serio,
si momentos antes había sido una fiera enjaulada caminando de lado a lado, nerviosa y
con cara de susto, en ese momento hacia lo mismo pero con una felicidad que a Marce
le asustaba
B: ¡Imagínate!, nuestra Amelia casada... no me lo puedo creer, todo ha sido tan rápido
M: ¿No estará embarazada, verdad? (le dijo muy serio)
B: ¡Ay Marce! (protestó de mala gana) No hagas bromas
M: Debo reconocer que cuando quiere es inteligente y rápida
B: Está enamorada de verdad, no había visto yo esos ojos así ni con Julia
M: Es que mi Luisita es mucha Luisita
B: Sí, la verdad que es un cielo de chica y espero que todo les vaya muy bien
M: Tranquila, lo intentaremos
B: No sé como va a tomar lo que le viene
M: Pues como siempre, con tranquilidad
B: Ya pero ahora no es lo mismo, ahora si la mandan a Madrid, sería en el peor
momento (decía con la intranquilidad manifiesta en su rostro, con las manos apretadas y
el andar nervioso)
Una pija en la selva 579
M: Bueno, no nos vamos a poner histéricos, ni perder el norte, que bastante lo hemos
perdido ya
B: ¡Qué guapas van a estar!; les pienso hacer el mejor vestido de toda la Selva
M: ¡Benigna eso no tiene ningún mérito! (renegó con gesto amargo)
B: ¡Mira Marce!, bah... no te digo nada ¿para qué?
M: Joder pues llevas una hora que no has parado, me estás maltratando
psicológicamente
B: ¡Tendrás queja! (abrió mucho los ojos) Bueno a ti te voy a hacer un traje que con la
cámara de fotos de Luisita vamos a alucinar a Cruz
M: A mí me dejas tranquilo, ya sabes que esas cosas no me gustan
B: Eres un desaborio
La noche llegó como tantas otras envuelta en lluvia, tras darse el festín de la cena,
donde las carcajadas y susurros combinaron la velada, con caricias lentas en sus manos,
entre sus dedos. Una vez finalizaron decidieron subirse a su refugio con la manta bien
abrigadas y bajo una pequeña repisa de madera que Zulú le había hecho para refugiarse
de la lluvia, a disfrutar de la noche, estaban abrazadas medio dormidas saboreando ese
olor característico de la lluvia y la hierba mojada
Una vez secadas, y relajadas en la cama, Luisita abrazaba el cuerpo de Amelia, si algo
tenían era que las dos necesitaban abrazar y ser abrazadas por igual, lo sabían y desde la
primera noche siguieron siendo una, no importaba quien abrazara pero siempre una y
después la otra dando y recibiendo por igual. Luisita dormitaba relajada como siempre
que acababan de amarse, Amelia aferrada a la mano de su futura mujer, no podía evitar
una lágrima recorriendo su rostro
Durante la noche, en aquella cabaña, se escapó alguna caricia, algún beso tierno, buscar
ese otro cuerpo, abrazarse más, aún dormidas buscarse y encontrarse les daba la misma
paz que cuando lo hacían despiertas. Soñaban sueños parecidos, y lo que en un principio
fue un encierro, se había vuelto en un maravilloso encierro entre las paredes del amor,
entre las luces y sombras de las velas, o en la oscuridad que antes transformaba
pesadillas, y miedos habían aprendido a que ya forman una sola, que las manos si
buscaban encontraban, que si las bocas necesitaban tenían, que si el miedo las
alcanzaba, al lado tenían la calma. Y aquella noche no fue diferente a las anteriores, fue
una más, una noche más dedicada al amor. Suspiros, susurros repletos de pasión,
Una pija en la selva 581
susurros repletos de ternura, caricias lentas, caricias abrasadoras, sudor, gemidos, besos
tiernos y frenéticos, amor infinito amor
Los rayos del sol luchaban con las cortinas para poder entrar a alumbrarlas en su
despertar, para poder participar en aquella cabaña de igual modo que lo hacían los rayos
de la luna, y es que, parecía que ambos astros se habían aliado con ellas y las envolvían
de luz para que nunca más ninguna tuviera la oscuridad en sus vidas. Y cuando aquel
rayo ganó la partida a la cortina, llegó hasta el rostro de Amelia, desnuda abrazaba el
cuerpo de Luisita que dormía boca abajo con las manos escondidas debajo de su
almohada, la sábana las tapaba de forma anárquica y cuando abrió el ojo con esfuerzo se
encontró con la visión maravillosa de aquella mujer que tantas emociones le estaba
provocando. Era imposible no acariciarla, no podía aguantarse las ganas de abrazarla,
besarla, parecía que nunca tenía suficiente, era un deseo enfermizo que le gustaba sentir,
que tenía una respuesta como nunca antes nadie le dio, se sentía querida por Luisita,
respetada, la saciaba de amor, y eso provocaba en ella esa sensación de haber superado
tantas cosas de un solo golpe, sentimientos y miedos que pensó nunca superaría, sin
embargo, ahí estaba la mujer que había logrado derrumbar todas y cada una de sus
razones para no volver a creer en el amor, en ese momento no solo creía en él, sino,
notaba lo mucho que lo necesitaba, con esa sonrisa que le provocaba verla, tenerla,
adorarla comenzó a pasear su dedo por el medio de la espalda desnuda de su compañera
provocando un gemido placentero pero lejano, muy lejano que le hacía entender que
estaba por los mundos de los sueños, mientras, se preguntaba si en ese mundo ella
también sería protagonista como lo era la enfermera en los suyos, y lo era desde hacía
más tiempo del que quizá hasta la propia Luisita podía imaginar, comenzó a soñar con
ella al poco de estar allí, y fue así como fue luchando contra su interior, en los sueños
fue desbancando a la otra, a la que le había matado el amor. Se levantó un poco para
acomodarse sobre ella y comenzar a besar el cuerpo desnudo que parecía invitarla a
ello, pero cuando empezó, unas voces la detuvieron
Se vistieron con la misma ropa que la noche anterior, sonreían felices y Amelia que
sabía lo que iba a encontrarse, la miraba repleta de ilusión y emoción, quería que Luisita
fuera feliz por encima de todo, y aquello conociéndola sabía que la iba a hacer
inmensamente feliz
Una pija en la selva 582
Salieron y al abrir la puerta, vieron como los escalones de la cabaña estaban repletos de
flores y hierba rabiosamente verde, mientras las mujeres dejaban unas vasijas con un
líquido, como les sonreían y según la tradición les dejaban raíces y dos collares hechos
de madera de árbol. Ambas miraban los presentes realmente sorprendidas, no esperaban
algo así, mientras la canción seguía sonando en las voces de las mujeres encabezadas
por Nmaba
L: Que fuerte
A: Sí, es la tradición... nos dejan flores para ambientar nuestras almas, así como aloe
vera sacado directamente de la planta para rociar nuestro cuerpo y que ahuyente los
malos espíritus, raíces de fruta para que tengamos hijos sanos (sonrió) Y esos dos
collares tallados de madera, significan que nuestro amor perdurará como lo hacen los
árboles en el tiempo
L: Estoy asombrada te lo juro, no sé ni que decir (sonreía a las mujeres)
A: Con tu sonrisa se lo has dicho todo
L: Melesi (les dijo emocionada mientras las mujeres seguían bajando la voz y cantando
junto a una Benigna que las miraba orgullosa de aquel matrimonio, de aquella pareja
que iba a ser especial para ellas, dos hijas, sí, dos hijas) ¡Achus!
A: ¡No me digas que te has constipado! (la miró sonriendo)
L: No creo... será alergia
A: Melesi mwasis (les dio sonriendo)
Mujer: Yayi ikele beto ebo sambu na beno kudivuluta (Aquí está nuestra ofrenda para
vuestra felicidad)
B: A partir de ahora, guardáis compromiso la una con la otra, el primer día cuando
nazca el sol después de vuestro retiro, cada una estará en su cabaña, con últimos rayos
del sol, se hará oficialmente vuestra boda. Nde na Ngulusi ya beno tendila tuka bubu, na
nki ntangu ti na monikaka, (que el señor os proteja desde hoy, con el sol y la luna)
Mujer: Nde na Ngulusi ya beno
M y L: Melesi (dijeron a la vez cogidas de la mano)
L: Achus
Las mujeres se marcharon sonrientes, mientras Amelia miraba fijamente a Luisita, que
graciosamente elevó los hombros preguntándole la frase de Benigna que quería decir,
Amelia comenzó a traducirle y decirle lo que pasaría el día de la boda, Luisita
escuchaba atenta, maravillada de aquel mundo, que dentro de la desgracia sacaba
fuerzas para crear en la tenebrosidad del vivir día a día, una alegría que inundaba todo y
lo llenaba de luz
A: Desde luego, pero yo... soy la mejor... no lo olvides (entonces le cogió por sorpresa
de los brazos echándolos hacia tras y así llegando a su boca con total libertad, una vez
besada, indagada en su interior, la miró con ojos seductores y le musitó tocando con su
nariz la suya) Lo ves
B: Vamos... vamos... vamos (entraba Benigna haciendo que ambas de un salto se
pusieran en pie
A: ¡Joder Benigna no sabes llamar!
L: ¿A qué me recuerda eso? (puso su mano en la barbilla llevándose la mirada de riña
de Amelia)
B: Hoy tengo muchas cosas que hacer, así que aligerar
L: Oye Benigna (se levantó corriendo a por su desayuno dejando a Amelia en la cama
sentada mientras cerraba los ojos y negaba con la cabeza) Que sepas que me ha
encantado lo que habéis hecho
B: Esto no es nada, te aseguro que te queda mucho por sorprenderte
A: A mí eso de separarnos otra vez no me gusta nada (le decía con el ceño fruncido
mientras llegaba hasta la mesa)
B: Tú a callar (le dijo sin contemplaciones) Y a la ducha que no tengo todo el día
A: ¿Yo?
B: Sí, tú, Luisita está comiendo y tiene que recuperarse
L: ¡Achús!
B: Jesús hija... Jesús
A: Eso te pasa por dormir con el culo al aire (le dijo muy seria mientras se daba la
vuelta)
L: ¡Amelia! (la riñó pero con esa sonrisa tan maravillosa que la descolocaba)
B: ¡Señor... señor! (repetía saliendo de la cabaña)
A: La tienes escandalizada Luisita, y eso que no sabe como me pones (le susurró en el
oído mientras le acariciaba con la punta de su lengua el lóbulo)
L: Ahhhhhhhhhhh (suspiraba guturalmente mientras mordía su masa de pan)9
A: Vuelvo en seguida (le guiñó el ojo) Au
L: Eso por ponerme y dejarme (le dijo tras pegarle una palmada en el culo)
A: Mala
Al salir, Benigna la esperaba con los brazos cruzados, ella le sonrió, siguieron con el
ritual de siempre, ropa desinfectada, mientras Amelia se aseaba, una vez salió, cuando
Benigna iba a salir de allí, Amelia la llamó
B: Amelia, cariño mírame (le puso la mano en la barbilla) Creo que es la mujer que te
mereces, la que puede darte esa felicidad que siempre has anhelado
A: ¿Y si no soy capaz de hacerla feliz? (seguía aterrada)
B: ¡Pero qué tonterías dices! (le dijo con el ceño fruncido)
A: No sé Benigna, nunca me habían tratado como ella, ya no solo en la cama que es un
volcán que me excita como ninguna otra, sino, hasta cuando estoy durmiendo se ocupa
de mí, me tapa, me abraza, me besa... cuando estamos abrazadas siempre tiene la caricia
justa que necesito, ¡si hasta me ha dicho que luchar por David! (Benigna abrió los ojos
como platos y tras un segundo le dijo casi histérica) Joder Benigna que Luisita es un
pedazo de mujer...
B: A ver Amelia, estás un poco desbordada eso es todo, pero Luisita está haciendo lo
que cualquier persona que está enamorada de otra hace, eso implica que tú tienes que
ser como eres, ni más ni menos, no significa que debas hacer cosas que no sientes, ella
siente taparte por la noche, ¿cuál es el problema?
A: No es un problema, es que... ¡joder que no estoy acostumbrada y no sé como
responderle a esas cosas!
B: Ya, tú estas preparada para responder un buen calentón ¡Amelia! (la riñó) Deja de
pensar así, tú has sido la mujer más atenta del mundo por una mujer que no te dio nada,
¿quieres decirme que no vas a saber tratar a Luisita?, no me lo creo, de verdad, eres
atenta, fantástica, cuidadosa, no tengo dudas de que la vas a tratara como a una reina. Y
ella lo sabe
A: Me da miedo no darle lo que espera
B: Ella solo espera amor
A: ¿Solo? (la miró con cierta ironía)
B: Sí, solo y de eso tú tienes para dar y tomar, ¿entendido? (la miraba de manera
contundente)
A: Quiero que salga bien Benigna, necesito que salga bien (sus ojos mostraban ese
temor de que hablaba)
B: Pues cuídalo, el amor es como una planta, hay que cuidarla, regalarla, abonarla todos
los días, pues eso es lo que tienes que hacer. Amarla, respetarla, cuidarla, adorarla y
sobre todo, demostrarle todo eso, eso es amor
A: Vaya ánimo me das, a mí que se me mueren todas las plantas (sonrió de lado)
B: ¡Tonta eres! (le dio un golpecito) ¿Así qué un volcán? (le preguntó elevando sus
cejas)
A: Benigna te aseguro que me he acostado con varias, pero ninguna como Luisita
B: Quizá porque lo hace con amor, ternura, pasión (Amelia la miraba pensativa) Eso es
lo que se dice hacer el amor, lo otro tiene otro nombre que me niego a decir
A: Sí, lo otro es follar, esto es amar
B: ¡Qué bruta eres Amelia, qué bruta eres! (le decía con gesto de espanto)
A: Te quiero (la abrazó de repente suspirando)
B: Yo también... a pesar de que seas un poco desagradable cuando quieres
Cuando le llegó el turno a Luisita, Amelia entró y le dijo con su sonrisa boba de verla,
que Benigna la esperaba, antes de salir, Luisita se colgó de su cuello y comenzó a
besarla, pequeños besos continuados en los labios mientras le decía con voz entregada,
agudizada por el deseo
El silencio se hizo entre ambas, los pájaros llenaron con sonidos suaves el momento en
que Luisita abrió el grifo y se enjuagó, Benigna removía la ropa en la vasija, sus ojos se
habían centrado en el remolino que el agua hacía. Quería descifrar las palabras de
Una pija en la selva 586
Luisita, sin duda, había sido sincera. Al verla salir y secarse la miró como esperando
que continuara sin realmente ser consciente de la verdad que les esperaba
L: Tiene que llegar el día en que Julia de una u otra manera aparezca en la vida de
Amelia nuevamente, entonces sabré si realmente es lo que parece, que está enamorada
de mí, hasta hoy te puedo asegurar que creo firmemente que sí, de igual manera que yo
lo estoy de ella, creo que es innegable que nos gustamos, estamos bien juntas, nos gusta
trabajar juntas, nos saltamos las reglas juntas (le dijo con una sonrisa y Benigna sintió
ese pellizco en su corazón que lo demostró con una mueca en su barbilla) Sé que el
fantasma de Julia no puede desaparecer hasta que Amelia la enfrente, yo solo puedo
hacer lo que hago, darle todo mi amor, porque nunca me había enamorado de nadie
como lo he hecho de ella... nadie me había hecho tan feliz y me había hecho sentirme
tan importante como lo hace ella. Cuando salgamos de este encierro, el día a día, los
problemas, entonces será cuando de verdad ambas podamos darnos cuenta del amor que
sentimos
B: En eso tienes razón
L: Sé que sentimos mucho amor Benigna, lo sé
B: Amelia es una mujer increíble, a veces un poco ermitaña pero siempre con la verdad
por delante, ella se ha abierto a ti en el corazón
L: Lo sé
B: Y eso no lo había vuelto a hacer con nadie, ¡y lo más importante! (Luisita la miró
con el gesto relajado de sentirse feliz y querida) Ha pensado en ti para formar una
familia, esto de la boda que puede parecer algo bueno... hasta cierto punto divertido...
para ella sé que es importante, lo hace aquí en África porque África es parte de su
corazón, y con ello te está diciendo que te quiere
L: Gracias Benigna
B: No tengas dudas, eres una mujer inteligente que ha sabido ir quitando la armadura de
su corazón, hasta que te lo ha entregado, ahora sólo tienes que alimentar ese amor, como
una planta, regarla todos los días, cortar las hojas que pueden dañarla, esas hojas pueden
llamarse Julia, pero te aseguro Luisita, que Amelia se ha dado a ti, está en tus manos, y
yo me alegro que esté en tus manos, porque solo tú puedes hacerla renacer como la flor
que un día fue
L: La quiero Benigna (la miró fijamente a los ojos) La adoro, la amo... es lo más
importante que tengo en la vida
B: Rezo para que esa vida conjunta sea larga y duradera
L: Gracias por cuidarla
B: Ahora es tiempo que la cuides tú (se abrazaron con fuerza, esa fuerza que da el
cariño mutuo) Amelia va a ser tu mujer...
L: ¡Y qué mujer! (exclamó sonriendo)
B: Bueno... tú no te quedas atrás (le hizo una señal para que se acercara hasta tenerla
cerca y susurrarle) Me he enterado que eres un volcán
L: ¡Qué! (exclamó poniéndose colorada sin remedio ante la carcajada de Benigna que
por fin parecía feliz al saber lo que ambas sentían que no era otra cosa que amor
sincero) ¿Eso te ha dicho?
B: Sí (asintió con un juego divertido de cejas, y una sonrisa maliciosa) ¿Y ella?
L: Ella... ¿pero serás cotilla? (sonrió)
B: Lo que yo diga, esta noche tapones
L: ¡Cuéntame eso, va!
B: Que te lo cuente ella... eso por no decirme nada
L: Pero si te escandalizas...
Una pija en la selva 587
Luisita se fue tras abrazarse a Benigna con esa sensación de sentirse importante, con esa
sensación de amar y ser amada, de querer a los de alrededor y ser querida por los de
alrededor, con su sonrisa brillante y cristalina, llegó a la cabaña, al abrir la puerta vio a
Amelia en la cama de lado durmiendo, estaba tan maravillosa, se sentó a su lado
mirándola, contemplándola le acarició la frente y le dejó un beso, acomodándose a su
cuerpo, estrechándola, sintiéndose en ese instante en la intimidad de las dos, la mujer
más feliz del mundo
Comieron divertidas, tras pasar gran parte de la mañana abrazadas, entre susurros
cariñosos, palabras tiernas y suspiros. Mientras comían Amelia le contaba algo más de
la vida de Benigna, de cómo había sido para ellos importante, de cómo una vez, había
logrado que a ella y a Cruz las soltaran libremente después de secuestrarlas, de cómo
ayudaba a todas las personas que había en la aldea, las que habían pasado, las que
llegarán, y las que a buen seguro seguirían pasando
Una pija en la selva 588
pequeño pellizco allí mismo) Se hace porque esta mezcla es muy excitante y favorece
que el hombre penetre por primera vez a la mujer
L: Uf (suspiró graciosamente)
A: ¿Recuerdas aquel masaje que me diste con aceite de palmera?
L: ¡Cómo olvidarlo! (dio una carcajada)
A: Es cierto uffffff... como me dejaste de mal
L: ¿Y yo qué?, ¡eh!, casi me muero (sacó sus manos de sus pechos que los masajeaban
dulcemente y entrelazó sus dedos) Sigue
A: Aquel brebaje es parecido a este, bueno no en su totalidad, aquel brebaje es para
excitar... ya sabes... yo noté tu humedad sobre mí y casi me volví loca
L: Que mala fuiste, sabías eso y me usaste, menos mal que fui dura e implacable
A: De lo que te ha servido (salió su vena orgullosa sin poderlo evitar)
L: Eres de un creído, vamos... vamos que das asquito
A: ¿Ah sí?... mira que aún no nos hemos casado (se acercó a su boca lentamente)
L: ¿Y?
A: Me puedo arrepentir por ser mala conmigo
L: Una vez me dijiste que aprendiera que aquí no habían leyes, que había que
imponerlas, ¿recuerdas?
A: Sí (sonrió rozando su nariz)
L: Si no te casas conmigo, te aseguro que mi ley fatal caerá sobre ti
A: ¿Y qué me harás? (preguntó juguetona mientras sus manos se liaban en su pelo)
L: Caminaré delante de ti desnuda, me acercaré pero no me podrás tocar, buscarás mis
labios y no te besaré...
A: Para... para... eso es un castigo solo de pensarlo (decía riendo)
L: Pues ya lo sabes. Sigue por favor. Porque eso del brebaje por todo el cuerpo me
gusta, y ya ni te cuento si me lo vas a poner delicadamente por...
A: Sí, y tiene un sabor (se besaron gimiendo boca sobre boca) A ver... a parte de excitar
tiene otra propiedad, esta noche todos deben saber que estás haciendo el amor, es decir,
tus grititos tienen que adueñarse de la noche
L: ¡Anda ya me tomas el pelo!
A: Bueno aunque lo quieras evitar no podrás, es así como la futura esposa demuestra al
futuro marido que está siendo mujer, y el marido gime porque la está haciendo mujer
L: Ya pero tú y yo... (decía sonriendo)
A: Tú y yo igual, hasta los niños saben que esta noche de esta cabaña van a salir los
espíritus del amor
L: Espíritus del amor... ¡me estás tomando el pelo! (le gritó sonriendo de oreja a oreja)
A: Para nada, pero ya verás por mucho que quieras sellar tus labios no podrás
L: Que me da vergüenza (dijo poniéndose colorada)
A: Me encanta cuando te pones colorada... me encanta...
B: Buenas tardes, ¡tenéis cinco minutos para levantaros!, vais a ducharos y aquí os dejo
a cada una su túnica, no quiero atrasos, la cena está lista
A: Hola mi amor (le dijo una vez se quedaron solas)
L: Hola... (se desperezó para terminar de colocarse entre sus pechos otra vez)
A: ¿Cómo estás?
L: Uf... en la gloria si estoy contigo
A: Tenemos cinco minutos cariño
L: Si se me ha aparecido Benigna en mi sueño vestida de cura...
A: Jajajaja, ha venido sí, pero no vestida de cura, te lo aseguro
B: ¡Aún estáis ahí! (les dio una voz que les hizo sobresaltarse de nuevo)
A: Joder Benigna como sigas así no llegamos a la boda
B: Vamos... vamos... las dos fuera
A: ¿Las dos? (enarcó su ceja derecha)
B: Eso he dicho... ¿qué pasa tanta pasión te ha dejado tontita?
A: No, me ha dejado con agujetas que mi niña es mucha niña
T y L: ¡Amelia! (la riñeron a la vez)
A: ¡Ay perdón se me ha olvidado que sois dos pudorosas!
B: Anda tira a la ducha y tú también
L: ¿Juntitas que bien? (susurró encantada)
A: ¿Ahora no le dices nada a ella?
Una pija en la selva 591
Y así entre bromas, risas y diversión se fueron hasta la ducha, primero se duchó Luisita,
fuera Amelia esperaba a una distancia considerable, Benigna como siempre
desinfectando la ropa, y Luisita desde dentro silbando, aquel silbido le llegaba a Amelia
en pleno oído y le llegaba al cerebro machacadamente
B: ¿Dónde vas?
A: Es como el flautista de Amelín Benigna, tiene un poder sobre mí buena voluntad
(decía encaminándose hacia la ducha)
B: ¡Quieta o tu buena voluntad se llevará un mamporro! (le enseñó la pala con la que
movía la ropa)
A: Eres dura e intransigente
L: Te estoy escuchando Amelia
A: ¿Y? (le preguntó abriendo los ojos)
L: Que te estás pasando con la pobre Benigna
B: ¡Ves!
Cuando salió Luisita, se cruzó con Amelia que entraba para ducharse, iba con su
albornoz toda limpia, pelo, cuerpo, y casi alma, se cruzaron una mirada totalmente
apasionada, y una sonrisa enamorada, porque a pesar de la pasión, lo que más seguían
compartiendo era la ternura
Luisita veía moverse los pies desnudos de Amelia en el plato de la ducha, su mente
podía imaginar perfectamente el resto de su cuerpo en ese momento el agua estaría
resbalando por su cuerpo, solo pensarlo le hizo rascarse la nuca y carraspear
Una vez fuera, bien secas, Benigna acompañó a Luisita a su cabaña y le dio una túnica
de seda pura de color rojo, después fue a Amelia y se la llevó allí mismo dándole otra
túnica del mismo color. Después las reunió en la puerta de la cabaña y allí todos,
hombre, mujeres y niños, murmuraban una canción, mientras batían sus palmas y
sonreían ampliamente hacia las dos mwasis que los miraban encantadas, también Marce
desde la puerta de su aislamiento las miraba sonriente, esa sonrisa que Amelia sabía
perfectamente lo que quería decirle, los dos perros, Mona, Valiente, todos estaban allí
observando aquel momento, entonces Amelia le dio la mano a Luisita, y ésta la miró
sonriente, esa sonrisa que tan solo Luisita era capaz de entregarle y hacerla feliz
Una pija en la selva 592
Ambas siguiendo las instrucciones de Benigna, se inclinaron un poco hacia los testigos
de que iban a perder la pureza, Luisita y Amelia no pudieron evitar mirarse de reojo a
hurtadillas. Después Benigna les dijo
B: El color de la pasión... espero que os vaya bien... (depositó una flor en la oreja de
Luisita, de igual modo lo hizo en la oreja de Amelia para después seguir hablando) Hoy
os desposáis... aunque ya tenéis práctica, claro (susurró arrancando la sonrisa de las dos)
Que los Dioses os ayuden a encontrar vuestra alma
Benigna abrió la puerta de la cabaña y se apartó, dejando que las dos pasaran, estaban
radiantes con las túnicas, con las flores destacando en su cabello, con una ligera pintura
que Benigna les había dejado ponerse, labios y ojos, nada más, lo demás debía ser puro
y limpio para entregarse a los dioses. Cuando ellas entraron en la cabaña sus ojos se
abrieron y demostraron una emoción verdadera que les abrigó el corazón
Ante ellas la cabaña aparecía repleta de velas colocadas estratégicamente, haciendo que
la estancia tuviera un colorido especial, casi parecía como un lugar de culto, un hermoso
culto que estaban destinadas las dos a realizar aquella noche. Las sábanas las habían
cambiado, blancas y relucientes de hilo, listas para ser protagonistas en su encuentro
pasional sobre ellas, en la mesa una cena suculenta, y por la ventana los rayos de la luna
justo impregnando aquella vasija que a Luisita le estaba dando ya respeto. Apretó la
mano de Amelia quien le devolvió el gesto, todo era impresionante, no faltaba nada más
que se cerrara la puerta y ellas quedaran dentro. A sus espaldas la aldea cantaba,
bajaban la voz dejando que fuera casi un arrullo, un hermoso arrullo
Con estas palabras Benigna hacia oficial la entrega de aquellas dos mujeres, ambas
dieron dos pasos sin poder variar en sus rostros esos gestos de felicidad, esos gestos de
alegría y emoción, todos ellos reflejados en sus ojos por la luz de las velas. Oyeron
como se cerraba la puerta y como los cantos cesaban, entonces un grito cruzaba la
noche, era la voz de Nsona, la mujer casada de la aldea y la encargada de prestar las
sábanas a las recién comprometidas daba por comenzada la cuenta atrás desde esa noche
hasta la boda. Tras el grito silencio
Se acercaron besándose entregadas la una a la otra, después de un beso con cierta dosis
de pasión, detuvieron la pasión parar poder cenar y continuar con el rito, eso sí, ni un
segundo pudieron para de reír
A: Sí, y te aseguro que si el aceite de palmera te puso a cien, esto... te va a poner a mil
L: ¡Pero si antes me has dicho que nunca lo has usado!, ¡eres una mentirosa! (le decía
sonriendo)
A: Yo no, pero he oído los aullidos de los amantes (decía con voz misteriosa y gesto
místico)
L: ¡Anda ya te quedas conmigo!
A: Tú misma cariño... tú misma (sonrió)
Mientras ellas cenaban, Benigna le retiraba a Marce la bandeja, su mal humor había
menguado un poco tras hablar con Cruz, y poder estar escuchando los balbuceos de su
pequeña María, para un hombre de hielo como él se definía, era muy importante que lo
dejaran solo en la radio porque tras escuchar a su hija, siempre terminaba con lágrimas
en los ojos. Pero esa vez al terminar respirando hondo pensando que tres meses más y
volvería a Madrid para poder abrazar a su hija, y a su mujer
B: Bien... pues ya está todo, mañana te traigo el desayuno un poco más tarde, ¿no?
M: ¡Cómo lo sabes!, mala noche se nos presenta a los solitarios
B: ¿No lo dirás por mí?
M: No que va Benigna, lo digo por Mona, ¡no te jode! (parecía protestar pero al
contrario en el fondo le gustaban esos tira y afloja con Benigna)
B: Yo tengo el problema solucionado
M: Ya... ¿crees que con lo que grita Luisita, unos tapones van a solucionarte el
problema?, ¡no seas ingenua!, ¡te hacía más lista!
B: Míralo por otro lado, los gritos de Luisita no son lo que más me preocupan, sino, los
de Amelia que ella siempre ha sido muy silenciosa (le decía con gesto preocupado) La
verdad, eso si me va a descentrar por eso los tapones
M: Yo me tomaría una buena dosis de relajantes
B: ¿Y qué te lo impide?
M: Porque en el fondo, ese morbo de dos mujeres me gusta (ponía gesto cínico que ante
la mirada de Benigna sonrió sonoramente) Venga Benigna que es broma
B: Broma... broma... no sé ¿eh?, que los hombres para esas cosas... (movía la cabeza)
M: ¿Sabes lo qué me maravilla?, anda siéntate (le dijo con calma. Benigna aceptó el
ofrecimiento que deseaba le hiciera) La facilidad de esta gente para admitir y aceptar
ver a dos mujeres como si realmente fueran una pareja más, sigue maravillándome esta
gente, sigue sorprendiéndome su capacidad de tolerancia
B: Mira Marce, desde pequeña he vivido en diferentes lugares de África, lo sabes hace
años que me asenté aquí, en el Congo, y día a día durante estos cincuenta y tantos pocos
pasados...
M: Muchos más Benigna (le dijo serio interrumpiéndola)
B: ¡Serás tonto!, ¡bueno!, sigo, pues durante todo este tiempo la gente me sigue
sorprendiendo, tienen una habilidad para amoldarse a las nuevas gentes impresionantes,
ellos no juzgan, si exceptuamos la guerrilla, y los del poder, la gente de a pie, la que
diríamos en España, el pueblo, tan solo vive y deja vivir. Hace algunos siglos...
M: ¿Me vas a soltar un rollo?, ¡no me hagas que se me baje la libido mujer que esta
noche hay fuegos artificiales!
B: Mira que te pones en plan plasta insoportable ¿eh? (lo miraba seria mientras el daba
otra carcajada) Desde luego no sé para que te cuento nada
M: Va... va... no te enfades... que esto es todo broma para ayudarte a pasar la solitaria
noche que te vas a pasar escuchando gemidos como loca
Una pija en la selva 594
B: ¡Cómo te decía! (insistió con fuerza) Hubo épocas y tribus que tenían la figura de
dos mujeres para vivir juntas en matrimonio, una de ellas siempre era viuda, la otra era
la joven, la joven era entregada a un hombre que la viuda elegía para que la dejara en
cinta, y ese hijo pasaba a formar parte de la pareja, y así sucesivamente tú sabes que los
hijos son el futuro de las familias, así que... es una tradición que aunque ha venido a
menos, hoy en día aún sigue patente, por lo tanto, que Amelia y Luisita estén juntas no
les sorprende, además los hombres de está aldea respetan a ambas, y eso, se lo han
ganado ellas
M: Eso es cierto, y son los hombres quienes deberían poner el grito en el cielo... pero
no... estoy orgulloso de esta aldea, de este mi pueblo y de mi gente
B: Yo también Marce... dentro de lo malo, tenemos algo bueno, amistad y respeto
M: Que bien hablas
B: Y ahora me voy a mi cabaña, voy a ver como tranquilizó a Valiente porque éste
desde que ha conocido para lo que sirve lo que tiene entre piernas me lleva loca
M: Pobre... esta noche celibato Benigna, celibato (le decía sonriendo)
B: Buenas noches
M: ¿Sabes una cosa más Benigna? (ella lo miró con gesto tranquilo) Estoy orgulloso de
tenerte a mi lado, de haberte conocido
B: Gracias, lo mismo digo (sus ojos se llenaron de emoción, no era muy común en
Marce decir tales cosas, pero pensaba que hablar con su mujer lo dejaba definitivamente
sensible porque era un hombre sensible) Valiente vamos cariño... a ver que hago contigo
Las dos mujeres habían decidido tomarlo con calma, habían degustado la cena despacio
sin prisa y se habían confesado partes de sus vidas. Asombradas veían que tenían más
en común de lo que podían imaginar, sonreían cada vez que descubrían algo que les
hacía aproximarse en actitudes, así Amelia descubrió que Luisita era menos pija de lo
que pensaba y Luisita justo lo contrario, Amelia era más pija de lo que imaginaba.
Después pasaron a besarse, un buen rato, Luisita estaba expectante, a la vez que
intrigada por lo que debían hacer. La noche era silenciosa, era de esas repletas de
sonidos pero todos por momentos habían decidido callar, la luna ofrecía su máximo
esplendor, y las estrellas se habían repartido estratégicamente por el cielo para formar
un espectáculo único y maravilloso. Aquel silencio fue roto por otro sonido que ambas
conocían pero que a Luisita le sorprendió, los golpes del tam-tam
L: ¿Y eso?
A: Nos están dando el permiso
L: ¿El permiso? (la miraba realmente descolocada ante todo lo que estaba sucediendo)
A: Sí, te traduzco, la noche llegó ya, la luna está en lo alto y vuestros corazones esperan
respuestas
L: ¿Eso dice el tam-tam?
A: Más o menos, es lo que ellos nos dicen, se supone que es el canto de los Dioses,
ellos nos están diciendo, os damos permiso
L: Ah... pues yo no siento nada ¿eh? (elevó un hombro graciosamente)
A: Tranquila... acabamos de empezar ¿no? (la miró lascivamente)
L: Voy sintiendo, voy sintiendo con esa mirada, voy sintiendo
A: Entonces vamos bien (se levantó dirigiéndose a la ventana cogiendo la vasija de
barro con el líquido que se había espesado un poco)
L: A ver (sonrió) Yo uso Áloe Vera y nunca me ha dado por excitarme (hablaba sin
dejar de sonreír)
A: Ya, ¿y?
Una pija en la selva 595
Poco a poco fueron mojando sus manos en la vasija, más lentamente comenzaron a
distribuirla por sus cuerpos, conforme pasaban las manos la piel parecía admitir la
cantidad que ponían sobre ella, parecía abrirse y dejar que inundara todo su interior
provocando un autentico fuego en ellas. Luisita seguía los movimientos de Amelia, el
vientre, las piernas, los brazos, ella hacía lo que Amelia, no se besaban no podían
besarse, tan solo tocarse, y cada vez lo deseaban más, hasta que por fin, Amelia con su
mano derecha depositó el aceite en el sexo de Luisita, ésta sintió un escalofrío recorrer
su cuerpo de pies a cabeza, y de igual modo hizo como había hecho con ella,
provocando el mismo estremecimiento en Amelia
En su cabaña, Benigna trataba de dormir con sus tapones, sus rulos y su insomnio,
justamente aquella noche debía aparecer de tal manera, era injusto, ¡pero que le iba a
hacer!, se movía en la cama, sabía que el embrujo debía haber empezado, recordaba la
vez de Nsona y Zulú, no había sufrido tanto como estaba sufriendo aquella noche con
las dos mujeres, le palpitaba el corazón sin saber muy bien porque tan acelerado, quizá
porque en el fondo para ella Amelia, era como una hija, ésa que no pudo tener y como
cualquier madre pensar en el momento de su paso a mujer le provocaba esos nervios,
cuando se dio cuenta de la tontería que estaba pensando, no pudo más que comenzar a
reír, Ramón la miraba fijamente con sus orejas bien altas, Mona se levantó del suelo
donde roncaba mirándola con los ojos muy abiertos, y Valiente que se había quedado
impresionado con sus rulos desde la primera vez que los vio, veía como aquellas
piececitas se movían ante el movimiento por las risas de la mujer, todo un espectáculo,
que Ramón decidió perderse tras un bostezo, y volvió a dormir, Mona copió al perro, y
estiró de un Valiente que seguía el movimiento de los rulos con una expresión cejijunta.
Al final tanta risa, le provocó la perdida de uno de los tapones, y mientras lo buscaba le
llegó un sonido, limpio, fresco, feliz
A: Ahhhhhhhhhhhhhhhhhhhh, ahhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhh
L: Ahhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhh
A: Mmmmmmmmmmmmmmmmmmmmm ahhhhhhhhhhhhhh
L: Mmmmmmmmmmmmmmmmmmm, AHHHHHHHHHHHHHH
Benigna ya no sabía como ponerse, se había despejado y es que su cabaña era la más
próxima a ese volcán que se escuchaba bullir con demasiado auge, se había puesto a
pasear, parecía que la calma había llegado
Una pija en la selva 597
B: Por fin... deben estar agotadas ¡Dios mío no había tenido esto tanta fuerza en todo el
tiempo que yo recuerdo!... ya... menos mal... directamente desmayadas (se sentó en la
cama mientras Ramón daba la vuelta y la miraba con un bostezo, ella le hacía señal con
el dedo para que volviera a dormir. Se tapó con la sábana y cerró los ojos)
B: ¡No puede ser! (gritó exasperada perdiendo esta vez un rulo de su cabeza) No puede
ser... no puede ser... ¿cuántos llevan ya?... ¡nunca había escuchado a Amelia!... pero está
niña pija es una fiera... ¡a qué tengo que ir a poner orden!; no si... ya lo decía mi padre,
las mujeres no tienen fin... ¡y qué razón! (volvía a caminar por la cabaña)
Mona: Prrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrr (pedorreta al canto)
B: ¿Qué pasa te molesto?, ¿no puedes dormir? ¡pues te aguantas!, ¡no haberme robado
el tapón!, vamos a ver si es una no puede caminar... ¡qué esto no puede ser bueno!, que
tenemos que empezar con los vestidos que me las veo venir, dormiditas en la boda, no
si... a los gritos de Luisita estamos acostumbrados, ¿o no? (le preguntó a Mona)
Mona: UH uH (respondió elevando los hombros y moviendo la cabeza)
B: ¡Pero a Amelia!... ¡jamás!
A: Ahhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhh
B: Me la ha matao ¡la Esher me la mata!... ¿se habrá pasado en la mezcla Lula?, con
razón sonreía tanto... ¡eso es!, ¡me la ha matao!... ahora vendrá el grito de Luisita... si no
viene es que me la ha matao (decía nerviosa)
Mona: Prrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrr
B: Mira Mona, a que te vas fuera (le apuntó con el dedo) ¿Cómo me voy a quedar tan
tranquila con lo que hay?, ¡vamos mujer!... que no.. que no es normal. Mira ya se han
vuelto a callar, ¡he pedido hasta la cuenta!... por favor a ver si es verdad... un poco de
calma por favor... (se calló y miró expectante) Sí, silencio... absoluto silencio, si a
dormir
En la cabaña, Amelia yacía sobre Luisita medio de lado, la melena sobre su propia cara
y con la boca abierta, tratando de no morir ahogada, con los ojos cerrados con el
corazón palpitante, con una sensación de estar flotando de felicidad
L: Joder... (susurró)
A: Luisita nunca... había sentido esto (tragaba pues su garganta se había quedado seca
de tanto gemir)
L: ¡Ni yo! (le acarició la cara haciendo que se moviera un poco)
A: No puedo moverme (le dijo sonriendo)
L: Me gusta cuando te pones colorada, me gusta cuando aprietas los dientes y cierras
los ojos, me encanta ver como tiemblas
A: Si es que ya te digo... nunca había sentido esto, por cierto, ¿hago todas esas cosas?
L: Sí
A: Pues a mí me encanta cuando te muerdes el labio, mmmm dios... como me gusta
(ponía cara de éxtasis)
L: ¡Joder con el Áloe Vera!, y yo usándolo como crema relajante y no enterándome de
nada
A: ¿Ahora me crees?
Una pija en la selva 598
L: Sí... ahora sí (decía sonriendo ampliamente) Menos mal que mañana no salimos de la
cabaña o de lo contrario me iba a morir de vergüenza
A: Es que sale del alma ¿eh?
L: Sí, tenemos mucho amor en el alma cariño (la miraba con una infinita ternura)
A: Y mucha suerte de que con lo grande que es África, te mandarán a mis brazos tan
fácilmente
L: ¿A tus brazos?, ¡pero serás presuntuosa!, si eres tú la que has caído rendida a mis
pies
A: ¡Que gracia, deja que me ría! (hacía como si diera carcajadas)
L: La suerte que tienes es que no me puedo casi ya ni mover... de lo contrario
A: ¿De lo contrario, qué? (la desafío como a ella le gustaba con la mirada)
L: Odie esa mirada tuya de cautivadora, de mujer fatal, pero ahora que sé es mía, me
encanta porque esa mirada me hace arder
A: ¿Y... como es que eso no lo sabía yo? (le besó en los labios)
L: Son secretos de guerra (le devolvió el beso)
A: ¿De guerra?
L: Claro, tú y yo hemos mantenido una guerra digna del mejor estratega
A: Eso es verdad... ¿y sabes quién ha ganado? (sonrió)
L: No, no me lo puedo imaginar (le decía imitando sus gestos)
A: Las dos, hemos ganado las dos porque hoy me has mostrado la felicidad, y no digo
por el sexo, por estos orgasmos maravillosos, sino, porque me has mostrado tu corazón,
en tu mirada mientras hacíamos el amor
L: ¿Y has visto... el... qué?
A: He visto a una mujer maravillosa, que me ama
L: ¡Qué casualidad, yo he visto lo mismo!
A: Por lo tanto hemos ganado las dos
L: Sí cariño... hemos ganado las dos, ha triunfado el amor
A: Exacto... si es que mi pija tiene una boquita...
L: Gracias
A: Que me vuelve loca con esa boquita cuando habla y cuando actúa (elevaba las cejas
graciosamente)
L: No me digas eso que me pongo colorada (le dio una pequeña palmada)
A: ¡Pero si es la verdad! (decía subiéndose a horcajadas sobre ella) Me vuelves loca
cuando me acaricias (le cogía la mano y sobre ella le hacía que acariciara su pecho) Así,
lo ves... y cuando me besas (le hablaba con su voz sensual despertando nuevamente el
deseo en Luisita, acariciando los labios de la enfermera que a parte de apretar su pecho
le acariciaba lentamente la espalda) Y... si no recuerdo mal, queda aún aceite en la
vasija (le musitó en el oído)
L: Somos malas, la tradición dice que debe usarse todo
A: ¡Pero qué lista es mi niña! (sonrió alcanzando nuevamente el aceite) Te quiero
L: Te quiero
A: Ahhhhhhhhhhhhhhhhh
Una pija en la selva 599
L: Ahhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhh
B: ¡Dios!
Por fin, el silencio llegó tarde pero llegó, todos dormían plácidamente, el sol comenzó a
colarse por las ventanas de todas las cabañas excepto en la de las chicas desposadas que
tenían una doble tela puesta por Nsona y Lula para evitar que las despertara la luz del
sol
Fueron segundos, los que los ojos de todos tardaron en girarse y ver como la gente se
agrupaba y entraban por la puerta
A: Luisita... Luisita...
L: No puedo... uno más y me muero (musitó destrozada, cansada pero inmensamente
feliz)
A: Cariño levanta, han llegado refugiados
L: ¡Qué! (al levantarse se quejó) ¡Ay que agujetas!
A: Ni que lo digas
B: ¡Chiiiiiiiiiiiiiiiiicas!, lo siento, lo siento (dijo al verlas desnudas allí vistiéndose)
A: Ya vamos
L: Sí...
B: Tomar esto os lo tenéis que poner (les dio las mascarillas rápidamente)
A: ¿Por qué?
B: Estáis aisladas, y no sabemos de donde vienen
A: De acuerdo, guantes Luisita, todo con guantes (le decía mientras rápidamente se
hacía la coleta en el pelo)
L: Sí descuida (hacía ella lo mismo)
Fuera, Benigna se había puesto guantes, su gesto duro y su mirada repleta de nervios
demostraba la magnitud del problema, al igual que Amelia y Luisita que una vez
salieron de la cabaña se quedaron quietas inmóviles mientras una mujer arrastras se
acercaba a ellas rogando con la mueca de angustia en su rostro
Mujer: Masa... masa... madya sambu na sika (Agua... comida por favor)
A: Nsona... trae agua por favor. Malembe... (una vez miró que la mujer tan solo tenía
aparentemente sed y cansancio, ambas salieron corriendo hasta Marce) Ya estamos aquí
M: Bien, ¿ya sabéis como funciona, no?, pues ale a trabajar
A: ¿Algún herido?
M: Soy uno, he mirado a cuatro personas, ¿cuántas calculas que hay?, ¿quizá cien?
(elevó una ceja con sus ojos crispados)
L: Vamos Amelia (le dijo al ver el gesto de disgusto de la Pediatra que de mala gana
cogió su maletín y se dirigió a revisar acompañada por Luisita) Joder...
A: ¿Qué pasa?
L: Nada... que... creo había olvidado el olor a sangre y el sentimiento de dolor
A: No pienses en eso... ¡venga! (le sonrió tratando de dar animo)
Como siempre estuvieron distribuyendo a las personas, Massamba, Ngouabi que iba a
su lado para aprender, Zulú, y Yildas, habían ayudado con los pocos hombres que
llegaban. Nsona por orden de Benigna no se acercó a nadie, tan solo preparaba el agua,
y repartía en una fuente trozos de fruta, mandioca, y algo de carne de la que estaba
preparada para las dos agasajadas. Nmaba con su perro fiel distribuía el agua, Mona y
Valiente se habían sentado en un rincón, mientras contemplaban a la gente se
despiojaban uno a otro, mientras Ramón parecía revisar a todos, por si algo ocurría y
debía avisar. Sissou acompañaba a Marce, y Benigna se encargaba un poco de todo. Lo
primero que hizo fue hablar con una de las mujeres mayores. Cuando supo que lo había
se acercó a Marce que estaba junto a Amelia y Luisita con una señora reconociéndola
Susurró mientras cogía el maletín sujetando su Fonendo para que no se le cayera ante su
movimiento, y esquivaba a grandes pasos la gente que seguía en el suelo, recibiendo
agua y comida. Luisita la siguió, Benigna también, los hombres en la distancia
aguardaban una señal de alguna de ellas para actuar. Amelia se acercó a la mujer, se
agachó y pudo oler la sangre, tanto era así, que una arcada llegó a ella, pero la retuvo,
mientras los ojos de Luisita se abrían de par en par. La mujer medio desmayada, se
había apoyado en otra joven que mantenía el mismo gesto de terror que ella
A: Mbote, mono kele ziku Amelia. Kwenda kunata nge na nkiki mono, kulunga?. Ve
kobanga na nkati (hola, soy la doctora Amelia, voy a llevarte conmigo, ¿de acuerdo?, no
tengas miedo) (su voz dulce, su tacto suave con la mujer, consiguió que esta desviara su
mirada pérdida, Luisita y Benigna, la miraban con gesto totalmente compungido)
Massamba kusodisa nge, malembe (Massamba te ayuda, tranquila) (los ojos de la mujer
se cerraron, Amelia tocó su pulso) ¡Rápido Massamba!. Luisita prepara quirófano, ¡ya!
Al llegar Massamba y Ngouabi para ayudarla, la chica que había al lado huyo
despavorida gritando ante la proximidad de los hombres, la mujer desmayada cayó al
suelo ante la falta de apoyo. Ngouabi cuando fue a ayudar a Massamba, se detuvo en
seco, miró a la mujer y un frío estremecedor se hizo con él, Zulú lo apartó suavemente y
ayudó
A: Marce... te necesito ya (le dijo apuntándole con su dedo mientras pasaba a toda prisa)
M: Sissou vandaka, todo esfuerzo será poco (cuando vio a la mujer susurró) Joder
L: Ya está Amelia, tengo preparado gotero
B: Dejarme que le quite la ropa
A: Joder... ¿cómo ha podido llegar viva hasta aquí? (se preguntó mientras se ponía la
bata)
M: Amelia... creo que... no vamos a poder hacer nada
A: Si crees que no vamos a poder hacer nada, te vas
M: Vale, vale (levantó las manos)
Una pija en la selva 602
L: Tiene el pulso muy débil (dijo apurada con los nervios ya a flor de piel)
Pero el silencio se hizo en el quirófano cuando Benigna retiró la ropa de la mujer, los
ojos de todos, captaron una bestialidad tan avasalladora, que les faltó a todos el aire
mientras escuchaban con Sissou rompía a llorar
Los rostros, eran tan serios, tan duros, expresiones gélidas, debían trabajar y no pensar,
pero a veces era tan complicado no involucrarse en aquello, que Luisita debía hacer
esfuerzos, no podía entender como la noche anterior todo había sido felicidad, alegría y
ternura, y en ese momento todo se había vuelto tristeza, desgracia y dolor. Llevaban
algo más de una hora cuando salieron del quirófano, Benigna había acostado a dos
mujeres más, los rostros de los tres le dieron a entender la verdad
M: ¿Alguien es familiar?
B: Sí, su hija también fue violada, y a su marido le obligaron a mirar, le dijeron que si
cerraba los ojos lo matarían, finalmente lo mataron (su voz se rompió)
M: Odio esto... lo odio me dan náuseas. ¿Amelia las revisas tú?
A: Sí (dijo con un hilo en su voz)
M: Ahora mando a los hombres que la saquen... ¿hay más mujeres?
B: Sí, pero ninguna lo quiere decir la vergüenza, ya sabes, imagino que luego irán
viniendo
M: De acuerdo. Voy a hablar con Quintero Me da vergüenza ser hombre hoy y mirar a
esas mujeres a la cara (sus ojos se llenaron de lágrimas)
Una pija en la selva 603
Al terminar, fuera, no se oía absolutamente nada ese silencio tan potente que se les
clavaba en el alma, a todos, Nsona repartió comida, Benigna curó heridas superficiales
junto a una más que afectada Sissou. Nmaba rezaba por el alma de aquella mujer que
habían enterrado sin nombre, otra cruz más de madera de viejo roble. Y en el pequeño
hospital, Luisita terminaba de desinfectar el instrumento usado en vano para salvar la
vida al deshecho de mujer que llegó. Lo hacía con las lágrimas corriendo por su rostro,
con el corazón apretujado, y el desánimo clavado en sus venas, en sus músculos, en su
corazón. De pronto la sintió, ese abrazo que le dio por la espalda, metiendo su cabeza en
la melena suelta otra vez de Luisita, un suspiro tan profundo, tan herido como el de ella,
Luisita se giró, la miró, se miraron con los ojos rasgados por las lágrimas y se abrazaron
con fuerza, una fuerza absoluta, en medio del dolor, la ira, la rebeldía, la injusticia,
estaban las dos, compartiéndolo, repartiendo las lágrimas del dolor por aquella mujer,
por las demás mujeres, como la noche anterior habían repartido las caricias, del amor
Era media tarde cuando por fin, habían conseguido estabilizar las hemorragias de las
dos mujeres que habían solicitado ayuda. El silencio fuera del hospital había llegado
cubriendo todos los rincones, la gente exhausta dormían unos apilados contra otros, los
pocos niños que había, tras un reconocimiento exhaustivo por parte tanto de Amelia
como de Marce, se habían integrado con el resto de niños de la aldea, y jugaban ajenos
como tantos otros niños que habían pasado por allí a la desgracia que habían vivido,
algunos huérfanos, que habían sido adoptados en el drama del momento
Aquel panorama desolador lo estaban captando los ojos de Luisita, se había sentado con
una taza de Aluá en su mano, con la barbilla apoyada sobre las rodillas y un nudo en su
corazón. Oyó sus pasos acercarse y sonrió, tan solo sentirla cerca le daba animo, y
fuerza
A: Hola cariño
L: Hola (le sonrió más cuando se sentó junto a ella mirándola con esa ternura que los
ojos de Amelia le regalaban) ¿Has tomado algo?
A: No, no me pasa nada
L: Yo necesitaba beber, estoy demasiado seca por dentro
A: Claro. ¿Cómo estás? (le pasó una mano por los hombros acercándola hasta su
hombro)
L: Impresionada
A: Lo sé
L: Cierro los ojos y veo la brutalidad en esa mujer y...
A: Es bueno hablarlo Luisita, no te quedes callada
L: ¿Y la hija?, el marido... (negaba con la cabeza)
A: Sí, son animales salvajes, hienas, porque ni los animales hacen algo así, pero... debes
entender Luisita que esto es parte de este loco mundo, que nosotras, bueno, nosotros
todos, solo podemos darles el auxilio que les damos, un poco de paz, pero nada más
desgraciadamente ahora lo denunciaremos, pero siempre prometen esto va a cambiar,
¿cómo cambias a los salvajes que viven como ratas?, no hay cambio, tan solo podemos
hacer que su dolor y su humillación, no sea mortal. Mira Sissou, mira Lula... ellas poco
a poco con ayuda lo han superado, que no olvidado (le hablaba con un amor infinito,
con delicadeza) Es lo único que podemos hacer Luisita, a veces me siento inútil, pero
Una pija en la selva 604
cuando miro a Lula y recuerdo lo que luchamos por ella... es la única satisfacción que
me queda
L: Amelia cariño... (la miró con pena y le dejó un suave beso en la comisura de los
labios)
Mona: Uh Uh Uh (se hizo espacio entre ellas y se sentó abrazándose a Luisita)
A: ¡Pero bueno qué quiere decir esto!
Mona: Prrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrr (pedorreta para Amelia sin ninguna contemplación)
A: ¡Mona! (se quejó ante la sonrisa de Luisita) Oye guapa que te enteres que Luisita es
mía, ¡a ver que solo me falta esto, eh!
L: No te quejes... pobrecita que hace mucho tiempo que no le doy mimos
Mona: Uh uh uh (decía despacito a modo de respuesta)
L: Ves... unos cuantos mimos (la ayudó a subir a sus brazos) Jo como pesas ¿eh?
Mona: Uh, ahhhhhhhhhhh (asentía sacando todos sus dientes a relucir)
B: Hola chicas... ¿puedo? (las miraba con cierto corte después de todo lo que había
escuchado la noche anterior que a ellas prácticamente se les había olvidado) ¿Qué tal
vais?
A: Bien Benigna, esperando a ver si se decide alguien más a pedir ayuda
L: No lo entiendo
A: Ya lo dijo Marce, costumbres, para ellas es una humillación lo que les ha ocurrido,
así que tratan de no mostrarlo
B: Hay que estar atentas cuando van al lavabo, normalmente la mancha de sangre es la
señal, pero aún así, es complicado que nos dejen actuar
L: Canallas (susurró)
Massamba: Mwasi Amelia
A: Sí Massamba
Massamba: Creo que una mujer necesita ayuda (como siempre Massamba como buen
cazador, y hombre solitario, se había acostumbrado a observar)
A: Vamos
L: Mona quédate aquí
A: No Luisita, ve al hospital, me voy a acercar yo sola a ver si así la convenzo
L: Vale lo preparo todo
B: Allí está Marce... voy a decirle a Nsona que caliente agua
Y así fue, aquella mujer joven que Massamba había observado, se dejó ayudar por la
Mwasi blanca que se acercó, y por las otras dos Mwasis blancas que estaban dentro de
aquel recinto, ella tan solo fue capaz de llorar. A cambio recibió calor, cariño, una mano
suave la de Benigna que le daba calma, unos ojos los de Amelia y Luisita, que le daban
fuerza y apoyo, y unas palabras de Sissou que le daban su ejemplo y su comprensión
Cuando terminaron, Marce las requirió a las dos en su despacho, las hizo sentarse, su
gesto era serio. Suspiró y miró a ambas a los ojos
Al salir se encontró con ella poniendo en el armario algunas vendas, se les habían
terminado y sabía que en cualquier momento volverían a necesitarlas, Amelia sintió un
nudo en su corazón, tal que le entraron unas ganas terribles de llorar, se apoyó contra la
pared que justo había junto al armario y se cruzó de brazos
A: Luisita (ella no la miró entonces descruzó los brazos y una mano acarició su barbilla
para que la mirara, estaba llorando) Cariño... todo va a ir bien ¿vale?
L: No te puedes ir
A: Solo me han citado para hablar, ya está, ¿vale? (insistió)
L: Si te vas... me voy contigo (le dijo segura)
Amelia se quedó tan impactada, por la forma de decirlo Luisita, no pensaba que nadie
pudiera mostrar tal amor por ella, tanto, que la abrazó fuertemente suspirando
A: Luisita...
L: Te quiero mi vida... te quiero y no quiero separarme de ti nunca (se había separado
mirándola con tal devoción que Amelia negó con la cabeza formando un puchero en su
barbilla) Nunca mi amor... nunca...
A: Yo tampoco Luisita... yo tampoco
El día se les pasó tan rápidamente que cuando se dieron cuenta seguían curando a los
refugiados con la luz del motor porque la noche había caído. Desde ese abrazo donde
sintieron el amor profundo entre ellas, poco tiempo disfrutaron juntas
En el hospital, Luisita estaba reponiendo y recontando todo el material que les quedaba
con la ayuda de una atenta Sissou que aprendía como debía reponer, tal y como lo hacia
Una pija en la selva 606
ella, con la exactitud y el orden que tanto le gustaba. Estaban en ello cuando entró
Marce
M: ¿Cómo vais?
L: ¿Van a traer repuestos? (preguntó seria)
M: No creo
L: Entonces vamos bastante justos
M: ¡Y cuándo no! (protestó. Luego miró a Sissou y le hizo un gesto para que se
quedaran a solas él y Luisita. Cuando la chica se salió, Luisita siguió anotando en el
papel sin prestarle atención a la presencia de Marce) A mí tampoco me gusta la idea,
¡pero no se puede hacer nada!, ¿entiendes?
En la cabaña de Nsona, ésta se estaba dejando revisar por Amelia, la mujer le sonreía
agradecida al ver su gesto de felicidad por lo bien que parecía ir todo. Cuando terminó,
se unió a Benigna que estaba en el huerto tratando de recoger patatas para poder
prepararles una cena con todo el alimento posible. Cuando Amelia llegó la escuchaba
renegar aireada, sonrió no pudo evitarlo, acercándose hasta ella con gesto sereno aunque
la procesión iba por dentro
A: ¿Sabes una cosa Benigna? (detuvo su búsqueda, se mordió el labio inferior mientras
apretaba sus manos con cierto temblor. Benigna la miró con gesto triste entendiendo lo
que iba a decirle) Por primera vez en mi vida... tengo miedo... tengo miedo a que me
manden a Madrid y me tenga que separar de Luisita
L: No, no lo entiendo Marce, no entiendo que por salvar la vida de una mujer le quieran
quitar del medio, no entiendo que yo no pueda ir a testificar y a decir lo que pasó, no
entiendo que tú no me dejes ir, ¡no entiendo, cómo te quedas tan tranquilo aquí cruzado
de brazos mientras Amelia se tiene que enfrentar sola a algo tan injusto como eso ¡y por
último no entiendo! (alzó la voz y el dedo para cortar a un Marce que iba a contestarle)
¡No entiendo este mundo de mierda!
M: Vale Luisita estás nerviosa, y no voy a tomar en cuenta según que...
L: ¡Pues deberías tomarlo! (le desafió con la mirada sin alzar la voz pero lo
suficientemente enérgica como para hacerse fuerte)
M: A mí me gusta tan poco como a ti, pero yo no puedo hacer nada, ella actuó
indebidamente, tenemos protocolos que seguir, tenemos normas y un día puede que le
salga muy caro sobrepasarlas, ¿para hacer el bien?, claro, lo sé, yo también lo hago,
pero soy más prudente que ella
L: Pues entonces, si tú también te saltas reglas, verás que esto es una encerrona, y que la
única que la puede aclarar soy yo
M: No puedo quedarme sin enfermera
L: ¡Te quedas sin médica! (seguía fuerte y desafiante)
M: Luisita (resopló tratando de no perder los nervios) Escúchame si es por la boda
L: A la mierda la boda, esto es mucho más importante que la boda (dijo fuera de si
cerrando los ojos) ¡No te das cuenta Marce!, ¡no quieren que Amelia esté aquí!, y es
injusto el motivo por el cual no quieren
M: Pero ella no fue lo suficientemente lista Luisita
L: No pienso dejarla sola (le dijo con contundencia)
M: Si te vas con ella estarás desobedeciendo e infringiendo las normas (se puso las
manos en las caderas con actitud algo inquietante mientras pensaba en las posibles
reacciones que aquello podía conllevar)
L: Te dejo con Sissou, con Benigna, ¡y si me quieres denunciar hazlo!
M: Yo no seré quien lo haga, pero si te plantas allí... serán ellos quien os echen, y
entonces me quedaré sin una médica y una enfermera que formaban un gran equipo y
que pueden ayudar a mucha gente... entonces tu egoísmo por Amelia empujará a mucha
gente a perderse, te dije cuando bajaste del avión, nada de lazos, y no has tardado
demasiado. ¿Quieres ir?, vas
Benigna había ayudado a Amelia a levantarse del suelo, habían llegado hasta el escalón
y se habían sentado desanimadas. Benigna le había ofrecido un pañuelo para poder
controlar sus lágrimas, y se había quedado ella otro porque su abatimiento estaba segura
le iba a hacer llorar
B: Te comprendo cariño
Una pija en la selva 608
Marce se había ido a su despacho, enfadado no con Luisita sino con el mundo entero,
sabía que en ese momento no era bueno para que llamaran a Amelia, lo había intentado
por activa y pasiva, había intentado retrasar la llamada, pero no lo había logrado, en
parte, se sentía frustrado. Y en parte comprendía y admiraba la postura de Luisita
M: Bueno...
L: ¿Cuándo se tiene que ir?
A: Vaya... así que aquí de diálogo mientras yo trabajo (se detuvo en la puerta
cruzándose los brazos sobre el pecho)
L: Hola cariño (la besó sonriente mientras Marce carraspeaba, Luisita sonrió ante el
gesto del hombre)
A: No creas que por decirme hola cariño y darme un besito de nada, se me va a marchar
este enfado que tengo por abandonarme tanto rato
L: ¿Me has extrañado?
A: No, pero me ha tocado hacer la cura con Sissou y que quieres que te diga a ella no
puedo tocarle el culo
M: Pues os aviso (las miraba serio) Otra noche como esta, y me matáis a Benigna,
debisteis ver los colores de cara, y los suspiros que salían de su cabaña
A: Que fuerte... (susurró sonriendo)
M: Pues nada ahora os dejo, voy a ver si me dan de cenar
Cuando las dejó solas, ambas suspiraron sin poderlo evitar, mirándose a los ojos
descubriendo ese sentimiento que tanto les gustaba encontrar en los ojos ajenos. Se
acercaron con tranquilidad, con lentitud mirándose a los labios, rozándolos suavemente,
con ese pequeño roce, despertaron en ellas miles de emociones, miles de amaneceres, se
separaron volviéndose a mirar y terminaron en un abrazo fuerte y dependiente la una de
la otra
Llegaron al comedor y las caras de todos les dio a entender que algo pasaba, miraron a
Marce y éste con la barbilla algo tensa les confirmó la noticia
El silencio tras las palabras de Marce... se adueñó de todo, las caras y los gestos tensos,
se apoderaron de la calma y las sonrisas
A: Mejor... cuanto antes... mejor (miró a Luisita y vio que se giraba entrando a la
cocina, entonces con la rabia que no quería demostrar delante suya susurró) Mierda...
M: Te han pillado Amelia
A: Lo sé
M: Si te vas ella no lo va a soportar
A: Y yo tampoco
M: ¿Has pensando algo?
A: Sí
M: Yo he hablado pero ya sabes... ¿qué has pensado? (Amelia le explicó a grandes
rasgos cual era su idea y él le dijo) Joder... si lo haces... los ovarios los tienes muy bien
puestos, creo que será bueno para ti
A: Lo sé
B: Toma cariño
L: No quiere que vaya
B: Es mejor... déjala que ella lo trate de solucionar
L: Si se va...
B: Esperemos que no
L: No lo podré soportar y ella...
B: Ella te lo digo seguro, tampoco
L: ¿Qué podemos hacer?
B: Yo ya hice lo que estaba en mi mano, sólo espero que sirva de algo Luisita, no le
digas nada a Amelia, no quiero que se cree falsas esperanzas
L: Mierda... (susurró abatida)
B: Venga anímate, que no te vea así
L: ¡Cómo es la vida, no!, de la noche a la mañana todo cambia, lo que es risa se vuelve
llanto, y lo que es tranquilidad se vuelve infierno
B: Eso es la vida cariño... por eso hay que vivirla al día, el presente es lo que vale, el
pasado son recuerdos el futuro desconcierto, así que vive esta vida que tenemos, el hoy
Luisita, el hoy
L: Amelia tiene razón en eso... bueno... prácticamente en todo
B: Sí, venga a cenar que hay que alimentarse para seguir luchando
Durante la cena, hablaron un poco de todo, sobre todo de finalizar el aislamiento pues
llegados al punto de no desarrollar ningún tipo de síntoma, era para todos mejor salir de
las cabañas, ya que tenían trabajo que hacer. Los hombres llegaron con las cestas llenas
de pescado, se les había dado bien la pesca. Al volver las mujeres apartaban de ellos sus
miradas. Nmaba, con su perro fiel, había acudido a ellas y les hablaba, su propia
vivencia transmitía un calor para que ellas superaran el trago que les estaba tocando
vivir sin remedio alguno. Las mujeres la escuchaban, algunas no podían detener las
lágrimas y rodaban sin más hasta golpear la arena, los ojos tristes de las mujeres,
llenaban de miradas repletas de dolor sus gestos, y aquellos gestos eran seguidas con
atención por Luisita con Mona en su brazo, Amelia y Benigna con Valiente en el suyo,
se habían sentado como hacían siempre un ratito en el porche para observar la luna, las
estrellas y respirar aire, pero aquella noche el aire era amargo, nuevamente verían
Una pija en la selva 611
marchar un camión repleto de almas perdidas, sin saber donde iban a ir a parar, aquella
situación que a cualquier persona del mundo civilizado le causaría pavor, a ellas, lo
único que les provocaba era esa desidia acumulada con los años y los movimientos de
una tierra a otra, siendo nunca dueños de algo, sino reyes en el mundo de la nada
A: Cariño creo que será mejor que nos acostemos. Marce ha hecho la ronda, si pasa algo
nos llaman
B: Sí descansar, yo me encargo de vigilar también... venga... (sonreía)
L: No tengo sueño
B: Pero descansas
L: Y estoy al lado de mi amor, ¡venga vamos!
A: Muy buena idea... sí... hasta mañana Benigna
L: Venga Mona cariño baja (Mona vestida con unos pantalones cortos de Luisita bajó)
Mírala ella que fashion con mi ropa...
A: ¡Pija!, ¡es la primera mona pija de la Selva! (reía abiertamente)
Mona: Uh uh uh uh uh (movía los brazos al aire)
L: ¿Y Valiente qué?, ¿tú que? (sonreía al ver los gestos de Mona)
ValientL: Ah ah (se acomodaba más en el brazo de Benigna)
Ramón: Guau guau guauuuuuuuuuu
B: Venga Ramón... venga... si tú eres mi ojito derecho
A: Tenemos conflicto sentimental ¿eh?
L: Sú (sonrió ampliamente) Vamos... venga
A: Buenas noches a todos (se pusieron a andar y Mona lo hizo tras ellas, al darse cuenta
Amelia, se giró se puso en jarras ante la sonrisa de Luisita y dijo) ¿Dónde crees que
vas?
Mona: Ah ah ah (se acercó a ella agarrándose a sus piernas y acariciándola
A: Zalamera eres...
L: Total, pero es tan mona... mírala... como le vamos a decir que no...
A: Pues muy sencillo Luisita, diciéndoselo que es una mona
Mona: Ahhhhhhhhhhh (decía suavemente)
A: Joder... pero sin subir a la cama ni hacer ruidos ¡ni echarte pedos! (dijo con mucho
énfasis)
L: ¡Amelia! (reía con ganas)
A: ¿Hostias no has sufrido uno de ellos?
L: Sí, pero mírala la has puesto en evidencia (Mona se había sentado en el suelo
mirándose los pies, y metiendo sus uñas entre los dedos) Pobrecita. Venga vamos...
A: ¡Ay que joderse! (susurró mientras Mona pasaba de largo de ellas abriendo la puerta
y echándose dando volteretas por el suelo) Es increíble...
L: Pues sí... no tan increíble como tú... pero bueno...
A: Oye Luisita (la detuvo cuando iban a entrar)
L: Dime (le contestó también con la misma sensualidad que ella le había preguntado)
A: ¿Vas a ponerte el camisón de encaje, negro? (le preguntaba mientras le acariciaba el
pelo)
L: Amelia los refugiados nos están mirando
A: ¡Pero sí o no! (sonreía con esa picardía en ella tan de Ameliarena Wilson)
L: Si me lo dices así, ¡cómo resistirse!
A: Pues... ¡a qué esperamos!
La noche aguantó sin lluvia, algo que agradecieron los refugiados, Benigna antes de irse
a dormir, hizo un repaso a todos con la compañía de una Sissou que se había visto
Una pija en la selva 612
terriblemente implicada en ello, le gustaba y charlaba con Benigna, aquella joven era
inteligente, y escucharla a Benigna también le ayudaba a, a pesar de todo, seguir
creyendo en que Dios, existía
La excusa del camisón negro de encaje les facilitó ese momento de relax, de juego de
seducción, de besos y caricias lentas de pie, de besos y caricias lentas en la cama, dos
cuerpos desnudos buscándose y encontrándose, labios, piel, aromas, en definitiva volver
a su mundo, a ése reservado que tan solo habían fabricado ellas, un mundo donde en ese
momento al acabar silenciosamente, querían huir, refugiarse solas, mantenerse en ese
impas donde nadie pudiera acceder, donde fuera un mundo diseñado por ellas y para
ellas, libre, repleto de amor. Al finalizar, unas sonrisas traviesas, ese roce de nariz
contra nariz repleto de dulzura y cariño, esos besos finos, cortos pero tan importantes,
tan sabrosos como los que momentos antes habían repartido repletos de pasión
A: Te quiero...
L: Y yo cariño... te quiero muchísimo (le musitaba sobre su pecho) Mañana te voy a
extrañar
A: Lo sé, yo también... ¿te das cuenta?, desde que llegaste es la primera vez que nos
vamos a separar
L: Sí (sonrió con una inmensa tristeza)
A: Será todo el día, imagino que después podré volver
L: ¿Y cómo volverás?
A: No lo sé... pero volveré (sonrió besando su sien)
Durante un rato estuvieron en silencio cada una valorando la situación y las palabras
que podían decir y podían poner más o menos tristes a las otras, por eso prefirieron el
silencio... el brutal silencio entre ellas a las palabras que podían doler más. Hasta que en
un momento Luisita como captando a través de los latidos del corazón lo que le ocurría
a Amelia, se separó de su pecho y le susurró
Una pija en la selva 613
L: Quiero abrazarte
A: Claro... lo estaba necesitando
L: Ven (le hizo un hueco y se abrazaron con fuerza) Todo irá bien mi amor... todo irá
bien
A: Ahora va mejor (sonrió con un profundo gesto de pena)
L: Cariño no sé que pasará mañana, pero ten por seguro que pase lo que pase, no nos
van a separar
A: Lo sé (dijo sin mucho convencimiento)
L: Te lo digo yo, y lo que yo digo es (le pegó una palmada en el culo)
A: ¡Joder se me había olvidado que eres una marimandona en toda regla!
L: Pues ya lo sabes
Ni una ni otra durmió, pero al menos el abrazo fue reconfortante para ambas, con los
primeros rayos del sol, con los cantos de las gallinas, comenzaron a moverse para
levantarse
Sin embargo dos golpes en la puerta hicieron que ambas y los animales guardaran
silencio. Amelia se levantó y se asomó, allí con gesto serio estaba Benigna, no le
hicieron falta las palabras para saber que debía marcharse. Amelia asintió con gesto
serio y cuando cerró la puerta se giró diciéndole a una Luisita que se había quedado
como si fuera una estatua de sal, pendiente de un solo soplido para deshacerse de
manera total
Una pija en la selva 614
Al salir vieron como uno a uno iban subiendo a los refugiados al camión, como aquellos
hombres y mujeres se dejaban llevar como si fueran almas en pena, de aquí allá, sin
nada más que la vida en su poder. También vieron a Marce y Massamba discutir con
uno de los encargados que habían llegado para llevárselos. No entendían que pasaba,
pero sin duda algo grave era por el rostro de Marce. En la ducha, Amelia pudo soltar
alguna lágrima pero tan efímera como el agua resbalando por su piel, no podía hacer
esperar, debía hacer todo cuanto ellos tenían pensado para ella, para no crearse más
problemas, por eso su ducha y sus lágrimas fueron rápidas, llegaron y se marcharon en
un suspiro
A: Ya estoy Marce... ¿qué pasa? (le preguntó al ver los rostros de todos)
M: ¡Solidaridad, protección, admiración, lucha, reivindicación!, ¡eso pasa!
A: ¿Qué? (lo miraba un tanto desconcertada porque tal y como su rostro demostraba,
entendía a que venían aquellas palabras)
M: Pues eso Amelia, Massamba y Zulú han dicho que no vas sola, te esperan en la
cafetera, eso sí, espero que los inconscientes te devuelvan sana y salva, no está el horno
para bollos (entonces se detuvo la miró, y agregó) ¡Nunca mejor dicho!
B: ¡Marce! (le riñó Benigna) Ve cariño que te están esperando, no les des el gusto ¿de
acuerdo?
A: Sí mami
B: No me vengas con tu porte borde (le riñó)
A: No, mami
Tras darle un beso, las mujeres de la aldea la despidieron, los niños se subieron a su
cuello, Nmaba le hizo la señal de presignación sobre su cuerpo y finalmente se
separaron para dejarla con Luisita
Los niños, salieron tras el coche, las mujeres gritaban como en ellas era costumbre, y
Luisita cuando vio como perdía de vista el coche, sintió como su mundo de
desmoronaba
En la cafetera, en el asiento trasero Amelia veía pasar los árboles, la espesa vegetación
ante sus ojos, pero aquella imagen de un hermoso cielo animando su paso, no le llegaba
a la mente, en ella, tan solo estaba la mirada, la sonrisa y el amor de Luisita
El trayecto era largo, agradecía que Massamba y Zulú hubieran decidido acompañarla,
su silencio era reconfortante porque se sentía acompañada, se sentía respaldada y
profundamente segura, no era fácil atravesar la Selva y llegar hasta Brazzaville, lo más
seguro era que debían hacer noche en la ciudad, y sin embargo a ellos no les importaba
estar siete horas de viaje para acompañarla, para como ella misma sentía, protegerla.
Esa parte de la gente de África era lo que le hacía estar allí, lo que le daba ese calor
especial, los miraba y sabía que a pesar de ese rictus que parecía infranqueable y gélido
se escondía el mismo gesto de rabia que las mujeres le habían entregado al verla
marchar, en ese instante, le hubiera gustado dar marcha atrás en el tiempo y haberse
negado por primera vez en su vida a hacer algo que venía haciendo desde que estaba
allí, ayudar a la gente a sufrir menos. Suspiraba constantemente perdida en sus
pensamientos, sabía que lo que iba a hacer era arriesgado para su carrera pero también
para su corazón, pero no se le ocurría nada mejor, esperaría hasta el último momento y
lo haría, pero entonces pasó por su mente un flash que le hizo estremecerse y aún sentir
más rabia
A: “¡No creo que se le haya ocurrido venir!... si está tan desesperada... no sería la
primera vez que lo intenta”...
Entonces recordó como la había manejado a su antojo, como le había echo ir y venir sin
ella darse cuenta cegada por ese amor que sentía por ella, un amor que le había anulado
la vista, y el conocimiento, un amor que le hizo sentir a parte de pareja, madre, y fue
ella, la única que en esa relación con Julia, dio, a penas recibió, y durante el tiempo que
había pasado, nunca había podido superar su traición, fue tan solo la presencia a su lado
de una mujer maravillosa la que le ayudó a salir de un pozo de angustia, y odio contra si
misma del que pensaba nunca podría hacerlo, pero todo en la distancia, ahora, en ese
instante en que el cielo se había dibujado para ella en ese azul celestial, la Selva cantaba
y lucía hermosa para ella, sintió que lo que tanto había temido y era un reencuentro para
enfrentarse a ella, quizá había llegado, lo que había temido ese día para mirarla a los
ojos podría llegar pero en ese momento suspiraba segura porque quería demostrarse a
ella primero y demostrarle a Julia después, que esa luz que siempre la hipnotizó y
manejo, ya no le afectaba, que estaba apagada ante sus ojos y ahora era diferente, más
fuerte, porque en ese momento sí tenía algo por lo que verdaderamente luchar, alguien
que valía la pena, alguien que le había conquistado poco a poco, por muchas cosas, sus
miradas repletas de amor, sus miradas repletas de furia, su maravillosa sonrisa, su
gracioso andar, su genio, su inmenso corazón, aquella manera suya de demostrarle a
corazón abierto el amor que sentía por ella y hacerle sentir tan querida, tan amada como
Una pija en la selva 616
compañera, tan respetada como médico, era sin duda lo mejor que había pasado en su
vida, una vida que le había destrozado la persona que estaba segura se encontraba detrás
de todo aquello. Nuevo suspiro y los ojos de Massamba se cruzaron con los suyos por el
espejo retrovisor, no hacían falta palabras, sabía que le estaba mostrando su apoyo
incondicional
En la aldea sin los refugiados, y sin Amelia, todo parecía triste, era la primera vez que
se marchaba sola, y aquello les tenía a todos preocupados, Marce había hablado
nuevamente con Quintero, y veía desde su despacho como Luisita trabajaba sin
descanso junto a Sissou, le explicaba por señas y con un kikongo algo primitivo las
cosas que debía aprender o hacer, en otros momentos aquellas palabras suyas tan mal
pronunciadas habrían provocado carcajadas por doquier, pero en aquel momento lo
único que hacían era que todos se percataran que no quería pensar. Y tras acabar de
arreglarlo todo y las clases que le había dado sobre maneras de curar, se fue al huerto a
ayudar a Lula. La muchacha la miraba con tristeza, veía en su rostro la marca de la
preocupación, entonces se acercó a ella que estaba haciendo un hoyo en la tierra, y puso
su mano sobre el hombro, Luisita agradeció aquel contacto, se levantó y la abrazó
rompiendo a llorar
Lula: Malembe...
El llanto era tan de su corazón, que por primera vez en la vida sintió que alguien era
para ella necesario, hasta llegar a África no había dado con nadie en su vida que le
importara tanto que su ausencia le hiciera sentirse desdichada, aquella despedida le
había partido el corazón, quería pensar que todo iba a salir bien, pero algo le hacía
dudar, en ese momento en que Lula con su calor le acunaba, seguía pensando en que
dentro de su tristeza por un futuro incierto, era afortunada, no solo Lula, todos los
hombres y mujeres de la aldea le habían estado dando ánimos, hasta los niños le habían
pedido jugar al fútbol, y tanto Mona, Valiente como Ramón no la dejaban sola ni un
solo instante
Y allí fue, entre medio de esa gente que la miraba con sus ojos perdidos, con sus ojos
tristes, ellos pensaban y sufrían por sus vidas, todos sabían lo que les esperaba en el
campo de refugiados, al menos sabían de su triste futuro, ella, no sabía si volvería a su
aldea, y eso la tenía medio loca. Por esa razón agradeció que a pocas horas de llegar a la
capital, donde ya en las carreteras se hacía menos peligroso detenerse, la mujer
Una pija en la selva 617
rompiera aguas, a la señal de Amelia, Massamba ordenó tal y como habían quedado
detener la camioneta donde viajaban, las mujeres ayudaron a Amelia, no fue un parto
fácil y su rostro así lo indicaba, el médico y enfermero le dieron los utensilios que
podría necesitar en caso de complicación, pero su ya experiencia en ese tipo de casos, le
ayudó a que lo complicado al final, quedara en nada. Las mujeres le dieron la
enhorabuena, el niño con sus berridos informó a todos que estaba bien, pero la madre al
verle la cara lo rechazó. Amelia cerró los ojos y ante la negativa de las mujeres, tomó el
bebé en brazos y se lo llevó con ella a la cafetera
El niño había sido producto de una violación, la madre como tantas otras mujeres lo
había rechazado, aquellos niños hijos de las violaciones, no eran bien recibidos por las
madres, los rechazaban y si en la tribu habían mujeres viudas eran entregados a ellas, o
simplemente los dejaban de lado hasta que morían. Eran parte de la historia que no sería
recordada, tantos perdidos que era mejor no imaginarlo. Ella había asistido a mujeres
que al ver al niño habían sufrido ataques de ansiedad, de locura, les recordaban tanto al
momento vivido que no podían ni mirarlos, había visto abuelas hacerse cargo porque
sabían que con los días, el sentimiento de odio de las mujeres iba menguando, y
acababan criándolos, había visto niños a los que ellos mismos habían llevado a los
lugares donde gente con gran corazón y pocos recursos, habían levantado pequeños
orfanatos, donde no solo habían niños, también muchachas que habían sido expulsadas
por sus tribus, al ser violadas. Todos aquellos recuerdos le nublaban la vista, y allí entre
sus brazos aquel pequeño que le había ayudado a llegar a un mundo donde no era
reconocido. El corazón le dolía, pero su situación no era la mejor para pedir que se lo
entregaran, quizás en otro momento, y con la compañía de Luisita, podría haber
solicitado su adopción
Q: ¿Y esto?
A: No es mío si es lo que estás pensando (le dijo con su lado y porte borde)
Q: No estás en disposición de hacer muchas bromas Amelia
A: Lo ha parido una mujer que fue violada, no lo quiere a su lado y ninguna de las
mujeres que van con ella quiere hacerse responsable
Q: Joder... pues estamos buenos... llegas tarde y no podemos entretenernos
Massamba: Yo entregar mwasi
A: Gracias Massamba, te lo agradezco (le dio al niño dejando un beso en la frente de
pequeño, entonces se dio cuenta que su camisa estaba manchada de sangre)
Q: ¿Estás preparada?
A: Sí, claro (dijo convencida) Deja que me cambie por lo menos la camisa
Una pija en la selva 618
Q: De acuerdo
Amelia cogió su mochila, sacó su camisa y entonces vio algo que le llamó la atención,
lo reconoció al segundo, era el amuleto que siempre llevaba Lula con ella, al verlo sus
ojos se llenaron de lágrimas, seguían sorprendiéndola, debía hacer todo lo posible para
que no la sacaran de allí, suspiró con fuerza entró en una de las cabañas y se cambió.
Salió con sus vaqueros, sus botas y la camisa blanca
A: Ya estoy
Q: Bien, no va a ser fácil, he estado valorando las posibilidades un poco con ellos, de
los tres responsables que van a hablar contigo solo hay uno que te va a echar una mano,
y se lo debes a Benigna
A: ¿A Benigna?
Q: Sí, fue hasta Longo para hablar con el doctor Mwemba, le explicó todo como había
sucedido así que, creo a poco expliques las cosas con suavidad, él no va a ser quien se
oponga a que sigas aquí
A: Benigna (susurró sonriendo)
Q: Pero no te hagas ilusiones, sabes que estás expedientada varias veces, y en esta has
puesto a la enfermera Gómez en peligro
A: Eso no es verdad
Q: Pues eso tendrás que demostrar. Ernest Farroud es homófobo te lo aviso
A: ¡Qué bien!, lo han dispuesto todo ¿no?
Q: Lamentablemente sí
A: ¿Y quién es el tercero?
Q: EL doctor Lamboard (le dijo despacio)
A: Joder... con las ganitas que me tiene
Q: Pues ya sabes
A: Osea, negro, negro
Q: Exacto. ¿Puedo sugerirte?
A: Sabes que sí
Q: Admite que fue tu error que serás buena chica y no volverás a hacerlo, que quisiste
afán de protagonismo, pero que tu superior te ha hecho entrar en razón
A: ¿Estás de coña? (se detuvo en su carrera y lo miró seria)
Q: ¿Quieres estar junto a Luisita?
A: Sí (admitió con rapidez)
Q: Pues tú misma Amelia, tú misma
-: Hola Amelia...
Agachó un poco la cabeza, cerró los ojos y con lentitud se fue girando...
A: Vaya Carolina... que gusto verte (sonrió de lado con su mirada clavada en ella y la
voz de Luisita avisándole de su traición)
Carolina: ¿Todo bien?
A: Sí, todo bien, ¿y tú? (la miraba fijamente)
Carolina: Trabajando un poco
A: No trabajes demasiado (le sonrió con tranquilidad)
Carolina: Lo siento, pero he tenido que declarar y...
A: No te preocupes, todo está bien (volvió a sonreírle)
Q: Amelia tenemos que entrar
A: Claro. Bueno Carolina, hasta ahora
Carolina: Adiós
blancos y uno de color, eran serios, sin duda, le esperaba un momento complicado. No
era la primera vez que se enfrentaba a ellos, pero sí, esta vez, su situación personal era
la menos indicada para ese enfrentamiento. Quintero esperó a que ella se sentara, y
después lo hizo él
su voz no se había elevado, y eso todavía le hacía mucho más duro su tono, más rotundo
acompañando una mueca amenazadora. Tomó nuevamente aire y tratando de aparentar
calma siguió) Me tienen aquí en esta maldita e inútil junta porque les molesto, ¿y saben
qué?, a mí me molesta su hipocresía, desde esa mesa se ve poco la realidad, ¿si ustedes
vieran las barbaridades que veo yo a diario, no harían lo mismo?, son médicos ¿no
salvarían vidas que fueran posible salvar?, ¿no evitarían sufrimientos a niños, mujeres,
ancianos?
Dr. LamboarQ: Doctora hay muchas maneras de ayudar y la que usted hizo no fue la
correcta
A: ¿Y según usted cuál es la manera correcta? (lo miró con expresión algo irónica)
Dr. FarrouQ: Usted no lo hizo con fines de ayudar a nadie, sabemos como es y la fama
que tiene, tenemos aquí una declaración suya donde usted dejaba bien claro que la
enfermera era la mujer de su vida, ¿es o no así?, ¿es o no cierto que dijo esas palabras
refiriéndose en el momento anterior al hecho a la enfermera Gómez?
A: Sí, lo dije, es la mujer de mi vida ¿y eso qué tiene que ver?, me tienen aquí por haber
hecho algo que para ustedes es ilícito, no por lo que yo pudiera decir, ¿qué pasa que
vale más la palabra de una chivata de mierda que mi trabajo?
Q: Creo que están llevando el caso por donde no es Doctor Farroud, admito que se le
pueda abrir un expediente por haber actuado mal pero...
Dr. FarrouQ: Actuado mal y haber inducido a la enfermera Gómez a hacerlo también,
ella no quería
A: Miren, no sé a donde quieren llegar... pero les voy a decir algo, si lo que tratan de
hacer es expulsarme, quitarme la licencia para seguir unida a este proyecto, adelante,
¡háganlo!, pero nadie me va a sacar de África, hay miles de proyectos a los que ayudar
que seguro no son tan hipócritas como ustedes tres, y el que les manda hacer este
numerito ¿quieren sacarme de aquí? ¡Háganlo!, pero nadie me va a sacar de África y si
tengo que hacer millones de veces cosas ilícitas como la que hice, las haré, les parezca
bien o no, así que... ustedes mismos
Dr. FarrouQ: Doctora Ledesma no hemos terminado (le dio al ver que se había
levantado)
A: Ustedes puede que no, yo sí
Salió de allí a paso ligero, se marchó en busca del pasillo que se acordaba era el
correcto, abrió la puerta sin escuchar como Quintero la llamaba, entró, cerró y
desafiante mirándola a los ojos se apoyó con las dos palmas de las manos en la mesa
mirándola desafiante. Tragó saliva y con voz gélida chirriante sin elevarla, le dijo
A: Llámala
Carolina: ¿Qué?, no sé que quieres... (su voz tembló, se le dispararon los nervios y es
que la mirada de Amelia no era para menos)
A: Sabes perfectamente lo que te estoy diciendo... llámala y no me hagas perder más
tiempo, hija de puta (una vez ya había terminado, podía expresarse contra ella como
realmente lo sentía, con ese dolor que le causaba ser aliada de la otra)
Carolina: De acuerdo (marcó un número de teléfono esperó, la señal, aguardó hasta que
otra voz le contestó y tuvo que cortarla) No Julia, espera, no soy yo quien quiere hablar
contigo... es Amelia
A: Gracias (tapó el auricular miró a Carolina y le dijo con gesto duro e implacable)
Déjame sola
Una pija en la selva 622
Durante unos segundos pasó por su mente que iba a ser la primera vez que hablara con
ella desde que se despidieron tras la traición, durante unos segundos pensó que debía ser
contundente, su corazón temblaba, sus manos también. Cuando vio que estaba sola
exhaló un profundo suspiro, destapó el auricular y volvió a suspirar para controlarse...
Marce, llegó hasta la radio, según la hora prevista faltaba algo más de media hora para
que terminara la reunión, se había sentado allí conociendo a Amelia podía haber
ocurrido cualquier cosa, y él allí estaba atado de manos sin poder hacer nada. En ese
momento sonó la radio y se precipitó hasta ella
M: ¿Amelia?
Q: No Marce soy yo
M: ¿Qué ha pasado?
Q: Mira ahora entiendo lo que Benigna me decía, no lo podía creer pero ahora sí
M: Quintero no me vengas con rodeos, ¡habla claro joder!
Q: Esto es todo una artimaña de Julia, estoy seguro, le acusan de haberte dejado solo en
la misión, de haberse llevado a Luisita engañada para seducirla
M: ¡Anda ya!, ¿seducirla?, ¿en una operación?, ¡pero esto que es, un mundo de locos!
Q: Marce... Amelia perdió los papeles o bueno... no los perdió, sino, reivindicó sus
derechos como médica, les dijo que si querían expulsarla que lo hicieran pero no se iba
de África
M: Con dos cojones
Q: He hablado con Mwemba, a él le parece que es injusto, que se le podría poner una
falta grave, sin retirarla, está convencido que es una médica como pocas, pero los otros
dos...
M: Cabrones, son dos contra uno (dijo pensativo)
Q: Así es, si le quitan la licencia, de aquí se va a Madrid Marce
M: ¿Cómo?
Q: Ya sabes como funciona la burocracia, si lo deciden tendrá que volver a España,
desde el momento en que tomen la decisión
M: ¿Y dónde está ella? (se pasaba las manos por la cara nervioso)
Q: No lo sé, salió despavorida y no sé dónde fue
M: Imagino... ¿y qué le digo yo a Luisita?
Q: La verdad
M: Pues ya puedes ir preparando la incorporación de una enfermera, si Amelia se va,
Luisita lo hará detrás
Q: ¿Sabes lo que me fastidia de todo esto Marce?, el poder, como siempre el poder, el
poder de una sola persona para entorpecer un trabajo digno. Me consta que Amelia
puede hacer locuras ¡quién no las ha hecho! Si estamos rodeados de sufrimiento, pero
esto no es justo, y lo peor, es que no podemos hacer nada
Una pija en la selva 623
M: Voy a hablar con Cruz, ella debe saber algo más, me dijo que una vez finalizará que
nos pusiéramos en contacto con ella... debe poder hacer algo desde Madrid
Q: A Amelia le ha perdido su pasado, Julia y todo lo que vino después
M: Justamente ahora que tiene una oportunidad... en fin (suspiró con rabia) Voy a
hablar con Cruz, y después tendré que hacerlo con Luisita, es capaz de coger el camión
y plantarse allí
Q: Que no haga tonterías, voy a ver si puedo conseguir algo, hablaré yo también con mi
superior
M: De acuerdo. Contrólala Quintero, Amelia enfuruñada es un peligro
Q: Lo sé
M: Adiós
B: ¿Qué? (le preguntó con cierto temor y nerviosismo Benigna con la presencia de
Luisita
M: Mal no os voy a engañar (les dijo con gesto triste) Van a por ella, han mezclado
todo y como resultado lo más seguro es la expulsión
B: Pero... no lo entiendo (susurró mirando a una Luisita que se le llenaban los ojos de
lágrimas)
M: Es muy fácil, ha ido a por ella, Julia y su poder, la reclaman y Amelia ha caído, es
así de simple
Yildas: Ziku, nswalu na mwasi kunata na kamwana mbefo (doctor rápido una mujer
trae un niño enfermo) decía nervioso asomándose a la puerta
M: ¡Vamos! (se levantó y las dos mujeres fueron tras él)
Fuera del hospital una mujer había llegado con un burro y un carro, con dos niños más y
su marido, el aspecto de los niños era enfermizo, al igual que el suyo, el hombre miró a
Marce y le rogó
HombrL: Luzolo ziku, luzolo mono mwana kufwa nge (piedad doctor, piedad, mi hijo
se muere)
En ese momento, los problemas de todos se disiparon en el aire, Luisita con rapidez
tomó la pequeña criatura de los brazos de una madre que caía al suelo tras entregar a su
hijo
En mucho menos de lo que le había pedido Marce, Dib entraba acompañando a Sissou
con una vasija de barro. Luisita asintió mientras le preparaba el gotero de antibiótico y
le inyectaba para bajarle la fiebre
Dib: Sissou decir que los niños fuera también fiebre (le dijo Dib a Luisita)
L: Bien, a ver Sissou, manos, muñecas, frente ¿entiendes? (le decía por señas mientras
Dib le traducía) Gracias Dib. Voy a ver a los demás. ¿Marce?
M: Inyecta a los pequeños, tiene fiebre también
L: De acuerdo. ¿La madre? (su gesto era preocupado pero también lo marcaba una
profunda tristeza por su propia situación, llevaba una lucha interna no quería ser egoísta
pero, no podía dejar de pensar en Amelia)
M: La madre es puro cansancio, lleva dos días andando con su hijo cargado al brazo, se
le han muerto cuatro y este, como no responda será el que haga cinco
L: Joder (susurró rota por el dolor de ver aquella familia destruida)
B: Yo me encargo de la madre Luisita (le dijo Benigna)
M: Encima Amelia no está... ¡joder! (dijo con toda la rabia del mundo reflejada en su
rostro)
En la capital, Massamba y Zulú esperaban ver salir a Amelia, en cambio con quien se
encontraron fue con Quintero, se acercaron a él y cuando les explicó lo que había
ocurrido, ambos hombres no pudieron evitar una mueca de estupor
Zulú: Eso querer decir, Amelia se va... ¿eso es? (preguntó con temor)
Q: Esperemos que no, pero... es lo más probable, sí
Massamba: No poder hacer eso (le decía serio, muy serio)
Q: Desgraciadamente sí. Cuando salga, venir a mi casa por favor... allí os darán cena y
cobijo
Massamba: Melesi, nosotros esperar a doctora
Los dos hombres comenzaron a quejarse ante la situación, el cariño por aquella mwasi
mondele, no hacía falta mostrarlo, ella lo sabía sin necesidad de nada más que ese apoyo
Una pija en la selva 625
que ambos le habían querido transmitir, con tristeza se sentaron en la puerta esperando
que saliera para acompañarla
En la aldea, se habían calmado un poco, Marce parecía que tenía controlada la situación,
a los niños les estaba bajando la fiebre, y la diarrea parecía que se había cortado, la
madre se había despertado y se mostraba pesarosa pero agradecida, a su lado Nmaba
que había con su perro, tomado los mandos de la situación, haciendo salir del hospital a
toda la juventud fértil, ella y Benigna, estaban allí, mientras Luisita no se separaba del
pequeño que apenas tendría unos meses, le ponía y quitaba los paños, le sonreía y
acariciaba
L: Si Amelia estuviera aquí, seguro estaría diciéndote cosas (el pequeño tenía abiertos
los ojos pero parecía ausente) Ella tiene mucha mano con los niños ¿sabes?, es una
médica maravillosa, y muy guapa, seguro que con su sonrisa te hubiera cautivado
pequeño, espero que cuando venga... estés mejor y puedas sonreír para ella (sin poderlo
evitar el miedo se había adueñado de toda ella una vez pasado la tensión de aquel
momento, y como resultado a aquel miedo, las lágrimas afloraron en sus mejillas
mientras susurraba) No puede ser así de injusta la vida... no puede hacerme esto... justo
ahora no (negaba con la cabeza con aire sombrío, entonces el niño comenzó a llorar a
pleno pulmón) Shhhh, no llores... ¿qué derecho tengo yo a quejarme, verdad pequeño?
Q: La cena está casi lista Amelia, si quieres darte una ducha y relajarte, te da tiempo
A: No tengo hambre, gracias ¿puedo hablar con Luisita?
Q: Sí, claro vamos (le indicó con su mano el camino hacia el despacho)
A: Gracias
Q: Massamba, Zulú, poneros cómodos no hay mucho sitio pero podréis descansar
A: ¿Cuándo van a decirme algo? (le preguntó encaminándose hacia el despacho con los
brazos cruzados sobre el pecho)
Q: Mañana nos han citado a las diez
A: Bien
Una pija en la selva 626
Q: Pasa, antes que hables con ellos, quiero decirte que he sentido vergüenza allí dentro,
sin embargo me siento muy orgulloso de ti, no sé que va a pasar pero... me siento
orgulloso de ti Amelia
A: Gracias (dijo con su gesto apesadumbrado) Espero que se den cuenta que no tienen
razón
Q: Venga... te paso la llamada y te dejo sola
A: Bien
Q: A ver (trató de comunicarse con Marce, pero por más que lo intentó la línea no le
permitía recibir señal) No sé que pasa... a ver déjame intentarlo de nuevo
A: Si quieres ve a cenar, ya lo intento yo
Q: No, tranquila, tengo trabajo no creo que tenga mucho tiempo
A: Siento si te he entorpecido tu...
Q: ¡Vamos Amelia!... después de ver como les has pateado el culo, y les has
demostrado lo que es sentir de verdad lo que hacemos, no me digas eso, sólo espero que
mañana nos digan que todo queda en un toque de atención
A: Pues sí, yo también lo espero (sonrió con tristeza)
Q: Pero sabes que es complicado, ¿verdad?
A: Sí. ¿No puedes? (le preguntó algo desesperada al ver que la línea seguía sin dar
señal)
Q: No. A estas horas es más complicado, venga cena y después con las líneas menos
sobrecargadas hablas con ella
Amelia subió a su habitación, era pequeña y en la cama casi no cabía, tenía que
acurrucar sus piernas para que quedaran dentro del colchón, pero, poco le importaba
donde dejara caer su cuerpo, miraba el techo mientras una lágrima caía por su rostro,
cerró los ojos suspirando, recreando su memoria nuevamente la escena que había vivido
en aquel despacho
Cuando Carolina salió, volvió a suspirar antes de hablarle, estaba allí al otro lado de
la línea, por primera vez en dos largos años volvería a escuchar su voz. Con actitud
firme, voz áspera y tono contundente habló
A: Solo quiero decirte que ni se te ocurra llevar esto adelante, tú tienes poder aquí, yo
lo tengo en Madrid, te recuerdo que soy una Wilson, una Wilson que puede disponer de
dinero, abogados y jueces, una Wilson que tú pateaste, y la que te tiene muchas ganas,
hasta hoy, me he callado, no he querido saber nada de ti pero tú has provocado esto,
así que ahora vas a tener que afrontar las consecuencias, ¡no me hables! No quiero ni
escuchar tu asquerosa voz (le cortó gritando al escuchar que iba a nombrarla con esa
voz dulce con la que tiempo atrás conseguía todos sus propósitos) Solo quiero que
escuches, si haces que esto siga adelante, si haces que me hagan volver a España, te
juro que lucharé por lo que es mío, y mío también es el pequeño, te denunciaré por
haberme utilizado, porque yo soy la madre de David también, ¡y sabes que lo hago!, y
si no lo imaginas, te lo digo, mi dinero compra cualquier cosa, tengo personas
dispuestas a declarar a mi favor con tu asquerosa artimaña, así todo el mundo sabrá de
lo que eres capaz, y solicitaré mis derechos como madre, los tengo y lo sabes, sabes que
si quiero, compartimos la custodia, no quiero saber de ti, pero sí del pequeño, si tienes
cojones sigue adelante con esto, y te juro que descubrirás mi lado más desagradable
ese que no conoces, no me interesas como mujer, eres detestable, y te digo más, nunca
volveré a tu lado, ni a mirarte, ni a escucharte porque me das asco y pena, mucha más
pena de lo que puedes imaginar, ¿quieres retarme?, hazlo, sigue con tu sucio juego, y
Una pija en la selva 627
entonces descubrirás el mío. ¿Quieres que todo el mundo se entere como te revolcabas
conmigo?, todos saben que soy lesbiana, a mí no me importaría explicar lo bien que
nos lo pasábamos, ¿quieres que sepan como jugaste conmigo y con tu supuesto
marido?, ¿quieres que descubra todo el mundo tu cara de zorra?, sigue con esto y te
juro que no tendré piedad, y te juro, que te quitaré al pequeño que no te merece como
madre (guardó silencio por un momento pensó que hablaba sola, era tal el odio que
salía de ella que no había parado a escuchar si estaba allí, pero claro que estaba, oía
su respiración nerviosa) ¿Quieres que juguemos Julia?, lo haremos las dos, te lo
aseguro...
Los golpes de los nudillos de Quintero en la puerta la despertaron de esa pesadilla que
había sido su monólogo, no había dejado hablar a Julia, tan solo vomitó todo lo que
durante tiempo se había callado, que durante tiempo había pensado pero no había
encontrado el coraje necesario para gritarlo. Se levantó como si su cuerpo pesara
toneladas, la vida se le había burlado en esa curva del camino, pero no estaba dispuesta
a perder
A: Hola
Q: Vamos a cenar Amelia, o Benigna luego me hará la vida imposible si no te cuido (le
dijo con una tímida sonrisa)
A: De acuerdo, ¿has conseguido hablar?
Q: No, ahora cuando cenes lo intentamos de nuevo
A: Gracias (al bajar se encontró con Massamba y Zulú allí de pie mirándola con cierta
mezcla de sincera admiración y cierta inquietud) ¡Ey! chicos que aún no me he ido, no
quiero ver esas caras ¿eh? (les dijo sonriendo)
Q: Venga vamos a cenar y lo veremos todo de mejor color
Cenaron tratando de ver algo positivo dentro de lo mal que estaba la situación, hablaron
de lo que realmente había supuesto aquel entramado y como había caído en la trampa
que Julia desde la distancia le había tendido
En la aldea, Benigna había casi obligado a Luisita a cenar, al terminar se salió hasta su
cabaña y se volvió a sentar allí con la mirada perdida, Mona que no se había separado
de ella, se sentó en sus rodillas abrazada a su cuello, Valiente se había tumbado en el
suelo apoyando los pies en la espalda de Luisita porque Mona no le había dejado subir a
sus piernas. Allí con los ojos mirando hacia la puerta, aún sabiendo que no se iba abrir,
no se separaban imaginando el momento de la vuelta de Amelia, su sonrisa le quitaría
todos esos momentos amargos que llevaba vividos desde su marcha. En ese
pensamiento estaba cuando vio como Marce la llamaba por señas, al levantarse, Mona
se fue tras ella y Valiente cayó rodando mientras protestaba el movimiento brusco de
una Luisita que salió a toda prisa caminando
M: Es Amelia... pero una cosa Luisita, trata de que no te note muy mal, creo que está
tocada
L: Lo sé, gracias Marce (le sonrió y entró en el cuarto) ¿Amelia?
A: Hola mi amor (sonrió iluminándosele la cara, mientras sus ojos se llenaban de
tristeza) ¿Qué tal estás?
L: Echándote de menos, pero bien, ¿y tú?
Una pija en la selva 628
A: Igual... pensando que esta mañana te he dado un beso y ahora aquí estamos en la
distancia
L: Bueno pero mañana nos volvemos a ver y me darás todos los que me debes de hoy,
ya sé que soy irresistible pero... ¿no puedes pasar una noche sin mí? (trataba de sonreír
mientras sus ojos se llenaban de lágrimas)
A: ¡Pero que presuntuosa es mi niña! (sonrió esforzándose) Oye... ¿y tú a mí?
L: ¿Tú qué crees? (de pronto guardaron silencio, un silencio extraño entre ellas, tras
suspirar, Luisita le preguntó) ¿Qué tal ha ido?
A: Como esperaba, pero vamos ya les he dicho que a mí no me mueven de aquí, si no
me quieren en este proyecto será en otro, pero no te voy a dejar
L: Bueno, si no te quieren en este proyecto, iremos a uno que nos quieran (contestó con
total seguridad)
A: Te quiero (susurró con la voz quebrada por la emoción ante sus palabras)
L: Yo también te quiero, mucho mi vida... y te aseguro que aquí todos te quieren y te
extrañan, ¡si es que eres tan pesada que no estás y se nota! (dio una carcajada al tiempo
que le caían ante el movimiento algunas lágrimas)
A: ¡Eso me lo tendrás que decir a la cara!
L: Mañana mismo en cuanto entres por la puerta
A: Oye Luisita... (suspiró para tranquilizar los nervios que tenía en su interior) No
quiero que te hagas ilusiones de que va a salir bien
L: Estoy convencida que sí, y si no sale bien, no importa, iremos juntas donde sea
(apretaba sus manos, sudaban ante los nervios que estaba pasando por controlar sus
lágrimas aquella posibilidad no quería ni escucharla)
A: Puede que me hagan ir a Madrid, quiero que estés tranquila, si tuviera que irme (sus
palabras salieron lentas como si pesaran toneladas en su garganta)
L: No vas a irte
A: Luisita no quiero que sufras ¿vale? (no pudo ya retener sus lágrimas)
L: Y yo no quiero que sufras tú, ni que te vayas (musitó intranquila)
A: No es fácil te lo aseguro, vienen a por mí... (nuevo silencio entre ambas) Luisita... no
sé que va a pasar, pero quiero que sepas que aunque tenga que irme o... me echen, nadie
va a separarnos
L: Lo sé... ¿si te vas... será para mucho tiempo? (su rostro se mostraba tenso, una mueca
de pánico se reflejó en él
A: Sí (musitó casi sin fuerzas)
L: ¿Pero vendrás mañana? Al menos a despedirnos
A: No lo sé Luisita (volvió a cerrar los ojos con pesar)
L: Amelia te quiero (le dijo ya sin retener las lágrimas) Debiste dejar que fuera, yo...
A: No quiero meterte en esto Luisita, no puedo... fui yo quien por imbécil está aquí
L: No Amelia, fuiste porque eres así, no entiendo como pueden decidir apartarte si lo
único que has estado haciendo es salvar gente
A: Pero hay un protocolo cariño...
L: Protocolo (repitió con rabia)
A: Mi amor... escúchame (su gesto era de un miedo incontrolado, cerró los ojos y trató
de decirlo sin titubear, acariciando al mismo tiempo la radio como si aquel aparato fuera
el rostro de Luisita) Necesito saber que estás bien, y necesito que tú sepas que si voy a
Madrid volveré, y que si no me dejan ir a verte, haré lo que sea para ir, Massamba y
Zulú han preparado una buena excusa para llevarme aunque sea a despedirme de ti, pero
necesito saber que crees en mí, y que, si me voy, nadie va a conseguir que me quede
allí, porque te quiero, porque quiero estar a tu lado y hacerte feliz, ¿lo sabes?
Una pija en la selva 629
L: Amelia no tienes que decírmelo, claro que lo sé... de igual modo que lo sabes tú. Te
quiero mucho, no podía imaginar cuanto, y estoy segura que después nos vamos a reír
de esta ñoñería que nos ha entrado (oyó como Amelia sonreía y lo hizo ella también.
Con la voz entre cortada añadió) Nadie nos va a separar cariño...
A: Te quiero Luisita
L: ¿Has cenado bien?
A: Sí, dile a Benigna que Quintero me ha cuidado muy bien
L: Estaba preocupada (se quitaba las lágrimas de la mejilla. Tras unos segundos en
silencio, finalmente le dijo con cierto titubeo de emoción en su voz) Nmaba me dijo que
la gente de buen corazón, siempre consigue superar los obstáculos, y que tú lo tenías,
así que no me preocupara
A: Dale un beso de mi parte, a ella y a todos (su nariz se había enrojecido por la
emoción y el llanto contenido)
L: Claro que sí, los niños no paran de preguntar por ti, ¡si es que es más famosa mi
reina! (exclamó orgullosa)
A: Aunque te pese, sí, lo soy (sonrió) Bueno Luisita... tengo que colgar cariño
L: Mira la luna esta noche, la compartiremos
A: Vale (sonrió) Mañana hablamos, y tranquila que si todo sale bien no voy a
separarme de ti ni un segundo
L: Más te vale, te lo advierto. Buenas noches mi amor
A: Buenas noches cariño... descansa
L: Y tú (cuando oyó el pitido que ponía fin a la conversación, se derrumbó, lloró con
tantas ansias, que en aquel cuarto su voz quebrada le asustó a ella misma, entonces notó
una mano en su hombro, se giró para abrazarse a Benigna, pero quien estaba era Mona
que con un suave aullido la acunó entre sus brazos, y Luisita lloró en el hombro del
animal que le abrazaba con fuerza) No la puedo perder Mona... no la puedo perder...
Amelia no estaba mucho mejor, allí sola lloraba amargamente, odiaba con todas sus
fuerzas a Julia, antes la había odiado por su mentira, por su juego, por su humillación,
en ese instante la odiaba por separarla de la mujer más importante en su vida. Cuando se
calmó un poco, salió hasta un patio interior que había en la casa de Quintero, se sentó a
contemplar la luna como estaba segura estaría haciendo Luisita, y allí seguía sin poder
retener sus lágrimas, oyó unos pasos y supo al instante quien estaba sentándose a su
lado, lo miró y vio en sus fríos ojos, un calor tan tremendo que escondió su cabeza en el
pecho de Massamba, que la abrazó con el ceño fruncido
Massamba: ¿Querer huir Amelia?, Zulú y yo llevar, lejos, hasta que pase y volver con
nosotros a nuestro hogar
A: Gracias Massamba (trataba de contener el llanto)
Massamba: La luna nos mira... ella nos protegerá de malos espíritus
A: Ojalá porque si me tengo que marchar, no creo que lo pueda soportar
Massamba: Mwasi Luisita tampoco (le dijo con el rostro de expresión grave)
A: Lo sé
Massamba: ¿Querer huir? (insistió)
A: No Massamba, me queda una oportunidad y espero poder lograrlo, sino, lo haremos
huiré. Gracias por cuidarme (le sonrió y él la miró con unos ojos brillantes repletos de
amor) Gracias
Massamba: Mwasi merecer, nada que agradecer
Una pija en la selva 630
Se retiró a su cuarto, Quintero estaba algo liado con sus problemas y la saludó desde la
puerta de su despacho, al llegar a la habitación no encendió la luz, dejó que los rayos de
luna que entraban por la ventana la alumbraran como si estuviera en la cabaña, cerró los
ojos como si pudiera visualizar a su lado derecho a Luisita, estaría en la cabaña, en la
cama, quizá como ella dando vueltas sin parar, inquieta, nerviosa hasta límites
insospechados. Y es que su monólogo con Julia le había dejado un sabor agridulce,
agrio por tener que enfrentarse a ella aunque tan solo había escuchado su voz en un
murmullo, dulce porque después de hacer lo que hizo sintió como la losa que llevaba
cargada en su espalda se había desprendido, como su corazón que aún guardaba una
pequeña herida, había cicatrizado y como más segura que nunca, se daba cuenta que
gracias al amor de Luisita, la vida le daba otra oportunidad para amar, y esta vez sin
duda, ser amada y ser amada de una manera tan especial como lo hacía Luisita que
aquel amor le había llegado en el peor momento, en ese maldito tribunal, que si bien era
cierto había hecho algo que no debía, jamás pensó que la intromisión de Julia, pudiera
causarle tanto desespero en su alma, apartarse de Luisita lo veía como una pesadilla, y si
lo pensaba su corazón comenzaba una carrera fuerte y violenta, apoderándose de ella
una total desazón. Vueltas y más vueltas, sin poder cerrar los ojos. Llorando en silencio,
suplicando a ese Dios al que Benigna se había aferrado en tantas ocasiones, y al que
últimamente le había dado un poco la espalda, que la ayudará, que le echará un cable en
su injusta situación. Finalmente el cansancio la ayudó a dormir
B: ¿Puedo acompañarte?, yo tampoco puedo dormir (apareció Benigna con sus rulos)
L: Claro que puedes (sonrió al verla)
Mona: Uhhhhhhhhhh (la señalaba con su dedo despertando a Valiente que se asomó a
ver que pasaba) Ahhhhhhh
L: Mona que la gente duerme
ValientL: Ah ah ah uhhhhhhh (se levantó yendo a quitarle un rulo)
B: ¡Valiente! (lo riñó al ver que se le acercaba a por un rulo)
L: Valiente no (le decía sonriendo Luisita)
B: Pero bueno (lo miraba muy seria y el animal ponía gesto de comportarse) Así me
gusta, malo es
L: Le llama la atención tu cabeza
B: Sí, pero es que si no... mañana me levanto con unos pelos... (decía sonriendo
entonces vio salir a Ngouabi de la cocina con algo en sus manos) ¿Y eso?
L: Debe tener hambre
B: ¿Ngouabi kwisa kudya ata? (¿Ngouabi vas a comer ahora?) (le preguntó con el cejo
fruncido)
Ngouabi: Inga mami (sí mami) (respondió el muchacho con cara de circunstancias)
B: ¿Mono kusadisila nge mnati yanwu? (¿te preparo algo caliente?)
Ngouabi: Ve, ve, melesi mami, na nki bayayi, kele mingi, melesi (no no, gracias mami
con esto es mucho, gracias) Mpimpa na
B: Mpimpa na. Que raro... él nunca suele llevarse comida (dijo para si)
L: Esta noche tiene hambre
Una pija en la selva 631
B: Ya (no le perdía detalle porque la actitud del muchacho le parecía extraña) Bueno...
¿qué tal Amelia?
L: Asustada
B: Imagino. Yo traté de hablar con el doctor Mwemba, es un hombre muy cabal pero
me avisó que lo que Amelia había hecho era para expedientarla, y ya tiene abierto
expediente (hablaba un tanto desanimada) Aunque a mí nadie me quita de la cabeza que
esto viene de la mano de Julia
L: He estado pensando en eso Benigna, en ella (Benigna la miró fijamente, su voz le
mostraba que algo estaba pasando por su cabeza, algo que no le iba a gustar) He llegado
a la conclusión de que... mucho la tiene que querer Julia para hacer algo así, ¿y si me he
entrometido entre ellas?
B: ¡Pero que tontería es esa!, ¡pero qué estás diciendo!, Amelia odia a Julia, Julia le
destrozó la vida (decía absorta al ver las dudas reflejadas en sus pupilas, con gestos
exagerados, con rostro pálido)
L: Pero todo lo que hace es por recuperarla
B: ¡Para usarla y cuando se aburra darle la patada!
L: No puedo creer eso Benigna, nadie hace algo así por simple entretenimiento
B: Julia sí, Luisita hay personas que son así, ¿cómo puedes pensar eso después de lo
que le hizo con el niño?, ¡y no vuelvas a decir tontería como esa, eh! (le decía fuera de
sí ante la mirada atenta de Mona y Valiente que nunca habían visto esos ojos tan
abiertos, y ellos los intentaban abrir de igual modo) Amelia te quiere a ti, punto
L: Eso lo sé
B: ¡Entonces! (le riñó fuertemente)
L: Lo siento, lo sé... no sé Benigna, estoy muerta de miedo (rompió a llorar y Benigna
la abrazó) Si se va... ¿qué voy a hacer yo?
B: Debemos tener esperanza...
L: Amelia no la tiene, ¿cómo voy a tenerla yo? (preguntaba con gran pesar)
B: Porque es una injusticia lo que quieren hacer, y finalmente el sentido común se
impondrá
L: La quiero, no he querido a nadie así Benigna, la quiero tanto que me duele el corazón
B: Luisita cariño (la abrazó fuerte, después la separó haciendo que la mirara, Mona se
había colgado en su espalda y Valiente había apoyado su cabeza sobre sus piernas)
Mírame, nada es sencillo, en la vida hay que luchar constantemente y aquí lo ves, si a
Amelia finalmente la incapacitan como médica, cosa que dudo, y déjame explicarte el
motivo de mis dudas, sé que ella hará todo lo posible para demostrar que no ha hecho
nada ilegal, tan solo ayudar y entonces si habrá que llevar testigos para contrastar
informaciones, ella no va a dejar que entre vosotras la distancia os pueda, al igual que
tú, ambas lucharéis y la lucha merecerá la pena, todo en el caso de que la incapaciten
L: ¿Y mientras tanto?, Amelia en Madrid, yo aquí... no lo soportaré
B: Claro que lo soportarás, el amor te ayudará
L: No quiero que se vaya, si se va... pediré mi derecho a rescindir mi contrato, ¿me
entiendes, verdad? (la miraba con cierto temor)
B: Sí te entiendo, aunque eso signifique perderos a las dos, lo entiendo y te apoyaré,
pero estoy segura que eso no va a pasar, ¡y ahora a la cama!, no querrás que mañana
cuando venga Amelia te encuentre ojerosa... aunque creo que le da igual, le gustas de
todos modos (se miraron y rompieron en una carcajada mientras Luisita se retiraba las
lágrimas de sus mejillas) Eso está mejor, la muerte es lo único que no tiene solución
Luisita, lo demás, nos dolerá más, nos dolerá menos pero sobrevivimos, mira Amelia,
jamás pensó iba a tener una mujer a la que amar, y que la amara, que ese ejemplo suyo
te sirva para mantener la fe
Una pija en la selva 632
L: Gracias Benigna, te quiero mucho... en este poco tiempo que llevamos juntas, te has
portado conmigo como una madre
B: Es que soy una madre frustrada cariño... como Marce dice, soy la gran Madre de
todas las madres (sonrió débilmente) Yo también te quiero mucho, ¡venga a dormir!
La mañana para Amelia apareció con un sol que le cegaba, no podía abrir los ojos
cuando escuchó la voz de Quintero avisándole para que se levantara sintió que su
cuerpo se resentía de una noche pésima. Se levantó con cuidado mirando a su lado
derecho, allí no estaba Luisita, ¡cuánto la había echado de menos!, pensaba para si.
Salió y se encontró con Quintero allí esperándola con gesto tenso, Massamba y Zulú la
esperaban fuera
Q: ¿Preparada?
A: ¡Qué remedio! (elevó los hombros)
Q: Pues vamos... espero que salgas de esta Amelia, de verdad
A: Gracias, yo también
Q: Todo va a ir bien
A: Estoy cagada Quintero (su rostro así lo demostraba)
Q: Lo sé. Venga
Tras un suspiro casi compartido, ambos entraron en el mismo despacho con la misma
disposición de mesas, con los tres mismos hombres, con las tres mismas caras y
Una pija en la selva 633
expresiones. Quintero separó la silla de Amelia para que se sentara, así lo hizo, lo
agradeció para escuchar el veredicto debía sentarse antes de desmayarse porque esa era
la sensación que tenía, se iba a desmayar por la tensión acumulada
Dr. FarrouQ: Buenos días doctora Ledesma, hemos estado valorando los hechos, creo
que todo ha quedado bastante claro para nosotros, hemos comentado su situación con la
Central, y desde allí han comunicado que debe usted personarse en Madrid para anular
su unión con nosotros
A: ¡Qué! (se levantó hecha una furia entrecerrando los ojos dejando su boca semiabierta
por la impresión)
Q: A ver... realmente los motivos por los que la acusan no me parecen los justos para
expulsarla (trató de mediar Quintero al ver el rostro desencajado de Amelia)
Dr. FarrouQ: Doctor Quintero, se ha evaluado la situación, son tres factores, desacato
de orden, abandono de sus deberes y poner la vida en peligro de su enfermera con
fines...
A: Hijo de puta eso es lo que tú crees, lo que tu mente de mierda cree (gritó yendo hacia
él)
Q: Amelia por favor si tienes una oportunidad estas no son formas (le decía nervioso
tomándola del brazo tratando de convencerla)
Dr. LamboarQ: Doctora Ledesma, creo que inconscientemente usted puso en peligro a
la enfermera, deberíamos expedientarla pero hemos hablado con ella y nos ha asegurado
que usted no le informó de los hechos
A: ¡Eso no lo ha dicho Luisita! (decía incrédula con los ojos rojos de indignación y
furia)
Dr. LamboarQ: Tenemos una declaración bajo juramento de la enfermera, ¿quiere ver
su firma?
A: Sí, quiero ver su firma (les dijo desafiante, se levantó y miró el papel, su gesto fue de
impresión, efectivamente Luisita había firmado aquel papel donde reconocía que no
había sido informada de la misión que iban a hacer) Esto no puede ser... ¡han falsificado
la firma para ir en mi contra!
Dr. FarrouQ: ¿Nos está llamando corruptos? (se levantó mirándola fijamente)
A: Sí (gritó casi trastornada no podía creer lo que sus ojos veían)
Q: ¡Amelia! (trató de frenar su desespero, él mismo estaba sintiendo el acoso hacia ella
de tal modo que se sentía desconcertado)
A: Nada de esto es cierto, Luisita nunca dijo nada de esto
Dr. FarrouQ: ¿Está usted segura? (su tono y su mirada fueron tan hirientes que
provocaron que los otros dos hombres y Quintero lo miraran fijamente)
A: Que le den por culo Doctor Farroud, Luisita nunca firmaría una cosa como está
Dr. FarrouQ: Vaya... ¿será por algo especial?
A: Cretino. Les aseguro que esto no va a quedar así (se dio la vuelta para salir de allí)
Dr. FarrouQ: ¿Dónde cree que va?
A: Me voy a contrastar esta información
Dr. FarrouQ: Tiene un avión esperándola Doctora Ledesma
Q: Un momento, esto no puede ser... ¿cómo se la van a llevar así?, tiene sus cosas en la
aldea y... (no salía de su asombro mirando intercaladamente a unos y otros)
A: No pueden hacer eso, los denunciaré (se sentía perdida en un laberinto)
Dr. Mwemba: Lo sentimos pero... era un vuelo que salía hoy y han aprovechado las
circunstancias por eso se le citó ayer. Sus cosas le llegaran a Madrid
A: Me niego a abandonar el país
Una pija en la selva 634
Dr. FarrouQ: Si no lo hace será una indocumentada y ya sabe lo que hacen con las
indocumentadas
A: Hijo de puta, hijo de puta (repitió con toda su rabia encaminándose hasta él) ¿Cuánto
os ha pagado?, ¡cuánto!
Q: Amelia por favor calla
A: Estáis bajo sus ordenes, pero esto no va a quedar así, voy a mover cielo y tierra hasta
acabar con vosotros... os lo juro
Dr. FarrouQ: Nos está amenazando... ¿se da cuenta?
A: ¡Si, les estoy amenazando porque me echan con pruebas falsas! No hice nada malo
para que me echen
Dr. FarrouQ: Aquí no hay más pruebas que lo que usted hizo por ser gallita, está
pagando la prepotencia, soberbia y orgullo con el que trabaja, para ser más que nadie,
¡pues aquí tiene el resultado! (las puertas se abrieron y dos hombres altos y fuertes
aparecieron tras ella) Llévensela el avión no espera
Q: ¡Un momento esto no se puede hacer así! (dijo Quintero enfurecido ante el trato que
le estaban dando) Este trato es vejatorio
Dr. LamboarQ: Disculpe Doctor Quintero, no hay ninguna clase de vejación, se le
llamó precisamente para aprovechar este vuelo, la Doctora Ledesma reconoció haber
actuado mal, no hay nada más que discutir, el avión está esperándola, una vez arregle
sus asuntos en Madrid tiene las puertas de este país abiertas, pero su actuación como
Médica deja mucho que desear
Q: Están cometiendo un grave error, si dejan que la Doctora Ledesma deje de trabajar
con nosotros, se lo advierto (se giró y salió siguiendo a una Amelia que caminaba con
su rostro marcado por un profundo dolor) Amelia... tranquila por favor
A: ¿Cómo voy a estar tranquila?, ¡dime!, lo tenían todo bien planeado ¡joder! (las
lágrimas corrían por el rostro de una destrozada Amelia)
Q: Esto no va a terminar así, haremos lo que sea, hablaremos con quien sea
presentaremos pruebas, testigos...
A: Estoy segura que Luisita no firmó ese papel... no puede ser... aunque en ese
momento estaba celosa por Carolina... ¿lo haría?, ¡no como va a hacer algo así!
Q: Lo averiguaremos
A: Necesito hablar con ella, necesito hablar con ella... no puedo irme así (decía
desesperada)
Q: ¿Pueden darnos unos minutos? (ante la negativa de los hombres les dijo) Por favor...
tan solo unos minutos
A: Joder (musitó destrozada al escuchar que no podía ser que se la llevaban ya que el
avión esperaba) Dile que... dile que...
Massamba: Mwasi... mwasi
A: Massamba, Zulú me llevan... (los miraba con un miedo afincado en sus ojos terrible)
Zulú: ¡No! (exclamó desencajado)
A: Decirle a Luisita que la quiero, que... que la quiero (rompió a llorar)
Massamba: Mwasi (su rostro demostró la pena que en ese instante sentía su corazón)
Q: Amelia tranquila todo irá bien... te ayudaremos... tranquila (decía mientras veía
como subía en la furgoneta, de repente sintió miedo por lo que pudiera pasar, estaban en
África, no habían leyes) Voy con ustedes
En la furgoneta, ninguno habló, ambos iban pensativos en el corto recorrido que les
llevaba efectivamente hasta el aeropuerto. Amelia ni siquiera lloraba, le parecía estar
viviendo una pesadilla, pero allí estaba Quintero con el gesto serio, duro, preocupado
por ella, sabía que se había equivocado muchas veces, pero siempre lo había hecho con
Una pija en la selva 635
la mejor intención para ayudar a los demás, en ese momento, en su peor momento no
estaba sola, al girarse cuando partió la furgoneta, vio como tanto Massamba como Zulú
se quedaban como estatuas allí observando como se marchaba, en ese instante donde se
estaba despidiendo de lo que había sido su vida los últimos cinco años, tampoco estaba
sola, allí a su lado Quintero dándole con el silencio apoyo, pensando mil maneras de
solucionar el problema que se le venía encima. Lo agradeció. Cuando vio el avión,
sintió unas ganas terribles de salir corriendo en contra dirección, correr y no parar hasta
encontrarse con Luisita, pero al detener la furgoneta, le dio el tiempo justo para
despedirse de un Quintero muy afligido, sin casi darse cuenta sus pies subieron las
escalinatas, y sin percatarse todavía de la realidad estaba sentada en un asiento, en su
pensamiento, una y otra vez Luisita, no podía asumir que no la iba a ver, no podía
soportar la idea de perderla, apoyó su cabeza en el asiento desplazando sus pupilas sin
moverse hacia la ventanilla, vio la extensa Selva, pensar que Luisita estaba allí y ella tan
lejos, le quebró el corazón, escuchó el sonido perfectamente del dolor de perderla, ¿qué
iba a pasar ahora?, ¿cómo iba a sobrevivir sin ella?, ¿qué iba hacer sin Luisita?, sus
preguntas no tenían más respuestas que lágrimas inundando su rostro
Cuando el sol penetraba por la ventana de Luisita, sus ojos ya estaban abiertos de par en
par, no podía dormir pensando en el resultado de aquel tribunal, su corazón temblaba de
una manera que podía notarlo, su mano inconscientemente acariciaba la parte vacía de
la cama, donde los días anteriores Amelia había ocupado el espacio, donde se habían
besado hasta quedarse sin fuerzas, donde se habían entregado en cuerpo y alma, se
levantó porque no podía soportar aquel hueco, se duchó tratando de ser positiva,
tratando de encontrar energía para esperar la resolución, una vez se había vestido, salió
hasta el hospital, allí los niños descansaban, cuidados por su padre y Nmaba que era
llevada por el perro de un lado a otro. Al ver la escena, la ternura se apoderó de ella
Todos le contestaron y durante un rato estuvo con los niños asegurándose que la fiebre
hubiera bajado, y después se fue a la sala donde habían dejado al pequeño, allí seguía
con su gotero y su madre contemplándolo al lado, sus ojos repletos de temor cuando
miró a Luisita. La enfermera se acercó con cuidado y le tomó la temperatura, le sonrió a
la madre y ésta le dijo:
MadrL: Na mianda ve kumatia kunata ban este mwana también, ve kumatia (Los
espíritus no pueden llevarse a este hijo también, no pueden)
L: Malembe... nge mwana ve kufwa (tranquila tu hijo no morirá) le respondió con
dificultad pensando muy bien las palabras
MadrL: Melesi, melesi (le cogió la mano para besarla)
L: No, no, (se apresuró a no dejar que le besará la mano, entonces la miró con ternura y
la abrazó, la mujer terminó llorando abrazada a ella que rompió en un llanto amargo
como estaba su interior
M: ¿Y esto? (preguntó Marce desde la puerta con las manos reposando sobre sus
caderas)
MadrL: Ziku... mono mwana vivir
Una pija en la selva 636
M: ¿Eso se lo has dicho tú? (Luisita asintió con la cabeza limpiándose la nariz) Ven a
mi despacho un momento por favor
L: Sí (al pasar junto a la mujer le dedicó una sonrisa triste pero sonrisa de apoyo. Entró
al despacho suspirando) ¿Qué he hecho mal?
M: Primero no quiero verte llorar, segundo no puedes darle esperanzas a esa madre
cuando yo no sé si voy a poder salvar a su hijo
L: Es una diarrea Marce
M: Una diarrea que no significa nada en nuestro mundo, y que en este, significa la
muerte de muchos niños, demasiados
L: Lo siento
M: Mira sé que estás nerviosa yo mismo lo estoy, no sabemos nada de Amelia y eso nos
crea problemas, pero no puedes nunca dar esperanzas de vida a nadie, aquí no se pueden
dar esperanzas Luisita... ¿de acuerdo? (le decía con el tono amable, casi cariñoso y es
que su cara le preocupaba a Marce) No has dormido mucho, ¿quieres qué se encargue
Sissou?
L: No, no, prefiero hacerlo yo, prometo no abrir la boca (negó con la cabeza)
M: Tampoco es eso (sonrió) Venga... vamos a ver que podemos hacer por ese pequeño
gritón
L: Pobrecillo (sonrió con tristeza porque el niño se había pasado buena parte de la
noche llorando)
La Selva desde el cielo se veía tan imponente, allí en su asiento seguía llorando sin que
nadie se atreviera a decirle nada, ya llevaba diez minutos de vuelo, diez minutos lejos de
Luisita, demasiado lejos, cerró los ojos y al darse cuenta que volaba hacia España, lejos
de la mujer que amaba, a la que no creía capaz de semejante engaño comenzó a notar
que los recuerdos se le habían quedado clavados en los pulmones, no podía respirar, se
ahogaba, no podía ni llorar ni respirar, cerraba los ojos y veía la sonrisa de Luisita, y
entonces aún sentía mayor el ahogo
Junto a Benigna, Luisita estaba preparando el desayuno para los niños, a los pequeños
de Nsona y Nmaba les habían dado unas pastillas para evitar que se contagiaran, y los
tenían apartados del hospital. En la cocina todo era silencio, no habían cantos, ni risas,
ni susurros, todas esperaban la llamaba de Quintero, y ver entrar a Amelia por la puerta
Mientras Luisita había seguido con la mirada a Ngouabi que llevaba en sus manos
comida, le llamó la atención su actitud, tal y como la noche anterior le había pasado a
Benigna. Se fue tras él, viendo que entraba a la granja donde no había animales, abrió la
puerta con cuidado y oyó su voz, se acercó hacia el lado desde donde provenía la voz, y
vio atónita como allí había una de las chicas que debían estar en el camión camino al
campo de refugiados. Al verla, la chica grito, Ngouabi se giró asustado
Salió del establo, pasando desapercibida, cuando Marce se giró la vio caminar hacia
ellos con aire nervioso
L: ¿Han llamado?
M: Ahora va a llamar Quintero
L: Joder... joder... ¿no es muy pronto? (decía nerviosa)
M: No lo sé Luisita, ¡no me pongas más nervioso, joder!
B: Vamos a tranquilizarnos chicos... de esta me sale una úlcera de estómago
M: La próxima vez que haga otro numerito a mis espaldas, te juro que de una patada en
su puto trasero la envió a España
B: Anda... anda...
L: Que no haya pasado nada por favor (dijo para si con tono de suplica mirando al cielo
antes de entrar)
A: Luisita... Luisita... no... no... (su respiración era tan agitada, un dolor punzante en su
pecho, el corazón al borde de estallar en mil pedazos, un sudor frío apoderándose de su
Una pija en la selva 638
La agonía de Amelia no tenía fin, se sentía morir y nadie hacia nada tan solo la miraban
extrañados por su comportamiento, su corazón latía con demasiada fuerza, su ahogo
estaba llegando a limites insospechados y entonces, un grito se apoderó de todo su
mundo y su interior
A: ¡No Luisita... no! (gritó como loca poseída) ¡Mierda! (susurró al verse sentada en la
cama con la respiración agitada, sudorosa, agotada, abatida, pasando su lengua por los
labios tratando de tranquilizarse) Ha sido una pesadilla Amelia, una pesadilla
Salió y se encontró con Quintero allí esperándola con gesto tenso, Massamba y Zulú la
esperaban fuera
Q: ¿Preparada?
A: ¡Qué remedio! (elevó los hombros)
Q: Pues vamos... espero que salgas de esta Amelia, de verdad
A: Gracias, yo también (la pesadilla se repetía aquello lo había vivido ya)
acompañados por un ligero temblor que no podía controlar, todo igual, hasta. Massamba
y Zulú, que tal como hicieran el día anterior, se quedaron en la calle esperando,
Quintero y ella se sentaron en la puerta tal y como les dijeron. Al buscar algo de aire en
su interior para tratar de tranquilizarse, giró su cabeza hacia la izquierda encontrándose
con una mirada fría y algo distante por parte de Carolina, le hubiera gustado gritarle que
le dijera la verdad, que le dijera que Julia había dado marcha atrás en sus intentos, que
le quitara aquella desazón que se había apoderado de pies a cabeza de su cuerpo, de sus
fibras, de sus músculos pero sobre todo de su corazón. Pero sabía que era inútil, que no
tenía ningún sentido perder fuerzas contra quien había sido cómplice de la trampa que le
hacía estar allí sentada sabiendo lo que iba a ocurrir, guardando tan solo una esperanza
que por momentos iba diluyéndose más y más, nunca Amelia había hecho nada en
contra de Julia, tal era su amor por ella que cuando lo perdió todo huyo y no le creo
problema alguno, por lo tanto no sabía si era capaz de asustarla lo suficiente para que
hubiera dado marcha atrás, lo que sí sabía era que Amelia era capaz de decir a todo el
mundo la verdad que ocultaba tan solo por ella, y se aferraba a su miedo a que todos lo
supieran para salvarse de aquel tribunal, porque pensaba se habría dado cuenta con su
amenaza que había despertado de su largo letargo, y estaba segura que la rabia que
habría producido en ella era un arma de doble filo, a pesar de aquel pensamiento, quería
seguir aferrándose a la posibilidad de que para ella había sido su relación oculta, y la
sola idea de verse como comidilla de los pasillos podía influir en ella lo suficiente como
para echar marcha atrás a su nueva traición. Cuando salió la secretaría y les dijo que
podían pasar, Quintero le cogió del brazo con cariño
Q: Todo va a ir bien
A: Estoy cagada Quintero (“joder... esto lo he vivido ya” pensó para si asustada,
pensando insistentemente en Luisita)
Q: Lo sé. Venga
Tras un suspiro casi compartido, ambos entraron en el mismo despacho con la misma
disposición de mesas, con los tres mismos hombres, con las tres mismas caras y
expresiones. Quintero separó la silla de Amelia para que se sentara, así lo hizo,
agradeció tomar asiento para escuchar el veredicto prefería estar sentada antes de
desmayarse porque esa era la sensación que tenía, se iba a desmayar por la tensión
acumulada
Dr. FarrouQ: Buenos días doctora Ledesma, hemos estado valorando los hechos...
Amelia había cerrado los ojos, sabía lo que venía después, lo había vivido demasiado
recientemente, su pensamiento estaba con Luisita, ¿cómo lo tomaría ella?, ¿qué haría?,
podría denunciarlos por falsificar pruebas, a eso se aferraba pero para eso tenía que
implicar a Luisita y jugar con la posibilidad de manchar su carrera espléndida como
enfermera, que estaba empezando a labrarse Julia lo tenía todo muy bien atado, seguro
que Carolina le había informado hasta del último detalle con respecto a su relación con
Luisita, ¿por qué la creyó su amiga?, ¿por qué le confesó que se había enamorado de
ella? ¿por qué no vio la traición en sus ojos cuando le hablaba?... De pronto la mano
apretando su brazo de Quintero la volvió con gesto apesadumbrado a la sala iban a decir
lo que ya sabía, sus ojos se llenaron de lágrimas al mirar aquellos tres hombres que le
habían tratado de humillar)
A: ¿Qué? (miró y vio como los dos médicos salían con gesto de disgusto de la sala
mientras el tercero se le acercaba, ella no entendía nada) No... no...
Dr. Mwemba: Creo que se ha hecho justicia Doctora Ledesma, me siento engañado le
aseguro que me ha molestado mucho formar parte de este circo
A: ¿Quiere decir qué no me voy?
Dr. Mwemba: Sí te vas, pero te vas a tu aldea, a tu lugar a seguir haciendo ese
magnífico trabajo que realizas y del que deberías escuchar a Benigna hablar, te admira,
y su admiración provocó en mí una disputa por que te quedaras, me gustaría mucho que
pudieras seguir salvando vidas, ayudando a mi gente con ese coraje que has demostrado
tener aquí, porque profesionales como tú son lo que necesitamos, solo te digo una cosa,
se prudente ¿de acuerdo?
A: Doctor Mwema, ¿ese papel dónde estaba la firma de...?
Dr. Mwemba: Tú no la crees capaz ¿verdad? Suerte Doctora (le sonrió y se marchó)
Q: Pues... parece que está todo resuelto ¿no?
A: Quintero... joder... me tiemblan las piernas (decía sonriendo) Creo que ya no sabría
vivir sin Luisita
Q: Lo sé, venga vamos a decírselo que esta mañana se me ha cortado la conversación y
no ha habido manera
A: Sí por favor... espera... no... tengo una idea mejor
Estaba radiante de felicidad, tanta que al salir vio allí a Massamba y Zulú en silencio
apoyados en la cafetera esperándola, no les hizo falta saber nada, su sonrisa la delató,
después se fundió en un abrazo con ambos ante la sonrisa de Quintero
Mientras los nervios en la aldea seguían disparados, Benigna había visto a Luisita
pasear de un lado a otro, tras ella siempre Mona con la camiseta y el pantalón de Luisita
y Valiente de la mano de Mona que ya se había convertido en su madre, unos pasos más
atrás Ramón. Era un espectáculo ver a los cuatro aldea arriba, aldea abajo, de pronto
Marce interrumpió aquel paseo a voz en grito desde la puerta del hospital, ella acudió
frente a la radio nuevamente con los nervios destrozados, con una ansiedad que nunca
antes había descubierto en ella. Benigna la siguió con gesto también preocupado no
había podido dejar de pensar en lo que ocurriría tras la decisión de llevársela o no,
entraron y una vez se detuvieron frente a la radio, le pasó la mano por los hombros en
señal de apoyo, Marce se sentó y esperó escuchar la voz de Quintero
Q: ¿Estáis ahí?
M: Sí, ¿y Amelia?
Q: Pues Amelia ha salido a hacer algunas cosas aquí, y después va para allí
L: ¿Eso quiere decir que...? (no pudo seguir, las palabras se le cortaron su voz se quebró
mientras sus ojos se habían anegado de lágrimas que comenzaron a derramarse sobre el
manantial que se había transformado su alma)
Q: Eso quiere decir que ha salido airosa de esto... y os aseguro que no pensaba que
pudiera hacerlo
M: ¡Ufffffff! (su resoplido inundó la sala se pasó las manos por la cara como quitándose
un verdadero peso de encima)
B: Gracias Señor (susurró Benigna abrazándose a una Luisita que lloraba de felicidad)
L: Amelia...
Una pija en la selva 641
Cuando la noticia llegó a las mujeres, alzaron la voz y los hombres que quedaban en la
aldea comenzaron a cantar, otra vez, nuevamente para ellos, la familia estaba completa.
Dib, Yildas y Ngouabi, decidieron salir de caza para ofrecerle a Amelia a su vuelta, la
mejor pieza como regalo. Los niños al ver la alegría de los mayores, se contagiaron de
su alegría y sin dudarlo ellos también se pusieron a cantar, a jugar, Mona y Valiente sin
dudarlo ante el jolgorio que se había formado entre todos, abrazando a una Luisita tan
emocionada como risueña, se incorporaron de manera activa a aquellos cantos alegres
que inundaban el corazón de Luisita sintiendo el calor hacia ella, y como no, el calor y
cariño hacia Amelia
Mientras en Brazzaville, Amelia había ido a una tienda donde la dueña era muy amiga
de Benigna, había entrado junto a los dos hombres, se sentía radiante y feliz, por tantas
cosas que sentía la necesidad de llegar, abrazar y besar hasta quedarse sin fuerzas a
Luisita, pero antes de partir las siete horas que la separaban de ella y del resto de su
gente, quiso llevarles un buen regalo, en la tienda, ella seleccionaba telas y colores muy
llamativos, quería una celebración de su boda por todo lo alto y sobre todo, feliz y
repleto de color y alegría, la amiga de Benigna le sacó las telas más impresionantes que
tenía reservadas por si alguna novia llegaba sin dinero, era un alma caritativa que
ayudaba a la gente pobre, como muchas veces le dijo Benigna, una Robin Hood de
África les sacaba dinero a las poderosas que llegaban a la ciudad en busca de las
mejores telas para sus fiestas, y se aprovechaba para después, repartir con las pobres.
No preguntó nada más pero al saber que en la aldea iba a ver una boda, les ofreció
aquellas telas con alegría, los dos hombres observaban como el rostro de su mwasi
mondele había cambiado su expresión totalmente, del rostro apagado que había tenido
durante el tribunal había pasado a ese rostro reluciente y feliz que mostraba la
tranquilidad interior que había en ella. Las risas de Zulú sobre todo eran más que
continuadas, porque Amelia cogía una tela y les iba poniendo dueñas, incluido para
Mona, Valiente y los perros, las risas fueron totales cuando una tela roja dijo que iba a
ser para Marce
Entonces los tres se miraron y lo único que pudieron hacer fue explotar en una carcajada
que contagió hasta la dependienta, y a la dueña, y en un arranque puro de felicidad, la
mujer de hielo, la mujer que parecía no tenía sentimientos, la mujer distante se quitó
todas las capas que cubrían su corazón y se mostró tal como lo que sentía en ese
momento, feliz, abrazó primero a un Massamba que no se sorprendió, la conocía a
través de sus ojos y sabía lo que existía en su interior, sin embargo, cuando le tocó el
turno a un Zulú verdoso se sorprendió tanto que no sabía que hacer con sus manos
Una pija en la selva 642
En la aldea, Luisita había estado recogiendo algo de fruta, también algunos pocos
tomates, y los puso en un plato, se había asegurado que nadie la viera, pero sin saber
muy bien de donde apareció Benigna asustándola
L: No seas mala Benigna... tengo tantas ganas de poderla estrechar en mis brazos. ¿Qué
habrá pasado?
B: Lo sabremos cuando nos lo cuente... porque yo lo veía muy negro
L: Lo sé... yo estaba preparándome mentalmente para estar un tiempo separadas, pero...
¡uf! (resopló fuertemente poniéndose la mano en la frente) La quiero con locura
Benigna
B: Y no sabes tú la alegría que eso produce en mí, pensé que el fantasma de Julia nunca
la dejaría ser feliz, pensé que su vida nunca sería completa, pero teniéndote a su lado,
creo que si la felicidad completa no existe, al menos, se sentirá querida, amada y a
Amelia, ahí donde la ves, tan fiera, tan segura de si misma, tan fuerte, en el fondo, en
ese fondo que quiere enmascarar bajo todas esas posturas suyas, lo que necesita es un
amor de verdad, como tú, tuvisteis educación en grandes escuelas, ropa por doquier,
coches, caballos en su caso, pero os falto el cariño y el amor, creo que por eso el destino
os unió, porque dos caminos que iban perdidos se encontraron y formaron esa carretera
llamada Amor, Amor con mayúsculas (le acarició la cara pues una lágrima caía por sus
mejillas mientras la miraba repleta de ilusión) Y no era justo que la maniobra de una
manipuladora pudiera con ese amor
L: ¿Puedo confesarte una cosa?
B: Claro
L: Si Amelia se hubiera marchado a Madrid, me hubiera ido yo, y si hubiese tenido que
enfrentarme a Julia lo hubiera hecho, tus palabras me hicieron pensar mucho, una mujer
que ha engañado a Amelia de esa manera, con el pequeño, y jugando con lo que Amelia
pensaba era amor de verdad, tenía que saber que ella no estaba sola, que me tiene a mí,
y que, defenderé y lucharé por nuestro amor por encima de todo lo que sea necesario.
De igual manera que si Amelia decide luchar por su hijo, me tendrá a su lado. ¿Crees
que querrá?
B: No lo sé, ese tema siempre fue tabú, cuando la veía caminar perdida por la aldea
sabía que pensaba en su hijo, pero no solía hablar del tema, ¡contigo todo es diferente,
claro! (hizo un chasquido con los labios sonoro y divertido)
L: Jajajaja (no pudo aguantar la carcajada y con los ojos entrecerrados susurró) Pero
que mala eres...
B: Sí, sí, ¡y lo que te rondaré morena! (sonrió) Venga ahora a la cama...
L: ¿Puedo preguntarte algo?
B: Claro (se detuvieron antes de salir del huerto)
L: ¿Cómo supiste lo de la chica?
B: Vi a Ngouabi hablar con Lula, tuve miedo que en la ausencia de Massamba pudiera
ocurrir algo que no deseamos nadie (Luisita la miraba fijamente con atención, aquel
pueblo era su pueblo, y aquellos habitantes, eran su familia) ¿Recuerdas que lo vimos
por la noche también? (Luisita asintió) Pues aquello fue lo que me hizo sospechar, así
que estuve pendiente de que ocurría entre ellos y vi como Lula, le daba comida, el resto
lo supuse
L: ¿Y qué pasará con ella?
B: En teoría aquí no podemos ser más, solo nos queda la cabaña de Lula, pero en cuanto
el niño sea más grande, quizá vuelva porque ya no necesitará la protección de
Massamba
L: ¿Se irá de su lado? (la miró con los ojos abiertos)
B: No están casados, y aunque él se haga cargo del pequeño, si Lula no tiene relaciones
con él, pues... son sus leyes, él se encarga de ella, ella se encarga de que no le falte
comida, aseo y eso lo harán por separado
L: Yo creo que Massamba la quiere
Una pija en la selva 644
B: Yo también, pero Lula no supera su miedo a los hombres, su silencio interior es tan
poderoso, que no puede superarlo
L: Es genial... ¡si supieras lo que hizo! (sonrió abiertamente)
B: ¡Cuenta, cuenta!, que no hay muchos chismes...
En aquel escalón que había transcurrido la conversación, Benigna supo algo que le dejó
boquiabierta, y que por varias veces le hizo abrir los ojos como platos, casi de manera
desorbitada
Una vez Luisita le dio de comer a la chica, y aunque trato de comunicarse con ella le fue
imposible, se marchó hasta la cabaña de Amelia, tras ella como siempre Mona y
Valiente. Luisita se acostó como había hecho la noche anterior abrazada a la almohada
de Amelia, allí estaba su aroma, un aroma que la transportaba hasta sus manos, sus
brazos, su piel, sus caricias, y un aroma que le llevaba a su sangre a bombear
fuertemente su corazón y así los ojos se le fueron cerrando, el cansancio y sobre todo la
tranquilidad de saberla de vuelta, le dejaron dormir por unas horas
A: Mierda (susurró)
Massamba: No se mueva mwasi...
A: Tener cuidado por favor (parecía que todo se había puesto en su contra para
encontrarse con Luisita, y volvió a sentir pánico) Por favor... por favor... que nos dejen
marchar
Allí iban Massamba y Zulú cada uno con las manos en alto para que vieran que no
portaban armas, uno de ellos vio a Amelia, los otros dos se acercaron a los dos hombres
que les preguntaban que querían, ella desde dentro seguía atenta los movimientos,
sudaba de miedo sabía y había visto infinidad de veces matarse entre ellos, y en ese
momento sentía el miedo por sus hombres, por aquellos dos amigos leales que le habían
estado ayudando, de pronto vio como uno de los guerrilleros le ponía a Massamba el
fúsil sobre el pecho, sin dudarlo, salió
Se agachó por intuición, vio como uno de ellos iba hacia ella empuñando el fúsil, y
escuchó otro disparo, tocó con su mano la tierra mientras respiraba a golpes por la boca
con su pelo echado sobre la cara, para su suerte estaban en el camino más pedregoso y
pudo localizar palpando el terreno una piedra, pero también sabían para su mala suerte
Una pija en la selva 645
que era el camino más peligroso para ellos y que la bandera blanca que era un signo
para la paz, en aquellos caminos de la Selva, no tenía ningún significado para los lobos
hambrientos que eran los guerrilleros
Susurró asustada cerrando los ojos, aquel disparo seguro había dado a su amigo, su
respiración se agitó, giró su cabeza hacia la izquierda un segundo para tratar de
averiguar que sucedía, las gotas de sudor resbalaron por su mejilla, el calor era
aplastante, pero no le dio tiempo a nada, el guerrillero la apuntó con el fúsil pero no
para matarla, tan solo para herirla, sabía que después podría disfrutar de ella aún en
caliente, cuando con una sonrisa cínica fue a disparar el gatillo, Amelia con toda su
fuerza le echó la piedra a la cara, dándole en pleno rostro mientras con agilidad rodaba
por el suelo alejándose del destino del disparo que tras el golpe al tipo había salido
hacia otro lado, el hombre cayó al suelo y ella le quitó el fúsil golpeándole
seguidamente la cabeza. Oyó otro disparo y se volvió a agachar, cuando salió de su
escondite, vio a Zulú sobre el cuerpo de Massamba y a un guerrillero con el fusil
nuevamente apuntándole a ella que se quedó quieta sin moverse del sitio con la mirada
aterrada más por sus amigos que realmente por el hombre que la apuntaba a ella
Mientras Marce y Benigna estaban cambiando los paños humedecidos con la raíz de la
caña de Azúcar, al pequeño que había superado los primeros momentos tan críticos, su
madre que lo acompañaba los miró asustada
Una pija en la selva 646
L: Déjalo Benigna, lo que le pasa son todo celos, celos porque él no puede... pero te
contestaré... no... no te equivocas (le guiñó el ojo) Voy a prepararme
M: ¡Ay que joderse, si son tal para cual!...
B: Es que tú también, voy a preparar la cena... iremos adelantando el trabajo
Zulú: ¡Mwasi!
En la aldea, las mujeres todas incluidas Luisita se habían puesto a cortar la enorme pieza
con la que aquellos hombres orgullosos que habían decidido no bailar la danza hasta
que su jefe Massamba estuviera allí a salvo, habían cazado, le contaron a Benigna que
tardaron porque pesaba tanto, que notaban mucho la ausencia de su jefe, la mujer como
recompensa al esfuerzo les dio un baigné a cada uno que recibieron gustosos mientras
contaban a los más pequeños las hazañas vividas
Una vez finalizó la ayuda de Luisita con las demás, aprovechó para marcharse a la
cabaña, Luisita reía con una Mona que desde que le había besado le huía, estaba sentada
en la cama dejándole un modelito suyo de Prada, mientras Valiente daba volteretas sin
parar de un lado a otro
L: Vamos Mona déjame que te vista, mira que modelito... ¡no te quejarás guapa!
Mona: Uh uh uh (movía sus manos exageradamente)
L: Va no seas tonta... ¡nada más ha sido un besito!
Mona: Uhhhhhhhh (se tapaba los ojos y señalaba a su lado)
L: No, a Amelia no le va a importar que te bese (se moría de risa) ¿Sabéis?, estoy
deseando que llegue, estoy deseando abrazarla y decirle lo mucho que la amo, quiero
que sepa que soy muy feliz con ella, y no he querido a nadie como la quiero a ella
ValientL: Uh uh (decía moviendo la cabeza)
L: A vosotros os quiero Valiente... por cierto, tengo una camiseta y un patanloncito que
te va a sentar de muerte
ValientL: Uhhhhhhhhhhhhhhh (se fue corriendo tras Mona)
Mona: Prrrrrrrrrr (le lanzó una pedorreta a Luisita y salieron corriendo)
L: Volved aquí cobardes (decía feliz pero entonces vio como Nsona salía del hospital,
su rostro le preocupó) ¿Qué le pasa?
Se acercó sin decir nada, y escuchó como Benigna y Marce hablaban notó el tono
preocupado de ambos, y se aproximó con cuidado para que no la escucharan
Una pija en la selva 648
M: No lo entiendo
B: Marce mira la hora que es (no podía evitar reflejar el nerviosismo que sentía)
M: No me contestan, no hay respuesta...
B: ¿Y qué hacemos?
M: Salir a su encuentro... no me queda más remedio
L: ¿Qué está pasando? (entró y la mirada que ambos cruzaron le hizo temer lo peor.
Insistió) ¿Son ellos?, ¿qué les pasa?
M: No contestan Luisita... llevan la radio pero no puedo contactar con ellos (le dijo con
tono realmente preocupado)
L: No... no me digas eso... (nuevamente el miedo se apoderó de ella)
M: No voy a engañarte, el tiempo se les ha echado encima, hace un par de horas
deberían haber llegado, hablé con Zulú me dijo que todo iba bien, es decir, la radio
funciona
L: No (volvió a repetir)
B: No vamos a ponernos en el peor de los casos Luisita... no puede pasar nada...
L: Benigna... (la miró fijamente) Vamos, vamos a buscarlos
M: No Luisita, tú no vas
L: Yo voy... vamos... no podemos perder tiempo
M: He dicho que...
L: ¡Sé lo que has dicho! (alzó la voz) No perdamos tiempo discutiendo, solo hay un
camino de regreso... ¡por favor Marce!, seguro que están en apuros
M: Coge tu botiquín...
B: No lleváis radio... ¿cómo nos vamos a localizar? (preguntaba preocupada)
M: El equipo de urgencia Benigna, lo tengo en mi botiquín, sabes que no funciona
según zonas, pero si conseguimos saber algo, te aviso ¿de acuerdo?
B: Sí... (decía desconcertada)
M: No perdamos tiempo
B: ¡Todo por culpa de la maldita Julia! (dijo con tanta rabia que sintió como su corazón
se resentía) No puede haberles pasado nada... ¡no puede ser! (volvió a insistir) Amelia
por favor... ¿me escuchas?, ¿Zulú?... ¿Massamba?, ¿me escucháis?
M: ¡Llama a Benigna Luisita quiero probar el equipo! (le gritó desde la cabina)
L: Sí... (le hizo caso, la señal era malísima) Benigna... ¿me oyes?
B: Yo... te es... cho... pe... muy... al
L: Se entrecorta Marce (le gritó de igual modo. Entonces le preguntó alzando la voz a
Benigna), ¿Dime si sabes algo?
B: No... ada... (contestó)
Una pija en la selva 649
L: Vale... corto. Marce se oye mal pero se puede hablar... ¿los ves? (le gritó desde
detrás)
M: No, no se ven... ¡joder dónde cojones están!. Si se hace más de noche sin
encontrarlos tendremos que dar la vuelta, esto es de locos
L: No Marce... debemos encontrarlos (decía muerta de miedo por la posibilidad de que
les hubiera pasado algo y los tuvieran que dejar solos en la noche)
M: Luisita... no sé puede y lo sentiré mucho pero volveremos
L: Dios por favor... ayúdame... ayúdanos... no nos puede pasar esto... no puede
sucedernos esto, danos la oportunidad de tratar al menos de ser felices, de intentarlo por
lo menos... por favor (se aferraba a la suplica con los ojos cerrados, con las manos
apretándose una contra la otra, con el corazón encogido, no quería llorar pero las
lágrimas salían solas llegando hasta sus piernas desnudas, pues el momento de
marcharse le había cogido con un pantalón corto y una camiseta) Por favor... que los
encontremos... por favor...
M: ¡Ahí están!... (gritó despavorido)
L: ¿Dónde? (preguntó a voz en grito ansiosa, incorporándose mirando a través del
cristal que los separaba y loca por saber que pasaba
M: Rápido Luisita...
Detuvo el camión los hombres bajaron primero con sus fúsiles en mano, escuchaban
quejidos amargos, no sabían que pasaba porque la cafetera les impedía ver nada, Luisita
se lanzó del camión con su botiquín en la mano, tropezó varias veces pero llegó al
mismo tiempo que Marce, allí dos hombres amordazados y con sendos golpes que se
quejaban sin cesar, otro muerto, pero ni rastro de los tres. Ngouabi les habló, les
preguntó y como respuesta recibió un escupitajo y una palabra que les paralizó a todos
A: Sí mi amor estoy bien (la volvió a abrazar con fuerza cerrando los ojos y cayendo
lágrimas de emoción por volverla a sentir)
L: Amelia... (se separaron, Luisita puso sus manos en la barbilla de Amelia, era ella
podía tocarla, era ella de verdad y mirándola a los ojos bajo los rayos de la luna le dijo
totalmente entregada a ella) Te quiero
A: Y yo mi amor... te quiero (se besaron con pasión para después volver a abrazarse)
Luisita cariño, Massamba
L: ¿Qué ha pasado? (preguntaba preocupada recuperándose del susto)
A: Le han disparado a bocajarro, nos ha salvado la vida
L: Vamos
M: ¿Y esto? (dijo al retirarle una tela roja con la que habían taponado la herida)
A: Iba a ser para ti
M: Menos mal, Massamba te debo una (le dijo musitando)
Ngouabi: ¿Yandi kudivulusa? (se salvará) (preguntó con el rostro angustiado)
M: Es Massamba, el viejo Massamba con más heridas de guerra que he visto en un
cuerpo, ¡venga lo complicado viene ahora! (les dijo a los hombres) Hay que llevarlo
hasta el camión, Luisita ponle una vía y rapidito que la noche se nos viene encima y
creo que ya hemos sufrido bastante
A: Espera Marce, Zulú también tiene un golpe no le dejes ayudar
Zulú: Yo estar bien
A: No Zulú
Zulú: Mwasi también tener golpe y besar mwasi Luisita, yo ayudar (le decía con una
sonrisa amable a pesar de su riña)
M: Bueno dejaros de quien está bien o mal
L: Ya la tengo Marce
M: De acuerdo, antibiótico y al camión a la de tres. ¡Una, dos y tres!, ¡joder lo que
pesas tío! (decía tratando de aparentar calma aunque tal y como le dijo Amelia, la bala
tenía mala pinta por el lugar)
A: Despacio...
L: Yo llevo el gotero
M: Bien...
A: ¿Qué hacemos con los cabrones que quedan?
M: Les dejaremos ataditos a un árbol y daremos parte a los militares, ¿te parece bien?,
¿o prefieres algo más bestia?
A: No me des a elegir (dijo con el rostro más calmado pero aún así se notaba la tensión)
L: Venga arriba
M: Sube tú Luisita, Amelia sujeta el gotero
A: De acuerdo
M: Vamos chicos (volvieron a repetir la actuación hasta que pudieron colocarlo en el
camión) Conduce tú Amelia, ¿crees que puedes?
A: Sí
M: Dib vete con ella, Zulú también
Zulú: Sí, ziku
M: Vamos Ngouabi, vamos muchacho... Massamba es fuerte (le golpeó dos veces fuerte
con afecto la espalda) Avisar a Benigna, Amelia
Una pija en la selva 651
A: Sí
M: Luisita a cualquier novedad, das un golpe y paramos
L: Vale, el vendaje está de momento sin mancha
M: Pero va a sangrar, ¿tapona, de acuerdo?
L: Claro (entonces miró hacia fuera y al ver a Amelia subir a la cafetera suspiró tan
fuerte que pensó que podría despertar a Massamba, sonrió y le musitó desde allí) Te
quiero
B: ¡Amelia!
Zulú: No ser Amelia mami... ser Zulú (dijo feliz de escucharla)
B: Zulú ¡hijo mío! (exclamó feliz)
Zulú: Estar bien Benigna, Amelia estar aquí
A: Benigna... ¿cómo estás?
B: Desquiciada hija... desquiciadita... ¿qué ha pasado?
A: Prepara el quirófano, llevamos a Massamba, hay que operarlo
B: ¿Está mal? (su tono fue serio, su rostro marcó un gesto contrito)
A: Tiene un balazo en el pecho
B: Dios mío (se tapó la boca)
A: Bueno... vamos para allá estaremos a unos quince minutos, quizá veinte, pero Marce
va muy despacio... quizá tardemos algo más de media hora
B: De acuerdo... tranquila... lo preparamos todo (al colgar, sus ojos se habían nublado
por las lágrimas... no podía creer lo que había sucedido a Massamba)
Nsona: ¿Mami?
B: Tranquila Nsona... Zulú está bien (entonces llegó Lula con el bebé en brazos) Lula,
Massamba kele mbefo ke (Massamba está herido) la joven cerró los ojos sintiendo
como toda ella tiritaba, quizá por ello, el niño comenzó a llorar) Lula...
Lula: Massamba ve kumatia kwenda mami (Massamba no puedo marcharse mami)
musitó con la voz apagada mientras abrazaba al pequeño contra su cuerpo
B: Ve... ve kusadisila (no... no lo hará) (la abrazó con un nudo en la garganta mientras
Nsona hacia lo mismo ante la mirada triste de la madre que no se había separado en el
hospital de sus tres pequeños) Vamos a prepararlo todo. Sissou
Y allí se quedaron con todo preparado, esperando la llegada del camión los niños dentro
de casa de Nmaba escuchando historias contadas por la mujer que a veces le temblaba el
tono, cuando pensaba en el bueno de Massamba. Mona y Valiente subidos al manzano
comiendo manzanas, aprovechando el descuido de Benigna más pendiente del portón
que de otra cosa, Nsona se había hecho cargo del pequeño niño de Lula y ésta dispuesta
a utilizar su magia esperaba con su túnica puesta y su pañuelo, mientras tenía en su
cabaña, los utensilios preparados, en su corazón una pena instalada. Zambi y Yildas
esperaban fuera de la puerta, Laobi vigilaba desde lo alto de su casa, los tres con el
mismo rostro, serio, tenso, preocupado por su compañero, cuando a lo lejos divisaron el
camión, abrieron la gran puerta de par en par, Nsona se apartó con el niño, Lula y
Benigna esperaban ansiosas a que descargaran al hombre. El camión pasó despacio y en
un segundo, allí estaban Zambi, Yildas, Ngouabi y Dib preparados para coger la
camilla, Luisita bajó de un salto, Marce partió hacia el quirófano para prepararse,
Benigna acogió en sus brazos a Lula mientras sus ojos alcanzaban a Amelia, que bajaba
de la cafetera ayudando a Zulú. Los hombres tardaron menos de lo que esperaban a
Una pija en la selva 652
entrar a Massamba, tanto fue así que Luisita tuvo que aligerar el paso, ellos
acostumbrados a la caza, estaban muy sincronizados, lo dejaron con suavidad sobre la
mesa mientras se marchaban
Mientras fuera, Nsona se dirigía a su marido abrazándolo con muestras de dolor al verlo
andar medio doblado. Pero con rapidez sus compañeros llegaron hasta él para cogerlo
Todos esperaban fuera del hospital, los niños se habían dormido aquella noche de fiesta
porque se dormían los seis juntos en la cabaña y que agradecían felices por compartir
las historias de Nmaba, fuera del pequeño hospital reinaba el silencio, una vez Amelia
vendó las costillas que podía tener fracturadas el bueno de Zulú, se unió a la operación
Cuando vieron a salir a Marce con el gesto serio, todos sintieron el miedo en sus venas,
Lula, sintió amor, un amor que no sabía de donde nacía, un amor desconocido para ella,
un amor que no sabía si era reciente o que acababa de nacer entre su tormentoso
interior, un amor por un hombre bueno que le había cuidado y dado la oportunidad que
el terror que hicieron con ella los guerrilleros le había impedido ser, un amor que pedía
a gritos eliminar todo el dolor y el miedo que sentía, Marce la miró, se acercó a ella
mientras Nsona y Nmaba presentían lo peor. Benigna abrazaba a Lula contra su alterado
pecho
M: Lula... muchachos... esa vieja roca tiene ganas de vivir... así que... creo que de esta
también va a salir vivo
B: Gracias a Dios (se abrazó con ella sonriendo y llorando a la vez)
Mientras en la habitación donde iba a estar Massamba, Sissou y Luisita con sumo
cuidado tapaban al hombre que seguía dormido por la sedación, tan grande, tan fuerte, y
allí en aquella cama parecía tan indefenso, tan vulnerable que cuando entró Lula no
pudo más que llorar apoyándose en su pecho, aquel gesto de la muchacha provocó en
Benigna dos grandes lagrimones que sabía eran inevitables al ver su reacción que le
hacía pensar, que por una vez, la dureza de dos vidas paralelas en el camino de la
injusticia podían converger y convertirse en un camino de la ilusión y el respeto. Amelia
Una pija en la selva 653
la miraba con los ojos repletos de lágrimas, y ante el contacto de otra piel, giró
levemente su cuello y se encontró con dos ojos repletos de amor, ella a cambio le
entregó un suspiro y la misma mirada, Luisita respiró el mismo aire que soltó Amelia, y
se encontró que su interior se llenaba de algo maravilloso, algo tan maravilloso como el
amor
En el comedor, una vez pasado el susto y una vez Nsona hizo que su marido se fuera a
descansar, tras ponerse cabezota Marce, se quedaron Amelia, Luisita, Benigna y Marce,
los demás, sentados ante el hospital rezando y cantando canciones a los Espíritus para
que ayudaran a superar el mal momento de Massamba, y dieran luz al túnel oscuro
donde se encontraba
Y como no, Benigna oficiando de esa gran madre que Marce le había apodado
acertadamente, sentada frente a Amelia le decía:
B: ¿Qué pasa? (lo miró a él con gesto duro ante la sonrisa cómplice de Luisita y Amelia
que aprovecharon que Benigna miraba a Marce, para besarse con un beso rápido)
¿Algún problema en la garganta?, ¿eh?
M: Sí, un suave picor de esos que se te ponen de la tontería aquí (señalaba la garganta)
B: No tienes arreglo
M: Ni tú, a ver si te decides y vas a por Quintero que las telarañas deben estar ya a
punto de rozarte los talones
B: ¡Pero serás bruto!
M y L: Jajajajajaajajajaja
B: ¿Y vosotras qué?, ¡no le veo la gracia! (volvió a reñirlas mientras las veía muertas de
risa sobre la mesa)
A: Perdona Benigna, pero... ay... que risa... (suspiraba)
L: A mí me gusta Quintero para ti
M: Ya pero a ella parece que no
A: Es una lástima...
M: ¿Tú crees? (la miró con dudas)
B: ¡Bueno ya está bien!, ¡hombre!, ¡haberse visto cosa igual!
M: Te quejarás encima que estamos tratando de desempolvarte (la miraba muy serio)
B: ¡Pues anda que tú!, cuando veas a Cruz va a tener que llevar unas tijeras de podar el
jardín para encontrarte
M y L: Jajajajajajajajajajaja (no pudieron soportar las carcajadas, ya no por el
comentario de Benigna sino, por la cara de Marce)
M: No tiene gracia.. ¡qué pasa que vosotras cómo no paráis podéis reíros de las demás
almas en pena que pasan la mano por la pared... mejor dicho... por la Selva!
B: Eso...
L: ¡Ay Dios mío que me meo esperarme! (salió corriendo del comedor con la mirada
tierna de Amelia) ¡No cuentes nada!
A: No, venga te esperamos
B: ¡Qué risa!, ya era hora llevamos muchos disgustos seguidos
M: Es que estamos donde estamos y para lo que estamos
B: Ya pero eso no quita que de vez en cuando, podamos sonreír. Amelia ahora que no
está Luisita, ¿vas a contar lo de Julia?
A: Sí Benigna, no quiero tener secretos con ella, aunque espero que lo tome bien
M: Menuda paliza nos ha dado, debiste verla, era un fantasma, ella, Mona, Valiente y
Ramón detrás (hacia gestos con cada nombre como si en el aire le pudiera dibujar a
Amelia el retrato de lo que él había visto) Parecía un alma en pena
B: A mí me dijo que se iba si tú te ibas, y que si tenía que sacarle los ojos a Julia, se los
sacaba
M: ¡Y es capaz!, ¿la pija?, ¡vamos... y tanto que sí!
A: Creo que tenéis razón... he tenido mucha suerte (sonrió emocionada)
B: Y ella también cariño... (le tocó la mano con mucha ternura)
L: ¡Ya estoy aquí!
A: Pues sigo (le pasó la mano por la espalda y le sonrió) Cuando acabé con la vista que
fue de lo más incrédula, fui a buscar a Carolina, así que le hice llamar a Julia
L: (“Joder” pensó mientras se tensaba sin poderlo evitar, su corazón comenzó a caminar
rápido, veloz, tan solo escuchar aquel nombre en la boca de su amada, le produjo un
extraño efecto, ¿celos?, podrían ser... pero también miedo)
A: Le dije que sabía que ella estaba detrás de todo, que me había tejido una trampa en la
cual caí, y que estaba dispuesta a si me hacía ir a Madrid, ha decir en todos lados que
había sido mi amante, como me había mentido y lucharía por quitarle a su hijo (Luisita
Una pija en la selva 655
sintió un escalofrío, Benigna asentía con los ojos abiertos, Marce la miraba impactado)
No la deje hablar, no me interesaba nada de lo que pudiera decirme
B: ¡Muy bien!
M: Con un par, ¡claro que sí!, Cruz habló con ella también, ya te contará
A: Gracias Marce (le sonrió, durante su exposición no había mirado a Luisita, pero en
ese momento si lo hizo, le cogió la mano y le dijo) No quería marcharme y dejarte,
sabía que a ella le aterra que alguien pueda saber lo que pasó entre nosotras, tiene una
fachada respetable
B: Es una indeseable, ¡eso es lo que es! (exclamó con rabia)
A: Pues sí, pero mira... la jugada salió perfecta
M: Y no sabes lo que me alegro que le dieras donde más le dolía, que es salir tú
victoriosa, eso sí, ahora tendrás que estar muy quietecita porque sabes que debe estar
encendida, ¿verdad?
A: Sí, lo sé
B: No vamos a darle el gusto Marce, no se lo vamos a dar (decía convencida de sus
palabras)
A: Desde luego ya sé que tengo la soga bien prieta en mi cuello, sólo espero ser lo
suficientemente inteligente para no equivocarme. Y gracias Benigna, gracias por lo que
hiciste por mí
B: No fue nada, sabes que haría todo lo que está en mis manos, sabes que por ti haría lo
que fuera, además solo dije la verdad
M: ¿Qué dijiste?
B: Que Amelia es una gran doctora y no se merece una cochinada como esa, es la mejor
sin duda
M: ¡Uf a ver quien la aguanta ahora!, pobre Luisita... te compadezco
L: Pues sí (dijo algo nerviosa Amelia la miraba con dudas)
B: Bueno ahora a la cama, a descansar (les dijo con el dedo blandiendo al aire)
M: Sí, no os preocupéis de nada voy a ver a Massamba
B: Me quedo cuidándole, Lula ha debido hacer algo porque la he visto salir con su
vasija de barro y unas hierbas
M: Bien... eso siempre ayuda. Buenas noches chicas... tener piedad
A: No creo Marce... no creo (sonrió con una sonrisa traviesa y ese porte borde que tanto
le gustaba a Luisita)
M: ¡Pobre Benigna! Eso sí, recordar que mañana tenemos que ir a vacunar así que os
quiero frescas (suspiró yéndose del comedor)
B: Ni caso ¿eh?
A: Benigna he comprado unas cosas... mañana lo miramos
B: De acuerdo porque con todo este lío, no hemos empezado con nada de la boda, y
como mucho tres días ¿eh?
A: Perfecto
B: Descansar (les dejó un beso a cada una en la frente y se fue) Buenas noches
Allí se quedaron en silencio las dos, Amelia miraba algo confusa a Luisita, no entendía
porque había cambiado su actitud, sin duda, lo había hecho al mencionar a Julia, en
parte la entendía, pero en parte no podía comprender su mutismo. Se giró un poco en el
banco de madera donde estaban sentadas y la miró de frente, su perfil le daba a entender
por su gesto ceñudo, por la tensión en sus labios, que algo pasaba por su cabeza que no
le gustaba, la mano de Amelia se posó en su barbilla, la ayudó a alzarla con suavidad
para que la mirara, entonces con sus ojos repletos de ternura y una sonrisa en sus labios
que mostraba un eterno e infinito amor, se acercó posando en los labios de la enfermera
Una pija en la selva 656
un beso tan tierno que abrió todos sus poros, para dejar que el deseo por ella la inundara
como la lluvia fina estaba inundando la aldea, de manera fresca y continuada. Al
separarse, Luisita la miró con los ojos repletos de lágrimas y su gesto tan delicado que
provocó en Amelia un estremecimiento
Sus ojos gritaban aquel sentimiento, sus labios algo temblorosos mostraron una ligera
emoción al confesarle lo que su corazón gritaba, toda ella la miraba como si fuera la
primera vez que lo hacía con ese amor tan entregado, con esa ternura tan visceral
naciendo en su alma, Luisita pareció entenderlo y tras un suspiro que le hizo temblar de
arriba a bajo, la abrazó, ambas se habían reencontrado y sin duda, en ese instante en el
que sus manos, con las palmas bien abiertas captando una caricia lenta que recorría toda
su espalda, con las respiraciones golpeando a borbotones sus hombros, con la sensación
de volver a casa, sintieron que habían puesto los cimientos en su relación, se separaron
mirándose a los ojos, unos ojos repletos de ese amor, que ambas sentían y terminaron
fundiéndose en un beso, primero suave y cuando fue a subir la intensidad, tuvieron una
visita inesperada
Ngouabi: Yo siento
L: ¡Anda Ngouabi!, con todo se me ha olvidado decirle a Marce... (exclamó poniéndose
la mano en la frente)
Ngouabi: Ya... mbasi, malembe (mañana, tranquila)
A: ¿Qué pasa? (los miraba a uno y a otra)
L: Verás es que (trataba de respirar profundamente para evitar que se notara su
excitación y su anhelo por esa pasión que sentía hacia su mujer) Cuando os marchasteis,
al parecer una de las chicas se negó a marcharse y Ngouabi la tiene aquí, sin que Marce
lo sepa
A: ¡Ngouabi eso no se hace! (le dijo con una sonrisa amplia que el muchacho devolvió)
Kulunga, mbasi ngatu banzanduna kutuba na nki ziku (De acuerdo, mañana sin duda
hay que hablar con el doctor) le decía sin dejar de sonreír
Ngouabi: Melesi Mwasi
A: ¿Yandi kele mpenzá? (¿es guapa?)
L: ¡Lo he entendido! (le riñó ante la sonrisa de Ngouabi mirándola con sus ojos
echando fuego)
A: Vamos Luisita (sonreía ella también)
Ngouabi: Inga (sonrió tan ampliamente que por primera vez pudieron ambas verle
todos sus radiantes dientes blancos)
A: Tela mono (cuéntame)
L: ¿Qué le has dicho? (la miró fijamente)
A: Que me cuente
Una pija en la selva 657
L: Anda... anda... Ngouabi he guardado una fuente que Benigna me ha dejado, ella
también lo sabe
Ngouabi: Mami kele na nene Mwasi (Mami es una gran mujer) (volvió a sonreír)
A: Inga, ¡anda ve! (le sonrió ella también)
Ngouabi: Melesi
A: ¿Por dónde íbamos? (miraba a Luisita a los ojos con total intensidad)
L: Eres muy mala... ante mí preguntar si es guapa... pero que muy mala (le decía
bebiéndose aquella mirada)
A: Es lo que tiene Luisita... a una le gusta la belleza eso no está reñido contigo, porque
tú eres la más bella de todas las mujeres
L: Sí, ahora hazme la pelota (sonrió de lado encantada por aquella frase hecha que sabía
que la decía con total sinceridad)
A: Lo que quiero hacerte es otra cosa (le susurró en su oreja provocando un temblor sin
más en su cuerpo)
L: ¿Ah sí?, pues te lo vas a tener que trabajar (le dijo sonriendo esta vez ella con mucha
dosis de provocación)
A: Me gusta trabajarme las cosas que tienen que ver contigo (le iba diciendo mientras le
besaba suavemente el rostro y sus manos se apoyaban y deslizaban por sus muslos)
L: Y a mí que las trabajes
Lula: Kolol (perdón) apareció Lula que al verlas agachó la cabeza y se fue directa a la
cocina
A: Espera Lula... (la muchacha se detuvo) ¿Cómo está Massamba?
Lula: Tranquilo (asintió con la cabeza con un gesto de agradecimiento)
L: Estupendo... tranquila ¿eh? (se levantó y la abrazó con cariño sincero) Todo va a ir
muy bien... es muy fuerte
A: A parte que nos salvó la vida, le debo una
Lula: Massamba ser gran hombre (dijo con tono afable)
L: Sí, si necesitas algo nos lo dices
Lula: Melesi (les sonrió, pasando a la cocina)
A: Creo que será mejor que nos vayamos a la cabaña (se había puesto a su altura y se lo
dijo entre susurros)
L: Será mejor, sí (sonrió ante su gesto totalmente seductor)
A: No sé si llegue
Entonces la cogió de la mano y tiró de ella, salieron riendo como dos jovencitas
alocadas empapándose bajo la lluvia, y fue entonces para variar cuando Luisita resbaló
y se cayó
enfermera que ante tal contacto sin ninguna clase de contemplaciones se apoderaron de
ambos provocando en ella un suave gemido, apretándolos como apretaba su vientre con
el culo magullado pero en ese instante abrigado por el otro cuerpo, los movimientos
comenzaron a hacerse más intensos, Amelia dejó una mano en el pecho izquierdo, con
la otra estiró suavemente de su pelo haciendo que mostrara su cuello fino, y apetitoso
para que sus labios, sus dientes, su lengua, lo hicieran suyo. Mientras, las manos de
Luisita se apoyaron en la pared, el fuego de su interior, la abrasaba, la volvía loca, sentía
como su propia humedad se mezclaba con el agua que recorría su cuerpo, le encantaba
aquella postura nueva que estaba descubriendo, le trastornaba la respiración de Amelia
en su oído, sentir su vello rozando su trasero, sentir su pecho una y otra vez sobre su
espalda, el roce de aquellos pezones erectos, definitivamente le estaba volviendo loca,
tanto fue así que no pudo esperar
L: Mi amor.. mi vida... (entonces dejó su pecho para llegar a sus labios y hacerlos
suyos, Amelia emitió un gemido gutural que le dio a entender que estaba llegando)
Mírame cariño...
A: Luisita... mi vida... ya... ya... oh... oh (gemía controladamente)
L: Así... mi amor... te amo
L: Te quiero mi amor
A: Y yo
Volvieron a besarse, Amelia apoyó a Luisita en la pared y volvió a nacer en ella la más
ardiente de las excitaciones, aquella mujer la volvía loca hasta límites insospechados,
las caricias de Luisita lentas pero firmes en su espalda le provocaban que su sangre
revoloteara de manera fluyente hasta su corazón, provocando en él los latidos tan fuertes
que la propia Luisita los notaba sobre su pecho
A: Puede... pero en el sexo sí (le guiñó un ojo y ante su gesto de sorpresa dio una
carcajada saliendo de la ducha) Me puede...
L: Uf (resopló con todas sus fuerzas cerrando los ojos y tratando de poner todo en su
lugar, porque su corazón había desbordado tantas emociones, tantas ilusiones que
parecía iba a arrasar con su cordura. La puerta se abrió) ¡Mona!
Mona: Ah, ah, ah ah uhhhhhhhhhhh (gruñó al verla desnuda le extendió con una mano
la ropa y con la otra se tapó los ojos
L: Jejeje (sonrió graciosamente al ver su gesto)
Mona: Prrrrrrrr (pedorreta risueña)
L: Es muy mala Amelia... pero bueno... ¡la amo!, ¿qué le voy a hacer?
Mona: Uhhhh (le dijo con ternura Mona mirándola con esos dientes juntos y bien
expuestos)
L: ¿Vamos?
Mona: Uh uh (negó con la cabeza haciéndole gestos muy exagerados)
L: Que Amelia no te deja entrar
Mona: Ahhhhhhhh (asentía con los dientes nuevamente juntos)
L: ¡Vaya quiere guerra!... ¡si es que es un amor... tan sensual... tan provocativa... tan
ardiente... tan... ¡me voy Mona!
Mona: Uh (abrió los ojos al verla pasar corriendo por su lado, entonces negó con la
cabeza golpeándose la frente) Ah... ah...
Luisita abrió la puerta de golpe, con su gran sonrisa reflejada en su rostro, tan solo había
una vela iluminando la habitación, pero con ella le fue suficiente para admirarla, estaba
en la cama tapada estratégicamente con la sábana, dejando ver sus largas piernas, sus
brazos, y esos hombros que a Luisita le hacían perderse en ellos, saborearlos y
disfrutarlos, la contemplaba a través del mosquitero echado, se le antojaba como una
Diosa, su propia Diosa, y aquella sonrisa que Amelia le entregaba tan suya, tan canalla,
y aquellos ojazos que se clavaban en los suyos que ya hacían chirivitas nada más en
pensar que la estaba provocando, que la estaba mirando a ella, sentía una necesidad de
no apartarse ni un solo segundo de su lado. Se acercó despacio, sonriente, dejó caer la
camisa que Mona le había llevado, cayó al suelo, se acercó cuidadosa, con sus pasos
descalzos, con sus ojos sin apartarlos de los de una Amelia que suspiró al verla
acercarse. Apartó suavemente el mosquitero mostrando su desnudez completa, una
sonrisa ardiente en sus labios y esos ojos resplandecientes del fuego de la pasión
L: Hola
A: Hola
L: Esto me parece que sobre ¿no crees? (le preguntó con voz suave mientras retiraba la
sábana)
A: Creo que sí... (sonrió)
L: Bien (retiró la sábana mientras Amelia la miraba lascivamente mordiéndose el labio
inferior, seguía sus movimientos con cara de felicidad, seguía sus pasos mostrando su
cuerpo totalmente desnudo ante ella) Esto está mucho mejor
A: Yo también lo creo (susurró)
Amelia obedeció gustosa, tras un suspiro largo y continuado, se dejó vendar los ojos. La
miró antes de dejarse atrapar totalmente y lo que vio le gustó tanto que sintió lo que era
la felicidad
A: Quiero un beso
L: No hay beso (le contestó con voz traviesa) De momento solo amor
A: Luisita (susurró con voz delirante)
Y así fue, Amelia se preparó para recibir amor, Luisita comenzó a besar su centro
suavemente como respuesta un gemido de la doctora que trató de controlar, su vientre se
movió ascendiendo un poco, sus plantas de los pies hicieron fuerza contra el colchón
para acercar más su sexo a la boca de una Luisita que sonreía, al ver como su espalda se
encorvaba mostrando el placer que aquel contacto efímero de sus labios le había
provocado. Tras unos segundos quieta, viendo como el rostro de Amelia se tensaba por
el deseo, por las ganas de ser amada, mientras movía la cabeza hacia atrás dejando entre
abierta su boca, la lengua de Luisita recorrió lentamente aquel trozo largo de piel, notó
su exhalación de aire, notó como abría más las piernas, como la invitaba a disfrutar de
su cuerpo, a compartir eso que en ese instante estaban sintiendo las dos, una necesidad
de sentirse, de fundirse en una, de beber ese éxtasis embriagador que ambas sentían.
Amelia gimió mientras sus manos apretaban las sábanas la derecha fuertemente, la
izquierda más suave porque necesitaba acariciar la piel de la mujer que le estaba dando
con total entrega una visión de la vida diferente, un protagonismo que le estaba
haciendo sentir segundo tras segundo que era importante para Luisita, y aquello aún le
volvía más loca
A: Luisita... Luisita... (musitaba como el sediento necesita agua para no morir, ella
necesitaba besos para resistir)
L: Nunca he hecho esto... ¿lo estoy haciendo bien, mi amor? (le susurró en la oreja
mientras la yema del dedo índice paseaba por su piel con tanta suavidad que hacía que
Amelia se convulsionara)
Una pija en la selva 663
A: Increíblemente bien cariño (sonó su voz como lo que estaba, terriblemente extasiada
de felicidad)
L: Mi vida... porque eres mi vida... el gran amor de mi vida (le decía mientras besaba
centímetro a centímetro la piel de su rostro)
A: Quiero dibujar tu sonrisa (le dijo sin poder evitar que sus caderas buscaran un ligero
roce que Luisita le evitaba, mientras levantaba su mano al aire)
L: Te quiero (le susurró mientras los dedos de Amelia recorrían lentamente los labios
en los que se reflejaba una maravillosa sonrisa por parte de Luisita)
A: Mi amor (sonrió ella como si fuera aquel contacto una brisa fresca del mar, llegando
a su corazón)
L: Amelia... (besaba los dedos que se habían dedicado a recorrer sus labios)
A: Eres maravillosa cariño
L: Quiero más (musitó)
A: Yo también
L: Quiero llevarte a ese reino de la felicidad que dicen existe, ese reino donde tú me
llevas
A: Claro que existe... (y humedeciéndose los labios le dijo) Llévame donde tú quieras,
no tengo remedio, soy tuya...
L: Para siempre...
A: Hasta la muerte
Una frase trágica que contrastaba con todo lo bello que estaban viviendo, ¿pero había
algo más impactante que esa frase?, hasta la muerte quería ser suya, le estaba diciendo
lo que no había dicho a nadie, lo que no había sentido a nadie, y el pañuelo de seda que
envolvía sus ojos, recogió una lágrima que escapó porque realmente la frase salió de un
corazón que había dejado en manos de quien justo en ese momento paseaba por su
cuerpo, lamía con la punta de la lengua, sus pechos, mientras una de sus manos se había
entrelazado a la de una Amelia que debía tratar de centrarse en la respiración, en
continuar respirando a pesar de la dificultad, Luisita, la besaba con tanto respeto de
apasionado amor, con tanta debilidad de su infinita ternura, con tanta necesidad de ser
una, que la estaba trastornando y aún no había pasado de su torso
Allí tenía su piel para ella, nunca antes había sentido esa necesidad y es que su alma, al
sentir que perdía a Amelia, a esa mujer soberbia, orgullosa, algo chula, a veces
insoportable del principio pero tan maravillosamente maravillosa de ese final, se estaba
transformando en ese momento en una entrega de corazón a corazón, sentía necesidad,
una necesidad tan extensa de llevarla a aquel rincón del mundo exterior, de ese que se
eleva, no existe ante la mirada, parece que iba a caer de golpe, pero nunca tocaba suelo,
porque siempre había unos brazos para sujetar, unas manos para acariciar, y una boca
para besar, nombrar, susurrar y esos ojos, para exponer en el silencio del regreso del
viaje lo que era la palabra amor. Y eso era lo que Luisita trataba una y otra vez con sus
caricias de mostrar, no quería que Amelia pudiera verla, tan solo quería que sintiera ese
gran amor, y esa gran pasión por ella, sin tapujos, entregándole el alma en cada caricia
suave que viajaba con lentitud por su cuerpo, por ese cuerpo que se mostraba con la piel
de gallina, con los pezones erectos, con la tensión del placer y deseo recibido, ese
cuerpo que trataba de encontrarla, ese cuerpo que batallaba con la oscuridad de los ojos
para imaginar el rostro sediento de Luisita, la mirada ávida y los labios encarnecidos
buscando rincones donde encontrar gemidos
Una pija en la selva 664
Y así lo sintió Amelia mientras sentía como su sangre se volvía loca, como corría y
corría por sus venas, como llamaba urgentemente a su corazón para poder bombear,
notaba como su sexo pedía clemencia pero al mismo tiempo rogaba continuidad, notaba
como su pecho se agitaba, como su cuerpo se tensaba, como su piel se erizaba, notaba y
notaba todos aquellos síntomas del placer, del deseo, de un orgasmo monumental que
aquella pequeña mujer le estaba provocando, ¿y por qué?, porque con los ojos vendados
entendió en el aire, en sus caricias, en sus silencios, que le estaba haciendo la dueña de
su vida, entregándole un amor imperturbable seguramente al tiempo, le estaba regalando
lo mejor de la vida, pleno amor. Absoluto, mágico, necesario, sensible, visceral, tierno
amor, solo un inmenso amor, por eso no necesitó quitarse el pañuelo, porque la
percepción fue tan brutal, que agradeció aquel regalo maravilloso que Luisita le estaba
haciendo
L: Te quiero (susurró extasiada por todo cuanto habían vivido en aquel momento)
A: Luisita (entonces se apartó ella misma el pañuelo, respiraba con dificultad quiso
buscar una postura más relajada para ella, se puso de lado mientras Luisita la abrazaba)
Nunca, nadie me había hecho sentir así... nadie... me había hecho feliz como tú
L: Me alegro cariño... pero tan solo te devuelvo lo que tú me das
A: ¿Tanto?, imposible (sonrió de lado con los ojos cerrados dejándose abrazar por
Luisita)
L: No lo dudes mi reina (le acariciaba la mejilla)
A: ¿Cómo estás tú?
L: Bien... relajada, feliz, contenta... muy bien... así que duerme que estás cansada
A: No estoy cansada, estoy feliz (abrió los ojos y se encontró con los de Luisita,
entonces sonrió levemente, cerrando los ojos al tiempo que suspiraba) Te quiero
L: Descansa... (le acarició nuevamente con delicadeza, se levantó para coger la sábana y
taparla, Amelia ya dormía) Te quiero mi amor... te quiero mucho
Poco a poco sus párpados se fueron entregando al sueño, con la maravillosa imagen de
Amelia entre sus brazos, viéndola respirar tranquila, con un gesto complacido podía
pensar en el suyo propio y reflejaría lo mismo, respiró con una calma que nunca en su
vida había encontrado, y aquel suspiro, le recordó al agua de la cascada, aquella
tranquila agua que esperaba de manera serena la unión con aquella otra que caía
bruscamente necesitando encontrar un refugio, un abrazo, para fundirse en esa calma
hermosa, ella sintió en ese momento que eso formaban Amelia y ella, Amelia el agua
nerviosa de la cascada que traía que arrastraba bruscamente consigo la rabia, el dolor, el
desengaño sentimientos que le daban la fuerza al caer volviéndose espuma, mientras
ella, se veía como la persona que con amor y ternura le había refugiado en sus brazos
Una pija en la selva 665
calmados, en su agua tranquila, y así ambas, se daban lo que a la otra le faltaba y de esa
manera reflejaban el manantial de la felicidad
L: Mi vida quiero que te pertenezca... quiero ser para ti la paz... y de igual manera, que
lo seas tú para mí... estoy segura que lo podremos conseguir...
A: Yo también (susurró medio dormida y sus labios formaron o al menos lo intentaron
una sonrisa feliz)
La mañana había amanecido nublada y con unas gotas de fina lluvia dejándose ver, algo
extraño pensó Luisita mirando el gris cielo mientras se encaminaba hacia la cocina con
paso liviano y alegre. Conforme se iba acercando, iba escuchando como Benigna
discutía aireadamente con un Marce que tenía cara de profundo cabreo
Cuando llegó a la cabaña, se vio en el problema de cómo abrir la puerta, sus manos en la
bandeja, Mona a su lado que si dejaba la bandeja para abrir, lo más seguro era que el
animal se llevara todo lo de la bandeja, así que dudó por unos instantes no quería
despertar a Amelia hasta que no estuviera dentro
Luisita al ver su gesto, sonrió, dejó la bandeja en el suelo y subió despacio a la cama,
Amelia estaba tan hermosa, desnuda con la espalda al aire, con aquella piel que tanto la
llamaba, con mimo le dejó un beso justo en la base del cuello donde el pelo se había
esparcido como invitándola a besar ese trozo de piel
A: Eso está mejor... ¿y qué haces tan vestida? (le preguntó sonriente mientras metía su
mano por debajo de la camiseta)
L: Mi amor recuerda... hoy volvemos a las vacunaciones
A: Es cierto... (puso gesto de resignación) Pues vamos allá
L: ¿Dónde vas? (le preguntó reteniéndola del brazo con fuerza)
A: A desayunar (la miraba con esa sonrisa suya de bobalicona)
L: ¿Y para eso te vas a levantar?
A: Luisita... el desayuno no va a venir aquí
L: Eso lo dices tú (saltó por encima de ella y le sacó la bandeja, hubiera dado la vida si
se la hubieran pedido por ver ese gesto de asombro y emoción en el rostro de Amelia)
Aquí tienes tu desayuno
A: Pero... que fuerte (decía boquiabierta)
L: Debes alimentarte, estás flacucha (le decía sonriendo)
A: Joder... es la primera vez que me traen el desayuno a la cama
L: Eso no es verdad... Benigna te lo trae
A: Joder... esto no es un desayuno... esto es un manjar... y sin duda este detalle de la flor
robada a Benigna, me dice que me lo has preparado tú (le decía mirándola con gesto
deslumbrado)
L: Pues sí (sintió como sus mejillas se iban poniendo coloradas sin remedio)
A: Benigna te va a matar
L: No... recuerda que te he quitado la exclusividad con ella, y ahora soy yo su ojo
derecho
A: ¿Y sabes?... no me importa (le besó con suavidad)
L: ¡Ey qué me lo echas encima después de lo que me ha costado! (decía sonriendo)
A: Me tienes boba
L: Un poquito sí
A: Ya no queda nada de la Amelia que encontraste...
L: Yo creo que sí
A: Te aseguro que no, no pensé decir esto pero, me tienes totalmente entregada a ti
L: ¿Y eso es malo? (le besó mientras comía una pasta)
A: Pensaba que sí, pero ahora me doy cuenta que no, que es muy bueno... y que es un
reto para mí, nunca pensé volver a formar parte de un amor, de una pareja, y ahora mi
reto es ser una buena esposa (beso, sonrisa de Luisita), una buena compañera (beso,
sonrisa más amplia de Luisita), y sobre todo una impresionante amante (beso
apasionado)
L: Lo eres, lo eres todo de verdad, y espero que yo pueda ser como tú ¿eh?
A: Lo eres... anoche me lo demostraste, me hiciste feliz porque nadie me había dado
tanto como tú
L: Me alegro mi vida
M: ¡Pareja de tortolitas os doy un cuarto de hora! (gritó desde fuera Marce)
A: ¡Qué pesado! (susurró mientras daba un sorbo a su café) Hay dos cosas que echo de
menos...
L: ¿El qué mi amor? (sonreía mirándola con enorme cariño)
A: El café y el chocolate
L: Igual con un poco de suerte pronto cae del cielo
A: Que graciosa eres... como si esto fuera la canción aquella... ¿cómo era?
L: La de Juan Luís Guerra... todo puede ser en esta vida
A: Mira... me voy a la ducha porque noto que me estás tomando el pelo, y menos mal
que no hay nadie más porque no sé como quedaría mi honor (ponía gesto de pillina)
L: Por lo suelos sin duda (dio una carcajada) Saben que estás loquita por mí
Una pija en la selva 668
A: Mala eres joder... pero que gran verdad (le dio un beso) Mmmm, más (otro), más
(otro más prolongado), mucho más (Luisita la miraba dando una gran carcajada) Otro
L: ¡Amelia! (le riñó apartándose)
A: Venga mi niña que sabes soy insaciable
L: Y tanto que lo sé (la besó nuevamente) ¿Y yo? (le preguntó tras otro beso)
A: También (se separó mirándola con gesto simpático mientras le decía) ¡Somos dos
calentorras en la Selva!
Entre carcajadas Amelia se marchó a la ducha y Luisita se quedó allí echada sobre la
cama sonriendo como una enamorada. Tras un suspiro profundo y feliz se levantó para
arreglar la cama, y llevar a la cocina la bandeja. Al entrar no vio a nadie, entonces cayó
en la cuenta
L: Joder Massamba (susurró saliendo a toda prisa para ver como seguía) Hola
M: ¡Vaya ya habéis parado!; os vais a desgastar (le decía mirando un papel)
L: ¿Cómo sigue Massamba?
M: Pues ese toro de Miura acaba de despertarse, pretendía levantarse dice que no puede
estar en la cama, tiene que cazar...
L: Voy a verlo
M: Mejor no, ahora le he puesto un dardo como se le pone a los elefantes para que
descanse. ¿Lo tienes todo preparado?
L: Sí, me falta ducharme
M: ¿Y a qué esperas?
L: A que termine Amelia (sonrió)
M: Me gustabas más cuando eras resistente al virus Ameliarena Wilson
L: Marce... ¡estoy enamorada! (se le echó al cuello del hombre que no supo como
reaccionar ante aquel gesto totalmente inesperado) Soy muy feliz...
M: ¡Pues deja la felicidad a un lado y vuelve a la realidad!
L: Jo... al final voy a darle la razón a Benigna cuando me dice que eres un desaborio
M: ¡Tira... que luego cuando venga la hora de la verdad a ver quien es el desaborio!
L: ¡Qué humor!
La cafetera estaba preparada, Amelia se había pasado para ver a Massamba y Lula, él
seguía durmiendo con el dardo de Marce, mientras los muchachos habían decidido salir
ellos a cazar nuevamente para la fiesta y por el regreso del camino de los Dioses de
Massamba. Marce esperaba ansioso en el coche la llegada de las dos mujeres, el viaje
era relativamente corto y habían decidido que tan solo Yildas llevara el camión, así una
vez repartidas las tareas todo sería más sencillo. Benigna había dejado a las mujeres,
incluida la nueva adquisición que fue bien recibida por todas Siya y que
asombrosamente se mostró como una costurera que les iba a ayudar muchísimo con las
ropas de la boda
Todo estaba preparado para partir, eran las nueve de la mañana y eso les permitiría
volver nada más comieran. Benigna los estaba despidiendo con gesto algo enfadado con
Luisita por arrancarle una flor de su pequeño jardín, entonces Amelia la miraba
sonriente y embobada tan bien, subieron al coche donde les esperaba un desconsolado
Marce
El camión salió con la fina lluvia golpeando el cristal, tras él lo hizo la cafetera y su
inestimable sonido a vieja. En el interior, Amelia iba sentada junto a Marce, con los
ojos bien abiertos controlando a uno y otro lado, Luisita hacía lo mismo, sabían que una
vez fuera de la aldea, debían tener mucho esmero en lo que pudiera pasarles porque allí
en la Selva se volvían completamente vulnerables
Mientras ellos se alejaban, Benigna en la aldea, se había quedado con Laobi tan solo
como vigilante, y Zulú que aún andaba algo renqueante por los golpes a quien no le
había hecho demasiada gracia que se fueran a cazar y dejaran la aldea despoblada por si
hiciera falta la defensa
B: Venga, tranquilo Zulú (le decía tratando de mostrarse ella también tranquila aunque
no dejaba nunca de lado esa intranquilidad por lo que pudiera pasar pero se había
acostumbrado a ella
Zulú: No mami, no, Ngouabi querer impresionar a chica nueva, Yildas ser inconsciente,
y Zambi mucho más, aquí yo medio tonto, Massamba en los sueños de los dioses y
Laobi sin poder hacer nada con una pierna...
Nsona: Tú descansar, nada pasar (le dijo con gesto amable Nsona)
B: Tu mujer tiene razón, venga, deja de pensar en que algo puede suceder... además
ellos cuando comience a caer la tarde vendrán si todo va bien, y Ngouabi me ha dicho
que estarán fuera tres horas, si no cazan volverán, en tres horas no va a pasar nada
Nsona: Cierto, y tú tener que probar vestido boda mwasis
Zulú: Ah no...
Nsona: Ah sí
Nmaba: ¡Muntu! (¡Hombres!) (Se quejó Nmaba sonriendo mientras negaba con la
cabeza)
B: Sí... porque además, deberías poder ver los colores Nmaba, el arco iris, Amelia
quiere una boda vistosa y alegre y la vamos a tener (decía divertida)
Nmaba: Jajajajaa (reía abiertamente mostrando la falta de sus dientes) Amelia kele
nene (Amelia es grande)
Nsona: Mwana kwisa na kudya (Niños vamos a comer) (les llamó desde la puerta)
Ellos disfrutar de la lluvia
Zulú: No gustar lluvia...
B: ¡Ay hijo Zulú que negativo estás hoy!, anda... voy a prepararte un makayabu a ver si
te animas (le decía mirándolo con gesto algo cansino)
Zulú: Mami tú sí saber animar (le ofreció por primera vez su sonrisa amplia y grande
con sus dientes como luna, y su gesto de bonanza) Sí señora... mami grande
Nsona: Mami grande... ¿cómo decir mami? (la miraba sonriendo mientras gesticulaba
con sus manos para hacerse entender, entre tanto los niños se subían por encima de
Una pija en la selva 670
Zulú, que se mostraba feliz de tenerlos allí hasta a los nietos de Nmaba que los sentía
como propios)
B: Pelota
Nsona: Eso... Zulú pelota
Zulú: Pelota pero simpático
Ante aquel comentario las mujeres no pudieron más que rendirse a su frase y romper a
reír. Tras desayunar todas volvieron a sus quehaceres, Lula aprovechando el sueño de
Massamba, volvió a las tierras, se le daban bien y estaba tratando bajo la lluvia de sacar
adelante las patatas que parecían darles la espalda, arrodillada en el suelo, con sus
manos removiendo la tierra y cortando lo que ella pensaba estaba muerto. Nsona y
Sissou, habían ido a dar de comer a las pocas gallinas que sobrevivían y a la pobre vaca
que ya estaba en sus últimos años y ni siquiera podía dar leche, pero que la tenían como
un animal de compañía al que todos le acariciaban y mimaban, especialmente los niños.
Mientras Nmaba y Siya preparaban la ropa, Siya disfrutaba de ver a la que podía
convertirse en su abuela, porque reconocía se había enamorado de aquel muchachote
que tenía de nieto, aprendía de la mujer que aún sin ver era capaz contando a base de
sus manos, de cortar la tela como debía, y aquello seguía maravillando a todos. Benigna
por su parte, había estado haciendo recuento de la comida que les quedaba, la llegada de
los refugiados les había recortado lo básico, como el maíz, las legumbres, el arroz, hasta
el café que lo habían tenido que ir poniendo con más agua de lo recomendable. Había
puesto la patilla de su gafa en la boca pensando como arreglar la situación y pensando
que debería hablar con Quintero de todo aquello, cuando la campana de alerta sonó
Ante el frenazo de Marce ambas cayeron hacia delante, propinando que se golpearan las
frentes, se frotaban con cierto dolor pero mirándose divertidas, cuando se
recompusieron, Amelia le dijo:
Salieron ante la mirada casi asesina de un Marce que no cesaba de jurar en arameo
mientras Dib sonreía sin cesar canturreando. Cada una cogió sus maletines y se
dispusieron junto a Marce a revisar y vacunar a los niños. Al llegar, todos los niños no
demasiados, corrían hacia ellos, saltaban, gritaban y es que eran muchas las veces que
habían pasado por ese poblado. Las mujeres saludaban con grandes sonrisas a las dos
mwasis mondeles que habían llegado con el ziku
M: ¿Preparadas?
L: Sí, cuando quieras empezamos (le dijo volviendo a ser la enfermera eficiente que era
siempre)
A: Venga Marce espabila que es para hoy (le chinchó como solía hacer siempre Amelia)
M: Bueno... al menos parece que en el terreno laboral nada ha cambiado...
Como siempre comenzó a crearse la cola con los niños y niñas asustados, el
reconocimiento corría a cargo de Amelia y las inyecciones a cargo de Luisita, estaban
juntas y a veces cuando se rozaban sin querer, se miraban sonrientes, cuando alguno de
los pequeños rompía en llanto, ambas trataban de tranquilizarlo. Las miradas a lo largo
de la jornada demostraban el amor que se profesaban, y ese amor era captado por un
Marce que sonreía sin ser visto, porque su lado duro no era lo suficientemente duro
como para no alegrarse y ser feliz de ver nuevamente la verdadera sonrisa en Amelia,
incluso, se atrevía a pensar que la sonrisa era totalmente entregada y como ésa nunca
antes la había visto
Terminaron hacia la hora de comer, como era costumbre en las tribus, les invitaban a
comer con ellos, por el esfuerzo realizado para llegar y ayudarles. Les hicieron sentarse
en el suelo
Al rato una más que feliz Luisita volvió de donde había ido con Dib, con total
naturalidad a la gente de poblado comenzó a enseñarles las fotografías que había hecho
a una manada de cebras, la gente sonreía más por su sonrisa que realmente por lo que
veía en aquella cosa, pues ellos lo veían a tamaño natural todos los días, de ahí que
sonrieran ante la efusividad de explicación que tenía Luisita. A quien Amelia
continuaba mirando embobada, con una sonrisa dulce en sus labios, con esa mirada
repleta de calor en sus ojos. Un codazo de Marce la devolvió a la realidad de su mundo
exterior dejando aparcado por momentos el interior
La comida, que para su gran alivio fue carne asada con mandioca, transcurrió de una
manera muy tranquila, los niños jugaban y de vez en cuando se acercaban a ellas, les
decían cosas y salían corriendo, se les hizo un rato ameno. Una vez finalizaron con la
excusa de lavarse las manos y arreglarse, fueron al río, allí mientras se lavaban, vieron
reflejado en el agua sus rostros, se miraron y sonrieron
Se despidieron de todos los de la aldea, y con ganas de llegar a sus cabañas y descansar
del día algo duro y muy provechoso, partieron hacia la aldea
En el camión, Marce llamó a Benigna para informarle que ya volvían, pero no contestó,
mientras en la cafetera, Luisita había apoyado su cabeza en el hombro de Amelia
encogiéndose como si fuera un ovillo, y dejándose acariciar de vez en cuando por ella,
quien le iba dejando besos desperdigados por su frente, como las gotas de lluvia que
salpicaban el cristal del coche, los limpia parabrisas del coche, hacían un ruido casi
infernal, pero que a Luisita le sirvió como si fuera una canción de cuna susurrada que le
llevó a dormir profundamente hasta que la cafetera frenó de golpe ante la puerta de la
aldea
L: ¿Qué pasa?
A: No sé, Marce ha bajado. ¿Qué pasa Marce? (le preguntó seria al ver el gesto de
preocupación del hombre)
M: ¡Qué coño hace esta vaca aquí en la puerta! (dijo poniéndose en jarras con gesto
totalmente perplejo)
L: ¿Una vaca?
Una pija en la selva 674
Al entrar se encontraron con dos mujeres que no las conocían, mientras Zulú sacaba
agua del pozo con una gran sonrisa. Las mujeres los miraron con temor pero en seguida
Benigna les calmó
Tras él salió Amelia y Luisita ante la señal de ésta, Benigna tras quitar importancia ante
las mujeres por la reacción del ziku blanco y Zulú como jefe más antiguo al no estar
presente Massamba. Mientras Mona y Valiente se habían subido sobre la vaca que
recibía los mimos de los niños y Ngouabi le daba de comer con la compañía de Siya
quien miraba al muchacho con ojos enamorados. Lula, Sissou y Nsona hablaban entre
ellas acercándose a las dos mujeres nuevas que se habían acomodado en el poblado
B: Mira no entiendo tu manía con eso, no hay nada de malo, los hombres de esta aldea
todos protegen y respetan a las mujeres, las nuestras y las que vienen con los refugiados,
tú haces un problema donde no lo hay
M: ¿Ah no?, ¿dónde van a dormir?
A: En la cabaña de Lula duerme Siya, en la de Luisita pueden dormir las dos (explicó
Amelia ante la sonrisa de Zulú que veía como acorralaban al hombre)
B: Asunto arreglado, el marido murió y los hombres de su poblado no podían hacerse
cargo de las tres, son nómadas y no hay suficientes hombres para la caza solteros, por
eso, a cambio de dejarnos la vaca, nos quedamos con las dos mujeres, es decir, tenemos
leche asegurada, a cambio de dos mujeres que necesitan ayuda
A: Pues no se hable más (dijo de modo concluyente Amelia)
M: Muy bien, Amelia, tú hablas con Quintero, y tú doña arréglalo todo, le dices que
negociaste tú, ¡yo no quiero saber nada!. ¿Zulú te preguntó o te han absorbido el
cerebro, muchacho?
Zulú: Ziku... no problema los hombres decir que quedar, nosotros ser suficientes dice
Massamba
M: ¡Qué ganas tengo de perderos de vista macho!...
B: Bien, asunto arreglado
A: Benigna sabes que no podemos quedarnos a nadie más ¿eh?
B: Lo sé Amelia, ¿pero qué iba a hacer?, la chica era un problema para ellos acabarían
abandonándola y aquí Zulú ha tenido una idea fantástica
L: ¿Qué idea Zulú? (le dijo apoyándose sobre Amelia que se había reposado el culo en
la mesa de madera
Zulú: Echar la pared del huerto, para hacer mayor (explicaba con las manos ilusionado
por la idea
L: Eso es estupendo (sonrió acompañando su gesto)
A: Un momento Zulú, sería estupendo si tuviéramos cosas que plantar
L: Bueno eso se puede conseguir ¿verdad Benigna?
B: Sí, sí (decía muy segura)
A: ¿Cómo el café?, ¿Cómo el chocolate?, ¡vamos Luisita que estamos en plena selva!
L: ¡Y qué! (la miraba sonriente) A mí me parece una idea estupenda... es más la apoyo
A: La apoyo dice... esto lo vas a tener que hablar con Ziku (dijo para evitar
responsabilidades) Yo estoy expedientada
B: Mírala ella que mona... pues vas a exponerle tú la idea
A: ¿Yo? (la miraba con una sonrisa incrédula)
B: Sí, tú, los chicos piensan que en unos tres o cuatro días podríamos coger más espacio
y comenzar a plantar
A: Espera... porque si hacemos eso, nos aproximamos al río, ¿no Zulú?
Zulú: Sí, pero aún hay distancia
L: ¿No vendrán los cocodrilos? (preguntó pensativa)
B: A ti lo que te irá es una cocodrilo
L: ¡Ah bueno!, eso me encanta (sonrió ampliamente con alto gesto de bobita al igual
que Amelia) ¿Verdad?
A: Verdad
L: Pues ale, a hablar con Marce, yo voy a ver que tal Sissou reponiendo, le voy a dejar a
ella por primera vez que lo haga sola
B: Eso me parece muy bien, yo voy a ver si Nmaba ya ha terminando con el maíz
Zulú: Y yo ir a... a... (se rascó la cabeza y dijo sonriente) ¡A ver vaca!
A: ¡Pero tendrán morro!
Una pija en la selva 676
La lluvia insistía de manera muy fina, casi imperceptible, los niños jugaban al fútbol
mientras Mona, Valiente, Ramón y el perro de Nmaba dormitaban a los pies de la nueva
y vieja vaca, mientras Amelia había hablado tanto con Quintero que protestó poco ya
que la noticia venía dada por Benigna, y Marce que le pareció bien la idea de los
hombres en expandir las tierras. Cuando terminó sus negociaciones fue a ver a
Massamba que seguía diciendo que quería ir a su cabaña, y dejar el hospital que tanto le
recordaba al horror vivido con su familia, mientras tanto Lula le sonreía y le llevaba al
pequeño para que cuidara de él, en el momento en que entró Amelia, ella salió corriendo
porque iba a probarse la ropa para la boda
Salió de allí con el gesto sereno, ver a Massamba recuperado le daba alegría, y verlo con
aquel pequeñín cierta envidia. Al salir, se encontró con Sissou que estaba muy sonriente
A: Hola
Sissou: Mbote
A: ¿Cómo te ha ido la recomposición?
Una pija en la selva 677
En la cabaña de Benigna todas las mujeres estaban rodeando a una Luisita que ya se
sentía algo mareada, sube el brazo, baja el brazo, no respires que va una aguja, respira,
¡la has enviado a Madrid!, todas las broncas de una atacada Benigna, ahora bien, quien
se lo estaba pasando bomba era Nmaba, que no veía lo que sucedía pero notaba por los
timbres de voz el estado nervioso y divertido de todas
Mientras Marce junto a Zulú revisaba a Massamba, el niño lo tenía en brazos el buen
amigo del hombre que le hacía carantoñas sin ningún pudor, esa parte de aquel amigo, a
Massamba siempre le enterneció, verlo como sin tapujos demostraba lo que sentía por
sus hijos, por los niños en general
Lo miró con el gesto muy serio mientras Zulú sonreía asintiendo y con rapidez
cambiando de tono, comenzaba a cantarle al pequeño que tenía entre brazos, mientras el
niño movía sus manos al aire como si realmente entendiera esa música y bailara
Fuera, el resto de los hombres reían al ver la escena, Benigna se mostraba realmente
enfadada cara a Amelia con sus manos dobladas hacia el interior y apoyadas sobre las
caderas, Amelia con una sonrisa trataba de arreglarse el pelo, mientras Mona se había
colocado justo tras las piernas de la Pediatra escondida al ver a la buena de Benigna
A: Venga... venga... si total lo único que he llegado a ver son las tetitas de mi niña y eso
me lo sé de memoria
B: ¡Amelia! (la riñó con furia abriendo sus ojos como platos mientras Mona intentaba
hacer lo mismo) Te quiero en tu cabaña ¡ya!
A: A sus ordenes mi generala (se cuadró y salió corriendo divertida)
Mona: Ahhhhhhhhhhhhh (salió tras ella mostrándole el culo mientras saltaba a
Benigna)
B: ¡Será posible!
L: ¿Me ha visto? (le preguntó preocupada mientras las mujeres recogían todo)
B: Dice que no
L: ¡Uf menos mal!
B: Venga... que ya es tarde y hemos tenido un día completito, mañana Siya y yo te
cosemos y hacemos la última prueba
L: ¿Os puedo ayudar?
B: A nosotras no, pero entre vosotras dos y Nsona podíais con los trajes de los
pequeños, son muy sencillos, ¡eso sí!, Amelia se ha pasado de coloridos
Nsona: No mami... color alegría, felicidad
B: No si no digo que no pero... ¿tú has visto esto?
Señalaba la cama de Benigna repleta de telas vistosas todos los colores alegres del arco
iris estaban allí, rojo, diferentes verdes claros, rosas, azul cielo, turquesa, anaranjados
suaves, fuertes, así que cuando las mujeres vieron que la mami tenía razón, rompieron a
reír haciendo bromas sobre la fiesta
Después de un rato divertido, Luisita se marchó camino hacia la cabaña donde sabía que
Amelia la esperaba, sonreía al pensar como había tratado de observarla, y ella misma
había pensado que lo haría también al día siguiente cuando fuera el turno de su amor
probarse el vestido
Una vez llegó a la cabaña, abrió la puerta y la encontró sentada en la cama leyendo,
parecía tranquila aunque un ligero ruido captado por Luisita le dio a entender que estaba
esperándola. Luisita entró, se apoyó contra la puerta y suspiró, la miraba fijamente y
cuando Amelia alzó la mirada se encontró con sus ojos encendidos, reconocía
perfectamente lo que significaba la mirada, y sonrió de lado
La giró sobre la cama y comenzó a hacerle cosquillas mientras Luisita se metía con ella
sin parar, después de las risas, las falsas luchas llegó el momento de la pasión, de sus
rituales, de dormir abrazadas y agotadas una vez habían tocado el firmamento
Les quedaba tan solo un día, para la boda aquella noche soñaron los mismos sueños
repletos de colores y alegrías, dormían con la música de fondo que aquella noche era
algo más insistente de lo habitual, estaban tan saciadas que no escuchaban el alboroto de
los animales fuera en la Selva, tan solo veían reflejadas en sus sueños los latidos de los
corazones entregados al amor
A: Jajaja (sonrió al verla como se sentaba en la cama, con cara de cansancio, el pelo
alborotado, y los ojos muy pegaditos) Me encanta cuando te despiertas
L: Debo estar horrible...
A: Estás maravillosa (le susurraba mientras pasaba su mano por la mejilla
L: ¿Qué pasa Amelia? (la miró después de bostezar)
A: Levanta, ponte unos pantalones largos y una camiseta de manga larga
L: Sí, claro (se levantó obediente en un segundo abriendo el armario de Amelia)
A: Oye tenemos que negociar, no puede ser que tú tengas toda la parte de mi armario (le
decía sentada en la cama mientras organizaba una mochila)
L: Pero si tú no tienes ropa... no seas mala anda (se puso el pantalón caqui)
A: ¿Levis?, ¡pero que pija!, ¡das asquito de verdad, eh! (Luisita sonrió sacándole la
lengua) Como los vea Mona despídete de ellos
L: ¿Por qué te crees que los he puesto arriba?
A: Estamos hablando de una mona, las monas escalan no solo árboles (la miraba con
gesto gracioso y casi casi, burlon)
L: Me encanta cuando tratas de quedarte conmigo
A: Sí, tú dale tiempo a Mona y verás
L: Ya estoy
A: ¿Sabes?, hasta ahora nadie me había hecho tanto caso como tú, sobre todo, nadie me
había obedecido sin preguntarme nada
L: ¿Qué no vamos con Marce?
A: No (sonrió y sacó dos plátanos)
L: ¿Cómo que no?
A: ¡Cómo que no!, no la cagues ahora mi amor que ibas bien (la miraba sonriente)
L: Oye cariño que me acabo de dar cuenta que aún no ha amanecido
A: Claro son las cinco de la mañana
L: ¡Pero si nos acabamos de dormir! (le dijo un tanto enfadada)
A: Lo sé. Vamos
Abrió la puerta despacio, Luisita suspiro mirando el techo, no sabía que pasaba menos
que hacía con dos plátanos en la mano, algo que descubrió muy pronto. La tomó con la
mano que le quedaba libre y pasaron por delante de la guardia de Laobi sigilosamente,
cuando Mona fue a abrir la boca, Amelia le estampó el plátano dentro, haciendo que el
animal abriera los ojos como Benigna mientras Valiente se revolcaba en el suelo de la
risa, y Luisita se tapaba la boca para no hacer ruido, estaba segura que aquello fuera lo
que fuera, y estaba segura de lo que podía ser, les iba a crear problemas. Cuando
pasaron por delante de la vaca que deambulaba a su gusto por la aldea, las miró
mientras masticaba hierba
Contestó mientras salían corriendo del poblado bajo una fina y delicada lluvia, la tierra
era un barrizal y la idea de Amelia de ponerse botas había sido estupenda pensaba
Luisita. Corrieron un poco hasta adentrarse por el camino que tan bien conocía, sabía
perfectamente adonde la llevaba y a pesar de su miedo a encontrarse con la guerrilla o
Una pija en la selva 682
cualquier imprevisto, estaba encantada de correr tras la mujer de su vida. Hasta que de
pronto
L: Ahhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhh
En el poblado, Benigna tal como era su costumbre, se levantó aún no estando el sol
despierto, como ellos decían, una vez arreglada, fuera sus rulos, vestida con su habitual
falda y blusa siempre de diferentes colores, salió hacia la cocina, en ese momento se
interpuso en su camino una exaltada Mona
B: Ya sé que tengo razón, pero... no podemos hacer más, así que... diremos que
duermen, Marce no entrará y luego ya veremos... ¡Amelia va a matarme a sustos!, pero
como la voy a reñir, si el amanecer allí es tan ideal
luchar con las nubes, entonces Luisita le dijo a Amelia mientras caminaba mirando con
toda su atención el suelo para no volver a caer
Mientras en la cocina de la aldea, Benigna cocinaba pensativa, por un lado quería estar
tranquila pensando que habían ido a la cascada y que el grito de Luisita sin duda se
debía a algún golpe que se había pegado, pero no por ello, podía quedarse tranquila, ¿y
si les había pasado algo?, estaba en una disyuntiva en la que no sabía muy bien que
hacer, si le decía a Marce, se iba a enfadar muchísimo con Amelia, y con razón, si no le
decía y pasaba algo, sin duda la riña iba a ser para ella
Cuando lo vio entrar, tragó saliva, pero entonces se dio cuenta que Mona iba hacia él,
sin duda a contarle todo lo acontecido, el animal estaba a punto de hablar
Ajenas a todo y caminando a veces casi a gatas para subir, iban Amelia y Luisita, de vez
en cuando le daba a beber de una botella de agua que había cogido, no quería evitar
sorpresas bebiendo en el riachuelo, los tiempos no estaban para eso. Tras casi una hora
de caminata, llegaron al final del camino, dejando nuevamente la cascada a la derecha,
frente a ellas la Sabana, y el amanecer
Amelia suspiró de igual manera que Luisita, miraron al frente y fue Luisita quien apoyó
su cabeza en el hombro de la Pediatra, que sonreía sin poderlo evitar, sintiéndose feliz.
Rabiosamente feliz. Un amanecer y la mujer de su vida. Mientras Luisita sentía como su
corazón perdía miedos que aún quedaban, esos a no saber estar a la altura que Amelia
Una pija en la selva 686
quizás esperaba, pero aquella última frase le hizo ver que había vencido todas y cada
una de las barreras que su futura mujer, había puesto en su vida y que con su amor le
había ido quitando poco a poco, le había ido suavizando hasta conseguir que en ese
instante en que sus cabezas reposaban tranquilas, sentirse unidas, enlazadas y fuertes
Lo que ante ellas comenzó a suceder fue algo tan maravilloso que ambas lo observaban
con total atención, mientras entrelazaban una de sus manos, necesitaban a través de los
poros de su piel, transmitir la felicidad que sentían de compartir aquella maravilla,
reservada quizá en ese momento tan solo para ellas. La lucha del sol por abrirse paso
ante el cielo gris, era una hermosa batalla que los ojos de ambas vislumbraban
dejándose envolver por el momento. Los árboles solitarios aparecían tras una suave
neblina así como las sombras de los animales, que poco a poco conforme la luz iba
bañando todo iban descubriéndolos. Asombrada nuevamente Luisita como aquel otro
día iba descubriendo jirafas, leones con sus crías a las que les hizo distintas fotos con su
zoom avanzado, antílopes, ciervos, Amelia la miraba y sonreía encantada, había
descubierto ese lado dulce de Luisita lanzando fotos, con un gesto de admiración total
por lo que iba descubriendo. Suspiró con fuerza, sin duda para ella estaba segura que
había encontrado a la mujer de su vida
El sol venció la batalla que ellas en su momento habían vencido con el amor, salió e
iluminó el cielo anaranjado, fueron segundos, a lo sumo algún minuto hasta que el sol
iluminaba el cielo, a pesar de la lluvia insistente y que les había calado, pero no tanto
como la sensación de hermosura y felicidad ante lo vivido
Y allí como testigo el amanecer las vio besarse con pasión, Luisita subió sobre Amelia
que seguía apoyada en la roca, tras el beso, una mirada repleta de amor y un abrazo
tierno y efusivo puso fin al maravilloso y romántico amanecer
Como una auténtica fiera había llegado Marce a la cocina, Nsona se había apresurado a
retirarse, mientras todas esperaban fuera donde escuchaban nítidamente las voces de
Marce, en la aldea todos le temían cuando se enfadaba, de igual manera que lo
admiraban cuando se trataba de trabajar. Quien estaba muy pendiente de la discusión era
Mona mientras Valiente jugaba con los niños a echarse por el suelo y rodar mientras
gritaban y reían por igual. Cuando por fin los gritos de Marce cesaron, lo vieron salir
haciendo aspavientos y con el paso ligero, los niños se detuvieron revueltos en barro
como Valiente que hizo lo mismo, mirándolo sin más
Las chicas ajenas al movimiento del poblado, habían llegado hasta la cascada cogidas de
la mano. Luisita miraba a Amelia como se iba desnudando y le decía riéndose sin creer
muy bien lo que iba a hacer
L: No me pienso meter ahí (le decía) Ese agua debe estar congelada
A: Vamos... no seas quejica, te aseguro que merece la pena
L: No, no Amelia, vámonos hoy no hace día para estar en esa agua... solo de pensarlo
me entra frío
A: Venga no pierdas tiempo que tenemos que volver, además, no sabes lo que te pierdes
si no vienes y disfrutas conmigo al otro lado... ¡venga! (le gritó yéndose hacia la cascada
nadando)
L: Joder... lo que se llega a hacer por amor, si tiene que estar congelada... ¡ay Luisita
que día llevas!, ¡emociones a raudales!, pero es que es tan maravilloso este sonido,
bueno... va... que no se diga... tú puedes... venga... ¡joder que fría! (dijo al meter los
dedos de su pie)
A: Luisitaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa (se oyó su grito casi rozando la histeria)
L: Voyyyyyyyyyyyyyyyyyyyy... venga... venga... ¡uf que fría!... joder que fría...
A: Luisita detrás, rápido al agua (le gritó como loca)
L: ¿Crees que te voy a creer?, ¿eh?
-: Agggggggggggggggggggggggggggggggggggggg (oyó tras ella un sonido rugiente y
fuerte)
L: La hostia...
A: Metete en el agua Luisita... (gritaba nadando hacia ella)
L: Jodeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeer (gritó cayendo al agua y nadando como loca hacia
Amelia)
A: ¿Estás bien?
-: Agggggggggggggggggggggggg aggggggggggggggggggggggggg (volvió a rugir el
león)
L: Sí, sí, dios era un león de verdad (decía muerta de miedo abrazada a ella)
A: Sí, lo es. Vamos ven... cuando volvamos se habrá ido (decía nadando mientras la
arrastraba consigo)
L: ¿Qué hace aquí? (preguntó dejándose arrastrar por ella sin írsele el miedo del cuerpo)
A: No lo sé, es extraño que esté aquí... como mucho nos hemos encontrado con gorilas,
monos, pero nada más
L: Que boca... (dijo cogida a su cuello)
A: Joder que susto cuando lo he visto venir (decía mirándola con gesto realmente de
pánico mientras se había detenido y flotaba moviendo sus piernas)
L: ¿Y si no se va?
A: Se irá, yo creo que se irá. Venga vamos quiero enseñarte algo
L: Mira como va el corazón (le puso su mano sobre el pecho)
A: Mmmmm, mi pecho querido... (le decía pasándose la lengua por los labios)
L: Aún me tiemblan las piernas
A: Imagino, pero te aseguro que nada comparado con lo que te van a temblar (la miraba
de una manera ávida en insinuación)
L: No sé que me da más miedo, si el león o la leona de mi niña (dio una carcajada)
A: Venga (“joder que susto... si le llega a pasar algo no me lo hubiera perdonado. Y el
cabrón ahí está, míralo se ha sentado, ¿y ahora que hacemos?, ¡joder!, bueno espero
Una pija en la selva 688
que cuando vengamos se haya ido, ¡ahora Maquita a disfrutar y hacer disfrutar!”
seguía nadando hacia la cascada) Luisita espera... hay que pasar por aquí
L: Vale... (le gritó y se giró para ver al león que en ese momento bostezaba) La madre
que lo parió que bocaza tiene
A: Sí... es verdad... pero no tanto como la mía ¿eh?
L: Amelia no me hagas reír que no hago pie (decía riéndose)
A: Venga no es maravilloso estar en el agua bajo la lluvia
L: Sí, lo es (dio dos brazadas y se agarró a su cuello mientras la besaba rodeándola por
la cintura con sus piernas) Gracias por todo cariño
A: De nada quiero disfrutarlo contigo
L: Ya... menos lobos caperucita que aún recuerdo cuando me contabas como traías aquí
a tus conquistas...
A: Eres muy mala, venga a la de tres, tomas todo el aire que puedas y ya sabes... la otra
vez te salió de muerte ¿eh?
L: Uf la otra vez me ayudó la mala hostia...
A: Pues hoy que te ayude saber que detrás hay un mundo mágico que vamos a descubrir
juntas
L: Ya... ¡mucha palabrería bonita tienes tú! (le dijo con el ceño fruncido)
A: Una, dos y ¡ahora!
En la aldea, Benigna se mostraba nerviosa, sabía que lo que Amelia había hecho no
estaba bien, pero Marce siempre la había dejado ir, incluso él, se había escapado para
nadar y descansar cuando estaba muy agobiado. Los hombres habían cogido rifles y
Mona había entrado a la cabaña de Amelia, poniéndose una gorra de Luisita con el
logotipo de Carolina Herrera, una camiseta de Lacoste y un pantaloncito corto de
Coronel Tapioca. Al salir parecía realmente una exploradora, o como todos decían
riendo, una versión de Luisita en mona
Mona: Uhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhh (aulló con
toda su fuerza)
B: Viches ya sabes lo que deben estar haciendo (le dijo en voz baja estirando de su
manga)
M: ¿Y?, ¿me voy a asustar?
B: Necesitan algo de intimidad (insistió)
M: Mira si se las comen los guerrilleros, o se caen a una trampa donde después las
cogerán para violarlas y cortarlas en trocitos, entonces, van a tener intimidad
B: A ver... te estás poniendo tremendista
M: ¡Joder Benigna que mañana es su boda! (acabo diciendo)
B: Lo sé... sé que lo haces por su bien pero... por favor... deja que vaya Mona
M: Esto es de locos, de locos... yo cada día estoy peor voy a tener que decir a Carlos
que me trate, o mejor Claudia
B: Mira Marce... haz una cosa por favor, vamos a esperar una hora, si en una hora no
vienen vas
M: Una hora en la Selva puede ser mucho tiempo
Una pija en la selva 689
B: Es cierto... lo sé... pero algo me dice que están bien, que no necesitan nada, sólo esa
paz que han ido a buscar. Por favor Marce
M: Joder Benigna si me pones esa cara de estreñimiento puedes conmigo ¡macho!
B: Venga... si sé que lo haces por su bien pero... (le hacía morritos que no pasaban
desapercibidos para las mujeres que se tapaban la boca para que Marce no las viera
sonreír) Venga...
M: ¡Está bien!
B: Me alegro. Gracias
M: Si es que eres de un endeble tío... esta mujer te tiene pillado por las pelotas ¡solo
espero que no se equivoque!
Ngouabi: Ziku (se acercó el muchacho) Quiero hablar ¿puedo?
M: Vamos a mi despacho. Dib, dejar las armas esperaremos...
Respiraban agitadas tras pasar la cortina de agua que se formaba bajo la cascada, era
una sensación impresionante, el ruido fuerte y la fuerza de esa agua al cruzarla era algo
que no se podía explicar con palabras pero al salir del agua aquella sensación se traducía
en dos amplias sonrisas. Respiraban con fuerza y el ruido era apoteósico en aquel lugar
A: Ven (le gritó y se dispuso a nadar hacia un lado mientras el agua les salpicaba)
L: Sí (contestó de igual modo)
A: Aún recuerdo el pedazo hostia que me metiste aquí (sonreía mirándola con devoción
mientras llegaban a la roca)
L: Jo... menudo rato me hiciste pasar
A: Pero si estabas encantada (le decía mientras veía como Luisita al notar que hacia pie,
se dispuso a suspirar y relajarse tras el esfuerzo) ¿O me lo vas a negar?
L: No, estaba muerta de miedo porque no quería que tú te salieras con la tuya que no
era otra cosa que hacerlo aquí
A: Sí (puso cara de niña buena mientras se acercaba a ella)
L: ¿Dónde vas? (le preguntó sonriente)
A: Pues... estás muy lejos de mí
L: Ya... ¡acorta distancia acorta! (le hablaba mirándola fijamente con su boca entre
abierta como si así le estuviera tendiendo un reto)
A: Sabes que eso me pone y lo haces a propósito
L: Igual que tú haces otras cosas (entonces por bajo del agua metió su mano y la atrajo
hasta su cuerpo) Así mejor
A: Luisita (le dijo suspirando mientras le apartaba un mechón de pelo que se había
soltado de su coleta)
L: Y ahora vamos a descubrir lo que tanto decías (aprovechando que su peso en el agua
era menor, se giró apoyando a Amelia sobre la roca mientras se besaban) Me gustas
tanto
A: Mi amor... (dijo tras un suspiro al notar como sus manos comenzaban a acariciarla)
L: Me gusta perderme cariño, así (besaba su cuello, mientras sus manos apretaban sus
pechos)
A: Espera... espera... (le decía comenzando a jadear)
L: ¿Qué? (la miró aturdida)
A: Te me estás adelantando y me vas a hacer perder el sentido mi niña... (le decía
apretándola más y más contra ella, rozando sus cuerpos, casi sin poder parar. Pero
entonces con la poca calma que le quedaba, le dijo) Espera Luisita
L: No puedo...
Una pija en la selva 690
A: Espera mi niña, espera (sonreía de manera alegre a ver el gesto de Luisita repleto de
deseo y ansias por hacerla suya)
L: Uffff vale (asumió separándose de ella)
A: Anda ven (suspiró también y dándole la mano la llevó)
Salieron del agua, acompañadas por el piqueteo continuo del agua entregándose
precipitadamente a aquel agua en calma, que la aguardaba para fundirse en una. De tal
manera Amelia llevó de su mano a Luisita hasta un lugar único, nunca había visto nada
igual, una especie de mordisco en la roca, donde inexplicablemente la hierba crecía lo
suficiente como para formar una capa tan uniforme que parecía una manta a disposición
de las dos amantes. Sin más dilación, comenzaron a besarse de pie, acercando sus
cuerpos, sus manos llenado la piel ajena que no desconocida. Las respiraciones fueron
subiendo de intensidad, las yemas de los dedos pasaban de la fiereza a la calma y
viceversa, los labios batallaban hermosamente, las lenguas jugaban a buscarse y
esconderse, los corazones latían y latían sin remedio
A: Luisita... Luisita...
L: Cariño... mi vida (se habían abrazado con dependencia porque ya no entendían la
vida de otra manera)
A: Te quiero (le dijo con tal necesidad, con tal verdad en sus ojos que eran el espejo de
su alma, que Luisita tiritó de pies a cabeza)
L: Yo también te quiero...
A: Antes dijiste que... (hablaba con la respiración entrecortada por el deseo pero
también necesitaba detener la pasión para con ternura llevarla de la mano, explicarle lo
que su corazón quería gritarle)... que...
L: Shhh no digas nada (la besó)
A: Déjame decirlo, por favor... (Luisita la miraba con esa misma ternura infinita con la
que Amelia la miraba) Antes dijiste que traje a mis ligues, te aseguro, que a nadie, traje
a este rincón, porque cuando lo descubrí pensé que quizá un día sería el lugar donde
quisiera ofrecer mi verdadero amor... y hoy por fin... lo puedo hacer (la miraba
intensamente emocionada)
L: Cariño... me enamoras con tu cuerpo, con tus palabras, con tus silencios... no podría
vivir sin ti, sin estas maravillosas maneras que tienes de sorprenderme
A: Tú provocas todo esto, te quiero
L: Te quiero
A: Aquí nadie nos va a impedir gritar
L: ¡Ohhh Amelia! (suspiró mientras se acostaban en aquella maravillosa manta de
hierba)
A: Quiero ser tuya cariño solo tuya...
La cortina de agua que se precipitaba por la cascada, era semejante a la cortina de placer
y amor que descendía por sus cuerpos, por sus almas, por sus corazones, era un amor
intenso como el agua, fresco, hermoso que llevaban grabado en cada poro de su piel,
gemidos, palabras suaves, suplicas, ruegos, amor en definitiva pasión
A: ¿Te gusta?
L: Sí... ¿y a ti? (tragó saliva, se clavó en sus ojos)
A: Sí, mucho (musitó mientras continuaban gozando al mismo tiempo)
L: Mi amor... mi amor...
A: Oh... sí... así... juntas, juntas
L: Ya... ya
A: Sí... sí... ¡ah!
L: ¡Ah!
A: Ah, ah uf (dio un último respingo brutal que salió de su alma mientras se aferraba al
cuerpo de su amada)
L: Ohhhh (hizo lo mismo que Amelia, abrazada a su cuerpo mientras le susurraba) Te
quiero
A: Y yo, te quiero Luisita
Durante un rato estuvieron tratando de recuperar el aliento, las fuerzas, y para ayudarse
a encontrarlo, se besaban suavemente, se acariciaban lentamente y se miraban con total
ardor a los ojos, repletos de ya un conocido amor
Dicho esto, dejó a Nmaba triturando los cereales en el mortero, los niños más pequeños,
sabían que su función era ir echándole en el mortero lo que ella les iba pidiendo, y así,
todos desde bien pequeños se acostumbraban a colaborar. Si estaban limpios de corazón
desde niños, tal como decía Nmaba, de mayores serían responsables, no sanguijuelas
como los guerrilleros. Y allí contándoles historias, los niños y los perros, junto a
Valiente que se comía lo que podía, entre las risas de lo más pequeños, seguían
trabajando
Cruzaron la cascada con la misma habilidad con la que habían entrado a aquel rincón
que había sido para ellas como lo iban a bautizar, el rincón del amor, de su gran amor.
Al salir, soplaron y trataron de acompasar las respiraciones
Llegaron a la orilla, desnudas, Amelia repasó atentamente todo el lugar, miró por los
sitios que podía estar escondido un león, pero nada daba muestras de ello
A: Adelante se ha largado
L: ¿Eso es normal?
A: Imagino que nuestros gritos lo habrán espantado, debió pensar que éramos dos
fieras, demasiado peligrosas para él
L: Jeje (sonreía con algo de timidez)
A: Me encanta cuando te pones roja... (se acercó a besarla mientras se vestía) Y luego, a
la hora de la verdad te conviertes en esa fiera (la besó con pasión)
L: Amelia... que nos pueden ver
A: ¿El león? (sonreía divertida)
L: Venga... para (le decía sonriendo mientras terminaba de vestirse)
A: Será mejor sí, estoy muerta
L: Menos mal que no te has probado el vestido
A: ¿Por?
L: Porque yo creo que hemos adelgazado (le decía picadamente mientras le tocaba con
todo el descaro del mundo el culo) Ya sabes lo que dicen... el sexo adelgaza
A: Mmmm (sonreía) Lo malo es que tú ya te has probado ese vestido azul turquesa ¿no?
L: Es cierto... tendré que volvérmelo a probar (sonreía divertida)
A: Venga vamos (le cogió la mano, se puso la mochila mientras Luisita cogía divertida
la cámara de fotos y le hacía una) Tan cerca no...
L: Pero si tú sales bien de todas las fotos y más si te las hago yo
De pronto
-: Agggggggggggggggggggggggggggggggggggggggggggggggggggggggggg
El león salía de la parte más espesa de la zona, corría como loco hacía ellas mientras
ambas se quedaban quietas sin saber que hacer, instintivamente Luisita apretó el botón
de la cámara y el flash salió justo dándole al león en los ojos... aflojó un poco la carrera,
sin embargo se repuso enseguida y continuó hasta que de pronto cuando estaba a unos
pasos algo se interpuso en su camino...
El león impresionado más por la vestimenta con esa gorra con la visera hacia detrás, y
esas pintas de exploradora de Mona, que por sus continuos escupitajos y el movimiento
de su lengua, frenó en seco, y salió espantado
Salieron corriendo, Mona en los brazos de Amelia reclamando que se le había caído su
gorra, Luisita corriendo y mirando hacia tras de tanto en tanto, bajando a una velocidad
vertiginosa, Amelia con el pelo mojado sobre la cara, con la respiración jadeante,
Luisita de igual manera una tras otra, pisando como podían corriendo mientras rogaban
no caer y que por detrás apareciera el temido león
M, Mona y L: ¡Ahhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhh!
Una pija en la selva 695
Mientras en la aldea, seguían los preparativos de la boda, los hombres habían preparado
con leña una gran hoguera para purificar el ambiente, a pesar de que la lluvia seguía
insistentemente jugando con todos ellos, los niños ya tenían sus liputas preparados con
unos sombreros del mismo color de las telas confeccionados por Nmaba, la mujer
seguía dejando boquiabiertas a las nuevas integrantes del poblado. Benigna no podía
parar de andar de un lado a otro con los nervios a flor de piel. En ello estaba cuando oyó
su nombre con fuerza
B: ¡Ay dios mío, vaya día me espera! (susurró acercándose hasta el despacho de Marce
en el hospital) ¿Qué pasa Marce?
M: ¿Aún no han regresado?
B: No, aún no
M: Joder no sabía que los polvos de las tías pudieran durar tanto... y eso que he
escuchado unos cuantos... aunque ninguna era tan escandalosa como Luisita (decía de
carrerilla porque sabía que Benigna le interrumpiría en cualquier momento)
B: Marce no seas desagradable, por favor
M: Está bien, seré agradable. Acaba de llamarme Bárbara
B: ¿Qué tal está?
M: Bien, eso sí, se ha acordao de todos mis muertos por no avisarle de la boda de
Amelia
B: Tiene razón ¿eh? (dijo sentándose finalmente)
M: Si hay boda, claro (decía mientras firmaba unos documentos)
B: ¡Ay hijo no seas aguafiestas!, y venga vamos
M: ¿Adónde? (le preguntó alzando la cabeza con gesto un tanto impertinente)
B: ¿Adónde vamos a ir?, a probarte tu liputa, Amelia tiene un gusto, ¡menudas telas!, si
vieras los niños... si vieras el de Luisita... solo falta el suyo...
M: Ni loco me hago yo nada
B: ¡Marce!, ¡es la boda de nuestras chicas! (alzó la voz con rostro muy serio recordando
a la vieja señorita Rotermeller)
M: ¿Y qué culpa tengo yo?
B: Ninguna
M: Entonces (respondió totalmente decidido mientras se levantaba ya que había
terminado con sus papeles)
B: Pues Marce... que no vas a ser tú el que dé la nota quitando la emoción que sentimos
todos
M: ¡Pero yo no me caso!
B: ¡Marce! (lo riñó con el gesto muy serio entonces dijo) ¡Ahora Nsona!
Entraron las mujeres muertas de risas con aquella tela roja que él pensaba se había
librado gracias a la herida de Massamba, Benigna se había cruzado de brazos con una
medio sonrisa que se hubiera transformado en completa si estuviera segura que las
chicas estaban bien. Los ojos de Marce en cambio miraban de una manera inquisitoria a
la mujer que seguía mirando el reloj
M: Nsona, para mi gusto he visto pasar el alfiler demasiado cerca de mi piel (su gesto
hacia reír a las mujeres)
Nsona: No preocupar... no preocupar... (decía divertida)
M: Menuda humillación, ¡esta me la paga Amelia!
Nsona: Quitar el pantalón, nosotras girar, jijijiji... (Lula, Nsona y Sissou se giraron
divertidas tapándose las bocas ante la sonrisa de tener al Ziku en calzoncillos) ¿Ya ziku?
Una pija en la selva 696
En la cama reía sin cesar Massamba, podía imaginarse la escena de aquel hombre de
hierro rodeado de mujeres y en paños menores, en sus brazos como no aquel pequeño
que había llegado a ellos para darles la oportunidad de rehacer sus vidas tratando de
enterrar un pasado repleto de dolor. Además al niño, le encantaba estar en el gran pecho
de su padre, cuando lloraba en la espalda de Lula era dárselo a él y el llanto cesaba. Allí
estaba cantándole una vieja nana a su hijo cuando vio como asomaba la cabeza una
temerosa Benigna
B: ¿Puedo pasar?
Massamba: Mami no pedir permiso...
B: Que ricura como duerme (le decía mientras se sentaba con una sonrisa orgullosa de
ver semejante estampa)
Massamba: Mami tener cara de preocupación, mwasi no volver ¿aún?
B: Todavía no, sé que no debo preocuparme que todo va a ir bien pero...
Massamba: Amelia ser responsable
B: No sé Massamba, no sé (decía preocupada)
Massamba: Ella ir sola... saber peligros
B: ¿Sabes una cosa Massamba?
Massamba: Son como tus hijas... Amelia no es tu sangre pero la sientes, tuya
B: Exacto (sonrió emocionada)
Massamba: Y verla feliz es para ti esa emoción de madre (la mujer sacó un pañuelo de
su bolsillo y secó unas lágrimas) Tú hacer correcto... ellas volar libre hoy
B: Lo sé Massamba pero no me perdonaría que les pasara algo
Massamba: Si así fuera... tú no tener culpa Mami, tú ser gran madre... ellas quererte, mi
gente quererte, ser como nuestro alma tú ser la gran mami
B: No me digas eso (decía con los ojos emocionados hasta su máximo apogeo) Mira
como estoy... si es que... no sé que me pasa... no lo sé
Massamba: Yo decir... tú ser feliz y tener miedo a que Amelia ser feliz
B: La quiero como a una hija, sé lo que ha sufrido y se merece lo que tiene... a Luisita,
quizá verla feliz me tiene un poco tonta... es como si mi hija se me fuera a casar
realmente
Massamba: Es así Mami... Amelia siempre considerar a Mami, como suya
B: Lo sé... ¡esto es tontería!, ¡es morriña que decía mi madre! (sonreía subiéndose los
mocos)
Massamba: Todo ir bien... Amelia y Luisita ser felices... todo ir bien (su gran mano
cogió con calor la de una Benigna que no podía parar de llorar)
B: Gracias Massamba, eres un gran apoyo para mí... ahora... ¿qué es eso? (preguntó al
escuchar alboroto fuera, algo así como unos gritos que no sabía identificar)
Massamba: Gritar (dijo preocupado)
B: No te muevas, voy a cerrarte la puerta. Marce... ¿qué pasa?
M: No lo sé (decía abrochándose la camisa pues estaba acabando de vestirse)
Salieron los dos, y entonces vieron como Ngouabi y Yildas llevaban a Mona a hombros,
gritando como si fuera una heroína, el animal sonreía y hacía poses porque Luisita le
Una pija en la selva 697
disparaba con su cámara fotografías sin parar mientras una gran sonrisa tan dulce como
la que mostraba Amelia marcaba su rostro
M: Esto es pa mear... y no echar gota (decía con el rostro realmente impactado Marce
ante lo que estaba ocurriendo, los niños gritaban, saltaban, besaban a las mwasis que
sonreían sin cesar)
B: La mato...
A: Holaaaaaaa (sonrisa amplia y feliz al llegar a su altura)
B: Tú quieres acabar conmigo ¿verdad? (le preguntó con cierto rostro serio,
precipitándose hasta ella y sacando un poco el susto que llevaba metido en el cuerpo)
A: Te quiero (la abrazó con tanta fuerza, que a Benigna se le pasó todo en ese mismo
instante)
L: Benignaaaaaaaaaaaa (apareció radiante de felicidad mientras los hombres hacían que
Mona volara por el aire) ¿Qué tal?
B: Tú ¿cómo crees que estoy?
L: Yo te veo divina (le dijo sonriente mientras la abrazaba con la mirada cómplice y
embobada de Amelia)
M: ¡Amelia te quiero ver en mi despacho, ya! (su voz sonó tan grave como se mostró su
gesto enfadado)
A: Voy. Benigna una ración doble de plátanos para Mona... nos ha salvado la vida
(sonreía) Mi amor un beso, que voy con el ogro, cuéntale...
L: ¿Te acompaño mi vida?
A: No, podré manejarlo sola
L: Está bien (se dieron un besito corto y fino respetando la presencia de los demás)
B: Luisita... esto no lo volváis a hacer por favor (Luisita miraba como Amelia se
marchaba para dentro, Benigna que veía su gesto le dijo) ¡Buah!, ni caso... ¡Luisita!
L: ¡Benigna no me asustes! (sonreía embobada)
Mona: Uhhhhhhhhh uhhhhhhhhhhh agggggggggggggggggg (abría su boca haciéndose
ver a Benigna)
B: Dios mío Mona... ¿pero qué haces? (la miraba totalmente impresionada ante una
especie de rugido flojito y algo desafinado)
L: Te está representando al león
B: ¿Qué león? (preguntó poniendo su mano sobre el pecho)
L: Nos atacó un león a Amelia y a mí, pero ésta heroína nos salvó la vida Benigna, y
tengo tanto que agradecérselo, porque tengo una vida tan... tan... tan... (decía juntando
sus manos sobre la barbilla en gesto totalmente radiante después de darle un achuchón a
Mona que sonreía feliz)
B: ¡No lo puedo creer!
L: Como te lo digo... menuda boca... le hice una foto... si vieras...
B: ¡Pero tú no estás nada, pero nada bien, eh! (le decía pasmada mirándola fijamente
mientras la enfermera reía sin parar)
ValientL: Uhhh uhh uhh (le decía a Mona con los ojos muy abiertos)
Mona: Aggggggggggggg (le hizo)
ValientL: Uhhhhhhhhh (se escondió asustado tras las piernas de una divertida Luisita)
Así sonriendo fueron a contarle las hazañas vividas a una Nmaba que reía abiertamente,
con las explicaciones en kikongo de una divertida Luisita y una Mona que imitaba sin
parar el sonido del león consiguiendo que Valiente al final la imitara y ambos rieran
divertidos como el resto
Una pija en la selva 698
No habían pasado ni cinco minutos cuando Luisita se percató que Amelia salía del
hospital algo cabizbaja y parecía que bastante afectada. Luisita se disculpó ante todas y
salió con paso algo ligero hacia la cabaña, con el gesto preocupado entró, la vio de
espaldas y por su suspiro pensó que estaba llorando, se acercó abrazándola con fuerza
por detrás, Amelia cerró los ojos agradeciendo aquel calor de su mujer que tanto le
ayudaba, que tanta calma le provocaba en su interior
L: ¿Ha sido muy duro? (le besó el hombro desnudo porque la camiseta se había roto y
le había desaparecido la manga)
A: No
L: ¿Y por qué estás así? (la meció suavemente mientras la estrechaba sobre ella con
delicadeza, pero tan fuerte que un escalofrío electrizante le cruzó la espalda a la
Pediatra)
A: Marce me ha dicho que se alegra que me case contigo
L: ¿Y por qué estás así? (seguían abrazadas de la misma manera mientras su voz
reflejaba un cariño y una dulzura que bullía directamente de su corazón)
A: Porque... pues porque no estoy acostumbrada a que me diga cosas... tan...
L: No estás acostumbrada a su lado sensible, mi amor... (le dijo sonriendo) Venga gírate
mírame (Amelia la obedeció pasando sus manos por la cintura de una Luisita a quien los
ojos le brillaban con una fuerza inusual) No sé lo que te haya dicho, pero sin duda estoy
de acuerdo con él
A: Eres mala (sonrió mientras una lágrima caía por sus mejillas) Estoy acostumbrada al
Marce duro, al cabreado, al tío que no se acojona por nada y verlo con los ojillos
emocionados y... (se mordió el labio)
L: Y saber que tú eres la responsable ¿verdad? (Amelia asintió con un puchero marcado
en su barbilla) Si es que eres adorable, si es que te comía aquí mismo, si es que me
tienes loquita... (decía mientras le hacía cosquillas sin parar)
A: Luisita... Luisita... por favor... Luisita...
De repente la puerta se abrió. Justo en el momento en que ellas caían sobre la cama
muertas de risa
L: ¡Venga Benigna!, si ya estuvimos juntas con lo del Aloe Vera... por cierto... ¿mañana
tendremos más?
A: Esa es mi niña (decía venga a la risa)
B: Pero bueno... me he quedado corto con la gravedad del asunto ¿eh?
L: Me niego a dormir sola (cruzó los brazos sobre el pecho como si realmente estuviera
sufriendo una rabieta)
A: ¿A qué es adorable Benigna? (la miró atontada)
B: Sí, mucho. No vas a dormir sola (sonrió con cierta malicia)
A: ¿Y esa sonrisita?, venga que te conozco Benigna
B: Vas a tener dos guardianes... Mona y Valiente
L: ¡Eso no vale!...
B: Y no creas que los plátanos te van a servir... te lo advierto...
L: Amelia (la miró seria)
A: Ordenes de la gran mami (elevó los hombros con cierta sonrisa juguetona y
divertida)
B: Ale vamos
Cuando se quedó sola sonrió, cerró los ojos abrazándose a ella misma, y se dejó caer a
la cama susurrando
L: Soy la mujer más feliz del mundo, por favor si es un sueño no quiero despertar
En la cabaña de Benigna, la expectación era máxima, Amelia aguantaba las risas de las
mujeres al descubrir un bocado en su clavícula, otro bocadito en su culo y el de máxima
admiración fue uno que encontraron en su muslo
Las risas generalizadas de todas las mujeres hicieron que hasta Benigna acabara en una
carcajada de la que no podía parar
Mientras Luisita pasaba por delante y al escuchar las risas, se sintió tentada de entrar
Luisita entró en el hospital ante la mirada divertida de Marce, quien suspiró, acababa de
hablar con Quintero, habían anunciado una de esas tormentas que en el desierto se
convertían en diluvios, y en la Selva donde ellos estaban, se volvía en desbordes del río
poniendo siempre en riesgo la aldea. Desde que estaba allí habían pasado dos, una
derribó la puerta de la entrada, la otra, les destrozó todo el huerto. Con cautela habló
con los hombres posponiendo la remodelación de la zona del huerto. Los hombres
escuchaban serios sus explicaciones, y miraban el cielo
Una vez Amelia tuvo todo listo, las mujeres la miraban asombradas, sus ojos
demostraban que aquella confección guiada magistralmente por Siya, la convertía en
prácticamente una Diosa
Benigna sonrió, mientras Amelia frotaba su culo aún dolorido por el golpe
La tarde fue muy amena, durante la comida, que decidieron compartirla todos juntos,
excepto Massamba y la joven Monwe que estaba de reposo una vez Amelia la había
reconocido y seguían en el hospital, durante el rato que compartieron todos, las jóvenes
contaban su aventura con el león y como Mona había salvado de tan segura muerte,
omitieron el desmayo y por supuesto los temblores del animal una vez superado el
susto, también omitieron sus gritos al encontrarse con Ngouabi y Dib, que habían
mandado primero a Mona por si las mwasis estaban en paños menores, los hombres
contaban sus caras por el león, pero no contaron que apunto estuvieron con una piedra
Luisita de arrearles uno de sus mamporros. La que no cesaba ni un momento de reír era
Nmaba, lloraba de felicidad, por fin, un día tranquilo a pesar de los nervios por la
ausencia de las mwasis, por fin un día en familia como a todos les gustaba compartir.
Tras la comida, a media tarde las mujeres volvieron a sus faenas, Amelia y Luisita con
permiso de Mona que las vigilaba subieron a su mirador favorito para poder contemplar
Una pija en la selva 701
Al llegar la noche, la cena, volvió a ser distendida, los hombres callaron la posibilidad
de la tormenta, aunque sí Lula había desaparecido a mitad tarde en su cabaña y sabían
que había cumplido con el mandato de Zulú. También le habían ocultado a Massamba
lo que podía ocurrir, porque conociéndolo sabían que se levantaría poniendo en riesgo
su herida que Luisita había curado y había estado departiendo con él un buen rato sobre
Amelia. Uno a uno fueron despidiéndose hasta quedar Marce, Benigna, las dos mujeres,
y los tres animales
Las chicas llegaron a la cabaña pero se fueron a la parte trasera, si una cosa tenían clara
era que no querían de ninguna manera faltar el respeto a nadie de la aldea, Amelia
siempre lo había hecho y era algo que tenía muy claro, porque además Luisita la
secundaba en sus pensamientos. Al llegar, Luisita se apoyó contra la pared provocando
un gesto de incitación a Amelia
L: Y tú no me levantaste para variar (le dio un golpecito en el trasero con la mano que
le quedaba libre)
A: Que mala
L: No, que chula
A: Eso sí
L: Me encantaba ese puntito tuyo de chulería (pasó sus manos por el cuello de Amelia)
A: Oye... que ese puntito no lo he perdido ¿eh?
L: Es cierto (sonrió)
A: Cuanto me divertía con esas caras tuyas
L: Joder si es que en el fondo era no querer pensar en ti, y pasarme todo el día pensando
en ti
A: Ya sabes... soy irresistible
L: Pues sí...
A: ¡Por fin lo reconoces! (exclamó volviéndose a morder el labio inferior mientras se
devoraban con los ojos)
L: Eres irresistiblemente ególatra (dio una carcajada abrazándose a ella)
A: Mmmmm, mi amor...
L: Te quiero cariño
A: Y yo
L: Menudo pasteleo llevamos (sonreía feliz)
A: Ni que lo digas, es mi primera vez ¿eh?
L: ¿Ah sí? (su mirada fue retadora)
A: Sí (asintió con gesto tranquilo y como admitiendo su derrota moral)
L: Soy irresistible...
Se sonrieron con una sonrisa feliz, mientras Luisita iba a entrar a la cabaña se detuvo al
entrar para ver a Amelia como se quedaba como ella ante la puerta, se miraron y se
lanzaron un beso al aire, después ambas entraron a sus cabañas. Una vez en la cama,
Amelia le deseó las buenas noches a una Benigna que roncaba como uno de esos osos
invernando con sus rulos en la cabeza, Amelia la miraba y sonreía, se daba cuenta de lo
importante que era Benigna para ella, más que su madre, más que cualquier otra persona
en la vida, lo mucho que le había ayudado, y entonces le dejó un beso en la frente
En la cama que las había visto regalarse tanta pasión, tanto cariño, tanto amor, se
encontraba sola Luisita, había buscado mil maneras pero no encontraba la posición en
ninguna de ellas. Mona y Valiente que se habían acostado a los pies de la cama,
decidieron tras alguna que otra patada y una caída de la misma de Valiente echarse en el
suelo. Mientras, Luisita continuaba dando vueltas
L: Joder... uf... (entonces sonrió) Nunca me había sentido así... oye Mona
Mona: Uh (abrió un ojo) Ahh
L: Mañana voy a ser la mujer de Amelia... ¿te das cuenta?
Mona: Uhhh (voz flojita medio dormida)
L: Es maravilloso e increíble ¿no te parece?
Mona: Uhhh buffffffffffff (soltó un bufido que podía traducirse como “qué pesada
hostias”)
L: Tengo unas ganas de ver como le sienta el traje... ¿oye Mona tú no sabes como es?
Mona: Ahhhhh (se puso las manos sobre la cabeza)
L: ¿Y cómo será la ceremonia?... tengo tantas ganas
Mona: Uh, uh uh (se subió a la cama y se puso cara a cara con ella mirándole
intensamente mientras le decía) Ahhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhh
L: Me callo, vale, vale... no digo nada más
Mona: Uh
L: Buenas noches
Y así durmieron finalmente cuando el cansancio pudo con ellas, cada una pensando en
la otra y en lo afortunada que se sentían, en que por fin habían encontrado en su vida lo
Una pija en la selva 704
que tanto habían soñado, que los sueños de vez en cuando, sí se hacían realidad. Y así
sus rostros lo confirmaron, su calma y su sonrisa en los labios dieron muestras que
ambas, tanto en los sueños como en la realidad, se tenían al lado. Pasara lo que pasara
tenían el calor de la otra al lado
Un suave canto como si se tratasen de los propios ángeles despertó a Luisita, esas voces
de mujeres que susurrando sin elevar la voz, eran capaces de provocar en ella un
manantial de emociones tal que sus ojos se llenaban de lágrimas mientras una sonrisa
leve pero intensa iluminaba su rostro. Se despertó totalmente, tras estirar totalmente su
cuerpo con un leve gemido gutural, su sonrisa marcó el rostro cuando la puerta se abrió
Cuando salió Benigna, se dio cuenta que algo de cierto habían en las palabras de
Benigna, aquello era África y el peligro siempre rondaba a todos los que allí habitaban,
pero lo único que sabía era que su vida estaría por siempre ligada a la de Amelia y a eso
se quería aferrar
A: Mmmm Luisita cariño, me muero de ganas... (cuando abrió los ojos vio a Benigna
con una sonrisa muy divertida) ¡Coño Benigna!
B: Vaya... de cariño pasas a eso... espero que con Luisita no te den esos cambios de
humor
A: Pero que mala eres (la cogió echándola sobre la cama)
B: Ayyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyy (gritaba como loca)
Una pija en la selva 706
Benigna salió de la cabaña con una sonrisa de oreja a oreja, observó un momento como
todo el mundo en la aldea se implicaba en los preparativos, hasta Marce estaba bajo las
ordenes de un Massamba que había insistido en que lo sentaran cerca, para guiarles en
como poner una tela por si el agua no cesaba, que la pareja al menos no se mojara. Y
allí estaban todos, otra vez, la amistad entre ellos se hacía patente, las risas, los cantos,
los bailes, el codo a codo, y otra vez más se sentía orgullosa de ser la Gran Mami, de
aquella aldea
Conforme avanzaba la mañana las nubes iban pasando con rapidez y justo cuando
entraron en ambas cabañas para preparar los baños de las novias, el agua dejó de caer
sobre la aldea
Nsona: Zulú kumatia kotaka (Zulú podéis entrar) le dijo a su marido que entraba con
Dib y una gran vasija alargada) Melesi
Zulú y Dib: Mwasi Luisita (inclinaron sus cabezas a la vez con una sonrisa amplia y
feliz)
L: Melesis (reía divertida ante el gesto de los hombres)
Lula: Mwasi... (le hizo una señal de que se diera la vuelta)
L: ¿Más brujería Lula?, mira que no tengo el cuerpo para más mezclas ¿eh? (decía
divertida mientras Lula sonreía) Uf... creo que no voy a recuperarme nunca
Nsona: Mwasi desnudar y entrar al agua (las dos mujeres se volvieron para no verla)
L: Esto es maravilloso (susurró mientras se quitaba la ropa y al entrar a aquella vasija
notó sorprendentemente el calor del agua) Mmmm que calentita
Nsona: ¿Ya estar?
L: Sí (su tono era radiante y repleto de alegría mientras chapoteaba en aquella agua que
tenía un tono azulado)
Nsona: Mwasi cerrar ojos y dejar de sentir
L: ¿Y eso cómo se hace? (la miró con el ceño fruncido)
Nsona: Dejar de pensar en Mwasi Amelia (sonrió)
L: Imposible (decía muerta de risa como las dos mujeres)
Mientras en la otra cabaña, sucedía algo parecido, Zulú y Dib, habían llevado otra vasija
más grande para Amelia mientras Benigna y la joven Sissou que seguía las
instrucciones de la mami, hacían los mismos preparativos
A: ¿No le habrás echado ningún mejunje raro ¿verdad? (le preguntaba sonriente)
B: ¿Me crees capaz?
A: Sí, muy capaz
B: No sé porque te aguanto tanto
A: Porque soy tu preferida
B: Será por eso, pero ten cuidado, que hay otras que asoman a la puerta con mucha
intensidad y menos mala baba (le dijo ante la sonrisa de Sissou)
A: Ya será menos
B: Tú misma hija, tú misma
A: Más te vale que no (le dijo muy seria enarcando su ceja derecha)
B: Venga pasa... que tengo cosas que hacer
A: Eres una marimandona no sé porque te aguanto tanto
El ambiente distendido en las dos cabañas contrastaba con una reunión casi secreta entre
los hombres una vez finalizadas sus faenas para ayudar a tener preparado todo lo a ellos
les correspondía en la boda
Y así lo hicieron, cuando Marce llamó a la cabaña de Benigna, ésta salió con el gesto
alegre, sus ojos brillaban de emoción, pero conforme iban dando la noticia se iba
entristeciendo, preocupando, marcando en su frente, al entrar a la cabaña su rostro la
delató y Amelia le exigió la verdad
Al salir de la cabaña se encontró con Luisita que sin dudarlo había hecho lo mismo, y
allí se encontraron
Codo con codo, mientras Nsona con las dos mujeres Nmaba y Bendi repartían agua,
todos los hombres hacían la fuerza, mientras las mujeres sobre todo Luisita que
demostró ser la más hábil, ponían la maña
L: Oh, sí... no Zulú, sube un poco más para igualar.. sí, sí... así está un poco desnivelado
y puede no ser seguro
Zulú: Mwasi Luisita ser muy lista (dio una carcajada y se puso a cantar)
Mona: Ahhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhh, uh uh uh (la
imitaba Mona ante la carcajada de todos)
Así continuaron hasta que Massamba dio el visto bueno a aquella especie de refugio con
techo a base de troncos, que las mujeres con rapidez comenzaron a preparar, cortinas,
alguna manta que nunca usaban del hospital, comida, agua, todo por si la lluvia llegaba
cuando menos esperaban. Los hombres las miraban sonrientes pero mientras estaban
todas tan entretenidas en ello, sobre todo Benigna no se percató de lo que ocurría justo
detrás de donde estaban todos
Nsona, Lula, Zulú, Marce, Valiente y el resto estaban subiendo cosas al refugio, cuando
de pronto Mona llegó hasta ellos, en el momento en que Benigna llegaba con algo de
ropa
Mientras los demás se morían de risa ante los ataques repentinos de ambos animales,
Benigna se apresuró a ir donde Mona señalaba y sí, efectivamente, allí estaban ellas
besándose con pasión. La colleja de Benigna a Amelia, sonó
Risas por doquier, excepto Mona que seguía con sus pedorretas asomada al pozo
lavándose los morros, miraba a Luisita y volvía con la pedorreta. El pobre Valiente se
había sentado todo confundido en un rincón
Comieron entre risas y preocupación, miraban al cielo porque parecía que les había
dado una tregua, y eso precisamente era lo que a Massamba más miedo le daba, también
a Benigna que había pasado unas cuantas, y sabía que si llegaba fuerte, el río saldría y
todos estarían en peligro
Llego la hora de vestirse, tal y como quedaron, todos iban ayudándose unos a otros, los
últimos en vestir fueron los niños, sabían que no duraría mucho su involuta ropa.
Nerviosas cada una en su cabaña, dentro de todo Luisita era quien más tranquila estaba,
recibiendo consejos de Nsona que le hacían entender lo mucho que aquella mujer quería
a Zulú, también Lula escuchaba porque de repente sentía esa necesidad de saber como
tratar de manera diferente a la persona que tienes junto a ti. Sin embargo lo que era todo
tranquilidad con Luisita, era locura con Amelia
B: ¡Pero vamos a ver te quieres estar quieta! (le reñía una y otra vez ante las carcajadas
de Nmaba y Bendi que ya vestían sus liputas coloridos)
A: Benigna que no puedo... que no puedo... ¡qué me estoy meando!
B: ¡Otra vez! (la miraba nerviosa)
Nmaba: Mwasi kele kufwa ya na nkati (Mwasi está muerta de miedo) (reía sin parar)
Bendi: Kubulumuka ngatu (se va a desmayar) (reía también al ver sus nervios)
B: Quien se va a kubulumuka soy yo (dijo seria) Mira que sudores... no seré yo quien te
vista en España el día de tu boda
A: ¿Quién te ha dicho que me voy a casar en España? (salía en tanga y sujetador al ver
el tanga Bendi se moría de risa y se lo contaba en voz baja a una Nmaba que lloraba de
la risa) Bendi malongisa nge (Bendi te he escuchado)
B: Es que... mira que llevar el culo al aire (le decía seria)
Sissou: Yo querer (le dijo sonriente)
A: Te pasaré alguno (le guiñó el ojo)
B: ¡Amelia! (volvió a reñirle)
L: ¿Llueve?
Nsona: No. Mwasi Luisita, estar muy guapa
L: Gracias Nsona (le dijo emocionada)
Lula: Mwasi Amelia, caer (soltó de pronto Lula)
L: Espero que no... creo que la que va a caer soy yo cuando la vea... tiene que estar
guapísima
Nsona: Suerte Luisita (le sujeto la muñeca con su mano como señal de suerte)
L: Melesi Nsona
Lula: Suerte
L: Melesi Lula, os quiero (les dijo feliz y emocionada)
En la otra cabaña...
Una pija en la selva 712
B: ¡Ya está!, ¡por fin!, ni que fueras la Naomi esa alta y que hay que coser por todos
lados de lo flacucha que está
A: Dime que estoy bien (le decía con gesto asustado)
B: Estás más que bien
A: Estoy muerta de miedo
Nmaba: Nmaba saber (se acercó hasta ella y le dio la mano tal y como Nsona y Lula
habían hecho con Luisita) Nmaba decir, todo ir bien... tú, gran corazón... Luisita, gran
corazón... amor... feliz
A: Gracias Nmaba, te quiero (le dijo emocionada)
Nmaba: Nmaba saber
B: Bueno... voy a vestirme yo que si no me voy a poner a llorar
Sissou: Mwasi Amelia... guapa tú
A: Gracias... (sonrió) Seguro que Luisita está mucho más guapa que yo... me muero de
ganas... me muero de ganas de verla
Nmaba: Toda la vida verla... esperar merecer la pena
La primera en salir fue Amelia, al hacerlo vio como desde su cabaña hasta el lugar
donde habían preparado el altar estaba repleto de hojas verdes, caminaba descalza tal y
como era la costumbre, Marce y Zulú la esperaban para acompañarla hasta donde
Benigna esperaba, al sonido del tam-tam
Cuando Luisita se tropezó con todo el pasillo repleto de aquellas impresionantes hojas
verdes, su rostro demostró ya no sorpresa, sino, emoción, el roce en sus pies le daba una
tranquilidad y una serenidad en su alma, tanta que una sonrisa apacible era la
protagonista en su rostro
M: Muy guapa, sí... por una vez alguien supera en belleza a la Doctora Sexo
L: Marce (lo riñó emocionada)
Zulú: Mwasi ohhhhh (dijo sonriente)
L: Zulú (sonrió graciosamente hasta que llegó al pasillo donde una Mona con un liputa
naranja, y sus gafas de sol de CH, la esperaba con los morritos juntitos) Hola Mona,
estás muy guapa
Una pija en la selva 713
Era su voz la que llegaba, era la voz la que en aquel atardecer le estaba provocando una
arritmia incontrolada, respiraba para tranquilizarse, nunca se había sentido así y no sabía
muy bien que razón la llevaba a ese desespero. Hasta que la vio, y cuando la vio, todo se
detuvo, las emociones, los latidos, los miedos, aquellos ojos y aquella mirada le fue
suficiente para calmar todo su mundo. Entonces la miró de arriba a bajo y le dijo
A: Mentirosa
L: Lo mismo digo
Y era cierto, Amelia llevaba un liputa rosa pálido con un hombro destapado, en su
cabeza una especie de turbante hecho de la misma tela que el vestido, que le daba un
aire tan sensual con su melena apartada un poco de la cara, un aire tan hermoso que
Luisita se había perdido en ella, la pintura suave en su rostro le daba un aire
impresionante, hermosa, casi divina. Y de igual manera que Amelia había mentido
sobre su vestido, lo mismo hizo Luisita que había elegido un amarillo pálido, y al igual
que Amelia su hombro quedaba al descubierto, el color que había cogido su piel en la
Selva le favorecía con ese tono, y el turbante lo habían acoplado a un recogido que ella
misma se había hecho con arte. Amelia la miraba sin poder decir ni una palabra
B: Ejem (carraspeó Benigna que llevaba una túnica blanca en señal de máximo poder)
Bárbara: No empezar sin miiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiii (se oyó la voz desesperada de Bárbara
llegando a la aldea)
B: ¿Y eso?
A: Bárbara (sonrió de lado)
Bárbara: Oh... oh... oh... (fue incapaz de articular palabra cuando las vio) Bellas
siñoras... oh... morir de impresión... wonderful, beatiful...
M: Vale no te pases Bárbara... que hay que empezar
Bárbara: Rojo pasión Marce... interesante (lo miraba atentamente)
M: No me toques los cojones (le dijo sonriendo)
Bárbara: Bartolo ven
Mona: ¿Uh? (la miró seria Mona)
Bárbara: Bartolo, aquí ser Mona
Bartolo: Uh
Mona: Uh (contestó apartándose las gafas de sol retirándose un poco el turbante que
llevaba en la cabeza mientras dejaba caer graciosamente los párpados)
ValientL: Uhhhhhhhh (protestó Valiente que llevaba un liputa corto porque le gustaba
como el camisón de Luisita
Mona: Uh uh (le mando callar)
Bartolo: Oh oh (los miraba sacando pecho)
M: Creo que ya han acabado de presentarse (dijo con sorna Marce)
Todos rieron sus palabras, todos excepto las dos que seguían devorándose con los ojos,
en los otros veían amor, pasión y felicidad, todo lo que necesitaban encontrar. Fue la
voz de Benigna las que les hizo mirarla. Mientras un divertido Zulú lanzaba fotos
B: Con el poder que me dan los espíritus, invoco a todos a la ceremonia de casamiento
de nuestras dos mwasis. Con la presencia de Lula por parte de Luisita y de Nsona por
parte de Amelia, yo os pregunto. ¿Mwasi mondele Luisita, aceptas el encargo de los
Una pija en la selva 714
B: Mwasi Luisita toma cómo esposa a Amelia (Lula le entregó una especie de collar
con bolas de madera pintadas con los colores del arco iris)
L: La tomo (le puso el collar con una sonrisa divertida)
B: Mwasi Amelia toma cómo esposa a Luisita (Nsona le entregó su collar)
A: La tomo (le devolvió la sonrisa y la mirada repleta de cariño y ternura)
B: Con el poder que se me ha otorgado por los dioses os pido que os cuidéis en vuestros
días. ¿Lo haréis?
M y L: Lo haremos (dijeron a la vez emocionadas)
M: Y no arméis tanto escándalo en vuestras noches (susurró a Bárbara que rompió en
una carcajada al igual que Amelia y Luisita)
B: Ejem (lo miró poco menos que crucificándolo ante la sonrisa de todos) Pues como
decía, os encargo la vida de la otra para acompañarla, guiarla y amarla. Os declaro bajo
los ojos de Mami Wata, como matrimonio. Os podéis besar (entonces bajó la voz y
susurró) Corto
A: Te quiero (le dijo emocionada)
L: Te quiero (contestó de igual manera)
Bárbara: Las bodas me dan llorera (le cogió un trozo de tela a Marce y se secó las
lágrimas cuando se iba a secar los mocos le arrebató el trozo) Marce...
M: ¡Pero qué haces!
B: ¡Qué empiece la fiesta! (gritó feliz abandonando su pose seria, quitándose de golpe
aquel liputa y dejando ver el que se había confeccionado, uno verde con un generoso
escote) ¡Vivan las novias!
El tam-tam comenzó a sonar, las mujeres comenzaron a intercambiar besos con las
recién casadas. Los hombres comenzaron a elevar sus gritos como era costumbre y
Bárbara estrechó con fuerza a Luisita
Bárbara: Ser tú lista... muy lista (le decía mirándola con cariño)
L: Lo sé
Bárbara: Solo espero y deseo que hagas a mi bella damisela feliz
L: Yo también, es lo que más deseo en la vida
Bárbara: Enhorabuena (le gritó abrazándola de nuevo)
A: Eh... esas manos que te veo (le dijo mientras se abrazaba a Benigna)
Bárbara: ¿Celosa?
A: Sí
Bartolo: Uhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhh (grito)
Mona: Uh uh uh (le decía al Bartolo que miraba a uno y otro lado sin entender aquel
follón)
Una pija en la selva 715
ValientL: Uhhhhhhhhhh (se soltó de la mano de Mona y se fue con los perros
enfadado)
Mona: Ahhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhh (le dijo a Luisita
mientras la abrazaba)
L: Gracias Mona cariño... oye es guapo el Bartolo ¿eh? (le decía en el oído mientras el
animal sacaba todos sus dientes a relucir)
A: Mona que te veo (le dijo mientras se besaba con Nsona)
Mona: Prrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrr
L: Monaaaa que me salpicas...
Los niños jugaban y bailaban, las mujeres comenzaron a servir la cena, todos se
mostraban felices ante la ceremonia, Amelia y Luisita una vez casadas se desprendieron
de los turbantes que eran el signo de su pureza para casarse, cosa que cuando se la
explicó Amelia, a Luisita le hizo escupir el trago de Otin Funfun que se había tomado.
Pronto empezaron a bailar, pronto empezaron esas danzas que a Luisita la dejaba
boquiabierta, y allí sentada junto a su ya mujer, entrelazadas las manos disfrutaba entre
risas de los movimientos de los niños, de las mujeres, de Benigna que movía su trasero
con una agilidad pasmosa
A: ¿Eres feliz?
L: En este momento sí, mucho (Amelia agachó levemente la cabeza y sonrió) ¿Y tú?
A: También, como nunca en mi vida lo fui
L: Te quiero tanto Amelia... me parece tan... no sé... tan increíble...
Zulú: Mwasis (les llamó divertido para lanzarles una foto) Ohhhhh. Esto ser divertido
L: Va a gastar la tarjeta (reía divertida y al mirarse vio como Amelia la miraba con los
ojos emocionados. Luisita suspiró) Ha sido mágico
A: Sí, el atardecer que te merecías
L: El atardecer que nos merecíamos. Acostúmbrate que en lo bueno tú también vas
incluida conmigo, ¿vale?
A: Tengo que acostumbrarme, sí. Gracias
L: Estás hermosísima
A: Lo sé (dijo sonriendo)
L: No cambies nunca cariño... nunca... pase lo que pase no cambies
A: Jamás... ni tú, no me borres nunca esa sonrisa que me da motivos para vivir
L: Claro mi amor... (suspiró profundamente con los ojos emocionados) Creo que nos
estamos poniendo un poco tontas ¿no crees?
A: Sí (sonrió feliz) ¿Bailamos?
L: Al menos lo intento, vamos... a tu lado, soy capaz de todo
A: Me alegro, ¡vamos allá patosa mía!
Y durante más de dos horas los bailes se alargaron, todos danzaron alrededor del fuego,
incluido el ziku al que obligaron entre Amelia y Luisita, hasta Massamba ayudado por
Ngouabi y Zulú dio una vuelta al fuego como era la costumbre para ayudar a la felicidad
de la pareja. Cuando ya tocaba el final de la fiesta, con los niños ya acostados, Amelia y
Luisita bailaban a su propio ritmo abrazadas, Amelia apoyaba su barbilla en la frente de
su mujer, susurrando la música de un bolero y en un momento dado, se miraron con
ternura para besarse con suavidad, el fuego iba apagándose, y la aldea estaba iluminada
por los rayos de la luna, en ese entorno se quedaron solas, hasta que el cansancio les
hizo marcharse a su cabaña, donde otra vez tenían todo el decorado dispuesto para
Una pija en la selva 716
amarse con la mayor de las entregas, con todo dispuesto para ese gran amor que sentían.
Al finalizar, exhaustas, cansadas, agotas pero nuevamente felices se murmuraron:
A: Te quiero Luisita
L: Y yo Amelia
El resto de habitantes se asomaron a sus ventanas, unas luces especiales les habían
llamado la atención, y es que, desde las ventanas y la puerta de la cabaña de las chicas,
salían luces repletas de color, luces repletas de prosperidad, de amor, de paz, de ternura,
de locura, y esas luces alcanzaban el cielo y formaron un manto de estrellas que
siguieron iluminando a la pareja, haciendo que aquella cabaña fuera una verdadera luz
de amor. Un lugar sagrado para dos mujeres entregadas a sus corazones, fuertes,
valientes, dos mujeres sin miedo al siguiente día, dos mujeres dispuestas a vivir ese
amor hasta el límite de sus posibilidades, dos mujeres al fin, enamoradas sintiendo lo
que era el verdadero amor en el corazón
Durante la noche, varias veces se despertaron y miraron encontrándose con esa mujer
que tenían entre sus brazos, la mujer que sin esperar una y otra, había cambiado
totalmente la vida, varias veces se besaron con calma cómo si con eso sólo, les bastara
para ser felices
El cielo volvió a mostrar un gris que no era el acostumbrado en aquel maravilloso lugar,
la lluvia aunque era fina seguía con su insistencia bañándolo todo. La gente empezaba a
despertarse algo más tarde de lo habitual porque la fiesta había durado hasta altas horas
de la madrugada y el cansancio del baile unido a aquel refugio que había quedado de lo
mejor, se había adueñado de los componentes de la aldea. Conforme se iban
encontrando por la mañana en el comedor, hablaban de lo maravilloso que había sido
todo, las chicas estaban hermosas, el atardecer a su justa medida, la comida espectacular
y la felicidad de las chicas había sido como ese cielo el cual les entregó una visión única
Estaban las mujeres departiendo cuando entro Bárbara como siempre con su fuerza y
carácter alegre
Las risas fueron generalizadas, Benigna reía abiertamente y tan radiante que Bárbara no
pudo evitar darle un pellizco en el culo cuando fue a por su desayuno, que fue
contestado con una colleja de la gran mami, y las carcajadas todavía fueron mayores
La felicidad de todos estaba patente, y el tema en común no era otro que esas dos
mujeres que habían pasado de sus discusiones y su rabia, a un amor profundamente
hermoso, tanto que les habían preparado un gran desayuno pero las recién casadas no se
habían levantado
Volvieron las risas, los comentarios distendidos, las indirectas de Bárbara a Benigna,
que sentía que aquella mujer hablaba muy en serio cada vez que le echaba un piropo, al
fin y al cabo, continuaba la calma en la que los últimos días se habían visto envueltos a
no ser por la lluvia que no dejaba a los niños jugar a la pelota y eso les hacía estar más
inquietos que de costumbre
Mientras en la cabaña dos mujeres desnudas, tapadas anárquicamente los cuerpos con la
sábana, Luisita durmiendo con los brazos metidos bajo la almohada, boca abajo y con
su pierna izquierda metida entre las dos de Amelia, que dormía boca arriba con su brazo
derecho sujetando la cintura de su mujer. Así las hizo despertar poco a poco unos golpes
en la puerta y una voz que conocía Amelia de sobras, le dio el tiempo justo para tapar a
Luisita y sentarse en la cama
Bárbara: ¡Buenos días señoras!, por cierto señora de Wilson o señora de...
A: ¡Joder Bárbara!, ya te vale (le decía seria)
Bárbara: Me voy cariño y he venido a despedirme, ¿la noche bien?, ¿satisfechas?
A: Mucho, ¿lo dudabas? (sonrisa que le recordaba a la Amelia seductora antes de
convertirse en la Amelia enamorada en la que se había convertido)
Bárbara: Oye... aquí la Mwasi mondele ni se inmuta (decía mirando a Luisita que
dormía placidamente encogidita bien cerca de Amelia)
Una pija en la selva 718
A: Jajajajaja (no pudo reprimir la carcajada) Mi pija cuando deja de serlo está para
comérsela, ¿verdad?, ¿eh? (la besaba)
B: Oye... ¡qué estoy aquí! (las miraba seria)
A: Perdón... perdón... pero no puedo resistirme
B: Marce os ha dado permiso para que estéis tranquilitas, ha revisado con Sissou a
Massamba, todo está bien
L: Massamba que guapo, ¡cómo ayudo ayer!
A: Sí, es un tío increíble. ¿Qué haces Benigna? (le preguntó algo sorprendida)
B: ¿No lo ves?, sentarme
L: ¡Menuda pinta tiene esto! (dijo sin prestar atención a las dos que parecía enzarzarse
en una de sus provocaciones mutuas)
A: Ya lo veo, pero... nosotras tenemos que estar tranquilas
B: ¿Y?, ¿yo os hago algo?, no, pues ale desayunar y hablamos de la boda
L: Sí... me pareció preciosa (dijo con la boca llena y ante la mirada de Amelia le dijo)
¿No cariño?
A: Sí, fue preciosa (le dijo mientras su cabeza señalaba disimuladamente a Benigna
moviendo sus ojos y Luisita elevó los hombros como disculpándose)
B: ¿Y lo ideal que quedo todo?, sí, sí... la comida salió estupenda...
Benigna no paró de hablar en la siguiente media hora, donde Amelia se mordía los
labios con los brazos cruzados sobre el pecho y Luisita se quedaba dormida sobre su
hombro. Hasta que en un momento dado, fue la Pediatra la que le dijo:
Y sí, Amelia lo arregló, la despertó entre risas, cosquillas, caricias, besos, miradas de
amantes, mirandas de amor, caricias lentas de pareja enamorada, murmullos de olas en
los oídos, y latidos fuertes como el tam-tam de pasión
M: Ya veo ya... ¡vosotras!, ¿no os cansáis de tanta tontería? (les preguntó pues estaban
riéndose sin hablar nada solo mirándose)
A: Pues no Marce, no. ¿Qué decíais?
B: Las cortinas del refugio
A: Ah... esperemos que se quede en esto, que no llegue un diluvio demasiado fuerte
M: Lo dicho... la tontería a algunas les deja una neurona única en el funcionamiento,
espero que en el momento tengamos que actuar, ya todas vuestras neuronas estén en
pleno rendimiento. Voy a ver como está el río
B: Es buenísimo, el tío tienes unos puntazos que yo creo es por eso que a Cruz la tiene
loca
A: La tiene loca porque lo tiene lejos
L: No seas mala (le dijo mirándola con una sonrisa entregada)
A: Esa sonrisa me puede, lo reconozco
L: Jeje (sonrió sonrojándose)
Mientras los hombres controlaban el refugio que igual ni siquiera iban a utilizar si todo
iba bien, y Zulú acompañaba a Marce a ver como pasaba el río. Luisita y Amelia se
habían sentado con los niños en el suelo en la entrada de su cabaña, el ordenador estaba
descargando las fotos y los pequeños que nunca habían visto algo así prestaban mucha
atención a lo que Luisita esforzándose con el idioma les iba explicando, con las
correcciones de Amelia cuando se atascaba y las risas de los niños cuando decía algo
que era totalmente lo contrario a lo que quería decir
L: ¿Y Mona, Valiente? (le preguntó al animal que se había sentado a su lado apoyando
su cabecita en el hombro de Luisita
ValientL: Prrrrrrr, uh uh (sacaba su lengua igual que lo hacía Mona y señalaba hacia un
lado de la aldea, golpeándose el pecho y luego subiendo los brazos en alto)
A: Creo que Mona y Bartolo están teniendo un encuentro
L: Ya... y este pobre niño está celoso
ValientL: Uhhhhhhh (ponía gesto terriblemente triste que provocó en Luisita una
profunda lástima)
L: Pobrecito... mare...
Abeza: Mwasi... Mwasi (señalaba la pantalla)
L: Sí Abeza... ahora mismo empieza el espectáculo (reía con Valiente en los brazos)
A: Oye... ¿recuerdas si hay alguna foto comprometida? (le preguntó en voz baja)
L: Pues ahora que lo dices...
A: ¿Tu culo?
L: Y algo más... ¡esto un momento! (le dio a una tecla deteniendo la reproducción del
ordenador
Limao: Oh... ir... ¿kufwa? (¿muerto?) (Preguntó haciendo referencia a la pantalla)
L: Sí, eso kufwa (pero entonces el dedo de Valiente hizo el trabajo restante y
comenzaron a salir las fotos. Luisita miró a Amelia, Amelia miró a Luisita elevando los
hombros) Madre mía
Las fotos comenzaron a pasar, a los niños el amanecer en la sabana, los animales que
gracias a la modernidad de la máquina había conseguido Luisita sacar muy cercanos, les
provocaban continuas exclamaciones de sorpresa donde Amelia les explicaba cosas, y
Luisita la miraba embobaita. Hasta que llegó una de ellas donde la Mwasi Luisita
mostraba el culo graciosamente, las risas fueron totales, tantas que hasta las mujeres que
estaban con los morteros triturando cereales miraron hacia donde estaban
Una pija en la selva 721
Otra foto donde Amelia ponía la mano en el objetivo, movida, otra donde salía la hierba
del suelo, gracias a la mala puntería o beso en ese instante entre ambas, con las
continuas burlas de la Pediatra hacia Luisita, y entonces, el grito de miedo de los niños
Mutamba: A yango... a yango (un león, un león) (gritaba Mutamba impactado por la
fotografía como los demás)
A: Inga yango... Mwasi Luisita kele mingi kima na nki cámara (Si león, Mwasi Luisita
es muy buena con la cámara) (les decía orgullosa mientras le sonreía y dejaba un beso
en la sien)
L: Mirar... ¡qué dientes! (habían detenido la reproducción y Luisita había acercado la
boca del animal que seguía impresionando a todos, incluido Valiente que se había
tapado los ojos)
Durante bastante rato donde no dejo de llover, los niños disfrutaron de las fotos, sobre
todo las risas llegaron en las que ellos estaban pero sus cabezas no, ahí hasta Valiente
reía como los demás, porque el ataque de risa de los niños hizo llegar a las mujeres que
también disfrutaron de las maravillosas tomas que Zulú hacía a casi todos dejando las
cabezas fuera
Cuando llegó la hora de cenar, el comentario era la crecida del río, pero parecía que la
lluvia había dado una tregua y eso, era un buen síntoma para todos. También hablaron,
rieron y se metieron con Zulú sobre las fotografías, y cuando ya iban a empezar el
postre, vieron a aparecer a Mona y tras ella Bartolo, Valiente al verlos, se marchó
corriendo al lado de Luisita sin mirarlos, haciendo dibujitos con sus dedos en la tierra
del suelo
M: Si esto para, tendremos que hablar con Quintero... hay vacunaciones por hacer
A: De acuerdo, ¿cómo sigue Massamba?, antes cuando he ido estaba dormido
M: Bien... un poco pesadito con eso de que se tiene que levantar...
L: No me puedo creer la tranquilidad que tenemos... (dijo con total relajación)
M: Las has cagao pija (le soltó poniéndose en pie) La has cagao
A: Marce (le riñó Amelia poniendo gesto un tanto de comprensión)
M: Está claro que no me hiciste ni caso cuando bajaste del avión y te dije las cosas que
no debías hacer
L: ¿Yo Marce? (lo miraba seria)
M: Te dije... no te dejes embaucar por la Doctora Calentorra de la Selva y mira...
A: ¡Eso le dijiste! (exclamó totalmente sorprendida)
M: No entonces eras la Doctora Sexo pero ella te puso ese mote que me gusto bien
B: ¿De qué habláis?
M: Tú oyes sexo y apareces... eso es significativo
B: ¡Ay hijo de verdad... eh... de verdad! (protestaba con las manos en la cadera)
M: Sigo, te dije nada de encariñarte con nadie... y menuda pillaste con el niño del
Ébola, y te dije, nunca digas que hay tranquilidad. ¡Y la sueltas!
A: ¡Ya está bien Marce!
L: Pues... lo siento mira... en la primera parte me alegro mucho no haberte hecho caso
Una pija en la selva 722
A: Gracias mi amor
L: Lo otro, no lo discuto
M: Me voy (dijo negando con la cabeza varias veces)
B: Ni caso... ni caso...
A: Nos vamos a la cama ¿cariño? (la miraba con esa sonrisa traviesa marcada en sus
labios)
L: Sí, claro... joder hoy no hay ni luna
B: Con la que va a caer no creo, me duele la rodilla
L: ¿Y eso es sinónimo de lluvia? (la miraba divertida)
B: A mi edad es sinónimo de muchas cosas cariño (la besó)
A: ¿Y yo?
B: Tú no que esta mañana me has echado de la habitación
L: ¿La has echado?
A: Anda vamos y no digas nada que si no la llego a echar quien te hubiera hecho a ti las
cositas que te hice, ¿eh?
B: Espero que con un poco de suerte, las envíen a España... (musitó al quedarse sola
viéndolas salir abrazadas corriendo)
Nsona: ¿Tú querer mami?
B: No, pero aquí hay demasiado peligro para dos mujeres enamoradas
Nsona: Ellas ser felices, mucho
B: Por eso Nsona
A: Mobte Monwe, peso mono nde kumonikisa nge (Hola Monwe, dime que te ocurre)
Bendi: Kuanwa (cariño) (le dijo la abuela con gesto preocupado porque su nieta se negó
a hablar, negando con la cabeza)
L: Ya estoy aquí... ¿qué tal va?
A: Vamos a tener que llevarla al quirófano Benigna
L: Bien... voy preparando las cosas
Una pija en la selva 724
A: Sí. Bendi vandaka na hospital, kugamo yandi kusodisa (Bendi, vamos al hospital,
necesito su ayuda) (la miraba con gesto de pena pero necesitando transmitirle la
importancia de llevarla)
Bendi: Sambu na sika kudivulusa mono fibana (por favor salve a mi niña)
MonwL: Ve... ve, ve zola kwneda... mono kamwana (no, no, no quiero ir... mi niño
pequeño) lloraba desconsolada entre temblores y dolores que le hacían doblegarse sobre
si misma
L: ¿Qué pasa Amelia?
A: No quiere, lo siento pero tendré que llamar a Marce... necesitamos ayuda para
llevarla
Bendi: Ve... ziku ve...
A: De acuerdo. Kwisa na nki beto sambu na sika (Ven con nosotras por favor) (le dijo
mirándola con ese gesto de preocupación que hizo que la chica reaccionara ante las
suplicas de su abuela que estaba llorando desencajada)
L: Amelia (le advirtió al ver que la sangre era mucho mayor de lo que en un principio
decía)
A: Tiene fiebre... Benigna que te diga todo, si ha vomitado, y que ha vomitado, si ha
podido comer, y llama a Marce por favor. Vamos... eso es Monwe...
L: Esto pinta mal Amelia
A: Creo que lo que tú estás pensando...
Se pusieron las batas, los guantes, las mascarillas y los gorros, trataron de no perder
demasiado tiempo, sus gestos mostraban la responsabilidad ante la magnitud de la
Una pija en la selva 725
Pasaron a la chica a la habitación, con los goteros y un control severo, su abuela, lloró la
perdida del niño, sabía que cuando volviera en sí, le iba a costar un gran disgusto, la
mujer lloraba pero también respiraba tranquila, allí su nieta luchaba por recuperarse y
aquel grupo de gente, le habían salvado su vida y les estaba terriblemente agradecidas.
Si al principio cuando Nmaba le habló de las dos mujeres blancas, no le gustó la idea,
poco a poco conociéndolas se le fue marchando cualquier duda, de que, eran buena
Una pija en la selva 728
gente, y aquella noche salvando a su nieta le habían devuelto a su corazón las ganas de
seguir bombeando
Benigna repartió un poco de leche de esa Lucero que junto a las dos mujeres habían
formado parte de la nueva aldea, y que en ese momento de tensión agradecía poder
ordeñarla y poder tener leche fresca que en esos momentos bebían como lo único
reconfortante ante la lluvia y los nervios sufridos
L: ¿Y Amelia? (preguntó saliendo del hospital ya con las manos limpias junto a Marce)
B: Ha ido a ducharse...
L: Voy a ver... me temo que debe estar afectada por lo sucedido
B: Gracias (le sonrió agradeciéndole que la conociera ya tan bien en otros tiempos,
hubiera ido ella y eso pareció entender Marce que la miraba con los brazos cruzados
sobre el pecho) ¿Qué?
M: Nada... tu hija se ha hecho mayor y ya tiene quien la cuide
B: Y yo que me alegro, y por tonto te quedas sin leche
Las risas de Nsona y Sissou junto a los hombres que estaban allí les acompañaron por la
cara de Marce que era todo un poema
Luisita entraba a su cabaña, allí dentro se encontró con una Amelia sentada a los pies de
la cama con la toalla secándose el pelo, con sus ojos perdidos en el suelo y un Valiente
que se sentía abandonado por una Mona que desaparecía con Bartolo cada vez que
querían un poco de intimidad y aquello no lo llevaba el joven mono que pedía a gritos
mimos de todas la mwasis de la aldea
Llovía intensamente
L: ¿Qué pasa? (preguntó Luisita al ver el rostro de Amelia cambiar a seriedad tras
escuchar los gritos del joven)
A: Agua... viene agua... joder coge a Valiente (dijo con los nervios perfectamente
visibles)
Al salir se encontraron con aquel diluvio del que tanto habían hablado, el agua caía
como si fuera una cortina, se escuchaba de manera atronadora como la del río bajaba
con una fuerza impresionante. Se encontraron en el medio de la aldea bajo las frías
gotas a los hombres que disponían como distribuirse para poder controlar la situación
M: Lo primero hay que llevar al refugio a los niños, Massamba y sobre todo a Monwe,
tendremos que pasarla con mucho cuidado
Zulú: Vamos... (les dijo a todos)
A: Marce... hay que sacar todo lo que podamos del hospital
M: Lo sé...
B: Nsona vamos rápido... rápido (decía acompañando a la mujer embarazada y los niños
hasta el refugio)
Una pija en la selva 730
Ngouabi: Ziku poner sacos en huerto... entrar... entrar... (movía sus brazos asustado por
la fuerza del agua)
M: Ngouabi hijo... va a entrar por todos los sitio me temo, así que tranquilo haremos
todo cuanto podamos pero por prioridades, ¿de acuerdo?
Ngouabi: Sí ziku (le dijo serio)
L: ¿Qué hacemos Amelia? (le preguntó asustada por todo cuanto veía y escuchaba)
A: Creo que sería bueno hacer una cadena, habrá que ir sacando todo lo que tenemos,
las reservas no las podemos perder (decía con el agua ya por los tobillos mirando a uno
y otro lado)
M: Despacio... despacio (decía mientras sacaban a la joven en la camilla del camión y
dos hombres con una tela trataban de que no se mojara)
A: ¿Marce como la vamos a subir? (lo miró con gesto preocupado y el pelo totalmente
pegado a la cara aunque se lo había recogido en una coleta, pero era tal la fuerza del
agua que todos estaban a su merced, ya no solo los pelos, también las ropas, los zapatos)
Marce...
M: Como podamos
L: Esperar (Luisita dejó a Valiente en el suelo que al notar el agua comenzó a reclamar
los brazos) Yo llevo el gotero
A: Sissou ven conmigo, Siya... Lula... (las mujeres fueron tras la ziku con la misma
tensión reflejada en sus rostros)
B: ¡Ay Dios mío que el agua se escucha con demasiada fuerza! (decía una Benigna casi
fuera de sí con Valiente en sus brazos yendo detrás de los hombres)
M: Cuidado... hay que subirla con cuidado
Yildas: Parar... no poder... (elevó las manos Yildas al ver que la situación no iba a ser
fácil)
Zulú: La camilla no entrar ziku... Yildas ver
L: Habrá que subirla en brazos Marce...
Nsona: Preparar la cama ya está... (decía Nsona asomándose mientras los niños lloraban
por el estruendo del agua)
Nmaba: Malembe kamwana ve kobanga na nkati... na nunumi Nmaba kele yayi
(tranquilos niños, no tengáis miedo... la vieja Nmaba está aquí) el perro se había
arremolinado en sus piernas temblando así como Ramón que lo había hecho al otro lado
de la vieja mujer
Nsona: Nmaba... (su voz le transmitió a la mujer el miedo que sentía)
Nmaba: Malembe Nsona... (tranquila Nsona) (los años ciega, le habían hecho percibir
las sensaciones y emociones de los demás, y comprendía el miedo de Nsona, porque
ella misma lo sentía de igual manera)
Por los cuatro troncos que habían puesto a modo de escalera entre Yildas, Zulú, Marce y
Luisita sujetando el gotero subían para dejar a una todavía adormilada Monwe que no
despertaba de la anestesia. Cada paso que daban era un desafío pues Marce había
ordenado ir con todo el cuidado posible. Con sumo cuidado llegaron hasta el rincón
donde Nsona había preparado sobre mantas y sacos una especie de cama para dejar a la
joven. Luisita una vez acostada repasaba que los dos goteros que le habían puesto
funcionaran correctamente, cuando los hombres bajaron revisó también que el sangrado
no hubiera sufrido variación por el movimiento. La abuela sentada en el suelo a su lado,
observaba con detenimiento todos y cada uno de los pasos que iba dando Luisita. Los
niños se abrazaron a la mwasi mondele quien les hizo sentarse con Nmaba
distribuyendo el espacio en el pequeño refugio donde Nsona se apuraba a secar el agua
con las toallas arrodillada en el suelo
Una pija en la selva 731
L: Deja Nsona ya lo hago yo (se puso a su altura cogiéndole las toallas mientras la
miraba con algo de preocupación)
Nsona: No, yo poder
L: Por favor estás embarazada... no quiero más sustos. Venga cuida de los niños que
tienen miedo (decía mientras secaba el suelo)
B: ¡Luisita! (la llamó desde abajo)
L: Dime Benigna (elevó la voz pues el ruido del agua golpeando la madera y la fuerza
con la que se escuchaba el río, hacía que tuvieran que hablar a gritos)
B: ¿Todo bien?
L: Sí, ya bajo
Nsona: Mwasi yo querer ayudar... por favor, pequeños con Nmaba... faltan manos
L: De acuerdo. Voy bajando... Nsona despacio ¿sí?
Nsona: Melesi mwasi... (le sonrió agradeciendo su preocupación)
A: ¡Luisita bajas!
L: Voy... ya estoy... ¡ahhhhhhhhhhhhhhhhhh! (gritó tras escucharse un golpe)
A: Joder (se precipitó hasta ella)
M: ¡Y ahora que le pasa! (exclamó nervioso)
B: ¡Luisita cariño! (fue hasta ella también)
Nsona: Mwasi, mwasi (decía preocupada bajando tras ella)
A: ¿Estás bien cariño?
L: Sí, sí... me he resbalado
A: Si es que solo a ti se te ocurre ir con manoletinas... venga... arriba...
L: Ay mi culo
B: Tu culo hija está hecho a prueba de golpes... toma Nsona, guarda las mantas arriba, y
las linternas están todas ya ¿verdad?
M: ¿Pensáis venir? (les dijo con el agua golpeando su rostro mientras la luz del poblado
volvía a fallar)
A: Hay que distribuirse (decía con el terror de lo que estaban viviendo reflejado en la
mirada)
M: ¡Vaya no me digas! (la miró serio)
L: Au... que dolor de culo (susurró despacio mientras se frotaba)
A: Luego te froto cariño...
M: Eso... delante de todos
A: ¡Quieres dejar de entrometerte en las conversaciones con mi mujer! (lo miró seria)
M: Usted perdone
Zulú: Ziku... rápido el río viene fuerte (decía jadeante tras salir de la aldea con una
linterna de las potentes acompañado por Ngouabi)
M: Mierda...
A: Nosotras nos encargamos de hacer cadena y sacar todo lo que se pueda del hospital
Marce
M: De acuerdo... nosotros vamos a reforzar la puerta, y todo lo que podamos
L: ¡Las vacas! (dijo de repente Luisita)
M: Joder... las vacas... (murmuró)
Ngouabi: No hay tiempo que perder ziku
A: Venga... el agua está entrando venga... chicas... poneros en línea... tenemos que
actuar rápido
B: Venga... venga...
Con rapidez y los nervios desbaratados hicieron la cadena soportando la intensa lluvia
que caía en esos momentos, como Laobi no podía ayudar a los hombres se había subido
Una pija en la selva 732
él al refugio y era el encargado de recoger lo que más pesaba, lo distribuía como podía
mientras Massamba sentado en el suelo con el niño en brazos ayudaba con su mano
libre. Las mujeres se colocaron rápidamente, uno a uno fueron sacando lo que les
quedaba en el hospital, vendas, sueros, tijeras, algodón, todo lo básico, así como los
instrumentales que por ningún motivo podían perder. Y eso lo estaban sacando Amelia
y Luisita, todo lo que pensaban era necesario, iban haciéndolo llegar a esa cadena que
bajo la intensa lluvia no paraba de salvar todo aquello que las dos mujeres sacaban del
hospital. En un momento determinado la poca luz que resistía gracias al mecanismo que
Zulú había hecho para salvar el agua, se marchó dejando todo a oscuras
Una gran tromba de agua entró de forma inesperada, con un ensordecedor ruido
arrastrando todo a su paso, el golpe de agua les hizo caer, Luisita que estaba cerca de
una de las camas le dio tiempo a sujetarse, cuando la fuerza del agua se estabilizó, y una
especie de silencio denso se adueñó del lugar, se apresuró a buscar a Amelia
Nsona: Sí, sí
Zulú: ¿Cariño, bien?
Nsona: Bien (le sonreía al ver su preocupación y como le besaba en la frente)
M: Venga... venga... hostia no es suficiente ya (gritó mirando al cielo con rabia)
A: Vamos...
L: Los animales Amelia... (la detuvo estirándole del brazo)
B: Ramón está con el perro de Nmaba arriba
A: ¿Y Mona, Bartolo?
B: No lo sé... imagino que si estaban en el huerto estarán en algún árbol a Valiente lo he
subido al refugio (decía mientras trataban de avanzar con el agua que les llegaba por la
rodilla)
A: Marce los equipos... no hemos podido sacar nada más que lo justo
M: La puerta no va a dar más de sí Amelia... debemos tratar de ponernos a salvo (decía
bajo la persistente lluvia)
L: Los animales Marce... las vacas...
M: No podemos hacer nada Luisita
Dib: Ziku puerta no aguantar mucho (le decía jadeante pues habían estado con troncos
apuntalando como podían la puerta)
M: Tendríamos que reforzar el refugio...
A: Vamos...
L: ¿Estás bien Amelia?, ¿estás bien cariño? (le pasaba las manos por la cara con
delicadeza)
A: Sí, aunque creo que no te voy a servir en unos días (le dijo sonriendo aunque como
todo estaba a oscuras Luisita solo vio sus ojos y en ellos descubrió el miedo)
L: No hace falta que te hagas la valiente... yo también tengo miedo
A: Joder... los niños... Nmaba... Monwe... no sé... me asusta Luisita... son para mí como
mi familia y no tenemos medios para luchar contra esto
L: Estamos juntos Amelia... y juntos saldremos de esto... ya lo verás (su sonrisa trató de
contagiar la fuerza a Amelia quien le besó en los labios suavemente)
A: Vamos a ayudar... no te sueltes de mi mano
L: Si no me suelto de tu mano... ¿cómo voy a ayudar?
M: Esto es una puta mierda (decía fuera de sí)
Zulú: Ziku... tronco fuerte... aguanta
M: No lo tengo tan claro Zulú... somos demasiado ahí arriba
Zulú: Aguantar... Massamba y Dib hacer con base fuerte... sacos húmedos pesar
también
Ngouabi: Ayudar... ayudar (llama desde dentro del granero donde estaba tratando de
soltar a la vaca)
L: Estoy aquí Ngouabi, dime que hago (había llegado Luisita que estaba cerca del
granero)
Ngouabi: Mwasi, enganchar correa no poder... (se le notaba angustiado)
L: Espera yo puedo entrar ahí
Ngouabi: Malembe
L: Tranquilo... ¡ay madre mía! (susurró al darse cuenta que el agua ya le llegaba por el
muslo)
A: ¿Qué haces?, sal de ahí (le decía asustada)
L: La vaca se ha enganchado... no podemos dejarla así morirá ahogada
M: Amelia deja a Luisita... hay que sacar sacos
A: Joder... que angustia por Dios (dijo con total desespero)
Ngouabi: ¿Poder mwasi?
Una pija en la selva 734
Subieron lo más rápido que sus piernas les daban, entonces un estruendo les dio a
entender que el agua había echado a bajo la puerta, un grito por parte de las mujeres
ante el ruido y un ligero movimiento en el refugio
Allí dentro se respiraba el aire del miedo, de la inseguridad, del desconcierto, los niños
sentados junto a Nmaba y los perros, tapándose los oídos y sintiendo el miedo de los
Una pija en la selva 735
mayores en el silencio que reinaba el lugar. Amelia y Luisita se habían sentado junto a
Monwe para vigilar los goteros, la linterna enfocaba también su rostro, y Amelia sentía
la pena que iba a sentir al despertarse. Luisita que entendía su mirada le tenía cogida la
mano fuerte, se miraron con esa mirada que la pobre luz que reinaba en el refugio les
dejaba, una mirada de apoyo de fuerza. Mientras pensaba en Mona. Los hombres se
habían sentado junto a las mujeres, no estaban tampoco alejados de ese sentimiento de
miedo ante la virulencia del agua. Benigna que con los años que llevaba viviendo en
aquel lugar nunca había visto nada igual, rezaba para que pronto terminara aquella
inundación que entre otras cosas habría aniquilado el huerto tantos y tantos años de
trabajo. El poco alimento que obtenían de allí, les habría sido arrancado por las aguas y
su presencia se notaba por los suspiros que lanzaba al aire continuados. Marce guardaba
silencio sentado junto a Massamba quien apretaba a su hijo contra su pecho fuerte como
si así pudiera salvarle de cualquier acontecimiento, la otra mano la tenía cogida Lula, y
aquel gesto tierno lo tenía al borde del llanto
Había pasado una media hora donde todos seguían guardando silencio, en la oscuridad,
Mbe se levantó de dormir, llamándole la atención el sonido del agua, se acercó hasta el
hueco que hacía la función de puerta y cuando se fue a asomar se resbaló, Benigna que
estaba cerca, llegó a tiempo para detenerlo, pero su grito alertó al resto que se
precipitaron hacia el hueco por donde Benigna por salvar al niño había caído
Sin embargo no era fácil bajar porque el agua había subido bastante, la aldea estaba
totalmente anegada, y se podía escuchar perfectamente como el río seguía bajando con
violencia, no era seguro que no volviera a entrar otro golpe como el que había causado
aquel desastre. Pero Benigna no respondía y algo había que hacer, no podían dejarla ni a
ella ni al joven Ngouabi que no había dudado en echarse en su busca. Marce miraba
alrededor pero no tenían cuerdas, tan solo unas sábanas que no iban a ser seguras para
nadie. Los niños lloraban sobre todo Mbe, que se había sentado en los brazos de una
Una pija en la selva 736
Nsona que en silencio lloraba por Benigna, mientras Lula comenzaba a rezar en silencio
para que nada le hubiera pasado a la que ella consideraba como su madre
A: ¡Benigna... Benigna...! (gritaba mientras los hombres pensaban como bajar sin
resultar un peligro más añadido)
L: No se ve nada espera (acercó una de las linternas) ¿Ves algo?
A: No... joder... ¿dónde está?
L: Amelia dijo que se había caído la pared del huerto
A: Mierda... (suspiró con fuerza y miedo) Esto se ha convertido en un río más... y el
agua lleva tanta fuerza que...
Ngouabi: ¡Mwasi... mwasi! (se escuchaba la voz de Ngouabi saliendo de la oscuridad,
su voz llegaba desde la parte izquierda, y hacia allí iluminaron las dos linternas de
Amelia y Luisita)
A: Marce Ngouabi (le llamó mientras trabajaban para unir sábanas y cortinas para bajar
atados)
M: ¿Ngouabi me oyes?
Ngouabi: Sí ziku (gritaba agitado)
A: ¿La tienes Ngouabi?, ¿tienes contigo a mami?
Ngouabi: Sí, sí (decía)
M: ¿Y cómo está?
Ngouabi: No muy bien...
M: Me cago en la hostia... ¿qué le pasa?... ¿está consciente?
Ngouabi: Sí... mami decir “que viene el cocodrilo mamá... que viene para comerme
mamá”
En el refugio los rostros que habían sido tensos, asustados, fueron dejando escapar esos
músculos agarrotados para suavizar las expresiones, sin duda, aunque pensaban que el
golpe podía haberle ocasionado una conmoción, aquella manera de Ngouabi de contar
lo que sucedía y el saber que Benigna estaba bien, hizo que primero Luisita que cuando
se ponía nerviosa le entraba esa risa floja incontrolada y después uno a uno se fueron
uniendo a las risas y algunas lágrimas, hasta que todos acabaron por reír a carcajadas.
Excepto Marce que preguntó aún con el susto metido en el cuerpo:
Mientras Ngouabi se había podido sujetar a un palo del granero, en el trayecto se había
golpeado varias veces con troncos que entraban y viajaban por la aldea, la lluvia no
daba tregua y allí entre el palo y su cuerpo reposaba una Benigna que no cesaba de
hablar
Una pija en la selva 737
Con la ayuda de los hombres fueron recortando la distancia que les separaba, hubo un
momento donde la lluvia cedió una tregua, Dib y Zulú ayudaron a subir a Benigna
mientras Marce iba en busca de Ngouabi para recogerlo con las sábanas y cortinas
atadas a su cintura, mientras los hombres arriba sujetaban con fuerza
Cuando Benigna llegó tanto las mujeres como Ramón que no había parado de ladrar
desde que la viera caer se abalanzaron hasta ella, la ayudaron hasta tumbarla en un lado
para que Amelia y Luisita pudieran revisarla, Lula con los ojos emocionados sujetaba
una linterna y Nsona le daba la mano
Una pija en la selva 738
Los ojos del muchacho repletos de orgullo y calor, hicieron a Amelia que su corazón
temblara de la misma manera que lo había hecho al ver a Benigna. Marce subió y
estrechó la mano a Ngouabi que se sintió orgulloso cuando los ojos de Massamba le
ofrecieron el calor de padre que tanto le había faltado en la vida, Ngouabi asintió y
Una pija en la selva 739
sonrió, al mismo tiempo que Luisita llegaba para con la ayuda de Marce y la linterna
revisarle el golpe
B: Ngouabi
Ngouabi: Sí mami
B: Melesi (le sonrió dándole la mano)
Ngouabi: Ngouabi kele kudivuluta na nge (Ngouabi es feliz por ti) (entonces inclinó un
poco la cabeza y con respeto le dijo) Mami
B: ¡Ayyyyy! Que pedazo hostia
Y así entre risas de las mujeres más tranquilas, la cambiaron, los hombres se volvieron
todos de espaldas, para dar intimidad, entre Amelia y Luisita le quitaron la ropa, Nsona
le puso la tela y Siya le anudó en la parte del hombro un nudo seguro para que no se le
cayera... entre tanto ella solo sabía balbucear palabras tales como:
El tiempo pareció dar una ligera tregua, entonces Marce quien se había sentado junto a
Massamba, escuchó las palabras del hombre
La noche pasó entre los delirios de Benigna, a la que Marce volvió a reconocer para
quedarse tranquilo y las revisiones a Monwe que empezó a despertarse y ante sus
quejidos, Luisita le inyectó un calmante. Los niños dormían más tranquilos porque
había cesado el ruido del agua, y las mujeres habían quedado medio adormiladas
después de la tensión vivida. Entre ellas una Siya que había estado sonriendo a un
Una pija en la selva 740
Ngouabi que a pesar de estar un poco en dolorido, se sentía feliz y más con esa sonrisa
cómplice
Las que a penas pudieron cerrar los ojos fueron Amelia y Luisita, al principio Luisita
estaba apoyada en el hombro de Amelia, se acariciaban lentamente en la oscuridad
como tratando de mostrarse apoyo, Amelia tenía la cabeza apoyada en los troncos nada
cómodos para reposar, pero su mirada se dirigía hacia fuera, ¿qué quedaría?, su
obsesión era el hospital, pero también reconocía que le preocupaba no saber nada de
Mona, ni escuchar algún aullido por su parte para dar señales de que estaba bien, si le
había pasado algo, para Luisita sería un golpe muy duro, entonces besó su cabeza
instintivamente, arrancando un suspiro tranquilo a la enfermera que estaba pensando lo
mismo que Amelia. En sus brazos un Valiente que no dormía y se mostraba triste,
apagado y sin duda ambas entendían que la ausencia de Mona, a él, era a quien más
había afectado. Pasadas una hora, cambiaron su postura, Amelia dejó que Luisita se
refugiara entre sus brazos, aprovechando la oscuridad, ya que dos de las tres linternas
estaban apagadas y tan solo la que quedaba encendida iluminaba el gotero de Monwe
Cuando los primeros rayos de una luz que no sabían de donde venían les hizo abrir los
ojos, vieron como los hombres no estaban en el refugio, ni siquiera Massamba, Benigna
dormía, así como las mujeres, el gotero de Monwe estaba en perfecto estado. Amelia
separó a Luisita y en el movimiento se despertó, sin hacer ruido salieron juntas cogidas
de la mano a la puerta y dijeron:
A: Joder...
L: Dios mío...
Lo que vieron ante sus ojos les pareció desolador, el barro se había adueñado de todo,
los hombres trabajaban, seguramente desde el amanecer, desde que el agua tal como
había entrado se había esfumado, pero el panorama que tenían que afrontar era tan
Una pija en la selva 741
descorazonador que ambas fueron bajando los escalones con la impresión de estar en
otro lugar, en no reconocer nada de lo que veían, una miraba hacia la derecha la otra
hacia la izquierda encontrando la misma desolación, para cuando se giraron sus ojos
mostraban las mismas lágrimas, el mismo dolor, fue un impulso el de abrazarse,
asustarse, morirse de miedo de igual manera, ambos cuerpos tiritaban, ambas mantenían
los ojos cerrados el corazón desilusionado
L: Amelia...
A: Esto es desolador joder... (protestó mientras se separaban)
L: No lo vamos a poder arreglar... esto es...
A: Es un desastre (miraban a los hombres con tan solo pantalón sus pechos descubiertos
repletos de sudor tratando de arreglar los destrozos de la puerta) Nunca había vivido
nada igual
L: Bueno mira... así no vamos a solucionar nada... con esta actitud pesimista... habrá
que ponerse manos a la obra cariño (decía apartándose las lágrimas del rostro)
A: ¡Sabes qué tienes razón! (la miró haciendo lo mismo con una sonrisa repleta de
esperanza)
L: Venga... vamos con Marce
A: Venga Luisita... hay mucho que hacer... estoy segura que aparecerá su instinto
animal seguro le ha hecho huir hacia las montañas, ellos saben salir de estas situaciones,
vamos cariño... hay que levantar esto como sea
Acompañada por su perro, guiándola como siempre apareció Nmaba, con sus pies
descalzos podía percibir el barro del suelo, podía oler aquel exceso a tierra mojada,
podía sentir a pesar del sol, el frío del desastre. Entonces se detuvo cuando el perro la
hizo parar, miró al cielo sin ver, pero sabiendo en su memoria el color que tendría, y
después habló
Nmaba: Ntangu me basikaka, na nzadi na kulula malembe, ata, beto ntima basikaka na
bwala na nki mianda ti salaka. Kumala kukame na kusalu (El sol se ha levantado, el río
ya duerme tranquilo, ahora, nuestros corazones levantaran la aldea, con fe y trabajo.
Juntos volveremos a nacer)
Si los ojos de Nmaba le hubieran permitido ver, se hubiera encontrando con todos los
habitantes excepto Benigna, a su alrededor, escuchando sus palabras boquiabiertos, los
hombres con los rostros tensos, las mujeres con los ojos emocionados, Amelia y Luisita
quietas como si sus pies hubieran echado raíces en esa tierra que para ellas era la suya,
la tierra que significaba la vida que tenían, los sueños cumplidos, el regalo más hermoso
de esa misma vida. Y si Nmaba hubiera podido ver, se hubiera encontrado con la
admiración de todos, pero Nmaba no veía, tan solo sentía, y lo que sentía en aquel
hermoso momento no era otra cosa que el respeto, el cariño y la fuerza de quien un día
uniendo a personas de aldeas, de tribus o países diferentes, se convirtieron en su familia,
en su gente
A: ¡Ya lo ha dicho Nmaba!, a trabajar, vamos (dijo con la voz algo emocionada pero el
animo suficiente como para dejar la aldea mejor de lo que estaba)
M: Las mujeres os dejamos elegir lo que queráis hacer, nosotros seguiremos con la
puerta
L: ¿Y Lucero, Ngouabi? (preguntó ansiosa por saber)
Ngouabi: Lucero y vaca, bien, subidas a la cocina (sonreía)
L: Menos mal... ¿Y las dos gallinas?
Ngouabi: Ngouabi las puso a salvo
L: Eres todo un héroe ¿lo sabías? (le sonrió dulcemente)
B: Ahhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhh (se oyó su grito)
A: Vaya tienes competidora a los gritos (todas las mujeres se giraron viendo a Benigna
cogiéndose la cortina en forma de vestido) Hola Benigna... que mona vas
B: Menos rollos, ¿qué es esto?, ¡señor!, ¡ay dios!, ¿y esto?, pero... ¿qué es esto?... ¿pero
qué nos han hecho?... ay... ay que me da... ay que me da (decía con la mano en el pecho
y los ojos grandes) Ay que me está dando algo
L: A ver Benigna ¿no lo recuerdas?, ayer fuiste Luisita Williams, hiciste una exhibición
nadando por la aldea
B: ¿Ayer?, ¿aldea? (las mujeres la miraba algo preocupadas) ¿Luisita Williams?... ¡ay
qué me da!, ¿pero que es esto?
A: Sí Benigna, a ver... estabas muy mal tras el golpe y quizá no lo recuerdes, pero mal
¿eh? porque para preguntar por Bárbara no es por nada ¿eh? (le dijo con cierto rintintin)
L: ¡Amelia! (la riñó riéndose y las mujeres sonrieron)
Una pija en la selva 743
M: ¡Os vais a pasar mucho rato ahí!, digo tenemos trabajo... oye Benigna... (se acercó a
ella y le dijo bajito) Creo que deberías abrir más tus piernas, no tienes práctica y me has
desriñonao macho
B: ¡Pero qué dices! (lo miraba ofendida)
Ngouabi: Hola mami...
B: Mi héroe... ahora lo recuerdo todo (decía abrazándose al muchacho que sonreía
mientras Benigna lo besaba sin parar ante la sonrisa de Nmaba) Mi héroe mareeeee
A: Ejem... ejem... (carraspeó mientras Luisita la miraba sonriendo) Querida Benigna...
deja al muchacho que lo vas a ahogar
B: Si no se ahogo ayer (decía sonriendo emocionada)
A: Ya Benigna pero... ¿tú has visto como vas?
B: Ahhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhh (salió corriendo con las
manos en alto hacia su cabaña, allí todo lleno de barro, pero el espejo había quedado
intacto...)
A: Creo que aún falta otro
L: Es una copiona
M: Dios todo lo malo enseguida se contagia (dijo pasando con un tronco en la mano)
A: Tres, dos (descontaba mirando con una sonrisa a Luisita)
L: Uno
B: Ahhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhh...
Las mujeres y los hombres sonrieron, Amelia miró a Luisita, Luisita miró a Amelia, a
pesar de todo lo que habían perdido, se tenían la una a la otra y esa mirada, esos ojos
repletos de amor demostraban que tenían amor y con ese amor comenzaron a trabajar,
se distribuyeron, hasta los niños ayudaban a las mujeres como una forma de juego, el
hospital era para todos lo primero, había que controlar a Monwe y era vital que se
pudiera montar de alguna manera una cama, así los hombres una vez las mujeres habían
limpiado las dos habitaciones a fondo, crearon una cama con hojas de palmera, y otras
clases que hicieron un mullido colchón hasta que el sol consiguiera salvar lo que el agua
había destrozado
A: No ha quedado mucho pero... lo vital que son los antibióticos podemos usarlos
L: Sí... oye cariño... ¿has visto lo bien que trabajamos juntas? (le sonrió)
A: Sí... en todo lo hacemos muy bien juntas
L: Sí... (la miraba embobada)
A: Sí (la miraba de igual modo)
B: No lo puedo creer...
A: Ya nos rompió la magia (protestó cerrando los ojos)
B: Tenemos un drama y vosotras tonteando
A: Oye tampoco te pases, tenemos mucho trabajo que hacer y lo sacaremos adelante,
hay tiempo para todo
B: Cariño... baja de la nube de Luisita... toca tierra o mejor dicho toca barro (paseaba
con el culo un poco para fuera, tal que Luisita miró a Amelia y Amelia miró a Luisita
elevando los hombros) No tenemos nada para comer el agua se lo ha llevado todo, el
huerto está totalmente destruido, tan solo se ha librado lo que tenía en lo más alto de la
despensa que es maíz, cereales y algo de leche de coco, alubias y arroz
A: Con eso podemos alimentarnos un par de días ¿no Benigna?
B: Pinta mal
A: También está Lucero, yo con leche me apaño
L: Yo haré un esfuerzo y... también (sonrió mirando a Amelia)
Una pija en la selva 744
B: Es un desastre... pero estamos todos bien y codo con codo saldremos de esta. Como
siempre sale la gente que cae y se levanta... (decía con voz triunfante)
A: El hospital está prácticamente inservible...
L: ¿Y las cabañas?
B: Llenas de barro... esta noche habrá que dormir a la intemperie
A: Benigna... estoy segura que vamos a salir de esta situación no te preocupes (le decía
con voz amable mientras le frotaba el brazo)
B: No, no me preocupo, y yo también sé que saldremos a delante... pero... ¡no teníamos
bastantes dificultades ya!
L: Pues sí... pero de esto como ha dicho Nmaba uno aprende para ser mejor, y creo que
estamos trabajando para ello
A: Oye Benigna... ¿por qué andas así? (la miraba fijamente)
B: A ti te lo voy a decir (se marchó con el culo un poco hacia fuera)
L: ¿Y eso?
A: Ni idea... bueno sigamos...
Y siguieron trabajando codo con codo, una vez colocada la puerta trataron el modo de
poder levantar la pared del huerto, no podían enfrentarse a la noche y la peligrosidad de
la misma sin una protección, tras mucho pensar y debatir, finalmente lograron unirse
para poder derribar el granero y con lo que iban sacando formar una valla lo más segura
posible, al menos por una noche. Mientras todo esto sucedía Louabi trataba de salvar la
radio que sería su medio de comunicación para pedir ayuda, llevaba algo más de cuatro
horas con un trabajo labrado pero nada había conseguido, demasiada humedad. Todos
habían parado para acondicionar al menos una habitación en el hospital, lo habían
conseguido, Monwe descansaba en ella sedada, de vez en cuando entraba Luisita,
Amelia o Marce, los niños jugaban a sacar las cosas que en las cabañas estaban repletas
de agua, barro y alguna que otra raíz, las mujeres lavaban con el agua que se turnaban a
sacar del pozo. Nmaba era la encargada de meter las cosas que podían salvarse en la
vasija de barro repleta de agua, su perro y Ramón la ayudaban cuando algo caía fuera,
en volverlo a su lugar. Valiente perdido en su orfandad no se movía de los escalones de
la cabaña de Amelia. Y las gallinas habían decidido quedarse alojadas al lomo de ambas
vacas que aún con el miedo en el cuerpo no se movían de un lado de la aldea
Cuando por fin habían terminado con el hospital, con trasladar ladrillos para formar un
muro, donde los hombres se las ingeniaban para mantenerlo en pie, Amelia y Luisita se
acercaron a su cabaña, era ya media tarde cuando cansadas, desaliñadas, agotadas sin
dormir, al entrar la desolación volvió a ellas, se quedaron mirando aquel nido de amor y
sufrieron el mismo dolor
A: Joder...
L: ¡Amelia el ordenador!, ¡las fotos de la boda!... oh... no... (por primera vez ambas
habían caído en lo que no tenían ellas, en sus propias perdidas, ya que hasta ese
momento se habían preocupado del resto)
A: El ordenador... joder... todo Luisita... no nos queda nada
L: Uf... pero oye no está
A: ¿Cómo que no esta?
L: No... yo la última vez que lo usé lo deje sobre tu escritorio
A: Que raro... bueno igual aparece río abajo (dijo desanimada)
L: Bueno... y la cámara tampoco está (resopló pasándose las manos por el pelo) Creo
que... mejor ponernos a trabajar sin nada más cariño...
Una pija en la selva 745
Luisita salió hasta el pozo para llevar agua y comenzar a limpiar, Amelia sacaba todo, le
había llevado el mosquitero a Nsona quien lo metía en una vasija más grande y lavaban
como habían hecho con todas las sábanas, algunas directamente las habían echado a la
basura inservibles. Después entre Siya y Sissou habían encontrado el hilo donde
Benigna tendía y allí al sol habían ido secándose las primeras sábanas para Monwe, y
después irían guardándolas para poder, si podían recuperar los colchones, disponer de
ellas. En cada viaje que Luisita hacía al pozo, su mirada se perdía por la aldea, habían
buscado a Mona y Bartolo pero no habían dado con ellos, le pesaba aquella ausencia
que estaba segura estaría ayudándoles, y en uno de esos viajes que hizo al volver vio a
Amelia con algo arrugado en la mano, supuso lo que era, y una pena se instaló en su
alma, el único recuerdo de su hijo y había terminado destruido. Sabía que Amelia en ese
momento necesitaba tranquilidad, pero también apoyo, no necesitaba una palabra de
animo sino, un roce de ternura y fue lo que hizo, le pasó su mano por la espalda que se
irguió al contacto como en pose defensiva, pero su caricia le hizo saber que estaba allí a
su lado en silencio comprendiendo el dolor que sentía al perder su único recuerdo.
Amelia agradeció el apoyo y el silencio, se giró mirándola a los ojos y contrayendo la
barbilla, suspiró dejándose abrazar, sintiéndose protegida en ese momento de desamparo
Los hombres habían tratado de arreglar la cocina pero había tanta agua que era
imposible hacerla funcionar, tardó una eternidad pero al final Dib consiguió hacer
fuego, y con ese fuego consiguieron hacer una comida básica especialmente para los
niños. Descansaron todos a la vez, el día de trabajo había sido duro, en las cabañas no
Una pija en la selva 746
había nada, todo tendido, ni siquiera los pocos muebles que tenían, los habían utilizado
para hacer leña. En el ambiente el cansancio era patente, pero también la tristeza por lo
ocurrido, a Luisita la falta de Mona le tenía muy preocupada y en sus brazos un apenado
Valiente ni siquiera había querido comer
Mientras, Marce y Amelia habían estado vigilando a la chica que había comenzado a
despertarse, la herida estaba en perfecto estado y las linternas aquella noche iban a ser
sus compañeras junto a unas cuantas velas que habían podido salvar. Justo cuando
pasaban por delante del despacho de Marce donde tan solo quedaba la radio sobre la
mesa, vieron a Benigna sentada en una silla, se detuvieron los dos en seco, y volvieron
sobre sus pasos. Allí la buena mujer abanico en mano daba aire a la radio, con la mirada
perdida y las piernas algo abiertas. Los médicos se miraron dudando de que estuviera
bien
Las risas de los tres fueron un grandioso estruendo en la noche triste, algo que no
pudieron controlar, quizá la tensión acumulada y silenciada muchas veces les hizo reír
de aquella manera ante la explicación de una Benigna que acabo sonriendo también
Cansados, rendidos de tanta batalla para poder limpiar sus cabañas, cansados de tratar
de poner a salvo a su gente, llegaron a la noche, la oscuridad hacía todo más tenebroso,
más triste, pero aquella noche el cielo les había dado una tregua, las estrellas salpicaban
una enorme alfombra negra que les guiaba en la oscuridad, la luna grande reflejando
con sus rayos todo cuanto alcanzaban, y la gente, los niños durmiendo en el refugio que
les había gustado para ellos, con ellos aquella noche durmió Siya quien se había en tan
solo unos días, convertido en una especie de madre para los hermanos de Ngouabi, y
Nmaba con su experiencia y sabiduría, veía el interés de la chica, y sobre todo la alegría
en el tono de voz de su nieto. Ella y su inseparable perro durmieron en el único colchón
que habían podido salvar, como era lógico todos le cedieron a ella la oportunidad de
Una pija en la selva 747
descansar sobre él. Los demás se fueron retirando debían dormir en el suelo de sus
cabañas o en la tierra aún humedecida. Una hoguera en el centro iluminaba lo suficiente
como para vigilar por Louabi todo cuanto podía ocurrir y acercarse a ellos. Junto a la
hoguera, Benigna, Amelia y Luisita seguían en silencio mirando el fuego
Allí muertas de la risa se quedaron Amelia y Luisita sin poder parar de reír. Después,
durante un rato más se quedaron abrazadas frente al fuego mirando el cielo
Amelia le quitó el camisón, ante la sonrisa pícara de Luisita la dejó desnuda, Amelia se
pinzaba el labio inferior mientras suspiraba delicadamente, Luisita sonrió girándose
para que le diera ese masaje en la espalda, Amelia no lo dudo, comenzó a recorrer su
columna con la lengua ante el estremecimiento de la enfermera, después comenzó a
besar despacio, hasta llegar a la base del cuello sintiendo su propia excitación, para
después comenzar a masajearla, la respiración de Amelia conforme tocaba la piel de
Luisita iba en aumento... la necesitaba... a pesar de todo aquella noche necesitaba sentir
más que nunca el amor. Dejó sus manos para continuar besándola cuando de pronto
L: gggggggghhhh
A: ¿Luisita?... ¿Luisita... te has dormido? (le preguntaba de rodillas acercándose a su
rostro)
L: Mmmmmmm
A: Joder... no... ¿y qué hago yo ahora con todo este fuego mi niña? (le preguntó
sonriendo para meterse en el saco con ella y abrazarla) Te quiero pequeña
El rojo del amanecer, comenzaba a dar la señal de que otro nuevo día comenzaba, pero
era tal el cansancio en todos, que hasta Benigna dormía, a lo largo de la noche, una vez
Marce, y otra Amelia fueron a revisar los goteros de Monwe, pero lo demás todo seguía
tranquilo, las gallinas con el susto pasado se habían quedado sin poder cantar, así todo
tranquilo sin alteraciones, sin sobresaltos hasta quL:
L: Ahhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhh
A: Ahhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhh
-: Ahhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhh
Todos salieron de sus cabañas, Benigna desquiciada con la escoba en sus manos, Marce
desencajado ante el nuevo grito de Luisita, acompañado esta vez por Amelia que era lo
que realmente le preocupaba, Ngouabi y los demás se habían quedado a las puertas de la
cabaña y al abrir Marce vio algo impresionante
Una pija en la selva 749
Bárbara: ¡Hola mi ladys! (levantaba las manos aquella rubia con pantalón corto,
trenzas y su gesto de bonanza)
B: No me lo puedo creer... ¡y esto!
Bárbara: Esto es para mi gente, Mona vino y me avisó, no podíamos llegar porque no
se podía cruzar el río así que... aquí estamos (sonrió)
B: Gracias (la miró emocionada)
Bárbara: Pero esto no es por nada
A: Muchas gracias Bárbara...
Bárbara: No, no... a cambio quiero algo
B: ¿Cómo que a cambio? (la miró con sus ojos grandes)
Una pija en la selva 750
Bárbara: Quiero un favorcito de mi bella damisella (le dijo cogiéndola la mano con
dulzura y gesto repleto de amor)
A: Hostia (susurró sin poderlo evitar)
B: ¿Qué favorcito?, ¿una comida? (le preguntó soltando su mano)
Bárbara: No (se acercaba a ella mirándola fijamente)
B: ¿Un Otin funfun? (elevaba una ceja)
Bárbara: No
B: ¿No? (la miró con gesto vacilón)
Bárbara: No, Bárbara querer un dikapo de su mademoiselle (le dijo poniendo morritos)
B: ¡Dikapo! (gritó como loca abriendo los ojos)
A: Jajajajaa (sonrió pero ante la mirada fulminante de Benigna carraspeó) Ejem... ejem
B: ¡Ni loca!
Bárbara: ¡Muntus! ¡kukanga! (hombres parar) (dijo elevando la voz y los hombres
pararon)
L: Esto... creo que vamos a ver si funciona la cámara Amelia
A: Esto no me lo quiero perder... le ha pedido un beso y si no se lo da no bajan nada del
camión
L: ¿Crees qué se atreverá?
A: ¿Bárbara?, sí, claro
B: Bárbara... Bárbara (la miraba negando con la cabeza puesta en jarras)
Bárbara: ¡Muntus kulanda! (hombres seguir)
Los hombres que no entendían aquel juego de Bárbara cuando les dio la orden de seguir,
continuaron con la descarga mientras Amelia y Luisita se fueron a ayudar a Marce tal y
como les reclamó. Entonces un aullido de Benigna les hizo ver como Bárbara estiraba
de la mano de la gran mami que parecía toda escandalizada
No las tenía todas consigo Luisita, miraba hacia la cabaña de Benigna como esperando
un grito pero nada se escuchaba, no hubo grito, no hubo absolutamente nada, lo que sí
hubo en manos de los demás fue comenzar a descargar comida, ropa, sábanas y paja
para hacer confortables colchones. Los hombres bajaron del camión un aparato con
mucho cuidado
M: ¿Y eso?
Louabi: Ziku es una radio (se mostró feliz)
M: ¡Pero!
Zulú: Ziku... venir conmigo uno de los hombres decir poder arreglar luz
Una pija en la selva 751
M: Joder voy a empezar a creer en Santa Bárbara y me voy a poner a llorar a moco
tendido ¡macho!
Ngouabi: Ziku... traer eso (hacia señas con las manos)
M: ¿Ladrillos?
Ngouabi: Inga Ziku (sonreía)
M: Joder...
Los hombres se acercaron hasta Marce, reconoció a uno de ellos era Mugamba un
hombre que le había atacado un león y él y Amelia, habían salvado su vida cuando nada
parecía que iba a ser así. El hombre le sonrió con amabilidad enseñando orgulloso su
gran bocado del león, Marce asintió y el hombre finalmente lo abrazó, lo abrazó con
fuerza mientras le decía
En la cocina, las mujeres cuchicheaban sobre Benigna, no llegaba y Bárbara era muy
peligrosa, sonreían, mientras Amelia era una de las que más cizaña metía en contra de
Benigna. Luisita de vez en cuando miraba por la ventana, debían aún de limpiar parte de
la cocina para poder meter la comida que traían y en esas estaban
Y así empezó a cantar mientras las mujeres se sumaban a sus cantos, hombro con
hombro siguieron limpiando la cocina, el comedor, para poder entrar todo aquello que
les iba a dar la oportunidad de seguir en pie
A mitad mañana la cocina estaba como si realmente no hubiera pasado nada, habían
hecho una cadena mujeres, hombres y habían limpiado gracias a lo que Bárbara había
traído, trapos, y primitivos utensilios de limpieza, en dos horas la cocina volvió a ser la
Una pija en la selva 752
que era, y con ilusión guardaron la comida con la que se podrían abastecer como
mínimo y según las cuentas de Benigna, siempre y cuando no pasara nada, una semana.
En esa semana se podría recibir más ayudas de la central
Se dijeron una de las veces que entraron y salieron con cajas. Sonreían a pesar de todo,
eran felices entre bromas y risas las mujeres comenzaron a preparar algo para poder
invitar a los amigos que habían llegado y estaban ayudando a levantar una valla en
condiciones, con aquellos ladrillos viejos pero que se podían utilizar
Los ojos de todas se abrieron como platos, no podían entender como en cuestión de
horas, lo que era un patatal destruido por el agua, y el barro, con la ayuda de aquellos 6
hermanos más, se había convertido en un huerto mayor, habían conseguido levantar la
valla tal y como Dib y Yildas habían ido diciendo, Massamba entendía que eran más
personas en el aldea y era el momento de expansionarse, porque aquel era su nuevo
hogar. Y con el trabajo de todos, todo fue mucho más fácil, una Benigna emocionada
miraba sin poder creer lo que veía, si horas antes había llorado por su huerto destruido,
en ese momento lloraba por su huerto nuevo reconstruido, y fue Amelia quien
comprendiendo sus emociones la abrazó, fue Amelia esa hija que había encontrado en
ese África que volvía a darle la lección de que con muy poco se podía hacer mucho si le
ponían fe y voluntad, se aferró al abrazo a la felicidad, a la esperanza
M: Ahí tenéis vuestro huerto, ahora solo falta conseguir las semillas
B: Gracias... melesi na bantu, melesi na ntima (gracias a todos, gracias de corazón)
Bárbara: Una gran mami merece un gran huerto (dijo sonriente Bárbara)
B: Gracias (le dijo con emoción abrazándola fuertemente)
L: Mira... mira (le dio un codazo a Amelia)
A: Cotilla (le respondió sonriente)
M: Bueno pero ahora vamos a exigir nuestra buena comida mientras tratamos de armar
la radio y devolver la luz
B: No se hable más... vamos chicas
A: Massamba, ¿qué vais a hacer ahí?, habéis dejado mucho hueco (le preguntó con la
mirada repleta de calma y felicidad)
Massamba: Un nuevo hospital... aquel estar caído mwasi
A: ¿Un nuevo hospital? (le preguntó sonriente)
Massamba: Sí mwasi... para que mwasis no marchen nunca de su hogar
A: Gracias Massamba (le dijo realmente emocionada como siempre acostumbraba a
hacer el hombre, emocionarla por la sencillez de su ternura y sus palabras)
Una pija en la selva 753
En la cocina todas ayudaban a preparar algo para comer con la carne que habían traído,
Benigna preparaba el plato favorito de Bárbara, Baigné, y ésta se mostraba feliz por ello
Y aunque sonrió al niño, su mente se quedó preocupada por Amelia, sabía que si la
reacción de la chica era mala, le iba a afectar, y eso le preocupaba porque llevaban dos
días muy intensos con demasiados altibajos, y aunque realmente todo eran alegrías, en
el fondo sabía que aquello traería complicaciones y debían estar fuertes para soportarlas.
De ahí su estado de ánimo debía recuperarse cuanto antes y si sufría otro revés, volvería
a mostrarse triste y eso a ella le oprimía el corazón
Tras un buen rato la vio salir del hospital, pensativa, mordiéndose una uña, se acercó
con su sonrisa de siempre cuando se encontraban y la abrazó
Una pija en la selva 754
Y así continuaron con su ropa, lavaron lo que creyeron que podían salvar, la mayoría de
botas y zapatos los tuvieron que limpiar dedicándole mucho tiempo, hasta que las
llamaron para comer, dos besos, y volvieron con el resto de la gente
No perdieron mucho tiempo tras la comida, las mujeres fregaron los cacharros mientras
una parte de hombres trataban de recomponer las tuberías para el agua y poderla
utilizar, otros trataban sin éxito de lograr la electricidad y Louabi junto a otro de los
hombres recomponía la radio de la manera que podía
Louabi: ¡Ziku, ziku! (sonreía y en sus ojos el brillo demostraba la felicidad por primera
vez desde que lo conocían) Ir... ir radio
M: ¿De verdad?
Louabi: Sí (sonrió)
M: Gracias muchacho no sé si eres consciente que nos has salvado la vida (lo abrazó
con fuerza)
Una pija en la selva 755
Zulú: ¡Ir la radio mami! (gritaba Zulú a Benigna que estaba hablando muy relajada con
Bárbara)
B: ¿Qué?
Zulú: Ir radio poder pedir ayuda...
B: Gracias a Dios, ¡ay que alegría madre!, ven aquí peazo rubia (le dijo a Bárbara
mientras se dejaba abrazar encantada y le daba una buena palmada en el culo) ¡Eh!, las
manos quietas
Bárbara: Mi bella siñora ser una tentación y ahora más después de probar
L: Amelia que lo ha probao (le decía abriendo los ojos mucho mientras Amelia sonreía
con Nsona)
A: ¿Y?, tú también cariño
L: Pero joder... es... es... Benigna (le dijo escandalizada)
Nsona: Mami ser mami... es verdad... pero mami... no ser tonta...
A: ¡Ves hasta Nsona lo entiende!
L: No pero es que yo no es que no lo entienda a ver... es otra cosa
A: ¿No has visto que se le han arreglado las piernas?
Nsona: Jajajajaja
L: Joder Amelia... que es Benigna, que es como si mi madre... ¡uf déjalo!
A: Eso déjalo no vayas a comenzar a pensar demasiado y tenga que acudir de urgencia a
ti, mi niña
L: No si encima te burlas
M y Nsona: Jajajajajaja
A mitad tarde aquel contingente de ayuda encabezado por Bárbara salía de la aldea
dejando luz y agua, preparados para en el momento fuera necesario poderlo utilizar. La
despedida fue de las grandes, todos se abrazaron agradeciendo en todo momento el
esfuerzo de aquellos hermanos, y sobre todo la ayuda de Bárbara que no había dudado
ni un instante en ir al rescate de sus amigos
Habían decidido cambiar el horario, se acostarían al atardecer para no gastar luz hasta
que estuviera totalmente reorganizado el motor eléctrico y se levantarían al amanecer
para aprovechar las horas del sol y seguir trabajando
En las cabañas tan solo Nmaba y Nsona que estaba embarazada tenían colchones, de los
que se habían secado, los demás se habían hecho con paja una especie de colchón
tapándolo con sábanas para que no les llegara a picar, Amelia y Luisita tras estar un rato
con Benigna y Marce que no había podido localizar a Quintero, se marcharon
dejándolos solos ante la fogata
B: Es increíble ¿verdad?
M: Sí... cualquiera lo hubiera dicho
B: Oye Marce porque queréis hacer el hospital en el hueco del huerto, yo creo que ahí
deberíamos hacer otra cabaña más, y ahora que tenemos ladrillos podríamos abrir el
hospital por la parte que se ha estropeado y levantarlo con esos ladrillos nuevos,
podríamos alargarlo lo suficiente como para tener un hospital digno, y en el lugar nuevo
podríamos hacer otro quirófano, eso sí, habrá que pedir instrumental, pero vamos... que
creo podríamos alzar otra cabaña, y con el huerto que nos queda seríamos una aldea
interesante
M: ¿Qué te ha hecho Bárbara?, te ha dejado la mente fresca, porque eso no se nos ha
ocurrido a nadie
Una pija en la selva 756
Tras la puerta de la cabaña, estaba apoyada Amelia recibiendo de los labios de Luisita
toda la dulzura que tenía, y sentía por ella, los labios se buscaban, los chasquidos
dibujaban una banda sonora de amor y pasión, algún suspiro, algún susurró
A: Cariño...
L: ¿Qué? (se separó mientras bajaba sus manos hasta el culo apretándolo con ansias)
A: No hacen falta palabras ¿no crees? (le preguntó mirándola intensamente a los ojos
mientras los suyos no escondían un ligero temblor de emoción y paz)
L: Es cierto... tan solo hace falta amor (la miró de igual manera)
Y no hubo más que decir, lentamente aunque con varios tropezones que les hizo sonreír
fueron hasta aquella nueva cama, sin dejar de besarse se fueron desnudando lentamente,
querían que el momento fuera eterno, conocían el camino que debían recorrer y
disfrutaban alargando el momento, Amelia empujó suavemente a Luisita sobre la cama,
y Luisita ya desnuda gimió
L: Nunca lo había hecho en una cama así... ¿y tú? (ante la media sonrisa de Amelia
agregó) Déjalo no me contestes...
A: Mi Heidi... (le musitó en la oreja mientras se dejaba caer sobre ella, rozando cuerpo
contra cuerpo)
L: Ohhhh (gimió mientras sus manos recorrían despacio y suavemente la espalda de
Amelia tras la intromisión de la lengua de Amelia en su oreja)
A: Ahhhh (devolvió la intensidad del gemido al notar la caricia y rozar ambos sexos)
L: Amelia... (susurró mordiéndose el labio mientras abría sus piernas para que Amelia
se acoplara mejor)
A: Así mi amor... así...
Y Luisita exhibió su cuerpo ante los ojos de una Amelia deseosa de recorrer los caminos
que aquella piel le marcaba, esos caminos que la llevarían a la suprema felicidad, al
lugar donde tan solo eran Amelia y Luisita, y comenzó acariciando con sus yemas
lentamente desde sus labios hasta su ombligo, mientras Luisita repasaba sus brazos con
total suavidad, se miraban sonrientes, no había prisa para llegar a la eternidad. Tras la
sonrisa los labios de Amelia comenzaron a recorrer los senderos, su cuello, sus pechos,
mientras Luisita movía con lentitud su cuerpo, buscando una y otra vez el de su mujer, a
veces lo encontraba y a veces lo perdía, entonces sus manos posadas como si fueran dos
señales en las caderas de la médica, le dirigían al lugar que esperaba, pero Amelia
seguía buscando caminos, su lengua dibujó círculos en los pezones que como dos
amapolas que esperaban la llegada de la abeja se mostraban listos para ser lamidos, para
ser engullidos con lentitud, con delicadeza, entre los gemidos de la enfermera que no
abría la boca, que necesitaba apretar sus mandíbulas
Una pija en la selva 757
Y Amelia seguía buscando el recorrido como aquel camino que en otoño está repleto de
hojas, y que al pisar se escucha su inconfundible sonido quebrado, de igual modo,
Amelia escuchaba a cada paso que sus labios daban, los gemidos de Luisita que
apretaba los ojos porque seguía escuchando la cascada de placer que rebosaba ya en su
corazón. Y entonces Amelia subió, y encontró unos labios como fresca fuente en su
recorrido, para recuperarse, para refrescarse, y así lo hicieron los labios y la lengua de
Luisita, la recibió, la llenó de una humedad cálida mientras sus brazos estrechaban su
cuerpo, mientras rodeaban su cuello, mientras Amelia golpeaba suavemente su sexo
humedecido contra el de Luisita que igualmente buscaba, se encontraban con
movimientos leves, mientras sus bocas iban tornándose fieras, mientras sus lenguas más
y más buscaban, más y más encontraban y los gemidos comenzaron a llenar de sonidos
su cabaña, y los suspiros llenaron de musicalidad la estancia, encontrando lo que tanto
se ansiaba, el amor
Con suavidad giraron en la cama, y fue Luisita quien aún notando su propia y ajena
humedad y deseo, recorrió los mismos senderos dibujados en el magnifico prado que
para ella le entregaba una Amelia extasiada, que entre abría la boca, que cerraba que
buscaba en las raíces de su memoria y no hallaba esa sensación de sentirse tan amada,
tan intensamente amada. Y aquellas caricias repartidas a igual por los labios y manos de
Luisita, le hicieron poco a poco sentir más y más locura, terminó por levantarse con los
ojos encendidos en deseo, en ardor, en una lascividad tan profunda que Luisita sonrió,
abriendo sus piernas y acoplándose a sus caderas mientras la mano de Amelia tomaba
vida. Una vida que era la que Luisita necesitaba en esos momentos en los que su mano
buscó el mismo sendero, juntas caminando entre un rabioso prado, intenso en colorido,
en variedad de flores, en un maravilloso cielo y bebieron de sus labios como si se
asomaran a un río que llegaba y desembocaba de forma afluente en sus sexos. Y
gemían, y rugían, y besaban, hasta que Amelia le dijo entre jadeos, entre suspiros
Y tuvieron que abrazarse como si el mundo se acabara, habían llegado al final del
camino, divisando un hermoso panorama único y exclusivo para ellas, el panorama de la
felicidad, del éxtasis, del límite entre la vida y la muerte. Se recostaron aún con el ritmo
del corazón alocado, se abrazaron con la necesidad del amor, la necesidad de ser una
Las gallinas parecían haberse superado del susto, porque volvieron a cantar, la aldea
comenzó a trabajar tal y como habían quedado. Poco a poco se fueron incorporando,
poco a poco fue tomando vida, los niños iban a desayunar, las mujeres a preparar el
alimento y Marce a la radio para pedir ayuda
A: Luisita... Luisita... (la llamaba con una sonrisa, le encantaba ese lado osa del que
tanto disfrutaba)
L: Mmmm
A: Venga mi amor hay que levantarse
L: ¿No nos acabamos de acostar? (preguntó algo protestota)
A: No mi niña (le apartó el pelo y le besó en el cuello)
L: Ayyyyyyyyyyyy (suspiró de forma extasiada)
A: Me encanta cuando duermes... pero ahora, ¡arriba! (le estiró los brazos sonriendo)
L: Uf... no puedo con mi cuerpo
A: Excesos cariño... excesos
L: Pero me gustan tanto los excesos... por cierto... tengo que probar el ordenador, ayer
no tuve tiempo
A: Sí, pero más adelante hay muchas cosas que hacer aún
L: Sí
A: Voy a ver a Monwe, a ver que tal lleva el odio (dijo con un deje de profunda tristeza)
L: Paciencia mi vida, que cuando descubra lo maravillosa que eres... verás
A: ¿Así que soy maravillosa?, ¡eh! (se mojó los labios)
L: Esto es pasteleo y lo demás cuentos chinos
A: Jajaja, venga luego te veo en el desayuno
L: Te quiero
A: Y yo. Vamos... ánimo
Cuando Amelia pasó por el despacho de Marce, lo vio hablar por la radio, le saludó pero
siguió hacia su reconocimiento, suspiró antes de entrar, lo hizo con la mejor de sus
sonrisas y como la abuela de Monwe le había dicho que hablaban el dialecto Lingala
también, mezcló las palabras para hacerse entender directamente por la joven. Sin
embargo al acercarse para reconocerla le giró la cara y aquel gesto a Amelia le dolió lo
suficiente como para apretar los labios y reconocerla sin cruzar más palabra con ella
Una pija en la selva 759
Al salir, Marce seguía hablando y por su gesto no debía estar muy contento con la
conversación. Decidida fue a desayunar junto a Luisita, y después, mientras la
enfermera curaba a Massamba, ella fue a ayudar al huerto, con la azada hacía los
socavones para plantar de las semillas de patatas que a Benigna le quedaban, junto a
Lula y Sissou
A: Lástima que no tengamos buena siembra, con la tierra así (se limpiaba el sudor con
la palma de su mano, apoyándose sobre la azada)
B: Sí, tienes razón (respiró con profundidad)
A: Ya. Oye... ¿qué te hizo Bárbara? (la miró con algo de sorna)
B: ¿Otra vez con eso?, estás pesadita ¿eh?
A: Venga cuenta que estamos solas y yo no lo voy a decir (dejó la azada y se fue tras
ella que había ido a dejar)
B: Ya y nada más te cuente iras corriendo a Luisita, que nos conocemos Amelia
A: ¿Así que hay algo para contar, eh? (le preguntó sonriendo)
B: No te lo pienso contar ¿eh?, vamos pero para nada por mucho que insistas (le decía
andando de un lado a otro)
A: A ver Benigna que hay de malo, ¡dime! (la seguía con gesto de insistencia
sonriendo)
B: No, si... no es por lo malo... es porque te conozco
A: Benigna (le dijo ya impaciente)
B: De acuerdo, te lo cuento pero ya sabes (se pasó los dedos por los labios en señal de
silencio. Amelia asintió) Me dijo que tenía una inflamación clitórica que a las monas les
sucede a veces al estar en los árboles
A: ¿Una qué? (la miró seria sin entender nada)
B: Ay hija... te lo tengo que explicar todo... una inflamación ahí mismo (señaló
discretamente la zona en el cuerpo de Amelia)
A: Inflamación clitórica... ya (sacó un poco la barbilla asintiendo con la cabeza
totalmente impresionada) ¿Y... te ayudó a desinflamarla?
B: Y tanto (le dijo seria acercándose a su oído) Dice que era algo así como un efecto al
desuso, claro, evidente
A: Evidente, claro (decía mirándola)
B: Unido a mi postura para salvar la vida (suspiró) En fin... eso... pues nada... me
enseño como desinflamarla
A: ¿Ella?, ¿ella te enseñó? (la miraba más atónita todavía)
B: Sí, vamos como si fuera una tocóloga
A: No, no, tocóloga desde luego... bien que tocó (seguía seria)
B: Pues oye... me funcionó de miedo, dos veces
A: ¿Dos veces? (la miró seria)
B: Dos, la primera un poco mal por el dolor y eso pero la segunda... mano de santa
A: Benigna... ¿por casualidad, me estás vacilando?
B: ¿Quién yo?, para nada... vamos anda... encima que te lo cuento... (se hizo la
ofendida)
A: Pero eso imagino que te habrá dado un tratamiento... (no salía de su asombro, su
gesto era todo un poema)
B: Sí tengo que desinflamarla dos veces al día, mañana y noche
A: Ya... oye Benigna... ¿no te das cuenta que Bárbara te ha tomado el pelo?
B: ¿Y eso?
Una pija en la selva 760
Se fue tras ella para decirle lo que pensaba, y es que por momentos había creído la
historia y a Bárbara capaz de ello. Sin embargo al llegar fuera vio a Marce hablando con
Luisita, su cara no era muy buena y eso preocupó a Amelia que tanto ella como Benigna
se acercaron a ver que pasaba
La cara de Amelia comenzó a coger un color rojo de ira que asustó a Luisita
B: Sí, creo que darse nuevamente una oportunidad en el amor, también le va a dar una
nueva oportunidad a pasarlo mal, y eso que ella nunca fue celosa...
Nsona: Oh... mwasi Luisita ¿ir?
B: Sí... dos días ¿eh?, ¡tampoco es un ohhhh!, pero bueno... dos días, dos largos días
con sus dos largas noches... le diré a Zulú que me ponga un pestillo, para no dejarla
entrar
Nsona: Oh mami (reía abiertamente acompañada por Benigna)
Mientras Luisita había visto como Amelia se había ido a la parte de atrás de la cabaña,
estaba recogiendo la ropa, con las mandíbulas apretadas
Se fue hasta la cabaña y allí Amelia estaba arreglando las cosas, su gesto todavía
continuaba siendo serio y con rapidez guardaba la ropa en el armario. Luisita sabía que
con palabras no le iba a convencer, así que se acercó abrazándola por detrás, Amelia
giró un poco su cabeza hacia la derecha para verla de reojo, se mordió el labio inferior
pero las caricias de Luisita en su vientre le estaban dejando sin fuerza para mantenerse
firme
A Luisita aquella confesión le hizo temblar de pies a cabeza, sonrió con tristeza
acercándose a ella, la obligó a girarse, la miró con unos ojos agradecidos y
emocionados, Amelia cerró los suyos formando un puchero en su barbilla, negó un par
de veces y terminó tras morderse el labio inferior abrazándose a Luisita, hundiendo su
cabeza en su pelo, oliendo su fragancia
L: ¿Sabes una cosa?, eres la primera persona que se preocupa por mí (le dijo
emocionada, la separó pasando su lengua por los labios que de repente se habían secado
por la impresión y mirándola tiernamente le dijo) Te quiero, y no voy a permitir que me
pase nada cariño...
A: No lo soportaría... me moriría...
L: Venga mi amor... no va a pasar nada ya lo verás... dos días pasan rápido y estoy
segura que cuando nos demos cuenta estaré de vuelta
A: Ya... si lo sé pero... (volvía a cerrar los ojos)
L: Eres maravillosa, cada día que te descubro me pareces más maravillosa aún, cuando
pienso ya lo sabes todo de tu mujer... siempre me descubres algo más que me hace
tiritar de pies a cabeza (mientras le hablaba le acariciaba los brazos con ternura) Y lo
único que te puedo decir cariño... es que te adoro, te amo... te quiero
Sonrieron con sus gestos tristes, pero a pesar de ello se abrazaron con fuerza, sintiendo
que cada palabra era cierta, ese sentimiento de una que realmente era de dos. Amelia
podía no decirle todas aquella bellas palabras, pero le había demostrado con su miedo
cuanto la amaba, y a Luisita aquello le parecía algo tan sensible, tan maravilloso que
sintió deseos de no separarse de su lado, sintió deseos de gritar a todos que aquella
mujer era su mujer y merecía la pena todo por ella
Tras un buen rato donde se prodigaron los besos lentos, las caricias pero también las
palabras bonitas, terminaron por salir a seguir ayudando. Amelia volvió a insistir con la
chica que volvió a negarle ni si quiera la mirada, su abuela había hablado con ella pero
nada había conseguido. Luisita por su parte estaba siguiendo las indicaciones de Marce
M: Bueno eso es todo, es simple. Vas a llegar allí con la Clínica móvil, verás que nada
tiene que ver la que ellos utilizan con las nuestras, en esta zona se estuvo revisando a
unas ochocientas personas, de ellas detectaron treinta y cinco casos de Tripanosomiasis
más conocido como la Enfermedad del sueño
L: Sí, leí algo... es por picadura de la mosca tse-tse ¿verdad?
M: Sí, aunque en estos casos más bien se debe a la carne bovina que comen en estos
lugares por ahí viene el contagio. La Organización Mundial para la Salud, lleva mucho
tiempo implicándose en estas terapias. Si todo va bien, llegaréis y controlaréis a la
población que en su día fue afectada. Una vez al año se suele revisar a esta gente, aquí
en el Congo son casos muy especiales, no hay mucho riesgo de esta enfermedad.
Tampoco lo hay para ti, tan solo tendrás que poner vacunas, alguna punción lumbar,
pero ni siquiera os ocuparéis de otros casos, porque allí esta la Clínica del doctor
Mondela, y él es el encargado de todo
L: Ah... vale... yo me llevo mi botiquín ¿no?
M: No, llevarás el de la enfermera enferma no podemos gastar nuestras reservas, cada
quien lleva las suyas. Eso sí, lleva loción de repelente así como camisas de manga larga
de esos modelos tuyos tan variopintos preferentemente colores claros, aunque ya te he
dicho que esta zona es por consumo de carne, siempre está bien protegerse cuando vas a
una aldea rural. Si te dieran a comer carne, si la ves cruda le dices a Carlos, él mediará
para que la hagan más
L: De acuerdo. ¿Y... sabes cuándo me voy?
M: Mañana lo más seguro
L: Bien
M: ¿Y la doctora celos... cómo lo lleva? (la miró con gesto burlón)
L: No seas malo
Salió del despacho de Marce y se encontró a Amelia esperando apoyada en una de las
paredes con los brazos cruzados. Al verla sonrió
Fuera del hospital, el ritmo de trabajo había descendido un poco, faltaban cosas por
arreglar pero lo hacían poco a poco, el sol ese día apretaba con fuerza y los hombres
llevaba acumulado cierto cansancio
Bajo uno de los árboles que habían resistido al embiste del agua, se encontraba una
Mona con gesto serio. Luisita la vio
A: ¿Qué le pasa?
L: Hemos discutido
A: Luisita... es un animal (le decía mirándola fijamente mientras su mano señalaba a la
mona que seguía con una paja metida en la boca y con un pie moviéndolo en el barro
que aún quedaba)
L: ¿Y?... no me mires así... ¿tú no hablas con ella?
A: Mujer...
L: Voy a ver si me perdona...
A: De acuerdo voy con los niños que están desolados sin su balón. A ver de donde
podemos sacar uno
L: Dios proveerá
A: Entonces tenemos que esperar sentados, porque parece que Dios se ha olvidado de
este rincón en el mundo
Luisita la miró con tristeza, sabía que en el fondo tenía razón, pero también sabía que
ella, también la tenía. Cuando Mona la vio llegar, se giró, estaba realmente ofendida,
Luisita sonrió parecía mentira aquel animal lo inteligente que era. Se sentó a su lado y al
instante lo hizo Valiente, mientras Bartolo estaba subido al árbol durmiendo. Excesos.
Pensó Luisita
L: Hola guapa, sé que estás enfadada conmigo, lo siento, tú solo me has estado
salvando la vida y yo, no he estado a tu altura. De verdad que no quería ofenderte,
Mona... venga no seas rencorosa cariño (le decía con voz dulce mientras le tocaba el
hombro) Venga... Mona cariño
Mona: Uh (dijo triste)
L: Lo sé... lo sé... tienes razón, me he portado fatal... no lo volveré a hacer ¿vale?
Mona: Uh uh (seguía con susurros)
L: Venga cariño... que sabes que te quiero mucho (le sonrió)
Mona: Uhhhhhh (se giró abrazándola)
Comieron entre bromas, descansaron después de comer, que en el caso de las chicas
volvió a ser imposible, y es que, a pesar de que Benigna les decía que estaban en celo,
¿cómo se podía resistir?, estar tan juntitas en la cama con la persona que tanto deseaban.
Una pija en la selva 765
Realmente imposible. Y es que comenzaban con besos suaves, caricias lentas, que si por
aquí que si por allá, que si mira que subo que subas, que si esto sobra, lo tuyo también...
realmente imposible. Sí. Despertaron tras los golpes de Benigna para que se levantaran,
había que trabajar, recomponer una a una las cabañas con lo poco que habían salvado
L: Joder... será muy cómoda la cama pero me estaba clavando algo mira (le enseñó la
espalda)
A: Que poco Heidi eres... en el fondo eres tan pija que no sabes ni dormir en una cama
como está (le decía burlona)
L: Pero sé hacer otras cositas ¿no? (le lamió la oreja)
A: No me tientes
L: Para que me vuelvas a llamar pija (se levantó corriendo al lavabo)
A: Eres una pija adorable (le sonrió mientras se vestía) Joder el caso es que yo también
me he clavado algo en el trasero
L: ¿Qué dices?
A: Que te des prisa y muevas el trasero. Si me oye se burla jijijiji (sonrió sin poderlo
evitar al pensar en Luisita burlándose de ella)
L: Ya...
Salieron corriendo como casi siempre Amelia primero sus grandes zancadas daban para
ello, después Luisita que la seguía con gesto de temor. Al salir, vieron que entraba un
gran camión con una bandera blanca. De él comenzaron a bajar seis soldados con armas,
Luisita no sabía muy bien si eran o no de los buenos y le preguntó a Amelia bajito en el
oído
Llegaron a la altura del camión donde todos miraba atentos como los militares habían
abierto la puerta trasera, habían bajado una rampa y por ella una enorme caja de
dimensiones grandiosas, tanto, que los niños que seguían atentamente el transcurso de la
maniobra, salieron corriendo ante el ruido al golpear en el suelo a refugiarse con sus
madres
Entonces uno de los militares se adelantó hasta Marce a quien saludó con el clásico
saludo militar
M: Pues tú dirás
Militar: Ser para... (y le dio un papel a Marce)
M: Hostia (dijo sorprendido)
B: ¿Qué, qué?
M: Luisita Gómez
L: ¡Por fin!, ¡ya era hora! (saltaba de alegría mirando la caja). Sí, sí, sí
M: No entiendo nada...
B: ¡Qué bueno! (sonrió al ver la reacción de Luisita como una niña feliz)
L: Marce ayúdame... Zulú venir ayudarme
Zulú: Sí Mwasi
L: ¡Dios ya era hora! (no cesaba de repetir lo mismo)
A: ¿Y esto? (le preguntó totalmente boquiabierta
L: Ahora verás... vamos... vamos...
Las mujeres sonreían sin cesar ante la pareja y el gesto embobado con aquello que ellos
no habían probado nunca y no sabían a que venía aquel gesto tan divertido
L: ¿Crees que será buen tiempo para plantar tomates?, ¿y patatas?... y... ¡cebollas!... y...
¿y esto?... bueno no sé... luego lo miramos (decía feliz realmente feliz de ver a toda
aquella gente tan radiante como ellas)
B: No sé que decirte Luisita (le decía realmente emocionada)
Nsona: Mwasi... (la miró con sus ojos repletos de gratitud)
L: ¿Tendremos suficiente?
B: Claro que sí... tendremos más que suficiente...
L: Pero hay más cosas ¿eh?, sí chicos para vosotros os he comprado a ver... ¡aquí está!
(trató de sacar una bolsa pero no podía, necesitó la ayuda de un Zulú entregado a su
emoción) Calcetines y botas para cuando vayáis a cazar que no os tengamos que curar
los pies
Zulú: Mwasi... (le decía impresionado)
Ngouabi: ¿Botas? (las miraba divertido dándole vueltas y metiendo la nariz dentro)
UHF
Gesto que sirvió para que todos rompieran en carcajadas mientras le explicaban como
debía ponerse aquel artilugio, algunos les venían grandes pero caminaban de un lado a
otro probando aquellas cosas verdes con unas grandes sonrisas, mientras, Marce
apoyado en la puerta de la cocina seguía todo comiendo jamón
L: También he pedido libros Benigna, libretas, bolígrafos, para poder enseñarles a estos
pequeños
B: Sí hija (no podía ocultar su sonrisa)
L: Nmaba... Nmaba ven
La mujer fue guiada con su perro, a cada una de ellas, les compró aquello que con
Benigna una tarde hábilmente averiguó que les hacía ilusión, unos simple pendientes a
Nmaba, que recibió con lloros y risas por igual, un collar para Lula de perlas que había
visto a una de las médicas que habían acudido un día a la aldea y se enamoró de él, a
Nsona le regaló toda una gama de maquillajes, pinta labios, y esmaltes para las uñas,
algo que admiraba de las blancas que habían llegado a conocer, también había un
costurero enorme, sábanas, cortinas, toallas, jabón, colonia, todo aquello que se podía
necesitar, así como más comida española que una Benigna emocionada iba llevando a la
cocina donde Marce seguía picoteando sin parar. También Mona tuvo su regalo, y como
pidió varios, pudo darle unas gafas de sol a Bartolo, una gorra a Valiente y a ella una
minifalda rosita con volantes que se puso insofacto
B: Si sigues así vas a empezar a babear por bajo también (le dijo bajito ante la mirada
de Amelia, Benigna sonrió) Es estupenda... ¿eh?
A: Sí lo es... no tengo ninguna duda
B: Le ha debido costar un pastón todo esto
A: Sí...
B: A Marce le van a entrar cagarrelas, jamón, chorizo, salchichón, longaniza seca,
morcillas, nuestros estómagos ya no están preparados para esto...
Una pija en la selva 768
A: Sí...
B: Y ni te cuento el huerto que vamos a hacer... ¡hasta cebollas y judías! (decía
totalmente feliz)
A: Sí...
B: Bueno... está visto que te ha dejado sin habla... ¿y has visto a las chicas?, todo lo que
soñaban lo tienen, y los niños, y los hombres con sus chirucas dispuestos a ir a cazar
hoy mismo para la Mwasi mondele Luisita (entonces Amelia dejó con la palabra en la
boca a Benigna) Pero bueno...
La mujer sonrió al ver que llegó hasta Luisita, la miró fijamente entre admiración y
ternura, entre amor y pasión, y sin dudarlo la estrechó por la cintura apoderándose de su
boca con toda su pasión, mientras apoyaba su mano en la mejilla de Luisita ante las
sonrisas y aplausos de todos por el gesto de complicidad de ambas mujeres
B: ¡Vale... vale... vale! (les gritaba Benigna algo apurada por los demás pero las mujeres
alzaron sus gritos al aire como dando por bueno el gesto) ¡Ay Jesús que la ahoga!
L: Uf (resopló cuando Amelia se apartó)
A: Te quiero (le dijo mirándola fijamente a los ojos, entrando en ellos, uniéndose a
ellos, compartiendo lo que veía en su interior queriendo quedarse allí por siempre, para
siempre)
L: Y yo... (le sonrió feliz, la abrazó y ambas en ese abrazo sintieron como sus cuerpos
tiritaban pero no por el ardor o deseo, sino, por lo que realmente se llamaba felicidad.
Cuando se separaron, Luisita le dijo) ¡Y no has visto lo mejor!
A: ¿Hay algo mejor que todo esto?
L: Sí, para mi reina lo mejor, pero antes mira, ¿Ngouabi puedes ayudarme por favor?
Ngouabi: Sí Mwasi
L: Pesa un poco (dijo rascándose la frente)
Ngouabi: Ngouabi solo puede (sacó dos grandes cajas)
A: ¿Y esto?
L: Son dos tiendas de campaña mi amor, para que cuando vayamos por la Selva
tengamos un poco de intimidad (dijo bajando la voz)
A: Eso suena bien (se asomó a la caja y silbó) Madre mía que pedazo sorpresa...
L: Sí, además el último modelo ¿eh? (decía orgullosa)
A: Como debe ser, no esperaba menos de ti mi vida
L: Sí, mira... he conseguido que mi madre me mande que ya es difícil algunas cositas
para ti que están aquí y que solo puedes ver en la cabaña
A: ¿En la cabaña? (la miró insistentemente ante el gesto sonrojado de Luisita quiso ir
más allá, se acercó y le dijo) ¿Has mandado a tu madre a un sex shop?
L: ¡Pero qué tonta eres, eh! (le golpeó el brazo ante la carcajada de Amelia) No, algo
mejor. Bueno y esto... a ver... si esto lo puedes abrir aquí mismo
A: Vale... me muero de la curiosidad por lo otro (le señaló con las cejas)
L: No, eso hasta que estemos solas no
A: ¡Sabes que eres un poco bicho!
L: Sí (sonrió nuevamente sonrojándose)
A: Y sabes que me encanta (le susurró con ese tono suyo como la fina seda al
desagarrarse)
L: Ay (suspiró largo porque esos susurros la encendían a tope de un solo golpe)
A: Ay, ay (suspiró ella también)
L: ¡Venga joder que lenta eres! (le decía enfadada)
Una pija en la selva 769
Gritó como loca levantando a Luisita entre sus brazos, ante la sonrisas de los demás que
seguían encantados con sus regalos. Entre mimos y risas después de dejar el último
regalo para Amelia en la cabaña se fueron a la cocina, lo que allí vieron les dejó
boquiabiertas
M: Te he dicho que no
B: Marce no te lo vuelvo a repetir (le decía con el cuchillo en la mano)
M: Te doy la vida a cambio pero el jamón no
B: ¡Marce comer jamón te ha vuelto tonto! (lo miraba seria)
M: Que no mami, que no, que la pija me lo ha regalado a mí
B: Mira Marce estás acabando con mi paciencia y eso que me la habían dejado intacta
para empezar de nuevo, ¡dame el jamón! (Marce se puso al otro lado de la mesa)
M: ¡Qué no! (corrió un poco hacia la derecha)
B: ¡Mira... mira! (le dijo con cara de asesina corriendo un poco hacia la izquierda y el
cuchillo en la mano
M: Chincha cascarrabias chincha el jamón no lo pruebas (le cantó entre cerrando los
ojos)
B: ¡Marce! (le dio un grito que lo dejó paralizado)
M: Coño que grito (protestó mirándola fijamente)
B: No te lo vuelvo a repetir, ¡dame el jamón!
L: Pero a ver... ¿qué significa esto? (les preguntó mientras Amelia se descojonaba de
risa)
M: Es mío
B: No es tuyo (le espetó con rabia)
L: Pero si hay más
V y B: ¿Más?
L: Sí, más pero es para Navidad
M: Yo lo guardaré
B: ¡Y un jamón!
M: Pues eso Benigna... pues eso... un jamón guardaré yo
Las risas volvieron a llenar los vacíos que había en la aldea, las maderas de las cajas
sirvieron para reforzar las puertas, los hombres trabajan con sus nuevos zapatos, y los
guantes que también había pedido, las mujeres comenzaron a pintarse primero la cara y
después las uñas, Ramón y el perro de Nmaba degustaban comida para perros con una
cara de satisfacción, que no daban abasto, y la nueva familia mona, hacía lo propio con
los cacahuetes. Los niños jugaban sin cesar con los balones y vestidos como futbolistas,
ante las sonrisas de Marce porque Luisita no había dado una comprando los equipajes, o
más bien, su madre había sido incapaz de saber que equipos eran los preferidos, así que
todos llevaban la camiseta de la selección española, y en el escalón de su cabaña,
Amelia y Luisita observaban como jugaban los niños
Una pija en la selva 770
final cuando le dijo la verdad, una carcajada fue la explosión de jubilo) No te rías tía
que yo me lo tragué
L: La hubiéramos escuchado y yo estaba pendiente ¿eh?
A: Ya... es que yo a Bárbara la veo capaz
Louabi: ¡Puerta... puerta! (dijo tocando la alarma)
Los ojos de ambas se giraron hacia la puerta... y entonces sus corazones volvieron a la
realidad, al ver el camión de Médicos sin Fronteras
El camión entró despacio, aireando una bandera blanca y otra con el símbolo de la
organización humanitaria, detrás otro camión se quedaba esperando fuera. Ambas se
quedaron en silencio, no esperaban que llegara tan rápido y mucho menos después de
aquella lluvia de regalos y buenos momentos que habían pasado
Del primer camión bajó Carlos, con su ropa caqui, con su sombrero y una barba de dos
días, tras él bajo el médico que iba a llevar a cabo el reconocimiento y el conductor,
todos fueron recibidos por un serio y cariacontecido Marce. Benigna que había salido
limpiándose las manos con el delantal buscó algo diferente a lo que se había presentado,
tan solo miró a la pareja que seguía sin moverse sentada en los escalones como si las
hubieran paralizado y no formaran parte de la escena. Marce hablaba con los tres
hombres mientras de reojo buscaba a Luisita, pensaba que se iba a acercar hasta ellos
sin necesidad de ser requerida. Fue Carlos quien le advirtió que no había mucho tiempo
y tenían que marcharse
Se fue dejándola allí con una rabia contenida que se tradujo en sus puños y mandíbulas
apretadas, en su mirada enfurecida y en un mal sabor de boca que le indujo a cerrar los
ojos y maldecir aquella enfermera que justamente se había puesto enferma. Dio un giro
y a pasos agigantados con sus botas clavándose en la tierra, se fue hasta la cabaña donde
una pesarosa Luisita recogía algo de ropa. Amelia entró y le iba a decir algo pero se
quedó sin saber que decir, suspiró abrazándola por detrás fuertemente atrayéndola como
si así pudiera con sus brazos protegerla, evitar su marcha. Durante un rato estuvieron
así, en silencio hasta que Luisita susurró
Los niños como era habitual agitaban sus manos al aire, Benigna la despedía con
lágrimas en los ojos, su Luisita se iba y también era consciente de lo que aquello
representaba, miraba de reojo a Amelia quien no se movía ni un ápice, tan solo sus ojos
entrecerrados fijos en el camión, tenían como destino aquellos otros ojos que de igual
manera la observaban. Y fue entonces cuando la vio, un profundo respiro en forma de
alivio salió de su alma
En el camión, Luisita escuchaba atenta las indicaciones del médico que trataba de
ponerle al día lo más rápido posible sobre el tema, ella lo miraba, trataba de escucharlo
y comprender lo que le parecía, pero podía jurar por lo que fuera necesario, que no se
podía concentrar, aquella mirada de Amelia se le había quedado clavada en el corazón,
desde que había llegado era la primera vez que se separaban, y justo en el mejor
Una pija en la selva 774
momento que estaban pasando. Carlos de vez en cuando la miraba y sonreía, una vez
finalizó las explicaciones el médico, le dejó libre para volar en sus pensamientos, libre
para volver a dibujar en su mente los instantes pasados junto a Amelia, sus sonrisas, sus
miradas, sus caricias, repasar cuando fue el instante en que comprendió que era una
mujer golpeada por la vida, y debajo de aquel disfraz se hallaba un ser maravilloso que
a poco cuidara, resultaría una compañía de por vida a la que jamás abandonar. Y sonrió
al recordar momentos vividos con ella, aquella discusión con la cafetera y su goma de
pelo, aquellos momentos de tensión cuando las tomaron los guerrilleros, la primera vez
en la cascada, su pinzamiento del labio inferior, sus provocaciones y llegado a ese punto
se tuvo que mover un poco en el asiento, suspiró, en aquel lugar remoto de la tierra
donde aquel camión la mandaba atravesando una Selva tan espesa como maravillosa se
sentía feliz y desdichada, anhelaba a su gente y soñaba con el día de vuelta imaginando
la fiesta que le iban a preparar. Aferrándose a la sonrisa de Amelia y su abrazo para
recibirla de nuevo
Por su parte, Amelia se había encerrado en la cabaña soñando con un poco de soledad,
tumbada en la cama mirando el techo con las manos bajo la cabeza, mientras una
lágrima hacía un recorrido, salía del rabillo de su ojo, lentamente, como queriendo
dilatar el momento de protagonismo, iba descendiendo hasta la oreja, marcando su
camino en la piel de Amelia, y una vez llegaba a ella se precipitaba sobre la almohada
justo donde horas antes la cara de Luisita había ocupado el lugar, quizás, así,
fundiéndose lágrimas y esencia en uno, para que de alguna manera sintiera aquella leve
caricia a través de la distancia, a través de la soledad y el miedo. Y tras aquella lágrima,
llegó alguna más, alguna que trató de no dejar huérfana a la primera
Habían pasado algo más de tres horas de un viaje intenso, el cansancio acumulado a
Luisita le había pasado factura, al notar que el camión se detenía abrió los ojos y vio que
habían llegado a algún poblado. Se frotó un par de veces los ojos y abrió la puerta como
habían hecho los demás. A su encuentro llegaron unos hombres con unas telas de
colores muy vivos, cinturones, y collares de plata. En sus cabezas unos gorros extraños
que no sabía muy bien como catalogarlos
Caminaron por un camino angosto por la extensa fauna, Luisita lo hacía entre Carlos y
el doctor portugués, cuando el estrecho camino dejó paso a la amplia aldea, Luisita se
quedó boquiabierta, no había visto nada igual
Era un poblado extenso, las casas llamaron su atención, estaban hechas de ramas de
árboles puestas horizontalmente y dos ramas grandes en posición vertical, el techo de
igual manera y entre las ramas puestas de manera magistral grandes hojas de palmera
secas muy unidas, muy pegadas para que el agua de la lluvia no se colara, sin duda, una
laboriosa y sorprendente manera de vida y manera de vivir. Se fijó en los techos, con las
mismas hojas de palmera secas pero en mayor cantidad y troncos más gruesos puestos
sobre ellas indistintamente. Aproximadamente habrían como unas cien casas, mucha
gente, todos vestidos con telas hasta la rodilla, hombres y mujeres, excepto los niños
que llevaban una especie de saco metido por la cabeza. Algunos de los hombres, se
percató que sobre la tela llevaban una especie de chal del mismo color, atado a un
costado de su cuerpo
Carlos: Fascinante ¿verdad? (le preguntó al ver como admiraba todo a su alrededor)
L: Sí, ¿oye y que es eso que llevan en la cabeza?
Carlos: Pues son gorros hechos de las melenas de león que ellos mismos cazan para
salvar su ganado, es el medio de subsistencia que tienen y lo defienden con la vida
L: Uf... (resopló mirándolo todo con ese gesto de asombro que se había marcado en ella
al llegar)
Carlos: Bueno ahora nos van a enseñar donde montar la Clínica móvil, empezaremos
aquí ahora mismo y mañana nos iremos al otro poblado donde está la Clínica del Doctor
Mondela, ¿te ha hablado Amelia de él?
L: No, Marce
Carlos: Bueno pues mañana lo conocerás es un tío muy interesante. Mira ya hemos
llegado
B: Vamos a cenar y no me digas que no tienes hambre porque tienes que tomar algo.
Vamos
A: ¿Han llamado?
B: No
A: ¿Habrá llegado bien?
B: Estoy segura que sí
A: Joder...
Se fueron hasta el comedor donde todos trataron de animar a la Mwasi mondele kubaka
(triste), por la ausencia de la Mwasi mondele Luisita. Amelia sonreía, hablaba pero
todos sabían que estaba muy lejos de allí. Al finalizar la cena se marchó junto a la radio
Una vez levantaron la Clínica, sin tiempo que perder se pusieron a trabajar, Luisita
admiraba todo aquello, mientras ellos tenían una Clínica irrisoria, ellos tenían una
Clínica impresionante, no por el tamaño sino por la distribución y la facilidad con la que
podían trabajar
Carlos: Hace algún tiempo que distintas fundaciones quisieron investigar sobre esto, así
que facilitan el trabajo
L: Ya... y los demás que hacemos nuestro trabajo en lugares inhóspitos, ¿nadie se
interesa de eso?
Carlos: No, nadie (la miró fijamente)
L: ¿Qué?
Carlos: Se nota con quien estás...
L: ¿A qué te refieres? (le preguntó seria)
Carlos: No te pongas a la defensiva, sólo lo digo porque reivindicas lo mismo que ellos,
pero ahí no podemos hacer otra cosa que no sea trabajar
L: Ya
Carlos: Bueno voy a eso precisamente a trabajar
L: ¿No estarás aquí?
Carlos: No, yo vengo por otro motivo, más tarde te contaré
L: Vale. Una cosa Carlos... ¿hay alguna manera de poder contactar con Marce para
avisarle que hemos llegado bien?
Carlos: No, nosotros no, pero he avisado a Quintero que imagino avisará
L: Gracias
Y así fue, Quintero llamó justo cuando Benigna le entraba a Marce un té de los que
había traído el camión esperanza de Luisita
Q: Buenas noches
M: Buenas noches
B: Serán para ti (le soltó sin miramientos)
M: Creo que habrás notado el cabreo en la respuesta ¿no? (le dijo haciendo un mohín a
Benigna divertido que la mujer aceptó ladeando su boca)
Q: Que remedio... eso quiere decir que me quedo sin natillas ¿verdad?
B: Sin natillas ni fideos
Una pija en la selva 777
Amelia sonrió levemente, entró en la cocina y se sirvió un vaso de leche fresca que
Nsona le había preparado como sabía que le gustaba, desde que la vaca dejara de dar
una leche de calidad, no se había podido dar el gustazo de esos sorbos grandes y tras los
cuales le gustaba suspirar
Era la primera noche donde la luz volvía a funcionar, si bien no de manera muy fiable,
al menos podían tener iluminación suficiente. Amelia decidió abrir el ordenador, si bien
lo habían tenido que casi desmontar por piezas, un Laobi que para aquellas cosas era un
manitas y que le hizo aquel trabajo a la mwasi Luisita que con una de sus sonrisas lo
había vencido. Tras un ruido extraño que le recordaba a la cafetera, se puso en marcha,
tuvo que esperar un rato hasta que por fin arrancó, y cuando lo hizo, una foto suya tras
la sabana detrás le hizo sonreír, buscó con aquella flechita la carpeta donde Luisita
Una pija en la selva 778
guardaba las fotos, y allí estaba, la primera con Mona sonriente, divertida, la segunda en
el suelo para variar, algo que causó en Amelia una medio carcajada, hasta que la luz
decidió irse y con ella, la sonrisa de su mujer. Como un mal presentimiento, su gesto
cambio a seriedad
En su cabaña Benigna estaba sentada en la cama, tapada hasta la cintura con Ramón a
sus pies, al elevar el animal una oreja supo que ya no iba a estar sola, de hecho, tras un
golpe la puerta se abrió y tras la puerta la cabeza de Amelia apareció
A: ¿Puedo pasar?
B: ¿Tengo otra alternativa?
A: Creo que no (dijo entrando)
B: Pues adelante. Ramón hijo... ánimo tú a dormir tápate las orejitas y a dormir
A: Eres lo peor Benigna (le dijo sonriendo)
También para los médicos en la aldea rural había llegado la noche, habían reconocido a
doce de las personas con pulsera, todo estaba correcto y tan solo les quedaba analizar las
punciones lumbares que habían estado efectuando. A base de números iban
comprobando el estado general de los pacientes, y tras las pruebas, dejaban las pulseras
como señal para el siguiente reconocimiento. Ninguna complicación y eso para ellos era
un alivio y una gran satisfacción como le contaban a Luisita quien comía muy a gusto
unas verduras y nada de carne tal y como le había avisado Amelia. Al finalizar la cena,
se quedó un rato frente al fuego, entonces Carlos se sentó a su lado
Carlos: ¿Molesto?
L: No estaba observando a aquel chico... (le señaló con las cejas hacia donde estaba un
niño sentado solo)
Carlos: Se llama Nwasi, es un niño soldado
L: ¿Soldado?, pero si es muy joven
Carlos: Catorce años, hace como siete meses que estoy tratándolo, Claudia y yo, nos
turnamos en ayudarle. Es una historia de esas que la guerra ha dejado marcado a fuego
en muchos niños. Sus padres lo vendieron al comandante de la guerrilla, a los siete años
aprendió a torturar, a los ocho ayudó a violar, aprendió a disparar en la cabeza de
campesinos, a los diez, acabó con una aldea matando a niños de su edad como juego, su
jefe le llamaba “el diamante”, tenía ese instinto asesino que le hizo ser dueño de todo
con once años, le dejaban a las niñas para que las violara y después las matara, se
divertían, y cuando terminó la guerra, y su comandante le quitó las armas, se dio cuenta
que nadie lo respetaba, no le daban de comer, ni siquiera de beber, no imponía miedo a
nadie, tan solo tenía once años y tras mucho caminar, llegó nuevamente a su aldea,
cuando lo hizo, se encontró con que unos guerrilleros habían asesinado a sus padres, sus
hermanos, toda su familia, y hoy los horrores que cometió no le dejan dormir, no habla,
no sonríe, tan solo llora en silencio
L: Dios mío (susurró impactada)
Carlos: Era como el mismo se llama, una bestia salvaje a la que le han quitado la vida.
Esta fue su aldea, los hombres dudaron en admitirlo, pero las mujeres en memoria de
sus padres lo hicieron, vive solo en una chabola apartado del resto... en silencio ayuda
no cesa de trabajar, es su manera de agradecer que nadie le diga nada hasta quedar
exhausto para no soñar (decía mirándolo con tristeza)
Una pija en la selva 779
L: ¿Y no podéis llevarlo a algún lugar que esté más cuidado?... que la ayuda sea más
intensa
Carlos: No quiere, es como su propio castigo vivir para sufrir los horrores que cometió
L: ¿Cómo podemos convertirnos en algo así?
Carlos: Esa pregunta me la hago yo todos los días... y aún no he hallado la respuesta
(dijo desanimado)
L: Cada historia que me cuentan, me provoca mayor horror (decía mirando al joven que
seguía en silencio mirando al suelo lejos de aquel lugar)
Carlos: Así es. Pero bueno ahora no vamos a poder solucionar nada, creo que será
mejor que nos vayamos a la cama, bueno al saco (sonrió)
L: Buenas noches
El poblado ya descansaba, dormían todos con paz y sosiego, un nuevo día había
terminado y la gente trataba de recomponer sus fuerzas, el ganado dormía de igual
manera, o pastaba, pero en silencio, la noche era oscura, sin luna, pero también sin
lluvia. La luz del fuego era quien iluminaba las tiendas, quien les alumbraba el sueño, y
fue entonces cuando se oyó
B: Mira guapa, como no vamos a poder dormir, prefiero que me hables a que me
pongas histérica ¿está claro? (le miraba seria)
A: Lo siento es que no puedo dormir
B: Me lo dices o me lo cuentas (la miraba muy fijamente)
A: Lo siento... pero estoy acostumbrada a que me abrace o abrazarla
B: Ya... lo entiendo... pero es lo que hay
A: Parece que se haya marchado hace una eternidad
B: Pues sí, pero es menos ¿eh?, te lo aseguro (le decía bostezando y tapándose la boca)
A: Venga duerme que estás muerta de sueño
B: Y tú de cachondeo. ¡Cómo vamos a dormir mi Ramón y yo si nuestra huésped no
para de moverse y suspirar!; que me vas a llenar la cabaña de un aire huracanado que pa
qué
A: Que mala eres... (sonreía)
B: Pues sí
Una pija en la selva 780
Entonces hubo un pequeño silencio entre ambas, silencio que aprovechó Ramón para
volver a tratar de dormir. Pero no le fue fácil entre otras cosas porque Amelia comenzó
a hablar, justo también cuando Benigna daba una cabezada
A: Esto es lo malo de darte en el amor, todo está bien cuando va bien, pero si surgen
problemas es un sin vivir, aunque yo estoy muy contenta del paso que he dado, creo que
Luisita es lo mejor que me ha pasado en la vida, y ya no hablo como amante, que es la
mejor que he tenido de todas (Benigna que estaba a punto de dar su segunda cabezada,
se irguió ante el comentario abriendo los ojos como platos. Amelia siguió) Hablo como
todo, cuando estoy mal sabe como ayudarme, cuando estamos en peligro siempre está
ahí para apoyarme, cuando se me ocurre alguna idea descabellada, es ella quien me
detiene, por ejemplo con Monwe, es ella quien me dice paciencia Amelia, ¿y sabes?, el
otro día me soltó que era maravillosa, pero no maravillosa de guapa y demás que sabes
que lo soy...
B: Bueno (dijo graciosamente)
A: Sino, maravillosa como persona, y eso se había encargado Julia de arrebatármelo, me
sentía una mierda, y no valoraba nada de lo que hacía, ahora Luisita me hace plantearme
muchas cosas, cosas interesantes, por ejemplo...
B: Oye... la disertación... ¿va a durar mucho?
Ramón: Guau... gr... (parecía apoyar a su ama)
A: Joder Benigna que poca consideración me tienes
B: No si, consideración la tengo, te estoy aguantando hija que eso tiene un gran valor
aunque tú no lo comprendas. Pero me hace gracia ¡qué quieres qué te diga!
A: ¿Y eso?
B: Porque has luchado contra ti misma hasta límites insospechados por enterrar la
Amelia que llegó aquí, ¿cuántos años de lucha encarnizada?, ¿dos años?
A: Dos años y medio
B: Y llega Luisita, y en ¿tres meses?
A: Tres meses y medio
B: Jo, lo tuyo es el medio. Bueno pues eso, en tres meses ha conseguido volverte del
revés, hasta el punto de estar dándome la vara a mí (Ramón ladró) Vale y a Ramón.
Porque te ha desestabilizado y te ha devuelto los miedos que conlleva el amor, y uno de
esos miedos es que pase algo que te pueda hacer que pierdas ese sentimiento tan fuerte
que sientes ahora
A: ¿Y si te digo una cosa prometes no burlarte de mí? (le preguntó con cierta timidez)
B: ¿Qué estas celosa a rabiar?
A: Sí... siento en mi interior algo que no sentía, que de hecho no había sentido nunca
B: Porque nunca habías amado de verdad
A: Eso también me aterra
B: Pero el amor es así. Apuestas por alguien hasta las últimas consecuencias, luego el
tiempo se encarga de que la apuesta salga bien o no, pero en ese momento, en el que
ambas estáis, merece la pena apostar
A: Tienes razón, apostaría todo cuanto tengo por Luisita
B: ¿Puedo darte un consejo?
A: Claro
B: Llévate a Luisita a España, iros allí podréis ser felices, mi experiencia te dice que te
vayas, a mí me dolerá el alma, pero sé que la felicidad no está aquí jugándote la vida a
cada momento
A: Es una posibilidad que he pensado y aunque me da cierta lástima porque para mí, mi
casa es esta aldea, quizá termine haciéndolo
Una pija en la selva 781
B: Pero el amor tendrá sus momentos buenos y malos de igual modo no vayas a creer
que no ¿eh?, estés aquí en Rusia, Marte o donde estés...
A: Eso lo sé, es la vida
B: Tú lo has dicho es la vida, con sus cosas buenas y sus cosas menos buenas, pero es lo
que tenemos y lo que hay que exprimir al máximo
A: ¿De verdad Bárbara no te hizo nada? (la miró extrañada)
B: ¡Y dale!
A: Es que no sé... te veo cambiada
B: Lo que me ves es fundida por no poder dormir
A: Pero es por una buena causa
B: Sí, sí, ya te darán ya...
A: ¡Joder es que la echo tanto de menos!, ¿qué estará haciendo ahora?
B: Mira no lo sé, pero yo solo pido que no dé uno de sus grititos
A: Es tan mona (dijo embobada)
B: A veces dicen que el amor es ciego... ¡y qué razón tienen!
A: Sí pero... sigue siendo tan mona... (insistió sonriendo)
En la aldea rural el grito de Luisita había despertado hasta las vacas que comenzaron a
gritar, cuando Carlos llegó hasta ella, Luisita había sacado la cabeza por la cremallera
con algo de timidez
Las primeras luces del alba fueron entrando a través de la tienda de campaña, Luisita se
movió algo inquieta, no sabía muy bien porque. Finalmente abrió los ojos y vio que
Mona no estaba con ella, quizá porque había decidido seguir en secreto, aquel
pensamiento le provocó una sonrisa
Luisita cogió las cosas y se fue hasta el río, al llegar el agua estaba tan cristalina que
daban ganas de meterse dentro, pero no quería desnudarse, así que se sentó en el borde y
se comenzó a lavar. Entonces a su lado cayó algo en el agua proveniente de arriba, miró
y allí estaba Mona sonriendo
Entre los arbustos se movió algo que la buena de Mona acertó a sentir, y sin dudarlo
esas ramas hicieron un agujero pequeño por donde se veía a Luisita en sujetador, quien
allí había, observaba atentamente a la enfermera hasta que de pronto sintió como algo le
golpeaba en la cabeza, algo pequeño, miró a un lado, miró a otro pero no vio nada,
Luisita seguía hablando con Mona, el hombre seguía mirándola, hasta que tras dos
golpes seguidos notó como le caía en la cabeza una fruta de árbol bien gorda y se
quejaba amargamente, haciendo que Luisita se cubriera con la camiseta y se pusiera en
pie
L: ¿Quién hay ahí? (de repente vio como el doctor Günter salía de los arbustos como
mareado) ¡Pero bueno!
Carlos: ¿Qué ha pasado? (vio al compañero cogiéndose de la cabeza)
L: Estaba ahí mirando (decía ofendida)
Günter: Ella hablando sola otra vez... yo pensaba que le pasaba algo
Una pija en la selva 783
Luisita miró al árbol donde estaba Mona comiendo algo, y cuando vio como pasaba el
hombre por debajo suya, le sacó la lengua mientras Luisita no podía para de sonreír
Mientras su otra mitad había abandonado pronto la cama, al hacerlo Ramón levantó un
poco la cabeza pero ante su gesto de silencio el animal volvió a dormir acompañando
con sus ronquidos los de Benigna. Amelia había subido a su cabaña y se había sentado a
ver el amanecer, con la manta que se habían tapado dos cuerpos desnudos para observar
otro despertar de la Selva, con ella se abrigó y caló en su nariz el aroma de Luisita. Tras
una honda exhalación apoyó su cabeza sobre la madera con el ceño fruncido mirando al
horizonte, mientras lo hacía su corazón latía tan lentamente que parecía iba a detenerse
en cualquier momento. La añoranza lo hacía volverse lento, la nostalgia que se había
implantado en ella desde que el camión donde Luisita marchó cruzara la puerta, la tenía
totalmente descolocada. Pensativa miraba el cielo que le iba mostrando como si fueran
diferentes diapositivas el despertar, entre la oscuridad fue abriéndose paso la luz,
luchando una batalla aquella luz anaranjada, entre nubes, unos rayos de sol se colaban, y
cuando la oscuridad se rindió y ganó la luz, el cielo se mostró pletórico y Amelia no
pudo más que rendirse ante tanta belleza, ante lo que para ella había sido la llegada de
Luisita, entre sus sombras se había colado, y le había mostrado la más hermosa luz, una
luz que en ese instante de soledad le provocó cerrar los ojos y la imagen de la sonrisa de
su mujer le llegó tan nítida que provocó en ella la misma sonrisa, suspiró con fuerza, la
echaba tanto de menos que solo así era capaz de medir la cantidad de amor que sentía
por ella, un amor infinito que a través del tiempo estaba segura perduraría
estaba demostrando que no estaba preparada para ello, la quería tanto que no podía vivir
tan lejos de su respirar, de su piel, la quería tanto que un miedo desbocado recorrió sus
venas, miedo a perder lo que en ese momento de su vida había ganado, a su mujer, y
estaba segura que a través del tiempo ese amor perduraría
Carlos: No te digo que no, bueno... tampoco soy quien para juzgarla ¿verdad?
L: Eso está mejor. ¡Nos vamos!, cuanto antes nos vayamos, antes volveremos
Carlos: Lo llevas mal ¿eh?
L: Peor que mal (le dijo sonriendo aunque con su tono repleto de tristeza)
La mal llevada soledad de la Pediatra, era respetada por los demás habitantes de la aldea
excepto los niños quienes con su naturalidad habitual la interrumpían, le hacían sonreír
y la llenaban en esas horas tristes ante la ausencia de Luisita
A: Bonso nge kele? (¿Cómo estás?)... (la muchacha no le contestó) Ngala kitio (¿tienes
dolor?) (la chica asintió) De acuerdo (respiró aliviada al menos le daba la oportunidad
de hablar) Malembe Monwe bantu kele kima (tranquila todo está bien) (le dijo con un
susurro en su voz mientras le inyectaba un calmante)
MonwL: Santu kele kima (nada está bien) (por primera vez escuchó su voz repleta de
pena, de dolor, y sin poderlo evitar provocó en su corazón un profundo dolor. La
muchacha repitió) Santu kele kima
A: Monwe, mono keke nde nge mwana ke kele mingi lomle, kansi nge ngala knanga ti
kumatia kandi bawu mwana (Monwe yo sé que tu hijo era muy importante, pero tu
tienes vida y podrás tener más hijos) (no podía evitar hablarle con un nudo en la
garganta y los ojos repletos de lágrimas no se atrevía a tocarla tan solo a mirarla
intensamente) Mono ntima peso nge kolol, kansi, mono ngala nde kudivulusa (mi
corazón te pide perdón, pero, yo tenía que salvarte)
MonwL: Ve zola knanga (no quiero vivir)
Una pija en la selva 786
A: Kuanwa, nge ngala nde kele ngolo buba santu nge kusadisa kansi mbasi ke
kukimona na ntangua ti na nki yayi, na zwa ya kuswana, nge kele mosi ngala mingi
sambu ke knanga ti pesaka yina gana nde kutondana, ke kele, mingi kima mamá,
¿kuzaba?... mono kutungalalu ata mono mwana, ti, ata kuzonzisa ve kumonikisa, ve
zola santu, kansi buba ngala mono nkento ti na nki yayi, kumatia ngala eti mwana, ti
pesaka yayi na gana nde ve kumatia na eti. Mono kele, nge ntima kele ngolo, ke kele
kudivuluta (Cariño, tú tienes que ser fuerte, hoy nada te ayuda, pero mañana verás el sol
y con él, las ganas de luchar, eres joven tienes mucho por vivir y dar ese amor que sé
sientes, serás una muy buena madre, ¿sabes?... yo perdí también mi hijo, y también
pensé no vale nada, no quiero nada, pero hoy tengo mi mujer y con ella podré tener otro
hijo, y darle el amor que no pude al otro. Tu corazón es fuerte, serás feliz)
La joven la miró a los ojos por primera vez, durante segundos no parpadeó y tras un
suspiro como si las palabras de Amelia hubieran ido penetrando en su interior hasta
llegar a su alma, se dejó abrazar por la médico que le había salvado la vida, y que quizá
tenía razón y un día podría abrazar a un hijo nacido de aquel vientre que no pudo acunar
al perdido, quizá un día saldría como a su médica el sol y una nueva vida mejor. Amelia
le dejó un beso en la frente mientras una lágrima resbalaba por su rostro, y entonces
pensó en Luisita y en lo contenta que estaría por lo sucedido
Llegaron a un nuevo pueblo, Luisita despertó ante los gritos y jaleo que formaron los
niños, fue abriendo poco a poco los ojos y fue observando que aquello si era un pueblo,
casas y calles bien definidas, lugares donde vendían bebidas, gente en la calle con
diverso coloridos de ropa, mujeres con cargas en sus cabezas, perros
Finalmente llegaron sobre las seis de la tarde a la Clínica del doctor Mondela, al bajar
del camión, Luisita con total discreción estiró un poco su cuerpo tratando de recuperar
el movimiento completo de todos sus músculos. Al hacerlo sintió un pequeño pinchazo
en su espalda debido seguramente a la postura. Miró algo preocupada hacia el camión
porque no sabía dónde estaba Mona, ni rastro de ella, le había gustado eso de ir de
incógnito y sin duda lo estaba haciendo muy bien. Entraron y las instalaciones, a pesar
de que las paredes no tenían pintura, y que había una gran sala con camas unas frente a
otras, las instalaciones le parecieron a Luisita una maravilla, se dio cuenta que la
mayoría de enfermos eran niños y mujeres, aquello le hizo formar en su rostro una
mueca de incomprensión, entonces junto a ella sonó una voz suave pero cargada de
fuerza
Mondela: Son los débiles de la sociedad, contra los que el hambre y la guerrilla actúa
sin piedad alguna (cuando Luisita lo miró se encontró con un hombre bajito como ella,
regordete, con gafas redondas, ojos triste, pero una sonrisa repleta de amabilidad) Soy el
doctor Mondela, Luisita
L: Mucho gusto (sonrió mirándolo fijamente mientras se estrechaban la mano)
Mondela: Bienvenida a esta mi casa, una casa que trata de ser un lugar de paz para
ellas, para los niños, para todo aquel que viene a morir
L: La verdad que... comparado donde yo trabajo esto es un paraíso, entiéndame (se
apresuró a aclarar)
Mondela: Lo entiendo
Carlos: Vaya... veo que ya os conocéis
Mondela: Sí Carlos, sí he visto en la mirada de esta mujer la preocupación y he querido
explicarle lo que veía (le volvió a sonreír)
Carlos: Bueno pues vamos a empezar con las revisiones
Mondela: Así sin descansar, sin tomar ni un refresco para dar la bienvenida
Carlos: Es que aquí la señorita quiere volver mañana... y no queremos demorar mucho
la vuelta para que no se nos haga de noche
Mondela: Ya veo que le va la marcha ¿eh Luisita? (volvió a sonreír) ¿Cómo está el loco
de Marce y la insensata de Amelia?, ¿siguen haciendo locuras?
L: Pues... (no sabía muy bien que decir y el hombre dio una carcajada)
Mondela: Ya veo que sí, no tienen remedio, médicos como ellos son los que
necesitamos... valientes, luchadores incansables y mejores profesionales (se notaba el
aprecio que les tenía a ambos logrando así que Luisita se relajara un poco)
L: Sí, eso sí que es verdad (dijo orgullosa)
Mondela: De acuerdo. Carlos comenzar a trabajar voy a decirle a Rebeca que
acompañe a Luisita a su cuarto
L: ¿Cuarto?
Mondela: Claro... es nuestra invitada... además creo que nos vamos a llevar bien (le
guiñó un ojo)
Luisita sonrió recordando las palabras de Marce sobre ese hombre, era bueno y le iba a
gustar. Así llegó hasta ella Rebeca, una mujer mayor blanca, con el pelo recogido en un
moño, y unos andares seguros y fuertes a pesar de su edad. Le sonrió y con la sonrisa de
Luisita, supo que era una de esas enfermeras que habían nacido para estar allí, simple
Una pija en la selva 788
conexión le llamaba a ese sentimiento Rebeca. Hablaron un poco del viaje aunque
Luisita poco podía decir
M: Joder...
B: Si es que... (se marchaba moviendo la cabeza de lado a lado)
M: Me estoy preocupando seriamente ¿eh? (le dijo a Benigna)
B: A la vuelta ya podemos ponernos cascos, pero encima de los tapones (decía
sonriendo)
A: ¡Luisita!
L: Amelia cariño... ¿me oyes bien?
A: Como si estuvieras aquí, vamos... a mi lado (decía emocionada)
L: Ojalá estuviera Amelia...
A: Pues sí. ¿Cómo ha ido el viaje?
L: Muy bien... tranquila
A: ¿Se han portado bien?
L: ¿Tú qué crees?, con la espía que tengo... (sonreía)
A: Jeje (sonrió con total anhelo por ella)
L: ¿Cómo estáis ahí?
A: Echándote todos de menos, mucho, bueno yo muchísimo pero no te lo creas
demasiado ¿eh?
L: ¿No habrás abierto el regalo?
A: No, cariño... no
L: Debí dárselo a Benigna (le decía sonriendo)
A: ¿Crees que no puedo esperar?, total mañana estarás aquí
L: Oye Amelia... ¿sabes que el doctor Mondela es fascinante?
A: Sí, lo es, sí
L: ¿Sabes que me acaba de hacer una oferta?
A: ¿Una oferta? (se irguió en el sillón viejo y destartalado que aún goteaba)
L: Sí, me ha dicho si quiero trabajar con él
A: ¿Y? (notó como su corazón había dejado de latir por un segundo)
L: ¿Y qué?, ¿crees que te dejaría a un lado?, ¿crees que haría las cosas sin ti?, no cariño,
pero me ha llamado la atención su oferta, le he dicho que no la podía aceptar porque en
la aldea yo me sentía muy identificada y además me unía algo allí muy importante (le
decía orgullosa con una sonrisa amplia)
A: ¿Y qué te ha dicho?
L: Pues por su sonrisa diría que ha adivinado que hay una cierta señorita, muy maja ella
que me tiene loquita (le decía en susurros)
A: ¿Ah sí?, ¿una señorita maja? (le respondió de igual manera)
L: Uf Amelia... como se me ha subido la sangre (le dijo tal y como lo sentía)
A: Jajaja, ¿quieres que lo hagamos por aquí?
L: ¡Estás loca! (le dijo notando como se ponía roja sin remedio)
A: Sí, por ti haría lo que fuera, lo que fuera mi vida
L: Te quiero mucho cariño
A: Y yo
L: Mañana estaré ahí ya para que podamos discutir esto cerquita ¿eh?
A: Si es que me provocas y ni te cuento como me voy a quedar... caliente... caliente...
L: ¡Amelia! (la riñó mirando alrededor por si alguien podía escucharla)
A: ¿Qué no te gusta qué te lo diga? (le provocó) ¿Acaso tú no?
L: Jeje... jeje (sonrió sin decir nada más)
Una pija en la selva 790
En su cabaña Benigna trataba de dormir, Ramón a sus pies, llevaban ya un buen rato en
la cama cuando Ramón comenzó a gruñir, se sentó y al ver que la puerta se abría
comenzó a ladrar
Por su parte Luisita, tras despedirse del doctor Mondela, se fue a su habitación, al entrar
no vio a Mona, la ventana seguía abierta, pero ella no estaba
Mientras ella hablaba con Mona, en la puerta un preocupado Günter seguía su charla,
cuando vio como Carlos pasaba por el pasillo hacia su habitación, se apresuró a ir hasta
él
Dentro no se oía nada, Carlos alzó una ceja pero al instante le llegó la voz clara de
Luisita
L: Y es que yo lo tengo claro ¿eh?... ¿tú qué crees?, sí verdad... es inteligente, guapa, un
poco borde... si es que lo tiene todo... ah bueno si eso también tienes razón, mal genio,
sí pero ese puntito ideal ¿eh?
Carlos puso gesto serio, miró a Günter y sin más abrieron la puerta
En la cama, Amelia soñaba con encontrarse al día siguiente con Luisita, había decidido
callar porque Ramón le había enseñado sus colmillos de manera intimidatoria en un
momento que fue a hablar. Pero allí entregada a sus sueños, a su realidad, sentía los
nervios de que el tiempo pasaba muy lentamente... demasiado lentamente para
reencontrarse con ella y sabía, que debían viajar más de doce horas para llegar, y ese
tiempo era mucho, demasiado para que pudieran ocurrir miles de cosas, los nervios en
su estómago le jugaron una mala pasada, se giró y sin más abrazó a Benigna
B: Mmmmm así, así, más pegadita (susurró haciendo que Amelia la mirara asombrada)
Mmmmm
Una pija en la selva 792
Cuando la mañana llegó al poblado de Sangha, Luisita ya hacía rato que estaba mirando
por la ventana, se vistió y bajó a la calle a dar un corto paseo, aquel mundo era
totalmente diferente tan solo a 300 kilómetros de distancia de su aldea, allí la gente tenía
una vida totalmente distinta, trabajaban la artesanía, vendían productos para comer,
calzado, sus caras eran diferentes, todo era demasiado diferente para la poca distancia
que existía entre un poblado y su aldea. Mona la vigilaba desde el árbol, con su gorra
puesta y sus gafas de sol, tumbada en una rama, con un trozo de palo en su boca
Tras una señal de Rebeca, Luisita se acercó hasta ella en el hospital, aquella mañana aún
debían revisar unas cuantas personas más, y Luisita rogaba que fuera cuanto antes para
terminar y marcharse
tanto vuestro trabajo, vuestras condiciones son duras, mucho, lo sé porque yo lo viví
cuando aún tenía fuerzas para luchar contra el mundo, ahora lucho de otra manera
L: Pues a mí me parece que tanto su trabajo como el nuestro es lo único que podemos
ofrecer, cada día que pasa y conozco más historias, estoy más feliz de estar aquí y de
poder buenamente ayudar o simplemente apoyar
Mondela: A veces, una mano en el hombro, una voz o un susurro es suficiente para
estas personas, porque a veces nos olvidamos que son personas
L: Tiene usted mucha razón (le dijo admirando su capacidad para a pesar de todo seguir
luchando por gente que sabía que no tenía curación)
Mondela: Tengo que ir a hacer una visita al viejo cascarrabias de Marce... y a la bella
doctora, claro
L: Sí (su sonrisa de enamorada hizo que el hombre diera una fuerte carcajada, algo que
sonrojó todavía más a Luisita) Uy perdón...
Mondela: Nada... nada... el amor es salud...
El ritmo en la aldea ya se había incorporado sin hacer esperar, los hombres ilusionados
con poder mejorar las dependencias del hospital, comenzaron bajo las ordenes de
Massamba a trabajar, no cesaban en sus cantos dando muestras de la alegría que sentían,
mientras las mujeres trabajaban aquel huerto más amplio y con mejores semillas para
poder sacar fruto. Benigna ordeñaba a Lucero que resultó ser una vaca maravillosa y
rica en leche, para suerte de los niños quienes saboreaban el vaso que Nsona les había
llevado a aquel refugio que para ellos era un juego. Entre tanto Amelia seguía la
evolución de una Monwe mucho más tranquila que ya se había incorporado en la cama
y estaba tomando su primer caldo que con todo el amor le había hecho su abuela. Estaba
terminando con ella cuando escuchó la radio. Se acercó hasta allí y le dio al botón
A: ¿Sí?
Q: Amelia soy Quintero... ¿qué tal estás?
A: Esperando que llegue Luisita (le dijo a modo de reproche)
Q: Acepto el dardo envenenado (dijo con resignación) Es su madre, quiere hablar le he
dicho que no está pero me ha insistido
A: ¿Su madre?... vale pues a ver que quiere
Q: Te paso la comunicación... ánimo que en nada la tienes ahí
A: Menos cachondeo Quintero y pásame la llamada (el hombre ya no le contestó aceptó
su riña y pasó la llamada. Con algo de incertidumbre contestó) Hola
En: Hola, soy la madre de Luisita ¿quién eres?
A: Amelia... su... compañera (hizo una mueca porque casi se le escapa decir lo que
realmente se sentía que era suyo)
En: Esa inconsciente que tengo de hija, ha recibido lo que me pidió, ¡porqué vamos me
podía haber avisado, digo yo! (se le notaba enfadada) Con el dinero que se ha gastado
creo que debería haberme avisado nada más recibirlo
A: No le dio tiempo a avisarle, pero estese tranquila que sí, ha llegado (le dijo con cierto
malestar)
En: ¡Es el colmo, vamos! (seguía protestando) Cuando llegue le dice que si puede ser
que se ponga en contacto conmigo, vamos si no va a ser mucho trabajo
A: ¿No le interesa saber dónde está su hija? (le preguntó ya sin poderlo evitar su alta
dosis de enfado) Le interesa un paquete y no le interesa saber porque motivo no está
aquí su hija... pues mire respire tranquila su dinero está bien invertido... ya le diré que la
llame cuando venga (y colgó) ¡Será posible!
Una pija en la selva 794
Tras una despedida emotiva, el lugar y las gentes habían calado en ella de manera
intensa, Luisita se subió en el camión con la promesa de poder volver con Amelia o
Marce para visitar al doctor Mondela. Durante el trayecto, el doctor Günter prefirió
conducir él, quería evitar así ir vigilando a la enfermera que desde luego podría hablar
mucho sola, pero, sin ninguna duda era una gran profesional. Carlos se sentó a su lado,
comenzaron a hablar del paisaje y Luisita lo agradeció porque no quería volverse a
dormir, pero conforme hablaba Carlos, le iba entrando ese sueño dulce mientras pensaba
“que cansino es el tío”. Así hasta dormirse por completo. Le despertaron unos gritos y el
camión parado
Los hombres que iban en el otro camión, se unieron para lograr algo con lo que sacar la
rueda del barro, lo hicieron de varias formas, empujaban Luisita incluida pensar que
podía quedarse allí sin encontrarse con Amelia le provocaba una angustia terrible de
controlar. Tal fue así, que cuando desistieron, las lágrimas llenaron sus ojos
L: No puede ser
Carlos: Vamos a tener que acampar aquí, no hay más remedio (decía jadeante y
enfadado)
L: Esto no es seguro (le dijo asustada)
Carlos: Lo sé, estamos en medio de la nada, rodeados de Selva y el lugar perfecto para
toda Guerrilla
Günter: Carlos deberíamos avisar... esta cayendo la noche y no es seguro
Carlos: Ya lo sé
L: Yo tengo una radio... ¿estamos muy lejos de la aldea?
Carlos: Un poco (la miraba jadeante y con gesto asombrado)
L: Ahora vuelvo (sacó el talki que Marce le había dado y aún con los nervios y
manchada de barro hasta las rodillas porque se había caído al hacer fuerza probó
fortuna) ¡Mierda no va!
Carlos: ¿Va?
L: No
Una pija en la selva 795
Paolo: Un momento vamos a serenarnos (dijo el doctor Portugués) Podemos avisar que
estamos aquí y lo que ha ocurrido tendrán que venir a rescatarnos los militares
Carlos: Los militares no vendrán hasta mañana Paolo
Paolo: Y a quién avises vendrá ahora, lo normal es pasar aquí la noche no lo vamos a
poder evitar
Carlos: Lo sé
Paolo: Avisemos por radio a Quintero
L: Y a Marce
Carlos: No podemos utilizar tanto la radio Luisita, lo siento, será Quintero quien avise,
ahora mismo no nos podemos quedar sin radio
L: Vale (trataba de tranquilizarse aunque notaba las palpitaciones de su corazón en el
pecho a punto de salirse) Paolo tiene razón, mejor tranquilizarnos
Günter: Haremos turnos para dormir, unos vigilamos y otros dormimos
Carlos: Llevamos algo de comida... no mucha...
Paolo: Habrá que repartirla entre todos, pero no tenemos armas
Günter: No va a pasar nada, tranquilos
L: Joder (protestó con un hilo de voz, al levantar la vista vio a Mona, el animal movía
ambas manos como si quisiera avisarle que la situación era complicada)
Carlos: Está bien... organicémonos
En la aldea, todos esperaban nerviosos la llegada del camión, sabían que debía llegar
más o menos sobre el atardecer y el atardecer había pasado sin ellos, Marce caminaba
nervioso temiendo que algo había ocurrido, Amelia estaba sentada en los escalones de
su cabaña suspirando sin cesar y Benigna con los nervios más desbaratados que nunca,
comiendo sin parar
Amelia se metió en la cabaña tratando de controlar la rabia que sentía dentro, todo era
inútil, exhaló un profundo suspiro y trató de ver las cosas con calma, pero entonces vio
el paquete que tenía allí esperando el regreso de Luisita, y sin poder hacer otra cosa se
dejó llevar por un llanto amargo que no podía controlar
En un trozo pequeño de claro, tras revisarlo con cautela decidieron ponerse los hombres,
era un espacio pequeño pero cuanto más juntos mejor, extendieron los sacos para tratar
de descansar, y montaron una pequeña tienda para que Luisita tuviera más intimidad,
fue ella quien se encargó de repartir lo poco que había de comida, los hombres que les
ayudaban se ofrecieron para vigilar, montaron guardia una vez terminaron de cenar y los
demás trataron de acostarse bajo la intensa lluvia que no cesaba. Luisita se metió en la
pequeña tienda, al hacerlo vio como el agua que había caído se había ido acumulando en
el techo cuadrado y al final había roto la frágil tela con lo que daba igual dormir dentro
que fuera
L: Dios ayúdame, joder como voy a echarte de menos Amelia (susurró pensativa,
sentándose dentro de la tienda) Que pase pronto la noche por favor... que pase pronto
Pero la noche fue larga y pesada, los continuos sonidos que ella no sabía distinguir le
hacían saltar dentro de la húmeda tienda, se sentía más sola que nunca, y para no
desesperarse se había propuesto volver a rememorar todos los momentos desde que
llegará con sus maletas repletas de ropa y sus botas impecables a la aldea, así entre
saltos, algún temblor porque iba calada hasta los huesos, y alguna que otra cabezada fue
pasando la noche
B: Gracias a Dios
Q: En cuanto sepa algo más os aviso
A: Quintero espera, tenemos a una familia con el niño enfermo, es una diarrea pero...
creo que sería bueno que lo trasladaran a la Clínica de Longo
Q: De acuerdo, cuando llegue Carlos que los recoja y los lleve allí
A: Gracias
Q: Estaros tranquilas que Luisita está bien
B: Lo ves Amelia... lo ves (la abrazó sintiendo como se quitaba un gran peso de encima)
Los hombres esperaban la llegada de los militares, Luisita seguía dentro de lo que
quedaba de tienda, había logrado dormirse, justo cuando todos se pusieron en marcha
para tratar de sacar el camión. Desde el árbol de arriba la observaba Mona, quien de
pronto vio algo que la hizo precipitarse hasta el lado de Luisita que al notar el golpe del
salto del animal despertó, al hacerlo, aterrada, atónita, perpleja vio como una serpiente
de gran tamaño se estaba levantando justo delante suya, la respiración comenzó a
agitarse, veía la lengua del reptil, y tuvo que tragar saliva costándole lo suyo. De repente
no supo como ni que pasó, tan solo escuchó el sonido del animal y vio su movimiento
brusco
Mona y L: Ahhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhh
En la aldea la noticia que Mwasi Luisita estaba en buenas condiciones fue acogida por
todos con alegría, las mujeres comenzaron a cantar y preparar junto a Nmaba con el
mortero mandioca, los hombres decidieron ir a pescar mientras se quedaban en la aldea
Massamba y Dib junto a los niños que estaban recibiendo por parte de Amelia quien así
también se distraía, sus clases, dibujaban lo que ella les pedía, les ayudaba a leer, y a
escribir así como a sumar, restar, multiplicar y dividir, dentro de sus nervios podía
distraerse con las continuas risas de los niños, y así fue como se le ocurrió una idea
Los niños se mostraban felices con la idea de Amelia, así que dispuestos a ofrecerle una
sorpresa a la mwasi Luisita comenzaron a seguir sus instrucciones, y es que a pesar de
estar diciéndoles lo que debían hacer su cabeza no podía apartarse de la llegada de su
amor, tenía tantas cosas en mente, que sin quererlo su deseo inundaba cada poro de su
piel haciendo que sintiera un alud de emociones que con Mbe en brazos, le marcaban
una sonrisa bobalicona en su rostro y un gesto tierno que traducía al resto de mujeres su
amor por Luisita
En la aldea los hombres habían ido a pescar, querían ofrecer un bueno condimento de
pescado a Luisita que sabían era su comida preferida, iban Ngouabi, Zulú y Zambi con
sus artilugios camino del río en silencio como siempre solían hacer para tener bien
preparados los oídos y así detectar cualquier sonido extraño de la naturaleza cuando
Zulú se detuvo. Miró hacia su derecha, sus ojos se abrieron como platos allí los vio,
hizo retroceder a sus compañeros y despacio aunque las botas que les había regalado
Luisita crujían al pisar el suelo, fueron hasta una distancia considerable, una vez lo
creyó oportuno comenzaron a correr hacia la aldea. Louabi los escuchó con claridad, se
puso en pie y dio el toque a los demás que trabajaban en el hospital, los niños
detuvieron sus risas y las mujeres guardaron silencio
Los hombres preparados, Yildas y Dib con armas escondidos, Louabi escondido bajo el
pequeño muro que le permitía observar sin ser observados, Massamba junto a Marce,
Zulú y Zambi detrás, Ngouabi tras la puerta esperando algún movimiento desde fuera
L: ¡Joder Carlos que no entiendes nada! (le recriminó con los ojos anegados de
lágrimas) Trame el botiquín por favor
Carlos: Luisita te repito es un mono y no voy a dejar que gastes nada con él
L: ¡Mira Carlos!, me traes el botiquín ¡y ya!, no te preocupes que lo que gaste lo
repondré nada más llegar a la aldea ¡pero tráeme de una puta vez el botiquín! (le dijo
enfurecida con mirada de loca)
Günter: Si es una serpiente cascabel no vas a poder hacer nada, necesitas antídoto
L: En el botiquín hay, lo he visto (volvía a coger a Mona entre sus brazos mientras el
animal gemía despacito)
Carlos: No puedo darte el antídoto para un mono
L: ¡Mona!
Carlos: Mona Luisita, joder... ¿qué te pasa?, es un animal desconocido...
L: Es Mona y ella viene conmigo, me está cuidando desde que salí de la aldea (le decía
más enfurecida)
Mona: Uhhhhh (gimió con poca fuerza pero mirada asesina hacia Carlos)
L: No voy a permitir que le pase nada, ni que sufra. ¡Me quieres traer el botiquín!
Carlos: Voy, pero lo siento, el antídoto no es para ella
Günter: Luisita se razonable (la miró como si de pronto comprendiera todo lo que
había estado sucediendo)
Mona: Uhhhhhhhh (aulló de dolor)
L: Mona cariño aguanta... no pasa nada no voy a dejar que pase nada cariño...
Paolo: ¡Ha llegado la ayuda! (gritó desde fuera Paolo)
L: Ya cariño... pronto nos vamos... todo está bien Mona (le decía con gesto apenado) Y
el gilipollas este donde se ha metido. Ahora vengo ¿eh?
Mona: Uhhhhhhhhh
L: Vuelvo en seguida (salió corriendo y vio a Carlos cerrando el botiquín y como se
metía algo en el bolsillo, rápidamente dedujo que era el antídoto que había visto se lo
había guardado) Dame el antídoto
Carlos: Lo siento Luisita, pero no te lo puedo dar, compréndeme
L: Van a sacar el camión, vamos camino a la aldea (lo miraba seria)
Carlos: Pero nosotros tenemos que seguir, quizá hacer noche
L: Por favor Carlos
Carlos: Lo siento, es antes la vida de cualquier compañero que el de un mono
L: Dame el botiquín (le dijo con rabia estirándolo de su mano) Es mona y es más, tiene
más sentido de amistad, lealtad y sacrificio que muchos de los llamados, hombres
Sin darle si quiera una opción para responder, se giró y fue corriendo hasta el animal
que yacía tumbado de lado, al verla llegar abrió los ojos emitiendo un pequeño gemido
que fue aplacado por un besazo de Luisita en la cara a lo que Mona respondió:
Mientras Luisita luchaba con aquella herida que Mona tenía en su hombro, los hombres
sacaron con relativa facilidad la rueda del camión con una madera, tras tres intentos. A
ella se acercó el médico Günter y la ayudó a cargar al animal a la parte trasera del
camión donde subió con rapidez para seguir con la cura superficial, Carlos pasó delante
del camión con lo que las posibilidades de inyectarle el antídoto eran remotas, su
Una pija en la selva 801
corazón sintió una profunda tristeza al ver como Mona se quejaba y ella poco más podía
hacer
La puerta de la aldea sufrió dos golpes reconocidos por todos dados con la culeta de un
fusil, Massamba tomó posición dentro del Hospital, un enfermo más mientras el sonido
llegó nítidamente hasta el granero donde las mujeres y los niños se abrazaron guardando
silencio y comenzaron a rezar. Amelia había tomado posición en una de las ventanas,
sin duda, el ser descubiertos antes de llegar les había dado opción a esconderse y
distribuirse para defenderse de un posible ataque
Marce ordenó con la cabeza que abrieran, Ngouabi abrió y Benigna tal como estaba
previsto salía a la puerta de la cocina con su delantal, eran seis hombres que llegaban
con los rostros sucios, las ropas repletas de sangre supuestamente ni una sola gota de
ellos, los pies blancos repletos de polvo, y en las manos los fusiles
Entonces sonó el talki que por casualidad llevaba en su bolsillo y comenzó a escucharse
la voz histérica de Luisita, los guerrilleros miraron extrañados el bolsillo que hablaba
del médico y Amelia no pudo evitar abrir la puerta en un acto reflejo al escucharla
gritar, los guerrilleros desconcertados ante lo que ocurría miraron hacia la puerta que se
abría, los dos que estaban bebiendo agua sonrieron al ver a la mujer blanca. Los otros
cuatro miraron a su alrededor y se vieron rodeados por hombres con fusiles mientras
Ngouabi le retiraba los dos a los que bebían. En medio de caos apareció nuevamente la
voz de Luisita
L: ¡Marce, Marce, Amelia!, ¡joder con el puto aparato no va!, ¡la hostia!... me cago en
todo... joder... ¡Amelia!, ¡Marce!
A: Dame (le cogió el talki ante la mirada atónita de los guerrilleros que veían como les
quitaban sus fusiles y como entre todos los inutilizaban, mientras Amelia gritaba como
loca poseída) ¡Luisita!
B: ¡Ay Dios mío Luisita!
Una pija en la selva 802
Los hombres a penas se resistieron, tres de ellos no pasaban los veinte años pero el
cansancio y la sed, les hizo rendirse con facilidad, mientras los otros tres no tuvieron
tiempo más que a coger el fusil en sus manos, y ante uno que se resistió, Yildas le
golpeó con la culata dejándolo en el suelo, aquello atemorizó lo suficiente a aquellas
bestias que sin armas no eran nadie
A: ¿Luisita?
L: Me cago en todo... hostia... ¡qué mierda de cosa!... por favor Mona...
A: ¿Luisita me oyes?... ¿me oyes? (el sonido se cortó) Pasa algo
M: Voy a avisar a Quintero, pero mira la pija por una vez nos ha salvado el pellejo
B: ¿Qué pasará? (la miró preocupada)
A: No lo sé, pero para que suelte esa ristra de tacos algo grave sin duda...
En el camión, Luisita luchaba con los bruscos movimientos, en uno de ellos el talki se
cayó al suelo. Mona se quejaba, sin abrir los ojos
L: Mierda ahora el talki este... joder... (dio dos golpes al cristal que la separaba de la
cabina, Carlos abrió mirándola con preocupación por su estado, totalmente fuera de
lugar ante una mona) Necesito agua, necesito algo para mojar su frente
Carlos: ¿Günter? (el hombre le dio la botella que llevaba) Toma
L: Mona ya esta cariño, mira voy a pasarte esto y...
De repente cuando Luisita le puso el paño sobre la herida, Mona con gesto de
trastornada, los colmillos amenazantes y como si no fuera ella se lanzó contra Luisita
arrinconándola mientras su mano apretaba su cuello y le enseñaba los colmillos ante el
gesto de pavor de Luisita
En la aldea los nervios ante los gritos desesperados de Luisita por el talki, pusieron a
todos en tensión. Rápidamente Amelia y Benigna junto a Massamba se reunieron con
Marce que no se despegaba de la radio. Los nervios habían hecho que todos se quedaran
preocupados y ansiosos por saber a que se debían
M: Tú lo has dicho porque es idiota, pero de todos modos si hemos escuchado el talki
está dentro del radio de funcionamiento, eso quiere decir que puede estar a unas tres o
cuatro horas de aquí
A: Ya... ¿y? (lo miró como si hubiera hecho el descubrimiento del siglo)
M: Pues eso que ya queda menos
B: ¿No podemos localizar la radio de Carlos?
M: No. Es muy listo el muchacho... tanta cabeza para tan poco uso
A: La madre que lo parió (susurró dándole al botón del talki) ¡Luisita... Luisita!
M: A ver alguien conecta... ¿Carlos?
Q: Soy Quintero, el camión ya ha sido sacado del barro pero...
M: Luisita nos ha llamado histérica (le interrumpió)
Q: Mira creo que Luisita está perdiendo los papeles poniendo en riesgo a todo el equipo
y lo que es más grave, tratando de utilizar parte de nuestra reserva para un puñetero
animal (decía malhumorado)
M: ¿Puedes explicarte? (le preguntó Marce bajo la mirada atónita de todos, era extraño
la actitud de Luisita, no la comprendían)
Q: Tiene a un mono rabioso con ella en el camión
A: ¡Mona!
B: ¿Mona rabiosa? (preguntó aterrada Benigna)
Q: Sí una mona, le ha picado una serpiente y por poco le pega a Carlos
M: Lista la mona
Q: No Marce, la mona no, Luisita
M: Inteligente Luisita
Q: ¡Marce! (le dijo enfadado)
M: Conéctame con Carlos
Q: Habla con ella hazle entender que no podemos usar el antídoto para una mona
M: De acuerdo es que Luisita pertenece a la OBM
Q: ¿A la qué?
M: ¡Ay Quintero que lejos estás de este mundo!, Benigna también pertenece a la misma
organización (Benigna lo miró seria) Organización Bárbara Madres
Q: ¡Marce menos cachondeo joder! (refunfuñó enfadado)
M: Que poco humor tienes
A: A ver porque no dejáis de decir tonterías y nos conectas con Carlos (su gesto era
muy grave)
B: Eso (miró enfadada a Marce)
Q: Voy a intentar que os pasen la comunicación...
M: No lo intentes, pásala
A: Dios mío Mona (decía acongojada)
B: Con razón estaba fuera de sí Luisita
M: Imagino a Luisita luchando con Carlos por el antídoto
B: Pues menos mal que no se lo ha dado, eso la mataría (dijo seria)
A: Joder... si es que ¡no tenía que haber ido coño!
Mientras ellos dentro luchaban con la radio esperando noticias, fuera, Ngouabi estaba
vigilando a los guerrilleros que estaban sentados con los pies y las manos atadas, cerca
del pozo. Los miraba con gesto serio, uno de ellos el más joven lloraba sin cesar
pidiendo perdón por todo lo que había hecho, mientras los demás guardaban silencio. El
jefe le dio un cabezazo con lo que el muchacho calló. Después el mismo hombre
comenzó a meterse con Ngouabi, explicándole como seguramente habrían matado a su
madre, contando todo lujo de detalles, el muchacho sabía que estaba provocándolo, y
Una pija en la selva 804
sus puños se apretaban en sus palmas con una rabia descontrolada. Sin poder evitarlo se
puso en pie, y justo en ese momento la mano de Yildas se puso en su hombro
Yildas: kwenda. Mono kele yayi (Vete. Yo estoy aquí) sus ojos rabiosos encontraron la
paz en los de Yildas quien asintió
Ngouabi: Melesi
El hombre volvió a insistir con Ngouabi mientras se marchaba, el muchacho se fue con
la cabeza alta aunque un dolor profundo en su corazón. Una vez se quedo con Yildas,
éste comenzó con el mismo juego, el guerrero lo miraba fijamente desafiando su
mirada, el guerrillero siguió con su provocación verbal, hasta que de repente notó como
algo golpeaba duramente su cabeza, aulló de dolor ante la carcajada de Yildas. Entonces
el guerrillero aún con el dolor del pozal de hierro contra su cabeza miró y allí estaba
Sissou sonriendo
Dentro del despacho de Marce, el talki comenzó a sonar, Amelia lo estrechó entre sus
manos dándole al botón desesperada, al otro lado tan solo oían
B: Luisita por favor... ¡ay que estress!, ¡a mí me da un para atrás, es que me va a dar un
para atrás!
M: Ni que lo digas... dame el talki (Amelia con gesto de pavor se lo entregó) ¡Luisita...
Luisita!
Bárbara: Si la inyecta la mata, mi cago en la puttana (me cago en la puta) dijo furiosa
Günter: Luisita si le inyectas la matarás (le avisó Günter)
L: ¿Piensas que me lo voy a tragar?
M: ¿Por qué cojones es tan cabezota? (decía enfureciéndose cada vez más) ¡Luisita!
Günter: Es para personas no para animales Luisita
L: No voy a permitir que se...
M: ¡Luisita!
L: ¿Marce?... ¡Marce!, tengo el antídoto (decía contenta como si hubiera logrado ser
campeona en lucha libre)
M: Por lo que más quieras no inyectes a Mona joder (sudaba como si estuviera él en el
camión luchando con Carlos, Mona y el antídoto)
Bárbara: No Luisita... no... (decía angustiada al máximo con la mano puesta en la
frente)
L: Pero...
M: A ver... vas a hablar con Bárbara, ¿me oyes bien?
L: Sí, sí... joder... Mona (decía nerviosa con la mano temblorosa)
M: Habla Bárbara (acercó el talki al altavoz)
Bárbara: ¿Me oyes?
L: Sí Bárbara... Mona está muy mal
Bárbara: Tranquila Luisita the important is controlar veneno
L: Le he puesto dos torniquetes le ha mordido entre el codo y el hombro
Bárbara: Ok ragazza
L: Tiembla, y le ha dado como un ataque se ha vuelto algo violenta, ha echado babas
por la boca y...
Bárbara: Dilo por su nombre, muy violenta y fea
L: Sí (sonrió pero sus ojos se llenaban de lágrimas)
Bárbara: ¿Tienes botiquín?
Carlos: ¿Qué ha pasado? (se frotaba la frente Carlos)
L: ¡Calla!
A: El que faltaba
L: ¡Amelia cariño!
A: Luisita mi amor
Bárbara: Dejar de tontear... Mona necesita ayuda (les cortó sin contemplaciones)
L: Sí, perdón
Bárbara: Limpia su piel con gasa y suero
L: Ya lo he hecho
Bárbara: Bien. ¡eres buena!. ¿Se ve bocado?
L: Sí, no es muy profundo
Bárbara: Eso es bueno
Carlos: ¿Qué pasa?
L: ¡Joder que te calles Carlos! (le riñó)
A: Esa es mi niña (sonrió orgullosa y Benigna suspiró)
Bárbara: Dile a Carlos of my part, si quiere mantener sus pelotas silence
L: Ya lo has oído. Mona cariño tranquila...
Bárbara: ¿Tienes algún antibiótico?
L: Sí
Una pija en la selva 807
Bárbara: ¿Cuál?
L: Amoxicilina
Bárbara: ¿Tienes un calmante?
L: Sí, también
Bárbara: Que el tarado de Carlos pique el calmante
L: Carlos por favor machaca la pastilla (ante su mirada le dijo) Por favor
Carlos: Esto lo vas a tener que reponer
L: No te preocupes... por favor ayúdame (le decía mirándolo fijamente algo más
tranquila al sentirse respaldada por Bárbara para salvar a Mona)
Bárbara: Necesitas un paño húmedo
L: Lo tengo
Bárbara: Pásalo con cuidado por la herida, calma a Mona primero
L: Vale. Mona... cariño voy a ponerte esto ¿eh?, mírame cariño, mírame (le decía con
dulzura y una sonrisa leve, que a cientos de kilómetros provocaba una sacudida en la
piel de Amelia que podía imaginar su cara por su tono de voz) Eso es... muy bien
A: Es que mi pija calma muy bien ¿verdad? (sonrisa amplia y muy pero que muy tonta
mientras lo susurraba a Marce)
M: Estás enchochada que se dice en mi pueblo (le decía bajito)
Carlos: Esto ya está
Mona: Prrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrr (le sacó la lengua mostrando sus colmillos a
Carlos)
Bárbara: ¡Mona!... malembe uh uh, ve kobanga na nkati ah ah uh, ah, uh, uh (tranquila
no tengas miedo)
A: Que bien maneja la lengua ¿eh Benigna? (le dijo al oído guiñándole un ojo)
B: Bicho (le respondió mirándola fijamente)
M: Ese idioma de monos es genial
A: Mira ya sabes como hablarle a Cruz
M: Perdona Cruz no es una Mona
A: Pero tú te estás aproximando a ser un mono, digo, porque no tienes apareamientos ni
nada por el estilo (sonrió algo más tranquila al escuchar a Luisita)
M: Tu humor ácido me vuelve loco Amelia
Bárbara: ¿Luisita ya? (no hubo contestación) ¡Luisita!
M: Coño se ha ido la radio
Bárbara: Fuck, mi cago en la puttana, shit, affanculo (Joder, me cago en la puta,
mierda, joder)
A: ¿Y ahora qué pasa? (preguntó al ver que Marce manipulaba aquel pequeño cacharro
que estaba haciendo a todos perder los nervios)
M: No va... si es que todo lo barato ya se sabe (protestaba) ¡Luisita!
B: Esto es peor que un parto... voy a por un trozo de chorizo
Bárbara: Mi darling, ¿chorizo?, eso va al culito ¿eh?
A: Tú y yo vamos a hablar muy seriamente (le dijo a Benigna entrecerrando los ojos
mientras la apuntaba con el dedo índice)
Bárbara: ¿Marce, ya?
ValientL: Uhhhh... uhhhh (apareció Valiente con gesto triste)
A: Ven aquí, no pasa nada tranquilo
L: ¡Marce!
M: Ahora... espera... Bárbara ya
Bárbara: Rápido, ¿tienes todo preparado?, ¿lo mezclaste?
L: Sí...
Bárbara: Ahora debes inyectarle... no le va a gustar te aviso
Una pija en la selva 808
Bárbara: Hello
M: ¿Luisita?
L: ... pip... pip
A: ¿Luisita? (preguntó algo nerviosa)
L: Si, si... (decía jadeante)
Carlos: Ohhhh
Mona: Ahh
M: ¿Qué ha pasado?
Carlos: La madre que la parió (se quejaba amargamente)
M: ¿Qué coño ha pasado? (ya los nervios flaqueaban en todos)
L: Mona le ha dado un puñetazo en el ojo a Carlos, a ver, déjame que vea yo ese
derechazo (se notaba como trataba de no reírse)
M: Esta mona es la leche
Bárbara: Luisita deja a Carlos. Atiende a Mona
Carlos: ¡Pero bueno!, es antes la bicha está que yo... joder como duele
L: ¿Qué hago ahora?
Bárbara: Oblígala a que se siente, nada de tumbarse, puede que vomite, no te asustes
L: ¿Vomitar?, a ver ven Mona cariño... ven aquí...
Mona: Agggggggggggg
A: Creo que ha vomitado (dijo atenta escuchando de pronto la maravillosa carcajada de
Luisita)
B: ¿Y ahora?, desde luego esto es un auténtico calvario (decía fuera de sí)
A: Ni que lo digas... ¿Luisita?
L: Sí, que... Mo... le... ha... v...at... a ...los...
M: Encima se entrecorta
Bárbara: ¡Puede alguien decirme que cojones pasa! (aparecía enfurecida Bárbara)
A: ¡Vaya carácter eh Benigna! (le hacía juegos con las cejas, subiendo y bajándolas
graciosamente)
B: ¡Bueno! (le dijo jocosa)
M: Hemos perdido la señal (dijo después de escuchar con atención tras los cambios)
A: Joder... ¿Bárbara tenía que hacerle algo más?
Bárbara: No... con eso de momento es suficiente, ¿cuánto va a tardar en llegar?
M: Suponemos que unas cuatro o cinco horas
Bárbara: Menudo viajito les va a dar, hay que avisarle que es normal, ¿eh? Y que no la
deje dormir
M: De acuerdo, si empeora te llamamos
Bárbara: Voy para allá
A: Mira... viene para aquí Benigna (le decía golpeándole con el codo)
B: Mira Amelia, ¡ya está bien, eh!
Bárbara: Mi bella lady hasta pronto
Una pija en la selva 809
En el camión, Luisita sujetaba con un cariño a Mona que Carlos seguía sorprendido,
entonces le contó toda la historia de aquel animal, cuando le relató como les había
salvado del león, Mona aún tuvo fuerzas para juntar sus dientes y mostrarlos a un Carlos
que por primera vez sonrió, y entendió que Luisita no hablaba sola, sino, con aquel
animal que parecía entenderla
L: No pasa nada
Carlos: Creo que es mejor que te cure ese arañazo
L: Mejor no te acerques
Carlos: Está tranquila, y no me gustaría que bajaras del camión así, no tengo ganas de
enfrentarme a tu mujer
L: Mi mujer... más mona ella... una ricura ¡no me digas que no! (decía con gesto
enamorado)
Carlos: Si tú lo dices (cogió el algodón tras empaparlo en yodo y se acercó hasta su
cuello
Mona: Aggg agggg aggggggggg (tres aullidos fieros colmillos fuera de Mona)
L: Ves... es que sigue ordenes de Amelia, nadie se acerque a mí (le dijo enarcando las
cejas a modo de disculpa) Yo me curo
Carlos: Joder con Maquita...
Mientras en la aldea, todos seguían con sus quehaceres habituales, excepto Yildas que
continuaba controlando a los guerrilleros, Amelia trataba de hablar con Benigna pero
ésta le rehuía, aquello sorprendía y divertía a la médico que se lo estaba pasando pipa
mientras no pensaba en los peligros que podían encontrar en el regreso, así prefería
pensar en cuando Luisita entrara por la puerta y la viera con su maravillosa sonrisa
Pero quien llegó antes que nadie fue Bárbara, se oyó la bocina desde un poco antes de
llegar a la aldea, escoltada por dos coches más, llegó como era su costumbre haciendo
sonar el claxon ante el alboroto de los niños, y las sonrisas de las mujeres con sus telas
de colores, formando una aldea en ese momento alegre y vistosa. Quien salió tras
arreglarse el pelo y el delantal limpio fue Benigna
Amelia esperó a que Marce entrara en el Hospital, con sigilo se fue hasta la cabaña de
Benigna, Ramón al verla le ladró, moviendo el rabo
Pegó la oreja a la pared por la parte de detrás medio escondida entre la ropa que
Benigna tenía tendida, trató de escuchar atentamente
A: Au
L: Ohhh que golpe (se quejaban en el suelo)
A: Joder es el segundo que me llevo en nada (decía jadeando mientras buscaba a Luisita
que en la caída se había separado de ella) Ven aquí... ven...
L: Oh Amelia... no puedo vivir sin ti (la besaba como loca)
A: Mi amor (besaba su cuello mientras se acoplaba en su cuerpo) Menuda herida llevas
cariño
L: Espera... Amelia... espera (le decía tratando de ser razonable)
Una pija en la selva 813
Luisita le dio un beso rápido, cogió algo de ropa y salió corriendo a la ducha, Amelia se
levantó y buscó la sorpresa de Luisita para abrirla y saber que era, se había
desabrochado los pantalones se los estaba bajando con su culo en pompa con el tanga
cuando la puerta se abrió
B: ¡Descarada!
A: ¡Benigna! (se subió el pantalón corriendo)
B: Ya estás saliendo
A: No puedo... estoy esperando a Luisita
B: Ya lo sé ya... poca vergüenza (salió de la habitación)
A: Joder... mira quien fue a hablar (cuando fue hacia la puerta para salir la vio allí
parada con algo en sus manos, algo que le echó de golpe, el agua más fría que nunca
había probado) ¡Joder!
B: ¡Espero que se te pase el calentón!, y ahora, ayuda a Bárbara te necesita, Mona te
está llamando y no quiero ser agonías pero... no vaya a ser que se quiera despedir de ti,
¡ya estás tardando!
A: ¿Mona?, como sea una desagradable broma Benigna... me la pienso cobrar y muy
cara (decía sacudiendo el agua como podía echando a correr)
B: Te la piensas cobrar... jeje... sí... seguro (sonreía traviesa mientras iba al hospital)
Amelia llegó asustada a la sala donde Bárbara estaba revisando a una Mona con los ojos
cerrados que emitía pequeños sonidos de queja. Se quedó paralizada, allí en la cama
siendo calmada por unos sonidos casi susurros por parte de su dueña, que poco a poco la
iban tranquilizando. Suspiró, entró sin dejar de mirar como trabajaba Bárbara con una
gasa y un bisturí. Y entonces se quedó quieta, allí a los pies de la cama, sentado y
apoyando su cabeza en los hierros se encontraba un alicaído Valiente, con una de sus
manos se rascaba la cabeza, mientras su mirada estaba fija en el suelo, al ver como
Amelia entraba, sus ojitos tristes le provocaron a Amelia un estremecimiento tal que sin
pensarlo se agachó y le dio un abrazo que el animal agradeció
Bárbara: Tú Luisita a parte de ser una fuera de serie como amante es una
extraordinaria enfermera (le dijo mirándola con una sonrisa)
A: Sí, es maravillosa en todo
Bárbara: La baba please. Vamos a limpiarle un poco la herida, Luisita tenía razón es
superficial, pero suficiente para que algo de veneno llegara a su sangre, de ahí su locura
A: Pero... ¿no hay peligro, verdad? (la miraba con temor)
Bárbara: No, no lo hay, la mezcla que le pusieron en el camión, fue suficiente
A: Bien. Dime que hago
Bárbara: Puedes utilizar el bisturí para levantar un poco esa parte de piel (le decía
observando delicadamente la herida de Mona)
Mona: Uh
Bárbara: Uhh ah ah ah (le decía con gestos) (tranquila no pasa nada)
Mona: Ahhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhh
Bárbara: ¿Ahhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhh?, ¿qué es eso? (le preguntó a Mona)
A: Creo que pregunta por Luisita (respondió divertida)
Mona: Uh, uh (entonces le cogió la mano a Amelia haciéndole gestos negativos, luego
se tocaba su corazón y el corazón de la Pediatra que sonreía, después sacó la lengua y
una pedorreta mientras con su mano elevada por encima de la cabeza la movía sin parar)
Uhhh
A: Ya sé que Luisita me quiere Mona, lo sé, y a ti también te quiere, gracias por
cuidarla, y sí, Carlos es un cretino
Bárbara: ¡Por la concha de tu madre!, ¡entiendes a Mona! (decía exaltada)
A: Tú y yo vamos a tener que hablar de una concha, sí, pero no la de mi madre
precisamente (le decía seria)
Mientras esto ocurría en el hospital, Luisita se había duchado con toda prisa, se había
quitado la peste que llevaba encima de todo lo sucedido con Mona y se dirigió a toda
prisa a la cabaña, abrió con su más sexy sonrisa pero al entrar se quedó parada en la
puerta
L: Pues vamos a ver que quiere ziku. ¿Te ha dado mucha paliza Amelia? (le preguntó
nuevamente a Benigna saliendo de la cabaña)
B: Sí hija no ves mi cara de mártir (decía con tono quejoso dejando caer
exageradamente sus párpados)
L: Pues no, te veo muy relajada, ¿será por qué está aquí Bárbara?
B: ¡Mira pues la otra! (dijo con sorna) Anda tira que no quiero discutir también contigo
L: Vale. Nsona guapa (la abrazó sonriente) Lula cariño... ¿cómo está el pequeñín?
Lula: Bien melesi, Mwasi
L: Luego me lo dejas que tengo ganas de abrazarlo (sonrió hasta que llegó a Marce,
saludó a los niños con la mano y se detuvo delante de suya) Hola
M: Vaya menos mal que te dignas a saludar
L: Olía muy mal Marce, Mona me ha vomitado y...
M: Y la otra estaba caliente ¿no?
L: ¡Qué cosas tienes!
Carlos: Ya está claro, Sissou me dio las reservas que utilizaste Luisita
L: Se lo había dicho, sí, es muy eficiente (sonrió cogiendo a la muchacha por los
hombros, haciéndose participe de su sonrisa)
Günter: Luisita, mis disculpas, ahora ya sé porque hablabas sola
L: Gracias Günter, sabía que si lo decía no iban a dejar a Mona estar conmigo. Gracias
por decirme lo del antídoto, no me hubiera perdonado que le pasara algo a Mona por mi
culpa
Günter: Encantado Luisita... espero trabajar contigo alguna vez
Carlos: Creo que mejor no Günter, o al menos nos tendremos que llevar a Amelia para
no tener problemas
L: Pues sí, ya lo sabes (sonrió)
Carlos: Me voy antes que me vea, que aún me queda un ojo para hacerme morado
M: Será lo mejor, sí (sonrió)
Carlos: No te preocupes por los guerrilleros, los militares se los llevan
M: Bien, que los aten en corto no me fío
Carlos: Tranquilo. Bueno Luisita... hasta la próxima
L: Adiós Carlos
Paolo: Luisita fue un placer trabajar con vose
L: Igualmente Paolo. Me alegro de haberle conocido tanto a usted como a al doctor
Günter a pesar de que se pensaba que estaba loca
Tras un abrazo con ambos, el camión partió rumbo a su destino con un dolorido Carlos
tratando de con el paño que Benigna le había dado humedecido rebajar el dolor en su
ojo. Cuando se cerró la puerta Luisita respiró tranquila, y una sonrisa iluminó su rostro
La curación a Mona fue bastante rápida, las chicas no quisieron retrasarla para poder
quedarse solas, Bárbara que sabía sus intenciones, una vez finalizaron y Amelia se
quitaba los guantes dijo:
No les dio tiempo a verse a solas porque la comida estaba preparada, se sentaron todos
juntos mientras Monwe por primera vez formaba parte del grupo, un poco más
recuperada. Durante la comida, Luisita les estuvo contando todas y cada una de las
anécdotas que habían pasado, como la habían tomado por loca cada vez que hablaba con
Mona, pero sin duda lo que más risas desató fue cuando narró el escandaloso pedo que
se tiró el animal en presencia de Carlos y el doctor Günter. Después pasaron a contarle a
ella como había sido la caza y captura de los guerrilleros, así como habían pasado los
días aguantando la pesada de su mujer. Amelia y Luisita se sonrieron cómplices
buscaron algún pequeño roce que fue preferiblemente declinado porque los colores
subían rápidamente a sus mejillas siendo la burla de más de uno, sobre todo las
cómplices Benigna y Bárbara
A: Tengo que contarte una cosa de estas dos (le dijo bajito)
L: ¿Qué ha pasado?
A: Ni veas como gime Benigna
L: ¡Benigna! (abrió sus ojos como platos)
A: Más que tú y yo juntas
L: Eso es imposible (le dijo guasona) Pensaba que era todo una broma Amelia
A: Te lo digo yo
L: ¿Y tú cómo lo sabes?, si decías que no
A: Joder... cariño que pegue bien la oreja y sí, ni vieras la manera de gemir, y de reír de
Benigna, la loca de Bárbara le está haciendo un arreglo a las viejas cañerías (fue tal la
Una pija en la selva 818
carcajada de Luisita, que todos se giraron para mirarla, Amelia sintió los ojos grandes
pero enfurecidos de Benigna clavarse en ella entonces con un ademán gracioso dijo)
Cosas nuestras
L: Me vas a tener que detallar los hechos (volvió a sonreír)
A: No te lo tomes a pitorreo que es verdad (abría sus ojos impresionada)
L: Tú dijiste que es mayorcita ¿no?
A: Joder Luisita... que es Benigna
L: Sin telarañas y con las cañerías con una buena puesta a punto, sí
Por más de una hora, Marce las tuvo allí, Quintero le había confirmado tres salidas a
repartir vacunas, las tres salidas debían de pasar noche en la Selva, por ese motivo había
que prepararlas bien, con sus carpetas y sus anotaciones, estuvieron para ellas
demasiado tiempo, y al salir, se quedaron un rato con Mona que tenía a su lado
sentadito en la cama a Valiente. Un rato más con ellos compartiendo mimos, hasta que
Benigna entró nuevamente
Y así tuvo que acompañarla hasta la despensa, allí con su visto bueno iba organizando
todo lo que su madre había mandado, lo iban poniendo en diferentes estantes para tener
listo todo para Navidad. Luisita sonreía con las ocurrencias de la buena de Benigna,
hasta que hablaron del tema de su madre
L: ¿Crees que Amelia le caerá alguna vez bien a mi madre? (preguntó mientras sujetaba
la caja de chorizos)
B: ¿Amelia?, no, creo que Amelia no ha de ser buena nuera ni para tu madre ni para
nadie... eso es el último choricito... bien... oye está todo de muerte
L: ¿Lo has probado?, ¡anda y tú riñendo a Marce! (sonreía jocosa)
B: A ver... es lo que toca. Si es que con lo de la radio hija, me daba un no sé que ¿eh?
L: Pues anda que a mí cuando vi la serpiente en prácticamente mi cara
B: Sí hija, yo una vez pase por ese trance sí
Una pija en la selva 819
L: Debiste ver a Mona, no sé como lo hizo pero la serpiente salió disparada por los aires
B: Es que los monos le tienen mucha tirria, a ver... ¡las morcillas!, pero bueno... faltan
dos (decía con gesto de sorpresa)
L: Seguro que ha sido Marce (reía abiertamente)
B: Este Marce. Bueno pero por lo de tu madre no te preocupes ¿eh?, eso de que se tiene
que llevar bien nuera y suegra, nada de nada
L: Es que mi madre es de armas tomar
B: Pues permíteme que te diga que tu suegra igual
L: Nos hemos juntado dos buenas... ¡vaya madres! (se quejó) Pero menos mal que te
tenemos a ti
B: ¡Ay que zalamera es mi chica, madre! (le dijo apretándole las mejillas graciosamente
mientras lo decía con los dientes juntos)
L: Oye... dime una cosa Benigna... ¿qué hay con Bárbara?
B: Pues que ha venido a por Mona (decía distraída arreglando los estantes)
L: Ya eso lo sé, ¿pero contigo?
B: ¿Conmigo?
L: Sí, contigo (insistió)
B: ¡Qué va a pasar!, nada
L: Y los gemidos (se le acercó)
B: ¿Qué gemidos? (dio dos pasos más a la derecha)
L: Los suspiros (se le volvió a acercar)
B: No sé de que me estás hablando (se separaba)
L: Ya... y yo me chupo el dedo. A ti te pone Bárbara
B: ¿Cómo que me pone? (la miró totalmente perpleja)
L: Sí, lo acabo de descubrir (reía divertida)
B: Mira... tira... tira no me vaya yo a poner pero de mal humor y verás lo que es bueno
L: Me encanta Bárbara para ti (le dio un beso y salió corriendo) Es tu pareja ideal
B: Mi pareja ideal... (musitó negando con la cabeza para terminar sonriendo un poco
tonta con el trozo largo de fuet en la mano, al verlo lo dejo en el estante susurrando)
Jesús
Luisita caminaba hacia la cabaña cuando de repente una mano tiró de ella arrastrándola
hasta detrás del muro que separaba el huerto de casa de Benigna, sus ojos se
encontraron y no necesitaron nada más. Sus bocas se buscaron, jugaron y sus lenguas
invitadas de lujo quisieron formar parte del juego, siendo protagonistas de caricias
calientes y suaves
A: Te necesito mi vida
L: Y yo... no puedo más cariño (decía jadeante)
A: Vale vamos a hacer un plan
L: ¿Un plan?
A: Sí, lo llamaremos plan para chuscar
L: ¿Chuscar? (la miraba entrecerrando sus ojos atónita)
A: Eso lo decía una chica que... bueno... una que... (se rascaba la cabeza dándose cuenta
que había metido la pata)
L: Uno de tus ligues vamos (dijo lo más tranquila que pudo)
A: Sí, era rusa y solo se aclaraba con esa palabra cuando le decía de hacer el amor,
porque chuscar le recordaba a algo ruso
L: Que loca estás (le dijo sonriendo)
A: Bien. Veamos, como no nos van a dejar... vamos a hacer lo siguiente...
Una pija en la selva 820
L: Plan para chuscar... ¡bien!... anda que a nuestra edad y con estas tonterías
A: Sí, me conozco a Benigna y después de lo de esta mañana me va a querer hacer
alguna putada
L: Es que tú también mira que ponerte a escuchar
A: Debías escucharla a ella...
L: Pues normal ¿qué quieres?, una puesta a punto es una puesta a punto guapa, ¿o como
me quedo yo, eh? (le cogió del culo atrayéndola hasta ella mirándole los labios) ¿Eh,
cómo me dejas tú?
A: Uf no me lo recuerdes o no doy... que me pongo en seguida muy malita Luisita, te lo
digo de verdad (decía como si fuera a llorar)
L: Me encanta ver como te enciendes, tu mirada me lo dice (le susurró sobre sus labios)
A: Que mala eres (se besaron con pasión y un gemido salió de sus gargantas) Pero me
encanta que seas así de mala
Amelia sonrió por la reacción de Luisita y juntas crearon un plan para poder por fin
disfrutar del regalo de Luisita, y de un poco de intimidad
Juntas entraron hasta la cama del provisional hospital donde se encontraba Mona
tendida, al llegar ambas cogidas de la mano, se quedaron mirando el panorama con una
ternura que la propia escena retransmitía. Mona acostada con los ojos cerrados, sus
labios se movían porque los ronquidos hacían como si soplara un globo, a un costado
apoyado en su pecho dormía Valiente con su mano apoyada en la mano de Mona, y
sobre la mesita baja que quedaba de noche, Bartolo contemplando a la pareja como si
estuviera cuidando de ellos
Benigna y Bárbara seguían con su dilema si dejar o no a la pareja tranquila, ante ellas
pasó Luisita bostezando de nuevo, les sonrió, les saludó con la mano y tras acariciar a
Ramón que salió a su encuentro, se marchó hacia la cabaña
Bárbara: ¿Y por qué no te dejas de tonterías y vas a por Luisita?, mejor que ella
nadie... bueno... puedes jugar a una mano, eso is forever
B: ¡Ay por Dios! (gesticulaba escandalizada)
A: Pero es que no hay nada como mi niña
Bárbara: ¿Eh, que yo fui tu amante?
A: Lo siento... Luisita es mucha Luisita (decía sonriendo y moviendo su cabeza de
manera divertida) Prefiero dejarla dormir, así a la noche estará descansadita y toda para
mí
B: Mira Amelia... ya está bien de hablar de esas cosas
A: ¡Pero Benigna después de oírte gemir, te vas a cortar ahora!, vamos... vamos... que
no te pega para nada y se me va a caer un mito
Bárbara: Es cierto Benigna
B: ¿Cómo qué es cierto?, ¿le vas a dar la razón a está loba?... (la miraba con ojos
estupefactos)
Bárbara: Vamos que no es para tanto... que ha sido mi amante que sé de sobra como
funciona... (decía quitando importancia a las preguntas de Benigna)
B: Ya me lo dirás esta noche
A: Eso, a ver que hacéis vosotras esta noche ¿eh? (las miraba con los brazos en jarras)
Bueno pues nada... me voy a duchar... ¿el huerto?
B: Si quieres regar un poco, le hará bien
A: Vale pues me pongo a regar y luego me ducho hasta que la marmota despierte. Hasta
luego chicas. ¿Os quedáis?
Bárbara: No, yo me voy a estirar y Benigna también deberías descansar
B: Yo... tengo que... hacer... esto... (se le notaba nerviosa)
A: Bueno yo me voy, que parece que mami se pone nerviosa si estoy yo delante
Bárbara: Es una borde... me encanta... eso sí, no sé como Luisita la aguanta, mi bella
dama
B: Porque es adorable y tú lo sabes. Y porque Luisita la lleva recta, muy recta
Bárbara: Jaja, coronela le voy a llamar (reían ambas) ¿Nos vamos?
B: Sí, pero antes déjame ver una cosa...
En la cama Luisita sentía como sus pulsaciones subían poco a poco, el perfume de
Amelia le llegaba tan directo a su pituitaria que estaba alterando de manera brusca su
control. Le parecía que el plan creado por Amelia no iba a funcionar, no llegaba y eso
que Benigna tan y como su mujer había dicho se asomó a comprobar si estaban cada
una en un sitio
A: Una vez te dije que sabía como crujían todas las maderas de las cabañas (la miraba
entregada
L: Es cierto, no me acordaba... (sonrió acariciando su rostro) La conquistadora lo sabe
todo
A: ¿Ha sido bueno el plan, eh?
L: Te ha salido de chiripa (sonrió graciosamente)
A: Me conozco a Benigna, y sé que si hubiéramos dicho de dormir, se hubiera
inventado cualquier cosa (metió su mano por la camiseta al rozar su piel Luisita gimió
levemente) ¿Qué es esto qué me he encontrado?
L: Mmmmmm (fue lo único que acertó a decir para después morderse los labios)
A: Los pechos que me vuelven loca (besó su lado de cuello sano) Y mi cuello que me
hace estremecer
L: Mi vida... (metió sus manos directamente por el pantalón tocando su trasero) Me
encanta tu culito cariño
A: Oh Luisita... no tengo mucho aguante ¿eh? Estoy a flor de piel mi reina
L: Y yo... y yo...
A: No puedo más (le dijo lanzándose a por sus labios de una manera abrupta nada que
ver con la ternura de siempre) Necesito chuscar
L: Espera jajaja (trataba de no reírse)
A: ¿Qué te pasa? (la miraba algo seria y confundida mientras su cuerpo la buscaba
desesperadamente)
L: No me digas eso que me parto (le decía riéndose)
A: Luisita que estoy a punto
L: Ya y es que... jajajajajajaja
A: ¡Luisita!
L: Amelia lo siento es que eso de chuscar me hace mucha gracia ¿que quieres?... (decía
muerta de risa)
A: Pero Luisita (se estaba enfadando) Oye... ¡estamos en lo que estamos!
L: ¿Chuscar? (y dio otra carcajada tremenda)
A: Vale... ya veo que no estás por la labor (dicho esto se levantó y se fue)
L: Pero... pero Amelia... Amelia (la llamaba al ver que se marchaba de la cabaña
realmente enfadada) ¡Mierda!
La siguió con la vista y vio como se metía en la ducha, sonrió y salió con rapidez hasta
allí, vio como se quitaba la ropa y la escuchaba hablar sola, bajito, no acertaba a saber
que decía pero sí estaba segura que se había enfadado. Tras asegurar la puerta para que
no pudieran entrar con el palo que había para tener algo de intimidad, se fue desnudando
hasta llegar a la puerta de la ducha, y la escuchaba con una sonrisa
Luisita miraba la puerta algo enfadada, seguía sin entender su actitud, así que se dio
media vuelta, se vistió y se fue
En la ducha, Amelia sentía una rabia total, nadie le había hecho lo que Luisita, nadie se
había comportado así, no le gustó y sin duda no estaba dispuesta a que volviera a
repetirse la situación
Llegó la hora de preparar la cena, las mujeres iban reuniéndose en la cocina, cada una
sabía lo que debía hacer y sin más comenzaban a prepara las cosas. Benigna estaba con
su delantal pelando plátanos para freír, cuando vio aparecer con gesto muy serio a
Amelia, le llamó la atención la conocía y sabía que estaba furiosa
La cara de Luisita reflejó tal sorpresa como enfado, sus mejillas se volvieron rojas, sus
ojos se entrecerraron ante la visión de aquella rubia besando a su mujer, y su mujer, sin
apartarse. Se giró con tal virulencia, que Ramón que estaba a su lado tuvo que dar un
salto con toda su energía para no ser pisado por la enfermera que se metió en la cabaña
dando un sonoro portazo
Cuando pudo reaccionar, Amelia apartó a Sam con decisión mirándola con el ceño
fruncido, la mujer no entendió porque aquel gesto y mucho menos que no respondiera a
su beso. Marce que había estado a su lado se inclinó un poco y le dijo en voz baja a
Amelia
A Amelia le faltaron piernas para ir hasta la cabaña, mientras Marce le contaba a aquella
ingeniera de pozos que la situación había cambiado, que Amelia tenía dueña, y que la
dueña se había pillado un mosqueo tal, que muy posiblemente se escucharían sus gritos
fuera, la invitó a quedarse
B: ¡Marce!, haz el favor... que haga lo que tenga que hacer ¡y largo! (ella también se
había enfadado)
M: Encima me riñes a mí
B: Esto es la Guerra...
Nsona: Mami... mwasi Luisita enfadada
B: Sí hija sí, ya veremos que pasa
Bárbara: Estas no salen de ahí, te lo aseguro, eso les va a venir bien para unirse, ya
verás
Pero entonces vieron salir a Luisita con todo su genio, dar nuevamente un portazo y
enfilar la puerta saliendo de la aldea, tras ella salió Amelia que consiguió dar un soplido
que ni el mejor y más potente huracán había logrado alcanzar tanta fuerza. Miró a
Benigna y negó con la cabeza de manera desesperante
Marce logró detener a Luisita en la misma puerta, con los ojos llenos de lágrimas se
paró poniendo sus manos sobre las caderas, sin mediar palabra dio una patada a una
piedra que había delante de sus pies con el consiguiente dolor
L: Auuuuu
M: ¡Pero qué bruta eres! (le dijo negando con la cabeza)
L: Déjame Marce
M: ¿Aquí?, ¿qué quieres suicidarte?, para eso ves al río te lanzas y un cocodrilo acaba
contigo, pero no voy a dejarte aquí con el riesgo que conlleva para todos
L: Por favor quiero estar sola (decía cayéndole las lágrimas mientras se frotaba el dedo
del pie)
M: Ven (se la llevó por un camino que ella desconocía pero que le vino bien alejarse de
la cabaña)
L: Gracias (caminaba con dificultad por el insistente dolor del dedo del pie)
Mientras en la cabaña Amelia andaba como animal enjaulado, de lado a lado, su gesto
era tan serio que a Benigna cuando entró y la miró la asustó
Una pija en la selva 826
Marce se había detenido en una especie de roca, se sentó y Luisita lo hizo junto a él,
miraba el río que pasaba por aquel lugar con toda la fuerza del mundo, y así sentía ella
su rabia, como ese agua empeñada en correr, escapar, luchar. El sonido del agua le
recordaba al sonido que sus oídos escuchaban de su interior. La compañía en silencio de
Marce le relajaba y el sonido del agua le hacía sentirse a salvo de si misma. Llevaban un
rato cuando le dijo a su compañero de silencios
L: Habíamos discutido
M: Vaya... la primera bronca de enamoradas (sonreía)
L: Ha sido por una tontería
M: Claro... es que las broncas siempre son por tonterías, y las vuestras no van a ser
menos, ¿o qué piensas?, que no vas a discutir nunca con ella... y más Amelia... ¿tú sabes
dónde te has metido?
L: Marce... (sonrió)
M: No de verdad... ¿lo sabes?
L: Sí, sin ella no me apetece vivir
M: Uf (silbó después) Eso es muy fuerte ¿eh?
L: Pero es la verdad
M: ¿Crees que le importa alguien que no seas tú? (Luisita lo miró con el ceño fruncido)
Te aseguro que no, puede que tuviera muchas novias, puede que se lo pasara bien
disfrutara de la vida de esa manera, pero te aseguro que desde que yo la conozco, nunca
le había visto ese brillo en su mirada
L: A mí me pasa igual
M: Lo que sucede es que las mujeres sois muy dadas a los dramas... una pequeña
discusión ¡un dramón que ni la casa de la Pradera! (decía exagerando los movimientos
de sus manos)
L: Creo que me he pasado, pero me ha dado mucha rabia
M: ¿Puedo darte un consejo?
L: Sí
M: Hazla rabiar un poquito, ninguna mujer le ha hecho rabiar, Amelia la súper Amelia,
esa mujer a la que todas caían ante ella y todo cuanto hacía estaba bien, tú le has
enseñado a currarse el amor, y eso te aseguro que le está haciendo mucho bien
L: No voy a hacer eso Marce, voy a disculparme
M: ¿Tú? ¡tú eres tonta! (le reprochó mirándola incrédulo)
L: Es que cuando me ha ido a hablar he salido dejándola con la palabra en la boca
M: Aún le has hecho poco... ¿dónde está la Luisita que le plantaba cara, eh?
L: Es que...
M: Es que... es que... (repitió su tono de voz) Hazme caso, muéstrate ofendida... eso sí,
espera que fabrique unos tapones de los troncos de leña que hay detrás del granero
L: Jajajaja (dio una carcajada)
M: Eso está mejor, tu sonrisa hace milagros, te lo digo yo
L: La quiero tanto Marce
M: ¡Ah no!; a mí con esas no, que yo no soy Benigna. ¿Nos vamos?
L: Sí por favor, me duele el dedo
M: Si es que eres más bruta...
Volvieron a la aldea, nadie dijo nada, llegó hasta la cocina como si nada hubiera pasado,
allí no estaba Amelia, bebió un vaso de agua ante la mirada comprensiva de Benigna y
fue hasta el hospital. Allí al verla Mona abrió sus brazos
Mona: Uh uh uh uhhhhhh
L: Mona cariño (la abrazó con ternura) Mi Mona guapa
ValientL: Uhhh (le susurró mirándola triste)
L: Y mi Valiente guapo
Una pija en la selva 828
Mientras ella hablaba con los animales, Sissou por orden de Benigna había ido
corriendo hasta la cabaña de Amelia para avisarle. Salió hacia el hospital viendo que la
visita de cortesía de Sam había sido terminada con rapidez seguramente por Benigna
Así estuvieron hasta la hora de la cena, Luisita evitando a Amelia, Amelia pensando
como disculparse, desesperada ante la actitud de Luisita yendo tras ella consiguiendo
una y otra vez la misma contestación por su parte, total omisión. Quien estaba
encantado era Marce que de vez en cuando le guiñaba el ojo a la enfermera dándole
ánimos ante la situación que estaba provocando, encantado de ver que le hacía caso, y la
desesperación de Amelia estaba siendo de lo más divertida para Benigna y Bárbara que
nunca la habían visto así
Durante la cena nadie hizo mención a Amelia, Luisita sonreía sin parar con Marce, lo
que lograba encender a Benigna que la miraba con dureza y determinación, algo que no
lograba frenar las risas de la enfermera. Bárbara era la única que disfrutaba de la velada
sin más, la cena que Benigna le había preparado le supo a gloria
Una pija en la selva 830
Entró en la cabaña tras despedirse de Mona y recibir sus consejos sobre Amelia con una
encantadora sonrisa, al llegar, vio que la parte superior estaba abierta, allí debía estar,
sonrió, hizo lo que debía hacer y se metió en la cama. Atenta seguía todos los ruidos que
podían indicarle que Amelia bajaba, o que Amelia no bajaba, su impaciencia le estaba
poniendo a prueba hasta que oyó por fin los pasos de su mujer, volvió a sonreír. Al bajar
y verla en la cama durmiendo, Amelia suspiró, entonces se dio cuenta que su regalo
estaba sobre la cama, sin duda cuando subió a pensar, no lo podía jurar pero le parecía
que no estaba en el mismo lugar. Sonrió, lo cogió y se metió en el lavabo, aún había luz
y pudo ver lo que era, una sonrisa amplia y un fuerte deseo se mezclaron en su interior.
Se puso la pieza y se miró en el pequeño espejo, una sonrisa traviesa iluminó un
apagado rostro que de pronto había recobrado la luz del amor
Amelia se había apoyado en la puerta, mirándola con una calma que le salía de su alma
con tal fuerza, que aunque se acababa de marchar la luz, pudo iluminar toda la
habitación, un camisón negro de encaje, que le llegaba justo por el final de la espalda,
los pechos se trasparentaban, y cuando Luisita la vio como tanto la había imaginado en
sueños, sintió como el deseo inundaba su cuerpo. Ella estaba sentada tapada con la
sábana, manteniendo una sorpresa a Amelia
Le iba diciendo mientras levantaba el fino camisón rosita, y acariciaba sus muslos con
las manos, Luisita instintivamente abría sus piernas, notando como su sexo comenzaba
a latir, a cobrar vida ante la boca de una Amelia que repartía besos suaves alrededor
Luisita apoyó la cabeza en la pared, notaba como sus piernas temblaban, sus ojos
fuertemente cerrados, sus manos en la cabeza de su amor que se movía lentamente, sus
pechos subían y bajaban al principio lentamente, su mente en blanco, su boca entre
abierta soltado un poco de aire, a veces, la lengua tenía que humedecer sus labios, la
garganta se iba secando y necesitaba tragar haciendo esfuerzos por controlar toda
aquella intensidad que sentía, y que Amelia estaba provocando en ella, sus pechos se
movían con mayor continuidad conforme las caricias de la Pediatra iban aumentando la
presión y ritmo, su cabeza de vez en cuando se agitaba hacia delante, mientras trataba
de sellar sus labios, mientras que su garganta dejaba escapar algún gemido entrecortado
imposible de controlar, sus dedos se habían entremezclado con el pelo de Amelia,
jugaba con él, su vientre se movía agitadamente, sus piernas temblaban más y más,
pensaba que se iba a caer, unas gotas de sudor recorrieron su frente, abrió sus ojos
necesitando ver a Amelia, y allí estaba, sí, era ella la que se había convertido en su
Diosa particular, la que le estaba haciendo recorrer esos caminos por donde tan bien la
llevaba y guiaba, su nombre salía de su boca una y otra vez, con la voz quebrada por el
deseo, por el placer, por el maravilloso momento en el que estaba guiándola hacia un
orgasmo tan bestial que sintió que caía, que se moría, y fue Amelia quien la recogió en
sus brazos quien la estrechó mientras Luisita se acoplaba como podía sobre ella,
Una pija en la selva 832
necesitando como quien necesita del aire para respirar y vivir, juntar las piernas y
respirar como pez fuera del agua
A: Mi niña... mi amor...
L: Amelia... mi vida... me voy a morir (dijo con una exhalación profunda)
A: Ni se te ocurra (le besaba suavemente el rostro, el cuello mientras veía su piel de
erizada) ¿Te gusta?
L: Amelia... para... por favor... (Amelia la miró extrañada) Me muero... dame unos
segundos por favor... (Amelia sonrió) Creo que nunca había sentido esto
A: ¿Te ha gustado, eh? (su tono narcisista y seductor llegó a sus oídos con total
claridad, y Luisita refugió su cabeza en su cuello) A mí también te lo aseguro
L: Ya...
Entonces comenzó a besarla, primero poco a poco con lentitud, maravillosa lentitud
para ella, tortuosa lentitud para Amelia; tras mirarla a los ojos y ver el deseo que
asomaba en ellos, tras ver la boca entre abierta de Amelia fue la señal esperada por
Luisita para buscar sus pechos por encima del camisón de seda, el contacto de su lengua
humedecida en los pezones ya erectos le obligó a Amelia a echar su cabeza para atrás
arqueando su espalda, abriendo sus piernas sintiendo el cuerpo de Luisita sobre ella, la
mirada y sonrisa de su mujer la encendió de tal manera que sintió como ardía su centro,
como ardía su sangre y como necesitaba urgentemente que Luisita hiciera algo más que
aquellos besos que estaba dejando repartidos en ambos pechos, mientras sus manos
navegaban, buceaban por los muslos tensos de una Amelia que frunció los labios, que
susurró algo que Luisita entendió y le hizo sonreír dando por buenas sus caricias,
notando como su propio corazón latía de una manera tan intensa que Amelia podía notar
los latidos sobre su vientre que se movía agitado. Mientras, ella debía jadear porque
necesitaba dejar escapar tanto placer que existía en su interior, aquel aire que sobraba,
aquella sangre alterada que con sus caricias Luisita estaba provocando un alud en su
corazón, sus caderas se movían al notar los pechos de la enfermera en su centro, y sin
más demora, Amelia posó las manos en los hombros de Luisita empujándola
suavemente mientras cerraba los ojos y se disponía a recibir todo aquel mundo de
pasión en que su mujer la estaba llevando, allí donde sus muslos se tensaban, sus
caderas buscaban, su sexo humedecido se abría para ser adorado, saboreado, agasajado
con tal suavidad que ella cerraba los puños, se puso un brazo sobre los ojos, sacó la
lengua pasando la punta por los sedientos labios, gimió, apartó su brazo de la cara y
hundió sus dedos en la melena algo rizada de Luisita, apretó los dedos suavemente
empujando más su cabeza contra su sexo, sintió el gemido ahogado de su mujer en él,
mientras el propio comenzaba a hacerse dueño de todo, pidiendo, clamando libertad,
una libertad que en ese momento la propia Amelia sentía, y no lo dudó, no lo ahogó lo
dejó volar libre tan libre como en ese momento se sentía ella, libre por un Universo
único, en un limbo donde solo estaba ella y Luisita, Luisita y ella y así explotó su
gemido disfrutando la libertad
A: Luisita (susurró como si al decir su nombre pudiera reafirmar que solo estaban las
dos)
L: Sí, mi vida... (respondió con un maravilloso cansancio apoyada su cabeza sobre el
vientre de la Pediatra)
A: Ven... necesito sentirte aquí (hablaba extenuada con su pecho aún tratando de
recobrar la respiración adecuada)
L: Mi reina (le besó notando aún Amelia su propio sabor en la boca de la enfermera)
Una pija en la selva 833
A: Vamos a la cama...
L: Claro (se levantó y la estiró de la mano, les costó levantarse del suelo, el cuerpo
comenzaba a resentirse y lo hicieron entre risas)
A: Joder... como me has dejado
L: ¿Sí? (se acostó mientras Amelia se dejaba caer a su lado y se estrechaba a ella
pasando la pierna por encima de sus muslos volviendo a convertirse en una) ¿De
verdad?
A: De verdad Luisita, eres especial ¿lo sabías? (sus brazos se unieron a la piel de Luisita
como si de aquella manera estuvieran encadenadas la una con la otra)
L: No me digas eso (escondió su cabeza en el cuello de Amelia sonrojándose sin
poderlo evitar)
A: Es la verdad
L: ¿Sabes? (suspiró mientras su mano pasaba por el pecho de Amelia) Nunca pensé que
hacer el amor con una mujer fuera tan excitante, tan apasionante... bueno... alguna vez
había imaginado como sería
A: ¿Sí? (sonrió algo sorprendida)
L: Sí, ya te comenté que me sentía muy rara, extraña con mi novio sin embargo, contigo
todo fue tan fácil
A: Perdona... es que yo... (decía sonriendo pero con los ojos cerrados) Yo soy yo...
L: Ya... ya... (sonrió divertida) Pero nunca imaginé que tocar unos pechos como estos
fuera algo tan singular
A: Espero que no toques otros, ¡más te vale! (le dijo muy seria)
L: Eres un poco machista ¿no?, bueno... esa no sé si sería la palabra pero...
A: No quiero que nadie te toque, ni te mire, ni te roce, trato de borrar de mi mente que
alguien antes que yo te ha tocado, porque te quiero para mí, solo para mí como yo seré
para ti, si quieres llamarme machista, aunque odie ese significado lo soy, pero solo
quiero que seas para mí
L: Pues no te cuento yo cada vez que pienso en como tú...
A: Luisita... no era yo... te lo juro... yo solo soñaba con una mujer a la que querer y que
me quisiera de igual manera, por mucho que me propuse ser superficial y vanidosa, en
cuanto llegaste tú con tu maravillosa forma de ser me di cuenta que quizás eras tú esa
persona que esperaba me rescatara de lo que tan estúpidamente me había convertido
L: Soy como Robin Hood de la Selva (dijo graciosamente) Pero en mujer y por una
buena causa, recuperar a una mujer
A: Sí... en mi caso sí (sonrió abiertamente como ella mientras la abrazaba y Luisita se
subía a horcajadas sobre ella) Me encanta este camisón pero... me gustas mucho más sin
él
L: Pues fuera (se lo quitó de golpe)
A: Eso es (se sentó en la cama acoplándose con Luisita) Así mucho mejor
L: Lástima del tuyo pero... (tiró de él mientras ambas reían divertidas) Tienes razón
mucho mejor así
A: Que sepas que me ha encantado esta sorpresa, y que nunca antes me había puesto
uno
L: ¿Ah no?
A: No, pero si esa era la forma de pedirte perdón (la besó con suavidad) Lo acepto
encantada
L: Estás perdonada
La danza de la pasión siguió, se amaron todas y cada una de las veces que ambas
creyeron oportuno, hicieron con sus cuerpos contorsiones de amor, se hallaron bocas,
Una pija en la selva 834
manos, pieles, pechos, sexos, muslos, todo lo que se quiso encontrar se encontró, todo
lo que se necesitó se localizó, se disfrutó. Bocas sedientas, lenguas juguetonas y
hambrientas ansiosas por recorrer poco a poco la otra piel. Así hasta que el cansancio
llegó de manera fulminante, dejándolas sin fuerzas para nada, abrazadas volviendo a
recobrar la respiración poco a poco. Con un susurró repleto de su voz aterciopelada
Amelia le quiso regalar un trozo de lo que su corazón sentía
A: ¿Tú sabes que cuando estoy a tu lado el mundo no existe?, que me haces sentir reina
y diosa de toda la existencia (suspiró jugando con su cuello, su pelo, mientras Luisita le
apretaba el muslo que tenía cruzado sobre ella) Sin ti me siento tan poca cosa, contigo
todo es diferente Luisita... te quiero...
El Sol había vuelto tan majestuoso como siempre a iluminarlo todo, la actividad en la
aldea iba como el día comenzando poco a poco a ir desarrollándose. Los hombres
habían desayunado juntos ante la extrañeza de que mami Benigna no se había levantado,
Marce fue el siguiente en llegar al comedor y ante la explicación de Nsona enarcó una
ceja y miró instintivamente hacia tras donde se encontraba la cabaña de Benigna,
silencio. Sonrió y se sentó a desayunar, al poco rato una más que ojerosa Luisita llegaba
a la cocina, entraba como si fuera en una nube, flotando sin ver a un Marce que la
observaba divertido. La vio como canturreaba por lo bajo, así como bostezaba y se
cogía los riñones como si realmente estuviera sola y pudiera dar muestras del cansancio
que su cuerpo sufría. La mirada escrutadora de Marce le hacía sonreír, verla en ese
estado le provocaba una mezcla de satisfacción por la pareja y cierto temor por lo que el
futuro pudiera reservarles. Ese futuro en el que él muchas noches pensaba y tan solo lo
reconocía en su máxima soledad, también le asustaba, la posibilidad de no ver a Cruz ni
a la niña más, era algo que le provocaba pánico, y también le provocaba pánico lo que
pudiera pasar a aquellas dos mujeres que él sin tapujos también reconocía las apreciaba
y era cuando podía ver el brillo de la felicidad en los ojos y Luisita deslumbraba todo
con aquel brillo. Al salir con la bandeja lo vio allí sentado observándola
En la cama medio tapada medio desnuda con el pelo sobre la cara yacía agotada Amelia,
sin duda, la noche había sido intensa, y ambas sentían el cansancio en forma de agujetas
en según que partes de sus cuerpos
L: Joder... nunca había tenido agujetas ahí (susurró tocándose los muslos en la parte
posterior, entonces sonrió al pensar en cual de todas las posturas le había podido dejar
ese dolor, volvió a sonreír) Es maravillosa... Amelia... Amelia...
A: Mmmmm (protestó)
L: Venga cariño que tenemos que desayunar y trabajar
A: No...
L: Vamos... gandula venga (sonreía viendo como se hacía la remolona)
A: Un poco más Luisita... no seas mala (musitaba con los ojos cerrados cambiando de
lado la postura de la cabeza)
L: Desde luego, ¡y soy yo la marmota!, ¡venga! (se subió sobre ella haciéndole
cosquillas mientras sonreía sin parar)
A: Luisita para... no... para... joder... (decía muerta de risa luchando con ella hasta que
pudo girarse y echarla sobre la cama poniéndose sobre ella) Eres una flojita
L: ¿Ah sí?, pues anoche no me dijiste lo mismo (le acariciaba la cara, con una mano y
con la otra Amelia la tenía retenida)
A: Es que... anoche... (movía su cabeza un poco de lado a lado graciosamente)
L: Ya... (no hacían falta más palabras, se besaron con suavidad) Te quiero
A: Y yo mi vida (le devolvía los besos por la cara, por los labios) Te quiero mucho
pero... tengo un hambre... no cené
L: Por cabezota no cenaste
A: No me lo recuerdes (sonreía mordiéndose el labio inferior)
L: Como sabía que me ibas a cambiar rápidamente por el desayuno me he esmerado
A: Mmmm... que pinta tiene (cogió el vaso de leche fresca tal y como le gustaba y dio
un sorbo) Te ha ayudado Benigna
L: No, lo he hecho yo porque Benigna ha pasado una noche orgásmica y nos ha dejado
a nosotras en ridículo (Amelia que había vuelto a dar otro trago de leche lo escupió
como si fuera un aspersor llevándose la riña de Luisita) ¡Amelia!
A: Lo siento (decía limpiándose la barbilla) ¡Pero eso no puede ser!, ¿estás segura?
L: Me lo ha dicho Marce
A: ¡Ah bueno! (exclamó como quitando importancia si venía de parte de Marce)
L: Amelia... que son casi las nueve y media y Benigna no está en la cocina, está en la
habitación
A: ¡Qué! (aquella noticia le afectó mucho más, dejó a un lado la bandeja buscando sus
pantalones y camiseta)
L: ¿Se puede saber que haces? (la miraba entre divertida y perpleja)
A: Luisita ¿y si le ha pasado algo?, ¿eh? (preguntaba preocupada metiendo sus largas
piernas en el pantalón)
L: Marce no estaría tan tranquilo
A: Marce es un tranquilo (se enfundó la camiseta) ¿Y si le ha dado algo?
Una pija en la selva 836
L: Hola Cariño... ¿cómo estás? (la abrazó ante la mirada sonriente de Amelia)
Mona: Auuuu aggggggg (movió la cabeza)
L: ¿Te duele?
Mona: Auuuu (asintió juntando los dientes y miró a Amelia)
A: Hola Mona, mira te he hecho caso y le he dicho a Luisita que la quiero
Mona: Hi hihihihihihihihihi (decía aplaudiendo mientras mostraba sus dientes
nuevamente)
L: Oye que pasa aquí... ¿eres su confidente Mona? (su gesto era tan de sorpresa como
de complicidad)
Una pija en la selva 837
En el despacho con gesto serio estaba Marce, cuando lo vio, imaginó que había
problemas, no quiso interrumpirlo en sus pensamientos, tan solo se sentó delante suya y
lo observaba
Su pregunta y exclamación sonaron al aire, una plegaria no hubiera llegado más alto, ni
más lejos, su queja se convirtió en torbellino cargado de dolor, de tristeza, las
expectativas en aquel viaje se presentaban muy tenebrosas y aunque les había advertido
a las dos, sabía que nada podía hacer ante lo que intuía iban a descubrir
Y así salieron de la cabaña, ante ellas una nerviosa Benigna caminaba de lado a lado, se
notaban sus ojeras, y ambas se miraron asombradas. Al verlas llegar juntas se frotó las
manos, carraspeó y les dijo
Y como siempre que se marchaban, primero lo hizo el camión manejado por Zulú y
junto a él Yildas, tras ellos la cafetera y sus mil sonidos únicos y maravillosos para los
oídos de Marce, los niños entre gritos y saludos corriendo junto a ellos, cuando Amelia
y Luisita se giraron vieron a una más que preocupada Benigna mirar su partida junto a
Bárbara que le pasó la mano por la cintura. Amelia miró a Luisita, y Luisita le sonrió
con una mueca comprensiva, la Pediatra suspiró y se acomodó en el asiento
Al ver como se cerraba la puerta, los hombres continuaron con su trabajo bajo la
supervisión de un renqueante todavía Massamba, mientras Benigna formaba en su
barbilla un cierto puchero
B: Siempre igual, cuando los veo partir un dolor en mi corazón y una angustia se
apodera de mí
Bárbara: El peligro siempre está ahí, pero nada va a pasar, además... ¿no estás más
calmada con lo que te hice?
B: ¡Bárbara, Bárbara! (le dijo sonriendo)
Bárbara: ¡Ay mi bella damisela! (sonrió poniendo su mano derecha sobre el corazón)
El camión y la cafetera iban haciendo su camino con el silencio de sus ocupantes, les
acompañaba un intenso sol, que les hacía ir con las ventanillas bajadas, pensativos, con
Una pija en la selva 840
los ojos bien abiertos sin dejar ninguno la concentración en cuanto les rodeaba.
Llevaban algo más de dos horas de camino cuando Luisita vio como el camión se
detenía. No dijo nada no quería molestar la concentración de Marce, pero vio como
Amelia abría la puerta y salía, ella hizo lo mismo, si había aprendido algo era hacer todo
cuanto veía en ella sin preguntar, sin decir, y fijándose mucho en lo que pisaba
Entre todos camuflaron la cafetera, Marce se despidió de ella con un beso, las chicas se
intercambiaron una mirada y una sonrisa, Zulú fue caminando hacia un lado
perdiéndose por un camino de vegetación bastante angosta, tras él, Yildas con el fusil,
de entre los matorrales sacaron una bwatu (barca) y sin perder tiempo montaron en ella.
El silencio de la Selva dejaba escuchar nítidamente el sonido del agua golpeando la
bwatu, los ojos escrutadores de los médicos y sus compañeros no perdían detalle de
cualquier movimiento que podía darse en la parte que ellos tenían que llegar
Tras atar la bwatu, llegaron a un cruce donde les estaban esperando dos hombres, éstos
saludaron a Zulú y Yildas, hablaron durante un rato y después les hicieron señas para
que les siguieran
A: Serás una estupenda madre, una madraza (le decía con esa mirada entremezclada de
admiración y amor)
L: ¿Tú crees?
A: Estoy segura
L: Se nota que te gustan los niños Amelia
A: Bueno... estudié para ello, ya lo sabes
L: Te quiero (le dijo de golpe)
A: Y yo (sonrió ante la confesión mirándola encandilada)
M: ¿Ya estamos? (les preguntó cruzando sus brazos sobre el pecho)
Una pija en la selva 841
Como siempre que trabajaban lo hacían de una manera totalmente profesional, cada uno
en su terreno, Luisita en medio de los dos prestando principalmente el instrumental y si
algún niño rompía a llorar era junto a Amelia quien trataba de tranquilizarlo ante
siempre la sonrisa de la madre. Durante tres horas trabajaron sin descanso, una vez
todos estaban vacunados, se sentaron como era costumbre bajo un árbol mientras Zulú y
Yildas volvían a desmontar la Clínica
M: ¿Qué tenemos?
A: En los niños todo bajo control, tan solo hay un par que bueno... sus madres me han
dicho que comen poco, estaría bien darles alguna vitamina. Por cierto Luisita ¿nos
quedan?
L: Sí, hay tres cajas de lo último que nos mandó Quintero
A: Vale pues intentaremos hacerles entender que deben tomarlas
M: Eso es más complicado (se rascó la perilla)
A: Por lo demás bien. Están fuertes, y creo que con un nivel bueno de alimentación, no
he visto lesiones más que los habituales golpes y poco más
M: Los mayores he visto cuatro casos de artrosis bestial, el brujo se encarga de ello, es
increíble como solucionan todo con magia
L: Sí, es increíble (susurró pensativa)
M: ¿Y a ti qué te pasa?
L: Nada... nada... solo que... me he acordado del pequeño que murió (no pudo ocultar su
tristeza)
M: Ya... (miró a Amelia enarcando sus cejas)
A: Bueno si lo tienes claro Marce... creo que sería bueno volver a cruzar el río
M: Sí. Solo tenemos que dejar las vitaminas y procurar que lo consigan entender
A: Mira si no lo entienden mejor no las dejamos ¿eh?, quizás en otro sitio si lo
necesitan más
M: De acuerdo. ¡Zulú! (se marchó con él para hablar con los jefes de la aldea)
A: ¿Estás bien, cariño? (le acarició con ternura el brazo)
L: Sí, solo ha sido un golpe inesperado de añoranza
A: Bueno... es normal, a mí también me suele pasar. Vamos
Finalmente el brujo se negó a dar a los niños aquellas pastillas endemoniadas que lo
más seguro iban a causar más daños que otra cosa a sus niños. Tras las gracias y un
saludo, los hombres que los habían acompañado les volvieron a llevar hasta la Bwatu.
Volvieron a bajar río abajo con la corriente del mar, decidieron tomar algo mientras
llegaban al siguiente destino
L: ¡Qué bueno!
M: Dios parece mentira en plena Selva, en el río más grande que existe y nosotros con
unos súper modelos de fiambreras de colores ¡inaudito! (decía mientras Yildas y Zulú
reían de buena gana)
L: No te quejes (le respondió seria tratando de no reírle la gracia)
M: No pija no, no me quejo... solo me sorprendo
A: A ti aún te ha tocado un color llevadero, pero este violeta mío es infame
L: ¡Encima te quejas!, si es que no sé para que hago nada... sois un par de carcamales
A: ¡Pero qué dices! (le lanzó un trozo de carne dejándola en el pelo colgando de Luisita)
Zulú: Mwasi a mí gustar
Una pija en la selva 842
Después de comer entre risas y algún que otro susurro de Zulú a modo de canción,
llegaron a su nuevo destino, mientras la bwatu se deslizada por el río suavemente,
Amelia le iba explicando a Luisita cosas sobre el entorno, como tiempo atrás viajaron,
Luisita se apoyaba en el pecho de Amelia, y ésta la cogía por la cintura mientras Marce
descansaba con su sombrero de paja puesto en la cara. A pesar de todo, del peligro, del
desconocimiento de lo que podía ocurrir, de la soledad en aquella inmensidad de río,
ambas se sentían felices de poder compartir aquella nueva aventura, aquella visión
privilegiada de la extensión maravillosa de la Selva, del poder y magnetismo de aquel
color espeso que les rodeaba, de un cielo azul, de los sonidos de los pájaros, en los
cantos de algunas aves, compartir aquel viaje para ambas, significaba estar juntas,
unidas y la vida les había regalado aquel momento en el que a pesar de la zozobra a su
manera, eran felices
Zulú: Dicen que una mujer está dando a luz pero no sale el niño
M: Venga... vamos...
Primer problema, y llegar así no era demasiado bueno, si el brujo se ponía en su contra,
las cosas se hacían más difíciles y les costaba más hacer su trabajo, según las notas de
Marce en aquella aldea había treinta personas
Llegaron con prisas, con esas prisas, Luisita se resbaló al pasar un riachuelo dándose un
buen golpe pero esta vez fue a caer de frente, Amelia la levantó
No había tiempo para nada más, llegaron cuando las mujeres se apartaban de la puerta
de la pequeña cabaña, rápidamente Amelia tomó posición, al lado de la mujer Marce
que la miraba, y al otro Luisita que comprobaba sus constantes vitales
A: Se ha encajado Marce
L: Tiene muy bajas las constantes
A: Ponle una vía y gotero
M: Amelia esta mujer estaba pariendo sola... no vamos a poder sacar al niño
A: Voy a intentarlo
L: Está muy débil
M: ¿Nos arriesgamos Amelia?
A: No hay tiempo, el niño está asfixiándose (decía con el ceño fruncido)
M: De acuerdo, suerte
Una pija en la selva 843
El médico salió y a los familiares y demás aldeanos les explicó que era muy complicado
poder sacar con vida al niño y salvar a la madre, los hombres fruncieron sus labios y las
mujeres comenzaron a llorar rezando a los espíritus. Como era habitual en esos casos,
los hombres comenzaron a preparar una hoguera para en el caso de que no sobreviviera,
incinerar el cuerpo con ramas de palmera, Marce miraba preocupado hacia la cabaña,
Zulú y Yildas montaron la clínica móvil y se sentaron junto a él
Al salir, vieron como Marce había estado adelantando el trabajo, las miró sonriendo
mínimamente con aquella mueca, les daba la enhorabuena. Pero no solo él, los hombres
saludaban inclinando la cabeza a las dos mwasis mondeles, las mujeres les colocaron
flores en el pelo en señal de gratitud, y uno de los hombres más viejos del lugar les llevó
una moringa (vasija de barro) con un líquido espeso dentro. Luisita miró con terror
hacia Amelia, ésta asintió con la cabeza y le dio un sorbo
Así siguieron trabajando, con los continuos gestos de Luisita mientras miraba a Amelia
y la veía tan tranquila trabajar, cuando terminaron, era casi la hora de cenar, las mujeres
habían preparado comida y les hicieron sentarse en el suelo junto a ellos
Una pija en la selva 844
A: ¿Estás mejor?
L: Amelia era puro fuego
A: Exagerada... es una mezcla de raíces de planta... un poco alucinógena te aviso
L: Estoy muerta de calor
A: No será por otra cosa
L: Amelia (le dijo entre diente mientras abría sus ojos)
A: Jeje (sonrió)
L: ¿Vamos a dormir en alguna cabaña? (la miraba suspirando)
A: Me temo que no, son hospitalarios pero no como para salir de sus hogares, nos han
preparado una buena hoguera para calentarnos y gracias a tus tiendas de campaña de
último grito pijo, vamos a poder tener algo de intimidad
L: ¡No empieces Amelia! (de repente comenzó a reírse como loca sin poder parar)
M: ¿Todo bien?
L: Siiiiiiiiiiiiii (volvía a reír a carcajadas)
A: Creo que será mejor que andemos un poco
L: Estoy estupenda, pero es que... ay no puedo parar de reírme solo de pensar en la
tienda de campaña (decía tapándose la boca)
A: Vamos a hacer una cosa, voy a ver a la madre y el niño, y después caminamos un
poco y nos acostamos ¿te parece bien? (la miraba divertida)
L: Vale... ¿te acompaño?
A: No, ahora vuelvo. Marce
M: Sí, la vigilo, creo que ha dado un trago más grande de lo recomendable
L: ¡Uf qué calor! (se daba aire con la mano)
M: Joder... ya veras tú ya... serenata pasional
L: ¿Qué dices Marce? (le preguntó al escucharlo hablar en voz baja)
M: Que menuda has pillado
L: ¡Uf qué calor!
Cuando Amelia terminó de revisar a la mujer, salió recibiendo la sonrisa del marido y
los besos de sus hijos, les dio las gracias con una sonrisa y fue a por Luisita, allí estaba
hablando con Marce tranquilamente, parecía que el efecto le había pasado. El reflejo de
la fogata alumbraba su rostro, y sintió como el corazón le golpeaba fuerte el pecho, sin
duda, aquello era amor
A: ¿Nos vamos?
M: He quedado con Zulú que en cuanto amanezca nos ponemos en marcha
A: De acuerdo, nos avisas
M: Sí, a ver si tenemos cabeza, ¿eh? (les advirtió)
L: Uf... qué calor (repetía sin cesar)
A: Venga cariño vamos a dar un paseito y a estirar un poco las piernas
L: Vale ayúdame (le dio las manos)
A: Arriba campeona (le aupó y de un salto se puso en pie)
L: Yujuuuuuu (dijo al llegar a su cuerpo)
M: Menuda ha pillado... si es que...
A: Hasta mañana
M: No quiero escuchar ni un suspiro Amelia, mira que estamos en medio de la selva, y
esta gente no es como en la aldea
A: Tranquilo Marce, sé lo que hago
Una pija en la selva 845
M: De acuerdo, eso espero. Vaya cogorza mírala (decía señalando a Luisita que parecía
bailar ballet
A: Me la llevo, vamos Luisita (no podía contener la risa de verla en aquellas
circunstancias)
L: Sí mi vida, mi cielo, mi conquistadora, mi tierno trocito de pastel de chocolate, la
reina de mi vida, la dueña de mi corazón, la que alienta mi alma, una perita en dulce
para mí y una loba en la cama (dicho esto se tapó la boca y sonrió como quien comete
con su comentario una travesura)
A: ¿Todo eso soy?
L: Y más... mucho más (le dio una palmada en el culo)
A: Creo que te hará bien un poco de aire
L: Si no hace
A: Caminar cariño... caminar
L: Amelia tengo mucho calor (le dijo haciendo la acción de quitarse la camisa)
A: ¿Qué haces? (la detuvo)
L: Tengo calor
A: Será mejor que nos acostemos
L: Vale (sonrió)
A: Pero nada de nada ¿eh?
L: Nop (negaba con la cabeza de lado a lado divertida)
A: Ay que me pierdo... Amelia control
L: ¿Cómo era esa de Olé Olé...?, sí ya me acuerdo (se puso delante de ella pasando sus
manos por la cintura de Amelia mientras Luisita bailaba graciosamente y muy
descompensadamente) “No controles mi forma de bailar porque es total, y a todos les
excita, no controles mi forma de mirar porque es total y a todas enamoro”
A: Luisita por favor (decía sin para de reír al ver como se movía)
L: ¿Te excito, o no?
A: Mucho lo sabes
L: Bien (daba un salto con una gran exclamación)
A: Venga vamos a dormir
L: Si es que soy irresistible... has caído a mis pies señora conquistadora, la señora
conquistadora ha sido conquistada (decía triunfal)
A: Así es, pero cuando estés en tu juicio no lo reconoceré (no podía dejar de sonreír)
L: Me estoy meando Amelia
A: Eso, tú pierde el lado pijo
L: Me meooooooo
A: Venga vamos (la llevaba tras un árbol)
L: Uffffffffffffff que alivio...
A: ¿Te falta mucho?, ¿Luisita te falta mucho?
L: Nop
A: Que divertida (sonreía sin poderlo evitar)
L: Ayyyyyyyyyyyyyy
A: ¡Ya me parecía a mí! (susurró yendo a por ella se la encontró con los pantalones
bajados y sentada en el suelo) No entiendo como te ha dado tan fuerte
L: Ay mi culo Amelia... me he pinchao algo
A: Joder... te has caído sobre la planta de los pinchos...
L: Ayyyy mi pobre culito
A: A ver vamos (le subió los pantalones y la llevó hasta la tienda de campaña)
M: ¿Ha pasado algo relevante para tal grito de la pija gritona? (le preguntaba mientras
los otros dos hombres las miraban)
Una pija en la selva 846
A: Nada Marce que se ha caído sobre una plantita con pinchos... ¿te lo puedes
imaginar?
M: ¿Necesitas ayuda?
A: Creo que no... ¿hay pinzas en el botiquín, verdad?
M: Sí
L: ¡Ay Marce que no me voy a poder sentar!
M: Tranquila yo he pasado por ello y solo duran unos días
L: Todo me da vueltas, ¿no será mortal, verdad? (preguntaba medio llorosa)
A: No Luisita, no, es una planta de lo más normalita... venga...
M: Suerte (sonrió)
Zulú: Pobre Mwasi Luisita
M: Si es que... a patosa no le gana nadie
El silencio se hizo dueño de la tienda, la luna grande y hermosa, iluminaba todo, por la
ranura que dejaba la cremallera entraban unos cuantos rayos, se mezclaban en el pelo de
Luisita, así como si la estuviera hechizando, y uno de esos reflejos descubrieron sus
ojos abiertos de par en par, mirando a Amelia. Amelia estaba encontrándose con el
dulzor del sueño cuando notó algo recorrer suavemente su vientre, tragó instintivamente
saliva, y aquello que notaba seguía descendiendo más y más, hasta con un movimiento
ligero y hábil, como si fuera un ladrón abriendo la caja fuerte que escondía el tesoro
más importante del mundo, se introdujo en él
L: Recuerda... no puedes gritar (le musitó al oído haciendo que Amelia se sintiera
desbordada por los sentimientos)
El silencio de la noche se hizo poderoso, Amelia con los ojos cerrados sintiendo las
caricias de Luisita quien tan solo la observaba, haciendo de aquella forma que el
Una pija en la selva 848
momento fuera diferente y especial para ambas, al abrir los ojos empujada por el placer,
vio que en el interior de la tienda, habían entrado las estrellas del cielo, la luz de la luna
y nuevamente Luisita le había regalado un momento único en su vida, al girar su cabeza
para mirarla, vio en sus ojos el brillo más importante que la vida le podía dar, el brillo
del amor por ella que siempre buscó y por fin, había encontrado
A: Te quiero...
El sol empezaba su diaria lucha con la oscuridad para entregar en el cielo de África un
nuevo amanecer. Los animales al ir descubriendo los primeros rayos comenzaban sus
habituales cánticos, los pájaros alzaban sus vuelos en libertad, los monos comenzaban a
aullar, y algún que otro sonido salía de la espesura de la Selva. Mientras, en la tienda de
campaña último modelo de las chicas, dos cuerpos seguían entrelazados, abrazadas
como era su costumbre, de la misma manera que el sol iluminaba ya el día, ellas se
despertaban abrazadas, las piernas entrelazadas, los brazos mezclados entre los cuerpos,
las respiraciones pausadas
M: ¡Chicas nos vamos levantando! (se oyó la voz de Marce desde fuera)
Ligeras protestas por la llamada, pequeños movimientos que lo que hacían era unirse
más ambas pieles, ambos cuerpos, las manos cobraban vida y tocaban, acariciaban y
disfrutaban del despertar lento, maravillosamente compartido cuando los labios como
las manos cobraban vida y comenzaban a buscar la otra piel, los otros labios, besos
suaves, movimientos pausados repletos de calma y mucho amor
Tras una carcajada se vistieron sin poder lavarse, lo harían más adelante a lo largo del
día en el río, al salir vieron que la única tienda que faltaba por recoger era la suya, tras
saludar a los hombres que las miraban sonrientes y preguntarle a mwasi Luisita por su
trasero con respeto, aunque alguna sonrisa divertida se les había escapado haciendo que
Luisita rompiera en una carcajada. Ellas mismas desmontaron la tienda y después
pasaron a ver a la chica, todo estaba en perfecto estado, y con la gratitud de la madre y
de todos los aldeanos, se marcharon por el camino que les había llevado hasta ellos.
Subieron a la bwatu para emprender el viaje y al sentarse Luisita llegaron sus problemas
Y así entre bromas, risas y unas manos entrelazadas, fueron haciendo el viaje, Viches
finalmente se metió en sus notas, la siguiente aldea tenía un total de cuarenta y tres
habitantes, les esperaban en la senda del río y según sus previsiones, acabarían con
tiempo de sobra para volver a la aldea todavía de día
Al llegar, al lugar indicado vieron que no había nadie esperando, aquello molestó a
Marce lo suficiente como para prestar atención, Yildas con el fusil bajó el primero,
después lo hizo Zulú, Marce y ambas chicas. El silencio era espectacular, no había nada
más sobrecogedor que el silencio en la Selva, despacio caminaron por el camino,
machete en mano Zulú iba abriendo paso, hasta llegar a una especie de senda por donde
se adentraron, el corazón de todos ellos latía fuertemente esperando encontrarse con
cualquier barbarie, ante el gesto de Marce de máximo silencio y atención fueron
llegando hasta el lugar donde se encontraba la aldea, se escondieron tras una zona de
alto follaje, observaron temiéndose lo peor, entonces alguien tocó el hombro de Luisita
que estaba la última, al girarse vio a un hombre pequeño y su voz contrariamente a lo
que era habitual no salió de su garganta, tan solo estiró con fuerza del brazo de Amelia.
Al girarse, vio al hombre sonreír
Al llegar a la aldea Luisita quedó boquiabierta, aquellos mongulu de los que hablaba
Amelia eran tan pequeños, y se encontraban dentro de la más espesa Selva, el suelo
repleto de las hojas de los árboles que caían, fogatas dentro de los mongulu, decían que
para ahuyentar los mosquitos y demás insectos, le llamó la atención también las
mujeres, vestidas con ropas que cambiaban en los poblados por comida que ellas
mismas recolectaban, eran un pueblo singular, simpático y muy acogedor
Mientras ellas revisaban a los niños, Marce y los dos hombres intercambiaban cosas con
los hombres de la aldea, eran perfectos negociadores y tanto Zulú como Yildas
acostumbrados a tratar en sus antiguas aldeas con ellos, se divertían junto a Marce
sentados en la hoguera escuchando sus historias de caza
Al finalizar como era costumbre en ellos, les preparaban una taza de jugo de coco,
Luisita miró a Amelia quien le dio la señal de que podía beber tranquilamente, tras los
saludos y dejarles vitaminas para los niños, se marcharon esta vez sí, acompañados por
cuatro pigmeos quienes les abrían paso. Al llegar al río, se despidieron con un sentido
abrazo, a las mwasis les ofrecieron dos collares con los caparazones de caracoles, algo
que asombró a una atónita Luisita, y con el aviso de una nueva revisión a los seis
cambios de luna, se marcharon río arriba
Nuevamente Luisita tumbada, al salir de la espesa Selva se dieron de bruces con el sol y
nuevamente el calor
Y así hicieron parte del camino, Luisita medio adormilada, Amelia pensativa dándole
vueltas al pensamiento que Benigna le había dicho sobre llevarse a Luisita a Madrid,
aunque ella no barajaba esa posibilidad, sentirse a salvo y poder vivir la vida con
tranquilidad, con un trabajo y unas horas, sin exponer su vida al peligro de la Selva, le
estaba rondando por su cabeza, no quería exponer a Luisita a peligros, porque la sola
idea de pensar que algo podía pasarle, le hacía sentir un vértigo y un dolor de estómago
que no acertaba a controlar. Cuando llevaban la mitad del camino hecho, Marce decidió
parar para comer algo, y hacer sus necesidades que ya llevaban cuatro horas metidos en
la bwatu
Volvieron a la bwatu, se volvieron a proteger del sol, con gorras, crema y camisas de
manga larga, Luisita seguía tumbada de lado, junto a ella Amelia, hicieron el recorrido
más o menos tranquilo y en silencio. Sin duda, lo que temían iba a ser un camino repleto
de sobresaltos, se había saldado hasta ese momento, con una tranquilidad extrema, y un
nacimiento
Llegaron con la tarde a la cafetera, sacaron todas las ramas de encima, se montaron en
los coches, Luisita tras unos cuantos movimientos raros, para poder tumbarse de lado
ante la burla de Amelia, y comenzaron a hacer las tres horas y media de viaje de vuelta.
Llevaban ya la mitad del camino cuando Luisita habló
M: ¿Para qué?
L: Es que tengo una urgencia
M: ¡Luisita no me jodas! (protestó)
L: Lo siento es que... no puedo más
M: No voy a parar
L: Marce que me meo (decía apurada)
A: Venga Marce es un momento solo
M: Avisa a Zulú que se haga a un lado y miren antes de que baje
L: Gracias (le dijo con gesto de apuro)
Pararon el camión, Yildas y Zulú, junto a Marce dieron un vistazo, todo en calma
De pronto...
Al llegar se detuvieron en seco, ante ellos el horror humano que pensaban habían sido
afortunados de no encontrar, Luisita estaba pálida con sus ojos abiertos como platos,
observando como en el suelo yacían cuerpos de hombres, mujeres de todas las edades,
niños, nadie se atrevía a dar un solo paso ante la barbarie que habían encontrado. Fue
Yildas, el primero en pasar, el primero en mirar con sus ojos rasgados, con la rabia
marcada en sus mandíbulas, con el fusil apretado en su mano, después Marce quien con
pasos temerosos se acercó hasta él, mientras Amelia acunaba a una Luisita que había
roto a llorar sobre su pecho
M: Miremos a ver si hay supervivientes (esa voz queda, no parecía la suya, ese gesto de
horror marcaba en su rostro arrugas nuevas)
Zulú: Están muy fríos ziku (Zulú se agachó para tocar al hombre que yacía envuelto en
sangre)
M: Imposible que haya sobrevivido nadie (miraba desolado alrededor)
A: Vamos a estar seguros Marce, venga Luisita quédate aquí (le dijo con la voz suave
tratando de acunarla con ella
L: No, voy con vosotros (se secaba los ojos, subía sus mocos)
M: Deben estar muertos más de veinticuatro horas
A: De todos modos... asegurémonos
M: Voy a dar el aviso (seguía teniendo ese tono de voz totalmente roto)
Zulú: Mwasi no hay vivos (le dijo mientras Yildas seguía con la exploración)
Una pija en la selva 854
A: Han hecho bien el trabajo (miraba alrededor encontrando en cada cuerpo una señal
de extrema violencia)
Yildas: Nadie
L: Dios mío... los niños Amelia (su gesto volvió a teñirse en tenebroso)
A: Lo sé cariño, lo sé (dijo tan abatida como ella)
Zulú: Mwasis marchar, nosotros arreglar no ver más (les dijo Zulú mientras junto a
Yildas se marchaban al camión, allí siempre llevaban utensilios que les facilitaban la
labor) Ahora volver
A: Está bien... vamos Luisita
L: No lo entiendo (murmuró con su gesto todavía repleto de perplejidad, rabia y
descorazonamiento)
A: Venga vamos... no hacemos nada aquí cariño (estiró suavemente de su brazo para
llevársela)
L: Al menos, recemos por sus almas Amelia
A: Luisita... vamos (la miró entristecida entendiendo su dolor)
L: Espera (la detuvo en seco) ¿Has oído eso?
A: ¿El qué?, no oigo nada (la miraba con el ceño fruncido)
L: He escuchado algo por allí (señaló hacia un lado donde habían varios cuerpos
A: No escucho nada, venga eso es la sugestión cariño (le dijo con dulzura mientras
ponía atención) No se oye nada
L: Estoy segura Amelia que he escuchado algo por ahí (sin más se dirigió hasta donde
creía haber escuchado algo
Mientras sobre el capó de la cafetera, Marce trataba de situarse para dar las coordenadas
exactas a Quintero, debían formalizar la denuncia de una nueva masacre, de una nueva
aberración contra la humanidad. Estaba en ello cuando vio como Zulú y Yildas llegaban
con gesto serio profundamente afectados por lo que habían tenido que soportar
M: ¿Y Amelia?
Zulú: Se quedó
M: ¿Hay algún superviviente? (lo miró con el ceño fruncido)
Zulú: No ziku
M: De acuerdo. No quiero quedarme mucho tiempo aquí, no sé si estén cerca
celebrando aún la matanza
Yildas: Nosotros quedar
M: No, nos vamos todos, voy a avisar a Quintero, desgraciadamente no podemos hacer
nada
Mientras los hombres bajaban los utensilios del camión, y Marce trataba de ponerse en
contacto con Quintero, Luisita había salido corriendo sin saber muy bien si lo que había
escuchado era real o no. Amelia lo hizo tras ella, miraban a su alrededor buscando algo
que ninguna sabía que era, trataban de no mirar las caras del horror, las heridas abiertas,
la sangre, las barbaridades más atroces nunca vistas para Luisita y ya alguna que otra
vez vividas por Amelia
A: Corre (llegaron a donde varias mujeres yacían en el suelo con heridas por todo el
cuerpo, sangre saliendo de sus entrañas, supuestamente violadas con tal salvajismo que
a las dos les entraron arcadas al verlas allí. Amelia quería escapar llevarse lejos a Luisita
pero quería saber que era aquello. Al poner atención definitivamente supo de donde
venía aquel leve sonido) Es aquí
L: Dios mío Amelia... mira...
A: Dios...
L: Es un... es un bebé (susurró mientras se agachaban y retiraban la mano de la madre,
que lo tenía aferrado a su cuerpo y con la ropa con la que seguramente en la agonía de
su vida había cubierto a su hijo. Luisita impactada murmuró con total énfasis) Dios...
A: Luisita está vivo... débil pero vivo... esta totalmente hipotérmico... rápido avisa a
Marce, necesitamos abrigarlo, ponerle una vía... rápido Luisita (se dispararon sus
nervios)
L: ¡Marce... Marce! (llegó llamándolo desesperada tras una carrera en la que hubo algún
tropezón pero llego sana y salva hasta la cafetera)
M: Adiós Quintero (colgó y entonces la vio descompuesta como sacaba su maletín)
¿Qué pasa?, ¿qué haces?
L: Un bebé, Marce... un bebé rápido
M: Joder... Zulú... Yildas... vigilar... no os mováis de aquí, los militares están avisados
llegan decía gritando) ¿Cómo está?
A: Hay que estabilizarla, es niña, tiene hipotermia de estar con la madre muerta (le
tocaba las pulsaciones y revisaba posibles heridas)
M: Hay que salir de aquí Amelia... este silencio no me gusta
A: Vale... (cogió a la niña en brazos acercándola a su pecho)
M: ¡Rápido al camión, vámonos de aquí! (gritaba a los hombres que suponían que algo
les había dicho Quintero y actuaron rápidamente)
L: Espera...
M: No puedo esperar Luisita (subió las ventanillas arrancando la cafetera entre ruidos y
quejidos
A: Marce tiene que ponerle la vía
L: Ya... ya (decía algo alterada, la niña rompió a llorar aunque había acertado a la
primera ante el gesto complaciente de Amelia) ¿Qué le pongo?
A: Ponle salino, y la manta hipotérmica que está detrás
L: Sí... (con rapidez sacó un suero y lo conectó a la pequeña aguja que había puesto en
la vena de la niña, abriendo el gotero con cuidado para que no entrara demasiado
rápido) Esto ya está
A: Dame, yo sujeto el gotero
L: Sí... (le dio el gotero poniéndose a gatas sobre el asiento y sacando como pudo la
manta)
A: Avisa a Benigna Marce, que vamos con la niña, que preparen la cama del hospital
y... espera... no... (se detuvo con gesto pensativo mientras Luisita le ponía la manta)
Dile que su viejo calefactor lo ponga en nuestra cabaña, que trate de que esté lo más
caliente posible, que ponga agua a calentar... y alguna manta en la cama
M: Bien (dijo mirando por el espejo retrovisor con el miedo en el cuerpo, como si de
entre la maleza intensa pudieran salir con sus fusiles los guerrilleros que habían
cometido tan salvaje acto)
L: Pobrecita Amelia... mira que pequeña es (le decía mientras Marce hablaba con
Benigna y Luisita tapaba a la pequeña frotando sus pequeños bracitos)
A: Sí... está en bastante buen estado Luisita (decía mientras la palpaba) Creo que la
madre la escondió, esos salvajes no hubieran tenido escrúpulos en asesinarla también
Una pija en la selva 856
El camino se les hizo largo, cuando tan solo les separaban veinte minutos de la aldea, al
ver que se asomaba con su vieja y destartalada muralla de protección, Marce respiró
tranquilo. En el interior todo estaba preparado para recibirlos, y sobre todo la rapidez
con la que Amelia, salió del coche mientras Luisita llevaba el gotero y entraban con la
pequeña a la cabaña, hizo que las mujeres expresaran a la vez un “oh” de emoción
A: Ayúdanos Benigna
B: Sí... que criaturita más mona... que pequeñita (decía emocionada)
A: Sí, Luisita dame el fonendo por favor, quiero asegurarme de que va mejorando
L: Toma (la miraba con una expresión enternecida)
B: ¿No había nadie más vivo? (les preguntó mirándolas alternativamente)
A: No, una barbarie más de esos hijos de perra
L: Se nota el calor (dijo sudando mientras se quitaba la camisa quedándose con la
interior blanca que llevaba de tirantes)
A: Le hará bien... eso es pequeña... a ver...
L: Lleva sangre
A: Sí pero es de la madre ya la había visto antes no tiene herida alguna (la habían
dejado desnuda revisando todo su cuerpo)
B: Nsona cariño... trae agua caliente para lavarla, eso le ayudará
A: Creo que la hemos estabilizado, va subiendo su temperatura
B: Claro estaba helada, voy a por el agua y a ver si podemos darle un poquito de leche
L: Pobrecita... mira... tiembla, necesita el calor humano, cariño ¿por qué no la abrazas?
A: Sí... igual sí ¿no?
L: Claro (la miraba sonriente entendiendo su respeto) Le hará bien
A: Espera voy a quitarme esto, me doy una ducha rápida y vengo. No la pierdas de vista
Fuera esperaba un desquiciado Marce, al ver salir a Benigna corriendo se fue tras ella
hasta la cocina donde estaba Bárbara preparando cosas para la niña
Mientras en la ducha Amelia, se daba toda la prisa que podía, no quería recordar bajo el
grifo las imágenes, quería quedarse con la niña aferrada a ella, quería pensar que le iban
a salvar la vida y que iba a ser una niña dichosa y feliz. Volvió rápidamente allí estaba
Luisita, mirando a la pequeña tratando de calmar su llanto
A: ¿Qué le pasa?
L: Creo que está reaccionando y tiene hambre (sonreía)
A: Es pronto aún...
L: Anda siéntate en la cama
A: ¿No quieres tú?
L: No Amelia, no puedo sentarme y necesita calor de una madre
A: Bueno... yo le puedo dar calor, de Pediatra (ponía gesto algo nervioso)
B: Ya estoy aquí, a ver el bibe de Nsona, está preparado, Lula me ha dado esto para
poner en el agua cerca de la niña, y los hombres van a hacer la danza de la vida esta
noche para fortalecer a los espíritus para que protejan a la pequeña
L: Estupendo así con todo esta pequeña saldrá adelante
A: Uf tirita (la abrazaba contra su pecho mirándola con un gesto tan tierno que los
rostros de Benigna y Luisita se volvieron de lo más sentimentales) Mira como nos
miran... parecen tontas
B: Perdona ¡eh! pero la que parece tonta eres tú... (acercó uno de los recipientes que
habían puesto agua caliente y dejó caer las gotas del brebaje de Lula) Ya está
L: Voy a ducharme yo... y esta ropa Benigna la voy a echar a quemar... creo que llevo
impregnado en ella el olor a muerte (hablaba con el ceño fruncido y con su tono de voz
cargado de dolor)
B: Muy bien, voy a ver si necesitan algo, os dejo solas. Ahora en cuanto esté la cena
vais a cenar o, mejor, os traigo aquí algo para que estéis tranquilitas, ¿vale?
A: De acuerdo (sonrió con gesto dulce)
B: Hasta luego
L: Bueno mi vida... voy a ducharme (se acercó y le dejó un beso en la frente) ¡No os
vayáis, eh!
A: Aquí te esperamos, ¿verdad?... venga date prisa que te echamos ya de menos, ah y
frótate bien el colador (aguantó su risa)
L: ¿Qué colador? (la miró sin entender)
A: Tu culito mi vida... tu culito (se reía abiertamente)
L: Desde luego como te gusta burlarte de mí (se había puesto en jarras y aunque trataba
de no sonreír, no pudo evitarlo) Voy a ver a Mona
A: Vale, pero no tardes...
Una pija en la selva 858
Luisita se giró para salir, pero justo cuando llegó a la puerta volvió la cabeza de lado, y
se encontró con una estampa que le hizo temblar de felicidad el corazón, allí Amelia le
había dado su dedo a la pequeña que se aferraba a él, mientras bostezaba, y agitaba sus
piernecitas, fue entonces cuando Amelia sintió la presencia de Luisita todavía allí y se
miraron, sus ojos mostraron el mismo sentimiento de felicidad, quizás el mismo
pensamiento, quizá la misma esperanza, pero claramente encontraron el amor recíproco.
Sonriendo ambas con la misma ternura
Bajo la ducha Luisita pensó tantas y tantas cosas, sintió tantas y tantas otras, que
deseaba salir de allí para llevarlas a cabo, frotó bien todo su cuerpo, al pasar su mano
por su trasero se quejo sin poderlo evitar, pero de igual manera una sonrisa marcó su
rostro al recordar aquel colador que le había dicho Amelia. Se secaba con ansías y se
vestía toda de Coronel Tapioca, de arriba a bajo, hasta las sandalias toda ella oliendo a
fresco, a colonia que dejaba rastro en su piel del perfume carísimo como le había dicho
Benigna, y si bien cuando entró lo hizo como si fuera una pordiosera, al salir, lo hacía
como si fuera la Pija Mayor del Reino de la Selva, tal y como un día le bautizó Amelia.
Estaba recogiendo la ropa cuando apareció ante ella Benigna, por su cara, no debían ser
muy buenas noticias las que le iba a dar al menos, algo que le preocupaba
L: Hola mamá
En: ¡Vaya dichosos los oídos que te escuchan!; estaba por ir a la Embajada y pedir
socorro por ti
L: Mamá estoy muy liada, ¿qué quieres? (le dijo cortante mientras pasaba sus manos
por el rostro ante la mirada furtiva de Marce)
En: ¡Qué voy a querer! saber de mi hija ¡te parece poco!, que me tienes con el alma en
vilo, con el corazón en puño
L: Mamá por favor... no seas dramática todo está bien (su tono cansino su mirada
perdida en el techo)
En: ¿Qué manera es esa de contestarme?, a mí, a tu madre
L: Tengo mucho lío... no puedo estar aquí todo el rato, estoy bien y ya está
En: Ya sé... ya... esos modales te los ha debido enseñar la maleducada esa con la que
hable el otro día
L: ¡Mamá! (la riñó mientras Marce se rascaba la barbilla como si pudiera presagiar
tormenta, no solo por el tono de voz de Luisita que cambió sino, por como se irguió en
el asiento) No te permito que hables así de Amelia
Una pija en la selva 859
Mientras en la cabaña, Amelia miraba a la niña con cara totalmente entregada a ella, le
miraba las manitas, los deditos perfectos, aquella pequeña nariz, los grandes ojos que
había abierto un par de veces, la perfección de la vida y sin poderlo evitar sus ojos se
llenaron de lágrimas, una perfección de la vida que no pudo disfrutar, si bien desde que
Luisita estaba a su lado el dolor y la rabia por lo que había perdido, había menguado
bastante, en ese momento en el que aquella niña se aferraba a la vida entre sus brazos
sintió que su alma salía reconfortada, que tenía una vida que no le pertenecía y que
seguramente en el momento estuviera más fuerte, se encargarían de llevar a cualquier
orfanato para buscarle una familia, pero en aquel segundo que sus ojos emocionados
soltaron una lágrima, sintió la felicidad de tenerla en sus brazos. Le besó la frente,
mientras le susurraba
Todos rieron más por el gesto de Amelia que por la frase en sí, Amelia siguió comiendo
sin parar, mientras Luisita se encargaba de ponerla guapa ante la visita de los niños que
sentían curiosidad por ver a la niña que había llegado, y todos, pasaron por la cabaña de
las mwasis para ver el encanto de niña que había llegado a la aldea, las exclamaciones,
las sonrisas, los gestos de aceptación de todos, fueron bien recibidos por las dos mujeres
blancas que se sentían como si realmente alguna de ellas hubiera traído a la pequeña al
mundo. Tras la visita, los hombres sacaron el tam-tam, todos se pusieron alrededor de la
hoguera, mientras Amelia y Luisita observaban a la pequeña en la cama y los
movimientos que hacían fuera, con las voces de las mujeres pidiendo a los espíritus la
protección para Maes. Finalmente cuando la danza se detuvo, Massamba se acercó hasta
la cabaña, Amelia que sabía como seguía el rito, abrigó a la niña con otra manta térmica
que tenían en el botiquín y se la entregó, después ambas salieron abrazadas por la
cintura admirando y disfrutando el momento, Massamba cogió a la pequeña en sus
grandes manos, la elevó a la luna y Lula soltó un grito que cruzó el cielo, y como si el
cielo diera el visto bueno, una estrella fugaz cruzó justo por delante de Maes
como había eructado en el hombro de Luisita y como todos les habían felicitado por ser
mamás
L: ¡Mi amor! pensé que estarías en la cama ya con Maes (le dijo sonriente y feliz
acercándose a ella)
A: No... Luisita... perdona ¿eh?, pero hay algo que no entiendo... me parece muy bonito
lo que ha pasado... me parece estupendo... eso que ha dicho Massamba pero...
L: ¿Pero qué? (la miraba algo aturdida más por sus aparentes nervios que realmente por
lo que le estaba diciendo)
A: A ver Luisita... nosotras no podemos quedarnos con la niña (su tono fue definitivo)
L: ¿No quieres quedarte con la niña? (le preguntó asombrada)
A: No te estoy diciendo eso (trató de decirlo con calma dejando a un lado sus nervios
para poder hablar con tranquilidad de la situación)
L: ¿Entonces qué me dices? (seguía mirándola con perplejidad, no entendía su postura)
A: ¡Joder Luisita que hay unas normas que seguir!, que hay unos papeles que no se
puede hacer lo que se quiera (hablaba nerviosa)
L: No entiendo a que viene esto Amelia, la verdad
A: Viene a que no podemos adoptarla por gracia de Dios, los espíritus o una estrella
fugaz Luisita, y no quiero que pienses que puedes encariñarte con ella como si
realmente fuera nuestra hija... no lo es... lo que han hecho está muy bien pero...
L: A ver Amelia cariño ven aquí... a veces me parece que de lo fuerte, segura y
ecuánime que eres, te pasas y te vuelves un poco lela
A: ¡Luisita! (la riñó con el ceño fruncido)
L: Luisita no, ven (le decía extendiendo su mano para estrechar la suya y abrazarla
contra su pecho. Tras el abrazo, le dijo mirándola a los ojos) Sé o adivino lo que quieres
decirme, no podemos quedarnos con una niña, encariñarnos, darle todo nuestro amor y
que después vengan y nos la quiten. ¿Verdad?, no quieres pasar por otro sufrimiento
como el que pasaste, y como te conozco, sé que tratas de evitar que yo pase por eso, tú
quieres que tengamos un hijo juntas, pero un hijo que podamos criar, que podamos
disfrutar como nuestro, con papeles y con todo lo demás, ¿no?
A: Sí (respondió como si sobrara su respuesta mirando la calma profunda en sus ojos)
L: Sé que sabes que esto no se puede hacer, pero, he hablado con Marce, Marce ha
hablado con Quintero, los militares van a demostrar que la niña la hemos encontrado en
plena Selva rodeada de muerte. Y que, nosotras vamos a quedarnos con ella, cuando
Quintero tenga los papeles, nos los entregará
A: Marce siempre ha denegado esas posibilidades, no podemos atar lazos con esta gente
Luisita, es parte de nuestro compromiso
L: Y nosotras nos vamos a comprometer en darle a Maes lo mejor que podamos, porque
no pensamos volver a Madrid, nuestra vida está aquí ¿no?
A: Aquí puede estar nuestra muerte Luisita y lo sabes (su tono fue desgarrador y su
mirada se mostró por primera vez desde que se conocían trémula)
L: ¿Quieres volver a Madrid? (esta vez volvió a salir su desconcierto ante el
razonamiento de Amelia, que entendía pero no esperaba)
A: Quiero que no te pase nada, quiero tenerte a mi lado (le acarició con ternura la cara
mirándola a los ojos mostrando su infinito amor
L: ¿Y volviendo a Madrid puedes asegurar que eso no vaya a pasar? (la miraba
fijamente) Mira, siempre he sido una cobarde, me vine aquí buscándome y tú me has
ayudado a encontrarme, adoro esta Selva, adoro sus gentes, adoro sus costumbres como
tú me has enseñado a adorarlo. Aquí tengo lo que quiero, a mi familia, y ahora tengo
una niña a la que puedo criar contigo, no necesito más mi amor, ¿tú necesitas algo más?
Una pija en la selva 863
A: Sí
L: ¿Qué?
A: A ti, aquí o donde sea, pero a ti te necesito para vivir, y si te pasara algo... (apoyó su
frente en la de Luisita)
L: Si pudieras asegurarme que voy a vivir noventa años y nos moriremos juntas
abrazadas en la cama después de hacer intensamente el amor, me voy mañana mismo a
donde quieras. ¿Me lo puedes asegurar?
A: ¿Te he dicho que eres mi pija preferida? (le cogió de la solapa de la camisa y tiró de
ella para besarla) ¿Te lo he dicho?
L: No
A: Luisita... tú eres lo que quiero y si me aseguras que Maes puede quedarse con
nosotras, no necesito nada más
L: Pues ya está todo dicho (se besaron despacio, con calma y cuando Amelia
profundizó un poco más Luisita le dijo) Cariño que ahora somos tres
A: Es verdad... uf (resopló) Venga que te ponga crema que te debe doler
L: Un poco, sí ¿eh?, pero vamos... que si no puedes voy a Bárbara y...
A: ¡Y qué! (le medio riñó estrechándola con sus brazos apretándola contra ella)
L: Uy... nada... nada (sonreía ante su gesto serio)
A: ¡Ah!, creía (le contestó con su gesto algo provocativo) Vamos a poner cremita
Una vez terminaron, se acostaron, la niña en medio y cada una a un lado, Luisita
descansaba de lado porque no podía apoyar el culo en la cama, algo que sacó algunas
risas por parte de Amelia, y algunos graciosos quejidos por parte de Luisita quien a
parte de todo, no podía dejar de pensar con la conversación de su madre. La luz de la
luna que entraba a Amelia le iluminaba suficiente el rostro y Luisita podía vigilar su
tranquilo gesto, admiraba su belleza así como admiraba la manera que tenía sin querer
reconocerlo de protegerla, de a su manera, defenderla de la vida
No habían pasado ni tres horas cuando la pequeña Maes volvió a llorar, ambas
volvieron a levantarse con el pelo revuelto y caras de sueño. La mano de Luisita en el
pecho derecho de Amelia, y una vez se despegaron, se miraron con los ojos pegados,
con bostezos largos y grandes, y con paso casi a ojos cerrados Amelia se marchó hasta
la cocina para coger el biberón y sacar su leche a Lucero
Luisita trataba de calmar a la niña que en sus brazos, dio unos cuantos bostezos, se echó
un par de peditos ante la sonrisa bobalicona de Luisita y tras coger su dedo con fuerza
volvió a dormirse. La dejó en la cama, y la niña ni se movió, pensó que Amelia tardaba
demasiado en volver con la leche y tras asegurarse que la niña no se iba a poder caer,
¡cómo hacerlo si tan solo tenía días y era imposible que cruzara toda la cama y se
echase al suelo!, sonrió ante tal pensamiento, y salió en busca de la mujer de su vida. Al
llegar al establo, Lucero la miró y Luisita como si comprendiera aquella mirada no
puedo más que sonreír, fue hasta la cabaña, rescató la cámara de fotos y lanzó un par de
ellas. Su sonrisa se volvió casi en carcajada cuando tocó el hombro de Amelia que
dormía con la frente sobre el lomo de la vaca
A: Ehhhh... mmmmm...
L: Amelia cariño que te has dormido (le dijo sonriendo)
A: No me he dormido (dijo con voz totalmente adormilada)
L: Venga... vamos a la cama...
A: ¿Y la leche?
L: Tranquila, Maes solo tenía aires, ¡mira me rima!...
A: Ay señor (bostezó) Oye... ¿tú crees que pasara algo si nos llevamos a Lucero a la
cabaña?
L: ¿Crees qué cabrá?
A: Yo la meto como sea... (sus ojos seguían pegados, sus bostezos eran continuados)
L: Anda vamos mi amor... vamos...
L: Te quiero Amelia
Con la aparición del sol, una Amelia ojerosa apareció también en la aldea, todos que ya
estaban puestos en marcha, sonrieron al ver a la ziku bostezar, con esa melena tan
cuidada por ella totalmente despeinada y hacer un par de estiramientos, nunca solía
levantarse tan temprano, pero sin duda su nueva labor de madre le llevaba a ello
Mientras Amelia y Bárbara reían divertidas, Luisita tenía a la pequeña en brazos, era tan
pequeña, la miraba con cara de adoración y así la descubrió Benigna
Mientras en el comedor, todas las mujeres al igual que Benigna babeaban con la niña,
hasta que entró Marce buscando a Benigna
M: Madre mía cuanta baba (todas sonrieron la gracia del hombre que las miraba con los
brazos cruzados) ¿Se puede saber dónde están las madres?
Una pija en la selva 868
B: En la cabaña
M: ¿Solas?
B: Sí Marce
M: No respetan que tienen una hija...
B: No seas malo
M: Pues vas a tener que interrumpir porque tenemos a la Sra de Wilson en la radio
B: No me digas (le dijo con gesto de asombro)
M: Sí
B: Voy a avisarla no tengamos follones, que con una de las madres de la novia ya
tenemos suficiente
M: Cierra los ojos no vayas a aprender demasiado
B: ¡De verdad, eh!, ¡me tenéis con el temita calentita!
M: ¿Nosotros?, no será... ¡otra!
B: Mira me voy
Salió despavorida sabía que hacer esperar a la madre de Amelia implicaba hacerle
cabrear innecesariamente, por el camino pensaba como había cambiado todo, el día
siguiente sería la primera Noche Buena del poblado con tanta gente y eso la
emocionaba. Llegó a la cabaña dispuesta a golpear la puerta pero un gemidito de Luisita
le detuvo los nudillos en alto
L: ¿Y Maes?
B: En la cocina, todas babeando que dice Marce
L: Debería pedirle a mi madre pañales, biberones, chupetes y esas cosas, aunque
pensándolo bien, mi madre no me va a dar tregua, claro, me ha prohibido la entrada en
España
B: No le des más vueltas a eso... dale tiempo
L: ¿Vamos a ver a Maes? (le preguntó colgándose de su brazo)
B: Sí
Al llegar a la cocina se encontraron con Marce y la niña en sus brazos, aquel gesto era
tan tierno, como cuando vieron a Massamba con su niño, ambas se miraron y sonrieron
Una vez en la cabaña, Luisita cambiaba la niña y le ponía una especie de Liputa muy
pequeño que Siya le había preparado en cuestión de horas con las telas que tenían de la
boda de sus madres, orgullosa por el calor y el cariño de toda la gente del poblado, la
cambiaba mientras la besaba y le decía mil cosas bonitas que tan solo una madre
embobada con su retoño es capaz de decir. Estaba en ello cuando la puerta se abrió
A: Dice que quiere conocerte, que si vamos un fin de semana a la casa porque quiere
saber quien es la mujer que me ha hecho sentar la cabeza, vamos como si pudiéramos
coger un tren y ale, nos plantamos en Jerez (decía graciosa y Luisita sonreía)
L: Bueno, hay cosas buenas... mi suegra me adora y eso que no me ha conocido aún
A: Vaya... y luego soy yo la que tiene la fama ¿eh? (se acercaba besándola en el cuello
mientras miraba a la pequeña que en la cama dormía) Mírala ella durmiendo y nosotras
a dos velas en todos los sentidos
L: Amelia que ahora somos madres y tenemos una responsabilidad
A: Lo sé mi amor, pero eso no quita para que también tengamos una necesidad (le
volvió a besar)
L: Ay Amelia que no ¿eh?
A: Oye yo he cumplido con mi parte, ya estás cumpliendo con la tuya
L: Es verdad... tienes razón
A: Vale... (se sentaba en la cama mirando a la niña como suspiraba) ¿Quién le ha hecho
este vestidito tan mono
L: Siya, pero deberías ver... todas han cosido algo ¿eh?
A: Es lo habitual cariño, y los hombres nos harán algo también
L: ¿Ah sí? (la miraba emocionada)
A: Sí (sonreía de lado viendo como se acercaba y le daba la cámara) A ver
L: Es todo un documento (decía orgullosa por lo que había logrado)
A: La madre que te parió (susurró mientras Luisita se moría de risa separándose al ver
su gesto) Ya las estás borrando
L: Nop
A: Luisita
L: Nop
A: Mira soy una negada para esto pero te prometo que lo averiguo y la borro
L: Pero si estás monísima cariño (le decía con toda su pasión)
A: Estoy babeando... ¿no lo ves? (no podía evitar su enfado)
L: ¿Y qué?, a ver... a mí me gustas
A: Joder... va... bórrala
L: Te he dicho que no y es que no, y no me hagas decirlo más. Venga vamos a ayudar a
la cocina que hay mucho que preparar
A: Mira la tía y no la borra
L: Pues claro, vamos
A: ¿Sabe Mona que tenemos una hija?
L: ¿Mona?, no
A: Pues vamos a enseñársela, es capaz de ponerse celosa y retirarnos la palabra
Salieron juntas las tres hablando mientras Amelia llevaba a la niña en brazos, justo al
pasar por la puerta de Benigna escucharon algo que les hizo pararse en seco
L: ¡Y dale con la palabreja!, que sepas que odio esa palabra, que no me gusta nada ¿me
entiendes?
A: Estás tú hoy muy mandona ¿eh?
L: Me parece... me parece... tan...
B: Siiiii Bárbara... siiiiii, ahí, ahí, ahí está el punto... ahíiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiii
Las dos se miraron con un gesto total de asombro Benigna gritando por el punto que
había sido encontrado y unos suspiros y gemidos que en la vida la había escuchado.
Luisita sonrió y al ver el amago que hizo Amelia la detuvo
L: Ni lo intentes, ¿te gustaría que en pleno acto te interrumpieran? (la cara de Amelia le
hizo sonreír) Pues ya sabes. Vamos a la presentación oficial de Mona y nuestra Maes,
mira que a gustito está en brazos de su mami (sonreía mirándolas)
A: Oye creo que sería mejor que nos llamara por nuestros nombres, ¿no te parece?
L: ¿Así tan fría? (la miraba mientras andaban) Vamos cariño que es nuestra hija, ¿cómo
nos va a llamar por nuestros nombres? (le preguntaba como si hubiera dicho una
solemne tontería)
A: No sé Luisita, es que a ver... mami y mamá
L: Pues claro, a veces me asombras, las cosas complicadas las resuelves con maestría y
lo más simple, le das mil vueltas
A: Es que los genios... ya sabes...
L: Jolín (le dio una palmada en el culo con una sonrisa traviesa)
A: ¡Ay Luisita!, tener a la niña te devuelve tu vena pija (le iba diciendo sin quitar ojo a
su culo)
L: Monaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa
Mona: Uhhhh uhhhh uhhh uhhhhhhhhhhh (saltaba en la cama alegre junto a Valiente
pero al ver entrar detrás de ella a Amelia con la niña ambos se pararon en seco)
L: Hola cariño, venimos a presentaros a Maes, nuestra hija
Mona: Uhhhhhhhhhhhh (abrió muchos sus ojos)
A: Es clavadita a Benigna cuando hace ese gesto, por cierto, habrá llegado ya
L: ¡Qué bruta eres! (sonreía negando con la cabeza pero de manera divertida) ¿Qué te
parece Mona, cariño?
Mona: Uhhhhh (se acercaba con cuidado a verla oliéndola mientras bajaba de manera
tierna los párpados)
A: ¿Verdad que es preciosa, eh? (Mona enseñaba todos sus dientes) ¿Y Valiente que
dice? (el animal quería verla y se aupaba) Se llama Maes
ValientL: Uhhhh
Mona: Uhhhh (parecía confirmar que en su lengua Valiente había dicho “es guapa”)
M: ¿Sabéis dónde tiene Benigna la fregona?, estáis poniendo el suelo perdido (las
observaba con los brazos cruzados desde el quicio de la puerta)
L: Ayyyy Marce (sonrisa feliz)
M: Bueno (se quejó) Creo que voy a tener una charla con vosotras ¿eh?
A: Cuando quieras
M: Va a venir Quintero pero no quiere que le diga nada a Benigna, es una sorpresa
A: La sorpresa se la va a llevar él, menudos gemidos tiene Benigna...
M: Yo ya estoy desubicado con ella, se le ve tan bien (contrajo su barbilla demostrando
su desconcierto)
L: Está fenomenal, súper bien, vamos
A: Ays mi pija cuanto tiempo sin el súper
L: Tontita ¡eeehhhh! (le dijo con mirada de cordero degollado)
Una pija en la selva 872
A: Ya sabes...
M: ¿Va para mucho la sesión tontería?, de todos modos deciros que sí, que el tío como
no se dé aire al final se la va a llevar Bárbara que no pierde el tiempo ¿eh?
A: Yo es que no lo veo
L: Yo tampoco la verdad
Mona: Prrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrr (les dedicó una pedorreta mientras
movía el culo graciosamente de lado a lado)
A: Bueno por lo que veo aquí sí que hay alguien que se cree lo que aparenta pero estoy
segura no es (le dijo mirándola mientras entrecerraba los ojos)
Mona: Prrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrr
Maes: Buahhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhh (rompió en un llanto nervioso
Mona: Uuuuuhhhhh
ValientL: AHhhhhhhhhhhhhhhhh
M: ¡Hala la filarmónica!
A: ¿Qué te pasa cariño?, si es Mona (mecía a la niña entre sus brazos)
L: Igual es que va mojada
A: Sí
L: Hay que cambiarla
Nsona: Pulmones fuertes ¿eh? (les decía sonriendo al verlas salir del hospital)
L: Ni que lo digas Nsona
Entre arrumacos por aquí, arrumacos por allá estuvieron cambiando a la niña que una
vez tumbada en la cama, guardó silencio quedándose dormida, entre bromas y risas le
cambiaron un nuevo liputa que Nmaba había tejido para la pequeña, y con ella en brazos
fueron a presentarla a la mujer que emocionada la cogió en brazos mientras los niños la
observaban con atención. A lo lejos un cariacontecido Massamba contemplaba la
escena. Amelia aprovechando que Benigna radiante y feliz tras sus suspiros comenzó
con sus habituales artes de mandar a repartir trabajo con todas las mujeres, se quedó con
el hombre, sentándose a su lado
Entró al comedor y allí estaban todas las mujeres excepto la suya, miró a Bárbara quien
le sonreía de manera pícara, sonrisa que a Amelia le parecía algo burlona y le sacó la
lengua con un gesto de pegarle en el culo moviendo su mano. Después se fue hasta la
cabaña pero allí no estaba Luisita, las mujeres felices por la proximidad de las fiestas de
Navidad, fiestas que habían hecho casi sagradas los blancos, cantaban divertidas. Tras
llamarla y obtener su respuesta desde la parte de detrás, salió en su busca, y allí la vio
pasando alguna dificultad para colgar la ropa que estaba tendiendo, le encantó verla en
ese papel de madre aplicada
A: ¿Dificultades para llegar? (Luisita la miró seria) Si es que ya te lo digo yo que eres
muy pequeña, anda dame
L: Y tú muy borde, podías bajar el hilo (le dijo con gesto de cierto cansancio por el
esfuerzo)
A: Sus deseos ya sabe... (la miró embobada con una sonrisa romanticona mientras hacía
una pequeña reverencia, para mirarla intensamente)
L: No me mires así (se dio la vuelta para coger otro pañal de la pequeña de tela
reutilizables pero entonces Amelia la estrechó por la cintura pegando su cuerpo al suyo)
Amelia
A: Me llaman (le susurró en el oído con su voz aterciopelada)
L: Por favor (respondió en un susurro)
A: ¿Qué?, ¿no te gusta? (le decía mientras sus manos viajaban por el cuerpo de la
enfermera poco a poco)
L: Me vuelves loca (apoyó su cabeza en el hombro)
A: Te necesito tanto, ¿cuántas horas llevamos en paro?
L: Y las que nos quedan
A: Me niego... te necesito ahora mismo
L: Amelia que me estás haciendo subir el calor
A: Es lo que quiero
L: Pero no podemos... y el parón es terrible
A: ¿Cómo qué no?, ¿para qué está la ducha? (le dio la vuelta y comenzó a besarla)
L: Dios... Dios... (susurraba mientras Amelia la besaba)
B: ¡Amelia!, ¿Amelia dónde estás? (la llamaba desesperada en la cabaña)
Una pija en la selva 875
Amelia fue hasta la cocina, calentó la leche que Benigna le había guardado para la
siguiente toma, preparó el biberón sonriendo al recordar sus palabras con Luisita, era
cierto, nadie la había amado así y se sentía terriblemente afortunada. Felizmente
Una pija en la selva 877
Entonces la puerta se abrió, en el umbral Amelia con el biberón en la mano, con los ojos
abiertos como platos, en la cama Benigna tapada con una fina sábana, Amelia se percató
que estaba desnuda, a su lado Bárbara con una de sus camisas largas que Amelia sabía
perfectamente cuando las usaba. El rostro de la Pediatra palideció, Benigna se tapó con
la sábana la cara y Bárbara sonrió
Cuando Amelia llegó a la cabaña, su gesto era demasiado serio y la sonrisa que marcaba
del rostro de Luisita que la esperaba se le borró al instante, como estaba de pie paseando
Una pija en la selva 878
Dos golpes en la puerta le hicieron girarse, seguro que era ella, no la podría mirar a la
cara, ¿cómo hacerlo?, si había parecido una pelea de gallos la situación entre Bárbara y
ella
Salieron hasta fuera de la aldea, el camino hasta la piedra filosófica como le llamaban
desde que Marce la encontró porque allí iban a pensar. Ella fue testigo de un encuentro
entre dos mujeres que habían sido amantes, que habían sido amigas y que en ese
momento se encontraban tensas mirando el horizonte esperando quien de las dos rompía
el hielo
La campana de Laobi sonó, anunciaba la visita de alguien y allí estaba un camión con el
logo de MSF. Los niños corrían como siempre hacían y poco a poco iban saliendo las
mujeres, Massamba y Benigna junto a Luisita y la pequeña Maes. Del camión un
Quintero con un traje caqui, y un sombrero, la sonrisa en el rostro y detrás suyo
descendió Claudia que al verla Luisita no le hizo ninguna gracia su presencia allí.
Detrás del camión volvían Amelia y Bárbara sonrientes, al ver Amelia a Claudia esbozó
una gran sonrisa dándole un fuerte abrazo, al igual que hizo con Bárbara. Luisita desde
la distancia trató de verlo como algo normal y deja de lado esa punzada de celos que
había sentido
M: Bienvenido Quintero
Q: Bien hallado, Marce. ¿Dónde está Benigna?
M: Vaya... ya vienes con hambre
Claudia: Hola Marce
M: Claudia que alegría verte, ¿verdad?
A: Luisita cariño ven (la llamó acercándose a ella) Espera Benigna
B: Sí
Bárbara: Hola my lady (le guiñó un ojo)
A: Que siento lo de antes ¿vale?, que no tengo derecho a meterme en tu vida, y que me
parece estupendo
B: ¿Ah sí?
L: Ves como no es tan complicado, Benigna
Bárbara: ¿Benigna, quieres casarte conmigo?, tengo el permiso de tu hija (le guiñó el
ojo ante el gesto asustado de la mujer)
B: ¡Desde luego vosotras juntas sois un peligro de los grandes!, no hagas más broma
con eso, que por querer hacerle yo una a Amelia... mira lo que me ha costado (decía con
el ceño fruncido)
A: Bien tonta serás si no aceptas la oferta (sonreía)
L: ¿Entonces nada?
A: Nada cariño
L: Oh (dijo desilusionada)
Bárbara: Ves mami, pero bueno... siempre serás mi bella dama
B: ¡Ay! (suspiró)
A: Te quiero Benigna (la abrazó con fuerza mientras la besaba ante la sorpresa de la
mujer) Te quiero mucho
B: Y yo... venga vamos a saludar a nuestros invitados (dijo feliz cogiéndose de Amelia
y Bárbara)
L: Eso... ¿y yo qué? (protestó divertida)
Q: Mis chicas favoritas... a ver que venimos todo el viaje deseando conocer a la niña
Claudia: Hola Luisita (le sonrió dandole un beso)
L: Hola Claudia, ¿qué tal?
Claudia: No tan bien como tú pero no me puedo quejar
L: Me alegro que hayas venido
Claudia: Gracias
A: Gracias mi vida (le dijo bajito al oído)
L: De nada (la miró con esos ojos suyos ardientes como fuego)
Q: Bueno... bueno... pues os traigo algo para que la fiesta sea redonda
M: ¿No me digas?... ¿qué has traído para sorprendernos?, ¿un ballet de danza clásica?,
viejo carcamal
Q: No bocazas, no, te he traído algo mejor. ¡Cruz!, puedes bajar
Una pija en la selva 882
Todos se quedaron boquiabiertos, pero quien se quedó sin palabras fue Marce, allí
petrificado viendo como los militares ayudaban a bajar del camión a una Cruz tan
sonriente como emocionada, cuando por fin Marce se dio cuenta que no era uno de sus
más repetidos sueños, echó a correr abrazándose a su mujer con total dependencia de
ella, hundiendo su cara en el cuello de su mujer
Posó los labios en los de su marido que mantenía un gesto todavía descolocado por la
situación, y al notar el beso, al notar sus labios y darse cuenta que no era un sueño, la
estrechó por la cintura atrayéndola a él mientras todo el poblado rompía en aplausos, y
vítores, Benigna emocionada recibía un pañuelo de Quintero, Amelia silbaba como loca,
y Luisita con la niña en brazos, sonreía emocionada
Tras el beso y los aplausos, los gritos y demás, llegó el momento de las presentaciones
cuando le llegó el turno de Luisita, la abrazó con cariño sincero y una sonrisa en sus
labios que contagió a la enfermera
Amelia y Luisita la miraron y no pudieron aguantar la risa, estaba claro que no le caía
nada bien. Los camiones volvieron a partir, tan solo dejaron uno en el qué Cruz había
podido preparar dos cajas grandes con toda clase de medicinas, de vendas, de apósitos,
hasta había logrado que le preparan anestesia. Lo destaparon todo y con la ayuda de
Bárbara mientras Nmaba tenía a la niña y los niños jugaban con las últimas luces del
atardecer, Marce y Cruz seguían poniéndose al día, mientras Quintero con una linterna
alumbraba la alacena donde Benigna tenía guardadas las reservas
C: ¿Puedo pasar?
A: Claro que sí Cruz, ya te extrañaba pero claro, antes está tu marido (le dijo con ironía)
C: ¡Y tanto que sí! (dieron una carcajada y se acercó hasta sentarse junto a la niña)
¿Qué tal llevas tu labor de madre?
A: Muy bien... es el segundo día, la primera noche ha sido dura pero...
C: No es fácil
A: No, lo que llevo peor es... (elevó las cejas con su juego divertido)
C: Jajaja, tú no cambias. Te veo tan bien que me siento feliz
Una pija en la selva 884
A: ¡Anda ya estás feliz por lo que estás! (le dijo sonriendo y Cruz terminó por dar otra
de sus carcajadas. Después Amelia apuntó con voz melosa) Luisita es lo que siempre
necesité Cruz, es tan... tierna... tan serena... tan... patosa
C: Y guapa
A: Y una sonrisa... uf... mira... me tiemblan las piernas cuando la veo y me sonríe
C: Está con Claudia poniendo la mesa
A: Es maravillosa. Me ha ayudado mucho
C: He traído algo que... no sé si deba enseñarte pero... ¿quieres ver la foto de tu hijo?
Amelia se quedó paralizada, no sabía que hacer, la miró como si aquella pregunta la
hubiera estado esperando tanto tiempo que en el momento en que le daba la opción de
mostrarlo, su corazón se había acongojado de tal manera que no sabía que hacer
La cena fue divertida, los hombres no habían regresado de la caza y eso daba muestras
que no habían tenido suerte y se quedaban en la Selva, era una circunstancia que a
Marce no le gustaba pero en ese apartado él no tenía mucho que decir, pues era el jefe
de la aldea ante la ausencia de Massamba, Zulú, quien lo habría decidido. Durante el
largo rato que dedicaron a cenar, se contaron las anécdotas más divertidas, pusieron al
día a Cruz sobre el caos de la riada y la magistral demostración de Benigna a nado
L: Bien
M: No tardes o sospechare (le dijo en voz baja a Luisita)
L: Jeje (sonrió graciosamente)
A: Menos mal cariño (le dijo una vez entraron en la cocina lanzándose a sus labios)
L: Amelia... Amelia... para
A: No puedo cariño (suspiraba)
L: Venga, va por favor para Amelia (le decía tratando de zafarse de sus brazos que la
retenían por la cintura mientras la besaba)
A: ¿Qué te pasa? (la miraba aturdida al ver que se separaba)
L: Amelia que están fuera, que nos pueden ver (le decía apurada mientras ponía las
nueces en un recipiente)
A: Joder Luisita que me muero por hacerlo rapidito va (le decía volviendo a estrecharla
por la cintura)
L: Que no Amelia, que me moriría de vergüenza
A: Pero si están hablando (le besaba el cuello ante eso Luisita echó las nueces por el
suelo y Amelia sonrió)
L: Amelia por favor
B: ¿Os ayudo?
L: Sí Benigna, toma Amelia saca esto (Amelia la miró entrecerrando los ojos mientras
Luisita resoplaba graciosamente)
B: Luisita... ¿puedo hacerte una pregunta?
L: ¿Si era lo que parecía?, sí Benigna, sí (aceptaba como si realmente estuviera tan
necesitada como Amelia y su cordura en detenerla le estuviera pasando factura)
B: No te iba a preguntar eso (le dijo mirándola seria)
L: ¡Ah!, lo siento (le dijo cerrando sus ojos de golpe)
B: ¿Lo que ha dicho Amelia era por quedar bien?
L: ¿El qué?
B: Lo de Bárbara... quiero decir (carraspeó bajando la voz) ¿Qué vería bien lo de
Bárbara conmigo?
L: Imagino que sí Benigna, te lo ha dicho de verdad ella ha entendido que lo que quiere
es verte feliz (le ponía unos higos) Sea con quien sea
B: Es que... ¡uy Dios cuánto tiempo sin probar esto! (mordía el higo poniendo ojos de
éxtasis) No sabía que era tan importante para ella, la verdad
A: ¿Qué más tengo que sacar cosa guapa? (se lanzó como quien no quiere la cosa sobre
la espalda de Luisita abrazándola fuerte y besándola sin parar en el cuello)
B: Oye... oye... que estoy aquí guapa
A: Peor fue lo mío ¿eh? (la miraba seria)
B: Anda deja a Luisita y lleva los higos
A: ¿Por qué no los llevas tú?
B: Porque te digo que los lleves tú y los llevas. Ale, arreando que es gerundio
A: Desde luego como me explotáis
L: Esto ya está (sonreía) ¡Ay mi pobre niña! (le dio un golpe suave con su codo en el
brazo)
A: Ays porque llevo las manos ocupadas que sino
L: No, que aún me duele
B: Madre mía si es que vosotras sois un incendio constante...
Entre risas llegaron a la mesa, la tertulia se hizo larga, Amelia desesperada porque Maes
no había llorado ni una vez, cuando no estaba en los brazos de uno estaba en los de otro,
y agradeció que fuera la hora de darle el biberón
Una pija en la selva 886
Bárbara: ¡I’m sorry! shift (soltó tapándose falsamente los ojos mientras dejaba dos de
sus dedos entre abiertos y veía como Amelia sacaba del pantalón de Luisita su mano
rápidamente) Meu deus
A: Joder Bárbara... joder...
Bárbara: Me iba a duchar... pero yo no miro (decía siguiendo con su mano puesta en
los ojos, tropezando) Ay, mierda... que golpe
L: Anda quítate la mano no te vayas a lesionar y todavía sea peor
A: Será mejor que... vayamos a ver si Maes ya ha terminado...
¡mecagoentodoloquesemenea! (dijo seguidito con rabia provocando la carcajada de
Luisita) No tiene gracia
Una vez cambiada la pequeña, Amelia se quedó durmiéndola y Claudia junto a Luisita
se reunieron con los demás, la noche ya había caído, el fresco se hacía más intenso. Los
habitantes de la noche no cesaban con sus cantos, y paseando por la aldea mientras le
explicaba todo como había ido cambiando, se encontraba Marce que llevaba de la mano
a una enamorada Cruz que había apoyado su cabeza en su hombro
Poco a poco fueron retirándose a dormir, la visita de Cruz había sido para todos un
acontecimiento, las mujeres habían estado juntas hablando de los niños, del embarazo
de Nsona, del pequeño de Lula, había sido una de esas noches únicas que con calma
alrededor del fuego habían charlado sobre tantas y tantas cosas. Al final se quedaron
como siempre Quintero y Benigna, pero junto a ellos una Bárbara que le contaba las
evoluciones de sus parques, la lucha encarnizada contra las guerrillas que asesinaban
sus gorilas, todo era calma, demasiada calma
Una pija en la selva 888
Q: Me retiro a dormir
B: Buenas noches Quintero
Bárbara: Buenas noches gordo
Q: Bárbara tú no cambies nunca ¿eh?
Bárbara: No
Mirando las estrellas se quedó, allí sola escuchando el crepitar del fuego, los animales,
algún ronquido y algún gemido medio ahogado. Sonrió al pensar en Marce, sin duda se
merecía aquella mujer maravillosa que era Cruz, era un ser especial. En esas estaba
cuando el ruido de unas pisadas le hicieron abrir los ojos, a su lado Amelia
B: ¿No duermes?
A: No puedo... necesito calmarme un poco, además Luisita está tratando que se duerma
Maes
B: ¿Qué te pasa?
A: Estoy un poco nerviosa
B: ¿Y eso?, ¡anda siéntate conmigo! (le sonrió haciéndole sitio)
A: Cruz ha traído una foto de David (se sentó suspirando)
B: ¿De David? (preguntó abriendo los ojos de par en par)
A: Así es (afirmó con la cabeza mientras la apoyaba sobre sus rodillas)
B: ¿Y cómo está?
A: No lo sé, no la he visto
B: No te entiendo
A: Pues es muy fácil, no creo que deba ver como está
B: Perdona Amelia, es tu hijo
A: No, no lo es Benigna, no lo será nunca (dijo contrayendo la barbilla)
B: Bueno... bien mirado, es cierto
A: No creo que a Luisita le haga mucha gracia que tenga una foto suya
B: ¿Lo haces por ella? (la miró con pena)
A: No quiero que se enfade, no quiero que piense que sigo pensando en él o... en... ya
sabes
Una pija en la selva 889
B: Pero es que ella siempre te ha dicho que cuando vuelvas lo busques, siempre te ha
apoyado en eso, no tiene sentido lo que dices
A: No la quiero perder (la miró con sus ojos brillantes de miedo)
B: No la vas a perder porque tengas la foto de tu hijo, porque le pese a quien le pese fue
concebido como tu hijo, y aunque no lo pariste tú, lo sentiste nueve meses tuyo, lo
adoraste y ese sentimiento es muy complicado de borrar, así que no digas más tonterías
y al menos, mira como está
A: ¿Para qué?
B: Amelia tú estás tonta (le dijo definitivamente) Luisita no se va a enfadar, ni molestar
¿o no la conoces? (le sonrió) Luisita es tu mujer y lo comprende
A: ¡Uf no soportaría perderla!
B: Lo sé cariño... lo sé... pero no creo que la pierdas, vamos... ¿tú recuerdas los pájaros
aquellos de colores, los agapornis? (Amelia sonrió) Sí esos que no pueden estar solos
que necesitas ser dos, pues vosotras igual, os necesitáis la una a la otra es así de sencillo
A: Bueno yo aquí dándote lata, y venía para decirte tan solo una cosa
B: ¿Qué? (la miró sonriente)
A: Que te quiero, que eres muy importante para mí y que no nos vamos a marchar de
aquí, no voy a dejarte, ni Luisita tampoco
B: Me emociona que me digas eso, ¿pero sabes qué quiero yo?
A: Dime (sonrió)
B: Que os vayáis (sus ojos se llenaron de lágrimas y su voz se quebró en el último
momento) No quiero sufrir por vosotras, quiero saber que estáis bien, viviendo una vida
que os merecéis, no quiero que te quedes Amelia... por favor... si me quieres de verdad
que lo sé, hazme ese favor, iros... iros y vivir lejos de esta pesadilla. Por favor Amelia...
iros...
El gesto de Amelia cuando entró en la cabaña era serio, pero al ver a Luisita durmiendo,
con la niña sobre su pecho todo le cambió, una luz iluminó sus ojos, una sonrisa su
rostro, y el corazón latió de tal manera que sintió que todo lo que le importaba en la vida
estaba allí, en aquella cabaña, en aquel poblado, en aquellas gentes. Sonrió al pensar que
aquella noche tampoco sería posible un acercamiento con su Luisita, se cambió
recordando como le había dicho que no se entretuviera mucho con Benigna porque tenía
sueño, al llegar a la cama, apagó la vela de un suave soplido y se acurrucó en el pequeño
hueco que le quedaba junto a Luisita, pasó su mano por su cintura y acarició con ternura
la piernecita de su hija, allí estaba su familia, allí estaba su felicidad
Efectivamente durmieron dos horas abrazadas sin moverse hasta que Maes comenzó a
pedir su biberón, ambas se despertaron, Luisita acunó a la pequeña mientras bostezando
salía Amelia hasta Lucero, le gustaba a pesar del sueño que pasaba sacar aquella leche
Una pija en la selva 890
para su niña, entonces recordó que Cruz tenía la fotografía de su hijo, suspiró, aún le
dolía
A: Ya estoy aquí
L: Menos mal, yo creo que esta niña va a terminar con la leche de la pobre Lucero
(decía con cara de sueño)
A: Que carita, anda acuéstate que yo se lo doy
L: No cariño, acuéstate tú. ¿Qué te ha dicho Benigna?
A: Que nos vayamos
L: ¿Qué nos vayamos? (la miró con el ceño fruncido)
A: Sí, parece que va en serio
L: ¿Y los demás?
A: Mira como duerme mami Maes, puedes con ella me la tienes fundidita (la besó),
vamos a la cama, seguro que si te acuestas sobre mi y notas a tu mami linda, te duermes,
pero nada de llorar ¿eh?... vale... eso es mi amor... te quiero pequeñaja... y a tu mami la
quiero mucho, mucho, vamos a ser una familia feliz cariño, somos afortunadas de
tenernos... claro que sí
El sol comenzó a entrar por la ventana, Amelia sentía un peso en su parte izquierda, su
pecho izquierdo, y adormilado el brazo derecho, fue abriendo poco a poco los ojos, y
allí estaba la mano de Luisita aferrada como siempre a su pecho, sonrió, su pierna
metida entremedio de las suyas y sobre su parte derecha la niña, no notaba nada de su
cuerpo pero era feliz
Al salir, vio como ya las mujeres comenzaban su trabajo, la ausencia de los hombres
hacía que la aldea pareciera distinta, a esas horas ya estaban trabajando en el hospital, su
rostro al ser golpeado por el sol mostró una mueca de añoranza por ellos. A la que vio
fue a Cruz, la saludó y se reunieron a mitad camino
En la cabaña junto a Amelia estaba Benigna que llevaba a la niña en brazos, sin parar de
decirle que la llamara abu, a lo que Amelia contestaba de manera borde y Benigna se
enfadada de forma cómica, en esa lucha estaban cuando la puerta se abrió y entró una
sonriente Cruz a pesar de negarse a sonreír con el biberón en la mano, y tras ella una
Luisita mojada de cabeza hasta los pies
C: Mira, Lula diciéndole que cogiera las tetas de la vaca, la vaca mirándola de reojo, es
que yo lo veía venir ¿eh?, Luisita sin parar de decir ¡jopeta!, uhh que caliente... ays...
ostras... yo tratando de aguantarme la risa empieza a dale que te pego y la tía lo estaba
haciendo bien ¿eh?, de repente cuando ya tenía el cubo con bastante leche la Lucero le
ha pegado una patada que ha ido el cubo, la banqueta y la pobre Luisita por el aire
M, T y Claudia: Jaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa
mareee
C: Pero lo mejor ha sido que el cubo ha salido despedido lo último y entonces le ha
pegado en una de las maderas y toda la leche le ha ido a parar a la pobre
B: ¡Ay Dios... ay Dios! (repetía)
A: Voy a ver que con el culo que me tiene...
C: Sí ve... ve...
Claudia: Pobrecilla que mal (reía divertida Claudia)
B: Sí es que todo le pasa a ella, es de un patoso...
C: Pero la cabrona de la vaca, luego cuando se estaba acercando le ha echado un pedo y
no sé que ha sido peor, si el pedo o la cara de Luisita
T, Claudia y C: Jaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa
Aún con la sonrisa en los labios Amelia llegó a la ducha, Luisita estaba ya fuera
secándose, al ver que se abría la puerta se tapó
A: Soy yo cariño
L: Ya veo que te lo has pasado muy bien, hasta aquí han llegado las risas (le dijo
enfadada)
A: Mi amor no te enfades
L: No, si no me enfado
A: Venga mi niña (le ponía morritos graciosos)
L: Déjame que tengo hambre
A: Es tu primera experiencia cariño... luego será más fácil
L: ¿Luego?, mira a la Lucero después que la salve de morir ahogada la hija de puta
menuda me ha liado
A: Cariño no te pongas así (la miraba sonriente) Cuando dices tacos estás monísima
pierdes todo el glamour
L: Jo... si es que... (la miraba haciendo pucheros)
A: ¿Si es que, qué?
L: Que soy un desastre eso pasa, un desastre... que no sé ni como te has fijado en mí
A: Eh, eh, eh, eso sí que no (se acercó a ella que se había puesto una especie de casca
que le llegaba a media muslo) Eres un desastre maravilloso, repleto de cosas buenas que
me tiene muy tontita por cierto esto te sienta de muerte (le dedicaba una mirada lasciva)
L: Amelia no estoy para eso ahora, en fin... cambiemos de tema
A: No me cambies de tema con este vestidito que me pierdo (la estrechaba entre sus
brazos mordiéndose el labio)
L: Ameliaaaaa (se quejaba)
A: Queeee (le decía al igual que ella con ese canto de cierto pijerío)
L: Jo... si es que no puede ser... a mí esto no me hace bien (le decía mientras la besaba
el cuello)
A: ¿Cómo que no? (le preguntaba mirándola sonriente)
L: No... mira ahora me haces esto se me altera la sangre, paramos, ¿tú sabes lo qué me
cuesta bajarla?, ¿eh?
Una pija en la selva 893
A: Claro que lo sé, pero mira si no estuvieras perdiendo el tiempo con todo esto, algo
podríamos haber hecho
L: Joder Amelia...
A: ¿Joder qué?
L: Pues eso... que nada de nada tenemos que irnos, venga... la vida no es solo sexo hay
infinitas cosas más
A: Ya lo sé, pero... es una parte muy importante cariño... pero mucho ¿eh? (la miraba
intensamente)
L: También tienes razón... sí (se besaron con pasión) Que buena estás
A: Lo mismo digo, vamos
Mientras con cara de sueño y dolor de riñones, aparecía Marce que tras dar un vistazo y
comprobar que todo estaba bajo control, al cruzar su mirada con Massamba, se metió en
la cocina donde ya lo esperaba Quintero que hablaba con Nsona sobre su embarazo y la
reacción de Zulú
Allí se quedaron hablando, mientras las mujeres iban acudiendo, y por orden de Luisita
se llevaron una vez cambiada a Maes dejándola sola con su mujer
fuerte, y no quiero hacerle daño lo querré siempre, pero yo tengo mi propia familia que
sí me han dado la oportunidad de ser feliz, y por nada os quiero perder
L: Te entiendo (le sonrió) Pero a mí no me va a hacer daño que lo veas, y a ti, estoy
segura que tampoco
A: Te quiero (le sonrió)
L: Y yo aunque seas una cabezota
A: ¡Mira pues quién fue a hablar!
L: Vamos que me muero de hambre
A: Ay mi glotona favorita. Oye otra cosa
L: Dime
A: Gracias por tratar a Claudia tan bien
L: Ella me dijo que te tenía que cuidar, y siempre me habló de ti de manera especial, no
tengo porque reaccionar con ella de otra manera cariño, me ayudó y eso a mí me vale
A: Si es que cuando digo que he tenido suerte
Amelia la llevaba por los hombros mientras Luisita le había pasado la mano por la
cintura, reían y hablaban hasta llegar al comedor donde todos las esperaban
Siguieron por un rato más hablando hasta que finalmente Quintero decidió que era el
momento de hablar del tema más importante
Q: A ver chicos, he venido a parte de para pasar la Navidad con vosotros que sois mi
grupo preferido
M: Menos monos (le interrumpió burlón)
A: Muy bien dicho Marce, di que somos los más pringaos
B: De verdad... mártires ¡no te digo yo! (les decía con los ojos bien abiertos)
Q: Como decía, mi motivo por el cual he venido es otro, Claudia y yo, hemos sido
mandados para alertaros del peligro que esta aldea puede afrontar, otras veces hemos
tenido aviso y no ha pasado nada pero desgraciadamente por el norte la guerrilla está
ganando terreno, y los militares van a hacer lo que puedan
M: Es decir, nada
Q: Ya lo sabemos, hacen con sus medios lo que pueden
A: Vale, ¿qué propones que hagamos?
Q: Hemos decidido que de momento Claudia se queda aquí con Marce y Benigna, ella
tiene nociones de enfermera
A: Un momento (lo miró algo enfadada incorporándose en la silla)
Una pija en la selva 895
Q: Hemos pensado que vosotras debéis marcharos con la niña. Esto es demasiado
peligroso
B: Amelia, Luisita por favor... es lo mejor
M: ¿Cuándo se van? (preguntó Marce)
L: Nosotras no hemos hablado todavía (dijo Luisita, todos las miraron)
A: Nosotras no nos vamos a mover de aquí, si salimos de la aldea será con todos, pero
no vamos a abandonar, de ninguna manera
L: No nos vamos a ir, que quede claro, además ¿por qué nos tenemos que ir nosotras y
vosotros no? (miraba a Benigna y Marce que estaban sentado juntos)
A: Eso es
Fueron a saludar a los hombres que les traían noticias frescas sobre el estado de la
guerrilla y los militares, mientras Amelia con la niña en brazos se había sentado en la
recuperada mecedora y Cruz lo hacía en el suelo a su lado
Mientras en el hospital, Mona recibía con sonoros besos a Luisita y Valiente saltaba
para que le dieran sus mimos también, lo primero fue mirar la herida y comprobar que
no supurara, lo segundo explicarle como debía curarla y por último:
Fuera todos trataban de tranquilizarse un poco, las noticias eran malas, pero con perder
la compostura y los nervios no se solucionaba el problema. Al salir Bárbara se fue
despidiendo de todos, un abrazo, una sonrisa, hasta que llegó a Benigna sus ojos se
encontraron, Benigna sonrió puso sus dos manos en las mejillas de la rubia que se había
puesto de momento muy colorada y sin pensarlo junto sus labios con los de la
veterinaria quien abrió los ojos como platos, y sintió como un calor abordaba su piel de
arriba abajo
Bárbara: Adiós my lady (le devolvió la enorme sonrisa mientras Amelia que había
dejado a Maes con Cruz, pasaba la mano por los hombros de Benigna) Cuídamela
A: Lo haré no te preocupes, pero sobre todo cuídate tú
Bárbara: Adiós familia
El camión junto al jeep se marchó, desde la puerta del hospital Mona saludaba con su
brazo en alto reposando su cabeza en el hombro de Bartolo que la miraba serio, y
Valiente que se había cogido la gorra de Carolina Herrera y no había manera que la
soltara, se abrazaba ala barriga de su mami, como le había explicado Bárbara, eran una
familia, su nueva familia que lo querían y que lo iban a cuidar siempre. Todos se fueron
retirando y quedaron Amelia junto a una Benigna que se había quedado con la mirada
perdida tras el portón de madera que no permitía ver la marcha de Bárbara
B: ¡Ay señor!
A: Venga vamos Benigna... no te ponga así
B: ¿Pero cómo no quieres que me ponga así? (la miraba seria) Yo que no quería que
Bárbara ser fuera, se va, y yo que quiero que os vayáis vosotras, no os vais... si es que...
todo al revés (se quejaba negando con la cabeza y juntando sus manos)
A: Venga va... que los hombres estarán a punto de llegar y no van a tener preparadas las
cosas (entonces vio como Luisita le hacía un gesto mientras se metía en la cabaña) Voy
a coger una cosa a la cabaña
B: Sí, sí... ay señor... ay...
A: ¡Deja de suspirar Benigna! (le riñó medio sonriendo)
B: Si es que... ayyyyy
A: Menudo morreo le has dado a Bárbara... le has sacado hasta los colores, ¿suspiras
por eso?
B: No, suspiro porque la vida es injusta... solo eso (elevó los hombros marchándose)
A: Sí, a veces puede serlo... y mucho (murmuró apenada cerrando los ojos al recordar
que Luisita estaba esperándola fue a la cabaña con paso tranquilo para no levantar
sospechas. Abrió y allí estaba Luisita esperándola sonriente) Hola
L: Hola
A: ¿Y Maes?
L: Con Claudia, nos ha echado un cable
A: ¿No me digas? (se encaminaba hacia ella)
L: Sí (puso gesto serio)
A: Eso es estupendo (sonreía pícaramente)
L: Pues sí (le devolvía la sonrisa)
A: ¡Ay Luisita! (la acarició lentamente mientras pasaba por su cintura la mano)
L: Au (se quejó)
A: ¿Te he hecho daño? (preguntó alertada)
L: No... es que justo ahí me llegó la patada de Lucero
A: Si es que ya te dije yo... pobrecita mía... cuando pille a Lucero verás...
L: Ella no tuvo culpa (le dijo con gesto de pena)
A: ¿Ah no?, ¿y quién tuvo la culpa?
L: Yo
A: ¿Y eso mi niña? (la miraba con la mano puesta en la barbilla a los ojos sonriendo
levemente)
L: Pues porque... verás... prométeme que no te vas a reír
A: Prometido (le dijo con la sonrisa por debajo del bigotillo)
L: Si ya te estás riendo (le decía de manera pija)
Una pija en la selva 898
Y por fin el ataque de risa fue conjunto, lloraban y reían sin poder parar, mientras se
abrazaban y se miraban hasta que Amelia trató de suspirar repetidas veces para
controlar el ataque y Luisita trató de hacer lo mismo
A: Bueno... uf... otra vez se nos está pasando el tiempo y nada de nada (decía entre
suspiros)
L: Es cierto (se ponía la mano en el pecho) Que risa por favor
A: Uf... no me extraña que te diera una patada (sonreía)
L: Pues no sé porque, con lo que te gusta a ti que yo te toque (le dijo bajito mientras le
dejaba un beso en la mejilla)
A: Eso sí que es verdad... pero es que yo... te quiero mi vida, la vaca no
L: Pues debería, que le salvé la vida (seguía besando su mejilla y la comisura de sus
labios)
A: Es una desagradecida (musitó sin poder abrir los ojos)
L: Totalmente (besó con suavidad sus labios mientras las yemas de sus dedos recorrían
en silencio los brazos de Amelia tan suavemente que un escalofrío se adueño de ella)
A: Luisita... (abrió los ojos y se la encontró allí a un solo paso suyo)
L: ¿Qué? (respondió con un hilo de voz)
A: Te quiero (le acarició la cara con delicadeza y total ternura en su mirada)
L: Yo también mi vida (comenzaron a besarse con suavidad, mirándose a los ojos)
Mucho
A: Pero no tanto como a Lucero...
L: No... (sonrieron nuevamente)
A: Eres muy mala voy a tener que vigilarte
L: Lo que tienes que hacer, es... (se pellizcó el labio mientras las manos de Amelia
recorrían la espalda buscando el cierre del sujetador)
Una pija en la selva 899
A: ¿Qué?
L: Hacerme el amor
A: Eso me gusta más (susurró mientras sus dientes atrapaban suavemente el labio
inferior de una Luisita totalmente excitada)
L: Y a mí...
Sus labios se encontraron en ese baile que ellas tan bien y en tantas ocasiones habían
ensayado, los pasos eran metódicos pero siempre diferentes, nuevos y excitantes, unir
sus cuerpos, sus bocas y sus lenguas, un paso y la unión perfecta en la más bella danza
de amor
A: Mi amor... (jadeaba)
L: Sí (susurraba extasiada mientras su mano audaz desabrochaba el botón del pantalón)
A: Oh...
L: Amelia...
Los hombres llegaban con una pieza única de antílope, las mujeres aullaban y
aplaudían, el mejor regalo para Noël sin duda, y con un grito de Zulú, la pieza fue
dejada sobre la tierra, ante Massamba quien salió de su cabaña donde no cesaba de
hacer ruido, y todos se preguntaban que estaría haciendo. Los ojos de todos miraban al
hombre que con un asentimiento de cabeza dio por buena la caza, y así empezó la
danza, los gritos, los golpes de sus lanzas contra el suelo, el polvo que levantaban sus
pies al golpearlo, aquel baile que ofrecían a los espíritus para agradecer que todos
volvían sanos. Aquella danza calmó a las dos mujeres un poco el ardor, Claudia las
miraba y sonreía, y es que, aquellos movimientos y gestos adustos en sus caras era un
espectáculo único que hasta los perros y la familia Mona, se detenían para observarlos
Una vez finalizaron ya no pudieron volver a la cabaña, fueron requeridas por Benigna y
los ojos de Claudia se cruzaron con los de Luisita, que los cerró negando con la cabeza
mientras se mordía con cierta desesperación el labio
L: No hay manera...
Claudia: Se nota (no quiso reírse pero no lo pudo evitar)
B: Bueno vamos a tener trabajo para cortar la carne
L: Yo no quiero verlo, ¿qué hago yo?
B: Prepara el fiambre... (entonces se detuvo en su camino hacia fuera y murmuró) ¡No
me puedo creer que haya dicho semejante palabra en medio de la Selva! (decía
pensativa)
Claudia: Sí, es increíble... por eso he venido ¿eh? (le guiñó divertida el ojo)
B: ¡Mira que cara! (le dijo seria)
Claudia: No Tere, una que es lista (sonrió)
Una pija en la selva 900
aseguro que ella lo que necesitaba era alguien como tú, que le parara los pies y le
demostrara que en la vida no se puede ser tajante en algo tan hermoso como el amor
(Luisita la escuchaba la consideraba alguien extraña, ni llegaba a ser rival, ni tampoco
amiga) Julia le hizo mucho daño, y ella vivía bien con esa excusa sabía como volver
loca a cualquier mujer, pero no era ella, ella es quien está hoy ahí fuera metiéndose sin
parar con Benigna porque sabe que está mal por Bárbara, ella es la que ahora mismo te
está mirando, la que sonríe, y esa Amelia la has devuelto tú, como su amiga que me
considero y alguien a quien adoro, me hubiera gustado que os fuerais a intentar vivir
vuestro amor lejos de aquí, pero sé, que sois carne de esta Selva y aquí o donde estéis,
seréis felices
L: Gracias... la verdad que siempre te tuve cierta manía, pero... sé el aprecio que le
tienes a Amelia y, eso me hace considerarte amiga
Claudia: Me alegro (sonrió) Pues amiga vamos a cortar el fiambre o Benigna nos
cortará a nosotras
L: Pues sí (dijo aún algo nerviosa pero tratando de serenarse con la mirada puesta en
una Amelia que no paraba de sonreír)
Claudia: ¿Una pregunta?, ¿qué hace Massamba con tanto ruido?
L: Ni idea, es más debería no hacer nada, la herida no le cicatrizó bien y estoy un poco
preocupada
Claudia: Vaya...
L: ¡Claudia que viene Benigna! (le dijo al ver que la mujer estaba a punto de entrar y
ellas no habían hecho nada, conociéndola sabían que se iban a llevar una buena bronca)
Claudia: Joder... dame algo
L: ¡Ay madre!, toma...
Claudia: ¿Un vaso?, joder Luisita que está aquí
L: Ya... y...
B: ¡Pero bueno!, ¡vosotras qué de chachara!, pues vamos bien a este paso me toca
hacerlo todo a mí, ¿qué pasa?, que hablar mucho pero trabajar poco... ¡bah, si es que no
sé ni como os dejo solas al cargo de esto!, mala la una peor la otra (ellas se miraban de
reojo mientras abrían el envase de salami) Si es que... bla bla bla, pero de trabajar
nada... si ya lo decía mi madre... ¡uy dónde he puesto la fuente grande!
L: La tengo yo (dijo débilmente)
B: ¡Acabáramos! (la miró muy seria con sus ojos muy abiertos)
Salió de allí mascullando con gracia, y ambas se miraron sonrientes al ver sus nervios
porque todo saliera bien
El resto de mujeres comenzaron a llenar la cocina, mientras fuera Cruz disfrutaba con la
mano del mortero junto a Nmaba triturando cereales, los niños que tan bien conocían a
la Mwasi mondele, le contaba sus adelantos en los estudios, la mujer se mostraba feliz
mientras su marido junto a Quintero, valoraban la tensa situación en la que se
encontraban
L: Te pille
A: Luisita... pero... (se reía ya no solo por el susto sino, por su gesto)
Una pija en la selva 902
B: ¡A comer!... vamos...
Y allí todos, acudieron a la llamada de la gran mami, Lula apareció sonriente tras
Massamba, y juntos con el niño en el saco que ella llevaba en su espalda se reunieron
con el resto, una gran mesa, donde todos se sentaban y hablaban, donde las sonrisas
eran las protagonistas, y donde Benigna en pie, miraba a todos y cada uno de ellos,
Marce hablando con Cruz, ésta sonriendo, Amelia y Luisita con su tontería particular,
las manos por debajo de la mesa, la bronca de Marce pidiendo las manos a la vista,
Claudia que sonreía divertida con Quintero sobre las chicas, Massamba hablaba con
Ngouabi quien le contaba todas las vicisitudes para cazar el antílope, Zulú sentando a
sus hijos mientras Nsona con su vientre ya avanzado lo miraba con el amor en sus ojos,
Nmaba riéndose junto a Siya que parecía contar con el favor de la mujer para estar junto
a su nieto, Monwe recibiendo las sonrisas de Zambi quien había puesto sus ojos en la
joven que poco a poco con la ayuda de todas iba superando la muerte de su bebé. Sissou
contando a Yildas todo aquello que había traído la mondele que se estaba volviendo
Una pija en la selva 903
loca para colocarlo, hasta Laobi había dejado de vigilar y se había unido a todos ellos, y
no paraba de sonreír con las locuras de Dib. Allí estaba su familia, su gente, su aldea, su
mundo, nadie vio como se giraba con los ojos acuosos, nadie la vio llorar en la cocina,
pensaba en Bárbara, pensaba en ellos, en la fragilidad en la que vivían y su corazón que
había sufrido ya tantos golpes, parecía avisarle ¿otro?
La cena fue de lo más divertida, aquellos fiambres que para los hombres y mujeres de la
aldea eran imposibles, hicieron las delicias de todos, el vino, después el champán, y los
frutos secos mezclado con comida clásica de África realmente hizo que la noche que era
bastante estrellada y con una luna hermosa sin lluvia, fuera especial. Las miradas
furtivas entre Amelia y Luisita se sucedieron durante la cena, Maes fue de brazo en
brazo, en ese momento en que todos se disponían a cantar a Noël la tenía Nmaba con su
amplia y feliz sonrisa. Luisita escuchaba las canciones, Benigna las cantaba con una
expresividad y un dominio del kikongo que era la admiración de todas, cuando
terminaron de sus canciones de repente Luisita habló
Las risas siguieron al final de la canción, los hombres reían y aplaudían al ver al Ziku
cantar como loco, mientras las mondeles recién casadas no paraban de reírse mientras
cantaban, de mirarse a los ojos, de demostrarse abiertamente tantísimo amor
B: Venga vamos a recoger todo y a bailar que es Navidad (decía feliz aún con añoranza)
Claudia: Vamos Benigna... venga chicas dejar un poco de tontear que dais un poco de
asquito
M: Eso, eso... imagínate lo que tenemos que soportar... un monumento nos merecemos
A: Eres un desaborío te lo digo siempre... con lo bonito que es el amor (sonreía burlona)
¿Verdad Cruz?
B: Pero lo vuestro cansa ¡hija! (les decía seria)
Lula: ¿Tiernas?, así Luisita (preguntó ante la sorpresa de todos)
L: Sí cariño, somos tiernas pero nadie nos comprende (le dijo abrazándola con todo el
cariño que sentía por ella)
Nsona: Oh Mwasi, Nsona comprender
A: Menos mal (les dijo sonriendo)
Entre bromas y risas fueron retirando las cosas de la mesa, los hombres mientras se
fumaban los puros que Quintero había traído para ellos, y preparaban los tam-tam para
bailar, hablaban sobre la Selva, las mujeres canturreban, y no paraban de hablar, una de
las veces Amelia estaba cogiendo un vaso y Luisita se puso al lado diciéndole bajito:
Una pija en la selva 904
Amelia la miraba con la boca abierta, no sabía como lo hacía, era insultante que fuera
tan fácil dejarla boquiabierta y atontada sintiendo como toda su sangre se revoloteaba
sin remedio, y Luisita se alejaba sonriendo
Ambas rieron y siguieron con las risas y felicidad del momento. Una vez todo estaba
preparado, el tam-tam sonó, y todos comenzaron a bailar, en parejas, por libre con los
niños, cantaban, se divertían en el otro lado del mundo, donde el horror era diario,
también podían sacar esa parte de alegría por vivir, por estar juntos, por compartir, y así
lo hicieron hasta que llegó el momento de felicitar a Noël según las costumbres de la
Selva y se hizo con total solemnidad...
Massamba se puso de pie tras él todos los demás, los niños arrodillados delate suya, las
mujeres detrás, Mona, Valiente y Bartolo junto a los perros como uno más de la familia
escuchaban de la voz de Massamba agradecer que estuvieran juntos, sanos y salvos,
para después pedir que siguieran protegiendo sus vidas. Cada uno de ellos alzó su
plegaría en silencio, cada uno cerró sus ojos pidiendo casi en común lo mismo, y
aquellas plegarias parecieron caer juntas, unidas al fuego y en un gran destello se
alzaron hasta el cielo, cubriendo con sus luces las estrellas formando parte del
firmamento, de ese Universo que para todos ellos era esa aldea, esa amistad, ese amor
Un golpe seco del tam-tam dio por finalizada la fiesta hacia Noël, y allí juntos sintieron
esa magia especial de la que les habló Nmaba, “cuando las cosas salen del corazón
llegan al espíritu del cielo, él nos comprende y nos da valor, él nos da la fuerza para
aplacar tanto miedo, para creer en el amor y superar el dolor, y que nadie dude, que
después de la muerte y del sufrimiento llegará la paz”. Su voz inundó cada recodo de
los presentes, y Amelia instintivamente entrelazó sus dedos a los de su mujer, y se
miraron, una mirada meliflua repleta de ternura les hizo ver en el brillo de sus ojos el
amor, y la emoción
Eran cerca de las dos de la mañana, todos hablaban sobre aquella Navidad diferente,
para cada uno significaba algo distinto, quien sorprendió fue Claudia que contó como el
día de Navidad, su novio y el que iba a ser marido en escasas semanas, le dijo que se
había enamorado de otra y se iba para siempre de su lado, desde ese día todas las
Navidades le dolían, sin embargo, compartirla allí rodeada con algo tan simple como
necesario que era amistad y amor, le había dejado por primera vez un buen sabor de
boca. La calma era total, el crepitar del fuego era la música que les acompañaba cuando
llegaba el silencio. La mente de Benigna voló hasta Bárbara, aquella mujer tan especial,
aquella loca que le hacía constantemente reír, que le hacía sentirse bien, rezaba para que
no le pasara nada, la echaba de menos. Mientras Marce y Cruz contaban como fue su
primera Navidad juntos, las risas se fueron sucediendo, allí sentados todos, Zulú
transmitía a las mujeres que habían llegado las palabras de los mondeles, y éstas
sonreían ante las diferentes costumbres que ellos tenían, les parecían curiosas y también
algo sosas. Eso de comer tanto y nada más, no lo llegaban a entender. Cuando llegó el
Una pija en la selva 905
turno de Luisita, contó las grandes fiestas en su casa, todo tan frío, tan vacío, tan triste
que le había emocionado poderlo compartir con su nueva familia, ya no solo Amelia y
su hija, sino, con todos los que para ella eran su familia, llegado a ese punto Mona con
un vestido Lacoste verde de Luisita se subió en sus brazos ante la sonrisa tierna de
todas. Las mujeres que habían cogido por la mondele bajita mucho cariño, sonreían y
Nmaba le dijo que ellos sentían lo mismo, una más, la sentían como una más. Amelia
contó poco, no porque no tuviera que contar sino, porque no quería que se dieran cuenta
la emoción que recorría su cuerpo al tener a Luisita junto a ella
Poco a poco se fueron retirando, al día siguiente habría que despedirse y toda despedida
conllevaba un sufrimiento necesario que pasar, Marce y Cruz se quedaron fuera de su
cabaña mirando el cielo estrellado, aquella hermosa luna abrazados tapados con una
manta fina. Benigna se llevó a Maes, la pequeña aquella noche precisamente se había
portado de lo más bien, y era motivo de comentario para todos y nuevas risas, nueva
felicidad
A: Bueno Benigna, si necesitas algo nos llamas, eso sí, llama antes de entrar a la puerta,
no estás para emociones fuertes
B: Deja... deja... ¡mira que eres burra! (le riñó) Además no es el primer niño que cuido
¿eh?
A: Lo sé Benigna, lo sé
L: Gracias Benigna (le sonrió por las caras que le ponía Amelia)
B: Venga... a ver si es posible que no se despierte toda la Selva
L: Tranquila (contestó algo sonrojada)
A: Bueno, buenas noches Maes (le dio un besito en la frente)
L: Buenas noches cariño (le dio otro)
B: Venga a descansar, bueno... a lo que sea... bueno me voy
Se quedaron solas, mirándose con una sonrisa y Amelia de pronto estiró de su mano
para llevarla a la cabaña en la puerta Luisita la detuvo
L: Para... para...
A: No me hagas parar, ni se te ocurra (le advirtió mirándola con gesto serio)
L: Pues vas a parar, porque vamos a disfrutar de nuestra primera Navidad juntas
A: Ah, y me lo dices ahora después de ponerme caliente como una loca con tu frase en
la mesa
L: Se siente, ese era tu juego, ¿no?, al principio me lo hacías pasar así de mal a mí, así
que yo también sé ser cautivadora, y ardiente (le musitó cogiéndola de la blusa y
atrayéndola hacia ella) ¿Oh no?
A: Demasiado
L: Pues mi mujer preciosa se va a esperar aquí (le decía con su eterna sonrisa)
A: Como tardes mucho entro (le hacía un gesto de total seguridad sin contemplaciones
alguna)
L: Vale, prométeme que vas a ser buena (le besó)
A: No puedo
L: Vaaaaaaa (le decía sacando su lado pijote)
A: Lo prometo
L: Eso es (se mordió el labio inferior suspirando fuertemente) Porque como tú has
dicho vamos a vivir emociones fuertes (se metió en la cabaña)
A: Joooooooooooooooooooder (susurró resoplando ante la sugerente frase de su mujer
Una pija en la selva 906
Allí fuera, veía a Marce y Cruz hablar y sonreír, que pareja aquella, siempre les había
tenido envidia, siempre había soñado con algo así, y justo detrás de la puerta estaba su
sueño hecho realidad. Paseaba de lado a lado inquieta, sintiendo el cosquilleo de miles
de mariposas en su estómago y su entre pierna, resoplaba con asiduidad, juntaba sus
manos, las entrelazaba, sonreía, se detenía, volvía a andar, hasta que de pronto escuchó
algo que la dejó quieta con gesto de total asombro
Antes de que se abriera la puerta lentamente, oyó un ¡au! Tras un golpe, algo habitual en
Luisita, que primero le hizo sonreír y después asombrarse, porque tras la puerta podía
ver la luz de velas de colores, sin duda, una sorpresa más que le tenía guardada su
mujer, pasó hambrienta de verla, y al entrar la puerta se cerró tras ella, al girarse allí la
vio en una pose muy sensual, con aquel picardías que a Amelia tanto le gustaba, con su
sonrisa encantadora y saliendo de no sabía muy bien donde una música que recordaba
perfectamente, un bolero “Amanecí en tus brazos”, con la desgarradora voz de Chavela
Vargas
L: ¿Quieres bailar?
A: Contigo lo quiero todo (le dijo dulcemente como hechizada, como entregada a ella
para toda la vida, dejándose llevar)
Las mejillas se rozaron, los pasos lentos, como cada letra que regalaba la canción a sus
oídos, las yemas de los dedos rozando la piel deseada, las manos que se habían
entrelazado, apretando como si dependieran del roce para seguir vivas
Las manos se deslazaron, Amelia posó la suya en la cintura de Luisita mientras la otra
ascendía por la espalda hasta el cuello, las manos de Luisita bajaron hasta las caderas de
su mujer, se metieron por la fina camisa de lino que llevaba y dibujaron un cuadro
abstracto de caricias. Un suspiro llenó la música. Antes que cantara nuevamente
haciendo que fuera como un redoble de tambor
Una pija en la selva 907
Los ojos cerrados dejándose llevar por los latidos ardientes de sus corazones, por las
caricias, por el tacto, por el roce de ambas mejillas que se movieron lentamente
buscando, encontrando el anhelo de sus labios
Por fin se encontraron, las bocas, los labios, suavemente Luisita sus manos en la cintura
de Amelia subiendo por la espalda, Amelia las manos en el cuello acariciando su pelo, y
los labios ¡ay los labios!, que juego, que placer, que ternura, besos y más besos, lentos
como si así pudieran saborearse más, como si así el éxtasis llegara poco a poco, como se
saborean las mejores cosas de la vida
La pausa en la voz de Chavela Vargas, la llenó el sonido del chasquido de los labios
buscándose ya sí con ansia, sus manos ya no buscaban caricias lentas, sino viajar a
través de su espalda, con las palmas bien abiertas, rozando, acariciando, aprisionando
por la pasión, por el calor que las iba ya sí, inundando
La ropa ya sobraba, las respiraciones se volvieron jadeantes, los ojos miraban con
premura, las manos liberaban los cuerpos, las bocas, las piernas hasta que hubo una
pequeña tregua donde Amelia acarició lentamente su cara como si quisiera detener el
tiempo en ese segundo en el que aquellos ojos transmitían todo el amor que sentía su
corazón. Ambas sonrieron, y se besaron desnudas, dibujando sus labios con la lengua, y
entraron en sus bocas, resbalando, saboreando, notando como todo su cuerpo hervía en
una súbita urgencia, que no detenía el baile, lento, pegado y sensual
Despacio con suavidad, Amelia se dejó caer en la cama, sobre ella Luisita y los ojos
decían tantas cosas que no hacían falta palabras, la energía entre ellas explicaba
millones de cosas, de sentimientos desbordados, mientras las manos volaban, los
cuerpos se entrelazaban, las melenas se enredaban, los dedos encontraron la libertad de
movimientos para esa pasión desmesurada que sentían, que vivían. Se entregaron al
amor con total dependencia, sus movimientos agitados, sus bocas, sus manos, sus sexos,
Luisita acoplándose sobre su mujer perfectamente como si Dios las hubiera creado por
separado para unirlas en la perfección más absoluta del amor, y allí jadeaban, se
movían, se contorsionaban, apretaban las mandíbulas, cerraban los ojos, sudaban, y se
Una pija en la selva 908
devoraban con la avidez del torbellino de la pasión más perfecta. Hasta llegar al final,
con una explosión silenciada de miles de partículas en el aire llamadas, amor
Y así pasaron los minutos, entre besos suaves, caricias lentas, miradas enamoradas, y así
con esos besos no hizo falta más que dar y recibir, sentir y sonreír. Para volver a amarse
de mil maneras diferentes, sabiendo que lo más importante era que en el lugar más
recóndito de su corazón, ambas sentían lo mismo, amor
Hasta que el sueño y cansancio les venció, hasta que la respiración volvió a apaciguarse,
Luisita miró a Amelia, con una delicada sonrisa en sus labios mientras se aferraba a su
cuerpo
L: Alguien dijo una vez que cuando se ama de verdad... hasta después de encontrar la
muerte, se sigue amando (le susurró con sus pocas fuerzas) Yo creo, que si hoy me
muriera, seguiría amándote toda la eternidad
A: Lo sé... porque a mí me pasa igual... la eternidad será para nosotras lo que el amor es
hoy para poder sobrevivir (ya no pudo decir más, así abrazando a su mujer se durmió)
Y seguían durmiendo abrazadas suavemente, tan solo algún movimiento de una hacía
que la otra volviera a buscar el cuerpo de su compañera en la cama, para dejar el menor
espacio entre ellas. Amelia en una de esas vueltas, oyó algo, le pareció un sonido
extraño, no se quedó tranquila y se separó de Luisita con cuidado de no despertarla, se
cubrió con el camisón que había junto a la cama en silencio y con la oscuridad de la
noche
Amelia salió primero, la oscuridad aún era patente, su cuerpo cansado por el esfuerzo de
tanto amor, le hizo desplazarse con lentitud, mientras Luisita se vestía y se ponía de pie.
Miró alrededor pero no vio nada, ¿habría soñado?, estaba segura que podía reconocer lo
que había escuchado por el helor de su piel aún estando dormida podía apostar que no
estaba equivocada, desgraciadamente pensó algo asustada
Y así fue, justo detrás suyo, volvió a escuchar el sonido repugnante de una o dos balas,
ya no le quedaba la más mínima duda, eran disparos. Al girarse con horror lo vio, allí
plantado delante suya aún saliendo el humo del arma, no quería imaginar donde habían
ido a parar las balas que tan tremendo estruendo habían hecho a su lado, no sabía
porque nadie decía nada, su mente fue rápida y cuando fue a moverse para ir hasta
Luisita, volvió a escucharlos disparos, pero no solo escuchó sino, también sintió como
algo atravesaba su pecho, algo que al entrar le producía un calor extraño, un calor de
infierno, y vio la risa, la carcajada de aquel tipo que tras disparar se marchó comiendo
Una pija en la selva 909
algo que llevaba en su mano. Amelia cayó de rodillas, el golpe fue seco, notaba el
líquido viscoso y caliente de su sangre como estaba inundando su pecho
A: Luisita...
Su voz fina y casi inaudible salió de su garganta, era una pesadilla, estaba viviendo una
pesadilla de la cual se despertaría y respiraría al ver que todo era mentira, quiso gritar y
no pudo, su voz se ahogó, sintió como se quedaba sin fuerzas, como caía al suelo y
seguía sin escuchar a nadie. Como pudo se arrastró cual serpiente en la tierra, seguía
notando el calor de su propia sangre resbalando por su cuerpo, le entraban arcadas,
estaba perdida si no recibía ayuda, ¿y su Luisita?, ¿por qué no salía?, al llegar a la
puerta tras dejar su rastro de sangre la vio, de lado con la mirada perdida hacia ella, al
verla parpadeó levemente, movió su brazo lentamente estirándolo, ofreciendo su mano
como momentos antes le ofrecía su risa, su cuerpo, su alma, su vida, en ese instante le
ofrecía su muerte y Amelia lo intentó con las pocas fuerzas que le quedaban, estiró su
mano y se encontraron, volvieron a entrelazar sus dedos, volvieron a mirarse a los ojos,
Luisita trató de decirlo pero su voz se quebró a mitad camino y tan solo sus labios
dibujaron lo que su garganta no pudo hacerle llegar a su amada
L: Te quiero
A: Luisita... no... Luisita... Luisita... es una pesadilla Luisita... Luisita...
Ya no quería que la salvaran, ya no quería pedir socorro, Luisita había apretado su mano
y cerrado sus ojos, ya no quería seguir viendo el cuerpo sin vida de su mujer y una
lágrima recorriendo su rostro ante la despedida, ya no podía soportar sus propias
lágrimas, ni su sangre, aunque entonces le llegó una voz lejana, muy lejana, ya era tarde,
no quería que la tocaran quería irse con su mujer, quería mirarla pero sus ojos ya no
podían soportar más aquella visión, hizo un último esfuerzo que le costó la poca vida
que le quedaba, aferrándose al cuerpo inerte pero aún caliente de Luisita, se abrazó para
ir juntas a aquella eternidad que buscaban vivas. Murmuró su nombre y con el amor que
había sentido en vida se dejó llevar por la muerte
A: Te amo...
Y fue una luz potente y blanca, la que le hizo ver que allí estaba Luisita, ya no llevaba
su ropa de marca, llevaba una túnica blanca radiante y potentemente blanca, con Maes
en los brazos sonriéndole esperándola como había dicho para seguirse amando, y ella
misma sintió como volaba, como llegaba hasta el final de aquel túnel sintiendo una paz
interior, tan maravillosa, que olvidó que era el dolor, y se acercó con la sonrisa en los
labios, sin importarle nada más que aquel abrazo, aquel beso y aquel lugar donde seguía
estando con quien tanto amó, con quien le devolvió la vida y su hija
L: Te quiero
A: Te quiero
El avión con los cuatro cuerpos de las heroínas llegaban a Barajas, allí viendo como
descendía entre una ligera lluvia todos los principales responsables del país, de MSF, y
un grupo de militares, a pesar de que las familias habían solicitado total intimidad, las
televisiones, prensa y radio, necesitaban carnaza para vender la muerte de aquellas
Una pija en la selva 910
pobres mujeres que habían ido a un país para ayudar y habían encontrado injustamente
la muerte a manos de unos canallas que iban a pagar caro su osadía
Paso a paso los corazones de quienes realmente sentían la perdida, fueron cobrando
mayor latido, mayor pena, conforme el momento del reencuentro se aproximaba, las
primeras lágrimas comenzaban a caer por los rostros desencajados, los suspiros
entrecortados, los quejidos de las madres, los silencios de los padres
Abrieron una de las puertas laterales del avión poniendo una escalera de hierro por
donde descendieron una pareja que por su estado y su dificultad para moverse,
reconocieron que eran los compañeros, los que habían salvado la vida entre tanta
muerte. Los más altos mandatarios fueron hasta un Marce destrozado y cojo por la bala
que le había atravesado una de sus piernas para tenderle la mano y mostrar sus
condolencias, la mirada ojerosa del hombre destrozado que hizo un terrible esfuerzo por
poder estar allí y despedir a sus colegas, les hizo agachar la cabeza, mientras Cruz
herida en su brazo izquierdo, agradecía sin palabras tan solo con una sonrisa triste el
afecto por quien hasta ese momento nada les había importado
Tras el primer avión llegaba otro que aterrizaba lejos de éste con dos heridos graves, y
una tercera persona destrozada de dolor, al segundo de tocar tierra dos ambulancias
recogían a cada uno de los heridos partiendo con las sirenas silenciadas porque en ese
momento en que sacaban el primer féretro sonaba una partitura interpretadas por las
trompetas de la banda del ejército la famosa canción de “Silencio”
Marce y Cruz se pusieron en la primera fila junto a los padres cogidos, inseparables, el
primer ataúd que descendieron con total celebridad y solemnidad fue Claudia, sus
padres destrozados entre sollozos recibieron a su hija. Segundos después fue el féretro
de Amelia quien fue recibida por el gesto serio de su padre, las lágrimas de su madre y
sus hermanos, y entre la gente, en una esquina las de una Julia que sollozaba en silencio.
Después fue Luisita y Encarna se derrumbó sobre su féretro, estaba helado, tan solo
pudo llorar abrazada a aquella frialdad inhumana en la que se había vuelto su hija. Por
último un pequeño ataúd blanco, donde la hija de ambas y en el que las dos abuelas no
pudieron resistir rozar entre sollozos. La emoción fue tan dura, que a más de uno de
esos altos jefes de despacho, a salvo de cualquier barbarie, se les formó un pequeño
puchero en sus barbillas perfectas, sus caras repletas de lociones
Los cuatro ataúdes y sus familiares comenzaron a desfilar, con el sonido de la música
como acompañante y el repique del agua de la lluvia contra la madera de los cuatro
féretros, tras ellos Cruz y Marce rotos, ausentes, con el corazón compungido lo hicieron
por última vez tras las que eran sus compañeras, sus amigas
Se hizo un funeral de estado, todo preparado al milímetro, todo precioso, flores, música,
rezos del Arzobispo, buenas palabras, halagos, en el primer banco Marce aguantaba las
ganas de gritar, de cómo estaba haciendo en ese momento internamente cagarse con el
mundo entero, ese que giraba la espalda a la verdad porque estaba lejos. Y que era tan
hipócrita de hacer un Funeral de aquellas características para que vieran que se
preocupaban por sus muertos en el extranjero. Cruz suspiraba mirando los cuatro
féretros, parecía increíble que estuvieran allí
Tras el funeral la condecoración a cada una de ellas sobre la bandera española, los
militares tras un bonito paso ensayado sacarlas a hombros hasta los coches, el adiós por
el pasillo de la Catedral y la despedida de los altos cargos porque tal y como habían
solicitado las familias, decidieron enterrar a las tres mujeres juntas en el panteón
familiar de los Wilson que había en Madrid en la Almudena, mientras Claudia era
llevada al de San Isidro y querían hacerlo entre la gente que las apreciaba de verdad.
Los coches, la gente todos de negro riguroso, y el comentario más sonado, “dieron su
vida... fueron valientes”. Y Marce apretando los dientes, y Cruz ahogando las lágrimas.
Y Julia marchándose sin más
Cuando Benigna abrió sus ojos se encontró con un techo blanco que le recordó lo que
había visto por última vez, lágrimas cayeron de ellos, mientras la mano de Bárbara le
acariciaba el rostro aún temblorosa con ojeras y sin poder pronunciar una palabra, tan
solo estaba allí, a su lado apoyando su dolor y el propio. Había tratado de salvar con su
cuerpo a la niña, pero una bala caprichosa que entró por su espalda y salió justamente
por el cuerpo de la pequeña, lo impidió. Tragó saliva quiso hablar pero el oxígeno que
llevaba no le dejó y la voz de Bárbara la arropó
En el panteón, las lágrimas de las madres se sucedían, las de Cruz y Marce, las de Julia,
las de compañeras de Amelia, y amigas de Luisita, no había juicio de que fueran una
pareja, estaban muertas, ya no preocupaba que fueran lesbianas, en ese momento el
dolor lo perdonaba todo. La oración que cada madre quiso que se dijera, se dijo, la
emoción de ver como ponían los tres féretros juntos los sollozos que en ese momento
cubrieron el silencio que existía en el cementerio, todo había acabado para aquellas
mujeres que habían tratado de superar tantas cosas en la vida, que habían salvado tantas
vidas, que habían sorteado tantos y tantos obstáculos, y que, en ese momento en el que
se cerraba la puerta, el dolor más profundo se repartió a partes iguales entre las dos
familias
Cuando todo terminó, Cruz y Marce se metieron en un coche para llegar al hospital, allí
dentro el silencio era casi tan sepulcral como el panteón, Marce miraba al cielo por su
ventanilla, Cruz lo hacia por la suya
M: Creo que si han visto esto Amelia se ha debido descojonar (dijo serio)
C: Yo también lo creo
Una pija en la selva 912
M: Y no les gustaría vernos mal, así que... volveremos a levantar aquello a pesar de que
todo se haya perdido, a pesar de que los muchachos no estén, de que cada centímetro de
aquella aldea nos recuerde el horror vivido... pero seguiremos luchando como ellas lo
hubieran hecho en nuestro lugar
C: Así es
B: Mmmm
A: Benigna me llevo a Maes, descansa tranquila (le dijo susurrando)
B: Vale... se ha tomado el biberón
A: Bien, te quiero Benigna (le besó la frente con tanta necesidad de sentirla que sus
labios estuvieron pegados a su frente unos segundos)
B: Y yo... cariño... y yo...
A: Vamos mi vida... todo ha sido una pesadilla...
Respiró tranquila aunque su corazón seguía palpitando tan fuerte que parecía iba de un
momento a otro a detenerse al igual, que aquel proyectil que había sentido cruzar
perfectamente su pecho lo había detenido. Llegó a la cabaña, bebió un poco de agua
para aplacar el miedo, y sus ojos se llenaron de lágrimas, allí estaba con su mujer y su
hija, ¿y al día siguiente?, ¿seguiría estando? Todavía con el nudo en el corazón se
acostó, trato de exhalar aire para tranquilizarse, mientras abrazaba y besaba a Luisita,
mientras Maes se acomodaba sobre su agitado pecho que comenzó a relajarse al estar
allí las tres, tratando de sacar de su mente la visión de los cuatro féretros, la visión de su
madre llorando, tragó saliva quizá también era momento para aclarar con ella todos los
malos entendidos, quizás incluso hasta para Luisita había llegado ese momento
L: Cariño (susurró)
A: Dime
L: Tengo frío...
A: Acércate a mí
Una pija en la selva 913
Y así abrazadas se durmió Amelia, tratando de alejar lejos muy lejos las imágenes pero
tenerlas presentes para ser más sensata con todo y con todos
En la cocina de la aldea, Benigna y Cruz charlaban animadamente a pesar de que ese día
era la despedida. Reconocían que la situación era ciertamente complicada pero querían
creer como tantas otras veces que nada iba a pasar
En la cabaña donde se colaba juguetón un rayo de sol, Maes se había despertado, pero
en lugar de llorar, se había aferrando con su cuerpecito al de Amelia que dormía con la
boca abierta y Luisita a su lado observando la tierna escena. Recordaba la música que
afortunadamente gracias a Mona se había salvado de la riada, recordaba los besos, los
labios y caricias de Amelia en su cuerpo, y los suyos en el cuerpo de su mujer. Sonreía
al ver como la niña bostezaba y con sus manitas se aferraba al pelo de Amelia, sonreía
sabiendo lo que en ese momento sabía. Era feliz
Amelia sonrió ampliamente al ver sus dificultades para hablar del tema, y sin embargo
era un volcán metidas en situación, pero su amplia y fresca sonrisa se borró en cuanto
como un fogonazo le hubiera reflejado en su mente el sueño. Suspiró con fuerza y fue al
lavabo, se lavó la cara, los dientes y se vistió para hablar con Quintero
Al salir los niños jugando con la pelota, los hombres trabajando en la construcción del
hospital, todos saludándola con sus sonrisas le dio la vida que la noche anterior le
habían quitado, aún le temblaban las piernas y con decisión tras saludar a todos se fue
directamente a la cocina para hablar seriamente con Marce y Quintero. Cuando se
asomó a la puerta de la cocina, no vio a ninguno de los dos, pero se llevo la sorpresa de
Luisita dándole el biberón a Maes ante la mirada embelesada de Benigna
B: ¡Oye bonita pues ya podrías, eh! Que yo quiero tener fotos con esta preciosidad
L: Di que sí, lo que pasa es que ella como quiere ser la prota si no sale no hay foto
B: Tienes razón... en eso mucha razón
L: No si ya... ella y su belleza que eclipsa a los demás (exageraba con su mano las
palabras)
A: Oye os estáis pasando ¿eh?, es que vosotras no sabéis reconocer la evidencia y os lo
tengo que recordar yo (les dijo sonriendo, y entonces las dos mujeres dieron una
carcajada de felicidad) ¿Dónde está Quintero?, quiero hablar con él
B: Anda... pues no hace que se han ido ya
A: ¿Cómo?
B: Sí, se fueron
A: ¿Y Marce?
B: En el despacho desde que se fueron
A: Joder...
B: ¿Qué pasa? (le preguntó al ver su gesto que parecía realmente angustiado)
A: Nada... voy a hablar con él, ¿me preparas un rico café del que ha mandado a su
adorada nuera, mi suegra?
B: ¡Ay tu suegra!
L: Es su suegra Benigna... ahora... otra cosa es que la adore, como ella se cree
A: Perdona cariño (se le acercó graciosamente mientras la mira suspirando) A mí me
adoran todas
B: ¿Las suegras?
A: No... las mujeres (sonrió dándole un beso a Luisita en el pelo) Ya vuelvo
L: Es maravillosa es que además tiene razón ¿eh?
B: Sí pero no se lo digas
L: Oye Benigna... quería decirte que ha sido mi mejor día de Navidad de verdad
B: Bueno tú has contribuido a ello de manera muy activa
L: Me siento tan bien aquí, mi abuela estaría feliz
B: Seguro que sí, porque tiene una nieta muy especial (la miraba con sus ojos infinitos
de ternura)
L: Solo espero que todo esto de la guerrilla, los militares y la guerra quede en nada
B: Yo también lo espero
L: ¿Sabes algo de Bárbara?
B: No, no creo que tenga sencillo avisarnos (suspiró)
L: ¿Y Marce cómo se ha quedado?
B: Imagínate... echo polvo hasta le he visto caer una lágrima cuando ya Cruz se había
ido
L: ¿Por qué no nos han avisado? (se puso a la niña al hombro para ayudarla a expulsar
los aires)
B: Porque se han ido muy pronto y han comprendido que mejor que descanséis
L: Vale
Maes: grrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrr
L: ¡Vaya eructo mi amor! (sonrió)
B: Madre mía...
A: ¿Puedo pasar?
Una pija en la selva 916
M: Claro...
A: No te voy a preguntar como estás porque sé que estás jodido
M: Gracias por evitar recordármelo (dijo fastidiado poniéndose bien la gorra)
A: Quería hablar con Quintero
M: ¿Para? (la miró fijamente)
A: Uf Marce he tenido un sueño terrible y quería decirle que nos tendríamos que ir
M: ¿Luisita y tú?, pues un poco tarde porque Claudia se ha ido
A: No, todos Marce... deberíamos irnos todos, he soñado que nos mataban solo
quedabais tú y Cruz
M: Y yo he soñado que me tocaba la lotería y aún lo estoy esperando
A: Marce, sabes que si nos quedamos...
M: Amelia, te dieron a elegir y dijiste que te quedabas, ahora no me toques las pelotas
A: Vale... muy bien... no sé puede hablar contigo... cuando podamos hablar me lo dices
Salió de allí no muy enfadada porque sabía que en parte su abatimiento no solo era por
Cruz sino, también por el peligro que entrañaba quedarse y si eran solicitados para
alguna misión. Se metió la mano en el bolsillo y entonces se reencontró con algo que
debía enseñar a Luisita
Ante la mirada tierna de Lula, Luisita bañaba a la pequeña que parecía encantada ante el
contacto del agua, a su derecha Mona observaba los pasos de la enfermera, una vez
acabó, enrolló a la niña y se la dejó en los brazos a su amiga Lula que le había pedido
hablar con ella
hay diferencias, ¿me entiendes? (le preguntó mientras Lula la escucha atentamente y
asentía) Tú corazón siente cosas por él, ¿verdad?
Lula: Mono ntima kele malembe
L: Pues si tu corazón está tranquilo, es porque tú estás bien a su lado
Lula: Lula sentir una vez feliz
L: Nunca antes había sido feliz y Massamba te hace feliz (le decía sonriente
interpretando sus palabras)
Lula: Sí (sonrió por primera vez tan ampliamente que Luisita descubrió que Lula tenía
una sonrisa preciosa) Feliz
L: Pues no tengas miedo Lula, estoy segura que él hará del momento único, cuando yo
sentí que Amelia me hacía feliz, el momento llegó y fue maravilloso a pesar de tener
miedo (le cogía las manos contenta y con los ojos emocionados)
Lula: Melesi Luisita
L: De nada Lula, me alegro mucho por ti (se abrazaron con fuerza y gran cariño mutuo)
A: Yo no sé que tienes que allá donde estás repartes alegría, me temo que cuando esté
en España contigo, voy a descubrir que son los celos
L: No seas tonta... pero... no entiendo ¿tenemos que ir a España? (la miró confundida)
A: Esta noche Luisita he soñado que nos mataban a las tres (su voz se había vuelto triste
de golpe y en sus ojos una sombra que los cubría sin remedio) Aún siento la angustia de
verte muerta a mi lado sin poder hacer nada
L: Amelia (le acarició la cara)
A: Tengo miedo que se haga realidad (la miraba intensamente)
L: Cariño... por favor (la abrazó con fuerza)
A: Igual nos hemos equivocado Luisita, y ahora... no sé (la miraba mojándose los labios
con la lengua mientras negaba con la cabeza nerviosa)
L: Amelia, creo que esa pesadilla es fruto de los nervios de la situación, pero sabes pase
lo que pase siempre estaremos juntas
A: Pero yo no quiero sufrir Luisita, y esta noche he sufrido mucho (la miraba a los ojos
asustada)
L: Eso no podemos decidirlo nosotras mi amor... nos hemos quedado y... ahora no
vamos a abandonar a los demás
A: No es abandonar a nadie, es irnos todos
L: Pero eso es imposible y lo sabes, podemos ir todos juntos a un lugar, pero después
ellos irán a los campos de refugiados, me lo dijo Claudia, y a nosotros nos destinaran en
otro sitio donde quizá dentro de un mes vuelva a explotar todo. Es o quedarnos aquí o
irnos para siempre de aquí, ¿qué quieres Amelia?, haré lo que tú quieras
A: Marcharnos de aquí Luisita... marcharnos de aquí para siempre
L: Cariño (le sonrió con tanta ternura que Amelia no pudo más que abrazarse a ella con
fuerza cerrando los ojos no quería verla sufrir, ni sufrir ella, no podía, no quería. Luisita
le habló con su dulzura mirándola a los ojos fijamente) Creo que estás ahora mismo
influenciada por el sueño, vamos a esperar unos días y si sigues pensando igual, nos
iremos siempre y cuando podamos
A: He hablado con Marce... pero hoy está que no se le puede decir nada y...
Una pija en la selva 918
L: Amelia... relájate mi amor, mira ya sé que vamos a hacer (la miró devorando sus ojos
con avidez) Ya sé que vamos a hacer tú y yo...
A: ¿Qué? (le preguntó sonriendo olvidándose de sus miedos, su pesadilla, perdiéndose
en aquella mirada)
L: Pues vamos a... (le susurraba bajito) Vamos a...
ValientL: Ahhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhh
L: Joder... ese es Valiente
A: Clavaito a ti, espero que Maes no se parezca en eso o me vais a matar
Hablaban mientras habían salido corriendo hacia la parte trasera de donde provenía el
grito, al llegar a la vez que Benigna y una Nsona preocupada, vieron a Valiente dentro
de una vasija repleta de agua y a Mona con la gorra de Luisita verde bañándolo tal y
como había visto hacer a la enfermera con Maes. La cara del pobre Valiente no tenía
precio, un puchero y sus brazos cruzados en el pecho resignado a su suerte y la risa de
Mona feliz tal y como Luisita la había mantenido mientras bañaba a su hija. Las mujeres
lo único que pudieron hacer fue romper en una carcajada que fue seguida por Mona y
Bartolo que a un lado veía la escena como un padre orgulloso de su familia
Amelia salió corriendo hacia el hospital, y la risa de Luisita fue sonora. Negó con la
cabeza pero algo en ella la inundó de repente de pena. Se giró agachando pensativa la
cabeza y rescató al pobre Valiente que temblaba en el agua
L: Ven aquí guapo, mira Mona... hay que hacerlo así ves (le frotaba y Valiente asustado
abría mucho sus ojos) No pasa nada cariño...
ValientL: Mmmmm
L: Ah, vale eso es que le gusta Mona, ves así (sonreía al ver como Valiente cerraba los
ojos)
Mona: Ahhh ahhh ahhh
L: Sí (la miraba divertida y entonces otra vez la pena apareció en ella) Joder pensar que
si me voy te echaré tanto de menos Mona
Mona: Uhhhhh (la miró triste)
L: Pero... bueno... no vamos a ponernos mal ¿eh?... aún no es seguro
Mona: Ohhh (de repente Mona la abrazó fuerte como si pudiera entender lo que le
había dicho, tras ella Bartolo que también abrazó a la mujer blanca, mientras el pobre
Valiente se sentía ahogado, entre sus padres, la toalla y los pechos de Luisita)
ValientL: Ahhhhhhhhhhhhhhhhhhh
L: Uy dios pobre... que lo estamos apretujando (no pudo evitar que le cayeran lágrimas
ante el gesto del animal que para ella había sido mucho más que un mono cualquiera, le
había salvado la vida dos veces y entonces la miró dejándole un beso que Mona recibió
con una lagrimita) ¡Eh Mona!, que no me voy a ir
En el hospital, los hombres seguían trabajando parecía mentira que con tan pocos
utensilios fueran capaces de hacer tanto, Massamba estaba concentrado en como se
estaba llevando a cabo el trabajo, de vez en cuando veía pasar a Lula quien le sonreía de
manera muy especial, el hombre sentía temblar todo su cuerpo de pies a cabeza ante la
sonrisa de la chica que le había robado el corazón. Sin embargo todos andaban un poco
preocupados por la ausencia de Marce, sabían que la marcha de la gran Mwasi Cruz le
había dejado tocado, entre ellos había cierto miedo, ciertas dudas, por eso en un
momento en que buscaron la sombra, Zulú, Yildas, Dib y Massamba se sentaron en un
apartado hablando
Massamba: Bantu kele ezali kikama, kansi, mono kuzaka nde ya beto mpangi ve
kumatia kulamba yayi (Todos estamos en peligro, pero sé que nuestros amigos no
pueden quedarse aquí)
Zulú: Mono Zuzonzisa nde beto me ngala nseka bau kwenda (Creo que tendríamos que
facilitarles la marcha)
Dib: Beto, ngatu, ve kumatia kwenda... kansi, ban inga (Nosotros, sin duda, no
podemos irnos... pero, ellos sí)
Massamba: Na bazombi kwisa, ve ngala luzolo na kni kebaka (Si la guerrilla llega, no
tendrán piedad con nadie)
Zulú: Fwete kusadisila nde kwenda, kele a bampangi kansi... (Debemos hacer que se
vayan, somos una familia pero...)
Massamba: Kutuba (Hablemos)
Zulú: Kulunga (Estoy de acuerdo)
Dib: Talo ( y yo)
Massamba: ¿Yildas?
Una pija en la selva 920
Yildas: We fwete kwenda bantu, beto ata (Deberíamos irnos todos, nosotros también)
(dijo con firmeza en su voz y gesto muy preocupado)
Massamba: Kulunga (susurró ensombreciéndose su rostro al pensar en su aldea y
nuevamente la aventura de huir, el peligro de perder lo único que tenía en sus manos, la
vida de los suyos)
Mientras en el hospital, Amelia había revisado primero a la joven Monwe que parecía
muy recuperada, ya no solo físicamente sino también, emocionalmente. Hablaron y
Amelia suspiraba con tranquilidad el odio que le tenía había ido apagándose y quizá su
abuela, le había hecho comprender que era una necesidad lo ocurrido y que ella solo y
gracias a Dios le había salvado la vida. Después le tocó el turno a Nsona, le gustaba
como trabajaba Sissou pero le gustaba mucho más tener a su lado a Luisita
Massamba: Ellos llegar y arrasar, con niños, mujeres y hombres. Zikus, no deber
estar... son necesarios para nuestros hijos en el futuro
M: Mira Massamba os agradezco vuestro apoyo a que nos vayamos de aquí, pero ahora
mismo es imposible. He hablado con la Central para saber como estaba la situación (se
giró mirando el mapa) Han llegado ocho mil soldados de parte de la ONU los han
distribuido por esta zona de aquí (señalaba los territorios más del norte en el mapa que
tenía extendido en la pared y señalado con los puntos conflictivos) Las guerrillas han
entrado por Bétou y sus aliados de la parte del Camerún por Bomassa, así que como
veis los tenemos razonablemente lejos, pero preocupantemente cerca
A: ¿Y quienes son esta vez? (había cruzado los brazos sobre el pecho, Luisita notaba su
tensión claramente en su gesto)
M: Los temidos Rasta, esos que llevan chándal y van con camisetas de la NBA, ¡ay que
joderse en medio de la Selva con una camiseta que vale 100 euros!, son los que queman
bebes vivos, violan mujeres y cortan vivos en pedazos a los hombres, parece que son los
que han movilizado el tema debían estar aburridos, también se les ha unido los Mai-
Mai, y los paramilitares de Uganda han extendido por la República Democrática del
Congo una fuerza que ha llegado hasta aquí, es decir, el lío es grande. Todo el Norte
está enfurecido y en pura carnicería pero no estamos a salvo nadie, la espesura de la
Selva es su aliada (decía pensativo ante la atenta mirada de las chicas que veían en su
gesto la preocupación) Debemos esperar acontecimientos, me han asegurado que de
momento estamos a salvo y que pueden producirse oleadas de fugitivos, mezclados
entre desplazados, ¿irnos? no podemos esa gente nos necesita, pero de todos modos si la
cosa se pone muy seria nos iremos pero no os voy a dejar en plena Selva, si nos vamos
lo haremos todos juntos
Massamba: Ziku (lo miró con agradecimiento por el apoyo pero temor por el peligro)
M: Me dicen que pueden tener un avión militar preparado en Impfondo para vosotras
pero no me aseguran que sea posible
A: Pero Marce Impfondo está al Norte
M: Lo sé, pero de momento es lo que hay, si por una de aquellas nos llaman, vosotras y
la niña os iríais porque solo aterrizan aviones militares en el Norte para traer más
militares, hay uno preparado de MSF que traerá a más compañeros, me lo comentó
Quintero. Era el plan B para vuestra cabezonería, vosotras y Benigna fuera
L: A ver un momento, habrá que entre toda esta nube de datos a cual de todo más cruel,
pensar con sensatez. ¿Dónde pueden irse todos para que estén a salvo, digo nuestra
gente?
Zulú: Campos de refugiados Mwasi, y yo no querer eso para mis hijos
A: Si te vas a la Selva, nadie podrá ayudarte
Zulú: Si me voy a un campo, nadie me ayudará (le dijo con la expresión tan triste y
abatida que se hizo un silencio descomunal)
M: Vale... Massamba ha hablado como jefe de la aldea, yo como director de este
pequeño grupito de revolucionarios lo agradezco, agradezco vuestra preocupación por
nosotros, pero, os propongo algo. Esperar, no podemos hacer otra cosa, si vemos que la
situación se pone fea, más de lo que está, iremos a Mossaka allí nos acogerán durante el
tiempo que esto dure, todos juntos. ¿Os parece bien?
A: Sí
M: Tú no digas sí, porque vosotras en cuanto la situación mejore, os iréis a Madrid
Massamba: Melesi ziku
M: Melesi a ti por pensar en nosotros, estoy muy orgulloso de este lugar Massamba, de
vosotros, hasta de estas dos que forman el mejor equipo que he tenido, soy afortunado y
créeme que nunca os pondría en peligro
Una pija en la selva 922
Comieron sin tener noticias de nadie, todo estaba bastante tranquilo hasta parecía que el
calor había dado una tregua, las mujeres prefirieron trabajar a descansar aprovechando
el buen tiempo, ayudaron a Luisita y Sissou a clasificar las vendas, las gasas todo para
tenerlo cerca en caso de necesidad. Pero nadie hablaba del tema, todos lo habían pasado
y ninguno quería recordarlo ni revivirlo nuevamente, hablaron de lo guapa que estaba la
gran Mwasi Cruz, de lo enamorado que se veía a Marce, y escucharon a Nmaba contar
cientos de anécdotas divertidas de las vividas con Cruz, Luisita trataba de seguir la
narración pero Amelia notando que se perdía le iba traduciendo sonriente
A mitad tarde, Amelia se acercó hasta el pozo para sacar agua y bañar a la pequeña
Maes, estaba en ello cuando se quedó mirando el horizonte, el cielo inmensamente
grande y azul, era como si nunca se fuera a terminar, mirara donde mirara siempre
estaba allí majestuoso, y así sintió su amor por Luisita, infinito y majestuoso
L: A ver Amelia, mi madre para empezar no quiere saber nada de mí, no creo que le
interese lo más mínimo si estoy o no en Madrid
A: Vale pues no me presentas a tus padres, asunto arreglado (dijo definitiva)
L: Es que te escucho y me parece mentira que me digas esto... ¿tanto te ha afectado la
pesadilla?... sabemos a lo que nos exponemos Amelia pero...
A: Mira Luisita, lo único que sé es que te quiero, y me da igual si lo entiendes o no,
pero en cuanto podamos nos vamos, tú, la niña y yo (su voz sonó cortante y segura)
L: Estás siendo un poco egoísta e injusta ¿no te parece? (le devolvió el mismo tono)
A: ¿Cómo? (preguntó mirándola seria mientras Luisita sacaba a la niña del agua,
Amelia la acogió con la toalla para secarla sentándose en la cama, dejando un beso en la
frente de su hija)
L: A ver mi amor, no te pongas borde lo primero. Yo también tengo miedo, y también
he soñado cosas horribles desde que estoy aquí, es cierto que ahora tenemos un
problema mucho mayor y sin duda, yo no lo he vivido y espero que no me toque vivirlo,
pero de ahí, a querer huir no me parece lógico. La muerte es parte de la vida, mi abuela
siempre lo decía, es horrible lo sé, me volvería loca si te pasara algo, y sé que te pasaría
a ti igual, por eso yo creo que tienes y no tienes razón. Nuestro trabajo es este, nos
hemos enamorado, nos hemos casado, hemos tenido una niña que ni siquiera
soñábamos, hemos evolucionado juntas, hemos ayudado a gente que eso es lo que
venimos a hacer, tú misma lo dijiste, y si ahora nos toca sufrir, sufriremos. Pero no te
dejes llevar por el miedo Amelia, por el miedo se dejan llevar los cobardes y tú no lo
eres, no eres tú, estás tensa, tu cara mantiene un rictus serio y rígido, cariño... sé que es
horrible si nos pasara algo, pero eso, lo sabíamos cuando firmamos el papel para venir
aquí
A: Ahora es diferente (trató de justificarse)
L: No mi amor (le acarició la cara dejándole un beso enamorado en la comisura de los
labios mientras se agachaba) Sigue siendo igual, solo que mucho mejor porque estamos
juntas. ¿Recuerdas cuándo pasamos aquello con los que nos cogieron?, cuando te
pegaron a ti, pasé mucho miedo, pero lo superamos, y ahora pasará igual, lo
superaremos cariño... juntas como toda esta gente que forma esa familia que tú quieres
encontrar en Madrid, juntos es como se superan las cosas, y nosotros aquí tenemos una
familia maravillosa
A: ¿Cómo las superan Luisita?, no ves la realidad, esto no es un cuento de princesas (le
dijo seria, negó con la cabeza y con voz algo quebrada siguió) Se pasan la vida huyendo
ya has escuchado a Zulú prefiere perderse en la Selva que ir a un campo de refugiados
L: Amelia, viven al día y son felices, sonríen como tú también hacías. Tenemos que
seguir mi amor y no exponer a Marce o a los demás en un viaje que por muchos
militares que llevemos alrededor, será peligroso
A: Está bien... quizá me he precipitado... pero tengo tanto miedo que si pudiera, metía a
toda esta gente en un avión y me los llevaba a Madrid
L: Ojalá (sonrió) Pero no se puede Amelia, te entiendo pero... no podemos fallarles
ahora
A: Gracias por entenderme (musitó despacio)
L: Créeme que te entiendo perfectamente y yo también estoy muerta de miedo (la besó
con suavidad y ternura) Pero estamos juntas mi vida... y mientras lo estemos, estamos
vivas y te aseguro que lo seguiremos estando toda la vida
A: Sí, lo seguiremos estando (susurró sonriendo, entonces la miró seria y le dijo) Pero
ni loca digas toda la eternidad
L: Tontita estás (la besó mordiéndose el labio ante las quejas de Maes que reclamaba
atención)
Una pija en la selva 924
A mitad tarde cuando el sol estaba ya descendiendo y sus rayos alumbraban pero sin
tanta fuerza, los hombres de la aldea decidieron hacer algo especial, sin duda había que
matar el tiempo como fuera para que las mentes y los corazones no sintieran el miedo
desbordado que sentían
Massamba se puso entre Marce y Amelia que iban a hacer la elección de los jugadores,
mientras Mona se había puesto en medio como si fuera la animadora, movía su trasero,
daba vueltas, elevaba sus brazos, echaba la gorra CH arriba, hasta que el final del
número se tumbaba en el suelo y con los pies capturaba la gorra. El aplauso fue
atronador, mientras su marido e hijo aullaban por el espectáculo realizado por la número
uno en el mundo simio. Nsona se lo contaba a una más que divertida Nmaba que con su
boca sin dientes bien abierta daba carcajadas sin parar acompañada por Bendi y su nieta
Monwe aún en proceso de recuperación, quien se habían sentado haciéndose cargo del
hijo de Lula y de Amelia y Luisita
El partido empezó, los niños le ponían toda su ilusión y ganas, los mayores su diversión,
mientras en la portería una más que molesta Luisita observaba el juego, a su lado Mona
que le pasó la gorra
Las risas eran por todos lados, Benigna bailando dando vueltas y moviendo su culo
como los críos, que la abrazaban y besaban, Nmaba gritaba de júbilo y Mona fue a
abrazarse con Benigna mientras Ramón ladraba como loco, como queriendo decir al
perro de Nmaba que dormía
Pero había alguien que no sonreía, era Luisita que cuando había visto llegar a Marce se
había tapado la cara, y por eso Benigna había marcado gol. Amelia se mordía el labio
pero no quiso decirle nada mientras Zulú muerto de risa se acercaba a ella
El partido siguió con algún que otro golpe que Massamba cortaba, eso sí, a veces no
podía seguir el juego porque Lula lo miraba sonriente, o cogía la pelota levantándose la
falda y dejaba ver sus bonitas piernas
Una pija en la selva 927
A: Massamba la baba... la baba... (le decía entonces Amelia si pasaba por su lado)
Massamba: ¡Oh Mwasi! (se hacía el ofendido)
B: ¡Amelia! (la riñó Benigna)
A: ¿Qué? (le contestó mientras atacaba su equipo)
B: Me has tocado el culo
A: Mujer si no te lo toco ahora que lo tengo a mano, ¿cuándo?
L: Deja de hablar y juega
A: Estoy distrayendo al contrario (le respondía)
L: (“Joder... mira que piernas tostaditas al sol... si es que... mira que culito tan bien
puesto, ni un gramo de grasa de mas, ¡ay Luisita qué te va a dar una insolación y no de
sol precisamente!”)
Limao: Sissou (le pasó el joven Limao el balón)
L: Dale Sissouuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuu (saltaba dando palmaditas)
Sissou: Gooooooooooooooool... gollllll
L: Siiiiiiiiiiiiiiii esa es mi niñaaaaaaaaaaa (corrió hasta Sissou abrazándose a ella
mientras saltaban Limao y Ngande los más jóvenes impresionados por su destreza)
A: Muy bien Sissou y tú vuelve a la portería (le decía sonriente)
L: Marimandona (le sacó la lengua) Nmaba gollll
Nmaba: ¡Ay Mwasi! (se quejaba)
L: ¡Te vas a mear! (soltó mientras jugaban los demás)
Nsona: jajajajajajajajajaaj (no pudo dejar de reír al decirle a Nmaba sus palabras)
El partido siguió, goles por aquí, goles por allá, risas, riñas, pero hubo un momento en
que el equipo de Marce atacaba, Luisita se iba moviendo conforme el balón al tiempo de
rezar un “madre mía... madre mía”
Nsona: El balón lo lleva Ngouabi (le decía a Nmaba) Oh... Siya ha hechizado a
Ngouabi y quitar balón
Nmaba: Jajajajajajajaja. Niña lista (batió palmas)
MonwL: Vandaka Zambi (Vamos Zambi) (gritó de pronto Monwe ante la sorpresa de
todos y después sonrió algo avergonzada) Kolol (Perdón)
Nmaba: Ve peso kolol. Nge ntima kutuba... nge ntima kele laneni. ¡Knanga na gana!
(No pidas perdón. Tu corazón habla... tú corazón es libre. ¡Viva el amor!) (decía feliz al
notar como poco a poco su gente iban encontrando lo que ella un día tuvo y disfrutó, un
corazón repleto de amor y eso, le hacía feliz)
Nsona: Mami tiene balón
Mona: Uhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhh (gritó como si quisiera decirle algo a
Luisita)
L: No chutes fuerte Benigna (le gritó como poseída mientras subía una pierna hacía
arriba y ponía gesto de miedo)
B: ¿Cómo que no?
A: Ya eres mía (Amelia le quitó la pelota) Gracias Luisita
B: Tú eres una tramposa (le decía mirándola con el ceño fruncido y repleta la camiseta
de sudor
L: Todo se pega (le guiñó el ojo graciosamente)
B: Lo malo desde luego
L: Jejeje... ¡mírala Benigna!, mira que buena está... ¿has visto que culo?
B: ¡Ay señor!... ¿cómo no van a meterte goles?
L: Es mi perdición (sonrió divertida)
Una pija en la selva 928
Volvía a atacar el equipo de Marce, Amelia se había puesto justo delante de Luisita, y
ésta no lo podía evitar, sus ojos se olvidaban del balón y buscaban el culo de su mujer
que parecía gritarle, ¡mírame!. Entonces Lula cogió el balón y chutó casi sin fuerzas
arremangándose la falda, el balón poco a poco fue hacia Luisita que seguía absorta
mirando el cuerpo de su mujer, hasta que el balón entró y todos cantaron gol. Mientras
Lula abrazaba a un sorprendido Massamba que al notar su piel tuvo que carraspear
Nuevamente las risas, la cercanía entre todos, la amistad, incluso el amor cómplice entre
miradas de unos y otras, sonrisas pícaras como la de Amelia a Luisita cuando se ponía
delante, cosquillas mal intencionadas de Benigna a Luisita para que se despistara algo
que no hacía mucha falta porque lo hacía con facilidad, carcajadas de Marce que parecía
relajarse, la felicidad de los niños al poder jugar y olvidarse de todo. El ambiente, era
fantástico
En una de esas, el equipo de Marce atacaba era ya casi el final de partido, iban empate a
seis, y fue Ngouabi quien tras hacer una demostración para su Siya, fue a chutar desde
lejos, Luisita que seguía en su mundo particular tan solo acertó a escuchar como todos
la llamaban, y al alzar la vista lo vio, el balón llegaba justo a su cara, sin poder hacer
más que recibir el golpe y caer de culo con uno de sus quejidos clásicos
L: Ahhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhh
con su pata se tapó los ojos, el perro de Nmaba abrió los suyos después de tanto
escándalo le despertó el silencio, y todos, con gestos de susto fueron corriendo hacia
una Luisita que seguía en el suelo con sus piernas abiertas, los brazos estirados y los
ojos abiertos fijos mirando el cielo
A: ¿Luisita... Luisita estás bien cariño? (le levantó un poco la cabeza mientras Marce
traía un poco de agua)
L: Pa que luego me digas... que soy mala portera... ¡la hostia!
M: Sí, la hostia, pero la que te han dao
Habían pasado un par de horas desde el fin del partido, Luisita estaba sentada en la
cocina aún con cierto mareo, se había duchado ayudada por una divertida Amelia y ésta
se había encargado del siguiente biberón de su pequeña, mientras se lo daba, pensaba
como era posible adorar a una niña así, sentirla suya en tan pocos días y sobre todo,
sentirse madre con Luisita. Su sonrisa demostró su felicidad y orgullo por ese
maravilloso sentimiento
Sin duda el partido había sido un motivo para no pensar, para no sentir el miedo
atenazado en sus gargantas, las cosquillas en sus estómagos, el rato que habían pasado
gritando, sonriendo, sacando energía que les sobraba provocada por el miedo a la
situación que presentían les iba a llegar, les había hecho bien
Salieron las dos acompañadas por Marce y Benigna, la mujer cogió a la niña y la pareja
se miraron algo sorprendidas, entonces Lula les señaló su propia cabaña donde estaba
las mujeres y los hombres fuera. Justo cuando estaban llegando, Massamba salía de
dejar algo, las miró les sonrió y les dijo con su habitual tono solemne
Massamba: Maes necesita cuna, mi aldea os regala para que sus sueños sean siempre
dulces
L: Gracias Massamba (se lanzó a su cuello emocionada mientras el hombre no sabía
que hacer con sus manos)
A: Muchas gracias a todos, de verdad (les dijo sonriendo y sin poder evitar que sus ojos
se llenaran de brillo por la emoción)
L: Que cuna más bonita... que preciosidad
A: Ahora ya sé que hacías Massamba (le abrazó dejándole un beso en la mejilla)
Massamba: Massamba hacer lo que hombres deben hacer. Mujeres hacer el resto
L: Mira Amelia... mira esto (decía emocionada al ver las sabanitas de la cuna con el
nombre de la pequeña bordado)
Una pija en la selva 931
La cuna era posiblemente la mayor obra de arte que había visto Luisita, la miraba con la
pequeña dentro disfrutando de su cama mientras se movía, por su parte la enfermera
miraba el detalle de cada madera modelada, de cada rincón perfectamente terminado.
Massamba era un artista y no pudo evitar el comentario de “esto valdría una pasta, y él
lo hace de corazón”. Amelia la miró, sí, era cierto, el corazón era lo que movía a todos,
y a pesar de su egoísmo por salvar a su familia, reconocía que nunca encontraría a gente
como la que le rodeaba, y entonces aún sintió mayor rabia e ira, unos pocos iban a
conseguir apartarla de algo tan maravilloso como era su gente
Cenaron y después se sentaron alrededor del fuego, tanta tranquilidad a todos les parecía
el presagio de algo horrible, pero era un pensamiento silenciado en sus mentes y sufrido
en sus corazones. Tan solo se escuchaba el crepitar del fuego, el silencio aplastante de
todos, y entre ese silencio bajo el manto del cielo más hermoso que nunca habían visto,
las miradas entre Amelia y Luisita fueron tan tiernas, tan cariñosas, que sentían
bombardear su corazón de emociones, recorrer su sangre y llegar nuevamente hasta el
corazón sintiendo más amor del que podían imaginar
Fue Zulú quien se levantó primero, agarrando a su mujer suavemente del brazo, a su
lado quedaba Massamba que parecía aquella noche no tener demasiado claro ir a
dormir. Su gesto había llamado la atención de todos, y la ausencia de Lula también
El hombre y mujer blancos, no dijeron nada, pero sus miradas le decían lo mismo que
las palabras de sus hermanos, y tras exhalar un profundo suspiro mirando la Luna como
esperando sus rayos y la fuerza necesaria, se levantó dio las buenas noches y se perdió
hasta su cabaña. Ante el gesto simpático del resto
Una pija en la selva 932
Se quedó sola esperando ver acercarse a Amelia con la leche, sintió un escalofrío
porque como todas las noches, el aire cambiaba y se hacía fresco, se abrazó a si misma
mirando las estrellas, suspirando y sintiendo tantas cosas, que terminó por levantarse
con los ojos emocionados
A: ¿Qué te pasa?
L: No... ahora tú
Amelia se dejó hacer pasó su lengua humedeciendo sus labios enrojecidos por la pasión
de Luisita, notó como sin ningún cuidado Luisita metía su mano en el pantalón
echándolo bajo y ella sacando su pierna del camal, sintió su propia necesidad porque la
tocara. Cerró los ojos su piel comenzaba a abrasarse por el ardor del momento, Luisita
la miraba mientras su mano apartaba con salero la braga de algodón, y se introducía allí
a aquel mar que la recibía rebosante
Entonces detuvo su mano con una mínima queja de Amelia, que rápidamente entendió
lo que pretendía hacer, se apoyó mejor contra la pared Luisita se deshizo rápidamente
de las bragas mientras ella abría un poco más sus piernas y Luisita recorría con la punta
de su lengua el vientre de la Pediatra que había apoyado sus manos en los hombros de
su mujer urgiendo su recorrido
Luisita tuvo compasión de ella, jugó con la punta de su lengua en aquel abultado y
sabroso clítoris, después de un gemido y una convulsión de Amelia al notar su suave
caricia, recorrió el camino trazado por las olas, el sabor salado la saciaba, aquel mar que
la había recibido en calma, se estaba convirtiendo en una marea agitada en la que se
sumergió y se dejó navegar, provocando que la marea se transformara en una
estruendosa ola rompiendo sobre su boca, en un gemido ahogado y arrollador en la boca
abierta jadeante de Amelia, que notaba como sus piernas se volvían débiles, como había
llegado a la profundidad del mar, había divisado todo el hermoso mundo secreto en el
que Luisita la condujo, y allí tratando de sosegar la respiración mientras Luisita besaba
sus muslos, besos delicados, tiernos, pero que provocaban en Amelia un cosquilleo
intenso, con sus ojos cerrados, apretando los puños abriendo las manos impacientes por
tocar a quien tanto placer le había entregado, haciendo que subiera hasta su boca,
Una pija en la selva 934
haciendo que ambas lenguas volvieran a reencontrarse y saborearse, haciendo que sus
manos la tocaran con locura
Fue la palabra mágica, no necesitaron más, la ropa fue cayendo al suelo como si fueran
semillas que eran repartidas en la tierra fértil del amor y la pasión. Aquella noche,
parecía que fuera la última noche sentían una necesidad tan fuerte de tenerse,
demostrarse amor que sentían como la pasión las desbordaba a las dos
Amelia empujó a una Luisita ya desnuda suavemente sobre la cama, se tumbó sobre ella
con su sexo todavía humedecido, sintiendo el propio calor de Luisita quien abrió las
piernas para recibirla, rodeó con ellas sus caderas, con premura Amelia chupaba uno de
sus pezones mientras con el dedo pulgar acariciaba lentamente el otro, unos pezones que
se habían vuelto como dos provocaciones para ella, los lamía con cuidado, con ternura,
con desesperación mientras acoplaba su sexo contra el de una Luisita que no podía
evitar sentirse totalmente encendida. Sus labios chocaron, sus lenguas batieron batallas,
mientras las manos de Amelia cada una puestas a los lados de los hombros de Luisita la
ayudaban en su maravilloso viaje sobre ella, marcándose sus músculos ante la fuerza de
los vaivenes de sus caderas retorciéndose contra el pubis de Luisita, sus gemidos se
mezclaron al tiempo que Luisita la animaba a seguir entre jadeos mientras clavaba sin
reparo sus uñas en la espalda humedecida por el sudor de la Pediatra, el éxtasis parecía
llegar, Luisita lo notaba, Amelia también, fueron incrementando el ritmo, la fuerza,
mientras un gemido compartido se escapaba desde el fondo de sus gargantas. Una
acometida, otra y la última que logró arrancar en ambas un estallido de miles de luces a
su alrededor, provocando que Amelia se derrumbara sobre Luisita. Las respiraciones
seguían siendo jadeantes, Luisita abrazó con total dependencia a Amelia
L: Te quiero
A: Mi vida... y yo (rozó suavemente sus labios)
Y como si el amor las hubiera emborrachado de deseo, Luisita tumbó a Amelia que no
pensaba podría responderle, se había dejado sus últimas energías en aquel último acto
de pasión, pero la lengua de Luisita recorriendo su cuerpo, y sus manos llenándola de
caricias suaves, tiernas y ardientes, le hicieron desearla de nuevo, la mano de Luisita
dibujó el camino que tanto le gustaba, rozó con suavidad su sexo consiguiendo un
suspiró por parte de Amelia quien se aferró a la almohada ante la electrizante caricia,
Luisita sonrió le encantaba verla así, totalmente entregada a ella, fue entonces cuando
devoró con ansías su cuello, saboreándolo mezclándose entre su aroma y el sabor salado
de la transpiración, mientras su mano acariciaba íntimamente a una Amelia que con los
talones apretando contra la cama se dejaba llevar con la boca abierta, suspirando,
gimiendo mientras murmuraba su nombre, y aquella voz sedosa enardecía aún más el
deseo de colmarla de éxtasis a Luisita, quien comenzó a aumentar el ritmo de su mano,
de sus besos, y Amelia tuvo que aferrarse a la piel desnuda y humedecida de su mujer,
notaba que no podía soportarlo que iba a morir allí mismo de placer, pero lo aguantó,
aguantó no uno sino hasta dos sacudidas tan fuertes que enarcó su espalda apretó los
ojos viendo todas las estrellas del firmamento, esas que Luisita había bajado para ella
Una pija en la selva 935
De un salto se puso sobre una Luisita que reía divertida, aunque sus ojos mostraban
todo el brillo del deseo, y Amelia al verse reflejada en sus pupilas que le entregaban
amor sonrió dulcemente
A: Date la vuelta (le musitó con tanta sensualidad que sus ojos parecían dos brasas
ardientes en su punto álgido)
L: Oh Amelia (se dejó hacer, metió su cara entre los dos almohadones y extendió sus
brazos cada uno al lado de su cuerpo cogiéndose a la sábana. Al notar como le apartaba
el pelo y su aliento le rozaba el cuello suspiro) Amelia...
A: ¿Qué mi vida?
L: Por favor... (suplicó apremiante)
A: No tenemos prisa mi vida...
L: Yo sí
A: ¿Tú sí? (sonrió maliciosamente y le musito despacio en su oído provocando que toda
su piel se erizara) Me encanta que tengas prisa...
Su lengua paseó por la base del cuello de Luisita provocando un estremecimiento total y
un gemido ahogado, mientras sus manos volaban por el dorso, le obligó a despegar un
poco su cuerpo del colchón para que su mano derecha ocupara el pecho derecho,
mientras que la izquierda siguió un camino descendente muy suave tocando levemente
su piel, entre tanto Amelia apoyaba sus rodillas elevándose un poco sobre su trasero.
Los gemidos comenzaron en cuanto Amelia descendió por la cadera de Luisita quien
instintivamente abrió sus muslos para facilitar su camino, le dejó una caricia excitante
en la parte trasera de los muslos algo que provocó en Luisita un leve gemido hasta que
su mano llegó y cubrió toda la humedad de la enfermera quien volvió a gemir
L: Amelia
A: Levanta un poco, déjame entrar
L: Hmmm (volvió a gemir al notar el pubis de Amelia sobre su piel al apoyar sus
rodillas levemente sobre el colchón para facilitar que su mano penetrara en su entre
pierna)
A: Cariño...
L: ¡Ah!... no pares...
A: No mi vida...
L: No pares (repetía frenéticamente mientras notaba como Amelia la empujaba con sus
caderas y como su cuerpo la llamaba sin cesar) Sigue...
A: Luisita... (la llamaba con su voz repleta de ardor, gruesa por el deseo)
L: ¡Ah!
A: Aguanta
L: Amelia
Una pija en la selva 936
El ritmo había subido, los corazones acompasados al mismo latido, parecía que llegaban
juntas al éxtasis, al mayor éxtasis nunca vivido, Luisita ahogó un grito sobre la
almohada, Amelia sobre su pelo escondió su boca para gemir, para gritar sin despertar a
Maes, cayeron a la cama, cada una a un lado, Luisita boca abajo, Amelia de lado, ambas
mirándose con las respiraciones a punto de explotar, sus ojos hablaban, sus labios rojos
de saciarse en caricias en la piel deseada, y de pronto una carcajada las inundó como
antes el deseo y pasión
A: No vuelvas a decir que no sabes si eres buena (le acarició la cara acercándose a ella
pasando su pierna por le medio de las de Luisita) Eres increíble cariño... me haces tan
feliz
L: Tú a mí también... te quiero... te quiero como nunca he querido a nadie
A: Y yo
L: ¿Quieres más?
A: ¿Estás de coña? (enarcó su ceja derecha desafiándola) Uno más y te quedas viuda
L: No me lo creo (se acodó a su lado paseando su dedo por la piel de Amelia)
A: Luisita (cerró los ojos con una sonrisa divertida)
L: Mi Calentorra de la Selva no puede rendirse así tan fácilmente
A: ¿Tan fácilmente?... Dios mío y Maes justo esta noche no llora ni pide nada
L: ¿Quieres librarte? (se había puesto sobre ella)
A: No me fío... que desde que eres tan amiga de Lula... a saber que te has tomado
L: ¿Sabes lo que me he tomado?
A: ¿Qué? (le preguntó sonriendo mientras acariciaba sus muslos con delicadeza)
L: Una ración triple del culo de mi mujer...
A: Eres más mala (le dio la vuelta subiendo sobre ella ante el pequeño grito de Luisita)
Pero me encanta que lo seas
L: Y a mí que lo seas tú (le acariciaba la frente mirándola con ojos tremendamente
enamorados)
A: Te quiero
L: Y yo
A: ¿No oyes eso?
L: ¿El qué?
A: Me está llamando
L: ¿Quién? (miró a la niña pensando que Maes se había movido)
A: Mi tesoro
L: ¡Amelia! (la riñó sonriendo mientras Amelia cubría su sexo con la boca ante el
ataque de risa de Luisita)
A: Eres mía (le dijo volviendo a su lugar preferido)
Y volvieron a amarse, y volvieron a tocar la luna que las vigilaba y las iluminaba en
aquella noche pasional donde el amor se convirtió en alianza perenne, en donde dos
cuerpos descubrieron lo que era temblar juntos, estremecerse al mismo tiempo, y
siempre y cuando la vida se lo permitiera seguirían unidas así
El sol volvía a salir anunciando un día nuevo, y Amelia entraba con la leche para Maes
con los ojos casi cerrados, y una Luisita tan agotada como ella, mantenía a la pequeña
entre sus brazos con gesto de sueño
A: Aquí está (le dijo tumbándose a su lado tratando de contemplar a su mujer e hija)
Una pija en la selva 937
L: Gracias cariño... tendré que hablar (bostezo enorme mientras una lágrima recorría su
mejilla)... con Lucero no podemos seguir así, no puedes encargarte tú siempre
A: A mí me ve y espera a ver que pasa... debe pensar ¡uy que viene la otra!
L: Que mala eres (sonrió graciosamente mientras la veía luchar contra sus párpados.
Con una sonrisa encantadora le susurró) Anda duerme un rato
A: Me has dejado inservible (acarició primero la frente de su mujer y después dejó un
beso en la de su hija)
L: Y tú a mí
A: Vaya par estamos hechas
L: Sí... vaya maravilloso par (le besó la frente) Descansa
El día se estaba desarrollando demasiado tranquilo, el calor era importante y eso hacía
que los niños estuvieran sentados en la sombra en compañía de Mona y demás, Valiente
se había puesto a jugar con ellos imitando sus volteretas, mientras Ramón cuidaba de
que Mbe, que era el más pequeño, no se hiciera daño. Los mayores habían estado
haciendo las labores que normalmente llevaban a cabo entre la tensa espera de que algo
sucediera
Al llegar al huerto, las vio, a Benigna con Maes en el brazo sonriente, a Luisita
hablando divertida con Lula y a Amelia con la azada haciendo un socavón en la tierra.
Sonrió... aquella estampa era para grabarla y mandársela a Julia, con un remite “mira
como se hace a una mujer feliz”
L: Payasa
B: Ay cuanta tontería por favor (susurró)
A: Sí, sí... pues no somos las únicas que tiene tontería ¿eh?, y no me hagas hablar
M: Bueno... a ver ahora nos dejamos las cuestiones sentimentales a un lado y hablamos
de lo que interesa
Massamba: Estamos aquí
M: Bien Massamba, a ver quiero que me prestéis total atención. Ya hemos recibido el
toque esperado, el camión que salió hacia Brazaville con Quintero y los demás, ha sido
el último que ha podido pasar hacia el sur, es decir, de momento las fronteras entre
estados del sur están cerradas
A: Que bien, nos abandonan a nuestra suerte. ¿Sabemos el número de desplazados del
que hablamos?
M: No Amelia, la gente está escapando en masas es un número incontrolado de
refugiados, ¡ya sabéis!, la gente huye hacia el sur y el oeste del país y muy posiblemente
vamos a tener trabajo
Zulú: ¿Abrir puertas? (preguntó preocupado)
M: Ya Zulú, es peligroso pero no podemos hacer otra cosa, se mantendrá cerrada hasta
que Louabi nos dé señal de posibles movimientos, quiero que Sissou y Luisita tengáis
preparado todo lo que Cruz trajo, posiblemente lo vayamos a terminar
L: Vale no te preocupes por eso (Sissou miró a Luisita con una sonrisa que le quería
demostrar seguridad)
M: Está bien ayudaremos con agua y curas, algo de comida también hasta que acaben
de pasar o se nos acaben las provisiones. Me han asegurado que una vez a la semana nos
traerá comida en latas los militares
A: Y yo voy y me lo creo
M: Sigo (la miró serio) Vamos a crear el plan de evasión. Cada vez que entre un grupo
de refugiados, no quiero ni a uno solo de vuestros hijos por el medio
Zulú: No problema
Massamba: Subir al refugio
M: Bien. Tendremos que apañarnos con la comida que haya, no vais a salir a cazar
B: Tenemos para un mes como mínimo para nosotros, ahora si llegan refugiados (elevó
los hombros con preocupación)
A: Deberíamos preparar el hospital Marce, de eso me encargo yo con Siya y Ngouabi,
sacar del de campaña las camillas y si podemos recuperar algún colchón de los de la
riada, los acoplamos como podamos
M: Estupendo
A: Cuando vengan los refugiados, las chicas deberían subir con los niños al refugio (le
advirtió algo preocupada por ellas)
M: Sí, no sabemos si entre la gente puede haber algún loco
L: ¿Y una vez nosotros les ayudemos, que harán?
M: Seguir huyendo... porque nosotros llegará un momento en que también tendremos
que huir si los militares no detienen la ofensiva, no quiero correr riesgos. Y nada de que
vosotros os vais a la Selva (miró a los hombres que lo escuchaban atento) Ahora mismo
nadie nos podemos mover de aquí, ni siquiera vosotras
A: No hay problema por eso (le dijo no muy convencida)
M: Claro que hay problema. Bueno Monwe, tú te encargas de los más pequeños, Lula
tú de tu hijo y los mayores. Bendi y Nmaba no os quiero ver por el medio, no quiero
correr el más mínimo riesgo de nada, van a venir desesperados y sin nada que perder.
Benigna, voy a necesitarte como enfermera en el caso que se confirmen los peores
augurios
Una pija en la selva 939
B: Está bien
M: ¿No tendrás más vasos de piolín, verdad? (miró a Luisita enarcando una ceja)
L: Sí tengo sí, pero no son de piolín, lo siento
M: ¿Con que nos vas a conmover?
L: Ya lo verás
M: Pues ya sabéis manos a la obra. Los hombres y yo, vamos a meter caña al hospital...
creo que podríamos levantar un trozo más. ¿Qué os parece?
Massamba: Sin problemas (su rostro era preocupado)
M: Massamba... ¿podemos hablar tú y yo?
Massamba: Claro
M: Ven a mi despacho. El resto a trabajar
A: Oye cariño... ¿de qué son los vasos? (se le acercó a la oreja divertida)
L: No pienso decírtelo, es sorpresa
B: ¿Y se puede saber porque te traías vasos?, ¿Qué pensabas que aquí no habían?
L: Bueno Benigna (sonrió algo sonrojada) Pensaba si un día tengo que ir a la Selva, me
darán a beber de donde beban los demás y... bueno... no me gustan las cantimploras
porque el agua se vuelve caliente
B: Pues para no gustarte...
L: ¿Qué? (le preguntó sonriente mientras Amelia la miraba embobada mordiéndose el
labio)
B: Pues que estás al lado de una que vamos... poquito asco te debe dar beber de su
cantimplora... ¡habéis visto como lleváis los morros!... ¡ay señor!
A: Pues porque no puedes ver como llevamos otras cosas, ¡guapa! (le susurró saliendo
de prisa hacia el hospital ante la risa de Luisita)
B: Mira... mira... no le rías esas gracias que a mí no me hacen ninguna
La gente acostumbrada a trabajar en los peores momentos con la mejor de las sonrisas,
ayudaron entre todos a que el trabajo fuera menos duro, esta vez quien era el centro de
las risas era Lula y su cara de “uf lo que me había estado perdiendo”, tal y como le
había traducido Amelia muerta de risa
A: Benigna me voy a duchar ¿os ayudo en algo? (le guiñó el ojo a Luisita que estaba en
la cocina separando algo de comida para poderla repartir)
Una pija en la selva 940
Amelia se marchó y al poco rato lo hizo Benigna para consultar con Marce algunas
cosas, esos momentos a pesar de ser quien más veces los había vivido, quizá por eso,
era la que perdía los nervios y con ellos el control del entorno
En la ducha estaba una seria Amelia, aún no había podido sacar de su cabeza las
imágenes de la pesadilla, aún sentía un escalofrío al recordarlo, en esos pensamientos
estaba cuando la puerta de la ducha se abrió de golpe
A: Ahhhhhhhhh
L: Copiona (le dijo entrecerrando los ojos medio desnuda mientras se quitaba la ropa
interior) No grites que me he escapado de Benigna
A: ¿Pero qué haces aquí? (la miraba atónita y divertida)
L: He pensado (le besó)... qué seguramente (le besó con un poco más de pasión)...
necesites ayuda para algunas partes de este impresionante cuerpazo (literalmente se
metió en su boca)
A: Hmmmmm
L: Hmmmmm
Mientras Marce salía con Benigna tratando de calmar sus nervios ante lo que se
avecinaba, verla así trastornaban al hombre que resoplaba divertido. Se detuvieron ante
el hospital viendo como trabajaban los hombres y lo adelantado que llevaban cerrar esa
parte con un poco de esfuerzo, esa misma noche podrían conseguir más espacio para al
menos tres camas más tal y como Amelia le había comentado a Marce
B: ¿Luisita?
Mona: Ah, ah (asentía poniéndose las gafas de sol y sacando sus morritos como si
besara al aire, después se pasaba las manos por su cuerpo, y finalmente se daba un golpe
en el culo)
B: ¿Amelia?
De pronto les llegó un claro gemido... y Mona se tapó la boca, Marce negó con la
cabeza sonriendo mientras Benigna murmuraba:
Tras el grito de placer de Amelia, salió Luisita como si nada extraordinario hubiera
pasado, aunque en su cuello un ligero mordisco la delataba, no había nadie y sonrió, se
sentía tan bien cuando hacía el amor con Amelia, era una emoción sentirla en su piel,
una ilusión poderla llenar de placer y verse correspondida en ese amor, en ese
maravilloso amor, loco a veces, que por momentos las trasladaban a un rincón en el
mundo donde eran únicas y dueñas la una de la otra, donde podían disfrutar del amor en
mayúsculas y era entonces cuando Luisita agradecía estar en aquel lugar que tanto le
había dado, amistad, cariño pero sobre todo una mujer maravillosa a la que adorar y una
hija a la que criar en común
La oscuridad de la noche la contrastaron con una buena fogata porque el motor de la luz
había fallado, la cena había sido más silenciosa de lo habitual, y desde esa noche
decidieron que los niños durmieran con Siya y Ngouabi en el refugio por si a lo largo de
la noche ocurría algo. Mientras los demás poco a poco se fueron acostando. Las últimas
en quedarse fueron Amelia y Luisita con la niña y Benigna en la cocina. Sentada en la
mecedora Amelia le estaba dando a Maes el biberón con la leche que por fin Luisita
había podido sacar de Lucero sin ningún contratiempo; Luisita observaba sentada en el
suelo junto a ellas como el reflejo de la fogata les iluminaba de una manera tan bella
que se quedaba embelesada mirándolas. Marce se había retirado momentos antes porque
su cabeza no cesaba de trazar planes de salida, una y otra vez pensaba en posibles
soluciones y lo único que se le ocurría era que los militares pudieran detener la ofensiva
de la guerrilla, todo lo demás sería realmente complicado
Ante ellas apareció una Benigna cariacontecida con algo en su mano y un anda
apesadumbrado
L: Venga... no van a llegar, tranquila (le sonrió con ternura mientras Mona se sentaba al
otro lado de Benigna y Valiente lo hacía junto a Ramón mirándola fijamente)
B: Lo que más me molesta es la parsimonia de todo el mundo... como si la gente que
vive en este país no tuviera derechos... como si fuera normal que esos hijos de puta
vengan y arrasen con la vida de cuantos se les pase por el forro, eso me molesta (dijo
con rabia)
A: Cariño... Maes ha terminado (le hizo un gesto como que ella se ocupaba de Benigna)
L: Vale, la llevo a su cuna, buenas noches Benigna (le hizo un gesto admitiendo su
disimulada orden)
B: Buenas noches (dio un trago largo)
L: Venga dale un beso a Maes
B: Que Dios te proteja pequeña (le susurró mientras la besaba)
L: Te espero (le dijo mirándola con gesto apenado pero haciéndose cargo de la
situación)
A: Sí, tranquila (le guiñó un ojo) Dame un segundo que voy a servirme yo también
B: No hace falta que te emborraches, a mí al menos nadie va a ver mis mocos, pero tú te
pones horrible
A: Eso es imposible
B: ¿Recuerdas tus borracheras?
A: Sí (sonrió con tristeza) Claro que las recuerdo, y recuerdo que siempre estabas tú a
mi lado
B: Me alegro tanto de cómo te ha cambiado la vida (la miró con los ojos rojizos y cierto
color en sus mejillas mientras le acariciaba con cariño la barbilla)
A: Lo sé... la verdad que todas las mañanas cuando me despierto y la veo a mi lado, me
siento afortunada, y ahora con Maes... ni te digo
B: Ay... sí... (suspiró fuertemente)
A: ¿Qué te pasa Benigna?, a mí no me engañas... no es solo por la situación, sabes que
puede no darse
B: Claro por eso tú has querido ser por primera vez desde que te conozco egoísta y
largarte, porque sabes que puede no darse esas matanzas y esas carnicerías
A: Benigna... (le dijo contrariada por lo que parecía un reproche)
B: No te lo reprocho, es más fui la primera que te rogó que os fuerais
A: Estás así por Bárbara, lo sé
B: Sí (dijo rompiendo a llorar como una niña pequeña, haciendo pucheros sin parar,
tanto que a Amelia la sorprendió de manera que la miró abriendo sus ojos, para
finalmente estrecharla contra su hombro) No sé nada de ella, no sé si ha llegado o no
bien... no sé... no sé que me pasa...
A: Benigna estás teniendo un pequeño ataque de histeria
B: ¿Y qué?, ¿acaso no puedo? (dio otro sorbo y cuando Amelia fue a quitarle el vaso,
ella se lo impidió) No... hoy quiero emborracharme hasta perder el control
A: Está bien... no seré yo quien te lo impida (le dijo recogiéndose el pelo en una coleta)
Mona: Uhhhh (le acarició la barbilla)
B: Monaaaaaaaaaaaaaa (se echó a los brazos del animal que puso gesto de sorpresa ante
la risa de Amelia)
ValientL: Uh uh uh (se lanzó también en ese abrazo con la mujer)
Ramón: Guau guau (ladraba como avisando que aquella mujer era suya y que no se
pasaran ni un pelo)
A: Anda Benigna que mira como los tienes a todos, hasta el mundo animal no puede
verte llorar (decía sonriendo con cariño)
B: Si es que... ¿qué me pasa Amelia?
Una pija en la selva 943
A: A ver, hace mucho tiempo que nadie te da amor y Bárbara sabe darlo
B: No me he acostado con ella (su rimel resbalaba por sus mejillas mientras el que le
había caído a Mona lo chupaba sacando la lengua)
Mona: Prrrrrrrrrrrr (resultado después de saborearlo con la risa de Valiente y el
coscorrón de su madre)
ValientL: Auuuu
A: Lo sé. ¿Y qué? (la miraba seria pero con una mueca de sonrisa en sus labios)
B: ¿Cómo y qué?, ¿a ti qué te parece? (la miraba como si no la entendiera)
A: No hace falta tener sexo para sentirse bien... para sentirse querida y creo que es lo
que te pasa
B: Es algo extraño, me gusta estar con ella, la primera noche que me abrazó, casi ni
respiraba
A: ¡Pero que bruta eres! (dio una carcajada)
B: Tengo mis principios Amelia
A: ¿De qué valen Benigna?, ¿si los sigues eres más feliz?
B: Pues... no mucho... (ladeó un poco la cabeza)
A: ¿A ti te gusta que te dé un buen masaje?
B: Sí (sonrió mientras formaba un puchero)
A: Te gusta que te abrace ¿a qué sí? (agachó la cabeza y asintió) ¿Y qué hay de malo
Benigna?
B: No lo sé...
A: Eres increíble... mira Benigna eres la mejor tía que he conocido en mi vida, tienes
todo para ser una mujer excepcional, y me jode que por principios estipulados no
puedas darte una alegría en la vida. ¿Recuerdas al que se comió el cocodrilo?, siempre
dijiste que te hizo un favor, ¿sentirías lo mismo si le pasara a Bárbara?
B: Nooooooooooooooooooo (rompió a llorar)
A: Pues ya está Benigna, ya está. Tú me enseñaste a vivir al día, ni mirando el pasado ni
el futuro
B: Nunca me hiciste ni puto caso así que no me vengas con esa copla (le dijo
subiéndose los mocos)
A: Me encanta cuando bebés por la facilidad que tienes de soltar tacos. Ese yo que
tienes reprimido y no dejas salir nunca me fascina
B: Es que claro tú lo ves como lo más fácil porque lo eres y cada noche hay que ver lo
bien que te lo pasas con la Luisitacita que parecía modosita y ha resultado una fiera
A: Una leona Benigna, una leona (le dio dos golpes suaves en el brazo como solía hacer
ella)
B: ¡Calla, calla por Dios! (decía cerrando los ojos)
A: Vale me callo (sonreía divertida) Pero no por callarme es que no tenga razón
B: ¿Dónde estará?
A: Seguro que en el parque (sentía su desazón, ella misma se había hecho esa pregunta
con temor a la respuesta)
B: Si estuviera en el parque habría llamado
A: Recuerda que las comunicaciones desde el Norte no deben funcionar
B: Y encima vosotras con la niña aquí (negaba preocupada)
A: Eso ya lo hemos discutido, cuando se pueda nos iremos
B: ¡Cuándo haya pasado todo!, claro mientras aquí corriendo un riesgo innecesario
¡joder! ¡pedazo cabezotas sois, hostias!
A: Olvídate de nosotras, olvídate de todos, y por favor piensa en ti Benigna. Te quiero y
a Bárbara también, sé que ella es un poco loca pero estoy segura que te haría feliz
Una pija en la selva 944
B: ¿Y yo a ella?, mírame redios, soy vieja, arrugada, tengo las tetas caídas, el culo ni te
cuento... además soy nueva en esto, no tengo ni idea en como funciona el tema (las
carcajadas de Amelia resonaron en toda la aldea) No te rías
A: A ver... mira si quieres, hablo con Luisita y te sientas ahí mientras lo hacemos... y
aprendes ya sabes de voyeur, tomas notas y...
B: Menos mal que mañana no me acordaré de esto (reía abiertamente también)
A: Yo lo te lo recordaré
B: Dios... ¡por qué!
A: Venga... no dramatices, y vamos a la cama que si esta noche tenemos refugiados tú
estás como para ayudar
B: Ay que malita me estoy poniendo, mamá
A: Anda va... yo te llevo y te digo que mantengo la oferta en pie (sonreía por bajo)
B: So guarra, serías capaz
Amelia no podía aguantarse era superior a ella las risas, aquella Benigna borracha, con
sus mejillas negras del rimel, con sus dudas pero sabiendo en parte lo que quería, con
sus miedos, con sus maravillosos sentimientos hacia los demás con esos tacos que
nunca decía. Le costó lo suyo acostarla, más que nada porque tuvo que ponerle los
rulos, una vez sobre la cama Ramón la abrigó con la sábana acostándose a su lado.
Amelia le dejó un beso con la mirada algo ensombrecida, aquella mujer había sido para
ella como una madre, si le pasara algo... se mordió el labio inferior y salió de la
habitación
Aún salió con la sonrisa en los labios tras aquel ruego, negó varias veces con la cabeza
mientras se mordía el labio inferior, allí en el suelo durmiendo sobre las toallas que
Benigna les había preparado estaba la familia Mona, desde el refugio le llegaban unas
sonrisas en voz baja, y unos susurros que le hicieron sonreír, suspiró con fuerza mirando
al cielo, algunas nubes que comenzaron a dejar caer gotas finas de lluvia, hacia días que
no llovía, y eso no le gustaba, estaba acostumbrada a ese repiqueteo de la lluvia en los
tejados, a esa musicalidad tan íntima del agua, volvió a suspirar. Miró alrededor y todo
estaba en orden, una carcajada que reconoció como la de Lula le hizo volver a sonreír,
pero al mismo tiempo a sentir cierta zozobra que tan solo se marchó cuando entró en su
cabaña. Allí en la cama su dulcinea la esperaba o al menos lo había intentado porque ya
dormía placidamente. En la cuna su niña, esa niña que después de salvarla y
estabilizarla, dormía como debía y se mostraba muy mejorada, un día tendría que
contarle como la encontraron, y se le encogió el corazón. Se acercó lentamente a la
cama, se desnudó y buscó el cuerpo de su mujer, besó lentamente su brazo, pasó sus
cálidos labios por el hombro, hasta posarlos en el cuello, Luisita llevaba una coleta y
eso le encantaba, porque significaba que estaba preparada para hacer el amor
L: Mmmmm
A: Mi amor... mi vida... mi dulce leoncilla
L: Hmmmm Amelia...
A: Sí cariño... la misma que te va a comer
Pasó un rato desde que Amelia la había acostado, Benigna se movió algo en la cama,
uno de sus rulos cayó de su cabeza, hizo varios ruidos con la boca y la lengua, Ramón la
Una pija en la selva 945
B: ¡No, no y no!, ¡no puede ser!... ¡pero qué tienen...! Ramón tú no escuches... ¡es
injusto unas tanto y otras tan poco!
Pasaron dos días con relativa calma, las noticias insistían en que la guerrilla había
avanzado hacia el Sur, que los militares no habían hecho frente y alguna retirada les
había dejado avanzar más rápido de lo esperado
Ese día que había amanecido intenso en calor, Luisita se había levantado con un
pequeño dolor de cabeza, Amelia le había estado cuidando por la noche, con paños fríos
y muchos y suaves besos, estaban en la cocina preparando el desayuno mientras
hablaban entre las mujeres
B: Como no les deje ir pronto a cazar, os digo yo que hacen un rascacielos de hospital
Nsona: Están imposibles, mami (se quejo sonriendo Nsona)
Lula: Oh, no... todo bien (sonreía)
A: No si... tú lo has descubierto tarde pero...
B: Mira pues quien fue a hablar
A: Cariño no tomes café
B: ¿Y eso? (la miró porque Luisita estaba algo ojerosa)
L: Me duele la cabeza Benigna, estoy toda la noche con un dolor (ponía gesto de daño)
B: Vaya
Lula: Lula sacar
L: Sí por favor
M: Buenos días (apareció serio ante todas) Dentro de nueve horas sale vuestro avión
hacia España... tenéis media hora para prepararos
Las caras de todas que en ese momento se estaban riendo, fueron de auténtico impacto,
se miraron unas a otras sintiendo que la hora había llegado, justo cuando se habían
olvidado del tema, justo cuando todo parecía estar tranquilo y bien. Era una difícil
decisión ¿qué hacer justo en ese momento?
Una pija en la selva 946
B: Venga... yo os ayudo (dijo con cierto nudo en la garganta como tratando de hacerlas
reaccionar)
A: Pero... ¿no será peligroso? (miró a Luisita nerviosa)
M: No lo sé Amelia... no sé a lo que os vais a enfrentar (decía serio, tras un suspiro
continuó explicando lo que iban a hacer) Os estarán esperando dos camiones militares,
nos tienen que abastecer de gasoil, no tenemos suficiente por si hay que huir, y Quintero
me ha asegurado que el camino hasta Epéna esta libre, iréis río arriba, allí os esperan los
militares que os acompañaran hasta Impfondo
A: ¿Cómo lo ves?
M: ¿Francamente? (las miró alternativamente) Ir al Norte es una locura, pero es más
locura quedarse y que las oleadas nos traigan problemas serios
L: Pero puede no ser así... (se resistía a marcharse)
M: Luisita me importa un huevo si es o no es así, os quiero fuera de aquí a las tres
B: ¿Tú no vas Marce? (apareció su voz casi inaudible provocado por el momento que
iban a pasar en la despedida, desde detrás del hombre)
M: Si voy y llegan refugiados, no los vamos a poder atender... lo siento pero tendréis
que ir con los hombres
A: De acuerdo... voy a preparar algo para llevarnos
M: Nada Amelia, no vais a llevar nada a lo sumo una mochila con lo más preciso
A: Vale
M: Lo justo para el viaje, para la pequeña y poco más
A: De acuerdo (miró a Luisita quien tenía los ojos cargados de lágrimas) Vamos cariño
B: Os ayudo
La tristeza se había instalado en todos, rápidamente mientras las dos mujeres se ponían
a preparar los biberones para la niña el resto de mujeres las esperaban cerca del camión
que las trasladaría hasta el aeropuerto. Sus caras eran serias, Nmaba mantenía un gesto
de rabia posiblemente no volvería a verlas, ella se sentía mayor y esos golpes de la vida
le hacían flaquear a pesar de saber que debía seguir luchando por sus nietos, quienes
eran los que hasta ese momento le habían dado vida aunque con la llegada de Siya a la
vida de su nieto, le hacía estar más tranquila con ese tema. Los niños que veían los
gestos de sus mayores, sin saber porque, se sentían atemorizados, Mona que captaba el
pesimismo, había llegado hasta la puerta de la cabaña donde dentro una Amelia
terriblemente afectada y una Luisita llorosa, protegían a Maes del calor, del sol y de
todo cuanto pudiera ocurrir. Y allí sin saber muy bien que hacer, Benigna con el
corazón compungido, con el dolor de ver como se las llevaban pero con la calma de
saber que iban a estar bien, y que si Dios las ayudaba, pronto volverían, quería
mentalizarse de ese modo, no quería pensar que tardaría en reencontrarlas o, que ya no
las volvería a ver
B: Parece ser que salió esta oportunidad, me alegro que sea ella quien os acompañe
(sonrió)
A: Bueno ya está todo
L: Sí
B: Esperar, no quiero despedirme fuera (les dijo mordiéndose el labio con un ligero
temblor) Cuidaros mucho, y que no os falte el amor que sentís, a veces cuando uno sale
de este mundo y llega al civilizado pierde algunas nociones, tratar de mantener este
amor ¿vale? (las miraba emocionada)
L: Claro Benigna (se abrazó a ella con fuerza, habían sido cerca de siete meses, intensos
y siempre emotivos a su lado) Te voy a extrañar
B: Y yo, venga... vamos... os están esperando...
A: Cuídate Benigna, y por favor prométeme que si la cosa empeora os iréis
B: Claro, ya sabes que Marce no va a permitir que pase nada (su barbilla era un temblor
constante a pesar de querer evitarlo) Por favor Amelia... no vayas a perder lo que has
conseguido aquí
A: Tranquila... ¡crees que sería capaz!
B: Tú sabes a lo que me refiero (la miró seria) En Madrid, te están esperando y no se
detendrá
A: No pienso dejarla
B: Está bien... no quiero que os vaya a crear ningún problema (ya de sus ojos caían las
primeras lágrimas) Te quiero
A: Y yo Benigna... te quiero mucho (se abrazó con Maes en su brazo izquierdo el gesto
de ambas mujeres estaba repleto de cariño y ternura, como de pena por el adiós) Nos
veremos pronto Benigna
B: Buena suerte (besó a su pequeña nieta quedándose en la cabaña sin salir)
Fuera la estampa era estremecedora, Mona subida a los brazos de Luisita con su gorra
puesta, Valiente enganchado a sus piernas y las miradas de todas las mujeres repletas de
lástima. Tuvo que tragar el nudo que se había instalado en su garganta, mirando
alrededor por última vez, esperando reencontrarse en el tiempo con todo aquello. Los
abrazos, los besos, el silencio se hacía pesado en la despedida, ambas tuvieron que subir
ayudadas por Massamba al camión que las llevaría al río y de allí hasta el punto donde
las esperaban para trasladarlas hasta Impfondo. El momento decían que era el adecuado,
pero en ese viaje los cinco hombres que las escoltaban, iban armados. Hasta Louabi
había bajado de su torre de control para despedirse con gesto muy serio, y con un “hasta
pronto”, volvió a su lugar con un nudo en su garganta
M: ¿Preparadas?
L: Sí, Marce
M: Ir con cuidado y en cuanto estéis en Madrid poneros en contacto con nosotros
A: De acuerdo
Massamba: Mwasi (llamó a Luisita( Hay que ir
L: Sí... (miró a todas con un suspiro y se dio la vuelta para no hacer más amargo el
adiós)
Massamba: La niña (le dijo a Amelia para que pudiera subir ella)
A: Toma
Massamba: Vamos Mwasi (le dijo con tanta ternura que a punto estuvo Amelia de no
subir) Nosotros volver ziku
M: De acuerdo... ir con mucho cuidado ¿eh? Y tú... procura portarte bien
A: Marce yo...
Una pija en la selva 948
Se giró para subir al camión, una vez arriba miró a todos cuantos las despedían con
tremendo cariño, a Mona la había tenido que coger en brazos Siya porque quería subir al
camión, allí abrazada al cuello de la chica lloraba porque su pija se iba. El camión
arrancó con un sonoro ruido, y las caras de todos, mostraron la pena de ver como
aquellas dos mwasis que tanto habían hecho por ellos se marchaban, los corazones de
todos quedaron tocados, Benigna apoyada en el quicio de la cabaña de ambas, sentía
como le desgarraban un trozo de sus propias entrañas, y sintió más rabia que pena, más
ira que dolor, se giró mirando la cuna y rompió en un llanto necesario para no ahogarse
Dentro del camión, Amelia y Luisita entrelazaron sus dedos, a su lado con un fusil
Massamba y Dib, la niña dormía mientras sus madres lloraban en silencio, se iban hacia
un camino incierto, quizá se precipitaban, o quizá simplemente acertaban en la huída.
Pero era tanto el dolor que se hacía irrespirable, insoportable
Al salir del hospital respiró tranquilo, era un grupo pequeño de hombres, mujeres y
niños, Sissou se apresuró con el botiquín de Luisita hacia ellos, se puso junto a Marce
esperando sus ordenes pero, al mirar el botiquín la imagen de Luisita sonriendo y
enseñándole le hizo que sus ojos se llenaran de lágrimas, se acababa de marchar y ya la
echaba de menos
M: Sissou aquí... esta mujer rápido acostarla... (les dijo a ella y Zambi que se había
quedado para ayudar)
Tal y como Marce había ordenado, en cuanto la campana de alerta sonó, todos hicieron
lo que él había mandado. Aunque todos habían pensado que algo les había sucedido en
el camino a las mwasis y que regresaban, suspiraron al mismo tiempo que sintieron un
pellizco al ver que no eran ellos, que no volvían que seguían su marcha. Benigna
suspiró y con el delantal que llevaba se quitó las lágrimas para ayudar a la gente que en
su mayoría llegaban exhaustos por el intenso calor al que llevaban expuestos
Entre tanto, el camión iba haciendo su camino hasta el río, unidas con las manos
entrelazadas y en silencio como esperando escuchar de un momento a otro disparos o
alguna voz de alarma, iban concentradas en cada movimiento del camión. Pero de
pronto, Amelia recordó algo que llevaba en el bolsillo de la mochila que habían cogido.
Sonrió pero pensó que en el avión podría mostrarla con más tranquilidad
A: No va a pasar nada ¿vale?, si Quintero ha dicho que podemos salir es porque no hay
peligro (trataba de convencerla y convencerse) En pocas horas estaremos volando hasta
Madrid y empezar una nueva vida
L: Sólo espero de momento llegar al avión
A: Todo va ir bien mi vida (la besó) Ya lo verás. ¿Confías en mí?
L: Claro
A: Todo va a ir bien
Zulú: Mwasis todo listo. Darme Maes (cogió a la pequeña con ternura)
A: Bajo yo primero y te ayudo que seguro te caes
L: ¿A qué no?
Zulú: Mejor no probar mwasi
A: Ves... hasta Zulú lo dice (le sonrió ayudándola a saltar)
L: Yo no sé porque me hacéis tan patosa
A: Francamente, yo tampoco (sonrió y Luisita le entregó una sonrisa que no pudo evitar
reflejara su miedo)
Zulú: Ni yo saber (elevó los hombros mientras caminaba delante)
Las chicas se pusieron la gorra, Massamba y Yildas habían hecho una especie de
refugio para el calor con un toldo que usaban a veces cuando tenían que hacer trayectos
largos, seguían aún en el momento de la huída sorprendiéndolas gratamente pensando
en ellas a todas horas. Amelia les guiñó un ojo y ellos sonrieron con tristeza porque
sabían que las iban a echar mucho de menos pero, tenían el encargo de dejarlas sanas e
ilesas y en eso se habían concentrado
Al llegar al camión, Massamba lo hacía con gesto serio algo llamó su atención por el
camino y miró con cierto temor, escondido entre el espeso follaje que era el lugar donde
escondían el camión, pudo observar como el camino se convertía en un goteo de gente
que huía, sabía que huían por sus rostros, por sus expresiones rotas, cansadas, tristes.
Aquello le dio mala espina, si ya llegaban gente es que la situación era complicada y
eso, no le gustaba para el viaje que ellos iban a hacer. Subió al camión y conectó la
radio, tardó en ser escuchado pero finalmente allí estaba Benigna
Saltó del camión repasando que nada se hubiera quedado allí, sobre todo las armas, por
el río era complicado encontrarse con los guerrilleros, pero si tenían que defenderse,
quería estar seguro de que las armas y las balas estaban listas
Massamba: Ir
Una pija en la selva 951
Le acarició la cara mientras le ponía el paño bien presionado con su propia mano,
Luisita cerró los ojos mientras Amelia veía por la abertura que tenía la lona pasar aquel
verde frondoso que había sido su casa, por el que había vivido aventuras de todo tipo,
por donde había reído, llorado, pasado miedo y disfrutado, recordaba la primera noche
de Luisita en la Selva, sonrió mirándola, y se dio cuenta que todo lo vivido
anteriormente a su aparición, era como si no fuera realmente importante. Y allí estaba
por su familia huyendo del lugar que más emociones le había hecho vivir intensamente,
el lugar de donde siempre pensó nadie la movería, porque no tenía a nadie por quien
abandonarlo, pero allí estaba quien le había hecho tomar la decisión más difícil de su
vida, dejar a un lado a quien para ella era su familia, dejar a un lado su hogar, su fuerza,
y enfrentarse a ese día a día en la ciudad, quizá trabajando en el Hospital, quizá yendo a
casa y al llegar notar que le faltara el aire, no poder compartir esas noches con sus
estrellas con la hermosa luna, suspiró mordiéndose el labio, ¿estaba preparada para
aquello?, no lo sabía hasta que llegara el momento, había pasado muchos años perdida
en la Selva, y al volver, también volvería irremediablemente a encontrarse con quien no
quería. Le cambió el paño de agua fría a Luisita que estaba sumida en un dulce sueño,
viendo como llegaba a Madrid, y al bajar las escaleras del avión la esperaba su abuela,
¿su abuela?, pero si su abuela estaba muerta, aquella visión le hizo fruncir el ceño y
Una pija en la selva 952
Amelia que la vio, le dejó un beso que le borró de golpe aquella mueca mientras le daba
a Massamba nuevamente la toalla
En la aldea no había cesado la calma desde que se habían marchado, el pozo era un
constante dar agua para la gente sedienta, llegaban familias que tan solo pretendían algo
de sombra, agua y algo de comida para poder seguir en su camino. En uno de esos
paros, Marce se sentó a tomar algo mientras Benigna le preparaba la mesa
Una hora antes a aquella llamada, en el río la batwu había llegado a su destino, Luisita
seguía con su insistente dolor de cabeza, mientras Amelia la cuidaba con todo su amor y
mimo, al llegar, Massamba y Zulú se lanzaron a las frías aguas del río para acercarla
hasta la orilla y antes que nada asegurarse que todo estaba bajo control
Al llegar vieron que efectivamente había dos camiones militares, ambos encarados hacia
el camino que debían llevar a las mwasis hasta la carretera que les uniría con el
aeropuerto. Los hombres tras unos silbidos captaron la atención de dos de los militares.
Estos apuntándolos con los fusiles se acercaron hasta ello, al ver la batwu, Massamba se
dio a conocer les saludaron con una sonrisa y le dijeron al hombre que salía del agua
secundado por Zulú
L: Sí, sí (se levantó y al salir de aquel refugio que los hombres habían hecho para ellas
tuvo que entrecerrar los ojos con fuerza por el golpe del sol)
A: ¿Estás bien? (la miró preocupada con Maes en el brazo)
L: Sí, un poco mareada
A: Vale, espera aquí
Massamba: Mwasi... hay que ir rápido estamos en peligro... esto no es seguro (la
miraba con algo de miedo)
A: Lo sé... ayúdala por favor Massamba está mareada
Massamba: Claro
L: La mochila Amelia... espera... (se giró y fue hasta la batwu)
Massamba: No poder esperar... Mwasi Amelia (la miró haciéndole una señal para que
caminara)
Militar: Mbote (la saludó el militar con el fusil en la mano mirando a la niña) Bonita...
niña...
A: Melesi (le sonrió agradecida a aquel joven muchacho que sonreía con alegría)
Militar: Vamos...
Habían pasado cerca de tres largas e interminables horas, donde no tenían noticias de
nadie, la falta de ellas era el peor presagio que podían esperar, algo había salido mal,
Quintero tenía que saber a esas alturas que habían recogido a las chicas y estaban ya
aproximándose al aeropuerto la comunicación de los militares le debía haber llegado a
él
Ese pesado y duro silencio les estaba creando a todos una sensación de pánico
desmedido un pánico que no podían controlar, cada uno lo llevaba de la mejor manera
posible eran sus hombres además de sus dos mujeres y la niña, demasiada gente para
perder. Benigna caminaba de un lado a otro sin hacer nada, tan solo moverse para no
morirse de desespero, las mujeres rezaban por sus maridos, Nmaba por su nieto, a esas
alturas ya todos sabían que algo había salido mal. Marce desesperado había tratado de
comunicarse con todo el mundo, llevaba dos horas prácticamente encerrado en su
despacho con la radio, nadie sabía nada, Quintero lo había llamado hacia apenas diez
minutos, y seguían sin noticias. Con las manos en la cabeza, suspirando como si
estuviera a punto de quedarse sin aire ahí seguía, en silencio y soledad temiendo haber
cometido un grave y quizá definitivo error
B: ¿Nada?
Una pija en la selva 954
M: Nada
B: Algo ha pasado Marce (su voz se iba quebrando a pesar de no querer que sucediera
mientras sus manos se frotaban cada vez más nerviosas)
M: Lo sé... pero no hay manera de comunicarse con nadie. No hay ni rastro de ellos, lo
último que sabemos es Massamba asegurándonos que estaban en el río ya
B: ¿Cómo puede ser?... ¡Quintero debe saber si ha salido o no el avión!
M: Las comunicaciones son una mierda Benigna, ha tenido que ir a la embajada está de
camino
B: Si es que... ya lo sabía yo... debían haberse ido antes... (comenzó a pasear por el
despacho más nerviosa todavía)
M: Ahora no nos sirve Benigna... (su tono era totalmente abatido, derrotado)
B: ¡No quiero... no quiero pensar, Marce!
M: Ni yo (la miró con los ojos rotos, el gesto adusto y los labios fruncidos)
El silencio nuevamente se hizo dueño entre ellos, entre todos, los refugiados que
llegaban a cuenta gotas, habían cesado al caer la tarde, estaba oscuro y sabía que
Massamba si todo había salido bien debería haber llamado por la hora y con la corriente
a favor ya debían haber llegado al camión y debía haberse puesto en contacto con ellos
por la radio. Pero todo estaba en silencio, demasiado silencio, tanto mutismo alrededor,
en la propia aldea, hasta los animales, Mona estaba sentada en la cama de las chicas,
aferrada a un pantalón de Luisita, se había vuelto a vestir de ella, de su ropa,
nuevamente aparecía como la Luisita mona y pija, pero su corazón estaba tan triste que
ni Valiente conseguía que le hiciera caso, Bartolo, se lo había llevado a un árbol para
que la dejara en su tristeza. Y tanto fue así, que en el momento en que Benigna y Marce
habían terminado de hablar se oyó un aullido suyo, tan fuerte, que a todos les encogió el
corazón
Había pasado una media hora más, lenta, pesada, justiciera, vengativa Marce estaba
frente a la taza de café, sus ojos veían el humo como salía y parecía una burla, sonreía
recordando alguna que otra anécdota con las chicas, su primera salida, el encuentro con
la guerrilla la primera vez, el valor de Luisita al salvar al niño, el valor de Amelia al
salvar al niño y a Luisita, los gritos de la pija... estaba en ello cuando la radio hizo un
ruido extraño, le llamó la atención, la miró... finalmente reconoció la voz de Massamba
Fuera, Benigna estaba sentada junto a Nmaba y Bendi, junto a una Nsona preocupada,
una Lula que había rezado, había tratado de ver por los espíritus si todo estaba bien,
pero su corazón estaba tan preocupado y triste, que no podía llegar a ver nada, Siya, se
había sentado en el refugio, allí donde en la oscuridad había robado sus primeros besos
con Ngouabi, caricias y sonrisas. Los niños sentados todos junto a Zambi el único
hombre que quedaba y que había dado muestras de su preocupación ni siquiera la
compañía de Monwe le había ayudado a alejar la inquietud de su cabeza y la pena de su
corazón
De repente, ante el silencio sepulcral que se escuchaba una y otra vez en la aldea
aparecieron los gritos desesperados de Marce, haciendo que todos se pusieran en pie en
tensión
M: ¡Zambi abre la puerta, rápido!, Sissou prepara el quirófano, Benigna cagando leches
ten preparado el laboratorio para analizar la sangre... vamos a necesitar... Siya ayuda a
Sissou me importa nada que no sepas, Lula deja al niño con Nmaba te quiero dentro
Una pija en la selva 955
Todos sin preguntar hicieron lo que les había pedido, porque sabían que fuera lo que
fuera estaba relacionado con su gente, cuando se disponían a ponerse a hacer lo que el
ziku les decía, se quedaron todos parados porque mientras Zambi abría la puerta
pudieron escuchar el viejo sonido de aquel camión que llegaba a toda prisa conducido
por Ngouabi, con un gesto roto, mientras Massamba abría la puerta y se lanzaba de un
salto a tierra, Zambi buscaba la camilla pero no le daba tiempo, allí en los brazos de
Yildas, una desmayada y con manchas en su ropa de sangre Luisita, al verla todos
ahogaron un grito, el grito que sí salió cuando Ngouabi, Massamba, Dib subieron en la
camilla el cuerpo ensangrentado de Zulú
Nsona: ¡Zulú! (exclamó tapándose la boca desesperada al verlo mientras los niños
rompían a llorar)
Bendi: Vandaka... vandaka kmawana... (vamos... vamos... niños) (los llamaba mientras
los críos lloraban ante el espectáculo visto y los gritos y llantos de los demás)
Nmaba: ¿Nde kele? (¿Qué es?) (le preguntaba con un nudo en la garganta aferrándose a
su bastón de madera)
Bendi: Zulú y Mwasi Luisita kele mbefo (Zulú y Luisita están heridos)
Nmaba: ¿Mbefo? (¿Heridos?) (preguntó con terror reflejado en su cansado y arrugado
rostro)
Bendi: Inga... vandaka... vandaka... kuanwa (Sí... vamos... vamos cariño) (los abrazaba
a todos mientras seguía con la mirada como todos entraban corriendo al hospital) Ve
kele santu... ban kele kima (no es nada, ellos están bien) (les decía mientras se los
llevaba de allí con los lloros)
Nmaba: Bendi (la llamó desesperada)
Bendi: ¿Nde?
Nmaba: ¿Ti Amelia... ti Maes? (¿Y Amelia... y la niña?)
Bendi: Ve mono kuzaka (No lo sé)
Aquella contestación dejó helada a Nmaba, a tientas con la ayuda de su perro llegó hasta
la puerta del hospital, dentro escuchaba el llanto de Benigna, el de Nsona, y a los
hombres hablar desesperados, fue Lula quien la vio y quien la hizo pasar. Una vez
dentro sin saber aún nada lo único que pudo hacer fue romper a llorar abrazada a su
nieto quien le llamó con un tono de voz que le hizo temblar más que el dolor que podía
sentir por lo ocurrido, sin duda, su nieto se sentía defraudado por lo que había pasado y
se abrazó a ella necesitado del apoyo maternal
Ngouabi: Mamá...
Mientras en ese momento en el que el dolor era palpable en esa habitación del hospital,
donde las lágrimas caían sucedidas y repletas de pena, un avión tomaba el cielo de
África para cruzarlo, un gesto, terrible, asustado de Claudia en sus brazos una niña
llorando y en una camilla repleta de cables. Amelia
En el quirófano del hospital luchaban entre la vida y la muerte por Zulú, Benigna se
había ocupado de Luisita, tenía un rasguño de bala en el brazo por suerte era superficial
con unos puntos quedaría en una cicatriz, aunque le había sangrado bastante pero
aquella inconsciencia no le gustaba. Cuando hubo terminado con ella se unió al equipo
Una pija en la selva 956
para seguir luchando por la vida de Zulú, tras dos horas largas y pesadas, Marce salió
con su bata aún ensangrentada mientras Nsona lo miraba aterrada
Fuera los hombres en silencio, abatidos por lo sucedido, se sentaron alrededor de Marce
y Massamba, Benigna de pie escuchaba las palabras mientras Mona pasaba directa al
hospital, para sentarse junto a Luisita mirándola con gesto de pena
M: ¿Qué pasó?
Y como si fuera el relato de una película, Massamba comenzó a narrar con la voz
linealmente triste todo cuanto ocurrió
Massamba: “Mwasi Amelia llegar al camión, pero mwasi Luisita se había dejado la
mochila en bwatu y volver, le dolía la cabeza y marear, eso hizo que se separara de
mwasi Amelia y quedar junto a Zulú como cincuenta pies, al momento de caminar para
llegar al camión, yo mirar a mwasi Amelia ella empezar a subir, no sé de donde
comenzaron a caer balas, mataron al militar delante de mwasi Amelia, nosotros al
suelo y lo último que vi fueron sus pies salir por el camión que huyó, disparaban y
aprovechar Ngouabi mientras Yildas cubrir, recoger a mwasi del suelo y Zulú, nosotros
huir los guerrilleros, seguir camión militar y dejar marchar a nosotros. Lo peor ver a
mwasi Amelia herida, una bala seguro alcanzar, ella casi caer ver sangre y gracias al
militar poder subir pero ella no mover. Para suerte nuestra, la niña estar en el camión
arriba. Nosotros no saber que hacer, no tener nada para seguir a camión, y Zulú estar
mal, lo siento ziku, yo saber que mwasi Luisita odiar cuando despierte, pero no saber
que hacer... querer salvar a los dos... lo siento no poder llegar con las dos mwasis al
camión”
Una pija en la selva 957
M: Habéis hecho lo que os correspondía Massamba... (les dijo con el corazón oprimido
ante los gestos de los hombres serios y afectados)
Massamba: No... nosotros no cumplir
B: Massamba, habéis cumplido mucho más de lo que podías o debíais, os doy las
gracias porque era lo que debíais hacer (le decía con los ojos rasgados de lágrimas)
M: Necesito saber algo... algo de Amelia... necesito que Quintero nos diga algo...
B: No entiendo porque no nos ha llamado... si Amelia está herida no creo que pueda
afrontar un vuelo de 13 horas
M: Depende (decía pensativo mientras se rascaba la barbilla)
B: ¿Y si está en el aeropuerto?
M: No creo recuerda que el avión es medicalizado allí la podían atender mejor
seguramente que en el hospital
B: Dios mío Marce... ¿y ahora qué?
M: No lo sé Benigna, francamente no sé como va a responder Luisita cuando se
despierte, no sé como lo va a afrontar porque no sabemos el estado de Amelia como
para tranquilizarla
B: Dios mío...
M: Vamos a llamar a ver si ya de una puta vez Quintero ha conseguido encontrar algo
con que informarnos
B: Sí... voy mientras a ver si Luisita se ha movido o algo (no sabía ni siquiera que decir
al entrar vio con ternura como era Mona quien le ponía el paño de agua en su frente)
Hola
Sissou: Solo llamar a Amelia en susurros
B: Imagino (le dijo formando un puchero en su barbilla) Sissou vamos al despacho de
Marce si ella o Zulú necesitan algo nos llamas en seguida
Sissou: Sí
Fuera mientras los hombres se sentían mal por haber fallado, las mujeres rezaban por
Zulú, pero en un apartado, Massamba recibía el abrazo de Lula quien lo confesó el
miedo que había pasado. El hombre cerró los ojos sintiendo un gran alivio por primera
vez en mucho tiempo, sintió que aquel abrazo calmaba su dolor y su rabia contenida
M: Sí, Quintero sí
Q: Me cago en mi estampa... ¿qué hay de los chicos?
M: Volvieron con Luisita, Zulú herido lo hemos operado y Luisita está sin recobrar la
conciencia
Q: ¿Y eso?
M: Le dolía mucho la cabeza
Q: ¿Tiene fiebre?
M: De momento no
Q: Aíslala
M: Lo estaba pensando...
Q: Ya sabes... fiebre amarilla, disentería y malaria hay que descartarlo
M: No creo que tenga nada de eso pero... lo estoy teniendo en cuenta
B: ¡Quieres hacer el favor de decirnos como está Amelia! (le dijo tan exasperada que
consiguió que Marce la mirara fijamente)
Q: Lo único que sé es que va herida, al parecer cayeron en una emboscada, han muerto
dos militares y ella está herida en el muslo, los chicos dicen que fue ella misma la que
se hizo un torniquete, y quien con el botiquín y lo que pudo tener de fuerzas se hizo los
primeros auxilios, tuvieron que luchar con ella porque quería volver, así que en el avión
los médicos pensaron que era mejor dejarla en tierra
M: ¿En tierra?... ¿Quintero?... ¡me oyes!... ¿Quintero?... me cago en la puta madre que
parió todo
B: Dios mío... así que está en Impfondo
M: Aún no lo sabemos Benigna. Voy a controlar la fiebre de Luisita, no quiero más
sustos
B: Amelia... (susurró con miedo ante las noticias que les había dado Quintero)
Massamba: Mami si mwasi Amelia estar en Impfondo, nosotros ir y traer
B: No Massamba, si Amelia está en Impfondo se quedará allí hasta que con total
seguridad podamos llegar o movernos, no quiero que volváis a arriesgar vuestras vidas,
lo siento pero no, ya hemos arriesgado suficiente
La confusión en Marce era evidente, según su estudio las constantes vitales en Luisita
eran perfectas, el pulso era débil pero por la pérdida de sangre, la respiración era normal
así como la presión arterial, y no había signos de fiebre. Retiró la sábana con ayuda de
Sissou mientras Mona se había pasado a la pequeña mesa sentada allí vigilando los
pasos del ziku, revisó bien su cuerpo y no veía otra herida, ni tampoco veía nada
razonable a menos que se hubiera golpeado la cabeza tal y como podía haber sucedido
en el desmayo. La volvió a tapar, fue a revisar a Zulú que estaba rodeado por Nsona,
Nmaba y sus dos hijos mayores allí junto a él dándole calor. Marce le aseguró a su
mujer que lloraba sin poderlo evitar por tantas emociones conjuntas que estaba fuera de
peligro, y que en el momento la anestesia pasara su efecto, despertaría
C: ¿Hay alguien?
B: ¡Cruz hija mía! (exclamó casi en un llanto ahogado)
C: ¿Benigna?
B: Espera te paso con Marce, espera...
M: ¿Qué pasa Cruz?
C: A ver... ya está todo preparado así que tan solo estamos esperando. ¿Qué pasó con
los chicos... con Luisita?
M: ¿Esperando el qué?... a ver Cruz, que no sabemos nada que el inepto de Quintero no
puede comunicarse con nosotros y encima se comunica y a mitad explicación se corta
(le decía casi fuera de si con las venas de la garganta bien marcadas)
C: ¿No sabéis nada?
M: No (contesto ya exasperado) Ni siquiera donde está Amelia
C: Amelia está de camino, les faltan exactamente cinco horas para llegar, va herida
Marce, por un momento dudaron si subirla al avión o dejarla en tierra, finalmente se
decidió subirla he podido mantener el contacto con el médico del avión, es una herida
de bala en el muslo, presenta una isquemia, le han sedado porque según Claudia era
como si se hubiera vuelto loca, trató de volver con los militares y al no hacerle caso,
llegó en estado de shock total
M: ¿Ha perdido mucha sangre?
C: Se hizo un torniquete bastante bueno, los militares taponaron la herida y
prácticamente llega viva gracias a ellos. Pero tengo que deciros que
hemodinamicamente nos llega inestable y con la frecuencia cardiaca y la tensión baja.
La han estabilizado pero son muchas horas de viaje así que no sé con lo que nos vamos
a encontrar Marce
M: Entiendo
C: ¿Y Luisita? (le preguntó mientras cerraba los ojos nerviosa)
M: Luisita tenía dolor de cabeza, se marchó con él según Massamba el viaje lo hizo
medio adormilada por el intenso dolor, tiene una herida en el brazo por bala, Benigna le
ha cosido era una herida abierta, pero no me parece suficiente como para tenerla en ese
estado de inconsciencia. Y no tiene fiebre si es lo que me vas a preguntar
C: ¿Vio como se marchaba Amelia?
M: No lo sabemos, lo he pensado también, no sé si ella también está en shock y prefiere
permanecer así... voy a forzar que despierte
C: ¿Qué va a pasar ahora Marce?
M: No lo sé, no sabemos nada, los hombres estaban dispuestos a ir a por Amelia porque
el chiflado de Quintero nos ha hecho pensar que estaba en Impfondo
C: Estaba desesperado...
B: ¿Y la niña? (apareció su voz acongojada)
C: Está bien, no tiene nada ella estaba en los brazos de un militar y gracias a Dios está
bien
B: Esto va a ser muy duro para ellas... muy duro
Cuando el tren de aterrizaje del avión, tocó tierra, la ambulancia del Central llegaba con
el horario previsto, a pie de pista Cruz junto a Raúl y Mónica, sabían quien era la
médica que llegaba y se habían ofrecido acompañarla aún fuera de su horario de
servicio. Estaban pendientes de que el aparato se detuviera del todo cuando vieron
atónitos como una nube de fotógrafos y cámaras salía no sabían muy bien de donde y
aparecían como aves de rapiña a la rampa trasera por donde habían dejado caer la
pesada bajada
Una pija en la selva 960
C: ¡Donde coño está seguridad! (les gritó a los responsables del aeropuerto que
elevaron los hombros) ¡Ay que joderse!, vamos Raúl
Los médicos bajaron primero a los niños, los flashes y las cámaras comenzaron a
disparar y grabar los pequeños se pusieron a llorar mientras los responsables de MSF
acudían para acompañarlos hasta el hospital, Cruz intercambió una mirada con una
nerviosa Claudia quien les hizo una señal para que subieran con rapidez
Los militares hicieron un pasillo para que la ambulancia quedara a escasos centímetros
de la rampa, una vez lo tuvieron todo preparado llevaron con cuidado la camilla bajo la
lluvia nuevamente de flashes y voces que gritaban para sacar una buena instantánea de
la doctora herida, la española herida en la Selva Africana, los titulares estaban
preparados, a esas horas en las redacciones buscaban la foto más dramática para causar
el efecto deseado
A: Cuando vienes piensas que todo es una película, que no puede ser tan brutal, cuando
sientes las balas correr tan cerca, sabes que es la puta realidad. ¿Pero sabes?, quiero
seguir creyendo que habrá un día en el que podremos trabajar en África sin este miedo
La operación terminó con éxito, duro algo más de lo esperado por la meticulosidad de
Cruz, la pasaron a una habitación de la UCI y la dejaron allí mientras Cruz atendía la
llamada de Rosario, la madre de Amelia quien se había enterado por los altos jefes de la
Organización que su valiente hija estaba en estado grave
Un quejido de Zulú obligó a Benigna y Marce a ir con él, le volvieron a poner otro
gotero calmante, la noche se estaba presentando dura para ambos, quienes agradecieron
la ayuda de Sissou cuidando a Luisita. Estaban preparando algunas cosas para
despertarla cuando pudieron escuchar su voz
desgraciadamente para nosotros, hay animales más inteligentes que hombres. No le des
más vueltas Marce, descansa hijo poco a poco, paso a paso iremos solucionando esto
M: Parece que Amelia esté destinada a sufrir siempre
B: Ha sido muy feliz en estos meses, pero nos gusta ver la parte negativa... (se lo dijo
con una sonrisa tierna)
M: Como siempre tienes razón (le dejó un beso en la frente) Y aunque no me lo digas sé
que sufres por todo esto y por Bárbara, y me da miedo pensar de cuanto podemos llegar
a soportar
B: Que Dios nunca nos dé a probar cuanto somos de resistibles al dolor. Venga
descansa
Habían pasado tres horas, Sissou se había marchado a dormir por orden de Benigna, a
los pies de la cama Mona, Valiente y Ramón, hacían compañía a Benigna y Luisita,
quien seguía dormida, tan solo de vez en cuando un gesto y un leve movimiento de
cabeza que eran calmados por la voz suave de Benigna
En Madrid, junto a la cama de Amelia se encontraba Cruz, esa amiga que a pesar de
todo y de la distancia seguía sintiendo cercana, se había movido levemente y había
emitido por debajo de la mascarilla algún quejido y algún nombre que la cirujana sabía
perfectamente a quien hacía referencia
Levemente abrió sus ojos, sus párpados pesaban demasiado para poder abrirlos a la
primera. Cuando los tuvo completamente abiertos y con la visión borrosa fue acertando
a averiguar que era lo que había en su entorno, la boca la tenía seca y una sensación de
que flotaba la embargaba. Fijó la vista en el techo durante unos segundos
En la cama de aquel hospital reformado en la aldea, levemente Luisita luchaba por abrir
sus ojos, los párpados parecían negarse a trabajar, pesaban tanto, notaba un pulso en sus
sienes, los labios y la garganta seca. Cuando por fin pudo abrirlos y aún con la visión
borrosa acertó el lugar donde se encontraba, su mente rápidamente lo descifró. Fijó la
vista en el techo durante unos segundos
Aquel ruido de la máquina que Amelia tenía a su lado, terminó de despertarla entonces
lo comprendió todo, cerró nuevamente los ojos y a pesar de que no se oyó su voz, gritó
al vacío como si se estuviera cayendo por un precipicio
A: Luisita
L: Amelia
Una pija en la selva 963
C: Hola cariño, no hables todo está bien limpiamos bien la zona y la bala se quedó en
un sitio donde gracias a Dios no afecto movilidad (los ojos cansados y cristalinos de
Amelia miraron alrededor) Te hemos puesto sangre porque perdiste bastante en el
trayecto hasta llegar al avión, prefiero que no hables ni te canses Amelia. Sé lo que me
vas a preguntar, Luisita está bien, tan solo sufrió un rasguño en el brazo, le han puesto
unos puntos y todo en orden, a Zulú lo tuvieron que operar porque salvó la vida de tu
mujer (sonrió pero podía ver por su gesto lo mucho que estaba sufriendo con sus
palabras, y un suspiró entrecortado se lo demostró) Maes está perfecta la he dejado en
observación porque quiero hacerle pruebas, para quedarme tranquila
Entonces los ojos de Amelia derramaron sendas lágrimas por sus mejillas pasaron por la
goma de la máscara de oxígeno y se precipitaron hasta la almohada, como lo hace el
agua de una cascada de manera natural sin detenerse marcando bien el camino del dolor
que sentía en ese momento, de la tristeza, de la soledad. Cruz sintió un dolor en su
corazón, ¿cómo podría evitar ese desespero que sabía sentía?
C: Todo irá bien cariño... todo ira bien (le besó en la frente ante la mirada asustada de
Amelia)
L: Amelia... (musitó)
B: Tranquila cariño... todo está bien... tranquila
La voz hizo que reaccionara, aquella voz no era la de Amelia, ni la que le estaba
poniendo paños en la frente era ella, allí estaba Benigna, y como si estuviera dejándose
arrastrar por las imágenes en las que vio como Amelia resultaba herida justo antes de
que todo se hiciera oscuro comenzó a llorar
B: Cariño tranquila... por favor no te pongas así mi vida... Amelia y Maes están bien...
mi vida... mi vida (la abrazó mientras la veía llorar desconsoladamente) Luisita todo va
a solucionarse cariño, ya lo verás
L: Amelia... ¿dónde está? (miró a su lado donde la cama vacía le provocó un terremoto
en su interior de pánico desmedido)
B: Lo siento está en Madrid, tuvieron que llevársela
Una pija en la selva 964
L: No... no puede ser (lloraba amargamente) No puedo estar sin ella... Amelia...
B: Será por poco tiempo... ya lo verás
L: ¿Por qué Benigna?, ¿por qué se fue?, ¿por qué no me llevaron con ella? (preguntaba
herida y desesperada)
B: Cálmate y te lo cuento todo... pero tienes que calmarte no puedes perder los nervios
Luisita, tienes que ser fuerte
L: No puedo... no quiero... Amelia... Amelia...
Mona: Uhhh uhhh (había subido a la cama mirándola fijamente)
L: Amelia... (insistía
Sissou: ¿Mami? (la miró asustada al ver el ataque que tenía mientras Mona la miraba
con gesto triste y se bajaba a apenada de verla en ese estado)
B: Llama a Marce por favor... ya cariño ya... Amelia está bien
L: Me mientes... vi como la herían, estaba herida... me mientes (gimió con la cara ya
repleta de lágrimas mientras su brazo seguía pegado al cuerpo con el vendaje)
B: No te miento Luisita... y por favor tranquilízate no puedes mover el brazo
L: ¡Quiero que venga! (volvió a gritar sentándose justo cuando entraba Marce, al verlo
lo llamó desesperada levantando su brazo) ¡Marce!, Marce ayúdame tú
M: Vale Luisita tranquila voy a inyectarte
L: ¡No quiero que me inyectes!, ¡no quiero!, ¡quiero ir con Amelia!, ¡por qué me
separaron de ella, por que! (gritaba y lloraba al mismo tiempo)
M: Dame diazepan
L: Amelia... no quiero... quiero que me lleves con ella... por favor Marce
M: Luisita escúchame, quiero que te relajes ¿vale?
L: Amelia... Maes...
M: Todo está bien
L: Nada está bien
M: Quiero que estés tranquila a Amelia la ha operado Cruz, ¿me oyes?
L: ¡AMELIA! (gritó sin poderlo soportar echándose en la cama y dando vueltas)
B: Aquí lo tienes, Luisita hija mía
L: ¡Tenía que estar con ellas! (gritaba cada vez más fuerte despertando a Zulú de su
sueño)
M: Ya está bien Luisita, haz el favor de tranquilizarte
L: ¡Quiero irme, me tengo que ir! (hizo amago de levantarse ella)
M: Estate quieta Luisita tienes puntos en el brazo (la obligó a acostarse)
L: No... suéltame... suéltame (decía histérica)
B: Vale ya Luisita... ¡me oyes!
Durante unos minutos duró el forcejeo, hasta que finalmente el sedante comenzó a hacer
efecto y fue poco a poco entregándose al sueño ante el agotamiento de los dos que
habían luchado por evitar que se levantara de la cama. Se dejó vencer aún con la
respiración alterada, con el rostro colorado del sofoco y con una mueca marcada de
rabia en su rostro deseando que fuera una pesadilla y al despertar, Amelia y Maes
estuvieran junto a ella
Ante un desayuno viendo atentamente la televisión, se encontraba una mujer, sus ojos se
cerraron al ver la noticia que la presentadora daba con total indiferencia, mientras las
imágenes de la llegada de la médica herida pasaban por la pantalla, Cruz luchando con
los fotógrafos, Raúl empujando a uno de ellos que se había casi metido en la
ambulancia:
Una pija en la selva 965
Presentadora: “El avión llegó anoche trasladando a los dos niños que tenían previstos
y también, a una de nuestras valientes médicas que trabajan en aquel país, ésta llegó en
estado grave tras ser abatida por la guerrilla en plena Selva mientras hacía su trabajo. Su
nombre Amelia Ledesma, la hija de los famosos bodegueros Wilson. Su estado a estas
horas continua siendo grave temiendo los médicos por su vida”
Por los pasillos Cruz aparecía con gesto muy serio, sin duda era la parte que odiaba
tanto, el dichoso protocolo de noticias interesantes, antes de pasar por la habitación de
Amelia, lo hizo por la de la pequeña Maes que ajena a todo, dormía placidamente
aunque la enfermera le aseguro que no había parado de llorar que la habían tenido que
coger en brazos, pero que era tal la desesperación con la que lloraba que se había
quedado encanada dándoles un buen susto
Una pija en la selva 966
C: Tendré que llevarla con Amelia, pero no está aún para tener a la niña... ¡joder todo se
complica! (renegó)
J: Cruz ¿puedo hablar un momento contigo?
C: Claro Javier dime
J: Mónica me ha contado y quería saber que tal Amelia
C: Bien, quiero que estés conmigo en la cura y siguiendo su caso, anoche no estabas de
guardia y te eché de menos
J: Debiste llamarme
C: No había tiempo Javier
J: Vale... lo que necesites ¿lo sabes verdad?
C: Gracias
J: ¿Los demás bien?
C: Luisita, su mujer herida, y uno de los muchachos herido también pero vamos (se
rascó la frente)... con problemas ya sabes
J: Tranquila, estoy segura que pronto pasara todo...
C: Gracias
Agradecía que todo el mundo le diera ese apoyo pero ella había estado allí y sabía lo
que había, ellos tan solo lo seguían desde la lejanía, suspiró con cierta rabia por lo
ocurrido, sabía que a Amelia no le iba a hacer ninguna gracia pero ya todo cuanto podía
hacer en cuanto a ese tema se refiere, lo había hecho
El día comenzó para los habitantes de la aldea en África con el ambiente enrarecido, la
tristeza por la marcha de Amelia, se había incrementado con el estado de Zulú y los
gritos desesperados de dolor de Luisita, los hombres sentían una profunda rabia por lo
que había pasado y a pesar que los mondeles no les habían reprochado aquello, ellos
sentían que habían fallado, en un apartado Ngouabi lo hablaba con su maestro
Massamba, bajo la atenta mirada de Marce
Sissou: Ziku... radio (le avisó Sissou que vigilaba a Luisita sin moverse de su lado)
M: Melesi bingaka mami (llama a mami) (le dijo mientras después de ver como Luisita
dormía fue a su despacho) ¿Sí?, ¿hay alguien?
C: Marce soy Cruz
M: Cruz (susurró su nombre con tanta necesidad que las ondas le hicieron llegar a la
mujer un sentimiento de terror en su voz)
C: ¿Cómo estás?
M: Podría estar mejor pero... ¿y Amelia?
C: Bien, ha despertado, le he levantado un poco la sedación... la herida está bien y sus
constantes todas recuperadas, pero llegó mal Marce creo que si tarda un poco más no la
cuenta
M: Pero ella es así, las cuenta todas (sonrió orgulloso)
B: ¿Cómo está mi niña? (preguntó con los ojos enrojecidos por el llanto)
C: Bien Benigna está estable y la operación salió bien
B: ¿Y su corazón?
C: Bueno... no lo lleva nada bien como es natural
B: ¿Y Maes?
C: Llora mucho yo creo que echa de menos estar con sus madres
B: Imagino... pobrecilla (negó con la cabeza)
Una pija en la selva 967
Haberle fallado a la gente que confiaba en ellos, a la gente que tanto hacía por sus hijos,
por sus mujeres, por ellos mismos, era una de las peores sensaciones que les quedaban,
tanto era así, que se sentían culpables por la separación de las dos mujeres y en su fuero
interno, sentían que debían ser castigados por ellas por aquel fallo cometido. Sin
embargo aquellos pensamientos el convivir con Benigna, les había ido convenciendo
que en la vida no se puede ser tan exigente con uno mismo, porque no dependían de
ellos, los consejos sabios de aquella mujer blanca, habían ido cambiando sus
costumbres, ninguno pegaba a su mujer, ninguno recurría a la violencia con sus hijos,
aquella mujer sabia junto a Nmaba les había hecho reflexionar y fue Massamba quien
primero lo entendió, después de ver como violaban y mataban a su mujer, de cómo le
golpeaban una y otra vez, el que primero alzó la voz entre ellos, pero aún así, aquella
necesidad de hacer bien lo que los blancos les pedían y confiaban, y mucho más en ese
caso de Amelia y Luisita, les había afectado a todos, mucho más al escuchar los gritos
desesperados de Luisita
Una pija en la selva 968
Habían pasado un par de horas desde que Cruz había hablado con Amelia, se había
duchado y aunque era su día libre había llamado a su suegra primero para tranquilizarla
con respecto a Marce y también para pedirle que se quedara con la niña. Ante la puerta
de la habitación de Amelia dudó en como afrontar su conversación, sabía que debía
estar destrozada, porque ahora iba a comprender su miedo y sus mil quebraderos de
cabeza al tener a Marce allí solo. No sabía si estaba preparada para ayudarla
Entró con gesto sereno, la miró y pudo ver que mantenía los ojos cerrados, pero al
acercarse sabía que no dormía, quizá tan solo soñaba con lo que no tenía
C: ¿Amelia cariño, cómo estás? (Amelia abrió los ojos y la miró) Acabo de hablar con
Marce, Luisita está bien
A: No lo está (susurró y a Cruz le costó entenderla por su garganta seca y sus labios
tirantes)
C: Voy a hacerte una analítica completa, y te cambiaré el oxígeno, vas a tener que
llevarlo un par de días (Amelia asintió en el mismo momento en que entraba la
enfermera) Alicia quiero que le hagas una analítica completa y la pides urgente
Alicia: Voy a ponerle el calmante
C: Sí, sí. Ahora miraremos la herida, no tienes fiebre (miró las notas que le pasaba
Alicia de la mañana) Bien... vas a comenzar por un poco de caldo quiero que te
alimentes. Cámbiale el oxígeno Alicia, ponle las cánulas nasales así estarás más
tranquila (Amelia cerró los ojos y asintió)
Alicia: Sí... has salido por la tele esta mañana (le dijo sonriente pero la mirada
fulminante de Amelia le hizo mirar desconcertada a Cruz)
C: Vale Alicia... gracias. Es muy buena pero no sabe cerrar su boca a tiempo
A: ¿Luisita?
C: Físicamente está bien... pero le han tenido que sedar (Amelia cerró los ojos y una
lágrima cayó, Cruz se acercó a ella y le pasó una gasa por las mejillas, después otra por
el labio) Marce dice que bueno... lo que imaginas
A: Necesito hablar con ella
C: Lo siento pero las comunicaciones van fatal, además, hasta que no te levantes de la
cama no vas a poder y eso, si no le pones ganas no va a ser pronto (la miraba
sonriéndole)
A: No quiero que piense que me ha pasado algo (hablaba con dificultad y marcó un
gesto de dolor)
C: ¿Te duele mucho?
A: El corazón sí (sonrió de lado)
C: Ahí no tengo manera de llegar para mermarlo
A: ¿Y Maes? (preguntó algo aturdida)
C: Llorando... trata de pensar ahora en ti y en ella, necesita el calor de su madre
A: No puedo dejar de pensar que he dejado a Luisita en medio de una guerra (tragó
saliva con dificultad, se humedeció los labios con la lengua) ¿Puedes dejar de pensarlo
tú?
C: No, no puedo Amelia pero trato de vivir por mis hijas, por mí y eso vas a tener que
hacer tú. Espera voy a mojarte un poco la boca... y beberás agua ¿vale?
Alicia: ¿Puedo hacerle el análisis?
A: Si no vas a hablar sí (le contestó de mal genio)
Alicia: Perdón
Una pija en la selva 969
Los ojos pesaban tanto como el cuerpo, era una sensación extraña la cabeza le daba
vueltas, le mostraba imágenes que no podía entender, ella entrando a la soledad de la
cabaña donde tantas emociones había compartido, con la cuna vacía, con el lado ausente
de Amelia, sintiendo un dolor penetrante en su alma, notaba como sudaba, y como
tiritaba a la vez, pero de pronto una mano apoyada en su frente hizo que todas aquellas
imágenes se volatilizaran y la calma se apoderó de ella. Abrió sus ojos tristes, abatidos,
apagados, y allí estaba Lula mirándola con el entrecejo fruncido, con los labios
apretados, Luisita lloró sin poderlo evitar, no dijo nada se puso de lado, el brazo que
tenía bien le sirvió de apoyo, Lula entendió su dolor y le habló
Aquellas palabras fueron la excusa perfecta para romper a llorar, para dejarse llevar por
el llanto ahogado en su pecho, por sentir ese dolor que sentía ante esa ausencia ¿cómo
iba ella a aguantar sin verla?, ¿cuánto tiempo debía esperar?, esa pregunta era la que
creaba una indómita desesperación. Acunada por la joven fue poco a poco ahogando su
llanto para dejarlo en un sollozo repleto de soledad
La nueva oleada de refugiados dio como resultado dos niños con heridas superficiales y
veinte personas deshidratadas, bajo el sol de justicia iban trabajando y como Massamba
había pensado se montó el hospital de campaña que Luisita había comprado para que
todo fuera más cómodo menos duro. De vez en cuando las mujeres entraban a ver a
Zulú que seguía con Nsona y a ver a Luisita, ninguno de los hombres entró a verla,
preferían que estuviera más calmada para hacerlo. En esas estaban cuando la radio sonó
Sissou: Ziku... ziku... radio... (cada dos horas iban turnándose para estar pendientes de
la radio y esta vez le tocó a Siya)
M: Melesi. ¡Benigna ocúpate de esta mujer por favor!, tiene una herida en el talón no va
a poder andar...
B: Ve, ojalá sean noticias de Amelia
M: Eso espero (pasó y vio como Luisita seguía de lado sin decir nada con la mirada
perdida mientras Mona se había tumbado a su lado) ¿Sí?
Q: ¿Marce, eres tú?
M: ¡Hombre Quintero vives, no podía dormir pensándolo!
Q: Marce no me toques los cojones que esto se está complicando
M: ¿No me digas? (sonrió irónico con un fuerte enfado)
Q: No voy a poder ayudaros Marce... lo siento... no podemos llegar la situación está en
manos de los militares
Una pija en la selva 970
M: Ya, y los militares en lugar de defender a mi gente, lo que hacen es que huyen y aún
tengo que dar gracias que no echaron a Amelia del camión ¿no?
Q: Hacen lo que pueden... Marce lo siento, pero no podéis moveros, se han suspendido
todas las salidas, no hay aeropuertos, la carreteras se han convertido en una trampa
mortal, las comunicaciones no funcionan llevo dos horas tratándote de hablar, se han
unido varios grupos de guerrilleros parece que les pagan bien
M: ¿Y qué sugieres que haga?
Q: Huir hacia el sur, llegar a Liranga como sea
M: ¿Dónde está la guerrilla?
Q: Por lo que intuyen están por entrar en Sangha, aunque tienen blindada la entrada
hacia la capital, lo que se me ocurre es que podríais intentar llegar al río y cruzar a la
otra parte
M: ¿Sabes los que somos Quintero? (le preguntó tras pasarse las manos por la cara
desesperado)
Q: Sí, lo sé (admitió nervioso)
M: Quintero... dime la verdad, ¿crees que pueden llegar? (Luisita con las pocas fuerzas
que tenía se había levantado y se había quedado escuchando en la puerta)
Q: Sí, parece que está vez están muy bien dirigidos, así que me gustaría que
abandonarais la aldea (hizo una pausa incómoda) reconozco que la única salida es pasar
al estado de Cuvette, hacia Ntouku
M: ¿Allí podría sacar a Luisita a España de alguna manera?
Q: Marce, no sé lo digas si no lo crees oportuno, pero dudo mucho que pueda salir de
aquí en algún tiempo, tan solo funciona el aeropuerto de la capital, ya sabes son más de
seis días por carretera porque los otros aeropuertos están cerrados y eso es una autentica
locura mucho trayecto muchas posibilidades de encontraros con problemas, estamos en
conflicto y...
En el hospital, Amelia seguía entre el sueño de los sedantes, si bien Cruz había retirado
un poco la cantidad, le había dejado la suficiente como para que estuviera lo más
tranquila dentro de la intranquilidad que sabía sentía, Claudia había entrado pero al
verla dormir, se había marchado a tomarse algo, sabía que su madre había estado junto a
su hija, Rosario había llegado de Jerez, no habían hablado casi tan solo le había besado
y Amelia había susurrado cosas volviéndose a dormir. Fue Cruz quien se la llevó al
despacho para hablarle y tranquilizarla
A: Hola (musitó con la voz algo rota marcado en su rostro un gesto de impacto)
Las palabras que habían volado por el aire una vez salidas de la radio, le llegaron
directamente a su corazón haciendo diana, puntuación máxima para Quintero,
doblegada Luisita. Aquella diana tocó una campana, encendió la luz de emergencia en
su interior y notó como las fuerzas le fallaban como iba cayendo sobre sus piernas que
se iban doblegando, poco le importaba en ese momento su mente le empujaba a
desaparecer realmente, que más daba todo si las palabras de Quintero la estaban
mandando al infierno, desaparecer, dormir, hundirse en la más pura oscuridad de donde
resurgiera la imagen de su mujer, pero ya ni eso le servía, necesitaba su tacto, su calor,
su amor. Fue cayendo... poco a poco... de igual manera que caían sus lágrimas, que caía
en el vacío de su propio corazón, pero antes de tocar el suelo unos brazos fuertes la
sujetaron, la levantaron y le dieron el calor suficiente como para que abriera los ojos, al
hacerlo se encontró con una mirada tan triste, tan culpable, tan dolida que lo único que
pudo hacer y quiso hacer fue abrazarse a aquel hombre que tanto le había ayudado y que
la miraba con un gesto repleto de culpabilidad
L: Massamba...
Massamba: Tranquila mwasi, tranquila (la cogió en brazos dejándola sobre la cama)
L: No voy a verla (repetía con desespero)
Massamba: Massamba pedir perdón (lo dijo con severidad, la que da ese sentimiento
de haber defraudado a la gente)
L: Oh Massamba... ¿qué voy a hacer?
Massamba: Tratar de llevarla mwasi... Massamba si debe dejar la vida, la deja... pero
reunir con mwasi Amelia
No fueron las palabras, ni siquiera el contenido en que unidas daban como resultado lo
que tanto deseaba, fue la mirada, fue la decisión, fue el sentimiento fue la amistad y
lealtad lo que le hizo suspirar profundamente aún con su rostro rojo por los lloros,
humedecido por las lágrimas, rígido por el dolor, y fue tras el suspiro cuando volvió a
abrazarse a aquel hombre que le ofrecía su vida por reencontrarse con su amor, ¿tenía
derecho a hacerle sentir mal?, ¿tenía derecho a seguir diciéndole lo mal que estaba?, las
manos grandes y fuertes de Massamba se volvieron suaves y tiernas para abrazarla, para
transmitirle su pena por lo acontecido para demostrarle que estaba ahí que nunca estaría
sola
Mientras Luisita lloraba por su distancia, en la habitación del hospital aquellos ojos
clavados en los suyos hicieron a Amelia tragar un nudo en su garganta, no la esperaba
allí ni siquiera pensaba que podía querer de ella, pero, los segundos que guardaron
silencio, se les volvieron eternos
Encarna dio media vuelta y se marchó con el corazón en un puño, al cerrar la puerta se
encontró con una mujer a la que reconoció al segundo de alguna fiesta compartida, lo
mismo que la otra la reconoció a ella, la miró algo extrañada de ver que salía de la
habitación de su hija
Rosario: Yo también eché la culpa a la primera novia de mi hija, pensé que ella era la
responsable de que a mi hija le hubiera entrado la tontería (remarcó la palabra que
momentos antes había usado la misma Encarna, quien agachó la cabeza) Pero... creo
que a estas alturas ya no me importa quien está a su lado, agradezco que tenga esa
tontería que le hace feliz, cuando me dijeron que le habían herido y estaba grave, lo
único que quise era tenerla viva... que importa de que manera vive su vida, lo que quiero
es que la viva
En: Pues yo lo siento pero no... no lo voy a aceptar... bueno... se me está haciendo tarde
espero que todo vaya bien
Rosario: Gracias...
C: Si sigues así te voy a sedar, y quiero que estés bien, porque tu hija te necesita ¿te
queda claro? (Amelia asintió) No quiero que me digas que sí y hagas lo que te dé la
gana
A: Tiene sus ojos (sonrió mordiéndose el labio mientras hacía un puchero. Cruz no
entendió a lo que se refería)
Rosario: Ha venido la madre de Luisita... (apuntó Rosario y Cruz hizo un gesto de
negación)
A: Pero no le brillan como a mi niña...
Su niña se había vuelto a abandonar en la cama, con la mirada perdida con un escozor
en el brazo, y un profundo dolor en el corazón. Así la vio Marce que al salir del
despacho y encontrarse con Mona sentada a su lado acariciándole la frente, sintió como
estaban ante un grave problema, y entonces salió, solo paró una vez había salido de allí,
fuera el aspecto no era mejor, los refugiados seguían llegando, las mujeres seguían
ayudando, agua, comida y sombra, pero él sentía que no podía ayudar a Luisita, y
entonces se dijo para si mirando el horizonte
cogió una silla y se puso al lado de la cama, Mona la miró con tristeza su mami estaba
demasiado triste, ella le acarició la cabeza y el animal miró nuevamente a Luisita
B: Hola Luisita... voy a revisarte la herida, hay que estar seguros que no se te infecta.
¿Te duele?
L: No (musitó con voz inaudible)
B: Mejor (empezó a trabajar con su brazo mientras Mona se sentaba a los pies de
Luisita) ¿Sabes una cosa cariño?, tienes dos posibilidades, una estar así como estás
decaída, hundida y sintiendo ese profundo y comprensible dolor ante la ausencia de
Amelia y Maes, notando como pasan lentos los minutos, como las horas se hacen
interminables, pensando y pensando nada más en Amelia y dejando que tu corazón día a
día se vaya destruyendo por la apatía a ese transcurrir de tu vida aquí (la miró, Luisita
lloraba en silencio) o puedes luchar como siempre has hecho desde que llegaste, día a
día para conseguir estar lo mejor posible, preparada para cuando puedas reunirte con
ellas hacerlo de la mejor manera, involucrarte como hasta ahora en todo para que el
tiempo pase antes, porque cuando puedas hablar con Amelia, no voy a permitir que lo
hagas en un estado lamentable como en el que estás, como en el que entiendo debes
estar porque ha sido un golpe muy duro (Luisita exhaló un profundo suspiro, mientras
seguían cayéndole lágrimas) Pero hagas lo que hagas, tomes la decisión que tomes,
sabes que nos tienes a todos a tu lado, eso sí, los hombres tienen miedo a mirarte a los
ojos, ellos se sienten culpables de esta situación, las mujeres les duele verte así, y los
niños echan de menos a Amelia pero también saben que estás y quieren estar a tu lado
(terminó de curarla, le acarició la cara y Luisita se estrechó a su pecho con fuerza
rompiendo a llorar) Llora todo lo que sea necesario, sácalo de tu interior pero recuerda
que Amelia está bien, la niña está bien y esto tan solo es temporal, y sabes que los
hombres se sienten en deuda contigo y harán lo imposible por ayudarte...
Había entre ellas una hora de diferencia horaria y cincuenta mil kilómetros de distancia,
pero tenían dos cosas que las unían a pesar de todo, su amor y la Luna. Amelia había
ladeado la cabeza hacia la ventana, la veía y sabía que Luisita estaría observándola de
igual modo, y era cierto, Luisita contemplaba la Luna y suspiraba, las palabras de
Benigna, las visitas de las mujeres llevándole comida, o simplemente una sonrisa, la
compañía de Mona, la de Nmaba que no hablaba tan solo le hacía saber que estaba allí
que a pesar de su soledad no lo estaba tanto, le hacía sentirse mejor, estaba en África y
seguro que si la que estuviera en aquella cama fuera Amelia, tendría la fuerza de luchar
día a día y tenía un consuelo demasiado importante como para dejarse arrastrar por la
pena, saber que estaban vivas y pronto estaría con ellas, ése debía ser su motor para
levantarse y superar el dolor
Aquella Luna le mostraba a Amelia una luz que en otros momentos le parecía
maravillosa, aquella Luna le daba fuerza en las noches y ternura cuando la compartía
con su mujer, pero justo en ese instante lo único que le daba era un profundo
sentimiento de tener que aprender a pasar los días sola, lejos de Luisita
Y como todas las noches antes de que el sueño les venciera hubo un susurro
A: Te quiero Luisita
L: Te quiero Amelia
Una pija en la selva 975
Habían pasado dos lentos días, en el hospital la prensa había esperado en la puerta para
ver si alguno de esos jefazos entraban o salían, si alguna amistad de las grandes llegaban
a hacer visita a la Wilson, si entraban o no ramos, cajas de bombones o ositos de
peluche, pero como todo, cuando el peligro de muerte pasó, la noticia dejó de ser noticia
Ameliabramente importante, y los periodistas se fueron como lo hicieron las profundas
preocupaciones de los altos cargos, funcionarios y estado, que de un día para otro
olvidaron que Ameliarena Wilson estaba en un Hospital herida de bala por un
guerrillero en la Selva del Congo, localizado en África
Estaba con su niña en los brazos sentada en un sillón, las horas pasaban tan lentas, que
se desesperaba con una facilidad que hasta la asustaba a ella misma, había discutido con
su madre, no hacía falta que estuviera allí vestida con la ropa del mejor modisto y
temiendo que alguna de esas sillas le dejaran la tela inservible, había discutido con Cruz
porque no le había retirado el gotero, y finalmente su mal humor fue a menos en cuanto
tuvo a su pequeña en los brazos, entonces, las lágrimas llegaron a borbotones
C: Amelia lo que sabe es que tienen refugiados, que de momento los militares han
conseguido frenar el éxodo y parece que la guerrilla se ha desplazado más hacia el
Oeste, de momento, todo tranquilo
A: ¿Me estás diciendo la verdad?
C: ¿Tú qué crees?, ¿estaría yo así?, no eres la única que tiene a su pareja allí, ¿eh?
A: Lo siento perdona
Alicia: Vengo a curarte, con la boca cerrada (le dijo pues Amelia continuaba un tanto
borde con ella)
A: Así me gusta... (la mirada recriminatoria de Cruz le hizo sonreír) Y procura no
hacerme daño
Alicia: Vale (sonrió nerviosa)
C: No le hagas caso Alicia. ¿Ha vuelto la madre de Luisita?
A: No... habló con mi madre y según me dijo está muy ofendida no creo que vuelva
Claudia: Pero no sabe que hija tiene... estoy segura que cuando regrese Luisita le va a
dejar las cosas claras
A: Sí, mi niña es... ¡au! (se quejó)
Alicia: Lo siento, lo siento (se mordía el labio apurada pero aquel comentario le hizo
perder su concentración)
Aquellos dos días lentos y pesados, los había pasado Luisita en el hospital, no se había
levantado de la cama, aunque sí había empezado a comer, Marce le había informado de
cómo seguía la situación en la frontera y si todo seguía calmándose pronto abrirían los
aeropuertos. Pero ni aún así había logrado el efecto deseado
La gente que entraba sedienta y hambrienta les estiraba de las ropas mientras gritaban:
Voz: Masa... masa... madya... madya... sambu Nzambi... luzolo... luzolo (Agua... agua...
comida... comida por Dios... piedad... piedad)
Dib: Ziku... ziku (gritaba)
M: ¿Qué pasa Dib?
Dib: Niño... niño...
M: Joder... me cago en la puta... hay que llevarlo al hospital... rápido...
Entraron a quirófano con el pequeño que no podía casi respirar, en su piel manchas de
sangre, y parecía desmayado
Fuera del hospital el caos era terrible, las voces se confundían, un olor penetrante
llenaba todos los rincones de la aldea, la gente se había amontonado algunos
desmayados, otros sollozando, las mujeres incluida Nsona no daban abasto para repartir
agua, la gente agradecía aquel gesto, besaba sus manos, lloraba al contacto con el caldo
que en una gran cacerola Benigna había preparado. Mona iba de un lado a otro y cuando
veía algo que no le parecía normal, aullaba, Benigna acudía y casi siempre tenía razón
B: Bárbara te ha enseñado bien ¿eh?, si es que es un cielo (le dijo dándole dos
golpecitos en la cabeza)
Mona: Uhhhhhh (abría los ojos como dándole la razón)
B: ¿Dónde estará esa cabra loca que no se comunica conmigo?
Mona: Uhh, ahhhh, ahhh ahhh (parecía enfadada) Prrrrrrrrrrrrrrrrrrrr
B: Vale oye... solo ha sido un comentario, es una adorable cabra loca ¡contenta!
Mona: Uh (se puso las gafas de sol nuevamente cruzándose de brazos)
Sissou: Estar aquí
B: Vale Sissou, esta chica que... ¡Dios está de parto!
Sissou: No (dijo asustada)
B: Llama a Marce... ¡ay que me toca hacer de partera!... que lo veo venir... Massamba
ven... ven...
Massamba: Mami (la miró nervioso ante sus gestos)
B: Pasa a la chica aquí... Nsona toallas... Lula ayúdame... ¡qué viene!... ¡qué viene!
M: ¿Quién viene? (le preguntó Marce mientras veía como Benigna se arrodillaba)
B: Un niño... una criaturita
M: ¿Estás tú, no?, voy con el niño Benigna no puedo dejar sola a Luisita
B: Pero Marce... hace años que no asisto a un parto
Una pija en la selva 978
M: No lo digas mujer, pobre chica, mira se ha desmayado del susto... de una primeriza
ayudándole a parir
B: Ay mi madre... ay mi madre...
Lula: Malembe mami (le sonreía)
B: Sí Malembe... ¡ya está!... ya lo veo... por mi madre como sale...
Lula: Jeje (reía ante los gestos exagerados de la mami)
Nsona: Ohhh bebé (decía sonriendo con lágrimas en los ojos)
Zambi: Ay daño (se quejó el hombre al ver como la chica gritaba y dándose la vuelta y
encontrándose con Monwe que le sonrió)
B: ¡Vamos el último empujón pequeña!, vamos... venga... Dios mío que cosa más
bonita... si es un niño...
Massamba: Bravo mami... bravo (le dijo sonriéndole mientras Benigna lloraba a moco
tendido) Traer
B: Sí...
M: Ya estoy aquí... ¿cómo ha ido matrona? (le preguntó sonriendo)
B: Bien (lloraba sin parar)
M: Anda... anda... súbete los mocos que estas quedando un poco mal
Lula: Mami ser la mejor
M: Eso... hale súbele el ego
Mientras todos seguían trabajando, Luisita hizo un esfuerzo por enfrentarse a la realidad
que vivía no a esos recuerdos repletos de amor, caricias, besos que ahora tanto le
faltaban, era la hora de la verdad, no podía dejar pasar el tiempo en un lugar como ese
no se podía ser egoísta, estaba para ayudar y eso era lo que debía hacer, además porque
no podía dejar que el resto se sintieran más culpables al verla, nadie tenía la culpa, le
habían salvado la vida y eso era lo que quería agradecer, las palabras de Massamba
dando su vida a cambio de llevarla junto a su mujer, sabía eran ciertas, y tampoco podía
permitir aquello, así que tras una exhalación fuerte, apretando con su brazo bueno el
maletín, salió junto a Marce para seguir las revisiones. Los hombres al verla aparecer
soltaron un respingo, las mujeres una sonrisa y Mona fue hasta ella aullando detrás
Valiente quienes la abrazaron y la vigilaban sin descanso
Apoyada la cabeza contra el respaldo del sillón, dejaba caer los minutos, había puesto la
televisión y la había quitado con rabia, ¡cuántas tonterías decían!, ¡cuántas opiniones
absurdas desde una silla daban!, según las noticias ya no existía tanta crudeza en el
Congo, las cosas se habían suavizado bastante, y eso ella no lo entendía ¿qué era para
ellos suavizarse?, que en lugar de matar a mil mataban a quinientos, sí, seguro que sí.
Hizo el esfuerzo con la muleta de levantarse, necesitaba ir al lavabo, agradecía que Cruz
le hubiera dejado ponerse un camisón diferente, no le gustaba ir enseñando el culo a
quien entraba, y al recordarlo, sonrió recordando cuando Luisita le mordía, o cuando
Luisita lo acariciaba, lo apretaba o pellizcaba, suspiró con fuerza, al terminar se lavó las
manos y volvió al sillón, a recordar
En la aldea habían sido siete horas intensas, como no había comido mucho a Luisita le
pasó factura el ajetreo, y tuvo que ser Marce quien le mandara descansar, ante el
desbarajuste que tenían alrededor, lleno de personas que no podían continuar el viaje
hacia ninguna parte, Marce esperaba las averiguaciones de los hombres para saber
realmente a que atenerse. En la cocina Luisita comía pensativa
Una pija en la selva 979
Salió con la esperanza de poder escucharla, entonces vio que los hombres estaban todos
en el pozo, y que al verla, agachaban la mirada. Sonrió de lado y se acercó a ellos
mientras iba pensando en Julia
L: Hola (les sonrió, ellos la miraron serios) Quería deciros que gracias por salvarme, la
verdad que no sé que haría sin vosotros si he estado mal no es porque piense que tenéis
culpa de nada, al contrario, cuando me vaya para reunirme con Amelia, os voy a estar
eternamente agradecida, y no me gusta veros mal por lo que ha sucedido, sois todos
muy importante para mí, y para Amelia también, estoy segura que si pudiera os daría las
gracias. ¿De acuerdo?
Massamba: Melesi mwasi
L: Melesi a vosotros, os quiero mucho de verdad
Les entregó una sonrisa sincera que para esos momentos que estaba viviendo, a los
hombres les hizo sentirse aliviados en su propio reproche por la separación de ambas
mujeres. El problema fue cuando abrió la puerta de la cabaña, entonces toda la fuerza
que había mantenido mientras ayudaba fuera, se le vino a bajo, notaba como la sangre
fluía con rapidez por sus venas y como le latían las sienes, cerró la puerta y se apoyó
sobre ésta. No podía mantener los ojos abiertos notaba como las venas se enrojecían
preparando un llanto que la estremecía, pero si los cerraba podía alcanzar el perfume de
Amelia llegando innato a ella, como se metía por las fosas nasales, llegando a su
cerebro, podía imaginar su recorrido para formar la imagen de su mujer, podía escuchar
sus carcajadas, y eso provocaba que se le erizara la piel. Abrió los ojos mareada, se
acercó hasta la cama para sentarse, la rozó como si al hacerlo pudiera romper el
encanto, sus ojos estaban repletos de lágrimas, y peor fue al encontrarse con la cuna, su
Una pija en la selva 980
hija, su pequeña que tanto amor le había hecho desarrollar con un instinto materno que
había aprendido a compartir con Amelia. Ambas estaban bien, debía respirar tranquila,
lejos de que les pudiera ocurrir cualquier desgracia, lejos de aquella locura pero estaba
tan sola que no podía alegrarse por nada, tan solo sentir la intensa pena en su alma, la
intensa soledad en su espíritu en su esencia
Entonces vio la mochila, la maldita mochila que le hizo volver y su maldito dolor de
cabeza que le privó de disfrutar aquel viaje con Amelia, si no hubiera vuelto estaría con
ellas o quizá, estaría muerta, sacudió su cabeza no debía volver a pensar aquella
circunstancia ya había pasado y era inútil hondar en ella. Entonces recordó que Amelia
le había dicho que llevaba algo en la mochila que en el avión le enseñaría, suspiró
abriéndola, allí estaban las toallitas para Maes sonrió, un biberón vacío, pero no vio
nada más, tan solo trataba mientras revisaba aquello controlar el llanto. Había una
cremallera dentro que no había abierto, al hacerlo se encontró con una fotografía,
aquella imagen supuso de quien era, el que para Amelia a pesar de todo sentía como su
hijo, lo miró y un nudo se apoderó de su estómago, tenía que volver y cuanto antes
mejor un desespero comenzó a apoderarse de ella, justo cuando se abrió la puerta y
Mona entró saltando y abrazándola
La otra parte de la pareja estaba más o menos como ella, a duras penas podía masticar lo
que le habían llevado de cena, justo cuando entró una Cruz con gesto tan apenado como
el suyo
C: ¿Cómo estás?
A: Aquí... Cruz por favor déjame que me vaya a casa
C: Si no comes ¿cómo pretendes irte?
A: No quiero estar aquí...
C: Mañana te haré unas pruebas... si la herida y los tejidos están bien te irás. Pero vas a
necesitar que alguien te cuide
A: ¿Cómo puedes soportarlo Cruz?, me estoy volviendo loca... no puedo dejar de pensar
en que están allí solos y...
C: Al principio es duro Amelia, pero desgraciadamente a todo te vas acostumbrando, sé
que para Marce estar allí es muy importante, a la vez que duro porque nos echa de
menos, pero... no puedo negarle que esté allí (la miraba con pena)
A: No voy a soportarlo... en las noticias dicen que ha mejorado la situación... pero no
les creo
C: No ha mejorado mucho, no
A: ¿Y a qué esperan para irse?
C: Amelia ahora estás bien y no te voy a engañar... han cerrado las fronteras y los
aeropuertos, es muy posible que no se reestablezca el orden en algunos meses
A: ¡No! (susurró)
C: Lo siento pero son las noticias que llegan
A: ¿Y qué piensan hacer?
C: Quintero les ha aconsejado que de momento esperen, si se sabe que la guerrilla
avanza se les informará con tiempo para que se vayan hacia el sur
A: ¿Y se queden en la frontera? (le preguntó casi fuera de si)
Una pija en la selva 981
C: Sí (su voz tan solo fue un susurró cerrando los ojos y formando un gesto en su cara
que demostraba el mismo temor que Amelia
A: ¿Sabes que eso es un infierno?
C: No hay otra opción Amelia... así que quiero que lo tomes con calma, serenidad y
sobre todo que no nos pongamos nerviosas, ni histéricas ¿vale? (se le llenaron los ojos
de lágrimas)
A: Joder...
Le costó dormirse, pero lo hizo con la ayuda de un sedante, ya no tenía goteros y podía
ponerse de lado para dormir, estaba luchando con una pesadilla, no podía controlar su
miedo interior que por las noches salía y se convertía en protagonista de sus sueños.
Veía mil veces la escena, Luisita corría y ella le gritaba pero de pronto desaparecía, las
lágrimas fluían por sus mejillas y el miedo se apoderaba de ella, en la penumbra de la
habitación, unos ojos la vigilaban y murmuraban un tranquila que surgía efecto. Amelia
se abandonaba a abrazar a Luisita aunque fuera en esas pesadillas
En la cabaña de Benigna, la esperaba una Luisita que había tenido un ataque de histeria
por la tarde y Marce le había tenido que dar uno de los últimos sedantes que quedaban.
No podía dormir pero al menos estaba tranquila, Ramón la vigilaba y cuando vio que
entraba la mujer suspiró
L: No puedo dormir
B: Tranquila ya estoy aquí
L: No puedo estar sola allí... la cuna... Amelia...
B: Es un proceso ¿vale?, no te exijas estar en perfecto estado, además así no dormimos
solas
L: ¿No lo has conseguido, verdad? (le preguntó decaída)
B: Cuesta un poco por las malas comunicaciones... pero no nos vamos a rendir
L: Ya...
B: Gracias por hablar con los chicos, no sabes lo que te lo agradecen... creo que les has
quitado de un solo golpe toda su rabia
L: Me alegro, la verdad es que es lo que siento... (decía abatida)
B: Lo sé. Bueno... espero no pensar que eres Bárbara no me vaya a pasar (dijo abriendo
sus ojos, Luisita la miró y sonrió) Eso está mejor
L: ¿Te gusta?
B: Yo no tengo edad para estas cosas Luisita
L: Nunca es tarde
B: Sí, para todo hay un “esta vez se me hizo tarde”... Bárbara es una mujer excepcional,
pero yo ya no soy una jovencita
L: Quizá por eso le gustas
B: ¿Tú crees? (la miró de reojo)
L: Si te ha visto con esos rulos y no ha salido corriendo... tienes mucho ganado
B: Eres un poco borde ¿no? (le dijo seria con un punto gracioso)
L: Lo siento (sonrió nuevamente)
B: Mira... lo que ahora me preocupa es como van a seguir las cosas... no puedo pensar
en mí
L: Pues aunque te preocupe eso, puedes pensar en ti... te mereces ser feliz
B: Lo soy
L: De otra manera... yo nunca pensé que podría llegar a serlo tanto
Una pija en la selva 982
Bajo la aparatosa máquina de radiología, Amelia esperaba que las imágenes reflejarán
que su lesión estuviera lo mejor posible para que la dejaran marcharse a casa, lo
necesitaba, necesitaba la tranquilidad y paz de su casa, estar con Maes y esperar a
Luisita. Pero ¿cuánto?, aquella pregunta le desesperaba no podía hacer absolutamente
nada, y aquella impotencia sabía que la iba a volver loca
Una vez los celadores la dejaron en la habitación, se acomodó cerrando los ojos y
apartándose el pelo de la cara, la puerta se abrió y tras ella apareció su madre
Guardaron silencio, durante un rato estuvo con su hija en brazos hablándole de Luisita,
Rosario la miraba y escuchaba y entendía que sin duda aquella mujer llamada Luisita
cuya madre no quería saber nada de ellas dos, era especial, muy especial para su hija.
Suspiró y cuando entró la enfermera salió con la niña al pasillo a pasear y dejarla dormir
Alicia: Hola
A: Hola
Alicia: Vengo a curarte
A: ¿No me digas? (no podía evitar su lado borde con Alicia)
Alicia: Pues... eso me ha dicho Cruz
A: Ya
Alicia: Te quito el vendaje ¿vale?
A: Sí (a Amelia la cabeza parecía que le iba a explotar solo pensaba en todo Luisita allí,
si volvía no le iban a dar trabajo en el Central, tendrían que trabajar separadas, turnos
diferentes, lugares diferentes, todo diferente, ¿sería diferente también su relación en
Madrid?. La voz lejana de Alicia la rescató) ¿Qué?
Alicia: Que voy a echarte salino
A: ¿Me lo vas a retransmitir todo?
Alicia: Hija es que a ti no sé como hablarte... me das cada bufido
A: Oye... no te pases
Alicia: No, si... si yo no digo nada
A: ¿Te llamas Alicia, no?
Alicia: Sí (dijo con cara de temor como si le fuera a caer una buena bronca)
A: Alicia
Alicia: ¿Qué? (seguía su mismo rostro
A: ¿Hay plazas vacantes de enfermeras?
Alicia: ¿Aquí?
Una pija en la selva 985
A: Sí
Alicia: Estamos todas, aunque bueno nos vendría muy bien alguna extra, pero como
están en ese punto de ahorrar... la jefa de enfermeras está harta porque todo es pedir
alguna más y nada
A: ¿Y tú qué piensas?
Alicia: ¿Yo?
A: Sí, tú (la miraba fijamente le gustaba aquella enfermera, imaginaba perfectamente a
Luisita haciéndose su protegida, y sonrió al recordar la voz de Luisita cuando enseñaba
a Sissou)
Alicia: A mí me encantaría que pusieran a más, así trabajaría menos... pero no lo digo
por trabajar menos, lo digo por el estrés, estamos muy estresadas
A: Ah
C: ¿Qué tal tenemos la herida Alicia?
Alicia: Pues yo la veo bien... ahora la cicatriz se te queda fijo ¿eh?, vas a tener ahí un
trozo un poco chungo
C: Vale Alicia
A: La de tiempo que hacía que no escuchaba esa palabra
Alicia: ¿Chungo?
A: Sí, chungo (sonrió de lado)
C: Tengo todos los resultados y visto lo visto (le decía mientras examinaba la cicatriz)
Creo que voy a darte el alta después de comer
A: ¿Después de comer?, ¿no puede ser ahora?
C: ¿Tienes algo que hacer? (la miró fijamente)
A: No... la verdad que no... salvo esperar
Alicia: ¿Esperar el qué?
C: Alicia (la medio riñó)
Alicia: Bueno... bueno... me voy...
C: ¿La herida de fuera está bien, la de dentro?
A: Sangrante, hemorrágica... en estado de coma...
Cruz negó con la cabeza, sabía en parte porque se quería ir a casa, conocía ese estado en
Amelia ese sufrir ella sola sin que los demás la vieran, y le estremecía la sola
posibilidad de que a Luisita le sucediera algo, sería un golpe demasiado duro para ella, y
eso la tenía preocupada de verdad, tanto como que Marce estaba allí, su otro yo... eso la
tenía en una situación extraña, sintiendo miedo por su marido, pena por su amiga,
tristeza por Benigna, pánico por todos. Esas razones eran las mismas por las que Amelia
quería recluirse en su casa, pero la presencia de su madre le iba a trastocar su idea de
auto flagelarse diariamente
Cansados, ojerosos, casi mugrientos, por el sudor, el polvo que se levantaba por las
carreras de un lado a otro, la sangre que algún de los refugiados traía, enterrar y quemar
algunos que fallecían a pocos metros de llegar, la desolación ante lo que veían, la
tristeza y el cansancio les tenía abatidos
Hubo un pequeño respiro donde tan solo habían una veintena de personas, fue el
momento en que Marce aprovechó para poder hablar con Massamba a solas bajo la
sombra ambos echados en el suelo con la espalda apoyada en la pared, y un refresco en
la mano
Una pija en la selva 986
Salieron corriendo hasta la habitación donde entre Benigna y Sissou la habían llevado,
Zulú estaba desesperado tratando de levantarse al escuchar los quejidos que por muy
ahogados que pretendía Nsona no salieran de su interior, era irremediable
En el quirófano, los nervios se habían disparado, demasiada gente para poder trabajar en
un parto adelantado
M: Solo quiero aquí a Luisita... las demás fuera... ponle un gotero Luisita
L: De acuerdo, ya tengo la vía
M: Tranquila Nsona se ve que esta muchachita tiene prisa por llegar al mundo
Nsona: Oh ziku (se quejó)
M: Duele lo sé... ahora vas a notar alivio tranquila
B: Vamos Sissou, dejémosles trabajar
L: Tranquila Nsona... estamos aquí contigo y nada va a pasarte (le sonrió dejándole un
beso en la humedecida frente)
Nsona: Melesi (sonrió aún con gesto de dolor y también incertidumbre ante lo que le
había pasado) Pero no llegar aún
M: No pasa nada Nsona tú tranquila. Bien Luisita, esto viene complicadito... así que
prepárame todo el instrumental...
L: Claro
Nsona: Ahhhhhhhhhhh
M: Bien grita todo lo necesario Nsona, no te cortes un pelo ¿eh?
L: Venga... respira... (le pasaba un trapo por la frente)
Una pija en la selva 987
M: Bien... vamos allá (se sentó en el taburete mientras Nsona se cogía al hierro de la
mesa
M: Luisita pásame la espátula
L: Toma (entonces la puerta se abrió y apareció un débil Zulú) ¿Zulú qué haces aquí?
M: Déjalo Luisita... no podemos perder tiempo en discusiones...
Zulú: Nsona... Nsona (la llamaba mientras le daba la mano con gesto de dolor por sus
heridas)
Nsona: Zulú (lo miró con los ojos vidriosos emocionada por tenerlo ahí, en sus
anteriores partos, no tuvo más que el frío del dolor)
Zulú: Todo ir bien ¿verdad ziku? (preguntó emocionado haciendo que a Luisita se le
pusiera un nudo en la garganta)
M: De puta madre... Nsona sigue mis instrucciones ¿de acuerdo?
Nsona: Ahhhhhhhhhhhhhhhhhhh (gritó de dolor haciendo que Zulú sintiera en su piel
su propio dolor)
M: No empujes ahora ¿vale?
L: Venga Nsona respira y aguanta... aguanta...
M: Luisita tijera
L: Sí
M: Dale vía libre al gotero
L: De acuerdo... ya
M: Nsona empuja
Nsona: Mmmmmmmmmmm (apretaba la mano de Zulú, apretaba los dientes, sus venas
en la garganta demostraban su fuerza para ayudar al médico)
M: Para... vale... muy bien... Luisita
L: Sí
M: Prepara oxígeno
L: Vale (lo miró preocupada)
M: Empuja Nsona... empuja
Nsona: AHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHH
M: Ya... ya llega Zulú... otro más y la tengo (sudaba nervioso la niña llegaba con más
dificultades de las previstas)
L: Vamos Nsona... ya está casi... venga (sonreía)
Zulú: Cariño (respiraba fatigado como si él estuviera haciendo la fuerza)
M: La última Nsona... la última... vamos
L: Eso es... muy bien Nsona
Nsona: Ahhhhhhhhhhhhhhhhhh... (parecía que iba a desfallecer tras incorporarse un
poco volvió a caer sobre la camilla respirando trabajosamente)
M: Ya... aquí está... (la niña pronto rompió a llorar) Luisita...
L: Es una niña preciosa (decía sonriente mientras Zulú lloraba al ver como se la ponían
sobre el pecho)
M: Tengo que coser, lo siento Nsona pero la tortura no ha terminado
Nsona: Nsona ya no notar (decía llorando mientras Zulú le besaba la frente y miraban a
la niña aún con los restos del parto
L: Dejarme que la lave y os la doy. ¿Hace falta oxígeno?
M: No... está niña es fuerte... aunque la vamos a tener que vigilar
L: Sí
M: Bueno... ¿ya sabéis como le vais a poner? (les preguntó mientras Luisita esperaba
que se la dieran
Nsona: Sí ziku
M: ¿Rodolfa? (preguntó divertido)
Una pija en la selva 988
Tras arreglar a la nueva pequeña, fue presentada en sociedad, Maquita como la bautizó
Benigna fue la atracción por algunas horas, hasta que el pequeño niño despertó con
llantos enfurecidos y tuvieron que ocuparse de él tratando de calmarle, tratando de que
los dolores fueran menguando, y mientras lo trataban allí de pronto se puso Monwe
Luisita miró a Marce, Marce miró a Luisita, y Benigna miró a los dos
Nuevamente comer, nuevamente la lucha para que aquella insípida comida pudiera ser
terminada por Amelia, protestas, mal humor, rabia, ira, todo se había mezclado tras la
visita de los más altos cargos de su organización diciéndole lo orgullosos que estaban de
ella, y ella que les plantó cara exigiéndoles que movieran el culo y sacaran a la gente de
allí, que miraran un poco más por los suyos y dejaran tanta hipocresía. Rosario sonreía
porque su hija tenía una fuerza y un coraje increíbles, pero también sabía que estaba
muerta de miedo ella mejor que esos dos tipos trajeados sabía que podía estar
ocurriendo allí y sin duda, el pánico se reflejaba en su cara cada vez que hablaba de ello
A: ¡Me gustaría saber que coño hace Cruz que tarda tanto!
Rosario: Se puede decir lo mismo sin tacos
A: Mira mamá... (protestó)
Rosario: Me callo... pero...
C: Vamos Amelia (apareció en la habitación emocionada, ansiosa)
A: Joder por fin apareces, hace una hora que debería estar...
C: Calla y pasa a la silla de ruedas (la interrumpió)
A: ¿Qué ha pasado?
C: Nada pero tengo que llevarte a mi despacho, Rosario... volvemos en seguida si
quiere ir preparando las cosas... ya tengo el alta (le decía mientras se iba corriendo
empujando a una Amelia que ponía cara de cierto cague al ver como manejaba la silla)
Por favor apártense
A: Cruz por favor que voy a vomitar la mierda que he comido, ¡me estás mareando!
C: ¡Qué pelmaza estás!, la verdad que me da pena tu madre... aguantarte va a ser un
infierno
A: Mira Cruz... que se hubiera quedado en su casa... ¿yo se lo pedí?, no... pues ya está...
¿me puedes decir dónde vamos?
C: Ya te lo he dicho (se giró dando una vuelta rápida a la silla para abrir de culo la
puerta del despacho)
A: Hostia Cruz (volvió a protestar antes el movimiento brusco cogiéndose de los brazos
de la silla)
C: Ya está... ya está...
A: Ya está... ya está dice...
C: ¡Ahora! (sonrió ampliamente)
L: ¿Amelia?... ¿me oyes Amelia?...
A Amelia se le aceleró el pulso, le empezaron a temblar las manos, los ojos se llenaron
de lágrimas y su boca se entreabrió parecía que iba a morir de un momento a otro, todo
Una pija en la selva 989
A Luisita quien estaba con el ordenador encendido una vez finalizaron con los
problemas del niño, y dejaron tranquila a Nsona para que pudiera descansar, una vez
había pasado el susto y la aceleración la adrenalina pura, como siempre le daba el bajón
el momento de ver de darse cuenta que estaba sola, que iba a la cabaña y allí no estaba
Amelia para darle un masaje, o para decirle que lo había hecho bien, o simplemente
para abrazarla y relajarla. Ni tampoco estaba Maes para tomarla en sus brazos y
compartir los momentos con Amelia. Con las lágrimas saliendo de sus ojos con total
libranza miraba las fotos, a su lado Mona comiendo un plátano y al otro lado, Valiente
con el camisón de Luisita de encaje negro. Cada vez que aparecía Amelia, ambos
animales aullaban despacito, lo mismo que aullaba su corazón llamándola, y era así
como sin más pasaba la yema de su dedo por la pantalla sobre la cara de Amelia, sobre
su boca tan sensual, sobre su nariz larga pero perfecta, sobre su cuerpo que había
devorado veloz y lentamente, estaba allí en la pantalla, pero no estaba a su lado para
acunarla
B: ¡Luisita rápido!
L: ¿Qué pasa ahora? (en su rostro se mezclaba la tristeza con el cansancio, dejó a un
lado el ordenador y se levantaron los tres de la cama)
B: Acompáñame (sus ojos la delataron)
L: ¿Amelia?
B: Sí (sonrió ampliamente) Pero nada de llorar, ni nada de mostrarte mal... por favor...
Cruz dice que está muy triste
L: Vale... vale... (corría)
B: Espérame (le decía corriendo tras ella con dificultad)
M: Sí Cruz, de acuerdo ya se pone ella. Va a buscarla pero escúchame está bastante mal
de animo así que trata de cómo sea hacerle ver que estás bien y que la extrañas pero no
le cuentes la cara que tienes, ni tus ataques de histeria, ¿vale?
L: Sí, claro (decía nerviosa)
M: Te dejamos intimidad
B: Pero... (fue a protestar)
M: Benigna...
B: Dale un beso de mi parte y dile que la quiero...
Y así se había quedado allí sintiendo un frío extraño, era la primera vez que iba a hablar
con ella sin tenerla delante, sentía que su corazón trotaba desquiciado, que le sudaban
las manos y se le secaba la boca. No quería llorar pero las lágrimas las tenía al borde de
los lagrimales, estaba a punto de ponerse a gritar, pero debía contenerse
Cuando oyó la voz de Cruz que tras apretar el botón puso en marcha el sistema del
ordenador, su cuerpo se erizó de pies a cabeza, se tensó como la cuerda de un violín, sus
ojos parpadearon insistentemente esperando escuchar la voz, esa voz que la volvía loca
Su rostro no pudo evitar una mueca repleta de emoción, sin duda aquella gente era
especial, y por eso le daba más rabia haber escuchado de los jefazos sus palabras, no se
puede ayudar en esas condiciones, dejando al amparo de los guerrilleros lo que pudiera
ocurrir
A: Muchísimo... llora y las enfermeras no saben que hacerle... no saben que le falta la
nana desafinada de su mami (sonrió)
L: Que mala eres (sonrió también mezclándose su sonrisa con las lágrimas) Benigna me
ha dicho que te diga que te quiere mucho
A: Dale un beso fuerte de mi parte
L: Vale...
C: Chicas lo siento pero... os queda un minuto (dijo algo consternada por tener que
mediar entre ellas)
L: Amelia prométeme que te vas a animar y a recuperar bien
A: Y tú prométeme que te vas a cuidar mucho, ¿sabes por qué?, porque te necesito mi
vida, la vida sin ti no vale nada (lloraba sin esconder su dolor) Te necesito y te quiero
como jamás he querido a nadie
L: Yo también, quiero que no lo olvides nunca, que no olvides lo mucho que te quiero,
pase lo que pase no lo olvides
A: Volveremos a hablar pronto y seguro que entonces ya sabemos cuando vienes
L: Seguro que sí, por favor cuidaros mucho... Cruz cuídamela...
C: Tranquila Luisita...
A: Te quiero Luisita... te quiero mucho
L: Y yo Amelia... todas las noches hasta que estemos juntas de nuevo, piensa que te
quiero por favor
A: Lo mismo digo...
L: Vale ya joder que menudo drama estamos teniendo
A: Sí (sonrió con pesar) Es cierto
L: Nos libramos que no está aquí Marce (sonrió)
C: Oye Luisita... cuídamelo tú ¿eh?
L: Descuida... así lo haré
A: Te quiero mi vida (se empezó a escuchar un pitido que daba por finalizada la
conversación)
C: Venga Amelia
A: Joder... ¡joder! (exclamó repleta de rabia)
No pudo decir más, se aferró al cuello de su amiga a llorar, le había encantado hablar
con Luisita pero de la misma manera le había hecho recordar todavía más intensamente
su dolor, mientras lloraba la llamaba, y Cruz no podía evitar en su gesto la pena
Por su parte, Luisita se había quedado con los brazos sobre la mesa cruzados, y sin
poder hacer más, se entregó al mismo llanto que Amelia tenía, a ella fue Benigna quien
la trató de consolar, pero sin palabras porque no las había, tan solo con un abrazo con el
tacto, con el cariño de amiga, de madre
Dos días más habían pasado para una y otra, ambas parecían dos fantasmas, tan solo
Luisita reaccionaba cuando había que trabajar, y desgraciadamente el trabajo se les
estaba multiplicando por días. Las comunicaciones seguían del mismo modo, apenas
podían hablar con Quintero y mucho menos habían podido volver a comunicarse con
Amelia ni Cruz
Aquella noche frente a la fogata, Marce y Luisita se habían quedado solos, a ambos la
incertidumbre del día a día los estaba volviendo más vulnerables que al resto, porque no
Una pija en la selva 992
veían salida a pesar de no reconocerlo, era tal como lo sentían y ambos tenían su vida en
España
L: Otro día más sin poder hablar (rompió el sonido del crepitar del fuego con su voz
apesadumbrada)
M: Sí...
L: ¿Cómo conociste a Cruz? (le preguntó tras dar un trago a ese otin funfun del que no
soportaba el sabor pero le ayudaba a olvidar aunque tan solo fuera unas horas)
M: La conocí en quirófano, sus ojos me perdieron... me dio una bronca porque llegué
tarde a pesar de ser yo el director (sonrió de lado moviendo en el vaso su bebida)
L: Se le ve una gran mujer, Amelia habla muy bien de ella siempre
M: Sí, ellas se llevan muy bien (dio también un trago de la misma bebida) No te
emborraches demasiado, solo lo suficiente
L: Vale, lo tendré en cuenta (resopló fuertemente)
M: Saldremos de aquí, tranquila...
L: ¿Sabes lo que pienso Marce?, que la vida me está demostrando con hechos todo lo
que yo no creía
M: ¿Cómo qué?
L: ¿Quieres saberlo? (lo miró divertida) Te voy a aburrir
M: No... me interesa estoy por estudiar psicología femenina, sois un portento los
hombres no pensamos tanto y las mujeres llegáis a conclusiones muy interesantes
L: Pues yo pensaba que el amor verdadero ese que te hace sentir en una nube, que a
pesar de que pase el tiempo perdura, que puedes sentir que te mueres si te falta esa
persona a la que amas
M: Que sientes como quema el corazón
L: Sí, y notas como la sangre se hace más líquida y lo golpea una y otra vez
M: Haciendo que sientas que duele
L: A pesar de que digan que no duele el corazón (le dijo enarcando las cejas y poniendo
gesto muy serio) Pues en todo eso yo no creía, cuando tuve novio pensé que la vida era
eso que él me ofrecía, pero yo que soy una soñadora irremediable, no podía soportar esa
vida, cuando lo perdía de vista me alegraba, me tranquilizaba
M: Y ahora sientes morir
L: Exacto, ahora lo único que quiero es marcharme de aquí, poder abrazar a Amelia, tan
solo pido eso Marce, abrazarla (decía llenándose sus ojos de lágrimas)
M: Te entiendo... yo he tenido otra mujer con la que me casé, después nos divorciamos
y me líe con otra, pero nunca sentí lo que siento por Cruz, jamás me he sentido tan
vacío como cuando no está a mi lado y si no fuera que amo tanto esta tierra y esta gente
te aseguro me volvería loco
L: Yo creo que sí se puede uno volver loco de amor (se limpió la cara con el dorso de la
mano)
M: Completamente de acuerdo
L: Yo no puedo dormir, cierro los ojos y me duele todo porque no está a mi lado
M: Es que Amelia es mucha Amelia
L: Amelia lo es todo, significa todo para mí. Amelia es el centro de mi Universo ¿y
sabes?, quiero que lo sea toda mi vida... no sé lo que me queda de ella, pero la quiero
ahí justo ahí en el centro siendo ella la protagonista (decía con rabia, con contundencia y
mucho dolor)
M: Yo siempre pensé que Amelia era un caso perdido ya, pero tú has conseguido lo que
nadie, y te aseguro que si tú sientes esto, ella siente lo mismo por ti
L: Lo siento sí, ella me lo hace sentir a pesar de la distancia (dio otro largo sorbo)
Una pija en la selva 993
Se quedaron un buen rato más allí mirando las estrellas y aguantando una fina lluvia tan
suave que les gustaba el roce en su piel, total irse a la cama para dar vueltas añorando su
pareja daba lo mismo, al menos allí podían contemplar la maravillosa noche que les
estaba regalando quien contrariamente tanto les estaba haciendo sufrir. África
Una semana después de aquel brindis, mientras ellos se preparaban a afrontar su día, en
Madrid, en el cuarto de curas una Amelia cabreada con el mundo entero esperaba a que
Alicia junto a Cruz terminaran de curarla:
C: Mira Amelia así no ganas nada, no podemos hablar con ellos y mientras sigan así no
vamos a poder
A: Claro y tengo que quedarme tan tranquila, ¿no?
C: Pues así no adelantas nada, no sé como tu madre te aguanta
A: Perdona, no sé como la aguanto yo a ella, deberías ver como me ha puesto la casa de
juguetes, de ropa y de muñecos, Maes no necesita nada de eso, necesita a su madre
(Alicia la escuchaba atentamente)
C: Pero su madre está en África y con tu mal genio no ayudas Amelia, no ayudas
Alicia: Ya está Cruz
C: Bien... esto está perfecto, una semanita más y te quito los otros, deberías empezar
con la rehabilitación
A: En casa hago
C: Pero en casa no se hace igual que aquí (la miró un poco harta de ella)
A: No puedo más Cruz... está angustia me va a matar
C: Lo que necesitas es trabajar
A: Lo que necesito es a Luisita
C: Pesada ¡Dios!
Una pija en la selva 994
Alicia las miraba a una y a otra sin entender pero sacando sus propias conclusiones, así
que cuando salieron fuera de la sala de curas esperando que volvieran para sacarle
sangre, Alicia le preguntó con algo de temor
Nuevamente la campana, nuevamente los gritos, así se despertó Luisita con un tremendo
dolor de cabeza otra borrachera no era lo que ella quería, pero era lo que le ayudaba a
pasar las horas, se acostaba con Benigna y la mujer preocupada por ella ya no sabía que
hacer, así que siguiendo las instrucciones de Marce la dejaron perderse por las noches.
Trataba de encontrarse al despertar, aquel maldito sonido, aquella maldita campana que
le decía más barbarie, más peligro, más dolor. Se levantó y al salir se encontró
nuevamente con la aldea llena, sangre, gritos, lloros, suplicas, dolor... sintió que su
estómago como todas las mañanas que se debía enfrentar a aquello le avisaba que estaba
al borde del ocaso, debía salir corriendo y vomitar, se lavaba lo más rápido posible y
con maletín en mano, ojeras profundas y casi siempre gesto de rabia pero concentrado
ayudaba a Marce, curaba por si misma, mandaba a Sissou, renegaba e insultaba a diestro
y siniestro
Los niños fueron cambiando sus llantos por gesto de asombro ante unos vasos blancos
con un elefante y unas orejas que ellos no habían visto jamás, lo miraban tan extrañados
como aquella mwasi mondele que los llevaba con una sonrisa enorme, y que les hablaba
de forma muy rara, tan rara como la mona que la perseguía, y como el mono que daba
volteretas con su vestido de encaje. Así entre los animales, los vasos y Luisita,
consiguieron calmar los llantos, mientras Nmaba ayudaba a morir a aquel anciano que
había luchado por llegar pero se había quedado sin vida a mitad camino
C: Adelante
Carlos: ¿Se puede? (asomó la cabeza un sonriente Carlos)
A: ¡Tú qué haces aquí! (le espetó con rabia poniéndose en pie y haciendo un gesto de
dolor al andar sin muleta)
C: Amelia por favor... siéntate (le dijo cerrando los ojos)
Carlos: Vaya bienvenida... parece que estamos destinados a encontrarnos ¿eh Amelia?
C: Carlos... ¿cómo has llegado?
Carlos: Pues salí desde Brazaville, la verdad que allí no hay problemas
C: Claro... pero el problema es llegar
Carlos: ¿Siguen en la aldea? (su gesto mostró una sincera preocupación)
A: Sí, porque los pringaos son los que lo pasan mal
Carlos: ¿Qué quieres decir Amelia?
C: No quiere decir nada (la miró seria)
Claudia: Anda vamos Carlos, y me cuentas
Carlos: Quiero ver a los niños... tengo muchas ganas
Claudia: Sí. Hasta luego chicas
Carlos: Adiós
A: Cabrón...
C: Vaya cariño le tienes
A: Debías ver como le echa los tejos a Luisita... el muy cabrón
C: ¡Bueeeeeeeeeno! (se quejó)
A: Me voy a casa, necesito estar con mi hija, hoy tampoco parece que podamos, hace
una semana Cruz, una semana que hablé con ella, llevo catorce días sin verla... ¿sabes lo
que es eso?
C: ¿Quieres que te diga cuánto tiempo llevo yo sin ver a Marce?
A: Lo siento... a veces se me olvida
Una pija en la selva 996
C: Amelia te dije que si pierdes el norte, estás derrotada por el paso de los días, no
puedes estar así... ¿entiendes?
A: Sí, ¿pero cómo hago?
C: Pues como yo... asumiendo que están allí y que todo va a ir bien confiando que así
sea, de lo contrario nos volveremos locas y no podemos Amelia...
A: Ya...
C: Oye hace días te quería comentar... ¿sabes algo de la madre de Luisita?
A: Nada... desde el día que vino no sé nada... debe estar muy ofendida
C: Dale tiempo
A: Podía interesarse por ella ¿no?, digo yo porque si no quiere hablar conmigo podría
hacerlo contigo
C: Bueno... vamos a darle la oportunidad de que lo vaya digiriendo
A: Me duele que ni siquiera le importe su nieta
C: Ay Amelia... la vida ya sabes que no es fácil... tú lo sabes bien. Se ha encontrado de
golpe que a su hija de repente le gusta una histérica como tú (le dijo en tono de burla
mientras Amelia la miraba entrecerrando los ojos) y que a demás es abuela de una niña
A: Pues no veo donde está el problema...
C: Voy a preguntarte algo, si quieres me contestas sino, no
A: Es sobre Julia, a ti también te parece extraño que no haya aparecido a darme la lata
C: Sí, me he asegurado que no estaba aquí su marido, bueno ya sabes se separó pero
pensaba que quizá si estaba él le costaría más pero... no está y no ha aparecido
A: Aparecerá (dijo con tranquilidad)
C: Amelia...
A: Tranquila... no pasa nada lo que menos me preocupa ahora es ella te lo aseguro
C: Vale pero no dejes que te haga daño
A: No... ¡joder Carlos aquí y Marce con Luisita y los demás allí!
La tarde había caído, volvían a estar solos en la aldea, habían enterrado a tres personas
más, los niños se habían marchado contentos con sus vasos... aprovecharían la noche
para caminar hasta la próxima aldea, llegarían y pedirían ayuda, así, hasta estar seguros
que habían huido lo suficiente ¿cuánto era lo suficiente?, una pregunta que nadie sabía
responder
Cuando Amelia llegó a su casa, lo hizo con un nudo en el estómago, ver a Carlos allí le
había provocado acidez, él había tenido suerte y había podido huir su zona aún no era
conflictiva. Subió en el ascensor recordando como hacía siempre la sonrisa de Luisita,
su sonrisa su brillo en los ojos. Abrió la puerta y al entrar vio a Encarna sentada allí, la
miró sorprendida precisamente estaba allí cuando había hablado con Cruz de ella.
Exhaló un profundo suspiro y le preguntó:
Se levantó y seguida por Rosario se marchó, Amelia suspiró no había forma de que
aquella mujer le diera una sola oportunidad, al verla, Rosario le dijo tocándole la cara
con cariño
Entró a la habitación con esa sensación de miedo, la niña jugaba con el sonajero que su
abuela Rosario le había comprado para la cuna. Allí divertida ajena a los
presentimientos de Amelia, ajena a los problemas en la aldea pero sintiéndose fuera de
lugar en los atascos de la ciudad, en las prisas de la gente, en las malas maneras, en la
soledad de aquella habitación
A: Cariño... (la cogió en brazos mirándola con enorme cariño y la besó acostándose con
ella en la cama como solían hacer en la cabaña, la niña se acomodó a su pecho y
gorgoteo) ¿Verdad qué no le va a pasar nada a mami?, ¿verdad?, ¿verdad que está
angustia que tengo tan solo es mi propia sugestión?... Maes cariño todo va a ir bien y
pronto estará en casa... ya lo verás...
En el despacho de Marce las palabras de Bárbara habían dejado a todos de piedra como
si hubieran echado raíces, ninguno se movía. Hasta que el primero en reaccionar fue
Marce
M: Tenemos que irnos, si han llegado a ellos, aquí pueden plantarse en tres horas...
¡vamos!
Massamba: Ziku camión preparar (le dijo perdiendo su habitual tranquilidad)
M: Rápido no hay tiempo que perder
L: ¿Pero qué vamos a hacer? (los miraba aterrada)
M: Escapar
B: Bárbara (susurró con los ojos repletos de lágrimas)
L: Vamos Benigna no podemos perder tiempo... vamos... seguro que sale de allí (le
decía angustiada mientras se abrazaban fuertemente)
Zulú: Ziku, Nsona y mi niña... (su rostro reflejaba el miedo a perder, a perder lo
querido)
M: Tranquilo lo vamos a hacer bien ¿eh?, tranquilo... Dib rápido llenar el depósito del
camión y la cafetera (les gritaba mientras la tensión iba subiendo, se pasó la mano
desesperado por la cabeza) Benigna, carga capazos con comida...
L: ¡Benigna reacciona! ¡Benigna! (le gritó mientras la zarandeaba al ver que estaba en
shock y no hacía nada)
B: Voy... voy... ¡ay Señor!
M: Sissou pon en dos maletines lo más preciso... vamos... una vez lo tengas lo pones en
el maletero de la cafetera (salió hacia fuera para ayudar a los hombres)
L: Los animales... (susurró)
M: No podemos hacer nada... se comerán la vaca al menos estarán distraídos y sacamos
tiempo
L: Pobre Lucero (musitó con dolor viendo el animal tranquilo mientras comía)
MonwL: Ziku... ziku...
M: Monwe tú llevas al niño
MonwL: Melesi (le dijo agradecida con los ojos repletos de lágrimas)
M: Nmaba, el perro y Bendi las primeras...
L: Tendrá que subir Zulú con ellas, y Nsona tendrá que ir en el suelo, recuerda que
sigue de reposo y los movimientos no van a ser muy beneficiosos para ella que digamos
Massamba: Ziku sacar todo del camión poner lugar para todos
Una pija en la selva 999
B: La comida... el agua... hay que llevar agua para los niños (iba de un lado a otro sin
cesar atacada de los nervios, dejando en su corazón a Bárbara)
Yildas: Yo sacar del pozo mami (se prestó Yildas tan nervioso como el resto)
Luna: ¿Dónde llevar? (los miró con terror en sus ojos, el terror de lo vivido)
M: Hay unas vasijas de barro, ¿te han quedado vasos?
L: Sí
M: Massamba piensa ¿qué hacemos?
L: Marce... ¿nos llevamos las tiendas campaña?
M: No Luisita... no podemos cargar más que lo necesario
L: ¿Y si tenemos que hacer noche?
M: No vamos a poder parar... no vamos a poder detenernos
L: Pero... (lo miró algo contrariada)
B: Toma... aquí hay comida... pero no tenemos reservas casi (aparecía Benigna con un
capazo con lo más imprescindible)
Siya: Yo llevar (se mostraba como el resto alterada y con gesto muy serio)
L: Esto es una puta mierda. Los niños...
Massamba: Primero subir niños, Nmaba, Bendi, niños y Nsona con Zulú
M: No hay sitio Massamba
L: Tú y yo en la cafetera
M: Aún así
B: No importa iremos como podamos (apuntaba con su tono repleto de angustia
Benigna)
M: Venga... venga... venga... (gritaba como loco)
L: Mona... Valiente... ¿dónde está Bartolo?
Mona: Ahhhhhhhhhhhh (decía agitando los brazos tan histérica como el resto de gente)
M: Luisita no podemos llevarlos (le dijo con gesto duro)
L: Ellos se vienen arriba de la cafetera, así nos avisan si los ven
Massamba: No hay tiempo... no hay tiempo (les decía apremiando el momento)
M: ¿Habéis subido a los niños?
Massamba: Todos... ¿y mami? (preguntaba nervioso con el gesto adusto, con la mirada
ensombrecida por el miedo)
L: Está en la cocina... mi ordenador, la cámara, las fotos
M: No Luisita... nada (su gesto de estrés, de miedo asustó a Luisita) ¡Benigna vamos!
L: Mierda las fotos de Amelia, la niña...
Yildas: Armas ziku
M: Dame... no sabemos nada ni cuantos son... no podemos perder tiempo (su gesto era
turbado y repleto de preocupación)
Massamba: Ir ziku ir
B: Ya está esto es lo último (traía con la ayuda de Siya y Ngouabi dos cestos más con
toda la comida que tenían)
Massamba: Ziku hay problema... no cabemos (apareció un Massamba con gesto
atormentado)
M: Lo sabía... joder... lo sabía... ¿Luisita donde coño estás?
L: Voy (gritó desde la cabaña donde nerviosa sacaba las tarjetas y antes de marcharse se
giró dándose la vuelta y observando la cabaña que había sido su paraíso de amor)
Amelia ayúdame a encontrarnos cariño
Ngouabi: Yo ir con Louabi detrás... no importar como
Massamba: Es demasiada gente (lo miraba preocupado)
Ngouabi: No importar... todos aguantar (trata de animar algo a su maestro que seguía
mostrando su pánico ante la situación) Todo bien Massamba... no preocupar
Una pija en la selva 1000
Amelia dormía junto a ella Maes que también lo hacía tranquilita, de pronto a Amelia
una pesadilla la inundó y de un salto se sentó en la cama temblando, sudando, casi
llorando
A: Luisita...
Tras tratar de distribuirse de la mejor manera posible partieron en busca de hacer lo que
habían hecho todos los que habían pasado por su aldea, huir con tal de salvarse, de
poner a salvo su vida, la vida de todos los que huían a cambio de la incertidumbre del
camino y de lo que ocurriría a partir de ese momento
En la parte trasera del camión, las mujeres, los niños, y Louabi que con el fusil
señalando hacia el exterior vigilaba junto a Ngouabi con gesto concentrado y serio el
camino que iban dejando a pesar de la oscuridad. El silencio dentro era aplastante, las
mujeres preferían mirar el suelo para no asustar a los niños que iban algunos dormidos,
ninguna hablaba, optaban por mantener ese silencio para estar atentos a cualquier cosa
que pudiera ocurrir fuera, cualquier sonido extraño o cualquier voz de alerta
En la cafetera, Marce la manejaba como podía, la luz era tan pobre que a penas podía
ver por donde pasaban, a veces se daban un buen coscorrón pero ninguno decía nada,
ninguno era capaz de decir palabra que pudiera tranquilizarles, pensaban en Bárbara, en
lo que podía haber sucedido, afortunadamente para ellos su aviso les había dado ventaja
sobre los perseguidores. Arriba, Mona, Bartolo y Valiente agarrado a la vaca de la
cafetera que protestaba a cada salto que daban, vigilaban cruzando sus miradas con las
de Ngouabi y Louabi para tranquilizarles sobre la ausencia de los guerrilleros, tras ellos
tan solo una insistente oscuridad
M: No... no quiero que se gasten las baterías, podemos necesitarlo más adelante
L: Es cierto... joder solo pido llegar no sé a donde pero llegar
M: Si tenemos suerte podemos llegar a Badzendzo en unas seis horas, allí podríamos
dar la voz de alarma para que nos ayuden, supongo que nos abrirán la frontera al ver que
somos de Médicos sin Fronteras, para eso dice algo el nombre no... nada más falta que
no nos abran y nos dejen aislados de verdad... en fin eso no pasará. Después...
L: ¡Marce mira! (lo interrumpió alterada)
M: Mierda no... que no detengan nuestro paso (decía mirando a la gente que se acunaba
a ambos lados de la carretera) Dile a Massamba que no paren que les griten desde el
camión que vienen detrás que se metan en la Selva pero que no paren
L: Marce pueden necesitar ayuda (decía alterada ante la visión de gente que ellos
mismos habían ayudado)
M: No podemos detenernos... no podemos Luisita...
L: Ahhhhhhhhhhhhhhhhhhhh (gritó asustada al ver a Mona que se colgaba por el cristal
delantero sonriéndole)
M: ¡Joder... ya echaba yo de menos tus gritos!
L: Mona ¿qué haces?, venga sube te vas a caer (le decía sacando la cabeza por el cristal)
M: Luisita mete la cabeza... que ella es una mona y sabe lo que hace, tú no...
L: Auuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuu (volvió a gritar metiendo la cabeza mientras se
frotaba con su mano)
M: Quieres hacer el favor de estarte quietecita coño... no estamos para bromas (cogió el
mismo la radio y mientras le daba ordenes precisas a Massamba Luisita hablaba)
L: ¡Amelia... Amelia! (repitió cerrando los ojos)
M: Si quieres volver a verla, haz todo lo que yo te diga... nada de tonterías ¿vale?
L: Sí (se frotaba la mano con lágrimas en los ojos) No vamos a llegar
M: Claro que vamos a llegar...
Los segundos, los minutos cada vez se hacían más angustiosos, más pesados, esa
sensación de sentir tras ellos la presencia de los guerrilleros les provocaba un estado
casi de locura. La noche era tan oscura, tan cerrada, tan intensamente negra que todavía
provocaba una mayor sensación de miedo en todos. La luna de repente había
desaparecido ante unas intensas nubes, y sin más empezó a llover, haciendo si cabía,
mayor el sufrimiento para todos entre los barrizales que se iban a convertir las
escabrosas carreteras. De repente el camión se detuvo, la cafetera también
Vio como Ngouabi se bajaba del camión y le hacía una señal para que se acercara.
Luisita se acercó y Mona con Bartolo tras ellos mientras Valiente se metía en la cafetera
y se acostaba muerto de sueño en el asiento trasero
Mientras fuera todos incluidos Mona, Bartolo y Benigna, ayudaban para tratar de retirar
el tronco que había caído sobre la carretera deteniendo su paso y retrasando así su huida
con los consiguientes nervios de todos
Tras un esfuerzo por parte de todos el tronco se movió mínimamente, bajo una lluvia
que comenzó a golpearles intensamente
M: Otra vez
Massamba: Ziku esperar (le dijo antes de volver a hacer fuerza)
M: ¿Qué pasa?
Se durmió cerca de las seis de la mañana, y eran las ocho cuando su madre la despertó
algo alterada, lo supo en seguida, no le hizo falta que nadie le dijera nada, lo había
presentido
Rosario: Claro, por eso ha venido a tu casa, y por eso me llama todos los días. Mira en
este momento no importa que no tengáis una buena relación, lo que importa es que si
estamos todas juntas sufriremos menos. Es su madre y tan solo siente coraje, rabia por
lo que ha sucedido con su hija y contigo, pero eso no implica no sentir cariño, el
sentimiento de madre supera el de la traición que piensa ha cometido Luisita con ella.
¿Cuándo te van a llamar Cruz? (le preguntó dejando que su hija masticara bien sus
palabras)
C: No lo sé
A: ¿Trabajas hoy?
C: No, hoy es mi día libre (dijo abatida pasándose las manos por el pelo y mirando a
Amelia con temor)
Rosario: Muy bien pues no se hable más, llamo a Encarna que venga, preparo tilas y a
esperar se nos pasará antes el tiempo
A: ¿Quieres traer a la niña?
C: No, prefiero que esté con mi madre. Amelia
A: Dime
C: Por favor... dime que todo va a salir bien (la miraba fijamente mientras ambas se
daban la mano)
A: Lo van a intentar Cruz, y estoy segura que les va a salir bien. Ya lo verás (sonrió sin
creer ni una sola de sus palabras)
El sol de un nuevo día brillaba en lo alto, el cielo azul con algunas nubes en forma de
pecas simpáticas, les acompañaba en el tenso viaje, la cafetera iba dando tumbos de un
lado a otro, dentro los quejidos de Valiente les daba alguna que otra tregua ante tanto
miedo, el silencio se les hacía pesado por el estruendoso ruido que les acompañaba
El día lluvioso, gris y tremendamente cubierto con una capa de niebla en Madrid hacía
todo mucho más tétrico, la espera se volvía desesperación, las tilas que Rosario había
preparado, no servían para mucho, a Amelia no le pasaba nada y a Cruz tres cuartos de
lo mismo. Cuando el timbre sonó Amelia miró a su amiga algo inquieta, sabía quien era
y aquella mujer le creaba una desestabilización tremenda
C: Ya está aquí
A: Sí (dijo con pena)
C: Vamos... ponte en su lugar
A: No quiero llevarme mal con ella, al contrario, me gustaría allanar el camino para
cuando vuelva Luisita
C: Pues hazlo
A: Ya pero creo que ella no comparte mi intención (elevó sus hombros y tras una
profunda exhalación se quejó al viento) Y nadie llama, joder... nadie llama
C: ¡Es Claudia! (exclamó de repente al ver como su móvil comenzaba a sonar)
A: A ver
Mientras tanto Encarna saludaba a Rosario, por sus ojeras entendía que aquella madre lo
estaba pasando peor de lo que quería demostrar, y la entendía
C: Buenos días
En: ¿Qué pasa? (las miró a las dos)
C: Se lo cuentas tú Amelia (trató de mediar algo aquella tirantez)
A: Nos han avisado que han atacado una aldea próxima a donde estábamos nosotros, los
militares que han llegado para auxiliarles han ido a buscar a nuestra gente, al llegar han
descubierto que no había nadie
En: ¿Y eso qué quiere decir? (la miraba seria, clavadito el gesto al de Luisita y aquello
provocaba en Amelia un dolor agudo en su corazón)
C: Quiere decir que no sabemos nada de ellos, supuestamente y según me ha dicho
Claudia por sus fuentes, han debido de huir o bien Selva a dentro cosa que no creo, o
bien hacia el Sur en busca de la frontera con Cuvette
A: ¿Y los militares?
C: Según cuenta siguieron el rastro de unas ruedas pero no vieron nada y no se
adentraron más
A: Ya... como siempre (se quejó)
En: ¿Y qué vamos a hacer ahora?
Una pija en la selva 1006
Se lo preguntó con distancia pero con una imperiosa necesidad de saber algo de su hija
Bajo los penetrantes rayos de sol, Marce junto a Luisita se dirigieron hacia el camión
desde donde Benigna les hacía señales y ayudada por Ngouabi y sus musculosos brazos,
bajó hasta ellos
M: ¿Qué pasa?
B: Tenemos que parar, llevamos más de doce horas de camino los niños y nosotras
necesitamos hacer algunas cosas (su rostro marcaba la tensión del momento y algo más)
M: Benigna
B: Mira Marce pon la excusa que quieras, baja a todos del camión y revisa a Nsona, está
sangrando demasiado
L: Marce, Benigna tiene razón hay que comer algo sobre todo deberíamos dejar que los
niños salgan a hacer sus necesidades. Que el camión descanse y la cafetera también,
solo nos falta un calentón que no podamos seguir (lo miraba fijamente como tratando de
hacerle entender que había necesidad de detenerse)
B: Marce... (le metió prisa al ver como se rascaba nervioso la barbilla)
M: Está bien. Massamba, Yildas, Dib vamos ayudar a bajar a todos, aquí hay un poco
de sombra
Massamba: Ziku es la última sombra, a partir de aquí, no haber nada
M: Lo sé, lo sé...
L: Deberías descansar Marce (le dijo en voz baja)
M: Sí, no más de una hora ¿de acuerdo?
L: Vale
M: Dib por favor carga nuevamente la gasolina para el camión y la cafetera
Zulú: Ziku... ziku (le llamaba angustiado)
M: Tranquilo Zulú, no pasa nada
Zulú: Nsona
M: Tranquilo todo está controlado ¿vale? (lo miró con firmeza tratando de demostrar
algo que no era cierto)
L: Sissou ven, quiero que nos ayudes. Siya
Siya: Mwasi (apareció con el mismo gesto que todos, un profundo miedo)
L: Sambu na sika, pesaka na kudya na bantu, beto kele na nki Nsona (Por favor, da de
comer a todos, nosotros estamos con Nsona)
Una pija en la selva 1007
Trabajaron dentro del camión con un calor asfixiante, hasta que pudieron controlar el
sangrado, con cuidado y ayuda de los hombres que se ofrecieron para llevar a Nsona
hasta la sombra, siguieron poniéndole un gotero y mediante él lo único que podían para
tratar de detener la hemorragia, pero, las condiciones eran las peores, y el nerviosismo
iba creciendo entre Marce y Luisita que cruzaban miradas de preocupación. Mientras
sobre el camión Louabi vigilaba acompañado por Dib, los niños se distraían jugando
con la pelota que Mutaba consiguió llevarse entre las prisas y las mujeres trataban de
tranquilizar a las más jóvenes quienes veían como nuevamente las pesadillas vividas
volvían a su presente
Marce se echó un rato, Zulú hizo compañía a Lula mientras veía como su magia cubría
el cuerpo de su mujer, se turnaron para descansar sus agotados cuerpos que aunque les
faltaba poco para llegar al destino donde podrían darles cobijo, llevaban demasiadas
horas sin dormir y el cansancio comenzaba a pasar factura. Quien no dormía era
Una pija en la selva 1008
Massamba que dibujaba algo en la tierra que llamó la atención de Luisita, quien se
acercó con sigilo
L: ¿Puedo?
Massamba: Sí mwasi
L: ¿Qué es? (miraba con atención sin saber muy bien que eran aquellos garabatos)
Massamba: Nuestro futuro
L: No te entiendo
Massamba: Ser camino hasta la ayuda... difícil pero será mejor llegar
L: ¿Eso es Badzendzo? (señaló un montón de tierra que había acumulado Massamba)
Massamba: Sí
L: A partir de aquí es el camino sin sombras
Massamba: Sí
L: ¿Y cómo va la gente que hemos dejado atrás? (le preguntó arrugando la frente por el
intenso sol que le golpeaba la cara)
Massamba: Río abajo, como pueden Mwasi, por aquí solo ir con auto
L: ¿Y si tenemos algún problema? (lo miró aterrada)
Massamba: Mejor no tenerlo (le respondió con voz ruda)
Volvieron al camino con la vigilancia extrema de Benigna sobre Nsona y de Lula quien
seguía ayudando a la mujer, los niños no entendían lo que sucedía con su madre y fue
Monwe quien se encargó de entretenerlos con canciones para ellos, en la cafetera el
silencio era casi sepulcral, tan solo el sonoro motor, o los golpes de las piedras lo
rompían. Ante Luisita apareció una explanada de tierra sin nada verde, sin agua, tan
solo tierra resquebrajada por los rayos de sol, en una carretera pésima y que le hizo
sentir un miedo atroz. ¿Llegarían?
Mientras ellos luchaban contra todas las inclemencias que el terreno, el sol, los
problemas de salud de Nsona y la guerrilla les iban poniendo, en Madrid el plan se
había trazado meticulosamente. A Amelia la herida no le dolía porque el dolor de su
corazón lo llenaba todo, a Encarna el silencio le hacía bien, porque tras escuchar por
encima la historia contada por su nuera, prefería no volver a hablarle. Cuando llegaron
al edificio grande de lujosas oficinas, Encarna dio un respingo, Amelia un soplido
enfermizo, cuando le dijeron al portero a quien iban a ver y les dio paso, a Encarna le
dio igual, a Amelia se le estremeció toda su piel. Y en el ascensor el silencio era
tremendista, tan solo el ruido de la muleta cuando comenzaron a andar rompió tal
volumen de no ruido. Por el pasillo detuvieron a Amelia tras besarle varias mujeres que
se sorprendían ante su visita, Encarna no podía dejar de pensar que se había liado con
todas ellas y que su hija tan solo debía ser otra más en su larga lista. Al llegar al
despacho de J. Vivó, a Amelia se le hizo un nudo el estómago, tocó y al escuchar la voz
ese nudo se apretó mucho más
Julia: ¿No? (preguntó Julia extrañada, Amelia negó con la cabeza y Julia no pudo evitar
una leve sonrisa) Siéntese, encantada
En: Le agradecería que quedara claro que mi hija no tiene nada que ver con ella (lo dijo
con tanta rabia que le dio una credibilidad absoluta)
Julia: De acuerdo (notó su malestar) ¿En qué puedo ayudaros?
A: Verás... sabemos que se han marchado de la aldea pero no tenemos más noticias
En: Quiero que me confirme ese dato, no me fío de ésta
A: Por favor (le dijo sin mirar a ningún otro sitio nada más que a ella, a quien el tiempo
había cuidado mucho, quizá las cremas o alguna cirugía, pero que contrariamente a lo
que siempre imaginó, tenerla delante no le causó ningún desconcierto) Yo quería saber
por Bárbara sabemos que la hirieron y... quería saber como está
Julia: Déjame que mire a ver si os puedo ayudar (le sonrió con amabilidad)
A: Gracias Julia (le devolvió una leve sonrisa)
Julia: Vuelvo en seguida (y extrañada, sorprendida y con el corazón lanzado al vacío de
las pulsaciones, salió del despacho)
En la cafetera, Marce miraba sin cesar por el espejo retrovisor, tenía la sensación de que
alguien les seguía, sin embargo el silencio de Mona, hacía que Luisita fuera más o
menos tranquila, incluso sin quererlo pero a la vez sin poderlo evitar, se había quedado
dormida. La voz de Marce la despertó, el portazo en el coche la sobresaltó. Al abrir los
ojos lo vio jurando en hebreo, a los hombres mirando alrededor con gesto repleto de
espanto y ante ella, una especie de pueblo abandonado, casas sin nadie, animales
sueltos, gallinas, alguna vaca. Bajó con la mirada perdida tratando de entender
Dentro del camión pudieron contrastar que Nsona estaba mejor, al menos entre la
medicación que Marce le había inyectado y la magia de Lula parecía haber frenado su
hemorragia. Zulú también fue revisado por él, pero sin duda aquellos hombres estaban
preparados para todo, sus lesiones habían mejorado muchísimo, por último el niño que
Una pija en la selva 1010
Monwe le había puesto por nombre de Ntima (corazón) porque se lo había devuelto,
también mejoraba
MonwL: Ziku, ya kamwana mé kutuba (Ziku, el niño ha hablado) (le dijo contenta)
M: Nge mé peso nde nge kele yayi ngudi (Tú le has dicho que eres su madre)
MonwL: Inga ziku (sí ziku) (le respondió con los ojos bañados en lágrimas)
M: Mono nunga (me alegro) (le sonrió)
L: Benigna aquí hay leche suficiente ¿verdad? (llegaba exhausta y con la ropa sucia)
B: Sí... ¿pero... de donde sales?
L: De ordeñar la vaca dichosa... lo mío no son las vacas
B: Ni que lo digas (le dijo con tristeza en su rostro)
L: Benigna por favor... no pongas esa cara no me gusta verte así ya verás como todo
queda en un gran susto (le decía con una sonrisa triste)
B: Ojalá Luisita
L: Ya lo verás (la abrazó con fuerza mientras Benigna se abrazaba a ella con gesto
decaído) Venga que la gran mami nos tiene que dar fuerzas a todos ¿eh?, y sino, aquí
estoy yo para dártelas a ti (le dijo estrechándole fuertemente las manos)
B: Gracias... eres un tesoro (le sonrió haciendo un puchero en su barbilla)
M: ¡Nos vamos chicas!, ¿estáis haciendo manitas?, mira que me chivaré a Amelia (le
guiñó el ojo graciosamente)
L: Eres muy malo (le sacó la lengua) Venga Benigna que ya verás como llegamos
B: Y una vez lleguemos... volveremos a empezar
L: Eso es... ¡qué no se diga!. ¡Venga vamos! (les gritó con animo a los hombres)
Massamba: Pequeña pero grande (le susurró a Marce)
M: Sí, y con un par bien puestos, Ngouabi me ha contado que la vaca le dio dos coces,
pero mírala... ahí sigue en pie de guerra
Massamba: ¿Mwasi Amelia estar bien?
M: Sí, seguro que cagándose en todo por nosotros... venga Massamba nos quedan dos
días mínimo para llegar
Volvió el silencio y la espera, el tic tac de un reloj que había en la estancia se clavaba en
sus sienes, Encarna no se había vuelto a sentar junto a Amelia, y así fue como las
encontró una todavía desconcertada Julia
A: ¿Cómo está Bárbara? (se mordió la lengua para no gritar la pregunta que tanto
deseaba hacer “¿Cómo está Luisita?, ¿dónde está?”)
Julia: La han operado pero está fuera de peligro, me dicen que en cuanto descienda los
escarceos continuos que hay la mandaran hacia España
En: ¿Mi hija?... ¿qué sabe de mi hija? (se aproximó hasta la mesa apresuradamente)
Julia: Lo que me han contado es que parece que efectivamente huyeron, no sabemos
más, porque Quintero ha tratado de comunicarse por su radio pero no ha sido posible
A: Si van en el camión es otra frecuencia
Julia: Sí, eso me ha dicho que espera en unas horas poderlos localizar porque han
recuperado algunas líneas, pero no sabemos nada más (miró a una descompuesta
Encarna)
En: De acuerdo (sacó algo de su bolso y le entregó la tarjeta) Aquí está mi número de
teléfono cuando sepan algo me llaman a mí ¿le ha quedado claro?
A: (“Joder... ya sé a quien se parece en genio mi niña” pensó mirándola de reojo)
Julia: Sí, claro
En: Quiero que me mantengan informada, y si usted no lo hace me manda llamar a
quien sea, si tengo que hablar con el más alto cargo lo haré, y si tengo que mandar un
avión privado para recogerla, tenga por seguro que lo mando
A: (“¡Clavadita, sí señor!”)
Julia: No se preocupe que nosotros estamos haciendo todo lo que podemos, si
efectivamente han salido al Sur, no van a tener problemas para entrar a Cuvette van a
tener ayuda
En: Eso espero... buenos días
Julia: Buenos días (le dio al ver que se marchaba y dejaba allí a Amelia)
A: ¿No sabes cuándo regresará Bárbara? (le preguntó poniéndose en pie)
Julia: No, los militares han reducido bastante a la milicia, pero todavía quedan algunos
grupos insurgentes. ¿Cómo estás?
A: Mejor (se apoyó en la muleta) Y ahora te dejo seguir trabajando
Julia: Espera (se aproximó a ella deteniéndose delante) Quería decirte que... bueno... no
creas que no fui a verte al hospital, lo que pasa es que sabía que era mejor no forzar
nada, y que tú me dieras la oportunidad de hablar, fui una noche y estabas durmiendo
A: Me tengo que ir
Julia: Sí, sí, a pesar de todo... sigues tan guapa como siempre (le pasó la mano por su
mejilla haciendo que las fosas nasales de Amelia se abrieran para controlar un rabioso
suspiro que pretendía gritarle) ¿Podré llamarte?
A: Claro (sonrió de lado) Recuerda que... estaré esperando información de Marce, sé
que tú puedes sacar algunas cosas extra confidenciales
Julia: Descuida... te llamaré
A: Bien... me voy
Julia: Adiós Amelia... nos llamamos
A: Adiós Julia
Al entrar en el ascensor vio marcado en el espejo su gesto de rabia contraída, sabía que
lo que estaba haciendo no era legal, no pretendía vengarse de nada, pero Julia no tenía
reglas para vivir la vida, y en ese momento, ella por recuperar a Luisita, tampoco las iba
a tener
Una pija en la selva 1012
Aquella noche cuando se acostó sin poder dormir trataba de imaginar como sería el
camino, ella lo había hecho una vez cuando huían también de otra revuelta mucho
menor a la que en esos instantes se estaba consumiendo, y podía sentir en su propia piel
la tensión, recordaba como si hubiera sido ayer, las veces que su cuello se giró para
atrás, cuantas veces miró en busca de encontrar señal enemiga, y entonces suspiró, si lo
habían conseguido una vez, porque no iban a conseguirlo otra. La niña dormía pero le
provocaba tanta ternura que de un plumazo conseguía calmarla y darle algo de
serenidad, entonces comenzó a cantar
A: Tu corazón esta lleno de vida y tu vida llena de libertad y en mis brazos podrás
tranquila dormir y así saber lo mucho que te quiero... mi niña pequeña... mi niña
pequeña
A mas de cincuenta mil kilómetros, en medio de la noche sin ver absolutamente nada,
con la frente apoyada en la ventanilla, Luisita canturreaba:
L: Nge ntima kele bwinma nde knanga, ti nge knanga bwinma na laneni, ti nde mono
mafufu ata kumatia malembe kulala ti ata kuzaba na mingi nde mono zola nge... mono
kamwana... mono kamwana...
M: Bonita nana
L: Se la cantaba Amelia a Maes... quiero pensar que a través del viento o de las nubes o
la luna, a mi hija le llega mi voz junto a la de su madre para cantarle su nana
M: Vamos a llegar
L: Lo sé (sonrió)
M: De una u otra manera... te prometo que vamos a llegar
Antes de contestar, tomó aire y trató de parecer lo más tranquila posible a pesar de que
su corazón latía con fuerza
A: ¿Sí?
Julia: ¿Amelia te he despertado? (le preguntó con delicadeza y tono muy cercano)
A: No, no dime
Julia: Tengo a Quintero en comunicación, te lo voy a pasar ¿vale?, luego no cuelgues y
hablo contigo
A: Sí, sí gracias (decía aturdida, Quintero estaba allí y sin duda con noticias) ¡Quintero!
Q: ¿Amelia estás ahí?
A: Quintero... por fin... dime ¿qué sabes? (le decía atropelladamente)
Una pija en la selva 1013
Q: Amelia tranquila lo primero ¿vale? no tengo mucho tiempo, he podido hablar con
Benigna, van camino a Loukoléla, en la frontera ya saben que tienen que abrirles y que
van a llegar en un par de días
A: ¿Aún dos días? (se frotó la frente con desconcierto, entonces sacudió su cabeza
como tratando de sacudirse la pesadez que se le había instalado en ella, con
desesperación le preguntó hambrienta de respuestas) ¿Cómo están?
Q: Cansados, no hemos podido hablar mucho no quería gastar batería por si le surge
algún problema y necesitan conectarse pero... tranquila que están bien
A: ¿Pero no les siguen?
Q: No hay indicios de ello, así que dentro de cuarenta y ocho horas llegaran a la
frontera y podrás hablar con Luisita...
A: ¿De verdad Quintero?
Q: Mujer si no fuera así no te lo diría, además, les va la radio, tienen agua suficiente,
comida, leche, van bien equipados Amelia
A: Pero el camino... (mostraba sus dudas)
Q: El camino es duro pero están en ello. En cuanto lleguen a Loukoléla, les estarán
esperando, tengo orden de que abandonen el país todos los médicos y personal de ayuda
humanitaria, si todo fuera bien, los mandaría por el aeropuerto mismo de la ciudad sin
llegar hasta aquí camino de España
A: Gracias Quintero (cerró los ojos reprimiendo lágrimas de emoción)
Q: ¿Avisas a Cruz?
A: Por supuesto... gracias (le dijo emocionada)
Q: Nos vemos pronto
A: Sí (sonrió y colgó, no lo pensó dos veces y marcó el número de una Cruz que
contestó asustada con rapidez quiso quitarle cualquier temor sobre su llamada) No pasa
nada tranquila
C: Joder que susto (decía con el pelo revuelto y cara del cansancio)
A: Me ha llamado Quintero, ha podido hablar con ellos están de camino, dice que todo
bien de momento, les están esperando en la frontera incluso si las cosas en estos dos
días siguen igual de calmadas, podrían salir en un vuelo nada más llegar
C: Menos mal... gracias Amelia
A: De nada, solo quería que... bueno (sonreía emocionada) Que los vamos a tener de
vuelta Cruz
C: Sí... sanos y salvos
A: Así es... estoy segura que esto nos va a quedar como una pesadilla en nuestra
memoria pero todo saldrá bien
C: Seguro que sí
A: Descansa, dentro de unas horas hablamos (le sonrió)
C: Tienes que venir al hospital ¿te acuerdas?
A: Sí
C: Mañana te ofrecen que te incorpores ¿ya lo has pensado?
A: No sé Cruz, me siento como pez fuera del agua... espero que cuando tenga a Luisita
a mi lado, se me pase esta sensación de cárcel
C: Tranquila es normal, de la libertad de la aldea, al encierro de tu casa, es normal pero
vamos que Luisita lo soluciona pronto, estoy más que segura
A: Sí (sonrió ampliamente)
C: ¿Oye y Julia?, no hemos podido hablar mucho
A: Pues mira si te soy sincera nunca pensé que tenerla delante me iba a resultar tan
indiferente... mira... tenía sobre la mesa un retrato supongo que del pequeño, y no sentí
necesidad de otra cosa que no fuera seguir mi teatro ¿sabes?, tan solo sentía ganas de
Una pija en la selva 1014
cerrar los ojos y mirarme por dentro, estoy curada porque Luisita me ha sacado toda la
amargura que ella me dejó
C: Me alegro muchísimo de verdad. ¿Y Encarna?
A: Pues la verdad que lo hizo todo tan natural que realmente creo que Julia se creyó que
he terminado con Luisita, tampoco hizo falta que mintiera mucho (sonrió de lado y con
tristeza) Su comportamiento la descolocó totalmente
C: Bueno... la verdad que Encarna te tiene algo de manía
A: ¿Algo?
C: Pero sabes que, me recuerda mucho a tu madre, señoras de la alta sociedad con todo
el dinero del mundo, las joyas y todo el poder que muchas de nosotras soñaríamos, pero
esa circunstancia les hace perder un poco la realidad de las emociones, y esas
emociones que les provocan los hijos cuando todo va bien siguen igual de lejanas y
superficiales, pero necesitan a veces un gran golpe emocional para darse cuenta que la
vida no es tan sencilla. Tu madre lo ha entendido... ¿quién te dice que Encarna no?
A: ¿La verdad? (sonrió de lado) Mi madre me ha sorprendido, siempre pensé que no
quería saber nada de mí y ahora...
C: Pues lo mismo Encarna, el dolor o la decepción para ellas también pasa si os ven
felices, porque a pesar de todo yo soy de las que piensa que una madre no puede ir
contra lo que ha llevado en su vientre, es imposible
A: Ya sé de quien ha sacado su mal genio mi niña... (sonrió más ampliamente) A Julia
la ha acojonado ¿eh?
C: Eso es bueno...
A: Sí... en nada están aquí Cruz
C: Sí
A: Venga Cruz que mañana trabajas y llevamos un buen rato hablando ya
C: Se me ha ido el sueño
A: Voy a avisar a Encarna, ¿crees que es buena idea? (le preguntó algo dubitativa
mientras se mordía el labio)
C: Creo que sí, será una buena manera de limar asperezas
A: Gracias Cruz
C: Oye... que te quiero mucho ¿eh?
A: Yo también ¿lo sabes, verdad?
C: Sí (sonrió)
A: Buenas noches (sonrió y al colgar, suspiró, buscó el número de teléfono de Encarna
y lo marcó, esperó que la señal le dijera que estaba conectado y tras un solo timbrazo
contestó) Hola Encarna no pasa nada. ¿La he despertado?
En: No... tranquila... ¿qué ha pasado?
A: Me ha llamado Julia porque han podido localizarles, están de camino hacia la
frontera y allí les están esperando (por parte de Encarna silencio, Amelia pasó su lengua
por los labios tratando de mostrarse serena) ¿Me ha escuchado?
En: Sí, parece que esa mujer está muy interesada en ti ¿no? (le dijo con tono hiriente)
Espero que sea verdad y tenga pronto aquí a mi hija. Buenas noches
A: Encarna yo... (oyó como el pitido le decía que se había terminado la comunicación.
Exhaló un profundo suspiro negando con la cabeza y mirando a su hija le susurró)
Pronto estará aquí mami Maes, pronto
Pasaron los dos días lentamente, a Amelia le parecieron una eternidad, a Cruz más de lo
mismo, a quien le había parecido una pequeña traición tras haberle conectado con
Quintero, fue a Julia el silencio de la Pediatra que seguía provocando en ella las mismas
Una pija en la selva 1015
ansias de poseerla le había hecho de alguna manera daño. Encarna y Rosario se habían
hecho más amigas de lo que pudieron llegar a imaginar y era un consuelo poder hablar
con alguien que realmente pudiera entender el desespero, la decepción y el dolor de
madre
A Amelia le habían ofrecido incorporarse una vez terminada la baja en el Hospital, sin
duda tardarían mucho en restablecer el orden en el Congo como para que volviera, su
puesto de Pediatra estaba asegurado y ella prefirió pedir unos días para pensarlo, y así
llevarse la bronca de Claudia y Cruz que eran su máximo apoyo. Estaban en cafetería
hablando las tres cuando en las noticias dieron un especial
La locutora habló:
“Las negociaciones entre miembros de la guerrilla del Chad y el Congo con los
enviados de la OTAN, se han visto truncadas nuevamente, las imágenes que nos llegan
desde ese país demuestran que se ha vuelto a recrudecer la situación, y ya se cuentan
por miles los muertos, nuevas fuerzas van a acudir procedentes de la ONU. Está
situación ha vuelto a provocar el cierre de aeropuertos, con el riesgo que conlleva para
los médicos y personal humanitario español que todavía quedan, a pesar que por las
noticias que tenemos se encuentran en perfecto estado”
En los ojos de Amelia y Cruz las venas se habían enrojecido, según lo previsto ese
mismo día debían llegar a la frontera, y ambas habían decidido estar juntas para recibir
la llamada y confirmación de que todo estaba bien, Claudia las miró preocupada, sin
duda esa noticia no era esperada y creó en ambas un miedo atroz que se reflejó en los
ojos, en los gestos, en un ligero temblor de manos
En ese mismo momento Julia entraba por la puerta de cafetería, cuando la vio Claudia
su gesto cambió por una profunda aversión, ella había sido testigo de la crudeza del
dolor de Amelia, y siempre pensó que verla así le hizo convertirse en su apoyo y de un
apoyo de amiga, pasó a verse en vuelta en una relación algo tormentosa de amantes
Julia: Hola
Claudia: Bueno... tengo que seguir con los niños
C: Hasta luego. Hola Julia
Julia: Hola Cruz. Imagino que habréis escuchado las noticias (les dijo sentándose
mientras miraba a Amelia
A: Sí... ¿qué sabes? (la miró fijamente)
Julia: ¿Por quién quieres saber? (le devolvió la mirada)
C: Queremos saber por mi marido y los demás
Julia: ¿Por tu mujer?
A: Si estuviera aquí Encarna te daba una hostia si te oye que la llamas mi mujer, es de
armas tomar
Julia: Dime (insistió clavándole la mirada mientras Cruz se mordía la lengua)
A: Principalmente por Benigna... ¿pero me lo vas a decir o tengo que esperar que me
ofrezcas algo a cambio?
Julia: No Amelia, no soy así
A: No es verdad... no eres así (le dijo convencida, tratando de retenerse)
Una pija en la selva 1016
La pierna le dolía menos, aparentemente Amelia era una mujer fuerte que se recuperaba
bien de sus heridas, siempre asombraba a Marce en la Selva de cómo se recuperaba,
mientras andaba por los pasillos le llegaba su voz diciéndole “como eres tan orgullosa,
tus heridas tienden a serlo también”. Una sonrisa leve dibujó su rostro. Al entrar al
despacho la hizo pasar
A: Tú dirás
Julia: Vengo a proponerte algo
A: Te escucho (se quedaron de pie una frente a la otra)
Julia: Quiero que trabajes conmigo, tú sabes como funciona aquello, necesito una
persona que me ayude a crear estrategias para mejorar nuestros servicios en el Congo y
que sea una persona de mi total confianza
A: ¿Trabajar juntas? (la miró con sorpresa dejándose querer)
Julia: Sí (sonrió con encanto) Me apetece mucho volver a estar a tu lado, creo que sería
bueno para ti
A: ¿El trabajo? (hizo una mueca), no sé...
Julia: Estar junto a mí (se acercó a ella con una sonrisa que Amelia reconocía
perfectamente)
A: Ya (sonrió de manera divertida siguiendo el juego)
Julia: Te he echado muchísimo de menos
A: Imagino (le dijo con su porte chulesco, su mirada orgullosa y la sensación de no
sentir nada que le parecía maravillosa, reconociéndose tal y como Luisita le había
bautizado cuando la vio de chula insoportable)
Julia: ¿No te haría ilusión empezar de nuevo a mi lado?
A: Muchísima sí, ¿no te parece?
Julia: Yo creo que sí
Julia se marchó contenta, sonriente, cerró la puerta con una sonrisa que iluminaba su
rostro. Mientras Amelia dentro soltaba aire mientras tecleaba el número de Encarna
A: Que hija de puta... aún viene a... ¡será posible! (Amelia recibió la misma respuesta
por parte de Encarna, le colgó) Joder... ¡menudo carácter!... ¿cómo podría hacer que me
deje hablar con ella?... si Luisita vuelve pronto no me gustaría que nos viera
enfrentadas... Luisita... Luisita... (decía mientras cerraba los ojos y podía sentir sobre su
piel las caricias de su mujer)
Ajenos a todo cuanto pasaba en España, el camión y la cafetera seguían su camino bajo
un sol de justicia, en el camión las mujeres cantaban con tono bajo, trataban de hacer
más tranquilo el viaje, sobre todo para los niños. Los hombres seguían con sus ojos bien
pendientes de cualquier movimiento que pudiera surgir, pero llevaban dos días sin
cruzarse con nadie, tan solo una manada de antílopes perdidos en la espesura de la
tierra. A Luisita también le dolían los ojos, le escocían de dormir poco y mal, habían
parado lo justo para no sobrecargar ambos coches, y para bajar a hacer las necesidades.
En la cafetera, tan solo iban ellos dos, Mona, Valiente y Bartolo se habían metido
también en el camón, así el silencio ya era un acompañante más entre ellos
Una pija en la selva 1018
M: Según mis cálculos estamos a menos de media hora de encontrarnos con nuestro
refugio
L: ¿Y qué pasará entonces?
M: No lo sé, Quintero ha dicho que no nos preocupemos, así que... si superamos esto...
estaremos a salvo
L: Es la experiencia más dura de mi vida Marce (le dijo con voz y gesto cansado)
M: Te entiendo, yo con esta, ya van dos
L: ¿Y Amelia?
M: Si ella venía en una
L: Seguro que se portó de manera excepcional (lo dijo con total orgullo)
M: Tú tampoco lo estás haciendo nada mal (le sonrió con el gesto cansado, la barba de
los tres días que llevaban perdidos y la mirada triste)
L: Gracias, estar a tu lado me ayuda mucho
M: ¿Y ahora por qué paran? (se preguntó mirando nuevamente encenderse las luces
rojas del freno del camión)
En su casa Encarna estaba con unas amigas cuando su sirvienta hizo aparición con gesto
algo impactado. Se acercó hasta ella y al oído le dijo. Que fuera estaba Amelia
Encarna suspiró agradeciendo que su marido no estuviera en casa, él estaba ajeno a todo
cuanto sucedía entre Amelia y su hija, al entrar al despacho la vio allí sin muleta, pensó
que era una mujer o muy fuerte o muy orgullosa
En: Hola
A: Lo siento no he podido contestarle
En: Ya... estabas con Julia
A: Sí (le contestó algo aturdida por su frase directa y su mirada juiciosa)
En: Ya me he enterado que va a mandar un avión a por mi hija. ¿Cuándo vuelva, qué le
vas a decir?
A: Mire Encarna, he venido porque yo soy muy orgullosa, muy cabezota ¿vale?
En: No me importa como eres, para mí no tienes nada que ver con mi vida
A: Pero eso no es así, Luisita es mi mujer le guste más o menos, y pienso casarme con
ella aquí
En: ¿Y Julia?, ¿algo habrás hecho para conseguir que inmediatamente se ponga en
marcha?
A: Haré lo que sea por conseguir que Luisita vuelva a mi lado lo antes posible (le decía
segura mirándola fijamente a los ojos) Mire, entiendo que le caigo como patada en el
hígado, lo entiendo y respeto, pero me gustaría que cuando viniera Luisita usted y yo
pudiéramos hablar al menos sin rencor
En: No tengo nada que hablar contigo, y solo espero que mi hija vuelva para hablar con
ella, ella decide, o está a mi lado como una mujer decente, o está al tuyo como ya
imagino entiendes que
A: ¿A usted eso le parece normal? (no pudo evitar mirarla con chulería)
En: Lo anormal es lo que hace contigo
Una pija en la selva 1019
No dijo nada más, se giró y con la cojera que aún quedaba en ella se fue, con el gesto de
rabia marcado en su rostro, pero la tranquilidad de haberlo intentado por Luisita
El camión se detuvo, Marce bajó junto a Luisita que tenía una rozadura en su zapato
derecho y le sangraba la herida, por su parte, Massamba bajó del camión el sol era de
justicia, y dentro se escuchaba el llanto de la pequeña Ameliarena
M: ¿Qué pasa?
Massamba: El camión calentar Ziku
M: Joder (se removió inquieto)
Yildas: Masa
M: Sí, estamos muy cerca podemos utilizar el agua que queda
L: Voy a ver a Nsona
M: Sí...
Massamba: Ziku... Massamba tener angustia
M: No me jodas Massamba que tus angustias me tocan los cojones siempre
Massamba: Quedar poco (sonrió)
M: Eso espero, voy a ver como van los niños y Nsona
Durante un rato estuvieron allí esperando que el agua hiciera su trabajo con el agotado
camión, mientras Mona y Valiente jugaban en lo alto, con la gorra y las gafas de sol,
Louabi bajó un momento para poder hacer sus necesidades, los hombres sabían que el
camino empezaba nuevamente algo de Selva, quedaba una curva a la derecha y podrían
ver ya la ciudad. Aquello les hacía estar más distendidos, lo peor había pasado
L: Estoy muerta (le dijo a Benigna que había bajado también y estaba abanicándose con
la gorra)
B: Ya prácticamente estamos, me muero por una buena ducha
L: ¿Cómo estará Amelia?
B: Vaya... lo que dio de si la ducha ¿no? (la miró divertida)
L: Sí... mucho Benigna, mucho (sonreía)
B: Bueno... ahora llegaremos y en seguida podremos recomponernos
L: ¿Qué va a pasar con ellos?
B: Nos quedaremos un tiempo
L: ¿Tú te vas a quedar?
B: Sí Luisita, yo no sé vivir en España, y ellos son mi familia, no los quiero abandonar
L: ¿Y Bárbara?, ¿y Amelia?, ¿y yo?
Una pija en la selva 1020
B: Venga... venga... si en cuanto estéis allí unos meses ya me estaréis dando la lata de
que os volvéis. Y bueno, Bárbara está en el hospital de Impfondo, imagino que cuando
se calme todo podré ir a verla
L: ¿La cuidarás? (le preguntó sonriente)
B: ¡Mira que eres tonta!
L: Sí, sí, yo te lo recomiendo, vamos nada que ver
B: ¿Nada que ver que?
L: Un hombre y una mujer... no... no... me quedo con Amelia
B: Es que Amelia es mucha Amelia
L: Y Luisita es mucha Luisita (sonrió con sorna)
M: Bueno... parece que esto ya está... así que... damas... ¿nos vamos?
B: Sí por Dios que tengo un calor que me muero y unas ganas de una buena ducha
L: Y yo, vamos que Amelia me ve así ahora y huye de mí
B: ¡Ay Amelia... Amelia!
M: ¡Nos vamos!
Todos volvieron a subir camino a Loukoléla donde por fin estaba la tranquilidad, y
donde sin saberlo ellos, se había negociado desde Madrid un avión que les estaría
esperando para esa misma noche salir rumbo a casa, por fin
En casa había llegado Amelia con los nervios de la espera, tenía en sus brazos a Maes
que era lo único que le daba cierta tranquilidad, jugaba con ella, le cantaba canciones y
sobre todo la observaba en silencio, porque al hacerlo la voz de Luisita llegaba con total
claridad a su mente
En África la vida se veía de otro modo, por fin tocaba despedirse de ese desierto,
llegaban los primeros brotes de Selva, nuevamente árboles, grandes zonas de intenso
follaje, aves sobrevolando la cafetera de diversos colores. Aquello parecía nuevamente
que volvían a la vida, Luisita miró a Marce parecía más viejo ¿le pasaría a ella igual?.
Una pija en la selva 1022
Cerraba los ojos y veía a Amelia, y con esa imagen el resto que parecía tan poco y a ella
se le estaba haciendo tan largo, pretendía que al menos, fuera ameno
Luisita giró la cabeza hacia detrás porque Mona saltaba y agitaba los brazos, entonces
su gesto se transformó en pánico, miró a Marce sin poder decir nada y los ojos del
médico se encontraron con los dos camiones a través del espejo retrovisor
M: ¡Mierda!
L: Massamba... Massamba (gritaba como loca por la radio)
Dib: Mwasi ver... ver...
M: Massamba dale toda la fuerza al camión
L: Marce se están acercando
M: Massamba voy a entretenerlos... trata de darle toda la potencia... ya debemos estar
llegando (gritaba como loco)
L: ¿Qué vas a hacer?
M: Tenemos que tratar que no se acerquen a ellos (decía levantando el pie del
acelerador) Joder... lo siento Luisita
L: Haz lo que tengas que hacer (decía tragando saliva muerta de miedo) Por mi madre
que esto salga bien... los niños Marce
B: ¡Marce! ¿qué vas a hacer? (le gritaba fuera de sí Benigna)
M: Seguir y pedir ayuda... voy a tratar de detenerlos creo que nos quieren vivos
Una pija en la selva 1023
B: Marce estás loco (decía al ver que la cafetera había aminorado la marcha y los
camiones se acercaban a ellos a toda prisa)
M: Cierra la radio Luisita
L: Sí (se pasaba la lengua por los labios, la garganta se había secado)
M: ¿Sabes rezar?
L: No
M: Joder... vamos bien...
La cafetera casi estaba parándose, por el retrovisor podía ver que eran unos cuantos,
podía reconocer a la distancia que estaban hambrientos de furia, de maldad, notaba
como sudaba, como su corazón latía fuerte, a su vez controlaba como el camión iba
tomando cada vez más distancia... estaba prácticamente seguro que llegarían y si su plan
salía bien, ellos tendrían una oportunidad para escapar, pero era tan complicado que
sintió ganas de llorar
L: Marce lo tenemos muy cerca
M: Luisita... escúchame, voy a acelerar a tope, la cafetera va a morir en el intento pero
quiero intentarlo si nos sale bien, creo que podríamos llegar a la recta que nos dejaría en
la frontera, allí hay militares y no creo que se atrevan a seguirnos
L: De acuerdo (lo miraba con miedo)
M: Te juro que me gustaría que no estuvieras aquí
L: Marce va a salir bien
M: Cuando te diga, agarrate bien voy a acelerar a tope, y esto va a ser como un obus
hasta que pierda la potencia
L: Ya están aquí Marce (le dijo con gesto de pánico)
M: ¿Preparada? (el camión se había detenido tras ellos, cuando Marce vio que se abrían
las dos puertas laterales le grito al mismo tiempo que apretaba el acelerador a tope) ¡Ya!
L: Dios (susurró al escuchar el chirriar de las ruedas, al ver como salían disparados a
golpes por las piedras) El camión no está
M: Vamos... vamos... vamos (repetía insistentemente a la cafetera)
L: Los hemos dejado atrás (le gritó contenta)
M: Bien... vamos... de puta madre... (de pronto llegaron a la zona donde Marce sabía
podían salvarse) Luisita... voy a derrapar la cafetera vas a saltar y salir corriendo de
acuerdo... yo haré lo mismo
L: Sí
M: Luisita
L: Dime (le decía con los nervios a flor de piel)
M: Ha sido un placer conocerte (su voz sonó grave y agitada)
L: Lo mismo digo (lo miró con miedo)
M: Piensa en Amelia
L: Piensa en Cruz
M: Vamos (la cafetera comenzaba a echar humo) Un poco más... aguanta... aguanta...
L: ¡Ahí está la frontera! (gritó al ver una alambrada)
M: Ahora Luisita, no mires atrás
Tal como dijo, la cafetera quedo en medio de la carretera, Luisita salió corriendo
sintiendo la presencia del camión, no se giró como le dijo Marce, corrió al igual que lo
hizo él los ojos de los dos vieron perfectamente el camión, lo habían logrado, ambos
corrían, ambos notaban sus latidos desenfrenados, ambos sentían la vida en la otra parte
de la alambrada, hasta que ambos escucharon una detonación, y tras ella a ambos les
llegó la oscuridad
Una pija en la selva 1024
A Amelia la siesta con su hija se le hizo corta, abrazada a ella, soñando que Luisita
bajaba de ese avión con una amplia sonrisa en sus labios, una sonrisa que le llenaba los
ojos de emoción. Pero la voz de su madre finalmente la hizo despertar
Antes de cerrar sus ojos, Luisita llegó ver el gesto de horror de Benigna, todo le pareció
como si ella fuera a cámara lenta, como si todo cuanto pasara por delante de sus ojos
fuera una película, Amelia, su hija, su madre, su novio, finalmente su abuela, una abuela
que la miraba sonriente, con esa misma sonrisa suya, con esa sonrisa con la que un día
se fue. Desde el otro lado de la alambrada, segundos antes a la explosión, Benigna
tocaba con sus pies el suelo que les daba la tranquilidad de estar protegidos, nerviosa
levantó la cabeza y buscó la cafetera, aquel coche donde sus dos amigos llegaban para
como ella salvarse de la locura que habían dejado atrás y volver a casa junto a sus
familias. Su gesto marcó sorpresa al ver llegar el coche a toda velocidad y de repente
derrapar, no pudo evitar ponerse la mano en la boca para sofocar un grito ahogado, su
tensión fue insoportable cuando vio como se abrían las puertas y ambos salían
corriendo, pero nada comparado a la angustia, el dolor y el pánico cuando vio como uno
de los hombres con un lanza granadas disparaba haciendo explotar la cafetera, viendo
como los dos volaban despedidos del suelo cayendo a metros de distancia del lugar, el
sonido de los soldados de la frontera disparando hacia los guerrilleros Benigna no lo
escuchó, tan solo sintió la frialdad de unas lágrimas que recorrían sus mejillas, y un
dolor tan hondo en el corazón que por un segundo, sintió con gesto desgarrado que le
habían atravesado a ella alguna de las balas
El paso del tiempo cuando esperas una noticia tan importante como la que Amelia
esperaba, parecía que lo hacía con lentitud burlándose de ella, y el mismo frío que
notaba a través de la ranura de la ventana donde se había sentado en el sofá, lo sentía en
su alma, quedaba poco pero lo poco que quedaba le estaba pasando tan lentamente que
no sabía ya en que matar ese lento morir de los minutos. Si hubiera estado más tranquila
la reacción de su padre con la niña le hubiera llegado a emocionar, incluso escuchar
hablar a su madre de Luisita con tanto cariño aún sin conocerla, pero estaba tan sumida
en el paso pesado y lento de los minutos que ni siquiera había podido demostrar alegría,
más bien todo lo contrario una profunda tristeza hacia su entorno incluso, agradeció que
se llevaran a la niña para quedarse sola y pensar, algo en ella le decía que quizás estaban
Una pija en la selva 1025
en problemas. Se levantó para ducharse con el móvil tras ella, su cabeza no se detenía,
no podía hacerlo era imposible estar tranquila
Después de la explosión y las balas perdidas, sin dudarlo Massamba, Ngouabi, Yildas,
Dib así como algunos soldados se acercaron a la pareja, cada una a un lado, boca abajo
Marce, de lado Luisita. Los gestos de los hombres eran de pánico, mientras las mujeres
lloraban tratando que los niños no vieran lo ocurrido. Benigna tardó en reaccionar pero
cuando lo hizo comenzó a gritar como loca la presencia de médicos, un par de jeeps
ranchera que hacían las funciones de ambulancias llegaron hasta el lugar de los hechos.
Massamba llevaba la sangre de Marce en su ropa, Yildas con gesto paralizado llevaba la
sangre de Luisita, y Benigna al llegar y ver el estado de ambos, solo pudo susurrar
Eran las ocho de la tarde, junto a Amelia una Cruz algo desesperada se había sentado en
el sofá en silencio pensando cada una en miles de posibilidades, que cuando a una le
parecían lógicas las elevaba en voz alta para tratar de tranquilizar a la otra, aunque nada
podía engañar el corazón al menos podían apaciguar los nervios
A: No entiendo porque no llaman, son las ocho y cuarto y deben haber llegado ya
C: Sí pero te dijeron que el avión salía a media noche (la miró tratando de calmar sus
propios nervios) ¿Qué vas a hacer cuándo esté aquí Luisita? (Amelia la miró sonriente)
A parte de...
A: Yo no he dicho nada ¿eh? (dieron una carcajada) Pues no lo sé Cruz, tendré que
volver a trabajar en el Hospital, y esperar a que podamos volver
C: ¿Con la niña?
A: Sí
C: ¿Te lo has pensando bien?
A: Sí, claro...
C: ¿Luisita piensa igual? (le preguntó tras dar un sorbo a su tónica)
A: Sí, estuvimos hablando diversas posibilidades... yo no soy de ciudad Cruz
C: Pero ahora ya no es igual... hay una niña y... después de esta experiencia... no sé
A: Bueno, en el caso que Luisita no quisiera ir pues tendría que aguantarme y quedarme
aquí
C: Háblalo bien, no vayáis a tener problemas, recuerda que yo tuve que dejar las cosas
claras con Marce
A: Sí, lo recuerdo... aquellas crisis en la distancia (reía)
C: En el fondo tenía razón, aquella zona no es para mujeres y nuestra hija necesitaba de
una madre, ahora no sé que pasará cuando venga porque mi hija, necesita de padre
también
A: Sí (sonó su teléfono y ambas saltaron hacia delante)
C: ¿Quién es? (le preguntó al ver su gesto)
A: Julia (resopló tratando de controlar la modulación de su voz) Hola Julia. Sí. Hemos
quedado a las nueve ¿verdad?, ¿ya?, me estoy arreglando... no estoy con Cruz tratando
de ver si nos llaman y nos dicen algo, ¿de verdad?, te lo agradecería (miró hacia el techo
con actitud cansada) Claro... hasta ahora. Joder...
C: Está pesada
Una pija en la selva 1026
A: Está salida que no es lo mismo (le dijo mordiéndose el labio) Reconozco ese tono de
voz a mil leguas
C: Te estás metiendo en una trampa tú misma Amelia
A: Sí, no te digo que no, pero mira tenemos el avión esperando
C: ¿A cambio de...?
Amelia guardó silencio, ni siquiera hizo el más mínimo movimiento para arreglarse, se
mordía la uña del dedo gordo pensando que era cierto, en un primer momento había
pensado no ir a la cena, dejarla plantada, pero sin embargo la hora de salida del avión le
dejaba poco margen para hacer algo así, no quería ir a cenar pero sabía que su actitud
estaba gustando a Julia que realmente le importaba bien poco si llegaban o no, tan solo
le importaba hacer que Amelia después de todo se mostrara igual de interesada en ella
como si nada hubiera cambiado
A: Voy a vestirme
C: ¿Y si no vas?
A: El avión sale a las doce y ésta es capaz de hacer cualquier cosa con tal de joderme, y
lo que quiero es que estén aquí
C: ¿De verdad crees que se ha creído lo de Luisita?
A: No lo sé, creo que la actitud de Encarna juega a nuestro favor
Horas antes...
Las dos camillas con los dos cuerpos, entraban en el hospital de la ciudad,
ensangrentados, Benigna subida sobre Marce haciendo un masaje cardíaco que le estaba
costando casi la vida, no pensaba en otra cosa que en reanimar el corazón, no sabía
como iba Luisita, tan solo había visto quemaduras en la espalda, y sangre por todo su
cuerpo. Al llegar los médicos consiguieron con la ayuda de Benigna seguir con el
masaje cardíaco, al apartarse sus piernas comenzaron a temblar y fueron los brazos de
Massamba que la había acompañado junto a los demás quien la sujetó
Massamba: Todo ir bien Mami (le dijo mientras le caí una lágrima por su rostro)
En su casa desesperada Encarna trataba de calmar sus nervios, su marido le había dado
de lado en aquella espera, “ella se fue sabiendo lo que hacía ¿no?, pues ahora que
acarree con las consecuencias”, tras aquella frase se dio cuenta de la diferencia que
había entre un padre y una madre, las entrañas donde había dado vida a su hija podían
más que cualquier otra cosa, pedía y rogaba que volviera, le daba lo mismo que junto a
esa mujer, tan solo rogaba con el rosario en sus manos que su hija pudiera llegar sana y
salva
Amelia salía de su habitación con unos vaqueros, botas y una camiseta ceñida, se notaba
su delgadez, y el tono moreno en su piel, francamente se le veía hermosa pero no lo
podía disimular, la mirada opaca demostraba la tristeza que sentía en su interior
Una pija en la selva 1027
En el hospital, lejos muy lejos de aquellas dos mujeres que habían sido engañadas, que
pensaban que todo estaba correcto, los médicos luchaban contrarreloj por ellos, Benigna
esperaba fuera desquiciada pasillo arriba, pasillo abajo, separándose moscas de la cara
Una pija en la selva 1028
con su mano, resoplando sintiendo la pesadez de los tres días en sus piernas,
desesperada ante la falta de noticias, decidió hacer algo
B: Massamba acompáñame por favor, necesito poner al día a Quintero, debe saber esto
Massamba: Sí mami
Se habían marchado juntas de casa de Amelia, a Cruz le había dejado el taxi en la puerta
de su casa, Amelia continuaba rumbo hacia su cita, por su cabeza miles de imágenes,
miles de ideas, y de pronto, una solución
Eran las nueve y media, Julia movía los dedos nerviosa sobre la mesa, su gesto poco a
poco fue cambiando cada vez que la puerta se abría pensaba en verla entrar, con esa
melena al viento que la volvía loca, estaba maravillosa y tenía tantas ganas de estar con
ella que había tenido que prepararse para cenar en un restaurante y no ir a por el postre
directamente en la habitación. Aquel retraso en ella no era lo habitual, nunca llegaba ni
un minuto tarde, y en esa ocasión lo hacía media hora, llamó al móvil sin querer
aparentar desesperación carraspeó para dar la impresión de tranquilidad, tan solo le
haría ver preocupación por ella
Diez minutos después su móvil sonaba, en la pantalla veía el nombre de Amelia, sonrió,
hacía efecto sus llamadas, volvía ver como sus influjos sobre ella esa sonrisa hasta
cierto punto maquiavélica le iluminó el rostro
Tras colgar la sonrisa de Amelia fue tremenda, apoyó el teléfono sobre la barbilla y
siguió mirando por la ventanilla la luna hermosa a pesar de taparla alguna nube oscura y
querer menguar su magia, para ella tan solo pensar que al día siguiente podría
compartirla con Luisita le daba la sensación de bienestar, de profundo alivio
El taxi paró y Amelia bajó con los nervios habituales cada vez que se detenía ante las
puertas de aquella casa, tocó el timbre y una compungida sirvienta le abrió la puerta
A: Hola... espero que no sea muy tarde... ¿puedo hablar con Encarna?
Angustias: Pues no lo sé (le dijo con dudas)
A: ¿Podrías preguntarle? (la miró con cierto malestar)
Angustias: Espere aquí
Al verla en ese estado no pudo reprimir un cierto malestar en la boca del estómago sin
saber muy bien a que era debido. La siguió tras una mirada juiciosa, Amelia se quedó
esperando en el pequeño despacho, allí había una fotografía que al verla le dolía el alma
sus ojos se entrecerraron un poco, allí con su sonrisa a pesar de algo triste, estaba
Luisita con un chico, la tenía abrazada por la cintura, odió al chico, odió aquellas manos
que la tenían sujeta, le hubiera gustado arrancar aquel maldito retrato y echarlo a la
basura. Sin embargo el sonido de la puerta le hizo girarse. Encarna la miró iba vestida
que se notaba venía de alguna cita importante, y eso le provocó un grave pellizco en su
Una pija en la selva 1030
corazón. Se miraban desafiantes. El silencio se instauró entre ellas. Amelia tragó saliva
sintiéndose muy incómoda pero quería probar por última vez antes de que llegara
Luisita, quería solucionar sus problemas con su suegra
A: Hola
En: ¿Qué quieres?
A: Venía a hablar con usted, he estado hablando con Julia
En: Imagino (le dijo mirándola de arriba a bajo)
A: Mire Encarna por favor... Luisita va a llegar y no me gustaría que se encontrara con
esta situación
En: Puedo decirte una cosa Amelia
A: Claro (sonrió con cierto temor por su gesto, entonces vio lágrimas y en sus ojos y su
sensación fue peor) Dígame
En: Te ruego que después de esto, no te acerques a mi hija... que te quedes con Julia o
con quien te dé la gana, pero te agradecería que dejes a mi Luisita tranquila
A: He venido para tratar de hablar con calma, creo que está sacado unas conclusiones
precipitadas y equivocadas
En: Ya... veo lo que te importa mi hija
A: Mucho, más de lo que usted puede imaginar
En: Me gustaría que por favor te marcharas de mi casa
A: Encarna... mañana cuando venga Luisita no me gustaría que pasara un mal momento
por usted, y por mí (la miraba fijamente quería terminar con aquella estúpida para ella
postura en su contra) No quiero que Luisita llegue y vea que estamos mal
En: Luisita no lo va a ver (le dijo con tanto dolor, con tanta rabia que Amelia sintió
como si ante de que hablara le quitaran el alma con un arañazo) Está muy grave y no sé
si llegará con vida aquí
A: ¡Qué! (la miró incrédula y con tono de sorpresa le preguntó con una media sonrisa
irónica) ¿Pretende que me crea eso?
En: Lo único que pretendo es que te vayas de mi casa, ¡y que te vayas ya!
Massamba: Mami
B: Dime Massamba (sus ojos estaban hinchados de llorar, unas profundas ojeras de
cansancio se marcaban en su rostro)
Massamba: Decirme que Quintero estar al teléfono
B: Vamos...
Corrieron por los pasillos, a pesar del cansancio acumulado, a pesar de seguir con su
ropa mugrienta por el sudor, la sangre y el penetrante olor a cloroformo sus piernas se
mostraron ágiles para cruzar pasillos y llegar desesperada hasta el teléfono
su corazón sin embargo se volvió ágil en latidos seguidos y el golpe de aquella noticia
fue como si el puño de un boxeador le golpeara la boca del estómago y la dejara sin aire
Con sus manos apretando el teléfono Benigna escuchaba atentamente lo que Quintero le
decía, de vez en cuando abría sus ojos pero no hablaba. Al colgar, suspiró, se mostró
nerviosa, pensativa y finalmente le dio una orden a Massamba para que reuniera a todos
en el hospital
Cuando llegaron, las mujeres se les notaba la tristeza, Nmaba con su viejo perro que
trataba de cazar las moscas perdidas, las demás con el temor a lo que mami pudiera
decirles. Todos afectados porque sabían que de una manera u otra estaban a punto de
despedirse de ellos
Una pija en la selva 1032
B: La verdad que esto es una de las cosas más duras que voy a hacer, pero... sé que
entenderéis que lo haga, y no quería irme sin deciros que sois mi familia y que voy a
viajar con ellos hasta Madrid, tenemos en una hora un avión preparado para estos casos,
pero os prometo que volveré porque no quiero vivir sin vuestra compañía (trataba de
aguantar las lágrimas pero la emoción la embargaba)
Massamba: Mami... nosotros esperar
B: Os voy a echar de menos (dijo ya llorando) Muchísimo
Después de decir las palabras las lágrimas inundaron su rostro, uno a uno fueron
abrazando a la gran mami, a esa mujer que les había enseñado a hablar otro idioma, a
mostrar una sonrisa a pesar del mal tiempo, a cuidar de sus mujeres, a contar historias
de amor, esa mujer que había pasado noches curando a sus mujeres, cuidando de sus
hijos o simplemente tratando de explicar a los hombres porque en otros países se vivía
mejor. Esa mujer que había conseguido a través de los seis años que compartían la
aldea, ganarse primero el respeto pero sobre todo el inmenso cariño que en cada abrazo
que daba a su despedida notaba en esas gentes. Fue tremendo cuando se abrazó a Lula,
la muchacha lloraba sin cesar, no podía evitar sentir tanto miedo, para ella Benigna
había significado todo, era como una madre, y aunque estar junto a Massamba era lo
mejor que había descubierto, Benigna era quien le daba la paz, el equilibrio
Mientras Amelia seguía en casa de Luisita, le parecía tan injusta la actitud de Encarna
que se había negado a marcharse, le había gritado poco le importaba, le había exigido
saber, hasta que la desesperación era tal que la cogió de los brazos, la plantó delante
suya y le exigió con furia que le dijera la verdad, a lo que Encarna contestó con voz
helada
Los ojos inyectados de locura de Amelia a pesar de tratar por todos sus medios de
tranquilizarse, se clavaron en los temblorosos de Encarna, Amelia la estaba poniendo en
la cuerda floja, su coraje le estaba haciendo flaquear. Tras suspirar como quien al
hacerlo encuentra las fuerzas suficientes como para seguir viviendo, le habló sin a penas
mirarla
Una pija en la selva 1033
En: Gracias a tu amante... había una pista para esta noche a las doce de allí, por
mediación de un amigo de la embajada de España en Sudan los traerán, el estado de
ambos es grave, les explotó una granada en el coche y llevaban gasolina, les alcanzó y
vienen mal
A: No (cerró los ojos con dolor notando como el pecho le daba un fuerte calambrazo)
En: Y ahora por favor vete de mi casa, no quiero volverte a ver
A: Sé que no le importa, pero a mí sí, necesito a Luisita así que ni se le ocurra hacer
algo que trate de alejarla de mí. Esto no va a quedar así
Abandonó la casa temblando no por el frío que hacía en la helada noche de Madrid, sino
por el miedo, las lágrimas se congelaban en sus mejillas y los pies le pesaban como si
hubieran metido en sus botas toneladas de peso. No sabía que hacer, estaba perdida en
la calle, necesitaba un abrazo, ese abrazo que si estuviera a su lado sabría como dárselo
Luisita, su sonrisa se formó en el frío vaho que salía de su boca entre abierta por el
dolor, por la pena, no podía pensar en otra cosa que fuera Luisita, y su Luisita no sabía
que le pasaba, en que estado se encontraba, que heridas podía tener. Pensó en Cruz,
detuvo un taxi y se fue hasta su casa. Al llegar la cirujana abrió con un nudo en su
garganta, con los ojos repletos de lágrimas y sin decir nada se abrazaron las dos
rompiendo a llorar
A: Cruz
C: Lo sé
A: No puede ser
C: Dios mío Amelia...
A las doce de la noche, un avión tomaba pista, una vez cumplidos todos los requisitos,
subían a Marce y Luisita, tras ellos una Benigna completamente destrozada por lo que
dejaba atrás, y aturdida por lo que sucedería en las próximas horas. Los médicos
tomaron todas las precauciones, se sentaron mientras el avión tomaba altura, y una vez
en el aire siguieron trabajando
B: Aguantar... ya volvemos a casa chicos... volvemos a casa (les dijo a Marce y Luisita
con un leve puchero en su barbilla)
Había pasado media hora desde que Amelia se había marchado de su casa, Encarna no
había podido acostarse, su marido tampoco, desde que se había enterado por casualidad
al escuchar hablar a Encarna con su mejor amiga contarle la locura que había cometido
en África su hija junto a esa otra odiosa mujer llamada Amelia, había trazado una línea
donde no había cabida para su hija, pero una cosa era aquella línea, otra que Luisita la
hija risueña y aparentemente feliz iba en una avión debatiéndose en estado grave entre
la vida y la muerte. Cada uno en una sala, cada uno en un lugar de la casa, Antonio con
una copa de Coñac, Encarna con un pañuelo en su mano, y es que desde su marcha la
casa se había quedado más en silencio que nunca
Sonó el timbre de la puerta, ambos salieron de sus lugares diferentes para ver quien era,
la hora les hacía pensar que podía ser alguien que les llevaba noticias sobre el estado de
Luisita o el avión. Angustias pasó y tras ella Rosario con gesto compungido, se dirigió
hasta Encarna y la abrazó, la mujer necesitaba aquel abrazo
Una pija en la selva 1034
Rosario: Tenemos que hablar Encarna... los tres tenemos que hablar
Los nervios, los paseos de un lado a otro en la casa de Cruz, las llamadas, las
informaciones contradictorias, los llantos, ambas perdiendo el control. Pero no estaban
solas hasta su casa se había desplazado Claudia, por su cuenta también trataba de
averiguar pero sobre todo trataba de tranquilizar, mantener la cabeza fría y ver las
mejores soluciones ante los problemas que se venían encima
Una vez sabían el estado de ambos, y que Benigna venía con ellos sabían que no podían
hacer otra cosa que esperar, esperar las trece horas de viaje, Amelia desesperada sin
saber que hacer, si volver a casa de Encarna o al aeropuerto y secuestrar la ambulancia
Habían pasado nueve horas, Claudia sabía que se iban a enfrentar a algo serio y se puso
manos a la obra. Estaban desayunando algo, un café y unas tostadas tras una ducha y
tratar de tranquilizarse
Claudia: Nos tenemos que preparar, Cruz si quieres operar a Marce no voy a dejar que
lo hagas en un estado así
C: No tengo apetito Claudia
Claudia: Me da igual. ¿Y tú qué estás tramando que pones ese gesto? (le dijo a Amelia)
A: Secuestrar la ambulancia cuando suban a Luisita
Claudia: ¡Dios! (susurró negando con la cabeza)
A: En serio... y luego ya dirán, pero no voy a dejar que me separen de ella
C: Madre mía (murmuró mirándola con temor mientras negaba con la cabeza, sabía que
era capaz de ello)
Claudia: Deberíamos tranquilizarnos, ¿Maes está bien?
A: Echando de menos a Luisita, ¿y qué le voy a decir ahora? (la miró con los ojos
repletos de lágrimas) ¿Cómo le digo que Luisita viene mal y quizá no la vuelva a ver?,
¿cómo le digo que su madre puede quedarse ciega? (se mordió el labio a punto de llorar)
C: Amelia de la misma manera que yo voy a decirle a la mía que su padre se puede
quedar paralítico
Claudia: Bueno... vamos a esperar ¿de acuerdo?, no vamos a adelantar
acontecimientos, los diagnósticos de allí no van a ser los mismos que aquí
principalmente porque aquí tenemos los aparatos que realmente nos dirán lo que tienen
C: Eso es lo que me asusta, que si con lo que ellos han explorado y visto me dicen esos
dos diagnósticos, lo que podemos encontrar aquí sea mucho peor
A: Solo pido que viva, me da igual como pero quiero a Luisita a mi lado...
Claudia: Bien... sabemos que el avión ya lleva nueve horas de vuelo, si os parece bien,
os arregláis y nos vamos al Hospital
A: Yo no lo sé... porque igual... joder (cerró los ojos con una rabia incontrolada) Yo iré
al aeropuerto
C: Amelia por favor lo último que necesitamos ahora son problemas, trata de ser
sensata
A: Lo de la sensatez tendrás que decírselo a ella, solo faltó que me arrodillara y ni por
esas entró en razón
Claudia: Bueno... a ver yo creo que Encarna entrará en razón, de todos modos lo mejor
es estar en el Central. Desde allí podemos saber hacia donde va la ambulancia que lleve
a Luisita ¿vale?
C: Por mí bien (dijo abatida mirando al vacío)
A: Por mí también, ¡mierda! (renegó con toda la rabia del mundo)
El avión cruzaba los cielos, las nubes de diferentes países, llegaba al mar y los ojos de
Benigna no se separaban de los monitores de ambos, de los cuerpos de ambos, de su
propia pena, atrás quedaban tantas cosas su gente, Bárbara, su perro, pero no podía dejar
que aquellos dos cuerpos fueran solos, si alguno despertaba necesitaba escuchar la voz
amiga, aunque era prácticamente imposible porque iban intubados y le habían asegurado
que el estado era grave, para que seguir mintiéndose, precisamente eso le había hecho
Una pija en la selva 1036
volar con ellos, si morían quería estar a su lado, al lado de dos mujeres que eran para
ella como sus hijas para darles el apoyo que estaba segura necesitarían, pero ella que era
mujer optimista por naturaleza, tan solo pensaba en que algún día volvería y podría
reencontrarse con su gente, volvería a abrazarse, sonreír, o sufrir, pero volvería. Suspiró
cerrando los ojos con terrible gesto de pena
Llegaron al Hospital donde Sam la Recepcionista de pelo canoso, con acento argentino
y gafas subidas a su frente, al verlas salió para abrazarlas, ya todo el mundo lo sabía,
todos estaban esperándolas con cierto temor por como estaban de ánimo. Para la
recepcionista su ojo derecho de siempre a pesar de coincidir poco en el Hospital, era
Amelia, a ella la estrechó con más fuerza
Entonces sus ojos sin remedio se llenaron de lágrimas, ¿podría Luisita volver a
trabajar?, ¿podría recuperar lo que había perdido?, una angustia llenó su interior y fue
Cruz quien la hizo entrar y sentarse, mientras parecía que se iba a ahogar, con la ayuda
de Cruz y Claudia, pudo superar su ataque de ansiedad
La hora siguiente pasó con lentitud, seguían esperando noticias, Cruz como Directora de
urgencias del Central, había preparado todo para atenderlos, tan solo sabían por encima
su estado, y lo que sabían era descorazonador teniendo en cuenta que debían llegar
vivos en avión, enfrentar 13 horas de vuelo todavía complicaba todo. La puerta se abrió
y apareció Sam, con su gesto de bonanza y unos cuantos cafés, las conocía eran médicos
y no necesitaban tilas, sino café
C: Gracias Sam
SaA: Traté de hablar con la cúpula de MSF, me dijeron que fue Julia la que consiguió el
avión
C: Ya
A: Eso no es cierto, el avión lo consiguió Encarna, ella solo la pista
Claudia: Tampoco seas tan tiquismiquis Amelia (le dijo un tanto cansada de sus
objeciones y pensamientos, se notaba que estaba fuera de si)
SaA: Parece ser que vienen hacia acá
A: ¿Quién? (la miró seria)
SaA: Ya sabés, esos buenos para nada que no sea figurar en la tele
C: Era lógico Amelia, así que... paciencia (llamaron a la puerta) Adelante
Rosario: Hola Ameliarena, Cruz, Claudia, Sam
Entró Rosario acompañada de su marido, tras él, una Encarna con ojeras pronunciadas,
con semblante serio y por primera vez Amelia conoció al padre de Luisita, a ése hombre
del que su hija hablaba más bien nada. Los miró con dolor
SaA: Bueno... luego nos vemos (la mujer salió pensando “Meu Deus se puede cortar la
tensión... mi Maquita va a estallar, si fuera creyente rezaría”)
Rosario: Ameliarena hija (la abrazó)
A: ¿Y Maes?
Rosario: He llamado a la tía María, la he dejado con ella he creído que aquí hacíamos
más falta. Cruz te presento a Encarna y Antonio, los padres de Luisita
C: Encantada
A: ¿Qué hace aquí? (se acercó a Encarna)
Rosario: Ameliarena (le advirtió su madre)
A: No sé a que cojones viene, pero solo le digo una cosa (con su clásica postura
desafiante, con las piernas algo abiertas, su ceño fruncido, sus ojos algo entrecerrados y
con la voz tranquila pero fuerte, segura de todo cuanto le iba a decir, prosiguió) Haga lo
Una pija en la selva 1038
que haga Luisita va a estar a mi lado, nada ni nadie lo va a impedir. Aquí están los
mejores médicos, y para Luisita quiero lo mejor
Rosario: Ameliarena (trató de frenarla)
Claudia salió tras ella, negando con la cabeza, la detuvo en el pasillo justo cuando
vieron como llegaba Sam corriendo hacia ellas
A: ¿Qué pasa?
SaA: ¡Maquita!, mi dulce, la puerta está llena de periodistas
A: Joder...
SaA: Y tengo una noticia para ti (sonrió)
A: ¿Qué?
SaA: No tenés que secuestrar la ambulancia, tu Luisitacita viene acá, tu mamá me lo
confirmó
A: ¿Cómo? (la miró algo aturdida)
Claudia: Anda vamos... vamos a la terraza necesitas aire. Gracias Sam
En el hall, nerviosos, todo preparado, los quirófanos, los compañeros, los de seguridad
avisados para que alejaran a los periodistas, Rosario, Pedro, Encarna y Antonio, con la
representación de MSF esperando en el pequeño hall de la UCI, todo bajo control y todo
descontrolado para Cruz y Amelia. Sam luchando con las llamadas de las cadenas de
televisión, de radio, paseos arriba, paseos abajo, las enfermeras esperando ansiosas
porque Marce era uno de esos médicos que para ellas no olvidan, y saber en el estado en
que llegaba a todas les producía cierta preocupación, y las ganas enormes de que todo
saliera bien
La primera ambulancia llegó, sabían que era Marce, Raúl apartó de un golpe a un
periodista que trató de sacar una fotografía, con precaución pero a toda velocidad la
camilla de Marce repleto de cables, intubado, y con un monitor sobre sus pies pasó
volando recepción, dentro ya le esperaba Cruz, que al verlo sintió el impacto brutal del
terror
H: ¡Déjame a mí Cruz!
C: No hay tiempo que perder... ¡vamos!
Su rostro quedó tan impactado como el de Cruz, Luisita llegaba igual que Marce solo
que ella además llevaba los ojos vendados, y heridas en la cara, Amelia no se pudo
mover hasta que la camilla había pasado, el impacto fue tan brutal como lo había sido
segundos antes para Cruz
Una pija en la selva 1039
Entró en el box, se puso junto a Aimee, Claudia también, y mientras Aimee pedía
pruebas sin cesar y la habían pasado a la camilla, Amelia se precipitó hasta el cuerpo de
su mujer abrazándose a ella, rompiendo a llorar mientras la llamaba
Al salir, se apoyó contra la pared la frente, los cortes en su cara, la venda en sus ojos, el
pelo recortado torpemente, las heridas en sus brazos, no pudo evitar sentir que el mundo
se le venía encima, pero una voz parecía llegar para rescatarla
B: Amelia...
No hicieron falta palabras, tan solo un abrazo y un llanto descontrolado por ambas
partes, una imagen desgarradora de dos mujeres por Luisita, que llegó al corazón de
Encarna que veía la escena rota por su propio dolor y sufrimiento
Las pruebas dieron los peores presagios, a Luisita una vez reconocida decidieron que
había que operarla de su tobillo izquierdo el cual tenía los ligamentos rotos, las heridas
habían sido bien limpias sin embargo se llevaron a un aparte a Amelia y sus padres para
explicar bien la lesión que más les preocupaba
B: Amelia cariño... ya has escuchado a Aimee, tienes que ser fuerte ¿sí?
A: Luisita es la fuerte Benigna... yo no (susurró abatida abrazándose a ella)
B: Vamos pequeña... todo irá bien
SaA: Benigna te conseguí algo de ropa para que te acomodes (le entregó su maravillosa
sonrisa)
B: Gracias Sam
SaA: ¿A vos le importa que hablemos?
B: No. Amelia ahora vuelvo
Una vez Luisita en la UCI les dejaron que pasaran a verla, Amelia miró a Encarna y con
más o menos gracia le hizo una señal para que pasara. Rosario se había quedado con
ella y habían decidido acercarse a ver si Claudia les informaba sobre la operación de
Marce. Amelia se asomó al quirófano para hacerle una señal y que saliera
A: ¿Cómo va?
Claudia: La lesión es grave pero Cruz está convencida que la van a reducir
A: Ya... seguro que lo logra (dijo con desgana ante la mirada de pena de su madre)
Claudia: Oye Amelia, ¿por qué no descansas un poco?, Luisita está fuera de peligro y
va a estar vigilada
Rosario: Eso le he dicho yo pero no hay manera hija, no me hace caso
A: No voy a separarme de Luisita, no ahora
Claudia: Precisamente ahora es cuando puedes Amelia, la niña también te necesita
A: No Claudia. Cuando termine la cirugía por favor decirme algo (su gesto era más
apenado que cansado, pero se le notaba tan afligida que levantaba la preocupación en
todos)
Claudia: Va para rato Amelia
A: ¡Menuda mierda!, ¡no sé porque cojones me tuve que venir!
Rosario: Vamos hija de nada sirve eso ahora, es una manera tonta de castigarte, lo que
tienes que hacer es tratar de estar lo más relajada posible, ¿vale?
A: Ya... ¿y eso cómo se hace? (la miró desesperada)
Rosario: Estando al lado de tu mujer, apoyándola y demostrando que la amas de
verdad, pero también descansado, lo necesitas
A: ¿Por qué no se la llevó? (le preguntó al entender que hablaba de Encarna)
Rosario: Digamos que tuvimos una charla intensa
A: Gracias (le sonrió)
Rosario: De nada hija, es lo menos que puedo hacer
A: Ahora tiene heridas en la cara y con esa venda no se aprecia... pero... es tan guapa, es
tan maravillosa mamá
Rosario: Lo veo en tus ojos (sonrió) Vamos
Cuando Amelia llegó Encarna aún estaba dentro, al no ver a Benigna decidió irse hasta
la cafetería, necesitaba un café bien cargado y un rato de soledad para asumir todos los
cambios que iban a darse en su vida, desde ese preciso instante
Una pija en la selva 1041
Mientras, la operación de Marce seguía, Cruz, Javier y Héctor, trataban de remediar una
lesión irreversible, iban por buen camino pero esa clase de cirugías nunca se podía
mostrar seguridad
Al llegar Benigna, buscó con la mirada a Amelia pero no estaba, sí lo hacía una Encarna
ojerosa, llorosa, bien instruida por Sam llegó hasta su lado, le sonrió como solo Benigna
sabía sonreír
B: ¿Puedo?
En: Claro
B: No nos han presentado pero soy Benigna, he estado con su hija desde que llegó
En: Sí, lo sé, ella me habló de usted
B: Por favor tuteémonos ¿no te parece?, al fin y al cabo compartimos algo hermoso y es
el inmenso cariño que siento por Luisita
En: Está bien
B: ¿Quieres un café?, ¿una tila, algo? (la miraba con distancia)
En: No gracias, no me pasa nada...
Hubo silencio intenso, donde tan solo se escuchaban los sonidos de pisadas que iban y
venían a través del pasillo donde esperaban
En: Supongo que me vas a vender a Amelia como la mujer de la vida de mi hija
B: No, yo no tengo que vender nada, a todo caso lo único que puedo hacer es hablarte
de la felicidad de Luisita en la Selva, nada más (le dijo convencida)
En: Las ideas estúpidas de mi madre (dijo con rabia) Ella siempre diciéndole tienes un
corazón tan grande que serías una estupenda enfermera
B: Pues tu madre dijo una gran verdad, la conocía bien
En: ¿Qué quieres decir? (la miró con el cejo fruncido)
B: Mi madre murió cuando yo era muy joven, tuve el ejemplo de las madres africanas
toda mi vida, la libertad en el pensamiento es algo impresionante, aunque si bien es
cierto las leyes machistas cortan esas alas, al fin y al cabo tratan de que sean libres.
Cuando conocí a la madre de Amelia, Rosario, con todos sus prejuicios por la vida de su
hija, me alertó, porque como decía una vieja mami africana, los llevamos en nuestras
entrañas, los parimos, los educamos, pero su vida es suya (recalcó la palabra) Y hagan
lo que hagan las madres estaremos a su lado porque han estado en nuestras entrañas y
eso no hay nada más que la mala fe lo que puede separar a una madre de su hijo. Viene
a decir que Luisita ha sido muy feliz junto a Amelia, lo puedo asegurar, la he visto reír,
llorar, disfrutar, todo junto a Amelia, Amelia no era una mujer fácil, es de armas tomar,
pero Luisita ha sabido domarla, y yo creo que tú eres inteligente, todo cuanto hagas para
separarla de Amelia, irá en tu contra porque cuando el corazón está entregado no le
importa derribar los muros que a su paso levanten, y yo sé que... la quieres y mucho, me
lo dicen tus lágrimas
En: ¿Y si se queda ciega, crees que ella no huirá?
B: Bueno esa pregunta si conocieras a Amelia sobraría. De todos modos, yo no voy a
venderte a Amelia. ¿Un café? (le sonrió)
Con el abatimiento que se le clavaba en el alma día tras día desde que se había separado
de Luisita, Amelia deambulaba por la terraza del Central, era su sitio favorito cuando
Una pija en la selva 1042
debía pensar. Y allí estaba viendo el atardecer con un café en su mano y la mirada
perdida en el horizonte. Una voz le sorprendió, y se giró
Cuando Cruz salió de quirófano, lo hacía con el gesto cansado, pero al mismo tiempo
más sereno que cuando entró, tras siete horas habían intentado reducir al máximo los
daños que podían quedarle a Marce tras el ataque. Al salir se encontró que la esperaba
sentada Amelia, su cara no era mucho mejor sabía que apreciaba mucho a su marido y
que sin duda lo que estaba mostrando era una preocupación sincera y emotiva dentro de
la poca expresividad que solía demostrar Amelia
A: ¿Qué tal ha ido? (le preguntó entregándole una taza de café que había preparado para
ella)
Una pija en la selva 1043
C: ¡Uf! (resopló al sentarse) Gracias. Creo que bien hemos descomprimido las vértebras
lumbares con lo que el daño en la médula lo hemos podido evitar, pero ya sabes... hasta
que no baje toda la inflamación (negó cerrando los ojos con cierto abatimiento)
A: ¿Por qué no te vas a casa?
C: No podría. ¿Por qué no te vas tú? (le preguntó con sonrisa triste)
A: Tampoco podría, necesito ver a Luisita, tocarla, sentirla he pasado mucho miedo
Cruz, nunca me había sentido así
C: Lo sé (sonrió)
A: Ya verás como todo va a salir bien y un día nos reiremos de esto
C: ¿Y las lesiones de Luisita?, Aimee me comentó algo pero...
A: Tiene fracturado el tobillo, y los ligamentos, eso no me preocupa, lo preocupante es
la lesión en los ojos
C: Sí, bueno vamos a ser ambas optimistas dependemos del tiempo ahora es nuestro
aliado
A: O enemigo
C: Prefiero que sea aliado (ambas sonrieron con tristeza) ¿Qué tal con Encarna?
A: No me mira, me omite, y ni te cuento el padre de Luisita, me fulmina con la mirada
en cuanto aparezco
C: ¡Pues sí qué estamos bien!
A: Mi madre fue quien la convenció de que la dejara aquí (dio un corto sorbo a su taza
de café contrayendo la barbilla)
C: ¿Tu madre ha cambiado mucho, no? (le preguntó frunciendo el ceño)
A: Ya te digo. ¡Ah!, y acabo de tener un drama con Julia, la idiota pretendía volver
conmigo, ¿cómo pude estar tan mal por su culpa?
C: Creías estar enamorada, te decía que un burro volaba y lo creías
A: Sí, pero no lo estaba, ahora sí lo estoy (sonrió)
B: ¡Cruz! (llegó la mujer con gesto de pena)
C: Benigna (se levantó y se fundió en un abrazo que a Amelia le emocionó)
B: ¿Qué tal ha ido?
C: Bien (le contestó sin poder evitar algunas lágrimas con ella, Amelia se puso en pie
acariciando su espalda)
B: Nos salvaron la vida, no dudaron en poner su vida en riesgo por nosotros (las miraba
emocionada y orgullosa) Sólo por eso estoy convencida que todo va a salir bien, no os
preocupéis
Como estaba en medio de ambas, no dudó en dar lo que en ese momento tan solo
puedes dar, un abrazo de apoyo a ambas, de presencia, de tremendo cariño que sentía no
solo por ellas que en ese instante lo necesitaban, sino, por quién para ella habían sido
dos compañeros, dos amigos, casi dos hijos
Habían pasado cerca de cuarenta minutos desde que Amelia dejara a Cruz que se
duchara, tumbará un rato, ella se había quedado sola en la puerta de la UCI, no sabía
dónde estaba su suegra, ni tampoco tenía muchas ganas de preguntar. A Benigna se la
habían llevado Rosario y un Pedro que debía volver a Jerez, sin poderlo aplazar. De esa
manera, ambas mujeres se habían quedado solas en casa con Maes, Benigna pudo
disfrutar de la niña, sus sonrisas, sus lloros, y así todavía sentía más añoranza por lo que
había quedado atrás
Una pija en la selva 1044
Rosario: Sé que me he comportado bastante mal con mi hija mucho tiempo, y sé que
cuando debí estar a su lado no lo estuve, también sé que tú fuiste quien la ayudó y
quería darte las gracias por eso (le dijo de pronto Rosario como si callarse le hiciera
sentirse mal)
B: Amelia es una persona excepcional, quizá no deberías darme a mí las gracias de que
esté así tan centrada, deberías agradecerlo a la mujer que tiene a su lado, a Cruz quien la
levantó cuando peor estaba, a todos y cada uno de los componentes de la familia que
éramos en la aldea. Ella solo recibió lo que se ganó, un inmenso cariño por parte de
todos
Rosario: Tienes razón, estaba ciega por la situación que sin querer me había impuesto
Amelia con su vida, no podía entender que a mi hija le gustaran las mujeres y... me ha
costado un tiempo adaptarme a eso, pero te aseguro Benigna que he aprendido la
lección, veo a Encarna y me veo a mi misma, no es fácil
B: Con Encarna Amelia va a tener que desplegar todos sus encantos y aún así, veremos
Rosario: Yo la entiendo, y sé que necesita tiempo
B: Sí, en cuanto veáis lo enamoradas que están... (sonrió) Todo será distinto, ya lo verás
Rosario: Espero que Luisita se recupere
B: Yo también, porque tal y como es ella, si no recupera la vista... no sé que va a pasar
Rosario: ¿Qué quieres decir?
B: Luisita es muy responsable, sabe que para Amelia África es su vida, y si no puede
acompañarla... (se calló pensativa Rosario puso un gesto de cierta preocupación) No sé
prefiero esperar
Rosario: Amelia no se irá sin ella
B: Pero no sé como reaccionará Luisita
Por fin cuando salió una enfermera de ponerle un nuevo gotero a Luisita, Amelia entró,
lo hizo con un nudo en la garganta, con una sensación de miedo que la desbordaba, allí
en la cama con el rostro desfigurado, con los ojos vendados, intubada, repleta de
goteros, con aquel sonido necesario de vida que cada segundo penetraba más y más el
alma de Amelia, del corazón de su mujer, se encontraba una desfigurada Luisita. La
había podido besar al verla en el box, pero en ese instante que se acercaba a la cama
sentía deseos de quitar todos los tubos, los goteros, arrancarla de aquella máquina y
llevársela lejos, volver a crear juntas el espacio que la cabaña les había dado, compartir
los amaneceres y atardeceres, la pasión, la ternura, la compañía, ahora que la tenía allí y
que le rozaba con suma ternura su mano, en ese momento se daba cuenta de lo que
echaba de menos su compañía, su voz, su sonrisa
Terminó por sentarse en el taburete que tenía junto a la cama, mirándola fijamente,
tratando de reconocer en aquel rostro con heridas y desfigurado a su Luisita. Tras una
exhalación profunda que le dio muestras de lo mucho que le dolía el alma se levantó un
poco del taburete para besar el trozo de frente que quedaba libre del vendaje, le habían
cortado el pelo y sonrió al pensarlo. Estaba segura que su pija se iba a enfadar. Se
volvió a sentar tomando con cuidado su mano por los goteros
A: Hola mi vida, ha sido insoportable todo este tiempo sin ti, no verte, no poder
disfrutar tu sonrisa (hizo una pausa para poder seguir hablando sin lágrimas) Maes está
ansiosa por estar contigo, en cuanto estés despierta la traeré aquí, se lo he comentado a
Cruz. Ah Marce está fuera de peligro mi amor, ya me contó Benigna que sois dos
héroes y me voy a poner celosa ¿eh?, que mi patosa preferida haya hecho esto es para
Una pija en la selva 1045
sentirte muy orgullosa vida mía, y lo estoy, pero al mismo tiempo me siento tan
culpable, lo siento, no debí dejarte sola, no debí dejarte (volvió a hacer una pausa un
poco más larga que la anterior porque las lágrimas estaban empeñadas en salir y ella no
quería) Te quiero tanto mi vida... necesito que te pongas pronto bien, te necesito Luisita,
Maes y yo no sabemos vivir sin ti. Ah... y tú tranquila que ya te dije que no habría
problemas con tu madre, lo ha pasado muy mal, así que cuando despiertes imagino que
lo harás con más tranquilidad de saber que está a tu lado (nueva pausa, nueva
exhalación, y las lágrimas recorriendo su rostro) No lloro cariño, es que... tengo tanta
alegría de poder tocarte, mi niña... mi amor no vamos a volvernos a separar, siempre
juntas cariño, ahora voy a cuidar de ti y en cuanto te pongas bien, iremos a algún lugar
tú y yo solas a descansar, a recuperar el tiempo que nos han robado de estar juntas. Te
quiero Luisita... ¿lo sabes verdad mi amor?, te quiero con locura como no he querido a
nadie
Entonces apoyó su mejilla sobre la mano de Luisita cerrando los ojos sintiendo como
todo su interior se resquebrajaba entre el dolor de saber lo que ocurría, y la felicidad de
tenerla a su lado, entre el miedo a lo que iban a tener que enfrentarse y la calma de
poder llenarse de ella, entre el pánico a perderla y el valor por luchar por ella. Suspiraba
entre sollozos que no quería que pudiera Luisita escuchar, y sin darse cuenta una figura
salía entre la penumbra de la habitación, Encarna había pasado desapercibida para
Amelia, la mujer se había apoyado en la ventana y en silencio había visto toda la escena,
toda la ternura con la que le acarició, con la que la miraba luchando por no llorar, como
la besó, como cuantas veces hizo falta cerró sus ojos y suspiró para no fallar, había sido
testigo en silencio de una declaración de amor. Y allí en la habitación tan solo se
escuchaba el sollozo ahogado de Amelia llamándola junto al pitido de la máquina, junto
a sus propios latidos acelerados. Tan solo fue capaz de pasar por detrás de Amelia sin
decirle nada, abandonando la habitación con un nudo en la garganta
Durante la noche, Amelia se paseó por los pasillos, se encontró con Cruz que estaba
junto a Marce en la habitación siguiente, estuvieron juntas, viendo posibilidades para
uno y para otra, hablando para tratar de soportar mejor el dolor, estuvieron un rato con
Marce, otro con Luisita, recordaron anécdotas, sonrieron y lloraron juntas. Era una
manera de compartir el dolor que ambas estaban sufriendo
A los dos días, Aimee entró a la habitación allí a un lado Amelia, al otro Benigna, les
sonrió y se dirigió hasta Luisita, la reconoció y una vez mirado su historial habló con
Amelia
A: Creo que vamos a proceder a despertarla Amelia, quiero saber como reacciona
A: Vale
A: ¿Estás preparada?
A: Sí, claro
A: Va a ser duro
A: Lo sé
A: Tendrías que hablar con su madre, esta mañana ha venido desesperada a mí, creo que
no asimila lo que le ha pasado
A: Trataré de hablarle, sí (decía como si pensara en otra cosa)
Una pija en la selva 1046
En ese momento Encarna entraba en la habitación, llegaba con Rosario y sus caras les
llamaron la atención, Amelia explicó a groso modo a ambas lo que iba a ocurrir, y que
había llegado el momento de afrontar la realidad con Luisita. No hubo más palabras,
Rosario se marchó y Benigna se fue con Marce que seguía sin despertar, en estado
comatoso
Luisita tosió, Amelia le sujetó la cabeza, no eran buenos los movimientos bruscos y sus
manos la tocaron con delicadeza, la miraba con total adoración y un ligero temblor en su
barbilla
L: Amelia...
A: Cariño tranquila
L: No... no veo... Amelia... ¡Amelia... no veo!
Llegó una enfermera quien avisó a Aimeé para que acudiera a la habitación donde
habían vivido la reacción de Luisita una reacción normal pero que a Amelia le había
dejado bastante afectada. Le pusieron un sedante para que volviera a dormir, los nervios
se habían desatado en ella, y tras hacerle un par de pruebas, le dejaron descansar
En: ¿Crees que volverá a ver? (la sorprendió de repente la voz de Encarna que estaba
sentada junto a su hija)
A: No lo sé (negó con la cabeza muerta de miedo) Las pruebas han confirmado la
lesión, aún hay demasiada sangre para saber hasta donde ha afectado
En: ¿Qué piensas hacer?
A: ¿Cómo? (se giró mirándola con el ceño fruncido)
En: Si se queda así, ¿qué vas a hacer?
A: No entiendo esa pregunta
En: ¿La vas a dejar?
A: ¿Cree que lo haría? (la miró desafiante)
En: No lo sé, por eso te lo pregunto
A: No la dejaré recupere o no la vista, Luisita es lo que más quiero en la vida. ¿Le
queda claro?
En: Sí. Gracias
Una pija en la selva 1048
No entendió aquella gratitud pero tampoco quiso hondar en ella, volvió a girar su
cabeza hacia la ventana cerrando por unos segundos los ojos y viendo como su corazón
latía lento, como su alma lloraba, nunca había sentido aquella sensación, ni siquiera
cuando sufría como condenada a muerte tras el cruel engaño de Julia, porque entonces
el sufrimiento era diferente, en ese instante el sufrimiento por ver a Luisita en aquellas
condiciones, era lo peor que había podido ocurrirle en su vida, y se dio cuenta mientras
las gotas salpicaban el cristal, que hasta ese sonido en la ciudad era diferente, todo había
cambiado de forma salvaje, lo único que seguía imperturbable era su profundo
sentimiento de amor por ella
En la otra habitación justo de al lado, Marce seguía en ese estado de coma que tenía
preocupada a Cruz, sus compañeros habían estado muy pendientes de todo y lo
agradecía, pero sus ojeras demostraban esa preocupación, ese desespero
A: ¿Puedo pasar?
C: Sí, claro (le sonrió)
A: ¿Sigue igual? (se sentó mirando a Marce que a diferencia de Luisita en su rostro no
tenía marcas)
C: Sí, no hay novedad alguna. Me ha dicho Héctor que Luisita se ha despertado
A: Sí, sí (suspiró se miró las manos y tras hacer un gesto de cierta rabia con sus ojos
repletos de lágrimas mientras se movía en la silla con actitud nerviosa siguió) No he
sabido que decirle, como tranquilizarla
C: Es normal Amelia... ellos han sido afectados en sus cuerpos, nosotras en el alma
A: Si es así... lloraba y no sabía que decirle
C: Creo que es una prueba muy dura de la cual, no sé como vamos a salir
A: Su madre me ha preguntado si la voy a dejar
C: Es normal Amelia, no te conoce
A: Me da miedo Luisita cuando despierte Cruz, no se lo he dicho a nadie pero la
conozco y sé lo que va a pasar y me da miedo
Cruz la miró con lástima, sabía a lo que se refería, la entendía perfectamente porque era
lo mismo que ella sentía, cuando ambos despertaran, ¿qué pasaría si los peores
pronósticos se confirmaban?
La noche había llegado con su oscuridad bárbara, con su pesadez y su miedo, la lluvia
había intensificado su fuerza y Amelia seguía sentada en el taburete junto a su mujer,
seguía allí como había estado gran parte de la tarde tan solo había bajado a cafetería
obligada por Benigna acompañada por Claudia. Llamaron a la puerta y se giró un poco
El silencio era demasiado cruel para ella, parecía que se burlaba constantemente,
mientras ella lo único que podía hacer era ser un eco triste en la noche resoplido tras
resoplido
Volvió el silencio entre las dos, Amelia no sabía si dormía o pensaba, tan solo sentía
distancia, una distancia que dolía tanto como el silencio
El día llegó tan triste como el anterior, Amelia seguía en la habitación apoyada en la
ventana, la puerta se abrió un par de veces, primero Sam quien le llevó a su Maquita
Dulce, unos churros que le hicieron sonreír y recordar los viejos tiempos en el Hospital,
con grandes carcajadas por las locuras maravillosas de aquella gran mujer. Más tarde
Alicia para despedirse de ella
A mitad mañana llegaron Rosario y Benigna, primero fueron a ver que tal estaba la
situación con Marce, después pasaron a ver a Luisita. Al entrar vieron que Amelia
seguía sentada a su lado mirándola con ese mismo gesto de miedo que tenía desde que
habían dado su diagnóstico
A: Claro (miró a Amelia que asintió) La ecografía que te hicimos nada más llegar nos
dio una lesión severa en el fondo del ojo, tenemos que esperar para poder decirte si esa
lesión va a se temporal o definitiva, no voy a mentirte. Si mañana con la ecografía que
te hagamos nos indica que podemos hacer una fotocoagulación con láser, la haremos,
para prevenir que la hemorragia sea recidiva. Después tendremos que esperar de dos a
tres semanas para saber si hemos acertado con el tratamiento y la operación definitiva te
ayuda a recuperar la vista. No va a ser fácil para ti, pero lo único que puede asegurarte
es que vamos a hacer todo lo posible porque te recuperes. ¿Tienes alguna pregunta?
L: No
A: De acuerdo... pues... vamos a preparar las cosas ¿vale?
A: Gracias Aimee
B: Todo va a ir bien Luisita
Otra vez silencio, silencio con demasiada gente alrededor, silencio con demasiado dolor
Mientras operaban a Luisita, Amelia les contaba hazañas de ambas al grupo de médicos,
todos trataban a pesar de estar concentrados en el trabajo, hacer algo más fácil a Luisita
esos momentos. Fuera, Benigna junto a Rosario y Encarna esperaban las noticias de que
al menos esa operación había salido bien
B: Y bueno... ¡qué os voy a contar!, allí estaban las dos volviendo con Mona como si
fuera la heroína de la peli, todos preocupados por ellas, y ellas felices a pesar de que un
león les había atacado
Rosario: ¡Qué pareja! (sonrió)
B: Sí, pero buenas trabajando ¿eh?, con el ébola fue mortal... durísimo pero allí
estuvieron (les hablaba mirando más a Encarna que guardaba silencio que a Rosario que
participaba en la charla) Y bueno... que...
Voz: ¡Benigna!
B: Uy (se sobresaltó en la silla, aquella voz...)
Voz: Mi bella lady
Al girarse vio a allí plantada a Bárbara con un brazo aún en cabestrillo mirándola con
los ojos brillantes de emoción, justo al lado de Quintero quien seguía la escena
sonriente. Benigna se levantó sin poder decir palabra y se abrazaron emocionadas por el
reencuentro
B: Dios mío Bárbara (la miraba como si no pudiera creerse verla allí)
Bárbara: Oh mi bella signiora (la abrazaba con un solo brazo bajo la atenta mirada de
Rosario y sobre todo de Encarna) ¡Cuánto echar de menos!
B: ¿Cómo estás? (se limpiaba las lágrimas emocionadas mirándola de arriba a bajo)
Bárbara: Bien... ¿la parejita? Me dijo Quintero (puso gesto triste mientras apretaba
fuerte su mano)
B: Están operando a Luisita, no sabemos nada aún pero ha perdido la visión y no
sabemos si es temporal o... (se calló haciendo un gesto con su barbilla de pesar)
Q: Buenos días, ¿molesto?
B: ¡Quintero! (lo abrazó pues ni cuenta se había dado de su presencia) Contigo ya
hablaré yo, pero ven que creo debes conocer a la madre de Luisita
Q: Por supuesto
B: Quintero te presento a Encarna la madre de Luisita
Una pija en la selva 1052
Q: Encantado señora, permítame darle la enhorabuena por la hija que tiene (le sonreía
mientras estrechaba su mano)
En: Muchas gracias (sonrió emocionada)
Q: Rosario, ¿qué tal?
Rosario: Bien, nerviosa y preocupada por Luisita pero... esperando que todo salga bien
Q: Claro que sí, estoy seguro de ello
Bárbara: Ser una heroína (le sonrió a Encarna) Por algo tener loca a mi Amelia
B: Esto... bueno... (carraspeó ante el gesto de la mujer) ¿Nos sentamos?
Q: Voy a ver a Cruz... quiero saber que tal Marce
B: Claro que sí, tú y yo tenemos un tema pendiente
Q: Está bien (sonrió)
B: Y tú, calla la boca que su suegra no la mira muy bien (le dijo en voz baja con cara de
susto a Bárbara)
Bárbara: Meu deus
Al salir del quirófano, la alegría del reencuentro con Amelia fue importante tanto que se
le escaparon unas pocas lágrimas en el abrazo, después les explicó que la operación
había ido muy bien, pero el desanimo de su mujer la tenía realmente preocupada.
Después fue el turno de Bárbara quien explicó como se había salvado gracias a una
mesa de madera donde había caído tras el primer impacto pero se mostró afectada por
todo lo que había perdido, sin duda, sus monos y su propia gente aquello la tenía tan
triste como a ellas haber dejado solos a quienes eran su familia
La tarde pasó tranquila porque decidieron volver a sedar a Luisita ya que sin poderlo
evitar le había dado un pequeño ataque de ansiedad y no querían que sufriera ningún
desnivel que pudiera afectar sus ojos. En un momento Amelia fue a visitar a Marce y
allí, con Cruz volvieron a compartir el pitido de la máquina y el silencio
C: Oye así que... ¿tú crees que Benigna se ha pillado por Bárbara? (le preguntaba con
una sonrisa repleta de pena, ojeras profundas y gesto cansado)
A: Yo creo que sí, debiste ver la borrachera que se pilló
C: Madre mía
A: Luisita se moría de risa con la situación, y me chinchaba en cuanto podía con el tema
(decía con brillo en sus ojos recordando sus burlas)
C: Marce me comentó algo de...
De pronto la máquina hizo un sonido, que a ambas las alertó, Marce estaba despertando.
Fue Amelia quien se encargó de retirarle el tubo, y de llamar a la enfermera para que
acudiera mientras Cruz lo reconocía
C: Rodolfo cariño tranquilo... tranquilo trata de respirar poco a poco, eso es... estás en el
hospital mi vida, todo ha terminado ya
M: Mmmm (balbuceó)
C: No te esfuerces... todo está bien
A: Marce tranquilo, respira... hazlo despacio eso te va a ayudar
C: Muy bien... así... (la miró con una pequeña sonrisa)
A: Creo que vais a necesitar un poco de intimidad (sonrió)
C: Gracias (le guiñó un ojo) Marce...
Una pija en la selva 1053
Mientras ellas hablaban, Cruz lo abrazaba y besaba, Amelia se quedó fuera en el pasillo,
le daba miedo entrar a la habitación y encontrarse nuevamente con esa Luisita
desquiciada, miedo porque no sabía como apoyarla, en esos pensamientos estaba
cuando apareció Claudia saliendo del ascensor por el pasillo le vino bien su presencia
Claudia: Suerte
A: Gracias
Amelia no le contestó le pareció que mejor callarse sin más y sentarse, pasaron la noche
sin hablarse, tan solo cuando Encarna se levantaba a estirar las piernas, Amelia
aprovechaba para acercarse a Luisita, besarla, y acariciarla. Cuando Amelia salía a por
café, era Encarna la que miraba a su hija con el ceño fruncido y cara de dolor
La mañana apareció con luces que se llevaron los tonos grises de los días pasados, las
nubes parecía que habían hecho una tregua con el sol y habían permitido que hiciera
acto de presencia en el cielo. La lluvia se había detenido pero las calles aparecían
mojadas, y un cierto frío que molestaba a Benigna que llegaba con churros y chocolate
B: Buenos días
En: Buenos días
B: He traído churritos y chocolate... ¿está despierta?
L: Sí Benigna (le dijo con su voz apagada)
B: Buenos días cielo, luego vas a tener una sorpresa por mi parte (le dejaba muchos
besos seguidos y sonoros))
L: Gracias
A: Nos van a cambiar a una habitación Benigna, le he dicho a mi madre que prepare a
Maes, ¿podrías ayudarla?
B: Claro
L: Amelia vete a casa a descansar
B: En eso tiene razón, si vieras la cara que tiene (al decirlo se dio cuenta y puso gesto de
espanto)
A: Estoy bien, solo necesito una ducha y vuelvo. Mi amor hasta ahora (le dejó un beso
en los labios que la vista de Encarna no soporto ver) Te quiero guapa
L: Te espero (parecía volver a ella la ironía)
En la ducha del vestuario de médicos Amelia dejó que las lágrimas se mezclaran con el
agua, no había nada mejor que llorar en la ducha, a ella le sentaba de muerte. Se
recompuso lo mejor que pudo y volvió a la habitación. Pero en el pasillo se encontró
con Benigna
A: ¿Qué pasa?
B: Nada no te asustes hija, ¡estás un poco nerviosa, no!
A: Joder Benigna ¿cómo quieres que esté? (la miraba cerrando los ojos tratando de
tranquilizarse)
Una pija en la selva 1055
B: Siento lo de antes
A: Es que es inevitable Benigna... no podemos hacer otra cosa... ¡y lo peor no sé qué
coño hacer!
B: Lo que estás haciendo, dale tiempo, no es fácil hay que asimilar lo ocurrido y una
vez lo asimile todo será más llevadero
A: Lo sé Benigna, pero...
B: Tranquila Amelia, no te exijas demasiado ¿vale?, poco a poco ella también irá
sacando esa rabia y se irá encontrando mejor
A: No lo eres mi vida, eres lo que más quiero... ¡cómo puedes decirme eso! (bajó su
tono volviéndolo tan tierno que Luisita sintió erizarse toda su piel, Amelia la abrazó
como pudo con cuidado estrechándola entre sus brazos ambas llorando)
L: Porque no quiero que me odies
A: ¿Y por qué debería hacerlo? (le besaba la frente mientras Luisita con su mano
apretaba su cintura)
L: Si no recupero la vista, no podré ir a África y eso es tu vida (le decía preocupada)
A: Mi vida sois tú y Maes, nada más, y donde estéis vosotras está mi vida
L: Ahora pero después...
A: Ahora y siempre, eres el amor de mi vida y no pienso dejarte nunca (su gesto si
Luisita lo hubiera podido ver era tan triste, tan apagado)
L: Te quiero tanto Amelia... que sería incapaz de provocar en ti algo malo, algo que
hiciera que tú te cansaras de mí
A: Luisita si pasa, si no recobras la vista, nos acomodaremos a esa vida, para ambas
será nuevo pero valdrá la pena porque estemos juntas
L: Amelia... (lloraba)
A: No llores... no es bueno
L: Me duele el pecho Amelia, tengo que llorar
A: No debes, me tienes aquí contigo, tienes a tu madre, ahora vendrá Maes para estar
contigo, está Benigna y... bueno... todos contigo mi amor, no debes llorar por tu lesión y
porque me destrozas el corazón
L: Amelia... te quiero...
A: Y yo, y no soporto verte mal, no lo soporto cariño estamos juntas en esto y de una u
otra manera saldremos adelante, ya lo verás
Luisita guardó silencio, cuando llegó Benigna se habían calmado ambas, hicieron fiesta
con las flores, cuando llegó Bárbara hubo algunas risas, pero la emoción llegó a todas
cuando Rosario subió con la pequeña Maes, la niña fue el centro de todas las miradas,
todas las sonrisas, Amelia le puso a le pequeña en la cama un rato, después le dieron un
caldo para comenzar a comer y fue entonces cuando llegó Encarna. Hubo uno poco de
tensión, pero Benigna enseguida consiguió rebajarla. Al igual que consiguieron que
Amelia se fuera a casa con su madre, y que Benigna cenara con Bárbara para quedarse
por la noche junto a Luisita
Cuando Amelia volvió de descansar para estar un rato más con Luisita, se encontró a
Luisita dormida junto a Maes, la escena le hizo sonreír con ternura, se había duchado, se
había cambiado de ropa, llevaba una coleta con la que al verla Sam directamente babeo
lo suficiente como para arrancarle una carcajada, y tras pasar por Marce con el que no
pudo hablar porque estaba tan afectado y bloqueado como Luisita, fue a ver a su niña.
Dejó la mochila en el armario tras saludar a Encarna se dispuso a sentarse junto a su
mujer cuando en voz baja Encarna le dijo:
En: Luisita me he pedido que me la lleve, que en cuanto le den el alta me la lleve a casa
conmigo
Amelia la miró fijamente temiendo su respuesta, por un segundo varió su vista y la pasó
por la cama, fijándose en Luisita, después volvió a mirar a Encarna con gesto de pavor
En: Le he dicho que la quieres de verdad, que no la vas a abandonar y que... confío en
ti... espero no equivocarme por el bien de mi hija
A: No, he venido directa aquí, ¿sabéis algo? (miró a Benigna quien también se había
acercado a la cama)
B: Ha venido Cruz, y dice que no habla
A: Bueno es normal...
L: ¿Por qué no me dijiste que puede quedarse paralítico? (le dijo a Amelia girando su
cabeza en dirección contraria a donde estaba)
A: Estoy aquí mi amor (le cogió la mano fuerte y le besó) Porque no estabas en
condiciones
L: Ya... ¿me lo vas a ocultar todo?
A: No Luisita, no te voy a ocultar nada cariño pero no estabas en condiciones además
puede ser que solo sea una falsa alarma
J: Buenos días pareja, y señora (sonrió a Benigna haciendo una leve inclinación a
Benigna que miraba a la pareja con pena)
Después de darles los informes sobre la operación, y más o menos el tiempo que tendría
de recuperación, entre seis y siete meses, las dejó solas llevándose a Benigna a
desayunar. Amelia le hablaba a Luisita sobre lo que harían para recuperar el
movimiento normal de ese tobillo, no solo rehabilitación, sino también irían al mar a
pasear por la orilla, eso los fines de semana o cuando tuviera libre con la pequeña Maes
como una familia cualquiera, en principio tendría que usar la silla de ruedas sería más
cómodo, algo que hizo sonreír de lado a Luisita exasperando un poco la calma de
Amelia
Alicia se mordió el labio inferior, no sabía muy bien que decirle a eso, así que decidió
marcharse con un hasta luego mientras la auxiliar la aseaba
En urgencias, Marce seguía con su gesto serio, sus cejas enfuruñadas, sus labios
pegados, Cruz había ido a casa a descansar por orden de Quintero, y al entrar Amelia lo
vio solo y pensativo. Pasó de largo sentándose a su lado apoyando su pie en los hierros
de la cama. No dijo nada, tan solo estuvo allí durante un largo rato en silencio
Una pija en la selva 1059
Durante todo el día la habitación de Luisita fue un ir y venir de visitas, algunas amigas
que se habían enterado por la televisión fueron a ver como estaba, todas boquiabiertas al
conocer a Amelia quien se auto presentaba como su mujer para evitar una posible
llegada de su ex novio, porque no estaba dispuesta a soportarlo. Luisita parecía
continuar con sus pensamientos, seria, callada, casi ausente, Cruz la había visitado para
que Amelia y Encarna se fueran a comer, cada una lo hizo yéndose a un lugar, y
mientras estaba con ella, había tenido las mismas palabras que Amelia le había dicho a
su marido
Una pija en la selva 1060
Cuando por fin las dejaron solas con Maes, Amelia respiró aliviada estaba realmente
cansada de tanto pijerío
L: Te quiero Amelia (la estrechó con fuerza enredándose el cable del gotero con el
brazo de Amelia) Joder...
A: Lo siento... lo siento (reía)
L: ¡Qué daño! (reía también)
A: Lo siento es que tienes una herida en la cara, lo siento la emoción y... uf... (había
dejado el ramo)
L: ¿Me va a quedar cicatriz? (le preguntó aterrada)
A: No, y si te queda, está en un sitio muy interesante
L: Joder Amelia... que hijos de puta
A: Pues sí mi vida, pero esto se merece una celebración)
L: Sí (entonces Luisita puso su mano sobre la mejilla de Amelia, la Pediatra cerró los
ojos y Luisita fue deslizando suavemente su mano por la mejilla, por el cuello, suspiró
cerrando la boca que la tenía abierta, hasta llegar a su escote)
A: Luisita... para o me convertiré en la Calentorra del Hospital
L: Jijijiji (sonreía divertida mientras seguía acariciándola) Cuanto tiempo sin tocarte
A: Mi amor... vamos a poder con todo cariño... ya lo verás (sonrió acercándose a ella
para besarse) Te quiero
L: Necesito oírlo para vivir mi vida (le susurró emocionada mientras seguía
acariciándola y Amelia seguía cerrando los ojos)
M: ¡Bueno pero esto qué es!, ¡hasta en el hospital!, ¡manda huevos! (entró con la silla
de ruedas dando voces)
B: ¡Desvergonzadas!... ¡ya están Marce...! ¡ya están! Mucho estaban tardando
A: ¡Pero qué pesados! (les sonreía)
L: ¡Marce!... ¿Marce dónde... dónde estás? (movía sus manos hacia donde había
escuchado su voz)
M: Aquí pija, estoy aquí (le cogió las manos sonriente y emocionado)
C: ¡Pero bueno! (reía al ver como se abrazaban ante la emoción de Amelia y Benigna)
L: ¡Pedazo de cabrón! (les sorprendió a todas) ¡Mira que dejar la gasolina en la
cafetera!
M: Joder tienes razón, eso solo nos pasa a ti y a mí (decía sonriente)
L: Pero lo conseguiste
M: No, lo conseguimos (dijo sonriendo)
L: Somos los mejores pero claro, esto como no lo ha hecho la súper Amelia...
M: Es cierto... es cierto no le dan importancia
A: Por supuesto es que Amelia es mucha Amelia
L: Tengo que deciros una cosa (parecía más tranquila a pesar de que su voz seguía
sonando cargada de tristeza) Le he pedido matrimonio a Amelia
M: ¡Ya la hemos cagao pija!, es que no te tengo enseñada ¿eh?
L: Amelia... ¿estás ahí Cruz?
C: Sí, estoy aquí
L: Debisteis ver las borracheras que nos pillábamos Marce y yo
A: ¿Cómo? (la miraba atónita)
L: Sí, en mi vida me había pillado unas cogorzas así
M: Era vital... estábamos cagados de miedo
L: Sí (sonrió divertida por primera vez desde su vuelta)
A: No me lo creo, pero si mi Luisita no bebe
B: Mira bonita, tu Luisita se pillaba cada una... que vamos el pobre Massamba siempre
vigilante, le recordaba a ti en tus tiempos mozos en la aldea
A: ¿De verdad Luisita? (le preguntó al ver como sonreía)
L: Es que tu ausencia era insoportable
Una pija en la selva 1062
A: ¡Ay mi niña!
M: Vámonos Cruz, que ya sobramos
La noche hacía aparición, con una Luisita más tranquila aunque a veces por mucho que
lo tratara de evitar la tristeza se apoderaba de ella y Amelia se daba cuenta, pero
guardaban silencio. Una vez finalizado el resopon y las dejaron tranquilas, Amelia dejó
la luz más floja para poder descansar
Se quedaron dormidas, abrazadas y con gesto sereno, una vez se le terminó el gotero del
calmante, Amelia lo cerró y se entregaron al sueño, tan solo las despertó como siempre
el sonido del llanto de Maes, tras darle el biberón volvió a la cama junto a su mujer y su
hija
Para Encarna el día había empezado pronto, tenía que acudir a una fiesta con su marido
y había decidido visitar antes a su hija, al entrar se encontró con una Sam que le saludó
y mando besos para su hija, Encarna lo agradeció y sonriendo subió hasta la habitación,
abrió y al entrar se quedó inmóvil, en la cama Amelia dormida tenía en su pecho a
Luisita y entre las dos se encontraba la pequeña, fue una imagen que le sacudió los
cimientos desde sus entrañas hasta su piel, notó un escalofrío y como una emoción
embargaba sus ojos, se puso la mano en la boca con gesto emocionado y lentamente se
marchó
L: ¿Amelia?
B: No, soy yo Benigna pero no quería perderme esta foto maravillosa de madre e hija
L: Me has asustado
B: Lo siento cariño (se agachó besó primero a Luisita y luego a la niña) ¿Y la loca de
Amelia?
L: En el lavabo se está lavando la cara, no podía despertarse, me ha costado un pelín
B: ¿Cómo estás?
L: Mejor, un poco más animada
B: Muy bien
A: ¡Hola Benigna!, contigo estaba yo pensando precisamente
B: ¡Qué miedo!
A: ¿Ya te has acostado con Bárbara?, ¿eh?, ¿o aún esperas a que caigan los prejuicios
del cielo?
B: ¡Pero qué cosas tienes eh! (le dijo enfadada ante la sonrisa de Luisita)
A: No esperes mucho no se vaya a enamorar de otra
L: Es cierto Benigna, deberías aprovechar aquí es distinto (agregó sonriente)
B: ¿Y por qué va a ser aquí distinto? (la miró sin entender)
L: Pues no sé... aquí hay más intimidad
B: Anda esta ¿y para qué quiero yo la intimidad?, no, no, no me vais a liar
A: Tengo que recordarte tu cogorza
B: Fue un bajón de moral (se disculpó levantando las manos)
L: Benigna... (le sonrió)
B: Que yo venía para veros y vosotras me queréis liar
A: Sí, te voy a liar. Cariño dame a Maes
L: ¿Le toca el biberón?
A: No, es que se va a ir con su tía Benigna, que ahora te van a lavar y ellas dan una
vueltecita por ahí (le guiñó el ojo a Benigna que no lo entendió muy bien)
L: ¡Qué vergüenza! (dijo fastidiada) Odio que me laven
B: No decías que aquí había más intimidad... anda que... dame a la pequeña
Una pija en la selva 1064
A: Escúchame (la acompañó hasta la puerta) No quiero que en una hora aparezca nadie
por aquí
B: ¿Una hora?, ¿qué pasa Amelia? (la miraba asustada)
A: Necesito intimidad (le dijo mordiéndose el labio inferior y alzando las cejas
B: ¡Pero... pero!, ¿aquí? (la miraba totalmente perpleja)
A: Benigna que la necesidad apremia, va, ve... ve
B: Pero y... ¿y si abren la puerta? (Amelia sacó del bolsillo una llave pequeña, Benigna
dio un pequeño respingo y se tapó la boca con la mano que tenía libre) No me lo puedo
creer
A: Va
B: Con lo que grita Luisita, me veo aquí hasta el samur, el vigilante... la policía (decía
fuera de sí)
A: Ya sabes ¿eh? (la amenazó con el dedo blandiendo sobre su cara)
B: ¡Jesús, María y José!
A: Luisita ya van a lavarte (le dijo desde la puerta)
L: Vale Amelia (mientras pensaba “Joder... odio esto, si al menos me lavara Amelia,
no, eso sería peor porque me pondría y no estoy para ponerme, aunque la verdad es
que ni eso, ¿no me habrá afectado?, ¡ay dios! A ver si ahora me quedo inservible
también y ya es lo último que me faltaba” unas manos comenzaron a subirle el camisón
tras retirarle la sábana. “Tendré que avisar a Cruz para que mire a ver si tengo afectado
el... el... ay...!”)
Mientras Luisita pensaba, Amelia con cuidado y una sonrisa traviesa comenzaba a
subirle el camisón, le abría el lazo e iba dejando su cuerpo con las bragas, cuando justo
iba a quitarle el camisón, la mano de Luisita la detuvo
L: Amelia... ¿y si entran? (no podía concentrarse pero rozar a Amelia le estaba quitando
toda duda sobre su deseo)
A: La puerta está ¡ay! (se quejó amarga)
L: ¿Qué?
A: Joder me acabo de clavar el hierro del tobillo
L: Au, au (se quejaba)
A: ¿Te he hecho daño? (se apoyó en el codo separándose del cuerpo de Luisita
mirándola con gesto apenado)
L: Un poco en el costado
A: Joder... creo que será mejor parar
L: Lo siento Amelia (decía mordiéndose el labio)
A: Tranquila mi vida (le besaba)
L: Te quiero (se besaron con pasión mientras las respiraciones iban en aumento)
A: ¡Ay! (volvió a quejarse)
L: ¿Qué?
A: Joder con el hierro
A mitad tarde, volvió Encarna, al entrar vio a Amelia junto a Luisita y Maes, les estaba
contando algo, el gesto de Luisita a pesar de su vendaje era de calma, y al escuchar la
puerta, giró su cabeza un poco hacia el lugar desde donde provenía el ruido
Las amigas llegaron, besos por doquier, risas, abrazos, como Amelia había dicho
Benigna se quedó junto a Encarna y una Luisita que no dejaba a Maes en ningún
momento, las dos mujeres hablaban sobre las pruebas, los nervios pero sobre todo, de la
curación y animo hacia una Luisita que les agradecía las palabras y aunque les entregara
una sonrisa sabía que no iba a ser tan fácil como todos le aseguraban, pero debía
intentar superar lo que en esos momentos cuando se quedaba sola o escuchaba la
respiración tranquila de Amelia que le decía que dormía, pasaba por su cabeza, un
miedo atroz, tanto que las pulsaciones subían, que a veces notaba como el pecho le dolía
¿cómo iba a cambiar todo?, no podría trabajar, no podría acompañar a Benigna y
Amelia de vuelta a África, no podría jugar con su hija, todo se le hacía un mundo,
aunque por otro lado, en ese mundo se encontraba Amelia y sabía que era lo mejor que
le podía ocurrir para seguir luchando
En casa de Amelia, Claudia y ella movían muebles, Bárbara se había puesto una venda
en los ojos y caminaba por donde Amelia le decía, quitaron un sillón, apartaron la mesa
del centro del salón, retiraron dos plantas para colocarlas en la terraza, desde la entrada
al comedor en el pequeño pasillo, no dejaron nada donde pudiera tropezar, la habitación
la acomodaron de tal modo que tras muchos golpecitos de Bárbara les quedó claro que
el camino de la cama al lavabo estaba libre de posibles tropiezos. Sudorosas, cansadas
de mover muebles se sentaron a darse un respiro mientras se tomaban un café
A: Pues deberá llevarla tiempo Claudia, como va a ir con muletas y sin ver, no, tengo
que llamar y que derriben el trozo ese que no hay nada en el lavabo para que pueda
entrar, la conozco y va a querer tener autonomía (decía moviendo su mano ante la
mirada atenta de las dos)
Claudia: Vale, yo conozco a alguien serio
Bárbara: ¿Serio albañil?, oh no, yo no conocer ninguno
A: Yo tampoco Bárbara, y tendría que arreglarlo en tres días (mostraba gesto de
fastidio)
Claudia: Te digo que esta lo arregla
A: ¿Está? (la miró sorprendida)
Claudia: Mi hermana, es una auténtica manitas
A: ¿Manitas o chapuzas?
Claudia: De verdad que agonías ¿eh?, ahora no debería llamarle
A: ¿Podría venir ahora?
Claudia: Déjame que negocie (se levantó y fue hasta la cocina donde tenía el móvil y se
puso a hablar con su hermana)
A: ¿Y tú qué?
Bárbara: ¿What?
A: Veo tu cara de estreñida y sé que pasa algo, ¿nostalgia?
Bárbara: Un poco, hoy llamé a mi organización, quiero volver
A: Aún no estás recuperada y la guerra no ha terminado
Bárbara: Yo saber...
A: ¿Qué más te pasa?, venga cuéntame (la miraba con gesto preocupado)
Bárbara: Benigna...
A: ¡Ya lo sabía yo! ¿ya? (le preguntó divertida mientras enarcaba su ceja derecha)
Bárbara: ¿Ya, que? (la miró seria)
A: ¿Ya has tenido intimidad con ella?
Bárbara: ¡Oh!, ¡oh! (se levantó ofendida mirándola incrédula) Tú crees que yo ser una
ligera... ¿eh?, yo respetar a mi lady... ella es una gran dama
A: ¡Vale... vale! (se reía disculpándose mientras levantaba los brazos)
Bárbara: Pero no estar segura que ella querer a Bárbara
A: Bueno... dale tiempo, ¿tienes paciencia?
Bárbara: Por Benigna, infinita
A: Pues ya sabes, poco a poco my lady, poco a poco (le hizo una pequeña reverencia
cuando sonó su teléfono móvil, hizo un gesto de fastidio)
Bárbara: ¿Qué es?
A: Julia
Bárbara: ¡Oh ser la hija de puta! (puso gesto de loca disparando las risas de Amelia)
A: Esa misma
Bárbara: Trae (le arrebato el teléfono ante la sonrisa de Amelia) Tú hija del diablo, de
una chingada madre, ma fangulo figlia de una puttana (vete a tomar por culo hija de
puta), volver a llamar y caput, ¿conoces la mafia italiana?, yo ser filglia de ella...
Claudia: ¿Qué la pasa? (preguntó al verla colorada insultando sin parar)
A: Está hablando con Julia (sonrió) ¿Qué te ha dicho tu hermana?
Claudia: Eres una chica con suerte, dice que en un cuarto de hora viene
A: Vale pues aviso a Luisita que nos vamos a retrasar un poco más
Claudia: Sí
Y allí ambas esperaban sonrientes que Bárbara acabara con la ristra de insultos sin
tapujos hacia Julia y cuando vieron como finalmente colgaba, ésta se giró y las tres
Una pija en la selva 1068
Cuando Amelia volvió al hospital, Luisita estaba tratando de cenar, la niña estaba en los
brazos de su abuela Encarna mientras Rosario ayudaba con el tenedor a su mujer, si el
día anterior su propia escena había servido a Encarna para darse cuenta de muchas
cosas, aquella estampa tan familiar le sirvió a ella para darse cuenta que por fin tenía lo
que tanto había deseado, una familia de verdad
Al día siguiente la pilló Aimeé aun sin peinar, los pelos revueltos sentada dándole el
biberón a la pequeña mientras Luisita disfrutaba en el silencio del sonido de su hija y
los mismos de una medio dormida Amelia
Arrancó la sonrisa de todos más que por su comentario por sus gesticulaciones y la cara
ciertamente de trastornada que traía Benigna
Amelia se arregló con rapidez y salió junto la camilla, por el pasillo se cruzaron con la
camilla de Marce que iba a hacerse unas pruebas y Cruz, se saludaron y cada cual partió
hacia su verdad, ambos con la sensación de que el mundo podría comenzar a andar de
nuevo o, por el contrario acabaría deteniéndose dejándolos a ellos fuera
A: No quiero que te preocupes si los resultados no son buenos Luisita, es muy pronto
pero necesito ver como va la hemorragia
L: De acuerdo
A: Sabes que no duele, Alicia por favor retira el vendaje
Alicia: Sí, tranquila Luisita
Una pija en la selva 1069
L: Gracias (entonces notó como Amelia una vez finalizada la retirada del vendaje por
parte de Alicia le cogía la mano con ternura y si hubiera visto su gesto preocupado y
concentrado le hubiera provocado un dolor intenso en su corazón) Estoy preparada
cariño
A: Bien (miró a Aimeé como rogándole que empezara o de lo contrario no soportaría el
ritmo de su corazón)
Los ojos de Luisita se mostraban morados, el impacto había dejado alguna huella en las
cejas y los párpados que se mostraban hinchados, al verlos Amelia apretó
inconscientemente la mano de su mujer y sus ojos se llenaron de rabia, rabia contra el
mundo, rabia contra la suerte de su chica. Aimée comenzó a preparar la prueba, Luisita
seguía sus instrucciones, parpadear, mover el ojo a un lado, no parpadear, y a ella no le
hacía falta que le dijera como estaba yendo la prueba, la mano de Amelia sin percatarse
de ello se lo estaba transmitiendo
A: Esto ya está...
L: ¿Y?
Había atajado bien el golpe de que todo seguía igual, trataba de pensar que aún faltaba
que bajara la inflamación y con ella la posibilidad de afrontar ya definitivamente el
resultado, la verdad llegaría. La prueba le había al menos servido para que Aimeé le
quitara el vendaje y le dejara dos gasas puestas en cada ojo, Alicia con mucho mimo se
las colocó mientras Amelia salía al pasillo y apoyaba la frente contra el frío ladrillo
verde sintiendo como la rabia subía de su estómago hasta su garganta y le hubiera
encantado soltar todo en un grito
Después de la prueba de los ojos, llegó la del tobillo, al menos su tobillo estaba
reaccionando bien a la operación y Javier se mostraba satisfecho por ello. Acordaron
sentarla con el pie en alto porque sus quemaduras en la espalda se estaban alterando de
tener tanta cama, Luisita apenas se quejaba de ellas, pero Amelia sabía que debían
dolerle. Sin embargo también sabía que no tanto como el alma. Llegaron dos celadores
y la sentaron en el sillón, Amelia aprovechó para peinarla, ponerle colonia, crema en las
manos, en los brazos, una vez terminaron de curarla trataban de hablar como si
realmente no ocurriera nada, pero ambas sentían el mismo nudo en el pecho. Después
llegó la hora de arreglar a Maes y cuando terminó con la llegada de su madre, Amelia
con una excusa salió a la calle
El frío le hizo bien, se sentó en uno de los bancos con las manos en los bolsillos de su
chaqueta, con el vaho saliendo de su boca y su mente pensado miles de soluciones que
no veía. Llevaba un rato cuando se sentó a su lado Cruz, con su bata y sobre ella el
abrigo
A: Sí
C: He hablado con Aimeé
A: ¿Tú crees que cuando remita la hemorragia habrá posibilidad?
C: No se ven los daños Amelia, es imposible decir (la miró con cierta lástima)
A: Me lo ha dicho él, sí
C: Lo mejor es tener paciencia
A: ¡Uf! (resopló)
C: Oye que me han dicho que tu pierna está ya recuperada y que si quieres cubrir la
plaza del Central deberías incorporarte en los próximos días
A: ¿Cómo voy a reincorporarme estando así Luisita? (la miró como si hubiera dicho
una solemne tontería)
C: Amelia... si no lo haces perderás tu plaza
A: No puedo Cruz
C: Te irá bien distraerte
A: ¡Uf! (volvió a resoplar)
C: ¿Cuándo os vais?
A: Mañana si todo va bien, ¿y vosotros?
C: Marce quiere irse hoy, pero quiero aguantarlo hasta pasado mañana. Voy a hacerle
más pruebas
A: Luisita ya se puede sentar
C: Si ya has visto a Marce, ¡por cojones se tenía que sentar!, me da pánico Amelia, él es
así y si no lleva las cosas a rajatabla no sé si lo conseguiremos
A: Nos tenemos que armar de paciencia
C: Pues sí, por eso te hará bien trabajar
A: ¿Una semana Cruz?, al menos déjame que Luisita se acomode en mi casa, todo es
nuevo para ella y me gustaría estar a su lado
C: Lo intentaré, pero ya sabes que no depende de mí
A: Lo sé
C: Quintero va a ocupar su puesto también, de momento, se acabó la ayuda
A: No puedo dejar de pensar en mi gente, ¿qué habrán hecho?, ¿dónde estarán?
C: Es tan complicado saberlo (decía triste)
A: Ha sido un golpe demasiado duro Cruz, creo que no debí elegir volver
C: Ahora es fácil decirlo aquí, pero para mí hiciste lo correcto
A: No debí dejar solo a Marce
C: Amelia... ¡vale ya, eh!, tienes suficientes problemas como para buscarte más con esa
manera de auto castigo
A: Lo sé... pero... ¡joder Cruz tengo una rabia!
C: Pero no logramos nada así ¿eh? (soplaba sus manos se estaba quedando helada)
A: Por un lado pienso es tan complicado, por el otro siento que lo vamos a lograr ¿sabes
de lo que hablo, verdad?
C: Así es... como tú dijiste es como si estuvieras montada en una montaña rusa, las
bajadas son suicidas, la subidas cuestan mucho, mucho
A: Oye Cruz ¿te das cuenta que en los peores momentos de nuestra vida siempre hemos
estado juntas?
C: Es verdad (sonrió) ¿Recuerdas cuándo nos tendieron aquella emboscada?
A: Dios sí, pensé que no lo contábamos
C: Y salimos
A: La vida nos ha tendido esta emboscada y saldremos (le tendió la mano con una
sonrisa)
C: Saldremos (le entrelazó los dedos y le devolvió la sonrisa)
Una pija en la selva 1071
Mientras Bárbara contaba toda su odisea sobre las pruebas que Amelia le hizo hacer con
un pañuelo vendándole los ojos, Encarna no había perdido detalle de nada cuanto había
ocurrido, ni lo que estaba ocurriendo, veía como Amelia había transformado su casa en
algo tan sencillo que le había emocionado, estaba totalmente diseñada para que Luisita
pudiera ir con la silla el tiempo que hiciera falta con total comodidad, escuchaba a
Bárbara contar todas las peripecias vividas, veía a su hija sonreír y la mirada de Amelia
tomándole la mano mientras le dejaba un beso, y sentía la emoción de ver a su hija
querida, tantas veces lo había rogado que verla así le daba esa sensación de liberar su
parte materna, esa parte de la que Rosario tanto le había hablado, y que en ese momento
gracias también a todo cuanto Benigna le había contado de aquella pareja le estaba
ocupando gran parte de su reticencia hacia la relación que mantenían
Prepararon la mesa, y una vez todo estuvo listo se dispusieron alrededor, la pareja tardó
un poco en salir, si bien en el cuarto de baño no había puerta, en la habitación sí y
Una pija en la selva 1073
estaba cerrada, aquello levantó las sospechas divertidas de Bárbara y Claudia que fueron
rápidamente silenciadas por una Benigna que les amenazaba con el cuchillo, Encarna
ayudó a Rosario se habían puesto un delantal y cuando Amelia salió hasta el comedor,
en sus labios se notaba que algo había sucedido y el codazo de Bárbara a Benigna fue
bastante elocuente, la mirada de Benigna a Amelia también, y la sonrisa de ésta
acompañada por el guiño mucho más
Sonó el timbre y fue Rosario quien de un salto se puso en pie para ir a abrir la puerta, ya
estaban todas sentadas y esperando que les sirvieran tal y como habían dicho Rosario y
Benigna que junto a Claudia se estaban encargando de las cosas
La cena transcurrió divertida, amena y entre miradas cómplices entre unos y otros al ver
a Luisita tranquila, a Marce dicharachero a su modo, a Cruz sonriente y a Amelia
pendiente de Luisita de su cena, del vaso, del cubierto, de un beso robado, de mirarla
repleta de amor, de una caricia...
Después del silencio que se hizo y de las miradas de Marce hacia Encarna se creó una
expectación que fue rota por una estruendosa carcajada de Encarna que sorprendió a
todos que siguieron su risa algo confundidos
En: Pero hijo, ¡tú crees que se le puede decir eso a una madre de esa forma!
Una pija en la selva 1074
Y luego fue el turno de Rosario, las risas iban en aumento, la cercanía se fue tejiendo en
la mesa poco a poco, con gestos, con miradas, con sonrisas, Claudia se sintió unida a
aquella familia, Bárbara no apartaba sus ojos de Benigna que parecía feliz aunque una
mirada sombría cubría sus ojos, se habló de Mona, Valiente, Nsona, Zulú, todos eran
conocidos para Rosario y Encarna, notaban el cariño, el calor en las palabras que se
decían. Allí se tejió sin apenas nadie darse cuenta, el calor de un hogar
Una pija en la selva 1075
Una vez se quedaron solas, Luisita fue ayudada por Amelia y Benigna que se quedaba
con ellas a meterse en la cama, tras apagar todas las luces, se sentó unos minutos junto a
Benigna, allí apoyó su cabeza en el hombro de la mujer sin palabras porque no se
necesitaban
L: ¿Amelia?
A: Sí, ya estoy aquí
L: Maes se ha quejado
A: A ver (se asomó a la cuna) Está bien, habrá tenido una pesadilla
L: Me siento tan inútil
A: Bueno en cuanto tengas el tobillo bien podrás moverte mejor además, te digo una
cosa, en un mes o dos yo creo que puedes tener solucionado el problema de la vista (se
metió en la cama acercándose a ella)
L: Cuidado con el hierro
A: Lo tengo controlado cariño. ¿Estás muy cansadita? (sonrió pasando su mano por el
rostro de su mujer)
L: Estoy asombrada (la mano de Amelia pasó por su cintura) Mi madre no parecía ella,
al no ver ¿sabes qué me pasa?
A: ¿Qué cariño?
L: Siento otras cosas, por el timbre de voz, las risas... no sé... percibo otras cosas
A: ¿Y que sientes en mi voz?
L: En tu voz (movió su mano para acariciar el brazo lentamente) En tu maravillosa voz
siento el amor, en tu risa la felicidad y en tu silencio la tristeza
A: Joder...
L: Eres transparente no me hacen falta ver tus gestos cariño, aunque me muero de ganas
por verlos
A: Sin prisas Luisita, todo a su tiempo (le besó la mano)
L: ¿Sabes una cosa? (le dijo con voz mimosa)
A: Tú dirás princesa (sonrió acodándose sobre la almohada)
L: Me he dado cuenta que todos hacéis un esfuerzo terrible por quitar del vocabulario
que usamos el verbo, ver
A: ¿En serio? (le preguntó divertida)
L: Sí, hasta para eso sois fantásticos, ahora, lo de Bárbara ha estado para morirse
A: Debiste verla (sonreía)
L: Si es que... solo a ti se te ocurre
A: Pues sí
L: Por eso te quiero tanto
A: ¿Sólo por eso?
L: Bueno, vale, y porque estás muy buena
A: ¡Ah! (la besó)
L: Y porque eres un cielo
A: Sí (la besó nuevamente)
L: Y porque tienes ese punto que me vuelve loca
A: ¿Qué punto?
L: Tu punto erótico mi amor... ese que me hace perder la compostura
A: Cariño... no me digas eso (pasó su pierna entre las dos de Luisita)
L: El hierro Amelia
A: Lo tengo controlado
L: Yo estaba asustada porque no sentía nada... y pensaba joder... mal lo tengo (Amelia
le estaba besando el cuello)
Una pija en la selva 1076
Y así se durmieron después de estar un mes separadas, preocupadas la una por la otra,
sufriendo, por fin estaban juntas, por fin estaban para apoyarse, quererse, y abrazarse,
así se durmieron, sabiendo que por encima de todo existía el amor, y amándose todo
sería más sencillo de superar
Había pasado una semana, y con ella habían llegado los cambios de humor de Luisita,
que a pesar de haberse acostumbrado a manejar la silla, pocas veces porque Amelia
siempre la llevaba, había días que cuando no podía ayudarla con Maes cuando lloraba, o
con la casa, se sentía como ella decía una buena para nada. Amelia trataba de llevarlo lo
mejor posible pero esos cambios de humor en Luisita también le afectaban, sobre todo
le afectaba tener que volver a trabajar y dejarla sola, eso le tenía muy preocupada. La
noche antes una conversación con Benigna le había dejado algo más tranquila
B: Tienes que mentalizarte Amelia, las cosas no son fáciles para nadie y es lo que hay,
tú tienes que empezar a trabajar ella tiene que empezar a soltarse de ti, sois como un
apéndice la una de la otra, y eso lo que le crea es dependencia, y a larga es un problema
para ti cariño pero más para ella
Una pija en la selva 1077
A: Es que no sé que hacer Benigna, puedo montar una consulta y que ella me ayude, así
podemos salir hacia delante hasta que todo vuelva a la normalidad
B: Pero es que quizás esa normalidad ya no exista, no puedes dejar el trabajo pensando
en que el día de mañana todo será normal porque puede que no lo sea
A: Lo sé (aceptó cerrando los ojos y tapándose la cara)
B: Pues ya sabes... a trabajar
La despedida estaba siendo algo complicada, Luisita no quiso que se sintiera mal y
trataba de sonreírle, Benigna salió de la cocina algo enfadada al verla aún allí
Finalmente Amelia se marchó, lo hizo con sabor amargo porque a pesar de todo
entendía todo lo que Benigna le había dicho era cierto, debía dejarle un poco de espacio
para que ella también fuera haciendo pasos importantes y así ir recuperando algo su
moral
En el hospital a Amelia le habían asignado para el primer día a Alicia que encantada
había asumido el reto de volver a educarla como médico en el Central, tal y como Cruz
le había dicho. A mitad mañana Cruz la encontró en el cuarto de médicos con un café en
la mano sentada en el sillón y con gesto totalmente concentrado, con la vista fija en el
mueble que había enfrente
C: ¿Te gusta?
A: ¿Qué? (le preguntó sin entender)
C: ¿El mueble?
A: ¡Ah! (sonrió de lado dando un sorbo a su taza) Esto es una mierda Cruz
C: Ya... lo entiendo
A: Yo no estoy hecha para trabajar aquí... no puedo voy a volverme loca
C: Es el principio Amelia, debes tenerte paciencia (la miraba seria)
A: ¿Paciencia?, no puedo más Cruz... estoy como si me hubieran dado una paliza y aún
no me hubiera recuperado
C: Sí pero si perdemos la paciencia entonces estamos perdidas
Una pija en la selva 1078
Ambas se miraron con gesto de miedo, sabían que el después podría ser un infierno y no
sabían si ambos estaban preparados para vivirlo
Cuando regresó a casa después del primer duro día, se encontró en el sofá a Luisita con
la niña en sus brazos. Al verla sonrió ampliamente se acercó y por el movimiento de
cabeza de Luisita se percató que ya la había escuchado llegar
L: Te he oído (sonrió)
A: Lo sé, iba a decirte que estaba por lanzarme al sofá con vosotras pero estoy muy
escarmentada con esos hierros y me acercaré poquito a poco
L: Mira que eres payasa... tienes una mami cariño muy payasa (le decía a la niña que
parecía encantada en sus brazos)
A: Esta mami estaba como loca por llegar a casa (se sentó a su lado suspirando mientras
la besaba) Y encontrarse con las dos mujeres que más quiere en este mundo
L: Mmmmm que ganitas
A: ¿Verdad?, ¿si tenía ganitas mi niña? (le preguntó con voz melosa)
Ambas se fundieron en un beso que poco a poco se fue volviendo más intenso, Encarna
que salía con el plato de sopa se quedó como si fuera una estatua de cera, no era lo
mismo aceptar que ver lo que estaba viendo, las sonrisas entre ellas, los besos, la caricia
de Amelia por el escote de Luisita, mientras ésta le decía algo en el oído que hacía
poner a la Pediatra cara de placer
A: Ya... (al ver el gesto de su suegra se percató que estaba totalmente indignada por lo
que había visto) Buenas tardes Encarna
En: Buenas tardes
L: ¿Qué ha pasado? (le preguntó al percibir su tono)
A: No sé... ¿qué ha pasado? (se hizo la despistada) Venga dame a la niña que vamos a
comer
Los días fueron pasando demasiado despacio para Luisita, cuando estaba sola que desde
que Amelia trabajaba eran algunos pequeños ratos, en ellos solía llorar, era su manera
de sacar todo el dolor que sentía, toda la impotencia ante esa nueva vida
El día que debía ir al hospital a volver a sus malditas pruebas, todo eran nervios, la
noche fue agitada sin poder dormir ninguna de las dos, abrazadas dándose ánimos
mutuos, esperanzas cuando a la otra le faltaban
El día salió nublado y con una lluvia fina, Amelia bajó ayudada de Benigna a Luisita
hasta el garaje, la mujer seguía seria y con la preocupación de los resultados
B: Nada más sepas algo me llamas (le dijo una vez metieron a Luisita en el coche)
A: No te preocupes
B: Encarna acudía allí
A: Sí, lo sé
B: Venga ánimo hija... ánimo
A: Gracias (le sonrió nerviosa entrando al coche) ¡Nos vamos!
L: Sí (sonrió levemente)
Durante el trayecto hablaron del sonido del agua golpeando el coche, Amelia en el
semáforo cerró sus ojos para percibir todo aquello que Luisita le contaba, era cierto, se
aproximaba al sonido de la Selva, pero no era igual
Bajar a Luisita del coche le fue un poco complicado se rieron lo suyo con los dichosos
hierros, fueron soltando así algo de la adrenalina que llevaban y les provocaba aquel
miedo incontrolado. Con la silla de ruedas que Amelia solicitó llegaron hasta la entrada
de urgencias
Lo dijo sin darse cuenta mientras esperaban el ascensor pero para Luisita el comentario
no pasó desapercibido. Subieron a la consulta de un Javier que las esperaba ansioso
Así entre comentarios sobre su rehabilitación y demás, se fueron a rayos para hacerle las
radiografías oportunas. Una vez todo preparado en la consulta otra vez, se dispuso a
quitarle la escayola
J: Esto tiene muy buena pinta. No te lleves los hierros Sara, creo que la Doctora
Ledesma los quiere como arma de guerra
A: Que borde eres (le decía sonriendo)
J: Bien Luisita, voy a ponerte otra escayola, hay que tener cuidado porque los golpes
con la escayola también son peligrosos
L: Está bien (sonrió girando la cabeza hacia donde estaba Amelia imaginando su
sonrisa)
J: La herida está perfecta, las radiografías me dejan ver que como la rotura fue limpia
está todo cicatrizando bastante bien
A: ¿Empezamos ya con la rehabilitación? (lo miró preocupada)
J: No... ¿mueves los dedos como te dije?
L: Sí
J: A ver hazlo ahora por favor quiero ver como se mueve esto (Luisita movió los dedos
mientras Amelia la miraba con el ceño fruncido) Bien... está bien... este ejercicio quiero
que lo hagas varias veces al día, te volveré a ver en quince días
L: ¡Quince días! (le dijo algo decepcionada)
J: Sí, lo siento pero son dos semanas más y según como siga la radiografía te podré
poner una bota con fijación angular y con ella ya podrás ir defendiéndote para andar
A: Cariño es mejor recuperarlo bien ¿eh?, si son quince días pues quince
J: Eso es
L: Ya claro.. (se notaba que no le había sentado nada bien) Quince días más con silla de
ruedas dependiendo de todo el mundo
A: Mi amor... tranquila (le susurró cogiéndole la mano)
J: Tómalo como unas vacaciones Luisita, aprovéchate de todos luego vas a quedar
como nueva, hasta tacones vas a poder lucir
A: Gracias Javier (se mostró realmente agradecida)
Una pija en la selva 1081
Una vez finalizaron su consulta con Javier, se prepararon para la revisión de ocular, y si
con Javier había perdido la calma, Amelia se preguntaba que pasaría con Aimé
A: Cariño quiero que estés tranquila ¿vale?, lo más que puedas, sé que es difícil y que
las cosas van un poco para largo, pero no importa el tiempo... lo que importa mi vida es
que te pongas bien
L: Ya Amelia pero tú no estás en una silla de rueda y sin ver (el silencio de Amelia le
hizo ver que se había pasado con su comentario) Lo siento Amelia, tienes razón lo
siento
A: Vale pues vamos con Aimé
L: Amelia no te enfades
A: No me enfado Luisita
L: Si te enfadas y lo siento (le volvió a decir moviendo su mano para que Amelia la
cogiera) Perdóname... es que pensé que al menos podía ya dejar la silla
A: Venga vamos que ya llegamos tarde (le dio un beso)
Siguieron a Aimé que iba hablando con Luisita animadamente, cuando llegó a la sala
hizo una señal a Alicia quien se acercó rápidamente
Una vez todos estuvieron dentro de la sala, Alicia le retiro las gasas de los ojos, las
heridas seguían su curso tenía los ojos morados, y algunos cortes alrededor de las cejas,
en la frente
Le hizo la prueba ante la atenta mirada de todas, el gesto de Aimé era serio al estudiarlo,
Amelia que algo entendía se mostraba más seria aún que él, y Encarna tratando de no
poner nerviosa a su hija fruncía sus labios para no hablar
A: Bien, Luisita (tragó saliva antes de seguir hablando) Vamos a hacer la prueba la
hemorragia ha remitido y no quiero que tenga la más mínima oportunidad de volver
L: ¿Y eso qué quiere decir?
A: Quiere decir que es un proceso para limpiar y ver realmente hasta donde llega la
lesión. De momento sé que, tienes una lesión en ambas córneas, el golpe te lo llevaste
de pleno en los ojos
L: ¿Y qué quieres decir?, ¿voy a quedarme ciega, no?
A: Luisita... (se pinzó el labio inferior)
A: Quiero decir que esto va a ser un poco largo, ahora te haré lo que te dije, habrá que
dejar pasar dos semanas más, volver a ver la evolución de ambos ojos, si todo va bien, y
tú nos das permiso, podríamos esperar un transplante
L: ¿Qué?
Una pija en la selva 1083
Ambas se quedaron mirando y aunque ambas necesitaban ese abrazo que parecían pedir,
ninguna dio el pasó para ello
Cuando le dijeron la noticia a Benigna, estaba allí una Bárbara con el brazo todavía en
cabestrillo en silencio ambas sentadas esperando que el móvil sonara, al hacerlo
Una pija en la selva 1084
Benigna se precipitó hasta él y por su cara, Bárbara entendió que no eran buenas
noticias. Al colgar se enjuago las lágrimas
A: Siento si te he vendado los ojos otra vez, tan solo van a ser un par de días, una vez
vuelvas te volveré a poner gasas y después ya no hará falta nada
L: Claro (volvió de pronto su machacona ironía)
A: Recuerda que no puedes mover la cabeza, ¿vale?
L: Sí, lo recuerdo
A: Mañana por la mañana podréis iros a casa, con que guarde reposo un par de días es
suficiente (le dijo a Amelia)
A: Gracias Aimé
En: Muchas gracias Doctor (le dijo profundamente agradecida)
A: Es mi trabajo, aunque... también son mis colegas y me gustaría mucho que
pudiéramos salir del túnel
En: Gracias
No hubo más palabras, Amelia se sentó junto a Luisita y Encarna lo hizo en la silla,
cada una pensativa entregada al miedo de lo que iba a suceder, el miedo es libre, y cada
una lo dejaba volar en esa libertad a medias, más bien era como una cometa que volaba
pero anclado en el corazón, donde las tres tenían la pena de lo que realmente pudiera
suceder y el hilo tiraba cada vez más fuerte, dejando exhaustas las pocas fuerzas que les
iban quedando para luchar contra el viento de la derrota.
A mitad tarde llegó Rosario al hospital acompañó a Encarna tomar algo a la cafetería y
de paso hablar con ella de una idea que se le había ocurrido pero que necesitaba su
ayuda para llevarla acabo. Mientras eso ocurría en el piso de abajo, en el de arriba se
habían quedado las dos solas en silencio en la habitación, Amelia no quería forzar una
Una pija en la selva 1085
conversación que acabara en llanto, porque en esos momentos era lo único que sentía
podía pasar
Y así pasaron los días, las semanas como si siempre fueran cogidas de la mano, Luisita
fue al hospital nuevamente, le quitaron la venda le pusieron las gasas, después volvió y
le quitaron las gasas la dejaron sin nada, las marcas que habían quedado como cicatrices
eran lo de menos, lo importante era esa espera a que hubiera un donante para el
transplante, las noches donde Amelia no había hecho ninguna guardia, las pasaban
cogidas de las manos, abrazadas con mejor movilidad para Luisita con la escayola, no
habían ganas de hacer el amor, ninguna quería porque ambas estaban demasiado
metidas en el problema, ninguna lo nombraba pero el miedo seguía sobrevolando sus
cabezas en forma de cometa
Las cosas para los demás habían cambiado pero tampoco demasiado, Marce se había
sometido a las primeras sesiones de rehabilitación, su mal genio, sus constantes ironías
llevaban por la calle de la amargura a Cruz, y las guardias compartidas por ella y
Amelia, se habían convertido en un constante confesionario donde ambas iban y venían
con sus penas. Aquella tarde Amelia había tenido un accidente donde el niño que había
operado finalmente no había sobrevivido, Cruz la encontró en la sala de médicos con el
gesto serio
Se miraron con las lágrimas cayendo por su rostro y una sonrisa en sus labios,
terminaron nuevamente por abrazarse, nuevamente por intentar apoyarse la una en la
otra, la amistad entre aquellas dos mujeres no tenía límites, habían hecho un lazo
cuando ambas estuvieron a punto de morir y ese lazo persistía en la distancia, en el paso
del tiempo, y pasara lo que pasara se tenían la una a la otra, y la una a la otra se
animaron para tratar de convencer a sus respectivas parejas, a afrontar definitivamente
ese golpe que la vida les había dado dejando libres las cometas del miedo
Cuando llegó a su casa, Amelia se encontró con Bárbara que ya llevaba el brazo como
ella misma decía en su sitio esperando que Benigna se decidiera, aquella noche le había
dicho a Benigna de salir a cenar y casi Amelia con el cuchillo jamonero le había
amenazado para que finalmente lo hiciera con el guiño de la veterinaria al conseguirlo.
Le parecía que Benigna debía salir y distraerse y también porque quería quedarse a solas
con Luisita quería afrontar ese momento que había ido posponiendo, pero que no tenía
ya ningún sentido seguir callando. Luisita estaba sentada en el comedor escuchando
música de jazz, Amelia se estaba preparando la cena, en los últimos días la tensión entre
ellas había subido sin saber muy bien porque
Amelia guardó silencio para que Luisita dijera algo pero lejos de decir nada, ella
también guardó silencio
A: Luisita la vida es muy jodida para todo el mundo, ni ese niño ni ese padre van a tener
una puta oportunidad en su vida para nada, su madre su mujer, no va a volverles a ver a
pesar de tener los ojos en perfecto estado (no había alzado la voz, pero si era algo dura y
exigente como los últimos días habían tenido en más de una parecida discusión)
L: Amelia si me vas a venir con una monserga de las tuyas, mejor déjalo, no pienso
operarme es mi decisión y punto
A: ¡Puedes dejar de pensar un segundo en ti, hostia! (le reprochó elevando duramente la
voz. Al ver que Luisita movía su silla se precipitó hasta ella preguntándole) ¿Dónde
vas?
L: A la cama
A: Luisita estoy hablando contigo, por favor creo que tenemos que hablar (le decía
sujetando la silla con tono algo más calmado)
L: No me interesa lo que me tienes que decir, lo siento por ese chaval y su padre, pero
no me compares lo mío es otra forma de morir
Una pija en la selva 1087
Dejó que se fuera pero escuchando como se iba dando golpes aquí y allá, a pesar de que
llevaba bastante bien el manejo de la silla porque había aprendido muy rápido gracias a
la sencilla distribución de la casa, moverse por ella, pero aún así, con los nervios y el
enfado se le podía escuchar perfectamente la ristra de tacos que iba soltando a cada
golpe que se daba. Amelia se giró furiosa por lo que había provocado, pero no podía
seguir así, dejando que Luisita se resignara a llevar la vida que tenía en ese momento,
entendía su depresión y aunque Claudia lo había intentado no había logrado que le
hiciera caso, ni siquiera la opción de que la tratara Carlos cuando una desesperada
Amelia se lo dijo
Amelia miró el plato en el suelo con la ensalada, y el otro plato a medio caer, su rabia se
vio recompensada cogiendo el plato y echándolo al suelo, después se sentó en el sofá
tapándose la cara con las manos
Mientras ajenas a la batalla que se estaba viviendo en casa de las chicas, en un lujoso y
encantador restaurante Bárbara estaba cenando con una Benigna encantada. Iban por el
postre cuando de repente Bárbara le dijo a bocajarro a Benigna
M: No, no me da igual (le acarició la cara con cuidado sonriendo de lado) Eres la mejor
mujer que podía encontrar
C: ¡Marce! (ya no tenía tanta fuerza su reproche)
M: Y eres la mejor cirujana del mundo, vamos eres un chollo para mí
C: No me hagas eso (le decía pues los dedos de Marce recorrían su cuello)
M: Me he portado como un gilipollas, dilo
C: Gilipollas (lo decía sin apenas fuerza mientras cerraba los ojos)
M: Pero justo hoy cuando has llegado tenía algo que decirte, como has venido hecha
una furia, he pensado dejarlo para mañana
C: ¿Qué pasa? (le sujetó la mano mirándolo con miedo)
M: He notado las corrientes en los gemelos (le dijo mirándola a los ojos, unos ojos que
se cubrieron de lágrimas) Lo he notado cariño
C: Eso quiere decir que...
M: Quiere decir que he sido un gilipollas que no ha dejado de renegar, pero tampoco ha
dejado de intentarlo, porque tengo una mujer maravillosa y una hija por las que no
puedo rendirme. Y he sido tan afortunado, que parece la vida me va a dar una segunda
oportunidad (lo decía emocionado como ella)
C: ¡Y te has callado cabrón!
M: Me encanta que me trates con tanto cariño
Cruz se subió sobre él y comenzó a besarlo, Marce la miraba con total amor, mientras le
devolvía los besos pidiéndole perdón
En la cama Luisita no podía dormir, daba vueltas y vueltas, había escuchado a Amelia
llorar y aunque quería ir a su lado prefirió guardar la distancia, a pesar de sentirse
destrozada y que sin querer le había hecho daño a su mujer. Las lágrimas resbalaban por
su rostro, mientras su mano apretaba la sábana entre sus dedos
Fuera Amelia lloraba sin saber que hacer, era cierto que se ahogaba en la ciudad, pero
no era egoísta no le pedía que se operara por ella, se había abrazado a un almohadón y
había tratado de que Luisita no la oyera
A: Joder...
Al mismo tiempo que lloraban, en el portal Bárbara dejaba a una Benigna que desde que
había salido del restaurante no había hablado mucho, ninguna había hablado, tan solo
habían paseado por la ciudad con su intenso frío de finales de enero. Al llegar, Benigna
sacó las llaves del bolso
Bárbara salió con una sonrisa de oreja a oreja, le encantaba aquella mujer, la volvía
loca, y sin duda, estaba dispuesta a todo para conseguir que finalmente le dejara estar a
su lado. Subió el ascensor como en trance, pasó por el comedor sin darse cuenta ni que
Amelia estaba allí, entró a su habitación cerrando la puerta y sin cambiarse se dejó caer
sobre la cama con sus ojos repletos de lágrimas, su corazón de pánico y su cuerpo de
temblor
Amelia estaba con los ojos cerrados con la cabeza que empezaba a dolerle apoyada en el
respaldo del sofá, así escuchó como se acercaba la silla de ruedas, giró su cabeza
lentamente no hacía falta encender la luz, ella también se había acostumbrado a la
oscuridad, y la vio llegar con un gesto triste
L: ¿Amelia?
A: Estoy aquí (le contestó algo distante)
L: Perdóname por favor
A: No tengo nada de que perdonarte...
L: Ven... no puedo llegar ahí
A: Anda vete a la cama, es tarde (su voz sonaba grave por el gran sofoco que tenía)
L: Vale (se puso en pie y a la pata coja dio dos pasos)
A: ¿Pero qué haces? (se levantó yendo a por ella y cogiéndola)
L: Te quiero, pero no puedo evitar sentir este pánico a que no salga bien y sea definitivo
A: Te entiendo Luisita, si es que yo te entiendo (le dijo con su misma pena mientras la
ayudaba a sentarse en el sofá)
L: ¿Crees que saldrá bien? (le preguntó con temor)
A: Claro que sí (sonrió emocionada) Estaré a tu lado cariño... todo irá bien y ya no hará
falta borrar el verbo ver, ya lo verás
L: Amelia...
A: Pero si no saliera bien, seguiré estando a tu lado porque eres lo más importante en mi
vida ¿lo entiendes cabezota?
L: Sí... (le dijo tras un profundo suspiro) Amelia te quiero tanto como no he querido a
nadie y no quiero perderte por nada... te quiero mi amor
Se abrazaron sintiendo la necesidad de que saliera bien, de que merecía la pena, estaban
juntas y a pesar de todo, podrían superarlo una al lado de la otra con lo más importante,
su amor
Una pija en la selva 1091
La mañana siguiente, Amelia se levantó con nuevas ilusiones, durante la noche había
abrazado a Luisita sintiéndola a veces temblar, podía imaginar su miedo pero no quería
que aquello las paralizara a las dos. Le preparó el desayuno mientras pensaba en todo
cuanto debía hacer, le llevó la bandeja hasta la cama y allí la esperaba Luisita mientras
Maes terminaba su biberón
A: Estoy aquí
L: Sí... te siento llegar. ¿Y Benigna?
A: Anoche subió muy extraña no sé que pasaría, ni se enteró que estaba yo en el
comedor
L: ¿Y aún está en la cama?
A: Sí, me extraña (dejó la bandeja sobre el edredón mientras retiraba a la pequeña de los
brazos de su madre) Ven aquí
L: Se porta muchísimo mejor ¿eh?
A: Está hecha una mujercita ya, ahora podremos tener más intimidad ¿verdad pequeña?
L: Tengo unas ganas que me quiten la escayola
A: Oye que la escayola también tiene su punto (se sentó a su lado besándola y
jugueteando con su nariz) ¿No te parece?
L: ¿Tú crees? (metió su mano por el pijama tocando esa piel que deseaba tanto)
A: Lo deberíamos...
B: ¡No puedo más!, toda la noche sin dormir, esto a mi edad no es sano ¡no señor!
(decía paseando de un lado a otro de la habitación en los pies de la cama omitiendo que
ambas se habían casi caído al separarse por verla entrar, la miraban y se miraban sin
entender nada) Es que vamos... solo a ella se le ocurre ¡menuda!, ja, ja y ja, ¡se cree que
me chupo el dedo!, esto es inadmisible
A: Ejem... ejem (carraspeó)
B: Ah no y lo mejor es, Benigna te doy dos semanas, ¡ultimátum a mí!, ¡a Benigna! Un
ultimátum (las miró mientras les explicaba las cosas, ninguna entendía nada pero ambas
tenían una ligera sonrisa en la boca) ¡De que os reís!, no tiene ninguna gracia
A: Vamos a ver, por favor Benigna, puedes parar y explicarnos ese ataque que tienes a
que es debido...
L: Mejor dicho cariño... a quien (le corrigió con rintintín)
A: Mi mujer tiene razón... ¡a quién! (puntualizó) es debido
B: ¡Bárbara anoche me beso!, ¡y no quiero coñas! (les apuntó a las dos con el dedo)
A: ¿Qué te qué?, ¿te beso?
L: Pero si ya te había besado Tere (le restó importancia mientras tanteaba a cogerse del
brazo de Amelia)
B: No como anoche, me... me... ejem (se pasó la mano por el cuello en actitud nerviosa)
A: ¿Con lengua? (le preguntó a punto de estallar en una carcajada)
L: ¡Ay Dios! (trataba de aguantarse como Amelia)
B: Eso mismo (dijo bajito casi de manera inaudible)
A: ¡Acabáramos!; vaya cosas que hace Bárbara
B: ¡Y no solo eso!
A: ¿Hay más? (la miró seria)
B: Me ha pedido relaciones (dijo con gesto a punto de llorar)
A: ¿Relaciones?, has oído eso cariño
L: Sí, le ha pedido relaciones
A: ¿Y dónde está el problema para que te pongas así?
B: Amelia... mírame
Una pija en la selva 1092
A: Ya te veo
B: Mírame bien, ¿qué ves?
A: Ahora mismo una mujer aterrada porque otra mujer está enamorada de ella y le ha
pedido relaciones
B: No te burles
L: Te diré lo que veo yo, claro, que lo veo a mi modo porque lo que se dice ver (sonrió
por primera vez hizo una broma de su ceguera y eso a Amelia le pareció maravilloso,
era el paso que necesitaba, que Luisita asumiera lo que ocurría y lo afrontara) Veo una
mujer maravillosa con una sensibilidad apabullante, un corazón enorme y una
predisposición por ayudar a todo el mundo que admiro, veo una mujer que cuando se le
necesita está, una mujer sencilla pero maravillosa, una mujer que se merece ser feliz sea
con quien sea, ¡eso es lo que veo yo!
B: Estoy vieja Luisita (le dijo llorando mientras se sentaba a su lado haciendo sin parar
pucheros)
L: Bárbara te mira con los ojos del corazón y no hay nada mejor que eso, te mira con
sus propios ojos porque lo que ve en conjunto es algo que sabe no quiere dejar escapar,
te ve con la ilusión de poder darte todo lo que quiere, y lo que quiere es amarte Benigna,
¿dónde está el problema?
A: Que bien habla mi niña (la miraba embobada)
B: No si... razón tienes ¿eh? (se secaba las lágrimas asintiendo como si le hubiera
convencido)
A: Luego me dices a mí que soy una narcisista
B: No pinches ¿eh? (la miró seria)
A: Perdón
B: Vale... pues esta mujer con todas esas cualidades que me has descrito tan bien, te
dice algo, yo tengo relaciones con Bárbara si tú te operas
B: ¡Oh!
A: Se siente Benigna, debes tener relaciones con Bárbara... ¡qué dura es la vida, verdad!
Salieron a pasear una vez terminaron de desayunar, era la primera vez que Luisita
dejaba que Amelia la llevara, habían salido con la niña, Luisita la llevaba en brazos y
Amelia empujaba la silla, cuando estaban en el ascensor, le llamó Cruz, diciéndoles que
las esperaba para comer, que ella aún no había invitado a nadie y ese era el día. Amelia
aceptó sonriendo y como la casa de Cruz no quedaba muy lejos de la suya, se fueron
caminando
Mientras ellas iban camino de casa de Cruz, Encarna y Rosario entraban en su casa, se
sentaron junto a Benigna y una taza de café, la mujer escuchaba atentamente lo que una
y otra decía, las miraba absorta, tanto que se había olvidado completamente de su
situación personal
Una pija en la selva 1093
B: Dios mío... es que no sé ni que decir (las miraba atónita justo en el momento en que
sonó el timbre de la puerta) Disculpad por favor voy a ver quien es (les dijo aún
impresionada, al abrir un enorme ramo de rosas la esperaba) Hola
Claudia: Mejor no preguntes (le hizo un gesto divertido mientras arrugaba la nariz)
L: Bueno, ayer decidí con Amelia que me operaría... y que sea lo que Dios y Aimé
quieran
A: Si es por mí, seguro que ves
A: Ves cariño, sólo nos falta Dios, y con la ayuda de Benigna, tu madre y la mía, lo
tenemos en el bolsillo (le dijo dejándole un beso)
C: Claro que sí, todo va a ir bien. Amelia... ¿puedes acompañarme a por el champán?
A: Claro... ya vuelvo
M: Oye Luisita (como la tenía a su lado le cogió del brazo y le dijo) Podíamos haber
perdido la vida allí, y no fue así, tenemos mucho que hacer mucho que trabajar creo que
has tomado la decisión correcta
L: ¿Y si no vuelvo a ver?
M: Le corto los huevos a Aimé
L: Pobre (sonrió de buena gana)
M: Esa sonrisa es la que nos animaba a todos Luisita, ¿recuerdas? (Luisita asintió
emocionada) Que no vuelva yo a echarla de menos ¡vale!
L: Se hará lo que se pueda
M: Lo que se pueda no, vas a hacer lo que debes, recuperarte porque tenemos que
volver a África, ¿entendido?, y no quiero volver sin mi mejor enfermera
L: Gracias Marce...
M: Gracias a ti Luisita... ¡además ya echo de menos tus gritos, joder!
En la cocina, Amelia y Cruz se habían abrazado con esa necesidad de ver que poco a
poco se les iba solucionando los problemas que la vida les había impuesto
Aquella noche cuando volvieron a casa lo hicieron acompañadas por un Aimé que
trataba de tranquilizar los nervios de Luisita ante las pruebas para la operación, y una
Claudia que lo escuchaba con tanta atención que tropezó dos veces ante la sonrisa y
burla de una Amelia a quien sus ojos volvían a brillar
A: ¿Y este ramo?
B: ¡Hola chicas! (salió de la cocina mostrándose feliz)
L: No te lo vas a creer Benigna... Marce ya va recuperando la sensibilidad de las piernas
B: ¡No me digas! (juntó sus manos en señal de alegría sobre su barbilla)
A: Te he hecho una pregunta Benigna
B: Así que ya tenemos recuperándose a Marce, gracias Señor
L: Sí
A: ¿Benigna? (la miró doblando un poco la cabeza mientras enarcaba su ceja)
B: Solo faltas tú Luisita
L: Hemos estado hablando con Aimé y... bueno... espero que todo salga bien
A: ¿Bárbara?
B: Seguro que sale bien, y ahora, a dormir
L: Mañana tenemos que ir a hacerme todas las pruebas (sonreía por la insistencia de
Amelia y la facilidad de pasar de ella de Benigna)
A: Ni puto caso (se cruzó de brazos)
Una pija en la selva 1095
El día siguiente y los que siguieron fueron tremendos, una vez hechas las pruebas, nada
más quedaba esperar la llamada de que ya había córneas para transplantar, mientras,
Marce poco a poco y con mucho esfuerzo fue recuperando cada día un poco más, a
veces se desesperaba, a veces se motivaba tanto que Cruz debía detener sus ansias por
ponerse en pie. Lo mismo empezó a vivir Luisita que compartía las horas en el gimnasio
del hospital con Marce, para recuperar aquel tobillo que según Javier había quedado
perfecto
Solía ir a rehabilitar cuando Amelia tenía turno así aprovechaban y se iban juntas, uno
de esos días Benigna acudió acompañada por una Bárbara que se mostraba tan feliz
como si anduviera todo el día sobre una nube, Benigna y ella se habían visto
secretamente, la primera vez para la buena de Benigna fue todo un ay, divertida y
pasional, tierna y repleta de miedos, pero finalmente feliz y dispuesta a aprender todo
cuanto Bárbara le iba enseñando que era mucho y variado haciendo las delicias de la
mujer
B: Ya estamos aquí
A: Vaya... la parejita feliz...
Bárbara: Amelia
L: ¿Sabéis por qué nos ha llamado Cruz?
M: Ni idea. Por cierto, ¿cuándo te vas Bárbara?
Bárbara: La semana que viene
M: He escuchado que seguimos igual, ¿eh? (le advirtió algo preocupado)
Bárbara: Sí pero Bárbara debe volver
C: Hola... bueno Quintero aquí los tienes formaditos y todo ¿eh?, ¡te quejarás!
Q: Para nada Cruz. Buenos días chicos, debo deciros que después de mucho trabajo y
tiempo, he conseguido localizar a alguien en el campo de refugiados
Una pija en la selva 1096
Todos expectantes esperaban alrededor de la mesa, Benigna había cruzado sus manos
tras una profunda exhalación tratando de controlar sus nervios, los rostros de los demás
incluida Claudia que acababa de llegar, se mostraban tensos. Al escuchar al doctor
Mondela los corazones y las ansias por saber se dispararon
Mondela: Lo siento, ellos no están aquí... somos muchos pero he censado a todos y...
no están
Fue un golpe duro que atajar, otro más, sin duda para ellos eran parte de esa familia que
habían creado en África y que, les había dado tantas y tantas alegrías. Se marcharon con
la tristeza de saber que si no estaban allí era prácticamente imposible saber de ellos, la
noticia les cayó como una losa. Cuando se iban a marchar con la pena de no saber nada
de ellos, Aimé entró alterado al despacho
A: Menos mal que os encuentro. ¡Han llegado las corneas Luisita!, nos vamos a
quirófano
Una noticia compensaba la otra, aunque la pena seguía en ellos al menos había una
posibilidad de que Luisita pudiera recuperar la vista y con ello, la posibilidad de volver
a África se hacía más factible
L: ¿Has llamado a mi madre? (le preguntaba nerviosa mientras se ponía el camisón para
quirófano)
A: Sí cariño (contestaba igual de nerviosa) No sé porque te empeñas en que no entre a
quirófano
L: Porque sé que te pones muy nerviosa Amelia, y de verdad... no quiero que lo estés
A: No lo estoy cariño
L: Ya por eso me has abrochado y desabrochado el camisoncito con esta tres veces (le
sonrió acariciándole suavemente la cara)
A: ¿De verdad?
L: Sí, de verdad (sonrió)
A: Lo siento... es que... sé que esto es muy importante para ti y... (le cogió las manos y
las besó con tanta ternura que sintieron ambas un escalofrío)
Una pija en la selva 1097
L: Amelia, tranquila ¿vale?, estoy en manos de Aimé y lo que tenga que ser será, ¿no
decías eso?
A: Sí, sí, claro (se frotaba las manos nerviosa) Oye Luisita... que... yo no te quiero
agobiar pero... tengo que dar la fecha en el juzgado
L: Yo quería casarme viéndote cariño... viendo lo guapa que vas a estar
A: Mira si quieres no nos casamos pero... debemos adoptar a Maes aquí y eso necesita
los papeles de matrimonio
L: Está bien, lo antes posible una vez Aimé nos dé permiso
A: De acuerdo. Te quiero mi amor... (la abrazó con fuerza)
L: Y yo... ¡qué lástima!
A: ¿El qué?
L: Esta noche te tocaba vendarte los ojos (dio un pequeño gemido)
A: Siiiii (sonrió besándola con pasión) ¿Tú crees que nos daría tiempo aquí uno
rapidito?
B: ¡Qué viene Encarna! (entró gritándoles, al verlas se puso en jarras y les dijo) No si...
ya sabía yo que debía avisar
E y A: Jajajajajaja
En: Hola hija... que bien ¡verdad! Estoy tan nerviosa
L: No te preocupes mamá que todo está controlado
En: Lo sé... lo sé... Amelia... ¿te importa dejarnos solas un momento?
A: No por supuesto (salía mientras Benigna se quedaba) Benigna
B: Ha dicho Amelia (ante su mirada insistente le dijo) Vale...
En: Mira cariño... sé que tú sabes que no he estado muy a la altura de las circunstancias
con respecto a Amelia, me cuesta muchísimo no te lo niego pero, creo que en su mirada
me dice que te quiere con locura, yo pensaba que iba a dejarte pero...
L: Amelia no es así, aunque mira que he estado inaguantable y me lo merecía
En: Si te digo que me gusta para ti y que a pesar de ser una mujer la que comparta tu
vida, ¿me crees?
L: Sí mamá, claro que te creo Amelia es así, simplemente maravillosa
En: Aunque me cueste veros como os besáis
L: Te acostumbrarás
En: Vaya...
L: ¿Qué?
En: Pensaba que me ibas a decir que no lo haríais delante mía
L: Eso es imposible, porque no podría cumplirlo (sonrió feliz)
En: Ay señor... si ya lo decía tu abuela, ¡es diferente al resto del mundo! (decía
sonriendo mientras la abrazaba) Yo era como tú hija, pero bueno en mis tiempos habían
cosas que no se podían hacer
L: ¿Eres lesbiana?
En: ¡No seas burra! (le riñó), era como tú en el sentido de querer vivir la vida y ayudar
a los demás, pero tu padre que es un desaborío, me quitó toda la ilusión
L: Jejejeje (sonrió acompañada por su madre)
En: Todo va a ir bien, ya lo verás (la abrazó con tanto amor que a Luisita le extrañó
aquel abrazo) Te quiero hija
L: Y yo mamá
Una pija en la selva 1098
Pasillo arriba, pasillo abajo, café va, café viene, así se pasó Amelia la hora y cuarto que
duró la operación, su madre y Encarna la observaban atentamente, habían decidido
mejor no hablarle, Claudia también estaba nerviosa pero había decidido sentarse y
esperar, Benigna se había marchado a casa con la pequeña y Bárbara, allí todavía eran
mayor los nervios, los pensamientos negativos, las dudas
Habían pasado dos meses desde la operación, Luisita seguía sin ver pero ya podía andar
sin ayuda de las dos muletas, eso le daba ánimo suficiente para defenderse sola por la
casa y no sentirse tan dependiente de una Amelia que no la dejaba sola ni a sol ni a
sombra. Por su parte Marce ya se mantenía de pie aunque sí necesitaba las muletas, pero
había avanzado mucho, tanto que hasta Cruz se había impresionado por su recuperación.
Mientras todo esto ocurría casi sin darse cuenta la primavera había llegado con todo su
auge, habían aguantado ese tiempo para la boda que no se hizo en ningún juzgado, se
hizo en casa de Encarna, con tan solo los invitados que las dos decidieron, y con un
jardín nada exagerado para una boda sencilla entre dos mujeres que en esos dos meses
habían intensificado sus noches, sus tardes, sus mañanas, sus horas en una relación que
cada día iba mejorando, se hacía más fuerte y ni siquiera la aparición de Julia en un
Restaurante mientras comían había hecho la menor mella en ninguna de las dos. Así
llegaron a la boda, Luisita en su casa, Amelia en la suya, los mismos nervios de la
Selva, pero diferente preparación
Mientras en su casa, una atacada Luisita hablaba con su madre y Cruz que había ido a
ayudarle
La boda fue sencilla pero para las novias intensa, durante toda la ceremonia no dejaron
de darse la mano, de esa manera Amelia quería transmitirle todo cuanto estaba
sintiendo, tampoco pararon de sonreírse y sentir como la felicidad inundaba sus
corazones. Con el sí, las madres se emocionaron, los padres sacaron pecho para no
demostrar esas lagrimitas rebeldes, las madrinas, Cruz por parte de Luisita y Claudia
por parte de Amelia, se mostraban orgullosas del enlace, y Benigna irremediablemente
se había entregado al llanto de ver como por fin la vida, les daba una tregua. Aunque la
verdadera protagonista de la ceremonia no fue otra que Maes, con sus continuos
balbuceos hacia sus madres y sus manos tratando de que la llevaran con ellas
Así ya convertidas en pareja oficial sin luna de miel porque el trabajo de Amelia no se
lo permitía, seguían pasando los días, esos días donde parecía que nunca iba a llegar el
momento que tanto ambas deseaban. Todas las mañanas Amelia cuando abría los ojos
esperaba que Luisita le dijera que había recuperado la vista, que veía algo pero habían
pasado seis meses desde la operación, y nunca le decía nada, y ella ya no le preguntaba
porque sabía que era una manera de presionarle sin querer, y Claudia quien estaba
comenzando una historia bonita de amor con Aimé, se lo tenía prohibido
Entraron por urgencias con el abrazo de Sam que fue a quien primero se encontraron,
Amelia tenía que trabajar pero había aprovechado un hueco para acompañar a su mujer,
fuera los clásicos nervios, y dentro mucho más
Una pija en la selva 1100
Una semana después Luisita seguía ocultándole a Amelia que las sombras habían
dejado paso a un poco de luz, al principio distorsionada, pero conforme pasaban los días
iba viendo un poco más, no podía captar todavía el rostro de las personas pero veía un
conjunto y eso le iba dando las energías necesarias para día a día ir luchando para
mejorar del todo
Aquella mañana, Luisita se había despertado antes que Amelia y le había despertado
dándole infinitos besos, que eran recibidos con una sonrisa en los labios que marcaba su
felicidad, su serenidad, lo peor había pasado y aunque seguía sin poder adaptarse a la
ciudad, por Luisita merecía la pena y con la ayuda de Cruz y Claudia iba mejorando su
adaptación, a pesar de sus enfados y sus problemas con algún que otro médico que iba
de listillo. Pero despertar así le borraba todos los malos momentos que pasaba, tener a
su lado a su mujer y su hija, le compensaba todo lo demás, compartir todo cuando
hacían las tres juntas era una manera maravillosa de vivir
Les gritaba como loca mientras del susto se habían sentado ambas en la cama con
expresiones diferentes, Amelia con la expresión de querer acabar con Benigna, Luisita
con el miedo de lo que significaban sus palabras
B: Y ahora salir, que tenemos una sorpresa maravillosa para vosotras ¡voy a volver a mi
casa! (gritaba repleta de felicidad)
L: Buenos días
B: Venga... sentaros que os traigo el desayuno (les dijo mientras llevaba en una bandeja
el café con leche)
L: ¿Qué pasa?, porque pasa algo seguro
En: Hija, Amelia, queremos comentaros que aquí mi consuegra y yo hemos creado la
Fundación Maes
A: ¿Cómo? (las miró atónita)
Rosario: Sí, es una locura en la que nos hemos enfrascado porque no somos tan
valientes como vosotras, pero, queríamos aportar nuestro granito de arena
B: ¡Granazo chicas, granazo! (apuntó)
L: No entiendo nada
En: Tenemos a partir de hoy tres meses para que la Fundación funcione, se ponga en
macha con solidez
Rosario: Y una vez este en marcha ¿Benigna se lo dices tú? (le sonrió)
B: ¡VOLVEMOS A ÁFRICA!... ¡A NUESTRO HOGAR!
M y L: ¡Qué!
Para ambas la sorpresa fue tal que ni siquiera sabían que decir, por un lado no entendían
de lo que realmente hablaban, por otro la sola idea de volver a la aldea les provocaba un
éxtasis difícil de controlar, y allí sus madres habían logrado aparentemente saber como
podían volver
L: Que mona es... siempre habla en plural cuando se refiere a mí (la miraba con una
sonrisa boba muy boba mientras ambas madres sonreían por el gesto)
A: Es que cariño... no podemos ir a África en malas condiciones
L: ¿Recuerdas cuándo tu ojo?, dijiste que no te movías
A: Luisita era un ojo
L: Vale yo te gano por uno, pero...
B: ¿Puedo decir una cosa? (intervino con algo de temor)
A: Por supuesto
L: Claro
B: Gracias, yo creo que la idea no es mala, quiero decir, se puede levantar con el dinero
de la Fundación un buen lugar, algo así como el doctor Mondela hizo
L: Sí eso estaba muy bien, a mí me gustó
B: Por lo tanto no es tan descabellado, mientras ponemos todo en práctica Luisita puede
ir recuperando vista
Rosario: Si os vais a ir, que sea un lugar donde tengáis seguridad cariño (le dijo a su
hija con gesto tierno)
A: Mamá... África no es segura
En: ¡Nosotras la haremos segura! (dijo contenta)
L: Me encanta (sonrió)
A: Luisita... (ante su guiño de ojo resopló diciendo) Vale, tú ganas Luisita, que le voy a
hacer si me puedes, mi mujer me puede (les dijo haciendo un gesto gracioso)
B: Quien te ha visto y quien te ve guapa (dio una carcajada)
A: Entonces tendremos que ponernos manos a la obra, eso sí, hasta que no veas, no
iremos
L: ¿Y si tardo mucho?
A: África siempre estará allí
L: Pero necesitamos saber de nuestra gente Amelia... y yo... no quiero esperar
eternamente
A: Yo tampoco Luisita, pero las posibilidades de que nos volvamos a encontrar debes
entender que son escasas
Rosario: Entonces... ¡de acuerdo!
A: Si mi mujer dice que sí, será que sí (sonrió sin ocultar su felicidad)
En: Claro que contamos con Marce y Cruz
L: ¿Cruz?
En: Sí, nos ha dicho que si hacemos un hospital, ella podría ir y venir siendo médico de
apoyo, llevando a Aimé, a Javier, a Héctor, cada uno en su especialidad para ayudar a la
gente que lo necesite
A: Sería maravilloso desde luego poder ayudar así, lo que siempre soñamos Luisita
L: Los sueños se hacen realidad, ¿ves?
A: Sí (le sonrió pinzándose el labio inferior) Y la primera vez que lo creí, fue cuando te
conocí a ti
A partir de ese momento tenían mucho trabajo que hacer, la Fundación parecía que les
había ayudado a superar las ansias por volver, tenían un proyecto y debían estar bien
preparados para no fracasar. Ayudar a los niños era la principal causa que todos
quisieron poner en primer lugar. Al principio hubo una serie de trabas que todos sabían
llegaban del despacho de Julia, herida aún por las constantes omisiones de Amelia, pero
Una pija en la selva 1103
poco a poco los más altos cargos de Médicos sin Fronteras fueron viendo que era un
proyecto interesante y que podía realmente ser muy importante dado el lugar donde la
aldea se levantaba y ese interés se vio recompensado en una ayuda real que los tres
agradecieron, Marce soñaba con todo lo que iban a montar en el hospital, Amelia con
ser libre nuevamente y poder ayudar a quien la necesitaba, y Luisita una mezcla de
alegría por la contribución que iban a hacer pero también, una gran pena al saber que no
sería lo mismo, volver sin saber donde estaba su familia
Pero también había otra cuestión pendiente, entre reunión y reunión que casi siempre se
hacían con una suculenta cena, a mediados de junio, una desesperada Amelia no podía
aguantar la situación que vivía su mujer. Por eso, en una de sus guardias se presentó
ante un Aimé que ella se había dado cuenta le huía cada vez que se encontraban en los
pasillos o cuando la veía ir a su despacho
Volvió a pasar las pruebas, seguía con problemas para ver pero de cerca ya podía dar
forma a las letras, eso era un grandísimo adelanto y según Aimé le había dicho de dos a
tres semanas recuperaría completamente la vista. Con esa idea fue hasta el despacho de
Amelia acompañada por él mismo
La alegría les duró lo que Benigna tardó en entrar, no había señales de vida en la aldea,
tampoco habían vuelto a ella, así que les habían perdido la pista totalmente
A: Benigna, quizá cuando estemos allí les llega la noticia de que hay un nuevo hospital
y regresan
L: Claro Benigna (se acercó a ella y la abrazó tratando de tranquilizarla aunque ella
misma se sentía fatal)
B: Sí, claro... pero...
L: Venga guapa
B: Confío que así será (trataba de admitirlo)
L: Me encantan esos pendientes
B: ¿Verdad?, son un regalo de...
Se detuvo en el instante en que recapacitó y se dio cuenta que Luisita había visto sus
pendientes, se abrazó con ella, saltó haciendo saltar a la enfermera bajo los cuidados
continuos de Amelia que de pronto se vio abrazada por Benigna de forma fulminante, la
pena de los chicos de la aldea seguía en sus corazones, pero la felicidad por la
recuperación de la vista de Luisita, era lo que en esos momentos les desataba la
felicidad
Aquella noche lo celebraron con todos para seguir con sus charlas entre plato y plato
sobre seguridades, material quirúrgico, antibióticos y demás. Como ya hacía buen
tiempo se celebró en el jardín de la casa de Encarna con una gran parillada donde
Héctor demostró sus dones argentinos para llevarla acabo, la carne la puso Amelia, Cruz
y Marce las bebidas, los pasteles Claudia y Aimé, los vinos el padre de Amelia que
había hecho muy buenas migas con el padre de Luisita para futuros negocios, mientras,
dejaban que sus mujeres siguieran entusiasmadas el proyecto de aquella Fundación
Maes
La ovación y el que hablen las dos mujeres se hizo tan insistente que finalmente
aceptaron hablar
Rosario: Hija (renegó su idea ante la sonrisa de todos) Yo lo único que puedo decir es
que os admiro, y espero que esto que está empezando a labrarse aquí, una vez estéis allí
sea un éxito rotundo. ¡Por vosotros!
M: ¡Eso está bien, muy bien! (comenzó a aplaudir mientras Claudia silbaba como loca)
L: Mamá tu turno (la miró sonriente)
En: Pues como mi consuegra ya lo ha dicho todo, yo voy a decir otra cosa
L: Ay (murmuró ante la mirada divertida de Amelia)
En: Quiero decir ante todos que brindo por Amelia (aquellas palabras hicieron que la
Pediatra se quedara inmóvil mirándola fijamente ante la sonrisa esta vez de Luisita)
Brindo por ti, por querer así a mi hija, por demostrarme que podía confiar en ti como
una vez te dije... brindo por vuestra felicidad que después de todo lo visto, es la
felicidad de mucha gente que os quiere. ¡Por vosotras!
Todos: ¡Por las pijas!
L: Gracias mamá (la abrazó y su padre hizo lo mismo) Gracias papá...
A: Te dije que en cuanto me conociera me adoraría (le musitó bajito)
L: Lo sé, es difícil no hacerlo
A: Te quiero pija
L: Te quiero Calentorra (se lo dijo entre dientes con el fuego clavado en sus ojos)
Llegó por fin el día en que el avión estaba preparado para volver, en él, Marce, Amelia
y Luisita junto a Maes y Benigna, y por último un Quintero que volvía con la ilusión
renovada a pesar de sus años y el cansancio. En el aeropuerto la despedida fue intensa,
abrazos y más abrazos, sonrisas nerviosas, lágrimas todo lo lógico en una despedida un
año después de que en ese mismo aeropuerto aterrizara el mismo avión con Amelia
herida. Un año donde habían pasado muchas cosas que en ese avión entre las nubes,
dieron por buenas. Las miradas entre Amelia y Luisita eran contundentemente tiernas,
Marce se había dispuesto a dormir ya que el avión le daba pavor, Benigna se mostraba
nerviosa porque en el aeropuerto de Loukólela le estaba esperando Bárbara, y desde allí
partirían con tres camiones y gente para remodelar lo que en planos llevaban y les
esperaba en África
El vuelo fue tranquilo, y el aterrizaje sin problema. Iban descendiendo del avión con
tranquilidad excepto una desquiciada Benigna cuyos ojos se mostraban ansiosos por
reencontrarse meses después con quien le había enseñado a amar de manera distinta
L: ¿Sabes una cosa Amelia?, estoy segura que todo cuanto nos ha pasado, en todo, Lula
ha tenido mucho que ver... recuperarnos así de algo que podía habernos costado la vida
a los dos, estoy segura que no ha sido un milagro, sino, Lula
A: Bueno... está bien si quieres pensar así
Bárbara: ¡Amelia... Luisita! (gritaba feliz) Mi niña Maes...
M: Y a Marce que le den
Bárbara: Oh my caballero de pelo canoso (lo abrazó sacudiéndole también)
M: ¡Joder! (protestó una vez lo soltó dirigiéndose hacia el camión)
Hicieron el mismo trayecto que cuando huyeron, parecía que nada había cambiado y no
había pasado un año, la gente seguía caminando por las carreteras de la misma manera,
el calor seguía siendo tan intenso como siempre, la misma sensación de bienestar y al
mismo tiempo desconcierto, los ojos trataban de encontrar en aquellos rostros que
pasaban junto a los camiones alguno conocido, ese rostro esperado para bajar y
abrazarse a él. Pero en todo el camino nadie apareció
A: Ya hemos llegado cariño (le dijo a Luisita que finalmente se había dormido sobre su
hombro)
L: Dios mío (susurró al ver el estado en el que se encontraba la parte de fuera)
Q: Van a entrar los hombres con el camión, no bajéis hasta que estemos dentro
Y así fue, los camiones entraron ya caída la tarde, cuando bajaron sus ojos expresaron el
más puro dolor que se podía sentir ante algo tan cruel, la aldea había sido prácticamente
destruida, tan solo quedaba en pie la cocina, el refugio y las dos cabañas de Amelia y
Marce, ni siquiera la parte del hospital que habían levantando los hombres
Todos afligidos, Bárbara sujetando a Benigna, Amelia y Luisita con las manos unidas,
Quintero ordenando a sus hombres que dejaran las armas y comenzaran a trabajar, y
Marce desolado mirando lo que un día fue su hogar, cuando de pronto se oyó:
Voz: AHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHH
Q: ¡No dispares! (le dijo a uno de los soldados que había apuntado hacia la dirección
donde provenía el grito ensordecedor)
L: ¡Mona! (abrió sus ojos emocionados, allí estaba Mona vestida con sus mejores galas,
un suéter de Carolina Herrena y un pantalón de Coronel Tapioca, tras ella, Valiente con
el camisón de encaje ya roto porque había crecido y otra pequeña criatura tras él) Mona
Dios mío
A: Mona
B: ¡Ay que es Mona! (decía emocionada juntando sus manos dirigiéndose hacia ellas)
M: Joder... Mona...
L: Cariño (se abrazó a ella que se notaba como lloraba de emoción, mientras Valiente se
abrazaba a Amelia y la pequeña se quedaba a los pies de su madre y Luisita) Mona...
Una pija en la selva 1108
Salió de entre las ruinas Massamba, con los ojos anegados de lágrimas, con un ligero
temblor en su barbilla de emoción al reencontrarse con quienes ya pensaba no volvería a
ver, tras él, con una sonrisa enorme Zulú con Maquita en los brazos, salió Nsona, salió
una emocionada Lula que no pudo evitar salir corriendo a abrazarse con Benigna, salió
Ngouabi con Siya embarazada, y Zambi llevando de la mano a Monwe con el pequeño
que habían logrado salvar, y Yildas con una llorosa Sissou que aparentemente también
estaba embarazada, y Laobi con su muleta apareció tras un fusil, y los niños corrieron
para abrazarse a un Marce que no podía evitar esas lágrimas que bañaban el rostro de
todos, lágrimas de emoción que rompieron en un llanto de felicidad al abrazarse con
Massamba
Marce, Amelia y Luisita acompañaron a Ngouabi hasta el refugio, allí rodeada de velas
y alguna hierba en el suelo sobre un fino colchón se encontraba Nmaba. A sus pies su
fiel perro que al verlos entrar levantó la cabeza, la ladeó y emitió un pequeño aullido
como pidiendo ayuda para su ama. Al escuchar los pasos tras el alboroto volvió un poco
la cabeza
Ngouabi: Madre...
Nmaba: Mondeles mwasis, ziku... Nmaba estar esperando
M: Nmaba tranquila voy a revisarte ¿vale?
Nmaba: Sin beso no
M: De acuerdo (le dio un beso sonriendo)
A: Nmaba... ¿qué tal estás?, dinos (se acercó a ella dejándole un beso)
Nmaba: Mwasi Luisita
L: Estoy aquí (le dijo con un nudo en la garganta)
Nmaba: El amor... ganó... todos ganamos...
M: Nmaba voy a inyectarte ¿vale?
Nmaba: Nmaba ser vieja
A: Ya, pero nosotros ser cabezotas además por lo que he visto te van a hacer abuela...
(sonrió mientras asentía la indicación de Marce) Ponle salino Luisita
L: Sí... Nmaba no te voy a hacer daño ¿vale?
Nmaba: ¿Y mami?
B: Estoy aquí (le dijo con un nudo en la garganta y las lágrimas en los ojos)
Nmaba: Vieja Nmaba echar de menos, ¿decir así?
B: Sí... yo también (sonrió acariciando su frente y dejándole un beso mientras la miraba
con un puchero en su barbilla)
Nmaba: Nmaba morir
M: De eso nada, Nmaba va a vivir porque Nmaba lo que tiene es una neumonía, y de
eso Marce no va a dejar que se muera
L: ¿Traigo la careta y el oxígeno, Marce?
M: Sí
A: Nmaba... tranquila que... todo va a ir bien (le sonrió)
Nmaba: Mi niña... fibana mondele (mi niñita blanca)
A: Nge fibana mondele zola nge mingi (tu niñita blanca te quiere mucho) (le acarició la
frente)
Nmaba: Mono kuzaka (lo sé) (le sonrió) Mono peso nde ntima (me lo dice el corazón)
L: Aquí está el oxígeno
M: Bien... Nmaba de esta no te mueres, te lo digo yo
Nmaba: ¿Mi hijo?
Ngouabi: Aquí ngudi (madre)
Nmaba: Melesi
Ngouabi: Nosotros hacer un sacrificio de un león... a cambio de vosotros venir...
Nmaba lo pidió, Lula lo hizo
B: Y nosotros estamos aquí... para no irnos nunca más (dijo segura y feliz del
reencuentro más tranquila al ver a Marce hacer un gesto de tranquilidad)
Nmaba: Dios existe, mis oraciones llegar
L: Ves... os lo dije...
Todos se miraron con una emotividad grande, esa era su aldea, mágica, sensible,
tierna... esa era su gente... su familia
Una pija en la selva 1110
Mona: Ahhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhh
Gritó cuando vio nuevamente a Luisita, y por largo rato estuvieron juntas, hablando
todas las mujeres, rápidamente sin dejar tiempo a una negativa entre Amelia y Luisita
revisaron a las dos embarazadas que se mostraban tranquilas al verlas allí y saber que
estaban en buenas manos, Maquita hacía las delicias de Amelia, y los demás niños
cantaban y jugaban alrededor de ellos felices por el reencuentro y sobre todo por la
sorpresa
Con la ayuda de los militares en pocas horas la aldea fue tomando otro color, el de la
felicidad que había arrasado con las tenebrosas noches que habían tenido que vivir, sin
luz, sin fuego, para no ser descubiertos. En tres días con el esfuerzo infatigable de todos,
las casas estaban servibles nuevamente, y con Massamba estudiando planos, orgulloso
de que aquello se fuera a transformar en un hospital para niños, y siendo consciente que
era algo que implicaba un alto y gran esfuerzo para que todo saliera bien. Los hombres
dispuestos a trabajar duro, las mujeres dispuestas a ayudar en lo que ellas podían y
como no, Amelia y Luisita felices por volver a su lugar preferido, de ver como Maes
podía dormir en aquella cuna que había sobrevivido como si la estuviera esperando, y
allí tenían las estrellas, la fina lluvia, los amaneceres y atardeceres, allí tenían su hogar
A: ¿Vamos a dejar que nos gane? (la miró provocativamente ante los gemidos que se
escuchaban de Benigna)
L: Bárbara la está volviendo loca
A: Eso parece y yo que me alegro, la pobre se lo merecía
L: Y tanto que sí, ¿competimos?
A: Vamos allá. Buenas noches Nmaba
Nmaba: Buenas noches pijas (decía riendo como siempre en compañía de Siya
mientras dormía allí fuera sentada en una mecedora porque aún se ahogaba)
Siya: Jajajajajaja
L: Se nos ha quedado ya eso de pijas
A: Totalmente, poco a poco va mejorando Nmaba
L: Tenía tanto miedo a que le pasara algo
A: Un día más y seguramente no lo hubiéramos solucionado
L: Ves... Lula rezó todos los días... ¿has visto que feliz está?
A: Sí, y Massamba ¡vaya cambio!
L: ¿Y Zulú con su Maquita?
A: Jajaja, sí (iban cogidas de la cintura) Si es que con ese nombre como para no babear
L: Es cierto
A: Pues... ya estamos en casa
L: Sí (sonrió suspirando) En nuestro hogar
A: ¿Pasamos?
L: Claro...
Entraron mezclándose sus bocas, los labios se buscaban ansiosos como las manos
acariciaban lentamente la otra piel tan deseada, el sonido de esa lucha de bocas,
inundaba toda la habitación, sus respiraciones agitadas, sus más viscerales deseos iban
saliendo e iban dejando paso a la pasión descontrolada, las ropas volaron con la
facilidad de costumbre las sonrisas resonaban entre los jadeos, Amelia cubrió el cuello
de Luisita con un hilo de saliva que le hizo estremecerse meter sus dedos en la melena
de su mujer y gemir al notar aquella lengua húmeda y caliente recorrer su piel. Tras ese
recorrido, se volvieron a mirar viendo la una en los ojos de la otra no solo la pasión,
sino, un amor tan eterno que les parecía que todo a su alrededor había desaparecido y
las había dejado en cueros con ese amor de testigo dispuesto a ganar una nueva batalla.
Luisita dejó que Amelia desnuda se acostara y abriera sus piernas dispuesta a recibirla,
ella terminó de quitarse el tanga, y fue en busca de aquel cuerpo que la llamaba, que
notaba como temblaba por el deseo, volvían sus labios a encontrarse sus lenguas a
mezclarse y recorrerse, primero los labios, después luchando una batalla de flores
lengua contra lengua, los dientes y finalmente terminaron por separarse mirándose,
notando la humedad de una y otra en sus muslos, una sonrisa una mano de Amelia
pasando por la nuca de Luisita acariciándola con sumo cuidado, atrayéndola
nuevamente a su boca, nuevos besos, y una vuelta para que Luisita quedara debajo, y
sus manos recorriendo la espalda de Amelia que se movía sobre ella con cuidado pero
encendiéndose como si la excitación de su cuerpo estuviera en ese momento disparando
un castillo de fuegos artificiales únicamente para su mujer, y las yemas de Luisita
recorriendo ambas nalgas de Amelia, jugueteando en ellas y de pronto, una palmada que
le hizo soltar un gemido de placer, y que volviera a recorrer su cuello, a lamer, a morder
Una pija en la selva 1112
hasta llegar a sus pechos que se mostraban duros, erectos los pezones como si fueran
quienes con sus señas dirigen al avión sobre la pista, sobre esa pista aterrizó y disfrutó
la lengua de Amelia de aquel bello lugar donde se perdía su sentido, y entonces fue
Luisita quien la ayudó a dar otra vuelta y subir sobre ella, colocándose a horcajadas
sobre el escueto vello de su pubis, y así hizo saber a Amelia cuanto la había excitado,
entonces cerraba los ojos y se movía con suavidad mientras las venas de la garganta
mostraban como si fueran un chivato, el placer que estaba sintiendo en aquel preciso
instante donde Amelia dejaba salir de su boca una respiración entrecortada, mientras sus
manos se apoderaban de aquellos pechos que se habían mostrado para ella, que no pudo
más que levantarse abrazando a Luisita por la cintura, acoplándola en su sexo,
moviéndose las dos cada vez con mayor frenetismo, con mayor ardor, mirándose a los
ojos esos ojos que brillaban por la pasión del momento, por la necesidad de volver a
amarse con esa música celestial que era el golpeteo del agua en el techo de la cabaña, y
conforme iba creciendo la fuerza de la lluvia iba creciendo en ellas el ritmo del placer, y
se mezclaban los sonidos como si fueran una perfecta orquesta
Fuera de la cabaña, la noche cubría la aldea que poco a poco iba tomando su nueva
forma, aunque todavía estaba muy lejos de lo que pretendía ser. Lucero paseaba bajo la
lluvia, mientras Mona y Bartolo dormían en le granero abrazados y sus dos hijos, lo
hacían igualmente, en un momento, Mona miró a su mono, y le hizo ojitos, Bartolo
aulló mínimamente y Mona le devolvió el sonido, que Bárbara hubiera traducido por un
“te quiero”, pero que en ese momento no podía traducir porque estaba llevando a una
Benigna cada vez más entregada a esas pasiones de las que había disfrutado poco en
Madrid, desde que había llegado las tres noches habían sido pasionales y hasta como
ella decía, su cutis lo agradecía, pero sobre todo su corazón que se sentía querido, y ella
amada
B: Nunca me había sentido así, nunca había sido tan feliz (le decía totalmente entregada
a los brazos de Bárbara
Bárbara: ¿Sabes mi lady? (le besó) Yo tampoco... ¿trajiste el libro?
B: ¡Sí... aquí está! (decía divertida separándose y sacándolo de la mesilla de noche)
Bárbara: ¿Por donde nos quedamos, mi lady recuerda?
B: ¡Y tanto que recuerdo!
En su cama Marce pensaba en todo cuanto había que hacer, en que pronto estaría allí
Cruz con su hija, en que gracias a las dos madres iban a tener un lugar más seguro
donde poder seguir ejerciendo su profesión y su ilusión, sonrió al pensar en que no sabía
si gracias a la magia o a Dios, se habían vuelto a reencontrar todos. Miró al techo y
susurró
Y la noche siguió y como no podía ser de otra manera en medio de ella, con la luna ya
presente se oyó
Una pija en la selva 1113
L: Ahhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhh
A: ¡Luisita! (susurró entre dientes muerta casi de placer)
Y sin fuerzas, abrazadas cuerpo contra cuerpo, mientras Amelia se dejaba estrechar
entre los brazos de Luisita mirando a su pequeña dormir, se oyeron sus voces extasiadas
decir:
A: Te quiero mi niña
L: Y yo a ti... mi amor
FIN
De igual forma, cualquier persona que presumiblemente haya estado en contacto con el
virus del Ébola "debe estar aislada y estrictamente vigilada para observar su evolución,
puesto que puede estar en peligro de desarrollar la enfermedad"; por ello, en estos casos
también se requiere la ayuda de las autoridades. A su vez, se dan otra serie de problemas
entre los parientes. "Se acusan de contagiarse el virus y esto provoca agresiones físicas
entre ellos y también ataques a las enfermeras"
La sintomatología de la fiebre hemorrágica del Ébola se empieza a manifestar en el
enfermo entre los 4 y 16 días posteriores al contagio. Antes de que el organismo pueda
defenderse, las personas presentan fiebre alta, escalofríos, dolores musculares y de
cabeza junto a la pérdida del apetito. La evolución progresiva de la enfermedad
evoluciona con síntomas como vómitos, diarrea, dolores abdominales, de garganta y de
pecho. La sangre no coagula y los pacientes pueden sufrir hemorragias internas
En la actualidad no existen tratamientos preventivos ni vacunas disponibles