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— ¿Dó nde puedo encontrarlo?

La Liga de los Pelirrojos —Pues en sus nuevas oficinas. Me dio la direcció n... Sí, ya
recuerdo: calle King Edward nú mero 17, cerca de la iglesia de San
(Parte 3) Pablo”.
Fui hasta allí, señ or Holmes, pero cuando llegué a esa direcció n
me encontré con que había una fá brica de ró tulas ortopédicas y
nadie en el lugar había escuchado nunca los nombres William
Sherlock Holmes y yo examinamos aquel breve anuncio y la cara Morris ni Duncan Ross.
triste que asomaba detrá s, hasta que el aspecto có mico de la —¿Y qué hizo luego? —preguntó Holmes.
cuestió n dominó tan completamente las demá s consideraciones
que ambos nos echamos a reír a carcajadas. —Volví a mi casa en Coburg Square y le pedí consejo a mi
asistente. Pero no pudo ayudarme. Lo ú nico que me dijo es que, si
—No sé qué les causa tanta gracia —exclamó nuestro cliente, esperaba, quizá recibiera noticias por correo. Pero eso no me
sonrojá ndose hasta las raíces de su llameante cabello—. Si no alcanzaba, señ or Holmes. Yo no quería perder un empleo tan
puedenhacer nada mejor que reírse de mí, puedo ir a otro lado. bueno sin dar batalla, y como había oído que usted tenía la
—¡No, no! —exclamó Holmes, empujá ndolo de nuevo hacia la amabilidad de aconsejar a la pobregente que necesitaba ayuda,
silla de la que se había levantado—. No me perdería su caso por vine directamente a verlo.
nada del mundo. Es refrescantemente inusual. Pero hay aquí, si me —Y tomó usted una sabia decisió n —dijo Holmes—. Su caso es
perdona que lo diga, algo que resulta un poco gracioso. Por favor, extremadamente notable y me encantará darle un vistazo. Por lo
dígame: ¿qué pasos dio usted después de encontrar la tarjeta en la que me ha contado, creo que es posible que estén en juego asuntos
puerta? má s graves de lo que pudiera parecer a simple vista.
—Me quedé anonadado, señ or. No sabía qué hacer. Entonces —¡Claro que es grave! —dijo el señ or Jabez Wilson—. ¡Perdí
golpeé las puertas de las oficinas de alrededor, pero en ninguna cuatro libras a la semana!
parecían saber nada del asunto. Por ú ltimo, me dirigí al
administrador, un contador que vive en la planta baja, y le —En lo que le afecta personalmente —recalcó Holmes—, no veo
pregunté si sabía qué había ocurrido con la Liga de los Pelirrojos. que tenga motivos de queja contra esta extraordinaria liga. Por el
Me contestó que jamá s había oído hablar de semejante cosa. contrario, usted es ahora, a mi parecer, unas treinta libras má s
Entonces le pregunté por el señ or Duncan Ross. Respondió que rico, sin mencionar los detallados conocimientos que adquirió
nunca antes había escuchado ese nombre. sobre cada uno de los temas que empiezan con la letra A. No le
hicieron perder nada.
“—Bueno —dije yo—, me refiero al caballero de la oficina 4.
—Es cierto. Pero quiero averiguar algo sobre ellos, saber quiénes
—Ah, ¿el pelirrojo?—Sí. son y qué se proponían al hacerme esta broma… si fue una broma.
—¡Oh! —dijo—. Se llama William Morris. Es abogado y estaba Un chiste que les salió bastante caro, pues les costó treinta y dos
utilizando el local como despacho temporario, hasta que libras.
estuvieran listas sus nuevas oficinas. Se mudó ayer.
—Nos esforzaremos por aclarar esos puntos para usted. Pero —Nada de qué quejarse, señ or. Nunca hay demasiado para hacer,
antes, una o dos preguntas, señ or Wilson. Ese empleado suyo, que por las mañ anas.
fue quien primero le mostró el anuncio… ¿cuá nto tiempo llevaba
—Con eso es suficiente, señ or Wilson. Tendré el gusto de darle
trabajando con usted?
una opinió n sobre el tema dentro de uno o dos días. Hoy es
—En ese momento llevaba cerca de un mes. sá bado… y espero que para el lunes hayamos llegado a una
conclusió n. Cuando nuestro visitante se marchó , Holmes me dijo:
—¿Có mo llegó al puesto? —Y bien, Watson, ¿qué conclusió n saca usted de todo esto?
—En respuesta a un anuncio.
—No saco nada —respondí con franqueza—. Es un asunto de lo
—¿Fue el ú nico aspirante? má s misterioso.

—No, recibí una docena. —Como regla general —replicó Holmes—, cuanto má s extrañ a
parece una cosa, menos misteriosa resulta ser. Son los delitos
—¿Y por qué lo eligió a él? comunes ycorrientes, sin nada destacable, los que son
—Porque parecía há bil y se ofrecía barato. verdaderamente desconcertantes, del mismo modo que un rostro
comú n y corriente resulta má s difícil de identificar. Tengo que
—A la mitad del salario, de hecho. abocarme ya mismo a este caso.
—Así es. —¿Qué va usted a hacer? —pregunté.
—¿Có mo es este VincentSpaulding? —Voy a fumar —respondió —. Es un problema de al menos tres
—Bajo, ancho de espaldas, rá pido en sus movimientos, sin barba pipas, así que le ruego que no me hable durante cincuenta
ni bigote, aunque no tendrá menos de treinta añ os. Tiene una minutos. Se enroscó en su silla, con las flacas rodillas levantadas
mancha blanca de á cido en la frente. Holmes se incorporó en su casi hasta la nariz aguileñ a, y allí se quedó sentado, con los ojos
asiento con gran ansiedad. cerrados y su pipa de arcilla negra sobresaliendo como el pico de
un pá jaro raro. Yo había llegado ya a la conclusió n de que se había
—Me lo había figurado —dijo—. ¿Acaso se fijó si tiene las orejas quedado dormido, y de hecho yo mismo empezaba a dar
perforadas para llevar aros? cabezadas de sueñ o, cuando de pronto saltó de su asiento con la
expresió n de quien acaba de decidir algo importante, y dejó la pipa
—Sí, señ or. Me dijo que se las había agujereado una gitana
sobre la repisa de la chimenea.
cuando era jovencito.
—Esta tarde toca Sarasate en el saló n Saint James —comentó —.
—¡Ajá ! —exclamó Holmes y se sumió en una profunda reflexió n
¿Qué le parece, Watson?¿Podrá n sus pacientes prescindir de usted
—. ¿Sigue aú n trabajando con usted?
por unas horas?
—¡Oh, sí, señ or! Acabo de dejarlo.
—No tengo nada que hacer hoy. Mi trabajo nunca es muy
—¿Y su negocio estuvo bien atendido durante el tiempo en que absorbente.
usted estuvo ausente?
—Entonces, pó ngase el sombrero y venga. Antes tengo que pasar
por el centro... y podemos comer algo por el camino. Vi que hay en
el programa mucha mú sica alemana, que resulta má s de mi gusto —Quería ver las rodilleras de sus pantalones.
que la italiana o la francesa. Es reflexiva, y yo quiero reflexionar.
—¿Y qué es lo que vio?
¡En marcha! Viajamos en el subterrá neo hasta Aldersgate y una
corta caminata nos llevó a Coburg Square, el escenario de la —Lo que esperaba ver.
curiosa historia que habíamos escuchado por la mañ ana. Era un
vecindario pobretó n, simple pero a la vez digno, con cuatro hileras —¿Por qué golpeó el pavimento?
de deslucidas casas de ladrillo de dos pisos que rodeaban un patio —Mi querido doctor, este es un buen momento para observar, no
vallado, donde un manto de yuyos y unas pocas plantas mustias de para hablar. Somos espías en territorio enemigo. Ya sabemos algo
laurel le presentaban fiera batalla a un ambiente poco amigable y de Coburg Square. Exploremos ahora qué se esconde detrá s.
cargado dehumo. Tres esferas doradas y un cartel marró n que Cuando dimos vuelta la esquina de la alejada Coburg Square,
decía Jabez Wilson escrito en letras blancas en una de las casas de llegamos a una calle quepresentaba un gran contraste con aquella,
la esquina anunciaban el local donde nuestro cliente pelirrojo tanto como el anverso de una pintura se diferencia del reverso. Era
llevaba adelante su negocio. Sherlock Holmes se detuvo frente a la una de las arterias principales por las cuales el trá nsito del centro
casa con la cabeza inclinada hacia un costado, y la examinó se deriva hacia el norte y hacia el oeste. La calle estaba bloqueada
detenidamente; sus ojos asomaban brillantes bajo los pá rpados por la inmensa corriente de trá nsito que fluía en una doble marea
fruncidos. Entonces, caminó lentamente por la calle y luego por el carril interior y por el exterior, y las veredas se veían
regresó de nuevo hacia la esquina, sin dejar de observar las casas atiborradas por el apurado enjambre de los peatones. Al observar
con atenció n. Por ú ltimo, llegó otra vez a la casa del prestamista y, la sucesió n de comercios elegantes y de oficinas majestuosas, era
tras golpear vigorosamente dos o tres veces sobre el pavimento de difícil de creer que por el otro lado estuvieran pegados a la
la calle con su bastó n, se acercó a la puerta y llamó . Al instante inactiva y marchita plaza que acabá bamos de dejar atrá s.
abrió un joven de aspecto inteligente y bien afeitado, quien lo
invitó a pasar. —A ver —dijo Holmes, pará ndose en la esquina y mirando la
hilera de edificios—. Debería poder recordar el orden de las casas
—Gracias —dijo Holmes—. Pero solo quería preguntar có mo se de aquí. Una de mis aficiones es conocer Londres hasta los má s
llega desde aquí a la avenida Strand. mínimos detalles. Está la tienda de tabacos Mortimer, el puesto de
—Camine tres calles a la derecha y cuatro a la izquierda — perió dicos, la sucursal Coburg del City Bank, el restaurante
respondió sin demora el empleado y cerró la puerta. vegetariano y las cocheras McFarlane. Y así llegamos a la siguiente
cuadra. Ahora, doctor, yaterminamos nuestro trabajo, así que es
—Un tipo muy listo —comentó Holmes mientras nos alejá bamos hora de divertirnos un poco. Un sá ndwich y una taza de café, y
—. En mi opinió n, él es el cuarto hombre má s inteligente de luego directo al país de los violines, donde todo es dulzura y
Londres; y en cuanto a audacia, no sé si no podría aspirar a ser el delicadeza y armonía, y donde no hay clientes pelirrojos que nos
tercero. Ya he escuchado cosas sobre él antes. fastidien con sus rompecabezas. Mi amigo era un mú sico
entusiasta, pues ademá s de un intérprete muy há bil, también
—Evidentemente —dije yo—, el asistente del señ or Wilson tiene
demostró ser un compositor de indudable mérito. Durante toda la
un importante papel en este misterio de la Liga de los Pelirrojos.
velada se quedó sentado en su butaca, envuelto en la má s perfecta
Estoy seguro de que usted hizo aquella pregunta solamente para
felicidad, mientras movía sus largos y delgados dedos al compá s de
poder verlo a él.
la mú sica; era casi imposible de concebir que esa sonrisa apacible
—No a él. —Entonces, ¿qué? y esos ojos lá nguidos y soñ adores fueran los mismos de Holmes, el
sabueso; Holmes, el implacable, el astuto, el infalible captor de
criminales. En este singular personaje, esa naturaleza dual se
manifestaba alternativamente, y muchas veces pensé que su
extrema exactitud y su astucia representaban una reacció n contra
la sensibilidad poética y contemplativa que ocasionalmente lo
dominaba. La oscilació n desu cará cter lo llevaba de una languidez
extrema a una energía devoradora y, como yo sabía bien, él nunca
se mostraba tan formidable como después de pasar días enteros
despatarrado en su silló n, entre sus improvisaciones musicales y
sus libros antiguos. Era entonces cuando lo poseía el ansia de la
cacería, y su brillante poder de deducció n se elevaba al nivel de la
intuició n, hasta que aquellos que no estaban familiarizados con sus
métodos lo miraban asombrados, como se mira a un hombre cuyo
saber va má s allá que el del resto de los mortales. Cuando lo vi
aquella tarde en el saló n Saint James, tan absorto en la mú sica,
sentí que estaba por desatarse una terrible tormenta sobre
aquellos a quienes él se había propuesto cazar.
—Sin duda usted querrá ir a su casa, doctor —comentó en cuanto
salimos.
—Sí, ya es hora de volver.
—Y yo tengo que hacer algo que me llevará algunas horas. Este
asunto de Coburg Square es muy grave.
—¿Por qué es grave?
—Se está preparando un delito importante. Tengo motivos para
creer que llegaremos a tiempo de impedirlo, pero que hoy sea
sá bado complica las cosas. Tal vez necesite de su ayuda esta noche.
—¿A qué hora?
—A las diez estará bien.
—Estaré en la calle Baker a las diez.
—Muy bien. Y le aviso, doctor, que puede haber algo de peligro,
así que tenga la amabilidad de ponerse en el bolsillo su revó lver
del Ejército. Me saludó con un gesto de la mano, dio media vuelta y
en un instante desapareció entre la gente.
ACTIVIDAD 1 > Aparecen nuevos datos sobre Vincent Spaulding, el
empleado del Sr. Wilson. Anotalos.
ACTIVIDAD 3 > Responder:
A. ¿Por qué afirma Holmes que en realidad este asunto de “La Liga...” resultó
má s un beneficio que una pérdida para el Sr. Wilson?
B. ¿Qué ocurrió con Duncan Ross? ¿Qué averiguaciones logró hacer el Sr.
Wilson?
C. Holmes menciona, luego de despedir al Sr. Wilson, que esa noche brinda
un show musical un importante violinista. Antes de acudir al teatro realiza
junto a Watson una serie de acciones. ANOTALAS.
ACTIVIDAD 4 > En esta tercera parte Watson, el narrador, nos cuenta y
describe mucho mejor y má s profundamente a Sherlock. Anotá 3 nuevos
datos/características/cualidades que aparezcan narradas en esta parte.

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