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El Poder de las Plantas

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Aylen Capparelli Verónica Lema


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Marco Antonio Giovannetti


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CAPÍTULO VII

EL PODER DE LAS PLANTAS

Aylen Capparelli
Verónica Lema
Marco Giovannetti

I - La paleoetnobotánica y sus orígenes

Las plantas han sido y son un recurso de vital importancia a través de la historia
de la humanidad. El descubrimiento, la exploración y colonización del Nuevo Mundo,
dio origen al nacimiento de una nueva disciplina: la etnobotánica. Ésta es definida por
Hashberger en 1895 como el estudio del uso de las plantas por los pueblos primitivos y
aborígenes. En 1941, Jones formalizó un campo de investigación entre el conocimiento
de la humanidad y el uso del componente vegetal, definiendo a la etnobotánica como "el
estudio de las interrelaciones entre el hombre primitivo y las plantas" (Jones 1941). El
concepto de Jones de etnobotánica rápidamente se expandió para incluir tanto al hombre
en el pasado como a las culturas contemporáneas, cualquiera fuese su nivel de
complejidad. A la disciplina que aborda la relación entre el hombre y el componente
vegetal en el pasado se la llama paleoetnobotánica (Helbaek 1959) o
arqueoetnobotánica y su objeto de estudio lo constituyen los restos arqueológicos
vegetales. Ambas disciplinas requieren para su desarrollo que los investigadores estén
familiarizados con las técnicas, métodos y abordajes tanto de la Antropología como de
la Botánica. En Argentina la paleoetnobotánica tiene su surgimiento a partir del trabajo
de tesis de D´Antoni (1978) y aunque es una disciplina en crecimiento, sus aportes son
aún escasos (ver Capparelli et al. 2002).

II - El paleoclima en El Shincal de Quimivíl

Para comprender e interpretar la evidencia paleoetnobotánica de un área es


indispensable conocer previamente sus comunidades vegetales actuales, su historia
vegetacional y complementar estos datos con información etnohistórica y etnobotánica.
El clima actual del Bolsón de Pipanaco es cálido, continental, árido y de tipo
subtropical según Morello (1958). Los datos del Servicio Meteorológico Nacional
(1950-1960) más cercanos a El Shincal, que provienen de la localidad de Andalgalá (1062
m.s.n.m.), registran una temperatura media del mes más cálido (enero) de 25,3º C; del mes
más frío (junio y julio) de 9,1° C; en tanto que la media anual es de 17,9° C (SMN 1969).
No obstante, el relieve montañoso provoca una incidencia diferencial entre las distintas
variables del clima generando una diversidad de mesoclimas, por lo que la extrapolación
de los registros de una a otra parte diferente del bolsón debe ser cuidadosa. Por la altitud
de El Shincal (1302 m.s.n.m.) con respecto a Andalgalá se calcula que la temperatura
media anual del mismo oscila en los 16,5° C. Por ser una región de bajas latitudes recibe
intensas radiaciones solares que dan lugar a un clima altamente desecante, excepto en los
conoides situados al S y SE de la Sierra de Belén, que están más protegidos.
El régimen de lluvias es estival, son frecuentes las lluvias torrenciales y
localizadas, muy variables y erráticas de un año a otro. Para la zona de El Shincal se
cuenta con registros pluviométricos inéditos de la Dirección de Hidráulica de Catamarca
entre los años 1981-1991. Los mismos demuestran la variabilidad de la región, cuyo
promedio anual de precipitaciones arroja un valor de 617 mm con un mínimo de 460 y un
máximo de 1142 mm. Este caudal de lluvias, atípico para la zona, se debe entre otros
factores a su altitud, debido a que se encuentra dentro del rango donde se producen la
mayor cantidad de precipitaciones denominadas “lluvias de relieve” (entre los 900 y los
2500 m.s.n.m) (De Fina y Ravelo 1975).
El bolsón se ve sometido a una continua circulación local de aire, tanto diaria
como estacional, que va del valle a las laderas montañosas durante las horas de
insolación y en primavera-verano, a causa del mayor calentamiento de las laderas; y de
éstas hacia el valle durante las noches y en otoño-invierno, por el descenso del aire frío
en esta dirección, acorde al modelo de ciclo diario brisa del valle-brisa de montaña (De
Fina y Ravelo 1975, Schwerdtfeger 1976). A nivel regional los vientos predominantes se
presentan del N-NO y del S-SE (Le Moussy 1860; Kanter 1948) guiados por los cordones
montañosos cuyos valles utilizan a modo de corredores.
Lamentablemente no se cuentan con datos paleoclimáticos puntuales para el
occidente de Catamarca; ante lo cual es factible extrapolar el modelo propuesto por
D’Antoni (1976) en la región de Cuyo (Gruta del Indio), donde se plantea que entre los
años 3000-2000 AP el clima pasaría de ser cálido y seco a ser fresco y húmedo, lo cual
habría hecho retroceder a la provincia fitogeográfica del Monte hacia sus proporciones
actuales. Cabe agregar que el paleoclima de El Shincal pudo también haber sido afectado
por distintos avances neoglaciarios durante el intervalo que se extiende desde los 5000 AP
hasta el presente. Por ejemplo, en el macizo del Cerro Aconcagua se identificaron
depósitos glaciares muy jóvenes posiblemente pertenecientes al último avance neoglacial
(300 AP), sin embargo éstos no han podido ser diferenciados con exactitud en cuanto al
momento de ocurrencia (Espizua 1989 en: Rabassa y Clapperton 1990). En suma, y
teniendo en cuenta las consideraciones mencionadas en los párrafos anteriores, se asume
que, en términos generales, el clima y la vegetación del bolsón no han variado en los
últimos 1000 años.

III - Las comunidades actuales del Bolsón de Pipanaco: descripción y ubicación en el


gradiente regional

Fitogeográficamente el área pertenece a la Provincia del Monte, Dominio


Chaqueño, Región Neotropical (Morlans 1985). En base a los análisis florístico-
estructurales realizados por Capparelli (1997) a lo largo de una transecta que atraviesa
el bolsón en sentido NO-SE (Fig.1) se establecieron las siguientes comunidades
modernas, las cuales dadas las características paleoclimáticas ya descriptas se piensa
que no han tenido grandes cambios en los ultimos 1000 años (Fig. 2).
a. Bosque abierto de “el árbol” con estrato arbustivo de shinki. Esta comunidad se
distribuye en forma de parches en la parte proximal de los conos de deyección, o pie de
monte propiamente dicho, de las laderas S y E de las Sierras de Belén y Zapata
respectivamente. Su extensión en altitud abarca desde los 1250-1300 m.s.n.m. hasta los
1500 m.s.n.m. El estrato arbóreo está ocupado principalmente por “el árbol” (Prosopis
flexuosa), al que acompañan el chañar (Geoffroea decorticans), el tala (Celtis tala) y la
tusca (Acacia aroma); en menor escala se observa “el árbol” (Prosopis chilensis), la
pasacana (Trichocereus terscheckii) y el visco (Acacia visco). El estrato arbustivo está
ocupado principalmente por el shinki (Mimosa farinosa), al que acompañan el piquillín
(Condalia microphylla), el chucupi (Porlieria microphylla) y la pata (Ximenia
americana) (Fig. 3A). Más cerca de la ladera de los cerros es frecuente encontrar el
tintitaco (Prosopis torquata). En la localidad de La Aguada el shinki está acompañado
por la maravilla (Flourensia riparia). El estrato herbáceo es muy ralo durante la mayor
parte del año y se cubre de terófitas en verano.
b. Jarillal. Esta comunidad se extiende desde aproximadamente los 850 m.s.n.m. hasta
los 1250-1300 m.s.n.m. hacia el interior del bolsón, en la zona que se denomina
“bajada”. La especie dominante es la jarilla (Larrea cuneifolia), a la que acompañan en
primer lugar el usillo (Tricomaria usillo), luego la brea (Cercidium praecox), la pata y
el tintitaco (Fig. 3B). Las matas están sobreelevadas a causa de la erosión por
escurrimiento en manto.
b.1. Facie de “el árbol” y jarilla. Entre los Ríos Infiernillo y La Barranca al N y S
respectivamente, y entre las curvas de nivel de 1200 y 1300 m.s.n.m. se encuentra una
facie riparia, constituida por un bosque abierto y empobrecido de “el árbol” (Prosopis
flexuosa) que ocupa la zona de los interfluvios. Esta cubierta arbórea va desapareciendo
a medida que se avanza hacia la Sierra de Zapata. También se encuentran en menor
cantidad el chañar, la tusca, “el árbol” (Prosopis chilensis) y el garabato (Acacia
furcatispina), ésta última siempre asociada a sitios más húmedos. El estrato arbustivo
está conformado principalmente por jarilla, a la que le sigue en abundancia la maravilla.
Esta especie a su vez incursiona en los niveles altitudinales más bajos de la bajada sólo
como riparia, al igual que el shinki, del que se observan escasas plantas. Otras especies
acompañantes son la brea, el tintitaco y la pichana (Senna aphylla). El estrato herbáceo
es muy pobre.
c. Estepa de retamo y pichana. En los niveles inferiores de la bajada (750-850
m.s.n.m.) sobre el flanco S del bolsón, que es recorrido por el único río permanente de
esta cuenca, el Salado, se observa una comunidad donde predomina la pichana y
especies riparias como el retamo (Bulnesia retama) y el churqui (Acacia caven) que le
sigue en abundancia. Otra especie de esta comunidad es el atamisque (Atamisquea
emarginata), característico del jarillal.
d. Bosque de quebradas de ríos permanentes con predominio de tala. Este tipo de
bosque se presenta en la quebrada del Río Quimivíl, que transcurre por la Sierra de
Zapata. El río conforma terrazas asimétricas a uno y otro lado de su cauce (entre los
1400 m.s.n.m. hasta aproximadamente los 2000 m.s.n.m.) donde se desarrollan bosques
de baja riqueza específica en franjas estrechas. El tala es la especie dominante, le siguen
en abundancia el visco, el molle córdoba (Lithraea molleoides), y “el árbol” (Prosopis
chilensis). El bosque presenta individuos que llegan hasta los 50 cm de diámetro (Fig.
3C). El estrato arbustivo está formado por especies que se comportan como riparias: el
churqui y la barba de chivo (Caesalpinia gilliesii). Es frecuente encontrar también el
chucupi.

IV - La estrategia de subsistencia inka: resumen de datos etnohistóricos e históricos


relevantes para este capítulo

a. Sistemas de control del Estado. Una de las cuestiones que más interesan para este
capítulo es analizar de qué manera los Inka articulaban cada nueva región que era
incorporada al Tauwantinsuyu, las cuales poseían características climáticas, topográficas,
biogeográficas y agroproductivas propias. En este sentido es conocido que ellos tenían
conocimientos astronómicos que les permitían calibrar las estaciones, los solsticios y los
meses por medio de pilares de piedra (gnomon), cuyas sombras servían como indicadores
solares. Su calendario se regía según la interrelación de factores astronómicos y climáticos
con el ciclo de importancia relativa de las divisiones sociales y religiosas (Zuidema 1980).
Sería probable, como dice Murra (1987), que hayan existido distintos observatorios en
diversas partes del reino con el objetivo de calibrar los ciclos agrarios propios de cada una
de ellas. Por otra parte, según interpreta Earls (1976), el alto grado de articulación político-
económica entre las poblaciones componentes del Tawantinsuyu se logró mediante la
coordinación ecológico-calendárica del cultivo del maíz, ya que además de los cálculos
solares y lunares, las características agroproductivas de las distintas regiones se definían en
función de la variedad de dicha especie que crecía en forma óptima en cada una de ellas.
No obstante este profundo conocimiento y dominio de la agricultura del maíz, los Inka
dejaban la regulación de los tubérculos a cargo de las organizaciones tradicionales locales,
lo cual lleva a pensar que tenían conciencia de las limitaciones del Estado con respecto al
mantenimiento del equilibrio económico ante el acontecimiento de circunstancias
extraordinarias y no predecibles. Este mismo autor considera que el eficiente manejo que
los Inka hacían de los diferentes pisos ecológicos permitió que la organización político
económica del Tawantinsuyu se sustentara sobre tres niveles de control. El primero,
basado en el cultivo del maíz, mantenía el equilibrio del sistema político mediante los
mecanismos calendáricos y tecnológicos que organizaban la redistribución eficiente de la
plusvalía. El segundo nivel de control estaba basado en la autonomía de las etnías locales
sobre la regulación del cultivo de tubérculos y en su redistribución local. El tercer sistema
de control para la organización y conservación de la plusvalía, que mediaba entre estos dos
sistemas de niveles agrícolas, era la crianza de camélidos. Su función era más compleja
que una simple reserva de proteínas destinadas a una eventual distribución, ya que eran
parte de uno de los mecanismos de administración -si se considera su rol como animales
de carga- que incrementaba el volumen de transporte, y, por ende, la eficiencia de la
articulación económica en los dos primeros sistemas de control.
b. Principales plantas cultivadas. Según Murra (1968), los cultivos andinos por
excelencia fueron los tubérculos microtérmicos, que se podían plantar por arriba de los
3800 m.s.n.m., donde las heladas no permitían cultivos templados. Éstos son por ejemplo
algunas variedades o cultivares de papa (Solanum tuberosum); oca (Oxalis tuberosa); año
o mashua (Tropaeolum tuberosum); ulluco u olluco (Ullucus tuberosus); maca (Lepidium
meyenii). También jugaron un papel muy importante dada su riqueza en almidón y su alto
valor proteico la quinoa (Chenopodium quinoa); qañiwa (Chenopodium pallidicaule) y
kiwicha (Amaranthus caudatus) (Hunziker 1952). El maíz (Zea mays), de clima templado,
fue cultivado a gran escala en la sierra con la llegada de los Inka; éstos lo convirtieron en
un cultivo estatal al que incorporaron la andenería a gran escala, los sistemas de riego y
fertilizantes. Para los Inka el maíz tenía linaje real y fue utilizado principalmente para
elaborar chicha con fines ceremoniales y de hospitalidad.
Las leguminosas como el purutu (Phaseolus vulgaris var. vulgaris), el pallar
(Phaseolus lunatus), el maní (Arachis hipogea) y el tarwi (Lupinus mutabilis) formaban
también parte de la dieta junto con otros frutos como el zapallo (Cucurbita maxima y C.
moschata), la tuna (Opuntia ficus-indica), el tomate (Licopersicum esculentum) y el ají
(Capsicum spp.). El cultivo de coca (Erithroxylon spp.) era muy importante por sus
propiedades estimulantes, así como el del algodón (Gossipium spp.) para realizar tejidos
(Cobo [1653] 1890).
Donde las condiciones ambientales eran más extremas se plantaba la papa amarga
que por su lenta maduración se empleaba exclusivamente para elaborar chuño, moraya o
tunta. En líneas generales estos productos consistían en dejar congelar y descongelar
naturalmente varias veces el tubérculo (lo cual hace que el agua se libere fácilmente como
consecuencia de la rotura de las paredes celulares) para luego almacenarlo por largo
tiempo (Mamani 1985, Murra 1987).
La tierra era trabajada ayllu por ayllu con tacllas o bastones plantadores, y de la
cosecha una parte se destinaba al Zapa Inka, otra al culto solar, otra a la nobleza y la
última era para consumo de los campesinos (Murra 1987). En otros capítulos de esta obra
se ha señalado la importancia del ayni, la minga y la redistribución en las estructuras
sociales y políticas del universo indígena, tanto anteriores como durante el dominio inka.
c. El almacenaje. Anteriormente a la instalación del Estado Inka ya las comunidades
poseían un sistema de almacenaje local de sus productos alimenticios. Con el
advenimiento de los Inka el almacenaje adquirió mayor relevancia dado que formaba
parte del sistema de redistribución del Estado. La producción “excedente” de una
población autosuficiente se acumulaba en depósitos llamados collcas que luego el
Estado disponía según su criterio para diferentes fines: se destinaba a regiones
circunstancialmente deficitarias, se sostenían las expediciones militares, se alimentaba a
los linajes reales o se entregaban en forma de dádivas y mercedes (Morris 1972, 1985,
Murra 1987, Le Vine Y. Terry 1992, Núñez de la Torre 1994). Cobo menciona que
estos depósitos estaban llenos de todas las cosas que los pueblos tributaban: “...gran
cantidad de maíz, quínua, chuño, frísoles y otras legumbres; Vicuñas, y ropa de
diferentes maneras, de lana, algodón y pluma; zapatos que ellos llaman ojotas; armas
conforme a las que en las provincias usaban, para proveer á la gente de la guerra
cuando pasaba de unas partes á otras; y gran copia de todas las demás cosas que en
todo el reino tributaban al Rey, hasta de conchas de la mar coloradas, que se llevaban
al Cuzco desde Túmbez, más de trescientas leguas para hacer chaquira, que eran unas
cuentas muy delicadas que parecían coral...” Cobo ([1653] 1890:258-59). Garcilaso de
la Vega ([1609] 1960) también se refiere a los depósitos reales como aquellos:
“...donde encerraban bastimento, armas, ropa de vestir y calzado...”.
Las collcas podían ser de planta circular (en general para maíz) o cuadrada (en
general para papa) y poseían vanos de acceso estrechos orientados coincidentemente
con la dirección de los vientos más frescos. Ventanas y pisos especiales también
favorecían su refrigeración para una mejor conservación de los alimentos. El objetivo
era protegerlos de las temperaturas extremas. Sus paredes eran de piedra o adobe y el
techo de ichu (Morris 1985, Raffino 1991). El maíz era depositado dentro de platos,
mates (Yacovleff y Herrera 1934) o cántaros para protegerlo de los roedores; y la papa,
por el contrario se disponía en capas separadas por paja.

V - El conocimiento ecológico tradicional actual en El Shincal

La base de la economía de los habitantes actuales de El Shincal es la agricultura


comercial de cultivos tanto europeos (principalmente nogal -Juglans nigra-) como
americanos (ají -Capsicum sp.-), así como también el manejo de sistemas ganaderos. A
pesar de esta clase de actividades ellos mantienen varios hábitos tradicionales como el
uso de un amplio rango de especies silvestres para diferentes propósitos.
Desde hace varias temporadas, uno de nosotros ha registrado datos
etnobotánicos en distintas localidades a lo largo del Valle de Hualfín a través de la
observación participante, de entrevistas. Una parte de los entrevistados fueron personas
consideradas como “especialistas” por los pobladores del lugar, los cuales poseen
conocimientos particulares sobre recolección de leña, trabajos en minas, recursos
medicinales, u otros aspectos relevantes para este trabajo. Se registraron los usos de
alrededor de noventa especies nativas, parte de los cuales se describen más adelante. El
resto de la información será objeto de publicaciones futuras. En resumen, un 63% de las
especies registradas constituyen recursos medicinales, mientras que un 24% son
comestibles, aromáticas y condimenticias y un 26% constituyen recursos combustibles,
tintóreos y madereros. Estos recursos son colectados por los pobladores actuales
manualmente en distintas unidades topográficas como el pie de monte y la bajada
(mencionadas por los pobladores como llano), cerro, río y puna y constituyen una rica
fuente de hipótesis para el trabajo paleoetnobotánico (Capparelli 1997, 2001; Capparelli
y Raffino 1997b).

VI - El sitio arqueológico y sus evidencias vegetales

El análisis de macrorestos en arqueoetnobotánica normalmente atraviesa tres


fases: una de recuperación, otra de identificación y, por último, una fase de
interpretación (Ford 1979, Pearsall 1989).
a. La recuperación de los restos. La técnica principal de recuperación de material
arqueoetnobotánico, utilizada durante el presente trabajo, fue la de flotación por
máquina asistida, aunque no se descartó el material extraído in situ y por zaranda
(Capparelli y Raffino 1997). Se realizó un muestreo estratificado, considerando estratos
o sectores a cada área de actividad del sitio, donde se realizaron de 1 a 4 perfiles de
flotación según el caso. El total de perfiles fue de 33. Cada perfil fue muestreado en
parcelas de 20 x 20 cm ó 30 x 30 cm de superficie que acompañaban en profundidad a
las Unidades estratigráficas (Ue) de la excavación. En las áreas no excavadas la división
de los perfiles fue artificial, de 5 a10 cm de profundidad hasta los 70 a 100 cm. El
volumen de sedimento muestreado fue de 887 litros.
a.1. Áreas de muestreo (a continuación de cada recinto se detalla la ubicación de
los perfiles realizados) (ver Cap. I, Fig.3).
- Sinchiwasi: S1 (ángulo NO, SO y centro), S2 (ángulo NE, SE y centro), S4 (centro),
S7 (centro), Recinto 1 (centro), R2 (centro), R4 (centro), R5 (centro), R10 (extremo N,
O, S y centro), R12 (centro).
- Sector 20E. Cerro que se eleva al E de la aukaipata y que posee una estructura
cuadrangular junto con varias estructuras con base circular en piedra que por su
arquitectura fueron interpretadas como collcas. De estas últimas se muestrearon dos
-20E1 y 20E2-, cuyos perfiles se realizaron en su centro geográfico. Dentro de la
estructura cuadrangular -20E3-, posible vivienda asociada a las collcas, el perfil se
realizó en el ángulo SE. Dos perfiles se realizaron por fuera de las estructuras
arquitectónicas mencionadas -20E5 y 20E6-.
- Sector 20O. Cerro de 50 m de altura, de posible función ceremonial, aterrazado
artificialmente, que se eleva al O de la aukaipata y posee una estructura circular a modo
de collca. Uno de los perfiles se realizó en dicha estructura –20O4-, y el otro fuera de
toda estructura arquitectónica –20O7-.
- K1. Kallanka dentro de la que se realizaron tres perfiles: 25K1S1 (en el ángulo SO del
tercio N del recinto), 25K1S2 (en el centro geográfico del recinto), 25K1S3 (en el
centro del tercio S del recinto). Además se realizó otro perfil dentro del patio de la
misma.
- K3. Kallanka ubicada dentro de un R.P.C adosado a la pared E de la aukaipata, dentro
de la que se realizó un perfil en el ángulo NE del segundo recinto si se los numera de N
a S y otro en el patio (K3 patio) (1,5 m al E del anterior, en el patio del R.P.C).
- Sector 5c. Recintos cuadrangulares, a modo de kanchas Inka o R.P.C., que se
encuentran por fuera de la aukaipata, en su extremo SO. El perfil 5cIII se realizó en el
centro geográfico del recinto ubicado en el extremo oriental.
- Ushno. Plataforma ceremonial ubicada dentro de la aukaipata. Se muestreó un
contexto de fogón en la mitad N del recinto.
- Aukaipata. o plaza de armas.
b. El proceso de identificación. Dentro de los macrorestos vegetales, es decir aquellos
que se pueden distinguir a ojo desnudo, se pueden encontrar diferentes categorías de
órganos: raíces, tallos, órganos subterráneos almacenadores, hojas, flores e
inflorescencias, frutos y semillas, entre otros (Körber Grohne 1991:6), los cuales
presentan a menudo distinto grado de fragmentación y conservación. Por tal motivo se
ha debido recurrir a diferentes instrumentales de medición -microscopio estereoscópico,
fotónico (FOT) con o sin luz polarizante, y microscopio electrónico de barrido (MEB)-
y a variadas técnicas de decoloración y reacciones histoquímicas (Pochettino y Cortella
1989, Pochettino et al. 1994), cada una de las cuales brindó información
complementaria en la búsqueda de caracteres histológicos que permitieron realizar
diagnósticos precisos. Los objetivos de este trabajo no contemplaron la identificación
del material leñoso recuperado, cuyo estudio será objeto de publicaciones futuras,
aunque sí se registró su peso y densidad con el fin de analizarlo en forma general como
material combustible y maderero.
El análisis de los datos en el presente trabajo se realizó en base a los restos
recuperados a partir de la Ue 4 en adelante, ya que fueron los estratos que se
correspondieron con los pisos de ocupación inka, mientras que las capas superiores
representaron en su mayoría sedimento posdeposicional estéril. A partir de este estrato
se contabilizó un total de 2387 fragmentos de frutos, semillas y tallos y 14.084
fragmentos de madera. Aquellos recintos que presentaron menos de 10 fragmentos
fueron descartados.
Se identificó una diversidad importante de taxa: semillas, endocarpos y vainas
de “el árbol” (incluye Prosopis chilensis, Prosopis flexuosa y Prosopis sp.), endocarpos
y semillas de chañar (Geoffroea decorticans), endocarpos de mistol (Zizyphus mistol),
semillas y frutos de Solanum sp.1 (cf. Solanum elaegnifolium o pocoto), semillas de
Solanum sp.2 (aún no identificadas específicamente), rizomas de junco (Scirpus sp.) y
de guaycurú (Prosopanche americana), marlos y granos de maíz (Zea mays),
cotiledones de poroto pallar (Phaseolus lunatus) y de poroto común (Phaseolus sp.),
semillas de zapallo (Cucurbita sp.) y de algodón (Gossypium sp., posiblemente G.
vitifolium), granos de trigo (Triticum aestivum var. compactum) y de cebada (Hordeum
vulgare) y carozos de durazno (Prunus sp.) (Fig. 4). Todos los restos se encontraron
carbonizados, excepto el guaycurú. La aparición de estos restos vegetales carbonizados
en el registro arqueológico pudo deberse a varias razones, tal como lo explica Munson
et al. (1971): a que constituyeron desechos de alimentos (endocarpos de mistol, semillas
de “el árbol”), a que fueron utilizados como combustibles (endocarpos de chañar,
marlos), o a que fueron carbonizadas accidentalmente durante su preparación (granos de
maíz, cotiledones de poroto), a lo que cabe agregar la carbonización en fogones con
motivos religiosos. Las proporciones de cada taxón se representan en el Cuadro 1,
mientras que el Cuadro 2 muestra la cantidad de fragmentos de cada taxón en cada
sector de muestreo (obsérvese que todos los sectores analizados presentaron fragmentos
de madera carbonizada, excepto 20E1). El maíz y “el árbol” tuvieron las frecuencias
(porcentaje de muestras en donde cada taxón estuvo presente) más elevadas de los
restos de frutos y semillas, cercanas al 50%, lo cual indica una amplia distribución en la
utilización de estos vegetales en el sitio. El poroto común, el junco, el algodón y el
mistol se distribuyeron en el 10-20% de las muestras, mientras que el resto de los taxa
tuvieron frecuencias inferiores al 10%.
b.1. Preservación de los restos vegetales. Tal como se mencionó anteriormente
todos los restos recuperados se encontraron carbonizados o tostados, excepto los
rizomas de guaycurú. La carbonización favorece la preservación, sobre todo en sitios
húmedos como lo es El Shincal. En general los restos correspondieron a órganos
vegetales con partes esclerosadas (granos de maíz, trigo y cebada, cúpulas del marlo,
endocarpos y semillas de “el árbol”, chañar, mistol y durazno, semillas de zapallo y
Solanum) o a tejidos muy compactados como los cotiledones de poroto que poseen altas
probabilidades de preservarse en el registro arqueológico, por lo que sus densidades
relativas son comparables entre sí. Los rizomas de junco son los restos más lábiles y por
ello pudieron estar subrepresentados, de todas maneras es indudable que la
carbonización favoreció su preservación. Los restos en general se encontraron bastante
fragmentados, lo que pudo deberse a distintos procesos erosivos como la humedad del
suelo, el escurrimiento en manto y la presión ejercida por el sedimento post-
deposicional. De todas maneras se piensa que éste último actualmente actuaría como un
factor protector de los restos ya que los aísla por un lado de las altas amplitudes
térmicas e hídricas, tanto diarias como estacionales, que soportan las capas más
superficiales del suelo y por otro del impacto mecánico que sobre ellas producen las
lluvias torrenciales y el pisoteo.
c. Interpretación
c.1. Usos modernos e históricos de los taxa arqueobotánicos de mayor
frecuencia. Es de destacar que los restos arqueoetnobotánicos y faunísticos recuperados
demuestran que durante la ocupación inka de El Shincal, aún cuando la agricultura
constituyó una de las actividades más relevantes, tuvo gran importancia la recolección
de vegetales silvestres y la caza.
“El árbol”. A través de las exploraciones etnobotánicas llevadas a cabo en la zona de
estudio se registró que las vainas de estas especies se pueden consumir inmediatamente
luego de colectarse, o bien pueden ser secadas extendiéndolas sobre el techo de
estructuras sostenidas con cuatro postes. También constituyen en El Shincal un buen
forraje en épocas de necesidad. Las vainas secas pueden ser luego empleadas en la
elaboración de otros subproductos. “El árbol” blanco se utiliza más que el negro por
tener mejor sabor. Asimismo, el sabor de las vainas varía de un árbol a otro, así que
generalmente se conoce de antemano de qué árbol colectar los frutos. Antiguamente era
común que los pastores se llevaran una bebida hecha con harina de “el árbol”, harina de
maíz y agua para quitar el hambre cuando permanecían en los campos de pastoreo
serrano. Además, las vainas son utilizadas para elaborar la añapa -bebida muy
refrescante-. Para ello se las muele groseramente en un mortero de piedra, luego se
remoja parte del producto en una jarra con agua y se revuelve por unos minutos, y
posteriormente se va tomando esta mezcla por puñados y se exprime con las manos en
otro recipiente limpio, el líquido que cae en este recipiente es el que luego se bebe. Este
procesamiento es muy similar al que registró Filipov (1996) mientras convivía con los
Pilagá en Chaco, donde también seleccionan los árboles para la recolección del fruto.
En otras partes de El Shincal en vez de exprimir las vainas machacadas y remojadas, las
cuelan mediante un lienzo. La preparación de patay también está difundida en el Bolsón
de Pipanaco. La harina para hacer este pan se extrae y procesa mayormente en Cerro
Negro y Aimogasta, a partir de los algarrobales situados en el cono de derrame del
bolsón. Rusconi (1958) realiza una de las descripciones más valiosas sobre los procesos
de elaboración del patay en Cuyo y regiones aledañas a principios del siglo XX,
procesos que son muy similares a los utilizados actualmente en el área de estudio del
presente trabajo. Este autor relata que: la molienda de las vainas en Catamarca se realiza
de un modo particular (distinto a la zona de Cuyo): “...colocan debajo de algún reparo
o solera un tronco de algarrobo que plantan en el suelo y con un horcón en el extremo
superior. Dentro de los brazos del horcón colocan un largo palo o cimbrón a modo de
balancín; este palo tiene una agarradera(...)en un extremo para poderlo aprehender un
hombre, mientras que del otro uncen una gruesa piedra de muchos kilos. Al nivel
vertical de la citada piedra y en el suelo, colocan una manta o un cuero y sobre él
cierta cantidad de vainas de algarroba...” que son molidas con el golpe de la piedra,
luego se descartan las semillas y se cierne la harina resultante. Este autor cuenta
también que para la elaboración de los panecillos de patay se coloca cierta cantidad de
harina en “...pucos de barro cocido...” y se cuecen durante 10 o 15 minutos o bien se
los seca al sol . Filipov (1996) registra para el Chaco que la pulpa de los frutos de
chañar y mistol solía mezclarse con la harina de “el árbol” para la preparación de patay.
La aloja, otro subproducto de “el árbol”, es una bebida fermentada. Burkart
(1952) describe su procesamiento según una receta que le dio en 1933 un poblador de
Tucumán. Éste decía que se debía: “...cortar y secar la algarroba blanca, quebrarla
hasta dejar trozos de 2-3 semillas en un mortero de madera usando una piedra; poner
la masa en barril (...) y echar (...) agua; dejar fermentar 3 días bajo techo...”.
Obsérvese que en esta preparación no se desechan las semillas.
Ahora bien, la importancia que posee “el árbol” en la vida de los pobladores
locales del NO, NE y Centro de Argentina a lo largo de la historia es indiscutible.
Rusconi (1958) dice que este árbol: “...ha sido una bendición de la naturaleza para el
aborigen, el mestizo y el criollo...” y que fue “...uno de los pocos árboles (...) que dio
origen a verdaderas luchas entre una y otra agrupación humana primitiva. Por
consiguiente, había en los campos de algarrobales, un principio de propiedad que la
cuidaban los que allí habían nacido y los defendían en los casos de invasiones de tribus
enemigas que incursionaban en los bosques de algarrobales para extraer sus
productos. A raíz de estos reiterados incidentes, no fueron pocos los hispánicos que
dictaron leyes sobre el particular...”; entre otros cita a Diego de Abreu en 1576;
Rodrigo de Ordóñez en su viaje de búsqueda de Diego de Almagro en 1536 y Felipe de
Albornoz. En el caso específico del Valle de Hualfín, la utilización de “el árbol” y su
importancia para las comunidades aborígenes es mencionada desde el siglo XVI
(Charcas 23 R7 N71, Archivo General de Indias, Sevilla) en cartas que mencionan que
los habitantes locales poseen “...otros vicios de embriaguez que lo exercitan con
brebajes fuertes que hacen de la algarroba que tienen en abundancia en aquella
Juridición...”. En relación a los Inka, cuando Gracilaso (Gracilaso de la Vega (1609)
1960, libro V, cap. 25) describe que los vasallos del Tucumán entregaban al Inka en
prueba de amistad: “...mucha ropa de algodón, mucha miel muy buena, çara (maíz) y
otras mieses y legumbres de aquella tierra...” seguramente se estaba refiriendo también
a los frutos de “el árbol”, el chañar y el cebil. Por otra parte, Sánchez Oviedo (1936)
relata haber visto cómo en Catamarca la cosecha de algarrobas –al igual que la del maíz-,
se almacenaba en trojes o silos excavados, que recibían el nombre de huaspanes o pirhuas
(Fig. 5, 6 y 7). La utilización de estas especies en la prehistoria del NOA también está
bien documentada por el hallazgo de sus vainas en sitios arqueológicos de todos los
períodos desde épocas muy tempranas hasta aquellas con una agricultura bien
establecida (Pochettino 1985, González 1998).
Chañar. El chañar es actualmente utilizado en El Shincal para hacer arrope -especie de
jalea muy dulce obtenida al hervir los frutos-. También se lo utiliza como forraje.
Villafuerte (1985: 65) afirma que sus frutos, junto con los del mistol y el
algarrobo, fueron los más importantes para los aborígenes del NOA. Los frutos también
se comen hervidos en leche, y sirven para preparar aloja de chañar (Burkart 1952).
Asimismo se los considera muy importantes para la elaboración de tinturas indelebles:
las telas sumergidas en una baño caliente realizado con su cáscara hervida y colada tiñe
de color café (Villafuerte 1985, Burkart 1952). Al igual que “el árbol”, la utilización
prehistórica del chañar está bien documentada por el hallazgo de sus endocarpos en
sitios de todos los períodos desde épocas muy tempranas hasta épocas con una
agricultura bien establecida. (González y Pérez 1968, Pochettino 1985).
Maíz. El tipo de maíz más cultivado actualmente en El Shincal es el diente de caballo,
que se utiliza para hacer mote (los granos se hierven con ceniza para desprender el
pericarpio y posteriormente son secados y almacenados). Para locro (guiso) se utiliza el
perla, que por ser más duro no se quiebra al molerlo. Para desgranar los choclos se los
coloca en una bolsa de cuero cilíndrica y alta a la cual le pegan con un palo. El
resultante se cierne en un tamiz hecho con junco enrollado llamado tipa, así se elimina
la chala que queda en los bordes. Uno de los informantes que vivió de pequeño en
Famatina recuerda que cuando una helada no dejaba madurar el maíz, se hacía una gran
fogata, asaban los choclos y luego los molían para hacer locro, que resultaba de esta
manera “mucho más sabroso”. A la harina gruesa de maíz o de trigo la denominan
gacho. Actualmente los granos de maíz no se almacenan. Algunos informantes
recuerdan que sus abuelos (durante la década de 1960) solían hacer silos de cemento.
Para ello cubrían el suelo con piedra, y sobre esta base edificaban un silo prismático de
2 x 1 m de base y 1 m de alto. El techo era construido a dos aguas con un enramado de
chucupi, al que luego cubrían con varias capas sucesivas de barro molido y paja. A este
techo lo llamaban guayar y tenía la virtud de hacer correr el agua de lluvia sin que se
filtrara al interior. El granero poseía una abertura pequeña que cuando no era utilizada
se revestía de piedra y barro.
El Padre Bernabé Cobo ([1653] 1890) describe las distintas formas de consumir
el maíz que tenían los Inka: “...después de seco el Maíz, lo suelen cocer los indios con
sola agua, al cual así cocido llaman en el Perú Muti y es el pan ordinario de la gente
plebeya. Otro a medio cocer secan al Sol para guardar como nosotros el bizcocho, al
cual llaman Cocopa, y lo hechan en los guisados. Cómenlo también tostado (Cancha y
Hancca), y los indios que van camino, no llevan otro malotaje más que una taleguilla
dello ó de su harina, que toman desleída en agua fría y les sirve de comida y bebida. A
esta harina de Maíz tostada llaman Pito...”. Esta última alusión semeja aquel hábito de
los pastores de El Shincal que llevaban una bebida hecha con harina de “el árbol”,
harina de maíz y agua para quitar el hambre cuando permanecían en los campos de
pastoreo serrano. Con respecto al procesamiento del maíz Cobo prosigue diciendo que
el mismo “...muélese de dos maneras, la una quebrantándolo solamente en unos
morteros grandes de palo, con que le sacan la cáscara ó hollejuelo que tiene, y
dejándolo algún tiempo en remojo, lo muelen después así mojado en una piedra llana
con otra piedra pequeña, y sobre la misma piedra se amasa y hace pan, sin llevar sal,
levadura ni más recaudo que un poco de agua fría...”, “...en la Nueva España lo
cuecen con cal y ceniza, para mondarlo, y luego así mojado como lo acaban de cocer,
lo muelen en un Metate (...) Desta manera se hacen unas tortillas delgadas, que tuestan
ó cuecen en unas cazuelas de barro, puestas al fuego; y este es el pan más regalado
que los indios hacen de Maíz, el cual en el Perú se llama Tanta (...) También suelen
hacer de la misma masa de Maíz unos bollos que cuecen, unos en las brazas y otros en
agua, envueltos en hojas de árboles ó de otra planta. Estos bollos son de muchas
maneras, unas veces no tienen más que la masa de maíz (...) Otros bollos (...) los hacen
de Maíz despepitado, que es habiéndole quitado, antes de molerlo, aquella rasilla que
tiene con que está asido al Choclo (...) La otra manera de hacer estos bollos de Maíz,
es cuando llevan dentro carne con mucho Ají, y estos son los que en la Nueva España
llaman tamales...”.
Sobre el procesamiento de la chicha Cobo dice que había “...Una muy fuerte,
llamada Sora, que hacen de maíz que primero está algunos días enterrado hasta que
retoñece; otra de Maíz tostado; otra de maíz mascado, y de otras maneras. La más
ordinaria que beben los indios del Perú es la que se hace de Maíz mascado...”.
Ahora bien, volviendo a El Shincal, el maíz recuperado fue tanto el
microsperma, es decir de grano pequeño, como aquellos de almidón harinoso, de grano
más grande. El primero acompañó a los aborígenes del NOA desde los inicios de la
etapa agro-alfarera (González y Pérez 1968, González 1979:5) hasta la actualidad
(Parodi 1947). Con este maíz era frecuente hacer pochoclo. En cambio, los maíces de
tipo harinoso aparecen a partir del Período Formativo Tardío (Tarragó 1980).
Actualmente existe gran cantidad de variedades locales en el NOA que no están bien
estudiadas, por lo cual la identificación de distintos tipos de maíz a partir de restos
arqueológicos es aún dificultosa.
Pocoto. Los frutos de Solanum eleagnifolium (pocoto) son tradicionalmente empleados
a manera de jabón para el lavado de ropa ya que presentan un alto contenido de
saponinas según Coluccio (1964) y Fidalgo (1971). Este último autor menciona también
que los niños los tiran a las fogatas para que exploten, a modo de divertimento, aunque
es probable que el autor haya confundido el pocoto con el pocote (Passiflora spp.) que
sí explota en las fogatas. Finalmente resulta importante destacar que el pocoto es una
maleza típica de áreas de cultivo, por lo que resulta ser un indicador de esta actividad.
Guaycurú. Esta planta es una parásita de las raíces de Prosopis que ha sido y es
utilizado aún como recurso alimenticio y medicinal por aborígenes y campesinos en el
NOA, el Chaco y la Patagonia (Spegazzini, 1914:148; Ragonese and Martínez Crovetto,
1947:167; Martínez Crovetto 1963: 33-34; Giacomelli, 1906: 7; Spegazzini 1898: 22,
Saggese, 1959). Se hará referencia nuevamente a este hallazgo en el próximo ítem.
c.2. Funcionalidad de los recintos de acuerdo a los hallazgos
c.2.a. Las collcas, un enigma aún no resuelto. A nivel de superficie la imagen
de una collca circular se asemeja a la parte superior de una cista funeraria, por lo que
algunas áreas de este cerro han sido huaqueadas en tiempos recientes con el objetivo de
saquear ajuares. Los restos de guaycurú se concentraron específicamente en los sectores
20E1, E2 y E6 (Cuadro 2).

Cuadro 1. Número de fragmentos % de cada taxón recuperado en El Shincal


Cuadro 2. Número de fragmentos de cada taxón recuperado en cada sector de
muestreo

Como se ha dicho antes 20E1 y E2 fueron perfiles realizados en el centro de dos


posibles collcas que aún conservan su base circular de piedra. Sin embargo, éstos
presentan una gran disimilitud en cuanto a la presencia y distribución de sus restos
vegetales, por lo que antes de continuar con su interpretación caben realizar algunas
consideraciones tafonómicas generales. El escurrimiento superficial es un factor de
erosión muy habitual en la zona ya que las lluvias son generalmente torrenciales y la
pendiente del terreno elevada. Este factor puede haber alterado sucesivamente en el
tiempo la distribución de los restos vegetales en el sitio, sobre todo en aquellos sectores
que se encuentran lejos de la protección de paredes de piedra, como 20E6, K1 patio, K3
patio y aukaipata E. En estos sectores los restos leñosos son una constante, aunque se
presentan en escasa cantidad y muy fragmentados, y pueden estar asociados a eventos
culturales propios del sector, aunque más probablemente sean el resultado de la
migración, por factores erosivos, de madera utilizada en otras áreas. En cambio, en
5cIII, K1, K3, S1, R1, R4, R10 y ushno, recintos de piedra bien definidos, los restos se
hallan protegidos de la erosión, madera se asocia a contextos propios de cada sector, en
fragmentos más grandes y en mayor cantidad. Volviendo al cerro de las collcas,
llamativamente en 20E1 no se recuperó nada de madera, lo cual permite suponer que
pudo ser una estructura de almacenaje que ha estado protegida del escurrimiento
superficial hasta momentos recientes. A diferencia de ésta, es factible que la collca E2
haya sido huaqueada y como resultado de ello se hallan introducido madera y semillas
hasta el metro de profundidad. También E6 pudo haber sido objeto de este proceso dada
la distribución de sus restos, ya que a pesar de que este sector no evidencia actualmente
ninguna estructura circular de piedra, los restos recuperados sugieren una función
relacionada con el almacenamiento: dos fragmentos de cerámica tipo Ordinaria asociada
al perfil arqueobotánico (a los 20 y 70 cm de profundidad respectivamente), parte de un
posible contenedor del producto almacenado; y mandíbulas y dientes de roedores (a los
40 cm y 70 cm), animales que pudieron alimentarse de estos productos.
Retomando el análisis de los restos de guaycurú, es llamativa la distribución
puntual de sus rizomas. Esta especie es parásita de las raíces de “el árbol” y su
presencia en profundidad en zonas de distribución de su hospedador podría estar
relacionada con su condición biológica. Lo que da lugar a dudas es que el guaycurú ha
sido y es utilizado aún como recurso alimenticio y medicinal, tal como se mencionó en
párrafos anteriores, por lo cual es difícil decidir sobre su posible origen cultural o
intrusivo (Capparelli et al., en prep.). En uno sólo de los sectores en donde apareció este
rizoma se asoció a restos de “el árbol”. Ahora bien, si “el árbol” está distribuido en todo
El Shincal, ¿por qué no se ha recuperado guaycurú en ninguna otra parte?. Lo que
podría estar sucediendo es que en tiempos pasados el Prosopis haya presentado
densidades más altas en el sector 20E con respecto a otros sectores del sitio, debido a la
proliferación de semillas de algarroba almacenadas. Con el aumento de densidad de
Prosopis el parasitismo se puede haber incrementado y por ende el registro dejado por
Prosopanche.
Con respecto al sector 20E5 no se ha podido arribar a profundidades mayores a
30 cm por encontrarse un piso sólido de piedra. La recuperación de restos vegetales ha
sido nula. El perfil del sector 20E3 se asoció a un contexto de fogón donde estuvieron
ausentes los restos vegetales. Se recuperó abundante madera, huesos carbonizados, y
dos fragmentos de cerámica Ordinaria a 30 y 60 cm de profundidad, un fragmento
Monocromo Rojo y uno Inka Provincial a 80 cm. En el sector 20O4 y O7 no se ha
podido excavar más de 19 cm por presentarse un lecho rocoso imposible de franquear.
Esto podría dar lugar a pensar que si hubo una collca en 20O4 ésta debió ser totalmente
aérea, del estilo de las observadas en el N de Argentina (Cuadro 2).
c.2.b. El Sinchiwasi y el patay. En el sinchiwasi las especies recuperadas
corresponden a plantas cultivadas y silvestres, sin embargo la representatividad de las
primeras es bastante pobre, lo cual lleva a pensar que, o bien la dieta de los habitantes
de este sector estuvo basada principalmente en vegetales de recolección, o la gran
proporción de semillas de “el árbol” se debe a que este lugar era un centro de
procesamiento de esta planta para realizar los diferentes subproductos que de él se
obtenían (patay, aloja y añapa), lo cual no excluye la primera hipótesis. Entre las
especies cultivadas se identificaron restos de maíz de grano muy pequeño y de poroto
común (Phaseolus sp.). Entre las especies silvestres se identificaron semillas y
endocarpos de “el árbol”, endocarpos fragmentados de chañar y semillas de Solanum sp.
1.
En los recintos R la cantidad de restos recuperados fue mayor que en los recintos
S, lo cual implicaría una mayor actividad humana en los primeros. Por otro lado en los
recintos R la presencia de un fogón central está bien representada por la cantidad de
madera carbonizada y restos de alimentos, mientras que en los recintos S no se observa
fogón central sino una distribución de los fragmentos botánicos orientada hacia las
esquinas, que puede ser el resultado de la limpieza del recinto mediante el barrido del
mismo. En el fogón central de los recintos del conjunto B, particularmente en el R10, se
identificó la mayor cantidad de restos de “el árbol” y chañar en relación a todo El
Shincal (Cuadro 2). En el registro arqueológico la recuperación de gran cantidad de
semillas de “el árbol” se puede deber o bien al consumo del fruto o bien a la utilización
como combustible de estiércol de animales que hallan consumido el fruto (i.e.
camélidos). Esto último es improbable en el caso del R10 dado que no se han
identificado coprolitos enteros ni fragmentados. Se piensa entonces que los restos de “el
árbol” estuvieron relacionados con la confección de harina de patay, aloja o añapa, y
que la gran cantidad de semillas y endocarpos identificados serían productos de descarte
de su procesamiento. La presencia simultánea de gran cantidad de restos de chañar
podría estar indicando la mezcla de estas dos especies en la confección del patay.
Además, la importancia de “el árbol”, el chañar y el mistol para los habitantes de El
Shincal queda demostrada por las altas densidades que estas especies presentaron en el
ushno, centro ceremonial del sitio.
El hecho de que los Inka hayan desviado parte del acueducto que trae agua
desde el Río Quimivíl hacia el sinchiwasi (ver Cap. V) es otro factor a favor de esta
hipótesis, ya que el procesamiento de molienda, tanto del maíz como de “el árbol”,
siempre se realiza con un mínimo de agua con el objeto de que el producto a moler no
se disperse demasiado. Dado que no se registraron evidencias de manos de moler o
morteros, es probable que su molienda se haya realizado a la manera que describe Rusconi
(1958) para Catamarca (ver párrafos anteriores) donde las evidencias, que podrían ser las
mantas de cuero o los postes, son de difícil preservación. Raffino (capítulo VI de este
libro) propone que el sinchiwasi pudo albergar grupos de mitimaes destinados a realizar
labores de albañiles y pirqueros; y que estos grupos pudieron provenir del Valle de
Yocavíl, dada la gran cantidad de cerámica de estilos foráneos como la Caspinchango o
Famabalasto. El mencionado valle limita con la Región Chaqueña, y es conocido que los
aborígenes chaqueños, al igual que los del Valle de Hualfín, poseen un dominio muy
acabado en la confección de los productos derivados de “el árbol”, el chañar y el mistol
(ver ítem VI.c.1. del presente capítulo). Estos grupos foráneos, entonces, pudieron haberse
encargado también del procesamiento de “el árbol”, producción que debió estar destinada
al mantenimiento de las comunidades locales del sitio. El marcado predominio de
cerámica ordinaria con forma de pucos, platos de cocina, ollas subglobulares y aribaloides
refuerza la hipótesis de que en esta área se procesaban alimentos, se almacenaban líquidos
y/o se elaboraban bebidas.
c.2.c. Un contexto doméstico diferente en 5cIII. El sector 5cIII ha sido uno de
los que registró mayor cantidad de restos y mayor diversidad. Se recuperaron tanto
alimentos de recolección como cultivados (Cuadro 2), aunque a diferencia del
sinchiwasi estos últimos fueron mucho más abundantes. Los restos aparecieron en un
claro contexto de fogón doméstico. En casi todos los niveles se han encontrado distintos
tipos de cerámica asociada al perfil arqueobotánico: tipo Ordinaria (2 fragmentos a 40
cm de profundidad, 2 a 50 cm, 6 a 70 cm y 1 a 80 cm), tipo Monocromo Rojo (1
fragmento a 70 cm) e Inka Provincial (2 fragmentos a 80 cm), entre ellas un fragmento
de plato ornitomorfo (plato pato), lo cual avala la hipótesis de que este recinto funcionó
como un centro de procesamiento y cocción de alimentos que luego puede haber sido
distribuida a otras partes del sitio. La base de la comida que aquí se preparaba era el
maíz, el poroto, y en menor medida el zapallo, dieta muy distinta a la registrada en el
sinchiwasi. Llama la atención que la cantidad de granos de maíz recuperados es muy
alta en relación a los pocos restos de marlos, lo cual puede estar implicando que los
choclos eran desgranados en otro sector y cocidos aquí. El hecho de que este sector se
encuentre muy cerca de la provisión de agua del sitio, sumado a la presencia de grandes
piedras con morteros a muy pocos metros de él (que la gente del lugar aún utiliza para
la molienda de maíz y “el árbol”) indica que también pudieron haberse realizado
actividades de molienda.
c.2.d. Las kallankas como áreas de procesamiento de materias primas. En la
kallanka 1 (K1) se encontró, al igual que en 5cIII, gran diversidad de restos (Cuadro 2),
aunque las proporciones fueron menores que en el segundo. Dentro de K1 la relación
entre los restos cultivados (sólo maíz y poroto) y silvestres fue muy similar. Llama la
atención que los restos de marlos fueron muy abundantes en relación a los restos de
granos de maíz. Esto, sumado a la recuperación de gran cantidad de fragmentos de
cerámica ordinaria en forma de ollas globulares y de varios fragmentos de manos de
moler, podría estar significando la realización de algún tipo de procesamiento del maíz
como su desgranado y posiblemente su molienda y almacenaje. Es de destacar que aún
cuando en K1S3 hubo evidencias de un evento hispano-indígena a través de la
recuperación de restos óseos de vaca, no se han recuperado restos de cultivos europeos
que se sabe, a través del registro del ushno, que estuvieron presentes durante el Período
Hispano-Indígena del área.
En la K3 se recuperó gran cantidad de madera carbonizada y muy pocos restos
de plantas silvestres de recolección que se piensa pueden haber sido accidentales. Hasta
el momento no se ha podido discernir si estos restos leñosos, junto con otros de
cerámica tiznada (tres fragmentos tipo Ordinaria a los 40 cm y dos Monocromo Rojo a
30 y 60 cm), son el resultado de la presencia de un fogón, ya sea para la cocción de
alimentos o para el trabajo de metales u otros materiales, o provienen del incendio de
parte de la estructura del techo. Se esperamos definirlo a través de la identificación del
carbón vegetal, investigación que se está llevando a cabo actualmente. En el sector
K3patio se recuperó madera y fragmentos de semillas de leguminosas mimosoideas en
mucha menor cantidad con respecto al interior del recinto, junto con restos de cerámica
Ordinaria.
c.2.e. El ushno, un reflejo de la diversidad vegetal utilizada en El Shincal. El
gran fogón encontrado en el ushno presentó una alta diversidad de restos vegetales.
Estuvieron aquí representados no sólo todos los taxa que aparecieron en los demás
sectores del sitio (“el árbol”, chañar, poroto, maíz, zapallo, entre otros), sino también
otros taxa silvestres que no crecen actualmente en la zona (como el mistol) y cultígenos
que no aparecieron en otros sectores (como el poroto pallar). Asimismo se han
recuperado restos de cultivos europeos propios de los comienzos del Período Hispano-
Indígena (trigo, cebada y durazno). Una mención especial merece la recuperación de
semillas de algodón, que si bien es un cultivo americano, parece estar asociado en El
Shincal al Período Hispano-Indígena.
Tal como se menciona en el capítulo III de esta obra una de las principales
actividades llevadas a cabo en el ushno durante el Período Inka fue la de realizar
ceremonias religiosas. Todos los vegetales utilizados por los Inka en El Shincal han
sido ofrendados en el ushno. En esos tiempos era muy común el ofrendar especímenes
atípicos, es decir con alteraciones en el color (imposible de testear con restos
carbonizados), tamaño o forma de cada uno de ellos. Al respecto el Padre Cobo
menciona que los Inka reverenciaban y ofrecían sacrificio “...á cuantas cosas naturales
se hallaban que se diferenciaban algo de las otras de su género por alguna extrañeza ó
extremo que en ellas se descubriese...” (Cobo [1653] 1890. Libro XIII, cap. XI, pp.
343). Sin embargo, sólo los restos de maíz se diferenciaron por ser de mayor tamaño
que el comúnmente hallado en los otros sectores. Podría ocurrir también que los
cotiledones de poroto pallar hayan sido seleccionados más para fines ceremoniales que
de consumo, debido a su mayor tamaño con respecto al del poroto común. Ahora bien,
dado que son escasas las evidencias conspicuas de restos “anormales”, se piensa que la
causa de la gran representatividad de los vegetales en el ushno se debe a que todos ellos
poseían un gran significado ceremonial. Por ejemplo, en el caso del maíz varios de los
granos presentan evidencias de haber sido utilizados para la elaboración de chicha, ya
que están ausentes el embrión y el pericarpo que rodea el mismo, lo que según Göette et
al. (1994) indica este tipo de procesamiento.
Otro punto interesante es que se han recuperado trozos de comidas ya
procesadas y carbonizadas. Dentro de los mismos se pudo identificar con certeza la
mezcla de poroto y ají, que parecen haber estado inmersos en una masa hecha de harina
de maíz. Se hallan registros de que estas preparaciones eran ofrendadas comúnmente al
sol, trayéndole “... allí su comida guisada como al Inca, y parte echaban en el fuego
diciendo: «Come desto, Apu- Inti, en reconocimiento que somos tus hijos»...” (Cobo
[1653] 1890. Libro XIII, T. IV, cap. XXI, pp. 80-1). En otra parte este autor dice “...
ofrendaban á sus dioses de sus comidas y bebidas, teniendo entendido que las comían
ellos donde quiera que estaban; las cuales comidas llevaban á los cerros y allí las
quemaban y derramaban la Chicha...” (Cobo [1653] 1890. Libro XIII, T. IV, cap.
XXII, pp. 83-4).
La presencia de pocoto en el ushno se piensa que más que por sus propiedades
para lavar textiles, está relacionada con el hecho de ser una planta indicadora de una
agricultura intensiva, que como maleza pudo haber tenido gran significado en los ritos
destinados a esta actividad.
Ahora bien, tal como se menciona en los capítulos III y X de esta obra, uno o
más sucesos históricos correspondientes al Período Hispánico-Indígena tuvieron lugar
también en este ushno. En esas circunstancias los aborígenes locales se habrían
apoderado de ganado y efectuado eventos festivos, posiblemente pachamancas o
tarpuys, hipótesis avalada por la presencia de diversos objetos correspondientes a este
período entre los que se cuentan restos de cultivos europeos (trigo, cebada y durazno).
Es importante destacar la evidencia de los cultivos europeos se restringe exclusivamente
al ushno. Las primeras semillas de trigo pudieron haber llegado a Londres durante su
primera fundación (1558), en manos del propio Zurita que según Tezza (1992) portaba
granos de este cereal durante su expedición. El trigo puede haber sido cultivado por los
españoles y luego las sementeras pudieron haber sido robadas por los Calchaquíes y
arrojadas al ushno como trofeos de guerra durante sus festividades. Se piensa que estas
plantas no han sido cultivadas en el propio sitio El Shincal, ya que de lo contrario
deberían haber aparecido evidencias relacionadas con su procesamiento, consumo y/o
almacenaje en otros sectores del mismo. Ahora bien, cabría preguntarse ¿por qué estas
plantas no fueron cultivadas en El Shincal?. Pudo suceder que: 1- el asentamiento de las
comunidades calchaquíes en El Shincal durara tan poco tiempo como para permitir el
desarrollo de su cultivo; 2- quienes vivían en EL Shincal no estaban interesados en su
cultivo; 3- el estado de guerra impidió su cultivo.
Como se dijo anteriormente una mención especial merecen las semillas de
algodón, ya que si bien su cultivo como planta textil está ampliamente registrado desde
las crónicas más tempranas de la Provincia del Tucumán y valles adyacentes, incluida
Catamarca, (ver Sánchez Oviedo 1937), es la primera vez que se recupera este taxón en
sitios arqueológicos de Argentina. Gossipium spp. es un género pantropical del cual se
reconocen hasta el momento unos 36 taxa con cuatro centros distintos de origen (Asia,
África, Australia y América). Los restos arqueológicos de las dos especies americanas
(G. hirsutum y G. vitifolium) se remontan a 3400 A.P. y 3600 A.P. en América Central
y Costa Pacífica del Perú respectivamente (Brücher 1989). Es evidente que tanto los
Inka como las comunidades locales estimaban al algodón como mercadería de valor, por
ejemplo Gracilaso de la Vega ([1609] 1960, libro V, cap. XXV) relata que pobladores
del reino de Tucma (que sería lo que los españoles llaman Tucumán) ofrecían al Inka
como tributo “...vestidos de algodón, miel, cera y otras cositas más de esta tierra...” y
que en esa región (por el Tucumán) “...se trabajaba mucha ropa de algodón...”. Según
crónicas tempranas el algodón pudo haber entrado a Catamarca desde Chile en dos
oportunidades: 1-o bien alrededor del año 1557 por cinco soldados enviados por Don
Gregorio de Bazán, Gobernador del Tucumán, a ese país con el fin de traer provisiones
a la desabastecida ciudad de Santiago del Estero; 2-o bien en 1558 cuando Juan Pérez
de Zurita, que viene de La Serena, funda Londres (en Sánchez Oviedo 1937). En El
Shincal son sugestivas las evidencias varias en relación a la actividad textil. Por
ejemplo, la aparición de varios fragmentos de huesos de aves y de puntas de flecha
pequeñas, generalmente asociadas a la caza de estos animales, en el sinchiwasi. Según
Cobo ([1653] 1890) los Inka a las aves “...más las cazaban por la pluma que por sus
carnes...”, las coloridas plumas servían para adornar los finos trajes de algodón que
vestía la nobleza. Estos restos podrían estar asociados a la aparición de torteros en la
kallanca 1 y a las semillas de algodón del ushno. Ante la dificultad de seguir avanzando
sobre el tema en base al conocimiento actual, los autores de este trabajo están llevando
a cabo nuevas líneas de investigación que brindarán en el futuro información detallada
sobre la cuestión.

VII - Consideraciones finales

Como ha sido mencionado al comienzo de este capítulo, Earls (1976) propone


que la organización político económica del Tawantinsuyu estaba basada en tres niveles
de control relacionados respectivamente al cultivo del maíz, cultivo de tubérculos y
crianza de camélidos. Ahora bien, El Shincal por sus características climáticas,
topográficas e hídricas (presencia de acueductos inkas con agua permanente
proveniente del Río Quimivíl), pudo ofrecer un cultivo del maíz a gran escala, lo cual
fortalecería el dominio estatal inka. La presencia de granos de endosperma harinoso de
maíz sin radícula ni embrión en el ushno, da cuentas de la producción de chicha y su
importancia ceremonial. Asimismo, el hecho de que este sitio sea considerado “Nuevo
Cuzco” (Farrington 1997), permite inferir que aquí se pudieron haber corregido los
errores calendáricos que se producen ante la ocupación de distintas latitudes y altitudes,
aplicando luego estas correcciones a los cultivos llevados a cabo en otros sitios
regionales de importancia como por ejemplo Potrero-Chaquiago, Quillay, Hualfín,
Watungasta y Tambería del Inca. Ahora bien, cabría preguntarse siguiendo a Earls
(1976): ¿qué alimento ha sido el que daba autonomía en El Shincal a los grupos locales,
y ejercía el segundo sistema de control del Estado Inka?. En el centro estatal inka
fueron los tubérculos, principalmente la papa. En El Shincal es probable que el
responsable haya sido “el árbol”. Para analizar este aspecto en detalle se deben
desglosar varias hipótesis. Se sabe que la papa es difícil de preservar en el registro
arqueológico porque prácticamente no posee desechos y por la labilidad de sus tejidos
(Munsa 1971), por lo que su evidencia negativa en El Shincal no necesariamente
implica que ese recurso haya sido dejado de lado. La primera posibilidad sería que la
papa haya sido cultivada en pisos altitudinales mayores como Los Colorados y luego
almacenada y consumida en El Shincal. Los Colorados constituye un valle intermontano
ubicado entre los 2000 y 2500 m.s.n.m. a una jornada de El Shincal, muy fértil y con
agua permanente por ser la naciente del Río Quimivíl, y presenta andenes agrícolas
(Raffino 1996). La segunda posibilidad indicaría que la papa pudo ser cultivada tanto en
Los Colorados como en El Shincal y la semilla intercambiada antes de una nueva
siembra. Los pobladores actuales mencionan que si bien suelen cultivar la papa a baja
escala en los alrededores del sitio, al año siguiente esa tierra debe dejarse descansar y
las “semillas” de papa allí obtenidas deben sembrarse posteriormente en otro
microambiente para que den una buena producción. Un sistema similar de cultivo
menciona Murra (1968) para Perú cuando transcribe las palabras de Don Guillermo
Gato, medidor oficial de tierras en el Cuzco en 1713: “...como las papas no se siembran
cada año en un mesmo paraxe porque no le permite la tierra sino al cavo de cinco años
(...) Si se diera solo un topo (...) a un indio para su sustento anual (...) sólo en un año lo
pudiera hacer porque los otros cinco siguientes no tuviera donde sembrar...”. Por
último, la tercer posibilidad y la más plausible, es que el segundo recurso en
importancia no haya sido la papa sino otro. Esta hipótesis se ve reforzada por el hecho
de que en El Shincal sí se han preservado rizomas (Scirpus) y harinas carbonizadas
(como las del ushno), cuyas características de preservación son similares a las de la
papa. Esto llevaría a pensar que la evidencia negativa de este recurso podría indicar que
efectivamente éste no fue cultivado en el sitio. La escasa representación de zapallo,
poroto, entre otros recursos, en las distintas unidades domésticas, los descartan también
como alimentos de amplio consumo local. Se plantea entonces que este segundo sistema
de control que sustentaría a los pobladores locales en caso de necesidad en El Shincal
estaría basado en la recolección de las vainas de “el árbol”. Mientras que una planta
cultivada tiene la ventaja de que su nivel de producción puede ser regulado mediante la
extensión de su cultivo y de un buen sistema de irrigación artificial; la extensión del
bosque de algarrobo en El Shincal -cuya existencia en tiempos prehistóricos está
confirmada a través del registro arqueológico- pudo haber producido recursos como para
alimentar a la población del sitio e incluso haber permitido el almacenaje de excedentes
(Capparelli 1999). Su aprovechamiento tiene la desventaja de que varía con las
condiciones climáticas del año (Maranta 1987:206) o con la cantidad de precipitaciones
en las últimas etapas de la maduración de las vainas, que si son excesivas pueden
provocar su descomposición (Filipov 1996:58). No obstante ello, este recurso posee
grandes ventajas en El Shincal: 1-gran disponibilidad de sus frutos, 2-un rendimiento
del 90 % de la harina de algarrobo ya que lo único que no se aprovecha son las semillas
(Filipov 1996:61), 3- posibilidad de almacenaje a largo plazo, ya que el patay contiene
sólo un 10% de agua, 4- larga tradición de uso ejercida por los pobladores locales.
Además, los Inka pueden haber ejercido alguna especie de protección y selección artificial
de estos árboles como por ejemplo asegurarles la provisión de agua en años secos y
seleccionar los árboles que producen frutos más dulces. En el Valle de Mantaro, Perú, por
ejemplo, la evidencia arqueológica indica que el cultivo de árboles y el manejo de los
bosques formaron parte de la subsistencia andina durante el Período Inka (Johanessen y
Hastorf 1990). Cada vez son más las pruebas arqueobotánicas que demuestran que las
comunidades agricultoras prehistóricas no dejaron de lado la utilización de los vegetales de
recolección, y el NOA no es una excepción (ver por ej. Raffino et al. 1975).
Finalmente, si se comparan los restos botánicos de El Shincal con los de otros
sitios inkas del NOA se observa que los taxa presentes son similares, aunque varían las
proporciones relativas de cada uno de ellos. En Potrero-Chaquiago por ejemplo el maíz
parece ser la base de la economía, mientras que los restos de “el árbol” y de chañar no
fueron tan abundantes como se esperaba para una zona con acceso a extensos bosques.
Dada la escasa cantidad de restos vegetales hallados en ese sitio, se piensa que el
aprovisionamiento a gran escala debió depender de El Shincal (Williams 1996). En
efecto, los análisis de disponibilidad de recursos en este último demuestran que tenía
capacidad suficiente de cultivo, acopio y procesamiento como para abastecer otros
sectores aparte de la población que allí vivía (Capparelli 1997). En cambio, en los sitios
inkas de Potrero de Payogasta y Valdéz, en el Valle Calchaquí, la base de la
alimentación parece haber sido el maíz y la quinoa; mientras que los tubérculos y las
legumbres estuvieron escasamente representados (Lennstrom 1992). En conclusión,
estas diferencias indicarían la implementación por parte de los Inka de distintas
estrategias de subsistencia a lo largo de los valles del NOA, que contribuirían a la
diversificación de materias primas permitiendo una mayor estabilidad del sistema.

Leyendas de ilustraciones
1: Ubicación y topografía del Bolsón de Pipanaco. A-A´: transecta de vegetación.
2: Perfil topográfico donde se observa la fisonomía de la vegetación y las especies
dominantes de cada comunidad a lo largo de la transecta A-A´, descripta en la Fig. 1.
3, A-C: Principales comunidades vegetales del Bolsón de Pipanaco. A. Bosque abierto
de Prosopis flexuosa. B. Jarillal de Larrea cuneifolia. C. Bosque de Celtis tala en la
quebrada del Río Quimivíl.
4: Restos vegetales recuperados de El Shincal. A. Semillas (s) y endocarpos (e) de “el
árbol”. B. Endocarpos de chañar. C. Endocarpos de mistol. D. Frutos de Solanum sp. 1.
E. Semillas de algodón. F. Rizomas de guaycurú. G. Granos de maíz. H. Marlos de
maíz. I Cotiledones de poroto pallar (p) y común (c). J. Semilla (s) y pedúnculo (p) de
zapallo. K. Granos de cebada (c) y de trigo (t). L. Endocarpos de durazno.
5 y 6: Collcas aéreas del monte de Santiago del Estero (Arg.) y de la región de
Chocloca (Bol.), utilizadas en la actualidad para almacenar marlos de maíz y algarroba.
7: Diagrama de collcas registradas en el NOA, observadas por Sánchez Oviedo en 1936
en Catamarca.

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