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Nº 1639-2003
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CONTRA LA PERSONA QUE SOY
(DETALLES DE UNA OCULTA LUCHA A MUERTE)
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Página legal:
ÍNDICE DE CONTENIDO
PRÓLOGO
INTRODUCCIÓN A CONTRA LA PERSONA QUE SOY
ANTEPREFACIO
PREFACIO
PREFACIO II
PREFACIO III
LOS SEMEJANTES BUSCAN A SUS SEMEJANTES
DECLARACIÓN DE INDEPENDENCIA O APOLOGÍA DEL ESCLAVISMO
SOBRE LA LIBERTAD
LA LIBERTAD I
LA LIBERTAD II
LA LIBERTAD III
EL LÍDER
EL FAKIR
LA PERFECCIÓN
LAS INFLUENCIAS EXTERNAS
LAS OTRAS PERSONAS QUE PODEMOS SER
OTRO PREFACIO
EL MENDIGO
UN NUEVO PREFACIO
EL MÁXIMO COMÚN DOMINADOR
OPERACIÓN COMANDO
EL JUICIO INTERNO
MI PUNTO DE VISTA
PREFACIO ¡¿DE NUEVO?!
TEMA Nº 1
TEMA Nº 2
TEMA Nº 3
TEMA Nº 4
TEMA Nº 5
BREVE PREFACIO A CARTAS DE AMOR
CARTAS DE AMOR I
CARTAS DE AMOR II
LAS FILOSOFÍAS
MEDITACIÓN SOBRE EL TRABAJO
LA COMUNIDAD CUBANA EN EL EXILIO
REFLEXIONES SOBRE POLÍTICA, PSICOLOGÍA Y AUTORREALIZACIÓN
LA OTRA CARA DE LA MONEDA O LA COMUNIDAD CUBANA EN EL EXILIO DE SÍ
MISMA
COMENTARIO POLÍTICO
LA REALIDAD ILUSORIA
LAS PIRÁMIDES
MEDITACIÓN SOBRE EL PROGRESO
DON JUAN ENCADENADO
TIERRA FIRME I
TIERRA FIRME II
LA PARÁBOLA DE LOS CONEJOS
SER DE OTRO MUNDO
SOBRE MEJORAMIENTO HUMANO
DATOS DEL AUTOR:
PRÓLOGO
Si esta obra hubiera sido redactada por un escritor profesional tendría,
pues, un título idóneo, pero como quien escribe no lo es, existe una
verdadera dificultad para denominarla.
Contiene, en su mayoría, ensayos sobre el amor. Ese es su tema principal;
pero, además, presenta ensayos políticos y sociales; por lo que bien
hubiera podido llamarse: El amor en tiempos del cólera, y tal vez
expresaría, entonces, la idea que le dio origen, así como el asunto y la
época en que se desarrolla; pero este título, que al fin decidí, me pareció
más abarcador, aunque ¡tampoco! llega a definir o a precisar ¡ni si quiera a
sugerir! sobre qué trata.
Quizás, usted, piense que lo sea y de hecho lo es: nunca ha existido nadie
como usted ni nunca, jamás, volverá a existir otro así, de modo que resulta
un ser único, especial e irrepetible y esto lo hace excepcional.
Quizás, quien lea esta obra, sea lo que ahora se conoce como: lector
crítico. Alguien que no lee solo co mo pasatiempo ni por simple
complacencia esté tica, sino que posee ya cierto bagaje intelectual, algunas
herramientas técnicas para apreciar la estructura de aquello que toma como
objeto de atención.
Titular mi obra con este rótulo no fue con inten ción de superar a Guillermo
sino, más bien, pen sando en la supuesta aversión por las cacofonías de los
lectores críticos para evitar que la lean. Y ya se verá por qué.
INTRODUCCIÓN A CONTRA LA
PERSONA QUE SOY
ANTEPREFACIO
Estas líneas iníciales son para hacer ciertas declara ciones acerca de los
orígenes e intencio nes de este libro, todo lo cual puede parecer contra -
dictorio. Por ejemplo: Quien lo lea pudiera pensar que está, en serio,
dirigido o que se ha escrito a fin de presentar una tesis para arreglar el
mundo, que es una sarta de ensayos de esos que, en estricto, denominamos
serios. En fin, que presenta las reflexiones de un pensador o de un filósofo,
o de uno que cree tener a Dios agarrado por las barbas. Como autor, me
veo en la responsabilidad de precisar, de lo cual no me cansaré, que este es
un libro humorístico, aunque usted no lo crea y, aunque de todos modos va
a pensar lo que le parezca mejor, yo quedo en paz conmigo agradeciéndole
que me suponga una im portancia que no tengo y en la cual usted, si
analizara bien, no creería.
En cuanto al origen del libro, todo viene de una vez en que pensaba en mis
abuelos, a quienes co nocí poco, y aunque de ellos tuve algunas impresio -
nes personales, también es cierto que fue ron impresiones poco críticas e
insuficientes, pues se realizaron siendo aún niño; después tuve de ellos lo
que oía decir a mis padres, lo cual eran sus impresiones sobre mis abuelos
y no las mías propias; con todo, puedo concluir que apenas los conocí, a
pesar de tener la seguridad de sus existencias. ¡Pero de mis bisabuelos! No
supe nunca nada, ni de mis tatarabuelos, ni de mis choznos. Y un día me
puse a pensar (cierto delito que cometo a veces) en lo interesante (¡Y útil!)
que hubiera sido para mi vida presente, poder contar con el testimo nio de
sus presencias en este mundo, si pudiera tener una impresión de primera
mano so bre las ideas y las emociones que determinaron sus actos. Y pensé
que quizás ellos nunca pensa ron en mí. No los culpo, ni es cosa que me
ofenda, pero por el contrario yo sí he pensado en satisfacer esta necesidad
en alguno de mis nietos, biznietos, tataranietos o de mis choznos.
También pienso que, de la misma forma, puede suce der que ninguno de
mis descendientes se interese en mí, pero no puedo quedar inmovili zado
ante esa posibilidad negativa y privarme del placer de escribir este libro.
Por tanto, tal como repetiré tantas veces como me venga en gusto, esta
obra que escribo la es cribo para gloriarme en mi propia creación y con una
intención de comunicación familiar (aunque no con carácter obligatorio).
Usted también puede, sin ser mi primo, reírse de estas mis ideas sobre las
cosas que encuentro en el tiempo en que mi espíritu cohesiona un poco de
materia para hacerse sentir en este mundo material; aunque tampoco es tan
así, ya que se limita (mi pobre espíritu) en buscar apoyo en ciertas
aseveraciones, aforismos, pensamientos, citas,... algunas de las cuales
repito en todas mis obras para que los críticos vean que sé algo so bre eso
que llaman leitmotiv, pero que resulta por el simple hecho de darme la gana
ya que, para eso, soy el autor.
PREFACIO
Soy zurdo. Desde pequeño (quise decir: desde niño) eso me trajo algunas
dificultades: era cen tro de atención de mis condiscípulos porque es cribía
con la mano jorobada. Me costaba trabajo escribir en mi pupitre porque en
esa escuela no los había para siniestros ni, tampoco, de esos que tienen
como una mesita y que son más cómodos pues sirven tanto para zurdos
como para dere chos. En mi época de dibujante arquitectónico me vi
obligado a tener buena letra a mano alzada, pues no podía usar el Leroy:
este artefacto es para derechos.
Ser zurdo me hizo tener conciencia de no ser igual a los demás y que no
serlo implicaba un esfuerzo superior, tanto en la ejecución de lo que
hiciera (dado que el mundo está diseñado para derechos) como para
aceptar ser objeto de atención (léase: crítica, co mentario y/o burlas) por
parte de ellos. De cual quier forma, me acostumbré a ser centro de aten ción
y, es muy posible, tenga mucho que ver el hecho de ser hijo único, pues me
posibilitó algu nas atenciones y algunos cuidados especiales que, me daba
cuenta, otros no recibían, con independencia de que yo pensara que lo
merecie ran tanto como yo. Esto afirmó la naciente idea de que podía ser un
ser especial o al me nos no igual al resto.
Otro detalle que me distinguió fue tener los ojos verdes. Mi relativo éxito
con las mujeres se de bió en mucho a tal pormenor anatómico. Sin em -
bargo, nunca fui, en realidad, consciente de sí estas cualidades eran causas
o efecto de mi distin ción.
Cuando tenía unos once años comencé a leer con fruición y ya cuando
tenía unos veinticinco había leído lo suficiente como para saber que había
muchísimos zurdos en el mundo, así como muchísi mos hijos únicos y
muchísima gente con ojos verdes. La lectura me sirvió para compren der
que yo no era ni siquiera yo mismo, sino la suma de mucha gente a la cual
me gustaba pare cerme, tal vez porque descubría que ellos eran, un poco (o
en algo), como yo.
Como pasaba más tiempo leyendo que viviendo, pasaba mucho tiempo en
contacto con personas célebres (al menos con las ideas que los anima ron).
Me daba perfecta cuenta que leer los Diálo gos de Platón era escuchar a
Platón dentro de mi cabeza hablando sobre cierto viejo jodedor llamado
Sócrates; y así me esforcé siempre (sin creer haber podido nunca lograrlo
si siquiera de forma regular) por tratar de ser un poco Platón, un poco
Sócrates, un poco Enrique, el hijo de Ámi cis, y, un poco, hasta el
Sombrerero Loco.
Creo que soy, también, continuidad de otros. Lo sé por aquel poema que
me dedicara Walt Whitman, Full of Life, Now:
Ahora eres tú, compacto, visible, el que intuye mis versos y el que me
busca,
¡Más que eso, Whitman! Soy, tú, mismo; sólo que ahora soy feliz en mi
momento, feliz de que lo hayas sido, tú, en el tuyo. Creo que todos somos
lo mismo: ¡Vida! Expresándose en un eterno presente. Creo que yo y todos
los se res, somos uno, por eso escribí este poema que ahora ofrezco, aunque
no sea este un texto de poesía:
No eres tú,
Y saldremos, entonces,
A crear otro.
Quiero, también en este primer prefacio, señalar que por sentirme distinto
a los demás escritores y partiendo en propiedad de no tener que pare cerme
a ellos, precisamente, por no ser un escritor común, es que escribo este
libro de ensayos que no son ensayos, con la idea de que sea un libro
diferente a los demás. Algo tan raro y original como un conejo que parece
un gato.
PREFACIO II
Si piensas siempre en lo que dicen los demás y luego haces siempre lo que
hacen los demás, acabarás siendo igual que ellos y ya no podrás
soportarte a ti mismo. Y más ade lante continúa: Mira Konrad... tienes que
tener presente una sola cosa, porque es mucho más importante que las
otras; no hay que preocu parse de lo que dicen los demás. (Christine
Nöstlinger).
PREFACIO III
Escribo este libro por gusto, ya lo dije, por el simple placer de liberar las
ideas del encierro de mi cabeza. Creo que escribiéndolas me parezco a un
escritor o a un periodista cuando escribe sus li bros o sus artículos. ¡Pero no
vaya a ofenderse ningún escritor ni ningún periodista por la compara ción!
Sé que existen diferencias.
No digo que yo sea estúpido. Digo que las estúpi das son mis ideas. Las
produzco con intención para reírme y entonces humani zarme. Pero no crea,
caro lector, que soy egotista y la prueba es que intento compartir mis ideas
con otros. Algunas personas creen que soy un estúpido por tener estúpidas
ideas, pero lo que puedan creer no me afecta ¡Siempre y cuando rían!
Antes reía de las ideas ajenas ¡pero nunca pensé que los demás fueran
estúpidos! Me reía porque sus ideas lo eran para mí; sin embargo, la gente
se enfurecía cuando yo reía de sus ideas. Las perso nas dan demasiada
importancia a las ideas, por eso ahora no río de lo que piensan otros. Res -
peto la importancia que la gente pone en lo que pone en sus cabezas.
Aquí termina uno de los prefacios más hermosos escritos en español desde
que don Sancho Diéguez de Alcántara, emperador del barrio chino de
Catalunya, escribiera en el siglo II su Canto a la Alpargata, en el cual
aparece un prefa cio ilustre.
LOS SEMEJANTES BUSCAN A
SUS SEMEJANTES
Recuerdo que, desde que tenía alrededor de quince o dieciséis años, hasta
algo más de pasa dos los veintiocho, era alguien distinto a quien soy en este
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momento ; en aquel tiempo hubiera dado ¡Cualquier cosa! por conocer a
una persona co mo la que soy ahora.
Por fuera, es decir, en lo físico, todas las personas tienen dos ojos, dos
orejas, una boca, una na riz… sin embargo, no son iguales. Por dentro, es
decir, desde el punto de vista psicológico, las perso nas parecen distintas,
pero, no obstante, sus reaccio nes ante los diversos estímulos de la vida son
bastante parecidas. La enorme y abrumadora mayoría de la gente es, en su
psicología, idénti ca en lo básico; desde el punto de vista de su posibilidad
de previsión de sus reacciones.
Uno de esos aspectos básicos es que la mayoría de las per sonas no son, en
plata, seres huma nos, sino máquinas, robots, al menos funcionan como tal,
pues en todo lo que hacen se ve la misma intención: afirmar su
personalidad, contro lar a los demás, cambiarlos de cómo son, imponer su
opinión, hablar de sí mismos, de sus experiencias y de lo que llaman sus
ideas. De modo que, mien tras hablan y actúan, sólo están ellos en la es -
cena. Su egotismo y vanidad anula la existencia ajena, solo existen ellos.
Cuando los demás son quienes hablan, los otros no escuchan, oyen, pero
no ponen atención, sus mentes están pensando en lo que van a decir de sí
mismos cuando les toque volver a hablar. Y así funcionamos todos.
Fíjate en esto: observa cuánto tiempo la gente pasa frente a los televisores
y/o junto a la radio, mi rando o escuchando novelas de amor, o leyéndo las o
solo comentándolas o pensando en ellas. Son horas y horas.
Durante todo ese tiempo no existen, están hipnoti zados, durante ese tiempo
quienes existen en realidad son los actores o personajes de las novelas.
Uno se identifica con un personaje o con otro, uno siente, se alegra o sufre,
se altera con los problemas de la novela, del filme o de la serie... ¿Qué
pasará ma ñana o después? Uno no se da cuenta de que la vida pasa y esas
horas no las hemos vivido en realidad, du rante ese tiempo hemos estado
durmiendo con los ojos abiertos, ha sido un sueño despierto.
¿Mañana? Mañana no se sabe qué pasará, Igual que en las novelas seriadas
de TV. Pero uno puede imaginar que pasa una cosa u otra, la diferencia es
que, en la novela, te tienes que conformar con lo que pase; mientras, si
vives tu vida como una novela, pasará lo que decidas. Es mucho más
divertido, aunque también, más responsable.
DECLARACIÓN DE
INDEPENDENCIA O APOLOGÍA
DEL ESCLAVISMO
A quien lee: Me dirijo, a tí, por ninguna razón poderosa, sino en pos de las
más desconocidas excelencias que puedan manifestarse producto de la
magia que vibra en la simple comunicación humana. Me dirijo, a tí, por el
simple gusto de hacerlo. Si algo he aprendido de utilidad, en este mundo,
es a no esperar nada de las cosas que hago ni de las acciones que ejecuto,
pero sobre todo a no esperar nada del mundo, lo cual no signi fica que
desprecie lo que me ofrezca sin com promisos. Pero más adelante volveré
sobre este tema.
Hay, sin embargo, una diferencia notable, impor tante, nada antagónica,
necesaria, la cual me alegra de manera extraordinaria: ellos son ellos y yo
soy yo.
Soy de los que piensan, y no creo que sean mu chos, que aquellas cosas de
las cuales hacemos una necesidad acaban esclavizándonos. Por eso evito
que muchas cosas se me vuelvan necesa rias. No necesito, por tanto,
publicar y así me siento un hombre libre. Yo mismo me publico
(mecanografiado primero; en formato digital, ahora) y presto mis libros a
mis amigos. No soy, como ves, Persona, que me lee y a quien tuteo, un
escritor de multitudes, siéntete persona distinguida y privilegiada: Soy un
escritor de éli tes.
Afirmo que no necesito publicar y eso me hace sentir libre. Sin embargo,
necesito escribir y eso me hace esclavo. Pero no crea, amigo lector, que
padezco siéndolo, pues como me agrada tanto semejante esclavitud, yo
mismo me esclavizo y a gusto me encadeno y co mo a propia voluntad lo
hago resulta un acto de entera libertad y ¡Sigo siendo un hombre libre!
No te pido nada, lector amigo. Me sentiría satisfe cho si, después, de reírte
de mis cosas pensa ras, un poco, sobre ellas; pero no tienes por qué hacerlo,
no te sientas comprometido, ni obli gado. Hazlo solo si te place. Si no vas a
sentir placer haciéndolo me sentiría, con sinceridad, entristecido pues me
consideraría como si fuera un esclavista.
Esto es todo para lo que bien pudiera ser otro prefa cio de este libro.
SOBRE LA LIBERTAD
LA LIBERTAD I
Mucho se ha hablado y escrito acerca de la libertad, también mucha gente
ha muerto por alcanzarla, por defenderla. Demasiada, si se tiene en cuenta
que siempre la disfrutamos y que nunca estuvo en peligro como se dice.
No digo que murieran por gusto ni tampoco que si sus vidas se apagaron
creyendo morir por ella diga yo que no; pero si vamos a morir por algo,
que sea cierto.
Un esclavo encadenado no fue libre de decidir irse a otro sitio, eso está
claro. Los cautivos jamás fueron rentables en cadenas; se inmovilizaban de
noche para evitar las fugas, durante su transportación o en ciertos trabajos,
como los remeros en galeras. Pero, considerando este rigor, podía elegir
ser o no esclavo. Si trabajaba, lo era, pero, ¡podía negarse! De hacerlo,
recibiría castigo… ¡Por supuesto! La mayoría elegía trabajar para evitarse
incomodidades, léase: aceptaba la esclavitud. Pero elegir ¡sí podía!
Y aquí está el quid del tema: el asunto de la libertad es personal. Uno saca
cuentas y acepta o anula decisiones en función de lo que considera que
para sí es mejor, más conveniente, menos malo o lo que sea; pero se decide
siempre por aquello a lo que se le confiere mayor valor.
Puedo estar equivocado, pero si, usted, decidió seguir esclavo para evitarse
una tunda, no diga que no ha sido libre de elegir, porque no es verdad. El
asunto es que serlo tenía un precio que no quiso pagar. Y me parece bien,
no lo juzgo.
El hecho establecido por tradición y/o por decreto de que no fuimos libres
alguna vez, no es porque fuera cierto sino porque la mayoría escogió ser
esclavos y ahora como que nos da vergüenza.
Una observación de la historia nos demuestra que tampoco ha sido así eso
de que nos hemos ido a las guerras por la libertad, como si se tratara de un
impulso espontáneo, generalizado, visceral o inspirado. ¡Que no! Más bien
hemos sido conducidos, nos han convocado y hemos accedido.
LA LIBERTAD II
Nunca fuimos tan libres como bajo la ocupación nazi.
Digo que siempre elegimos ¡todo! con este criterio excluyente, enrumbado
al error y con este argumento, quiero hacer notar que el asunto de la
libertad ha sido vía para que unos cuantos se enriquezcan a expensas del
sentimentalismo de la mayoría que formamos los pueblos. Un sondeo de la
historia sirve para darnos cuenta de la manipulación y de la estafa, de la
maniobra y de la mentira. ¿Con buena fe…? ¡Sí! Porque esos que salieron
ganando quizás se lo propusieron ¡Pero no fueron todos! No se aparecieron
unos cuantos vivos a manipular a medio mundo ¡No! Siempre hay, pero la
mayoría se vuelven vivos más tarde, después que comienzan a disfrutar del
poder y sus prerrogativas.
Creo que quizás quede quien diga: Sí, eso está muy bonito, pero no me
niegue que no parece inteligente dejarse matar para demostrar que uno es
libre. Y es verdad.
Usted, elige y decide. Nadie puede quitarle eso, y es lo que quiero dejar
claro. Como quiero dejar claro que siempre que no afecten a otros, las
decisiones que tomemos son tan dignas de respeto como las ajenas.
LA LIBERTAD III
Cuando comencé a escribir esta serie de articulitos, debí comenzar por
éste.
Con respecto a los criterios que tenemos sobre la libertad, muchos son
infundados, debido a eso llegamos a conclusiones erróneas; muchos de
tales criterios son inconsistentes porque a su vez son conclusiones que se
basaron en verdades supuestas.
Pero ¿qué es la libertad? La mayoría piensa que es poder hacer todo lo que
uno quiera, siempre que no dañe a los demás; éste, es uno de tales criterios
desacertados.
Aunque fuera sin daño para otros, nunca podríamos hacer todo lo que
queramos porque no somos omnipotentes. Aunque te tiñas, tu pelo seguirá
creciendo con su color natural; tampoco podrás hacer que un tres de copas
le gane a un as. Igual afirmo que la libertad debe incluir el derecho a elegir
¡Incluso! el daño ajeno porque ¡no elegirlo! tiene mérito. Si no hago daño
a los demás porque se me prohíbe ¿dónde está el mérito? El valor está en
preferir no hacerlo.
Otra definición, que se toma por irónica, dice que es: poder hacer todo lo
que está permitido. Estoy más de acuerdo con ésta última, aunque
haciéndole cambios. Porque el asunto no es que pueda hacer todo lo
permitido sino todo lo posible, dentro de lo razonable, de hacerse.
¿Es posible hacer esto? No pregunto si está mal, si el costo será carísimo o
si a los demás les gusta. No se trata de qué pasaría si todos eligieran lo
mismo o si las consecuencias serían impredecibles. Pregunto: ¿Se puede
hacer?
Soy responsable por lo que elijo, porque, con justicia, podría haber elegido
otra cosa.
No puedo dejar de ser libre; por tanto, tampoco dejo de ser responsable de
lo que elijo.
Quiero dejar claro con estos articulitos que es nuestro derecho y privilegio
limitarnos. No es el estado quien me limita, no hay nada real que me
impida elegir; somos quienes estamos haciendo elecciones una vez tras
otra. Y es nuestra incapacidad o indecisión para elegir lo que nos hace no
sentirnos libres. El miedo a elegir lo correcto nos hace transferirle la
responsabilidad a quien nos pone en ocasión de elegir.
Decimos que no somos libres porque el estado nos advierte a priori acerca
del costo de nuestras elecciones o nos castiga a posteriori una vez que
elegimos, pero aquél solo puede legislar sobre ellas, acaso limitarlas, pero
nunca impedirlas.
EL LÍDER
Desde niño siempre experimenté admiración por los otros chicos que se
distinguían en algo. En tal época salvo alguna rara excepción, todos, al
menos dentro del reducido grupo de mis amigos, seguíamos con cierta
admiración a los líde res.
José era sin dudas un líder. Sin embargo, nunca bateó un jonrón, ni obtuvo
un cien en matemáti cas. No se destacaba en nada en particular, no
obstante, muchos lo buscaban, y su casa, por de más sencilla y humilde, era
punto fijo de reu nión, siempre que él estuviera en ella.
Soy de los que puede enorgullecerse de poder de cir que cuenta con
magníficos amigos. José era uno de ellos y los que hacían tertulia en su
casa, también.
José tenía autoridad en su casa, podía recibir en ella a todos sus amigos sin
que nadie protestara, su madre incluso, mostraba un regocijo que yo
entendía, de ver la aceptación que su hijo tenía entre el resto de los
jóvenes. Él era, además, un individuo con criterio personal, sobre todo,
tenía lo que se llama: opinión propia, pero, asimismo, tenía un carácter
afable y siempre de buen humor, tenía esa rara capacidad para decir cosas
buenas de los demás, cosas ciertas y que ¡era evi dente! los demás
necesitaban oír y por eso lo buscaban.
Un día me puse a pensar que yo era un ingrato, que ambicionaba algo que
ya disfrutaba. ¿Para qué necesitaba que mis amigos fueran a mi casa o
anduvieran siempre tras de mí? ¡Claro! Esto me haría sentir útil, vivo, no
sé... Bien, pero ¿Y si el verdadero objetivo de mi existencia fuera no ser un
líder? ¿Si yo fuera acaso, por el hecho de ser zurdo, hijo único, o de tener
los ojos verdes, un elegido de Dios que podía disfrutar de aque llas tertulias
en casa de José, rodeado de muchos amigos disfrutando la amistad de un
verdadero líder, por qué ansiar más de lo que ya tenía?
Así fue que, establecido en estas ideas, fui de jando la de ser un líder
(aunque no dejaba de trabajar en mi formación) tomando como modelo a
mi amigo José. En esto, sin embargo, sucedió algo curioso.
Poco a poco dejé de visitarlos, reconocí que iba más por costumbre, por
vicio de ir todas las no ches, que por verdadera necesidad de ellos. Podía
quedar en casa leyendo un buen libro, escri biendo los míos, mirando la TV,
o haciendo cuen tos a mis hijos. Comprendí, o creí compren der, que la
única y real posesión que tenemos es: El tiempo que dura nuestra vida; y
en aprender a usarlo con utilidad, tenemos a veces que gastar mucho de él.
El que nos queda, es necesario aho rrarlo y emplearlo sólo en lo más
importante.
EL FAKIR
Era de noche y estábamos en invierno. En estos viajes por las zonas rurales
del interior de la pro vincia, se acostumbraba a hacer una parada en cada
pueblo, sobre todo de noche, así que se encienden las luces en el interior
del ómni bus en esa oportunidad para favorecer la su bida y bajada de los
pasajeros. Una vez que el vehículo abandonaba los límites, se apagan las
luces y durante todo el largo trayecto hasta el próximo pueblo, unos
duermen, otros disfrutan de las sombras nocturnas del paisaje campestre y
los menos hablan; produciendo un murmullo de fondo al ronroneo del
motor. A veces, el chofer enciende la luz para ver la hora o para facilitar la
bajada o la subida de algún campesino que vive en un lugar, apartado,
intermedio entre dos pueblos.
Viajaba solo aquella vez. Se me había hecho tarde para salir y el grupo de
mis compañeros de armas debía estar ya llegando a La Habana. Iba sentado
junto a una ventanilla, mirando hacia fuera, aburrido, sin sueño... De
pronto, el ómni bus se detuvo, se encendieron las luces y miré de forma
mecánica a mi alrededor para ver con quiénes viajaba, en un gesto, quizás,
instintivo en busca de una cara juvenil femenina. Sin embargo, llamó mi
atención un hombre de mediana edad quien iba sentado hacia el interior del
pasillo, en la hilera de asientos opuesta, en el asiento contiguo al mío.
No estaba dormido, su espalda con tra el respaldar del asiento, era muy
derecha, erguida su cabeza, firmes sus manos una sobre la otra, aferradas
sin tensión al tubo del asiento de lantero. No, no dormitaba. Pero ¿En qué
podría estar pensando ese señor? que lo aislaba, lo desco nectaba de la
experiencia de aquel viaje que, para todos los viajeros, incluso para mí,
formaba parte de eso que llamamos realidad. La luz se apagó y se encendió
aún varias veces más, antes de llegar a Guanajay, y ¡siempre! hasta
entonces, el individuo mantuvo la misma posición.
Han pasado unos veinte años y, durante todo este tiempo, no he dejado de
meditar sobre este asunto.
Es casi increíble que un individuo in móvil, sin decir palabra, con sólo su
presencia, pueda comunicar algo edificante o cualquier cosa. Lo cierto es
que, en estos veinte años, he ido elaborando la certidumbre de que aquel
ser extraño era alguien dueño de sí mismo, que con su actitud daba un
ejemplo de autocon trol, equilibrio, de dominio emocional, de una gran
presencia de ánimo, de un espíritu poderoso y magnético.
Sí, es probable que, usted, piense que soy un indivi duo sugestivo, fácil de
impresionar, quizás crea que soy imaginativo, creativo y que vi en aquella
oportunidad mucho más de lo que en reali dad había, de forma que inventé,
armé, un gran lío donde no lo había. Cualquiera podría asegurar que, en un
sujeto medio dormido en una guagua, monté toda una ideación mística, la
cual, no más existió solo en mi mente. A esto, yo, respondería con la
mayor seguridad: es posible.
Pero, también, es posible ¡mucho más posible aún! que yo no sea la única
persona imaginativa, suges tiva, impresionable, sensible, creativa y tonta de
este mundo. Lo más seguro es que exista, ¡al menos uno! No igual, sino ¡al
menos! semejante a mí y para ese individuo desconocido; que se me parece
en algo, con quien, lo más posible, no cruzaré nunca dos palabras, durante
es tos veinte años, y mientras continúe viajando, yo, en guaguas; intento
dar la misma impresión que me dio aquel individuo una noche de
diciembre del año 1970.
LA PERFECCIÓN
El asunto es que hago todo lo que hago no para hacerlo perfecto, aunque,
tampoco, para hacer una chapucería, me basta con que lo que hago me sea
útil, pues todo lo que hago es porque me resulta necesario y si no cristaliza
en lo que la gente entiende como una obra de arte es, porque necesito
tiempo para empren der otra cosa que, también, necesito. Dete nerme, en
una es un lujo que no puedo darme.
LAS INFLUENCIAS EXTERNAS
La afición por determinada cosa no es su deci sión, no tiene que ver con su
voluntad, con su elección, aprobación, sino que es algo que apa rece en él,
lo cual no tiene nada que ver con su responsabilidad consciente; tiene que
ver más bien con la herencia, con cierta promesa gené tica. Algunos con
mucha autoridad dicen que re sulta una influencia del más cercano sector
cósmico: planetario, solar, lunar o terrestre, es decir: externa. De todos
modos, es algo que sor prende al individuo y si ese algo es fuerte compro -
mete sus emociones y lo lleva a producir algunas acciones (estudios,
compras, sacrificios, etcétera). Pero siempre es algo que se instala en el
individuo.
Tomemos por caso a un individuo con aptitudes para las Artes Plásticas.
Este indivi duo se orienta en este sentido, canaliza sus inquietudes; de
alguna manera, según las circunstan cias, aprende algo (de forma
académica, autodidacta o empírica) y así este buen se ñor pinta varios
cuadros.
De tal modo, puede estar convencido de haber realizado una obra, pero en
realidad, todo le ha suce dido. Él ha servido de instrumento o medio a
través del cual se ha realizado un trabajo. Cierta necesidad de expresión
¡es tan fuerte! que lo hace pintar, pero él no se propone hacerlo, sigue el
impulso de la inspiración, pinta cuando tiene de seos, se convierte en el
vehículo de cierta fuerza externa, pero tal señor no aceptará esto. Para él,
él ha hecho algo.
Un buen día, alguien con poder logra ver los cuadros del individuo, le
gustan y le propone exponerlos. Y los cuadros pueden presentar un gran
dominio de la técnica pictórica, pueden incluso tener algunos toques
técnicos novedosos, excelente composición, equili brio del color, y sobre
cualquier temática se puede montar una teoría como argumento. Pero de
ahí a decir que se está en presencia de lo que pueda llamarse: una obra de
Arte, hay un trecho.
Algo bien distinto es el caso de aquel quien, tam bién teniendo esa
compulsión vocacional, no pinta sólo cuando tiene ganas, cuando esté
inspi rado o cuando viene la Musa, sino que, dejando de ser un vehículo
para que cierta fuerza ajena que lo hace tener ganas, inspirarse, etcétera,
algo en él, que le es propio e interno, lo hace pin tar, aún, cuando no tiene
ganas; ese algo ocupa el lugar de los deseos de pintar, de la inspiración y
pinta por un esfuerzo responsable y consciente, pinta no porque algo
externo pinta a través de él, sino porque es él, de veras, quien pinta. Sólo
entonces, estamos en presencia de un artista, de una voluntad, de alguien
que puede llegar a trascender con autenticidad.
Esa voluntad; según algunos, con cierta autori dad, dicen que resulta una
influencia del más le jano sector cósmico, viene de las estrellas; es una
influencia estelar; pero, por ser lejana, es débil, aunque constante, siendo
también una influen cia externa a la cual otros deciden some terse, pero esto
es, ya otro tema que no viene al caso.
Siendo como soy, alguien que se toma muy en serio el asunto de escribir,
trato por todas las for mas de manifestarme en los medios de difu sión, con
particular interés en los de prensa; y en este aventurero asunto que es
intentar ¡No lograr! que me publiquen, me hallo siempre en oportunidad de
tratar a la suerte de tú a tú, lo cual viene a ser algo así como tratar de ser,
yo mismo, mi propia suerte; pero por sobre todo, estoy de continuo
ejercitando mis posibilidades de aprender de otras personas; eso me da pie
para estar siem pre atareado, buscando conclusiones sobre mi aprendizaje y
tener siempre un tema para escri bir.
Voy a relatar dos facetas de dos conocidos perio distas, dos momentos de
sus vidas que quedaron olvidados para ellos por serles cotidianos; pero
que, para mí, quedarán fijos en el recuerdo hacién dolos más vivos y más
humanos y ¡Al evocar los! pretendo formarlos parte de la persona que
quiero ser; la cual, según Unamuno, es por la cual debíamos ser juzgados.
Ambos profesionales son, como dije, conocidos. Todos los días leemos sus
artículos o alguna que otra vez hemos visto sus rostros y oído sus comenta -
rios en la TV. Sin embargo, estas formas de acercamiento a sus personas no
brindan la verda dera dimensión de sus personalidades y la mayoría de la
población se queda con una fría impresión de ellos, con una simple
imagen, con una falsa e incompleta visión de estos seres. Creo que este
artículo puede servir para que mu cha gente logre mejorar su enfoque sobre
tales personas y con esto se beneficiarán sus relacio nes en los círculos
humanos en los cuales se mue ven, pues obtendrán nuevos puntos de
referen cia, por demás ejemplares, para guiarse en sus vidas.
Hubo una temporada en la cual asediaba con mis artículos a Soledad Cruz,
conocida periodista de Juventud Rebelde. El hecho de que siempre me
atendiera con amabilidad por teléfono y de que hiciera un comentario de
reconocimiento a mis cartas, no pasa de ser un lugar común en quienes,
dado su nivel cultural, tienen un concepto bien definido sobre la vida
social.
Cierta vez, habiendo concluido uno de mis escri tos que más aprecio y
coordinado con ella la en trega para su evaluación aquella misma tarde, me
fui hacia la redacción del diario. Eran ya pasadas las cuatro y amenazaba
lluvia. En el vestíbulo me informaron que debía estar ella en el parqueo
pues acababa de salir. Comenzó a lloviznar, pero así y todo me lancé a la
calle, en un último in tento por conocerla en persona. En ese mo mento,
salió un auto azul oscuro conducido por una mujer, ¡No podía ser otra! Le
hice señas, se detuvo y bajo la lluvia me identifiqué invitán dome ella a
subir al vehículo. Le entregué mis cuartillas y me excusé por los posibles y
casi segu ros errores cometidos producto del apuro por terminarlos, y fue
entonces cuando, sin mirarme, ¡cómo la cosa más natural del mundo! Me
dijo aquellas palabras que ya no podré olvidar jamás.
Comprendí que sumar más o menos rápido no era necesario para ser feliz
en la vida, así es que, sin dejar de repasar a mi hijo, se lo hice saber. Com -
prendí que sumar más o menos rápido era algo que yo podía decidir y que,
por haber hecho otras decisiones mucho más importantes (o cuando me nos
mucho más gratificantes) era que hoy su maba con lentitud, cosa que ya no
me da ninguna vergüenza, gracias a Soledad Cruz; y gracias a que trato,
todo el tiempo, de parecerme a ella en este aspecto, hoy soy mucho más
feliz, que tra tando de ser solo un simple escritor.
Como decía al inicio, este asunto de tratar de apare cer, de intentar hacer
público mi pensa miento, de hacer conocidas mis ideas, me pone en ocasión
de apreciar otras psicologías y así he sido desoído, engavetado, no
recibido, hecho espe rar, me han entusiasmado, ilusionado y desen gañado,
pero tales experiencias no son edifi cantes y si voy a hablar de alguien
prefiero que sea lo mejor. Acostumbrado a no resultar intere sante para
quienes tienen el control de la im prenta, subí, una tarde, después de las
cinco, al Departamento de Pérez Betancourt, con otro de mis artículos.
Estaba atareado. Le propuse dejarle mis papeles y pasar por allí otro día,
pero me respondió que me atendería en unos minutos.
Me dijo, que el tema no estaba dentro del perfil de la sección que atendía
en el diario, pero que, aparte de eso, no estaba de acuerdo con mis
opiniones.
La vida nos obliga a emitir jui cios, hacer valoraciones y tomar decisiones
sobre otras personas. Cada vez que estoy en esa situación, me acuerdo de
Rolando Pérez Betan court, y trato de ser como él fue conmigo. A ve ces, no
coincido con los demás, pero me cuido mucho de considerarlos y
dedicarles el tiempo necesario para llega a mi veredicto.
Es probable que muchos piensen que estoy equivo cado. Casi seguro estén
en lo cierto, pero el caso es que tales, desde la razón que los asiste, viven
vidas agitadas, tristes, resenti das, llenos de angustias o de ira; mientras yo,
desde mi equivocación, desde mi sinrazón, hago de la mía, una sucesión de
momentos feli ces; los cuales, ocupo en agradecer, a muchas personas,
quienes han estado ahí, como ejemplo, para que sea quien soy.
OTRO PREFACIO
EL MENDIGO
- ¿Y él no tiene familia?
- ¡Oiga! En un lugar público como éste, este es pectáculo es muy triste. –Se
quejó uno a la dependienta.
Dejé mi taza y salí seguido por mi amigo, al pa sar junto al hombre le dirigí
una mirada de curiosi dad, como la que todos le dirigíamos atraí dos por
aquel abismo hacia el cual todos marchábamos. Lo miré ¡Y sentí algo que
no había sentido jamás en mi vida! Tam bién me miró desde el suelo y
nuestros ojos se encontraron. Sus ojos, desorbitados y enrojeci dos, tenían
una expresión de súplica, como si hablara, y creí ver en su jadeo y en el
temblor de sus labios una intención de comunicarse conmigo ¡Aquel
hombre! ¡Dios mío! ¡Me pedía auxilio!
Todo fue rapidísimo, como en un lampo. Era inmi nente, iba a morir tirado
allí entre suficien tes personas para ayudarle y nadie hacía nada. Recordé
cuánto había llorado cuando tenía diez años y murió mi gato... y con un
nudo en la garganta, seguí adelante, también, como los otros.
Me puse de pie y salí. Durante el camino pude darme cuenta que a pesar de
sentirme bajo un es tado emocional, fuera de lo normal, provocado por el
encuentro con aquella mirada, ya algo en mí había cambiado; no era el
primer impulso lim pio y desgarrador el que me movía ahora. Iba más
interesado en causar una impresión heroica en terceras personas, que en
establecer cierta rela ción entre el olvidado por el mundo y yo.
Me di cuenta: aquel ser insignificante había servido, sin saberlo, para algo
mucho más impor tante que mi propio trabajo, había sido un medio para
que me volviera un ser de mejor calidad que el que había sido antes de
reparar en él y el hecho de descubrir su rol en el juego me hizo apre ciarlo
en su verdadera magnitud: aquel indivi duo, tirado en el suelo de un cafetín
de quinta categoría, era más útil y más importante que el director de mi
empresa y haberlo descu bierto me hacía participar de su grandeza.
UN NUEVO PREFACIO
EL MÁXIMO COMÚN
DOMINADOR
Había una gran cola en la pizzería. Yo quería en trar al cine, que estaba al
lado, pero no había co mido. Eran las ocho y media, más o menos, de la
noche y dentro de unos veinte minutos, más o me nos, comenzaría la
proyección del filme. Es taba parado allí, frente a la cola de la pizzería,
decidiéndome entre hacer la cola y perder el co mienzo de la película o ver
la película completa con el estómago vacío.
–¿Cuántas quieres?
–¡Una! –Respondí. Impresionado por aquello tan irregular que estaba
sucediendo casi en los lími tes del delito. Yo estaba perplejo.
Tomó la pizza, siguió hacia el área de los cubier tos y luego, con gran
desenvolvimiento hacia la caja donde me dio la bandeja con el plato;
después pagué, y nos sentarnos a una de las mesas donde comencé a cortar
la pizza sin saber qué decir.
Comencé a organizar mis ideas. Todo había suce dido rápido. ¿De dónde
me conocía el individuo? Sentí la necesidad de satisfacer esta pregunta, me
daba pena preguntárselo después del servicio que me había prestado. Al
decidirme, a pesar de todo, me di cuenta de una nueva anormalidad: yo
estaba allí, cortando la pizza y, el personaje aquel, estaba frente a mí,
observándome como si yo fuera un objeto, como si esperara algo. Me sentí
raro. Lo miré y me pareció un poco extraño verlo sen tado a la mesa sin
tener una pizza, como yo. Pensé debí haberlo invitado; pero, en realidad,
había sido él quien me había invitado a mí, olvidé mi pre gunta inicial para
formularle otra:
En otra ocasión, caminaba yo, una tarde, por la calle Neptuno hacia La
Habana Vieja. Me detuve a esperar la disminu ción del tráfico para cruzar
la avenida. Estaba parado en la tienda que hace esquina con Galiano. En
ese momento un empleado dejaba en la acera un refrigerador pe queño. El
cual había llevado hasta allí en una de esas carretillas especiales que usan
en los almace nes. El cliente, para transportarlo hacia su casa, había
contratado a uno de esos individuos que se dedican, por cuenta propia, a
estos meneste res. No debía ser lejos: por eso no con trató un pequeño
camión o una de las varias moto netas que esperaban parqueadas a lo largo
de la calzada, sino una carretilla manual, de las que ruedan sobre grandes
cojinetes de bolas. Su conductor era un viejecillo flaco y patilludo, de
aspecto general bastante repulsivo con una levita ridícula y una maltratada
gorra de plato con vi sera.
Comprendí que todos vivimos en contacto con las enseñanzas de este tipo
sobre el dominio de la realidad, sólo que no todos estamos al tanto para
aprender. Los interesados se la pasan esperando un maestro consagrado,
una gran realización, algo fuera de lo común.
El día que elegí para hacer mi primera prueba fui a una farmacia. Había
una pequeña cola de espera para comprar. ¡Bien! El plan era el siguiente:
iba a tratar de violar la fila para probar mi dominio de las circunstancias,
pero tenía primero que con vencerme de que tenía poder suficiente para
lograrlo. Después, me establecí en el criterio de no pisotear las voluntades
ajenas, a fin de que no se sintieran manejadas como títeres. Experiencia
que conocía y era tan desagradable, que no la de seaba para nadie. Por
tanto, consideré una posibili dad, si no daba resultado, sería de bido,
también, a mi propia decisión. De esta forma, cualquiera de las dos
posibles formas de terminar el ejercicio, serían exitosas. No había lugar
para el fracaso. Todo era positivo para mí. Así que seguí adelante. Me fui
directo al mostrador y dije en voz alta, sin subterfugios:
Luego concluí que el error fue que no necesitaba en realidad las aspirinas o
que la viejecita necesi taba mucho más aun lo que iba a comprar y, por
tanto, no podía admitir ser manipulada. El fallo podía estar, también, en la
calidad del sistema de señales exteriores con el cual expresé mi necesi dad.
Un buen actor hubiera hecho creer a la an ciana que las aspirinas eran más
importantes que su medicamento, pero eso hubiera sido atrope llarla.
Pero ¿Podría ser válido el atropello si mi asunto fuera más importante que
el de ella? Responder esto divide a los magos en dos clases. Mientras no
seamos magos, ninguno puede conocer la reali dad ajena. Ésta, debe ser la
verdad de los que aspiran a ser magos. Es decir: del que, por el mo mento,
sólo puede ser: un Máximo Común Domina dor.
OPERACIÓN COMANDO
Fue como si de pronto tuviera una real posesión del porvenir, como si
supiera lo que va a pasar después y comencé a sentirme alterado, digamos
nervioso. Me iba a enfrentar con una tarea que yo, el que siempre creo ser,
no deseaba reali zar.
Sin más, la tomé por las axilas y realicé un gran esfuerzo para colocarla de
nuevo en el asiento. Estaba medio atontada, como si fuera a desmayarse.
Pensé que se trataba del preludio de un ataque epiléptico y me preparé para
lo peor.
Me alegré que todo fuese tan sencillo y me alejé de la mujer. Mi lugar fue
ocupado por un joven gigantesco y traté de avanzar hacia el fondo de la
guagua.
Estaba de turno una doctora de tanta edad como la paciente. Con calma se
aproximó a la silla de ruedas donde la habíamos colocado, la apretó con
fuerza por el cuello, como si fuera a estrangularla, pensé que comenzaba
un nuevo capítulo, ahora el de La Doctora Loca, pero no: la mujer volvió
en sí protestando. Enton ces, caí en la cuenta de que no hacía nada allí, en
todo caso más bien estorbaba. Miré afuera y vi una ambulancia. Creí
evidente que mi misión había concluido, di media vuelta y me dispuse para
mar charme hacia la parada del ómnibus. El joven es taba allí petrificado.
Pensé decirle que se fuera conmigo pues ya no tenía más que hacer allí,
pero pensándolo mejor decidí que se diera cuenta por sí mismo y salí a la
calle, satisfecho y feliz como si fuera el día de mi cumpleaños. En
realidad, podía sentirme feliz, porque era el de mi no-cum pleaños.
EL JUICIO INTERNO
Por mi parte, distribuí las tablas de asentamiento a todas las plantas y, por
escrito, orienté, cómo construir la vara, así como describí el método de
operar con ella. En una reunión con los técnicos de las plantas, convocada
para otro asunto, pude tener un encuentro personal con ellos y transmitir -
les, a viva voz, la importancia del asunto y detalles metodológicos de la
tarea.
Quedaba tan sólo hacer visitas de control y compro bar que el sistema había
sido implantado según lo establecido.
Los técnicos informaron por escrito que se hab ían tomado todas las
medidas, que el plan funcio naba, etcétera.
Tuve que asistir como un fuerte candidato para recibir alguna sanción. (En
esta oportunidad la dirección dispuso un jeep para el viaje).
En realidad, su actitud tan honrada los acrecen taba ante los ojos de todos, a
pesar de que serían sancionados a pagar de su sueldo el costo de la
pérdida, que era una suma considerable, la cual no recuerdo con exactitud,
pero que tampoco es un dato decisivo.
Debí haber visitado las plantas, al menos, una vez al mes a fin de que los
dirigentes de la misma sintieran presión del mando superior y la
importancia del asunto. El hecho de no haber trans porte y que no pagaran
pasajes no me exone raba de culpas. Podía pagar de mi dinero ¡Total si
ganaba buen sueldo y casi no trabajaba! ¡Ni siquiera tenía que cumplir un
horario estricto! Casi siempre estaba en gestiones en otras empre sas De
veras sentía culpa, y me sentía disminuido ante aquellos dos jóvenes.
Pero ¿Era en realidad culpable? ¿El interés por el ahorro del cemento no
era de la empresa? Enton ces ¿Por qué debía yo pagar el pasaje?
Desde otro punto de vista, era penoso para mí permitir que aquellos
muchachos pagaran entre los dos todo aquel dinero, entre tres tocaría mos a
menos. Estaba seguro que, en algún momento posterior, darían con la idea
de que yo, también, debí pagar mi parte, bien porque se dieran cuenta, bien
porque alguien se los dijera, más tarde o más temprano, pensarían de mí
como de un prófugo de la justicia, y sabrían que paga ban un dinero que me
correspondía.
Al concluir, estaba allí, desde el inicio, sin que nadie se fijara en mí. No
era mi culpa. Nadie podría acusarme de cobarde, pero mucho menos de ser
tonto. La reunión había sido una batalla oculta en la cual creo haber
derrotado a las fuer zas de mi falso yo. Había sido el desarrollo de mi juicio
interno en el cual, también, salí ab suelto.
MI PUNTO DE VISTA
Los escritores, como todos los artistas, con preme ditación o no, hacen que
su obra esté desti nada, cuando menos, a uno de tres objetivos: al gran
público (interpretado como el sector de la atención ajena más amplio) a un
público minorita rio (que guarda cierta relación de seme janza con los
criterios del autor, cierta simpatía con sus con sus puntos de vista, aunque
quizás no los comparta a plenitud) y en tercer lugar para el público más
restringido, reducido a la persona del autor. Este último grupo es el caso de
los que escriben para sí, para ordenar sus ideas, etcétera. Tal grupo,
considero que es el más asistido, por que de hecho todo aquel que escribe
satisface, en alguna medida, esa premisa, esa necesidad, esa
autocomplacencia.
Este trabajo que hoy comienzo a redactar, se ubica desde el inicio en este
tercer grupo, por cuanto me posibilita un placer sano y exquisito, un
deleite especial que nace de servirme como medio para conocerme, pero,
de inmediato, me traslada al segundo grupo, por cuanto me brinda la
posibilidad de comunicación con otros semejan tes.
Pronto cumpliré cuarenta años (cuando, usted, esté leyendo estas páginas
puede tener seguridad que los cumplí hace rato). Durante este tiempo he
acumu lado algunas impresiones existenciales, que no difieren mucho de
las vivencias que ocu pan el tiempo de permanencia en la vida de otras
personas: he sentido miedo, he tenido hijos, he visto morir personas, he
sentido dolor, he estado alegre... No creo haber sufrido mucho, sólo lo
suficiente como para saber que no es una experien cia que se quiera repetir.
Todas es tas situaciones, nada especiales ni privilegiadas, me han
capacitado para llegar a un conocimiento, que primero fue una simple
información y que luego se convirtió en una noticia trascendente para mí
mismo, cuya convicción me llevó a obrar en consecuencia, dándome lo que
los franceses llaman: la alegría de vivir. Llegué a la conclu sión de que soy:
un Ser Humano.
Este libro que escribo es uno lleno de contradiccio nes, pero no porque se
contradiga, sino porque la realidad es en sí misma paradójica y la vida,
como expresión de la realidad, no puede dejar de parecer contradictoria.
¡Pero no crean que esté filosofando! No soy un filósofo graduado; he
dicho, eso sí, que soy un ser humano y los seres humanos podemos decir
algu nos desaciertos o manejar algunos conceptos dispa ratados sin estar, en
efecto, filosofando.
A pesar de esto, tengo que decir que soy un hom bre excepcional, no
porque haya logrado resolver los dilemas de mi vida con cierta eficacia,
sino porque he logrado afrontar esos dilemas en su misma esencia.
Este libro también puede servir para que al final, después de haber
analizado, en conciencia, todas las posibilidades, alguien se decida a no
perderse ninguna aventura o que bien llegue a la conclu sión de que tales
aventuras son lo más estúpido del mundo, lo cual, para él, será un hallazgo
im portante; sabiendo lo que no hacer queda claro lo que sí, puesto que
debe ser todo lo contrario.
Con todo esto queda que el hecho de haber hallado, o creído hallar, lo que
todos buscan y lo que pocos encuentran; es lo que hace mi excelsi tud y lo
que hace que mi vida pueda tener utili dad.
Creo con toda sinceridad que el asunto está en repetir ciertos esquemas
sencillos, en aplicar unos pocos teoremas fáciles y prácticos, y que su
dificultad se basa en que están en oposición con los fundamentos básicos
de nuestras tradiciones.
Mi caso es el de aquel que ¡eso sí! forcejea con todas sus fuerzas por sacar
la viga de su ojo y que por emplearse en ello aprecia que cede al in tento.
Debo advertir, que en este mundo del cual sólo vemos lo aparente, lo
exterior, lo superfi cial, quedando invisible, como en los témpanos polares
lo mayor, lo más profundo y contun dente, bien pudiera suceder que yo esté
tomando mis impresiones sobre la realidad como hechos reales y
¡digamos! que creyera haber sacado la viga de mi ojo no siendo así
¿Cuánta gente desesperada por sacar la paja de su ojo no se vería atraída y
embaucada por mí? Siempre pienso que puedo estar equivocado y quiero
asi mismo ser responsable de mí nada más, pues no puede un ciego
conducir a otro sin peligro de que ambos se descalabren en el primer
desfila dero.
Vale aclarar ahora, por qué, en un momento ante rior, califiqué de eficaz el
esfuerzo de este libro para entender al Hombre. Estudiando en Física la
Teoría de la Relatividad, de Einstein, aprendí que: menos la velocidad de
la luz, todo lo demás es relativo. Todo conocimiento, valor, concepto,
etcétera, depende de algo a lo cual tomamos co mo patrón de referencia, de
comparación, for mando esto lo que en buena técnica se llama: un sistema.
Este esfuerzo por conocer al hombre es eficaz para el mío, para mi sistema,
porque logra servirme para explicarme cuánto ocurre de una manera posi -
tiva, simple y grata. Nada más. Quizás para otros sistemas (es decir, para
otras personas) yo esté equivocado y mis criterios, concepciones y puntos
de vista sean erróneos, pero eso no hará que éstos continúen siendo el
recurso mediante el cual, de continuo, produzco mi propio equilibrio, ni
dejarán de servir como ejemplo para otros que, de continuo, se ven
sometidos a las mismas leccio nes de esta escuela que es la vida.
Les regalo en los capítulos de este libro y en espe cial los que forman esta
parte del libro, las quizás incomprensibles, extrañas, extravagantes y
contradictorias opiniones que conforman lo que sobre la cuestión de vivir
yo llamo: mi punto de vista.
Como puede haberse dado cuenta este también fue otro prefacio.
TEMA Nº 1
Otra vía de enfrentar el problema sería sopor tarlo sin cólera: piensa en la
pobre persona que es ¡ésa! que ocupa su tiempo en molestar a otra. Cuando
vea que no obtiene el resul tado deseado de verte incómodo, desistirá de
conti nuar en tal actividad ¿Y si no desiste? No importa: Lo hará de balde,
dado que tú has aprendido no hacer caso de esos pequeños incon venientes
que forman parte de la experien cia de la vida.
Nos ponemos bravos cuando los demás no son como nosotros pensamos
que deben ser. Nos pone mos más bravos, todavía, cuando los demás se
resisten a ser como queremos que sean; cuando debíamos alegrarnos de
que exista gente diferente, sería aburrido y difícil vivir en un mundo donde
todos pensaran igual. La verdadera riqueza está en la diversidad y no en la
monotonía.
Comenta estos puntos de vista con otras perso nas, hacerlo servirá como
ejercicio eficaz para restablecer comunicación con otros seres huma nos.
TEMA Nº 2
Dicen que el amor a la Humanidad es la más alta de las virtudes. Yo admiro el amor a la Huma -
nidad y sé perfectamente que es un atributo de las almas nobles. La mía es demasiado baja, mis
pensamientos vuelan demasiado a ras de tie rra para que se eleven tanto, y me veo obligado a
reconocer que cuanto avanzo más en la vida, más me aparto de tan elevado ideal. Mentiría si di -
jese que amo a la Humanidad.
Es probable que, tú, seas de esas personas quienes hablan y piensan cosas
buenas acerca de la humani dad. Es seguro que tengas ideas favora bles y
pensamientos nobles sobre ella y que te tengas a, tí mismo, en un alto
concepto por tales ideas, pero también es probable que tengas un vecino
con quien nunca has hablado, que ten gas problemas con un compañero de
trabajo o fric ciones con tu suegra, con tus padres, en fin, con otras
personas que están dentro del círculo en que te mueves a diario. Puede que
te llenes de orgullo al pensar en tus pensamientos de amor hacia la
humanidad, pero piensa en esto: huma nidad es un concepto abstracto
porque es la suma de todos los humanos del mundo, entonces ¿Cómo
puedes amar a la humanidad que no puedes ver y, no obstante, no puedes
perdonar, excusar, justificar o pasar por alto los pequeños (o los grandes)
defectos de aquellos a quienes ves todos los días? ¿No crees que en algo te
enga ñas?
Las vacas siempre dan la leche blanca y nutri tiva (al menos para los
terneros), las abejas siempre hacen dulce la miel y los castores hacen sus
diques sin error ¡Son como máquinas! Pero los hombres (y las mujeres)
tene mos que perdonarnos a nosotros mismos no ser perfectos y cuando nos
perdonemos por no ser más que simples seres humanos, cuando nos perdo -
nemos por no ser dioses, cuando nos perdone mos por no ser máquinas
perfectas, sino máquinas que podemos salir del estado de automa tismo
imperfecto, de maquinicidad, enton ces estaremos en ocasión de perdonar a
los demás que viven con nosotros y ya estaremos ¡De veras! Construyendo
un mundo feliz a nuestro alrede dor.
Les pido que me disculpen si fui pedante. La reali dad es que no tengo la
culpa de ser un genio.
TEMA Nº 3
Triunfar y tener éxito en la vida, no tiene nada que ver con esas personas
que vemos a diario en las entrevistas, en los reportajes quienes, con ca ras
sonrientes, exponen sus planes futuros y agrade cen aplausos. Estas
personas hacen lo único que pueden hacer, es decir, lo mismo que
haríamos tú o yo o cualquier otro puesto en el mismo lugar, tales personas,
repito, lo que hacen es: disfrutarlo con sinceridad.
Lo que se llama triunfar y tener éxito en la vida tiene que ver con ciertos
seres anónimos, descono cidos y raros quienes; por diversas cau sas, las
cuales están fuera de su control; no lo gran la realización de sus metas, no
llegan a mate rializar sus ideales o llevar a la realidad sus más caras
aspiraciones, pero que a pesar de ello continúan viviendo como si nada,
por la razón de que aprecian el éxito, pero no lo necesitan, pue den vivir en
normalidad sin él. Tienen la extraña capacidad de auto-reconocerse con
éxito y conformarse con él, cuando los demás los creen fracasados.
Los niños no juegan para divertirse, sino que se divierten jugando. La vida
es, en sí misma, un juego. No nos convirtamos en esclavos del éxito ni del
deseo de triunfar; recordemos, a propósito, el consejo de Epicteto, un
filósofo griego del si glo I d.C., quien dijo: ¿Esperas ser dichoso una vez
que hayas obtenido lo que pides? Te enga ñas: tendrás las mismas
inquietudes, iguales cuidados, idénticos disgustos, semejantes temo res,
parecidos deseos. La felicidad no consiste en adquirir y en gozar lo
adquirido, sino en no desear, porque consiste en ser libre.
En resumen, amigo que me lees, repito para ti las palabras de alguien que
no recuerdo porque no soy lo que se llama un hombre culto: si la vida es
un camino que tenemos que andar, la felicidad parece más bien no un
lugar a dónde ir, sino un método para viajar.
TEMA Nº 4
Puedes estar en perfecto desacuerdo con los de más, si así lo crees con
sinceridad o si la actitud de los demás te afecta; puedes incluso estallar en
cólera si sientes que te estás enfadando, aunque es algo que puedes
controlar hasta llegar a no tener necesidad de encolerizarte. El asunto que
hoy nos ocupa es poder discriminar, poder diferen ciar entre lo que nos
afecta y el vehículo que lo produce.
TEMA Nº 5
Hoy por hoy se adelanta en el consenso cientí fico, que el Universo es una
esfera de radio fi nito ¡Pero de tal longitud! que el centro de la misma
puede estar en cualquier parte. Partiendo de esto, este lugar en que me
encuentro o ése lu gar en que tú estás, puede ser el centro de todo el
Universo. Con el rigor científico más actual, en cada uno de nosotros
radica el punto central de todo cuanto existe. Todos somos el ombligo del
mundo.
Los lugares se vuelven importantes por las perso nas que los frecuentan.
Los grupos, como los pue blos, se vuelven importantes por las personas que
los forman, pero las personas se vuelven im portantes en la medida en que
cada cual logre lle var a la realidad, la importancia que descubrió en la
búsqueda de sí mismo, en la medida en que sean capaces de exteriorizar la
importancia que les palpita dentro. Pero ¿Quién es ya, allá en la tibia
humedad de su espíritu, en lo íntimo y se creto de su conciencia ¿quién es
ya, repito, la per sona que añora y ansía ser?
Por mi parte te invito a pensar que tú y yo forma mos parte del mejor grupo
del mundo por que cada uno de nosotros es un ser especial. Jamás existió
uno solo como uno solo de noso tros, ni nunca existirá otro como uno solo
de noso tros. Somos importantes porque somos úni cos, irrepetibles y
originales en exclusivo.
Te invito a comentar estas ideas con tus amigos, a fin de que cada día
seamos más los que estemos ocupándonos por aumentar en el mundo las
fuer zas positivas: La confianza y el amor entre los seres humanos. Te
invito a comentarlas sin ánimo de convencer a nadie, sino por el simple
gusto de la comunicación. Nada más te invito, pero no es obligatorio.
BREVE PREFACIO A CARTAS
DE AMOR
Estas cartas que a continuación expongo fueron cartas reales que envié a
algunas amigas que me escribían solicitándome consejos. Llegó el
momento en que caí en cuenta de que con ellas podía escribir un libro y
comencé a guardar copias. Como se ve no llegaron a ser suficientes como
para un epistolario, pero si para darle cuerpo a este libro.
De modo que las cartas son reales, fueron echadas al buzón y conducidas
por un cartero hasta sus destinatarias. Luego las agrupé y traté de quitarles
algunos giros familiares y en lo que pude darles un tono más literario.
CARTAS DE AMOR I
(Curso teórico por correspondencia, sólo para damas, aunque puede servir, también, para
caballeros)
Amiga mía;
¿Para qué tienes vocación? ¡Bien! Creo que tie nes vocación para ser lo que
resulta la cumbre de la existencia humana: una persona real y no un
proyecto. Eso creo. También creo que todas esas personas que pueblan el
mundo tienen vocación para lo mismo, pero lo confunden con tener voca -
ción para la Felicidad. El afán de ser felices es una barrera que impide que
el proyecto se eje cute. De tus propias palabras sé que no eres feliz; lo cual
significa que no eres una persona real, al menos por completo (en el
supuesto de que se pueda ser real en parte, criterio que por supuesto no
comparto. Se es o no, Ser o no ser; That is the question). Es difícil que
pueda ser feliz quien no existe o quien sueña que existe. Lo difí cil de ser
real es lo fácil que puede ser.
La realidad es como una emisora de radio y noso tros somos los aparatos
receptores. Si logras sinto nizar la frecuencia de la emisora te ente rarás de
las noticias y disfrutarás de la música. Mientras mejor sintonizada estés,
mejor calidad tendrá la audición del programa.
Tu caso es el de alguien que ha descu bierto que tiene radio y sabe que
transmiten cierto programa encantador en determinado hora rio, sólo que no
sabes a qué hora lo transmiten. Tendrás, entonces, que sintonizar la
estación du rante todo el día y esperar a que comience o puede ser el caso
de alguien que tiene un radio y sabe que existe cierto maravilloso
programa diga mos a las 3:30 p.m. con la particularidad de que no sabe en
cuál emisora y, además, a esa misma hora siempre oyes otro programa que
no te gusta mucho, pero que tienes costumbre de oír (algo así como un
vicio). Bien, en ambos casos hay que hacer sacrificios, hay que pagar
cierto precio. No queda otro remedio.
Me preguntas por qué digo que soy de otro mundo: me refiero a que soy
parte de esa pe queña comunidad de seres especiales que ha pa gado el
precio y por tanto escucha cierto programa. Soy especial por la sencilla
razón de que soy uno de los poquísimos seres que puede decir que vive en
contacto con su realidad o por lo menos que tiene de ella una noción y una
experiencia más estable que el resto. Pero tal especialidad no es ningún
privilegio. Tener noción de la realidad real no es un guetto, no es un
premio, no es un apartheid, no es una sociedad secreta (aunque pueda
serlo). Es sencillo, creo que quien no es feliz, muchas veces, no lo es
porque esa es su decisión, ha decidido no serlo y se conforma con tener
algunos ratitos de alegría, algunos platillos deliciosos y algunos ejercicios
sexuales por semana.
Cuando son las 3:30 p.m. se muere de las ganas de escuchar el programa,
pero no enciende el ra dio porque teme que lo coja la corriente. Es más
cómodo pasarse la vida diciendo que uno no es feliz porque no tiene suerte
o porque el estado es el culpable y obtener a cambio la lástima ajena por
no serlo, al fin y al cabo, ellos tampoco lo son. Ter mina la cosa en un
intercambio de desesperanzas.
En cada momento de la vida, queramos o no, nos estamos enfrentando al
dilema de elegir entre dos cosas, o una o la otra. Uno decide. Quienes no
son felices siempre escogen (porque al fin y al cabo hay que elegir siempre
algo) pero escogen esperando algo, escogen con expectativa antici pada, es
decir: Piensan que la cosa debe salir de cierta manera. Si resulta que lo
escogido salió como esperaban se alegran y creen ser feli ces ese momento
¡pero de inmediato! Se encuen tran frente al dilema siguiente en que deben
vol ver a elegir ¡Entonces! La cosa no sale como espera ban y se entristecen
o se encolerizan.
Cada momento tenemos que elegir algo, tene mos que elegir con
obligatoriedad algo, hacer algo o no hacerlo, ir a cierto lugar o no ir, acep -
tar o no aceptar, negar o afirmar, hablar o quedar en silencio; una de dos.
Los que viven en el mundo de la realidad real, eligen siempre lo que más
les gusta en ese momento, donde lo que más les gusta es siempre lo más
necesario para afir mar su realidad. Por supuesto, cada elección tiene
siempre dos expectativas: una buena y otra mala, pero la realidad real es
que nadie sabe lo que va a ocurrir. Creer que se puede saber, predecir, te -
ner seguridad sobre qué ocurrirá es pura ilusión, pura mentira, y tal es lo
que trata de difundir la cultura, la educación, la sociedad, la tradición, la
moral, las instituciones, etcétera, un puro cuento.
Los que vivimos en la realidad de verdad, elegi mos como los niños, sin
sacar cuentas sobre si nos va a convenir o no, después: partimos de si nos
gusta o no ahora y nos conformamos con lo que ocurra, pues no esperamos
nada, la expectativa es de sorpresa, estamos locos por ver ¡Qué va a pasar
luego! porque sabemos que ¡cualquier cosa que pensemos! bien puede ser
distinto de lo espe rado, es la confirmación práctica del Principio de
Indeterminación de Heisenberg. La vida, es más rica en sí misma que
nosotros y, si coincidiera con nuestras expectativas, sería por casualidad.
Por tanto, no somos lógicos. Por eso los que cono cemos un poco la verdad
de lo que ocurre; parecemos bichos raros, o medios locos y lo segui remos
siendo mientras seamos pocos (la rima fue ocasional). Por desgracia los
infelices, quienes viven en un mundo ilusorio, son los más.
Quienes viven en la irrealidad piensan una cosa y hacen otra ¿Qué piensan
y qué hacen o no hacen? Bien; ante una situación cualquiera, diga mos que
quiero tomar la mano de una joven, diga mos tú. El contacto ¡en sí mismo!
no es desagra dable, de seguro será agradable, las posibili dades reales de
que sea un contacto desagra dable son despreciables ¡o sea! el contacto en
sí es agradable, pero en ese momento sacas tus cuentas lógicas: esto lleva a
lo otro y lo otro a lo otro y ¡Qué va! Pero este razonamiento está ubicado
en una experiencia futura, esta fuera del contexto del ahora presente, por
tanto, perdió su contacto con la realidad y la elección se basa en una
realidad ficticia inexistente todavía. Resul tado: te privas de una
experiencia inocente, tierna y sencilla, pues haces lo contrario de lo que
piensas, pues tu pensamiento real (inicial) fue que era grato el contacto. Tu
imaginación con fundió todo.
Dios ama a los humanos porque no los obliga a creer en él, a pesar de tener
poder para hacerlo. Si usara el poder y obligara a los hombres, éstos no
serían libres, sino esclavos de Dios. Dios quiere que el ser humano crea en
él por decisión propia, por esto están en libertad de no creer.
Hasta aquí, estoy seguro de que puede haber impreci siones. Pero hay algo
importante, tales imprecisiones debes descubrirlas, aclararlas por ti misma.
Yo, aunque quisiera, no puedo explicár telo todo, no porque no sepa ni
porque no quiera (lo cual no significa que lo sepa) sino porque la vida es
cosa práctica, no teórica. La felicidad, se dis fruta siendo feliz, no leyendo
libros. Tal como la otra vida, la eterna, se gana viviendo ésta, pero
viviendo en realidad, no de forma ficticia y ese es el quid de la cosa. La
información teórica es conveniente, pero creo que es imprescindible vi vir
para auto-examinarse y darse la nota.
CARTAS DE AMOR II
El mundo en que vivimos está falto de amor. La gente no sabe qué es amor
y lo confunde con el sexo. La gente llama hacer el amor a realizar el acto
sexual. Creo que proclamar estas ideas es la misión de las personas reales,
lo cual es una forma de ser felices. Todo lo demás es puro cuento y podrás
ser importante proclamando otra cosa, sólo que es una importancia relativa
a un grupo que trabaja en otra dirección, con otro objetivo, necesario pero
diferente a éste.
Un hom bre que escribe una carta se sirve de una pluma, la usa, pero él no
es su pluma, la pluma es de su propiedad porque ejecuta el trabajo que él le
ordena. Su pluma está en su mano, pero su mano tampoco es él, pues un
hombre puede vivir sin su mano. Su mano es como su pluma, una cosa de
la cual se sirve. Pero, si sus manos no son él, tampoco lo son sus piernas,
es decir, que él no es su cuerpo. Su cuerpo es su vehículo, su medio para
moverse, de manifestarse y de hacerse sentir en el desarrollo histórico de
su evolución. ¿Será su cerebro? ¡No! Su cerebro es también su herra -
mienta, para producir pensamientos con los cuales pueda tener consciencia
de sí. Su cuerpo y su mente son cosas que el hombre usa, igual que usa
otra cosa, pues se deteriora, se ensucia, se rompe, se repara y se acaba. El
hombre es su espíritu. El cuerpo es el caballo, el espíritu, el jinete.
No salgo a pedir abrazos, pero sí salgo todos los días con la intención de
posibilitar el acerca miento, la comunicación y la amistad, vías por las
cuales se canaliza el amor.
Esto no quiere decir que yo no desee el sexo, sólo que me lo reservo, para
cierta persona.
El simple placer sexual dura poco, apenas toda una experiencia sexual no
excede, en circunstan cias normales de: encuentro y entrada a la alcoba,
flirteo social (aunque se conozcan y sean pareja estable) preámbulo de
rapot, ritual de inicio, ejecutoria y conclusión, apenas llega a un par de
horas y el acto sexual en sí, es de pocos minutos. Abogo y prefiero los
place res duraderos. El sexo es cuestión de una época de la vida y aunque
no he pasado esa época todavía (no sobrepasaba la treintena cuando escribí
estas cartas) me doy perfecta cuenta que lo mejor de la vida está en la
niñez en la cual no hay sexo, por tanto, si la niñez es sin consciencia de
causa sobre las cosas, pues la vejez anciana debe ser lo más exce lente de la
vida, pues tampoco hay sexo y sí conocimiento de causa.
LAS FILOSOFÍAS
Volviendo a Lao Tsé, decía éste en uno de sus aforismos, que el Hombre
Medio y el Hombre Infe rior eran los instrumentos del Hombre Supe rior
con los cuales hacía su obra y, entonces, me imagino el asunto de la vida,
de la existencia humana, como un gran laboratorio donde el Hom bre
Superior de los chinos o el filósofo de los griegos (tal como el alquimista
de la Edad Me dia) trabaja sobre las clases menos evolucionadas para
transmutarlas, para hacerlas ascender a otro nivel de existencia.
Por esta época de Lao Tsé y de Pitágoras, más o menos, aparece Buda en la
India, con su contribu ción para encontrar la verdad en el punto medio, con
lo cual introduce la noción matemá tica del promedio para ampliar la
definición pitagó rica de que: el número, es todas las cosas.
En época más cercana, Ezra Pound afirmó que de todo cuanto se ha escrito,
los únicos libros significati vos, son pocos. En el momento en que leí seme -
jante información me pareció exagerada y sensacio nalista, como si fuera
portadora de cierta pretensión vanidosa. Hoy por hoy, coincido con él en
este punto y digo más: digo que no sólo en literatura, sino en toda
manifestación artística; lo único que ha variado es el continente lo exterior,
el envase, la forma, como quiera llamársele, pero con respecto al
contenido, al interior, el mensaje de la obra ¡el mensaje! ha sido siempre
referido a un mismo asunto y cuando menos a la negación de éste, lo cual
no deja de ser una forma de depen dencia. En lo personal, afirmo que todo
cuanto ha hecho el ser humano de enaltecedor, de valor para el espíritu
humano y de noble y vir tuoso y digno, ha sido siempre la repetición de los
mismos valores, los cuales han venido apare ciendo aquí y allá durante toda
la era antigua y que fueron recogidos, aunados y agrupados de una vez y
por todas en unas pocas páginas, me refiero a los capítulos del cinco al
siete (ambos inclusive) del Evangelio de San Mateo, conoci dos como el
Sermón de la Montaña, no por gusto se dice que, el de Mateo, es el libro
más leído del mundo en todos los tiempos.
En buena técnica quizás todo lo que aquí escribo sea un disparate, pero eso
me tiene sin cuidado ya que yo no escribo para los especialistas en buena
técnica, no me dirijo a filósofos, ni a políti cos, ni a intelectuales. Creo que
esas perso nas están atrapadas en sus tecnicismos y creo que de querer ser
esto o aquello deviene todo el mal que padece el planeta. Estas líneas están
destina das única y en exclusivo a aquellos que forman una minoría
numerosa: los desesperados, a los que piensan que los abandonó la suerte,
a los que sufren y quienes puedan ver en estas ideas una salida, un escape
para huir de esa zona depri mente o inmovilizadora en que se encuentran.
Los teólogos, los políticos, los psicólogos, los intelectuales; quienes en
otros términos no son más que bachilleres, curas y barberos, no verán en
estas páginas más que deficiencias, discrepan cias, errores y
contradicciones.
MEDITACIÓN SOBRE EL
TRABAJO
Tuve necesidad de meditar sobre este tema impul sado por unas ideas que
puso en mi mente el espíritu de Giovanni Papini. La primera vez que
estuve en contacto con esta teoría sobre el trabajo, fue leyendo la Vida de
Jesús, de Papini.
Fui, durante algunos años, uno que percibía un sueldo, bastante decoroso,
con poco (ningún) es fuerzo. Pertenecía a la casta de los técnicos, de los
que saben. Durante ese tiempo pude observar de cerca a otra casta
semejante, la de los dirigen tes.
Tal parece que voy a resumir diciendo que los que viven sin trabajar en
realidad, trabajan tanto como los que trabajan en realidad. Pues sí. Sólo
que el trabajo de los primeros es ficticio, el de los segundos, real.
Los trabajos manuales que trasmutan la aparien cia exterior de las cosas,
los oficios de paz, los trabajos que producen cosas útiles o que garanti zan
que se obtengan cosas palpables, sanas y bue nas, con el simple concurso
de una persona, son los trabajos que hacen del humano un perso naje real,
con posibilidad de alcanzar, sin mucho bagaje intelectual (por la simple
asociación de ideas), un nivel de conocimiento filosófico para aprehender
la verdad de su existencia. Ejemplos de tales trabajos son, aumentando los
señalados por Papini: el zapatero, el pescador, el sastre, etcétera.
Los individuos con vocación filosófica, los que nece sitan para vivir la
búsqueda de la verdad, los seres que están interesados en encontrarse a sí
mismos son pocos y tú, amigo lector, pudieras pensar ¿A qué tanta lucha
cuando son tan pocos los beneficiados? La mayoría no necesita tanto lío, ni
tanta meditadera. Es cierto. El problema es que éstos pocos son los focos
de la evolución, las yemas terminales del verda dero progreso humano y
siendo tan necesarios al resto, se requiere que no se malogren, que no se
despisten, ¡Que no se pierdan!
LA COMUNIDAD CUBANA EN
EL EXILIO
Si algo creo es que el mundo tiene un orden. Que la Naturaleza se rige por
leyes. No se me ocu rrió, lo he leído en libros de Física y de Biología y lo
repiten los articulistas de textos científicos actuales. La abrumadora
mayoría de las personas, tiene afinidad por el orden; aunque pocas, una
idea clara acerca de él. Pero, en lo que sí coin ciden, es en su recelo por la
anarquía. Con todo lo dicho, sin embargo, cuando esas mismas personas
son sometidas al orden, casi siempre terminan criticándolo, e incluso,
teorizando sobre la liber tad, la soberanía, la independencia y todas esas
ideas románticas y hermosas que sirven para movilizarnos contra él.
Un ser humano es más libre que un árbol o que un mono: puede elegir
dónde estar. No obstante, esta libertad es relativa, su elección para elegir
dónde estar es limitada pues: Vive en colonia, como los corales y los
corales están anclados al lugar donde se forman, así vemos, otra vez, cómo
el humano, está atado (sutilmente), al lugar donde nace, por medio,
además, de la cultura, las tradiciones, las costumbres, los afectos, la fami -
lia, etcétera. Si pierde su conexión con el lugar donde nació, con el lugar
donde ahora es lugar común decir que están sus raíces, se vuelve un
desraizado, un desnutrido emotivo, ya que le fal tará la savia del espíritu.
Ésta, es la conmovedora imagen de la comunidad cubana en el exilio.
El destierro fue, desde la Antigüedad, una dura condena. Nadie venga, ¡Por
favor! A querer conven cerme de que los desterrados puedan ser felices. Sin
embargo ¿Cómo pueden, tantos, impo nerse a sí mismos, semejante
sanción? Hagamos, por favor, una aproximación a esta realidad por medio
de mi interés en comprender a estas perso nas.
¿Por qué se fueron de Cuba? ¿Por qué se siguen yendo? Ellos dicen,
repiten, afirman y reafirman que por culpa del estado. Para ellos el estado
resulta ofensivo, agresivo, duro y despótico. Esas son, en síntesis,
apretada, sus palabras. Amén, las consideraciones económicas ¡Ah, la
riqueza!
Los que se fueron, los que se van y los que se quieren ir, en su inmensa
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mayoría, se llaman reli giosos . Se cuelgan crucifijos y medallas al cuello o
van al Cobre, antes de montarse en una balsa.
Los descreídos, los ateos; con lo cual, en otros términos, ellos quieren significar como los ma los;
son el estado y los que se quedan apoyando al estado, o simulándolo, que hay de todo en la viña
del Señor. Sería interesante ver qué dice la Biblia, a sus seguidores, para su
relación con el estado. Allí, en la Primera epístola universal del señor san
Pablo, en su capítulo II, sobre La sumisión a la autoridad, en el versículo
13, se lee: Sed pues sujetos a toda ordenación humana por respeto a
Dios; ya sea al rey, como a superior, en nuestro contexto donde dice rey
podemos poner jefe de estado o, simplemente sistema, como dicen otros. Y
continúa leyéndose, en los versícu los 17 y l8: Honrad a todos. Amad la
fra ternidad. Temed a Dios. Honrad al rey. ¡De nuevo el rey! como
símbolo del orden a través del gobierno humano. Siervos, sed sujetos con
todo temor a vuestros amos; no solo a los buenos y humanos, sino,
también, a los riguro sos. Esto se me parece a aquello que dijese Martí:
Nuestro vino es agrio, pero es nuestro vino. Es decir, que el señor
apóstol Pedro, el discí pulo sobre quien se dice que Jesús edificó su iglesia,
exhorta a los religiosos a quedarse, a admitir y colaborar, por amor a Dios,
con el es tado, aunque éste sea sofocante para ellos. Pero ellos, en nuestro
caso, prefieren irse. (¡!)
Como se ve, los religiosos que se van, pues se van en busca de las riquezas
de un reino que no es el de los cielos. Y, ¡Por favor! Qué no los estoy
juzgando. Quiero, hermanos, presen tar un informe real de los hechos sin
valorarlos, porque eso es circunstancial, lo de veras necesa rio es llegar a la
verdad de cuánto ocurre para, como dijera Jesús, ser libres. Libres de
sufrir, de opinar y de amar, como Jesús, hasta a quien nos dañe.
En todo este asunto, lo que me hace temer es que aquí, en Cuba, estamos
en vías de desarrollo. El estado, dirige sus fuerzas en pos del enriqueci -
miento material del país; en otras palabras, aquí también quieren ser ricos,
sólo que mediante otro método. Creo que es en torno a la riqueza, donde
está la perdición. Tanto porque lo dijera Jesús, como porque lo prueba la
historia. En resumen, creo que el compañero Jesús, para llamarlo como se
acostumbra en Cuba a llamar a los revoluciona rios, estaba en lo cierto.
Creo que es, repito, alrededor de la riqueza, fíjese que no digo en ella,
donde está la perdición del género humano y no en el método para
obtenerla.
Porque no hay nada malo en la riqueza, ni en ser rico, que mejor que en
guagua prefiero viajar en un BMW y nadie se vuelve un demonio por eso.
Es en la pasión que ponemos en las ideas que tene mos sobre la riqueza,
donde está el pro blema… Entre otras cosas ¿Bien?
A lo que quiero llegar es que aquellas personas para quienes escribo logren
la aprehensión de la idea de que intentar arreglar el mundo es una pérdida
de energía y que la única real forma de afectarlo es mejorarnos a nosotros
mismos, y brindar el ejemplo de nuestras vidas. Todo lo demás, como
decía un viejo amigo, es: un buey volando.
REFLEXIONES SOBRE
POLÍTICA, PSICOLOGÍA Y
AUTORREALIZACIÓN
De modo que el sujeto humano, es un cierto espa cio vacío, un cierto no-
mundo interior, un hueco móvil en el cual penetran ciertas influencias
proce dentes del mundo externo. Tal espacio in terno puede ¡en el
transcurso de la vida! llenarse de datos, de impresiones, informaciones y
conver tirse en un receptáculo de conocimientos, pero tal no significa que
se haya edificado algo real en él, pues ha sido sólo un cambio de lugar de
lo que había fuera hacia adentro.
Para que se realice en el individuo algo todo ese material debe ser
procesado, alterado, cambiado, mezclado, cocido, digerido y es hacia la
adquisi ción de esas capacidades que dirijo mi atención.
El mundo exterior está formado por las circunstan cias en las cuales
vivimos. Es por ello obvio que, aunque podamos interesarnos por ¿Qué
sucedió hace cinco mil años en Egipto? nos ocupemos más de ¿Qué está
sucediendo hoy aquí? pues tiene mucho más que ver con nosotros.
Lo que sucedió hace cinco mil años en Egipto puede tener un valor real en
la medida en que, de tales hechos, pueda obtenerse un mínimo de
conocimiento aplicable a nuestra vida, de lo con trario es un consumo, de
energía y de tiempo, innecesario. Es la adquisición de un lujo intelec tual.
Pensar, pasar revista y ordenar algunas ideas con relación a lo que está
pasando hoy en el mundo externo cercano a uno; sacar algunas conclusio -
nes propias y proyectarse a partir de ellas, activi dad con la cual se va uno
demostrando a sí mismo la real existencia en el mundo, es un ejerci cio de
vida. Un ejercicio práctico con el cual uno va edificando algo dentro, en el
mundo interno, lo cual va siendo: uno mismo.
Lo que alguien hace, si coincide con lo que se supone que haga; cuando
dice que piensa de acuerdo con cierto sistema de ideas, se dice que está en
buen camino ¡Está bien! Ha acertado. Pero si no corresponde con lo que
los demás creen que es lo correcto, entonces, ha pecado, ha cometido un
error, es un desajustado.
De aquí que la vida del ser muestra, tomado de la mayoría, sea una
continua búsqueda de aproba ción, un perenne rastreo tras el
reconocimiento ajeno.
Con estas premisas intento acercarme a la reali dad externa del mundo y; al
pretender ejerci tarme a mí mismo, en la demostración de que existo;
advierto que muchos me toman por uno más que persigue los honores del
mundo, por uno más, como tantos, tratando de llamar la atención y dejar
en la memoria de los hombres su can tar, parafraseando a Machado. Si
así fuera ¡Cuán fácil sería! Bastaría no más desde aquí, desde Cuba,
aprovechar el poco talento que cualquiera más o menos tiene y emplearlo a
favor de los inte reses que tiene el poder o emplearlo en con tra de esos
mismos intereses. Pero ambos casos, para lograr el objetivo, deben ser
excesivos, desme surados, fuera de equilibrio, es decir, injus tos. Nada más
fácil, a pesar de los riesgos que pueda implicar esa facilidad, pero los
riesgos son a veces el precio del ¿Éxito?
Creo entender que todo eso de luchar por la liber tad de Cuba estuvo muy
bien allá durante las guerras de los años 1868 y 1895, pero ahora es un
sueño, es una escla vitud. Ahora a quien hay que libertar es a esa chispa de
Dios que en nosotros vive prisio nera y todo lo que sea seguir una línea de
pensa miento ajena, es algo externo. El ser hueco (por estar vacío), se sabe
invisible y quiere llenarse de cualquier cosa, en esa angustia de querer
exis tir, y así es fácil creer que se vive, cuando lo que en realidad se está es
siendo un autómata que se mueve por fuerzas comunes que se generan
fuera de uno, reaccionando a ellas igual que los otros. Vivir es activarse
por fuerzas que se gene ran dentro de uno y que a nadie más correspon den.
Trabajar para sí propio es ser libre, porque ser libre es ser autodependiente,
es cortar casi todos los hilos externos que tiran de nosotros como si
fuésemos títeres de circo.
Para ser libre hay, primero, que saber qué es la esclavitud y qué es la
libertad, dentro de uno mismo; dijo, más o menos, Gurdjieff.
Seguir a los de allá o a los de aquí es seguir con amos, y podrá pensarse
que abogo por el anar quismo, nada más errado, se trata de comprender que
la libertad no es: No tener dependencia, sino elegir, una y otra vez, de
quién se va a ser esclavo. No es lo mismo ser esclavo de alguien, o de
algo, porque no se puede evitar; que decidir ser esclavo. Hay en esta
decisión un acto de ge nuina libertad y el poder de una verdadera volun tad.
LA OTRA CARA DE LA MONEDA
O LA COMUNIDAD CUBANA EN
EL EXILIO DE SÍ MISMA
En ese mismo sentido, Fidel (el gran conductor de Cuba para algunos, que
fueron muchos a partir del primero de enero del año 1959, y para otros, el
Gran Dictador a partir también de esa fecha) viene a ser el viejo atroz de
la pampa rodiana y la comunidad cubana exiliada de sí, el niño. Visto así,
Fidel viene a ser o protagoniza, o prota gonizó, el rol de la voluntad de la
comuni dad cubana que no se ve en el exilió geográfico, sino el exilió de sí,
pues se deja llevar como el niño de la pampa, al sacrificio. No tiene, pues,
vo luntad propia.
Visto todo esto hacia lo pequeño, podría pensarse que: si hacia lo grande,
el líder repre senta una gran voluntad, a través de la cual se expresa la
voluntad de Dios, debe ser lo mismo hacia lo pequeño. Pero no es así, es
un problema de perspectiva, de punto de vista: Una persona, puede tener
una realiza ción, pero no resultará genuina si hay una cristalización de
aspectos falsos que dan como resultado un engendro. Tendrá una
realización de su ser por cuanto no ha tenido freno para llevar a efectos
todas sus ideas, pero será monstruoso porque también ha llevado a efec tos
todos sus caprichos, dominando en ella una gran personalidad. Como se
sabe, la personali dad, es algo que no tiene existencia en sí misma, es una
creación exterior producida por sedimenta ción de impresiones externas, es
el cúmulo de un aprendizaje. Su personalidad usurpa el lugar de su
verdadero ser. Si su verda dero ser fuera quien gobierna en ella y quien in -
fluye en sus decisiones, entonces, permitiría la libre expresión de las
voluntades ajenas, con objeti vos e ideas diferentes a los suyos. Donde -
quiera que no hay respeto y comprensión de las ideas en contra, hay
usurpación de la personali dad sobre el verdadero ser. Si sólo hay oportuni -
dad para ver una sola cara de la moneda no esta mos en la verdad, pues la
verdad es la moneda completa: una vez cara, otra vez cruz; pero siem pre
cara o siempre cruz, es una aberración.
Nosotros, los pocos, sabemos que para la realiza ción del verdadero ser no
son necesarias muchas oportuni dades; que las dificultades, para realizarlo,
le son más bien provechosas y, además, serán tan encontradas en Cuba,
como en Miami.
COMENTARIO POLÍTICO
El otro grupo está formado por individuos aisla dos, con intereses diversos,
contra dictorios. Se diferencian de las masas por su capacidad de poder
evadir muchas leyes genera les debido a ser pocos, por no constituir una
cantidad crítica, dado que su no-participación no afecta el resultado total
de lo que tiene que ocu rrir. Su capacidad de evasión de tales leyes, no
significa que puedan evitarlas siempre, pero si no pueden, están mejor
capacitados para no sufrir las que el resto. Están desde el punto de vista de
la Psico logía, mejor dispuestos, emocionalmente maduros, para asimilar
las incongruencias de la vida; las cuales, en la Cuba actual (de principios
del siglo XXI), se incremen tan en progresión geométrica.
Por tanto, si en cada uno de tales individuos, de las masas, se canaliza, sin
él saberlo, una energía externa que lo arrastra de aquí para allá, hacién dole
creer que actúa, que dirige, que escribe, canta o ataca, no puede haber
hacia él, inocente robot, un sentimiento negativo, más bien puede haber un
gran respeto hacia tal fuerza directora que lo dirige pues es, en definitiva,
lo más real en él, pues es de Dios.
Por otra parte, las presiones de los Estados Unidos (si acaso existen o
existieron) en favor de la democracia en Cuba, lo que hacen es afectar a
quienes pretenden ayudar. Sus gestiones, que debían ir encaminadas a
mejorar la suerte del grupo minoritario de perso nas desarrolladas; las
cuales, en cierta forma les pertenece por cuanto el pueblo de los Estados
Unidos está formado por los individuos más desarrollados de otros pueblos
del mundo; lo que hacen es: arrinco narlo más.
LA REALIDAD ILUSORIA
A principio de los años noventa del siglo XX, me encontré con un antiguo
compañero de estudios del Instituto de la Construc ción José Martí. Ya
graduados fuimos compañe ros de trabajo hasta que me trasladé de
empresa, aunque permanecía en el giro de la construcción de edificaciones
civiles.
Y, filosofando, le dije que esos amigos nuestros se habían ido del país
porque preferían el capita lismo (y él estuvo de acuerdo). Luego fue cuando
dije que era tonto irse del país para vivir en ese sistema; entonces,
comenzó la cosa.
Luego, le dije que este mundo era una ilusión. (Él abrió los ojos).
– No entiendo.
– ¡Sí chico! Todo es una mentira, es falso todo lo que ves. La verdad de lo
que sucede es otra cosa.
–¡Bah!
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– ¡Sí! Tú vives en el mundo del socialismo y yo en el capitalista . Los
otros, para vivir en el capita lismo tuvieron que irse, yo no. Ahora están
allá, añorando estar aquí, y yo estoy aquí vi viendo con una estructura
económica y social se mejante a la de ellos. La diferencia es que ellos o
están en el mundo de aquí o están en el mundo de allá; mientras yo vivo en
los dos a la vez.
– Sí. Yo dejé mi trabajo. Ahora vivo por cuenta propia, soy artesano. Soy
dueño de mi propia em presa, soy mi jefe, mis relaciones de producción son
capitalistas.
– ¡A ver si entendí!: ¿El hecho de haberte ido, sin haberte ido, significa
que prefieres el capita lismo?
– De ser así, me hubiera ideo de veras; no obs tante, estoy aquí. Prefiero el
punto medio, no los extremos. Por eso estoy en los dos a la vez.
– Bien, acepto que, de cierta forma, una forma su til, tienes razón; vives en
dos mundos a la vez. Pero ¿Cómo pruebas que el mundo es irreal?
–¡Verás! Un día fui a visitar una de las obras de la empresa donde recién
comenzaba a trabajar cuando me trasladé. Resultó que había problemas
con una escalera que yo había proyectado. Los carpinteros, no eran
carpinteros pues no sabían replantear una escalera ¡Ya eso viene siendo
una prueba de la falsedad del mundo en que vivimos! Me quité la camisa y
me sentí realizado al enseñarles, en la práctica, cómo se hace; de veras me
sentí importante y sentí que me ganaba el di nero que cobraba por dar
vueltas y conversar y en repetir disposiciones típicas, clásicas, esquemá -
ticas. Al otro día, fui a ver la escalera ya hormigonada. Y ¿Qué crees que
vi? ¡Nada me nos que: otra escalera! ¿Qué pasó aquí? Pregunté. Pues que
vino el director de la empresa o el jefe no sé de qué, en fin, el asunto es
que les gustó más la escalera por otro lugar. Días más tarde, vinieron a
verme a la oficina, para que hiciera un anexo a fin de solicitar más
materiales, pues no alcanzaba con los ya enviados a la obra según mi
proyecto original. Me negué y casi me matan ¡Us ted, es el técnico de esa
obra! ¡Y no puede des atenderla...! ¿Qué te parece? Para eso ¡Sí! era el
técnico de la obra. Los jefes pueden violar el pro yecto del técnico,
encarecer el presupuesto de la obra y pueden en plena obra alterar las
ejecucio nes que el técnico en persona orienta. La realidad real es que los
técnicos son ellos, no yo. Yo soy una figura decorativa, un ser irreal,
inexis tente, quien cobra un sueldo por no hacer nada, todo un bluf, un
cuento chino, un pa quete... Esto, no es la vida real, es una película cómica.
– Eso es todo, lo que quieras... pero, te digo que, mi realidad real como
técnico no existía. El verdadero afrontamiento de lo que no es, es no ser,
por eso pedí la baja, para no ser de veras. Júzgame y condéname, si quiere.
Pero este mundo es un juego macabro porque no existe, es irreal, se basa
en falsedades, en cosas que no son, se basa en lo que debía ser, por eso es
falso. Pero no se trata de sistemas sociales, se trata de este mundo. En
Miami es igual y es igual en cual quier parte, con sus naturales diferencias.
Ahora mi verdadera realidad es: tanto produzco tanto gano. Mi trabajo
tiene una realidad que palpo con las manos, elaboro objetos de verdad que
están ahí y, aunque gane menos, soy real y tengo más tiempo libre.
–¡Pero si tenías tiempo libre suficiente y ganabas más antes! Fuiste tonto al
dejar tu trabajo, podías haber aprovechado.
– Pero ahora eres cómplice también, pues no hiciste nada por cambiarlo.
– Yo diría equilibrada.
LAS PIRÁMIDES
Si tomamos por ejemplo una pirámide, cuya base sea un cuadrado (sólo
por tomar una distinta a la anterior) tendrá pues, cuatro caras laterales de
forma triangular. Digamos entonces que cada una de estas caras está
pintada de un color arbitrario; una azul, otra roja, otra verde y la otra
amarilla y digamos también que el fondo de la base tam bién está pintado
de blanco.
Si alguien que no sabe que la pirámide tiene cinco colores según sus caras,
se situara frente a la pirámide por su cara azul, co mo es lógico podría
pensar que la pirámide com pleta es azul, sin embargo, si variara su ángulo
de visión se sorprendería al ver la cara roja o la otra verde.
Puede suceder además que a esta persona no le guste el color azul, pero el
hecho de no gustarle la cara azul no significa que desapruebe por com pleto
a la pirámide. Puede incluso no gustarle ninguno de los colores de sus
caras y, no obstante, aceptar a la pirámide, pues ¡ésta! no son sus colores.
La pirámide es algo en sí misma en su propia forma, independiente del
color o de los colores con los cuales se pinten sus caras.
Las personas son como las pirámides. Usted puede desaprobar el trabajo
que alguien realizó, o puede estar en desacuerdo con alguna de sus
opiniones con respecto a algo, puede incluso es tar opuesto de parte a parte
con todas las opiniones de cierta persona sin que signifique que la
desapruebe en totalidad, por que éste, no es la cosa que ha producido con
su trabajo; ni, tampoco, las ideas que tiene acerca de lo que le rodea.
Es, por ello, importante aprender a descubrir nues tra verdadera identidad,
pues nos capacita para reconocer y evaluar, con acierto y justicia, a los
demás; pues atenderemos a lo que en verdad son y no a una imagen
ficticia, a una impresión de la realidad, atenderemos a la realidad misma.
MEDITACIÓN SOBRE EL
PROGRESO
De acuerdo con esta idea, el humano común pierde la vida por disfrutar la
vida, cuando debiera cui dar su vida para poder disfrutarla. La finalidad
real de la vida es la vida misma y no la muerte. La persona que pone en el
objetivo de su vida a la propia vida comienza a ponerse en control de las
circunstancias de su vida, comienza a huir de to das las posibilidades de
dejar su vida expuesta al control ajeno. Por ejemplo, si usted, quiere ir a la
playa, pero vive lejos de ella, su objetivo (al menos en ese momento) no es
la vida en sí misma sino su disfrute, lo cual es válido pues, usted, debe
usar lo que tiene. Pero para disfrutarla, us ted, tiene que tomar un ómnibus
y de hecho ha puesto su valiosa vida en manos de un chofer quizás
irresponsable, quizás responsable, pero inex perto, tal vez responsable y
experimentado, pero que se encontrará en la carretera con cientos de otros
choferes irresponsables e inexpertos y hasta ambas cosas a la vez. Por
último, están las circunstancias de las fallas mecánicas impredeci bles.
¿Cómo posesionarnos del control de nuestra vida? Al menos, para este
ejemplo de ir a la playa, lo más seguro es ir a pie. A pie y por la vía me nos
transitada, única forma de evitar una colisión mortal. A lo sumo, puede dar
un traspié o chocar con otro peatón, pero las posibilidades de muerte por
tales accidentes son mínimas. Parece ridí culo. Pues no. ¡Es ridículo! Con
todo, desde hace miles de años, los místi cos, quienes tienen sus
mentalidades fijas en la vida eterna, en la trascendencia de la muerte física
a un nivel de existencia digamos cuatridimensio nal; para ellos no es
ridículo, para ellos, así como para los filósofos de ciertas tendencias, es
posesionarse de la verdad.
Si, usted, reduce sus viajes motorizados, la matemá tica dice que reduce sus
posibilidades de morir en accidentes de tránsito. Si deja de fumar reduce
las posibilidades matemáticas de trastornos del aparato respiratorio
(enfisema, cáncer, otros) o de su aparato cardiovascular (in farto,
hipertensión, etcétera) si, usted, deja de co mer alimentos enlatados está
reduciendo la en trada en su organismo de nitritos, nitratos, edulco rantes,
colorantes, estabilizadores de sa bor, etcétera, los cuales son sustancias que
impi den la proliferación de la vida dentro del envase, pero que dentro de
su organismo continuarán su acción en contra de la vida celular, la cual es
la base física y material de su propia vida.
Si, usted, quien lee estas líneas, transita a pie por calles de mucho tráfico,
además de estar expuesto a acci dentes o a ser espectador de accidentes (lo
cual es una impresión o alimento negativo para su cuerpo emocional)
además, estará respirando polvo aventado por los vehículos, gases tóxicos,
producto de la combustión de los motores y, también, estará sometido a
niveles de ruido agresivos (por exceso) que alterarán su sistema nervioso
central; pero, además, estará some tido a niveles de ruido agresivos (por
defecto) o sea a niveles de ruido que no oye, que no percibe pero que están
ahí, afectando la estabili dad de su base física, se trata de las ondas de baja
frecuencia.
Hasta aquí, ya debe andar pensando que es tas páginas son un rechazo a lo
que tenemos por desarrollo, por evolución, por conquistas de la
humanidad, en fin, contra el progreso. Está, usted, en un error. No se trata
de estar en contra o de estar a favor de algo. Se trata de comprender cuá les
son las cosas que nos afectan y cuáles son las cosas que nos ayudan y de
evitar lo que nos agrede y hacer lo que nos afirma. Es de esto de lo que se
trata aquí. El desarrollo en sí mismo está bien, no hay nada en contra.
Supo niendo que llegáramos a la conclusión de que el progreso científico-
técnico y el desarrollo de la cultura fueran nefastos y fatales para la vida;
los tres o cuatro que lo pensáramos, nunca podríamos hacérselo
comprender a los demás. Seríamos para ellos simples locos. Pero
continuemos.
La ciudad, las microon das, la radio, la FM, TV, la telefonía celular, los
radares civiles y milita res, la experimentación nuclear… produ cen
vibraciones electromagnéticas, electroacústi cas, radioeléctricas,
atómicas… que, además, de las radiaciones naturales de los rayos
cósmicos, ultravioletas e infrarrojos inter-pene tran el cuerpo humano
interfiriendo con los campos naturales de tal naturaleza, en él.
No se trata de hacer que todos piensen esto, pues tal sería ilógico. Se trata
de que aquellos que tie nen predisposición para este conocimiento y necesi -
dad de él, estén en la posibilidad de obte nerlo. Este conocimiento está
dirigido a una mi noría, como ya he dicho en otro lugar anterior. Pretender
convencer a los que argumentan en con tra, es perder el tiempo. Quienes
necesitan esta información preguntan para comprender, no argumentan
para rebatir. Todo se resume a un pro blema energético, no se puede
consumir energía en asuntos inútiles y estériles, sólo es inteligente dirigir
energía hacia donde hay comple mentariedad, es decir movimiento.
Es posible que, usted, se asuste con estas ideas, pues están contra de lo que
la cultura difunde. Quizás se azore con esto, pues lo supone dema siado
para lo que opina sea el precio de la vida eterna o de la felicidad terrestre.
Estas ideas son parte de un conocimiento vedado para la mayoría. Estas
ideas no son dogmáticas pues se basan en que el nivel de evolución de
cada cual lo lleva a llegar sólo hasta el nivel que nece sita.
Y esto es todo. Hasta aquí, según pude copiar de textos muy antiguos que
encontré en la gaveta de un viejo escritorio a medio quemar, el cual se
hallaba en el lejano, y tristemente célebre lugar (hoy en día inexistente)
llamado el basurero de Cayo Cruz, ahí al fondo de la bahía de La Habana.
El hecho de que esto sea cierto, al punto que la sociedad misma lo aliente,
está en que, a pesar del cacareado rechazo al machismo, a pesar de las
consabidas animosidades, dificultades o moles tias que tales individuos
crean a su paso, a pesar de la cruzada de la liberación de la mujer, se dice
de ellos con admiración: ¡Es tremendo! o ¡Está acabando! o se dice de un
niño en térmi nos proféticos: ¡Va a ser enamorado! Como si fuera, con
esto, a ganar las excelsitudes de la existencia.
Lo cierto es que las mujeres los adoran, los admi ran. Las más despiertas
los rechazan, pero es por saber que no podrán retenerlos. Pero ésta, no es
toda la verdad, en todo caso es una verdad exte rior, superficial,
epidérmica, variable. La realidad es que estos individuos con suerte para
las mujeres y envidiados o temidos por los demás hombres, son individuos
desequili brados en sus emociones, incapaces de sentirse satisfe chos, son
seres infelices que no tienen paz inte rior, son niños grandes que se azoran,
se impresio nan, se motivan con cualquier color bri llante, con cualquier
campanita. Son gente, por otra parte, peligrosa, pues un niño con
apariencia de adulto, atribuciones de adulto y con acceso a tomar
decisiones adultas, tiene pocas posibilida des de éxito personal y mucho
menos de poder contribuir al éxito ajeno, sobre el cual está todo el tiempo
influyendo. Este individuo no es autén tico porque vive simulando lo que
no es, aparen tando lo que no siente, vive disfrazado y enmasca rado, vive
en la falsedad y deja de brin dar a los demás, señalizaciones verdaderas.
Imagí nate (tú quien lees) un auto en la noche viajando con los faros
apagados, ¡Él está ahí! Pero no se muestra, digamos que se esconde, se
camufla y esto por supuesto eleva la posibilidad de coli sión, daño, tanto
para él como para los otros que transitan por la vía.
Sin embargo, este pensamiento lógico puede con cluir que en determinadas
circunstancias es razona ble aceptar el dolor y huir del placer inme diato, a
fin de garantizar un placer futuro, mucho mayor. Este comportamiento
común a todos los Homo sapiens con una conducta media tenida por
normal, despierta en algunos ejemplares (en muy pocos por cierto, la
capacidad de establecer un razonamiento semejante pero que por tener, él,
el placer futuro mucho mayor puesto en una zona que trasciende el plazo
de la vida biológica, pues lo sitúa en una vida después de esta vida, a la
cual llaman eterna y que en algunos medios se tiene por un cuarto paso de
la evolución, tal razo namiento deja de ser lógico para la mayoría (no para
ellos) apareciendo el pensamiento, diga mos, analógico.
Su conducta de rara avis no afecta a los demás sino a sí mismo ¡He ahí lo
ilógico de su proce der! Y su forma de ser es tan atractiva, tan pode rosa y
llamativa que todo el mundo quiere ser llamado y tenido por un ser
humano (De más está decir que no se queda en esto la cosa, sino que
muchos creen serlo). Pero lo cierto es que el verda dero ser humano es
escaso. Un ser humano es un Homo sapiens evolucionado, es un ser que no
es de este mundo, sino un infundio que vive en otra dimensión pues sus
inquietudes, aspira ciones y objetivos, no pueden ser comprendi dos por los
seres, de este mundo, que viven en esta dimensión.
No hay, por supuesto, una frontera que marque límites... esto ya fue
advertido hace más de dos mil quinientos años. En China, Lao Tsé
establecía tres tipos de hombres: el Superior (verdadero ser humano), el
Medio (uno que comienza a elevarse, a dejar de ser un verdadero animal y
a conver tirse en un ser humano) y el Inferior (el más ape gado a su
naturaleza primitiva).
Hay quienes piensan que ser un ser humano es tarea fácil y hay quienes,
como dije, piensan que lo son ya por ser simples animales sin plumas que
caminan en dos patas, que hablan, leen novelas o asisten a conciertos. Por
mi parte, digo que quienes sienten el impulso interior para diferenciarse
del resto de la manada, tienen que afrontar, si quieren satisfacer esta
necesi dad, grandes penurias y lo que sienten co mo suprema conquista
aparece como una estupi dez a los ojos del resto y un ejemplo de esto viene
a ser (a fin de retomar las ideas iniciales del tema) el asunto de rebelarse
en contra del im pulso biológico social que hace del sexo, una cues tión de
suprema importancia.
Una vez un amigo me dijo que era tan o más difí cil mantenerse fiel a una
sola mujer de por vida que renunciar por completo al sexo.
Después que tomé esposa, me di cuenta de la ver dad que encerraban sus
palabras, sobre todo cuando uno sabe que puede conquistar a cual quier
mujer por joven, bella o inteligente que sea, todo lo cual no sería más que
una cuestión de tiempo, pues uno ha logrado conocer ciertos resortes,
ciertos secretos de la psicología, del mundo emocional, que lo capacitan
para convencerla, para seducirla, al hacer que ella se sienta necesitada de
nuestra amorosa compañía. Pero como ya he dicho en algún otro lugar de
este libro, el verdadero camino de la elevación espiritual busca el poder
para no usarlo, lo cual de por sí constituye un increíble esfuerzo, una
titánica lucha: una guerra, ya que uno, es una para doja, se siente débil, uno
se conoce capaz de caer, se sabe flaco para resistir la tentación, por tanto,
el asunto está en evitar la tentación, siendo otra cruenta batalla evitar la
guerra. Así, sa biendo que con dificultad podrá resistirse ante una joven
pizpireta, el asunto está en evitarla, en mirar a otro lado cuando todos la
siguen con la vista, en apartarse de ella cuando todos posibili tan y buscan
su proximidad y la altiva, la orgu llosa, la soberbia o quizás la ingenua y
despia dada pepilla, pasa junto a nosotros sin saber que estuvo cerca de ser
la presa, la víctima de un cer tero cazador, que estuvo casi a la sombra de
un demonio que deseando ser ángel le perdonó la vida. Y mientras se aleja
pensando que dejó pas mado a un hombre de cuarenta, tarareando en la
mente (lo más seguro) la canción del momento, uno queda satisfecho de sí
mismo, desde la sereni dad y el orgullo de los conquistadores, desde la
cima ¿o la profundidad? Desde el indiscuti ble lugar que ocupan, en
secreto, los vence dores de sí mismos.
TIERRA FIRME I
Sin embargo, todo el mundo vive atento a lo que hacen los demás, a lo que
dicen, a comentar, opi nar, discutir, defender, considerar, censurar,
ofenderse y hasta castigar o premiar a los otros, de modo que todo el fluir
de nuestra existencia es un volcar nuestra energía vital hacia fuera,
consumir nuestra vida en lo que, según hemos visto, son imprecisiones,
inseguridades, conjetu ras, o ilusiones, consideraciones, creencias, etcé tera,
cuyo posible éxito, para coincidir con la reali dad y la probable justicia de
nuestro proceder, es accidental.
Esto ocurre porque estamos orientados hacia lo que se conoce como tratar
de arreglar el mundo. Somos proclives a intentar mejorar mundos, sólo
que en lugar de actuar sobre el único mundo el cual tiene realidad para
nosotros, del cual pode mos conocer toda la verdad y cambiarla, mejo rarla
y arreglar ese mundo; gastamos energías en arreglar los mundos
individuales ajenos o en mu chos casos al mundo de muchos, lo cual como
se puede apreciar es una intervención (más o menos sutil o grosera) en la
libre determinación de los demás.
No juzguéis a los otros, entiendo que quiso de cir; en todo caso el juicio
debe realizarse sobre nosotros mismos. De modo que es mucho más tras -
cendente y real tratar de arreglarnos nosotros mismos que tratar de arreglar
a los demás. Uno afecta más al medio trabajando sobre sí mismo y dando
el ejemplo de nuestra propia vida, que haciendo campañas o discursando,
aconsejando o escribiendo libros.
TIERRA FIRME II
Tal soledad, repito, es tan deprimente y avasalla dora que las personas sin
preparación no pueden so portarla y siendo tal preparación tan difícil, cos -
tosa y larga prefieren creer que pueden lograr compañía, al menos, en la
pareja.
No quiero decir que semejante compañía real no pueda existir, puede ¡sí!
Pero las exigencias serían tan extremas para que se produjera, que tendría
que formarse una pareja ideal, de esas que se dan, de forma accidental, de
una por cada varios miles; de modo que, esforzarse en buscarla es dedicar
una cantidad de energía que mejor sería emplearla en entrenarse para
destruir la sole dad por medio del encuentro de la verdadera y única
compañía posible, uno mismo; ya que, en la búsqueda de la pareja, para no
estar solo podría usted pa sarse la vida probando y volviendo a errar una y
otra vez.
Dado que en la pareja se dan también otras conve niencias tales como
compartir deberes domés ticos de primera necesidad, prepa rar los
alimentos, limpieza de ropa y el espa cio habitable, afrontar gastos
económicos, etcétera, uno cree, debido a estos factores positivos y reales,
que uno no está solo.
Con todo debemos aclarar que sólo buscan con fianza los desconfiados y
seguridad los insegu ros.
LA PARÁBOLA DE LOS
CONEJOS
Un hombre, ya maduro, se puso a criar conejos. Era emprendedor,
metódico y capaz, así que, a medida que iba informándose de los
pormenores teóricos de tal actividad, iba poniendo en práctica cuanto
aprendía; de esta forma llegó a consultar una extensa bibliografía sobre la
cría de conejos, se hizo de confortables jaulas y orejudos de diver sas razas;
así dado el esmero, dedicación pa ciente y amorosa en cuanto a la atención
por los alimentos y el cuidado higiénico de la cría, logró ejemplares que,
en poco tiempo, lo destacaron como uno de los mejores criadores de
conejos de la comarca.
Así fue como el conejito raro salió del mundo estrecho, compartimentado y
cotidiano de los cone jos; así fue como, además de mejor hierba, comenzó a
deleitar las golosinas de su nuevo amo y así fue que comenzó a vivir en el
mundo am plio y novedoso de la familia del señor, bajo el amparo del hijo
del señor de los conejos.
El tiempo pasó, el niño fue creciendo, y el co nejo se hizo viejo. Pero como
el tiempo no transcu rre igual para los conejos que para las perso nas,
cuando éste murió de edad avanzada, el hijo del señor continuaba, aún,
siendo un niño, sólo que un niño mayor.
El niño, quien había nacido entre aquellos animali tos y había hecho su
infancia con este com pañero de juegos, sintió necesidad de reem plazarlo,
por eso le pidió a su padre, otro.
El padre, sin embargo, decía que no existía otro como aquel, distinto por lo
espontáneo de su acer camiento y se negaba a la petición. Por su parte el
niño decía que no era necesario que fuera igual, pues él lo entrenaría y,
como no hay como los niños para desear con fuerza algo hasta lograrlo, lo
obtuvo.
Pero siendo ya un jovencito no tenía tiempo para jugar con su conejo quien
ya había sido adies trado en ser un conejo diferente; por esto, un buen día
lo colocó de nuevo en la jaula con la promesa de su padre de que su vida
sería respe tada. Mientras, el muchacho trabajaría en la cons trucción de sus
propias jaulas, en las cuales comenzaría su cría, para dar inicio a una
nueva era en la Historia de una de las mejores crías de la comarca.
SER DE OTRO MUNDO
El Viajero había llegado a este mundo maravi lloso y hostil a la vez, desde
hacía muchos años; tantos, que de su origen no tenía más que la melan -
colía por aquel lugar remoto y casi olvi dado.
El Viajero, debatía consigo mismo. Las fuerzas del primer grupo, creadas
por otros, ganaban de momento este enfrentamiento contra las fuerzas del
segundo grupo, creadas por él; decidía, de mo mento, continuar recopilando
datos, aunque siempre, desde hacía muchos años, y sin dejar de ser, el
Viajero, no era otra cosa que el Compila dor. La relación de las fuerzas en
su sistema no le permitían avanzar hacia la casilla denominada: el Jugador.
Debía ser como los otros ¡OK! ¿Como cuáles otros? ¿Cómo agruparía a
aquella masa heterogé nea de seres, para decidir luego ser como un miem -
bro de uno de esos grupos? Existían ¡es cierto! Grupos formados por ellos
donde se nuclea ban muchos que seguían ciertos cánones, ciertas reglas,
determinados requisitos, algunas costumbres, pero no le alcanzaría la vida
para conocerlo todo, para cuando estuviera en condiciones de elegir ya
quizás habría muerto. Pero si no fuera excesivo, es decir exhaustivo, y
eligiera sólo entre algunos pocos de estos grupos cercanos a él, el alcance
de sus posibilidades reales quizás estaría en la posibilidad de ser quien se
proponía.
Pero en esta jugada, Viajero, encontró que si iba a ser sincero consigo
mismo ¿y con los de más? Entonces, no estaría cómodo en ninguno de estos
grupos. Se metería en huecos que no tenían su forma. No eran sus grupos.
Y en la experien cia siempre terminó teniendo que hacerle concesio nes al
grupo, cediendo ante él para luego sentirse disgustado consigo mismo. Así
compren dió que los grupos formados por los habitantes de aquel mundo en
que se hallaba, no resolvían su problema de ubicación y de sentirse parte
de algo, aunque ese algo no constituyera con necesi dad un todo.
Por aquel entonces, se sintió parte del grupo de los no agrupados, aunque
aquel, por supuesto, no constituía un grupo; el caos no es un sistema, y
comenzó a soñar con la forma ción de un grupo, se propondría crear el
suyo, su propio grupo. Uno para él y para los que fueran sus semejantes
entre los que aún habitaban el caos.
Al inicio, esta idea lo fascinó, pero sus intentos de lograrlo fueron en vano.
No se esforzó mucho en realidad, sólo hizo algunos intentos, pero suficien -
tes para comprender que el asunto era otro y que la fundación de un grupo
semejante, al final le traería aparejada la sensación de disgusto consigo
mismo que ya conocía. Lo intuyó.
Pero de algo si estaba seguro: era parte de un grupo del cual era él, hasta el
momento, el único miembro. Así comenzó a asociar aquella idea con la
posibilidad de que su grupo estuviera en un sitio lejano y que su verdadera
jugada fuera encon trar su conexión real con él.
En aquel tiempo de su iniciación, era tan sólo un Buscador y fue por ello
que dio, un buen día, con la primera huella de alguien que parecía ser otro
miembro del grupo, pero no fue más que una hue lla, ni más que una
pequeña incertidumbre, sólo un débil peso para equilibrar su balanza. De
algo comenzó a tener la certeza: nunca iba a tener una seguridad completa,
siempre sus decisiones esta ban en el riesgo del error, en la zona segura de
lo desconocido y el único indicio para aventurarse era valorar hasta qué
punto le daría gusto la aven tura como para pagar la pena de haberse equi -
vocado.
Un día, Buscador, quien no dejó nunca de ser el Viajero, hizo un alto para
hacer un balance y halló la sorpresa de haber encontrado una extraña
respuesta: todo no era más que una cuestión de punto de vista. De sistema
de referencia. ¿Iluso rio? Sí. ¿Con respecto a qué? Esa era la res puesta.
Era él de otro mundo: ¿sí o no? Bien ¿Con res pecto a cuál mundo? Se
diría, en primera instan cia, que con respecto a aquel en el cual él se hallaba
y del cual tenía la mayor cantidad de da tos, al parecer, confiables y
dispuestos en un orden preestablecido y aceptado, por convención, por la
mayoría de los habitantes del mundo en cues tión. Bien, de este mundo era
cierto algo: existía al menos un mundo donde él estaba junto a otras
unidades de pensamiento complejo y desde el cual él podía darse el lujo de
partir hacia cual quier otro lugar en busca de otro, existiera o no.
Un día, aquel en que dio con la respuesta, un hecho común hizo que diera
con ella. Fue un descu brimiento grandioso a partir, como ya dije, de un
hecho sencillo y fortuito, tal como lo han sido muchos hallazgos.
De regreso a su casa se cruzó con el loco de su barrio (en casi todos los
barrios hay uno) estaba allí de pie en medio de la acera, aislado del mundo,
apartado, lejano, ausente y, sin embargo, allí de pie en medio de la acera.
Hablaba, pero no solo hablaba: dialogaba. Conversaba con alguien a quien,
el Viajero-buscador, no podía ver ni oír porque estaba fuera de su espacio
temporal. En aquel momento, Viajero-buscador, comprendió que, aquel
loco, era un punto de conexión entre dos mun dos. El mundo de la realidad
que era común a él y al loco, con el mundo de la realidad que sólo era real
para el loco y a la cual, Viajero-buscador, ¡por no tener acceso a ella!
llamaba locura.
Sin embargo, había ocurrido algo más: si bien en contraba, al menos para
su entendimiento, demos trada la posibilidad de un camino hacia otro
mundo del cual él podía ser quizás un emisa rio, se abría ante él otra
expectativa; si este camino hacia su interior le aterraba, dado que podía tal
vez romper el hilo de conexión con su realidad, convirtiéndose en otro
loco, pudiera suceder, también, que hacia adentro existiera como es en el
exterior, un orden.
¿Qué era lo que distinguía al loco de él? ¿No era acaso que el loco había
perdido su conexión con la realidad de los dos? Entonces, si él lograra
inter narse, lenta, progresiva y con sistematicidad hacia su otra realidad,
que por convención llama mos locura, pero sin perder el contacto con la
realidad verdadera, nunca llegaría a ser un loco.
En esto, llegó a distinguir tres tipos de locos. En uno los que se perdieron,
los que salieron (o entra ron) a buscar y extraviaron el camino de re greso
quedando perdidos; en otro, los que una vez hallado el mundo que
quisieron encontrar se queda ron por voluntad en él sin interés de regre sar,
por sentirse allí más a gusto y un ter cer tipo minoritario de locos que a
pesar de estar en su otro mundo no pierden el contacto con la realidad
exterior y enriquecen ésta con el pro ducto de su llamada locura.
El Jugador
En este juego las reglas excluyen la posibilidad de que exista otro mundo.
En este caso, ahora Jugador no toma como referen cia al sistema grande
sino a uno de los pequeños, es decir se toma a sí mismo como refe rencia y
allí en su realidad crea otra realidad: su otro mundo. Por tanto, existe en su
sistema.
Visto así parece algo inocente, algo en verdad divertido y magnífico, pero
Jugador descubrió la tragedia.
El lugar donde se juega el Juego de los Juegos, es decir este mundo, dentro
de unos cuantos cien tos de miles de años desaparecerá pues el Sol que -
maría sus reservas de combustible y desapare cería para siempre el Gran
Tablero. Pero ésta era sólo una primera opción de desastre a largo plazo,
había otras posibilidades de hecatombe de mayor inmediatez: un desastre
nuclear a gran es cala producido por el desmedido afán de confort y placer,
producido a su vez por el desmedido afán de acumular riquezas y producir
ganancias económicas, producido a su vez por el desmedido afán de
desarrollar la cultura tecnológica, el culto de la ciencia y el afán de
conocimientos; todo en busca de obtener o mantener, en alguna medida,
algo maligno: el poder. En fin, esta carrera hacia la felicidad de este
mundo, llevaría, sin remedio, a la contaminación ambiental, al
desequilibrio ecoló gico, hacia la desnaturalización de los alimentos, hacia
el incremento de las enfermedades degenerati vas, hacia el efecto
invernadero, las lluvias ácidas, la destrucción de la protección ozónica de
la atmósfera, el smog, el stress... etcé tera. Esta última opción sería quizás
el me dio de la Humanidad para borrarse a sí misma del planeta mucho
antes de que la evolución natural del Sol, el desarrollo cósmico del
universo, lo hiciera.
Sin embargo, a otra escala menor, el mundo se acaba también para siempre
todos los días cada vez que alguien muere: para él se acaba el mundo, pero
aún habría que precisar cuáles son esos sub mundos que, en éste, están
siempre naciendo, cre ciendo y acabándose, y los cuales son los que en sí
mismos forman lo que de hecho llamamos este mundo.
SOBRE MEJORAMIENTO
HUMANO
Por otra parte, don Miguel de Unamuno y Jugo, poeta, escritor y filósofo
español, propone, tam bién, una clasificación; para él, el humano, tiene
cuatro personalidades:
Clase alta: los que son sólo espectadores imparcia les. Quienes, en la vida,
serían los filóso fos.
Las que piensan una cosa, dicen otra y hacen otra distinta. (Enfermas,
inseguras, crean y se crean dificultades). No son honestas.
Las que no dicen lo que piensan, pero hacen lo que dicen. (Tristes,
resentidas y enfermas). Son honestas con los demás, pero no consigo.
Las que dicen lo que piensan y hacen lo que di cen. (Con alto sentido del
humor, felices y saludables). Son honestas con los demás y consigo mis -
mas.
La vida diaria demuestra que la vida es un juego donde hay tres tipos de
personas:
Las que vinieron a hacer de martillo, (a hacer sufrir para castigar, son el
brazo de la ley).
Las que salen del juego y dejan de ser ambas co sas, (simples testigos
que ayudan a los de más en su juego).
Pero…
El hombre inferior.
El hombre medio.
El hombre superior.
El niño, mirando extrañado a su abuelo le pre gunta por qué dijo una cosa a
uno y otra al otro, de modo que parecía que a alguno de los dos le había
men tido, pero el anciano, con una noble sonrisa le contesta que a los dos
les había dicho la verdad.
Existe otro cuento, éste de origen hindú, sobre unos ciegos que salieron a
buscar un ele fante. En el cual se nos brinda una forma de clasificar a las
personas:
Uno lo tocó por el rabo, otro por la trompa, otro por una oreja, y otro por
una pata, etcétera.
Con todo esto solo se pretende argumentar, con cierta suficiencia, que
desde antiguo y todavía, tanto desde la especulación mística como, la opi -
nión popular, hasta llegar a la convicción cientí fica, los humanos siempre
hemos tenido presente la idea de que nos diferenciamos, que existen tipos
de personas, que ciertos tipos son diferentes a los otros por la sencilla
razón de que funcionan distinto, sin que esto implique nive les de calidad
entre ellas.
El fiador tomo las dos piedrecitas del jardín, pero la joven se dio cuenta
que había tomado dos ne gras, a fin de casarse con ella de todos modos.
Ningún pensamiento lógico soluciona el caso con un final feliz para los
deudores. Pues la solución está contra toda lógica; sin ser fantástica, una
vez expuesta, todos dirán: es lógica.
Solución: La muchacha escoge una (por supuesto negra pues las dos lo
son) pero de inmediato la deja caer al piso de donde había sido, de inicio,
tomada, y dice: La prueba de que era blanca es que (como eran dos) el
acreedor tiene la negra en su mano. Así salvó a su padre y se salvó a sí
misma y dejó al acreedor en su status de justo, imparcial y desinteresado
ante los testigos.
Esto constituye una exaltación de la capacidad de raciocinio que se sitúa
fuera del tradicional esquema de la lógica aristotélica.
El perro es el mejor amigo del hombre y el hom bre es el mejor amigo del
perro. Así reza, grabado en una tarja en el pedestal de una estatua a un
perro San Bernardo; criado por los benedictinos, para salvar sobrevivientes
durante los aludes en los Alpes; en el Cementerio de Perros de París.
Existe, pues, una gran relación de afecto y una rela ción en general
definitiva entre los perros y los hombres. El perro demuestra su atracción
por el humano brincando, saltando, ladra y mueve la cola. Sin embargo,
nosotros, reprimimos nuestro afecto hacia nuestros congé neres. Seamos
elocuentes, como los perros.
Debemos esforzarnos en lograr que aquellas co sas, contra las que nada
podemos, no puedan nada en contra nuestra. Estemos serenos, confiados,
porque tanto eso que, usted, cree bueno, como eso que cree malo, pasará.
Las vacas, no se enfurecen cuando no hay pasto debido a las sequías, los
animales encaran las tormentas, el dolor y el hambre con calma, por eso no
sufren úlceras, no se suicidan, ni se dan a la bebida o a las drogas, no
enloquecen. Walt Whitman, (1819-1892) poeta norteamericano autor de
HOJAS DE HIERBA de del famoso Canto a mí mismo, escri bió que hay que
hacer: frente a la noche y las tor mentas, los repudios, las hambres, los
dolores, como lo hace una planta, un animal.
Siete de cada diez personas con las cuales nos encontraremos mañana
tienen sed de simpatía, nece sidad de comprensión y afán de ser reconoci -
dos importantes, démosle afecto, importancia y comprensión y esas
personas nos tendrán cariño. Pero hagámoslo por el gusto de hacerlo no
por el cariño que nos den.
En el Tao te king o Libro del Tao, atribuido a Lao Tsé, filósofo chino del
600 a.C. Se dice: no hay maldición más grande que el no estar con tento, ni
pecado más grande que el deseo de pose sión. Por tanto, el que esté
contento con es tar contento, siempre estará contento.
Confucio, filósofo chino quien vivió entre los años 551 al 479 a.C. dijo
que el Hombre Superior ama su alma. Y que el Hombre Inferior, su propie -
dad. El Superior recuerda siempre cómo fue castigado por sus errores. El
Inferior, los regalos que le hicieron.
El ser humano es un drama, una lucha por llegar a ser lo que tiene que ser.
Comprender esto, descu brir qué tiene que ser y dedicarse a hacerlo
realidad, es lo que significa vivir con eficiencia.
P. Chaignon.
Dijo Bernard Shaw, dramaturgo, premio nobel de literatura del año 1925:
Si se enseña algo a un hom bre jamás lo aprenderá.
En las ruinas de una catedral holandesa del siglo XV, en Amsterdam, reza
una inscripción en idioma flamenco. Es así, no puede ser de otro modo.
Ocurren cosas, sin lógica y sin razón, que nos afec tan y nos angustiamos
pensando en el por qué. La respuesta es: La vida es así, durante mu cho
tiempo va a seguir siendo así, y no puede ser de otro modo.
Marco Aurelio, el filósofo que gobernó el impe rio romano dijo, nuestras
vidas son la obra de nuestros pensamientos.
Y sobre este mismo tema dijo Ernesto Renán, filó sofo e historiador francés
(1823-1892), autor de una, Vida de Jesús: Los golpes de la adversi dad son
amargos, pero nunca estériles.
Lucio Anneo Séneca (4-65 d. C) filósofo hispano quien fuera preceptor del
emperador Nerón, escri bió: No nos hace falta valor para emprender
ciertas cosas porque sean difíciles, sino que son difíciles porque nos falta
valor para emprender las.
Dijo además:
Así la moral cristiana puede decir al hombre, no que perderá su alma, sino
que debe cuidarse de no perderla.
Dijo Juan Zorrilla de San Martín, poeta román tico uruguayo (1855-1931).
Para brillar es pre ciso consumirse. Las piedras preciosas, los di amantes,
sobre todo, son los cuerpos más quema dos, más calcinadas, de la
naturaleza y son los que más resplandecen.
Ralph Waldo Emerson (1803-1882) Primer filó sofo de los Estados Unidos
fundador del Transcendenta lismo, decía que: La idea que no se convierte
en palabra es una mala idea. Y la palabra que no se convierte en acción es
una mala palabra.
Ante la adversidad: los débiles se vuelven más débiles, pero los fuertes se
vuelven más fuertes.
Leer con cuidado los diez puntos varias veces al día de forma que lleguen
a pasar del simple conoci miento intelectual o de la simple aprehen sión de
la memoria, a una forma automática de respuesta orgánica, o sea que
lleguen a formar parte de la esencia de la persona, a la mente in terna o
subconsciente, es decir al ser.
Me entregaré al nuevo día con amor para todos. Haré con amor, amigos a
los enemigos y a los ami gos, hermanos. Reconoceré la recompensa por ser
el pago de mi esfuerzo pero, también, daré aco gida a los obstáculos,
porque son un desafío. Elogiaré a los enemigos y animaré a los amigos. No
criticaré. Sonreír, elogiar y callar serán una parte de mi conducta que debo
cultivar.
Soy único. Por eso es que soy valioso. No imitaré a otros. Yo, soy yo.
Mejoraré mis modales y mis atractivos. No hay lugar en el mercado para
los problemas de familia. Ni lugar en la familia para los problemas del
mercado. Mi propósito es ser el mejor.
Hoy creceré y me multiplicaré. Los tres futuros del grano de trigo son: ser
alimento para los puer cos, ser molido para hacer harina y volver a ser
sembrado. Somos como granos de trigo. Sólo que el grano de trigo no
puede escoger su futuro y yo sí. Si soy molido bajo la piedra del fracaso y
la desesperación, seré devorado por la voluntad de otros. Pero para que el
grano crezca y se multi plique debe ser sembrado en la oscuridad de la
tierra. Mi ignorancia e inhabilidades son la oscuridad donde he sido
plantado, el conoci miento de estas enseñanzas que hoy tengo en mis
manos, son el calor, nutriente y agua que me harán germinar. Fijaré metas
para el día, la se mana y para el mes. Mis metas serán lo más eleva das
posible.
Nunca pediré ayuda como uno que llama a un criado para que le sirvan.
Nunca oraré pidiendo cosas materiales. Pediré orientación, dirección, para
adquirir lo que quiero, pero no pediré lo que quiero.
…………………………………………………………..
Que los verdaderos amigos, valen mucho más que cualquier cantidad de
dinero. Que son pocos los que pueden ser llamados así y que si no
luchamos por tener amigos verdaderos, tarde o temprano, nos veremos
rodeados tan sólo de falsas amista des.
Más tarde o más temprano, aprendemos que cual quiera se disculpa... pero
no cualquiera sabe perdo nar.
Estas no son, ni mucho menos, todas las armas, ni todas las herramientas
con las cuales se pue den construir una nueva vida o intentar realizar
verdaderos cambios sustanciales en lo que en esen cia somos, pero a mí me
han servido para ini ciar una guerra sin cuartel contra la persona que soy.
FIN
DATOS DEL AUTOR:
Contacts:edwacorarrobagmailpuntocom
Notes
[←1]
Si Papini hubiera sido papa y yo, algún día llegara, también, a serlo, me haría llamar:
Papini II.
[←2]
En el momento que se refiere estaba yo próximo a los cuarenta años de edad, ya
cumplí sesenta y seis.
[←3]
Una de las primeras manifestaciones del comunismo científico es su declarado
antagonismo con Dios, la Iglesia y cualquier otra inclinación idealista.
[←4]
O c u r r e e n L a H a b a n a , p o r l o s a ñ o s n o v e n t a d e l s i g l o X X.