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¿Por qué Rusia está más activa en las fronteras de Colombia? Esto cree EE. UU.

La subsecretaria de Estado de Estados Unidos para Asuntos Políticos sostuvo que desde su país
están preocupados por el aumento de la influencia rusa a lo largo de la frontera entre Venezuela y
Colombia.

Luego de la rueda de prensa en la que Victoria Nuland, subsecretaria de Estado para Asuntos


Políticos de Estados Unidos, se refirió a fortalecer el trabajo en asuntos como la ciberseguridad, la
funcionaria habló este miércoles sobre la presencia rusa en Venezuela, y lo que esto podría traer
para Colombia. 

“Estamos preocupados donde quiera que Rusia apoye a regímenes autoritarios y lo están haciendo
en muchas partes de este hemisferio, no solo en Venezuela, sino también en Cuba y
Nicaragua”, comentó Nuland a Blu Radio.

La funcionaria también sostuvo que desde EE. UU. hay preocupación por “el aumento de
la influencia rusa a lo largo de la frontera entre Venezuela y Colombia, y el potencial que Rusia
podría estar alimentando a actores malignos y otros que no solo están activos en Venezuela, sino
que tal vez intentan socavar la soberanía e independencia de Colombia”.

Nuland comentó que en esas zonas fronterizas también hay presencia de actores violentos, tráfico
de drogas, criminalidad y lavado de dinero. “¿Por qué está Rusia más activa en las fronteras
de Colombia? Solo podemos pensar que están tratando de extender su influencia antidemocrática”,
agregó Nuland.

La funcionaria también se refirió la injerencia extranjera y la desinformación durante las próximas


elecciones en Colombia. “Todos esos actores tienen experiencia en interferir en la política de otros
países. Como saben, fuimos víctimas de la interferencia electoral rusa en 2016 y luego lo
intentaron nuevamente en 2020, por lo que hemos aprendido bastante sobre esto, tanto en la
seguridad cibernética y en el lado de la desinformación y estamos tratando de compartir ese
conocimiento con Colombia”, comentó Nuland.

Las declaraciones de la funcionaria coinciden con recientes desencuentros entre Moscú y Bogotá,
uno de los principales aliados de Estados Unidos en América Latina.

El más reciente se produjo la semana pasada, cuando el ministro de Defensa, Diego Molano, acusó
a Rusia de “injerencia extranjera” por su cooperación con las tropas de Venezuela en la frontera. La
embajada rusa rechazó las declaraciones que tildó de “irresponsables”, tras lo cual Molano aseguró
que fue tergiversado.

El lunes, la canciller Marta Lucía Ramírez, y el representante del Kremlin en Bogotá, Nikolay


Tavdumadze, limaron asperezas, y Rusia se comprometió a evitar el desvío de su cooperación
militar con Caracas.

Un dato de contexto: En mayo de 2021, en medio de un inédito movimiento de protestas contra el


gobierno, Colombia culpó a Rusia de estar vinculada a ciberataques contra páginas oficiales. La
embajada rusa negó las acusaciones.
Lo que puede aprender Colombia de la protección del páramo de Chingaza

El Parque Nacional Natural Chingaza fue un corredor para grupos al margen de la ley. Hoy un
grupo de investigadores junta esfuerzos para conservar los mamíferos de la zona. Como resultado
publicó un libro para conocer las especies que habitan el parque y enseñar a la ciudadanía cómo
protegerlas.

Óscar Raigozo es un habitante del municipio de Choachí (Cundinamarca), un sector aledaño al


Parque Nacional Natural Chingaza. Desde pequeño escuchó historias de sus abuelos, padres y
vecinos sobre los osos que deambulaban por el área. Algunos decían que eran peligrosos y otros
estaban seguros de que la grasa de estos animales servía para sanar las fracturas. Raigozo, con el
tiempo, se convirtió en un sabedor y guardián del parque, un proceso que empezó cuando fue
brigadista para apagar incendios a causa de la ganadería en el páramo en 1994. 

La primera vez que vio un oso andino fue cerca de la quebrada El Mangón, por las lagunas de Palo
Blanco, en Chingaza. Ese día, recuerda, estaba haciendo un recorrido de control y vigilancia, lo vio
por un instante, a unos 10 metros de donde estaba. Cuando el animal los olió, se esfumó por los
matorrales. “Lloré de emoción, había cumplido un sueño”, dice.

Los osos andinos y otras 100 especies de mamíferos (de las 543 que existen en el país) habitan el
Parque Natural Chingaza. Esta área protegida desde 1977 se ubica en la cordillera Oriental de los
Andes y queda a 20 km de Bogotá. Es un parque que se distribuye entre 11 municipios, en los
departamentos de Cundinamarca y Meta y está entre los 800 y los 4.020 metros sobre el nivel del
mar. Dentro de sus límites hay ecosistemas de bosque subandino, alto andino y páramos además de
especies endémicas de anfibios y plantas.

“Es un reservorio de biodiversidad”, escribió Diego Andrés Zárrate en la introducción del


libro Los rastros ocultos de Chingaza. Este libro-guía nació como una propuesta para recuperar la
historia de investigación y ciencia que se ha realizado en el parque para entregarla como un
producto que busca generar conocimiento y un sentido de apropiación de la naturaleza a los
ciudadanos.

También, señala José Fernando González, biólogo y director científico de ProCAT Colombia, el
proyecto de Conservación de aguas y tierras “es un homenaje a los guardaparques, a los
funcionarios, a los científicos, a todas las personas que están diariamente allá y se encargan de la
tarea de monitoreo para que, entre otras cosas, haya agua en Bogotá y se conserve una joya como
Chingaza”.

La edición del libro estuvo a cargo de González y Ángela Parra, una científica que desde 2014 se
encuentra liderando procesos de investigación y manejo de mamíferos en el parque. En esta guía
están registradas las 101 especies de mamíferos que viven en el área protegida, además de 50 fichas
de caracterización que resaltan a los animales más importantes por su representatividad y potencial
de observación, que estuvieron revisadas y escritas por expertos. Incluye, además, memorias y
recomendaciones para su avistamiento.

Los osos andinos y los mamíferos de Chingaza

Desde 1980 se realizaron las primeras investigaciones sobre mamíferos en el parque. En ese
momento inició un camino de descubrimientos y largas caminatas para conocer la fauna de estos
ecosistemas. Algunos de ellos, como el puma, los dejaron de avistar durante 40 años. El día que
apareció de nuevo un ejemplar de esta especie, Parra y Raigozo estaban revisando las cámaras
trampas. “Gritamos de alegría. Ya les podíamos contar a las personas que no eran leones de
montaña, eran pumas y los estábamos viendo. Recuerdo tanto ese momento que sé que el animal
tenía una orejita pellizcada”, comenta Raigozo.

En el parque habitan venados como el soche y el de cola blanca, que en las temporadas de cortejo se
les ve chocar sus cornamentas. Felinos como el yaguaroundí, el tigrillo lanudo y el ocelote,
predadores de gallinas y animales domésticos. También se pasean por las montañas de este
ecosistema nutrias y hurones, comadrejas y zorros. Vuelan en las cuevas murciélagos peludos,
lengüilargos, fruteros y orejiamarillos.

Existe una especie de armadillo, que se conoce como nueve bandas, y una de musaraña, que
nombraron como la de Thomas. Se ocultan dos especies de zarigüeyas y el conejo de páramo.
Incluso camina por los matorrales del parque el oso mielero, un animal que no posee dientes, pero sí
una lengua larga y pegajosa para alimentarse de termitas, como su primo el oso hormiguero, que
coexiste en este hábitat.

De los primates, explica Ángela, es sorprendente ver a los churucos por su tamaño y la forma en la
que mueven las ramas para demostrar su fuerza y territorialidad. En los árboles también brincan
monos ardilla, maiceros y el traficado mono llanero nocturno, una especie monógama que una vez
forma pareja se mantiene con ella toda su vida .

Además, en cuatro patas caminan roedores como el curí, el ratón montañero, el arrocero y el
colombiano de bosque. Está la lapa, una animal anaranjado y con manchas blancas que ayuda a la
dispersión de semillas, el puercoespín bicolor y el borugo, reconocido porque su carne es la más
exquisita del páramo, según los pobladores.

De acuerdo con la Lista Roja de Especies Amenazadas de la Unión Internacional para la


Conservación de la Naturaleza (UICN), solo una especie de las 101 está en peligro crítico de
extinción, cinco están en un estado vulnerable y 82 en la categoría de preocupación menor. Estas
cifras demuestran los esfuerzos de conservación que han implementado en Chingaza, aunque aún
queda mucho por hacer, coinciden los expertos.

Chingaza, un paraíso de la conservación

Esta área protegida, como muchas en el país, está rodeada de cultivos y ganaderías. Si bien se han
reducido los incendios en esta zona, hay otros temas como la convivencia entre las comunidades y
la fauna que son complejos. Según Parra, si en Chingaza es difícil, en otras zonas hay que añadir el
tema del conflicto armado y la tenencia de tierras a la lista de problemas.

Además, asegura, son figuras de conservación muy complejas, porque están impuestas y rompen
con las dinámicas de las comunidades. “Antes de estar allá criticaba muchas cosas. Cuando estuve
inmersa en el campo, entendí por qué las cosas son como son. ¿Cómo puedes hacer conservación en
un país con hambre, con problema de tierras, con deforestación y conflicto armado interno? Ese es
uno de los mayores retos. Hay que regular en vez de prohibir, y todo de la mano de la gente”,
acierta en decir Parra.

Uno de los mayores problemas en Chingaza, después del cambio climático, que conduce a la
pérdida de especies, y la cacería ilegal, son las retaliaciones de los campesinos con la fauna
silvestre. “Pero esto hay que verlo bien. Si un animal se come a dos marranos o dos vacas eso puede
afectar fuertemente la economía de un campesino, y si no hay recursos todo es más complejo.
Cuando se responde el llamado de una persona, uno tiene la posibilidad de ir y brindar ayuda o dar
recomendaciones, pero más allá de eso nada”, explica el sabedor y guardaparques.

Raigozo cree que el trabajo conjunto de los últimos años ha sido importante, pero aún queda mucho
por hacer. Por ejemplo, una forma de evitar la expansión de la frontera agrícola y ganadera es
invertir recursos en fortalecer las economías campesinas de la zona. “No es producir más, sino
mejor con lo que hay”, argumenta.

La alianza entre los saberes científicos y de las comunidades ha permitido la conservación del
Parque Chingaza tal como lo conocemos hoy. La creación de un libro como este es una forma de
vincular y empoderar a la gente, asevera González, además, es una herramienta de conservación
porque la ciudadanía entiende las problemáticas y contribuye al monitoreo que, según cuenta,
muchas veces está limitado por los recursos. “Ahora tienes más ojos documentando lo que quieres
documentar. Es un instrumento de educación en un momento de crisis de biodiversidad, como este”,
puntualiza González.
La capital del Amazonas enfrenta un serio problema por la basura

Desde hace cuatro años, no se sabe cuántas toneladas de residuos sólidos recibe por día el único
relleno sanitario de Leticia; solo hay una certeza: los líquidos que se producen en el basurero están
intoxicando las fuentes hídricas cercanas. El reciclaje parece no ser una opción en una ciudad que
debe sacarlo en avión o en barco.

Entre la densa selva del Amazonas —un departamento de más de mil kilómetros cuadrados— se
encuentra Leticia, su capital, ubicada en el extremo sur del país, sobre la ribera de uno de los ríos
más importantes del mundo. La riqueza y biodiversidad del bosque tropical que la rodea y la
cercanía con comunidades indígenas la convierten en un destino único, apetecido por muchos.

Pero no es fácil entrar ni salir de Leticia. Desde la mayor parte de las regiones del país, la única vía
de acceso es por avión. Un aspecto que implica grandes retos logísticos para una ciudad de casi
50.000 habitantes. 

Empezando por los alimentos, productos de aseo y otros bienes que necesitan quienes la habitan y
la visitan. Muchos de esos artículos provienen de Bogotá o de otras capitales del país y suelen estar
empacados en plástico. Además, los leticianos tienen un consumo de bolsas plásticas superior al
promedio nacional: mientras en el resto del país una persona requiere 24 bolsas mensuales, allí se
utilizan 36, según el Ministerio de Ambiente y el Instituto de Investigaciones Amazónicas (Sinchi).
Todo eso genera grandes cantidades de residuos sólidos y de plástico que no están siendo
dispuestos de la manera adecuada.

Y escribimos grandes, sin mayor precisión, porque uno de los principales problemas que atraviesa
Leticia es que nadie sabe la cantidad exacta de basura que ingresa a diario a El Jaguar, el único
relleno sanitario de la región. Como reconoce Claudia Dulcey, directora técnica de la Unidad de
Servicios Públicos Domiciliarios de Leticia, la única báscula que se utilizaba para pesar los residuos
no funciona desde hace cuatro años.

“En el Plan de Gestión de Residuos Sólidos (PGIR) anterior dice que producimos 19 toneladas de
residuos sólidos. Hubo un mes, el año pasado, que la báscula funcionó y nos arrojaba pesajes de 26
toneladas”, señala Dulcey, quien advierte que esos registros no son útiles, ya que se requieren los
datos históricos y que sin esta información la actualización de PGIR que se adelanta no servirá.
Además, porque se debe conocer la carga que se le está imponiendo al relleno sanitario.

A la ausencia de estos importantes datos se suma que en Leticia no hay una separación de residuos,
pues “llega de todo al relleno”, dice Dulcey. El reciclaje, que de por sí en Colombia es bajo, ya que
solo se aprovecha el 17 % de las basuras, según datos del Ministerio de Ambiente para 2020, es
una “utopía” en Leticia, como lo califica Andrés Losada, fundador de Amazonas Sin Límite, la
única organización de recicladores formales de la región.

Tanto Dulcey como Losada afirman que la falta de cultura ciudadana es uno de los principales
obstáculos para que los leticianos reciclen. Sin embargo, el segundo, quien lleva más de once años
trabajando en este sector, señala otras problemáticas que hacen de este trabajo una odisea.

Además de tener que trabajar con un presupuesto limitado, porque carecen de apoyo estatal, en
Leticia no hay una planta de aprovechamiento para el plástico, cartón y poliestireno expandido
(o icopor, como se le conoce comúnmente) que recuperan. Por esta razón, Amazonas Sin Límite
debe sacar por avión o barco el material acopiado, lo que eleva los costos del trabajo.
Afortunadamente, dice Losada, desde hace un par de años tienen el apoyo de la Fuerza Aérea
Colombiana (FAC) que, de manera gratuita, traslada los materiales compactados a plantas de
tratamiento en Bogotá y Medellín.

Durante el último año, Losada asegura que la Fundación logró evacuar más de cien toneladas de
estos materiales. Si tomamos como base las 19 toneladas diarias de residuos sólidos que entran a El
Jaguar, según el PGIR vigente, pero desactualizado, Leticia estaría reciclando apenas el 1,4 % de
las basuras, una cifra doce veces menor al promedio nacional.

Lixiviados, una calamidad pública


Si bien en el relleno sanitario no saben con precisión la cantidad de basura que entra, sí tienen clara
una cifra preocupante: los lixiviados que el basurero vierte sobre la quebrada Beatriz, que son
líquidos que “suelta” la basura una vez es compactada. La mezcla que resulta suele ser altamente
tóxica, por lo cual la normativa nacional establece una serie de procesos que se deben llevar a cabo
para descontaminarla antes de que entre a las fuentes hídricas. Pero, varios problemas de
infraestructura, así como falencias en las máquinas utilizadas para este proceso, impiden que El
Jaguar remueva la carga contaminante como exige la ley.

Según la Resolución 631 de 2015 del Ministerio de Ambiente, la disposición legal más reciente
sobre el tema, la remoción de los contaminantes debe ser del 90 % o superior. Pero, cuatro análisis,
realizados entre 2016 y 2020, evidenciaron que la remoción de carga contaminante en esta quebrada
tuvo registros del 20 % al 80 %, resultando en un promedio del 59,5 %; es decir, poco más de la
mitad de lo que exige la norma.

Por eso, la Unidad de Servicios Públicos Domiciliarios de Leticia le solicitó a la Alcaldía que
declarara la calamidad pública en el municipio “ante el riesgo que conlleva no manejar
adecuadamente la disposición de residuos sólidos urbanos”. La petición fue aceptada un día después
y se establecieron medidas para atender la emergencia generada, entre esas, una serie de muestreos
para analizar la carga contaminante entre octubre de 2021 y marzo de este año.

Otra de las determinaciones tomadas por la Alcaldía es la ampliación de El Jaguar, una obra que
iniciará en marzo de este año. Por su parte, Dulcey advierte que ya están adelantando los procesos
de contratación para mejorar la prestación del servicio, incluido el arreglo de la báscula.

Losada, a su vez, le hace un llamado al gobierno local, regional y nacional para que apoyen
iniciativas como la suya. Asegura que con inversión del sector privado, una fundación como
Amazonas Sin Límite podría reciclar cerca de 300 toneladas por mes, además de generar más de
cien trabajos directos. Dice que no se trata solo de un tema ambiental, sino también de generación
de oportunidades en una ciudad donde, bromea, “la única industria que hay es Gaseosas Leticia, una
de las embotelladoras de Coca-Cola más pequeñas del mundo”.

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