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La humanidad, homínidos frágiles dotados de la ilusión del lenguaje; nómadas por

naturaleza, sedentarios por el lastre de la razón, todo lo que configura nuestra


especie en la actualidad se deriva del más grande hallazgo que el tiempo nos ha
ofrecido; la agricultura es lo que somos y a través de ella hemos moldeado nuestro
mundo hasta los límites cosechados tras 10 milenios. En la actualidad la
agricultura continua siendo la base fundamental para el desarrollo autosuficiente
de las naciones, el surgimiento de los modelos económicos contiene como pilar
fundamental esta práctica; debido a la globalización de los mercados y los poderes
supraestatales, la fuente misma del bienestar que hoy conocemos comienza a
transformarse vertiginosamente, modificando así la estructura social es un hecho
sin precedentes; gracias a el empleo de los derivados del petróleo, la humanidad
ha logrado manipular el tiempo de las cosechas, su productividad y su capacidad
de siembra sin importar la aridez de la superficie que se somete a los
monocultivos, desencadenado una agricultura sintética, sometida a un auge
artificial.

El empleo de combustibles fósiles ha sometido a la humanidad bajo su propio


confort a una carrera por saciar todo deseo inmediato sin importar el costo, pues
su capacidad de poder capturar el tiempo y hacerlo maleable gracias a el empleo
del petróleo ha provocado un cambio abrupto en su visión del cosmos,
clausurando los vínculos de su propia especie con sus raíces nómadas y a su vez
toda correlación armónica con su entorno.

Estos combustibles fósiles se producen por las plantas y animales prehistóricos


sometidos a presiones geológicas; a su vez los hidrocarburos se constituye por
diversos compuestos que en su mayoría serán Hidrogeno y carbono. El empleo
los hidrocarburos y todos los derivados del petróleo para la fabricación de más de
80.000 productos distintos, empleados en nuestra vida cotidiana, tiene como
consecuencia un gran volumen de gases liberados a la atmosfera, siendo estos
uno de los principales causantes del efecto invernadero; sin embargo, no solo su
emisiones generadas por su uso son las únicas consecuencias nocivas, pues al
hacer un seguimiento en las zonas en las cuales se efectúan tanto las
exploraciones por las cuales se pretenden identificar los posibles yacimientos,
como su posterior explotación, producen un detrimento de las condiciones
ambientales en las regiones intervenidas; captando y contaminando los recursos
acuíferos los cuales son indispensables para el enfriamiento de la maquinaria
empleada en la en la exploración y extracción; a su vez el manejo de los residuos
estipulado por la Guía de manejo ambiental para proyectos de perforación de
pozos de petróleo y gas, elaborado por el ministerio del medio ambiente en el año
1999; da completa libertad a las empresas para que extraigan las materias primas
del subsuelo y se deshagan de los residuos contaminantes, mediante incineración
a cielo abierto, perpetuando la destrucción en las regiones desde la exploración
con el trepano, hasta la explotación mediante las bombas de balancín.

Aun cuando la postura frente a estos hechos facticos resulta inmutable para
Ecopetrol, pretendiendo que tales daños ambientales no existen como efecto de
sus acciones, resulta imposible encubrirlas en el presente, pues el desastre
ambiental del Casanare junto con antecedentes a este como las exploraciones
conocidas como el lorito 1, en el Guamal, Meta; en las cuales previa a la
exploración se desconoció el descontento de las comunidades, aun cuando estas
recurrían a vías legales como el derecho de petición interpuesto por la corporación
Cormacarena para establecer cuál sería el impacto de tales obras, obteniendo
respuestas vagas y ambiguas por parte de la empresa; también, posteriormente a
la explotación se intentó encubrir la contaminación de los afluentes,
desconociendo su responsabilidad respecto a los vertimientos de crudo y otros
residuos de alta toxicidad.

El desastre ecológico en Paz de ariporo, Casanare; pone en evidencia la decidía


estatal para el cuidado del medio ambiente, haciendo a un lado la normativa
vigente para su protección, a través de manipulación de los mecanismos jurídicos,
permitiendo así a las empresas interesadas en la extracción de recursos una gran
capacidad de intervención sin una vigilancia real al impacto ambiental, pues sus
conductas cuentan con la complicidad de los organismos estatales de control; en
casos concretos como la Agencia Nacional de Licencias Ambientales (ANI), la
cual valiéndose de una legislación que aun cuando abundante, resulta lánguida e
ineficaz por su permisividad y ambigüedad, ha otorgado licencia que a todas
luces, demuestran una ausencia absoluta de estudios previos desde la entidad
pública, aceptando los resultados de los estudios elaborados por las empresas
que aspiran a obtener los permisos, cubriéndolos bajo parámetros oficiales sin
hacer una revisión detallada de estos.

Así pues el impacto ambiental que ha cobrado la vida de aproximadamente 20 mil


animales, dejando la especie de roedor más grandes del planeta, llamada
Hydrochoerus hydrochaeris conocida comúnmente como chigüiro o capibara, al
borde de la extinción en la región norte de Suramérica, como consecuencia de la
desviación de los caudales de agua, para alimentar las exigencias de la
explotación. Esta desviación de los recursos hídricos que en principio parecería
ilegal, resulta estar sustentada por el artículo 7 del Decreto 2655 de 1988,
conocido como código de minas, bajo el cual se establece que la explotación de
los recursos minero energéticos podría disponer de los recursos conforme a que
estará basada en una declaración de utilidad pública o interés social, concibiendo
de tal modo no solo la expropiación de las minas ilegales, sino también la
captación de recursos por parte de estas, cuando pertenezcan al estado; en
contraposición el artículo 9 del Decreto 2655 de 1988, conocido como código de
minas, en su señalamiento de las zonas restringidas para la minería, impide
adelantar trabajos de prospección, exploración o explotación por constituirse como
zonas de reserva natural.

Es menester pues de las empresas implicadas, conforme a sus derechos


adquiridos mediante las licencias ambientales sobre las explotaciones en el
Casanare, proteger todos los recursos hídricos en los cuales tenga incidencia a
través de su intervención, en consonancia con el Decreto 2811 de 1974 por el cual
se decretó el Código Nacional de Recursos Naturales Renovables y de Protección
al Medio Ambiente; conforme su artículo 39, determinado los siguientes
parámetros para el uso de aguas en el tratamiento de recursos minerales:
a) El uso de aguas en el beneficio o el tratamiento de minerales, de modo
que su contaminación no impida ulteriores usos de las mismas aguas, en
cuanto estos fueren posibles;

b) El destino que deba darse a las aguas extraídas en el desagüe de minas;

c) El uso de aguas en la exploración y explotación petrolera, para que no


produzca contaminación del suelo ni la de aguas subterráneas;

d) El uso de aguas utilizadas para la recuperación secundaria de yacimientos


de hidrocarburos o gases naturales, para que no produzcan riesgos o
perjuicios ambientales;

e) Trabajos graduales de defensa o de restauración del terreno y de


reforestación en las explotaciones mineras a cielo abierto, en forma que
las alteraciones topográficas originadas en las labores mineras;

Conforme a esto se constata como la Corporación Autónoma Regional de


Orinoquia obedeciendo a los mandatos de las petroleras, dedico sus esfuerzos en
satisfacer los requerimientos de estas, olvidando por completo las necesidades
regionales del consumo de agua y el cuidado de los recursos, al permitir la
desviación de los diversos afluentes.

La explotación petrolera en Casanare es efectuada por Ecopetrol, Geo Park,


CepColsa, Petrominerales, New Granad, Parex y Pacific Rubiales, teniendo todas
ellas incidencia en el desastre ambiental, pues cada una de ellas ha sido
beneficiaria tanto de las decisiones tomadas por la sometida Corporación
Autónoma Regional de Orinoquia como también por El Gobierno Central,
configurando una postura reiterada en la cual se vislumbra una intervención
foránea de la soberanía, pues de las anteriores 7 compañías anunciadas, solo 1
es colombiana, haciendo evidente como las políticas públicas resultan diseñadas
por intereses extranjeros, legitimadas a través de los órganos estatales internos.

Se debe tener en cuenta que no solo la explotación petrolera ha sido el causante


del desastre ecológico del Casanare, pues también existe una gran
responsabilidad en los grandes monocultivos de biocombustibles tales como los
cultivos de palma, además de la tala indiscriminada de los bosques primarios para
expandir una ganadería excesiva. Todos estos factores requieren grandes
volúmenes hídricos, tomando en su totalidad todos los afluentes ofrecidos por los
páramos; sumado a ello, la exploración sísmica empleada por las empresas
petroleras, tiene como consecuencia el agrietamiento de la tierra, filtrando así las
aguas lluvias las cuales resultan ser la última alternativa de las especies de flor a
y fauna nativas en la región para sobrevivir a la debacle ambiental; esta
exploración sísmica consiste en un método a través del cual se emplean ondas
sísmicas para encontrar yacimientos de recursos primarios, presentes en el
subsuelo.

La exploración sísmica es una técnica bastante eficaz, pues las ondas viajan a
velocidades diferentes a través de la corteza terrestre; al determinar las diferentes
velocidades, los geólogos pueden establecer que capas pueden ser perforadas y
a que profundidad; el problema de esas exploraciones, cuando son realizadas en
tierra firme, radica en su afectación al nivel freático de las aguas, pues las
explosiones generan agrietamientos e inestabilidad del suelo, creando túneles por
los cuales se filtrará el agua de los pozos que sirven como bebederos para los
animales; dejando así en entredicho los supuestos esfuerzos realizados por
Ecopetrol para obtener su reconocimiento por la norma ISO 14000, que expresa
cómo establecer un Sistema de Gestión Ambiental (SGA) efectivo; la cual ante las
evidencias actuales demostraría una búsqueda de la empresa por dar una imagen
que no corresponde con la realidad. Adicional a lo anteriormente expuesto se
observa como la responsabilidad social de dichas multinacionales en la región
resulta inexistente, pues además de la destrucción masiva del entorno, no se
observa ninguna inversión en obras públicas que contribuyan a un desarrollo
social para la comunidad afectada.

Frente a estas faltas sistemáticas, resulta pertinente evaluar la conducta del


ministerio de minas, el cual durante los mandatos tanto del gobierno Uribe como
Santos, además de su laxitud para la prevención y reparación de los diversos
acontecimientos que pudieron haber sido decretados calamidades públicas; han
mostrado una postura clara y férrea, orientada a una búsqueda de adjudicar todo
el territorio nacional para la explotación extranjera, tal como se evidencia en las
declaraciones hechas por el profesor de la Universidad del Valle Mario Pérez, en
la publicación “Pesadilla Ambiental” de la revista semana el 29 de marzo de 2014:
“hay una clara relación entre la cantidad e intensidad de los conflictos ambientales
y el modelo de desarrollo extractivo de los últimos gobiernos”. En su informe se
evidencia el aumento vertiginoso de la adjudicación de títulos mineros, pasando
de 2.000 a 8.000, repartiendo estos en una desquiciada feria para la cual no se
tenía en cuenta las condiciones de los lugares, entregando títulos en parques
nacionales, zonas de paramo y humedales; empujando a la nación a una crisis
ambiental irreparable.

Es tan descabellada la situación que diversos investigadores han denunciado


internacionalmente la situación, como es el caso del explorador Wade Davis, que
no ha dudado en afinar que “una mina en el Apaporis es como construir un pozo
de petróleo en la Capilla Sixtina”; a su vez en la publicación de el diario El País el
21 de febrero de 2014, en su artículo La mala nota ambiental; informa sobre la
caída de Colombia de 75 puestos en el índice de medición ambiental en solo 4
años, pasando del puesto 17 en el año 2010 a el puesto 27 en el 2012 y
posteriormente a el puesto 85 en el 2014. Una muestra latente de la desidia oficial
se puede constatar a través del estudio titulado Atlas Global de Justicia ambiental,
patrocinado por la unión europea, en el cual se observa como Colombia por su
posición geográfica dentro de los 1.000 conflictos ambientales más relevantes que
se gestan para el año 2014 en todo el planeta, Colombia es el epicentro de 72;
ocupando el segundo puesto, solo superada por la india con 102.

Esta conducta estatal no es más que un atropello a la legalidad, pues el desarrollo


económico a costa del desarrollo humano, suprime los fundamentos
constitucionales sobre los que se erige La Nación Colombiana, tal como lo
consagra el artículo 79 de la constitución nacional:
“Todas las personas tienen derecho a gozar de un ambiente sano. La Ley
garantizará la participación de la comunidad en las decisiones que puedan
afectarlo. Es deber del Estado proteger la diversidad e integridad del
ambiente, conservar las áreas de especial importancia ecológica y fomentar
la educación para el logro de estos fines”.

Este articulo inherente al derecho a la vida, determina que solo puede ser
sustentable la protección a este derecho fundamental bajo condiciones básicas en
las cuales el medio ambiente pueda proporcionar unos mínimos, que resultan
abiertamente violentados por las políticas de gobierno, el cual a causa de su
carente capacidad de desarrollar una economía auto sostenible, ampara la
producción de su producto interno bruto a la perpetuación de un modelo
económico basado en la exportación de materias primas y recursos energéticos,
anulando todo desarrollo de diversas fuentes de producción interna, alimentadas
por las mejoras educativas, para su posterior implementación en el desarrollo de
tecnologías; conforme a esto se pueden comprender mejor las incisivas razones
del gobierno Uribe por estandarizar la educación nacional, propendiendo por una
menor ingreso al mercado laboral de profesionales, a través de la des
estimulación financiera a la educación superior, redirigiendo parte de estos
recursos a educación técnica que pueda ser útil al modelo de economía primaria.

La carta magna de 1991 consagra el principio del medio ambiente como


patrimonio común, por medio de la imposición al estado de, por ende a sus
ciudadanos, de la obligación de proteger las riquezas culturales y naturales. Este
principio es desarrollado mediante los siguientes artículos constitucionales:

Artículo 8: “Es obligación del Estado y de las personas proteger las riquezas
culturales y naturales de la nación.”; conforme a este artículo, el desastre
ambiental del Casanare resulta en una prueba irrefutable de prevaricato por parte
del poder ejecutivo; pues los planes de gobierno resultan flagrantemente
contrarios al espíritu normativo anteriormente citado.

Artículo 58: En este se hace referencia a la función ecológica de la propiedad, por


tal razón la adjudicación de títulos otorgados a Ecopetrol, Geo Park, CepColsa,
Petrominerales, New Granad, Parex y Pacific Rubiales, estarían viciados de
nulidad al constatar que el los requisitos de estos podrían ser contrarios a la
norma superior.
Artículo 63: Determina que  “Los bienes de uso público, los parques naturales, las
tierras comunales de grupos étnicos, las tierras de resguardo, el patrimonio
arqueológico de la Nación y los demás bienes que determine la Ley, son
inalienables, imprescriptibles e inembargables .”; por tal motivo resulta necesario
determinar si las explotaciones petrolíferas concretamente en el Casanare y por
ende en todo el territorio nacional, cumplen con los requisitos básicos,
determinados por este artículo.

artículo 95: Es menester de todo ciudadano Colombiano, conforme al numeral 8°


del artículo en cuestión la protección y conservación de un ambiente sano,
correlacionando tal mandato constitucional con el artículo 8, sin embargo bajo el
manto del artículo 95 se determina como un deber constitucional inherente a la
nacionalidad; por tanto, las posturas colectivas no pueden corresponder a una
solidaridad fatua, pues en razón del cumplimiento constitucional, toda la población
nacional debe exigir la restitución e indemnización por parte de las empresas
implicadas en la calamidad ocurrida en Paz de ariporo.

El desarrollo sostenible es también otro punto esencial dentro del análisis de la


situación presentada, pues conforme a este concepto de desarrollo económico, se
plantea un equilibrio bajo el cual el auge económico evolucione a la par del
bienestar social y la calidad de vida; por tanto, dicho desarrollo económico no
podrá agotar las bases de los recursos renovables necesarios para sus sustento,
o suprimir los recursos no renovables, pues estaría privando a las generaciones
futuras de un ambiente sano. La constitución nacional también se da a la tarea de
proteger y fomentar un desarrollo sostenible mediante el siguiente articulado:

Artículo 80: “El Estado planificará el manejo y aprovechamiento de los recursos


naturales, para garantizar su desarrollo sostenible, su conservación, restauración
o sustitución. Además, deberá prevenir y controlar los factores de deterioro
ambiental, imponer las sanciones legales y exigir la reparación de los daños
causados. Así mismo, cooperará con otras naciones en la protección de los
ecosistemas situados en las zonas fronterizas.”; Conforme a esto, es una
obligación del estado hacer cumplir la norma a través de las sanciones pertinentes
a las empresas responsables además de obligarlas a reparar por completo todos
los daños causados.

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