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(Continuación)
— Voy á hacer llamar al gobierno civil para que nos metidos en ellos, pero no me place la fácil diversión
manden á los inspectores Aldao y Mocho; lo mejor que atascar las cárceles de gente inofensiva. ..
tenemos en el cuerpo de policía. El señor ministro me miró con sorpresa, pero no P
—• A propósito, señor ministro; si usted me pusiera dio su gravedad. „
en comunicación con. el señor gobernador de Madrid, — Perfectamente, señor Wallace. El go^i^^^^.,*; ¡j^a
no tendría porqué distraer á usted más de sus queha- majestad confía en el completo éxito de la nobiUS
ceres. ¿No le parece? misión que se ha^ impuesto y hace constar por mi ^
— Ah, no — replicó con gesto de e x t r a ñ e z a ; — a q u í ducto el profundo agradecimiento con que ^^^^^ ^nla
soy yo la primera autoridad y yo lo dispongo todo. esfuerzos eñ pro del bienestar de la patria ^^P^^T-jé
Además, al gobernador se le ha muerto un muchacho hoy encarnado en su joven rey y en la incompara
estos días y no está para nada. princesa que va á compartir el trono con él.
Mi objeto que, como comprenderán los lectores, era El señor ministro saludó ceremoniosamente, ^'^^ .^_
ver si la segunda autoridad de Madrid estaba menos tisíecho de sí mismo, sin duda, y volvió P^'®*^'Pj ^gg-
atareada que la primera en la preparación de los fes- mente á sus quehaceres, que le esperaban en el
tejos reales, se vio burlado por la fatalidad. pacho contiguo, según se dignó decirnos. ^^^
— Esperen ustedes, pues, — añadió el señor ministro Un portero nos condujo por unos pasillos ostre •
dirigiéndose al secretario de la embajada inglesa y á y sombríos á otro más amplio y salimos á la calle eí
mí — á que lleguen los inspectores de. policía. cretario de la embajada, los dos inspectores y yo-