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HISTORIA DE

DIRECTOR
MIGUEL ARTOLA
AUTORES
Martín Almagro Gorbea 1 Víctor Alonso Troncoso 1 Joaquín Álvarez Barrientos /Isidro Bango Torviso
Ma nuel Bendala Galán 1 Antonio Miguel Berna! Rodríguez 1 Roberto Blanco Valdés 1 Fernando Checa C rem ades
l•o.II ICisco Comín Comín 1 Friedrich Edelmayer 1 Javier Espiago 1 Joaquín Fernández Pérez 1José Ignacio Fortea Pérez
Juan Pablo Fusi Aizpurúa 1José Ángel García de Cortázar y Ruiz de Aguirre 1 Juan Eloy Gelabert González
Miguel Ángel Ladero Quesada 1 Julio Antonio Pardos Martínez 1 Manuel Pérez Ledesma
Juan Pimentellgea 1 José María Portillo Valdés 1 Fernando Puell de La Villa 1 Fernando Quesada Sanz
José Manuel Sánchez Ron 1 Álvaro Soto Carmona 1 Carlos Thiebaur Luis-André 1 Jorg Perer Tugendmann

COO RD 1NADO R
JULIO ANTONIO PARDOS MARTÍNEZ
ESP ASA &: FÓRUM

© Martín Almagro-Gorbea, Víctor Alonso Troncoso, Joaquín Álvarez Barrientos, Isidro Bango
Torviso, Manuel Bendala Galán, Antonio Miguel Berna] Rodríguez, Roberto Blanco Valdés, Fer-
nando Checa Cremades, Francisco Comín Comín, Friedrich Edelmayer, Javier Espiago, Joaquín
Fernández Pérez, José Ignacio Fortea Pérez,Juan Pablo Fusi Aizpurúa, José Ángel García de Cor-
tázar y Ruiz de Aguirre, Juan Eloy Gelabert González, Miguel Ángel Ladero Quesada, Julio Anto-
nio Pardos Martínez, Manuel Pérez Ledesma, Jiirg Peter Tugendmann, Juan Pimentel lgea, José PRESENTACIÓN
María Portillo Valdés, Fernando Puell de La Villa, Fernando Quesada Sanz, José Manuel Sánchez
Ron , Alvaro Soto Carmona, Carlos Thiebaut Luis-André, 2007

© Director de la obra: Miguel Artola, 2007


© Fundación Colegio Libre de Eméritos Universitarios, 2007
© Espasa Calpe, S. A., 2007
E1 Colegio Libre de Eméritos ha promovido, a lo largo de los últimos tres
años, la realización del ambicioso proyecto historiográfico que le fue propues-
Diseño de colección: Tasmanias to por el profesor Miguel Artola, siendo presidente de su patronato Rodolfo
Diseño de cubierta: Mas!gráfica Martín Villa. Este proyecto consiste en la redacción y publicación, en parale-
Ilustración de cubierta: Oronoz, Espasa, Bridgeman/Index
Ilustraciones de interior: Archivo Espasa, AGE Fotostock, Bridgeman/ lndex, Getty lmages,
lo, de dos libros de contenido diferente pero con un propósito similar: por un
Oronoz, Prisma, SAC lado, una Historia de Europa en dos volúmenes, dirigida por el propio profe-
sor Artola con la colaboración de otros veintisiete especialistas; y por otro, un
libro ilustrado, con un texto del director del libro anterior e imágenes comen-
Esta obra ha sido publicada con una subvención de la Dirección General del Libro, Archivos y
tadas por los autores que han participado en aquel. La obra que ahora se pu-
Bibliotecas del Ministerio de Cultura, para su préstamo público en Bibliotecas Públicas, de
acuerdo con lo previsto en el artículo 37.2 de la Ley de Propiedad Intelectual blica, en coedición del Colegio Libre de Eméritos y Espasa Calpe, es la que
corresponde al primero de los libros mencionados.
Cuando el Patronato del Colegio Libre de Eméritos se propuso ofrecer al
público de lengua española una visión de la historia de Europa de estas carac-
Depósito legal: M. 48.460-2007
terísticas, era consciente de la dificultad de la tarea. Solo con la competencia y
ISBN (Tomo 1): 978-84-670-2630-6 la autoridad de un gran historiador como el profesor Miguel Artola podía
ISBN (Obra completa): 978-84-670-2626-9 abordarse esta empresa intelectual, que implicaba la coordinación de un nu-
meroso grupo de historiadores y la fijación de unas directrices comunes a to-
Reservados todos los derechos. No se permite reproducir, almacenar en sistemas de recuperación
dos ellos en cuanto al método y los temas a tratar. El Patronato del Colegio
de la información ni transmitir alguna parte de esta publicación, cualquiera que sea el medio em- Libre de Eméritos estuvo en todo momento informado de las vicisitudes del
pleado -electrónico, mecánico, fotocopia, grabación , etc.-, sin el permiso previo de los titula- proyecto y desea agradecer tanto al profesor Miguel Artola, director del mis-
res de los derechos de la propiedad intelectual. mo, como a los especialistas y autores de los veinticuatro capítulos del libro,
su valiosa contribución.
Espasa, en su deseo de mejorar sus publicaciones, agradecerá cualquier sugerencia que los lecto-
res hagan al departamento editorial por correo electrónico: sugerencias@espasa.es. La orientación esencial de esta obra consiste en narrar, más allá de la cro-
nología, la evolución a largo plazo y a grandes rasgos de las principales insti-
tuciones, ideas, técnicas y sistemas de organización política, social y económi-
Impreso en España 1 Printed in Spain ca que sucesivamente han constituido el entramado de nuestra civilización a
Impresión: Huertas, S. A.
lo largo de más tres milenios. La obra no olvida la decisiva influencia de los
individuos más eminentes.
Editorial Es pasa Cal pe, S. A. Europa tiene hoy el gran reto de su redefinición, al compás de la reorga-
Complejo Ática- Edificio 4 nización de las instituciones de la Comunidad creada hace justo cincuenta
Vía de las Dos Castillas, 33
años con el fin de evitar nuevas guerras y conflictos entre los países del conti-
28224 Pozuelo de Alarcón (Madrid)
HISTORIA DE EUROPA

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lllicnzan cuando tratamos de hallar una definición concisa que sea satisfacto-
HODGETT, G. A., Historia soeza! y económica de la Europa Medieval, Madrid, 11)/11
HUPPERT, G., Le bourgeois gentilhomme, Chicago, 1977. tlll para todos. En último extremo, en la cuestión intervienen tantos prejuicios

LABATUT, ]. P., Les noblesses européennes: de la fin du xve siécle d la /in du XI' I//' 11'' t•mánticos e ideológicos, y el concepto entra tanto en el terreno de la Antro-
París, 1978. pología e incluso de la Filosofía, que resulta difícil llegar a una solución ade-
LE ERAS, G., y GAUDEMET,]., Le gouvernement de l'Église d l'époque classiqur, l'11tl• l i!Hda. A efectos de este capítulo, consideraremos que la guerra es un conflic-
1979. to entre dos colectivos organizados, en el que al menos una de las partes
MAYEUR, ]. M., y otros, Histoire du christzanisme des origines d nos jours, tol\'~ IV lutsca doblegar la voluntad de la otra mediante la aplicación de la violencia
París, 1993.
wnduada, y así obtener resultados -de carácter económico, político o ideoló-
MEYER, J., Nobles se et pouvoirs dans l'Europe de l'Ancien Régime, París, 197 3, ~ok- que afectan a la colectividad, entendiendo como tal fundamentalmente
MOUSNIER, R., Les institutions de la France sous la Monarchie Absolue, París, 1'>7·1 , l11de los hombres con capacidad de decisión en la sociedad.
Nrccou, 0., I sacerdote, i gueriem; i contadini. Storia di un'immagine della .WI/1'1.1, MI
lán, 1979. Tal definición permite incluir conceptos como el bellum privatum entre
PARKER, G., La revolución militar: innovación militar y apogeo de Occidl'nlr•. 1H ¡t'll/es de la Roma primitiva o las masivas acciones piráticas de los cilicios en
1800, Madrid, 2002 . t•l siglo I a. C. o los raids vikingos del siglo IX d. C., e incluso permite acoger la
POUND, N., The Medieval City, Westport, 2005. debatible- definición de 'guerra prehistórica', ya que excluye el a su vez
RóSENER, W., I contadini nella Storza d'Europa, Bari, 1995. 1M pinoso término 'Estado' que muchos consideran imprescindible para poder
SCOTT, H. M. , The European Nobilities, 2 vols., Londres, 1995. ltnblar de guerra en sentido preciso, pero que resulta de definición tan com-
SCOTT D!XON, C., y SCHORN-SCHÜTTE, L., The Protestan! Clergy of Earlv fllp¡/, plt.:ja o más que la del propio término a definir.
Europe, Nueva York, 2003.
Habremos de limitar el marco cronológico y geográfico al período que
STONE, L., An Open Elite? England, 1540-1880, Oxford, 1984.
mmienza con la aparición en Europa de las primeras «armas blancas» dise-
VAN BATH, S., Historza agrarza de la Europa Occidental, Barcelona, 1974.
WEBER, M., Economía y sociedad, 2 vols., México, 1964.
lludas ex profeso para la guerra -esto es, las espadas-, por oposición a las
qtte tienen otras funciones, como la caza. La definición del DRAE de «arma
hlunca» como «la ofensiva de hoja de hierro o de acero, como la espada» re-
~ la en exceso restrictiva en lo que se refiere al material, ya que las primeras
l'Spadas de hierro imitan en todo a sus predecesoras de bronce. Ahora bien,
lus primeras espadas de bronce aparecieron, y no es un fenómeno casual, en
(:l'cla y Grecia continental en la primera mitad del II milenio a. C., en el con-

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HISTORIA DE EUROPA LA GUERRA CON ARMAS BLANCAS

texto de las sociedades palaciales minoica y micénica, que cuentan con la ma- mesticado el caballo, fortificaban la mayoría de su hábitats y fabricaban ar-
yoría de los atributos que se consideran necesarios para hablar de 'Estado', mas destinadas en exclusiva a la guerra -sobre todo, espadas y escudos-.
como una burocracia al servicio del poder que emplea la escritura, un núcleo Estos pueblos desarrollaron jefaturas y estados complejos con uso de es-
de fuerzas militares semipermanentes y un aparato ideológico e iconográfico critura, o fueron vecinos -aliados o enemigos según la ocasión- de pue-
al servicio del poder. En consecuencia, la aparición y desarrollo de armas con- blos que la emplearon . La mayoría de ellos nos han legado documentación
cebidas para la guerra -espadas, pero también el carro de guerra, la coraza escrita relevante, más allá de la puramente arqueológica, para comprender
metálica y otros elementos- viene en Europa ligada al desarrollo de un apa- la guerra en toda su complejidad, desde la producción de armas a la ideo-
rato de tipo estatal, capacitado para dotar de un verdadero contenido «orga- logía.
nizativo» (otro elemento clave en la definición que hemos propuesto) a la A su vez, y por oposición a los que guerrearon en Europa a partir de 1500 d. C.,
actividad bélica. todos estos pueblos emplearon armas manejadas exclusivamente por acción
Muchos de los elementos que configuran los centros de poder minoicos y muscular humana o animal, o propulsadas por elementos mecánicos no basa-
micénicos -en realidad, el mismo concepto de sociedad palacial- proceden dos en la expansión de gases de la pólvora. Aunque entre 1350 y 1850 d. C. el
de Oriente Próximo, donde surgieron los primeros estados y por vez primera desarrollo de las armas de pólvora fue lento, su propia existencia fue cam-
se generalizó la guerra entre ellos, por lo que en ocasiones nos veremos en la biando el arte de la guerra de manera irreversible y decisiva, muy gradual-
necesidad, para comprender el desarrollo en Europa, de acudir a precedentes mente hasta 1500, de forma muy acusada desde entonces.
y prototipos en Egipto y el Oriente Próximo. Es, pues, posible definir una serie de elementos comunes que condicio-
En el otro extremo de la horquilla cronológica que tratamos se encuentra naron el desarrollo de la guerra en Europa en esos tres mil años. Se pueden
la aparición de las armas de fuego. Aunque los primeros cañones, artefactos sistematizar y resumir del siguiente modo.
todavía muy ineficientes, aparecieron en las primeras décadas del siglo XIV,
fue solo hacia 1500 cuando comenzaron a ejercer una influencia significativa
en la guerra en casi todas sus facetas: logística, guerra de asedio y naval, e in- El armamento y el combate individual
cluso, con el rápido desarrollo de las armas de fuego portátiles, en las batallas
campales. l. Las principales armas empleadas eran letales solo en el combate
cuerpo a cuerpo o a una distancia tan corta (menor de veinticinco metros)
que implicaba el contacto físico inmediato entre los combatientes.
CONSTANTES EN LA GUERRA CON ARMAS BLANCAS EN EUROPA 2. Las armas arrojadizas portátiles disponibles -jabalina, arco simple,
arco compuesto, honda, eventualmente la ballesta- tenían, aunque el alcance
En el período que hemos acotado, más de tres mil años de historia, se teórico máximo fuera muchísimo mayor, un alcance efectivo no mayor de
sucedieron primero en la cuenca mediterránea, y luego también en el resto ciento cincuenta metros en condiciones reales de campaña.
de Europa, culturas y civilizaciones que, pese a ser unas lógico desarrollo de 3. Como consecuencia, el área letal del campo de batalla no tenía una
otras -incluso en los períodos de mayor ruptura y cambio-, abarcaron te- profundidad total mayor de trescientos metros, salvo excepciones muy con -
rritorios de muy distinta extensión, gobernaron poblaciones de muy variada cretas. Fuera de dicha zona cualquier individuo podía considerarse razonable-
magnitud, contaron con estructuras políticas extremadamente variadas y em- mente a salvo.
plearon recursos económicos muy dispares. En consecuencia, sus formas de 4. Tanto las armas de combate cuerpo a cuerpo como las arrojadizas
entender y hacer la guerra presentan una desalentadora variedad que parece- podrían contrarrestarse con razonable efectividad mediante corazas, cascos,
ría hacer inútil cualquier intento de síntesis. Y sin embargo no solo tal síntesis grebas y sobre todo escudos.
ha de ser posible, ya que abarca un espacio y un tiempo definidos y unos 5. El manejo de cualquiera de estas armas -arrojadizas o no, ofensivas
acontecimientos y procesos reales, susceptibles de análisis, sino que es tam- o defensivas- exigía acondicionamiento físico y entrenamiento. Cualquier
bién posible definir una serie de constantes bélicas comunes a todo el período, combatiente entrenado en el manejo de sus armas ofensivas, y acostumbrado
que justifican la denominación de «guerra con arma blanca» en una perspecti- a moverse con las armas defensivas que llevara, estaba en una ventaja inmensa
va de longue durée. con respecto a un combatiente sin entrenamiento o acostumbrado solo al uso
Por oposición a los cientos de miles de años anteriores, los pueblos que de utensilios domésticos o de armas de caza. A diferencia de un mosquetero,
se vieron envueltos en guerras en Europa entre 1500 a. C. y 1500 d. C. eran que puede ser entrenado con eficacia razonable en muy pocas semanas, entre-
productofes agrícolas y ganaderos que generaban excedentes, habían do- nar a un arquero o espadachín eficiente era labor de años.

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HlSTOlUA DE EUROPA LA GUERRA CO N ARMAS BLANCAS

El combate colectivo y las tácticas Enfrentamientos tardomedievales con campos de batalla bien conocidos y
con veinte a veinticinco mil hombres por bando, como Towton (1415), se
6. La movilidad táctica y operacional de los ejércitos se basaba exclusi libraron en un frente menor de ochocientos a mil metros; algunas batallas
vamente en la capacidad muscular de los hombres y, en su caso, de sus mon campales de época griega arcaica se libraron probablemente en espacios no
turas -solo caballos en el caso de Europa-. Aunque se podían pedir esfuer· mayores que un campo de fútbol.
zos extraordinarios durante un breve período, períodos de menos de un11 11. Dadas las dimensiones citadas del campo de batalla, cualquier ge-
hora de combate continuo en el campo de batalla, o una semana de marchu neral del período que tratamos podía normalmente controlar visualmente el
forzada en campaña, agotaban incluso a la fuerza mejor entrenada, dejándolu conjunto de su ejército, y ejercer acción inmediata sobre el total de la línea,
inútil para el combate hasta que se alimentara y descansara adecuadament<:. personalmente o mediante mensajeros corriendo o a caballo. Según la cultura
7. Para constituir una fuerza militar eficaz, esto es, un ejército y no un u marcial de cada pueblo, un general lucharía en primera fila o controlaría la
muchedumbre con armas, un colectivo necesita, además de entrenamien lo batalla fuera de la zona letal inmediata, pero el hecho clave es que un mando
individual en su manejo , otras tres cosas: cohesión -obtenida fundamcn podía apreciar de un golpe de vista y sin ayuda de medios óptico, el conjunto
talmente por medios psicológicos-; formación reconocible -normalmen lc de sus tropas, y observar, con las limitaciones lógicas de topografía y tiempo
en orden cerrado en torno a estandartes, pero también en orden abierto o atmosférico, el conjunto de las disposiciones del enemigo.
«guerrilla>>--; y tácticas coherentes con las peculiaridades de su armamento
propio. En tales condiciones, y si ambos bandos manejan armas blancas, un
«ejército» de cientos de hombres puede derrotar a una 'muchedumbre arma Logística y estrategia
da' de millares, mucho más fácilmente que si ambos contingentes llevan armas
de fuego. 12. Durante todo este período, la logística de los ejércitos se basaba en
8. Las enormes exigencias físicas del combate con arma blanca, y las li la capacidad de vivir del terreno -sobre todo en lo referente al agua y las in-
mitaciones del organismo humano, hacen que los combates librados con arma gentes cantidades de forraje que requerían los animales-. Ningún ejército era
blanca sean breves, unos minutos en lucha individual, y unas horas a lo sumo capaz de transportar en convoyes o sobre sus propios hombros los víveres ne-
para el conjunto de la batalla. En la Antigüedad o Edad Media se dieron cesarios para una campaña completa, aunque fuera breve, y requería una
casos de batallas prolongadas al día siguiente, pero no de operaciones de alta «cola» más o menos grande. Esta limitaba la movilidad estratégica de los
intensidad prolongadas durante semanas o meses. Los asedios parecen una grandes ejércitos, que rara vez podían marchar más de quince o veinte kiló-
excepción porque no implican combate real continuado (in/ra, véase págs. metros al día, treinta en casos excepcionales. Para grandes distancias, cuando
363 y sigs.). era posible se empleaba el transporte fluvial o marítimo, más rápido y eficaz
9. Por razones logísticas (véase 13), son limitados los efectivos que s aunque a veces arriesgado. Las mismas necesidades logísticas limitaban seve-
podían unir en un campo de batalla durante la época anterior a la Revolución ramente los efectivos de los ejércitos en campaña que, si eran demasiado nu-
Industrial (y que acarreó mejoras decisivas en la producción y conservación merosos, simplemente, como dice H eródoto de los persas en 480 a. C., seca-
de alimentos, las redes de carreteras, el ferrocarril, etc.). Rara vez un ejército de ban a su paso el agua de los ríos (véase punto 9). En principio, cuanto más
la Antigüedad o Edad Media, o incluso hasta finales del siglo XVIII, pudo mar pequeño es un ejército, más rápido es su avance, y una unidad de cinco mil
char con más de cincuenta mil combatientes juntos, o más de cien mil marchan· hombres puede, si es necesario, marchar 30 kilómetros al día o más; sin em-
do separados y tratando de juntarse para la batalla. Cualquier información que bargo, ejércitos de esa magnitud en el mundo antiguo solían ser fuerzas de
proponga efectivos por encima de esos guarismos es sospechosa, incluso para tipo 'tribal' o milicias que arrastraban un bagaje considerable, y rara vez al-
el mayor de los imperios. Y normalmente los efectivos en batalla eran mucho canzaban esos ritmos de marcha.
menores a los topes citados. 13. El tamaño del conjunto del ejército - no el del ejército que podía
10. Como consecuencia de lo anterior, la mayoría de las batallas libra marchar unido- no fue nunca en esta época una función de la población to-
das en la época anterior a la pólvora tuvieron un frente efectivo de solo unos tal de la que se extraía. Normalmente las sociedades menos complejas y más
pocos cientos de metros, y una profundidad similar. Muy rara vez, y solo en pequeñas destinaban un porcentaje mayor de su población a la guerra, en tor-
las batallas mayores de la Antigüedad entre grandes imperios, alcanzaría la línea no al 8-10 por 100, que en casos desesperados podía llegar a suponer la casi
de batalla una longitud cercana a los dos mil (Canoas) o cuatro mil metros totalidad de la población adulta masculina -en torno al22 por 100 del total
(Gaugamela) y una profundidad una vez trabado contacto -contando las dis· de la población, según diversos estudios antropológicos y basados en fuentes
tintas líneas de cada ejército y las eventuales reservas- de unos mil metros. textuales.

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U\ CU I ~ RIU\ CO N ARMAS BLANCAS

Las sociedades de tipo aristocrático solían crear ejércitos reducidos en


asirios y persas, pondrían en el binomio arco compuesto-lanza ligera su prin-
torno a un núcleo de guerreros casi profesionales y muy bien armados, rodea-
dos de levas ineficaces en cantidad variable y a veces de contingentes merce- cipal fuerza ofensiva. Durante mucho tiempo (la Edad del Bronce) utilizarían
el carro de guerra como plataforma ofensiva, y luego (desde el siglo X a. C.)
narios. Los estados complejos de tipo imperial que crearon ejércitos profesio-
nales -algunas monarquías helenísticas, el Imperio de Roma- nunca empleando el caballo montado. Las monedas persas de oro tienen un arquero
como motivo principal, y los griegos resumieron la cuestión considerando que
pusieron en armas un porcentaje elevado de la población: el ejército romano
su victoria sobre los persas en 490-480 a. C. había sido la de la lanza sobre el
en época de Augusto se estima en solo unos trescientos mil hombres para el
total del Imperio. arco. Los partos que se enfrentaron a Roma entre los siglos I a. C.-m d . C. em-
plearon una combinación de caballería ligera armada con el arco compuesto
(se hizo famoso el «tiro parto» de espaldas sobre el caballo mientras se fingía
Frente a todos estos condicionantes, comunes en el desarrollo de la guerra
anterior a la pólvora, hay una enorme variedad en otras cuestiones. Los tipos una huida), apoyada por caballería pesada con coraza y lanza, aunque sin es-
de ejército -armas, tácticas , composición- y el papel de la guerra en la tribo ni silla. Roma, reticente durante mucho tiempo, acabaría adoptando
sociedad variaron tanto en e] tiempo y en el espacio que no será posible más unidades de arqueros a pie y a caballo sobre todo en Oriente, y el ejército bi-
que dar unas pinceladas de conjunto, atendiendo a la variabilidad dentro del zantino se dotó de una caballería mixta de catafractos acorazados con lanza y
marco de referencia común que acabamos de trazar. arco, y arqueros ligeros, similar a la sasánida y luego a la del islam. El arco
tuvo así en Oriente un papel preponderante como arma de prestigio, y lo se-
guiría teniendo en la Edad Media. Árabes y turcos siguieron confiando en una
LAS ARMAS BLANCAS: SUS CAPACIDADES Y LIMITACIONES
combinación de arqueros a caballo y a pie -armados también con lanzas-
como núcleo de su ejército.
En Occidente, por el contrario, y por razones que analizaremos luego, el
Los tipos básicos de armas en el campo de batalla, así como sus capaci-
dades generales, permanecieron constantes a lo largo de] período de tres mil arco nunca tuvo un papel como arma de prestigio; si cabe, por el contrario,
fue generalmente menospreciado, al igual que la honda, como arma propia de
años que va desde la aparición de las primeras espadas hasta la generalización
de las armas de fuego portátiles. No hay que caer en un determinismo meca- cobardes y de gente de bajo estatus. De hecho, uno de los rasgos más constan-
nicista según el cual las armas disponibles impusieron un modo de guerra. tes de la actitud europea hacia las armas desde época griega arcaica y hasta el
Por el contrario, los datos indican que cambios importantes en las relaciones Renacimiento es el menosprecio de la infantería ligera pobremente protegida
sociales influyeron en nuevas tácticas, y que estas antecedieron a modificacio- y armada normalmente con armas arrojadizas propulsadas, como hondas , ar-
nes sustanciales en el armamento, y no al revés. Así ocurre en el caso de la cos, ballestas y finalmente espingardas y arcabuces de pólvora. Los griegos
falange hoplita en Grecia (finales del siglo VIII a. C.) y el desarrollo del aspis o de Calcis y Etetria pudieron acordar en sus guerras del siglo VII a. C. prohibir
escudo circular embrazado (desde el siglo VII a. C.). Sucede lo mismo con la las indignas armas arrojadizas; un espartano podía lamentarse en el siglo V a. C.
generalización de la caballería pesada acorazada (desde el siglo III d. C.) y por haber sido herido a distancia por un arco sin poder evitarlo ni ganar glo-
la aparición del estribo en Europa (siglo VII d. C. como muy pronto). Pero, ria; el Concilio de Letrán prohibiría el8 de abril de 1139 el empleo de arcos y
dicho esto, el mundo de las armas blancas ofrece una serie de posibilidades y ballestas «contra cristianos y católicos», y Don Quijote podía lamentarse en el
tiene unas limitaciones que conviene sistematizar, y que derivan de que explo- «Discurso de las Armas y las Letras» de que un arcabucero cobarde pudiera
tan la resistencia y potencia de la musculatura humana y animal, sin poder sa- acabar a distancia con un valeroso caballero que moría «sin saber cómo o por
lir de ciertos parámetros de potencia, peso, volumen y alcance. Por otra parte, dónde».
la dialéctica entre proyectil y coraza es tan antigua como la guerra, y explica Por otro lado, el arco compuesto nunca se extendió por Europa, ya que
muchos aspectos del desarrollo de las armas antiguas y medievales. se trataba de un arma delicada y de muy compleja fabricación, en la que inter-
venían materiales como la madera, tendones, asta, cuero y corteza, todo ello
cuidadosamente preparado y encolado durante meses. El arco compuesto era
Las armas arrojadizas potentísimo en comparación con el arco simple mediterráneo, pero había que
conservarlo sin tender y protegido de la humedad con una funda; lógicamente
en la húmeda Europa central y occidental nunca tuvo demasiado éxito. El
En el Próximo Oriente y desde época acadia (c. 2370 a. C.), el arco sus-
tituyó a las lanzas y hachas de la infantería sumeria como el arma ofensiva arco simple solo alcanzó verdadera proyección, e incluso un estatus de cierta
principal de los ejércitos. Desde entonces, egipcios, mitanios e hititas, y lueg respetabilidad, al final de la Edad Media y en Inglaterra; ellongbow de origen
galés era un arco simple pero muy largo y tan potente como el compuesto;
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HISTORIA DE EUROPA LA GUERRA CON ARMAS BLANCAS

utilizado en principio por campesinos humildes, ayudó sobremanera a los 11' más peligrosa porque, dicen las fuentes, no se veían venir los proyectiles. Inclu-
yes ingleses a obtener victorias resonantes sobre los caballeros pesados fran< <' so un casco no era suficiente para amortiguar los golpes de los proyectiles de
ses a lo largo de los siglos XIV y XV d. C., por tierra (Crécy, 1346; AgincOt lll , plomo que comenzaron a utilizarse desde el siglo IV a. C. y César comenta que
1415) y por mar (Siuys, 1340). La eficacia del arco largo era tal que todavíu r11 sus hombres cubrieron en ocasiones sus cascos con maceteros de esparto para
el siglo XVIII se propuso seriamente en Inglaterra su reintroducción por Nll absorber los golpes. Pero los honderos ocupaban mucho espacio para usar sus
ventajas sobre el mosquete; la idea fue rechazada sobre todo por la enor1 111 armas, por lo que era difícil conseguir una densidad adecuada de proyectiles, y
diferencia en el período necesario para enseñar a manejar adecuadamente 11111 además era necesario entrenarlos desde niños para que fueran realmente efecti-
bas armas: años para el arco, semanas para el arma de fuego. vos. Por eso, y aunque el ejército romano contó con honderos auxiliares -re-
La ballesta es un arco horizontal dotado de un sistema de retenida (k l11 presentados en la Columna Trajana- y empleo el fustíbalo , una honda sujeta
cuerda y de un gatillo. Pero sobre todo es mucho más rígido que un arco IH 11 al extremo de un palo, con más potencia, nunca fue un arma generalizada. En
mal de madera --en la ballesta llegó a ser de acero- y por lo tanto murltn la Edad Media el uso de la honda se mantuvo entre las tropas irregulares que
más potente. Exige gran fuerza, e incluso un armatoste de ruedas denwdn acompañaban a los caballeros, pero su uso parece haber sido irregular y muy
(cranequin) para tensada. En la Antigüedad hubo modelos (el gastraphetc.\ y ltt poco mencionado a partir del siglo XI, cuando el desarrollo de tipos reforzados
arcuballista) empleados sobre todo en asedios por su escasa cadencia de 1Í1n, de coraza hizo a los caballeros casi invulnerables frente a estos proyectiles.
que a finales del Imperio romano cayeron en desuso. La ballesta solo reap;tt e· Pero, con diferencia, la más frecuente -y menos recordada- de las ar-
ció en Europa occidental en el siglo X (arbalest, arbalete), primero para lu Hile ' mas arrojadizas empleadas fue la jabalina, con o sin punta metálica, útil hasta
rra de asedio en el norte de Francia. Los normandos probablemente la <'111 los sesenta metros y que, bien empleada, podía entorpecer las operaciones de
plearon ya en 1066, y asombraron a los bizantinos con ellas en 1096: A111111 lo que los nobles de todos los períodos -de Homero a Fernando el Católi-
Comneno realizó en la Alexiada una detallada descripción de esta armn lutt co- consideraban la verdadera guerra, la de los nobles señores.
bara, desconocida según ella para los romanos de Oriente, lo que por 1111 n Salvo en el caso de las excepciones mencionadas, arqueros, honderos, ba-
lado quizá no sea cierto. En la península Ibérica la primera representaci(m rn llesteros e infantes armados con jabalinas fueron siempre considerados tro-
nacida está en el Beato de Burgo de Osma de 1086. pas auxiliares, ligeras, e incluso socialmente menospreciados, aunque su utili-
Las primeras ballestas medievales eran artefactos muy primitivos, mudut dad fuera reconocida más menos a regañadientes y desde luego se emplearan.
más sencillos que los de la Antigüedad. Se tensaban apoyando el arco de Toda Grecia quedó asombrada en la guerra del Peloponeso cuando un contin-
tipo simple- en el suelo y sujetándolo con los pies, al tiempo que con lus dm gente de hoplitas espartanos fue vencido por hordas de honderos y peltastas
manos se tiraba de la cuerda hasta sujetarla en la muesca de un primitivo di- (Esfacteria, 425 a. C.) , episodio repetido décadas después (Lequeo, 390 a. C.)
parador en forma de palanca que empujaba la cuerda, liberándola. A Vl't e·-. Como consecuencia, los peltastas comenzaron a ser empleados de modo mu-
un gancho sujeto al cinturón (gafa) ayudaba a tensar la cuerda. En la SC¡.\t111cl11 cho más decidido. Jenofonte cuenta en la Anábasis cómo hubo que buscar
mitad del siglo XII se reintrodujo en Europa occidental para la ballcsrn 1111 entre los hoplitas mercenarios de origen rodio hombres acostumbrados a la
arco más rígido que no se podía tensar a mano, por lo que se recurrió prime·rn honda, ya que los arqueros persas causaban mucho daño sin que nadie pudie-
a un estribo donde introducir el pie para hacer más fuerza, y luego (siglo XV) ra responderles adecuadamente. Y aunque en Crécy (1346) los caballeros
el armatoste, un torno con poleas. Aunque la Iglesia y el Imperio trataron ele franceses aplastaran sin miramientos en su carga a los ballesteros mercenarios
prohibir su empleo, la ballesta necesitaba mucho menos entrenamiento que· rl genoveses, aliados, que retrocedían, lo cierto es que en el siglo XIV d. C. nin-
arco largo, y se extendió por toda Europa normalmente en manos de nwn gún ejército importante se pasaba ya sin ellos.
narios , a menudo de origen italiano. La ballesta, con sus cortos virotc•s el
punta maciza, podía perforar corazas que el arco apenas podía penetrar, prru
su cadencia era de solo tres a cinco disparos por minuto, frente a los dic•t 11 Lanzas, picas y armas de astil empuñadas
doce de un arquero entrenado, y su mecanismo era muy sensible a las ind
mencias del tiempo. El arma fundamental de todos los ejércitos europeos en la edad del arma
Por su parte, la honda fue conocida desde la prehistoria y muy emplc'thltt blanca fue siempre la lanza en sus distintas variantes, empleada sobre todo para
por todos los pueblos del antiguo Mediterráneo, donde se convirtió en c''l" el combate cuerpo a cuerpo. Se conocen en Europa lanzas de hace cuatrocien-
cialidad de habitantes de zonas apartadas que se dedicaban al mercentttlluln: tos mil años, y son probablemente, antes que las hachas de piedra, el arma más
radios, cretenses y sobre todo baleares, que surtieron a los ejércitos hdc·nr-li antigua de la humanidad. Los griegos consideraban la lanza (dory) de dos a tres
cos, cartagineses y luego romanos. La honda tenía más alcance que el arco y e•tM metros de longitud el arma por excelencia: la espada se utilizaba solo cuando en

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HISTORIA DE EUROPA LA G UERRA CON ARMAS BLANCAS

la lucha de falange el astil de la lanza se partía. La innovación de Filipo de Ma pesada noble armada con lance couchée (sujeta firmemente entre costado y
cedonia al dotar a sus falanges con picas más del doble de largas que las lanzas brazo) y la espada, más que por la lanza del infante.
normales, manteniendo una formación flexible y bien entrenada, dio ventaja a A finales de la Edad Media, con el resurgimiento en Europa occidental
la falange macedonia dotada de la sarissa sobre casi cualquier otro ejército anti de una infantería con la suficiente disciplina y la confianza en sí misma como
guo, incluyendo el excelente ejército persa. La eventual derrota de todos los para enfrentarse a esa caballería pesada, la lanza de infantería resurgió, y aho-
ejércitos helenísticos basados en la pica (sarissa) frente a la legión romana no st• ra además con dos de sus formas más peculiares: por un lado, la alabarda (y
debió a una inherente desventaja del ejército creado por Filipo y Alejandro, sino otras armas similares), mezcla de hacha, pico perforante y lanza, diseñada
a que, al cabo de siglo y medio, los ingredientes que lo formaban -falange, bo para derribar jinetes y tener una oportunidad de perforar los petos de los ca-
plitas, infantería pesada y ligera, caballería- se habían desequilibrado, resu l balleros; y por otro la pica de cuatro a seis metros empuñada con las dos ma-
tando en un ejército mucho menos flexible y capaz de lo que había sido el mu nos al estilo macedonio. Con esas armas apoyadas por ballestas las milicias
cedonio original. ciudadanas flamencas fueron capaces de vencer en Courtrai (1302) a los caba-
Mientras que el mundo helénico de la Edad del Hierro era el reino de In lleros franceses de espuelas doradas; los suizos pudieron enfrentarse con éxito
lanza empuñada -en sus variantes de lanza y sarissa-, los pueblos célticos, a los caballeros borgoñones, franceses y austriacos durante los siglos XIV y XV,
itálicos y de la península Ibérica se inclinaron por una variante: la lanza arro y así elevaron su prestigio como mercenarios en el XV y el XVI. Con la pica,
jadiza pesada, que se lanzaba a muy corta distancia justo antes del choque o por fin, combinada con las primeras armas de fuego portátiles, los ejércitos
podía emplearse empuñada si era necesario. Este tipo de arma de astil tiene• españoles fogueados en la guerra de Granada a finales del siglo XV fueron ca-
variantes -pilum, fa/arica, solz/erreum, gaesum, /ramea-, pero se empleahu paces de vencer en Italia en una sucesión casi ininterrumpida de victorias
en combinación con la espada, que era de hoja corta y punzante en el caso de• campales durante todo el siglo siguiente. Pero el resurgir de la pica entre el si-
los pueblos mediterráneos (romanos, etruscos, iberos y celtíberos) y larga y glo XV y el XVII solo puede entenderse por un fenómeno social que se produjo
sobre todo tajante en el mundo de los galos y germanos. Con todo, los ron111 primero en zonas hasta cierto punto marginales y peculiares a los núcleos de
nos, que habían adoptado el pilum arrojadizo al abandonar la panoplia de• las aristocracias caballerescas -Flandes, norte de Italia, Suiza, España-, y en
tipo griego en el siglo IV a. C. , siguieron armando con lanza empuñada a lo segundo lugar por el desarrollo de armas de pólvora portátiles efectivas con
triarios, la reserva de sus legiones republicanas, ya que esta era más útil cont ''' las que las picas se combinaran eficazmente. El fenómeno es en cierto modo
la caballería. Esta duplicidad de armas de astil se mantuvo hasta que con In paralelo al producido en Inglaterra con el arco largo y su éxito contra la caba-
reformas de finales de la República todas las legiones adoptaron un armamc:nt11 llería francesa en la Guerra de los Cien Años.
homogéneo, basado en la combinación pilum-espada corta. Pero incluso e·ct
ton ces las tropas auxiliares y la caballería, tan numerosas en el Imperio <:01111'
las legiones propiamente dichas, mantuvieron la lanza. Con el tiempo, a nwd1 La espada
da que Roma hubo de enfrentarse a enemigos más y más basados en la c:aluc
llería, la lanza fue desplazando al pilum incluso en las legiones, y en el B:tl'' Las primeras espadas conocidas en Europa son armas de largas hojas de
Imperio, desapareció, sustituido por la lanza normal y un manojo de coit ~ bronce con empuñaduras decoradas con oro, procedentes de los palacios mi-
dardos lastrados (plumbatae). noicos y fechadas en torno a 1700 a. C. Pese a su fama de civilización pacífica,
La caída del Imperio de Occidente en el siglo V d. C. no supuso, como M' las armas como símbolos de poder son características de Creta en este perío-
ha dicho, el declive inmediato de la infantería en Europa: los ejércitos carolin do, aunque su utilidad militar fuera escasa por la frágil unión entre la hoja y
gios, y los vikingos y anglosajones, contaban con infantería pesadamente :11 el puño. La espada no parece haber jugado un papel militar realmente impor-
mada, que luchaba en formación (el famoso «muro de escudos» sajón). Ent cr tante hasta la aparición, hacia el siglo XIII a. C. , de un nuevo tipo en bronce
las armas imprescindibles para ello estaba la lanza de distintas longituJc:s y de excelente metalurgia, dotado de una sólida empuñadura de espiga que es
pesos, que perdura a lo largo de toda la Edad Media, bien que su papel t stn ahora prolongación de la hoja, y equilibrada como arma a la vez tajante y pun-
oscurecido en la documentación disponible por la importancia de la cabu lle· zante. La espada llamada de Naue JI supuso la culminación de seis centurias
ría, por un lado, y de los ballesteros y arqueros, por otro. Pero si ob s ervaclHI ~ de investigación sobre las posibilidades de la espada, y las espadas de hierro
con atención , en todos los manuscritos, en la lejanía, como una masa gris, npn que surgirían después, tras el paréntesis de los «siglos oscuros» (XI-VIII a. C.),
recen las filas de infantes armados con lanza. Cierto es, de todos modos, qcw se basarían en sus hallazgos morfológicos.
durantdos siglos XI a XIII d. C. las condiciones sociales y económicas fuc.·c011 Sin embargo, tras este paréntesis de brillantez, con el nacimiento del sis-
tales que la guerra quedó dominada en Europa occidental por la c ubt~ l lc. · c ht tema de la polis griega y su sistema de falange, la espada entró en una larga

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HISTORIA DE EUROPA LA GUElUl.A CON ARMAS BLANCAS

etapa de oscuridad en el Mediterráneo oriental. En Grecia arcaica, clásica y de manera no intencional se conseguían hierros carburados. Como se ha di-
helenística la espada siempre fue un arma secundaria, un último recurso si la cho, los pueblos bárbaros importaban la mayoría de sus espadas. A partir
lanza se partía. La espada griega (xiphos) era un arma de hierro corta o muy del final del Imperio los herreros generalizaron la técnica del pattern welding
corta, casi un puñal grande, de calidad metalúrgica a menudo mediocre, em- (a no confundir con el acero damasceno), que consistía en forjar las espadas a
pleada en función punzante. A partir del siglo V se hizo popular, sobre todo partir del plegado múltiple de varias barras de hierro con diferente dureza
en la caballería, la kopis, una espada de origen bárbaro balcánico muy similar y ductilidad; el resultado era, en los casos mejores, espadas sólidas cuya su-
a la machaira de la península Itálica y la falcata de Iberia. perficie presentaba unos atractivos patrones decorativos a base de ondas que
Por el contrario, y en un desarrollo divergente, cuando desde el siglo V a. C. a la vez servían de «certificado de calidad». La fabricación de estas espadas
el Mediterráneo occidental y el mundo celta y germano desarrollaron sus -las francas y vikingas fueron fan1osas- era extremadamente costosa, al alcan-
formas de lucha en formación, basadas como se ha dicho en la lanza arroja- ce solo de los jefes y sus séquitos de guerreros casi profesionales. Así, la espada
diza pesada y no en la lanza empuñada, la espada ganó un puesto importante. adquirió un estatus simbólico -incluso se les daban nombres propios- y
A partir del primer Hierro, Europa central y occidental desarrolló espadas de una vinculación a la nobleza que nunca había tenido antes.
hierro de hoja recta, que durante el período de La Tene cristalizaron en el La historia de la espada medieval es compleja. Aparte de numerosos ti-
tipo celta clásico, de filos paralelos y corta punta, con vaina de chapa metálica pos menos frecuentes -como la scramasax, un largo cuchillo de setenta cen-
y función sobre todo tajante. Los germanos, carentes casi de hierro, apenas si tímetros, o .el falchion, una especie de sable ancho de carnicero--, la espada
poseían espadas de este tipo importadas del área celta, y tan valoradas que europea era de hoja recta de unos setenta u ochenta centímetros de longitud o
solo pertenecían a jefes; sobre ellas nació una mística que se reflejaría siglos más. Hasta el siglo XI d. C. las espadas tenían filos paralelos, hoja ancha con
después en cantos épicos. gran vaceo (acanaladura central para aligerarla, sin nada que ver con el persis-
En las penínsulas Itálica e Ibérica, por el contrario, la espada ganó una tente y absurdo mito del agravamiento de las heridas por entrada de aire),
preeminencia que no tenía en Grecia, y se mantuvieron tipos cortos de fun- punta corta, sin apenas guarda y con gran pomo a modo de contrapeso.
ción sobre todo punzante o mixta, como las cortas espadas romanas, las espa- A medida que en Europa occidental fue mejorando la protección de los
das falcatas y de frontón en Iberia, o la versión celtibérica de la espada de La caballeros (cotas de malla mejor hechas , apoyadas sobre acolchados y reforza-
Tene I, que sería adoptada por los romanos en el siglo III a. C. como gladius das con placas) , hubo que mejorar la capacidad punzante, y las hojas se hicie-
hispaniensis, de uso mixto y más largo que las espadas de tipo griego que has- ron desde el siglo XII más estrechas y largas, con hojas de hasta un metro y
ta entonces habían empleado los legionarios. con vaceos más cortos, mientras que la guarda se hizo grande, dotada de gavi-
De este modo, en época clásica (entre los siglos VI y I a. C.), coexistieron lanes rectos en forma de cruz, que adquirieron la conocida simbología cristia-
en Europa varios tipos generales de espada, asociados a funciones distintas: na; los pomos se hicieron discoidales. A partir del siglo XIV, con la generaliza-
corta, punzante y secundaria en Grecia; de mediano tamaño, punzante y ta- ción de las corazas de placa de acero , las espadas tendieron a adoptar filos
jante y de gran importancia táctica en Italia e Iberia; larga y sobre todo tajante rectos convergentes, acabando en una punta larga y aguda. Los vaceos desa-
entre los celtas y los germanos. parecieron, adoptando la hoja una rígida sección romboidal con punta «de
Con la unificación militar que supuso el Imperio romano, se impuso diamante» o hexagonal aplanada, creando así hojas mucho más rígidas para
como espada casi única de la infantería durante casi doscientos años el gladius mejorar su capacidad punzante. Aparecieron además desde finales del siglo xrn
de los tipos Mainz y Pompeya, muy corto y ancho, únicamente punzante, al las espadas «bastardas» o de «mano y media», con un largo puño que permi-
tiempo que la caballería empleaba una espada de hoja más larga pero forma tía su empleo a dos manos: las hojas pueden llegar al metro de longitud. En el
similar (spatha). Con el paso de los siglos, el mismo proceso que hizo desapa- siglo XV la manufactura de espléndidas espadas se hizo mucho más compleja,
recer el pilum -sustituido por la lanza- hizo que desapareciera el corto gla- con la aparición de armas muy largas de doble mano, otras cortas y agudas, y
dius y que la espada generalizada en toda Europa, romana y bárbara por nuevos tipos que anunciaban el Renacimiento.
igual, fuera un modelo de spatha de hoja recta tajante de doble filo y unos se- Un rasgo característico de todas las espadas europeas medievales es que,
tenta centímetros de longitud. siendo armas espléndidas y en constante evolución para adaptarse a las mejo-
Hasta finales del mundo antiguo, en Roma la espada había sido un arma ras de las corazas, eran extremadamente costosas por los condicionantes de su
producida en masa, de calidad mediocre. Solo hacia el final del Imperio te- fabricación: se exigía longitud pero también resistencia; flexibilidad y a la vez
nemos indicios de carburación intencional, es decir, de adición de un bajo rigidez. La inmensa mayoría de los combatientes no podían permitirse espa-
porcentaje de carbono al hierro dulce para conseguir acero. Hasta entonces, das, y desde la época de las invasiones se emplearon otras muchas, desde pe-
incluso en los afamados hierros ibéricos y réticos, solo a partir de impurezas o sados cuchillos de carnicero alargados (scramasax, luego elfalchion) hasta una

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HISTORIA DE EUROPA LA GUERRA CON ARMAS BLANCAS

amplia variedad de mazas y garrotes. Ya que muy a menudo no eru pwultlt concreta de combatir; y el oval plano muy grande de nuevo en época bajoim-
perforar la coraza del caballero, al menos se podía intentar dejarle inCOIIN( 1t 11 perial.
te a porrazos para, una vez en el suelo, buscar con una simple daga un tl r · ~ 1di Solo en Grecia (y Etruria y Lacio durante algún tiempo) se adoptó un es-
ja en la protección: ojos, ingle, axila. cudo peculiar y único, el aspis de un metro de diámetro o más, y hasta siete
kilos de peso, en forma de plato sopero para que el hoplita pudiera apoyar su
concavidad en el hombro. Su peculiaridad radica en que, en lugar de sujetarse
Hachas y mazas simplemente por una empuñadura central como todos los demás tipos de
escudo, el aspis se embrazaba mediante un soporte central y una agarradera
Prácticamente desechadas como armas en la Antigüedad europea, lu ~ lateral (porpax y antilabé). Este sistema descargaba peso y permitía recibir gol-
hachas fueron particularmente populares en los siglos de las invasiones (HÍ pes mucho más violentos, pero impedía desprenderse del escudo con facili-
glos V-X d. C.). En especial destacan las hachas arrojadizas usadas por frunro dad: estaba, pues, diseñado para un solo tipo de combate, la lucha en falange,
y germanos, la denominada/rancisca (un étnico) por Isidoro de Sevilla. Los VI muy adecuado a una forma concreta de estructura social-militar de la polis de
kingos, y luego los anglosajones en Inglaterra, favorecieron el uso de grandl' tipo griego, pero nada más.
hachas no arrojadizas manejadas con las dos manos -impedían el uso dcl~o •H Los escudos de los francos, germanos y de los pueblos escandinavos ha-
cudo- y eran capaces, dicen las fuentes y trata de resaltar el tapiz de Baycu x, bían abandonado la forma oval plana predominante entre los siglos I-V d. C.
de decapitar un caballo de un tajo: la elite de la infantería anglosajona, lo ~ para adoptar la circular, al igual que los romanos de los últimos momentos
housecarls (es decir, guerreros de la casa), eran particularmente aficionados 11 del Imperio, y este escudo sencillo fue el más extendido hasta que en los si-
estas armas. glos X-XI, con el desarrollo de la caballería con estribo, apareció una nueva
forma que tendría bastante éxito: el característico escudo en forma de cometa.
Su forma permitía combatir a caballo, ya que el extremo inferior más estrecho
El escudo, un arma defensiva activa no estorbaba en las piernas ni golpeaba los flancos del caballo, mientras que
la parte alta ancha cubría bien torso y hombros. De nuevo la evolución de la
La lucha con arma blanca exige algún tipo de protección corporal, que forma de las armas se adapta a la evolución de las formas de combate. De he-
nosotros dividimos en activa y pasiva. El escudo es el arma defensiva activu cho, a partir del siglo XIII d. C. el escudo entró en cierta decadencia en la gue-
por excelencia, ya que se empleaba no solo para cubrir el cuerpo, sino paru rra medieval europea, salvo en la península Ibérica, donde las tácticas de la
empujar y desequilibrar al contrario, e incluso directamente para golpear su caballería e infantería ligera permitieron el uso de la adarga de cuero. Los ba-
cara o vientre con el umbo (protector metálico que cubría la empuñadura), o llesteros y arqueros no podían llevar escudo (los primeros solían hacerse
garganta y piernas con los bordes. acompañar por portadores de paveses, un sistema tosco y manirroto de perso-
Los primeros escudos europeos eran circulares, hechos con capas de cue nal) ; la creciente infantería armada con picas y alabardas, tampoco; y los caba-
ro endurecido, ligeramente flexibles y capaces de absorber golpes, pero desde lleros, cada vez mejor protegidos con corazas de placa, necesitaban las dos
comienzos de la Edad del Hierro fueron sustituidos por dos tipos genéricos, manos para manejar bien lanzas muy pesadas, espada y caballo.
ambos de madera a menudo forrada de fieltro o cuero para impedir que se as-
tillaran demasiado. El primero es el escudo circular, normalmente de en torno
a dos pies de diámetro (sesenta a setenta centímetros), de un centímetro de Las armas defensivas pasivas
grosor en el centro, y cuatro a cinco kilos de peso, adecuado tanto para com-
batir en formación como para la lucha en orden abierto. Es el escudo caracte- La protección pasiva del combatiente simplemente copia la naturaleza,
rístico de la Edad del Hierro en Iberia, y reapareció en Europa en el Bajo Im- tratando de cubrir los órganos vitales, o incluso los no vitales, con una capa
perio y los siglos de las invasiones (v-x d. C.) . El segundo es el escudo oval, de material protector orgánico o, finalmente , metálico. Pero hay una contra-
originario del norte de Italia hacia el siglo VIII a. C., y que se extendió por dicción inherente a este enfoque. En combate, la agilidad es fundamental, y el
toda Europa, siendo adoptado por los celtas, germanos, itálicos y romanos, e cansancio, un factor decisivo. La capacidad de moverse con la mayor rapidez
incluso por elementos de los ejércitos helenísticos y cartagineses. Tuvo diver- y menor fatiga posibles es en sí misma una protección, ya que, siguiendo el
sas variantes, destacando el escudo plano y estrecho de los galos; el oval cur- aforismo, la mejor defensa es un ataque rápido que incapacite al adversario.
vado de época romana republicana, que cubría mejor el cuerpo; el rectangular Pero, por otro lado, combatir sin protección alguna es terriblemente arriesga-
curvo en forma de teja del Alto Imperio, optimizado para una forma muy do, porque el mínimo error se puede pagar con la vida, y una herida incluso

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UJSTORlA DE EU ROPA LA CUERRA CON ARMAS BLANCAS

leve dejará al combatiente a merced del rival. Por ello es necesario pt m ·1 1 1-. eran casi invulnerables mientras mantuvieran una formación cohesionada y
del máximo nivel de protección compatible con la agilidad y resistcnd11 l ~< lot continua.
Es evidente que se trata de necesidades contradictorias, que en In q lltt ,, Pero aunque la falange continuó existiendo durante cuatro siglos, las ar-
del arma blanca se resolvieron de manera muy diferente según las cur't Hlci ~ tl mas eran tan costosas -y tan pesadas e incómodas- que según pasó el tiem -
cas de cada cultura. En principio, la protección puede ser total o parc.: iuiJJtt ·JJII po y crecieron los ejércitos fueron desapareciendo primero las protecciones de
de material orgánico -cuero o fieltro-, que tiene las ventajas de lig~·1u .u 1 partes no vitales, y finalmente incluso la coraza y casco, sustituidas por corazas
flexibilidad, pero proporciona menor protección que la armadura nH:Ittlh ,¡ de lino o fieltro (linothorax, spolas) y gorros cónicos de fieltro para la cabeza
Además, y sobre todo --es una cuestión esencial en los períodos tJUC t ltlltl (pilos). Aparte de las ventajas tácticas, este aligeramiento de la panoplia, que
mos-, una armadura de cuero tiene menor «presencia», y por lo ltllllll d,, cada ciudadano costeaba a sus expensas, permitió aumentar el tamaño de los
menos prestigio que la brillante y costosa coraza metálica. Y desde Mk\'llllh ,, ejércitos de cada ciudad, y favoreció el desarrollo del mercenariado. Algunos
la Baja Edad Media las sociedades europeas estuvieron dirigidas por g111p11 choques desafortunados con infantería ligera sin coraza o con corazas ligeras
aristocráticos cuya ideología se basaba en un fuerte componente mili1 111, 1 de tela (psiloi y peltastas) durante la guerra del Peloponeso (432-404 a. C.) ter-
para quienes la ostentación de riqueza era en sí misma una virtud. minaron de convencer a los hoplitas de que la era del 'hombre de bronce' ya
De este modo, es posible hacer una primera y muy general clasificat itlll formaba parte del pasado. Los falangitas de Filipo y Alejandro marcharon a
En cada período y cultura existió un núcleo aristocrático del ejército prolqoll Asia con sus picas y espadas, pero probablemente solo las primeras filas lleva-
do con armadura total o parcialmente metálica, que al menos incluía custtt v ban armadura de algún tipo. Algunos reyes podían permitirse costosos experi-
peto, y que podía proteger además muslos, piernas, brazos y manos. Scg11n d mentos con corazas de hierro -como la hallada en la tumba de Vergina-, que
estatus social y la riqueza, el grado de protección ofrecido por la coraza pod111 según las fuentes se probaban contra dardos de catapulta y se empleaban sobre
ser mayor o menor, pero incluso en aquellos ejércitos con más énfasis r11 todo en asaltos durante los asedios; pero esto era la excepción y no la regla.
la caballería -como los sármatas por ejemplo en época imperial romana, tl In Mientras tanto, en Occidente, la legión romana de la época de Aníbal (218-
caballería francesa desde el siglo XI d. C.-la nobleza solía estar pesadamt'lllt· 202 a. C.) no estaba formada, como suele creerse, por legionarios bien protegi-
protegida. En general, en Europa se primó entre las clases privlegad~ l11 dos. Solo algunos, probablemente entre los seiscientos triarios -de un total de
protección pasiva sobre la agilidad y la comodidad. cuatro mil doscientos hombres por legión-, podían permitirse cota de malla
En una segunda categoría estaban las tropas de estatus social menor, qllt' de hierro, una invención reciente tomada de los celtas. La mayoría se conformaba,
solían protegerse como mucho con un peto sencillo, a veces no metálico, y un como los campanos, samnitas e incluso como los iberos, con los más accesibles
casco. Podían combatir como infantería de línea, pero no en las primeras filns pectorales de bronce en forma de disco o cuadrado que apenas si cubrían la
de la batalla. Finalmente, las tropas de infantería o caballería ligera, tradicio zona del corazón (kardiophilax); los mil doscientos velites de la legión (infante-
nalmente las de menor esta tus, solían combatir sin protección alguna, fiandt 1 ría ligera) combatían sin ningún tipo de coraza y quizá ni casco. Solo desde
su seguridad a la agilidad. Dentro de este patrón general hay numerosas osci principio del siglo I a. C. casi todos los legionarios acabaron recibiendo del Es-
laciones y variaciones, que conviene comentar brevemente. tado una cota de malla completa, que además del casco de bronce tradicional y
En la Edad del Bronce y el Hierro inicial (siglos XV-VII a. C.) la informa el escudo oval curvado les convertía, colectivamente, en el ejército mejor prote-
ción es escasa, pero todo indica que los aristócratas de los palacios micénicos gido que habían visto hasta entonces Europa y el Mediterráneo.
o los príncipes centroeuropeos se cubrían con pesadas y todavía incómodas Hasta los siglos nr-rr a. C., por lo tanto, las corazas estaban normalmente
corazas de bronce, además de grebas para las piernas y cascos abiertos, tam hechas de bronce, en cuatro variantes: coraza de placa de forma anatómica
bién en bronce. Datos iconográficos como el «Vaso de los Guerreros» de Mi -que perduraría como arma de lujo para los generales y emperadores roma-
cenas revelan la existencia de una tropa menos protegida, de la segunda cate nos-; coraza de escamas (plaquitas de bronce cosidas sobre una base textil,
goría antes citada. A partir del siglo VII a. C. el desarrollo de la batalla campal superpuestas como las escamas de un pez); coraza laminar (plaquitas de bron-
entre formaciones de hoplitas mantuvo la existencia de los 'hombres de bronce' ce rectangulares cosidas entre sí y superpuestas sobre una túnica acolchada), y
en terminología de Heródoto, cubiertos de pies a cabeza con casco muy ce· coraza de lino con zonas reforzadas mediante escamas, láminas o placas de
rrado --el tipo corintio protegía muy bien, pero dificultaba la visión lateral y bronce. El bronce era más fácil de trabajar en fundición, tan resistente casi
la audición-, coraza de placa de bronce «de campana» y grebas para las espi- como el hierro y más elegante, aunque más caro, porque necesitaba del raro
nillas, y a veces también protectores de bajo vientre, muslos, brazos e incluso estaño para la aleación. La invención, de origen celta, de la cota de malla, for-
empeine. Así cubiertos de metal, y protegidos además por su gran escudo cir- mada por miles de anillos de hierro trabados entre sí, añadió un nuevo tipo a
cular embrazado (aspis), los hoplitas griegos o etruscos de los siglos VII y VI a. C. los anteriores, que se haría inmensamente popular, primero en Roma y luego

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HISTORIA DE EUROPA LA GUERRA CON ARMAS BLANCAS

en toda la Edad Media, porque, aunque era pesada, resultaba flcxiblt y, ltlt 11 nos: Occidente se «barbarizaba». Pero la vieja división entre tropas pesadas
sujeta, repartía el peso por el cuerpo. con armadura corporal y tropas ligeras y arqueros sin ella se mantuvo entre
Salvo en el caso de las legiones y tropas auxiliares romanas, las co r·uztl'• 1 los pueblos bárbaros en el período que va del siglo V al X d. C.
cascos metálicos serían una rareza entre los demás pueblos europeos enltl' ltt Con el colapso del Imperio, los distintos reinos que surgieron en Europa
siglos I y V d. C., al igual que las espadas. Solo los nobles de algunos pud tltt emplearon variantes crecientemente «barbarizadas» de los modelos de cascos
de la cuenca del Danubio -particularmente, los sármatas- constituían llllot imperiales tardíos, básicamente modelos cónicos hechos con gajos remacha-
elite a caballo pesadamente protegida, tanto ellos como los caballos, co n c·u dos entre sí, y a menudo con protectores faciales, como el lujoso casco del si-
co, máscara facial y coraza de malla o de escamas: eran los cata/ractos, qu¡· l11 glo VI d. C. hallado en el enterramiento de Sutton Hoo (Inglaterra), amortiza-
romanos también habían encontrado en su frontera oriental con Persia y q111 do en una tumba real, después de quizá un siglo de uso. En cuanto a las
anunciaban tendencias militares para el futuro. corazas, los modelos acolchados de fieltro seguían siendo los más popula-
Además de la cota de malla, Roma desarrolló, mezclando influencias 1111 res, pero mientras que entre los nobles de pueblos jinetes de Europa oriental
licas y mediterráneas, diversos tipos muy especializados de cascos de brorH " • -ávaros en el siglo VII, magiares en el XI, etc.- eran especialmente aprecia-
y ahora también de hierro. El gran problema de los cascos es que, a mny11r das las corazas de láminas y escamas de bronce de viejísima tradición próxi-
protección pasiva, proporcionan menor visibilidad y audición; este proble11111, mo-oriental, que eran cómodas y flexibles, en Occidente fue la cota de malla
que resultaba menos grave en las estáticas filas de la falange hoplita arcaica, """ la que se convirtió, con distintos modelos y nombres según llegara hasta cintu-
había empleado modelos de casco muy cerrados como el corintio, resultnl111 ra, cadera o rodillas, en la armadura por excelencia de los caballeros. Tanto los
un verdadero fastidio en ejércitos como el romano, que empleaba tácticas lllll sajones de Harold como los normandos de Guillermo empleaban en 1066 d. C.
flexibles que exigían oír y ver señales y estandartes. Roma creó, pues, entre lo pesados hauberks de malla que, cubriendo hasta la rodilla, pesaban hasta
siglos I y III d. C., modelos de cascos excelentes, aunque aparatosos y caros, veinte kilos, además de cascos cónicos de hierro con nasal y protecciones de
que protegían cara y cuello, pero que dejaban libertad de visión y audición . Al tela en las piernas para los jinetes. Esta panoplia defensiva, completada con el
tiempo, se desarrolló en época de Augusto (comienzo de nuestra era) un ¡ni escudo en forma de cometa que hemos mencionado antes, fue el armamento
mitivo modelo de coraza articulada de grandes placas de hierro, más liviano característico de los caballeros de los siglos XI-XII d. C. en Europa occidentaL
que la cota de malla y mejor adaptado a proteger el torso y hombros de unn Incluso en Iberia o en Italia, donde la lucha de frontera contra los musulma-
variedad de golpes. Es la llamada lorica segmentata, representada en la Co nes impuso un modelo más movido de «cabalgadas», la moda normanda se
lumna Trajana y habitualmente asociada a la imagen canónica del legionario impuso, como también en las expediciones a Tierra Santa de las primeras
de Roma. Sin embargo, este modelo estaba «sobrediseñado», resultaba pro cruzadas.
penso a roturas menores, y hacia el siglo III d. C. cayó en desuso. A lo largo del siglo XII d. C. mejoró mucho la calidad del hierro emplea-
A partir del siglo III d. C. se produjo un notable declive en la calidad del do para las cotas de malla, que en todo caso siempre se colocaban sobre un
armamento defensivo romano. No es que los legionarios o auxiliares dejaran gambeson o prenda acolchada para aumentar la protección y evitar roces,
de portar coraza, como a veces se ha creído por una mala interpretación de In prenda que a veces se empleaba como única armadura cuando se combatía a
iconografía (algunas estelas funerarias se remataban pintando unos detalles pie. La cota era apta tanto para luchar a pie como a caballo, y aunque resulta-
que con el tiempo se han borrado), pero las/abricae estatales comenzaron, por ba una excelente protección contra los golpes tajantes de espada, los dardos
ejemplo, a realizar cascos hechos con gajos de metal remachados entre sí, en de las ballestas, cada vez más potentes, resultaban un problema, ya que po-
lugar de las antiguas calotas de una sola pieza. Esto no quiere decir que se per dían abrir los anillos componentes y perforar la coraza. La solución consistió
diera calidad metalúrgica, ya que también hay algunas excelentes obras de ar- en reforzar poco a poco las zonas críticas con planchas de acero rígidas, más
tesanía y la calidad del hierro iba mejorando lentamente, pero el conjunto de la resistentes a la perforación. Con el tiempo fueron apareciendo manoplas y
producción armamentística se simplificó y abarató con la crisis del siglo III d. C. otros añadidos para las zonas no vitales.
Los pueblos germánicos habían tratado durante siglos de procurarse ar- Simultáneamente, los cascos cónicos que habían predominado durante
maduras y cascos en el Imperio y forjaban sus propias imitaciones. Cuando cinco siglos fueron poco a poco sustituidos por cascos redondeados y con
después de la victoria de Adrianópolis (378 d. C.) los godos del Danubio fue- máscara (c. 1189), y desde c. 1220 por yelmos, mucho más cerrados, al prin-
ron admitidos dentro del Imperio, llegaron a adueñarse de algunas /abricae en cipio toscos y de forma cilíndrica. Estos yelmos masivos sacrificaban de nue-
los Balcanes, y pronto las unidades bárbaras al servicio de Roma comenzaron vo, en un ciclo ya repetido, visibilidad y comodidad a la protección de la ca-
a adoptar armas romanas en gran cantidad, al tiempo que las unidades de eli- beza, sobre todo contra armas arrojadizas; la solución fue la adopción desde
te romanas adoptaban elementos de la moda germánica en vestimenta y ador- c. 1300 d. C. de visores móviles pivotantes. Desde el siglo XIII apareció una

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HISTORIA DE EUROPA LA GUERRA CON ARMAS BLANCAS

amplia variedad de cascos de acero, abiertos y cerrados, de acuerdo con IH' It de la caballería es muy posterior. La Cultura Micénica (c. 1600-c. 1180 a. C.)
sidades diversas y preferencias nacionales. Incluso los caballos comcnzu n 111 11 solo parece haber empleado los équidos como tiro de vehículos para transpor-
recibir en el siglo XII su cuota de protección . El esplendor de los lorn¡·m, tar, como refleja la Ilíada de Homero, guerreros nobles al campo de batalla, o
donde el combate y el riesgo eran bien reales pero se quería mejorar la Si.WIII quizá como plataforma móvil para arqueros. En Europa central, y durante mu -
dad, comenzó a requerir armaduras más pesadas, «de justa», que serían invi11 cho tiempo, existieron carros y también jinetes, nobles que marchaban a caba-
bles en campaña, y que no deben ser confundidas con las de guerra, soh rr llo, gozando de la posición elevada y el aura de superioridad que el jinete sien-
todo a partir del siglo XIV . te sobre el infante, pero sin formar una verdadera caballería.
El peligro creciente de las ballestas y de los arcos largos, así como las 111\' ' Conviene detenerse brevemente en los elementos que permiten que el ca-
joras en las espadas, que al dotarse de punta sólida eran cada vez más peli~ ro ballo sea útil como elemento de guerra: los elementos de control y guía -bo-
sas sobre la malla, llevó al desarrollo a lo largo del siglo XIV y sobre todo en ~.· 1 cado y espuelas-, los de sujeción y estabilidad -estribos y silla- y de segu-
siglo XV de la coraza de placa de acero, cuidadosamente diseñada con ángul oM ridad -hipposandalia y herraduras-, sobre todo, puesto que en ocasiones se
y planos oblicuos para proporcionar una protección como nunca había tenido les ha atribuido considerable importancia en fenómenos históricos, como la
un caballero. Con sus veinticinco kilos o poco más, la coraza de acero plcnn misma aparición del feudalismo.
mente desarrollada pesaba menos que las grandes corazas mixtas de placa , En las tierras secas del Mediterráneo los frágiles cascos de los caballos no
malla y gambeson del siglo XIV. Por lo tanto, pese a su aparatosidad, la corazu se dañan en exceso, pero en las zonas húmedas centroeuropeas un caballo car-
blanca no convertía al caballero, como quiere el mito, en una tortuga inmóvi l gado puede sufrir rápidamente lesiones si no se cuidan. El mundo clásico cono-
que requería una grúa para subir a caballo y que, caído, no podía moverse. ció, sin duda, la hipposandalia, especie de zapato de hierro sujeto con correas
Antes bien, esta armadura repartía de manera excelente el peso por todo el a los cascos, pero era un artefacto engorroso que fue sustituido por la herradura
cuerpo, y su cuidado diseño no dificultaba los movimientos más que lo podía desde el siglo IX-X d. C. El problema es que desde hace años hallazgos arqueo-
hacer la cota de malla. Además, estas armaduras estaban pensadas de forma lógicos en Centroeuropa, Inglaterra, Francia y España plantean la posibilidad
«modular», de modo que el caballero del siglo XV y principios del XVI podía de que la herradura hubiera sido conocida desde el siglo IV a. C. La cuestión
escoger y combinar diversos elementos de acuerdo con las circunstancias, des- sigue abierta -aunque es a nuestro juicio improbable-, pero lo decisivo es
de la lucha de asedio a la carga a caballo; por ejemplo, en el siglo XV fue muy que, si existió, la herradura no se hizo habitual hasta el siglo X d. C. Pese a ello,
normal que los «hombres de armas» combatieran a pie, eficazmente, con ar- la caballería existía y era efectiva desde hacía muchos siglos.
madura de acero. Más sencilla es la cuestión del control: el bocado metálico de filete se co-
Sin embargo, el desarrollo creciente de las armas de fuego portátiles des- nocía en Europa desde el Bronce Pleno, y con seguridad había precedentes
de el siglo XIV hizo que estas corazas, que al principio detenían sin dificulta- con camas de asta y embocadura de cuerda. Por lo tanto, los medios de con-
des los proyectiles, se hicieran ineficaces. Las primeras armas portátiles de trol del caballo, esencialmente idénticos a los actuales, se usaron durante todo
fuego datan de muy finales del siglo XIV, pero los primeros espingarderos el período. El bocado con desveno y acción de palanca fue también conocido
realmente viables que utilizaban armas con mecha surgieron en el último tercio en Europa occidental desde el siglo II a. C., aunque en época medieval adqui-
del siglo XV . Aumentar el espesor de las corazas para volver a ganar ventaja rió formas mucho más severas, incluso brutales. La espuela, por su parte, está
suponía ya un peso inaceptable, de manera que incluso los nobles más recalci- documentada en toda Europa al menos desde el siglo V a. C.
trantes de mediados del XVI acabaron volviendo a armaduras limitadas solo al Por lo que se refiere al equilibro del jinete, la silla de montar propiamen-
peto, protección que perduraría todavía siglos en los «coraceros» hasta ser fi- te dicha, con una estructura arzonada en la que el jinete quedaba bien sujeto e
nalmente abandonada ya bien entrado el siglo XIX. incluso encajado, apareció en el mundo celta hacia el siglo II a. C. y en Roma
desde el I a. C. Con ello la caballería romana tenía posibilidades en general si-
milares a las de época medieval. Sin embargo, desde dos siglos antes de la
De la silla de montar al estribo aparición de la silla, al menos los macedonios y tesalios -como los persas y
antes los asirios- contaban no solo con caballería ligera capaz de lanzar jaba-
Los ejércitos anteriores a la pólvora constaban de infantería y (con varia- linas, sino con caballería pesada, de línea, capaz de cargar hasta el choque con
ciones según la época y regiones) de caballería montada, que había aparecido otra caballería o, en determinadas circunstancias, con infantería. Macedonios,
en Asiria hacia el siglo X a. C., pero que probablemente existía también desde persas, tesalios, iberos, romanos republicanos , galos, todos ellos montaban so-
algún tiempo antes entre los pueblos de la estepa euroasiática. Aunque la Eu- bre el ephippion, una manta acolchada sujeta con cincha, acomodo suficiente
ropa de la Edad del Bronce empleó el caballo, incluso montado, el uso regular siempre y cuando el jinete no trabara su lanza entre costado y brazo (lance

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HISTORIA DE EUROPA LA GUERRA CON ARMAS BLANCAS

couchée), sino que golpeara con ella ejerciendo la fuerza desde lu t.:I< JHdd,, 1l bos, con las piernas extendidas tal y como se muestra, por ejemplo, en el Ta-
hombro y el brazo. En tales condiciones se puede cargar -está cxpcliHitlll ,,¡ piz de Bayeux. Tal posición permite efectivamente una carga frontal con lance
mente demostrado-- contra un saco colocado en alto, alanceado y StWIII ¡ot couchée en la que el impacto es el de la masa combinada de jinete y caballo al
Jopando sin salir despedido del caballo por la grupa. galope corto, aunque cualquier jinete sensato buscaría evitar el choque fron -
El estribo, aunque sus orígenes asiáticos sean remotos, no ap :11 l' l 111 111 tal. Sin embargo, la monta a la brida da menos control que la monta «a la jine-
Europa hasta muy tarde. Se menciona por vez primera en el Stratc¡:tl,•n/1 l11 ta«, característica de la caballería musulmana de al-Andalus y, al menos, de
zantino de Mauricio (principios del siglo VII d. C.), y era conocido t: n l 11 1·. i.1 parte de la caballería cristiana peninsular; en este sistema las piernas van más
desde el siglo VI d. C., adonde llegó a través de los hunos ávaros. 1 ~ 1 1Wo~ recogidas, permitiendo al jinete un control mucho mayor de las maniobras del
cuencia, el estribo no llegó a Europa central y occidental como mínimo l1u>•l 11 caballo.
el siglo VII d. C., y no conocemos datos y representaciones seguras has111 1 l1'd En todo caso, a partir del siglo X el guerrero profesional por excelencia en
timo cuarto del siglo VIII o principios del IX d. C., en época de Carlon111p,1111 Europa occidental era un jinete protegido por cota de malla y casco de metal,
No se puede afirmar, como se ha hecho, que el estribo llegara en épocu IIIIJI• armado de lanza pesada y espada recta tajante, capaz de cargar a fondo apoya-
rial romana, ni hay datos de que sus enemigos lo emplearan. do en su silla arzonada y sus estribos. Con el paso del tiempo, el peso de la ar-
En la década de 1960, una visión algo mecanicista hizo atractivo In td1 ,, madura no haría sino crecer y se buscaría criar caballos mayores y más pesa-
propuesta por algunos autores de que la aparición del estribo permitio l11 .!1 dos, capaces de soportar el peso creciente de sus jinetes y el de la armadura
una caballería pesada noble que cargaba de frente y hasta el choque viok11tn. con que ellos mismos, los nobles brutos, comenzarían a ser protegidos. De to-
una capacidad que nadie había tenido antes. Esta superioridad de la cnh11111 dos modos, los estudios arqueozoológicos con que vamos contando demuestran
ría franca noble habría permitido derrotar a los musulmanes y estarín \'11 lu que incluso el mayor destrier medieval no era ni mucho menos un caballo
raíz del feudalismo, ya que mantener los caballos de guerra y la panopli11 d. enorme, tan grande y pesado como un gran percherón o un gran caballo de
los guerreros casi profesionales que eran estos jinetes exigía dotarles d1· 1111 policía actual, que a veces imaginamos. Las lanzas de caballería llegarían a pe-
dios de vida -esto es, tierras- a cambio de sus servicios. La introdun 11111 sar tanto que sería necesario colocar un soporte -ristre- en el propio peto de
del feudalismo habría dependido, pues, en gran medida de la introdun 11111 la armadura para poder apoyarla. Era el epítome del caballero medieval.
del estribo con las ventajas que ello implicaba. Veremos pronto, sin embargo, que el jinete pesado no era en modo alguno
Hoy esta idea está por completo desechada, tanto desde el punto dt: vl ~ li el único elemento clave de la guerra en esa época. En Europa oriental la tradi-
del origen de una institución tan compleja como el feudalismo -con sus rul ción de jinetes más ligeramente armados con arco compuesto se mantuvo en
ces en el comitatus, muy anterior al estribo y a la caballería pesada medicvnl parte gracias a las sucesivas oleadas de hunos, magiares, mongoles, etc., junto
como desde el punto de vista de la innovación tecnológica. En este sentid., con una caballería pesada de influencia oriental (germánica, luego húngara,
técnico, la idea está descartada, primero porque hemos visto que había ex1 s11 etcétera); Bizancio, por su parte, mantuvo mucho tiempo su propia caballería
do una caballería pesada perfectamente capaz desde siglos antes sin ncccsid11d pesada de tradición propia, armada con lanza pero también con arco, en modo
de estribo; segundo, porque los estudios demuestran que es la silla arzon11d11 , similar a los turcos, con quienes tendría tan prolongados enfrentamientos.
rígida, la que realmente permite mantener al jinete en su sitio en el choq111
frontal más violento; tercero, porque el uso del estribo en el mundo caro lingt11,
según se ha demostrado , nunca fue considerado especialmente significtlllvt • Formaciones y tácticas
por los propios interesados; y cuarto, porque es posible incluso que la adop
ción de la técnica de lance couchée sea un siglo posterior o más (principios dt ·l A lo largo de tres milenios, el número de formaciones y tácticas básicas
siglo XI) a la del estribo. de los ejércitos fue relativamente limitado y puede sintetizarse, entendiendo
Con todo, sí es cierto que el estribo permitió ciertas y perdurables modt que toda clasificación resumida cae inevitablemente en imprecisiones. Con
ficaciones en la técnica de monta. Se introdujo junto con un nuevo tipo de hl todo, creemos que es útil para comprender la recurrencia en el tiempo de una
lla de tipo ávaro que, en lugar de los cuatro pomos o cuernos de la silla cc lt o serie limitada de formas básicas de combatir:
romana , tenía dos grandes y altas piezas de madera (perilla y conchu t'll
terminología de silla campera) que literalmente encajaban al jinete dt.: tul l. Infantería de línea. Luchaba en formación cerrada, creando un muro
modo que era difícil, por no decir imposible, que este saliera despedido hn1 111 más o menos denso con los escudos, empleando lanza, pica, pilum, espada o
delante o hacia atrás. En combinación con los estribos, esta silla permitía l11 hacha. Solía formar con cuatro a ocho líneas de profundidad para dar solidez,
monta «a la brida», en la que el jinete prácticamente iba de pie sobre los cst 11 pero en el caso de las formaciones de piqueros podía llegarse a las dieciséis

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HISTOlUA DE EUROPA LA GUERRA CON ARMAS BLANCAS

filas o más. Aparte de escudo o casco, todos o parte de los hombres podln11 dos. Llevaba lanza pesada y a veces escudo, y arco. Su movilidad era escasa y
llevar coraza metálica. Podía ser más o menos regular y disciplinada, pt•t o t 1 su nombre -clibanus significa 'horno de pan'- lo dice todo. Sin embargo,
concepto de combate cuerpo a cuerpo es el mismo. La lucha combinah11 ltt una carga -al trote- bien calculada de esta caballería podía ser devastadora.
golpes de armas blancas con una labor de othismos, de empuje físico parn th Típica de la nobleza de Persia desde el siglo II a. C. hasta la invasión árabe, y
plazar al enemigo. también de la nobleza sármata en el Danubio; desde el siglo III d. C. el Impe-
Es el caso, por ejemplo, de la falange hoplita griega, de la falange lll ilt t rio romano creó unidades de este tipo que luego heredó el ejército bizantino.
clónica de picas, de la legión romana republicana o imperial con pila, lan:t.uH v Con ciertas precauciones puede añadirse a esta categoría la caballería pesada
espadas, del muro de escudos anglosajón con lanzas, hachas y espadas d~ · lt 1 tardomedieval armada de coraza de placas, pese a que carecía de capacidad de
siglos X-XI, de los hombres de armas a pie en Tierra Santa en el siglo X II , dt disparar a distancia con el arco. Pero en ambos casos sus cargas eran en for-
las milicias ciudadanas con picas y alabardas de los flamencos o suizos tlt 1 mación cerrada («rodilla con rodilla») y al trote para no agotar a los caballos.
siglo XIII en adelante, e incluso de los hombres de armas franceses de los ~ ~ 6. Caballería pesada o «de línea». Jinetes con coraza y casco, a veces
glos XIV y XV cuando en ocasiones decidieron abandonar sus caballos 1Hll tl grebas, que combatían con lanza larga (sarissa de caballería, kontos, xyston,
combatir a pie; estos últimos no necesitaban escudo y a menudo obLuviL'ttlll lancea) empuñada y espada como arma secundaria. Los caballos carecían de
resultados desastrosos, como en Potiers en 1356 o Agincourt en 1415. armadura y, en general, las unidades eran más móviles que la caballería aco-
2. Infantería de uso dual, capaz de combatir indistintamente en fo111111 razada de la categoría anterior. Solía cargar en formación concertada aunque
ción cerrada o abierta, aunque no fuera la mejor en ninguna de las dos 111'11 no masiva, y podía maniobrar con razonable agilidad. Esta categoría incluye
vidades. Sus armas eran similares a las de la infantería de línea o pesada, ¡w1 t1 tropas como la caballería macedonia, las alae romanas imperiales, la caballería
normalmente más livianas. La coraza de materia orgánica y el casco eran ¡,,. tesalia, la caballería carolingia, la caballería normanda del siglo XI, la mayor
cuentes, así como el escudo oval. Es el caso de los peltastas ificrátid11s r11 parte de la caballería de los reinos cristianos de la Edad Media y de los jinetes
Grecia clásica, de los thureophoroi helenísticos, y también el de las warhtlllrll de las órdenes militares en Tierra Santa, etc.
(término que implica conjuntos de guerreros libres en sociedades bárbaras q1u 7. Caballería ligera. Jinetes sin apenas protección corporal, armados
combaten agrupados) galas, iberas o celtibéricas 1• Esta infantería oscila l'lllll con jabalinas. Combatía en orden abierto, procurando hostigar a la infantería
tropas bien motivadas y de calidad y milicias campesinas reclutadas aprcslll il o caballería enemigas sin verse forzada a un combate cuerpo a cuerpo en el
damente sin apenas valor militar. que estarían en desventaja.
3. Infantería ligera «pura», armada con jabalinas, dardos y hondas. Si11 8. Arqueros a caballo, a veces con protección corporal y a veces sin ella.
protección corporal salvo, quizá, un escudo liviano y un casco ligero, no pn No es un tipo de arma característico de Europa occidental, sino solo del este y
día resistir a las categorías anteriores, pero era útil en terreno abrupto y p1tHI del Imperio romano de Oriente. En la Baja Edad Media surgieron unidades
hostigar y desgastar al enemigo. Son ejemplos los psiloi griegos, los velitt'l 111 peculiares de ballesteros a caballo.
manos, los honderos radios o baleares y la infantería ligera -tan descontH 1
da- de los pueblos germánicos. En la Edad Media apenas tuvo un papel n·lr En determinados pueblos, en especial entre los celtas y celtíberos de los
vante. Esta infantería oscila entre tropas bien motivadas y milicias campsinu ~ siglos IV -II a. C. y entre los pueblos germánicos de los siglos V-X d. C., no ha-
reclutadas apresuradamente sin apenas valor militar. bía una distinción clara y nítida entre caballería e infantería: los guerreros po-
4. Arqueros y -luego- ballesteros. Necesitaban combatir con Ó\'1111 dían combatir de una manera u otra según la ocasión -caso, por ejemplo, de
densidad para que sus armas causaran un efecto significativo. Solían llevar 111 los godos en el siglo IV d. C. , o de los merovingios en los siglos V-VIII d. C.-,
raza, aunque liviana. Es el caso de los arqueros escitas al servicio de las ciutl11 pero si poseían caballo tendían a ser normalmente jinetes nobles.
des griegas, de las cohortes sagittariorum auxiliares romanas del Imperio, tlr El término «caballería» implica la existencia de un número suficiente de
los arqueros galeses al servicio del rey de Inglaterra, de los ballesteros gcnow jinetes como para ejercer una influencia significativa en el campo de batalla,
ses, etc. que esos jinetes combatan normalmente a caballo y que empleen tácticas coor-
5. Caballería acorazada (cata/ractos o clibanarios). Jinetes cubicrLos dt• dinadas y comunes, aunque sean informales y no reglamentadas (como las
cara a pies con protección metálica, y caballos parcial o totalmente PI'Ol\'1-\1 de los pueblos nómadas de las estepas asiáticas). Tales requisitos no se dieron
en Europa hasta la Edad del Hierro, y solo en algunas regiones como Tesalia,
provistas de amplias llanuras y pastos capaces de sustentar una amplia cabaña
1
La supuesta lucha ibérica en guerrilla es un puro mito historiográfico que no podemos d1 ganadera. En otras zonas, como en Iberia, la aparición de la caballería en sen-
cutir aquí. tido estricto no parece haber sido anterior al siglo IV a. C.

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LA GUERRA CON ARMAS BLANCAS
HISTORIA DE EUROPA

La caballería, como la infantería, puede clasificarse en «ligeru», lllllllhll En el campo de batalla


mente armada con jabalinas y/o arco, y pesada, por lo general provisto dr L111
Entre 1500 a. C. y 1500 d. C. la totalidad de las armas empleadas en el
za no arrojadiza y espada, y además, en ciertos casos, con arco. Tamllllll. 1íj
campo de batalla -salvo la artillería en los asedios y el «fuego griego» en los
determinados momentos, puede surgir una «infantería montada» qut· lllilltlt
barcos bizantinos- dependía del esfuerzo muscular. Y en este sentido con-
a caballo pero combata a pie. Todos estos modelos se dieron, en comht11111 loo
viene recordar que las estimaciones realizadas por médicos, esgrimistas y ex-
nes diferentes, en el período de la guerra anterior al uso de armas (k pohttltl
pertos militares coinciden en que solo puede realizarse tal esfuerzo de modo
como veremos enseguida.
continuado por un período que ronda los quince o veinte minutos como má-
Por ahora, sin embargo, debemos centrarnos en otra cuestión rt·lullttllol
ximo. De ahí se deduce que cuando las fuentes hablan de «batallas prolonga-
da con el empleo del caballo como plataforma. Las armas empladu~ pn1 ¡.,.
das» y de «muchas horas» hay que entender que no todo el tiempo era de
jinetes nunca fueron sustancialmente diferentes a las usadas por los iulllllio·•
combate feroz a mandobles y lanzazos en el más puro estilo de Hollywood. La
las jabalinas, lanzas, arcos, escudos, cascos y corazas fueron bás.icanl\'lllt In
función principal de un soldado o guerrero -al menos desde su punto de vis-
mismos. Lo que varía es la inestable y rápida plataforma desde la q111 · ¡,,¡..,
ta- es primero conservar la vida y luego procurar inutilizar a su enemigo. Las
armas debían emplearse. La ventaja de los jinetes sobre los infant<:s , 1111 .. 1
presiones psicológicas son enormes y hay que entender que en la batalla anti-
derados en términos militares (es decir, como unidades, en colectivo) , sn11 vo~
gua o medieval había períodos muertos con las líneas separadas apenas unos
rías: mayor rapidez en el movimiento tanto de avance como de retirad11. 111
metros, donde se intercambiaban insultos e improperios, e incluso fluidos,
yor movilidad táctica y capacidad de generar sorpresa, superioridad lislltl 1••
hasta que un bando flaqueaba o alguien particularmente agresivo de un lado
la postura elevada y la potencia de empuje de un animal que puede lk-g¡u •• 1.
cargaba sobre alguien vacilante o arrogante del otro, y el combate se reanuda-
quinientos kilos -compensada a veces por un menor equilibrio del jilu·fl
ba. Por supuesto, la ferocidad inducida por el alcohol u otros medios -el fa-
superioridad psicológica por la misma posición elevada, y mejor visibilid11d
moso berserker vikingo es un ejemplo- ayuda, pero desde la década de 1940
También hay desventajas: las unidades de caballería ocupan mudu• 111
se sabe que en los ejércitos el número de «soldados natos» que verdadera-
espacio, resultando en una menor densidad de combatientes sobre <.:1 1\'111'1!1
mente actúa con eficacia y puede decidir una batalla es sorprendentemente
son más difíciles de controlar, y si se desordenan lleva más tiempo l't~
reducido, y esto rige también para la guerra con arma blanca.
zarlas; los caballos exigen mucho más cuidado que los hombres. Finulllll'lll
Lo notable es que determinados ejércitos de dicho período tendían a
y aunque pueda parecer lo contrario, sobre largas distancias, en man l1 ~ d
concentrar esos individuos (hetairoi homéricos, espartiatas laconios, devoti
cientos de kilómetros, la caballería marcha más lentamente que la infuull d
celtíberos, soldurii galos, miembros del comitatus germánico, housecarls escan-
ya que una vez cada seis o siete días los caballos han de descansar y pn-1
dinavos, caballeros del Hospital, o del Temple, etc.), muy motivados psicoló-
todo el día, a no ser que cada jinete lleve varios caballos.
gica o ideológicamente adoctrinados desde la infancia como orgullosos nobles
A estos tipos básicos y repetidos en el tiempo de unidades pucdt••• ••i'l
guerreros, en unidades pequeñas y extremadamente agresivas de hombres
dirse variantes o unidades exóticas, como los elefantes de guerra introd1u1du•
muy bien armados y protegidos. Estos combatientes, a veces unas decenas o
en época de Alejandro Magno y empleados entre los siglos IV y I a. C. ptu lu•
unos cientos entre varios millares, podían, y solían, decidir las batallas.
reyes helenísticos, Cartago, Numidia e incluso Roma, o los obsoletoN 11111111
Otro rasgo importante que se deduce de la batalla con arma blanca es
de guerra empleados en el siglo I a. C. por el rey helenístico Mitrídut•·• dt•l
que por su brevedad temporal no era tan dañina psicológicamente como las
Ponto. Pero desde el punto de vista de la visión histórica general, la imptuttll
batallas de días y noches, semanas y meses a las que los occidentales estamos
cia de este tipo de unidades y armas es casi nula.
acostumbrados desde los días de la Guerra de Secesión americana (1861-
Los ejércitos antiguos y medievales suelen estar compuestos p111 1111
1865). Incluso una campaña prolongada podía acabar sin una sola batalla
combinación de estos tipos; algunos, como los helenísticos, el romano 1111pt
campal. La mayor parte del tiempo, al contrario de lo que ocurre desde la in-
rial o el bizantino, contaron con unidades de todos los tipos, formando, p11.,1
troducción de las armas de fuego, la retaguardia era un lugar seguro; incluso
fuerzas combinadas de gran potencial; otros, en cambio, estuvieron f0111111dt en el campo de batalla el área letal se limitaba a no más de trescientos metros
básicamente por una o dos de las categorías citadas, caso de la falanHt' ~1
de ancho. Por comparación, esa área se cuadruplicó a finales del siglo XVlll a
en los siglos VII- VI a. C. (categorías 1 y 3). más de mil doscientos metros, mas de veinticinco kilómetros a comienzos de
la Primera Guerra Mundial (sin contar cañones navales o artillería de ferro-
carril) , siendo indefinida en la actualidad desde la aparición de la aviación,
como bien sabemos.

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706
HISTORIA DE EUROPA LA GUElUZA CON ARMAS BLANCAS

Una guía en la batalla: los estandartes En efecto, en la estructura relativamente informal de un ejército feud al,
las insignias tácticas eran innecesarias; lo importante eran insignias personales
Las guerras con arma blanca no estaban más exentas de confusion y 1'1 111 que, en la batalla como en el torneo, indicaran a los escuderos y lanzas de un
que las de la era de la pólvora: las nubes de polvo levantadas por miles d~ · pll señor dónde se encontraba este. Pero este sistema no nació de inmediato: no
y patas, el ruido, la confusión de gritos y choques de armas, las masas ck ltolll es hasta mediados del siglo XII cuando vemos surgir la heráldica, con las cotas
bres a menudo apiñados, son todos factores que harían extremadamcnll' dilt de armas en las ropas de los armigers, que tenían derecho a llevarlas. Fijados
cil mantener el control y menos aún transmitir a gritos órdenes, por SI.:IHillu en pendones, esos mismos iconos tenían un valor militar obvio, pero con ma-
que fueran , una vez entablado el combate. tices: las Partidas de Alfonso X (1221-1284) dan gran importancia a los pen -
La simplicidad de las tácticas en la guerra de la Grecia clásica y el tipo d1 dones militares, mas no estrictamente por razones tácticas, sino porque así
cascos que dificultaban la visión y audición de los hoplitas justifican qut· 1111 era posible distinguir con certeza quién realizaba las mayores hazañas en el
tengamos noticia alguna de estandartes militares en las ciudades griegus. ~1 campo de batalla.
embargo, Jenofonte nos habla de la utilidad de las enseñas persas para gui;u ,,
las tropas y señalar la posición de los jefes en los campamentos. Sabemos q111
el ejército de Alejandro contaba con estandartes militares, y los ejércitos hrl• SOCIEDAD, GUERRA Y EJÉRCITOS
nísticos los adoptaron también, en forma de vexillum, un paño rectangu l:u dt
tela colgante fijado a la punta de una lanza por un travesaño en cruz. The W estern Way o/War
Pero sería el ejército romano el que, con su complejo sistema de líneas ~
cesivas de batalla y unidades y subunidades (hastati, principes y triarit; manlpu Los trabajos de J. Keegan y V. D . Hanson, entre otros, han revoluciona-
los y centurias), creara un sistema coherente de estandartes militares que l'l'Nit do desde mediados de los años setenta el enfoque de la Historia Militar Anti-
m en mejor que casi cualquier otro elemento la profesionalidad de este cjén 1111 gua. Al primero debemos sobre todo el análisis del «rostro de la batalla», tal y
de soldados y no guerreros (véase in/ra, pág. 338). Por un lado, las insglt ~ como se presentaba a los combatientes, algunos de cuyos aspectos hemos
tácticas (signa, vexilla) servían para transmitir las órdenes, proporcionar un pu11 abordado en páginas anteriores. Al segundo debemos la definición y puesta
to de referencia visible a los soldados en el avance y la retirada y evitar coul11 en debate de lo que denominó the Western way o/ War, una concepción pe-
sión en las marchas, despliegues y trabado el combate. Por otra parte, existfllll culiar de la guerra surgida en Grecia en los siglos VIII-VII a. C., asociada a la
insignias de carácter sobre todo simbólico, en especial el águila asignada a cndu aparición de la falange hoplita como comunidad de iguales, propietarios li-
legión desde época del cónsul Mario en 104 a. C., y luego la imago del em¡wm bres de las poleis recién nacidas, individualistas y agresivos. En el modelo de
dor. Estas enseñas simbolizaban el espíritu de cuerpo de cada gran unidml v Hanson, aceptado por buena parte de la comunidad científica aunque luego
servían de referente psicológico y simbólico. Las águilas legionarias llegaba11 11 su autor haya derivado hacia propuestas neoconservadoras radicales con las
recibir ofrendas y culto en las capillas de los campamentos permanentes do11dc· que muchos disentimos, Grecia dejó al Occidente europeo un legado militar
se guardaban; se hacían verdaderas heroicidades para evitar que cayeran en 11111 ideológico, transmitido por Roma. Se basaba en el concepto de que la guerra
nos enemigas, y un emperador como Augusto podía desarrollar una verdad1·nt «Como es debido» se decide mediante un choque directo, frontal, brutal, bre-
ofensiva, diplomática -con los partos- o militar -contra los germanos ve, entre dos contingentes de hombres libres bien armados y protegidos que
para recuperar águilas perdidas y depositarlas en el templo de Mars Ultor. buscan la victoria en un combate decisivo cuerpo a cuerpo, y honesto, para,
Tras el paréntesis de los siglos oscuros subsiguientes a la caída del Jmpc· una vez decidido el resultado, honrar a los dioses y a los muertos y regresar a
río Romano, la reaparición de ejércitos organizados en época carolingia, a ve· casa a recoger la cosecha. A la larga, y por violento que fuera el combate entre
ces con contingentes de origen o funciones diferentes, planteó quizá la nc~·st las formaciones, el buen nivel de protección corporal de los participantes y la
dad de estandartes. Aunque la información al respecto es escasísima, sabcmttN aceptación de las reglas del juego por ambas partes ahorraba sangre y bienes.
que en el siglo IX se leía a Vegecio, quien pone mucho énfasis en las ensciu ~. En este contexto mental y militar la guerra de guerrilla, la retirada fingi-
El Tapiz de Bayeux (siglo XI) muestra dos detalles interesantes: que todavía 110 da, las armas arrojadizas , las emboscadas, eran miradas con sospecha y abierto
existía una heráldica individual, y que el rey Harold plantó a su lado su estu11 desprecio, al igual que las tropas mercenarias y los auxiliares extranjeros. Se
darte personal, que no es otra cosa que un draco de tipo romano tardoimperiul , les empleará, porque son útiles, pero no se les considerará ni decisivos ni
un espectacular tipo de enseña de origen bárbaro, que había sido adoptado apreciables. Y, en efecto, esta forma de concebir el combate, tan diferente de
desde el siglo III d. C. por unidades romanas de caballería, luego de infanteríu y las tácticas y conceptos de los pueblos del Próximo Oriente y de los jinetes de la
finalmente por los propios emperadores. estepa, tan empapada de muchos de los ideales de Homero que nutrieron a

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HISTORIA DE EUROPA LA GUERRA CON ARMAS BLANCAS

la elite intelectual y militar griega, macedonia y romana durante siglos, JK'II\ 111• beneficios, más o menos permanentes y más o menos facultativos , concedidos
en la fábrica mental de las aristocracias militares germánicas que fundaro11 11'1 por sus líderes. La lealtad es hacia los jefes, compañeros y familiares como
nos y principados entre los restos del Imperio romano, y llegó, puede lllflll iguales o superiores sociales. La logística queda en la mayoría de los casos li-
mentarse, a través de los caballeros medievales que leían a Vegecio y d{· In brada a cada guerrero, que suele ir acompañado de sirvientes que pueden co-
humanistas que rescataron a Homero, aLivio y a Polibio, hasta la actuulhhul laborar en la batalla como tropas ligeras.
La perversión del modelo llegó, por supuesto, cuando se aplicaron 1 "'' En la Europa del período que tratamos fueron colectivos 'de guerreros '
ceptos diseñados para una batalla 'decisiva' de unos minutos a unas ho1 1 1 ~, '' ejércitos tan diversos en composición armamento y tácticas como los hoplitas
una escala global entre grandes estados industriales: el resultado fu CI'OII 1,, griegos de época arcaica, los pueblos ibéricos, celtibéricos, galos, celtas en
carnicerías de las guerras mundiales, que ni fueron breves, ni decisivas, 11i d,., general, germanos de época clásica; escandinavos, germanos, anglos y sajo-
de luego ahorrativas en vidas y gasto. nes, vikingos, etc., de época de las invasiones; francos merovingios y carolin -
gios, normandos, franceses, castellanos, aragoneses y navarros, de la Alta
Edad Media, y en buena medida los ejércitos nobiliarios de la Baja Edad
Guerreros y soldados Media.
Por oposición, los ejércitos 'de soldados' se integran en una estructura
Otro concepto importante que conviene analizar es el de la distincio11 1·11 formal y regulada, aunque no necesariamente profesional, ya que pueden per-
tre «guerreros» y «soldados» que empapa toda la historia militar eum¡wu , \ tenecer a una milicia ciudadana a tiempo parcial. Se 'encuadran' en unidades
que, como varios otros aspectos que hemos ido discutiendo, tiene conno1 1Hht definidas, bajo oficiales con una cadena de mando que no depende de lazos
nes que no son cronológicas, sino de base social. En los conceptos básim ~ .¡, de dependencia personal o de sangre. Los generales suelen dirigir la batalla
guerra antigua y medieval no se aprecia una «evolución» o «progreso» luu·,•l. más que combatir en ella, aunque no evitan arriesgarse si la situación exige
sino modelos de estructura social y en consecuencia militar, de comp l{·¡tdn1l ejemplo personal. El equipo es bastante estandarizado, proporcionado nor-
variable, que se suceden, solapan y alternan a lo largo del tiempo y el es¡11u 111 malmente por el estado, e incluye armas colectivas como artillería. El entrena-
Pero conviene clarificar los conceptos porque con ello podremos entendt•t ul miento es individual, y sobre todo colectivo, a cargo de la unidad. Frente al
gunas de las similitudes y diferencias de comportamiento que observam ~ 1'11 individualismo se prima la colectividad, castigando severamente a quien
los ejércitos que lucharon con armas blancas. arriesga la formación por gloria personal. La cohesión es fuerte , basada en la
Sintetizando, el «guerrero» procede casi siempre de un entorno pol111111 disciplina formal, en la confianza en camaradas y en el respeto a los mandos;
de rango preestatal; normalmente no es un profesional a tiempo compl1·tll tiende a ser sólida y en unidades de soldados entrenados aguanta bien la ten-
aunque las guardias personales de grandes jefes y príncipes son, a e fecln ~ .1 sión. La agresividad no es necesariamente alta, salvo en unidades de elite.
entrenamiento y capacidad, «profesionales». Los guerreros por lo gem·ntl • Normalmente hay paga en metálico, además de una parte muy regulada del
integran en agrupaciones de tamaño y composición irregular no en «llllhlll botín. La lealtad se debe a la unidad, a un general carismático y a los compa-
des». Luchan bajo jefes cuya autoridad se basa en lazos de sangre, de dt•pr ll ñeros; y solo formalmente, a un «estado», que muchas veces resulta una enti-
dencia personal o de prestigio, y que suelen combatir en primera línea dt• t.,, dad demasiado abstracta o lejana. La logística suele ser elaborada, con un tren
talla. El equipo lo consigue cada individuo, y es a menudo poco hom¡~riH ' Il de bagaje colectivo -aunque haya acompañantes individuales.
El guerrero suele tener una elevada habilidad individual en el uso 'k lu ~ 111' Lógicamente, los ejércitos de soldados fueron más raros en la época de la
mas, pero no suele practicar el entrenamiento colectivo en formaci611 d1•1i guerra con arma blanca; pero no son los más recientes en el tiempo. Entre
plinada, tarea que a veces incluso despreciará. A menudo hay una ac1i111d 111 ellos pueden citarse algunos ejércitos hoplitas de los siglos V-IV a. C. , como el
dividualista en el combate, basada en la adquisición de prestigio perNOihtl de Esparta, el ateniense -con la institución de la efebía o servicio militar y la
costa incluso del éxito colectivo. La disciplina es informal-lo que no s i¡~1l introducción de la paga en metálico-, algunos ejércitos mercenarios como
ca que no pueda ser feroz-, y los lazos de cohesión son intuitivos, ba s udn ~ 1'1! los Diez Mil cuya historia narró Jenofonte, el ejército de Aníbal en Italia tras
la camaradería, sangre o relación social. Aunque en apariencia sólidos, t••h•l Cannas (pero no necesariamente los demás ejércitos cartagineses) , los ejérci-
lazos pueden romperse con facilidad en la tensión de la batalla (por l'Í{'Illplfl, tos helenísticos sucesores de Alejandro, el ejército romano republicano e im-
si el jefe cae, o la moral es mala por presagios u otras razones). La agrcslvidl!tÍ perial, el ejercito bizantino -con matices en algunos casos-, las milicias ciu-
en los ejércitos de guerreros es alta o muy alta, y su primer ataque, ferot , 111111 dadanas de Flandes, norte de Italia, Castilla o incluso de los cantones de
que la constancia es escasa. No suele haber paga, y los guerreros obdt•Jit'll •11 Suiza en la Edad Media, además de contingentes de ballesteros mercenarios
compensación por el botín -muy regulado normalmente- o una Sl' l h' d profesionales como los genoveses y otros contingentes mercenarios importan-

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tes del Medievo. Por supuesto, toda esquematización conlleva un gnulo d. campeones de rango similar forman el eje de la concepción homérica de la
simplificación, y encontramos casos complejos, como el del ejército nl lltrtl•• guerra, pero en varias ocasiones se adivina la 'faJange', término ya empleado
nio de Filipo y Alejandro, formado por soldados dirigidos por un gucnl'lll, 11 por Homero hacia 750 a. C. para indicar tropas que combaten en formación
el de las órdenes militares de la Alta Edad Media, soldados con cspÍIÍIII di pero cuya actuación no merece ser cantadas por el poeta.
guerreros iluminados. Este modelo aristocrático, «homérico», basado en el concepto de «guerre-
Esta clasificación no incluye lógicamente las masas de campesinos 11111111 ro de estatus» en afortunada definición de Hans van Wees, es uno de los
dos apresuradamente para acompañar a los ejércitos no profesionales n lo hu más primitivos, pero también uno de los más duraderos en la historia militar
go de todo el período, sin apenas entrenamiento ni cohesión, y dcstinml." europea. Hay rastros de esta concepción aristocrática de la guerra en el mun -
muchas veces a la masacre. En principio, un guerrero vencerá la mayo1111 1l1 do itálico antiguo, en la península Ibérica en época tartésica, así como en ins-
las veces a un soldado; un grupo de guerreros y de soldados estarán igu11lnd1• .. tituciones mucho más tardías, celtas y germánicas. En este modelo, los líderes
pero en la mayoría de las batallas mil soldados vencerían a mil gucrt'H•~. militares, que rigen sociedades de carácter tribal o de jefatura (en el sentido
como supo ver Napoleón al hablar de los mamelucos que derrotó en l ·:~oiplt antropológico del término), cuentan con séquitos más o menos numerosos de
De hecho, a lo largo de la historia, los ejércitos de guerreros han vencido tu 11 guerreros -pueden ser millares de hombres- unidos a su jefe por lazos
sionalmente a los soldados, pero nunca, o casi nunca han ganado una gut•tt 11 de devoción y económicos. A cambio de su asistencia militar, estas clientelas
El Imperio romano, ejemplo contrario que podría quizá saltar a la mcntt·, 1111 reciben beneficios de diverso tipo, desde comida y alojamiento hasta tierras.
fue derrotado militarmente en el campo de batalla; se desmoronó por t'llZI!III'- Los clientes documentados en las fuentes literarias referidas a Iberia prerro-
estructurales. mana, similares clientes entre los galos de época de César, los miembros del
comitatus germano en época imperial romana, y tras el fin del Imperio de
Occidente los thengs anglosajones, los housecarls escandinavos, la scara ca-
Estructura social y organización militar: cambios y constantes rolingia, son sin duda instituciones diferentes, con sus peculiaridades, pero
todas tienen en común el servicio de una elite de guerreros bien armados y
En la Europa antigua y medieval estructura social y organización mi ltltll protegidos, y que combaten a pie o a caballo, a un señor que les acoge y bene-
fueron anverso y reverso de la misma moneda, y la elección de armas y 1111 11 ficia, incluso con tierras. Una variante específica de este modelo son las guar-
cas estuvo en función de dichas variables. dias inmediatas de los grandes señores que realizan un juramento específico
El primer ejército organizado del que tenemos noticias es el del sislt'llllt de fidelidad para no sobrevivirle en la batalla; este tipo de institución docu-
paJaciaJ micénico, que parece haber estado basado en un núcleo de trop11s 111 mentada en el mundo céltico y peninsular prerromanos tiene su razón de ser:
madas por el palacio, dotadas de corazas, espadas y lanza, además de t'tllttt• un jefe corre en batalla un riesgo excepcional, ya que lucha en primera fila y
en un número que podía ser elevado, para transportar los combatien lt s de va a ser objetivo preferente de todos los guerreros enemigos: una guardia es-
alto rango. Junto a ellos existiría una infantería menos protegida, reclu111cltt pecialmente fiel y juramentada es una necesidad táctica innegable.
por distritos en el caso de Mesenia, armados con cascos de cuernos y esctultt- Un modelo de estructura social y su correspondiente organización militar
en forma de creciente, similares a la pelta de época clásica; otras reprcsr11111 totalmente diferente fue el creado unas décadas después de Homero por las
ciones anteriores muestran infantes luchando con espadas y cascos de colt11i ciudades-estado griegas o itálicas (incluyendo Roma). En ellas el ejército se
llos de jabalí. Estas tropas parecen haber combatido en formación con ln11t1t , basó en una milicia cívica censitaria. Aquellos ciudadanos que podían costear-
acompañados de honderos y arqueros. En todo caso, el sistema palacia l m11 e· se el armamento hoplita formaban todas las primaveras la línea de la batalla
nico tiene claros paraJelos orientales, y no dejó descendencia reaJ tras el 111 de la falange, donde todos eran iguales -incluyendo el general- una vez tra-
lapso de c. 1200-1180 a. C. bado el combate. Contribuir con sangre a la defensa de la comunidad era el
Cuando se levanta el velo de niebla de los 'siglos oscuros', son los JHte• impuesto que autorizaba a tener voz y derechos en la asamblea de los ciuda-
mas homéricos , con todos sus problemas de interpretación, los que nos pto danos. Tropas auxiliares ligeras, a veces mercenarias, son apenas mencionadas
porcionan una imagen de la guerra hacia el siglo VIII a. C.: los basileis, n·ye· en las fuentes, pero aparecen en la iconografía. Existían sin duda los hippeis y
zuelas, cuentan con un séquito de guerreros, hetairoz; «compañeros» qut· '" equites, caballeros, pero su papel militar es menor, y normalmente los compo-
sientan a su mesa y reciben beneficios a cambio de su asistencia militar. Acle· nentes de esta clase de ricos propietarios que tenían en el caballo un símbolo
más, una serie de lazos de sangre y obligaciones parece ligar a unos jcf(·s ele de estatus desmontaban para tomar su lanza en las filas de la falange.
menor jerarquía con otros más poderosos, aunque los últimos parecen fiOIIIt Roma desarrolló una variante de este modelo básico: al abandonar lapa-
de una autoridad relativa, de tipo de primus inter pares. Los combates <:11111 noplia hoplita, quizá a principios del siglo IV a. C., creó un sistema de líneas

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HISTORIA DE EUROPA LA GUERRA CON ARMAS BLANCAS

de batalla diferenciadas: infantería ligera primero, y luego tres líneas d¡• 1111".111 de los ejércitos de campaña, con un gran número de unidades llamadas auxi-
tería 'de línea' con armas distintas según su capacidad económica. 1)¡• 1,~¡ lia de infantería (cohortes), de caballería (alae) y mixtas (cohortes equitatae),
modo, incluso hombres libres de recursos escasos podían contribuir 11 fu ,¡ más flexibles y de menor tamaño, que se podían desplazar y agrupar según
fensa de la res publica, formando un ejército mucho más numeroso de l11 tfll las necesidades. Entre estas unidad, es había arqueros, cataftractos y otras
podría ser si solo contara con quienes podían costearse la panoplia ddi'IIMÍ\'11 tropas especializadas. A estas piezas básicas se añadieron con el tiempo nu-
completa. La organización de las asambleas o comitia, donde se tomah1111 luu; merz; tropas originalmente de carácter irregular luego absorbidas en el ejérci -
na parte de las decisiones políticas y se elegían magistrados, era tamhit'll, v ,, to regular.
la vez, la base del esquema de encuadramiento militar. La mayor nc x ihd~tlu. Las reformas impuestas por la situación estratégica y económica del Im -
táctica que este sistema permitía fue un beneficio añadido, y dio luga r ul rjt 1 perio a partir del siglo III d. C. aumentaron la proporción de caballería, y fo -
cito manipular articulado en líneas de batalla (acies) de velites, has/al!; /11111•' mentaron una nueva división entre tropas fronterizas (limitanez) y ejércitos
pes y triarii con complejas subdivisiones en manípulos y centurias, cud.1 111114 móviles en retaguardia (comitatenses), pero a todos los efectos el. ejército ro-
con su estandarte y oficial. La progresiva expansión romana por Italia jll' lllll mano mantuvo una organización, disciplina y profesionalidad hasta al menos
tió ir incorporando nuevos efectivos de socii (aliados) encuadrados y ariiHid,,. principios del siglo V d . C. muy superiores a cualquier otro ejército del perío-
a la romana, pero sin los derechos de un cives romanus. Por otro lado, v ,f, do, hasta la incorporación masiva desde Adrianópolis de tropas bárbaras que
acuerdo con el esquema antes planteado, Roma formó desde muy pronlo 1111 mantenían su organización y armamento (/oederatz). Que Roma pudiera man-
ejército de soldados y no de guerreros: Livio o Polibio proporcionan muh1111d tener tanto tiempo su Imperio con unas fuerzas armadas comparativamente
de ejemplos de los criterios de distinción que antes hemos citado. reducidas en relación con su población y la suma de sus enemigos (unos tres-
El ejército macedonio creado por Filipo a lo largo del siglo IV o. C. 11 cientos mil hombres en el Alto Imperio, quizá cuatrocientos cincuenta mil en
ponde ya a un modelo diferente: no es una milicia cívica, sino un ejército dt• 11 la Tetrarquía para todo el Imperio) es testimonio de la eficacia del sistema.
cluta de base territorial dentro del reino; no es un ejército de guerreros, "11111 Tras el colapso del Imperio de Occidente, Bizancio luchaba por mante-
de soldados, ya que su entrenamiento, armamento, encuadramiento y lowsl h ,. ner un ejército regular sin parangón durante siglos en el resto de Europa, aun-
se profesionalizaron y articularon a unos niveles muy superiores a los de 111111 que la institución por Heraclio en el siglo VII d. C. de los themata en las fron -
quier otro ejército contemporáneo, incluyendo el de Roma; pero el csp111111 teras orientales contenía el mismo insidioso germen de la ruralización del
que animaba a sus jefes a cargar al frente de la caballería de la guardia rc~tln ,, ejército que habían tenido las tierras entregadas a los limitanei en Occidente
el de guerreros en el sentido más homérico de la palabra. El ejército de Al¡•j¡lll en época de Constantino, a principios del siglo IV, o a las fuerzas fronterizas
dro después del asedio de Tiro fue un ejército ya profesional, donde los sofd,, de los tiempos deJustiniano.
dos macedonios llevaban años lejos de sus hogares, donde el complemcnlo .¡, En Europa occidental, sin embargo, y como se ha apuntado ya antes, los
tropas mercenarias y aliadas era decisivo, con una elaborada logística, COilllt ~ reinos germánicos formaban sus ejércitos según un modelo arcaico derivado
verá, y sobre todo con una combinación de tipos de tropa sin paralelo 1'11 !11 del primitivismo de su propia estructura social, y en algunos aspectos similar
Antigüedad hasta avanzado el Imperio de Roma más de tres siglos después. al homérico de mil quinientos años antes, basado en el séquito aristocrático
Los ejércitos de los sucesores de Alejandro -seleúcidas, antigónidu-. guerrero combinado con levas ocasionales. En todos estos casos la guardia
ptolomeos- desarrollaron estos aspectos, incluyendo armas exóticas t'Oin•• personal del rey, su núcleo inmediato, puede considerarse una fuerza pro-
los elefantes y fomentando el asentamiento de macedonios nativos en As111 •• fesional, a veces tan pequeña como unas decenas de hombres, a veces tan
Egipto, concediendo tierras a los soldados a cambio de su disponibilidad pn· grande como dos mil. Hay indicios de que en fechas tan antiguas como el si-
sente y la futura de sus descendientes (cleruquía, katoikia). Ese sistema d1· r11 glo VII d . C. algunos de estos miembros de las casas reales habían creado
lonato militar no fue suficiente, sin embargo, para mantener el delicado t'ljlll en Inglaterra sus propios séquitos, caso de Guthlac de Mercia, quien en el si-
librio entre las distintas armas del ejército que había sido la clave principul drl glo VII d . C. se dedicó a devastar con sus hombres las tierras vecinas, por
éxito de Alejandro. cuenta propia y no por orden del rey a quien debía asistencia y, en principio,
La formación de un ejército puramente profesional en Roma dt¡.d, obediencia. La comparación con los textos homéricos quince siglos anteriores
aproximadamente el año 100 a. C. es una lógica consecuencia del mismo lt· se hace casi inevitable.
nómeno de expansión territorial, campañas prolongadas a larga distancin y A este núcleo se añadía, cuando es necesario , una movilización de tropas
complejidades logísticas que afectaron a Alejandro y sus sucesores. Se hu~• que aparecen muy desdibujadas en la documentación conservada; es el con-
durante cuatro siglos en la combinación de unas pocas -treinta aproxin111 junto de hombres libres, de diversos rangos , que componen el grueso del ejér-
damente- grandes unidades de infantería pesada (legiones) como núd1·t ~ cito (warband), y que en Europa fueron siempre infantes. Apenas visibles en

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la !liada, pueden detectarse contingentes así en la antigua Iberia, en la Cal in , En la Alta Edad Media la feudalización del ejército era ya un hecho en
en Germanía de época clásica. En los siglos oscuros tras la caída de Romu toda Europa occidental, con variantes regionales ciertamente, pero todas ellas
aparecen entre los anglosajones como el /yrd, la leva de hombres libres qu1· basadas en el predominio ideológico del guerrero a caballo bien armado. Solo
podía ser selectiva, escogiendo hombres más motivados o mejor armados, 11 desde 1118 d. C. la institución de las órdenes militares en Tierra Santa, Euro-
general y masiva. pa oriental y la península Ibérica, con paralelos -que no necesariamente pre-
En esta alternancia entre un 'núcleo duro' de guerreros profesionales ccr cedentes- mucho más antiguos en el mundo islámico (los monjes guerreros
canos al príncipe, y la concurrencia de los hombres libres, tenemos la ra1 que vivían en celibato en ribats están documentados en el norte de África ya
profunda del fenómeno del feudalismo en su sentido más concreto de prcs en el siglo VIII d. C.), creó una fuerza militar profesional y, en general, bastan-
tación militar a cambio de beneficio, convenio sellado por un pacto formnl te más disciplinada que las huestes feudales y las crecientes fuerzas propias de
En el reino anglosajón de Inglaterra, siglos antes de la invasión normandu los reyes. También es cierto que los caballeros de las órdenes podían ser en
de 1066, los theng recibían del rey, sin carácter hereditario, tierras en el campo exceso agresivos y a menudo poco razonables, hasta el punto de que Saladino
a cambio de su disponibilidad militar; en los siglos VI-VIII acudían con suN decidiera tras su victoria en Hattin (1187) ejecutar a todos los caballeros.cap-
armas al ser llamados, pero en el siglo X actuaban ya también como oficiak·h turados de las órdenes militares, en lugar de permitir su rescate. De todos mo-
de la leva general o /yrd. dos, no debemos ver la organización militar de estas órdenes de otra manera
Las tribus germánicas de época de Tácito (siglos I-IV d. C.), los reinos que a la luz de las estructuras mentales del período: el número de caballeros
descendientes de época de las migraciones hasta Carlomagno (siglos V-IX) y fue siempre muy reducido -un gran castillo podía estar habitado como mu-
los reinos posteriores (siglos X-XI) muestran rasgos semejantes, aunque SI' cho por unas decenas de hermanos-, y por debajo se contaban los comba-
observa un proceso en cierto modo parabólico. Entre los jefes descritos po1 tientes de rangos inferiores, desde hombres de armas montados y bien arma-
Tácito en el siglo I d. C. y los reyes descritos por Gregorio de Tours en el si dos hasta mercenarios locales de infantería ligera.
glo VI d. C. se aprecia un proceso de reforzamiento del poder real y una 111:1 Desde el siglo IX d. C. los ejércitos medievales europeos habían estado,
yor capacidad organizativa. En el siglo V d. C., los reyes tenían séquitos gran pues, estructurados en torno a una caballería pesada noble -en diversos gra-
des y jerarquizados, desde los más cercanos al rey a guerreros menores pcn 1 dos de estatus social, pero todos hombres de armas en la batalla-, cuyas car-
siempre libres, a los que podían exigir pasar revista militar, no reunir l' ll gas decidían la mayoría de los combates, ya que una infantería menos prepa-
asamblea. Todavía los miembros libres de este ejército podían sentirse cap;l rada y armada no podía detenerlos. Pero no debemos deducir de esto que la
ces de enfrentarse a su rey por el reparto de botín, como según Gregorio d1· caballería pesada fuera la única arma decisiva en la Edad Media. Por un lado,
Tours le ocurrió al rey franco Clovis (466-511 d. C.), pero el castigo fue ft· en regiones como el este europeo o la península Ibérica, la caballería ligera y
roz, público y sin consecuencias, mientras que en la antigua sociedad germ:1 la infantería jugaban a menudo un papel importante, ya que las condiciones
nica algo así hubiera desatado un feudo de sangre. Con el tiempo, los miem militares eran muy diferentes a las del norte de Francia, que suele tomarse
bros de estos grandes séquitos fueron dividiéndose en un grupo menor dt• como referencia. Por otro lado, las batallas campales fueron la excepción más
verdaderos nobles, mientras que el resto, manteniendo su condición librt• , que la regla de la guerra medieval; los asedios y las cabalgadas o razias de
acabó mezclándose con la población galorromana, o iberorromana, en los saqueo eran mucho más frecuentes y en ellos los caballeros desempeñaban un
reinos que se iban creando. En el período de los grandes movimientos de ptw papel menor. Así pues, la caballería no fue el arma única ni decisiva, pero sí el
blos de las invasiones germánicas, que implicaron a cientos de miles de p(.'l arma socialmente predominante y sobrerrepresentada en la información dis-
sonas y poblaciones enteras en armas, e incluso en época de Carlomagno, 1111 ponible, generada para y por ese grupo social.
rey franco podía levantar ejércitos grandes organizados y emprender campn A medida que pasó el tiempo la infantería fue ganando más y más peso.
ñas de cierto alcance, aunque incluso Carlomagno no podía exigir a sus gut· El desarrollo de ciudades mayores, con más población, en Flandes, en el norte
rreros -todavía muchos de ellos infantes, aunque las cosas estaban cambian de Italia, incluso en Castilla y Aragón, dio lugar a la aparición progresiva, tras
do- que marcharan con él por un período superior a cuarenta días. A part il muchos siglos de milicias concejiles que entrenaban a pie y se armaron con pi-
de entonces, los antiguos séquitos guerreros se convirtieron en una cada VI'' cas, ballestas y alabardas, una combinación que desde el siglo XIII empezó a
más compleja pirámide feudal llena de ramificaciones, donde los interestll ser realmente peligrosa para la dominante y costosísima caballería pesada. En
de los grandes nobles a menudo chocaron con los del rey, que vio perdl'l Lugano (1176) y Cortenuovo (1237) la milicia comunal lombarda resistió con
buena parte de su poder militar ejecutivo; sus capacidades de reunir ejérci tor. éxito a la caballería imperial; y la tendencia no hizo sino crecer. En Courtrai
y montar grandes campañas disminuyeron radicalmente en los dos siglos SI (1302), Cefiso (1311), Bannockburn (1315), Mortgarten (1315), en contextos y
guientes. circunstancias bien distintos, ejércitos de infantería mercenarios, campesinos

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HISTORIA DE EUROPA LA GUERRA CON ARMAS BLANCAS

o urbanos, bajo estandartes cantonales o gremiales, sin apenas componl'llll guerra en Italia desde el siglo XIII y, sobre todo, el XIV , a menudo mandadas o
aristocrático, vencieron claramente a la orgullosa caballería. Con la incorpo111 integradas por extranjeros, como el famoso Werner de Urslingen o la «Com-
ción de las ballestas de armatoste, de los arcos largos galeses, pero, so l)lt pañía Blanca» de John Hawkwood. Estos contingentes mercenarios normal-
todo, con el crecimiento de una infantería que confiaba en sus posibldatk ·~. mente confiaban en obtener asignaciones de tierras al final de su servicio e in -
incluso los caballeros soberbiamente acorazados de los siglos XIV y XV LUvil' cluso establecerse como colonos militares hereditarios. Pero también podían
ron serios problemas. Y ello en un momento en que los reyes buscaban tod1 ~ incluso tomar un territorio y construir su propio estado, normalmente efí-
las formas posibles de reforzar su poder a costa de los díscolos, irritantes y mero, caso de los mamertinos en Sicilia en el siglo m a. C. o el del ducado de
a menudo peligrosos nobles. La combinación de mercenarios, de armas d1· Neopatria de los almogávares a principios del siglo XIV. Incluso contingentes
fuego y de tropas fiables de infantería anunciaba un cambio sustancial qu¡• de caballeros podían combatir por un salario, cedidos por un noble, caso del
se definiría claramente en los campos de batalla de Italia durante las primeo~ contrato por el que el conde Roberto de Flandes se comprometió a suminis-
décadas del siglo XVI. trar a Enrique 1 de Inglaterra mil caballeros flamencos cobrando él quinientas
libras y comprometiéndose Enrique a mantener a los caballeros.
Una segunda categoría es la formada por especialistas individuales: gene-
El mercenariado rales como el lacedemonio Jantipo, que marchó a ayudar a los cartagineses en
la Primera Guerra Púnica (264 -241 a. C.), ingenieros militares como Epímaco
El fenómeno del mercenariado es una constante en la guerra desde que de Atenas, que se puso al servicio de Demetrio Poliorcetes, o los ingenieros
contamos con documentación escrita. Aparte de numerosos y bien documen medievales (véase in/ra, pág. 3 74).
tados precedentes en la Edad del Bronce del Oriente Próximo, tenemos en En tercer lugar deben mencionarse los especialistas en un tipo de arma,
Europa pruebas de la existencia de contingentes mercenarios a lo largo de los normalmente exótica, bárbara o muy técnica, reclutados en colectivo en sus
tres mil años que tratamos. El concepto moderno de mercenario aventurero tierras de origen, normalmente formando unidades relativamente reducidas
individual, nada fiable y a menudo considerado casi un rufián, no tiene nada -centenares mejor que millares de hombres-, pero especializadas. Es el caso
que ver con el concepto antiguo y medieval, donde los mercenarios podían de los arqueros escitas en la Atenas arcaica; de los honderos radios o baleares
crear ejércitos regulares formados incluso por miles de hombres que, por lo al servicio de Roma o Cartago. En la Edad Media, los ballesteros genoveses,
general, eran fieles a sus empleadores mientras se cumplieran las condiciones bien organizados y encuadrados, son un buen ejemplo; en cierto modo, la
de su contrato, e incluso en situaciones difíciles. Otra cosa eran los pequeños guardia varenga (vikinga) de la corte bizantina del siglo XI, con sus cotas de
contingentes desmandados o los ejércitos mercenarios que no recibían su malla y grandes hachas, constituye otro.
paga: en ese caso podían convertirse en una verdadera plaga sobre la tierra. Finalmente, existen contingentes mercenarios bárbaros, carne de cañón
Es cierto que algunas viejísimas tradiciones culturales de raíz indoeu- incivilizada, e incluso irregular, alquilada en bloque por estados para sus cam-
ropea, donde se fomentaba que grupos de jóvenes marcharan en expedicio- pañas, caso de Cartago a partir del siglo VI a. C., o tropas de zonas marginales
nes militares para probar su virtus, favorecían el fenómeno; pero en la in - alquiladas en época carolingia. En la Edad Media no fueron habituales en Eu-
mensa mayoría de los casos el mercenariado antiguo y medieval tiene raíces ropa, dada su nula capacidad militar, y porque las levas de campesinos cum-
económicas. plían esa función .
En el período que tratamos se dieron básicamente cuatro tipos de merce-
nario. En primer lugar, gentes de la ecúmene civilizada que individualmente o
en grupos marchaban a lugares conocidos de reclutamiento y formaban ver- La dirección de la batalla: los generales
daderos ejércitos de infantería pesada o peltastas de calidad; un buen ejemplo
son los Diez Mil de Jenofonte, puestos al servicio de Ciro el Joven, preten- Como en otras cuestiones, no hay un criterio cronológico, sino cultural,
diente al trono de Persia, y que quedaron sin contrato al morir este en la ba- para definir la forma en que los generales luchaban en la época del arma blan-
talla de Cunaxa (401 a. C.); otro, los cinco mil mercenarios griegos al servicio ca. En la tradición arcaica griega, los generales ocupaban su puesto en la for-
de Persia bajo Memnón, que fueron masacrados por Alejandro tras su victo- mación en primera línea y una vez trabado el combate perdían todo control
ria en Gránico. La «Compañía Catalana», los seis mil almogávares de los si- de la batalla; incluso los tácticos más progresistas que diseñaron nuevas for-
glos XIII-XIV, con una gran reputación en Italia como infantería ligera feroz maciones morían en batalla, caso del tebano Epaminondas, que cayó en Man-
pero eficaz, muy sólida y disciplinada, constituye un ejemplo medieval de es- tinea (362 a. C. ) en el momento de la victoria. Los macedonios seguían una
ta categoría, al igual que las compañías de mercenarios características de la tradición de liderazgo heroico que llevó a Alejandro a sufrir numerosas herí-

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HISTORIA DE EUROPA LA G UERRA CON ARMAS BLAN CAS

das en batalla al frente de sus compañeros o escalando muros de fortificado en la historia, tuvieron desde el último tercio del siglo XIX una «cola» logística
nes; sin embargo, la eficacia de su ejército le permitía mantener cierto contro l de militares no combatientes superior en número a los «dientes», las tropas de
de la batalla. Los pueblos «bárbaros» seguían una tradición similar, y así l' l combate; proporción la de tropas de retaguardia que no ha cesado de crecer
caudillo ilergete Indíbil murió en primera línea luchando contra los romanos , desde entonces.
En cambio, la tradición militar romana no enfatizaba la lucha personnl Los ejércitos armados con armas blancas no tenían que transportar com-
del general; de hecho, se valoraba más que mantuviera el control de los aco11 bustible, repuestos y munición, o, al menos, no en cantidades remotamente
tecimientos desde una posición algo retrasada. En palabras atribuidas a Esd comparables a las de los ejércitos dotados de armas de fuego y vehículos de
pión el Africano, un mando debía ser un general en jefe (imperator), no 1111 motor; pero todos ellos, incluso los más profesionales, necesitaban una reta-
guerrero (bellator). Dicho esto, desde luego se esperaba del general que en si guardia de carros y acémilas para transportar grano, molinos de mano, tiendas
tuaciones de crisis combatiera personalmente en primera fila para dar ejemplo de campaña, etc.
y resolver los momentos de vacilación; uno de los mejores ejemplos es el th• Si un ejército esperaba encontrar resistencia en ciudades, aunque no lle-
Julio César. Aunque los emperadores romanos a menudo dirigieron person11l vara consigo máquinas de asedio, sí que necesitaba transportar forjas de cam-
mente campañas militares, desde Augusto procuraron mantenerse físicam<:ntr paña, herramientas de carpintería, miles de clavos, cuerdas, pieles, cueros, es-
a salvo, aunque de nuevo debían estar dispuestos a morir en combate si l'lll parto, los elementos metálicos de arietes, ruedas, incluso las grandes vigas
necesario, caso del desdichado Valente en Adrianópolis (378 d. C.). necesarias para elementos clave que quizá no se pudieran encontrar sobre el
El mundo germánico de los siglos V-VIII, con su énfasis en el vigor físirn , terreno, etc. Todo ello exigía centenares de carros tirados normalmente por
el valor personal y el liderazgo guerrero derivado de la delicada base th•l bueyes, además de acémilas, que ralentizaban la marcha y que además consu-
poder personal de sus líderes, volvió a patrones similares a los de un Inclíbi l o, mían cada día ingentes cantidades de agua y forraje, dejando yermo el terreno
eventualmente, a los de un Alejandro. Príncipes antes que generales, mantt• por el que pasaban o donde se detenían más de unos días.
nían el respeto de sus hombres, su timé, en terminología homérica, arrÍCSj.\1111 Finalmente, todo ejército generaba unas necesidades personales de los
do su vida junto a su comitatus. Por ello, durante toda la Alta Edad Mediu lo soldados y oficiales, que solían ir acompañados por buhoneros, mujeres, adi-
nobles y los reyes luchaban en primera fila, y a menudo resultaban heridos 11 vinos, etc., tanto si era una fuerza de nobles como de una milicia ciudadana, si
muertos, caso de Harold en Hastings, en 1066, o de Ricardo Corazón de Ll'OII , se habla de un ejército regular o de una banda bárbara. Si los generales no
herido en una rodilla en 1196 y luego herido de muerte por un ballest l't 11 cuidaban este último aspecto, un ejército acababa arrastrando tras de sí una
en 1199 durante el asedio. En la Baja Edad Media los reyes, ya más gobcm1111 verdadera ciudad móvil de civiles; un disciplinario estricto que quisiera res-
tes y soldados que príncipes de una banda de guerreros, dejaron gradualml'llll ' taurar la eficacia de una tropa entregada a la molicie había de comenzar por
de combatir en primera línea, puesto que los riesgos que implicaba sufrir h<:1 i1lt1 depurar estos elementos; es, por ejemplo, lo que Apiano nos cuenta que Esci-
o muerte eran mayores que los beneficios obtenidos por el liderazgo medimttl pión Numantino hizo con su ejército nada más llegar a Hispania en 134 a. C.
el ejemplo. Cayo Mario, autor de la profesionalización del ejército romano a finales del
siglo II a. C., trató de limitar el tamaño de la impedimenta, cargando a sus
hombres con equipo personal hasta el punto de recibir el apodo de «mulas de
LA LOGÍSTICA, SAQUEOS, EFECTIVOS Y BAJAS Mario». Antes que él, Filipo de Macedonia había prohibido los carros en su
ejército y había limitado los sirvientes a uno por jinete y uno por cada diez
Suele decirse que, en cuestiones militares, los aficionados hablan tilo 111 infantes 2 . Flavio Josefo nos cuenta que en su época el ejército romano, con
mas y los profesionales de logística. Y es cierto que, como reza el viejo afot i- diferencia el más profesional y afinado de toda la Antigüedad y Edad Media,
mo, los ejércitos marchan sobre sus estómagos, y que aprovisionar CO IT(' tlll llevaba buena parte de su impedimenta a hombros de los legionarios, pero
mente las fuerzas propias y dañar la logística del adversario es la formn 11111 que aun así había un tren de bagajes importante, incluyendo ambulancias, sir-
segura de obtener una victoria económica para las fuerzas propias. La int111 vientes, etc. Un soldado normalmente no podía cargar en persona más que
ducción del uso militar del ferrocarril a partir de mediados del siglo X1X, 1l• con raciones para tres días, como especifica Flavio J osefo.
los vehículos con motores de combustión interna con combustible a p1111 Aquellos ejércitos formados por un núcleo de nobles -por ejemplo, un
cipios del XX, junto con la generalización de las armas de tiro rápido q111 ejército medieval francés- o de propietarios -por ejemplo, un ejército ho-
consumen cantidades ingentes de munición con cartuchos metálicos y l'lll 1-1•1
explosiva que no pueden conseguirse en el campo de batalla, alteraron <:spn 2 Lo que para un ejército de cincuenta mil infantes y cinco mil jinetes implicaría, de entrada, diez

tacularmente los problemas logísticos de los ejércitos que, por primel'll v•· mil personas más, sin contar otros elementos no combatientes probablemente igual de numerosos.

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LA G UERRA CON ARM AS BLANCAS
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plita griego-llevaba probablemente una cola aún mayor, y más desorganiza-
El influjo del cristianismo supuso un cambio en la forma en que la no-
da, de sirvientes comerciantes, mujeres, etc. Aunque un general decidido no
bleza comenzó a considerar el destino de los no combatientes. Y a en el siglo X
tenía en cuenta las necesidades de estas personas, el hecho es que para que la
la Iglesia imponía sanciones espirituales para quienes atacasen de forma sacrí-
moral del ejército no se resintiera habían de recibir al menos comida y agua.
lega sus fuentes de riqueza (De statu sanctae ecclesiae). Poco a poco, la Iglesia
D. W. Engels, por ejemplo, calculaba que el muy organizado ejército de Ma-
com enzó a buscar la protección también de los pauperes (Concilio de
cedonia llevaba un acompañante por cada dos soldados en su marcha por el
interior de Asia. Carroux, 989) y surgió el concepto de la «Paz de Dios», que en teoría prote-
gería a los no combatientes, y en particular la «Tregua de Dios» (Tregua Dez),
Ningún ejército podía llevar consigo comida para toda una campaña, por
que trató sin demasiado éxito de restringir el uso legal de las armas a ciertos
lo que los diferentes manuales recomendaban prever las necesidades por ade-
días de la semana y ciertas épocas del año: se prohibió la guerra entre jueves
lantado. Vegecio, por ejemplo, autor antiguo muy leído en la Edad Media, re-
y domingo, además de en períodos como Adviento y Cuaresma. Evidente-
comendaba construir depósitos a lo largo del eje de avance de las tropas,
mente, el concepto fue acatado por la nobleza guerrera, pero no adoptado.
abastecidos por súbditos y aliados. Desafortunadamente, una vez en territorio
El siglo XIII vio nuevos intentos de racionalización, retomando viejas discu -
enemigo dicho recurso no funcionaba más allá de una semana, y vivir de lo
siones clásicas sobre la «guerra justa» (Tomás de Aquino), pero en la prácti -
que el terreno daba se convertía en una exigencia militar. Regiones enteras
ca los no combatientes siguieron sufriendo la guerra como lo habían hecho
quedaban entonces desnudas de alimentos y otros recursos -por ejemplo,
siempre, porque los imperativos logísticos y la debilidad de la disciplina en
madera para fuego- cuando un gran ejército marchaba a través de ellas.
los estratos sociales bajos de los ejércitos medievales así lo imponían en la
Cuanto más fértil, poblada y rica era una región, mayor era su capacidad
práctica.
de sostener el paso de un ejército; cuanto más seca y despoblada, o más daña-
Se han realizado intentos más. o menos complejos por calcular la capaci-
da por campañas anteriores, esa capacidad disminuía considerablemente.
dad de un territorio para abastecer ejércitos. El más elaborado es el de D. W.
Pero, por supuesto, hay un límite a lo que un pasillo de un ancho dado puede
Engels para el ejército macedonio de Alejandro Magno, aunque hay otros tra-
proporcionar en lo tocante a agua, leña, forraje y alimentos.
bajos parciales. Estos estudios parten de que las necesidades de un soldado,
Por otro lado, los generales experimentados tenían muy en cuenta la es-
caballo o buey son constantes a lo largo de la historia, y que, por lo tanto , el
tación del año y otras consideraciones logísticas para usarlas en su provecho,
volumen de grano o forraje, o la cantidad de agua necesaria por persona o
atacando, por ejemplo, a los forrajeadores enemigos para desgastar su ejército
animal, pueden ser calculados, desde la Prehistoria y hasta época napoleónica,
o para negarle los víveres que necesitaba, forzando su retirada, su disolución o
una batalla en condiciones desventajosas para él. con bastante precisión. Y el resultado de casi todos estos estudios es enfatizar
la máxima napoleónica de «marchar separados, combatir unidos». Pero, aun
El saqueo controlado del territorio, acompañado del pillaje incontrolado
así, resulta extremadamente difícil alimentar a un ejército w;üdo de más de
y sus atrocidades consiguientes, fue una constante de la guerra con ejércitos
cincuenta o sesenta mil combatientes con sus correspondientes seguidores, y
que vivían del terreno, aunque tales prácticas solo muy ocasionalmente se re-
esa cifra puede descender a menos de la mitad si la campaña era invernal o en
flejen, casi como de pasada y como cosa sabida, en unas fuentes que estaban
zonas ya devastadas.
acostumbradas a esta necesidad militar. La historia habitual de los campesi
Precisamente por ello las ciudades fortificadas y las fortalezas antiguas y
nos torturados para revelar el escondite de sus cerdos, o de las mujeres viola
medievales eran tan importantes como depósitos y lugares para almacenar,
das por los soldados, incluso en ejércitos bien disciplinados, no fue contadn
por casi nadie en la Antigüedad y la Edad Media. aunque fuera provisionalmente, aquello que no se debía llevar al campo de
batalla. Por eso, cuanto menos profesional y regular era un ejército en la épo-
La guerra antigua y medieval tiene, ya de entrada, un fuerte carácter deprc
ca anterior a la pólvora, menor era su radio de acción efectivo y mayor su ne-
dador: iberos y celtíberos, galos y germanos, pero también los griegos y los roma
cesidad de controlar ciudades y plazas fuertes, que podían multiplicar la capa-
nos de época clásica, iniciaron campañas con el objetivo de robar rebaños, cap
cidad del territorio para alimentar al ejército. Por el contrario, cuanto más
turar botín o esclavos o saquear cosechas, y tales comportamientos se repitieron
profesional o mejor estructurado estaba el ejército -y normalmente, por lo
sistemáticamente durante la Edad Media. Los intereses de los generales por con
tanto, mayor era en efectivos-, más fácil resultaba construir un sistema de
seguir riqueza en los saqueos de ciudades conquistadas, los de los soldados por
depósitos a retaguardia que enviara provisiones, a ser posible por mar o por
sustraerse, aunque fuera momentáneamente, a las miserias de la campaña, y lu
vía fluvial , para complementar lo que el terreno proporcionaba; el ejército
mentalidad que veía en la destrucción de los bienes del enemigo la mejor for11111
de Alejandro en Asia, o el de César en la Galia, son buenos ejemplos de ello.
de doblegar su voluntad, fueron ingredientes combinados para que la palabru
La imprevisión a la hora de asegurar un mínimo abastecimiento podía, por
«depredación» sea quizá la que mejor caracterice la guerra con arma blanca.
el contrario, deshacer un ejército en dos días: la batalla de Hattin en Tierra
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HISTORIA DE EUROPA LA GUERRA CON ARM AS BLANC AS

Santa (1187), en la que el rey de Jerusalén no fue capaz de asegurarse lu pn •o~ poleis griegas importantes en circunstancias normales, las ciudades etruscas
sión de fuentes o manantiales suficientes para dar de beber al ejérci10 trll t •l grandes, los grandes principados en Centroeuropa o en el extremo occidente
do, dictó unas tácticas desesperadas y selló la suerte del ejército al díu dl· i111 en época clásica, o los grandes señores medievales, movilizarían ejércitos de
ciar la marcha. unos pocos millares de hombres, de los cuales solo entre un tercio y la mitad
serían guerreros bien armados y entrenados con valor militar. Los ejércitos
confederados de ciudades griegas en época clásica, los ejércitos consulares de
La espinosa cuestión de los efectivos la República romana temprana, las confederaciones de varios pueblos germa-
nos , galos, iberos o celtíberos, los reyes carolingios, y los reyes de Europa oc-
Las consideraciones logísticas son el criterio fundamental que nos JH''''' cidental a partir de finales del siglo XII podrían reunir entre dos y tres decenas
te descartar como pura fantasía o intoxicación interesada las cifras qul' t ¡,,, de millares de combatientes.
can frontalmente con magnitudes físicas. Pero más habitual que las cifms dr Estados importantes de tipo territorial como la monarquía macedónica o
paratadas son, en el mundo antiguo y medieval, otras que parecen hinchud" .. sus sucesores helenísticos, la República romana o Cartago en la Antigüedad
aquí, muchas veces a lo más que podemos aspirar es a trabajar con órd<:l '~ d, o el Imperio romano podrían en conjunto movilizar hasta cientos de miles de
magnitud. En estos casos son fundamentales la experiencia del historiador , ¡,, soldados, llegando en el apogeo de la República y luego de nuevo avanzado el
tradición de la crítica textual sobre la calidad de las diversas fuentes y el ¡u111 Imperio hasta cifras globales en torno al medio millón de soldados, cifras que
cipio de la «Probabilidad Militar Inherente». De entrada, no se deben dl'N t ' " no se volverían a alcanzar tras el colapso de 476 d. C. por ningún estado eu-
tar las cifras de fuentes antiguas sin una buena razón. Los números rcdond11 ropeo durante más de un milenio. Pero, normalmente, ni siquiera estos estados
e inmensos son los primeros que deben ponerse en cuarentena; pero tt vn • de tipo imperial movilizarían conjuntamente para una sola campaña ejércitos
cifras en apariencia muy precisas resultan increíbles, como ocurre con !11 superiores a los cien mil hombres, por las razones logísticas antes apuntadas.
2.641.610 combatientes (incluyendo la flota) y otros tantos no comba tÍl'tth· En conjunto, un gran ejército de la Antigüedad se movería normalmente
con los que, según Heródoto, Jerjes atacó Grecia en 480 a. C. Otras v<:t'l'1 ¡,, en torno a los cincuenta mil combatientes; y en la Edad Medía el equivalente
fuente insiste casi con rabia en que las cifras que da las tomó de un docullll'll para una monarquía poderosa o una coalición oscilaría en cifras más próximas
to más o menos oficial, como Polibio al hablar del ejército de Aníbal y de lllhl a los veinticinco mil que a los cincuenta mil soldados. Incluso batallas entre
tablilla de bronce que pudo ver en el santuario del cabo Lacinio. En t ¡11111 reyes importantes en época tardía como Agincourt (1415) enfrentaron ejérci-
como este, la credibilidad del historiador -Polibio es en conjunto u1 111 d1 tos en el rango de los 15 .000-20.000 hombres más que en el orden de las nu-
nuestras fuentes más fiables para las cuestiones militares de la Antigüe<.lad merosas decenas de millar.
la precisión de las cifras, la coherencia de estas con otros datos del pcrH 11l1t Hay que tener en cuenta, por otro lado, que las fuentes literarias (griegas,
y la consistencia con las capacidades logísticas, son buenas razones para m rp romanas, medievales cristianas, bizantinas) cuando narran enfrentamientos
tar los datos. Por supuesto, lo ideal sería contar con documentación ofici rd d, con ejércitos bárbaros u orientales (helvecios, persas, mongoles, turcos) sue-
tipo militar con recuentos de tropas o raciones, pero es una verdadera 1'1111'''' len incluir en las estimaciones de las fuerzas enemigas un número muy eleva-
contar con documentación como los datos del ardo revista militar que Sa lr1d1 do de no combatientes (seguidores, mujeres) , además de tropas de ínfima cali-
no pasó a sus tropas en Tasil el24 de junio de 1187, poco antes de la batull,, dad, milicias reclutadas localmente y cuyo valor militar era próximo a nulo.
de Hattin. Lo más parecido a estos datos con que a veces contamos son ¡,, Esta inclusión puede triplicar fácilmente el número real de fuerzas enemigas,
inventarios de armas y repuestos en los castillos bajomedievales, con indil ol salvo cuando el narrador es más honesto y especifica que el enemigo al que se
ción también de la guarnición, que suelen sorprender por lo abundanLc d..l enfrenta incluye mujeres y niños, una verdadera migración, caso de la de los
material-a menudo, en parte obsoleto o inservible- y lo exiguo de la ~1 helvecios en 58 a. C.: César específica que el total de helvecios -y otros cua-
nición permanente. tro pueblos más- sumaba 368.000 personas, de las que 92.000 eran varones
Es posible realizar una aproximación basta a los efectivos puestos en j1u· en edad de portar armas. Al tiempo, las fuentes clásicas y medievales suelen
go en los períodos estudiados, simplemente en órdenes de magnitud y CO IIHI omitir esos mismos contingentes de tropas ligeras consideradas de estat.us in-
referencia, a partir de los casos mejor documentados. Las ciudades gric~n s '' ferior, pero que efectivamente combatían aunque su papel fuera menosprecia-
itálicas de pequeño rango, los pueblos bárbaros de Occidente en época clu ~ t do , cuando son las propias. Así, pese al mito, en las Termópilas combatieron
ca, los nobles medios de época altomedieval, movilizarían ejércitos nonn11 l probablemente los once mil doscientos griegos que menciona Pausanias, y en
mente inferiores al millar de hombres, de los que unos cuantos cientos scr11111 la desesperada resistencia final luchaban no los trescientos espartanos del
tropas bien armadas y el resto tropas ligeras con armas de circunstancias. 1,11 mito, sino unos mil cuatrocientos hoplitas y posiblemente más de un millar de

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HISTORiA DE EUROPA

infantes ligeros, que murieron con sus señores. Por lo tanto, y a modo elt- ·o111 De todos modos, la gran mayoría de las bajas en las guerras no se produ -
tesis, el número total de efectivos no tiene por qué ser el número lotul ,J, cían en combate, sino por enfermedad, y eso ocurría durante todo el período
combatientes reales, por exceso o por defecto. estudiado y en la Edad Moderna hasta casi la Primera Guerra Mundial. Hasta
casi la actualidad, solo el ejército romano contó con condiciones sanitarias
adecuadas, y eso solo es aplicable a los campamentos, no a la vida en campa-
Atención médica y bajas ña. Para el mundo antiguo no tenemos datos, salvo las referencias de las fuen -
tes a epidemias, como la declarada durante el asedio cartaginés a Agrigento
Aunque la capacidad de atención médica varió mucho a lo largo cid 1" en 406 a C., cuando según Diodoro murió de la peste el propio general en
ríodo tratado, en general se puede calcular que por cada muerto en batrcll11 ',,¡ jefe, Aníbal, lo que nos da un indicio de lo que podría estar ocurriendo entre
rían tres o cuatro heridos. Cualquier herida penetrante en vientre, pecho 11 1 ,, la tropa, que viviría en condiciones de hacinamiento e insalubridad mayores;
beza estaba sujeta a infección, y dada la ausencia de antibióticos, probablc•ttll ·ttlt lo mismo ocurrió ante Siracusa en 396 a. C. y en 212, todo ello por no hablar
concluía con la muerte del herido. Las heridas en extremidades, aunque M'lltl- de la terrible epidemia que devastó Atenas al comienzo de la guerra del Pelo-
podían curarse en una elevada proporción. El ejército romano imperinl e~tl ·, poneso, de la que murió el propio Pericles. Evidentemente, los asedios eran
con una atención medica y sanitaria probablemente superior a cua lquic·t 111111 una fuente de enfermedad para sitiados y sitiadores por igual, dado el hacina-
ejército europeo hasta finales del siglo XIX. Aunque parezca una perO).IIIIIIIIdll miento y la extrema concentración de tropas; pero incluso en campaña -so-
cuanto mejor protegido estaba el combatiente, menor era la probabilicl11d de bre todo cuando a partir del siglo V a. C. comenzó a lucharse en invierno-las
ser herido de gravedad, incluso si se veía en lo más duro del combate ctlt'li"' bajas por enfermedad superaron siempre las heridas en combate. En un epi-
cuerpo. Cálculos realizados sobre fuentes literarias en el mundo griego c~1 sodio de la Tercera Cruzada, de 98 muertos parece que 84 cayeron por enfer-
que las bajas medias del vencedor en un ejército hoplita no superaban 1101111111 medad; Enrique V sufrió terribles bajas por disentería en el asedio de Har-
mente el 5 por 100 de los efectivos iniciales para un 14 por 100 del vtnc 1.!1 i fleur, y de hecho resulta sorprendente que sus fuerzas fueran capaces de
En el mundo romano las cifras equivalentes son similares para el bando Vt'lll vencer, a pesar de todo, en Agincourt (1415).
dor, pero de hasta el 50 por 100 en el derrotado.
En la Edad Media hubo batallas campales en las que los muertos t'llfll
los caballeros bien armados podían contarse con los dedos de las lllllllll Fosas comunes y las heridas de las armas blancas
mientras que las bajas de milicias y mercenarios poco protegidos eran 1111111(
rosas. Como en el mundo antiguo, las bajas de los perdedores podían M't 1111 Aunque es rarísimo encontrar información directa sobre los efectos de
50 por 100 mayores que las de los vencedores. las armas blancas, desde la Prehistoria hasta el final de la Edad Media se han
En general, la mayor parte de las bajas se producía en el momento tll qtil excavado suficientes fosas comunes como para hacernos una idea de que las
un bando volvía la espalda y huía. La desproporción enorme que las f'tu·ttll heridas terribles que describen las fuentes literarias, desde Homero a las cró-
suelen ofrecer en las bajas de vencedores y vencidos es razonable, ya q 111' 1' 11 nicas tardomedievales, son perfectamente realistas. Como en este caso los
su fuga los derrotados habían de tirar escudos y dar la espalda sin podc•r d( ejemplos concretos valen más que mil generalizaciones, citaremos un caso de
fenderse; por ello las derrotas tan a menudo concluían en matanzas. Po• 111 1il época clásica y otro medieval.
parte, los prisioneros de rango bajo eran un engorro y un lastre logís tico, d En el año 75 a. C., Pompeyo conquistó Valentia, ciudad hispana partidaria
modo que su ejecución sumaria era normal; los prisioneros de rango s11lvc • de Sertorio, noble romano sublevado contra el Senado. Junto a unas tabernae
en casos especiales como Hattin en 1187, o la batalla de Agincourt en 141 de la zona del foro, siete prisioneros recién capturados en la toma de la ciudad
eran respetados para intercambiarlos o pedir rescate. fueron ejecutados con particular brutalidad; la zona ardió y los huesos están en
En cuanto a los mercenarios, en ocasiones eran ejecutados o, al m~ · 1n-. mal estado, pero es posible identificar algunos detalles: un varón de diecinueve
mutilados, pero también a menudo se les ofrecía cambiar de bando, sol•t• a veintiún años sufrió amputación traumática de la pierna por el fémur; otro de
todo si se trataba de especialistas como honderos -en el mundo antiguo 11 similar edad quizá perdió la mano; y un tercero fue colocado boca abajo -de-
ballesteros --en el medieval-. En ocasiones, como en Sicilia en el año 397 11 . C., cúbito prono- con las manos atadas a la espalda y las muñecas al cuello, y se
una parte del ejército derrotado --en este caso, iberos al servicio de Culltl le empaló introduciéndole un pilum por el ano y hasta el hombro derecho.
go- en lugar de rendirse se agrupó, envió heraldos a Dionisia I de Siracu~o1, y Más o menos al tiempo se le amputó una pierna con un golpe de espada. Un
se pasó a su bando con armas y bagajes, pero solo tras haber sido abandolltP cuarto individuo, herido por un podón que le destrozó la cara y la mandíbula,
dos por su primer empleador, Himilcón. yacía maniatado. Todos los individuos eran varones en edad militar, y robustos.

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HIST O RIA DE E UROPA LA GUERRA CON ARMAS BLANCAS

Mil cuatrocientos años después, y en el otro extremo de Europa , Sl' ptt ul11 Por otra parte, a partir del Bronce Pleno (c. 1600 a. C.) se extendieron
jo una batalla, o más bien una matanza. En julio de 1361, en la loculidutl ¡j, por Oriente Próximo, y desde allí hacia el continente europeo, otros tipos
Wisby (isla de Gotland), un ejército danés de dos mil quinientos hot11l11• mucho más complejos que los citados, como el arco compuesto, o de carácter
derrotó a una fuerza de campesinos suecos, matando a unos mil ochock'lllt•t· ti.. colectivo, como el carro de guerra, cuya fabricación o mantenimiento no esta-
ellos por la pérdida de menos de cien hombres. El calor del verano no pt'tlltÍIÍ• • ban al alcance de artesanos normales como los que podrían vivir en cualquier
despojar a los muertos, y muchos fueron enterrados con sus armas, en t · t~ 11' '"' aldea o ciudad. Muchas de estas armas debieron parecer, en el contexto de su
des fosas comunes con más de mil ciento ochenta cadáveres. Excavacltts lw, l11 época, el 'arma definitiva' , decisiva en el campo de batalla. A lo largo del
sas con los esqueletos en buen estado, ha sido posible estudiar en dew l k ~ l t t ~ l1í tiempo aparecerían nuevas de esta categoría, más complejas cada vez, artefac-
ridas que afectaron a huesos, que muestran cómo los daneses herían prinwt t' 111 tos que revolucionarían temporalmente los campos de batalla, y que serían
piernas de sus enemigos mal protegidos -a menudo, amputando mi c ntl)~ codiciadas con avidez por el poder. A la postre, sin embargo, estas armas no
y cuando caían inermes les remataban con golpes en el cráneo. se revelarían tan definitivas, ya que su uso se extendió a los potenciales enemi-
Otros ejemplos, como las excavaciones de época romana en Maidcn ( : u ~ l• gos, equilibrando la balanza, o se desarrollaron antídotos. Así, tras el carro ligero
o las medievales de Towton, muestran el poder terrible de las armas hl11tttol y el arco compuesto (extendidos en Europa hacia 1600 a. C.) vendrían los trenes
en especial las espadas y lanzas, incluso cuando los esqueletos no Pl'tlltll• ·tt de sitio (nacidos probablemente en Asiria en torno al siglo X a. C., aunque hu-
apreciar las heridas que solo afectaron a tejidos blandos, y el ensañun1it ·111" biera elementos sueltos con anterioridad); luego, a partir del año 400 a. C., la ar-
con que los heridos eran rematados. tillería de tensión y de torsión; desde el siglo VII d. C. , el «fuego griego»; y,
por último, la artillería de pólvora desde el siglo XIV d. C.
Es posible discernir dos tendencias diferentes en lo referente al control
EL CONTROL DE LAS ARMAS Y SU TECNOLOGÍA. LA PRIMERA ARTILLEHIA del armamento de guerra, tanto el individual como el de carácter colectivo
-carro, artillería, máquinas de asedio-. Dichas orientaciones, pese a lo que
Un elemento esencial para la comprensión de la guerra es el del ('OIIItt .1 pudiera parecer en un análisis superficial, no tienen nada que ver ni con la
que el poder ejerce sobre la producción y almacenamiento de las armus. 1•,' cronología ni con la potencia militar de la sociedad en cuestión, ni siquiera
dría parecer en un primer análisis que en la época anterior a las armas dl· ltll con su nivel de desarrollo tecnológico, sino que se asocian sobre todo a la es-
go individuales las armas blancas fueron -a todos los niveles socia les ' '"' tructura social y concepción del poder en cada circunstancia.
necesarias en la vida diaria para determinadas actividades domésticas, COttH 1 1,, A este efecto podemos distinguir, por un lado, las entidades políticas de
carpintería y, sobre todo, para la caza y para la defensa contra las alimañas, qw carácter territorial, normalmente gobernadas por monarquías de carácter des-
nadie se plantearía su control. Y lo cierto es que durante todo el p<:rlt ul11 pótico y ambiciones imperiales. Por otro, las entidades políticas de carácter
que tratamos hasta las casas más humildes tendrían jabalinas, hachas e inliii M II microterritorial, con frecuencia dotadas de gobiernos de jefatura o monarquía
dagas o lanzas; pero no puede decirse lo mismo de otras armas, ya qtw lot no despótica, de formas de tipo republicano o simplemente aristocracias loca-
cuestión es bastante más compleja. les independientes en la práctica. Las primeras han tendido históricamente al
Por un lado, es cierto que la vida diaria del mundo antiguo y mcdkntl control centralizado; las segundas han considerado un derecho y un deber de
exigía la posesión de lanzas, jabalinas, hachas, arcos u hondas que serían '''' los ciudadanos libres el adquirir y conservar sus armas de guerra.
prescindibles para la vida cotidiana. Sin embargo, ya desde comienzos 1 lt• lu
Edad del Bronce, y con el mismo comienzo de la guerra organizada entrv t•
tados, se diseñaron armas ofensivas que son de fabricación costosa al titlltpot Los arsenales de Cnosos
que inútiles para las actividades citadas, caso de las espadas o determin11d11
tipos de hachas perforantes. Y, desde luego, las armas defensivas -cont:tu", El primer grupo de sociedades intentó sistemáticamente controlar la po-
cascos, grebas, escudos- no eran necesarias para la caza o para defendt·r,., sesión del armamento de guerra, y muy en particular de las armas «definiti-
contra el ataque ocasional de un lobo; estaban específicamente diseñadas 1111111 vas» y de prestigio en cada período, desde el nacimiento en la Mesopotamia
la caza más peligrosa de todas: la de otros seres humanos en el campo de h~tl del IV milenio de los primeros estados complejos y reconocibles desde una
lla. Sin embargo, la fabricación de todas estas armas es relativamente sendll,1, óptica moderna (dotados de una burocracia que empleaba la escritura, un sis-
y está al alcance de cualquier calderero, herrero o carpintero, aunque s<:u 1·11 tema de redistribución económica incluyendo un sistema fiscal, núcleo de
versiones toscas; por lo tanto, quien lo deseara podría hacerse con facilidutl fuerzas armadas organizadas, etc.). Estos estados crearon arsenales destinados
con armas diseñadas específicamente para la guerra. a la fabricación y mantenimiento de armas a veces depositados en templos,

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LA GUE RRA CON NWAS BLANCAS
HISTORIA DE EUROPA

formados para los cálculos de tamaño de los resortes y resistencia de los mate-
que se abrían en caso necesario para repartirlas a las tropas reclutadas pun1 riales, y el empleo de fórmulas para el cálculo de calibres de los bolaños en el
cada campaña. En la Edad del Bronce el caso mejor conocido es el del Egipto
caso de las catapultas lithoboloi. Aunque hay algunos indicios que han permi-
faraónico durante el Reino Nuevo; los relieves de las tumbas tebanas y de lm tido proponer su invención en el Imperio persa del siglo VI a. C., los datos
templos muestran al faraón presidiendo el reparto de armas de los arsenulv~ más firmes de la arqueología y las fuentes literarias -Filisto y Diodoro Sícu-
antes de salir en campaña (caso de Ramsés III en los relieves de su templo h•
lo- siguen apuntando al tirano de Siracusa, Dionisia I, y al año 400/399 a. C.
nerario de Medinet Habu), y se representan los talleres controlados por clt·k como momento de la invención del gastraphetes o ballesta de vientre. Y no se-
tado donde se fabricaban y reparaban los carros de guerra y los arcos C() lll
ría casualidad que la primera artillería no fuera inventada en una polis con go-
puestos, las maravillas tecnológicas de la época. En el resto de Orienl1' bierno aristocrático o democrático, sino en un contexto de gobierno uniper-
Próximo se aprecian tendencias similares: los archivos del palacio real hiti1,1
sonal despótico. Sabemos por las fuentes que Dionisia, que basaba su poder
de Hattusas han proporcionado versiones del manual para el entrenamienlO d1·
en fuerzas mercenarias, controlaba la producción de armamento y el reparto a
los caballos que habían de tirar de los carros de guerra, un entrenamicn111 las tropas, y que en emergencias fue capaz de atraer artesanos de todo el Me-
también altamente especializado en el que los hurritas eran especialistas. Ett
diterráneo, mejorando sus sueldos e instalándolos en cualquier lugar -inclu-
los centros palaciales de Siria-Palestina, como Ugarit o Nuzi, los archivos p 11 yendo vestíbulos de templos- para procurarse armas suficientes. Tampoco
laciales y las excavaciones revelan la existencia de establos para grandes cuntl es casual que la primera mención de una bastida -torre de asedio- griega
dades de caballos, arsenales y sobre todo de un riguroso control de la enLrq~
sea en el contexto del asedio de la ciudad púnica de Mozia en 397 a. C. por el
de armas a los maryannu, elite militar combatiente en estos vehículos que p11
rece haber obtenido, en contrapartida por su servicio, tierras en usufructo 1 mismo tirano siracusano.
A partir de entonces, el desarrollo de la artillería está en relación directa
Este es el modelo de control rígido y burocratizado que aparece tambit·•• con las monarquías. Parece que la artillería de torsión, mucho más potente,
en los archivos de los palacios micénicos de Pilo, Cnosos en Creta -cuya tdll fue desarrollada hacia mediados del siglo IV a. C. no en las ricas poleis del sur,
ma fase es micénica y no minoica- y otros: diferentes series de tablillas Jc 111 como Atenas o Corinto, sino en la Macedonia por el rey Filipo, y su hijo Ale-
cilla en escritura lineal B y lenguaje griego arcaico muestran -por ejempl11, jandro fue el primero en emplear artillería capaz de dañar los lienzos de mu -
en la serie «SC>>-- ideogramas y numerales referidos a la unidad táctica hu~• ralla en el asedio de Tiro de 332 a. C., utilizando los conocimientos del inge-
ca: el carro montado o desmontado, dos caballos, y corazas y armas pum 1'1 niero Diades. En los siglos sucesivos, los monarcas helenísticos construyeron
guerrero y el auriga. Los carros -un palacio como Cnosos pudo dispone•· dt · arsenales protegidos, como el de Pérgamo, para la producción de artillería,
bastante más de un centenar- se podían guardar desmontados, y en cuHt 1 munición normalizada, y armas de todo tipo a menudo inscritas con el nom-
de peligro activar nuevas unidades sobre otras que parecen haber estado :u 11 bre del rey. Todo ello implica un rígido control estatal y contrasta con la polí-
vas de manera más o menos permanente, como los maryannu de Nuzi. 01~ tica de Roma en el mismo período, que no fabricaba artillería y cuyas armas
series de tablillas micénicas reflejan también un control estricto de la matt'l hl eran costeadas particularmente por los ciudadanos. De hecho, hay un texto
prima -cobre y estaño- necesaria para la fabricación de utensilios y at'lHI~, poco conocido de Tito Livio (42, 52 , 11) en el que el rey macedonio Perseo
en particular las primeras espadas dignas de tal nombre, que, como se ha VI~ arengaba a sus tropas ante la guerra con Roma en el año 171 a. C., aludiendo a
to, aparecen en el Egeo a lo largo del II milenio a. C. la superioridad del sistema helenístico de control de las armas de guerra: «Los
otros [los romanos] tenían las armas que cada soldado, en su pobreza, había
podido agenciarse; los macedonios sacaban las suyas de los arsenales reales,
Tiranos y monarcas: la primera artillería fabricadas a lo largo de tantos años de cuidados e inversiones de su padre».
La artillería de tensión -basada en el principio del arco normal- y ltl
más compleja de torsión -basada en la energía almacenada en haces eh: 11'11
dones retorcidos- es una maquinaria compleja que requiere de ingct · •n ~
Las armas de las milicias ciudadanas de Grecia y Roma

En cambio, tanto en las poleis griegas de época arcaica y clásica, como en


3 Hoy, sin embargo, parece claro que no puede mantenerse en los términos tradicion:tlr ., 1111
las ciudades del área etrusca y en Roma, el proceso fue el opuesto. En todas es-
viejo mito, el del control severo por parte del reino hitita de la metalurgia del hierro a lo lm ¡¡u d, 1 tas ciudades-estado el modelo militar era diferente, ya que se basaba como se
II milenio a. C., y su difusión tras el colapso en época d e los Pueblos del Mar, hacia 1200 u 1 ha explicado ya en un ejército censitario de ciudadanos libres propietarios, ca-
Ni los hititas controlaban realmente los procesos siderúrgicos en el II milenio ni la expan siu11 d, paces de costear a sus expensas la panoplia hoplita --o luego, en Roma, las ar-
la metalurgia del hierro siguió inmediatamente a la <<Catástrofe>> de finales del II milenio.

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730
HISTORIA DE EUROPA LA GUERRA CON ARMAS BLANCAS

mas legionarias-. Ni en la Atenas clásica ni en la Roma republicana existiero11 tra cómo al cabo de los siglos el sistema imperial romano había dado por
arsenales estatales hasta fechas muy avanzadas, y cada combatiente, que lo t'lll completo la vuelta, concentrando la producción de armas de guerra -en es-
en tanto que ciudadano libre que en cada batalla se jugaba el destino de s11 pecial la artillería y armamento defensivo-. Por ejemplo, de las treinta y cin-
granja, guardaba de manera natural sus armas de guerra -corazas, cascos, gn· co fabricae en la Notitia, solo Augustodunum en la Galia y Treveris en la fron -
bas, espadas- en sus casas. A veces, como nos muestra la cerámica ática , lo tera de Germanía aparecen especializadas en la artillería (/abricae ballistariae).
escudos eran enfundados para evitar que sus superficies pintadas o decoradnN De hecho, a lo largo del Imperio, Roma había mejorado sustancialmente la
con láminas de bronce se ensuciaran; en otras muchas, las armas colgadas d1• fabricación de catapultas con la introducción de armazones de hierro forjado ,
las paredes decoraban los salones donde los hombres se reunían para bebt l, a la vez sólidos y resistentes. Ello permitió dotar a las legiones imperiales de
conversar y narrar pasadas hazañas bélicas. Pero ni las armas eran fabricd1 ~ máquinas ligeras lanzadoras de dardos, montadas en carro, que podían inclu -
por el estado con su nombre, ni había uniformidad dentro de la necesaria ho so desplegarse en batallas campales, aunque su uso fue en realidad escaso
mogeneidad que permitiera la lucha en formación de la falange o de la legion dada su poca movilidad y cadencia de tiro; la artillería romana fue sobre todo
Aunque se ha propuesto que Esparta fuera una excepción, no hay indicios d1• útil en la defensa y ataque de fortificaciones.
que los lacedemonios recibieran sus armas del estado, y sí fuentes que aludt•n
a que se compraban armas en el mercado (Jenofonte), e incluso Critias precisn
que los escudos espartanos eran almacenados desmontados en las casas paru El «fuego griego», las catapultas medievales y la aparición
evitar que fueran empuñados por ilotas amotinados. Es cierto que Atenas pro de la artillería de pólvora
porcionaba a partir del siglo IV armas a los efebos que hacían su servicio mi li
tar, y que en situaciones desesperadas el Senado de Roma proporcionó armu~ . Con el colapso del Imperio romano de Occidente toda pretensión de
incluso sacadas de los templos donde descansaban como trofeos de pretéri tll' control del armamento de guerra cesó. Alarico se había apoderado de varias
victorias, pero son excepciones que confirman la regla general. fabricae en los Balcanes antes del «saco» de Roma de 410, y en lo sucesivo los
pueblos bárbaros invasores se armarían crecientemente «a la romana», al me-
nos en lo que se refiere al equipo defensivo.
Las «/abricae» de la Roma imperial Las nuevas monarquías «bárbaras» que surgían en Occidente considera-
ban como un derecho inalienable de los hombres libres el de guardar y portar
En este sentido es muy significativa la evolución del caso romano. C uan sus armas de guerra, al modo de la Grecia o Roma arcaicas; de hecho, era la
do la República moribunda se extinguió definitivamente en época de Césu1 única forma de conseguir formar ejércitos con hombres entrenados y razona-
y de Augusto, el ejército se profesionalizó. En realidad, ya desde el cons ul ado blemente bien armados en un plazo breve, pero además la situación respondía
de Cayo Mario, en 107 a. C., se había roto la secular costumbre que ligahn a patrones mentales bien definidos. En cambio, el estado bizantino procuró,
servicio militar y capacidad económica. Las guerras interminables y cada v<."t. dentro de un marco de lentísima descomposición de la estructura militar he-
más lejanas de la República imperialista de los siglos II y I exigieron la admi redada de Roma, conservar el secreto de una nueva arma decisiva, el «fuego
sión en el ejército de los romanos desposeídos, de los capite censi. Y de estt· griego».
modo, el estado comenzó a encargarse de proporcionar sus armas y equipo 11 Esta mezcla inflamable que no se apagaba con agua se atribuyó a un in-
la nueva clase de legionarios profesionales, lo que se tradujo, entre otras cosos, geniero de Siria, Calinico, y ayudó a vencer a la flota árabe en 673 d. C. En el
en un declive cualitativo del acabado de las armas defensivas, como los nut siglo X d. C. el emperador Constantino Porfirogéneta insistía expresamente en
vos cascos de modelo Bugennum, que equiparon a los legionarios cesarianos. su De administrando imperio en la necesidad de mantener el secreto (y de
Durante los últimos años de la República y los primeros siglos del Impt paso anotaba que la receta original había sido inspirada por un ángel al gran
río, la producción de armas se realizó sobre todo en talleres de las grandes Constantino). Ya en el siglo XI se nos dice que la receta era conocida solo por
ciudades de la cuenca mediterránea, mientras que la reparación y fabricac ión un tal Lampros, descendiente de Calinico. A la larga, por supuesto, ni siquie-
de armas sencillas se centralizó en los grandes campamentos legionarios, tan ra el «fuego griego» salvaría a Constantinopla del inicuo «saco» cruzado vene-
grandes como ciudades, dispersos a lo largo de las fronteras del Imperio. Y 11 ciano de 1204 , que en la práctica marcó el final efectivo del Imperio de
medida que el régimen imperial fue abandonando las últimas pretensiones dt· Oriente como potencia.
legalidad republicana, y que las tensiones internas y externas crecían, las fabri Además del desarrollo del «fuego griego» y de las mejoras en algunas má-
cae se fueron concentrando en lugares muy controlados por el estado. La No quinas de torsión, las principales innovaciones de la «artillería» medieval fue-
titia Dignitatum, un documento excepcional de alrededor de 425 d . C., mues ron el mangonel y el trabuco, y ambas probablemente se inventaron en Bizan-

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HISTORIA DE EUROPA

cio o más al este. Algunos autores llamaron mangon o mangonel a un aparo


to de torsión con un brazo vertical rematado en cuchara, que recuerda al 011r1
gro de época tardorromana, y que se empleaba para arrojar piedras de cin
cuenta y hasta de cien kilos con bastante potencia pero escasa precisión. M11 s
en sentido estricto para otros autores (D. Nicolle) el mangonel es un /usliba
lus enorme, una gran honda colocada al extremo de una viga pivotante sobn•
un eje horizontal que en su otro extremo tiene una serie de correas de las qlll'
se cuelga una dotación -de hasta cien personas en los más grandes- que lw
cía de fuerza propulsora. Surgió en China y llegó al Mediterráneo hacia el si
glo VII d . C. y a Europa occidental algo más tarde, quizá a finales del siglo X.
A menudo, el término «mangon» se empleó también para designar todo Lipo
de lanzador, incluyendo máquinas de tensión (esto es, basadas en el princi
pio de un arco tenso) para arrojar con bastante precisión dardos y no piedrns
Por su parte, el trabuco, trabuque o tribuquete fue la única gran máquin11
de asedio que no deriva directamente de predecesores de la Antigüedad clúsi
ca, y fue inventado en Oriente Próximo o más al este. Aparece documentado ( 'risto como nuevo Adán . Beato de san lni ciJ!miniada de un Códi ce de /,n C:i 11d11d
en Europa occidental desde principios del siglo XII. A diferencia de los sis Salvador de T ábarJ , año 975. de Dios, ejemplar de la abadía de Saint Hen in .
temas conocidos (tensión o torsión), el trabuco empleaba la fuerza de gravedad Boulog nc-sur-mer. Biblioteca Munieip.1l .
mediante un contrapeso. Es en esencia un gran brazo pivotante (se conoct'll
casos de dieciocho metros de longitud) , con un gran contrapeso en un extremo
y una gran honda o una cuchara en el otro, donde se colocaba el proyect i1
Con esfuerzo humano y poleas -más tarde, con tornos- se levantaba el con
trapeso que luego se dejaba caer de golpe. Era una máquina tosca que hac111
sufrir mucho a cada lanzamiento; pero era eficaz, pues lanzaba a menudo cm
gas de cien kilos y más a distancias superiores a los doscientos metros.
Los monarcas de los reinos de Europa occidental de la Alta Edad Med i11
habían creado un sistema militar basado en el mantenimiento de una compilo
ja cadena de lealtades personales con la nobleza, formada por guerreros fero
ces y bien entrenados en el manejo individual de las armas , y no tan indiscip li
nados como a veces se asume. El sistema, aunque razonablemente efec Livo
durante siglos, no podía agradar a los reyes que trataban de consolidar su po
der. Una solución fue , como hemos dicho antes, contratar mercenarios qut•,
aunque efectivos y razonablemente leales a su pagador, eran de bajo estal~
social y militar, y normalmente no podían sino complementar a la caballería pt•
sada noble orgullosa de sus privilegios, entre los que se contaba la posesión tilo
castillos excelentemente protegidos y la fabricación y conservación de armus
de guerra, incluyendo armas de asedio pesadas. En 1297 el conde de Haina ut
empleaba en el asedio de Lille a un ingeniero cuyos artefactos lanzaban pro
yectiles de doscientas libras que a punto estuvieron de matar al jefe enemigo,
Robert de Béthune. Los gobernantes francos y carolingios de los siglos VII I
y IX d . C. trataron al menos de prohibir, imitando a Constantinopla, la expo t·
tación a tierras bárbaras o enemigas de las costosas cotas de malla y espadas,
pero nunca consiguieron controlar la situación interna, y las cosas seguirían
básicamente así hasta el siglo XV en toda Europa occidental. Ll anto de !J Virgen ante el D e~
cendimiento. Lihro de H oras d e
734 Ro lun .
Ral:1cl San zio. Rctra10 de Balt,lS,ll' de C 1 ~ 1i g li o m :. Mu ~co dd l 111i
París . Fran cia.
LA GUERRA CON ARMAS BLANCAS

La aparición de los primeros cañones de pólvora en el siglo XIV no alteró


el panorama descrito; los nobles poseían artillería propia desde siempre. Pero
a medida que las diferentes casas reinantes en Europa consolidaban sus planes
de centralización, al tiempo que los cañones de pólvora se hacían más podero-
sos y efectivos -Carlos VIII de Francia atacó Italia en 1494 con un tren de ar-
tillería móvil-, los reyes creyeron que por fin contaban con el arma decisiva,
una herramienta que les permitiría demoler si era necesario por la fuerza los
muros de los más poderosos castillos, un arma que dejaba obsoletos todos
los tipos de catapulta existentes, y cuya tecnología era esencialmente distinta y
mucho más compleja que la de los trabucos y mangoneles. Además, la crecien-
te complejidad de la tecnología de fundición y barrenado de los cañones era
muy costosa, y pronto estuvo solo al alcance de las casas más ricas: el duque de
Alba poseía en 1476 artillería propia. Era, por fin, el momento de obtener el
control de las nuevas armas de pólvora como una herramienta más al servicio
de la Corona: los Reyes Católicos en España todavía aceptaban el ius gladii
/erendi sancionado por las Partidas del Rey Sabio, pero al tiempo se concen-
traron en controlar la artillería: en 1495 se creaban las primeras Maestranzas
Reales en Medina del Campo y Baza. En Francia, Luis XI atacó con artillería
los castillos del duque de Borgoña en 1471 para acabar con la resistencia nobi-
liaria. Simultáneamente, y al otro extremo del Mediterráneo, los sultanes tur-
Grabado que representa las cos caían en la tentación del gigantismo: Constantinopla, por fin, cayó en 1453
Fiestas en Madrid por el gracias --entre otras cosas- al concurso de los tubos colosales diseñados por
Príncipe de Gales, 1623. el ingeniero Orban: los grandes cañones también se convertían en favoritos del
Museo Mun icipal. Madrid. ...,r!i' "'~ ...... ~ . . .. ~ ~ Sultán. La época de la guerra con arma blanca había concluido
Espaiia. - ~ ~¿ ·: .':1!"- ' 't:!~.c-l;_ ~ ... ~
J.~¡ ............ . .e.c..,-.. ..W. ¡p"'...,.r .0. §'•.t.., "" t.M..............._ •- HU

FORTALEZAS Y GUERRA DE ASEDIO

Precisamente hasta la aparición de la artillería de pólvora, que cambió de-


cisivamente la forma de defender y atacar las plazas, las defensas habían ido en
general por delante de las capacidades de ataque. Ya en la Europa del III mi-
lenio a. C., cuando todavía no es posible hablar ni remotamente de estados
complejos, fortificaciones como las de Los Millares en Almería, con sucesivos
recintos, bastiones semicirculares y fuertes de vigilancia aislados en los montes cer-
canos, estaban por encima de las capacidades normales de cualquier fuerza atacan-
te. Las «Zonas batidas» en el poblado calcolítico de Zambujal de la costa portu-
guesa, con un patio entre dos muros batido cuidadosamente por aspilleras para
arqueros apostados en el recinto interior, muestran un grado relativamente ele-
vado de complejidad. Dado que no hay el más mínimo indicio de que las socie-
dades europeas del III milenio contaran como máquinas de asedio con algo más
complejo que un tronco de árbol cortado como ariete manual, cabe pensar que
estas fortalezas solo caerían ante un asalto por sorpresa o una traición. En todo
caso, los datos disponibles sobre los conflictos en esta fase final de la Prehistoria
europea son muy escasos como para poder extendemos en consideraciones.

Grabado coloreado del Palacio de Schonbrunn, fina les J(Vfll. Col. Kurwenal. 735
HISTORJA DE EUROPA LA GUERRA CON ARMAS BLANCAS

Las primeras fortalezas europeas dad y sobre bases tomadas de Grecia del Este y Persia. Mientras tanto, la tc.u ·
ropa central, donde la cantería en piedra era innecesaria, se decantó por otro
En la segunda mitad del II milenio a. C. las fortificaciones de los palacios tipo de fortificaciones que bastaban y sobraban a los señores que hoy conside-
micénicos (c. 1400-1200 a. C.), fuertemente influidos por los desarrollos en ramos protoceltas de las culturas de Hallstatt y aledañas. A lo largo del I mile-
Oriente Próximo, muestran una mezcla de los dos rasgos más importantes nio, y hasta que las expediciones de César hacia 60-50 a. C. se adentraron pro-
de las fortificaciones del período. En primer lugar, un fuerte componente dl• fundamente en la Galia, Germanía e incluso Britannia, las fortalezas europeas
agresividad psicológica: los bloques de piedra colosales, que los griegos de épo consisten en grandes terraplenes de tierra trabados con troncos de árbol da ·
ca clásica supondrían construidos por los Cíclopes, el grosor y altura masivos vados entre sí, y como mucho careados al exterior con empalizadas de made·
de los muros, son ante todo expresión bien tangible y visible del poder <k· ra, todo ello rematado con parapetos de madera. Solo en fechas ya tardía s,
los señores de los palacios; es un mensaje dirigido tanto a potenciales enemi cuando las influencias mediterráneas se hicieron sentir, aparecen en oppida
gos exteriores como a los súbditos propios. En segundo lugar, las modifico como Heuneburg en el siglo VI a. C. ensayos de murallas de adobe con torres
ciones realizadas en las fortalezas de Micenas y Tirinto en el período HRIJ 111 cuadradas, evidentemente excesivas para las formas de guerra local, y com
(c. 1300-1200 a. C.), como poternas, lienzos salientes a modo de bastión para prensibles sobre todo como expresión de los gustos «helenizantes» de las éli-
cubrir las puertas, excavación de cisternas subterráneas con acceso directo tes centroeuropeas y de su deseo de expresar su poder. Los datos disponibles
desde el interior de la acrópolis, etc. , son indicios claros de un temor real a un indican que en la Primera Edad del Hierro europea grupos reducidos de aris·
ataque real, y lo cierto es que pocos años después de 1200 a. C. todos estos tócratas bien armados con espadas -muchas todavía de bronce-, lanzas y
centros palaciales ardían hasta sus cimientos, aunque queda por ver la causu protegidos con escudos, cascos, corazas metálicas o de cuero y grebas, diri·
exacta del colapso del sistema palacial micénico. gían -a veces montados a caballo, pero sin combatir como caballería- pe-
En Egipto y Oriente Próximo habían existido medios de asalto relativn queños contingentes de guerreros equipados de modo similar (sus séquitos) .
mente elaborados desde mucho antes: escalas de asalto con ruedas, excava Estos contingentes irían acompañados en determinados casos por grupos
ción de zapas, manteletes, etc., son todos recursos que aparecen representados mayores de campesinos armados con jabalinas, armas de fortuna, arcos sim ·
en el arte egipcio del Reino Antiguo y Medio (III milenio a. C.) y en el art e.· pies y hondas. Cuando llegara el momento y las herederas de estas fortifica -
mesopotámico. Sin embargo, no había potencia alguna en Europa continen ciones se enfrentaran con las legiones romanas, tarde o temprano irían cayen ·
tal, aparte de quizá los propios micénicos, que pudiera contar con los recur· do con relativa facilidad.
sos y conocimientos que permitieran imitar estos artefactos. La arqueolog111 Los característicos campos de piedras hincadas que aparecen en algunos
demuestra, sin embargo, que, aunque todavía la magnitud de las m u ra l a~ yacimientos de Europa occidental durante la Primera y Segunda Edad del
pudiera ser superior en teoría a cualquier capacidad de asedio, las for t a l ezn~ Hierro (siglos VII-III a. C.) no fueron diseñados, como se ha dicho, para dete-
todavía podían caer, y en determinadas circunstancias caían. ner ataques de caballería, que serían absurdos contra una muralla de seis me-
Tras la catástrofe de los Pueblos del Mar, Oriente Próximo se rehízo len tros de altura, sino para obstaculizar el avance de la infantería, quizá en com -
tamente. Las técnicas de fortificación se mantuvieron en los niveles que hn binación con talas o abatidas (ramas cortadas y enganchadas entre las piedras
bían alcanzado siglos antes: torres, almenas, fosos, puertas cubiertas, caminos fo rmando una especie de alambrada) .
de ronda cubiertos y profundos fosos seguían protegiendo las ciudades. Pero
a comienzos del I milenio a. C. surgió una potencia militar como nunca an t t~
se había visto: el Reino Nuevo Asirio se lanzó a la conquista del mundo cono Fortificación y guerra de asedio en el Mediterráneo antiguo
cido equipado con un ejército capaz de tomar la ciudad mejor fortificada y
más tenazmente defendida. Los relieves de los palacios de los reyes de Asu1 En la Europa mediterránea -y en particular en Grecia- a partir del si-
muestran ya arietes desmontables movidos sobre ruedas, rampas de asedio glo VII a. C. se desarrolló un tipo de guerra basado en las milicias ciudadanas.
para llegar a las murallas, torres de asalto, escalas, manteletes para protegc.·1 La concepción de dicha guerra, basada como se ha analizado ya en la breve
a los arqueros, zapadores excavando minas ... Salvo en lo referente a catapul batalla campal, no dejaba mucho lugar a la guerra de asedio. Algunas ciuda-
tas, los asirios diseñaron casi toda la panoplia de artefactos de asedio que M' des como Esparta consideraron indigno incluso fortificarse, estimando que
emplearía durante los siguientes dos mil quinientos años. Pero nada de ello precisamente los escudos de la falange serían suficiente muralla ... y así fue du-
llegaría todavía a Europa. rante siglos. En otros lugares, como en Grecia del Este, que observaba el po-
En efecto, el arte de la fortificación desapareció en Grecia continen t1ll der creciente del Imperio persa, sí se construyeron poderosas murallas, pero
durante los «siglos oscuros» (c. 1180-c. 750 a. C.), para renacer con simplid de poco servirían ante el poder concentrado de los aqueménidas, que hereda-

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HISTORIA DE EUROPA LA GUERRA CON ARMAS BLANCAS

bao tradiciones asirias. Así, cuando en 499 a. C. estalló la revuelta de Jonia y ron todas las tretas posibles por parte de los fenicios, viejos maestros en estas
Chipre que daría origen a las Guerras Médicas, el primer gran enfrentamiento lides, pero también por parte de los macedonios, que erigieron diques , leva n-
entre Oriente y Occidente, los persas derrotaron a los sublevados por tierra taron torres, desplegaron arietes e incluso construyeron baterías de artillería
y por mar, y tomaron sin reparar en medios todas las ciudades que se opu ilotantes sobre barcos encadenados entre sí.
sieron. En Pafos (Chipre) construyeron con tierra, piedra y adobes una gn111 Los reinos helenísticos sucesores de Alejandro mejoraron las técnicas de
rampa que llegó a la altura superior de la muralla; las contraminas que los ha fortificación y las máquinas de asedio. La colosal Helepolis de Demetrio Po-
bitantes excavaron para derrumbar la estructura fracasaron. liorcetes y otras máquinas semejantes se hicieron tan famosas como los inge-
Las Guerras Médicas no implicaron actividades de asedio: Tespias, Ale nieros que las creaban, pero las técnicas de defensa evolucionaban tambi én,
nas y otras poleis fueron asaltadas con facilidad por Jerjes en 480. En épocas apareciendo la defensa en profundidad, con sistemas de fosos, verdaderos
posteriores los griegos no demostraron habilidades poliorcéticas especiales, y campos de minas con hoyos ocultos para bloquear las máquinas, etc. Mienlras
cada vez que tuvieron que tomar una ciudad rebelde en la Liga de Delos, los una ciudad mantuviera la voluntad de resistir y contara con una vía por la que
atenienses se limitaron al bloqueo (periteichismos), como ocurrió en Potidcu recibir ocasionalmente alimentos y refuerzos, podía resistir casi cualquier asal
en 432 a. C., que se rindió solo tras dos años. Los atenienses obtuvieron unn to; en el asedio de Rodas de 305-304 a. C., Demetrio hubo de abandonar el
reputación en las décadas siguientes como expertos en asedios, pero, parafra asedio y sus máquinas, con cuyos restos los rodios construyeron el célebre
seando al helenista G. B. Grundy, «entre los ciegos el tuerto es rey». Los es Coloso. En Sicilia, durante la Primera Guerra Púnica, los romanos asediaron
partanos eran menos proclives aún a este tipo de guerra deshonrosa y, cuando la fortaleza de Lilibeo durante diez años sin éxito.
intentaron los métodos persas de rampa de asalto y arietes en Platea en 249 a. C.
fracasaron, y hubieron de recurrir al tosco bloqueo, que triunfó a los diecio
cho meses. Del mismo modo, los «largos muros» que unían Atenas con el vi La aproximación romana a la fortificación y la guerra de asedio
tal puerto del Pireo, que garantizaba el abastecimiento de la ciudad, nuncn
fueron seriamente amenazados por los espartanos, pese a ser una fortificación En el otro extremo del Mediterráneo, en efecto, los romanos fueron muy
relativamente sencilla. En este contexto de pobreza tecnológica llama la aten lentos tanto en aprender a construir máquinas de artillería y asedio (todavía
ción la descripción de Tucídides de una máquina lanzallamas empleada p01 en la guerra de Aníbal parecen haberse limitado a emplear las capturadas a
los beocios en el asedio de Delion en 424 a. C. los cartagineses), como en la construcción de fortificaciones. El asalto directo,
Mientras en el Mediterráneo oriental los griegos seguían desarrollando como en Cartago Nova en 209 a. C., siguió siendo su método preferido. La
una guerra completamente amateur en lo referente al asedio, el tirano Dioni Tercera Guerra Púnica (149-146 a. C.), básicamente el asedio y destrucción
sio I de Siracusa, enfrentado a unos cartagineses que actuaban como dignos de la propia ciudad de Cartago, marcó, sin embargo, un punto de inflexión .
herederos de la tradición poliorcética oriental (incluyendo el uso de grandes De ahora en adelante los tenaces romanos rara vez abandonarían un asedio
torres de asedio ante Himera en 480 a. C.), reunió todos los cerebros qul' formal sin tomar la plaza, aun sin emplear métodos demasiado sofisticados.
pudo, además de maestros armeros, entre 406-367 a. C., y desarrolló, como Ya que un largo bloqueo no tomó la ciudad, Escipión Emiliano la tomó en un
hemos dicho, la primera artillería (catapultas lanzadoras de dardos y de bolu durísimo asalto. Los romanos, en general, favorecieron bien el bloqueo, bien
ños) y aprendió a construir torres de asedio. Pero a la vez construyó la fortalczn un asalto inmediato de gran ferocidad; por ello usaron sobre todo rampas ,
de Eurialo en Siracusa, obra maestra que sigue asombrando hoy, como se asom manteletes y tortugas con preferencia sobre los más lentos medios de los reyes
bró ya Ateneo el Táctico, general y escritor griego que escribió hacia 380 a. C. helenísticos con su artillería pesada y torres de asedio; entre las máquinas pro-
el primer tratado científico conocido de poliorcética (véase in/ra, pág. 374) . pias contaron con la sambuca, una especie de artefacto para elevar hombres
Fueron, por lo tanto, las monarquías con ambiciones territoriales y podl'l sobre la muralla enemiga usando un gran contrapeso.
personal sólido, Siracusa en un extremo y Macedonia en el otro, las que po Tras la derrota de los reinos helenísticos y de Cartago, Roma era, en el úl-
tenciaron en el Mediterráneo la mecánica y la poliorcética, la capacidad ingl' timo tercio del siglo II a. C., dueña del Mediterráneo. Su siguiente paso, en el
nieril para construir máquinas lanzadoras de proyectiles, aparatos de asedio y último siglo de la República, fue la conquista de las regiones interiores de Eu-
fortificaciones muy elaboradas. Los romanos aprenderían a su costa las com ropa occidental, y para ello recurrió a la guerra de asedio en varias ocasiones,
plejidades de la guerra de asedio frente a Siracusa en el siglo III a. C. (Arquí pero sin emplear normalmente la sofisticada maquinaria que había conocido y
ruedes ayudó, en 212 a. C., con su ingenio mecánico a la defensa de su ciu empleado en las guerras de Grecia. Numancia (133 a. C.) y Alesia (56 a. C.)
dad); y Alejandro mostró el enorme salto cualitativo en las capidl·~ son los mejores ejemplos de la tenacidad romana en forma de anillos de con-
poliorcéticas de los helenos ante Tiro y Gaza en 332 a. C., donde se desplcga travalación simple (Numancia) por Escipión Emiliano Numantino, y mediante

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HISTORIA DE EUROPA LA GUERRA CON ARMAS BLANCAS

anillo doble de contravalación y circunvalación (Alesia) por César. En ambos tentes salpicados por torres de vigilancia y pequeños fortines y fuertes mayo-
casos los romanos diseñaron todo un sistema de obstáculos para impedir sa li res a intervalos regulares (Muros de Adriano y Antonino) . Dichas ba rre ras
das o entradas del enemigo, pero procuraron evitar el sangriento asalto fron lineales no estaban pensadas para detener un ataque masivo y decidido, per
tal, rindiendo las ciudades enemigas, llenas de civiles, por hambre. Cuando sí para contener pequeñas partidas de saqueadores del exterior y proyecwr
era necesario, sin embargo, los romanos estuvieron dispuestos, en la Repúbli la imagen del inmenso poder de Roma. Los campamentos mayores - pa ra
ca y el Imperio, a poner todo el esfuerzo necesario en el asalto frontal, em cohortes auxiliares- servían como trampolines para expediciones de cas tigo
pleando para ello sobre todo el añejo método de la rampa de asalto hecha con en territorio bárbaro; en la retaguardia cercana, los grandes campamentos
tierra, piedras y troncos, incluso si ello implicaba rellenar un barranco como legionarios albergaban fuerzas capaces para derrotar una amenaza se ria o,
en Avaricum contra los galos (César, 56 a. C.), o remontar una verdadera idealmente, destruirla al otro lado del límite. En otras zonas, como a lo largo
montaña contra los zelotes, como en Masada (Lucio Flavio Silva, 73 d. C.) . del Rin y el Danubio, no había murallas continuas, sino redes de atalayas y
Pero junto a estos -y muchos otros- ejemplos de asalto con rampa solucio rortines , apoyadas entre sí por flotillas fluviales y respaldadas por los grandes
nados con relativa rapidez en la República y el Imperio, sabemos de otros campamentos fortificados . Finalmente, en zonas desérticas como las p rovin -
donde la resistencia fue tan feroz como lo había sido en Cartago. Es el caso de cias de África, la frontera estaba vigilada por fuertes mayores construidos en
los famosos asedios de Jota pata y Jerusalén (67 -70 d. C.) narrados por Flavio torno a pozos y aljibes, con una misión de control y vigilancia, sin presencia
Josefo. casi de fuerzas militares regulares.
Existe el mito de que en el mundo romano imperaba una norma según lo A partir del siglo III d. C. se produjo un fenómeno nuevo: muchas ciuda-
cual una vez montados los arietes y acercados a la muralla, ya no habría cua r des del interior del Imperio, entre ellas Roma (Murallas de Aureliano, 270 d . C.),
tel para la ciudad ni opción a la rendición. En realidad, es una extrapolación fueron fortificadas con recintos amurallados nuevos, o se repararon los anti
hacia el pasado de la costumbre moderna de marcar la apertura de una brc guos . Aunque en algunos casos se ha demostrado que existieron razon es
cha en el muro con cañones como «punto de no retorno» en el protocolo del como el prestigio, la creciente inseguridad causada por el bandolerismo, las
asedio. crisis militares internas y sobre todo los raids de pueblos bárbaros que p erfo-
Contamos con menos datos para la guerra de asedio a partir del siglo II d. ~., raban el limes -como el de los hérulos sobre Atenas en 267 d. C., que dio lu -
que lógicamente solo se produjo contra el Imperio parto arsácida y luego gar a la fortificación apresurada de la Acrópolis-, tuvieron sin duda un papel
contra el persa sasánida que le sustituyó en el control de Mesopotamia desde principal en esta tendencia.
226 d. C. Ante ciudades fronterizas bien fortificadas como Hatra sufrieron En realidad, los bárbaros del norte carecían de capacidad para asediar
los romanos tres fracasos, primero Trajano en 117 d. C. y luego Septimio Se ciudades. Amiano Marcelino cuenta cómo en 356 d. C. el emperador Juliano
vero en 198 y 199 d. C. Las excavaciones en Dura Europos, guarnición roma fue asediado durante cuarenta días por los alamanes hasta que estos se retira-
na en Mesopotamia, muestran el otro lado de la moneda: un asalto sasánida ron gruñendo que había sido inútil y absurdo plantearse el asedio de una ciu-
en el año 256 d. C. usando minas y rampas o terraplenes. dad . Y cuando en 410 d. C. Alarico entró en Roma, lo consiguió con facilidad
Conquistado el Occidente y establecidas las barreras del Rin y el Dan u- porque se le abrió la puerta Salaria.
bio, Roma aprovechó su capacidad para la ingeniería diseñando un colosal
sistema defensivo , el limes, que a menudo ha sido mal comprendido como
una barrera lineal de murallas y torres. En realidad, el limes era un concepto, Nacimiento y desarrollo del castillo medieval
basado ante todo en una serie de carreteras, radiales desde el núcleo del Im -
perio hacia las fronteras , y perimetrales a lo largo de ellas. Estas vías enlaza El colapso de finales del siglo V d. C. dio lugar a dos situaciones diferen-
ban entre sí los grandes campamentos legionarios -recordemos que Roma tes: el Imperio de Oriente continuó con las tradiciones romanas, mejorándo-
solo mantenía unas treinta legiones en activo- que constituían fuerzas móvi- las, aunque con un énfasis mayor en las ciudades fortificadas que en los gran-
les, capaces de desplazarse con extrema rapidez y energía en caso de crisis. des campamentos legionarios, que ya no existían desde hacía mucho como
Así, cuando Varo perdió tres legiones en Germanía en el año 9 a. C., Augusto tales bases militares. Constantinopla estaba defendida desde época de Teodo-
respondió concentrando en breve plazo otras ocho en la región amenazada, sio (408-413 d. C.) por un conjunto potentísimo de dobles murallas , sobre
sin por ello descuidar el resto de las fronteras. todo por el lado de tierra; el gran puerto, que daba acceso a una zona más fá-
Esta red de carreteras era vigilada de diversos modos a lo largo de las cil, estaba cerrado por gruesas cadenas capaces de detener los barcos. Este
fronteras . En algunos lugares, como por ejemplo en Germanía Superior o en sistema defensivo pudo contener numerosos asedios a lo largo de siglos, hasta
el norte de Inglaterra, se construyeron muros continuos más o menos consis la toma de 1204 por los venecianos y luego la de 1453, pero a la vez demues-

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IIISTORJA DE EUROPA LA G UERRA CON ARMAS BLANCAS
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tra la debilidad de un Estado cuyo mismo núcleo estaba permanentemente rodeadas de empalizadas de troncos; el Tapiz de Bayeux, que narra la invasión
amenazado por mar y por tierra. de Inglaterra por Guillermo de Normandía en 1066 d. C., representa bien el
En Occidente, los nacientes reinos germánicos aprovecharon las murallas tipo. Y a en el siglo X d. C., sin embargo, existían en Anjou torres de piedra, y
romanas preexistentes, reparándolas de manera más o menos eficaz. Pero en el siglo XI se produjo una verdadera explosión constructiva. En el siglo XII
cuando se enfrentaron a asaltos por ejércitos como los de Belisario en Italia existían ya miles de castillos en Europa, muchos de mampostería y sillería, ca-
(535-536) carecían de la experiencia necesaria para defender ciudades, e in - paces de resistir un asedio formal al contar con los almacenes y aljibes necesa-
cluso a la inversa, cuando los ostrogodos asediaron Roma en 537 d. C. fueron rios para sostener a sus habitantes y una guarnición efectiva que podía ser sor-
incapaces de tomarla a pesar de la enorme extensión de un perímetro mal de- prendentemente reducida. En Europa del Este, por el contrario, donde la
fendido. buena piedra escaseaba pero la madera era abundante, los muros de tierra y
A medida que los últimos intentos de reconquista desde Oriente cesaron, madera continuaron en uso mucho tiempo, y más adelante, los ladrillos.
y se fueron forjando los reinos de visigodos, francos y otros, se generó un sis- Los castillos se convirtieron en residencia fortificada de señores, pero
tema social peculiar en el que primaban las lealtades personales encadenadas también en fortalezas reales, y en ambos casos a menudo actuaron como pla-
de pequeños y grandes nobles caracterizados ante todo como guerreros. Los taformas ofensivas en territorios de Reconquista. A partir de 1118 algunos
siglos VI-X vieron la descomposición rápida del sistema estatal que había regi- fueron recintos de las órdenes militares, como consecuencia del movimiento
do Europa meridional durante siglos y la lenta reconstitución de un modelo cruzado, combinando su papel residencial y monástico con el de plataforma
diferente de estado que, en todo caso, siempre miró intelectualmente al prece- para las expediciones de estos guerreros profesionales.
dente imperial romano. La institución sociomilitar del comitatus y el naci- Distintos de los asentamientos fortificados, y diferentes de los antiguos
miento del feudalismo implicaban, entre otras cosas, a medio plazo la virtual fuertes militares romanos de planta regular concebidos más como bases mili-
independencia en la vida diaria de una serie de nobles que, a cambio de su tares que como reductos defensivos, los castillos de piedra a partir de finales
disponibilidad a acudir a la guerra en primavera con sus hombres cuando el del siglo XI se convirtieron en estructuras complejas excelentemente defendi-
rey les reclamara, disponían de tierras y recursos para construir sus propias das. En Tierra Santa, en particular, donde las grandes fortalezas bizantinas es-
residencias fortificadas, que a menudo garantizaban su virtual impunidad en taban en pie y el islam había mantenido una arquitectura sólida que en Euro-
caso de desobediencia a su señor. pa se había casi perdido, surgieron enormes castillos con hasta tres recintos
Durante los primeros siglos de la Edad Media (VI-X) se reaprovecharon a concéntricos y torres y muros de hasta ocho metros de grosor, como el Krak
menudo fortalezas romanas urbanas o se reconvirtieron edificios como el de los Caballeros, entregado a los Hospitalarios a mediados del siglo XII; estos
Mausoleo de Adriano en Roma. Los mismos bizantinos, en su breve recon- castillos influyeron en poderosas fortalezas europeas como el imponente Cha-
quista de Occidente bajo Justiniano, convirtieron en castillos viejos templos, teau Gaillard (1197-1198). El conocimiento directo que los arquitectos eu -
como los de Selinunte en Sicilia o el Capitolio y Foro de Dougga en Túnez. ropeos adquirieron de ciudades fortificadas como Antioquía revolucionó la
Pero cuando los guerreros germánicos -y los nobles romanos reconverti- arquitectura militar del siglo XII en adelante. La Torre del Homenaje, que ha-
dos- comenzaron a dispersarse por áreas rurales para controlar las tierras bía sido el núcleo de la fortaleza, se convirtió en un último refugio, y surgie-
que les habían sido asignadas, o cuando se reocuparon zonas abandonadas ron los recintos con varios muros sucesivos, e incluso los concéntricos como
-por ejemplo, en Iberia o en la Europa oriental-, surgieron pequeñas forta- Beaumaris, dotados de numerosas torres salientes para proporcionar fuego de
lezas aisladas privadas. flanqueo con dardos, hondas y flechas. El donjon o keep se convertía ya en
Parece que en época carolingia la erección de fortalezas era todavía privi- solo parte de un conjunto complejo, integrándose en el conjunto de la fortale-
legio real, pero en el siglo IX la presión magiar, vikinga y sarracena impulsó un za en lugar de mantener una posición central, dado que si el resto del conjun-
proceso imparable que no detuvo ni siquiera el edicto de 869 de Carlos el to caía, normalmente resultaba indefendible a medio plazo, por mucho que
Calvo, en el que se ordenaba la demolición de las fortalezas privadas erigidas contara con aljibes y almacenes.
sin su permiso. A partir de este momento la extensión de fortalezas privadas En España en particular, la mezcla de tradiciones islámicas con influencias
de gran capacidad se convirtió en una de las más importantes novedades de la normandas y centroeuropeas produjo una gran variedad de castillos, algunos
guerra medieval, y la mayoría de las guerras, privadas o no, se convirtió en de gran porte, con rasgos militares muy acusados en la zona de frontera.
una sucesión de asedios, con escasez de batallas; entre 1135 y 1145, Godofre- Desde el siglo XIII los castillos europeos contaban con zarpas (superficies
do V de Anjou pudo conquistar Normandía sin librar una sola batalla campal. inclinadas engrosadas en la base del exterior del muro) para dificultar el mi-
Los primeros castillos normandos del siglo X d. C. fueron apenas estruc- nado y el trabajo de bastidas (torres de asalto con ruedas) y arietes. La artille-
turas de madera sobre lomas artificiales en terreno llano (de «mota y bailey»), ría de pólvora, todavía en su infancia a principios del siglo XIV, era impotente

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contra los muros de piedra de una fortaleza, pero los grandes trabucos y so influencias bizantinas e islámicas se fueron introduciendo en Europa máquinas
bre todo las minas eran peligrosos. Las torres circulares, que no ofrecían pla- - mangoneles y trabucos- capaces de lanzar bolaños de piedra muy pesados
nos rectos a los proyectiles, se hicieron más frecuentes, retomando viejas reco- y capaces por sí mismos de dañar lienzos. En el asedio de Acre de 1191, los
mendaciones de época clásica. Los castillos sobre nidos de águilas rocosos cruzados incluso dieron nombres propios a dos de estas grandes máquinas,
dieron paso a grandes fortalezas en llano que controlaban mejor el territorio que eran ya comunes desde el siglo XIII en Europa occidental. Aparte de pro-
circundante. Para compensar, los recintos concéntricos se hicieron más comu - yectiles de gran peso -hasta ciento cincuenta kilos no es una rareza- se
nes. En conjunto, y como venía ocurriendo desde Micenas, los castillos me- arrojaban cadáveres putrefactos de animales o incluso de seres humanos , con
dievales eran una fuerza mayor que la capacidad de asedio de la época, hasta la idea de generar epidemias entre los asediados; así ocurrió, por ejemplo, en
el punto de que rara vez eran tomados por la apertura de brechas o asalto di - el asedio del castillo de Scheanau en 1332. Con todo, los trabucos eran arte-
recto. factos enormes y rara vez se construían más de dos o tres para un solo asedio;
el empleo de trece para el asedio del castillo de Stirling en 1304 fue algo ex -
cepcional.
Las técnicas de asedio medievales Los trenes de asedio al principio se construían in situ, pero a partir del si -
glo xnÍ los reyes y grandes príncipes solían tener trenes de asedio prefabrica-
Los ejércitos bárbaros carecían, como se ha dicho, de capacidades de ase- dos que transportaban a las fortalezas que querían asediar. La construcción
dio respetables. En algunas regiones fronterizas de guerra endémica, como de manteletes, tortugas y bastidas (torres de asalto) era compleja, y obstáculos
contra el islam en Hispania, el sistema de cabalgadas, de razias para destruir como fosos o zarpas podían hacerlas inútiles, por lo que no eran especialmen-
y saquear, no exigió al principio grandes capacidades poliorcéticas. Pero con te comunes; Simón de Montfort, a principios del siglo XIII, se hizo famoso por
la extensión de los castillos en toda Europa occidental y al-Andalus a partir las torres especialmente grandes que construyó en los asedios de Beaucaire
del siglo XI, y dadas las limitadas capacidades logísticas de los contingentes, y Toulouse. Caso excepcional es el del asedio cruzado de Constantinopla
era esencial no dejar fortalezas en la retaguardia en caso de campañas a cierta en 1204, cuando los venecianos construyeron bastidas sobre las cubiertas de
distancia, y, en todo caso, a menudo la guerra tenía precisamente como objeti- los barcos más grandes para poder tomar las murallas que daban al mar.
vo la conquista de la plaza fuerte de un noble rival, de un príncipe enemigo o La frecuencia de la guerra de asedio en la Edad Media acabó dando lu-
de un vasallo díscolo. Para ello los nobles medievales y sus primeros ingenie- gar a un protocolo de actuación que se mantendría y codificaría en el Renaci-
ros miraron a la literatura clásica, y en particular a Vegecio. miento. Los defensores de una plaza podían pedir socorro exterior a su señor,
Los medios de asedio, aparte del asalto inmediato con escalas -en un mas si la ayuda no se materializaba podían rendirla con honor. Pero una vez
extremo- y el bloqueo por hambre -en el otro-, fueron sustancialmente que una plaza era tomada por asalto, los defensores no tenían derecho a pedir
los mismos que en la Antigüedad. Quizá el medio de mejor relación coste o recibir cuartel, y quedaban por completo a merced del vencedor. Si los de-
eficacia era la mina subterránea terminada en cámaras que se llenaban de ma fenso res sacaban del castillo o plaza «bocas inútiles», los desdichados no te-
dera para prenderla, colapsar la techumbre y hacer ceder el lienzo o torre si- nían derecho a atravesar las líneas del sitiador, y a menudo quedaban abando-
tuado encima. Este sistema era inapropiado, sin embargo, en terrenos muy nados en la tierra de nadie, hasta morir de inanición, como ocurrió en Rouen
rocosos o en picos de águila. También se empleaban arietes para atacar puer· en 1418-1419.
tas y puntos débiles junto con zapadores que trataban de debilitar la base d Mientras un castillo permaneciera intacto, el atacante podría saquear los
los muros. campos circundantes con cierta impunidad, pero nunca sentirse seguro; y de-
Los fosos, que cuando era posible estaban llenos de agua, debían ser ce- jar un castillo -o ciudad fortificada-, con el enemigo a retaguardia, era un
gados con haces de madera (fajinas), tierra y piedras, para lo que a menudo grave riesgo de perder la comunicación. Por ello muchas campañas medieva-
se empleaban campesinos locales reclutados a la fuerza, pagados como en les a gran escala se convirtieron, tanto en Europa como en Tierra Santa, en
Acre en 1191, pero en ocasiones voluntarios de entre los sitiadores, nobles una sucesión de ataques de fortaleza en fortaleza, con escasez de batallas cam-
incluidos. pales, como la campaña de Enrique V en Normandía en 1417-1419, tras
El uso de la artillería no se perdió nunca del todo , empleándose tipos Agincourt.
lanzadores de bolaños y de dardos, de modelos tomados de la Antigüedad, Con el fortalecimiento de la institución de la Corona en la mayoría de los
pero simplificados, para barrer las almenas y caminos de ronda; hay refe estados de la Baja Edad Media, vemos a los reyes tomar el control de la cons-
rencias del uso de una gran ballesta lanzadardos en el sitio vikingo de París trucción de nuevos castillos, y procurar la demolición o neutralización de los
de 885-886 d. C. Como se ha visto en el apartado correspondiente, a partir de.· existentes en manos privadas. En el siglo X'V la era del castillo nobiliario toca-

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ha a su fin ; la artillería de pólvora, controlada cada vez más por los reyes, tuvo Bizancio (c. 200 a. C.) y, sobre todo, Vitruvio (época de Augusto). Algo pos-
su parte en ello. Todavía en la primera mitad del siglo XV los enormes trabu terior es Herón de Alejandría, quien describió algunas novedades de la artille-
cos eran considerados la obra maestra de la artillería, pero los cañones de p61 ría romana a finales del siglo I d. C.; y sabemos que el propio emperador
vora, que se venían usando en asedios casi como curiosidad desde princo~ .Juliano escribió un trabajo sobre maquinaria de asedio en el siglo IV d. C., des-
del siglo XIV, ganaban potencia muy rápidamente. El llamado «Manuscriro graciadamente perdido.
Milemete» de 1326 muestra un cañón de bronce que lanza dardos de hierro, También desde la Antigüedad los griegos, y en su estela los romanos, es-
pero en 1330 los cañones con proyectiles esféricos de piedra o hierro estaba11 cribieron tratados sobre la táctica, el manejo de los ejércitos y el arte del gene-
ya generalizados: en 13 31 el rey de Granada los utilizó para atacar Orihuela y ralato. La propia Ciropedia de Jenofonte es, a principios del siglo IV a. C., un
Alicante. En Loshult (Suecia) se halló un cañón de bronce de c. 1350 d. C. verdadero tratado sobre el mando, a pesar de su formato; y sus tratados técni -
muy similar al representado en el «Manuscrito Milemete». Desde finales c.h.: l cos sobre el jefe de caballería y sobre la equitación han sido utilizados por Jos
siglo XIV la artillería, aunque todavía ineficaz en campo abierto (en Crécy en expertos hasta casi la actualidad. A principios del siglo II a. C., Catón el Viej
1386 los ingleses parecen haber disparado algún cañón por su efecto psico escribió un tratado práctico sobre la Disciplina, y Polibio de Megalópolis y
lógico), comenzaba -pese a su muy baja cadencia- a ser más eficaz en los Posidonio de Apamea, ambos buenos historiadores, escribieron poco después
asedios que los trabucos por su tiro tenso. A partir de 1450 la artillería de pól tratados -perdidos- de táctica que tuvieron gran influencia sobre otros
vora desplazaba sin remedio a la de contrapeso, y la guerra de asedio entraba posteriores conservados, fundamentalmente Asclepiodoto (siglo I a. C.), Elia-
en una nueva época. no y Arriano (fin de siglo I y siglo II d. C.). De época de Tiberio es Onasandro,
que escribió sobre el generalato. La mayoría de los escritores romanos -no
se puede decir lo mismo de varios de los griegos- eran de noble cuna y, a la
LOS INGENIEROS MILITARES Y LOS EXPERTOS EN TÁCTICA Y GENERALATO vez que experiencia política y curiosidad intelectual, solían tener alguna expe-
riencia militar, caso de Plinio el Viejo, que escribió un tratado -perdido-
La construcción de fortalezas y el diseño de los medios más eficientes sobre tácticas de caballería, o de Arriano, quien en época de Adriano rechazó
para tomarlas con máquinas, obras y artillería (poliorcética y mecánica) fue una peligrosa invasión de los alanos y escribió un tratado, conservado, sobre
ron, por lo general, obra de especialistas, cuyos nombres a menudo nos han las mejores tácticas para repeler a la caballería pesada. En esta época un autor
llegado a través de las fuentes, caso de Diades, el ingeniero verdaderament(· desconocido, al que llamamos el Pseudo-Higinio, escribió sobre la fortifica -
responsable de la conquista de Tiro por Alejandro Magno en 332 a. C., o de ción de los campamentos, y Frontino y Polieno recopilaron sendos tratados
Epímaco de Atenas, que construyó la Helepolis monstruosa de Demetrio Po sobre estratagemas en la guerra.
liorcetes. El mismo fenómeno se da en época medieval, cuando tantos artesa Pero de todos los tratadistas grecorromanos, el que sin duda mayor in -
nos y maestros de obra eran anónimos, los ingenieros militares, con sus arca fluencia ejerció en época medieval-en la práctica, desde el siglo IX d. C.-
nos pero necesarios saberes, eran respetados y alquilados en ocasiones por· fue Vegecio, el más tardío (siglo IV d. C.) y uno de los menos fiables, ya que
grandes sumas; conocemos así nombres como el del obispo-arquitecto Gun mezcló sin demasiado criterio información tomada de viejos tratados del pe-
dulf, que construyó el núcleo de la Torre de Londres y las torres de Colches ríodo republicano, siglos antes de su era, con otros datos de su propia época.
ter y Rochester en el siglo XI tras la conquista de Guillermo; o el de Bernard Con todo, sigue siendo una de las fuentes fundamentales sobre el ejército ro-
Oarayre o el maestro Garnier en Toulouse en 1218; en algún caso un inge mano. Aunque no parece que Isidoro de Sevilla lo empleara en la parte mili-
niero llegaba a ser nombrado caballero, como Jean de Mézos en la segunda tar de sus Etimologías, se han identificado al menos tres citas (sin referencia
mitad del siglo Xlll, y en 1297 el conde de Hainaut prácticamente mimaba a explícita) en Beda el Venerable (672-735 d. C.), y otras en un manuscrito gra-
su «maestro de ingenios» para que le fabricase un artefacto lo más grande matical del siglo VIII d. C. Pero fue en época carolingia cuando Alcuino de
posible. York lo introdujo en una epístola a Carlomagno (202 d. C.), y desde entonces
Algunos de estos técnicos, y otros escritores, redactaron desde fechas an se convirtió en obra a menudo citada y estudiada. Y a antes de la invención de
tiguas libros especializados en la traza de fortificaciones, en los asedios y en la la imprenta, Vegecio había sido traducido a los principales idiomas europeos
construcción de artefactos bélicos. El más antiguo que conservamos es el de para beneficio de los guerreros iletrados, y las Máximas de su Libro III fueron
Eneas el Táctico, quien escribió hacia 360 a. C., en época de Filipo de Mace muy admiradas, al igual que sus indicaciones sobre la guerra de asedio; por
donia. Otros tratados antiguos, como el de Ctesibio del siglo III, especializado ejemplo, en 1147, el conde Geoffrey de Anjou pidió una copia del libro du-
en artillería, se han perdido. En mayor o menor grado sabemos bastante so rante un asedio. La primera traducción conocida fue al italiano hacia 1250;
bre la attillería antigua gracias a los manuales de Biton (c. 240 a. C.), Filón de después se tradujo al francés hacia 1270. Al español se vertió en el siglo XIV.

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Los bizantinos siguieron la larga tradición de literatura técnica militar ro Finalmente, las miniaturas medievales que ilustran códices sobre los más
mana, pero sus obras no tuvieron impacto en Occidente, y, en todo caso, son diversos temas contienen a menudo una gran cantidad de información sobre
tan sofisticadas y técnicas en su mayoría, y adaptadas al complejo ejérci to armas y máquinas de guerra con que no contamos para la Antigüedad cl ásica.
romano de Oriente, que tampoco hubieran tenido mucha utilidad para los Es, por poner unos ejemplos españoles, el caso de los manuscritos del Beato
guerreros francos, normandos o castellanos. El Strategikon, atribuido al em de Silos (siglo XI), el Codex Calixtinum (siglo XII), o de las Cantigas de Alfon -
perador Mauricio (siglo VI d. C.), es una obra eminentemente práctica para los so X (siglo XIII) .
generales que han de manejar caballería, pero toca otros aspectos, y su in No podemos abordar aquí siquiera la cuestión de los escritos militares
fluencia -como la de las reformas de Mauricio- se rastrea hasta el siglo XI. -especializados o no-- del islam medieval, que, aun procediendo de un en -
Se conocen bastantes manuscritos bizantinos sobre táctica y poliorcética , torno extraeuropeo, tienen, al menos en el caso de al-Andalus, una estrecha
como la Táctica de León VI (866-912), o los Praecepta Militaria y el De veli relación, como han mostrado los trabajos de M . J. Viguera sobre la Gala d,
tatione de Nicéforo Focas (reg. 963-969), o la Táctica de Nicéforo Urano, de Caballeros de lbn Hudayl o de M. Alarcón sobre la Lámpara de los príncipes
finales del siglo X. Estos manuales, a diferencia de otros muchos existentes, (cap. 61, «Sobre la guerra»).
fueron escritos por militares con experiencia, lo que les hace especialmentl'
útiles; otros, en cambio, como la Poliorcética de autor anónimo del siglo X, re
produce trozos enteros de manuales diez siglos anteriores, como los de Apo LA GUERRA NAVAL
lodoro de Damasco o Herón de Alejandría. En la Baja Edad Media -para Bi
zancio, desde 1204-los bizantinos seguían produciendo tratados, alguno de Estudios experimentales han demostrado que la navegación a larga dis-
los cuales fue traducido, como las Instrucáones... de Teodoro Paleólogo, mar tancia era posible en el Mediterráneo desde la Prehistoria, dado que, incluso
qués de Monferrato (1291-1338), destinado a nobles con responsabilidades en un bote con un mástil de tamaño reducido y, por lo tanto, una cofa o in -
militares y de gobierno. El original griego se ha perdido, pero se conoce unu cluso un tope de palo a poca altura sobre la superficie del agua, es posible sal-
traducción francesa del siglo XIV, probablemente porque el autor había vivido tar de isla en isla sin perder casi nunca de vista tierra. El régimen de vientos y
buena parte de su vida en Occidente. Sin embargo, no se conservan otros qu~o · corrientes en las dos grandes partes de la cuenca mediterránea permite una
sabemos existieron, salvo quizá el Pseudo-Codino de 1355. circulación relativamente -solo relativamente- sencilla en sentido contrario
Europa occidental no produjo tratados militares hasta época bastantl' a las agujas del reloj. Por otro lado, las aguas y vientos del Mediterráneo son
avanzada. La influencia aplastante de Vegecio -conocemos más de trescienLOs engañosas: tranquilas un momento, están sujetas a tormentas repentinas y vio-
veinte manuscritos medievales de su obra- tiene algo que ver con ello; incluso lentas, incluso en verano, muy peligrosas para barcos pequeños que navegan
algunas obras tardomedievales se basan en él claramente, caso del Libro de I lt• cerca de la costa, posición que en caso de tempestad es mucho más peligrosa
chos de Armas y de la Caballería de Christine de Pizan o Cristina de Pisa (princi que alta mar. Flotas de cientos de barcos en la Antigüedad y la Edad Media
píos del siglo xv), notable además por ser de mujer la autoría. Sin embargo, hay fueron arrojadas a la costa y deshechas en tormentas imprevistas de este tipo,
obras importantes por su carácter de fuentes escritas primarias, aunque no sean muchas más que las destruidas en batalla.
específicamente manuales de táctica o de poliorcética. Así, las reglas de tipo mi El Mediterráneo fue en la Antigüedad y en la Edad Media mucho más
litar añadidas a las originales monásticas en las Reglas de la Orden del Temp!t• vía de comunicación que barrera. Un barco, por pequeño que sea, permite
(siglo XII), aunque centradas en Tierra Santa y despreciativas de los infantes, transportar cargas mucho más voluminosas y pesadas que un carro, por muy
son sumamente interesantes, como lo es el Speculum Regale, obra de origen no grande que este sea, y de manera más rápida y económica. No hay que ali-
ruego de c. 1250 d. C., concebida como un diálogo entre padre e hijo, cuya st· mentar a los tiros; no hay que construir carreteras o puentes; el ritmo de mar-
gunda parte contiene consideraciones sobre entrenamiento, armas, asedios e in cha al cabo de las horas es más rápido, y la capacidad de carga de incluso una
cluso guerra naval. También en la España medieval encontramos material d(• bodega pequeña es mucho mayor que la de cualquier carro. Los barcos pro-
sumo interés en las Partidas de Alfonso X (siglo XIII), o en el Lzbro de los Estado1 curaban evitar la navegación nocturna -aunque se conocía ya desde el 1 mi-
o Lzbro de las Armas de Don Juan Manuel (principios del siglo XIV). Hay unu lenio a. C. la navegación mediante las estrellas- o durante muchos días segui-
enorme mina de tratados sobre armas, tácticas y asedios en diversos países qm· dos antes de finales del siglo XIII d. C., cuando se extendió por Europa el uso
solo recientemente comienzan a ser publicados, como es el caso del más antiguo de la brújula -conocida en su versión más primitiva ya hacia 1190- y los
tratado conservado de esgrima medieval, fechado hacia 1250 (Royal Armourics, portulanos y cartas de marear.
Ms. 1, 33), por no hablar de los numerosos manuales de esgrima (Ars Gladti1 El primer uso militar del mar fue, pues, la piratería, probablemente prac-
torz'a) del siglo XV, que debemos considerar ya renacentistas en su espíritu. ticada durante el 11 milenio a. C. en el Egeo por barcos con base en Creta y la

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isla de Thera (Santorin) . Pero antes aún, la navegación se usó en el terreno ría origen de toda una familia de barcos de guerra especializados, primero la
militar para el transporte de tropas a gran escala; es el caso de la expedición ele birreme -probablemente inventada por los fenicios hacia 725 -680 a. C.- y
Uni, un general egipcio de la VI Dinastía, quien embarcó sus tropas desde el luego la trirreme, el barco por excelencia de época clásica, quizá inventado en
delta del Nilo hasta lo que el texto llama «el hocico de la Gacela», un promon Corinto hacia 700-650 a. C. El principio básico de estos barcos era aumentar
torio en la costa de Palestina identificado con el Monte Carmelo, ahorrando su capacidad, velocidad y potencia de remada sin aumentar su eslora más aiJá
así muchos días de marcha. Pero para esta u otras operaciones similares a de los treinta y cinco o cuarenta metros por razones de resistencia en el seno ele
gran escala Oos mil navíos que, según el «Catálogo de las Naves» de la Ilíada, las olas. Para ello la solución era aumentar el número de remeros por remo
transportaron al ejército aqueo a través del Egeo hacia 1.200 a. C. no tienen el número de bancadas de remeros por banda, o ambas cosas a la vez. En el
por qué ser una exageración poética) se empleaban en la Antigüedad barcos caso de la birreme, habría dos hileras de remeros por costado y a diferente al-
mercantes con algún tipo de bodega, propulsión a vela y casco ancho. tura; en el de la trirreme, tres, cada uno con su remo. Los detalles de la cons-
La que probablemente es la primera batalla naval a gran escala que cono- trucción de la trirreme son, sin embargo, muy discutidos, y aunque una re-
cemos fue librada por Ramsés III en el año 20 de su reinado contra un con construcción experimental, la Olympias, ha resuelto muchos problemas, no ho
tingente de los llamados Pueblos del Mar, que trataba de desembarcar en el sido posible alcanzar la velocidad punta que proporcionan las fuentes anti -
delta del Nilo hacia el año 1175 a. C. Se emplearon lo que parecen barcos po guas, ni siquiera en aguas muy calmadas. Lamentablemente, no se conocen
livalentes, es decir, no se trataba de barcos diseñados y construidos específica pecios de trirremes de época clásica, ya que este tipo de barcos, más que hun -
mente para una actividad militar. Por ello, los barcos se trabaron con garfios dirse por inundación, se deshacía en restos flotantes ; solo elementos metáJicos
de abordaje -arma que perduraría sin cambios hasta el siglo XIX d. C.- y se como espolones caían al fondo del mar.
convirtió el combate marítimo en una variante de la lucha en tierra. La habili - En todo caso, la trirreme era ya a principios del siglo V a. C., aunque que-
dad de los marinos de la dotación acaba cuando los barcos quedan abarloa- daban otros muchos de tipos obsoletos, el barco de guerra fundamental de las
dos y trabados por los garfios, y la responsabilidad pasa a los «infantes de ma flotas fenicia, chipriota y de las ciudades griegas. Con trirremes sobre todo se
rina», tal y como se detalla en los relieves del templo de Medinet Habu. libraron en septiembre de 480 a. C. las tres batallas navales sucesivas de Arte-
Probablemente, los primeros barcos pensados con actividad militar -o, mision, paralelas en tiempo y espacio a la de las Termópilas. Desbordada la
mejor dicho, pirática- fueron las penteconteras, barcos estrechos y estiliza- defensa en tierra, la flota griega se replegó hacia el sur, para librar unos días
dos con una eslora de unos treinta metros, sin bodega ni cubierta corrida, con después, y vencer, la batalla de Salamina. En ella la flota persa --en realidad ,
una propulsión mixta a vela y de cincuenta remeros -veinticinco por ban- formada sobre todo por contingentes egipcios, fenicios , chipriotas y griegos
da- que doblaban como combatientes en tierra. Estos barcos tenían escasa o orientales- fue claramente derrotada por la flota de los atenienses y sus alia-
casi nula capacidad de carga, por lo que carecían de utilidad comercial. Sin dos, que aprovecharon sus barcos más pesados y su «infantería de marina» de
embargo, el desplazamiento a remo les daba una agilidad y capacidad de ma- hoplitas en busca de aguas restringidas para negar la mayor maniobrabilidad
niobra grandes, así como una punta de velocidad en momentos decisivos que de los barcos al servicio del Gran Rey.
se estima en unos nueve nudos -unos diecisiete kilómetros por hora. Estas victorias navales fueron decisivas para la salvación de las ciudades
El arma decisiva de este barco en el mar era el espolón, normalmente griegas , ya que el ejército persa necesitaba el apoyo logístico de la flota (que
forrado de bronce, fijado a la proa algo por encima de la línea de flotación. Su incluía transportes de caballos entre otros barcos especializados). Desprovisto
función principal no era embestir perpendicularmente el casco de los barcos de dicho apoyo naval, J erjes hubo de regresar a Asia con el grueso de su ejér-
enemigos con la intención de hundirlos o deshacerlos, porque un impacto de cito, dejando solo un contingente terrestre al mando de Mardonio, que sería
tal naturaleza casi con seguridad destruiría el barco propio, sino embestir en de rrotado en Platea al año siguiente, 479 a. C.
ángulo y destruir la bancada de remos del enemigo, arrancando los remos e Las Guerras Médicas son el primer caso bien conocido en que la guerra
hiriendo o matando a los remeros. De este modo un barco quedaba sin go- naval fue decisiva para el desarrollo de las actividades en tierra, hasta el punto
bierno y a merced del atacante. de condicionar la estrategia persa. Fue mérito de Temístocles el Ateniense
darse cuenta de dónde estaba la mayor debilidad del enemigo, y, aunque la
victoria de los helenos no estaba ni mucho menos clara, jugárselo todo a la carta
La trirreme y la guerra naval en la Grecia clásica naval, abandonando incluso para ello su ciudad natal, que fue incendiada por
Jerjes.
No está claro cuándo ni dónde surgió la pentecontera, muy representada En lo sucesivo, durante casi cinco siglos y hasta que Octavio Augusto
en la cerámica griega de estilo geométrico del siglo VIII a. C. En todo caso, se- conquistó el Imperio, derrotando en la batalla naval de Actium (31 a. C.) a la

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flota combinada de su rival Marco Antonio y Cleopatra VII de Egipto, las mos. Como ahora ya no cabe pensar en cinco hileras de remeros a distintas
principales guerras que se libraron en la fachada meridional de Europa se ga- alturas, cada uno con su remo -los remos más altos tendrían que ser de
naron o perdieron en el mar, y fueron flotas de cientos de galeras a remo las una longitud imposible-, hay un cierto acuerdo en considerar que estos bar-
que libraron las batallas. cos más pesados y grandes seguían teniendo tres órdenes de remos, pero
Las flotas de trirremes desarrollaron tácticas complejas para aprovechas ahora con dos remeros por remo --en lugar de uno-- en las dos bancadas in -
las capacidades de sus barcos, como el periplous (o maniobra de flanqueo) y el feriores.
diekplous (ataque en columna, utilizado por los barcos más ágiles), aparte de La construcción y mantenimiento de flotas que normalmente superaban
una formación defensiva en círculo con los espolones hacia el exterior, el ky- los cien barcos de primera línea consumía enormes recursos en madera, cáña-
klos. La gran desventaja era la dependencia de estas flotas de tierra: cargados mo, esparto, telas y otros materiales, en unos artefactos que eran atacados por
de tripulación, ya que una trirreme con treinta metros de eslora y cinco de la broma con facilidad; para evitar un desgaste innecesario de los barcos, se
manga llevaba hasta doscientos hombres (ciento setenta remeros , veinte mari- construyeron ya en el siglo V a. C., en lugares como el Pireo de Atenas y Car-
nos y diez hoplitas), los barcos habían de atracar en una playa cada noche, y tago, enormes puertos militares dotados de diques en rampa donde más de
en caso de combate era necesario desmontar los mástiles y dejarlos en tierra. doscientos barcos podían mantenerse en seco y a cubierto mientras no estu-
En estos momentos era cuando una flota era más vulnerable. vieran navegando.
Por otro lado, el desarrollo de estas flotas con miles de remeros tuvo im-
portantes consecuencias de tipo político. Hasta 480 a. C., las ciudades griegas,
como se ha dicho, formaban sus ejércitos con ciudadanos libres propietarios, Las flotas de Cartago y Roma
capaces de costearse un armamento, la panoplia hoplita, muy costoso. Hasta
entonces, los hombres libres sin recursos habían de conformarse con tomar Las nuevas galeras de cinco órdenes de remo -y algunas de seis o más-
parte como infantería ligera o no combatir en absoluto, lo que les privaba de fueron la espina dorsal de las armadas contendientes en las Guerras Púnicas,
derechos políticos y acceso a las magistraturas. Pero en Atenas, esta masa donde de nuevo la potencia terrestre dominante -Roma- aseguró su victoria
de población modesta, los thetes, formó precisamente el grueso de los reme- solo mediante el dominio del mar. En la Primera Guerra Púnica (264-241 a. C.) ,
ros de la flota que venció en Salamina. El paso siguiente, obvio, fue la exigen- Roma carecía de experiencia alguna, y Polibio nos cuenta que la República re-
cia de derechos políticos y la apertura, una vez conseguida la victoria gracias a currió a copiar barcos cartagineses varados al tiempo que entrenaba remeros
su concurso, hacia un régimen democrático ... , claro está que dentro de los mo- en tierra sobre andamios que remedaban la estructura del barco. El extraordi-
destos límites de la Atenas imperialista y belicosa de mediados del siglo V a. C. nario descubrimiento en las aguas de Marsala de pecios púnicos de guerra,
La terrible guerra del Peloponeso (431-404 a. C.) que siguió a la victoria que muestran en su estructura restos de marcas que se interpretan como seña-
sobre los persas y al establecimiento de la Liga de Delos (en la práctica, el Im - les para el montaje de piezas prefabricadas, añade fiabilidad a una noticia por
perio marítimo ateniense), llevó a Esparta y sus aliados a una situación en la demás plausible. Además, y puesto que los romanos reconocían la superio-
que no podían ganar, pese a su incontestable superioridad terrestre, hasta que ridad marinera de los púnicos, decidieron llevar la guerra a su terreno, re-
el oro persa, hábilmente empleado por los sátrapas, y la aparición de un almi- curriendo al auxilio de un ingeniero, probablemente un griego siciliano, que
rante espartano competente, Lisandro, acabaron por decantar la victoria hacia diseñó el corvus. Se trataba de un poste fijado a la cubierta de los barcos
Esparta, aunque solo la obtuvo al convertirse en potencia marítima. Atenas, que sujetaba verticalmente una especie de puente levadizo con garfios en su
agotada por la desastrosa expedición naval a Sicilia, que terminó en desastre, extremo. Una vez que los barcos romanos se acercaban a los rivales, dejaba caer
acabó capitulando. de golpe la plataforma, uniéndolos con firmeza y creando una pasarela por la
Los siglos IV-I a. C. vieron la aparición de flotas enormes de barcos cada que los superiores legionarios romanos que guarnecían los barcos podrían
vez más poderosos. Alejandro Magno, que comprendía bien el poder naval, asaltar las naves cartaginesas, trasladando al mar una forma de lucha terrestre.
no marchó hacia el corazón del Imperio persa hasta haber conquistado -con Aunque algunos han dudado sin razón de la existencia del artefacto, Polibio
gran esfuerzo-las ciudades fenicias de Tiro y Gaza, además de Egipto, bases afirma que ganó alguna victoria para los romanos hasta que estos se acostum-
del poder naval aqueménida, procurando para ello atraerse a su lado las flotas braron a las peculiaridades de la lucha naval, para ser luego abandonado.
de Chipre y del resto de las ciudades fenicias. Solo asegurada de esta manera La Primera Guerra Púnica fue esencialmente una guerra naval en torno a
su retaguardia, se atrevió el macedonio a marchar sobre el Éufrates y más allá. Sicilia, donde se perdieron más flotas por tormentas que en batalla, pero que
En estos momentos, hacia 330 a. C., la trirreme comenzaba a estar obsoleta vio combates navales a escala colosal. Por ejemplo, en la batalla de Ecnomus,
ante la aparición de un nuevo tipo, la quinquerreme de cinco órdenes de re- librada en 256 a. C., la flota romana contaba con trescientos treinta barcos de

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HISTORIA DE EUROPA LA GUERRA CON ARMAS BLANCAS

guerra, la mayoría quinquerremes, y los púnicos, unos trescientos cincuenta . primero de César y muchas décadas después de los emperadores julio-clau-
Teniendo en cuenta que una «cinco» llevaba una dotación de cuatrocientos dias, exigieron el desplazamiento y construcción de barcos. En época impe-
veinte personas, entre remeros, marinos y soldados, las dos flotas sumaba11 rial, la flota romana tuvo destacamentos que actuaron con eficacia en el mar
unos doscientos ochenta mil hombres, lo que convierte la batalla en una th.• lel Norte, como en las campañas de los años 15 a 9 a. C. al 15 d. C. en el
las mayores de la historia, en mar o en tierra. Los tamaños de las flotas estÚil mar del Norte: flotillas romanas llegaban incluso a la boca del Elba, y a finales
bien y consistentemente documentados en las fuentes, e incluso si en este caso del siglo I a Escocia y las Oreadas.
hubiera exageración, los órdenes de magnitud son asombrosos 4 • Durante el Imperio las dos principales bases navales estuvieron en Mise-
La pérdida de Sicilia y Cerdeña, y el reconocimiento de su inferioridad no, en el golfo de Nápoles (desde donde partiría el noble, almirante y escritor
naval, dictó la estrategia de Aníbal en la Segunda Guerra Púnica, y la concien Plinio el Viejo para observar la gran erupción del Vesubio que sepultó Pom-
cía romana de su dominio del mar les permitió mover tropas por todo el Me peya en 79 d. C.) y en Rávena sobre el Adriático, destinada a jugar un papel
diterráneo, e incluso desembarcadas en Hispania, aun cuando Aníbal parecía decisivo como capital en la Antigüedad tardía. Además, Roma mantuvo des-
campar a sus anchas por Italia. tacamentos permanentes en el canal de la Mancha (Classis Británica), el mar
Completado el dominio de Occidente, la expansión romana hacia Orien Negro , Alejandría y muchos otros puntos, e incluso flotillas fluviales en el Rin
te durante los siglos II y I a. C., que acabó con todos los reinos helenísticos su y el Danubio. Las enormes flotas de quinquerremes del final de la República
cesares de Alejandro, se basó en victorias terrestres, pero se cimentó en una no eran necesarias para las labores de policía y patrullaje fluvial, de modo que
capacidad de mover tropas por mar que las flotas de los reyes griegos, incluso las flotas imperiales se basaron sobre todo en tipos de barco de menor dimen-
con sus colosales dinosaurios de hasta dieciséis órdenes de remos, no supi" sión: trirremes, liburnas y otros; del mismo modo, los más de setecientos na-
ron contrarrestar. víos de varios tamaños con que contaba Augusto tras Actium se redujeron
En realidad, el mayor peligro naval que sufrieron los romanos en toda su sustancialmente. La liburna en particular, que continuó en uso en Bizancio,
historia, desde la derrota de Cartago y hasta el final del Imperio de Occiden era un antiguo barco pirata más ligero que la trirreme que resultó muy útil en
te, fue la aparición en el siglo I a. C. de verdaderas armadas de piratas, baso las nuevas condiciones.
dos en Cilicia, que dificultaban el comercio mediterráneo, asaltaban convoyes
a la salida misma de Ostia y que en una ocasión llegaron incluso a apresar a
un joven Julio César, quien hubo de pagar su rescate. En todo caso, en cuanto El fin del mundo romano y las flotas bizantinas
Roma se tomó la cuestión con seriedad y envió en el 67 a. C. a Pompeyo el
Grande al mando de una flota, barrió a los piratas del mar en cuestión de se· La desaparici&n del Imperio romano de Occidente en 476 d. C. obligó al
manas. En lo sucesivo, las principales batallas navales serían entre romanos en Imperio oriental, con capital en Bizancio-Constantinopla, a reforzar la flota y
el período de las guerras civiles del final de la República. Finalmente, tras la a reiterar los decretos de pena de muerte para quien enseñara a los bárbaros
victoria de Actium y la constitución del Imperio por Octavio Augusto, el Me el secreto de la navegación. Con todo, los vándalos habían conseguido ya cru-
diterráneo se convirtió durante los siguientes cinco siglos en un pacífico lago zar a la fértil provincia de África (en 429 d. C.) y, de hecho, lograron, a partir
controlado por una armada romana profesional pero sin apenas trabajo. de barcos capturados en Cartago en 439, construir la primera flota de guerra
Es dato poco conocido que la flota romana operó también con frecuen - no romana digna de tal nombre, que disputó el mar a la propia Roma. Geise-
cia en aguas del Atlántico, y ya los Comentarios de César mencionan un pro· rico logró hacerse con el control de las principales islas del Mediterráneo cen-
blema que se reproduciría siglos después: el del contacto (año 56 a. C.) de los tral y occidental, e incluso saquear Roma en 455. De hecho, cuando las dos
barcos esbeltos pero de poca obra muerta típicos del Mediterráneo y los re· mitades del Imperio unieron fuerzas en 468 d. C. para extirpar el tumor que
chanchos y altísimos barcos de los vénetos de la costa gala bretona, que preci· había nacido en África, Geiserico consiguió derrotar a la flota romana junto al
samente por eso resultaban difíciles de abordar. Las campañas en Britannia cabo Bon usando brulotes, y forzar su reconocimiento como rey africanio.
Los vándalos conseguían así consolidar un reino sobre la base del poder naval.
4
Por otro lado, y en términos comparativos, el Mary Rose, galeón de Enrique VIII reformado Cuando Justiniano (reg. 527-565) lanzó su ambiciosa, y a la postre fallida,
en 1536, con una eslora de cuarenta metros, llevaba una dotación oficial de cuatrocientos quince campaña de reconquista del Imperio de Occidente (533-551 d. C.), se basó en
hombres -aunque los testigos hablan de setecientos cuando se hundió en batalla en 1545-. Un una flota heredera de la romana de Oriente, pero que había descartado las
galeón español de c. 1630 con una eslora en cubierta de treinta y un metros -menor que la de un grandes galeras a favor de barcos menores, dramones y liburnas -galeras con
<<cinco>>- podía llevar a bordo hasta trescientos hombres entre soldados y marinos; y una fragata
de época napoleónica llevaba cerca de trescientos hombres a bordo, mientras que un navío d,.
uno o dos órdenes de remos y vela triangular, introducida quizá a través del
primera clase llegaba a los ochocientos. mar Rojo y Egipto hacia finales del siglo VI-, y que empleaba como transpor-

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tes grandes cantidades de mercantes a vela. Con el tiempo, el dromon volvió n :n raids fulgurantes , a veces de cientos de barcos, saquear y capturar botín
convertirse en una galera de gran tamaño, con varios palos para velas «!al i untes de regresar a sus bases en Inglaterra, Escandinavia y Dinamarca. La
nas» y lanzadores de «fuego griego», además de un castillo central. excavación del túmulo funerario de Sutton Hoo ha permitido conocer en de-
La flota romana de Oriente, que ahora, por claridad, llamaremos «bizan ralle la estructura de los primeros barcos de este tipo, en la primera mitad del
tina», armada con lanzallamas de la mezcla conocida en Europa occidental siglo VII d. C.: se trata de un barco de veintisiete metros de eslora, preparad
como «fuego griego», consiguió detener la siguiente amenaza para lo que res para cuarenta remeros. Del mismo tipo pero más evolucionados son los bar-
taba del Imperio: el avance islámico. Ante Constantinopla en 673, y décadas cos vikingos , escandinavos, de Gokstad (Noruega), de finales del siglo IX
después en 717 -cuando la oleada islámica cruzaba las Columnas de Hércu (veinticuatro metros y treinta y ocho remeros), o el de Oseberg, algo menor
les en el extremo occidental de Europa-, los artefactos bizantinos consiguie y fechable en la primera mitad del siglo IX. A ellos hay que añadir los cinco
ron detener las naves árabes; en 941 serían los Rus los que sufrirían sus efec hallados en Roskilde (Dinamarca), o el de Tune (Noruega) , que en conjunto
tos . Bizancio todavía podía alardear en el siglo X del control naval del proporcionan una información directa para este tipo de barcos que no es
Mediterráneo; sin embargo, el fisco bizantino simplemente no podía atender a comparable con ninguna otra anterior o medieval.
todo lo que se le pedía, y para el siglo XII la flota era una sombra que ya no Vikingos eran los marinos , guerreros, comerciantes y mercenarios qu''
podía enfrentarse eficazmente ni a los musulmanes ni a los ambiciosos prínci desde las costas escandinavas saquearon las costas británicas y francesas entr
pes de Occidente, en particular los venecianos, que sustituyeron a Bizancio finales del siglo VIII y el siglo XI. Sus incursiones marítimas y fluviales llegaron
como potencia naval hegemónica tras el infame «saco» de 1204, asalto que hasta remontar el Sena y asediar París durante un año en 885-889. Igualment
ninguna flota bizantina digna de tal nombre fue capaz de resistir y en el que la subieron por el Guadalquivir y atacaron la Sevilla islámica en el año 844 d. C.
ciudad fue tomada por los venecianos precisamente por mar, donde las mu- Tal fue el peligro, que tanto Carlomagno (768-814) como el Emirato y Califa-
rallas eran más débiles que por el lado de tierra. to cordobeses impulsaron la creación de flotas de guerra que, sin embargo, n
Mientras tanto, en el resto de Europa se desarrollaban tendencias navales llegaron a librar batallas navales con estos vikingos. Solo en el siglo XI se die-
divergentes. Durante el período de las invasiones y la Alta Edad Media (si- ron batallas entre vikingos en fiordos noruegos, utilizando el lanzamiento d
glos v-xr) , los nacientes reinos bárbaros no podían -salvo en el caso ya men- jabalinas y luego el abordaje como táctica principal, incluso encadenando bar-
cionado de los vándalos del siglo V- permitirse unas flotas costosísimas de cos entre sí para crear plataformas más estables.
construir y mantener ... y fácilmente deshechas por los parásitos, las tormentas
o la desidia. Como mucho se requisaban naves redondas de carga para trans-
portar tropas y caballos, y cuando se llegaba al combate, este consistía en el Las galeras mediterráneas de los siglos XI- X V
abordaje. No hay menciones de espolones desde el siglo VII, y en todo caso
el objetivo de la batalla naval medieval era normalmente tomar el barco ene- A partir del siglo XI, en el Mediterráneo los estados italianos habían de-
migo en lugar de hundirlo: en la batalla de Sluys en 1340 se dice que los sarrollado la construcción naval: el empleo de cuadernas para el casco, y la in-
ingleses capturaron ciento noventa barcos franceses al abordaje sin hundir troducción de la vela triangular permitieron crear galeras más sólidas y ma-
ninguno. niobreras, que escoltaron los grandes convoyes de transporte -incluyendo
caballos- que marcharon a las Cruzadas en Tierra Santa desde 1096. Las ga-
leras genovesas, al igual que en la Antigüedad, utilizaban una combinación de
Los vikingos y la fachada atlántica en la Alta Edad Media arqueros y ballesteros, mangoneles y tácticas de embestida con el falso espo-
lón de proa (calcar). Dicha pieza era una plataforma en forma de pico sobre el
Entre tanto, en el mar del Norte se desarrollaba una tecnología naval por nivel del agua que en realidad estaba diseñada para quedar por encima de la
completo diferente, la de los barcos vikingos. En realidad, se trata de botes de borda de una galera enemiga en el momento del abordaje y facilitar el asalto.
gran tamaño, sin cubierta y con escaso calado, propulsados por una combina- A lo largo de los siglos XII y XIII creció la distancia entre las galeras de
ción de remo y vela cuadra. En su concepción básica, estos barcos no son di- guerra, estilizadas y bajas sobre el agua, y unos barcos mercantes de líneas re-
ferentes de las penteconteras homéricas, pero en las condiciones mucho más dondeadas y cada vez con mayor obra muerta, capaces de transportar hasta
duras del Atlántico su manga era mucho mayor y su construcción notablemen- seiscientas personas o cien caballos. Para una galera podía ser extremadamen-
te marinera. En todo caso, no estaban diseñados para librar batallas navales con te difícil tomar al abordaje un barco de este tipo, como les ocurrió a los geno-
espolón o abordajes, sino, sobre todo, para transportar partidas de guerreros veses que, sin éxito, trataron de abordar el mercante veneciano Roca/ortis en
-que doblaban como remeros- por mar, remontar los ríos, desembarcar y el Egeo en 1264. Pero el Mediterráneo siguió creyendo, en general, enmante-

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HISTORIA DE EUROPA LA G UERRA CON ARM AS BLA NCAS

ner la diferencia entre las galeras construidas expresamente para !a guerru y Venecia, otros tipos basados en los mismos principios, capaces tanto de uso
los barcos mercantes. Las atarazanas especializadas de Venecia o Barcelonu militar como civil, como carracas y naos, cuya definición exigiría largas dis-
(donde todavía se pueden visitar las salas creadas por Pedro III en 13 78) nm lu quisiciones. Los elementos de las cocas fueron combinados en Portugal y en
tenían que envidiar a los diques de Cartago o de la Atenas clásica. Castilla con otros de tradición mediterránea, la vela triangular y el uso de va-
Desde el siglo XIII las galeras venecianas y genovesas, y también los ba r rios palos, para crear en el siglo XIII la carabela y la nao, barcos marineros y
cos de la Corona de Aragón, controlaron el Mediterráneo, permitiendo lu ágiles que serían protagonistas en la «Era de los Descubrimientos».
proyección de fuerzas de tierra en cualquier punto que desearan; la batalla dr· Pero, además, la estructura básica de este tipo de barcos constituiría en el
Malta de 1283 mostró bien la feroz capacidad militar de Roger de Lauria y su ~ futuro, a lo !argo de los siglos XV y XVI, una plataforma excelente para la colo-
hombres. Los barcos crecieron en tamaño y complejidad, con una tendencirr cación de piezas de artillería, primero en cubierta y luego en baterías creciente-
por parte de los aragoneses a construir barcos más pesados y mejor protcgl mente pesadas y numerosas en las cubiertas inferiores, a lo largo de los costa-
dos que los venecianos, genoveses o angevinos. Los intentos musulmanes d1• dos, donde las galeras mediterráneas no podían colocar piezas por los bancos
construir flotas comparables se vieron dificultados, entre otras cosas, por lu de remos (las futuras galeazas serían una solución parcial y tosca, ya que los re-
escasez de madera de calidad, que había de ser importada de Europa - I ta liu , meros habían de levantar sus remos antes de que dispararan las piezas).
Dalrnacia y Creta- ya en el siglo IX.
A partir de principios del siglo XV, la construcción naval en la fachada
Los remos de las galeras medievales no estaban movidos por forzad~ . atlántica europea entró en una verdadera «carrera de armamentos», con la
sino por hombres libres; hasta un tercio de los cuales dejaba los remos panr aparición de barcos de vela cada vez mayores, culminando con el Grace Dieu
combatir una vez que se llegaba al abordaje. La sustitución por verdaderos es de Enrique VIII de 1420, que por primera vez contaba con tres cañones de
clavos es un fenómeno posterior, del Renacimiento. pólvora; al tiempo, las galeras mediterráneas comenzaban a montar grandes
cañones a proa y a popa, y se llegarían a construir en la España y Venecia del
siglo XVI las galeazas concebidas como plataformas artilleras que serían decisi-
Los barcos de casco redondo de la /acbada atlántica y la introducción vas en Lepanto, pero que en realidad eran un tipo de arma sin futuro que tra-
de la artillería
taba de conciliar lo viejo y lo nuevo. Entre 1400 y 1500 se gestaba, pues, el fin
de la guerra con armas blancas en el mar, aunque los abordajes con hachas y
Mientras tanto, al otro lado de Gibraltar ya había nacido y crecido un sables perdurarían hasta el siglo XIX.
nuevo tipo de diseño nava! que para 1600 -por lo tanto, a largo plazo-- dt· En conjunto, la guerra naval medieval tuvo un impacto global menor so-
jaría obsoletas las galeras de remo que habían dominado la guerra naval desd1• bre el resultado de las guerras que las campañas terrestres. Las batallas nava-
la Edad del Bronce.
les fueron relativamente escasas y poco decisivas, y ni siquiera el resultado
Nos referimos a barcos movidos exclusivamente a vela y basados en los de las Cruzadas, en las que los estados cristianos de Tierra Santa quedaban al
mercantes de casco más redondeado y alto que ya hemos visto nacer entn· extremo de una larga línea marítima de comunicaciones, se decidieron por es-
los galos en época de César, pero también en el Mediterráneo, aunque do ta trategia naval: desde 1100 la guerra naval contra el islam la habían ganado los
dos además de timón de codaste. Pese a que las naciones que miraban al mur cristianos, y solo los turcos, siglos después , tratarían de disputar a venecianos
del Norte y al Báltico emplearon también las galeras de guerra durante mucho y españoles ese control.
tiempo (hasta el siglo XIV), acabarían siendo desplazadas por este otro tipo ra
dicalrnente distinto en concepción, pero mejor adaptado a los tiempos que es
taban por venir con el desarrollo de la artillería. CONTINUIDAD Y CAMBIOS AL FINAL DE LA EDAD MEDIA
Las cocas de las ciudades del Báltico -después de la Liga Hanseática- ,
inventadas hacia mediados del siglo XII y adoptadas enseguida por Inglaterru La aparición de las armas de fuego en la guerra europea fue un proceso
y otros países, contaban con castillos y alcázares que aumentaban la altura dt· gradual que durante muchas décadas e incluso siglos no impulsó alteraciones
los costados del buque y daban ventajas en el combate cercano, al tiempo g u1· significativas en los demás tipos de armas, ni en las formaciones , las tácticas,
protegían a los arqueros y ballesteros -fundamentales en la guerra naval des ni modificó sustancialmente el aspecto del campo de batalla.
de el siglo XI- que trataban de barrer !a cubierta de los barcos enemigos paru Las primeras armas de fuego del siglo XIV fueron toscos cañones de hierro
el inmediato abordaje, como se muestra en las batallas navales que ingleses y forjado, sin movilidad táctica ninguna, que proyectaban bolaños de piedra
franceses , e ingleses y castellanos, libraron a lo largo de los siglos XIII y XIV. con una fuerza y precisión que no mejoraba sustancialmente las capacidades
Surgirían, además, en el norte, pero también en Portugal, Castilla, Aragón y de la artillería tradicional de Sorción. En la península Ibérica suelen citarse

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HISTORIA DE EUROPA LA GUERI{A CON ARMAS BLANCAS

como primeros casos del empleo de artillería de pólvora el sitio de Baza por t: l y 1815 a muy corta distancia, entre los ciento cincuenta metros y el cuerpo a
rey de Granada en 1312, el ataque a Alicante por los mismos granadinos en cuerpo. El combate con el acero -en este caso, la bayoneta- seguía siendo
1331 y el sitio de Algeciras en 1342, en el que ambos bandos habrían emplea el objetivo de muchos generales, pero, como en la Antigüedad o en la Edad
do ya la artillería de pólvora. Media, raramente se producía, porque uno de los bandos contendientes solía
La movilidad, cadencia de tiro y precisión de esta primera artillería c.lc romper la formación y huir antes de llegar al choque físico.
fuego eran escasas, y su impacto psicológico, una vez superada la sorpresa, Ciertamente, las armas de fuego dejaron obsoletos los escudos y las cora-
fue limitado. Pero una vez iniciado el impulso, el entorno de creciente desa zas, que sin embargo siguieron en uso activo en toda Europa por los «corace-
rrollo tecnológico de finales de la Edad Media favoreció la constante mejora ros» de caballería pesada y por los zapadores hasta bien entrado el siglo XIX .
de los cañones y la aparición de las primeras armas de fuego portátiles déca Y la artillería de campaña de pólvora tenía, al menos desde las reformas de
das después. Todo ello sucedía en un entorno de fortalecimiento de las monar- G riveaubal hacia 1770, una movilidad, alcance y capacidad de destrucción
quías europeas, que vieron en la creciente potencia de las nuevas armas, y en mucho mayores que las que había tenido la artillería de campaña de una le-
especial en los asedios de fortalezas, un elemento más en la consolidación de gión romana, basada en la energía acumulada de tendones y resortes. Per
su control de la nobleza, esencial para la construcción de estados fuertes que ambos factores no alteraron los aspectos esenciales de la experiencia del com-
pudieran expandirse y resistir la agresividad creciente de los estados vecinos. bate de los soldados y los generales; al polvo se unía ahora el humo de la pól -
En las guerras de Granada, los Reyes Católicos contaron ya con un cuer vora y el estampido de las explosiones; pero todo ello se producía en batallas
po de «espingarderos», y en las campañas de Italia las armas de fuego alcanza que, como en los milenios anteriores, duraban unas horas , un día o, a lo
ron su mayoría de edad; de hecho, los ejércitos castellanos fueron pioneros en sumo, dos. El general en jefe montado a caballo podía todavía, en época de
el empleo sistemático de las armas de fuego portátiles, dentro de una forma Napoleón, abarcar con la vista la mayor parte del campo de batalla y contro-
de hacer la guerra todavía basado en el predominio de las armas blancas. La larlo mediante ayudas de campo que llevaban órdenes verbales o manuscritas
combinación de mosqueteros y piqueros se revelaría decisiva durante dos si a los generales subordinados. Los ejércitos que marchaban y combatían uni -
glos. Mientras tanto, en el otro extremo del Mediterráneo, el sultán turco dos no superaban casi nunca los ochenta o cien mil hombres, por las enormes
Mehmet II dispuso de una artillería colosal para demoler en 1453 las secular dificultades logísticas que implicaba mover y alimentar tropas que consu -
mente invencibles fortificaciones de Constantinopla, que, aunque reparadas y mían víveres y municiones, y que podían desplazarse, sobre sus pies o a caba-
mejoradas, databan, como se ha dicho, de época de Teodosio II (siglo v d. C.). llo, a un ritmo que podrían entender perfectamente los episkopoi (inspecto-
Así pues, entre 1450 y 1500 el ritmo de cambios fue tal, no solo en la te res) y grammateis (secretarios) de Alejandro Magno. El propio Bonaparte, en
nología del armamento, sino en la propia concepción de la guerra y en la ca sus anotaciones a los Comentarios de César (dictados a Marchand en Santa
pacidad de los estados europeos para organizar y armar flotas y ejércitos, y Elena y editados en 1869), podía hacer juegos intelectuales sobre el libro V en
para desarrollar campañas de larga duración y a grandes distancias, que ha torno a un hipotético enfrentamiento entre las legiones romanas y batallones
sido considerado el arranque de una «Revolución Militar» que cambiaría d de su época; y aunque naturalmente Napoleón enfatizara las ventajas de las
Arte de la Guerra. armas de fuego, el simple hecho de que pudiera concebir tal enfrentamiento
Con todo, en cierto sentido al menos, el desarrollo de las armas de fuego en términos realistas indica que la realidad del campo de batalla napoleónico
portátiles y de la artillería de campaña de pólvora no alteró de modo sustan hubiera sido todavía bien comprensible, en dimensiones, tempo y tácticas,
cial el aspecto del campo de batalla durante los siguientes trescientos cincuen para un general de la Antigüedad o de la Edad Media. Ni siquiera los proble-
ta años, por lo que resulta difícil hablar de «Revolución». Hasta mediados del mas logísticos planteados por la pólvora y proyectiles supusieron, pese a lo
siglo XIX, la imprecisión y corto alcance de las armas de fuego siguió exigicn que pudiera parecer a primera vista, un cambio sustancial: en el siglo XVII to-
do que los ejércitos formaran con unidades que combatían en orden cerrado; davía muchos mosqueteros fabricaban su propia munición, y hasta época na-
de hecho, en bloques aún más compactos que las legiones romanas. Los ter poleónica el consumo de balas y munición de artillería, mucho más volumino-
cios, batallones y regimientos siguieron luchando en formación cerrada, agru sa, era bastante limitado, dada la cadencia de tiro de las armas disponibles.
pados en torno a enseñas visibles y dirigidos en primera línea por oficiales que Los trenes de aprovisionamiento mediante acémilas y vehículos de tracción
sufrían, incluso a niveles de jefe de regimiento, bajas muy considerables. animal no eran cualitativamente diferentes de los que habían acompañado a la
Los ejércitos siguieron basándose en unidades de infantería de línea, lu inmensa mayoría de los ejércitos europeos en los milenios anteriores.
decisiva en el campo de batalla, de infantería ligera, y de caballería dividida Solo a partir del desarrollo de la pólvora sin humo, de la invención de las
en pesada y ligera, con funciones que Alejandro Magno hubiera reconocic.l<l armas de retrocarga y del casquillo metálico, y de las armas de repetición y au-
sin dificultad. La mayoría de los combates siguieron librándose entre 1500 tomáticas, todo ello entre 1846 y 1886, se alteró sustancialmente el aspecto de

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HISTORIA DE EUROPA LA GUERRA CON ARMAS BLANCAS

la guerra en el campo de batalla. Las nuevas armas acabaron con las formacio cias en el siglo XVI era ya una guerra global en muchos aspectos logísticos y
nes en orden cerrado, diseñadas en principio para el arma blanca, que habíu n ·conómicos.
gobernado la guerra europea durante milenios. Los avances tecnológicos im Sin embargo, fue la maquinización desarrollada con la Revolución Indus-
pulsaron un nuevo tipo de entrenamiento que primaba la iniciativa individ ual; trial, y muy especialmente el desarrollo de las redes de ferrocarriles, con su
acabaron gradual pero rápidamente con el uso de los estandartes militares en capacidad de movilización y desplazamiento masivo de tropas y vituallas, en
el campo de batalla y de la caballería montada -salvo excepciones por todoN plazos y ritmos exponencialmente superiores a los que permitían los caballos
conocidas- hasta casi la actualidad. Las nuevas armas impusieron el aprow y carretas, lo que alteró sustancial y definitivamente la guerra a nivel estratégi-
chamiento de cualquier irregularidad del terreno para proteger y ocultar a laN co y operacional. Cambiaron las magnitudes y los tiempos de un modo que,
tropas, y si no, la excavación de trincheras. La Guerra de Secesión america nu ahora sí, ya no podría haber concebido nunca ni el más sofisticado de los
(1861-1865), tan mal entendida por la mayoría de los generales europeos, laN generales helenísticos. Liberados de las limitaciones del poder muscular de
guerras coloniales, y las europeas de la segunda mitad del XIx, fueron impo hombres y animales, los estrategas y planificadores de los estados mayores
niendo, entre ríos de sangre, los nuevos conceptos. Así se acuñó finalmente, Cll J e la segunda mitad del siglo XIX pudieron librarse de los últimos restos de
la segunda guerra bóer de 1899-1902, el concepto del empty battle/ield, campo los procedimientos y mentalidades propios de la guerra con arma blanca.
de batalla vacío, en el que un observador no vería apenas señales de vida. Hay dos campos en los que las alteraciones producidas por la aparición
Lo que hemos apuntado en los párrafos anteriores no quiere decir que u sistemática de las armas de fuego modificaron sustancialmente las operaciones
comienzos de la Edad Moderna no se produjeran cambios fundamentales en en un plazo bastante más breve que en la batalla campal. Nos referimos a la
el Arte de la Guerra, sobre todo en comparación con lo que había sido habi guerra de asedio y la guerra en el mar, y, aun así, el proceso completo llevó
tual en Europa durante los siglos de la Edad Media, entre el siglo V y el XV d. ( : más de un siglo, desde principios del siglo XV hasta mediados del XVI.
Pero esos cambios afectaron no tanto a la experiencia de la batalla, sino 11 Hemos visto cómo hasta el siglo XV las tendencias de la fortificación se
cuestiones organizativas, logísticas y conceptuales. Entre ellas cabe destaca r lu basaban en construir murallas verticales cada vez más altas y rígidas, apoyadas
(re)aparición de unidades permanentes a gran escala, perdida desde el Im¡w por torres de flanqueo y con obras exteriores que dificultasen la aproxima-
río romano; la búsqueda de la uniformidad de la vestimenta de las t ropa~ ción de arietes, torres de asedio y la excavación de minas. Pero ni siquiera las
como criterio de distinción por estados nacionales y no a partir de las libreaN más potentes máquinas lanzadoras de piedras podían demoler por comple-
de los diversos nobles; las crecientes capacidades logísticas que permitieron to una buena muralla pétrea; solo la zapa podría hacerlo. Como mostró al
engrosar enormemente el tamaño de los ejércitos -aunque con las limitacio mundo entero el asedio de Constantinopla de 1453 -aunque había casos
nes antes apuntadas sobre los efectivos que podían marchar juntos- ; el ta m muy anteriores de empleo de cañones en asedios-, los bolaños proyectados
bién creciente control estatal de la producción y almacenamiento de arma. por los gases de expansión de la pólvora tenían la capacidad de derribar in-
de guerra; la aplicación de métodos geométricos y matemáticos a la guerra dt• cluso los muros más sólidos que los antiguos romanos habían podido cons-
asedio a una escala que no se había visto desde el Imperio romano; la conh truir. Por ello, en cuestión de décadas, todos los castillos medievales de altos
trucción sistemática, bajo control estatal, de cadenas de fortificaciones fron tt· muros quedaron obsoletos. A partir de las investigaciones de los ingenieros
rizas; la mejora de las comunicaciones mediante señales ópticas - telég ru italianos, pero también septentrionales y españoles (la «traza italiana» se con-
fos- y un sistema regulado de mensajeros. Todo ello supuso alteraciont·H virtió en un modelo a seguir desde el siglo XV, pero tenía precedentes) , se di-
sustanciales respecto a la guerra en la Edad Media, aunque podemos recono señó un modelo de fortificación radicalmente diferente donde los muros se
cer muchas de ellas como logros que ya había empleado el Imperio de Romu hicieron lo más bajos posible sobre la línea del terreno, compensando me-
A un nivel aún más general, la comprensión de las dimensiones, forma y diante la excavación de fosos enormes; los lienzos macizos de piedra se revela-
repartición de masas terrestres y oceánicas del globo terráqueo alcanzada po1 ron más débiles frente a la artillería de pólvora que otros rellenos de tierra
los grandes descubrimientos de los siglos XV y XVI alteró sustancialmente lu pero mucho más gruesos; los anchos baluartes que permitían emplazar caño-
comprensión de los problemas de la guerra a una escala estratégica. Los pm nes con campos de tiro superpuestos sustituyeron a los caminos de ronda, y
blemas que la corte de Carlos V o Felipe II hubo de manejar, controlando flo así sucesivamente. También cambió por completo la técnica de asedio, centra-
tas que cruzaban el Atlántico, contingentes que marchaban de Italia a Flan da en emplazar de forma adecuada baterías de piezas de batir y en aproximar
des, de Cádiz a Chipre, y alianzas que abarcaban ya el globo terráqueo, ern n trincheras a la brecha que se pretendía crear en los muros: ahora un buen in-
ya mucho más complejos que los que se plantearon a cualquier monarca nw geniero podía predecir con sus tablas de cálculo la fecha casi exacta en que
dieval, o incluso emperador romano o rey helenístico: el mundo se había tn una plaza caería. La guerra de asedio cambió por completo en el espacio de unas
sanchado en una magnitud tal que una guerra europea entre grandes polen décadas.

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LA GUERRA CON ARMAS BLANCAS
HISTORIA DE EUROPA

nas, que era diferente a la navegación de cabotaje y esencialmente costera de


Por lo que se refiere a la guerra naval, hasta la construcción del Warrior
la época anterior a la pólvora. De nuevo aquí, como en los condicionantes es-
(1859), primer barco de guerra con casco de hierro y propulsión mixta por
tratégicos de la guerra terrestre, la ampliación del mundo de la «Era de los
caldera de vapor y vela, todos los navíos habían sido de casco de madera, que
Descubrimientos» y la formación de las monarquías modernas tuvieron un
es extremadamente vulnerable al impacto de proyectiles de piedra o hierro,
aunque no sean explosivos y la velocidad de salida del proyectil sea baja. Has peso decisivo.
ta la aparición de la artillería de pólvora, las tácticas de la guerra naval se ha-
bían basado, según hemos visto, en el abordaje (una forma de trasladar el
LECTURAS
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- The influence o/ Sea Power on Ancient History, Oxford University Press, Oxford, su comentario a las Categorías de Aristóteles, un texto que, a través de su im-
1989. portante traducción latina por mano de Boecio -la Isagogé-, determinará el
VERBRUGGEN, J. F., The Art o/ War/are in Western Europe during the Middle Ages contexto de la lógica medieval y la discusión que se conocerá como debate de
/rom the eighth century to 1340, Boydell Press, Woodbridge, 1997. los universales sobre el que iremos regresando. Igualmente, la concepción ci-
WACHSMANN, S., Seagoing ships and Seamanship in the Bronze Age Levan!, Chatham, ceroniana de las virtudes, y aún más la de Séneca, fijan las dimensiones mora-
Londres, 1998.
les y políticas de la formación intelectual. Este peculiar conglomerado teórico
WARRY,J., War/are in the Classical World, Londres, 1980.
y cultural, en el que el pensamiento científico sobrevive en el nicho de los sis-
temas filosóficos (Porfirio mismo escribió una vida de Pitágoras), dominará el
Mediterráneo en los cuatro siglos que tienen el cambio de era como su eje y
prolongará su estela sobre toda la Baja Edad Media. Mas el troquelado neo-
platónico de estas doctrinas filosóficas -que interpretan la totalidad de la
realidad como resultado de las emanaciones del Uno-Bien en una gran cadena
del ser- se entrelaza, a veces conflictivamente, con plurales formas de reli-
giosidad que contienen mensajes de salvación y que generan interpretaciones
rivales, a la vez filosóficas, teológicas y religiosas. Tras la desaparición de las
religiones orientales y politeístas por la hegemonía de los monoteísmos, he-
breo y cristiano (y, posteriormente, a partir del siglo VII, del islámico), esa reli-

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