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ANHELO DE PROFUNDIDAD Y SENTIDO -

1.4. ULTIMO SIGNIFICADO


¿Por qué meditamos? Supongo que ninguno de nosotros meditaría a no ser
que se nos ocurriera que vivir es algo más que "ser productores o
consumidores". Todos sabemos que no podremos encontrar un significado
último si sólo producimos o consumimos. Entonces, buscamos ese
significado último. Llegamos a la meditación con una intuición inequívoca
que nos dice que, así como no podemos encontrar una satisfacción absoluta
en lo que producimos o consumimos, tampoco podremos encontrar un
último significado fuera de nosotros mismos. Tenemos que comenzar por
nosotros mismos.
En nuestra sociedad, muchas personas, al enfrentarse con el problema de la
existencia, del vivir y del significado, buscan refugio en el olvido.
¿Conocen ustedes la expresión estar "completamente drogados"?
También Marx, una de las personalidades más influyentes en la sociedad
en la que vivimos, consideraba la religión como el "opio de los pueblos". En
cierto sentido, bajo ciertas circunstancias, podemos encontrar en la religión
una suerte de anestesia: como una manera de sentirnos reconfortados o, tal
vez, en un estado de inconsciencia.
Sin embargo, la meditación cristiana no tiene nada que ver con la anestesia.
Por el contrario, es el camino a la luz y a la vida. El mensaje de Cristo es un
mensaje revitalizador e iluminador. Es el sendero de la mente
desinteresada, que no se distrae con las cosas pasajeras, sino que se
compromete cada vez más profundamente con lo que permanece, con lo
que es eterno.
Nuestro espíritu es inmortal; es eterno en Dios. Comprender esto es
suficiente desde un punto de vista intelectual, e incluso como convicción
religiosa. Pero el llamado del cristianismo -como el de cualquier doctrina
verdaderamente espiritual- es abrirnos a nuestro propio espíritu eterno. Es
decir, a estar abiertos a nuestro propio arraigamiento en lo Eterno para
comenzar a peregrinar hacia la plenitud de la luz y de significado.
¿Cuál es entonces el camino? El camino es el de la pobreza y de la
simplicidad. Permítanme recordarles nuevamente el camino de la
meditación. Siéntense y permanezcan inmóviles; cierren sus ojos y
comiencen a repetir su palabra maranatha. Repítanla deliberada pero
relajadamente, fiel pero serenamente. Cuatro sílabas, cada una de ellas
igualmente acentuada: ma-ra-na-tha.
Repetimos la palabra porque el camino es una peregrinación que nos
conduce más allá de nosotros mismos y de nuestras propias limitaciones.
Para ello, debemos trascender el pensamiento y la imaginación.
La palabra es el camino, el vehículo que nos conduce hacia adelante.
El desafío de la meditación es el de comprometerse con la disciplina de
repetir la palabra y continuar repitiéndola mientras aprendemos a ser
pacientes y a esperar, sabiendo que el camino hacia adelante es el que nos
lleva hacia nuestro propio centro. El camino hacia la riqueza es el camino
de la pobreza. El camino a la iluminación es el camino de la oscuridad.
Tenemos que transitarlo cada vez más disciplinada y fielmente.
Comprendan esto: el camino es simple, no es complicado. Además, es
seguro. Sólo necesitamos retornar a él diariamente, sin demandas ni
mediciones materialistas de éxito. Simplemente, fidelidad; simplemente,
pobreza de espíritu; dedicando nuestro tiempo cada mañana y cada tarde,
no a lo pasajero, sino a lo que permanece, a nuestro propio espíritu vivo y
lleno de luz en Dios.

John Main, OSB

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