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Transcripto del extracto de su libro (Vicente Beltrán, La canción de amor en el otoño de la Edad Media,
Barcelona, PPU, 1988) publicado en Alan Deyermond, ed., Historia y crítica de la literatura española. 1/1.
Edad Media. Primer Suplemento, Barcelona, Crítica, 1991, pp. 260-265.
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frores de Alfonso XI. Es un recurso que reaparece en el Poema de Alfonso XI, junto a
otros recursos literarios frecuentes en la prosa del siglo XIV.
Ciñéndonos ya a la canción amorosa del Cuatrocientos, la investigación permite
marcar claramente tres períodos: el primero comprende los autores nacidos antes de 1401
(de Villasandino a Santillana); el segundo, entre 1401 y 1430 (Montoro, Estúñiga, Juan
de Valladolid, Mena, Diego de Valera, Gómez Manrique y Fernando de la Torre entre
otros muchos poetas ocasionales); y el tercero, a los que nacieron entre 1431 y 1475
(Manrique, Álvarez Gato, Portocarrero, Cartagena, Altamira, Garci Sánchez de Badajoz,
Juan del Encina y otros).
La primera época crea el modelo estructural del género, perfectamente definido
en poetas de escasas aspiraciones literarias como el condestable Álvaro de Luna:
Mal me venga et mucho daño
con pesar et amargura
si vos fablo con enganyo.
Dixe vos bien las verdades
con toda lealtat pura
dixistes que neçedades
vos dezía et gran locura;
Senyora, no acabe'st'anyo
sino con mucha tristura
si con vos tal arte apanyo.
Forma con estribillo de tres o cuatro versos y vuelta de cuatro, retronx o repetición del
fin del estribillo como cierre del poema, estructura paralelística de las estrofas, con
importantísimo recurso a la repetición y derivación léxica (véase la mudanza, que tiene
como eje la repetición del verbo dezir), vocabulario abstracto y tema en torno al motivo
de la petición de amores son la base sobre la que girará la canción hasta su desaparición
en el siglo XVI.
Los autores principales del primer período (como Villasandino y el Marqués de
Santillana) intentaron dar mayor alcance literario a este género, modificando sus
características. Sin embargo, los grandes poetas del siguiente (Mena y Gómez Manrique
principalmente) las aceptaron y potenciaron, a la vez que dieron a este género un lugar de
primer orden en su producción. Fueron, con todo, los coetáneos de Jorge Manrique los
que lo potenciaron definitivamente. En primer lugar, ampliaron el estribillo a cinco
versos, rechazando el de tres y abandonaron el modelo de vuelta múltiple. Pero la novedad
más importante fue su redefinición a partir de una estructura del contenido de raíz
conceptista y el exacerbamiento del paralelismo léxico-sintáctico y las figuras de
expresión.
Veamos esta canción de Jorge Manrique:
No tardes, muerte, que muero;
ven, porque biva contigo;
quiéreme, pues que te quiero,
que con tu venida espero
no tener guerra comigo.
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no lo ay por ningún medio,
porque mi grave herida
es de tal parte venida
que eres tú sola remedio.
Ven aquí, pues, ya que muero;
búscame, pues que te sigo;
quiéreme, pues que te quiero,
y con tu venida espero
no tener vida comigo.
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venida espero / no tener vida comigo) y el subjuntivo del estribillo del Comendador (no
me torne a dar la vida) son sustituidos por el futuro (me dará de nuevo vida), que refuerza
su capacidad expresiva.
La canción cortesana es, pues, un género largamente elaborado a lo largo de más
de un siglo de trabajo de sucesivas generaciones sobre una forma poética inicial, que fue
ampliando progresivamente la complejidad de su construcción y de su capacidad
expresiva hasta hacer de él el más representativo y apreciado de la estética de cancionero,
pero también el que, a través de un refinado conceptismo, satisfacía mejor las aspiraciones
de los escritores del siglo XVII. De ahí el aprecio que alcanzó en la pluma de escritores
tan característicos como Lope de Vega o Gracián en una época en que había ya
desaparecido sustituida por el soneto, de concepción semejante y objetivos equivalentes,
pero mejor adaptado a la estética del petrarquismo.