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SANTO JUBILEO EUCARISTICO

MISION PASTORAL DE NUESTRA SEÑORA DEL ROSARIO


Instrucción Pastoral
Comisión Pastoral Profética
Plan Diocesano de Pastoral

Tema: El Santo Jubileo Eucarístico

Jubileo significa alegría, jubilo Jubileo es una gran fiesta religiosa para los católicos. Fiesta del Cuerpo de Cristo,
inmolado por nuestra redención, que se hace real y sacramentalmente presente en la Eucaristía, a fin de ser
alimento viviente para cada uno de nosotros

El Santo Jubileo se celebra con solemnidad exterior que se desborda y sale fuera de los muros del Templo, es
decir, por las calles, para que también la ciudad temporal de los hombres tenga noticia, se alegre de la Eucaristía, le
preste atención y honor (Mist. Fidei 430)

San Felipe Neri, en 1545 fundó una cofradía o hermandad de fieles cristianos para socorrer con oración y obras de
caridad a los peregrinos que llegaban durante el año Jubilar de 1575 (145000 peregrinos). Propagando por toda
roma la costumbre de las 40 hrs ,que consistía en colocar en el altar principal de cada Templo la Santa Hostia, bien
visible, para adorar a Cristo Sacramentado durante 40 hrs, turnándose la exposición del Santísimo en cada Templo
público(Vida de los Santos I;II P 310 P Salesman)

El Jubileo de las 40 hrs en una parroquia

Es estar algunas horas en secreto con Cristo, oírlo y escucharlo en secreto para después ser enviados por El

En (Ef 19) “ Se dice, que había unos sacerdotes y profetas falsos Judío y decían, a un endemoniado. “En el nombre
del Cristo de Pablo sal de ahí y respondían los Diablos, a Pablo y al Cristo de Pablo los conocemos, pero Tu quien
eres y se arrojaron sobre ellos y los hirieron. Si no estamos con Cristo en la Eucaristía, los fieles y los demonios
siempre se nos echaran encima.

En el jubileo Eucarístico es :Hacernos más amigos del novio Eucarísticos y del Esposo Eucarístico, para después
saber enamorar a la novia, a la esposa para El no solo para nuestro beneficio.

El jubileo Eucarístico, es estar en el seno de Abrahán, para después estar en el seno del Padre.

El Jubileo Eucarístico, se convierte en momentos fuertes para renovar nuestro seguimiento con Cristo parar darle
una respuesta pronta y generosa y dejándolo todo: dejar:”La pesca milagrosa”-“dejar la comodidad- el estar bien”

“No tengan miedo –Yo los hare pescadores de hombres” Hay que , remar mar adentro no se queden en la orilla por
que en la orilla podrán bajarse y salirse ,No se desanimen echen la red ,por que no siempre se pesca y si
permanecemos dentro del mar, siempre estaremos comprometidos con el Señor.

Jubileo

El jubileo esta basado en la teología cuaresmal, en la experiencia bíblica cuaresmal:

Cuarenta días y cuarenta noches de Diluvio. Noé construyo una barca, se salvo el y su familika de las aguas del
pecado. Juan Pablo II Dijo: Nuestra sociedad hoy es golpeada por un diluvio de ideas y culturas falsas.

Cuaresma de Elías: Elías quiso parar el desierto durante 40 días y 40 noches hacia el monte Horeb solo aguanto
caminando un día, hasta que Dios, le envió un ángel con un jarro de agua y pan símbolo de la Eucaristía.
Cuaresma de Moisés: 40 días y 40 noches antes de entregarle, Yavhe las tablas de la ley por primera vez .Cuarenta
años estuvo Israel en el desierto para purificarse de su idolatría. Otra cuaresma para conquistar la tierra
prometida.

Cuaresma del profeta Jonás y la conversión de Nínive

La cuaresma de Cristo en la montaña de las tentaciones y la segunda cuaresma de Cristi después de la Resurrección,
en la que se hizo presente con sus discípulos para después enviarles a dar testimonio de Él.

Principalmente, el jubileo de las 40 hrs está basado en las 40hrs de Cristo que estuvo en el sepulcro y después
resucito.

Jubileo de 40 hrs es estar con Cristo para luego resucitar, cambiar de de vida ser enviado.

En un jubileo: No solo se comulga en Cuerpo de Cristo, sino también se comulga a la Iglesia, no solo se recibe la
ostia sino se recibe toda la Iglesia, por eso ,el jubileo es un tiempo para educarnos a trabajar en comunidad o en
equipo, un laico que no sabe trabajar en equipo es un sectorista.

En un jubileo: Cristo Eucaristía remedia nuestras enfermedades Psicosomáticas. Lo que el alma buena calla, lo grita,
después, un cuerpo desordenado, grita angustias-inconformidades, achaques, recuerdos pasados” que podían dejarse
en Cristo Eucaristía o en una reconciliación con Cristo, pero se prefiere buscar tranquilizantes: de licor, de
relaciones sexuales inadecuadas, de rechazos a la autoridad y de un trabajo apostólico autentico.

En un jubileo: Recordamos en la Eucaristía, la Paternidad del Padre Dios, la Filialidad de Cristo con nosotros hacia el
padre Dios, la fraternidad de Cristo entre nosotros y la realización de una transfusión de sangre en la Eucaristía
para tener la misma Sangre, y así, sentirnos hijos del mismo Padre y sentirnos hermanos en Cristo con la misma
sangre.

En un jubileo: Recordamos en la Eucaristía, un resumen de la vocación sacerdotal y una gran enseñanza “Tomo pan, lo
bendijo, lo partió, lo dio y dijo, haced esto en memorial mía”. El Padre Dios toma al sacerdote para desgastar su vida
por el pueblo y para que se realicen buenas obras en honor de Cristo Jesús.

En un jubileo: el centro del alma es Cristo, es alegría, el tesoro y la piedra preciosa. El jubileo Eucarístico, uno de
sus objetivos principales es lograr la reconciliación entre los hermanos separados y alejados.

Colaboración del Pbro. Octavio Reina Vergara

QUÉ ES UN JUBILEO?

En la tradición católica, el Jubileo es un gran suceso religioso. Es al año de la remisión de los pecados y de
las penas por los pecados, es el año de la reconciliación entre los adversarios, de la conversión y de la
penitencia sacramental, y, en consecuencia, de la solidaridad, de la esperanza, de la justicia, del empeño
por servir a Dios en el gozo y la paz con los hermanos. El Año Jubilar es ante todo el Año de Cristo,
portador de la vida y de la gracia a la humanidad.

Sus orígenes se remontan al Antiguo Testamento. La ley de Moisés habla determinado para el Pueblo
Hebreo un año particular: "Declararéis santo el año cincuenta, y proclamaréis en la tierra liberación para
todos sus habitantes Será para vosotros un jubileo; cada uno recobrará su propiedad, y cada cual
regresará a su familia. Este año cincuenta será para vosotros un jubileo; no cortaréis ni segaréis los
rebrotes, ni vendimiaréis la viña que ha quedado sin podar, porque es el jubileo que será sagrado para
vosotros. Comeréis lo que el campo dé de si. En este año jubilar recobraréis cada uno vuestra propiedad"
(Lev 25, 10-13). La trompeta con que se anunciaba este año particular era un cuerno de morueco, que se
llama "yobel" en hebreo, de ahí la palabra "Jubileo". La celebración de este año llevaba consigo, entre otras
cosas, la restitución de las tierras a sus antiguos propietarios, la remisión de las deudas, la liberación de
los esclavos, y el reposo de la tierra. En el Nuevo Testamento, Jesús se presenta como Aquél que lleva a su
cumplimiento el Jubileo antiguo, ya que Él ha venido a "predicar el año de gracia del Señor" (cfr. Is 61, 1-
2).

El Jubileo del Año 2000 reviste una importancia especial ya que el cómputo de los años se viene haciendo,
casi para todo el mundo, partiendo de la venida de Cristo al mundo y se celebra así el año dos mil del
nacimiento de Cristo (dejando a un lado la cuestión de la exactitud del cálculo histórico). De este modo, se
trata del primer Año Santo a caballo entre el final de un milenio y el comienzo de otro: el primer Jubileo,
ciertamente, fue convocado en 1300 por el Papa Bonifacio VIII. El Jubileo del Año 2000 quiere ser así una
gran oración de alabanza y de acción de gracias por el don de la Encarnación del Hijo de Dios y de la
Redención que Él ha realizado.

El Jubileo se llama comúnmente "Año Santo", no solamente porque comienza, se desarrolla y se concluye
con ritos sagrados, sino también porque está destinado a promover la santidad de vida. Ha sido instituido
en efecto para consolidar la fe, favorecer las obras de solidaridad y la comunión fraterna en el seno de la
Iglesia y en la sociedad, para recordar y remover a los creyentes a una profesión de fe más sincera y más
coherente en Cristo el único Salvador.

El Jubileo puede ser: ordinario, si está unido a datos fijos; extraordinario, si se convoca con motivo de un
suceso de particular importancia. Los Años Santos celebrados hasta hoy se elevan a 25; el Año Santo del
año 2000 será el vigésimo sexto. La costumbre de convocar Jubileos extraordinarios se remonta al siglo
XVI: su duración varia desde unos días hasta un año. Los últimos Años Santos de este siglo son el de 1933,
convocado por Pío XI para el XIX centenario de la Redención, el de 1983, convocado por el Papa Juan Pablo
II para el 1950 aniversario de la Redención. En 1987, el Papa Juan Pablo II ha convocado igualmente un
Año Mariano.

LA CELEBRACIÓN DEL GRAN JUBILEO EN LAS IGLESIAS


PARTICULARES

criterios teológicos y litúrgicos

Para entrar en el tercer milenio del Cristianismo, Juan Pablo II invita a la Iglesia, extendida de Oriente -desde la
Tierra del Señor- hasta Occidente -que tiene por centro a Roma-, a celebrar el Año Santo, pero invita también
singularmente a todas las Iglesias de Cristo, reunidas en cualquier lugar del mundo. Su llamamiento fue formalizado en
la carta apostólica Tertio Millennio Adveniente (citada TMA), firmada el 10 de noviembre de 1994, mientras la bula
Incarnationis Mysterium (citada EM) constituye la solemne convocatoria del Año Santo del 2000; fue promulgada en el
Vaticano en el primer domingo de Adviento del año litúrgico que estamos celebrando (29 de noviembre de 1998).

Estos dos documentos pontificios van a dirigir nuestra reflexión para exponer los criterios teológicos y litúrgicos, que
deben dirigir la celebración del Año Jubilar en nuestras Iglesias particulares.

1.- EL AÑO SABÁTICO Y JUBILAR EN EL AT: LEY Y PROFECÍA.

Veamos, en primer lugar, la referencia bíblica de esta convocatoria periódica que, desde 1300, va jalonando también la
historia de nuestra Iglesia occidental.

La Torah en sus libros del Éxodo (23, 10-11), Levítico (25, 1-7;18-20) y Deuteronomio (15, 1-6) establece cada siete
años el año sabático en que la tierra debe reposar. "Seis años sembrarás tu campo, seis años podarás tu viña y
cosecharás sus productos; pero el séptimos año ser de completo descanso para la tierra, un sábado en honor de
Yahveh" (Lv 25,3-4). "Cada siete años harás remisión... remisión en honor de Yahveh" (Dt 15, 1-2).

Asimismo el libro del Levítico (25, 8-17; 23-28) establece, cada cincuenta años, un año santo de liberación para las
propiedades y para los hombres que por la esclavitud hubieran perdido su libertad, proporcionando una motivación
verdaderamente teológica: el único dueño de la tierra y de las personas es Dios: "Declararéis santo el año cincuenta, y
proclamaréis en la tierra liberación para todos sus habitantes. Será para vosotros un jubileo; cada uno recobrarà su
propiedad, y cada cual regresará a su familia". "La tierra es mía... vosotros sois para mí como forasteros y huéspedes".

Juan Pablo II comenta en la TMA 12 el sentido teológico de esta prescripción jubilar: "No podía privarse
definitivamente de la tierra, puesto que pertenecía a Dios, ni podían los israelitas permanecer siempre en una situación
de esclavitud, dado que Dios los había rescatado como propiedad suya exclusiva liberándolos de la esclavitud de
Egipto" (TMA 12).

Pero, de acuerdo con los historiadores de Israel, el papa advierte: "Los preceptos del año jubilar no pasaron de ser una
expectativa ideal, más una esperanza que una concreta realización, una prophetia futuri", una profecía del futuro
(TMA 13).

El Antiguo Testamento ya contiene esta profecía, en el libro de Isaías (61, 1-3): "El Espíritu del Señor Yahveh. Está
sobre mí, por cuanto que me ha ungido Yahveh. A anunciar la buena nueva a los pobres me ha enviado, a vendar los
corazones rotos; a pregonar a los cautivos la liberación, y a los reclusos la libertad, a pregonar año de gracia de
Yahveh, día de venganza de nuestro Dios; para consolar a todos los que lloran, para darles diadema en vez de ceniza,
aceite de gozo en vez de vestido de luto, alabanza en vez de espíritu abatido..."

2.- EL CUMPLIMIENTO DE LA PROFECÍA EN JESÚS DE NAZARET.

Según la narración de Lucas, en la sinagoga de Nazaret, Jesús expone su programa de evangelización citando el texto
de Isaías 61 con esta adaptación: "El Espíritu del Señor sobre mí, porque me ha ungido para anunciar a los pobres la
Buena Nueva, me ha enviado a proclamar la liberación a los cautivos y la vista a los ciegos, para dar libertad a los
oprimidos y proclamar un año de gracia del Señor" (Lc 4, 18-19).

Las palabras de Jesús, según Lucas, no son cita al pie de la letra de Is 61, 1-4. Además de abreviar el texto profético,
suprime la alusión a la "venganza" de Yahveh contra los pueblos opresores de Israel, gran expectativa del mesianismo
politico. Jesús no anuncia un jubileo tradicional, al estilo de Lv 25, sino que anuncia la proximidad de una intervención
extraordinaria de Dios: con él llega el gran jubileo, el definitivo. Jesús viene a cumplir el contenido de la ley y de la
profecía: abre la era jubilar de remisión, de gracia y de libertad. No anuncia un año: anuncia la inauguración de una era.
"El jubileo, "año de gracia del Señor", es una característica de la actividad de Jesús" (TMA 11).

3.- "AÑO DE GRACIA, AÑO DE SALVACIÓN", HOY.

Así, pues, a partir de Cristo, todos los años son "años de gracia". "Cristo es el Señor del tiempo, su principio y su
cumplimiento; cada año, cada día y cada momento son abarcados por su Encarnación y Resurrección" (TMA 10). Con
Jesucristo ha llegado el tiempo deseado, el día de la salvación, la plenitud de los tiempos (Ga 4, 4; He 1, 2; 1 Jn 2, 18).

Cabe entonces preguntarse: ¿Qué sentido tienen los años jubilares después de Cristo? El papa, después de citar los
textos de Is 61 y Lc 4, advierte: "Todos los jubileos se refieren a este "tiempo" y aluden a la misión mesiánica de
Cristo, venido como "consagrado con la unción" del Espíritu Santo, como "enviado por el Padre". Él es quien trae la
libertad a los privados de ella, libera a los oprimidos, devuelve la vista a los ciegos" (TMA 11).

En esta línea debemos entender los años jubilares, en el tiempo de la Iglesia, como signos de la perennidad del año de
gracia del Señor. No deben confundirse con la mera "definición cronológica de un cierto aniversario" (TMA 11).

Nos puede ayudar la comparación con el año litúrgico. Los cristianos tenemos muy presente la enseñanza del Apóstol:
"Ahora es el tiempo favorable, ahora es el día de la salvación" (1 Co 6, 2), enseñanza referida a todo el tiempo
transcurrido después de Cristo, pero seguimos la pedagogía tradicional de la Iglesia de señalar unos tiempos más
intensos de esta vivencia de la salvación y de la gracia. Las palabras del Apóstol resuenan cada miércoles de ceniza:
para todos son una invitación a recorrer el camino que nos lleva a la Pascua anual. Cada día es Pascua para el fiel
cristiano: pero es llamado a celebrar la Pascua anual con una renovación de su fe y de su conversión, de su conmorir y
conresucitar con Cristo; cada domingo es invitado a celebrar Pascua. En esta línea, el año 2000 es una memoria más
intensa de la encarnación y de la redención de Cristo (TMA 16). Porque todos los años, después de la Encarnación y del
Nacimiento dels Hijo de Dios, son años "del Señor", años "de gracia", según la denominación tradicional del calendario
cristiano.

El año santo viene a propiciar la insistencia en algunos puntos fundamentales del vivir en Cristo. Veamos cuáles son:

 la comprensión del sentido cristiano del tiempo y de la historia y su aceptación como don de Dios, como historia
de salvación. "Dios con la encarnación se ha introducido en la historia del hombre. La eternidad ha entrado en
el tiempo" (TMA 9). "La historia de la salvación tiene en Cristo su punto culminante... Ante Cristo se sitúa la
historia humana entera: nuestro hoy y el futuro del mundo son iluminados por su presencia... Al encontrar a
Cristo, todo hombre descubre el misterio de su propia vida" (IM, 1).
 la glorificación de la Trinidad (TMA 55; IM 3). Juan Pablo II la ha presentado como uno de los grandes
objetivos del año santo, que ha sido progresivamente preparado por el año de Jesucristo (1997), por el año del
Espíritu Santo (1998), por el año del Padre (1999). Es, pues, una ocasión admirable para confirmar a todos en la
plenitud de la fe en el Dios uno y trino, fe catequizada constantemente en la liturgia que siempre es oración al
Padre por el Hijo en el Espíritu, catequesis más intensamente cultivada en el año jubilar.
 estímulo para la nueva evangelización en los nuevos Aerópagos y hacia nuevos horizontes en la extensión del
Reino de Dios (TMA, 57; IM 2).
 catequesis y celebración renovadas de la Eucaristía y de la penitencia, en una forma tal que estos sacramentos
alimenten y transformen al fiel cristiano para que éste renueve y transforme el mundo.
 promoción del ecumenismo, tan resaltado por Juan Pablo II en la orientación y celebración del año santo del
2000; ecumenismo en su sentido más amplio, hacia los cristianos de otras Iglesias y Confesiones, y hacia los
creyentes de Israel y del Islam (TMA 16,34,55; IM 4).

Son cinco actitudes y tareas que tienden a dinamizar siempre la vida del creyente en Cristo que en el año santo cobran
realce e intensidad.

4. INAUGURACIÓN DEL GRAN JUBILEO DEL AÑO 2000 EN LAS IGLESIAS


    PARTICULARES.

Una de las características innovadoras del año santo del 2000 es que se celebrará al mismo tiempo en Roma y en todas
las Iglesias particulares diseminadas por el mundo (IM 2). Tendrá dos centros: Roma y Tierra santa.

La inauguración del año santo en las Iglesias particulares se fija para el día de Navidad de 1999, con una solemne
liturgia eucarística presidida por el obispo diocesano en la catedral. También es prevista en la concatedral, presidida
por un delegado del obispo. Se aconseja privilegiar esta liturgia solemne haciendo la statio en otra iglesia para ir en
peregrinación a la catedral. Se prevé el realce del evangeliario, la lectura de algunos párrafos de esta bula, según el
"Ritual para la celebración del gran jubileo en las Iglesias particulares", en vías de publicación.

La clausura del Jubileo se celebrará en la solemnidad de la Epifanía del 2001 (IM 6).

5. LOS SIGNOS DEL JUBILEO DEL 2000

Juan Pablo II, en su bula convocando al año santo, presenta seis signos identificadores de la próxima celebración del
año jubilar; tres proceden de la tradición; los otros tres resultan ser una innovación a la celebración jubilar. De los
seis, uno es específico de Roma, el de la puerta santa. No lo voy a tratar ya que esta ponencia se refiere especialmente
al jubileo en las Iglesias particulares, fuera de Roma.

l. La peregrinación. En las Iglesias particulares, está prevista a la Catedral o a otras iglesias, santuarios o lugares
designados por el obispo (Disposiciones sobre la indulgencia, 3).

Como es obvio, la Iglesia particular debe ser sensible al llamamiento del papa para realizar su peregrinación, en la
medida de lo posible, al sepulcro de los Apóstoles en Roma, a las diversas iglesias de la Urbe indicadas en la bula de
convocatoria, a la Tierra de la Encarnación y Redención del Hijo de Dios: a Jerusalén, Belén y Nazaret. En las
Disposiciones (1 y 2) que acabo de citar se especifican las celebraciones y plegarias, previstas en estas visitas, con una
gran variedad de elección y acomodación: misa, u otra celebración litúrgica como Laudes o Vísperas, ejercicios de
piedad: Via crucis, Rosario, canto del Akátistos; adoración eucarística o meditación, rezo del padrenuestro, profesión
de fe... Se está editando una guía teológico-histórico-litúrgica para estas peregrinaciones.

Todos reconocemos el peligro de no convertir hoy la peregrinación en simple turismo o viaje de placer. El esfuerzo de
la Iglesia particular que organiza y acompaña la visita a Roma o a Tierra Santa debe centrarse en imbuir de auténtico
sentido cristiano de peregrinación, con la debida acomodación a nuestro tiempo, de tales visitas. Ya advierte el papa
que la peregrinación ha ido "asumiendo en las diferentes épocas históricas expresiones culturales diversas" (IM 7).
Ciertamente nuestros peregrinos-turistas de hoy se diferencian mucho de los medievales; sabemos bien que no
debemos idealizar comportamientos de tiempos pasados, pero tenemos que promover el sentido genuino de
peregrinación: para caminar con Cristo y a su encuentro, para salir al encuentro de nuestros hermanos, con quienes
compartimos la fe y la esperanza.

Corresponde a los pastores, a los guías espirituales de las peregrinaciones, a Roma, a Tierra Santa o a los lugares
establecidos por cada obispo, realzar ante la conciencia de los fieles que la peregrinación es momento significativo en
la vida del creyente (homo viator); es camino de ascesis laboriosa, de constante vigilancia de la propia fragilidad,
preparación interior a la conversión de corazón. Por la vigilancia ayuno, oración avanzamos hacia la plenitud de Cristo
(IM 7). Nos hace conscientes la peregrinación de que "no tenemos aquí ciudad permanente, sino que andamos buscando
la del futuro" (He 13, 14), la Jerusalén celestial.

La peregrinación es icono de la vida por cuanto la condición existencial del ser humano es la de peregrino. Modelo de la
peregrinación cristiana son los discípulos de Emaús (Lc 24, 13-35). Van caminando a la deriva, sorprendidos por la
noche y con los ojos ofuscados por la incredulidad. Cristo resucitado, peregrino con ellos, los convierte en peregrinos
de la esperanza. Al fin la Palabra y la fracción del pan abren sus ojos, y se convierten en testigos de la resurrección.
Emaús es parábola bellísima de la peregrinación del discípulo de Jesús.

Son muy sugestivas también, y las podemos referir al punto que tratamos, las reflexiones de la TMA (6-7) sobre la
búsqueda de Dios por parte del hombre, de Dios Padre que en su Hijo encarnado sale al encuentro del hombre.

2. La indulgencia jubilar es uno de los signos más tradicionales del año santo. Notemos que tanto la bula convocatoria
como las Disposiciones para obtener la indulgencia jubilar se refieren a ésta como a la indulgencia por antonomasia: el
perdón, la reconciliación abundante y generosa, derramada sobre los que se convierten e imploran la remisión total de
sus culpas, la restauración de sus vidas y personas.

La indulgencia es manifestación de la plenitud de la misericordia del Padre, que sale al encuentro de todos con amor.
Esta misericordia se hace visible en y por la Iglesia, que es presencia viva del amor de Dios, inclinado sobre toda
debilidad humana. El sacramento de la Penitencia ofrece el perdón de Dios, la comunión con el Padre y con su Iglesia;
pero el perdón gratuito de Dios implica un cambio real de vida, una renovación de la propia existencia. Permanecen en
el pecador reconciliado algunas consecuencias del pecado, que necesitan curación y purificación. En este ámbito
adquiere relevancia la indulgencia (IM 9). La purificación restaña, por una parte, las heridas del pecado en el hombre y
le libera de lo que se llama la "pena temporal" del pecado. La purificación de la pena temporal abre la plena comunión
con Dios y con los hermanos.

Los fieles expían sus culpas integrados en la unidad del Cuerpo de Cristo; así se abren totalmente a los demás, se
liberan del temor y del egoísmo. Advierten que no pueden expiar con sus solas fuerzas el mal, que al pecar se han
infligido a sí mismos y a toda la comunidad. Expían integrados en la comunión de los santos, en el misterio de la
"realidad vicaria", que une a los creyentes con Cristo y entre sí. La doctrina de las indulgencias hunde sus raíces en el
"tesoro de la Iglesia", recordado por la IM 10, y explicado por Pablo VI como el valor infinito e inagotable de las
expiaciones y de los méritos de Cristo, ofrecidos para que la humanidad quedara libre del pecado y llegase a la
comunión con el Padre; pertenecen a este tesoro igualmente las oraciones y las buenas obras de la Virgen María y de
todos los santos, que se santificaron por la gracia de Cristo ("Indulgentiarum doctrina", 5; CCE, 1476). Las indulgencias
nos enseñan lo mucho que cada uno puede ayudar a los demás, vivos y difuntos, para estar todos unidos al Padre. La
maternal disposición de la Iglesia abre con abundancia a los fieles en el jubileo el don de la indulgencia (IM 9-10).

La indulgencia jubilar va conectada necesariamente con los sacramentos de la Eucaristía y de la reconciliación: "Culmen
del jubileo es el encuentro con Dios Padre por medio de Cristo Salvador, presente en su Iglesia, especialmente en sus
sacramentos. Todo el camino jubilar, preparado por la peregrinación, tiene como punto de partida y de llegada la
celebración del sacramento de la penitencia y de la Eucaristía, misterio pascual de Cristo, nuestra paz y nuestra
reconciliación: éste es el encuentro transformador que abre el don de la indulgencia para uno mismo y para los demás"
(Disposiciones...).

La indulgencia debe recibirse después de hacer la confesión sacramental (o transcurrido un prudente espacio de
tiempo); la participación en la Eucaristía, necesaria para cada indulgencia, es conveniente que tenga lugar el mismo día
en que se realizan las obras prescritas. Estos dos momentos culminantes han de estar acompañados por el testimonio
de comunión con la Iglesia, manifestada en la oración por el papa, así como por obras de caridad y de penitencia, que
quieren expresar la verdadera conversión del corazón, pues el espíritu penitencial (de conversión) es como el alma del
jubileo (Ibid.)

Nótese que la indulgencia jubilar puede obtenerse por nuevas formas que completan y ponen al día las tradicionales,
centradas en actos litúrgicos y de piedad (Disposiciones...1-4): abstinencia de cosas superfluas dando una suma
proporcionada de dinero a los pobres, sosteniendo obras de carácter religioso o social, dedicando una parte
conveniente del tiempo libre a actividades de interés para la comunidad, o practicando otras formas parecidas de
sacrificio personal.

3. Purificación de la memoria de la Iglesia. El año santo es llamada a la conversión, también de la Iglesia. En su historia
hay no pocos acontecimientos "que son un antitestimonio en relación con el cristianismo". "Somos portadores del peso
de los errores y de las culpas de quienes nos han precedido". Por eso el sucesor de Pedro pide a la Iglesia que implore
el perdón de Dios "por los pecados pasados y presentes de sus hijos". Que surja de esta actitud un renovado
testimonio de compromiso cristiano en el mundo del próximo milenio (IM 11; véase también TMA 34-36).

4. La caridad, "que nos abre los ojos a las necesidades de quienes viven en la pobreza y la marginación", es otro signo
de la misericordia de Dios, que debe resplandecer en el año santo. Ante las nuevas formas de pobreza, ante las nuevas
formas de esclavitud, ante la deuda externa de tantos países pobres, urge eliminar el predominio de unos sobre otros:
"son un pecado y una injusticia". Asimismo se ha de crear una nueva cultura de solidaridad y cooperación
internacionales, para que los países ricos y el sector privado, asuman su responsabilidad en un modelo de economía al
servicio de cada persona" (IM 12).

El Jubileo llama a la conversión para no dar valor absoluto ni a los bienes de la tierra ni a su dominio egoista por parte
del hombre. La tierra es de Dios, como nos recuerda el texto de Lv 25, 23, afirmación contenida en la promulgación del
año jubilar en Israel.

5. La memoria de los mártires. "Ellos son los que han anunciado el Evangelio dando su vida por amor". Los dos milenios
de cristianismo están llenos del constante testimonio de los mártires. El papa recuerda especialmente los de este
siglo, víctimas del nazismo, del comunismo y de las luchas raciales o tribales. "El martirio es la demostración de la
verdad de la fe que sabe dar rostro humano incluso a la muerte más violenta". Los mártires ayudan a la Iglesia para
permanecer firme en su testimonio (IM 13).

6. LA PROPUESTA DEL GRAN JUBILEO, ADAPTADA A LAS IGLESIAS


    PARTICULARES.

Según el recorrido de los documentos pontificios que introducen el Gran Jubileo del año 2000, a celebrar
simultáneamente en Roma, en Jerusalén-Belén-Nazaret, y en cada Iglesia particular, el programa que las Iglesias
particulares deberían asumir puede concretarse en estos puntos:

Promoción de una catequesis renovada centrada en Jesucristo, el Hijo de Dios que, con su encarnación, hace 2000
años, da sentido y plenitud al tiempo y a la historia y a la vida del hombre, subrayando que Él "es el mismo ayer, hoy y
siempre" (He 13, 8).

Catequesis asimismo sobre la Trinidad con derivación práctica hacia la celebración litúrgica, presentándola como
verdadera glorificación del Padre, por el Hijo, en el Espíritu Santo.

Impulso renovado de la nueva evangelización, con viva atención a los nuevos retos, a los nuevos Aerópagos surgidos en
la nueva situación de la humanidad, identificándolos en el seno de la Iglesia particular, sin olvidar la misión de ésta ad
gentes, a otros pueblos que aún no conocen el Evangelio, o lo conocen insuficientemente, prestando asimismo la
colaboración a las Iglesias jóvenes.

Catequesis y celebración renovada de los sacramentos de la Eucaristía y de la Penitencia, como punto de partida y de
llegada del camino jubilar, como vivencia constante por parte de los fieles de su incorporación al Misterio Pascual de
Jesucristo.

Formación de una nueva conciencia social en cuantos participan en las celebraciones jubilares para promover una nueva
cultura de solidaridad y cooperación, en el orden internacional y en el mismo seno de la sociedad en que vive la Iglesia
diocesana.

Orientar asimismo a los fieles hacia las nuevas formas de obtener la indulgencia, propuestas para disfrutar la
indulgencia del año jubilar. La Iglesia particular debe revisar su solicitud por los pobres y marginados, sus actitudes
ante la injusta distribución de la riqueza, y debe disponerse a promover la justicia y las obras de caridad que su fe le
exigen en la sociedad en que vive. El Jubileo, desde el AT, es llamada al amor a los hermanos necesitados. Se prevé que
la indulgencia del año santo pueda obtenerse no sólo con la peregrinación a Roma, a Tierra santa y a la Catedral o
iglesias designadas por el obispo, sino yendo a visitar a los hermanos necesitados o con dificultades (enfermos,
encarcelados, ancianos solos, minusválidos, etc.), "como haciendo una peregrinación hacia Cristo presente en ellos".
Ténganse muy presentes las obras de caridad y atención social propuestas como obras penitenciales: dar a los pobres
una suma proporcionada del dinero resultante de las privaciones voluntarias, sostener con una aportación significativa
obras de carácter social: en favor de la infancia abandonada, de la juventud con dificultades, de los ancianos
necesitados, de los extranjeros que buscan mejores condiciones de vida...

Promover, desde las celebraciones comunitarias de la Penitencia, un examen de conciencia de las actitudes de pecado
en la Iglesia particular, de cara a la purificación de su propia memoria, pero también proyectando, hacia el futuro, una
presencia más evangélica en la sociedad.

Realizar signos de apertura ecuménica, auténticos, también de carácter social, hacia los cristianos de otras Iglesias y
Confesiones, como también hacia cuantos, desde la fe de Abrahán, desde el Islam o desde su propia conciencia, creen
en el único Dios, y que conviven con los católicos de la Iglesia diocesana.

Promover una tarea de identificación de la Iglesia particular, en torno a los signos de la memoria de sus mártires y de
la iglesia catedral. El año santo puede ser una buena ocasión para difundir el martirologio diocesano. La peregrinación a
la Catedral y a otros santuarios tradicionales de la diócesis son gestos identificadores de historia, de presencia y de
apertura hacia un futuro, siempre enraizado e inculturizado en un pueblo concreto. El año del Jubileo en la Iglesia
particular es ocasión de resaltar la unidad y comunión en torno al obispo, especialmente en la liturgia presidida por él
(SC 41).

En conclusión: el año del Gran Jubileo debe presentarse y debe celebrarse como un verdadero paradigma de la vida en
Cristo: es signo verdadero y eficiente del año de gracia, inaugurado con la Encarnación, con la predicación del Ungido
por el Espíritu Santo (recordemos el pasaje de Nazaret en Lc 4), con el Misterio Pascual: año de liberación, de
redención de las culpas propias y ajenas, año de vivencia de la comunión de la Iglesia en la diócesis y a nivel universal y
auténticamente ecuménico, año de peregrinación hacia la ciudad del futuro, la Jerusalén del cielo, profesando con fe
viva que "Jesucristo es el mismo ayer, hoy y por los siglos de los siglos" (He 13, 8). "Amén. Ven, Señor Jesús"(Ap 22,
20).
Indicaciones y Normas Prácticas para Jubileo 40 Horas

Para realizar este Ejercicio de manera reverente y fructuosa, señalamos las siguientes normas e indicaciones:

1. El turno de adoración comprende tres días continuos de oración y adoración a la Santísima Eucaristía. Pertenece a
la esencia de este Ejercicio, que los fieles, por turnos, hagan oración de manera continua en presencia del Santísimo
Sacramento durante todo el triduo del Jubileo de las 40 horas. Por tal motivo el Santísimo Sacramento siempre
deberá estar acompañado y nunca deberá quedarse solo.

2. Los turnos de adoración pueden comenzar a las 8 de la mañana y terminar alrededor de las 6 ó 7 de la noche.

3. Los turnos de Adoración comienzan el 1° de Enero y continúan a lo largo del año, según relación previamente
señalada por este Arzobispado, con excepción de los días del Santo Triduo Pascual.

4. Se distribuirá un afiche con la relación de los turnos de adoración, que deberá ser colocado en un lugar notorio
del templo.

5. Este Ejercicio está enriquecido con la Indulgencia Plenaria, la misma que puede ganarse cumpliendo las
condiciones establecidas por el Código de Derecho Canónico (cc 992-997):

- Encontrarse en estado de gracia y desear ganar la Indulgencia.


- Exclusión de todo afecto hacia cualquier pecado, incluso venial.
- Confesión sacramental, Comunión eucarística y Oración por las intenciones del Sumo Pontífice.
- Estas tres condiciones pueden cumplirse unos días antes o después de la ejecución de la obra enriquecida con la
indulgencia plenaria, pero conviene que la comunión eucarística y la oración por las intenciones del Sumo Pontífice se
realicen el mismo día que se cumple la obra.
- La indulgencia se gana una sola vez al día y se puede aplicar en sufragio de un difunto.

6. Téngase presente todo lo prescrito sobre la adoración del Santísimo Sacramento fuera de la Misa, muy en
especial:

- La solemnidad de la exposición.
- Los tiempos de adoración individual y comunitaria.
- Concordancia con los tiempos señalados por la sagrada Liturgia.

7. En el tiempo de la adoración eucarística de los fieles, tanto la realizada de manera individual como comunitaria, se
pueden utilizar diversos modelos de esquemas de oración.

8. Es responsabilidad del párroco, capellán o rector del templo, preparar con anterioridad la organización de este
momento especial de la Exposición del Santísimo Sacramento, y convocar a su comunidad a participar activa y
masivamente.

9. Provéase las medidas de seguridad necesarias durante las horas en que el Santísimo Sacramento esté
solemnemente expuesto en el templo.

10. Asimismo, se debe organizar las Confesiones para esta ocasión. Si es necesario, solicítese ayuda a los sacerdotes
del Decanato al que se pertenece para cumplir con este objetivo.

11. Los Decanos están encargados de vigilar y cuidar la mejor realización de este Ejercicio.

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