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La posibilidad de tener una relación así, con Dios, fue una idea revolucionaria
en el primer siglo. El Antiguo Testamento contiene referencias a Dios como
“Padre” haciendo alusión a Él como Padre del pueblo.
La idea del Señor como un Dios personal no es evidente, sino hasta el Nuevo
Testamento. (Mateo 6:9)
Sin embargo, esa fue exactamente la razón por la que Jesucristo vino a la
Tierra, para morir en la cruz por nuestros pecados y revelar al Padre Celestial
para que usted y yo tengamos paternidad y no fuésemos huérfanos en la
Tierra.
Recuerde que la Biblia dice; que, si usted no conoce al Hijo, no puede conocer
al Padre. (Juan 14:9)
Ninguno de nosotros vive en una familia perfecta, por esta razón, debemos
pararnos con firmeza para cortar la herencia de dolor que ha afectado a nuestra
familia en el pasado y encontrarnos con la paternidad de Dios.
Dios promete acompañarnos, aunque nuestro padre y nuestra madre nos
abandonen. “Aunque mi padre y mi madre me abandonen, el Señor me
recibirá en sus brazos.” (Salmo 27: 10NVI)
Cuando nos dejamos amar por Dios, descubrimos que Él tiene planes
maravillosos con nosotros, que han sido escritos desde la eternidad y
nuestra misión es descifrarlos y vivir en ellos. Como lo describe el Salmo
139: “Tú creaste las delicadas partes internas de mi cuerpo y me entretejiste
en el vientre de mi madre. 14 ¡Gracias por hacerme tan maravillosamente
complejo! Tu fino trabajo es maravilloso, lo sé muy bien. 15 Tú me observabas
mientras iba cobrando forma en secreto, mientras se entretejían mis partes en
la oscuridad de la matriz. 16 Me viste antes de que naciera. Cada día de mi
vida estaba registrado en tu libro. Cada momento fue diseñado antes de que
un solo día pasara. 17 Qué preciosos son tus pensamientos acerca de
mí, oh Dios. ¡No se pueden enumerar! 18 Ni siquiera puedo contarlos; ¡suman
más que los granos de la arena! Y cuando despierto, ¡todavía estás
conmigo!” (Salmo 139: 13-18, NTV)
Todos tenemos que detenernos para dejarnos amar por Dios, porque es ahí
donde nuestra vida adquiere sentido y descubrimos el propósito por el cual
hemos sido creados. Mientras no nos dejemos amar por Dios, vamos a
reclamarle por los sufrimientos vividos. En cambio, si confiamos en la
paternidad de Dios, sabremos que todo lo que hemos experimentado, por
más fuerte y doloroso que parezca, tiene un sentido y una razón de ser.
Posiblemente Moisés muchas veces pensó que Dios se había olvidado de él
mientras cuidaba las ovejas de su suegro en el desierto. Pero lo que Dios
estaba haciendo era entrenar al líder que mañana dirigiría a Su pueblo. Éxodo
3 nos describe a un Moisés humilde, temeroso de Dios y deseoso de hacer lo
correcto.
Posiblemente José, cuando sus hermanos lo venden como esclavo, pensó que
Dios se había olvidado de los sueños que le dio cuando solo tenía 17 años y
era el hijo favorito de su padre, según lo narra Génesis 37. Mientras tanto,
Dios entretejía la historia, y en el momento oportuno José estaría en el lugar
correcto y con la actitud correcta. Porque José guardó su corazón, perdonó a
sus hermanos, y confió en Dios, es así como termina convirtiéndose en el
gobernador de Egipto tal y como lo describe Génesis 41. Nada de esto sería
posible, si José no hubiera experimentado el amor paternal de Dios en los
momentos difíciles.