Está en la página 1de 4

La Paternidad de Dios” 1 Corintios 8:6

Somos hechos a imagen de Dios. Podemos conocer a Dios personalmente,


como nuestro mismísimo Padre Celestial. Cuando usted ora, se dirige a Dios,
aunque todos los excelsos títulos que le hemos dado son correctos. Como
cristianos tenemos el maravilloso privilegio de llamarlo “Padre”, pero también
podemos conocerlo de esa manera.

La posibilidad de tener una relación así, con Dios, fue una idea revolucionaria
en el primer siglo.  El Antiguo Testamento contiene referencias a Dios como
“Padre” haciendo alusión a Él como Padre del pueblo.

La idea del Señor como un Dios personal no es evidente, sino hasta el Nuevo
Testamento. (Mateo 6:9)

Sin embargo, esa fue exactamente la razón por la que Jesucristo vino a la
Tierra, para morir en la cruz por nuestros pecados y revelar al Padre Celestial
para que usted y yo tengamos paternidad y no fuésemos huérfanos en la
Tierra.

“Padre”: fue la palabra favorita de Jesús para referirse a Dios.

El propósito es revelar que Dios no es totalmente una fuerza trascendente en


algún lugar del universo.

Sino un Padre Celestial, amoroso y personal, que está profundamente


interesado en los detalles de nuestra vida.
Tome un minuto para preguntarse: ¿Creo en Él? ¿Clamo a Él en una crisis?
¿Amo a Jesús?

Recuerde que la Biblia dice; que, si usted no conoce al Hijo, no puede conocer
al Padre. (Juan 14:9)

El padre terrenal es el sustituto temporal de Dios, el modelo físico de Dios. De


ahí el énfasis de que debemos honrar a nuestros padres (incluida la madre). Si
nuestros padres fueran perfectos, serían un fiel reflejo de nuestro Padre
Celestial.

El tema de la paternidad de Dios es primordial para personas que no han


podido tener una idea clara acerca de lo que es un padre, porque nunca han
desarrollado esta relación de confianza que es tan esencial en nuestro trato con
el Padre Celestial.

Para ser sanados, también necesitamos experimentar a Dios como nuestro


Padre Celestial.

Somos hijos por un derecho adquirido en Cristo.  La expresión “les dio


potestad” (derecho, LBLA): potestad, autoridad legítima, libertad de acción;
por eso, derecho, para ser hijos de Dios, por medio de Cristo.

La Paternidad de Dios Hace la Diferencia

Ninguno de nosotros vive en una familia perfecta, por esta razón, debemos
pararnos con firmeza para cortar la herencia de dolor que ha afectado a nuestra
familia en el pasado y encontrarnos con la paternidad de Dios.  
Dios promete acompañarnos, aunque nuestro padre y nuestra madre nos
abandonen. “Aunque mi padre y mi madre me abandonen, el Señor me
recibirá en sus brazos.” (Salmo 27: 10NVI) 

Job, en medio de su dolor, descubrió que había una maravillosa verdad


que cambió su perspectiva de la vida y lo hizo entender que siempre fue
amado por Dios. Porque en medio de cualquier circunstancia, su amor
paternal nos sostiene. “Fuiste tú quien me vistió de carne y piel, quien me
tejió con huesos y tendones. Me diste vida, me favoreciste con tu amor, y tus
cuidados me han infundido aliento.” (Job 10:11-12 NVI)  

En medio del dolor, la decepción, la angustia y las preguntas que son


difíciles de responder, lo único que nos queda es dejarnos amar por Dios y
permitirle a Él envolvernos en Su amor. Es ahí cuando experimentamos
sanidad en nuestras emociones y nos levantamos de nuevo para no repetir la
historia de quienes nos han herido o abandonado. 

Cuando nos dejamos amar por Dios, descubrimos que Él tiene planes
maravillosos con nosotros, que han sido escritos desde la eternidad y
nuestra misión es descifrarlos y vivir en ellos. Como lo describe el Salmo
139: “Tú creaste las delicadas partes internas de mi cuerpo y me entretejiste
en el vientre de mi madre.  14 ¡Gracias por hacerme tan maravillosamente
complejo! Tu fino trabajo es maravilloso, lo sé muy bien.  15 Tú me observabas
mientras iba cobrando forma en secreto, mientras se entretejían mis partes en
la oscuridad de la matriz.  16 Me viste antes de que naciera. Cada día de mi
vida estaba registrado en tu libro. Cada momento fue diseñado antes de que
un solo día pasara.  17 Qué preciosos son tus pensamientos acerca de
mí,  oh Dios. ¡No se pueden enumerar!  18 Ni siquiera puedo contarlos; ¡suman
más que los granos de la arena! Y cuando despierto, ¡todavía estás
conmigo!” (Salmo 139: 13-18, NTV)  

Todos tenemos que detenernos para dejarnos amar por Dios, porque es ahí
donde nuestra vida adquiere sentido y descubrimos el propósito por el cual
hemos sido creados. Mientras no nos dejemos amar por Dios, vamos a
reclamarle por los sufrimientos vividos. En cambio, si confiamos en la
paternidad de Dios, sabremos que todo lo que hemos experimentado, por
más fuerte y doloroso que parezca, tiene un sentido y una razón de ser.  
Posiblemente Moisés muchas veces pensó que Dios se había olvidado de él
mientras cuidaba las ovejas de su suegro en el desierto. Pero lo que Dios
estaba haciendo era entrenar al líder que mañana dirigiría a Su pueblo. Éxodo
3 nos describe a un Moisés humilde, temeroso de Dios y deseoso de hacer lo
correcto.  

Posiblemente José, cuando sus hermanos lo venden como esclavo, pensó que
Dios se había olvidado de los sueños que le dio cuando solo tenía 17 años y
era el hijo favorito de su padre, según lo narra Génesis 37. Mientras tanto,
Dios entretejía la historia, y en el momento oportuno José estaría en el lugar
correcto y con la actitud correcta. Porque José guardó su corazón, perdonó a
sus hermanos, y confió en Dios, es así como termina convirtiéndose en el
gobernador de Egipto tal y como lo describe Génesis 41. Nada de esto sería
posible, si José no hubiera experimentado el amor paternal de Dios en los
momentos difíciles.  

La historia se escribe en el secreto de Dios y solo la conoceremos en tanto


dejemos que él nos ame, nos guíe, sane las heridas del corazón, nos
entrene a través del sufrimiento y se revele a nuestra vida. Nada en nuestra
historia sobra, y Dios no se ha demorado en el cumplimiento de lo prometido.
Toda circunstancia pule nuestro carácter y nos acerca al abrazo paternal
de Dios.  

También podría gustarte