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Ondeaban las banderas de la casa Laurent en la tarde de primavera, los pueblerinos del castillo

bailaban y bebían y los cocineros, tan apresurados y ocupados como siempre, cocinaban pastel
de frambuesa, el favorito de Lady Brianna. Todos estaban de fiesta, pues una nueva Laurent
había nacido. Jeane fue el nombre elegido por su padre, Sir Fargan Laurent. De piel delicada
como la seda y de rubios cabellos color del oro que resplandecían al ser tocados por la luz.

A la recién nacida le esperaba el destino de su hermana mayor, nacida varios años atrás,
casarse con algún noble y traerle vínculos a su casa, sin embargo, a Jeane le deparaba un
futuro muy distinto a ese.

De pequeña ya se escurría por las cocinas y caminaba por las barandillas de las ventanas. Se
había hecho una espada larga de madera con dos extremos y, cuando los caballeros de su
padre yacían ya en sus camas conciliando el sueño, Jeane aprovechaba y se dirigía a los
muñecos de entrenamientos e imitaba los movimientos de los guardias.

Su madre siempre la describía como una doncella de gran belleza pero con la fuerza de 3
caballos y a medida que fue creciendo, Jeane fue demostrando una complexión bastante
atlética, así como una estatura bastante prominente para ser mujer. Jeane descuidó siempre
sus labores como noble, no portaba vestidos, mucho menos joyería, siempre vestía una
ajustada cota de malla debajo de una pechera de cuero y una capa azul. Pero llegaría el
momento en que su vida estaría rodeada de actos nobiliarios y responsabilidades. Su padre
había conseguido un arreglo matrimonial con el líder de una de las casas nobles aliadas, los
Gunhir. Jeane, conociendo que no podría cambiar el parecer de su padre, visitó a escondidas a
una bruja Silvana que anidaba en una cueva cercana a las colinas, desesperada le pidió que
aquello que la ataba a casarse y así lo hizo, borró de los anales de la realidad y de la mente de
ambas familias la existencia de Jeane, ni sus padres ni los Gunhir recordarían quién era ella, “Es
tan simple como decir mi nombre tres veces, bella Jeane y el hechizo se romperá” dijo la saga
entre risas y si bien el hechizo no funcionó de la forma en la que ella esperaba, la bruja tomó
aquello que le pareció equivalente como pago, robándose la voz de la muchacha, de esta
forma jamás podría romper el maleficio, a menos que matara a quien la había hechizado.

No volvió a ver a esa bruja, que se fue riendo y hablando con la voz que antaño fue suya. Jeane
no tuvo más remedio que abandonar su hogar con una espada de doble hoja y un par de
raciones para sobrevivir. Pasaría años viajando por la espesura y diferentes islas, pasando
dificultades sin saber cómo comunicarse. Aprendió el lenguaje de señas y se dedicó a trabajar
como espada a sueldo únicamente tomando trabajos bien intencionados, que no traicionaran
su ética ni principios.

Una noche cuando los rayos de la Luna se colaban por las rendijas de la ventana, Jeane sintió
su trance ser interferido, no vinieron las usuales imágenes de vidas pasadas a su mente sino
que una mujer dorada, radiante y envuelta en luz se apareció frente a ella. Le habló en una voz
que no hablaba pero de alguna forma, sentía que entendía. Ella le habló sobre ayudarla en su
cruzada personal para recuperar su voz y su nombre y a cambio Jeane debería de ayudarla a
ella a proteger todo aquello que era prístino y puro, a luchar contra lo que se cierne en las
sombras. Jeane aceptó.

Esa noche la joven elfa renacería como algo más, sus ojos se cieron dorados y sus piernas se
movían de forma ágil, su sangre cesó de ser roja y se volvió dorada y al final, cerró el
crepúsculo recitando el juramento en su mente.
«"…El bien es la ausencia del mal. Significa buscar la paz y mantenerla. Significa buscar la
depravación y denunciarla. Y significa confiar en tus compañeros y en ti mismo, porque el
mayor bien de todos se llama fe.

La bondad no es lo mismo que la legalidad.

La ley es un mandamiento, de los dioses o de los mortales. Es la voz de la autoridad y la


sanción de quienes se oponen a ella. La ley es la madre del orden. Renunciar a ella es una
invitación directa al caos, en el que no hay sentido ni vida. Sin embargo, la ley puede estar
corrupta, por lo que no es lo mismo legalidad que la bondad.

Entonces, yo Jeane, os digo que no busco ser buena ni ser legal, busco ser justa. ¿Qué significa
ser buenos si no podemos definir los hechos que se oponen al bien? ¿Qué significa ser legales
si obedecemos las órdenes de un tirano? La justicia es la mano que alimenta al hambriento y el
escudo que protege al débil. Es la espada que castiga a los impíos y el manto que protege a los
pobres. Yo busco Justicia ".»

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